canto al griego
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Poema AnónimoTRANSCRIPT
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Trabajo Práctico Didáctica
Diego Romero
Eran los tiempos de Zeus, los confines de la tierra custodiados por bestias y alimañas.
Cultivaba el hombre libre, su imaginación al ritmo de hazañas.
¿Qué pasó Colon? Para estos tiempos, ya la tierra era redonda.
Ya Cadmo de Tebas entregaba el maldito collar a Harmónia.
Los arquitectos fundaban en mármol las geometrías de una nueva civilización.
El poeta relataba en la plaza, historias con ápices de canción:
A los trabajos y a los días cantó Hesiodo de Ascra
Y del amor y los placeres se encargó Anacronte
No confunda su fina y acicalada ironía con las
Analogías de Jenofonte.
Érase una vez los dioses, los hombres, el universo: linda forma
De encarar un verso. Borges pregunta: ¿Cuál es el anverso, cuál el reverso? ¿Y el
externo muro y el secreto centro?
¡Oh admirables e inmortales poetas: admirad que forma de comenzar un verso!
El mediterráneo mientras tanto, se alzaba auspicioso y vivaz,
Dando estatuto de profecía, a historias con métrica locuaz.
Hablamos, claro está, de la tierra escarpada bautizada Grecia,
Tierras cuyas explanadas, Hades vigilaba en su fortaleza.
Ataviados con túnicas o con vestidos, generaciones y generaciones se asombran,
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Perpetuando a cada paso los sonidos de las cosas que nombran.
Duda el griego en lontananza, sobre los secretos inagotables de la inmensidad. En
Quíos y en Esmirna, en Atenas, Rodas e Ítaca, la leyenda de uno entre todos se erige
en la oscuridad ¿Era ciego el Griego o era una inconfesable comunidad?
Una colorida amalgama de poderosos y terribles dioses, completan el paisaje celestial.
Eran doce, entre estos, los de mayor jerarquía y tempestad.
En el Olimpo moraban los imperecederos vigilando el destino de los mortales.
Heráclito miraba el río, y nos imaginaba como sus caudales.
Cierta vez, uno entre estos, quiso imitarlos y ser inmortal. Homero fue su nombre y sus
proezas no se olvidarán. Ávido, preciso y obstinado, Homero, quien presenció los cielos
y vio a los dioses y a las constelaciones, concluyó, luego de errar por largo tiempo, que
para ser un Dios, no bastaba tan solo con ser inmortal. Y pensó: Aquél que vigila y
conoce el destino de todos los mortales debe ser también todos y uno más. Y así inició
su empresa. Y con la palabra precisa tejió un canto de un hombre y de un pueblo y,
con su canto inventó al pueblo y el pueblo fue el.