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ti
·Ch , Daniel Isaac y otros 51 homicidio agravado por el vínculo etc. -causaW 1029-".S.C. C 2641; L. XXXIX.-
Suprema Corte:
1
El Tribunal Oral en lo Criminal nO 28 de esta ciudad
condenó -en lo que aquí interesa- a Marcelo Gustavo Ca a la pena
de prisión perpetua, accesorias legales y costas, por ser autor material del
delito de homicidio agravado por el vínculo. También lo declaró
reincidente en los términos del artículo 50 del Código Penal (fs. 1/58).
La defensa oficial interpuso recursos de casación e
inconstitucionalidad según los siguientes agravios:
a) El primero con sustento en el artículo 456, inciso 2 0, del Código
Procesal Penal de la Nación, al considerar, por un lado, que la sentencia
resultaba nula por afectar los derechos constitucionales de intimidad y
privacidad y la garantía derivada de la inviolabilidad de las
comunicaciones, tal como había sido objetado en el debate; y por el otro,
argumentó que el fallo carecía de la debida fundamentación (fs. 59/74).
b) En cuanto al segundo -que también había sido introducido durante
el alegato- se fundó en que la prisión perpetua es una pena cruel,
inhumana y degradante que impide la reinserción social que debe tener
por finalidad toda pena, más en el caso de Ca , que padece HIV, y
que por haber sido declarado reincidente no podrá acceder a la libertad
condicional. También sostuvo que esa sanción viola el principio de
culpabilidad (fs. 74/89).
Al ser concedidos, tomó intervención la Sala II de la
Cámara Nacional de Casación Penal y rechazó ambos recursos por
considerar, en síntesis, que las intervenciones telefónicas ordenadas
durante la instrucción se hallaban fundadas en los mismos autos
dispositivos y en las constancias sumariales que los precedían; que la
objeción referida a la fundamentación importaba una discrepancia con la
selección y valoración de la prueba que, además de haber sido
prudentemente evaluada, era irrevisable por la vía casatoria; y que la
prisión perpetua no vulnera la Constitución Nacional ni los tratados
internacionales comprendidos en su artículo 75, inciso 22 (fs. 102/10).
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Contra esa resolución, la defensa oficial dedujo
recurso extraordinario. Las cuestiones federales invocadas se limitaron a
la inviolabilidad de las comUnICaCIOnes telefónicas y a la
inconstitucionalidad de la prisión perpetua "real" aplicada a un
reincidente, pues el artículo 14 del Código Penal le impide -"si bien no
actualmente", como admite la propia recurrente- obtener la libertad
condicional. En concordancia con ello y según surge de la transcripción
parcial y remisión al escrito donde se impugnó la sentencia del juicio, la
defensa no introdujo aquí el planteo referido a la valoración de la prueba
ni refutó lo considerado por el a qua al tratar ese agravio, pese a haberlo
incluido en la reseña que efectuó de su ampliación de fundamentos
durante el trámite en la Cámara de Casación (fs. 112/40).
La apelación así intentada fue declarada inadmisible
por la Sala Ir de ese tribunal (fs. 143/44). Frente a ello, la defensa dedujo
esta presentación directa ante V.E. (fs. 145/50).
Ir
En cuanto a la procedencia formal de la queja, aprecIO
que los agravios planteados, en tanto involucran prima Jacie materias
regidas por los artículos 18 y 19 de la Constitución Nacional y por
instrumentos internacionales de igual jerarquía, suscitan cuestión federal
suficiente habida cuenta que la resolución dictada ha sido contraria a los
derechos fundados en la inteligencia de esas normas (art. 14, inc. 3o, de
la ley 48).
III
Previo a ingresar a las cuestiones de fondo, estimo
ilustrativo reseñar el hecho por el que ha sido condenado Ca el cual
se encuentra fuera de discusión: autor del homicidio calificado por el
vínculo de Paulina V de Ch , con la participación necesaria de
Néstor Ángel L y del hijo de la víctima, Daniel Isaac Ch , qUIen
a tal fin había efectuado promesa remuneratoria, cometido el 24 de mayo
de 2000 en el interior de la oficina de Av. Córdoba ,pISO O"", de
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esta ciudad, lugar al que Marcelo Gustavo Ca pudo ingresar al
permitírselo Ch cuando se quedó a solas con su madre. Es pertinente
agregar que tanto éste como L también fueron condenados.
IV
Al abordar el tratamiento de la objeción referida a la
afectación de la garantía de inviolabilidad de las comunicaciones por
falta de fundamentación de las providencias de fojas 815, 819, 826 Y 935
que ordenaron las intervenciones telefónicas, como así también de las
dispuestas en su consecuencia, cabe mencionar que el planteo se sustenta
en los aludidos preceptos de la Ley Fundamental y en los artículos 11,
inciso 2 0, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y 17,
inciso 10, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Estos
últimos contemplan, en redacción casi idéntica, que nadie puede ser
objeto de injerencias arbitrarias, abusivas o ilegales en su vida privada,
en la de su familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de
ataques ilegales a su honra o reputación.
Para establecer si la intromisión estatal debe ser
descalificada por exhibir defectos de esa naturaleza, debe
inevitablemente acudirse a las constancias obrantes en la causa al
momento de ordenarse.
En tal sentido, al responder este agravio el tribunal a
qua consideró, tal como se anticipó, que el fundamento de esas medidas
surgía del texto de los propios decretos y de las constancias que los
precedían. Mencionó también que la juez de grado había señalado que
esas diligencias resultaban conducentes para el avance de la
investigación y agregó que a partir de ellas fue posible encaminar la
pesquisa hacia otras líneas telefónicas luego intervenidas.
Asimismo, la Cámara consideró que los elementos de
prueba colectados con anterioridad justificaban por sí solos la medida. En
ese sentido, señaló que los testimonios brindados por el personal del
edificio donde ocurrió el delito, los dichos del personal policial que
arribó al lugar cuando se descubrió el cadáver, las declaraciones
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brindadas por el contador Diego M , quien se hallaba en la oficina
el día del hecho, así como la evidencia que surgía del escenario del
crimen, avalaban la hipótesis que no serían ajenas personas
pertenecientes al entorno de la víctima, por lo que la intervención de las
líneas telefónicas de sus allegados apareció dotada de razonabilidad y de
motivación suficiente.
En tales condiciones, se advierte que la controversia
consiste en determinar si las intervenciones telefónicas en cuestión
fueron ordenadas con la fundamentación que es exigible a una decisión
de esa gravedad pues, tal como argumenta la recurrente, se trata de una
intromisión del Estado en el ámbito de privacidad que se encuentra
amparado por las normas federales que ha invocado, cuya reglamentación
legal surge, para el ámbito nacional, del artículo 236 del Código Procesal
Penal, cuyo primer párrafo prescribe: "El juez podrá ordenar, mediante
auto fundado, la intervención de comunicaciones telefónicas o cualquier
otro medio de comunicación del imputado, para impedirlas o conocerlas".
Para ese análisis, es menester hacer referencia al texto
de las decisiones judiciales. Así, surge de fojas 815 de los autos
principales, que la juez de instrucción al ordenar la primera de las
escuchas, dispuesta al día siguiente del homicidio y precedida de una
solicitud elevada a fojas 813 por la autoridad policial, proveyó lo
siguiente: "Teniendo en cuenta el contenido de la nota que antecede y
resultando ello de interés con el objeto de obtener datos que permitan el
esclarecimiento de los hechos que están siendo investigados en las
actuaciones prevencionales seguidas por ante la Seccional 15a de la
Policía Federal a raíz de la muerte de quien en vida fuera Paulina
V de Ch ,líbrese oficio a la Dirección de Observaciones
Judiciales de la Secretaría de Inteligencia del Estado ... con el objeto de
que se intervengan, a partir del día de la fecha y hasta nuevo aviso, las
siguientes líneas telefónicas ... " (énfasis agregado). Cabe mencionar que
esa medida abarcó a los siguientes abonados: la víctima y sus dos hijos,
Daniel Isaac y Claudia Renée Ch
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De lo transcripto surge con nitidez que la magistrada
tuvo en cuenta las actuaciones que se labraban en sede policial, las
cuales si bien no estaban aun dirigidas a un autor conocido (repárese que
en la solicitud obrante a fojas 813 se alude a "acusado N.N."), ya
contaban con elementos para orientar la pesquisa en aquel sentido. En
efecto, el mIsmo día en que se ordenaron esas intervenciones, había
declarado ante la autoridad preventora un amigo de la víctima, Víctor
M (fs. 32/33) y a pocas horas del homicidio habían depuesto el
contador Diego José M y Claudia Renée Ch (fs. 12/13 y
14/1 7, respectivamente), cuyos testimonios describieron circunstancias
que, como lo señaló el a quo, ya brindaban sustento a la sospecha sobre
el entorno familiar, cuyas líneas telefónicas fueron, precisamente, las
inicialmente intervenidas.
En este sentido, creo adecuado mencionar que de los
dichos del primero de esos testigos surgía que Paulina V de
Ch tenía una "relación tensa" con su hijo Daniel y que " ... sentía
temor de encontrarse a solas con éste en la oficina ... ", mientras que el
contador M indicó que "últimamente la relación de la Sra.
Ch con sus hijos no era óptima, especialmente con su hijo Daniel, ya
que el mIsmo, como es de conocimiento de la gente que rodea a la
familia, le pedía a su madre dinero permanentemente, discutiendo a raíz
de ello dándose situaciones tirantes según le refería la señora al dicente".
A estos elementos de juicio debe agregarse que en la misma fecha en que
se dispuso la medida cuestionada, la magistrada encomendó a la
autoridad de prevención la realización de diversas diligencias tendientes
a verificar la efectiva ocurrencia de lo manifestado por el nombrado
Daniel Isaac Ch al personal policial al presentarse en el lugar del
hecho (ver fs. 2 y 36).
Asimismo y por guardar relación con lo cuestionado,
cabe señalar que al tomar notitia criminis y luego de constituirse en la
oficina de la Av. Córdoba ,pISO O"", la juez -el mismo día del
homicidio- dispuso "requerir en base a los teléfonos de los hijos y la
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empresa, sábana de llamados emitidos y recibidos desde cmco días a la
fecha" (ver fs. 2 vta.).
Hasta aquí los antecedentes obrantes en el legajo y a
los cuales, como se dijo, se hizo referencia al ordenar la escucha
telefónica de fojas 815.
vello resulta
de privacidad
SIdeterminar
el ámbito
ahora
afectar
Corresponde
fundamento suficiente para
constitucionalmente protegido.
Cabe señalar de inicio que a esta altura de la evolución
del derecho constitucional, incluso ya con anterioridad a la reforma de
1994, no existe controversia en cuanto a la necesidad de fundar medidas
de esa naturaleza. Así lo regula, como se vio, el artículo 236 de la ley
procesal aplicable, por lo que la cuestión se ciñe a establecer si en el
caso concreto existió la debida motivación.
La recurrente ha centrado su objeción en una
inteligencia aislada del auto de foj as 815 sin considerar los demás
elementos recién mencionados, a punto tal que -sostiene- le resulta
imposible controlar la razonabilidad de esa providencia a través de
aquéllos "ya que la jueza no hace mención a los mismos ni a las
constancias de la causa, sino que se pronunCIa exclusivamente sobre el
contenido de la nota policial" (ver fs. 138).
De tal modo, la discrepancia radica en la hermenéutica
de ese decreto judicial, lo cual conduce, en rigor, al examen de extremos
de hecho, prueba y derecho común que, por regla, resultan ajenos a la
instancia extraordinaria, pues en definitiva se trata de establecer si esa
disposición constituye el "auto fundado" que exige aquella norma del
Código Procesal Penal, que reglamenta la garantía invocada.
Sin embargo, atento la estrecha relación que en estos
casos se presenta entrt< ambos órdenes normativos (conf. Fallos:
306:1752; 308:733, 324:3764, entre otros) y aun a riesgo de ingresar en
la materia procesal, advierto que en atención a los antecedentes
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reseñados en el apartado precedente, no es posible cuestionar desde el
punto de vista constitucional la validez de las escuchas telefónicas
ordenadas. En mi opinión, del tenor de la aludida disposición judicial
surge expresamente la referencia a las actuaciones que labraba la
autoridad policial y, a su vez, consta en éstas que el tribunal estaba
interiorizado de su contenido desde su inicio, a punto tal que a pocas
horas del hecho la magistrada había ordenado in situ la obtención del
listado de llamadas tanto de la empresa como de los hijos de la víctima.
En similar sentido, al día siguiente había encomendado otra clase de
diligencias respecto de Daniel Isaac Ch
Cabe aquí recordar que V.E. ha sostenido, en criterio
aplicable al sub júdice y también evocado por la recurrente a fojas
116/vta., que "el control judicial está impuesto oo. por la necesidad de
controlar la coacción estatal y evitar la arbitrariedad de sus órganos. Si
los jueces no estuvieran obligados a examinar las razones y antecedentes
que motivan el pedido de las autoridades administrativas y estuvieran
facultados a expedir las órdenes de allanamiento sin necesidad de
expresar fundamento alguno, la intervención judicial carecería de
sentido, pues no constituiría control ni garantía alguna para asegurar la
inviolabilidad del domicilio" (Fallos: 315: 1043, disidencia del juez
Petracchi, considerando 13).
Precisamente, la reseña efectuada permite concluir que
si bien la solicitud de intervención telefónica fue elevada por la Policía
Federal, la juez de instrucción además de mencionar en el auto de fojas
815 las "actuaciones prevencionales" que se labraban, se hallaba en pleno
y directo conocimiento de esos antecedentes y no existen elementos para
sostener que la medida no haya sido ordenada -más aun respecto de
Daniel Isaac Ch - como consecuencia de su evaluación, o a modo
exploratorio.
VI
Con respecto al grado de sospecha necesario para
ordenar una prueba de esta naturaleza, la defensa, si bien admitió a fojas
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138 que no es análogo al requerido para procesar o condenar, adujo a
fojas 116 que ella deber, ser "fundada y relevante basada en el hecho
existente en la causa". Agregó con cita de calificada doctrina, que a tal
fin resulta aplicable la pauta del artículo 284, inciso 3°, del código
procesal, pues si la ley exige "indicios vehementes de culpabilidad" para
que la policía pueda aprehender a una persona y llevarla inmediatamente
ante el juez, o para que éste pueda ordenar una detención, debe
acreditarse una sospecha de igual intensidad para una medida intrusiva
que probablemente dure más en el tiempo que esa breve privación de la
libertad ambulatoria, y que pondrá al descubierto toda la vida privada del
afectado.
Sin embargo, observo que esa inteligencia de la ley de
forma resulta inadecuada desde que importa prescindir de las reglas que,
dentro de los medios de prueba, regulan el "secuestro" (Libro I1, Título
I11, Capítulo III), para aplicar a esa materia las que el legislador ha
previsto para la restricción de la libertad al tratar la presentación y
comparecencia del imputado (Libro I1, Título IV, Capítulo 1). Ello por
cuanto es criterio de V.E. que la exégesis de las normas debe practicarse
sin violación ni prescindencia de su texto (Fallos: 312:2078; 315 :255 5;
316:2732; 318:1012) y que no puede llegar al extremo de exigir mayores
requisitos que los que impone la ley (Fallos: 314:1531, disidencia del
doctor Fayt, considerando 12).
En efecto, la asimilación propuesta parece desconocer
que las disposiciones referidas al "secuestro" describen hipótesis donde
es el juez quien ordena (ver arts. 231 a 238 bis) mientras que los
"indicios vehementes de culpabilidad" son exigidos por el artículo 284,
inciso 30, para supuestos en que los funcionarios policiales proceden a la
"detención sin orden judiGial", pues cuando es el juez quien la ordena, el
artículo 283 requiere que "haya motivo para recibirle indagatoria"
(fórmula similar al "motivo bastante" que -dentro del mismo Título
IV- prevé el artículo 294 para la procedencia de esa declaración). Para
reforzar el distingo efectuado, es útil recordar que el juez puede ordenar
el procesamiento del imputado "siempre que hubiere elementos de
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convicción suficientes para estimar que existe un hecho delictuoso y que
aquél es culpable como partícipe de éste" (artículo 306).
Por lo demás, dentro de las propias normas que regulan
los "secuestros", el artículo 234 prevé que "siempre que lo considere útil
para la comprobación del delito, el juez podrá ordenar, mediante auto
fundado, la interceptación y el secuestro de la correspondencia ... ",
mientras que el artículo 236 sólo ha previsto que la intervención de
comUnICaCIOnes telefónicas sea ordenada por el juez "mediante auto
fundado".
El diverso régimen que he puesto de resalto, también
se refleja en el ámbito de los instrumentos de derechos humanos en los
que la defensa ha fundado su agravio, pues allí también se regulan por
separado el derecho a la libertad personal y el derecho a la protección
contra injerencias ilegales en la vida privada (arts. 7 y 11.2 del Pacto de
San José de Costa Rica, y arts. 9 y 17 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, respectivamente).
Por otro lado, tratándose de una decisión judicial que
cercenó aquel ámbito de la vida privada y cuya interpretación debe ser
restrictiva con arreglo a las pautas del artículo 2° del Código Procesal
Penal de la Nación, la gravedad del hecho investigado -un homicidio
calificado, el delito más severamente sancionado por el Código Penal- y
las características que ab initio exhibía el caso, aseguraban la
proporcionalidad requerida para decisiones de esa naturaleza, como
también su idoneidad para esclarecerlo. El criterio de la gravedad del
hecho no es extraño en el ámbito del derecho comparado pues, por
ejemplo, también es requerido para este tipo de medidas por el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos (caso "Malone vs. Gran Bretaña" del 2 de
agosto de 1984, serie A, vol. 82, párrafos 42, 43 Y 76), por la Ordenanza
Procesal Alemana (§ 100.a) y por el Código Procesal Penal Italiano (art.
266, inc. 1°).
Pero aún en la hipótesis de considerarse -como lo
propone la recurrente- que la decisión cuestionada debía observar los
requisitos exigidos para las medidas cautelares restrictivas de la libertad,
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cabe señalar a jortiori que 10 hasta aquí descripto permitiría acreditar
aquéllos que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha
interpretado necesarios para su aplicación, en tanto "debe tener carácter
excepcional, en virtud de que se encuentra limitada por los principios de
legalidad, presunción de inocencia, necesidad y proporcionalidad,
indispensables en una sociedad democrática" (caso "Tibi vs. Ecuador",
serie C nO 114, sentencia del 7 de septiembre de 2004, párrafo 106, Y del
voto concurrente razonado del juez García Ramírez, párrafo 66).
En estas condiciones, puede concluirse que el auto de
fojas 815 observó esos recaudos y que su fundamentación, integrada con
los aludidos antecedentes, cumplió con el artículo 123 del Código
Procesal Penal. En consecuencia, no es posible considerar que esa medida
haya significado una intromisión arbitraria, abusiva o ilegal respecto de
los afectados, pues ya desde los albores de la instrucción existían
circunstancias que, razonablemente y con el grado de certeza entonces
exigible, la autorizaban.
VII
Si bien en el escrito de queja la defensa sólo hizo
expresa referencia al aludido auto de fojas 815 (ver fs. 136/38 vta.),
habida cuenta que allí reprodujo la presentación donde se interpuso el
remedio federal, que a su vez hizo transcripción parcial del recurso de
casación, con arreglo a los criterios de Fallos: 267:90; 299:105; 303:1610
y 1674; 306:1785 y 307:1872, corresponde considerar los autos de fojas
819, 826 Y 935, que fambién ordenaron la intervención de líneas
telefónicas y que fueron objetados en esa oportunidad (ver fs. 112 vta.).
Al abordar ese cometido aprecio, en primer lugar, que
de adverso a 10 afirmado por la defensa, las providencias de fojas 819 y
826 no se refieren a líneas pertenecientes a Daniel Ch , Claudia
Ch o Paulina V , SIllO que corresponden a Jorge Co , Diego
José M y Moisés W , tal como surge de las notas policiales
de fojas 818 y 825. Quizás por tal motivo, durante el alegato la defensa
oficial de Ca limitó el planteo de nulidad al auto de fojas 815, que sí
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Claudia Ch
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alcanzó a la víctima y sus hijos, y a "todo lo actuado en consecuencia"
(ver parte pertinente de la sentencia del tribunal oral, cuya copia luce a
fs. 14 vta. de estas actuaciones).
Asimismo, no es posible reconocer que las órdenes
dictadas respecto de esos terceros, que eran allegados a la actividad de la
OCClsa y su familia, hayan surgido como consecuencia de la intervención
inicial de fojas 815, pues sus nombres y números telefónicos se
obtuvieron por testimonios recibidos por la autoridad policial el día del
hecho y al día siguiente, es decir, en forma contemporánea a esa medida
y no como resultado de ella (ver declaraciones del propio M , de
y de Martín Lo ,a fs. 12/3, 14/17 Y 46/7 del principal).
Si bien estas breves consideraciones ya permiten
concluir que este aspecto del agravio carece tanto de relación directa
cuanto de la debida fundamentación, cabe agregar que la recurrente
tampoco ha indicado qué partes de las escuchas telefónicas dispuestas a
fojas 819 y 826 pueden haber aportado elementos para responsabilizar a
su asistido. Esta omisión adquiere mayor trascendencia al tener en cuenta
que del fallo dictado por el tribunal oral, sólo surgen referencias a
conversaciones mantenidas entre las tres personas condenadas (ver
considerando séptimo, apartados XII, XIII Y XIV, a fs. 44 y siguientes de
esta queja), ninguna de ellas a través de las líneas alcanzadas por
aquellos decretos judiciales.
En estas condiciones, OpInO que la impugnación
respecto de los autos de fojas 819 y 826 debe ser desestimada.
VIII
Distinta es la situación en cuanto a la última orden de
intervención telefónica cuestionada por la defensa de Marcelo Gustavo
Ca , es decir, la de fojas 935, correspondiente al na 4776- de
Daniel Isaac Ch (ver solicitud policial de fojas 934).
En efecto, además de que tampoco esa línea surgió
como consecuencia de lo dispuesto a fojas 815, pues se la determinó a
raíz de una orden expresa de la magistrada y fue aportada a la autoridad
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policial por Claudia Ch (ver fs. 508, punto 6°, 514 Y 749 del sumario
de prevención), al dictar la medida de foj as 935 la juez también ponderó,
como lo hizo con la intervención inicial, las actuaciones labradas por la
Seccional 15a de la Policía Federal, el delito investigado y la idoneidad
de esa prueba para su esclarecimiento. Naturalmente, el hecho de haber
encomendado a fojas 508 la averiguación del "nuevo número telefónico
de Daniel Ch ", no sólo indica que la juez estaba informada de la
evolución de la pesquisa, sino también la vigencia de la sospecha inicial
respecto de su titular.
A lo hasta aquí considerado, cabe agregar que según
surge de la desgrabación obrante a fojas 1023/5, a resultas de esta
intervención se accedió al abonado perteneciente al
condenado Néstor Ángel L cuya observación judicial fue
inmediatamente dispuesta por la juez (fs. 1027, punto VIII).
Según mi criterio, además de esta última circunstancia,
es el temperamento éldoptado por el defensor oficial de Ca al ofrecer
prueba a fojas 3058/9 el que también contribuye a desvirtuar la
impugnación que se analiza. En efecto, en el apartado III de esa
presentación solicitó la incorporación por lectura de la des grabación de
fojas 1194/5, referida a dos llamadas a través de la segunda de esas
líneas (saliente hacia el nO 4776- , alcanzado por el auto de fs. 935, y
entrante desde el n° 0220-492- ). Cabe apuntar que a partir de esas
comunicaciones se logró individualizar a Marcelo Ca , tal como surge
de fojas 1423, 1788/91, 1796, 1877 vta., 1899,1903/4,1920,1927,1945,
1955/6, 1960 vta., 2016 y 202114, entre otras. Aquella petición de la
defensa fue proveída favorablemente por el tribunal oral a fojas 3146/8,
punto B-9.
En tales condiciones, al haberse ofrecido como prueba
en la etapa del artículo 354 del Código Procesal Penal, un elemento de
juicio que se incorporó a las actuaciones como consecuencia de lo
dispuesto en el auto de fojas 935, cuya nulidad se postuló en el recurso
de casación y en el aquí analizado, es posible concluir que la objeción
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"Ch , Daniel Isaac y otros 51 homicidio agravado por el vínculo etc. -causaN° 1029-".S.C. C 2641; L. XXXIX.-
planteada resulta inadmisible desde que importa una contradicción de la
parte con su conducta precedente.
En este sentido, es doctrina de V.E. que nadie puede
ponerse en contradicción con sus propios actos ejerciendo una conducta
incompatible con otra anterior, deliberada, jurídicamente relevante y
plenamente eficaz (conf. Fallos: 307: 1227 y 1602 Y sus citas: 326:3477 y
3734). Por lo tanto, sin perjuicio de la razonabilidad de la providencia de
fojas 935 en virtud de lo considerado al inicio de este acápite, lo recién
señalado también conduce a sostener la inadmisibilidad de este aspecto
del agravio.
Por último, en atención a que la defensa adujo que
resultan inconstitucionales las intervenciones fundadas en "rumores,
corazonadas o meras intuiciones, sin base alguna en las circunstancias
del sumario" (ver fs. 116), es oportuno mencionar que lo hasta aquí
expuesto impide afirmar que en el sub lite se haya procedido de ese
modo. Así lo pienso, desde que las constancias de autos acreditan que,
precisamente en cuanto a Ca la juez de instrucción observó el
criterio restrictivo supra aludido, al no disponer intervención alguna a su
respecto hasta contar con el número del teléfono móvil del que resultó
ser titular -también obtenido como consecuencia de lo ordenado a fojas
1027 (ver fs. 1789/91 Y 1796)- pues aun cuando disponía de
información sobre las líneas que un tercer sospechado (entonces sólo
identificado como "Marcelo") utilizaba para comunicarse con otro de los
condenados (L ), se limitó a requerir de ellas listados de llamadas,
datos de sus titulares y domicilios en donde funcionaban (ver fs. 1410/11,
1423, 1477, 1760 -punto VI- y 2007).
Sólo cabe añadir en relación con el criterio restrictivo
que nge en medidas de esta naturaleza, que en cuanto cesó la necesidad
de las escuchas a los fines de la investigación, la juez las dejó sin efecto
(ver autos de fs. 1477 Y 2208/09, punto IV).
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IX
Acerca del planteo referido a la inconstitucionalidad de
la pena de prisión perpetua aplicada a Marcelo Ca , cabe señalar en
primer término, que el a quo sólo ha dado respuesta parcial a la cuestión,
pues en su pronunciamiento se limitó a sostener, sobre la base de las
consideraciones allí vertidas, que la pena de prisión perpetua no
contradice la Ley Fundamental (ver considerando 11 de la sentencia cuya
copia luce a fs. 10211 O de esta queja). Al no haberse expuesto razones
que expliquen la omisión de tratar el cuestionamiento referido al caso en
que, como se ha alegado en el sub júdice, esa pena resulta efectivamente
perpetua en razón de que la condición de reincidente del nombrado le
impedirá acceder a la libertad condicional, 10 resuelto podría ser
descalificado baj o la doctrina de la arbitrariedad (Fallos: 312 :451;
314:685 y 737; 316:647, 1079 y 3191, entre otros). Empero, visto que el
temperamento que habrá de sugerirse en cuanto a este agravio revela su
falta de relevancia para la solución del pleito, estimo que no corresponde
proponer tal criterio a V.E.
Al respecto, la defensa sostuvo que la sanción prevista
para la figura del artículo 80, inciso 10, del Código Penal resulta
contraria a la Constitución Nacional y a los tratados internacionales
asimilados a su jerarquía, en particular a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, por significar una pena cruel, inhumana o degradante
que se encuentra prohibida por el artículo 50, inciso 20, de ese
instrumento, y también por violar el principio de culpabilidad y la
igualdad ante la ley.
Más allá del fundamento invocado por el a quo al
contestar este aspecto del agravio, que en 10 esencial se basó en el texto
del artículo 10 de la Convención contra la Tortura y otros Tratos Crueles,
Inhumanos o Degradantes, que también tiene rango constitucional y
excluye de su ámbito los dolores o sufrimientos que sean consecuencia de
sanciones legítimas, 10 cierto es que la pena de prisión perpetua no
vulnera per se la Constitución Nacional nI los instrumentos
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"Ch , Daniel Isaac y otros sI homicidio agravado por el vínculo etc. -causaW 1029-".S.C. C 2641; L. XXXIX.-
internacionales antes aludidos, sino que, por el contrario, es posible
afirmar que se encuentra expresamente admitida.
No paso por alto que, como lo destaca la defensa a
fojas 123 y 138 vta., su planteo no se ha fundado en ese instrumento, sino
en el artículo 5°, inciso 2°, del Pacto de San José de Costa Rica, que al
proteger la integridad personal contempla que "nadie debe ser sometido a
torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes" y que
"toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la
dignidad inherente al ser humano". Sin embargo, la interpretación que de
ese precepto han efectuado tanto la Corte como la Comisión
Interamericanas, armoniza con la Convención mencionada en el párrafo
anterior e impide, en mi opinión, la asimilación que propone la
recurrente, pues en numerosas oportunidades esos organismos han
subsumido en el artículo 5.2 situaciones como las que excluye el artículo
1° del instrumento invocado por el a quo.
Así, por ejemplo, en el caso "Velásquez Rodríguez vs.
Honduras", del 29 de julio de 1988, se encuadró en esa norma el
aislamiento prolongado y la incomunicación coactiva (párrafo nO 156); en
el caso "Castillo Páez vs. Perú", del 3 de noviembre de 1997, se
consideró afectado ese derecho porque la víctima, después de ser
detenida por agentes de la policía fue introducida en la maletera del
vehículo oficial (párrafo nO 66); en el caso "Castillo Petruzzi vs. Perú"
del 30 de mayo de 1999, porque los detenidos permanecieron
incomunicados en poder de la autoridad administrativa durante 36 y 37
días hasta ser puestos a disposición judicial y por haber sido presentados
vendados o encapuchados, "amarrocados" o "engrilletados" al declarar en
sede judicial (párrafo nO 192); en el caso "Villagrán Morales vs.
Guatemala", del 19 de noviembre del mismo año, porque existían
numerosas evidencias en cuanto a que las víctimas padecieron graves
maltratos y torturas físicas y psicológicas por parte de agentes del Estado
antes de sufrir la muerte (párrafo nO 157 y ss.); en el caso "Suárez Rosero
vs. Ecuador", del 12 de noviembre de 1997, tanto por la prolongada
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incomunicación ilegal (36 días) como por las malas condiciones de
alojamiento (párrafo nO 91.).
Para finalizar esta breve reseña, en el caso "Cantoral
Benavides vs. Perú", del 18 de agosto de 2000, la Corte Interamericana
se pronunció, también dentro del artículo 5.2, sobre el concepto de
tortura psicológica, y reiteró que "la incomunicación durante la
detención, la exhibición pública con un traj e infamante a través de los
medios de comunicación, el aislamiento en celda reducida, sm
ventilación ni luz natural, ... las restricciones al régimen de visitas ... ,
constituyen formas de tratos crueles, inhumanos o degradantes en el
sentido del artículo 5.2 de la Convención Americana" (párrafos nO 89 y
95/1 06). Asimismo, en el caso "Loayza Tamayo vs. Perú", del 17 de
septiembre de 1997, interpretó que maltratos como el "ahogamiento"
también encuadraban en esa norma (párrafo n° 58).
Por su parte, en el ámbito del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, el Comité contra la Tortura ha considerado
que su artículo 7° -que también prohíbe la tortura u otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes- se refiere "a los castigos corporales,
incluidos los castigos excesivos impuestos por la comisión de un delito o
como medida educativa o disciplinaria" (Observación General n° 20, 44°
período de sesiones -1992- punto 5, publicada en "Recopilación de las
Observaciones Generales y Recomendaciones Generales adoptadas por
Órganos creados en virtud de Tratados de Derechos Humanos"). Sin
embargo, aprecio que de ello no es posible inferir per se que la pena de
prisión perpetua pueda estar comprendida en ese concepto, desde que el
propio Pacto admite limitadamente -al igual que otros instrumentos ya
aludidos- la imposición de una sanción de suma gravedad, como es la
pena capital (art. 6°). De ello se infiere que la inteligencia de ese criterio
debe coincidir con la del artículo 1° de la Convención contra la Tortura,
supra citada.
Por lo demás, el artículo 2° de la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, aprobada por ley
23.652, también excluye de ese concepto "las penas o sufrimientos
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"Ch , Daniel Isaac y otros sI homicidio agravado por el vínculo etc. -causaN° 1029-".S.C. C 2641; L. XXXIX.-
físicos o mentales que sean únicamente consecuencia de medidas legales
o inherentes a éstas".
xSentado lo anterior, cabe observar que además de la
prohibición de la tortura y de las penas crueles, infamantes o degradantes
allí establecida, la comunidad internacional también ha manifestado su
anhelo de lograr la total abolición de la pena de muerte. Así surge, por
ejemplo, del "Protocolo a la Convención Americana sobre Derechos
Humanos relativo a la Abolición de la Pena de Muerte", aprobado en
Asunción el 8 de junio de 1990; mientras que en el ámbito europeo rigen
los Protocolos nO 6 (1982) Y n° 13 (2002) al Convenio Europeo para la
Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales,
que han adoptado un temperamento análogo respecto de la aplicación de
esa pena tanto "en tiempo de paz" como en "cualquier circunstancia".
Específicamente, el artículo 4° del Pacto de San José
de Costa Rica, si bien limita la aplicación de esa pena, solamente la
prohíbe respecto de quienes al momento del hecho fueran menores de
dieciocho o mayores de setenta años y para las mujeres en estado de
gravidez (inc. 5°). Para los países que no la han abolido, exige que la
pena de muerte "sólo podrá imponerse por los delitos más graves, en
cumplimiento de sentencia ejecutoriada de tribunal competente y de
conformidad con una ley que establezca tal pena, dictada con
anterioridad a la comisión del delito. Tampoco se extenderá su aplicación
a delitos a los cuales no se la aplique actualmente" (inc. 2°).
XI
Ahora bien, en cuanto a la sanción cuestionada en el
sub lite, en la Convención sobre los Derechos del Niño -que también
veda la pena capital para los menores de dieciocho años- se admite
expresamente la imposición de prisión perpetua a los nombrados SI se
cuenta con la posibilidad de excarcelación (art. 37, inc. "a"). Esta
circunstancia permite razonablemente sostener que si allí se ha efectuado
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esa salvedad, resulta difícil concluir que en el ámbito de la comunidad
internacional esa pena se encuentre vedada para los mayores, tal como lo
propone la recurrente.
En tal sentido, es oportuno recordar que al resolver
V.E. el 7 de diciembre de 2005 in re "Maldonado, Daniel Enrique y otro
sI robo agravado por el uso de armas en concurso real con homicidio
calificado -causa n° 1174-" (expte. Letra M n° 1022, Libro XXXIX),
donde la defensa había planteado -con sustento en esa Convención y
porque a su criterio también importaba una pena cruel, inhumana o
degradante- la inconstitucionalidad de la prisión perpetua impuesta a un
menor, el Alto Tribunal sólo revocó lo resuelto por considerar, en el
marco de la legislación nacional de menores y los tratados de derechos
humanos, que carecía de suficiente fundamentación la necesidad de
aplicación de la pena (conf. considerando s n° 21 a 23 del voto conjunto).
En lo que aquí interesa, al referirse en esa ocasión a la
figura del homicidio agravado cometido por mayores, sostuvo que "la
sola subsunción de la imputación en el tipo penal basta para dej ar sentada
la gravedad del hecho sin necesidad de mayores argumentaciones, pues la
pena prevista es absoluta y por lo tanto, no exige, de hecho, ningún
esfuerzo argumental adicional para la determinación de la pena: prisión
perpetua" (considerando nO 13 ídem).
Agregó entonces que las penas absolutas, tal como la
prisión perpetua, no admiten agravantes o atenuantes pues el legislador
ha declarado, de iure, "q~e todo descargo resulta irrelevante: son hechos
tan graves que no admiten atenuación alguna", y concluyó que "en los
casos de plena culpabilidad por el hecho, este recurso legislativo resulta,
en principio, admisible" (ver considerando nO 14 ibídem).
Más expresamente, en su voto concurrente la doctora
Argibay afirmó que "el régimen establecido en la ley 22.278 no es
inconstitucional por el hecho de admitir la posibilidad de que una
persona sea condenada a prisión perpetua por un homicidio calificado
cometido cuando tenía dieciséis años y ello tampoco resulta, por sí solo,
18
.'
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"Ch , Daniel Isaac y otros sI homicidio agravado por el vínculo etc. -causaW 1029-".S.C. C 2641; L. XXXIX.-
contrario a la Convención sobre los Derechos del Niño" (considerando nO
18) .
Sin perJUICIO del debate doctrinario existente en torno
a la vigencia de esa pena, en el cual la recurrente ha sustentado su
planteo, lo descripto permite afirmar que desde el ámbito de los
instrumentos de derechos humanos comprendidos por la Constitución
Nacional y la interpretación que de ellos ha efectuado V.E. a partir de
Fallos: 318:514, sumado a las consideraciones que acaban de señalarse
del precedente "Maldonado", no es posible concluir en la
inconstitucionalidad de la prisión perpetua prevista en el artículo 80,
inciso 10, del Código Penal, ni que ella pueda significar la afectación de
la integridad personal en los términos el artículo 5°, inciso 2°, del Pacto
de San José de Costa Rica, de la garantía de igualdad ante la ley o del
principio de culpabilidad, en los cuales también se ha fundado este
aspecto del agravio.
Por lo tanto, resulta improcedente la reducción a una
escala punitiva entre diez a veinticinco años de prisión, como se propone
en el recurso extraordinario (ver fs. 126). Asimismo, las alegaciones en
cuanto al problema de salud de Ca (ver fs. 128) carecen de entidad a
los fines de individualización de la pena dado su carácter absoluto y, en
todo caso, su evolución habrá de considerarse en la etapa de ejecución
(arts. 33 y 143 y siguientes de la ley 24.660).
XII
Sin perjuicio de los reparos de política criminal que me
merece una fundamentación de la pena basada en la prevención especial,
y en particular la solución legislativa que el derecho vigente adjudica a
la reincidencia, debo recordar que V.E. también ha resuelto que la
reincidencia que regula el artículo 50 del Código Penal se sustenta en el
desprecio que manifiesta por la pena quien, pese a haberla sufrido antes,
recae en el delito. Añadió el Alto Tribunal que el autor que ha
experimentado el encierro que importa la condena y, a pesar de ello,
reincide, demuestra su insensibilidad ante la amenaza de un nuevo
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reproche de esa naturaleza, cuyo alcance ya conoce (Fallos: 308:1938 y
311:1209).
También en el precedente de Fallos: 311:1451 se
pronunció en similar sentido y agregó que "el distinto tratamiento dado
por la ley a aquellas personas que, en los términos del artículo 50 del
Código Penal, cometen un nuevo delito, respecto de aquéllas que no
exteriorizan esa persistencia delictiva, se justifica, precisamente, por el
aludido desprecio hacia l;;¡ pena que les ha sido impuesta. Y si, como se
vio, existe un fundamento razonable para hacer tal distinción, el
legislador se encuentra facultado para establecer, dentro del amplio
margen que le ofrece la política criminal, las consecuencias jurídicas que
estime conveniente para cada caso" (considerando 9°).
XIII
Sin perjuicio de lo hasta aquí expuesto, no desconozco
que al resolver V.E. el 4 de julio último en los autos Letra G nO 239,
Libro XL, caratulados "Giménez Ibáñez, Antonio Fidel sllibertad
condicional", en el voto concurrente de los doctores Petracchi, Fayt,
Zaffaroni y Lorenzetti se consideró acertado -obiter dicta- un planteo
análogo al de autos, aunque sin entrar al fondo del asunto pues, por
mayoría, dej ó sin efecto la sentencia del superior tribunal provincial, que
había juzgado ausente el requisito de sentencia definitiva a los fines del
recurso de inaplicabilidad de ley, y ordenó dictar nuevo fallo al
interpretar acreditado ese recaudo formal.
Aunque en el sub júdice no existe ese impedimento, a
diferencia de ese precedente -donde al interesado se le había aplicado
una sanción como la de autos y registraba un cómputo de pena que
permitió a su defensa invocar su agotamiento- aquí la propia recurrente
admite a fojas 139 que el planteo pretende remover un obstáculo a la
libertad condicional que recién habría de presentarse al momento en que
se acrediten los requisitos que para ese instituto exige el artículo 13 del
Código Penal (texto anterior a la ley 25.892).
20
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"Ch , Daniel Isaac y otros si homicidio agravado por el vínculo etc. -causaN° 1029-".S.C. C 2641; L. XXXIX.-
En efecto, si bien no consta que se haya practicado el
cómputo de pena oportunamente ordenado, el tiempo transcurrido desde
el 31 de octubre de 2000, cuando Ca fue detenido (ver fs. 2069170
del principal), considerando que fue condenado por el Tribunal Oral en lo
Criminal nO 28 el 27 de marzo de 2003 y que la Cámara Nacional de
Casación Penal rechazó el 28 de agosto y el 17 de noviembre siguientes
los recursos de casación y extraordinario respectivamente interpuestos
por su defensa (ver fs. 10211 O Y 143/4 de esta queja), permite afirmar que
hoy día se encuentran palmariamente ausentes los recaudos previstos en
aquella norma.
Estimo oportuno menCIOnar que un criterio similar se
ve reflejado en calificada doctrina al referirse a la reforma introducida en
el año 2004 al artículo 13 del Código Penal. Al hacer referencia a la ley
25.892, que elevó de veinte a treinta y cinco años el tiempo de pena que
el condenado a prisión o reclusión perpetua debe cumplir para poder
acceder a la libertad condicional, Zaffaroni, Alagia y Slokar, que
pusieron en duda su constitucionalidad por convertir a la prisión perpetua
en una pena cruel, afirmaron que "de cualquier manera es innecesario
ocuparse ahora de una cuestión que no se planteará antes del año 2024"
("Manual de Derecho Penal - Parte General", Buenos Aires, Ediar, 2005,
pág. 709, nO 4, y pág. 716, nO 4).
A lo expresado, que ya permitiría concluir sm otras
consideraciones en la improcedencia de este aspecto de la queja por
ausencia de agravio actual (Fallos: 311:2518; 312:290 y 916; 327:3532;
entre otros), cabe añadir que la defensa procura, en esas condiciones, la
inconstitucionalidad de la sanción aplicada a su asistido.
Con sólo recordar la doctrina de V.E. en cuanto a que
la declaración de invalidez constitucional importa un acto de suma
gravedad institucional que debe ser considerado como la última ratio del
orden jurídico (Fallos: 307:531; 312:72; 314:424; 328:91 y 1416, entre
otros) y que, por 10 tanto, ese análisis es sólo practicable como razón
ineludible del pronunciamiento que la causa requiere (Fallos: 328: 1491,
considerando 27 del voto conjunto y su cita de Fallos: 260:153, entre
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otros), surge evidente que el temperamento adverso indicado resulta
imperativo.
XIV
Si bien lo considerado en el apartado anterior
permitiría, a esta altura,. proponer la desestimación del planteo, creo
pertinente agregar, en abono de ello y por guardar vinculación con la
cuestión articulada, que en la actualidad también integra el orden público
argentino (conf. arts. 27 y 31 de la Constitución Nacional) el "Estatuto
de Roma de la Corte Penal Internacional", adoptado el 17 de julio de
1998 en el ámbito de las Naciones Unidas, aprobado por ley 25.390
(publicada en el Boletín Oficial el 23 de enero de 2001) Y en vigor desde
el 1° de julio de 2002, cuya implementación ha sido recientemente
dictada por el Congreso mediante la sanción de la ley 26.200 (publicada
en el Boletín Oficial el 9 de enero de 2007).
Por lo tanto, en la materia que aquí interesa es posible
acudir a ese instrumento internacional como fuente para la interpretación
del derecho interno (conf. Fallos: 315: 1492, considerando 18).
Más allá de la finalidad de ese tratado y de la
competencia limitada y complementaria del tribunal supranacional así
creado, considero relevante señalar que al fijar el Estatuto las penas
aplicables para los delitos tipificados en sus artículos 6° a 8°, su artículo
77, inciso 10, estableció las siguientes: a) reclusión por un número
determinado de años que no exceda de treinta años; o b) reclusión a
perpetuidad cuando lo justifiquen la extrema gravedad del crimen y las
circunstancias personales del condenado. Cabe destacar que en virtud de
la ley 26.200 recién aludida, en el primer supuesto la pena se ha limitado
al término de veinticinco años de prisión, mientras que para el segundo,
sin afectarse el carácter absoluto de la sanción, sólo se precisaron las
condiciones para su aplicación "si ocurre la muerte" (arts. 8 a 10).
Además de reiterarse a través de aquel instrumento la
vigencia del encierro perpetuo en el ámbito del derecho internacional de
los derechos humanos (aspecto ya analizado en este dictamen), estimo
oportuno mencionar las normas allí previstas para la "reducción de la
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"Ch , Daniel Isaac y otros sI homicidio agravado por el vínculo etc. -causaN° 1029-".S.C. C 2641; L. XXXIX.-
pena", pues a partir de ellas podría considerarse, oportunamente, un
régimen para morigerar en el ámbito del derecho interno los efectos de la
sanción aplicada en autos.
El artículo 110 del Estatuto de Roma, que regula este
último instituto, determina que el recluso no será puesto en libertad antes
de que haya cumplido la pena impuesta por la Corte (inc. 1°); que, luego
de escuchar al recluso, sólo ella puede decidir la reducción (inc. 2°); Y
que cuando haya cumplido las dos terceras partes de la pena o veinticinco
años de prisión en el caso de pena privativa de libertad perpetua, la Corte
revisará la pena -nunca antes del cumplimiento de esos plazos- para
determinar si ésta puede reducirse (inc. 3°). Luego de describir los
factores a tenerse en cuenta a tal fin (inc. 4°), se prevé que si en un
inicio se declara que no procede la reducción de la pena, la cuestión debe
volver a examinarse con la periodicidad y con arreglo a los criterios
indicados en las Reglas de Procedimiento y Prueba (inc. 5°).
Esta reseña permite apreciar que sin perjuicio de la
aludida vigencia de la prisión perpetua, la finalidad esencialmente
resocializadora de las penas privativas de libertad también ha sido
reconocida por el Estatuto de Roma para esa sanción, pues la expectativa
que en el plazo de veinticinco años pueda examinarse la posibilidad de
reducción que para ella contempla el artículo 110, inciso 3 0, habrá de
alentar la readaptación social del condenado a esos fines. Más aún, de las
aludidas Reglas de Procedimiento y Prueba surge expresamente que en
esa etapa la Corte valorará, entre otras circunstancias, que la conducta
del condenado durante su detención revele una auténtica disociación de
su crimen y sus posibilidades de reinsertarse en la sociedad y reasentarse
exitosamente (regla nO 223).
Si bien esta limitación temporal de la prisión perpetua
no se vincula con la eventual reincidencia del condenado, la cual, como
tal, no ha sido contemplada en el Estatuto de Roma (ver arto 78, inc. 3°),
sus efectos coinciden, en lo sustancial, con el criterio de la invalidez
constitucional de la pena privativa de libertad realmente perpetua que
adelantaron algunos ministros de V.E. al dictar sentencia en el caso
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"Giménez Ibáñez", ya citado, y también con el invocado por el doctor
Petracchi al fallar el 5 de' septiembre pasado en la causa Letra G nO 560,
Libro XL, caratulada "Gramajo, Marcelo Eduardo si robo en grado de
tentativa -causa n° 1573-".
En su ilustrado voto, este último magistrado recordó
sobre la base de jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos y del Tribunal Constitucional Alemán, que las condenas a
enCIerro por tiempo indeterminado -incluidas las aplicadas a
reincidentes o delincuentes habituales- son compatibles con la
respectiva Convención Europea y con la Ley Fundamental de Alemania,
sólo bajo la premisa que se asegure debidamente el control judicial
periódico de las condiciones para la liberación y que haya existido un
examen concreto de la situación del afectado (ver considerandos n° 31 y
44, a los que me remito en razón de brevedad).
Precisamente, esa periodicidad ha sido prevista dentro
del ámbito del Estatuto de Roma en la regla procesal n° 224, que
establece la realización del examen de la reducción de la pena cada tres
años, a menos que los magistrados indiquen un intervalo más breve.
Por su parte, el aludido Tribunal Constitucional
también aplicó una interpretación similar al resolver que el cumplimiento
de la pena privativa de la libertad a perpetuidad no afecta la
inviolabilidad de la dignidad del hombre que reconoce el artículo 10,
inciso 10, de la Ley Fundamental de Alemania. Para ello, además de
reiterar que toda pena debe estar en adecuada proporción con la gravedad
del hecho punible y la culpa del delincuente, sostuvo que las
disposiciones de la ley de ejecución penal y la práctica allí vigente en
materia de indulto, impedían determinar que esa pena conduzca
obligatoriamente a daños irreparables de tipo físico o psíquico que
lesionen la existencia digna. Agregó que al condenado se le debe dar la
esperanza de volver a obtener su libertad y que si bien la posibilidad del
indulto no es por sí sólo suficiente, el principio del estado de derecho
ofrece los presupuestos bajo los cuales se puede suspender la ejecución
de una pena de prisión perpetua, así como para reglamentar el proceso
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"Ch , Daniel Isaac y otros si homicidio agravado por el vínculo etc. -causaN° 1029-".S.C. C 2641; L. XXXIX.-
aplicable a tal efecto (ver sentencia 45,187 de la Sala Primera, del 21 de
junio de 1977 -1 BvL 14/76- reseñada en "Cincuenta años de
jurisprudencia del Tribunal Constitucional Federal Alemán", compilación
de Jürgen Schwabe, traducción de Marcela Anzola Gil, Ediciones
Jurídicas Gustavo Ibáñez y Konrad-Adenauer-Stiftung, Bogotá 2003,
páginas 18 y 19).
xvLas pautas hasta aquí enunciadas habrán de resultar de
utilidad en el sub júdice, a partir de la insoslayable finalidad
resocializadora que debe tener la aplicación de toda pena por imperio del
Pacto de San José de Costa Rica (art. 5.6) y del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (art. 10.3), los cuales cuentan con jerarquía
constitucional (art. 75, inc. 22).
Ese objetivo también ha sido recogido por el legislador
en la Ley de Ejecución Penal nO 24.660, respecto de todas las
modalidades de ejecución de pena privativa de libertad (art. 1°). A la
vez, su artículo 3° establece que el juez "garantizará el cumplimiento de
las normas constitucionales, los tratados internacionales ratificados por
la República Argentina ... ".
Este plexo normativo refleja, en mi opinión, la
vigencia del mencionado "principio del estado de derecho" en el orden
público argentino que, como enseguida se verá, cuenta con los
instrumentos normativos necesarios para asegurar su vigencia.
En tal sentido, creo oportuno recordar que a través del
artículo 2° de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, los
Estados partes se han comprometido a adoptar las medidas legislativas o
de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos los derechos y
libertades en ella reconocidos. Una previsión similar contiene el artículo
2° del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Respecto de esta obligación asumida por el Estado
argentino, en Fallos 318:514 se interpretó que corresponde a la Corte,
como órgano supremo de uno de los poderes del Gobierno Federal y en la
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medida de su jurisdicción, aplicar aquélla Convención, ya que lo
contrario podría implicar responsabilidad de la Nación frente a la
comunidad internacional (considerando n° 12, donde se invocó la Opinión
Consultiva nO 11/90 de la Corte Interamericana).
Precisamente al emitir el tribunal supranacional esa
opinión había señalado, entre otros aspectos, que la obligación de
garantizar del artículo 1° del Pacto entraña "el deber de los Estados
Partes de organizar todo el aparato gubernamental y, en general, todas las
estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder
público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el
libre y pleno ejercicio de los derechos humanos" (párrafo nO 23). Allí
también consideró "que garantizar implica la obligación del Estado de
tomar todas las medidas necesarias para remover los obstáculos que
puedan existir para que los individuos puedan disfrutar de los derechos
que la Convención reconoce" (párrafo nO 34).
Como se recordará, en ej ercicio de esa potestad
soberana y en la medida de su jurisdicción, en aquel precedente V.E.
declaró la invalidez constitucional de los límites recursivos del artículo
459, inciso 2°, del Código Procesal Penal la Nación, en cuanto vedaban
la admisibilidad del recurso de casación contra las sentencias de los
tribunales en lo criminal en razón del monto de la pena.
También en Fallos: 322:2488 y con remisión al
precedente "Giroldi" recién citado, la Corte declaró la invalidez
constitucional del artículo 87 de la ley 23.077, en cuanto obstaba a la
posibilidad de recurrir ante la Cámara Nacional de Casación Penal las
sentencias condenatorias dictadas por los tribunales de acuerdo al
procedimiento regulado por dicha normativa y, de ese modo, cercenaba la
garantía de la doble instancia en materia penal prevista en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos.
Algo similar propuso la minoría del Tribunal en Fallos:
323 :4130, al considerar que el Poder Ejecutivo estaba legitimado para
interponer el recurso de revisión en favor de quienes se hallaban
condenados por sentencia judicial firme, para dar cumplimiento a las
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"Ch , Daniel Isaac y otros sI homicidio agravado por el vínculo etc. -causaN° 1029-".S.C. C 2641; L. XXXIX.-
recomendaciones del Informe nO 55/97 de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos y garantizar el derecho a la doble instancia (ver en
especial votos de los doctores Fayt, Petracchi y Bossert). Aquí la medida
para cumplir con la obligación de garantizar había sido tomada por el
Poder Ejecutivo y la minoría de la máxima instancia judicial la consideró
procedente.
Si bien es doctrina del Alto Tribunal que entre las
medidas necesarias en el orden jurídico interno para cumplir con el
objeto y fin del Pacto de San José de Costa Rica se encuentran las
sentencias judiciales (Fallos: 315: 1492, considerando 22 de la mayoría y
considerando 18 del voto en disidencia de los doctores Petracchi y
Moliné O'Connor; y Fallos: 321:3555, considerando 16 del voto de los
doctores Boggiano y Bossert), en consonancia con el criterio que emana
de la Opinión Consultiva nO 11/90 y frente a la decisión adversa de la
mayoría de V.E. en el precedente aludido en el párrafo anterior, pocos
días después de dictarse esa sentencia el Poder Ejecutivo Nacional,
también con invocación del citado Informe n° 55/97, utilizó la facultad
que reconoce el artículo 99, inciso 5°, de la Constitución Nacional y
conmutó las penas de los condenados (decreto 1263/2000 del 28 de
diciembre de 2000, publicado en el Boletín Oficial del 3 de enero de
2001).
Por su parte, en el ámbito del Poder Legislativo
también se ha aplicado un temperamento análogo al sancionar la ley
24.198, que derogó el delito de desacato que tipificaba el artículo 244 del
Código Penal. Tal decisión se adoptó a partir de la solución amistosa
acordada en la denuncia presentada contra la República Argentina ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (conf. Informe nO 22/94,
del 20 de septiembre de 1994, referido al caso nO 11.012).
Como puede apreciarse luego de estas referencias, los
tres poderes soberanos de la República Argentina han decidido
oportunamente, dentro de sus respectivas jurisdicciones, las medidas
necesarias para garantizar los derechos que reconoce el Pacto de San José
de Costa Rica, tal como 10 establece su artículo 2 0. Inclusive la minoría
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del precedente de Fallos: 323 :4130, recién citado, también interpretó que
debía reconocerse legitimación en un proceso penal a quien carecía
formalmente de ella, a fin de asegurar la vigencia de esa obligación
internacional asumida por el Estado.
XVI
En tales condiciones, si bien "la Suprema Corte
representa en la esfera de 'sus atribuciones la soberanía Nacional, y es tan
independiente en su ejercicio como el Congreso y el Poder Ejecutivo en
los suyos" (Fallos: 12: 134 -año 1872-), teniendo presente que una de las
primordiales misiones del Poder Judicial es saber mantenerse dentro del
ámbito de su jurisdicción sin menoscabar las funciones que incumben a
los otros poderes del Estado (Fallos: 308:1848 y 2268; 310:1162;
311 :2580, 316:2732; 326:2004, entre muchos otros), considero que las
características del sub lite, mencionadas en el apartado XIII supra,
impiden a V.E. resolver ahora sobre el planteo referido a la pena aplicada
a Ca , no sólo por la aludida ausencia de agravio actual, sino también
porque en el marco de la legislación vigente cualquier determinación
judicial al respecto involucraría cuestiones más propias del Poder
Legislativo o del Poder Ejecutivo (arts. 75, inc. 12,77 Y 99, inc. 5°, de la
Constitución Nacional), los cuales, como se ha visto, también se hallan
facultados, dentro de los ámbitos de sus respectivas competencias y en
aplicación del recordado "principio del estado de derecho", a adoptar
medidas que oportunamente y sin las restricciones que hic el nunc rigen
para la jurisdicción extraordinaria de la Corte, podrían abarcar la
objeción aquí introducida por la defensa (conf. Fallos: 326:2968, voto de
los doctores Petracchi y López). En tal sentido, es oportuno recordar el
amplio margen que la política criminal le ofrece al legislador para
establecer las consecuencias jurídicas que estime conveniente para cada
caso (Fallos: 311:1451, considerando 9°, ya citado).
El temperamento anunciado coincide con el sostenido
por el Alto Tribunal en cuanto a que "el ingente papel que en la
elaboración del derecho incumbe a los jueces --comprensivo de la
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"Ch , Daniel Isaac y otros sI homicidio agravado por el vínculo etc. -causaN° 1029-".S.C. C 2641; L. XXXIX.-
determinación de su conformidad con los principios y garantías de la Ley
Fundamental-, así como en la interpretación y sistematización de las
normas infraconstitucionales y la suplencia de sus lagunas (artículo 16
del Código Civil) no incluye, obviamente, la facultad de instituir la ley
misma. No es lícito que los magistrados judiciales argentinos procedan
con olvido de su carácter de órganos de aplicación del derecho 'vigente'
ni que se atribuyan ... potestades legislativas de las que carecen" (Fallos:
308: 1848, considerando 5° y sus citas; y más recientemente in re
"Badaro, Adolfo Valentín cl ANSeS. si reajustes varios", sentencia del 8
de agosto último, considerando 18 -expte. Letra B n° 675, Libro XLI-).
Asimismo, lo expuesto guarda armonía con lo
considerado en Fallos: 120:19 (año 1914), donde al referirse a la facultad
presidencial de indultar o conmutar las penas, la Corte afirmó que la
Constitución "ha querido prevenir los inconvenientes derivados de la
aplicación estricta de las leyes penales que no pueden prever todas las
modalidades de los casos particulares o como dice Story, porque ningún
sistema de leyes puede proveer para cada matiz posible de culpabilidad,
un grado proporcionado de castigo, lo más que se ha hecho y que ha
podido hacerse, es proveer al castigo de los crímenes por medio de
algunas reglas generales y dentro de algunas limitaciones también
generales .. , Además, la ley puede ser violada hallándose el culpable
colocado en circunstancias que le hagan excusable ante la moral y la
justicia absoluta aunque no ante los términos estrictos de la ley (Comm.
párrafo 494: The Federalist número 74)".
La solución que postulo, finalmente, observa el
prudente criterio que V.E. ha reiterado al dictar sentencia en el
precedente publicado en Fallos: 328: 1491, cuando afirmó que "la Corte
debe agotar todas las interpretaciones posibles de una norma antes de
concluir con su inconstitucionalidad. Sabido es que la
inconstitucionalidad es un remedio extremo, que sólo puede operar
cuando no resta posibilidad interpretativa alguna de compatibilizar la ley
con la Constitución Nacional y los tratados internacionales que forman
parte de ella, dado que siempre importa desconocer un acto de poder de
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inmediata procedencia de la soberanía popular, cuya banalización no
puede ser republicanamente saludable" (considerando 27 del voto del
doctor Zaffaroni y de la doctora Highton de Nolasco, en página 1519).
XVII
Por último y Slll perJUlCIO de lo hasta aquí
desarrollado, doy por reproducidas en lo pertinente, las consideraciones
efectuadas al dictaminar en el día de la fecha in re "Leguizamón, Abel
Alberto s/causa nO 4335", expediente Letra L nO 533, Libro XLI.
Por ello, opino que V.E. debe declarar formalmente
procedente la quej a de foj as 145/50 con el alcance indicado en los
apartados II, VI, IX Y siguientes, y confirmar la sentencia en cuanto pudo
ser materia de recurso extraordinario.
Buenos Aires, ;J '/-tIe marzo de 2007.
ES COPIA
Ft=~NANOPROSECRfTA O ZAVAT
PROCUR~'ON GfRJO JEFE ADJUNTOl/ERAL OE LA rvÍlÍ;¡"
~ lo _ ~o~
ESTEBAN RIGHI
30