capitulo vi
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CAPITULO VI: APARECE PEPITO GRILLO
El autor elabora una radiografía de lo imbécil, contemplando distintas descripciones que
transitan desde la etimología de la palabra baculus (bastón en latín), orientando su
traducción a hacia quienes son representados como cojos del ánimo (Bastón para
imbéciles), o bien, débiles de espíritu. Establece varios modelos de imbéciles: a)
Imbecilidad relacionada con el hastío y la apatía (no sabe lo que quiere), b) Imbecilidad
relacionada con la ansiedad de vivirlo todo (permanente contradicción de sus deseos),
c) Imbecilidad relacionada con la pereza mental (conformismo y rebeldía sin causa), d)
Imbecilidad relacionada con la ley del mínimo esfuerzo (poca fuerza o voluntad en
hacer realizar sus planes), e) Imbecilidad relacionada con la falta de sentido de realidad
(deseos de cosas imposibles).Viéndose éstas, condicionadas por la internalización de
cosas superfluas o superficiales, que no revisten mayor reflexión. La mayoría de estos
casos perviven con una constante fisura abrigada por el fastidio personal y la
inseguridad, factores importantes en la construcción de una proyecto de vida armónico.
Es importante aclarar que ser imbécil no es lo mismo que tonto, a lo que el texto se
refiere es a la estatura moral que se debe construir. Siendo el pilar fundamental de esta
construcción la adquisición de conciencia, la que si bien, se edifica bajo algunas
facultades innatas, se ve potenciada y reforzada primordialmente por la atención y el
esfuerzo que cada uno le asigna a las tareas morales y éticas. Sobre esto se
desprende, que la receta que nos servirá como cura de la imbecilidad, o más bien, la
conciencia que nos ayudará a superarla sería: Saber que no todo da igual porque
queremos realmente vivir bien, humanamente bien; Estar dispuestos a fijarnos en si lo
que hacemos corresponde a lo que de veras queremos o no; A base de práctica, ir
desarrollando el buen gusto moral, de tal modo que haya ciertas cosas que nos
repugnen espontáneamente hacer; Renunciar a buscar coartadas que disimulen que
somos libres y por tanto razonablemente responsables de las consecuencias de
nuestros actos.
También hace diferencia entre el egoísta y el imbécil, arguyendo que solo deberíamos
llamar egoísta consecuente al que sabe de verdad lo que le conviene para vivir bien y
se esfuerza en conseguirlo, y no al imbécil que cree ser feliz con lo que tiene o posee
pero al final se fastidia el mismo.
El autor nos ofrece una interesante visión sobre nuestra actitud para con la vida, y nos
invita a desarrollar nuestra capacidad crítica sobres nuestras posibilidades de libertad.