camino de la cruz

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Con Jesús hacemos de la cruz, en el caminar de la vida, compromiso de amor con todos los hombres y mujeres. PARA LA REFLEXIÓN DE LA FAMILIA CLARETIANA AVANCE AUTOMÁTICO

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Con Jesús hacemos de la cruz, en el caminar

de la vida, compromiso de amor con todos los hombres

y mujeres.

PARA LA REFLEXIÓN DE

LA FAMILIA CLARETIANA

AVANCE AUTOMÁTICO

La cobardía, el miedo y la debilidad de carácter, un

juez corrupto, una multitud cegada hacen que

Jesús sea condenado a muerte.

A Jesús humillado en su dignidad se le toma por farsante y loco. Ultrajado de palabra y obra lleva sobre sus espaldas la

vergüenza de todo pecado.

La sombra de la cruz es luz que ilumina y cura todo mal, todo

pecado, toda maldad. La cruz es signo de amor del Padre para

con sus hijos.

Sólo el misterio del amor explica la capacidad

redentora del sufrimiento. Es un don de Dios.

Como las manos de Jesús hacen de la cruz un

instrumento de esperanza y de vida, también nosotros con Jesús tomemos la cruz

salvadora.

El camino es duro pero no lo hace solo. Camina con todos

nosotros y por todos nosotros. La Verónica es una

prueba de que queremos estar con Él y ayudarle a

hacer el camino.

El dolor es fuerte, la carga pesada, el camino un

pedregal y el mal moral, intenso. Todo sumado es excesivo para la espalda de Jesús y cae en tierra.

Pero se levanta. La voluntad de amor al Padre y a nosotros puede más.

Jesús compadecido de las mujeres que lloran las invita

a la esperanza y a no desfallecer en el camino de la vida, confiando siempre en el Padre bueno que no deja a nadie desamparado.

Hay que llorar con lágrimas de amor.

Ser cirineo de los hombres es el mejor atajo para hacer

camino nuevo de evangelización. Compartir el sufrimiento de los que -y con los que- sufren es prueba de

amor cristiano.

Sin derechos ni dignidad, escarnecido hasta la humillación total se ve en desnudez de carne, al capricho de las inmundas manos de los verdugos. Pero su espíritu

permanece vivo y libre, vestido con la dignidad de hombre, Hijo del Padre Dios.

La cruz y Él son una sola cosa. Se necesitan para cumplir la salvación de los hombres. Clavado en la desnuda madera,

desnudo Él, ésta se hace árbol de vida eterna. Como si fuese una apuesta, los verdugos clavan a Jesús en la cruz.

Es la hora. La tiniebla cubre la tierra, pero del silencio

mortal surge la voz de Jesús siempre viva confiándose en

las manos del Padre. Consumida la muerte, la Vida es para siempre.

Empapada de sangre de Jesús, jirones pegados trozos de su carne, la cruz sin Jesús, es perdición del pecado, promesa y

esperanza de perdón.

El sepulcro acoge amorosamente los despojos de Jesús. El sepulcro esconde, amaga y guarda el cuerpo de Jesús del

poder de la muerte. El sepulcro es la antesala de la RESURRECCIÓN.

La vida y el amor han vencido a la muerte. Cristo, reconciliación de Dios con los hombres y de los hombres con

Dios, ha¡RESUCITADO!

Como en el principio la luz es vida. Todo es bueno.

PARA LA REFLEXIÓN DE LA FAMILIA CLARETIANA

Cuadros: pintura de Mª Eugènia Sánchez Vallés, 1969

(Sonido: La pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach, BWV 244, Arias y coros)

Texto: Mn. Jaume Montaña

Fotografía: Antoni Castells

Diseño y Realización: Javier Salinas