campeones del proletariado

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Campeones del proletariado. El periódico El Obrero y los comienzos del socialismo en la Argentina Ricardo H. Martínez Mazzola Frans Masserel

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Campeones del proletariado.El periódico El Obrero y los comienzos del socialismo en la Argentina

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Frans Masserel

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El periódico El Obrero y las posiciones y discur-sos que desde él se sostenían, en particular losde una figura como la de Germán Avé-Lallemant,han recibido más atención a fines de los años se-senta y principios de los setenta que en los añosrecientes. Las interpretaciones al respecto nosurgieron desde el campo historiográfico sinodesde el político, proviniendo de militantes queapelaron al antecedente del grupo de El Obreropara fundar sus posiciones en las luchas políticasde la hora.

El trabajo que con más detalle se ha concen-trado en el discurso y las posiciones políticassostenidas desde El Obrero, es sin duda el deRatzer (1969), quien reconstruye las posiciones“revolucionarias marxistas” del grupo nucleadoen torno a Lallemant, a los que denomina “mar-xistas argentinos del ‘90”, para contraponerlascon las “reformistas” que caracterizarían poste-riormente al Partido Socialista conducido porJuan B. Justo.1

Entre los trabajos más importantes se encuen-tra también el estudio inicial con que LeonardoPaso acompaña una compilación de artículos deLallemant, publicado en 1974, en el que este au-tor, vinculado a las posiciones del Partido Comu-nista, destacaba el componente anti-imperialista,el detallado análisis de las fuerzas sociales y dela realidad nacional, así como la preocupaciónpor la situación de los trabajadores rurales, delpensamiento del alemán.2 En sus trabajos acercade la historia de los partidos políticos, Paso (1983y 1988) vuelve sobre las posiciones de El Obreroanalizando las iniciativas que, desde el periódicoy al interior de la Federación, se daban paraconstituir un partido político. Al respecto, rechaza(1983: 377) la afirmación de Ratzer que vincula-ría la fundación del Partido Socialista con una po-lémica entre sectores revolucionarios y reformis-tas, mostrando el papel que en dicha fundacióntuvieron tanto Justo como Lallemant o Kühn.

En cambio, en el conjunto de los trabajos queen los últimos años tratan acerca del desarrollode las ideas y organizaciones socialistas en la Ar-gentina, las referencias al periódico El Obrero3

ocupan un lugar secundario, que contrasta con elcreciente interés en la historia y las organizacio-nes de izquierda. Esto se debe a que los trabajosque se han ocupado de los orígenes del PartidoSocialista, alejándose de la mirada fuertemente

negativa con la que se había caracterizado la po-lítica socialista desde el pensamiento de la iz-quierda nacional y la izquierda revolucionaria, sehan concentrado en el período posterior a la or-ganización del partido y en las ideas de Juan B.Justo. De todos modos, estos trabajos, aunqueno hacen del período previo su tema principal, alacentuar la radicalidad de la ruptura planteadapor Justo delinean otra lectura, más crítica, delperíodo anterior.

Esta lectura crítica es explícita en el trabajo se-ñero en esta tarea de recuperación del pensa-miento de Justo, “La hipótesis de Justo”, en don-de José Aricó (1999: 41), continuando con su es-fuerzo de reconstrucción de los avatares de la re-cepción e interpretación de las ideas marxistasen América Latina, subraya que la mayoría de losmarxistas en Latinoamérica fueron incapaces dever las cada vez más difíciles relaciones entre la“perspectiva palingenética” y la práctica de unpartido de masas. El marxismo fue adoptado co-mo una ideología del desarrollo en el marco deuna insuprimible lucha de clases en la que los so-cialistas eran el partido del progreso. En este jui-cio Aricó abarca aún a “socialistas lúcidos” comoLallemant, quien, aunque consciente de las difi-cultades para la acción socialista en el subconti-nente, habría sido incapaz de plantear propues-tas que vincularan socialismo y democracia, porlo que habría confiado la realización del socialis-mo a una futura resolución en manos de las fuer-zas de la historia.4

Del conjunto de trabajos que, siguiendo en par-te las ideas de Aricó, analizan diferentes aspec-tos del pensamiento de Justo destacaremos dosque explícitamente subrayan la diferencia con lasposiciones del grupo de El Obrero. El primero deellos es el de Juan Carlos Portantiero (1999: 17-18), para quien la inclusión de Justo marca unpunto de viraje en la historia del movimiento so-cialista argentino en lo referente a dos cuestio-nes: por un lado “su presencia abrió las puertaspara la incorporación de una camada importantede jóvenes de origen nativo”; por el otro, Justo,que no era estrictamente marxista, desplazó algrupo marxista ortodoxo, el grupo de Lallemant yEl Obrero, de la dirección del movimiento socia-lista al que intentó impulsar en una dirección máspragmática. El segundo trabajo es el de Geli yPrislei (1993), donde, a la lectura de Lallemant

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que valora a la Unión Cívica Radical como unafuerza que debe realizar la “revolución burguesa”reencauzando el proceso de modernización fre-nado por la “oligarquía caudillera”, se contraponela mirada de Justo, quien temía la ausencia deuna etapa burguesa clásica, que se explicaría porla eficacia de la manipulación deformante del po-der político sobre las desorganizadas fuerzasburguesas y democráticas; frente a esta situa-ción, Justo consideraba que la única fuerza quepodía tomar en sus manos las tareas democráti-cas y transformadoras era el propio Partido So-cialista, el que para ello debía transformarla eneje de una alianza de clases.

Si bien estos trabajos permiten hablar de unaprofunda cisura entre las líneas maestras de lapolítica del Partido Socialista con respecto a lassostenidas previamente por el grupo de El Obre-ro, ellos no avanzan en el análisis de las posicio-nes políticas específicas sostenidas por estegrupo, sus transformaciones y sus conflictos in-ternos. Este análisis tampoco ha sido emprendi-do, a pesar de la mayor atención prestada algrupo, por Ratzer, Paso o García Costa, a losque, la centralidad de los imperativos políticosde la hora, habría llevado a dos limitaciones (enambos casos, una excepción parcial la encon-tramos en Paso): en primer lugar, a colocar enun segundo plano las tensiones internas y lastransformaciones en el tiempo dando al discursosostenido desde el periódico una unidad y per-manencia inexistente; y en segundo lugar, a unaanacrónica identificación de la propia tradicióncon el marxismo mismo, desatendiendo la com-plejidad de los debates del movimiento socialis-ta internacional y su fundamental influencia enlas posiciones adoptadas por los socialistas ennuestro país.

En este trabajo nos proponemos avanzar en elanálisis de algunas de las líneas políticas funda-mentales sostenidas desde El Obrero: su con-cepción de las tendencias del desarrollo capita-lista, de las clases sociales y de la acción políti-ca, teniendo en cuenta sus modificaciones en eltiempo y la influencia de los debates del movi-miento socialista internacional. Nos proponemostambién, partiendo de estas transformaciones enla estrategia política, avanzar en la reconstruc-ción del proceso que tendría como resultado ladivisión del periódico y el surgimiento de los “her-

manos-enemigos”: El Obrero (segunda época) yEl Socialista.

El Obrero y la difusión del socialismo científico

Aunque El Obrero no es el primer periódico socia-lista de nuestro país5, su publicación constituyeun hito fundamental en la historia de esta tenden-cia, en primer lugar por el carácter institucionaldel mismo, que no era órgano de una sociedadde resistencia o de un club, sino de la nacienteFederación Obrera6 que se había propuesto nu-clear tanto a sociedades de resistencia como, enla “Sección Varia”, a militantes socialistas. Estecarácter ambiguo de la Federación se potenciaríaen el periódico, a la vez órgano de la Federacióny tribuna política de los socialistas. Esta segundadimensión se impondría, haciendo de El Obrero,junto con la “Sección Varia”, uno de los principa-les núcleos desde donde impulsar la construcciónde un Partido Socialista.

El segundo motivo por el cual la publicación deEl Obrero constituye un hito fundamental en lahistoria del socialismo en la Argentina, es su ad-hesión explícita al “socialismo científico” —es de-cir, a una concepción marxista del socialismo—cuyas categorías intentó emplear para analizar lasituación social y política local. Desde su primernúmero, los redactores de El Obrero se embarca-ron en un esfuerzo orientado a exponer y difundirlos postulados teóricos marxistas. Así, ya en elartículo que inaugura este número inicial, titulado“Nuestro Programa”, se sostiene:

“Venimos a presentarnos en la arena de lalucha de los partidos políticos en esta Repú-blica como campeones del Proletariado queacaba de desprenderse de la masa no po-seedora, para formar el núcleo de una nue-va clase que, inspirada por la sublime doctri-na del socialismo científico moderno, cuyosteoremas fundamentales son la concepciónmaterialista de la historia y la revelación delmisterio de la producción capitalista por me-dio de la supervalía (sic) —los grandes des-cubrimientos de nuestro inmortal maestroCarlos Marx—, acaba de tomar posiciónfrente al orden social vigente” (EO,12/12/1890).

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En este párrafo encontramos algunas de lascuestiones fundamentales en las que se centrarála tarea propagandística de El Obrero: la concep-ción materialista de la historia, el vínculo del pro-letariado con otras clases y la necesidad de la ac-ción política; en cambio, no será un componentecentral de su prédica —tal vez por lo “abstracto”del tema— “la dilucidación del misterio capitalistaa través de la supervalía”. Con respecto a la pri-mera cuestión, es también en el número inicialque encontramos el artículo “La crisis económicay Financiera”, en el cual, partiendo de la nociónde que “las condiciones de la vida material sonlas que dominan al hombre, y (...) determinaránsiempre las costumbres, las instituciones socia-les, económicas, políticas, jurídicas, etc.”, se de-duce la Revolución del ´90 y la evolución futurade la política local de la situación económica y,más en particular, financiera.

A la certeza de poseer el instrumento precisode interpretación de la realidad, se aunaba laconfianza en las tendencias que se leían en dicharealidad; así, dirigiéndose a los compañeros quedesesperaban de la proximidad del cambio revo-lucionario, el periódico sostenía:

“Y sin embargo, si observamos atentamenteel desastroso rumbo que está tomando elmundo capitalista de hoy, la tremenda concen-tración acelerada que experimenta el capitalen manos de unos pocos individuos, la gene-ralización de la miseria en masas del pueblotrabajador, el crecimiento continuo del ejércitode reserva del trabajo, la ruina de los Estados,gracias a las deudas públicas, la rapidez conque las crisis industriales y comerciales se si-guen una tras otra, siempre en intervalos máscortos y de intensidad más pronunciada, en-tonces no puede caber duda de que pocos,muy pocos años nos separan de la gran revo-lución social... La próxima transformación ine-vitable de los ejércitos permanentes en mili-cias armadas, va a ser seguramente el primerpaso de la caída del sistema capitalista, y es-tá transformación está en la atmósfera, tieneque ser un hecho dentro de muy poco con ab-soluta necesidad fatalista” (EO, 17/1/1891).

El carácter determinado de las tendencias his-tóricas, del proceso de desarrollo “al que no loataja, no lo paraliza nadies (sic)”,7 colocaba en unlugar central la distancia del proletariado con res-

pecto al resto de las clases sociales, en particularde la pequeña burguesía. Por otro lado, la centra-lidad de la tarea educativa y organizativa orienta-da al momento revolucionario, llevaría a enfatizarla importancia de la lucha política y la necesidadde constituirse en partido para ello, así como laprioridad del partido así constituido sobre las for-mas de organización sindical.8

La crisis del ‘90. Hacendados, caudillos y gran capital

En el artículo-manifiesto que abría el primer nú-mero del periódico, se planteaba que en la Argen-tina había predominado desde su origen “el régi-men del caudillaje”, sistema que se apoyaba en elsistema de las encomiendas y la esclavitud, lasque, abolidas de derecho, permanecían sin em-bargo en las zonas menos “civilizadas” (en cursi-va en el original) en las que no tenía peso el ele-mento extranjero. La referencia al elemento ex-tranjero no era solamente —ni centralmente— ala población sino al capital, el que, en búsquedade nuevos mercados, estaba llevando adelante laobra civilizatoria, que implicaba tanto organizar laproducción de acuerdo a las leyes capitalistas co-mo realizar “en el orden social las institucionesdel liberalismo democrático burgués, como únicaorganización social adecuada al máximo desarro-llo de la libre competencia o concurrencia”. Estecapital inicialmente habría utilizado a la “oligar-quía del caudillismo” para ingresar al país, perocuando ésta última abusó del poder del Estado,violando las leyes de la competencia y de la so-ciedad democrática burguesa a través del “Unica-to”, debió declararle la guerra. Así, la Bolsa, se ar-gumentaba, se enfrentó al “gobierno caudillero” y“siguiendo la acción civilizadora del capital se al-zó la Unión Cívica, levantando la bandera del ré-gimen puro de la sociedad burguesa”. La llamadahoy Revolución del ´90, es vista así como “la re-volución de la burguesía argentina por excelen-cia” y, aunque se plantea que el caudillismo sehabría recuperado con Pellegrini, se confía en supronta rendición. El elemento central de este artí-culo programático está dado por el supuesto de lanecesaria correspondencia entre fuerzas socialesy régimen político, entre predominio de la produc-ción capitalista y realización del régimen demo-crático liberal. El capital, que es visto como la

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fuerza modernizadora en la estructura económicay social, es también la fuerza que impulsa, a tra-vés de la Unión Cívica, la democratización políti-ca: el “régimen burgués puro” es así saludado, yaque en él están los gérmenes “de la futura socie-dad comunista”.

En el mismo número inicial encontramos unartículo titulado “La crisis económica y financie-ra”, en el que se explica el alzamiento de laUnión Cívica como un movimiento de la peque-ña burguesía frente a la bancarrota desatadapor el caudillaje. La caracterización de la peque-ña burguesía y de la fuerza que, se considera, larepresenta, es menos halagüeña, pero más ex-plícita con respecto al vínculo con el capital ex-tranjero. La pequeña burguesía habría apoyadoesperanzada las ilusiones del progreso patrioproclamadas por el caudillismo hasta que, al veramenazada su posición, habría recordado a “lapatria en peligro” y los valores de justicia y liber-tad. Es así que esta clase, incapaz de ver sus in-tereses, levanta las banderas cívicas, que sonlas de la “República democrático burguesa”; cre-yendo salvar la patria acabará con el caudillis-mo, pero no impedirá la ejecución por parte delos acreedores que establecerán “un sindicatoejecutivo para la administración de la haciendapública, exactamente como los mismos capita-listas europeos lo hicieron en Egipto”. La plan-teada semejanza con la intervención británicaen Egipto es retomada en una nota en la “Revis-ta del Interior” donde, más allá del carácter iró-nico de la comparación, se percibe una apuestapor la simplificación y la progresiva transparen-cia de la dominación9, que hace preferir un go-bierno de clase frente a “los intermediarios la-drones” del caudillismo.10

La explicación más detallada de la estructurasocial argentina se encuentra en la serie de artí-culos titulada “Los elementos de la producción enla República Argentina”, que fue publicada en ElObrero entre enero y marzo de 1891. En ella, lue-go de exponer los conceptos fundamentales delanálisis marxista de la estructura del capitalismo,y explicar los principios de la división internacio-nal del trabajo que fundan la imposibilidad del de-sarrollo industrial de países como la Argentina, serealiza una descripción más detallada de la es-tructura social local. La fertilidad del suelo, sesostiene, es casi la única ventaja del país y es en

base a ella que debe orientarse el trabajo produc-tivo; el problema es que esa ventaja, que no esnatural sino resultado del trabajo social de gene-raciones, es apropiada por la clase de los terrate-nientes, los que, empleando la fuerza pública, sehan apropiado del uso del suelo. A continuaciónse analizan las características “retrógradas” de laclase de los estancieros, se distinguen las difíci-les relaciones que establecen con los puesteros ylos peones, y se identifica a la clase de los colo-nos y labriegos con la pequeña burguesía, con laque compartiría las ilusiones con respecto a lasposibilidades de la pequeña propiedad y la posi-bilidad de apelar al Estado en su defensa. Frentea ello, el pronóstico es claro: “semejante régimenindustrial agrícola supone la división de la tierra yel fraccionamiento de los demás medios de pro-ducción; supone pues un grado de desarrollo im-perfecto de la producción capitalista siendo sólocompatible con un estado restringido y mezquinode la producción y la sociedad.”. La pequeña pro-ducción es incapaz de competir con “el régimencapitalista de los cultivos en grande escala” quese va imponiendo a nivel internacional; por ello,se sostiene, “el sistema de explotación de nues-tra pequeña agricultura, apenas nacido, ya estácondenado a ser, y será en efecto muy luego, ani-quilado. La diminuta propiedad de los colonos ychacareros será convertida en propiedad colosalcapitalista, por medio de la dolorosa y terrible ex-plotación del pueblo trabajador”. La concentra-ción capitalista en la agricultura que, siguiendo laortodoxia de la Internacional, se suponía inevita-ble, daba por resultado la simplificación social.Así, se afirmaba:

“Los miembros de la clase de los pequeñosagricultores serán entonces naturalmenteechados a los rangos del proletariado y arrui-nados completamente. Esta ruina ha principia-do a realizarse ya, e irá consumiéndose rápi-damente... O el elemento extranjero se sobre-pone y reforma el país o la ejecución de losbanqueros europeos cambiará radicalmentelas condiciones económicas del país. De lamanera retrógrada como hoy se lleva adelan-te el proceso de producción no podemos con-tinuar” (21/2/1891).

Aunque la prognosis parece plantear una alter-nativa, un pequeño lugar para la acción políticaencarnada por los extranjeros, la probabilidad y

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Clement Moreau

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las fuerzas de la historia vuelven a estar puestasen el papel del gran capital extranjero, el que detodos modos acabará con las formas retrógradasde la producción. La confianza en el papel pro-gresivo del capital internacional, el que realizaráel “régimen burgués puro”, reaparece en un artí-culo publicado en el nº 13:

“La clase burguesa se haya dividida aquí enBuenos Aires como ya hemos dicho varias ve-ces, en la clase alta high-life de los grandesestancieros, gran hacendados, que gobiernanel país en absoluto desde la independenciapor medio del caudillaje, de la pequeña bur-guesía, cuyos miembros son honrados por losde la clase alta con el sobrenombre de loscompadritos, y en los partidarios del capital in-ternacional, especialmente europeo” (EO,21/3/1891).

La crisis económica en curso es interpretadacomo “una verdadera revolución económica y so-cial, que ha de ser muy benéfica al país”; en ella,el papel fundamental lo tiene el capital internacio-nal “en cuya dependencia de facto nos hallamosdesde el primer empréstito contraído, y a la cualse ve arrastrada la pequeña burguesía”. Se esta-blece así una lucha entre el capital internacionaly la pequeña burguesía por un lado, y el caudilla-je político, instrumento de los terratenientes, porotro, lucha que, se confía, dará el triunfo a los pri-meros, instalando el “régimen burgués puro”, quelos intereses del capitalismo exigen. Es frente aesta sociedad burguesa que dará la lucha el pro-letariado.

La presión del capital internacional, sostiene elnº 24 de El Obrero (8/6/1891), sometía a los go-biernos aliados a los grandes hacendados —a losque, apelando al término acuñado en París, sedenominaba “rastaquouères”— a difíciles dile-mas, como el que introdujo el proyecto presenta-do por el diputado Morena proponiendo gravarlas haciendas. Los ingresos públicos, se sostie-ne, se basaban en el sistema de contribucionesdirectas que liberaba a los grandes hacendados,recargando a la clase media y proletaria. Se ex-plicaba que “rastaquouères” como Pellegrini, Ro-ca y López, mantendrían con gusto la política im-positiva sobre este sostén, pero “los que ya nadatenían nada o muy poco tienen no pueden pagar,aunque les azoten, y los capitalistas ingleses in-sisten con el pago de la deuda. Qué dilema! El

proyecto Morena es la manzana de la discordia ti-rada a la clase high life, y es el principio de laguerra civil que no tardará mucho en estallar.”Volvemos a encontrar aquí cierto papel progresi-vo de los capitales extranjeros los que, para po-der cobrar, necesitan del establecimiento de unsistema más “racional” de impuestos y que, paraobtenerlo, entablan la lucha con los hacendados.

El papel de la pequeña burguesía y la Unión Cívica Radical

Hemos visto que en las intervenciones del primernúmero de El Obrero la Revolución del ´90 espresentada como una revolución burguesa. Elmotor de la misma sería la tendencia expansivadel gran capital obstaculizado por los gobiernoscaudillistas asociados a los grandes hacendados.En esta lucha considerada necesaria y progresi-va, la pequeña burguesía habría puesto “las ma-nos y la sangre”: movida por la situación econó-mica y no por banderas de democracia, libertad yjusticia, este sector social se había sublevado ycreado a su campeón, la Unión Cívica, a la quecubrió con velos ideales. De todos modos, la ca-racterización no es del todo negativa: la Unión Cí-vica no realiza “la” justicia social o “la” revoluciónsocial, pero a través de “su” revolución, favoreceel establecimiento del imperio del capital y del “ré-gimen puro de la sociedad burguesa”, condiciónnecesaria para el futuro triunfo proletario.

Pero la mirada se hizo más negativa al hacersepública la postulación de Mitre como candidatode la Unión Cívica para las elecciones presiden-ciales de 1892. La pequeña burguesía no habríacumplido el papel de destruir “el caudillaje unidoen el rastaquouèrismo político”, y se habría deja-do “embaucar y ahorcar sin resistencia alguna”.La Unión Cívica habría defraudado la expectativade realizar la revolución burguesa, pasando a re-presentar a los terratenientes en forma más di-recta aún que el roquismo, al que se liga con laintermediación política.

Así, las primeras expectativas positivas conrespecto a la posibilidad de una revolución pe-queño-burguesa encabezada por la Unión Cívicafueron reemplazadas por duras críticas, y luegopor cierto desinterés con respecto a dicho sector.En un artículo publicado en el nº 4, titulado “La in-dustria nacional”, se explica que la pequeña bur-

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guesía, a la que se identifica con “la clase media”,es el lacayo de los grandes hacendados. La exis-tencia de la pequeña burguesía es “la piedra an-gular sobre la que descansa el edificio del estadoburgués moderno”. El optimismo se basa en lastendencias históricas que marcarían la condenade esta clase media, llevando a la polarizaciónsocial, las que no pueden ser percibidas por lapequeña burguesía, que confía en salvarse consoluciones mágicas, como la de “levantar la in-dustria nacional”.

Estas críticas centradas en las ilusiones de lapequeña burguesía disminuyen en mayo de1891, momento en que se hacen más explícitaslas tensiones dentro de la Unión Cívica, y desdeEl Obrero se depositan mayores esperanzas enel papel revolucionario del ala “radical”. Así, en-contramos un análisis de esa “interna” en el quese contrapone a la figura de Mitre —al que seasocia con la clase de los hacendados high life—con las de Alem y Del Valle —quienes, se desta-ca, son empujados “por sus clientes, la pequeñaburguesía, a quienes la crisis va llevando sus ca-pitalitos y el hambre corriendo sobre los talones”,a oponerse a “los ladrones”— (16/5/1891). Estalínea es acentuada en el número siguiente del pe-riódico, donde se comenta un manifiesto de Alemque declara “que en ningún caso aceptará propo-siciones que habiliten a los representantes deloficialismo para continuar en punto alguno de larepública ‘el funesto régimen que hemos comba-tido y seguiremos combatiendo’” (24/5/1891); an-te ello, la posición de El Obrero es elogiosa, seaplaude el proceder de Alem y se caracteriza a laUnión Cívica como un partido democrático que,por lo tanto, “no puede pactar con Roca ni tampo-co con Mitre”.

A mediados de julio, siendo ya clara y pública ladivisión de la Unión Cívica y el surgimiento de laUnión Cívica Radical, el articulista no oculta susatisfacción: “Se separaron en fin definitivamentede la U.C. los sostenedores y clientes de la clasede los grandes hacendados y del caudillaje, bajola bandera de Mitre-Roca. Los demócratas bajoAlem, quedaron los fumados.” En esta ocasión elengaño no aparece como destino ineludible de lapequeña burguesía, sino como posibilidad de unaprendizaje, preguntándose si “¿al fin habráaprendido algo la pequeña burguesía en estacampaña vergonzosa? ¿O hallará otro traidor co-

mo Mitre otra vez?”. Esta duda reaparece al co-mentar el fracaso del pacto entre Mitre y Roca:

“Pero no nos entreguemos a ilusiones sobreel partido radical de la Unión Cívica tampoco.Los discursos de sus prohombres y el conteni-do de sus diarios (véase sobre todo un desen-cantador artículo del Dr. Irigoyen en El Argen-tino) revelan incontestablemente que la U.C.sigue navegando como siempre en las aguasde la pequeña burguesía, sin darse cuenta delo que alrededor de ella pasa. Los discursos ycontemplaciones publicados en ocasión de lacelebración de la revolución del Parque el 26de Julio, revelan como los compadritos no soncapaces de criticar, ni de avalorar en toda sumagnitud histórica los acontecimientos políti-cos y económicos contemporáneos, y que in-conscientemente se dejan llevar por las cir-cunstancias como la caña por el viento, ysiempre con las miradas de respecto (sic) hu-milde hacia la clase de los grandes hacenda-dos y con el aire de odio menospreciativo pa-ra con las masas del pueblo trabajador. ElCompadrito nunca aprende algo, pero sin sa-berlo está obrando obedientemente bajo el im-pulso de la tendencia histórica, que está em-pujando el mundo entero hacia la instalaciónde la Sociedad comunista irreversiblemente”(EO, 8/8/1891).

En el fragmento aparece claramente expresa-da la ambigüedad de la visión, no sólo sobre elradicalismo y dirigentes como Bernardo de Irigo-yen, sino también sobre la pequeña burguesía,con respecto a la cual se insiste en su “incons-ciencia”.

Si las críticas a la Unión Cívica habían disminui-do al anunciarse la escisión de los “radicales” —en cuyo papel revolucionario, que acabaría con elcaudillismo y los intereses de los terratenientes,se depositaban ciertas esperanzas—, la disipa-ción de esas ilusiones llevaría en un inicio a unacaracterización más negativa del radicalismo11, yluego a cierto desinterés por el papel de estafuerza. Las referencias al rol del radicalismo prác-ticamente desaparecen en los últimos númerosde El Obrero, en los que el análisis se planteamás directamente en términos de conflictos entre“Agrarios y Bolsistas-Financistas”12, conflicto que,además de aparecer como confrontación directaentre fuerzas sociales sin referencias a su media-

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ción política, se desdibuja el papel de la pequeñaburguesía con la que se identifica al radicalismo.

Pequeños burgueses y proletarios

Esta transformación en la mirada acerca del radi-calismo y la pequeña burguesía se vincula tam-bién con la adopción de una versión más estrictade la teoría de la simplificación social como con-dición de la revolución, que acentuaba la distan-cia entre el proletariado y la clase de los peque-ños propietarios. Estas posiciones coincidían conel programa que la Socialdemocracia alemana(SPD), el partido faro del movimiento socialistainternacional, había adoptado en el Congresoque, en el mes de octubre de 1891, había tenidolugar en Erfurt. El programa tendría gran influen-cia en el movimiento socialista internacional, y sucarácter “modélico” se haría sentir fuertementeen el grupo editor de El Obrero, formado funda-mentalmente por emigrados alemanes.13

El programa fue rápidamente traducido y publi-cado en El Obrero (12/12/1891), a menos de dosmeses de haber sido aprobado, pero aún antesde esto las posiciones en él adoptadas fueron re-cogidas en el periódico en dos artículos queacentuaban la distancia entre el proletariado y elresto de las fuerzas sociales. En el primero deellos, titulado “Pueblo y proletariado”(28/11/1891), se explica que la idea de “pueblo”dejó de tener importancia con la caída del abso-lutismo que dividía la sociedad entre pueblo y go-bierno. “Pueblo”, se afirma, pasó a ser una apela-ción de “los politicastros burgueses”, un conceptosin sentido ya que reúne a varias clases con inte-reses antagónicos. Si los Socialistas apelan al“pueblo”, explicaba el artículo, lo hacen en reem-plazo del proletariado comprendiendo por tal al“trabajador asalariado de la época capitalista”. Elproletariado es sólo una parte del pueblo y, se re-conocía, una minoría de la población que, aun-que creciente, aún estaba lejos de ser mayorita-ria, ya que muchos de los pequeños burgueses ylabradores no caían en el proletariado sino quepasaban a ser “buhoneros y pulperos” —aún pe-queño-burgueses—, o caían en el “atorrantismo”,calificación autóctona para el lumpenproletariado.La importancia del proletariado —se resaltabacon argumentos que seguían casi textualmente loafirmado en Erfurt—, no venía de su número sino

de su carácter absolutamente indispensable, y laconciencia de esa “indispensabilidad” era la queinspiraba al proletariado su energía, su valor, “lapersuasión de que en él se encarnan las grandesaspiraciones y elevados propósitos de la humani-dad entera”, y la certeza de que en su lucha esabsolutamente invencible.

En el número siguiente, El Obrero continuabaestas reflexiones con un artículo titulado “Demo-cracia y Proletariado” en el que se afirmaba quelas instituciones democráticas suponían “un ro-bustecimiento de todo el pueblo, no solamentedel proletariado, sino también de sus enemigos yopositores”. Si bien estas instituciones permitíanemprender la lucha donde antes era necesariosufrir pasivamente, ellas no llevaban por sí solasal triunfo. Éste, se afirmaba, era favorecido por ladivisión de los burgueses que luchaban entre sí,y por el “carácter ambiguo de la pequeña burgue-sía”, la que, según las condiciones momentáneasde la lucha “tan pronto se conduce de burgués,como se enfila al ejército proletario”. Esta clase,se afirmaba, suele ser políticamente decisiva yeliminar muchos obstáculos del camino del prole-tariado pero, se advertía, constituye un elementoinseguro y sólo el proletariado consciente de sumisión y el partido revolucionario podían conquis-tar el triunfo.

La confianza en las tendencias históricas y enla proximidad de la revolución llevaban a recha-zar la necesidad de una alianza con la pequeñaburguesía para realizar una revolución democrá-tica. Estas ideas fueron puestas de manifiesto enun artículo publicado a principios de enero de1892 en el que, tratando de la constitución del“Partido Reformista”, se declaraba simpatía y a lavez se criticaba lo limitado de su horizonte. Fren-te al carácter “nacionalista” de este programa secontrastaba la posición de “los Socialistas (quie-nes) fundamos nuestra esperanza para la realiza-ción de nuestras aspiraciones en la República Ar-gentina, sobre todo en el giro que tomarán lascuestiones económicas y políticas en Alemania,Francia e Inglaterra. Allí se halla el centro delmundo civilizado, y es allí donde se juega la suer-te de la humanidad entera”. Los procesos que allíse desarrollan, se explicaba, hacen que la “grancuestión” que ocupa a la humanidad ya no sea la“ cuestión democrática” sino la “cuestión social”.Así, la pequeña burguesía que siente ardores por

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la resolución de la cuestión democrática llega tar-de ya que “antes que el partido reformista hayalogrado constituirse en partido fuerte y poderoso,la revolución social en Europa habrá barrido a laburguesía capitalista de la faz de la tierra, con to-das sus miserias, y sus democráticas hipocre-sías, también a la burguesía argentina, a la grancapitalista como a la de los compadritos”. Obser-vamos aquí un importante cambio con respectoal etapismo preponderante en los primeros artí-culos: la inminencia de la revolución socialista enEuropa torna anacrónica la realización de la re-volución burguesa que resolvería la cuestión de-mocrática. Los desajustes temporales del modode producción capitalista permitían pensar enuna revolución socialista que no pasara por laetapa de la “democracia burguesa pura”, con locual la importancia de la pequeña burguesía, ysu principal representante, la Unión Cívica Radi-cal, se desdibujaba. Un ejemplo de estas posi-ciones se encuentra en un artículo que, luego depasar revista a los fundamentos de las tenden-cias que llevan a la concentración de capitales ya lo infructuoso de los esfuerzos que por oponér-sele realizan el Estado o asociaciones de parti-culares, concluía: “No hay salvación para el pe-queño burgués industrial. El cimiento económicosobre el que se funda su existencia está socava-do, y el desarrollo económico lo hunde, lo arrojasin piedad a las filas del proletaria-do”(16/4/1892).

El artículo explicaba el motivo por el cual seproclamaba con alegría la tendencia al predomi-nio de los grandes capitales: a través de ella serealizaba la simplificación de la sociedad, se so-cavaba “la piedra angular” del Estado burguésmoderno, y se acercaba el día de la revolución.Sin embargo, explicaba otro artículo, aunque laconcentración de capital se haya realizado enuna escala avanzada “no llegó todavía al puntode hallarse la sociedad dividida definitivamenteen dos clases rigurosamente alejadas y opuestasla una a la otra, a saber, en una clase de propie-tarios capitalistas, y en una segunda clase de ex-propiados proletarios” (7/5/1892). A continuaciónse sostenía que la presencia de otros sectoressociales “una clase agraria o de grandes hacen-dados privilegiados, de la pequeña industria ma-nufacturera, de la agricultura por el sistema colo-nial y chacarero y de otras formas económicas y

sociales, prueban la conservación de tales restosdel orden feudal.”

Desde esta perspectiva el progreso histórico seidentifica absolutamente con la simplificación so-cial que lleva a la sociedad burguesa en estadopuro; de hecho, se continúa exponiendo, seríanlas propias clases dominantes las que, “obede-ciendo a sus instintos de conservación e impulsa-dos por el temor ante la clase oprimida de los pro-letarios, se ven obligadas a otorgar miles de con-cesiones a favor de la clase media, de la peque-ña burguesía, con el objeto de impedir el prontodesenlace definitivo de la guerra de clases, quetendrá lugar infaliblemente en el momento en quela clase media haya perdido su influencia prepon-derante en la evolución política y social”. Aunqueestos esfuerzos “diplomáticos y estratégicos” delas clases dominantes nada pueden ante el “cur-so natural” de la evolución económica, el proleta-riado debe tomarlos en cuenta y recordar quetanto “el capital grande y el chico, el gran hacen-dado y el grande industrial, tanto como el peque-ño patrón maestro de taller, son nuestros enemi-gos natos”. En base a estas posiciones es impo-sible pensar un vínculo positivo con la pequeñaburguesía o los chacareros, ambos enemigos delproletariado; el artículo concluye llamando a dis-tinguir cuál de ambos es el elemento productivo,y en base a ello emprender la acción como parti-do revolucionario. En sintonía con lo resuelto enel Congreso de Erfurt, las fuerzas del progreso seidentifican aquí claramente con las fuerzas quedespliega el capitalismo, y así con la lógica ex-pansiva del gran capital, la que no debe ser obs-taculizada por el proletariado en defensa de inte-reses condenados y reaccionarios como los de lapequeña burguesía.

La polémica con el Vorwarts y la división de El Obrero

La adopción de una versión más ortodoxamentemarxista también desató tensiones al interior delmovimiento socialista, en particular entre El Obre-ro y la asociación que había sido su principal im-pulsora: la Asociación Vorwärts. Así, en el nº 56(13/2/1892), se responde al periódico de la mis-ma, también llamado Vorwärts —que había califi-cado a los redactores de El Obrero como “fanáti-cos, utopistas y teoréticos”, reclamando para sí el

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calificativo de “hombres prácticos”— con una citade Marx para quien dichos “prácticos” serían “so-bresalientes en la estupidez humana”.

La polémica se acentúa en el mes de marzo, alpublicarse un artículo que reivindica al “compañe-ro Malorny”, quien estaba a cargo de las suscrip-ciones de El Obrero en la provincia de Santa Fe,quien, en un artículo en el Vorwärts, discute con“la teoría anti-federativa” que dicho club y dichoperiódico sostenían. Esta, decía el artículo de ElObrero, se basa en la “absurda doctrina” que de-fiende las “sociedades de resistencia aisladas yno socialistas que deben recomendarse aún a losobreros más estúpidos porque les traerían venta-jas materiales”. Frente a ello se enfatiza la impor-tancia de la propaganda socialista y la coordina-ción entre las sociedades de resistencia.

En el nº 61 (19/3/1892), El Obrero vuelve sobrela caracterización de lo “práctico”, asociándolo al“pequeño burgués” o “burguesito”, cuya filosofía,explica, es el individualismo y su única regla, “cí-nica y descarada”, el utilitarismo. El “hombrepráctico” es así igualado con el “filisteo”, con elpequeño burgués que es incapaz de comprenderlos problemas de su época y para quien sólo exis-te su negocio. Esta caracterización, concluye elartículo, vale no sólo para el pequeño burgués si-no “para el proletario ofuscado por las ideas de lapequeña burguesía en aquellos momentos enque posee más de lo que precisa en la vida”. Ve-mos así que los “hombres prácticos” con los quese identifica a los miembros del Vorwarts se aso-cian a la pequeña burguesía o a la aristocraciaobrera, sectores ambos rechazados por un socia-lismo que cada vez más se pretende marxista ydispuesto a interpelar al cuerpo principal del pro-letariado.

Semanas después se sienta posición respectoa si la clase obrera debe tener o no participaciónpolítica. Para hacerlo, se distingue entre la políti-ca parlamentaria, “juego de intrigas entre los par-tidos burgueses”, de la política propuesta por lossocialistas:

“Lo que comprendemos bajo la palabra polí-tica, es constituirnos independientemente delos partidos burgueses, en un partido aparte,un partido socialista proletario obrero, con elpropósito de defender y guardar los interesesde nuestra clase en el Estado y conquistar al

fin el poder, para poder realizar los fines enu-merados en nuestro programa. Si queremosobrar en consonancia con nuestro programa,tenemos que empeñarnos en la creación deuna fuerte Federación obrera de seccionesgremiales con carácter socialista, y en la cons-titución de un partido socialista obrero” (EO,16/4/1892).

El primer elemento destacado es la afirmacióndel espíritu de escisión de los trabajadores, la ne-cesidad de constituir “un partido aparte”, que de-fendería los intereses de clase al tiempo queafrontaría la conquista del poder, de modo que lacoincidencia entre las prácticas reformistas y losfines revolucionarios aparecen como no proble-máticas. El segundo elemento importante estaríadado por la declaración de la necesidad de dosorganizaciones: una federación gremial y un par-tido socialista, los que se dividirían las tareaseconómicas y políticas hasta el momento fusiona-das en la Federación Obrera.

La polémica con el Vorwärts se torna virulentaen los últimos números de El Obrero. Así, el nº 84(27/8/1892), presenta un duro artículo contra losanarquistas, “los peores enemigos de la claseobrera” a los que se considera “patrocinados porla prensa” que da publicidad a sus actividades,para después tener un pretexto para realizar per-secuciones dirigidas fundamentalmente a los so-cialistas. Prensa burguesa, policía y anarquismoforman, concluye el artículo, “la sacrosanta trini-dad” contra la que lucha el socialismo. En el mis-mo número se critica la publicidad que dan “losdiarios burgueses” a las fiestas dadas en socie-dades obreras, fundamentalmente de carácter ét-nico, entre las que se nombra al Verein Vorwärtsjunto a sociedades republicanas italianas y espa-ñolas. En éstas, la burguesía introduce a susmiembros que “gracias a los medios pecuniariosde que disponen, se apoderan de la dirección dela sociedad, o influyen de tal modo en su seno,que paulatinamente estas sociedades adoptantendencias burguesas muy pronunciadas.” Así ElObrero denuncia que el Vorwärts y las otras so-ciedades habrían perdido su carácter obrero, yestarían copadas por la burguesía que, plantea elartículo, ha aprendido esa táctica de los anarquis-tas asociados, nuevamente, con la policía y laprensa burguesa. Frente a esta labor de “traidorenvenenamiento de las sociedades obreras” por

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parte del anarquismo, cuyo acabado ejemplo se-ría lo sucedido en el Vorwärts, “soi-disant socia-lista”, El Obrero declara permanecer en “la van-guardia, luchando contra el enemigo de la huma-nidad”.

En el nº 86 (10/9/1892) se discute con un artí-culo publicado en el periódico Vorwärts —queaconseja a la redacción de El Obrero “transfor-mar las ideas a la práctica”, tachando a la mismadirección como contraria a los intereses de ElObrero—, ante lo cual se repite que la reivindica-ción de “lo práctico”, idea ligada a lo individualis-ta y utilitario, no puede ser defendida por “indivi-duos que escriben para un periódico que se dicesocialista”, con lo que se plantea la duda de queel Vorwärts lo sea. Y es el final. El último númerode la primera época de El Obrero es el nº 88, pu-blicado el 24 de septiembre de 1892.

Federación o Partido

Cuando El Obrero vuelve a aparecer, el 4 de fe-brero de 1893, más allá de los esfuerzos pormantener la continuidad —que se manifiestan enla numeración correlativa y en el empleo de lasmismas consignas—, resulta evidente que es otroperiódico.14 A su cabeza está Gustavo Nohke, encuya zapatería se encuentra la dirección del pe-riódico, junto a Esteban Jiménez, dos de losmiembros del antiguo periódico que se habíanopuesto a la línea política que privilegiaba laconstrucción del partido sobre la continuidad dela Federación.

La continuidad de la Federación es defendidaardientemente en los pocos números del nuevoperiódico y la polémica con los partidarios deconstruir un partido llena las páginas, dejando po-co espacio para otras cuestiones. Así, entre el nº92 y el 95, se publica un largo artículo titulado“Federación y Partido” en el que se sienta posi-ción combatiendo “la peregrina idea de fundar unPartido cuando no hay terreno preparado”. Laconsideración acerca de los tiempos marca su ar-gumentación, la Federación trabaja por conse-guir, “hoy”, la mejora de las condiciones de vidadel proletariado, tarea para la cual éste debe per-manecer unido, de modo de llegar “mañana” al findeseado: la emancipación del proletariado y lasociedad comunista. En el presente lo fundamen-tal es dar unidad al proletariado, se afirma en dis-

cusión implícita con los que se alejan de la mayo-ría, para luego avanzar hacia la conquista del po-der político. La perspectiva de esta conquista, seexplica en el número siguiente, no desaparece,pero la necesidad de la lucha política no implicala necesidad inmediata del Partido, ya que mien-tras éste “se dedica únicamente a la lucha políti-ca, la Federación batalla tanto en el terreno eco-nómico como en el político”. El problema es quemientras que la lucha política llevada adelantepor el Partido implica “afiliados conscientes ins-truidos, que conozcan la justicia de la causa porellos defendida, la Federación sólo exige a susmiembros buena voluntad, deseo de mejorar suscondiciones de existencia y espíritu de solidari-dad”. Aunque, se reconoce, hay “un núcleo algorespetable de obreros conscientes y decididos”,éste núcleo no cuenta con “elementos suficientespara formar un Partido”; de esta forma, la tácticano puede pasar por la separación de ese grupode conscientes sino por la difusión de las ideassocialistas a través de la formación de socieda-des de resistencia que formen una gran Federa-ción, “la cual puede sustituir al Partido dando lu-gar a éste mañana”. En el presente prima la in-madurez de “la clase proletaria argentina”, situa-ción en la que el Partido, que necesariamente de-be basarse en la instrucción y la adhesión cons-ciente, sería sólo “un grupito de individuos sinmedios de acción”. En cambio, se explica, losobreros inconscientes pueden ser un elementopropicio para las sociedades de resistencia en sulucha económica ya que, aunque no tengan laconciencia de su derecho, “el instinto de conser-vación -que puede más en nosotros que todas lassensaciones y todos los pensamientos- les obligaa parar mientes sin quererlo en su estado socialy les inclina a unirse para resistir al explotador desu fuerza de trabajo”. La intensidad de los males,plantea el artículo acentuando un determinismoque permite colocar en un segundo plano la preo-cupación por la conciencia y los factores ideológi-cos —“obra en su ser a manera de reactivo yvuelven a la vida los corazones yertos por el indi-ferentismo”—, la violencia de la explotación capi-talista hace nacer “aún en los obreros más igno-rantes” el deseo de liberarse de ella. Se da asíuna “educación política negativa” en base a lacual los obreros no pueden aún formar parte delPartido Socialista, pero sí de una Federación deSociedades Gremiales.15

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En el calor de la polémica los argumentos sehan ido radicalizando y el artículo concluye decla-rando, anticipando posiciones del “sindicalismo”,que “las sociedades gremiales serán la base dela futura Sociedad Socialista”. Estas anticipacio-nes también se dejan sentir en la afirmación deque “la Federación con fines económicos y políti-cos es el más firme baluarte del proletariado enlucha por su emancipación”. Esta noción reapare-ce en el artículo publicado en el mismo númeroque, pretendiendo dar fin a la polémica se titula“Punto Final”, y que reconstruye las causas de ladisolución de la Federación por parte de losmiembros de la “Sección Varia”, para concluirplanteando que aunque la Federación muriera“mañana se levantará con más bríos, para honray provecho de nuestra causa, la Unión general delos trabajadores de la República Argentina, cuyaconstitución apoyaremos con todos los medios anuestro alcance”. En esta formulación final la for-ma de la Federación no era planteada como unexpediente momentáneo en tanto no se dieranlas condiciones para constituir un partido, sinocomo la forma perfecta de organización que con-cluía siendo planteada en términos cercanos alos del “sindicalismo”.

Mientras tanto, la mayor parte de los redactoresdel antiguo El Obrero, identificados con los postu-lados de la socialdemocracia alemana que subra-yaba la centralidad de la lucha política y la conse-cuente necesidad de constituir un partido socialis-ta, comenzaron, a partir del 11 de marzo de 1892,a publicar El Socialista; bajo el nombre, un subtí-tulo aclaraba que el periódico era “Órgano delPartido Obrero” y no de la “Federación Obrera”,como manifestaban tanto el antiguo como el nue-vo El Obrero.

El primer número de El Socialista comenzabacon una afirmación de continuidad con el antiguoEl Obrero —sosteniendo “Volvemos nuevamentea la lucha”— y con una explicación de los motivosde la desaparición de ese periódico, la que era di-rigida al grupo opositor: no todos los que se dicensocialistas lo son, muchos “supuestos socialistas”no habían sido solidarios adeudando importantesrecursos. El artículo concluye afirmando que sólola propaganda de las teorías del “socialismo cien-tífico” —lo que deja implícito que no la participa-ción en asociaciones gremiales—, permitiría for-mar un proletariado consciente, por lo que el pe-

riódico dedicará todos sus esfuerzos a esta pro-paganda. Esta tarea es abordada a continuaciónen un artículo destinado a fundamentar la necesi-dad de que el proletariado argentino siga el ejem-plo de los “compañeros en Francia, Alemania eInglaterra” y se prepare para la revolución. Esta,se afirma, está muy cerca: el capitalismo está so-cavando sus propias posiciones, llevando al “de-rrumbe” del sistema. A continuación se expone enforma ortodoxa el modelo de polarización de lasociedad que, se sostiene, ha llegado a su límite.El artículo concluía, en una velada intervencióncon respecto a la herencia de El Obrero, afirman-do que quienes habían leído ese periódico cono-cían las tendencias e ideales que se propugna-ban desde El Socialista. La polémica reaparecíaen un diálogo en el que, a través de preguntas yrespuestas, se daban las razones de la escisiónexplicando que los miembros del “Partido Socia-lista Obrero” también eran favorables a la exis-tencia de una Federación Obrera, pero que se di-ferenciaban del grupo que ahora publicaba ElObrero porque proponían “separar la agitaciónpolítica por el momento en el seno de las socie-dades de resistencia, dejándoles en plena auto-nomía y contribuir con ellos para propagar la gue-rra de clases”. La distinción entre organismos po-líticos y gremiales, con la implícita prioridad delos primeros, posición que caracteriza tanto a lasocialdemocracia como a la posterior línea delPartido Socialista, era afirmada frente a posicio-nes que enfatizaban el papel de los organismosgremiales.

También en línea con los postulados de la so-cialdemocracia se discutía con la visión anarquis-ta de la revolución, afirmando que “la evolución delas cosas aumenta el poder influyente del socialis-mo sobre la sociedad existente hasta poder lan-zarse a la revolución con éxito seguro”. Los socia-listas científicos, explicaba siguiendo formulacio-nes canónicas, eran más “evolucionistas” que losutópicos y conspiradores, con los que se ligaba alanarquismo, por eso serían “más revolucionarioscuando el desarrollo de las cosas, o sea la evolu-ción, habrá llegado (sic) el momento en que la re-volución nacerá de la misma evolución”.16

Esta transformación, afirmaba el manifiesto pu-blicado el 1º de mayo de 1893 en el último núme-ro de El Socialista, se daba fundamentalmentepor medios pacíficos:

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“para eso no usaremos ni del puñal, del in-cendio, ni de la dinamita, solo usaremos de lasarmas que nos dio la civilización, la libertad deimprenta, la unión de los trabajadores, y el su-fragio universal, trinidad sacrosanta, credo so-cial que nos llevará a la conquista de las últi-mas posiciones burguesas. Iremos a los Muni-cipios, trabajadores a enseñarles la moral ad-ministrativa, iremos a la legislatura a enseñar-les a legislar con equidad e independencia, eiremos al Poder Ejecutivo de la Provincia y dela Nación a enseñarles como se cumplen yejecutan las leyes hechas por el pueblo repre-sentado en las Cámaras con legalidad y or-den” (ES, 1/5/1893).

En este párrafo vemos esbozado un programade acción política reformista el cual, de la mismaforma que sucedía en la socialdemocracia alema-na, no se contraponía a la idea de la necesidaddel momento revolucionario. Las tendencias de laevolución histórica darían el triunfo al proletaria-do, el cual, empleando las “armas de la civiliza-ción” iría conquistando los poderes públicos des-de los que se desencadenaría la obra de regene-ración social.

El manifiesto concluía afirmando “Por el PartidoSocialista Obrero, la Agrupación Socialista deBuenos Aires”. Era un reconocimiento de que elpartido aún no existía y que era necesario em-prender su formación. Esta tarea no sería em-prendida por El Socialista, que dejaba de salir enesa fecha, y tampoco sería criticada por El Obre-ro, cuyo último número había aparecido el día an-terior. En realidad, en sus últimos números, la po-lémica entre ambos había callado, y las críticasse habían concentrado en las posiciones anar-quistas.17 De hecho, de las reuniones para editarun nuevo periódico socialista en agosto de 1894participarían tanto Augusto Kühn, editor de El So-cialista, como Esteban Jiménez, uno se los prin-cipales redactores del segundo El Obrero así co-mo un joven médico, quien se convertiría en laprincipal figura del futuro Partido Socialista: JuanB. Justo. El nuevo periódico, que se denominaríaLa Vanguardia y comenzaría a publicarse en abrilde 1894, haría de la importancia de la participa-ción política y la necesidad de constituir un Parti-do Socialista, dos tópicos fundamentales de pro-paganda.18

Conclusiones

Como vimos, la posición predominante en ElObrero —y después en El Socialista— no se dis-tanciaba de la línea en ese momento predomi-nante en el movimiento socialista internacional,sostenida por la socialdemocracia alemana, y enparticular por su principal teórico, Karl Kautsky.En esta concepción la revolución era entendidacomo la coronación de tendencias evolutivas, lasque eran vistas como férreas leyes, que llevabanal fin de la pequeña propiedad, a la simplificacióny polarización social y, lo más importante, al cre-cimiento numérico, la homogeneización y organi-zación del proletariado. Estas tendencias orien-tadas a convertir al proletariado en clase domi-nante se coronarían con el acceso, no necesaria-mente violento, al control del Estado y los pode-res públicos, desde los que se llevaría adelantela reorganización de la sociedad. En esta pers-pectiva fuertemente determinista de la revoluciónno había lugar para una alianza con clases comola pequeña burguesía, a la que se considerabacondenada.

En el caso de El Obrero, estos supuestos deter-ministas se expresaron tanto en la asignación deun papel progresivo al gran capital extranjero, co-mo en la idea de un necesario desarrollo del ca-pitalismo agrario, opuesto tanto a los grandes ha-cendados como a los pequeños propietarios ychacareros. De esta forma —se confiaba— sedaría una simplificación que acabaría con los res-tos feudales, entre los que se ubicaba a los terra-tenientes, pero también a la pequeña burguesíaurbana y rural, instalándose un régimen burguéspuro contra el cual el proletariado daría su lucha.En este esquema la “simpatía” hacia la Unión Cí-vica Radical, fuerza a la que se considera repre-sentante de la pequeña burguesía, se explica porel papel, poco consciente, de esta fuerza en elcombate contra grandes hacendados y gobiernoscaudillistas. Pero, como para llevar adelante estelucha la pequeña burguesía contaba con el impul-so de la fuerza dinámica del gran capital extran-jero en su combate con los grandes terratenien-tes y los gobiernos caudillistas, no necesitaba delapoyo del proletariado. El carácter determinadodel proceso hacía así innecesarias las alianzaspolíticas. Como vimos, esta caracterización módi-camente positiva de la pequeña burguesía co-menzaría a debilitarse al afirmarse, en consonan-

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cia con las resoluciones de Erfurt, la confianza enun triunfo del proletariado en los países centrales,lo que permitiría saltar por sobre la “etapa demo-crática”. La tarea del proletariado, entonces, eraprepararse para ese día.

Referencias bibliográficas

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Fuentes consultadas

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- El Obrero, 2ª época. Números 89(4/2/1893) al 98(30/4/93). Disponible en el CeDInCI.

- El Socialista. Números 1 (11/3/1893) al 6 (1/5/1893).Disponible en el CeDInCI.

1 Como plantea Aricó (1999) el trabajo presenta “una visiónfuertemente ideologizada y anacrónica de los términos deldebate en el interior del Partido Socialista”. Creemos que

este carácter anacrónico se explica por la polémica indi-recta que Ratzer sostenía, a través de este trabajo, con laconducción del Partido Comunista, planteando que así co-mo la línea marxista revolucionaria fundadora presente enlos orígenes del PS y silenciada luego, reapareció luego enla fundación del PC, esta línea (revolucionaria) nuevamen-te silenciada, estaba pronta a reaparecer. Esta lectura su-ponía, en primer lugar, la existencia de una línea atempo-ral que podría ser definida como “marxista revolucionaria”y en segundo lugar, que esta línea atemporal podía seridentificada con las posiciones del marxismo leninismo, loque hacía imposible comprender diferentes posiciones(por ejemplo, con respecto al papel del gran capital, la“cuestión agraria” o la política de alianzas) sostenidas des-de el grupo marxista que, obviamente, no partía de posi-ciones leninistas sino más bien de un determinismo econó-mico como el que en ese momento era impulsado por figu-ras como Kautsky.

2 En este estudio inicial, Paso discute con las posiciones deteóricos de la “izquierda nacional”, en especial con JuanJosé Hernández Arregui. Al planteo de éstos, que soste-nían que los “primeros marxistas” eran un grupo de extran-jeros que no habían logrado comprender la cuestión nacio-nal y que no se habrían interesado en la organización delos sectores populares del interior, tareas tomadas en susmanos por el yrigoyenismo y, sobre todo, posteriormentepor el peronismo, Paso responde subrayando las críticasde Lallemant al imperialismo inglés y germánico, y su preo-cupación por la situación de los trabajadores del interiordel país. Aunque Paso reconoce ciertos problemas en lacaracterización del papel del capital extranjero y de las po-sibilidades de desarrollo de la pequeña propiedad, su mi-rada concluye valorando las posiciones de Lallemant conrespecto a las del “reformismo” que posteriormente adop-tará el Partido Socialista.

3 Una excepción la encontramos en el estudio inicial con elque Víctor García Costa (1985) acompaña la publicaciónde una selección de artículos de El Obrero. Este trabajo,concentrado en los rasgos biográficos de Lallemant y supapel en el desarrollo de El Obrero, comparte los rasgospredominantes en el período previo: su carácter hagiográ-fico y los motivos de polémica política. Así, se enfatiza lafirme oposición al “revisionismo bernsteiniano” que habríateñido posteriormente al Partido Socialista, posición con lacual, en lo que considera su encarnación por la conducciónhistórica del Partido Socialista Democrático, García Costaestá discutiendo.

4 Sin embargo, Aricó encuentra un pensador socialista lati-noamericano que afrontó el desafío de construir un pensa-miento que entroncara al socialismo con las particularida-des de las sociedades latinoamericanas: Juan B. Justo,separado del grupo de socialdemócratas alemanes, por suesfuerzo por pensar al socialismo en continuidad con lasluchas populares argentinas y por su rechazo a la creenciaen la existencia de contradicciones que llevaran al capita-lismo al derrumbe ineluctable. En base a estas ideas, sos-tiene Aricó, Justo formuló una original propuesta de trans-formación socialista a la que denomina la “hipótesis deJusto”, la que se impuso gradualmente como estrategia

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política socialista.

5 Falcón señala que en el período posterior a Caseros y pa-ralelamente al crecimiento de una capa de trabajadores li-gados al creciente mercado de consumo urbano, se cons-tituyen las primeras sociedades mutualistas y con ellos losprimeros diarios socialistas como El Proletario, publicadopor la comunidad negra y mulata, El Artesano, que profe-saba una ideología socialista, reformista y republicana. Enel desarrollo posterior de la prensa socialista tiene un rolfundamental el gremio de los tipógrafos, quienes no sólocrean la primera sociedad mutual y llevan adelante la pri-mera huelga, sino que, a través de sus Anales, periódicoenviado en 1870 al Consejo General de Londres, estable-cen los primeros contactos con la Asociación Internacionalde Trabajadores (Falcón, 1984).

6 La Federación Obrera nació como consecuencia del llama-do que el Congreso de Paris de 1889 realizó a los movi-mientos de diversos países para realizar actos el 1º de ma-yo en reclamo de la jornada de 8 horas. Siguiendo esto, elClub Vorwärts convocó el 30 de mayo de 1890 a una reu-nión organizativa en la que se decidió constituir una Fede-ración, publicar un periódico y enviar una petición al Con-greso Nacional. Finalmente, el acto fue convocado conjun-tamente por el Vorwarts, tres sociedades de resistencia yvarias asociaciones de extranjeros, y en él participaronjunto a los socialistas algunos anarquistas. Meses des-pués se reunieron y fundaron la Federación de los Traba-jadores de la Región Argentina que realizó su congreso en1891, donde adoptó un programa y formuló un pliego dereclamos para ser presentado al Poder Ejecutivo, al Con-greso, al Consejo Deliberante y a las legislaturas provin-ciales. Se decidió también, crear un periódico: El Obrero.

7 En ocasiones, el carácter determinado y fatal era presen-tado en formas más vinculadas a los postulados positivis-tas. Un ejemplo lo encontramos en el artículo titulado “Lamisión del proletariado”, en el que esta misión se funda-menta en tendencias evolutivas que, se sostiene, marcanun paralelo entre historia natural e historia social(2/1/1891).

8 En el texto que abre el primer número, se sostiene que ElObrero tiene como objetivo “defender en primer lugar el sa-lario para facilitar una existencia humana a los trabajado-res asalariados y (...) en segundo lugar, ser propagandis-tas de la sublime doctrina del socialismo científico, que en-seña al proletariado como él está llamado a ser el podero-so agente por cuya acción la humanidad conquistará elmáximo grado de libertad posible.” Se manifiestan aquí lasdos dimensiones, la de la lucha económica y la política, lainmediata y reivindicativa y la programática y orientada alfuturo, que entrarán en tensión posteriormente en la divi-sión entre los defensores de la Federación Obrera y losque propongan constituir un Partido Socialista.

9 Esta apuesta es explícitamente fundamentada en un artí-culo publicado en el nº 9, que versa sobre la petición pre-sentada al Congreso reclamando leyes de protección a lostrabajadores. En él se plantea que una vez que se instale“un régimen democrático puro en lugar del miserable cau-dillaje actual la legislatura se verá obligada a dictar las le-

yes que pedimos, no obstante de los esfuerzos que ensentido contrario harán nuestros enemigos más implaca-bles, los miembros de la clase de los grandes hacenda-dos”. El artículo concluye llamando a los proletarios a unir-se en una poderosa asociación para obligar a sus enemi-gos a reconocer sus derechos. Podemos observar aquíque las tendencias históricas llevan a la imposición del ré-gimen burgués puro y al debilitamiento del dominio de losgrandes hacendados, por lo que el reconocimiento del ca-rácter de “enemigos más implacables” de éstos, no lleva ala formulación de una estrategia de alianzas con otros sec-tores sociales, sino a enfatizar el fortalecimiento de los ór-ganos de clase.

10 En la sección “Revista del Interior” correspondiente al nº 4(EO, 17/1/1891) se reconstruye el manejo que Pellegrini ysu ministro de Hacienda hacen de la situación económica.Se pronostica que en base al curso económico fijado “va-mos a pasos agigantados a la ejecución por los banquerosingleses”. La evaluación es explícita: “¡Tanto mejor!”. En elnº 20 del periódico, publicado en mayo de 1891, un artícu-lo titulado “Nuestros amos”, comenta el descontento de losbanqueros ingleses por los atrasos en los pagos de la deu-da, y concluye reafirmando la perspectiva de una interven-ción directa ligada a los grandes capitales extranjeros: “Al-gún día vendrá en que Buenos Aires verá una nubecita enel horizonte, y ésta será la escuadra inglesa”.

11 Esta mirada sólo sería interrumpida por esporádicas inter-venciones que reivindicarían en términos morales a la figu-ra de Alem o al radicalismo puntano, con el cual Lallemanttenía lazos no sólo políticos sino también familiares.

12 En los últimos números de El Obrero la reconstrucción delconflicto al interior de las clases dominantes ocupa un lu-gar central. Así, en el nº 86 se contrapone a los “chacare-ros, hortelanos y verduleros (que) pagan un 90% de la ren-ta que da la tierra en contribuciones” con los grandes ha-cendados que “no quieren pagar contribuciones, como de-bían”. Se explica a continuación que “la Sociedad Rural, yla Nueva Liga Agraria, sociedades para la defensa de losintereses de los gran hacendados, se han fusionado pararesistir al recargo de la contribución directa con que lesamenaza el gobierno” forzado por los acreedores inglesesa aumentar los impuestos. En el número siguiente(17/9/1892) se comenta la “fusión” entre ambas organiza-ciones, después de la cual “La Liga Agraria pues es un par-tido poderosísimo. El partido de los bueyes gordos.¿Quién podrá luchar con ellos?”. La respuesta nuevamen-te no se encuentra en las filas de la pequeña burguesía oel mismo proletariado. “Quién? Los acreedores ingleses ylos próceres de la bolsa de efectos, la alta finanza, bienpronto tomarán posiciones para hacerles pagar a los bue-yes gordos su parte correspondiente de la deuda pública.Pues los hombres de la Bolsa forman un partido no menosfuerte que el de los grandes hacendados (...) Muy prontoveremos entablarse la guerra abierta entre los Agrarios ylos Bolsistas- Financistas con saña tenaz”. Observamosaquí la caracterización de las fuerzas sociales como parti-dos, las que, se espera confiando en la progresiva trans-parencia de las relaciones políticas, llevarán adelantepronto la guerra entre sí. En el número siguiente

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(24/9/1892) se cree asistir al comienzo de la guerra en uninforme del ministro de Hacienda, el señor Hansen, queplantea que el sistema proteccionista no es favorable parael país, que encarece los artículos de consumo y aumentala explotación de los obreros. Ante esto, la redacción delperiódico no sólo recuerda que ellos sostienen lo mismodesde hace dos años sino encuentra en ello una defensaexclusiva de los intereses agrarios: “Resulta a la vista queel S. Hansen es Agrariopuro. La clase de los grandes ha-cendados y sus intereses son aquellos que deben según élgozar, expresivamente de la protección del Estado. La in-dustria cría la explotación de los niños y el despotismo pa-tronal. El S. ministro quiere que solamente los gran-hacen-dados tengan el derecho de explotar y oprimir a sus peo-nes (...) Muy bien S. ministro! Los Agrarios le agradecerány sabrán tirar inmediatamente provecho de este informe,que contribuirá en grado superlativo para que se pronun-cien más los antagonismos entre los gran-hacendados ylos industriales capitalistas. Por primera vez que en la Ar-gentina una clase social, la que dispone del poder del Es-tado, declara la guerra tan franca y genuinamente a unaotra. Agrarios contra industriales! Conservativos contra li-berales! Nosotros los proletarios socialistas saludamoscon júbilo esta declaración de guerra.”

13 El Partido Socialdemócrata alemán había crecido fuerte-mente en la década de 1880 a pesar (o a causa de) las le-yes antisocialistas impulsadas por Bismarck. Durante esteperíodo el partido, en el que el sector encabezado por Be-bel y Liebknecht e identificado con el marxismo había ob-tenido el liderazgo, no había podido reunirse y modificar elambiguo programa adoptado en el Congreso de Gotha de1875. Una vez que estas leyes fueron levantadas -en1890-, el partido decidió cambiar dicho programa. En vis-tas a ello, Engels publica en 1891, en Die Neue Zeit el ór-gano de discusión dirigido por el principal teórico del parti-do Karl Kautsky, un texto conteniendo las críticas que Marxhabía formulado al viejo programa (la hoy famosa “Críticaal Programa de Gotha”). En los meses siguientes, Engels,Kautsky y Bernstein formulan los puntos principales delproyecto de programa, que es aprobado por el Congresode Erfurt en el mes de octubre de 1891; el texto del progra-ma y su explicación por parte de Kautsky constituirían laversión canónica de la política socialdemócrata hasta laGran Guerra. El programa estaba compuesto por una pri-mera parte de exposición doctrinaria en la que se plantea-ban las leyes de tendencia histórica del capitalismo queconducían necesariamente a la revolución proletaria —aunque no había referencias al carácter violento de la mis-ma—, y una segunda parte que incluía una amplia gamade reformas inmediatas de carácter económico, social ypolítico. De la parte teórica del programa se desprendíauna gran confianza en el carácter férreo de las leyes detendencia de la evolución del capitalismo, las que estabanllevando al crecimiento absoluto y relativo del proletariado,a su mayor homogeneidad (eliminando las tendencias par-ticularistas de la aristocracia obrera), las que por tanto ase-guraban el triunfo del Partido Socialdemócrata, el que só-lo debía educar al proletariado y mantenerlo unido. Seplanteaba así la actitud de espera confiada que sería sin-tetizada por Kautsky (1978: 211) en su “Catecismo”: “la so-

cialdemocracia es un partido revolucionario; no es un par-tido que hace revoluciones.” El triunfo socialista sólo po-dría provenir de una revolución, pero ésta no podía ser ini-ciada voluntariamente, sino que su momento estaba deter-minado por la necesidad histórica. El carácter determinadode las tendencias históricas colocaba en un lugar central ladistancia del proletariado con respecto al resto de las cla-ses sociales, en particular con respecto a la pequeña bur-guesía. Por otro lado, la centralidad de la tarea educativay organizativa orientada al momento revolucionario, lleva-ba a enfatizar la importancia de la lucha política y la nece-sidad de constituirse en partido para ello, así como la prio-ridad del partido así constituido sobre las formas de orga-nización sindical.

14 La discontinuidad se hace explícita en la reivindicación queen el nº 90 se hace del periódico Vorwärts, tan criticado enlos últimos números de la primera época, del que se elogiasu disciplina. El artículo recuerda que el Vorwärts habíaaportado en 1890 la mayor parte de los recursos necesa-rios para la fundación de El Obrero, planteando una vela-da crítica hacia los que posteriormente alejaron el periódi-co de la institución que lo apoyó. El artículo concluye ape-lando a la unidad y a la disciplina, llamando a respetar elvoto de las mayorías, el que se acusa no se respetó al di-solver la Federación y a convencerse de que “no basta sersocialistas... de pensamiento! Hay que serlo también, deobra”, en contraposición a la anterior prédica contra “loshombres prácticos” y la importancia de la teoría.

15 Encontramos aquí otra señal de discontinuidad con el an-tiguo El Obrero, ya que los argumentos empleados paraexplicar la imposibilidad de constituir un Partido y la nece-sidad de reforzar la Federación son similares a los que ha-bían sido ridiculizados desde el periódico en polémica conel Vorwarts (en el n° 60 antes comentado).

16 No existían, se explicaba, diferencias de principio entre elsocialismo revolucionario y el evolucionario, sino quemientras “el primero se contenta con esperar que venga elmomento oportuno en que el proletariado estará suficien-temente fuerte para lanzarse a la revolución social, entre-tanto que el segundo opina que mucho antes que de aquelmomento, el proletariado podrá hacer valer su influenciapara conseguir ciertas reformas que facilitarán la transfor-mación del modo de producción en el sentido como él loanhela, y acortaría el tiempo hasta la revolución notable-mente.” Frente a las “locuras revolucionarias que peroranlos anarquistas”, “griterías” que favorecían a la burguesía,se afirmaba la idea de que era la evolución —el desarrollocapitalista—, la que había creado al proletariado, y era és-ta evolución la que “tomará la forma de la revolución”, demodo que la producción capitalista se transforme en socia-lista.

17 En el anteúltimo número de El Obrero se publica una duracrítica a “los compañeros de la escuela anárquica”, en lacual se rechaza la idea de una espera del momento revo-lucionario, así como la de una reacción automática origina-da en la miseria, ideas que se planteaban en anteriores in-tervenciones. Frente a ello, se reivindica el uso de los de-rechos reconocidos en el orden burgués para desarrollar la

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fuerza que dará el triunfo al proletariado. Esta, se explica,es la táctica del Partido Socialista Obrero, el que aquí noaparece contrapuesto a la Federación.

18 Por otra parte, las diferencias no se disolvieron tan rápida-mente, por lo cual el club Vorwärts no participa de la fun-dación del Partido Socialista Obrero Internacional que, enabril de 1894, surge de la confluencia de la “AgrupaciónSocialista”, el club Les Egaux y el Fascio dei Lavoratori.Sin embargo, en 1895 el Vorwärts decidió incorporarse —lo mismo sucede con el Centro Socialista Universitario. Sulocal será la sede, en junio de 1896, del Congreso funda-dor del Partido Socialista Obrero Argentino.

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Walter Quirt