christopher, john - la trilogía de los trípodes i - las montañas blancas

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John Christopher Las Montañas Blancas (La trilogía de los Trípodes. [I]) Título original: <The Tripods trilogy. 1. The white mountains>. Traducción de: Eduardo Lago Colección: Juvenil Alfaguara, 83 Segunda edición: Junio 1984 Ediciones Alfaguara, S.A., 1984 Príncipe de Vergara, 81, Madrid-6 Telf. 2619700 Impreso en los talleres gráficos de Unigraf, S.A., Políg. El Palomo, Fuenlabrada, Madrid I.S.B.N.: 84-204-3903-7 Depósito Legal: M. 21.490-1984 ã  Una raza alienígena, compuesta por gigantescos robots, los Trípodes , ha dominado la Tierra, reduciendo a todos sus habitantes a la esclavitud. Controlan a los humanos mediante la inserción en sus cráneos de una placa

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  • John Christopher

    Las Montaas Blancas

    (La triloga de los Trpodes. [I])

    Ttulo original:.

    Traduccin de: Eduardo Lago

    Coleccin: Juvenil Alfaguara, 83

    Segunda edicin: Junio 1984

    Ediciones Alfaguara, S.A., 1984Prncipe de Vergara, 81, Madrid-6Telf. 2619700

    Impreso en los talleres grficosde Unigraf, S.A.,Polg. El Palomo,Fuenlabrada, Madrid

    I.S.B.N.: 84-204-3903-7Depsito Legal: M. 21.490-1984

    Una raza aliengena, compuesta por gigantescos robots, los Trpodes,ha dominado la Tierra, reduciendo a todos sus habitantes a la esclavitud.Controlan a los humanos mediante la insercin en sus crneos de una placa

  • metlica. A partir del da de la solemne Ceremonia de la Placa, que tienelugar a los catorce aos, los chicos y las chicas son considerados ya comopersonas mayores. Personas? Se puede ser persona si no se poseelibertad, si no se es dueo de los propios pensamientos? Vale la pena laesclavitud mental a cambio del bienestar material? A Will Parker, unmuchacho que est a punto de recibir la Placa se le plantean serias dudas.Un encuentro casual con un miembro de la casta de los Vagabundos leproporciona una revelacin: todava quedan algunos hombres dispuestos aluchar por mantener su independencia. Habitan en unas lejanas montaas, alotro lado del mar. Will decide llegar hasta ellos, junto con su antiguoenemigo Henry y otro curioso y reconcentrado muchacho, llamadoLarguirucho. Tierras extraas, gentes diversas y los Trpodes, agresivos yomnipresentes... Pero las Montaas Blancas se alzan a lo lejos como unallamada de libertad. ------------------------------------------------

    (7)

    CAPTULO UNO ------------------------------------------------

    LA CEREMONIA DE LA PLACA ------------------------------------------------

    Sin contar el de la torre de la iglesia, en el pueblo haba cincorelojes que marcaban la hora aceptablemente, y uno era de mi padre. Estabaen el saln, en la repisa de la chimenea, y todas las noches, antes deacostarse, mi padre sacaba la llave de un florero y le daba cuerda. Unavez al ao vena el relojero desde Winchester, trotando a lomos de unviejo caballo de carga, para limpiarlo, engrasarlo y rectificarlo. Despustomaba manzanilla con mi madre y le contaba las novedades de la ciudad,as como lo que haba odo en los pueblos por los que haba pasado. Enaquel momento mi padre, si no estaba moliendo, se iba con paso arrogante,haciendo algn comentario desdeoso sobre el chismorreo; pero luego, a lanoche, yo oa cmo mi madre le contaba aquellas historias. l no mostrabagran entusiasmo, pero les prestaba odos. No obstante, el gran tesoro de mi padre no era el reloj, sino elReloj, con mayscula. Se trataba de un reloj en miniatura, con una esferaque tena menos de una pulgada de dimetro y una correa para ponrselo enla mueca, y que estaba guardado con llave en un cajn de su escritorio;slo lo sacaba para ponrselo en las grandes celebraciones, como el

  • Festival de la Cosecha o la Ceremonia de la Placa. Al relojero slo se lepermita que lo viera una vez cada tres aos y en tales ocasiones mi padrepermaneca de pie junto a l, viendo cmo trabajaba. No haba ningn otroReloj en el pueblo, ni tampoco en los pueblos de los alrededores. Elrelojero deca que en Winchester haba varios, pero que ninguno eratan bueno como ste. Yo no saba si lo deca para agradar a mi padre, quedaba claras muestras de satisfaccin (8)al orlo, pero creo que se trataba genuinamente de una pieza de artesanamuy buena. La caja del Reloj era de un acero muy superior a ninguno quepudieran fabricar en la fragua de Alton, y la maquinaria era un portentode complejidad y tcnica. En la parte delantera se vea escrito"Antimagnetique" e "Incabloc", lo cual nosotros suponamos sera elnombre del artesano que lo hizo. La semana anterior nos visit el relojero y a m me dieron permisopara mirar un rato mientras l limpiaba y engrasaba el Reloj. Elespectculo me fascin y, despus de que se fuera, me encontr con que mispensamientos no dejaban de ocuparse de aquel tesoro, nuevamente encerradobajo llave en su cajn. Naturalmente, a m me estaba prohibido tocar elescritorio de mi padre, y la mera posibilidad de abrir uno de sus cajones,cerrado con llave, ni tendra que habrseme ocurrido. Sin embargo, la ideasegua all. Y uno o dos das despus me confes a m mismo que lo nicoque me detena era el miedo a que me cogieran. El sbado por la maana me encontr con que estaba solo en casa. Mipadre estaba en el molino, moliendo, y se haba llevado a los criados-incluso a Molly, que normalmente no sale de casa durante el da-, paraque ayudaran. Mi madre haba ido a visitar a la anciana seora Ash,que estaba enferma, y estara fuera al menos una hora. Yo haba terminadolos deberes y aquella luminosa maana de mayo nada me impeda salir abuscar a Jack. Pero lo que ocupaba completamente mi cabeza era la ideade que tena la oportunidad de contemplar el Reloj con poco riesgo de queme descubrieran. Yo me haba fijado en que la llave estaba guardada junto a las demsllaves en una cajita, al lado de la cama de mi padre. Haba cuatro, y latercera era la que abra el cajn. Saqu el Reloj y me qued mirndolo.Estaba parado, pero yo saba que se le daba cuerda y que se ponan lasmanecillas en hora accionando un botoncito lateral. Si slo le daba un parde vueltas se volvera a parar enseguida, -no fuera que a mi padre se leocurriera echarle un vistazo aquel da, un poco ms tarde-. As lo hice, yme qued escuchando su golpeteo rtmico y suave. Luego lo puse en hora porel reloj de la chimenea. Despus de eso ya slo me quedaba ponrmelo en lamueca. Incluso ajustndomelo en el primer agujero, la correa me quedabafloja; pero tena el Reloj puesto. (9) Una vez alcanzado lo que me haba parecido una ambicin insuperable

  • descubr -me parece que es lo que suele suceder-, que me segua faltandoalgo. Llevarlo puesto era un triunfo, pero que te vieran con l puesto...Le haba dicho a mi primo, Jack Leeper que le vera aquella maana enlas antiguas ruinas situadas a un extremo del pueblo. Jack, que tena casiun ao ms que yo y que iba a ser presentado en la prxima Ceremonia de laPlaca, era la persona que yo ms admiraba despus de mis padres. Sacar elReloj de casa significaba convertir la desobediencia en algo desmesurado,pero como ya haba ido tan lejos, me result ms fcil pensar en ello. Unavez decidido, tom la determinacin de no perder ni un segundo delprecioso tiempo de que dispona. Abr la puerta principal, met muy dentrodel bolsillo del pantaln la mano en que llevaba el Reloj y sal corriendocalle abajo. El pueblo estaba situado en un cruce de caminos; la carretera quepasaba por delante de nuestra casa discurra paralela al ro (ste lesuministraba energa al molino, por supuesto) y la segunda carretera locruzaba a la altura del vado. Junto al vado haba un pequeo puente demadera para los viandantes y yo lo cruc deprisa, fijndome en que el roestaba ms crecido de lo normal debido a las lluvias primaverales. Mi taLucy se acercaba al puente cuando yo sala del mismo por el extremoopuesto. Me salud de lejos y contest el saludo, despus de tomar laprecaucin de pasar al otro lado de la carretera. All se encontraba lapanadera, con bandejas de bollos y pasteles expuestas, y era lgico queyo me encaminara all: tena un par de peniques en el bolsillo. Pero pasde largo corriendo y no aminor la marcha a un paso normal hasta llegar alpunto donde las casas se dispersaban y por fin desaparecan. Las ruinas estaban cien yardas ms all. A un lado de la carretera seencontraba el prado de Spiller, donde pastaban las vacas, pero por milado haba un seto de espino y, detrs, un campo de patatas. Pas ante unclaro del seto sin mirar, tan concentrado estaba en lo que le iba aensear a Jack, y un momento despus me sorprendi un grito desde atrs.Reconoc la voz de Henry Parker. Henry, al igual que Jack, era primo mo, -yo me llamo Will Parker-pero, a diferencia de Jack, no era mi amigo. (Yo tena varios primos en elpueblo: la gente no sola (10)viajar lejos para casarse.) Tena un mes menos que yo, pero era ms alto yms robusto y, que yo recordara, nos odibamos desde siempre. Cuando nostocaba pelear, cosa que suceda muy frecuentemente, yo estaba endesventaja fsica y tena que recurrir a la agilidad y rapidez si noquera perder. Haba aprendido de Jack algunas tcnicas de lucha, lo cualme haba permitido el ao pasado afianzar mi habilidad, y en el ltimoencuentro que tuvimos consegu derribarlo con fuerza suficiente parahacerle una llave y dejarle boqueando sin aliento. Pero para la luchalibre se necesitan las dos manos. Hund ms la mano izquierda en elbolsillo y, sin responder a su llamada, segu corriendo en direccin a las

  • ruinas. Sin embargo lo tena ms cerca de lo que crea, corriendovigorosamente en pos de m mientras profera amenazas. Aceler, mir haciaatrs para ver la delantera que le llevaba y cuando quise darme cuentapatin en un charco de barro. (En el interior del pueblo haba adoquines,pero aqu fuera la carretera estaba tan mal como siempre, y las lluvias lohaban agravado.) Luch denodadamente tratando de mantenerme en pie, perono quise, hasta que fue demasiado tarde, sacar la otra mano para ayudarmea conservar el equilibrio. En consecuencia, fui resbalando y haciendoaspavientos hasta que al fin me ca. Antes de poder recuperarme, Henryestaba de rodillas encima de m, sujetndome la parte posterior de lacabeza con la mano y hundindome la cara en el barro. En circunstancias normales esta actividad le habra satisfechodurante algn tiempo, pero se encontr algo ms interesante. Al caer, yohaba empleado instintivamente las dos manos para protegerme y l vio elReloj que llevaba en la mueca. Un momento despus me lo haba quitado yse haba puesto en pie para examinarlo. Me levant como pude e intentarrebatrselo, pero l lo sostena con facilidad por encima de su cabeza,fuera de mi alcance. Dije, jadeando: --Devulveme eso! --No es tuyo, -dijo-. Es de tu padre. Me daba un miedo atroz que el Reloj pudiera haber sufrido algndesperfecto, o incluso haberse roto cuando me ca, pero aun as trat demeter la pierna entre las suyas para hacerle caer. Me esquiv, dio un pasoatrs y dijo: (11) --No te acerques, -se prepar como para arrojar una piedra-. Si no,probar a ver hasta dnde lo lanzo. --Como lo hagas, -dije-, te darn una paliza. En su cara gorda apareci una sonrisa. --A ti tambin. Y tu padre pega ms fuerte que el mo. Te dir lo quevoy a hacer: me lo quedar prestado algn tiempo. Puede que te lo devuelvaesta tarde. O maana. --Alguien te ver con l. l volvi a sonrer. --Me arriesgar. Me agarr a l: pensaba que lo de tirarlo era un farol. Casi le hagoperder el equilibrio, pero no lo consegu. Nos enzarzamos, nos tambaleamosy despus camos juntos rodando hasta la cuneta. Estaba algo encharcadapero seguimos pelendonos, incluso despus de que llegara hasta nosotrosuna voz desafiante. Jack, -pues fue l quien nos dijo que nos levantsemos-tuvo que bajar y separarnos por la fuerza. Esto no le result difcil. Eratan corpulento como Henry y adems tena una fuerza tremenda. Nos subi arastras a la carretera; fue directamente al grano, le quit el Reloj a

  • Henry y lo despidi con un cachete en la parte posterior del cuello. Yo dije, lloroso: --Est bien? --Creo que s -lo examin y me lo entreg-. Pero eres un idiota porhaberlo trado. --Quera ensertelo. --No vala la pena, -dijo, concisamente-. De todos modos, ser mejorque nos ocupemos de devolverlo. Te echar una mano. Desde que tengo memoria, Jack siempre estaba dispuesto a echarme unamano. Qu raro, pens camino del pueblo, saber que dentro de algo ms deuna semana me iba a quedar solo. Ya se habra celebrado la Ceremonia de laPlaca, y Jack habra dejado de ser un muchacho.

    Jack mont guardia mientras yo guardaba el Reloj en su sitio y volvaa poner la llave del cajn donde la haba encontrado. Me cambi lospantalones y la camisa, que estaban mojados y sucios, y volvimos sobrenuestros pasos, camino de (12)las ruinas. Nadie saba qu haban sido antao aquellas construcciones, ycreo que una de las cosas que nos atraa era una inscripcin que haba enuna placa de metal mellada y oxidada:

    PELIGRO 6.600 VOLTIOS

    No tenamos ni idea de lo que habran sido los Voltios, pero lanocin de peligro, por remota que fuera, resultaba emocionante. Haba msletras, pero la herrumbre haba destruido casi todo. :Quiz las ltimas letras significaban ciudad y lo dems fuese un nombremedio borrado; nos preguntbamos si sera el nombre de la ciudad de la queproceda aquello. Algo ms all estaba la guarida construida por Jack. Se llegaba aella atravesando un arco medio desmoronado; el interior era seco ydispona de un sitio para hacer fogatas. Jack haba encendido el fuegoantes de salir a buscarme y haba despellejado, limpiado y ensartado unconejo en una vara y lo tena listo para asar. En casa no faltaba comida-los sbados la comida de medio da era siempre muy abundante-, pero estono impeda que yo aguardara con impaciencia golosa la perspectiva de comerconejo asado con patatas a la brasa. Tampoco iba a impedirme hacerjusticia al pastel de carne que tena mi madre en el horno. Aunque yo erams bien menudo, tena buen apetito. Vigilbamos y olamos el conejo mientras se haca en medio de unsilencio cordial. Nos llevbamos muy bien sin necesidad de hablar mucho,aunque normalmente yo siempre tena la lengua preparada. Demasiadopreparada, quiz. Saba que buena parte del problema con Henry era

  • consecuencia de mi incapacidad para contenerme cuando vea algunaposibilidad de tomarle el pelo. Cualesquiera que fuesen las circunstancias, Jack nunca hablaba mucho,pero para sorpresa ma, despus de un rato rompi el silencio. Alprincipio habl de cosas sin importancia, comentando sucesos que habantenido lugar en el pueblo, pero a m me daba la sensacin de que estabatratando de desviarse hacia algo distinto, algo ms importante. Despus sedetuvo, se qued callado, mirando fijamente durante un par de segundos elcuerpo crujiente del animal, y dijo: (13) --Este lugar ser tuyo despus de que me pongan la Placa. No saba bien qu decir. Me imagino que, de haberlo pensado algunavez, habra supuesto que me cedera la guarida, pero no haba pensado enello. No se sola pensar demasiado en cosas que estuvieran relacionadascon la insercin de la Placa y, desde luego, no se hablaba de ello. Queentre toda la gente fuera precisamente Jack el que lo hiciera resultabasorprendente, pero lo que dijo a continuacin fue ms sorprendente an: --En cierto modo, -dijo-, casi tengo la esperanza de que no resulte.No estoy seguro de no preferir ser un Vagabundo. Debera decir algo sobre los Vagabundos. Por lo general, haba unoscuantos en cada pueblo, -que yo supiera, en aquel momento haba cuatro enel nuestro-, pero el nmero cambiaba constantemente porque algunos se ibany otros ocupaban su lugar. A veces trabajaban en algo, pero tanto si lohacan como si no, el pueblo les daba sustento. Vivan en la Casa de losVagabundos, que en nuestro caso se encontraba situada en la interseccinde las dos carreteras y era ms grande que las dems casas, a excepcin deunas pocas (entre las cuales se encontraba la de mi padre). Poda albergarsin problemas a una docena de Vagabundos y, en algunas ocasiones, casi sealcanz ese nmero. Se les daba comida, -sin lujos, pero bastante decente-y un criado se ocupaba del lugar. Cuando la casa estaba completa seenviaban ms criados para que ayudasen. Lo que se saba, aunque no se comentaba, era que los Vagabundos erangente con la cual la insercin de la Placa haba salido mal. Tenan Placa,igual que la gente normal, pero no funcionaba bien. Cuando esto iba asuceder, generalmente aparecan sntomas uno o dos das despus de lainsercin: la persona a la que le haban puesto la Placa se mostrabaacongojada y aquel estado se intensificaba con los das, hasta que al finse converta en una fiebre cerebral. Se apreciaba claramente que padecangrandes dolores. Afortunadamente la crisis no duraba mucho;afortunadamente tambin slo suceda raras veces. En la inmensa mayora delos casos la insercin de la Placa era un xito rotundo. Me parece queslo una de cada veinte veces daba lugar a un Vagabundo. Cuando volva a sentirse bien, el Vagabundo iniciaba (14)su incesante errar. l o ella; porque de vez en cuando pasaba con una

  • chica, aunque era mucho ms raro. Si la causa era que se vean a s mismosal margen de la comunidad de gente normal, o bien era que la fiebre habaprovocado en ellos un desasosiego permanente, eso era algo que yo nosaba. El caso es que se iban y vagabundeaban por la tierra, parando unda aqu, puede que hasta un mes all, pero siempre cambiando de lugar.Indudablemente sus mentes quedaban afectadas. Ninguno era capaz deatenerse a una sucesin prolongada de pensamientos, y muchos veanvisiones y hacan cosas raras. Se les aceptaba como algo que est ah y se les cuidaba pero, aligual que ocurra con la insercin de la Placa, no se hablaba mucho deellos. Los nios, por lo general, los vean con suspicacia y los evitaban.Ellos, a su vez, tenan aspecto melanclico y no hablaban mucho, nisiquiera entre s. Me sorprenda muchsimo orle decir a Jack que medioquera ser un Vagabundo, y no saba qu contestarle. Pero l no parecanecesitar ninguna respuesta. Dijo: --El Reloj... Alguna vez piensas en cmo debi de ser la poca enque se hacan cosas as? Lo haca de vez en cuando, pero se trataba de otro asunto en relacinal cual no se estimulaba la especulacin, y Jack jams me haba hablado deaquel modo. Dije: --Antes de los Trpodes? --S. --Bueno, sabemos que era la Edad Negra. Haba demasiada gente yfaltaban alimentos, de modo que la gente pasaba hambre y luchaban unoscontra otros, y haba toda clase de enfermedades y... --Y se hacan cosas como el Reloj. Las hacan los hombres, no losTrpodes. --Eso no lo sabemos. --Te acuerdas, -pregunt-, hace cuatro aos, cuando estuve en casa demi ta Matilda? Me acordaba. Era ta suya, no ma, aunque furamos primos: se habacasado con un extranjero. Jack dijo: --Vive en Bishopstoke, al otro lado de Winchester. Un da sal depaseo y llegu hasta el mar. VI las ruinas de una ciudad que debi de serveinte veces ms grande que Winchester. Yo haba odo hablar de las grandes ciudades en ruinas (15)de los antiguos, por supuesto. Pero tambin se hablaba poco de ellas, ycuando se haca era con desaprobacin y con un poco de miedo. A nadie sele ocurrira acercarse a ellas. Resultaba inquietante incluso mirarlas,como haba dicho Jack. Dije: --Era en esas ciudades donde haba tanta matanza y enfermedad. --Eso nos cuentan. Pero yo vi una cosa all. Era el casco de unbarco, estaba corrodo por el xido, de modo que por algunas partes sevea de lado a lado. Y era ms grande que el pueblo. Mucho ms grande.

  • Enmudec. Estaba tratando de imaginrmelo, de verlo mentalmente talcomo l lo haba visto en la realidad. Pero mi mente no poda aceptarlo. Dijo Jack: --Y lo construyeron los hombres. Antes de que llegaran los Trpodes. Nuevamente no daba con las palabras. Por fin dije, sin conviccin: --Ahora la gente es feliz. Jack dio una vuelta al asador del conejo. Despus de un rato, dijo: --S. Supongo que tienes razn.

    El buen tiempo dur hasta el Da de la Placa. De la maana a la nochela gente trabajaba en los campos, cortando hierba para hacer heno. Lalluvia haba sido tan copiosa que la hierba se elevaba lujuriante, promesade un buen forraje invernal. El Da en cuestin, por supuesto, erafestivo. Despus del desayuno fuimos a la iglesia y el sacerdote habl delos derechos y deberes inherentes al hecho de ser hombre, condicin a laque Jack iba a acceder. No habl de la condicin femenina porque no iban ainsertarle la Placa a ninguna chica. En efecto, all estaba Jack, en pie,solo, vestido con la tnica blanca que estaba prescrita. Le mir,preguntndome qu sentira, pero cualesquiera que fuesen sus emociones, nolas dejaba traslucir. Ni siquiera cuando, acabada la ceremonia religiosa, aguardbamos enpie delante de la iglesia la llegada del Trpode. Las campanas tocaban elRepique de la Placa, pero (16)aparte de esto todo estaba en silencio. Nadie hablaba, ni susurraba, nisonrea. Sabamos que para todos los que recibieron la Placa, aqullahaba sido una gran experiencia. Hasta los Vagabundos acudan ypermanecan en pie, manteniendo aquel silencio profundo. Pero paranosotros los nios el tiempo se alargaba de un modo desesperante. Y paraJack, que estaba aparte de todos, en mitad de la calle? Sent por primeravez un escalofro de miedo al darme cuenta de que en la siguienteCeremonia de la Placa yo estara all de pie. No estara solo, desdeluego, porque se hara la presentacin de Henry conjuntamente con la ma.Aquel pensamiento no me proporcion un gran consuelo. Por fin omos a lo lejos, por encima del taido de las campanas, elprofundo y potente tableteo y todo el mundo dej escapar una especie desuspiro. El sonido se hizo ms cercano y entonces, de repente, pudimosverlo por encima de los tejados de las casas que daban al sur: el granhemisferio metlico se meca en el aire sobre las tres patas articuladas,tres veces ms alto que la iglesia. Su sombra pas ante sta y cay sobrenosotros cuando se detuvo, con dos patas a horcajadas sobre el ro y elmolino. Aguardbamos, y ahora yo me estremec de verdad, incapaz dedetener los temblores que recorran mi cuerpo. Sir Geoffrey, nuestro Seor Feudal, dio un paso adelante e hizo unareverencia breve y rgida en direccin al Trpode; era un anciano y no

  • poda inclinarse mucho ni con facilidad. Y entonces descendi uno de losenormes tentculos bruidos, con suavidad y precisin, y su extremo seenrosc en la cintura de Jack y lo levant por los aires hasta un agujeroque se abra como una boca en el hemisferio, y lo engull.

    Al principio de la tarde se celebraron juegos y la gente circulabapor el pueblo, haciendo visitas, riendo y charlando, y los hombres ymujeres jvenes que estaban solteros paseaban juntos por los campos.Luego, al atardecer, tuvo lugar la Fiesta, disponindose mesas en lacalle, pues segua haciendo buen tiempo, y el olor a carne asada semezclaba con los olores de la cerveza, la sidra y la limonada, y con losde toda clase de pasteles y pudines. Del exterior de las casas colgabanlmparas; las encenderan cuando oscureciese, y brillaran (17)como flores amarillas a lo largo de la calle. Pero antes de que empezarala fiesta, nos fue devuelto Jack. Primero se oy el sonido distante, despus vinieron el silencio y laespera, y las pisadas de los gigantescos pies, que conmovan la tierra. ElTrpode se detuvo como antes, en un lateral del hemisferio se abri laboca, y entonces descendi velozmente el tentculo, depositando a Jack enel lugar que se le haba asignado, a la derecha de Sir Geoffrey. Yoestaba muy alejado, en un extremo, con los nios, pero poda verle bien.Tena aspecto plido, pero por lo dems su rostro no estaba nada cambiado.La diferencia estribaba en la cabeza, blanca y afeitada, de la quesobresala como una tela de araa un metal de tono ms oscuro con undiseo geomtrico. Pronto le volvera a crecer el pelo, por encima yalrededor del metal y, como l tena el pelo negro y tupido, al cabo deunos meses la Placa sera casi imperceptible. Aunque de todos modosseguira all, formando parte de l hasta el da en que se muriera. Sin embargo aqul era un momento de regocijo y alegra. Era un hombrey maana desempeara el trabajo de un hombre y recibira la paga de unhombre. Le cortaron la mejor tajada de carne y se la trajeron junto conuna espumante jarra de cerveza suave, y Sir Geoffrey brind por susalud y su fortuna. Yo olvid mis temores de antes y le envidi, pensandoque al ao siguiente yo me encontrara all, transformado en hombre.

    Al da siguiente no vi a Jack, pero al otro me lo encontr cuando,despus de acabar los deberes, me encaminaba a la guarida. Iba con otroscuatro o cinco hombres, de regreso de los campos. Lo llam, sonri y, trasun momento de duda, dej que los dems siguieran. Estbamos cara a cara, aslo unas yardas del lugar donde, haca poco ms de una semana, nos separa Henry y a m. Pero las cosas eran muy distintas. Dije: --Qu tal ests? No era simplemente una pregunta corts. A estas alturas, si la

  • insercin de la Placa haba de fallar, l ya sentira los dolores y eldesasosiego que, a su debido tiempo, acabaran convirtindolo en unVagabundo. Dijo: (18) --Estoy bien, Will. Vacil y le esper: --Qu se siente? Neg con la cabeza. --Sabes que no est permitido hablar de eso. Pero te puedo prometerque no te har dao. Dije: --Pero por qu? --Por qu qu? --Por qu tienen que llevarse los Trpodes a la gente y ponerles unaPlaca? Qu derecho tienen? --Lo hacen por nuestro bien. --Pero no veo por qu ha de ser as. Prefiero seguir como soy. Sonri. --Ahora no puedes entenderlo, pero cuando ocurra lo entenders. Es...-hizo un gesto negativo con la cabeza-. No puedo describirlo. --Jack, -dije yo-, he estado pensando, -l aguard sin demasiadointers-, en lo que dijiste acerca de las cosas maravillosas que hacan loshombres antes de los Trpodes. --Eso eran tonteras, -dijo, se dio la vuelta y sigui camino delpueblo. Lo observ un tiempo y despus, sintindome muy solo, me dirighacia la guarida. ------------------------------------------------ (19)

    CAPTULO DOS ------------------------------------------------

    ME LLAMO OZYMANDIAS ------------------------------------------------

    Hasta que no le pusieron la Placa no me di cuenta de lo mucho quehaba dependido de Jack en el pasado por lo que a camaradera se refiere.Nuestra alianza me haba aislado de los dems chicos que tenanaproximadamente mi edad, tanto en el pueblo como en los alrededores. Meimagino que habra sido posible superar aquello, -por lo pronto, JoeBeith, el hijo del carpintero, trataba de ser amigo mo-, pero dado el

  • estado de nimo en que me encontraba, prefera estar solo. Sola bajar ala guarida y quedarme horas sentado pensando en todo. Una vez vino Henry,hizo algunos comentarios burlones y nos peleamos. Estaba tan enfadado quele gan claramente y despus de eso se mantuvo apartado de mi camino. De vez en cuando vea a Jack e intercambibamos palabras carentes designificado. Su actitud hacia m era afable y distante: en ella habaindicios de una amistad que haba quedado interrumpida, daba a entenderque l aguardaba en la otra orilla de un abismo; a su debido tiempo yo locruzara y entonces todo volvera a ser como antes. Sin embargo esto no mereconfortaba, pues a quien yo echaba de menos era al antiguo Jack, y stehaba desaparecido para siempre. Igual que me sucedera a m? La idea meaterraba y yo procuraba desdearla, pero siempre volva a m. Por alguna razn, en medio de mis dudas, temores y reflexiones, me dicuenta de que me estaba interesando por los Vagabundos. Record laobservacin de Jack y me pregunt qu habra sido de l si hubiera falladola insercin de la Placa. A estas alturas lo ms seguro es que se hubieraido del pueblo. Miraba a los Vagabundos que vivan entre nosotros (20)y pensaba que ellos, en sus pueblos, habran sido un da como Jack y yo:cuerdos, felices, y con proyectos de futuro. Yo era el nico hijo quetena mi padre y de m se esperaba que algn da me ocupara del molino.Pero si cuando me pusieran la Placa no resultaba bien... Haba tres, dos recin llegados y un tercero que llevaba variassemanas entre nosotros. Era un hombre de la edad de mi padre, pero llevabala barba descuidada, tena el pelo ralo y gris, y a travs del mismo seapreciaba la malla de la placa. Se pasaba el tiempo recogiendo piedras enlos campos cercanos al pueblo y con ellas estaba erigiendo una seal,junto a la Casa de los Vagabundos. Puede que recogiera unas veinte piedrasal da, cada una aproximadamente del tamao de medio ladrillo. Eraimposible entender por qu prefera una piedra y no otra, o cul era elobjeto de aquella seal. Hablaba muy poco y empleaba las palabras como lohacen los nios que estn aprendiendo a hablar. Los otros dos eran mucho ms jvenes, a uno de ellos seguramente nohara ms de un ao que le haban puesto la Placa. Hablaba mucho y lo quedeca pareca casi tener sentido, pero nunca lo tena del todo. Eltercero, unos aos mayor, era capaz de hablar de modo inteligible, pero nolo haca con frecuencia. Pareca hallarse sumido en una gran tristeza, yse pasaba todo el da tumbado junto a la Casa, mirando fijamente el cielo. Se qued cuando los otros se fueron; el joven lo hizo por la maana yel que erigi la seal de piedras por la tarde del mismo da. All quedel montn de piedras, inacabado y carente de significado. Aquella tarde locontempl y me pregunt qu estara haciendo yo dentro de veinticincoaos. Moler grano en el molino? Puede. O puede que errar por el campo,viviendo de limosnas y haciendo cosas intiles. Ignoro por qu razn laalternativa no consista, como yo haba supuesto, en algo tan sencillo

  • como escoger entre el blanco y el negro. No saba por qu, pero me parecavislumbrar el significado de lo que Jack dijo aquella maana en laguarida.

    El nuevo Vagabundo lleg al da siguiente; cuando me diriga a laguarida le vi venir por la carretera del oeste. Me pareci que tendratreinta y tantos aos, y era un hombre (21)de complexin fuerte, pelirrojo y barbudo. Llevaba una vara de fresno y elacostumbrado hatillo a la espalda, y al tiempo que caminaba iba entonando,bastante armoniosamente, una cancin. --Chico, -dijo-, cmo se llama este lugar? --Se llama Wherton, -le dije. --Wherton, -repiti-. Ah, es el pueblo ms bonito de la llanura; aquno hay angustia, aqu no hay dolor. Me conoces, muchacho? Hice un gesto negativo con la cabeza. --No. --Yo soy el rey de esta tierra. Mi esposa era la reina de un paslluvioso, pero la dej llorando. Me llamo Ozymandias. Contemplad misobras, poderoso, y desesperad. Deca tonteras, pero por lo menos hablaba y las palabras erancomprensibles. Sonaban un poco a poesa y record que el nombre deOzymandias apareca en un poema que le en un libro, uno de los doce quehaba en el estante del saln. Cuando prosigui en direccin al pueblo,fui tras l. Volvi la vista atrs y dijo: --Me segus, muchacho? Queris ser mi paje? Ay, ay. El zorro tienesu madriguera y el pjaro se refugia en el roble grande y frondoso, peroel hijo del hombre no tiene donde reposar su cabeza. As pues, no tienesningn asunto propio? --Nada importante. --Nada es importante, cierto, pero qu ha de hacer un hombre paraencontrar Nada? Dnde habr de buscar? Te digo que si yo pudieraencontrar Nada, no sera rey, sino emperador. Quin vive en la Casa esteda y a esta hora? Supuse que hablaba de la Casa de los Vagabundos. --Slo hay uno, -dije-. No s cmo se llama. --Su nombre ser Estrella. Y el tuyo? --Will Parker. --Will es un buen nombre. A qu se dedica tu padre, Will? Vas muybien vestido para ser hijo de un trabajador. --Lleva el molino. --Y el eterno estribillo de su cancin parece ser: No me importanadie, no, a m no, y a nadie le importo yo. Tienes muchos amigos, Will? --No. No muchos. (22)

  • --Buena respuesta. Pues aquel que proclama tener muchos amigos revelano tener ninguno. Dije, obedeciendo a un impulso que me sorprendi cuando reflexionsobre ello: --En realidad no tengo ninguno. Tena uno, pero le pusieron la Placahace un mes. Se par en la carretera y as lo hice yo tambin. Estbamos en lasafueras del pueblo, frente a la casa de la viuda Ingold. El Vagabundo memir atentamente. --Ningn asunto, al menos de importancia y ningn amigo. Alguien quehabla con los Vagabundos y va con ellos. Cuntos aos tienes, Will? --Trece. --Eres pequeo para eso. Entonces el verano que viene te pondrn laPlaca? --S. VI que la viuda Ingold nos observaba a travs de las cortinas. ElVagabundo tambin dej escapar una ojeada en aquella direccin ysbitamente inici en la carretera un bailoteo breve y estrafalario. Cantcon voz cascada:

    2 6Quin en el bosque bajo el rbol frondosoConmigo quiere echarse y cantar armoniosoEntonando alegres notas, como cantaAquel pajarillo de dulce garganta?

    Todo lo que quedaba de camino hasta la Casa de los Vagabundos se lopas diciendo tonteras y yo me alegr cuando nos separamos.

    Mi preocupacin por los Vagabundos no haba pasado desapercibida yaquella tarde mi padre me rega por ello. En algunas ocasiones erasevero, pero las ms de las veces era bondadoso; esto estaba en relacincon su forma de entender las cosas, pero l vea el mundo compuesto dematices muy simples, todo era blanco o negro, y le costaba mucho aceptarcosas que le parecan estupideces. l no era capaz de ver ningn sentidoen el hecho de que un muchacho anduviera merodeando por la Casa de losVagabundos: se les tena lstima y era un deber humanitario darles comiday techo, pero (23)ah debiera terminar la cosa. Aquel da me haban visto con el ltimo quelleg, el cual pareca estar an ms loco que la mayora. Era algoestpido y serva de pretexto para las habladuras. l esperaba no volvera or ms rumores as y yo no deba ir a la Casa de los Vagabundos bajoningn concepto. Lo entenda?

  • Indiqu que s. Me di cuenta de que no se trataba slo de que lepreocupara que la gente hablara de m. Puede que estuviera dispuesto aprestar odos, de un modo distanciado, a las noticias procedentes de otrospueblos y de la ciudad, pero el chismorreo y los comentariosmalintencionados slo merecan su desprecio. Yo me preguntaba si lo que tema no sera algo totalmente distinto ymucho peor. De nio, un hermano suyo, mayor que l, se haba convertido enVagabundo. En nuestra casa jams se habl de aquello, pero Jack me lohaba contado haca mucho. Haba quienes decan que esta especie dedebilidad reapareca en las familias; y acaso l pensara que mi interspor los Vagabundos era un mal presagio con respecto a la Ceremonia de laPlaca que tendra lugar dentro de un ao. Esto no era lgico, pero yosaba que una persona incapaz de soportar la necedad ajena poda sinembargo tener fallos propios. Por lo que, teniendo en cuenta esto y la vergenza que sent por laforma de comportarse del nuevo Vagabundo en presencia de los dems, tomuna especie de resolucin en el sentido de obrar como se me habaordenado, y estuve un par de das bien alejado de los Vagabundos. Dosveces vi al hombre que se llamaba a s mismo Ozymandias payaseando yhablando solo en la calle, y me escabull. Pero al tercer da fui alcolegio no por el camino de atrs, siguiendo el sendero que va a lo largode la orilla del ro, sino que sal por la puerta principal y pas pordelante de la puerta de la iglesia. Y por delante de la Casa de losVagabundos. No haba ni rastro de ninguno, pero cuando regresaba amedioda, vi a Ozymandias, que vena en direccin contraria. Aceler elpaso y nos encontramos en el cruce. Dijo: --Bienvenido, Will! No os he visto todos estos muchos das. Habistenido enfermedad alguna, muchacho? Una plaga? O por casualidad unvulgar resfriado? En l haba algo que me haba interesado, incluso fascinado, (24)y aquello fue lo que me llev hasta all, con la esperanza de volver aencontrrmelo. Admit aquello pero, en el momento de admitirlo, repar unavez ms en las cosas que me haban mantenido alejado. Inmediatamente juntoa nosotros no haba nadie, slo otros nios que venan del colegio y noestaban mucho ms atrs; algunas personas que me conocan estaban al otrolado del cruce. Dije yo: --He estado ocupado, haciendo cosas, -y me dispuse a continuar. Me puso la mano en el brazo: --Queris pararos, Will? Aquel que carece de amigos puede viajar asu paso y detenerse, cuando as lo quiera, para conversar unos minutos. --Tengo que volver, -dije-. La comida ya estar. Haba apartado la vista de l. Tras una breve pausa, dej caer la

  • mano. --Entonces no dejes que te retenga, Will, pues aunque no slo de panvive el hombre, el pan es lo primero que precisa. Su tono era desenfadado, pero a m me pareci detectar algo ms.Decepcin? Ech a andar, pero despus de dar unos pasos me detuve y volvla vista. An segua mirndome. Dije en voz baja, atropelladamente: --Sales al campo alguna vez? --Cuando hace sol. --Siguiendo la carretera donde te encontr... hay unas ruinas a laderecha... all tengo una guarida, en el lado de ms all, el que estcerca del bosquecillo... la entrada es un arco derruido y fuera hay unapiedra antigua de color rojo que parece un asiento. l dijo suavemente: --Entiendo, Will. Pasas mucho tiempo all? --Normalmente voy all despus del colegio. Asinti. --Hazlo. De un modo brusco, apart la vista de m y la elev al cielo,extendi los brazos por encima de la cabeza y grit: --Y aquel ao lleg Jim, el Profeta de los Hallazgos Inesperados, ycon l una cohorte de ngeles a lomos de caballos blancos que surcaban elcielo, levantando una polvareda de nubes, sus pezuas despedan chispasque incendiaban el (25)trigo de los campos y el mal de los corazones humanos. As hablOzymandias. Selah! Selah! Selah! Los dems suban por el camino que sale del colegio. Yo le dej y mefui deprisa a casa... Le estuve oyendo gritar hasta que dej atrs laiglesia.

    Despus del colegio me fui a la guarida con sentimientosentremezclados de expectacin y malestar. Mi padre me haba dicho queesperaba no volver a or ms rumores acerca de que yo me mezclaba conVagabundos, y me haba prohibido expresamente acudir a la Casa de losVagabundos. Yo haba obedecido la segunda parte y tomaba medidas paraevitar la primera, pero no me llamaba a engao: a l esto no le parecerasino una desobediencia deliberada. Y con qu objeto? Para tener laoportunidad de hablar con un hombre cuya conversacin era una mezcolanzade sensatez e insensatez, con gran predominio de la segunda. No vala lapena. Y sin embargo, al recordar aquellos ojos azules bajo la masa de pelorojo, no poda evitar tener la sensacin de que aquel hombre tena algoque haca que el riesgo y la desobediencia valieran la pena. Camino de lasruinas me mantuve ojo avizor y cuando estuve cerca de la guarida di unavoz. Pero all no haba nadie; ni tampoco durante un buen rato despus.

  • Empezaba a pensar que no vendra, que tena el juicio tan deteriorado queno haba entendido lo que quise decir, o hasta que se le haba olvidadopor completo, cuando o crujir una rama y, echando una ojeada hacia fuera,vi a Ozymandias. Estaba a menos de diez yardas de la entrada. Ni cantabani hablaba, sino que se mova silenciosamente, casi con sigilo. Entonces me entr miedo de otra cosa. Corran historias sobre unVagabundo que, haca aos, asesin nios en una docena de pueblos antes deque lo cogieran y lo colgaran. Seran ciertas? Sera ste otro tipo as?Yo le haba invitado a venir, sin decrselo a nadie, y nadie oira ungrito de socorro, estando tan lejos el pueblo. Me qued rgido, apoyado enla pared de la guarida, ponindome en tensin para salir disparado pordelante de l y salir al aire libre, donde estara relativamente seguro. Pero me bast echarle una sola ojeada, mientras l (26)se asomaba, para tranquilizarme. Loco o no, tena la seguridad de que sepoda confiar en aquel hombre. Sus rasgos faciales revelaban buen humor.Dijo: --As que te he encontrado, Will, -mir en torno a s, de modoaprobatorio-. Este sitio est muy bien. --Lo hizo casi todo mi primo Jack. Es ms habilidoso con las manosque yo. --Al que le insertaron la Placa este verano? --S. --Presenciaste la ceremonia de la Placa? -Asent-. Qu tal estdespus de eso? --Bien, -dije-, pero ha cambiado. --Al convertirse en un hombre. --No es slo eso. --Explcate. Dud un momento, pero su voz y ademanes, adems del rostro, meinspiraban confianza. Tambin repar en que hablaba con naturalidad ysensatez, sin emplear nada las extraas palabras ni las expresionesarcaicas que haba utilizado anteriormente. Empec a hablar, al principiode manera inconexa y despus con ms facilidad, de lo que haba dicho Jacky de mi propia perplejidad posterior. l escuch, asintiendo a veces,pero sin interrumpir. Cuando hube terminado, dijo: --Dime, Will, qu piensas de los Trpodes? Dije sinceramente: --No lo s. Antes los aceptaba como algo con lo que hay que contar, yme daban miedo, digo yo... pero ahora... Surgen preguntas en mi cabeza. --Se las has planteado a tus mayores? --De qu servira hacerlo? Nadie habla de los Trpodes. Eso seaprende de pequeo. --Quieres que te responda yo? -pregunt-. En la medida en que puedahacerlo.

  • De una cosa estaba seguro y lo solt de sopetn: --T no eres un Vagabundo! Sonri. --Depende del significado que se le d a esa palabra. Cambioconstantemente de lugar, como ves. Y me comporto de manera extraa. --Pero para engaar a la gente, no porque te sea inevitable. No tehan cambiado la mente. (27) --No. Como a las mentes de los Vagabundos, no. Ni tampoco como a tuprimo Jack. --Pero a ti te han puesto la Placa! Se toc la malla metlica situada bajo su espeso pelo rojo. --De acuerdo. Pero no fueron los Trpodes. Fueron hombres, hombreslibres. Dije, perplejo: --No entiendo. --Cmo ibas a entender? Pero escucha y te lo dir. Primero losTrpodes. Sabes lo que son? -Hice un gesto negativo con la cabeza y lprosigui-: Nosotros, con certeza, tampoco. De ellos se cuentan doshistorias. Una dice que eran mquinas construidas por los hombres, y quese rebelaron contra ellos y los esclavizaron. --En la antigedad? En la poca del barco gigante, de las grandesciudades? --S. Es una historia que me cuesta trabajo creer, porque no aciertoa ver cmo dotar a las mquinas de inteligencia. La otra historia dice queno proceden originariamente de este mundo, sino de otro. --Otro mundo? De nuevo me encontraba perdido. Dijo l: --En la escuela no te ensean nada sobre las estrellas, no esverdad? Por eso quiz sea ms probable que la segunda historia sea laverdadera. A ti no te dicen que las estrellas nocturnas, -todos los cientosde miles que hay-, son soles iguales al nuestro y que tal vez haya planetasgirando alrededor de algunas, del mismo modo que nuestra tierra giraalrededor del sol. Me senta confuso y la idea haca que me diera vueltas la cabeza.Dije: --Es eso cierto? --Completamente cierto. Y es posible, en primer lugar, que losTrpodes vinieran de uno de esos mundos. Es posible que los Trpodes nosean sino vehculos manejados por criaturas que viajan en su interior.Jams hemos visto el interior de un Trpode, de modo que no lo sabemos. --Y las Placas? --Son el medio que utilizan para que los hombres les sean dciles yobedientes. Pensndolo de buenas a primeras resultaba increble.

  • (28)Despus me pareci increble no haberme dado cuenta antes. Pero toda mivida la insercin de la Placa me haba parecido algo natural. A todos mismayores les haban insertado la Placa y ellos se sentan satisfechos deque as fuera. Era la marca del adulto, la ceremonia en s era algosolemne y mentalmente estaba asociada con las ideas de da festivo ycelebracin. Pese a los pocos que padecan dolor y se convertan enVagabundos, era un deber que todos los nios anhelaban. Slorecientemente, cuando se podan empezar a contar los meses que faltaban,haban surgido dudas en mi interior; las dudas no llegaron a adquirirforma concreta y era difcil sustentarlas frente al peso de la seguridadque tenan los adultos. Jack tambin haba tenido dudas, pero despus, conla insercin de la Placa, haban desaparecido. Dije: --Hacen a los hombres pensar las cosas que los Trpodes quieren quepiensen? --Controlan el cerebro. Cmo o en qu medida, es algo de lo que noestamos seguros. Como t sabes, el metal queda insertado en la carne, demodo que no es posible quitarlo. Parece que cuando se instala la placa sedan ciertas rdenes de carcter general. Ms adelante pueden darse rdenesconcretas a personas concretas, pero, por lo que respecta a la mayora, noparece que les preocupe. --Cmo surgen los Vagabundos? --Una vez ms eso es algo sobre lo que no podemos sino hacerconjeturas. Es posible que algunas mentes sean dbiles inicialmente, y sedesmoronen con el esfuerzo. O quiz sea al contrario: son demasiadofuertes, de modo que se rebelan contra la dominacin, hasta que estallan. Lo pens y me estremec. Tener una voz dentro de la cabeza,inevitable e irresistible. Arda de clera en mi interior, no slo porcausa de los Vagabundos, sino por todos los dems: mis padres, mismayores, Jack... --T has hablado de hombres libres, -dije-. Entonces los Trpodes nodominan toda la tierra? --Prcticamente toda. No hay ningn territorio en el que no estnpresentes, si te refieres a eso. Escucha, cuando los Trpodes llegaron porprimera vez, -o cuando se rebelaron-, ocurrieron cosas terribles. Sedestruyeron las ciudades como si fueran hormigueros, y millones y millonesde personas fueron asesinadas o murieron de hambre. Millones... Trat de imaginrmelo, pero no pude. (29)Nuestro pueblo, que no estaba considerado como un lugar pequeo, tendraunas cuatrocientas almas. En la ciudad de Winchester y sus alrededoresvivan unas treinta mil. Sacud la cabeza. l prosigui: --A los que quedaban, los Trpodes les ponan la Placa, y una veztenan la Placa se ponan al servicio de los Trpodes y ayudaban a matar o

  • capturar a otros hombres. As, al cabo de una generacin, las cosas eranmuy parecidas a como son ahora. Pero en un lugar, por lo menos, escaparonunos cuantos hombres. Lejos, hacia el sur, al otro lado del mar, hay altasmontaas, tan altas que estn todo el ao cubiertas de nieve. Los Trpodesno salen de las llanuras, quiz porque les resulta ms fcil viajar porellas, o porque no les guste el aire enrarecido de las alturas, y stosson lugares que los hombres libres que se mantienen alerta pueden defenderfrente a los que tienen Placa y viven en los valles circundantes. Dehecho, nosotros hacemos incursiones en sus granjas para procurarnosalimentos. --Nosotros? Entonces vienes de all? -l asinti-. Y la Placa quellevas? --Se la cog a un muerto. Me afeit la cabeza y la moldearon para queencajara en mi crneo. Cuando volvi a crecerme el pelo, resultaba difcildistinguirla de una Placa autntica. Pero no transmite rdenes. --As que puedes viajar como un Vagabundo, -dije-, sin que nadiesospeche de ti. Pero por qu? Con qu fin? --En parte para ver cosas e informar de lo que veo. Pero hay algo msimportante. Vine a por ti. Me qued sorprendido. --A por m? --A por ti y a por otros como t. Aquellos a los que todava no seles ha insertado la Placa pero tienen edad suficiente para hacer preguntasy entender las respuestas. Y para hacer un viaje largo, difcil y tal vezpeligroso. --Al sur? --Al sur. A las Montaas Blancas. Al final del viaje hay una vidadura. Pero libre. Y bien? --Me vas a llevar all? --No. Todava no estoy preparado para regresar. Y sera mspeligroso. Un chico que viaja solo puede ser uno de (30)tantos que se escapan, pero uno que viaja con un Vagabundo... has de irsolo. Si decides ir. --El mar, -dije-, cmo lo voy a cruzar? Me mir fijamente y sonri. --Es la parte ms fcil. Y para lo dems tambin puedo proporcionartealguna ayuda, -sac algo del bolsillo y me lo ense-. Sabes lo que esesto? Asent. --He visto una. Una brjula. La aguja siempre seala el Norte. --Y esto. Introdujo la mano en el chaquetn. Tena un agujero en la costura;meti los dedos por all, cogi algo y lo sac. Era un largo cilindro depergamino; lo desenroll y lo despleg sobre el suelo, colocando una

  • piedra en un extremo y sujetando el otro. VI algo dibujado, pero no tenasentido. --Esto se llama mapa, -dijo-. Los que tienen Placa no los necesitan,por eso nunca los has visto. Indica el modo de llegar a las MontaasBlancas. Mira esto. Sealiza el mar. Y aqu, al fondo, las montaas. Explic cuanto apareca en el mapa, describi las seales que yodebera buscar y me dijo cmo tena que usar la brjula para orientarme. Ycon respecto a la ltima parte del viaje, ms all del Gran Lago, me dioinstrucciones que deba memorizar. Era por si descubran el mapa. Dijo: --Pero en todo caso, gurdalo bien. Puedes hacerte un agujero en elforro del chaquetn, como yo? --S. Lo guardar bien. --Ahora slo queda la travesa del mar. Vete a esta ciudad, -laseal-. En el puerto vers barcos de pesca. El pertenece a uno delos nuestros. Un hombre alto, muy moreno, de nariz larga y labios finos.Se llama Curtis, capitn Curtis. Dirgete a l. l te llevar al otrolado del mar. All empieza lo difcil. Habla otro idioma. Tienes queevitar que te vean, o que te hablen, y has de robar los alimentos duranteel trayecto. --Eso lo puedo hacer. T hablas su idioma? --El suyo y otros. Como el tuyo. Por esa razn se me encomend estamisin, -sonri-. S hacer el loco en cuatro idiomas. Dije: --Yo me dirig a ti. Si no lo hubiera hecho... (31) --Habra dado contigo. Tengo cierta habilidad para detectar a losmuchachos adecuados. Pero ahora t puedes ayudarme. Hay por aqu algnotro a quien t creas que vale la pena abordar? Negu con la cabeza: --No, nadie. Se puso en pie, estir las piernas y se frot la rodilla. --Entonces maana reemprender el camino. Antes de irte deja que paseuna semana para que nadie sospeche que existe relacin entre nosotros dos. --Antes de irte... --S? --Por qu no destruyeron totalmente a los hombres, en lugar deinsertarles Placas? Se encogi de hombros. --No podemos leer su mente. Hay muchas razones posibles. Parte de lacomida que se cultiva aqu est destinada a los hombres que trabajan en elsubsuelo, extrayendo de las minas metales para los Trpodes. Y en algunoslugares se celebran caceras. --Caceras? --Los Trpodes cazan hombres, del mismo modo que los hombres cazanzorros, -me estremec-. Y se llevan a sus ciudades hombres y mujeres por

  • razones sobre las que slo podemos formarnos conjeturas. --Entonces tienen ciudades? --A este lado del mar, no. Yo no he visto ninguna, pero conozco agente que s. Torres y agujas de metal, segn cuentan, rodeadas por unagran muralla. Sitios feos y refulgentes. Yo dije: --Sabes desde cundo es as? --Que los Trpodes llevan gobernando? Ms de cien aos. Pero paralos que tienen la Placa, es lo mismo que si fueran diez mil. -Me dio lamano-. Hazlo como mejor sepas, Will. --S -dije yo. Su apretn era firme. --Espero volver a verte, en las Montaas Blancas.

    Al da siguiente, tal como dijo, se haba ido. Empec a hacer lospreparativos. En la pared trasera de la guarida haba (32)una piedra floja y detrs un escondrijo. Slo lo conoca Jack, y Jack noiba a volver por all. All puse las cosas, -comida, una camisa de muda, unpar de zapatos-, que me llevara de viaje. Coga un poco de comida cadavez, escogiendo lo que aguantara mejor, -carne de vaca en salazn, jamn,un queso pequeo, avena, y cosas por el estilo-. Creo que mi madre se diocuenta de que faltaban cosas y estaba intrigada. Me entristeca la idea de dejarla, dejar a mi padre, pensar en lodesgraciados que se sentiran al ver que me haba ido. Las Placas noservan para aliviar el dolor humano. Pero no poda quedarme, exactamenteigual que una oveja no podra atravesar la puerta del matadero despus desaber lo que le aguardaba dentro. Y yo saba que preferira morir antesque llevar una Placa. ------------------------------------------------ (33)

    CAPTULO TRES ------------------------------------------------

    LA CARRETERA DEL MAR ------------------------------------------------

    Hubo dos cosas que me obligaron a esperar una semana antes de salir.La primera fue que haba luna nueva, apenas una pizca de luz, y yo pensabaviajar de noche. Para ello precisaba como mnimo media luna. Lo otro fuealgo que yo no me esperaba: se muri la madre de Henry.

  • Ella y mi madre eran hermanas. Estaba enferma desde haca muchotiempo, pero su muerte ocurri de modo repentino. Mi madre se ocup detodo y lo primero que hizo fue traer a Henry a casa e instalarle una camaen mi habitacin. Esto no me haca gracia desde ningn punto de vista,pero naturalmente no poda oponerme. Le di el psame con frialdad y confrialdad lo recibi l, y despus cada uno fue por su lado, en la medidaen que eso les resultaba posible a dos chicos que compartan unahabitacin no demasiado grande. Pens que era una molestia, aunque no tena verdadera importancia.Por la noche an no haba suficiente luz como para que yo viajara ysupona que l volvera a su casa tras el funeral. Pero cuando la maanadel funeral le dije a mi madre algo al respecto, supe, horrorizado, que meequivocaba. Me dijo: --Henry se queda con nosotros. --Cunto tiempo? --Para siempre. Hasta que os hayan puesto la Placa, en cualquiercaso. Tu to Ralph tiene demasiado trabajo en la granja como para ocuparsede un chico, y no quiere dejarlo todo el da al cuidado de la servidumbre. No dije nada, pero mi expresin debi ser reveladora. Me dijo conseveridad inusitada: (34) --Y no quiero ver que refunfuas! Ha perdido a su madre y lo menosque puedes hacer es mostrar algo de compasin. Dije yo: --No puedo, por lo menos, quedarme con mi habitacin? La habitacinde las manzanas est libre. --Te habra devuelto tu habitacin si no fuera por como te hasportado. Dentro de menos de un ao sers un hombre. Debes aprender acomportarte como un hombre y no como un nio enfurruado. --Pero... --No quiero discutirlo contigo, -dijo, enfadada-. Si dices una palabrams, hablar con tu padre. Tras lo cual se fue de la habitacin; su falda roz airadamente lapuerta y desapareci tras ella. Lo pens y llegu a la conclusin de quedaba casi igual. Si ocultaba la ropa en la habitacin de la molienda,podra, escabullirme despus de que l se quedara dormido y cambiarmeall. Estaba decidido a irme, tal como haba planeado, cuando hubieramedia luna.

    Los dos das siguientes llovi mucho, pero despus aclar y una tardede calor abrasador sec casi todo el barro. Todo iba bien. Antes deacostarme, escond las ropas y la bolsa junto con un par de barras de pangrandes. Despus de eso slo era cuestin de quedarse despierto y, con loexcitado que estaba, no result difcil. Finalmente la respiracin de

  • Henry, que estaba al otro lado de la habitacin, se hizo profunda ypausada en medio del sueo. Tumbado, pensaba en el viaje: el mar, lasextraas tierras que hay al otro lado, el Gran Lago y las montaas,cubiertas de nieve durante todo el verano. Aun sin contar con lo que habaaprendido acerca de los Trpodes y las Placas, la idea resultabaemocionante. La luna se elev por encima del lmite de mi ventana y me deslic dela cama. Abr cuidadosamente la puerta del dormitorio y cuidadosamente lacerr tras de m. La casa estaba muy silenciosa. Las escaleras crujieronlevemente al pisarlas, pero nadie se fijara, aunque lo oyera. Era unacasa vieja, de madera, y no eran raros los crujidos nocturnos. Pas por lapuerta grande a la habitacin de la molienda, busqu la ropa, y me vestapresuradamente. Despus sal por la (35)puerta que da al ro. La rueda estaba inmvil y se oa gorgotear ychapotear el agua, por todas partes negra, con vetas de plata. Despus de cruzar el puente me sent mucho ms seguro. Al cabo deunos minutos habra salido del pueblo. Un gato atraves el adoquinado,caminando delicadamente, de puntillas, y otro se lama la piel, iluminadapor la luna, en el escaln de una puerta. Ladr un perro, quizsuspicazmente, al orme, pero no estaba lo bastante cerca como pararesultar alarmante. Cuando dej atrs la casa de la viuda Ingold ech acorrer. Llegu a la guarida jadeando, sin respiracin, pero satisfecho dem mismo por haberme escapado sin ser advertido. Con acero, pedernal y un trapo empapado en petrleo encend una velay me puse a llenar la bolsa. Haba sobreestimado la cantidad de espaciodisponible; despus de ordenarlo todo varias veces, segua sin caberme unabarra de pan. Bueno, de momento poda llevarla en la mano, y tenaintencin de comer al amanecer. Entonces habra sitio. Ech una ltimaojeada a la guarida para asegurarme de que no me dejaba nada que fuera anecesitar, apagu la vela, me la met en el bolsillo y sal. Era una buena noche para irse. En el cielo brillaban las estrellas-todas soles, como el nuestro?-, la media luna ascenda y haca un airesuave. Cog la bolsa y me la coloqu. Al hacerlo o una voz procedente delas sombras, a unos cuantos pies de distancia. Era la voz de Henry. Dijo: --Te o salir y te segu. No poda verle la cara, pero me pareci que en su voz haba un tonoburln. Puede que me equivocara, -puede que no fueran ms que mis nervios-,pero en aquel preciso momento me pareci que se jactaba de habermeseguido. Me ceg la ira y, dejando caer la bolsa, me abalanc sobre l. Yohaba salido victorioso en dos de los tres ltimos encuentros que tuvimosy confiaba en volver a ganarle. Segn se demostr, el exceso de confianza y la clera ciega no sirvende mucho. Me derrib, yo me levant y volvi a derribarme. Poco despus yo

  • me encontraba en el suelo y l sentado encima de m, sujetndome lasmuecas con la mano. Sud, forceje y me revolv, pero no sirvi de nada.Me tena firmemente sujeto. (36) --Escucha, -me dijo-. Quiero decirte una cosa. S que te quieresescapar. Estoy seguro, por la bolsa. Lo que te digo es que quiero irmecontigo. En respuesta di una rpida sacudida en redondo, pero su cuerpo rodcon el mo y sigui mantenindome sujeto. Me dijo, jadeando un poco: --Quiero ir contigo. Aqu ya no tengo nada. Su madre, mi ta Ada, fue una mujer alegre, vivaz y cariosa, inclusodurante los largos meses de enfermedad. Mi to Ralph, por el contrario,era un hombre lgubre y taciturno que siempre haba querido, -quiz con unsentimiento de alivio-, que su hijo se fuera a otra casa. Me di cuenta delo que quera decir Henry. Adems, haba otra cuestin, de mayor importancia prctica. Si yohubiera ganado la pelea, entonces qu? Dejarlo all y correr el riesgode que diera la alarma? No poda hacer otra cosa. Mientras que si se venaconmigo... podra darle esquinazo antes de llegar al puerto, junto alcapitn Curtis. No tena ninguna intencin de llevrmelo conmigo. Seguacayndome mal y, aunque no fuera as, me habra sentido reacio a compartirlos secretos que me transmiti Ozymandias. Haba dejado de forcejear. Le dije: --Djame levantarme. --Puedo ir contigo? --S. Me dej levantarme. Me sacud el polvo y nos miramos fijamente a laluz de la luna. Dije: --Naturalmente no te habrs trado comida. Tendremos que compartir lama. Al cabo de un par de das tendramos el puerto a nuestro alcance yhaba suficiente pan para los dos durante ese tiempo. --Vamos, -dije-. Ms vale que salgamos ya.

    Avanzamos bastante a la luz de la luna y cuando amaneci nosencontrbamos bien lejos de nuestra tierra. Decid hacer un alto breve;descansamos, nos comimos media barra de pan con queso y bebimos agua de unarroyo. Despus proseguimos, cada vez ms cansados, mientras el da (37)transcurra penosamente y un sol abrasador surcaba el cielo azul y seco. Sera medioda y estbamos sudorosos y acalorados cuando llegamos ala cima de una pendiente; contemplamos un valle en forma de plato. Se veala tierra bien cultivada. Haba un pueblo y otros lugares habitadosdiseminados por doquier; las figuras de los hombres que trabajaban loscampos semejaban hormigas. La carretera atravesaba el valle y el pueblo.

  • Henry me asi del brazo y seal: --Mira! Cuatro hombres se dirigan a caballo hacia el pueblo. Poda ser quefueran a hacer cualquier cosa normal. Pero por otra parte, tambin podatratarse de un grupo de bsqueda que iba a por nosotros. Tom una determinacin. Habamos bordeado un bosque, dije: --Nos vamos a quedar en el bosque toda la tarde. Podemos dormir algoy por la noche estaremos frescos. --Crees que lo mejor es viajar por la noche? -pregunt Henry-. Ya sque es ms difcil que nos vean, pero tampoco podremos ver nosotros.Podramos rodear la cumbre de la loma, aqu arriba no hay nadie. Yo dije: --T haz lo que quieras. Yo me voy a descansar. Se encogi de hombros. --Nos quedaremos aqu si t lo dices. Su pronta aquiescencia no me aplac. Tena la incmoda sensacin deque a lo que l haba dicho no le faltaba razn. Me dirig al bosque ensilencio y Henry me sigui. Encontramos un lugar muy adentrado en lamaleza, donde no era probable que nos descubrieran, ni siquiera si pasabanmuy cerca, y all nos tumbamos. Deb caer dormido casi inmediatamente. Cuando me despert casi haba oscurecido. VI a Henry dormido a milado. Si me levantara sigilosamente podra escabullirme sin despertarle.La idea era tentadora. Sin embargo no estaba bien dejarle all, en unbosque, prxima a caer la noche. Extend la mano para sacudirle y, alhacerlo, me di cuenta de una cosa: se haba anudado la tira de la bolsaalrededor del brazo de modo que yo no habra podido irme sin molestarle.Seguramente a l tambin se le haba ocurrido aquella posibilidad! (38) Cuando lo toqu se despert. Nos comimos el resto de la barra y unpedazo de jamn antes de irnos. Era un bosque tupido y no pudimos ver bienel cielo hasta que salimos. Entonces me di cuenta de que la oscuridad nose deba solamente a la cercana de la noche: el cielo se haba nubladomientras dormamos y de vez en cuando senta una gruesa gota de lluvia enlos brazos o en el rostro. Estando tan cubierto, el cuarto creciente nonos iba a ser de gran ayuda. Mientras la luz se iba disipando nos dirigimos hacia el valle ydespus ascendimos la pendiente que estaba al otro lado. En las ventanasde las casas haba luces encendidas, lo cual nos permita evitarlas. Cayun chaparrn, pero haca un anochecer tibio y nos secamos al tiempo quecaminbamos. Desde la cima contemplamos la luz arracimada del pueblo yluego proseguimos hacia el sudeste. Despus cay la oscuridad,bruscamente. Nos encontrbamos en una altiplanicie ondulada, casi todo erahierba cortada a ras de tierra. En determinado punto nos tropezamos conuna cabaa destartalada, evidentemente abandonada, y Henry sugiri que nosquedramos all hasta que hubiera mejor visibilidad, pero yo me negu y l

  • me sigui pesadamente. Pas algn tiempo antes de que ninguno hablara. Entonces Henry dijo: --Escucha. Un tanto molesto, dije: --Ahora qu pasa? --Creo que nos sigue alguien. Yo tambin lo o: se oa que pisaban la hierba detrs de nosotros. Yno eran slo un par de pies. La gente del pueblo poda habernos visto,advertidos por los cuatro jinetes de que estuvieran atentos por siaparecamos. Y acaso hubieran subido la pendiente en pos de nosotros yahora podran estar cercndonos sigilosamente. Susurr: --Huye! Sin aguardarle, ech a correr a travs de la negrura de la noche. Oaa Henry correr cerca y tambin cre or a los que nos perseguan. Corran ms deprisa. Al hacerlo rod una piedra que pis con el pie derecho.Sent una sacudida de dolor y me ca, jadeando mientras mis pulmonesdespedan aire trabajosamente. Henry me oy caer. Se detuvo y dijo: --Dnde ests? Ests bien? (39) Cuando trat de apoyarme en el pie derecho sent un vivo dolor. Henryintent levantarme y yo solt un bufido de protesta. --Te has hecho dao? -pregunt. --El tobillo... creo que me lo he roto. Es mejor que sigas t.Llegarn en cualquier momento. Dijo, con voz extraa: --Creo que ya estn aqu. --Qu? Sent un aliento clido en la mejilla. Extend la mano y toqu algolanoso que retrocedi inmediatamente. --Ovejas! Henry dijo: --Me imagino que tendran curiosidad. A veces hacen cosas as. --Eres un imbcil, -dije-. Por tu culpa nos hemos puesto a correr yera un rebao de ovejas; ahora mira lo que ha pasado. --No creo que se haya roto. Seguramente ser un esguince, o algo as.Pero tendrs que estar inmvil un par de das. Le dije, acerbamente: --Pues mira qu bien. --Es mejor que te lleve de vuelta a la cabaa. Te llevar al estilobombero. Me haban vuelto a caer encima algunas gotas aisladas. Ahora empezabaa caer fuerte, -lo suficiente como para debilitar mi intencin de responderairadamente y rechazar su ayuda-. Me carg a sus espaldas. Fue un trayectode pesadilla. Tena dificultades para sujetarme bien y creo que yo pesabams de lo que l haba calculado. Tena que bajarme de vez en cuando y

  • descansar. Estaba oscuro como boca de lobo y llova a cntaros. Cada vezque me bajaba, senta una pualada de dolor en el pie. A medida quetranscurra el tiempo empec a pensar que se haba confundido de direcciny que haba perdido en la oscuridad la pista de la cabaa; no habra sidoextrao. Pero al fin la vislumbramos en medio de la noche y cuando levant laclavija, la puerta se abri. Se oy corretear, -seguramente ratas-;recorri conmigo los ltimos pies del trayecto y me dej en el suelo,exhalando un suspiro de agotamiento. Busc a tientas y en un rincnencontr un montn (40)de paja; yo me arrastr hacia all. El pie me daba punzadas, yo estabaempapado y me senta fatal. Adems, nos habamos pasado una buena partedel da anterior durmiendo. Tard mucho en conciliar el sueo. Cuando me despert era de da y ya no llova. A travs del marco deuna ventana que no tena cristales se vea el cielo intensamente azul delamanecer. Todo el mobiliario de la cabaa consista en un banco y una mesade caballete, junto con una cacerola vieja, un cacharro de hervir agua ydos tazas de loza que colgaban de los ganchos que haba en una pared.Haba una chimenea, una pila de lea y el montn de paja donde estbamostumbados. Estbamos? Henry no estaba all: se vea en la paja el huecoque dej al dormir. Lo llam y, al cabo de un momento, lo volv a llamar.No hubo respuesta. Me levant a rastras, haciendo una mueca de dolor ylogr alcanzar la puerta yendo a pata coja y apoyndome en la pared. No haba ni rastro de Henry. Entonces me di cuenta de que la bolsa noestaba en el suelo, en el lugar donde la dej la noche anterior. Sal cojeando y me sent apoyado en la pared de piedra de la cabaa.Los primeros rayos horizontales del sol me dieron calor mientras yopensaba en mi situacin. Pareca claro que Henry me haba abandonado,llevndose consigo el resto de la comida. Despus de haberme impuesto supresencia me haba dejado all, desvalido y, -tanto ms cuanto ms lopensaba-, hambriento. De nada serva tratar de pensar con claridad. Sentauna furia irresistible, que me ahogaba. Por lo menos me serva paraolvidar las punzadas del pie y el vaco del estmago. Ni siquiera cuando me encontr lo bastante tranquilo como paraponerme a pensar mejor la cosa demasiado. Me encontraba a un par demillas, como mnimo, del ms prximo lugar habitado. Supuse que podrarecorrer aquella distancia arrastrndome, aunque probablemente no seranada divertido. O quiz alguien, -tal vez un pastor-, pasara losuficientemente cerca como para or voces. Cualquiera de las dosposibilidades significaba que me llevaran de vuelta a Wherton, cadoen desgracia. En resumidas cuentas, un final triste y humillante para laaventura. Empec a sentir lstima de m mismo. Me encontraba bajo de nimo cuando o a alguien en (41)

  • el extremo opuesto de la cabaa y, seguidamente, la voz de Henry. --Dnde ests, Will? Respond y l se acerc. Dije: --Cre que te habas largado. Te llevaste la bolsa. --Bueno, es que la necesitaba para meter cosas. --Qu cosas? --En un par de das no podrs moverte. Me pareci que lo mejor eraagenciarme algo, si poda. Abri la bolsa y me ense una barra de pan, un trozo de asado devaca fro y un pastel de carne de cerdo. --Lo cog en una granja de ah abajo, -dijo-. La ventana de ladespensa estaba abierta. No era muy grande. Hubo un momento en que creque me quedaba atascado. Me sent inmensamente aliviado, pero a la vez resentido. Me mirsonriendo, esperando que le felicitara por su habilidad. Le dije conaspereza: --Y la comida que ya estaba en la bolsa? Henry se qued mirndome: --La puese en la repisa. No la has visto? Naturalmente, no la haba visto, pues no haba mirado.

    Pasaron tres das antes de que mi tobillo se fortaleciera losuficiente como para poder viajar. Nos quedamos en la cabaa, y Henry bajdos veces ms al valle a saquear comida. Dispuse de tiempo: tiempo parapensar. Henry, es cierto, haba dado una falsa alarma con lo de lasovejas, pero slo porque tena mejor odo: yo me llam a engao tanto comol. Y fui yo el que insisti en viajar de noche, sin luna, mientras que lprefera descansar. Y ahora dependa de l. An me quedaban recelos, -no sesupera en unos das una hostilidad tan prolongada como la nuestra, sobretodo si se est en deuda-, pero no vea clara la forma de llevar a cabo elplan de deshacerme de l antes de llegar a Rumney. Al final se locont todo, -dnde me diriga, lo que me haba dicho Ozymandias. Dijo: --La verdad es que quera irme por lo de la Placa. No pensaba enningn lugar concreto, por supuesto, pero pens (42)que podra esconderme, al menos durante algn tiempo. Me acord de que Ozymandias me haba preguntado si haba algn otroque pudiera querer ir al sur, y de mi respuesta. Introduje los dedos en elforro de la chaqueta. --ste es el mapa, -dije. ------------------------------------------------ (43)

  • CAPTULO CUATRO ------------------------------------------------

    LARGUIRUCHO ------------------------------------------------

    Llegamos a Rumney a media tarde, un da en que alternativamente hizosol y hubo tormenta; estbamos mojados y cansados, y a m me dola eltobillo. Nadie nos prest la menor atencin. En primer lugar,naturalmente, porque era una ciudad, y en las ciudades la gente no esperasaber de todo el mundo si es de all o de fuera, como sucede en lospueblos. Y por otra parte, estbamos en un puerto de mar, -en un lugardonde la gente viene y va, algo muy distinto a la familiaridad y el escasomovimiento que hay en el campo-. Haba muchsimo bullicio y ajetreo; sevislumbraba el mar al fondo de una calle, hombres que llevaban jerseysazules le daban chupadas a sus pipas, unas cuantas gaviotas lentasalborotaban el aire buscando comida. Y luego todos los olores: a tabaco, aalquitrn, a especias, el mismo olor a mar. Cuando llegamos al puerto la oscuridad del crepsculo se estabahaciendo ms intensa. Haba docenas de barcos de todos los tamaosamarrados, y otros estaban anclados puerto adentro, con las velas bienarrizadas a los mstiles. Deambulamos por el muelle, leyendo sus nombres.Vimos el , el , el , el , pero no haba ningn . --A lo mejor se ha hecho a la mar, -dije yo. --Qu crees que debemos hacer? --Tendremos que encontrar un lugar donde dormir. Henry dijo: --No me importara encontrar tambin algo de comida. Se nos haban acabado las provisiones por la maana. (44)Las ventanas de las tabernas que jalonaban el paseo heran luminosamenteel crepsculo, y a travs de algunas se oa cantar. De otras manabanapetitosos olores a comida que hacan emitir a mis tripas ruidos deprotesta a causa de su vaciedad. En una ventana prxima haba un letreroescrito con tiza que deca: "Empanadillas calientes a seis peniques." Antena un poco de dinero que llev conmigo y que hasta entonces no me habaatrevido a gastar. Le dije a Henry que me esperara y atraves la puerta. Era una habitacin de techo bajo, con vigas de madera y mseras mesasde pino en las que haba gente comiendo; engullan la comida y tomabantragos de las jarras de cerveza. No los examin detenidamente, sino quefui directamente al mostrador, puse all mi cheln y cog las dos

  • empanadillas que me dio una chica morena que hablaba todo el tiempo con unmarinero sentado en la mesa ms cercana. Me dirig a la puerta llevandoaquello, pero alguien extendi una mano y me agarr muy fuerte del brazo. Tena aspecto de ser un hombre muy grande, hasta que se puso de pie.Entonces me fij en que era robusto pero, debido a la cortedad de suspiernas, slo meda un par de pulgadas ms que yo. Tena barba amarillentay pelo amarillento, peinado hacia atrs; a su frente se asomaba la mallade la Placa. Dijo con voz spera y rugiente: --Bueno, mozalbete, te apetece ser marinero? Negu con la cabeza. --No. Se qued mirndome. --Eres de por aqu? --S. --Crees que los tuyos se pondrn a buscarte si esta noche noregresas? Dije osadamente: --Vivo slo a tres calles de aqu. Se pondrn a buscarme si no vuelvoinmediatamente. Guard silencio durante un segundo y despus se ri, con una risaprofunda y desagradable. --No me digas! Con ese acento? T eres del campo, o si no, en mivida he visto un muchacho del campo. -Hice un giro brusco, tratando delibrarme-. Oye, oye, tranquilo. Reserva tus fuerzas para el . Me arrastr hasta la puerta. Nadie le prest la ms (45)mnima atencin y comprend que aquella escena no deba ser infrecuente.Chillar tampoco iba a servir de mucho. En el caso de que no me ignoraranera muy posible que se pusieran a hacerme preguntas que yo no queraresponder. Tal vez cuando estuviramos fuera surgiera una ocasin parasoltarme. Y el estaba amarrado a no ms de cien yardas. Lo vi cuando llegamos a la puerta: era un hombre alto, de caraalargada, con los labios finos, barba negra y la piel atenazada. Grit: --Capitn Curtis! Me dirigi una rpida ojeada y le dijo con firmeza al que meapresaba: --Djale en paz, Rowley. Ese chico es mo. Firm para m esta tarde. Por un momento pareci que el hombre al que llam Rowley iba adiscutir, pero el capitn Curtis dio un paso hacia l y me solt el brazo.Dijo: --Deberas retenerlo a bordo y no dejarle vagabundear por la ciudad. --Yo s cuidar de mi tripulacin, -dijo el capitn Curtis-. Nonecesito tus consejos.

    Ozymandias haba dicho que la parte ms fcil sera cruzar el mar, y

  • tena razn. El era uno de los barcos anclados puerto adentro-estuvimos a punto de perderlo porque zarpaba con la marea de medianoche-y el capitn Curtis nos llev a bordo en un bote. Remando con un solo remocruz el puerto, sorteando cabos y boyas hasta que llegamos junto al cascooscuro de la barca. Era una trainera, de no ms de mil toneladas, pero am me pareci enorme mientras suba a cubierta por una escalera de cuerda,bambolendome y desollndome los nudillos. Slo estaba a bordo uno de losseis tripulantes, un hombre alto, desgarbado, de hablar suave, que llevabaaretes de oro en las orejas. El capitn Curtis dijo que los dems tenanPlaca, pero que ste era de los nuestros. Era esencial que el resto de la tripulacin no nos viera, puesresultara muy difcil explicar que slo hiciramos (46)el trayecto de ida. Nos instalaron en el mismo camarote del capitnCurtis, donde haba dos literas. No se nos ocurri preguntar dnde iba adormir l. Estbamos los dos cansados. Me qued dormido enseguida y slome despert a medias, algo ms tarde, un sonido de pasos en cubierta y elfragor rechinante que haca la cadena al levar anclas. Haba odo decir que el movimiento de las olas mareaba a la gentepero, pese a que el se balanceaba un poco cuando me despert a lamaana siguiente, no lleg a causarme molestias. El capitn nos trajo eldesayuno: huevos fritos con panceta y una montaa de patatas fritas, yunos tazones llenos de un lquido caliente de color marrn que despeda unolor raro pero delicioso. Henry oli el suyo. --Qu es? --Caf. Viene de muy lejos, y los hombres de tierra pagan mucho porl. Estis bien? -Asentimos-. Nadie entrar aqu. Saben que mi puertaest siempre cerrada con llave. Pero de todos modos no hagis ruido. Sersolamente hoy. Con este viento estaremos en puerto antes de que se pongael sol. En el camarote haba una portilla, a travs de la cual podamos mirarlas olas azules, espordicamente coronadas de blanco. Para los chicos quejams haban visto una extensin de agua mayor que el lago de la CasaSolariega, aqul era un espectculo extrao; al principio estbamosfascinados, pero pronto nos acostumbramos y al final llegamos a cansarnos.A lo largo del da slo sucedi una cosa que rompi la monotona, aunquefue un sobresalto. A media tarde, por encima del crujir de las cuerdas y estays y delbatir de las olas, omos un sonido nuevo, un lamento agudo, distante, quepareca brotar del mismo mar. Henry estaba junto a la portilla. Dijo: --Ven a mirar, Will. Su voz indicaba urgencia. Dej la madera que haba estado tallando,intentando darle forma de barco, y fui junto a l. En el mar azul verdosono haba nada, lo nico que se vea era una franja plateada de luz solarcontra el horizonte. Pero entre la neblina de plata se mova algo, un

  • parpadeo en medio de la luz. Hasta que, despus de cruzar el surco de soly penetrar en lo azul, adquiri forma. Un Trpode, seguido de un segundo,y un tercero, hasta un total de seis. (47) Dije asombrado: --Pueden andar por el agua? --Vienen hacia aqu. Se desplazaban velozmente. Me fij en que no movan las patas, comoocurre cuando van por tierra, sino que las mantenan en una posicintriangular fija, y cada pie levantaba una ola tal que, suponiendo que eltamao de los Trpodes fuera el habitual, deba alcanzar veinte pies dealtura. Viajaban a una velocidad muy superior al galope de un caballo.Seguan enfilndonos y su velocidad pareca ir en aumento, pues las olasse remontaron an ms sobre la lnea del horizonte. VI que al final decada pie haba una especie de flotador. Si no cambiaban de trayectoriachocaran con el . Si uno de ellos lo golpeaba y lo haca volcar,qu podramos hacer estando bajo cubierta, encerrados con llave en uncamarote? Cuando se encontraba a unas veinticinco yardas de distancia, elTrpode que iba en cabeza vir bruscamente hacia la izquierda y pas muycerca de nuestra popa. Los dems lo siguieron. Se escuch un aullido comode doce vientos distintos, recorriendo la escala de arriba abajo. Entoncesla primera ola alcanz el barco, que se agit como si fuera una nuez.Camos los dos, pues el suelo del camarote se inclin, y yo me hice daoal golpearme contra la barra de la litera. Fui a levantarme, y el vaivndel barco me lanz hacia la portilla, que estaba abierta. El mar se elevhacia m. Se estrell una ola que nos dej empapados. Y el aullido volvia aumentar, pues los Trpodes volvan a dar una vuelta alrededor delbarco. Dieron tres o cuatro, -no estaba de humor para llevar la cuentaexacta-, antes de seguir su camino. Ms tarde, el capitn Curtis nos dijoque este tipo de encuentros no era raro; el ya haba tenido mediadocena. Nadie saba por qu lo hacan; a lo mejor era una broma. Una bromaque poda acabar muy mal: un buen nmero de barcos se haba hundido as.Nosotros slo estbamos empapados y estremecidos. Creo que a m meestremeci ms su aspecto que sus acciones. Dominaban el mar, adems de latierra. Me imagino que de haberlo pensado lo habra supuesto. Pero nohaba sido as y la realidad me deprima. Henry le dijo al capitn: --Por el sonido no parecan Trpodes. (48) --El sonido? Supongo que slo habris odo el Toque Ceremonial de laPlaca. Al norte del Canal se encargan de la Ceremonia de la Placa, y esoviene a ser todo. Al sur veris ms, y los oiris. Tienen toda clase detoques.

  • Aquello era distinto. Antes slo los relacionaba con la Ceremonia dela Placa, y nada ms. Lo que me haba dicho Ozymandias de que cazabanhombres igual que los hombres cazan zorros no me haba afectado de verdad.Mi entendimiento rechaz la idea como algo imaginario. Ya no. Me sentadeprimido. Tambin estaba un poco asustado.

    El capitn Curtis nos sac del de un modo muy parecido a comonos llev a bordo. Antes de irnos nos dio comida, llen mi bolsa, y le diootra a Henry. Tambin nos dio consejos de ltima hora. --Manteneos apartados, evitad todo contacto con la gente. Acordaos deque hablan otro idioma. No les entenderis y ellos no os entendern avosotros. Si os cogen os entregarn para que os pongan la Placa. Nos mir, la luz de la lmpara tena reflejos color oro rojizo porentre el negro de sus patillas. Su rostro era severo, hasta que se leconoca. --Ha pasado otras veces. Con chicos que, como vosotros, iban caminode las montaas o con chicos que haban huido de alguien como Rowley.Fueron capturados por extranjeros y les insertaron la Placa en una tierraextranjera. Todos se convirtieron en Vagabundos, y adems de la peorespecie. Puede que fuera porque los dispositivos estn previstos parapensar en determinado idioma y al no ser capaz de comprenderlo, la personaqueda daada. O puede que ellos insistan hasta obtener respuesta oprovocar un colapso (siendo as que el sujeto no sabe responder como ellosquieren). En cualquier caso, manteneos alejados de la gente. Salid deprisade esta ciudad y despus evitad las ciudades y los pueblos. Condujo el bote a un muelle carenero. Haba dos o tres barcos decostado, pero no haba seales de vida. Se podan or ruidos lejanos-alguien que daba martillazos, voces que cantaban dbilmente-, pero en lasinmediaciones no haba ms que los cascos de los barcos, ntidamenteperfilados (49)a la luz de la luna, la lnea baja del muro portuario y los tejados de laciudad, al otro lado. Una ciudad extraa en una tierra extraa, a cuyasgenes no podamos ni debamos hablar. La quilla del bote cruji sobre losguijarros. --Bajad, -musit el capitn Curtis-. Buena suerte! Al pisar los guijarros hicimos un ruido que resalt en el silencio dela noche y durante un momento nos quedamos escuchando. Nada se mova. Mirhacia atrs y vi cmo desapareca el bote por detrs de una barca msgrande, que estaba amarrada muy cerca. Estbamos solos. Le hice un gesto aHenry y empezamos a subir por el muelle carenero. El capitn Curtis habadicho que se sala al paseo, despus haba que torcer a la izquierda ycaminar cien yardas. A la derecha haba una carretera. Siguindola sesala de la ciudad. Al cabo de un cuarto de hora podramos relajar lavigilancia, aunque fuera poco.

  • Sin embargo, tardamos algo as como un cuarto de minuto.

    A lo largo del muro del puerto discurra una carretera, y en el ladode enfrente haba una hilera de casas, ms altas y al parecer msestrechas que las de Rumney. Cuando Henry y yo atravesbamos laentrada del muelle carenero se abri una puerta a mitad de camino y saliun hombre. Al vernos grit. Salimos corriendo, y l detrs de nosotros, ydespus salieron ms por la puerta abierta. Puede que corriera unascincuenta yardas antes de que me alcanzaran y me retuvieran. El que metena agarrado, un hombre corpulento, de aspecto extrao y alientodesagradable, me zarande y me pregunt algo: por lo menos poda darmecuenta de que me estaba haciendo una pregunta. Busqu a Henry y vi quetambin lo haban atrapado. Me pregunt si el capitn Curtis habra odoalgo del altercado. Seguramente no, y si as fuera, no poda hacer nada.Nos lo haba dicho claramente. Nos llevaron a rastras y cruzamos la carretera. La casa era unataberna, pero no se pareca mucho a la taberna de Rumney. Estbamos enuna habitacin pequea, cargada de humo de tabaco y que ola a alcohol,pero tanto el tabaco como el alcohol olan de otro modo. Haba unmostrador, media docena de mesas de mrmol y sillas de respaldo alto. (50)Los hombres nos rodeaban, hablaban ininteligiblemente y hacan muchosgestos con las manos. Me daba la sensacin de que estaban decepcionadospor algo. En la parte de atrs de la habitacin haba una escalera decaracol que conduca a un piso inferior y otro superior. Alguien nosobservaba desde los escalones superiores, mirando por encima de lascabezas que nos rodeaban. Pese a ser alto y a que su rostro indicaba cierta edad, no tenaPlaca. Pero lo que resultaba ms chocante en l era lo que llevaba en lacara. De detrs de las orejas le salan dos varas finas de metal quesujetaban un soporte consistente en dos cristales redondos, uno delante decada ojo. Uno de ellos era algo mayor que el otro, lo cual le daba unaspecto de bizco muy peculiar. Incluso en medio de aquella situacin tancomprometedora me hizo gracia. De hecho, tena un aspecto losuficientemente raro como para ser un Vagabundo, aunque eso era imposibledado que an no le haban insertado la Placa. Ca en la cuenta de queaparentaba ser mayor debido al artilugio que llevaba puesto. Por detrs deste, sus rasgos eran finos. Era mucho ms alto que yo, si bien podra serms joven. Pero no tena muchas posibilidades de dedicarme a especular. Despusde unos minutos de acoso, hacindonos preguntas en su extrao idioma,result evidente que los hombres llegaron a una conclusin. Se encongieronde hombros, gesticularon con las manos y nos empujaron hacia la escalera.Nos llevaron abajo y aa empellones nos hicieron pasar por una puertasituada al fondo. Me derribaron de un golpe y o cmo, detrs de nosotros,

  • giraba la llave en la cerradura. Durante media hora o as omos gente movindose encima de dondeestbamos y un grave murmullo de voces. Despus ruido de despedidas y, atravs de un ventanuco que tena barrotes horizontales y estaba muyarriba, vimos pasar piernas contra la luz de la luna; nos recordaba laforma de andar de las personas que han bebido, cuando se retiran a sucasa. Nadie baj donde estbamos. Omos el chasquido de los cerrojos y laspisadas del ltimo par de pies, -sera el tabernero-, y despus ya nada,excepto unos araazos lejanos, que seguramente hara una rata. Lo ms probable era que nos retuvieran a fin de que nos fuerainsertada la Placa. Otra vez sent miedo al darme cuenta de lo pronto queaquello podra suceder, -incluso (51)podra ser maana-, y, como si fuera por primera vez, al contemplar laperspectiva de una futura vida de loco. Ni siquiera tendra a Henry,porque los Vagabundos van por ah solos, cada uno de ellos envuelto en suspropias fantasas y ensoaciones estrafalarias. Henry dijo: --Me pregunto... Or su voz era un ligero alivio. Dije: --Qu? --La ventana. Si te a ayudo a subir... Yo no crea que nos hubieran encerrado en un lugar del que pudiramossalir tan fcilmente, pero se poda intentar. Henry se arrodill junto ala pared y yo me sub, en calcetines, sobre sus hombros. Sent una punzadade dolor en el tobillo, pero no hice caso. l fue alzndose lentamente entanto yo mantena las manos apoyadas contra la pared tratando de alcanzarlos barrotes. Por fin llegu, primero a uno, luego a otro. Tir y empuj,pero estaban firmemente hundidos en la piedra por arriba y por abajo.Henry se mova bajo mi peso. Le dije: --Es intil. --Prueba otra vez. Si t... Se cort, yo o lo mismo que l: el chasquido de una llave contra loslaterales de la cerradura. Baj de un salto y me qued mirando hacia elrectngulo de la puerta, que era ms oscuro. Se abri con un chirridolento. Al otro lado haba luz, alguien sostena un farol; la luz sereflejaba en unos pequeos crculos de vidrio. Era el chico que nos habaobservado desde las escaleras. Entonces habl y, para mayor asombro mo, lo hizo en ingls: --No hagis ruido, -dijo-. Os ayudar. Subimos las escaleras en silencio detrs de l; las viejas maderascrujan bajo nuestros pies; atravesamos la estancia de la taberna.Descorri los cerrojos con mucho cuidado, pero hicieron un ruidoespantoso. Por fin la puerta qued abierta. Yo susurr: --Gracias, nosotros...

  • Estir la cabeza hacia delante, el artilugio que llevaba en la narizadquiri un aspecto an ms ridculo, y dijo: --Queris ir al barco? An puedo ayudaros. --A un barco no. Al sur. (52) --Al sur? Desde la ciudad a en el interior? No al mar? --S -dije yo-, hacia el interior. --Tambin puedo ayudaros en eso, -apag el farol y lo meti por lapuerta-. Os ensear. La luna an brillaba sobre el muelle y los mstiles de los barcos,que se mecan suavemente en el puerto, pero haba zonas en las que lasnubes ocultaban las estrellas, y se estaba levantando brisa en el mar. linici el camino indicado por el capitn Curtis, pero antes de que pasaramucho tiempo nos condujo a un callejn. Subimos unos peldaos y elcallejn se hizo sinuoso. Era tan estrecho que no llegaba la luz de laluna; apenas veamos por dnde bamos. Despus llegamos a una calzada, luego a otro callejn y de nuevo auna calzada. La calzada se ensanch y empez a haber cada vez menos casasa ambos lados, hasta que por fin llegamos a un lugar en el que haba unprado iluminado en el que se vean dispersas las formas oscuras de lasvacas. Se detuvo junto a una pendiente cubierta de hierba. --Por aqu se va al sur, -dijo. Yo dije: --Vas a tener problemas? Se van a enterar de que fuieste t quiennos dej escapar? Se encogi de hombros, meneando la cabeza. --No importa, -lo pronunci de un modo extrao-. Me vais a decir porqu queris ir a en el interior? -esta vez se corrigi el solo-. Alinterior? Dud un momento. --Hemos odo hablar de un lugar, al sur, donde no hay Placas niTrpodes. --Placas? -repiti-. Trpodes? -se toc la cabeza y dijo unapalabra en su idioma-. Esas cosas grandes que tienen tres patas... sonlos Trpodes? Un lugar donde no hay? Es posible? Todo el mundo tiene...Placa? ... y los Trpodes llegan a todas partes. --Puede que a las montaas no. Asinti con la cabeza. --Y al sur hay montaas. Donde poder esconderse, aunque slo sea eso.Es all donde vais? Es posible que vaya yo? Mir a Henry, pero apenas si haca falta una confirmacin. Alguienque ya nos haba demostrado ser espabilado, (53)que conoca el pas y el idioma. Casi costaba trabajo crerselo. --Puedes venir tal como ests? -le pregunt-. Regresar sera

  • arriesgado. --Ahora estoy dispuesto, -nos dio la mano, primero a m, despus aHenry-. Me llamo... Yo soy Shan-Pol. Tena un aspecto solemne y extrao, tan alto y delgado, con aquelchisme de metal y vidrio en la cara. Henry se ech a rer. --Te pega ms Larguirucho! Se qued mirando a Henry inquisi