christopher, john - la trilogiÌa de los triÌpodes 1 - la ciudad de oro y de plomo

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  • 8/2/2019Christopher, John - La trilogia de los Tripodes 1 - La ciudad de oro y de plomo

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    John Christopher

    La Triloga de los Trpodes II

    La ciudad de oro y de plomo

    Ttulo original: 2

    Traduccin de Eduardo Lago

    Cuarta reimpresin: marzo 1989

    Juvenil Alfaguara, n 96

    Directora: Michi Strausfeld

    Ediciones Alfaguara, S.A.C. Juan Bravo, 3828006 Madrid

    Impreso en:Talleres grficosPealara, S.A.Fuenlabrada (Madrid),marzo de 1989

    I.S.B.N.: 84-204-3907-X

    Depsito Legal: M. 7.445-1989

    Will Parker es ahora miembro del grupo de hombres libres dedicados a

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    la lucha contra los Amos. Junto con otros dos compaeros, Fritz yLarguirucho, tiene que encargarse de una peligrosa misin: penetrar en unade las Ciudades del enemigo y conseguir toda la informacin posible y tilpara preparar un ataque. Sus aventuras durante el largo viaje y lasarriesgadas situaciones vividas al servicio de los Amos, extraos seres

    que precisan de una gravedad muy superior a la terrestre para sobrevivir yparecen destinados, -como la Gran Raza de Lovecraft-, a dominar una tierraen decadencia desde sus increbles y gigantescas Ciudades doradas, se nospresenta en una clave fantstica sorprendentemente verosmil, que enlazacon la tradicin de las utopas sociales ms pesimistas y, al mismotiempo, con la eterna toma de conciencia frente a la colonizacin y laesclavitud.

    contina la historia comenzada por JohnChristopher en -publicado en esta misma coleccin-y es el segundo volumen de la llamada .

    ------------------------------------------------

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    CAPTULO Uno

    LOS TRES ELEGIDOS------------------------------------------------

    Incluso cuando llegamos por primera vez a las Montaas Blancas, enverano, los tramos ms altos del Tnel se asomaban a campos de hielo ynieve; pero en el extremo inferior haba rocas, hierba y una vista delglaciar, que teido de lodo marrn formaba al deshelarse arroyos que seperdan corriendo valle abajo. En Septiembre cay una nevada que no cuaj,pero a principios de octubre volvi a nevar ms abundantemente, y esta vezs cuaj. El invierno nos asi con mano firme y hubo de pasar ms de medioao antes de que aquellos dedos blancos y huesudos aflojaran su sujecin.

    Los preparativos para el estado de sitio se hicieron con muchaantelacin. Haba comida almacenada y el ganado y el forraje invernal se

    trasladaron a puntos recnditos del interior de la montaa que nosresguardaba. No tenamos grandes necesidades en cuanto a calor, ya queestbamos protegidos por docenas, centenares de yardas de roca slida.Frescas en verano, nuestras hondas cuevas resultaban comparativamentetempladas durante el invierno. Cuando salamos al exterior vestamospieles, pero el resto del tiempo bastaba con la ropa normal.

    Llevbamos una vida de confinamiento, pero que no tena nada de

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    ociosa. Para los que estbamos en perodo de instruccin se tocaba diana alas seis, y despus haba media hora de ejercicio duro. Luego un desayunosencillo y la primera sesin de estudio del da, que

    (8)duraba tres horas. Haba ms ejercicios antes de almorzar a medioda, y

    por la tarde ejercicios e instruccin en los deportes que escogamos. Sihaca buen tiempo tenan lugar fuera, en la nieve; si no, en la GranCaverna. Haba una segunda fase de estudio antes de la cena y despus, porlo general, los mayores charlaban; nosotros escuchbamos sin atrevernos atomar parte. Se hablaba de un asunto concreto: los Trpodes; y haba unobjetivo: su derrocamiento.

    Los Trpodes dominaban la tierra desde haca ms de cien aos.Gobernaban sencilla y eficazmente, dominando la mente de los hombres. Lolograban por medio de las Placas, mallas de metal plateado que seajustaban al crneo y quedaban injertadas en la carne de los que las

    llevaban. La insercin de la Placa se efectuaba al cumplirse los catorceaos y as quedaba determinado cundo dejaba uno de ser un nio y setransformaba en adulto. Era algo que se daba por supuesto, se esperaba yse deseaba, y cuando ocurra haba festejos y celebraciones.

    Haca varios meses que yo haba presenciado la ceremonia de mi primoJack, que era un ao mayor que yo, y posteriormente advert el cambio quese operaba en l. A m deban insertarme la Placa al ao siguiente. Tenaalgunos recelos, pero me los callaba: nadie hablaba demasiado de losTrpodes ni de la insercin de la Placa y, por descontado, nadie pona

    jams en tela de juicio la legitimidad de estas cosas. Es decir, nadiehasta que al pueblecito donde yo viva lleg Ozymandias, el Vagabundo.

    Los Vagabundos eran la gente en la que la insercin de la Placa nohaba resultado bien. Sus mentes se haban negado a aceptar loscondicionamientos de los Trpodes y, al negarse, quedaron daadas. Errabande lugar en lugar, sin permanecer mucho tiempo en

    (9)ninguno; los hombres y mujeres normales, dotados de Placa, lesproporcionaban cuidados pero sentan hacia ellos conmiseracin ydesagrado. Pero yo descubr en m mayor inters por ellos; especialmentepor el que deca llamarse Ozymandias, un hombre corpulento, de barba ypelo rojizos, que cantaba extraas canciones, recitaba versos y al hablarentremezclaba cosas juiciosas con tonteras. Desoyendo a mis padres, le

    invit a venir a la guarida que habamos construido Jack y yo, justo enlas afueras del pueblo. Me cont una extraa historia.

    En primer lugar, no era un verdadero Vagabundo, sino que finga serlopara poder viajar por el mundo sin que le hicieran preguntas y sin llamarla atencin. La Placa que llevaba era falsa. Me explic que los Trpodeseran enemigos de los hombres y no sus benefactores, que tal vez fueraninvasores venidos de otro mundo; y tambin cmo, por medio de las Placas,

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    las mentes que empezaban a pensar por s mismas eran sojuzgadas y quedabanen disposicin de adorar a sus opresores. Tambin me dijo que, aunque losTrpodes dominaban el planeta, haba todava algunos lugares dondequedaban hombres libres y que uno de ellos se hallaba en las MontaasBlancas; al otro lado del mar, lejos de Inglaterra, hacia el sur. Me

    pregunt si estaba dispuesto a emprender un viaje difcil y peligrosohasta all, y yo le dije que s.l sigui su viaje en busca de nuevos adeptos, pero yo no me fui

    solo. Otro primo mo, Henry, con el que me llevaba mal desde antes de iral colegio, me vio salir del pueblo y me sigui. Cruzamos el mar juntos yen la tierra llamada Francia encontramos a un tercero, Jean Paul (al cualapodamos Larguirucho). Juntos nos dirigimos hacia el sur. Fue tan difcily peligroso como prometiera Ozymandias. Casi al final del viaje luchamoscon un Trpode y, gracias a la suerte y a un arma de los antiguos quehabamos encontrado en las ruinas de una gran ciudad, lo destruimos.

    Y as, por fin, llegamos a las Montaas Blancas.

    (10)

    El cuadro de instruccin lo componamos once, y se nos preparaba paraefectuar el primer movimiento de contraataque frente a nuestros enemigos.Era un aprendizaje duro, tanto fsica como intelectualmente, pero algosabamos de la labor que nos aguardaba y de las escasas posibilidades quetenamos de triunfar. Seguramente la disciplina y las penalidades quesoportbamos no aumentaran demasiado las oportunidades, pero hasta lascosas ms nimias contaban.

    Porque nosotros, -o algunos de nosotros-, tendramos que efectuar unreconocimiento. No sabamos casi nada de los Trpodes (ni siquiera si eran

    mquinas inteligentes o simples vehculos de otras criaturas). Tenamosque estar mejor informados antes de esperar xitos en nuestra lucha contraellos; y slo haba un medio de adquirir dicho conocimiento. Algunos denosotros, uno por lo menos, deba penetrar en la Ciudad de los Trpodes,estudiarlos y pasar informacin. El plan era como sigue:

    La Ciudad se hallaba situada al norte, en el pas de los Germanos.Todos los aos, a algunos de los que se les acababa de insertar la Placa,tras haber sido seleccionados por diversos procedimientos, eran enviadosall al servicio de los Trpodes. Yo presenci uno de esos procedimientosen el Chteau de la Tour Rouge, cuando Eloise, la hija del Comte, fueelegida Reina del Torneo. Me qued horrorizado de ver que al final de su

    breve reinado aceptara convertirse en esclava del enemigo y acudieracontenta, considerndolo como un honor.

    Al parecer, todos los veranos se celebraban unos Juegos entre losGermanos, a los cuales acudan jvenes de todas partes. A los ganadores seles festejaba y eran objeto de grandes atenciones; luego partan tambinhacia la Ciudad en calidad de servidores. Haba esperanzas de que algunode nosotros ganara en los prximos

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    (11)Juegos, logrando as la admisin. Qu sucedera despus era una incgnita.El que triunfara habra de confiar en su ingenio tanto para espiar a losTrpodes como para comunicar lo averiguado. La ltima parte seraprobablemente la ms difcil. Porque aunque a la Ciudad llegaban

    anualmente veintenas, tal vez centenares de personas, no se saba de nadieque la hubiera abandonado jams.

    Un da notamos que se estaba fundiendo la nieve al pie del Tneldonde nos ejercitbamos y una semana ms tarde slo se vean ya retazosaislados; la hierba verdeaba, salpicada de azafranes prpura. El cieloestaba azul y la luz solar llameaba entre los picos blancos que nosrodeaban, quemndonos la piel a travs del aire puro de las alturas. En undescanso nos echamos en la hierba y dirigimos la vista hacia abajo. Amedia milla se movan cautelosamente unas figuras, visibles para nosotros,pero a cubierto de las miradas que pudiesen venir del valle. Era la

    primera incursin de la temporada y tena por objeto saquear las ricastierras de los hombres de la Placa.Yo estaba sentado con Henry y Larguirucho, un tanto apartados del

    resto. Las vidas de todos los que vivan en las montaas estabanestrechamente entrelazadas, pero nosotros conformbamos un tejido de tramaan ms unida. Despus de lo que habamos aguantado los celos yenemistades desaparecieron, siendo sustituidos por una autnticacamaradera. Los chicos del cuadro de entrenamiento eran amigos nuestros,pero entre nosotros haba un vnculo especial.

    Larguirucho dijo lgubremente:--Hoy fall en un metro setenta.

    Habl en alemn; habamos aprendido el idioma, pero nos haca faltapracticarlo. Yo dije:

    --A veces se pierde forma. Volvers a mejorar.(12)--Cada da estoy peor.Henry dijo:--Rodrigo est en baja forma. Le he ganado fcilmente.--T vas bien.A Henry lo haban elegido como corredor de fondo y su principal rival

    era Rodrigo. Larguirucho se entrenaba en longitud y salto de altura. Yoera uno de los dos nicos boxeadores que haba. Practicbamos cuatro

    deportes en total, -el otro era carrera de velocidad-, dispuestos de modoque hubiera la mayor competitividad. A Henry le haba ido bien desde elprincipio. En cuanto a m, estaba bastante confiado en lo que se refera ami oponente. Era Tonio, un chico de piel morena, del sur, ms alto que yoy con mayor alcance, pero no tan rpido. Sin embargo Larguirucho era cadavez ms pesimista sobre sus posibilidades.

    Henry le alentaba dicindole que haba odo decir a los instructores

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    que iba bien. Yo me preguntaba si sera cierto o lo deca para darlenimos; esperaba que fuera lo primero.

    Dijo:--Le pregunt a Johann si ya haba decidido cuntos iramos.Johann, uno de los instructores, era fuerte y achaparrado, de pelo

    rubio, con aspecto de toro malhumorado; pero amable en el fondo. Henrypregunt:--Y qu ha dicho?--No estaba seguro, pero crea que cuatro; el mejor de cada grupo.--Entonces podramos ser nosotros tres y otro ms, -dijo Henry.Larguirucho hizo un gesto negativo con la cabeza:--Jams lo conseguir.--Claro que s.Yo dije:--Y el cuarto?--Pudiera ser Fritz.

    (13)Tal y como lo veamos nosotros, l era el mejor velocista. Era alemny proceda de un lugar situado en las lindes de un bosque, al nordeste. Sumayor rival era un chico francs, tienne, que me gustaba ms. tienneera alegre y comunicativo; Fritz, alto, recio, taciturno.

    Dije:--Con tal de que todos nosotros pasemos!--Vosotros dos lo lograris, -dijo Larguirucho.Henry se puso en pie de un salto.--El silbato. Vamos, Larguirucho. Es hora de volver al trabajo.

    Los mayores tenan ocupaciones propias. Unos eran instructores nues-

    tros, otros formaban expediciones para obtener provisiones. Y haba otrosque se dedicaban a estudiar los pocos libros del pasado que habansobrevivido e intentaban reaprender las habilidades y misterios denuestros antepasados. Larguirucho se iba con ellos en cuanto tenaocasin; les escuchaba cuando hablaban e incluso haca sugerenciaspropias. No mucho despus de nuestra llegada habl (a m me pareci quedesatinadamente) de usar una especie de cacerola gigante que empujara losvehculos sin necesidad de caballos. Aqu haban descubierto oredescubierto algo parecido, aunque todava no funcionaba

    convenientemente. Y haba planes ms notables: uno era producir luz ycalor por medio de algo que los antiguos llamaban electricidad.

    Y por encima de los grupos haba un hombre cuyas manos sujetabantodos los hilos, alguien cuyas decisiones no se discutan. Era Julius.

    Tena casi sesenta aos. Era un hombre pequeo y lisiado. Siendo unmuchacho se cay en una grieta de hielo y se rompi el fmur; no soldbien y cojeaba desde entonces. En aquella poca las cosas eran muy

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    distintas en las Montaas Blancas. Los que vivan all no tenan ms metaque sobrevivir, y su nmero decreca.

    (14)Fue Julius el que pens en reclutar adeptos en el mundo exterior, entreaquellos que an no tenan la Placa, y el que crey (e hizo creer a otros)

    que algn da los hombres se sublevaran contra los Trpodes y losdestrui-

    ran.Tambin fue Julius quien concibi la empresa para la que nos estaban

    entrenando. Y Julius sera quien tomara la decisin final sobre quinesseran elegidos para ella.

    Un da sali a observarnos. Tena el pelo blanco y las mejillasrojizas, al igual que la mayora de los que se han pasado toda la vida enmedio de este aire limpio y cortante, y se apoyaba en un bastn. Le vi yme concentr intensamente en el combate que disputaba. Tonio hizo una

    finta con la izquierda y despus lanz un derechazo cruzado. Le esquiv,le asest con la derecha un directo al costado y cuando se volvi a erguirlo derrib de un izquierdazo en la mandbula.

    Julius me hizo una sea y yo acud a l corriendo. Dijo:--Ests mejorando, Will.--Gracias, seor.--Me imagino que estaris impacientes por saber quines irn a los

    Juegos.Asent:--Un poco, seor.Me estudi.

    --Cuando el Trpode te captur, recuerdas cmo te sentas? Tenasmiedo?

    Lo record. Dije:--S, seor.--Y la idea de estar en sus manos, en su Ciudad... te asusta? -Yo

    dud y l prosigui-: La eleccin tiene dos caras, sabes? Los mayorespodemos juzgar vuestra rapidez y destreza, tanto fsica como mental, perono podemos leer en vuestros corazones.

    --S -admit-. Me asusta.--No ests obligado a ir. Puedes ser til aqu(15)

    -clav sus ojos azules en los mos-. Nadie tiene por qu saber nada si tprefieres quedarte.

    Dije:--Quiero ir. Me resulta ms soportable la idea de estar en sus manos

    que la de quedarme atrs.--Bien, -sonri-. Y t, despus de todo, has matado a un Trpode...

    algo que no creo que pueda decir ningn otro ser humano. Sabes que no son

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    todopoderosos. Eso es una ventaja, Will.--Quiere usted decir, seor, que...?--Quiero decir lo que he dicho. Hay que tomar en consideracin otras

    cosas. Debes seguir trabajando duro y preparndote por si te eligen.Ms tarde le vi hablando con Henry. Pens que probablemente sera una

    conversacin muy parecida a la que haba sostenido conmigo. Sin embargo,no le pregunt, y l no revel nada.

    Durante el invierno nuestra dieta, si bien adecuada, era muymontona; el elemento bsico era carne salada y desecada que, por ms quehicieran los cocineros, segua resultando pesada y poco apetitosa. Sinembargo, a mediados de abril, una expedicin que sali a por comidaregres con media docena de vacas de piel a manchas blancas y negras, yJulius decret que sacrificaran una para asarla. Tras el festn nos habl.Cuando llevaba unos minutos hablando, me di cuenta, medio ahogado deemocin, de que aqul era, casi seguro, el momento de anunciar los nombres

    de los que iban a intentar un reconocimiento en la Ciudad de los Trpodes.Tena una voz queda y yo me encontraba con los dems chicos al fondode la cueva, pero sus palabras se oan claramente. Todo el mundo escuchabaen silencio, atentamente. Mir a Henry, que estaba a mi derecha. Bajo laluz trmula me pareci muy seguro de s. Mi

    (16)seguridad menguaba por momentos. Resultara muy amargo que l se fuera yyo me quedara.

    Primero Julius habl del plan a grandes rasgos. Los miembros delcuadro de instruccin llevaban meses preparndose para aquella tarea.Tendran cierta ventaja sobre los competidores de las l lanuras, pues es

    sabido que los hombres que viven en altitudes superiores tienen unafortaleza muscular y pulmonar superior a la de los que viven donde el airees ms denso. Pero era preciso recordar que habra centenares decompetidores, escogidos entre los mejores atletas del pas. Pudiera serque, pese a toda su preparacin, ningn miembro de nuestro pequeo grupose ciera el cinturn de campen. En este caso, tendran que arreglrselaspara volver a las Montaas Blancas. Al ao siguiente lo volveramos aintentar. La paciencia era tan necesaria como la audacia.

    Los contrincantes que participaban en los Juegos deban tenerinsertada la Placa, por supuesto. Eso no ofreca gran dificultad. TenamosPlacas, tomadas de los que murieron en las incursiones a los valles, y se

    podan amoldar de modo que encajaran en los crneos de los elegidos.Tendran aspecto de Placas, pero no transmitiran rdenes. Sin embargo,esto supona un problema.

    A nosotros no se nos haba insertado jams la Placa y no podamossaber exactamente cmo stas controlaban la mente humana. Podra ser quese limitaran a imprimir en quienes la llevan una actitud de obedienciaacrtica, de devocin hacia los Trpodes. En ese caso nuestros espas no

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    necesitaban sino adoptar la apariencia de dciles esclavos. Pero existala posibilidad de que los Trpodes se comunicaran con las mentes de losque llevaban Placa sin necesidad de emplear palabras. Aquello obviamente,significara ser descubierto y una de dos cosas: la ejecucin o lainsercin de la Placa. El primer destino era preferible.

    No slo para las personas concretas, sino tambin para los que sequedaban. Alguien haba puesto la objecin(17)

    (yo me preguntaba quin se habra atrevido a poner objeciones a un planexpuesto por Julius) de que esto entraaba el riesgo de revelar nuestraexistencia a los Trpodes, de provocar que dirigieran su poder contranosotros y nos aplastaran. Haba que correr el riesgo. No podamosocultarnos eternamente en las montaas. Aunque viviramos indefinidamenteen madrigueras, acabaran por encontrarnos y nos exterminaran como aalimaas. Nuestras esperanzas de supervivencia se centraban en el ataque.

    Y ahora los detalles del plan:

    La Ciudad de los Trpodes se hallaba a cientos de millas hacia elnorte. Un gran ro cubra la mayor parte de aquella distancia. Lorecorran en ambas direcciones barcazas dedicadas al comercio, y una deellas estaba en manos de nuestros hombres. Llegaba a un punto desde el queel acceso a los Juegos resultaba fcil.

    Julius hizo una pausa antes de seguir.Ya se haba decidido que se seleccionaran tres miembros del cuadro

    de instruccin. Haba que tener en cuenta muchas cosas: la habilidadindividual, la fuerza, el nivel presumible de competicin durante elencuentro, el temperamento de la persona y su probable utilidad una vezque hubiera penetrado en la fortaleza de los Trpodes. No haba sido

    fcil, pero la eleccin estaba hecha. Elevando levemente la voz, dijo:--En pie, Will Parker.Pese a mis esperanzas, la sorpresa de or mi nombre me desarm.

    Cuando me levant me temblaban las piernas.Julius dijo:--Has demostrado habilidad como boxeador, Will, y tienes la ventaja

    de ser pequeo y poco pesado. Te has entrenado con Tonio, que en losJuegos entrara en una categora de ms peso, y eso debera servirte deayuda. Nuestras dudas se referan a ti mismo. Eres impaciente, muchasveces irreflexivo, proclive a precipitarte y hacer las cosas sin tenersuficientemente en cuenta lo

    (18)que pueda suceder a continuacin. Desde ese punto de vista, Tonio habrasido mejor. Pero tiene menos probabilidades de ganar en los Juegos, que esnuestra primera preocupacin. Puede recaer sobre ti una granresponsabilidad. Podemos confiar en que te esforzars al mximo paraguardarte de tu propia temeridad?

    Promet:

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    --S, seor.--Entonces sintate, Will. En pie, Jean Paul Deliet.Creo que me alegr ms al or el nombre de Larguirucho que el mo;

    quiz porque me senta menos confuso y porque haba sido menos optimista.l haba contagiado su pesimismo respecto de sus posibilidades. De modo

    que seramos tres: los tres que habamos viajado juntos y habamos luchadoen la ladera contra el Trpode.Julius dijo:--Tambin hubo dificultades en tu caso, Jean Paul. Eres nuestro mejor

    saltador; pero no tenemos la certeza de que te encuentres al nivel que serequiere para ganar en los Juegos. Y est la cuestin de tu vista. Elaparato de lentes que inventaste (o redescubriste, porque entre losantiguos era normal) es algo que en un muchacho pasaba por unaexcentricidad, pero los que llevan la Placa no tienen esasexcentricidades. Tendrs que arreglrtelas en un mundo donde vers conmenos claridad que los dems. Si consigues entrar en la Ciudad, no

    percibirs las cosas tan claramente como Will, por ejemplo. Pero lo queveas puedes entenderlo mejor. Tu inteligencia es una ventaja que pesa msque la debilidad de tu vista. T podras ser el ms til a la hora detraernos lo que debemos saber. Aceptas la misin?

    Larguirucho dijo:--S, seor.--Y as llegamos a la tercera eleccin, que fue la ms fcil, -vi que

    Henry pareca complacido consigo(19)

    mismo y fui tan pueril que sent cierto resentimiento-. Es el que tienems posibilidades de tener xito en el encuentro y el que est mejor

    preparado para lo que pueda venir despus. Fritz Eger... aceptas?

    Intent hablar con Henry, pero dej bien claro que quera estar solo.Volv a verlo ms tarde, pero estaba taciturno y poco comunicativo.Despus, a la maana siguiente, fui por casualidad a la galera devigilancia y me lo encontr all.

    El Tnel principal lo construyeron los antiguos para que unosvehculos sin caballos atravesaran la montaa hasta llegar a un puntocercano a la cima, desde donde el glaciar descenda entre cumbres nevadas,en direccin sudeste. No tenamos ni idea de por qu lo habran hecho,pero en la cima haba una casa grande, un edificio que tena una cpula

    metlica y un gran telescopio que apuntaba al cielo, y una cueva conextraas figuras esculpidas en hielo. Al subir haba galeras desde lasque se poda mirar al exterior, y desde la ms baja de ellas se dominabaun frtil valle verde, millas de pies ms abajo, donde se vean carreterasque parecan hilos negros, casas minsculas, y vacas como puntos perdidosen prados de juguete. Aqu tambin haba un telescopio pequeo, fijado ala roca, pero una de las lentes se haba roto y no serva.

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    Henry estaba apoyado en el muro de piedra y se dio la vuelta cuandome acerqu. Dije, torpemente:

    --Si quieres que me vaya...--No, -se encogi de hombros-. No importa.--Yo... lo siento mucho.

    Trat de sonrer.--No tanto como yo.--Si furamos a ver a Julius.. No s por qu no pueden ser cuatro en

    vez de tres.--Ya he ido a verle.(20)--Y no hay esperanzas?--Ninguna. Soy el mejor de mi grupo, pero no creen que tenga muchas

    posibilidades en los Juegos. Tal vez el ao que viene, si lo sigointentando.

    --No s por qu no has de este ao.

    --Eso dije yo tambin. Pero l dice que incluso tres forman un grupodemasiado numeroso. Hay muchas ms probabilidades de ser detectado, y msdificultades con la barcaza.

    Con Julius no se discuta. Dije:--Bueno, el ao que viene tendrs una oportunidad.--Si hay ao que viene.Slo habra una segunda expedicin si sta fracasaba. Pens en lo que

    podra significar el fracaso para m personalmente. El minsculo valle decampos, casas y ros ondulantes que haba contemplado con anhelo tantasveces, estaba iluminado por el sol, como antes, pero de pronto meresultaba menos atractivo. Yo lo miraba desde un agujero; oscuro, s, pero

    en el que haba llegado a sentirme seguro.No obstante, pese al miedo, Henry me daba pena. Podan haberme dejado

    fuera a m. No creo que en tal caso yo lo hubiera llevado igual de bien.------------------------------------------------(21)

    CAPTULO DOS

    PRISIONERO EN EL POZO------------------------------------------------

    Partimos a media tarde, atravesamos los valles ms cercanos ensecreto, durante el crepsculo, y seguimos viaje a la luz de la luna.Descansamos cuando el sol estaba alto y para entonces ya habamos

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    recorrido la mitad de la longitud que tena la orilla del ms occidentalde dos lagos gemelos situados al pie de nuestra fortaleza. Nos ocultamosen la ladera: atrs, muy arriba, dejbamos el reluciente pico blanco dondese haba iniciado nuestro viaje. Estbamos cansados. Comimos y, agotados,pasamos durmiendo aquel da largo y caluroso.

    El punto del ro donde habamos de unirnos al se hallaba acien millas de distancia. Tenamos un gua, -uno de los hombres queconocan el pas por haber tomado parte en las incursiones-, que nosacompaara hasta la barcaza. Viajbamos sobre todo de noche, y durantelas horas de luz nos acostbamos.

    Haban pasado unas semanas desde el festn y el anuncio hecho porJulius. En el intervalo recibimos ms instruccin y preparacin, empezandoporque nos cortaron el pelo al rape y adaptaron las Placas falsas para quenos quedaran bien ajustadas al crneo. Al principio result raro yhorriblemente incmodo, pero me fui acostumbrando poco a poco a aquel durocasco metlico. Ya me creca pelo alrededor y a travs de la malla, y nos

    aseguraron que antes del comienzo de los Juegos, nuestro aspecto no seradistinto al de otros chicos a los que se les hubiera insertado la Placadurante las

    (22)primeras semanas del verano, como se acostumbraba por aqu. De noche nosponamos gorros de lana porque, de no hacerlo, el fro helaba el metal ynos despertaba de forma desagradable.

    Entre los que presenciaron nuestra partida del Tnel no estuvo Henry.Era comprensible: en su lugar, yo no habra querido estar all. Sentaimpulsos hostiles hacia Fritz, que ocupaba su puesto, pero record lo quedijo Julius sobre la necesidad de refrenar mi precipitacin. Tambin me

    acord de que me haba sentido ofendido porque, durante el viaje al sur,me pareci que Larguirucho y Henry mantenan entre s una amistad msestrecha que conmigo, permitiendo que aquello influyera en m durantenuestra estancia en el Chteau de la Tour Rouge.

    Tom la determinacin de no permitir que ahora sucediera nadaparecido, y teniendo esto bien presente, me esforc de modo muy especialpor superar mi animosidad y ser amable con l. Pero l no hizo mucho casode mis intentos; continu siendo taciturno e introvertido. Yo, a mi vez,empezaba a sentirme resentido; con mayor motivo, me pareca. Pero logrreprimir mi enfado. Sirvi de mucho que Larguirucho estuviera connosotros. ramos casi los nicos que hablbamos, cuando las circunstancias

    no hacan arriesgado el hablar. Nuestro gua, Primo, un hombre moreno ycorpulento, de aspecto torpe pero en realidad muy seguro, apenas hablabasalvo para hacer advertencias o dar instrucciones.

    Habamos calculado una semana, pero cubrimos la distancia en cuatrodas. Avanzamos por terreno montaoso, bordeando las ruinas de una de lasgrandes ciudades, situadas junto a una curva del ro por el queviajaramos. El sol del amanecer centelleaba a lo largo de la corriente

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    que, procedente del este, efectuaba aqu un giro, fluyendo en direccinnorte. El tramo superior estaba desierto, al igual que el trecho quediscurra entre los lgubres montculos que antao fueran altos edificios,pero al otro lado haba trfico: dos barcazas

    (23)

    enfilaban ro abajo y puede que hubiera una media docena amarrada a laorilla, en los muelles de una pequea poblacin.Primo seal hacia las barcazas.--El debe ser una de sas. Sabris llegar all abajo

    solos?Le aseguramos que s.--Entonces me vuelvo, -asinti brevemente-. Que tengis buena suerte.

    El era una de las embarcaciones ms pequeas; tendra unoscincuenta pies de longitud. No tena nada de especial; no era ms que unaestructura baja y alargada que se alzaba unos cuantos pies sobre la

    superficie del agua, con una timonera parcialmente cubierta a popa, que lebrindaba al timonel cierta proteccin frente a los elementos. Latripulacin constaba de dos hombres, ambos con Placas falsas. El mayor deellos se llamaba Ulf y era un hombre achaparrado y grueso, de modalesbruscos, que rondaba los cuarenta aos de edad y que tena la costumbre desubrayar sus palabras despidiendo saliva. No me gust; mucho menos ancuando hizo un comentario despectivo sobre mi complexin liviana. Sucompaero, Moritz, sera unos diez aos ms joven y, pens, unas diezveces ms agradable. Era rubio, de rostro fino, con la sonrisa pronta yclida. Pero no caba dudar quin era el jefe: Moritz se someta a Ulfautomticamente. Y fue Ulf, lanzando saliva y gruendo a intervalos

    regulares, el que nos dio las instrucciones para el viaje.--sta es una barca de dos tripulantes, -nos dijo-. Un chico de ms,

    vale; as empiezan los aprendices. Pero ms gente llamara la atencin, yeso s que no. As que os turnaris para trabajar en cubierta. Y cuandodigo trabajar lo digo en serio. Los otros dos se tumbarn bajo cubierta yno saldrn aunque nos estemos hundiendo.

    (24)Ya os han dicho que la disciplina es necesaria, supongo, as que no tengoque repetirlo. Todo cuanto quiero decir es esto: despachar al que dproblemas, sea por lo que sea. S en qu consiste vuestra misin y esperoque dis la talla. Pero si no sois capaces de portaros sensatamente y

    obedecer rdenes durante este viaje, seguramente no haris nada bueno msadelante. De modo que no me lo pensar dos veces y me deshar del que sedesmande. Y como no quiero que aparezca flotando en ningn puerto y que lagente se empiece a hacer preguntas, tengo una pesa de hierro para atrselaa las piernas antes de deshacerme de l.

    Se aclar la garganta, escupi y gru. Pens que la ltimaobservacin seguramente ira en broma. Pero no estaba muy seguro. Pareca

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    muy capaz de cumplir la amenaza.Prosigui:--Habis llegado con antelacin, lo que es mejor que llegar con

    retraso. Todava quedan mercancas por cargar y en todo caso se sabe queno debemos zarpar hasta dentro de tres das. Podemos adelantarlo un da,

    pero no ms. As que la primera pareja que se quede abajo tiene quepasarse dos das sin ver el cielo. Queris echarlo a suertes?Le lanc una ojeada a Larguirucho. Dos das en cubierta eran

    preferibles con mucho a pasarse el tiempo abajo. Pero caba la posibilidadde estar dos das encerrado con el si lencioso Fritz. Larguirucho, quedebi pensar lo mismo, dijo:

    --Will y yo nos ofrecemos voluntarios para quedarnos abajo.Ulf me mir y asinti. Dijo:--Como queris. Diles dnde pueden echarse, Moritz.Hubo un problema que tuvo absorto a Larguirucho cuando bajamos por la

    loma hasta la orilla del ro: cmo se desplazaban las barcazas. No tenan

    velas y, en todo caso, en un ro la utilidad de las mismas habra sido(25)limitada. Por supuesto, las embarcaciones bajaban con bastante facilidadgracias a la corriente; pero cmo suban hasta aqu en contra de ella? Alacercarnos vimos que las barcazas iban provistas con ruedas de labes enlos costados, y Larguirucho se mostr excitado ante la posibilidad de quelas moviera una mquina que hubiera sobrevivido desde la poca de losantiguos.

    La verdad result decepcionante. Dentro de cada rueda haba una ruedade molino y en los viajes ro arriba tiraban de la rueda de molino unosburros. Entrenados desde pequeos para tal labor, tiraban firmemente hacia

    delante y sus esfuerzos hacan avanzar la barcaza por el agua. Pareca unavida dura y montona, y a m me daban pena, pero Moritz, a quien estabaclaro que le gustaban los animales, los cuidaba bien. En los viajes roabajo trabajaban muy poco y los sacaba a pacer en cuanto haba ocasin.

    Ahora estaban en un campo no muy alejado de la orilla y all estaranhasta que el tuviera que ponerse en movimiento. Mientras nosubieran a bordo, Larguirucho y yo ocuparamos sus pequeos establos,donde el olor a burro y a pienso se mezclaba con el de anteriorescargamentos.

    Esta vez el cargamento era de relojes y tallas de madera. Losconstruan las gentes que vivan en el gran bosque, al este del ro, y los

    embarcaban ro abajo para venderlos. Deban cargarlos con cuidado por sufragilidad, y unos hombres subieron a bordo para supervisar que as sehiciera. Larguirucho y yo nos escondimos tras los fardos de henoalmacenados para los burros y pusimos mucho cuidado en no hacer ruido. Unavez no pude evitar un estornudo, pero afortunadamente estaban hablando yrindose fuerte y no lo oyeron.

    Fue un alivio cuando, pasados los dos das, muy temprano, la barcaza

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    solt amarras y se puso en movimiento. Los burros tiraban de la rueda demolino (dos a la vez, mientras uno descansaba) y Larguirucho y yo echamosa suertes quin sustituira a Fritz en cubierta. Gan yo, y al subir meencontr con que haca un da

    (26)

    oscuro y ventoso; el viento soplaba del norte y de vez en cuandoarrastraba rfagas de lluvia. Sin embargo, tras mi confinamiento abajo, elaire me resultaba limpio y fresco y haba muchas cosas interesantes quever en el ro y sus alrededores. Al oeste haba una gran llanura frtildonde la gente trabajaba los campos. Al este se alzaban los montes, sobrecuyas cimas boscosas se apoyaban nubes negras. Sin embargo, no dispuse demucho tiempo para admirar el paisaje. Ulf me llam, me mand a por un cubode agua, un cepillo y un puado de jabn blando y amarillento. Lacubierta, observ l y era muy cierto, llevaba algunas semanas sin fregar.Yo podra ser de utilidad, ponindole remedio.

    El avanzaba de modo constante, pero no rpido. Por la

    tarde, antes de que oscureciera, amarramos en una isla alargada donde yahaba amarrado otra embarcacin. Era uno de los puntos de anclaje que alparecer se repartan a lo largo de las quinientas millas de longitud quetena el ro. Moritz me explic que se hallaban situados entre s a unadistancia calculada como trayecto mnimo yendo ro arriba. Al descender afavor de la corriente se recorran con facilidad dos paradas en un da,pero para alcanzar una tercera se corra el riesgo de que la oscuridad lesorprendiese a uno antes de llegar. Las barcazas no navegaban de noche.

    En el transcurso del viaje iniciado en las Montaas Blancas, yendo endireccin al ro a travs de los valles, no habamos visto ni rastro delos Trpodes. Durante el da que pas en cubierta, vi dos. Estaban lejos,

    avanzando por el horizonte, al este, a tres o cuatro millas de distanciacomo mnimo. Pero verlos me hizo sentir un escalofro de miedo que mecost dominar. Era posible olvidarse de la naturaleza exacta de la misinen la que estbamos embarcados durante perodos bastante largos. Cuandouno lo recordaba, senta una sacudida nada agradable.

    Intent consolarme pensando que hasta entonces no habamos tenidodificultades, que todo iba bien. No

    (27)serva de mucho, pero a la tarde siguiente no tendra ni siquiera aquelconsuelo.

    El se detuvo en la parada que haba a mitad de camino. Sehallaba en una pequea poblacin dedicada al comercio. Moritz nos explicque Ulf tena que ocuparse all de ciertos asuntos. Slo tardara unahora, poco ms o menos, pero, como llevbamos adelanto sobre el plan,decidi quedarse hasta la maana siguiente. Sin embargo, la tarde avanzabay Ulf no daba seales de vida.

    Al final expres sus temores. Al parecer, Ulf beba mucho a veces.

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    Moritz haba pensado que, teniendo en cuenta la importancia de este viaje,al menos por esta vez se contendra; pero si haba ido mal el asunto quele ocupaba y como consecuencia de ello se haba irritado, tal vez sehubiera metido en una taberna con intencin de aplacar el mal humor, y unacosa le habra llevado a otra... Si se exceda mucho, podran pasar varios

    das sin que volviera a la barcaza.Era un pensamiento descorazonador. El sol se hunda por el oeste yUlf no apareca. Moritz empez a hablar de dejarnos en la barca e irse abuscarlo.

    El problema era que el , Ulf y Moritz eran conocidos enesta ciudad. Ya se haban parado un par de hombres para saludar y charlarun rato. Si Moritz se iba, Larguirucho tendra que arreglrselas con ellos(era su da en cubierta) y a Moritz no le haca gracia. Poda despertarsospechas. Seguramente le haran preguntas sobre su nuevo papel deaprendiz (la gente del ro senta curiosidad por los extraos, pues entres se conocan muy bien) y podan hacerle decir algo que reconocieran como

    falso.Fue Larguirucho el que sugiri otra posibilidad. Nosotros, loschicos, podamos ir a buscar a Ulf. Escogiendo momentos en los que nadieestuviera vigilando

    (28)podramos escabullirnos por turno y fisgar en las tabernas hasta dar conl; entonces le convenceramos de que volviera o, por lo menos, lediramos a Moritz dnde estaba. Si nos preguntaban, podramos pasar porviajeros venidos de lejos: despus de todo, la ciudad era un centromercantil. No era lo mismo que tener que responder preguntas sobre lo quehacamos a bordo del .

    Moritz dudaba, pero reconoca que aquello tena sentido. Se fuedejando convencer poco a poco. Quedaba descartado que furamos los tres enbusca de Ulf, pero uno s poda hacerlo: Larguirucho, ya que la idea erasuya. De modo que se fue Larguirucho, e inmediatamente yo trat deconvencer a Moritz para que me dejara ir tambin a m.

    Me ayud el hecho de que mi importunidad corriera pareja a laindiferencia de Fritz. No hizo comentario alguno y qued claro que sedispona a esperar hasta que las cosas se resolvieran por s mismas, sinsu intervencin. De modo que, habiendo permitido marchar a uno, Moritzslo poda tomar en consideracin a otro. Acab por cansarle: ya saba yoque sera as; era ms tratable que Ulf, mucho ms tratable, pero tambin

    menos seguro de s mismo. Insisti en que volviera en el plazo de unahora, encontrara o no encontrara a Ulf, y yo convine en ello. Senta unhormigueo de emocin ante la perspectiva de explorar una ciudaddesconocida, en un pas desconocido. Comprob que nadie vigilaba labarcaza, salt enseguida a tierra y avanc por el muelle.

    La ciudad era mayor de lo que pens cuando la mir desde la cubiertade la barcaza. Enfrente del ro haba una hilera de almacenes y graneros,

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    muchos de ellos de tres pisos de altura. Los edificios eran en parte depiedra, pero sobre todo de madera; la madera estaba esculpida y pintadacon motivos humanos y animales. En aquel tramo haba un par de tabernas yyo ech un breve vistazo al interior, aunque supuse que Larguirucho lohabra hecho antes que yo. En una no haba

    (29)nadie, a excepcin de dos viajeros que estaban sentados bebiendo grandesjarras de cerveza (yo saba que se llamaban ) y fumando en pipa.En la otra puede que hubiera una docena de hombres, pero una ojeada fugazme bast para saber que entre ellos no estaba Ulf.

    Llegu a una calle que formaba ngulo recto con el ro y la segu.Haba tiendas y bastante trfico de caballeras: coches tirados porcaballos pequeos y otros vehculos de mayor tamao adems de hombres acaballo. Me pareci que haba mucha gente por all. Cuando llegu alprimer cruce lo entend. La calle perpendicular se hallaba plagada, enambas direcciones, de puestos donde se venda comida, ropa y toda clase de

    mercancas. Era da de mercado en la ciudad.Resultaba estimulante, tras un largo invierno de estudio y ejercicioen la oscuridad del Tnel o en la desnuda vastedad de la ladera, volver aestar en medio de gente ocupada en sus asuntos cotidianos. Y resultabaespecialmente estimulante para m, que antes de huir a las MontaasBlancas slo haba conocido la tranquilidad de un pueblecito campesino.Unas pocas veces me llevaron a Winchester cuando haba mercado y me quedmaravillado. Esta ciudad pareca ser tan grande como Winchester; puede queincluso mayor.

    Pas por delante de los puestos. El primero estaba abarrotado deverduras: zanahorias, patatas pequeas, gruesos tallos de esprragos

    blanquiverdes, guisantes, repollos y lombardas enormes. En el de al ladohaba carne, pero no unos simples filetes como los que traa el carniceroa mi pueblo de Inglaterra; haba tambin trozos para asado, chuletas yrollos decorados con suma delicadeza, con manteca blanca. Me paseabamirando y aspirando aromas. Haba un puesto dedicado exclusivamente aquesos; tenan innumerables colores, formas y tamaos. No saba quepudiera haber tantos. Y haba un puesto de pescado, con pescado seco yahumado que colgaba de unos ganchos, as como pescado

    (30)fresco capturado en el ro y puesto sobre una losa de piedra, con lasescamas an mojadas. Ahora que empezaba a oscurecer, algunos puestos se

    disponan a cerrar, pero la mayora seguan ocupados y la cantidad degente que se mova por entre ellos y que pasaba por delante segua siendonumerosa.

    Entre dos puestos (en uno vendan cuero y en el otro piezas de tela)vi la entrada de una taberna y me acord con sentimiento de culpabilidadde lo que debera estar haciendo. Entr y mir a mi alrededor. Estaba msoscuro que en las tabernas del muelle, con el ambiente cargado de tabaco y

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    atestado de figuras oscuras, unas sentadas a las mesas y otras de piejunto a la barra. Cuando me acerqu para mirar ms de cerca, se dirigierona m desde el otro extremo del mostrador. El que hablaba era un hombre muygrande y muy gordo que llevaba una chaqueta de cuero con las mangas detela verde. Con voz spera y un acento que apenas pude comprender, dijo:

    --Entonces qu va a ser, muchacho?Moritz me haba dado unas monedas de las que se usaban por aquelloslugares. Hice lo que me pareci ms seguro y ped unas ; sabaque as se llamaba la cerveza negra que se beba normalmente. La era mayor de lo que yo esperaba. Me la trajo, rebosante de espuma, y le diuna moneda. Beb y tuve que limpiarme la espuma de los labios. Tena unsabor agridulce que no resultaba desagradable. Busqu a Ulf con la mirada,escudriando los muchos recovecos en cuyas paredes haba paneles concabezas de ciervos y jabales. Hubo un momento en que me pareci verlo,pero el hombre se acerc a un lugar iluminado por una lmpara de petrleoy vi que no era l.

    Estaba nervioso. Como llevaba Placa, yo era, por supuesto, un hombrems, as que no haba ninguna razn para que no estuviera all. Pero mefaltaba la seguridad de los que tenan una Placa de verdad y desde luegoera consciente de mi diferencia con respecto a los que

    (31)estaban all. Tras comprobar que Ulf no era ninguno de los que estabansentados en las mesas, quise irme. Haciendo lo posible por que no senotara, dej la y me dirig hacia la calle. Antes de dar dos pasosel hombre de la chaqueta de cuero me dio una voz y yo me volv.

    --Oye! -Alarg unas monedas ms pequeas-. Se te olvida la vuelta.Le di las gracias y me dispuse nuevamente a salir. Pero entonces ya

    haba visto la dos tercios llena.--Tampoco te has bebido la cerveza. Tienes alguna queja?Me apresur a decirle que no, que es que no me encontraba bien. VI

    con desazn que los dems se tomaban inters por m. El hombre que estabadetrs del mostrador pareci aplacarse un tanto, pero dijo:

    --Por la forma de hablar no eres de Wrttemberg. Entonces de dndeeres?

    Estaba preparado para una pregunta as. Tenamos que decir que ramosde lugares lejanos, en mi caso de una regin del sur llamada Tirol. As selo dije.

    En lo referente a acallar sorpresas, funcion. Sin embargo, desde

    otro punto de vista, result ser una eleccin desafortunada. Ms adelantesupe que en la ciudad haba una fuerte animadversin hacia el Tirol.Durante los Juegos del ao anterior un tirols derrot a un campen localy decan que hubo trampa. Uno de los que se hallaban cerca pregunt ahorasi yo iba a los Juegos e incautamente le dije que s. A continuacin vinoun aluvin de insultos. Los tiroleses eran unos tramposos, unosfanfarrones y despreciaban la buena cerveza de Wrttemberg. Habra que

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    echarlos del pueblo y arrojarlos al ro para limpiarlos un poco...Lo que deba hacer era salir, y pronto. Me tragu los insultos y me

    volv, dispuesto a irme. Cuando estuviera fuera podra perderme entre lamultitud. Estaba pensando en aquello y no mir bien delante de m. Alguiensac la pierna de debajo de una mesa y, con

    (32)acompaamiento de estruendosas carcajadas, ca sobre el serrn que cubrael suelo.

    Tambin estaba preparado para soportar aquello aunque me hice dao enla rodilla al caer. Me dispuse a levantarme. Al hacerlo una mano me agarrde los pelos que sobresalan a travs de la Placa, sacudindomeviolentamente la cabeza, y volvi a arrojarme al suelo.

    Tendra que dar las gracias porque este asalto no hubiera descolocadola falsa Placa, descubrindome. Asimismo tendra que haberme concentradoen lo que verdaderamente importaba: salir de all y volver a la barcaza asalvo y sin ser visto. Pero tengo que confesar que slo fui capaz de

    pensar en el dolor y la humillacin. Volv a levantarme, vi un rostrosonriente detrs de m y, enfurecido, trat de golpearle.Sera aproximadamente un ao mayor que yo, ms grande y pesado. Me

    repeli desdeosamente. No me calm lo suficiente como para darme cuentade lo estpidamente que me estaba comportando, aunque s lo suficientepara recurrir a la destreza que haba adquirido durante mi largo perodode entrenamiento. Le hice una finta y cuando de modo an descuidado lanzel brazo hacia m me escurr y le di un fuerte golpe por encima delcorazn. Ahora le toc a l caer por tierra, que hizo prorrumpir en gritosa los que nos rodeaban. Se levant despacio, con la irritacin reflejadaen el rostro. Los dems retrocedieron, formando un crculo, despejando las

    mesas a tal fin. Comprend que tendra que pasar por aquello. No me dabamiedo, pero vi que haba sido un estpido. Julius me haba prevenidofrente a mi impulsividad y ahora, antes de transcurrida una semana desdeel inicio de una empresa de tantsima importancia, ya me haba jugado unamala pasada.

    Se lanz hacia m y tuve que volver a preocuparme del apremiantepresente. Di un paso hacia un lado y, cuando lo tuve a mi altura, legolpe. Aunque era ms corpulento que yo, careca de la ms mnimahabilidad. Hubiera podido bailar en torno a l cuanto tiempo

    (33)quisiera, hacindole pedazos. Pero no servira de nada. Lo que haca falta

    era un golpe definitivo. Se mirara como se mirara, cuanto antes se acabaraaquello, mejor.

    As que cuando volvi a atacarme detuve el golpe con el hombroizquierdo, hund el puo derecho en la zona vulnerable situada justamentedebajo de las costillas, di un paso hacia atrs y le propin un gancho deizquierda con todas mis fuerzas cuando al tragar aire adelant la cabeza.Le di muy fuerte. Retrocedi an ms deprisa y golpe el suelo. Los

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    espectadores callaban. Mir a mi contrincante cado y al ver que no dabamuestras de ir a levantarse me dirig hacia la puerta, suponiendo queabriran el crculo para dejarme pasar.

    Pero no fue as. Me miraban fijamente, con hostilidad, sin moverse.Uno de ellos se arrodill junto a la figura cada.

    Dijo:--Le ha dado en la cabeza. Puede tener una lesin seria.Otro dijo:--Habra que llamar a la polica.

    Unas horas despus me encontraba mirando las estrellas, que brillabanen medio de un ntido cielo negro. Tena hambre y fro, me sentadesdichado y asqueado de m mismo. Estaba en el Pozo.

    El magistrado que se ocup de m me aplic una justicia muy severa.El tipo que derrib era sobrino suyo, hijo de uno de los ms significadosmercaderes de la ciudad. Segn las declaraciones prestadas, yo le haba

    provocado en la taberna hablando mal de los habitantes de Wrttemberg ydespus le haba golpeado cuando no estaba mirando. Aquello no guardabaningn parecido con lo sucedido, pero una serie de testigos coincidan conaquella versin. Para ser justos, mi contrincante no formaba parte destos, ya que, como haba sufrido una

    (34)conmocin cerebral al golpearse con la cabeza contra el suelo, no sehallaba en condiciones de decirle nada a nadie. Me advirtieron que, si nose recuperaba, con toda seguridad me ahorcaran. Entretanto yopermanecera confinado en el Pozo el tiempo que el juez estimara oportuno.

    As es como solan tratar a los malhechores. El Pozo era redondo, de

    unos quince pies de dimetro y otros tantos de profundidad. El suelo erade toscas losas y las paredes de piedra. Eran lo bastante lisas como paradisuadirle a uno de intentar la ascensin, y cerca del tope haba pas dehierro proyectndose hacia el interior, que representaban una disuasinadicional frente a la idea de huir. Me arrojaron por encima de stas comosi fuera un saco de patatas y me abandonaron. No me dieron comida ni nadacon qu taparme durante la noche, que, segn pareca, sera fra. En lacada me haba golpeado el codo y me haba hecho una desolladura en elbrazo.

    Pero la verdadera diversin, segn me dijeron algunos de mis captorescon satisfaccin, tendra lugar al da siguiente. El Pozo tena en parte

    la finalidad del castigo y en parte la de divertir a las gentes del lugar.Tenan la costumbre de situarse en lo alto y arrojar contra el desdichadoprisionero cuanto se les viniera a la cabeza o a la mano. Lo que preferaneran desperdicios de toda ndole, -verduras podridas, sobras, cosas as-,pero si se sentan verdaderamente molestos podan emplear piedras, tacosde madera, botellas rotas. En el pasado hubo veces que los prisionerosquedaron muy malheridos, llegando incluso a morir. A mis captores pareca

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    ocasionarles sumo placer la perspectiva, as como hablarme de ella.Pens que de algo servira que el cielo se hubiera aclarado. Aqu no

    haba proteccin frente a los elementos. Junto a la pared haba unabrevadero con agua, pero aunque tena sed, no haba la suficiente comopara beber de all; cuando me arrojaron al Pozo haba luz

    (35)suficiente para ver que estaba recubierta por una capa de verdn. A losque estaban en el Pozo no se les proporcionaba comida. Cuando tenansuficiente hambre se coman los desperdicios putrefactos, los huesos y elpan rancio que les arrojaban. Al parecer, aquello tambin resultabadivertido.

    Qu idiota haba sido! Temblaba, maldeca mi estupidez y volva atemblar.

    La noche transcurra lentamente. Me ech un par de veces, meacurruqu y trat de dormir. Pero el fro aumentaba y tena que volver alevantarme y caminar para revitalizar la circulacin. A un tiempo anhelaba

    y tema la llegada del da. Me preguntaba qu habra sido de los dems, siya habra regresado Ulf. Saba que no existan esperanzas de queinterviniera en mi favor. Era muy conocido en esta ciudad pero no seatrevera a correr el riesgo de que lo asociaran conmigo. Maanacontinuaran ro abajo, dejndome aqu: no podan hacer otra cosa.

    El ancho crculo del cielo se iba iluminando por encima de m; supe aqu lado quedaba el este porque all la luz era ms suave. Por variar, mesent apoyando la espalda en la pared de piedra. El cansancio se adueabade m, pese al fro. La cabeza se me caa sobre el pecho. Entonces, desdearriba, un ruido me despabil. All haba un rostro que miraba haciaabajo. Era una silueta breve, que se recortaba contra el manto de la

    aurora. Un madrugador, pens con hasto, impaciente por ocuparse de lavctima. No tardara mucho en empezar a arrojar cosas.

    Despus una voz me llam quedamente.--Will... Ests bien?La voz de Larguirucho.

    Haba trado un trozo de cuerda de la barcaza. Se tendi,estirndose, la at a uno de los pinchos de

    (36)hierro y despus me lanz el otro extremo. Lo cog y trep. Las pas medieron trabajo pero Larguirucho logr pasar la mano por encima y ayudarme.

    En cuestin de segundos consegu remontarme y ser arrastrado sobre elborde del Pozo.

    No malgastamos tiempo hablando de nuestra situacin. El Pozo sehallaba en las afueras de la ciudad, la cual, -todava dormida, pero yaperfilndose contra la clara luz del amanecer-, se alzaba entre nosotros yel lugar donde estaba amarrado el . Slo conservaba un vagorecuerdo de cuando me trajeron aqu la tarde anterior, pero Larguirucho

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    corra confiadamente y yo le segu. Tardamos quiz diez minutos en tenerel ro frente a nosotros y slo vimos a un hombre, que grit algo aunqueno trat de ir tras nuestras figuras fugitivas. Comprend que Larguiruchohaba calculado perfectamente el tiempo. Pasamos por la calle quealbergara el mercado. Al cabo de otras cincuenta yardas nos encontraramos

    en el muelle.Lo alcanzamos y giramos a la izquierda. Aproximadamente a esa mismadistancia, despus de rebasar la taberna, junto a una barcaza de nombre. Mir y me detuve, y Larguirucho hizo otro tanto. El estaba all, s, pero a su lado haba un espacio vaco.

    Un momento despus Larguirucho me tir de la manga. Mir hacia dondeindicaba, en direccin contraria, hacia el norte. El se hallabaen mitad de la corriente, avanzando ro abajo, a un cuarto de milla dedistancia; un barco de juguete que empequeeca velozmente en la lejana.

    ------------------------------------------------(37)

    CAPTULO TRES

    UNA BALSA EN EL RO------------------------------------------------

    Nuestra primera preocupacin fue alejarnos antes de que detectaran mi

    huida del Pozo. Caminamos por el muelle en direccin norte, a travs deunas cuantas calles mseras de edificios destartalados que nada tenan quever con las casas pintadas, esculpidas y bien cuidadas del centro de laciudad, y dimos con una carretera, -poco mejor que un sendero-, quediscurra paralela al ro. El sol sali a nuestra derecha, por detrs delas colinas cubiertas de rboles. All tambin haba nubes, que seformaban con una rapidez siniestra. Al cabo de media hora habanoscurecido el cielo y ocultado el sol; al cabo de tres cuartos, uncinturn gris de lluvia barra la ladera, acercndose a nosotros. Cincominutos despus, ya empapados, hallamos una especie de refugio en unedificio en ruinas situado al otro lado de la carretera. Entonces tuvimos

    tiempo de pensar en lo sucedido y en lo que convena hacer.De camino, Larguirucho me haba contado los ltimos acontecimientos.

    No encontr a Ulf; pero cuando regres a la barca, Ulf ya estaba all.Efectivamente, haba bebido; lo cual no mejoraba su humor. Estaba furiosocon Larguirucho y conmigo por haber ido a la ciudad, y con Moritz porhabrnoslo permitido. Haba decidido que nosotros dos pasramos el restodel viaje ro arriba bajo cubierta. Evidentemente, Fritz era el nico en

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    quien se poda confiar, el nico que tena algo de sentido comn.(38)A medida que transcurra el tiempo sin que yo volviera, su clera iba

    en aumento. Despus de oscurecer, uno de los hombres que conoca fue averle y le habl del joven tirols que inici una reyerta en la taberna

    siendo, por tanto, condenado al Pozo. Cuando se fue este hombre, Ulf hablan ms colrica y despiadadamente. Mi estupidez lo haba puesto todo enpeligro. Estaba claro que para la misin yo era un estorbo ms que unaventaja. No haba que esperar ms, y desde luego no se haran intentos deliberarme. Por la maana, el reanudara el viaje. Llevarados participantes en los Juegos, no tres. Por lo que a m concerna, yo mehaba metido en el Pozo y all poda pudrirme.

    Aunque no lo mencion, yo saba que Larguirucho se vio en un crueldilema. Estbamos bajo la autoridad de Ulf y debamos obedecerle en todo.

    Adems, lo que haba dicho era completamente razonable. Por encima detodo, lo que importaba era el proyecto, no los individuos. Su labor

    consista en hacer cuanto pudiera por ganar en los Juegos, lograr laentrada en la Ciudad de los Trpodes y sacar de all informacin quepudiera ayudar a destruirlos. Aquello era lo verdaderamente importante.

    Pero habl con Moritz, formulndole en especial preguntas sobre elPozo (cmo era, dnde estaba situado). No s si Moritz era demasiadoestpido y no entendi la finalidad de las preguntas o si la vio y laaprob (a m me pareca un hombre demasiado amigable para un trabajo que,por su propia naturaleza, requera una veta de crueldad). De todos modos,Larguirucho averigu lo que quera saber y, con los primeros albores, sehizo con un cabo de cuerda y abandon el en mi busca.Presumiblemente Ulf le oy o le vio partir, y bien por rabia, bien por

    fra lgica, decidi que no caba sino salvar al nico miembro del trodigno de confianza y poner en marcha al antes de que pudieranrecaer sospechas sobre l o sobre su tripulacin.

    (39)La lluvia se detuvo tan bruscamente como haba comenzado, y dio paso

    a un sol tan abrasador que nuestras ropas humeaban al caminar. Antes deque pasara una hora estbamos nuevamente empapados (esta vez noencontramos ningn refugio y el chaparrn torrencial nos cal hasta loshuesos); el da result ser una sucesin de estallidos de sol y de lluvia.La mayor parte del tiempo caminamos empapados y en condicionesdeplorables; todo ese tiempo fuimos conscientes de cmo, -sobre todo yo-

    habamos enredado las cosas.Adems tenamos hambre. Yo no haba comido desde el medioda anterior

    y, en cuanto se extingui la excitacin propia de la huida, sent unhambre canina. Tenamos lo que quedaba del dinero que recibimos de Moritz,pero en pleno campo, por supuesto, no haba dnde gastarlo, y no quisimosesperar a que abrieran las tiendas de la ciudad. Las tierras queatravesbamos eran yermos o pastos en los que rumiaban grupos de vacas

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    blanquinegras. Propuse ordear una y con la ayuda de Larguirucho laarrincon en un ngulo del campo. Pero fue un fracaso. No logr sacar msque unas cuantas gotas; ella se resisti firmemente a mis manipulacionestoscas e inexpertas y se escap. No pareca que valiera la pena volver aintentarlo.

    Varias horas despus llegamos a un campo de nabos. Quedaba a la vistade una casa, pero nos arriesgamos a coger algunos. Eran pequeos y amargosaunque se podan masticar. La lluvia volvi a caer mientras continubamosnuestro viaje y esta vez dur ininterrumpidamente una hora o ms.

    Encontramos unas ruinas donde pasar la noche. No habamos descubiertoninguna otra fuente de alimentos y masticamos hierba y brotes tiernos enun intento por aplacar el hambre, que result ineficaz y nos caus dolorde estmago. Adems, por supuesto, nuestras ropas estaban hmedas.Intentamos dormir, pero con poco xito. Estbamos despiertos cuando lanoche se colore de gris, anunciando la proximidad de la

    (40)

    maana; cansados y maltrechos, seguimos nuestro camino.No lleg a llover, pero fue un da fro y nublado. Junto a nosotroscorra el ro, que aqu era ancho y turbulento; vimos una barcaza que ibacorriente abajo y nos pareci que dejaba tras de s una fragancia atocino, que estaran friendo en la cocina. No mucho despus encontramos ungrupo de casas, una aldehuela campesina, y Larguirucho tuvo la idea dehacerse pasar por Vagabundo, con la esperanza de que le dieran comida. Meofrec a hacerlo yo en su lugar, pero me dijo que era idea suya y que yodeba permanecer oculto. Los Vagabundos jams viajaban acompaados. Demodo que me ocult en un seto y aguard.

    En mi pueblo haba una Casa de Vagabundos, puesta a disposicin de

    estos pobres locos errantes: all se les proporcionaba comida y bebida, yhaba criados que se encargaban de cocinar y limpiar. Larguirucho me habadicho que en su pas no haba nada semejante. Los Vagabundos dorman comoy donde podan (en graneros, si tenan suerte, o en unas ruinas).Mendigaban de puerta en puerta la comida que les daban con generosidadvariable.

    Pensamos que tal vez aqu ocurriera algo por el estilo. Haba mediadocena de casas; vi que Larguirucho se diriga a la primera y llamaba a lapuerta. No abrieron; despus me cont que alguien le dio una voz desdedentro diciendo que se fuera y agregando palabras malsonantes. En lasegunda puerta no hubo ninguna respuesta. En la tercera abrieron una

    ventana y le tiraron un cubo de agua sucia, con acompaamiento de risas.Cuando se fue, ms mojado que antes, abrieron la puerta. Se volvi amedias, dispuesto a soportar insultos si poda lograr comida... y despussali disparado. Haban soltado un perro berrendo de aspecto feroz que lepersigui hasta la mitad de la distancia que le separaba de donde yoestaba tumbado y despus se detuvo, ladrndole hostilmente.

    Media milla ms adelante encontramos un

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    (41)campo de patatas e hicimos una incursin. Eran pequeas y hubieranresultado ms aceptables cocinadas. Pero no tenamos oportunidad de hacerun fuego en esta tierra fra y gris. Continuamos trabajosamente y, al caerla oscuridad, vimos delante de nosotros, ro abajo, una barcaza amarrada a

    la orilla. Creo que nos asalt el mismo pensamiento a los dos: que podatratarse del ; que por algn motivo Ulf poda haberse detenidoy nosotros podramos volver a unirnos a ellos. Era una esperanza absurda,pero, aun as, fue duro ver cmo se desmoronaba. La barcaza era mayor queel e iba ro arriba, no abajo. Nos alejamos dando un rodeopara rebasarla.

    Despus regresamos a la orilla y nos sentamos tiritando en una cabaadestartalada. Se hizo un silencio triste. Yo me preguntaba si Larguiruchono estara pensando que, de no ser por m, se hallara seguro, caliente ybien alimentado en la barcaza. Yo mismo haba pensado en ello, aunque noserva de nada. Despus dijo:

    --Will.--S.--Donde estaba la barcaza amarrada haba un muelle y un par de casas.

    Sera una parada.--Supongo que s.--La primera que pasamos desde que salimos de la ciudad.Pens en ello.--S, as es.--Ulf tena previsto recorrer dos paradas diarias, tomndose las

    cosas con calma. De modo que en dos das...En dos das habamos recorrido una distancia que la barcaza habra

    cubierto en una maana, aunque caminbamos desde que despuntaba el albahasta que haba demasiada oscuridad como para ver adnde nos dirigamos.Estaba bastante bien, pero resultaba descorazonador. No hice ningncomentario. Larguirucho prosigui:

    (42)--Segn el plan, debamos llegar tres das antes de la inauguracin

    de los Juegos. El viaje nos llevara cinco das. A este promedio nosllevar veinte. Los Juegos habrn acabado antes de que l leguemos.

    --S -intent salir de mi embotamiento-. Crees que sera mejor?--Al Tnel? No me hace gracia pensar en lo que tendramos que

    decirle a Julius en tal caso.

    A m tampoco me la haca, pero no se me ocurra otra cosa que hacer.Larguirucho dijo:--Tenemos que avanzar ms deprisa. Est el ro.--No podemos acercarnos a las dems barcazas. Ya sabes lo que dijeron

    al respecto. Son suspicaces frente a los desconocidos y jams permitensubir a bordo.

    --Si tuviramos nuestra propia barca...

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    --Eso estara muy bien, -dije, me temo que con un toque de sarcasmo-.O encontrarnos un Shemand-Fer que siguiera la orilla del ro y subirnos.

    Larguirucho dijo con paciencia:--Una barca... o una balsa? Un lateral de esta cabaa, tal vez? Ya

    est medio desprendido. Si pudiramos arrancarlo y llevarlo hasta el

    agua... la corriente nos llevara al doble de velocidad que andando, comomnimo, y mucho ms derechos.Comprend lo que quera decir e inesperadamente sent aumentar mis

    esperanzas, cosa que me permiti olvidarme momentneamente de mis miembrosateridos y de los gruidos de mi estmago vaco. Era una posibilidad.Mucho tiempo atrs, de nio, ayud a construir una balsa bajo lasupervisin de mi primo Jack, y la pusimos a flote en un estanque de patoscercanos. Se vino abajo y nos precipit en un agua que pareca sopa deguisantes y en el barro pestilente. Pero entonces ramos nios. Estapropuesta era distinta.

    Dije:

    --Crees que podemos...?(43)--Por la maana, -dijo Larguirucho-. Lo intentaremos por la maana.

    Como queriendo darnos nimos, el da amaneci luminoso. Pusimos manosa la obra con las primeras luces. Result de una facilidad alentadora alprincipio, y luego de una dificultad desalentadora. La pared de la quehaba hablado Larguirucho tena unos seis pies de lado y ya estaba muydesprendida del techo. Terminamos de separarla, liberando los lados.Despus result bastante sencillo hacer presin hacia fuera y hacia abajo.Cay con un estrpito gratificante, en varias secciones, segn iban

    desprendindose las tablas.Lo que haba que hacer, dijo Larguirucho, era sujetarlas con piezas

    transversales. Las maderas de las dems paredes serviran. En cuanto almodo de sujetarlas, tendramos que sacar los clavos y volver a meterlosdonde fuera necesario. Hablaba con una seguridad que impresionabafavorablemente por su sentido prctico.

    El problema era que la mayor parte de los clavos estaban torcidos yoxidados; en algunos casos incluso se quebraban bajo la simple presin deun dedo. Tuvimos que buscar los que se hallaban en condiciones aceptables,sacarlos cuidadosamente haciendo palanca y evitando que se torcieran ms,y despus enderezarlos y clavarlos sobre las tablas transversales. No

    tenamos nada que se pareciera a un martillo, por supuesto. Tuvimos queemplear piedras de superficie suficientemente plana. Larguirucho encontruna bastante buena y me la entreg porque, como dijo, yo la usaba mejor.Era verdad. Siempre he sido bastante habilidoso con las manos; me temo quems que con la cabeza.

    Fue una tarea dura y llev tiempo. Cuando terminamos, estbamossudorosos y el sol ya estaba alto, por encima de las colinas. Nos quedaba

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    la tarea de llevar la balsa hasta el agua, cosa que tampoco result fcil.La

    (44)cabaa distaba unos cincuenta pies de la orilla del ro y el terrenointermedio era cenagoso y desigual. La balsa pesaba demasiado como para

    levantarla; tuvimos que arrastrarla, empujarla y maniobrar con ella, pocoa poco, descansando tras cada esfuerzo. Una vez que se atasc en un espinoendiabladamente ganchudo estuve a punto de abandonar y la emprend apatadas con los tablones, irritado y desesperado. Larguirucho la sac atirones. No mucho despus alcanzbamos la ribera, y slo tuvimos quehacerla descender por una pendiente corta hasta las aguas oscuras yveloces del gran ro. Y entonces, gracias otra vez a Larguirucho, tuvimosun golpe de suerte: encontr el nido silvestre de un ave acutica, concuatro grandes huevos moteados. Nos los comimos crudos; lamimos elinterior de la cscara y nos lanzamos a la tarea final. Larguirucho semeti en el ro, tirando; yo empujaba desde el otro lado. La balsa cruji

    de modo siniestro, vi saltar un clavo; pero despus de entrar se mantuvo aflote. La abordamos a gatas y nos apartamos de la orilla.No fue precisamente un viaje triunfal. La corriente nos sac e

    impuls hacindonos girar lentamente, ro abajo. Flotbamos, pero lojusto. Bajo el peso de los dos, todas las esquinas quedaban sumergidasmenos una. Por algn capricho de equilibrio, sta se mantena unaspulgadas sobre el nivel del agua: nos turnbamos para sentarnos allmientras el otro se sentaba o se estiraba entre chapoteos. Adems el aguaestaba fra, como era de esperar en aquella poca del ao en un ro cuyocurso inicial se alimentaba de las nieves que se fundan en las montaasdel sur.

    Pero al menos avanzbamos ms de prisa que por tierra. La orilla sedeslizaba junto a nosotros a velocidad constante. Y el tiempo se mantenabueno. Brillaba un sol caluroso en un cielo cuyo azul se reflejaba msprofundamente en el liso camino que recorramos. Larguirucho me llam yseal. Al oeste haba un Trpode que atravesaba los campos dando zancadasgigantescas.

    (45)Sent una especie de satisfaccin al verlo. Pese a que en comparacinramos ridculamente insignificantes, el hecho de que an siguiramosluchando quera decir algo.

    La siguiente vez que vi un Trpode me sent mucho menos contento.

    Una hora despus de zarpar pasamos ante una barcaza. Iba ro arriba yel encuentro fue, por tanto, breve. Un hombre que se hallaba en cubiertase nos qued mirando con curiosidad e hizo algn comentario o pregunta queno entendimos. Debamos ofrecer un extrao espectculo, a flote sobreaquel artefacto anegado.

    Los cuatro huevos crudos apenas nos haban calmado el hambre, que era

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    cada vez ms acuciante. Vimos campos en los que tal vez, se asentabancultivos que vala la pena asaltar, pero entonces nos dimos cuenta de unadeficiencia especfica de la desvencijada nave: nuestra incapacidad paragobernarla. Tenamos un par de fragmentos de tabla, pero slo servan paraempujar y apartar la balsa de los obstculos, y no demasiado bien. Me di

    cuenta de que bamos por donde el ro nos llevaba y que, sin contar laposibilidad de chocar casualmente contra la orilla, slo podramos tomartierra si abandonbamos la balsa y nos ponamos a nadar. Ahora estbamosmuy apartados de la orilla y la corriente tena fuerza; habra que nadarmucho para ganar tierra. Entretanto, los campos se deslizaban antenosotros y, tiempo despus, fueron sustituidos por terrazas en las queaparecan plantadas las hileras regulares de las vias. All no habacomida. Las minsculas uvas apenas apuntaran en poca tan temprana.

    Un pez grande, seguramente un salmn, salt seductoramente cerca denosotros. No disponamos de medios para cocinarlo, pero de haber sidocapaces de capturarlo habramos considerado la posibilidad de

    (46)comrnoslo crudo. Ante m desfilaban visiones de comida, mientras meaferraba a la tosca madera. Carne asndose en un espetn... una tiernapierna de cordero baada en la salsa que preparaba mi madre con lahierbabuena del jardn... o simplemente pan y queso... pan crujiente porfuera y suave por dentro, queso amarillo que se deshaca con tocarlo.Prob el espetn que llevaba; saba salado, nada apetitoso.

    Las horas pasaban. El sol describi un arco ascendente por detrs denosotros y despus descendi en curva hacia el oeste. Yo tena a la vezfro y calor. Prob a beber grandes cantidades de agua, recogindola entrelas manos, a fin de llenar el vaco doloroso del estmago; pero slo

    consegu sentirme hinchado sin calmarme el hambre en absoluto. Al final ledije a Larguirucho que tenamos que conseguir comida de algn modo.Habamos pasado por delante de dos pueblos, uno a cada lado del ro. Alltena que haber comida, o por lo menos algo comestible (en los huertos,caso de no conseguir nada mejor). Si ponamos mucho empeo en acercarnos ala orilla, utilizando los palos como zaguales, e intentramos, como mejorpudiramos, llevar la balsa a tierra cuando viramos el siguiente indiciode presencia humana...

    Dijo l:--Sera mejor que aguantramos hasta el atardecer. Entonces tendremos

    ms posibilidades de encontrar comida.

    --Puede que entonces no veamos ningn pueblo.Discutimos y por fin, de mala gana, accedi. Poco a poco nos

    acercamos a la orilla occidental; intentamos alcanzarla sirvindonos delos palos. El resultado fue grotesco. La balsa giraba sobre s misma ynuestra posicin relativa con respecto a la orilla no variaba. Abandonamosel intento, conscientes de que no nos llevara a ninguna parte.

    Larguirucho dijo:

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    --Es intil.(47)Yo dije:--Entonces tendremos que llegar a nado.--Eso significa abandonar la balsa.

    Pues claro. Yo estaba enfadado:--No podemos continuar sin comida! De todos modos, embarcarnos sinmedios de control fue una locura.

    Larguirucho guard silencio. Dije, todava irritado:--Y esta noche, qu? No podemos dormir aqu. Si lo intentramos, nos

    caeramos y nos ahogaramos. De todos modos, tendremos que abandonarlaantes de que oscurezca.

    --S -dijo l-. Estoy de acuerdo. Pero vamos a esperar ms. Ahora nohay casas.

    Eso era cierto. El ro discurra entre verdes orillas libres designos de vida. Dije, hoscamente:

    --Supongo que tienes razn. No nos toca volver a cambiar de sitio?Ms adelante haba unas ruinas abandonadas y al norte de stas noscruzamos con otra barcaza. Era una tentacin gritar para que nosrecogieran. Logr resistirla, pero me cost trabajo. Habamos pasado anteuna parada poco despus del medioda; estaba vaca, el pequeo muelleblanco guardaba silencio bajo un sol spero. En la segunda parada habados barcazas amarradas y una milla ms all una tercera barca enfilaba roarriba. No volv a hablar de abandonar la balsa y nadar hacia la orilla:Larguirucho saba tan bien como yo que no podamos hacer otra cosa. Meproporcion una pequea satisfaccin perversa dejar que l tomase ahora lainiciativa.

    Con el declinar del da volvimos a ver ruinas, aunque seguiramos sinver lugares habitados. El ro era ms ancho y los remolinos nos llevaronal centro. Nadar no hubiera resultado fcil en ninguna circunstancia,tanto menos para dos personas agotadas y mojadas, que tenan hambre yfro. El resentimiento que abrigaba

    (48)contra Larguirucho se desvaneci ante la perspectiva de lo que nosaguardaba.

    Sin embargo, de modo completamente sbito, todo cambi. El Trpodevena del norte; avanzaba a zancadas a lo largo de la orilla occidental.Iba a pasar a no ms de cien yardas de nosotros, ms cerca que ningn otro

    Trpode durante este viaje. Esta vez no sent satisfaccin cuando nosrebas, sino un gran alivio.

    Hasta que le vi girar y volverse hacia nosotros y escuch el ulularque ya haba odo dos veces con anterioridad; ahora tena motivos paraasustarme. El agua salt cuando los grandes pies metlicos penetraron enel ro. Ya no caba ninguna duda que ramos su objetivo. Habrancapturado al ?, me pregunt. Habran sido informados de algn

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    modo fantstico sobre su objetivo y nos buscaban por eso? Mir aLarguirucho y l me mir a m. Dije:

    --Lo mejor es lanzarse al agua.Ya era demasiado tarde. En aquel instante el tentculo de metal

    descenda desde el hemisferio, serpenteando. Golpe entre los dos,

    astillando las frgiles tablas. Un momento despus luchbamos en el agua.------------------------------------------------(49)

    CAPTULO CUATRO

    EL ERMITAO DE LA ISLA

    ------------------------------------------------

    Yo esperaba que el tentculo me aferrase. La accin del Trpode,destrozar en cambio la balsa, me asombr y me alarm. Me hund mucho ytragu una bocanada de agua antes de comprender plenamente lo que suceda.Cuando emerg, alc la vista y en primer lugar vi que el Trpode,nuevamente en silencio, se alejaba bambolendose, reanudando su camino endireccin sur. Pareca haber actuado sin propsito determinado, comocuando los vimos bailar alrededor del al cruzar el Canal desdeInglaterra. Igual que un nio gamberro, vio algo, lo aplast por puramaldad y sigui su camino.

    Pero sobrevivir era ms urgente que especular con los motivos de losTrpodes. La balsa se haba descompuesto en tablones, uno de los cuales semeca en el agua, cerca de m. Un par de brazadas me acercaron a l; meagarr y busqu a Larguirucho. No vea nada excepto el ro, que ibaadquiriendo una tonalidad gris al aproximarse el atardecer, y me preguntsi el extremo del tentculo no le haba golpeado al caer. Despus o suvoz y volviendo la cabeza hacia atrs le vi nadando hacia m. Asi el otroextremo del tabln y, jadeando, agitamos las piernas en el agua.

    Yo dije:--Intentamos llegar a la orilla?l tuvo un acceso de tos; despus dijo:

    --Creo que todava no. Mira all delante. El ro(50)

    hace una curva. Si nos mantenemos as puede que l mismo nos acerque atierra.

    En todo caso, el tabln era un apoyo que no deseaba abandonar. Lacorriente pareca ms rpida y desde luego ms turbulenta. A ambos ladosse alzaban colinas entre las que el ro se iba abriendo paso. Nos

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    acercbamos al recodo donde viraba, con bastante brusquedad, hacia eloeste. Al llegar vi que la verde ribera situada a nuestra derecha sedivida; al otro lado haba ms agua.

    --El ro... -dije-. Debe bifurcarse ah.--S -dijo Larguirucho-. Will, creo que debemos intentar llegar a

    nado ahora.Yo haba aprendido a nadar en los ros de los alrededores de mipueblo, Wherton, y unas cuantas veces, ilcitamente, en el lago que hay enla parte alta de la heredad. Era mejor que nada, pero Larguirucho se habacriado en un pueblo costero. Se alej de m dando brazadas vigorosas;despus se dio cuenta de que yo me quedaba rezagado y grit:

    --Ests bien?Repuse, obstinadamente:--Muy bien.Y me concentr en la natacin. La corriente tena mucha fuerza. La

    orilla hacia la que me diriga se deslizaba ante m y quedaba atrs. Slo

    poco a poco fui hacindome una idea de la distancia. Entonces vi algo queme dej sin aliento. Ms adelante la ori lla formaba un saliente, tras elcual haba una extensin de agua mayor. No se trataba de un lugar donde sebifurcaba el ro sino de una isla. Si no la alcanzaba, cansado ya, meencontrara en mitad del ro, y an me quedara un recorrido mucho mslargo. Modifiqu la trayectoria y nad casi directamente en contra de lacorriente. O que Larguirucho me volva a llamar pero me falt fuerza parabuscarle o responderle. Continu luchando denodadamente; los brazos mepesaban cada vez ms, el agua me pareca cada vez ms fra, con msfuerza, ms implacable.

    (51)

    Ya no miraba dnde me diriga, preocupado slo de meter y sacar los brazosdel agua. Entonces algo me golpe la cabeza y me hund, aturdido. Norecuerdo nada ms, hasta que tuve conciencia de que alguien me arrastrabay de que haba tierra firme bajo mis pies.

    Fue Larguirucho el que me arrastr hasta una orilla cubierta dehierba. Cuando me recuper lo suficiente como para fijarme en el entornovi por qu escaso margen lo habamos conseguido. Nos hallbamos a pocasyardas del lmite septentrional de la isla, que estaba situada en elcentro de la curva del ro. Inmediatamente despus el ro se ensanchabaconsiderablemente. Descubr que me dola la cabeza y me llev la mano a lafrente.

    --Te diste con una tabla, -dijo Larguirucho-. Creo que de la balsa.Qu tal te encuentras, Will?

    --Un poco mareado, -dije yo. Entonces me acord de otra cosa-. Yhambriento. Al otro lado... eso no es...?

    --S -dijo l-, un pueblo.Pese a la creciente oscuridad, era posible ver casas en la orilla

    oriental; en algunas ventanas haba luz. A estas alturas yo estaba

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    dispuesto a correr el riesgo de que me echaran agua sucia por encima o mepersiguieran perros enormes, incluso de que me preguntaran qu estabahaciendo all. Pero no de volver a echarme al ro; poda pensar con msclaridad, pero fsicamente me encontraba tan dbil como si me hubierapasado un mes en la cama.

    --Cruzaremos al otro lado por la maana, -dijo Larguirucho.--S -asent con cansancio-. Por la maana.--En el interior, la arboleda se espesa. Mayor proteccin si llueve.Asent de nuevo y mov hacia delante las piernas, que me pesaban.

    Slo di unos pocos pasos y me detuve. Haba alguien de pie junto a lalinde de la arboleda, observndonos. Cuando se dio cuenta de que lohabamos

    (52)visto, vino hacia nosotros. Bajo la tenue luz pude apreciar que era unhombre de mediana edad, alto y delgado, vestido con una camisa y unospantalones oscuros de aspecto tosco; tena el pelo largo y barba. Adems

    vi otra cosa. Aunque el pelo le llegaba por detrs ms abajo del cuello,por delante era calvo. Tena el pelo moreno, empezando a encanecer. Ydonde debiera estar la franja plateada de la Placa slo haba carne,curtida y atezada por los muchos aos de intemperie.

    Hablaba alemn, un dialecto cerrado. Estaba echando una ojeada y noshaba visto luchar en el agua, observando cmo Larguirucho me arrastrabahacia la orilla. Me pareci que se comportaba de forma extraa, en partecontrariado y en parte hospitalario. Me daba la sensacin de que le habragustado bastante ver que la corriente nos llevaba de largo y que no habradedicado ms de un momento a pensar en las posibilidades que tendramos deno ahogarnos. Pero ya que estbamos all...

    Dijo:--Querris secaros. Ser mejor que vengis conmigo.En mi cabeza surgan toda clase de preguntas, aparte de la

    autnticamente crucial de por qu no le haban insertado la Placa. Peropareca que lo ms conveniente era hacer lo que deca y aguardar a que seaclarasen las cosas. Mir a Larguirucho y asinti. El hombre marchaba encabeza hacia lo que me pareci un sendero muy transitado. Durante variosminutos caminamos dando vueltas antes de llegar a un claro. Delantetenamos una cabaa de madera; en la ventana arda una lmpara de petrleoy por la chimenea sala humo. El hombre descorri el pestillo de la puertay entr, seguido por nosotros.

    Arda un fuego de troncos en un hogar de piedra. Ante l haba unagran alfombra de lana (roja, con animales negros y amarillos de formasextraas) y, sentados en la alfombra, tres gatos. Dos de ellos a rayas

    (53)con manchas blancas; el tercero tena una extraa disposicin de blanco ynegro, la cara blanca y un curioso bigote negro bajo el hocico. El hombrelos apart con el pie, sin brusquedad, simplemente obligndoles a

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    abandonar su sitio. Se dirigi a un armario y sac dos toallas de telabasta.

    --Quitaos la ropa mojada, -dijo-. Calentaos junto al fuego. Tengo unpar de camisas y de pantalones que os podis poner mientras os secis, -senos qued mirando con intensidad-. Tenis hambre?

    Nos miramos. Larguirucho dijo:--Mucha hambre, seor. Si usted...--No me llames seor. Yo soy Hans. Pan y jamn fro. No suelo cocinar

    de noche.--Con pan bastar -dije yo.--S -dijo l-. Tenis pinta de estar muertos de hambre. Secaros,

    pues.Los pantalones y la camisa nos quedaban grandes, claro, sobre todo a

    m. Tuve que enrollar los bajos, y l me dio un cinturn para que me lociera. Me perda dentro de la camisa. Mientras nos cambibamos estuvodisponiendo cosas sobre una mesa de madera que haba sido fregada muchas

    veces y estaba bajo la ventana: un par de cuchillos, platos, mantequillaamarilla, una gran barra de pan moreno y un jamn parcialmente cortado,con la carne rosada rodeada de tocino blanco, tostado por fuera. Hicelonchas mientras Larguirucho cortaba el pan. VI que Hans me observaba y mesent un poco avergonzado porque estaba cortando las lonchas gruesas. Perol asinti, aprobndolo. Trajo un par de jarras que dej pesadamente antenuestros platos y volvi con un gran recipiente de barro del que nossirvi cerveza oscura. Todo estaba listo. Yo hice el propsito de comerdespacio, pero fue intil. Era jamn dulce y estaba muy bueno, el pansaba a nueces y era de textura gruesa, la mantequilla era la de mejorcalidad que haba probado desde que me fui de casa. La cerveza con que lo

    engulla todo era fuerte, de sabor dulce. Me(54)

    dolan las mandbulas de masticar, pero el estmago segua reclamando mscomida.

    Hans dijo:--Vaya si tenais hambre, -yo mir mi plato con aire culpable-. No os

    preocupis. Seguid comiendo. Me gusta ver cmo la gente disfruta de losalimentos.

    Por fin par (Larguirucho haba terminado mucho antes). Me sentalleno, en realidad demasiado lleno, y feliz. La habitacin resultabaacogedora a la luz de la lmpara, con el parpadeo de la hoguera y los tres

    gatos, de nuevo en sus posiciones originales, ronroneando junto al hogar.Supuse que ahora Hans nos formulara preguntas (de dnde ramos, por qurazn estbamos en el ro). Pero no sucedi as. Nuestro anfitrin sesent en una mecedora de madera que por su aspecto tal vez hubieraconstruido l mismo y se puso a fumar en pipa. No pareca que el silenciole resultara embarazoso ni forzado. Al final fue Larguirucho el que dijo:

    --Podra decirnos cmo es que no tiene Placa?

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    Hans se quit la pipa de la boca.--Jams me han molestado. Jams!Se lo fuimos sacando poco a poco entre los dos, pinchndole. Su padre

    lo haba trado a esta isla de nio, al morir su madre. Los dos vivancultivando verduras, cuidando gallinas y unos pocos cerdos, manufacturando

    objetos que vendan en el pueblo situado al otro lado del ro. Despus supadre tambin muri y l se haba quedado aqu. En el pueblo nadie seinquiet por l; no lo consideraban parte de su vida. Esto sucedi en laprimavera del ao en que deba recibir la Placa, y aquel verano no semovi de la isla, ocupado en hacer por s mismo todas las cosas queanteriormente haba ayudado a hacer a su padre. (Nos dijo que habaenterrado a su padre no lejos de la cabaa y que a lo largo de los lentosmeses del invierno siguiente haba esculpido una lpida con su nombre paracolocarla en la tumba). Desde entonces habra ido al pueblo unas dos vecesal

    (55)

    ao. Tena una barca en la que remaba hasta all y despus regresaba.Al principio me cost creerle, al pensar en los problemas quepadecimos todos los que huimos hacia las Montaas Blancas a fin de evitarque nos pusieran la Placa, mientras este hombre se haba limitado aquedarse donde estaba, sin preocuparse. Sera posible que el dominio dela Tierra por parte de los Trpodes tuviera fallos semejantes? Pero cuantoms lo pens, tanto menos sorprendente me pareci. l era un hombre solo,que viva como un ermitao. El dominio de los Trpodes se basaba en laservidumbre, y para alcanzar tal fin bastaba con que se aceptase lainsercin de la Placa como algo natural e inevitable siempre que hubieraun puado de hombres juntos, aunque slo fueran dos o tres. Un hombre solo

    no importaba, siempre que se mantuviera tranquilo y no causara problemas.Y en el momento en que causara problemas, por supuesto que habra queocuparse de l, bien fueran los Trpodes, bien sus seguidores humanos.Hacerlo no planteara ninguna dificultad.

    Larguirucho, una vez tuvo esto claro, le interrog acerca de losTrpodes. Los vea mucho? Cules eran sus sentimientos hacia ellos? VI adnde apuntaban sus preguntas y me content con dejar que las hiciera l.No pareci sorprenderse ni sospechar a causa de la conversacin, lo cualrevelaba de por s lo escaso que deba de haber sido su contacto con elmundo exterior. Las costumbres locales variaban segn los distintospases, pero en todos el tema de los Trpodes y las Placas era tab.

    Nadie, teniendo en cuenta que parecamos llevar Placa, se hubieraexpresado as.

    Mas, si era ajeno a las sospechas, tambin se mostraba indiferente.S, vea Trpodes de vez en cuando. Crea que hacan dao a las cosechas;resultaba difcil imaginarse cmo lo hubieran podido evitar, siendo unosobjetos tan grandes. Pero le alegraba decir que ninguno haba puesto supesado pie en aquella isla. En