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Carta IX. A la Señora de Sade MARQUÉS DE SADE Digitalizado por http://www.librodot.com

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    No se puede estar ms agradecido que lo que estoy querida ma, por la atencin que has querido tener al enviarme la esquela que yo te haba pedido, palabra por palabra. Desde luego, me ha tranquilizado; pero los horrores ocultos, las infamias enroscadas que he descubierto en las abominables cartas que tu odiosa madre te ha hecho escribir, y que por suerte para m yo no haba advertido an, han trado a mi alma una nueva dosis de nostalgia e inquietud mucho ms fuerte que la tranquilidad que tu esquela ha podido proporcionarme. Sin embargo, cualquiera que sea la nueva agitacin que experimento, cualesquiera que sean mis horribles inquietudes y pesares, aguardar tu visita, a la espera de que tus palabras me calmen aun mejor que tus escritos, inficionados por la bilis de tu madre, y que la respuesta que me des a las preguntas que habr de formularte -respuesta acerca de la cual observar minuciosamente el aire con que me la des-, espero, digo, que tu respuesta valdr para mi mucho ms que un escrito. Te aguardo.

    Es cosa decidida que nunca me calmars con respecto a algo sin dejar inmediatamente de inquietarme con respecto a algo nuevo. Por qu no me contestas sobre mi insistente pedido de que Boucher no te acompae? Alguien puede forzarte a ello? Nada digo, pese a todo, sobre esto, porque tu carta me deja entender que esperas obtenerlo, y me conformo, para no insistir y para dejar de hablar de este asunto, con renovarte mi palabra de honor de que si Boucher te acompaa y t sigues vestida como una p..., como la ltima vez, no bajar. Mi primera pregunta cuando vengan en mi busca ser: "Boucher est ah? Y ella an viste como la ltima vez?" En caso afirmativo, no desciendo. En caso negativo, acaso se trate de un engao; entonces descender, pero tan pronto como entrevea a Boucher, o el vestido blanco, o el tocado, volver a subir de inmediato. Lo juro por Dios y por mi honor. Si dejo de hacerlo, quiero que se me considere el ms cobarde de los hombres.

    De Sade. Qu significa esta excusa! Si veas a las otras? Las otras no tienen a su marido en la

    prisin, o si lo tienen y se comportan de ese modo, entonces son unas desvergonzadas y slo injuria y desprecio merecen! Dime, iras a cumplir con tu precepto pascual ataviada as, de bailarina barata o de charlatana callejera? No, verdad? Pues bien, el recogimiento debe ser el mismo: la nostalgia y el dolor deben producir en este caso lo que en el otro producen la piedad y el respeto divino. Por exagerado que sea el punto a que han llegado las modas, no me convencers de que no existe una para las mujeres de sesenta aos. Imtala, aunque tan lejos te encuentres de esa edad. Recuerda que mi desgracia nos acerca a ella, si no la hemos alcanzado ya, y que en materia de conducta y de vestimenta no nos permite seguir otras modas. Si eres decente, slo a m debes complacer, y es seguro que nunca me complacers sino por la experiencia y la realidad de la mayor decencia y de la ms cabal modestia. Exijo, en una palabra, si me amas (y est claro que voy a verlo bien; lo que te pido no me puede ser negado sin desenmascararte por completo con respecto a tus signos de conviccin, a tus inclinaciones y a todo tu imbcil subterfugio), exijo, digo, que vengas en lo que ustedes, las mujeres, llaman bata, con un grande, enorme gorro, sin especie alguna de tocado abajo; nicamente tus cabellos peinados. Ni la ms nfima apariencia de falsos rizos; un moo y nada de trenzas. Na-da de corss, y la garganta soberanamente cubierta y no indecentemente despechugada como los otros das, y que el color de la bata sea lo ms oscuro que haya. Te juro por lo ms sagrado que tengo en el mundo que me hars montar en clera y que tendremos una furiosa escena si te apartas un pice de lo que acabo de prescribirte. Deberas avergonzarte de no intuir que los que te engalanaron como estabas los otros das se burlaban de ti en el fondo de su alma. Qu bien deben de haberse dicho. "Este ttere chiquito y bonito! Cmo hacemos con ella lo que se nos da la gana!". S t misma una vez en la vida. Hay cosas, lo intuyo, a las que las circunstancias te obligan a prestarte, pero hay otras tan indecentes y ridculas, y hasta quiz tan infames, que estoy segursimo deben de haberte exigido, aunque tengo la conviccin de que no las has consentido! Al afecto de las primeras y a la sola proposicin de las segundas slo deberas responder con el rechazo de unas y con la amenaza de arrancarte la vida antes que or hablar, siquiera, de las otras.

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    Y es que s muy bien en qu abominables manos te encuentras! Demasiado bien comprendes que no puedes hacerme pasar por tonto y que s a carta cabal que ests en lo de tu infame madre. Tengo tantas razones para temblar de saberte ah! S, no titubeo en decirlo: te preferira en casa de la seora Gourdan: aqu al menos desconfiaras de los procedimientos de sta, mientras que en la casa de la otra nada puede ponerte a salvo de las artificiosas trampas que te tendern. Crees que jams en mi vida podr olvidar esta frase: "Dara cincuenta luises al que le hiciera perder la virtud a esta cotorrita"? No, no, nunca la olvidar, y si quisieras relacionar todas las circunstancias, recordar las pocas, los sitios, las situaciones, cmo al instante te explicaras mis mayores errores!

    Querida ma, acurdate de esto: la desesperacin de las mujeres que han despreciado la virtud es el respeto que le rinden aquellas que siempre la han venerado. Se parecen -desdichadas-, se parecen a esos falsos incrdulos que pretenden que uno ultraje al Dios ante cuyo mero nombre les tiembla el corazn. Conserva tu virtud, consrvala! Ella es quien me hace enrojecer por mis desvos, y ella sola quien me llevar a aborrecerlos. La imitacin es cosa natural del carcter del hombre; pero el carcter del hombre sensible tiende a querer parecerse a quien ama. Siempre he debido mis desgracias al ejemplo de los vicios: no las eternices con lo ms espantoso que se pueda ofrecer. Yo no podr sobrevivir a ello; o si el amor a la vida fuera ms fuerte que el coraje de matarme (lo que no creo), slo lo sera para precipitarme en todos los extravos capaces de terminar con ella cuanto antes, de cualquier manera que fuese. La inconstancia o la infidelidad despiertan un amante o un marido, dicen. S, un alma baja y vil. Nunca imagines que la ma sea de ese temple. Jams perdonar un ultraje y jams procurar recuperar un bien que haya dejado de pertenecerme. La sola idea de que aquella que esta entre mis brazos piensa tal vez en otro siempre me ha sublevado, y nunca en mi vida he vuelto a ver a una mujer de quien yo haya sospechado haber sido engaado. Creo que el hecho es falso, pero t has arrojado la sospecha y ahora la siento arraigada en mi alma. Qu buen consejo te dieron! Ahondar y verificar: no encontrar nada ( eso es al menos lo que espero) ; pero la sospecha ya habr germinado, y en un carcter como el mo es un veneno lento cuyos efectos diarios aumentan el estrago sin que haya en el mundo nada que pueda detener su progreso. Lo repito: qu buen consejo te dieron! Me resultaba tan dulce entrever por lo menos una vejez feliz junto a una amiga fiel, incapaz de haberme faltado nunca. Era, ay!, todo mi consuelo. Eso era todo lo que vena a mellar las pas que ahora me desgarran. Has llevado el horror hasta arrebatarme esa dulce esperanza de mis aos viejos! No puedo ms. La sospecha est echada, y las frases son demasiado claras para que pueda cegarme. Oh, mi querida amiga, ya no podr estimarte! Es verdad? Dmelo: tan cruelmente me has engaado? De ser cierto, qu espantoso porvenir!

    Oh, santo Dios, que jams se entreabran las puertas de mi prisin! Que yo muera antes que salir de ella para hacerme cargo de mi infamia, de la tuya y de la de quienes te aconsejan! Que muera antes que salir para ir a envilecerme, a hundirme en el postrer exceso de los ms monstruosos crmenes, de crmenes que yo buscara con placer para aturdirme y para perderme! No quedara uno de ellos que yo no inventase.

    Adis. Ya ves cun calmo estoy y cmo necesito verte a solas. Consguelo, te lo ruego. Vincennes, hacia el 15 de agosto de 1781.