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  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    1/33

    Traduccin

    de

    C

    I'NAR

    SURRZ B

    AT-LAR

    b L N A U M l f c J N J L U

    DE LA

    H I S T O R I A

    i .

    La fo rmac in del pensamiento

    historiador en Grecia

    .. por

    FRANCOIS CHTELET

    E S C N A L D E A N T R O P O L O G I A i

    B I B L I O T E C

    si lo

    veintiuno

    editores

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    2/33

    INTRODUCCION

    I .

    E L

    HOMBRE

    HISTORICO Y EL

    PROBLEMA

    DE LA

    CONSTITUCIN DEL ESPRITU HISTORIADOR

    En la actualidad entendemos al hombre como ser

    h i s t

    rico.

    Sabealmenos en la

    p r c t i c a

    que sus

    gestos,

    sus

    decisiones, sus palabras, son elementos d una total idad

    dinmica

    irreversible y significativa; que cada momento

    de su existencia resulta de su

    pasado

    y determina su fu

    turo, que el

    curso

    del

    tiempo

    no es el simple marco

    vaco

    de su presencia, sino el lugar impuesto -donde se

    desarrolla

    dramticamente

    su ser. Sabe

    tambin

    que su

    suerteindividual

    no

    podra

    ser

    separada

    del devenir actual*

    de la humanidad, que todo acontecimiento le concierne

    finalmente

    y que

    est

    comprometido en esta

    accin

    global

    e incoherente que se llama -historia

    present)Sabe,

    en fin,

    que su vida, que esta historia actual que es su horizonte,

    no constituye ms que un momento de una larga

    evolucin

    en el curso de la cual se ha transformado la humanidad,

    y que la respuesta al

    nico

    enigma verdadero: qu

    sucede con el hombre? se encuentra en este universo ce

    rrado y opaco que es el

    pasado

    mundial y en esta abertura

    del

    presente

    que se llama futuro.

    J

    Habiendo aprendido a conocer al hombre como histo

    ricidad,

    el

    Espritu

    se ha hecho historiador.

    Desde hace

    siglo y medio se ha empapado de la verdad de la

    frmula

    de Hegel:

    todo depende

    de que lo verdadero no se apre-

    henda

    y se

    exprese

    como sustancia, sino

    tambin

    y en

    la

    misma medida como

    sujeto

    Tiende a considerar

    todo hecho como acontecimiento, a definir g ne s i s , a re

    montarse desde el dato actual a las etapas pasadas de

    su

    c o n s t i t u c i n ,

    a buscar la inteligibilidad no solamente.

    1

    Fenomenologa

    del

    Espritu

    [trad. de Wenceslao Roces, M

    xico, FCE, 1966, p. 15].

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    3/33

    en lo que es, sino en el movimiento por el cual ha llegado

    a ser

    lo -

    que es ahora. La

    c j e t e r m in ac i n

    de la

    esencia

    es,

    desde este

    momento, asunto de historiadores. De

    todas

    las empresas c i en t f i c a s la' f s ica , que es la que p a r ec a

    m s claramente comprometida con la actualidad omnitem-

    poral,

    s lo se conoce ya la luz de su devenir; incluso

    l a e s t t i c a

    reclama a la historia del

    A r t e

    y a los hombres la

    l e g i t i m a c i n de sus placeres. Esta tendencia e s t tan

    consolidada que, muy a menudo, el

    t e r i co

    ya no percibe

    e l porvenir sino bajo la ca t eg o r a gramatical de futuro

    perfecto.

    E n qu condiciones se ha

    aceptado

    el hombre contem

    p o r n e o como profundamente h i s t r i c o ? P o r qurazones

    e l E sp r i t u

    pretende hay ser historiador? A

    estas cues

    tiones que planteaba el hegelianismo y que ya

    r e so lv a

    a

    su manera, debe responder el pensamiento actual a la luz

    de los acontecimientos que,

    desde

    el siglo xix, han m o d i

    ficado profundamente la s i t u a c i n de la humanidad. Esto

    no

    puede

    hacerlo sino cuestionando precisamente

    esta

    nueva

    s i t u a c i n

    que instaura la sociedad industrial en su

    acelerado p o c e s o de desarrollo. Pero co r r e r a el riesgo

    de despreciar lo esencial, de abandonar los problemas ca

    pitales,

    sj al mismo tiempo no se interrogara sobre la

    c o n s t i t u c i n de

    este

    e s p r i t u historiador en el seno de

    la cultura pasada, si no se preguntara en qu circunstan

    cias, con qu fines y qu resultados, tanto

    antes

    como

    ahora, el

    E s p r i t u

    se ha abierto a la

    d i m e n s i n-

    temporal

    de l

    hombre, si no acometiera

    esta

    historia de la historia

    que, si. la perspectiva histor iadora es correcta, debe con

    tener el secreto de su nacimiento y la ex p l i cac i n de sus

    kjgvos.-

    E l

    estudio que

    presentamqs

    sobre la

    f o r m a c i n

    del pen

    samiento historiador en la Grecia

    c lsica quer r a contr i

    buir

    por su forma -^-por la. manera en que

    a b o r d a r

    los

    problemas' y po* *u conte nid opor los resultados que

    obtenga- a preparar

    esa

    historia de la historia. Su pro

    yecto es particular, puesto que se trata de responder a.

    las siguientes cuestiones: q u hay de efectivamente his

    toriador en los textos de los pensadores ms significativos

    que,

    desde

    el fin de las guerras m d i c a s hasta la batalla

    i -

    de Queronea

    desde

    el 480 al 388,

    apenas

    siglo y me

    d i o , han hablado de la

    suerte

    temporal del hombre?

    Q u reconocimiento de la historic idad manifiestan y por

    q u es decir, por qu causas y por qu razones lo

    manifiestan?

    '*

    La

    a m b i c i n

    de

    este

    estudio es muy grande: pretende

    demostrar que la

    base l t i m a

    sobre la que

    puede

    desarro

    llarse

    esta

    c o m p r e n s i n

    aunque sea fragmentaria de

    la historicidad y de la d ec i s i n cultural de h a c e r histo

    r ia e* la rnprarinn p or el h o m ^ U d i m e n s i n p n j f

    tica

    de su destino, la

    conciqnrifi

    que riene re c;r SUJCt?.

    activo

    en

    este

    mundo sensibleprofano en el seno de una

    comunidad de la que

    depende,

    es decir, el rnnofirnienrn

    d e I qnees la libert aj r eaF /

    I I . LAS ESTRUCTURAS DEL ESPRITU H I S T O R I A D O R

    C u l e s

    son los

    rasgos ca r ac t e r s t i co s

    del

    E s p r i t u

    histo

    riador tal y como

    aparece

    en la actualidad? Es conve

    niente responder en primer lugar a

    esta

    pregunta, porque

    solamente el conocimiento del hecho constituido permite

    determinar las estructuras y los momentos del

    movimien

    to de co n s t i t u c i n .

    - E l

    E s p r i t u historiador

    cree

    en la realidad del pasado

    y considera que el pasado, en su manera de ser, y en

    cierta manera en su contenido, no es por naturaleza d ife

    rente del presente/Reconociendo lo

    pasado

    como

    lo-que-

    ba-sido,

    admite que lo que antiguamente ha ocur rido ha

    existido,

    ha tenido lugar y fecha, exactamente como existe

    este acontecimiento que tengo actualmente ante los ojos.*

    La ut i l izacin

    de testimonios y documentos, de las

    h u e

    llas

    habida cuenta del distanciamiento con que se

    les considera y de la cr t ica que se les

    puede hacer

    implica que. hay un testigo que ha visto, que ha conocido

    hecho, como el histor iador ve y conoce una accin

    : o m e m p o r n e a ^ Q u e

    el

    pasado

    sea considerado como

    o-que-ha-sido

    significa que lo

    pasado,

    lo actual y lo fu

    turo son considerados como participantes de una sola y

    intca manera de ser, el ser que

    posee

    un ahora que ss cU-

    3

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    4/33

    se ha dado o se d a r un

    espectador,

    o a un agente

    que lo aprehende como real. Esto quiere decir, en par

    ticular,

    que. de ninguna manera e s t permitido tratar lo

    ya pasado como f i c t i c io , como irreal, que la no actualidad

    d e l pasado

    (y del porvenir) no

    puede

    identificarse de

    ninguna

    forma con su no realidad.

    S in embargo, si el pasado y el

    presente

    pertenecen a

    la

    esfera de

    lo mismo,

    e s t n t a m b i n

    en la esfera de la

    alteridad. Es cierto que l suceso pasado ha concluido y

    que

    esta

    d i m e n s i n lo determina esencialmente, pero tam

    b i n es cierto que su p r e t e r i d a d lo diferencia de todo

    otro acontecimiento que pudiera p a r e c r s e l e . La idea de

    que hay repeticiones en la historia

    res gestae

    , de que

    n o

    hay

    nada

    nuevo bajo el

    s o l , a q u l l a s e g n

    la cual

    hay lecciones del

    pasado, s lo puede

    tener sentido para

    una mentalidad no historiadora. Basta que un suceso

    haya tenido lugar en tal momento, en. tal fecha para

    que se distinga de cualquier otr o hecho aunque parezca

    i d n t i c o

    El historiador

    d e b e r

    demostrar,

    en qu

    y

    por

    qu los dos

    hechos

    son esencialmente diferentes, origina

    les; pero el presupuesto por el que se rige el E s p r i t u

    historiador es que la sola s i t u a c i n en el espacio y en el

    tiempo constituye en s misma una diferencia que no es

    posible abolir, que todo elemento del devenir, por el

    simple

    hecho de pertenecer al devenir, es radicalmente

    nuevo, que la temporalidad, por tanto, es efectiva..

    A s ,

    para el pensamiento histor iador la existencia hu

    mana es, en su modo de ser fundamental, existencia

    temporal,

    profana o terrenal. Por supuesto, ms

    all

    del

    tiempo

    sensible que transcurre h i c et n u n c pueden

    perfilarse dimensiones omnttemporales o atemporales;

    p o r supuesto, l a. temporalidad

    puede

    ser considerada

    como reveladora de un orden ms profundo y a h i s t r i c o

    ( s t e es incluso el sentido de las

    actuales

    f i losof as cris

    tianas de la historia); pero este orden para ser consi

    derado como real debe manifestarse, en el seno del

    devenir profano: s t e da fe de alguna manera de la auten

    ticidad

    de

    a q u l .

    En la medida en que todo dato humano

    se produce en la esfera del devenir, es decir, en ese

    dominio n i c o

    en el que

    cada

    momento se

    presenta

    como

    decididamente diferente y nuevo, en el que

    e s t encade

    nado, por su misma manera de ser, al que le ha precedido

    y al que le s e g u i r , en el que el tejido de la

    vida

    humana

    es el acontecimiento, toda mirada a un ms all del

    tiem

    po

    supone

    una referencia al tiempo y se construye q u izs

    en contra de l, pero siempre a partir de l y, t a m b i n ,

    en l.

    No s lo

    todo hecho es acontecimiento, sino que

    a d e m s

    existe un curso de los acontecimientos irreversibles como

    tal- La imagen privilegiada que domina al E s p r i t u histo

    riador es la del vector orientado que v

    desde

    un punto

    e l pasado hacia otro el futuro. Sin duda

    esta

    ima

    gen

    desconoce

    dos aspectos muy importantes del pensa

    miento actual: por una parte, el hecho de que una l n ea ,

    aunque tenga una d i r e c c i n , representa mal la comple

    jidad, la i m b r i c a c i n de los acontecimientos que sin

    cesar

    se interf ieren en niveles de causalidad diferentes; por

    otra

    parte, la misma realidad de la

    i n v e s t i g a c i n h i s t r i c a ,

    que remonta el curso del tiempo, que va

    desde

    lo actual

    hasta

    lo pasado y que as, en el conocer, opone el orden

    de l ser al que el conocer

    implica.

    Pero tal

    esquema

    pone

    de manifiesto puntos

    esenciales:

    no s lo que todo suceso

    es un acontecimiento s e g n un juego de palabras

    signi

    f i c a t i v o , sino a d e m s que toda r e p e t i c i n queda

    exclui

    da, que n i c a m e n t e existen en la afectividad h i s t r i ca

    reanudaciones

    que reite ran, que siguen de nuevo,

    necesa

    riamente con otra forma, los caminos antiguamente reco

    rridos.

    En efecto, la imagen del vector tiene un sentido

    p o l m i c o ;

    contradice la idea, siempre

    v iv a , s eg n

    la cual

    la

    temporalidad no aporta

    nada

    importante; opone a la

    n o c i n

    de devenir repetitivo o

    c c l ico

    la de un tiempo en

    el

    que la realidad se

    hace

    (o

    deshace),

    en el que, en cual

    quier

    caso,

    algo

    p a s a

    y se revela.

    L a c r o n o l o g a s u c e s i n de fechas

    fija

    el orden ex

    terior

    del tiempo y permite la l o c a l i z a c i n ; pero no

    constituye ms que un marco abstracto en el senodel. cual

    se desarrolla una o r g a n i z a c i n ms profunda que es la

    d i n m i c a efectiva de las res gestae mismas en la medida

    en que se engendran las unas a las otras, entran en com

    b i n a c i n y se interf ieren. As , el pensamiento his toriador

    5

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    5/33

    admite algo que es preciso llamar causalidadfe)esde luego

    s t a

    no puede identificarse con la que

    u t i l izan

    las ciencias

    de la naturaleza; a

    este

    respecto es l e g t i m o que la his

    toria

    c r t i c a

    haya insistido en la necesidad de

    de f i n i r

    un

    vocabulario que impid a las confusiones demasiado fre

    cuentes

    de la

    h i s t o r i a p o s i t i v i s t a ,

    confusiones

    nefastas

    para el desarrollo

    a u t n o m o

    de la ciencia

    h i s t r i c a .

    Pero

    sea c u i l fuere el t r m i n o que se u t i l i c e , el historiador

    erudito ms preocupado por la contingencia admite que

    un cierto orden estructura las res gestae, que tal aconte

    cimiento

    e x p l i c a

    o permite

    c o m p r e n d e r

    tal otro, que,

    en suma, es posible descubrir

    c a u s a s

    (o complejos de

    causas, m o t i v a c i o n e s , en todos los casos, determina

    ciones

    h i s t r i c a s

    ellas mismas, gracias a las cuales los

    h e c h o s p a s a d o s

    pueden hacerse inteligibles)

    Sobre la naturaleza de esta causalidad, sobre los pro

    blemas qu plantea al historiador la o b l i g a c i n en que se

    encuentra de poner de relieve ciertos

    hechos

    naturales,

    t c n i c o s , e c o n m i c o s , sociales, culturales y ciertos acon

    tecimientos, sobre el

    p r i v i l e g i o

    que debe

    concederse

    a tal

    s e r i e

    de

    a c o n t e c i m i e n t o s

    o a tal

    p e r s p e c t i v a ,

    han

    tenido

    y t e n d r n lugar abundantes discusiones. Pero sea

    cual fuere la

    respuesta

    dada, la

    p r c t i c a

    historiadora con

    t e m p o r n e a se presenta como b s q u e d a de un orden de

    c o m p r e n s i n

    destinado a

    asegurar

    la

    i n t e l e c c i n

    del pa

    sado. En la medida en que el pensamiento histor iador

    tiene un objeto, en que cree en la

    realidad

    y en la

    impor

    tancia de este objeto, no puede dejar, al menos en su

    t c n i c a ,

    de pretender ser

    objetivo.

    En efecto, si se con

    sideran los trabajos de los historiadores

    actuales

    y no

    slo

    las reflexiones sobre la historia (que estos misinos

    historiadores t a m b i n escriben y en la que expresan sus

    dificultades y sus

    e s c r p u l o s m e t o d o l g i c o s , )

    se percibe

    que las p o l m i c a s concernien-tos a la

    imposibilidad

    de una

    xverdad

    h i s t r i c a ,

    el

    c a r c t e r c o n j e t u r a l

    de la histo

    ria,

    el coeficiente irreductible de subjetividad que se irv

    r odu c e en todo relato del pasado, tienen hoy da

    muy

    )oco sentido. Porquft la

    p r c t i c a

    historiadora sabe que- no

    ie trata de

    revivir

    el pasado, de percibirlo y experimen-

    r i o

    como se percibe o se experimenta un

    e s p e c t c u l o

    presente; tampoco de re-presentarlo,.como una imagen

    e s q u e m t i c a

    esboza

    s i m p l i f i c n d o l o s los contornos de un

    objeto, sino de presentarlo en una

    e x p l i c a c i n

    que le

    haga i n t e l i g i b l e . Aunque sean posibles varias presenta

    ciones y

    s t a s

    se completen o destruyan entre s, el hecho

    es que cada una de ellas,

    gradas

    a los documentos que

    aporta, ignorados

    hasta

    el momento, a los

    hechos

    que

    esclarece, a las conexiones que descubre, arroja nueva luz

    sobre los acontecimientos del pasado. Durante varios

    siglos la

    f sica

    no ha sabido oponer a los

    c r t i c os e s c p -

    ticos sino una actitud positivista; en la actualidad ha

    elaborado la doctrina de la

    objetividad 'profunda,

    que

    supera el dilema subjetiv ismo-objetivismo. La historia ha

    seguido, al parecer, un r i t m o ms r p i d o y s e g n

    sus

    modalidades, la misma

    e v o l u c i n .

    El historiador sabe que

    la

    lectura que ofrece de tal

    p e r o d o

    no es

    de f i n i t i va

    y que

    no lo dice todo;

    sabe

    que hay documentos que se le han

    escapado, que ha ignorado hechos o relatos, y esto en

    gran parte porque l mismo

    es

    hombre de una p o c a y

    emprende su

    i n v e s t i g a c i n

    con preocupaciones determi

    nadas. Pero, porque ha tenido en cuenta los trabajos de

    historiadores anteriores, p o r q u ha cribado los resultados

    obtenidos, porque obligado por el estatuto de la

    d i s c i p l i

    na, que practica ha debido jus t i f ica r las nuevas interpreta

    ciones que propone, sabe

    t a m b i n

    que su

    i n v e s t i g a c i n

    constituye un paso adelante en el conocimiento del pa

    sado. La obra de historia es una p r e s e n t a c i n del

    pasado

    profundizada y ensanchada continuamente.

    Ya no existe el pasado; es ingenuo pretender experi

    mentarlo tal como fue o querer

    p o n e r s e

    en' el

    l u g a r

    de los

    h r o e s

    muertos Lo que s es posible es conocer

    a los

    h r o e s

    y a los otros hombres, las circunstancias

    de sus actos, descubrir lo que es esencial, es decir, aquello

    gracias a lo cual el mundo abol ido deja de ser para

    nosotros un dato opaco, a

    p r o p s i t o

    del cual se transmi

    t e n r e c u e r d o s ,

    y se convierte en un objeto

    di f c i l

    de

    captar, pero

    cada

    vez ms claro gracias a una

    tcnica

    apropiada. La idea de que el pasado es real como es

    real

    mi vida con sus conexiones y sus consecuciones

    impl ica

    la idea de que existe un orden y, en consecuencia,

    7

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    6/33

    unainteligibilidad del

    pasado,

    una inteligibilidad que re

    clama y hace concebible una i n t e l ecc i n .

    E n

    la actual idad existe un estatuto de

    objetividad

    de

    la

    historia: la

    historia

    rerum gestarum se ha transformado

    en una ciencia que conoce su poder, sus

    lmites

    y sus

    obligaciones. Entre stas l t i m a s , sin duda la ms

    impor

    tante es la de la

    v e r i f i c ac i n ,

    la del

    control. Puesto

    que

    el

    pasado es real y legible, es preciso que pueda verificarse

    la

    exactitud de la lectura que se ofrece de l. Por

    esto

    la

    bsqueda de ia inteligibilidad,la voluntad de racionalidad,

    se apoyan ahora en un aparato mental y

    tcnico

    cuya com

    plejidad no

    cesa

    de crecer. Ha de verse en

    ello

    algo ms

    que una preocupacin positivis ta por la minuciosidad . El

    esfuerzo hecho para reconstruir un paisaje, para conocer

    la vida cotidiana, para encontrar

    t c n i c a s ,

    para delimitar

    los

    marcos sociales, la mental idad, los sentimientos, in

    cluso antes de relatar los acontecimientos, los combates,

    las decisiones, las acciones de los hombres, tiene por fin

    no lo pintoresco sino la racionalidad. Precisamente aspira

    a hacer menos gratuitas, menos misteriosas,

    estas

    acciones

    de los hombres, a

    verificarlas,

    a hacerlas verdaderas, es

    decir,

    a inscribi rlas en una red de hechos y de motiva

    ciones. En este sentido, la tcnica de i n v e s t i g a c i n , que

    cada da se desarrolla de manera ms considerable y tiende

    a enriquecer constantemente la nocin misma de aconte

    cimiento,

    es el arma del racionalismo historiador , ese

    racionalismo que quiere captar en sus estructuras, profun

    das el devenir de la humanidad

    e m p r i c a ,

    en su ser sen-

    siblcprofano.

    T a l

    y como se ha demostrado

    2

    , es esta misma idea de

    racionalidad la que fundamenta el inters que tenemos

    po r

    la historia. Real, ordenado,

    legible,

    el

    pasado

    es

    interesante.

    Lo es en s, en cuanto manifiesta la realidad

    humana en sus aspectos mltiples y contradictorios, en

    cuanto la revela combatiendo en el

    seno

    de situaciones

    completamente originales y en cuanto descubre las figuras

    extraas y sorprendentes que ha debido adoptar. Pero

    1

    E r i c Weil,

    De

    l ' in t r t

    qu'on porte

    r h i s t o i r e , Recherches

    philosophiques, t. I V , 1934-1935, pp5 105-26.

    8

    sobre todo es interesante

    para nosotros porqu esta

    aven

    tura

    dispar, pero

    encadenada,

    que relata la obra de his

    toria es ya nuestra aventura en la medida en que se

    traman

    en

    ella

    las determinaciones que

    pesan

    sobre nos

    otros y constituyen

    nuestras

    categoras tericas y

    p r c t i c a s ,

    porque por encima de la contingencia, del ruido y la

    f u r i a ,

    se

    perfila

    un sentido,

    aqul

    que nos permite com

    prendernos mejor. Si el instrumento necesario de la obje

    tividad

    historiadora es la crtica y el control, su funda

    mento se encuentra en la

    concepcin

    moderna de la

    racionalidad:

    para sta la razn no est ni

    presente

    ni

    ausente, ni conseguida de golpe, ni perdidaMe antemano;

    no puede ser tampoco el destino de un

    individuo

    o de

    una

    colectividad

    individ ualizad a; se

    forma

    lenta y d r a m

    ticamente a lo largo de la evolucin

    mundial

    de la

    humanidad,

    unas veces

    en el dolor, otras en la serenidad,

    unas veces quemando etapas, otras perdindose en atolla

    deros; pero a despecho de las aberraciones, de los

    c r m e

    nes y las torpezas, en cada

    etapa sucede

    algo en lo que

    el

    hombre se revela y manifiesta lo que fundamental

    mente pretende. Lo que se hace, lo que se ha hecho

    res gestae

    , es lo que la

    historia rerum gestarum

    quie

    re realmente conocer. ...o,-,..

    Es posible que

    esta

    mentalidad historiadora sea' una

    a b e r r a c i n , uno de esos callejones sin salida en los que

    se mete el pensamiento. A pesar de todo constituye el

    basamento

    terico

    de la

    teora

    y de la

    prctica

    contem

    p o r n e a s . Por esto hoy da es preciso interrogarse por las

    causas, las' razones y las condiciones de su

    g ne s i s .

    I I I . LA CONSTITUCIN DEL ESPRITU HISTORIADOR

    La historia es saber. No es saber cientfico es decir,

    saber

    que tiene la

    posibilidad

    de aportar las pruebas de

    su veracidad ms que a

    partir

    del siglo

    xix.

    En las

    obras anteriores de quienes se han llamado historiadores

    o se han interesado por el

    pasado,

    hay elementos de gran

    i n t e r s :

    la

    finalidad

    de

    este

    estudio es sealar el sentido

    que hay que asignar,

    desde este

    punto de vista, al

    pensa-

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    7/33

    miento'griego.

    Pero

    ;para d e f in i r la perspectiva que

    hemos adoptado a q u , es necesario s e a l a r la novedad de

    la historia como ciencia. Antes de los trabajos de Niebuhr,

    de L.

    vori,

    Ranke, de la

    escuela

    h i s t r i ca francesa, no hay,

    hablando con propiedad, ciencia h i s t r i c a .

    Para

    que sta

    se constituya es necesarioque m l t i p l e s dimensiones e s t n

    s i m u l t n e a m e n t e presentes. Es preciso que sean reconoci

    dos como evidentes ciertos conceptos claves, precisamente

    aquellos que hemos s e a l a d o en la primera secc i n de esta

    I n t r o d u c c i n :

    el reconocimiento de la naturaleza pro

    fundamente (y no esencialmente) h i s t r i ca de la existencia

    humana, la idea de una c o n e x i n de un orden com

    prensible entre los acontecimientos, la de la irreversi-

    b i l i d a d del curso del tiempo, la del c a r c t e r creador del

    devenir, y t a m b i n la de los

    dramas

    que all se repre

    sentan y que

    i n f l u i r n

    cuando se comete un error y se

    sabe localizar el acontecimiento importante en el des

    tino de la humanidad. Es necesario reconocer con Hegel

    que el absoluto es sujeto y que el ser es devenir. Pero

    esta

    a su n c i n f i l o s f i ca

    el ejemplo de Hegel y de las

    f i losof as de la historia no c i en t f i c a s del siglo xix lo

    prueba suficientemente no

    basta. Para

    que se d la

    posibilidad de una historia objetiva, s t a debe servirse de

    una determinada t cn i ca . Es indispensable que el pasado,

    considerado como real y decisivo, sea estudiado con serie

    dad: en la medida en que los tiempos pasados son conce

    bidos como susceptibles de llamar la a t e n c i n , en que les

    es asignada una estructu ra, en que existen huellas actua

    les, es preciso que todo el discurso que habla del pasado

    pueda establecer

    claramente por qu en f u n c i n de qu

    documentos, de qu testimonios da, de tal

    su ce s i n

    de

    acontecimientos, tal v e r s i n en lugar de tal otra. Convie

    ne, en particular, que se

    preste

    especial a t e n c i n a la

    d a t a c i n y la l o ca l i zac i n del acontecimiento, ya que s t e

    no adquiere su c a r c t e r h i s t r i c o sino en la medida en

    que recibe semejantes determinaciones.

    . Ahora bien, esta p r e o c u p a c i n por la p r ec i s i n en el

    estudio de lo que ha sucedido an t a o s lo , aparece clara-

    mente a comienzos del siglo pasado: hasta este momento

    hay abundantes relatos sobre el

    pasado,

    p r x i m o o lejano,

    y ,

    en

    este

    sentido, cierta

    a s u n c i n

    de la temporalidad

    profana; t a m b i n hay esfuerzos eruditos centrados en

    hechos limitados, por otra parte:

    g e n e a l o g a s

    de las fa

    milias nobles, historia de las r d e n e s religiosas encami

    nados a

    establecer

    filiaciones

    exactas,

    c r o n o l o g a s precisas.

    Pero los dos aspectos se combinan mal y el pensamiento

    no tiene t o d a v a a su d i sp o s i c i n las t cn i ca s indispensa

    bles. Se ha

    s e a l a d o ,

    con mucha

    r a z n ,

    la importancia de

    las

    obras

    h i s t r i ca s de Hume, donde ya se manifiesta la

    p r e o c u p a c i n por la c r o n o lo g a y la exactitud de la data

    c i n . Sin embargo, es cierto que el impulso decisivo lo

    da L. von Ranke, quien no s lo plantea que h ay una

    e v o l u c i n general o b j e t i v a , que se

    puede

    encontrar

    mediante un estudio simple, concienzudo, que considere

    al mismo tiempo el conjunto y el d e t a l l e

    3

    , sino que

    a d e m s en su b s q u e d a u t i l i z a procedimientos c i en t f i co s

    de i n v e s t i g a c i n . . ' ..'

    E l mero reconocimiento de la realidad del pasado y su

    i n t e r s

    no es suficiente:

    t a m b i n

    es necesario. Ahora bien,

    a

    este

    respecto se entiende generalmente que el

    n i co

    m r i t o corresponde a la c o n c e p c i n cristiana de la tem

    poralidad. H abitualmente. se admite que s lo desde una

    p t i ca

    cristiana se han podido desarrollar las

    f i losof as

    de la historia primero y la historia c ien t f ica a continua

    c i n . De la misma manera, se da por

    descontado

    que

    antes de la

    v i s i n

    hebreo-cristiana el

    e s p r i t u p e r m a n e c a

    totalmente cerrado a toda a s u n c i n del devenir humano

    como tal.

    Parece que los hechos son ms complejos y es preciso

    matizar el

    an l i s i s .

    Es indiscutible que el contenido de la

    R e v e l a c i n cristiana ha d e s e m p e a d o un gran papel \ La

    3

    Weltgescbicbte, 9 Th. , 2. Abth., p. X I I I .

    A este respecto, hay que

    sealar

    en particular la importante

    ponencia presentada por H. I. M a rro u en el VI Congreso de las

    Sociedades francesas de f i losofa: La n o c i n de un 'sentido de

    la historia' no es una idea f i l o s f i c a ; ha sido introducida en el

    pensamiento occidental por la

    t e o lo g a

    'cristiana

    p a r a

    ser preci

    sos, digamos judeo-cristiana (y, por ende, zoroastri ana) y esto

    no bajo la categora de la ra z n , sino ms bien bajo la especf i

    camente religiosa de la e, de la R e v e l a c i n . Lo que se llama pro-

    11

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    8/33

    r e f l e x i n

    sobre el pensamiento cristiano, sobre la forma

    en que considera el destino del hombre, hace que aparez

    can temas que son constitutivos del

    e s p r i t u

    historiador

    5

    .

    U na

    lectura, aunque sea superficial, de La ciudad de Dios

    pone estos temas de manifiesto. El tiempo es,

    ante

    todo,

    criatura; como tal tiene un comienzo, y todo aconteci

    miento tiene su

    u b i c a c i n

    y su sentido en

    f u nc i n

    de

    este

    pr i r jp ip io

    que, formalmente y en su contenido, resulta

    determinante. En cuanto criatura, la temporalidad es una;

    lo

    diversos tiempos locales, que un

    a n l i s i s l i mi t a do

    p o d r a abstraer,

    deben ser reintegrados a un conjunto ms

    vasto, que progresivamente abarca la totalidad dada del

    devenir creado; as

    pues,

    es absurdo no considerar ms

    que el saqueo de Roma por los

    b r b a r o s

    de

    A l a r i c o

    e

    imputar

    a la c r i s t i a n i z a c i n de la ciudad la responsabilidad

    de semejante

    e s c n d a l o ;

    hay que vincular

    este

    aconteci

    miento,

    por enojoso que sea, a la

    vida

    del Imperio roma

    n o ,

    y generalizando ms, al destino de la humanidad. En

    particular,

    es preciso comprender

    este

    hecho en r e l a c i n

    a otro que una

    v i s i n

    menos amplia

    c o n s i d e r a r a

    por

    separado: el devenir del pueblo j u d o y el acontecimiento

    esencial que lo marca: la venida del

    M e s a s .

    E n

    efecto, la historia revelans es la clave de la historia

    reveala y permite as la

    s e ns i b i l i z a c i n

    a la idea de una

    pa me nte ' f i l o so f a de la historia' a pa re c i con los- f i l so fo s del

    siglo xvni como un desmarcaje, una

    t ra nspo s i c i n

    de la

    t e o lo g a ;

    Turgot,

    Voltaire, Condorcet, se imaginaron en o p o s i c i n a la re l i

    g i n

    cristi ana, y quisieron dar, prescindiendo de

    sta ,

    una res

    puesta a la pregunta que ella

    ha b a e nse a do

    a formular a la

    h u m a n i d a d .

    L'homme et Vhistoire, p. 9. Cf.

    ta mbi n

    Vambiva-

    lence du

    temps

    et de Vhistoire chez

    saint

    Augustin,

    pp. 15-16, y

    Gilson, Vesprit de la philosophie mdivale, pp. 370-376 [La

    filosofa en la Edad Media,

    M a dr id , Gred os, 1972] y los anl isis

    de K.

    L w i t h ,

    Meaning in history [El sentido de la historia,

    M a dr id , Aguilar, 1968].

    5

    A

    este

    respecto, los textos fundamentales son los de san Agus

    t n . Cf.,

    para

    los comentaristas, en particular, E . Gilson, Intro-

    duction h Vtude de saint Augustin, tercera parte, cap. I, La

    c r a t i o n

    et le

    t e m p s ,

    y H. I.

    M a r r o u ,

    Saint Augustin et la fin

    de la culture antique, tercera parte, D o c tr ina c hr i s t i c a , cap. I V,

    L a

    science

    c h r t i e n n e

    au

    travai l

    y L'ambivalence du

    temps

    et

    de Vhistoire chez saint Augustin, y en parti cular pp. 25-31.

    12

    historia rerum gestarum

    6

    . La vida de Cristo como vida

    descrita en su mismo transcurso por los Evangelios, como

    s u c e s i n

    de acontecimientos absolutamente nuevos, de

    originalidades, con sus cambios, sus sorpresas, sus dramas

    y ,

    sin embargo, su profunda unidad, su

    t e l e o l og a

    que

    lleva desde

    Be l n

    y la

    d e g o l l a c i n

    de los inocentes al sa-

    cr i f io

    sublime del monte de los

    O l i v o s

    se constituye,

    puesto que se trata"de la

    vida

    ejemplar del Dios hecho

    hombre, en modelo de relato

    h i s t r i c o .

    La

    a n c d o t a ,

    al

    revelar un

    milagro,

    adquiere importancia; el discurso,

    en la medida en que es

    p a r b o l a ,

    debe ser citado con

    exactitud;

    el gesto, dado que es el de Dios encarnado,

    merece

    s e a l a r s e .

    Lo que ha sucedido el desarrollo dra

    m t i c o del pueblo j u d o y en general la c o n s t i t u c i n de

    lo s

    Imperios resulta claro desde ese momento; la evo

    l u c i n

    lleva

    a ese punto en que la R e v e l a c i n no p o d r

    ser rechazada; lo que sucede hoy y lo que

    o c u r r i r

    ma

    a n a se relaciona con ese acto decisivo y, para quien

    sabe

    ver, definitivamente esclarecedor. Las acciones de Cristo

    se manifiestan as come? prototipo de lo que es el

    acn-

    tecimiento:

    lo que ha tenido lugar y fecha, que no se

    puede o m i t i r , que todo preparaba de antemano y que

    inf luye

    'jobre lo que se

    h a r

    y lo anuncia.

    L a unidad del tiempo, la importancia del aconteci

    miento, el hecho de que un momento del devenir, humano

    sea determinante, sin constituir por

    ello

    una

    causa

    lgica ,

    i mp l i c a n

    que

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    9/33

    I .i constante eventualidad de la

    c o n v e r s i n ,

    y

    t a m b i n

    la

    posibilidad perpetua de la

    p e r d i c i n ,

    hace

    h i n c a p i

    en

    e l c a r c t e r

    esencialmente

    d r a m t i c o

    del devenir

    h i s t r i c o ,

    en el hecho de que, en el orden mismo de las

    res gestae,

    nunca se ventila nada, de que todo acto constituye, al

    mismo

    tiempo que una r e a n u d a c i n del

    pasado,

    ligada a

    este

    mismo pasado pero que va ms

    a l l ,

    una forma,

    q u i z s

    insensata,

    de querer el

    f u t u r o .

    La

    o r g a n i z a c i n

    profunda

    de los acontecimientos, que permite la idea de

    u n

    saber que los conozca en su

    i n t e l i g i b i l i d a d ,

    no es con

    tradictoria

    en absoluto con la

    originalidad

    de todo lo que

    sucede,

    originalidad que exige prestar una

    a t e n c i n c o n

    c i e n z u d a

    al detalle.

    Las f i losof as de la historia y en particular la ms

    grandiosa e ilustrada de todas ellas, la de Hegel son

    en muchos

    aspectos

    (pero no en todos los aspectos) es

    fuerzos para laicizar, para racionalizar esta perspectiva

    de conjunto cuya

    n o c i n

    viene

    dada

    por el cristianismo.

    Las

    ideas

    del

    pecado

    o r i g i n a l ,

    de la gracia merecida, de

    la

    lucha contra la culpa, de la

    s a l v a c i n

    y del fin de los

    tiempos, no

    se encuentran en las de a l i e n a c i n , libertad,

    combate

    d r a m t i c o

    por la

    s a t i s f a c c i n ,

    apertura hacia el

    mundo del

    E s p r i t u

    y fin de la h istoria?' Realmente se

    p o d r a establecer un verdadero d iccionario de s i n n i m o s

    que en absoluto

    s e r a

    absurdo. Sin embargo, debemos

    s e a l a r que las f i losof as de la historia constituyen menos

    una

    r e a n u d a c i n

    de opiniones ya

    n t e g r a m e n t e

    1

    contenidas

    en la

    R e v e l a c i n

    cristiana que

    t

    reinterpretaciones ,que

    actualizan, en una

    p o c a

    dada, los

    temas

    de la

    p t i c a

    agustiniana o de la de Bossuet. En otros

    t r m i n o s ,

    lo

    mismo que

    La

    ciudad

    de

    k

    Dios

    comprende la

    Weltan-

    schauung

    hebreocristiana de alguna manera que no es

    en absoluto la

    n i c a l e g t i m a m e n t e

    concebible

    t a m b i n

    las

    f i losof as

    de la histor ia reanudan, a la luz de los acon

    tecimientos

    c o n t e m p o r n e o s

    o recientes, los antiguos

    temas

    cristianos y los

    modifican

    profundamente.

    Parece,

    po r

    ejemplo, que si bien por una parte la TCXU; y por

    otra

    el E s p r i t u c r i s t i a n o forman de alguna manera el

    material

    de la

    m e d i t a c i n

    de Hegel, estas experiencias se

    encuentran vivif icadas y transformadas por

    hechos

    impor-

    tantes

    cercanos al autor de la Filosofa de la historia: la

    R e v o l u c i n francesa y la c o n s t r u c c i n del Estado mo

    derno

    7

    .

    i,

    .

    Esta es la primera

    r a z n

    que

    i nc l i na

    no precisamente

    a l i mi t a r la influencia de la v i s i n cristiana sobre la for

    m a c i n

    del pensamiento h istor iador moderno ( no te

    n a

    L. von Ranke una

    c o n c e p c i n

    absolutamente

    p r o v i -

    dencialista del curso del tiempo?), sino a

    introducir

    matices indispensables. Hoy, nosotros redescubrimos en

    La ciudad de Dios

    nociones que son familiares al E s p r i t u

    historiador; pero fue necesaria la experiencia

    h i s t r i c a

    del

    siglo

    x ix , la experiencia que los hombres adqui rieron, en

    condiciones determinadas, del devenir

    d r a m t i c o

    de la

    humanidad y la experiencia historiadora moderna, la de

    lo s

    sabios cuya

    f o r ma c i n c i e n t f i c a

    les

    ha c a

    capaces de

    interpretar correctamente la experiencia

    h i s t r i c a ,

    para

    que estas nociones cobrasen todo su valor

    h i s t r i c o . S e r a

    posible releer a san

    A g u s t n

    y Bossuet

    s e a l a n d o m l t i

    ples

    aspectos

    de su obra que contradicen una c o n c e p c i n

    historiadora seria; negligencia en el establecimiento de

    lo s hechos, en la p r e o c u p a c i n por la c r on o l og a , i n s u f i

    ciencia en la

    c r t i c a

    de los testimonios, recurso a todo

    acontecimiento, aunque sea m n i m o , que confirme la tesis

    propuesta y ceguera hacia lo que la invalide; ms profun

    damente, hay que s e a l a r que estas de f i c i e nc i a s t c n i c a s

    va n

    unidas a la idea de que para estos

    autores

    por

    admirables que sean el pasado como tal tiene menos

    importancia y

    s i gn i f i c a c i n

    que la

    tesis

    a

    establecer,

    la

    cual

    se presenta como inmediatamente verdadera y con

    una verdad que transciende la historia. En alguna medida,

    l a p r e o c u p a c i n

    por la vida de Cristo una vida

    e m p

    rica, hecha de acciones cotidianas, gestos, palabras

    permite una

    s e ns i b i l i z a c i n

    del pasado en su originalidad;

    lleva

    a considerar un

    orden

    de acontecimientos que no es

    reductible a una lgica. Pero en otra medida, dado que

    1

    Cf. J. Hyppolite, Introduction la Pbilosopbie de l'Histoire

    de Hegel [Introduccin a la filosofa de la historia de Hegel,

    Buenos

    Aires, Calden,

    1968] y La signifi caron de la

    R v o l u t i o n

    franpaise

    dans la

    ' P h n o m n o l o g i e '

    de

    He g e l , a r t c u lo

    aparecido

    en los Eludes sur Marx et Hegel, pp. 45 ss.

    15

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    10/33

    e t t l vida es ms que una vida humana, dado que todo

    se anuncia y todo se resume en ella, dado, que en las

    palabras de Cristo todo se dice (o se repite de tal manera

    que todo lo que

    h a b a

    sido pronunciado

    hasta entonces

    recobra su verdadero sentido), constituye una n eg ac i n

    de la historia: el devenir no e s t tomado en s como

    constante

    r ev e l ac i n

    de novedades; es cumplimiento de

    lo

    que

    estaba

    previsto y que el hombre, en su

    m i o p a

    terrenal, no v e a . A fin de cuentas, la referencia re fe

    rencia previa a la transcendencia, por d e f in i c i n ah i s t -

    rica,

    anula siempre, de alguna manera, la historicidad y

    borra,

    por muchos esfuerzos que se hagan, su

    ca r c t e r

    fundamental.

    Si el hombre se ha hecho historiador es porque no ha

    podido

    prescindir por su mismo devenir y el contenido

    efectivo

    de su existencia en un momento dado de ese

    devenir de comprenderse a s mismo como ser h i s t r i c o .

    La filiacin

    que conduce

    desde

    los Evangelios a san Agus

    t n

    y Bossuet, y de ah a Hegel y a la ciencia

    h i s t r i ca

    c o n t e m p o r n e a , es abstracta. El enigma del nacimiento

    d e l e sp r i t u que considera como decisivo interrogarse,

    r o d e n d o s e de estas precauciones c i en t f i c a s , sobre el pa

    sado

    de la humanidad, no encuentra su

    so lu c i n

    en el

    siglo

    iv , sino en los tres

    l t i m o s

    siglos, en la

    co n d ic i n

    efectiva que se ha ofrecido a los individuos y que ha per

    m i t i d o captar la s ig n i f i cac i n profunda ele. su destino

    p r o f n n o e m p r i c o .

    Por mucha importancia que puedan

    tener las nociones

    legadas

    por el

    pasado, s t a s

    no cobran

    su verdadero valor ms que en f u n c i n de un

    presente

    que les da

    vida

    y eficacia. La importancia del aconteci

    miento

    como tal, la

    irreversibilidad

    del curso del tiempo,

    la

    existencia de un orden propio del devenir, el hecho de

    que lo que sucede como capital para la humanidad se

    produzca en la historia y desde ese momento s t a tenga

    sentido

    temas

    todos ellos

    presentes

    en la

    Weltan-

    schauung

    hebreocristiana adquieren su

    ca r c t e r c i en t

    f i co n icam en te desde el momento en que quedan consti

    tuidos como conceptos, permitiendo elaborar un saber

    que extrae todo su contenido del objeto el pasado

    p r o f a n o e m p r i c o

    y rechaza toda

    l e cc i n

    previa de orden

    a h i s t r i c o .

    Ahora bien,

    parece

    que la posibilidad de

    seme-.

    .

    jante c o n s t i t u c i n va unida a un estatuto h i s t r i c o deter

    minado de la existencia humana y tiene su r a z en una

    cierta manera del hombre de v i v i r y de considerar su

    Vida, , \;~.] - V ' : ' . ^ ^ ' rf^m'y. i tk Mi

    L o

    que mantenemos

    a q u

    sin aportar

    t o d a v a

    pruebas

    ( s t a s

    en todo caso no pueden consistir en una demostra

    c i n general; no pueden ser suministradas sino a p r o p

    sito de tal historiador, de tal t eo r a del devenir), no es

    solamente que existe una g n e s i s del e s p r i t u historiador,

    sino

    t a m b i n

    que

    s t a

    no es reductibla a una

    g en ea lo g a

    espiritual

    o intelectual, que tiene su origen en las res

    gestae y en la forma en que s t a s son c o n d u c i d a s y

    efectivamente experimentadas por los hombres. Por tan

    t o ,

    el proyecto de analizar, en un

    p e r o d o

    privilegiado

    de la

    A n t i g e d a d ,

    la

    c o n c e p c i n

    o las concepciones

    forja

    das por los griegos del devenir humano sensible h i s t

    r i co

    se enriquece con

    aspectos

    nuevos. Se trata de

    intentar

    ver si en

    esta p o ca

    es posible descubrir nociones

    que la cultura ulterior'

    m a n t e n d r

    o

    r e d e s c u b r i r

    v i v i f i

    c n d o l a s como ha conservado y rengvado las que surgie

    ro n del cristianismo. Pero, ms profundamente, se trata

    de determinar

    cmo,-

    en un momento en que

    t o d a v a

    no.,

    se ha convertido en

    h b i t o

    para el

    E s p r i t u

    la toma en

    c o n s i d e r a c i n del tiempo

    pasado,

    por qucausa y por qu

    razones, en v i r t u d de qu d e c i s i n humana, de qu es

    tructura

    de la existencia,

    aparece

    la obra

    h i s t r i c a ,

    la que

    pretende contar,

    e x p l i c a r

    el

    pasado.

    De esta manera,

    e l i n t e r s se desplaza: no importa tanto captar una f i l i a

    cin que co r r e r a el riesgo de seguir siendo abstracta

    como estudiar una s i t u ac i n excepcional, la del hombre

    griego

    frente a una vida

    e m p r i c a

    en la que lo

    h i s t r i co

    se p o d r a decir irrumpe con fuerza. Entonces

    apare-

    .

    ce r n q u izs algunas de las dimensiones en cuyo seno el

    pensamiento se ve obligado, por su propia exigencia, a

    considerar el

    pasado

    como digno de

    i n t e r s

    y de narra

    c i n . El estudio de la c o n c e p c i n cristiana del devenir

    humano permite descubrir las situaciones efectivas en las

    que el E s p r i t u tiene que forjar ciertos conceptos que el

    desarrollo actual de la ciencia

    h i s t r i ca

    manifiesta como

    17

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    11/33

    decisivos;

    t a m b i n

    pone de relieve lo que falta para que

    ,

    estos conceptos lleguen a ser los princ ipios de un saber

    objetjvo. I gualmente , en la asombrosa y conmovedora

    abundancia de t e o r a s , obras y actitudes que suscitan la

    gran

    guerra contra los b r b a r o s , el c onf l i c t o peloponense,

    la derrota de Atenas y el lastimoso desorden del siglo iv ,

    l a i nve s t i ga c i n

    descubre

    lo que

    inc l ina

    al pensamiento

    a tomar en

    c o n s i d e r a c i n

    los tiempos anteriores y lo

    que le lleva bien a pasarlos por a lto, bien a tomarlos

    como pre tex to para exponer opiniones personales.

    I V . E L ESPRITU H I S T O R I A D O R Y LA

    CONCEPCIN

    GR I EGA DEL D E V E N IR H U M A N O

    Si n embargo, es necesario considerar una ob j e c i n que

    no se de j a r de hacer al p r i nc i p i o de un estudio seme

    jante. No es acaso una paradoja querer captar algo del

    e s p r i t u

    h istor iador interrogando al pensamiento heleno?

    N o

    es cierto que la

    v i s i n

    del mundo griego, por su

    estructura, por su contenido,

    e s t

    cerrada a cualquier

    reconocimiento de la historicidad humana, y que

    s l o

    po r

    un

    abuso

    de lenguaje, por anacronismo, se ha tra

    ducido

    ' I o - c op a

    por historia? Los relatos de

    H e r d o t o ,

    de

    T u c d i d e s

    que

    u t i l i z a n

    los sabios actuales

    c r i t i c n

    dolos gracias a m t o d o s de i n v e s t i g a c i n c i e n t f i c a no

    son ni mucho menos obras de historia, sino descripciones,

    exploraciones, e x m e n e s ( ta l es precisamente el .sentido

    de l

    verbo

    L t r rop v) ;

    pertenecen a ese

    g n e r o

    que Hegel,

    en la Filosofa de la historia, llamaba la simple historia

    Esta

    l t i m a e x p r e s i n

    es, incluso

    q u i z s

    demasiado fuerte,

    ya

    que a n no ha sido forzado ninguno de los conceptos

    que permiten concebir seriamerite la historicidad del hom

    bre. En ese caso se trata solamente de textos que, sin

    duda, toman como objeto el pasado u n pasado, sin

    embargo, p r x i m o , hay que s e a l a r l o , pero de hecho

    no lo consideran como

    pasado,

    con' las determinaciones

    propias que damos hoy nosotros a esta

    d i m e n s i n .

    ' Filosofa de la historia, Barcelona, Zeus, 1971, t ra duc c i n de

    J o s M a r a

    Quintana, Introduccin, p. 31.

    18

    L a r a z n profunda de este d e s i n t e r s del pensamiento

    heleno hacia la historia incluso en la p oc a de su ms

    alta

    racionalidad se e n c o n t r a r a ^ e n la c o n c e p c i n misma

    que t e n a n los griegos de la realidad y de la s i tuac in. .

    de l

    hombre en el

    xa noc , .

    Hay sin duda una inquietud

    en los griegos ya se trate de

    poetas, t r g i c os , pensado

    res o

    f i l s o f o s ante

    el hecho deldevenir:

    parece

    incluso

    que la

    r e f l e x i n

    sobre

    s t e c o n s t i t u y

    el elemento deci

    sivo en la

    f o r m a c i n

    de la profu ndidad y de la lucidez

    griegas. Sin embargo,

    se r a

    falso creer que esta toma en

    c o n s i d e r a c i n del devenir i mp l i c a una a s u n c i n cualquiera

    de la historicidad humana; el devenir es concebido n i c a

    mente como devenir natural, c s m i c o ; si existe un deve

    n ir

    del hombre no es en cuanto

    agente

    o paciente

    h i s t

    r ico,

    sino solamente en cuanto ser

    v i v o

    en la naturaleza;

    dado que es elemento del

    xcru.o^,

    padece la

    d i s o l u c i n ,

    el

    deter ioro que se aplican a lo que es (o a lo que se mues

    t r a ) .

    En cualquier caso, la idea de una

    t r a n s f o r m a c i n

    de la humanidad en el tiempo y por el tiempo, por su

    propia

    a c c i n su libertad e s t a r a totalmente ausente

    de l e s p r i t u griego. Si la

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    12/33

    dcntes, sus consecuencias y, al mismo tiempo, su

    originalidad y su contingencia. O bien, aquello que

    nosotros llamamos acontecimientos

    p e r t e n e c e r a

    al

    m b i t o

    de lo accidental l o que sobreviene: que la sierra se

    rompa, que el m r m o l se raje o c o n s t i t u i r a la mani

    f e s t ac i n de un orden transcendente o inmanente del que

    ser a

    la simple

    a c t u a l i z a c i n .

    En ambos

    casos

    el hecho de

    reducir

    lo que sucede bien al

    a z a r ,

    bien a la necesidad,

    excluye la eventualidad de un an l i s i s h i s t r i co serio.

    M s an, s t e supone que se conceda importancia, cau sa

    l i d a d ,

    al acto humano como tal, que se le considere

    efectivamente productor de

    o r i g i n a l i d a d e s

    que cuentan;

    de alguna forma, hay que creer en la libertad del hombre

    como potencia negadora para reconocer importancia a la

    historia

    de la humanidad. Ahora bien,

    parece

    evidente

    que semejante

    n o c i n

    es ajena al pensamiento heleno. Lo

    que el hombre hace cuando a c t a , cuando trabaja, no

    tiene eficacia ms que en la medida en que

    i m i t a

    el pro

    ceso

    de la

    p r o d u c c i n

    natural; no existe y

    s t a

    es, al

    parecer, la

    p t i ca

    general nada efectivamente produc

    t i v o ms que la c p o x

    10

    . Y s t a , en realidad, como es

    f c i l m e n t e controlable, produce y reproduce s e g n su

    orden las mismas sucesiones. Por otra parte, la r a z n de

    l a i n c o m p r e n s i n

    de los griegos hacia el devenir

    h i s t r i c o

    r e s id i r a en la idea que t e n a n de la temporalidad: el

    tiempo, en la medida en que es considerado como tiempo

    10

    El griego de la poca c lsica se separa de la naturaleza para

    comprender que

    est

    en la naturaleza y que

    acta

    sobre ella.

    Pero

    la vir tud y la verdad consisten en ajustarse a la naturaleza,

    obrar s e g n los modelos que nos ofrece. Se siente inquietud por

    el lenguaje; se que rr a que se ajustara a las cosas y a las verda

    des; se acaba por ad mitir ,, tras dudas y a

    r e g a a d ie nte s ,

    que no

    se ajusta por completo. Es posible aceptarlo: el lenguaje no mo

    difica

    las cosas de la naturaleza, al menos directamente. Pero las

    actividades industriosas de los hombres las modifican. C m o

    po dr a n

    hacerlo si no se ajustaran a las normas y a las

    im g e ne s

    de la cpatq? Y q u puede significar a jus ta r se en una poca

    en la que hay tan poca fsica experimental y en la que se tiene

    tan

    poca

    n o c i n

    de las leyes

    f s i c a s

    a no ser: producir algo

    parecido con

    gestos

    natura les? E l trabajo no crea,

    r e c re a . . .

    I .

    Meyerson, Le travail, fonction p s y c h o l o g i q u e , Journal de

    Psycbclogie,

    1955, p. 6. ' *

    20

    * -

    c sm ico ,

    tiene por modelo privilegiado, n la

    p o c a p r i

    m i t i v a , el ciclo regular de las

    estaciones

    que se suceden

    en el mismo orden y, ms tarde, el movimien to circular

    de los astros: la temporalidad es concebida por e l

    pensa

    miento

    heleno como

    ciclo

    n tanto que el movimiento

    perfecto es circular. Numerosos e jemplos han demostrado

    la omnipresencia de n tema parecido que se encuentra

    desde

    los primeros

    poetas

    a las

    f i losof as

    ms elaboradas:

    lo

    que ha tenido lugar

    t e n d r

    lugar de nuevo; la fecha,

    en consecuencia, no tiene importanc ia. N o e s t funda

    da toda la f i losof a de la historia de P l a t n en una

    perspectiva similar? T a m b i n s e r a posible descubrir en

    la Historia de la guerra del Peloponeso,

    con un .rechazo

    mucho ms claro de lo sagrado, la idea de una r e p e t i c i n

    ineluctable en el orden de los hechos. Los estoicos, ha

    ciendo del eterno retorno una pieza capital de su sistema,

    no

    h a b r a n

    hecho ms que actualizar y sistematizar la

    co n cep c i n subyacente en toda la Weltanschauurig

    griega

    Estas

    dimensiones

    f i losf icas

    se traducen

    t c n i c a m e n

    te

    1 2

    , por as decirlo, en los mismos escritos de los pensa

    dores que han hablado de su pasado y de su

    presente

    h i s t r i co s (que nosotros calificamos de h i s t r i c o s ) . Ante

    todo,

    es

    fci l sealar

    la ligereza con que los

    h i s t o r i a d o

    r e s

    griegos tratan la

    c r o n o l o g a :

    si no escatiman los de

    talles cuando un hecho les parece curioso o significativo,

    olvidan con frecuencia dar referencias de fechas

    esencia

    les para el sabio moderno.

    H e r d o t o ,

    por ejemplo, tiene,

    " Cf. la notable obra de V. Goldschmidt,

    Le systme sto'icien

    et l'ide de

    temps

    y, en particular, los

    pa r g ra fo s

    94 a 108;

    cf. t a m b i n el comentario de Th . Gomperz sobre el fragmento de

    Eudemo:

    Si hay que creer a los p i t a g r i c o s . . . , con

    este

    b a s t n

    en la mano, yo

    c ha r la r

    uri da contigo, que

    e s ta r s

    sentado de

    nuevo delante de m como ahora, y lo mismo

    suc e de r

    con todo

    lo de m s (Frg. 51), Les penseurs de la Grce, trad. franc,

    pp . 175 ss., t. I .

    [Pensadores griegos,

    Buenos Aires, T h e o r i ,

    1967].

    12

    Para

    los problemas

    t c n i c o s

    de la

    da ta c i n

    y de la localiza

    c i n c ro no l g i c a , cf. la obra de M. P. Nilsson, Primitive time-

    reckoning,

    en particular el cap. X V, parte 2.

    21

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    13/33

    como

    se ha dicho

    , J

    , una

    concepcin

    cualitativa del pa

    sado; confunde la majestad y la amplitud de una civiliza

    cin con su ant igedad; y la lectura de las

    Helnicas

    ofrece la imagen de un pensamiento que se contenta con

    seqlar

    sucesiones

    (7tT

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    14/33

    construye su propia existencia. Queda claro, por ejemplo

    ejemplo

    cuya

    s ig n i f i cac i n d eb e r

    analizarse, que lo

    que se suele llamar la sof s t ica se e s f o r z por considerar

    ?ll hombre en f u n c i n de un n i c o estatuto sensiblepro-

    fano, y loc a p t estees claramente elcaso de Critias

    1 6

    esencialmente como un devenir en cuyo

    seno

    se producen

    determinaciones que

    pesan

    luego sobre los acontecimien

    tos' futuros. Igualmente, el hecho de que para los griegos

    no exista una

    n o c i n

    de la

    libertad

    concebida como nega-

    t i v id ad creadora, o impide que el racionalismo del siglo V

    insista en que la actividad del hombre es capaz de susci

    tar, por encima de lo

    d a d o ,

    de lo natural, sometido a

    la T X T Io a la au*cp,aTOV, situaciones donde se manifiesta

    la superiodidad del hombre y la potencia organizadora

    de l XO'YO

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    15/33

    p t i c a f i l o s f i c a

    calificada de general el

    c a r c t e r

    no

    c i e n t f i c o

    del relato que se ofrece del pasado o de la

    referencia que sehace,confundiendo as el reconocimiento

    que puede ser l i m i t a d o , f r g i l de la realidad del

    hombre como devenir sensibleprofano, con la posibi lid ad

    de realizar

    c i e n t f i c a m e n t e

    este reconocimiento en un sa

    ber controlado. En consecuencia, hay dos dimensiones

    que conviene no mezclar. La manera en que los griegos

    conciben el devenir, y el devenir humano en particular,

    les impide elaborar una ciencia

    h i s t r i c a .

    Pero conciben

    este devenir de la humanidad como existente, como mere

    cedor de referencia, aunque s l o sea para negar su impor

    tancia y su

    s i gn i f i c a c i n .

    Lo esencial no es que tal

    s u c e s i n

    de acontecimientos se considere como un hecho que ha

    tenido ya lugar y que se

    r e p e t i r ,

    que sea explicada por el

    m i t o , que se convierta en una simple o c a s i n de demostra

    c i n o de r e t r i c a ; lo esencial es que para un hombre que

    reflexiona en el siglo v en Grecia es imposible no tener en

    cuenta lo que ha ocurrido en la vida profanosensible. La

    f i l o s o f a de la h i s t o r i a de los griegos tiene sus r a ces

    en el m i t o ; la ciencia h i s t r i c a griega no existe. Pero hay

    concepciones del devenir humano que atestiguan la pre

    sencia de este devenir, su peso, la eventualidad en la que

    se encuentra el E s p r i t u de tenerlo en cuenta. La Historia

    de la guerra del. Peloponeso

    puede parecer insuficiente

    y e x t r a a m e n t e

    desenvuelta: sin emba.rgp, .constituye un

    momento capital del . pensamiento en la medida en que

    u n

    hombre decide aunque

    n i n g n h b i t o

    mental le

    incline

    t o d a v a a e l l o interesar a sus semejantes n a r r n

    doles lo que ya no es

    s e g n

    un orden que es a la vez

    l g i c o

    y

    c r o n o l g i c o .

    4

    Lo

    a n a c r n i c o

    es querer comparar

    a

    T u c d i d e s

    con G. Glotz: la

    v i s i n h i s t r i c a

    consiste en

    confrontar

    las obras de H e r d o t o y de T u c d i d e s con el

    pensamiento p r i m i t i v o cuyas numerosas huellas se en

    cuentran en los

    poetas,

    pensamiento que niega, no

    de l i

    beradamente, sino por ceguera invol untaria, el devenir

    sensibleprofano.

    Este i n t e r s nuevo se sienten ganas de escribir

    revolucionario por el tiempo pasado se destaca en la

    2

    primera

    p g i n a

    de la Indagacin de

    H e r d o t o

    2 0

    . La

    p u b l i c a c i n

    que

    H e r d o t o

    de Tur ios va a presentar de su

    historia se dirige a que no

    l l e g e l a - d e s v a n e c e r s e

    con el

    tiempo la memoria de los hechos

    p b l i c o s

    de los hombres,

    n i

    menos a oscurecer las grandes y maravillosas

    h a z a a s

    realizadas, as de los griegos como de los b r b a r o s . Con

    este objeto refiere una i n f i n i da d de sucesos varios e inte

    resantes

    y expone las

    causas

    y motiv os de las guerras

    que se hicieron mutuamente los unos a los o t r o s

    2 1

    . As

    pues,

    se trata

    ante

    todo no

    parece

    que

    esto

    sea una

    i n t e r p r e t a c i n

    moderna de ayudar a la memoria; ms

    a n ,

    de sustituir la. La experiencia muestra que el

    o l v i d o

    llega

    enseguida, que los recuerdos se borran y se defor

    ma n;

    es preciso

    f ijar

    definitivamente los acontecimientos

    en una obra duradera que

    T u c d i d e s l l a m a r

    ms tarde

    un %-zf\\xa zl de , capacitando as a las generaciones f u t u

    ras para celebrarlos y rememorarlos. Considerada de esta

    manera, la a m b i c i n del historiador es banal y pobre:

    su tarea es la de un memoria lista cuyo obje tivo es retener

    lo

    pasado.

    Sin embargo, el

    e m p e o

    tiene un fin ms

    profundo: gracias al discurso

    h i s t r i c o ,

    el

    pasado,

    conser

    vando siempre su

    c a r c t e r

    propio, no es

    n i c a m e n t e

    lo

    anterior; de alguna manera se hace actual y todo conoci

    miento que el por-venir pueda tener de ello es como una

    r e - p r e s e n t a c i n , una r e - a c t u a l i z a c i n .

    Las acciones

    humanas

    adquieren

    entonces

    un doble

    c a r c t e r :

    por una parte, en la medida en que la

    n a r r a c i n

    las describe como cumplidas en una cierta

    p o c a ,

    quedan

    planteadas como acabadas, como m u e r t a s ; pero en la

    medida en que permanecen en la memoria, se mantienen

    vivas,

    presentes,

    presentes

    como

    pasadas.

    Se

    puede

    apre

    ciar

    a q u

    toda la diferencia que separa la

    r e a c t u a l i z a c i n

    po r el relato h i s t r i c o y la que producen el m i t o y la

    1 0

    Para

    evitar cualquier

    c o nfus i n

    con la

    Historia de la guerra

    del Peloponeso

    de

    T u c d i d e s ,

    hemos decid ido designar a la obra

    de

    H e r d o t o

    con el

    t r m i n o

    de Indagacin, aunque en las notas

    que siguen la citemos por el

    t tu lo

    de

    Historia [Los nueve libros

    de la historia,

    trad.

    de

    B a r t o l o m

    Pou, Ed .

    Ibe r ia ,

    Barcelona,

    1960].

    u

    Hist.,TCpooitnov,

    2 7

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    16/33

    epopeya. La primera

    asume

    y confirma la existencia de

    una temporalidad sensibleprofana: entre el presente del

    lector

    y el

    pasado

    de la

    acc i n

    relatada se

    establece

    una

    especie

    de homogeneidad; el

    mito

    arcaico volveremos

    sobre este punto

    2 2

    , al situar el hecho ocurrido en lo

    atemporal, no

    s lo

    anula su realidad

    h i s t r i c a ,

    sino que

    ai,

    la vez tiende a

    hacer

    ah i s t r i ca

    la conciencia de quien

    se ve reflejado en ella como i m i t a c i n del h r o e arque-

    t p i co .

    En cuanto a la epopeya, al situar el drama en

    t i e m p o s muy a n t i g u o s , al no establecer ninguna medida

    c o m n entre el pasado que describe y la actualidad del

    oyente, sugiere la idea de dos temporalidades

    h e t e r o g n e a s

    y , al insistir en el c a r c t e r admirable de las tragedias

    divinas y heroicas, privilegia un devenir sagrado y ya

    acabado, y revela un tiempo profano en el que, sin em

    bargo, no puede

    suceder

    nada importante. No es la

    n o c i n de acontecimiento la que aparece con la ' I o - r o p a

    de

    H e r d o t o ?

    El hecho ya no

    e s t

    proyectado en lo

    atemporal como c a t e g o r a m t i c a , ni integrado en lo

    sagrado como imagen: se s i t a en el curso de la exis

    tencia humana sensible.

    P o r qu querer mantener entonces el pasado como

    tal? No conviene, declara H e r d o t o , que los actos de los

    hombres

    l l e g u e n

    a

    d e s v a n e c e r s e .

    El relato no pretende

    f ijar todo; no pretende retener y, en consecuencia, hacer

    que se retenga ms que lo excepcional: l a s grandes y

    maravillosas

    h a z a a s .

    Este proyecto, en la medida en que

    depende de acciones humanas y solamente de ellas, pone

    de manifiesto ideas

    nuevas

    y capitales. Revela desde el

    principio

    que pueden existir obras humanas cuya impor

    tancia es tal que merecen ser referidas. A g a m e n n , A q u i -

    les, Ulises, no son seres humanos: sus virtudes escapan

    a la medida del

    individuo

    profano. Creso,

    S o l n , D a r o

    m s claramente t o d av a Mardonio, la reina Artemisa,

    T e m s t o c l e s

    son

    seres

    cuyas vacilaciones, fracasos y

    debilidades los

    s i t a n

    en conjunto en el plano de la hu

    manidad. El lector del siglo v tiene testimonios directos

    sobre estos personajes; ha conocido a alguno de ellos; y,

    M

    Cf. en este mismo cap., pp. 38 ss.

    si ha tenido una suerte ms grandiosa que la suya, no por

    ello dejan de ser de su misma naturaleza: al fin y al cabo

    l h ab r a

    podido tener un destino semejante. Desde

    ese momento, el escritor se lanza a una a u t n t i c a opera

    cin de l a i c i zac i n : aunque la acc i n requiera para ser

    eficaz una ayuda

    divina,

    no

    s lo

    es susceptible de tener

    un

    sentido sino

    t a m b i n

    de ser, de alguna manera, deter

    minante o, al menos, importante. Como tal posee un

    valor

    y merece ser reconocida. La

    i n t e g r a c i n

    del hombre

    en la temporalidad sensible va a c o m p a a d a de una huma

    n izac i n del tiempo efectivo: el homhre del relato h i s t

    rico

    se manifiesta como causa aunque

    s lo

    sea como

    causa segunda de hechos excepcionales. De esta suerte

    e l h r o e

    vuelve a

    descender

    a la tierra: el

    mito

    creaba

    tipos atemporales; la historia

    f ab r i ca

    personajes

    h i s t

    ricos.

    Estos s e r n propuestos a la a d m i r a c i n e i m i t a c i n

    de los hombres del

    futuro:

    se

    hace

    habitual, en los dis

    cursos que tratan de desarrollar el civismo y el valor

    populares, recordar a los padres y los abuelos. La t i p o lo

    g a

    legendaria es sustituida por una

    t i p o lo g a h i s t r i ca ,

    y,

    de l mismo modo que por m e d i a c i n del relato el hecho

    pasado se hace acontecimiento, el individuo activo se

    transforma

    en

    h r o e .

    .

    La

    d e sac r a l i z ac i n

    de l personaje ejemplar

    implica

    un

    cambio radical en la c o n c e p c i n del h e r o s m o . Todo hom

    bre, por sus actos profanos,

    puede

    elevarse a esa condi

    c i n .

    La

    i m i t a c i n

    que se le propone no es una simple

    r e p e t i c i n : no se trata de volver ahacer unos gestos para

    obtener una gracia, sino de inspirarse en un ideal para

    extraer de l el valor o la inteligencia. El

    h e r o s m o

    no

    manifiesta su esencia de una vez por todas, sino que se

    revela en cada instante bajo formas nuevas, en el seno de

    circunstancias determinadas. Y si hay que celebrar las

    h aza as no es n i c a m e n t e para proponer tipos, sino tam

    b in , en alguna medida, para testimoniar la grandeza del

    hombre y para recordar sus sufrimientos y sus

    triunfos.

    L a ' I c r t o p a no s lo hace que exista en el discurso lo

    que se da e x t e r i o r m e n t e : tiene como fin enriquecer el

    patrimonio

    propiamente humano. Si es necesario conser

    va r el recuerdo de las

    grandes

    h a z a a s es porque s t a s

    29

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    17/33

    manifiestan un valor que

    pertenece

    por completo al hom

    bre. Memorialista, el historiador es al mismo tiempo un

    testigo que, al exaltar el pasado como tal, define la con

    d i c i n de los hombres y

    abre

    un campo a sus p o s ib i l i

    dades.

    Aunque el esfuerzo de d a t ac i n y l o ca l i zac i n no

    parez

    ca suficiente hoy, es preciso subrayar que la acc i n es

    comprendida como algo que tiene un

    antes

    y un

    despus,

    que se inserta en una serie de

    acciones

    de su misma natu

    raleza, serie cuyo orden se esfuerza por respetar el relato.

    De esta manera de aprehender la c o n s e c u c i n temporal y

    de la t cn i ca de e x p o s i c i n que e s p o n t n e a m e n t e la actua

    l iza

    resultan consecuencias muy importantes. Ya la epo

    peya im p l i ca , por su c o m p o s i c i n , la n o c i n de un encade

    namiento de actos que se articulan y explican los unos a

    los otros. Sin embargo,

    cada d r a m a puede

    ser

    separado

    de su contexto y considerado como una acc i n indepen

    diente: posee en s su propio i n t e r s y su propio peso,

    puesto

    que es

    menos

    el episodio de una aventura de con

    junto

    que la m a n i f e s t a c i n de la esencia valerosa del

    h r o e . En otros t r m i n o s , en el relato p i c o , en la litada,

    por ejemplo, se trata

    menos

    de una h i s t o r i a n i c a que

    de una y u x t a p o s i c i n de acciones parciales que tienen

    como marco una s i t u a c i n de conjunto y como protago

    nistas

    a

    personajes

    determinados

    u

    . La unidad no es. h i s t

    rica, en el sentido de que

    cada

    acontecimiento referido

    tienda a demostrar c m o se resuelve y se realiza un con

    f l ic to

    efectivo. Por el contrario, desde la Indagacin,

    como se

    d e m o s t r a r

    ms precisamente tras los

    an l i s i s

    de Ph. E. Legrand, aparece la idea de una p r o b l e m t i c a

    general y los diferentes

    hechos

    relatados revelan de qu

    manera se desarrolla esta

    p r o b l e m t i c a ,

    de qu manera se

    I

    u

    Cf. el breve pero notable estudio hecho ppr R. Schaerer en

    L'homme et Vhistoire, p. 261, del principio de 'la

    liada

    (estudio

    reproducido y desarrollado en

    L'homme antique et la structure

    du monde intrieur, cap. I , A) ; cf. igualmente el

    anl isis

    hecho

    por P. Vidal-Naquet, articulo citado, que demuestra muy bien la

    presencia i m p l c i t a de la historicidad, del t i e m p o de los hom

    b r e s , en los poemas h o m r i c o s y la o p o s i c i n de d o s tipos de

    tiempo, sensible el uno, inteligible el o t r o .

    30

    modifica s e g n las circunstancias, los

    personajes,

    los an

    tecedentes.

    Las acciones son

    expuestas

    de tal

    suerte

    que

    cada una de ellas permite comprender la existencia y el

    contenido del episodio que sigue. La

    y u x t a p o s i c i n p i c a

    es sustituida por la c o n s e c u c i n , ya h i s t r i c a , que liga los

    acontecimientos unos a otros en un orden que es al mismo

    tiempo el del devenir real y el de su i n t e l i g ib i l i d ad .

    Esto

    significa

    que ms

    all

    de la simple

    r e l ac i n

    pinto

    resca

    y

    a n e c d t i c a

    se

    esboza

    una perspectiva nueva que

    es la de causalidad: H e r d o t o de Turios... expone las

    causas y motivos ( 6 V v a l - u r ) v ) de las

    guerras

    que se hi

    cieron

    mutuamente los unos a los o t r o s . Sin duda resulta

    m u y vago el esquema de causalidad; se d e scu b r i r f c i l

    mente en el origen del pensamiento sobre la historia sus

    fallosy sus insuficiencias: se a p r e c i a r que esta causalidad,

    inmanente al devenir, remite, a fin de cuentas, a la idea

    arcaica de una eficacia d iv in a

    24

    .

    Pero

    se o b s e r v a r t a m b i n

    que los acontecimientos son considerados como elementos

    de una ev o lu c i n n ica en la cual cada uno participa en

    su lugar y en su medida. Esta idea de un encadenamiento

    comprensible de acciones que se extienden a lo largo de

    un

    gran

    n m e r o

    de

    a o s

    puesto, que, para continuar

    haciendo referencia a la Indagacin, la primera f a l t a

    j

    que c o n d u c i r a Platea y a M c a l e en el 480-479 se re-

    monta al acto de Creso en el 547-546 posee m l t i p l e s

    [ implicaciones. Muestra no s lo que se considera impor-

    [

    :

    tante el devenir sensibleprofano del hombre , sino t a m b i n

    f que su desarrollo puede hacerse i n t e l i g ib l e en y por el

    relato que intenta f i j a r l o ; y que, en consecuencia, toda

    re lacin que pretenda ser correcta e interesante es, s im u l

    t n e a m e n t e ,

    una puesta en orden.

    Dado que

    este

    orden no

    puede

    ser otro que el de la

    realidad con las reservas que hemos hecho aparece

    " Hay que subrayar que los t r m i n o s

    causalidad

    y

    eficacia

    no

    deben ser

    tomados

    en su

    a c e pc i n

    moderna,

    t e o l g i c a

    o

    f s ica .

    La

    c o nt inua c i n

    de esta

    inv e s t i g a c i n

    se

    esforzar

    por demostrar

    c mo hay que entenderlos para cada uno de los autores estudia

    dos. Uno de los grandes m r i t o s de los a r t c u lo s ya citados de

    J

    P. Vernant es el de recordar el peligro que acecha constante

    mente a la in te rpre ta c i n moderna: el anacronismo.

    31

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    18/33

    un

    nuevo

    c a r c t e r

    del acontecimiento.

    Ser

    aconteci

    miento no

    s l o

    el hecho excepcional que d fe del

    v a l o r

    de l

    hombre o el hecho

    e x t r a o

    que, por su

    aspecto

    extraordinario, merezca .permanecer en la memoria, sino

    t a m b i n la a c c i n que haya provocado un cambio en la

    suerte

    de la humanidad.

    A q u l l a p o d r

    ser recordada

    como una

    causa

    cuyos efectos pueden apreciarse

    t o d a v a .

    Talicomo

    trataremos de poner de manifiesto

    d e s p u s ,

    este

    memorial

    se transforma en discurso explicativo indefecti

    blemente. Desde esta perspectiva se abre paso la

    n o c i n

    de una i n t e l i g i b i l i d a d del devenir en cuanto tal: en la

    medida en que progresivamente tal episodio puede rela

    cionarse con una a c c i n i n i c i a lincl uso si, por otra parte,

    la suces in

    de acontecimientos se explica por el recurso

    a una

    causa

    exterior al curso de las

    cosas

    interviene

    una causalidad inmanente que ya es fuente de i n t e l i g i b i l i

    dad. Al hacer h i n c a p i en el hecho de que tal a c c i n

    singular, por su contenido y por sus consecuencias, es el

    origen del tal otra

    a c c i n

    o de tal

    s i t u a c i n ,

    el historiador

    no puede dejar de captar aun cuando no sepa

    forjar

    claramente el concepto la eficacia del acto humano que

    se manifiesta entonces como creador de su suerte y de

    la

    de otros hombres, con otra

    r e s t r i c c i n

    que conviene

    hacer siempre cuando se trata del relato h i s t r i c o nacien

    te: que sigue en pie la idea arcaica del Destino, bajo su

    forma

    religiosa o profana. Sea cual fuere esta i m b r i c a c i n

    de temas antiguos y nociones nuevas, el relato de historia,

    po r su modo e s p o n t n e o de e x p o s i c i n , revela que. la toma

    de conciencia por el hombre de su destino

    h i s t r i c o

    va

    a c o m p a a d a ,

    inmediata y confusamente, de un esfuerzo

    p or

    comprender el pasado, con ayuda de un esquema de

    causalidad

    original

    inmanente a

    este pasado.

    Se percibe f c i l m e n t e lo que aporta de nuevo un relato

    semejante. Empieza por afirmar de una manera decisiva

    la suerte temporal del hombre . A l lado de las afirma

    ciones ambiguas de los

    (puffixol

    y de los crotpoi sobre la

    realidad

    o la no realidad del devenir en general, la

    refle

    x i n

    de

    a q u l

    ni que hay que calificar de

    h i s t o r i a d o r

    aparece

    como un f e n m e n o

    cultural

    de una importancia

    capital:

    lo que ha de ser narrado y estudiado es el hombre

    32

    en su drama, en lucha contra otros hombres y como

    D a r o

    tratando de someter y forzar a la naturaleza. De

    este estudio es posible deducir unas .causas iniciales, que

    son a su vez acontecimientos, gracias a las que

    p o d r

    ser

    comprendida la

    s u c e s i n

    de hechos,

    s u c e s i n

    que se ex

    tiende

    hasta

    el momento presente y que permite al lector

    reconocerse en ella en su

    s i t u a c i n

    actual. Mientras el pen

    samiento arcaico of rec a al

    individuo

    o a la colectividad

    el

    recurso de huir del mundo temporal por medio del

    m i t o , esta manera nueva de

    pensar

    le permite asumir su

    existencia actual mostrando, por una parte, que el acto

    profano es c r e a d o r de efectividades afortunadas o

    d s a f o r t u n a o a s

    y, por otra parte, que, gracias al cono

    cimiento

    del

    pasado,

    es

    capaz

    de comprender su presente

    y de alguna manera trazar un futuro. En suma, para el

    hombre m o d e r n o el del siglo v ya no se trata de

    repetir gestos, sino de captar que todo gesto al menos

    para el lapso de tiempo que tiene

    ante

    los ojos tiene

    una novedad yposee una importancia. Sin embargo, esta

    novedad no es absoluta' en la medida en que puede ser

    relacionada con otros gestosyeon otros actos de los que

    depende:

    es posible

    entonces

    descubrir las razones, los

    m v i l e s ,

    las.

    causas

    que en -tal momento han empujado a

    ta l

    hombre a actuar as. De esta manera el historiador,

    revelando el hecho del devenir y su irrecusabilidad, aporta

    el

    medio para soportarlos y dominarlos:

    c o m p r e n s i n

    que

    hace

    inteligible

    el

    pasado,

    lo enlaza con el presente y

    humaniza el devenir en el momento en que temporaliza

    al hombre.

    L a a bo l i c i n p r i mi t i va

    del ti empo, la referencia a lo

    atemporal, manifestaban el esfuerzo inconsciente de la

    humanidad por encontrarse a s misma en el desconcier to

    y

    el sufrimiento del devenir; de hecho, si bien de una

    forma

    muy diferente, la a s u n c i n del devenir humano por

    el

    relato

    h i s t r i c o

    implica un esfuerzo

    a n l o g o .

    Narrando

    el pasado y permitiendo a los c o n t e m p o r n e o s y a las

    generaciones futuras repetir mediante el pensamiento los

    actos ya perdidos, el historiador procede a una l i b e r a

    c i n

    que, por su amplitud y eficacia, se agrega a la que

    ya realizaba el pensamiento m t i c o . La histor ia en sus

    33

  • 7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria

    19/33

    inicios, al menos bajo cierto aspecto, es simple historia,

    la

    de los escritores,

    l o s cuales

    narraron

    sobre

    todo las

    accipnes, sucesos y situaciones que presenciaron y cuyo

    e s p r i t u h a b a n

    percibido ellos mismos, y trasladaron al

    reino de la

    r e p r e s e n t a c i n

    mental aquello que

    h a b a suce

    dido en el

    e x t e r i o r

    2 5

    .

    Desde esta

    perspectiva, el solo

    hecho de relatar los acontecimientos haciendo comprensi

    ble su

    c o n s e c u c i n

    y descubriendo la personalidad de los

    hombres que por sus decisiones los han suscitado, cons

    tituye

    una tentativa por suprimir el misterio, situar lo

    excepcional en su marco y, finalmente, reducir las

    cosas

    a la

    p r o p o r c i n

    humana. La desgracia, por el mero hecho

    de ser explicada, bien por motivaciones y circunstancias,

    bien l o que no es exclusivo

    t o d a v a

    por referencia

    a cualquier realidad exterior al devenir, pero que

    a c t a

    a

    t r a v s

    de l, pierde su

    c a r c t e r

    absurdo y gratuito: tal

    f a mi l i a

    ateniense, que ha sufrido en la lucha contra los

    b r b a r o s

    encuentra una

    c o m p e n s a c i n

    no

    s l o

    en or cele

    brar las

    h a z a a s

    de la ciudad, sino en comprender por

    q u

    estas

    h a z a a s se han hecho necesarias. Parece que

    haya en ello un

    f e n m e n o a n l o g o

    a

    a q u l

    que determina

    al sentido c o m n popular a

    repasar

    minuciosamente las

    circunstancias de un accidente como para conjurar su

    c a r c t e r inesperado y temible. Desde ese momento se

    comprende el exorcismo que aporta el relato

    h i s t r i c o :

    s t e es a la vez a s u n c i n de hecho ^no necesariamente

    reconocida de derecho de la

    d i m e n s i n

    temporal del

    drama humano y esfuerzo t e r i c o para aprehender su inte

    l i g i b i l i d a d asegurando

    una

    c o m p r e n s i n

    del pasado que

    esclarece

    e l

    presente

    y

    t

    anuncia el

    futuro.

    El hombre arcaico

    encontraba su verdad en. un