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  • Carta XIX. A la Seora de Sade Marqus de Sade

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  • Carta XIX A la Seora de Sade Marqus de Sade

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    Encantadora criatura, con que quieres mi ropa interior sucia, mi vieja ropa interior? Sabes que es de una cabal delicadeza? Ya ves lo bien que s apreciar las cosas. Escucha. ngel mo: siento todas las ganas del mundo de satisfacerte en esto, pues ya sabes cmo respeto los gustos, las fantasas: por estrambticas que sean, las encuentro absolutamente respetables, tanto porque uno no es dueo de ellas como porque hasta la ms singular y extraa de todas siempre se remonta, si la analizamos bien, a un principio de delicadeza. Me comprometo a demostrarlo cuando quieran; bien sabes que nadie analiza las cosas como yo.

    Siento, pues, tesorito, todas las ganas del mundo de complacerte; no obstante, creo que cometera una canallada si no diera mi ropa interior vieja al hombre que me atiende. Hasta ahora lo he hecho, y seguir hacindolo. Pero t puedes dirigirte a l; algo le he adelantado ya, en voz baja, como supondrs. Me ha comprendido y me ha prometido recogerla para ti. Con que, trtola ma, dirgete a l, te lo ruego, que te vers satisfecha. Ah, santo cielo, si por un camino tan corto y fcil me fuera posible procurarme de tu parte tantas cosas, cosas que me las devorara apenas las tuviese, cmo las pagara a precio de oro, cmo dira: "Pagad, pagad, seor, que esto proviene de la que adoro", cmo respirara los aromas de tu vida, y cmo stos inflamaran el fluido que corre por mis venas, traeran algo al seno de mi existencia y yo me sentira feliz!

    Dicho lo cual, me hars el gran favor, reina ma, de enviarme ropa interior nueva, en atencin a la extrema necesidad que tengo de ella?

    Me preguntas, morronguita ma, cmo quiero el cuaderno de 300 hojas, es decir, de 600 pginas. Pues bien, queridita, te responder que lo necesito como el cuaderno de El inconstante.

    Por las barbas de Mahoma, me dices que el estuche que te ped te ha dado mucho trabajo. Concibo que te lo diera si lo hubieses hecho, pero slo se trataba de mandar hacerlo, y por eso no logro hacer entrar en la estrecha capacidad de mi sesera que la mera accin de encargarlo te haya puesto los nervios de punta hasta causarle a tu alma una sensacin de dolor. Me dices que te toman por loca, y eso es lo que no entiendo. No puedo admitir que el pedido de un estuchazo por una mujercita llegue a provocar el menor desorden en la glndula pineal, en la que nosotros, los filsofos ateos, establecemos el asiento de la razn. Explcame esto como ms te convenga y entre tanto manda hacer y envame el estuche, te lo suplico, porque lo necesito sobremanera y a falta de l tengo que guardar mis dibujos en cosas que los desgarran.

    Me has enviado al muchachito, trtola querida. El muchachito: qu dulce es a mi odo esta palabra! Porque mi odo es un poco italiano. Un bel giovanetto, signor, me diran si estuviera en Npoles, y yo contestara: Si, si, signor, mandatelo, lo voglio bene. Me has tratado como a un cardenal, madrecita... Pero por desgracia no es ms que una pintura. El estuche, entonces, al menos el estuche, ya que me reduces a la ilusin!

    Celestial gatita, atiende a este respecto una pequea historia bastante divertida que lleg a Roma cuando yo me encontraba all pues de tanto en tanto hay que distraerse. Pregntale, si no, al teniente Charles, que hace ocho das vino a divertirse conmigo dicindome que l era el hombre del rey.

    Hay en Roma un cardenal, cuyo nombre no dar porque soy discreto, que tiene por mxima la aseveracin de que el fluido nerval, puesto en accin todas las maanas por los corpsculos escapados de los atractivos de una preciosa, dispone el espritu del hombre al estudio, al jbilo y a la salud.

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    En consecuencia, una matrona, honrada por Monseor con este interesante detalle, hace penetrar cada maana una bonita virgen en los gabinetes interiores de Su Eminencia; un gentilhombre la recibe, la examina y la presenta. Un da la signora Clementina (tal era el nombre de la matrona), ignorante de esta ceremonia y a sabiendas de que el prelado, lleno de respeto para con una vestal, jams ultrajara hasta cierto punto a doncella alguna, sino que se atendra a algunos exmenes rutinarios que bien podan igualar, a sus ojos, los sexos, no tuvo a mano a la divinidad diaria y se le ocurri reemplazarla con un hermoso muchachito vestido de nia. Llevado el inocente, la signora se retira y el gentilhombre procede a examinar a aqul. "Oh, Monseor, cunta perfidia! exclama La signora Clementina merecera...! Merecera una prctica como la vuestra!" El cardenal se acerca, se pone los anteojos, verifica lo que acaba de serle anunciado y en seguida, sonriendo bondadosamente y haciendo pasar al mancebo a su habitacin: "Calma, calma hijo mo dice al gentilhombre; tambin ella, a su vez, pasar por boba: le haremos creer que me ha engaado".

    Hoy, 23 de noviembre

    Y ya que hablamos de ello, debo decirte, chanchito fresco de mis pensamientos, que he trabajado en procura de proporcionarte un plano del cojn que mi trasero exige debido a su dolencia. Querra que lo captaras con la vista y el tacto; por eso he recortado con el mayor arte que me ha sido posible una hoja de papel, en la que he trazado un dispositivo exacto del asunto. La hoja tiene la forma que el cojn debe tener; dispondrs que lo rellenen con pluma y crin (de este modo resultan excelentes) y que lo recubran con un pao fuerte y comn. La hoja tiene la medida exacta, pero es preferible que el cojn salga un poco ms grande antes que ms chico, que sea muy suave y est bien relleno. El envo del cojn, dulce luz de mis ojos, hace intil la toalla que, de otro modo [prrafo trunco]...

    Buenas o malas (las malas me son tan necesarias como las buenas), te encarezco, lucero del alba, que me enves todas las piezas nuevas de uno y otro teatro que hayan aparecido durante el 83, pero slo con los almanaques nuevos, esto es, a fines del prximo mes o a comienzos de enero.

    Ten la absoluta seguridad, vida de mi vida, que lo primero que har cuando salga, la primera accin de mi libertad, naturalmente despus de haberte besado los ojos, los pechos y las nalgas, ser comprar ah mismo, sin importarme lo que cuesten: Los mejores elementos de fsica, la Historia natural de Buffon, en 4 y con las lminas, y la totalidad de los libros de Montaigne, Delille, Arnaud, St-Lambert, Dorat, Voltaire, J. J. Rousseau, con la continuacin de El viajero, y las historias de Francia y el Bajo Imperio, todos libros que, o no tengo, o los tengo muy incompletos en mi biblioteca. En mrito al deseo que tengo de estos libros y a la certeza de que los comprar todos el mismo da, fjate dechado de hermosura, qu te permiten proporcionarme tus fondos entre tanto, pues no quiero saber nada ms de libros alquilados.

    Resulta singularmente espiritual, acicate de mis nervios, bromear a propsito de los libros. Ah es donde Duelos se equivoca cuando dice, como te lo record das atrs, que las diversiones de los togados huelen a colegio, pues hay nada ms bello, hay nada ms noble que hacer bromas con el ttulo de un libro? Ningn escritor nuestro, ni en el siglo de Luis XIV ni en el de Luis XV, alcanz jams tal sublimidad de genio. Slo una cosa te pido: trata de que en el libro haya por lo menos tanto ingenio como el que hay en la broma a raz del ttulo. Hasta ahora

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    nunca has hecho esto, ya que resulta imposible leer las novelas nuevas que me has enviado, por ms que formen las ms hermosas cifras del mundo, como ese 59 que viene a parar en 84; en una palabra, cosas verdaderamente deslumbrantes. No sera posible, imagen de la divinidad, acomodar todos esos nmeros y esos grandes tratados con unos buenos libros? Y menos que menos, en nombre de Dios, no compres nada de Rtif! Es un autor de baraturas y de viejas; es inaudito que hayas pensado enviarme cosa alguna de l. Envame, pues, te lo ruego, otras novelas nuevas, pero que sean mejores.

    Para m es absolutamente imposible apreciar la refutacin de El sistema de la naturaleza si no comienzas por enviarme El sistema. Ten muy presente esto y haz saber, violeta del jardn del Edn, que no hay que oponerse a mi bien ni al restablecimiento de los buenos principios. Convengo en que la operacin ser difcil, pues los principios que adopt hace ya treinta aos son de piedra y no se rompern fcilmente; pero ni aun as debes atentar contra la posibilidad del xito.

    Dcimo-sptimo planeta del espacio, no deberas bromear con las cintas para la cabeza. En primer lugar, porque una mujer nunca debe hacer chanzas con la cabeza de su marido; y en segundo lugar, quintaesencia de la virginidad, porque esas cintas son una pura gratificacin de tu parte, ya que no entrarn en memoria alguna: es un don gratuito. Y pretendes obligarme a decir, destello de los espritus anglicos, que esa negativa es una pequea porquera? Bien s que el. teniente Charles, con cuya cabeza se puede bromear, tena una chanza a propsito de las cintas para la cabeza, pero ahora, smbolo del pudor, ahora que el teniente Charles ya se ha ganado sus seis libras, me parece que podras enviarme las cintas; decide t el nmero y la calidad.

    Milagro de la naturaleza, te haba rogado que me enviaras un hermoso par de nalgas cuando hubiera un duplicado que sealar, y en lugar de eso me has mandado al teniente Charles, que ha venido a decirme que es el hombre del rey! Paloma de Venus, eso es lo que se llama confundir la causa con el efecto.

    Rosa huida de entre las Gracias, no me queda ms que preguntarte en virtud de qu razn se me niega el vino de duraznos: qu analoga puede existir entre las constituciones del Estado y las fibras de mi estmago? Acaso una o dos botellas de vino de durazno, aita ma, alcanzan a conmover la ley slica o tal vez atentan contra el cdigo justiniano? Oh, favorita de Minerva, ese tipo de negativa se le hace a un borracho, pero a m, que slo me embriago con tus encantos y que nunca los bebo hasta hartarme, ambrosa del Olimpo, no se me debe negar un poco de vino de duraznos!

    Nia de mis ojos, te agradezco la bella estampa de Rousseau que me has enviado. Antorcha de mi existencia, cundo, cundo tus dedos de albatros vendrn a trocar los hierros del teniente Charles en las rosas de tu pecho? Lo beso, adis, y me duermo. .

    Hoy, 24, a la una de la maana.

    Vincennes, 23-24 de noviembre de 1783.