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ÍÍNNDDIICCEE
I. INTRODUCCIÓN I.1. Un nuevo arte de hacer comedias 3 I.2. Un espacio nuevo para una nueva comedia 6
II. CASA CON DOS PUERTAS MALA ES DE GUARDAR II.1. Jornada primera 9 II.2. Jornada segunda 38 II.3. Jornada tercera 73
III. APÉNDICE DOCUMENTAL III.1. Arte de hacer comedias… de Lope de VEGA 104 III.2. El teatro valenciano y la formación
de la Comedia Nueva de Rinaldo FROLDI 105 III.3. Passat, present i futur del teatre valencià de J. Ll. SIRERA 107 III.4. Dramaturgos valencianos: Guillem de Castro de DÍEZ BORQUE 109 III.5. La infraestructura teatral valenciana de J.Ll. SIRERA 111
III.6. La dramaturgia valenciana: Guillem de Castro de ed. Bruño 113
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II.. IINNTTRROODDUUCCCCIIÓÓNN
El único objetivo que se persigue en este bloque es que se tengan unas noticias básicas de la actividad teatral en la época barroca mediante un breve panorama general de aquella época. El texto es una edición digital procedente de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
I.1. UN NUEVO ARTE DE HACER COMEDIAS
Hacia 1590 la llamada comedia española, o simplemente comedia, estaba configurada en sus aspectos esenciales. Bajo este título genérico se engloban todas las piezas teatrales del Barroco que se representarán regularmente durante más de siglo y medio (desde la década de 1580 hasta la mitad del siglo XVIII y aún más tarde) en todos los teatros de España sin atender a la distinción clásica de géneros (comedia/tragedia).
Es a Lope de Vega a quien debemos la creación de este teatro nacional. Para constituir este nuevo género, Lope funde elementos previos y dispersos tomados del teatro anterior a él –o de contemporáneos suyos, en especial de la llamada escuela valenciana (Virués, Tárrega, Aguilar…)– con otros de su propia invención, y crea una fórmula teatral que, en palabras de Díez Borque, «se convierte en norma y modelo para todos los dramaturgos del siglo XVII, atendiendo y creando unas expectativas de recepción en un público amplio y plural [...], para llegar a nuestros días como “teatro clásico” por antonomasia.». El propio Fénix en su obra Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609), un poema didáctico, nos expone, en un tono ligero e irónico, sus principios dramáticos, los cuales, partiendo del principio guiador de la fórmula, «dar gusto» al público –según palabras de Lope–, son fundamentalmente:
Mezcla de lo trágico y lo cómico
Se rompe la distinción clásica de los géneros mezclando elementos graves con otros humorísticos e incluso ridículos, con el fin de deleitar al público imitando la propia vida.
No obedece la regla de las tres unidades (acción, tiempo y lugar)
Frente a la preceptiva clásica establecida por los humanistas que exigían que la obra desarrollara una sola acción, que ésta transcurriese en el tiempo máximo de un día y que no sucediese en lugares distintos ni alejados; el teatro barroco prescinde de las dos últimas porque acotan el transcurso natural de la acción y la única que, como principio general, respetó es la de acción, aunque no se trata de una acción única y simple, a la manera clásica, sino de una unidad múltiple, con trama compleja integrada por una intriga principal y otra u otras secundarias, cuya disparidad se justifica por su conexión con el tema de la comedia.
División en tres actos
Lope hace definitiva la división tripartita que algunos autores habían introducido en competencia con los cuatro o cinco actos corrientes hasta entonces. Esta innovación tiene éxito porque se corresponde, grosso modo, con el planteamiento, nudo y desenlace, si bien este último se aplazaba hasta cerca del final para mantener el interés del público.
Decoro poético
Lope exige un lenguaje claro pero adecuado a la situación y al peronaje, es decir, sujeto al decoro y la verosimilitud: los villanos emplean en sus parlamentos un léxico rústico y recurren al mundo natural para construir sus comparaciones y metáforas, el viejo muestra un habla
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sentenciosa y grave, el rey emplea un tono solemne y elevado, el galán y la dama utilizan un estilo culto y, en ocasiones, poético, los criados hablan de forma coloquial...
Uso exclusivo del verso
El verso, y no la prosa, es el medio de expresión dramática en el teatro barroco. Se utilizan tanto los metros tradicionales como los italianos, dominando el octosílabo, lo cual es natural dada su función próxima a la prosa.
Los versos aparecen en diversas combinaciones estróficas, siendo las más frecuentes las redondillas, romances, décimas, quintillas, silvas, sonetos y octavas. Esta polimetría se emplea de acuerdo con la situtación dramática o la condición del personaje (endecasílabos y heptasílabos para asuntos de mayor gravedad; versos castellanos de arte menor para temas más ligeros). También se emplean diferentes estrofas que se ajustan a las distintas situaciones (los romances, para los relatos; los sonetos, para los que esperan; las décimas y las octavas, para las quejas; los tercetos, para asuntos graves y las redondillas y quintillas, en los diálogos, especialmente amorosos).
Además, prácticamente, tienen en común la presencia de una serie de personajes-tipo que se repiten, con variantes, en todas las piezas y los temas; aspectos que a continuación detallamos.
Personajes
Los personajes de la comedia nacional carecen de complejidad psicológica y se comportan como meros personajes-tipo cuyas actitudes y reacciones son fácilmente previsibles; además, el hecho de que estos se repitan constantemente en todas las obras favorece a que los espectadores los reconozcan de inmediato y que los escritores los creen con suma facilidad.
Es frecuente la presencia de un número elevado de personajes en una misma comedia, aunque tengan mínimas funciones con la única intención de producir una sensación de espectacularidad. Esta proliferación de personajes será corregida por Calderón y sus continuadores, quienes configuran a los personajes de forma polifuncional. Con todo, en la práctica el número de personajes y su especie dependen muchas veces de las posibilidades con que cuenten las compañías concretas.
Los personajes más frecuentes, aunque no tienen por qué coincidir todos en una obra, son:
el galán y la dama son las figuras claves de toda intrega. Sus rasgos típicos más acusados son, para el galán la audacia, la valentía, la generosidad, la constancia, el idealismo, la belleza, la nobleza de linaje; los de la dama, los mismos que los del galán (belleza, audacia, nobleza de linaje) además de una apasionada dedicación amorosa y, en algunas comedias, una gran capacidad para el enredo y el engaño.
la criada, acompañante y confidente de la dama; el criado, también confidente del galán y que suele desempeñar la función del gracioso. El gracioso o figura del donaire, además de ser un personaje que sirve para que el protagonista exprese sus inquietudes, tiene otras funciones como servir para crear momentos cómicos que rebajen la tensión dramática acumulada en la obra; ser un contrapunto cómico o irónico de su señor, al que a veces parodia; convertirse en el narrador de sucesos no escenificados en las tablas... Además es la contrafigura del galán: sentido práctico, cobardía, amor al dinero y a la buena vida, picardía y humor aunque, eso sí, con una gran nobleza de carácter. Sin lugar a dudas, es la figura de mayor complejidad artística y la que individualiza al teatro español de barroco frente al europeo.
el viejo o caballero tiene varias formulaciones: padre, esposo o hermano. Los tres tendrán como atributo definitivo la defensa del honor o, si se diera el caso, son los encargados de vengarlo, si este ha sido manchado.
el rey, el cual puede aparecer como rey-viejo o como rey-joven. Al rey-viejo lo caracteriza el
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ejercicio de la realeza y la prudencia; al rey-galán, la soberbia y la injusticia, aunque, finalmente, se arrepiente de todo lo malo que haya podido hacer y se reestablece el orden.
el poderoso recibe los rasgos caractererísticos del galán, a los que se suman la soberbia y la injusticia, propias del rey-galán. Actúa como una fuerza destructora que desencadena la acción dramática.
el villano suele ser un labriego rico consciente de su propio valor y de su dignidad como persona. Su función dramática es oponerse a la injusticia y a la soberbia del poderoso. Representa al pueblo, que defiende sus derechos y, especialmente, su honra.
Temas
Una de las características de la dramaturgia barroca es su pluralidad temática. Los autores buscan argumentos y asuntos para sus obras en la literatura antigua, medieval o contemporánea, en sucesos históricos o en circunstancias del vivir cotidiano del siglo XVII… Pero, como dice Ruiz Ramón, lo realmente significativo e importante para la historia del teatro no es la pluralidad temática en sí, sino la conversión en materia y forma dramáticas de lo que material y formalmente no lo era. Es esa capacidad de hacer acción teatral lo que no era lo que constituye la gran hazaña del teatro español. No todos estos temas se dan en todo momento, sino que a lo largo del siglo y, según los autores, unos van siendo preferidos a otros. Sin duda, las comedias de tema amoroso son las más frecuentes, en un ambiente habitualmente desasosegado, propicio para el enredo, con profusión de quejas, riñas, celos. En estas comedias el final feliz es lo normal, aunque existen excepciones. Es importante también la presencia en muchas de estas obras del tema del honor, concebido como una fuerza superior que se superpone a los deseos de los personajes y que los obliga a actuar conforme a unas normas preestablecidas. Toda afrenta a la honra era considerada asunto muy grave y debía ser reparada. El tema interesaba al público y el uso del código del honor en las comedias facilitaba también la inclusión de episodios dramáticos.
No obstante, pese a la variedad temática comentada, existe en las numerosísimas comedias españolas del XVII una visión del mundo esencialmente idéntica. Se presenta una sociedad jerarquizada, en la que cada cual conoce muy bien el lugar que le corresponde. En lo alto de la pirámide social se halla el Rey, encarnación de la monarquía, concebida como institución teocrática cuya fuente de poder se encuentra en Dios mismo. Evidentemente, se trata de una sociedad cristiana en la que no caben disensiones ni herejías. Late también en estas obras la idea básica de la necesidad de orden, un orden que se puede ver alterado y, en cuyo caso, es preciso restaurarlo, lo que explica entonces que las jerarquías resulten imprescindibles. El teatro barroco defiende, por tanto, el sistema social del momento y, con cierto paralelismo con los medios de diversión de masas de hoy día, habría servido como un eficaz medio de propaganda –al lado de fiestas, procesiones, otros espectáculos, etc.– de las ideas que sustentaban ese sistema social, además de que el componente cómico, a veces muy atrevido, hubo de funcionar también como válvula de escape en una sociedad con tantas dificultades como la de la España del XVII, lo que corrobora la función ideológica del teatro en este tiempo.
Ahora bien, no se trata de un teatro monolítico, no puede definirse simplificadoramente como directa propaganda político-social, sino que se trata de textos ricos en complejidad y matices. De hecho, el teatro barroco contó con la oposición de moralistas diversos que pretendieron su prohibición, los cuales alegaban que era fuente de malos ejemplos y enseñanzas, criticaban a los cómicos por su vida licenciosa y censuraban a los dramaturgos por contribuir a la degradación moral del país. Por breve tiempo, estos moralistas consiguieron alguna vez que el teatro fuera prohibido (en 1588 o en 1644), pero la importancia institucional del fenómeno teatral y la propia estructura bien organizada de las compañías de actores sirvieron de freno a los intentos de prohibición, porque tanto los municipios como la Corte o la Iglesia se servían de él para sus fines económicos, propagandísticos o ideológicos.
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Reconstrucción hipotética de un Corral de comedias primitivo junto con la reconstrucción del corral de Almagro.
I.2. UN ESPACIO NUEVO PARA UNA NUEVA COMEDIA
Con anterioridad al siglo XVI no había un lugar fijo para las representaciones, estas se realizaban en salones nobiliarios, iglesias, tabernas… y, cómo no, al aire libre en las calles y plazas públicas. La aparición de un establecimiento específico destinado para tal fin en algunas ciudades españolas (Sevilla, Valencia, Madrid…) después del primer tercio del siglo XVI es un hecho decisivo para la historia del teatro. En un principio sólo eran patios de vecindad; posteriormente, este patio se cubre con un toldo, se colocan unas silla y… estamos ante el origen
de los Corrales de Comedias. El corral de comedias es el lugar por excelencia del teatro clásico español y los vamos a encontrar en grandes y pequeñas ciudades, y hasta pueblos, en toda España. No cabe duda de que, aunque hubiera otras formas de diversión pública, el teatro es el espectáculo más importante de esos tiempos, sin competencia inmediata, especialmente en las grandes ciudades.
Los corrales de comedias construidos de nueva planta mantienen básicamente la misma estructura de sus predecesores patios de vecindad. De las cuatro paredes que rodean el patio, adosado a una está el tablado. En este escenario una cortina dividía el entarimado con un delante y detrás: delante se representaban las
escenas exteriores; detrás, apartadas las
cortinas, nos encontrábamos en el interior. También se hacía uso de los agujeros y corredores naturales del patio, así como las puertas y ventanas que daban al escenario para la acción. En las tres restantes: en la parte baja, las gradas a cubierto; en la parte superior, los aposentos –la localidad más cara y distinguida– para la nobleza, los palcos oficiales para las autoridades y una serie de espacios específicos, como la tertulia para gentes de letras y la cazuela para las mujeres no nobles. En el patio central nos encontraremos una reja –o degolladero– que separa unas hileras de bancos, colocadas delante del escenario, del patio propiamente dicho, donde se situaba de pie la gente socialmente más baja ya que eran estas entradas las más baratas y populares. Los que allí estaban se llamaban mosqueteros, y de su actitud dependía el éxito o fracaso de la obra a representar. En fin, un teatro que llega a distintas capas de la sociedad, pero no mezcladas; aunque juntas, siguen estructuradas estamentalmente.
La representación comenzaba a las dos de la tarde durante el otoño e invierno, una hora
Corral de comedias-casa de vecinos s. XVI
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después en primavera y a las cuatro en verano, para que la función se hiciera de día y así no utilizar luz artificial ni crear problemas de orden público. Venía a durar la representación unas tres horas, pues no sólo se daba la comedia, sino que ésta iba acompañada de los géneros del teatro breve al comienzo –una loa–, en los entreactos –un entremés y una jácara, respectivamente– y al final –una mojiganga–, lo que significaba un espectáculo total, sin espacios muertos. El público acudía al recinto mucho antes del inicio del espectáculo, lo que lo obligaba a soportar casi siempre largas colas, ya que solamente las localidades más caras podían comprarse o reservarse con antelación. Además, como los asientos no estaban numerados, los empujones y peleas para conseguir las mejores localidades –o intentar colarse– también eran un espectáculo en sí mismo. Todo esto motivaba discusiones y peleas, de manera que los acomodadores, los «alguaciles de comedias», policía especial de espectáculos, acabaron por estar autorizados a llevar un bastón para defenderse. Este interés por asistir al teatro se producía no sólo porque se iba a oír versos de Lope o Guillem de Castro y ver cómo era de complicada o no la escenografía, sino también a galantear, a ver a los demás, a cumplir el rito social… Es decir, el público no sólo se reía, aplaudía, lloraba... sino que también podía contestar las frases de los cómicos, burlarse y lanzarles objetos de naturaleza vegetal si la obra o la actuación no era de su agrado; a los aposentos, los nobles acudían a ver la obra... y a que les vieran luciendo sus mejores vestidos, ricas joyas, o a lucir una bella amante que ocultaba el rostro bajo un antifaz; las mujeres, desde las cazuela, podían dedicarse a contestar a las bromas de los hombres que estaban abajo, en el patio, o a lanzarles cáscaras de nueces o restos de frutas ya que, durante la representación, se comían y bebían distintos productos, siendo la aloja (una especia de hidromiel) la bebida «teatral» por excelencia, para lo cual existía en el corral un lugar llamado frutería o alojería, además de la existencia de algunos vendedores ambulantes que circulaban entre el público ofreciendo esas bebidas o alimentos. Por tanto, es fácil deducir que el ambiente de un corral de comedias no sería el de respeto reverente a la obra, de silencio para escuchar.
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IIII.. CCAASSAA CCOONN DDOOSS PPUUEERRTTAASS MMAALLAA EESS DDEE GGUUAARRDDAARR
Comedia famosa
Pedro Calderón de la Barca
PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA
LISARDO, galán.
DON FÉLIX, galán.
CALABAZAS, criado.
UN ESCUDERO.
FABIO, viejo.
MARCELA, dama.
LAURA, dama.
SILVIA, criada.
CELIA, criada.
LELIO, criado.
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Jornada I
Salen MARCELA y SILVIA en corto con mantos, como recelándose, y detrás LISARDO y
CALABAZAS.
MARCELA ¿Vienen tras nosotras?
SILVIA Sí.
MARCELA Pues párate. -Caballeros,
desde aquí habéis de volveros,
no habéis de pasar de aquí,
porque si intentáis así 5
saber quien soy, intentáis
que no vuelva donde estáis
otra vez, y si esto no
basta, volveos, porque yo
os suplico que os volváis. 10
LISARDO Difícilmente pudiera
conseguir, señor, el sol
que la flor del girasol
su resplandor no siguiera.
Difícilmente quisiera 15
el norte, fija luz clara,
que el imán no le mirara,
y el imán difícilmente
intentara, que obediente
el acero le dejara. 20
Si sol es vuestro esplendor,
girasol la dicha mía,
si norte vuestra porfía,
piedra imán es mi dolor;
si es imán vuestro rigor, 25
acero mi ardor severo.
Pues ¿cómo quedarme espero,
cuando veo que se van,
mi sol, mi norte y mi imán,
siendo flor, piedra y acero? 30
MARCELA A esta flor hermosa y bella,
términos el día concede,
bien como a esa piedra puede
10
concederlos una estrella,
y pues él se ausenta, y ella, 35
no culpéis la ausencia mía;
decid a vuestra porfía,
piedra, acero o girasol,
que es de noche para el sol,
para la estrella de día. 40
Y quedaos aquí, porque
si este secreto apuráis,
y a saber quién soy llegáis,
nunca a veros volveré
a aqueste sitio, que fue 45
campaña de nuestro duelo;
y puesto que mi desvelo
me trae a veros aquí,
creed de mí que importa así.
LISARDO De vuestro recato apelo, 50
señora a mi voluntad,
y supuesto que sería
no seguiros cortesía,
también será necedad.
Necio o descortés, mirad 55
cuál mayor defecto es,
veréis [que] el de necio, pues
no se enmienda, y así a precio
de no ser, señora, necio,
tengo de ser descortés. 60
Seis auroras esta aurora
hace que en este camino
ciego el amor os previno
para ser mi salteadora:
tantas ha que a aquella hora 65
os hallo a la luz primera,
oculto sol de su esfera,
de su campo rebozada
ninfa, deidad ignorada
de su hermosa primavera. 70
Vós me llamastis, primero
que a hablaros llegara yo;
que no me atreviera, no,
tan de paso y forastero.
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Con estilo lisonjero, 75
áspid ya de sus verdores,
no deidad de sus primores,
desde entonces fuistes; pues
áspid, que no deidad, es
quien da muerte entre las flores. 80
Dijístisme que volviera
otra mañana a este prado,
y puntüal mi cuidado
me trujo como a mi esfera.
No adelanté la primera 85
ocasión, porque bastante
no fue mi ruego constante,
a que corriese la fe,
que adora lo que no ve,
ese velo de delante: 90
viendo, pues, que siempre es nuevo
el riesgo, y el favor no,
quiero a mí deberme yo
lo que a vuestra luz no debo:
y así a seguiros me atrevo, 95
que hoy he de veros, o ver
quien sois.
MARCELA Hoy no puede ser,
y así dejadme por hoy,
que yo mi palabra os doy
de que muy presto saber 100
podáis mi casa, y entrar
a verme en ella.
CALABAZAS [A SILVIA.]
¿Y a ella
doncella desa doncella
(la verdad en su lugar,
que yo no quiero infernar 105
mi alma) hay cosa que le obligue
a taparse?
SILVIA Y si me sigue,
tenga por muy cierto.
CALABAZAS ¿Qué?
12
SILVIA Que me persigue, porque
quien me sigue me persigue. 110
CALABAZAS Ya sé el caso vive Dios.
SILVIA ¿Qué va que no le declaras?
CALABAZAS Muy malditísimas caras
debéis de tener las dos.
SILVIA Mucho mejores que vós. 115
CALABAZAS Y está bien encarecido,
porque yo soy un cupido,
SILVIA Cupidos somos yo y tú.
CALABAZAS ¿Cómo?
SILVIA Yo el pido, y tú el cu.
CALABAZAS No me está bien el partido. 120
MARCELA [A LISARDO.]
Esto os vuelvo a asegurar
otra vez.
LISARDO Pues ¿qué fïanza
le dejáis a mi esperanza
de las dos que he de lograr?
MARCELA (Descúbrese.)
La de dejarme mirar. 125
LISARDO Usar desa alevosía
para turbar mi osadía,
ha sido traición, pues ya
viéndoos, ¿cómo os dejará
quien sin veros os seguía? 130
MARCELA Quedad, pues, de mí seguro
de que muy presto sabréis
mi casa, y entenderéis
cuánto serviros procuro,
esto otra vez aseguro. 135
LISARDO Ya en seguiros soy de hielo.
MARCELA Y yo sin ningún recelo
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de que agradecida estoy,
por esta calle me voy.
LISARDO Id con Dios.
MARCELA Guárdeos el cielo. 140
(Vanse las dos.)
CALABAZAS ¡Linda tramoya, señor!
Sigámosla hasta saber
quién ha sido una mujer
tan embustera.
LISARDO Es error
Calabazas, si en rigor 145
ella se recata así,
seguirla.
CALABAZAS ¿Eso dices?
LISARDO Sí.
CALABAZAS Vive Dios, que la siguiera
yo, aunque hasta el infierno fuera.
LISARDO ¿Qué me debe, necio, di, 150
de haber cuatro días hablado
conmigo en este lugar,
para darle yo un pesar,
de quien ella se ha guardado?
CALABAZAS Debe el haber madrugado 155
estos días.
LISARDO Ya que estamos
solos, ya que así quedamos
sobre lo que podrá ser
tan recatada mujer,
discurramos.
CALABAZAS Discurramos. 160
Dime tú, ¿qué has presumido
de lo que has visto y notado?
LISARDO De estilo tan bien hablado,
de traje tan bien vestido,
lo que he pensado y creído, 165
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es, que esta debe de ser
alguna noble mujer,
que donde no es conocida,
disimulada y fingida,
gusta de hablar y de ver, 170
y por forastero a mí
para este efeto eligió.
CALABAZAS Mucho mejor pienso yo.
LISARDO Pues no te detengas, di.
CALABAZAS Mujer que se viene así 175
a hablar con quien no la vea,
donde ostentarse desea
bachillera y importuna,
que me maten si no es una
muy discretísima fea, 180
que por el pico ha querido
pescarnos.
LISARDO ¿Y si la hubiera
visto yo, y un ángel fuera?
CALABAZAS ¡Vive Dios, que me has cogido!
La Dama Duende habrá sido, 185
que volver a vivir quiere.
LISARDO Aun bien, sea lo que fuere,
que mañana se sabrá.
CALABAZAS ¿Luego crees que vendrá
mañana?
LISARDO Si no viniere, 190
poco, o nada habrá perdido
la necia esperanza mía.
CALABAZAS El madrugar a otro día
¿poca pérdida habrá sido?
LISARDO El negocio a que he venido 195
a madrugar me ha obligado,
no le debo a este cuidado.
CALABAZAS Cerca de casa vivió,
pues de vista se perdió
15
cuando a casa hemos llegado. 200
LISARDO Y tarde debe de ser.
CALABAZAS Sí, pues vistiéndose sale
quien a los dos nos mantiene,
sin ser los dos justas reales.
(Salen DON FÉLIX y el ESCUDERO como vistiéndose.)
LISARDO Don Félix, bésoos las manos. 205
DON FÉLIX El cielo, Lisardo, os guarde.
DON FÉLIX Un cuidado, que me trae
desvelado, no permite
que sosiegue ni descanse. 210
Pero vós, que os admiráis
de que a esta hora me levante,
¿no me dijistes anoche,
que a dar unos memoriales
habíais de ir a Aranjuez? 215
¿Pues cómo a Ocaña os tornastis
desde el camino?
LISARDO Si bien
me acuerdo, regla es del arte,
que la pregunta y respuesta
siempre un mismo caso guarden; 220
y puesto que a mi pregunta
fue la respuesta más fácil
un cuidado de la vuestra,
otro cuidado me saque,
que es el que a Ocaña me ha vuelto. 225
DON FÉLIX ¿Apenas ayer llegastes,
y hoy tenéis cuidado?
LISARDO Sí.
DON FÉLIX Pues por obligaros antes
que me obliguéis a decirle:
este es el mío, escuchadme. 230
CALABAZAS En tanto que ellos se pegan
dos grandísimos romances,
¿tendréis, Herrera, algo que
16
se atreva a desayunarse?
ESCUDERO Vamos hacia mi aposento, 235
Calabazas, que al instante
que entréis vós en él,
no faltará algo fïambre.
(Vanse los dos.)
DON FÉLIX Bien os acordáis de aquellas
felicísimas edades 240
nuestras, cuando los dos fuimos
en Salamanca estudiantes.
Bien os acordáis también
del libre, el glorioso ultraje
con que de Venus y Amor 245
traté las vanas deidades
de su hermosura y sus flechas,
tan a su pesar triunfante,
que de rayos y de plumas
coroné mis libertades. 250
¡Oh, nunca hubiera, Lisardo,
luchado tan desiguales
fuerzas, porque nunca hubieran
podido los dos vengarse,
O hubiera sido su golpe, 255
puesto que a todos alcance,
por costumbre solamente,
flecha disparada al aire,
y no por venganza flecha
bañada en venenos tales, 260
que salió del arco pluma,
corrió por el viento ave,
llegó rayo al corazón,
donde se alimenta áspid!
La primer vez que sentí 265
este golpe penetrante,
que sabe herir sin matar,
y aun esto es lo más que sabe,
en la juventud del año
una tarde fue agradable 270
del abril, pero mal dije,
al alba fue. No os espante
ser por la tarde y al alba,
17
que con prestados celajes,
si bien me acuerdo, aquel día 275
amaneció por la tarde.
Este, pues, como otros muchos,
por divertirme y holgarme,
salí a caza, y empeñado,
llegué de un lance a otro lance 280
al sitio de Aranjüez,
que como poco distante
está de Ocaña, él es siempre
nuestro prado y nuestro parque.
Quise entrar a sus jardines, 285
sin saber qué me llevase
a ver lo que tantas veces
había visto; que esto es fácil,
todo el tiempo que no asisten
al sitio sus Majestades. 290
En el de la Isla entré:
¡oh, cómo, Lisardo, sabe
la desdicha prevenirse,
el daño facilitarse!
Pues como la mariposa, 295
que halagüeñamente hace
tornos a su muerte, cuando
sobre la llama flamante
las alas de vidro mueve,
las hojas de carmín bate. 300
Así el infeliz, llevado
de su desdicha al examen,
ronda el peligro, sin ver
quién al peligro le trae.
Estaba en la primer fuente, 305
que es un peñasco agradable,
donde temiendo el diluvio
de sus cruzados cristales,
parece que van viniendo
a él todos los animales, 310
una mujer recostada
en la siempre verde margen
de murta, que la guarnece,
como cenefa o engaste
de esmeralda, cuyo anillo 315
18
es toda el agua diamante,
tan divertida en mirar
su hermosura en el estanque
estaba, que puso en duda,
sobre ser mujer, o imagen, 320
porque como ninfas bellas
de plata bruñida hacen
guarda a la fuente, tan vivas,
que hay quien espere que anden,
y ella miraba tan muerta, 325
que no pudo esperar nadie,
que se pudiese mover.
La naturaleza al arte,
me pareció que decía,
«No blasones, no te alabes 330
de que lo muerto desmiente
con más fuerza en esta parte,
que yo desmiento lo vivo,
pues en lo contrario iguales,
sé hacer una estatua yo, 335
si hacer tú una mujer sabes,
o mira un alma sin vida,
donde está con vida un jaspe».
Al ruido que en las hojas
hice, ¡ay de mí!, por llegarme 340
a mirarla de más cerca
del éxtasis agradable,
no fuese de amor, volvió
con algún susto a mirarme.
No me acuerdo, si la dije, 345
que ufana no contemplase
tanta beldad, por el riesgo
de ser de sí misma amante;
que donde hubo ninfa y fuente,
no fue posible escaparme 350
del conceto de Narciso.
Ella, honestamente grave,
sin responderme, volvió
la espalda, y siguió el alcance
de una tropa de mujeres 355
que andaba más adelante,
midiendo de los jardines,
19
ya los cuadros, ya las calles,
hasta que su pie llegó
a hacer a todos iguales, 360
porque el pequeño contacto
flores produjo fragrantes
tantas la arena, que ya
no pudo determinarse,
si eran calles, o eran cuadros 365
el jardín por todas partes,
pues fueron rosas después
las que eran veredas antes.
El traje que se vestía,
era un bien mezclado traje, 370
ni bien de corte, ni bien
de aldea, sino a mitades,
de señora en el aliño,
de aldeana en el donaire.
En un airoso sombrero 375
llevaba un rizo plumaje,
a quien tuvieron acción
la tierra después y el aire,
por el matiz o la pluma,
sobre si era flor o ave. 380
Seguila hasta que llegó
a la cuadrilla, que errante
coro tejido de ninfas
a los templados compases
de hojas, pájaros y fuentes 385
sonoramente süaves.
Cada paso era un festín,
cada descuido era un baile,
a todas las conocía
en fin, como a naturales 390
de Ocaña, y solo ignoré
quién era de mis pesares
la ocasión, que ya lo era:
porque desde el mismo istante
que la vi, sentí en el alma 395
todo lo que hoy siento: nadie
diga, que quiso dos veces,
que aunque aquí mire, allí hable,
aquí festeje, allí escriba,
20
aquí pierda, y allí alcance, 400
no ha de querer más que una,
que no pueden ser iguales
en el mundo dos efetos,
si de una causa no nacen.
De algunas de las que iban 405
con ella pude informarme
de quién era, y hallé en ella
más calidad por su sangre,
que por su beldad. La causa
de no haberla visto antes, 410
fue por haberse crïado
en la corte con su padre,
hasta que a Ocaña se vino,
porque viva donde mate.
No os digo que la serví 415
feliz, y dichoso amante,
porque dichas que se pierden
son las desdichas más grandes.
Solo digo que obligada
a mis finezas constantes, 420
a mis servicios corteses,
y a mis afectos leales,
merecí que alguna noche
por una reja me hablase
de un jardín, donde testigos 425
fueron de venturas tales,
la noche y jardín, que solos
a los dos quise fïarme;
porque al jardín y a la noche,
que son el vistoso alarde, 430
ya de flores, ya de estrellas,
hiciera mal de negarles
a las unas lo que influyen,
y a las otras lo que saben;
puesto que estrellas y flores 435
siempre en amorosas paces
enlazadas unas de otras,
eran terceras de amantes.
Desta suerte, pues, teniendo
la fortuna de mi parte 440
viento en popa del amor,
21
corrí los inciertos mares,
hasta que el viento mudado
levantaron huracanes
de una tormenta de celos, 445
montes de dificultades.
Tormenta de celos dije,
ved si alguna vez amastis,
¿qué esperanzas hay del piloto?
¿qué seguro de la nave? 450
Bien creeréis, Lisardo, bien,
cuando así escuchéis quejarme
de los celos, que soy yo
quien los tiene, no os engañe
el afecto de sentirlos 455
desta süerte, porque antes
soy quien los he dado, y ellos
son en sus efetos tales,
que me matan dados, como
tenidos pueden matarme. 460
¡Oh! ¿A qué nacen los que a ser
dados ni tenidos nacen?
Hay una dama en Ocaña,
a quien yo rendido amante
festejé un tiempo; esta, pues, 465
por darme muerte, y vengarse,
se ha declarado con ella,
fingiendo finezas grandes
que a mi amor debe: ¡Ay Lisardo,
qué prontamente, qué fácil 470
en los celos las mentiras,
sientan plaza de verdades!
Con esto se han retirado,
tal, que aun para disculparme
no permite que la vea, 475
no me deja que la hable.
Mirad, pues, si este cuidado
consentirá que descanse,
cercado de tantas penas,
cargado de tantos males, 480
muerto de tantos disgustos,
lleno de tantos pesares;
y finalmente teniendo
22
sin culpa ofendido un ángel,
pues el padecer sin culpa 485
es la desdicha más grande.
LISARDO Don Félix, aunque los celos
de quien así os quejáis, basten
a dar pesadumbre dados,
en no ser tenidos traen 490
anticipado el consuelo;
que el dolor es tan distante,
desde darlos a tenerlos,
cuanto hay de ser un amante
la persona que padece, 495
o la persona que hace.
Con lástima empecé a oíros
cuando los celos nombrastis,
mas cuando dijistis que era
engaños, y no verdades, 500
la lástima se hizo envidia,
porque no hay gusto tan grande,
cuando hay desengaños, como
hacer damas y galanes,
o paces para reñir, 505
o reñir para hacer paces.
Id a ver a vuestra dama,
que yo sé, aunque más se guarde,
pues ella tiene los celos,
que ella está en aqueste instante 510
más que vós desengañada,
deseando desengañarse.
(Salen MARCELA y SILVIA, abriendo una puerta que estará tapada con una antepuerta, y deténiense detrás della.)
MARCELA [Aparte a SILVIA.]
Por esta puerta, que al cuarto
de mi hermano, Silvia sale,
desde el mío a verle vengo, 515
porque aunque él esté ignorante
de que he salido hoy de casa,
con esto he de asegurarle.
SILVIA Detente, que está con él
el tal huésped, y ya sabes 520
23
que no quiere mi señor
que llegue a verte, ni hablarte.
MARCELA Y aun esa fue mi desdicha,
oigamos desde esta parte.
LISARDO Y si en tanto que este gusto 525
llega, queréis que yo trate
de divertiros, pues fue
concierto que os escuchase
un cuidado, y [que os]4 dijese
el mío, oídme, escuchadme. 530
MARCELA Oye.
LISARDO Después que troqué
el hábito de estudiante
al del soldado, la pluma
a la espada, la süave
tranquila paz de Minerva 535
al sangriento horror de Marte,
la Escuela de Salamanca
a la Campaña de Flandes,
y después, en fin, que hube,
sin valedor que me ampare, 540
merecido una jineta,
premio a mi servicio grande,
por haberme reformado
entre otros capitanes,
ya la campaña acabada, 545
que no me viniera antes,
pedí licencia, y partí
a España, por ver si honrarme
merezco el pecho con una
de las cruces militares, 550
que sobre el oro del alma
son el más noble realce.
Con esta pretensión vine,
y su Majestad, que guarde
el cielo para que sea 555
Fénix de nuestras edades,
remitió mi memorial,
a tiempo que a desahogarse
de molestias cortesanas,
24
vino a Aranjuez, admirable 560
dosel de la primavera.
Mas ¿qué mucho que se alabe
de serlo, si la más bella,
la más pura, más fragante
flor, la flor de lis, la reina 565
de las flores, tras si trae
cuantas a envidia del sol,
rayos brillan, luz esparcen?
Seguí la corte, traído
más de mi afecto constante, 570
que de mi necesidad,
porque de ministros tales
hoy el Rey se sirve, que
no es al mérito importante
la asistencia, porque todos 575
acudir a todo saben.
Gracias al cielo de aquel,
con quien el peso reparte
de tanta máquina, bien
como Alcides con Atlante. 580
Llegué en efeto a Aranjuez,
donde vós me visitastis
en una posada, y viendo
tan incómodo hospedaje,
como tienen en los bosques 585
escuderos y pleiteantes,
que me viniese con vós
a Ocaña me aconsejastis,
pues los días de la audiencia,
dos leguas era tan fácil 590
andarlas por la mañana,
y volverlas a la tarde.
Yo por vuestro gusto, más
que por mis comodidades,
obedecí. Todo esto, 595
ya vuestra amistad lo sabe,
pero importa haberlo dicho,
para que de aquí se enlace
la más extraña novela
de amor que escribió Cervantes. 600
25
MARCELA [Aparte.]
Aquí entro yo agora.
LISARDO Un día,
que madrugué vigilante,
por llegar antes que el sol
nuestro horizonte rayase,
junto a un convento, que está 605
de Ocaña poco distante,
entre unos álamos verdes
vi una mujer de buen aire.
Saludela cortésmente,
y ella, antes que yo pasase, 610
por mi nombre me llamó.
Volví en oyendo nombrarme,
y diciendo a Calabazas
que con el rocín me aguarde,
llegué diciendo: «Dichoso 615
el forastero a quien saben
su nombre las damas»; y ella,
con más cuidado en taparse,
me respondió a media voz:
«Caballero desas partes 620
no es forastero en ninguna»;
y añadió favores tales,
que me obliga la vergüenza,
por mí mismo, a que los calle;
porque no sé cómo hay hombres 625
tan vanos, tan arrogantes,
que de que ha habido mujeres
que los buscaron se alaben.
SILVIA [Aparte.]
Él cuenta nuestro suceso.
MARCELA ¡Oh quien pudiera estorbarle, 630
antes que en Félix las señas
alguna malicia causen!
DON FÉLIX Proseguid.
LISARDO Ella, en efeto,
siempre embozado el semblante,
me despidió con decirme, 635
26
que como no examinase
quién era, ni la siguiese,
otro día estaría a hablarme.
Seis veces, pues, corrió el sol
las cortinas orientales, 640
sumiller el alba, y seis
tapada halló entre unos sauces
esta mujer. Yo, enfadado
de recato semejante,
determiné de seguirla 645
hoy cuando a Ocaña tornase;
pero no pude, porque
volviendo ella por instantes,
me vio y no quiso pasar
de la vuelta desta calle. 650
SILVIA ¿De esta calle?
LISARDO Y a la cuenta
vive hacia aquí, que al instante
la perdí de vista. Aquí
me dijo que la dejase
otra vez, porque su vida 655
aventuraba mi examen.
DON FÉLIX ¡Extraña mujer!
MARCELA [Aparte.]
Ya es fuerza
que las señas me declaren.
(Sale CELIA con manto.)
DON FÉLIX Proseguid.
LISARDO Yo pues...
CELIA Don Félix,
¿podrá una mujer aparte 660
hablaros?
DON FÉLIX ¿Pues por qué no?
MARCELA [Aparte.]
¡Oh, a qué buen tiempo llegaste,
mujer o ángel para mí!
DON FÉLIX Luego irá el cuento adelante,
27
permitid ahora, por Dios, 665
que con esta mujer hable,
que es crïada de la dama
que os dije.
LISARDO Pues que me maten,
si ello no es lo que yo he dicho.
Ved el recado que os trae, 670
y adiós, porque para estotro
no importa que tiempo falte.
(Vase.)
DON FÉLIX ¿Era hora, Celia, de vernos?
CELIA No te admires, no te espantes,
que no me atreva a venir 675
a verte, porque si sabe
mi señora que te he visto,
no habrá duda que me mate.
DON FÉLIX ¿Tan crüel conmigo está?
CELIA Viniendo yo hacia esta parte 680
a un recado, no he querido
dejar de verte, ni hablarte.
DON FÉLIX ¿Y qué hace tu hermoso dueño?
CELIA Sentir, es lo más que hace,
tu ingratitud.
DON FÉLIX ¡Plegue a Dios 685
si la ofendí, que él me falte!
CELIA ¿Por qué a ella no se lo dices?
DON FÉLIX Porque no quiere escucharme.
CELIA Si tú hubieras de callar,
yo me atreviera a llevarte 690
donde la hablaras.
DON FÉLIX ¡Ay Celia,
no habrá mármol que así calle!
CELIA Pues vente agora conmigo;
yo haré una seña si sale
mi señor, y dejaré 695
28
la puerta abierta; tú entrarte
hasta su cuarto podrás.
DON FÉLIX Dasme nuevo aliento, dasme
nueva vida.
CELIA Aquesta es
la hora mejor, mas no aguardes, 700
vente tras mí.
DON FÉLIX Tras ti voy.
CELIA [Aparte.]
¡Ay bobillos, y que fácil
a la casa de su dama,
es de llevar un amante!
(Vanse los dos.)
MARCELA ¡Yo salí de lindo susto! 705
SILVIA Pues ¿cómo afirmas que sales,
si luego han de verse, luego
proseguirá el cuento?
MARCELA Antes
lo habré remediado.
SILVIA ¿Cómo?
MARCELA Escribiéndole que calle, 710
hasta que se vea conmigo,
y esto ha de ser esta tarde.
SILVIA ¿Declarada por quién eres?
MARCELA ¡Jesús, el cielo me guarde!
SILVIA Pues ¿qué has de hacer?
MARCELA ¿No es mi hermano 715
de Laura, mi amiga, amante?
¿No sabe lo que es amor?
Pues hoy he de declararme
con ella, y hoy has de ver,
Silvia, el más extraño lance 720
de amor, porque yo fingida...,
pero no quiero contarle,
que no tendrá después gusto
29
el paso contado antes.
(Vanse.)
(Salen LAURA dama y FABIO viejo.)
FABIO Notable es la tristeza 725
que el rosicler, tumba de tu belleza.
¿Qué tienes estos días,
que entregada, ¡ay de mí!, a melancolías
tales, a todas horas
triste suspiras y rendida lloras? 730
LAURA Si yo, señor, supiera
la causa de mi mal,
([Aparte.]
A Dios pluguiera
no la supiera tanto),
el consuelo mayor, menor el llanto
fuera, pues fuera entonces el sabella 735
el primero aforismo de vencella;
pero la pena mía,
es, señor, natural melancolía,
y así el efeto hace,
sin que llegue a saber de lo que nace; 740
que esta distancia dio naturaleza
en la melancolía y la tristeza.
FABIO No sé lo que te diga,
sino que a tanto tu dolor obliga,
que riguroso y fuerte 745
padeces tú el dolor, y yo la muerte,
pues ya vivir no espero
mientras tan triste a ti te considero.
(Vase.)
LAURA ¿Qué haré yo, que rendida,
a pesar de mi vida, 750
vivo? ¿Qué es esto, cielos?
Más bien se deja ver, que estos son celos,
porque una ardiente rabia
el sentimiento agravia,
una rabiosa ira 755
que la razón admira,
un compuesto veneno
de que el pecho está lleno,
30
una templada furia
que el corazón injuria; 760
¿qué áspid, qué monstruo, qué animal, qué fiera
fuera, ¡ay Dios!, que no fuera
compuesta de tan varios desconsuelos
la hidra de los celos?
Pues ellos solos son a quien los mira, 765
furia, rabia, veneno, injuria, y ira,
¡Oh, quien antes supiera
aquella feliz voluntad primera
tuya, que no empeñara
tanto la mía, que hasta el fin llegara! 770
Pues aunque no sabía
de amor cuando tan libre, ¡ay Dios!, vivía,
tampoco no ignoraba
que tarde o nunca el que lo fue se acaba;
quiere a Nise en buen hora, 775
pero déjame a mí morir.
(Sale CELIA arrugando el manto.)
CELIA ¿Señora?
LAURA ¿Qué hay Celia?
CELIA Que ya he hecho
mi papel y sospecho
que no muy mal, ¡así tu beldad viva!
Entré en su casa, díjele que iba 780
a un recado, y que acaso
pasando por su calle, aunque de paso
le quise ver. Con un suspiro entonces,
que ablandara los mármoles y bronces,
me preguntó por ti turbado y ciego. 785
Encarecile luego
tu enojo, y que si a caso tú supieras
que le había ido a ver, muerte me dieras,
y como que salía
de mí, le dije, ¿por qué no venía 790
por instantes a darte
satisfacciones y desenojarte?
Dijo que porque estabas
tal, que no le escuchabas,
díjele que viniera, 795
31
que yo, aunque a tanto riesgo me pusiera,
hasta tu mismo cuarto le entraría,
con tal que no dijese en ningún día,
que yo le había traído.
Juró el secreto, y muy agradecido 800
el caso se concierta,
y está esperando enfrente de la puerta
la seña, voyla a hacer, pues no está en casa
mi señor. Esto es todo lo que pasa.
(Vase.)
LAURA Llámale, pues, que aunque de Nise creo 805
los celos que me da, tanto deseo
ver cómo se disculpa,
que quiero hacerle espaldas a la culpa,
pues la que más celosa
se muestra, más colérica y furiosa, 810
más entonces desea
satisfacciones, aunque no las crea,
que es dolor el de los celos tan extraño,
que se deja curar aun del engaño,
pues cuando el desengaño no consiga, 815
conseguiré a lo menos que él lo diga,
(Salen CELIA y DON FÉLIX.)
CELIA [Aparte a DON FÉLIX.]
Fuera está de casa Fabio,
mi señor, el tiempo es este
mejor para entrar a hablarla.
DON FÉLIX Vida y ventura me ofrece. 820
CELIA Disimula que llamado
de mí a entrar aquí te atreves,
Señor don Félix, ¿qué es esto?
¿Cómo os entráis...?
DON FÉLIX Celia, tente.
CELIA ¿Hasta aquí?
DON FÉLIX Celia, por Dios, 825
que calles.
LAURA ¿Qué ruido es ese?
32
CELIA ¿Qué ha de ser? Que hasta esta sala
se ha entrado el señor don Félix,
sin mirar, sin advertir,
que si acaso ahora viniese 830
mi señor, tú...
LAURA Caballero,
¿pues qué atrevimiento es este?
¿cómo en mi casa, en mi cuarto
os entráis de aquesa suerte?
DON FÉLIX Como a quien morir desea 835
nada mira, nada teme,
y si mi muerte ha de ser
venganza de tus desdenes,
quiero morir a tus ojos
por hacer feliz mi muerte. 840
LAURA [A CELIA.]
Tú tienes la culpa desto.
CELIA ¿Yo señora?
LAURA Si tuvieses
cerrada esa puerta tú...
CELIA Cerrada estaba.
DON FÉLIX No tienes
que reñir a Celia, que ella 845
de mi error, ¿qué culpa adquiere?
Yo solo tengo la culpa;
ríñeme a mí solamente;
castígame solo a mí,
sino es ya que a reñir llegues 850
a Celia, por la costumbre
con que la inocencia ofendes.
LAURA Dices bien; error es mío
de que me he dejado siempre
llevar, pues no habiendo tú 855
escrito a Nise papeles,
no habiendo entrado en su casa,
y no habiendo ella ido a verte
a la tuya, yo crüel,
colérica e impaciente, 860
33
inocente te persigo,
que eres tú muy inocente,
y siendo así, que yo soy
tan injusta, tan aleve,
tan desigual, tan mudable, 865
¿qué me buscas?, ¿qué me quieres?
DON FÉLIX Solo quiero persuadirte
al engaño que padeces
de tus celos.
LAURA ¿Quién te ha dicho
que yo tengo celos, Félix? 870
DON FÉLIX Tú misma te contradices.
LAURA ¿De qué suerte?
DON FÉLIX Desta suerte;
o tienes celos, o no:
si dices que no los tienes,
¿para qué finges enojos, 875
Laura, de lo que no sientes?,
si los tienes, ¿por qué, Laura,
desengañarte no quieres,
pues ninguno al desengaño
celoso la espalda vuelve?, 880
luego para disculparme,
o para satisfacerte,
si los tienes has de oírme,
o hablarme si no los tienes.
LAURA Si fuera argumento tal, 885
que negarse no pudiese,
quien está enojada, está
celosa, muy sutilmente
argüirás; mas si no
se sigue precisamente, 890
pues puedo estar enojada,
sin que a estar celosa llegue,
ni yo tengo que escucharte
ni tú que decirme tienes.
DON FÉLIX Pues, ¡vive Dios!, que has de oírme 895
antes que de aquí me ausente,
34
celosa o quejosa.
LAURA ¿Iraste
si te oigo?
DON FÉLIX Sí.
LAURA Pues di, y vete.
DON FÉLIX Negarte que yo he querido,
Laura, a Nise.
LAURA Oye, detente, 900
¿y es estilo de obligarme,
modo de satisfacerme,
decirme, cuando esperaba
mil rendimientos corteses,
mil finezas amorosas, 905
fuesen verdad o no fuesen,
que hay duelo de amor adonde
queda bien puesto el que miente,
decirme en mi misma cara,
que a Nise has querido? Advierte 910
que aun con lo mismo que piensas
que desenojas, ofendes.
DON FÉLIX Si no me oyes hasta el fin...
LAURA ¿Desto disculparte puedes?
DON FÉLIX Sí.
LAURA (Aparte.)
¡Plegue a amor!
DON FÉLIX Oye pues. 915
LAURA ¿Iraste?
DON FÉLIX Sí.
LAURA Pues di, y vete.
DON FÉLIX Negarte que yo he querido,
Laura, a Nise, fuera error:
mas pensar tú que este amor
es como el que te he tenido, 920
mayor error, Laura, ha sido;
35
pues si a Nise un tiempo amé,
no fue amor, ensayo fue
de amar tu luz singular,
que para saber amar 925
a Laura, en Nise estudié.
LAURA A ciencias de voluntad
las hace el estudio agravio;
porque amor para ser sabio
no va a la universidad, 930
porque es de tal calidad,
que tiene sus libros llenos
de errores propios y ajenos,
y así en su ciencia verás,
que los que la cursan más, 935
son los que la saben menos.
DON FÉLIX Pues explíqueme mejor
otro ejemplo: nace ciego
un hombre, y discurre luego
cómo será el resplandor 940
del sol, planeta mayor
que rumbos de zafir gira;
y cuando por fe le admira,
cobra en una noche bella
la vista; y es una estrella 945
la primer cosa que mira.
Admirando el tornasol
de la estrella, dice: «Sí,
este es el sol, que yo así
tengo imaginado al sol»; 950
pero cuando su arrebol
tanta admiración le ofrece,
sale el sol y le escurece.
Pregunto yo: ¿ofenderá
una estrella que se va 955
a todo un sol que amanece?
Yo así, que ciego vivía
de amor, cuando no te amaba,
como ciego imaginaba
cómo aquel amor sería. 960
Adoraba lo que vía,
presumiendo que era así
36
el amor; mas, ¡ay de mí!,
que no vi al sol, vi una estrella,
y entretúveme con ella 965
hasta que el sol mismo vi.
LAURA Eso no, pues si me doy
por entendida contigo,
que Nise fue mi sol digo,
y que yo su estrella soy. 970
Pruébolo; pues si yo estoy
contigo la noche fría,
y ella de día te envía
a llamar, y estás con ella.
¿Quién será el sol o la estrella? 975
¿Cúya es la noche o el día?
DON FÉLIX ¡Vive Dios, Laura, que son
engaños tuyos, y plegue
al cielo, que si la he visto,
que un rayo me dé la muerte, 980
desde que a Ocaña veniste!
¿Qué más desengaños quieres
de lo que cuenta de mí,
que escuchar que ella lo cuente;
pues es el mayor desaire 985
del duelo de las mujeres,
confesar sus celos donde
lo escucha de quien los tiene?
LAURA Yo sé que han sido verdades,
y no engaños aparentes. 990
DON FÉLIX ¿De qué lo sabes?
LAURA De que
es mal que a mí me sucede,
y no puede ser mentira:
porque de los males suele
decirse, Félix, que fueron 995
astrólogos excelentes,
porque siempre adivinaron,
y dijeron verdad siempre.
DON FÉLIX Por lo menos ya confiesas
que son celos, y los sientes. 1000
37
LAURA Si me estás dando tormento,
¿es mucho que los confiese?
DON FÉLIX Si tanto aprietan fingidos,
ciertos, ¿qué...?
CELIA Mi señor viene:
LAURA Vete por aquesa puerta 1005
de esotro cuarto, pues tiene
puerta a la calle.
DON FÉLIX Di ¿cómo
quedamos?
LAURA Como quisieres.
DON FÉLIX Yo querré desenojada.
LAURA A verme esta noche vuelve, 1010
que quiero verte esta noche
aunque de Nise me acuerde.
DON FÉLIX ¡Ah, Laura, cuánto te engañas!
LAURA ¡Ay, cuánto me agravias, Félix!
CELIA ¡Ay, cuánto nos sirve una 1015
casa que dos puertas tiene!
38
Jornada II
Salen por una parte MARCELA con manto, y el ESCUDERO y por otra LAURA y CELIA.
LAURA Tú seas muy bien venida
a esta tu casa.
MARCELA Y tú seas,
amiga, muy bien hallada.
LAURA Con tal visita ya es fuerza
que lo esté.
MARCELA Yo pienso antes, 5
que te has de hallar mal con ella;
que vengo a darte un cuidado.
LAURA Yo le tengo hasta que sepa
en qué te puedo servir.
Llega aquesas sillas, Celia, 10
que aquí estaremos mejor
que en el estrado.
ESCUDERO Quisiera
saber a qué hora vendré.
MARCELA Al anochecer, Herrera,
podrá venir.
ESCUDERO El sereno 15
tiene a esas horas más fuerza.
(Vase.)
MARCELA Mi amiga eres, Laura hermosa,
a quien dio naturaleza
noble sangre, claro ingenio;
pues ¿de quién con más certeza 20
me fiaré, que de quien es
mi amiga, noble y discreta?
LAURA Con tan grandes prevenciones
la proposición empiezas,
que ya, más que tú decirla, 25
deseando estoy saberla.
MARCELA ¿Estamos solas?
39
LAURA Sí estamos,
Celia, salte tú allá fuera.
MARCELA No importa que Celia oiga.
LAURA Prosigue, pues.
MARCELA Oye atenta. 30
Mi hermano don Félix, Laura,
por amistad que profesan
él y un noble caballero
desde sus edades tiernas
le trujo a casa estos días, 35
que Aranjuez, sagrada esfera
del cuarto Felipe, cifra
la luz del cuarto planeta.
Este hospedaje en efeto
fue con tan vana advertencia, 40
que para traerle a casa,
la primer cosa que ordena
es, que retirada yo
a un cuarto pequeño dellos
les deje a los dos el mío, 45
y que tal recato tenga,
que escondida siempre dél,
ni alcance, Laura, ni entienda,
que vivo en casa; que así,
¡mas qué acción tan poco atenta!, 50
pensó sanear la malicia
de que Ocaña no dijera,
que traía a casa un huésped
tan mozo, teniendo en ella
una hermana por casar; 55
y fue aquesto de manera,
que retirada a este cuarto
que te he dicho, aun una puerta,
(que sale al cuarto de Félix,
porque nunca presumiera 60
que había más casa) la hizo
cubrir con una antepuerta,
por donde a aderezarle
sola Silvia sale y entra.
Dejemos, pues, a Lisardo, 65
40
que, sin que jamás entienda
que hay mujer en casa, vive
con este descuido en ella.
Dejemos también a Félix,
que con esto solo piensa, 70
que curó en salud el daño
de que me hable y que me vea,
y vamos a mí, que viendo
la prevención con que intenta
mi hermano ocultarme, hice 75
de la prevención ofensa;
porque no hay cosa que tanto
desespere a la más cuerda,
como la desconfïanza.
¡Cuánto ignora, cuánto yerra 80
en esta parte el honor!
Que es como el que olvidar piensa
una cosa, que el cuidado
de olvidarla es quien la acuerda;
es como el que desvelado 85
se quiere dormir por fuerza,
que llamando el sueño, es
el sueño quien le despierta;
y es como el que halla en un libro
borradas algunas letras, 90
que por solo estar borradas
le da más gana de leerlas.
Este recato, en efeto,
en Félix, mi hermano, esta
curiosidad, Laura, en mí, 95
o este destino en mi estrella,
despertaron un deseo
de saber si el huésped era
como gallardo entendido,
cosa que quizá no hiciera 100
a no habérmelo vedado;
que en fin la culpa primera
de la primera mujer
esto nos dejó en herencia.
Y para poder mejor 105
hablarle, sin que supiera
quién era la que le hablaba,
41
fui una mañana a esas huertas
paso de Aranjuez, por donde
había de pasar por fuerza. 110
Llamele pensando, Laura,
que el hablarle no tuviera
mayor empeño que hablarle
por curiosidad o tema.
Mas, ¡ay, que es fácil la entrada, 115
cuando difícil la vuelta
del más hermoso peligro!
Dígalo el mar desde fuera,
convidando con la paz
a cuantos a verle llegan, 120
cuando jugando las ondas
unas con otras se encuentran;
pues el que más convidado
pisó su inconstante selva,
ese lloró más perdido 125
la saña de sus ofensas.
Yo así apacible juzgué
del mar de amor, pero apenas
reconocí sus halagos
cuando sentí sus violencias. 130
Pensarás que este cuidado
solo alcanza, solo llega
a hallarme hoy enamorada;
pues más mal hay que el que piensas,
porque de amor y de honor 135
estoy corriendo tormenta.
Hoy, pues, Lisardo a don Félix,
que yo detrás de la puerta
que te he dicho lo escuchaba,
de todo le daba cuenta 140
si, no importa declararme,
no lo estorbara Celia.
Poblada quedó la hoja,
y temo, que por las señas
del rostro, que ya me vio 145
Lisardo, o por la cautela
con que le hablé, o por haber
seguídome hasta tan cerca
de casa, puedan en Félix
42
moverse algunas sospechas; 150
y así antes que el discurso
a enlazarse, Laura, vuelva,
me importa hablar a Lisardo,
para cuyo efeto queda
Silvia ya con un papel, 155
en que le digo que venga
a verme a esta casa donde
yo he de estar...
LAURA Detente, espera;
que has usado neciamente,
Marcela, de la licencia 160
de la amistad; pues primero
que a ese Lisardo escribieras,
ni a mi casa le llamaras,
debieras mirar, debieras
advertir desde la tuya 165
los inconvenientes desta.
MARCELA Ya, Laura, los he mirado,
sin que corran por tu cuenta.
LAURA ¿De qué manera? si yo...
MARCELA Escucha de qué manera: 170
tu casa tiene dos cuartos,
y del uno cae la puerta
a otra calle, a Silvia dije
que le trujese por ella,
de suerte que entrando, Laura, 175
por donde saber no pueda,
en fin, como forastero,
si es casa tuya, ¿qué arriesgas?
LAURA Arriesgo el que lo pregunte,
y lo que hoy no sabe, sepa 180
mañana, y piense que yo
soy la tapada.
MARCELA Que adviertas
te pido, que yo he de estar
de visita y descubierta,
como si fuera mi casa 185
dentro de la tuya mesma.
43
LAURA Cuando el verte a ti me libre
a mí con esa cautela,
¿cómo me podré librar
del peligro de que venga 190
mi padre, y halle aquí a un hombre?
MARCELA ¿Luego ha de venir por fuerza
hoy, y luego han de cogernos
en el primer hurto? Esta
fineza has de hacer por mí, 195
pues es tan digna fineza
de tu sangre y mi amistad.
LAURA (Aparte.)
¡Ah, quién decirla pudiera
el tercer inconveniente?
Pues no es el de menor pena, 200
que acierte a venir don Félix,
y me halle a mí hecha tercera
de su hermana, y de su amigo.
(Sale SILVIA.)
SILVIA A Ocaña he dado mil vueltas
hasta hallarle.
MARCELA Silvia, ¿qué hay? 205
SILVIA Que di tu papel, y apenas
le leyó, cuando tras mí
vino, y queda ya a la puerta,
que me dijiste.
MARCELA Ya, Laura,
no hay cómo excusarte puedas. 210
LAURA De mala gana te sirvo
en esto.
MARCELA Quítame, Celia,
este manto; llama, Silvia,
tú a Lisardo; y tú no quieras
verle, que eres muy hermosa 215
para crïada.
LAURA Ya quedas
hecha dueña de mi casa,
44
mira, Marcela, por ella.
(Aparte.)
¡Oh, a qué de cosas se obliga.
quien tiene una amiga necia! 220
(Salen SILVIA y LISARDO, y vase LAURA.)
SILVIA Esta es la casa, señor,
de aquella dama encubierta,
que ya descubierta veis.
LISARDO ¡Quién vio dicha como esta!
MARCELA Estaríades, señor 225
Lisardo, muy olvidado
de que iría mi cuidado
a buscaros.
LISARDO Mi temor
confieso, y que la esperanza
desta ventura perdí 230
que siempre andar juntos vi
fortuna y desconfïanza.
MARCELA Aunque es verdad que pudiera
hoy, por el gusto [de] hablaros,
señor Lisardo, llamaros 235
a mi casa, no lo hiciera,
a no tener que reñiros
un descuido contra mí.
LISARDO ¿Descuido contra vós?
MARCELA Sí,
de que me importa advertiros. 240
LISARDO Si vós misma disculpáis
mi ignorancia, con que ha sido
descuido mal advertido,
ya importa que le digáis,
porque no vuelva a incurrir 245
en lo que ignorante estoy.
MARCELA ¿A quién empezastis hoy
nuestro suceso a decir,
que os estorbó una crïada
la relación?
45
LISARDO Ya os entiendo, 250
y aunque pueda, no pretendo
satisfaceros en nada;
porque mujer que de mí,
donde no soy conocido,
tanta noticia ha tenido; 255
mujer que se guarda así
de un hombre, de quien yo soy
amigo; mujer que tiene
criada en su casa, que viene
con las nuevas que le doy... 260
harto callando la digo,
harto con irme la muestro,
porque antes que galán vuestro,
fui de don Félix amigo.
MARCELA Habéis sin duda pensado 265
por las nuevas que yo os doy,
que dama de Félix soy;
pues estáis muy engañado,
y esto me habéis de creer:
si algo cree quien dice que ama, 270
que no solo soy su dama,
mas que no lo puedo ser.
LISARDO Si los principios negáis,
mal argumento tenéis.
¿De quién mi nombre sabéis, 275
y de mí informada estáis?
¿De quién, pues, habéis sabido
(decir puede en un momento)
lo que en su mismo aposento
a los dos ha sucedido? 280
MARCELA Para que aquí se concluya
lo que a dudar os obliga,
sabed que yo soy amiga
de una hermosa dama suya.
Esta, hablando pues conmigo, 285
en Félix nuevas me dio
de vós, porque en vós habló
como de Félix amigo;
y aunque él es tan caballero,
46
en nadie un secreto cupo 290
mejor, que en quien no le supo;
y así suplicaros quiero
que a don Félix no le deis
más señas, señor, de mí,
ni le digáis que yo os vi, 295
ni que mi casa sabéis;
porque me van en rigor
a una sospecha creída,
hoy por lo menos la vida,
y por lo más el honor. 300
LISARDO Bien pensáis que habrá cesado
de mis dudas la razón,
y antes mayor confusión
es la que me habéis dejado;
porque si no sois...
(Sale CELIA.)
CELIA Señora. 305
MARCELA ¿Qué hay, Celia?
CELIA Que mi señor
viene por el corredor.
MARCELA Esto me faltaba agora.
¿Podrá salir?
[CELIA]11 No, que viene
por la puerta que él entró, 310
y saber que hay otra no
es posible, ni conviene.
Hasta aquí entra ya.
LISARDO ¿Qué haré?
CELIA Esconderos es forzoso
en esta cuadra.
LISARDO Dudoso 315
estoy.
MARCELA Presto, que si os ve...
LISARDO ¡Vive Dios, que estoy perdido!
(Escóndese en una puerta, y sale LAURA.)
47
MARCELA Cercada de penas muero.
LAURA ¿Ves, Marcela? En el primero
hurto al fin nos han cogido. 320
¡En buena ocasión me has puesto!
MARCELA ¿Quién pudiera prevenir,
que ahora hubiese de venir
tu padre?
(Sale FABIO.)
FABIO Celia, ¿qué [es] esto?
Esta puerta, ¿cuándo abierta 325
sueles por dicha tener?
LAURA Vínome Marcela a ver,
y por estar esa puerta
la más cerca de una casa
adonde ella estaba, yo 330
la hice abrir; por ella entró,
y quedose así: esto pasa.
FABIO Perdonad, bella Marcela,
que como la luz del día
ya se va a poner, no os vía. 335
LAURA [Aparte.]
¡Gran daño el alma recela!
CELIA [Aparte.]
¡Qué confusión!
(Vase.)
SILVIA [Aparte.]
¡Qué temor!
MARCELA Yo, habiendo agora sabido
la tristeza que ha tenido
Laura, me trujo mi amor 340
a verla, y ver si merezco
de sus penas consolar
la tristeza y el pesar.
LAURA Son tantas las que padezco,
que me añade más dolor 345
el remedio prevenido,
y antes pienso que has venido
48
a hacérmele tú mayor;
que crece con el remedio
este accidente.
FABIO No sé 350
qué te diga, ni sabré
hallar a tus males medio:
-Hola, traed luces aquí.
(Sale CELIA con luces, pónelas en un bufete, y sale el ESCUDERO.)
CELIA Ya aquí las luces están.
ESCUDERO Las ocho y media serán, 355
habemos de irnos de aquí
esta noche, pues que ya
ha anochecido, señora,
¿no es de recogernos hora?
MARCELA Pena el dejarte me da, 360
Laura, con este cuidado,
pero excusarle no puedo.
LAURA Yo, en fin, a pagar me quedo
las culpas que no he pecado.
MARCELA ¿Qué puedo hacer? ¡Ay de mí! 365
Dame licencia.
FABIO Yo iré
sirviéndoos.
MARCELA No hay para qué
me tratéis, señor, así,
quedad con Dios.
LAURA [Aparte a MARCELA.]
Mejor es
dejarle ir, para que pueda 370
irse este hombre que aquí queda.
FABIO Yo tengo de ir con vós.
MARCELA Pues
me honráis tanto, replicar
vuestra grande cortesía
pareciera grosería. 375
49
FABIO La mano me habéis de dar.
MARCELA Sois tan galán, que no puedo
negaros ese favor.
(Vanse FABIO, MARCELA, el ESCUDERO y SILVIA.)
LAURA ¿Hay, Celia, pena mayor
que la pena con que quedo? 380
¿Quién creerá, que yo encerrado
aquí tengo un hombre que
no conozco? Y si me ve,
¿quedará desengañado
de que Marcela no ha sido 385
el dueño de aquesta casa?
CELIA Todo cuanto aquí nos pasa
fácil enmienda ha tenido
con irse ahora mi señor.
Retírate tú de aquí; 390
yo le sacaré de allí,
sin que pueda del error
en que está desengañarse,
pues él sin verte se irá,
ni a ti, ni a Marcela.
LAURA Ya 395
solo falta efetuarse.
La puerta abre, mas detente,
que parece que he sentido
en esta sala rüido.
CELIA Ya es otro el inconveniente. 400
(Sale DON FÉLIX.)
DON FÉLIX Apenas la sombra escura
tendió, Laura, el manto negro,
capa de noche que viste
para disfrazarse el cielo,
cuando a tu puerta me hallaron 405
las estrellas, que el deseo
tanto anticipa las horas,
que a verte a estas horas vengo,
haciendo el tiempo en tu calle,
porque no se pierda el tiempo. 410
Vi que mi hermana salía
50
de tu casa, y advirtiendo
que tu padre la acompaña,
a entrar hasta aquí me atrevo;
porque las paces de hoy 415
me tienen con tal contento,
que no quise dilatar
solo un instante, un momento
el verte desenojada.
LAURA Pues no haces bien, si es que advierto, 420
que un enojo apenas quitas,
cuando otro vas disponiendo.
¿Tanto podía tardar
([Aparte.]
Apenas a hablarte acierto.)
en recogerse mi casa, 425
que temerario y resuelto
te entras aquí, sin mirar,
que ha de volver al momento
mi padre?
DON FÉLIX Solo he querido,
que sepas, Laura, que espero 430
en la calle, que sea hora
para hablarte: porque luego
no digas, que de otra parte
vengo, cuando a verte vengo.
En la calle, pues, estoy. 435
LAURA Eso sí, vuélvete presto,
que en recogiéndose al punto
mi padre, hablarnos podemos
más despacio. No me tengas
con tanto susto, que creo 440
que sospechoso, ¡ay de mí!,
está ya del amor nuestro;
tanto, que a esta puerta falsa
la llave ha quitado.
([Aparte.]
Esto
digo por asegurar 445
el paso al que está acá dentro.)
Y anda todos estos días
51
a casa, yendo y viniendo.
DON FÉLIX Por quitarle este temor
me voy, en la calle espero. 450
(Dentro FABIO.)
FABIO Hola, bajad una luz.
LAURA Él viene ya.
CELIA Dicho y hecho.
(Toma CELIA una luz, y vase.)
DON FÉLIX Si desotra puerta dices
que quitó la llave, es cierto
que no hay por donde salir; 455
y así en aqueste aposento
me esconderé.
(Va a entrar donde está LISARDO, y ella se pone delante.)
LAURA Aguarda, espera;
que no has de entrar aquí dentro.
DON FÉLIX ¿Por qué?
LAURA Porque siempre aquí
está mi padre escribiendo 460
mucha parte de la noche.
DON FÉLIX ¡Vive Dios, que no es por eso!
Porque al entreabrir la puerta
he visto un bulto allá dentro.
LAURA Mira...
DON FÉLIX ¿Aquí qué hay que mirar? 465
LAURA Advierte...
DON FÉLIX Ya nada temo.
LAURA Que entra ya mi padre.
DON FÉLIX ¡Ay triste,
en que gran duda estoy puesto!,
si aquí hago alboroto, a Fabio
de sus ofensas advierto; 470
si callo, sufro las mías.
(Sale FABIO.)
52
FABIO ¡Vós aquí, Félix! ¿Qué es esto?
LAURA [Aparte a DON FÉLIX.]
Mira, por Dios, lo que haces;
pues en quien es caballero,
el honor de las mujeres 475
siempre ha de ser lo primero.
DON FÉLIX ([Aparte.]
Y es verdad, disimular
tomo por mejor acuerdo,
si celos se disimulan.)
[A FABIO.]
Buscando a mi hermana vengo, 480
que me dijeron, que aquí
estaba.
FABIO Ya yo la dejo
en su casa, y vuelvo agora
de servirla de escudero.
LAURA Eso es lo mismo que yo 485
le estaba, señor, diciendo.
DON FÉLIX Dios os guarde por la honra
que a mi hermana le habéis hecho.
FABIO Ella os espera ya en casa.
DON FÉLIX ([Aparte.]
No sé, ¡ay Dios!, lo que hacer debo. 490
Estarme aquí es necedad;
irme, si aquí un hombre dejo,
es desaire; alborotar
aquesta casa, desprecio:
pues esperarle en la calle, 495
si hay dos puertas, ¿cómo puedo
yo solo? ¡Oh, quién a Lisardo,
que es mi amigo verdadero,
consigo hubiera traído!
Mas ya he pensado el remedio.) 500
Quedad con Dios.
FABIO Él os guarde.
DON FÉLIX [Aparte.]
53
Hoy he de ver, ¡vive el cielo!
si es verdad que a la fortuna
ayuda el atrevimiento.
(DON FÉLIX se va muy aprisa, FABIO está a la puerta con él, y CELIA después toma la una luz y se va, toma la otra luz FABIO.)
FABIO Alumbra, Celia, a don Félix, 505
Laura, éntrate tú acá dentro,
que tengo que hablar a solas
contigo.
LAURA [Aparte.]
Otro susto, ¡cielos!,
mi padre ¿qué me querrá?
Laura ¿en qué ha de parar esto? 510
(Vanse los dos, y sale CELIA con la luz que llevó como con temor.)
CELIA Sin esperar que bajara
a alumbrarle, en un momento
se me despareció Félix.
Bien se deja ver su intento,
que es de dar presto la vuelta 515
a la calle; mas primero
que él llegue, ya habrá salido
esotro, que en su aposento
está mi señor con Laura:
no hay que esperar. Caballero, 520
[A LISARDO.]
en gran confusión estamos
por vós.
LISARDO Ya sé lo que os debo,
que aunque he entendido muy poco
del caso, porque aquí dentro
llegaban muertas las voces, 525
he entendido por lo menos
los empeños desta casa.
CELIA Vamos de aquí.
LISARDO Vamos presto.
CELIA [Aparte.]
Salga él una vez de casa,
y más que sucedan luego 530
54
muertes de hombres en la calle.
(Mata la luz y llévale y sale FÉLIX.)
DON FÉLIX En un esconce pequeño
que hace la escalera, antes
que la luz bajara, muerto
de celos y de desdichas, 535
pude quedarme encubierto.
Poco lugar han tenido
de echar a este hombre, y no creo
que, sabiendo que en la calle
estoy, se atrevan a hacerlo. 540
El fin con que me he quedado
a mis desdichas atento,
es de sacarle conmigo
hasta la calle, fingiendo
que soy crïado de casa, 545
y que sé todo el suceso.
Esta es la puerta, y está
(A la puerta.)
abierta. Ce, caballero,
seguidme, seguro soy.
¿No me respondéis? ¿Qué es esto? 550
obligareisme callando,
¡vive Dios!, a que entre dentro.
(Vase y sale LAURA con una luz.)
LAURA Nada me quería mi padre
que fuese de más momento,
que decirme que mañana 555
ha de ir a un cercano pueblo,
adonde su hacienda tiene,
y yo a mis desdichas vuelvo.
Celia, Celia, ¿dónde estás?
Pondré que se han ido huyendo 560
todos, y que me han dejado
en el peligro. Y es cierto;
pues nadie parece, ¡ay triste!
¿Qué he de hacer en tanto aprieto?
Félix estará en la calle, 565
cuando estotro esté aquí dentro.
Pero aunque todo lo arriesgue,
esto ha de ser; que primero
55
soy yo. Perdone Marcela
esta vez. Ce, caballero, 570
a quien necia una mujer
en tanto peligro ha puesto,
no os espantéis de mirarme.
(Abre la puerta, y sale rebozado DON FÉLIX.)
DON FÉLIX ¿Cómo puedo, cómo puedo
dejar de espantarme, Laura, 575
de mirarte?
LAURA ¡Ay Dios! ¿Qué veo?
DON FÉLIX ¿Tan mudable?
LAURA ¡Ay infelice!
DON FÉLIX ¿Y tan falsa?
LAURA ¡Ay Dios! ¿Qué es esto?
DON FÉLIX Esto es, Laura, esto es,
si es que yo a decirlo acierto, 580
el desengaño mayor
que a un hombre han dado los celos.
Pero miento, que no son
celos, sino agravios estos.
(Paséase, y ella tras él.)
LAURA ¡Yo estoy muerta!, Félix mío, 585
mi bien, mi señor, mi dueño.
DON FÉLIX Mi mal, mi muerte, mi ofensa,
¿qué me quieres?
LAURA Que te quiero,
te quiero, no más.
DON FÉLIX Y yo,
pues tú lo dices, lo creo; 590
porque no habiendo tenido
un hombre en este aposento,
no habiendo dicho que estaba
cerrado el paso por esto,
no habiendo venido tú 595
a hablarme por él, no habiendo
visto yo, ¡qué he de haber visto!
56
Nada digo, nada entiendo.
¡Mal haya yo, porque antes
estuve a tu honor atento, 600
y no... adiós Laura, adiós Laura.
LAURA Detente, porque primero
que te vayas has de oírme.
DON FÉLIX ¿Puede ser mentira esto?
LAURA Sí, bien puede ser mentira. 605
DON FÉLIX ¿Mentira lo que estoy viendo?
LAURA ¿Qué viste?
DON FÉLIX El bulto de un hombre
que estaba en este aposento.
LAURA Algún crïado sería.
(Sale CELIA muy contenta.)
CELIA Señora, ya por lo menos 610
nada sucederá en casa,
que ya en la calle los dejo.
(Vele, y túrbase.)
DON FÉLIX Mira si era algún crïado.
CELIA ¿Pues esto agora tenemos?
¿cómo aquí...? No puedo hablar. 615
LAURA ¿Ves, Félix, con cuanto aprieto
se eslabonan mis desdichas?,
pues culpa ninguna tengo.
DON FÉLIX ¿Pues yo la culpa tendré?
LAURA Tanto te estimo y te quiero, 620
que aún no quiero yo decirlo,
porque te está mal saberlo.
DON FÉLIX ¡Qué antiguo sagrado es ese
de un culpado, en no teniendo
que responder! Esto, en fin, 625
se acabó, Laura, esto es hecho,
adiós, adiós.
LAURA Mira...
57
DON FÉLIX Suelta...
LAURA No has de irte así.
DON FÉLIX ¡Vive el cielo,
que dé voces, que despierten
a tu padre, al mundo entero, 630
diciendo quién eres!
LAURA ¡Félix!
DON FÉLIX Harás que pierda el respeto
a tu hermosura, porque
nadie le tuvo con celos.
(Vase.)
LAURA Tenle Celia.
CELIA ¿Yo tenerle? 635
LAURA Pues aunque vayas huyendo,
yo te buscaré. ¡Ay Marcela,
en qué de dudas me has puesto!
(Vanse.)
(Salen LISARDO y CALABAZAS.)
CALABAZAS Señor, ¿qué es lo que tienes?
¿De dónde, o cómo a tales horas vienes? 640
LISARDO Ni sé de dónde vengo,
Calabazas, ni sé lo que me tengo.
CALABAZAS Después de haberte ido
sin mí (cosa que nunca ha sucedido,
ni héchose con lacayo 645
de bien) vuelves a casa como un rayo,
casi al amanecer, descolorido,
colérico, furioso, acontecido,
airado.
LISARDO No me mates,
ni empieces a decirme disparates, 650
sino pon las maletas, porque luego
me tengo de ir, y en tanto que a esto llego,
a estotra cuadra pasa,
mira si hablar a Félix puedo.
58
CALABAZAS En casa
él no está, que aunque ya ha amanecido, 655
creo que no ha venido
a acostarse hasta agora.
LISARDO ¡Feliz él habrá estado, ¿quién lo ignora?,
celebrando las paces con su dama,
que es la felicidad de quien bien ama! 660
¡Y yo, infeliz, a quien han sucedido
tantas cosas...!
CALABAZAS ¿Qué han sido?
LISARDO Oye, porque me dejes,
con condición que luego no aconsejes.
Llamome por un papel 665
aquella dama tapada,
a que en su casa la viese.
A verla fui, y la criada
por un jardín me guió
hasta que llegué a una sala 670
de estrado, donde la misma
que vi en las huertas, estaba
tan bella como entendida:
esto que te digo basta.
Muy a los primeros lances 675
me dio a entender enojada,
no sé bien qué quejas, cuando
su padre a la puerta llama.
Métenme en un aposento,
donde después de pasadas 680
algunas conversaciones,
de quien poco entendí, o nada,
porque como retirado
estaba a puerta cerrada;
llegaban a mí confusas 685
las voces sin las palabras,
la puerta un hombre entreabrió;
la capa tercié y la espada
empuñé, y al mismo instante
me volvieron a cerrarla 690
por defuera, sin poder
ver el talle ni la cara
59
del hombre. De allí a otro rato,
triste, confusa y turbada,
otra moza me sacó 695
hasta la calle con varias
prevenciones de que Félix
no supiese desto nada.
Yo, pues, cercado de dudas,
y de sospechas contrarias, 700
estoy sin saber qué hacerme
en confusión tan extraña;
porque si a Félix le callo
el lance, ya acreditada
la sospecha de que ha sido 705
dama suya, será ingrata
correspondencia que él tenga
a su enemigo en su casa;
si se lo digo, y no es
su dama, sino otra dama 710
que de mí se fía, el decirlo
es de mi nobleza infamia.
Y así entre hablar y callar,
la opinión más acertada
es, pues dos daños me embisten, 715
volver a los dos la espalda.
Así con esto a don Félix
no ofende lo que se calla,
ni lo que se dice ofende
a la mujer. Luego trata 720
de poner toda la ropa,
que antes que amanezca el alba,
con ocasión de que ya
hecha mi consulta baja,
de Ocaña me tengo de ir, 725
aunque me deje en Ocaña
en un ingenio la vida,
y en una hermosura el alma.
CALABAZAS ¡Honrada resolución!
LISARDO Porque apruebas y no cansas, 730
toma aquel vestido que hice
de camino, Calabazas.
60
CALABAZAS Tus manos, señor, te beso
de resultas de las plantas,
no tanto por el vestido, 735
aunque es dádiva extremada,
como por dármele hecho,
y en tanto que se levanta
quien la ropa me ha de dar,
escúcheme en dos palabras 740
lo que hecho un vestido ahorra.
(Hace las dos voces.)
-Señor Maestro, ¿cuántas varas
de paño son menester
para mí? -Siete y tres cuartas.
-Con seis y media le hace 745
Quiñones. -Mas que le haga,
mas si él saliere cumplido,
yo me pelaré las barbas.
-¿Qué tafetán? -Ocho. -Siete
han de ser. -No quite nada 750
de siete y media. -¿Ruán?
-Cuatro. -No. -Si un dedo falta,
no puede salir. -Dos onzas
de seda, treinta de lana.
-¿Bocací a los bebederos? 755
-Media vara. -¿Angeo? -Otra tanta.
-¿Botones? -Treinta docenas.
-¿Treinta? -¿Habrán más de contarlas?
Cintas, faltriqueras, hilo;
vamos con todo esto a casa. 760
Junte vuesarced los pies,
ponga derecha la cara,
extienda el brazo. -Seor maestro,
¿son matachines? -¡Qué gracia
hará el calzón! -Oye ucé, 765
la ropilla ancha de espaldas,
derribadilla de hombros,
y redondita de falda.
-Frisa para las faldillas
haber sacado nos falta. 770
-Póngala ucé. -Que me place.
-¡Ah! sí, esto se me olvidaba,
entretelas. -Deste viejo
61
herreruelo me las haga.
-Voy a cortarlo al momento. 775
-¿Cuándo vendrá esto? -Mañana
a las nueve. -La una es:
¡oh cuánto este sastre tarda!
-Señor maestro, todo el día
me ha tenido ucé en casa. 780
-No he podido más, que he estado
acabando unas enaguas,
que, como mil paños llevan,
no fue posible acaballas.
(Otra voz.)
-¡Ah! caballero, muy seca 785
está esta obra. -Remojarla.
-Angosto vino el calzón.
-De paño es, no importa nada,
que luego dará de sí.
-Esta ropilla está ancha. 790
-No importa nada de paño
que ella embeberá, así basta
que los paños dan y embeben,
como el sastre se lo manda.
-Este herreruelo está corto. 795
-Más de media liga tapa,
y ahora no se usan largos.
-¿Qué se debe? -Poco, o nada:
veinte del calzón, y veinte
de la ropilla y sus mangas, 800
diez del herreruelo, treinta
de los ojales, y tantas
impertinencias, que en fin,
que me venga, o que me vaya,
quien me da un vestido hecho, 805
me da la mejor alhaja.
A componer voy las tuyas:
aquí gloria y después gracia.
(Vase.)
LISARDO ¡Qué locuras! ¡Quién tuviera
tu alegría, y no llegara 810
hoy a sentir los extremos
de tantas penas, de tantas
62
confusiones y sospechas!
¡Válgate Dios por tapada,
toda misterios y toda 815
prevenciones, sin que haya
nunca visto la verdad!
(Vuelve CALABAZAS.)
CALABAZAS Ya la dije a una crïada,
que me sacase la ropa;
porque hoy nos vamos a Irlanda. 820
LISARDO En efeto, me destierran
antes de tiempo de Ocaña
tramoyas de una mujer.
(Sale MARCELA con manto, y SILVIA sin él.)
SILVIA Mira a qué te atreves.
MARCELA Nada
me digas, porque no estoy 825
para escucharte palabra.
¿Que hoy se va no dices?
SILVIA Sí.
MARCELA Pues Silvia, ¿de qué te espantas
que haga locuras mi amor?
Sin duda le dijo Laura 830
quién soy, y de mí va huyendo.
SILVIA Pues si eso temes, ¿qué tratas?
MARCELA Hablarle ya claramente;
que puesto que a esta hora falta
mi hermano, ya no vendrá 835
hasta que le lleven capa,
y valona, o sea de noche.
Tú, Silvia, a esa puerta aguarda.
(Vase SILVIA.)
LISARDO Mira si ha venido Félix.
CALABAZAS Félix no, pero la dama 840
tapada sí que ha venido.
LISARDO ¿Qué dices?
63
CALABAZAS Ecce quem amas.
MARCELA Señor Lisardo, no sé
que sea acción cortesana
el iros sin despediros 845
hoy de una mujer que os ama.
LISARDO ¿Tan presto tuvistis nuevas
de mi partida?
MARCELA Las malas
vuelan mucho.
CALABAZAS ¡Vive Dios,
que con los demonios hablas! 850
Si es Catalina de Acosta,
que anda buscando su estatua.
MARCELA En fin, ¿os vais?
LISARDO Sí, y huyendo
de vós, que vós sois la causa.
MARCELA Deso infiero que sabéis 855
ya quién soy, ¡estoy turbada!;
y si el haberlo sabido
anticipa la jornada,
id con Dios; pero advirtiendo
que fue en mí y en vós la causa 860
imposible de decirla,
y imposible de callarla.
LISARDO No os entiendo, pues no sé
de vós esta verdad clara,
más de lo que sé de vós, 865
y antes la desconfïanza
que hacéis de mí, es quien me mueve
a irme.
CALABAZAS Ce, por la sala
entra don Félix.
MARCELA ¡Ay triste!
LISARDO ¿Qué os turba? ¿Qué os embaraza? 870
Conmigo estáis.
64
MARCELA Es verdad,
mas puesto que mis desgracias
unas con otras tropiezan,
y tan en mi alcance andan,
sabed que yo soy... No puedo, 875
no puedo hablar más palabra,
que entra ya. Mi vida está
en vuestras manos; guardadla,
que yo me escondo aquí.
(Escóndese.)
LISARDO ¡Cielos,
sacadme de dudas tantas! 880
Ella es su dama sin duda,
pues que tanto dél se guarda.
(Sale DON FÉLIX.)
DON FÉLIX Lisardo.
LISARDO Pues ¿qué traéis
don Félix?
DON FÉLIX Traigo un pesar,
y véngole a consolar 885
con vós que me aconsejéis.
LISARDO Cuando por haber faltado
de casa, vete de aquí,
(Vase CALABAZAS.)
toda la noche creí
que habíades celebrado 890
las paces con vuestra dama,
¿al amanecer venís
con el pesar que decís?
DON FÉLIX Sí, que un mal a otro mal llama.
¡Ay Lisardo! Bien dijistis 895
cuando hablastis de los celos,
que sus mortales desvelos,
y que sus efetos tristes,
eran tan otros tenidos,
que dados cuanto se ofrece 900
entre quien hace y padece,
pues padecen mis sentidos
el daño que antes hicieron.
65
¡Oh quien mil siglos los diera,
y un punto no los tuviera! 905
LISARDO Pues ¿cómo o de qué nacieron?
(Aparte.)
¡Vive Dios!, que él ha seguido
esta dama, y que sus celos
son de mí y della.
MARCELA (Aparte.)
Los cielos
den mis penas a partido. 910
DON FÉLIX Muy rendido ayer llegué
donde, ¡ay de mí!, satisfice
con los extremos que hice
las lágrimas que lloré,
las mal fundadas sospechas, 915
que de mí, ¡ay cielos!, tenía
la hermosa enemiga mía,
y cuando ya satisfechas
estaban, y yo esperaba
de los sembrados rigores, 920
coger el fruto en favores
de la calle en que aguardaba,
entré a vella muy contento;
y porque fue fuerza así
un aposento entreabrí, 925
¡mal haya mi sufrimiento!,
y en él, ¡qué torpes desvelos!,
el bulto de un hombre vi.
LISARDO (Aparte.)
¡Esto es lo que anoche a mí
me pasó, viven los cielos! 930
DON FÉLIX ¡Oh, mal haya yo, porque
aunque su padre viniera,
y aunque su honor se perdiera,
a darle muerte no entré!
Quedarme pude escondido 935
con ánimo de volver
a buscar el hombre, y ver
quién era.
66
LISARDO ¿Habeislo sabido?
DON FÉLIX No, porque ya una crïada
le había sacado de allí, 940
tras él al punto salí,
pero no pude hallar nada.
Así hasta medio día
toda la mañana he estado,
¡mirad qué necio cuidado!, 945
pensando que volvería.
Ved si habrá en el mundo quien
tenga el dolor que yo tengo,
pues hoy aquí a tener vengo
celos, sin saber de quién. 950
LISARDO (Aparte.)
En este punto creí
todo cuanto imagine;
la dama esta dama fue,
y yo el encerrado fui.
Las señas son, mas supuesto 955
que él no sabe que fui yo,
ni que ella aquí se ocultó,
ponga fin a todo esto
mi ausencia, puesto que así
todo el silencio lo sella; 960
pues no sabrá agravios della,
ni tendrá quejas de mí.
DON FÉLIX ¿Ahora suspenso estáis?
¿Cómo no me respondéis?
LISARDO Como admirado me habéis, 965
aun más de lo que pensáis.
DON FÉLIX ¿Qué puedo hacer?
LISARDO Olvidar.
DON FÉLIX ¡Ay, Lisardo, quién pudiera!
(Sale CALABAZAS.)
CALABAZAS Señor, una dama ahí fuera
dice que te quiere hablar. 970
DON FÉLIX Ella es, que habrá venido
67
a verme. Yo no he de vella.
LISARDO Mirad primero si es ella.
(Sale LAURA tapada.)
DON FÉLIX ¿No he de haberla conocido?
Ella es, que en conclusión, 975
querrá agora, que yo crea
que todo mentira sea.
LISARDO (Aparte.)
Ya es otra mi confusión,
si esta es la que Félix ama,
y dentro en su casa vio 980
un hombre, y este fui yo,
¿quién es, quién, estotra dama?
LAURA Lisardo, por caballero
os ruego, que os ausentéis,
y con Félix me dejéis, 985
porque hablar con Félix quiero.
DON FÉLIX ¿Quién te ha dicho, que querrá
el Félix hablarte a ti?
LAURA Dejadnos solos.
LISARDO Por mí
obedecida estáis ya. 990
[Aparte.]
Fuerza es dejar encerrada
la otra dama hasta después,
y estar a la vista. Nada
tengo ya que temer, pues
no es su dama mi tapada. 995
(Vanse CALABAZAS y LISARDO.)
LAURA Ya que estamos los dos solos,
don Félix, y que podré
decir a lo que he venido,
escúchame.
DON FÉLIX ¿Para qué?
Ya sé que quieres decirme, 1000
que ilusión, que engaño fue
cuanto oí, y cuanto vi,
68
y si esto, en fin, ha de ser,
ni tú tienes qué decir,
ni yo tengo qué saber. 1005
LAURA ¿Y si nada fuese deso,
sino todo eso al revés?
DON FÉLIX ¿Cómo?
LAURA Escucha, oiraslo.
DON FÉLIX ¿Iraste
si te escucho?
LAURA Sí.
DON FÉLIX Di, pues.
LAURA Negarte que estaba un hombre 1010
en mi aposento...
DON FÉLIX Detén.
¿Y es estilo de obligar,
modo de satisfacer,
decirme, cuando esperaba
un rendimiento cortés, 1015
una disculpa amorosa,
confesar la ofensa? ¿Ves
cómo otra vez la repites,
porque la sienta otra vez?
LAURA Si no me oyes hasta el fin... 1020
MARCELA [Aparte.]
¡Quién vio lance más crüel!
DON FÉLIX ¿Qué he de escuchar?
LAURA Mucho.
DON FÉLIX ¿Iraste
si te escucho?
LAURA Sí.
DON FÉLIX Di, pues.
LAURA Negarte que estaba un hombre
en mi aposento, y también 1025
69
que Celia le abrió la puerta,
no fuera justo; porque
negarle a un hombre en su cara
lo mismo que escucha y ve,
es darle a un desesperado 1030
para consuelo un cordel;
mas pensar tú que fue agravio
de tu amor y de mi fe,
es pensar que cupo mancha
en el puro rosicler 1035
del sol, porque con mi honor
aún es sombra todo él.
DON FÉLIX Pues ¿quién aquel hombre era?
LAURA No puedo decirte quién.
MARCELA [Aparte.]
¡Quién vio confusión igual! 1040
DON FÉLIX ¿Por qué?
LAURA Porque no lo sé.
DON FÉLIX ¿Qué hacía escondido allí?
LAURA No lo sé tampoco.
DON FÉLIX ¿Pues,
dónde la satisfacción
está?
LAURA En no saberlo.
DON FÉLIX Bien, 1045
no saberlo es la disculpa,
la culpa el saberlo es,
pues ¿cómo quieres que venza
lo que sé a lo que no sé?
Laura, Laura, no hay disculpa. 1050
LAURA Félix, Félix, déjame,
que aunque lo puedo decir,
tú no lo puedes saber.
DON FÉLIX Otra vez me has dicho ya,
baldón o despecho fue, 1055
70
eso mismo, y ¡vive Dios!
de no escucharlo otra vez;
porque aquí me has de decir
la verdad desto.
MARCELA [Aparte.]
¿Qué haré?
Que, por disculparse a sí, 1060
me ha de echar a mí a perder.
DON FÉLIX Que nada me está peor,
que el pensarlo.
LAURA Sí diré.
MARCELA [Aparte.]
No dirás, porque primero
(Pasa por delante tapada, como jurándosela a DON FÉLIX, él quiere seguirla, y LAURA le detiene.)
tus voces estorbaré 1065
con esta resolución.
Amor ventura me de
como me da atrevimiento,
solo esto he querido ver.
(Vase.)
DON FÉLIX ¿Qué mujer es esta?
LAURA Hazte 1070
de nuevas.
DON FÉLIX Déjame que
la siga y la reconozca.
LAURA ¡Eso querías tú porque
pudieras desenojalla,
diciéndole a ella después, 1075
que me dejaste por ir
tras ella! Pues no ha de ser.
DON FÉLIX Laura mía, mi señora,
el cielo me falte, amén,
si sé qué mujer es esta. 1080
LAURA Yo sí, yo te lo diré:
Nise era, que al pasar
yo la conocí muy bien.
71
DON FÉLIX Ni era Nise, ni sé yo
cómo estaba aquí.
LAURA Muy bien; 1085
la disculpa es no saberlo,
la culpa el saberlo es.
Pues ¿cómo quieres que venza
lo que sé a lo que no sé?
Adiós Félix.
DON FÉLIX Si no basta 1090
el desengaño que ves,
¿cómo quieres que yo crea
lo que tú, Laura, no crees?
LAURA Porque yo digo verdad,
y soy quien soy.
DON FÉLIX Yo también, 1095
y vi en tu aposento a un hombre.
LAURA Yo en el tuyo una mujer.
DON FÉLIX No sé quién fue.
LAURA Yo tampoco.
DON FÉLIX Sí supiste, Laura; pues
ya me lo ibas a decir. 1100
LAURA Ya sin decirlo me iré
por no dar satisfacciones
a un hombre tan descortés.
DON FÉLIX Mira Laura...
LAURA Suelta Félix.
DON FÉLIX Vete, que es cosa crüel 1105
haber de rogar quejoso.
LAURA Quédate, que es rabia haber
de llevar traiciones, cuando
finezas vine a traer.
DON FÉLIX Yo bien disculpado estoy. 1110
LAURA Si a aqueso va, yo también.
72
DON FÉLIX Pues vi en tu aposento un hombre.
LAURA Yo en el tuyo una mujer.
DON FÉLIX Si esto, cielos, es amar...
LAURA Si esto fortuna, es querer... 1115
LOS DOS ¡Fuego de Dios en el querer
bien!
Amén, Amén.
73
Jornada III
Salen MARCELA y SILVIA.
SILVIA Grande atrevimiento fue.
MARCELA Como perdida me vi
cuando ya a Laura escuché,
que iba a descubrir allí
cuando en su casa pasé; 5
estorbar la relación
quise con tan loca acción,
que, ya preciso un pesar
algo se ha de aventurar.
SILVIA Así es verdad.
MARCELA La razón 10
que me animó más, fue ver
a Lisardo, que esperaba
más afuera, al parecer,
en qué el suceso paraba
de su encerrada mujer; 15
y como yo lo sabía
no temí la empresa mía;
pues, a no suceder bien,
ya en Lisardo, al menos quien
me defendiese tenía; 20
y en fin, ello sucedió
mejor que esperaba yo;
pues yo a mi cuarto pasé,
y en los celos que dejé
el lance se barajó, 25
de suerte, que ni Lisardo
se empeñó por mí gallardo,
ni Laura el caso contó,
ni Félix me conoció,
ni yo mayor susto aguardo. 30
SILVIA Digo que fue extraño cuento,
y si escarmiento ha dejado,
será de más fundamento.
MARCELA Pues ¿cuándo dejó escarmiento,
74
Silvia, peligro pasado? 35
Antes el haber salido
deste, también me ha movido
a pensar cómo pudiera
ser que Lisardo volviera
a verme.
SILVIA Oye, que hacen ruido. 40
(Por la puerta escondida sale DON FÉLIX.)
DON FÉLIX Marcela.
MARCELA ¿Qué novedad
es entrar tú en mi aposento?
DON FÉLIX Es venir mi voluntad
por luz a tu entendimiento,
por consuelo a tu piedad. 45
Anoche, cuando saliste
de ver a Laura, yo entré
en su casa, ¡ay de mí triste!,
y vi en su casa, y hallé...
MARCELA Di, ¿qué hallaste? Di, ¿qué viste? 50
DON FÉLIX Un hombre.
MARCELA ¿Tal pudo ser?
DON FÉLIX Vínome18 a satisfacer,
y una mujer que salió
de mi alcoba lo estorbó...
MARCELA ¡Miren la mala mujer! 55
DON FÉLIX Que con Lisardo debía
de estar. Él, cuerdo y discreto,
presumiendo que ofendía
de mi casa así el respeto,
dice que tal no sabía. 60
En fin, sea lo que fuere,
que no hay nadie que lo diga,
celosa Laura, no quiere
que desengaños consiga,
ni que disculpas espere. 65
Yo, por no dar a torcer
tampoco mi sentimiento,
75
no la quiero hablar ni ver;
pero quisiera saber
hasta el menor pensamiento 70
suyo. Para esto ha pensado
una industria mi cuidado.
MARCELA ¿Y es, si me la has de decir?
DON FÉLIX Que tú, hermana, has de fingir,
que un gran disgusto, un enfado 75
conmigo has tenido, y que
en tanto que esto se pasa,
te quieres ir a su casa:
y así una espía tendré
para el fuego que me abrasa; 80
pues tú a la mira estarás,
y a pocos lances verás,
quien este embozado es,
y con secreto después
de todo me avisarás. 85
MARCELA Aunque hay bien que replicar,
hoy me iré a su casa.
DON FÉLIX No
puede hoy ser, que por mostrar
cuán poco mi mal sintió,
o por darme este pesar, 90
hoy de su casa ha salido,
y al mar de Antígola ha ido.
MARCELA Pues digo que iré mañana.
DON FÉLIX La vida me das, hermana;
tuya desde hoy habrá sido. 95
(Vase.)
MARCELA ¿Hay cosa como llegar
rogándome lo que yo
puedo, Silvia, desear?
Pero mira quién se entró
en el cuarto sin llamar. 100
SILVIA Laura y Celia son, señora.
(Salen LAURA y CELIA, con capotillos y sombreros.)
76
MARCELA Laura mía, ¿a aquesta hora?
LAURA No te espantes desto, amiga,
que a tanto una pena obliga.
MARCELA ¿Quién lo duda? ¿Quién lo ignora? 105
LAURA De la suerte que de mí
te fuiste ayer a valer,
vengo a valerme de ti.
CELIA Aprended, damas, de aquí,
lo que va desde hoy ayer. 110
LAURA Aquel hombre que dejaste
cerrado, Marcela mía,
en mi casa vio don Félix.
MARCELA ¡Jesús!
LAURA No importa que diga
el cómo o el cuándo, puesto 115
que bastaba ser desdicha,
para que ella se estuviese
desde luego sucedida.
Quísele satisfacer,
y vine a tu casa, amiga, 120
sin mirar a los respetos
a que el ser quien soy me obliga.
Entré en su aposento, y cuando
a representarle iba
disculpas, que no tocase 125
en tu opinión, ni en la mía,
una mujer que detrás
de su aposento tenía,
y que era sin duda Nise.
MARCELA ¿Quién duda que ella sería? 130
LAURA Salió a dar celos por celos.
MARCELA ¡Hay tan gran bellaquería!
¿Y qué hizo Félix a eso?
LAURA Él, aunque quiso seguilla,
yo no le dejé. En efeto, 135
las dos quejas repetidas,
77
ni las suyas quise oír,
ni él saber quiso las mías.
Por mostrar que estaba, ¡ay cielos!,
gustosa y entretenida, 140
¡oh cuán a costa del alma,
Marcela, un triste se anima!
Al mar de Antígola hoy
salí con una amigas,
donde, aunque debió alegrarme 145
su hermosa apacible vista,
no pudo, que para mí
ya se murió la alegría,
tanto que ni el ver la reina,
que infinitos siglos viva, 150
para que flores de Francia
nos den el fruto en Castilla,
cómo en su verde carroza,
que caballos del Sol tiran,
varado bajel de tierra 155
llegó a abordar a la orilla,
ni el ver tan ufano entonces
ese breve mar que imita
del Océano las ondas
encrespadas y movidas 160
de los céfiros süaves,
cuando al mirar quien las pisa
como plata las entorcha,
y como vidro las riza.
Ni el ver que ya el bergantín, 165
coche del mar, pues le guían
como caballos los remos,
a quien el freno registra
de un timón, abrió el estribo
de su hermosa barandilla, 170
para que su popa ocupe,
para que su esfera admita
un Sol a quien hizo guarda,
no menos que el Alba misma.
Ni el ver las hermosas damas, 175
que como flores seguían
la rosa, bien así como
tejido coro de Ninfas,
78
en las selvas de Dïana
profanas fábulas pintan. 180
Ni el ver en fin, que tan bello
ya el bajel bogando iba
el piélago de cristal,
que al acercarse a la Isla
del Cenador, que con tantas 185
flores el estanque habita,
no pudo determinar
desde aparte, no, la vista,
cuál el bergantín, o cuál
era el Cenador, pues vía 190
flores en cualquiera tantas,
que unas a otras competidas,
naval batalla de flores
se dieron muertes, y vivas
me pudo aliviar, pues toda 195
esta pompa hermosa y rica,
en los cristales bullicio,
en las flores alegría,
en los vientos suavidad,
en las hojas armonía, 200
en las damas hermosura,
y en todos los campos risa:
llanto fue, llanto en mis ojos.
Celosa de Fénix, mira
si a quien esto no divierte 205
bastantemente peligra.
Yo no he de hablarle; porque
es triste cosa, es indigna
acción darle yo a torcer
mis celos; y así quería 210
de una industria aquí valerme,
si es que mi amistad codicias;
y es, que para que yo vea
si Nise en su cuarto habita,
le he de acechar esta noche 215
por aquella puerta, amiga,
que dijiste, y que a su cuarto
cae y él tiene escondida.
¿Cómo faltar de mi casa
podré? es fuerza que aquí digas; 220
79
y responderete yo
que hoy mi padre fue a una villa,
adonde su hacienda tiene,
y no vendrá en cuatro días.
Así que estas noches puedo 225
ser tu huéspeda, si obliga
mi amistad a esta fineza,
pues es fineza de amiga
tan principal, tan discreta,
tan noble y tan entendida. 230
MARCELA ¿Cómo te podré negar,
Laura, lo que solicitas,
si con mi razón me arguyes,
si con mi dolor me obligas?
Solo hay un inconveniente; 235
mas si tú lo facilitas
ven desde luego a mi casa;
mal dije, a la tuya misma.
LAURA ¿Cuál es el inconveniente?
MARCELA Tanto mi hermano te imita 240
en el dolor y en la causa,
(no importa que te lo diga,
primero somos nosotras)
que hoy me ha pedido que finja
con él un enojo, y vaya 245
a ser por algunos días
tu huéspeda, porque yo
allá de adalid le sirva;
pues si no voy a tu casa
yo, porque estás tú en la mía, 250
dirá...
LAURA Escucha: antes mejor
es que desde luego finjas
tú el enojo, y que te vayas;
pues con aquesto le obligas
a que él esté más seguro 255
de que yo en su casa asista.
MARCELA Dices bien, que con mi ausencia
se sanea esta malicia.
80
LAURA ¿Cómo se ha de hacer?
MARCELA Así:
dame el manto, y dirás, Silvia, 260
que me fui en casa de Laura,
que para hacer más creída
la causa, quise ir de noche,
(Pónese el manto.)
y después (aparte mira),
busca a Lisardo, y dirasle, 265
[cómo mi afecto le avisa
que a verme vaya esta noche]19;
y quédate donde sirvas
a Laura. Tú, Celia, ven
conmigo; pues nos obliga 270
esto a trocar con las casas
las crïadas.
LAURA ¿Tan aprisa?
MARCELA Estas cosas más se aciertan
mientras menos se imaginan.
LAURA Marcela, a mi casa vas; 275
por ella y por mi honor mira.
MARCELA Por ella mira y mi honor,
pues te quedas tú en la mía.
¿En qué ha de parar aqueste
trueco?
CELIA ¿Quieres que lo diga? 280
En algún lance que a todos,
o nos case o nos aflija.
(Vanse por una parte CELIA y MARCELA, y por la otra SILVIA y LAURA, y salen
LISARDO y CALABAZAS.)
LISARDO ¿Qué papel es ese?
CALABAZAS Es
el que es, ha de ser, y ha sido
del tiempo que te he servido, 285
cuenta estrecha.
LISARDO Dime pues,
¿a qué propósito agora...?
81
CALABAZAS A propósito de que hoy
de tu servicio me voy.
LISARDO ¿Por qué causa?
CALABAZAS ¿Quién lo ignora? 290
Porque andas aquestos días
muy discreto.
LISARDO ¿Qué has querido
decir?
CALABAZAS Que andas divertido.
LISARDO Tales son las penas mías.
CALABAZAS Y no ha de ser tan discreto 295
el amo, que ha de pensar,
que no le puede guardar
Calabazas el secreto.
Tú te andas solo contigo,
contigo solo te estás, 300
contigo vienes y vas,
y en fin, contigo y sin migo
en cualquier parte te ven;
que parecemos, señor,
el dinero y el amor; 305
mirad con quién, y sin quién.
Si alguna tapada viene
a verte, salte allá fuera;
si vas a verla, aquí espera,
porque ir allá no conviene. 310
Pues ¿esto ha de ser así?
¡Pesar de quien me parió!
¿Para qué te sirvo yo?
Y así quiero desde aquí
buscar amo más humano; 315
porque para mí, en rigor,
ninguno será peor,
aunque sea un luterano,
aunque sea un presumido
de docto, siendo menguado 320
con ingenio un desdichado,
sin él un introducido;
un poeta que hace trazas
82
de comedias, y seamos
los crïados y los amos 325
todo en casa Calabazas;
aunque sea un lindo compuesto,
que hable melifluo y despacio,
y aunque galantee en palacio,
que es peor que todo esto. 330
LISARDO Las cosas que me han pasado
tan públicas han venido,
Calabazas, que no ha sido
forzoso haberlas contado.
Para que las sepas, pues, 335
hablar a aquella tapada,
en el campo, tan guardada,
verla en su casa después,
adonde me sucedió
aquel lance parecido 340
al de Félix, que escondido
en su casa me pasó;
Venir a verme a la mía,
adonde desengañado
de que esotra me ha dejado, 345
la que don Félix quería;
salir de allí tan veloz;
irse en fin como se fue:
ello se dice y se ve,
sin que aquí tenga mi voz 350
que contar; pues aunque quiera
no te puedo decir más
de lo que tú viendo estás.
CALABAZAS Ella es gentil embustera.
LISARDO En cuanto a que ando pensando 355
qué es lo que me ha sucedido,
es verdad, y estoy corrido
de estar creyendo y dudando,
qué mujer es esta; pues
cuando yo ser presumía, 360
dama de Félix, vivía
sin discurrir; mas después
que estando conmigo ella,
83
de Félix la dama entró,
y que me desengañó 365
de que era otra dama aquella.
Mayor deseo me ha dado
de saber quién es; pues puedo
perder a su honor el miedo
que por Félix le he guardado. 370
CALABAZAS Yo bien pudiera a decir
quién es.
LISARDO ¿Tú?
CALABAZAS Yo.
LISARDO Dilo pues.
CALABAZAS ¡Vive Dios, que sé quien es!
LISARDO Pues no me hagas discurrir.
CALABAZAS ¿Ella no es enredadora? 375
quien es sé, ¿no es embustera?
quien es sé, ¿no es bachillera?
quien es sé, ¿no es habladora?
La misma razón lo enseña.
Quien es, sí, jurado a Dios, 380
LISARDO Dilo.
CALABAZAS Aquí para los dos,
es...
LISARDO Prosigue.
CALABAZAS Alguna dueña.
LISARDO Qué disparate.
(Sale SILVIA.)
SILVIA Lisardo,
que aquí me escuchéis os pido.
CALABAZAS ¡Mujer! ¿De dónde has caído? 385
LISARDO Ya lo que quieres aguardo.
SILVIA Una dama, de quien vós
la casa, señor, sabéis,
84
que a su ventana llaméis
esta noche os pide, adiós. 390
(Vase.)
CALABAZAS Tapada de las tapadas,
oye.
LISARDO Tente, ¿dónde vas?
CALABAZAS Deja, que no quiero más
de darla dos bofetadas,
que las lleve a su señora. 395
LISARDO ¿Hay quien tus locuras crea?
CALABAZAS Porque otra vez no me sea
dueña enjerta.
LISARDO Escucha agora,
pues que ya la noche fría
en mal distinto arrebol, 400
da prisa diciendo al sol,
que se vaya con el día,
y a mí esperándome están,
dame un broquel, y tú aquí
me espera.
CALABAZAS ¿Yo esperar?
LISARDO Sí. 405
CALABAZAS Espere un judío de Orán,
que a casa donde encerrado
estuviste, y aun corrido,
y hay padre de conocido
y galán de imaginado, 410
no has de ir solo.
LISARDO Sí he de ir.
(Sale FÉLIX.)
DON FÉLIX ¿Dónde, Lisardo?
LISARDO No sé
cómo callaros podré,
ni cómo os podré decir
lo que en Ocaña me pasa. 415
85
¿Tenéis que hacer ahora?
DON FÉLIX ¿Yo?
Ni en toda esta noche.
LISARDO ¿No?
DON FÉLIX [No] , que el fuego que me abrasa,
por acrecentar su ardor,
treguas por ahora ha dado. 420
LISARDO Pues yo quiero mi cuidado
fïaros ya sin temor,
que si hasta aquí he suspendido
la relación que empecé,
respeto que os tuve fue; 425
pero habiendo ya sabido
que nada os puede tocar,
y sois quien sois en efeto,
de mi amor todo el secreto,
hoy os tengo de fïar. 430
Venid conmigo, y sabréis,
porque el tiempo no perdamos,
extraños sucesos.
DON FÉLIX Vamos;
que mucha merced me haréis
en divertir el dolor 435
de que mi pecho está lleno;
porque de amor el veneno
cure trïaca de amor.
CALABAZAS Yo ¿qué he de hacer?
LISARDO Esperar
aquí en casa a que vengamos. 440
(Vanse los dos.)
CALABAZAS ¡Buenos, paciencia, quedamos,
sin ver, ni oír, a callar!
Cuando no tiene el servir
otro gusto, otro placer,
que escuchar para saber, 445
y saber para decir,
aun deste gusto me priva
el recatarse de mí.
86
Pues no he de pasar así;
así Calabazas viva, 450
que por aquel mismo caso,
que aquí de mí se guardó,
tengo de seguirle yo.
Tras ellos, paso entre paso,
tengo de irme rebozado; 455
porque si yo, cual sospecho,
no le mormuro y acecho,
¿para qué soy su crïado?
(Vase, y hacen ruido dentro, y sale como tropezando FABIO y un CRIADO.)
CRIADO Aliéntate, que ya estás
cerca de Ocaña, señor. 460
FABIO Es tan notable el dolor,
Lelio, que no puedo más;
que aunque yo por descansar
de la yegua me apeé,
y quise venir a pie 465
este rato, por dejar
con ejercicio vencido
el dolor de la caída,
te confieso que en mi vida
no me he visto tan rendido. 470
CRIADO Ello fue dicha, señor;
pues apenas una legua
andada, cayó la yegua,
porque pudieras mejor
volverte a tu casa, donde 475
con más cuidado podrás
curarte.
FABIO A esta pierna más
todo el golpe corresponde,
que fue la que me cogió
debajo.
CRIADO Súbete, pues 480
irás antes.
FABIO Mejor es
andar otro poco, y no
dejar, Lelio, resfrïar
87
la caída.
CRIADO Dices bien;
mas considero también 485
que ya ha empezado a encerrar
la noche, y que lo que andando
en tal parte se mejora,
se llega más a deshora
a tu casa, y quizá cuando 490
ya recogida, no habrá
modo de curarte.
FABIO Bien
dices; la yegua prevén,
que atada a ese tronco está,
y vamos, si esto restaura 495
mi salud; aunque yo creo
que ir a casa no deseo,
por no dar cuidado a Laura,
que me quiere de manera,
que temo que hoy ha de ser 500
su fin, si me ve volver
con una pena tan fiera.
CRIADO Como hija, claro está
que lo sienta mi señora.
FABIO Pondré que aquesta es la hora 505
que está recogida ya.
CRIADO ¿Quién lo duda?
FABIO ¡Oh, cuánto siento
haberla de despertar!
Mas no lo puedo excusar.
Lo que haré será, que atento 510
a su quietud llamaré
por la puerta principal;
pues con prevención igual
podrá ser, pues que se ve
de su cuarto más distante, 515
no oírme.
CRIADO Dispón ahora
tu salud, que mi señora
88
lo estimará.
FABIO No te espante
verme con tanta fineza
que soy en mi senectud, 520
amante de su virtud,
como otros de su belleza.
(Vanse.)
(Salen LISARDO y DON FÉLIX.)
DON FÉLIX Mucho me he holgado de oíros
por ser la novela extraña.
LISARDO Esto es por mayor; que dejo 525
de decir mil circunstancias,
por no cansaros, don Félix,
y pues sabéis que me aguarda,
idos con Dios, que ya es hora.
DON FÉLIX Decirme a mí que una dama 530
vais a ver, y haberme dicho
que tuvistis en su casa
riesgo, y decir que me quede,
son dos cosas muy contrarias;
pues no soy de los amigos 535
yo, con quien solo se hablan
las cosas; que precio más
las obras que las palabras.
Id a lograr vuestro amor
norabuena, que hasta el alba 540
yo sabré estar en la calle.
LISARDO A amistad, don Félix, tanta,
mal hiciera en resistirme.
(Sale CALABAZAS como acechando.)
CALABAZAS [Aparte.]
Si cual veo lo que andan,
lo que hablan viera, yo viera 545
lo que andan y lo que hablan,
llegarme quiero.
LISARDO ¿Qué es esto?
DON FÉLIX Un hombre, si no me engaña
la vista, que tras nosotros
89
viene.
LISARDO Pues sacad la espada. 550
DON FÉLIX ¿Quién va?
CALABAZAS Naide va, porque
no diz que va el que se para.
DON FÉLIX ¿Quién sois?
CALABAZAS Un hombre de bien.
LISARDO Pues pase, si acaso pasa.
CALABAZAS No paso, que me hago hombre. 555
DON FÉLIX Pues jugaré yo de espadas.
LISARDO Dalde la muerte.
CALABAZAS ¡Detente!
¡Ay, ay señor, que me matas;
que soy Calabazas!
DON FÉLIX ¿Quién?
CALABAZAS Calabazas.
LISARDO Calabazas, 560
¿qué es esto?
CALABAZAS Es venir a ver
dónde vais.
(Danle los dos.)
DON FÉLIX ¡Por Dios...!
LISARDO Ya basta,
dejalde, no alborotéis,
porque está cerca la casa
que buscamos.
DON FÉLIX ¿Hacia aquí 565
vive, Lisardo, la dama
que venís a ver?
LISARDO Sí, Félix.
DON FÉLIX ¿Y es bizarra?
90
LISARDO Muy bizarra.
DON FÉLIX ¿Tiene padre?
LISARDO Sí.
DON FÉLIX ¿Y aquí
os cerrastis en la cuadra? 570
LISARDO Sí.
DON FÉLIX ¿Y estando ella con vós
entró la que me22 buscaba?
LISARDO Sí.
DON FÉLIX Ved que como la noche
llena está de sombras pardas,
más obscura que otras veces, 575
pues aún la luna le falta,
podrá ser que os engañéis.
LISARDO No me engaño. A esta ventana
he de llamar y esta puerta
han de abrir.
CALABAZAS [Aparte.]
Ya sé la casa. 580
DON FÉLIX [Aparte.]
¿Esta ventana?, ¿esta puerta?
¡Ay de mí! El cielo me valga,
que estas las de Laura son,
para mí dos veces falsas.
LISARDO Retiraos, porque yo 585
la seña, que es esta, haga.
(Hace señas a la reja.)
DON FÉLIX Si mal no me acuerdo, ¡ay triste!,
en la relación pasada
dijistis que la mujer
que para hablaros aguarda, 590
es la que hoy escondida
dentro de mi cuarto estaba.
LISARDO Es verdad.
91
DON FÉLIX Y que la otra
que vino...
(Sale CELIA a la ventana.)
CELIA Ce.
LISARDO Ya me llaman.
CELIA ¿Es Lisardo?
LISARDO Sí, yo soy. 595
DON FÉLIX (Aparte.)
Celia es esta.
CELIA Pues aguarda
abriré la puerta.
LISARDO Ya
conmigo habló la crïada,
y dice que viene a abrirme
la puerta.
DON FÉLIX Antes que la abra, 600
decid...
(Abre la puerta CELIA.)
LISARDO No puede ser antes.
DON FÉLIX Si es...
LISARDO Adiós, porque me aguarda.
DON FÉLIX La dama...
CELIA Entrad presto.
LISARDO Luego
hablaremos.
(Vanse.)
(Al entrar LISARDO quiere entrar DON FÉLIX, y dale con la puerta CELIA.)
DON FÉLIX ¡Y en la cara
con la puerta me dio Celia! 605
CALABAZAS Con cerradura no agravia
una puerta, aunque es de palo;
que el tener hierro le salva.
DON FÉLIX [Aparte.]
92
¿Qué es lo que pasa por mí?
¿Quién vio confusiones tantas? 610
¿En casa de Laura? ¡Cielos!
Viene buscando la dama
que hoy de mi cuarto salió,
cuando entró en mi cuarto Laura:
luego ella no puede ser. 615
¿Quién puede ser en su casa?
¡Ah, quién no le hubiera dicho
a Marcela que dejara
para mañana el venir
aquí, que ella lo apurara! 620
Pero mientras más discurro,
más lugar doy a mi infamia.
Pues no discurramos, celos,
sino a ver la verdad clara
caminemos más aprisa; 625
pues ella es Laura, o no es Laura:
si no es ella, ¿qué se pierde
en desengañar mis ansias?
¿Y qué se pierde, si es ella,
en perder la vida, el alma, 630
después de Laura perdida?
La puerta en el suelo caiga.
Pero ¿cómo a esto me atrevo,
si a Lisardo la palabra
le he dado? Pero ¿qué importa 635
la amistad, la confïanza,
el respeto, ni el decoro?
Que donde hay celos se acaba
todo, porque no hay honor
ni amistad que tanto valga. 640
(Da golpes a la puerta como para derribarla, y a este tiempo como más lejos dan también golpes dentro.)
CALABAZAS ¿Qué haces, señor?
DON FÉLIX Darte muerte...
CALABAZAS Si es posible, no lo hagas.
DON FÉLIX Mas ¿qué golpes son aquellos?
CALABAZAS ¿De qué te admiras y espantas?
93
Otro será en otra parte 645
que le habrá dado otra rabia,
y da golpes a otra puerta.
FABIO (Dentro.)
Abre aquí, Celia; abre Laura.
CELIA (Dentro.)
¡Ay de mí!, mi señor es.
DON FÉLIX Fabio es aquel.
(Cuchilladas dentro.)
FABIO ¡Esta infamia 650
llego a ver!
CALABAZAS Por Dios, que allá
ya han llegado a las espadas.
DON FÉLIX ¡Mal haya la puerta! amén.
(Sale LISARDO con MARCELA en los brazos como a escuras.)
LISARDO No temáis, señora, nada,
que aunque llaman a esta puerta, 655
seguro es quien a ella llama.
MARCELA Con vós Lisardo he de ir;
que como yo a vuestra casa
llegue, nada hay que temer,
si es que ella una vez me ampara. 660
LISARDO Venid, y no os receléis
de un hombre que me acompaña.
MARCELA ¿Es Félix?
LISARDO Sí.
MARCELA Pues mirad
que es Félix...
LISARDO ¿En qué reparas?
Ya no es tiempo de recatos. 665
¿Félix?
DON FÉLIX ¿Quién va?
LISARDO Mis desgracias.
94
DON FÉLIX ¿Qué ha sido aquesto?
LISARDO Que estando
hablando con esta dama,
vino su padre de fuera,
llamó, y viendo que tardaban 670
en abrirle, derribó
la puerta y sacó la espada.
Porque se apagó la luz,
tuve lugar de librarla.
Llevalda, que yo me quedo 675
a guardaros las espaldas,
porque no os siga ninguno,
que conmigo Calabazas
quedará.
CALABAZAS No quedará.
DON FÉLIX Mejor es con ella vaya, 680
y nos quedemos los dos.
LISARDO ¿Tan sola hemos de dejarla?
No es razón; pues la primera
obligación es la dama
en todo trance; así, Félix, 685
vós solo habéis de llevarla
y ponerla en salvo.
DON FÉLIX Es justo.
En fin, ha venido Laura
a mi poder.
MARCELA [Aparte.]
Ay de mí.
DON FÉLIX [Aparte.]
Yo estoy muerto.
MARCELA [Aparte.]
Estoy turbada. 690
DON FÉLIX Ven conmigo; que aunque no
mereces finezas tantas,
soy quien soy, y he de librarte.
MARCELA ¿Hay mujer más desdichada?
95
DON FÉLIX ¿Hay hombre más infelice? 695
(Vanse.)
(Sale FABIO con luz, y criados con espadas.)
FABIO Aunque las fuerzas me faltan,
no las fuerzas del honor
para tomar mil venganzas.
LISARDO Deteneos, que ninguno
de aquí ha de pasar.
FABIO Mi espada 700
hará paso por el pecho
vuestro.
(Riñen todos.)
CALABAZAS ¡Infeliz Calabazas!
¿Quién te metió en acechar?
LISARDO [Aparte.]
Pues que ya Félix se alarga,
antes que aquí me conozcan 705
mejor es volver la espalda;
esto es valor, no temor.
(Vase.)
FABIO Espera cobarde, aguarda.
CALABAZAS [Aparte.]
¿Quién creyera, que Lisardo
en la ocasión me dejara? 710
CRIADO Aquí se quedó uno dellos.
FABIO Pues muera, Lelio. ¿Qué aguardas?
CALABAZAS ¡Deteneos, por Dios!
FABIO ¿Quién sois?
CALABAZAS Si es que el miedo no me engaña
un curioso impertinente. 715
FABIO Dejad la espada.
CALABAZAS La espada
es poca cosa; el sombrero,
la daga, el broquel, la capa,
96
la ropilla y los calzones.
FABIO ¿Sois crïado del que agravia 720
esta casa?
CALABAZAS Sí señor,
porque es un agravia casas,
que no se puede sufrir.
FABIO ¿Quién es, y cómo se llama?
CALABAZAS Lisardo se llama, y es 725
un soldado, camarada
de Félix.
FABIO Porque no empiece
por lo menos mi venganza,
no te doy muerte.
CALABAZAS Haces bien.
(Vase.)
FABIO Y pues alguna luz hallan 730
mis desdichas, a buscar
iré a Félix. ¡Oh, mal haya
casa con dos puertas, pues
tan mal el honor se guarda.
(Sale DON FÉLIX con MARCELA, como a escuras, diciendo antes dentro los primeros versos, y luego abren la puerta, ha de ir cubierta, y salen a ella LAURA y SILVIA.)
DON FÉLIX ¡Hola! Traed aquí una luz. 735
ESCUDERO (Dentro.)
Ya la llevo, si es que hallan
luz unos ojos dormidos.
LAURA Ya dentro del cuarto andan,
escuchemos desde aquí.
DON FÉLIX Ya por lo menos ingrata, 740
ya por lo menos no puedes
negarme...
LAURA [Aparte.]
Con mujer habla.
DON FÉLIX En este lance, que eres
mudable, inconstante, falsa,
97
cruel, aleve y engañosa; 745
pues a nadie desengañan
más cara a cara sus celos.
MARCELA [Aparte.]
Aquí mi vida se acaba.
DON FÉLIX ¿Para esto veniste hoy
a mi casa?
LAURA [Aparte.]
La que estaba 750
tapada, oyes pues la dice
que hoy ha venido a su casa.
DON FÉLIX En mi poder estás, mira
si había disculpa. ¡Mal haya
cuanto tiempo te he querido, 755
cuantas penas, cuantas ansias
padecí, y cuantas finezas
hizo mi amor por tu causa!
LAURA ¿No escuchas cómo confiesa
que la ha querido?, ¿qué aguarda 760
mi paciencia?
SILVIA ¿Dónde vas?
LAURA No sé, ¡ay Silvia, estoy turbada!
A escucharle de más cerca.
DON FÉLIX ¡Oh cuánto con la luz tardas!
ESCUDERO (Dentro.)
Ya va la luz.
MARCELA [Aparte.]
¿Qué he de hacer 765
si la trae?
DON FÉLIX ¿No dices nada?
Pero si estás convencida,
¿qué has de decir?
(Vase apartando MARCELA, y LAURA atravesándose entre los dos; de suerte, que viene
a tomar DON FÉLIX de la mano a LAURA, y tenella cuando sale la luz, MARCELA se va,
y cierra la puerta tras sí.)
MARCELA [Aparte.]
98
¡Oh, si hallara
por donde irme; que a lo menos
la vida así asegurara! 770
DON FÉLIX Detente, no huyas, no huyas;
que no quiero más venganza
de ti, que sepas que sé
esto.
LAURA [Aparte.]
Por otra me habla,
y he de callar mis agravios, 775
hasta que las luces traigan,
y ver que soy yo con quien
está.
MARCELA [Aparte.]
Confusa y turbada
la puerta hallé de mi cuarto;
este sagrado me valga, 780
pues fue dicha estar abierta.
SILVIA ¿Eres Laura?
MARCELA No soy Laura,
¿eres [tú]25 Silvia?
SILVIA Yo soy,
¿qué es esto?
MARCELA Fortunas varias.
Cierra esa puerta, y conmigo 785
ven, Silvia, aprisa. ¿Qué aguardas?
(Vanse, y sale la luz.)
ESCUDERO Ya están las luces aquí.
DON FÉLIX Déjalas, y afuera aguarda.
(Vase el ESCUDERO, y va a cerrar la puerta DON FÉLIX.)
LAURA [Aparte.]
¡Aquí es ello, cuando vuelva
a verme!
DON FÉLIX En efeto, Laura, 790
yo soy quien solo guardó
a sus celos las espaldas.
99
LAURA [Aparte.]
¿Qué es esto?, ¿cómo de verme
no se turba ni embaraza?
DON FÉLIX Solo yo en el mundo trujo 795
para otro galán su dama,
di agora que yo te ofendo.
LAURA ¡No está la deshecha mala!
¡Bien te alientas a fingir
la razón con que me agravias; 800
pues viéndote convencido,
cuando en tus brazos me hallas,
de haberme hablado por otra
a quien traes a tu casa,
prosigues las quejas della 805
conmigo!
DON FÉLIX Solo eso falta
a mi paciencia ofendida,
que tú agora creer me hagas,
que hablaba con otra yo.
LAURA Pues ¿de qué, Félix, te espantas, 810
si es verdad?
DON FÉLIX Pues ¿dónde está
la mujer con quien yo hablaba?
LAURA Si una casa con dos puertas
mala es de guardar, repara
que peor de guardar será 815
con dos puertas una sala.
Y se fue.
DON FÉLIX Laura, por Dios,
que me dejes. Vete, Laura,
que me harás perder el juicio,
si quieres, que yo no haya 820
traídote aquí, porque
estando, la voz me falta,
tu padre fuera, Lisardo,
no puedo hablar.
LAURA Tú te engañas;
que yo escondida esta noche 825
100
en el cuarto de tu hermana
he estado, por solo ver
esto que a mis ojos pasa;
y ella...
DON FÉLIX Detente, que agora
lo veré. Marcela, ¡hermana! 830
(Sale MARCELA.)
MARCELA ¿Qué quieres?
(Aparte.)
Disimular
importa, pues informada
estoy de todo.
DON FÉLIX Di ¿ha estado
contigo esta noche Laura?
MARCELA ¿Laura conmigo, señor, 835
a qué efeto? Yo mañana
había de ir a estar con ella,
¿mas, ella conmigo?
LAURA Aguarda,
¿no vine esta tarde yo
a pedirte que en tu casa 840
me tuvieras? ¿Y a la mía
tú...?
MARCELA No prosigas, que nada
deso es verdad.
DON FÉLIX Laura, ves,
mal te ha salido la traza:
¿estase esotra en su cuarto 845
recogida y retirada,
y dices que estás con ella?
LAURA ¿Pues tú, Marcela, me agravias?
MARCELA Sí, que soy primero yo.
LAURA Pues tanto me apuras, salgan 850
verdades a luz, Marcela
ha sido...
SILVIA A la puerta llaman.
101
(Dentro LISARDO.)
LISARDO Abrid don Félix.
DON FÉLIX Agora
verás que todo se acaba;
pues tu galán, Laura, viene. 855
LAURA Ahí tengo yo mi esperanza.
MARCELA [Aparte.]
Aquí se deshace todo.
¡Quién a Lisardo avisara
de mi peligro!
(Sale LISARDO.)
[LISARDO] Don Félix,
porque ninguno llegara 860
a seguirme, tardé. ¿Dónde
habéis puesto aquella dama?
DON FÉLIX Veisla aquí, pero primero
que acabe con mi esperanza
el verla en vuestro poder, 865
me habéis de sacar el alma.
LISARDO Hasta ahora no creí
que caballeros engañan
de vuestras obligaciones
a los que dellos se amparan. 870
La dama que os entregué
os pido.
DON FÉLIX ¿No es esta dama
la que me entregastis?
LISARDO No.
DON FÉLIX Solo aquesto me faltaba
para acabar de perder 875
la paciencia.
MARCELA [Aparte.]
¡Ay desdichada!
LISARDO Si esta suponéis, don Félix,
porque os obliga otra causa,
hablad más claro conmigo.
102
LAURA Yo de confusiones tantas 880
os sacaré. Di, Lisardo,
¿es esta a quien buscas y amas?
LISARDO Esta es. Sí, aquí la tenéis,
¿qué os ha obligado a ocultarla?
LAURA [A DON FÉLIX.]
¡Mira si se está en su cuarto, 885
recogida y retirada!
Primero soy yo, Marcela.
(Pónela detrás de sí.)
DON FÉLIX Corrido estoy; esta daga
dé a una vil hermana muerte.
MARCELA Lisardo, mi vida ampara. 890
LISARDO ¿Hermana de Félix es?
DON FÉLIX Y en quien tomaré venganza.
LISARDO Sabéis quien soy, y es preciso
defenderla y ampararla
por mujer.
DON FÉLIX También sabéis 895
quién soy, y que de mi casa
menos que quien sea su esposo,
no ha de atreverse a mirarla.
LISARDO Luego con serlo quedamos
bien los dos.
(Sale FABIO y gente.)
FABIO Esta es la casa, 900
entrad.
DON FÉLIX ¿Qué es esto?
FABIO Esto, Félix,
es honor.
CALABAZAS [Aparte.]
¡Qué linda danza
se va urdiendo!
FABIO ¿Dónde está
103
un Lisardo, camarada
vuestro?
LISARDO Yo soy; porque nunca 905
a nadie escondí la cara.
CALABAZAS [Aparte.]
Nunca la cara escondió,
pero volvió las espaldas.
FABIO ¡Oh traidor!
DON FÉLIX Fabio, teneos;
(Pónense los dos a una parte.)
que la cólera os engaña. 910
El enojo que traéis,
si ha dado la causa Laura,
es conmigo, y me ha tocado
como a mi mujer guardarla.
FABIO No tengo qué responderos, 915
si Laura con vós se casa.
DON FÉLIX Pues para que veáis si es cierto,
aquesta es mi mano, Laura.
Y, pues el haber tenido
dos puertas esta, y tu casa, 920
causa fue de los engaños
que a mí y Lisardo nos pasan:
de la Casa con dos puertas,
aquí la comedia acaba.
104
IIIIII.. AAPPÉÉNNDDIICCEE DDOOCCUUMMEENNTTAALL A continuación una pequeña selección de textos que te ayudarán a comprender el mundo teatral barroco.
III.1. ARTE NUEVO DE HACER COMEDIAS EN ESTE TIEMPO (1609) DE LOPE DE VEGA
Según Ignacio Arellano, «Muchas de las preceptivas de la época incluyen observaciones y tercian en las polémicas teatrales. Pero quizá no haya mejor manera de examinar el concepto teórico de la comedia que partiendo de una preceptiva «a posteriori», escrita por el mismo monarca del tablado en esta etapa de invención y desarrollo: el Arte nuevo, de Lope».
y, cuando he de escribir una comedia, encierro los preceptos con seis llaves; saco a Terencio y Plauto de mi estudio, para que no me den voces, que suele dar gritos la verdad en libros mudos, y escribo por el arte que inventaron los que el vulgar aplauso pretendieron, porque, como las paga el vulgo, es justo hablarle en necio para darle gusto.
[vv.40-48]
Mezcla de lo trágico y lo cómico Lo trágico y lo cómico mezclado, y Terencio con Séneca, aunque sea como otro Minotauro de Pasife, harán grave una parte, otra ridícula, que aquesta variedad deleita mucho; buen ejemplo nos da naturaleza, que por tal variedad tiene belleza.
[vv.174-180]
No obedece la regla de las tres unidades no hay que advertir que pase en el período de un sol, aunque es consejo de Aristóteles, porque ya le perdimos el respeto cuando mezclamos la sentencia trágica a la humildad de la bajeza cómica. Pase en el menos tiempo que ser pueda, si no es cuando el poeta escriba historia en que hayan de pasar algunos años, que estos podrá poner en las distancias de los dos actos; o, si fuere fuerza, hacer algún camino una figura, cosa que tanto ofende a quien lo entiende, pero no vaya a verlas quien se ofende.
[vv.188-200]
División en tres actos y en tres actos de tiempo le reparta, procurando, si se puede, en cada uno no interrumpir el término del día. El capitán Virués, insigne ingenio, puso en tres actos la comedia, que antes andaba en cuatro, como pies de niño, que eran entonces niñas las comedias;
[vv.212-218]
División en tres actos (continuación)
Divido en dos partes el asunto, ponga la conexión desde el principio hasta que llegue a la postrera escena, porque, en sabiendo el vulgo el fin que tiene, vuelve el rostro a la puerta y las espaldas al que esperó tres horas cara a cara, que no hay más que saber que en lo que para.
[vv.231-239]
En el acto primero ponga el caso, en el segundo enlace los sucesos, de suerte que hasta el medio del tercero apenas juzgue nadie en lo que para.
[vv.298-301]
Decoro poético Si hablare el rey, imite cuanto pueda la gravedad real; si el viejo hablare, procure una modestia sentenciosa; describa los amantes con afectos que muevan con extremo a quien escucha; los soliloquios pinte de manera que se transforme todo el recitante y, con mudarse a sí, mude al oyente; pregúntese y respóndase a sí mismo, y, si formare quejas, siempre guarde el debido decoro a las mujeres. Las damas no desdigan de su nombre, y, si mudaren traje, sea de modo que pueda perdonarse, porque suele el disfraz varonil agradar mucho.
[vv.269-283]
Uso exclusivo del verso las décimas son buenas para quejas, el soneto está bien en los que aguardan, las relaciones piden los romances, aunque en otavas lucen por extremo; son lo tercetos para cosas graves, y para las de amor las redondillas.
[vv.307-312]
105
III.2. EL TEATRO VALENCIANO Y LA FORMACIÓN DE LA COMEDIA NUEVA
El reconocimiento que Juan de Timoneda hizo en Valencia de la validez literaria del teatro de Lope de Rueda, después de su éxito entre el público, tiene un riguroso significado histórico, porque señala el advenimiento de un género nuevo, desligado del rigorismo de modelos literarios clásicos o convenciones de ambientes áulicos, y empeñado, en cambio, en un efectivo esfuerzo de comunicación con un extenso círculo de oyentes. Siguiendo las huellas de Lope de Rueda, otros actores se comprometieron en la empresa y llegaron a ser célebres, pero de ellos no tenemos más que el recuerdo de sus contemporáneos. [Por otra parte siguieron gozando de gran vigencia también los italianos, cuyas actuaciones se documentan, abundantes, durante estos años.]
Todo esto ocurría en una época de indudable crisis de la civilización renacentista italiana, que, en el nuevo clima rigorista y organizador de la Contrarreforma, iba tratando de constituir, por el camino manierista, una cultura diferente que respondiese a las inquietas exigencias nuevas. Estas formas teatrales cómicas italianas, herederas del Renacimiento, habían decaído del plano áulico en el que habían surgido, pero se difundían ahora por toda España, importadas de Italia; y penetraba también en las esferas más altas la cultura que aquella crisis iba expresando, y que se caracterizaba, sobre todo, por la exigencia viva de una renovada y ordenada sistematización regida por un fuerte deseo de excepcionalidad espiritual, por un sentido más vivo de la realidad, por la necesidad de una más amplia comunicación, por la conciencia de los valores éticos del arte.
En este clima se explica que en España, ante el éxito de la nueva forma de arte que amenazaba con deslizarse hacia una burda reproducción de la realidad o a esquematizarse en fórmulas, tipos y gestos fijos, con una finalidad meramente y mediocremente edonista, los literatos advirtiesen, por una parte, las inmensas posibilidades del teatro dentro de estas mismas exigencias éticas y estéticas, y, por otra, la necesidad de una disposición del nuevo género en formas de arte más coherentes, con vistas a un orden, a una disciplina y a principios teóricos, que no fuesen, sin embargo, abstracción doctrinal, sino que se organizasen en contacto con la misma experiencia.
Esto significaba, tras el abierto reconocimiento por parte de Timoneda del carácter literario del teatro representado, estrechar aún más los lazos entre literatura y escena: reforzar y profundizar lo que ya Lope de Rueda y Alonso de la Vega habían iniciado, es decir, la reducción de los distintos géneros literarios (en su caso la novellistica en especial) al género representable: Timoneda mismo había llegado incluso, si bien con resultados discutibles desde el punto de vista estético, a recrear con la Filomena una antigua y trágica fábula mitológica.
Los varios géneros literarios estaban allí prontos a suministrar el material que el género naciente necesitaba, según un proceso explicable y natural, por el cual la tradición más antigua y rica en formas se convertía en guía y sugerencia para la más joven e inexperta.
Este proceso, que tiene su desarrollo en los años que siguen a 1575, ha sido estudiado hasta ahora por la crítica como un, repentino despertar de intereses, sobre todo hacia el género trágico, en el que resonaba aún la solemnidad de la épica; casi una violenta oposición al género cómico popular. Así, se ha colocado poco más o menos en la misma línea a autores completamente distintos, como Bermúdez, Rey de Artieda, Lupercio Leonardo de Argensola, Virués, Cervantes, y se ha llegado a ver, por otra parte, en el docto y libresco Juan de la Cueva al iniciador de un teatro nacional popular. Simplificación sumaria y expeditiva, alejada de la realidad histórica.
[El estudio detallado de la actividad teatral durante el último tercio del siglo] confirma la existencia en Valencia de una vivísima tradición teatral cuando Lope de Vega llegaba a esta ciudad por vez primera en 1588 (y por segunda vez en 1599). El mismo Guillén de Castro, que, según algunos, inició en Valencia su actividad de dramaturgo hacia 1583, y según otros, un poco más tarde (de cualquier forma, antes de 1599, año en que se puede hablar razonablemente de una posible influencia lopesca), en aquellas de sus obras que pueden considerarse más antiguas, como, por ejemplo, El amor constante, El caballero bobo, Los mal casados de Valencia, demuestra formar parte de un gusto y de una tradición locales cuyos elementos resultan fácilmente reconocibles. [...]
Se puede observar que Lope, antes de llegar a Valencia, había realizado tan sólo tentativas dramáticas gobernadas por un gusto eminentemente literario, por no decir libresco, incierto entre lo épico y lo lírico. En efecto, Los hechos de Garcilaso constituyen un intento de llevar a escena un tema heroico del Romancero, mientras que El verdadero amante y La pastoral de jacinto escenifican temas pastoriles. Los celos de Rodamonte y Belardo el furioso se mueven en los dominios de la tradición poética épico-caballeresca. Ninguna de esas obras es
«comedia» en su específica significación, ni lo es la que, entre los dramas más antiguos, alcanza los mejores resultados poéticos, es decir, Las ferias de Madrid, con su mezcla de temas distintos no resueltos en unidad. Después de estas obras, se nota ya, en Las burlas de amor y las demás piezas antes citadas, la existencia de una textura dramática más organizada y unitaria y la presencia de personajes y acciones que legitiman el uso del término «comedia» en su específico sentido histórico.
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En efecto, Valencia debió de significar para Lope el encuentro con un teatro que había sabido asimilar plenamente la literatura y crearse un lenguaje propio: sobre todo a través de las obras de Tárrega, el gran exiliado debió de reconocer las infinitas posibilidades que el nuevo género ofrecía. Con las obras escritas en Valencia, Lope revela un sentido más seguro del teatro, cediendo, incluso, a veces, a una excesiva admisión de recursos escénicos de bajo valor. Definitivamente, adoptó la distribución de las comedias en el sintético dinamismo de los tres actos, innovación que, por lo demás, él reconoció a Virués, y de la que no está excluido que hubiese tenido ya noticia en Madrid, antes del destierro. Es también probable que Lope eligiese para su exilio precisamente Valencia por su fama de ciudad rica y culta y, sobre todo, por la curiosidad de conocer aquel ambiente teatral del que habría oído hablar a actores, como su amigo Gaspar de Porres.
Advirtió, por otra parte, la importancia de las figuras cómicas características, que quizá ya conocía del teatro dell’arte italiano, pero que estaban bien presentes en el teatro valenciano: motivo que él irá desarrollando hasta la creación de lo que será llamado el «gracioso». Dio una más variada pero más ligera armoniosa organización métrica a la «comedia», y empezó a definir de un modo apropiado como protagonistas a los personajes del «galán» y de la «dama». Sobre todo, dejando al margen el influjo de la tradición de la lírica y de la épica, descubrió el diálogo brillante y hasta conceptuoso como instrumento fundamental de realización de una acción dinámica, capaz de interesar y mover a un público variado.
El mismo Lope, por lo demás, reconoció la grandeza del canónigo Tárrega, demostrando respetarle y admirarle. Por otro lado, la tradición dramática valenciana encontraba en Lope a quien sabía interpretarla y continuarla, profundizando sus motivos esenciales. No es posible, por tanto, seguir creyendo en una «escuela valenciana» formada por Lope: la verdad es que Lope, con su llegada a Valencia en 1588, aprendió más que enseñó, lo que –desde luego– no quita nada a su grandeza de poeta dramático, capaz, en breve tiempo, de superar a sus modelos y alzarse luego con una verdadera «monarquía cómica».
Una prueba más de la relación de sucesión entre Tárrega y Lope es ofrecida por Baltasar Gracián, que, en el «Discurso XLV» de su Agudeza y arte de ingenio, traza una línea fundamental del teatro cómico español y, después de haber hablado de Lope de Rueda, juzga que «el canónigo
Tárrega aliñó ya más el verso y tiene muy sazonadas invenciones», para añadir: «sucedió Lope de Vega con su fertilidad y abundancia».
En Valencia, además, Lope de Vega tuvo ocasión de discutir sobre teatro, valiéndose de la tradición crítica y académica local, que de allí a poco se manifestaría en la Academia de los Nocturnos; debió así de madurar en él una conciencia crítica más precisa de lo que el teatro representaba en la cultura del tiempo. Cuando más tarde volvió a Valencia, en 1599, ya seguro dominador de la escena española, encontró en Guillén de Castro al que, siendo aún joven, tras sus primeros intentos llevados a cabo en la órbita de la tradición local, tenía genio y capacidad para desarrollarla en formas más decididamente innovadoras y.-en consonancia con la conciencia de la época.
Es justo distinguir, como hace Juliá Martínez, dos épocas en la producción de Guillén de Castro, porque la segunda llegada de Lope extingue las características de la tradición local; ésta ingresa en la órbita lopesca casi espontáneamente, dado que no presentaba elementos irreductibles con aquella «comedia» de la que, por el contrario, había sido un fundamental esbozo precursor. Por el mismo motivo, Ricardo del Turia y Carlos Boyl, al comienzo del siglo XVII, podrán compartir teóricamente el ideal lopesco de la comedia moderna sin las reticencias ni los rebuscamientos de compromiso de Juan de la Cueva, precisamente porque veían resolverse en Lope, del modo más coherente, la propia tradición local. Bajo todos los aspectos, el encuentro entre Lope y la producción valenciana era la consciente resolución de un proceso histórico.
La «comedia», como toda expresión artística, no es la milagrosa, improvisada y aislada invención de un genio por naturaleza ni tampoco es la impersonal manifestación de una raza o de una nación, sino que se forma en el surco de una tradición literaria constituida
por obras de distintas personalidades creadoras, las cuales, interpretando humanas exigencias, no constituyen el objeto de la historia, sino su inteligente sujeto animador. En la tradición dramática valenciana, sin duda la más robusta y consciente del siglo XVI español, Lope de Vega se insertó con un superior vigor poético e ingeniosa fertilidad, dándole nuevo, más rico y más profundo rumbo. No debe, por tanto; extrañar que, después del triunfo de Lope, para la posteridad, la «comedia» llegase a ser por antonomasia «lopesca» lo que no autoriza -desde luego- al historiador a contentarse con semejantes simplificaciones y a olvidarse de todos los hechos y circunstancias, entregándose a lo sugestivo de una fácil mitología sentimental.
FROLDI Rinaldo, «El teatro valenciano y la formación de la comedia nueva» en RICO, Francisco: Historia y crítica de la literatura española, III. Siglos de oro: barroco. Barcelona, Editorial Crítica,1983.
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III.3. PASSAT, PRESENT I FUTUR DEL TEATRE VALENCIÀ
El teatre durant el segle XVI
[...] Precisament, quan s’han consolidat ja aquestes transformacions lingüístiques [substitució del valencià pel castellà] en el camp teatral, sorgeixen a València un parell d’autors dramàtics que escriuen tragèdies en castellà. Es tracta d’Andrés Rey de Artieda i de Cristóbal de Virués. És el primer autor de Los Amantes, on recrea la llegenda dels amants de Terol; el segon ho és de cinc obres, de tema que oscil·la entre el classicisme (Elisa Dido) i la tragèdia d’horror i d’embolic (La gran Semíramis o La infelice Marcela, respectivament).
Tots dos autors representen un corrent més o menys inspirat en la tradició classicista aristotèlica (passada per Séneca i pels tractadistes renaixentistes italians), i coincideixen amb altres autors peninsulars a plantejar un teatre moralista i didàctic que traspua, ensems que l’elitisme, una visió desencantada de la vida: darrers representants de l’humanisme, les seues concepcions ideològiques entraven en oberta oposició al Contrareformisme triomfant. El món per a ells manca de perspectives i sols l’estoicisme sembla eixida vàlida per als seus protagonistes. [...]
Així doncs, tant Rey de Artieda com Virués escriuen en els primers moments de consolidació teatral: comenta a perfilar-se un públic estable i el teatre deixa de ser patrimoni privatiu del palau per representar-se a llocs públics; quan en 1582 l’Hospital aconseguirà el privilegi d’erigir una Casa de les Comèdies per
centralitzar les representacions teatrals i para-teatrals i per aconseguir-ne els beneficis que es derivaven de l’explotació monopolística d’aquest negoci, s’haurà donat una gran passa en aquesta direcció. Inaugurada en 1584, aquesta Casa de les Comèdies encara que descoberta, estava lluny d’assimilar-se al «corral» madrileny i sembla pensada per a un públic menys popular: nobles, oligarquia, professions liberals, clergat... aquest era el públic més assidu, mentre que les capes populars semblaven marginades o condemnades a jugar un paper molt secundari.
És clar que els tràgics no podien aspirar al triomf amb un teatre concebut per a minories cultes i on tot restava subordinat a l’exposició oral de reflexiona de caire moral i ètic que feia les obres molt poc àgils i prou avorrides. Tanmateix, els seus esforços dramàtics, malgrat el fracàs popular, van ser importants a l’hora de consolidar al País una tradició teatral culta que disposava –a més a més– de les seues experimentacions tècniques i temàtiques. Així, encara que superats, els tràgics van deixar la seua empremta en els dramaturgs posteriors.
El Barroc
Els continuadors i superadors de la tasca dels tràgics van ser un grup de comediògrafs ja inserits plenament en l’època barroca, grup que s’estén -aproximadament- del 1580 al 1630. Així, el primer d’ells (Tárrega) és contemporani dels tràgics, mentre que el més conegut (Guillem de Castro) ho és de Lope de Vega, Gaspar Aguilar i Ricardo de Turia.
Aquests autors van ser considerats com un grup força homogeni i que havia sorgit al caliu de les estades de Lope de Vega a la ciutat de València. Tanmateix, la cronologia no encaixa amb aquesta suposició, per la qual cosa passà a considerar-se a Tárrega com a prelopista, i a debatre l’exacte paper jugat per aquests autos valencians en la formació i consolidació de la Comedia Barroca.
En general podem dir que en aquests autors observem d’entrada una sèrie de trets característics que podríem resumir-los en els següents: presència important en el seu teatre d’elements del teatre cortesà; inclusió de motius estructurals, temàtics i episòdics, deis tràgics; recurrència a arguments extrets del teatre i la literatura italiana (l’«enredo», especialment); reduïda presència d’elements del teatre popularista en forma de micro-escenes còmiques i de personatges ximplots. No cap dubte que és Tárrega qui millor va assolir la síntesi d’aquests elements, fins arribar a una fórmula reeixida en obres com El Prado de Valencia, La sangre leal de los montañeses de Navarra o La perseguida Amaltea; ideológicament totes les seues obres s’insereixen en un procés d’exaltació espanyolista i de la monarquia absoluta, així com de l’ortodòxia religiosa. Gaspar Aguilar presenta, en canvi, una major senzillesa formal i una visió ideológica que oscil·la entre l’ortodòxia (La gitana melancólica) i l’atipicitat, amb obres on s’exalta la ideologia de l’oligarquia en contra de la dominant aristocrática (La fuerza del interés, El mercader amante, El Gran Patriarca). Guillén de Castro, finalment, presenta una gran coherència al llarg de tota la seua producció, on s’observen evidents punts de contacte amb la resta deis autors valencians (El amor constante, Los malcasados de Valencia, El conde de Irlos) així com una tendència a l’embolic complicat (El caballero bobo). La seua concepció ideològica per altra banda, presenta una certa defensa i idealització del noble i dels seus drets en contra de la pressió del monarca absolutista, que molt sovint pot esdevenir tirà (El nacimiento de Montesinos, el mateix Amor constante amb regicidi inclós, o les molt conegudes Mocedades de Rodrigo). Castro será l’únic que marxarà a Madrid a la recerca d’una professionalització plena d’ençà 1615.
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És lògic, doncs, que aquest nucli d'autors valencians i la presència d’un públic qualitativament important va fer de València plaça important del teatre, com així va esdevenir. En 1618 va a refer-se la Casa Comèdies (dita també de l’Olivera), per dotar-la d’una major dignitat i comoditat, cosa que va allunyar-la més encara del «corral»: els espectadors tenien tots seient, per exemple. A la llum d’investigacions més recents no cap dubte que Lope de Vega va deixar-se influenciar per aquest teatre valencià en moltes obres on els elements esmentats es troben ben palesos; va afegir, però, una cosa que els autors valencians no havien sabut incorporar en la mesura necessària: l’element populista per atraure les masses. El teatre valencià, en efecte, és un teatre (amb les reserves esmentades) tan de propaganda absolutista i contrareformista com el de Lope, però adreçat cap a un públic no tan popular, que era qui hauria de rebre –en darrera instància– l’alliçonament ideològic. Per això, i per les raons que de seguida passarem a exposar, el teatre valencià no va aconseguir d’incorporar-se i hagué de retrocedir davant el model de Lope, prèviament influït pel dels propis valencians.
Les causes d’aquesta hegemonia són múltiples i complementàries. En primer lloc, hem d’indicar que el desenrotllament de les forces de producció teatral havia produït, d’hora, una centralització: Madrid esdevenia la capital teatral on es formaven –i desfeien– les companyies i on s’adquirien les obres a representar. Aquesta centralització afavoria no sols l’emigració dels aspirants a actor i a autor professional sinó també la necessitat d’un teatre standard, és a dir: igualment representable arreu de la Península. Els
particularismes restaven reservats per a les peces teatrals commemoratives (efemèrides locals, profanes o –més sovint– religioses) mentre que els repertoris habituals es confegien amb comèdies que reprodueixen situacions, tipus, etc., generals. Per standartització hem d’entendre, doncs, no sols l’eliminació de particularismes geogràfics, lingüístics i culturals sinó també la de particularismes estructurals i ideològics.
En efecte, s’atribuïa al teatre un valor ideològic molt clar: exaltació de l’ordre absolutista-catòlic i del feudalisme d’Estat. Calia, al mateix temps, que aquest teatre arribàs a capes heterogènies de públic amb gustos sols parcialment coincidents: la fórmula teatral representada per Lope (ja ho hem dit) va desvetlar-se com a més eficaç precisament perquè sintetitzava millor l’ortodòxia religiosa i política amb el caràcter d’obra
destinada a la representació davant capes socials heterogènies on dominaven –numèricament– les populars.
El predomini absolut d’aquest model standard no va impedir que, de temps en temps, apareguessen obres de caràcter més localista, dedicades a l’exaltació de cultes locals (Mare de Déu dels Desemparats, Sant Vicent Màrtir, etc) o al recreament de la noblesa. Ricardo de Turia, Vicente Esquerdo, Marc Antoni Ortí... autors tots ells que viuen a València i que fan del teatre activitat subsidiària, tot contrastant així amb el propi Guillem de Castro. Escrites totes aquestes obres en castellà i segons l’estil dominant, el particularisme es redueix –dones– al tema i al tractament d’alguns elements dramàtics (com ara l’espectacularitat).
Fora d’aquestes obres, poc o no res ens resta que puguem considerar com autòcton: les peces religioses persistiren com pogueren, mentre titellaires i feriants continuen atraient el poble, les preferències del qual semblaven inclinar-se de forma clara cap a aquestes manifestacions para-teatrals o cap a les obres d’«aparato» complicat (escenogràficament parlant) més que no cap a les d’«enredo» o subtileses orals. En aquest sentit, la teatralitat inherent al Barroc afavoria la celebració de festes sumptuoses amb roques, bous, desfilades, jocs nobiliaris, etc.
El costum de les representacions privades, típicament aristocràtic, va mantenir-se durant aquesta època: palaus i convents les acolliren, i encara que sols en pocs casos coneixem les obres representades, no podem defugir la possibilitat que es tractàs de representacions específicament concebudes per a aquests casos. Això podrà explicar l’existència d’alguns textos d’impossible cabuda dins l’estructura teatral peninsular; és el cas de les obres atribuïdes al Pare Mulet: «Los amors de Melisendra» i «La infanta Tellina», obres escrites en valencià i de to obertament procaç. De les darreries de segle, són pràcticament les úniques mostres d’un teatre profà en valencià, que es pretén com a paròdia dels modes i temes del teatre barroc castellà.
Dins aquest procés d’imposició i extensió d’aquest teatre pel País Valencià, tingué importància fonamental la ciutat de València, centre neuràlgic de la vida teatral al País. Tanmateix no és l’únic: Alacant disposava ja d’un teatre en 1616 (construït, com el de València, a càrrec de l’Hospital), on sembla que es feien representacions continuades. A la resta del País el teatre venia a ser part integrant de les festes majors o de commemoracions religioses i cíviques (més o menys com en l’actualitat). Es representava tant teatre convencional com teatre religiós de circumstàncies, escrit tan en castellà com en valencià, ja que –ho hem dit– la persistència del teatre religiós autòcton va ser prou notable.
SIRERA, Josep Lluís: Passat, present i futur del teatre valencià,
València, Institució Alfons el Magnànim, 1981
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III.4. DRAMATURGOS VALENCIANOS: GUILLEM DE CASTRO
Lope de Vega llega a Valencia en 1588 a cumplir los dos años de destierro de la Corte por difamación, y ya –por entonces– había comenzado a escribir para los «corrales», lo que iba a ser el sino de su vida. Valencia era ciudad floreciente de afianzada tradición dramática (Timoneda había muerto en 1583) y densa actividad literaria de dramaturgos y poetas que se reunían en la Academia de los Nocturnos. No es este lugar para entrar en la, a veces apasionada, polémica sobre si Lope dio más que recibió, lo que significaría que los dramaturgos valencianos se habrían beneficiado de la llegada del «monstruo de los ingenios» o, por el contrario, Lope fue más receptivo y captó las «técnicas» y «elementos dramáticos» que estaban en el ambiente dándoles coherencia dentro de un modelo de comedia que se generalizará. Cuando Lope llega a Valencia no ha establecido de forma definitiva el modelo repetible de su comedia; en cambio, en la obra del canónigo Tárrega hay una serie de componentes que van a ser medulares en el sistema dramático lopesco y, aunque estamos muy lejos de conocer con necesario rigor la cronología del teatro de Tárrega, es impensable que de la noche a la mañana comenzara a escribir «al modo de Lope» cuando éste no tenía una ejecutoria definida y una fama que lo avalase. Ateniéndonos a la lógica parece más acertado pensar que Lope de Vega se benefició de este ambiente dramatúrgico valenciano, que no había roto sus lazos con Artieda y Virués, ensamblando los elementos dispersos para crear un modelo, que después revertiría y sería objeto de imitación para los propios dramaturgos valencianos y el caso de Guillem de Castro creo que es concluyente.
La que podríamos llamar «generación de dramaturgos valencianos» estaba formada, fundamentalmente, por Tárrega, Aguilar, Ricardo del Turia, Carlos Boyl y, a mucha distancia, en todos los sentidos, Guillem de Castro.
Francisco Tárrega (¿1554?-1602), doctor en teología y canónigo de la catedral de Valencia, fue uno de los fundadores de la Academia de los Nocturnos y activo poeta de justas, lo que le vale el elogio de Lope en el Laurel de Apolo, de Agustín de Rojas en su Viaje Entretenido, y de Cervantes (a propósito de su comedia La enemiga favorable, en el Quijote). En su comedia histórica son muy acusadas las coincidencias con Lope; destacaré: El cerco de Rodas, y lo mismo en su teatro de costumbres y enredo, como El prado de Valencia y La enemiga favorable. Pero hay una serie de características en la obra de Tárrega que pudo asimilar Lope para darles unicidad, como decía más arriba: polimetría, complicación de enredo en la trama, mezcla de lo cómico con lo serio, doble intriga, caballero/criado, elementos localistas, etc.
Gaspar de Aguilar (1561-1623): La confusa cronología no permite, hoy por hoy, llegar a conclusiones fundadas sobre la prioridad o no con respecto a Lope, de quien fue amigo, con quien tiene abundantes «coincidencias» en su escasa producción dramática, y en algunos aspectos de su vida: tampoco fue noble, fue secretario de nobles y la poesía de circunstancias ocupó, en muchas ocasiones, su pluma de poeta. Entre sus comedias destacaré: religiosas: Vida y muerte de San Luis Beltrán; costumbristas de capa y espada: La fuerza del interés; moralizadoras: El mercader amante; comedias de ruido y aparato: La gitana melancólica.
Muy de segunda fila, a mi juicio, son Ricardo del Turia (1578-1638) con su comedia de enredo, muy lopiana: La burladora burlada, y en la misma línea: El marido asegurado, de Carlos Boyl (1577-1617).
GUILLEM DE CASTRO (1569-1631)
Nace en Valencia en 1569, participa activamente en la Academia de los Nocturnos y comienza su amistad
con Lope, en su exilio valenciano. Capitán de caballería, sirve al Conde de Benavente en Nápoles. A su regreso, en Madrid, recibe favores del Duque de Osuna y del Conde-Duque; obtiene, en 1623, el preciado hábito de Caballero de la Orden de Santiago y muere, paupérrimo, en 1631, dejando tras sí una fama de mal carácter y de persona poco apacible.
El teatro de Guillem de Castro es muy variado si no estructural y formalmente, sí temáticamente, por lo que me parece útil dar una clasificación de su comedia, en vistas a presentar esta variedad temática en que se acomoda a las directrices del maestro Lope:
Históricas: Las mocedades del Cid; Las hazañas del Cid.
Costumbristas. Capa y espada: El Narciso en su opinión. Los mal casados de Valencia.
Mitológicas: Progne y Filomena.
Caballerescas: El conde de Alarcos. El conde de Irlos.
Tragedia familiar: El amor constante.
Basadas en obras de Cervantes: Don Quijote de la Mancha. El curioso impertinente. La fuerza de la sangre.
Leyenda clásica: Dido y Eneas.
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Publica en 1618, dedicada a Lope, la primera parte de sus comedias, y en 1625, la segunda.
Guillem de Castro admiraba a Lope y compartirá su técnica de oficio, pero cuando comienza a escribir no conocía todavía a Lope y su actividad se desenvolvía dentro de las coordenadas del grupo de dramaturgos valencianos y por aquí creo que hay que explicarse algunos de los caracteres que se dan como distintivos de su obra.
Se ha insistido mucho en la escasa importancia del gracioso en la obra de Guillem, en cuanto que no tiene peso en el desarrollo de la comedia y no se ajusta al patrón que generalizará Lope. Esto no quiere decir que no aparezca la figura del personaje cómico, pues la comedia no podía renunciar a esta función de diversión, pero el responsable de esta función se acerca —en muchas ocasiones— más al pastor prelopista que al gracioso lopesco.
El teatro de Guillem de Castro mantiene todavía lazos próximos con la dramaturgia anterior y así, por ejemplo, hereda de Virués la trabazón orgánica de una intriga compleja (El perfecto caballero) y, sobre todo, siente una profunda atracción por los tonos y ambientes de la tragedia del horror del XVI, partiendo de temas de la historia y la leyenda nacionales (El conde de Alarcos) o utilizando en la tragedia familiar, la mujer sacrificada por su honor que llega hasta la muerte, y plantea el tiranicidio como solución (El amor constante), que en el XVII se evitará sistemáticamente. Muy en conexión con lo que vengo diciendo está el
hecho de que fuera poco amigo de comedias de capa y espada, y en las pocas obras que podemos incluir dentro de este grupo hay una marcada tendencia a presentar los efectos trágicos del amor humano (Los mal casados de Valencia), poniendo al descubierto los fallos del matrimonio como institución y presentando, en ocasiones, soluciones novedosas para la moral de la época, aunque no suelen pasar del epidérmico efectismo. También en los dramas mitológicos (Progne y Filomena) aparece el conflicto matrimonial y el efectismo trágico; esto ha llevado a pensar en un autobiografismo latente, pero no creo que sea necesario recurrir a esa explicación.
Destacan, de modo sobresaliente, sobre el conjunto de su producción dramática, las dos obras histórico-épico-nacionales dedicadas a la figura del Cid Campeador, recreando con espíritu barroco el
sistema de valores de la leyenda y el romancero que sirven de base. En realidad se trata de una obra dividida en dos partes: Las mocedades del Cid y Las hazañas del Cid. La segunda parte, sobre la muerte del Rey Don Sancho y reto a los zamoranos, no alcanza el tono y altura de la primera, muy superior en todos los sentidos, aunque no carezca de valores épicos, patetismo y objetividad que el tema, en sí, favorecía.
Las mocedades del Cid es la obra más lograda de Guillem de Castro, quizá porque se beneficia del espíritu de nuestro simpar romancero, también de la leyenda popular y del espíritu de exaltación nacional a través de un héroe colectivo que pesa con lastre mítico sobre la conciencia de los espectadores que van a asistir, en el teatro, a su propia glorificación y exaltación. Naturalmente, son los aspectos más connotados dramáticamente y más sentimentalizados los que constituyen la trama de la obra: el conde Lozano (padre de Jimena) abofetea a Don Diego (padre de Rodrigo), envidioso por haber designado a éste tutor del hijo del rey. Rodrigo, anteponiendo el honor y la obligación filial a su amor por Jimena, mata al conde Lozano para vengar la afrenta. Jimena, deshecha en torturas mentales y dividida entre el amor a Rodrigo y el amor a su padre, pide que se juzgue a Rodrigo, sin atreverse a ejercer la justicia por su mano, pero Rodrigo mata al paladín de Jimena, con lo que, resuelto el conflicto del honor, puede entrar en función el amor y consumarse el matrimonio. Sobre el conflicto Cid-Jimena, basado en la tensión honor/amor que da origen a parlamentos llenos de lirismo, tensión trágica y dramatismo, no pocas veces efectista, menos humanos y menos matizados que en Corneille, se levanta la voluntad de presentar y destacar al héroe nacional ejemplar al encarnar, en perfección, las virtudes del pueblo castellano. El concepto de honor actúa como elemento posibilitador para justificar el desenlace, pues más allá de la tensión Rodrigo-Jimena por el conflicto de honor de los padres, estaba el hecho de que el Cid no era merecedor de Jimena en tanto en cuanto no actuara como caballero y vengara la honra de su apellido, de esta forma el desenlace explica el final y el amor, aunque triunfante, se ha plegado a las condiciones del honor.
DÍEZ BORQUE, J. Mª.: Antología de la literatura española III: teatro ss. XVI y XVII. Biblioteca universitaria Guadiana, 1975.
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Lámina en la que se aprecia la distribución de
localidades de l’Olivera a principios del siglo XVII.
III.5. LA INFRAESTRUCTURA TEATRAL VALENCIANA
La Casa de comèdies de la Olivera
Construida en el breve plazo de tiempo que se extiende entre 1582 y 1584, la Casa de comèdies (o de farses) fue el primer local teatral de la historia del teatro valenciano. Nótese que nunca fue calificado de corral, sino de casa, como asimismo ocurrió en otros locales de la Corona de Aragón. Escasa es la documentación que poseemos de este local, y la existente ha sido analizada ya con detenimiento. Bástenos, pues, a nosotros con una somera descripción de este edificio que se alzaba en la plaza de la Olivera, recayente al «carrer de les comèdies» .
En primer lugar, se trataba de un edificio cuya sala de representaciones estaba al descubierto, ya que poseemos noticia de un inventario de 1586 en que se habla de la existencia de un lienzo de 200 alnas
(aproximadamente 100 metros) para cubrir el patio. Podemos aventurar que se trataría de un patio de unos cien metros cuadrados, si suponemos que la anchura de dicho lienzo era de un alna. El patio, empedrado, estaba ocupado por sillas y bancos, en los que se sentaba el público a diferencia del corral típico en el que permanecían mayoritariamente de pie. Ignoramos si en el fondo del local se alzaban gradas, como en el nuevo edificio construido en 1618, o si incluso algún sector del público asistía de pie a las representaciones. Suponemos que no habría ni una cosa ni la otra, ya que esto chocaría con la proverbial sagacidad de los administradores del teatro: nada nos queda que nos demuestre que sentarse en un banco implicaba el pago de un suplemento, por lo que hay que deducir que ésta era la localidad más económica de las existentes. Por lo tanto, mientras no encontremos documentación fehaciente respecto a la existencia de un sector de público «de a pie», habremos de pensar que los sectores menos acomodados, y que sólo pagaban la entrada general, contemplaban la representación sentados en los bancos.
El escenario situado en ese patio, adosado suponemos a su pared frontera, no podría tener una alzada excesiva ya que el público contemplaba la representación sentado. A su espalda se situaría el edificio de los vestuarios. […]
La nueva Casa de comèdies
Es sin duda de este edificio del que contamos con mayor cantidad de datos, los cuales han dado pie a interpretaciones diversas, cuando no divergentes. ¿Por qué construir este edificio? Aparentemente la antigua Olivera no se encontraba en estado ruinoso. Cabe, en primer lugar, pensar en un aumento de la demanda por parte del público. Una hipótesis más razonable es que esta costosa obra fue concebida por una cuestión de principios, en un intento consciente por parte del Hospital de disponer de un teatro no sólo estable sino a la altura de las exigencias de un público socialmente elevado. Es decir: se trataba de erigir un Coliseo. […]
Tenía la sala forma «ochavada», y en el fondo y por los laterales se levantaban dos pisos. El primero estaba reservado para los palcos, diecisiete en total, incluyendo el de la «societat» (que se supone era el de la presidencia). El segundo piso, que no alcanzaba el techo de la sala, era el reservado como «balcó de les dones», que no se extendía por los laterales sino que se encontraba sólo en el fondo de la sala. Grandes columnas de piedra sostenían estos pisos así como el techo que sobre ellos se encontraba. Otras más pequeñas sostenían la cazuela. Finalmente, en el frontis otras grandes columnas soportaban directamente la techumbre, confiriendo de paso a la cabecera de la sala un aspecto ciertamente monumental.
El escenario se encontraba en esta parte de la sala y tenía una disposición compleja y
monumental. El núcleo esencial lo constituía un entarimado de un metro y medio de alto
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solamente, ya que al estar el público sentado no era necesario elevarlo hasta por encima de la cabeza de los espectadores, como ocurría en los corrales convencionales. Este entarimado disponía de una serie de habitáculos situados en el subsuelo, e invisibles para el espectador, y que servían para manejar la maquinaria que fuese necesaria; el público lo rodeaba por tres de sus lados, mientras que el cuarto se encontraba adosado a un conjunto edificado justo junto a la pared de fondo de la sala. Este conjunto lo formaban los vestuarios, uno a cada lateral, con una puerta cada uno para poder salir al escenario, comunicación entre ellos como es lógico, y escaleras para acceder al primer piso, el llamado «balcó de les aparicions», de casi siete metros de largo (6,87 más exactamente) y provisto de un techo desmontable para poder accionar mejor la tramoya que hubiere menester. Separando los dos vestuarios se encontraba el «foro», espacio alargado y poco profundo (unos 1,83 metros) que estaba separado del escenario por medio de unas cortinas que podían descorrerse hacia los laterales para permitir así algunas apariciones solemnes o de muebles de difícil ubicación en un escenario habitualmente desnudo. Un gran arco se alzaba decorativamente coronando el conjunto y extendiéndose entre dos grandes columnas que sostenían el techo y que se encontraban una a cada lado del escenario. Tres grandes ventanas, a espaldas suyas, le daban luz. […]
El modelo de la Olivera
A la luz de esta revisión de las principales características arquitectónicas de los locales de representación valencianos, no nos pueden quedar excesivas dudas respecto a la existencia de una determinada y propia tradición teatral, al margen de la que originó los «corrales». En efecto, la Olivera se alejaba (tanto en su primera como en su segunda versión) de aquéllos en la forma de distribuirse y acomodarse el público, lo que determina –como enseguida se verá– la composición misma de éste. En el caso de la «nueva» Olivera, además, el arquitecto fue mucho más allá y erigió un edificio con unas características radicalmente diferentes: local cubierto, forma «ochavada», adornos arquitectónicos, etc. ¿Cuál fue el modelo en que se inspiraron los locales valencianos? Arróniz habla de la existencia de un modelo de «teatro mediterráneo», o lo que es lo mismo: de un modelo inspirado en los teatros cortesanos
de la Italia del Quinientos: el teatro Olímpico, el Farnesio...
¿Fue la Olivera un caso excepcional en la Península? No, desde luego. Sevilla contaba con un Coliseo [El de las Atarazanas] según indica Sánchez Arjona. Y sin salir del territorio de la Corona de Aragón, poseemos noticias de la existencia de un teatro en Lleida, construido entre 1627-1630, en el que el público estaba sentado en su totalidad, mientras que en Barcelona la «Casa de Comedias», construida entre 1597 y 1603 (anterior por tanto a la «nueva» Olivera) estaba cubierta y el público se sentaba en su totalidad, siendo el número de palcos muy reducido. Estos datos permiten situar, en efecto, a la Olivera en su contexto, que no es otro que el de los teatros surgidos a partir de un modelo que podemos calificar, de acuerdo con Arróniz, de italiano.
Lógicamente la adopción de dicho modelo no fue fruto del azar o de algún factor más o menos anecdótico, sino consecuencia de una concepción global del teatro como hecho sociológico. Concepción que descansa en un destinatario fundamentalmente acomodado, hacia el que se dirige la representación; sin que ello excluya que, en determinadas ocasiones, se dé cabida a los sectores más populares, desde luego, pero sin que esto signifique todo lo contrario. Así pues, del estudio de la infraestructura del teatro de la Valencia del Seiscientos se desprende que el teatro fue concebido primordialmente como un espectáculo para las capas dominantes de la sociedad.
SIRERA, Josep Ll. : «La infraestructura teatral valenciana» dentro de VV.AA: Teatro y prácticas escénicas II: la comedia, London, Tamesis books-Alfonso el Magnánimo, 1986.
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III.6. LA DRAMATURGIA VALENCIANA: GUILLEM DE CASTRO
En el siglo XVII Valencia contaba con una importante tradición dramática que procedía de la Edad Media y que se había consolidado a lo largo de todo el siglo XVI. El teatro valenciano presenta una serie de rasgos específicos que lo diferencian de otras manifestaciones teatrales peninsulares:
Influencia de la Commedia dell’Arte italiana, con su interés por la comunicación con el público y la creación de un verdadero espectáculo.
Influencia del teatro humanista del siglo xvi, que determina una atención especial por el texto de la obra.
Interés por el clasicismo y la preceptiva dramática.
Influencia de los dramaturgos del siglo XVI, sobre todo de Juan Timoneda y Lope de Rueda, de quien adopta, por ejemplo, el personaje del bobo.
Abandono de la lengua valenciana y adopción del castellano para la expresión literaria.
Lope entró en contacto con los dramaturgos valencianos cuando todavía no había perfilado definitivamente su nueva fórmula teatral y el ambiente dramático de la ciudad del Turia le dio el impulso definitivo para definir su proyecto. Una vez llevada a cabo su renovación teatral, los propios dramaturgos valencianos la adoptaron convirtiéndose así en discípulos del maestro.
Entre los dramaturgos de la escuela teatral valenciana destaca Guillem de Castro y Bellvís (1569-1631). Su obra más famosa es Las mocedades del Cid, publicada en 1618 e inspirada en los ciclos de romances que trataban las leyendas del héroe.
Otras comedias del Guillem de Castro son El conde Alarcos, drama épico; Don Quijote de la Mancha, La fuerza de la sangre y El curioso impertinente, inspiradas en la obra de Cervantes; y El amor constante, una impresionante tragedia familiar. El autor escribió también comedias de capa y espada llenas de ingenio como El Narciso en su opinión o Los malcasados de Valencia.
BERNABEU MORÓN, Natalia y Carmen NICOLÁS VICIOSO: Lengua castellana y literatura. Bachillerato 1. Ed. Bruño, 2006