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FREDERICK COOPER El nuevo local del Colegio Arquitectos del Perú

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colegio de arquitectos del peru

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FREDERICK • COOPER

El nuevo local del

Colegio

Arquitectos del Perú

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1.E1 exterior. El volumen simula una forma piramidal recurrente en la arquitectura prehispánica.

2-3. El vestíbulo principal. Los muros curvos de colores, y los fustes de las columnas, encendidos en un rojo fulgurante, movilizan la tranquilidad visual de los interiores blancos.

^ L a arquitectura para ar­quitectos es -por lo gene­r a l - difícil y complicada, no sólo porque los edificios que los arquitectos proyec­tan para sí mismos suelen provocar que sus autores se tornen especialmente exi­gentes respecto a los nive­les de originalidad que bus­can imponer a sus proyec­tos, sino también porque es una profesión particular­mente despiadada con la producción de sus colegas, lo que hace que quienes se ven expuestos a tenerlos que asumir como clientes o como críticos, se sientan o intimidados, o llamados a ejercer una arrogancia que usualmente distorsiona el proceso mismo de diseño, consiguiendo que en su afán por colmar sus propias expectativas, o por estar se­guros del impacto que se sienten obligados a causar en los demás, se incurra muchas veces en la exage­ración o en el disfuerzo. Es­te es un predicamento qtie, si resulta casi inevitable en su versión más frecuente

-cuando los arquitectos di­señamos nuestras propias viviendas-, puede llevarnos a los niveles más extremos de excelsitud o de oprobio, particularmente cuando se trata de nuestros locales institucionales, experiencia harto frecuente en la época moderna y que, así como nos ha deparado locales ejemplares, t ambién ha producido algunas de las arquitecturas más sobrecar­gadas y gratuitas produci­das por la modernidad con­temporánea .

El gremio, en el Perú, acaba de sortear felizmente con éxito, el trance de te­ner que rehacer su local institucional. Obligado -de improviso- a sustituir su an­tigua sede, a consecuencia del execrable atentado que en 1992 redujo a escom­bros la casa que ocupaba, y gracias a la decisión y em­p e ñ o del Decano prece­dente, el arq. Ricardo Gon-záles Cortez, pudo llevarse a cabo -de inmediato- el indispensable concurso ar­quitectónico para elegir el

proyecto que haría renacer nuestro local institucional del aplastante golpe que le había sido infringido el ter­rorismo demencial. Los ar­quitectos Jacques Crousse y Jorge Paez fueron los auto­res del proyecto declarado ganador, y que luego de más de tres años de esfuer­zos por lograr el apoyo de la comunidad profesional e industrial vinculada al que­hacer arquitectónico -apo­yo que afortunadamente se dio con mucha generosi­dad y comprens ión - ha re­sultado en el espléndido edificio inaugurado el 21 de abril pasado.

Producto del clásico pro­grama institucional destina­do a suministrar las áreas y servicios necesarios que aseguren el normal funcio­namiento de un local gre­mial, el proyecto tenía la complicación adicional de tener que asumir y vincu­larse a una ampliación an­teriormente realizada al in­terior de la propiedad, y que al estar defendida por el volumen más antiguo de

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la casa que tenía por delan­te, sobrevivió en buenas condiciones. Como quiera que en esa nueva ala se en­contraban ya instalados el auditorio y una sala de ex­hibic ión de importantes proporciones, el nuevo proyecto debió desarrollar únicamente las componen­tes funcionales y sociales anteriormente instaladas en la casa reformada, ra­zón por la cual pudo prodi­garse en espacios de circu­lación y áreas dedicadas a la actividad institucional, que permiten una elabora­ción más rica y más repre­sentativa del lenguaje esce­nográfico que corresponde a un diseño de este tipo.

De allí que el edificio haya podido ser resuelto en base a un planteamien­to de espacios y volúmenes que, adoptando la matriz rectangular sugerida por la propia forma del terreno, desarrolla un bloque regu­lar en tres niveles dispues­tos a lo largo de la amplia­ción existente y del alinea­miento del frente domi­nante a lo largo de la aveni­da San Felipe. El nuevo di­seño deriva su espíritu ins­titucional del manejo abierto de los espacios re­manentes a ambos lados del volumen, modelados, y habiendo incorporado la triple altura generada en ambos frentes, que el pro­yecto aprovecha con saga­cidad y estilo para instru­mentar -en la parte inter­na- un pozo de luz de no­bles proporciones, y hacia afuera, implementando un tramo poblado con escale­ras, paños y grandes venta­nales que le dan indiscuti-

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1. La perspectiva del patio frontal desde el vestíbulo. El interior blanco disuelve la intensidad de la luz exterior y la hace penetrar hasta el centro mismo de la composición.

2. El muro ondulante del primer piso se desliza entre vigas y columnas, aprovechando los reflejos que penetran por el pozo de luz.

3. U doble altura del vestíbulo. El cilindro rojo de la caja de escaleras da sentido a su mayor altura.

4. El vestíbulo y la Sala de Exposiciones. Una controlada coreografía de espacios, colores y estructuras.

1. La escalera extema, entre el vestíbulo y el semisótano. Un juego bien armonizado de estructuras, espacios e iluminaciones.

2. El patio delantero. La estructura, la escalera y los puentes articulan visualmente un espacio muy espigado y esbelto.

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1-2. Las perspectivas -en el sótano- son notoriamente más ajustadas y dramáticas.

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blemente un aire de mo­dernidad y de ponderac ión que están a tono con su identidad institucional. Fruto de este deseo de en-capsular y elaborar espa-cialmente el desarrollo ho­rizontal y vertical de los es­pacios, las circulaciones y las perspectivas suscitadas por la elaboración interna del programa es también su volumetría, que explica­blemente resulta en un cuerpo longitudinal y esca­lonado que parece extraí­do de la matriz de sus espa­cios interiores, y que los ar­quitectos han convertido en una operación no exen­ta de discretas y oportunas alusiones a nuestro reper­torio prehispánico. La for­ma aterrazada del volumen -que evoca la de nuestros andenes ancestrales- rema­ta discreta pero efectiva­mente sobre el ángulo de la esquina, en un manojo de

gradas y maceteros, lo que a su vez sirve para resolver el remate del volumen alre­dedor del ángulo y de la fa­chada secundaria que co­rresponde a la avenida late­ral.

Traspuesto el ingreso, el edificio revela con impudi­cia las claves de un lengua­je sencillo y muy actual: los códigos de una expresión racionalista cifrada en la es­tructura, en las circulacio­nes y en el desarrollo de sus perspectivas. Los espacios interiores asoman de im­proviso, montados sobre lo­sas blancas de concreto, puestas a cabalgar sobre co­lumnas circulares de un in­tenso color rojo, y que en el piso del ingreso establecen su sentido escenográfico, situando al visitante entre dos muros curvos -uno azul y el otro rojo- enarbo-lados como un biombo que encierra los ambientes ad-

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El patio posterior. La estructura metálica aguarda la instalación de las ventanas.

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ministrativos y de servicio. A ambos lados del acceso se perciben los espacios abiertos de dos patios em­pinados que irradian luz hacia los pisos, sobre los que los niveles interiores se vuelcan a través de gruesas barandas de tubos de fie­rro.

La expresión abierta y transparente de ambos flancos se deriva -evidente­mente- de la expresión ra­cionalista del repertorio le-corbusierano, en particular de la versión albina acuña­da y popularizada por el norteamericano Richard Meier.

La Sala de Exhibición del segundo piso constitu­ye el ambiente donde me­j o r se plasma el sentido abierto y articulado de su matriz racionalista, una plataforma continua, rit­mada por los puntales ro­jos de las columnas esparci­das, que rebasan sus con­tornos con la forma trans­parente de los ventanales y barandas del per ímet ro .

El proyecto parece haber buscado acentuar la limpie­za y pulcritud de sus áreas regulares con gestos esporá­dicos, referencias visuales que aprovechan algunas co­yunturas espaciales para ati­zar la calidad plástica de sus interiores blancos y espacio­sos. Se explica así la inclu­sión de muros curvos de co­lores, del cilindro continuo de la escalera principal, la estructura cenital que cu­bre el patío posterior, la or­questación de puentes y es­caleras que se entrecruzan en sus múltiples alturas. Es­tas inflexiones -en el con­jun to a rqu i t ec tón ico - se ven complementadas por el

color rojo de los fustes de las columnas, que al con­trastar visiblemente con el continuo blanco de los pi­sos, barandas y paredes, ex­cita visualmente la composi­ción de los espacios y volú­menes.

El proyecto tiene -final­mente- la virtud de ser muy claro y sencillo, de haberse eximido de tratar de impos­tar efectos espaciales o mon­

tajes volumétricos excesivos o esotéricos, y de haber ree­ditado el montaje de una orquestación arquitectónica que responde a los valores eternos del diseño: la elabo­ración de sus espacios, el manejo de la luz, y el trata­miento controlado de su vo­lumetría. Una sorpresa re­frescante, particularmente porque se trata de nuestra propia casa.

1-2. El Estar, en el piso superior, adyacente al patio posterior.

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La entrega de la escalera y la Sata de Conferencias, en el segundo piso. Un contrapunto de formas y colores.