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Carácter CONTENIDO 1. El carácter 2. Entender el carácter 3. Ejemplos de un carácter apropiado 4. La edificación del carácter 5. Un carácter útil al Señor 6. Derrocar la manera de ser para manifestar la función 7. Cultivar un carácter apropiado a fin de tener contacto con la gente PREFACIO Los mensajes que componen este libro fueron dados entre 1953 y 1968 en dos ciudades, Manila, las Filipinas y en Taipéi, Taiwán; fueron traducidos del chino. CAPÍTULO UNO EL CARÁCTER EL PRIMER GRUPO: GENUINO, EXACTO, ESTRICTO 1. Genuino Lo opuesto de genuino es lo falso. El que aparenta no es genuino. Ser genuino forma el fundamento y la base de una persona. Una persona que no es genuina no tiene base y no se le puede confiar responsabilidades mayores. Ser genuino de carácter es la habilidad de sacrificarse por otros. No es suficiente ser sólo una persona honesta, sino que también debe ser genuina. Alguien que no sea genuino puede ser que sea bien recibido inicialmente por otros, pero la bienvenida no durará mucho. Ser genuino es lo que con el tiempo le gana el corazón a la gente. Una persona tiene que poseer un carácter genuino para así inspirar la confianza de otros. 2. Exacto La mayoría de las personas son imprecisas; pocos son verdaderamente exactos. Aquel que es puntual no deja las cosas para mañana. Uno que es preciso en sus palabras es confiable, y uno que es preciso en su trabajo es digno de confianza. Una persona que sea perfectamente precisa es rara y muy preciada. 3. Estricto

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Carácter

CONTENIDO

1. El carácter

2. Entender el carácter

3. Ejemplos de un carácter apropiado

4. La edificación del carácter

5. Un carácter útil al Señor

6. Derrocar la manera de ser para manifestar la función

7. Cultivar un carácter apropiado a fin de tener contacto con la gente

PREFACIO

Los mensajes que componen este libro fueron dados entre 1953 y 1968 en dos ciudades, Manila, las Filipinas y en Taipéi, Taiwán; fueron traducidos del chino.

CAPÍTULO UNO

EL CARÁCTER

EL PRIMER GRUPO: GENUINO, EXACTO, ESTRICTO

1. Genuino

Lo opuesto de genuino es lo falso. El que aparenta no es genuino. Ser genuino forma el fundamento y la base de una persona. Una persona que no es genuina no tiene base y no se le puede confiar responsabilidades mayores. Ser genuino de carácter es la habilidad de sacrificarse por otros. No es suficiente ser sólo una persona honesta, sino que también debe ser genuina. Alguien que no sea genuino puede ser que sea bien recibido inicialmente por otros, pero la bienvenida no durará mucho. Ser genuino es lo que con el tiempo le gana el corazón a la gente. Una persona tiene que poseer un carácter genuino para así inspirar la confianza de otros.

2. Exacto

La mayoría de las personas son imprecisas; pocos son verdaderamente exactos. Aquel que es puntual no deja las cosas para mañana. Uno que es preciso en sus palabras es confiable, y uno que es preciso en su trabajo es digno de confianza. Una persona que sea perfectamente precisa es rara y muy preciada.

3. Estricto

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Ser genuino y riguroso componen la exactitud, la cual a su vez se manifiesta en ser estricto. Ser relajado lleva a la inexactitud; aquel que es exacto siempre es estricto. Ser estricto es el secreto de una persona puntual. Una persona puede ser genuina y exacta sólo si es estricta.

EL SEGUNDO GRUPO: DILIGENTE, AMPLIO, FINO

1. Diligente

Pocas personas son diligentes; la mayoría prefiere el recreo a la labor. Una vez que una persona se vuelve perezosa, no puede lograr nada. Romanos 12:11 dice: “En el celo, no perezosos” y Proverbios 6:6 dice: “Mira la hormiga, perezoso, observa sus caminos y sé sabio”. ¿Por qué la pereza, la glotonería y el dormir van juntos (Tit. 1:12)? Se debe a que todas las personas perezosas se compadecen y se aman a sí mismas, y por eso naturalmente aman el comer y el dormir. Sin embargo, 2 Tesalonicenses 3:10 dice: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”. Los cuatro puntos mencionados anteriormente se relacionan con disciplinarse severamente a uno mismo.

2. Amplio

Es muy fácil que la persona que posee los rasgos de carácter mencionados anteriormente, se convierta en una persona estrecha. Por consiguiente, él debe prestar atención en tener un carácter “amplio”. El idioma chino utiliza una expresión que significa “océano” para ilustrar que la capacidad de una persona puede ser tan amplia como el océano. “Dios dio a Salomón [...] tan dilatado corazón como la arena que está a la orilla del mar” (1 R. 4:29). Ya que la arena rodea el mar, el requisito bíblico en cuanto a ser amplio es mayor que el transmitido por la expresión china. El impacto que puede tener la obra que haga una persona durante toda su vida, depende mucho con el hecho de si esa persona es amplia o estrecha. Una persona de mente estrecha nunca puede lograr grandes cosas.

3. Fino

Una persona con una capacidad amplia a menudo no es fina, lo cual lleva a la negligencia y a una pérdida inevitable. Uno debe ser amplio pero no áspero, fino pero no una persona dada a pequeñeces.

EL TERCER GRUPO: ESTABLE, PACIENTE, PROFUNDO

1. Estable

Una persona estable es firme y no es afectada fácilmente, no es temerosa, apresurada ni ansiosa. Sin embargo, la estabilidad difiere de la lentitud. Ser

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lento significa no actuar cuando hay tiempo para hacerlo, mientras que ser estable significa permitir que el tiempo haga su trabajo. Una persona estable no toma decisiones a la ligera ni lo hace de forma descuidada, tampoco alaba ni condena a otros con facilidad. Cuando una situación no le es totalmente clara, se detiene y no dice ni expresa sus opiniones descuidadamente. Tampoco procede informalmente en asuntos que son serios, inciertos o incomprensibles. Pablo, una persona estable, le dijo a los corintios: “Nuestra palabra a vosotros no es sí y no” (2 Co. 1:18).

2. Paciente

La paciencia aquí no se refiere a la perseverancia, sino a la capacidad de esperar, como se menciona en Jacobo 5:7: “El labrador espera el precioso fruto de la tierra”. La paciencia difiere de la lentitud. Ser lento es perder una oportunidad presente, mientras que ser paciente es anticipar una oportunidad venidera. Uno no debe ser lento, sino que debe ser capaz de esperar, trabajando diligentemente sin jamás perder la esperanza. Sin embargo, sólo tener esperanza es vano; uno debe confiar en su propia capacidad para lograr cosas. Una persona paciente es capaz de permanecer quieta cuando está en dolor. El labrador que espera pacientemente su cosecha de la tierra está permitiendo que el tiempo haga su trabajo. La paciencia no es pasividad, es agresividad sin ansiedad.

3. Profundo

Una persona profunda no es trivial ni superficial. Basa su juicio en evidencia en vez de apariencia. No es insistente ni molestoso, sino que simplemente es serio. En todo caso, uno debe ser profundo, pero no muy inquisitivo, ya que una persona entrometida es inútil.

EL CUARTO GRUPO: PURO, JUSTO, CALMADO

1. Puro

Ser puro, no adulterado, es un asunto de motivo, es ser una persona libre de intenciones ocultas.

Deuteronomio 22:9 dice: “No sembrarás tu viña con semillas diversas, no sea que se pierda todo, tanto la semilla que sembraste como el fruto de la viña”. Dios nunca se complace con los hombres que hacen un trabajo impuro. Al final, los motivos ocultos siempre crean problemas.

2. Justo

La persona justa es imparcial y maneja todos los asuntos equitativamente. Por ejemplo, es juiciosa en su evaluación de otros ya que invariablemente, existen faltas en medio de los buenos y méritos entre los que tienen faltas. Para ser justo, uno tiene que ser imparcial, poniendo igual atención a cada aspecto de

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una persona o asunto, evaluándolo desde ángulos diferentes y poniéndolo en el lugar apropiado.

Esto no es un asunto de espiritualidad o moralidad, sino de carácter. El maestro que expone las Escrituras y también el anciano que administra la iglesia tienen que poseer un carácter justo. Una persona no puede hacer algo rectamente si existe el elemento de injusticia en su carácter. A manera de ilustración, podemos decir que un nivel impreciso nunca puede producir una superficie nivelada.

3. Calmado

El corazón humano casi siempre es tempestuoso, por lo que una persona que sirve al Señor tiene que permanecer calmada en su mente, parte emotiva y voluntad, a fin de tomar las medidas adecuadas relacionadas con los asuntos importantes. Una persona que no sea calmada no puede resistir la incitación externa y la influencia que viene de afuera. La manera de permanecer calmados es: (1) no actuar rápidamente y (2) no creer en los rumores, los cuales inevitablemente causan agitación.

EL QUINTO GRUPO: SENCILLO, CORPORATIVO, ABIERTO

1. Sencillo

Ser sencillo y enfocado está relacionado a ser puro, justo y calmado. Una persona no debe empezar a hacer una tarea o si la hace debe hacerla de todo corazón. Una persona tiene que ser sencilla, sea que esté estudiando, administrando una casa o haciendo negocios. La sencillez permite la concentración, lo cual a su vez produce resultados positivos. Una persona que no tiene un sólo propósito nunca puede ejecutar bien una tarea.

2. Corporativo

Ser corporativo significa no ser individualista, egoísta o aislado. La sencillez de carácter tiene que ser equilibrada por la cualidad de ser corporativo.

3. Abierto

Un creyente abierto puede recibir ayuda espiritual. Cuanto más abierto esté, más ayuda recibe y más útil será. ¡Qué importante es tener un carácter abierto al estar entre los creyentes! Sin embargo, esto no puede ser una apertura natural y sin restricción, sino que debe ser como las puertas y las ventanas que se pueden abrir y cerrar con facilidad.

Los asuntos que son absolutamente personales, privados y que no se relacionan con otros no necesitan ser divulgados. Divulgar los asuntos privados de una persona nunca beneficia al que lo dice ni al que lo oye. Tampoco es necesario ser

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abierto con relación a los asuntos en los cuales no se necesita ayuda o no se puede ofrecer ayuda, ya que tal apertura es infructuosa.

EL SEXTO GRUPO: AFECTUOSO, ARDIENTE, ADAPTABLE

1. Afectuoso

El afecto implica tanto cercanía como amor. En particular, ser afectuoso es dar énfasis al cuidado, simpatía e intimidad que uno tenga por otros. Una persona sin una preocupación íntima por otros no los puede traer a la salvación por medio del evangelio. Tal persona tampoco puede ser un hermano responsable en la iglesia.

2. Ardiente

Ser ardiente va más allá de ser afectuoso. El afecto está en el corazón, pero ser ardiente implica una acción externa que resueltamente trae a otros a la salvación y los ayuda a alcanzar la meta. Ser ardiente es ser ferviente y poderoso.

3. Adaptable

Aquí se ve el principio de la encarnación. Si Dios no hubiera venido al mundo por medio de la encarnación para adaptarse a los hombres, sino que simplemente los hubiera amado y deseado que regresaran a Él, entonces no hubiera logrado la redención. Hay que alcanzar a otros para poder guiarlos a la salvación. Solamente los que se adaptan a la gente pueden predicarles el evangelio para salvarlos. A menos que uno pueda adaptarse a los jóvenes y a los humildes será difícil guiarlos.

EL SÉPTIMO GRUPO: FUERTE, FLEXIBLE, SUMISO

1. Fuerte

La fuerza aquí denota firmeza, no se refiere a dureza. Una persona debe ser fuerte pero no dura, es decir, fuerte en voluntad pero no dura de corazón. El apóstol Pablo dijo: “Sed hombres maduros, sed fuertes” (lit.) (1 Co. 16:13).

2. Flexible

La fuerza debe ser igualada con la flexibilidad. Un dicho chino dice: “Hay que templar la fuerza con la flexibilidad”. La fuerza sin la flexibilidad es dureza, la cual inevitablemente echa a perder las cosas, mientras que la flexibilidad sin la

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fuerza resulta en blandura, que también es inútil. La correa de un reloj es firme y flexible a la vez, capaz de doblarse o estirarse según se requiera.

3. Sumiso

Ser sumiso es ser obediente y condescendiente. Algunos sólo pueden enseñar a otros a cumplir órdenes, pero ellos mismos nunca se someten a nadie. Debemos comprender que la mejor persona para dar órdenes es aquella que también puede recibirlas. La sumisión es un elemento de la vida divina. Los que poseen esta vida no consideran vergonzoso el someterse y recibir órdenes, sino que lo consideran apropiado.

El que da órdenes asume una gran responsabilidad; mientras que aquellos que las reciben, no asumen ninguna. Es una bendición escuchar a otros y ser cubierto en todo.

EL OCTAVO GRUPO: SUFRIDO, HUMILDE, POBRE

1. Sufrido

El sufrimiento obra maravillas interminables. Hay algunas cosas por las que no podemos pasar sin tener sufrimientos. Cuanto más sufra una persona, más útil será. Aquel que no esté dispuesto a sufrir no podrá lograr grandes hazañas. Hay un proverbio antiguo muy apropiado para esto, que dice: “El que sobrelleva los peores sufrimientos es el mejor entre los hombres”.

2. Humilde

Una persona debe tener metas altas, pero debe conducirse de manera humilde. Romanos 12:16 dice que debemos “asociarnos con los humildes”. Podemos ayudar a otros sólo si tomamos una posición humilde. No importa cuán respetada sea o en que alta estima se tenga a una persona, ésta debe tomar una posición humilde. Esto no quiere decir que debemos aparentar ser humildes, más bien es confesar genuinamente de corazón que no tenemos nada de que jactarnos.

En 1 Pedro 5:5 dice: “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia”.

3. Pobre

El mundo codicia posición y riquezas, pero un cristiano debe estar contento con la pobreza y aún debe escoger la pobreza, la cual tiene tanto utilidad como deleite. Sin embargo, uno no debe llegar a ser pobre por ser perezoso. Tal pobreza es despreciable y vana. Es raro y precioso ver personas que son pobres por causa del Señor, aun cuando tienen la habilidad o la oportunidad de ser ricos. De la misma categoría son aquellos que practican gastar todo su dinero para el Señor. La vida de Cristo es una vida que escoge ser pobre. Considere

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cómo Él dejó Su trono para nacer en un pesebre y vivir en Nazaret, experimentando así todas las privaciones de la vida humana.

EL NOVENO GRUPO: CONSTANTE, PERSEVERANTE, QUE SOPORTA

1. Constante

Ser constante significa perseverar. Lo mejor generalmente se guarda para el final. Todo lo que crece rápido también se marchita rápido. No se puede obtener nada profundo, de peso o de calidad superior en corto tiempo o por casualidad. En las cosas espirituales en particular, no hay atajos. La constancia y la perseverancia son los requisitos necesarios para ganar lo excelente.

Muchas verdades bíblicas, que al principio son incomprensibles, a pesar de que deseemos conocerlas, finalmente se entienden por medio de leer las Escrituras persistentemente. Ser constante no es codiciar resultados grandes y rápidos. Hay un dicho antiguo que dice: “Una gotera finalmente penetra en la piedra”.

2. Perseverante

Uno que puede perseverar, puede aguantar maltrato. No maltrata a los demás, pero persevera cuando lo maltratan. Un joven no debe evitar el maltrato y tomar el camino fácil; más bien, debe sufrir el abuso voluntariamente. Mientras más difícil sea la lección, más profunda y beneficiosa será.

3. Que soporta

Una persona de carácter tiene que ser capaz de soportar presión. Para que algo sea sólido y fuerte, primeramente tiene que ser presionado. Un diamante es formado al estar bajo presiones intensas. Aquello que crece sin restricción generalmente no es hermoso. Sin embargo, no invite a que otros lo presionen; más bien, usted mismo debe ponerse bajo la presión. La combinación de los cinco rasgos del carácter anteriores —sufrido, humilde, pobre, constante y perseverante— le da a una persona la habilidad de soportar la presión.

EL DÉCIMO GRUPO: CLARO, MAGNÁNIMO, SOBRIO

1. Claro

La claridad de la cual hablamos aquí no significa brillantez, sino que denota entendimiento. Muchas personas frecuentemente ignoran su propio embotamiento como su estupidez. Uno debe conocerse tanto a sí mismo como a otros.

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2. Magnánimo

Ser magnánimo es parecido a ser amplio. Ser amplio es tolerar a otros, y ser magnánimo es no ser cruel con otros. Al relacionarse con otras personas, se debe complementar el afecto, el ser ardiente y ser adaptable con la magnanimidad. Sin un carácter magnánimo es difícil vivir una vida que ame a los enemigos. Una persona cruel siempre es celosa, mientras que una persona magnánima puede perdonar. Es permisible que se hable a otros con severidad, pero nunca con crueldad. Tampoco se debe ser tontamente bondadoso.

3. Sobrio

Una persona sobria no es frívola. Cualquier cosa que haga una persona sobria tiene peso. Si un asunto es importante o insignificante, su importancia y peso depende de quién sea la persona que lo maneje. Aun un asunto insignificante que esté en manos de una persona sobria, será tomado en serio por otros; por el contrario, un asunto significativo que esté en manos de una persona liviana, será considerado por otros como algo insignificante. Para aprender a ser una persona sobria, lo primero que debemos hacer es no expresar opiniones de forma liviana; segundo, no debemos juzgar o criticar con ligereza; y tercero, debemos hablar despacio y con precisión. Esto no quiere decir que no debemos hablar, sino que debemos hablar con discreción.

La persona que es sobria está protegida, debido a que las malas tentaciones no le llegan fácilmente. Especialmente en el caso de las jóvenes, la sobriedad les trae protección, mientras que ser livianas les invita a ser dañadas.

Sean afectuosos, ardientes y adaptables para con otros, y condúzcanse con sobriedad.

CAPÍTULO DOS

ENTENDER EL CARÁCTER

LA IMPORTANCIA DEL CARÁCTER

Si consideramos que nuestras palabras representan nuestra persona, entonces nuestro carácter es nuestra persona misma. La utilidad de una persona, las cosas que se le pueden confiar, las responsabilidades que pueda asumir y las cosas que es capaz de lograr dependen por completo de su carácter. Un carpintero determina el uso de la madera basado en su calidad. La pereza arruina la utilidad de una persona. Por consiguiente, el carácter tiene mucho que ver con el servicio del Señor. Consideren las personas en la Biblia que Dios usó. Dios pudo usarlas debido a que poseían un carácter que era apropiado para Su uso. Su carácter era simplemente su persona misma. Llegaron a ser personas útiles a Dios debido a que su carácter pudo ser usado por Él. Debido a que Abraham, Moisés y Pablo, tenían un carácter excelente, Dios los usó grandemente. El destino de nuestra utilidad al Señor depende de nuestro

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carácter. La compatibilidad de nuestro carácter humano determina cuán útiles seamos delante de Dios.

LA CONSTITUCIÓN DEL CARÁCTER

Nuestro carácter está constituido de nuestra naturaleza innata más los hábitos que hemos adquiridos. La manera de ser es innata, pero el carácter es algo que se cultiva. El carácter de una persona es treinta por ciento natural y setenta por ciento hábito. Por esta razón, un joven tiene que prestar mucha atención a la edificación de su carácter. Una persona de más de cincuenta años ya tiene una personalidad establecida con un patrón definido que ha sido desarrollado a través de toda su vida; mientras que en una persona joven, la naturaleza innata se manifiesta más que los hábitos adquiridos. Mientras más una persona crece, despliega menos de su naturaleza y más de sus hábitos. Por consiguiente, los hábitos adquiridos son más importantes que la naturaleza innata. En general, el carácter de una persona de más de veinte años ya es más hábitos que naturaleza. Nunca descuide su vivir diario, porque éste edifica sus hábitos. Por ejemplo, si un niño es puesto en un hogar chino, será echado en un molde chino. El mismo niño puesto en una familia de otra nacionalidad se parecerá a una persona de esa nacionalidad cuando crezca. Al considerar el asunto del carácter, tenemos que prestar atención a nuestra vida diaria, la cual es capaz de moldear nuestro carácter. Nuestra utilidad a Dios se determina por cuán compatible sea nuestro carácter con Él.

LO QUE ES ESENCIAL DEL CARÁCTER PARA EL SERVICIO DEL SEÑOR

1. Genuino: ser lo mismo por dentro y por fuera

¿Qué es ser genuino? Esto denota ser consistente por dentro y por fuera. Hay muchas ocasiones en que no se miente, pero tampoco se es genuino. Una persona que no es genuina es inservible en las manos del Señor. Moisés fue una persona muy genuina. Cuando bajó del monte de Sinaí, él rompió con ira las dos tablas de la ley. Él era igual por dentro y por fuera. Es imposible encontrar un caso en la Biblia donde Moisés no fuera completamente consistente en todo su ser. Una persona genuina es sólida y confiable. Sin embargo, esto no significa que tenga la libertad para perder la paciencia. Comportarse de una manera agradable cuando realmente se está irritado es fingir y es ser falso. Algunas personas pueden hablarle a dos personas sobre el mismo tema de dos maneras diferentes, y aunque no tengan la intención de engañar, no hablan genuinamente. Los que sirven al Señor tienen que cultivar un carácter genuino. Al enfrentar ciertos asuntos, tal vez nos abstengamos de hablar algo debido a nuestro temor de Dios. Sin embargo, cuando hablamos tenemos que ser genuinos.

2. Exacto: ser absolutamente preciso

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Es muy difícil ser exacto con respecto al tiempo, las palabras y los números. Muchas cosas son hechas sólo para salir del paso. Esta actitud de “más o menos” es muy dañina. Una persona no puede ser “más o menos”, sino que debe ser exacta. Lograr el noventa y nueve por ciento de una tarea, dejando un por ciento sin completar es lo mismo que no haberla hecho. Debemos desarrollar un carácter que no sea descuidado, sino absolutamente exacto. Tenemos que ser exactos tanto en palabra como en hecho.

3. Estricto: tomar las cosas en serio

Ser genuino hace a una persona firme y la exactitud la hace fuerte. Ser estricto es la práctica de ser genuino y exacto. Alguien que es descuidado nunca puede practicar ser genuino y exacto. Para hacer todo de forma genuina y exacta se requiere de un carácter estricto. Todo lo que pasa por las manos de una persona descuidada se hace inexacto y le falta el elemento de ser genuino. Debido a que una persona descuidada no es estricta, se debe descartar todo lo que diga. Aun su estudio de la Biblia es descuidado. Los que son estrictos reciben luz mientras estudian la Biblia. Ellos nunca dejan pasar las cosas. Cuando surgen los problemas, proceden a resolverlos y llegan siempre a la raíz del asunto. Una persona descuidada, quien por lo general es curiosa y vive en su imaginación, nunca puede resolver problemas. Una persona estricta nunca se entromete en los asuntos que no le conciernen, ni tampoco abriga pensamientos ociosos, sino más bien ejecuta su tarea seria y exactamente.

4. Diligente: no perezoso

Una persona estricta siempre es diligente. La diligencia es la característica más importante de un siervo del Señor. La Biblia está llena de enseñanzas con respecto a la diligencia. En Romanos 12 Pablo menciona la consagración, servir en coordinación y los dones, y continúa su palabra con “en el celo, no perezosos” (v. 11). Se debe ser diligente en el servicio. La diligencia es crucial, porque edifica nuestra reserva espiritual y así nos enriquece. La riqueza espiritual proviene de la diligencia. La pereza siempre produce pobreza. El que es diligente siempre tiene una mente sobria, mientras que el que es perezoso generalmente está despistado. Todas las cosas existen en el tiempo, por lo que una persona exitosa es aquella que aprovecha su tiempo. Tenemos que redimir el tiempo que perdemos. La pereza es detestable porque causa que nuestro ser se derroche. La pereza se traga nuestro tiempo y finalmente devorará toda nuestra vida.

Sin embargo, la diligencia no puede ser un asunto de legalidad o de regulación, sino que debe practicarse espontáneamente. Sea que seamos vistos por otros o no, debemos ser los mismos. A medida que una persona se hace diligente, requerirá mucho más de sí mismo. El perezoso nunca hará una limpieza cabal, porque es de espalda tiesa y ni siquiera doblará su cintura para barrer el piso. Alguien despreocupado es perezoso, pero el que se preocupa y aun así no toma las medidas necesarias para realizarlo, es una persona que no ha sido disciplinada. Sólo el que es diligente sabe trabajar. El siervo del Señor tiene que cultivar un carácter diligente y nunca debe permitirse ser suelto. Entonces podrá manejar todo lo que Dios le confíe. Sólo los que son diligentes pueden

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hacer la obra del Señor. Cuanto más trabaja una persona, más humilde, más práctica y más cuidadosa será; y más controlará su temperamento y rechazará su carne. Esto es de mucho beneficio delante de Dios. El que es diligente termina completamente todo el trabajo que está a su alrededor y todo lo que se le ha encomendado.

D. L. Moody dijo: “Todavía tengo que ver que una persona perezosa se salve”. Algunas personas son en realidad demasiado perezosas para creer y para pedir; por ende, pierden un asunto tan grande como su salvación. Es difícil encontrar una persona perezosa que tenga mucha búsqueda espiritual.

5. Amplio: que tiene una perspectiva ancha

Alguien que practica ser genuino, exacto, estricto y diligente puede convertirse fácilmente en alguien estrecho. Por naturaleza todas las personas descuidadas son amplias. Sin embargo, los que sirven al Señor necesitan ser amplios en su carácter. El corazón de Salomón era tan amplio como la arena de la playa. Ya que la arena rodea el mar, tiene que ser más ancha que el mar. Tenemos que practicar ser amplios. Sólo la gente que es amplia puede descubrir las grandes cosas en la Biblia. Una persona estrecha sólo puede estudiar los asuntos triviales y dar mensajes de temas menores; además, puede hacer que un mensaje de un tema principal sea insignificante. Un obrero tiene que aprender a ser amplio para estudiar la Biblia con una perspectiva amplia y para estudiar los puntos importantes en las Escrituras; tiene que aprender a prestar atención a las cosas importantes y debe ser magnánimo para con la gente. Una persona así posee una perspectiva amplia, y su manera de guiar a otros y su conocimiento del Señor también son amplios.

6. Fino: no descuidado ni negligente

Aunque no debemos ser estrechos, sí debemos ser finos. En los últimos dos mil años, los que han sido grandemente usados por el Señor fueron amplios y finos, mientras que los que fueron estrechos y toscos invariablemente fueron de poco uso. El Señor nos guía según la gracia que Dios nos da. Sin embargo, a menudo, Su guianza depende de nuestro carácter. Algunos hermanos y hermanas pueden estudiar la Biblia y orar, pero no pueden asumir responsabilidades. Debido a su carácter, no nos atrevemos a confiarle los negocios del Señor. Ellos reciben mucha gracia y saben cómo orar, pero no han edificado el carácter apropiado que los capacite para llevar a cabo las cosas. A pesar de que pueden ser colocados en algunas áreas de servicio, no se les puede confiar el servicio. El servicio del Señor requiere que una persona sea amplia y fina. Para estudiar bien la Biblia, uno tiene que buscar la base bíblica de cualquier asunto con un ojo amplio y fino.

7. Estable: firme, no se conmueve ni cambia fácilmente y no es dominado por el pánico

Ser estable equivale a ser firme, inconmovible e incambiable. ¡Qué vida tan estable vivió el Señor en la tierra! Él no fue incitado por la sugerencia de Sus

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hermanos de que subiera a Jerusalén a ganar reputación, y cuando Sus opositores trataron de apedrearlo, Él salió caminando de en medio de ellos. Si nosotros hubiéramos estado en esa situación, hubiéramos sido apedreados o hubiéramos salido huyendo rápidamente. Cuando el Señor supo que Lázaro estaba enfermo, permaneció en el mismo lugar por dos días más. Nuestro Señor nunca actuó de modo vacilante. Él fue estable. Los que conocen la voluntad de Dios no serán dominados por el pánico. Una persona inestable es como una caña en el desierto soplada por el viento. Una persona así, que nunca es firme o estable, se inclina hacia el oeste cuando sopla el viento del este y hacia el este cuando sopla el del oeste. Una persona que fluctúa nunca puede entender la voluntad de Dios. No puede trabajar con otros ni puede servir a la iglesia.

Sin embargo, ser estable no es ser lento. La estabilidad incluye no hablar de forma incierta o hacer cosas de las cuales uno no está seguro. Una persona estable no es cambiada fácilmente por su entorno; controla bien su tiempo y actúa sólo después que ha esperado y está seguro de la voluntad de Dios. Ser estable no es ser terco, testarudo u obstinado, sino tener una cualidad interna que es inmovible e inmutable. Lutero fue una persona estable y fuerte; por lo tanto, Dios pudo usarlo. La estabilidad es un requisito importante para servir al Señor y al seleccionar a un colaborador. El tiempo trabaja, pero sólo trabaja con una persona estable. Una vez que una persona estable entiende la voluntad de Dios, actuará inmediatamente sin importar el costo. Pero hasta que llegue el tiempo de Dios, nadie la puede influenciar. Por esto, necesitamos aprender a ser estables. Dejarse dominar por el pánico no ayuda. Tenemos que permanecer estables en medio de la tormenta, sabiendo que cuando termine, las dificultades también cesarán. Los que han viajado en un bote comprenden la importancia de la estabilidad. Cuando se está en un bote pequeño en el mar tormentoso, uno simplemente no puede darse el lujo de ser dominado por el pánico.

8. Profundo: que busca más abajo y cava de manera profunda, que no es superficial

El libro de Proverbios dice que un tonto es superficial. La observación que hace una persona superficial no es precisa; su entendimiento de la iglesia, las personas, los asuntos y las cosas es superficial. Ser profundo está íntimamente relacionado a ser cabal y serio. Una persona superficial siempre hace observaciones superficiales, mientras que una persona profunda siempre examina y profundiza cuando mira las cosas. A una persona superficial, le puede parecer que nada hay que hacer, aun si se le ha encomendado una iglesia. Mientras que otros tienen mucho que decir en un mensaje, tal persona no tiene nada que decir. Mientras otros laboran para obtener luz al estudiar la Biblia, él simplemente está satisfecho con un entendimiento literal. Al escuchar a la gente, una persona profunda no cree fácilmente lo que otros dicen y escucha más allá de las palabras. Sin embargo, una persona superficial cree rápidamente en las palabras de otros, y su transmisión de información es a menudo incoherente e incompleta. Como resultado se crean chismes. Los que sirven al Señor tienen que ser profundos en la verdad, en experiencia y al guiar a otros. Una persona superficial no puede servir al Señor, porque hará superficial la obra de Dios. Aquellos a quienes les gusta representar a otros son personas

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superficiales. La persona profunda no es complicada ni superficial. Tal persona es tridimensional, siempre está investigando y estudiando.

9. Paciente: que puede esperar sin tener ansiedad

Según el capítulo 5 de Jacobo, el agricultor que desea obtener el fruto de la tierra no debe estar ansioso (v. 7), sino que tiene que esperar por el tiempo señalado. Una persona paciente puede esperar. Contrario al entendimiento común, la paciencia es diferente a la perseverancia. Ser paciente no es ser perezoso y descuidado, sino trabajar diligentemente sin tener ansiedad. Todo lo que hacemos toma tiempo. La cantidad de esfuerzo empleado determinará cuánto se puede lograr. Ningún trabajo puede hacerse con poco esfuerzo. Los que esperan logros instantáneos nunca pueden hacer la obra de Dios. A fin de hacer la obra de Dios, una persona tiene que trabajar diariamente pero sin ansiedad. Una persona paciente no se distrae por algo temporal porque conoce su comisión. Esto es como el agricultor para quien esperar es normal; por un lado, trabaja en el campo; por otro lado, espera. Frecuentemente, uno se desalienta al guiar a otros, pero los que son pacientes nunca pierden la esperanza. Cuando nuestro trabajo sufre retraso, tenemos que ser pacientes. El tiempo probará y el tiempo dirá; el tiempo vindicará y manifestará la verdad. La manifestación de la gloria de Dios tal vez esté sólo a medio minuto más.

Una persona debe tener empuje y dinamismo, pero no debe ser ansiosa. Para lograr esto se requiere práctica. Un carácter producido por la paciencia es invaluable. No debemos llegar rápidamente a conclusiones con respecto a personas y asuntos, ya que después de esperar, sólo por unos días más, surgirá la verdadera situación. Tenemos que aprender a ser pacientes cuando estamos en necesidad. Si somos pacientes cuando estemos en necesidad, nunca tendremos que solicitar un préstamo. Cuando Pablo le escribió a los corintios, aunque se sintió cargado y presionado, no obstante fue paciente. Los que sirven al Señor tienen que poseer tal cualidad. Muchas personas hacen un gran clamor al pasar por pequeños maltratos, dando a conocer hasta el más mínimo de sus problemas, y hacen un juicio instantáneo con respecto a cualquier asunto que se les presente. Las personas así son inútiles. Ser pacientes es esperar. Es diferente de ser lento. Ya sea que alguien tenga una manera de ser rápida o lenta, tiene que aprender a ser paciente. Ser lento es dejar pasar las oportunidades; y esto es algo por lo cual hay que tomar medidas para dejar de ser lento. Una persona paciente es presta y ágil. Tenemos que ser pacientes antes de que la oportunidad surja, y debemos aprovecharla inmediatamente que se presente. Mientras servimos diariamente a la iglesia, debemos esperar pacientemente con respecto a todas las situaciones que enfrentamos y a los resultados de nuestra obra. No debemos estar ansiosos antes de que llegue el tiempo de la cosecha ni tampoco debemos relajarnos y ser perezosos. Debemos estar llenos de sentimientos hacia la gente y los asuntos con los que nos involucramos. Debemos ser sensibles y preocuparnos, y debemos tener una previsión apropiada. Debemos terminar cualquier obra que tengamos que hacer y dejarle el resto al tiempo. En muchos aspectos el tiempo representa a Dios.

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Los que deseen ser personas correctas, y especialmente ser personas de peso en la mano del Señor, tienen que poseer todas las nueve características mencionadas anteriormente. Sin estas nueve cualidades, no seremos iluminados al estudiar la Biblia; ni tampoco cumpliremos los requisitos de la vida espiritual al tratar con la gente, los objetos y la obra del Señor. Además, es muy probable que no tengamos mucho crecimiento espiritual. Nuestro ser debe corresponder con el trabajo que queremos llevar a cabo, y nuestro carácter tiene que ser una pareja a los asuntos que planeamos hacer. En un carácter que es apropiado para el uso del Señor, los hábitos adquiridos son mucho más importantes que la naturaleza innata. Pero todo esto depende de la edificación de un carácter que sea apropiado para el Señor.

CAPÍTULO TRES

EJEMPLOS DE UN CARÁCTER APROPIADO

Lectura bíblica: Mr. 1:35; 3:20-21; 6:30-31, 34; 8:1-10

En este capítulo vamos a considerar qué tipo de carácter tenía el Señor Jesús mientras estuvo en la tierra. Es posible que pensemos que nosotros, los que servimos al Señor, necesitamos un carácter apropiado, pero que el Señor no tenía tal necesidad. Sin embargo, si leemos cuidadosamente los cuatro Evangelios, podemos ver que mientras el Señor estuvo en la tierra, Su servicio ante Dios dependió en gran manera de Su carácter.

EL EJEMPLO DEL CARÁCTER DEL SEÑOR

De los cuatro Evangelios, el Evangelio de Marcos es el que especialmente nos muestra cómo el Señor Jesús sirvió a Dios. Todos los que estudian la Biblia pueden percibir en este evangelio el carácter del Siervo de Dios. Al leer el Evangelio de Juan podemos entender la vida que estaba en Jesucristo: la vida del Hijo de Dios. Al estudiar el Evangelio de Lucas podemos ver la manera de ser perfecta que se encontraba dentro de este Hombre perfecto. Si estudiamos el Evangelio de Mateo podemos testificar cómo se condujo el Rey del reino de los cielos. Cuando leemos el Evangelio de Marcos podemos notar el carácter del Siervo de Dios. El Señor Jesús en el Evangelio de Juan nos mostró, por medio de Su vivir en la tierra, la vida que estaba dentro de Él. En el Evangelio de Lucas el Señor nos revela cuan humana era Su manera de ser al vivir como un hombre sobre la tierra. Su manera de ser como Hombre fue perfecta y hermosa. Sin embargo, en el Evangelio de Marcos se ve al Señor como un siervo. Allí Él no exhibió Su vida ni Su manera de ser sino Su carácter.

Cuando alguien busca un amigo, a menudo busca en la otra persona una manera de ser agradable, pero no necesariamente busca un carácter apropiado. Usualmente se preocupa por su manera de ser y no de su carácter. Por ejemplo, una persona no tiene que ser madrugadora para que sea su amigo. Puede que esa persona regularmente se levante y se acueste a tiempo, pero si su manera de

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ser no es agradable, usted no querrá tener amistad con ella. Por tanto, al hacer amigos a lo primero que uno presta atención es la manera de ser de la persona. Sin embargo, cuando contrata a alguien para hacer un trabajo en la casa, ¿acaso se preocupa de su personalidad? De ninguna manera. Puede que sea gentil, paciente, amoroso y moderado, pero si es perezoso, descuidado, lento y olvidadizo, ¿lo contrataría? Al considerar darle un empleo a alguien, no sólo consideramos su manera de ser, sino también su carácter. La gentileza y la amabilidad se encuentran en su manera de ser. Pero también es necesario que sea diligente, presto en su trabajo y uno que ocupa su lugar en todo momento, los cuales son rasgos que se necesitan en su carácter.

Si podemos distinguir entre la manera de ser y el carácter, entonces veremos que el Evangelio de Lucas nos muestra la manera de ser, y el Evangelio de Marcos, el carácter. El Evangelio de Lucas revela la manera de ser de un Hombre perfecto. El Evangelio de Marcos revela el carácter del Siervo de Dios. Tengo buenas razones para decir esto. Por ejemplo, Marcos nos indica, por lo menos en dos ocasiones que el Señor ni siquiera tuvo tiempo para comer. Esto no se registra en Lucas, Juan ni Mateo. Mateo habla del Señor como el Rey del reino de los cielos; para lo cual, si el Rey comía o no, no tiene importancia. Este asunto solamente se relata en Marcos. En el Evangelio de Marcos están estas palabras: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. El Señor estaba tan ocupado sirviendo a otros que no se preocupó por comer y dio la impresión a la gente de que estaba loco. Cuando vio la multitud, no tuvo el corazón de despedirlos por temor a que desfallecieran en el camino. Así que les dio pan y pescado para satisfacerlos. Incluso pidió a sus discípulos que recogieran las sobras, y después que despidió a la gente se fue. ¿No creen que es significativo que el Espíritu Santo registre estas cosas? El libro de Marcos nos muestra que Dios encontró a una Persona en la tierra cuyo carácter era apto para el servicio de Dios. En otras palabras, este libro nos muestra el carácter del Señor Jesús como el Siervo de Dios. Debido a que tuvo tal carácter fue útil en la mano de Dios, en Su servicio a Dios y al hombre.

En cada capítulo y cada párrafo del libro de Marcos se puede observar el carácter del Señor Jesús como el Siervo de Dios. Aunque un día Él sanó a muchos enfermos, echó fuera muchos demonios, trabajó mucho y se acostó tarde, aun así, se levantó muy de mañana para orar. Tal era Su diligencia. Cuando estaba ocupado, se preocupaba solamente por las necesidades de otros y no por Su propia hambre. Éste es el carácter que debe poseer uno que sirve al Señor. Cuando las multitudes se reunían en el desierto y era tarde, Él no podía soportar despedirlos por temor a que desfallecieran por falta de comida. Aunque este incidente fue registrado en forma breve en los otros evangelios, el Evangelio de Marcos lo registra con gran detalle. Este relato nos muestra que Él no sólo se preocupaba por la multitud, sino que discernía y entendía cabalmente la situación. Además de eso, sabía cómo manejar todos los asuntos. Él calmadamente le pidió a la gente que se sentaran fila por fila, y tomó el pan y el pescado, los bendijo y los distribuyó fila por fila. Cuando todos fueron saciados, los discípulos recogieron lo que sobró y lo pusieron en cestas. Luego despidió a la gente y llevó a los discípulos a otro lugar. ¿Creen que esto describe un milagro del Señor? ¿Nos revela la vida del Señor? ¿Nos presenta la manera de ser del Señor? No. Esto nos muestra Su carácter. Él era diligente, considerado,

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perceptivo, compasivo y se preocupaba por los demás y nunca evadió Su responsabilidad. Sin el carácter en el Evangelio de Marcos, la vida del Evangelio de Juan no podría ser impartida. Para que sea impartida la vida que se encuentra en el Evangelio de Juan se necesita el carácter que vemos en el Evangelio de Marcos. La vida en Juan es la comida; el carácter en Marcos es el recipiente.

Hoy carecemos de esta clase de carácter. He notado que a menudo algunos hermanos son derrochadores en su servicio. Ser derrochador es un asunto pequeño, pero temo que habrán almas que se pierdan cuando estos hermanos sirvan al Señor. Esto es un problema serio. ¿Creen que el Señor atesoraba estas doce cestas de pedazos? No, el Señor quería mostrar a Sus discípulos que uno que trabaja para Dios debe hacer las cosas de esta manera en su servicio a Él. El Señor entrenó a Sus discípulos y los guió para que también tuvieran esta clase de carácter. Tenemos que ver que en esto de servir al Señor y de ser un siervo de Dios, lo único indispensable es un carácter apropiado. No podemos servir al Señor sin un buen carácter.

EJEMPLOS DEL CARÁCTER DE LOS APÓSTOLES

En los escritos del apóstol Pablo, sus epístolas que hablan del Señor Jesús, también podemos ver al escritor mismo. Aunque todas las epístolas de Pablo tratan de Cristo, éstas también nos permiten ver a Pablo. Además, no pienso que las epístolas de Pedro necesitan ser designadas, pues con tan sólo leerlas inmediatamente se puede reconocer quien es el escritor. Lo mismo sucede con los escritos de Pablo. Podemos ver a los apóstoles a través de las epístolas que escribieron, debido a que ellos portaron a Cristo, y Cristo fue quien vivió a través de ellos. Moisés vio la visión del fuego ardiendo en la zarza, y éste fue el principio conforme al cual todas las epístolas de los apóstoles fueron escritas. Por un lado, Cristo usó a Pablo como aquel que lo sostenía poniéndose a Sí mismo en Pablo. Por otro lado, Pablo expresó a Cristo en su vivir. Debido a estos dos puntos, cada vez que los apóstoles hablaban acerca de Cristo, no podían evitar que ellos mismos fuesen vistos.

Existen dos líneas en la Biblia. Una línea tiene que ver con sostener a Cristo y la otra con expresar a Cristo en nuestro vivir. Expresar a Cristo en nuestro vivir es un asunto de vida, mientras que sostener a Cristo es un asunto de carácter. Con cada apóstol existen tanto el carácter como la vida. Con respecto al carácter, Pablo fue usado por Cristo; él portó a Cristo y fue uno que sostenía a Cristo. En cuanto a la vida, Pablo tomó a Cristo como su vida; vivió en Cristo y Cristo vivió en él. Por eso, cuando leemos las epístolas de Pablo, no es difícil reconocer que algunos asuntos en ellas están relacionados al carácter y otros a la vida. Por ejemplo, Pablo dijo: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” (1 Co. 4:21); también dijo: “¿Quién está débil, y yo no estoy débil? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no ardo?” (2 Co. 11:29); y: “Pero cuando Cefas vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar” (Gá. 2:11). Estas palabras reflejan cierto carácter. Por otro lado, Pablo dijo: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Co. 4:10), y

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también: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu” (2 Co. 3:18). Estas palabras se refieren a la vida. En ciertas partes de las epístolas de Pablo encontramos su carácter como siervo de Dios: fuerte, responsable, serio, intolerante a los errores, honesto, dispuesto a reprender a otros cara a cara. En otros lugares vemos la vida misma que él llevó. No podemos tener sólo la vida sin un carácter apropiado; tampoco podemos tener un buen carácter sin la vida.

Un día en Manila, mientras iba en el carro con unos hermanos hacia el campo, vimos una catedral católica elegante, ubicada en una pequeña colina. Los hermanos me llevaron a visitar el lugar. Cuando entré, vi varias monjas vestidas de blanco arrodilladas. No se movían en nada y parecían irreales, hasta que las miré cuidadosamente. Eran tan expertas en lo que practicaban que no se movían ni un poquito. Las observamos por largo rato hasta que una de ellas se levantó. Nos quedamos atónitos mientras observábamos la manera en que caminaba. Lo hacía con una serenidad y compostura que sería imposible de imitar. Mientras se disponía a tomar la Biblia, su paso, su postura y movimientos merecían nuestro más profundo respeto y admiración. ¡Qué conducta tan maravillosa! Si no hubiese conocido al Señor, ese día hubiera decidido hacerme católico. Creo que si algunos incrédulos vieran a esas monjas y a nosotros, ellos llegarían a la conclusión de que los cristianos no son tan respetables como los católicos. Sin embargo, los que conocen a Cristo se darán cuenta que tal conducta no era vida, sino, en el mejor de los casos, un carácter que ha sido desarrollado. Un buen carácter carente de vida no tiene valor; pero la vida sin un carácter apropiado es igualmente inútil. No importa cuánto sepamos acerca de Cristo, no podremos ministrar Cristo si no tenemos un carácter apropiado.

A FIN DE SERVIR AL SEÑOR SE NECESITA QUE SE EDIFIQUE EL CARÁCTER

¿Qué clase de obra planeamos realizar? ¿Esperamos llevar a cabo una obra que sea valiosa y tenga peso, o pensamos realizar una obra superficial? En el servicio del Señor existe la necesidad no solamente del conocimiento del Señor, sino también de un carácter que porte al Señor. La Biblia requiere que los ancianos sean sobrios. ¿Es esto un asunto de carácter o de vida? Ciertamente es un asunto de carácter y no de vida. Una persona puede ser evidentemente salva, pero aun así ser frívola; otra, puede oponerse al Señor Jesús y, sin embargo, tener un carácter sobrio. Si estas dos personas se levantaran y hablaran a una multitud, ¿cuál se ganaría la confianza de la gente? No hay duda que sería el opositor. ¿Por qué? Debido a que es sobrio. En esta ilustración nos podemos dar cuenta inmediatamente que nuestra utilidad en las manos del Señor se basa en nuestro carácter y necesitamos de nuestro carácter para poder ministrar vida a otros. Obviamente, sin vida nada es ministrado, pero la vida tampoco puede ser impartida sin un carácter apropiado.

Hay que admitir que estamos cortos en la vida, pero siento fuertemente que existe una carencia severa, y que es aún una carencia desesperada, en nuestro carácter. Por ejemplo, conforme a mi observación, algunos hermanos jóvenes no

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han aprendido nada acerca de tener buenos modales. En su contacto con la gente parece que no tienen la sensibilidad de quién es mayor y quién es más joven. Consideran que mostrar respeto es vergonzoso y que la cortesía no es democrática. Les preocupa poco si la persona que está ante ellos es el director de una escuela o un decano. Les aseguro que tales personas están terminadas; no pueden servir al Señor.

Hermanos jóvenes, en sus dormitorios donde viven, ¿son amables con sus compañeros de escuela? Aunque no los visito todos los días, puedo decir que basado en mis limitadas observaciones, yo sé cómo viven. Por favor, perdónenme por decirles esto, pero ustedes carecen del todo de un carácter apropiado. Admito que es posible que no peleen o discutan; pero también me atrevo a decir que su carácter no ha sido edificado. Para desarrollar su carácter, ustedes tienen que seguir las reglas que regulan en qué cama van a dormir, dónde deben colgar su ropa y dónde deben guardar su maleta. Deben regirse por las reglas de la escuela. Pueden pensar que éstos son asuntos sin importancia, pero si no se ejercitan en estas cosas en su vivir cotidiano, serán absolutamente inútiles para Dios. Carecerán de un carácter que obedece las reglas. Pueden tirar libremente sus zapatos bajo la cama de otro, y pueden colgar su camisa en el poste de la cama de otro y tal vez hasta la chaqueta de otros aparezca en su área. Créanme, esta clase de persona nunca podrá realizar ninguna obra.

Obedecer las reglas está en el lado pasivo. Por el lado positivo, necesitamos ser corteses. Debemos apresurarnos a hacer los trabajos desagradables y dejar que otros hagan los fáciles. Esto no es vida; es solamente una señal de un buen carácter. Pero si no se edifica tal carácter en nosotros, no podemos abrigar la esperanza de servir al Señor apropiadamente. Si usted no es una persona regulada, su predicación también será indisciplinada. Si usted es desordenado, lo que predica también será desorganizado.

Hermanos, al servir al Señor, el carácter no es menos importante que la vida. Sin un carácter apropiado, usted no tiene la manera de llevar a cabo una obra. La vida es su material y el carácter es su técnica. Un carpintero no puede hacer algo sin madera; pero esto no significa que siempre y cuando tenga madera pueda hacer algo. El serrucho puede ser útil en las manos de otro, pero no en las suyas. El hacha es útil en las manos de otro, pero en sus manos sólo arruinará la madera. Si no tienen un carácter apropiado, se debe sencillamente a que no lo han practicado. Por lo general, si va a pasar por una puerta y un hermano más joven quiere hacer lo mismo, usted lo debe dejar pasar primero. Si está cargando un vaso y sucede que se derrama un poco de agua en la cama de su compañero de cuarto, debe secar las gotas de agua rápidamente y buscar la oportunidad para disculparse con él. No digo que esto es la vida divina, pero si usted desea servir al Señor tiene que ser meticuloso en cuanto a su carácter. El carácter que tenga lo capacitará para ser disciplinado en su servicio al Señor.

LA DIFERENCIA Y LA RELACIÓN QUE EXISTE ENTRE EL CARÁCTER Y LA VIDA

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Permítanme ilustrarles la diferencia que existe entre el carácter y la vida. Consideren a una hermana que le gusta contar chismes, hablar mucho y que siempre está descontenta con los demás. Tal condición indica una carencia de vida, no de carácter. Otra hermana raras veces habla o se enoja, porque tanto su lengua como su carne han recibido el trato de la cruz. Sin embargo, es descuidada en su vivir y causa incomodidad a los que están a su alrededor. Cuando otros murmuran, ella no se enoja ni los condena. Esta hermana puede ser excelente en vida, pero carece de una cosa: un carácter apropiado. Este ejemplo muestra la diferencia entre el aspecto de la vida y el aspecto del carácter.

Sin embargo, tenemos que darnos cuenta de que la vida y el carácter no son independientes el uno del otro. La vida divina puede influir en nuestro carácter y en muchas ocasiones, hasta puede reemplazarlo. No obstante, el carácter no puede afectar la vida divina ni puede sustituirla. A menudo, la espiritualidad de una persona espiritual se convierte en su carácter y reemplaza su carácter. Éste fue el caso del Señor Jesús. El carácter del Señor Jesús fue casi una expresión de Su vida. Podemos decir que los aspectos del carácter del Señor, según se relatan en Marcos, eran la expresión de Su vida. En otras palabras, la mayor parte de Su vida fue también Su carácter.

No obstante, no podemos decir que el carácter es la vida, porque hasta un incrédulo tiene su carácter. Por ejemplo, la sobriedad de cierta persona es parte de su carácter, no de su vida. La espiritualidad de una persona espiritual, la cual resulta de permanecer en el Señor, puede hacerlo sobrio. El carácter de un cristiano no puede ser solamente su carácter. No debemos exhibir sobriedad, meticulosidad y consideración para con otros sólo de manera externa, sin tener nada de la vida interior. Debemos tener tanto la vida como el carácter. De hecho, debemos ir un paso más allá: nuestra vida y nuestro carácter deben compenetrarse y ser uno solo. Aunque el carácter no es igual a la vida, la vida puede convertirse en una gran parte de nuestro carácter. Soy cortés porque vivo en Cristo; también soy sobrio porque vivo en Cristo. Puedo ser cuidadoso porque Cristo es mi meticulosidad y puedo ser regulado porque Cristo es mi regulación. Por ende, la vida y el carácter se han hecho uno en mí.

Por lo general, una persona que ama al Señor, al principio busca la vida. Luego, gradualmente se da cuenta que su carácter es lo que lo limita impartir el Señor a otros. Entonces cambia la manera de conducirse; es decir, comienza a desarrollar su carácter. Al principio, este tipo de edificación del carácter es mayormente un esfuerzo humano. Pero a medida que crece en el Señor y la vida interior se fortalece, su carácter es introducido poco a poco en la vida. Con el tiempo, la vida dentro de él se mezcla con su carácter exterior. Al llegar a este punto, su sobriedad exterior procede de su vida interior. Su cortesía exterior y su sentido de orden también son el resultado de la vida que está en su interior. Su carácter está constituido predominantemente con el elemento interno de vida. Ésta fue la realidad de nuestro Señor cuando estaba en la tierra y tiene que haber sido la realidad de Pablo. Nuestra necesidad actual delante del Señor es prestar atención al hecho de que en el servicio del Señor, si no tenemos vida, entonces no tenemos nada que ministrarle a otros. De igual manera, si tenemos solamente vida pero carecemos de un carácter apropiado, no hay manera de ministrar. En el servicio del Señor existe la necesidad tanto de vida como la de

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un carácter apropiado. Por lo tanto, tenemos que edificar cabalmente nuestro carácter y nuestra conducta humana.

CAPÍTULO CUATRO

LA EDIFICACIÓN DEL CARÁCTER

Lectura bíblica: 2 Co. 3:5-6; 4:2-3

En este capítulo abarcaremos las cosas que una persona que sirve debe edificar delante del Señor. Un servidor primero tiene que ser edificado apropiadamente a fin de ser útil en la mano del Señor.

LOS DOS ASPECTOS PARA SER USADOS POR EL SEÑOR

Hemos dicho que si alguien desea ser usado por el Señor tiene que darse cuenta de que su vida natural no puede ser usada en la mano del Señor y que delante del Señor él mismo es totalmente corrupto. La vida natural no es más que una zarza y el yo es solamente lepra. Sin embargo, cada verdad en la Biblia tiene dos lados, mostrándonos primero algo en cierto aspecto y luego algo más en otro aspecto. Los dos aspectos son verdad. Cualquier doctrina que no tenga dos lados es defectuosa. Hay dos aspectos relacionados con nuestra utilidad en la mano del Señor. Un aspecto acerca del cual hemos escuchado mucho es el quebrantamiento del yo. Es posible que anteriormente usted haya sentido que era talentoso y muy capaz o que era mejor que otros. Pero ahora ha recibido una visión de que su vida natural no es nada más que una zarza, y que su yo es sólo lepra. Una vez que se da cuenta de esto, espontáneamente caerá y se desplomará. Desplomarse es ser quebrantado. En realidad, Dios siempre resplandece sobre nosotros y nos guía en el principio del quebrantamiento. Por un lado, la Biblia nos presenta que una persona que sirve al Señor tiene que ser quebrantada adecuadamente. Es cierto que su vida natural, su yo, su temperamento y su manera de ser necesitan ser tocados, quebrantados, y derribados por el Señor. Pero por otro lado la Biblia nos muestra que algo debe ser edificado en la persona que sirve al Señor. Esta edificación no sólo se refiere a la constitución interna de la vida del Señor, sino también al desarrollo de su carácter. ¿Qué significa esto? Tenemos que abarcar esto en más detalle.

Primero, tal como el fuego ardía sobre la zarza sin consumirla, nosotros debemos ver que Dios nunca usará lo nuestro para la obra que Él quiere que realicemos; por lo que, no podemos añadir nada a la obra de Dios. Sin embargo, cuando Dios nos usa tenemos que ser apropiados para Su uso. A pesar de que la zarza no era el combustible para el fuego, no obstante la zarza sostenía y mostraba las llamas. Hermanos y hermanas, por favor recuerden que cuando Dios los usa para lograr Su obra, ustedes no pueden añadir nada de lo suyo, ya que lo que tienen no beneficia la obra de Dios. Sin embargo, por otro lado,

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podría ser cuestionable si ustedes pueden ser usados por el Señor y si serán capaces de realizar Su obra.

Por ejemplo, si pongo una Biblia, un himnario y un vaso de agua sobre una mesa, la mesa nunca añadirá una gota de agua a mi vaso, ni un versículo o un capítulo a mi Biblia ni un himno al himnario. Pero he aquí un problema: si la mesa está inclinada, no podré poner el vaso sobre ella. En cierto sentido, no puedo usar la mesa en absoluto porque ella no añade nada a mi Biblia, mi vaso o mi himnario. Sin embargo, queda por ver si puedo poner firmemente mi Biblia, vaso o himnario en la mesa.

Así que nunca suponga que está claro acerca de la enseñanza del Señor y diga: “Bueno, somos simplemente zarzas; no tenemos función alguna en la obra de Dios y no podemos añadir resplandor a Su fuego. Somos sólo personas sobre las cuales el fuego de Dios puede brillar tan brillante como Él desee. De todas maneras, Él no nos usa como combustible. Somos simplemente zarzas sin ninguna responsabilidad”. Temo que muchos santos tengan tal concepto. Si lo tienen, están equivocados. Es cierto que la mesa no añade nada al contenido de la Biblia, al himnario o al vaso cuando los pongo sobre ella. Sin embargo, si la mesa no está apropiadamente nivelada y estable, no podré usarla. Por un lado, no utilizo nada de la mesa, aunque por otro lado, tengo que usarla. De igual manera, aunque Dios no usa lo que tenemos, nuestra condición y situación apropiadas nos califican para ser usados por Él.

Recuerden, el hecho de que el fuego de Dios arda sobre una zarza en particular es un asunto condicional. No se imaginen que Dios arderá sobre cualquier zarza; no es así. El fuego de Dios ardía sobre Moisés, pero no necesariamente arderá sobre usted. Aunque Dios no usó a Moisés como combustible, Él pudo arder sobre él. Sin embargo, es posible que Él no arda sobre usted.

Debemos reconocer que no podemos contribuir en nada a lo que Dios quiere producir en nosotros. Pablo dijo: “No que seamos competentes por nosotros mismos para considerar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, ministros no de la letra, sino del Espíritu” (2 Co. 3:5-6). Esto significa que nada de lo que Pablo poseía jamás pudo ser añadido al fuego santo de Dios. Él también dijo: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (4:7). Este poder proviene totalmente del tesoro y nada en absoluto de nosotros. Por otro lado, Pablo también dijo: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido [...] renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios” (vs. 1-2). Mientras Pablo confesaba su insuficiencia, también nos dijo que él llevó mucha responsabilidad. Con esto podemos ver claramente que Dios usó a Pablo, pero nunca usó las cosas que Pablo tenía.

Después de ver este principio, ahora consideraremos unos cuantos asuntos prácticos. Por ejemplo, si vamos a hacer la obra del Señor en Taiwán con los de habla china, ¿podríamos ser ignorantes en lo referente a la lengua china? Ciertamente que no. Tal vez preguntemos: “¿Por qué no? ¿Si el fuego que ardía

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sobre la zarza no necesitó la zarza como su combustible, por qué necesito saber chino? Alfabetizado o no, todavía soy una zarza. ¿Qué diferencia hace que sea alfabetizado o no?”.

Esto ilustra que a pesar de que el fuego ardía sobre la zarza, no usaba la zarza como su combustible. Sin embargo, existe la necesidad de prestar atención a la zarza misma. Dios necesitó un siervo como Moisés a fin de dar a los israelitas un juego completo y detallado de leyes. Todos los estudiantes de abogacía consideran que la ley romana es un requisito para sus estudios, y la ley romana deriva sus principios del Antiguo Testamento. Aun hasta el día de hoy, ninguna ley es más completa o más elevada que la ley de Moisés, debido a que la ley escrita por Moisés era de Dios. La pregunta es esta: Si Moisés no hubiera sido educado con el conocimiento de aquel tiempo, y en vez de ser así hubiera sido un campesino ignorante, ¿cree que Dios lo hubiera usado? No creo que hubiese sido posible.

Cuando fui salvo, encontré gente que tenía la idea de que la educación era innecesaria. Ellos pensaban que si tenemos el amor de Dios, todo está bien; de nada sirve ser educado. Éste es un concepto equivocado. Sin duda, es el fuego el que arde sobre la zarza, pero aun así, la zarza tiene que ser apta para que Dios encienda Su fuego sobre ella. Algunas zarzas llenan los requisitos, mientras que otras no. El fuego de la liberación de los israelitas por Dios y la promulgación de la ley sólo podía arder sobre Moisés, y nadie más, porque no había otra persona capacitada para ello.

En este capítulo al considerar la necesidad de edificar un carácter apropiado con el fin de que algunos puedan cumplir los requisitos indispensables, vemos que Dios no lo necesita a usted como combustible; pero si Él nos va a usar, debemos tener las cualidades apropiadas. Una mesa tiene que estar nivelada y ser estable para que se pueda usar. Un carpintero tiene que trabajar en ella, pegarle las patas y pulir la superficie. Éste es el trabajo que hace un carpintero para hacer que la mesa sea un mueble apropiado.

Según nuestra observación continua, tenemos que concluir que muchos hermanos y hermanas son de poco uso a Dios porque están mal calificados para Su uso. Son como una mesa que no está derecha, levantada, nivelada ni es estable. El fuego de Dios pudo arder sobre Moisés pero no arde sobre ellos, porque Moisés estaba calificado para el fuego de Dios, mientras que ellos no.

Me gustaría dar otro ejemplo. Supongamos que está lloviendo y que usted ha puesto varias vasijas debajo de la canaleta para recoger el agua de la lluvia. Todas las vasijas se llenarán rápidamente. Sin embargo, si algunas de las vasijas tienen grietas y están llenas de agujeros, ¿se quedará el agua en ellas? No. La filtración contrabalancea lo que se llena, y a pesar de cuánto llueva, toda el agua que llega a las vasijas finalmente se saldrá. Es fácil ver que tales recipientes son inadecuados. Suponga que otras vasijas no sólo están quebradas y tienen filtraciones, sino que son casi planas, no tienen profundidad. Ciertamente toda el agua se saldrá a pesar de que la lluvia continúa. Tales vasijas no llenan los requisitos de retener agua. Necesitamos agua para bañarnos, lavar ropa y regar plantas. Es cierto que las vasijas mismas no pueden producir agua, y es cierto que lo que en realidad usamos no son las vasijas sino el agua. Usamos agua todo

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el año. No usamos nada de las vasijas excepto el agua que cae en ellas. Sin embargo, desde otro punto de vista, la habilidad de las vasijas para retener el agua depende de si ellas satisfacen los requisitos o no. Algunas pueden retener agua, mientras que otras no.

Hermanos y hermanas, ¿son ustedes vasijas perforadas, quebradas o planas? Para servir a Dios se necesita cierta edificación. A la vasija plana le hace falta la dimensión de profundidad, y todos los huecos y grietas tienen que ser remendados. Además, su capacidad debe ser agrandada. Como vasija tal vez retenga cuatro galones de agua el primer día. Después de cuatro días a lo mejor puede retener ocho galones, y diez días después tal vez llegue a veinte. Originalmente, puede medir tres pulgadas de alto. Dos días después puede aumentar a doce. Hermanos y hermanas, recuerden que el grado de nuestra utilidad a Dios depende del grado de Su obra de edificación en nosotros. La medida de edificación en nosotros determina la medida de nuestra utilidad a Él. Si Dios no nos encuentra edificados, no nos puede usar.

Ahora veamos unos cuantos puntos que necesitan ser edificados en nosotros, todos los cuales son esenciales, y si carecemos aun uno de ellos no seremos útiles a Dios.

EL ASUNTO DE LA EDUCACIÓN

Uno que desee ser usado por Dios, por lo menos tiene que recibir cierta educación. Es difícil que una persona ignorante, que no ha desarrollado su mente por medio de la educación, sea útil a Dios. Ser educado es una condición que debemos satisfacer para que Dios nos pueda usar. Aunque parece que todos reconocemos este hecho, aun así necesito añadir algunas palabras.

No hemos prestado suficiente atención al aprendizaje de idiomas. En principio, todos nosotros hemos considerado este asunto cuando éramos jóvenes. Por ejemplo, hay algunos hermanos que no pueden leer materiales de referencia en idiomas extranjeros. Esto es un gran problema. A los estudiantes de ciencias se les requería que leyeran alemán porque muchas de las publicaciones científicas estaban en ese idioma. No estudiaban porque les gustara hablar alemán, sino porque necesitaban investigar el material científico que estaba en alemán. De igual manera, a lo largo de la historia de la iglesia se escribió de asuntos espirituales en hebreo, griego, latín o inglés. Para usar este material de referencia, se tienen que conocer estos idiomas. Por esta razón, los jóvenes deben estudiar hebreo, griego e inglés. Ellos necesitan estudiar algunos de estos idiomas a fin de usar estos libros de referencia.

Más aún, al ver lo que escribieron algunos hermanos y hermanas he descubierto que aun su manejo del chino es inadecuado. De hecho, nuestro idioma no necesita ser complicado ni elegante, sino simplemente que sea entendible y que exprese nuestros pensamientos. Esta carencia también afecta nuestra utilidad en la mano de Dios.

Hermanos y hermanas, si pueden usar un libro de referencia en griego, leer inglés y escribir en chino con fluidez, verán cuánto se multiplica su utilidad en la

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mano del Señor. Lamentablemente, no han prestado atención a esto y han perdido mucho tiempo. Como regla deben emplear una hora al día para estudiar un idioma. En un año podrá usar libros de referencia en hebreo. Alcanzar una destreza similar en griego le tomará sólo medio año. Si emplea una hora al día para estudiar inglés, podrá hacer trabajos de traducción en tres años. Ya que es más difícil traducir del chino al inglés, será suficiente la habilidad de traducir del inglés al chino. Pero si no nos edificamos en tales asuntos, reducimos nuestra utilidad en la obra de Dios.

Sin embargo, todavía éste no es mi punto. Mi punto es el desarrollo del carácter, el cual temo que es un asunto que muchos han ignorado.

EL SIGNIFICADO DEL CARÁCTER

Cuando hablamos del carácter de una persona, es difícil decir si esto es un asunto del espíritu, del alma o del cuerpo. En realidad, involucra los tres. Por ejemplo, la pereza es un problema del carácter. Puede que algunos digan que es un asunto de hábito; pero en realidad, es un asunto de carácter. ¿Es el espíritu, o el alma o el cuerpo el que es perezoso? Es difícil decirlo. Si el espíritu, el alma y el cuerpo son todos perezosos, es un problema de carácter. Considere otro ejemplo: algunas personas son tan descuidadas que confunden el libro de Marcos con el libro de Mateo y el libro de Mateo con el de Gálatas. Si le preguntamos cuántos capítulos hay en el Evangelio de Mateo, contestarán que hay dieciséis. Mientras que algunas personas son así de descuidadas, otras toman las cosas muy en serio y ejecutan su trabajo meticulosamente. Todos estos asuntos son del carácter.

Estoy de acuerdo que si una persona que no tiene un espíritu fuerte es de poca utilidad en la mano del Señor. Lo mismo es cierto de uno que carece de una mente fuerte y de un entendimiento claro, o de uno que es físicamente débil. Necesitamos ser edificados en nuestro espíritu, alma y cuerpo antes de que podamos ser útiles a Dios. Sin embargo, lo que estamos discutiendo aquí no está relacionado al espíritu, al alma o al cuerpo, sino al carácter. Si su carácter es deficiente, no será de mucha utilidad en la mano del Señor. Entonces, ¿qué es el carácter? Es la manera que uno se comporta como persona, más la persona que está detrás de tal comportamiento. El carácter de una persona es su manera de ser, la cual ha llegado a ser su manera de vivir.

Hemos mencionado que el carácter está compuesto de dos cosas: la naturaleza innata y los hábitos adquiridos. Un niño recién nacido sólo tiene una naturaleza innata, y no los hábitos adquiridos. Pero usted y yo tenemos ambos. Podemos decir que la naturaleza es el esqueleto y los hábitos son la carne y la piel. Juntos, forman el carácter de una persona. Si enviamos un niño chino recién nacido a los Estados Unidos, cuando crezca estará lleno del temperamento americano. Esto nos ayuda a ver que los hábitos adquiridos por una persona influyen más que su naturaleza innata. Cuando nuestra naturaleza innata se combina con nuestros hábitos adquiridos llega a ser nuestra manera de vivir, y el resultado es nuestro carácter. Nuestro carácter afecta nuestra utilidad a Dios más que nuestro espíritu, alma y cuerpo.

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Cuando comencé a servir al Señor, no comprendía esto y no me parecía importante. Cuando ayudaba a los hermanos y hermanas, simplemente les decía que estudiaran la Biblia diligentemente, oraran mucho y fueran disciplinados delante del Señor. Todavía admito que estos puntos definitivamente tienen su utilidad y su lugar. Pero he visto a personas que oran, estudian la Biblia y buscan al Señor fervientemente que no fueron muy útiles para Dios. En el pasado noté el resultado solamente, pero no vi la causa. Ahora he descubierto que el factor anulador es tener un carácter defectuoso que les impide a tales personas poder ser útiles. Su carácter ha cancelado la efectividad de su estudio de la Biblia y de su oración.

Queridos hermanos y hermanas, ni su espíritu ni su alma ni su cuerpo lo pueden reemplazar a usted; casi todo su ser existe en su carácter. Permítanme decirles que simplemente tener un espíritu fuerte no es adecuado si tienen un carácter deficiente. Conocí a una hermana y estuve familiarizado con su situación. Ella amaba mucho al Señor, iba en pos de Él y empleaba tiempo en la oración, la lectura de la Biblia y las reuniones. Sin embargo, uno no podía encontrar mucha utilidad en ella. Anteriormente estuve perplejo por esto, pero gradualmente me di cuenta que se debía a que tenía un carácter que no había sido desarrollado. Aunque podía orar en su cuarto por una o dos horas, y orar bien, una vez que comenzaba a cuidar de los asuntos, conocer a las personas y tratar con ciertas cosas, era totalmente descuidada. Cuando conversaba con otros, lo que hablaba usualmente difería de lo que pensaba. Luego, cuando se le preguntaba, negaba que había dicho tal cosa. ¿Mentía ella intencionalmente o creen que engañaba a propósito? No, ésa era simplemente su manera de comportarse. Por favor, considere, ¿podía Dios usar una persona con tal carácter? No, absolutamente no. Ahora podemos ver lo que es el carácter y cómo éste está relacionado con nuestra utilidad. Por favor, recuerden que Dios no usa lo suyo en Su obra, pero Él lo necesita como Su medio para trabajar. Si no está capacitado en estos términos, Dios no puede usarlo.

Permítanme darles otro ejemplo pequeño, algo que he observado muchas veces. Le pedí a un hermano que le llevara una carta a otro hermano. Después de unos días me encontré con él y le pregunté si había entregado el mensaje. Me contestó: “Oh, se me olvidó completamente”. No piensen que esto es un asunto insignificante. Esto nos revela su condición como también su carácter. En principio, una persona cuyo carácter ha sido disciplinado y edificado, primero considerará su propia habilidad de hacer un trabajo antes de aceptar el pedido. Si no lo puede hacer, no aceptará la petición; pero si puede, lo hará inmediatamente. Debo rechazar una petición o debo aceptarla y llevarla a cabo aun si tuviera que ir al infierno para hacerlo. ¿Piensa que Dios le confiaría algo a una persona que aceptará una petición descuidadamente, y que después no cumplirá su palabra? ¿Creen que Dios pueda confiarle Su obra? En otras palabras, ¿tal persona podría recibir la comisión de Dios o la dirección de Dios? De ninguna manera.

LA PEREZA

Muchos en el servicio del Señor tienen un gran problema en su carácter: la pereza. Tengo varios puntos que abarcar respecto a este asunto. Esto no es una

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gran doctrina; pero sí tiene mucho que ver con nuestra utilidad al Señor. La primera característica de uno que sirve al Señor tiene que ser la diligencia. Una persona perezosa es inútil a Dios. ¿Acaso se puede encontrar un versículo en la Biblia que nos diga que Dios le habló a Moisés en la noche? Por el contrario, en varias ocasiones Dios llamó a Moisés temprano y le dijo que fuera en la mañana a cierto lugar para encontrarse con el Faraón. Queridos hermanos y hermanas, una persona perezosa nunca puede ser útil a Dios. La diligencia tiene que ser edificada en nuestra sangre.

No deseo encontrarles faltas, pero siento que tengo la responsabilidad delante del Señor para decirles esto: algunos de ustedes me dan la impresión de ser perezosos. Hay muchas pruebas de esto. Perdónenme por decirles que son perezosos. ¡Oh hermanos! ¡Oh hermanas! Permítanme la libertad de decirles esto y crean lo que digo. Una vez tuve su edad. Y también he pasado por lo que ahora están aprendiendo y procurando obtener con respecto al servicio del Señor. Tengo claridad debido a que los estoy observando desde afuera. Me doy cuenta de que no son perezosos intencionalmente, sino que son así porque no tienen el elemento de diligencia añadido a su carácter. Debido a su manera de vivir en el pasado, sus circunstancias y sus hábitos no los ayudaron a edificar diligencia en su carácter, por lo que ahora carecen de ella.

En este momento tengo que pedirles a todos ustedes, aun a los chinos, que me perdonen por lo que voy a decirles. Hoy en día nuestro país no es lo suficientemente fuerte, no es lo que debiera de ser. Estamos progresando lentamente en la política, la economía, la condición social y la educación. ¿Por qué es así? En lugar de criticar a los líderes del gobierno, tenemos que culpar a nuestro carácter nacional. Tenemos que entender que los chinos tienen un carácter pobre; somos irresponsables, frívolos y perezosos; nosotros le pasamos las responsabilidades a otros. Con este tipo de carácter, ¿cómo vamos a tener éxito en edificar una nación? Creo que nuestro país sería fuerte si todos los que tienen una educación promedio fueran diligentes.

Mi punto es éste, ya que nosotros los chinos hemos nacido en esa situación, cuando servimos a Dios, encontramos muchos problemas. Ya que hemos sido criados en tal ambiente, si internamente no somos revolucionados por completo y si traemos nuestro carácter nacional al servicio del Señor, nuestro servicio nunca tendrá éxito. Éste es un carácter inapropiado. Este asunto me entristece profundamente. En nuestra situación actual probablemente hagamos insignificante un trabajo grande y hagamos desaparecer un trabajo pequeño. Esto está totalmente relacionado con nuestro carácter.

NO SER FERVOROSOS

Otra situación común es que la mayoría de ustedes no hacen las cosas con fervor; carecen de agresividad y simplemente tratan de hacer las cosas para cumplir con las justas. Siempre comienzan algo y no la terminan; sus pertenencias están desordenadas. Y cuando dicen que no tienen tiempo es porque son muy relajados y pierden el tiempo. Si es así hermanos y hermanas como ustedes hacen las cosas, ¿será diferente su estudio de la Biblia? Si hacen

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las cosas descuidadamente, ¿cómo van a ser cuidadosos en su estudio de la Biblia? Su carácter será igual en todo lo que hagan.

A menudo he criticado la manera de cómo se visten. No me refiero a la calidad de su ropa. Por la manera en que se visten puedo darme cuenta de que hay una escasez en su carácter. Su negligencia y descuido se ven en la manera en que se visten. Si son descuidados en el vestir, ¿podrían ser finos al estudiar la Biblia? ¿Podrían hacer bien su trabajo? ¿Podrá su trabajo ser prevaleciente y podrá producir resultados valiosos? No lo creo. Lo que usted hace siempre refleja su carácter. Repito, a menos que este carácter sea reemplazado y uno nuevo sea edificado, usted será inútil en la mano de Dios. Oh hermanos, tienen que ejercitarse en estos asuntos diarios para edificar algo en ustedes mismos de manera que el fuego divino pueda arder en ustedes.

No piensen que estoy dando énfasis a lo externo. Además, no supongan que recalcar el carácter no es algo espiritual. ¿Es usted genuinamente espiritual con tal carácter defectuoso? Hermanos y hermanas, repito, tienen que edificar un carácter apropiado. Si esto no es edificado en ustedes, su utilidad al Señor será limitada.

Espero que de ahora en adelante, especialmente los jóvenes, comiencen a edificar un carácter que sea útil al Señor, para que cada aspecto de su vivir sea apto para el uso del Señor.

El Señor Jesús dijo que el que es fiel en lo poco será fiel en lo mucho (Lc. 16:10). Si su vestido, su casa y las cosas que hace revela que usted es una persona descuidada y pasiva, ¿cómo puede ser agresivo en su servicio al Señor? Es casi imposible. Si no ha edificado un carácter apropiado, sólo podrá dar un mensaje ordinario y no un mensaje prevaleciente. Sus oraciones también serán ordinarias, no serán prevalecientes. Ellos serán los mismos hoy como lo fueron hace dos años, sin mostrar ningún progreso. Hermanos, tenemos que mejorar nuestro carácter; de lo contrario, no tendremos ningún logro. Aun si recibimos gracia, no podremos ministrar esa gracia en espíritu, porque simplemente no estamos calificados.

Me doy cuenta que mi hablar ha sido un poco fragmentado, pero espero que de ahora en adelante aprovechen cada ocasión, grande o pequeña, para edificar su carácter de manera que sean vasos apropiados para el uso de Dios. Debido a su carácter, no reciben mucha luz al leer la Biblia, mientras que otros sí la reciben. Simplemente pasan rápidamente por el capítulo 1 de Mateo que habla de la genealogía de Cristo. ¿Por qué el Evangelio de Mateo habla de la genealogía de Cristo, mientras que el de Juan no? Una persona con un carácter buscador ciertamente hará preguntas al llegar a este pasaje. Que el Señor tenga misericordia de nosotros. Sólo puedo establecer un principio aquí, no puedo hablar con muchos detalles. Simplemente recuerden que nuestra utilidad a Dios será manifestada solamente cuando tengamos un carácter apropiado para Su uso.

CAPÍTULO CINCO

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UN CARÁCTER ÚTIL AL SEÑOR

Lectura bíblica: 2 Ti. 2:20, 21

En este capítulo, al considerar el carácter de uno que sirve al Señor, deseamos ver 2 Timoteo 2:20-21, donde el apóstol indicó que para ser un siervo del Señor uno tiene que ser “útil al dueño”. Literalmente, esto significa hacer que el servicio que se rinde al Señor sea a la vez abundante y práctico. No es solamente un asunto de ser usado o no, sino de cuán práctico y cuán abundante sea este servicio. En otras palabras, debemos ser aquellos que sirven de forma práctica y abundantemente. Esto es lo que significa ser útil al Dueño.

EL SEÑOR NO UTILIZA LAS COSAS DEL HOMBRE

Quisiera repetir que el Señor nunca utiliza lo que tenemos. Éste es el significado del fuego que ardía sobre la zarza sin consumirla. El fuego ardía sobre la zarza, pero no utilizaba los elementos de la zarza como combustible. No piensen que su destreza, sabiduría, talento y virtudes puedan ser el material que Dios use. No es así. Nada nuestro puede contribuir a nuestra utilidad al Señor. El Señor quiere que le sirvamos, pero no desea que ministremos de lo que tenemos. Más bien, Él quiere que ministremos lo que Él tiene. Ministrar a otros lo que tenemos en nosotros mismos es sumamente ofensivo a Dios. Como indicó Pablo en 2 Corintios 4, esto sería predicarnos a nosotros mismos, ministrarnos a nosotros mismos y no al Señor, y Él lo condena.

En 2 Corintios 3 Pablo dijo que fuimos hechos ministros competentes de un nuevo pacto, no de nosotros mismos, sino de Dios. Luego, en el capítulo 4 nos mostró que él no sólo era insuficiente en sí mismo, sino que además no se predicaba a sí mismo; predicaba a Cristo Jesús como Señor. Pablo no se predicaba a otros ni se ministraba a otros, Pablo predicaba y ministraba a Cristo.

Moisés era igual. Él no dependía de su propia manera de hacer las cosas para tratar con Faraón; más bien, era la autoridad de Dios manifestada a través de Moisés la que trataba con Faraón. Faraón no se enfrentaba con la habilidad, el talento ni la sabiduría de Moisés, sino que encontró en Moisés algo que no era Moisés, esto es, era el fuego que ardía sobre la zarza.

El mismo principio se aplica a todos los que sirvieron al Señor en el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Ninguno de los profetas antiguotestamentarios, ya sea Jeremías, Isaías, Daniel o cualquier otro, podía traer a la obra del Señor su propia destreza, sabiduría o habilidad. En otras palabras, lo que aquellos profetas predicaron no fue su propia habilidad, sabiduría ni destreza, sino a Jehová, quien venía sobre ellos y a las palabras de Jehová. Además, en el Nuevo Testamento, Pedro, Jacobo, Juan y Pablo no podían añadir nada de ellos mismos al servicio del Señor. Lo que ellos ministraban a los santos y a las iglesias era solamente Cristo mismo. Este punto tiene que estar bien claro.

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La cruz trabaja en nosotros para tratar específicamente con este asunto; nos quebranta y nos aniquila para tratar con este punto mismo. La cruz quebranta nuestra propia sabiduría y derriba nuestra persona que es tan capaz. ¿Por qué? Debido a que si nuestra destreza, sabiduría y habilidad no son subyugadas por el Señor, lo que hagamos definitivamente será de nosotros mismos y no del Señor. Por ejemplo, si Dios hubiese usado a Moisés a la edad de cuarenta años para salvar a Israel, su servicio hubiese estado lleno de su propia habilidad, destreza, sabiduría y conocimiento. Por ende, Dios le permitió chocar contra la pared. Ésa fue la cruz que quebrantó su talento, habilidad, sabiduría y destreza. Moisés fue un príncipe en el palacio y un capitán en el ejército. Sin embargo, fue disciplinado y se convirtió en un peregrino y en un pastor en el desierto. Dios utilizó todas estas experiencias para quebrantarlo.

Tenemos que ver que cuando servimos en la iglesia y participamos en la obra del Señor, de ninguna manera podemos ministrar lo que poseemos en nosotros mismos. En cualquier momento en que mezclemos lo que tenemos con el servicio del Señor, la cruz vendrá a nosotros. Esto es muy difícil de entender, porque Dios desea que trabajemos en Su obra, pero no quiere lo que nosotros tenemos.

El otro lado de este asunto es que aunque el Señor no desea usar lo que tenemos, Él quiere que le seamos útiles. Después de mucha consideración ante el Señor, creo que el asunto de ser “útil al dueño” tiene mucho que ver con el carácter de una persona. Nuestro talento y habilidad no se deben mezclar con el servicio del Señor. Sin embargo, nuestro carácter puede determinar si somos adecuados para ser útiles al Señor. El carácter de algunas personas le es útil, mientras que el de otros no. Aunque los que sirven al Señor no pueden traer lo que tienen al servicio, su carácter sí tiene que ser adecuado para el uso del Señor. Por esta razón, he estado repitiendo que para que seamos útiles al Dueño, tenemos que edificar un carácter que sea útil para Él. Hermanos y hermanas, tenemos una gran responsabilidad en este asunto.

CUATRO ASPECTOS DE SER ÚTIL AL DUEÑO

¿Qué tipo de persona es útil al Señor? Por lo menos hay cuatro aspectos. Primero, uno tiene que amar y desear al Señor. Si no ama ni desea al Señor, ni siquiera podemos hablar de serle útil. No necesitamos abarcar este asunto básico aquí. Segundo, uno tiene que tener una visión del Señor y un encuentro con Él. Necesita tener una revelación de que el propósito eterno de Dios es forjar a Cristo en nosotros y expresarlo a través de nosotros. Esto es importante. He conocido a muchos santos que aman al Señor, pero que no han visto a este Cristo de Dios. Solamente han visto a Jesús su Salvador, no al Cristo de Dios. Puede ser que sean fervientes y llenos de amor, pero en su servicio no ministran al Señor a otros, porque no han visto a este Cristo y no han recibido esta revelación. Para ser útil en las manos del Señor, una persona tiene que ver la revelación respecto a Cristo. Tercero, su yo, su persona, debe haber sido quebrantado por la cruz. Tiene que darse cuenta de que cualquier cosa que tenga y que proceda de él no puede ser traída al servicio del Señor. Su ser natural tiene que haber sido terminado en la cruz. Sólo aquellos que han visto su

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carne y su hombre natural se dan cuenta de cuán preciosa es la cruz. Solamente cuando usted ha visto que es carnal y que no es más que una zarza de espinos, un leproso y un hombre natural, entonces atesorará la experiencia de la cruz. A esto se le puede llamar la revelación del hombre natural o la revelación de la cruz. Después de tener un corazón para amar al Señor, tiene que tener por lo menos dos revelaciones, una con respecto a Cristo y la otra con respecto al yo, el cual también se relaciona con la cruz. No puede carecer de ninguno de estos tres aspectos.

Sin embargo, estos tres aspectos no son suficientes. Si cuenta con éstos, tal vez pudiera hacer algo de valor, pero no algo extenso. Ciertamente impartirá y ministrará a Cristo, pero tal vez sea solamente una vez al año o a una persona en seis meses.

Suponga que hay un hermano que ama sinceramente al Señor y que no está ocupado con el mundo. Él ha sido iluminado, ha visto al Cristo de Dios y ve que Cristo es el propósito de Dios en este universo, y que este Cristo tiene que ser forjado en los hombres y ser expresado desde ellos. Él tiene verdaderamente la revelación de Cristo. También ve que lo que más estorba a Cristo es su yo, su carne y su vida natural, y al ver esto cae derrotado; y posee el conocimiento de su vida natural, lo cual es la revelación de la cruz. Al encontrarse con este hermano, usted siempre siente que el Señor es muy dulce, muy precioso y muy grandioso. Sin embargo, ve cierta peculiaridad en este hermano. Por ejemplo, si le pregunta si tiene tiempo para ayudar a algunos hermanos que lo necesitan, él contestará: “Bien, bien”. Pero se olvida de ello tan pronto se va a su casa. Esto yo lo vi que sucedió en realidad. Este hermano verdaderamente ama al Señor, recibe misericordia y se ve a sí mismo y ve el camino de la cruz; pero algo le falta que lo hace inútil al Dueño.

Es posible que este mismo hermano un día llegue a ser un anciano. Entonces, tal vez un hermano se acerque a decirle: “Cierta hermana tiene un problema serio relacionado con el matrimonio. Estaba comprometida con alguien, pero ahora está comprometida con otro. ¿Qué cree usted que debemos hacer?”. Quizás él diga: “Bueno, busquemos al Señor”. Luego, otro hermano viene y le dice: “La familia de cierto hermano está pasando por dificultades, él perdió su trabajo. ¿Qué debemos hacer?”. Es posible que él conteste: “Bueno, vamos a orar. Si el Señor no hace algo, ¿qué podemos hacer nosotros?”. No piense que no existen hermanos así. Me da temor cuidar de los asuntos de la iglesia con tales hermanos y hermanas. Cuando lo hago, inevitablemente me frustro. ¿Cuál es el problema con ellos? ¿Están carentes de amor para con el Señor o carecen del conocimiento de Cristo? ¿O es que no conocen la cruz lo suficiente? No es nada de esto, el problema radica totalmente en su carácter.

Durante todos estos años hemos estado estudiando el asunto del servicio. Por medio de indagar e investigar continuamente, hemos llegado a la conclusión de que los cuatro aspectos anteriores son todos indispensables. Sin embargo, es asombroso ver que el cuarto aspecto, el aspecto del carácter, a menudo se rechaza o descuida con facilidad. Muchos suponen que siempre y cuando amen al Señor, vean a Cristo y conozcan el camino de la cruz, han alcanzado la cima. No obstante, los primeros tres aspectos son insuficientes. Un cocinero tiene que tomar cuatro pasos para preparar una comida: primero, tiene que salir a

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comprar al mercado; segundo, tiene que remover muchas cosas, tales como las hojas de los tallos, las escamas de los pescados y las raíces de los vegetales; tercero, necesita cocinar la comida; y cuarto, tiene que preparar las sillas, los platos, los palillos y las cucharas. ¿Por qué hace falta el cuarto paso? Ciertamente, el cocinero no va a servir los cubiertos y la mesa como comida. Sin embargo, sin palillos, cucharas, platos y una mesa, no se puede servir la cena apropiadamente. Estos utensilios que se usan para comer ilustran el carácter de aquellos que servimos al Señor. Sin ellos, la comida se quedará en las cacerolas. Aun se podría comer, pero no se disfrutaría. Nadie se comería los palillos y las cucharas juntamente con la comida; eso sería terrible. Le servimos una cena a las personas para que puedan comer la comida, pero no los utensilios. De manera similar, no ministramos a otros nuestro carácter, pero les llevamos a Cristo por medio de nuestro carácter.

Por ejemplo, puede ser que cierto hermano sea distraído y olvidadizo. ¿Puede su carácter olvidadizo reemplazar al Cristo que él conoce interiormente? De ningún modo; pero su carácter afecta grandemente su servicio. Tiene que compensar esta falta si quiere ser adecuado para el uso del Señor. Tiene que aprender a recordar cosas. Debe llevar una libreta en el bolsillo para anotar las cosas que se tiene que hacer. Éste es solamente un ejemplo pequeño.

EL CARÁCTER DE LOS SIERVOS DEL SEÑOR EN EL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTOS

Consideremos ahora el carácter de aquellos que sirvieron al Señor tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. De hecho, sería muy beneficioso que estudien el carácter de personas desde Abraham en el Antiguo Testamento hasta Juan en el Nuevo Testamento. Aquí solamente podemos escoger algunos de ellos para nuestra discusión.

Según vemos en el Antiguo Testamento, el carácter de Moisés fue casi perfecto. Primero, recibió de sus padres el conocimiento de Dios cuando era joven. Éste fue un factor que contribuyó al desarrollo de su carácter. Segundo, Dios preparó un ambiente al llevarlo al palacio egipcio para conocer la cultura de esa era. Esto también fue un factor en el cultivo de su carácter. Tercero, Dios lo envió al desierto por cuarenta años para entrenar su carácter. Anteriormente era un príncipe en el palacio egipcio, ahora pastoreaba un rebaño, aprendiendo paciencia y humildad, y adquiriendo espontáneamente un carácter humilde. Por cuarenta años cuidó de sus ovejas en el frío que congelaba y en el calor que quemaba. Las pruebas severas y el sufrimiento que experimentó fueron para desarrollar su carácter, para lograr que fuera humilde, adaptable, perseverante, paciente y sensible.

Además, un pastor debe tener cierto sentido de responsabilidad y un corazón para cuidar; tiene que ser fino y cabal. Un pastor tiene que guiar a su rebaño conforme a las necesidades que tiene el rebaño de beber, apacentar, descansar y moverse. Luego, debido a sus cuarenta años de entrenamiento en el desierto, Moisés pudo guiar a los israelitas por cuarenta años. Él aprendió sus lecciones por cuarenta años, así que pudo guiar por cuarenta años. Esto nos muestra hasta qué punto Dios podía usarlo, dependía de cuánto su carácter se había

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desarrollado ante el Señor. No hay duda de que el Dios que llenó a Moisés era ilimitado; sin embargo, la habilidad de Moisés de testificar y ministrar al Dios que lo llenó, estaba basada en el carácter que desarrolló durante sus años de pastoreo.

Es claro que más adelante, cuando Moisés llegó a ser el siervo más grande de Dios, su carácter fue muy fuerte y capaz, así como fino, cabal y compasivo. La ley de Moisés es muy alta y está llena de detalles. Cuando habló de las ofrendas, hasta dio instrucciones de cómo manejar el estiércol. Discutió plenamente cómo tratar con los problemas que puede enfrentar una mujer antes de estar comprometida, después de estar comprometida pero antes de casarse, y después de estar casada. Cuando vuelva a leer el Pentateuco de Moisés, note que su carácter era fuerte y transparente; al mismo tiempo también era fino, cabal y adaptable. Ésta es la razón por la que el fuego de Jehová podía arder y manifestarse en él.

En Deuteronomio él relató eventos desde el tiempo en que los israelitas recibieron la ley hasta los últimos días de su vida. ¡Cuán minuciosa era su memoria! Su compasión hacia los israelitas muchas veces era más profunda que la de una madre. Con tal carácter, no es de extrañar que el fuego de Dios pudiera arder en él. ¿Pertenecía todo esto a la vida espiritual de Moisés? Aquellos que no conocen a Dios pueden decir que sí; pero en verdad fue un asunto relacionado a su carácter. Debido a que Dios se manifestaba a través de él, Dios tenía que ser la vida, pero Moisés necesitaba un carácter que pudiera sostener la manifestación de Dios.

Menciono esto repetidamente debido a que a lo largo de los siglos los que sirven al Señor han descuidado el asunto del carácter. Levantarse temprano en la mañana no es un aspecto de la vida espiritual; tampoco lo es recordar aquello que las personas le han encargado. Éstos son asuntos del carácter. La vida espiritual es el Cristo que ha sido constituido en usted, el Cristo que ha visto, el Cristo que ha conocido, el Cristo con el cual está lleno. El punto que queremos ver aquí es éste: si ha visto a Cristo y está ministrando Cristo a otros, ¿qué tipo de carácter debe tener para poder ser útil?

Ahora llegamos a Pablo en el Nuevo Testamento. ¿No creen que al leer las catorce epístolas de Pablo tocan un carácter especial? ¿No perciben en ellas a un hombre que es tierno, que ayuda, que se adapta y que es franco? Él estaba lleno de Cristo, y el fuego de Cristo ardía dentro de él y sobre él. Sin embargo, lo que las personas percibían era un carácter diligente, una mente que trabajaba, una persona lista para hablar con franqueza, uno que cuidaba de otros y que estaba dispuesto a adaptarse a otros. Estos puntos del carácter constituyen la persona de Pablo. A veces podía ser extremadamente severo. Una vez preguntó: “¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” (1 Co. 4:21). En otros momentos estaba lleno de gentileza. También preguntó: “¿Quién está débil, y yo no estoy débil? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no ardo?” (2 Co. 11:29). ¡Qué persona tan responsable y concienzuda era él!

DEFICIENCIAS EN NUESTRO CARÁCTER

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Regresemos para considerarnos a nosotros mismos. He mencionado que la pereza es una gran deficiencia en nuestro carácter. Especialmente en cuanto a hermanos y hermanas jóvenes, si no edifican un carácter diligente, su trabajo no tendrá futuro. Como mucho, sólo será una flor bonita para que las personas la admiren; difícilmente podrá ser un vaso para suplir a los hijos de Dios. Aunque puede que conozca la cruz, a Cristo y al hombre natural, si no es lo suficientemente diligente, le será difícil ministrar Cristo a otros. Cristo será anulado por su pereza. Si no creen mis palabras ahora, las creerán dentro de veinte años. No sabe cuántas cosas usted echará a perder por la falta de diligencia en su carácter.

Muchas personas están dispuestas a encargarse de las tareas grandes pero no las pequeñas. Esto también es una deficiencia del carácter. Si desea hacer solamente las cosas grandes y no las triviales, está acabado. Cualquiera que es útil en las manos del Señor tiene que ser completamente amplio por un lado, y extremadamente fino por el otro. Así como la ley de Moisés. Debe hacer bien los trabajos menores, y también debe llevar a cabo los encargos más grandes. Su carácter necesita ser disciplinado en este punto. Si encuentra placer solamente en predicar al Cristo todo-inclusivo y Su muerte todo-inclusiva en la cruz, pero no está dispuesto a encargarse de tareas triviales en su vida diaria, hay una deficiencia en su carácter.

Además, existen aquellos que son descuidados en todo; esta característica los hace inapropiados para el uso de Dios. Ustedes deben adaptarse a otros, pero no deben tolerar el descuido. Si usted dio un mensaje pobre la noche anterior, no se puede excusar y dejarlo pasar descuidadamente. Debe condenarse a sí mismo, comprendiendo que no fue aceptable. A esto se le puede llamar una actitud progresiva. Algunas personas no tienen esto en su carácter y por ende no son útiles al Señor.

Algunas personas son irresponsables. Además, su irresponsabilidad es espontánea y no intencional. Si se le pidiera a uno de ellos que sea un anciano, es posible que acepte, pero lo hará con un sentido de responsabilidad superficial. No pondría sobre sus hombros a las personas, las cosas ni los asuntos de la iglesia. Parece que cualquier cosa que se le encomienda se pierde o se desaparece. Solamente cuida de las cosas que se encuentra por casualidad. Esto se debe a que carece de un sentido de responsabilidad. Una persona inconsciente que sirve al Señor no puede esperar ser de ayuda a otros. No solamente debemos amar y cuidar a las personas, sino también aprender y practicar delante del Señor a ser conscientes. Una vez se nos encomiendan ciertos asuntos de la iglesia, nuestro corazón debe estar puesto en ellos. Debemos llevar en nuestro corazón a aquellos por quienes oramos. Aprendan a tener un sentido de responsabilidad.

No hay necesidad de más ilustraciones. Si verifica con usted mismo, verá que aún hay muchas áreas de su carácter que no sirven para el Señor. Al ser uno que carece de las muchas cualidades que son útiles al Señor, debe emplear suficiente tiempo en ejercitarse a fin de edificar su carácter. Solamente entonces le será útil a Él.

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Nunca piensen que es más fácil ser uno que vigila la iglesia, predicar el evangelio o salvar almas, que hacer negocios mundanos. Esto es absolutamente falso. Al principio cuando fui salvo, aunque todavía no había recibido el llamado del Señor, por Su gracia, ya disfrutaba la lectura de la Biblia, iba a reuniones y, a veces, predicaba el evangelio. Conocí a un compañero de clases que había perdido su empleo por causa de su temperamento y su personalidad. Él vino a verme y me preguntó: “Tu estás relacionado con cierta denominación; ahora que perdí mi trabajo, ¿podrías recomendarme a ellos como predicador?”. Cuando escuché esto me quedé mudo. La suposición común hoy en día es que es más fácil predicar el evangelio y servir a la iglesia que hacer cualquier otra cosa; parece que no hay necesidad de un carácter apropiado y que tal trabajo se puede hacer de manera descuidada. Me dijeron que cualquiera que haya sido predicador por tres años no es capaz de hacer otra cosa. Debemos avergonzarnos de estas cosas.

Tenemos que ver que para servir al Señor, predicar el evangelio, vigilar la iglesia y salvar almas, el mayor de los requisitos es tener un carácter humano apropiado. Para hacer estas cosas, más que para cualquier otro tipo de trabajo, se requiere diligencia, seriedad, perseverancia, valor, sacrificio propio, negarse a uno mismo, solicitud, consideración, ser progresivos y mejorar diariamente. Si estas cualidades no están en su carácter, será de poca importancia el estar disponible o no para el servicio del Señor.

Por lo tanto, a fin de servir al Señor, predicar el evangelio y para establecer iglesias, tiene que edificar un carácter que sea útil al Señor. En su vida diaria necesita atender y aprender diligentemente todo lo relacionado al carácter, ya sea grande o pequeño. No debe colocar su ropa o sus libros descuidadamente; todas sus pertenencias deben tener su propio lugar. Esto le ayudará a edificar un carácter exacto de manera que no haga cosas de manera confusa y descuidada. Tiene que practicar ser exacto, sin hablar descuidada ni inexactamente, hasta recordar con precisión las palabras de la Biblia y sus referencias. Necesita cultivar su sentido de responsabilidad y formarlo en su carácter. Entonces, cuando administre la iglesia, no hará nada descuidadamente, puesto que ya estará consciente hasta cierto grado. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que podamos comprender qué tipo de carácter es útil para Él.

CAPÍTULO SEIS

DERROCAR LA MANERA DE SER PARA MANIFESTAR LA

FUNCIÓN

Lectura bíblica: 2 Co. 3:18; 4:16

MANIFESTAR NUESTRA FUNCIÓN AL DERROCAR LA MANERA DE SER

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La manera de ser es otro problema serio entre nosotros. Estoy seguro que todos hemos visto claramente el camino del recobro del Señor y que nuestros motivos son puros. Tomaremos este camino aun si esto significara tener que morir o dar nuestras propias vidas. Aun así, según mi observación, hay un gran problema entre nosotros: nuestra manera de ser, nuestra naturaleza. Sin duda, nuestro destino es tomar este camino, pero el grado al cual el Señor pueda obtener lo que Él desea en nosotros depende de cuánto nuestra manera de ser ha sido vencida, y nuestra naturaleza ha sido quebrantada. El grado al cual nuestra manera de ser ha sido vencida determina cuánto se manifestará nuestra función. Entiendo muy bien que el obstáculo básico para la manifestación de nuestra función es la falta de quebrantamiento en nuestra manera de ser. Todos han escuchado mensajes sobre el quebrantamiento y tienen claridad en cuanto a los mismos, pero casi nadie ha sido quebrantado.

Por ejemplo, algunos de los hermanos y hermanas tienen una manera de ser que no se lleva bien con otros. Ellos no se oponen ni atacan a otros, ni tienen la intención de molestar a nadie. Pero su manera de ser les impide mezclarse con otros. Ellos dirían: “O yo lo hago y lo hago todo, o usted lo hace y lo hace por completo. Si fracasa es su responsabilidad, y si yo fracaso es mi desgracia”. Hoy en día hay muchos así. Tal naturaleza innata es un problema muy serio en la obra del Señor. Tenemos que darnos cuenta de que la base de la obra del Señor es el principio del Cuerpo. ¿Cómo es que no podemos coordinar juntos? Algunos hermanos comentan que es muy difícil servir en coordinación en la iglesia en Taipéi porque muchas hermanas mayores interfieren. Hay algo de verdad en esto. Si alguien viene a Taipéi a servir, tienen a los ancianos encima, los líderes de grupo abajo y a los responsables por el salón de reunión en el medio; probablemente será presionado y exprimido por todos lados. No es de extrañar que muchos se sientan como si no pudieran continuar su servicio en Taipéi. Éste es un caso que tiene que ver con la manera de ser. Si su manera de ser no ha sido quebrantada, nunca podrá coordinar con otros.

Cierto tipo de persona es tímida por naturaleza. Según la gracia y el don que ha recibido, ya debería haberse manifestado en ella cierto ministerio. Aunque en realidad puede llevar una carga de mil libras, sólo lleva veinte. Su naturaleza es como una planta sensible, siempre se retrae, siempre se retira y su utilidad se detiene. El otro tipo de personas son aquellos que se atreven a emprender cualquier cosa. Aceptan todo lo que se les confía. Aun si se les da la tierra y la luna, no tienen temor. Al final, puesto que en realidad están limitados en su habilidad, en lugar de efectuar el trabajo, lo echan a perder.

LA MANERA DE SER Y EL CARÁCTER NACIONAL

Los problemas de la manera de ser tienen que atribuirse a nuestro carácter nacional. El carácter de una nación afecta profundamente la manera de ser de su gente. Tomen como ejemplo a los japoneses. Antes de ir a Japón, pensaba que los japoneses eran más talentosos y capaces que los chinos. Después que estuve en Japón por cierto tiempo e hice contacto con los japoneses, encontré que los japoneses no pueden competir con los chinos en términos de inteligencia y talento. Su pensar es lento y no son muy inteligentes o listos. Lo

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que los hace tener éxito se describe en un proverbio chino: “La diligencia puede compensar la insensatez”. La misma tarea que un chino puede terminar en una hora, a un japonés le toma por lo menos tres horas. También he observado cómo estudian sus niños en los Estados Unidos. Los estudiantes chinos necesitan sólo una hora de estudio en la tarde, mientras que los niños japoneses necesitan cinco horas. Los niños chinos parecen que son lectores veloces; ellos estudian una vez el material y luego prueban su suerte al día siguiente en el examen. Los niños japoneses son diferentes. El día antes del examen memorizan esmeradamente el material y estudian hasta las tres de la mañana. Pueden recitar cada palabra del material del examen, sin dejar nada a la suerte. Cuando el niño chino toma la prueba, la termina rápidamente y recibe una “A” por suerte. El niño japonés lee las preguntas y las contesta escrupulosamente. Puede que sea muy lento, pero al final él también recibe una “A”. Su “A” es segura, mientras que la “A” que recibió el niño chino fue por suerte. Cuando la suerte no está a favor del niño chino, recibirá sólo una “B”.

Los japoneses son pacientes por naturaleza y motivados a aprender. Siempre que compraba en una tienda por departamentos japonesa, nunca tenía la paciencia de esperar a que los vendedores empacaran la mercancía. Mientras empacaban, siempre continuaban dando las gracias. Un sólo paquete lo empacaban con tres o cuatro capas de papel. La compra sólo me tomaba cinco minutos, pero se tomaban diez minutos en empacarla. Ellos saludaban agachando la cabeza y se inclinaban con tremenda paciencia. Todo el mundo sabe que los japoneses no son creativos, sin embargo, son diligentes para aprender; y finalmente, la imitación de ellos es mejor que la invención suya.

Aunque los chinos son inteligentes y capaces, nuestro carácter nacional está marcado por una habilidad de hacer las cosas de forma apresurada y deficiente. Tal vez, la situación actual en Taiwán ha mejorado. Sin embargo, los chinos generalmente comienzan un trabajo bien, pero a menudo lo concluyen de una manera descuidada. Hace años, la seda fina que se producía en Shantung, inicialmente pesaba treinta y ocho onzas por rollo. Gradualmente se redujo la cantidad de seda y más tarde se mezcló con almidón. Con el tiempo, el rollo contenía sólo doce onzas de seda, y la calidad bajó a tal grado que la gente ya no la quería más. Hacer las cosas apresuradamente significa terminar una tarea descuidadamente en tres días, cuando normalmente tomaría una semana completarla. Los japoneses no son así. Ellos laboran diez días para terminar un trabajo que requiere sólo una semana trabajando hasta que el resultado sea perfecto. Su carácter nacional es verdaderamente impresionante.

¿Y qué de los americanos? Ellos también son serios en su trabajo. Ellos hacen un trabajo seriamente o no lo hacen. No consideran ningún trabajo secundario. Por lo tanto, una vez que comienzan es difícil para un americano cambiar de dirección. Una vez que comenzó un trabajo según las instrucciones que usted le ha dado, es casi imposible que cambie. Si le indica que cambie de dirección, se molestará y dirá: “Me dijo que fuera al sur, ¿por qué ahora me dice que vaya al norte?”. Al tratar con los americanos, usted debe saber a dónde va; si hace un cambio a medio camino le traerá problemas, ya que no harán lo correcto. Por otro lado, si es un chino el que está haciendo el trabajo, usted puede permitirse el lujo de cambiar veintiocho veces. Los chinos son muy capaces en este aspecto; no importa cuantas veces quiera cambiar, ellos lo entenderán aun antes de que

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usted lo ponga en claro. Éste es un talento de los chinos, pero el resultado final rara vez es satisfactorio.

El local de reunión de la iglesia en Los Ángeles se limpia todos los sábados. Los santos no vienen de una manera descuidada; se visten con ropa de trabajo y trabajan seriamente. Esta seriedad es la razón de su éxito. Ellos son responsables, no bromean. Hacen las cosas cabalmente o no las hacen. En lo que respecta a los chinos, nosotros somos mayormente evasivos y no somos absolutos.

NO DEBEMOS SER LIMITADOS POR LA MANERA DE SER EN LA OBRA DEL SEÑOR

En principio, nuestra fidelidad y diligencia al servir al Señor debe exceder a nuestra fidelidad y diligencia en otros negocios. Ya que nos hemos consagrado al Señor y hemos renunciado a nuestro futuro y todo lo nuestro para servirle, deberíamos serle muy útiles. Lamentablemente, estamos extremadamente limitados por nuestra manera de ser y, como resultado, se manifiesta muy poco nuestra función. Si no vencemos nuestra vieja manera de ser, temo que cesará nuestra utilidad en la mano del Señor.

La manera de ser de algunos hermanos refleja una gran confianza en sí mismos. Creen que pueden hacer cualquier cosa; por lo tanto, están cegados por su confianza propia. Después de trabajar en un lugar uno o dos años es posible que no logren nada. Luego se mudan a otro lugar, y aun así no producen resultado. Sin embargo, siempre sienten que este fracaso se debe a la deficiencia de otros y nunca a la de ellos. Uno tiene que derrocar la confianza propia; ya no debe confiar más en sí mismo. Será útil sólo si tal confianza es derrocada. La utilidad de nuestros colaboradores no se puede desarrollar por completo, principalmente, por causa de las limitaciones en la manera de ser. Estoy plenamente convencido de que si podemos romper con los impedimentos que tiene nuestra manera de ser, la efectividad de nuestro trabajo será más del triple.

Algunas personas no saben cómo utilizar su ambiente; más bien, esperan que el ambiente se ajuste a ellos. Ellos se rehúsan a trabajar mientras las circunstancias no sean perfectas o las condiciones no sean adecuadas. Usted tiene que darse cuenta que en nuestro trabajo es casi imposible tener un ambiente perfecto, debido a que no tenemos una organización. ¿Cómo podemos esperar condiciones perfectas cuando prácticamente, siempre estamos en necesidad? En términos militares, rara vez estamos ocupados en batallas convencionales, sino en conflictos de guerrillas. No tenemos un ejército regular, sólo tropas de guerrillas. Todo depende de cuán flexibles seamos para adaptarnos a nuestras circunstancias y ajustarnos a todos los ambientes.

Cuando comenzamos el trabajo de publicación en Taiwán, escribía los artículos en una mesita pequeña en mi casa. Escribía, tuviera un escritorio o no. No diga que no puede escribir o publicar si no tiene un escritorio. Tenga o no tenga una

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mesa, aun así el trabajo se puede hacer. Nuestra manera de ser debe ser así. Rechace la manera de ser que requiera de un ambiente especial antes de poder trabajar.

Debemos instigarnos hasta llegar al punto en que podamos trabajar en cualquier ambiente. Sin embargo, es inútil aprender meramente un método externo; tenemos que vencer nuestra manera de ser interna. Recuerde que el grado al cual nuestra función será manifestada mayormente depende de nuestra manera de ser. Si vencemos nuestra manera de ser, nuestra utilidad y el fruto de nuestro trabajo se multiplicarán inmediatamente. Todos estamos limitados por nuestra manera de ser. De hecho, hoy en día muchos problemas se deben a nuestra manera de ser. Ciertamente espero que los colaboradores sean profundamente impresionados por este asunto.

CAPÍTULO SIETE

CULTIVAR UN CARÁCTER APROPIADO

A FIN DE TENER CONTACTO CON LA GENTE

LA NECESIDAD DE TOMAR MEDIDAS CON RESPECTO A NUESTRO CARÁCTER

La obra o servicio de una persona está completamente relacionada con su carácter. Tal como sea su carácter, así será su manera de hacer las cosas y así será su obra. Muchas de las dificultades que tenemos como servidores provienen de nuestro carácter. Claro está, que algunos de nuestros problemas son espirituales y otros son emocionales. Sin embargo, la mayoría de los problemas son causados por nuestro carácter. Por lo tanto, mientras aprendemos a servir al Señor necesitamos, por una parte, mantener una comunión constante con Él y confiar en Su gracia; y por otra, necesitamos tomar medidas severas con respecto a nuestro carácter.

Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de tomar medidas con respecto a su propio carácter. Parece que no le es fácil al Espíritu Santo hacer esto por nosotros. Tampoco podemos decir que el Espíritu Santo no toca o interfiere con los asuntos de nuestro carácter, tales como la manera en que nos comportamos y hacemos las cosas, pero estaríamos muy equivocados si esperamos que el Espíritu Santo edifique un buen carácter por nosotros. El Espíritu Santo no hace mucho en esta área, y aún cuando lo hace, necesita de nuestra plena cooperación.

Algunos hermanos tienen problemas con su carácter. Nunca terminan cabalmente la tarea que se les ha puesto en sus manos. Después de todos sus esfuerzos, siempre queda un “rabo”. Éste es un problema de carácter. Algunos

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llaman a esto un problema de hábito, pero no creemos que ésa sea una descripción adecuada; más bien, preferimos llamarlo un problema de carácter.

UN CARÁCTER QUE LE GUSTE TENER CONTACTO CON LA GENTE

Uno que sirve al Señor necesita tener un carácter bueno que le guste tener contacto con la gente. A algunos por naturaleza les gusta relacionarse con otros, pero esto es algo natural. Al no estar en resurrección de nada sirve. En nuestro servicio necesitamos que Dios nos quebrante al grado que nos guste tener contacto con la gente. Hablando en términos que no son espirituales, necesitamos tomar medidas con respecto a nosotros mismos y obligarnos a tener contacto con las personas.

Le pedí a un hermano que me dijera cuántos santos del exterior habían venido a la conferencia y también le pregunté si había hablado con ellos. Él me dijo que sólo había hecho contacto con dos santos de Hong Kong y otro de Indonesia; además no conocía sus nombres. No piensen que estoy exagerando. Es aquí donde yace nuestro problema. Creo que este hermano me permitiría decir que tener contacto con la gente no es algo fácil. Este problema no es sólo de este hermano, sino también nos afecta a todos nosotros. Mientras estamos aquí en este entrenamiento, muchos hermanos jóvenes que sirven al Señor están comiendo en el mismo comedor y son entrenados en el mismo salón de clases que los demás. Los hermanos que vienen del exterior han venido no sólo para escuchar mensajes, sino también para buscar comunión. Por regla general, todos deberíamos sentir la responsabilidad de tener comunión con ellos y de ayudarlos. Pero lamentablemente, nos encontramos con un muro sólido que el Espíritu casi no puede derribar. Simplemente no tenemos el carácter para hablar con la gente.

Hermanos, si fuéramos más quebrantados o si hubiéramos aprendido más acerca del temperamento espiritual adecuado, hoy recibiríamos aún más gracia. La gracia no parece ser muy contagiosa entre nosotros debido a que estamos demasiado distantes los unos de los otros. Debemos permitir que la gracia nos contagie hasta que fluya entre nosotros al máximo. Sin embargo, según mi observación, todavía hay muchas separaciones entre nosotros.

A ciertos hermanos y hermanas, no es que no les guste tener contacto con otros, sino que sólo les gusta relacionarse con unos cuantos hermanos con los cuales son íntimos. Por ejemplo, al hermano Wu le gusta mucho hablar con el hermano Chow, y al hermano Chow también le gusta mucho contactar al hermano Wu. El hermano Chow no sólo conoce el nombre del hermano Wu, sino que lo conoce bien por dentro y por fuera. No hay nada del hermano Wu que él no conozca. Sin embargo, con respecto a los hermanos de Indonesia, le da igual si se apellidan Liu o Wang. Tampoco recuerda bien cuántos son los hermanos que hay aquí de Manila o de los Estados Unidos. Él no sabe en qué cuarto se están hospedando. Después de haber estado con ellos por meses, ni siquiera les ha preguntado sus nombres. ¿Cómo podemos servir al Señor con esta clase de carácter?

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Durante el entrenamiento en Kou Lin en 1948 y 1949, el hermano Nee nos dijo en una de las lecciones que para ser útiles en la mano del Señor, necesitamos tener interés en las personas. Nos debe gustar estudiar a las personas y tener interés en ellas. En particular, siempre debemos tener contacto con los nuevos. Cuando una persona así ayuda a los nuevos, está feliz. Se acontenta con sólo hablarles. Necesitamos tener esta clase de temperamento; de otro modo, nuestro servicio será frustrado grandemente.

Debemos llegar temprano a todas las reuniones. Si la reunión comienza a las siete y media, debemos llegar a las siete. ¿Por qué necesitamos llegar temprano? Debemos llegar temprano para esperar a las personas. Vale la pena tener contacto con la gente, aun cuando lo hagamos por sólo cinco o diez minutos. Hay que tener contacto no sólo antes de la reunión, sino también después de ella. Si tenemos contacto con dos personas antes y después de la reunión, en la semana habremos hecho contacto con al menos diez personas en cinco reuniones. Quizás algunos digan que esto es demasiado mecánico. Pero no es así, si se tiene esta clase de carácter, sentirá que esto es algo muy espontáneo. En cada reunión tendrá contacto con una persona al llegar y con otra al salir. Algunos dicen que los santos se van inmediatamente después de la reunión. Si éste es el caso, ¿por qué no salir caminando con ellas por cierta distancia? Podría acompañarlos desde el salón de reunión hasta la calle y conversar un poco con ellos, preguntándoles acerca de su trabajo y de su condición ante el Señor. Recuerden que a veces conversaciones tan sencillas como éstas son de mucha ayuda para las personas.

Al ponerse en contacto con la gente no sean muy oficiales ni muy formales. No digan: “Ahora le sirvo al Señor y saldré a visitar a las personas de tres a cinco de la tarde todos los lunes, miércoles y viernes. Mi vivir está regulado y tengo que esperar hasta que sean las tres en punto todos los lunes, miércoles y viernes. Tampoco saldré a visitar a la gente antes de haber orado de rodillas por diez minutos”. Al final, ya que nadie parece estar en la casa, usted regresa vacío. Al pensar en esto tal vez considere que fue una verdadera disciplina del Espíritu Santo, porque las personas que deseaba visitar no estaban en casa. En realidad, esta clase de servicio es formal y burocrático. Nadie tendría éxito o ganancias en los negocios, con esta clase de método. Muchas veces los mejores negocios se efectúan en una cancha de tenis al jugar un partido o mientras toman una taza de café en un restaurante.

TENER CONTACTO CON LA GENTE E IMPARTIR GRACIA EN TODO MOMENTO

Hermanos, tienen que aprender a tener esta clase de carácter; de otro modo, créanme, serán de poco uso. Tener contacto con el Señor es una cosa y tener contacto con la gente es otra. Nuestro contacto con el Señor nunca debe reemplazar nuestro contacto con las personas. Cuando nuestro Señor Jesús estuvo en la tierra, siempre mantuvo estas dos clases de contacto. El Señor nunca fue a ningún lugar sin tener contacto con la gente. Adondequiera que Él iba, tenía contacto con otros. Si no tenía contacto con alguien, era algo intencional conforme a la voluntad de Dios, porque Él vivió bajo el gobierno de la voluntad de Dios. Él tenía contacto con las personas en todo lugar. Adaptaba

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Sus mensajes a las volubles circunstancias hablando las palabras adecuadas para cada tipo de persona y para cada ocasión. Su hablar nunca fue monótono o fijo, tampoco fue según una fórmula definida. Él estaba disponible en todo momento, por lo tanto, Él podía dar gracia en todo momento y podía tener contacto con todo tipo de personas.

Algunos hermanos tienen la actitud de que han aprendido a tener la comunión interior; por lo tanto, sienten que actividades, como la de salir a tener contacto con las personas, es sólo para aquellos que les gusta lo emocionante, por consiguiente, se lo dejan a otros. Este concepto está equivocado. Permítanme preguntar, ¿qué lección aprendió el Señor Jesús? Cualquier lección que usted aprenda debe estar en la esfera de tener contacto con la gente. Tengan contacto con la gente en todo momento. Cuando estoy con un hermano de mayor edad, aprendo de él. Cuando me reúno con jóvenes, les doy alguna ayuda. Si tuviéramos esta condición en la iglesia, ¡cuánta bendición tendríamos! Debido a una práctica tan pequeña como ésta, se introducirían muchas personas a la iglesia y se encendería un fuego.

Muchas veces, después de la reunión de la mesa del Señor, vi cómo los hermanos y las hermanas se iban uno a uno. Esto me trajo a la memoria la escena en Juan 8, cuando el Señor Jesús dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Cuando oyeron estas palabras, los judíos salieron uno a uno, comenzando por los más viejos hasta el último. Es raro ver a dos hermanos o a dos hermanas hablando; aun cuando hablan con alguien, sólo lo hacen con los que están más familiarizados y rara vez buscan a otros. Éste es un problema muy serio.