cartográfico presentación
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La definición regional de un territorio es consecuencia de un proceso de construcción histórica y cultural. En su caracterización influye un sinnúmero de variables o perspectivas, teóricas o empíricas, que precisan o amplifican sus alcances y complejidades conforme el punto de vista desde el que se le analiza. si consideramos el caso de nuestro país, es posible afirmar que tanto su configuración histórica como la misma geografía esbozaron desde tiempos de la Colonia las regiones que hoy lo conforman, cuyo carácter y diferencias se acentuaron con el paso de los años. La formación de jurisdicciones –reinos, provincias, capitanías– tuvo un papel destacado en este proceso, pues moldeó durante la etapa virreinal un primer bosquejo de divisiones políticas que en el México republicano acabó por afinarse, o por fragmentarse al responder a los factores propios de las autonomías locales emergentes. No obstante, los linderos territoriales de una entidad política no siempre correspondieron con los de una región; para que éstas se establecieran, la principal influencia residió en las condiciones naturales del espacio y la fisiografía del territorio, así como su articulación o marginalización respecto al conjunto estructural del paísTRANSCRIPT
configuración histórica de una región
O c t a v i o H e r r e r a
E l N O r E s t E
configuración histórica de una región
cartográficoE l N o r E s t E
de la edición
Textos
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Coordinación editorial
Carolina Farías
Diseño editorial
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Cuidado de la edición
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configuración histórica de una región
E l N o r E s t E cartográfico
o c t a v i o h e r r e r a
índice
l i m i n a r7I
Delimitación del Golfo de México15
II Esbozo del noreste colonial durante el siglo XVII y la primera mitad del XVIII.
37III
las Provincias Internas de oriente83IV
Definición del noreste mexicano129
VEl noreste ante la conformación de la frontera internacional
181VI
El noreste y texas al mediar el siglo XIX227
VIIIntegración finisecular del noreste y texas
271VIII
Monterrey a través de la cartograf ía histórica335
r e f e r e n c i a s c a r t o g r á f i c a s y b i b l i o g r a f í a381
9d
a definición regional de un territorio es consecuencia de un proceso de construc-
ción histórica y cultural. En su caracterización influye un sinnúmero de varia-
bles o perspectivas, teóricas o empíricas, que precisan o amplifican sus alcances y
complejidades conforme el punto de vista desde el que se le analiza. si considera-
mos el caso de nuestro país, es posible afirmar que tanto su configuración histó-
rica como la misma geograf ía esbozaron desde tiempos de la Colonia las regiones
que hoy lo conforman, cuyo carácter y diferencias se acentuaron con el paso de
los años. la formación de jurisdicciones –reinos, provincias, capitanías– tuvo un
papel destacado en este proceso, pues moldeó durante la etapa virreinal un primer
bosquejo de divisiones políticas que en el México republicano acabó por afinarse,
o por fragmentarse al responder a los factores propios de las autonomías loca-
les emergentes. No obstante, los linderos territoriales de una entidad política no
siempre correspondieron con los de una región; para que éstas se establecieran, la
principal influencia residió en las condiciones naturales del espacio y la fisiograf ía del territorio, así como su articulación o
marginalización respecto al conjunto estructural del país.
Así sucedió con lo que hoy conocemos como noreste de México. la naturaleza le brindó una caracterización que ayuda a
explicar parte de su origen y diferencia histórica: se ubica en un enorme plano inclinado con límites en lo alto de la sierra Madre
oriental y los desiertos del altiplano coahuilense, cuya pendiente desciende hasta el Golfo de México, con algunas eminencias
orográficas aisladas en medio de extensas llanuras costeras cubiertas de un matorral espinoso, por las que discurren algunas
cuencas subsidiarias de la corriente del río Bravo. Ésta es la descripción geográfica del territorio integrado por tamaulipas,
Nuevo león y Coahuila hasta nuestros días, si bien ciertos geógrafos reubican algunos de sus segmentos en otras categorías
regionales, como la laguna, o la Huasteca tamaulipeca. En lo que respecta a texas, aunque se originó en el mismo proceso his-
tórico, su segregación política de México a mediados del siglo XIX lo hacen aparecer como un territorio distinto, aun cuando su
articulación económica con el noreste mexicano se prolongó hasta principios del siglo XX.
A las características del territorio se suman los matices de la presencia humana, que con el tiempo acaba por definir los ele-
mentos de una región. De este modo, a pesar de que en la antigüedad no afloró en el noreste una civilización indígena, desde
los orígenes del hombre americano hasta el arribo de los españoles imperó en casi todo el territorio el modo de vida impuesto
por grupos de cazadores-recolectores, convirtiéndolo en un vasto horizonte de nomadismo arcaico. su espacio permaneció in-
diferenciado durante milenios, hasta que las avanzadas conquistadoras plantearon las “fronteras de guerra”, apenas más allá del
área nuclear de la Mesoamérica recién sometida. Después vinieron los primeros intentos de ocupación, por medio de las capi-
l i m i n a r
capítulo
I
15d
arto es sabido que el almirante de la Mar océano,
Cristóbal Colón, no tenía idea de la existencia de
una barrera continental que se interpusiera a su pro-
pósito de alcanzar China y Cipango (Japón), para
cerrar la circunferencia geográfica de la tierra, con-
forme a las noticias medievales derivadas del célebre viaje de Marco Polo.
también es cierto que el éxito de los navegantes portugueses al bordear el
sur del África y abrir la ruta del Asia fue un acicate para que las coronas uni-
ficadas de Aragón y Castilla, una vez asegurada la reconquista, se decidieran
a apoyar el proyecto de Colón de navegar el Atlántico en un derrotero hasta
entonces ignoto y dirigido hacia el poniente.
la competencia por el mercado de las especias bien valía la pena el es-
fuerzo, ya que durante siglos Europa se había visto privada de mayores re-
des de comercio con Asia, como resultado de la interposición y predomino
otomano en el oriente del Mediterráneo. Pero no sólo fue eso. la pronta
evidencia de una terra incognita al otro lado del Atlántico profundizó la
rivalidad entre las dos emergentes potencias peninsulares, empeñadas en-
tonces en una escalada de conquista, a tal punto que el papa Alejandro VI
debió terciar entre ellas. la propuesta para zanjar las diferencias entre am-
bas naciones se plasmó en la bula Inter caetera, por medio de la cual en 1494
se celebró en tordesillas un tratado que trazó una línea entre ambos polos,
a cien leguas al oeste de las islas Azores y el Cabo Verde. Esta línea separaba
las posesiones que le corresponderían a cada Corona, producto de los viajes
exploratorios próximos a realizarse, de tal modo que las situadas hacia el
oriente de ella pertenecerían a Portugal, en tanto que las ubicadas al ponien-
te serían para España. Con esta estratagema, que los lusitanos ajustaron a su
favor, Portugal pudo asegurar Brasil para sí.
Mientras tanto, ya con el pie firme en las Antillas, y con cabecera en la isla
de la Española, Colón continuó sus viajes que lo llevaron a tocar tierra firme,
pero sin llegar a reconocer con exactitud su correspondencia con el extremo
de Asia, ni su carácter insular o peninsular. De ahí la denominación de estos
territorios como Indias occidentales. No obstante, la existencia de grandes
masas territoriales, corroborada en 1497 con el viaje de Juan Caboto al servi-
cio de la Corona inglesa por el extremo norte del Atlántico, tuvo su primera
expresión cartográfica en la carta portulana de Juan de la Cosa, un compañero
de viaje de Colón. En este mapa, que definió claramente las Antillas y le otorgó
plena insularidad a Cuba, el rumbo del futuro concepto geográfico del Golfo
de México quedó representado con la figura de san Cristóbal, el santo de los
viajeros navegantes, quien quizás les haría posible encontrar el ansiado pasaje
que finalmente los llevaría al Asia.
Pero las cosas fueron distintas. Entre finales de 1508 y principios del año
siguiente, sebastián de ocampo circunnavegó Cuba, con lo que se adentró
ligeramente en el Golfo de México, surcándolo por el estrecho norte que lo
une con el océano Atlántico. Con esta experiencia, en 1511 Diego de Veláz-
quez emprendió la conquista y colonización española de la isla. Dos años más
tarde la expedición de Juan Ponce de león fue a toparse con la península de la
Florida –conocida entonces como Bimini– donde, basado en las fábulas me-
dievales, pensaba encontrar la “fuente de la juventud”. En cambio descubrió
el flujo de la Corriente del Golfo, lo que sería de gran trascendencia para las
travesías del tornaviaje a España. Mientras tanto, la ocupación española de
Delimitación del Golfo de México
5El punto de arranque con el descubrimiento de América
16d
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
El Océano Atlántico visto en una interpreta-
ción cartográfica del siglo XIX, cuando ya se te-
nían bien definidos los relieves de ambas masas
continentales situadas en sus bordes: por un
lado la dualidad Europa-África, y por el otro la
estilizada silueta del Continente Americano.
Después de trazar el Mediterráneo y antes de
hacer lo mismo con el Índico, la cartografía
europea se enfocó a conocer detalladamente
el perfil marítimo de América, en virtud del
extraordinario descubrimiento efectuado por
Cristóbal Colón a fines del siglo XV. Pero ni si-
quiera entonces se tuvo conciencia de que se
trataba de tierras nunca ubicadas en las refe-
rencias de la antigüedad, cuyas directrices eran
los conceptos geográficos de Ptolomeo.
s Mapa del Océano Atlántico. 1
1802
Anónimo
27 x 18 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
Mapa de las Indias Occidentales o Améri-
ca trazado en 1550, cuando las exploraciones
españolas y portuguesas no dejaron duda de
que se trataba de una nueva masa continental,
bordeada incluso por su extremo austral para
acceder al Océano Pacífico. Lo relevante en
este documento es la plena identificación del
Golfo de México, de la Florida y, en especial,
de la desembocadura del río Pánuco, la gran
corriente que drena la mesa de Anáhuac a tra-
vés de la Huasteca. Se trata del primer territo-
rio conquistado por los españoles de lo que, en
el futuro inmediato sería uno de los puntos de
partida para la ocupación del noreste.
( I.1 )
17d
d e l i m i t a c i ó n d e l G o l f o d e M é x i c o
s Esbozo continental del
Continente Americano. 2
1550
Sebastián Münster
25.4 x 34 cms.
Library of Congress
Primer testimonio cartográfico de la Corrien-
te del Golfo, elaborado en virtud de las pes-
quisas del científico y político estadounidense
Benjamin Franklin cuando, al desempeñarse
como funcionario de correos del Imperio Bri-
tánico, expuso gráficamente las evidencias
experimentales y la información de viejos testi-
monios, sobre todo españoles, que indicaban la
existencia de un “río marítimo” que atravesaba
el Atlántico norte y se dirigía hacia Europa. Al
ser impreso y distribuido en su tiempo, se con-
virtió en una valiosa aportación de la cartogra-
fía a la divulgación de la ciencia.
s Recorrido continental
de la Corriente del Golfo. 3
Circa 1768
Benjamin Franklin y Timothy Folger
87 x 97 cms.
Library of Congress( I.2 )
( I.3 )
18d
Al formarse como consecuencia del clima
tropical del Golfo de México, la corriente que
lleva su nombre recorre su cuenca en sentido
inverso al de las manecillas del reloj y sale al
Océano Atlántico por encima de Cuba. Se con-
sidera que su descubridor fue Antón de Alami-
nos, piloto en jefe de la expedición de Ponce
de León en 1513. Tan pronto los españoles se
consolidaron en América, comenzaron a em-
s El Océano Atlántico y la Corriente
del Golfo de México. 4
Circa 1786
James Poupard
21 x 26 cms.
Library of Congress
plear esta corriente como la ruta del tornaviaje
a Europa, en tanto que los vientos alisios ha-
cían su parte para emprender la travesía desde
el Viejo Mundo.
( I.4 )
19d
d e l i m i t a c i ó n d e l G o l f o d e M é x i c o
Cuba avanzaba, y con ella el liderazgo de Diego de Velázquez, que le permitió
recibir el aval del rey Carlos V para convertirse en el patrocinador de los viajes
de exploración, y eventual conquista, de aquellos territorios continentales de
los que ya se tenía noticia. De este modo Velázquez impulsó, en 1517, el viaje
de Francisco Hernández de Córdoba, quien resultó herido mortalmente en una
escaramuza con los mayas al desembarcar en la península de Yucatán. Un año
después le siguió el viaje de Juan de Grijalva, que bordeó el litoral mexicano y
llegó cerca de la boca del Pánuco. Finalmente, un año más tarde tuvo lugar la
expedición de Hernán Cortés quien, ante las noticias de un imperio fabuloso
tierra adentro, negó la autoridad de Velázquez y decidió aventurarse en una
empresa de conquista por su cuenta.
Apropiación continental y primer esbozo del Golfo de México
Casi al tiempo que Cortés se hacía a la mar, Alonso Álvarez de Pineda se
embarcaba por cuenta de Francisco de Garay, gobernador de la isla de
Jamaica y competidor de Diego de Velázquez, en la carrera por la ocupación
de la tierra firme. Pero en vez de seguir la ruta de las expediciones precedentes,
Álvarez de Pineda emprendió un largo periplo de más de trescientas leguas
por el entorno del Golfo de México en el sentido inverso de las manecillas del
Mapa que por su temprana elaboración es
considerado el primero de esta cuenca maríti-
ma mexicana, atribuido a Antón de Alaminos
y a Alonso Álvarez de Pineda. En él se aprecia
con claridad la proporción de sus principales
relieves geográficos, como las penínsulas de la
Florida y Yucatán, así como el amplio cuenco
continental en forma de golfo. En términos polí-
ticos, el documento advertía sobre los derechos
de sus descubridores, lo que Hernán Cortés ig-
noró al emprender por su cuenta la conquista
de México en 1519.
s Esbozo del Golfo de México
o Seno Mexicano. 5
Circa 1519
Antón de Alaminos y
Alonso Álvarez de Pineda
Manuscrito a tinta sobre papel.
17.3 x 12.3 cms.
Archivo General de Indias
reloj, navegando por el borde interior de la Florida, y comprobó que se trataba
de una península, para enseguida descubrir el delta del Mississippi, río al que
otorgó el nombre de Espíritu santo. Después, pasó a lo largo de las costas de
texas y tamaulipas, para ir a encontrarse con Cortés en la Villa rica de la Ve-
racruz. Cortés lo percibió como un rival; y con razón, puesto que Álvarez de
Pineda reclamó para Garay los territorios explorados en el área norte del Golfo,
a los que había denominado Amichael. también intentó establecer una colonia
en la boca del Pánuco, pero sucumbió al ataque de los indios huastecas. Más
tarde una nueva flota al mando de Diego de Camargo, despachada por Garay
para auxiliar a Álvarez de Pineda, recogió a los sobrevivientes y ésta acabó por
sumarse a Cortés.
Más allá de las implicaciones políticas, consecuencia de tales empresas de
conquista, para 1519 ya había quedado clara la existencia del Golfo de México o
seno Mexicano y, por consiguiente, la inexistencia de una continuidad marítima
rumbo al Asia. Así fue plasmado en un mapa por Álvarez de Pineda, el primero
en trazar con fidelidad extraordinaria los rasgos distintivos del Golfo, donde los
litorales de tamaulipas y de texas hacían acto de presencia. Pero se trata de un
mapa que únicamente fue conocido por los cosmógrafos y el piloto mayor de la
Casa de Contratación de sevilla. sólo una vez consumada la conquista de Méxi-
co, Hernán Cortés divulgó con amplitud en forma impresa un mapa del Golfo
de México, con la segunda de sus cartas a Carlos V, publicada en Nuremberg
( I.5 )
20d
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
en 1524. No obstante, en este mapa el Golfo se reduce a un contexto geográfico
para resaltar la representación de la Ciudad de México-tenochtitlán, cabeza del
imperio mexica, al que Cortés derrotó en 1521, dando inicio al virreinato de la
Nueva España. lo relevante de este mapa para la región de nuestro interés, es
que agrega nuevas referencias geográficas, en especial el río de las Palmas (hoy
soto la Marina), debido a los conflictos que se suscitaron en esa época por la
ocupación territorial de la tierra firme recién descubierta.
En efecto, tras la noticia del éxito de Cortés y del fracaso de sus enviados, el
propio Francisco de Garay se hizo a la mar con la firme intención de crear un
nuevo reino, al que llamaría la Victoria Garayana. sin embargo, debió enfrentar
dos crudas realidades que también lo harían fracasar: por una parte, el inhóspi-
to territorio aledaño a la boca del río de las Palmas, su punto de destino, caren-
te de recursos disponibles para arraigar un pie colonizador y plagado de indios
nómadas belicosos –se trataba del litoral de la gran área de Aridoamérica en la
que la posterior ocupación española dilataría casi tres siglos en consolidarse–;
y, por otro, la perspicacia de Cortés, quien vio venir las intenciones de Garay y
se adelantó a organizar en 1522 la conquista de la Huasteca y el aseguramiento
de la boca del Pánuco, fundando la villa de santi Esteban del Puerto. Con ello
adjudicaba de facto a la Nueva España la jurisdicción de esta región costera,
que sería uno de los puntos de partida para el futuro avance hacia el noreste.
( I.6 )
Mapa de factura artística italiana, impreso en
grabado a mediados del siglo XVI, unos treinta
años después de la caída de Tenochtitlán y el
surgimiento de la Nueva España; es decir, con
tiempo suficiente para que las expediciones
efectuadas hasta entonces aportaran la infor-
mación necesaria sobre la silueta geográfica de
México. Y aunque la desproporción espacial sal-
ta a la vista, se destacan bien las penínsulas de
Yucatán y Baja California, al igual que el trazo
del Trópico de Cáncer, sin dejar de lado la insu-
laridad de la Ciudad de México y las caracterís-
ticas del norte del país.
s Figura inicial del
territorio mexicano. 6
1561
Girolamo Ruscelli
Grabado monocromo
22.5 x 30.9 cms.
University of Texas at Arlington
2 Identificado por los primeros navegantes es-
pañoles, llevó el nombre de río de las Palmas
hasta mediados del siglo XVIII cuando, al fun-
darse el Nuevo Santander se le rebautizó río de
Santander o de Soto la Marina. De esta época
data el presente mapa. En 1522 desembarcó
aquí Francisco de Garay, rival de Hernán Cortés,
con la intención de crear el reino de la Victoria
Garayana. Sin embargo, lo inhóspito del terreno
y la presencia de indios nómadas insumisos, lo
hicieron fracasar completamente.
s Desembocadura del río de
las Palmas. 7
1750
José de Escandón
Manuscrito a tinta y acuarela sobre papel,
55.7 x 41.2 cms.
British Library
( I.7 )
24d
Como área privilegiada de la exploración ma-
rítima, el Golfo de México fue minuciosamente
registrado en las observaciones astronómicas
que permitían trazar las coordenadas geográfi-
cas. Así lo demuestra este mapa a detalle, para
uso de los navegantes, fechado en 1639, cuyo
principal interés es mostrar un segmento carac-
terizado por sus playas bajas, situado entre la
barra del Pánuco y el “mar pequeño” (la bahía
de Galveston). En él se identifica con claridad
la localización de las barras de los ríos Palmas
y Bravo y, entre ellos, la Costa de Pescadores,
en alusión a los numerosos indios que se veían
a la distancia.
s Mediciones astronómicas y
cartografía en el Golfo de México. 10
Circa 1639
Joan Vinckeboons
Dibujo a la acuarela en lápiz y tinta
50 x 71 cms.
Library of Congress
( I.10 )
destronaba el postulado geocéntrico de Claudio Ptolomeo, vigente desde la an-
tigüedad, para colocar en el nuevo escenario científico su teoría heliocéntrica.
la tierra, entonces, no era el centro del universo. se trataba de una esfera más
en un vasto sistema planetario, compuesta por mares y masas continentales,
ahora susceptibles de ser perfectamente trazados en la medida que se acumu-
laran mayores referencias proporcionadas por los exploradores. Aun así, los
principios ptolomeicos del trazado de la tierra en una proyección de coorde-
nadas de longitud y latitud, expuestas en la Geograf ía, siguieron vigentes en el
trazo de los nuevos mapas, elaborados con base en la información empírica de
los descubrimientos.
Con elementos como éstos en mano, la Casa de Contratación de sevilla
continuó con la compilación cartográfica del Padrón real, dedicado a reunir
todos los conocimientos que se acumularan acerca del continente americano.
Gracias a ello, se generó una serie de mapas al servicio de la navegación y de las
25d
d e l i m i t a c i ó n d e l G o l f o d e M é x i c o
Ejemplificada aquí con un mapa de la marina
estadounidense del siglo XIX, la desembocadu-
ra del río de Arboledas fue conocida desde el
siglo XVI, cuando aún conservaba su condición
deltaica y el empuje de sus aguas mar adentro
la hacían inconfundible. Tal impulso se debía al
cíclico deshielo de las Montañas Rocallosas, o a
las aguas de las tormentas tropicales del vera-
no. En esa misma centuria los exploradores del
septentrión identificaron el río, sin que quedara
duda de que se trataba de un lindero continen-
tal natural, lo que contribuyó a la ubicación
espacial de las jurisdicciones políticas del norte
de la Nueva España.
s Desembocadura del río
de Arboledas o Bravo. 11
1854
U.S. Coast Survey
Mapoteca Orozco y Berra
Sin duda la trayectoria virtual del Trópico de
Cáncer contribuyó al conocimiento cartográfi-
co del Golfo de México tras el descubrimiento
de América. Situado a los 23° 27´ de latitud
norte, es el punto más septentrional en que los
rayos del sol caen verticalmente –el cenit– en el
solsticio de verano, el 21 de julio. A diferencia de
otras regiones de su circunvalación terrestre,
en México esta línea marca un cambio climáti-
co y ecológico, de ahí la aridez de los territorios
situados hacia su parte norte. Su propósito res-
ponde a los intereses de Francia por legitimar la
extensión territorial de la Luisiana hasta el río
de las Palmas, en base al establecimiento del
Fuerte San Luis por el caballero de La Salle en
1765 en la bahía de San Bernardo.
s Señalización cartográfica
del Trópico de Cáncer. 12
1701
N. de Fer y Vincent de Ginville
Grabado coloreado a mano
grabado en papel marca
20 x 32 cms.
Library of Congress
( I.11 )
( I.12 )
26d
Mapa en gran formato del Golfo de México
y Mar Caribe realizado en el siglo XIX cuando,
luego de tres centurias, en sus aguas había un
intenso movimiento marítimo de escala mun-
dial y en sus litorales habían surgido regiones
de gran dinamismo. El noreste de México es
un ejemplo. A partir del siglo XVI, desde sus
costas se proyectó la ocupación territorial de
tierra adentro y dos siglos más tarde su área
costera debió ser colonizada por razones es-
s El espacio marítimo del
Golfo-Caribe. 13
1845
E & G.W. Blunt
Grabado en papel marca
98 x 218 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
tratégicas. Tras consumarse la independencia
de México, la apertura de puertos fue el rasgo
más distintivo de su economía al surgir Mata-
moros y Tampico, que se muestran en detalle
en este documento.
( I.13 )
27d
decisiones de la Corona española en la administración de su nuevo imperio de
ultramar. lo relevante de los mapas producidos en la Casa de Contratación en
la época de los descubrimientos, para la región que nos ocupa, fue que la ubi-
cación del río Pánuco quedó fuera de toda duda, más aún tras la conquista de
la Huasteca. la localización del Palmas fue conocida en menor medida, pues
se había abandonado el interés por su región aledaña, aunque el nombre se
mantuvo. la plena identificación del río Bravo tardó en corroborarse, lo mismo
que los detalles de la costa baja y arenosa de texas.
32d
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
lo que su mapa Gvastecan regnum es la obra cartográfica más destacada del
noreste en formación, que contiene, con asombrosa precisión, los principales
referentes geográficos de la Huasteca. A este documento se sumó el mapa La
Florida, elaborado con los mismos patrones y técnica cartográfica. Ahí quedaron
plasmados muchos pueblos cuyos nombres debieron ser transmitidos por los
sobrevivientes de la malograda expedición de Hernando de soto, que recorrió el
territorio aledaño a la cuenca baja del Mississippi en la década de 1540.
El Nuevo reino de león y el inicio formal de la geografía norestense
Al contar con mayor conocimiento del territorio, así como de las formas
y protocolos para obtener con prontitud una concesión de conquista y
colonización, luis Carvajal y de la Cueva se embarcó a España para tramitar su
propósito directamente en la corte situada en toledo. su perseverancia rindió
sus frutos en 1579, cuando celebró unas capitulaciones con el rey Felipe II, por las
cuales fue autorizado a establecer el llamado Nuevo reino de león, cuyos linde-
ros comprenderían doscientas leguas en cuadro a partir de la boca del Pánuco.
Después de reunir a un grupo de colonizadores en la misma España, entre
los que se contaban varios “cristianos nuevos” como él, todos de origen judai-
zante, emprendió el viaje de retorno. su destino, y punto de arranque de su em-
presa, eran el río Pánuco y la Huasteca. Desde ahí partió, en 1581, siguiendo el
borde la sierrra Madre oriental hasta penetrar tierra adentro para fundar el año
siguiente la ciudad de león, al pie de una serranía más tarde llamada Picachos.
Nacía así la primera jurisdicción política del noreste mexicano.
sin embargo, pronto comenzaron los problemas derivados de la concesión
territorial excesiva que se le había otorgado al Nuevo reino de león y, con ello,
una de las causas que actuaron en contra de Carvajal. Al fundar la villa de san
luis rey, al pie de la sierra Madre, se enteró de que una avanzada colonizadora
al mando del capitán Alberto del Canto, proveniente de la Nueva Vizcaya, que
ya había sentado sus reales desde 1577 en el altiplano vecino, con la población
de santiago del saltillo. Desde allí había intentado establecer el asentamiento
ojos de santa lucía Mártir sobre un valle al que llamaron de Extremadura, que
no es sino el sitio donde se localiza la ciudad de Monterrey.
Carvajal se topó con dificultadas similares al pretender reclamar como parte
de su reino una zona minera situada al poniente, donde plantó la villa de Nueva
Almadén: el área ya había sido identificada como las minas de trinidad, en el valle
de Couyla, y los colonos y el gobierno de la Nueva Vizcaya alegaron ser primeros
en su posesión. Incluso el sitio en el que Carvajal estableció la ciudad de león ya
había sido explorado previamente por Diego de Montemayor, también un colono
novovizcaíno, quien lo había denominado las minas de san Gregorio.
Al enterarse de estos conflictos, el virrey conde de la Coruña inició un pro-
ceso contra Carvajal. Por un tiempo éste pudo librarse de los cargos en su contra.
s El Nuevo Reino de León. 17
1799
Juan Crouset
Manuscrito a tinta y acuarela sobre papel,
68 x 43 cms.
Archivo General de la Nación
El Nuevo Reino de León visto en un docu-
mento cartográfico del siglo XVIII, obra de
Juan Crouset, ceñido por diversas provincias.
Cierto es que la territorialidad otorgada de ori-
gen comprendía una mayor dimensión, hasta
el litoral del Seno Mexicano. Sin embargo, la
precariedad de su desarrollo colonial y la resis-
tencia indígena a las congregas lo confinaron a
un menor espacio, de tal forma que, cuando a
mediados del siglo XVIII la Corona española re-
quirió poblar el litoral, no respetó los antiguos
derechos jurisdiccionales del Nuevo Reino de
León y, en su lugar, se estableció la colonia del
Nuevo Santander, más tarde Tamaulipas.
( I.17 )
33d
No obstante, los graves desmanes que se cometían en el Nuevo reino de león
durante la captura y esclavización de los indios de la región pronto comenzaron
a dejarse oír en la corte de México. A todo esto se sumó la acusación de que el
gobernador del reino era un judío practicante, con lo que los problemas de Car-
vajal dejaron de ventilarse en el ámbito jurídico y político: se le instruyó causa en
el tribunal del santo oficio, donde no había apelación posible.
Carvajal y varios miembros de su familia fueron apresados por la Inquisi-
ción. Pudo abjurar de judaizante, pero fue condenado al destierro de las Indias.
Murió en prisión antes de que se consumara su sentencia. Con su muerte y la
salida de los colonos de las poblaciones que fundó, el Nuevo reino de león
quedó en el abandono.
s Plano de la ciudad y
presidio de Monterrey. 18
Circa 1765
Joseph de Urrutia
Dibujo coloreado a tinta sobre papel
53 x 43 cms.
British Library
Trazado según el levantamiento cartográ-
fico de Joseph de Urrutia en 1765 –el plano
más antiguo de esta ciudad–, cuando habían
trascurrido 153 años del traslado de su empla-
zamiento original, establecido en 1596 al norte
de los ojos de agua de Santa Lucía. El asenta-
miento aún tenía una precaria formalidad ur-
bana, apenas distinguible en los entornos de la
plaza mayor y de la residencia del gobernador.
Resulta más notable su aspecto rural en los nu-
merosos solares y huertas que daban cuerpo a
la población, irrigados por las acequias que los
fecundaban.
( I.18 )
36d
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
capítulo
II
37d
on el descubrimiento de las minas de Zacatecas, en
1546, los territorios situados al norte de la zona nu-
clear de la Nueva España cobraron una singular rele-
vancia, no obstante lo árido de su paisaje y la ausencia
de grupos indígenas sedentarios que colaboraran en
el esfuerzo de los colonizadores. En el centro-norte del altiplano mexicano,
por el contrario, merodeaban bandas dispersas de indios cazadores-recolec-
tores, entre las que destacaban grupos de guachichiles, guamares y zacatecos,
reacios a someterse al orden colonial, como antes ya había sucedido con los
cazcanes durante la guerra del Mixtón, conflicto que incluso puso en jaque la
permanencia de la incipiente Nueva Galicia.
Para la década de 1550 la guerra chichimeca predominó a lo largo del lla-
mado Camino de la Plata, ruta trazada con el fin de comunicar la Ciudad de
México con Zacatecas, en la que la inseguridad era permanente a pesar de
que en esos años se fueron estableciendo algunas poblaciones a su vera, y de
que las autoridades coloniales continuamente organizaban batidas y dictaron
fuertes represalias que tan sólo sirvieron para incrementar el conflicto. Sin
embargo, la necesidad de pacificar este camino se incrementó ante la noti-
cia de nuevos hallazgos mineros en la profundidad del septentrión, entre los
cuales se contaban Fresnillo, Sombrerete, Chalchihuites, San Marín, Charcas
y Mazapil.
Por esta razón, a partir de 1570 se instrumentó una política más decidida
cuyo objetivo era pacificar el Camino de la Plata, incluso a costa de imple-
mentar una guerra “a sangre y fuego”. De tal política surgió el concepto de
la fijación de presidios –puntos militares fortificados, situados de tramo en
tramo de la ruta–, que se convirtió más tarde en un sistema que se aplicó en
todo el norte de la Nueva España. Al mismo tiempo, y con objeto de atenuar
los reclamos de conciencia por el violento trato contra la resistencia indígena,
hubo una serie de debates en los que se esgrimieron razonamientos en torno
a que se trataba de una “guerra justa”, lo que vino a abrir la posibilidad a una
mayor y más activa participación de las órdenes religiosas en el proceso de
conquista del norte novohispano.
Poco antes de finalizar el siglo XVI, la política virreinal giró en redondo
y se planteó la pacificación por medios persuasivos, el arreglo diplomático
y la protección y otorgamiento de garantías a los indios que decidieran bajar
las armas. Y para llevar a la práctica estos principios, no se encontró a nadie
mejor que un personaje de origen mestizo, con sangre chichimeca: el capitán
Miguel Caldera, quien logró la pacificación del Tunal Grande, un estratégico
bolsón geográfico de indios de guerra. Sólo después de consumada la paz, se
pudo fundar San Luis Potosí, en cuyos alrededores pronto se localizaron ya-
cimientos minerales. En los años por venir esta ciudad representó la llave del
noreste, pues gracias a su ubicación fue posible trazar una ruta paralela al Ca-
mino de la Plata (ruta transformada después en el Camino de Tierra Adentro,
que desembocaba en Nuevo México, provincia incorporada en 1598), por lo
que incluso jugó un importante papel administrativo esta región en las postri-
merías del virreinato.
Como producto de la política de negociación, el virrey Luis de Velasco hijo
implementó a gran escala el método de incorporar a los esfuerzos de coloni-
zación a los llamados “indios madrinas”, como antes se había hecho con los
otomíes, pero ahora integrando a un grupo con un nivel de civilización meso-
Esbozo del espacio regional norestense en el siglo XVII y primera mitad del XVIII
5Consolidación del Camino de la Plata o de “Tierra Adentro”
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
54d
Localizada en la costa meridional de Texas,
la bahía está compuesta por angostas barreras
insulares paralelas al litoral, formadas en tiem-
pos geológicos por las corrientes fluviales del
interior y la acumulación de sus sedimentos alu-
viales –fenómeno similar al que formó las dos
lagunas madres en ambos lados de la delta del
río Bravo. De poca profundidad en sus aguas,
no tenía mayor significado estratégico para ser
elegida por el caballero de La Salle como pun-
to de desembarco y fundación de una colonia
francesa a finales del siglo XVII. En realidad este
personaje iba en búsqueda del río Mississippi,
pero debido a que desconocía la geografía del
litoral, y a que no deseaba dar marcha atrás,
acabó por desembarcar, con lo que empeñó la
suerte de su expedición. En la imagen, un plano
español de las postrimerías del siglo XVIII.
s Plano de Bahía de San Bernardo
o Espíritu Santo. 15
1785
Josef de Evia
Papel marca manuscrito coloreado
64 x 60 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
Esta visión está expuesta en tres ejemplos carto-
gráficos elaborados sobre un mismo patrón, factu-
ra técnica y origen autoral (Sanson D´Abbeville),
pero muestra distintos linderos de dominio entre
las potencias europeas que tenían juego en el te-
rritorio, lo que pone de relieve cómo las disputas
territoriales entre ellas tuvieron en los mapas otro
recurso de argumentación política para justificar
sus reclamos y crear precedentes tangibles que
les permitieran negociar acuerdos. En este caso, el
de arriba a la izquierda extiende el Canadá hasta
el río Bravo; su contraparte señala la proporción
territorial que tuvo la Florida española antes de la
injerencia francesa en el Golfo de México, mien-
tras que el mapa de abajo no asume compromisos
y muestra a la América del Norte como un vasto
espacio abierto.
s La América del Norte bajo
la visión francesa. 16
1688
Vizenzo María Coronelli
Grabado en dos hojas
60.5 x 54.2 cms.
University of Texas at Arlington
Refrendo español de sus
posesiones sobre La Florida. 17
1688
H. Jaillot
Mapa coloreado a mano
Library of Congress
Visión de conjunto de la
América septentrional. 18
1650
Vizenzo María Coronelli
Grabado en dos hojas,
39 x 55 cms.
Library of Congress
( II.15 )
noticia arribó a España, por lo que el rey instruyó al nuevo virrey, el conde de
Monclova, para averiguar estos hechos. En cuanto llegó a Veracruz, preparó
otro reconocimiento naval, con énfasis en el litoral al norte del río Bravo. Sus
pesquisas culminaron cuando se encontraron los restos de uno de los navíos
franceses en la bahía de San Bernardo, identificada antaño por los españoles
como bahía del Espíritu Santo. Después de una segunda expedición naval se
corroboró tanto la presencia francesa como su enigmática desaparición, lo
que hizo surgir la suspicacia de que los galos estuvieran fortaleciéndose tierra
adentro.
Las autoridades virreinales se vieron urgidas, pues, a realizar exploracio-
nes terrestres. Ya desde 1686, por órdenes del virrey marqués de La Laguna, el
gobernador del Nuevo Reino de León, Agustín de Echeverz y Suviza, decidió
buscar a los franceses. Para tal efecto comisionó para encabezar la expedición
al capitán Alonso de León, El Mozo, dada su experiencia militar y que era
nativo de la provincia e hijo del experimentado capitán del mismo nombre.
De León marchó de Cerralvo hasta encontrar el Bravo, cuya corriente siguió
por su banda derecha hasta su desembocadura sin encontrar ningún vestigio,
lo que da idea de la ignorancia geográfica que prevalecía entre las autoridades
del Nuevo Reino de León sobre un territorio que, en teoría, correspondía a su
jurisdicción. Al siguiente año, De León incursionó al norte del Bravo, pero sin
avanzar a profundidad, por lo que volvió a tener resultados nulos.
En 1688, sin mediar búsqueda alguna, un informante tlaxcalteca dijo que
al norte del Bravo había un francés a quien los indios reverenciaban “como un
rey”. Enterado, De León se aprestó para encontrar al extranjero. En efecto, lo
( II.18 )
( II.16 ) ( II.17 )
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
62d
hombres reclutados en la Martinica y Haití, entre los que estaba el corsario
Lorencillo, quien le fue muy útil por su conocimiento práctico de los rumbos
marítimos del Seno Mexicano. Así, luego de un incómodo encuentro con
las tropas españolas estacionadas en Panzacola, Iberville encontró el delta
del Mississippi a inicios de 1699 y fundó cerca de allí el fuerte Biloxi. Al
año siguiente recibió, a través del río Mississippi, contingentes procedentes
del Canadá como refuerzo. Se iniciaba así la configuración territorial de la
Luisiana.
El viento a favor de Francia se incrementó al morir en 1700 el monarca
español Carlos II quien, al carecer de descendiente directo, testó a favor de
su sobrino Felipe de Borbón, nieto del rey Luis XIV, que asumió el trono con
el título de Felipe V. Esto contravenía los intereses del emperador Leopoldo I
de Alemania, quien esgrimía los derechos sucesorios para el archiduque don
Carlos, quien como descendiente de un linaje no extinguido del rey Carlos
V, se proclamó Carlos III y se estableció en Barcelona.
Se desató así la llamada Guerra de sucesión española, que se prolongaría
hasta 1713, con la participación de Holanda e Inglaterra a favor del lina-
je de los Habsburgo. Sin embargo, en medio del largo conflicto murieron
s Mapa de la América del Norte
y la Florida. 25
1687
Johann Baptist Homann
Grabado en lámina sobre papel
e iluminado a la acuarela
University of Texas at Arlington
Se trata de un ejemplo de las maneras en que
se podía utilizar un mapa para satisfacer inte-
reses políticos. Al disponerse de un formato
básico de información geográfica, se le hacían
adaptaciones para hacerlo parecer original y
diferente. Esto resulta claro si se coteja con el
mapa de enseguida. Ambos fueron elaborados
por Johann Baptist Homann en Nuremberg. En
este caso, el objetivo es resaltar la legitimidad
de la posesión española sobre el territorio de la
Florida, explorado por Hernando de Soto a me-
diados del siglo XVI, que una centuria y media
más tarde era disputado por Francia.
Elaborado también en el taller de Johann Bap-
tist Homann, el mapa de la América del Norte
y la Luisiana obedece a los intereses de Francia
de demostrar su presencia sobre el territorio,
que se extiende hasta el río Bravo y reduce la
Florida casi a su segmento peninsular. El docu-
mento presenta una viñeta con la imagen de
las Cataratas del Niágara, así como el trazo de
los viajes del caballero de La Salle, tomados de
los mapas de Guillaume Delisle (al lado dere-
cho). Como rasgo de su inserción continental,
aparece una viñeta en la que se ven unos indios
junto a un bisonte americano.
s Mapa de la América del Norte
y la Luisiana. 26
1737
Johann Baptist Homann
Grabado en lámina sobre papel e
iluminado a la acuarela
57 x 48.3 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
( II.25 ) ( II.26 )
e s b o z o d e l e s p a c i o r e g i o n a l n o r e s t e n s e e n e l s i g l o X V I I y p r i m e r a m i t a d d e l X V I I I
63d
Leopoldo I y su sucesor, por lo que Carlos III dejó Cataluña para asumir el
trono de Alemania, como Carlos VI, lo que ya no gustó a sus aliados, que
prefirieron establecer un armisticio con Luis XIV. La paz, que se firmó fi-
nalmente en Utrech, generó una recomposición de fuerzas en Europa, que
no volvió a modificarse sino hasta la Guerra de los Siete Años, entrado ya
el siglo XVIII.
Una primera consecuencia de este conflicto fue que Inglaterra aprove-
chó el momento para obligar a Francia a cederle la Acadia (Nueva Escocia),
Terranova y la bahía de Hudson, lo cual comprometió notablemente la capa-
cidad gala para mantener sus esfuerzos coloniales a lo largo del río San Lo-
renzo, eje articulador de su presencia canadiense. Tal insuficiencia se reflejó
en la poca densidad demográfica francesa en el Canadá, apenas visible en el
entorno de Quebec.
Pero las repercusiones de la Guerra de Sucesión también hicieron posi-
ble que los esfuerzos franceses por consolidar la Luisiana no se vieran im-
pedidos por España. En 1708 arribó a esta región su primer intendente, y
después un gobernador, Antonio de la Mothe, señor de Cadillac, quien in-
tentó convencer al virrey novohispano, el duque de Linares, para establecer
Obra de Guillaume Delisle, uno de los más
distinguidos cartógrafos franceses a inicios
del siglo XVIII, no dudó en crear esta impronta
cartográfica que más tarde sería ampliamente
utilizada por otros cartógrafos en distintas ver-
siones de mapas sobre la América del Norte.
Como instrumento de propaganda política, el
mapa magnifica las proporciones geográficas
de la Luisiana en el contexto continental. Pre-
senta como eje la corriente del río Mississippi,
cuya desembocadura se detalla en un mapa
de recuadro. Por su parte, el río Bravo aparece
como su límite sur, sin que se haga mención de
la provincia novohispana de Texas. No obstante,
contiene el trazo de los distintos exploradores
que recorrieron la región, españoles en primer
término, como Soto, Moscoso y De León, y se le
agregan las rutas seguidas por los franceses La
Salle y Saint Denis.
sMapa de la Luisiana,
versión francesa. 27
1718
Guillaume Delisle
Grabado en tinta sobre papel,
48.5 x 64.5 cms.
Library of Congress
( II.27 )
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
76d
( II.38 )
de crearse un presidio, debía localizarse bajo la gran curvatura que hacía el
río Bravo, pues conocía la región al grado de legarnos uno de los primeros
mapas generales de ella. También recomendaba que se proveyera al presidio
con soldados de la Nueva Vizcaya, con lo que su influencia gravitaría hacia
esa provincia. Entre otras cosas, las consultas derivaron en una extensa ex-
ploración de muchos territorios hasta entonces ignotos en el entorno de la
gran comba del Bravo, a cargo de José Barroterán. Después se cambió de
parecer, por lo que los hombres deberían de ser reclutados en El Saltillo y el
Nuevo Reino de León, lo que motivó una nueva expedición, esta vez a cargo
de los soldados del presidio de San Juan Bautista quienes, siguiendo el Bravo
aguas arriba, concluyeron que el mejor sitio eran las márgenes del río de San
Diego, afluente de aquél. Con este razonamiento, mejor documentado, el
establecimiento del nuevo presidio pasó ahora a gravitar bajo la influencia
de la provincia de Coahuila.
Así, en 1737 se fundó el presidio de Santa Rosa del Sacramento, siendo
su comandante Miguel de la Garza Falcón, miembro de otro tronco familiar
con gran influencia en Coahuila, entre los que se contaba a un ex gober-
nador de la provincia. Sin embargo, a pesar de la estratégica ubicación de
este presidio, su aislamiento en un territorio inmenso volvía poco efectiva la
contención de las crecientes avalanchas de los indios de las praderas, que fá-
cilmente lo flanqueaban. El núcleo de la provincia de Coahuila seguía siendo
s Mapa de la costa
del Seno Mexicano. 39
1744
Miguel Custodio Durán
Manuscrito a tinta temple sobre pergamino
77.5 x 68 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
Salvo por los piratas, en el siglo XVII el Gol-
fo de México fue un mar exclusivo de España,
hasta que a inicios de la centuria siguiente
Francia le disputó su soberanía al establecer
la Luisiana. Entonces, el despoblamiento del
litoral se convirtió en un grave asunto de
seguridad estratégica. Además, estaba ocu-
pado por tribus indígenas que ofrecían una
feroz resistencia a cualquier intento de ocu-
pación colonial. Así se refleja en este mapa
de alrededor de 1740, que subraya la vulnera-
bilidad del territorio y la densidad de sus et-
nias autóctonas. El documento muestra una
orientación poco habitual, con el poniente
hacia arriba.
A principios del siglo XVIII se dejó sentir en
el norte de la Nueva España la presencia de los
indios de las praderas, que incidieron en el Bol-
són de Mapimí y, de allí, penetraron las áreas
nucleares de la Nueva Vizcaya y Coahuila. Esto
motivó la recomendación del oidor Juan de Oli-
ván para que se erigiera un nuevo presidio que
cubriera el flanco occidental de Coahuila. En
1737 se fundó el presidio de Santa Rosa del Sa-
cramento, que se aprecia en este plano. Fue si-
tuado al pie de una gran cordillera que servía de
barrera protectora, y se aprovechó en su esta-
blecimiento una fecunda ciénega que le propor-
cionaba agua en abundancia. Para el comandan-
te Juan de Ugalde, esta población debía ser, por
su ubicación y recursos disponibles, la cabecera
de las Provincias Internas de Oriente, e incluso
sede de la mitra del obispado de Linares.
s Presidio de Santa Rosa. 38
1765
Joseph de Urrutia
Dibujo sobre papel, coloreado a mano
53 x 43 cms.
British Library
( II.39 )
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
84d
misión, donde sobresalían los poderes militar y eclesiástico. Y es que la planti-
lla demográfica del Nuevo Santander se integró con colonos de las provincias
vecinas, lo mismo que de un contingente llegado de Querétaro, el Bajío y San
Luis Potosí, compuesto por personas deseosas de escapar a los estragos de la
gran sequía que había generado la llamada “gran hambre de toda esta América”.
Para asegurar el reclutamiento, Escandón ofreció estímulos económicos, gra-
nos, exención tributaria, dotación de solares y la promesa de obtener tierras. El
resultado fue la ocupación simultánea de un dilatado territorio, y la formación
de una nueva entidad política novohispana que, a pesar de los diversos proble-
mas que hubo de enfrentar, acabó por consolidarse en poco más de un lustro.
Con la prospección geográfica de su recorrido exploratorio, Escandón dis-
tribuyó estratégica y escalonadamente un rosario de poblaciones a lo largo de
la costa del Seno Mexicano, desde el Pánuco hasta el Bravo, integradas en tres
conjuntos regionales. El primero se conoció como “villas del norte”, situadas
en las márgenes del Bravo y conocidas como Reynosa, Camargo, Mier, Revilla
y Laredo. El segundo fueron las “villas del centro”, compuesto por Güemes,
El mapa aquí expuesto marca el último epi-
sodio en el que España mantuvo su completa
hegemonía en todo el litoral de la cuenca ma-
rítima del Golfo de México, en las postrimerías
del siglo XVIII. Cambios radicales estaban por
venir, como los otros acontecidos en los últi-
mos cien años, cuando las disputas imperiales
europeas se dejaron sentir en estas aguas. De
cualquier forma, el establecimiento de la co-
lonia del Nuevo Santander, a mediados de la
citada centuria, había marcado un momento
clave en la consolidación territorial del sep-
tentrión de la Nueva España, pues hasta en-
tonces había estado muy expuesta ante el des-
poblamiento de la costa del Seno Mexicano.
Entonces comenzó toda una nueva producción
cartográfica de factura española que reprodu-
jo en diversas versiones el perfil marítimo del
Golfo y de sus relieves costeros más notables.
Esto fue resultado de las exploraciones nava-
les que, sumadas a los datos acumulados a tra-
vés de centurias, generaron magníficos nuevos
mapas de nueva generación, cuyos antece-
dentes remotos se enclavan en los portula-
nos de tiempos de la Conquista.
sMapa del Seno Mexicano
o Golfo de México. 1
1797
Juan de Langara
Dibujo manuscrito a tinta sobre papel común
Archivo Histórico Militar
( III.1 )
85d
l a s p r o v i n c i a s i n t e r n a s d e o r i e n t e
( III.2 ) ( III.3 )
Sin duda uno de los mapas más conocidos
del siglo XVIII novohispano fue el mapa elabo-
rado por el coronel José de Escandón tras su
viaje de reconocimiento de la costa del Seno
Mexicano en 1747, como paso previo a su co-
lonización definitiva a partir del siguiente año.
Ese territorio permaneció ajeno al orden colo-
nial por no poseer riquezas minerales aparen-
tes, así como por ser un importante “bolsón de
gentiles”. Originalmente perteneció a la juris-
dicción del Nuevo Reino de León, conforme a
la capitulación otorgada a Luis Carvajal y de
la Cueva. Sin embargo, al fracasar éste en su
intento, el restaurado Nuevo Reino de León
no pudo nunca ejercer actos reales de dominio
sobre las llanuras costeras. Surgió entonces la
oportunidad para la amenaza francesa, que
desde el Canadá llegó para fincar un simbóli-
co bastión en la costa de Texas, convirtiendo
en un asunto estratégico el ejercicio real del
poder soberano de la Corona española sobre
los litorales del Golfo de México. De ahí la
importancia de la empresa del coronel Escan-
dón, quien por sus méritos como conquistador
y colonizador mereció que le fuera otorgado
el condado de Sierra Gorda. Sin embargo, esto
no lo eximió de ser sometido a un juicio de
residencia, tan pronto como se dejaron sentir
los vientos reformadores borbónicos.
sMapa de la Sierra Gorda del AGI. 2
1747
José de Escandón.
Manuscrito a tinta y acuarela sobre papel
Archivo General de Indias
Aún cuando se desconoce el mapa original
que dio lugar a tantas reproducciones sobre la
base de un mismo formato, se puede afirmar
que fue un hecho la permanencia del mapa de
la Sierra Gorda y la costa del Seno Mexicano
en los gabinetes del virreinato, como fuente
cartográfica oficial. Esto se puede comprobar
al ver cómo fue utilizado por Joseph de Urrutia
al elaborar el gran mapa del septentrión hacia
1765. También sirvió en alguna medida para di-
señar el mapa que define los límites de la juris-
dicción del nuevo obispado de Linares en 1773.
Sin embargo, como registro cartográfico su fi-
delidad es bastante burda, pero tiene la virtud
de mostrar todo un conjunto regional que va
desde Querétaro hasta Texas, proporcionando
la escala de los alcances territoriales de diver-
sas provincias aledañas, entre ellas Tampico,
Zimapán, Meztitlán, Valles, San Luis Potosí,
Charcas, el Nuevo Reino de León y Coahui-
la. Además, cabe destacar que el mapa tiene
empalmados dos tipos de datos respecto a la
propia provincia del Nuevo Santander, pues
refiere los campamentos o “reales” estable-
cidos durante la exploración de 1747, a la vez
que sitúa la ubicación de las villas establecidas
entre 1748 y 1755, el periodo en el que se forjó
dicha provincia.
sMapa de la Sierra Gorda del AGN. 3
1792
José de Escandón
Manuscrito a tinta y acuarela sobre papel
80 x 60 cms.
Archivo General de la Nación
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
88d
interés oficial o particular presente en la zona. Por tanto, todas las decisiones
territoriales adoptadas por Escandón fueron autorizadas. Así, con la apari-
ción del Nuevo Santander en el contexto geográfico del septentrión oriental,
se completó la articulación de un territorio destinado a funcionar como un
conjunto regional.
Al mismo tiempo que la colonización de la costa, se estableció un sistema
de misiones para evangelizar a los indios naturales e incorporarlos al orden
colonial. Los franciscanos del colegio de Propaganda Fide, de Guadalupe,
Zacatecas, fueron los responsables de esta tarea. Como las villas de españo-
les, las misiones fueron creadas en un mismo acto y contaban con el pago de
sínodos de la Real Hacienda, con dotación de ganado y aperos de labranza, lo
que permitió la prosperidad de algunas de ellas, situadas en lugares fecundos,
como las de Camargo, Trespalacios e Igollo. Sin embargo, sus expectativas
de contar con un amplio margen de poder se vieron frustradas por el coronel
Al fundarse la villa de San Agustín de Laredo
en 1755 en la banda norte del río Bravo, se com-
pletó la estructura política y jurisdiccional de la
colonia del Nuevo Santander. Un año más tarde,
y por orden de la Corona, las autoridades virrei-
nales enviaron una comisión para constatar los
resultados de las acciones colonizadoras del co-
ronel Escandón. Dicha visita estuvo a cargo del
capitán Tienda de Cuervo y del ingeniero Agus-
tín López de la Cámara Alta, quienes al reportar
su jornada emitieron un dictamen aprobatorio,
aunque recomendaron algunas medidas correc-
tivas y bloquear la habilitación de puertos en la
nueva provincia. Además, y como parte de sus
funciones, el ingeniero Cámara Alta desarrolló
una diligente actividad cartográfica que se re-
flejó en un mapa monumental del Nuevo San-
tander, en formato rectangular alargado, donde
se precisaban numerosos detalles geográficos,
localización de las tribus nativas y se añadían
los planos individuales de cada una de sus villas.
El mapa que aquí se aprecia es una adaptación
del de Cámara Alta. Tiene el mismo formato,
aunque su representación orográfica es menos
técnica y más estilizada, lo que proporciona gran
visibilidad panorámica a todo el conjunto y a
las cuencas hidrológicas que discurren hacia el
Seno Mexicano.
sMapa de la colonia
del Nuevo Santander. 6
Circa 1758
Autor desconocido
Manuscrito coloreado a tinta y acuarela
49.5 x 142.2 cms.
British Library
89d
l a s p r o v i n c i a s i n t e r n a s d e o r i e n t e
Escandón, cuya política privilegiaba el orden civil y secular. Incluso se negó a
dotarlas formalmente de las tierras de misiones, con lo que se generó una rís-
pida relación que llegó al punto del rompimiento cuando los religiosos aban-
donaron el Nuevo Santander en 1766.
Las misiones vacantes fueron ocupadas por otros franciscanos, prove-
nientes de las provincias del Santo Evangelio de México, de Zacatecas y de
Michoacán. Bajo estas nuevas jurisdicciones, las misiones no alcanzaron ma-
yores progresos, situación que motivó algunos proyectos para la dominación
de los indígenas, como la creación de pueblos o repúblicas de indios, que no
prosperaron, como tampoco lo hizo el tardío esfuerzo evangelizador de los
franciscanos de Pachuca, interesados en pacificar la sierra de la Tamaulipa
Vieja. Al no contar con indios, los bienes de misión fueron usufructuados
por particulares. Finalmente, se remataron en los primeros años de la vida
independiente de México.
Desde la perspectiva indígena, el impacto de la colonización de la costa del
Seno Mexicano fue desastroso, pues se fragmentó el espacio vital de cacería,
recolección y acceso a las fuentes de agua. Asimismo, los indios padecieron
terribles flagelos epidemiológicos, como viruela y sarampión, que causaron
entre ellos una catástrofe demográfica. Además, se vieron acosados por los
colonos y frailes que los obligaban a sujetarse. En pocos casos, según el tipo
de comunidad étnica, algunos grupos indígenas adoptaron las reglas impues-
tas, como sucedió con los carrizos de orillas del Bravo, o con los pisones de
la Sierra Madre. Sin embargo, etnias como los janambres, bocasprietas y los
variados grupos de la Tamaulipa Vieja ofrecieron una tenaz resistencia hasta
que fueron exterminados. De ahí la presencia de pames como “indios madri-
nas” en el sur de la colonia, o bien de los antiguos y míticos olives, quienes
retornaron en compañía de indios huastecos para establecer en Horcasitas y
Altamira (Tancol) los únicos casos estables de pueblos de indios.
( III.6 )
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
92d
( III.9 )
s Mapa del septentrión novohispano. 10
1770
Francisco Álvarez Barreiro;
reducción de Luis de Surville
Técnica: Manuscrito a tinta y
acuarela sobre papel
46 x 28.5 cms
British Library
2Con la reorganización imperial de los Bor-
bones, las necesidades defensivas de ultra-
mar adquirieron prioridad. El septentrión de
la Nueva España era un territorio de límites
desconocidos y escaso poblamiento, acosado
por las amenazas de los indios de las prade-
ras. Por tanto, hacia 1720 reconocieron sus
asentamientos y presidios el brigadier Pedro
de Rivera y el ingeniero Francisco Álvarez Ba-
rreiro, autor del esta extraordinaria pieza car-
tográfica llena de precisión y colorido, aunque
no traza la península de la Baja California.
Más tarde, con la visita de José de Gálvez, el
Consejo de Indias decidió la creación de la Co-
mandancia de las Provincias Internas.
s Territorio del obispado de Linares. 9
1779
Miguel Constansó y Eusebio Ventura Be-
leña
Manuscrito a tinta y acuarela
Tamaño: 87.6 x 56.3 cms.
British Library.
Tras la colonización de la costa del Seno
Mexicano y el establecimiento del Nuevo
Santander, se integró el septentrión oriental
novohispano. Esto incrementó la población,
mientras las etnias autóctonas declinaron,
acelerando la secularización religiosa. Así, en
1773 se creó el obispado del Nuevo Reino de
León, que abarcaba esta provincia y Coahuila,
Texas y el Nuevo Santander, como se obser-
va en este mapa: un magnífico ejemplo de la
cartografía religiosa colonial mexicana, hecho
por Miguel Constansó y por el responsable de
demarcar los límites jurisdiccionales, Eusebio
Ventura Beleña, alcalde del crimen de la Real
Audiencia de México.
2
93d
l a s p r o v i n c i a s i n t e r n a s d e o r i e n t e
Así como el obispado del Nuevo Reino de León reconoció el agrupamiento
regional del norte oriental novohispano, una estructura militar definió con
mayor énfasis su integridad unitaria, incluso identificada con una nomencla-
tura propia: la Comandancia de las Provincias Internas de Oriente. Los ante-
cedentes para considerar la creación de una entidad militar que hiciera frente
a los complejos problemas del septentrión se remontaban hasta fines del siglo
XVII y principios del XVIII, cuando la gran rebelión de los indios pueblo en
Nuevo México y la reactivación de la frontera de guerra viva que le siguió por
doquier demandaban tomar acciones integrales. Acciones políticas y milita-
res, como la reocupación de Nuevo México, la reforma al Nuevo Reino de
León por Francisco Barbadillo y Vitoria, o la visita a los presidios del brigadier
Pedro de Rivera, aunque no coordinadas, apuntaban a contar con una autori-
dad competente situada en estos territorios y dotada de amplias facultades y
atribuciones.
El momento para concretar una idea con tales alcances vino de la mano del
espíritu reformista borbónico. Su origen residió, en parte, en las calamidades
sufridas por España durante la Guerra de los Siete Años, que volvieron urgente
la profesionalización del ejército en las posesiones de ultramar, sobre todo en
el valioso virreinato de la Nueva España. Con tal encargo hicieron su arribo a
la colonia el virrey marqués de Croix y el visitador José de Gálvez, responsable
éste entre 1765 y 1771 de evaluar las condiciones imperantes en el septentrión
y de proponer soluciones. Gálvez recomendó un mando único para todas las
decisiones políticas y militares de este territorio periférico y marginal, con mi-
ras a constituir más tarde un nuevo virreinato. Lo anterior produjo la natural
oposición del nuevo virrey Bucareli, quien frustró de momento los deseos del
visitador.
Pero, más allá de las habituales diferencias que, ya fueran fondo o producto
de la vanidad, se producían en la élite gobernante española, las circunstancias
que gravitaban sobre los dominios españoles en la América del Norte eran lo
suficientemente preocupantes como para que la Corona tomara las medidas
correspondientes. La presencia de los rusos en el Pacífico norte, la irrupción
de los indios de las praderas en el septentrión y la guerra de independencia de
Estados Unidos constituían factores que, dada su trascendencia, demandaban
una urgente atención. Por otra parte estuvo la actuación personal de los suje-
tos en juego: José de Gálvez fue nombrado en 1776 miembro del Consejo de
Indias, máxima autoridad en todos los asuntos americanos, y desde él dispuso
( III.10 )
sucedieron importantes acontecimientos bélicos de escala mundial que re-
percutirían en todo el conjunto de la América del Norte. Se trata del estallido
de la Guerra de los Siete Años, que enfrentó a las principales potencias im-
periales europeas. En ella Inglaterra hizo liga con una Prusia emergente y con
Hannover para enfrentar principalmente a Francia, aliada de Austria, Sajonia,
Rusia, Suecia y España, todas ellas empeñadas en sacar provecho de sus parti-
culares intereses continentales o imperiales.
En la América del Norte el conflicto atizó la vieja rivalidad franco-británica
por el control del acopio de pieles en las tierras situadas al oeste de los Montes
Apalaches y por los derechos de pesca en Terranova. Finalmente, para 1760 la
balanza se inclinó del lado de los británicos, quienes conquistaron el Canadá
y frustraron la penetración francesa en la India, del otro lado del mundo. En
cambio, devolvieron a Francia las islas caribeñas de Guadalupe y Martinica.
España, por su parte, sufrió un gran descalabro con la ocupación británica de
La Habana y Manila.
Al término de la guerra, en 1763, Francia formalizó la cesión del Canadá
a Inglaterra, en tanto que, para compensar a su aliada España, y en el marco
de un “pacto de familia” entre monarcas Borbones, le entregó la Luisiana.
España a su vez cedió la Florida a Inglaterra, que en 1764 la dividió en orien-
tal y occidental.
Aunque España obtuvo la continuidad geográfica de sus territorios en la
América del Norte, no potenció esta circunstancia estratégica: encomendó
la Luisiana a la capitanía general de Cuba, en vez de a la Nueva España,
con lo que la hubiera unificado administrativamente con el septentrión justo
cuando se instrumentaba el establecimiento de la Comandancia General de
las Provincias Internas. Con esta errónea medida se mermó la defensa del
l a s p r o v i n c i a s i n t e r n a s d e o r i e n t e
( III.29 )
Con la Guerra de los Siete Años se recon-
figuró el diseño territorial de la América del
Norte. Fue un conflicto de alcances mundia-
les, protagonizado por Francia e Inglaterra.
Por los “pactos de familia” entre los Borbones,
España se alineó con Francia, padeciendo las
consecuencias de su derrota, como la toma de
La Habana y Manila, las llaves de su imperio.
Al final, con el Tratado de París de 1763, Francia
transfirió a Inglaterra el Canadá, y la posesión
de la Luisiana a España. Además, como com-
pensación a sus propias pérdidas, España ce-
dió la Florida a la emergente potencia inglesa.
Así lo muestra el presente mapa, realizado en
gran formato y pompa cartográfica, para re-
afirmar la nueva hegemonía británica sobre la
América del Norte. Sin embargo pronto cam-
biarían las cosas, también como consecuencia
de este conflicto, al propiciarse el estallido de
la Independencia de los Estados Unidos, y la
Revolución Francesa.
sMapa de la América del Norte
después de 1763. 29
1763
Anónimo
Impreso coloreado a mano, sobre soporte de tela
Library of Congress
capítulo
IV
129d
uando, a inicios de 1820, la rebelión de Rafael de Riego
sometió al rey Fernando VII al orden liberal consti-
tucional, se produjo un reordenamiento en la orga-
nización política y en la estructura administrativa de
todo el imperio español. En consecuencia, se dispuso
la reinstalación de las diputaciones provinciales, de los ayuntamientos cons-
titucionales y de la titularidad de los jefes políticos y militares en las diversas
regiones y provincias peninsulares y americanas. También se alentó la crea-
ción de los órganos necesarios para su gobierno, como nuevas intendencias y
audiencias.
En lo que respecta a las Provincias Internas de Oriente, estos acontecimien-
tos reactivaron de nuevo sus expectativas de representatividad política, pues se
pensaba que pronto se habría de contar con mejores cauces administrativos y
de fomento, luego de diez años de perturbaciones y crisis económicas provoca-
das por la insurgencia y la reacción realista, a cargo del férreo control militar del
brigadier Joaquín de Arredondo. Conocidas las nuevas reglas, a fines de 1820
se eligió e instaló la segunda diputación de las Provincias Internas de Oriente.
No llegó a celebrar sus reuniones, debido tanto a la oposición de Arredondo
como a que, en la práctica, el organismo sólo jugaba un papel transitorio, pues
en la primavera siguiente se convocó a establecer una tercera, cuyos diputados
se dispusieron a viajar a España, pero nunca lo hicieron. Y no lo hicieron por-
que en ese entonces se conoció el Plan de Iguala, con lo que quedaron contados
los días del régimen colonial. Ante el anuncio del plan, Joaquín de Arredondo
quiso fortalecerse en Monterrey. Para ello dispuso el traslado de la caja real que
existía en Saltillo, pues la nueva Intendencia para las Provincias Internas de
Oriente se hallaba en vías de formalización y él ostentaba la jefatura política.
Sin embargo, en el seno de las propias tropas enviadas a traer los caudales aflo-
ró la oportunidad de plegarse a los cambios que se estaban suscitando.
Así, el cabildo de Saltillo hizo eco al Plan de Iguala, lo mismo que las tropas
de Arredondo. El militar quedó aislado en la región, la que finalmente abando-
nó de manera subrepticia. En reemplazo de la jefatura política de las Provincias
Internas de Oriente se designó a Gaspar López, hombre cercano a Agustín de
Iturbide, quien debía dar continuidad a la reorganización administrativa que
se hallaba en proceso en esta antigua jurisdicción novohispana. Ahora bajo el
régimen de un gobierno que se proponía dar continuidad al esquema adminis-
trativo del viejo régimen, incluso con una estructura de tipo monárquico.
La ubicación de la residencia de la Comandancia General, de la Intendencia
autorizada para la región y de la futura Audiencia fue motivo más que suficien-
te para que, una vez abierto el vacío de poder con la salida de Arredondo, las
ciudades de Saltillo y Monterrey rivalizaran con el fin de erigirse en cabecera
provincial. Como consecuencia de tal conflicto, López aplazó la instalación de
la cuarta diputación provincial, al tiempo que la provincia del Nuevo Santan-
der establecía la suya, con lo que se sustrajo a los futuros proyectos de reorde-
nación unitaria de las Provincias Internas de Oriente. Y si bien estos aconte-
cimientos tenían largas raíces, en el fondo no fueron ajenos a la influencia de
personajes concretos, oriundos de la región. En ello destacaron Miguel Ramos
Arizpe y Servando Teresa de Mier, ambos con una intensa participación inte-
lectual en el proceso de la independencia, y los dos de igual forma empeñados
en favorecer la preeminencia de su lugar de origen, Saltillo y Monterrey, res-
pectivamente. Este fue, asimismo, el caso del presbítero José Eustaquio Fernán-
Definición del noreste mexicano
5Resquebrajamiento de la unidad colonial
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
138d
s Plano de la desembocadura
del río Sabinas. 9
1840
J.D. Graham
Dibujo impreso
Yale University
2Con la adquisición de la Luisiana por Esta-
dos Unidos en 1803, la indefinición fronteriza
con la Nueva España se hizo evidente. Para
evitar conflictos, en 1806 el comandante
español Simón de Herrera y su contraparte
estadounidense, el general James Wilkinson,
establecieron un terreno neutral entre el río
Sabinas y el arroyo Hondo, del Golfo de Méxi-
co al paralelo 32°. Más tarde, con el Tratado
Transcontinental o de Adams-Onís, se fijó la
frontera en el río Sabinas, que dos años des-
pués se convertiría también en frontera de
México. Al mismo tiempo, cruzaban por el río
Sabinas oleadas de colonos angloamericanos
rumbo a Texas, que en 1835 proclamó su inde-
pendencia, con el evidente apoyo de Estados
Unidos: el general norteamericano Gaines
cruzó el río y se apoderó de Nacogdoches. El
mapa de esta imagen muestra las medicio-
nes realizadas para protocolizar nuevamente
una frontera en el río Sabinas, el año de 1840,
entre la república de Texas y Estados Unidos,
límites que se borraron en 1845, con la anexión
de Texas al país del norte.
s Mapa del estado de Coahuila. 7
Circa 1850.
Iriarte y Compañía
Litografía
28 x 18 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
Con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo
en 1848, Coahuila perdió un segmento territorial
que se extendía desde el río Bravo hasta el río
Nueces y que antaño se prolongó hasta el río de
Medina. Se trataba del área por la que discurría
el antiguo camino real de tierra adentro que con-
ducía a Texas, desde el presidio de Río Grande,
una vez traspasado el “Paso de Francia”. En la
imagen se observa una litografía que representa
a esta entidad en la posguerra de la intervención
americana, cuando comenzaba a adquirir su fi-
sonomía hoy conocida. Sin embargo, mantenía
la indefinición limítrofe con los estados de Chi-
huahua y Durango, de ahí que una simple línea
vertical norte-sur represente ese lindero, desde
aguas arriba del presidio de San Vicente hasta el
área de La Laguna. Por otro lado, es notable la
colindancia directa con el estado de Tamaulipas,
así como el tope de Nuevo León en las márgenes
del río Salado. En un intento de identificación
geográfica, el mapa presenta un recuadro con
los nombres de las principales montañas de la
entidad, las que en conjunto se desprenden de la
dispersión continental del gran sistema orográ-
fico de la Sierra Madre Oriental.
2
( IV.7 )
( IV.8 )
Al definirse la organización federal de la Re-
pública Mexicana en 1824, la antigua provincia
de Texas carecía de la población necesaria para
adquirir su propia autonomía como entidad fe-
derativa, de ahí que decidiera su integración a
Coahuila, formando un estado dual, mismo que
expidió su propia Constitución Política en 1827
y tuvo como capital, alternadamente, a las ciu-
dades de Monclova y Saltillo. Además, esta me-
dida respondía a una vieja tradición colonial, de
cuando ambas provincias estuvieron juntas bajo
una sola autoridad política. Sin embargo, con la
independencia de México aparecería un nuevo
e inédito acontecimiento: el rápido poblamiento
de Texas por colonos angloamericanos. Esto se
aprecia claramente en este mapa, donde se dis-
tinguen las concesiones otorgadas a los empre-
sarios extranjeros y nacionales interesados en
ocupar el territorio, bajo la condición de adoptar
la nacionalidad mexicana y profesar el catoli-
cismo. Dichas concesiones se localizaron en el
núcleo histórico de Texas, dando pie a su pronta
articulación política, económica y espacial, aun-
que, paradójicamente, bajo patrones ajenos a los
intereses nacionales.
sMapa del estado de Coahuila-Texas. 8
Circa 1835
Anónimo
Dibujo impreso, coloreado a mano
Yale University
( IV.9 )
( IV.31 )
d e f i n i c i ó n d e l n o r e s t e m e x i c a n o
167d
miento mutuo de relaciones diplomáticas, por instrucciones directas de su presi-
dente James Monroe, el plenipotenciario estadounidense Joel Robert Poinsett hizo
una oferta para adquirir, por compra, la antigua provincia de Texas. Otro aspecto
problemático era el espinoso asunto del empleo de mano esclava que llevaban a
cabo los colonos angloamericanos ya asentados en Texas. Las discusiones se incli-
naron por principio hacia la abolición absoluta de la esclavitud. No obstante, salió
a relucir el derecho de propiedad preexistente. Entonces se acordó la posibilidad de
liberar a los esclavos por la vía de la indemnización, y se prohibiría que continuara su
importación. Se decretó, asimismo, que los hijos de los cautivos fueran libres desde
el momento de su nacimiento. Bajo estas condiciones legales, que eludían mayores
cuestionamientos en el orden político y moral, se pudo dar curso a la redacción de
la Constitución Federal, considerándose que quedaba indemne del oprobio de la
esclavitud. El procedimiento que siguió fue la expedición de la ley de colonización,
decretada el 18 de agosto de 1824. Esta ley reunía muchas de las recomendaciones
hechas con anterioridad –como la práctica de la religión católica en los colonos–,
aunque trató de reafirmar la soberanía de la república al reservar para la nación un
área de veinte leguas como barrera fronteriza, así como una franja de diez leguas a lo
largo del litoral, zonas donde no podrían realizarse concesiones de colonización.
Sin embargo, a pesar del potencialmente peligroso escenario que prevalecía en
la frontera con los Estados Unidos, el peso de las entidades federativas en el seno
del Congreso hizo que se aprobara que la aplicación de la ley de colonización estu-
viera a cargo de los estados, ya que éstos eran los responsables de la administración
de las tierras baldías. Así, el gobierno federal quedó atado de manos para regular
los mecanismos de colonización extranjera, lo que traería graves consecuencias al
país. Fue así que, con su dualidad política y administrativa, como entidad federativa
Coahuila-Texas tuvo competencia directa en la colonización extranjera, y pronto
los empresarios extranjeros, ansiosos de obtener jugosas concesiones de tierras,
( IV.32 )
Principal empresario colonizador de Texas y
auténtico interlocutor político entre los pobla-
dores angloamericanos y el gobierno mexicano,
Esteban Austin acumuló experiencia de todo
tipo con los años, especialmente información
geográfica. Con ese interés había elaborado
un mapa de Texas en 1822, en tanto que siete
años más tarde hizo el diseño cartográfico aquí
presente, en el que resalta un notable perfec-
cionamiento en la precisión geográfica. Estaba
dedicado al presidente Anastasio Bustamante,
a quien Austin conocía y con quien quería re-
frendar los buenos oficios para continuar con
sus actividades en Texas, sobre todo de cara
a las perturbaciones que ya se manifestaban
allí, como fue el caso de la rebelión que pre-
tendió instaurar la “república de Fredonia”. El
mapa también es valioso por su información
etnográfica, al señalar cuál era la territorialidad
indígena del momento, destacando entre ellos
los comanches, en todo el borde occidental de
Texas; los tancahuases, en el centro de ella; y
los peligrosos carancahuases, en el litoral del
Golfo de México.
sMapa de Texas dedicado a
Anastasio Bustamante. 31
1829
Estevan Austin
Papel marca manuscrito a color acuarelado
80 x 63 cms
Mapoteca Orozco y Berra
Miembro del equipo de la Comisión de Lími-
tes que México organizó en 1827, para ir a con-
firmar los límites con los Estados Unidos, Jean
Louis Berlandier se destacó por su actividad. De
él ha llegado a nuestros días un legado impre-
sionante de materiales científicos. De origen
franco-suizo, se formó como botánico, pero su
curiosidad científica tenía todas las cualidades
del enciclopedismo. Fue discípulo del célebre
botánico DeCandolle, quien lo motivó a acu-
dir a México a recolectar especímenes, sobre
todo a partir de la invitación de Lucas Alamán,
quien como político ilustrado deseaba que el
gobierno mexicano dispusiera de científicos
calificados para realizar tareas claves para el
desarrollo del país. Tras su arribo al país fue
puesto a disposición del general Mier y Terán,
jefe de la Comisión de Límites. Ejemplo de la
versatilidad de su quehacer como hombre de
ciencia es su colección de levantamientos car-
tográficos, como el que aquí se observa sobre
la bahía de Galveston, situada en una posición
clave de la geografía de Texas. Terán plantó allí
la guarnición de Anáhuac, que bien se aprecia.
Sin embargo, la poca profundidad de la bahía
y su suelo arenoso la hacían poco accesible
a la navegación de naves de gran calado. Así
lo consignó Berlandier en su mapa, al señalar
la localización de la “Barra de Curvina”, que
prácticamente obstruía por en medio a la ba-
hía e impedía fondear naves al abrigo de los
vientos y oleajes del mar.
sMapa de la bahía de
Galveston de Berlandier. 32
Circa 1828
Jean Louis Berlandier.
Manuscrito a tinta, lápiz y acuarela
31 x 19 cms.
Yale University
228d
( VI.1 )
s Frontera norte
y contención aduanal. 1
Circa 1890
Alejandro L. Escalera
Litografía en papel común a color
87 x 130 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
s El gran imperio
continental estadounidense. 2
1850
J.H. Colton.
Técnica: Litografía a color.
Tamaño: 74 x 94 cms.
Library of Congress.
Con la conformación de la frontera interna-
cional en el río Bravo, se creó una situación fis-
cal inédita en el país, al colindar directamente
con la economía estadounidense en plena ex-
pansión. Esto provocó en lo inmediato el con-
trabando en el noreste, pues la región seguía
desvinculada del incipiente mercado interno
nacional. Por tanto, el gobierno estableció
altos aranceles y creó el contrarresguardo
aduanal, como se muestra en este mapa, con
el afán de impedir el comercio ilegal.
Al adquirir por la fuerza una gran parte de
México, los Estados Unidos culminaron su ex-
pansión territorial y se asumieron como una
potencia continental en pleno ascenso. Esto
quedó claro en sus actitudes ideológicas, ya
bien permeadas por el Destino Manifiesto, cu-
yas expresiones fueron múltiples, como lo fue
este mapa de la afamada empresa cartográfica
Colton y Compañía. En él no queda ya duda de
las pretensiones imperialistas de esta nación,
sobre el Mar Caribe e Itsmo de Panamá. En tal
virtud, México quedaría expuesto a la agresi-
va política externa que ese país desplegó en la
década de 1850.
( VI.2 )
( VII.3 )
275d
i n t e g r a c i ó n f i n i s e c u l a r d e l n o r e s t e y t e x a s
después con la importante ruta transcontinental que pasaba por dicha ciudad
texana, y aunque sólo cruzaba tangencialmente por el noreste, lo hacía justo
por La Laguna, donde la presencia ferroviaria promovió el cultivo intensivo de
algodón, pues estaba asegurado su transporte eficaz a los centros fabriles. Este
fenómeno, junto con el arribo del Ferrocarril Internacional Mexicano, creó las
condiciones para el sorprendente surgimiento de la ciudad de Torreón. El Fe-
rrocarril Internacional Mexicano cruzaba la frontera a través del binomio Eagle
Pass-Piedras Negras, lo que estimuló la rápida modernización urbana del asen-
tamiento mexicano, que se convirtió en Ciudad Porfirio Díaz. Por su cercanía
con San Antonio –importante núcleo de la expansión ferroviaria en Texas que
demandaba fuerza de trabajo–, Piedras Negras actuó como un activo punto de
embarque de numerosos migrantes mexicanos, con lo que dio inicio un flujo
laboral transfronterizo que no se ha interrumpido hasta nuestros días.
Por su trazo, el Ferrocarril Internacional Mexicano se especializó en el
transporte de materia prima de extracción minera, pues servía de enlace entre
( VII.4 )
Fue construido al amparo de las concesiones
otorgadas por el gobierno del presidente Ma-
nuel González, en 1881, aunque sin disponer de
subsidios oficiales. Originalmente se despren-
día de un ramal del Southern Pacific Railroad,
para cruzar la frontera a través del binomio
Eagle Pass- Piedras Negras. Después, se in-
ternaba en el territorio del estado de Coahui-
la, como aquí se muestra hasta alcanzar las
ciudades de Torreón y Durango. En suma, se
desplegó a lo largo de 870 kilómetros, y sus
trabajos concluyeron en 1892. Y aunque inten-
tó cruzar la Sierra Madre Occidental y llegar
a Mazatlán, no pudo al final vencer esta for-
midable barrera natural. En 1901 pasó a formar
parte del Ferrocarril Nacional Mexicano
sTrazo del Ferrocarril
Internacional en Coahuila. 4
1887
Anónimo
Papel común impreso
61 x 58 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
s La conexión ferroviaria
México-Estados Unidos 3
Circa 1890
Anónimo
Papel común impreso a color
92 x 64 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
Resueltos los problemas fronterizos, el go-
bierno mexicano quiso modernizar al país, por
tanto, hizo importantes concesiones a los in-
versionistas extranjeros. Esto fue tangible en
la construcción de las líneas de ferrocarril que
enlazaron a México con los Estados Unidos,
tuvo especial relieve la empresa International
and Great Northern Railroad, al contar con
un tendido férreo que iba desde San Louis,
Missouri, hasta Laredo, Texas, es decir, desde
el interior continental estadounidense hasta
la frontera mexicana. Así se muestra en este
hermoso mapa, en el que se hace patente la
interconexión ferroviaria entre ambos países.
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
276d
la zona carbonífera del norte de Coahuila y los nuevos centros industriales que
requerían de combustible mineral. Este proceso dio pie a la extensión de rama-
les, o a la presencia de empresas subsidiarias –como el Ferrocarril Mexicano
del Norte y el Ferrocarril Coahuila-Zacatecas– que enlazaban otros sitios del
norte de México donde existían yacimientos de hierro y diversos minerales de
aprovechamiento industrial. De esta forma se tendieron vías hasta Durango,
Concepción del Oro, Sierra Mojada y San José de Tamaulipas.
Debido al complemento entre minería, transporte e industria, varias ciuda-
des del norte se perfilaron como urbes fabriles, sobre todo Monterrey. La capi-
tal nuevoleonesa reafirmaba así su estratégica posición geográfica, como punto
nuclear del noreste, situado en las cercanías de la frontera con Estados Unidos
y de las áreas extractivas de carbón y de yacimientos minerales, a lo que se su-
maba la preexistencia de una cultura manufacturera y los adecuados estímulos
fiscales del gobierno local para detonar su desarrollo. El enlace con el puerto
de Tampico por medio del Ferrocarril del Golfo fue otro factor en la rápida
consolidación industrial de Monterrey: con ello establecía una vía de contacto
marítimo con el comercio exterior. Por su parte, el puerto tamaulipeco quedó
unido por tren en esas mismas fechas con la ciudad de San Luis Potosí, con lo
que se confirmó el histórico eje de comercio entre ambos polos urbanos.
En una escala menor, pero no por ello menos importante, el trazo de los fe-
rrocarriles privilegió determinados sitios antes sin relieve, pero que al ubicarse
junto a las vías pronto cobraron interés y jerarquía propia. Esto se observó en
las estaciones de Sabinas y Frontera, Coahuila, que acabaron como cabeceras
municipales, o bien San Pedro de las Colonias, en la misma entidad, donde
además se vivió una bonanza algodonera. En Tamaulipas la estación Gonzá-
lez le arrebató a Magiscatzin la sede de los poderes municipales, en tanto que
la estación Colombres se convirtió en cabecera administrativa de la poderosa
hacienda de La Sauteña.
Como parte de una moda iconográfica de
la época, la representación del principal cru-
ce ferroviario entre México y Estados Unidos
no pudo estar ausente. Aquí se observa a de-
talle el trazo de la ciudad de Laredo, Texas,
así como parte de Nuevo Laredo, México, y,
en medio de ambas, el curso impresionante
del río Bravo, que se podía salvar por medio
de dos puentes, uno ferroviario, el otro para
peatones y carros de tiro. En la primera de es-
tas ciudades entroncaba el International and
Great Northern Railroad, en tanto que del
lado mexicano partía el Ferrocarril Nacional
Mexicano, que tras internarse al estado de
Nuevo León, accedía al altiplano central con
rumbo a la Ciudad de México.
sVista a ojo de pájaro
de los dos Laredos. 5
Circa 1892
Anónimo
Grabado sobre papel común
42 x 84 cms.
Library of Congress
277d
i n t e g r a c i ó n f i n i s e c u l a r d e l n o r e s t e y t e x a s
( VII.5 )
( VII.6 )
279d
i n t e g r a c i ó n f i n i s e c u l a r d e l n o r e s t e y t e x a s
Mención especial merece el caso de la tardía vinculación ferroviaria de
Matamoros, por haber sido, junto con Tampico, un sitio clave en las relacio-
nes mercantiles entre el noreste y el mundo exterior. La causa principal de
este retraso residió en que su antigua importancia comercial no fue ajena a
las profundas rivalidades con su par fronterizo, Brownsville, sobre todo en la
década de 1860, durante el auge del algodón confederado. Ya en la posguerra,
Matamoros siguió disfrutando de la franquicia aduanal de la zona libre, lo que
agudizó las diferencias, sobre todo con el grupo económico texano que dispuso
de la concesión ferroviaria para conectar Brownsville con el resto de Texas, lo
que hubiera beneficiado a la vecina ciudad mexicana. Sin embargo, como te-
nía también intereses en Corpus Christi, dicho grupo invirtió sus esfuerzos en
( VII.7 )
Al definirse la frontera en 1848, Matamoros y
la nueva población de Browsville se convirtieron
en el más importante binomio comercial fron-
terizo, posición que mantuvieron durante casi
cuatro décadas. Sin embargo, con la construc-
ción de las nuevas vías férreas, su enlace con las
crecientes redes tanto de Texas como de México
fue tardío. Esto hizo que el binomio urbano de
los dos Laredos se distinguiera como el nuevo
punto de cruce del comercio fronterizo entre
ambos países, colapsándose la importancia de
Matamoros y Brownsville. Así, cuando llegó el
ferrocarril en 1905, ya era demasiado tarde. En la
imagen, un plano del cruce internacional entre
estas dos ciudades.
sCruce ferroviario
Matamoros-Browsville. 7
1910
International Boundary Commission
Litografía impresa a color
38 x 30 cms.
Library of Congress.
s Tramo Piedras Negras-Monclova
del Ferrocarril Internacional. 6
1884
Sagredo
Tela calca manuscrito a colores
43 x 30 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
Al cruzar los enormes depósitos de carbón
existentes en el norte de Coahuila, el Ferro-
carril Internacional Mexicano adquirió un rol
especial en el desarrollo de la industria side-
rúrgica en el noreste del país, a la vez que era
esencial para trasportar el carburante necesa-
rio para la propia transportación ferroviaria.
En la imagen, un plano en el que se muestra el
trazo definitivo de esta vía férrea al momen-
to de su construcción, desde Piedras Negras
hasta el kilómetro 200 situado en el Paraje de
Hermanas. Más tarde se construirían diversos
ramales a partir de esta línea, con la finalidad
de acceder a los diversos yacimientos minera-
les y carboníferos de la región.
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
( VII.31 )
s Vista a ojo de pájaro
de la ciudad de Houston. 31
1891
Anónimo
Grabado impreso a color
50 x 108 cms.
Library of Congress
Los orígenes de Houston se remontan a
1836, cuando August Chapman Allen y John
Kirby Allen promovieron la creación de un
asentamiento a orillas del Buffalo Bayou, al
que consideraban una corriente capaz de
convertirse en un puerto para conectar Texas
con Nueva Orleáns y Nueva York. Un año más
tarde tomó su nombre en honor de Samuel
Houston, vencedor de la batalla de San Jacin-
to, ocurrida cerca de allí. También fue sede por
un tiempo de los poderes de la república de
Texas, al tiempo que se creaba el condado de
Harrisburg. Al finalizar el siglo XIX, esta ciu-
dad comenzó su vertiginoso crecimiento, lle-
gando a convertirse en la principal ciudad del
estado de Texas.
e l n o r e s t e c a r t o g r á f i c o
322d
( VII.40 )
s La región de La Laguna
y el río Nazas. 40
1910
Departamento de Ingeniería
de la Compañía del Tlahualilo.
Papel común impreso
160 x 104 cms.
Mapoteca Orozco y Berra
Debido a que se situaba por encima de los
mil metros sobre el nivel del mar, donde pre-
dominaba un medio ambiente seco y un clima
entre caliente y templado, el cultivo del algo-
dón encontró un ecosistema incomparable en
la región de La Laguna. La ausencia de las pla-
gas más temidas de este cultivo era una razón,
pero también las buenas y extensas tierras de
aluvión que permitían las cosechas. Incluso, en
terrenos no ribereños al Nazas, como los de la
compañía del Tlahualilo, que el agua conducía
decenas de kilómetros por medio de canales,
hasta donde antes había sido una de las lagu-
nas naturales de este río, que en la década de
1830 se desvió hacia la Laguna de Mayrán.
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i n t e g r a c i ó n f i n i s e c u l a r d e l n o r e s t e y t e x a s
producido antes en el noreste. En las cercanías de Matamoros en el primer
tercio del siglo XIX, y después en los distritos de Río Grande y Monclova, en
Coahuila. Sin embargo, sus cultivos se infestaron con la plaga del picudo, lo
que no sucedió en La Laguna debido a su altura sobre el nivel del mar y a las
condiciones extremosas propias de un desierto. Ahí, además, el cultivo estaba
protegido de los vientos arrasantes por las montañas aledañas.
Dada su gran extensión, no toda la superficie de la comarca tenía la misma
productividad. Así, en su segmento más alto, enteramente en el estado de Du-
rango –el área del pueblo de Lerdo, antes el más importante de la comarca–,
se situaban las haciendas de Santa Rosa y Sacramento, de la familia Luján, y la
propiedad del español Santiago Lavín quien, visionario, cedió parte de ella a los
derechos de vía férrea, con lo que surgió el asentamiento de Gómez Palacio.
Otras grandes propiedades eran de los hermanos Torres y de Juan N. Flores,
propietario veterano de la comarca. Todas ellas tenían suelos relativamente
ricos y no se anegaban. Caso singular del sector duranguense de la comarca fue
la Compañía Agrícola, Industrial y Colonizadora de Tlahualilo, de capital bri-
tánico, que sin ser ribereña del Nazas obtuvo concesiones y compró derechos
de agua para conducirla a más de setenta kilómetros. Era la única corporación
industrial propiamente organizada, formada con la adquisición de terrenos a
Juan N. Flores, con el objetivo de crear una treintena de ranchos algodoneros
dotados para producir con un uso racional del agua.
Ya en Coahuila se definía el segundo sector de la comarca, donde existían
mejores terrenos para el cultivo y la disponibilidad de tierra ribereña era mu-
cho mayor, con la presencia de grandes latifundistas y a menor escala que en
( VII.41 )
s Plano de la Comarca
Lagunera de Wulff. 41
1914
Fedrico Wulff
Impreso en papel a color
Archivo Histórico de Torreón
Además de las ventajas naturales, La Laguna
pudo pronto despuntar como una rica comar-
ca agrícola algodonera debido a la infraestruc-
tura ferroviaria que la vinculó al mercado na-
cional e internacional. La inversión de grandes
capitales, así como la presencia de numerosos
pequeños agricultores, la hicieron pronto
florecer. Esto atrajo la fuerza de trabajo nece-
saria, que además contó con la opción de em-
plearse en la industria y la minería. En la ima-
gen, un mapa coloreado de todo el conjunto
regional de la Comarca Lagunera, elaborado
por Federico Wulff, un ingeniero alemán que
fue contratado por los empresarios que esta-
blecieron la ciudad de Torreón, cuyo moderno
trazo él diseñó.