capitulo ix. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. latorre sin...

28
DEL GENERAL PÁEZ. 123 CAPITULO IX. ME BEUNOOONNONATOPBREZ.-AOOION DE MUOUnITAS.-DBBBOTA DEL GENERAL LATOBBE.--oPERAOIONES SOBRE BAlUNAS Y OASA- NABE.-SORPRESA DADA.ÁLOSREALISTASEN OHIRE.-DISENSIONES EN OASANARE.-OONTINÚOMIS OPERACIONESSOBRE BARINAS.- "ARROJO ASOMBROSO"DE IRIBARREN EN BANCOLARGO.-BATA- LLON"BRAVO DE PÁEZ."-DERROTA DEL OOMANDANTEREALISTA PERERA.-MI CAMPAMENTOENEL YAGUAL.-HERÓICOS HECDOSDE VICENTE PMA Y DE ARAMENDI.-NOS HACEMOSEN BARINAS DE LOS ELEMENTOSQUE NECESIT.ÁBAMOS.-VUELTAAL YAGUAL.- ARRIBODELOSCOMISIONADOSMANDADOSPOR EL LIBERTADOR.- MI RECONOCIMIENTODE SU AUTORIDADCOMOJEFE SUPREMO.- APRESAMIENTODELASLANCHASENEMIGASEN LA BOOADELCOPLB PORNUESTRACABALLERlA. 1817.-1818. MANDÉ el hospital y los emigrados sl hato del Yagual y salí con quinientos hombres en demanda de Nonato Pérez, que ya estaba en el Mantecal y debia reunirse conmigo en Mucurita.s ó en el hato del Frio. Despues de cuatro dias de marcha llegué á este punto j mas no encontré á Pérez, á quien la falta de agua para su gente y caballos habia obli- gado á retirarse una legua distante de aquel punto; yo mis- mo me ví también forzado á trasladarme por la misma cansa allugar donde suponia que él Se hallaba. A tal extre- mo se habian disminuido sus fuerzas, que ent6nces solo con- taba con seiscientos hombres; el resto se le habia separado á causa del mal tratamiento, pues dicho jefe, si bien muy valiente, era sobrado altanero y déspota con sus subordi- nados. Miéntras el general español Calzada, que habia salido de N útrias con una division, unia sus fuerzas con las de Morillo en el cant on del Mantecal, el genoral Latorre continuó su

Upload: phamtuyen

Post on 27-Sep-2018

216 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 123

CAPITULO IX.

ME BEUNOOONNONATOPBREZ.-AOOION DE MUOUnITAS.-DBBBOTADEL GENERALLATOBBE.--oPERAOIONES SOBRE BAlUNASY OASA-NABE.-SORPRESA DADA.ÁLOSREALISTASEN OHIRE.-DISENSIONESEN OASANARE.-OONTINÚOMIS OPERACIONESSOBRE BARINAS.-"ARROJO ASOMBROSO"DE IRIBARREN EN BANCOLARGO.-BATA-LLON "BRAVO DE PÁEZ."-DERROTA DEL OOMANDANTEREALISTAPERERA.-MI CAMPAMENTOEN EL YAGUAL.-HERÓICOS HECDOSDEVICENTE PMA Y DE ARAMENDI.-NOS HACEMOSEN BARINAS DELOS ELEMENTOSQUE NECESIT.ÁBAMOS.-VUELTAAL YAGUAL.-ARRIBODE LOSCOMISIONADOSMANDADOSPOR EL LIBERTADOR.-MI RECONOCIMIENTODE SU AUTORIDADCOMOJEFE SUPREMO.-APRESAMIENTODE LASLANCHASENEMIGASEN LA BOOADEL COPLBPOR NUESTRACABALLERlA.

1817.-1818.

MANDÉ el hospital y los emigrados sl hato del Yagual ysalí con quinientos hombres en demanda de Nonato Pérez,que ya estaba en el Mantecal y debia reunirse conmigo enMucurita.s ó en el hato del Frio. Despues de cuatro dias demarcha llegué á este punto j mas no encontré á Pérez, áquien la falta de agua para su gente y caballos habia obli-gado á retirarse una legua distante de aquel punto; yo mis-mo me ví también forzado á trasladarme por la mismacansa allugar donde suponia que él Se hallaba. A tal extre-mo se habian disminuido sus fuerzas, que ent6nces solo con-taba con seiscientos hombres; el resto se le habia separadoá causa del mal tratamiento, pues dicho jefe, si bien muyvaliente, era sobrado altanero y déspota con sus subordi-nados.

Miéntras el general español Calzada, que habia salido deN útrias con una division, unia sus fuerzas con las de Morilloen el cant on del Mantecal, el genoral Latorre continuó su

Page 2: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

124 AUTOBIOGRAFÍA

marcha en busca nuestra con tres mil infantes y mil sete-cientos ginetes mandados por el coronel Remigio Rámos,jefe de caballería que se había distinguido mucho desde lostiempos de Bóves y Yáñez.

El 2i de enero pernoctó Latorre en el hato del Frio, comouna legua distante del lugar que yo había elegido para elcombate, y á la mañana siguiente cuando marchábamos áocuparlo observamos que ya iba pasando por él. Entón-ces tuve que hacer una marcha oblícua, redoblando el pasohasta tomar el barlovento, porque en los llanos, y principal-mente el de Apure, es peligroso el sotavento, sobre todopara la infantería, por cansa del polvo, el humo de la pól-vora, el viento, y mas que todo el fuego de la paja que mu-chas veces se inflama con los tacos. Conseguido, pues, elbarlovento en la sabana, formé mis mil cien hombres en treslíneas, mandada la primera por los esforzados comandantesRamon Nonato Pérez y Antonio Ranjel: la segunda por losintrépidos comandantes Rafael Rosáles y Doroteo Hurtado:la tercera quedó de reserva á las órdenes del bravo coman-dante Cruz Carrillo.

Confrontados así ambos ejércitos, salió Latorre con veinti-cinco húsares á reconocer mi flanco derecho, y colocándoseen un punto donde podía descubrirlo, hizo alto. En el acto,destaqué al sargento Ramon Valero con ocho soldados es-cogidos por su valor personal y montados en ágiles caballos,para que fuesen á atacar aquel grupo, conminando á todosellos con la pena de ser pasados por las armas si no volvianá la formacion con las lanzas teñidas en sangre enemiga.Marcharon, pues, y al verlos acercar á tiro de pistola dispa-raron los húsares enemigos sus carabinas; sobre el humo dela descarga, mis valientes ginetes se lanzaron sobre ellos,lanceándolos con tal furor que solo quedaron con vida cuatroó cinco que huyeron despavoridos á reunirse al ejército.Latorre de antemano había juzgado prudente retirarse cuan-do vió á los nuestros salir de las filas para ir á atacarle.N o es decible el entusiasmo y vítores con que el ejército

recibió á aquel puñado de valientes que volvían cubiertos degloria y mostrando orgullosos las lanzas teñidas en la sangre

Page 3: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENEBAL l>ÁEZ. 125de los enemigos de la patria. Aproveché ent6nces la opor-tunidad-que otro objeto no babia tenido mi örden-e-dehacer ver á mis tropas que debian solo contar el número delos enemigos por el de los prisioneros que hicieran 6 por elde los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campode batalla.Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta

ponerse á tiro de fusil; al romper el fuego, nuestra primeralinea le carg6 vigorosamente, y á la mitad de la distancia sedividi6, como yo le había prevenido, á derecha é izquierda,en dos mitades para cargar de flanco á la caballería que for-maba las alas de la infantería enemiga. Habia yo prevenidoá los mios que en caso de ser rechazados, se retirasen sobresu altura aparentando derrota para engañar así al enemigo,y que volvieran caras cuando viesen que nuestra segundalínea atacaba á la caballería realista por la espalda. La ope-racion tuvo el deseado éxito, y pronto quedó el enemigo sinmas caballería que unos doscientos húsares europeos; puesla demas fué completamente derrotada y dispersa. En-tónces cincuenta hombres, que yo tenia de antemano prepa-rados con combustibles prendieron fuego á la sabana pordistintas direcciones, y bien pronto un mar inflamado lanz6oleadas de llamas sobre el frente, costado derecho y reta-guardia de la infantería de Latorre que se había formado encuadro. A no haber sido por la casualidad de haberse que-mado pocos dias ántes la sabana del otro lado de una ca-ñada, que aun tenia agua y estaba situada á la izquierda delenemigo, única via por donde podía hacer su retirada, hu-biera perecido el ejército español en situacion mas terribleque la de Cambíses en los desiertos de la Libia. En su reti-rada hubo de sufrir repetidas cargas de nuestra caballería,que saltaba por sobre las llamas y los persiguió hasta elPaso del Frío, distaute una legua del campo de batalla.Allí ces6 la persecucion porque los realistas se refugiaron enun bosque sobre la márgen derecha del río, donde no nosera posible penetrar con nuestra caballería.

Hablando de esta acción, escribía despues Morillo en unmanifiesto: " Catorce cargas consecntivas sobre mis cansa-

Page 4: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

126 AUTOBIOGRAFÍA

" dos batallones me hicieron ver que aquellos hombres no" eran una gavilla de cobardes poco numerosa, como me" habian informado, sino tropas organizadas que podían com-" petir con las mejores de S. M. el Rey."

Este combate costó á los realistas la pérdida de una granparte de sus pertrechos, de muchas de sus acémilas, de grannúmero de armas que arrojaban los soldados por escapar delfuego. N osotros no tuvimos mas pérdida que la del va-liente comandante Segarra y la de pocos oficiales y soldados.En cambio, el triunfo dió gran fuerza moral á nuestra cansa,pues era el primer revés que sufría el ejército de Morillodespues de su llegada á Costafirme.

Cuando Morillo, que se hallaba en San Vicente, supo eldesastre sucedido á su teniente, vino la misma noche al Pasodel Frio á incorporarse al ejército. De allí tomaron los rea-listas el camino de Banco Largo, con direccion á Acháguas,marchando siempre por los bosques. Como yo no podia se-guirlos por este punto con mi caballería, continué marchapor la sabana limpia en línea paralela á ellos. Cuando llega-ron á Acháguas, yo me hallaba á su frente; pero rehusaronnuevo combate, se dirigieron á San Fernando, y yo continuépor la sabana hasta San Juan de Payara.

De San Fernando envió Morillo al genoral Latorre á ope-rar contra Piar en Guayana; mandó tambien fuerzas á N ú-trías, y dejando una para defender las nuevas fortificacionesque construyó en la plaza de San Fernando, marchó con elresto de las tropas á la provincia de Barcelona para de allídirijirse centra los patriotas que se hallaban en la isla deMargarita.

Por mi parte, dividí tambien mis fuerzas para que fuesená operar sobre la provincia de Barínas en distintas direccio-nes '" : á Casanare envié al capitán Juan Galea, con su com-

• De las fuerzas que destiné á operar por diversos puntos fué una guerrilla al mandodel espitan Corre" y despues al del comandante Hip6lito Culivas, para que se apoderä-ran del di-trfto (le Rio Negro, en Guayunn, lo cual se consigui6 COII ochenta hombresque hicieron prisioneros á los rea.listas que guarnecían aquellos puntos, Recibí entón-ees una comunicacíon del comandante Orosco, ä quien tenia prisionero el gobierno del

Page 5: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁ.EZ. 127

pañía. para que hiciera discrecionalmente la guerra en la pro-vincia, y reclutando toda la gente que pudiera, formase conotras guerrillas allí existentes un cuerpo respetable.-Galeaen su marcha se encontró con una columna de caballeríaenemiga, que al mando de Don Antonio Plá se dirijia áGuasdualito¡ y á pesar de no tener aquel mas que cuarentahombres, batió las tropas realistas y se abrió paso por entreellas. Al jefe español Bayer, que estaba en Casanare, le lle-garon confusas noticias del encuentro, y deseando averiguarlo que había de cierto, salió de Pore con seis húsares y cua-tro dragones, llegando á Cuiloto cuando Galea ya había reu-nido sus fuerzas á las del capitán Francisco Rodriguez. Salióeste á sorprender á aquellos, y tuvo tal fortuna que hizo pri-sionero al teniente coronel Bayer y á todos los que le acom-pañaban.Unidos los dos jefes, marcharon á Chire con el objeto de

sorprender un escuadron de caballería, compuesto de cientoveinte hombres, que allí mandaba el espitan Don ManuelJimenez. Sin noticia este del desastre de Bayer, Rehallabatan desapercibido, que las guerrillas patriotas encontraronaun en la cama á una gran parte de los soldados. Fueron,pues, destrozados, dispersos y prisioneros, apoderándose losvencedores de las armas y vestuarios de aquel escuadronoDisfrazados con los uniformes realistas que habían tomado,marcharon á Pore, entraron en la ciudad á toque de clariné hicieron prisionera la guarnicion que la defendia. Así,pues, quedó libre de enemigos la provincia de Casanare,

Galea al darme parte de sus triunfos me pedía que nom-brase jefe para aquel territorio, y envié á Raman N. Pérez,acompañado del gobernador Moreno y los demas casanare-ños que habia aun en Apure ¡ remitíle tambien mil caballos.Bien pronto comenzaron á surjir dificultades entre la auto-

Brasil, no recuerdo por qué causa, en In. que me pedía reclamase su persona como vene-solano,Aunque dicho comand ..nte había servido on las filM realistas, no le de ... iré en su pre-

tension, y logré que el a40 siguiente me enviase un.i satisfactoria. respuesta el gobiernodel Brasil cu..n lo yo me hallaba con Bolívar en los Potrcritos Marrereön s,-O.OllCC ..reunió á mis tropas en el invierno de 1818.

Page 6: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

128 AUTOBIOGRAFÍA

ridad civil y Ia militar por causs de las tropelfas de Pérez,basta el punto de verme en el caso de mandar al comandanteMiguel Antonio Vásquez para que se encargara del mando yme enviase arrestado al turbulento Pérez.

Parece oportuno rectificar aquí el error en que incurreRestrepo en su Historia de Colombia, cuando dice que 108

patriotas estaban divididos entre Juan Galea, á quien yohabía nombrado comandante general, y el antiguo goberna-dor de la provincia, Juan Nepomuceno Moreno, y que parasostener ~ mi favorecido estuve á punto -de trasladarme conmi guardia de honor á Casanare. El historiador colombianofué en esta parte mal informado, pues acabo de decir cómoconcilié los ánimos divididos, sin hallar oposicion y sin ape-lar al descabellado plan de interrumpir mis operaciones pordirimir una cuestion local que merecia á lo sumo una órden,pues bien sabia que nadie dejaría de reconocer mi autoridady someterse á los jefes que yo les nombrara.

Pero volvamos á nuestras operaciones sobre Barínas.-Laspartidas sueltas que envié á operar en aquella provincia ob-tuvieron los resultados que nos proponíamos, de reclutargente y hacernos de todos los caballos, aun los entonces inú-tiles, para que el enemigo no se aprovechara luego de ellos.A fines de marzo recogí en el cuartel general las partidassueltas y las que obraban en la provincia de Barínas. Elenemigo pasó el Apure, y como tenia interés en ocupar lasdos orillas de este rio, se atrincheró con una compañía de in-fantería en el pueblo de Banco Largo. Sabedor de esto, enviéal capitan Guillermo Iribarren para que con su compañíaatacara las trincheras del enemigo. Ocultando su marcha porlos matorrales se presentó Iribarren inesperadamente de-lante del enemigo, y asaltaron sus tropas las trincheras sinhaberse disparado mas que un solo tiro que hirió mortal-mente al valiente sargento Roso Gonzalez. En premio desu conducta en aquella ocasion, dí á Iribarren un escudo deoro con el lema" Arrojo asombroso." Sus prisioneros mesirvieron para organizar mi primer batallon de infantería alque bauticé, á peticion de sus jefes, con el nombre del" Bravo de Páez," base del famoso cuerpo que siempre dis-

Page 7: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 129tinguido en muchas ocasiones de guerra, mereció mas tardeque se le cambiara su nombre en el de Vencedor de Boyacápor su heróica conducta en la batalla de este nombre.Despues del hecho de Banco Largo vino de Nútrias, donde

el enemigo tenia el centro de 8US operaciones, una columnade doscientos infantes al mando del comandante JacintoPerera y se atrincheró en el pueble de San Antonio, distanteuna legua del río Apure. Yo entonces, por un camino extra-viado y dando un rodeo, después de cuatro días de marchasalí frente al pueble por el mismo punto donde habían en-trado 101! enemigos. Organicé inmediatamente el ataque, yá escape nos lanzamos sobre la trinchera que teniamos alfrente, echando pié á tierra en el momento de llegar á ella.Destrozamos una guerrilla de cazadores que se hallaba fuéra,y logramos entrar por uno de los portillos; los enemigos serefugiaron á una segunda trinchera que tenían á retaguardia:allí les siguieron algunos de los nuestros, entre ellos un sol-dado llamado José Camacbo, quien, machete en mano, pene-tró hiriendo y matando basta la sala de la casa, donde cayóacribillado á estocadas.Organieämonos de nuevo y volvimos á la carga pié á tierra

y con lanza en mano. Estimulados los nuestros por las re-rompensas que yo babia ofrecido á los que arrebatasen 108

fusiles á los realistas, protegidos por las trincheras, arranca-ban á estos las armas cuando para hacer puntería los poníanal alcance de sus brazos. Finalmente amparado de la nocheabandonó el enemigo aquella posición; protegido por 108

bosques inmediatos se retiró á Nútrias, y nosotros eon nues-tros heridos nos fuimos al Yagual donde estaba nuestrocampamento.Allí nos hallamos en la mayor miseria: para acampar toda

aquella gente que se había puesto bajo mi proteccion, tuvi-mos que construir ranchos, pues la estacion de las lluvias seaproximaba, y como los emigrados eran personas acostum-bradas :\ las comodidades de la vida ciudadana, era precisoproporcionarles algun albergue. Ademas habia entre ellosmuchos inválidos por la edad y las enfermedades, sin contarlas mujeres ni los niños. Dí entonces un decreto mandando

9

Page 8: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

130 AUTOBIOGRAFíA

que se me entregase toda la plata que tuvieran los emigradospara devolvérsela acuñada y sellada, y allí mismo un platerode Barínas, llamado Anzola, hizo un cuño y convirti6 enmoneda todo el metal que aquellos ciudadanos habian traidoconsigo cuando se vieron obligados á abandonar sus casas.

Entre las propiedades que los habitantes de Apure pusie-ron á mi disposicion entraron sus esclavos, á quienes declarélibres cuando liberté el territorio: providencia que confir-maron despues los congresos de Guayana y Cúcuta en SUi!!

leyes de manumision,En medio de aquellos sucesos y á pesar de mi absoluta

eonsagracion á la guerra, nunca perdí de vista como puntode interés vital para el país, la conservacion de las crías deganados: contraje todo mi celo y dicté además órdenes efi-caces para que no se extinguieran, y me lisonjeo de creerque á tales medidas se !lebe la existencia de un semillero deriqueza, que á pesar de la larga duracion de la guerra y delconsumo de los ejércitos beligerantes, germin6 despues portoda la república.-De Apure ha salido el principio de todoslos hatos que hoy existen.El general Santander, en sus Apuntamientos Históricos,

hablando de nuestra situacion ent6nces, dice : "Durante la" campaña de los Llanos, de 1816 á 1818, se hacia la guerra" á los españoles con caballería y muy poca infantería. La" movilidad del arma de caballería, la facilidad de atravesar" á nado los rios y caños crecidos, y el conocimiento prác-" tioo del territorio, la abundancia de ganados que era el.¡ ünieo alimento de las tropas, la carencia de hospitales, de" parques y provisiones, daban á las tropas independientes"ventajas muy considerables sobre los españoles. Los"caballos y el ganado se tomaban donde estaban, sin" .cuenta alguna y como bienes comunes; el que tenia vestido" lo usaba; el que no, montaba desnudo su caballo con. la" esperanza de adquirir un vestido en el primer encuentro" con el enemigo. Habituados los llaneros á vivir con carne" sola, y á robustecerse sufriendo la lluvia, no temian la falta" de otros alimentos ni el crudo invierno de aquel territo-"rio. Nadadores por hábito, ningun rio los detenía en sus

Page 9: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 131" marchas: valerosos por complexión, ningun riesgo les inti-"midaba. De aquí puede inferirse que los oficiales, solda-" dos y emigrados que no eran llaneros pasaron trabajos y pri-" vaciones apenas concebibles.-El reclutamiento se hacia" siempre general de toda persona capaz de tomar un armn;" nadie estaba exceptuado. Así fué que en los combates de" Yagual y de Mucuritas tenian su lanza los abogados, los" eclesiásticos y toda persona que podía usarla. Hasta el" año de 1818 todos estaban forzados á vivir y marchar" reunidos : militares y emigrados, hombres, mujeres, viejos" y niños, todos se alimentaban de una misma manera, con" carne asada y sin sal, y todos iban descalzos."En el mes de junio de 1817 remontaban el rio Apure, de

Guayana hácia Barínas, ocho lanchas convoyadas por una ca-ñonera enemiga, protegida por cien granaderos ; y sabiendoque conducian ropa, me propuse apoderarme de este articuloque necesitaban mucho mis tropas. Con tal objeto embar-qué gente en cinco bongo, que tenia en el Yagual, armadoscon pequeños cañones. No pudieron llegar á tiempo, puesá favor del viento habian pasado el punto, Apuríto, dondenosotros creiamos llegar antes que ellos.

Mis bongo8, al mando del esforzadísimo Vicente Peña ytripulados por hombres de mi Guardia, á las 6rdenes de loscapitanes Aramendi y Laurenoio Silva, siguieron navegandoy encontraron las lanchas y las cañoneras ancladas un pocomas arriba del Paso del Frio.

Apenas el enemigo avist6 nuestra improvisada y frágilescuadrilla, cuando se vino sobre ella haciéndole fuego; alcontestarle uno de nuestros cañones cay6 al agua, y otra em-barcacion sobrecargada de gente zozobr6 al hacer el primerdisparo. Los hombres que Ia tripulaban ganaron á nado laorilla, á pesar del nutrido fuego de las lanchas enemigas quetambien perseguian á nuestros bong08; estos á fuerza de re-mos llegaron tambien á la ribera. Nuestra gente saltó entierra casi al mismo tiempo que los granaderos que iban ensu persecución : volvi6 cara entonces Aramendi, y dandouna estocada al que lo acosaba mas de cerca, se puso á darvoces llamando á la caballería: amedrentados los granaderos

Page 10: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

132 AUTOBIOGRAFÍA

creyeron prudente abandonar la perseoucion y embarcarsede nuevo en RUS lanchas, llevándose solamente uno de nues-tros bonqo«. En el encuentro fué herido aquel valiente ofi-cial. Frustrada esta tentativa, me volvi al Yagual resueltoá organizar una expedicion para marchar sobre Barínas ycoger las mercancías destinadas á los almacenes de estaplaza que llevaban las lanchas: érame insoportable la ideade que se me escapasen, cuanto mas que la ropa nos era in-dispensable.

La necesidad nos obligaba no s010á luchar con los hombres,sino tambien á desafiar los obstáculos que nos oponia la na-turaleza : contando con ellos, nos propusimos convertir enventaja nuestra los inconvenientes que daban al enemigo se-guridad y confianza en su posicion, pues á nadie se le podíaocurrir que en,aquella estacion pudiesen salir del bajo Apuretropas de caballería para atravesar tanto terreno inundado,y sobre todo varios caños y cinco rios, todos á Ia sazon fuérade madre. Llevé, pues, mil lanceros montados en caballosr'UfJiOB con otros mil caballos de reserva, todos del mismocolor, porque los llaneros creen, y yo con ellos, que el ca-ballo rucio es mas nadador que cualquiera de otro pelo.

Llegamos al Paso de Quintero en el rio Apure, dondeafortunadamente no encontramos las lanchas enemigas; ha-llábanse en el puerto de N útrias. Mandé que setenta hom-bres de la Guardia pasáran el rio y se dirijieran á asaltar elpueblo de Pedraza, en cuyos almacenes habia alguna ropa,y que despues con su botin contramarcháran para unirseconmigo en el pueblo de Canaguá. Proponíame sobre todono alarmar al enemigo de Barínas, quien sí llegaba á saberque algunas fuerzas pasaban el rio Apure, creeria que erasolamente una partida sin mas objeto que saquear los alma-cenes de Pedraza. Entretanto yo continué pasando el rio ánado con el resto de las tropas, conduciendo las armas enuna canoa.

Al regresar de Pedraza los hombres de mi Guardia, des-pues de conseguido el objeto de la expedicion, fueron ata-cados en el hato del Mamon por una fuerte guerrilla almando del capitan Teodoro Garrido; pero lograron derro-tarla sin mas desgracia que haber sido herido un oficial de

Page 11: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 133los nuestros. Continuaron su marcha, y al fin se nos unie-ron en Canaguá. Garrido al verlos contramarchar hácia elApure, dió parte á Barínas de este movimiento, sin compren-der que yo me habia valido de tal ardid para engañar al ene-migo que estaba en aquel punto. Reunidas todas mis fuer-zas me dirijí hácia Barínas, y atravesando á nado los ríosCanaguá y el Pagüey, pasando nuestras monturas en la ca-beza, me presenté tan inesperadamente delante de la plaza,que por rara coincidencia en aquellos momentos RemigioRámos aseguraba en un bando á sus habitantes" que la par-tida de ladrones de Apure que habia saqueado á Pedrazahabia vuelto á refugiarse en el territorio de donde habia sali-do." Llegué hasta las bocacalles de la ciudad y dispuse allí quetres columnas de caballería, por tres calles diferentes, car-gasen á los quinientos infantes y cien ginetes europeos queacababan de llegar en aquel instante de Carácas y con cuyafuerza se nos opuso Rámos. Vana fué la resistencia delenemigo, pues nos llevamos en la punta de las lanzas y conel ímpetu de nuestros caballos, á cuantos nos hicieron frente.Rámos escapó con algunos oficiales y fué perseguido hastaBoconö; el resto de la fuerza quedó en mi poder.

El resultado de la sorpresa fué el habernos hecho de 108

recursos que buscábamos y de que estaban bien provistoslos almacenes de Barínas, principalmente con lo que habíantraido las ocho lanchas, origen de la persecucion, y dos milmulas aperadas que nos sirvieron para transportra todos 108

elementos que cogimos--ropa, municiones, fusiles, etc.Habiendo dejado por detras las plazas fortificadas de SILD

Fernando y Nütrias, y sobre todo las lanchas armadas queestaban en el último punto, era de temer que las guarnicio-nes de aquellas dos plazas invadiesen el Yagual¡ apresurépor lo tanto mí regreso al Apure, y de paso en el pueblo deCanaguá me proveí de muchos cueros secos, que afortunada-mente encontré en un almacen, para hacer botes y pasar elrío Apure con el cargamento. •

• El procedimiento pt\ra hacer loebotes .,. el f!lJUiente. Be toma un cuero, '1puandouna eogB por las agujeroe que ea hacen en .na extremos, se meten dentro 108ereo-to., y recogiendo la soga hasta cerrar '1 aeegurar lo que queda dentro, .. hace un DudoJle echa al agua el bulto, elcual va tirado por un cordel que lleva el hombre en 101dient...

Page 12: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

134 AUTOBIOGRAFÍA

Suponiendo que las lanchas cañoneras se colocarian enQuintero para impedirnos el paso, busqué como dos leguasmas arriba un punto accesible que yo conocia, poco masabajo del rio Suripá. El comandante Don Juan Comós,jefe de aquella escuadrilla, en su flechera remontó el rio te-miendo que nosotros lo atravesáramos por otro lugar, y contul objeto entró en el de Suripä, tributario del Apure. Porunos soldados que iban por las orillas de este rió, supe queen sus aguas navegaba una flechera que suponían ser la delespitan Oomós, Para impedir su salida al rio Apure y queyendo á reunirse con las demas lanchas nos disputara el paso,dispuse que una compañía de caballería, armada de fusiles,se parapetase en la boca del Suripá. En vano trató Comósde forzar el paso, pucs siempre fué rechazado; entretanto yoatravesaba el rio Apure, conduciendo mi cargamento en losbotes de cuero.

Segun lo recelaba, el general Calzada salió de SanFernandocon quinientos hombres en direccion al Yagual, pero al lle-gar á Acháguas, ya me encontraba yo en aquel punto. Re-montó entónces hasta el pueblo de Apurito y sorprendiendola pequeña guarnicion que yo tenia al mando del comandanteRebolledo, que murió allí, volvió Calzada á la plaza de Sar.Fernando por el rio Apure.

Asi terminó aquella tan arriesgada empresa, en que unaimperiosa necesidad me obligó á debilitar las fuerzas delApure para ir á obrar sobre un punto tan distaute de mibase de operaciones. Despues de mi llegada al Yagual nohubo otro acontecimiento notable que el arribo de los comi-sionados que el Libertador me envió para proponerme lereconociera como jefe supremo.

El autor de un pomposo panegírico de Bolivar, que acabade publicarse en Nueva York (VIDADE BOLIVAR,por el Dr.Felipe de Larrazábal, 1866), el escritor que ha causado alLibertador la incomparable desgracia entre sus muchas ygrandes desgracias, de constituirse en su Homero; el ene-migo encarnizado que no encontró en Colombia mas culpa-ble que yo, ni mérito en mis servicios, ni en los de ningun otrojefe americano sino Sucre i el periodista que por ingratitud

Page 13: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 185jur6 venganza centra mí y los mios, no desperdicia ocasionde pintarme como un salvaje, incapaz de razón y siempredispuesto al alzamiento. Calamidad ha sido sin medida queel hombre mas grande de la América, el Genio de la Libertadde un continente sufra el martirio póstumo de un panegíricode autor menguado; pero no es menor infortunio que al cabotenga un hombre de bien que defenderse contra los ataquesde la malquerencia.El " historiador" me acusa de haber estado siempre ha-

ciendo oposícion al Libertador; pero el hecho que voy 6referir ahora y los demas que iran apareciendo, bastan paraconvencer á los que no conozcan la historia de nuestra revo-Iueion, de la falsedad de semejante cargo.Despues de haber con tropas colectieias derrotado ti los

españoles en todos los encuentros que tuve con ellos, orga-nicé en Apure un ejército de caballería y el famoso batallonPáez, vencedor mas tarde en Boyacá. Bolivar se admiraba notanto de que hubiera formado ese ejército, sino de que hu-biese logrado conservarlo en buen estado y disciplina; puesen su mayor parte se componía de los mismos individuos que,á 11;\8órdenes de Yañez y Böves, habían sido el azote de lospatriotas. En efecto, ¿ quién creyó jamas que aquellos hom-bres, por algunos escritores calificados de salvajes, acostum-brados á venerar el nombre del rey como el de una divini-dad, pudieran jamas decidirse á abandonar la causa que lla-maban santa para seguir la de la patria, nombre que para ellosno tenia significacion alguna? ¿Quién creyó, entonces, quefuera posible hacer comprender á hombres que despreciabaná los que no podian competir con ellos en la fuerza bruta, quebabia otra superior á esta, á la cual era preciso someterse?Sin embargo, por encima de todos estos inconvenientes, yologré atraérmelos; conseguí que sufrieran, contentos y sumí-80S, todas las miserias, molestias y escaseces de la guerra,inspirándoles al mismo tiempo amor á la gloria, respeto á lasvidas y propiedades, y veneracion al nombre de la patria.

Alli en Apure llegué tambien á tener los bienes de estaprovincia, que sus habitantes pusieron generosamente á midisposioion. Oalouläbese entonoes que las propiedades del

Page 14: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

136 AUTODIOGRAFÍA

Apure ascendían á un millon de reses y quinientas mil bes-tias caballares, de las cuales tenia yo cuarenta mil caballosempotrerados y listos para la campaña. Tenia á mis érde-nes militares de reconocido mérito, y ejercia la autoridad de"jefe supremo que me había sido conferida en la Trinidad deArichuna por las reliquias de las repúblicas de Nueva Gra·nada y Venezuela.

Cuando disponía de todos los recursos antedichos, tenien-do á mis órdenes aquel ejército de hombres invencibles queme obedecian gustosos y me querían como á padre, y cuandome hallaba investido de una autoridad omnímoda, Bolívar áquien yo no conocía aun personalmente, me envió desdeGuayana á los coroneles Manuel Manrique y Vicente Par ejoá proponerme que le reconociese como jefe supremo de larepública.

Si yo hubiese abrigado miras ambiciosas, no podía presen·társeme oeasion mas oportuna de manifestarlo; pero sin va-cilar un momento recibí respetuosamente á los comisiona-dos en el hato del Yagual, y declaré" al ejército mi resolu-cion de reconocer á Bolivar como jefe supremo de la repü-blica.

Mostraron gran contento al saber que este se hallaba enGuayana; pero al hablarles de que iba á reconocerle comojefe, la mayor parte del ejército y de los emigrados me hizola observacion de que como al conferirme en la Trinidad deArichuna el mando supremo, no se me facultó para dele-garlo en otra persona, no me creian autorizado para daraquel paso. Consultando solo el bien de la patria, teniendoen cuenta las dotes militares de Bolívar, el prestijio de sunombre ya conocido hasta en el extranjero, y comprendíen-do sobre todo la ventaja de que hubiera una autoridad su-prema y un centro que dirijiera á los diferentes caudillos queobraban por diversos puntos, me decidí á someter mi auto-ridad á la del general Bolívar. Formé las tropas que teniaen el Yagual, hice venir al padre Rarnon Ignacio Méndez,arzobispo despues de Caräcas, para que á presencia de aqueollos me recibiese juramento de reconocer como jefe supremoal general Bolívar, y mandé despues que las tropas siguieran

Page 15: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 137

mi ejemplo, ordenando hiciesen lo mismo los cuerpos que sehallaban en otros puntos.

Pocos dias antes ele la llegada de los comisionados habiayo recibido una comunicación que el " Congreso " de C:11'ia-co me mandó con el comandante Rebolledo, en In 'JllC so meparticipaba la reunion de aquel cuerpo y se me exigia ,¡nereconociese y sostuviera sus resoluciones. Neguéme abier-tamente á semejante exigencia, contestando qne aunque yono estaba á las órdenes de Bolívar, creía necesario que to-dos le reconociésemos por jefe supremo para dirijir Ia guerra,y allanar las dificultades que pudieran entorpecer la reunionde un verdadero Congreso nacional.

Aunque Larrazäbal en este hecho que acabo de referir, nome acusa, he querido relatarlo con todos sus pormenorespara probar cuán lejos estuve de hacer á Bolivar oposicionalguna, aun en los tiempos en que yo ejercia una autoridadsin límites, con unánime aprobaoion de los que mo la habianconferido. Mas adelante se verá esto mismo confirmado enmas de un hecho de mi vida militar.I..as fiebres que se desarrollaron en aquel entonces por las

bajadas de los ríos, me obligaron á trasladarme tí. Achäguas,ciudad que había algun tiempo estaba abandonada. Hallán-dome en dicho punto, el jefe español Aldama me hizo desdeNútrlas la intimacion de que si no me sometia á la autoridaddel rey, él (Aldama) vendria á buscarme para reducirme á laobediencia; que tuviese en cuenta que él era el vencedor deBarcelona y que traía la victoria en la faltriquera. A semejantebaladronada contesté diciéndole que yo le ahorraría la mo-lestia de atravesar el Apure y venir á buscarme, pues erami ánimo adelantarme el primero á medir mis fuerzas conlas suyas. Efectivamente destaqué al comandante Ranjelcon una columna de cuatrocientos hombros, que se apoderódel pueblo de Santo Domingo, distante cuatro leguas deN útrias, despues de háber destruido la pequeña guarnicionque allí encontró. Ranjel continuó su marcha hácía aquelpunto, y por algunos dias tuvo á Aldama reducido á lOBlimites de la ciudad, hasta que sabiendo yo que Morillo yCalzada iban á rennírsele, mandé que Ranjel volviese :í. mícuartel general

Page 16: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

138 AUTOBIOGRAFÍA

Aldama marchó á incorporarse con Morillo, reuniéndosecon este en la sabana del hato de Camoruco, de dondemarcharon ámbos á ocupar el pueblo de Apurito. Pasaronel Apure, y habiendo sabido allí que yo estaba enfermo enAchäguas, destinaron trescientos hombres de caballería, almando del comandante A. Ramos, para que fueran á sorpren-derme; mas, afortunadamente un soldado, José Maria Ariza,que se les desertó en la marcha, voló á avisarme del riesgoque corría. Apresuréme á sacar á los enfermos y emigra,dos, mandando á unos por tierra y á otros en las embaroio-nes que habia en aquel puerto, á las costas de Arauca, que-dando yo con cincuenta hombres delotro lado del rio paraatacar al enemigo cuando entrara en la ciudad y reunir entre-tanto mas fuerzas. Encontrábame como á una legua de dis-tancia, por buscar mejores pastos para los caballos, cuando áeso de las ocho del día se me dió parte de que el enemigo hs-bia ocupado la poblacion. En el acto me puse en marcha so-bre él; pero no se detuvo, retirándose luego que vió que nohabia nadie dentro de la poblacion. Le fui persiguiendo comouna legua sin poderle dar alcance y contramarché al Chor-reron, donde se me reunieron algunas fuerzas; allí supe queya todo el ejército enemigo había pasado el rio y estabaatrincherando la iglesia del pueblo, mientras que la caballeríase mantenía apostada á una legua de distancia. Mandé en-tonces al coronel Aramendi, con un escuadron de lanceros,á sorprender dicha caballería, lo que logró cumplidamente,ocultando su marcha hasta arrojarse de repente sobre elcampo, matando y dispersando mucha gente. Entretantoyo me diríjí á San Fernando con el batallon Páez y algunacaballería: '" por la noche llegué á aquella plaza y la ataquévigorosamente dando vivas á Bolivar y á las tropas de Gua-

• Llevaba yo ademus trescientos indios do Cunabiche, al mando de uno de ellos, lla-mado Línach», á quien di el grado de general de sua compañeros.- Antes de dar elsimulado utaque á la plaza, y conociendo lo que se acobardan los indios al oir silbar lasbalas, repartí entre ellos -endas raciones de aguardiente, y tal ánimo les hizo cobraresta bebida que sangrándose la lengua con las puntas d. sus flechas se bañaban el ros-tro con la sangre que salia de Ia herida: se lanzaron llenos del roRyor denuedo contralas trincheras enemigas.- Uno d. los capitanes de mía indíos, Ilamado Dos-Reales, sel.ans6 al frente de los suyos contra la trinchera, y sobre ella fué muerto á machetazoe.

Page 17: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 139yana, con el objeto de llamar la atencion de Morillo sobreCalabozo, y hacerle abandonar la campaña de Apure.

Creo que mas bien por este falso ataque que por la pér-dida que había sufrido su caballería en la sorpresa dada porAramendi, repasaron las fuerzas de Morillo el rio por el mis-mo Apurito y camino á San Jaime, pasaron el rio de la Portu-guesa y se fueron hasta Calabozo, habiendo mandado ántesel general español que la quinta division se situara en elpueblo de la Guadarrama y que los escuadrones fueran á 1'0·

hacerse á los pueblos á que pertenecian. Estos movimientosproporcionaron la ventaja de que Morillo no se hubiera ocu-pado de impedir la marcha de Bolívar que ya venía á reu-nirse conmigo en San Juan de Payara, donde yo le estabaesperando.

A principios de 1818, sabiendo que ya Bolívar se hallabaen el hato de Cañañstola, como á cuatro leguas de Payara,me adelanté á su encuentro, acompañado de los principalesjefes de mi ejército. Apenas me vió á lo Iéjos, montó inme-diatamente á caballo para salir á recibirme, y al encontrar-nos echamos pié á tierra, y con muestras del mayor contentonos dimos un estrecho abrazo. Manifestéle yo que teniapor felicísimo presajio para la causa de la patria el verle enlos llanos, y esperaba que su privilegiada inteligencia, en-contrando nuevos medios y utilizando los recursos que po-niamos á su disposicion, lanzaría rayos de destruccion centrael enemigo que estábamos tratando de vencer. Con la ge-uerosidad que le caracterizaba, me contestó en frases lison-jeras, ponderando mi constancia en resistir los peligros ynecesidades de todo género con que habia tenido que lucharen defensa de la patria, y asegurando que con nuestrosmútuos esfuerzos acabaríamos de destruir al enemigo que laoprimía,Hallsbase entónces Bolivar en lo mas florido de sus años

yen la fuerza de la escasa robustez que suele dar la vidaciudadana. Su estatura, sin ser procerosa, era no obstantesuficientemente elevada para que no la desdeñase el escultorque quisiera representar á un héroe; sus dos principales dis-tintivos consistían en la excesiva movilidad del cuerpo y el

Page 18: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

140 AUTOBIOGRAFÍA

brillo de los ojos, que eran negros, vivos, penetrantes é in-quietos, con mirar de águila.e-circunstancias que suplían conventaja lo que á la estatura faltaba pam sobresalir entre susacompañantes, Tenia el pelo negro y algo crespo, los piés ylas manos tan pequeños como lo.. de unu mujer, la voz aguday penetrante. La tez, tostada por el sol de los trópicos,conservaba no obstante la limpidez y lustre que no habianpodido arrebatarle los rigores de In intemperie y los conti-nuos y violentos cambies de latitudes por las cuales habiapasado en sus marchas. Para los que creen hallar las seña-les del hombre de armas en la robustez atlética, Bolívarhubiera perdido en ser conocido lo que había ganado conser imaginado; pero el artista, con una sola ojeada y cual-quier observador que en él se fijase, no podría menos de des,cubrir en Bolívar los signos externos que caracterizan alhombre tenaz en su propósito y apto para llevar á cabo em-presa que requiera gran inteligencia y la mayor constanciade ánimo.A pesar de la agitada vida que hasta entónees habla lle-

vado, capaz de desmedrar la mas robusta eonstitucion, SI'

mantenía sano y lleno de vigor; el humor alegre y jovial, elcarácter apacible en el trato familiar; impetuoso y domina-dor cuan-lo se trataba de acometer empresa de importanteresultado; hermanando así lo afable del cortesano con lofogoso del guerrero.

Era amigo de bailar, galante y sumamente adicto á lasdamas, y diestro en el manejo del caballo : gustäbale correrá todo escape por las llanuras del Apure, persiguiendo á losvenados que allí abundan. En el campamento mantenia elbuen humor con oportunos chistes; pero en las marchas so leveia'aiempre algo inquieto y procuraba distraer RU impacien-cia entonando canciones patrióticas. Amigo del combate,acaso lo prodigaba demasiado, y mientras duraba, tenia lamayor serenidad. Para contener á los derrotados, no esca-seaba ni el ejemplo, ni la voz, ni la espada.Formaba contraste, repito, la apariencia exterior de Bolivar,

débil de complexion, y acostumbrado desde sus primeros añosá los regalos del hogar doméstico, con la de aquellos habitan-

Page 19: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 141

tes de los llanos, robustos atletas que no habían conocidojamas otro linaje de vida que la lucha continua con los ele-mentos y las fieras. Puede decirse que alli se vieron entón-ces reunidos los dos indispeneables elementos para hacer laguerra: la fuerza intelectual que dirije y orgnnizn los planes,y la material que los lleva á cumplido efecto, elementos am-bos que se ayudan mútuamente y que nada pueden el unosin el otro. Bolivar traía consigo la táctica que se aprendeen los libros y que ya había puesto en práctica en los cam-pos de batalla: nosotros por nuestra parte íbamos á pres-tarle la experiencia adquirida en lugares donde se hace ne-cesarlo á cada paso variar los planes concebidos de antema-no yobrar segun las modificaciones del terreno en que seopers,

Impaciente Bolivar por comenzar la campaña, estuvo tres6 cuatro días en San Juan de Payara, meditando de qué ma-nera pasarla <:)1rio de Apure con el ejército, no teniendoembarcaciones en que hacerlo, y estando las del enemigoguardando el único lugar por donde podiamos pasarlo sinriesgo del cañon de la plaza. En gran incertidumbre se ha-llaba, por no encontrar el medio de allanar aquel obstá-culo mientras yp le animaba á que se pusiera en marcha,asegurándole que le daría las embarcaciones necesarias. Elme preguntaba: Pero, hombre, ¿ dónde las tiene V. ?

Yo le contesté que las que habia en el paso del rio paraoponérsenos.-¿ y de qué manera podemos apoderarnos de ellas ?-Con caballería.-¿ Dónde está esa caballería de agua? me preguntó él,

porque con la de tierra no se puede hacer tal milagro.Al fin resolvió marchar y acercarse al rio, no con la cspe-

ranza de que la operacion prometida se efectuase, sino pararesolver qué partido tomarla, Una milla antes de negar alrío se le suplicó que hiciera alto con el ejército para sacar deélla gente con que íbamos á tomar las lanchas enemigas, ytodavia le parecía que todo aquello era un sueño ó una bro-ma; sin embargo, accedió á mIS deseos. Solo cincuentahombres se tomaron de la Guardia de caballería, y con ellos

Page 20: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

142 AUTOBIOG.BA.FÍA.

llegamos á la orilla del rio con las cinchas sueltas y las gru-peras quitadas para rodar las sillas al suelo sin necesidad deapearnos del caballo. Asi se efectuó, cayendo todos jun-tos al agua, y fué tal el pasmo que causó al enemigo aquellaoperacion inesperada, que no hizo mas que algunos disparosde cañon, y en seguida la mayor parte de su gentc se arrojóal agua. La misma partida de caballería corrió á ponel'se alfrente de la plaza para impedir que Rediera parte al generalMorillo, el cual se hallaba en Calabozo. Catorce embarca-ciones apresam08 entre armadas y desarmadas. AsombradoBolívar, dijo que si él no hubiera presenciado aquel hecho,nadie habria podido hacérselo creer.

Séame lícito copiar aquí el testimonio de un escritor in-glés, cl1yo nombre ignoro, aun cuando dice que sirvió á misórdenes. La cita será larga, y por mas que la narracion pu-diera sufrir enmiendas, es bella y verídica: vale la pena deser leida. El libro titulado: Recollections 01 a sercice 01 threeyear8 durin!l the uar-of-ectermmation 1n th« Republics of Venezuelaand Colombia-London, 1828, dice:

" Cuando me encaminaba hácia Barínas, algunos de losna.turales me informaron de que Bolívar tenia BU campo ápocas millas de esta ciudad, en la direccion de la villa deArauca, yentonces me dirijí á este punto para reunirme conél. El bravo general Páez, aunque no me conocía, me recibiócon la mayor cordialidad, y viéndome débil, á consecuenciade una herida que habia recibido en el encuentro con los es-pañoles, me ofreció generosamente cederme las pocas como-didades de que podía disponer hasta el completo restablecí-míen-o de mi herida.

" Solo á la naturaleza debe este hombre heróico y nobletodas sns i eas y virtudes. Criado en un territorio comple-tamente salvaje, sin que le favorezcan las ventajas del naci-miento ni de la fort.una, y solo por su mérito personal, susproezas é indomable valor manifestado en los incidentes quese le han presentado durante la contienda revolucionaria, lehan elevado hasta Ilegal' á ser cau illo de las fuerzas naciona-les que prestan mas eficaz auxilio en todo el territorio. Es

Page 21: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 143

natural de los llanos de Oapao (sic) y descendiente de lahorda de Llaneros que siempre han vivido en ellos del modomas bárbaro y salvaje. Cuando comenzaron los primerosmovimientos revolucionarios, era jóven y servia en clase desoldado en una de las partidas que se levantaron en los lla-nos j pero en tan humilde posíeion halló bien pronto mediosde distinguirse entre sus compañeros.

"Su fuerza y valor extraordinarios le dieron siempre la vic-toria sobre sus rivales en los ejercicios gimnásticos á que sededican diariamente los llaneros, y por la destreza que habiaadquiridocon la práctica en el manejo de la lanza, arma fa-vorita de aquellos, podía fácilmente someterlos cuando sesuscitaban disputas entre ellos : tanto por esto como por sermuchos los enemigos que ponía fuéra de combate en las nu,merosas escarmuzas que se le ofrecian, alcanzó el respeto detodos sus compañeros, mientras que su carácter afable ynada pretencioso le valieron la amistad de estos.

" Ni en el actual período, ni en ninguno de los anteriores,ha manifestado deseos de engrandecerse, pues en todos loshechos de su vida se ha portado siempre con el mayor desin-teres y la mas grande indiferencia por cuanto pudiera pro·porcionarle utilidad privada.

" El fin que por lo regular toca á los caudillos de estaspartidas y el general aprecio en que todos tenian á Páez, lecolocaron bien pronto en el rango de jefe. Muerto en unaaccion el que mandaba la partida á la cual él pertenecía,toda la tropa inmediatamente y por unanimidad le eligió sujefe, y como tal ejecutó tantos actos de bravura y de tancompletos resultados que continuamente se le unian volunta-ríos, y hien pronto vió aumentarse el número de su gentehasta dos mil hombres, de solo trescientos que eran al prin-UplO. Con estos emprendió operaciones en mayor escala, ypronto llegó á ser el enemigo mas formidable que tenian losespañoles en Venezuela, pudiendo decirse con toda justicia yverdad que á él se debió eu mucho la independencia de estaparte de Colombia, mientras sus esfuerzos en la cansa deN ueva Granada no fueron de menor utilidad para la misma.

" Cuando yo servia con él, Päez no sabia leer ni escribir,

Page 22: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

144 AUTOBIOGBAFIA

y hasta que 108 ingleses llegaron á los llanos no conocía eluso del cuchillo y del tenedor: tan tosca y falta de culturahabia sido su "ida anterior; pero cuando comenzó á rozarsecon los oficiales de la Legion Británica, imitó sus modales,costumbres y traje, y en todo se conducía como ellos hastadonde se lo permitían los hábitos de su primera educacion.Mide cinco piés y nueve pulgadas, tiene buena muscnlacion,buenas formas, y posee admirable fuerza y agilidad. Es derostro hermoso y varonil, con cabellos espesos, negros ycrespos: sanguíneo de temperamento, ardiente, generoso yafable de carácter, y su inteligencia, aunque sin cultivo, poseetodas las virtudes que mas resaltan á la naturaleza humana.Sincero, franco, sencillo, es el mejor de los amigos, y comono conoce pasiones mezquinas, es el mas generoso de losenemigos. Gusta muy especialmente de los ingleses, á quie-nes llama hermanos, y ha abogado siempre con el mayor en-tusiasmo por los títulos que tienen á la gratitud del país,Su intrepidez lo hace á su vez acreedor al amor de ellos, yesceptuando solamente á Mariño, es Páez el jefe de Colom-bia que goza de mas popularidad entre los ingleses.

" Varias veces, cuando los celos de los oficiales del paialos ha arrastrado á cometer la injusticia de hacer duras ob·servaciones sobre los servicios de la Legion Británica, Páezreprendiéndolos oportunamente, los ha contenido, y fué elúnico que, salvo pocas excepciones, reconoció ingenuamenteel beneficio que los ingleses habian hecho lÍ la cansa de lalibertad, siendo el único tambien que solicitó un testimoniopúblico de agradecimiento por parte del Congreso.

"Tan numerosos y romanescos son los hechos de estehombre extraordinario, que escribiriamos mas de un volúmensi quisiéramos enumerar cada uno de los episodios ele su vida.Referiré, sin emhargo, uno que caracteriza su bravura y re-solucion en las circunstancias apremiantes, al par que explicala reputacion militar que ha alcanzado.

" Hallábaae Bolívar en los llanos de Apure con sus tropasdesfallecidas de hambre y sin medíos de proporcionarsevíveres para el ejército, á menos que no hiciera una marchatortuosa de muchas leguas, lo cual no le permitia la debili-

Page 23: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL G.I!:NERAL PÁEZ. 145dad de las tropas si no llegaba al punto donde deseaba, atra-vesando el rio Apure, en cuya orilla opuesta pacia una multi-tud de ganado á vista de las hambrientas tropas. Esto últi-mo no podia llevarse á efecto, porque no tenia Bolívar em-barcaciones de ninguna clase, ni madera para construir bal-sas, y tambien porque el enemigo tenia en medio del riosiete flecheras bien armadas y tripuladas. Bolívar, desdela orilla, lo observaba todo, lleno de desesperacion, y sepaseaba á lo largo de aquella cuando Páez, que le habia es-tado contemplado, se le acercó á caballo y le preguntó lacausa de su inquietud. S. E. le dijo: " Daría el mundo en-tero por apoderarme de la escuadrilla española, porque sinella no puedo cruzar el rio y las tropas IlO pueden marchar."" Dentro de una hora será de V.," replicó Páez.-" Imposi-ble! dijo Bolívar, y la gente debe perecer."-" De mi cuentacorre," dijo Páez, y se alejó á galope. A los pocos minutosvolvió trayendo su Guardia de honor, compuesta de tres-cientos lanceros, escojidos entre los principales por su yaexperimentado valor y fuerza, y llevándolos á la orilla delrio les dijo, estas breves palabras : "Debemos apoderarnosde esas flecheras ó morir. Sigan á su tio ...los que quieran."Al mismo tiempo, picando espuelas á su caballo, se lanzó conél al rio y le hizo nadar en direccion á In escuadrilla. Si-guióle la Guardia con las lanzas en la boca, nadando con unbrazo y acariciando con la otra mano los cuellos de los ca-ballos, animándolos á nadar centra la corriente y dandovoces para ahuyentar la multitud de caimanes que había enel rio. Llegaron así á los botes, y montando los caballos selanzaron de sus lomos á bordo de aquellos, guiados por sujefe y con grau admiracion de los que los observaban desdela orilla del rio, se apoderaron de todas las flecheras. A ofi-ciales ingleses parecerá inconcebible que un cuerpo de caba-llería, sin mas armas que las lanzas, ni otro modio de tras,porte que el caballo en la rápida corriente de un rio, ataquey tome una escuadrilla de cañoneras, en medio de una mul-

• Este nombro daban 108 llaneros generalmente á Pá.cz, sobre todo BU Guardia dehonor, que gozaba <lemas privilegios que los demas,

10

Page 24: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

146 AUTOBIOGRAFÍA

titud de caimanes; pero por estraño que parezca el hecho, escierto, y existen hoy muchos oficiales en Inglaterra que pueden dar testimonio de él."Es sorprendente la fuerza que la naturaleza ha concedido

al general Páez. En cualquiera ocasion y por mero pasa-tiempo, mientras sus tropas estan cogiendo ganado salvagecon el lazo, él señala un toro entre toda la manada, y persi-guiéndole en su caballo á carrera tendida, le coge por el ra-bo, y dando á este una vuelta repentina, derriba al animalsobre uno de sus costados. Si en sus excursiones tropiezacon un tigre ó puerco montés, inmediatamente le atraviesacon la lanza."Se sabe qua ha hecho morder el polvo con su brazo á

treinta 6 cuarenta hombres en un solo encuentro, y él es sindisputa la primera lanza del mundo." Desde que llegó á darse á conocer ha tenido á sus órde-

nes de 3,000 á 4,000 hombres, todos de la tribu llanera, queconstituyen el cuerpo de indígenas mas formidable del pais :con ayuda de estos á mas de su incansable actividad, ha su-jetado y entretenido al general Morillo. Siempre se ha mos-trado Páez el mas encarnizado enemigo de la tiránica domi-nacion española, así como terrible vengador de las injuriashechas á su patria. Por semanas y meses consecutivos noha perdido la pista á Morillo, siguiéndole por todas partescomo si fuera su sombra, y aprovechándose de la primeraoportunidad para lanzarse en BU campamento durante la no-che, acompañado solo de 150 6 200 hombres, y haciendogran carnicería en todos los que encontraba en su camino,se retiraban SIempre con insignificante pérdida. Otras ve-ces, cuando el ejército realista pasaba por el territorio, esco-gia el momento favorable en que estaban sus tropas rendidaspor las fatigas de un dia de marcha, y quitándoles todo elganado y acémilas, las dejaba sin provisiones. El mismoMorillo confesó que, marchando de Carácas á Santa Fé deBogotá, sufrió la pérdida. de mas de 3,000 hombres y la detodos sus pertrechos, á consecuencia de los incesantes ata-ques que le dió Páez, y viéndose obligado á abandonar elobjeto de su expedicion hasta que no vinieran nuevas fuer-zas en su auxilio.

Page 25: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 147

" Le: 'aneros son naturales de las llanuras de Capac y delApure. Se enrolan como si fueran milicianos, pero no reci-ben mal! paga que la parte de botin que les toca en las ba-tallas. Montan caballos que acostumbrados á sufrir el ham-bre y la fatiga, son los animales mas útiles y resistentes delmundo. Aprenden á ejecutar cuanto á sus dueños se lesantoja.

"En el campo 6 en la caza, caballo y ginete parece queobran por un solo impulso, pues la sagacidad del primero lehace comprender el mas leve movimiento del segundo. Losllaneros tienen malos vestidos y equipos: ambos son de Iamisma clase que los usados por las guerrillas que manda elcoronel Montes i pero son mucho mas valientes que estos ymas á propósito para las operaciones militares: son diestrosy activos y ejecutan cualquier movimiento que se les manda,con asombrosa celeridad. Su única arma es la lanza, cuyaasta hecha de madera ligera y elástica, pero fuerte y dura-dera, mide de nueve á doce piés de longitud. El hierro dela lanza no es como el de la caballería europea, sino quetiene la figura de una gran cuchilla, cuyos cortos son tanafilados como el de una navaja de buena calidad, metal ytemple. Aseguran el hierro con correas de cuero que seciñe fuertemente al asta desde el punto de encaje hasta ochopulgadas mas abajo. El llanero da á sus hijos, cuando sontodavía muy pequeños, una lanza corta para acostumbrarlosá manejarla, y antes de ser admitido en las filas es precisoque esten bien instruidos en el uso de esta arma y que sepancoger un caballo salvaje que no haya sido nunca montado, ydespues de ponerle el grande y duro bocado que ellos usan,salir al campo inmediatamente. Por lo tanto, comien-zan á hacerse ginetes desde el momento en que pueden te-nerse sobre el caballo de sus padres, y la práctica constanteles da tan grande seguridad que iran impávidos en su caballopor el borde de un precipicio ó sobre rocas que á cualquieraginete menos hábil harian temblar de horror. No tienenningun respeto por sus oficiales superiores; para ellos todosson iguales; pero no por eso dejan de obedecer sus órdenesen el campo de batalla 'cuando saben que puede costarles la

Page 26: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

148 AUTOBIOGRAFÍA

vida el mirarlas con indiferencia. En esto consiste, Amiver, toda su disciplina; pues fuéra del campo son sucios, de-sordenados, ladrones, y tratan á los oficiales, que en verdadno son mejores que ellos, con la misma libertad con que setratan los unos á los otros." Era muy eomun ver á uno de estos bribones acercarse al

gen eral Páez, llamarle tío ó compadre y pedirle lo que ne-cesitaba, seguro de que el buen corazon de este no se negaríaá concederle lo que le pedía, Si estaba ausente cuando ellosquerían verle, iban por todo el campo ó el pueblo en buscasuya, pronunciando aquellos nombres con voz estentorea,hasta que él los oía y accedía á la peticion que le hacían.Otras veces, encontrándose de servicio, y cuando él estabacomiendo (lo que hacia regularmente en el campo) se leantojaba á uno de ellos un pedazo de tasajo ú otra cosacualquiera que él iba á comer, con la destreza que les especuliar, el antojadizo se iba por detras y se lo arrebatabade la mano, Entonces él riéndoBe le« decia: "BIEN IIBCHO I"" Cuando hay algo qne les interesa muy particularmente y

sobre todo cuando estan enamorados, los llaneros se espresanen coplas improviaadas ; sus versos SOll regularmente muyoportunos y de significacion muy adecuada á las circunstan-cias. Saben puntear tambien una guitarra de construccionalgo tosca, C011 la cual acompañan sus improvisaciones paradar serenatas á sus queridas .•, Como resultado de su educacion, contraen el hábito de

apropiarse lo ageno y tan enviciados estan en ello que nohay temor de castigo que les sirva de escarmiento. Los lla-neros son hombres de elevada talla y buena musculación, ea-paces de sufrir grandes fatigas y por lo general muy söbrios,pero falaces, astutos y propensos á la venganza. Para satis-facer esta pasion no se detienen en medíos, poniendo en prác-tica las acciones mas crueles y sanguinarias. Derraman lasangre de sus mas queridos deudos por el motivo mas trivial,y con la mayor indiferencia, y á no haberlos contenido en al-to grado la actividad y energía de su caudillo, ellos se hubie-ran apoderado de todas las riquezas del país. El generalPáez posee todos los requisitos necesarios para mandar á esa

Page 27: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

DEL GENERAL PÁEZ. 149

gente y tenerla sometida; es tal vez el único hombre en Co-lombia que puede contener eficazmente su rapacidad y la pa-sion que tienen por el asesinato. No los gobierna por mediode leyes, sino que confía en sus propias fuerzas para aplacarlos disturbios y castigar las faltas. Cuando alguno cometeaccion que merece castigo, ó manifiesta disgusto por las pro-videncias que él ha tomado, lo amenaza con un combate cuer-po á cuerpo, que él se vé obligado á aceptar, conforme á lacostumbre, ó exponerse á que sus compañeros lo arrojen delas filas. Asi reciben el castigo de su falta por manos de sumismo jefe, cuyo valor siempre le saca vencedor; y esta cir-cunstancia, mas que ningun otro medio, aumenta el respetoque le tienen semejantes soldados." El general Páez padece de ataques epilépticos cuando se

excita su sistema nervioso, yentonces sus soldados le sujetandurante el combate ó inmediatamente despues de él." El modo de batirse los llaneros consiste en dar repetidas

cargas con la mayor furia á lo mas denso de las filas enemigas,hasta que logran poner en desórden la formacion yentoncesdestrozan cuanto ven en torno suyo. Al principio de estosataques son tan violentos los esfuerzos de Páez, que le aco-mete un vértigo y cae del caballo, el cual está tan bien ense-ñado que se detiene en el momento que siente que el ginetese ha desprendido de su lomo; el hombre queda en tierrahasta que algunos de sus compañeros vienen á levantarlo.Llévanle entonces á retaguardia, y el único medio de ha-cerle recobrar el sentido es echarle encima agua fria, ó si sepuede, sumergirlo prontamente en ella, sacudiéndole al mis-mo tiempo. Estos ataques lo han puesto en grandísimospeligros, pues el enemigo ha pasado varias veces sobre él an-tes que su gente se acercara á ponerlo en salvo. Despues deestos accidentes queda muy débil por algunos dias, si bieninvariablemente vuelve á presentarse en el campo cuando seha restablecido lo suficiente para tenerse á caballo antes quetermine el combate. N o ha dejado de hacerlo á pesar dehallarse privado del uso de la palabra despues de un graveaccidente. En una palabra, es por todo un hombre maravi-lloso, y sí se tratara de referir todos los incidentes de su vi-

Page 28: CAPITULO IX. · de los muertos que sus lanzas dejáran tendidos en el campo de batalla. Latorre sin perder tiempo avanz6 sobre nosotros hasta ponerse átiro de fusil;

150 AUTOBIOGRAFÍA

da, habría materia mas para escribir un romance que una bio-grafía creible. Es especialmente sincero, patriota y cierta-mente un brillante ornamento de su patria, la que sin dudale debe los principales medios de continuar siendo repú-blica."

Repito que á esta narración pudiera hacerse algunas en-miendas y ahora añado que no pocas serian requeridas por lamodestia. Mas ya que tanto y tanto se ha escrito contra mí,¿por qué también no publicar lo que en mi favor se ha dicho?

Continuemos la interrumpida narracion.