_camille, la dama de las camelias

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1 Camille Adaptado por Neil Bartlett Basado en La Dama de las camelias de Alejandro Dumas hijo PERSONAJES PRUDENCE DUVERNOY “OLYMPE” ARTURO, BARÓN DE VARVILLE GASTÓN RIEUX DR. KOREFF SR. DUVAL ARMAND DUVAL, su hijo NANINE MARGUERITE GAUTIER, conocida como La Dama de las camelias La acción trascurre en París y en Auteuil, en los años 1847 y 1848.

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Page 1: _Camille, La Dama de Las Camelias

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Camille

Adaptado por Neil Bartlett Basado en La Dama de las camelias

de Alejandro Dumas hijo PERSONAJES PRUDENCE DUVERNOY “OLYMPE” ARTURO, BARÓN DE VARVILLE GASTÓN RIEUX DR. KOREFF SR. DUVAL ARMAND DUVAL, su hijo NANINE MARGUERITE GAUTIER, conocida como La Dama de las camelias La acción trascurre en París y en Auteuil, en los años 1847 y 1848.

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ACTO PRIMERO

La liquidación de Marguerite Gautier El departamento de MARGUERITE en París, tres semanas después de su muerte. Cinco hombres vestidos de negro, cada uno con un catálogo de ventas en la mano. ARMAND está presente, pero no participa. Su silencio tiene la cualidad del tic-tac de un reloj. Entran PRUDENCE y OLYMPE, las únicas mujeres entre tanto hombre. Ignorada entre los muebles de la casa, está NANINE en un rincón.

PRUDENCE: Todo está a la venta. Pausa.

Los diamantes, las porcelanas, los muebles de palo de rosa, el contenido de su mesa de noche - el oro, cada una de las piezas -

OLYMPE: - hizo falta más de un hombre para juntar esta colección –

PRUDENCE: - Todo esto.

Pero a final de cuentas, siempre estuvo a la venta.

Escudriñando al público – el público de la subasta.

Un público muy respetable, por lo que veo… Seguro pensaron que sería buen negocio dejar que la gente entrara a curiosear…

Comprar algo es sólo una excusa. Lo que la gente quiere es ver el interior del departamento. Y la habitación. Quieren los detalles, los secretos… Pero, desgraciadamente se llevó los misterios a la tumba. Lo único que queda es el botín.

OLYMPE: Bastante vulgar, pienso, y con esa reputación...

PRUDENCE: Por lo menos Dios le ahorró el deterioro. No hay nada más triste que el vicio en la edad avanzada, sobretodo en una mujer.

Ya llegó el subastador.

Inicia la subasta.

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Sólo observaré. A lo largo de la escena, el extraño ritual silencioso de programas levantados y bajados, y los asentimientos con la cabeza para indicar que la oferta continúa. Sólo los hombres hacen ofertas. La escena está puntualizada por el sonido escandaloso del mazo del subastador.

Lote dos-dos-seis – “un par de aretes importantes” – yo diría que sí; ella me dijo que cinco mil francos cada piedra.

VARVILLE: ¿Cómo era? Encantadora. Lamento su muerte como uno lamentaría la pérdida de un cuadro particularmente fino.

PRUDENCE: Fueron el regalo de despedida del Duque – él fue quién la hizo.

GASTON: ¿Si pudiese escoger un recuerdo…? No lo sé… - la caja de pasas o el ramo de camelias que siempre me hacía comprarle. Blancas. Con excepción, por supuesto, de esa semana al mes en la que eran rojas. ¿Por qué? Nadie en la sociedad correcta se atrevió a decir.

PRUDENCE: Dos-dos-siete: diamantes rosas, topacio rosa, esmalte blanco.

KOREFF: Era una chica con un toque más de cerebro y de corazón que la mayoría – y a mí siempre me pagaba a tiempo.

PRUDENCE: Los diamantes lucían maravillosos sobre su piel.

OLYMPE: Fue hermosa, en su tiempo – y popular – pero al final… bueno. Había adelgazado tanto.

VARVILLE: (como si estuviera describiendo a un caballo) Tenía un caminar inteligente, y unos ojos…

KOREFF: Era orgullosa. Alegre. No se quebrantaba fácilmente.

VARVILLE: Como dije: encantadora.

SR. DUVAL: Lo lamenté genuinamente cuando supe. Y de haber estado en París hubiera asistido.

PRUDENCE: Dos-dos-ocho: las perlas. Las traía puestas cuando los presenté.

RUIDO FUERTE: enfoque abrupto en ARMAND, quien se dirige al público en el tiempo presente de la obsesión. Está tan tranquilo que podría parecer loco.

ARMAND: Cualquier hombre puede enamorar a una virgen y claro que es un placer, pero es la cosa más fácil del mundo. Hacer que una prostituta se

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enamore… Lo siento. La gente como ustedes no podría entender una palabra de lo que digo.

Pausa. Se tambalea ligeramente.

- No... no se preocupen. No estoy enfermo. Es que no he dormido desde que ella…

No he dormido nada. La noche en que –

Pausa. Recuerdo.

PRUDENCE: La noche en que te llevé a su departamento por primera vez –

ARMAND: Fue en el teatro. Gastón saludó a alguien en el pasillo, le pregunté quién era, y dijo

GASTON: Marguerite Gautier.

ARMAND: No la reconocí.

GASTON: Ha estado enferma –

ARMAND: - porque cuando la vi por primera vez

- la primera vez que la vi… - no tenía la más remota idea...

GASTON: La primera vez que yo la vi, fue a través de una vitrina, en una tienda – muy apropiado.

ARMAND: Vestía todo de blanco. PRUDENCE: Una visión – una visión de blanco.

GASTON: Sí saben que ella lo volvió loco, ¿verdad?

ARMAND: - pregunté a uno de los encargados quién era, y dijo

GASTON: Marguerite Gautier… y luego, dos noches después, en la ópera- Meyerbeer, espantoso- la primera persona que reconocimos fue –

ARMAND: ¿No es Marguerite Gautier?

GASTON: Tengo que ir a saludarla –

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ARMAND: La conoces.

GASTON: Todos conocen a Marguerite. Ven, te presentaré –

ARMAND: No – pídele permiso primero.

GASTON: No es una Duquesa. Te pusiste rojo. Qué sublime. Entonces le dije, el Sr. Armand Duval desea conocerla. Él se quedó allí con la mirada fija y no dijo nada, y ella… estalló de risa.

ARMAND: Se rió de mí.

GASTON: Yo dije por favor no se sorprenda si el Sr. Duval enmudece, sabe que usted causa ese efecto en algunas personas.

¿Y cómo se siente, Sr. Duval, ahora que la conoce?

ARMAND: Apenado, pero confiado en que no pasará de nuevo. Con permiso. (Reverencia rígida).

El DR KOREFF se acerca.

DR KOREFF: ¿Sabe que está enferma?

ARMAND: ¿Qué le pasa?

KOREFF: Tuberculosis. No es mi especialidad, pero claramente no lleva el tipo de vida que conduce a un pronóstico optimista.

Golpe.

ARMAND: Cuando cayó el telón – GASTON: Ve, síguela - ARMAND: - caminó hacia el café, se quedó allí hasta la una de la mañana. Luego, se fue a casa en un carruaje, y subió a su departamento. Sola. GASTON: ¿Y? ARMAND: Quince días más tarde me dijeron que se estaba muriendo. KOREFF: El corazón es un órgano extraño. Me dio la impresión de que estaba contenta de estar enferma.

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ARMAND: Durante ocho semanas, me dijeron que no había noticias. Luego dijeron que se había ido al mar. PRUDENCE: Al mar… muy atinado….

ARMAND: (Volteando hacia Gaston) Y me quedé en París. Tuve un romance con una mujer justo del tipo que mi padre aprueba: sentimental y clase-mediera. Casi cada noche salí contigo; hasta pensé en trabajar. PRUDENCE: Y dos años más tarde… ARMAND: …dos años más tarde, en el teatro, no la reconocí de lo pálida. Traía… PRUDENCE (acercándose): Traía las perlas… ARMAND: y terciopelo.

ARMAND recuerda la sensación.

PRUDENCE: (al oído de ARMAND) Sigue siendo hermosa, ¿no cree? Le presta sus catalejos. Mira hacia el otro lado del teatro, en donde está MARGUERITE, ella le sonríe del otro lado del auditorio. Y él sonríe. Hace su jugada.

ARMAND: ¿La conoce? PRUDENCE: Somos vecinas. Y le hago los sombreros. ARMAND: Dicen que es una mujer encantadora. Me gustaría que me consiguiera una invitación. PRUDENCE: ¿A su departamento? ARMAND: Sí. PRUDENCE: Su amigo actual es viejo, y muy celoso. GASTON: Y muy rico – como suelen ser los duques. ARMAND: “Su amigo”. PRUDENCE: Sí, “su amigo”. A sus sesenta y nueve años está difícil que fuera otra cosa. ARMAND: ¿Por eso vino sola? ¿Pero cómo regresará a casa?

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PRUDENCE: Mandará un carruaje por ella. Yo diría que en cualquier momento. ARMAND: ¿Cómo se irá a casa usted? PRUDENCE: No tengo idea. ARMAND: ¿Me permite? PRUDENCE: ¿Y su amigo?

GASTON: Bueno, yo...

ARMAND: Estará encantado de venir también. Es un viejo conocido de la señorita Gautier.

PRUDENCE: ¿En serio? Pensé que conocía a todos los amigos de Marguerite.

Aplausos en la sala de concierto mientras VARVILLE se acerca al piano y empieza a tocar.

Qué pena que nos vamos, me encanta la próxima pieza – ¿a usted no? ¿Cómo se llama? GASTON: Creo que se llama “Preludio”. PRUDENCE se carcajea mientras salen del teatro.

En casa de Marguerite

Más tarde esa misma noche. Transición a través de VARVILLE en el piano. NANINE haciendo arreglos para la velada, copas de champaña y toda la cosa. Un ramo de lilas y rosas. VARVILLE detiene la música con una nota discordante. La espera.

VARVILLE: ¿Tocaron? NANINE: La señora no volverá a casa antes de las diez y media, y son sólo las diez. VARVILLE: ¿Está con el Duque? NANINE: No sabría decirle.

Sale NANINE.

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Pausa. VARVILLE espera. Vuelve a entrar NANINE.

VARVILLE: Estar con un hombre de su edad debe ser aburrido. La gente dice... NANINE: ...la gente dice muchas cosas de la Señora que no son ciertas. Yo estuve

con ella cuando se conocieron. VARVILLE: ... ¿y puedes confirmar la versión de que su interés por ella fue

puramente paternal? NANINE: Ella no mentiría, Sr. de Varville. VARVILLE: En el club dicen que ella le brinda un servicio parcialmente satisfactorio.

Como resultado, él le provee un ingreso parcialmente satisfactorio también, dejándola con deudas.

NANINE deja sus quehaceres domésticos por un momento.

NANINE: Que usted podría pagar. Es mejor deber dinero a algunos que gratitud a otros. ¿No es así, señor?

Pausa.

VARVILLE: ¿Y sigue viendo al Conde? Timbre.

NANINE: ¿Quiere que le cuente a la Señora lo que pregunta de ella en su ausencia?

Sale NANINE, entra luego MARGUERITE, NANINE.

MARGUERITE: Cena para tres, Nanine. Me encontré a Olympe con el Dr. Koreff otra vez.

Sale NANINE. MARGUERITE se sienta. ¿Barón? ¿Sigue aquí?

VARVILLE: Paso la vida esperándola.

MARGUERITE: Y yo paso la vida evitándolo. ¿Me está esperando por algo importante?

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VARVILLE: Ya sabe lo que le quiero decir. MARGUERITE: Si. Lo sé porque me lo ha dicho tantas veces. VARVILLE: Escuché que el año pasado… MARGUERITE: El año pasado estaba enferma y aburrida. Este año estoy mejor y para nada aburrida.

VARVILLE: ¿Cómo aburrirse cuando pasa tanto tiempo entre el Duque y el Conde? MARGUERITE: No sea fastidioso. Si eso es todo, le sugiero que se vaya. ¿No estaría más contento en otra parte? VARVILLE: No. MARGUERITE: Entonces… quédese. Toque algo. VARVILLE: ¿Qué le gustaría oír? MARGUERITE: Usted elija.

Timbre.

VARVILLE: Escuche, Marguerite, tengo ochenta mil francos al año – Entra NANINE, cruzando hacia la puerta de entrada.

MARGUERITE: Me alegro por usted. Yo tengo cien.

¿Nanine, viste a Prudence?

NANINE: Si, señora. MARGUERITE: ¿Y? NANINE: Pasará más tarde. MARGUERITE: Cena para cuatro entonces, ¿alguna otra visita? NANINE: Sólo estas flores de parte del señor (señalando a VARVILLE). MARGUERITE: ...que puedes poner en tu cuarto una vez que hayas recibido a nuestros invitados.

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Sale NANINE hacia la puerta de entrada.

VARVILLE: En serio yo no sé...

MARGUERITE: ¿Cómo me dicen? VARVILLE: Marguerite Gautier. MARGUERITE: ¿Cómo me dicen los hombres? VARVILLE: La Dama de las Camelias. MARGUERITE: ¿Y por qué cree que me llaman así? Porque las camelias son las únicas flores que tolero porque no tienen perfume. Porque el perfume me enferma. ¿Qué le hizo pensar que podía romper las reglas? VARVILLE: Buenas noches Marguerite.

Pero entran OLYMPE y KOREFF. NANINE los sigue. NANINE se encarga de las flores.

KOREFF: Buenas noches Barón. VARVILLE: Señor. Señorita. OLYMPE: Señor. MARGUERITE: Olympe. Doctor – KOREFF: Marguerite. MARGUERITE: ¿Está lista la cena? NANINE: Sí. MARGUERITE: ¿Me disculpan un momento antes de sentarnos?

Sale MARGUERITE.

KOREFF: ¿Cómo está, Nanine? NANINE: Igual.

Sale NANINE con las flores. KOREFF la mira con vago interés sexual.

KOREFF: Nanine. Nombre de gato más que de mujer.

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OLYMPE: Trabajó en la misma tienda que Marguerite. VARVILLE: ¿Madame Gautier trabajaba en una tienda? OLYMPE: Sí; ropa interior. Cosas muy bonitas. Pausa. Nos encontramos a Prudence en la ópera. VARVILLE: ¿Y ella? ¿Qué hacía antes? OLYMPE: Estuvo en el escenario por un tiempo. Ahora, hace sombreros que nadie usa. Ni siquiera Marguerite, que es su amiga. KOREFF: ¿Va a cenar con nosotros, Varville?

Entra de nuevo MARGUERITE, en ropa ligera.

MARGUERITE: No, no lo hará. KOREFF: Y dime ¿cómo estás Marguerite? MARGUERITE: ¿Por qué? ¿Qué piensas prescribirme? KOREFF: Paz y tranquilidad. Lo de siempre.

Timbre.

MARGUERITE: ¡Nanine!!! (A KOREFF) Sí, doctor. NANINE se asoma por la puerta.

NANINE: ¿La cena aquí o en el comedor?

MARGUERITE: Aquí. (Sale NANINE.) OLYMPE: ¿No quieren salir? Oí que en el café– MARGUERITE: ¡No! En serio. No. KOREFF: (A OLYMPE.) Encantadora. Tan fácil de impresionar. MARGUERITE: (A VARVILLE) No sé porqué sigue aquí, Barón –

Entra PRUDENCE, a quién MARGUERITE besa inmediatamente etc.; seguida de GASTON, acompañado de ARMAND.

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MARGUERITE: Ah, Prudence – PRUDENCE: Marguerite – Doctor – Sr. MARGUERITE: - ¡y Gastón! Buenas noches, mi querido Gastón – Olympe, tráigale algo de tomar a esta gente, por favor - ¿Por qué no me visitaste esta noche en el palco? GASTON: No me gustaría que pensaras que soy indiscreto. MARGUERITE: Como si pudieras serlo. PRUDENCE: Marguerite – ¿me permites presentarte al Sr. Armand Duval? MARGUERITE: Por supuesto. ARMAND (reverencia): De hecho, ya nos conocemos. MARGUERITE: ¿En verdad? ARMAND: ¿No se acuerda? Mejor, porque hice el ridículo. Hace dos años. En la ópera. MARGUERITE: No lo recuerdo, señor... ARMAND: Duval. MARGUERITE: Duval. Y estoy segura que no hizo el ridículo en lo absoluto. Yo debo haber sido grosera –

Extiende la mano, que él besa.

Siempre quiero avergonzar a los hombres la primera vez que me conocen. El Dr. dice que es la enfermedad. ARMAND: Se ve muy bien. MARGUERITE: Pero estuve muy enferma. ARMAND: Lo sé. MARGUERITE: ¿Cómo? GASTON: Recuerda que el año pasado, alguien la visitó todos los días... PRUDENCE: Pero nunca dejó su tarjeta.

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GASTON: Ese era el Sr. Duval. MARGUERITE: ¿Era usted? Qué amable. Qué… devoto. Usted nunca ha hecho algo así por mí, Barón. VARVILLE: Pero si apenas nos presentaron hace dos meses. MARGUERITE: Y a nosotros hace sólo dos minutos. Prudence, ¿pudiste pasar el recado que te pedí? PRUDENCE: Sí. MARGUERITE: Qué bueno – no te vayas sin decirme su respuesta. ARMAND: (Avergonzado por la escena anterior y bastante sacado de quicio por toda la atmósfera) Creo que lo correcto es que Gastón y yo nos retiremos. Me dio mucho gusto... MARGUERITE: ¿Por qué no se quedan a cenar? VARVILLE: Es hora de que me vaya. A mi club. Buenas noches. MARGUERITE: Buenas noches, Barón. VARVILLE: Perdone si la aburrí. MARGUERITE: No más que de costumbre.

Ella extiende la mano, él la besa.

MARGUERITE: Creo que conoce la salida. VARVILLE: Señores. (Sale.) MARGUERITE: Qué bueno que se fue. GASTON: Eres muy poco amable con él. Es un Barón. MARGUERITE: Me mata del aburrimiento. PRUDENCE: Pero te da cosas tan lindas... MARGUERITE: Lo único de lo que habla es de lo fácil que le sería pagar mis deudas.

OLYMPE: A mí me gustaría que me hablaran de eso.

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GASTON: El pobre está enamorado. MARGUERITE: Si fuera amable con todo el que se enamora de mí, no tendría tiempo ni de comer. ¿Alguien más se muere de hambre? (Timbra). PRUDENCE: Yo podría juguetear con una pierna de pollo. KOREFF: Saben, creo que, en el fondo, el café es una mejor idea. MARGUERITE: Claro Dr. Cuídenos mucho a la joven – Olympe – OLYMPE: Marguerite – Señores – MARGUERITE: Doctor…

Adioses. Salen OLYMPE y KOREFF. Una vez que se han ido, MARGUERITE, PRUDENCE y GASTON se ríen.

(Llama y grita) ¡Nanine, la cena, lo que haya, ahora!!! Entonces, Sr. Duval, usted fue el que llamó todos los días cuando estuve enferma. ARMAND: Sí. MARGUERITE: Qué gesto tan amable. No sé cómo agradecerle. ARMAND: Dejando que la visite. MARGUERITE: Cuando guste. Llego a casa a las cinco y de nuevo a las once – Gastón, toca de nuevo ese vals que me gusta. GASTON: No, ¿por qué? MARGUERITE: Porque quiero. Y porque yo no puedo tocarlo. Aún no.

MARGUERITE lo sienta en el piano y escucha mientras GASTON empieza a tocar algo absolutamente encantador. Un leve gruñido en la música.

No aguanto a Varville… PRUDENCE: Yo pienso que es el hombre perfecto para ti. Se pudre en dinero – y es de fiar. El Duque, en cambio, se puede morir en cualquier momento.

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MARGUERITE: (Siguiendo la partitura) Pues, cuando lo haga el Barón me parecerá fascinante… pero ahora… me parece ridículo. Ridículo como el hecho de que no logro tocar este vals... que Varville toca de maravilla y sin mirar la partitura. Por eso lo odio... (Empieza a tocar sin ton ni son en el piano; GASTON se ríe y sigue tocando) Al diablo con Varville, y con las lecciones de piano...

Está como loca y dispara la música alrededor de la habitación. Tose, se ríe, mientras:

PRUDENCE: No te agites, sabes que te pones mal. MARGUERITE se levanta y toca de nuevo. GASTON la abraza. GASTON: Eres maravillosa. Entra NANINE. PRUDENCE: Qué bueno, estoy hambrienta...

MARGUERITE: Sí. Comamos... (Ve la hora; a NANINE) y si alguien llama, dile que no estoy.

La noche se transforma gradualmente en un desorden ebrio y sensual. PRUDENCE: ¿Qué son estas cositas, Marguerite? GASTON: Perdices; se comen una a la vez. PRUDENCE: ¿Alguien más quiere una?

GASTON: ¡Armand! Por favor, alguien dele un trago a este hombre, se ve tan triste.

Champaña para todos. MARGUERITE: ¡Salud! PRUDENCE: ¡Salud! GASTON: ¡A la Salud de Marguerite! PRUDENCE / GASTON / MARGUERITE: ¡Marguerite! ARMAND: Marguerite. Ahora vuelvo… Armand se levanta, sale del cuarto.

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GASTON: Armand está perdidamente enamorado de ti. ¿Verdad, Prudence?

PRUDENCE: (Comiendo todo el tiempo, uniéndose a ellos.) Habló de ti todo el trayecto. Absolutamente loco.

GASTON: Tanto que no se atreve a decirlo. PRUDENCE: Aparentemente lleva dos años. MARGUERITE: En ése caso, ya es hora de que se le pase. ¿Champaña? PRUDENCE: Mhhh, gracias. Vuelve ARMAND. Parodiando su emoción, GASTON toca una cancioncilla sentimental en el piano. GASTON: Saben, estoy tan conmovido que necesito besar a alguien. MARGUERITE: Gastón, no seas pesado.

GASTON: Prudence está molesta, porque no es ella a quien quiero besar. MARGUERITE: Prudence, encárgate de él. GASTON: No, no, no – PRUDENCE: Pues qué grosero, en mis tiempos... GASTON: Tampoco nos pongamos históricos... PRUDENCE: Mi boca ya está llena, gracias. MARGUERITE: Cállate, Gastón, y toca otra cosa. Ahora GASTON toca algo de Offenbach, suciamente; se vuelve más y más loco.

GASTON: ¡Este piano está desafinado!

MARGUERITE: (Cantando – y de repente queriendo bailar) ¡Muevan los muebles! ¡Armand! ¡Prudence!

PRUDENCE: Estoy comiendo. GASTON: ¡Marguerite le dijo “Armand” al Sr. Duval!

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MARGUERITE: ¡Ayúdame! GASTON: “Doctor, doctor, ¿cree que le está dando fiebre, doctor?” MARGUERITE: ¡Mueve la mesa! GASTON: Vamos, Armand. Y por supuesto, justo en el momento en que se unen para bailar, MARGUERITE se detiene, y la música se pone más loca. ARMAND: ¿Qué pasa? MARGUERITE: Nada...me falta el aire. ARMAND: ¿Estás bien? MARGUERITE: Sí, sí, no es nada. Piano en su punto más loco. ARMAND: Cállate, Gastón. Se detiene la música. GASTON: ¿Qué pasa? PRUDENCE: Marguerite no se siente bien. MARGUERITE: Agua. Por favor, fumen en el otro cuarto; estoy bien.

PRUDENCE: Está bien. No es la primera vez. Se está divirtiendo demasiado, eso es todo.

PRUDENCE saca a GASTON: ARMAND se queda en el cuarto. MARGUERITE se desabrocha el vestido y tose sangre en un pañuelo. Trata de recobrar el aliento.

Brota sangre MARGUERITE se da cuenta de que ARMAND está en el cuarto, viéndola. MARGUERITE: (Viendo su rostro impactado) ¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo?

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ARMAND: ¿Duele? MARGUERITE: Estoy acostumbrada. ARMAND: Te vas a matar. MARGUERITE: No creo. Va hacia el espejo.

¡Qué pálida! Ve lo alterado que está ARMAND. No seas tonto. Ve y llama a los demás. ARMAND: Perdón… Toma su mano y la besa, llorando. MARGUERITE: Niño tonto. ¿Qué te pasa? ARMAND: Lo siento. No esperaba ver…

MARGUERITE: ¿Y qué esperabas? Los médicos dicen que no es tan grave y yo finjo creerles. Es lo menos que puedo hacer por lo que cobran.

ARMAND: Escucha. No sé porqué me siento así no sé lo que me estás haciendo o lo que va a pasar lo único que me importa eres tú y nada más. Tienes que cuidarte.

MARGUERITE: Cariño, si me cuidara, me moriría. No detenerme me mantiene viva.

Y de todos modos, cuidarse es para las mujeres buenas. Mujeres que tienen familias y amigos. ARMAND: Te cuidaré. MARGUERITE: Eso crees porque estás igual de borracho que yo.

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ARMAND: Y te vas a poner bien. MARGUERITE: Prudence me advirtió que eras sentimental. ARMAND: Cuando estuviste enferma, vine todos los días. MARGUERITE: Sí, es verdad, había olvidado que estás loco por mi... ARMAND: No te burles.

MARGUERITE: Cuando lo has oído tantas veces, ya no te da risa… ¿Por qué nunca subiste? No es tan difícil de lograr. ¿Entonces, tú me cuidarías?

ARMAND: Sí. MARGUERITE: ¿Te quedarías conmigo todo el día, todos los días, y las noches? ARMAND: Me quedaría el tiempo que quieras.

MARGUERITE: ¿De dónde surge esta “devoción”? ARMAND: No sé.

MARGUERITE: Dime que me quieres y ya. Ahorraríamos tanto tiempo.

ARMAND: Lo diré cuando tenga que decirlo y tal vez no sea esta noche.

MARGUERITE: Tienes razón, porque una vez que lo digas, sólo pueden pasar dos cosas.

Cansada, rotunda, directa.

O te rechazo y me odias, o no te rechazo y tendrás una amante que está histéricamente infeliz la mayor parte del tiempo, lo cual es triste, y sólo histérica el resto del tiempo, que es más triste y además me estoy muriendo. Y eso es perfecto para alguien tan rico y anciano como el Duque, no para un joven como tú. ARMAND: ¿Alguna vez te has enamorado? MARGUERITE: Afortunadamente no.

Silencio.

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MARGUERITE: Basta. Llama a los demás, quién sabe que estarán pensando.

ARMAND: Me tengo que ir.

No soporto verte fingiendo. MARGUERITE: ¿Prefieres verme llorar? ARMAND: Escucha...

Golpe.

Si no me amas y me dejas hacerte el amor, me volveré completamente loco. MARGUERITE: Pues espero que te alcance. No tienes idea: te llevaría a la quiebra en semanas. Entonces, Sr. Duval, si quiere verme venga de noche, pero por favor no exagere lo que yo significo para usted. Es usted un hombre muy atractivo y amable y estoy segura de que necesita una amante. Pero es demasiado joven y sensible. Lo que usted necesita es la esposa de otro hombre. Listo. Es lo más amable y franca que puedo ser. Entonces estamos de acuerdo…

Entra PRUDENCE, y GASTON detrás de ella; han estado cogiendo.

PRUDENCE: Toc toc… ¿Y qué hacen aquí adentro? MARGUERITE: Estamos hablando y nos podrán acompañar en un momento. ¿Por qué no te fumas otro cigarro? PRUDENCE: Bueno.

Cierra la puerta y sale. MARGUERITE: Entonces, estamos de acuerdo en que no vas a ser mi amante. ARMAND va para salir del cuarto, pero no lo hace. ARMAND: Buenas noches.

MARGUERITE: Lo dices en serio. ARMAND: Sí. MARGUERITE: ¿Por qué no lo dijiste antes?

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ARMAND: ¿Cuando? MARGUERITE: El día que me conociste. Dices que fue amor / a primera vista... ARMAND: Yo fui muy grosero la primera vez que nos vimos, y / pensé... Después de que te fuiste de la ópera, caminaste al café y te quedaste hasta la una de la mañana. Cuando saliste, seguí tu carruaje. Te vi entrar aquí, sola. Eso me alegró. Pasé la noche entera bajo tu ventana.

MARGUERITE ha empezado a reírse.

ARMAND: ¿Qué tiene de gracioso? MARGUERITE: Había una muy buena razón para estar sola. Alguien me esperaba dentro. ARMAND: Adiós. MARGUERITE: Sabía que te enojarías; ¿porqué insisten los hombres en que se les diga lo que no quieren saber? ARMAND: Le aseguro que no estoy enojado. Es tan natural que alguien la espere a la una y media de la mañana como es natural que yo me vaya a la misma hora. MARGUERITE: ¿Te espera alguien?

Golpe.

ARMAND: Insistes en ser tan dura. MARGUERITE: ¿Con quién crees que estás hablando? No tengo porqué justificar mis acciones. Si te vas a poner celoso ahora, no me imagino cuando…

Nunca he conocido a nadie como tú. ARMAND: Porque nadie te ha amado como yo.

MARGUERITE: ¿Y qué hay del Duque?

ARMAND: No tiene porqué enterarse, y si lo hace te perdonará. MARGUERITE: No. No creo. ARMAND: Es un riesgo que ya estás tomando.

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MARGUERITE: Pero ese cliente en particular es muy valioso. ARMAND: No tanto si lo dejas afuera a estas horas de la madrugada.

Él se ha ido acercando mientras hablan; la toma por la cintura.

Ámame…. MARGUERITE: ¿Prometes hacer lo que te diga sin pedir justificación? ARMAND: Sí.

Pausa.

ARMAND: ¿Esta noche?

MARGUERITE: (Coloca una camelia roja en el botón de su camisa) No se toma posesión el día del contrato. ARMAND: ¿Cuándo?

MARGUERITE: Cuando esta flor sea blanca. ARMAND: ¿Y eso será? MARGUERITE: Mañana en la noche, a las doce. ¿Satisfecho? No le digas a Gastón... y no le digas a Prudence. No le digas a nadie. Dime que me amas. ARMAND: Te amo.

Beso. ARMAND ve el pañuelo con sangre.

MARGUERITE: (Estalla su risa) ¡Nanine!... No pongas esa cara tan triste... los doctores me dan seis meses – tú te habrás ido en tres.

Entran PRUDENCE y GASTON, post-coitales.

PRUDENCE: Mandé a Nanine a la cama. MARGUERITE: Pobre. La estoy matando. Bueno, señores, buenas noches, llegó la hora... Buenas noches Sr. Duval... Gastón.

Se ha ido. ARMAND tambaleándose; cross-fade a:

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Dos cigarros en la oscuridad Afuera en la calle, diez minutos más tarde. ARMAND y GASTON con cigarros.

GASTON: ¿Entonces? ARMAND: Es hermosa, la amo. GASTON: ¿Se lo dijiste? ARMAND: Sí. GASTON: ¿Y te creyó? ARMAND: No. ¿Y la tuya? GASTON: Gorda, pero efectiva.

Ambos se ríen.

No pudo dormir (las próximas 24 horas)

GASTON se va a su casa. ARMAND espera a que la camelia cambie de color. PRUDENCE nos dice:

PRUDENCE: No, no tengo idea porqué le dijo que sí – pero lo hizo. Estuve allí también la noche siguiente, y al verlo, se notaba que no había dormido nada. Así son al principio, ¿no?

Sale. Cross-fade a:

La Camelia se pone blanca (la noche siguiente)

ARMAND está esperando a MARGUERITE. Está en el mismo lugar que ocupaba VARVILLE dos escenas antes.

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Entra NANINE cruzando para abrir la puerta; entra MARGUERITE en fino atuendo de noche.

MARGUERITE: Eres tú. ARMAND: Sí, aquí estoy. MARGUERITE: Sí. (a NANINE) ¿Regresó Prudence? NANINE: No, señora. MARGUERITE: Cuando llegue, déjala pasar. Si no es ella, sigo fuera.

(Quitándose capas de ropa.)

¿Y bien? ¿Cuáles son las noticias del día? ARMAND: Ni idea. MARGUERITE: ¿Qué hiciste hoy? ARMAND: Esperar. ¿Estás enojada conmigo? MARGUERITE: No. No me siento muy bien, no dormí y tengo dolor de cabeza. ARMAND: Si prefieres que te deje descansar… MARGUERITE: Si quiero descansar lo haré, estés o no.

Timbre. ¿Quién es? NANINE cruza hacia la puerta de entrada mientras suena el timbre de nuevo.

Di que estoy enferma y me quedé dormida. Di que estoy cansada de recibir hombres que llaman a la puerta a todas horas. (como NANINE regresa, y de repente gritando) ¡Y si regresa ese idiota, no estoy! ¡Que se vaya a probar suerte a otro lugar!... Estoy cansada. NANINE: Debería calmarse. MARGUERITE: Esto me aprieta, tráeme una bata.

Se quita la ropa. NANINE entra y sale.

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¿Dónde está Prudence? Esa es otra, siempre sabe dónde encontrarme cuando quiere algo, pero pídele un favor. Sabe que estoy esperando. Sabe cómo me pongo.

NANINE: Tal vez se retrasó. MARGUERITE: Sírveme algo de beber. NANINE: Se va a enfermar. MARGUERITE: Mejor. (Timbre; sale NANINE a contestar.) Y algo de comer también. ¿Tienes hambre? ARMAND: - MARGUERITE: No me tardo.

Va al baño. Él piensa. Pausa. OLYMPE y PRUDENCE con NANINE siguiéndolas.

OLYMPE: Buenas noches Armand. PRUDENCE: ¿Dónde está Marguerite? ARMAND: En su tocador, creo. PRUDENCE: ¿Hay algo de tomar? NANINE: Lo habrá en un momentito. (Sale.) PRUDENCE: No nos quedaremos mucho tiempo. OLYMPE: Me están esperando. ARMAND: Qué bueno. PRUDENCE: Creo que le gustas a Marguerite. ¿Lo sabías? ARMAND: No. PRUDENCE: ¿No te ha dicho nada? ARMAND: Nada. PRUDENCE: ¿Qué haces aquí?

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ARMAND: De visita. PRUDENCE: A esta hora elegantemente tardía...

OLYMPE se ríe tontamente.

ARMAND: Si le gusto, no lo demuestra. PRUDENCE: Se animará, estoy segura. OLYMPE: Le traemos buenas noticias. ARMAND: ¿Les dijo algo de mí? PRUDENCE: Platicamos ayer en la noche después de que te fuiste con tu amigo. Se ve lindo. ¿A qué se dedica? ARMAND: A nada. No necesita trabajar. PRUDENCE: ¿En serio? ¿Y cómo se llama? ARMAND: Gastón Rieux. PRUDENCE: Gastón. Marguerite me preguntó muchas cosas sobre ti, que si sabía algo de los tuyos, cuantos años pensaba que tenías... OLYMPE: Con qué mujeres has estado... PRUDENCE: Las preguntas de siempre. ARMAND: ¿Y qué les encargó? PRUDENCE: Nada. Algo para mantener lejos a Varville.

MARGUERITE en un negligé calculado.

MARGUERITE: ¿Vieron al Duque? PRUDENCE: Sí. MARGUERITE: ¿Qué dijo? PRUDENCE: Seis mil. (Le da las notas.) MARGUERITE: ¿Y? ¿Le…. molesta? PRUDENCE: Parece que no.

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MARGUERITE: Qué hombre tan amable. ¿Necesitas un poco? PRUDENCE: Si me puedes prestar tres o cuatrocientos – MARGUERITE: Ven en la mañana.

MARGUERITE guarda el dinero en el cajón; escribe unas notas en su libro de cuentas.

PRUDENCE: No se te olvida, ¿verdad? MARGUERITE: No, no. ¿Se quedan a cenar? OLYMPE: Eh... PRUDENCE: No podemos; Michel está esperando a Olympe. MARGUERITE: ¿Michel? Felicidades. ¿Y qué? ¿Está loco por ti? OLYMPE: Completamente. MARGUERITE: Pues muy bien... PRUDENCE: Mañana en la mañana. MARGUERITE: Sí, sí.

MARGUERITE acompaña a PRUDENCE y a OLYMPE hasta la puerta. ¿Te importa si me voy a acostar? ARMAND: No, incluso creo que deberías hacerlo. Cambia la temperatura del cuarto: MARGUERITE se pone cómoda.

MARGUERITE: Espero que me perdones por mi mal humor. ARMAND: Te perdonaría cualquier cosa. MARGUERITE: ¿Porque me amas? ¿Te gusta mi carácter? ARMAND: Sí. Me gusta cómo eres.

Entra NANINE con una bandeja.

NANINE: No traje champaña, traje tinto, es mejor para usted, ¿no le parece, señor?

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ARMAND: Sí, me parece. MARGUERITE: Gracias Nanine. Descansa. NANINE: ¿Cierro la puerta con doble llave? MARGUERITE: Más te vale. Y mañana no me llames antes de las doce.

Sale NANINE.

En la repisa hay una llave. Ve por ella. En la mañana, abre la puerta, y luego pon la llave en su lugar. Perdón por sacarte así, pero el Duque viene temprano. ARMAND: ¿Y si no te la devuelvo? MARGUERITE: Está bien... Pero no siempre podrás abrir. Mi puerta tiene otro seguro por dentro.

Pausa. ARMAND: Maldita… Empiezan a hacer el amor. PRUDENCE finge ser narradora en el estilo de una novela sentimental; alcahueteando: ellos siguen besándose.

PRUDENCE: Y en la mañana, en el despuntar del alba, las silenciosas calles de la ciudad continúan su sueño imperturbable, y etcétera, etcétera…

Mirándolos.

Lograr que una mujer como Marguerite te ame, es algo que vale la pena, ¿no lo creen?

MARGUERITE se aleja de ARMAND, dejando una carta en su lugar, y desaparece. ARMAND la abre y PRUDENCE nos dice lo que contiene, al mismo tiempo que instala dos sillas, le presta sus binoculares a ARMAND de nuevo para la próxima escena.

“Esta noche en el teatro. Ven en el tercer intervalo. Marguerite.” Cuando ella llegó a su palco – tarde, por supuesto – las cabezas voltearon, palcos enteros; incluso el actor principal olvidó sus líneas. Seda gris, diamantes rosas, su atuendo fue una

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sensación, y por supuesto el hecho de que sentado a su lado se encontraba el joven señor Vizconde...

Corte brusco a:

Prudence y Armand entre el público del teatro (esa noche)

Todo esto como si estuvieran entre el público del teatro: ARMAND sentado al lado de PRUDENCE, viendo a MARGUERITE a través de sus binoculares, de repente se pone tieso al ver al Vizconde con ella; susurros desde el escenario. PRUDENCE: (Agarrando su brazo.) Por favor, Armand, no hagas una escena. ARMAND: ¿No es ese el Vizconde? PRUDENCE: Nunca le pidas a una mujer más de lo que pueda dar... Unos diez

mil de vez en cuando de parte del Vizconde son muy útiles – se conocen desde hace años, él le paga el palco –

ARMAND sacudido de su asiento por los celos. Armand, ella... Corte brusco a:

Chez Marguerite La primera pelea (esa noche)

ARMAND: Sólo pensar que ellos… que con él… MARGUERITE en lencería.

MARGUERITE: ¿Qué te pasa? ARMAND: No me siento muy bien. MARGUERITE: Entonces deberías irte a la cama. ARMAND: ¿La de quién? MARGUERITE: Pues a la tuya. Escucha: fue mi amante, me paga el palco. Y a veces me lleva al teatro, pregúntale a Prudence. Pregúntale a Gastón. Y no te enojes. ARMAND: Tienes razón. Perdóname, por favor.

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MARGUERITE: Gracias. ¿Aún me amas?

PRUDENCE: (Saliendo.) No se preocupen niños, no le diré a nadie… (Cariñosamente.)

Pausa.

MARGUERITE: ¿Sabes qué estoy pensando? ARMAND: Nunca sé. MARGUERITE: Ya lo planeé todo: pasaremos el verano en el campo. Yo me encargaré de todo y luego juntos nos gastamos el dinero.

ARMAND: No me gusta gastar el dinero de otros. MARGUERITE: No seas tonto. Eres un niño. Pausa. ARMAND: Perdóname, es que yo… MARGUERITE: (interrumpiéndolo) ¡Escúchame!

Para mí los veranos han sido decepcionantes. Y este verano va a ser exactamente como quiero que sea. Y una de las cosas que quiero… eres tú. ¿Qué dices?

ARMAND: Que sí. Se besan. ¿Y esta noche? Mientras se besan, MARGUERITE logra liberarse como lo hizo antes, y con la complicidad de NANINE deposita una carta entre las manos de ARMAND. Mientras lee, PRUDENCE entra y narra:

PRUDENCE: “Cariño, no te puedo ver. El doctor dice que tengo que descansar. Me voy a la cama temprano, así que no vengas. Nos vemos mañana. Te amo.” ARMAND: Tengo que ir a verla. PRUDENCE: (Deteniéndolo.) No es buena idea. ARMAND: ¿?

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PRUDENCE: Está con el Conde. Corte brusco a:

“Adiós” (el día siguiente)

ARMAND: ¿Cómo le hace? No llevo ni tres días siendo su amante y ya controla toda mi vida. No duermo, no puedo quedarme quieto y además me tiene parado afuera de su ventana como… Sueño con castigarla, con humillarla. Esto no es Otelo... ¿quién se cree, maldita sea!? Nunca he… me trata como si no tuviera idea… nunca una mujer me ha hecho sentir esto.

Ha escrito una carta. Aquí está. PRUDENCE se ofrece de nuevo como subtituladora pero él mismo lo hace, furioso.

“Mi querida Marguerite, espero que su indisposición no haya sido nada serio. Perdóneme por ser un aburrimiento, y adiós. No puedo ser el amante que quiero ser, ni el amante que usted necesita. Le regreso su llave.”

PRUDENCE le quita la carta de entre las manos; NANINE se la quita a PRUDENCE mientras cruza el escenario.

NANINE: Claro que sigue dormida. En cuanto despierte se la doy. Si hay respuesta, se la hago llegar. OLYMPE: (Cruzando el escenario con KOREFF.) Y entonces me llevó hasta los Campos Eliseos en su carruaje, y dijo, ahora con quién sales, y yo dije, pues, ¡con todo el mundo! ¡Y el Conde se rió! Es un carruaje magnífico. GASTON: (Cruzando.) En el segundo intervalo, estaba con el Conde. Para el tercero, se había deshecho de él y apareció el mismísimo Duque. Qué lástima que no estabas. PRUDENCE: Entonces, un ligero cambio de planes. ARMAND: (Sigue esperando respuesta a su carta.) De hecho, creo que preferiría pasar el verano en casa de mi Padre. PRUDENCE: ¿Te despedirás de Marguerite?

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ARMAND: No. PRUDENCE: Muy sabio; no hay porqué embarrar más las cosas. ARMAND: ¿Entonces sabes que hemos terminado? PRUDENCE: Me enseñó tu carta. ARMAND: ¿Qué dijo? PRUDENCE: Ella dijo: “Mi querida Prudence, ese protegido tuyo no tiene modales. Uno puede pensar ciertas cosas, pero no ponerlas por escrito.” Y luego, estalló en carcajadas y salió a tomar un café... pero no tengo idea con quien. ARMAND: Me alegra oír que no se aburre. PRUDENCE: Los dos están siendo caprichosos. Marguerite puede ser muy tonta a veces. ARMAND: ¿Y por qué no me contesta? PRUDENCE: Primero muerta. ARMAND: ¿Y ahora qué? PRUDENCE: Simplemente, poco a poco se olvidarán. ¡El siguiente! ARMAND: ¿Y si le pido perdón? PRUDENCE: No. No hagas eso...

MARGUERITE está repentinamente allí (estamos ahora en el departamento de ARMAND.) En cuanto la ve, ARMAND se inclina ante ella. Ella lo besa en la frente. MARGUERITE: Es la tercera vez.

Prudence no quería que te visitara. Dijo que estorbaría, que tal vez no estarías solo. ARMAND: Qué comentario tan raro, Prudence. PRUDENCE: Tu departamento está muy bonito, Armand. ¿Y la cocina es por....?

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Sale PRUDENCE.

ARMAND: ¿Por qué no me mandaste llamar? MARGUERITE: El Duque tiene vigilado mi departamento. ARMAND: ¿Esa fue la única razón? MARGUERITE: Creo que ya pasamos la etapa de guardar secretos.

Pausa.

ARMAND: ¿Me amas? MARGUERITE: Sí. ARMAND: ¿Cuánto? MARGUERITE: (Demasiado rápido.) Mucho. ARMAND: ¿Y el Conde? MARGUERITE: Mi nombre es Marguerite Gautier, y esa es una pregunta muy estúpida. ARMAND: El amor me vuelve estúpido. MARGUERITE: Jovencito, o me amas menos, o me entiendes más. Creí por un momento que sería feliz. Un verano entero con solo un amante – todo un verano – pero no, necesitabas asegurarte cómo lo iba a pagar. ¿Era tan difícil adivinar? -Lo sé, pedirte ayuda era más fácil; estás enamorado de mí. Hubieras conseguido dinero si te lo pedía. Pero existiría la posibilidad de que me culparas por gastarlo, y no quiero deberte nada. Soy diferente de otras mujeres. Quiero cosas que no puedo tener. Yo sólo buscaba a un hombre que no me cuestionara. Y luego te conocí. Y tú tan joven... Lo suficiente para enamorarme del hombre que llegarás a ser un día. El hombre que busco para llenar mi muy ruidosa y muy invadida y muy vacía vida. Pero no quieres; crees que está por debajo de ti. Eres igual de ordinario que todos los demás. Ahora haz lo que hacen ellos. Págame, y nunca me vuelvas a hablar.

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MARGUERITE tose.

ARMAND: Rompe la carta. MARGUERITE: La tengo aquí.

Saca la carta, se la da, él la rompe. Entra PRUDENCE. Entonces Prudence, ¿qué quiere que haga? PRUDENCE: Me imagino que quiere que lo perdones. MARGUERITE: Exactamente.

PRUDENCE: ¿Y vas a perdonarlo? MARGUERITE: ¿Tú qué crees? PRUDENCE: Deberían de ser más sabios. MARGUERITE: Y no es lo único que quiere. Quiere que vaya con el Duque para que me rente una casa en el campo, ¡el campo de verdad! Una casa hermosa con todo lo necesario. Y vista al río. Con árboles y sin doctores. Sin nadie que interrumpa.

Eso es lo que él quiere. ¿Verdad? ARMAND está de acuerdo. Puedes cuidar el departamento en nuestra ausencia, Prudence. PRUDENCE: ¿Y cuándo será eso? ARMAND: Lo más pronto posible. MARGUERITE: (Cambiando los ánimos.) Vamos - ¿no deberías de empezar a empacar? (ARMAND se empieza a reír.) - ¿Qué me voy a llevar? ¡¡Nanine!! NANINE, hostigada como si MARGUERITE le hubiera dicho que se iban en una hora, entra con maletas para el viaje y un montón de vestidos que empacar: tela por todas partes; y GASTON, moviendo la cabeza, divertido porque le acaban de decir que se han escapado juntos, se sienta y retoma una frase o dos en el piano, bajo:

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PRUDENCE: ¿Supongo que quieres que diga que te fuiste por salud? MARGUERITE: Sí, ¿por qué no? PRUDENCE: ¿Y crees que me van a creer? Pausa. MARGUERITE: ¿Sabes? No me importa. Sale MARGUERITE. Se detiene la música.

PRUDENCE: ¿Y qué harás cuando el Duque se entere que viven juntos y deje de pagar la renta?

Intermedio.

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ACTO SEGUNDO

La campiña francesa (12 semanas después)

Cuadro: la casa en el campo: en medio de un idilio de verano culminante, un hombre de negro, el DR KOREFF. Examina a MARGUERITE. Termina, guarda su estetoscopio en su maleta, MARGUERITE señala dinero en la mesa; él lo toma y se va. Silencio.

MARGUERITE: A veces se me olvida quien soy.

Solía gastar en flores lo que una familia entera en una vida cómoda. Ahora Nanine decora la casa con margaritas. Ayer me di cuenta de que llevamos doce semanas aquí y que no me he encontrado a un solo hombre que haya sido mi amante. Ni a una sola mujer que me envidie por cómo me visto. Sólo hay días, y días, y días. Y…él.

Cross-fade MARGUERITE le da a PRUDENCE; quien está de visita desde Paris, té. NANINE está sirviendo.

NANINE: No hubo ninguna carta, madame.

MARGUERITE: Gracias. Si vienen a buscarme, será mi contador. ¿Dónde está Armand?

NANINE: En el jardín. (Sirve el té, sale.)

PRUDENCE: ¿En donde pasarán el invierno?

MARGUERITE: …Italia.

Odio la idea de regresar a París más de lo que odio el invierno. Así que sí, vende el carruaje. De hecho, véndelo todo; y cuando no quede nada nos iremos del país. ¿Crees que le gustará Nápoles? … Este calor me irrita. Creo que viene una tormenta. PRUDENCE: ¿Estás bien, Marguerite?

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MARGUERITE: Estoy contenta. Pero tengo miedo. PRUDENCE: Podrías convencer al Duque de... MARGUERITE: No voy a desperdiciar el poco tiempo que me queda con un anciano. Que se quede con su dinero. Yo quiero estar con Armand. PRUDENCE: ¿Y qué harás cuando se entere de que no te queda nada? MARGUERITE: Lo que sea, menos lo de antes. PRUDENCE: ¿Harás que se case contigo?

Golpe.

MARGUERITE: No. Entra ARMAND.

ARMAND: Prudence.

MARGUERITE: Prudence se llevará el carruaje a Paris, es más fácil repararlo allá, y aquí no lo usamos.

ARMAND: (Besando a MARGUERITE.) A menos que quieras escapar de mí. MARGUERITE: Yo no. ¿Y tú? ARMAND: Nunca.

MARGUERITE: Voy a ver el carruaje. Entretén a Prudence.

Sale MARGUERITE.

ARMAND: ¿Le encontraste comprador al carruaje? Golpe.

PRUDENCE: Sí.

ARMAND: ¿Y el casimir blanco que te prestó?

PRUDENCE: Vendido.

ARMAND: ¿Los diamantes?

Encontré las cajas vacías.

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Golpe. NANINE ha vuelto a entrar para levantar las cosas.

ARMAND: ¿Porqué no me dijiste?

NANINE: Madame nos pidió que no lo hiciéramos. ARMAND se da cuenta de que ella también sabía.

ARMAND: ¿Adonde se fue todo el dinero?

PRUDENCE: Deudas. Golpe.

ARMAND: ¿Cuánto queda por pagar?

PRUDENCE: Treinta mil.

NANINE: Un poco más...

ARMAND: Yo los consigo.

PRUDENCE: (Enojándose con él, yéndose.) ¿En serio pensaste que estarían bien sólo porque se quieren? Llévala de regreso a París. En dos semanas estará ganando dinero de nuevo. Pueden regresar el próximo verano.

Sale PRUDENCE.

NANINE: ¿Y cómo los vas a conseguir?

ARMAND: Le escribí al abogado de mi padre. Sólo estoy esperando los papeles para firmar.

Una mirada que dice “no le digas” ya que vuelve a entrar MARGUERITE.

MARGUERITE: Listo. Nanine, hoy la cena será adentro, y Prudence dice que por favor le prepares algo ligero antes de que se vaya.

Sale NANINE con las cosas del té.

Querida Prudence. Qué apetito. (Lo abraza)

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¿Qué les pasa?

ARMAND: Nada.

MARGUERITE: No te creo.

ARMAND: Nada. Necesito salir. No le he escrito a mi padre desde que llegamos, y sólo le di un apartado postal. Voy a ver si hay algo para mí en el correo. MARGUERITE: No tardes. ARMAND: No.

ARMAND se detiene por un momento en la puerta y la mira; pero ella no lo está mirando; se va. Luego: MARGUERITE sola con sus pensamientos. Pasa el tiempo.

MARGUERITE: La primera semana no salimos de la cama ni para comer. Casi no dormíamos. Nunca he amado a nadie así.

En la tarde. Entra NANINE.

NANINE: Llegó un señor a verla, madame. MARGUERITE: Cierto, lo había olvidado. Dile que pase.

Sale NANINE, entra el SR DUVAL.

SR. DUVAL: ¿Señorita Gautier?

MARGUERITE: Sí. Extiende la mano pero:

SR. DUVAL: Soy el padre de Armand.

MARGUERITE: Armand no está.

SR. DUVAL: Lo sé. Deseo hablar con usted. Mi hijo está gastando en usted más de lo que puede. MARGUERITE: Me temo que lo han informado mal, Señor. Su hijo vive conmigo, es mi amante, pero no me da nada.

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SR. DUVAL: Ya veo. ¿Y está contento de tener las… cuentas pagadas por sus demás clientes? MARGUERITE: Señor, ésta es mi casa, recuerde sus modales. No estoy acostumbrada a que se dirijan a mí de ese modo. Le ruego que se vaya. SR. DUVAL: Al escucharla, me cuesta trabajo creer… Mi hijo se está arruinando por usted. Puedo, habiéndola conocido, entender porqué: pero no lo voy a permitir. MARGUERITE: Como ya le dije, su hijo no me da nada. SR. DUVAL: Entonces ¿por qué recibí esta carta del banco que me informa que mi único hijo decidió depositar su pensión entera a una tal Marguerite Gautier? MARGUERITE: Si eso hizo Armand, fue sin mi conocimiento ni aprobación. De haberme ofrecido su dinero, no lo hubiera aceptado. SR. DUVAL: ¿Entonces, con qué dinero está viviendo? MARGUERITE: Con el mío. (MARGUERITE va al cajón del dinero y saca recibos para humillarlo.) Desde que conocí a Armand, he empeñado y vendido todo lo que tengo: las joyas, los muebles, los cuadros… por favor, tómese la libertad; tengo los recibos a la mano porque estaba esperando al contador. Cuando entró asumí que era él.

Él le echa un ojo a algunos de los recibos.

SR. DUVAL: Parece que me mal informaron. MARGUERITE: No del todo. Sí he sido egoísta. Sí tengo un pasado. Con Armand es diferente. SR. DUVAL; ¿Y usted cree, señorita, que Armand nació y yo lo eduqué para reformar prostitutas?

Pausa.

Discúlpeme. Usted no es como yo me imaginaba. Discúlpeme. El silencio de mi hijo me disgustó profundamente. Necesitaba culpar a alguien.

MARGUERITE: Gracias.

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Golpe.

SR. DUVAL: Seré franco.

MARGUERITE: Por favor.

SR. DUVAL: Señorita, Marguerite, mi hijo… MARGUERITE: Pare, por favor. Me va a pedir que haga algo espantoso. SR. DUVAL: Ambos queremos a Armand. MARGUERITE: Así es. SR. DUVAL: No me molesta que mi hijo tenga una amante si paga por sus servicios, como cualquier caballero de su clase. De hecho, estoy de acuerdo. Pero cuando se hace el objeto de un escandaloso rumor, eso no puedo ni quiero aprobarlo. La sociedad tiene sus reglas, y ¿qué tipo de posición estará abierta a mi hijo después de haber vivido en unión libre con una mujer como usted? ¿Qué tipo de futuro? Además, Armand tiene una hermana de dieciocho años que está por casarse. La familia me ha hecho entender que si Armand continúa siendo objeto de rumores, el matrimonio se cancela. Le estoy pidiendo esto como padre, por el futuro de mis hijos. MARGUERITE: Gracias por explicármelo tan claramente. Tiene razón, lo entiendo perfectamente. Regresaré a París, y estaré fuera del camino de Armand un rato – hasta después de la boda. Tal vez cuando regrese a casa usted podría – (ella ya se está moviendo para acompañarlo a la puerta.) SR. DUVAL: Me temo que no será suficiente. MARGUERITE: ¿Cómo? SR. DUVAL: Un rato no será suficiente. MARGUERITE: Quiere que lo deje. SR. DUVAL: Insisto en que lo deje. No toleraré esta obscenidad.

MARGUERITE contiene el llanto. SR. DUVAL: Vaya, vaya, cálmese.

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¿Si lo ama, porqué le arruina la vida? En cambio usted, no me puedo imaginar que sus sentimientos duren tanto. Y cuando de repente se dé cuenta de que no lo ama como pensaba, ¿qué va a ser de él? O tal vez él deje de amarla primero. Puede suceder. ¿Me escucha? MARGUERITE sólo lo mira, devastada. SR. DUVAL: Armand tiene veinticuatro años. ¡No la amará por siempre! Un día, hará lo que hacen los hombres; le echará en cara su pasado, y la dejará. O tal vez piensa que la conservará como amante cuando se case – o, incluso piensa usted que se van a casar. ¿Con eso sueña? ¿Con el matrimonio? La unión para toda la vida... ¿basada en el deseo y el sentimentalismo? Y eso mientras usted conserve el físico, ¿pero qué hará al envejecer? ¿Cuando un día despierte y tenga cuarenta… cincuenta años? ¿No cree que Armand estará muy lejos para entonces? Nunca estuvieron hechos para estar juntos. Ya lo tuvo tres meses. Dejemos que sea suficiente.

MARGUERITE habla, por fin.

MARGUERITE: Claro que lo sabía. He oído todo eso muchas veces. Pero nunca tan claramente. Sr. Duval, dígale a su hija, cuando se case, que una desconocida tomó su corazón y lo rompió por ella, y que se murió, porque me moriré. SR. DUVAL: No se morirá. Sólo dígale que no lo ama. MARGUERITE: No me creerá. SR. DUVAL: Entonces váyase. MARGUERITE: Me seguirá. ¿Sí me cree que lo amo? SR. DUVAL: Sí.

Golpe.

MARGUERITE: Entonces se lo devuelvo.

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Él le da un beso de aceptación. Llama a NANINE.

SR. DUVAL: Gracias. MARGUERITE: Voy a hacer que me odie.

Entra NANINE.

Pídale a Prudence que nos acompañe por favor.

NANINE: Madame. (Mientras sale NANINE, MARGUERITE se prepara a escribir una carta.)

MARGUERITE: Tengo un favor que pedirle.

SR. DUVAL: Pídalo. MARGUERITE: Su hijo va a sufrir. Tal vez como nunca. Cuando me haya muerto, y Armand desee no haberme conocido nunca, dígale cuanto lo amaba. Adiós.

Sale SR. DUVAL. MARGUERITE escribe la carta. Entra PRUDENCE.

PRUDENCE: Nanine dijo... MARGUERITE: Hay algo que quiero que hagas. Entrégale esta nota al Barón de mi parte. Pronto. PRUDENCE: Al Barón... MARGUERITE: Sí, en París.

PRUDENCE lee la dirección.

Sólo ve. Lo hace. Pausa. MARGUERITE cree que grita pero no lo hace.

¡¡¡Nanine tráeme algo de tomar!!! No viene nadie. MARGUERITE lucha contra el terror, y luego redacta una segunda carta. Entra ARMAND.

ARMAND: ¿Qué haces?

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MARGUERITE: Escribiendo.

ARMAND: Viene mi padre.

MARGUERITE: ¡! ¿Lo has visto? ARMAND: No, pero me mandó una carta. Quiere vernos esta noche – quién sabe lo que habrá oído. No te aflijas, estoy seguro que cuando te conozca te querrá. MARGUERITE: ¿Esta noche? ARMAND: Sí. ¿Estás bien? Deberías dormir. MARGUERITE: ¡No! ARMAND: ¿Qué tienes? ¿Es la carta? – enséñame –

Le da la carta.

ARMAND: (Riéndose.) Marguerite… está bien; está bien, ya sé lo que dice. Sé del carruaje y de los diamantes. MARGUERITE: Prudence habla demasiado. ¿Estás enojado? ARMAND: Sí, porque no me pediste lo que necesitas. Ya basta de secretos.

Hace la carta a un lado.

MARGUERITE: Entonces, ahora lo sabes todo; déjame ir. ARMAND: ¿Dejarte ir? MARGUERITE: Sí. Tu padre llegará en cualquier momento. Estaré en el jardín. Llámame. Y no te enojes con tu padre, aunque sea… Lo siento si te lastimé. Te amo. ARMAND: Estás enferma. Le diré a mi padre.... MARGUERITE: No; no estoy enferma. Voy al jardín.

Sale MARGUERITE. Pausa. Entra NANINE.

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ARMAND: ¿Nanine, alguien estuvo aquí está tarde? NANINE: No señor. ARMAND: Si alguien pregunta por mí, será mi padre, por favor hágalo pasar. NANINE: Aquí hay una carta para usted, señor. ARMAND: Sí, lo sé.

Pausa. ARMAND preocupado.

NANINE: Madame dice que saldrá brevemente, regresa más tarde.

ARMAND: Gracias. ¿Ya salió Prudence para París?

NANINE: Se acaba de ir. Sale NANINE. Pausa. ARMAND espera a su padre. Ve el reloj. El tiempo pasa; la luz cambia. Vacila. Luego abre la carta. El SR. DUVAL ha entrado al cuarto. Cuando lee la carta, ARMAND grita de rabia. Se voltea y ve a su padre. Llora, y su padre lo abraza. Mientras llora, GASTON toca ese vals, muy bajo.

NANINE: (De memoria.) “Cuando leas esto, le perteneceré a otro. Regresa con tu familia. Te ayudará a olvidar lo que te hizo la terrible Marguerite Gautier. Gracias por los únicos momentos felices en una vida que espero, ya no durará mucho.”

ARMAND grita de dolor. El SR. DUVAL saca a ARMAND del cuarto mientras Cross-fade a través del piano a:

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Chez Olympe Meses después

Tarde en la fiesta. Cuando la escena está plenamente establecida, GASTON deja de tocar y se prende un cigarro. Risas de los apostadores en el cuarto vecino; GASTON ya ha perdido una cantidad considerable. Entra KOREFF.

GASTON: ¡Dr Koreff! Qué fiesta tan encantadora –

KOREFF: Encantadora. GASTON: Debe haber costado una fortuna. ¿Con quién sale Olympe ahora? KOREFF: Con todos. GASTON: ¿Y qué hace por aquí? ¿Apostando? KOREFF: Esperando a que me presenten nuevas pacientes.

Entra PRUDENCE.

PRUDENCE: Doctor, ¿está apostando? ¿No tendrá 10 francos que me preste? GASTON: Le doy veinte. PRUDENCE: Gracias – le pagaré. GASTON: Prudence, no diga cosas que no pretende cumplir. PRUDENCE: No me avergüence.

Entra OLYMPE, vestida para dañar, o hasta matar.

GASTON: ¡Olympe! Qué fiesta tan encantadora, felicidades.

KOREFF: ¿Viene Marguerite? OLYMPE: Espero que sí, invité al Barón. PRUDENCE: Escuché que Armand está de regreso. ¿Lo invitaron? OLYMPE: ¿Por qué haría eso? (Con indicación de irse) ¿Doctor?

OLYMPE saliendo.

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KOREFF: El deber llama. Salen OLYMPE y KOREFF.

GASTON: ¿Lo has visto? PRUDENCE: Si, me llamó. Me dijo lo feliz que estaba sin Marguerite porque se había hartado de que ella se tomara todo tan en serio. Que al final ella era igual que todas las demás. GASTON: ¿Y qué sabes de Marguerite? PRUDENCE: Pues si estaba buscando una vida más fácil, la encontró por un buen rato. El Barón le da más que el Duque. Aunque, nunca la he visto tan mal como este mes. Volvió a beber. Después del desmayo de la semana pasada pasó cuatro días en cama. En cuanto le dijeron que estaba mejor, volvió a salir. Se va matar. GASTON: No, sólo quiere matar sus recuerdos. Pero bueno, ¿quién no?

Ha entrado ARMAND. Cara pálida vestido de traje de noche; un hombre muy diferente. Ya está borracho pero no lo muestra.

¡Armand!

ARMAND: Gastón. PRUDENCE: No sabíamos si vendrías. ARMAND: Regresé la semana pasada. GASTON: ¿Cómo has estado? ARMAND: No muy bien. Mi padre insistió en que pasara tiempo con él en su casa de campo. La cacería estuvo buena... Y aquí estoy. Qué fiesta tan encantadora. GASTON: Muchas esposas solitarias esta noche... PRUDENCE: Le ha ido muy bien a nuestra joven Olympe, ¿no crees? ARMAND: Sí. Es terriblemente guapa. ¿Saben si está con alguien en especial esta noche? GASTON: No que yo sepa. PRUDENCE: ¿Por?

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Pausa. Risas en el cuarto de al lado.

GASTON: ¿Has visto a Marguerite? ARMAND: No. Me daría vergüenza verla después de cómo me rechazó. Yo sí respeto la manera en la que se termina una relación. GASTON: Se encuentra bien – bailes, cenas; no le pone la menor atención a lo que dicen sus doctores. PRUDENCE: Puede que venga. ARMAND: ¿Sus deudas están pagadas? PRUDENCE: Todas. ARMAND: Por el Barón. PRUDENCE: El querido Barón. Es de esos hombres que nacieron para pagar cuentas. Pero bueno, obtuvo lo que siempre había querido, y ella recuperó sus diamantes. Como en los viejos tiempos. GASTON: Ya. Regresemos a las apuestas. Veamos qué puedes hacer con veinte francos en tus manos, Prudence. Con cuidado Armand, te ves un poco falto de práctica.

GASTON, conduciendo a PRUDENCE fuera de allí, aparentemente hacia las apuestas. ARMAND solo.

ARMAND: Mierda. OLYMPE cruza la habitación.

ARMAND: Maravillosa velada. OLYMPE: Gracias. ARMAND: ¿Habrá baile más tarde? OLYMPE: Es muy posible. ARMAND: (Cuando ella está a punto de irse.) ¿Me permite unas palabras? OLYMPE: Tal vez mañana. ARMAND: No. Ahora.

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OLYMPE: ¿Qué tipo de palabras? ARMAND: Antes de venir, he ganado bastante. Trescientos Louis, de hecho. ¿Los quiere? OLYMPE: Es una propuesta muy generosa, Sr. Duval, ¿por qué ahora? ARMAND: Porque la quiero. OLYMPE: No, porque todavía ama a Marguerite y quiere castigarla acostándose con esa chica bastante guapa que alguna vez fue su protegida. Desgraciadamente, estoy todavía demasiado joven y bella como para aceptar trabajos que no quiero. ARMAND: ¿Eso es un no? OLYMPE: Sí. (A punto de salir.) ARMAND: (Otros cuantos cientos salen del bolsillo.) Olympe, nunca trate de adivinar las razones de un cliente. Usted simplemente dígase lo joven y hermosa que es; lo bien que se ven sus hombros en ése vestido; lo deslumbrado que he de quedar al ver sus senos, de veras, la quiero. Quinientos. Aquí hay quinientos más.

OLYMPE le indica que se quede con el dinero.

OLYMPE: Necesito un carruaje. Y que todo París sepa que la mujer que amas, que la mujer por la cual dejaste a Marguerite Gautier, debe ser tratada con respeto. ARMAND: Me arruinaré por ti.

Llega el BARÓN, con MARGUERITE detrás. Trajes de dinero en serio: MARGUERITE un cadáver destellante. OLYMPE extiende la mano al estilo de MARGUERITE y ARMAND la besa.

OLYMPE: Al mediodía, mañana. (Ignorando a MARGUERITE.) Barón, por fin, llega usted...terriblemente tarde. BARÓN: Estábamos en la opera.

OLYMPE: (Acercándose visiblemente a ARMAND.) Qué aburrido. ¿Se acuerda de Armand, verdad? BARÓN: Señor.

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ARMAND: Señor. OLYMPE: ¿Ya comió, Barón? ¿Vamos? Me prestaron al chef del Café Royal por esta noche.

OLYMPE se lleva al BARÓN con un amplio movimiento del brazo, dejando a MARGUERITE. PRUDENCE ha venido para atestiguar esto, habiendo oído que MARGUERITE había llegado a la fiesta; llega a unirse a ella.

PRUDENCE: ¿Cómo estás? MARGUERITE: Lo estás viendo. PRUDENCE: Era obvio que te lo encontrarías tarde o temprano. MARGUERITE: ¿Siguen hablando? PRUDENCE: Sí. MARGUERITE: ¿De mi? PRUDENCE: Por supuesto. MARGUERITE: ¿Y qué dice? PRUDENCE: Que lo entiende.

El BARÓN vuelve a entrar para ver adónde se ha ido su trofeo.

BARÓN: Marguerite… MARGUERITE: Sí, lo sé. BARÓN: ¿Sabías que estaría aquí? MARGUERITE: No tenía idea. BARÓN: Quiero que me prometas que no hablarás con él.

MARGUERITE rescatada por la entrada de KOREFF:

MARGUERITE: Doctor, buenas noches.

KOREFF: Buenas noches; Barón.

BARÓN: Señor.

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Sale el BARÓN.

PRUDENCE: Deberías tener más cuidado. Tal vez no le moleste que no lo ames, pero por lo menos tiene derecho a que lo trates correctamente.

Sale PRUDENCE.

MARGUERITE: ¿Cree que me veo mejor? KOREFF: Creo que necesita cuidarse. (Toma pulso y temperatura.) Cuando vaya a verla mañana, la regañaré a gusto. MARGUERITE: Sabe que lo disfruto. ¿Se va? KOREFF: No, pero pronto. Tengo una paciente a quien he estado tratando todas las noches durante casi un mes. MARGUERITE: Qué maravilla. Que fidelidad tan asombrosa, doctor.

KOREFF besa la mano de MARGUERITE.

KOREFF: Hasta mañana. Sale KOREFF. Entra GASTON buscando a PRUDENCE.

GASTON: Buenas noches, Marguerite. MARGUERITE: Gastón, qué bueno verte. GASTON: ¿Por qué demonios viniste? MARGUERITE: ¿Crees que escojo lo que hago por las noches? GASTON: Si fuera tú me iría a… MARGUERITE: (interrumpiendo) Sí, probablemente lo harías Gastón.

El BARÓN en el umbral de la puerta.

BARÓN: ¿Marguerite, me acompañas?

MARGUERITE: Un momento. Estoy un poco cansada.

BARÓN: Más tarde quiero bailar. Sale el BARÓN.

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MARGUERITE: Gastón, ¿me podrías traer algo de beber? GASTON la deja sola. MARGUERITE sola. Entra ARMAND. Silencio.

Me imagino que Olympe te hará muy feliz. Pausa.

Un hombre como tú debería tener mejores cosas que hacer que humillar a una mujer como yo.

Pausa.

ARMAND: ¿Humillar? ¿Crees que a mí no me duele?

¿Y qué hay de ti, estás contenta? Te ves contenta.

MARGUERITE: No hablemos, no quiero hablar.

ARMAND: Si no lo estás es tu culpa, solo tuya, hubieras sido feliz… Pausa.

MARGUERITE: Hice lo que tenía que hacer. ARMAND: Mientes. ¿Por qué te fuiste con él?

Pausa. Marguerite hace el ademán de irse.

ARMAND: Espera. MARGUERITE: ¿Porqué? ARMAND: Quédate. MARGUERITE: Debería estar en cama… siente.

Ella extiende la mano. Él la toma.

Tengo fiebre.

Mejor olvídame.

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ARMAND: No. Empiezan a coger. Dumas: “Ella se desabrochó el vestido apuradamente, porque la sangre estaba empezando a subirle a la cabeza y a estrangularla; tosió roncamente; la agarré…ella no dijo una palabra…me besó como si su vida dependiera de ello, y le hice el amor tan duro, las sensaciones me quemaron por dentro, sentí como si la fuera a matar para que nunca le perteneciera a nadie más.” O terminan de coger o ella ya no aguanta más.

ARMAND: Dejemos París. Olvidemos todo. Aún podemos ser felices. MARGUERITE: ¡No! No, no lo seríamos. (Vistiéndose apresuradamente.) No puedo hacerte feliz. Pero cuando quieras, noche o día, sólo ven, puedes tenerme, pero no me pidas nada más. Tu futuro y el mío no son el mismo. El Barón me está esperando. ARMAND: Dime, cuando estás con él… cuando la puerta está cerrada con doble llave y Nanine se ha ido a la cama… y lo hacen ¿qué le gusta que le susurres? ¿Le gusta que le digas que puede hacer lo que quiere? ¿Le gusta? ¿También le dices eso a él? ¿Se lo dices también? (Al público.) ¿Ven a esta mujer? MARGUERITE: Armand – ARMAND: Marguerite Gautier. ¿Saben qué hizo? Ella me amó tanto que vendió todo para poder estar conmigo. Sacrificó todo. ¿No es maravilloso? Nunca le di nada. Pero… quinientos… ¿la tarifa actual, no?

Tira el dinero que rechazó OLYMPE en su cara.

MARGUERITE: ¡Ah!

El BARÓN, OLYMPE, GASTON, PRUDENCE y KOREFF se han reunido en el umbral de la puerta para verlo tirando el dinero.

ARMAND: Gracias. Toda transacción seria necesita testigos.

MARGUERITE sale rápido; ARMAND la sigue. Corte abrupto. GASTON toca el piano, NANINE le cierra el paso a ARMAND.

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El coro del declive y la decadencia de Marguerite Gautier (después del baile)

NANINE: Ella no lo puede ver.

ARMAND: ¿Por qué no? NANINE: Madame se ha ido en el tren de las seis. ARMAND: ¿Qué?

El padre de ARMAND acercándose.

SR. DUVAL: Al parecer se fue a Inglaterra.

ARMAND: ¿Qué quieres decir?

NANINE: Me pidió que le diera esto. Una carta, con los quinientos francos de regreso.

M DUVAL: No veo ninguna razón para que te quedes en París.

ARMAND: Tienes razón. Corte música. Sale ARMAND; el resto del coro se une a NANINE y al SR. DUVAL.

OLYMPE: Sí, Armand me hacía ilusión, pero no se presentó… busqué consuelo temporal con un joven actor, uno del teatro de los bulevares, creo. Típico, sin pena ni ingenio. … no recuerdo su nombre. SR. DUVAL: El muchacho estaba exhausto. GASTON: ¿Alejandría?

SR. DUVAL: Sí, le pude dar unas cartas de recomendación para la Embajada. GASTON: Y mientras… M DUVAL: Navegó desde Marsella. OLYMPE: ¿Oyeron que Marguerite tuvo que arrastrarse de regreso a París? SR. DUVAL: - Hace diez días. (Sale.)

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OLYMPE: De regreso a la misma dirección. GASTON: Qué mal momento. KOREFF: Me temo que está mucho peor. BARÓN: ¿Y está sola? ¿Sin nadie que la acompañe? OLYMPE: (Moviéndose junto al BARÓN). ¿Por qué?

PRUDENCE: Hay muebles, cuadros, vajillas, joyas… pero dinero no… ahora le vendrían bien esos quinientos francos. GASTON: Espantoso. PRUDENCE: Y ahora el clima está espantoso, está nevando. KOREFF. De verdad mucho peor. NANINE: (Sotto voce.) ¿Doctor? BARÓN: No señor, no la visité, no imagino por qué lo haría. OLYMPE: Sí, sí la vimos una vez más en los Campos Elíseos, en ese ridículo carruaje…por supuesto que la ignoré completamente. (Sale con el BARÓN.) PRUDENCE: Sin esperanza… los doctores siguen tratando, pero… aún así. El buen clima llegará pronto, eso ayudará. (Sale.) GASTON: No, no la volví a ver. Sería como visitar un cementerio. No tengo ningún deseo de ver cómo es la belleza cuando se pudre. ¿Sí saben que esto es una historia verdadera? (Sale.)

Las cartas de Marguerite Gautier (Diciembre a Febrero)

NANINE pone a MARGUERITE en una silla. Se sienta y le da la cara al público. KOREFF está de nuevo con ella. Un eco a la imagen del principio de la escena en el campo. La enfermedad de MARGUERITE no se representa literalmente; por decir, no tiene que estar en cama y no tiene que escribir las cartas, sólo componerlas en voz alta. Si hay pedazos de papel, éstos se caen al suelo uno por uno. NANINE siempre está cerca.

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Debido a que MARGUERITE lucha con un dolor que se intensifica, intermitentemente, el texto siempre está pasando de un registro a otro. A veces su claridad es la de la autoconciencia, a veces es delirio. A veces, simplemente pierde la razón. Todos estos estados están realzados por la morfina que le inyecta KOREFF. A veces, ella alucina. Ya está muy enferma, mitad dormida, con frío, cuando:

MARGUERITE: Buenos días doctor. Qué amable que pudo venir tan temprano.

KOREFF: Deme su brazo. ¿Cómo se siente? MARGUERITE: Peor. Mejor. Dormí. KOREFF. Qué bueno. Eso es bueno. MARGUERITE: ¿Sabe que cuando Dios convirtió la mentira en pecado, hizo una excepción para los médicos? KOREFF: ¿Y sólo para los médicos?

Se acaba el tratamiento.

MARGUERITE: Gracias. Nanine, quiero escribir de nuevo. Quince de diciembre. Llevo cuatro días enferma. Me han puesto en cama, desde donde te escribo: pienso en ti todo el tiempo Armand. ¿Dónde estás ahora? Muy lejos, muy lejos, me han dicho, y tal vez ya has olvidado… Nanine, ve a ver si hay algo en el correo.

Necesito explicarte porqué hice lo que hice.

Rompe la carta. Saca una nueva hoja de papel.

Hoy, estoy enferma. De esto voy a morir. Siempre he pensado que moriría joven, pero no quiero morir sin que sepas lo que pasó, y si lo vuelvo a escribir, tal vez me convenza. Armand, recuerdas a tu padre llegando a la casa. Me explicó que no tenía derecho a destruir tu futuro… le enseñé los recibos, pero… (Lágrimas) me hizo

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ver que no importaba el dinero ni que me amaras o que yo te amara; que lo único que verían es que su hijo, un hombre cómo él su hijo, viviendo con una mujer como yo como yo y no como su hermana, virgen a los dieciocho me hizo ver, como todo padre que quiere a sus hijos, que tu futuro importaba más que el mío… La vida a veces le tiende exigencias crueles al corazón, Armand, pero tenemos que someternos. Bebí bastante, y cuando me desperté estaba en la cama del Barón. Ahora sí lo sabes todo. Cierra la ventana Nanine.

Una nueva hoja de papel.

Me dolía tanto. Fui a cada fiesta para no volverme loca. Qué lástima que no me pagaban quinientos francos la noche. El Barón me reemplazó con Olympe. El Conde fue amable, organizó una cenita para presentarme a unos amigos ingleses, y uno de ellos fue tan amable como para traerme de regreso a casa…

Toce, KOREFF le administra la morfina.

-¿Qué querías que hiciera? ¿Matarme? ¿Para qué matarse cuando uno se está muriendo, cuando ya ni siquiera eres alguien, sino algo? Hasta traté de regresar con el Duque, le escribí pidiéndole dinero pero creo que ofendí al pobre viejito. ¿Por qué no estás aquí, Armand? ¿Si estuvieras vendrías a verme?

Recuerda cómo le estrechaba la mano en la fiesta de OLYMPE.

Hazme sentir mejor.

(A NANINE.) Ve a ver, ¿hay cartas? Ve. Pausa. Recuperación. Papel.

Veinticinco de diciembre.

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Cuando toso, la sangre.

Rompe el papel. Vuelve a empezar.

La fiebre no me había dejado escribir. Y tampoco tengo nada que decir. Tengo la esperanza de recibir una carta tuya. Prudence ha estado empeñando mis cosas.

NANINE trae su correspondencia de Navidad, ella inspecciona las cartas pero ninguna es de ARMAND.

- un brazalete de parte del Conde, desde Londres, qué amable –

(Tarjetas) – varios jóvenes cuyos nombres no recuerdo

(Cartas) y una carta de parte de tu padre. “Qué triste estuve de recibir la noticia de su enfermedad, de la cual he sido informado recientemente. Por favor acepte mis sinceros y mejores deseos para su recuperación. Atentamente…”

Antes de tirarlo. mira adentro del sobre para ver si hay dinero. Energía de fiebre y de enojo: entra PRUDENCE mientras:

Dos de enero. Mi cuarto está lleno de regalos de mis amigos. Algunos son de jóvenes que esperan que me acueste con ellos cuando me haya recuperado. Prudence está usando los regalos como obsequios de Año Nuevo para los cobradores.

Esto está distorsionado por la morfina – Prudence ya está saqueando el cajón del dinero, hablan por encima la una de la otra.

PRUDENCE: ¿Y cómo te sientes esta mañana? Nanine –

MARGUERITE: Mucho mejor gracias.

PRUDENCE: ¿Crees que podrías terminar con la habitación primero? NANINE se queda.

MARGUERITE: Si pudieran ver lo que me ha hecho esta enfermedad…

PRUDENCE: Necesito pedirte un favor querida; Año Nuevo y yo también tengo que dar regalos. Necesito sólo doscientos francos; me preguntaba si me podrías prestar algo hasta el final de mes –

¿Estás segura? – muchísimas gracias.

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Ya está esculcando el cajón, en donde sabe que se encuentra el dinero.

MARGUERITE: Por favor pídele a Nanine que regrese.

PRUDENCE: (Excitada.) Ya falta poco – la primavera siempre regresa.

MARGUERITE: Nanine. NANINE siempre está allí.

Ya sé que no debería escribir todos los días. Recordar sólo empeora la fiebre. Sube la fiebre.

Ocho de enero. Imagínate si estuviera bien de nuevo. Saldríamos en mi carruaje, encontrándonos a todo el mundo. Un joven me pediría que cenara con él y con uno de sus amigos que desea mucho conocerme: yo extendería mi mano… Doce de enero: El Barón me mandó dinero pero no lo tomé, no quiero nada de ese hombre, nada, él es la razón por la cual tú no estás conmigo ahora.

¡Días felices! ¿Dónde están? ¿A dónde se fue el tiempo?... Doctor, ¿se acuerda cómo nos reíamos todo el tiempo?… ¡Nanine, tráeme algo de tomar!!!!

Crisis. Remisión.

Es veinticinco. No he dormido en once noches. Creí que moría. El doctor dice que no debería escribir pero Nanine está aquí.

Dictándole a NANINE.

Regresa antes de que muera. Si regresas, me pondré mejor. Te amo tanto.

NANINE se acerca a ella.

Nanine escuchó ruidos en el comedor. Eran los inspectores. Esculcaron todos los cajones. Les dije… Tengo todos los recibos…por favor tómense la libertad de buscar…. por favor.

Llora de humillación.

Nanine quería usar su propio dinero pero le dije que no, que se vaya todo. ¿Qué va a pasar con nosotras? Nadie me viene a visitar

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no hay dinero

y ahora que acaba todo, deseo nunca haber escuchado a tu padre

de haber sabido lo poco de tu futuro que estaría tomando, no habría hecho nada y estaría contigo

Febrero – apúrate Armand, y llega duele tanto ¿ya es la hora? Nanine, vísteme, vamos al teatro. El casimir blanco... y tráeme el maquillaje, no quiero parecer cadáver. Quiero que la gente me vea. Quiero que su Padre me vea. Asegúrate de que me den mi palco. Diamantes. Los diamantes.

NANINE intentando vestirla y maquillarla.

Dios. No. Es el final; KOREFF le da dosis final de morfina y la mata.

No puedo respirar. Abre la ventana. No puedo mover el brazo…

Armand. Armand.

MARGUERITE GAUTIER se muere en el resplandor de las luces del proscenio, con los ojos abiertos.

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Prudence no se ha portado muy bien

PRUDENCE ha esperado afuera del cuarto de la enferma todo el tiempo, pero no ha entrado. Poniéndose los guantes.

PRUDENCE: Bueno, pues lamento no haberla visto, pero era demasiado para mí.

Y ahora todo está a la venta. Todo. El palo de rosa, los casimires, los diamantes, las porcelanas. Todo desinfectado ¿Les gusta algo?

Se va. NANINE sigue allí. Recoge las cartas caídas.

Armand Entra ARMAND; GASTON también está allí, vigilándolo. Esto no es una última visita a su lecho de muerte, ARMAND no está en el mismo cuarto que el cadáver; que sólo está allí, como recuerdo, con el resto de las cosas en el cuarto.

ARMAND: Nunca mandó las cartas.

Y cuando regresé a París llevaba nueve días muerta.

Nanine me las dio. ARMAND toma una carta del bolsillo de su camisa. Al leérnosla, nos queda claro que se la sabe de memoria.

Esta es la última:

“Cinco de febrero. Hoy no puedo hablar. Sé lo que me va a pasar, pero me cuesta imaginarlo.” “Anoche soñé que regresaba al teatro. Nanine me ponía labial, no quería que me vieran enferma. Me senté en el palco donde nos vimos la primera vez. Miré tu asiento vacío. No sabes lo que estaba pensando en aquel entonces; como no tienes idea de lo siento ahora.” “Cada vez que se abre la puerta, creo que estás a punto de entrar al cuarto.”

Guarda la carta. GASTON empieza a tocar algo libre y tierno en el piano.

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Dime lo que tengo que hacer para volver a verla. Doy diez años de mi vida por pasar una hora con ella. Lo que sea. Dime, y lo pagaré.

NANINE: Sáquenlo de aquí. No está bien. NANINE se va. ARMAND se tambalea de la misma forma en que lo hizo la primera vez que habló. ARMAND: No, no se preocupen, no estoy enfermo. Sólo necesito llorar. Al principio trastornado, luego aterrorizado. ¡Marguerite! GASTON toca la pieza musical hasta el final. Fin.