cielo e infierno; verdades de dios - maria vallejo nagera

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MARÍA VALLEJO-NÁGERA

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CIELO E INFIERNO: VERDADES DE DIOS

Vari Editores, S.A.c/ Abedul, 6

28036 Madrid. Españ[email protected]

© 2012, María Vallejo-Nágera © 2012, Edición Digital, Vari Editores, S.A.© 2012, Edición Papel, Libroslibres

Diseño de cubierta: Rudesindo de la Fuente

La ilustración de cubierta utiliza un detalle del tríptico deEl carro de heno de El Bosco, que se conserva en elMuseo del Prado (Madrid, España)

Primera edición: octubre de 2012

ISBN: 978-84-15570-12-7

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Depósito Legal: M-35116-2012

Composición: Francisco J. Arellano

No se permite la reproducción total o parcial de este libro,ni su incorporación a un sistema informático, ni sutransmisión en cualquier forma o por cualquier medio, seaéste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación uotros métodos, sin el permiso previo y por escrito de lostitulares del copyright.

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ÍNDICEPRÓLOGO. CIELO E INFIERNO: ¿QUÉ ES ESO?

PRIMERA PARTE: EL CIELO

1. ¿EXISTE EL CIELO?2. ¿SE PUEDE VIVIR EL CIELO EN LA TIERRA?3. LA SANTA MISA Y LO QUE SUCEDE

VERDADERAMENTE EN ELLA4. UN CASO DEL CIELO EN LA TIERRA:

¡FASCINANTE SOR PATROCINIO!5. NIKOLA E IRENE6. RAQUEL, UNA NIÑA PREDILECTA DE JESÚS7. CIELO E INFIERNO: EL RELATO DE UN CASCO

AZUL ESPAÑOL EN LA GUERRA DE LOSBALCANES

8. UNA TEXANA Y UN PEDACITO DE CIELOENTRE LOS DEDOS

9. JESÚS VISITA A LOS ENFERMOS10. SOÑÉ CON JUAN PABLO II11. DI DE COMER A JESÚS12. SUPE QUE ERA EL NIÑO JESÚS RECIÉN

NACIDO13. EL CIELO SEGÚN LOS NIÑOS

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SEGUNDA PARTE: EL INFIERNO

1. EL INFIERNO EXISTE Y EL DEMONIO TAMBIÉN2. ¿SE PUEDE VIVIR EL INFIERNO EN LA TIERRA?

(PAPA LEÓN XIII)3. SOR JOSEFA MENÉNDEZ Y SANTA FAUSTINA

KOWALSKA4. BAJADA AL INFIERNO DE DOS PROTESTANTES:

LOS CASOS INAUDITOS DE BILL WIESE YTAMARA LAROUX (ESTADOS UNIDOS)

5. ¡LE RETORCIÓ UNA PIERNA!6. SE ME SENTÓ EN LA CAMA7. LA SANTIDAD DE ANA CATALINA DE

EMMERICH8. LE VI UNA MANO9. ¡CUÁNTO ODIA EL DEMONIO A LOS

SACERDOTES!10. MIS LECTORES: UN REGALO DE DIOS11. CÓMO DEFENDERNOS CONTRA EL DEMONIO12. EL INFIERNO SEGÚN LOS NIÑOS

EPÍLOGO: NO TENGA MIEDO: ¡IMITE A SANCRISTÓBAL Y LISTO!

AGRADECIMIENTOS

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BIBLIOGRAFÍA

Para mi amado Jesucristo, Rey de Reyes. Sé que si utilizomi tiempo en Ti, Tú utilizarás el tuyo en mí. Gracias

infinitas, Señor.

El hombre ha sido creado para amar y ser amado. ¿Paraqué sirve vivir si no es para crecer en el amor? ¿Paraqué sirve morir si no es para dilatar eternamente ese

amor? Lo importante no es hacer mucho, sino hacerlobien; mas para hacerlo bien se requiere mucho amor. No

pierdas tu tiempo obrando sin amor.

GASTON COURTOIS

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PRÓLOGO CIELO EINFIERNO: ¿QUÉ ES ESO?

«Lo que el Señor pone en mi boca, ¿me lo voy a callar?»(Nm 23, 12)

«Todo lo que hacen los hombres es insuficiente y puedeser mejorado», dice nuestro papa Benedicto XVI, y por esole pido que no sea demasiado crítico con mi torpe pluma eneste difícil escrito que le presento, querido lector. El temaes de una complejidad tan extraordinaria y la ignoranciaespiritual sobre el mismo es tan abismal hasta entre los quepresumen de ser católicos, que sospecho que provocarérevuelo. Comenzaré por confesarle que he batalladoduramente antes de decidirme a escribir sobre las verdadesescatológicas llamadas Novísimos. Digamos que el zapatome quedaba grande, me daba vértigo hasta pensarlo y sologracias al apoyo de mi director espiritual (un curilla jovende pueblo que es mis pies y mis manos en estos asuntos),he podido al fin envalentonarme, echar codos y contarle austed todo lo que he averiguado sobre el tema según lasenseñanzas de la Iglesia católica. Está claro que confrecuencia se hacen patentes las dificultades que cualquierproyecto sobrenatural lleva consigo, y sé que la soluciónno consiste en claudicar ante los obstáculos, sino en luchar

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con fe y valentía por superarlos.

Pero la pura verdad es que no me apetecía un pelo metermeen este berenjenal... Sin embargo algo me impulsaba ainvestigar los Novísimos, pues me sorprendía que sesupiera tan poco sobre ellos y que los sacerdotes no noslos mencionaran desde los púlpitos. Ya me escamé cuandoinvestigué sobre el tema del purgatorio y escribí sobre élallá por el año 2007. Vaya desilusión me llevé al escucharde boca de numerosos sacerdotes: «No me pregunte a mí,porque no tengo ni idea»1.

1 Entre el cielo y la tierra; historias curiosas sobre elpurgatorio, Planeta, Barcelona, 2007 [N. de la A.]

Existe otra razón por la que me he lanzado a escribir sobreel cielo y el infierno. Se trata de lo que el mismoJesucristo dijo en Lc (9, 26) y Mc (8, 38): «Quien seavergüence de mí y de mis palabras, de él se avergonzará elHijo del hombre cuando venga en su gloria...». Y aunque lacomparación es absurda, nunca olvido una frase que dijo elgran Martin Luther King, a quien admiro profundamentepor la terrible lucha que mantuvo en Estados Unidos porhacer entender que la paz solo se lograría en el mundogritando la verdad. La frase en cuestión era: «No mepreocupa tanto la gente mala, como el espantoso silenciode la gente buena». Y como me ha rondado desde niña en la

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memoria, no he tenido más remedio que llenarme de valora través de la oración, y escribir con el único ánimo deinformar sobre el tema de la mejor manera que Dios me loha dado a entender. Ojalá estas humildes líneas cumplan mipropósito.

Partamos desde lo más básico y enumeremos losNovísimos: Muerte, Juicio Particular, Purgatorio, Cielo,Infierno, Parusía y Juicio Final. Sabemos en qué consistenpero no cuándo ni cómo ocurrirán. Y mire usted por dónde,yo de ellos sé menos que nadie. O sabía, porque ahora llevoya estudiado lo mío sobre este espinoso tema y lainformación me sale hasta por las orejas gracias a la Iglesiacatólica, cuyos escritos sobre el particular sonabundantísimos y de gran esclarecimiento. Yo seré uninstrumento básico e ignorante, querido lector, pero leaseguro que la Iglesia católica no lo es. Le invito por tantoa que escuche su propuesta.

* * *

La sabiduría eclesial parte de una realidad basal muysencilla: todos vamos a morir. Y como nos sucede a los dea pie, los teólogos se cuestionan sobre lo que pasarádespués con nuestra alma. Entonces, y basándose siempreen las enseñanzas de Jesucristo, afirman que ésta podráacceder a dos estados o percepciones espirituales:

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condenación o salvación, según el amor que hayamosprocurado a los demás durante nuestra vida terrenal. En elestado de salvación se encuentran dos tipos de almas: lasque están perfectamente preparadas y entran en la presenciade Dios de forma inmediata (o sea, que van al cielo desopetón); y las que sin estar aún perfectamente puras acausa de rastros de pecados ya perdonados por laconfesión, no pueden entrar al paraíso hasta pasado untiempo determinado, quedando entonces en el estado delpurgatorio. Sus pecados fueron efectivamente perdonadospor Dios a través de la confesión, pero dejaron secuelasdolorosas en el prójimo. En este caso, esas almas seretirarán voluntariamente de la presencia amorosa de Dios;no será Éste quien las envíe al purgatorio, sino que seránellas las que voluntariamente descenderán a él, dado que ensu entendimiento perfecto comprenderán que no son aúnaptas para morar en la presencia de Dios. Para explicarlo deforma sencilla: sentirán vergüenza y perfecta contrición desus pecados y «se retirarán» voluntariamente de Dios. Esteestado (purgatorio) es el segundo estado espiritual dentroya del de la salvación. Solo los condenados (los quevoluntariamente rechazan a Dios con todas sus fuerzas) iránal infierno, que es el tercer estado del alma, y el de la másabsoluta y eterna condenación.

Y como es lógico nos preguntamos cómo serán esosestados, porque vaya miedo que da pensar en ellos, querido

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lector... ¿Se parecerán a algo de lo que se vive en la tierra?¿Alguien los ha percibido tras morir y ha regresado a lavida para contárnoslo? Asómbrese si respondoafirmativamente a esta última pregunta. En efecto haypersonas que han muerto clínicamente y que han sidodevueltas a la vida gracias a máquinas quirúrgicassofisticadas; ellos sí han relatado aquello que vieron oexperimentaron en el otro lado . Y para mi total asombrotambién he encontrado testigos que, aun sin haberfallecido, vieron cielo, purgatorio e infierno. En este grupopodemos mencionar entre muchos otros a los pastorcitosde Fátima, a Sor Josefa Menéndez, al famosoconferenciante protestante Bill Wiese, a los actualmenteinvestigados videntes de Medjugorje, a muchos santos de laIglesia católica y a un porrón de gente desconocida. A lolargo de estas páginas hablaré de algunos de ellos y de susrevelaciones privadas para que pueda usted juzgar por símismo. No es mi tarea convencerle de nada, ni miintención que se convierta al cristianismo. ¡Dios me librede intentar obligar a nadie a seguir mi andadura! Sé que sontemas de enorme polémica que no gustan a losintelectuales, pero le aseguro que si he incluido en esterelato las historias y testimonios que presento, ha sidoporque me han impresionado sobremanera susdescripciones sobre los lugares eternos. Por elloencontrará en este libro hipótesis asombrosas y propuestas

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espeluznantes que vienen de católicos y no tan católicos,pero que desde el punto de vista de la Iglesia católica,presentan el suficiente atractivo como para ser sometidas avaloración o investigación eclesial, (como es el caso de losvidentes de Medjugorje en la actualidad).

* * *

Creo que a causa de la terrible maldad que existe hoy en elmundo (muchos teólogos contemporáneos afirman quenunca existió tanto alejamiento de Dios como en nuestrosdías), de estas verdades últimas o Novísimos no se habla yani siquiera desde los púlpitos. La ignorancia que existesobre el tema del infierno, o el miedo que da hablar de él,ha llevado hasta a algunos sacerdotes a afirmar conrotundidad que el infierno no existe. Pero no es cierto,querido lector. El infierno existe y el demonio también.¿Que por qué? Pues porque lo dijo el mismo Jesucristo, loque, dicho sea de paso, debería bastarnos a todos.

Algunos iracundos lectores de mi libro sobre el purgatoriollegaron a afirmar en mi web que el purgatorio no existíasegún la Iglesia católica y que por lo tanto, yo lo habíainventado. Enmudecía al descubrir que ni siquiera algunosmiembros del clero saben que la existencia del purgatorioes dogma de fe (artículo 1.030-1033 del Catecismo). LaIglesia católica no solo es clara con respecto a su realidad,

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sino que ignoran que el beato papa Juan Pablo II amonestóduramente a los obispos en el año 1999 por no hablareficazmente a los fieles sobre un dogma tan importantecomo es éste.

Desconozco el porqué de tanta confusión sobre este tipode temas escatológicos dentro del ámbito católico. Creoque se debe a que no nos informamos debidamente; nos loenseñaron mal o tal vez no hubo una instrucción adecuadade la asignatura de Escatología en nuestros seminariosdurante las décadas de los setenta y ochenta, lo que haceque algunos sacerdotes sean poco doctos al respecto. Noles culpo, pero me he quedado preocupada ante el númerode sacerdotes que afirman no creer en la existencia delinfierno o del demonio... También los hay que se hanenterado solo a medias y tampoco nos lo aclaran anosotros, creándonos un lío morrocotudo o unadesinformación apabullante. Pero gracias a Dios tambiénhe encontrado sacerdotes verdaderamente informadossobre los Novísimos. Menos mal que de todo hay en la viñadel Señor.

Entre las consideradas «lumbreras sociales» también heencontrado algunas que se dedican a enredar aún más lamadeja. Hace poco leí con estupor un artículo sobre eltema escrito por la pluma de un periodista de enorme famay gran tirada mediática, agnóstico confeso, en el que

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afirmaba que estaba muy contento porque (según suspalabras): «El Papa por fin ha quitado el purgatorio de lareligión católica». ¡Toma ya! Se había cargado una verdadescatológica de un plumazo él solito y encima se sacaba dela manga que había sido el mismo Papa quien lo habíahecho. Y es que no es más sabio el que más conocimientosy más preparación académica tiene, o el que más admiradoes por los demás, querido lector. En mi humilde opinión elmás sabio fue, es y será aquel que ha descubierto lo queDios desea de él y lo cumple en la vida con la mayorhumildad posible.

En otras palabras: el que más imita a Dios y lo hace conamor. Los de las medallas y la adulación popular... ¡Vayamiedo me dan! Está más que claro que el mencionadoperiodista de gran fama no había ni siquiera consultado elCatecismo para escribir su artículo, pero al serconsiderado una eminencia periodística hasta huboamistades que me dijeron: «Si lo dice X, que es taninteligente y popular, será que es cierto... Ya se sabe que elPapa está demasiado mayor y defiende conceptos pasadosde moda». Mire usted qué bien. Así vamos.

* * *

Es una verdad dolorosa que ninguno o casi ninguno de loscatólicos leemos bien el Catecismo. Hay incluso gente

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que, presumiendo de ser muy religiosa, muere un díaanciana sin haberlo tocado siquiera. Me sorprende que casinadie se dé cuenta de que si no utilizamos las fuentesinagotables de información que nos brinda nuestra Iglesia,jamás nos adentraremos en las verdades que la fe católicapropone. El Vaticano no las esconde; yo he logradoacceder a libros de escatología de una valía y seriedaddescomunal. Concluyo pues que el susodicho periodistajamás mostrará interés sobre mi libro del purgatorio osobre este que ahora escribo cuyo contenido es el cielo einfierno. No obstante y por pura cortesía hacia él, voy adejar claro ahora algo que quizá le libere de tantoenmarañamiento escatológico.

Sobre lo que la Iglesia católica se ha pronunciado es sobrel a no clara existencia del limbo, que nada tiene que vercon el purgatorio. La existencia del limbo jamás ha sidodogma de fe, pero la existencia del purgatorio sí lo es, sepongan como se pongan los intelectuales agnósticos deeste país, algunos sacerdotes desinformados o losperiodistas hechos un lío escatológico. Y no debe creerloporque lo diga yo, querido lector: son las enseñanzas de laIglesia católica. Yo solo me limito a repetirlas aquí.

Ya ve... Si me hago incómoda entre los lectores es porquecuento verdades de la Iglesia que no gustan. Pero deseodejar claro que para realizar mis trabajos literarios solo me

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mueve un inmenso respeto a Dios y un amor sincero aCristo. No entro en mi pobre capacidad lingüística (enpocas páginas que lleva leídas supongo que ya se habrá dadocuenta de que no soy don Miguel de Unamuno y quedesgraciadamente jamás lo seré). Pero le aseguro queescribo con el corazón, pongo en ello mucho amor yenorme esfuerzo. Mi esperanza radica en que a través de miescrito pueda llevar al mundo información sobre lasverdades de Dios con paz y alegría, porque todas las cosasde Dios son buenas y yo solo quiero hablar de su amor. Lorepito en mis conferencias: vale la pena vivir por Cristo,con Él y para Él. Solo Él importa porque solo Él es elprincipio y el fin; solo Él es la Verdad. ¿Para qué hemossido creados si no servimos ni para proclamar esa Verdad?En un mundo tan lleno de ignorancia espiritual somospocos los que nos atrevemos a gritarla al mundo... ¡Nodesaprovechemos más el tiempo! Le invito a no esperar unminuto más: adéntrese en esta lectura y entenderá muchascosas sobre lo que nos espera tras la muerte. ¡Y no me digaahora que el miedo se lo impide! Nunca debe temer a Diosni a sus cosas. Mi consejo es que corra veloz hacia Él y quehuya del demonio como si de la peste se tratara. A ése niagua. Tenga siempre la seguridad de que el infierno no fuecreado para los hombres sino para Satanás y para aquellosque, con terrible empeño, desean seguirle. Si algo debetemer durante esta vida es precisamente ser un ignorante

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espiritual. ¡No lo sea más! Nuestra meta es el cielo,siempre lo fue y siempre lo será. Dios Padre con tal fin locreó. ¿A qué espera para conocerlo?

Con todo cariño,

LA AUTORA

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PRIMERA PARTE:

EL CIELO

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Capítulo 1¿EXISTE EL CIELO?

Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa serágrande en el cielo: de la misma manera persiguieron a

los profetas de antes de vosotros.

(Palabras de Jesús en Mt 5, 12)

Si ha superado el prólogo, es que es usted una persona coninquietudes espirituales y se ha preguntado alguna vezcómo será el cielo. La fe católica afirma su existencia yestá fielmente convencida de que sus puertas se abrieron depar en par gracias al inmenso sacrificio de amor que hizoCristo muriendo en la cruz. Claro que existe el cielo,querido lector: es dogma de fe. ¿Pero cómo podemosconocer sus secretos? En primer lugar tenemos losescritos de los santos de nuestra historia católica que hanhablado largamente de él: Santo Tomás de Aquino, SantaFaustina Kowalska, Padre Pío, Santa Catalina de Emmerich,Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, etc. Pero ellibro que rebosa sabiduría e información al respecto es laSagrada Biblia: el más leído en la historia de la humanidad.Ningún otro ha sido más copiado, publicado y traducido a

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lo largo de los siglos debido a su imponente poder ético ytransformador, que responde a todas aquellas preguntas quese plantea el hombre desde el momento que comienza arazonar:

—¿Quién soy y hacia qué o hacia quién se dirige mi vida?

—¿De dónde venimos y a dónde vamos?

—¿Existimos por casualidad o hay un ser superior que noscreó?

—¿Hay vida después de la muerte?

—¿Tenemos alma?

—¿Qué es la vida?

—¿Vale la pena vivir?

Y un largo etcétera.

Y eso que los autores y personajes de los setenta y treslibros que componen la Biblia son desconocidos, gentes deun pasado lejanísimo (s. XVIII a. C - s.II d. C.), de los quejamás tendremos una biografía seria. Muchos de estosautores no se conocieron entre sí, pertenecían a épocas ylugares distintos e incluso hablaban lenguas diferentes.

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Entre estos autores había mentes de todo tipo: unas eranformadas y eruditas como el rey David, el rey Salomón,San Pablo, San Lucas, algunos profetas, etc. Otras eranvulgares, como los apóstoles, que fueron escogidosdirectamente por Jesús sabiendo que eran unos humildespescadores que entendían más de redes que deespiritualidad.

También los géneros de la Biblia son variadísimos. Hay enella escritos históricos, poéticos, morales, filosóficos,sapienciales, jurídicos... La Biblia ha sido traducida cientoso quizá miles de veces a lo largo de los siglos y hoy sepuede leer en 2.287 idiomas, lo que significa que el 90 porciento de la humanidad puede entenderla. Lo cierto es que,sea quien sea el que la haya escrito, desde sus primeraslíneas ya el Espíritu Santo se hace notar utilizando laintervención de personas, explicando cómo Dios se revelaal hombre por el simple hecho de que le ama infinitamente.En ella se analiza cómo el hombre falla a Dios de formadesastrosa y constante mientras que Dios, como Padreamoroso, por sus hijos, responde a la ofensa rescatandouna y otra vez al hombre rebelde con su gran misericordia.Por eso los setenta y tres libros que componen la Biblia noforman un compendio cualquiera de una determinadadoctrina religiosa, sino que son una historia de indudablecarácter teológico cuyos protagonistas son esencialmenteDios y el pueblo escogido por Él para llevarle a la

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salvación.

No hace falta demasiado esfuerzo para darse cuenta de quela sociedad del siglo XXI (que se considera muydesarrollada según su apabullante vanidad), sigue pecandoexactamente igual que en las épocas en las que se escribióla Biblia. Solo hay que encender el televisor y ver losinformativos para enterarnos de que nos seguimoshaciendo daño entre nosotros, que continúan losgenocidios, el odio, las injusticias, los abusos a lanaturaleza... Seguimos rechazando voluntariamente a Dios,incluso más empecinados que nunca, pues habiendoconocido el hombre los pecados y errores de tantos siglospasados, digo yo que debería haber aprendido de ellos yhaberlos corregido. Desgraciadamente es fácil darse cuentade que no hemos aprendido demasiado con el paso de lossiglos en materia de violencia. Seguimos evitando el amorgratuito de Dios y rechazando su protección, y así losgobiernos siguen engrescando a la población en un montónde reyertas que han hecho peligrar y hasta perder la vida amiles de inocentes.

Pero pesar de todo, lo increíble e inaudito es que Diossigue vivo en pleno siglo XXI, amándonos como al puebloelegido del que tanto habla el Antiguo Testamento, yperdonándonos una y otra vez tras cada caída. Esprecisamente este hecho el que hace de la Biblia un

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manuscrito muy actual, siendo sus enseñanzas moralesabsolutamente válidas para el hombre de nuestro tiempo.¿Pero nos habla la Biblia de lo que nos sucederá tras lamuerte? ¿Revela información sobre el cielo, el purgatorioy el infierno? Claro que sí, querido lector. Pero vayamospor partes, no sea que nos armemos un soberano lío.

* * *

Me gustaría empezar por una definición aclaratoria sobrequé es el cielo, que me place mucho:

«El cielo es Dios por dentro».

No es mía, sino de una niña de diez años con síndrome deDown que contestó así cuando se le preguntó sobre eltema. Parece mentira que los adultos (especialmente losque van de intelectuales) se armen tantos líos para entenderlas cosas más esenciales. ¡Ah, la sabiduría inocente de losniños! Ya lo dijo Jesús (Mt 18, 1-3; Mc 10, 14-15): «Si noos convertís y os hacéis como los niños, no entraréis en elreino de los cielos». Está claro que si les escucháramos unpoquito más nos iría mejor...

Veamos también la definición «adulta» que propone laIglesia, que no es otra que la del Catecismo de la Iglesiacatólica, en cuyos artículos del 1023-1029, define muchos

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misterios celestiales:

–Epígrafe 1023: «Los que mueren en la gracia y la amistadcon Dios y están perfectamente purificados, viven parasiempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios,porque lo ven “tal cual es” cara a cara». (1 Jn 3,2) (1 Co 13,12) (Ap 22, 4).– Epígrafe 1024: Esta vida perfecta con la SantísimaTrinidad, esta comunión de vida y amor con ella, con laVirgen María, los Ángeles y todos los bienaventurados sellama "el Cielo". El cielo es el fin último y la realización delas aspiraciones más profundas del hombre, es estadosupremo y definitivo de dicha».– Epígrafe 1025: «Vivir en el cielo es “estar con Cristo”(cf. Jn 14, 3; Flp1, 23: 1 Ts 4, 17). Los elegidos viven “enÉl”, aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí suverdadera identidad, su propio nombre» (cf. Ap 2, 17).– Epígrafe 1026: «Por su muerte y su ResurrecciónJesucristo nos “ha abierto” el cielo. La vida de losbienaventurados consiste en la plena posesión de los frutosde la redención realizada por Cristo, quien asocia a suglorificación celestial a aquellos que han creído en Él yque han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es lacomunidad de todos los que están perfectamenteincorporados a Él».– Epígrafe 1027: «Este misterio de comuniónbienaventurada con Dios y con todos los que están en

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Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación.La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz,banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalénceleste, paraíso: “Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni alcorazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los quele aman”» (1 Co 2, 9).– Epígrafe 1028: «A causa de su trascendencia, Dios nopuede ser visto tal cual es más que cuando Él mismo abresu Misterio a la contemplación del hombre y de lacapacidad para ello. Esta contemplación de Dios en sugloria celestial es llamada por la Iglesia “la visiónbeatífica”».– Epígrafe 1029: «En la gloria del cielo, losbienaventurados continúan cumpliendo con alegría lavoluntad de Dios con relación a los demás hombres y a lacreación entera. Ya reinan con Cristo; con Él “ellosreinarán por los siglos de los siglos”» (Ap 22,5; cf. Mt 25,21-23).

¿Ve, querido lector? ¡Debe entonces ser muy hermoso! Elpapa Benedicto XVI añade algo más:

Las almas de los bienaventurados vieron y ven la divinaesencia con visión intuitiva y facial, sin mediación deninguna criatura, por manifestárseles la divina esenciade manera inmediata y desnuda, clara y abiertamente, ygozan la misma esencia. Y por tal visión y fruición, las

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almas de los que salieron de este mundo sonverdaderamente bienaventuradas y tienen vida ydescanso eternos.

Todo hace pensar que, atados a nuestras limitacionescorporales, no podemos imaginar siquiera cómo debe serla hermosura del cielo. Lo sabremos cuando lleguemos...Seremos entonces bienaventurados porque veremos a Diostal como es, cara a cara, sin la torpeza de nuestro cuerpoactual. Seremos capaces de captar la realidad suprema conlos ojos del alma, que estarán más vivos que nunca y quepermanecerán así por siempre. La verdad que se desprendede esta sublime realidad es que veremos también cómo nosha visto siempre Dios en su infinita sabiduría... ¡Y vayasusto nos vamos a llevar, querido lector! Porque ante Diosno habrá mentiras, ni máscaras... Nos daremos cuenta porfin de que a Dios no podemos engañarle. En el cieloviviremos dentro de una luz de verdad superior a todorazonamiento, en un abrazo de amor infinito. Veremos anuestros amigos fallecidos y a nuestros familiares queantes que nosotros llegaron a tal destino de paz y amor.Viviremos bajo el prisma de una serenidad y felicidad quenunca se marchitan... Al entrar se nos caerán las escamas delos ojos como a San Pablo y nos daremos cuenta de losdefectos que no nos dio la gana de reconocer en vida porsoberbia, y entenderemos quizá que no debemos estar ahí,frente a todo un Dios y en el cielo. Quizá entonces

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sabremos que merecemos un purgatorio (que no es eternosino pasajero), y lo pediremos a Dios por caridad, ya que loque desearemos más profundamente es gozar sinimpedimentos de todo el amor de Dios.

Reconozco que me da miedo mi juicio final, queridolector... Aunque pensándolo bien, ¡qué gozada saber quevoy a ser juzgado por mi mejor amigo! Menos mal que séque podré contar con su infinita Misericordia. No mesalvaría sin ella.

* * *

Dicen los santos y los videntes que han tenido la suerte devislumbrar el cielo en vida durante un éxtasis sobrenatural,que es tan imponente la belleza de Dios y del cielo que noexisten palabras humanas suficientes, en idioma alguno,como para poder definirlo. Decía Santa Teresa de Ávila, alhaber sido privilegiada con una de sus visiones celestiales,que «había oído lo que nunca nadie antes había podido oír, yhabía visto lo que nunca antes nadie había podido ver...»(Santa Teresa de Jesús, Las moradas o el castillointerior). Nos refiere con sencillez que a los que primerovio en el cielo fue a sus padres, y otras cosas tanmaravillosas, que quedó fuera de sí largo rato. Tanimpresionada quedó que aconsejó no cesar jamás detrabajar aquí en la tierra para alcanzar los bienes eternos,

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por mucho que cuesten. Catalina de Siena escribe que «enel cielo se siente la alegría del que está satisfecho y elgozo del que come con apetito». O sea que el que llegue alcielo no sentirá privación alguna, no tendrá frío ni calor yno sufrirá dolor alguno, porque el que llega al cielo halla lasatisfacción a todas sus necesidades y anhelos (Ex 33, 18)(Is 49, 10). El encuentro final con Dios es además el grandescanso (Sal 62,2), y Jesús lo compara con «un granbanquete» (Mt 22,2; Ap 19,9).

A modo de aperitivo y para introducirle en todo lo que leespera en este libro a partir de ahora mismo, creo que nosobra transcribirle la visión que tuvo del cielo mi santafavorita, una de las mayores místicas del siglo XX y lamujer cuyos escritos más me han acercado a Dios. Se tratade Santa Faustina Kowalska, canonizada por Juan Pablo II el30 de abril del año 2000. No pierdan detalle porque eshermosísimo lo que relata al respecto en los apéndices777-781 en su Diario de la Divina Misericordia (Ed.Padres Marianos de la Inmaculada Concepción de laSantísima Virgen María, Massachusetts, 1997).

"Hoy en espíritu estuve en el cielo y vi estasinconcebibles bellezas y la felicidad que nos esperandespués de la muerte. Vi cómo todas las criaturas danincesantemente honor y gloria a Dios; vi lo grande quees la felicidad en Dios, que se derrama sobre todas las

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criaturas, haciéndolas felices; y todo honor y gloria quelas hizo felices vuelve a la Fuente y ellas entran en laprofundidad de Dios, contemplan la vida interior deDios, Padre, Hijo y Espíritu Santo que nunca entenderánni penetrarán.

Esta fuente de felicidad es invariable en su esencia, perosiempre nueva, brotando para hacer felices a todas lascriaturas. Ahora comprendo a San Pablo que dijo: «Ni elojo vio, ni oído oyó, ni entró al corazón del hombre, loque Dios preparó para los que le aman».

Y Dios me dio a conocer una sola y única cosa que a susojos tiene el valor infinito, y éste es el amor de Dios,amor, amor y una vez más amor, y con un acto de amorpuro de Dios, nada puede compararse. ¡Oh!, quéinefables favores Dios concede al alma que lo amasinceramente. ¡Oh!, felices las almas que ya aquí en latierra gozan de sus particulares favores, y éstas son lasalmas pequeñas y humildes.

Esta gran majestad de Dios que conocí másprofundamente, que los espíritus celestes adoran segúnel grado y la gracia y la jerarquía en que se dividen; alver esta potencia y esta grandeza de Dios, mi alma nofue conmovida por espanto ni temor, no, noabsolutamente no. Mi alma fue llenada de paz y amor, y

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cuanto más conozco a Dios, tanto más me alegro de queÉl sea así. Y gozo inmensamente de su grandeza y mealegro de ser tan pequeña, porque por ser yo tanpequeña, me lleva en sus brazos y me tiene junto a sucorazón. ¡Oh, Dios! ¡Qué lástima me dan los hombresque no creen en la vida eterna; cuánto ruego por ellospara que los envuelva el rayo de la misericordia y paraque Dios los abrace a su seno paterno. ¡Oh amor! ¡Oh,rey!

El amor no conoce temor; pasa por todos los corosangélicos que hacen guardia delante de su trono. Notiene miedo de nadie, alcanza a Dios y se sumerge en Élcomo en su único tesoro. El querubín con la espada defuego que vigila el paraíso, no tiene poder sobre él. ¡Ohpuro amor de Dios! Qué inmenso e incomparable eres.¡Oh, si las almas conocieran tu fuerza!"

Y como conversa que soy gracias a una peregrinación querealicé a Medjugorje, la pequeña aldeíta de Bosnia-Herzegovina en donde actualmente el Vaticano investiga aseis videntes que afirman ver a la Santísima Virgen,también aquí le transcribo la impresionante descripciónque da de su visita al cielo una de las videntes (Vicka).1 Lerecuerdo que estas apariciones marianas llevansupuestamente sucediendo treinta años seguidos, continúana día de hoy y el Vaticano aún no se ha pronunciado sobre

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su carácter sobrenatural. La entrevista fue realizada por unode los sacerdotes franciscanos que investigó los hechos en1987, Fray Janko Bubalo, seis años después de quecomenzaran las visiones de seis niños de dicha aldea:

Fray Janko: Vicka, ahora quiero preguntarte algo que meinteresa particularmente. Algo que me dijiste y que tambiénhe podido leer en alguna de las investigaciones que os hanhecho. Decía que el Día de Difuntos del año 1981 avosotros, los seis videntes (al parecer estabais todosmenos Iván), la Santísima Virgen os enseñó el cielo. Estáaceptado en la Iglesia católica que el cielo esextraordinariamente bello; que no se puede describir suinmensa belleza, y que los santos que lo han visto lo handescrito lleno de ángeles y almas felices. Y que cuandopreguntaste a la Virgen por qué os enseñaba el cielo, constaen los documentos de la investigación que os contestó queveríais lo que sería el cielo para aquellos que semantuvieran fieles a Dios. También dijisteis que Ivanka vioa su madre fallecida ahí y a otra mujer conocida de sufamilia.

Vicka: Efectivamente. Pero, ¿qué intenta decirme con eso?Fray Janko: Nada en concreto... Solo quería saber si al verel cielo tú reconociste también a alguien en especial...Vicka: ¡No, no! Yo no reconocí a nadie. Fue Ivanka la quevio a su madre y a esa señora que conocía.

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1 A Thousand encounters with the Blessed Virgin Mary inMedjugorje, por Fray Janko Bubalo, Ed. Friends ofMedjugorje, 1987. Los videntes de Medjugorje son seisjóvenes: Ivanka, Vicka, Mirjana, Marija, Jakov e Iván. Todosellos gentes humildes, de campo, sin demasiadapreparación académica [N. de la A.].

Fray Janko: Vale. Pero déjame recordarte algo importanteque pasó. Tan solo cuatro días después, está escrito en lainvestigación que la Virgen desapareció como de repente, yque entonces apareció de golpe el infierno ante vosotros.Eso solo lo visteis Jackov, Marija y tú. Describisteis que lavisión era espantosa. Que se asemejaba a un mar de llamasen las que gritaban un enorme grupo de personas.Declarasteis que en mitad de ese cúmulo de llamas visteis auna mujer muy bella, con una melena larga, con cuernos yque los demonios saltaban sobre ella desde todas partes. Oalgo parecido, ¿no?

Vicka: Bueno, más o menos está descrito así lo que vimos,pero realmente es muy difícil describir la escena quepresenciamos.

Fray Janko: ¿Os explicó la Virgen porqué os dejó veraquello?

Vicka: ¡Sí, sí, por supuesto! Nos dijo que nos lo enseñaba

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para que pudiéramos saber lo que sucede con las personasque van a parar allí. Pero padre, usted, yo..., todos, nosolvidamos fácilmente de lo que pasa en el infierno...

Fray Janko: ¡No te aceleres, Vicka! Vayamos por orden.Quiero que me expliques ahora algo sobre otra visión quetuvisteis del cielo y del infierno.

Vicka: ¿Cuál?

Fray Janko: Aquella en la que la Virgen os tomó a Jackovy a ti de la mano y os llevó a visitar el cielo y el infierno.

Vicka: [...] Eso sucedió quince días después de la visión delinfierno que le acabo de relatar. Jackov y yo estábamos enCitluk por algún recado que no recuerdo. Regresamos a esode las tres de la tarde. Paramos en mi casa un ratito, y luegoacompañé a casa a Jackov. Cuando llegamos a su casadescubrimos que su madre había salido, y la Virgen se nosapareció inmediatamente. Nos saludó diciendo: «Sea Jesúsalabado», y nos anunció que nos llevaría al cielo.

Fray Janko: ¿Y vosotros cómo reaccionasteis?

Vicka: Nos asustamos muchísimo. Jackov comenzó allorar. Dijo que él no quería ir, ya que era hijo único y quepor ello (como yo tengo un montón de hermanos), me

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llevara a mí sola.

Fray Janko: ¿Y qué hacía o dijo la Virgen?

Vicka: No decía nada... Estábamos todavía de rodillas. Metomó de la mano derecha y a Jackov de la izquierda. Ellaquedó entre los dos, con su rostro hacia nosotros yentonces, casi de inmediato, notamos que flotábamos...Que subíamos como hacia arriba...

Fray Janko: ¿Ahí, en la misma casa?

Vicka: ¿Dónde, si no? ¡Sí! Ahí mismo, como atravesando eltecho de la casa. La casa desapareció de nuestros ojos.¡Nos fuimos!

Fray Janko: ¿Pero a dónde?

Vicka: Parecía como que subíamos y subíamos...

Fray Janko: ¿Estabais asustados?

Vicka: ¡Claro! Pero no nos daba tiempo ni a pensar en ello.De pronto estábamos en el cielo.

Fray Janko: ¿Veíais la tierra?

Vicka: ¿Qué tierra? ¡No, qué va! Todo desapareció en

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cuanto comenzamos a subir hacia arriba.

Fray Janko: ¿Y quién te dijo que estabais en el cielo?

Vicka: Nos lo dijo la Virgen.

Fray Janko: Bien, Vicka. Dices que la Virgen os mirabamientras os llevaba al cielo. ¿Y qué hacía después?

Vicka: Ella nos enseñó entonces el cielo y el infierno, y aligual que nosotros, dirigió la mirada hacia lo que nosmostraba.

Fray Janko: Bien. Ahora relátame lo que puedas describirque viste como «cielo».

Vicka: ¡Cómo puedo hacerlo! Ya has leído sobre él y hasoído la descripción. Ya puedes describirlo tú mismo hastamejor que yo... Después de lo que ocurrió ese día, leí lasSagradas Escrituras y por pura casualidad me topé con loque dice San Pablo: «Que ni el ojo vio, ni oyó nunca cómoes...». ¡Bueno, ya ves! San Pablo lo ha explicado.

Fray Janko: Ya. Pero yo quiero que tú me lo describas taly como puedas según lo que viste y sentiste. ¿Por qué creesque la Virgen te enseñó esa visión?

Vicka: Bueno... Es súper difícil describir... Puedo

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intentarlo diciendo que está lleno de luz, de gente, deflores, de ángeles... Y todo está como impregnado de unafelicidad inmensa, indescriptible. El corazón se paramientras se observa...

Fray Janko: ¿Lo ves? Ya lo has descrito un poco... A ver,ahora dime: ¿puedes describir el tamaño del cielo? ¿Eragrande o pequeño?

Vicka: ¿Cómo puedo explicar algo así?

Fray Janko: Bueno, intenta expresar si viste como límiteso algo así; o cómo era la gente que veíais...

Vicka: ¿Límites? Bueno, tiene y no tiene... A ver: es comocuando ves el mar. Uno no ve límites desde la orilla, perosabes, intuyes que hay muchísimo más de lo que el ojopercibe. Pues es algo así.

Fray Janko: Ya, pero alguna vez has contado que vistecomo puertas... ¿Qué me puedes decir sobre eso ahora?

Vicka: ¡Pues lo mismo que dije entonces! Que ahí dondeestábamos con la Virgen viendo todo había como un túnelcon una especie de puerta al final, o salida... Y al lado de talpuerta, o salida, había un hombre de pie. La Virgen nos dijoque «no todo el mundo puede entrar». Se necesita algo

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especial para entrar. Es como un pasillo o túnel por el quetodos deberemos pasar.

Fray Janko: Vale Vicka. Veo que la Virgen solo pudoenseñaros el cielo de una manera en la que pudieraisenteraros o asimilar lo que veíais. Pero dime, ¿os enseñó laVirgen algo más?

Vicka: ¡Pero si ya te lo he dicho! Nos enseñó el purgatorioy el infierno.

Fray Janko: ¿Primero os enseñó el purgatorio y luego elinfierno, o viceversa?

Vicka: A ver, mira: el purgatorio es como una especie deespacio oscuro, como una especie de agujero oscuro ysepara cielo e infierno. Estaba lleno como de ceniza y nome gustó nada...

Fray Janko: ¿Y quién te dijo que era el purgatorio?

Vicka: Me lo dijo la Virgen.

Fray Janko: ¿Y qué os dijo al respecto?

Vicka: Dijo aquello que ya deberíamos saber... Que es ellugar en donde las almas deben purificarse y quedeberíamos orar muchísimo por ellas.

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Fray Janko: ¿Y viste a alguien en él?

Vicka: No, no vimos a nadie. Tampoco oímos ningúnsonido proveniente de él.

Fray Janko: ¿Como sucede en los cementerios?

Vicka: Más o menos... Me pareció algo feo, desagradable.¡Eso es todo lo que puedo decirte!

* * *

Jesús nos anima a luchar mucho por ir al cielo, queridolector (Mt 22, 114). Nos habla de su recompensa (Mt 5,12), y exhorta a amontonar tesoros ahí (Mt 6, 20; 19,21).El Nuevo Testamento profundiza la idea del cielo enrelación con el misterio de Cristo. La Carta a los Hebreosafirma que Jesús «penetró los cielos», (Hb 4, 14), y «nopenetró en un santuario hecho por mano de hombre, en unareproducción del verdadero, sino en el mismo cielo», (Hb9,24). Luego podemos concluir que los creyentes, encuanto amados de modo especial por el Padre, sonresucitados con Cristo y hechos ciudadanos del cielo. Diceel apóstol Pablo: «Dios rico en misericordia, por el grandeamor con que nos amó, estando muertos a causa denuestros pecados, nos vivificó juntamente con Cristo —porgracia habéis sido salvados—y con Él nos resucitó y nos

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hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostraren los siglos venideros la sobreabundante riqueza de sugracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús»(Ef 2, 4-7).

* * *

Bueno, querido lector...Ya tiene usted toda la teoría leída...No sé si se habrá podido aclarar un poco. Quizá le sirva lapropuesta que yo, después de toda esta información, heelaborado. Hela aquí: El cielo es vivir eternamente enpresencia de Dios, disfrutando de su amor infinito enplenitud.

Ya le advertí que el tema es extensísimo, difícil eimpenetrable desde la razón humana. Pero la sabiduría de laIglesia, con su experiencia sobrenatural y sobre todo con eltestimonio del mismo Cristo, implica muy buenas noticias:el cielo existe y es alcanzable.

Es cierto que ser santo es muy, pero que muy difícil, y nopodemos olvidar que solo los santos entrarán en el cielo degolpe... Pero fíjese si Dios es bueno, que aun en el caso deque vayamos a parar al purgatorio, ya estaremos salvados.Porque el alma que va al purgatorio tiene una meta: llegaral cielo tras su purificación. No se desanime entonces,querido lector, porque ese momento llegará, algún día, en

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algún momento. Y no vea lo felices que usted y yo seremosentonces.

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Capítulo 2¿SE PUEDE VIVIR EL CIELO EN LA

TIERRA?

Entonces un doctor de la ley se levantó y dijo paratentarle: -Maestro, ¿qué puedo hacer para heredar la

vida eterna?, Él contestó: -¿Qué está escrito en la Ley?,¿Qué lees tú?, Y éste le respondió: -Amarás al Señor tuDios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todastus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti

mismo. Y Él le dijo: -Has respondido bien: haz esto yvivirás.

(Lc 10, 25-29)

Nuevamente mi contestación es afirmativa: rotundamentesí, querido lector. El truco está en aprender a atisbarlomientras estamos aún en la tierra, en perseguirlo yalcanzarlo. Y la clave para ello es Cristo, que vive presenteen la tierra en todos los sagrarios del mundo, en cadaconsagración y en cada custodia.1

1 Custodia: objeto litúrgico o recipiente esferal donde secoloca la Eucaristía de manera que se pueda ver para la

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adoración eucarística. También se le llama ostensorium,del latín ostendere (mostrar). Existe gran variedad detamaños y estilos. Generalmente alrededor de la Eucaristíase presentan rayos que simbolizan las gracias conferidas alos adoradores [N. de la A.].

Quien le recibe en la tierra le tiene en el corazón, y portanto ya vive en el cielo por mucho sufrimiento que elresto del mundo le pueda procurar (Rm 8, 3133). ¿Que porqué soy tan contundente en mi afirmación?: porque lo hecomprobado.

En mis cuarenta y ocho años he pasado por momentosfelices y también por otros extraordinariamente duros.Como todos, he padecido enfermedades muy graves,fallecimientos de familiares que me han roto el corazón, yalgunos serios fracasos personales. Pero como Dios es tanbueno, desde mi conversión allá por el año 2000, todapenuria, lucha y enfermedad ha estado impregnada por unapaz inconmensurable que no ha hecho sino aliviar laangustia y reforzar mi alma. En otras palabras: la balanza haestado inclinada hacia la alegría y la templanza, y nada halogrado enturbiar mi vida, ni siquiera en terriblesmomentos muy difíciles de sobrellevar con alegría. Y poreso afirmo que, efectivamente, el cielo se puede ya viviraquí en la tierra.

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Quizá el caso que más me alumbró al respecto fue lo queviví y vi en mi trabajo como voluntaria en el hospitalGregorio Marañón de Madrid, en donde atendí a enfermosde extraordinaria gravedad a causa del cáncer. De todosellos recibí mucho más amor del que yo jamás les procuré.Mi tarea consistía en hacer compañía a aquellos cuyosfamiliares no podían visitarles por diversas causas (habíanquedado solos en la vida, viudez, familiares con pocosrecursos viviendo en provincias lejanas, mendicidad,emigrantes, etc.). Me sorprendía sobremanera ver quemuchos de ellos no estaban asustados ante la prueba brutalque padecían, y que hasta aceptaban con alegría la altaposibilidad de una muerte muy próxima. Éstos eran los quetenían fe... ¡Pero qué miedo y tristeza invadían a losenfermos que carecían de ella! ¡Qué gran don y qué gransuerte es tener fe en Cristo, querido lector!

Muchos pacientes fallecieron aquellos años a mi lado, ycuando marchaban al cielo dejaban en mi corazón unaestela de paz de la que aún no me he repuesto. Yo era tansolo una voluntaria más, una desconocida en su entornohospitalario que tan solo les procuraba compañía en elmomento crucial del paso de la tierra a los brazos de Jesús.¡Qué gran honor fue para mí no dejarles solos en losmomentos de la ida!

Los pacientes de nuestros servicios sociales pueden llegar

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a estar muy solos, querido lector... No porque lasenfermeras sean malas personas, o porque el equipomédico no les atienda como debe. ¡Nada más lejos de larealidad! No pueden procurarles compañía a causa deldurísimo trabajo que ejercen, del cansancio físico y la faltade tiempo. El foco de esta carencia hay que buscarlo en elritmo de vida y trabajo de esta sociedad que funcionaimbuida en las prisas y las carreras. Y por eso precisamentela Asociación Española contra el Cáncer trabaja convoluntarios, para que manos y cariño lleguen allá donde elpersonal médico no da abasto. Es una función muyimportante y necesaria en nuestra sociedad, pues intentapaliar la soledad que padece el hombre de hoy, y por esome gustaba. Y ahí, entre camas y olor a medicamento,descubrí la presencia de Dios. Éste se hacía notar en loscorazones de los enfermos felices, en los que agradecíanmi visita, en los que me contaban sus historias, susrecuerdos, en los que rezaban con gran fe y no teníanmiedo... Su conducta me recordaba a esas palabras llenas desabiduría que pronunció poco antes de su martirio a manosde Enrique VIII el gran pensador Tomás Moro: «Nadapuede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere,por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor».Yo me quedaba perpleja con aquellos enfermos, queridolector. No sé cómo reaccionaré cuando me toque elmomento, pero espero estar a la altura de los pacientes

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impregnados de fe que conocí, y que ahora sé que mecuidan desde el cielo.

Una de las claves de su templanza radicaba en que sabíanorar. Rezar y recibir los sacramentos son los únicosmedios que tenemos para poder estar en contacto conDios. Los sacramentos son siete: bautismo, confirmación,confesión, Eucaristía, unción de enfermos, ordensacerdotal y matrimonio. En todos ellos sobreabunda lapresencia de Cristo a través de su Iglesia, y en todos elloshe encontrado grandes bendiciones. En capítulos futurosles expondré alguno de los ejemplos más extraordinariosque he presenciado a través de estos sacramentos.

Quiero dejar claro desde este momento que recibir oimpartir estos sacramentos NO nos hace santos. Hay ennuestro mundo personas que creen recibir o impartir bienlos sacramentos y son tan pecadores que sus acciones noshan espeluznado a todos (véase el caso de los delitos depederastia que tanto daño han hecho al mundo, a lasvíctimas y la Iglesia). Los laicos tampoco nos libramos,querido lector... Tenemos tendencia a pecar, a juzgarnos...Me anonado al ver comulgar a gentes que sé que hacen unespantoso daño a los demás y de los que tengo pruebas desu maldad. No obstante nunca podemos dudar del amor deDios hacia ellos, y en realidad hacia todos y cada uno denosotros. Él no nos ha creado para que nos juzguemos y

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nos hagamos daño, sino para que nos amemos, perdonemosy para que recemos unos por otros. Nunca olvide que por loque se nos va a juzgar al final de nuestros días será por elamor que hayamos procurado al prójimo durante nuestravida. Los sacramentos son solo herramientas(¡poderosísimas!) para poder alcanzar la santidad algún día,y en ellos se percibe fuertemente la presencia del cielo yde Dios.

También se vive en el cielo cuando realizamos obras demisericordia. Con esta tradicional denominación seexpresan diversos modos con el que el cristianismo puedeejercitar la caridad (Mt 25, 31-46). Las principales obrasde misericordia son catorce (siete espirituales y sietecorporales):

– Las Espirituales: 1. Enseñar al que no sabe. 2. Dar buenconsejo al que lo necesita. 3. Corregir al que hierra. 4.Perdonar las injurias. 5. Consolar al triste. 6. Soportar losdefectos del prójimo. 7. Rogar a Dios por los vivos ydifuntos.– Las Corporales: 1. Visitar y cuidar enfermos. 2. Dar decomer al hambriento. 3. Dar de beber al sediento. 4. Darposada al peregrino. 5. Vestir al desnudo. 6. Visitar a lospresos. 7. Enterrar a los muertos.

Y ahora que los ha repasado conmigo, ¿a qué se ha pegado

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un buen susto? ¡Ay, cuando le he recordado lo de «perdonarlas injurias» o «soportar los defectos del prójimo»! Uf...¿Lo ve, querido lector? No somos santos...

* * *

Si mi opinión puede servirle de algo le diré que entre todosestos maravillosos regalos de la Iglesia, hay unoespecialmente amado por mí. Se trata del que a mis ojos esel más poderoso de todos, el más hermoso, el másespectacular... El que más me une al cielo aún viviendo aquíen la tierra: la Eucaristía. Para nosotros los católicos enese pequeño fragmento de pan está la clave de todo. En esaminúscula pieza de harina mezclada con agua y prensada(pan ázimo sin levadura) está presente todo un Dios tras laconsagración. Es la presencia viva de Cristo entre nosotros,el regalo de su existencia terrenal, el eterno don de amorque gratuitamente dejó para que no nos quedáramos sin Éltras su muerte en la cruz.

Siempre insisto en mis conferencias en un punto clave:Jesús está vivo gracias a ese regalo y por eso estáexactamente igual ahora junto a nosotros a como cuandopaseaba por Galilea, enseñaba en el templo o reñía a losdiscípulos por ser unos brutos. No hay diferencia algunaentre ese Jesús vivo entonces y el de ahora, querido lector.¡Es el mismo! Y así le podemos hablar, comentar, pedir,

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rogar. Y si no llegamos a tiempo a misa le tenemos dentrodel sagrario, en donde nos escuchará igualmente y nosregalará sus inmensas gracias de amor. Sólo pensarlo nosconvierte en los seres más afortunados de todo el universo.Ni a la muerte entonces debemos temer.

Cuando digo estas cosas en mis conferencias mis oyentesme suelen hacer una pregunta recurrente:

—Doña María, ¿cómo puedo tener su fe? Yo no termino decreer en la presencia viva de Jesús. Quiero creer y sentirese convencimiento que usted tiene.

Entonces yo contesto siempre lo mismo:

—Es muy sencillo. Acérquese a Jesús en cualquier sagrariode una iglesia católica y dígale: «Quiero tener más fe, asíque dámela, Señor». Y ya está. El hará todo lo necesariopara que usted encuentre aquello que busca.

Vea un ejemplo de lo que le digo en la piel de una de missantas favoritas: la dulce y valiente Santa Clara de Asís.

Cuentan los investigadores sobre su vida que Santa Claralograba hacer cosas absolutamente inauditas a base deruegos al Señor (una vez multiplicó el pan y las botellas deaceite cuando las religiosas de su convento ya no tenían

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nada que comer). Estuvo muchos años muy enferma,guardó cama y sobrevivió milagrosamente aun padeciendofiebres altísimas y practicando brutales ayunos. Fueprecisamente durante una de sus crisis de salud más gravescuando sucedió el más famoso de sus milagros y el queahora me interesar recordarle. Aconteció un viernes deseptiembre de 1240, y su documentación nos ha llegado dela pluma del famoso fraile franciscano, poeta y hagiógrafocontemporáneo de San Francisco y Santa Clara, Tomás deCelano (1200-1260).

Cuenta el fraile que en esos días se habían asentado en esastierras por orden imperial filas de soldados y gran cantidadde arqueros sarracenos, con la intención de devastar loscampamentos y adueñarse de la ciudad. Durante un asaltoenemigo contra Asís y mientras el ejército se acercaba asus puertas, los feroces sarracenos irrumpieron en lascercanías de San Damián, dentro de los límites delmonasterio en donde vivía la santa acompañada de sushermanas religiosas, en la mayor de las pobrezas. Lasaterrorizadas mujeres acudieron llorando al lecho de Claray le informaron de lo que estaba a punto de suceder. Yentonces la santita suplicó que la cargaran con premura enbrazos ante la puerta, y que la pusieran frente a losenemigos, que, a todo esto, ya estaban trepando eintentaban alcanzar la parte superior del muro del convento.Las hermanas colocaron entre sus enclenques brazos al

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Señor en una custodia protegida por una cajita de plata,cubierta a su vez por una de marfil. Entonces la santa, llenade fe y derramando lágrimas suplicantes, se dirigió a Cristoen los siguientes términos: «¿He aquí, mi Señor, que túacaso quieres entregar en las manos de los paganos a tussiervas indefensas que yo he hecho crecer por tu amor?Protege, te ruego, Señor, a estas siervas que yo ahora, sola,no puedo salvar». Inmediatamente se oyó la voz de un niñogritando: «¡Yo te custodiaré siempre!». ¡Y lo oyeron todaslas monjas presentes, querido lector!

«¡Mi Señor!», contestó la santa, «protege también, si asígustas, esta ciudad que por tu amor nos sostiene».

Nuevamente Jesús le habló: «Tendrá que soportardificultades pero será defendida por mi protección».Entonces Clara, alzando el rostro bañado en lágrimas,confortó a las hermanas de esta forma: «¡Les doy garantía,hijas, de que no sufrirán algún mal; tengan fe en Cristo!». Eincreíblemente y sin explicación alguna todos los soldadosse paralizaron tras los muros del convento. ¡La audacia deestos sarracenos fue cambiada por el temor! Abandonaroncon rapidez los muros que habían escalado y se dispersaronmovidos por la oración confiada de esta pequeña y muyenferma santa.

¿A que es una historia preciosa? Ya ve, querido lector... No

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me diga que no es un ejemplazo del poder de un Diospersonificado en un pequeño y simple pedacito de pan.

* * *

Bueno, parece que ya nos vamos aclarando sobre dóndeencontrar el cielo en la tierra... Hasta ahora hemos dichoque amando a los enfermos, recibiendo los sacramentos ydando amor al prójimo en sus mil variantes.Indudablemente Dios está cerca si estos actos de amor sonrealizados con entrega verdadera. Pero para hablar con Élsolo podemos hacerlo si oramos con el corazón, ¡y nisiquiera sabemos orar bien los que lo intentamos!

Una forma muy eficiente para aprender a dialogar u orarcon Cristo es yendo a visitarle mientras está expuesta lacustodia. Desde mi punto de vista y según lo que yo heexperimentado, son tantos y tan impresionantes los actosde amor de Dios que suceden cuando se le visita de estaforma, que no creo que ningún hombre de este mundodebiera ignorar esta impresionante realidad. En estosúltimos doce años de mi vida en los que mi fe ha idocreciendo y madurando, he presenciado cosasimpresionantes junto a la custodia, querido lector... Una deellas me llenó de espanto. Se trata de la escena en la que via un pobre endemoniado en Medjugorje, al finalizar una delas misas. Los padres franciscanos expusieron al Señor en

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la custodia y comenzaron las oraciones y las dulcesmelodías que forman parte de los cantos de alabanzas desdecerca del altar. El gentío era tan numeroso que se avistabanperegrinos hasta un bosque cercano, creando un ambientede profundo recogimiento y oración sincera. Cuando, yafinalizaba la hora dedicada a la adoración, los sacerdotes(unos cien, concelebrando) se acercaron a la custodia yentre varios la alzaron en alto para bendecir a losperegrinos. A mi lado y de rodillas se situaba el muchacho,quien durante toda la celebración no había mostrado signoalguno de padecer una posesión demoníaca, rezandotranquilo con devoción. ¡Pero todo un infierno sedesencadenó entonces, querido lector! Porqueprecisamente en el momento en el que la custodia con elSeñor fue elevada, el pobre joven dio un gran salto, se tiróen el suelo y a cuatro patas comenzó a aullar como unanimal herido. Los presentes nos quedamos atónitos... «Unpobre poseso», me susurró una religiosa que oraba el santorosario a mi lado... «Nosotros no podemos ver a Jesús en lacustodia, pero el demonio sí puede; por eso el muchachoha reaccionado así. ¡Que todo el mundo ore!».

Entonces nos pusimos a rezar, querido lector... ¡Y cómo!Por las caras de espanto de los numerosos peregrinoscercanos a la escena supuse que nadie había presenciadoalgo parecido antes. Los sacerdotes comenzaron adescender las escaleras hacia la gran masa de orantes

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sujetando con fuerza la custodia con el Señor. ¡Y elmuchacho se puso mucho peor! Gritaba, aullaba, seretorcía, blasfemaba... Pobre alma perdida, pobremuchacho... No se calmó hasta que la custodia fueguardada. Cuando recuperó la compostura y los sentidos,rompió a llorar desconsoladamente. Las religiosas leabrazaban y animaban. Una mujer también lloraba cerca deél... Solo luego averigüé que era su madre y que de formadesesperada le había llevado a Medjugorje pidiendo unmilagro de sanación espiritual para su pobre hijo.Provenían de Italia.

* * *

Las posesiones son un gran misterio del alma. En losEvangelios Cristo habló muchas veces del infierno y deldemonio. Expulsó muchos de ellos de los cuerposesclavizados de sus víctimas y sanó a muchas personas desus influencias (Lc 11, 15-16). Me he documentado muchosobre este tema hablando con exorcistas (¡soldadosespirituales valientes que se enfrentan todos los días a unarealidad que despierta todo tipo de incredulidades yburlas!). Y cómo no, también he presenciado exorcismos.Y así tengo el absoluto convencimiento de que el demonioexiste, de que nos odia y de que tiene preparado un lugar enel infierno para nosotros con la esperanza de que algún díanos reunamos con él para la eternidad. Sé que hay católicos

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que no han sido formados suficientemente y ponen en dudasu existencia, pero esta realidad pertenece al mundo de lafe y de la doctrina católica. «Quien diga que el diablo noexiste, no está ya en la fe», contestó el cardenal JorgeArturo Medina Estévez con valentía cuando un periodista leexpuso las dudas de muchos cristianos sobre la existenciadel diablo.

Pero no nos desviemos aún, querido lector: estábamoshablando del cielo y de cómo vivirlo en la tierra, y créamesi le insisto en que puede casi palparle visitando el sagrariou orando frente a la custodia. No le miento. Y si da el pasoy lo hace, Él le hablará: le transmitirá entendimientos sobreel cielo, sentimientos de paz... Le hablará de su amor y leacercará hacia sí, porque habla en un silencio imbuido enun gran misterio de amor. Si alguna vez experimenta sucontacto a través de ese silencio lleno de entendimientoscelestiales, debe acudir a un sacerdote que le ayude adiscernir tales susurros del cielo. Los caminos del Señorson a veces complicados de entender, aunque no de sentir.

* * *

No soy santa, querido lector. Soy una pecadora del montón,absolutamente mediocre en capacidad espiritual, muyignorante y, sin embargo, he trazado un pequeño plan parano equivocarme demasiado en estos aspectos de la oración

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ante Cristo vivo; quizá puedan servirle de ayuda.

Se trata de hacerse tres preguntas ante la custodia:

1) ¿Me invade una paz que no es de este mundo? Si larespuesta es afirmativa, entonces es Él quien me habla ensu silencio.

2) ¿Me lleno de templanza al mirarle escondido en unpedacito de pan consagrado? Si la respuesta es afirmativa,sé que es Él quien me habla en su silencio.

3) ¿Siento que mi alma capta una presencia que me llena detranquilidad y amor, que me penetra en el corazón o que mecalma mis miedos y preocupaciones? Si la respuesta esafirmativa, sé que es Él quien me habla desde su silenciosanto.

Dios no es de nuestro mundo, querido lector. Es de unmundo muy particular, poderoso e infinito que nuestramente jamás alcanzará a entender (Jn 18, 36). Nosotros,pobres criaturas ciegas, solo podemos ver lo que captannuestros torpes ojos humanos. Estamos limitados por unamateria que tarde o temprano se convertirá el polvo... Soloel alma es eterna y solo ella capta a Dios. Las verdadesúltimas de Dios son tan profundas y de un calibre tancomplejo, que no existe en la tierra un hombre lo

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suficientemente sabio como para entenderlas. Piense enPedro, ¡pobre humilde pescador que entendía las cosas alrevés! (Jn 13, 7-10). Jesús le llegó a reñir en muchasocasiones e incluso le insultó una vez llamándolo Satanásy escándalo (Mt 16, 21-24). Vaya lío que debían de teneren la cabeza los pobres apóstoles... Sin embargo todas lasdudas se disipaban junto al Maestro: algo les vibraba en elcorazón mientras le sentían cerca y eso les bastó paracambiar el mundo. Por eso le seguían y por eso lo hicieronhasta la muerte. Y ahora nosotros también le tenemos vivoal lado...

Ya se lo he dicho: no hay diferencia entre ese Jesús y elque está en la custodia. Y si no me cree, haga la prueba:acuda a una iglesia católica y háblele desde el corazón. Leaseguro que no quedará decepcionado.

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Capítulo 3LA SANTA MISA Y LO QUE SUCEDE

VERDADERAMENTE EN ELLA

—Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano ymétela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.

Respondió Tomás y le dijo: —¡Señor mío y Dios mío!,Jesús contestó: —¿Porque me has visto has creído?;

bienaventurados los que sin haber visto hayan creído.

(Jn 20, 27-29)

Quizá el estigmatizado más conocido popularmente dentrode nuestra historia católica es San Francisco de Asís, quiendurante un éxtasis en el eremitorio del Monte de la Verna,el 14 de septiembre de 1224, recibió las cinco llagassangrantes de Nuestro Señor en manos, pies y costado.Este fenómeno extraño le acompañó durante el resto de suvida y le causó grandes sufrimientos. Cuando San Franciscopreguntó en oración a Jesús el porqué de tal padecimiento,el Señor contestó: «Te he concedido mis estigmas comoemblemas de mi Pasión; sé pues mi reflejo para todos».

Lo que podemos saber sobre el comienzo de tan

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extraordinario suceso místico lo tenemos gracias a losescritos de uno de sus compañeros franciscanos, frayLeón, quien le visitaba y llevaba alimento a la ermitapreocupado por su soledad y el durísimo ayuno al que elsanto se sometía voluntariamente.

Cuenta fray León que uno de aquellos días se le apareció unángel a Francisco que le dijo: «Vengo a confortarte yavistarte para que te prepares con humildad y paciencia,pues vas a recibir algo que Dios quiere hacer de ti». Elhecho al que queremos hacer referencia sucedió en lafiesta de la Santa Cruz antes de amanecer, cuando SanFrancisco oraba suplicante a Jesús diciéndole: «Deseo,Señor, experimentar el dolor que sentiste a la hora de tuPasión, y en la medida de lo posible, aquel amor sin medidaque ardía en tu pecho cuando te ofreciste para sufrir tantopor nosotros».

De repente vio bajar del cielo un serafín con seis alas, y sinapenas darse cuenta vio cómo se le iban formando enmanos y pies los signos de heridas provocadas por clavos,tal y como tantas veces lo había visto en las reproduccionesde Jesús crucificado. Asimismo, en el costado del pecho sele abrió una llaga sangrante que le empapó en segundos latúnica y los calzones. Fray León relató que este hechomístico fue más palpable y real de lo que muchos suponen,ya que estuvo acompañado por fenómenos sobrenaturales

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en el monte que presenciaron algunos pastores (llamasluminosas, destellos en la oscuridad, etc.). Tanto seiluminó el monte en plena noche, que pensaron que sehabía hecho de día y ¡trasladaron las ovejas a nuevos pastos!

Cuando fray León acudió a la mañana siguiente para llevaralgo de alimento a Francisco, se encontró al santoprofundamente asustado por lo sucedido; le enseñó losestigmas y pudo así comprobar la veracidad de los hechos.Desde ese día fray León sería su enfermero y se encargaríade lavarle las llagas y cubrírselas con vendajes, hasta sufallecimiento el 3 de octubre de 1226.

El sobrecogedor hecho místico de los estigmatizados noempieza ni acaba con San Francisco. Ya San Pablo da aentender que los padecía muchos siglos antes (G l6, 17).1

1 No todos los teólogos coinciden en esta afirmación, yaque muchos creen que no eran estigmas propiamente, sinolas marcas de heridas y golpes que sufría por su misiónapostólica. La sociedad grecorromana marcaba a susesclavos como signo de pertenencia a un amo, y San Pablose siente en todo momento esclavo de Jesús [N. de la A.].

En nuestra historia católica más reciente tenemos el casodel Padre Pío, cuyos estigmas fueron vistos por miles defieles durante la celebración de sus misas, y que perduraron

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en sus manos, pies y costado a lo largo de la friolera decincuenta años. El papa Juan Pablo II, durante sucanonización dijo: «Sus estigmas fueron el trabajo y laseñal de la Divina Misericordia, que redimió al mundo através de Cristo yacente en la cruz. Esas heridas abiertas aojos de todos hablaban del amor que Dios siente portodos».

El padre Pío nunca quiso mostrar sus llagas; le angustiabasobremanera padecerlas tanto física comopsicológicamente y las aceptó siempre con gran humildad ymucha vergüenza. Cuando la gente que conseguía atisbarlassugería que tales llagas eran producidas por excesivaconcentración durante la celebración de sus misas, o acausa de sus profundas meditaciones sobre la Pasión deCristo, él respondía: «Id a los campos y mirad fijamente aun toro. Concentraos en él con toda vuestra atención y a versi os salen cuernos». (¡Tenía un genio tremendo, queridolector!).

También se han dado casos más extraordinarios aún, comosuceden en aquellos estigmatizados cuyas llagas no sonvistas por el ojo humano, pero cuyas víctimas las padecenigualmente. Entre ellos podemos mencionar a SantaCatalina de Siena o a la española Sor Patrocinio, cuyo casoes tan fascinante que le dedicamos el capítulo siguiente deeste ensayo. Algunas personas reciben tan solo una llaga en

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el costado y no en manos y pies. Y hasta ha habido casos degentes pías que sufrían punciones solo en la frentesimilares a las que produjeron las espinas de la corona quellevó Jesús sobre la cabeza.

* * *

Gracias a adelantos técnicos como la fotografía, losordenadores, la filmación o los avances en laboratorios, enla primera parte del siglo XX se han dado dos casos muyinteresantes de estigmatización que se han podidoinvestigar a fondo. El primero que alcanzó eco mundial através de los periódicos, fue el caso de la laica alemanaTeresa Neumann, quien en 1926 recibe los estigmas porprimera vez en manos, pies, costado y frente. Tales llagaspermanecieron en su organismo hasta su fallecimiento en1962.2 Esta humilde mujer experimentó bilocaciones,visiones y éxtasis, y se mantuvo con vida y peso normal apesar de no alimentarse más que con la sagrada formadurante casi toda su vida adulta.

2 Actualmente la Iglesia ha comenzado el proceso de subeatificación [N. de la A.].

Al igual que ella, la boliviana Catalina Ribas sufre hoy losestigmas en manos, pies, costados y frente. Esta mujerlaica, separada de su esposo desde hace años, jamás pudo

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imaginar que algo así pudiera sucederle. «Soy una mujernormal y no soy santa», dice. «Trabajaba como secretariaen una oficina, soy ama de casa, una abuela que jamásfinalicé mis estudios superiores y nunca estudié teología».Sin embargo esta mujer humilde comenzó un día, para sutotal asombro y para el de su familia, a escribircompulsivamente unos cuadernos llenos de informaciónteológica que sobrepasaban sus conocimientos. Habíacumplido entonces cuarenta y ocho años y desde entoncesha escrito muchos cuadernos en donde analiza verdadesescatológicas de gran profundidad que han sidoinvestigadas por doctores, teólogos y sacerdotesespecializados.3 En sus escritos hay pasajes en latín, griegoy polaco, idiomas que ella desconoce y que tan solotranscribe afirmando que «es Jesús quien me dicta». Espreciso resaltar que cuando comenzaron a producirsehechos místicos en ella, no había sido una gran practicantecatólica. «Solo del montón», apunta algo avergonzada. Suconversión ha sido desde entonces rotunda; actualmentelleva una vida de oración permanente y su única actividad esel cuidado de su familia.

3 Como el señor obispo de Cochabamba, don RenéFernández, quien ha permitido que tales escritos sedistribuyan entre los fieles. También hay una película dedibujos animados basada en este testimonio llamada El

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gran Milagro [N. de la A.].

El caso de Catalina Ribas supone un fascinante reto a lamedicina. La apertura de sus estigmas se ha podido filmar yanalizar clínicamente. En la filmación se aprecia cómo, enpocos minutos, se abren para desaparecer luego y de formaabsolutamente misteriosa, los agujeros de sus pies ymanos. Muchos hematólogos, radiólogos, neurólogos,cardiólogos y psiquiatras la han sometido a todo tipo deperrerías clínicas, no encontrando en ella signos de locurani de enfermedad cardiovascular aparente. ¿Cómo esposible entonces que padezca los estigmas y pierda tantacantidad de sangre de golpe? ¿De dónde saca Catalina Ribasese conocimiento sobrenatural sobre las cosas de Dios quesorprende y sobrecoge a grandes teólogos? ¿Por qué Jesúsla ha escogido precisamente a ella, siendo una mujernormal, básica y sin estudios, sin signos de santidadaparente, cuando ni siquiera mostraba una fe especialmenteprofunda? Esta mujer de Cochabamba es un gran misterio,querido lector.

De entre todos sus escritos resaltaría uno quepersonalmente me ha ayudado mucho a comprender el actomás sublime, el más importante de mi religión: lacelebración de la Santa Misa (el mayor misterio de Dios).Los que acudimos a ella y centramos realmente todanuestra fe en la Eucaristía, no captamos con nuestros ojos

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lo que verdaderamente sucede. La pregunta de todocristiano siempre ha sido y siempre será ésta: ¿qué pasaverdaderamente en una misa? Solo podemos agarrarnos anuestra fe, orar y mantener la esperanza de queverdaderamente se trata de un acto sublime del amor deDios a través del cual el mismo Cristo se rebaja hacia unahumanidad sobrenatural metiéndose en un pequeño pedazode pan. ¡Todo un Dios y todo un hombre, viene a la tierrapara consolarnos, amarnos y salvarnos de nuevo en cadaconsagración! ¿Pero cuánta fe se necesita para creerverdaderamente esto? Somos tan débiles y estamos tansometidos a los sentidos y al poder de la ciencia y suprogreso apabullante, que la persona que tiene fe es ya unmisterio vivo en este mundo del siglo XXI. Y entoncesllega una pequeña vidente de Cochabamba, una mujer sinestudios ni preparación teológica alguna, y Dios la escogepara que nos lo cuente y nos enamore de la misa de nuevo.¡Qué misterio tan grande, amigo mío!

Lo que a continuación le presento es la transcripcióníntegra de la visión que un buen día tuvo Catalina Ribassobre lo que el Señor le explicó y enseñó sobre la SantaMisa. Aunque desde el obispado de su ciudad boliviana aúnno se han pronunciado sobre la veracidad de los hechosmísticos que experimenta esta humilde ama de casa,recomiendan la distribución de este escrito para elenriquecimiento de la inspiración espiritual de los fieles

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durante la Eucaristía. Por favor, no juzgue el vocabularioempleado o algunas expresiones que la vidente utiliza, puesle recuerdo que no es una persona erudita, y que nopresume de ello, ni pretende serlo. Mi labor aquí tan solose limita a transmitírselo a usted tal y como ella lo hahecho por escrito, utilizando un vocablo lleno de giroslingüísticos típicos de su cultura boliviana. Si mi pluma haintervenido en algo, ha sido simplemente en la correcciónde algún que otro fallo de puntuación; asimismo he variadoalguna palabra que para el lector de España no resultaríafamiliar, y que podría por tanto influir en el entendimientodel manuscrito. Le invito entonces a que centre su atenciónen la impresionante belleza de fondo, y en el valorespiritual del mismo, mientras que le ruego que sedespreocupe de la forma. Espero que su lectura le ayudetanto como me ha ayudado a mí.

TESTIMONIO DE CATALINA RIBAS SOBRE LA SANTAMISA

Era la vigilia del día de la Anunciación y los componentesde nuestro grupo habíamos ido a confesarnos. Algunas delas señoras del grupo de oración no alcanzaron a hacerlo ydejaron su confesión para el día siguiente antes de la SantaMisa.

Cuando llegué al día siguiente a la iglesia un poco atrasada,

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el señor arzobispo y los sacerdotes ya estaban saliendo alpresbiterio. Dijo la Virgen con aquella voz tan suave yfemenina que a una le endulza el alma:

—Hoy es un día de aprendizaje para ti y quiero que prestesmucha atención, porque de lo que seas testigo hoy, todo loque vivas en este día, tendrás que compartirlo a lahumanidad.

Me quedé sobrecogida sin entender, pero procurando estarmuy atenta.

Lo primero que percibí es que había un coro de voces muyhermosas que cantaban como si estuviesen lejos. Enmomentos se acercaban y luego las voces se alejaban;producían una música como la del sonido del viento.

El señor arzobispo empezó la Santa Misa y al llegar a laoración penitencial dijo la Santísima Virgen:

—Desde el fondo de tu corazón pide perdón al Señor portodas tus culpas, por haberlo ofendido, así podrás participardignamente de este privilegio que es asistir a la Santa Misa.

Seguramente que por una fracción de segundo pensé: «Perosi estoy en gracia de Dios... Me acabo de confesar anoche».Ella contestó:

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—¿Y crees que desde anoche no has ofendido al Señor?Déjame que Yo te recuerde algunas cosas. Cuando salíaspara venir aquí, la persona que te ayuda se acercó parapedirte algo y como estabas retrasada y con prisas, lecontestaste de malas maneras. Eso ha sido una falta decaridad por tu parte. ¿Y dices que no has ofendido a Dios?De camino hacia aquí un autobús se ha atravesado en tucamino y casi te choca. Te expresaste en forma pococonveniente contra ese pobre hombre, en lugar de venirhaciendo tus oraciones, preparándote para la Santa Misa...Has faltado a la caridad y has perdido la paz, la paciencia.¿Y dices no haber lastimado al Señor? Has llegado en elúltimo momento, cuando ya la procesión de los celebrantesestá saliendo para celebrar la misa... Y vas a participar enella sin una previa preparación...

—Ya, Madre mía. Ya no me digas más... No me recuerdesmás cosas porque me voy a morir de tristeza y vergüenza—contesté.

—¿Por qué tienen que llegar en el último momento?Ustedes deberían estar antes para poder hacer una oración ypedir al Señor que envíe Su Santo Espíritu, que les otorgueun espíritu de paz que eche fuera al espíritu del mundo, laspreocupaciones, los problemas y las distracciones para sercapaces de vivir este momento tan sagrado. Pero llegancasi al comenzar la misa, y participan como si participaran

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en un evento cualquiera, sin ninguna preparación espiritual.¿Por qué? Es el milagro más grande, van a vivir el momentode regalo más grande de parte del Altísimo y no lo sabenapreciar.

Era bastante. Me sentía tan mal que tuve más que suficientepara pedir perdón a Dios, no solamente por las faltas de esedía, sino por todas las veces que, como muchísimas otraspersonas, esperé a que terminara la homilía del sacerdotepara entrar en la iglesia. Por las veces que no supe o menegué a comprender lo que significaba estar allí, por lasveces que tal vez habiendo estado mi alma llena de pecadosmás graves, me había atrevido a participar de la Santa Misa.Era día de fiesta y debía recitarse el gloria. Dijo NuestraSeñora:

—Glorifica y bendice con todo tu amor a la SantísimaTrinidad en tu reconocimiento como criatura suya.

¡Qué distinto fue aquel gloria! De pronto me veía en unlugar lejano, lleno de luz ante la presencia majestuosa deltrono de Dios, y con cuánto fervor fui agradeciendo alrepetir: «Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos,te adoramos, te glorificamos; te damos gracias, Señor,Dios Rey Celestial, Dios Padre Todopoderoso...». Yevoqué el rostro paternal del Padre lleno de bondad...«Señor, Hijo único Jesucristo, Señor Dios, Cordero de

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Dios, Hijo del Padre, Tú que quitas el pecado del mundo».Y Jesús estaba delante de mí, con ese rostro lleno deternura y misericordia. Y entonces pedí: «Señor: líbramede todo espíritu malo, mi corazón te pertenece, Señor míoenvíame tu paz para conseguir el mejor provecho de estaEucaristía y que mi vida dé sus mejores frutos. EspírituSanto de Dios, transfórmame, actúa en mí, guíame... ¡OhDios, dame los dones que necesito para servirte mejor!».

Llegó el momento de la liturgia de la palabra y la Virgenme hizo repetir: «Señor, hoy quiero escuchar Tu Palabra yproducir fruto abundante. Que tu Santo Espíritu limpie elterreno de mi corazón para que tu Palabra crezca y sedesarrolle, purifica mi corazón para que esté biendispuesto».

La Virgen me dijo:

—Quiero que estés atenta a las lecturas y a toda la homilíadel sacerdote. Recuerda que la Biblia dice que la Palabra deDios no vuelve sin haber dado fruto. Si estás atenta, quedaráalgo en ti de todo lo que escuches. Debes tratar de recordartodo el día esas palabras que dejaron huella en ti. Serán dosfrases unas veces; otras será la lectura del Evangelio entera.Tal vez solo una palabra... Deberás paladear el resto del díay eso hará carne en ti, porque ésa es la manera detransformar la vida, haciendo que la Palabra de Dios lo

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transforme a uno. Y ahora dile al Señor que estás aquí paraescuchar lo que quieres que Él diga hoy a tu corazón».

Nuevamente agradecí a Dios por darme la oportunidad deescuchar su Palabra y le pedí perdón por haber tenido elcorazón tan duro por tantos años y haber enseñado a mishijos que deberían ir a Misa solo los domingos, porque asílo mandaba la Iglesia, no por amor ni por necesidad dellenarse de Dios... Yo que había asistido a tantasEucaristías, más por compromiso que por otra cosa y conello creía estar salvada. De vivirla, ni soñar; de poneratención en las lecturas y la homilía del sacerdote, menos...¡Cuánto dolor sentí por tantos años de pérdida inútil, pormi ignorancia! ¡Cuánta superficialidad en las misas a lasque asistimos porque es una boda, una misa de funeral oporque tenemos que hacernos ver con la sociedad! ¡Cuántaignorancia sobre nuestra Iglesia y sobre los sacramentos!¡Cuánto desperdicio en querer instruirnos y culturizarnosen las cosas del mundo, que en un momento puedendesaparecer sin quedarnos nada, y que al final de la vida nonos sirven ni para alargar un minuto nuestra existencia! Ysin embargo, de aquello que va a ganarnos un poco de cieloen la tierra y luego la vida eterna, no sabemos nada... ¡Y nosqueremos llamar cultos!

Un momento después llegó el ofertorio, y la SantísimaVirgen dijo. «Reza así...». Yo la seguía: «Señor, te ofrezco

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todo lo que soy, lo que tengo, lo que puedo, todo lo pongoen Tus manos. Edifica Tú, Señor, con lo poco que soy. Porlos méritos de tu Hijo, transfórmame, Dios Altísimo. Tepido por mi familia, por mis bienhechores, por cadamiembro de nuestro apostolado, por todas las personas quenos combaten, por aquellos que se encomiendan a mispobres oraciones... Enséñame a poner mi corazón en elsuelo para que su caminar sea menos duro. Así oraban lossantos, así quiero que lo hagáis».

[...]

De pronto empezaron a ponerse de pie unas figuras que nohabía visto antes. Era como si del lado de cada persona queestaba en la catedral saliera otra persona y aquello se llenóde unos personajes jóvenes, hermosos. Iban vestidos contúnicas muy blancas y fueron saliendo hasta el pasillocentral dirigiéndose hacia el altar. Dijo nuestra Madre:

—Observa: son ángeles de la guarda de cada una de laspersonas que están aquí. Es el momento en que su ángel dela guarda lleve sus ofrendas y peticiones ante el altar delSeñor.

En aquel momento estaba completamente asombradaporque esos seres tenían rostros tan hermosos, tanradiantes como no puede uno imaginarse. Lucían unos

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rostros muy bellos, casi femeninos, sin embargo lacomplexión de su cuerpo, sus manos, su estatura, eran dehombre. Los pies desnudos no pisaban el suelo, sino queiban como deslizándose, como resbalando. Aquellaprocesión era muy hermosa. Algunos de ellos sujetabancomo una fuente de oro con algo que brillaba mucho conuna luz blanca-dorada. Dijo la Virgen:

—Son los ángeles de la guarda de las personas que estánofreciendo esta Santa Misa por muchas intenciones,aquellas personas que están conscientes de lo que significaesta celebración, aquellas que tienen algo que ofrecer alSeñor... Ofrezcan en este momento... Ofrezcan sus penas,sus dolores, sus ilusiones, sus tristezas, sus alegrías, suspeticiones. Recuerden que la misa tiene un valor infinito,por lo tanto sean generosos en ofrecer y en pedir.

Detrás de los primeros ángeles venían otros que nosujetaban nada en las manos, las llevaban vacías. Dijo laVirgen:

—Son los ángeles de las personas que estando aquí noofrecen nada, que no tienen interés en vivir cada momentolitúrgico de la misa y no tienen ofrecimientos que llevarante el altar del Señor.

En último lugar iban otros ángeles que estaban medio

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tristones, con las manos juntas en oración pero con lamirada baja.

—Son los ángeles de la guarda de las personas que estandoaquí, no están, es decir: de las personas que han venidoforzadas, que han venido por compromiso, pero sin ningúndeseo de participar de la Santa Misa y los ángeles vantristes porque no tienen qué llevar ante el altar, salvo suspropias oraciones. No entristezcan al su ángel de laguarda... Pidan mucho, pidan por la conversión de lospecadores, por la paz en el mundo, por sus familiares, susvecinos, por quienes se encomiendan a sus oraciones.Pidan, pidan mucho, pero no solo por ustedes, sino por losdemás también. Recuerden que el ofrecimiento que másagrada al Señor es cuando se ofrecen ustedes mismoscomo holocausto, para que Jesús, al bajar, los transformepor sus propios méritos. ¿Qué tienen que ofrecer al Padrepor sí mismos? La nada y el pecado, pero al ofrecerseunidos a los méritos de Jesús, aquel ofrecimiento es gratoal Padre.

Aquel espectáculo, aquella procesión era tan hermosa quedifícilmente podría compararse a otra. Todas aquellascriaturas celestiales haciendo una reverencia ante el altar,unas dejando su ofrenda en el suelo, otras postrándose derodillas con la frente casi en el suelo y después de llegarallá, desaparecían de mi vista.

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Llegó el momento final del Prefacio y cuando la asambleadecía: «Santo, santo, santo...», de pronto todo lo que estabadetrás del los celebrantes desapareció. Del lado izquierdodel señor arzobispo hacía atrás en forma diagonalaparecieron miles de ángeles pequeños, grandes, otros conalas inmensas, con alas pequeñas... todos vestidos con unastúnicas como las albas blancas de los sacerdotes omonaguillos. Todos se arrodillaban con las manos unidasen oración y en reverencia inclinaban la cabeza. Seescuchaba una música preciosa, como si fueranmuchísimos coros con distintas voces y todos decían alunísono junto el pueblo: «Santo, santo, santo...». Habíallegado el momento de la consagración, el momento delmás maravilloso de los milagros... Del lado derecho delarzobispo hacia atrás en forma también diagonal, unamultitud de personas iban vestidas con la misma túnicapero en colores pastel: rosa, verde, celeste, lila, amarillo...En fin, de distintos colores muy suaves. Sus rostrostambién eran brillantes, llenos de gozo, parecían tenertodos la misma edad. Se podía apreciar (y no puedo decirpor qué) que había gente de distintas edades, pero todosparecían igual en las caras, sin arrugas, felices. Todos searrodillaban también ante el canto de «santo, santo, santo esel Señor...».

Dijo Nuestra Señora:

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—Son todos los santos y bienaventurados del cielo y entreellos, también están las almas de los familiares de ustedesque gozan ya de la presencia de Dios.

Entonces la vi. Allá justamente a la derecha del señorarzobispo, un paso detrás del celebrante, estaba un pocosuspendida del suelo, arrodillada sobre unas telas muyfinas, transparentes pero a la vez luminosas, como aguacristalina, la Santísima Virgen con las manos unidas,mirando atenta y respetuosamente al celebrante. Mehablaba desde allá, pero silenciosamente, directamente alcorazón sin mirarme.

—¿Te llama la atención verme un poco más atrás delmonseñor, verdad? Así debe ser... Con todo lo que me amaMi Hijo, no me hada dado la dignidad que da a un sacerdotede poder traerlo entre mis manos diariamente, como lohacen las manos sacerdotales. Por ellos siento tanprofundo respeto y por todo el milagro que Dios realiza através suyo, que me obliga a arrodillarme aquí.

¡Dios mío, cuánta dignidad, cuánta gracia derrama el Señorsobre las almas sacerdotales y ni nosotros, ni tal vezmuchos de ellos somos conscientes! Delante del altarempezaron a salir unas sombras de personas de color grisque levantaban las manos hacia arriba. Dijo la VirgenSantísima:

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—Son las almas benditas del purgatorio que están a laespera de las oraciones de ustedes para refrescarse. Nodejen de rezar por ellas. Piden por ustedes, pero no puedenpedir por ellas mismas, son ustedes quienes tienen quepedir por ellas para ayudarlas a salir para encontrarse conDios y gozar eternamente de Él. Ya lo ves, aquí estoy todoel tiempo... La gente hace peregrinaciones y busca loslugares de mis apariciones, y está bien por todas las graciasque allá reciben, pero en ninguna aparición, en ningunaparte estoy más tiempo presente que en la Santa Misa. Alpie del altar donde se celebra la Eucaristía, siempre me vana encontrar; al pie del sagrario permanezco Yo con losángeles, porque estoy siempre con Él.

Ver ese rostro hermoso de la Madre en aquel momento«santo», al igual que todos ellos, con el rostroresplandeciente, con las manos juntas en espera de aquelmilagro que se repite continuamente, era estar en el mismocielo. Y pensar que hay gente, que hay personas quepodemos estar en ese momento distraídas, hablando... Quese quedan de pie, cruzando los brazos, como si nada hubieraante ellos en ese momento.

Dijo la Virgen:

—Dile al ser humano que nunca un hombre es más hombreque cuando dobla las rodillas ante Dios.

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El celebrante dijo las palabras de la consagración. Era unapersona de estatura normal, pero de pronto empezó acrecer, a volverse lleno de luz sobrenatural entre blanca ydorada que lo envolvía y se centraba muy fuerte en la partedel rostro, de modo que no podía ver sus rasgos. Cuandolevantaba la Forma vi sus manos y tenían unas marcas en eldorso de las cuales salía mucha luz. ¡Era Jesús! Era Él quecon su Cuerpo envolvía al del celebrante como si rodearaamorosamente las manos del señor arzobispo. En esemomento la Sagrada Forma comenzó a crecer y crecerenorme, y en ella el rostro maravilloso de Jesús mirandohacia su pueblo. Por instinto quise bajar la cabeza y dijoNuestra Señora:

—No agaches la mirada, levanta la vista, contémplalo, cruzatu mirada con la suya y repite la oración de Fátima: Señor,yo creo, adoro, espero y te amo; te pido perdón por los queno creen, no adoran, no esperan y no te aman. Perdón ymisericordia... Ahora dile cuánto le amas, rinde tuhomenaje al Rey de Reyes.

Se lo dije. Parecía que solo a mí me miraba desde laSagrada Forma, pero supe que así contemplaba a cadapersona, lleno de amor... Luego bajé la cabeza hasta tener lafrente en el suelo, como hacían los ángeles ybienaventurados del cielo. Por fracción de un segundo talvez, pensé qué era aquello que Jesús tomara el cuerpo del

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celebrante y al mismo tiempo que estuviera en la HostiaSagrada, que al bajarla el celebrante se volvía nuevamentepequeña. Tenía yo las mejillas llenas de lágrimas y no podíasalir de mi asombro. Inmediatamente monseñor dijo laspalabras de la consagración del vino y junto a sus palabras,empezaron unos relámpagos en el cielo y en el fondo. Nohabía techo en la iglesia ni paredes; todo había desparecidoy quedaba como luz solo aquel resplandor brillante delaltar. De pronto suspendido en el aire vi a Jesúscrucificado, de la cabeza a la parte baja del pecho. Eltronco transversal de la cruz estaba sostenido por unasmanos grandes, fuertes. De en medio de aquel resplandorse desprendió una lucecita como de una paloma muypequeña, pero muy brillante. Dio una vuelta velozmente portoda la iglesia y se fue a posar en el hombro izquierdo delseñor arzobispo, que seguía siendo Jesús, porque podíadistinguir su melena y sus llagas luminosas, su cuerpogrande, pero no podía ver su rostro...

Arriba, Jesús crucificado estaba con el rostro caído sobreel lado derecho del hombro. Podía contemplar el rostro ylos brazos golpeados y descarnados. En el costado derechotenía una herida, en el pecho, y salía sangre a borbotoneshacia la izquierda, y hacia la derecha pienso que agua, peromuy brillante; más bien eran chorros de luz que ibandirigiéndose hacia los fieles moviéndose hacia derecha eizquierda. ¡Me asombraba la cantidad de sangre que fluía

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hacia el Cáliz! ¡Pensé que iba a resbalar y manchar todo elaltar!, pero no cayó una sola gota... En ese momento dijo laVirgen:

—Éste es el milagro de los milagros; te lo he repetido,para el Señor no existe ni tiempo, ni distancia y en elmomento de la consagración toda la asamblea es trasladadaal pie del calvario en el instante de la crucifixión de Jesús.

¿Puede alguien imaginarse eso? Nuestros ojos no lopueden ver, pero todos estamos allá, en el momento en elque a Él lo están crucificando y está pidiendo perdón alPadre, no solamente por quienes lo matan, sino por cadauno de nuestros pecados. A partir de aquel día no meimporta si me toman por loca, pero pido a todos que searrodillen, que traten de vivir con el corazón y toda lasensibilidad de que son capaces aquel privilegio que elSeñor nos concede. Cuando íbamos a rezar el padrenuestro,habló el Señor por primera vez durante la celebración ydijo:

—Aguarda, quiero que ores con la mayor profundidad queseas capaz y que en este momento traigas a tu memoria a lapersona o personas que más daño te hayan ocasionadodurante tu vida, para que las abraces junto a tu pecho y lesdigas de todo corazón: «En el nombre de Jesús yo teperdono y te deseo la paz. En el nombre de Jesús te pido

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perdón y te deseo mi paz». Si esa persona merece la paz, lava a recibir y le hará mucho bien; si esa persona no es capazde abrirse a la paz, esa paz volverá a tu corazón. Pero noquiero que recibas y des la paz a otras personas cuando noeres capaz de perdonar y sentir esa paz primero en tucorazón. Cuidado con lo que hacen. Ustedes repiten en elpadrenuestro: perdónanos así como nosotros perdonamos alos que nos ofenden. Si ustedes son capaces de perdonar yno olvidan, como dicen algunos, están condicionando elperdón de Dios. Están diciendo perdóname únicamentecomo yo soy capaz de perdonar y no más allá.

No sé cómo explicar mi dolor al comprender cuántopodemos herir al Señor y cuánto podemos lastimarnosnosotros mismos con tantos rencores, sentimientos malosy cosas feas que nacen de los complejos y de lassusceptibilidades. Perdoné, perdoné de corazón y pedíperdón a todos los que me habían lastimado alguna vez parasentir la paz del Señor. El celebrante decía: «La paz estécon ustedes...». De pronto vi que en medio de algunaspersonas que se abrazaban (no todos), se colocaba enmedio una luz muy intensa, supe que era Jesús y meabalancé prácticamente a abrazar a la persona que estaba ami lado. Pude sentir verdaderamente el abrazo del Señor enesa luz, era él que me abrazaba para darme su paz, porque enese momento había sido yo capaz de perdonar y de sacar demi corazón todo el dolor que tenía contra otras personas.

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Eso es lo que Jesús quiere:

compartir ese momento de alegría abrazándonos paradesearnos su paz. Llegó el momento de la comunión de loscelebrantes, ahí volví a notar la presencia de todos lossacerdotes junto a Monseñor. Cuando él comulgaba, dijo laVirgen:

—Éste es el momento de pedir por el celebrante y lossacerdotes que lo acompañan. Repite junto a Mí: «Señor,bendícelos, santifícalos, ayúdalos, purifícalos, ámalos,cuídalos, sostenlos con tu amor...». Recuerden ahora atodos los sacerdotes del mundo, oren por todas las almasconsagradas.

Hermanos, ése es el momento en que debemos pedir porlos sacerdotes, porque ellos son Iglesia, como también losomos nosotros los laicos. Muchas veces los laicosexigimos mucho a los sacerdotes, pero somos incapaces derezar por ellos, de entender que son personas humanas, decomprender y valorar la soledad que muchas veces puederodear a un sacerdote. Debemos comprender que lossacerdotes son personas como nosotros y que necesitancomprensión, cuidado, afecto, atención por parte nuestra,porque están dando su vida por cada uno de nosotros, comoJesús, consagrándose a Él. El Señor quiere que la gente delrebaño ore y ayude en la santificación de sus pastores.

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Algún día, cuando estemos al otro lado, comprenderemosla maravilla que el Señor ha hecho al darnos sacerdotes quenos ayuden a salvar nuestra alma.

Empezó la gente a salir de los bancos para ir a comulgar.Había llegado el gran momento del encuentro, de lacomunión. El Señor me dijo:

—Espera un momento; quiero que observes algo.

Por un impulso interior levanté la vista hacia la persona queiba a recibir la comunión en la lengua de manos delsacerdote. Debo aclarar que esta persona era una de lasseñoras de nuestro grupo que la noche anterior no habíaalcanzado a confesarse y lo hizo esa mañana, antes de laSanta Misa. Cuando el sacerdote colocaba la SagradaForma sobre su lengua, como un flash de luz, aquella luzmuy dorada-blanca atravesó a esta persona por la espaldaprimero, y luego fue bordeándola en la espalda, loshombros y la cabeza. Dijo el Señor:

—¡Así es como Yo me complazco en abrazar a un alma queviene con el corazón limpio a recibirme!

El matiz de la voz de Jesús era de una persona contenta. Yoestaba atónita mirando a esa amiga volver hacia su asientorodeada de luz, abrazada por el Señor, y pensé en la

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maravilla que nos perdemos tantas veces por ir connuestras pequeñas o grandes faltas a recibir a Jesús, cuandotiene que ser una fiesta. Muchas veces decimos que no haysacerdotes para confesarse a cada momento y el problemano está en confesarse a cada momento. El problema radicaen nuestra facilidad para volver a caer en el mal. Por otrolado, así como nos esforzamos por ir a buscar un salón debelleza o los señores un peluquero cuando tenemos unafiesta, tenemos que esforzarnos también en ir a buscar unsacerdote cuando necesitamos que saque todas esas cosassucias de dentro de nosotros, pero no tener la desfachatezde recibir a Jesús en cualquier momento con el corazónlleno de cosas feas.

Cuando me dirigía a recibir mi comunión, Jesús repetía:

—La última cena fue el momento de mayor intimidad conlos míos... En esa hora del amor instauré lo que ante losojos de los hombres podría ser la mayor locura, hacermeprisionero del amor. Instauré la Eucaristía. Quisepermanecer con ustedes hasta la consumación de lossiglos, porque mi amor no podía soportar que quedaranhuérfanos aquellos a quienes amaba más que a mi vida.

Cuando llegué a mi asiento, al arrodillarme dijo el Señor:«Escucha». Y en un momento comencé a escuchar dentrode mí las oraciones de una señora que estaba sentada

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delante de mí, y que acababa de comulgar. Lo que ella decíasin abrir la boca era más o menos así: «Señor, acuérdateque estamos a fin de mes y no tengo el dinero para pagar larenta, las letras del coche, los colegios de los niños...Tienes que hacer algo para ayudarme... Por favor, haz quemi marido deje de beber tanto, pues no puedo soportar mássus borracheras; y mi hijo menor va a perder el año otra vezsi no le ayudas, tiene exámenes la semana que viene... Y note olvides de la vecina que debe mudarse de casa, que lohaga de una vez porque ya no lo puedo aguantar, etc.».

De pronto el señor arzobispo dijo: «Oremos», yobviamente toda la asamblea se puso de pie para la oraciónfinal. Jesús dijo en tono triste:

—¿Te has dado cuenta? Ni una sola vez me ha dicho que meama, ni una sola vez ha agradecido el don que Yo le hehecho de bajar mi divinidad hasta su pobre humanidad, paraelevarla hacia Mí. Ni una sola vez ha dicho: gracias, Señor.Ha sido una letanía de peticiones... y así son casi todos losque vienen a recibirme. Yo he muerto por amor y estoyresucitado. Por amor espero a cada uno de ustedes y poramor permanezco con ustedes, pero ustedes no se dancuenta que necesito de su amor.

Cuando el celebrante iba a impartir la bendición final, laSantísima Virgen dijo:

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—Atenta, cuidado... Ustedes hacen un garabato en el lugarde la señal de la cruz. Recuerda que esta bendición puedeser la última que recibas en tu vida de manos de unsacerdote. Tú no sabes si saliendo de aquí te vas a morir ono, y no sabes si vas a tener la oportunidad de que otrosacerdote te dé una bendición. Esas manos consagradas teestán dando la bendición en el nombre de la SantísimaTrinidad, por lo tanto, haz la señal de la cruz con respeto ycomo si fuera la última vez de tu vida.

Jesús me pidió que me quedara con Él unos minutos másdespués de finalizar la misa. Dijo:

—No salgan a la carrera terminada la misa; quédense unmomento en mi compañía, disfruten de ella y déjenmedisfrutar de ustedes.

De niña escuché decir a alguien que el Señor permanecíaen nosotros como cinco o diez minutos después de lacomunión. Se lo pregunté en ese momento:

—¿Señor, verdaderamente cuánto tiempo te quedasdespués de la comunión con nosotros?

Supongo que el Señor se debió de reír de mí, porquecontestó:

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—Todo el tiempo que tú quieras tenerme contigo. Si mehablas todo el día, dedicándome unas palabras durante tusquehaceres, te escucharé. Yo estoy siempre con ustedes;son ustedes los que me dejan a Mí. Salen de la misa y seacabó el día de guardar. Cumplieron con el día del Señor yse acabó. No piensan que me gustaría compartir vidafamiliar con ustedes, al menos ese día.

* * *

¡Qué información tan valiosa nos ha procurado estahumilde laica, querido lector! Nos vamos acercando al finalde este capítulo sobre la misa, y no quisiera finalizarlo sinrelatarle al menos alguna anécdota vivida por un sacerdoteconocido de nuestro tiempo. He escogido una que me haimpactado sobremanera, pensando que podría derramarmucha luz a lo que Catalina Ribas nos ha intentado explicarsobre la misa. La relató su propio protagonista, el conocidomonseñor Charles Pope, de la diócesis de Washington. Laanécdota dejó perplejo tanto a dicho sacerdote, como a losfeligreses que ese día acudieron a la Iglesia.4 Esto fue loque sucedió:

4 Monseñor Charles Pope trabaja como sacerdote en laparroquia de El Santo Confortador San Cipriano, enWashington (Estados Unidos). Es licenciado eninformática y su interés por el catolicismo surgió a raíz de

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su pasión por la música sacra. Fue ordenado en 1989.Imparte clases de Estudios Bíblicos en el CongresoNorteamericano y en la Casa Blanca [N. de la A.].

Mientras Monseñor Pope celebraba en la iglesia de Old St.Mary por el rito de Forma Extraordinaria (en latín antiguo),y justo en el momento de la consagración, estandoinclinado hacia adelante con los antebrazos sobre el altar, ysujetando la Sagrada Forma entre los dedos, se oyó unasacudida y un crujir extraño en los bancos delanteros,seguido por un estridente gemido y gruñidos similares alos de un animal. El desagradable sonido no recordaba alque normalmente hace un ser humano, sino al de una fierade gran tamaño... El sacerdote se preguntó qué podía seraquello, aunque no levantó la mirada ni se movió,continuando con la cabeza gacha mientras elevaba el Cálizsagrado. Nuevamente se percibió en toda la iglesia aqueldesagradable quejido, y tras unos segundos y ante elestupor de los presentes se oyó una voz profunda y roncaque vociferó: «¡Déjame Jesús! ¿Por qué me torturas?».

De pronto las puertas se abrieron de golpe, y con unestruendo tremendo se volvieron a cerrar violentamente.Los feligreses dieron un respingo en sus bancos...

Unos segundos más tarde todo quedó inundado en unprofundo silencio. Los presentes se miraban atónitos y se

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preguntaban qué podía haber sido aquello. «No quisevolverme», relató Monseñor Pope cuando más tarde se lepidió que describiera detalladamente los hechos. «Perosupe sin ninguna duda, que una pobre alma atormentada porel demonio había visto claramente a Jesús en la Eucaristía,y no había podido soportar su verdadera presencia, que enese instante se exhibía secretamente ante todos los fielespresentes. Solo el alma poseída por el demonio, fue capazde verle con los ojos, (tanto del cuerpo como del alma)».

Ya lo dijo San Pablo, querido lector: «¿Tú crees que hay unsolo Dios? Haces bien; pero también los demonios creen ytiemblan ante el Señor...» (Santiago 2, 19). ¿Lo ve? ElSeñor está verdaderamente presente en la Eucaristía.¡Nunca dude de ello! ¿No ve que hasta el demonio lo cree?5

5 Recomiendo leer las citas: Jn 6, 35 y Jn 6, 53-58 [N. dela A.].

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Capítulo 4UN CASO DEL CIELO EN LA TIERRA:

FASCINANTE SOR PATROCINIO

Mc (3, 20-21): En aquel tiempo Jesús fue a casa con susdiscípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no losdejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron allevárselo porque decían que no estaba en sus cabales.

Pobre Jesús. Hasta los suyos llegaron a pensar que noestaba bien de la cabeza... Y eso nos pasa a muchos de losque le amamos y deseamos seguir. ¡No nos entienden y poreso nos calumnian! Y qué doloroso puede llegar a sercuando tales calumnias proceden de miembros de nuestrapropia familia...

A mi amigo Adolfo también le miran un poco de reojoaquellos médicos que le atendieron durante elpadecimiento de un terrible cáncer linfático. ¡Cuando él lesintenta explicar que su curación había sido producto de ungran milagro, no le creen! Y es cierto que está loco, peroloco de amor por Dios y por la Virgen María. He aquí suhistoria. Asómbrese con ella y descubra el brutal poder dequien ora a la Virgen con todo el corazón.

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* * *

EL CÁNCER DE ADOLFO

Adolfo estaba muy enfermo. Le habían diagnosticado unlinfoma incurable y tenía que someterse a una brutalquimioterapia cuya toxicidad le destrozaría el organismopor dentro.

En casa sus hijos, padres y demás familiares temían lopeor... «Esta quimio es la única esperanza que nos queda...Nos han advertido los médicos que esta enfermedad esimposible de erradicar, que no tiene curación; tenemos queser fuertes y perseverar en la lucha», les animaba Adolfocon gran valentía. Al miedo a la enfermedad había queañadir, además, la angustia de someterse a un tratamientode eficacia incierta y tremendos efectos secundarios. Laquimioterapia era tan tóxica que cada ciclo le exigiría unmontón de días de ingreso, lo que le impediría estar en suhogar con los suyos.

Matilde, su esposa, mostró en todo momento una feinmensa. «Le pedí al Sagrado Corazón de Jesús que fueraÉl su médico», afirma contundente. ¡Y se lo pidió a travésde su Santa Madre! Nunca en el pasado se había sentidoabandonada por ella en situaciones difíciles. Adolfo, por suparte, se abandonó en el Señor, aceptando confiadamente

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sus designios.

Unos días antes del inicio del temido tratamiento unaamiga les habló de una tal «Sor Patrocinio». Ellos jamáshabían tenido conocimiento de la historia de esta pequeñasantita madrileña del siglo XIX, cuya fe robó grandesgracias de Dios para el bien de aquellos que la conocieronen vida. «Tened fe», les decía su amiga. «Aún hoy SorPatrocinio logra milagros a los que se encomiendan a ella.¡No tenéis nada que perder!». Fascinados con laextraordinaria historia sobre Sor Patrocinio1, ambosempezaron a pedir a Nuestra Señora del Olvido, Triunfo yMisericordias la curación. Matilde rogó mucho para queuna gracia especial del cielo preservara a Adolfo de losefectos nocivos de la brutal quimioterapia. ¡Y para ello nose le ocurrió otra cosa que rozar cada bolsa dequimioterapia con una imagen representativa de la Virgendel Olvido! La imagen es idéntica a aquella que un díaregaló milagrosamente San Miguel Arcángel a SorPatrocinio. También las rozaban con una reliquia de lamonja y acompañaban su acto de fe con una perseveranteoración, dedicada a esta advocación de la Virgen (unanovena).

1 Para que usted también pueda encomendarse a ella y ver laestatua de la Santa Virgen del Olvido, Triunfo y

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Misericordias, que el mismo Arcángel San Miguel entregóen mano a Sor Patrocino durante un éxtasis místico, solotiene que acercarse al Convento de las HermanasConcepcionistas Franciscanas Descalzas de Guadalajara. Laestatua que San Miguel Arcángel entregó en mano a SorPatrocinio está expuesta a los fieles justo encima del altary se puede venerar sin problema [N. de la A.].

Al finalizar el primer ciclo de quimioterapia quisieron ir aGuadalajara para conocer y venerar a la Virgen. Deseabanrezar ante la tumba de Sor Patrocinio y suplicar su ayuda enun momento tan difícil para toda la familia. Adolfo seencontraba físicamente muy debilitado y casi no podíaandar.

Sin embargo, después de rezar el santo rosario ante laimagen de Nuestra Señora del Olvido y pedir a SorPatrocinio su intercesión, estando aún dentro de la iglesia,experimentó una mejoría física total: «¡Matilde! ¡Estoynuevo! ¡Se me ha pasado todo! ¡Me encuentro perfecto!»,explicaba atónito a su esposa, mientras salía de allí con unavitalidad y una energía física propia de una personacompletamente sana.

Desde entonces, cada vez que ingresaban en el hospital paraafrontar los siguientes ciclos de tratamiento, sentían juntoa ellos la presencia de Nuestra Señora, una presencia casi

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física, que les tranquilizaba y ayudaba a superar todos losmomentos difíciles con un ánimo y una calma difíciles deimaginar. Durante estos durísimos meses de tratamiento nodejaron de rezar un solo día el santo rosario con granfervor, al tiempo que empezaron a sentir una paz y unaalegría regalada desde el cielo. ¡Y el resultado de susoraciones fue increíble!: la ausencia, prácticamente totalde los temidos efectos secundarios, unida a una fortaleza, aun apetito y a una vitalidad inexplicable en este tipo deenfermos. Los médicos no daban crédito: «Parece que leestamos dando suero en vez de quimio», decían.

Al final de los seis ciclos de tratamiento, Adolfo estaba«limpio». A día de hoy, sus médicos insisten en afirmar quesu enfermedad «será siempre incurable», y que por purasuerte, el paciente superó de forma «misteriosa» la terribleenfermedad que, a todas luces clínicas, debía haberlellevado a la tumba en poco tiempo. En la actualidad Adolfoes un hombre sano, hace vida normal y vive colmado devigor, alegría y fe. No obstante, los médicos lerecomiendan no olvidar las revisiones y cuando le preguntosobre la gran espada de Damocles que los médicosrecomiendan no olvidar, se encoge de hombros y dice:

—No sé por qué os preocupáis tanto con mi seguimientopues me encuentro en plena forma, muy fuerte y feliz.

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—Eres un misterio para mí, Adolfo —le digo entonces.

—No hay misterio en mi recuperación, María. Ya te lo hedicho: lo que hicimos fue acudir al mejor médico queexiste, que no es otro que el mismo Jesucristo. Le pedimosun gran milagro y Él, en su misericordia, nos lo haconcedido a través de nuestra fe y nuestra devoción a laVirgen bajo la advocación del Olvido, Triunfo yMisericordias.

Yo alucino, querido lector... Nunca había oído hablar de lahistoria de Sor Patrocinio ni de su imponente poder deintercesión desde el cielo... ¡Me quedé boquiabierta cuandome la contaron! Y como supongo que usted tampoco laconoce, pues ahora se la cuento yo y todos tan contentos.

HISTORIA BREVE DE LA VIDA Y MILAGROS DE SORPATROCINIO

Un amigo mexicano al que aprecio mucho siempre medecía con orgullo:

—La tilma [manta campesina] de la Guadalupana es elúnico objeto celestial físico que existe en la tierra. ¿Lo haspensado alguna vez?

—Pues no.

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—Entonces espabila y entérate: Dios Padre permitió que elindio Juan Diego, por intercesión de la Virgen María,recibiera ese pedazo de tela lleno de regalos celestialesque a día de hoy aún podemos venerar en México. ¡Es algofísico! ¿Lo entiendes? ¡Qué fuerte! Se puede palpar,fotografiar, filmar, estudiar... Ni una bomba que colocó unpobre demente hace años en la Basílica de Guadalupe logrópulverizarla... ¿Te das cuenta de lo bueno que es nuestroDios? ¡Nos ha permitido tener al menos un objetoentregado directamente del cielo!

Y como yo soy bastante ignorante me lo creí, queridolector... «Qué pena que no tengamos algo parecido enEspaña», pensé envidiosa.

Si en algo estoy de acuerdo con mi amigo mexicano es eneso de que Dios es muy bueno. Y ya lo creo que lo es,porque no habían transcurrido ni dos meses desde nuestracharla sobre la tilma cuando mi amigo Adolfo me contótodo sobre la curación de su cáncer de la forma másmisteriosa y sobrenatural.

—Tienes que ir a visitar la imagen de la Virgen del Olvido,Triunfo y Misericordias cuanto antes —dijo—. Es unobjeto traído del cielo al igual que sucedió con la tilmaguadalupana; en este caso está muy cerca de Madrid, en elaltar mayor del convento de las hermanas Concepcionistas

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de Guadalajara. Le fue entregada el 13 de agosto del año1831 a Sor Patrocinio por el Arcángel San Miguel... ¡Fueorando frente a ella y encomendando mi enfermedad a SorPatrocinio cuando noté una mejoría inmediata! La curaciónha sido un milagro de tal calibre que los médicos no dancrédito a lo sucedido.

No salía de mi asombro, querido lector... ¿Por qué nadieme había hablado en España sobre esta increíble santa? Ycomo soy una curiosa me puse a investigar de inmediato.¡Y vaya sorpresa que me llevé al descubrir que la historiaera cierta! Lo primero que hice fue coger el coche y mepresenté en la iglesia del Carmen de Guadalajara, situada enel convento de las Religiosas ConcepcionistasFranciscanas, en donde se ha colocado la imagenprodigiosa en una cúpula situada justo sobre el altar mayor.Las religiosas me explicaron con pelos y señales todosobre la fascinante historia de esta pequeña estatua: unapieza artesanal de belleza extraordinaria (20 centímetros),que representa a la Virgen bajo la advocación de NuestraSeñora del Olvido, Triunfo y Misericordias. En ella laVirgen aparenta ser una joven adolescente y carga en brazosal Niño Jesús, ambos elegantemente ataviados y portandosobre sus cabezas sendas coronas enjoyadas. A los pies dela Virgen se ve a un dragón atado a una cadena que la Virgenparece dominar. A primera vista cualquier visitante podríapensar que es un simple ornamento religioso, pero la

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realidad que esconde es mucho más profunda. Quedé tanconmovida con lo que me contaron las monjas sobre ellaque me puse a investigar todos los documentos seriossobre la imagen, y encontré mucha información sobre suhistoria, su protagonista y los datos sobre su aprobacióneclesiástica por la Santa Sede, (que eligió el 15 de agostocomo fecha para celebrar su onomástica).

* * *

Todos los escritos sobre Sor Patrocinio afirman que fueuna jovencita de belleza espectacular. Nació en la provinciade Cuenca, el 27 de abril del año 1811 en el seno de unafamilia noble y en pleno apogeo napoleónico. España sufríabajo los azotes de la Guerra de la Independencia y elejército francés tomaba por la fuerza los bienes de ricos ypobres españoles sin control ni medida. Entre las muchasfamilias perseguidas y aterrorizadas, estaba la de SorPatrocinio, que se vio obligada como todas, a huirprecipitadamente de su palacio para salvar la vida, los hijosy los bienes.

Don Diego de Quiroga y Valcárcel amó mucho a su hija yla protegió en numerosísimas ocasiones de peligrosterribles a los que sometió a la niña su esposa, DoñaDolores Capopardo del Castillo. Nadie entendió jamás elodio sobrenatural y el rechazo que esta mujer de la alta

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nobleza sintió siempre por su hija, a quien ya desde sunacimiento maltrató brutalmente. ¡Qué misterio másgrande es el corazón humano, querido lector! El parto de laniña fue duro: doña Dolores dio a luz en pleno galopar deun carruaje, al pasar por un camino nevado conocido comoel Pinar de San Clemente de la Mancha. Hacía un friódescomunal y la nieve caía copiosa. Don Diego no laacompañaba, pues por precaución, había decidido huir tresdías después, dado que las emboscadas de los prófugoseran el pan de cada día...

Al notar las contracciones, doña Dolores mandó parar elcarruaje, bajó de un salto y a trompicones se dirigió haciauna plazoleta en cuyo centro se sentó y empujó hasta quesu bebé salió de sus entrañas. ¡Y nació una preciosa niña ala que dejó abandonada llorando a pleno pulmón sobre lanieve! Ante el asombro y el terror de la criada que laacompañaba esa terrible noche, regresó a su carruaje yordenó reemprender la marcha. No cabe en cabeza sanacometer acto tan atroz y malvado... Sor Patrocino supoaños más tarde lo que su madre hizo con ella el día de sunacimiento, pero jamás guardó rencor alguno, ni mostródespecho.

Pero si doña Dolores abandonó en la nieve a su bebé reciénnacido, Dios no lo hizo, pues habiéndola escogido ya desdeel vientre de su madre para ser alguien del cielo en la tierra,

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y para que pudiera ser un impresionante regalo para elmundo durante su vida, permitió el primer gran milagro desu existencia tan solo tres días después del terrible parto.

Sucedió que don Diego, huyendo por el mismo camino ydirigiéndose a la casa solariega en la que pensaba que yaestaban a salvo su esposa, hijos y criados desde tres díasantes, pasó justo por el mismo lugar del nacimientogalopando sobre su montura. Fue entonces cuandoinexplicablemente oyó el llanto de un bebé (dicen algunosbiógrafos que escuchó incesantemente que una niña lel l amaba padre). Asustado, sorprendido y con unacorazonada sobrenatural que le hizo entender que se tratabade su hija recién nacida, frenó su carrera, desmontó ydejándose conducir por el sonido del llanto encontró a laniña. Al tomarla en brazos brotó en su alma un profundoconvencimiento de que era sangre de su sangre y,horrorizado, descubrió lo que había hecho su esposa.

Muy entristecido por la espantosa corazonada, resguardó ala niña bajo su abrigo, montó de nuevo a caballo y salió apleno galope con ella hasta el pueblo vecino de Valdeganga(Cuenca), en donde localizó a su suegra, le entregó el bebéy le ordenó que la cuidara con esmero hasta su regreso. Laabuela Ramona, avergonzándose de la actitud de su hija(semanas más tarde lograron que la madre confesara suterrible acto de odio hacia el bebé), amó mucho a su nieta,

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la cuidó con ahínco y se encargó de que fuese bautizadacon el nombre de María Dolores. Siempre procuró dar a laniña el amor que su extraña hija no fue capaz.

* * *

La infancia de Sor Patrocinio fue muy difícil. Por un ladosufrió grandes tormentos, y por otro, grandes regaloscelestiales (se sabe que la niña tuvo apariciones de laVirgen y del Niño Jesús desde muy pequeña). El misteriosorechazo que la profesó siempre su madre asombraba acriados y familiares por igual: cuando no eran palizas, erangritos, exigencias, castigos, bofetones injustificados...Desgraciadamente su adorado padre, que siempre ladefendió del rechazo materno, falleció joven dejando a SorPatrocinio a merced de los malos tratos que la procurarontanto su madre como su hermana Ramona, quien la hizo lavida imposible a causa de unos celos enfermizos que jamáspudo dominar.2

2 Las crónicas afirman que Sor Patrocinio fue desde niñaespectacularmente bella; tuvo muchos y poderosísimospretendientes cuyas propuestas de matrimonio siemprerechazó. Esto desesperó siempre tanto a su madre como asu hermana, (ésta era mucho menos agraciada.) [N. de laA.].

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Quizá una de las anécdotas más curiosas de la niñez de SorPatrocinio tuvo que ver con la presencia sobrenatural de unmisterioso león. Sucedió un verano en el que una SorPatrocinio de cuatro años se fue de la casa de su abuela porpuro jugueteo infantil, perdiéndose a los pocos kilómetrospor el campo. Después de andar lo suyo encontró una cuevaen donde se refugió, ¡pero cuál fue su terror al descubrirque dentro, acurrucado, estaba un león! No había leones enEspaña y la niña solo los había visto en acuarelas. El leónno la atacó; es más, se situó en la entrada de la cueva y sesentó a modo de guardián. Los criados, la familia y lasgentes de los pueblos colindantes buscaron a la niñadurante tres días con absoluta desesperación... Fue alatardecer de ese tercer día cuando la abuela de la niña,dando una última vuelta por los bosques, se topó de brucescon el león, quien al igual que sucedió con la niña, no laatacó. Sumida en una extraña fascinación y sin entender porqué nada temía de él, se le acercó, dando así con la cuevaen donde la niña aguardaba sana y salva. Regresaron a casaperdiendo de vista al león, del que no se encontraron nuncani las huellas. Pero doña Ramona aseguró haberlo visto yhaber presenciado cómo Sor Patrocinio le acariciaba yhablaba como si de un cordero se tratara.

¡Pero doña Dolores, la odiosa madre de la niña, era aúnpeor que el león! Se sabe de al menos dos ocasiones en lasque intentó matar a su hija. La más documentada fue cuando

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en un momento de furor y odio le preparó una tortillaenvenenada con la intención de asesinar a su hija.Nuevamente no permitió Dios que sucediera tal atrocidad:fue espiada por un fiel criado de don Diego que,horrorizado, acudió con premura a su señor, le relató loque acababa de presenciar y evitó aquella crueldadincomprensible. Don Diego corrió hacia las cocinaspillando a la niña a punto de probar bocado. Le retiróbruscamente el plato haciendo que la tortilla volara por losaires y fuera a parar al suelo, en donde el gato de la casa lazampó de un bocado. El gato murió al día siguiente.

Una de las características de la nobleza de corazón de SorPatrocinio (a quien todos llamaban Dolores), fue quejamás, ni siquiera desde ese terrible acontecimiento de latortilla, guardó rencor hacia su madre o hermana. Enrealidad nunca odió a nadie, ni sintió deseos de venganzacontra nadie (de adulta fue espantosamente ultrajada,golpeada y odiada sin motivo ninguno por cientos depersonas que apenas la conocían). Desde muy niña mostróincreíbles dones místicos que dejaban boquiabiertos acriados y familiares, y siempre manifestó un sobrenatural ymuy profundo amor al Niño Jesús. Creo importantemencionar que muchas de las anécdotas de los malos tratosrecibidos en casa tanto por la madre como por la hermanaRamona, fueron relatados por esta última en su edad adulta

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entre lágrimas y gran arrepentimiento. Para entonces SorPatrocinio ya era monja y su fama de santidad era conocidapor miles de personas, incluida la misma reina Isabel II, dela que llegó a ser gran confidente y amiga.

Deseosa de ser monja desde la adolescencia, padeció loindecible para que le permitieran entrar en un convento,cosa que logró con terrible sufrimiento, ya que su madre ysu hermana Ramona, presas de un empeño enfermizo porcasarla con don Salustiano Olózaga, no cejaron enatormentarla para convencerla. La joven y atractiva noviciase negaba, cabezona, por mucho que el perdidamenteenamorado don Salustiano le rogara que aceptase supropuesta matrimonial. Es necesario aclarar que el empeñode la madre no se debió nunca a su preocupación por lafelicidad de su hija (que, desesperada, suplicaba que ladejaran en paz en el convento), sino al hecho de que lafamilia se había empobrecido a causa de la brutalidad de laguerra, y veía en la figura de don Salustiano al pretendienteperfecto, rico y con prometedor futuro político.3

3 Salustiano Olózaga (1805-1873) fue un abogado ypolítico progresista de enorme popularidad. Enconadocontra todo lo religioso, se enfureció con el rechazo deSor Patrocinio, de la que se enamoró perdidamente hasta elfin de sus días. Tal rechazo creó en él un amor-odio hacia

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su amada que le condujo a desprestigiarla, calumniarla ydañarla durante muchos años. Llegó a ser jefe de Gobierno,miembro de la Real Academia Española y embajador deEspaña [N. de la A.].

Después de mucho tira y afloja, logró en 1826 ingresar porfin en el convento de las Comendadoras de Santiago deMadrid, siendo amadrinada por la marquesa de Santa Cruz ypor su madre (la condesa-duquesa de Benavente, viuda delduque de Osuna), y por su tía, la marquesa de SantaColoma. Tres años más tarde ingresó como monja en elconvento del Caballero de Gracia de la OrdenConcepcionista, también de Madrid. Siendo aún novicia, enel año 1829 recibe su primera llaga en el costadoizquierdo, ¡su primer estigma!; y concluido el noviciado, el20 de enero de 1830, doña María Dolores de QuirogaCapopardo hizo por fin profesión solemne en la Orden dela Inmaculada Concepción (concepcionistas franciscanasdescalzas), en el convento de Caballero de Gracia enMadrid. Tomó el nombre de Sor María Rafaela de losDolores y del Patrocinio.

Salustiano Olózaga, osado y enfurecido por el triunfo delfervor religioso de su amada y harto de tanto rechazoamoroso (¡no era hombre que llevara bien las derrotas!),convenció a las autoridades de que Sor Patrocinio era unaconspiradora política (aunque jamás mostró ningún interés

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por estos temas), y que andaba liada con el Padre Claret, (alque jamás conoció). Olózaga la secuestró en plena nocheen el convento a punta de bayoneta junto a un pelotón desoldados armados. Se la acusaba formalmente de«impostora y de apoyar a la causa carlista», y tras variostraslados y juicios en los que fue humillada, golpeada yencarcelada, se dictó sentencia condenatoria contra ella.Después de un infernal periodo, de idas y venidas de lacárcel al convento y viceversa, fue por fin revisado su caso,se demostró su inocencia y pudo regresar definitivamentecon las monjas.

* * *

Ya hemos apuntado que Sor Patrocinio entraba en éxtasisdesde niña y que veía a la Virgen y al Niño Jesús con muchafrecuencia. Pero es a partir de 1830 cuando comienzan lasgrandes visiones místicas y éxtasis en presencia de lasreligiosas que, atónitas, comprobaban que estasexperiencias quedaban reflejadas en su cuerpo en la formade llagas o estigmas místicos. El jueves 20 de mayo de esemismo año, Día de la Ascensión, le aparecen de golpe losestigmas en pies y manos, como las llagas de la corona deespinas alrededor de la cabeza y de la frente. ¡Las monjasno vivían para sustos!, porque el 8 de junio descubrieronque a Sor Patrocinio le hablaba el Santísimo Cristo de laPalabra, desde un lienzo casi olvidado y lleno de polvo que

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colgaba de una pared del convento.4

4 Este cuadro se puede venerar hoy en el convento de lasHermanas Concepcionistas, calle Blasco de Garay n.º 13de Madrid. [N. de la A.]

Pero el hecho místico que la acarreó más fama acontecióel 13 de agosto de 1831, mientras Sor Patrocinio oraba enel coro del convento. Se le apareció la Virgen bajo laadvocación del «Olvido, Triunfo y Misericordias» rodeadade ángeles. Uno de ellos, San Miguel Arcángel, llevaba enbrazos la imagen, que entregó físicamente en las manos aSor Patrocinio. Las palabras de la Virgen a Sor Patrociniosobre la figura fueron: «Esta imagen será la consoladoradel mundo y todo afligido encontrará en Mí, si venera laimagen, Mi consuelo. Al alma que rendida a sus pies mepidiese algo, jamás le será negado mi amor».

Uno de los primeros milagros fue la curación inmediata deun muchachito, nieto de un trabajador del convento. Elpequeño tenía ambas piernas impedidas y lo poco queandaba lo hacía con muletas. El abuelo oró con gran fedelante de la imagen, ¡y el niño se curó al instante! Laaparición fue aprobada por el papa Gregorio XVI y presidiólas bodas de la familia real, sus bautizos y acontecimientosde importancia religiosa, ya que la reina Isabel II y suesposo el rey Francisco de Asís adoraban a Sor Patrocinio

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y reconocían sus impresionantes virtudes de santidad.Cuando no se la pedía la reina, Sor Patrocinio llevaba en elregazo siempre la escultura, esa misma que hoy puedeusted visitar y venerar en Guadalajara.

En 1849 un detractor al que jamás había visto acudió alconvento, preguntó por ella en el torno y suplicó verla consuma urgencia. A pesar de estar ocupada en esosmomentos, Sor Patrocinio acudió presurosa pensando quese trataba de una urgencia. Cuál fue su susto cuando aquelenergúmeno le preguntó: «¿Es usted realmente SorPatrocinio?». La monja contestó afirmativamente y lepropinó un disparo que la hirió, aunque no mató. La reinacondenó públicamente este hecho e intentó protegerladesde entonces de diversas maneras.

* * *

Algunos de nuestros teólogos contemporáneos han llamadoa esta pequeña santa «la precursora del santo Padre Pío»,pues al igual que él, luchó toda su vida contra el demonioque la atormentaba con palizas y vejaciones. Curiosamentey al igual que desde niña vio muchas veces al Niño Jesús,también el demonio la aterrorizaba. Una anécdota que valela pena traer al caso con referencia a estos horribleshechos, le sucedió a los cuatro años. El demonio se leaparecía por la noche en su cuarto para mortificarla y

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provocaba tantos sonidos y gruñidos extraños quedespertaba hasta a los criados. Don Diego, espantado porestos sucesos nocturnos en el cuarto de su santa hija, acabóordenando que cambiaran a la niña de aposento para situarlajunto a su recámara. Fueron numerosas las noches en lasque tuvo que entrar a defender a la niña de ataquessobrenaturales, alertado por ruidos ensordecedores y elllanto de su espantada hija. En una ocasión hasta sepresentó pistola en mano para descubrir toda la habitaciónde la niña tomada por lagartos, salamandras y serpientes,que desaparecieron de golpe ante sus ojos cuando intentómatarlas a puñetazos.

Pero el diablo la atormentó mucho más en su vida adulta...Contaban las religiosas que en una ocasión despareció dedelante de la vista de las hermanas mientras cosía, y quetras buscarla desesperadas por todos sitios no fueroncapaces de encontrarla. Sin embargo dieron con ella otrasmonjas, ¡pero sobre el tejado de otro convento alejado!Estaba sucia, desaliñada, muy golpeada y totalmenteaterrorizada. En esa ocasión el demonio no la mató de puromilagro. Cuando le preguntaron cómo había ido a parar ahí,Sor Patrocinio aseguró que se le había «aparecido eldiablo» y se la «había llevado por los aires hasta ese tejadocon la intención de matarla». Nadie la creyó aunque no sepudo explicar cómo fue capaz de llegar ahí sin carruaje ydesde una distancia tan lejana. Fue incluso clara en sus

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descripciones de los balcones y tejados de unas casasvecinas que había «sobrevolado» mientras el demonio lahabía arrastrado de una pierna. ¡Cuántos misteriossobrenaturales he encontrado documentados sobre estamonja española, querido lector!

También como le sucedió al Padre Pío un siglo y mediomás tarde, los estigmas en las manos, costado y pies,crearon gran revuelo a su alrededor y levantaron sospechas,calumnias muy graves y envidias que provocaron muchosufrimiento a la pobre monja. Se la acusó de infligírselasella misma, por lo que se abrió una causa para suinvestigación el 6 de noviembre de 1835. El juez convocó atres médicos que investigaron a fondo este extraño sucesomístico, mientras que Sor Patrocinio juraba solemnementeel origen sobrenatural de las heridas. Los facultativos,asombrados con el estudio de las llagas, concluyeron queeran reales, pero los jueces dictaminaron sentencia nofavorable, por lo que fue encarcelada ante el estupor ydesesperación de la santa. También fue desterrada muchasveces, trasladada de convento violentamente y expulsada deprovincias... En otras palabras: fue verdaderamenteperseguida, no solo por las fuerzas del mal, sino por lamaldad humana.

* * *

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En 1868 triunfa la revolución y cae la monarquía isabelina.Sor Patrocinio, perseguida y acosada por todos, se veobligada a huir para salvar la vida, cosa que logra gracias ala intervención del cardenal Cirila, quien la envía a Francia.¡E increíblemente siguió fundando conventos ahí!5

5 Fundó diecinueve conventos.

Con la restauración de 1874 llega al trono el rey AlfonsoXII, quien le permite regresar a España donde siguió sulabor fundadora hasta los últimos días de su vida. Fallecióen el convento del Carmen de Guadalajara en 1891 y subeatificación comienza formalmente en el Vaticano en1907.

* * *

Son tantos los acontecimientos sucedidos a esteextraordinario personaje de nuestra historia místicaespañola, que me es del todo imposible relatárselos todosen este breve capítulo, querido lector.6 Esperoencarecidamente que al menos estas breves pinceladas lehayan acercado a ella, para que vea por qué insisto en quehay gentes que experimentan ya aquí en la tierra cosascelestiales. Solo hay que hurgar un poco en todo lo queestudia nuestra religión católica... Sor Patrocinio es uncaso que merece ser conocido en más profundidad, ya que

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inmerecidamente se habla de ella muy poco. ¡Fue la granestigmatizada del siglo XIX y logró robar esa imagen físicaal cielo! Vaya a venerarla, querido lector... Mire que latenemos expuesta y al alcance de todos, y no olvide yanunca a Sor Patrocinio, más conocida como «la monja delas llagas», esa que fundó diecinueve conventos, rechazóilustres pretendientes, escribió libros, devociones, quetuvo éxtasis, levitaciones, bilocaciones, traslacionesportentosas, dones de profecía y de clarividencia; la quecuró enfermos, aconsejó sabia y santamente a reyes ydignatarios, por cuya causa los gobernantes de su tiempodiscutieron acaloradamente, y que fue acusada, expulsadade España en muchas ocasiones; esa que fue considerada unproblema de Estado... Y todo esto sin perder jamás laalegría ni la paz e irradiando amor hacia los demás, aunsiendo muchas veces odiada y calumniada por ellos. ¿Quémás quiere, querido lector? ¿Acaso ha conocido a alguienasí? ¿A qué espera a pedirle favores del cielo? ¿No deseaver con sus propios ojos la imagen que la Virgen y SanMiguel Arcángel le entregaron en mano desde el mismocielo? ¿Ve cómo los españoles no tenemos que viajar hastaMéxico para ver un regalo celestial? Ya ve que también lostenemos en España.

6 Recomiendo la lectura de una magnífica biografía sobreella: Sor Patrocinio , por R. M. Sor María Isabel de Jesús,

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Ed. Homo legens, Madrid, 2008, revisada por elcatedrático de Historia Contemporánea don Javier Paredes,CEU, Madrid [N. de la A.].

¡Ah! Y no se olvide de encomendar a Sor Patrocinio suspreocupaciones. Es una santita cuya intercesión es muyeficiente a la hora de arrancar gracias al Señor en nuestrofavor. No tiene nada que perder y todo que ganar.

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Capítulo 5NIKOLA E IRENE

El que es paciente sufre durante algún tiempo, pero alfinal se le otorgará la felicidad.

(Si 1, 29)

Nikola no había dado nunca problemas a sus padres hastaque cumplió los catorce años. Fue entonces cuando sucarácter cambió, se hizo más irascible, desobediente ycomplicado. Sin embargo nada hacía presagiar lastentaciones que el demonio tenía planeadas para él... Alrozar los veinticuatro años la situación se había convertidoen una rutina tan absolutamente insostenible que susdesesperados padres, su abuela y amigos comenzaron atemerle. Fue entonces cuando se plantearon que perdería lavida y de paso haría perder también la salud mental atodos... Y mientras el desmesurado sufrimiento empezaba apasar factura a quienes le amaban, Nikola, embebido en esasoberbia extraña que se apodera de los adolescentesconfundidos, se negaba a enfrentarse a su espantosarealidad. «La droga todo lo disfrazaba», dice hoy con unhalo de tristeza y arrepentimiento en sus profundos ojos

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claros.

El muchacho debía gran parte de su declive a las malascompañías, pues eran éstas las que le habían enseñado ajugar con la violencia y a hablar el idioma de ladelincuencia, a robar, a huir de la policía, a pegar palizas y atraficar con estupefacientes. La chusma del barrio era sugrupo social, y los traficantes sus compadres y héroes.Había llegado a cegarse tanto que no acertaba a percatarsede que tales amigos eran en realidad sus peores enemigos,gentes que le habían iniciado en el tenebroso mundo de ladroga y que le habían convertido en su más ferviente novio.La buscaba desde el rayar del alba hasta la noche; lacompraba y consumía como la más normal de las aficiones,hasta que un día se dio cuenta de que tenía las venas tanhinchadas por su causa que en cualquier momento leexplotarían. «No puedo seguir así», se decía cuando se lepasaba el efecto placentero de la heroína.

Sus familiares y vecinos se daban cuenta de lo cerca que seencontraba Nikola de un terrible abismo. A todos dabamiedo en el vecindario, y por ello le evitaban y bajaban lamirada cuando se lo cruzaban, asustados al recordar laúltima paliza que propinó a cierta persona, o la noche quevino la policía a llevárselo... Nikola ya no sabía con cuántosmuchachos pelear, el número de noches en las que habíaperdido el conocimiento enfebrecido con la heroína, o los

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robos en los que había salido triunfante. «La droga disfrazael delito de heroicidad, María», me dice hoy. «Te llegas acreer invencible, sabes que das miedo y la osadía te invade.Nada importa más allá que conseguir lo que deseas, ya seandrogas, chicas o dinero fácil». Sin embargo el síndrome deabstinencia siempre llegaba puntualmente a su cita, yaquello que tanto le hacía subir y rozar el cielo, le lanzaba aun abismo infernal en pocas horas. Y entonces comenzabade nuevo la búsqueda de ese veneno tóxico que aletargabasu mente, corroía su cuerpo y le acercaba silenciosamentea la muerte.

* * *

Nikola era guapo. Es de esos muchachos de rostro eslavode ojos verdes y complexión fuerte que hacen pensar acualquier muchacha que nada malo puede pasar en sucompañía. Demostraba que tenía puños de acero y que sabíautilizarlos en los constantes altercados en los que se metía,y por eso las chicas le admiraban y le hacían creerse el reydel mundo. Claro que esto sucedía siempre que no padecíael síndrome de abstinencia, porque cuando éste llegaba, laangustia le volvía loco. Y entonces corría de nuevo tras lasmalas compañías, se juergueaba con ellas y perseguía lasfaldas de las serbias más bonitas del barrio. Y así, antes deque se percatara de lo que verdaderamente ocurría, su vidase enmarañó de tal forma que a punto estuvo de perderla.

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«Hoy me doy cuenta de que vivía absolutamente anclado enel mismo infierno», confiesa. «Llegué a vivir estandomuerto». El muchacho que hasta los catorce años podíahaberse considerado como bueno y normal se habíatransformado en un monstruo aterrador.

Pero un día cumplió veinticuatro años y sintió que habíallegado a la cima de la perdición. Se sentía profundamentesolo y de pronto ya no era divertido sentirse el rey delmundo, ni golpear a la gente, ni robar. Ni siquiera lo eraseguir viviendo... Pues la droga no había resultado ser tanbuena compañera como él había creído, y sus amigos noeran los compadres que pensó que le querrían de por vida.Por primera vez deseó ardientemente morir. ¿Pero dedónde sacaría el valor para matarse?

* * *

Hoy Nikola da gracias a Dios por no haberle dejado dar elpaso que le rondó el pensamiento una, dos y hasta cienveces, a pesar de que hubo un momento crítico en el que elcorazón se le hundió... Se había quedado totalmente solo enla vida, había sido abandonado por su familia y estabasiendo perseguido por sus enemigos que, en cualquiermomento, acudirían para asesinarle. Comprendió que si nomoría víctima de sus propias adicciones o por lastentaciones de suicidio que le rondaban la mente a todas

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horas, lo haría a manos de aquellos amigos mafiosos. Éstoshabían pasado de ser una cosa a la otra en cuestión de días...En su tormento, Nikola se preguntaba una y otra vez quéhabía sido lo que le había distanciado tanto de ellos... ¿Lasdeudas? Se había dado cuenta al fin de que no se puedejugar gratis con los demonios humanos, porque si éstos sesienten traicionados, matan. Y no harían una excepción conél.

Se acostumbró a vigilar la puerta de su pequeñoapartamento: «Llegué a vivir con mucho miedo», dice.«Sabía que tarde o temprano vendrían a buscarme paramatarme. Por eso cada vez que llegaba a mi apartamento ycerraba la puerta tras de mí, contaba hasta tres. Si nadie mehabía disparado nada más entrar significaría que esa vez mehabía librado». Se le entristecen los ojos cuando trae a lamemoria estos horribles recuerdos. «Eso no era vivir,María... La droga y su mundo me habían convertido en unesclavo de la maldad mientras me hacían pensar que,sometido a ambos, me había hecho libre. ¡Mentira! Vivirapegado a la droga y su universo no era otra cosa que morirdespacio, con odio, con miedo, con terror, con despreciopor todo y por todos. Deseaba matar a gente y la gentedeseaba matarme a mí... Vivía encerrado en un cuerpodrogado de un muchacho de veinticuatro años cuya alma eramás vieja que toda una eternidad».

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En su interior sabía que había defraudado a muchos,mentido a todos, comenzando por a sí mismo. Solo unapersona estaba pendiente de él; alguien a quien aún noconocía y cuyo amor no sabía ni que existía: Cristo. Elmismo Dios era quien le esperaba en un pueblito deBosnia-Herzegovina llamado Medjugorje, bajo el techo deuna comunidad conocida como Cenáculo. Nikola no sabíaqué era aquello, pero la madre de un amigo que habíasucumbido a la droga antes que él y que había sanando ental lugar a través del amor de Dios bajo la mirada de unamonja llamada Sor Elvira, le convenció. «Yo no quería ir niloco», dice sonriendo. «Pero la sola idea de saber que medarían comida y cama gratis fue suficiente paraconvencerme. Acepté».

Qué poco podía sospechar que al entrar en la comunidadcomenzaría a vivir el momento más duro y a la vez másfeliz de su vida. Los cuidados maternales de Sor Elvira, losmuchachos adictos de la comunidad Cenáculo y sobre todoel amor inconmensurable de la Virgen María, le traeríanregalos tan insospechados como la fe y la salud. Y comoguinda, a Irene, el gran amor de su vida y la que es hoy suesposa.

* * *

HABLA NIKOLA

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Mi entrada en la Comunidad Cenáculo no fue un camino derosas: fue extraordinariamente dura. Yo, que había sido ungran calculador, que era el maestro de la manipulación, elgenio de la mentira, atravesé bien contento la puertapensando que a partir de ese momento comería gratis,vestiría gratis y dormiría en una cama limpia porque unapobre monja ridícula había decidido darme una oportunidaden la vida. Pensaba que iba a ser muy fácil manejar lasituación: viviría a cuerpo de rey y cuando me aburriera,regresaría a la vida de antes en mi Serbia natal. Lo que noimaginé y supe al llegar fue que en el Cenáculo no había nitelevisión, ni chicas, ni periódicos, ni medicinas... ¡Ahí nohabía más que unos muchachos luchando contra susadicciones y una capilla católica! A mí no me importabaDios... No sabía rezar y ni ganas tenía. Me imaginé quepronto me metería en problemas con los muchachos,¡porque parecían tontos! Les veía sonreír, trabajar comomulas en las tareas de la casa, en la limpieza, en lascocinas, en la construcción del recinto. ¡Y los muy lelosestaban contentos! ¿Dónde estaba el secreto de aquello?Pronto lo supe: en la comunidad se oraba una barbaridad.

Sor Elvira amaba tanto a sus muchachos adictos, nosamaba tanto, que comprendí que ella nos consideraba suverdadera familia. ¡Qué misterio tan grande escondía esamonja de escasa estatura, de edad avanzada y ojillosbondadosos! Era la conductora del amor de aquel lugar,

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porque el verdadero motor era Cristo, que vivía encerradoen el sagrario de la capilla... Pero yo sobre estas cosas deDios, aún no sabía nada.

—Oiga, yo no sé rezar —le dije en cuanto pude.

—Pues aquí vas a aprender, porque no se hace otra cosa:primero se reza y se alaba a Dios, y luego se trabaja.

«¡Vaya con la monja!», pensé.

—¿Y en qué se trabaja? Yo estoy muy cansado y no quierotrabajar —refunfuñé.

—En todo, porque aquí nada merecemos gratis. Tenemosque mantenernos a nosotros mismos y aceptar con amor laprovidencia del Señor. Él siempre nos da de comer.Algunas veces pasaremos penurias, pero nos vendrá muybien para crecer en humildad. Pero nuestro trabajo es duroy la oración permanente. Ése es nuestro pan de cada día.

Las primeras semanas, mientras el síndrome de abstinenciame rompía por dentro, fueron durísimas. Tiritaba, vomitaba,sufría horriblemente... Mis compañeros (y en especial unode ellos que Sor Elvira coloca siempre al lado del nuevo yal que se le apoda como ángel de la guarda), no medejaban solo ni un minuto. Les observaba atónito... ¿Cómo

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era posible que esos muchachos que un día fuerondrogadictos, pendencieros e imposibles como yo, secomportaran así conmigo? Pronto comprendí que esacomunidad escondía el más valioso y poderoso secreto delmundo: tenían a Cristo viviendo con ellos, escondido en unpedazo de pan colocado en el sagrario de la capilla. Y todosoraban. ¡Rezaban las tres partes del rosario y meditabandelante del Santísimo expuesto! Durante varios meses vivíabsorto en un total estupor. Notaba cómo algo ibacambiando en mi interior, cómo me comenzaban a gustar eltrabajo duro, las obras de la casa, los quehaceres cotidianosdel hogar... Yo, que entré sin saber rezar, aprendí a recitarlas tres partes del rosario diariamente, a adorar a Jesús, aamarle en la relación con mis compañeros, que con el pasode las semanas se convirtieron en mis hermanos. Yo, quehabía llegado con miles de máscaras que me hacíanperfecto a ojos del mundo, acabé levantándome delante demiles de personas para confesarme pecador y culpable deterribles actos. Yo que solo había pensado en mi «yo»,aprendí a valorar y a amar al «tú».

He estado casi seis años viviendo bajo el amor y amparo deSor Elvira en la Comunidad Cenáculo de Medjugorje. Perono todos los momentos han sido fáciles... Todo locontrario. Amor he tenido muchísimo; pero dolor y trabajofísico también. Recuerdo la ocasión en la que Sor Elvira,tras estar ya «preparado» para el mundo, me pidió que

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ayudara a establecer la Comunidad Cenáculo en Rusia.«Pero si Rusia está lejísimos y hace un frío insufrible»,pensé preocupado. Pero Sor Elvira es una madre para mí, yella ora y pide consejo a Dios. Y lo que dice para mí, esley... Así que me fui. ¡Qué terrible prueba pasé! Sufrimosmucha hambre, penurias, frío inhumano... Un día faltó elazúcar. ¿Recuerdas que te dije que en la Comunidad se vivede la providencia? ¡Pues la providencia decidió que norecibiríamos ni un gramo de azúcar en un montón desemanas! Nuestro organismo comenzó a quejarse... Eracomo sufrir el síndrome de abstinencia otra vez, ¡pero estavez de azúcar! Junto con los muy pocos muchachos queestuvieron en nuestra casa de Rusia oré sin cesar.¡Pasábamos tanto frío! Para colmo de males nos enteramospor alguien del pueblo cercano de que ése era el inviernomás frío en los últimos cuarenta años. ¡Y me había tocado amí! Solo salir a por leños para calentarnos era un suplicio.Hay que vivirlo para entender lo que digo... Y lo que hoyafirmo con orgullo es que jamás he sido más feliz que esosmeses que pasé luchando contra tantas penurias, bajo unfrío inhumano y mucha preocupación. Porque fue unaépoca de profundo amor de Dios... Toda nuestra fuerzaprovenía de la oración.

Río cuando lo recuerdo: los muchachos que habían sidounos vándalos y unos drogadictos, oraban de rodillas sobre

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la nieve con una fe a prueba de bombas. ¡Y con un amor a laVirgen inconmensurable! Ella jamás nos dejó solos. Elazúcar acabó llegando y nosotros aprendimos una buenalección: a pasar hambre alabando a Dios. ¡Qué granaprendizaje supuso aquella época para mi alma, y cuánto meuní a mis compañeros!

A mi regreso a Medjugorje supe por fin que Dios existe,que vive en cada uno de nosotros y que nos ama con locura.Pero que Él espera que nos remanguemos, que demos elprimer paso para demostrar lo que deseamos cambiar deforma concreta. Él solo quiere ayudarnos y llevarnos alcielo. Hoy puedo afirmar que Sor Elvira y la ComunidadCenáculo me salvaron la vida y que lo hicieron orando aCristo, que es quien verdaderamente logra los milagros. Yque Cristo lo hizo por pura misericordia hacia mí,simplemente por escuchar las plegarias de un montón demuchachos drogadictos y las de una monja llena de amorpor ellos. La Virgen observaba mis lágrimas dearrepentimiento y mis deseos de pedir perdón a mispadres... ¡Cómo iba yo a imaginar que en poco tiempo iba apoder hacerlo! Y lo más bonito: que todos me perdonarían.¡Esto sí que era un inmenso milagro!

Por aquel entonces, aunque ya estaba limpio de las drogas ylleno de amor por la comunidad y por Dios, tampocosospechaba que aún quedaba por llegar un regalo muy

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especial. Porque Cristo, no satisfecho con todo lo que yame había dado, me traería lo más deseado: a la chica másbonita de España, una estudiante preciosa, inteligente ymaravillosa llamada Irene. Gracias Señor por ella. Miesposa hoy, mi luz y mi camino.

HABLA IRENE

Hay muchas maneras de tocar fondo aunque se crea quecon la corriente uno siempre está en movimiento... Henacido en el seno de una familia católica practicante ynunca me faltó de nada: clase media y con una hermanapequeña que me tomaba como ejemplo y me miraba comoreferencia. He sido siempre la responsable, buena yestudiosa hija que todo padre desea tener, así que jamás seme ocurrió que de mí llegara lo inesperado...

Sin parar a pensar quién era, ni lo que realmente quería ser,me limité a seguir a la masa cual borrego e hice sin chistarlo que se esperaba que hiciera: empecé una carrerauniversitaria. En mi caso una muy difícil, la de Ingenieríade Telecomunicaciones. Poco tiempo tuvo que pasar paradarme cuenta de que el esfuerzo que requerirían talesestudios sería monumental. ¡Exigía matemáticasabrumadoras! Las asignaturas eran complicadísimas yrequerían infinitas horas y numerosos sacrificios queafectaron tanto a mi vida social (las salidas y

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divertimentos), como a mi familia. Pero eso no era lo másduro: lo peor vino cuando me percaté de que la voluntadque necesitaría para afrontar los estudios de semejantecarrera sería inmensa, ya que descubrí que no me gustaba niatraía aquello que estudiaba. Mas como no veía salida asemejante trampa, continué con el desafío.

Así pues, al cabo de cuatro años (de una carrera de cinco),me di cuenta de que, en caso de morirme, no podríasoportar la vergüenza de ver cara a cara a Dios para decirleque mi vida no había tenido sentido, que nada podíaentregarle para que se sintiera orgulloso de mí como hija.El darme cuenta de este sentimiento fue para mí lapidario...Y es que no te he revelado algo... Un hecho tanabsolutamente importante en mi vida que la ha marcadopara siempre: yo fui un bebé que los médicos aconsejaronabortar. Desde la perspectiva facultativa, mi madre no debíatenerme (era peligroso para ella). Pero quedó embarazada...Apostó por mí y me tuvo contra todo pronóstico y encontra de las opiniones médicas.

Ser consciente de todo lo que mis padres habían hecho pormí, lo mucho que me amaban y su inagotable lucha pordarme una educación académica y feliz, me destrozaba pordentro. No me sentía ni siquiera digna de devolverles tantoamor y sacrificios; y a causa de ese sentimiento amanecíacada día triste, con menos ganas de estudiar y más enfados

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por parte de mis amigos y familiares, que veían cómo yo noentregaba el tiempo necesario al estudio y descuidaba mifuturo profesional. ¡Qué sensación de fracaso me invadía!Sin entrar en detalles, solo diré que al fin toqué fondo apesar de que jamás caí en ninguna adicción como las quevivió Nikola... Huí a esconderme bajo las faldas de laVirgen, o al menos ésa fue mi intención. Pero quiso Ellaque mi huída fuera el comienzo de un nuevo y definitivocamino en mi vida.

Dios entonces irrumpió en mi torcido sendero de la formamás increíble e inesperada. Él ya empezó a actuar de unaforma silenciosa y misteriosa que solo hoy he podidollegar a entender. Pero entonces todo mi entendimientovivía en la oscuridad más absoluta... Nada veía, nadacontrolaba... Y esa ayuda sobrenatural vino de la mano demi madre: alguien le propuso ir de peregrinación a lapequeña aldea de Bosnia-Herzegovina, Medjugorje. ¡Y ahíque se fue dejándome en mi casa de Las Palmas de GranCanaria! Ansié que regresara pronto para relatarme quémisterios del cielo había experimentado ahí...

¡Pero cuando regresó, y para mi total asombro, no mecontó nada! Todo lo que hacía era sonreírme cada vez quele preguntaba por su viaje. Sin embargo desprendía una pazque yo no acertaba a analizar y que muy pronto deseé paramí. Por eso quise huir allá, porque quería desenmascarar

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mis miedos, mi angustia... Así que le dije: «Mamá, voy aMedjugorje; pediré a mi madrina que me acompañe dadoque tú acabas de estar». Y ahí que me fui, con la mentecargada de curiosidad y grandes deseos de encontrar unasalida a mi creciente soledad interior.

Llegué una buena mañana a Medjugorje con el corazónapagado y el cerebro demasiado activo, tal y como micarrera universitaria me estaba estructurando la psique paraenfrentarme a la vida. Y lo primero que me enseñó laVirgen en esa aldeíta (en Medjugorje las lecciones no sonnada sutiles ni «normales»), fue que no se puede prevernada, y mucho menos creerte que «uno puede tenersiempre la situación controlada». Y así me planteé no darexplicación razonable a las cosas y aprendí a mirar conotros ojos. (¡Para una estudiante de ingeniería, cuya base esla ciencia, los números y lo comprobado en laboratoriossofisticados, esto me planteaba un gran desafío!). Micerebro ya se había acostumbrado a trabajar sobre las basessólidas del mundo numérico y comprobable por laciencia... ¡Pero Medjugorje y todos los fenómenos de Diosque sucedían ahí se escapaban a toda ciencia!

El 25 de junio de 2008, quinto día de mi peregrinación,nuestra guía (una maravillosa mujer llamada Charo Lafita),nos llevó a visitar la Comunidad del Cenáculo creada porSor Elvira para sanar el cuerpo y el alma de los muchachos

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presos de adicciones graves. Mi madre me había habladomucho de esa comunidad en donde los chicos sanaban solocon oración, ayuno, pobreza, trabajo duro y amor. De esteúltimo, a borbotones... Pero no sabía nada más allá de quemi madre había regresado absolutamente entusiasmada conlos testimonios de los chicos que les habían atendido en laprevia peregrinación, y de que (según ella), «eran todosguapísimos». Así que entré con la única decisión desacarles una foto y enviársela a mi madre para que sepusiera contenta. Y entonces entró Nikola y compartió conun enorme grupo de peregrinos su increíble testimonio defe, curación y perdón de Dios.

Hay quien cree que me enamoré de él en ese instante, o quequedé fascinada con su testimonio y su presencia (Nikolaes guapo...) Pero lo que realmente sucedió fue que él fue elinstrumento que Dios utilizó para que yo me topase al fincon su Misericordia.

Nuestro grupo ocupaba toda la sala en la cual dos chicosdel Cenáculo nos darían su testimonio... Uno de ellos eraNikola. Yo me senté en el suelo y entonces el que es hoymi marido comenzó a hablar... Antes incluso de quemencionara que una de las cosas que le hizo permanecer enel Cenáculo era la luz de la mirada de los otros chicosdrogadictos en vías de recuperación, yo ya comencé abuscar el foco que pudiera hacer que su propia mirada

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reflejara esa luz. De pronto, en mitad de su testimonio y dela forma más inesperada, oí en el corazón que una voztierna, masculina, indescriptiblemente bella y paternal mehablaba. Dijo: «Éste es tu compañero de vida». Durante unafracción de segundo que no puedo definir con palabras, seme regaló un instante del amor que, en un futuro, estecompañero de vida me daría. ¡Y era absolutamenteabrumador! ¡Dios mío, tanto amor sentí que casi medesmayé! Me quedé anonadada, sin recursos, sinrespuesta... ¿Qué significaba aquello? ¿Cómo iba a ser esemuchacho que confesaba sus fechorías pasadas a unenorme grupo de desconocidos, mi compañero de vida?¿Cómo iba él a amarme si ni siquiera sabía mi nombre?¡Cuando salí del Cenáculo estaba en shock! Y aunquetemblaba como un pajarito, me acerqué a él y le dije:«Gracias».

Me marché del Cenáculo con una monumental luchainterior pero con una gran seguridad en cuanto a una nuevae incontrolable voluntad: tendría que hacer lo imposiblepara volver a ver a Nikola. De lo contrario me arrepentiríadurante el resto de mi vida. ¿Pero cómo lo haría? No teníani la menor idea.

A la mañana siguiente me levanté decidida a dejarle unapequeña postal con mi dirección de España para poderestablecer un contacto. Sabía que los muchachos del

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Cenáculo no tenían ordenadores, ni acceso a Internet, niteléfonos privados... Ni siquiera les era permitido recibircartas privadas que no vigilaran Sor Elvira o los muchachos«antiguos», sanos de las adicciones. Pero mi corazón medecía que debía hacerlo. Así que me dirigí a la tienda delCenáculo pensando cómo le haría entender al chico queatendía al público que era muy importante que entregara mipostal a un tal «Nikola», el muchacho «ruso» que el díaanterior había compartido con nosotros su testimonio de fey curación. Yo no hablaba italiano, y tampoco sabía queNikola era serbio; supuse que era ruso porque él nos habíahablado largamente de su durísima prueba en el Cenáculode Rusia. ¡Hasta en eso estaba inmersa en la ignorancia!

De camino hacia mi pensión me comenzaron a asaltardudas y escrúpulos de todo tipo: «¿Y si no me haentendido? ¿Y si resulta que hay varios Nikolas rusos? ¿Ysi no es ruso? ¿Y si el muchacho de la tienda ha tirado micarta? ¿Y si entendí mal su nombre y no se llama Nikola?Con tantos y sí y con el corazón temblando, decidíplantarle un órdago a la Virgen: «Madre, siento en micorazón que hoy puedo aprender qué significaabandonarme. Así pues te propongo que haré lo imposiblepara mantener la mente en blanco si Tú me ayudas a volvera encontrarme con Nikola».

Pasó todo un día y nuestro nuevo plan en el grupo era subir

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al famoso «monte de las apariciones», en donde uno de losvidentes de Medjugorje (Iván), tendría su particular cita conla Virgen a las diez de la noche. El cielo se cubrió depronto de negras nubes y una gran tormenta eléctrica sedesencadenó justo antes de la llegada de la Virgen.

Como había subido al monte con gran antelación, logréencontrar sitio para sentarme en lo que yo consideré «zonapreferente», es decir, muy cerca de donde se arrodillaríaluego el vidente. Es una zona generalmente protegida porlos muchachos del Cenáculo para el vidente, su familia máscercana y los enfermos (paralíticos en sillas de ruedas,personas con muletas, etc.). Pero yo no lo sabía. ¡Y quévergüenza pasé! Porque al segundo apareció un voluntariodel Cenáculo, quien muy cortésmente me pidió quedespejara mi sitio, explicándome que era precisamentereservado para los enfermos. Obedecí sonrojada y me situéunos metros atrás.

No pasó demasiado tiempo hasta que vi llegar a un grupo demuchachos del Cenáculo con la intención de proteger lazona y comenzar a preparar a la gente para la llegada de laVirgen. Ahora sé que el vidente llega muy puntual a su citacon la Madre de Dios, pero que el lugar se colma de milesde peregrinos que durante las horas previas y con unapaciencia infinita, esperan la llegada del vidente. Paraamenizar la espera los muchachos comienzan a rezar el

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santo rosario, a cantar y a alabar. Los peregrinos se unenasí en su alabanza con gran emoción... Se puede entoncespalpar una gran bendición en el ambiente, una gran felicidadimpregnada de una extraña anticipación sobrenatural... Encuanto vi al grupo del Cenáculo pensé: «¡Vaya, qué bien!¿Estará Nikola entre ellos?» (eran unos veinte). ¡Pero noestaba! Una vez pasados los primeros minutosdecepcionantes por su ausencia me dije: «¡Vamos Irene,confía en la Madre de Dios! ¡Confía, confía, confía!».Comencé a orar con mucha fe. El corazón me gritaba quedebía soltar las riendas en las manos de la Virgen. Siaquella voz que me había parecido percibir en el corazóndurante el testimonio de Nikola era cierta, Ella arreglaríaun próximo encuentro...

Faltaban tan solo veinte minutos para que comenzara laaparición y entonces, casi a oscuras, pude distinguir lafigura de dos muchachos más del Cenáculo que seacercaban a la zona de los enfermos para incorporarse alresto del grupo. ¡Y uno de ellos era Nikola! Me quedé depiedra. La Virgen estaba actuando, ¡y muy deprisa!

HABLA NIKOLA

Durante mi charla a ese gran grupo de españoles queacudieron a mi testimonio en el Cenáculo, vi una chicapreciosa. Llamó mi atención cómo me clavaba la mirada.

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Algo así como un calambre eléctrico me recorrió todo elcuerpo... «¡Vamos, Nikola!», me dije. «¿Estás tonto o qué?¿Acaso no estás acostumbrado a ver miles de peregrinasbonitas pasar por nuestras conferencias?». Cuando semarchó quedé con la sensación de que algo extraño mehabía sucedido... Pero luego, el chico que ese día estaba enla recepción de nuestra tienda me entregó una postal. ¡Nome lo podía creer! ¿Qué me estaba pasando? Un cosquilleodesconocido me trepó por el corazón. «¿Y si volviera averla?», soñé emocionado. Pero al segundo toda esaemoción especial se ennegreció con un millón de dudaspuramente lógicas. «Nikola, no sueñes... No seas necio...Eres solo un pobre muchacho que se perdió en la droga,que fue delincuente... Jamás podré ofrecerle nada... Nosueñes Nikola; no sueñes, que sufrirás». Sin embargo elsentimiento de alegría y expectación ya no me abandonó.Entonces recé. ¡Ah, eso sí había aprendido a hacerlo muybien! Sor Elvira, la Comunidad, las penurias, el amor de laVirgen y todo lo experimentado durante mi estancia en elCenáculo, bien que me habían enseñado a hablar con Dios ycon su Madre. Así que oré y me dirigí a María Santísima enestos términos: «Madre, esa muchachita, ya sabes, la delgrupo español... Me ha dado un no sé qué al verla... Tú veráslo que haces: si es voluntad de Dios que algún día sea minovia, házmelo saber de alguna manera». Y acostumbrado aconfiar plenamente en la Virgen, solté las riendas del

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asunto en sus manos a través de esa pequeña pero muysincera oración. Y entonces me avisaron de algoimportante: «Nikola, Sor Elvira quiere que esta nocheacudas al monte a ayudar a la gente durante la aparición».

HABLA IRENE

Al ver a Nikola de nuevo todo el vello del cuerpo se meerizó. ¡No podía ser! Estaba muy oscuro, no se veían másque siluetas: ¡un millar de peregrinos que, espachurradoscomo yo, esperaban la llegada de la Virgen! «¡Dios mío!¡Le veo entre tantas sombras...! ¿Cómo es posible?», pensépresa de los nervios. «¡Ah! Lo más lógico es que él no mepueda ver a mí». ¡Era prácticamente imposible distinguirlos rostros y sin embargo veía perfectamente el de Nikola!Sobre la marcha me invadió un montón de sentimientos:tremenda alegría de verlo y la tristeza de que solo sequedara en una quimera absurda de dos jóvenesdesconocidos. La negrura de la noche nos rodeaba y mesentía perdida entre la masa de peregrinos... Pero lo queaún no había entendido era que, aunque era imposible quenos miráramos o que nos viéramos, Dios todo lo puede... Yentonces sucedió: Nikola se arrodilló delante de la imagende la Virgen y al sentarse miró directamente hacia dondeyo estaba. Nos separaban unos nueve metros en la mástremenda oscuridad, ¡y sin embargo nos veíamos! Me entróla risa floja... ¡Había echado un órdago a la Virgen y ella me

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había respondido de la manera más dulce que jamás hubierapodido imaginar! Sonreí a Nikola y en el corazón brotó un«¡gracias!» a la Virgen como un trueno de amor. Supe queElla estaba siempre tenía el control de mi vida. Solo mehabía exigido una sola cosa: mi total confianza en Ella.

HABLA NIKOLA

Entonces la vi. ¡La preciosa chica española estaba en mediode la más oscura sombra de la noche! Su cara era como unfarol... Noté cómo todo un universo de emociones se mecaía encima. El vidente Iván estaba en pleno éxtasis: nuestraMadre del Cielo estaba presente. Toda la gente oraba consilencioso fervor alrededor y como suele suceder durantelas apariciones en Medjugorje, muchos lloraban dejándosellevar por una profunda emoción espiritual.

«¡Pero Madre, qué estás haciendo!», grité en el corazón.«¡Tú verás lo que me organizas con esta chiquita!». Al pocotiempo la aparición finalizó, y temblando me retiré dellugar junto a mis compañeros. La cabeza me explotaballena de dudas: ¿qué pasaría ahora? ¿La volvería a ver?¿Quién era y cómo se llamaba? ¡Ah, estará en la postal!Claro, que tonto... No razonaba con coherencia...

HABLA IRENE

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¡Nikola se marchaba y le perdía entre la masa de gente! «¿Yahora qué?», me pregunté con enorme tristeza. «Madre, ¿esesto todo?». De pronto la realidad me abofeteó: memarchaba al día siguiente, temía no volver a ver a Nikola...Entonces, ¿por qué o quién me había hablado al corazóndurante su testimonio el día anterior? Solo tiempo despuésél me contó que en un principio pensó en acercarse paraagradecerme la carta, pero se volvió hacia la Virgen y ledijo: «Madre, si crees que ella es la escogida por Dios paramí, Tú encontrarás la manera...». ¡Pero aquella nocheoscura se marchó dejándome plantada de pie como unaboba! Ahora me río mucho cuando me confiesa que luego,bajando ya la colina se reprendía a sí mismo lamentando sureacción. «Qué tonto he sido», se decía. «Para una chicapreciosa que se interesa por mí, voy y la evito...». Pero yaera demasiado tarde: la marea de peregrinos le impedíaregresar hacia mí y yo temía que jamás le volvería a ver. Sinembargo deseo resaltar que lo más importante de aquellanoche fue que tanto él como yo, habíamos abandonadonuestro posible futuro juntos totalmente en las manos de laVirgen...

Regresé a España; después viajé a Lourdes con mi madre yoré... ¡Dios mío, cuanto oré! En la gruta de Lourdes rompía llorar desconsoladamente. No entendía nada, no sabía quépasaría... Pero lo que sí sabía era que no podía dejar depensar en ese muchacho desconocido del Cenáculo. Ya le

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quería y no sabía ni su apellido. ¡Ni siquiera me habíaenterado de que era serbio y no ruso! Qué desastre.

Aun así y con mil ideas en la cabeza, me atreví a escribirleotra vez. Pero ahora lo que escribí fue una señora carta, ¡decinco folios ni más ni menos! Y en croata, con diccionarioen mano. Yo no tenía ni idea de hablar croata, pero, ¡andaque no somos cabezotas los ingenieros! En esas letrasderramé mis sentimientos sobre lo sucedido y lepreguntaba si deseaba seguir en contacto conmigo víacorreo postal, dado que no tenían ordenadores ni móviles.

Si la carta la envié un 7 de julio, ¡la respuesta de Nikola mellegó el 21 de agosto! Luego, cuando ya nuestra relación seformalizó, Nikola me contó que las cartas nunca debenresponderlas solos, que dado que los muchachos están enun proceso de recuperación como drogadictos, necesitan elapoyo y la vigilancia de Sor Elvira o de los «hermanosantiguos» ya sanados. Y como Sor Elvira viaja tanto portodo el mundo, pues... Ni que decir debo que acabéviviendo como en clausura: los durísimos exámenes de lacarrera y todo lo que sentía en el corazón por Nikola meapartaron del mundo durante un montón de meses. ¡Nohacía más que mirar hacia la puerta por si venía el cartero!Y por fin un buen día la carta de mi nuevo «amigo» llegó. Ydespués otra, y luego otra más... Eso sí, una al mes. Duraespera la de dos enamorados... Y así hasta que un día me

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harto de la incertidumbre de nuestras vidas, me planto antela adversidad y decido afrontar mis sentimientos y los deNikola. Para entonces él ya podía salir de la ComunidadCenáculo, así que tomé la sartén por el mango y les contétodo a mis padres.

¡Menudo susto morrocotudo se llevaron! Su niña ingeniera,la de las buenas notas que nunca había roto un plato, ¡seenamora de un exdrogadicto en Medjugorje! Desde esemomento mi madre dejó de dormir... Y cojo un avión y voya visitar a Nikola a Sarajevo; y regreso a Españaperdidamente enamorada, sabiendo perfectamente que laVirgen no me había engañado, que Nikola tenía un corazónserbio muy noble, orgulloso, bondadoso y lo másimportante: lleno de fe y de amor a Dios. Las drogas, laviolencia y los narcotraficantes formaban ya parte de supasado. Un pasado totalmente entregado a Dios. Ahora yasolo le pertenecía a Él, quien con su misericordia, habíaborrado la falta, por lo que no había marcha atrás:estábamos enamorados y deseando formar una familia.Teníamos prisa, no queríamos hacer esperar a nuestroamor.

Contrajimos matrimonio totalmente seguros del paso quedábamos, profundamente felices y sin un duro. Nikola habíaganado verdaderas barbaridades de dinero traficando en elpasado, y eso nunca le dio la paz ni la estabilidad que todo

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ser humano desea. Más bien todo lo contrario. Así queahora éramos pobres... ¡Pero qué felices! ¡Bendita pobreza!

El camino no ha sido fácil, María... He tenido que finalizarmis estudios una vez desposada mientras que Nikola me hamantenido dignamente y como el mejor de los esposos. Hafregado platos, sí, y con mucho orgullo... Yo también leayudé fregando platos en el restaurante que le contrató paratal tarea, por muy licenciada que yo fuera en Ingeniería deTelecomunicaciones. ¡Nuestras manos se unían bajo eljabón!

Al poco tiempo el dueño del restaurante, observando enNikola un corazón noble y un deseo íntegro de trabajarfielmente, le ofreció un puesto muy bueno: le encargaría lagestión del restaurante (¡que era de los mejores!). Sinembargo la llamada de la Virgen desde Medjugorje pudomucho más que cualquier importante oferta. Y lo dejamostodo para lograr todo...

Solo ahora me doy cuenta de que hubo en mi vida un hechode monumental importancia que durante mis primerosmeses de casada pasaron desapercibidos. Me refiero alhecho de que en el verano del 2003 (en mi paso entre elcolegio y la universidad), me dio por rezar por mi futurocompañero de vida, ¡y ése fue precisamente el año en elque Nikola ingresó en el Cenáculo! Hoy sé que fueron esas

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oraciones mías las que le ayudaron a dar ese paso tanfundamental en su vida y que luego implicaría suconversión y curación.

Las jóvenes de nuestra generación acaban tomandodecisiones precipitadas porque creen que no encontrarán asu «chico», o porque sus amigas tienen novio y ellas aúnno... Craso error de juventud producto de la inseguridad...No he tenido más novio que Nikola y yo fui de las quedecían que iría para monja, aunque en mi corazón deseaba ysoñaba con aquel que anhelaba encontrar para acompañarmeen los avatares de la vida. Y por eso pedía a Dios por él, porese desconocido, teniendo el convencimiento de que Élescucharía mi oración. Di a tus lectores que Dios jamásabandona o desatiende a un corazón orante, María...

Nikola y yo somos el fruto claro de la misericordia y elamor de Dios. Actualmente vivimos de forma permanenteen Medjugorje y nos encargamos de los peregrinosespañoles. A todos les decimos lo mismo: «No tengáismiedo de la Virgen y confiad siempre en Ella. ¡Os conocemucho mejor de lo que os podáis imaginar!»1.

1 Para contactar con Nikola e Irene Djukic:http://medjugorje-peregrinaciones.blogspot.com / email:[email protected]

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Capítulo 6RAQUEL, UNA NIÑA PREDILECTA DE

JESÚS

Dejad que los niños vengan a Mí, no se lo impidáis,porque de los que son como ellos es el reino de Dios. Os

aseguro que el que no reciba el reino de Dios como unniño, no entrará en él. Y tomándolos en brazos, los

bendecía imponiéndoles las manos.

(Mc 10, 14-15)

No son palabras mías, querido lector, sino de Jesús. Y conel paso de los años, la llegada inevitable de las primerascanas y algún que otro sufrimiento padecido, hecomprobado que esto es absolutamente cierto. Ya lo digoen mis conferencias: «Cuanto más metamos por medio lainteligencia, la razón, los conocimientos culturales, lavanidad, nuestros estudios académicos y la adulación de losdemás, más se nos ocultará la verdad de las verdades».Porque Cristo solo irrumpe en los corazones humildes,siendo la soberbia lo que le impide su entrada. Esimposible analizar a través del razonamiento humano y delos grandes conocimientos científicos los milagros con los

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que Él está deseando colmarnos, porque Dios escapa a todaciencia y a toda razón. Solo la fe es capaz de abrirnos lapuerta hacia su amor, y si aprendiéramos a soltar lasriendas de nuestra vida en sus manos, se apreciaría supresencia en nuestro camino de forma palpable.

Quizá uno de los casos que más me ha conmovido conrespecto a la actuación de Jesús vivo con los niños, sucedióen una pequeña parroquia humilde de la provincia deSalamanca durante un fin de semana, en el que losfeligreses se quisieron preparar para recibir con fe y amorel Adviento. El grupo de orantes no era demasiadoimportante y entre ellos había mucha gente de edadavanzada. No es extraño ver que nuestras iglesias esténpoco concurridas en nuestros días, amigo mío, puesvivimos una era de poca fe, de falta de esperanza y deconfianza en Dios, a causa del aturdimiento al que elmundo somete hoy a la sociedad. ¡Pocos conocen a Cristoy casi nadie cree que existe verdaderamente en un trozo depan consagrado! Sin embargo, dentro del grupo deasistentes que aquel día en Salamanca celebrarían una misa,se encontraba una niña que sí conocía y amaba mucho aJesús. La niña se llamaba Raquel, padecía síndrome deDown, tenía nueve años y un organismo intolerante algluten, por lo que no podía consumir pan normal de trigo,cebada, centeno o avenas.1 Su madre, Isabel, estaba sentada

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a su lado. Es una mujer humilde y serena, que viveenamorada de la inocencia de su niña Down. Pero quizá loque más asombra a esta madre es la profundísima fe que supequeña profesa por la real existencia de Jesús en untrocito de pan consagrado. ¡Qué gran misterio es la fe delos niños!

1 La niña era celiaca [N. de la A.].

—Mamá, mira, que quiero recibir al Niño Jesús —insistíatirando de la falda de su madre.

—Ya lo sé, cariño... Pero no sé si va a poder ser... Nohemos avisado al sacerdote, que al no ser nuestro párrocohabitual, no sé si tendrá alguna forma sin gluten para ti —contestaba una y otra vez Isabel a su hija.

—¡Mamá!, que quiero que lo sepa el cura... Díselo. Dileque tengo que recibir al Niño Jesús. ¡Mamá, que si no mepondré muy triste...!

—Calla nena, ya no hay tiempo —respondía la madreintentando tranquilizarla. Siempre habían avisado alsacerdote con antelación, pero esta vez se habíandespistado. Las personas que padecen este tipo deintolerancia suelen llevar a la iglesia la Forma preparada enuna cajita llamada portaviático, que entregan al sacerdote

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antes de la celebración. Él la consagra junto a las demás yluego es la que se le da a la persona celíaca. ¡Pero esta vezsimplemente no habían caído! La niña comenzó a agitarseen el banco.

—Mamá, que no voy a recibir al Niño Jesús y me pondrétristísima... ¡Mamá haz algo!

—¡Calla Raquel, no escandalices! Tomarás solo la Sangrede Jesús. Yo le explicaré al padre la situación para que tedeje beber del cáliz. ¿Vale?

Raquel sonrió de tal manera que sus ojillos achinados casidesaparecieron de su rostro en una línea perfecta.

—¡Sí, qué bien, mami! Ahora recibiré la Sangre del NiñoJesús y eso valdrá.

—¡Shhhh, calla Raquel!

Y la niña al fin calló, pero no paró de menear sucuerpecillo sobre el banco, empujada por la enorme ilusiónde haber logrado al menos convencer a su madre de que lepermitieran dar un sorbo al cáliz sagrado. Sin embargo ni elsacerdote (llamado don Isidro), ni el diácono que ese díaayudaban en la celebración de la misa, se percataron de queIsabel intentaba hacerles señas para que dejaran unas gotitas

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sobrantes de vino consagrado para su hija. ¡Y ante eldisgusto de la niña lo consumieron todo!

—¡Mamá que se lo beben! ¡Que se han bebido toda laSangre de Jesús y no quedará nada para mí! —protestóRaquel angustiada—. ¡Haz algo, mamá!

—¡Calla nena!

Pero ya no había remedio. Estaba claro que amboscelebrantes no se habían percatado de la situación, ni de losintentos de Isabel de llamarles la atención. Fue entoncescuando Toñi (una señora sentada junto a Raquel y a sumamá), observando lo que estaba sucediendo, aprovechó elmomento de su comunión personal para susurrarle al oídoal sacerdote:

—Verá don Isidro, es que esa nena de ahí es celíaca y nopuede tomar la Forma... Se llama Raquel y solo puedebeber unas gotas de vino del cáliz... ¿Puede solucionarlo?

—¡Pues claro, hija! —contestó el sacerdote. Einterrumpiendo la cola de las comuniones se acercó alaltar, en donde aún estaba el cáliz cuyo vino, ya convertidoen Sangre de Cristo, acababa de ser consumido por él y porel diácono (don Paco). ¡Pero vaya disgusto! La copa estabatotalmente vacía y no quedaba ni la más mínima gota de la

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sangre del Señor...

—¡Está vacía, Toñi, mira! —susurró a la feligresa. Toñiestiró el cuello y comprobó cómo don Isidro volteabahacia abajo el cáliz. ¡No quedaba ni siquiera una pequeñagota! Habían consumido todo el contenido del vino.

—Pero Toñi, ¿cómo no me ha avisado la mamá de la niñaantes?

La anciana se encogió de hombros.

—No sé, señor cura. —Dirigió la mirada a Raquel y con ungesto de la mano indicó que nada quedaba en el cáliz para laniña. ¡Qué carita se le puso a Raquel entonces! Estaba muydisgustada. Don Isidro la miró y notó cómo un nudo se leformaba en la entrada del estómago. ¡Raquel era una niñaDown preciosa! Entonces, siguiendo un impulso impropioen él, dijo contundente:

—¡No pasa nada, bonita! Vamos a orar para que Jesússolucione esto: le pediremos que te dé un pequeñoconsuelo.

La niña le clavó sus ojillos achinados, sonrió y juntó laspalmas de las manos para orar. ¡Y cómo oró! «Niño Dios,que quiero recibirte, quiero tenerte...», decía en alto. El

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sacerdote, conmovido, colocó una mano sobre el cálizvacío mientras que con la otra sujetó la base. Toñi, a sulado, comenzó a orar diciendo: «Señor, la niña quiererecibirte... Actúa, Jesús... Confío en ti, Jesús».

«Señor, haz algo por Raquel. Bendícela», musitaba por suparte el sacerdote con toda la fe que era capaz de encontraren su corazón. El cáliz no había abandonado un solosegundo su mano desde que lo había volcado paracomprobar que, efectivamente, nada quedaba del contenidodel vino. Todo su interior brillaba con los destellosdorados propios de un cáliz sagrado... En la iglesia serespiraba de pronto una atmósfera de profunda ysobrenatural paz que conmovió a los fieles. Algunosmiraban asombrados la escena preguntándose qué ocurriríaa continuación. Comprobaban atónitos que una niña Down,enamorada de Jesús, pedía recibirle, mientras que un pobrecura de barrio y una mujer de edad avanzada suplicaban aDios que actuara y solucionara la situación. ¿Pero cómo lolograría? Los feligreses comenzaron a rezar también... ¡Y alminuto todos los fieles pedían algo extraordinario paraRaquel! La niña mantenía las palmas de las manos unidas yoraba con gran confianza: «Niño Jesús, ven a mi corazón».Toñi abrió un segundo los ojos: nada fuera de lo comúnhabía sucedido. El cáliz permanecía vacío. «Vaya», pensócon tristeza. «No hay nada que hacer... Hemos orado y nosucede nada... Qué inocentes somos... ¿Qué esperábamos?

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¡Ni que pudiera caer un rayo del cielo por unos humildesorantes de barrio!».

Estaba ya a punto de dejar de orar cuando captó por elrabillo del ojo que algo se movía en el fondo dorado delcáliz.

—¡Padre, mire! —Tiraba de la manga de la casulla delsacerdote. —¡Hay algo ahí que no estaba antes!

Don Isidro abrió los ojos y con absoluto estupor descubrióque efectivamente, algo se movía suavemente en el interiordel cáliz.

—¡Dios mío! ¡Parece vino otra vez!

Pero lo que ni el sacerdote ni ninguno de los feligreses queese día habían acudido a la celebración de la misa pudieronimaginar jamás, era que la cantidad de vino que al fondo delcáliz yacía podría cubrir la cabeza de una pequeña cuchara.¡Lo justo para que alguien pudiera recibir la comunión conel vino consagrado! Don Isidro casi perdió el equilibrio yToñi rompió a llorar... ¡Ella había dudado del poder deCristo porque había sido testigo ocular de que un minutoantes el cáliz estaba vacío! ¿Qué era aquello? ¿Qué estabasucediendo ese día durante la celebración de la misa?

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—¡Padre, que es vino! —insistió Toñi.

Don Isidro a duras penas podía recuperar el habla.

—Sí, hija, ya veo... ¡Esto es increíble! ¡Gloria a Jesús!Estoy conmovido... Me parece que Jesús ama mucho a estaniña. Es una señal que nos ha enviado para que nuncaolvidemos lo que Él ama a los niños.

Toñi temblaba. Llorando ahora a mares, bajó los tresescalones que la separaban de los primeros bancos y sedirigió a la pequeña Raquel, quien seguía ensimismada ensu oración ajena a lo que acababa de suceder por su causa.

—Raquel, hija —le dijo—, deja de rezar y sube al altar queya puedes comulgar.

—¡Ah, qué bien! —contestó Raquel, quien, en su inocencia,no se sorprendió un ápice. De un brinco se subió al altar, seacercó a don Isidro y le dijo:— Hale, deme ya micomunión.

¡Y vaya chupada que dio al cáliz!

Cuando al finalizar la Eucaristía la gente se arremolinó paraabrumar a preguntas al sacerdote, al diácono, a Toñi y a laniña, todos se mostraron conmovidos... Toñi se secaba las

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lágrimas mientras oía cómo don Isidro y don Pacoexplicaban atolondrados que habían apurado hasta el fondolos restos del vino una vez consagrados, asegurando que nodejaron una gota. ¡Toñi sabía que era cierto porque habíasido testigo ocular de ello! El padre intentaba explicar quenunca esperó tal intervención de Jesús.

—Mientras oraba con la mano sobre el cáliz solo pedía aDios que hiciera un regalo especial a Raquel, comoconsolarla o hacerla sentir la comunión espiritualmente,dado que no quedaba vino en el cáliz y no teníamos unaforma consagrada para una niña celíaca —afirmaba—. Noentiendo... No tiene explicación lo que ha ocurrido hoyaquí.

Sus palabras se mezclaban con la algarabía, las preguntas ylos abrazos de los asistentes. ¡Todos atosigaban a la niña!Raquel les miraba atónita sin entender a qué venía tantoaspaviento... La madre de Raquel la agarraba fuertemente dela mano derramando abundantes lágrimas.

—Es la primera vez que todo un Dios me demuestra suamor por mi hija de forma tangible —decía entre sollozos.

¡Raquel, una simple niñita Down había sido el foco delamor de Jesús ante un porrón de testigos!

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Y ahora se preguntará qué sentiría Raquel entre tantoalboroto, querido lector... La gente la rodeaba, le dababesos, le acariciaba el pelo mientras ella les miraba comosi fueran de Marte.

—Raquel, preciosa —le dijo un viejecillo cogiéndole labarbilla entre sus nudosas manos—. ¿Has visto qué cosamás extraordinaria ha hecho hoy Jesús por ti? ¿No estáscontenta?

—Pues qué quiere que le diga...

—¡Lo que sea, nena! ¡Di lo que pienses!

La niña se encogió de hombros.

—Bueno... Pues digo que no sé por qué no lo entienden...¿No ven que era lo que precisamente yo le había pedido?Jesús me escuchó porque no está sordo. ¡Pero si es muyfácil de entender! Qué raros y qué tontos son ustedes.

Sin palabras, querido lector... Absolutamente sin palabras.

* * *

Ya sé que ahora estará pensando: «Bueno, pero solo esaniñita Down ha tenido la suerte de experimentar un regalodel cielo semejante, que pudiera además ser visto por los

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presentes». ¡Se equivoca, querido lector! ¿Acaso ya haolvidado la pequeña y preciosa imagen de la Virgen delOlvido, Triunfo y Misericordias de la que tanto le hablé enel capítulo cuatro? ¡Qué mala memoria tiene! ¿Y qué medice de la tilma de la Guadalupana que se exhibe en laBasílica de México? ¡Y hay muchos casos más!

Uno de los más hermosos y espectaculares vuelve a estaraquí, en España, en el Convento del Corpus Christi deZamora. En ese pacífico hogar de oración, en donde habitaun grupo de clarisas descalzas en rutina de profundaoración y silencio, es donde se vela, cuida y venera una delas piezas celestiales más curiosas del mundo. Se trata deuna imagen muy elaborada de gran tamaño y ricamenteataviada, que representa a la Virgen en su dormición o«sueño celestial». Es conocida como Nuestra Señora delTránsito, mide metro y medio, yace recostada sobre ungran almohadón y su cara es de un material parecido a laloza pintada. Sus rasgos faciales, coloreados con granesmero, hacen ver que la Virgen duerme en un sueñoeterno. A simple vista no tendría mayor importancia de laque se le podría dar a cualquier pieza de orfebrería o dearte religioso. Sin embargo la tiene por una razónpuramente sobrenatural: su creación fue producto de ungran milagro del cielo y hasta el día de hoy no se le haencontrado explicación lógica.

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Todo comenzó a forjarse cuando, en un arrebato degenerosidad, dos nobles zamoranos llamados doña Ana deOsorio y don Juan de Carvajal (siglo XVI), decidieronregalar su hacienda privada a la Orden de las CarmelitasDescalzas de Santa Clara. Las monjas habían vivido enGandía hasta entonces, bajo unas condiciones de pobrezamonumental, padeciendo hambre y penurias de todo tipo.Fue por ello por lo que su obispo aceptó gustoso el granregalo y organizó el traslado inmediato de sus clarisas aZamora para hacerles la vida más plácida en un convento encondiciones. No obstante siguieron padeciendo penurias,pues hubo que hacer reformas para las que nunca teníandinero, y necesitaban adquirir objetos religiosos que lesfacilitaran los actos piadosos de oración diaria, para losque tenían menos dinero todavía. En especial echabanmucho de menos una imagen de la Virgen, acostumbradascomo habían estado a orar frente a una preciosarepresentación de la misma en su antiguo convento deGandía. ¡Pero no había un real con qué pagar al artesanoque se ofreciera a realizarla!

La priora estaba triste...

* * *

Pasaron los meses y las hermanas se quejaban. Echaban demenos una imagen o estatua de la Virgen. Entonces la

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priora oró, ¡y con qué fe! «Soluciónalo Tú, Madre», decía ala Virgen con insistencia. Y fue así cómo decidió proponera la comunidad que se uniera a su oración diaria y quelograran seguir juntas un ayuno estricto durante algunassemanas, con el propósito de forzar a Dios a que se la«regalara». «¡Jesús oirá nuestros ruegos!», animó a lasmonjas. «Se las apañará para que alguien nos proporcioneuna imagen de su Madre». Así que, movidas por esa feejemplar que tienen las clarisas y que asombra a creyentesy a ateos por igual, hincaron rodilla al suelo y oraron congran fervor.

Ya empezaban a flaquear las fuerzas cuando un día sonó lacampanilla de la puerta principal del convento, y al acudir lapriora se encontró a dos piadosos caminantes queregresaban de realizar un peregrinaje por el Camino deSantiago. Agotados, hambrientos y sedientos, pidieroncobijo a las monjas, que con muy buen amor cristiano se loofrecieron de inmediato. Durante el almuerzo losdicharacheros peregrinos les relataron sus peripecias y lasaventuras vividas durante su peregrinación, mientras lasmonjas compartían con ellos el poco alimento que tenían.Tras el almuerzo quedaron los peregrinos saciados de pan yprofundamente agradecidos, confesando avergonzados queno tenían bienes ni monedas con los que compensar tantacaridad. Fue entonces cuando la priora compartió con ellossu tristeza por el gran deseo que tenía la comunidad de

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obtener la estatua soñada de la Virgen, y que como ellos,nunca podrían pagar a artesano alguno al no tener bienescon qué hacerlo.

Los misteriosos visitantes se miraron con complicidad...

—Madre priora —dijeron tras un pequeño silencio—,nosotros somos orfebres. Con mucho gusto les haremosestos días la estatua tan deseada por ustedes. Se laregalamos a cambio de la caridad mostrada hacia nosotros.

¡Las monjas no daban crédito! Enseguida aceptaron suofrecimiento no sin antes asegurarles que no podrían pagarni las herramientas ni los materiales necesarios para lacreación artística.

—Nada necesitamos de ustedes más que una cosa: que noentren ni de día ni de noche en la celda en la que nos dejentrabajar. Esculpiremos en silencio y en total soledad, pueses la única forma en la que sabemos hacerlo. Si no lorespetan, no nos saldrá bien la obra... Y en cuanto a losmateriales, ya traemos todo lo necesario en nuestro zurrón.Pero recuérdenlo: ¡no pueden entrar! Trancaremos lapuerta por dentro y... ¡No entren!

La priora y las hermanas clarisas no sabían qué pensar...¡Los zurrones eran muy pequeños y no cabían en ellos ni

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sacos de arcilla, ni metales y pinceles! No obstante, ysiempre fiándose del amor y de la protección de Dios,oraron y aceptaron su generosa oferta.

Pasaron un par de días. Las hermanas se morían decuriosidad, y se preguntaban cuándo dejaría la pareja deartesanos de hacer ruido con sus herramientas, pues día ynoche el tintineo de los instrumentos no dejaba de sonar.Obedientes, no les molestaban más allá de dejar a los piesde la puerta trancada una bandeja con un trozo de pan y unasopa. Cuando al cabo de un rato regresaban para recogerla,la bandeja siempre aparecía con los alimentos consumidos.

Pero transcurrió un día más, y la priora (¡mujer al fin y alcabo y por tanto cotilla!) desfallecía de nervios ycuriosidad. Por ello decidió acudir ella misma con labandeja y los alimentos para el desayuno en vez de enviar auna de las legas. Pero cuando llegó se percató de queextrañamente ningún ruido se oía. Ni siquiera un susurro otintineo de los instrumentos de trabajo... Todo estaba enabsoluto silencio. Tocó tímidamente con los nudillos, perono obtuvo respuesta. ¿Se habrían ido los artesanos en plenanoche sin decir nada?, pensó. O peor, ¿se habríandesmayado a causa del cansancio acumulado? Presa depreocupación y sin recordar su promesa de no molestar alos orfebres, intentó abrir la puerta tirando del pomo. ¡Peroestaba cerrada por dentro tal y como se lo habían advertido!

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—¿Están bien, hermanos? —Gritaba aporreando la puerta—. ¿Me oyen, hijos de Dios?

Entonces, asustada y sospechando que habrían desfallecido,salió dando voces, corriendo pasillo abajo para que lashermanas avisaran al jardinero, quien con unos alicatestendría que romper la cerradura y derribar la puerta. Unashermanas, por su parte, decidieron arrastrar a través deljardín una escalera, apoyarla contra la pared exterior delconvento y obligar a trepar por ella a la lega más jovencita,que por eso de ser menor que las demás, tendría que sertambién más ágil... ¡Pero cuando logró llegar arriba y mirara través del cristal de la ventana descubrió que no habíanadie! ¿Estarían los artesanos acaso desvanecidos por unrincón escondido a su ojo? La ventana estaba enrejada y eradel todo imposible que hubieran logrado saltar desde ella.¡Además, aunque no hubiera tenido rejas, estaba situada atan elevada altura que se hubieran roto el cuello en elintento!

Cuando por fin encontraron al viejo jardinero, corrierontodas junto a él hacia la celda. Al hombre le costó un buenrato romper el pestillo de la puerta, pero lograronderribarla y pudieron entrar todas las hermanas en tropelpara socorrer a los orfebres supuestamente desvanecidos.¡Pero ahí no había nadie, querido lector! Lo único queencontraron fue una preciosísima estatuilla de la Virgen en

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dormición, extraordinariamente vestida, con una coronaornamentada y una expresión angelical en la cara. De losperegrinos artesanos no quedaba rastro... La ventana de lacelda permanecía intacta, con sus barrotes de hierroforjado bien apretados contra el muro de la pared, y yasabemos que la puerta había permanecido cerrada desdedentro hasta ese momento.

Hoy la imagen milagrosa de la Señora Del Tránsito esvenerada y expuesta en el convento de las ClarisasDescalzas de Zamora2 y los zamoranos le tienen unaenorme devoción, siendo considerada la bienhechora de laciudad, y habiendo concedido miles de milagros a susdevotos orantes. Las clarisas atribuyeron el increíblemilagro de su creación a estos curiosos y misteriososartesanos que, según ellas, no eran sino dos ángelesenviados por la misma Madre de Dios para ayudarlesconseguir la ansiada imagen. Pero eso sí: ¡a la Virgen lefaltaban dos dedos! Todas las hermanas miraron con enfadoa la priora... Claro, si no hubiera propiciado la entrada a lacelda con tanto aspaviento, a lo mejor les hubiera dadotiempo a acabarla...

2 Las Clarisas Descalzas de Zamora se pueden visitar y sepuede venerar la imagen. Convento del Corpus Christi, C/.Rúa de los Francos, 31, Zamora, teléfono: 980531290 [N.

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de la A.].

¿Ve, querido lector, la cantidad de regalos físicoscelestiales que hay en España? No debemos envidiar nada alos mexicanos por su preciosa tilma. Y si no ha creído mirelato, corra y visite Zamora; podrá entonces comprobarlopor sí mismo. Y cuando tenga la celestial estatua frente asus ojos venérela. Descubrirá que no he inventado nada.

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Estatua de Nuestra Señora del Tránsito (convento delCorpus Christi de Zamora)

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Capítulo 7CIELO E INFIERNO: EL RELATO DE

UN CASCO AZULESPAÑOL EN LA GUERRA DE LOS

BALCANES

Tus ciudades sagradas han quedado desiertas: Sión,convertida en desierto y Jerusalén en desolación.

(Is 64, 9)

En mis conferencias siempre cuento la extraordinariacircunstancia de paz que vivió la pequeña aldea deMedjugorje durante la espantosa guerra de Bosnia. LaVirgen, en una de sus apariciones diarias a los seisvidentes, prometió que «la protegería con su manto» de laguerra. ¡Y así fue! Los pilotos serbios que recibieronórdenes de sus superiores de arrasar la aldea, no lolograban. Hoy cuentan estupefactos que el territoriodesaparecía de los radares mientras intentaban dar en unblanco ciego. Es cierto que alguna bomba calló, ¡pero fue aparar sobre un granero de las afueras y solo mató a unavaca! Otros pilotos serbios (hoy conversos, con absoluta

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devoción por la Virgen María) afirman que al sobrevolar laaldea eran rodeados por una espesa neblina que,cubriéndoles el avión, hacía que se «perdieran por elcielo». ¡Cuántos milagros sucedieron en esa pequeñaaldeíta perdida entre las montañas de Herzegovina!

También suelo recordar a mis oyentes que nuestros cascosazules españoles situaron su centro de operaciones enMedjugorje, y bromeo al insinuar que lo hicieronprecisamente porque no se lograba bombardear, dañar oinvadir el territorio. ¡Pero esa insinuación es solo un guiño,querido lector! Admiro profundamente la brutal misión depaz que llevaron a cabo, el infinito número de vidas quesalvaron y todo el riesgo que corrieron (costando inclusovidas entre nuestros valientes soldados). Si puedo estarorgullosa de alguien en esa horrible guerra, es de nuestroEjército Español y de todo lo que logró enmendar entre unahorrible devastación allá por el año 1994, cuando losserbios atacaron la pequeña ciudad de Mostar, dejando trasde sí miles de vidas segadas y un hermosísimo puentecentenario hecho añicos.

No deseo ser yo la que se lo relate en primera persona, yaque yo no estuve en Bosnia durante esos crudísimosmomentos bélicos, y por tanto no lo merezco. Yo acudí a lallamada de Bosnia años más tarde, cuando la situación eramucho más pacífica y parecía estar controlada por las

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misiones de paz en los Balcanes (siempre admito en misconferencias que no me atreví a peregrinar a esa pequeñaaldea colmada de regalos de Dios hasta muy avanzado elalto el fuego). ¡Vaya cobarde que fui, querido lector!

Pero mi amigo Ramón C. S. no fue un cobarde.1 Cumpliósu deber como militar de forma ejemplar, a pesar delmonstruoso riesgo y las muchas calamidades que tuvo quesolventar junto a sus compañeros militares en una tierradevastada, hundida y altamente violenta. Ésta es suhistoria... Que Dios le bendiga siempre por su valentía y suamor por la paz.

1 Nuestro protagonista desea permanecer en el anonimato[N. de la A.].

HABLA RAMÓN C. S.: «VIVÍ ENTRE EL CIELO Y ELINFIERNO DE UNA GUERRA»

Bueno María... ¿Cómo empezar a contarte todo aquello queviví? Hace ya dieciocho años que sucedió y aún hoy tengopesadillas a causa de toda la crueldad humana que tuve quepresenciar. Pero aunque te parezca una rara paradoja,también encontré a Dios entre las balas. ¡Y fueprecisamente en el mismo lugar en donde le encontraste tú!Ahora, con el paso del tiempo y la formación cristianaadquirida, me doy cuenta de que Dios ha puesto las cosas

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en su sitio y me ha hecho verlas desde su perspectiva. Soyconsciente de que he recibido mucho, pero también de queahora Dios espera mucho de mí...

Llegué a Medjugorje en 1994 con el alma alejadísima deDios, alistado en un ejército como casco azul formandoparte del Contingente Militar liderado por Naciones Unidasen Misión de Paz, y regresé tras seis meses de batalla en1995, siendo amigo de Dios y alistado en otro ejército, enel de la Virgen María. Ahora soy un peregrino como otrocualquiera que, enamorado de Ella, regreso de vez encuando a esas tierras que tanto significaron para mí.

Nuestra misión como cascos azules en la guerra de Bosniano formaba parte de una ONG, como mucha gente en suignorancia ha llegado a afirmar. No éramos un grupo demilitares que acudíamos a las zonas de conflicto a repartirmantas y medicinas, y tampoco nos dedicábamos a ayudar acruzar la calle a los ancianos... ¡Estas afirmaciones sondolorosas y producto de gentes desinformadas! No,María... Estábamos ahí donde silbaban las balas, dondecaían las granadas procedentes del fuego de artilleríaserbio, interponiéndonos entre fuerzas que combatían,rescatando a personas del fuego cruzado, desactivandobombas y minas, pacificando y estabilizando territorios eimpidiendo que se violaran los más elementales derechosde quienes ya lo habían perdido todo.

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Bosnia era un país inmerso en una guerra atroz y nosotrosestábamos en medio de ella, y aunque los cascos azuleséramos fuerzas de paz, vivíamos, trabajábamos y hastaveíamos morir a compañeros en zonas rebosantes depeligrosidad. Las protecciones disminuían los infinitosriesgos que corríamos, pero no los compensaban nianulaban. Los proyectiles eran de verdad, y quienesdisparaban a todas horas no lo hacían para asustar, sino paramatar. Estábamos constantemente expuestos y sabíamosque en cualquier momento podíamos caer abatidos, hechoque asumíamos. La muerte en combate no era fruto de lamala suerte, sino la consecuencia que derivaba del mismoconflicto.

La zona de operaciones que tenía asignada el BatallónEspañol comprendía las poblaciones de Medjugorje,Mostar, Câpljina, Drazêvo, Cîtluk y algún que otrodestacamento más alejado. Medjugorje era una zonacuriosa... Nada más llegar se notaba la protección de laVirgen; algo impregnaba el ambiente de una paz que parecíaprovenir de otro mundo. Mi posición fue elegida para estaren el cuartel general ubicado en Medjugorje, que era lazona privilegiada al no haber pasado por ahí los estragos delos bombardeos. ¡Ay, María! Es imposible que olvidelecciones que allí aprendí... Quizá la más importante fueque, junto a la maldad humana y toda la rabia que Satanásdemuestra en una guerra, también aparecen atisbos de la

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bondad de Dios, demostrando así que jamás abandona a sushijos. Era impresionante contemplar los efectosdevastadores que el odio humano dejaba por todos sitios.Una de las cosas que más me llamó la atención fue vercómo los cadáveres se enterraban por cualquier lado, en lascalles de la cuidad y a toda prisa. Por eso no era extrañoencontrar tumbas improvisadas en los jardines públicos eincluso privados. Había muchas casas incendiadas,registros de balas o granadas por cualquier acera,proyectiles de ametralladoras en las paredes de las tiendasy comercios. ¡Y luego entrabas en Medjugorje y todo erapaz en sus calles! Se palpaba que se había entrado en unaespecie de oasis de paz sobrenatural, porque Medjugorjepermaneció intacto durante toda la guerra sin un soloimpacto de granada o de bala. Cuando los pilotos serbiosfueron capturados semanas más tarde, declaraban que noentendían cómo no habían sido capaces de bombardear elpueblo de ninguna manera. «No veíamos nada al sobrevolarel pueblo aunque ese día el cielo estuviera limpio yluminoso. ¡La Virgen protegía ese lugar!».

Pero una guerra es una guerra, y siempre un motivo deinmensa tristeza. Así que todo el mundo sufría enMedjugorje viendo cómo sus familiares y conocidos deMostar perdían seres queridos a velocidad de vértigo. Cadadía se oían lamentos en alguna de las casitas de la humilde

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aldea que era entonces Medjugorje; una aldea que vivía dela plantación de tabaco y de la vid.

Un escenario muy doloroso que aún me cuelga de lamemoria, fue el que vivimos durante el intercambio decadáveres que nos veíamos obligados a llevar a cabo enMostar.2 Organizábamos y pacificábamos los ánimos dedos fuerzas enemigas rotas de dolor después de que,durante seis meses, hubieran estado esperando loscadáveres de sus hijos, padres, hermanos, hijas, mujeres...Todos habían fallecido hacía tiempo y los familiares deambas partes esperaban ansiosos recibir sus putrefactosrestos para poder enterrarlos con dignidad. Muchos eran desoldados caídos y los entregábamos tal cual losencontrábamos, incluso con las botas puestas y el uniformedesgarrado por las balas. Era devastador tener que ver cómolos familiares los recibían entre lágrimas de dolor, cómose abalanzaban sobre ellos y los abrazaban con el alma rotapor una tristeza infinita, sin importarles el olor o laputrefacción de sus pobres cuerpos destrozados por lamuerte. Era entonces cuando yo me preguntaba inquieto:«¿Dónde está Dios?» No podía imaginar que no tardaríamucho en averiguarlo.

2 Mostar está tan solo a 20 minutos de coche deMedjugorje [N. de la A.].

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* * *

Otra misión que dejó huella en mi corazón fue la que tuveque llevar a cabo un día con el obispo de Mostar. Meacompañaba mi compañero y gran amigo Santi, un militarde bandera, valiente y noble. Nos habían encargadoproteger la vida del obispo durante un viaje en coche quetenía que realizar para poder confirmar a un montón dejóvenes que vivían en unos pequeños poblados de la zonamontañosa. Dichas aldeas estaban totalmente rodeadas porlos serbio musulmanes, y las atrocidades que ya secomenzaban a hacer contra los católicos en esas zonas eranespeluznantes. Durante el desplazamiento se respiraba unambiente de gran tensión; fue un largo recorrido entrecarreteras y caminos

altamente violentos, con recovecos montañosos yfrondosos bosques plagados de guerrillas y francotiradoresextremistas musulmanes que obviamente nos preocuparonmucho. Debido al gran peligro que entrañaba para el obispode Mostar aquel traslado, aquellos pequeños pueblos nohabían podido ser atendidos por él en las laborespastorales, y sus gentes, profundamente católicas, ansiabanconfirmarse o celebrar las primeras comuniones. Gracias anuestra escolta, ese día pudo confirmar a cincuenta jóvenescatólicos, que al verle llegar gritaron con alborozo.Durante la Confirmación la policía musulmana se unió a

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nosotros para proteger al obispo, pero sus miembros semostraban muy inquietos y ansiosos. «Hemos sidoalertados de que un grupo extremista musulmán hacolocado francotiradores en las dos colinas cercanas paraasesinar hoy a su obispo», nos anunciaron. Por eso tuve quesubirme al tejado de la iglesia junto a mis compañeros, paraotear las colinas armados hasta los dientes y procurarproteger al obispo, ya que de haberle matado aquel día, sehubiera puesto en peligro el acuerdo de no dañar a loslíderes espirituales de ambas partes. Eso hubiera agravadomucho el conflicto, hubiera provocado revanchas desangre, que era precisamente lo que debíamos evitar a todacosta. Gracias a la protección de Dios, ese día no hubopérdidas humanas... Si algo me sorprendió esa jornada tandura fue ver ante mis ojos un gran milagro: la bóveda de laiglesia católica había sido totalmente tiroteada y teníarestos de balas por todos sitios; sin embargo la imagen dela Virgen Inmaculada, pintada de forma muy hermosa en elcentro, permanecía intacta.

Ese día fue cuando conocí al pequeño Darío. ¡Que recuerdomás grato de ese muchachito permanece en mi corazón! Senos acercó durante la ceremonia de la mano de una monja,Sor Josefa, que luego se hizo gran amiga nuestra; unaextraordinaria mujer de Dios que había organizado unorfanato en donde recogía a los niños que habían quedadosin padres por la brutalidad de la guerra. Darío, con sus

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cinco años, nos miraba con ojos muy abiertos y expresiónasustada.

—Sus abuelos, padres y su hermanita fueron asesinados porlos soldados musulmanes en su propia casa. A su madre y asu hermana las violaron delante de él y de su hermano dedos años... Tras las violaciones les degollaron, pero a losdos pequeños les dejaron con vida explicándoles que lohacían con un propósito: el que lo recordaran para el restode sus vidas y se lo contaran a todo el mundo. Desdeentonces el niño perdió el habla.

¡El trauma había dejado a Darío mudo y con un miedo feroza los hombres vestidos con uniforme de soldado!

Cuando en Navidad de 1994 llevamos al orfanato de Cîtlukun contenedor procedente de una parroquia española a laque pertenecía Santiago (mi compañero casco azul), conalimentos, ropa, juguetes y regalos para los niños, nosrecibió Sor Josefa en la puerta con una sonrisa másradiante que un sol.

—¡Dios les bendiga! —Nos dio sendos abrazos—. Hacetan solo unos minutos pedí a mis hermanas religiosas y alos niños que rezaran porque ya se nos había quedado ladespensa totalmente vacía. Veo que ustedes han sidoutilizados por la Divina Providencia para sacarnos del

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apuro.

Darío, en cuanto nos vio vestidos como estábamos connuestro uniforme militar, corrió a esconderse con cara deespanto tras las faldas de Sor Josefa.

—No pasa nada, Darío —susurró la monja al oído delpequeño—: spanjolski vojnici su dobri (son soldadosespañoles buenos), y han traído juguetes para tu hermanitoy para ti.

Sor Josefa estaba acostumbrada a confiar en la DivinaMisericordia en cualquier situación, y cuando le decíamosque era muy peligroso que se adentrara sola por lascarreteras con su Toyota descascarillado para lograralimentos para los niños, ella contestaba señalándonos sucrucifijo con un dedo: «No iré sola; el Señor meacompaña».

Unos meses después de nuestra visita al orfanato, al salirde la misa y la adoración en la parroquia de Medjugorje, via Sor Josefa sentada en un banco junto al pequeño Darío yéste, al ver a Santi y reconociendo en él al spanjolskivojnici su dobri que le había llevado juguetes, pegó unbrinco y se abalanzó sobre nosotros provocándonos unprofundo alborozo. Quince años después, en una de lasmuchas peregrinaciones que hicimos a Medjugorje,

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visitamos el orfanato de Cîtluk y nos enteramos por SorCornelia que su hermana de sangre, Sor Josefa, habíafallecido, y que el pequeño Darío, gracias a tanto amor dela Virgen, había recuperado el habla, se había casado y habíatenido tres hijos. ¡Y tan solo tenía veintitrés años! Tengoque admitir que una inmensa alegría me derritió mi corazónde militar «duro».

Las cosas no fueron fáciles allí, María. ¡Fueronterriblemente duras! Una guerra es una vivencia espantosa...Y yo, siendo militar, sabía perfectamente a lo que meenfrentaba. Sin embargo nada me había preparado para algomucho peor... Algo que ni por asomo había imaginado y queme partiría el alma en mil pedazos: recibí la terrible noticiadesde España de que a mi preciosa esposa le habíandiagnosticado un tumor maligno en el cerebro, ¡y acababade darme un bebé! Tenía treinta y un años y tan solo lepronosticaban dieciocho meses de vida... Tuve que regresara España para afrontar esta terrible bofetada personal queme propinaba de pronto la vida... No había transcurrido niun día desde que recibí la notica cuando comprendí quesimplemente no podía con esto...

He de mencionar el apoyo inconmensurable que recibí enesos primeros momentos de mi querido compañero debatalla, Santi, a quien desconsolado relaté lo que sucedía.«Debo volver a España por unos días». Me brindó su

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amistad y un hombro amigo. Ahora reconozco que si mehubiese faltado su amistad, no hubiera podido finalizar mimisión militar en Bosnia, ya que la noticia sobre elcortísimo plazo de vida que los doctores concedían a miesposa solo la compartí con él. Le hice prometer que norevelara a nadie la información médica, ya que habíadecidido engañar a mi esposa, decirle que el tumor erabenigno... ¿Para qué atormentarla con la verdad? Sabía quese me iría al cielo pronto y que si lograba tenerla engañada,pensando que su tumor era benigno, viviría con mucha máspaz. ¡Pero decir a todo el mundo que su tumor era benignome exigió regresar a Bosnia! «Yo estaré bien», me insistíami esposa. «Tu labor de miliar debe seguir. ¡Continúasalvando vidas, Ramón!». ¡En menuda trampa me habíametido! Ya ves, María: es francamente malo mentir a unaesposa... Tuve que elegir: darle el peor disgusto de su vidadiciéndole la verdad y quedarme con ella los dieciochomeses, o seguir con la pantomima, dejarla en paz y regresara Bosnia. Opté por lo segundo... ¡Pero cómo y cuántocomencé a rezar! En Medjugorje, esa pequeña aldea llenade regalos sobrenaturales del cielo, por fin comprendí quedebía acercarme a Dios de una vez, entregarle las riendas ypedirle perdón. Después de estar dieciocho años sin viviren Él, ignorándole, sin orar, sin creer más que de formatibia, me topé con el sacerdote de nuestro destacamento.«¡Páter!», le dije agarrándole de la manga de su uniforme

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militar. «¡Ayúdeme! ¡Tengo que hacer las paces con Dios!».El páter corrió a sentarse junto a mí y ahí, los dos vestidosde militares españoles, comenzó la confesión más larga demi vida...

Cuando al fin escuché de sus labios la frase «yo teperdono», brotaron mis primeras lágrimas de liberación, dealegría al sentir el perdón y el amor de Dios. ¡Hacía milaños que no me confesaba! Cuanta pérdida de tiempo...¡Con el alivio tan tremendo que me trajo! Derramé tambiénlágrimas cargadas de angustia y de arrepentimiento alpercatarme de lo mucho que le había ofendido durantetantos años de haber andado preocupado y sumergido encosas que no tienen importancia, que no valen la pena.Había vivido demasiado tiempo inmerso en un mundosecundario colmado de ídolos falsos. Fue impresionantesentir el corazón ardiendo de pronto con un fuego de amor,de paz, de felicidad y consuelo... Del fondo de mi almabrotó un gemido de contrición. Miré a mi alrededor y vique, como yo, muchos soldados y peregrinos seconfesaban. ¡Entendí entonces por qué Medjugorje esconocido como El Confesionario del Mundo! ¡Lo es!Observaba el hábito marrón de los franciscanos que a milado confesaban, ¡y que se empapaban por las lágrimas deaquellos que como yo confesaban con el corazón roto!

Por fin, tras esa confesión pude sentir una inmensa paz.

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Notaba físicamente cómo me visitaba Jesús el alma y cómoresonaban en mi interior sus palabras de la escritura: «Elque coma Mi Cuerpo y beba Mi Sangre tiene vida eterna».Fue un momento sublime en mi interior y hasta el día dehoy, doy las gracias con todo el corazón a la Virgen porhaberme rescatado, y a Dios por haberme perdonado. Peroentonces comenzó la gran prueba de mi vida, que con todafiereza, me dejaría profundamente vulnerable y asustado.

¡Y es que desde ese momento tuve un sueño!: el deseo dela curación de mi querida esposa Pilar. ¡Cómo oré! Desdela confesión no faltaba a misa ni a la adoración... Ayunabaduramente a pan y agua siguiendo el ejemplo de losfranciscanos que, obedeciendo al pedido de la Virgen enuno de los mensajes, procuraban no tomar más que esealimento todos los miércoles y viernes. Yo llegué a más:¡ayuné cuarenta días seguidos a pan y agua! Oraba ysuplicaba a la Virgen sin cesar: «Madre, ayúdame;ayúdanos. Cura a Pilar si es la voluntad de Dios Padre».Pero el consuelo no llegaba a ser pleno: vivía momentos deextraordinaria incertidumbre, de miedo por mi esposa, pormis hijos y por mí mismo. ¿Cómo sobreviviría sin ella?¿Qué sería de mis hijos sin su mamá? El bebé era tanchiquito... Solo orar me calmaba, y por ello y a pesar detantas preguntas y tantos temores, comencé a sentir algo depaz y comprendí que, pasara lo que pasara, sería la voluntadde Dios la que regiría mi destino y el de Pilar. Agarrarme a

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tal pensamiento me procuró gran consuelo... Y Dios, quizáconmovido por mi confianza, comenzó a regalarme graciasque serían de inmensa ayuda durante esos días de espantosaincertidumbre.

Uno de ellos fue conocer a Norah, una peregrinacanadiense que había acudido a Medjugorje para agradecera la Virgen el impresionante milagro vivido por suintercesión. Norah había sido desahuciada por los médicostan solo unos meses antes a causa del padecimiento de uncáncer muy grave, de imposible solución. La operación fuedescartada de inmediato, dado que su tumor se habíadesarrollado y crecido pegado a la vena cava. Nada podíasalvarle la vida más que un milagro, ¡y éste se produjo!Cuando la conocí una noche a la salida de la adoraciónvespertina y me relató su gran historia de amor con laVirgen, explicándome cómo había intervenido para hacerdesaparecer el inmenso tumor que padecía de la forma mássobrenatural imaginada, me eché a temblar... «No quierosoñar, pero... ¿Y si Pilar pudiera ser bendecida de la mismamanera?», me pregunté. Al ver que enmudecía ante surelato y se colmaba mi rostro de preocupación, Norah meabrazó.

—No te preocupes —dijo—, Dios escribe con renglonestorcidos y la Virgen te va a dar una gracia especial... No sési será la curación de tu esposa, pues solo Dios sabe lo que

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tiene guardado para ti. Pero sea lo que sea, te ayudará envuestro camino tan lleno ahora de tropiezos y miedo...Mira, voy a subir al monte de la Cruz donde se ha aparecidomuchas veces la Virgen, y oraré todo el camino por ella.

¡Y entonces se descalzó y comenzó a subir a pesar de lasescarpadísimas piedras del terreno!

Rompí a llorar... Por fin el gran militar, el sargento tanvaliente y admirado por mis compañeros, el que habíasalvado tantas vidas en la guerra, había protegido a tantaspersonas de la muerte y la violencia, el que ganaba tantospremios deportivos y acumulaba medallas, el que nuncalloraba, comenzó a derramar lágrimas como un niño.Siempre había podido atar los problemas de la vida y habíasolucionado todo apartando de un manotazo a Dios de micamino. «Yo arreglo esto», había sido desde siempre mifrase favorita... Pero al oír de labios de Norah esas palabrascomprendí de golpe que yo no era nada más allá que unapobre miseria, un humano más, y que el triunfo profesionalo la adulación de los demás es algo efímero que pierdevalía a ojos de Dios. Todas las riquezas materiales ypersonales no sirven más que para rellenar un vacío; sonquimeras pasajeras... Comprendí de golpe que solo Diosimporta, que Pilar estaba en sus manos, que mi vida enteradebía ser entregada a Cristo... Y con un corazón contrito yderramando esas lágrimas de niño, subí el monte conocido

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como Kritcevack o «Monte de la Cruz», en donde los seisvidentes de Medjugorje veían y recibían mensajes enmuchas ocasiones de la Madre del Cielo. ¡Y cuanto mástrepaba tras Norah por sus escarpadas rocas, más lloraba!

Mi compañero, Santi, se quitó sus botas de militar, y porpura vergüenza hice yo lo mismo... Si Norah lo hacía porPilar con tanto amor, ¿cómo podía yo no hacerlo? ¡Ycuánto cortaban las piedras y qué peligrosa se hizo lasubida! Tropezábamos a cada rato, nos arañábamos lasplantas de los pies y resbalábamos violentamente a cadapaso. Tenía el corazón desgarrado, pero no por los temorespasados, sino por vergüenza... Por haber caído de una vez enla realidad de que siempre había dado la espalda a Dios,creyéndome ser yo el todopoderoso que dirigía las riendasde mi vida y las de los míos. ¡No somos nada, María!Cuando uno experimenta la grandeza del amor de Dios (yyo la experimenté en ese momento) se caen todas lasescamas. ¡Y qué bien se estaba allí arriba, en el monte de laCruz de Medjugorje!

En cada estación del Vía Crucis3 dejaba un porrón deoraciones a la Virgen:

3 En el monte Kricevack hay dieciséis estaciones del viacrucis entre las rocas que culminan en una gran cruz en lacima. En ese monte se han producido grandes milagros. [N.

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de la A.]

«Madre, cura a Pilar, sánala». Y poco a poco iba notandocómo Ella actuaba aligerándome la angustia, el miedo, laincertidumbre... ¡Cada vez me sentía mejor! Y cuanto mássubía, más liviana sentía mi alma y menos dolor rasgaba micorazón. Hacia la mitad de la subida, de golpe y sinexplicación, me invadió por fin plenamente una granemoción interior. Miré hacia atrás y comprobé labarbaridad de metros que habíamos trepado por esamontaña tan alta y escarpada. A mi lado, mis dos«Cirineos» oraban con gran devoción. ¡Ah, cuántaliberación comenzaba a invadir mi corazón!

Cuando al fin llegamos a la cima de la montaña en donde selevanta una inmensa cruz, agotado y con los pies heridos,me arrodillé y entregué a Cristo toda mi pena. ¡Qué granliberación sentí! «¡Tuyas son las riendas, Señor! Haz de mifamilia y de mí lo que te plazca. ¡Que se haga tu voluntad,Jesús, pero dame las fuerzas para sobrellevarla!». Una granpaz colmaba ya mi alma, y una liberación absoluta seapoderó de todo mi ser. En ese instante comencé a ver conojos nuevos: tuve el horrible presentimiento de que Pilarno sanaría, pero también de que Dios no me abandonaría niun segundo en todo el proceso de su marcha al cielo.¡Había perdido el miedo de golpe! Tuve la certeza de quePilar entraría en el cielo, llegaría a Dios antes que yo...

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¡Pero ya el temor por su marcha no era un suplicio para mí!Supe que Cristo estaría pendiente de toda la situación, queÉl me consolaría y cuidaría de todos nosotros a pesar de laprueba tan terrible que se avecinaba y que nos dejaríainmersos en el dolor de la pérdida.

Bajé el monte lleno de paz... Cuando llegué a la pensión,agotado física y psicológicamente, cené ligero y medesplomé sobre mi cama. Por fin, y después de muchosdías sin apenas poder conciliar el sueño, me rendí a unprofundo sueño absolutamente colmado de paz.

Estaba mi despertador a punto de marcar las cuatro de lamañana cuando me desperté de golpe... ¿Qué había pasado?¡Alguien me estaba hablando! Se trataba de una voz demujer preciosa, dulce, tierna... ¿Qué ocurría? ¿Dóndeestaba? El cuarto estaba invadido de gran oscuridad... Solola luz fosforito de mi despertador iluminaba un poco laestancia... Miré a mi compañero Santi, quien,profundamente dormido sobre su cama al fondo del cuarto,no se percataba de mi agitación. A punto estuve dedespertarle. ¿Pero qué le diría? ¿Que notaba cómo mehablaba una mujer? ¡La voz de esa desconocida,indescriptiblemente bella, seguía susurrándome al corazón!¡Era como si se estuviera comunicando con mi alma! Depronto me asusté mucho. ¿Me estaría volviendo loco? Elcorazón comenzó a latirme velozmente. ¡Como deseaba

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despertar a Santi! Pero no podía... no quería... No lo hice.

La voz hermosa de mujer decía: «Abandónate en misbrazos», una y otra vez. ¡Qué sensación tan bonita! Mesentía amado por esa dulcísima voz. Al fin, perplejo ytotalmente espabilado, opté por saltar de la cama, vestirmeen silencio y salir a la calle. ¿Pero a dónde ir? Todo elpueblo dormía; los habitantes descansaban antes de que losprimeros rayos de sol iluminaran los montes, los huertos yla placita de Medjugorje.

En mi interior sabía que era la Virgen quien me hablaba.¡No puedo explicar la razón! Simplemente había en mí unacerteza tan aguda y real... Le dije: «Madre, si eres tú quienme habla, házmelo saber con una pequeña señal... Quizápueda encontrarme a alguien orando por aquí, a estas horastan intempestivas. Alguien que me haga entender que setrata de un regalo de tu parte». Sabía que era altamenteimprobable encontrarme a alguien orando por alguna de lascallecitas del pueblo. ¡A esas disparatadas horas todosdormían! Las misas comenzarían horas más tarde... ¿Estabatonto o qué? Pero confié y comencé a andar por ahí con elcorazón lleno de alegría. ¡Y no había dado ni veinte pasoscuando me topé precisamente con Norah! La misma amigaque unas horas antes había trepado el monte descalzaofreciéndolo por mi esposa, ¡se encontraba rezando en unsendero junto a la iglesia con unos amigos! ¿A tales horas?

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No daba crédito...

—¡Norah! —grité lleno de excitación.

—¡Ramón!, ¿qué haces aquí a las cuatro de la mañana?

Entonces, sin poder contener las lágrimas le relaté lo queme acababa de suceder... Ella sonrió.

—Te creo, Ramón. A veces el Señor o la Virgen hablan alcorazón. Si te ha dicho que te abandones en sus brazos,¡hazlo!

* * *

Veinte meses después de ese mágico momento de amor dela Virgen, el 17 de junio de 1996 para ser exacto, mi amadaesposa entraba en el cielo... Comenzaba para mí una nuevapágina en el libro de mi vida, y aunque el dolor medesgarraba por dentro sentía palpablemente la presenciapermanente de Jesús a mi lado. Todo estaba en sus manos.Incluso mi dolor.

Hoy soy padre, madre, ama de casa y militar con un montónde obligaciones y ausencias a causa de las maniobras ymisiones militares a las que me llaman mis superiores. LaVirgen no me ha soltado de la mano ni un segundo desde

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aquel día que subí ese monte santo... Entonces le pedí quejamás apagara el fuego de fe y amor que había hecho naceren mi corazón. Es cierto que las

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Ramón en plena guerra, caminando hacia la iglesia deMedjugorje (1994).

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Ramón aguanta el frío y la ventisca haciendo guardia en sudestacamento en Medjugorje durante la guerra de Bosnia

(1994).

pruebas que tuve que pasar a partir de ese momento fueronpeores que cualquier bombardeo (ver apagarse la vida de miesposa no fue un trago nada dulce), pero las gracias delcielo comenzaron a derramarse en mi vida y en la de mishijos de una forma prodigiosa. Hoy mi hijo, ese pequeñínque perdió a su madre casi antes de conocerla, es unmuchacho de enorme fe, feliz, maravilloso. Mi hija es unángel vivo y somos una familia que nos amamos mucho,somos felices a pesar de la ausencia de Pilar. Mi hijo medice muchas veces que la siente cerca, que la percibe y quehasta cree haberla visto en sueños y durante su oración enel interior de su corazón.

—Papá, la veo... ¡Mamá es preciosa y se la ve muy feliz!

Y yo, querida amiga María, le creo.

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Capítulo 8UNA TEXANA Y UN PEDACITODE CIELO ENTRE LOS DEDOS

Desde mi angustia clamé al Señor, y Él me respondió.

(Jon 2-3)

Kerry estaba desesperada. Ya no sabía qué hacer paramantener la paz en casa. Lo sucedido durante el fin desemana en el rancho que compartía con su esposo John lahabía dejado psicológicamente agotada. ¿Por quédespertaba tanto odio en los corazones de las hijas de sumarido? Aunque nunca llegaran a creerla se había casadoenamorada de su padre.

—¡Mientes! —La mayor de las dos hijas que su maridohabía tenido con su cuarta esposa gritaba enfurecida—,todos sabemos la verdad: que te casaste con papá paraaprovecharte de su dinero; es de eso de lo que estásenamorada y no de él. Puede que papá esté ciego a causadel amor, pero nosotras no lo estamos. ¡No conseguirásengañarnos!

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John se disgustaba con la actitud injusta de sus hijas Susany Lucy, pero solo conseguía templar el rechazo que sentíanhacia su nueva esposa durante unos pocos días. Y así, con lallegada de cada fin de semana, regresaban las vocesincrepantes y una creciente hostilidad que cada vez leasombraba más.

—No sé qué hacer —Se lamentaba meneando la cabeza deun lado al otro.

—Perdónalas, Kerry... La causa no es otra que laadolescencia que atraviesan... Ya sabes que su madre lesconsiente todo y no están acostumbradas a que alguien leslleve la contraria.

Pero Kerry comenzaba a hartarse...

—Pues tendrán que aprender... ¡No puedes tolerar losdesplantes de dos muchachitas consentidas! ¡Me ofendenhorriblemente!

Estaba convencida de que no había hecho nada para mereceresa injustificada ira por parte de Susan y Lucy. Eraconsciente de que las hijas de John (de diecisiete y quinceaños respectivamente) no deseaban aceptarla comomadrastra por mucho que se esforzara en ser amable, enhablar con ellas o en llevarlas al cine. Y después de dos

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años casada con el padre de las chicas, había llegado a laconclusión de que nada de lo que hiciera sería visto conbuenos ojos por parte de las adolescentes. La terriblediscusión que explotó entre ellas durante el previo fin desemana lo probaba sobradamente, y por primera vezatisbaba una derrota en el campo de los afectosmatrimoniales. Solo pensar en ello le partía el corazón.

John la miró con infinita tristeza. Veía a sus hijas solo losfines de semana, dado que la custodia de días laboralescorrespondía a su exesposa. ¡Y vaya batalla judicialmantenía con ella! Aunque llevaban divorciados seis años,seguían sufriendo a causa de interminables desacuerdoseconómicos. La esposa despechada exigía la mitad de sufortuna: un patrimonio que él consideraba que había ganadoa pulso... Admitía que su negocio petrolero en Texas ibamuy bien y que nada le suponía mantener a su exesposa encondiciones holgadas. Pero de ahí a entregarle la mitad desus bienes... ¡Eso era algo que no consentiría! Por ello losabogados de ambas partes (tigres de tribunal) no secansaban de luchar a favor de sus respectivos bandos,sometiendo a ambas partes a un estrés tal que, a sus setentay siete años, John pensó que le daría un infarto.

—Tenga cuidado con el ritmo cardíaco —le advirtió eldoctor tras sufrir una fortísima subida de tensión despuésde uno de los careos judiciales.

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—¡Ah!, ya no soy el gran luchador de antaño ni el joven quellegó sin un centavo a Texas hace cincuenta y cinco años, yque con astucia y suerte logró triunfar en el negociopetrolífero, doctor —contestó cabizbajo—. Siempre mesiento agotado física y psíquicamente. ¡Anhelo paz en mivida!

Cuando Kerry le conoció, ya era considerado uno de loshombres más pudientes y triunfadores de Dallas. Elmatrimonio con la madre de las chicas le había dejado tandesgastado, que había hecho el firme propósito de novolver a contraer matrimonio. Pero se volvió a enamorar desu nueva amiga Kerry (¡mujer treinta años más joven queél!), se casó en contra del deseo de sus hijas einmediatamente llegaron los problemas... Y con el paso deltiempo, Kerry comenzó a sentirse abatida tras cada fin desemana de convivencia hostil. «¿Terminará abandonándomemi esposo a causa de estos horribles enfrentamientos?», sepreguntaba inquieta. Y aunque John procuraba calmarla yasegurarle que jamás lo haría, algo le avisaba de que su gransueño de amor terminaría en tormenta. Y con eso no habíacontado.

* * *

El magnate texano se consideraba un hombre maduro entodos los aspectos. Había llegado la serenidad con las

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canas, y había encontrado consuelo en el cristianismo de lamano de la Iglesia presbiteriana. Los presbiterianosdefienden ideas protestantes alejadas de algunas bases muyimportantes del catolicismo, como la negación de lapresencia verdadera de Jesús en un pedacito de panconsagrado (la Eucaristía) o la devoción a la Virgen y a lossantos. Kerry también era presbiteriana y John sentía queambos se acercaban poco a poco a Jesús a través de estareligión cristiana, y por ello acudían semanalmente a lasreuniones que se celebraban en su comunidad presbiterianapara orar, bendecir y adorar al Señor junto al pastor delgrupo, un hombre bondadoso muy docto en los Evangelios.

Y así, evolucionando espiritualmente gracias a esasreuniones dominicales junto a Kerry, comprendió al fin lagran verdad de su alma: que la llegada del dinero habíatraído consigo problemas éticos y el egoísmo a su corazón;y que con el triunfo se desbocaron tentaciones humanas,las visitas al casino de Las Vegas, las mujeres bonitas, losyates, los viajes, los amigos poderosos y mujeriegos, losgrandes lujos y alguna que otra droga social... Y por todoello fue mucho el tiempo que estuvo enredando con faldassin deseo de comprometerse seriamente con ningunamujer. ¡Con lo divertido que le resultaba jugar con fuegosin quemarse! Pero un día el destino le trajo una mujerhermosa y especial, y se casó. ¡Lo malo fue que después seenamoró de otra y de otra más, y se casó hasta cuatro

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veces! Y habiendo cumplido setenta y siete años y harto detanta contienda, deseaba ser feliz de una vez por todas conKerry, su quinta esposa. La amaba siendo consciente de queera treinta años más joven que él, de que era preciosa y deque corría el riesgo de que cualquier día se podría hartar desus achaques y del mal carácter de sus hijas. Y a causa decuatro divorcios y una nueva esposa bonita perodescontenta, John se entristecía y oraba a Dios. «Jesús,ayúdame en mi vida privada... Sé que he cometido muchoserrores en el pasado. He sido egoísta, egocéntrico y hastacruel en los negocios... Pero ahora me siento viejo y a miedad solo ansío paz. Si solo Kerry lo comprendiera». PeroKerry ya no comprendía nada. Estaba harta.

* * *

—Kerry, ¿estás bien? —preguntó preocupada su amigaDona a través del teléfono—. Hace días que no vienes alclub. Espero que no estés enferma.

—No es eso... Es que últimamente no me encuentroanimada —contestó con voz apagada. Llevaba horas singanas de salir de la cama. Sabía que las hijas de su esposollegarían al día siguiente como todos los viernes para pasarel fin de semana con ellos en el rancho, y temía el próximoencuentro. Ya no tenía fuerzas... La última vez le habíaninsultado sin respetar siquiera la presencia del horrorizado

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servicio doméstico de la casa—. Digamos que las cosas novan muy bien... Por aquí hay tensión.

Un pequeño suspiro se oyó desde el otro lado del auricular.—¿Acaso habéis discutido John y tú otra vez a causa de laschicas?

Entonces Kerry no pudo más. Rompió a llorar dejando quepor fin un torrente de lágrimas brotara desde lo másprofundo de su corazón. Abrió el alma y le contó todo: quela situación era insostenible y que oraba a Diosincesantemente para que sanara sus heridas, para que lediera entendimiento, paciencia, sabiduría.

—Pero, ¿sabes una cosa, Dona? Me parece que Dios estásordo —logró decir entre sollozos—. No me escucha. Yano sé cómo suplicar ni qué decirle... Estoy cansada derezar. No sirve para nada.

Dona permaneció durante unos segundos en silencio antesde responder.

—Kerry... Dios no está sordo; lo que sucede es que tudolor es tan profundo que no te permite escuchar surespuesta. Mira, tengo un amigo que te puede ayudar aentender lo que Dios desea hacer en ti... Es un hombremayor y se ha convertido en un confidente importante para

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mí, pues me ha ayudado en un bache serio que he padecidoestos últimos meses. Me ha escuchado y me ha hechoentender que Dios está pendiente de todos nosotros. Suactitud me ha procurado mucho consuelo.

—¿Cómo lo ha logrado? —Kerry mostraba mucho interés.

—Rezando una oración especial que conocen los católicosde la que yo nunca había oído hablar. ¿Te suena familiar loque te digo?

—No.

—Le llamé, le conté lo que me sucedió y fue entoncescuando me enseñó a recitarla. ¡Ha resultado serextraordinariamente poderosa! Al cabo de pocas semanasde orarla juntos, aquello que tanto me preocupaba searregló de la forma más misteriosa. No sé cómoagradecérselo. Cuando acudí a él, estaba desesperada yconvencida de que mi problema no se solucionaría. Peroconforme pasaban los días y oraba junto a él, algo ocurrió...Primero me invadió una gran paz y me abandoné en Dios.¡Cosa que no suelo hacer! Y luego, de la forma másinesperada, ¡el problema irreversible se solucionó! Ahorano hay día que no rece esa poderosísima oración de loscatólicos. En fin... Si te interesa no tienes más que pedirmesu teléfono.

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—¿Y por qué no iba a interesarme?

—Porque mi amigo es católico... Ya sabes: cree en laVirgen, en la presencia viva de Jesús en la Eucaristía y en elpoder de intercesión de los santos. Mira, si te parece te lopiensas unos días y ya me dirás...Es un hombre anciano dealma noble que ama muchísimo a la Madre de Jesús.

—No digas nada más —interrumpió Kerry algodesilusionada—. Es verdad que los católicos son un pocoraros. Pero dame el teléfono; le llamaré. No tengo nada queperder y quizá algo que ganar.

* * *

Kerry telefoneó a Peter esa misma noche y compartió elproblema familiar con él. Se sintió extraña revelando suherida a un desconocido... El viejecillo le explicó que vivíaunido en espíritu a la Madre de Dios y le habló con enormeternura del tremendo poder de intercesión de la misma y delos milagros que a lo largo de su vida le había concedido.

—Pero soy presbiteriana —le aclaró Kerry—. Aunquenuestra fe respeta a la Virgen María como Madre de Dios,no la conozco. ¿Será correcto que me dirija a Ella?

—¡Pues claro, hija! Qué tontería. ¿Acaso no es también tu

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madre? Limítate por ahora a dirigir tu oración hacia Ella ydéjate proteger y amar por su ternura especial. La Virgenlogró que Jesús cambiara el agua en vino en las bodas deCaná. ¿Acaso no es más fácil cambiar la ira injustificada deunas adolescentes en templanza?

—No sé yo, Peter —contestó Kerry dubitativa—. Sonduras de pelar. Y terribles egoístas, mimadas, malas.

—Eh, para —interrumpió su nuevo amigo desde el otrolado del teléfono—. ¡Intenta no pensar así o Dios tendráque cambiar primero tu corazón de piedra en uno de carne!Je, je.

Kerry se ruborizó al otro lado del teléfono.

—Claro, supongo que tienes razón.

—Pues claro que tengo razón. Primero tienes queperdonarlas tú aunque no te hayan pedido disculpas. Ellasno ven. Les ciega su adolescencia complicada y todas susriquezas.

—No las defiendas, Peter. Me hacen sufrir mucho.

—Vale, te propongo un plan: cuando las niñas lleguen y lapelea comience, debes salir de la habitación y no entrar en

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discusiones inútiles. Deja que te hieran o hablenimprudentemente. ¡Es su pecado, no el tuyo! Debesentonces correr a tu cuarto, coger el teléfono y llamarme.Yo estaré siempre pendiente del móvil, sea día o noche. Yentonces comenzaremos la oración católica de la que te hahablado Dona y que es tan milagrosa. Yo te la enseñarépoquito a poco. Verás cómo muy pronto las cosascambiarán.

—¿Funcionará? —La voz de Kerry delató su decepción—.Dona dijo que era dedicada a la Virgen, pero yo no le tengodevoción, Peter.

—Um… Solo recuerda lo que te he dicho: Ella fue quienconvenció a Jesús de que transformara el agua en vino, auncuando Él sabía que no había llegado la hora de realizarmilagros de forma pública. ¡A Ella nada le negaba el Hijode Dios!

—¡Uf!, Veremos —contestó Kerry, dubitativa, meneandola cabeza de un lado a otro.

* * *

Tal y como había previsto Kerry las niñas llegaron alrancho, y en cuanto vieron a su madrastra comenzaron lasdisputas. Pero esta vez Kerry no contestó. Durante la cena

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las cosas no mejoraron: no había llegado el postre cuandoel tono de voz de las niñas, enfurecidas quizá por la falta dereacción de la madrastra, fue en aumento. Kerry siguió sinreaccionar ni contestar. En el rancho todos se extrañabande su nueva táctica. «¡La señora de la casa no se defiende!»,pensó el personal de la cocina. Solo don John lo hacía,intentando calmar la ira y los comentarios hirientes de sushijas.

Cuando Kerry comprendió que no aguantaría mucho más enesa situación y notó cómo las lágrimas se le agolpabansobre las pestañas, se disculpó educadamente y sin probarel postre se retiró. Subió a su dormitorio, cerró la puertatras de sí y rompió a llorar desconsoladamente. De prontolas palabras de su nuevo amigo resonaron en su memoriacomo un tintineo esperanzador: «Llámame a cualquierhora; yo tendré el móvil a mano para que puedaslocalizarme y entonces oraremos juntos. ¡Pediremos a laVirgen que solucione todo!».

Kerry cogió su móvil y marcó el número de su amigo.

—¿Peter? ¿Eres tú? —Estaba angustiada.

—¡Aquí estoy! ¿Ha empezado la guerra? ¡Ah! ¿Entonces aqué esperamos? ¡Je, je! Tú sígueme, no tengas miedo yrepite lo que yo diga: «Por la señal de la Santa Cruz...».

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* * *

Kerry no supo cuánto tiempo transcurrió hasta quefinalizaron. «¡Caray, veinte minutos!», pensó sorprendida.Habían volado como si hubieran sido cinco... Durante esaoración católica había ido notando cómo una paz hastaentonces desconocida se había ido apoderando de ella,poco a poco, colmándola de ternura y tranquilidad. ¡Québonita era! En ella se alababa a la Madre de Dios con muchaintensidad. No sabía si orando así alcanzaría la paz en casa,pero al menos, ¡la que se había llenado de paz era ella! Depronto ya no le importaban los improperios de las chicas,ni que John fuera tan blando con ellas. Nada importaba másallá de esa dulce paz que la había invadido...

—Oye, Peter, esto me ha gustado mucho... ¿Cómo se llamaesta oración?

—Se llama el rezo del rosario. Pero a mí me gusta llamarlo«el santo rosario» porque es verdaderamente milagroso. Yate lo he dicho: el que acude a María, logra todo de Jesús.

—Ya... Claro, como en las bodas de Caná, ¿no? —Esbozóuna sonrisa.

—Así es, hija. Tú lo has dicho: igualito que en las bodas deCaná.

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* * *

Cuando Kerry me relató su preciosa historia de amor conla Virgen María ya era católica conversa.

—Fue el rezo del rosario, María. No tuvo que transcurrirdemasiado tiempo hasta que un día Susan, la más rebelde demis hijastras, dejó de insultarme ante el estupor de suhermana, de John y del servicio del rancho. Lucy fue másdura de pelar... Pero perseveré: transcurrieron semanas yluego meses, y yo seguí corriendo hacia mi cuarto paratelefonear a Peter, quien con una paciencia infinita recitabael santo rosario tras el auricular. Hasta que una mañana, deforma absolutamente inesperada, Susan pidió hablarconmigo en privado. ¡Vaya miedo que tuve! Pero dado quellevaba más de un mes sin insultarme ni provocarme,accedí. En cuanto nos dejaron solas me abrazó y me pidióperdón. ¡No daba crédito!

—Sé que he sido una hijastra perversa contigo muchotiempo, Kerry —me dijo—. Lo siento. No volverá asuceder.

¡Qué alivio y qué felicidad sentí! Corrí a contárselo a Petery éste se puso muy contento.

—Te lo dije: la Madre de Jesús tiene un enorme poder de

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convicción sobre Él. ¡Todo se lo concede porque amamuchísimo a su Madre! Solo necesitamos tener confianzaen su amor y Ella se encargará del resto. Pero noabandones la oración: aún queda triunfar en el corazón deLucy.

—Sí —dije preocupada—. Aún queda la pequeña Lucy.

Seguí orando algunos meses sin ver demasiados cambiosen ella. ¡Pero aprendí a perseverar en la oración diaria delsanto rosario! Gracias a él perdí el miedo a las niñas y cadavez me envolvía más esa sensación extraña de paz tiernaque me cuesta mucho describir... Hasta que un día recibíuna inesperada llamada de Peter.

—Kerry, ¿has aprendido ya a rezar el rosario? —Hizo lapregunta de sopetón—.

Claro... Llevamos varios meses haciéndolo juntos.

Peter echó un pequeño suspiro al aire.

—Me alegro porque a partir de ahora no podréacompañarte en la oración.

Aquella respuesta me puso en alerta.

—¿Por qué dices eso?

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—Kerry, hija, aún no nos hemos visto. Soy un ancianopachucho y no creo que me quede mucho tiempo de vida.¿Por qué no vienes a verme y hablamos?

¡Me asusté! ¡Mi amigo estaba enfermo y nada me habíadicho! Me explicó que le habían diagnosticado un cánceragresivo y que marchaba a vivir a otro estado, en dondeunos familiares le acogerían para atenderle al final de suvida. ¡No me lo podía creer! Mi gran amigo de oración,quien me había presentado oficialmente a la Virgen medejaba para siempre. Al día siguiente corrí a visitar yconocer por fin, cara a cara, a mi querido amigo de oración.¡Pero lo que el muy bribón no me había dicho es que era unsacerdote católico jubilado de noventa años! Me loencontré sentado en una silla de ruedas y vestido consotana. ¡Vaya sorpresa me llevé! Y cuánto disfrutamoscharlando. Cuando llegó la ambulancia para recogerle ytrasladarle a su nuevo hogar, me eché a llorar...

—¡No llores, hija! Mira lo que te regalo —dijo colocandosu rosario de cuentas de madera entre mis manos—Quédatelo. Así me recordarás. Y no estés triste, que mevoy contento al cielo... A partir de ahora ya no podré orarmás el rosario contigo; por eso debes rezarlo sola.Recuerda: la Virgen arreglará el problema de Lucy.

—Claro, padre —interrumpí—. Igualito que en las bodas de

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Caná, ¿no? — dije esbozando una rota sonrisa.

* * *

Tres meses después me enteré de que mi amigo se habíamarchado al cielo. ¡Aquella noticia me dejó desolada! Sinembargo una extraña sensación de su cercanía me empujó atomar la decisión de rezar el santo rosario todos los díastal y como lo hice con él durante meses. «Antes teníamosque hacerlo telefónicamente, Peter», le dije mirando hacialas estrellas. «Pero ahora sé que puedes verme, que vivesjunto a Jesús y a esa Madre del Cielo que me presentaste;ahora ya podemos rezarlo juntos otra vez». Y no pasódemasiado tiempo hasta que comencé a sentir algo nuevoen mi corazón: ¡mi alma se estaba acercando al catolicismode manera poderosa! Sin apenas percibirlo me había idoenamorando poco a poco del amor de la Madre de Dios.

Por fin, un año después, tomé una de las decisiones másimportantes de mi vida: entré a formar parte de la religióncatólica. Me preparé a fondo, hice la primera comunión yme confirmé junto a Dona. ¡Ella también habíaexperimentado una tremenda conversión al catolicismogracias a la Madre de Jesús! Hoy puedo decir con humildadque soy católica y que mi fuerza es la Eucaristía.Realmente no comprendo cómo antes podía vivir sin ella.

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Te preguntarás qué pasó con Lucy. ¡Con el paso del tiempotambién ha cambiado! Cuando una tarde me pidió perdóncasi me caí de la silla en la que estaba sentada. El granmilagro de mi vida no fue que las hijas de mi esposolograran aceptarme, sino que a través de la oración delrosario comencé a vivir un poco el cielo en la tierra a pesarde los problemas, de las adversidades y los contratiempos.Porque orar el Rosario es estar junto a la Virgen María, laMadre de Jesús y Madre nuestra, y notar que Ella nosacompaña en cada tribulación, en cada temor y enfermedad.Los problemas pueden perseverar, pero no se perciben nienfocan de la misma manera si sentimos la compañía de laMadre de Dios. Con Ella al lado se nota el roce de su paz,de su amor, de su ternura y protección. Es como agarrar untrocito de cielo entre las manos en vez de una cuenta delrosario. Haz la prueba. Sé que no te arrepentirás.

* * *

Ya ve, querido lector: el dinero no da la felicidad. Tambiénen familias pudientes se dan problemas muy serios de faltade amor, comprensión y cariño. Algunos de sus miembrosse desesperan con los problemas de sus hijos y sufrenterriblemente. Mucha gente admirada, que alcanza fama,poder y dinero, acaba sintiéndose sola, perdida y alterada,inmersa en un mundo de dioses falsos que lejos de aportarfelicidad traen desesperación. La base del fracaso es verse

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incapaz de lograr lo más deseado en la vida: el amor. Nohay más que ojear la prensa para descubrir que lo que ledigo es cierto. El dolor oculto de muchas celebridades delcine, de la música o de los grandes negocios es ahora tanlatente que hay muertes prematuras que nos horrorizan yentristecen. ¡Cuántas veces aquellos ídolos a los quequeremos y admiramos mueren de la forma más extraña! Esentonces cuando nos percatamos de que no eran sinopequeños muñecos rotos aturdidos por la fama o el mundode las superventas.1 Todos tenemos heridas y aunque unbuen fajo de billetes puede ocultarlas por un tiempo, laverdad siempre acaba saliendo a la luz demostrándonos unavez más que lo único que vale la pena es vivir dando yrecibiendo amor. Solo para eso fuimos creados. ¿Por quéentonces nos es tan difícil alcanzar esta meta? Los grandesteólogos de nuestro tiempo echan la culpa al egoísmo, alegocentrismo, al afán de poder y dinero que se ha adueñadode la mente y del corazón del hombre moderno. A pesar detodo, Dios nunca nos deja solos y por ello ha enviado a suMadre, la Virgen María, para que nos proponga un armainfalible para lograr al menos la paz en nuestros corazones:la oración milagrosa del santo rosario.

1 Casos como los de Michael Jackson, Wihtney Houston,Amy Winehouse, Janis Joplin, Jim Morrison, etc. [N. de laA.].

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Me viene a la mente la afirmación que hizo al respecto delo que le cuento nuestro gran poeta español don Miguel deUnamuno en su magnífica obra póstuma Diario Íntimo. ¡Elque tantas veces se reconoció agnóstico convencido, dejóescritas las frases más bellas sobre la Madre de Dios!:

"Pasan imperios, teorías, glorias, mundos enteros. Yquedan en entera calma la eterna Virginidad y la eternaMaternidad, el misterio de la pureza y el misterio defecundidad [...]. He llegado hasta el ateísmo intelectual,hasta imaginar un mundo sin Dios, pero ahora veo quesiempre conservé una oculta fe en la Virgen María. Enmomentos de apuro se me escapaba maquinalmente delpecho la exclamación: Madre de Misericordia,favoréceme. Racionalicé la fe. Quise hacerme dueño y noesclavo de ella, y así llegué a la esclavitud en vez dellegar a la libertad en Cristo [...]. La oración es la únicafuente de la posible comprensión del misterio. ¡Elrosario! ¡Rezar meditando los misterios! No sutilizarlosni escudriñarlos sobre los libros, sino meditarlos derodillas y rezando; éste es el camino."

Al igual que don Miguel de Unamuno yo también lespropongo desde este humilde escrito la oración del rosariopara ayudarles a alcanzar el amor y la paz de Dios en suscorazones. ¡Déjese amar por Él y no le rechace! Pero noolvide que no es la única oración poderosa que logra

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milagros. La Iglesia católica propone muchas más,bellísimas, que son extraordinariamente eficientes. Noquiero pasar al siguiente capítulo sin presentarle al menosun par de ellas. Se trata de dos oraciones valiosas paraaquel lector que, al igual que mi amiga Kerry, esté pasandopor momentos difíciles en el trato con sus hijos. Cuandollega un hijo al mundo comienza la aventura más hermosaimaginable, pero también el desafío más grande en la vidade los padres. Éstos dan amor, ofrecen sacrificios y toda laenergía que poseen (tanto física como psicológica) porellos. Sin embargo las cruces siempre llegan en diferentese inesperadas formas: enfermedades, dificultades decarácter, en los estudios...

Pasan los años, se hacen adultos y se enamoran, y empiezanotras preocupaciones para los padres. Quizá les veremossufrir a causa de desengaños amorosos, y pueden casarsecon gran ilusión para luego separarse tras una espantosadesilusión afectiva. Verles sufrir nos hará padecer tambiéna nosotros, y lo cierto es que después llegan los nietos,querido lector: ¡y traen nuevas preocupaciones! ¿Quéabuela no se desvive por sus nietos? ¡Se les adora con todoel corazón! Ya ve: el amor y el deseo de proteger a loshijos no acaba nunca... Y como cumplo lo que prometo aquíle dejo con las oraciones. Sé que ambas son agradables aDios. ¡Haga la prueba! Como tantas veces le digo: no tienenada que perder y sí mucho que ganar. ¿A qué espera

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entonces?

* * *

ORACIÓN DE LOS PADRES (I)

Señor, Creador de todas las cosas: Tú eres el verdaderoPadre de mis hijos. Tuyos son porque Tú me los has dado yme los conservas. Te los ofrezco juntamente con todo loque tengo y con la dulce compañía de mi vida en el hogar.Bendícenos a todos en la familia, Señor. Concede a mishijos la verdadera sabiduría y un corazón dócil. Imprime ensus almas infantiles un gran horror al pecado; inspíralessentimientos nobles y un tierno amor hacia la VirgenMaría. Líbrales de los malos amigos y de los vicios comolas drogas, la violencia o el alcohol.

Protégeles de robos, palizas, reyertas, abusos sexuales oviolaciones. Que jamás sean vejados, Señor. Protege supureza de modo especial en este mundo tan cargado deviolencia contra la inocencia.

Te suplico que no les concedas ni riqueza, ni pobreza, sinolo que sea más conveniente para sus vidas y sus almas. Hazque nosotros, sus padres, seamos modelos fieles denuestros hijos, y no permitas que por negligencia, descuidoo ceguera espiritual, destruyamos el amor, la autoridad y el

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buen ejemplo que ellos se merecen. Dame, para educarloscristianamente, indulgencia sin debilidad, firmeza sinterquedad ni aspereza, y una paciencia especial para noahogarme ni desalentarme nunca con ellos o su educación.

Señor, Tú me has dado a mis hijos y me vas a pedir cuentade ellos. Ayúdame a santificarlos y salvarlos.

Virgen Inmaculada, mis hijos son también tuyos. Guárdalosen tu corazón de Madre. Desde hoy te los entrego. Hazlossantos en esta vida y en la otra, y santifícanos a nosotros,sus padres, con ellos. Amén.

ORACIÓN DE PROTECCIÓN POR LOS HIJOS (II)

Señor, como cada día, quiero rezar por mis hijos (aquí sedicen los nombres de cada uno). Son mi alegría y el regalomás valioso que Tú me has dado. Pero sufro por ellos. Túsabes que les amo y deseo con todo el corazón que seanfelices, pero tengo miedo porque les rodea un mundoengañoso y lleno de trampas. Pasan muchas cosas Señor:vemos constantemente a jóvenes desorientados quemalgastan su vida. ¡Esto me angustia mucho, Señor!

Dame sabiduría para guiarlos, generosidad para amarlos,paciencia para educarlos. Haz, Señor, que sepa enseñarles avolar, a descubrir su propio camino: el suyo, el que Tú

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quieres para ellos y no aquel que quizá yo quiera con ciertoegoísmo. Si deciden casarse, ayúdales a encontrar lapersona que les quiera de verdad y con la que puedan llevara buen término un proyecto común que dé sentido a su vidaprivada. ¡Tiene tanta influencia la pareja en la vida de lapersona!

Señor, me gustaría que te conocieran. Deseo transmitirlesla fe para que descubran que en su interior tienen una luz yuna fuerza que no les fallará nunca. Pero sé que cadapersona es libre y que quizá no acepten esta herencia queles quiero dejar. Haz Señor, que encuentre la fuerza en Tipara seguir dando un testimonio de coherencia, sindesanimarme ni culpabilizarme. Que sea capaz deperseverar en la oración para que un día te conozcanplenamente y salven sus almas

Tú sabes, Señor, que no siempre resulta fácil serpadres/madres. Hay momentos en los que me desanimo ytengo la sensación de que mis esfuerzos son en vano.Pienso y siento que mis oraciones no tienen ni tendránningún fruto. Ayúdame, Jesús, a no dejarme abatir por elpesimismo, y que siga sembrando en sus corazones con elconvencimiento de que llegará el día en el que la semilladará fruto en sus almas. Y por encima de todo ayúdame aenseñarles a amar y a respetar a todo el mundo.

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Soy consciente de que como padre/madre, he cometidomuchos errores y que a veces, les he fallado. Es por midebilidad y mis pecados, no por mala voluntad. Perdóname,Señor. Que tu fuerza y tu bondad supere mis limitacionescomo padre/madre. Te pido finalmente que no dejes nuncade tu mano a mis hijos, especialmente cuando comiencen aandar por su propio camino. Te los confío convencido deque Tú siempre les cuidarás. Sálvales, Señor: que en laeternidad todos estemos juntos. Derrama siempre tuMisericordia sobre ellos durante todos los días de susvidas. Gracias, Señor. Amén.

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Capítulo 9JESÚS VISITA A LOS ENFERMOS

Los últimos años (cuando más limitado está el serhumano con la vejez y su cortejo de achaques y goteras)

son los más fecundos para el servicio del alma, delmundo y de la familia. Acepta este estado y enseña a los

que te rodean que en él poseen el secreto de un poderespiritual insospechado. El que sufre conmigo gana

triunfalmente toda batalla.

(Palabras de Jesús al padre Gaston Courtois)

Teresa llevaba cuidando a su madre enferma de Alzheimerdesde niña. ¡Qué enfermedad tan cruel! Su padre habíafallecido a causa del cáncer cuando ella era aún muy joveny desde entonces se había visto obligada a vivirsupervisando los cuidados de su madre. «Tiene gran partede las neuronas dañadas y fallecerá pronto», le advirtió elpersonal facultativo que vigilaba la enfermedad de lapaciente. «Pero debe saber que a partir de ahora no podrácuidarla usted sola; necesitará personal de enfermería lasveinticuatro horas del día». Teresa se preparó entonces paraotra pérdida afectiva en su vida esperando la marcha de su

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madre al cielo en cualquier momento. Sin embargo Diostenía otros planes para la paciente, pues aunque elAlzheimer iba carcomiendo su intelecto a una velocidad devértigo, su organismo decidió no rendirse ante laadversidad. Y ante el estupor de los médicos, ¡el corazón ylos órganos vitales comenzaron a funcionar a la perfeccióny la mantuvieron con vida treinta años más! Fueron lentos yterriblemente duros aquellos treinta años, ya que nunca máspudo reconocer a Teresa, ni hablarla, ni moverse...Simplemente vivió con un cuerpo sano en una menteprácticamente muerta. «Dios mío, ayúdame a sobrellevaresto», rogaba Teresa en sus oraciones diarias. Sabía que nopodría soportar la prueba sin el amor de Jesús, a quien ellaamaba con todo su corazón y toda su alma, y procuraba vivirel día a día con gran templanza y ofrecimiento sincero.¡Pero la situación era tan dura que a veces sucumbía a latristeza! Entonces corría a buscar el consuelo de Dios...«¿Dónde estás, Jesús?», le preguntaba. «Dame fuerzas yayúdame a entender que eres Tú quien lleva la cruz junto ami madre, siendo yo tan solo vuestro pequeño Cirineo». Sufe era inmensa, pero su corazón herido ansiaba que Diosactuara y se llevara pronto a su madre al cielo.

* * *

Los años transcurrían lentos y Teresa se esmeraba enprocurar a su madre todo tipo de atención médica y

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afectiva. «No se desespere», le animaban los médicos cadavez que la enferma cumplía un año más ingresada en laclínica especializada que encontró para sus delicadoscuidados. «No es normal que su organismo estéaguantando... Estamos seguros de que pronto dejará desufrir». ¡Pero, ay, cómo se equivoca a veces la cienciacuando intenta desenmascarar los secretos del cerebrohumano! La paciente simplemente no fallecía, y verlaconsumirse poco a poco era devastador para Teresa... Vivíavisitando a su madre, pagando tremendas facturas a causa delos gastos médicos, y ocupándose de que la vigilaran nochey día. Mientras, estudiaba una carrera universitariaprocurando ser feliz llevando la vida típica de una jovencualquiera de su edad. Por fin un buen día se graduó y alcabo de poco tiempo conoció a un muchachoextraordinario, se enamoraron, se casaron y tuvo dos hijospreciosos. ¡Dios no la había abandonado! Y así todocomenzó a ir un poco mejor. Su felicidad matrimonialtempló mucho el sufrimiento, aunque fue muy triste paraella ver cómo la paciente no se percataba de la llegada o lapresencia de los nietos. ¡Ya ni siquiera abría los ojos!Parecía dormida en un extraño letargo cruel que la obligabaa sostener su vida a base de sondas alimentarias.

Y con el paso de los años, los nietos fueron creciendoacostumbrándose a ver a su abuela esclava de unaenfermedad que parecía no tener fin. Pero Teresa no se

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quejaba... Les hablaba de Cristo como su mejor aliado y lesdecía que en Él encontraba alivio y alegría; oraba confuerza y se protegía en el rezo diario del rosario. «No tepreocupes por nada, mamá», susurraba al oído de laenferma cada vez que oraba junto a su cama. «Jesús nuncate dejará sola y yo, tampoco». Y así, cuanto más enfermabasu madre y más vulnerable se hacía ante el mundo, másrezaba Teresa a su lado y más se fortalecía su fe.

* * *

Pasaron más y más años. Los médicos se acabaronacostumbrando al estado perenne de la enferma y seasombraban de que nunca llegara su final. «Vaya Alzheimerextraño es éste», comentaban cuando pasaban visita médica.«Vive en estado vegetativo dependiendo de sondasalimentarias. Esto es inhumano... ¿Por qué no fallece? Yani siquiera puede tragar por sí sola; el esófago no es capazde moverse al recibir alimento. ¿Qué podemos hacer paraayudar a la paciente desde el punto de vista facultativo?».Angustiados y quizá movidos por un deseo de finalizartanto sufrimiento, un día propusieron a Teresa algo muytemido:

—Si usted nos lo permite le retiraremos las sondasalimentarias... Su organismo no resistirá sin la ayudaartificial....

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—No lo hagan —contestó Teresa meneando la cabeza deun lado a otro. Los médicos, cabizbajos, callaron. —Esperen a que naturalmente expulse las sondas en unacceso de tos. Solo entonces habrá llegado el momentoque Dios haya escogido para que fallezca. Si se las retiranustedes, la mataríamos de forma artificial.

Los médicos, conocedores de la línea tan fina que existeentre la vida y la muerte, de lo correcto y lo que no lo es,optaron por no retirar las sondas y simplemente esperar,confiando en que, a causa de cualquier estornudoinesperado, la enferma expulsaría los tubos alimentarios.¡Pero la espera continuó! La paciente no expulsaba lassondas, se atragantaba con frecuencia y desarrollabaneumonías... ¡Y no fallecía! Su organismo seguía tanincomprensiblemente resistente ante la muerte, que tantoel personal médico como las cuidadoras del centro seasombraban ante aquella paciente, quien con casi ochentaaños, había cumplido treinta como enferma de Alzheimer.Y mientras tanto, Teresa, día a día, seguía fortaleciéndoseen la fe, perseverando en la oración y acudiendodiariamente a misa. «Era ahí dónde encontraba la compañíade Jesús, mi más fiel consuelo en los momentos másdifíciles», decía dejándome perpleja.

* * *

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Un día, de la forma más inesperada, tras comulgar sintióque un fuego extraño le devoraba el corazón. Recordó degolpe una anécdota de la niñez con una nitidez tansorprendente, que sintió un escalofrío recorrerle toda laespalda. En ella vio a su madre comulgar, joven y bonita,llevándola de la mano siendo ella niña. ¡Y entonces cayó enla cuenta de que su madre no había podido comulgar desdehacía más de veinte años! Si la enferma había sido creyenteen su juventud, ¿por qué no llevarla entonces la SantaComunión ahora? Corría un riesgo, dado que estabasondada y su organismo hacía tiempo que había dejado detragar. Pero, ¿y si se tratara solo una pequeña minúsculamiga de la Sagrada Forma? ¿Acaso no era el mismo Jesúsque una Forma gigante? De pronto el corazón le comenzó alatir veloz. No tenía idea de cómo llevar a Jesússacramentado a su madre e ignoraba cómo hacérselo tragarsin hacerle daño o atragantarla... Solo sabía que unimperante deseo de llevarle a Cristo se había apoderado deella. «Mi madre tiene el organismo casi muerto, pero sualma está más viva que nunca dado que se acerca su partidahacia el cielo. Si Jesús vivo en una pequeña miga de panentra en su organismo ahora, sé que toda su alma se llenaráde paz», pensó. ¿Pero cómo lo haría? En ese momento sefijó en el sacerdote que celebraba la misa. «No le dejarétranquilo hasta que me dé permiso», pensó esbozando unaluminosa sonrisa.

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* * *

—Para eso tiene usted que prepararse concienzudamente—dijo su párroco tras escucharle con gran atención unosminutos más tarde—. Es una inmensa responsabilidad, y laIglesia católica prepara especialmente a personas laicaspara que puedan llevar el Señor a los enfermos. ¡Somospocos los sacerdotes y muchos los enfermos, ynecesitamos ayuda de los fieles! Estas personas reciben elnombre de Ministros Extraordinarios de la Eucaristía .Pero para ello tengo que prepararle especialmente,enseñarle las normas que implica llevar al Señor en unportaviático1, y debe hacer ciertas promesas de fe a la vezque recibir una bendición especial. Asimismo, es necesarioque aprenda las oraciones adecuadas para el momento de lacomunión.

1 Portaviático: objeto litúrgico en forma de esfera metálicao saquito de tela en donde se lleva la Forma Consagrada alos enfermos que no pueden acudir a misa [N. de la A.].

—No importa lo que tenga que aprender o estudiar, padre—contestó llena de entusiasmo—. Saber que mi madreestará todos los días unida a Jesús en cuerpo y alma, ya esrazón suficiente para colmarme de una paz indescriptible.

* * *

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Teresa estuvo llevando a su madre la Eucaristía todos losdías durante los cuatro años que aún le quedaron de vida, ycada vez que lo hacía todo el vello del cuerpo se le erizabasabiendo que ella, una mujer sin mérito alguno, era lapequeña portadora de todo un Dios vivo en una simple migade pan consagrado. Al principio despertó la desconfianzade los médicos. «No lo haga», le aconsejaron. «Su madrese atragantará o incluso vomitará». Pero Teresa, llevada porun celo de amor muy grande hacia Dios, aprendió a tomaresa minúscula miga de pan entre los dedos y con sumocuidado introducirla en lo más profundo de la garganta desu madre. ¡Y para el asombro del personal médico, jamás lavomitó o se atragantó! Decía las oraciones que el sacerdotele había enseñado con gran fervor durante la comunión y sedejaba colmar por la paz que emanaba del momento.Obviamente no todo el personal clínico entendía supostura, e incluso alguna vez tuvo que sufrir algún que otrocomentario desagradable hacia su persona... «Es unaestúpida fanática», escuchó decir un día a una de lasenfermeras en un descuido. Pero a pesar de lashumillaciones y las risas burlonas de las que a veces sepercataba, Teresa perseveró. Su amor hacia Cristo y lavibración tierna que sentía en su corazón cada vez queportaba a Jesús y se lo entregaba a su madre, suplía toda lainquietud que pudiera producirle cualquier crítica hacia sufe o sus costumbres. «Estaré loca, mamá», susurraba a su

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madre en cada comunión. «Pero es bonito estar loca deamor por Jesús, y sé que con este pequeño acto de fe, Élpermanecerá durante el resto del día dentro de tuorganismo enfermo. Te colmará de paz y llevará consuelo atu alma».

Teresa se acostumbró muy pronto a disfrutar de la hermosarutina de acudir a misa en la mañana y a ver cómo antes derecibir la comunión, el sacerdote cortaba con sumocuidado la miguita de la Sagrada Forma que luego sería lacomunión de su madre. Ya con el Niño Jesús «introducido»en el portaviático e inmediatamente después de finalizar lamisa, Teresa se dirigía presurosa hacia la clínica, llevandosu precioso tesoro a buen recaudo colgado al cuello en unafunda que escondía bajo su abrigo. Temblaba de pies acabeza pensando que era la portadora escogida por todo unDios para llegar hasta su madre enferma, siendo como eratodo miseria e indignidad. «Soy como la burra que llevó aJesús hasta Jerusalén», pensaba sonriendo. «¡Pero québurra más feliz!». Sin embargo temía que al ser tan pequeñoese trozo de pan consagrado se pudiera extraviar, y bajo esetemor procuraba agarrar con fuerza la pequeña caja demetal que contenía al Rey de Reyes, y apretarlafuertemente contra su corazón hasta llegar a destino. Pero,¡ay!, un día se distrajo. Y entonces, sucedió aquello quecambiaría su vida para siempre.

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* * *

Aquella mañana llovía con furia. Una fuerte tormenta deinvierno azotaba las calles de Madrid y los transeúntesluchaban con sus paraguas para refugiarse del agua y de unviento violento y rabioso. Teresa corría calle arriba hacia laentrada de la clínica en la que su madre yacía enferma,intentado evitar los charcos que a su paso encontraba,sujetando con una mano el paraguas y abrochándose losbotones del abrigo con la otra para protegerse de la brisahelada. «Hoy nevará», se lamentó acelerando el paso.Cuando al fin entró en la clínica tenía los zapatosempapados y las manos moradas. Tiritando se dirigió a larecepción y como todos los días firmó en el libro de lasvisitas.

—Vaya día, doña Teresa —dijo la recepcionista.

—¡Sí, qué frío! Ha sido una heroicidad subir la calle —respondió—. Menos mal que ya he llegado... ¿Ha habidoalguna novedad con mi madre durante la noche?

—No señora. La paciente ha descansado muy plácida,como siempre.

Teresa agradeció la información y se sacudió el agua delabrigo. Dejó el paraguas en la entrada para no empapar el

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suelo del pasillo y comenzó a dirigirse hacia la habitación212, en la que ya su madre llevaba viviendo muchos años.De pronto se sintió incómoda y notó una sensaciónextraña... «¿Qué pasa?», se preguntó captando cómocomenzaba a latirle el corazón. ¿Qué era aquella inquietudque sentía sin razón? Entonces incomprensiblemente, unsentimiento de absoluta soledad le invadió... Sabía quehabía sido abandonada de forma súbita; pero, ¿por quién?¡Pero si la clínica estaba abarrotada de gente! Se cruzó enel pasillo con varios doctores y enfermeras, e incluso conun par de limpiadoras... Todo parecía normal. Las puertasde las habitaciones, situadas a ambos lados del pasillocentral estaban abiertas y de ellas provenían los típicossonidos familiares dentro de una clínica, desde las voces delos médicos o las conversaciones de los pacientes, hastamúsica de la radio o charlas procedentes del televisor. Sinembargo sabía positivamente que «algo» o «alguien» sehabía marchado dejándola sola.

Se paró en el pasillo llena de dudas, intentando entenderqué sucedía en su corazón. Y entonces, como la llama deuna chispa, recordó que llevaba a Jesús dentro delportaviático, y cayó en la cuenta de que no le había sujetadoconvenientemente en la carrera a causa de la lluviatorrencial. «¡El Señor!», se dijo con pánico. «¡Le heperdido! ¡He perdido a Jesús en la tormenta! ¡No!». Miróangustiada hacia el suelo. Miró y miró, pero no estaba por

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ningún lado. Agitada inspeccionó debajo de los radiadoresy observó cuidadosamente los dibujos de la moqueta por simimetizaban el brillo de la cajita dorada que contenía aJesús. ¡No estaba! Rebuscó en los bolsillos del abrigo yluego de la chaqueta interior... ¡Pero nada! La sensación deinquietud y de soledad se le hacía insoportable. Sabía queJesús no estaba con ella... «¡Señor, perdóname!», gritó enlo más íntimo de su corazón. «¡No he vigilado la cuerda delcuello que portaba la cajita y ahora te he perdido!».Entonces cayó en la cuenta de que, en su nerviosismo, nohabía mirado donde verdaderamente debía de haberlohecho: entre el abrigo y su blusa. Buscó nerviosamente conla mano, y ¡qué alivio! Ahí estaba el portaviático. Lo cogiócon ambas manos, aún moradas y sin sensibilidad por elterrible frío que minutos antes había padecido; sacó lacajita dorada que debía contener al Señor y la abrió. ¡Estabaahí en una simple miga de pan consagrado! Pero si no lohabía perdido, ¿qué sucedía entonces? Fue entonces cuandose giró hacia atrás y... le vio.

* * *

Nada ni nadie le habían preparado nunca para lo que acontinuación experimentó, pues ahí, a tan solo dos metrostras de sí, estaba Jesús, alto, varonil, majestuoso... Tal ycomo es tantas veces representado en el mundo del arte.Estaba parado en medio del pasillo y con una mano elevada

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bendecía rápidamente todas las habitaciones que Teresahabía dejado atrás con paso apresurado. Teresa contuvo larespiración notando cómo se le aceleraba el pulso. Jesús,el mismo Dios a quien tanto había orado desde que sumadre cayó enferma, Ese a quien ella amaba tanto, estabajusto a su espalda. Se quedó inmovilizada.

Jesús la miró, sonrió y dijo:

—Teresa, no corras. Si me llevas tan aprisa, no me dastiempo para bendecir a mis enfermos amados.

¡Y tan misteriosamente como había aparecido, desapareció!La sensación de vacío y soledad que hasta ese mismosegundo había invadido a Teresa, se desvaneció deinmediato, y nuevamente se sintió bendecida, acompañada,rodeada... Sin apenas poder pronunciar palabra y con elcorazón saliéndosele del pecho, Teresa comenzó a andar,lenta y pausadamente, hacia el cuarto de su madre.

* * *

HABLA TERESA

Jamás me ha vuelto a suceder algo semejante. Aquel díacomprendí lo extraordinariamente importante que es lamisión de un Ministro Extraordinario de la Eucaristía .

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Porque Jesús está vivo y el laico comprometido le lleva aaquellos que no pueden recibirlo... ¿Te das cuenta de lo quete digo, María? Jesús, todo un Dios, Rey de Reyes, es realhasta en una minúscula partícula de pan consagrado, ¡ydebemos llevarle a todos los enfermos! Hasta ese día yo lehabía sentido en mi corazón... Me envolvía una gran alegríacuando le portaba introducido en una pequeña caja dorada,pues sabía que Él era real, tan real como mi mismapresencia cuando andaba por la calle apretándole contra micorazón. Entonces notaba que estábamos unidos. Eran mi fey mi amor hacia Él lo que nos unía... ¡Pero verlo cara a caraera algo con lo que jamás había contado! No me habíasucedido antes y no me ha vuelto a suceder. Desde aqueldía nunca comulgué o llevé la comunión a mi madre de lamisma manera. Sabía muy bien lo que tenía entre manos.No he podido relatar a nadie este hecho hasta hoy, pues meha faltado el valor y me ha frenado la vergüenza o la críticadel desconocido. Pero ya no puedo guardármelo más... Porello te ruego que se lo relates al mundo. ¡Grítalo si esnecesario a través de tus escritos, María! Di al lector quelos enfermos le necesitan más que nosotros. ¡Y el mundodebe ser consciente de ello! Todo enfermo debe recibirle;debe ser la misión primordial de los familiares y de lossacerdotes. Y cuando todos fallezcamos, Dios Padre nospreguntará: «¿A cuántos enfermos me has entregado? ¿Acuántos me has dejado bendecir?» ¡Ah! ¡No perdamos el

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tiempo!

Cuando esa mañana introduje en la boca de mi madre alSeñor, todo había cambiado en mi vida. Comprendí que mimadre enferma sabía y entendía más que yo lo quesignificaba recibir a Dios. No olvides nunca, María, que unenfermo es un templo vivo de Jesús cuya alma está másdespierta de lo que nadie cree, por mucho que suorganismo esté prácticamente muerto. Jesús es uncrucificado que vive y sufre dentro y junto al enfermo...Ojalá mi experiencia con el Señor ayude a mucha gente.Estoy segura de que mi madre, hoy ya desde el cielo, es loque desea que sepa el mundo.

* * *

Bueno, querido lector... No me dirá que esto no es comopara meditarlo. ¿Quién no tiene un enfermo en la familia?¿Quién no ha perdido a un ser querido? La vida es unaperegrinación llena de obstáculos y sufrimiento. Pero escierto que, agarrados de la mano de Jesús, todo se puedesuperar, por muy difícil que resulte la prueba.Personalmente me conmuevo profundamente cuando unniño inocente muere. Es entonces cuando las madrespueden vivir el peor calvario que una mujer puede padecer...Y como cualquiera, yo también miro al cielo y pregunto:«¿Dónde estás Dios?». No sería humana si no tuviera dudas

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a veces de su presencia en mi vida, querido lector... Por esopido a Cristo el don de la fe, para entender mejor estemundo tan lleno de cruces que no sabemos llevar.

Recuerdo con especial dolor el fallecimiento de un niño aquien conocí. El cáncer le había consumido por completo ylos padres perdían la fe a marchas forzadas. ¡Habíanluchado y orado tanto! Entonces, ¿acaso Dios no habíaescuchado sus plegarias? Me costó mucho tiempocomprender que no podemos juzgar los designios y lasdecisiones de nuestro Dios, pues Él siempre sabe mássobre lo que es mejor para nuestro futuro, por mucho que anosotros su permisividad ante las adversidades nos rompatodos los esquemas. Y recuerdo que en esos momentosdifíciles de mi fe, entre tropiezos y dudas, alguien mehabló de un sacerdote muy especial... ¡Bendita amistad laque me habló de él! Se trataba de un sacerdotenorteamericano diocesano llamado padre Peter MaryRookey. Tiene un don muy especial: el de la fe verdadera.Imparte conferencias por el mundo proclamando el amorde Dios, y son muchos los milagros que a través de suoración ha decidido conceder el Señor.

Y entre todos sus escritos y oraciones hay una que meayudó extraordinariamente cuando mi pequeño amigomarchó al cielo, y mi corazón se llenó de dudas ysufrimiento. Hela aquí, querido lector, para usted... Se la

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presento para que en momentos de enorme dificultad puedaechar mano de ella. Le recomiendo que la ore con granfidelidad, pues aunque su fe pueda ser tibia, Dios siempreescucha el lamento de un corazón herido. Cuando llegue elmomento en el que sinceramente logre pronunciar cadapalabra de ella desde el corazón, experimentará un granamor hacia Jesús. Déjele entonces actuar y cicatrizar suherida. Sé que cambiará toda su vida de una manera muyespecial (al menos a mí me fue de gran ayuda en unmomento de sufrimiento crítico.) Como dice mi amigaTeresa: «ojalá mi experiencia de Dios ayude a muchagente» Pues eso.

ORACIÓN MUY PODEROSA Y EFICIENTE (POR ELPADRE PETER MARY ROOKEY, ESTADOS UNIDOS)

Señor Jesús: vengo ante ti tal como soy. Siento muchohaber pecado; me arrepiento de mis pecados. Por favor,perdóname.

En tu nombre, perdono a todos aquellos que me han hechodaño. Renuncio con todo mi corazón a Satanás, a todos losespíritus malignos y a sus obras. Te doy todo mi ser, SeñorJesús, y te acepto como mi Señor, Dios y Salvador.Sáname, cámbiame y fortaléceme tanto en cuerpo comoalma y espíritu.

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Ven Señor Jesús... Cúbreme con tu preciosa sangre ylléname de tu Santo Espíritu.

Te quiero, Señor Jesús. Te alabo, Señor Jesús. Y te doygracias, Jesús.

Te seguiré todos los días de mi vida.

María Madre de Dios, Reina de la Paz, y todos los santos yángeles del cielo: por favor ayudadme. Amén.

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Capítulo 10SOÑÉ CON JUAN PABLO II

Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor meacogerá.

(Sal 27,10)

Mi amiga Jane parece a primera vista una mujer feliz: estácasada con un hombre bueno que la ama muchísimo y tienedos preciosos hijos que la colman de alegría. Se podríadecir que también ha conseguido éxito social y profesional,dado que ha triunfado como estilista en una revista de modalondinense de gran tirada y prestigio. Posee un corazónnoble y un carácter agradable, y por ello es capaz de hacerdichosos a su esposo e hijos. Hasta su familia política laestima, siendo la favorita de cada cuñado, sobrino ysuegros. Si se tienen en cuenta todas estas característicasde su personalidad, es fácil concluir que Jane es una deesas pocas personas que ha logrado lo que todo ser humanodesea: vivir colmada de amor y verdadera paz interior. Perono es cierto, querido lector. Ya ve: todos tenemossecretos.

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Es cierto que desde que Jane se casó hace veinte años conun católico (ella es anglicana) su dolor se mitigó en granmedida. «Solo la ternura de mi marido y el incondicionalamor de mis dos maravillosos hijos han podido evitar quecayera en la más profunda depresión a causa de terriblesrecuerdos», dice con lágrimas en los ojos. Y es que su almaesconde un dolor tan profundo que si sus amistades losupieran quedarían profundamente apenadas, porque Janefue terriblemente maltratada a nivel físico y psicológicodesde niña, tanto por sus padres como por su tía (hermanapequeña de su padre) y esa herida no termina de cerrar.

—Estoy preparándome para entrar en la religión católicaahora que, poco a poco, me he ido enamorando de laEucaristía —me confiesa—. Se podía decir que ya casitengo un corazón católico y sé que ambas religionescristianas (la anglicana y la católica) promueven elperdón... ¡Y yo intento perdonar! Sin embargo las imágenesde mi infancia retornan cuando menos lo espero, y esentonces cuando el corazón se me hace añicos. Muchasnoches las paso en vela... Cuando los recuerdos se haceninsostenibles, lloro desconsoladamente en brazos de mimarido, quien siendo creyente, me va haciendo entenderque Dios busca algo muy serio con mi sufrimiento. Voyaprendiendo a ofrecerlo, y mi fe va aumentando con laoración. También recibo consuelo en la sabiduría de unanciano sacerdote que me prepara para mi entrada en la

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Iglesia católica. Es de alma noble, tiene mucha paciencia yme repite con ternura que Jesús pidió que amáramos anuestros enemigos. ¡Sin embargo perdonar a mis familiareslo que me han hecho se está convirtiendo en una tareatitánica! Mis padres fallecieron sin pedirme perdón, y losinsultos vejatorios duraron hasta sus últimos respiros. Ydespués de casi cuarenta y cinco años, mi tía sigue sinreconocer los malos tratos a los que me sometió desdesiempre. No se arrepiente ni pide perdón... Si me preguntascual ha sido mi mayor cruz, te respondería que tengovarias... Hubo golpes y bofetadas a nivel físico, perotambién gran abuso psicológico. A día de hoy sigo siendola diana de las calumnias de mi tía, quien ha emponzoñadomi reputación hasta tal punto que me cuesta acudir acualquier acto social. Yo siempre he optado por nodefenderme, pero nunca entenderé por qué no he sidoamada por mis padres o por ella desde que nací. A vecespienso que no desearon que yo naciera, pero cometí elgrave error de hacerlo.

* * *

Los padres de Jane hace tiempo que marcharon al cielo (¡ovaya usted a saber si al purgatorio, querido lector!). Ambospertenecían a familias pudientes y admiradas de la altasociedad londinense, y por esa extraña costumbrevictoriana de antaño, Jane fue entregada a los cuidados de

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institutrices y nannies, quienes también la golpeaban porcualquier nimiedad. La educación que recibieron susprogenitores, hizo de ellos unos adultos prepotentes yseveros con Jane: nunca se le permitió discutir u opinarsobre ningún aspecto; atendían a la niña con distancia yfrialdad, y cualquier desacuerdo era castigado con mano dehierro.

—Aún me tiemblan las piernas al recordar las bofetadasque tanto mis cuidadoras como mi madre me propinabanpor cualquier motivo, o las injustas palizas que me dio mitía, a quien a pesar de todo, yo quería y admiraba. Creo quesu rechazo siempre se ha debido a unos enfermizos celosinfantiles que a día de hoy no ha podido superar... Sigotemiéndola y se me sigue erizando el vello cuando tengo elinfortunio de topármela en cualquier acto social. El simplehecho de estar en la misma habitación, me produce unaespantosa intranquilidad. Mi sufrimiento es aún grande.

* * *

La situación se ha agravado para Jane desde que ambosprogenitores se han marchado de este mundo, queridolector... Su tía ha intentado apropiarse de la herencia deJane alegando gravísimas calumnias hacia su persona.

—Cuando tuve que denunciarla por apropiación indebida de

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mis bienes dijo al juez que yo estaba loca dado que mimarido era un «fanático católico». ¡Mi esposo no es ningúnfanático por desear acudir a misa diariamente! Intentóconvencer al juez de que vivía inmersa en un falsovictimismo y que derrocharía mi fortuna, pero gracias a laprotección de Dios y después de dos años de litigios yterribles acusaciones falsas contra mi persona, el juezestimó que no había caso y exigió que se me entregara deinmediato lo que me correspondía de la herencia de mispadres. ¡Pero qué duro ha sido el proceso a pesar de mivictoria judicial! En estas situaciones no gana nadie;siempre hay corazones rotos. Las calumnias vertidas sobremí durante tantos años y mi silencio frente a ellas, casi mehan costado la vida, pues con vergüenza reconozco quehubo momentos en los que deseé morir. Sin embargo Diosno me ha abandonado nunca... Es cierto que a veces laherida se reabre, y entonces corro hacia un sagrario endonde logro calmarme y recobrar algo de autoestima.

* * *

Las cosas para Jane no son fáciles a nivel afectivo, queridolector, pues en casos de maltrato es usual que los secretosfamiliares sucios queden enterrados en el silencio paraproteger la reputación de sus miembros. Por ello para Janeera y es aún muy doloroso toparse con personas que antañoconocieron y apreciaron a sus malvados padres, pero que

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nada saben de sus malos hábitos. «¡Ah! Tú debes ser la hijade lord y lady X», le dicen. «¡Qué personas tan santas!También conozco a tu tía, ¡y ha heredado la simpatía de suhermano!». Jane hace entonces un esfuerzo por esbozar unasonrisa y asiente, mientras aprieta fuertemente la manoconsoladora de su esposo, quien procura acompañarla aeste tipo de saraos sociales a los que se ve obligada aasistir. «Si tan solo pudieran evitar mencionármelos»,piensa Jane desconsolada... De cara a la sociedad todosplantamos una parte del rostro y escodemos el resto,querido lector. Y luchamos entonces por ocultar lospecados y vergüenzas de nuestra familia. Jane sabe que,habiendo sido una niña maltratada, no le será fácil disimulareternamente su dolor ante desconocidos. Sus ojos a vecesla delatan y entonces sus interlocutores sospechaban quealgo oscuro esconde su corazón.

* * *

El padre de Jane era un seductor. Coqueto y atractivo, solíaser la sal de toda fiesta de postín; admirado en el mundofinanciero londinense, se había sabido ganar a los mediosde comunicación y por ello apenas era criticado por laferoz prensa inglesa. A causa de esa circunstancia, Jane seencontraba en un aprieto cada vez que alguien alababa a suspadres como ejemplos a seguir. A veces eran tantos loshalagos que recibía por ser hija de lord y lady X, que

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llegaba a dudar de su propia cordura. «¿Acaso inventé losmalos tratos o su desamor hacia mí?», se cuestionaba en lasnoches de insomnio. ¿Se estaría volviendo loca tal y cómointentaba hacerle creer su perversa tía? Jane sufría... Peroun día, Dios decidió intervenir de la forma más curiosa einesperada.

* * *

Sucedió durante uno de esos actos sociales a los que debíaacudir por temas laborales y que tanta ansiedad leproducían. Como de costumbre, no faltó quien se leacercara al saber que era hija de los famosos y admiradoslord y lady X, y antes de que pudiera escabullirse entre losinvitados tuvo que escuchar los elogios que les procuró unadama de aspecto distinguido. ¡Cuántos halagos vertió sobrela memoria de sus padres! «Lady X, tu madre, que en pazdescanse, era compañera de partidas de cartas», dijo. «¡Québondad natural y qué modales tenía! No hubo nadie másbondadoso que ella, querida». Jane se mordió los labioscomo tantas otras veces había tenido que hacer, mientrasnotaba cómo un nudo se le iba formando en el estómago.No pudo evitar que de pronto le inundaran recuerdos de lasbofetadas de su madre, los insultos de su padre y la falta deamor que siempre había padecido en el hogar. En un golpede memoria recordó cómo nunca celebraban sucumpleaños o cómo siempre la habían ignorado a nivel

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afectivo. Una escena, cual bala envenenada, le traspasó depronto el corazón: un día, siendo una niña de once años,descubrió un montón de películas pornográficas en unarmario del despacho paterno. Cuando su padre la pilló conellas en las manos le pegó una soberana bofetada.

Jane sintió un escalofrío, se despidió cortésmente deaquella desconocida y se dirigió hacia un lugar opuesto dela sala. Su marido acudió a su lado al observar su palidez.

—¿Qué ha pasado? —Parecía preocupado—. Pero antes deque Jane pudiera responder, otro desconocido se colocófrente a ellos.

—Perdone que le moleste. Soy Lord Z... ¿Me recuerda?

Jane le miró inquieta.

—No señor. —El desconocido esbozó una triste y forzadasonrisa—. No es mi intención incomodarla, pero me temoque he escuchado la sarta de falsedades que le ha dicho esavaca vieja sobre su madre.

Jane enarcó las cejas y abrió la boca llena de desconcierto.

—Perdón, ¿Cómo dice?

El desconocido caballero echó un suspiro al aire antes de

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contestar.

—A ver cómo se lo explico, querida Jane... Yo conocí biena sus padres. Lord X fue compañero mío en Oxford ynuestra amistad duró hasta el fin de sus días. Yo apreciaba asu padre, pero hubiera muerto de tristeza de habermetocado como progenitor. Porque, querida Jane: yo sé laverdad.

Jane le miró llena de asombro. ¿Qué intentaba decirle aqueldesconocido?

—Si viene usted a importunar a mi esposa, le ruego que seretire, caballero —dijo incómodo el esposo de Jane.

El elegante caballero volvió a esbozar una triste sonrisa.

—Ya les he dicho que nada hay más lejos de mi intención.Yo siempre he pensado en Jane como en una pequeñavíctima en las manos de un absoluto cabrón.

—Caballero, le ruego que… —insistió el esposo.

—No, Marc —interrumpió Jane—. Déjale hablar.

El caballero clavó sus ancianas pupilas sobre las de Jane yla tomó de las manos. Cómo iba ella a sospechar que lo quele diría acabaría, de una vez por todas, con sus terribles

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dudas sobre su cordura.

—Querida muchachita... Yo me llevaba bien con tu padre.Durante muchos años fue mi compañero de juergas. Tumadre sospechaba nuestras andanzas, pero en el fondo ledaban igual. Era una mujer muy necia. Lady X no metragaba y yo me moría de risa con sus desagradablescomentarios sobre mí. Era disfuncional y medio tonta. Tupadre y yo hicimos cosas peligrosas juntos...

Recuerdo un día en el que nos pasamos de rosca con unosácidos alucinógenos allá por los años sesenta. Estaba demoda entre nuestro grupo social, ¿sabes? Tú entonces erasuna mocosilla. En el fondo Henry era divertido ycalculador; pero también un maldito egoísta, ególatra yestaba totalmente endiosado. —Jane y su esposo conteníanel aliento—. Si lo prefieres, me voy por donde he venido.Pero no soporto ver cómo esta gentuza se relamepresumiendo de que le conoció, cuando solo conocieronuna de sus múltiples caretas: la de la fama, el éxito y lasmentiras. La verdadera careta, la conozco yo, pequeña Jane.

Jane estaba atónita. El aristócrata desvió la mirada ysuspiró con tristeza.

—Pobre hija... Yo sé cosas... Una vez presencié algo que tehizo tu madre. Fue en vuestro castillo en Gales, durante un

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verano y fue un acto deplorable.... ¿Me recuerdas ahora?

Un fogonazo de luz atravesó la mente de Jane; entoncesvislumbró a aquel caballero, antaño joven y atractivo,bebiendo coñac en la biblioteca de sus padres. Y recordó laescena.

—¡Oh! Ya sé quién es usted. Fue hace tantos años. Ustedfue quien me enseñó a jugar a las damas... ¡Ahora lerecuerdo bien!

Lord Z la miró entristecido. Entonces Jane vio desfilar losacontecimientos de la escena a la que hacía referencia ensu mente y no pudo evitar que se le helara la sangre...Llevaba muchos años escondiendo aquel recuerdo en lomás profundo del olvido, y ahora llegaba un desconocido ylo desenterraba abriéndole una herida ya cerrada. Aquellaen la que su madre le propinó un bofetón tan brutal queprovocó que le sangrara la nariz. ¡Y todo por un reloj querompió! Era de plata. Jane lo había cogido para jugar con él.Lo tomó del secreter del vestidor de Lady X, se lo puso yse le cayó al suelo... Su tía presenció la escena, corrió acontárselo a su cuñada, quien acudió y abofeteó a la niña.¡Qué susto se llevó Jane! Lloraba aterrorizada sin entender,sin comprender aquel golpazo inesperado que la hizo caeral suelo. ¡Nadie le había dicho que se podía romper «aqueljuguete» que relucía! Desde entonces Jane no soporta los

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relojes de pulsera... ¿Cómo era capaz de recordar de prontocon tanta nitidez tal suceso? Qué extraño es el cerebro,querido lector: cierra traumas bajo un candado que uncomentario perdido es capaz de hacer volar por los aires enuna milésima de segundo. Jane recordó que tenía tan solotres años cuando sucedió aquello, y nadie vino a defenderla,ni siquiera las nannies que, inmutables, miraban desde ladistancia de un gigantesco salón decorado con fabulososretratos de sus antepasados.

Dos pequeños ríos de lágrimas comenzaron a deslizarsepor las mejillas de Jane.

—Ya ves, hija, yo sé la verdad —dijo Lord Z—. Y aunqueya nada pueda hacer, me avergüenzo de no habertedefendido de la crueldad de tus padres. Fui tan cobarde omás que las malditas nannies... Tu padre fue un hombredifícil y cruel, pero solo de paredes adentro. De cara a lagalería social era un cúmulo de inteligencia y encantos. Ymientras tanto tú eras una víctima. Desde aquel día se mehizo incómodo visitar a tus famosos padres. Espero quealgún día puedas perdonarme.

Pero Jane ya le había perdonado; incluso ya le quería contodo su corazón.

* * *

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Un año más tarde recibió una llamada telefónicainesperada.

—¿Señora Jane Williams?

—Sí, soy yo.

—Soy una enfermera del hospital Queen Charlotte.

Entonces aquella mujer le informó de que su queridoamigo Lord Z acababa de fallecer. ¡Qué disgusto! No habíavuelto a tener contacto con él desde aquella triste noche enla que le confirmó lo que ella siempre había sospechado.

—Debe usted venir, porque Lord Z ha dejado una carta a sunombre. Antes de fallecer me dio su teléfono y me hizoprometer que la llamara a usted para entregársela. Estácerrada y no sé de qué se trata. La dejaré en la recepción.

—Salgo inmediatamente para allá —contestó Jane sinhacer preguntas.

* * *

Jane se asombró al descubrir que el contenido del sobreera una estampa del Beato Juan Pablo II, con unasimplísima nota escrita por su amigo al reverso que decía:«Como tu padre, fui un terrible pecador... Pero este santo

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me salvó. Te salvará a ti también, porque te quitará eldolor».

«Qué extraño», pensó Jane. «Aunque le admiré en vida, nosoy devota de este papa. ¿Qué haré con la estampa,entonces?».

Cuando su esposo Marc llegó a casa le relató lo sucedido.

—Yo sí que le tengo mucha devoción —dijo—. ¡Era unpapa muy bueno y está ya en el cielo! No veo por qué nopuedes rezarle.

—Pero si apenas le conozco... Además aún no he entradooficialmente en la Iglesia católica. Nunca he leído susencíclicas ni he estudiado sus libros. No es una figura cuyasantidad me atraiga particularmente. Aún me cuesta rezar alos santos. ¡Es una tradición católica que no termino deasimilar o entender!

Marc sonrió, se encogió de hombros y salió del cuarto.

—Pues tú te lo pierdes. Su intercesión es poderosísima —dijo.

Jane se quedó mirando la estampa que sostenía en lamano... «Está bien, Papa bueno...», susurró. «Si es verdad

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que puedes ayudarme a sanar mi terrible herida, hazlopronto». Y sin darle más importancia colocó la estampasobre su mesilla de noche y abandonó la estancia.

* * *

Jane se acostó tarde esa noche. Se había enganchado comouna tonta a una serie de televisión femenina y Marc,aburrido, la dejó sola. Cuando por fin se metió en la cama aeso de la una de la madrugada, dio un beso a suprofundamente dormido esposo, leyó un par de capítulosde la novela de moda y apagó la luz. Entonces, agotada,cayó al fin en un profundo sueño.

En él Jane era avisada por unos desconocidos de que elpapa Juan Pablo II había venido del cielo para confesar aalgunas personas de la tierra escogidas específicamente.«¿Pero cómo es eso posible, si está muerto?», preguntabaasombrada. «Dios todo lo puede», recibió comocontestación. Entonces preguntó dónde y cuándo recibiría aesas personas. «El Santo Padre está en la iglesia [...]. Perono podrás acceder a él... En primer lugar no eres católica yen segundo, los afortunados escogidos han superado unaestricta selección desde hace más de un año. ¡No pierdas eltiempo, Jane! Aunque vayas, no te podrá recibir. Habrá unacola muy larga y no estarás en la lista».

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«Bueno... Yo no puedo hacer nada, ¡pero como bien decís,Dios todo lo puede!», contestó encogiéndose de hombros.Entonces se vio corriendo por las calles, atravesandopuentes y cruzando semáforos. Por fin llegó a la iglesia endonde el papa Juan Pablo II confesaba a unas pocaspersonas. Los bancos lucían abarrotados de almas orantesque parecían estar interesados en ser recibidos por el SantoPadre; pero Jane entendió en su corazón que, al igual queella, no estaban incluidos en «la lista de selección».

El Santo Padre estaba sentado sobre una silla humilde deenea junto al presbiterio, y escuchaba la confesión de unmuchacho joven arrodillado a sus pies. Jane se acercócautelosa... «¿Dónde cree que va, joven?», preguntó depronto un sacerdote con sotana cerrándole el paso.

«Tengo que ver al Papa y confesarme con él», respondiótímidamente. El sacerdote meneó la cabeza de un lado aotro. «No podrá ser, hija... En primer lugar usted no escatólica, y en segundo no está su nombre en la lista».

«¿Cómo sabe todo eso sobre mí?», preguntó asombrada.«No se lo he dicho a usted todavía». El sacerdote se acercólas gafas al entrecejo ayudándose con un dedo regordete.

«¿Cómo no lo voy a saber? En el cielo se sabe todo, hija».Jane no daba crédito a lo que estaba sucediéndole... No

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entendía por qué no podía acercarse al Santo Padre, peroobedeciendo, se sentó en un banco y le observó desde ladistancia. Entonces pudo discernir su rostro. ¡No era elPapa anciano que tantas veces había visto por televisión!Karol Wojtyla estaba joven, su rostro era bello, compactoy no tenía arrugas. «¡Qué guapo es este papa!», pensó.Entonces agarró la manga del sacerdote de gafitas antes deque se alejara e insistió: «Padre, le ruego que me cuele.Quiero que el Santo Padre me reciba. Tengo que verle». Elsacerdote de larga sotana negra y gafitas suspiró. «¡Quépesada! A ver, ¿quién la envía con tanta premura?». «LordZ». El curilla quedó pensativo unos instantes. «Ya veo... Esamigo de su Santidad... Bueno, veré lo que puedo hacer».

«Padre, de verdad que es muy importante que me reciba»,insistió Jame. «Yo no podré confesarme porque aún soyanglicana, pero en pocas semanas haré mi primeraconfesión católica... Me estoy preparando para entrarseriamente a formar parte de la Iglesia católica, ¿sabe?Amo a Jesús Eucarístico y mi marido es católico... ¡Padre,haga una excepción y cuéleme!», suplicó alzando la voz. Sugrito sonó como un trueno bajo las preciosas bóvedas de laiglesia... Jane nunca había estado en esa iglesia y leconmovió su bellísimo aspecto. El eco de su súplica rebotópor los recovecos. ¡Qué vergüenza sintió al verse observadapor todos los presentes! Desde su improvisadoconfesionario, el Santo Padre levantó la cabeza, e

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interrumpiendo la confesión del muchacho preguntó:«¿Qué sucede?»

«Su Santidad», contestó el sacerdote de la sotana, «es estaseñora escandalosa... Se empeña en saltarse la cola.Además no está en la lista y encima no es católica». ElSanto Padre clavó sus ojos en los de Jane. ¡Y a ella se leerizó toda la piel! Sus ojos limpios revelaban algo que nopudo discernir. Eran penetrantes y desprendían un inmensoamor. Wojtyla guardó silencio unos instantes y dijo:«¿Quién te envía, hija mía?».

«Mi amigo Lord Z. Él le tenía gran devoción. Murió estamañana y me ha enviado una car...». El Papa sonrió ylevantó una mano para interrumpirla. «Sé quién es. Es unalma herida... Pero yo le he llevado en brazos durante losúltimos años de su vida. Hoy entró en el purgatorio. Debesrezar mucho por él para que pronto pueda ir a la presenciade Jesús». Jane enmudeció... Estaba simplementeconmovida, atónita y extasiada. ¡El Santo Padre le estabahablando a ella, una pecadora con el corazón roto por elrencor y los recuerdos! Wojtyla se giró hacia el sacerdote:«Déjela acercarse... No podré confesarla porque no escatólica aún, pero podré imponerle las manos y orar sobreella».

«Santidad, mire que hay cola», protestó el sacerdote.

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Wojtyla levantó nuevamente la mano. «No pasa nada. ElSeñor ya está al corriente de todo esto».

El sacerdote de gafitas echó un suspiro al aire, se encogióde hombros y condujo a Jane a uno de los bancosdelanteros, en donde los presentes se espachurraron paradejarle sitio. «A ver, apriétense, que esta señora taninsistente va a hablar ahora con el Santo Padre».

Cuando a Jane le tocó su turno desfallecía a causa delnerviosismo. Había rezado todas las oraciones que conocíamientras finalizaba la confesión de aquel muchacho.¡Cuánto había tardado! ¡Dios mío qué cantidad de secretosdebía haberle contado al pobre Papa! Mientras esperaba, nohabía podido evitar que se le escaparan los ojos hacia él.¡Qué hermoso era verle cara a cara! Toda su casulla, blancacomo la nieve, resplandecía como el sol. Su rostro seguíasiendo joven y bonito... ¡Y qué luz desprendía su mirada!Cuando por fin el sacerdote de sotana le avisó, se levantótemblando...

«Arrodíllate, hija», dijo el Santo Padre señalando un cojínaterciopelado a sus pies. «¿En qué puedo ayudarte?».Entonces Jane, presa de la emoción y haciendo unverdadero nudo en su corazón con un porrón desentimientos y recuerdos, rompió a llorar desconsolada...Se cubrió los ojos con las manos; notó cómo pequeños

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ríos de lágrimas se deslizaban entre los dedos mientras unmar de dolor brotaba rugiente desde lo más hondo de sualma. Y, con gran esfuerzo y atragantándose a cada paso acausa del llanto, le relató todo lo vivido desde niña, sindejar de lado las heridas, los abusos y el rencor productode tantos años de desamor familiar. Y en el momento en elque más angustia brotaba de su corazón, notó cómo unasgrandes y cálidas manos se apoyaban suavemente sobre sucabeza. Fue entonces cuando oyó orar a Juan Pablo II de lasiguiente manera: «Señor Jesús: he aquí a tu pequeña Jane.Su corazón está profundamente dañado y sus heridas nosanan. Sangran en forma de rencor por recuerdos de golpes.Ella desea sanar este dolor, pero no puede... Tiene tantorencor en su corazón que no cabe nada más en él; nisiquiera cabes Tú, Señor, ya que no puede perdonar aciertas personas que le hirieron el alma de forma mortal.Necesita que seas Tú quien vacíe su corazón de dolor, puessi está lleno de rencor y recuerdos malos, ¿cómo vas apoder entrar? No queda espacio para Ti, Jesús. Por el amorque siento por tu Madre Santísima, te ruego que vacíesahora mismo este corazón de todos los sentimientos malosque le abruman. Llévate los recuerdos, la angustia, el dolor,el deseo de venganza y de castigo para aquellos que tanto lahan maltratado... Solo Tú puedes hacerlo Jesús. Tu pequeñahija tan amada te necesita, Jesús».

Jane no supo cuanto tiempo duró la bellísima oración. Solo

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supo que de pronto, su alma había dejado de sangrar. Algo o«alguien» se llevaba las heridas. Se desvanecían…

* * *

Al fin, con el rostro empapado en lágrimas, levantó lacabeza y se encontró con la penetrante mirada azul delSanto Padre. Era tanto lo que deseaba decirle... Desde elfondo de su garganta brotaron palabras de agradecimiento,pero no pudo pronunciarlas. Sentía una paz que no habíaexperimentado jamás... El Papa dijo: «Ya pasó todo, hija.Tu alma está sanada. Pero no olvides una cosa: no soy yoquien te ha curado el corazón, sino Jesús. Él es el únicoque sana, cura y cicatriza los corazones heridos a causa dela maldad humana. Y si lo ha hecho a través de mí es porquetengo las manos consagradas. Un sacerdote puede ser ungran pecador, Jane, pero si sus manos son consagradas,Cristo puede actuar a través de ellas. Y hoy contigo lo hahecho. Puedes darle las gracias a Él siempre y en todolugar», Jane comenzó a sollozar de nuevo... No sabía qué leestaba pasando; solo sabía que una sensación de liberaciónla cubría por completo. «Gracias Santidad», logróbalbucear al fin. Tomó una de las manos del Papa y la besócon gran ternura. Juan Pablo II esperó unos segundos antesde volver a hablar, pero esta vez lo hizo con voz grave y conmirada seria. «Jane: no creas que a partir de ahora las cosasserán perfectas. La vida es el Calvario y nuestro destino es

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la cruz si deseas llegar al cielo. Solo a través de la cruz seentra en el cielo, pero ahora ya tienes la paz de Cristodentro de ti. No obstante vendrán más pruebas a tu vida yalgunas serán duras... No tengas miedo, pues te dejo unarma infalible contra la tristeza. Mira...». Y entonces JuanPablo II abrió la palma de la otra mano y le enseñó unrosario. «Ésta es la mayor protección que puedes encontraren la vida; debes rezarlo todos los días. Solo así vivirás conprotección. Ahora vete en paz».

Pero Jane no quería irse. Deseaba quedarse ahí, a los piesdel Santo Padre una eternidad. «¿Estaré ya en el cielo?», sepreguntaba. «Quizá he fallecido y no me he enterado».

Entonces despertó.

* * *

Jane pegó tal respingo sobre la cama que se sentó de golpe.El corazón le latía desenfrenado y se percató de que teníael pelo húmedo y la cara bañada en lágrimas. Se restrególos ojos y miró el despertador. Eran las cuatro de lamañana. Todo era oscuridad y paz a su alrededor. Se giróhacia Marc y vio que dormía plácido a su lado... ¡Qué ganastuvo de zarandearle para contarle lo que acababa de soñar!Pero le dio lástima y no le molestó. Volvió a tumbarse yentonces se percató de que su almohada estaba totalmente

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empapada. ¡Había llorado dormida durante horas! «Desdehoy rezaré el Rosario todos los días. ¡Confiaré en laintercesión del Gran Juan Pablo II!».

* * *

Hoy Jane está a punto de entrar a formar parte de la Iglesiacatólica, pero tal y como predijo el Santo Padre Juan PabloII en su sueño, el camino no ha sido, ni es, ni será fácil. Losataques, las calumnias y el rechazo por parte de su tíacontinúan dañando su autoestima y reputación, pero sucorazón ha cambiado... Ya no está plagado de rencor ni demiedo, y cuando se la encuentra simplemente procuraignorarla y disfrutar de sus amistades. Ha aceptado sudesamor.

Ha hecho las paces con una realidad muy dura: sus padres ysu tía nunca la amaron, y ésta última ya no lo hará jamás.¡Pero qué paz le invade cuando ora por ellos todos los díasmientras recita el santo rosario! Al menos duerme y norecuerda el dolor.

¡Ah!, y enmarcó con sumo cuidado la estampa que le regalósu viejo amigo y tiene buen cuidado de no perderla. ¡Sellevaría un espantoso berrinche!

* * *

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El caso de maltratos físicos y psicológicos de Jane no esaislado dentro del ámbito de la alta sociedad, queridolector. Existe la falsa apreciación de que, aquel que nacedentro de un hogar pudiente, lo hace también bajo elamparo de progenitores con educación, formación ycorazones éticos. Falso. Le aseguro que la historia que leacabo de relatar es absolutamente cierta y no es la únicaque conozco. Ojalá no fuera así. Pero este caso tambiénnos sirve para entender que la gracia de Dios y sumisericordia están preparadas para intervenir en todoámbito social, cultural y económico, y que Jesús vivependiente de los corazones heridos, independientementedel grupo social al que se pertenezca.

Espero que usted no padezca heridas similares a las deJane, pero quizá exista una pequeña yaga que no logra sanaru olvidar; esa espina que le quita la paz y no le impideperdonar a aquel que cruelmente se la clavó. ¡Ah, quédifícil resulta esto último cuando a la víctima no se le hapedido perdón! Créame si le digo que le entiendo. Y porello aquí le dejo otro regalo de la Iglesia de gran valía. Setrata de dos oraciones que como todas las que le presento,son poderosas y muy eficientes. Que Dios le bendiga consu sanación interior cada vez que las recite.

ORACIÓN DE SANACIÓN DE LOS RECUERDOS (I)(PADRE EMILIANO TARDIF)

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Padre de bondad, Padre de Amor, yo te bendigo, te alabo yte doy gracias porque, por amor, nos has dado a Jesús.

Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu comprendemosque Él es la Luz, la Verdad y el buen Pastor que ha venidopara que tengamos vida en abundancia.

Hoy, Padre, quiero presentarme: me conoces por minombre. Me presento a ti para que pongas sobre mi vida tumirada de Padre. Tú conoces mi corazón y todas las heridasde mi historia. Tú sabes todo lo que he querido hacer y nohe hecho. Tú sabes lo que he hecho y el daño que me hanhecho. Tú conoces mis límites, mis errores y mis pecados.Tú conoces mis traumas y los complejos de mi vida.

Hoy, Padre, te pido, por el Amor de tu Hijo Jesús, quederrames tu Espíritu Santo sobre mí, para que el calor de tuAmor sanador penetre hasta lo más íntimo de mi corazón.

Tú que sanas los corazones desgarrados y vendas lasheridas, sáname. Padre, entra en mi corazón como entrasteen la casa donde estaban tus discípulos acobardados. Tú teapareciste en medio de ellos y les dijiste: «La Paz esté convosotros». Entra en mi corazón y llénalo de tu Paz. Llénalode tu Amor. Sé que el Amor expulsa el miedo. Entra en mivida y sana mi corazón.

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Sabemos, Señor, que lo haces cada vez que te lo pido y telo pido ahora con María, Tu Madre. Ella que estuvo en lasbodas de Caná, cuando ya no tenían vino, Tú respondiste asu deseo transformando el agua en vino.

Cambia mi corazón; dame un corazón generoso, afable,lleno de bondad. Dame un corazón nuevo. Haz brotar en mílos frutos de tu presencia. Dame los frutos de tu Espírituque son: Amor, Paz y Alegría. Haz que descienda sobre míel Espíritu de las Bienaventuranzas para que pueda saboreary buscar a Dios cada día viviendo sin complejos ni traumasjunto a mi cónyuge, familia y hermanos.

Te doy las gracias, Padre, por lo que haces hoy en mi vida.Te doy gracias con todo mi corazón porque eres Tú quienme sana, me libera y quien rompe mis cadenas y medevuelve mi libertad. Gracias, Señor porque soy templo detu Espíritu y éste templo no puede ser destruido porque esla Casa de Dios. Te doy gracias Señor por el don de la fe ypor el amor que has puesto en mi corazón. ¡Bendito yalabado seas siempre, Señor!

ORACIÓN POR LA CURACIÓN INTERIOR (II) (PADREROY GISLAIN)

Señor Jesús: Tú has venido a curar los corazones heridos yatribulados. Te ruego que cures los traumas que provocan

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turbaciones en mi corazón; te ruego en especial que cures aaquellos que son causa de pecado. Te pido que entres en mivida, que me cures de los traumas psíquicos que me hanafectado en tierna edad y de aquellas heridas que me hanprovocado a lo largo de toda la vida. Señor Jesús: Túconoces mis problemas, los pongo todos en tu corazón deBuen Pastor. Te ruego, en virtud de aquella gran llagaabierta en tu corazón que cures las pequeñas heridas quehay en el mío. Cura las heridas de mis recuerdos, a fin deque nada de cuanto me ha acaecido me haga permanecer enel dolor, en la angustia, en la preocupación. Cura Señortodas esas heridas íntimas que son causa de enfermedadesfísicas. Yo te ofrezco mi corazón; acéptalo Señor;purifícalo y dame los sentimientos de tu Corazón divino.Ayúdame a ser humilde y benigno. Concédeme Señor lacuración del dolor que me oprime por la muerte de laspersonas queridas. Haz que pueda recuperar la paz y laalegría por la certeza de que tú eres la Resurrección y laVida. Hazme testigo auténtico de tu Resurrección, de tuvictoria sobre el pecado y la muerte, de tu presenciaviviente entre nosotros. Amén.

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Capítulo 11DI DE COMER A JESÚS

Yo me enfurecí contra ellos por haber cometido tantosasesinatos.

(Palabras de Dios Padre a Ezequiel: 36, 18)

Ana visitaba los Balcanes tras la guerra de Bosnia. ¡Cuántadesolación encontró y qué terriblemente doloroso fueescuchar historias traumáticas de boca de susprotagonistas! La preciosa ciudad de Mostar había sidoarrasada bajo las balas y las granadas, su magnífico puentevolado y aún se respiraban aires de inmensa tristeza por suscalles. Los parques públicos rebosaban de tumbas concualquier inscripción apresurada sobre ellos, y mientrasAna se santiguaba frente a cada una de ellas tropezó contrauna tablilla en el suelo. El golpe de su pie provocó que sedesprendiera de la tierra. La tomó en sus manos y con undedo barrió suavemente el pequeño rastro de hierba secasobre su superficie. Entonces pudo leer la inscripción quecon tinta de bolígrafo alguien había escrito con premura:«Aquí yace un soldado inglés; no sé el nombre». Ana notóun latigazo en el corazón. «En algún lugar hay una madre,

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una novia o quizá una esposa con hijos llorando unaausencia», pensó mientras notaba cómo las lágrimas se leagolpaban sobre las pestañas. «Ni siquiera han podido saberdónde yace y jamás será enterrado junto al resto de sufamilia... ¡Dios mío! ¿Por qué los hombres nos hacemostanto daño? ¿Para qué sirve una guerra si no es para matar ydestrozar vidas inocentes?».

Dejó cuidadosamente la tablilla en el suelo y apretó conlos pulgares los extremos para dejarla clavada de nuevo enla tierra. Una pequeña cruz elaborada torpemente con unpar de lápices unidos con una goma había sido colocadajunto a la placa. «Supongo que quien le enterró pensó queera anglicano y tuvo la delicadeza de ponerle una cruz».

—¡Ana, no te entretengas! —Era su amigo Mathew quiengritaba desde el fondo del parque—. ¡Tenemos queapresurarnos o se nos irá la luz!

Mathew era uno de esos tesoros brillantes que raramentese pueden encontrar entre las cenizas de una guerra. Inglésmenudillo de pelo rojizo, había ido acudido a Bosnia enmisión de ayuda durante los peores momentos de lacontienda militar, allá por el año 1994. Y lo que en unprincipio había comenzado como «una pequeña temporadaen los Balcanes para salvar vidas», se había convertido enun hogar para él por tiempo indefinido. Porque Mathew no

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solo había padecido la guerra, sino que había decidido nomarchar de las tierras desoladas al lograr acoger a cuatromuchachitos de entre seis y ocho años, que habíaencontrado escondidos tras unos contenedores de basuraen el corazón de Mostar durante una noche de ferocesbombardeos.

Mathew es uno de esos pocos hombres cuya feinquebrantable mueve montañas. Había rezado mucho ysacrificado todo para adquirir un piso de dimensionesdiminutas en donde poder vivir con los cuatro niños, aquienes quiso como si fueran hijos suyos desde la mismanoche de la acogida. Su familia, desde Inglaterra, sufría suausencia y oraba sin cesar por su bienestar. Deseabaardientemente que volviera y dejara aquella desolación enel pasado, pero no había vuelta atrás: Mathew no regresaría.Sin duda había logrado salvar la vida a esos niños y ahora,acabada la guerra, jamás les abandonaría.

* * *

Mathew había enseñado mucho a Ana sobre la realidad de lavida durante los pocos días que llevaba en Bosnia, y en eseescasísimo espacio de tiempo se habían convertido engrandes amigos. Todo lo que veía Ana en él era bueno.Mathew no solo había arriesgado su vida por cientos deinocentes, sino que pudiendo escoger escapar mil veces del

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infierno, había decidido quedarse en él para luchar hasta elfinal. Su único deseo era sacar adelante a los cuatrohuérfanos de guerra que Dios le había puesto en su camino.¡Pero qué difícil fue! En un principio ni siquiera podíancomunicarse, dado que los chavalillos no hablaban inglés yMathew tampoco hablaba serbocroata.

—Es un idioma endiablado, Ana —le decía esbozando unagran sonrisa—. Pero si gesticulas mucho, los gestos seacaban acoplando a las palabras. ¡Llevo más de nueve añosaquí y sigo apañándomelas como un mimo con mismuchachos!

No importa, porque el lenguaje que entienden es el delamor. Por eso solo interesa que sepan que les quieromucho y que mientras viva, intentaré cuidarles lo mejor quepueda.

Mathew se desvivía y aun así no lograba llegar a fin de mes.A veces pasaban hambre y la nevera solo alcanzaba paraguardar una docena de huevos. ¡Y vaya que lo agradecían!

—Cuando pasamos penurias me sostiene la oración —decía mientras Ana escuchaba boquiabierta—. Sé que Diosnunca me abandonará porque nunca lo ha hecho. Cuandorezo sé que la Virgen me escucha. ¡Y cuántas veces le hepedido que me sacara de apuros en momentos críticos!

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Cuantas más penurias hemos sufrido, más regalos nos hancaído de golpe. A veces llegan en forma de comida quealguien nos regala, o en la de un sobre con dinero que losperegrinos de Medjugorje dejan a su paso al saber de miescasez. Hemos sobrevivido, los niños están escolarizadosy sanos, y hoy puedo decir que Dios jamás ha permitidoque no les pudiera dar, al menos, una básica comida al día.

Aquellos comentarios, la alegría y el amor que Anaobservaba en esos chavalillos, o el mínimo espacio delpisito de Mostar, calaban tan profundamente en sucorazón… «Mathew es verdaderamente alguien especial»,pensaba asombrada.

* * *

—Quiero ser como tú —le soltó un día de sopetón.

Mathew abrió muchos los ojos.

—¡Anda ya! ¡Pero si soy un gran pecador y no sirvo paranada! Si vieras la cantidad de veces que me entran ganas desalir corriendo y regresar a la casa de mis padres enInglaterra... ¡Soy un cobardón! Cuando silbaban las balascontra mi furgoneta en el camino, tenía tanto miedo que nosabía si estaba muerto o vivo... ¡Aunque nunca atinaron enel blanco, je, je! Yo creo que eran las oraciones de mi

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amiga Susan, quien cada vez que teníamos que atravesar lafranja de francotiradores rezaba frenéticamente el rosariodesde la parte de atrás. ¡Y como yo la oía rezar en voz alta,sabía que no estábamos muertos! Pero sentir miedo...¡Todo el del mundo! ¡Bah! Soy un inútil... Ya me gustaríahaber ayudado más a las pobres gentes de estos campos derefugiados.

Ana le escuchaba avergonzada y, sonrojándose, desviaba lamirada.

* * *

Si Mathew consideraba que nada había hecho en la vida porlos demás, ¿dónde quedaba ella entonces? Mimada por la

vida y por una familia pudiente que le

había colmado de cuidados desde niña, y casada ahora conun hombre bueno que la adoraba, ¿se había parado a pensaralguna vez en hacer algo verdaderamente especial por losdemás? Sabía que tenía que regresar a España muy pronto yque se llevaría consigo recuerdos de los rastros que habíadejado una horrible guerra en un país lejano. ¿Y qué habíahecho durante su corta estancia? Nada. Solo escuchar aMathew, visitar su pequeño mundo de sacrificios ycomprender que era egoísta, mimada y vacía. Mirónuevamente la tablilla sobre la tumba del soldado inglés

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desconocido y sintió una punzada de dolor en la boca delestómago.

—Mathew, ya te lo dije el otro día: quiero ser un pococomo tú y cambiar las cosas.

Mathew la observó de reojo.

—¿Ya empiezas otra vez? ¡Pero si la guerra ya finalizó! Escierto que el rastro de devastación que ha dejado esespantoso, pero poco puedes hacer ya para parar las balas.

—Me da igual. —Ana clavó los ojos en la cruz hecha conlápices—. Es que quiero hacer algo por él.

—¿Por este pobre soldado? —Mathew enarcó las cejas yseñaló la tumba con un dedo—. ¡Pero si está muerto!

Ana se encogió de hombros.

—Ya sé que está muerto, bobo... Pero perdió la vidadefendiendo una paz que tardó en llegar. Yo en cambio nadahe hecho... Ni aquí, ni en mi mundo de paz en España... ¡Hevivido toda mi vida anestesiada ante la realidad de lamiseria humana, Mathew! Ha llegado el momento de quedespierte.

Ana se agachó, acarició la tablilla con la inscripción y se

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santiguó.

—Tú ya no estás aquí, pequeño soldado inglés. Pero lo quetú empezaste, yo lo puedo intentar acabar. Ayúdame desdeel cielo a aportar un mísero grano de arena a la misión depaz por la que peleaste hasta encontrar la muerte.

Mathew sintió lástima de su amiga.

—Está bien —dijo suspirando—. Ya no hay niños querecoger por las calles, pues todos están en orfanatos ocampos de refugiados. Pero en el de las afueras de Mostarconozco a alguien de catorce años a quien tal vez...

Ana pegó un respingo y se levantó clavándole la mirada.

—¿Crees que puedo serle de ayuda?

—Bueno, quizá sí. No sé...

* * *

—Mira Ana: te presento a Igor. —Ana extendió la mano yel muchachito se la estrechó con timidez. Mathewcomenzó a reír—. ¡Venga, Igor! Dale un abrazo, no seastímido.

Igor sonrió y marcó dos hoyuelos en sus mejillas. Tenía

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quemada la parte derecha del cuerpo desde el hombro hastael pie. Las quemaduras eran muy graves, aunque losdoctores de Mostar habían asegurado a su preocupadafamilia que saldría triunfante con muchos cuidados y curas.Pero mientras tanto, ¡cuánto sufría! Los dolores eranterribles en las curas y desde que Ana presenció una deellas, los gritos de Igor no le dejaron conciliar el sueñocon facilidad... Su familia era musulmana y muy pobre: lohabían perdido todo en la guerra y vivían en una caseta en elcampo de refugiados de las afueras de Mostar. Los padrespasaban atroces penurias para sacar adelante a Igor y a suhermanito pequeño. Además tenían que cuidar del abuelo,enfermo de Alzheimer. La abuela, los tíos y los primoshabían muerto en los bombardeos y la casa familiar habíaquedado totalmente arrasada.

Ana contuvo el aliento mientras escuchaba horrorizada lossollozos del niño durante una de las temibles curas en elhospital de Mostar.

—¿Crees que morirá a causa de las quemaduras?

Mathew se encogió de hombros.

—No... Aquí los doctores insisten en que sobrevivirá, peroafirman que nada pueden hacer por él, más allá de untarleunas cremas cicatrizantes. La piel le quedará deformada de

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por vida.

A Ana se le iluminó de pronto el rostro.

—¡Pero en España hay médicos magníficos! —Agarró aMathew de una manga—. Llévame a ver a mi cónsul ahoramismo. Vamos a lograr los papeles necesarios para que melo pueda llevar a España una temporada.

Mathew se había quedado callado.

—¡Vamos, bobo! ¿A qué esperas? ¡Venga, no te quedes ahíparado como un pasmarote! Me llevo a Igor cueste lo quecueste. En Madrid encontraré al médico adecuado, lecurará las heridas y no quedará rastro de las quemaduras.Será un niño feliz el resto de su vida.

* * *

¡Pero la aventura de sanación de este muchachitomusulmán de Mostar no fue un camino de rosas, queridolector! ¡Porque cuánto padecieron Ana y su familia, y cómoentorpeció las cosas el demonio! Primero sufrieron unverdadero jaleo burocrático para sacar a Igor de Bosnia,pues al ser menor de edad la ley obligaba a uno de lospadres a acompañarle. Pero éstos, traumatizados por losacontecimientos vividos durante la guerra, se negaron a

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separarse del campo de refugiados y de su hijo de cincoaños. ¡Aun así deseaban ardientemente que su hijo hicieraese viaje a España! La madre del muchachito no paraba dellorar de alegría con las noticias, y Ana se sintióprofundamente conmovida cuando le entregó un pequeñotapetito de ganchillo que ella misma había tejido.

—Es para ti. No tengo otra forma de agradecerte lo queestás haciendo por mi hijo —dijo llenándosele la cara delágrimas.

Tras aburridísimas semanas de espera, al fin llegaron lospapeles de mano del cónsul español, quien desde Zagrebaceleró todo lo que pudo el complicado proceso.

—Por esta vez que pase, Ana —le dijo esbozando una gransonrisa mientras le entregaba el pasaporte con el visado—.Pero has de saber que hemos tenido que saltar muchosobstáculos para conseguir los permisos necesarios paraque Igor pudiera abandonar el país sin la compañía de unode sus progenitores. Al fin y al cabo, ni Mathew ni tú soismiembros de su familia y ni siquiera podéis comunicaroscon el muchacho.

—Le enseñaré español en un periquete —contestó Anallena de alborozo.

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* * *

Pero, ¡ay!, Igor no solo no aprendió ni una sola palabra deespañol durante su larga estancia en Madrid, sino queenseñó a los hijos de Ana cómo expresarse en serbocroata,¡y cómo decir tacos y palabrotas en su endiablado idioma!La casa de alquiler en la que habitaban Ana, su esposo y sushijos, no era muy grande. Vieja y con solo dos baños, sehizo algo incómoda para la convivencia de ocho personas.Mathew e Igor compartieron baño con los más pequeños dela casa, mientras que Ana, su esposo y las niñas,compartieron el otro. ¡Pero nadie había caído en la cuentade que el pobre Igor era un niño cuya infancia habíatranscurrido en un campo de refugiados! Y por ello tirabalas toallas por cualquier lado, se pasaba horas fascinadodentro de la bañera, impidiendo la entrada a los demás, seacababa las pastillas de jabón como si fueran golosinas y senegaba a cepillarse los dientes. Entre el pésimovocabulario croata de Mathew, y las señas y gestos queentre todos hacían para entenderse, descubrían que Igor selas apañaba divinamente para hacer lo que le viniera en ganay salirse siempre con la suya.

¡Y todo le fascinaba!: los electrodomésticos, elmicroondas, la secadora, ver correr el agua del grifodurante largo rato (tenían que vigilar sus juegos con losgrifos por razones obvias), lo caliente que salía el agua de

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la ducha, ¡y los videojuegos de los niños de la familia!

Ana era una madre estricta: las normas de convivencia, deeducación y modales se fomentaban y establecían conseriedad. No es que fuera una madre violenta o difícil,simplemente se volvía una cascarrabias cuando todoquedaba tirado por cualquier lado, o cuando los niñospasaban demasiadas horas con los videojuegos, yabandonando los deberes. Mathew tuvo que regresar aBosnia, pero dejó a Igor al cuidado de Ana. ¡Y a ver quiénpodía controlar a Igor! El muchachito, enclenque y lleno dequemaduras, despertaba una enorme compasión y simpatíaen todos los miembros de la familia, ¡y no dejaban que Anale regañase! Ella se desesperaba cuando salía disparado porel pasillo con los patines puestos, destrozando el parqué odándose golpazos contra los muebles. Se preocupabamucho por sus heridas y le amonestaba, ¡pero Igorentonces se echaba a reír, la abrazaba y sin entender unapalabra salía patinando hacia el fondo del pasillo rayando elsuelo otra vez!

Un día el benjamín de la familia (Mateo, de tres años) semetió en la cocina mientras Ana preparaba la cena junto auna empleada de hogar.

—Mamá, me parece que Igor se está bebiendo esa Fantaroja que tienes en el lavabo.

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—¡Dios mío, el elixir bucal! —Ana corrió llevándose lasmanos a la cabeza. Salió pasillo abajo dando voces hastaque llegó al baño, donde, efectivamente, Igor daba unaúltima chupada al bote del líquido rosado que utilizabanpara enjuagues dentales—. ¡No, Igor, noooooo...!

Le arrancó el bote de un zarpazo. Igor sonrió, aspirófuertemente, ¡y le echó todo el aliento sobre el rostro! Anarecibió un soplo de menta tan fuerte que casi le brotaronlas lágrimas. Gracias a Dios quedaba poco elixir bucal en elbote y no pasó nada... ¡Pero el muchacho era un verdaderotrasto! La empleada de hogar se quejaba, Ana sedesesperaba y los niños dejaron de obedecerla para atendersiempre y en todo momento las payasadas de su nuevoinvitado.

A pesar de todo, Ana le tomó un cariño extraordinario. Erademoledor presenciar las sesiones de rayos láser sanadoresy cicatrizantes a los que tuvo que someterle un doctor deprestigio, quien con monumental generosidad, se negaba acobrar sus servicios médicos. ¡Pero cuánto le dolían! Cadadía acudían a la consulta con más preocupación, ya queIgor, dando un verdadero ejemplo de tenacidad y valentía,no lloraba ni se quejaba. Simplemente palidecía cuandoveía cómo el doctor y su equipo preparaban el instrumentaleléctrico para comenzar la cura. Las heridas habían idocerrando muy poco a poco, y piel nueva iba naciendo, pero

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eso sí, con grandes arrugas y superposiciones queproducían a primera vista una sensación de grima y rechazo.Por pura gracia de Dios la cara nunca se vio afectada por elfuego; sin embargo era doloroso observar cómo habíaquedado la parte derecha del hombro, del brazo, de lapierna y de un pie. Igor incluso cojeaba por el estiramientoficticio de la piel mal regenerada del pie. Y entoncescomenzaban las sesiones de láser e Igor apretaba elmentón, cerraba los ojos y dejaba derramar lágrimas sinapenas dejar escapar un tejido.

—Sabemos que le está doliendo muchísimo ahora —decíael doctor—. Las descargas del láser son importantes.Desgraciadamente no podemos hacer nada por aliviárselo,y créame si le digo que todo mi equipo realiza las sesioneslo más rápidamente posible para evitarle al máximo lasmolestias.

Ana tuvo que salirse de la sala de tratamiento en algunasocasiones. No soportaba ver cómo su muchachito sufría ensilencio ese tormento necesario, ni comprendía por quéalguien había quemado de aquella manera a un niñoinocente. Entonces, desde el pasillo, derramaba lágrimas ytomaba su rosario entre las manos. «Jesús, ya sé que Igores musulmán y que por tanto no te conoce y venera, pero séque Tú eres también su Dios y su Salvador. Sé que le amascon todo tu corazón y que padeciste en la cruz por él tanto

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como padeciste por mí. Y por eso Señor, te ruego que,dado que no fue tu voluntad que muriera bajo el fuego, quesea ahora tu voluntad que sane pronto».

* * *

Pero pasaban los meses e Igor no sanaba tan rápidamentecomo Ana, Mathew, el doctor o sus padres deseaban. Elequipo médico insistía en el tratamiento a pesar de no estarcobrando los carísimos servicios demostrando así unaenorme generosidad. Estaban seguros de que con un pocode más de paciencia la mejoría sería espectacular.

—¿Y cuánto tiempo cree que hará falta para la sanacióntotal, doctor? — preguntó Ana.

—Quizá unos tres o cuatro meses más.

—¡Qué! —Ana dio un respingo sobre la silla de la consulta—. No, no, no... ¡Eso es muchísimo tiempo, doctor! Igorno puede seguir viviendo en casa tantos meses.

—¿Pero por qué?

—Pues... porque me revoluciona a los niños, no hacen losdeberes, quieren jugar a todas horas con él. Se niega aaprender español y se empeña en enseñarles croata (sobre

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todo las palabrotas), y me pide constantemente que le lleveal Zoo o al Parque de Atracciones... ¡Y ya le he llevadocuatro veces a ambos! Además no cabemos. ¡Estamosapretadísimos!

—Pues si no puede ocuparse de él en su casa, búsqueleotro hogar, porque le aseguro que Igor necesitará másmeses para salir triunfante de esto —insistió el médico.

—¡De ninguna manera, doctor! —Ana protestabaenérgicamente—. Igor vino a vivir conmigo y conmigo sequeda.

—Pues entonces no se queje, señora... Nosotros hacemostodo lo que podemos.

Ana se ruborizó... Se había dejado llevar por lapreocupación y su comodidad personal, antes que pensar enel bien de un muchacho muy herido que necesitaba todo sucariño y protección. Miró a Igor y éste le regaló una de susmágicas sonrisas enseñándole unos blanquísimos dientes.

—Qué voy a hacer contigo, pequeño musulmán de Bosnia—le susurró mientras le acariciaba el pelo.

—Ana, tú linda... —Al oír a Igor se prometió a sí mismaque no volvería a quejarse, ni a dejarse llevar por la

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desesperación. Igor tenía un hogar en Madrid y seguiríateniéndolo hasta que se curara completamente. Ni ella ni sufamilia tirarían la toalla.

* * *

¡Ay! ¡Pero la situación de convivencia empeoraba avelocidad de vértigo, querido lector! Una noche Ana llegótarde a casa por un problema en el trabajo y se encontró a laempleada de hogar esperándola despierta y muy enfadada.

—Señora, tenemos que hablar —dijo en cuanto la vioatravesar la puerta de entrada.

—¿Qué ha pasado?

—Pues que Igor es tan guarrete que, o se vuelve a Bosnia, ome voy yo a mi casa y no vuelvo por aquí.

Ana se llevó un susto de muerte.

—¡No por favor! Ya sabe que la necesitamos muchísimo...Seguro que puedo hablar con él... Ya no queda demasiadotiempo para que finalice su tratamiento, tiene la piel casicicatrizada del todo y...

—No, si a mí me da mucha pena, señora —interrumpió laempleada—, pero tiene que hacer algo... El chavalín ha

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tirado tanto papel dentro del retrete que se ha atascado. Seha vuelto a tragar el elixir bucal y se niega a salir del bañoen pijama, quiere hacerlo en calzoncillos. Y le da igual quele vean las niñas, ¡y encima tiene un slip negro horroroso!Durante la cena ha enseñado a los dos pequeños a eructar, ysi les reñía me sacaban la lengua. ¡Sus hijos nunca habíansido desobedientes! Cuando está usted se comporta mejoren la mesa; pero cuando no está, ¡aprovechan su ausencia yla mesa se convierte en una guerra campal!

Ana no daba crédito... Sus hijos habían sido esmeradamenteeducados en lo que respecta a los modales en la mesa yestaban acostumbrados a respetar las normas de conductaexigidas por ella. La mujer comenzaba a cansarse tantofísica como psicológicamente... Cuando se ofreció paratraer a Igor a España y proceder con el tratamiento, noentraba en sus planes que pudiera alargarse tanto laestancia. La convivencia empezaba a costarle un verdaderoesfuerzo y comprendió que no aguantaría mucho más conel muchachito bosnio en la casa familiar. Entonces decidióque desde esa noche hasta que llegara el momento de sumarcha, ella misma se esforzaría para enseñarle acomportarse incluso amonestándole si era preciso. Si Igordeseaba curarse, debería acostumbrarse a obedecer lasnormas de conducta de la familia; en caso contrario,debería marchar. Y estando segura de que triunfaría su ladomás pedagógico, tranquilizó a la empleada de hogar y se fue

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a dormir.

* * *

¡Pero al día siguiente parecía como si un gitanillo loco sehubiera sentado a la mesa! Igor se estaba comportando peorque nunca: metió la manga en la sopa y luego se la chupó yderramó el vaso de agua en el proceso. ¡Y todo esto antesde llegar al segundo plato! Los hijos de Ana reían comolocos y callaban cuando su madre les exigía silencio. Anariñó severamente a Igor y le señaló la cuchara.

—Igor, esto es cu-cha-ra... A ver: Igor tomar la cu-cha-ra...Igor no sorber, así shuuuu —decía imitando el ruido quehabía hecho el muchacho. Los niños se alborotaban cadavez y cuanto más reían, más se enfadaba su madre—. ¡Acallar todo el mundo! El próximo que se ría o burle de lasituación, se irá a comer solo a la cocina.

Igor la miró y sonrió. Luego cogió la cuchara y comenzó asorber otra vez la sopa. Cuanto más intentaba hacerlo bien,más sorbía y más ruido hacía. Los niños aguantaban la risa yse ponían colorados... Pero Ana no sonreía. Intentabahacerle entender una y otra vez cómo debía coger lacuchara y tomar la sopa en condiciones. Al cabo de unosminutos se rindió... Simplemente parecía que Igor no teníainterés en aprender modales en la mesa, y en cuanto Ana

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dejó de prestarle atención, ¡tomó el plato con ambasmanos, se lo acercó a los labios y se bebió la sopa! —¡Igor,se acabó!

Ana reaccionó zarandeándole el brazo. Entonces Igor pegóun tremendo alarido... Los niños callaron de golpe y lamadre se sobresaltó. ¡Le había arañado sin desearlo y elmuchacho había sufrido un dolor punzante en la herida delbrazo! En un arranque de rabieta, tiró el plato al sueloderramando así la sopa sobrante sobre la alfombra. Ana ysus hijos miraban asustados... La situación había dejado deser agradable: en su angustia, Ana había cogido condemasiada fuerza el brazo herido de Igor, ese brazo por elque, con tanto mimo y cuidado, habían luchado. Miróhorrorizada a Igor y le intentó tocar, pero el niño pegó unbrinco y le apartó la mano.

—Lo siento mucho, Igor... No quería hacerte daño... Yo...—El tenso silencio se hizo aún más espeso. Igor no lamiró, apretó el mentón, se levantó de la silla ysilenciosamente recogió el plato. Fideos y garbanzosmojados rociaban un buen trozo de la alfombra... ¡E Igorcomenzó a cogerlos con los dedos, y para el espanto deAna, los metió uno a uno de nuevo en el plato!—. No, Igor,no hace falta... —murmuró Ana.

Pero Igor no escuchaba. Recogió los fideos y garbanzos

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esparcidos hasta no dejar restos en la alfombra, los colocóuno a uno dentro del plato y se volvió a sentar. EntoncesAna miró el plato y notó cómo una náusea le trepaba hastala garganta. El plato estaba sucio, con fideos y garbanzosmezclados con pelusa de la alfombra. Todos en la mesapermanecían tensos y los niños se miraban unos a otros sinsaber muy bien qué hacer... De pronto una de las niñas dijo:

—Mamá, no me gusta ver el plato de Igor con pelos.

Pero Ana no contestó enseguida. Se sentía abatida, triste.De pronto todo se le vino encima: el retrete atrancado, lascarreras en patines sobre el parqué, el horroroso y apretadoslip negro, la manga metida en la sopa, aquellos fideos ygarbanzos mezclados con pelusa y pelillos de la alfombraen el plato...

—Acabad de comer —ordenó al fin sin levantar la mirada.

Los niños, aún en silencio, reanudaron la comida. Ana notócómo una lágrima se le agolpaba sobre las pestañas. ¡Loúnico que le faltaba era que los niños e Igor la vieran llorar!Se sentía muy cansada psicológicamente... No paraba detrabajar, y cuando regresaba a casa, se tenía que encargar delos niños, de Igor y de todas las necesidades de la casa. Laempleada de hogar, tan necesaria en su vida, amenazaba acada momento con marcharse si el muchachito no

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cambiaba sus modales, y ella sabía que sin su ayuda nopodría ir al trabajo. ¡Y su marido viajaba sin parar! Todohabía cambiado tanto en casa desde la llegada de Igor…

Entonces, en el silencio de su corazón, comenzó a orardescargando en Jesús toda su tristeza. «Señor Jesús», ledijo, «no puedo más... Tú sabes que lo he intentado. Quieromucho a este muchachito, pero la convivencia con él se haconvertido en un suplicio. ¡Lleva ya tres meses en casa ydesde su llegada la armonía de la familia se ha roto! No helogrado que se adapte a nuestras costumbres... ¡Solo pensarque aún quedan tres meses de tratamiento me abruma depreocupación! Y le he hecho daño en el brazo... No soportola idea de haberle hecho daño. ¡Después de todo lo quehemos luchado! Estoy cansada, Señor... No sirvo, Señor...No puedo cuidar de tus hijos heridos... No soy nadie. ¡Soymísera y egoísta! Ayúdame, Jesús... Quiero llorar... Meencuentro mal». Entonces, justo en el momento en el queAna notaba que ya no podría controlar el llanto y la náusea,oyó una voz en su corazón. Era una voz de varón, tierna,dulce, templada y masculina. La voz retumbó fuertementedesde lo más profundo de su alma: «No pasa nada, queridahija. A Mí no me pareces inútil. Yo te amo y Yo te puse enel corazón esta gran misión. Te concedo ahora el don de laalegría de darme de comer a Mí en él. No te aflijas: no es aIgor a quien estás dando de comer, sino a Mí. Si piensasesto, si eres capaz de verme en él, será siempre a Mí a

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quien alimentes, cures y cuides. Yo soy desde ahora tupequeño Igor».

Ana se quedó un instante sin aliento. ¿Quién le habíahablado? ¿Qué era aquello? Abrió los ojos y miró a sualrededor... Los niños seguían comiendo en silencio e Igormiraba aún su plato lleno de pequeños fideos, pelusas ygarbanzos sucios. Pero algo había cambiado... Todo el ascoy la repulsión del momento habían pasado en una milésimade segundo a otro plano: el plano de lo sobrenatural. Depronto se vio envuelta en una paz inexplicable que hasta eldía de hoy no ha vuelto a sentir. Todo a su alrededor parecíaimpregnado de una luz nueva: el comedor brillaba, losmuebles lucían de una manera especial y una inmensaalegría le invadió el alma. Su cabeza le gritaba: «¡No puedeser!». Pero su corazón no le engañaba: tenía la absolutacerteza de que Jesús le había hablado y le había hecho saberque su labor valía a sus ojos, porque lo que Dios busca ennosotros es el amor con el que hacemos las cosas por losdemás, no nuestros triunfos. Nosotros no podemos triunfaren nada. El triunfo siempre es solo el de Él.

Y así, envuelta en un extraño halo de paz inconmensurable,Ana acabó la sopa. Sabía que Jesús les había visitado esatarde durante una pequeña batalla de garbanzos, fideos eincomprensiones. Ya no sentía náuseas ni rechazos; solo unamor infinito hacia Igor, hacia todos los dañados de las

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guerras, y hacia toda víctima de la maldad humana. ¿Quéimportaba la falta de modales de Igor?

¡Le quedaban aún tres meses por delante para enseñarle aser un verdadero caballero!

Hoy Ana afirma que ése fue quizá el almuerzo más feliz desu vida, pues Jesús la visitó. Y lo hizo utilizando el pequeñocuerpo de un niño de catorce años musulmán, herido.Jamás lo olvidará; como jamás olvidará que ese díacomprendió que Cristo ama a todos los hombres por igual,sin mirar modales, ni razas, color o religión.

* * *

Se preguntará qué fue de Mathew, querido lector. Y le diréque sigue siendo hoy uno de los amigos más queridos yadmirados por Ana. Sigue viviendo en Mostar y estálevantando, con la ayuda de una ONG inglesa, viviendas paralas víctimas que la pasada guerra dejó sin hogares nifamilias. Los cuatro huérfanos que acogió son hoy unoshombretones de provecho: dos de ellos se han casado y losotros dos trabajan como mecánicos, y tienen un porrón denovias en el barrio. Mathew sigue soltero (¡dice que noencuentra novia que aguante su ritmo de trabajo!), y sulabor de laico misionero es tan monumental como elprimer día. Ana le estima profundamente y le visita cada

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vez que peregrina a Medjugorje, en donde comprueba quelos logros de Mathew son extraordinarios. Ha salvado másvidas de las que Ana pueda enumerar.

¡Ah, e Igor! Ya se me olvidaba hablarle de él... Puesalégrese, querido lector: hoy Igor es un muchachocorpulento de veintiséis años, ha terminado sus estudios deinformático y vive en Mostar en un pisito junto a sus padresy su hermano. Su abuelo ya falleció. Su pequeño cuerpoherido quedó curado gracias al amor, el cariño y ladedicación de Ana, de su familia y del equipo dedermatólogos de la clínica madrileña que con enormegenerosidad le trató. Ana e Igor se adoran y cada vez queella o su familia viajan a Medjugorje en peregrinación, seacercan a Mostar a visitarle. Durante su última estancia,Igor le presentó a su preciosa novia.

—Ésta es Karina y es musulmana como yo. Nos casamos elverano que viene y quiero que vengas a mi boda. ¿Vendrásverdad?

¡Créame si le digo que Ana casi se desmayó de la emoción!

* * *

Nos acercamos al final de esta preciosa historia, queridolector. Y tal y como he hecho en algunos capítulos

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anteriores, no le quiero dejar sin un regalo especial que laIglesia propone para casos como el de Igor. Él necesitó ensu día una curación física y fueron muchas las personas queoraron por él con todo el corazón. Quizá usted conozca aalgún enfermo que también necesite oración y por ello aquíle entrego una muy hermosa. Debe saber que fue elaboradapensando que podría aliviar el sufrimiento de cualquierenfermo, o incluso para usted mismo si está padeciendoalguna enfermedad. Como todas las que le presento espoderosa y muy profunda. ¿Acaso hay mejor médico queÉl?

ORACIÓN PARA LA SANACIÓN FÍSICA (TAMBIÉN SEPUEDE UTILIZAR PARA ENFERMEDADESMENTALES)

Jesús, Dios de ternura y de misericordia: Tú que nos hasprometido que cuando dos o tres estuvieran reunidos en tuNombre, estarías presente. Aquí estamos reunidos en tornoa (se dice en alto el nombre el enfermo), imploramos tucompasión hacia él y te pedimos que pongas tu miradasobre él, para que reciba de ti la fuerza, la paz en su alma yen su cuerpo.

Te gustaba pasear en medio de la muchedumbre, parartejunto a los enfermos y tocarlos para manifestar tu inmensacompasión hacia ellos. Muy a menudo, los curabas para que

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fuera confirmada tu Palabra, tu buena nueva de salvaciónpropuesta para todos. Señor Jesús, te suplicamos quevengas Tú mismo a tocar a nuestro hermano (se repite elnombre del enfermo). A él, a quien Tú amas, está enfermo.Tócale en el lugar de su enfermedad. Visítalo a raíz de sumal. Jesús: Tú que abriste los ojos del ciego de Jericó,cúralo. Tú que enderezaste al paralítico de Betseda, cúralo.Tú que resucitaste a la hija de Jairo, cúralo. Tú eres elmismo ayer, hoy y siempre. Lo que realizaste hace dos milaños, también puedes realizarlo ahora. Por eso tesuplicamos que nos escuches y vengas en ayuda de nuestrohermano.

Gracias, Señor, por lo que estás haciendo en (se nombra alenfermo). Sabemos que tienes compasión de él, yconfiamos en tu intercesión, pues lo que inicias, lo llevas atérmino. Dale la gracia de acoger sin miedo la obra de tuamor en su cuerpo enfermo. Concédele atreverse a creerque Tú actúas en él como hiciste con el paralítico de laPuerta Hermosa a petición de Pedro.

Te alabamos, Señor nuestro, por cada una de tus obras. Tebendecimos por dar testimonio del amor de nuestro Padre,en el poder del Espíritu Santo. Tú siempre eres fiel a tuspromesas. Tú que nos has prometido estar con nosotroshasta el fin de los tiempos.

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Gracias por mirar y bendecir a (se dice el nombre delenfermo). Gracias por todo lo que vas a hacer por él en lashoras y los días que se avecinan. Gracias porque nosolamente has visitado su cuerpo, sino sobre todo sucorazón, a fin de que te conozca mejor y dé gracias a tuNombre.

Gracias por tu misericordia; nunca falla. Déjanos gritarcomo el salmista: «Un pobre ha gritado; Dios haescuchado» (Sal 33, 7) Amén.

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Capítulo 12SUPE QUE ERA EL NIÑO JESÚS

RECIÉN NACIDO

Así pues, no les tengáis miedo; porque no hay nadaoculto que no haya de manifestarse, ni nada secreto que

no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad,decidlo a la luz; lo que escucháis al oído, proclamadlo

desde las azoteas.

(Palabra de Jesús a los apóstoles en: Mt 10, 26-27)

¡Bueno, amigo lector! Hemos recorrido un largo camino endonde le he relatado anécdotas verdaderas que reflejancómo aquí en la tierra podemos comenzar a rozar el cielocon los dedos. Ya ve que no hace falta ser santo para ello. Aestas alturas del libro no deberían quedarle ya dudas sobreel poder de Jesús para actuar en las vidas de los pecadoresdel siglo XXI, independientemente de cuáles hayan sidosus faltas, o lo alejada que un alma pueda estar de Él y de suMisericordia. Jesús es un Dios paciente, amoroso y fielque nunca nos falla, pero necesita nuestro cariño yatención. Es esencial que nos comuniquemos con Él através de la oración, y ya le dije que la forma más rápida de

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dejarle actuar en nosotros es recibiéndole en la Eucaristía.¡La Santa Misa, querido lector! ¿Recuerda lo que le contésobre ella en el capítulo 3? En él le explicaba que Dios estávivo en un pedacito de pan consagrado y que es el mismoque andaba por Galilea, ese que enseñaba a los apóstoles yreprendía a los fariseos. ¡No hay diferencia!

Ahora debemos comenzar a mentalizarnos de que, nosguste o no, el infierno también existe, y a él nos tenemosque referir dentro de muy pocas páginas... Por ello debocerrar el círculo de enseñanzas sobre el cielo, y lo voy ahacer utilizando una anécdota personal que me sucedióhace dos veranos durante una adoración. ¡Créame si le digoque me cuesta contársela! Sé que muchos lectores no mecreerán e incluso habrá algunos que, burlones, cierren elpresente libro en el instante en el que finalicen el capítulopresente. Pero sea cual sea la reacción que provoque, yo ledoy mi palabra de que la anécdota es verdadera.

La decisión de compartirla ha sido difícil tomarla. En elproceso de discernimiento junto a mi director espiritual(ese curilla joven de pueblo que le mencioné, ¿recuerda?),han surgido dudas y contradicciones. Simplemente teníamiedo y me abrumaban las dudas. Sin embargo empujadapor su sabiduría he concluido hacerlo, pues escribir sobrelas cosas de Dios no solo es una misión en mi vida, sinouna obligación seria de cara a Él. Si no lo hiciera, pecaría

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de falta grave de omisión, y sé que todos tendremos unJuicio Final, querido lector. Será entonces cuandotendremos que dar cuentas sobre nuestras actuacionesdurante la vida y ahí desfilarán, imperturbables, todos mispecados de omisión. Concluí pues que si Dios me hizo unregalo, no me debo callar, porque no me fue dado solo paraaumentar mi fe, sino para compartirla con los demás y quepudieran beneficiarse del amor de Dios tal como deseó quehiciera yo.

¡Ah, qué miedo me dan los pecados de omisión, queridolector...! ¿Se ha parado a pensar alguna vez en ello? Diostiene que ser conocido, amado y proclamado por todos,pues a todos ama con la misma ternura y devoción.Digamos entonces que no me ha quedado más remedio queagarrar mi pluma, tragarme la vergüenza y ponerme aescribir. He aquí entonces mi testimonio sobre lo que estener un pedazo del cielo en la tierra. Espero que le puedaayudar a entender el amor tan profundo que siento porCristo y el agradecimiento sincero de mi alma hacia suinmenso sacrificio en la cruz por todos nosotros.

«CON CORDÓN UMBILICAL Y TODO»

Tengo un pequeño oratorio en el jardín de mi casa que noes gran cosa... Humilde y básico, está dedicado a la Virgen,a quien amo muchísimo desde que me tocó el corazón y lo

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renovó para siempre allá en el año 2000 durante unaperegrinación a Medjugorje. Yo vivía entonces inmersa enuna tibieza vergonzosa y bajo un montón de pecadosacumulados que espero que hoy, a través de la Misericordiarecibida en cada confesión, se hayan ido limpiado ypurificando. Sé que sigo siendo una pecadora, una mujerignorante y mísera que solo puedo entregar como regalo alSeñor mis faltas, mientras que Él, de una formaincomprensible, derrama diariamente su amor sobre mí demanera palpable y tierna.

Lo que le voy a relatar forma parte de uno de esos regalosinesperados que Dios Padre permite que sucedan encorazones pecadores como el mío, en alguna escasísimaocasión de la vida. En mi caso, jamás me ha vuelto asuceder nada parecido y créame que me encantaría.

Aquella noche un grupo de amigos me había pedido unfavor: deseaban ardientemente venir a orar ante el pequeñooratorio de mi jardín. El verano tocaba su fin y muchos deellos no habían podido disfrutar de un merecido descansodebido al padecimiento de grandes tribulaciones deextraordinaria gravedad (cáncer, anorexias, infidelidades,alcohol, drogas, adolescentes descontrolados, accidentes,etc.). Avisé a mi director espiritual, quien con enormegenerosidad y pidiendo los permisos pertinentes al párrocode la zona, prometió acudir con el mismo Jesucristo

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personificado en una Forma Consagrada. «Llevaré al Señoren una custodia», dijo. Coloqué ilusionada velas por eloratorio y esperé la llegada de los orantes y del sacerdote.Recuerdo con emoción la belleza nocturna que envolvía eljardín; la luz de una preciosa luna llena rociaba cada rincón,flor y arbusto, y las estrellas refulgían con fuerza desde elcielo. «¡Qué bonita noche ha elegido el Señor para venir avisitar mi casa!», pensé sintiendo el olor de las floresimpregnarme la piel y el pelo. Los orantes iban llegandopoco a poco, y tras unos saludos cordiales buscaban asientopor cualquier rincón del oratorio. Sabía que el sacerdotesería el último en llegar, pues debía celebrar una misatardía en un pueblo cercano.

—Id recitando el Santo Rosario mientras llego —meadvirtió—. Así cuando os visite el Señor ya tendréis loscorazones preparados para recibirle como se merece.

Y así lo hicimos, querido lector. Al cabo de una hora elpequeño oratorio estaba tan rebosante que mis amigos y yotuvimos que retirar los bancos y apiñarnos en el suelocomo un grupo de peregrinos hippies, descalzos ydesmelenados. ¡Pero qué felices estábamos! Aun el Señorno había llegado en forma física y ya estábamos rebosantesde paz y esperanza.

Alguien comenzó a hacer peticiones en voz alta y pidió al

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Señor ayuda para resolver un problema familiar que estabaminando su corazón y sus energías. Otro orante se sumópidiendo a Jesús ayuda para cuidar a un enfermo terminalen su familia; un caballero desde el fondo rompió a llorar...

—Jesús —decía— mi esposa me está dejando. Ayúdame aamarla en la adversidad y enséñame el camino parareconquistarla.

Entonces alguien sacó una guitarra y comenzó a rasgar suscuerdas entonando una preciosa melodía de alabanza, yantes de que nos diéramos cuenta todo el grupo, al unísono,cantaba al Señor. Yo notaba cómo el corazón metemblaba... Me sentía profundamente conmovida por lasheridas que los asistentes compartían, por la fe con la quese las entregaban a la Virgen, por el ambiente de paz y laatmósfera de oración sincera que se respiraba. Los rostrosde los asistentes se distinguían con dificultad, dado que laúnica luz que iluminaba la estancia era la que provenía de laluna y de las velas que, esparcidas por el suelo, se movíancomo lágrimas de fuego acariciadas por la brisa nocturna.

—Jesús —oí decir a mi espalda a una madre desesperada—. Mi hija ha caído en las drogas. Ayúdanos a entenderla, aprotegerla y curarla. Ha sido un verano muy duro paranosotros. Anoche se peleó fuertemente con nosotros, seescapó de casa y no ha regresado. No sabemos dónde está...

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Protégela Jesús, y condúcela de nuevo a casa.

Los presentes, atónitos, escuchaban y oraban con devoción.Fue entonces cuando sentí un extraño palpitar en elcorazón, una desconocida intuición de que algo grandeestaba a punto de suceder en ese pequeño lugar dedicado ala Virgen, escondido entre las flores y los árboles de mijardín. ¿Pero qué era? Confundida miré alrededor ycomprobé que todos los presentes seguían sentados en elsuelo, sin manifestar cambio alguno en sus posturas o ensus actitudes. Sin embargo mi corazón latía con fuerza;estaba siendo invadido por una peculiar alegría que noalcanzaba a reconocer. «¿Qué me sucede? Me sientoextraña», pensé.

* * *

Los presentes entonaron una canción de alabanza e intentéunirme a sus voces. ¡Pero no lograba concentrarme en laletra! Me pregunté por qué no podía... De pronto tuve lacerteza de que alguien había acudido al jardín, alguienpoderoso, importante. ¿Pero quién? Yo no esperaba másque al sacerdote con la custodia portando al Señor, dadoque todas las amistades habían llegado ya. Escudriñé lamirada y percibí cómo, a través del seto que separa eloratorio del resto del jardín, se reflejaba algo enmovimiento... ¡Eran dos velas grandes que portaban dos de

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mis amigos! Agudicé la vista y capté tres figurasmasculinas que, en fila, avanzaban sobre el césped endirección a la entrada del oratorio. La figura de delanteportaba una de las velas, y la última, la otra, mientras queuna figura central llevaba la custodia. Obviamente setrababa del sacerdote (mi director espiritual), que acudía alfin con el Señor sacramentado. El corazón me explotó depronto. No existen palabras en mi vocabulario paraexpresarlo, querido lector... Solo puedo decirle que, en unamilésima de segundo, supe con absoluta seguridad queJesús entraba en la capilla. Había llegado, por fin, el Reydel Universo a mi casa.

—¡Todos de rodillas! —El corazón se me salía del pecho—. Jesús de Nazaret está aquí; ¡entra ahora en el oratorio!¡Venerémosle!

Mi convencimiento de la real presencia de todo un Dios enel jardín había calado hasta lo más profundo de mientendimiento. Ya le he dicho que soy mujer de fe, ¡peroaún me quedaba mucho para sentir de aquella manera queCristo vive verdaderamente en un pequeño trozo de panconsagrado! Porque mi razón siempre ha sido enemiga delo sobrenatural, y mi lucha contra los ataques deincredulidad son feroces. Por eso me sorprendí a mímisma al saber, al notar, con convencimiento, que Cristo,el mismo que andaba por Galilea, estaba vivo, presente y a

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punto de atravesar la entrada al oratorio.

Para mi total asombro, los presentes tampoco dudaron.¡Todos se pusieron de rodillas sin chistar, sin habersepercatado aún de las luces de las velas que seguíanavanzando tras el seto del oratorio! Ellos también habíansentido que «algo» importante y desconocido estaba apunto de suceder. Y entonces los tres hombres entraron enel oratorio. La custodia dorada brillaba con los reflejos delas velas colocadas por el suelo; la miré con gran respeto yentonces, sucedió...

* * *

No puedo afirmar que vi al Señor con mis ojos terrenales,querido lector. Le mentiría estrepitosamente si lo hiciera.Sin embargo supe que lo que el sacerdote portaba entre lasmanos no era una custodia con un trozo de pan. No, queridolector, el sacerdote no llevaba eso. El entendimiento de mialma, cristalino y perfecto, me gritó a la razón y alintelecto que lo que llevaba era... ¡un bebé recién nacido!Era tan pequeño que tenía el cordón umbilical aún unido asu tripita. Y lloraba. Lloraba como todos los bebés lloran alnacer... Mis ojos permanecían ciegos a esa realidad, peromi alma veía aquella realidad sobrenatural más despiertaque nunca. ¡Lo estaba viendo con los ojos del alma! Sentíaque Dios Padre era quien permitía que viera interiormente

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eso, pero con una confianza y seguridad como jamás anteshabía sentido nada.

Muchos entendimientos sobrenaturales atravesaron velocespor mis sentidos. Y fue así como supe que, cada vez queuna forma es consagrada durante la celebración de unamisa, un trocito de pan se convierte verdaderamente entodo un Dios. ¡Y esa noche los ojos de mi alma captaronque, de lo que realmente se trata la Eucaristía es de un niñorecién nacido! Un bebé cuya Madre había entregado a lasmanos de un mísero y pobre pecador hecho sacerdote.Entonces supe que cada vez que una forma es consagrada,se convierte en el Niño Jesús por el inmenso sacrificio deamor de una mujer, la Virgen María, Reina de todas lasReinas, quien con su FIAT, nos dio, y nos da cada día a subebé recién nacido con la más absoluta generosidad. ¡Quéheroica proeza la de esa mujer!

Un río de lágrimas comenzó a deslizarse por mis mejillas.¡El Niño Jesús estaba en ese mísero oratorio y estaba vivo!Mi director espiritual, ajeno a mis sentimientos, sujetabafuertemente la custodia con ambas manos y avanzaba haciael altar, en donde por fin, la posó. Para entonces yo nopodía contener el llanto. Sabía perfectamente quién acababade posarse sobre ese altar frío de piedra... El bebé seguíallorando y tuve que contenerme para no saltar sobre Él ycubrirle con mi chal. Supuse que tenía frío a causa de la

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brisa nocturna. Pensaba: «¿Cómo voy a permitir que unbebé recién nacido se deje así, encima de un altar de piedra,como si fuera una cómoda cuna?». Recordé de golpe quenuestro Dios escogió precisamente un pesebre, la cuna máspobre de todo Belén, para ir a nacer. ¡Y esa escena seestaba repitiendo en pleno siglo XXI, pero siendo elpesebre ahora mi pequeño oratorio! Mil entendimientos ysentimientos humanos comenzaron a mezclarse en micabeza: vergüenza, amor infinito, veneración, deseo deabrigarle, de protegerle, de gritar al mundo que Cristo estávivo y que cada sacerdote es capaz de traerlo al mundogracias a sus manos consagradas. ¡Y los hombres estamosciegos y somos ineptos para darnos cuenta! Supe entoncescuán pecadora soy y cuántas veces le he recibido sinmerecerlo, sin ser digna... ¡Me aterroricé al pensar queincluso le había recibido muchas veces en pecado mortal!

* * *

Como madre de tres hijos sé lo que es dar a luz: el dolorque se padece y el miedo del momento. Recuerdo conespecial terror el instante en el que mi ginecólogo sellevaba a mi bebé para que el neonatólogo realizara laspruebas pertinentes y descubriera si estaba sano. Todamadre que lee este escrito entiende lo que digo. Es elmomento más odioso en un parto, pues solo se deseaabrazar por fin a ese pequeño que durante nueve largos

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meses se ha ido formando en las entrañas de la madre.Acaba de salir del vientre materno y ya se le ama más que atoda una vida, hasta el punto de desear morir por él. A unamadre se le pasan entonces por la cabeza todo tipo de ideasdescabelladas:

«¿Estará limpio el quirófano para él? ¿Le hará daño eldoctor al explorarle? ¡Qué no se lo lleven de mi vista!¡Quiero ver qué le hacen, y cómo le auscultan! ¿Tendrá elneonatólogo las manos limpias? ¡Qué me lo devuelvan ya,por favor!». Pero el ginecólogo siempre tarda en traerlo,dado que está cosiendo las heridas de la madre... ¡Y quélento corre el tiempo hasta que lo devuelven!

* * *

«Entonces, ¿qué pasa con la Santísima Virgen?», penséhorrorizada. «¡Ella nos entrega a su bebé recién nacido, elRey de Reyes, con la mayor generosidad! Se fía totalmentede las manos de los sacerdotes, cuando ellos, muchasveces, no alcanzan a entender lo que tienen entre manos».

Un zarpazo me arañó el corazón. La Virgen nos entrega a subebé a todos, cuando estamos llenos de pecado, deinmundicia y miserias. ¡Le podemos manchar o inclusodañar! Saber que tenemos a Jesús vivo entre nosotrosporque una mujer, la Reina de todas las Reinas, ha decidido

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dárnoslo gratuitamente en cada comunión, me partió en dosel alma a causa de la vergüenza. Con espanto supe que hansido miles las veces en las que no le he recibido limpia.Comprendí al fin lo que es una verdadera comunión: esrecibir a un bebé recién nacido, el Rey del Universo hechohombre, en nuestro corazón sucio, en nuestra almamanchada de rencores, pecados, maldades... Comprendí queno hay nadie en la tierra digno de recibir a Jesús en lacomunión. Siempre había imaginado que la consagracióntraía a Jesús a la tierra, ¡pero a un Jesús resucitado! Loimaginaba entonces en mi mente como un varón adulto degran belleza, radiante, omnipotente y majestuoso. ¡Perojamás se me había pasado por la cabeza pensar que quienvenía realmente era el Niño Jesús recién nacido, pobre, sinropa, en pleno llanto y esclavo de una absolutavulnerabilidad!

* * *

Fueron muchos los sentimientos vividos esa noche ymuchas las lágrimas que vertí, querido lector... Desdeentonces soy muy cuidadosa con las comuniones que hago,y soy consciente de la miseria de mi alma y de laindignidad que es recibirle. Jesús vive y espera que lerecibamos al menos con un corazón lleno de amor, cosaque no logramos ni de lejos. Pero Él, imperturbable en suAmor, y sabiendo que somos pecadores, se vuelve a

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entregar una y otra vez a nosotros en cada consagración.

También desde entonces procuro no hablar, criticar o dañarla reputación de un sacerdote. Porque comprendí que sonpersonas con nuestras mismas debilidades, pecadoreshumillados a quienes les ha tocado en la vida la misión másdifícil de todas: arrancar a Cristo del cielo para traerlo a latierra. ¡Solo pensar en semejante responsabilidad hace queme tiemblen las piernas! Ellos caen muchas veces, comocaemos todos en el pecado. Es cierto que nos hemosescandalizado al desvelarse públicamente en la prensahorrorosos pecados de algunos de los miembrossacerdotales de nuestra Iglesia. Pero yo me pregunto,¿quizá su virtud hubiera sido fortalecida si yo hubiera oradopor ellos? No lo olvide, querido lector: los sacerdotesestán a veces muy solos y necesitan de nuestro apoyo,cariño y oraciones. Es lo que les puede ayudar amantenerse en santidad sacerdotal. Y si cometen un pecadotendrán, al igual que todos nosotros, que dar cuenta de él aDios, pues todos tendremos que pagar por nuestras faltas.

No olvidemos tampoco que, aunque nos confesemos con elpeor sacerdote del mundo, sus manos consagradas son lasúnicas capaces de liberarnos del pecado. Sus manos puedenestar sucias, sí, pero aun así son manos que limpian mialma a ojos de Dios. Su pecado será algo que deberásolucionar ante la justicia terrenal y ante Dios, pero a mí,

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mientras tanto, me ha traído a la tierra al Niño Jesús y melo ha entregado en cada comunión.

* * *

Mis amistades marcharon esa noche sin apenas imaginar loque me había sucedido. Todos habían percibido de formadiferente la omnipotente presencia de Jesús en el pequeñooratorio. Algunos lloraron de alegría sin saber por qué yotros sintieron gran alivio al sentirse misteriosamenteescuchados; aunque también hubo algunos pocos que nosintieron nada en absoluto y se retiraron tristes. Y es que aveces Dios se esconde de los corazones heridos, y nosomos capaces de entender su porqué. Dios es un misteriomuy grande, querido lector. Tan grande que creo que ni enel cielo seremos capaces de abarcar todos sus secretos.

Cuando telefoneé a mi director espiritual para contarle losucedido se llenó de alborozo.

—Entonces, ¿no crees que estoy loca?

—No estás loca; simplemente el Señor te ha concedido unainmensa gracia esta noche. Ahora debes escribirlo antes deque se te olviden los detalles, y contárselo al mundo.

—¡Huy, ni hablar! Qué vergüenza..

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Mi director espiritual suspiró hastiado desde el otro ladodel auricular.

—Es una orden y punto. Avergüénzate de Él y Él seavergonzará de ti. Recuerda: «Si uno se pone de mi parteante los hombres, yo también me pondré de su parte antemi Padre del Cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yotambién lo negaré ante mi Padre del cielo» (Mt. 10, 32-33).

—Pues sí que...

Mi director espiritual soltó una carcajada.

—¡Ja, ja, ja! Ya te he fastidiado el sueño de esta noche...Además, ¿sabías que San Bernardino de Siena, Santa Inés deMoncada y San Félix de Cantalicio le veían como un bebérecién nacido en la Sagrada Forma? —

¿Cómo? ¡Qué va! —Estaba boquiabierta—. Si ni siquiera séquiénes son ésos.

El sacerdote me riñó:

—Eso te pasa por no leer la vida de los santos... ¿Ves comoeres una ignorante y una paleta espiritual?

—Ya lo creo, padrecito... ¡Y de qué tamaño!

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* * *

Bueno, querido lector... He cumplido. Le he relatado lo queme sucedió y ahora sabe lo que es estar verdaderamentedelante de todo un Dios aquí en la tierra. ¡Corra hacia Él!Está vivo, ya se lo he dicho... Vive en el sagrario, en lacustodia, en cada trocito de pan consagrado, en cada misa...Y donde está Él, está el cielo. Yo lo viví aquí en la tierradurante esa noche estrellada en un pequeño y humildeoratorio. Soy otra mujer desde aquella experiencia y creoque jamás volveré a ser la que era. Mi único deseo desdeentonces es recibirle dignamente... ¡Difícil tarea, queridolector! Porque cuanto más se le conoce, más se estrecha lapuerta que conduce hacia Él. Pero no desespere si le digoque, aunque seamos una panda de pecadores y entrar en elcielo de sopetón sea ardua tarea, la Iglesia provee muchaayuda para lograrlo. Ya ha visto que Cristo está vivo ypresente en cada Eucaristía, así que también podemosconsagrarnos a Él delante de ese trozo de pan lleno dedivinidad. ¿Que cómo? Pues muy fácil: aquí tiene laoración necesaria para hacerlo. ¡Así que no pierda eltiempo! : acuda a una iglesia en donde esté expuesto elSantísimo Sacramento y entréguese a Él de una vez. Verácomo Él actuará en su corazón y en toda su vida.

CONSAGRACIÓN A JESÚS EN EL SANTÍSIMOSACRAMENTO

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Señor Jesús: creo que estás realmente presente en la SantaEucaristía. Por tu presencia renuevas tu muerte yresurrección para que todos los hombres crean en el amordel Padre, y creyéndolo, le amen como Tú le amas. Túdeseas que todos los que creen estén unidos en Ti y por tuEspíritu Santo, entren en comunión con el Padre en unasola ofrenda contigo.

En tu designio de amor, nos has reservado un lugar tambiéna nosotros. Por el bautismo me incorporaste a Ti; ahora,con tu presencia en la Eucaristía, vienes a mi encuentro. Nopudiendo sustraerme a tu invitación, me consagro hoy a tuamor presente y operante en este Santísimo Sacramento.

Por este acto de ofrenda en unión contigo, quiero vivir laspromesas de mi bautismo y los compromisos que asumenaquellos que se consagran a la reparación eucarística.

Me comprometo de forma especial a participar en la SantaMisa como la pequeña hostia que desea ofrecerse,inmolarse y darse en unión contigo. Mi anhelo es extendereste encuentro vital contigo a toda mi vida, uniendo misactos a tu sacrificio eterno y prolongando tu inmolación yofrenda en las distintas circunstancias de mi jornada.También quiero, Jesús, vivir unido a Ti en este misterio dela Eucaristía para suplir la falta de caridad en CuerpoMístico.

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Deseo colmar los vacíos de amor de nuestros hermanos,reparando todas sus infidelidades, traiciones, negligenciasy frialdades. Quisiera que toda mi vida fuera el eco delmensaje eucarístico de tu amor salvador. Me comprometoa llevar ante el sagrario a otras almas dispuestas a dejarseinvadir por Ti y consumir en el ardiente deseo de la gloriadel Padre, y de la salvación de sus hermanos, a fin de quelas peticiones de tu Corazón encuentren una mayor acogiday una respuesta más generosa.

Y Tú, ¡oh, Virgen María!, que estás presente en el altarcomo lo estuviste en el Calvario: acoge mi consagración yhazla digna del amor de tu Divino Hijo. Te pido la gracia depoder imitarte y tomar parte, cada día de mi vida, en lasdisposiciones de tu Corazón Inmaculado, totalmenteconsagrado a la Persona y obra redentora de tu Hijo. Meentrego a Ti: sírvete de mí para dar a conocer, amar yglorificar a Jesús, presente y activo en el SantísimoSacramento del Altar. Amén.

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Capítulo 13EL CIELO SEGÚN LOS NIÑOS

Le llevaron también unos niños pequeños para que lostocara.

(Lc 18, 15)

Querido lector: espero que a estas alturas esté yaconvencido de que el cielo existe y de que esabsolutamente cierto que, si lo deseamos, podemosempezar a vivirlo aquí en la tierra. A lo largo de loscapítulos anteriores le he ido exponiendo la teoría quesobre el tema propone la Iglesia y le he presentadoanécdotas que demuestran que la acción de Dios es activa yreal en la vida de cada uno de nosotros. Dios vierte susobrenaturalidad sobre las almas cuando Él, en su infinitasabiduría, considera que podemos a sacar mayor provechode ella, pidiéndonos solo a cambio fe, confianza absoluta,abandono en Él y oración.

Cuando doy mis conferencias me percato de la imponentedesinformación que existe sobre el conocimiento del cielocomo meta última del hombre. Numerosas personas en

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teoría «preparadas» (universitarios, profesionales de lamedicina, de la abogacía, arquitectos, ingenieros,matemáticos, etc.) me dicen que tienen muchas dudassobre su existencia, mientras que otros me la niegan conrotundidad. ¡Qué pena me dan, querido lector! La vida, elmundo intelectual y el razonamiento desbordante les haapagado la fe y se han cegado ante su realidad. Sonpersonas que se desaniman, intentan vivir con corrección ydescartan la intervención de Dios, cuando lo que realmentedeberían hacer es vivir buscando alcanzarlo tras la muerte.Sin embargo algo sorprendente me ha pasado con los niños,quienes poseyendo una sabiduría inocente y rica ensobrenaturalidad, me han asegurado que creen en Jesús, enel cielo, en el infierno y hasta en los ángeles. ¡Ah, cuántodebemos aprender de ellos en la vida, querido lector! Sonlos grandes maestros de la humanidad y deberíamosescucharles más a menudo cuando explican temasescatológicos de enorme envergadura, utilizando lasfórmulas de razonamiento y fe más sencillas. Simplementeme pasma descubrir la fe, firmeza y la seguridad con la queme dan respuestas. ¡Son pequeños teólogos! Hay un dichopopular que dice: «Solo los niños y los borrachos dicen laverdad». ¡Y vaya si es verdad!

Y para dejarle con buen sabor de boca antes deintroducirnos en la espantosa realidad de la existencia delinfierno, déjeme que le arranque una sonrisa al presentarle

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una lista de definiciones sobre el cielo muy peculiar. Hasido elaborada por un grupo de magníficos teólogosinfantiles, niños en edades comprendidas entre los tres ylos ocho años. Algunos son estudiantes del ColegioHighlands Los Fresnos de Madrid (C/. de la ComunidadCanaria s/n, 28660, Boadilla del Monte,www.highlandslosfresnos.net.). Otros son chiquillos demi barrio, que han tenido la delicadeza de contestar a mispreguntas. ¡Algunas de sus propuestas son gemasescatológicas, querido lector! Lea y disfrute porque notienen desperdicio:

Pregunta: ¿Qué es el cielo?

Respuestas:

1) Es donde van las personas buenas cuando se mueren,como mi abuela y la gata. A la gata la atropelló mi tíaMatilde. A mi abuela no. (Macarena, cuatro años.)

2) Es donde vive Jesús, los ángeles, Dios y la Virgen. Eldemonio no está porque tiene cuernos y es feo. (Fabián,cinco años.)

3) Si eres bueno vas al cielo, donde hay nubes y tambiénestá Dios. (Jaime, seis años.)

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4) El cielo es papá. (Laura, seis años).

5) El cielo es mejor que ver jugar a Casillas con papá. Yuno se lo pasa mejor ahí. (Ricardo, siete años.)

6) El cielo es estar siempre feliz y no tener sarampión.(Roberta, cinco años.)

7) El cielo es donde va la gente que ha pagado susimpuestos. (Miguel, ocho años.) (Guau, querido lector...¡Éste será de mayor filósofo!.)

8) El cielo es donde van los niños con cáncer cuando semueren. (Carmen, siete años.)

9) El cielo es donde vive el Niño Jesús y deja que le cojanen brazos todos. (Manuela, siete años.)

10) Cuando uno es malo, no va al cielo. Va al colegio.(Teresa, cuatro años.)

11) En el cielo uno ve a Jesús todo el rato, pero no comoen película, sino de verdad. (Mateo, cuatro años.)

12) Es como tener toda la felicidad del mundo con Jesús.(Juancho, seis años.)

13) El cielo es un lugar en donde se quitan los problemas

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de encima. Y donde Jesús me va a hablar con la VirgenMaría, que es su madre. Y me dará besos y cuando estétriste, me consolará. (Rafael, cinco años.)

14) El cielo es algo dulce que huele a mar, o sea, debe sercomo Hawái. (Almu, siete años.)

15) Es cuando va uno con Dios. No hay que hacer losdeberes ni nada. (Mario, cinco años.)

16) El cielo es un castillo de nubes donde está Dios, laVirgen y hay paz. Uno no se pone enfermo y no le ponenmedicinas. (Inés, cinco años.)

17) Es un fantástico reino de alegría. (Gloria, seis años.)

18) Es donde vive nuestro mejor amigo: Jesús. (Carlota,seis años.)

19) Me encanta todo de él, menos el infiero. El purgatoriome gusta más o menos. (Isabel, seis años.)

20) Es un sitio precioso en el que todos llevan coronas, yson súper felices y alegres con Jesús y la Virgen. (María,seis años.)

21) Es el sitio a dónde van los muertos que han sido buenosy reviven otra vez. (Nina, seis años.)

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22) El cielo es donde me encontraré un día con Dios y conmi mejor amigo, que es el ángel de la guarda. (Guillermo,ocho años.)

23) El cielo tiene muchas nubes con ángeles que vansaltando y jugando. (Enrique, siete años.)

24) El cielo es el paraíso. (Rafa, siete años.)

25) El cielo es para mí muy dulce y trae alegría. (Claudia,siete años.)

26) El cielo es fantástico porque estás con Dios. (Lourdes,ocho años.)

27) Es donde está Dios y todas las estrellas. (Fernando,cuatro años.)

28) Es donde van los que se portan bien y están los ángeles.(Javier, ocho años.)

29) El donde pides una hamburguesa y te la dan y dondepuedes hablar con los animales, y donde no tienesvergüenza ni frió ni calor, puedes volar por el arco iris. Losdinosaurios ahí no te comen y ya no puedes morir porqueya estás con Jesús. (Pascual, siete años.)

30) El cielo es una puerta amarilla donde hay dos señores

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que te preguntan un test, y si eres bueno entras ahí. (JuanPedro, ocho años.)

31) Es donde no hay gente mala, ni pegones. (Casilda, seisaños.)

32) El cielo es Dios, hay mucha gente mayor y las paredesestán como viejas porque el cielo es viejo. Hay luces deDios y Jesús tiene mucha luz. No tiene puerta y se juega alfútbol con Dios y se ve la tele; y hay flores para todos.(Iñigo, siete años.)

¿Lo ve, querido lector?: los niños tiene el corazón muchomás grande y más sabio que los adultos. Vergüenza nosdebería dar.

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SEGUNDA PARTE:

EL INFIERNO

Cuando una persona es víctima de una injusticia o de unataque grave, se repliega sobre sí misma y busca una

compensación en el odio o en la maldad. Gradualmenteel hombre se convierte en un lobo para el hombre. Es la

puerta abierta a todas las violencias y a todas lasguerras.

(PALABRAS DE JESÚS A GASTÓN COURTOIS)

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Capítulo 1EL INFIERNO EXISTE Y EL

DEMONIO TAMBIÉN

En aquel tiempo los setenta y dos volvieron muycontentos y dijeron a Jesús: —Señor, hasta los demonios

se nos someten en tu nombre. Él les contestó: —Veía aSatanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dadopotestad para pisotear serpientes y escorpiones y todoel ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin

embargo, no estéis alegres porque se os someten losespíritus; estad alegres porque vuestros nombres están

inscritos en el cielo.

(Palabras de Jesús a los apóstoles en Lc 10, 17-20)

Querido lector: ya le avisé de que no podría librarse de leersobre una verdad desagradable de la que a nadie gustahablar. Así que ahí va: el demonio existe, su poder esinmenso y ronda al hombre constantemente, atacando suvida desde todos los ángulos y prismas posibles. Y elinfierno es un «lugar» real a donde van las almas de loscondenados a parar en caso de que, encerrados en unaterrible terquedad, mueran odiando a Dios y rechazando su

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mano amorosa. No fue creado para el hombre, sino para losdemonios, ya que Dios solo desea que nuestro fin sea elparaíso y vivir eternamente junto a Él. Y le adviertonuevamente que no soy yo la que lo digo, sino la Iglesiacatólica, quien tras dos mil años de sabiduría y experiencialo puede afirmar. Por ello creo importante comenzar tal ycomo hicimos cuando hablamos del cielo, es decir,acudiendo a la información que sobre el mismo aclara elCatecismo de la Iglesia católica, que no es otra cosa que uncompendio de sabiduría sobrenatural en grado hiperbólico.

1) Veamos primero qué explica sobre el infierno (lesincluyo aquí solo las definiciones más relevantes yesclarecedoras, ya que las que presenta el Catecismo sonabundantes y siempre puede acudir a él en caso de quererprofundizar en el tema):

– Epígrafe 1861: Morir en pecado mortal sin estararrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios,significa permanecer separados de Él para siempre pornuestra propia y libre elección. Este estado deautoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con losbienaventurados es lo que se designa con la palabrainfierno.– Epígrafe 1034: Jesús habla con frecuencia de la gehena ydel fuego que nunca se apaga (Mt 5, 22.29), (Mt 13 42.50),(Mc 9, 43-48), reservado a los que hasta el fin de su vida

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rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a lavez el alma y el cuerpo (Mt 10, 28). Jesús anuncia entérminos graves que «enviará a sus Ángeles que recogerántodos los autores de la iniquidad [...], y los arrojarán alhorno ardiendo» (Mt 13, 41-42).– Epígrafe 1035: la Iglesia afirma la existencia delinfierno y su eternidad. Las almas de los que mueren enestado de pecado mortal descienden inmediatamentedespués de la muerte y ahí sufren las penas del infierno [...].La pena principal del infierno consiste en la separacióneterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombrela vida y la felicidad para las que ha sido creado y aspira.– Epígrafe 1037: Dios no predestina a nadie a ir alinfierno; para que esto suceda es necesaria una aversiónvoluntaria a Dios (un pecado mortal) y persistir en él hastael final.

Ya ve, querido lector: el infierno existe porque Jesús lodijo y punto, y partiendo de ahí la Iglesia intentaexplicarnos todo lo que a lo largo de tantos siglos ha idodescubriendo más profundamente sobre él. Perotristemente hay hoy obispos que omiten hablar deexorcismos o exorcistas, cuando es una obligaciónimpuesta por el Evangelio. Nuestro papa Benedicto XVI loexpresó claramente durante la audiencia general del 15 deseptiembre de 2005, en donde alentaba a los exorcistas aproseguir con este santo y muy complejo ministerio. Sin

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embargo existen países europeos en donde los exorcistasestán ausentes casi totalmente, siendo enviados losposesos a psiquiatras que quedan boquiabiertos ante lo quepresencian en el «paciente», cuyos síntomas no reconocenen los tratados de medicina y a los que no pueden curar. ¡Ytodo porque no se habla claro de que el demonio y elinfierno existen!

Conforme he ido estudiando sobre estos terribles temas,me he preguntado muchas veces quien creó el infierno. Noentendía que, siendo Dios todo misericordia, pudiera habercreado «un lugar eterno de sufrimiento», para las almas quele rechazan. Y tras hablar con muchos sacerdotes hellegado a la conclusión de que no ha debido ser Dios...Contaba el famoso padre Cándido (exorcista del Vaticanoya fallecido y maestro muchos años del padre GabrielAmorth) que durante uno de los exorcismos que tuvo quepracticar se atrevió a preguntar al demonio sobre lacreación del infierno. Ésta fue la espeluznanteconversación entre el sacerdote y el diablo, en la que éstele da una curiosa respuesta:

—Vete de este cuerpo —le ordenaba el padre Cándido—.Vete al infierno. Dios te ha preparado un lugar bello ycálido hogar.

La respuesta del demonio fue desconcertante:

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—Tú no entiendes nada, no sabes nada. No fue Él quiencreó el infierno. Él ni siquiera lo había pensado. Lo hemoscreado nosotros, los demonios.1

1 Más fuertes que el mal, padre Amorth-Roberto ÍtaloZanini; Ed. San Pablo 2011; págs. 89 y ss.

¡Qué barbaridad, querido lector! Hasta los másexperimentados exorcistas se asombran a cada momento.¡Vivimos muy ciegos y vulnerables ante la vidasobrenatural! Es una realidad absoluta que sin la ayuda deDios quedamos totalmente indefensos.

2) Veamos en segundo lugar qué dice el Catecismo de laexistencia del demonio:

– Epígrafe 391: La Caída de los ángeles: [...] La Escritura yla Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído,llamado Satán o diablo (Jn 8, 44) (Ap 12 ,9). La Iglesiaenseña que fue primero un ángel bueno.– Epígrafe 392: La Escritura nos cuenta que este ángelcayó en el pecado junto a otros [...]. Esta caída consiste enla elección libre de estos espíritus creados que rechazaronradical e irrevocablemente a Dios y su Reino [...]. El diabloes pecador desde el principio (Jn 3, 8), y padre de lamentira (Jn 8, 44).– Epígrafe 393: Es el carácter irrevocable de su elección

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[...] lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda serperdonado.– Epígrafe 395: [...] el poder de Satán no es infinito.

Ya ve usted: que tiene que espabilar de una vez y enterarsede quién es el demonio, aunque le llamen mequetrefe enlos círculos intelectuales y culturales por creer en suexistencia. En éstos desgraciadamente reina hoy el silenciomás absoluto sobre el demonio, no existe para ellos yolvidan fácilmente que su presencia sale un porrón deveces en la Biblia desde su principio (Génesis), hasta sufinal (Apocalipsis), El autor de La desmitificación, R.Bultmann, escribió: «No se puede usar la luz eléctrica y laradio, y no se puede recurrir en caso de enfermedad amedios médicos y a la vez creer en el mundo de losespíritus».

Yo le animo desde estas líneas a que no tenga vergüenza dela verdad, pues es precisamente ella la que le hará siemprelibre; y de temer algo, que sea la ignorancia espiritual, quees la que le llevará a una terrible confusión y quizá alpurgatorio en vez de al cielo, debiendo ser éste suverdadera meta y no otra. Creo que uno de los motivos porlos que hoy es difícil creer en el demonio es porque se lebusca en las universidades, las academias y las opiniones delos intelectuales, mientras que al demonio no le interesanlos libros ni los listos, sino las almas de todos, y es

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precisamente ahí donde se le desenmascara. Podríapresentarle muchos ejemplos de lo que aquí expongo, perodada la cantidad de veces en las que se habla en la Bibliasobre cómo Jesús combate y vence al demonio, escogerésolo un caso que a mí, como hija de psiquiatra, me hasorprendido particularmente desde jovencita, debido a quemuchos médicos muy preparados han atribuido a estepasaje de la Biblia «a una mentalidad de la antigüedad judía,dado que entonces no se conocía clínicamente la epilepsiacomo enfermedad».

Se trata del caso del joven poseído en (Mt 17, 14-18); (Mc9; 14-29) y (Lc 9, 33-45). Este fascinante caso sucededespués de que Jesús se encuentra con sus discípulos que,decepcionados, no han podido liberar al muchacho. Escierto que, si se habla con un psiquiatra preparado, lossíntomas que presentaba este joven corresponden acaracterísticas de la epilepsia:

1) El enfermo grita.

2) Se tira al suelo y pierde la conciencia.

3) Su cuerpo queda rígido primero y luego sufre espasmosy movimientos incontrolados (convulsivos).

4) La respiración se vuelve muy dificultosa.

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5) Hay salivación profusa.

6) Se aprieta incontroladamente la mandíbula, lo queconlleva el riesgo de que se produzcan cortes en la lenguao la rotura de un diente.

A simple vista y si nos agarramos a la traducción latina dela Biblia, todos estamos de acuerdo. Pero no olvidemosque antes de la traducción latina, la Biblia se tradujo delhebreo al griego, y la exactitud latina (que fue hecha porSan Gregorio varios siglos después) oscurece lainterpretación verdadera tanto hebrea como griega. En estecaso concreto por ejemplo, la palabra griega SPARASSEIno significa que el muchacho fuera tirado al suelo, sino quefue lacerado, torturado o destrozado , en la forma que lohacen los arados con la tierra. Esta terrible tortura sepadece muchas veces durante una posesión, y losexorcistas con los que he hablado me lo confirman (elexorcista no me ha dicho que ve físicamente las heridas,sino los movimientos típicos de una verdadera torturacorporal). Por otro lado en este caso bíblico se dan variascaracterísticas que no son propias de la epilepsia: elmutismo, o los impulsos suicidas que padecía (que leempujaban a lanzarse al agua o a las llamas). Con estatraducción más allá de la latina posterior a San Gregorio,podemos entender por qué la Iglesia católica considera estaescena evangélica como un verdadero caso de posesión y

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no de enfermedad mental. ¡Hay que profundizar un poco eninformación bíblica para poder resolver muchas dudas,querido lector! No olvide lo que siempre le digo: la Iglesianos lleva la delantera, pues son ya dos mil años de estudiosmientras que usted y yo, somos unos pobres medioenterados del siglo XX-XXI.

* * *

Pablo VI es un papa al que admiro. Fue docto y valiente coneste tema peliagudo, pues reafirmó la doctrina bíblica conrespecto a Satanás y al resto de los ángeles caídos. «El malya no es solo una deficiencia, sino una eficiencia, un servivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad,misteriosa y espantosa», dijo bien clarito. Yo no puedodemostrar nada, querido lector. Soy una mujer ignorante ycuanto más estudio, más descubro mis lagunas en todo tipode conocimiento. Pero sí deseo aprovechar esta humildeocasión en la que me lee (antes de meterme enberenjenales más difíciles), para aclararle algo de enormetrascendencia:

EL DEMONIO NO ES UN SER ETERNO

Creer que es eterno es un error muy común debido a ideasmaniqueístas que defendieron la teoría de que él era unaesencia del mal que coexistió con Dios desde su principio.

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Pues no, querido lector. El demonio fue creado por Dios ysu origen fue bueno, aunque luego se transformó en uncolosal elemento del mal debido a su soberbia. Algunosteólogos aclaran que su primer nombre fue «Luzbel» (LuzBella), y numerosos padres de la Iglesia explican que llegóa ser el ángel más bello que, cegado por la envida, se revelócontra Dios perdiéndolo así por cabezonería para laeternidad. Otros autores prefieren denominarle «diablo»,ya que su primordial función es dividir (del latín diavolus).Y así vemos que mientras que Dios es suma perfección,orden, unión y paz, el demonio o Satanás es desunión,imperfección, caos y guerra.

Analizada ya más o menos la información que el Catecismopresenta sobre la existencia del infierno y del demonio,espero haberle convencido de que no forman parte de miimaginación, ni de la de un porrón de exorcistas chalados.Le repito por enésima vez que no son enseñanzas mías nide ellos, sino de la Iglesia. Y por eso debo ir más allá ycontarle ahora de la mejor manera posible, todo lo que heido averiguando particularmente entrevistando a personasmuy doctas en el tema, que le aseguro que han sido muydifíciles de pillar... Algunos son extraordinariamenterespetados en la materia y entre ellos les presentaré todolo que el afamado Gabriel Amorth (sacerdote de ochenta yseis años de la diócesis de Roma, con más de setenta milexorcismos a la espalda y cuarenta años de experiencia),

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me contó cuando tuve la fortuna de entrevistarle allá por elaño 2007. No se libró de mí en toda una tarde en la que lemolí a preguntas. Pobre hombre. Aún debe de acordarse dela pesadilla de escritora que conoció en España durante unabreve visita a nuestro país.

He aquí los apuntes que tomé durante aquella extraordinariajornada; espero que le sirvan de ayuda para adentrarse unpoco en este esencial y verdadero enigma del más allá queson el infierno y Satanás. ¡Y no se asuste, querido lector!Ya le he repetido varias veces que es mucho másimportante para la salvación de su alma saber la verdadsobre la existencia del demonio que vivir en la inopia. Estéen guardia y no se deje vencer por la ignorancia, ya que eseso precisamente lo que él desea: que piense que no existe.Y jamás olvide que, pase lo que pase, el amor y laprotección de Dios son infinitamente más poderosos quelas rabietas de todo un infierno lleno de demonios. Si estájunto a Dios, ¿qué temer?

APUNTES SOBRE LA ENTREVISTA REALIZADA PORMARÍA VALLEJO-NÁGERA AL PADRE AMORTH EL 1DE JULIO DE 2007 (MADRID)

El tema del demonio apenas se toca, María... Y es una penaque nuestra Iglesia haya optado durante muchos años evitarhablar de él, pues es la causa de que hoy la gente dude de su

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existencia o atribuya su acción a enfermedades mentales¡Esto no es más que ignorancia sobre el tema! ElCatecismo es muy claro a la hora de afirmar su existencia yJesús lo nombró en varias ocasiones. ¡Que no me loinvento, hija! Léete bien la Biblia, en donde aparecemuchas veces desde el mismo Génesis hasta elApocalipsis, como un peligrosísimo adversario de Dios ydel hombre, cuya misión es la de desorientar, desesperar ypor último destruir todo lo creado por Dios Padre. Y biencontento que está cuando convence al hombre de que no esun ser real. ¡Lo es! Pero nunca acabará con la Iglesia, puesa pesar de nuestros pecados y debilidades, jamás ésta sedejará vencer por él. La batalla ya está ganada gracias alsacrificio en la cruz que hizo Cristo por nosotros.

¿Que si le tengo miedo del diablo? ¡No, ja, ja, ja! Meparece que es él quien me tiene miedo a mí. Mira, hija, yorecibo mucha bendición de la Iglesia y de los sacramentos,que son los que me protegen contra él. En los diez o doceexorcismos que hago a diario se retuerce de rabia ydesesperación, porque yo tengo en mi corazón a CristoNuestro Señor y a su Madre la Virgen. Especialmente, aÉsta no la puede soportar, pues sabe que es Ella quien levencerá finalmente. Y por eso son eficaces losexorcismos, porque Ella es invocada con gran fe y siempreestá presente a través de nuestras oraciones. ¡Ah, la Virgen!¡Qué terror le provoca su presencia! Una vez pregunté al

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demonio durante un exorcismo: «Pero, ¿por qué teaterroriza más aún la presencia de la Virgen que la delmismo Jesús?». ¡Su respuesta me dejó perplejo! «Porqueme humilla más ser derrotado por una criatura humana quepor Él». ¡Es su santidad, su gracia y pureza la que se haceinsostenible para el espíritu inmundo!

Para la liberación del mal hay que orar mucho por unomismo y por los demás, María... Muchas veces es solo conoración como podemos ayudar a personas que estáncegadas por la maldad y no desean cambiar. Son gentes conlas que no se puede dialogar ni convencer de que su actitudno es la correcta. Es entonces cuando solo la oración y elayuno son eficaces. Además muchas veces desconocen quepadecen una posesión. ¿Sabías que un endemoniado puederezar incluso el Santo Rosario sin dar muestras de que estáposeído? Esto puede ocurrir siempre y cuando no hayaperdido el control de su voluntad aún. Sin embargo nopuede santiguarse con agua bendita, aunque comulgar yarrodillarse delante de un sagrario, puede... ¡Qué granmisterio para nosotros! ¿Verdad?

Hay algo que debo aclararte antes de seguir con tuspreguntas: Satanás es uno, pero viven junto a él multitud dedemonios que bajo sus órdenes atacan al hombre y lotorturan. Lo he comprobado mil veces durante losexorcismos. El nombre de Satanás es utilizado para

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denominar al jefe de toda la corte infernal, y a suscompañeros de odio se les llama demonios; en realidad asídenominamos a todos los ángeles rebeldes que, noolvidemos, tienen una inteligencia y unos conocimientosmuy superiores a los del hombre, precisamente por sunaturaleza angélica. Por eso son tan dañinos... ¡Y sonmuchísimos! En el Evangelio se nos cuenta que Jesús,enfrentándose a un pobre poseído, le pregunta: «¿Cómo tellamas?», a lo que responde «me llamo Legión pues somosmuchos» (Mc 5,10). Así hemos aprendido directamente deJesús que una persona puede ser poseída no solo por undemonio, sino por muchos... Estos casos son muy tristes yagotadores para nosotros, los exorcistas, pues entoncesdebemos ir liberando a la persona de uno en uno, lo cualnos obliga a realizar no uno, sino muchísimos exorcismossobre la misma persona a lo largo de cierto espacio detiempo. Y así nos encontramos con demonios queproducen mutismo, sordera y ceguera espiritual; otrosprovocan enfermedades corporales que ningún médico escapaz de erradicar con medicamentos muy caros.

Una de las formas que más utiliza el demonio para dañar alhombre es a través de las tentaciones. Es el llamado poderordinario del demonio y consiste en despertar en el almaciertos deseos que llevan en sí semillas falsas y engañosas,y que bajo el espectro de la bondad, el placer osimplemente el bien, conducen al mal. Su fin último es

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alejar al hombre de Dios. ¿Recuerdas las tentaciones a lasque sometió a Jesús mismo en el desierto, en donde leprometió poder, riqueza y gloria? Sí hasta a Él tuvo elatrevimiento de tentar, ¡imagínate a nosotros! Pero Diosnos ha prometido que las tentaciones jamás serán máspoderosas que nuestra fuerza, y que si lo deseamos yoramos, nos concederá el don de la fortaleza para luchar yvencerlas. Un arma muy eficaz es la de evitar las ocasiones,pues el demonio siempre es astuto buscando y encontrandonuestros puntos más débiles. Y por supuesto y como armafundamental: la oración diaria y recibir los sacramentos.¡Son las armas más poderosas! Los católicos tenemos unagran suerte con la Eucaristía, ya que es el mismo Cristo elque entra directa y físicamente en nuestro interior alcomulgar y eso nos procura una gran protección frente aldemonio. Y es increíble ver cómo el demonio odia el rezodel rosario. ¡Si vieras cómo grita cuando lo oramos duranteun exorcismo! Entonces comprenderías lo poderosa que esesta oración mariana.

A pesar de todo la lucha contra las tentaciones es unabatalla dura, y la emprende contra todos los hombres deeste mundo independientemente de las culturas oreligiones que profesen. Nadie queda libre de su influencia.Sin embargo y para tu tranquilidad debo decirte que, asícomo a través de la forma de atacar ordinaria del demonio

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es muy corriente y nos afecta a todos, la formaextraordinaria o posesión diabólica, se da, por puragracia de Dios, en muy escasas ocasiones. Digamos que un97 por ciento de los casos que me llegan son reconducidospor mí a un buen psiquiatra. No obstante no puedo hacerlocon el 3 por ciento restante. Éstos son los pobresposeídos, y este tipo de ataque demoníaco es una formamuy perversa y temible de dañar al ser humano. Recuerdaque el demonio es un ángel caído (pero un ángel al fin y alcabo), y por tanto tiene más fuerza y sabiduría sobre losobrenatural que el hombre.

Este tipo de posesión tan peligrosa se puede presentar encuatro formas diferentes:

1 ) La posesión diabólica: sucede cuando el diablo seapodera del cuerpo físico de una persona; es la forma másgrave de intervención del demonio. El poseído es dañadode forma terrible, tanto psicológica como físicamente, y eneste caso el sacerdote se enfrenta a una batalla feroz contraSatanás. Es tan grave la posesión que a veces durante elexorcismo se observan movimientos bruscos en lasentrañas del poseso, e incluso puede vomitar clavos ycristales que se materializan físicamente en la boca durantelas oraciones. ¡Esto es muy difícil de creer, aunqueabsolutamente cierto! Se produce porque se ha logrado laposesión de esa persona realizando algún maleficio

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perverso durante una ceremonia satánica o de magia negra,en la que se han utilizado precisamente esos objetos. Y lasoraciones del exorcista llamando a Jesús a intervenir, sonlas que logran que se materialicen y sean expulsados de unavez. Fuera del cuerpo el objeto maldito, se acaba laposesión. Guardo una caja llena de cachivaches de estosque han expulsado por la boca los pobres posesos que notengo inconveniente en mostrarte.

2) La vejación: son las palizas, los golpes, las aparicionesreales del demonio, etc. Un santo que las padecía fue elPadre Pío o el Santo Cura de Ars, a quienes golpeabacruelmente y hasta arrastraba por el suelo. A Santa Faustinase le aparecían demonios en forma de perros terribles yoscuros, que la asustaban cuando atravesaba el claustro, yque desaparecían aullando despavoridos en cuanto oraba.2

2 Recomiendo releer en este punto el capítulo dedicado aSor Patrocinio en este mismo escrito, en donde se explicaque también padecía vejación demoníaca [N. de la A.].

3 ) Obsesión: Son las tentaciones convertidas en terriblesobsesiones. ¡El demonio es capaz de obsesionarnos y hastade convencer a una persona de realizar un pacto con él! Asílogra «sellar» un compromiso muy grave del que luego lavíctima no se puede liberar con facilidad. Se hacen pactos através de las sectas satánicas o enredando con la magia

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negra y los santeros. Mi experiencia me ha demostrado queestas víctimas, si en un principio creían haber triunfadocontra la adversidad al haber recibido «un favor» por elpacto satánico, acaban siendo atormentadas, desesperadas oincluso padeciendo deseos suicidas. No olvides nunca unacosa hija: Satanás no tiene amigos, solo esclavos.

4 ) Infestación: es la ocupación demoníaca en personas,animales, objetos o casas. En este último caso esfundamental celebrar una misa en la casa y asperjar cadacuarto con agua bendita, como también es muy eficienteesparcir sal y aceite exorcizados. En este tipo de casas«infestadas» se pueden incluso mover objetosviolentamente por sí mismos, se escuchan ruidos extraños,voces y gritos. Pueden abrirse puertas, ventanas, caerseobjetos de las estanterías o desaparecer objetos queestaban colocados en mesas o repisas, apareciendo en lossitios más extraños del hogar. Como en el resto de loscasos, es absolutamente necesario llamar a un sacerdoteexorcista católico para que celebre una misa en el hogar, ypara que bendiga convenientemente todas las estancias.

Cuando llevo a cabo un exorcismo, siempre invoco lapresencia de Jesucristo, quien venció y vence en todomomento al diablo, pues es su perfecta santidad la que haceinsostenible la presencia del diablo. Recuerda que Cristoes todo luz y el demonio pura tiniebla. ¿Y no molesta

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muchísimo la luz cuando se vive en oscuridad? ¿Acaso nocierras los ojos cuando te expones a la luz solar tras salirde un cuarto oscuro en el que has estado un buen rato?Jesús es la clave para toda liberación, hija, no lo olvidesnunca.

El rito antiguo es muy poderoso para expulsar al demonio.Se le pregunta quién es, cómo y cuándo va a salir de lapersona. A veces el endemoniado no reacciona siquieradurante el exorcismo: se puede quedar callado como si talcosa. Otras veces acusa y recita en voz alta a través delposeso los pecados del sacerdote para desmoralizarle. ¡Poreso es fundamental que el sacerdote esté en estado degracia y que se confiese con asiduidad! ¡Ah! Hay algoimportante que aún no te he dicho: el poseído no se liberasi persevera en una vida pecaminosa. ¡Es muy importanteque se confiese él también antes del exorcismo! Si no lohace no colabora en la acción de la gracia con la oración.Llevando una vida de pecado el demonio no saldrá, ya quese encuentra en su ambiente natural y por eso hay muchaspersonas que están endemoniadas y que no lo saben... ¡Eldemonio no toma vacaciones y no se agota nunca!

Pero tenemos tanta ayuda... Piensa en la eficiencia de lasoraciones e intercesiones de los grandes santos del cielo.¡Es enorme! Suelo echar mano de ellos pidiéndoles supresencia, pues son esos amigos fieles que ya tenemos en

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el cielo y que tanto nos protegen, guían y socorren. Muchasveces me han echado una mano muy seria en exorcismosviolentos... Les invoco con letanías con gran fe y sé queacuden en mi ayuda y en la del poseso.

¿Guardas especial devoción por algún santo? ¡Ah! SantaFaustina Kowalska... Muy bien, María. Es también una demis santas más amadas. Cuando pido en oración supresencia durante un exorcismo, la del Padre Pío o la delBeato Juan Pablo II, el demonio sufre de inmediato de unaforma muy llamativa. Si por ejemplo le doy una orden tipo:«¡Sal en nombre de Juan Pablo II!», entonces los gritos ygemidos que emite el diablo son estremecedores. Hepreguntado en un par de ocasiones durante el exorcismo aldiablo por qué teme tantísimo a Juan Pablo II, y él mecontestó con dos respuestas muy curiosas:

a) «Porque desbarató mis planes». Creo que aquí se refierea la caída del comunismo en los países del Este.

b) «Porque alejó a muchos jóvenes de mis manos». Estoyseguro de que millones de jóvenes no se perdieron en elpecado, las drogas o el alcohol cuando conocieron al granPapa de nuestro siglo XX-XXI. Fue un gran mártir yofreció siempre todos sus sufrimientos por los jóvenes. ¡Yhe ahí la respuesta de su intercesión eficiente!

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Para finalizar con tus preguntas te diré que tampocopodemos despreciar la oración de laicos comprometidosen los exorcismos, que con inmensa generosidad aportansu tiempo y su corazón en ayudarnos. Son muy valiosospara cualquier poseído y para cualquier exorcista, pues orancon gran fervor durante la tremenda prueba... ¡Y seagradece mucho, pues los exorcistas vivimos agobiados yagotados! Somos pocos y tristemente las posesiones soncada vez más numerosas y peligrosas. Para liberar a unapersona solo se necesita por parte de los laicos mucha fe,oración y ayuno. ¡Si supieran lo muy valiosa que es suaportación, tendríamos muchos más laicos orando anuestro lado durante los exorcismos! Pero como hay tantodesconocimiento sobre este tema, la mayoría de los laicosno creen en el demonio... ¡Ah!, que pena, hija... Pocas vecesse escucha a los sacerdotes hablar abiertamente deldemonio, lo cual es un disparate dado que Jesús hablabamucho de él y con enorme claridad. Como decía SanPedro, su presencia en nuestra vida es como la de un leónrugiente observando a quién devorar... Si un sacerdote no haasistido nunca a un exorcismo, o se burla de este tipo decreencia católica, ¿cómo puede esperarse que se dé cuentade que realmente existe? Yo te animo a que escribas sobretodo esto que te estoy contando, para que si algúnsacerdote lo lee sepa de esta terrible realidad que no esinventada por mí, sino que forma parte de los

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conocimientos de la Iglesia. Porque si los sacerdotes noconocen al demonio, ¿cómo se pueden enfrentar a él yvencerlo, María? ¡Ah, se necesita tanta fe para vencer aldemonio! Mira, Jesús en algunas ocasiones explicaba a losliberados de una posesión o enfermedad que no había sidoÉl quien les había «sanado», sino la fe que tenían (comosucedió en el caso de la hemorroísa en Mc 5, 25-33; Mt 9,20-22.) Le dijo: «Mujer, tu fe te ha salvado». Sin fe nadapodemos hacer los exorcistas, María... Es Cristo quienlibera y sana, pero Él exige de todos nosotros, incluso delposeído, gran fe. Ésa es la puerta que abre toda liberación ysanación.

* * *

Bueno, querido lector, ya ve: todo nos sigue sorprendiendoen la Iglesia de pleno siglo XXI. Es cierto que en el pasadoa menudo se ha exagerado al hablar del demonio, se le havisto donde no estaba y hasta se han cometido muchasbarbaridades con la excusa de derrotarle (recuerde el casode la pobre Santa Juana de Arco por el que la misma Iglesiaha pedido perdón con el correr de los siglos). Por eso esnecesaria mucha discreción y prudencia por parte de laIglesia, y ahora ya entiende por qué solo un exorcistapreparado debe meterse en el dificilísimo lío que es llevara cabo un exorcismo. Ellos aprenden con la experiencia,viendo y escuchando, pero sobre todo orando mucho. Y

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nunca olvide que no puede ser cualquiera de la calle(santeros, brujas, echadoras de cartas, etc.) el que haga unexorcismo, sin un sacerdote especialmente preparado paraello y que cuente con el permiso explícito de su obispo. Miconsejo es que, de padecer alguna vez alguna influenciamaligna, posesión o vejación, no acuda jamás a un charlatáncualquiera o a una pitonisa; le aseguro que eso agravaría lasituación de forma alarmante.

¡Ah!, y un último consejo: tampoco olvide que ver aldemonio por todas partes es igualmente peligroso. DecíaSan Agustín: «Cuando es acusado, el diablo se goza. Esmás, quiere que le acuses, acepta gustosamente toda turecriminación, ¡si esto sirve para disuadirte de hacer tuconfesión!».

Y para que respire un poco después de este recorrido portantas tinieblas feas, aquí le dejo con una de esas oracionespoderosas con las que me gusta despedir cada capítulo. Yave que no le dejo solo y asustado, sino con Dios. Ya sabeque junto a Él nada ha de temer.

ORACIÓN CONTRA UN MALEFICIO

Kyrie Eleison. Dios nuestro Señor, Oh soberano de lossiglos, omnipotente y todopoderoso: tú que lo has hechotodo y que lo transformas todo con tu sola voluntad; tú que

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en Babilonia transformaste en rocío la llama del hornosiete veces más ardiente y que protegiste y salvaste a tustres santos jóvenes; tú que eres doctor y médico denuestras almas; tú que eres la salvación de aquellos que sedirigen a ti; te pedimos y te invocamos, haz vana, expulsa ypon en fuga toda potencia diabólica, toda presencia ymaquinación satánica, toda influencia maligna y todomaleficio o mal de ojo de personas maléficas y malvadasrealizados sobre mí (o sobre tu siervo X). Haz que encambio, de la envidia y el maleficio obtenga en abundanciade bienes, fuerza, éxito y caridad. Tú, Señor, que amas a loshombres, extiende tus manos poderosas y tus brazosaltísimos y potentes, y ven a socorrer y visítame. Envíasobre mí tu paz. Envía sobre mí al Arcángel San Miguel,fuerte y protector del alma y cuerpo, que mantendrá alejadoy expulsará a cualquier fuerza malvada todoenvenenamiento y hechicería de personas malvadas yenvidiosas, de modo que debajo de tu protección y tu amor,tu suplicante protegido te cante con gratitud: «El Señor esmi salvador y no tendré temor de lo que pueda hacerme elhombre. No tendré temor del mal porque Tú estásconmigo; Tú eres mi Dios, mi fortaleza, mi poderosoSeñor; Señor de paz, padre de siglos futuros». Sí, SeñorDios nuestro: ten compasión de mí y sálvame de todo dañoo amenaza procedente de cualquier maleficio y protégemeponiendo tu amor sobre todo mal. Te lo pido por la

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intercesión de la más que bendita, gloriosa Señora, lamadre de Dios y siempre Virgen María. Y de la intercesiónde los resplandecientes arcángeles y de todos sus santos.Amén.

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Capítulo 2¿SE PUEDE VIVIR EL INFIERNO EN

LA TIERRA?(PAPA LEÓN XIII)

Se fue de allí y se marchó hacia la región de Tiro y deSidón. Entró en una casa y deseaba que nadie lo supierapero no pudo permanecer inadvertido. Es más, en cuanto

oyó hablar de él una mujer cuya hija tenía un espírituimpuro, entró y se postró a sus pies. La mujer era

griega, sirofenicia de origen. Y le rogaba que expulsarade su hija al demonio.

(Mc 7, 24-26)

Pues claro que se puede vivir el infierno en la tierra,querido lector. Creo que ya se lo he dicho en alguno de loscapítulos anteriores de este escrito. Además no hace faltaque yo le diga nada: con encender el televisor a la hora delas noticias verá cómo miles de seres humanos vivenguerras, penurias, hambruna, violencia, y todo tipo decalamidades y torturas, ¿y acaso no es eso vivir aquí ya elinfierno? Sin embargo, y para mi total desconcierto, heencontrado mucha información sobre personas que lo han

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visto, que han tenido una terrible visión del demonio oincluso que han llegado a hablar con él. Entre ellos muchossantos cuyos escritos, valiosísimos para la Iglesia, hanaclarado grandes misterios de fe. Entre mis preferidosdentro de este grupo están los datos que tenemos sobre lasapariciones del demonio al Santo Padre Pío de Pietrelcina,las apariciones del demonio y las visiones del infierno deSanta Faustina o la terrible inmersión en el infiernoexperimentada por la pobre Sor Josefa Menéndez. Dealgunos de ellos y de sus experiencias infernales leshablaré con minuciosidad en el próximo capítulo, pero paraéste he escogido uno de los casos más fascinantes yaterradores que se han producido en la historia de lospapas: la visión del infierno y de Satanás que experimentóel gran León XIII, cuyo pontificado se desarrolló en elsiglo XIX.

Los datos biográficos sobre su persona concluyen que fueun papa de alma muy noble, un fiel enamorado de la Virgen(se le llamó por eso «El Papa Del Rosario»), y quizá uno delos pontífices más formados y eruditos de todos lostiempos. Fue muy conocido por su labor en el desarrollode la dimensión social de la Iglesia y por su amor hacia elsacerdocio misionero. Todo lo que hizo como pontíficepodría servir más que de sobra para recordarle como ungran cabeza de la Iglesia de su tiempo, sin embargo laanécdota por la que fue y es más popular nada tiene que ver

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con su labor misionera, sino por la terrible visión delinfierno que tuvo y a la que hago mención unas líneasarriba.

Sucedió el 13 de octubre de 1884 y los testigos ocularesde la escena relataron lo siguiente:

Como era usual en él, nuestro papa León XIII habíaconcelebrado misa esa mañana. Tras finalizarla se arrodillóunos minutos en acción de gracias. De pronto le vimoslevantar la cabeza y clavar la mirada en un punto fijo situadosobre la nuca del otro celebrante. Su mirada se turbó y dejode parpadear... En un instante todo su rostro se llenó deespanto y el color de su piel se llenó de palidez. Algoestaba sucediendo, algo inusual y extraordinariamentegrave parecía hacerle sufrir. Finalmente recobró sussentidos, se apoyó torpemente sobre las palmas de lasmanos y logró enderezarse desde el suelo. Su séquito deayudantes y secretarios le acompañaron hacia sus oficinasprivadas. «Su Santidad», iban diciendo, «¿se encuentra bien?¿Necesita algo?». Él contestó muy turbado: «Nada, nada»,tras lo cual se encerró en su despacho. Aproximadamentemedia hora después llamó a su secretario para laCongregación de Ritos, le entregó una carta escrita de supuño y letra, y le ordenó que se imprimiera y repartiera deinmediato a todos los obispos del la tierra. ¿Qué era esepapel y qué representaba? Era la oración a San Miguel

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Arcángel, que durante muchos años y a partir de esemomento, se oraría tras finalizar la Santa Misa; aquella queelaboró él mismo y en donde suplicaba la ayuda delPríncipe de la Milicia Celestial para que, bajo el amor de laVirgen y el poder de Dios, se enviara a Satanás al infierno(páginas 58-59 de la revista Ephemerides Liturgicae ,1995).

Ya ve querido lector: ¿qué escena presenciaría León XIIIdurante su éxtasis para que ordenara que se rezara derodillas la nueva oración tras cada misa? Él mismo loexplicaría más tarde de la siguiente manera: «¡Oh, quéimágenes tan terribles he visto y qué gritos taninsoportables he oído! Vi demonios y oí sus crujidos, susblasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanásdesafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesiay llevar a todo el mundo al infierno si se le daba elsuficiente tiempo y poder: le bastaban cien años parapervertir al mundo como nunca antes había podidohacerlo».

El Santo Padre añadió, ante a sus atónitos oyentes, quedurante la visión supo sin ninguna duda, que si el demoniono lograba cumplir sus planes en el tiempo permitido porDios, sufriría una derrota absoluta y humillante. YMonseñor Rinaldo Agnelli, uno de los fieles secretarios deLeón XIII, relató más tarde que «Su Santidad me dijo que

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en su visión vio claramente cómo una gran horda dedemonios salvajes se lanzaban con un furor terroríficocontra la Iglesia de Roma con la intención de destruirla».

León XIII no descansó en proclamar lo aprendido en suexperiencia sobrenatural, por lo que el 20 de abril de 1884expresó lo sucedido y sus consecuencias en una de susencíclicas más famosas: «Desde que, por la envidia deldemonio el género humano se separó miserablemente deDios, a quien debía su llamada a la existencia y los donessobrenaturales, los hombres se han dividido en dos camposopuestos que no cesan de combatir: uno por la verdad y lavirtud, el otro por aquello que es contrario a la virtud y a laverdad» (León XIII, Humanum Genus).

Se sabe que a partir de 1886 la oración ya se decía en todaslas misas celebradas del mundo como algo absolutamenteestablecido por el Vaticano. Existe con referencia a estehecho un escrito firmado por un testigo fiel de los hechos,el cardenal Nalli Rocca, quien en su «Carta Pastoral de laDiócesis de Bolonia» (1946), dejó escrito que:

Deben saber que fue León XIII quien elaboró y escribió esaoración [...]. Verdaderamente vio, mediante una visión, unagran horda de demonios que se arremolinaban en la CiudadEterna (Roma). La oración que ordenó que se recitara trascada misa fue el resultado y fruto de tal experiencia, y él la

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recitaba con voz potente y gran rigor: fuimos muchos losque le escuchamos hacerlo en numerosísimas ocasiones.Asimismo, León XIII elaboró personalmente una oraciónde exorcismo que está incluida en Ritual Romano (Ed.1954, XII, C. III, p. 863 y ss.) Y recomendó que tantoobispos como sacerdotes oraran este exorcismo confrecuencia ante los feligreses de sus diócesis. Él mismo larecitaría varias veces cada día.

Desgraciadamente la orden del Papa de que se rezara laoración de San Miguel Arcángel tras cada misa solo semantuvo hasta el Concilio Vaticano II, aunque hoy algunasdiócesis han vuelto a recitarla por mandato del obispolocal, recordando el consejo de otro gran papa posterior,Juan Pablo II. Éste, en su homilía del 24 de abril de 1994,recomendó encarecidamente a los fieles que la rezarantodos los días sin excepción.1

1 ACI Prensa, 25-6-1994 [N. de la A.].

Deseo aprovechar la ocasión para informar al lector de queuna de las videntes de Medjugorje (apariciones de las queJuan Pablo II estaba muy pendiente), también recibió en unaocasión un mensaje directo de la Virgen sobre la existenciade Satanás y sobre la experiencia vivida por el Papa LeónXIII. Se trata de Mirjana Soldo, quien el 14 de abril de1982 relató lo que le había dicho la Virgen al respecto. Sus

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palabras exactas fueron éstas:

"Debes saber que Satanás existe y que pidió a Diospermiso para probar a la Iglesia por un cierto periodo,con el propósito de destruirla. Dios le concedió un sigloy le dijo: no la destruirás. Este siglo que ahora vivenestá bajo el poder de Satanás. Cuando se cumplan lossecretos que les han sido confiados, su poder seráaniquilado. Satanás se ha vuelto muy agresivo porqueestá perdiendo poder. Está destruyendo matrimonios,forjando litigios entre sacerdotes, obsesiona a laspersonas."

En el año 1984, la Virgen volvió a mencionar a Satanás a lamisma vidente. «Ha llegado la hora en la que el demonioestá autorizado para actuar con toda su fuerza y poder. Lahora presente es la hora de Satanás». Y tan solo seis añosdespués se desató en Bosnia la guerra más cruenta jamásvivida en los Balcanes... Juzgue por usted mismo, queridolector.

* * *

Espero que ya se vaya dando cuenta de que no todos los querelatan experiencias sobrenaturales sobre el demonio sonchalados o cantamañanas. Aquí le he presentado a dosgrandes papas (que hablaron bien claro sobre el infierno), y

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a una de las videntes de Medjugorje, tantas vecesinvestigada por psiquiatras y psicólogos, que afirman queestá cuerda. Los tres no dudan de la real existencia deSatanás y han sido muy valientes gritándoselo al mundo. Ysupongo que ya está usted muertito por conocer la famosaoración. ¡Tranquilo que aquí llega! ¿Cómo iba a dejarle enascuas?

ORACIÓN DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL (PAPA LEÓNXIII)

San Miguel Arcángel: defiéndenos en la batalla. Sé nuestroamparo contra la perversidad y las asechanzas del demonio.¡Reprímale Dios, pedimos suplicantes! Y tú, Príncipe de laMilicia Celestial, arroja al infierno a Satanás y a los demásespíritus malignos que andan dispersos por el mundo parala perdición de las almas. Amén.

* * *

Bueno, querido lector... ¡Qué cantidad de informaciónvaliosa! ¿Ve como la Iglesia no oculta nada? ¡Y todo nos locuenta por nuestro bien! Luego ya dependerá de nosotrosdecidir si deseamos protegernos con este tipo de regalosmonumentales, oraciones eficientes y poderosas contra elmal. San Miguel Arcángel es un imponente aliado y es unser real; tan real como que aparece varias veces en la

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Biblia. Quizá una de sus más claras intervenciones seexplica en pleno libro del Apocalipsis:

Hubo una batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles peleabancontra el dragón, y peleó el dragón y sus ángeles, y nopudieron triunfar, ni fue hallado su lugar en el cielo. Fuearrojado el dragón, la antigua serpiente, llamada Diablo ySatanás, y extravía a toda la redondez de la tierra, y susángeles fueron con él precipitados (Ap 12, 7-9).

Hoy en día es muy triste ver cómo muchos católicos seburlan de las enseñanzas de la Iglesia en lo que respecta a laexistencia de los ángeles. Y yo les pregunto: ¿acaso noaparecen desde el mismo Génesis? Los ángeles son aliadosde Dios y por tanto nuestros; y aquellos que cayeron en lasoberbia y eligieron alejarse, son hoy diablos. La historiasobre la primera aparición de San Miguel Arcángel a unobispo es hermosísima y está documentada. ¡Nuevamentenos encontramos con fuentes vaticanas al respecto, queridolector! Cuenta la información sobre el suceso que aquellafamosa aparición tuvo lugar en un montañoso paraje del surde Italia llamado Gargano, el 8 de mayo del año 490. Lapoblación de la zona vivía entonces espiritualmenteconfusa bajo la acción de herejes que les habían enseñado avenerar dioses paganos a la vez que a Jesucristo, creandoasí un popurrí espiritual de cuidado, que en nada aliviaba ladurísima vida de los aldeanos. La dureza física en la que

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vivían era inmensa debido a las numerosas plagas yenfermedades que elevaban la mortandad hasta cifrasalarmantes. Desesperado por no saber cómo aliviar tantosufrimiento a la gente, el obispo local (don LorenzoMiaorano), pidió a los habitantes de varias comarcascolindantes que se unieran en oración y ayuno durante tresdías seguidos. «¡El Señor se tendrá que conmover denosotros a la fuerza!», pensó. Pero transcurrieron los tresdías y no pasó nada. Así que, desolado, decidió subir a losmontes para meditar, orar y pedir explicaciones a Dios porla tardanza de su auxilio. Fue entonces cuando se topó conuna cueva frente a cuya entrada oró largas horas congenuino fervor. De pronto, con total estupor, presenciócómo todo el interior de la cueva se plagaba de una luzbella y penetrante, en cuyo centro apareció un ser angélicode rasgos perfectos que pronunció estas palabras:

Soy Miguel, el que vive permanentemente en presencia deDios. Esta cueva es desde hoy bendita y ha sido escogidapor mí [...]. Debe ser bendecida y consagrada como un lugarsanto de presencia angelical. Será aquí dónde muchospecados de los hombres serán perdonados y en donde, através de la oración, Dios concederá grandes gracias.

No hay datos sobre cuánto tiempo duró aquella aparición,ni de cómo el obispo se repuso del asombro de la misma.Pero lo que sí se sabe es que, lleno de gran veneración, no

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quiso traspasar la entrada, percibiendo una gran santidad enaquel lugar que no se consideró digno de perturbar. Lo másinteresante de este acontecimiento fue que pocos díasdespués la epidemia cesó de cuajo y que durante dos añosla gente vivió esperanzada y feliz. Pero no paró ahí la cosa,querido lector, pues al año de lo sucedido en la mismacueva aconteció nuevamente algo inédito. Esta vez elprotagonista era un animal, y su actitud terminó deconvencer a los habitantes de Gargano de que esa cueva eratierra bendita.

Al parecer un enorme buey se había extraviado del resto delrebaño y el dueño andaba desesperado, dado que erantiempos de pobreza y perder un buey de ese tamañosignificaba la pérdida de alimento valiosísimo para muchasfamilias. Por ello los habitantes de la comarca salieron enbusca del animal con la esperanza de ayudar al dueño arecuperarlo, pero por mucho que rebuscaron entre peñotes,bosques y ríos, el animal no aparecía.

Tres días después un grupo de aldeanos entre los que seencontraba casualmente el dueño de la bestia, treparon poruna parte de la montaña a la que no solían acceder y para eltotal asombro de los presentes ¡se toparon con el bueyfrente a la boca de la cueva en la que se había aparecido SanMiguel al obispo! El animal estaba arrodillado sobre suspatas delanteras y parecía que veneraba algo... Pero no se

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dejaba coger, se negaba tozudo a dejar que nadie traspasarala entrada de la cueva y lanzó miradas feroces a aquellosque lo intentaron. Su dueño, deseando entrar en la cueva,harto ya del animal y sospechando que acabaría atacando aalguien, desenvainó una flecha de su zurrón y le disparó.Entonces sucedió algo que dejó atónitos a todos lospresentes: ¡la flecha cambió de rumbo en pleno vuelo ehirió al dueño! Las noticias sobre este increíble suceso seesparcieron como la pólvora por toda la comarca deGargano y pronto llegaron a oídos del obispo Miaorano,quien informando al Romano Pontífice, recibiódirectamente de él permiso para celebrar una misa enaquella cueva y considerarla un lugar misteriosamentebendecido por Dios.

Pero el obispo retrasó la celebración de la misa, ya quecada vez que se acercaba a orar, seguía notando en sucorazón que «algo o alguien» no le permitía atravesar laentrada sin estar en absoluto estado de gracia (en otraspalabras: sin estar recién confesado y con un almacristalina). Y por ello se retrasó la proclamación de lacueva como lugar de culto popular. Pero la voz sobre lasantidad del lugar corría como el viento, y así elnacimiento del primer santuario «angélico» en honor a SanMiguel comenzó a sembrar semilla en esta zona sureña deItalia, y aun sin haber celebrado la misa, lasperegrinaciones y la fe popular crecieron en muy poco

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tiempo en torno a la cueva. Pronto grandes milagrossobrenaturales comenzaron a suceder, y entonces ocurrióalgo que cambió el curso de los acontecimientos: llegó elturno para la segunda aparición.

Aconteció un año después del suceso del buey,concretamente el 12 de septiembre del año 492. ElArcángel San Miguel comenzó a manifestar gran poderentre las gentes de Gargano, quienes ahora sufríaninvasiones contantes y matanzas por parte de los pobladosbárbaros de Odoacre. Nuestro mismo obispo (don LorenzoMiaorano), recordando la previa intervención de Dios através de la intercesión de San Miguel, regresó suplicante ala cueva en donde oró nuevamente con gran fervor.Entonces, tal como sucedió la primera vez, toda la cueva sellenó de luz en medio de la cual apareció San Miguel, quienle prometió toda su protección y una final victoria sobrelos invasores. Y así sucedió... Para alivio de todos loshabitantes de Gargano y sus zonas comarcales, durante dosdías todos los poblados se vieron envueltos en un huracáncon rayos, truenos y terremotos, que provocaron un pavortal en las filas de los invasores, que acabaron huyendo delejército de Siponto. Los habitantes de Siponto acudieronen masa al monte de Gargano para dar gracias a Dios y alArcángel San Miguel por haberles socorrido. Sin embargo,y al igual que tantas veces había sucedido, cuando

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alcanzaron la boca de la gran cueva, se vieron invadidos portal atmósfera de santidad, que no se sintieron dignos detraspasar la entrada. Quedaron todos fuera orando durantelargas jordanas con gran fervor y respeto.

La tercera aparición aconteció el 29 de septiembre del año493. El obispo estaba inquieto porque aún no había sidocapaz de dar el paso de entrar, celebrar la misa en elinterior y consagrar la preciosa cueva a San MiguelArcángel, tal y como éste le había ordenado en la primeraaparición. ¡Así que el arcángel se le apareció una terceravez! En esta ocasión le invitó a que llevara a la cueva atodos los obispos de la región de Puglia para que secelebrara una Santa Misa. Pero le aconsejó que aún noconsagrara el lugar como un santuario en honor a él, puesprimero debía atreverse a traspasar la boca, orar yencontrar una cruz de cristal que el mismo arcángelafirmaba haber colocado en su interior. ¡Por fin esta vez elobispo obedeció! Entró en la cueva y se topó con un altarya construido, cubierto por una tela de color rojizo. Sobreél, tal y como le había anunciado el ángel, había una enormey preciosa cruz de cristal, y junto al altar y bien fácil dereconocer, se encontró con la huella de un pieperfectamente cavada en la roca.

El obispo don Lorenzo Miaorano ordenó que seconstruyera una iglesia encima de la cueva y por fin fue

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consagrado el lugar a Dios y a sus ángeles. Desde entoncesla Iglesia católica venera especialmente al Arcángel SanMiguel el 8 de mayo y el 29 de septiembre, en recuerdo dedos de las fechas de las apariciones del arcángel en la santacueva de Gargano.

¡Pero asómbrese, porque hubo una cuarta aparición,querido lector! Sucedió siglos más tarde, en concreto el 22de septiembre de 1656. Italia, como gran parte de Europa,estaba siendo arrasada por la peste, y las víctimas morían amares sin control ni medida. En aquel entonces el obispode Siponto era don Alfonso Puccinelli, quien acudió a lacueva para orar y pedir intercesión urgente al arcángel quetantas veces ayudó a sus predecesores en siglos anteriores.¡Y San Miguel se le apareció al alba del 25 de septiembre!Sin embargo una característica diferenciaba esta aparicióncon las anteriores: el arcángel no se apareció en la cueva,sino en el palacio del Arzobispado del Monte Sant Angelomientras don Alfonso Puccinelli oraba con fervor. ElArcángel le dijo: «Soy Miguel Arcángel y aviso de quecualquier enfermo que toque las piedras de la cueva tantasveces bendecida y consagrada a mi nombre por la Iglesia, yen donde yo mismo dejé una cruz, será sanado de la peste».Y así fue. A día de hoy, estas piedrecitas, tan requeridas porlos miles de peregrinos, siguen realizando milagros.

Bueno, querido lector: ¿y usted me puede decir por qué no

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hace ya mismo las maletas para ir a conocer tan preciososantuario? ¡Pídale un gran regalo de protección a SanMiguel! Ya se lo he dicho: su existencia es real, y estádeseando que usted le reconozca como amigo. Le aseguroque vale la pena.

ORACIÓN DE ACTO DE CONSAGRACIÓN A SANMIGUEL ARCÁNGEL (RECOMENDADA PARA ESTARSIEMPRE BAJO SU PROTECCIÓN)

¡Oh, gran príncipe de las jerarquías celestiales, valienteguerrero de Dios Padre, fiel amante de la Gloria de Dios,terror de los ángeles rebeldes, y delicia de todos losángeles buenos: San Miguel Arcángel, deseo estar entreaquellos contados entre tus devotos. Te ofrezco toda mivida y te pido que seas mi gran protector contra el mal.

Te ofrezco todo mi ser, mi trabajo, a mi familia, a misamigos y todas mis pertenencias, para que las mantengassiempre bajo tu protección.

Mi ofrecimiento es mísero y pobre, pues yo solo soy unmísero pecador, pero tú has alcanzado el agrado de mi almay de mi corazón. Así que recuerda que, si desde hoy te hesuplicado estar bajo tu protección, debes asistirme todoslos días de mi vida.

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Sé mi defensor también frente al pecado y logra para mítodo perdón, pues mis pecados son numerosos y serios.Obtén para mí la gracia de amar con toda mi alma a Dios, aJesús y a la Virgen María, a todos los hombres, mishermanos, a los que Dios Padre y su Hijo han redimido.

Obtén para mí la ayuda que necesito para alcanzar la coronade la gloria. Defiéndeme constantemente de los enemigosde mi alma, especialmente durante los últimos instantes demi vida.

Ven a mi lado a la hora de mi partida.

¡Oh, glorioso Arcángel San Miguel! Asísteme en la batallay mantén el abismo infernal muy lejos de mí. Mantén lejosde mí al soberbio ángel caído a quien tú combates desde elcielo.

Y preséntame ante el trono de Dios, para eternamentealabarle con himnos de alegría, agradecimiento, honor ygloria, junto a ti, Arcángel San Miguel, y junto a todos losángeles. Y para alabar eternamente a Cristo, quien reinarásiempre y por siempre. Amén.

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Capítulo 3SOR JOSEFA MENÉNDEZ Y SANTA

FAUSTINA

En aquel tiempo llegó Jesús a la otra orilla, a la regiónde los gerasenos. Desde el cementerio dos

endemoniados salieron a su encuentro; eran tanfuriosos que nadie se atrevía a transitar por aquel

camino. Y le dijeron a gritos: «¿Qué quieres de nosotros,Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de

tiempo?». Una gran piara de cerdos a distancia estabahozando. Los demonios le rogaron: «Si nos echas,

mándanos a la piara». Jesús dijo: «Id». Salieron y semetieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó

acantilado abajo y se ahogó en el agua. Los porquerizoshuyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de

los endemoniados».

(Mt 8, 28-34)

Vaya miedo, querido lector... Menos mal que son muypocas las ocasiones en las que suceden estos terribleshechos malignos. Pero ocurrir, ocurren, y le aseguro queverlo no es algo agradable. Ya se lo relataba allá por el

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capítulo 2, cuando le contaba cómo presencié lamanifestación de un furioso demonio en la persona de unpobre muchacho italiano, durante una adoración eucarísticaen Medjugorje. Nunca olvide que, aunque nosotros nopodamos ver a Jesús con nuestros ojos físicos durante unaadoración o en un sagrario, el demonio sí puede, y por esose manifiesta de forma escandalosa si la persona poseída seencuentra presente. También he sido testigo de lo quesucedió en tres exorcismos, en donde se me ha pedidocolaborar aportando mi oración del Santo Rosario. Leaseguro que uno de ellos me ha dejado tal espantosa huella,que desde entonces solo deseo una cosa: pertenecertotalmente a Cristo.

En la mayoría de los casos son las víctimas de una posesiónlas que se han buscado los problemas por haber enredadoen prácticas de adivinación, güijas o supercherías, mientrasque otras se han metido en el lío al contactar con sectassatánicas y al participar en alguna misa negra. ¡Craso error,querido lector! Sin embargo no todas las personas que veno tienen contacto directo con el demonio son culpables. Nimucho menos. La mayoría son víctimas de la maldad deSatanás de la forma más inocente, y su única defensa radicaen el amor incondicional que puedan sentir por Cristo y susregalos espirituales, tales como la Eucaristía, lossacramentos, los sacramentales y la oración (en dondepodemos incluir el exorcismo, que no es otra cosa que una

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poderosísima oración).

Dentro de este segundo grupo de víctimas «inocentes»encontramos también a grandes santos de la Iglesia. La listade los santos que han padecido persecución por parte deldiablo es interminable, y no es mi deseo apabullarle conuna extensísima casuística que no haría más quesobrecargarle de miedo. Sin embargo creo necesariopresentarle al menos dos casos de ataques diabólicosdentro de miembros inocentes de la Iglesia (aparte del queya le presenté en el capítulo dedicado a Sor Patrocinio enla primera parte de este ensayo), pues considero quepueden aportarle mucha luz sobre el tema. Los he escogidocon sumo cuidado pensando que son los que más me hanayudado a entender por qué Dios permite que sucedan estascosas. Tengo que reconocerle que en un principio meprovocaron temor y gran respeto, pero los frutos yentendimientos sobre la existencia de la maldadsobrenatural del demonio y de su presencia entre nosotroshan sido tan imponentes, que he comprendido que mislectores deberían también saberlos para aprovecharse deellos y poder defenderse siempre y en todo momentocontra las fuerzas del mal.

Y para animarle y quitarle el miedo de sopetón, le adelantoahora algo de suma importancia: en todos los casos deataques diabólicos a santos y religiosos que he estudiado,

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siempre ha habido un rotundo vencedor, Cristo, quienenvolvió a sus hijos con un muro protector e indestructible.Creo entonces que, si Dios permite que sucedan a veceseste tipo de cosas a «sus amigos» en la tierra, es solo conel fin de hacernos crecer en el amor hacia Él, y para quesepamos que desea el cielo para nosotros como únicodestino. Así que no tenga miedo, agárrese a su mano ysumérjase a partir de ahora en el mismo infierno junto ados excepcionales mujeres de Dios: Sor Josefa Menéndezy Santa Faustina Kowalska.

Prepárese querido lector: se va a quedar a cuadros.

CASO I: SOR JOSEFA MENÉNDEZ (ESPAÑA, 1890-1923)

A esta monja española de la Sociedad del Sagrado Corazónde Jesús se le apareció el Señor un montón de veces, y susexperiencias celestiales y del infierno son de las másespectaculares conocidas dentro de la mística españolareciente. Dejó a su familia y a España para entrar en elconvento de Poitiers (Francia), en donde estuvo desde lostreinta años hasta los treinta y tres, edad a la que falleció.Durante ese tiempo vivió una vida religiosa ejemplar. Dócilde corazón y enamorada de la oración, trabajó siempre sinuna queja en las duras tareas de limpieza, costura, cuidadosde la casa y huerta, con pocas horas de sueño y bajo

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grandes penurias.

Desde 1921 hasta 1923 Jesús se le aparecía, mientrasoraba en la Hora Santa, con el corazón en llamas1; entoncesle mostraba sus llagas y la corona de espinas y le hablaba desu amor por los hombres. Gracias a la sabiduría de sussuperioras y de su director espiritual, esta increíble almadejó todo relatado en sus famosas memorias tituladas Unllamamiento al amor, de cuyo contenido he extraídoalgunos fragmentos con las definiciones que ella misma dadel infierno, y que podrá leer unos renglones más abajo.Este magnífico documento es de excepcional valíaescatológica, dado que en él nos relata cada una de lasimpresionantes experiencias místicas que vivió, a vecescon Jesús, y otras con el demonio. En ellas vio muchasveces sangrar el Corazón abierto de Jesús, del que afirmabaque brotaban sangre y agua que veía derramarseprofusamente sobre el cáliz colocado en el altar. Lareligiosa, asombrada y asustada, corría a relatar todo a sussuperioras y a su director espiritual. Pero Jesús siempre lacalmaba, prometiéndole protección y asegurándole que laamaba con total ternura:

«¿No sabes que el demonio puede atormentarte pero nopuede dañarte? ¿Quién es más poderoso, él o Yo?»(palabras de Jesús a Sor Josefa el 22 de abril de 1922).

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1 Hora santa: es una hora de oración frente al Santísimo [N.de la A.].

Pero a pesar de los cuidados y las visiones del Señor, SorJosefa sufría terriblemente cuando era obligada a ver elinfierno. Y no es de extrañar, querido lector, ¡porque eraverdaderamente horrible! Si lo hizo fue solo por la fuerza yla ternura que Jesús le inspiró en cada uno de sus contactoscelestiales (visiones). Jesús le pedía total entrega y unofrecimiento sincero de su sufrimiento, para despertar ladevoción en las almas ante «la aproximación de los últimosdías del mundo»2.

2 Sor Josefa no entendió nunca a qué se refería el Señorcuando le hablaba de «los últimos días del mundo», y selimitó a transmitirlo tal cual lo escuchaba [N. de la A.].

El año 1922 fue quizá la etapa más temible y dura de todasu vida mística. Sufrió tanto en manos del demonio, que nofueron pocas las veces que sospechó perder la vida duranteel tormento. Los peores ataques sucedieron en octubre, yse prolongaron durante nueve espantosos meses en los queel diablo no descansó un minuto: se le aparecía con elaspecto de Jesús para confundirla (Sor Josefa siempre sedaba cuenta cuando percibía que sus palabras carecían dehumildad); la pegaba y quemaba, la arrastraba al infierno yla aterrorizaba con crueldad. Pero ella resistió con

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imponente entereza agarrada a tres armas invencibles: laEucaristía diaria (de la que el diablo la quiso alejar a todacosta), la oración del Santo Rosario (que hacíaestremecerse de pánico al demonio, obligándole a huir odesaparecer al instante), y su devoción por la Virgen. Estaúltima fue una enorme aliada en estos menesteres, y fuequien en momentos de extrema gravedad le procuró unaimponente fuerza para sobrellevar la cruz que Dios le habíapedido cargar. Entre otras muchas ocasiones destacaremosla aparición del 24 de octubre de 1922, en donde la Virgense le apareció envuelta en un halo de extraordinaria bellezadiciéndole:

«Todo lo que Jesús te da a ver y a sufrir de los tormentosdel infierno es para que puedas hacerlos conocer al mundo.Por lo tanto, olvídate enteramente de ti misma, y piensa enla gloria de la salvación de las almas. No tengas miedo desufrir. ¡Si vieras cuántas almas se han acercado al Corazónde Jesús durante estos días de tentaciones!».

Bueno, querido lector... Ya no puedo retrasar más laentrada en la etapa más dura de este escrito. Ha llegado elmomento de presentarle esos fragmentos prometidos queforman parte de las memorias de Sor Josefa. ¡Sea valiente!Piense durante su lectura y en todo momento que, si Cristopermitió semejantes experiencias en la piel de esta pobremujer fue solo con un fin: que usted y yo nos enterásemos

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de una vez de la verdadera existencia del infierno y deldemonio. Solo así podremos defendernos de su maldad ytener una meta clara en la vida: salvar nuestras almas. Estosconocimientos nos harán más libres para elegir a Dios o almal... Yo me quedo con Jesús y le aconsejo de corazón quesiga mi ejemplo. Ya se lo dije en un capítulo pasado: aldemonio, ni agua.

* * *

EXTRACTOS Y COMENTARIOS SOBRE ALGUNAS DELAS DESCRIPCIONES QUE SOBRE EL INFIERNO HIZOSOR JOSEFA MENÉNDEZ (ESCOGIDAS DE SUSMEMORIAS TITULADAS UN LLAMAMIENTO AL AMOR)

1) Noche del domingo 4 de diciembre de 1922:

El demonio la arrojó brutalmente de la cama, la tiró alsuelo y pateó hasta casi hacerla perder el conocimiento.Desgraciadamente el ataque se repite dos noches después.Veamos cómo ella lo describe:

Al fin de una de esas noches, que fue un verdadero infierno,no sabiendo qué hacer me puse de rodillas junto a la cama.De repente escuché como un rechinar de dientes y gritosde rabia, y vi delante de mí a la Virgen, hermosa comosiempre. «Nada temas, hija mía», dijo. «Yo estoy aquí». Le

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conté mis temores y lo que el diablo me hace sufrir. «Tepuede atormentar, pero no te puede dañar. Está furioso porlas almas que se le escapan».

2) Martes 6 de diciembre de 1922:

Sor Josefa sufre un susto morrocotudo: nada más salir dela capilla tras confesarse, sale a su encuentro un perroferoz de gran tamaño. Ella extendió la mano armada delrosario y continuó su marcha por el pasillo sin mirarle.Pero a los pocos metros, el perro se transformó en laforma que más temía: la humana.

3) 28 de diciembre de 1922:

Se le aparece de nuevo mientras está acompañada de ungrupo de religiosas, quienes aterrorizadas ven cómodesaparece como en un relámpago ante sus ojos. Lahermana Josefa fue «trasladada» por el demonio a undesván en donde la golpeó durante largo rato. Desde ese díaya no tuvo descanso frente a sus ataques: el demonio laarrebataba muchas veces de la vista de las hermanas,quienes, aterradas, la buscaban luego por todo el convento,encontrándola en los sitios más inverosímiles (como trasla tapia del jardín o al fondo del huerto), llena demagulladuras, extenuada y absolutamente atemorizada. Lareligiosa siempre relata después lo mismo: que el

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tormento cesa ante la aparición de Jesús; su presenciaprovoca la huída frenética del demonio, quien desaparecede su vista vomitando blasfemias y escupiendo odio. (SorJosefa sufrió lo indecible con estos ataques, pero siemprelograba salir triunfante gracias a la ayuda del Señor,revestida por su fuerza y amor).

4) Desde el 4 de marzo hasta el 15 de abril de 1922:

Sor Josefa experimenta la etapa más violenta y extraña desu vida con respecto a los ataques diabólicos, porque elSeñor permite algo extraordinariamente aterrador y muypoco común: su bajada hasta los infiernos. A primera vistaeste hecho atroz puede hacer pensar que Dios no la amaba.Pero nada más incierto que eso, querido lector, pues Élnunca permitió que pereciera ni que perdiera la cordura acausa del trauma. Sor Josefa dio durante esta terrible etapaun ejemplo imponente de abnegación, templanza y amorhacia su Señor antes, durante y después los ataques.

5) Lunes 6 de marzo de 1922:

Poco después de ver al Señor en todo su esplendor, Josefaoyó terribles aullidos infernales que le impresionaronprofundamente. Entre otras cosas las voces le dijeron:

Estoy para siempre donde ya nunca jamás podré amar...

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¡Qué corto ha sido el placer! Y en cambio, ¡el castigo eseterno! ¿Qué queda? ¡Odiarte con odio infernal!

6) Jueves 16 de marzo de 1922 (durante la noche delmiércoles al jueves):

Primera bajada misteriosa al infierno precedida de gritos ylamentos de los condenados. Ya antes había escuchadotales gritos infernales, pero hasta este día no habían sidoseguidos por una visita obligada al infierno. La propia SorJosefa nos las describe con aguda exactitud:

Serían las 10 de la noche cuando empecé a sentir, como losdías anteriores, ese ruido tan tremendo de cadenas y gritos.Enseguida me levanté, me vestí y me puse en el suelo derodillas. Estaba llena de miedo. El ruido seguía; salí deldormitorio sin saber a dónde ir ni qué hacer. Entré unmomento en la celda de Nuestra Beata Madre... Despuésvolví al dormitorio y siempre el mismo ruido... Serían algomás de las 12 cuando de repente vi delante de mí aldemonio que decía: «Atadle los pies; atadle las manos.Perdí el conocimiento de dónde estaba y sentí que meataban fuertemente, que tiraban de mí, arrastrándome.

Otras voces decían: «No son los pies los que hay queatarle. Es el corazón». Y el diablo contestó: «Ése no esmío». Me parece que me arrastraron por un camino muy

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largo. Empecé a oír muchos gritos, y enseguida meencontré en un pasillo muy estrecho. En la pared hay comoun nicho, de donde sale mucho humo pero sin llama, y muymal olor. Yo no puedo decir lo que se oye, pues son todaclase de blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unosmaldicen su cuerpo... Otros maldicen a su padre o a sumadre... Otros se reprochan a ellos mismos el no haberaprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado.En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia ydesesperación. Pasé por un pasillo que no tenía fin, yluego, dándome un empujón, que me hizo como doblarme yencogerme, me metieron en uno de aquellos nichos, dondeparecía que me apretaban con planchas encendidas, y comoque me pasaban agujas muy gordas por el cuerpo que meabrasaban. En frente de mí y cerca, tenía almas que memaldecían y blasfemaban. Es lo que más me hizo sufrir.Pero lo que no tiene comparación con ningún otrotormento es la angustia que siente el alma viéndoseapartada de Dios.

Me pareció que pasé muchos años en este infierno, aunquesolo fueron seis o siete horas... Luego sentí que tirabanotra vez de mí, y después de ponerme en un sitio muyoscuro, el demonio, dándome como una patada me dejólibre. No puedo decir lo que sintió mi alma cuando me dicuenta de que estaba viva y que todavía podía amar a Dios[...]. Allí no se respira más que odio y deseo de la perdición

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de las almas.

Desde esta terrible visión y experiencia del infierno, lapobre Sor Josefa temía volver a oír los terribles lamentos ygolpes de cadenas, pues sospechaba, (como así sucediósiempre) que tras ellas se vería rodeada y acechada depronto por ciertas figuras malignas. Hacía entonces un granesfuerzo por distraerse, pensar en el trabajo y concentrarseen Jesús y su amor. Pero todo resultaba en vano, pues antesde que se pudiera dar cuenta ya se encontraba en «unaespecie de pasillo oscuro», en cuyo final la esperabainquieto el demonio... ¡Y éste se agarraba y la arrastraba denuevo al infierno! Y toda la tortura relatada anteriormentevolvía a suceder...

Externamente las superioras solo observaban que su cuerpose desvanecía y permanecía inerte (aunque flexible). Elcorazón le palpitaba con debilidad y todo les hacía pensarque estaba a punto de fallecer. El tiempo que permanecíaJosefa en ese lamentable estado variaba, siendo el Señorquien dictaba el momento de «su regreso», que se notabacuando su cuerpo experimentaba un leve estremecimientoy recobraba sus sentidos. «¿Dónde estoy?», solía preguntarentonces. «¿Vivo aún?». La pobre religiosa rompía a llorarmuchas veces al comprobar que todo había pasado y queaún era capaz de amar. (Siempre explicaba que el mayortormento del infierno era sentir que ya no se podía amar a

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Dios, sino odiarle, y que ese odio se sentiría por unaeternidad).

7) Domingo 19 de marzo y 2 de abril de 1922: Laespantosa experiencia descrita se repitió. Sor Josefa dejaun relato detallado sobre lo que presenció y sufrió esosdos días en los abismos:

Cuando entro en el infierno oigo como unos gritos de rabiay de alegría, porque hay un alma más que participa en lostormentos. No me acuerdo entonces de haber estado allíotras veces, sino que me parece que es la primera vez.También creo que debe de ser para toda la eternidad y esome hace sufrir mucho, porque recuerdo que conocía yamaba a Dios, que estaba en la religión, que me haconcedido muchos medios y muchas gracias para salvarme.¿Qué he hecho para perder tanto bien? ¿Cómo he sido tanciega? ¡Y ya no hay remedio! También me acuerdo de miscomuniones, de que era novicia, pero lo que más meatormenta es que amaba a Nuestro Señor muchísimo... Loconocía y era todo mi tesoro... No vivía sino para Él [...].Pienso ¿cómo ahora podré vivir sin Él? Sin amarlo, oyendosiempre estas blasfemias y esto odio... Siento que el almase oprime y se ahoga... Yo no sé explicarlo bien porque esimposible.

[...] Una vez vi que el demonio estaba muy furioso porque

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quería que se perdieran tres almas... Gritaba con rabia:«¡Que no se escapen! ¡Que se van! ¡Fuerte, fuerte!». Estosí, sin cesar, con unos gritos de rabia que contestaban delejos otros demonios. Durante varios días presencié estasluchas.

[...] En otra ocasión escuché al demonio gritar mucho:«¡No la dejéis! ¡Estad atentos a todo lo que las puedaturbar! ¡Que no se escapen! ¡Haced que se desesperen!».Era tremenda la confusión que había de gritos y deblasfemias. Luego oí que decía furioso: «¡No importa!¡Aún me quedan dos! Quitadles la confianza». Entoncescomprendí que se había escapado una, que había ya pasado ala eternidad, porque gritaba: «¡Pronto, deprisa! ¡Que estasdos no se escapen! Tomadlas y que desesperen. ¡Pronto,que se nos van!».

[...] Enseguida, con un rechinar de dientes y una rabia queno se puede decir, yo sentía esos gritos tremendos: «¡Oh,poder de Dios que tiene más fuerza que yo! ¡Todavía tengouna, y no dejaré que se la lleve!». El infierno todo ya no fuemás que un grito de desesperación, con un desorden muygrande y los diablos chillaban y se quejaban y blasfemabanhorriblemente. Yo conocí con esto que esas tres almas sehabían salvado [...]. Siento como si me entrase por lagarganta un río de fuego que pasa por todo el cuerpo, yunido al dolor que he dicho antes. Como si me apretasen

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por detrás y por delante con planchas encendidas... No sédecir lo que sufro... Es tremendo tanto dolor... Parece quelos ojos se salen de su sitio y como si tirasen paraarrancarlos... Los nervios se ponen muy tirantes. El cuerpoestá como doblado, no se puede mover ni un dedo... El olorque hay tan malo, no se puede respirar3, pero todo esto noes nada en comparación del alma, que conociendo labondad de Dios, se ve obligada a odiarle y sobre todo, si sele ha conocido y amado, se sufre mucho más...

3 Sor Josefa despedía este hedor intolerable siempre quevolvía de una de sus visitas al infierno o cuando laarrebataba y atormentaba el demonio; olor de azufre, decarnes podridas y quemadas que, según fidedignos testigos,se percibía sensiblemente durante un cuarto de hora y aveces hasta media hora, y cuya desagradable impresiónconservaba ella misma mucho más tiempo todavía [N. de laA.].

[...] Una de las almas condenadas gritó con desesperación:«Ésta es mi tortura: que no deseo amar, y no puedo hacerlo;no hay nada que salga de mí excepto odio y desesperación.Si uno de nosotros pudiese hacer tanto como un simpleacto de amor... esto ya no sería el infierno, pero nopodemos. Vivimos en el odio y la malevolencia» [...]. Otrode estos desgraciados dijo: «El mayor de estos tormentos

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aquí es que no podemos amar a Dios. Mientras tenemoshambre de amor, estamos consumidos con el deseo de Él,pero ya es demasiado tarde». [...]. Algunos gimen a causadel fuego que quema sus manos. Quizás ellos eranladrones, porque dicen: «¿Dónde está nuestro botínahora?... Malditas manos... Por qué deseé poseer lo que noera mío... y que en cualquier caso, solo podría haberposeído por unos pocos días?». Otros maldicen suslenguas, sus ojos... cualquier miembro que fuese la ocasióncon la que pecaron... «¡Ahora, oh cuerpo, estás pagando elprecio de los placeres con que te regalaste a ti mismo!... Ytodo ello lo hiciste por tu propia y libre voluntad».

[...] Vi mucha gente del mundo caer dentro del infierno, yahora las palabras no pueden describir ni por asomo sushorribles y espantosos gritos: «¡Condenado para siempre...Yo me engañaba a mí mismo... Estoy perdido... ESTOYAQUÍ PARA SIEMPRE JAMÁS».

8) Día 4 de octubre de 1922:

Hoy vi un vasto número de gente caer dentro del ardienteabismo... Parecían unos vividores acostumbrados a losplaceres del mundo, y un demonio gritó con estruendo: «Elmundo está maduro para mí... Yo sé que la mejor manera deconseguir el control de las almas es acrecentar su deseopor la diversión y el disfrute... Ponme a mí en primer lugar.

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Yo antes que los demás... Nada de humildad para mí, sinoque déjame disfrutar a mis anchas... Esta clase de palabrasasegura mi victoria..., y ellos mismos se lanzanimpetuosamente dentro del infierno».

9) Día 3 de febrero de 1923:

Hoy no bajé al infierno, sino que fui transportada a un lugardonde todo estaba oscuro, pero en el centro había unenorme y espantoso fuego rojo. Me dejaron inmóvil yquedé a la expectativa. Estaba tan comprimida que no podíahacer ni el más mínimo movimiento. Alrededor de mí habíasiete u ocho personas, sus cuerpos negros estabandesnudos, y yo podía verlos solo por los reflejos del fuego.

[...] Estaban sentados y hablaban. Un diablo dijo a otro:«Tenemos que ser muy cuidadosos para que no nosperciban. Podríamos ser fácilmente descubiertos». Otrodiablo respondió: «Insinuaos procurando que el descuido yla negligencia se apoderen de ellos, pero manteniéndoos enla sombra, para que no os descubran... Gradualmente ellosse volverán más y más descuidados, sin ningún tipo decompasión ni amor, y vosotros seréis capaces deinclinarlos hacia el mal. Tentad a estos otros con laambición, con el amor por sí mismos, con adquirir riquezassin trabajar... de forma legal o no. Excitad a algunos hacia lasensualidad y el amor al placer. Dejad que el vicio los

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ciegue. Y con el resto... explorad sus corazones... asíconoceréis sus inclinaciones... Haced que amenapasionadamente... Actuad sin ningún escrúpulo... Nodescanséis... No tengáis piedad... ¡Dejad que ellos mismosse junten en sus comidas! Eso lo pondrá todo más fácil paranosotros. Dejadlos que vayan a sus banquetes. El amor alplacer es la puerta por la que vosotros os apoderaréis deellos».

10) 22 de marzo de 1923: Y alucine ahora con esto,querido lector: ¡vio a unas adolescentes en el infierno!:

Vi varias almas caer dentro del infierno y entre ellas estabauna niña de quince años, maldiciendo a sus padres por nohaberle hablado del temor de Dios ni por haberla avisado deque existía un lugar como el infierno. Su vida fue muycorta, decía ella, pero llena de pecado.

* * *

¡Ah!, no quiero aterrorizarle... Sin embargo no puedo pasara hablarle del caso de Santa Faustina sin mencionarle anteslo que le sucedió a Josefa el sábado 15 de abril de 1922. Esquizá el dato que a mí más me ha sorprendido, dado que haytestigos fidedignos que presenciaron lo ocurrido y quedieron fe de las heridas que vieron formarse sobre la pielde la religiosa. Es espeluznante, querido lector:

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Hacia las cuatro de la tarde Josefa se encontraba cosiendocuando comenzó a oír de nuevo los ruidos que solíanpreceder sus bajadas al infierno. Resistió con la mayorenergía, pero al fin se siente, como siempre, atada yoprimida hasta quedar su cuerpo muerto. De rodillas, a sulado, las dos madres superioras rezan, suplicando al Señorque no las deje por más tiempo en tan cruel incertidumbre.De pronto notan el leve movimiento que anuncia que Josefavuelve a la vida. Su rostro dolorido muestra los atrocestormentos por los que ha pasado durante aquellas horas. Yhe aquí que, súbitamente, llevándose con viveza la mano alpecho, exclama: «¿Quién me quema?». Allí no hay fuego nicosa alguna que pueda producirlo. El hábito está intacto,pero ella, con un movimiento rápido, lo desabrocha y alpunto se siente un hedor fétido a quemado, mientras venardiendo sobre la carne la ropa interior. La señal de unaextensa quemadura queda en la piel, atestiguando la realidadde este atentado del demonio. Josefa se siente turbada ydeja escapar un grito de desaliento. «Prefiero marcharme»,dice, «porque no quiero ser por más tiempo juguete deldiablo».

Diez veces más quemará el demonio a la pobre Sor JosefaMenéndez, querido lector. Sus heridas curaron lentamente,pero dejaron cicatrices en su cuerpo que la acompañaron ala tumba. Las superioras tuvieron la precaución de guardarvarios trozos de hábito quemado como prueba fiel de lo

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que padeció esta pobre mujer enamorada de todo un Dios.

* * *

CASO DE SANTA FAUSTINA KOWALSKA (POLONIA1905-1938)

Entra usted en una de las historias de fe más hermosas delsiglo XX. ¡Así que alégrese! Pocas almas han calado másprofundamente en mi fe como la de esta maravillosa santapolaca, cuyo diario íntimo se ha convertido en uno de losmayores regalos de misericordia jamás revelados almundo. La venero con extraordinario respeto y le pidoconstantemente intercesión desde el cielo. Son muchos losfavores que me ha concedido y es una de las personas aquien más desearé abrazar en cuanto llegue al cielo.

Santa Faustina fue una mujer silenciosa, tímida y callada, aquien se le aparecía Jesús constantemente para revelar almundo, a través de ella, su imponente amor misericordiosopor los hombres.

Cuando yo conocí su existencia, allá por el año 2000, mi feacababa de florecer, y como le sucede a todo converso,sentía un hambre insaciable de Dios. Buscaba condesesperación información sobre Cristo y sus milagros, suvida y lección de vida... Corría de iglesia en iglesia y de

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teólogo en teólogo, a quienes atiborraba a preguntas hastael hastío. Y sin embargo me costaba un mundo entender alSeñor y sus cosas... La misa seguía siendo un milagroincomprensible para mí, y solo comenzaba a intuir suinmenso poder lleno de misterio. Y fue precisamente SantaFaustina, a través de su diario, quien me enseñó todo sobrela misa y sobre el amor verdadero de Cristo. ¡Benditoregalo del cielo! Gracias a la sabiduría y al gran don dediscernimiento de su director espiritual (quien la obligó aescribir en un cuaderno todo lo que le sucedía con elSeñor), conocemos hoy esta joya sobre el mundosobrenatural del cielo y del infierno. El libro se tituló mástarde Diario de la Divina Misericordia en mi alma , y elbeato papa Juan Pablo II animó vivamente a todos loscatólicos del mundo a que lo leyeran. Fue él quien, cuandofue nombrado obispo de Cracovia, ordenó la investigaciónsobre su persona y obra para discernir una posiblecanonización; y años más tarde, siendo ya Papa, la elevó alos altares en una preciosa ceremonia en el Vaticano. Nome extraña... Desde estas líneas le aconsejo de corazónadquirir y devorar este inaudito diario íntimo que debemosa la tímida pluma de Santa Faustina. ¡Colóquelo en sumesilla de noche hasta la posteridad! Le aseguro que sulectura le enseñará a amar y sentir verdaderamente el amorde Cristo.

Las revelaciones del Diario de la Divina Misericordia en

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mi alma son tan imponentes y el aprendizaje espiritual quese desprende de ellas tan abismal, que comprendo bien porqué el demonio se dedicaba a atormentar a Santa Faustinasin piedad. ¡Estaba claro que esta mujer de Dios iba arobarle muchísimas almas! Y así ha sido.

Igual que Sor Josefa, esta religiosa polaca vivió susexperiencias místicas luchando por ocultarlas bajo unférreo silencio y una exquisita prudencia. Solo su directorespiritual y la madre superiora supieron siempre la verdad,mientras que el resto de las religiosas solo intuían que«algo sobrenatural sucedía con su pequeña hermana». ¡Perocuánto sufrió Sor Faustina con sus experiencias místicas!Unas veces pensaba que había perdido la cordura y otrasque moriría en las garras del demonio, a quien vionumerosa veces y quien la atacó de diversas formas(aunque no de un modo tan feroz como a Sor JosefaMenéndez). A continuación le presento algunos extractosde sus visiones sobre el inferno y del demonio, que sonimponentes joyas de aprendizaje sobrenatural. Cuando losleí la primera vez me atemoricé (¡siempre me pasa, queridolector!), pero luego entendí que no hay mayor idiota que elque no quiere enterarse de la verdad. Ya sabe lo que decíaJesús en Jn (8, 32): «La verdad os hará libres». Pues eso.Así que aquí están, querido lector. Aprovéchese de ellascomo me he aprovechado yo.

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* * *

DESCRIPCIONES SOBRE EL DEMONIO Y ELINFIERNO (POR SANTA FAUSTINA KOWALSKA ENDIARIO DE LA DIVINA MISERICORDIA EN MI ALMA)

1) 9 de agosto de 1934:

Después de la adoración, a medio camino hacia mi celda,fui cercada por una gran jauría de perros negros, enormes,que saltaban y aullaban con una intención de desgarrarmeen pedazos. Me di cuenta de que no eran perros, sinodemonios. Uno de ellos me dijo con rabia: «Como estanoche nos has quitado muchas almas, nosotros tedesgarraremos en pedazos». Contesté: «Si tal es la voluntadde Dios misericordioso, desgárrenme en pedazos, porqueme lo he merecido justamente, siendo la más miserableentre los pecadores y Dios es siempre santo, justo einfinitamente misericordioso». A estas palabras losdemonios, todos juntos, contestaron: «Huyamos, porqueésta no está sola, sino que el Todopoderoso está con ella».Y desaparecieron del camino como polvo, como rumor,mientras yo, tranquila, terminando el tedeum, iba a la celdacontemplando la infinita e insondable misericordia divina.

2) 12 de agosto de 1934:

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De repente mi celda se llenó de figuras negras, llenas defuria y de odio hacia mí. Una de ellas me dijo: «maldita tú yAquel que está en ti, porque ya empiezas a atormentarnosen el infierno». En cuanto pronuncié: «El Verbo se hizocarne y habitó entre nosotros», enseguida esas figurasdesaparecieron ruidosamente.

3) 21 de marzo de 1935:

Hacia el mediodía entré un momento en la capilla y otravez el poder de la gracia golpeó mi corazón. Mientraspermanecía en recogimiento, Satanás tomó un tiesto deflores y con rabia lo tiró al suelo con toda su fuerza. Vitoda su furia y su envidia. No había nadie en la capilla, asíque me levanté y recogí el tiesto roto y replanté la flor, yquise ponerla rápidamente en su lugar antes de que alguienviniera a la capilla. Sin embargo no lo logré, porqueentraron enseguida la madre superiora, y la hermanasacristana, y algunas otras hermanas. La madre superiora sesorprendió de que hubiera tocado algo en el pequeño altar yque el tiesto hubiera caído; la sacristana demostró sudescontento. Yo traté de no excusarme ni justificarme.Pero, al anochecer me sentía muy agotada [...] y pedípermiso para acostarme más temprano. Una vez acostada,me dormí enseguida; no obstante cerca de las once, Satanássacudió mi cama. Me desperté inmediatamente y comencéa rezar con calma a mi ángel custodio. De súbito vi las

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almas que estaban expiando en el purgatorio. Su aspecto eracomo una sombra y entre ellas vi muchos demonios. Unode ellos trató de molestarme arrojándose en forma de gatosobre mi cama y mis pies, y era tan pesado como 40libras... Todo aquel tiempo estuve rezando el rosario; demadrugada aquellas figuras se fueron y pude dormirme. Porla mañana, cuando fui a la capilla, oí en el alma una voz:«Estás unida a Mí y no tengas miedo de nada pero has desaber que Satanás te odia. El odia muchas almas, pero ardede un odio particular hacia ti, porque arrancaste a muchasalmas de su poder».

4) 26 de marzo de 1935:

Terminada la homilía, no esperé el final del oficio porquetenía prisa para volver a casa. Al dar yo algunos pasos, mecerraron el camino toda una multitud de demonios que meamenazaron con terribles tormentos y de dejaron oír lasvoces: «Nos has quitado todo por lo que habíamostrabajado tantos años». Cuando les pregunté: «¿De dóndellegan en tal multitud?», estas figuras malignas mecontestaron: «De los corazones humanos; no nosmolestes». Viendo su tremendo odio hacia mí, entoncespedí ayuda al ángel custodio y en un solo momentoapareció la figura luminosa y radiante del ángel de la guardaque me dijo: «No tengas miedo; estos espíritus no te van ahacer ningún mal sin permiso del Señor». Los espíritus

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malignos desaparecieron enseguida y el fiel ángel de laguarda me acompañó de un modo visible hasta la casamisma.

5) 27 de noviembre de 1935:

En la noche vino a visitarme un alma [...], que me reprochóque antes yo era muy vanidosa y soberbia y que yo ahoraintercedía mucho por otros teniendo aún algunos defectos.Contesté que había sido muy soberbia y vanidosa, pero queya me confesé e hice penitencia por mi estupidez y queconfío en la bondad de mi Dios [...]. Aquella alma empezó ahacerme reproches: «¿Por qué no quieres reconocer migrandeza? Todos me reconocen por mis grandes obras, ¿porqué solamente tú no me das gloria?». Entonces vi que enaquella figura estaba Satanás y dije: « A Dios mismo esdebida la gloria, ¡lárgate, Satanás!». Y de inmediato esaalma cayó en un abismo horrible, inconcebible,indescriptible; y dije a aquella miserable alma que yo se lodiría a toda la Iglesia.

6) 24 de noviembre de 1935:

Por la noche, mientras escribía, oí en la celda esta voz:«No salgas de esta congregación, ten piedad de ti mismapues te esperan grandes sufrimientos». Cuando miré haciaallí de donde salía la voz, no vi nada y continué escribiendo.

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De repente oí un ruido y estas palabras: «Cuando salgas, tedestruiremos. No nos atormentes». Cuando miré vi muchosmonstruos feos; cuando hice con el pensamiento la señalde la cruz, se disiparon todos inmediatamente. Quéhorriblemente feo es Satanás; pobres las almas que tienenque vivir en su compañía. Verlo solamente es másrepugnante que todos los tormentos del infierno.

7) 11 de octubre de 1936:

Esta noche, mientras escribía [...] Satanás irrumpió en micelda con gran rabia y furia. Tomó el biombo y se puso adespedazarlo y quebrarlo. En un primer momento measusté un poco, pero enseguida con un pequeño crucifijohice la señal de la santa cruz; la bestia se calmó enseguida ydesapareció[...]. La rabia de Satanás es terrible. El biombono estaba despedazado ni quebrado; con toda tranquilidadseguí escribiendo. Sé bien que sin la voluntad de Dios,aquel miserable no me tocará [...]. Comienza a asaltarmeabiertamente y con tanta rabia y tanto odio, pero noperturba mi paz ni por un momento. Y esta serenidad míaprovoca su rabia.

8) 1938 (día sin especificar en el diario):

Mientras escribo este diario oigo el rechinar de dientes deSatanás que no puede soportar la misericordia de Dios y

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arroja los objetos en mi celda; pero siento dentro de mí unafuerza de Dios tan grande que no me importa nada la rabiadel enemigo de nuestra salvación, y sigo escribiendotranquilamente.

Y ahora, y para finalizar, le presento una descripción delinfierno de boca de esta espectacular alma de Dios. Leaclaro que esta revelación me cambió el corazón parasiempre. Sé que soy pura miseria, tengo mil defectoshumanos que me cuesta un mundo corregir, pero le aseguroque después de conocer esta revelación, nada deseo másque ir al cielo... El infierno existe, querido lector, y debeser un verdadero espanto:

9) 20 de octubre de 1936. Santa Faustina describe elinfierno:

Hoy he estado en los abismos del infierno conducida porun ángel. Es un lugar de grandes tormentos. ¡Quéespantosamente grande es su extensión! Los tipos detormentos que he visto: el primer tormento que constituyeel infierno es la pérdida de Dios; el segundo, el continuoremordimiento de conciencia; el tercero, saber que aqueldestino no cambiará jamás; el cuarto tormento es el fuegoque penetrará el alma, pero que no la aniquilará. Es untormento terrible; un fuego puramente espiritualincendiado por la ira divina; el quinto tormento es la

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oscuridad permanente, horrible y el sofocante olor. Y apesar de la oscuridad, los demonios y las almas condenadasse ven mutuamente y ven todos el mal de los demás y elsuyo. El sexto tormento es la compañía continua deSatanás; el séptimo tormento es una desesperacióntremenda, el odio a Dios, las imprecaciones, lasmaldiciones, las blasfemias. Éstos son los tormentos quetodos los condenados padecen juntos, pero no es el fin delos tormentos. Hay tormentos particulares para distintasalmas, que son los tormentos de los sentidos: cada alma esatormentada de modo tremendo e indescriptible con lo queha pecado. Hay horribles calabozos, abismos de tormentosdonde un tormento se diferencia de otro. Habría muerto ala vista de aquellas terribles torturas, si no me hubierasostenido la omnipotencia de Dios. Que el pecador sepa:con el sentido que peca, con ése será atormentado por todala eternidad. Lo escribo por orden de Dios, para queninguna alma se excuse diciendo que el infierno no existe oque nadie estuvo allí ni sabe cómo es.

Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, estuve en los abismosdel infierno para hablar a las almas y dar testimonio de queel infierno existe. Ahora no puedo hablar de ello; tengo laorden de dejarlo por escrito. Los demonios me tenían ungran odio, pero por orden de Dios tuvieron queobedecerme. Lo que he escrito es una débil sombra de lascosas que he visto. He observado una cosa: la mayor parte

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de las almas que allí están, son las que no creían que elinfierno existe. Cuando volví en mí no pude reponerme delespanto, qué terriblemente sufren allí las almas. Por esoruego con más ardor todavía por la conversión de lospecadores; invoco incesantemente la misericordia de Diospara ellos.

* * *

Bueno, ¡uf!... Ya está. Ha pasado usted la prueba y ya sabelo que dos almas escogidas por Dios han experimentadosobre el infierno aquí en la tierra. Ambas eran religiosascatólicas que sobrevivieron para contárnoslo. No son lasúnicas que han pasado por ello (¡miles de santos hanpadecido lo mismo!), y no serán las últimas tampoco. Dioses sabio y misericordioso y utiliza estas pobres almascomo maestras del más allá infernal, no para aterrorizarnosa todos, sino para que la humanidad pueda aprender yaprovecharse de tales conocimientos sobre el más allá.

Y ahora asómbrese de lo que le voy a anunciar: no solo lossantos o los contemplativos han pasado por estas pruebas,¡le ha sucedido a gente de lo más normalita! Y por ello enel capítulo siguiente le presentaré dos casos en pleno sigloXXI, que han padecido experiencias muy similares a las delos santos católicos más conocidos; ambas personas noprofesan la fe católica, sino la protestante, y lo más

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curioso es que sin haber sido profundamente creyentes,fueron elegidos por Dios, al igual que Santa Faustina o SorJosefa Menéndez, para vivir el infierno, sobrevivirlo ycontar al mundo sobre su verdadera existencia.

Pero antes de pasar página y como siempre hago, aquí ledejo un pequeño regalo. ¿Ya creía que se me habíaolvidado, eh? ¡No, querido lector! Yo nunca me olvido denada importante que pueda ser de ayuda para su crecimientoespiritual. En esta ocasión se trata de una oración muypoderosa que le protegerá en momentos de miedo yansiedad, o cuando sospeche que el mal le acecha. Ya sabeque toda oración presentada a Dios con fe, muevemontañas. Así que: ¡ánimo! De miedo, nada.

ORACIÓN CONTRA TODO MAL (¡MUY PODEROSA!)(AUTOR ANÓNIMO)

Espíritu del Señor, Espíritu de Dios, Padre, Hijo y EspírituSanto; Santísima Trinidad, Virgen Inmaculada, ángeles yarcángeles, santos del paraíso: descended sobre mí.

Fúndeme, Señor. Modélame, lléname de Ti, utilízame.Expulsa de mí todas las fuerzas del mal, aniquílalas,destrúyelas para que yo pueda estar bien y hacer el bien.Expulsa de mí los maleficios, las brujerías, la magia negra,las misas negras, los hechizos y ataduras, las maldiciones y

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el mal de ojo; la infestación diabólica, la posesióndiabólica y la obsesión y perfidia; todo lo que es mal,pecado, envidia, celos, enfermedad física, psíquica, moral,espiritual y diabólica. Quema todos estos males en elinfierno, para que nunca más me toquen a mí ni a ningunaotra criatura en el mundo.

Ordeno y mando con la fuerza de Dios omnipotente, ennombre de Jesucristo Salvador, por intercesión de laVirgen Inmaculada, a todos los espíritus inmundos, a todaslas presencias que me molestan, que me abandoneninmediatamente y que se vayan al infierno eterno,encadenados por San Miguel Arcángel, por San Gabriel, porSan Rafael, por nuestros ángeles custodios, aplastados bajoel talón de la Virgen Santísima Inmaculada. Amén.

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Capítulo 4BAJADA AL INFIERNO DE DOSPROTESTANTES: LOS CASOSINAUDITOS DE BILL WIESE Y

TAMARA LAROUX (ESTADOS UNIDOS)

La noche se me hace interminable y las pesadillas meacosan hasta el amanecer. Mi carne está cubierta de

gusanos y de costras terrosas, mi piel agrietada, no dejade supurar.

(Job 7, 4-5)

Querido lector: ya le digo desde ahora que estos dosnuevos ejemplos no son los únicos. ¡He encontrado unnúmero muy elevado de personas que han vividoexperiencias parecidas! Si me limito a exponerle aquí solodos casos, es nuevamente porque no deseo matarle delsusto o aterrorizarle para siempre. Mi labor en este ensayoes abrirle los ojos a la realidad de la existencia del cielo ydel infierno, no la de provocar un ataque al corazón a mislectores. Y le vuelvo a recordar que, si lo hago, no es por

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agrado, sino porque he entendido, a través de muchas horasde oración, que era mi manera de ser útil a Dios a pesar demis extraordinarias limitaciones, utilizando el único donque tengo: el de mi pluma. El que usted crea lo queexpongo o que lo rechace como una sarta de mentiras, noes de mi incumbencia, sino la del Espíritu Santo. Solo Élpuede tocar las almas de mis lectores. Dicho esto y antesde seguir, creo ahora de enorme importancia dejar claroque los dos casos que a continuación le presento no puedengozar de aprobación eclesiástica católica porque provienende dos personas protestantes. Mi postura ante lasreligiones siempre ha sido la del respeto. Creosinceramente que la paz proviene de proteger la dignidad dela persona en toda su esencia, y esto incluye el tipo decreencias religiosas que profese. Solo corrigiéndonos conamor podremos crecer unidos hacia Dios, pues cuando loshombres no se aman o se escuchan entre ellos, acabanmal...

Tampoco puedo negar ni olvidar que si tengo fe, se la deboa una mujer anglicana. Ella fue quien allá por el año 2000me relató los acontecimientos que sucedían en Medjugorjey quien, con gran amor y paciencia, me convenció para ir aperegrinar a ese pueblito. El Señor entonces se valió deella y de su cristianismo (tan alejado en ciertos aspectosfundamentales del catolicismo, como la consideración dela verdadera existencia del cuerpo y la sangre de Cristo en

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un trozo de pan y en un copón de vino consagrados), parallegar como un huracán a mi corazón. ¿Dónde estaría hoysin aquella conversión? Probablemente anestesiadaespiritualmente, perdiendo el tiempo en tonterías y sumidaen el más burdo agnosticismo. Este escrito no estaría ahoraentre sus manos, y fíjese usted qué pena: tampoco nosconoceríamos usted y yo. Pero hoy sé que Jesús amaincondicionalmente a todos los hombres (sin tener encuenta si son católicos o no).

El que sigue a Cristo es denominado «cristiano» y entre loscristianos existe diversidad de manifestaciones de fe comoluteranos, presbiterianos, pentecostales, evangelistasmetodistas, etc. Por todos padeció Jesús clavado en unmadero. Eso es lo que me ha enamorado de Él y solo poreso, Él lo es todo para mí.

* * *

Supongo que ya tendrá ganas de saber qué les pasó a estosdos protestantes y por qué sus testimonios me parecenabsolutamente necesarios en este escrito. Hablemos puesde ellos antes de que se muera de la curiosidad. Se trata dedos personas, un hombre y una mujer norteamericanos, que(hasta lo que he podido averiguar), no se conocen entre sí.No obstante sus experiencias difieren en pocos matices yellos, aun siendo protestantes, han sido capaces de darme

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una monumental lección sobre lo que es el infierno y sobrequién es el demonio. Sus conferencias derraman una claraintención ecuménica, una base que se acerca enormementea las verdades escatológicas católicas sobre la existenciadel demonio y del infierno, y en ellas no he encontradoningún matiz que contradiga un ápice las enseñanzascatólicas al respecto. Para tener mayor seguridad y noconfundir al lector, además he acudido a dos sacerdotesformados en escatología de mi total confianza, y lasconclusiones de ambos han sido positivas en cuanto a loscontenidos, subrayando que resultan altamente positivospara la formación católica.

Hay un aspecto en ambos casos que, además, me haagradado especialmente: suplican hasta la saciedad que eloyente no les crea por el hecho de que lo cuenten ellos,sino porque después de experimentar tan terrorífica visitaal infierno, han descubierto que lo visto y vivido tienefundamento bíblico, y todo estaba ya reflejado en la Palabrade Dios (en la Biblia). El caso de Bill Wiese esespecialmente sorprendente en este sentido, dada labarbaridad de citas bíblicas que encontró tras vivir suexperiencia, que reflejaban a la perfección todo lo que vioy escuchó en el infierno.

No sucede así en el caso de Tamara Laroux. En susconferencias se aprecia que es menos docta en el

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conocimiento de la Sagrada Escritura, y es fácil darsecuenta al escucharla de que no ha profundizado en labúsqueda de similitudes escritas. No obstante, este hechoda bastante credibilidad a sus palabras, pues al estudiarlasyo personalmente, tampoco he encontrado nada en ellasque contradiga la enseñanza católica sobre el infierno.

A modo de resumen, y antes de sumergirnos en lashorrorosas descripciones que del infierno dan, le expongoaquellos puntos claves en los que ambos han coincidido:

1. Que el hombre de hoy ha perdido la noción depecado, de la existencia del demonio y del infierno.

2. Que las iglesias cristianas evitan pronunciarseclaramente sobre ellos y que esto es un gran errorante los ojos de Dios.

3. Que en el infierno no se duerme y no hay reposo, yque el descanso no es sino un regalo de Dios para loshijos que le aman y que han elegido estar junto a él.

4. Que no encontraron justos en ese horrible lugar.5. Que el calor era insoportable y capaz de exterminar a

todo ser viviente de la tierra.6. Que la sed que sufrieron allí era infinita y capaz de

matar en un segundo.7. Que el aire era irrespirable a causa de una

extraordinaria toxicidad.

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8. Que la soledad y el miedo atroz que experimentaronno puede encontrarse ni en las mayores contiendasbélicas de la tierra.

9. Que las alimañas y los gusanos, efectivamente,comen los cuerpos, pero sin consumirlos nunca (Mc9, 43-48).

10. Que ahí el miedo y la ansiedad son perennes.11. Que supieron que el infierno está situado en el centro

de la tierra.12. Y que sus cuerpos fueron ahí torturados, destruidos,

quemados, despellejados y destrozados, pero que eltormento es constante y la destrucción permanente,sin permitir que el alma perezca nunca.

¡No me vaya a decir ahora que tiene miedo de seguiradelante, querido lector! Debe saber lo que les sucedió y loque vieron, para ofrecer su alma a Dios y rogarle que leproteja siempre del mal. Recuerde que el infierno no fuecreado para el hombre, sino para Satanás y sus seguidores.Nuestra meta y destino es el cielo. Pero estos casos sonimportantes, altamente creíbles, positivos y recomendablespara la fe católica. Así que, ¡adelante! ¿Está preparado,querido lector? ¿Sí? Venga entonces... Adéntrese en elinfierno sin miedo. Recuerde que Jesús mismo leacompaña.

CASO I: BILL WIESE, UN PROTESTANTE EN EL

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INFIERNO

Bill Wiese es norteamericano, está casado con una mujerpreciosa y ronda los cuarenta años. Desconozco si tienehijos, pues en sus conferencias no los menciona. Laprimera vez que oí hablar de él fue en el año 2003, en bocade una amistad católica que había contactado con su oficinavía e-mail. Quedó tan impresionada con lo que descubriósobre su experiencia que me avisó de inmediato, y no dudéun segundo en investigar por mi cuenta. Encontré muchainformación sobre él, adquirí su libro y procuré escuchartodas las conferencias que, sobre su brutal experiencia,están disponibles en medios audiovisuales. No medesanimó saber que no era católico, pues a veces losevangélicos y protestantes son más valientes que loscatólicos a la hora de proclamar ciertas verdadesescatológicas.

No obstante ha sido muy difícil para mí seleccionar datossobre sus imponentes descripciones del infierno, dado queson numerosísimos y extraordinariamente ricos. Ademáshan sido posteriormente verificados en citas bíblicas. Porello, y tras un minucioso estudio que me ha supuesto unverdadero quebradero de cabeza, concluí presentarle soloaquellas anécdotas que, a mi modo de ver, son másimpresionantes y enriquecedoras a nivel escatológico.Espero no defraudarle con mi minuciosa selección, y

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créame cuando le digo que me hubiera gustado contarlemucho más, pero esto me habría obligado a escribir unaenciclopedia solo sobre este caso y usted me hubieraenviado, con bastante probabilidad, a freír espárragos.

Ojalá que mi selección le sirva al menos para iluminarlesobre la verdadera existencia del infierno y del demonio.

* * *

Nuestro protagonista relata una impresionante anécdotaque me ha dado muchas vueltas a la cabeza... Se trata dealgo que le sucedió cuando era aún un muchacho, y nada ninadie podía predecir lo que en un futuro experimentaríasobre el mundo sobrenatural. Era entonces un enamoradode las olas y del surf, y con esa sensación de prepotenciaante el peligro que solo provoca la adolescencia, seconsideraba inmortal. ¡Muy pronto se daría cuenta de lomuy equivocado que estaba! Porque un soleado día deplaya, mientras surcaba las olas junto a un grupo deamigotes subido a su tabla de surf, fueron atacados por untiburón. El escualo mordió primero la pierna de uno de suscompañeros (que la perdió), y dejándole muy herido leabandonó para lanzarse sobre la tabla de Bill, a quienderribó de un gran golpe. Le agarró una pierna con supotente mandíbula y comenzó a sumergirle en lasprofundidades del mar. Bill, presa de un justificado pánico,

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se percató de cómo el tiburón tiraba de él y supo sinninguna duda que moriría en cualquier instante. Fueentonces cuando, en una milésima de segundo, oró contodo su corazón diciendo a Dios: «Jesús, te entrego mialma». ¡Y justo en ese instante el tiburón liberó su pierna yse perdió en la profundidad del océano! Bill fue salvado porsus compañeros, quienes aterrorizados le ingresaron juntoa su amigo (que sí quedó lisiado para siempre). El dañofísico de Bill fue superficial y las heridas cicatrizaronpronto. Pero jamás pudo olvidar su espantosa aventura, ydesde entonces se preguntaba qué podría haber pasado paraque la fiera marina le dejara con vida tras su oración. Atodas luces parecía que tenía que haber perecido... ¿AcasoDios había escuchado su desesperada plegaria y habíaactuado porque tenía planes extraordinarios para su futuro?

Pasaron los años. Bill se enamoró de una muchachitapreciosa llamada Annette y se casaron. Son cristianosdevotos (en sus conferencias no especifica qué confesiónreligiosa profesan aunque a todas luces son protestantes), ya día de hoy siguen muy enamorados. Profesionalmente sededican al mundo de las ventas inmobiliarias.

La noche del 22 de noviembre de 1998 había comenzadode una forma absolutamente normal. Bill y Annette habíanestado pasando la tarde en casa de unos íntimos amigos,cenaron con ellos, y a las once de la noche regresaron a

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casa. Se acostaron y a las once y media cayeron en unreparador sueño.

A las 3.23 de la madrugada Annette despertó sobresaltadaal escuchar unos terribles gritos provenientes del salón,situado en el piso inferior (sabe que eran las 3.23 porqueechó una mirada rápida a su despertador). Miró hacia sulado y descubrió que su esposo no estaba en la cama.Angustiada saltó de la cama y corrió hacia el descansillo,desde donde vio a su esposo en el piso de abajo sobre laalfombra del salón, en posición fetal, gritando desesperado.Bajó las escaleras y se abalanzó sobre Bill, quien en cuantola vio vociferó: «¡AYÚDAME, POR FAVOR! ¡REZA,REZA! ¡EL SEÑOR ME HA LLEVADO AL INFIERNO!¡REZA, ANNETTE! ¡TENGO SED, ME AHOGO!». Annettecorrió hacia la cocina y regresó con un vaso de agua, queBill bebió como si llevara días recorriendo un desoladodesierto. Entonces, de rodillas y agarrando a su esposo porel pecho, comenzó a rezar con todo su corazón. Poco apoco Bill logró recobrar la totalidad de sus sentidos ycomenzó a serenarse...

* * *

EXTRACTOS DE CONFERENCIAS IMPARTIDAS PORBILL WIESE SOBRE SU BAJADA AL INFIERNO(ESTADOS UNIDOS, 2006)

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No sé cómo me desperté ni cómo llegué al salón de casaaquella noche, pero les aseguro que en mi alma sé que fue alas tres en punto cuando todo aquello comenzó. Sé que elSeñor tomó mi alma y a esa hora la condujo al infierno, ypermitió que estuviera encerrado en una especie de extrañacelda. No tuve ningún entendimiento del porqué hasta queaquello finalizó. Fue después de vivir ese espanto cuando elSeñor me lo explicó todo.

[...] La celda era como cualquier celda que ustedes puedanimaginar: con barrotes, oscura, sucia, maloliente y conparedes de piedras gruesas. Lo primero de lo que mepercaté fue de un espantoso e inexplicable calor.Inmediatamente pensé: «¿Cómo aguanto este calor? ¡No sepuede sobrevivir a esta temperatura!», porque el calor eramuchísimo más poderoso que lo que cualquier cuerpobiológico de la tierra pueda soportar sin consumirse en uninstante. Me di cuenta de que estaba desnudo sobre elsuelo, absolutamente vulnerable y sin movimiento. ¡Notenía fuerza alguna en mi cuerpo y por ello no me podía nimantener en pie! Toda mi energía, todos mis órganospermanecían quietos a causa de un extraordinarioagotamiento. Era como si hubiera enfermado de todas lasenfermedades posibles que pueden darse en la tierra.

[...] Olvidé (mejor dicho, el Señor bloqueó) mis recuerdossobre mi devoción cristiana. Esto lo entendí después...

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Cuando una persona está en el infierno, tiene unconocimiento absoluto sobre una gran realidad: que jamássaldrá de ahí. Y no recordé haber amado a Jesús. Por eso elSeñor me bloqueó tal recuerdo de la memoria: para quepudiera explicar luego al mundo lo que es vivir en elinfierno con la más absoluta ausencia de Dios. Esto es lopeor que se experimenta allí: la total y abrumadoraausencia de Dios... Uno sabe que Dios existe, pero nopuede recordarle, ni amarle, ni nada parecido. Es muydifícil de explicar... Solo cree que le ha perdido, y unodesea entonces morir de tristeza, pero no puede, porquesabe que ya está muerto en la tierra. Sin embargo el almano puede morir jamás. Entonces la desesperación consumetodo el ser y la angustia es atroz.

[...] Estando así, desesperado y sin saber que Cristo mepodía salvar (porque ya no le recordaba como Salvador) medi cuenta de que en la celda no estaba solo: dos imponentessombras comenzaron a dibujarse en la oscuridad. Eran doscriaturas horribles, dos monstruos como jamás había vistoen la tierra. Ni los animales más grotescos de nuestromundo se parecían a aquellas figuras. Eran gigantescos,tenían garras y me miraban con un odio tal que me hicieronestremecer al instante. Ambos eran deformes y susmiembros asimétricos (un pie enorme, el otro mucho máspequeño, un hombro deformado, la espalda torcida, etc.).Los rostros eran espantosos: no existen palabras para

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describirlos. Supe que eran demonios, y cuando vi despuésmuchos más, me di cuenta de que todos eran diferentesfísicamente, aunque a cada cual más grotesco yespeluznante.

[...] El aire u oxigeno era irrespirable, tóxico al límite de loinfinito. Estas criaturas olían tan espantosamente a podridoque noté que mi organismo no resistiría y moriría solo conolerles. Pero es que todo olía igual de mal... Me recordabaal olor del azufre aquí en la tierra, pero billones de vecesmás potente, mucho peor y más tóxico; infinitamentevenenoso. Noté que me asfixiaba, pues además del pútridoolor del aire, estaba tan caliente que mis pulmones serecalentaron y se quemaban con solo tomar una pequeñabocanada. Me preguntaba por qué no moría de una vez, y sinembargo, no lo hacía. Yo no comprendía por qué, pues en latierra hubiera muerto en un instante.

[...] Las horribles criaturas andaban de un lado a otro en lacelda como esperando algo, o a alguien, hasta que depronto se percataron de mi presencia. Hablaron entreellas... Yo entendía todo lo que decían, pero no era unidioma comprensible aquí en la tierra. No se puede explicarpor qué yo tenía todos mis entendimientos al límite de laperfección, porque todo lo captaba y comprendía. Supe asíque estaban blasfemando contra Dios sin descanso. Sabíaque me odiaban, que deseaban despedazarme. Entonces

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comenzó la tortura.

[...] La más corpulenta de aquellas criaturas (comprendí a laperfección que eran demonios), me agarró y me lanzócontra la pared. Noté cómo todos los huesos de mi cuerpose rompían en mil pedazos. El dolor era indescriptible. Eraun dolor absolutamente real, físico, como el que puedesentir un cuerpo aquí en la tierra que experimenta lomismo. Deseé morir, ¡pero no moría! Solo a causa de aquelgolpe tenía que haber muerto en ese instante. La otracriatura se abalanzó contra mí y me desgarró el pecho y losintestinos con unas afiladas y gigantescas uñas. Vi cómocaían al suelo despedazados... ¡Pero de mi organismo nobrotaba sangre ni agua! (después, con el paso del tiempo,estudié a fondo en la Sagrada Escritura cada mínimaexperiencia ahí vivida, y encontré que en algún pasaje seexplicaba que en el infierno no había sangre ni agua. Peroeso fue mucho tiempo después). Me cogió la cabeza y laaplastó hasta dejarla en una fina línea de residuoscerebrales. Me arrancaron los brazos y las piernas; medespedazaron totalmente... Mi entendimiento seguía alertay en estado perfecto. En esos momentos mi inteligenciame gritaba una espantosa realidad: no estaba muerto y no loestaría nunca, sino que «reviviría eternamente para sereternamente atormentado». En el infierno no se muerenunca; solo se sufre de forma constante, por una eternidad.

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[...] No sé ni cómo logré arrastrarme fuera de la celda, perolo logré... Y entonces todo quedó imbuido en la mayoroscuridad. Comprendí así que, mientras estuve en la celda,pude ver algo, y si fue así, se debía a una misteriosa yoculta presencia de Jesús. Él debía de estar algo cerca, supresencia debía de ser mínima, pero estaba, ya que solo éles luz en el infierno. Todo lo demás está imbuido en la másprofunda oscuridad, a excepción de un fuego que vi mástarde, en otra parte del infierno. Pero eso fue minutosdespués. Sé que en ese momento me di cuenta de queJesús, a pesar de todo, estaba por allí. Sin Él no hubierapodido ni captar la sombra de los dos demonios que meatormentaron. Creo que lo permitió para que yo pudieraluego contar al mundo todo lo que vi en aquella malolientecelda.

[...] Me arrastraba sobre un suelo putrefacto y entonceslogré vislumbrar al fondo de un vastísimo espacio, como alo lejos, un brillo en forma de fuego. Fijé la vista ycomprobé que provenía como de la boca de un inmensovolcán lleno de llamas del que brotaban gritos y lamentosespantosos. El dolor que sentía mi cuerpo seguía siendoabsolutamente real e insoportable, como el dolor físicoque se siente aquí en la tierra durante una terrible tortura.Mis miembros estaban unidos otra vez, y yo sabía que iba aser irremediablemente torturado de nuevo.

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[...] De pronto alguien me condujo hacia la abertura de esefuego o a esa especie de boca de volcán ardiente (luegoentendí que fue Jesús, pero en ese momento Él aún no medejaba percatarme de su presencia). Todas las personas quevi en esa gran boca ardiente eran adultos, no vi niños; peroeran millones y millones de personas gritando a la vezllenos de terror y de miedo. Algunos blasfemaban, perosufrían terriblemente. Intentaban salir trepando por esaboca pero aquel fuego los atraía de nuevo hacia sí y losdevoraba, o los demonios les empujaban hacia dentro denuevo... Yo vi fuego real, no era una imagen o una visión.Era real, real, real... Les aseguro que era real. Tiempodespués, leyendo la Biblia comprendí que muchas partesque se consideran como metafóricas no lo son en realidad:(Lc 16, Mt 13, 45, etc.). Pueden creerme o no, pero yo lesvi, y se quemaban verdaderamente de forma física. No meimporta que no me crean. Yo cuento esto a todo el mundocon todo mi corazón para que no se dejen engañar pensandoque el infierno o el demonio no existen, porque sonrealidad.

[...] La idea que uno tiene sobre sí mismo en el infierno esde ser una nada absoluta, un desecho, un desperdicio inútilal que nadie ama y al que nadie necesita, pero que es dignode ser odiado y torturado por todos. También el cansancioes total: nunca se descansa. El cuerpo se agota, se resientehasta límites mortales, pero no puede impedir ser

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torturado, vejado, maltratado... La necesidad de dormir esimperante, pero no puedes dormir, no se permite al cuerpodormir; éste es un terrible tormento también. Todo lohermoso que tenemos en el mundo, todo lo que nos gusta:amar, comer, dormir, descansar, conversar, tener amigos,disfrutar de la naturaleza, todo lo bueno que existe aquí yque hemos experimentado en la tierra, eso no existe en elinfierno. Comprendí entonces que todo lo que tenemoshermoso en el mundo son regalos de Dios, incluso lascosas más elementales como la luz, el aire limpio, elagua... Y ninguna de estas cosas valiosas, ¡ni una sola!, estáen el infierno.

[...] No sé por qué digo esto, pero tuve un conocimientoque he meditado mucho después: sentía que estaba en elfondo de la tierra, o en su centro.1 Vi muchas celdasextrañas y horrorosas ahí dentro... Y en cada una había unpobre condenado. Y entendí que cada hombre condenadotiene su celda en el infierno, de forma individual, porquecada hombre ha pecado de forma privada.

1 Otra de mis santas favoritas católicas, Anna CatherineEmmerich, en sus visiones vio que el infierno estaba en elcentro de la tierra.

[...] De pronto una tristeza inconmensurable me invadió porcompleto, porque en un flash recordé a mi preciosa

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esposa. Pensé que se aterrorizaría al despertare en lamañana y descubrir que yo ya no estaba. Temí que pensaraque la había abandonado. ¡Y necesitaba tanto su ayuda!¡Necesitaba que ella rezara! Porque otra cosa que descubríes que en el infierno ya no se puede rezar. Simplemente lacapacidad de rezar ha desaparecido, no existe, porque sedesprecia a Dios y a todas su cosas.

[...] La sed me abrasaba por dentro. Era como sicomprendiera de pronto que el agua es pura vida.Comprendí que el agua es uno de los dones más ricos queDios ha dado al mundo y en ese momento sentí unanecesidad tan tremenda de beber que creí que la lengua seme despedazaría como papel quemado.

[...] Inesperadamente algo comenzó a iluminarse a mialrededor. Era como una luz que me llamaba, que meconducía... Y vi cómo se formaba un túnel. Corrí hacia eltúnel; algo me decía al corazón que Jesús estaba dentro deesa luz, y me llamaba, me empujaba a ir hacia Él... Entoncesoí una voz que dijo: «Mis hijos no creen que esto existe; nisiquiera mis hijos más cercanos creen que existe eldemonio o el infierno. Debes contárselo al mundo. Hazlo.Y di también que vendré al mundo y que lo haré pronto». Yentonces recobré los sentidos en el salón de mi casa, enlos brazos de mi esposa, quien oraba junto a míasustadísima e intentaba consolarme. Grité: «¡Agua, agua,

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dame agua! ¡Me quemo, me abraso por dentro!»2.

* * *

Bill se pregunta muchas veces porqué fue escogidoprecisamente él para esta imponente misión, y aclara en susconferencias que jamás pidió que le sucediera algosemejante. Se considera un pecador como cualquiera ymuchas veces bromea diciendo que no se parece nada a laMadre Teresa. Su vida cambió radicalmente esa noche, ycon sus conferencias, ha podido cambiar las vidas demillones de personas. Su único deseo es cumplir laimportantísima misión que Dios le ha encomendado, yaclara que no es él quien deberá dar cuentas sobre nuestraatención a su relato. El que le creamos forma parte de laresponsabilidad de Dios y de nuestra libertad.

* * *

2 Algunas de las citas bíblicas que tras su terribleexperiencia le recordaron detalles minuciosos sobre lo quevio y vivió: (Job 17, 16), (Jonás 2, 6), (Dt 32, 22),(Jds 7),(Mt 10, 28), (Mt 5, 29), (Prov 1, 12), (Jb 33, 22), (Dt 32,24), (Rom 1, 28-31), (Ez 28, 14-16), (1 Cor 10, 10), (Mt18, 34), (Is 14, 9-10), (Sal 50, 22), (Sal 32, 10), (Jb 31, 3),(1 Sam 2, 10), (Miq 3, 2), (Mc 9, 18-22), (Zac 9, 11), (Lev17, 11), (Lc 16, 24), (Mc 9, 25), (2 Tes 1, 9), (Prov 10,

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24), Sal 49, 19), (Lc 22, 53), (2 Pe 2, 17), (Prov 20, 20),(Jb 10, 22), (Sal 6, 5), (Sal 115, 17), (Sal 50, 22), (Sal 115,17), (Sal 11, 6-7), (1Cor 10, 10), (Sal 140, 10), (Jb 26, 6),(Ap 16, 15), (Ap 14, 11), (Is 57, 21), (Ez 7, 25), (Heb 10,28-29), (Sal 86, 13), (Sal 88, 6), (Jds 6), (Ez 26, 20), (IS 5,14), (Sal 88, 6), (Ez 32, 18), (Ez 32, 24), (Sal 143, 3), (Mt24, 41), Prov 11, 7), (Mt 9, 43-48) etcétera...

CASO II: TAMARA LAROUX, LA BAJADA ALINFIERNO DE UNA ADOLESCENTE

Por pura misericordia de Dios, Tamara Laroux está viva, eshoy una preciosa mujer de treinta años y por fin es feliz.Pero no era así cuando fue una adolescente. Entonces erasolo una muchachita solitaria y asustada, desgraciada,tímida y profundamente herida, a causa del terrible vacío enel que le había sumido el agrio divorcio por el queatravesaban sus padres. Y era tanta su tristeza, que deseómorir... Los gritos, las peleas y los insultos que sepropinaban, la dejaban en un estado de tristeza yvulnerabilidad tal, que pronto se acostumbró a encerrarseen su cuarto, echar la llave y pasar largas horas pensando enacabar con su dolor. Sintiéndose siempre erróneamenterechazada por sus padres (que la amaban mucho a pesar desus desavenencias), sola y perdida, un fatídico díadescubrió que se había rendido a la vida. Y entonces,atormentada por sus inseguridades y una fuerte depresión

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adolescente, una triste mañana tomó la más temibledecisión: acabaría lo antes posible con su vida disparándoseuna bala en la sien.

Desgraciadamente en Estados Unidos no es complicadoadquirir un arma y mantenerla en el hogar, querido lector.La madre de Tamara había adquirido una con la intención dedefender a su familia en caso de robo. Tamara lo sabía, y loque es peor: conocía su escondite en la mesilla de nochedel dormitorio principal. Se encaminó hacia él, tomó lapistola y se escondió con ella en un vestidor. Miró el armaunos segundos mientras la acariciaba con unostemblorosos dedos. El corazón le palpitaba frenéticamentey se vio envuelta en un terrible miedo... Pero suspensamientos la empujaban irremediablemente hacia unasola idea: acabar de una vez con su sufrimiento. Así queacarició la culata y apuntó el cañón a la cabeza, y elevandola voz gritó desesperadamente: «¡Perdóname, Señor!». Enese instante, justo cuando se disponía a apretar el gatillo,una voz tierna, masculina y llena de amor le habló alcorazón. «No apuntes a la cabeza», dijo. Y entonces, de unaforma misteriosa, tuvo en forma de flash una visión muyclara sobre sí misma: se vio dañada irreparablemente acausa de una bala alojada en el cerebro, con todo el cabelloempapado en sangre y la cara desfigurada para siempre.Aterrorizada y pensando en la terrible escena queencontraría su familia, pero aún decidida a matarse para

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acabar con su sufrimiento de una vez, deslizó la pistolahacia el corazón y... ¡disparó! Solo tenía quince años.

La muchachita notó cómo su vida se desvanecía en uninmenso charco de sangre. Su pulmón había sido perforadopeligrosamente, pero, por un increíble milagro, la bala nodañó ningún vaso primario del corazón. Entonces Tamaravio cómo su alma se desprendía del cuerpo y viajaba amayor velocidad que la luz, atravesó el suelo y cayó en unterrible abismo situado en el centro de la tierra. Fue asícomo comprendió la más espantosa de las realidades: sehabía condenado.

* * *

EXTRACTOS DE LAS CONFERENCIAS IMPARTIDASPOR TAMARA LAROUX SOBRE SU BAJADA ALINFIERNO (ESTADOS UNIDOS, 2003)

Cuando caí hacia el fondo de la tierra, el terror se ibaapoderando de mí de forma espantosa. Algo dentro de miser explotó... Todo era calor, quemaduras en el interior demi cuerpo. ¡Y qué olor! Era el más horrible que yo jamáshabía experimentado en la tierra. ¡E invadía todo miorganismo como si su origen fuera yo misma! Perotambién estaba en el aire que me rodeaba completamente,el aire exterior a mi cuerpo. ¡Era el olor al infierno! Lo

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intentaré describir como una mezcla extraña de gasestóxicos y azufre; era tan repugnante que creí morir alinhalarlo.

[...] Miré alrededor y vi que todo eran llamas de las quebrotaban gritos espeluznantes de gente; comprendí que erangritos de muerte. ¡Y supe que yo me había convertido enparte de la muerte y que ya formaba parte de aquel lugar!Capté de inmediato que me encontraba en el infierno. ¡Yque no tenía escapatoria!

[...] Hasta entonces, no había cultivado mucha relación conDios y nada sabía sobre las realidades de la vida trasmuerte. Había leído muy pocas veces pasajes de la Biblia yapenas tenía conocimientos teológicos, pero algo en miinterior, una sabiduría especial, me hizo saber que dondeestaba no era otra cosa que el infierno del que tantas veceshablaba la Biblia. ¿Cómo lo supe? Es un misterio... Peropuedo prometer que lo supe y que el lugar era real.

[...] Todo lo que se palpaba era miedo y ausencia de Dios.En el infierno se sabe muy bien que Dios no está, y que noestará jamás. No hay posibilidad de salir y ya uno formaparte de ese lugar lleno de maldad, miedo y sufrimiento.

[...] Los gritos de las personas que me rodeaban mellenaban de espanto. Eran millones, y aunque todos habían

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captado mi presencia, no existía la posibilidad decomunicación entre nosotros. El infierno es ausencia detodas las cosas buenas y bonitas de la vida, y la compañía deotros seres humanos es algo muy hermoso. Pero en esehorrible lugar, aunque todos estábamos sufriendo juntos,no podíamos comunicarnos, protegernos, querernos... Diosno estaba por ningún lado. Todo lo contrario: todo era odioy miedo. Las voces eran agónicas, terroríficas.

Yo sabía que padecían sufrimientos insoportables perotambién que nunca les podría ayudar.

[...] Recuerdo con horror a una persona que estaba muycerca de mí. No podíamos hablar, pero con solo mirarlesupe todo sobre su alma: sus sentimientos de angustia, demiedo, de rencor, sus pecados, sus faltas, lo que habíaomitido hacer de bueno en la vida. ¡Lo supe todo de él! Ytambién él supo todo sobre mí. En el infierno no haysecretos: toda la maldad y las faltas cometidas en vida estánfrente a cada alma y los demonios se fijan muy bien enellas y se burlan vociferando blasfemias. Todos ven y sonvistos, y todo se sabe menos las cosas buenas que uno pudohacer en vida. De eso nadie se acuerda o no se quiereacordar... El demonio es un fiscal terrible y cruel.

[...] Inmersa en un terrible dolor, en la agonía, en elsufrimiento, en la vergüenza y en el más horrible

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arrepentimiento por lo que había hecho, había algo que nose alejaba un segundo de mi pensamiento: Cristo NuestroSeñor. Solo después de «regresar a la vida» comprendí quefue gracias a su misericordia por lo que yo pude recordarleen el infierno. Porque Él no está allí... Todo implica sutotal ausencia. Pero vino a mi mente con toda magnitud yentonces supe, con seguridad, que Él es la respuesta para lavida, para todas las cosas buenas, para la creación. Y quesuicidándome había cometido un pecado gravísimo contraDios.

[...] Supe que todas las personas que estaban junto a míaullando, sufriendo, padeciendo todo tipo de torturas,sabían de la existencia de Cristo y de Dios Padre comoCreador, y entendí que todos ellos ansiaban, como ansiabayo, volver a la tierra, a la vida, para contar al mundo que elinfierno existía. Entendí que el ser humano debería lucharen cada instante de la vida por evitar acabar en el infierno,ya que no había sido creado para el hombre, sino paraSatanás y los demonios, y que jamás debía dejarse llevar yengañar por el diablo, pues éste desea ardientementeconvencer a los hombres de que no existe, precisamentepara que caigan un día en aquel horrible lugar dedesesperación y muerte eterna. Supe con gran claridad quela vida es un instante comparado con la eternidad y queningún ser humano debería perder el tiempo en otra cosaque no fuera amar a Dios y desear salvar su alma y la de los

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demás.

[...] El tiempo... ¡Ah! El tiempo no existe en el infiernocomo nosotros lo conocemos en vida. Ahí todo eseternidad, un espacio de tiempo indefinido e infinito queno finaliza jamás, y el alma sabe muy bien que en toda esaeternidad no tendrá un remanso de paz, un instante de amoro una visión de Dios. Ni un segundo de paz se volverá avivir; todo será tormento y sufrimiento, dolor y amargura,por siempre y para siempre.

[...] Entonces vi una luz; era magnífica y poderosa y veníadirectamente hacia mí. Y en un gran alborozo comprendíque era Jesús. ¡Venía del cielo a por mí! Y como unapelícula recordé aquel lamento, aquel grito desesperadoque brotó desde lo más hondo de mis entrañas cuandoestaba a punto de dispararme. Mis palabras habían sido:«¡Perdóname, Señor!». Y comprendí que el Señor, en suinfinita bondad, había escuchado mi lamento. Y por esovino, me sujetó con su mano poderosa y me sacó deaquellas tinieblas de fuego y tormento.

[...] Jesús me habló. Me dijo muchas cosas cuando estuveen su presencia. Entre otras que no me había condenado pormi acto desesperado, sino por otras cosas... Que Élsiempre supo de mi sufrimiento y que nunca me abandonó;yo no supe verle en mi vida, y eso fue lo que me condujo a

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la desesperación y hacia esa bala mortal. No son nuestrosactos aislados los que nos salvan o condenan, sino nuestrafe en su Misericordia. Eso es lo que nos puede salvar deuna eternidad en el infierno. Y Él me dio a entender que,dado mi gran pecado, no podría estar en el cielo. Aquellome aterrorizó de nuevo, porque junto a Él todo era amor,luz, paz, misericordia, felicidad... Toda la maldad y lapestilencia vivida en el infierno, había desaparecido degolpe... Me eché a llorar desconsoladamente. Entonces Élme dijo: «No temas. Mira». Y me señaló mi propiocadáver, rodeado de sangre por todas partes, en el vestidorde mi casa. «Ve y no peques más», dijo. ¡Y me vitransportada hacia mi cuerpo, que yacía muerto aún en midormitorio, en mi casa! Me vi tan herida... La bala estabaincrustada en mi abdomen y salía sangre profusamente. Yentonces Jesús colocó mi alma con gran ternura sobre micuerpo y ésta entró de nuevo en él. En ese instante, recobréla vista y los sentidos. Estaba viva, pero moría despacitootra vez. Estaba perdiendo demasiada sangre y notaba cómoel corazón dejaba de latir despacito... Pero Dios ya nopermitiría que a causa de esa bala volviera a morir. Mimomento para abandonar la vida en la tierra llegaría añosmás tarde, y ahora tenía una misión de absolutaimportancia: la de contar al mundo todo lo que había visto.Y eso llevo haciendo hasta el día de hoy.

* * *

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¡Qué barbaridad, querido lector! ¿Ve como no son solo loscatólicos los que experimentan la magnífica misericordiade Dios? Porque Tamara ha sobrevivido y ha cumplido sumisión; una de inmensa envergadura, con la que ayuda amiles de personas a crecer y correr hacia Dios. ¡Pero sucamino no ha sido nada fácil! Sobre todo en esos crucialesdías de recuperación en el hospital tras recibir su mortaldisparo... Tuvo mucha, muchísima suerte: su madre acababade entrar en casa justo cuando recobró los sentidos. Oyólos gritos desesperados de su hija desde la parte superiorde la vivienda y subió las escaleras a gran velocidad paraencontrarla, llena de espanto, envuelta en un inmensocharco de sangre. Llamó a una ambulancia y la niña al finpudo ser atendida de sus gravísimas heridas.

Los médicos extrajeron la bala en el quirófano,absolutamente asombrados de la mínima distancia de surecorrido: escapó por un milímetro la aorta. Nadieentendió cómo el disparo de aquel revólver no había hechoexplotar el corazón de esa adolescente en mil pedazos.Tamara ha guardado con sumo cuidado todos los escáneres,radiografías y pruebas médicas que demuestran a losincrédulos dónde y cómo había traspasado la bala suorganismo, y todo médico testifica que, a todas luces,debía haber muerto. ¡Pero es que lo que no sabían era que,efectivamente, había muerto!

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Digamos que el caso de Tamara Laroux dio mucho, peroque mucho que hablar a doctores, cirujanos y enfermeras.Todos concluyeron que esa criatura era un milagro vivo.

* * *

Bueno querido lector... Supongo que se habrá quedadomudo, tan muda como quedé yo cuando descubrí estos dosimpresionantes casos de visitas al infierno de personas queno pertenecen a nuestra religión, y cuya fe tampoco erademasiado profunda (como en el caso de Tamara). Dios esun gran misterio para el hombre y por mucho que nosestrujemos el cerebro jamás lograremos entender susdesignios. Pero no debe importarnos. Solo debemos teneren mente una cosa: que nos ama hasta el extremo desacrificarse por nosotros en una cruz y que su misericordiaes infinita. ¡Solo por estas razones nos salvaremos, queridolector!

Pero hasta que nos llegue el momento de ir hacia Él(esperemos que dentro de un porrón de años), le dejo conuna ayudita extra para lograrlo eficazmente. Se tratanuevamente de poderosas oraciones. Ya verá con qué paz seacuesta en la noche tras rezarlas.

(I) ORACIÓN PARA LIBERARSE A SÍ MISMO (¡Québien le hubiera venido a Tamara Larroux recitarla,

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querido lector!)

En tu nombre, Señor Jesús, por el poder del Espíritu Santo,para la gloria del Padre, líbrame de todo miedo, temor,angustia o ansiedad. Jesús, mi Salvador, líbrame por encimade todo de cualquier forma de odio, orgullo y agresividad,de todo rencor y deseo de venganza. Líbrame de todosentimiento de culpabilidad, inseguridad e inferioridad.Reconozco humildemente que Tú eres mi único Liberador.Jesús Misericordia, confío en Ti. Amén.

(II) ORACIÓN PARA PERDONARSE A SÍ MISMO

En tu nombre, Señor Jesús, por el poder del Espíritu Santo,para la gloria del Padre, te pido perdón por todos mispecados. Cúrame de toda herida producida por mispecados. Me acepto tal cual soy, con mis defectos ylimitaciones, y con las cualidades que me has dado. Meamo tal como soy, porque tú, Jesús, me amas con un amorpersonal y para siempre; me has amado el primero y nada,sino mi propia infidelidad, podrá separarme del amor queme tienes. Amén.

(III) ORACIÓN PARA SER PERDONADO POR AQUEL AQUIEN HICIMOS DAÑO

Jesús: a través del Espíritu Santo quita de mi memoria,

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mientras duermo, todas las heridas que me hayan hecho.Cura las heridas. Cada daño que he causado a otraspersonas. Cura las heridas de todas las relaciones dañadasen toda mi vida inconscientemente y conscientemente.Sana esas relaciones.

Señor: si hay algo que tengo que hacer, si tengo que acudira una persona porque todavía sufre por mi culpa, llévame aser consciente de esta persona. Elijo perdonar y pido serperdonado. Quita todos los factores que pueden seramargura para los corazones.

Señor: llena los espacios vacíos con tu amor.

Amén.

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Capítulo 5¡LE RETORCIÓ UNA PIERNA!

En aquel tiempo presentaron a Jesús a un endemoniadomudo. Echó al demonio y el mudo habló. La gente le

decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosaigual».

(Mt 9, 32)

Juan Manuel Cotelo es uno de esos regalos inesperados yvaliosos que trae la vida de sopetón cuando uno menos loespera. Le admiro y aprecio por su labor como director,actor, productor y guionista de la magnífica película Laúltima cima, que obtuvo un imponente éxito de taquilla ennuestro país. Y por eso cada vez que me lo topo le aburro apreguntas (o él a mí), y lo pasamos charlando que no veausted. Mi amigo es además un simpatiquísimo y listotrotamundos, así que es una delicia charlar con él de lascien mil aventuras que le suceden en los rodajes queforman parte de su vida. Y como también es muy bromista,no es siempre fácil saber cuándo está de guasa o cuándohabla en serio, cosa que supone para el oyente llevarsealgún que otro chasco de monumentales dimensiones. Algo

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así me sucedió hace tan solo unos días, cuando meencontraba junto a él rodando escenas para su nuevapelícula, un documental basado en los acontecimientossobrenaturales que del cielo suceden en la pequeña aldea deMedjugorje. Lo que le voy a relatar sucedió en eltranscurso de una de las cenas en la humilde pensión deMedjugorje en la que nos hospedábamos junto a todo elequipo de rodaje, y así, entre bocado y bocado, salió arelucir algo que había sucedido esa misma mañana enpresencia de mi amigo, y que según él, era digno de incluiren el guión de la más soberbia película de terror. En unprincipio todos los comensales sospechamos que se tratabade una de sus bromas, y hasta alguien desde el fondo de lamesa echó una risa nerviosa al aire. ¡Pero resultó que eraverdad, querido lector! Tan verdad que se nos atragantó lacena...

HABLA J. M. COTELO (AGOSTO 2012)

¡Vaya tremendo susto viví esta mañana! Y yo que creía queen esta aldeíta de la Virgen solo se experimentaban cosasdel cielo... Pues no: resulta que el maldito Patas está sueltoy vive entre nosotros, atacando y fastidiando a todo elmundo. ¡Y yo he sido hoy testigo fiel de ello!

Ha sucedido mientras visitábamos a Vicka, una de las seisvidentes de Medjugorje, quien amablemente había accedido

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a recibirnos. Así que ahí nos hemos presentado, cargadoshasta los dientes con cámaras y equipos de sonido, bienpreparados para rodar su encuentro junto a un monumentalgrupo de viajeros de diferentes nacionalidades quepacientemente llevaban esperando desde hacía horas. ¡Vayasol de justicia alumbraba! Y con lo que ella tardaba enllegar, pues imagínate.

El sitio acordado para el encuentro era el patio del orfanatodel pueblo; un lugar terroso y con pocos columpios. ¡Peroqué larga se hacía la espera! Los rayos rabiosos del sol noscocían el cogote y tanto mis compañeros como yotemimos desfallecer con el peso de los cachivaches degrabación que portábamos. Comencé a aburrirme.

Después de otra media hora, los achicharrados peregrinosse pusieron a rezar el Santo Rosario. «¡Anda, mira québien!», pensé. «Esto al menos me da la oportunidad derodar algunas escenas». Entonces, más por matar el tiempoque por otra cosa, mi cámara comenzó a filmar.

—¿Y usted qué hace? —preguntó de pronto una señora a milado. Tenía aspecto distinguido y su acento era italiano. —Pues filmo. —¿A quién y a qué? ¡Vaya si era curiosa laseñora! —A Vicka, la vidente que está por llegar. —Pues siestá por llegar, aún no hay nada que filmar. —Es que meaburro, señora.

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—Pues rece como todos. Además nos han anunciado quetardará un poquito más debido a un imprevisto.

—Vaya por Dios —refunfuñé—. Nos van a salir plumascomo a los pollos.

—¡Sí, ja, ja! Pero ya ve... ¡Nuestro grupo de peregrinos estámuertito por verla! Si viera con la ilusión que venimos.¡Todo el mundo que la conoce dice que es un alma de Dios!

La señora me estaba cayendo muy bien.

—¿Ha sido ésa la única razón de su viaje?

—¡No! Hemos venido por ella pero también por todo lohermoso que se respira y recibe en este lugar de Dios. Lasmisas, los testimonios, los milagros... Yo necesito unomuy grande, ¿sabe? Llevo padeciendo algo muy feo desdehace años.

Mi nueva amiga se puso triste.

—¿Qué le pasa? ¿Está usted enferma? —¡Ahora era yo elcurioso!

La peregrina meneó la cabeza de un lado a otro.

—Bueno, más o menos. —Su misteriosa respuesta me hizo

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pensar que no deseaba hablar de ello, así que cambié deconversación.

—Yo soy director de cine... Me llamo Juan Manuel Coteloy soy español — dije tendiéndole la mano.

—¡Huy, qué profesión más linda! Pues yo soy Bianca y soyama de casa, y estoy a punto de ser abuela.

—¡Encantado de conocerla, Bianca! —La peregrina meestaba pareciendo un encanto—. Pues qué alegría serabuela... Yo estoy aquí porque he venido a rodar undocumental sobre los fenómenos sobrenaturales quesuceden aquí.

A la señora se le iluminaron los ojos.

—¡Qué alegría! Hará usted mucho bien. Así el mundoentero se enterará de los milagros tan grandes que regalaDios aquí. Si supiera lo que he luchado por venir. ¡Heestado ahorrando todo un año para pagarme el pasaje! Peromis amigos y mi familia se han portado muy bien conmigo.¡Me han acompañado un grupo enorme! Ésa de allí es mihija Paola —dijo señalando a una muchachita rubia querezaba el rosario cerca de nuestras cámaras.

—Pues me alegro mucho, señora. Ojalá que el Señor haga

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un milagro muy grande en usted y pueda curarse. Aquísuceden muchas curaciones. ¿Usted cree que lo que lo quesucede aquí está basado en hechos reales?

—¿Qué insinúa? ¿Acaso usted cree que los videntesmienten? —Abrió mucho los ojos—. No, no, no, joven. Yosé que todo lo que sucede aquí es genuino.

Parecía decepcionada, así que me apresuré a aclarar mispuntos de vista.

—Yo no he dicho eso... Es que como el Vaticano sigueinvestigando los hechos, pues...

—¡Claro que es cierto! Yo no tengo ninguna duda... Desdeque llegué, poco a poco voy sanando... O al menos hesentido mucho alivio en mis padecimientos. ¡Yo le digoque todo lo que ocurre aquí es cierto, amigo! ¡No lo dudenunca! Y solo pensar que en pocos minutos podremoshacer preguntas a una de las videntes me llena de alegría.¡Qué suerte tenemos y qué ilusión tan grande! ¿Usted havenido hoy a entrevistarla para su película?

—Lo voy a intentar. Al menos ayer nos dijeron que nosdaría permiso.

—¡Oh, qué bien!

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La señora sonreía con una mirada preciosa llena de alegríay esto me empujó a seguir charlando con ella. Total, notenía otra cosa que hacer hasta que llegara la vidente. Asíque le conté las aventuras que hasta ese momento habíamosvivido en Medjugorje y le hablé de las muchas personas alas que habíamos podido entrevistar para el documental.También le pedí que rezara por nuestro equipo deproducción y realización, ya que era fundamental paracompletar el documental conseguir entrevistar a los seisvidentes, cosa harto difícil al ser esquivos y muy tímidos.¡Accedió muy gustosa!

—Pobrecitos —dijo—. Después de estar treinta añosviendo a la Virgen están más que hartos de los peregrinosque les atosigamos a preguntas.

A los diez minutos ya habíamos intercambiado un montónde ilusiones con respecto a nuestra visita al pueblito de laVirgen en Herzegovina, y nos reímos que no veas.Conforme avanzaba nuestra conversación sus amigositalianos y sus compañeros de viaje se nos fueron uniendo ala charla. Unos me relataban que habían acudido para sanarenfermedades; otros para luchar contra la adversidad de undivorcio doloroso; algún otro había acudido a pedirintercesión por la fe de sus hijos y hasta uno confesó quesu petición era la de lograr abandonar, de una vez por todas,el vicio del alcohol. ¡Eran todos muy amables! Pero aun así

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me estaba cansado mucho, pues el cogote me empezaba apicar de verdad y comenzaba a hartarme de la espera.

Justo cuando ya iba alejarme del grupo de italianos pararefugiarme del sol abrasador bajo una cornisa apartada, unode ellos señaló un coche que, torpón, avanzaba a lo lejos enun camino de tierra.

—¡Miren, llega un coche! A lo mejor vienen a anunciarnosque se cancela definitivamente la visita de la vidente.

Y antes de que nadie pudiera reaccionar, ¡PATAPÚN! Minueva amiga italiana cayó al suelo de golpe y se quedóabsolutamente rígida sobre el cemento.

—¡Bianca, pero qué le pasa! —Solté la cámara,sobresaltado—. Ay, madre, que a esta señora le ha dado unalipotimia... Claro, con el calor que hace...

¡Ayúdenme a darle agua para beber!

Vaya cebollazo que se había pegado la pobre mujer

—¿Pero por qué se quedan ahí como pasmarotes? ¡Quealguien traiga un botellín o un refresco! —Intenté elevarlela cabeza para abanicarla.

—Tranquilo, señor —dijo su hija Paola agarrándome del

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brazo—. Permítanos a nosotros atenderla... Sabemos lo quetenemos que hacer.

Yo estaba preocupado.

—¿Pero qué porras le pasa?

—Lo que le sucede no es lo que usted cree —contestó unseñor del grupo.

Me quedé extrañado.

—Ah... Vaya...

¡Y entonces se formó la monumental! Porque esa pobremujer se estiró más aún hasta dejar la espalda tan rectacomo el palo de una fregona sobre el pavimento terroso,puso los ojos en blanco y comenzó a gruñir como un ferozanimal. ¡Vaya respingo que pegué! Yo no daba crédito...¡Me había quedado mudo! Qué sustazo...

—¿Bianca, qué le pasa? No grite usted, que ahora ledaremos agua — susurré con más miedo que curiosidad.¡Aquella dulce señora de Italia que tan amablemente habíaestado charlando conmigo, estaba sufriendo una horrorosatransformación! ¿Qué sería aquello que le había provocadosemejante alteración? Yo no entendía nada, lo que se dice

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absolutamente nada.

El coche blanco atravesó por fin la entrada del patio yaparcó a unos sesenta metros de distancia. ¡Y para lasorpresa de todo el mundo se bajó de él Vicka, la vidente!En cuanto estuvo a la vista, mi nueva amiga chilló aún másdespavorida. Yo no ganaba para sustos... Fue entoncescuando comencé a percatarme de que no soportaba lapresencia de Vicka entre nosotros. Me preguntaba cómohabía podido saber desde antes de que el coche entrara enel recinto que la vidente era quien lo conducía. ¡Pero sinadie había alcanzado a ver quién estaba dentro! Ladistancia era demasiada para ello. Por eso gruñíaterriblemente... Parecía como si todo su organismo sehubiera rebelado contra esa llegada. ¡Uf! Me estabaentrando un miedo. Ante nuestro estupor, la mujercomenzó a agitarse violentamente y a chillar aún más. ¿Quépulmones eran aquellos? ¡Y se puso a blasfemar girando losojos en sus órbitas hasta dejarlos en blanco! El rictus de suboca, la expresión del rostro y su aspecto generalreflejaban de golpe un odio terrible. ¡Qué diferente se lapercibía ahora en comparación a su estado anterior! Parecíaotra persona... Sus compañeros la rodearon y comenzaron aorar por ella con gran fe: «Señor, libérala», «Jesús, tenpiedad de ella», «Madre de Dios, protégela», susurrabanagarrando fuertemente sus rosarios. Y entonces, por fin, seme cayeron las escamas de mi torpe entendimiento: ¡la

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pobre peregrina no estaba enferma, sino que padecía unaterrible posesión diabólica! Qué ciego había estado. Estabaclaro que nuestro equipo de rodaje era el único en todoaquel enorme patio que no había sido informado de sutriste situación. ¡Con lo encantadora que me había parecidoantes de manifestar que sufría una posesión! Ni que decirtiene que se me pusieron los pelos como escarpias.

Al cabo de unos pocos segundos los gruñidos eran tanagudos y las blasfemias tan horrorosas, que tuve latentación de agarrar mi cámara y salir de allí pitando y noparar hasta Babilonia. Pero me aguanté. ¡Qué voz tanhorrible salía de su garganta! Ya no era femenina y dulcecomo antes, sino grave, masculina y perversa. Los alaridosprovenían de «alguien o algo», que no le pertenecía. ¡Yohabía estado charlando con ella unos minutos antes y puedoasegurarlo! Entonces recordé las palabras de ánimo que mehabía dicho con tanto amor y alegría: «¡Cuánto podráayudar usted con su película! Debe contar al mundo queDios se derrama en este lugar». Agarré mi cámara ycomencé a rodar sin saber si hacía bien o mal.Simplemente comprendí que estaba siendo testigo de unaatroz y misteriosa realidad sobrenatural.

Un hombre, a todas luces un laico (vestía en vaqueros ycamiseta), se acercó a nosotros. Pensé que era unperegrino más, pero cuando estaba a medio metro de

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distancia, ¡Bianca se incorporó de un brinco y se abalanzósobre él intentando morderle! Le pegó un empujón y casilo tira al suelo... ¡Qué sustazo se llevó el pobre hombre!Menos mal que un pequeño grupo de peregrinos acabósujetándola para inmovilizarla sobre el pavimento.

—Es para que no se dañe y no dañe a otros —me susurró suhija a mi lado con una infinita expresión de tristeza—. Porfavor ayúdenos usted también a sujetarla. Descubrirá queahora tiene una fuerza titánica. No podemos permitir que selastime.

¡Caray! Pues no me pedía nada la muchacha. Pero si yoestaba más fuera de mí casi que la posesa. Notaba que elcorazón se me saldría del pecho en cualquier momento,aunque te reconozco que comenzaba a sentir lástima... ¡Silo hubieras visto! Era desolador. Así que, armándome devalor, dejé mi cámara sobre el suelo, me arremangué lacamisa y agarré fuertemente con ambas manos una piernacon la que intentaba patearnos a todos. ¡Vaya fuerzamostraba! Parecía un boxeador profesional. El señor devaqueros que se había acercado logró serenarse. Mepreguntaba por qué le había atacado precisamente a él,estando Bianca rodeada de otras muchas personas;entonces, como adivinándome el pensamiento, la poseídadijo a gritos:

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—Porque es sacerdote.

¡Me había adivinado el pensamiento! Ni que decir tiene queel que casi se desmaya entonces, fui yo... Sentí mucho,muchísimo miedo.

¡Y resultó que ese señor verdaderamente era un cura!

—No llevo alzacuellos y aún así esta pobre víctima haadivinado mi estado sacerdotal; qué brutalmente poderosoes el demonio —decía el hombre hecho un manojo denervios.

Mi equipo de filmación, fascinado y enredado en unaextraña red de curiosidad mezclada con espanto, comenzó apreparar sus cámaras para filmar la escena. Sé que suscorazones estaban atormentados ante la posibilidad deofender a la posesa, y por ello me clavaban sus angustiadosojos llenos de interrogantes. «Dinos tú si consideras quefilmar esto es incorrecto y pararemos de inmediato»,parecían decir. Sabía que para nuestro equipo y nuestraproducción suponía una gran oportunidad de mostrar almundo lo que sucede verdaderamente cuando una pobrealma es atacada por el demonio. Pero estaba claro quegrabar a una víctima inocente en pleno ataque de maldad,sin su permiso ni consentimiento, era una gran crueldad.

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—No filmaremos —les dije.

Ni que decir tiene que todos respetaron mi decisión. Melimité a señalar a Vicka con la mirada y entendieron que laenfocaríamos solo a ella.

Vicka se acercaba. Con una gran sonrisa llena de amor y depaz en el rostro dijo:

—Que nadie se asuste, pues no pasa nada. Jesús siemprevence, pero tenemos que orar por ella.

Bianca devolvió las pupilas a su órbita normal y clavó unafuribunda mirada sobre la vidente que así hablaba. ¡Diosmío, cuánto odio desprendían! Vicka acercó suavemente lamano para acariciarle la cabeza y de pronto... ¡ZAS! Lamujer brincó como un gato salvaje desprendiéndose denuestras desprevenidas manos como si de cintas de seda setratara. ¡Y se lanzó furiosa contra Vicka! Intentaba arañarlay morderla de la misma forma que, minutos antes, habíaatacado al sacerdote sin alzacuellos. La vidente entonces,con una templanza y una paz indescriptible en el rosto,estiró una mano e intentó posarla sobre el corazón de lavíctima del diablo. Increíblemente Bianca dejó de gritarblasfemias e insultos, pero continuó atacando con lasmanos a la vidente. Sin embargo no la dañaba. Parecía quealgo se interponía entre ambas, como un cristal o una pared

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misteriosa hecha del mismo aire... ¡Y los golpes eranfrenados! Tuve la certeza entonces de que la vidente estabasiendo defendida por la omnipotencia de Dios, y que no eraotro más que Él quien no permitía que cayeran golpessobre Vicka. ¡Todos los presentes lo vimos!

Y así, poco a poco, rezando, sonriendo y con una miradallena de luz, Vicka logró posar al fin la palma de su manosobre el corazón de la poseída. ¡Dios mío qué voces dioésta entonces! La voz era ronca, grave, masculina y atroz.Escupía salivazos y pronunciaba palabras con un odio tal,que pensé que la acabaría matando. ¡Pero seguía sinalcanzarla! Y mientras tanto yo seguía intentando sujetarlapor una pierna.

El amplio grupo de peregrinos (unos mil según miscálculos), unidos en oración, suplicaban que Dios actuaraaplacando la ira del demonio. Dirigimos las cámaras sobreellos y comenzamos a grabarles con sumo cuidado de noenfocar a Bianca. Era muy emotivo ver cómo oraban congran fervor. Vicka también rezaba... Por la seguridad quedemostró y la fuerza de paz que emanaba de ella mientraslo hacía, supuse que no era la primera vez que se enfrentabadirectamente con la acción de Satanás. Un par desacerdotes acudieron por fin en su ayuda, posaron laspalmas de sus manos sobre la cabeza de la posesa y unieronsus oraciones a las de la vidente... Yo estaba atónito... Me

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preguntaba qué porras hacía yo allí y cómo era posible queaquella mujer hubiera experimentado semejante cambio ensu temperamento. ¡Pero si había sido un encanto! Entoncesme di cuenta al fin de un hecho absolutamente cierto: eldemonio se oculta, se esconde de nuestros entendimientose incluso de la sabiduría de muchos sacerdotes. En otraspalabras: el muy asqueroso pretende que nadie sepa dóndeestá y cómo actúa. ¡Pero ahora se había manifestado y habíadejado claro ante mil personas que es capaz de poseer a unapersona para atormentarla horriblemente! Y por esovociferaba de aquella manera, por sentirse amenazado porlas oraciones y bendiciones de tantas personas buenas queatraían al mismo Dios a la escena. ¡Y contra Él sí que nopuede!

Pero aún queda que relate algo más. Se trata de un hechoque jamás podré olvidar mientras viva. ¿Recuerdas que tehe dicho que la estaba agarrando una pierna? ¡Era necesariodado que nos hubiera molido a patadas! Y no veas la fuerzafísica que mostraba. ¡Con lo menudita que era esaperegrina! Pues créeme si te digo que mientras sujetaba supierna derecha con todas mis fuerzas (y era ayudadoademás por otros dos varones), vi con espanto cómo larodilla comenzaba a girar sobre un eje.

—¡Mirad, la pierna se retuerce sobre sí misma! —Estabaaterrorizado.

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Su hija me habló:

—Esto mismo le sucedió la otra noche durante laadoración... ¡Sujetémosla bien!

El miedo me estaba consumiendo. ¿Sabes lo que es veraquello? ¡Pero si yo creía que ese tipo de fenómenoscorporales solo salían en la película de El Exorcista yformaban parte de una pura ficción! Entonces, en un flash ya la velocidad de un rayo, recordé que hacía muchos añosme habían informado que los guionistas de El Exorcistahabían investigado un caso real de posesión para elaborar lapelícula, ¡y que yo no lo creí! Y ahora tenía ante misaterrorizados ojos a esa pobre mujer posesa cuya piernagiraba y giraba, a pesar de tener encima seis manos devarones sujetándosela con toda nuestra fuerza... ¡Y no paróde girar hasta dar una vuelta entera! ¡Ay, Dios mío! Aún noentiendo cómo no salí de allí a la carrera.

* * *

Por fin alguien trajo agua bendita con la que los sacerdotesasperjaron a la mujer. ¡Qué gritos daba y qué lástima sereflejaba en los rostros de sus amigos!

—Lleva así varios años —me confesó la hija—. Pobrecita.El demonio no la deja en paz.

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Y entonces, ¡gracias a Dios!, comenzó a relajarse y dejó alfin de gritar. La vidente seguía mostrando una monumentaltemplanza y un rostro lleno de paz, amor y alegría. ¡Cuántafuerza emanaba de ella! Bianca pareció volver en sí. Nosmiró llena de confusión y dijo:

—¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Os he dañado?

—Mamá —contestó su hija—. Estás en Medjugorje y aquítodos te queremos y te acompañamos... Es que el demoniote volvió a atacar, pero no te angusties... Ya pasó todo...

Entonces Bianca rompió a llorar desconsoladamente. ¡Quélástima me dio! La abracé y animé lo mejor que pude.Todos los peregrinos le dijeron palabras de cariño yconsuelo. ¡Pobre mujer! ¡Era una víctima palpable de lamaldad del demonio! Al fin logró intercambiar unas pocaspalabras conmigo, y me dijo que nunca recordaba, por puragracia de Dios, lo que había experimentado.

—Todo esto comenzó hace doce años, cuando enredéestúpidamente con un culto satánico. Así que le aconsejoque no se acerque a ese tipo de cosas mientras viva. Leaseguro que es algo muy peligroso.

¡Como si fuera capaz de olvidar todo lo que acababa depresenciar a su lado! Ni loco me acerco yo a ese tipo de

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cosas satánicas... ¡Lo que me faltaba! Si hasta me pareceque no voy a poder dormir el resto de mi vida sin el rosarioatado a la muñeca.

* * *

Bueno, querido lector, y ahora le dejo con el regalo de estecapítulo. Espero que pueda aliviarle un poco el susto que seha llevado, porque, ¡uf, vaya tela! Menos mal que esamañana no acudí a escuchar la charla de la vidente; leaseguro que me hubiera asustado mucho. Ya ve: el demonioexiste aunque se oculta, y Dios permite a veces que semanifieste para que sepamos de una vez que es real. Y estavez ha permitido que sea mi amigo Juan Manuel Coteloquien sea testigo de ello. Le aseguro que lo que nos harelatado es cierto, pues aunque es un guasón, le aseguroque no es un mentiroso.

ORACIÓN DE LIBERACIÓN DE LA FAMILIA

Oh, Señor: Tú eres grande, Tú eres Dios, Tú eres Padre, teruego por la intercesión y con la ayuda de los arcángelesMiguel, Rafael y Gabriel, que nuestros hermanos yhermanas sean liberados del maligno que los haesclavizado. ¡Oh, santos, venid todos en mi ayuda! De laangustia, la tristeza y las obsesiones, te ruego: líbranos,Señor.

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Del odio, la fornicación, la envidia, te ruego: líbranos,Señor. De los pensamientos de celos, de rabia y de muerte,te ruego: líbranos, Señor. De todo pensamiento de suicidioy de abortar, te ruego: líbranos, Señor. De toda forma dedesorden en la sexualidad, te ruego: líbranos, Señor. De ladivisión de la familia, de toda amistad mala: líbranos,Señor. De toda forma de maleficio, de hechizo, de brujeríay de cualquier mal oculto, te ruego: líbranos, Señor.

¡Oh Señor que dijiste «la paz os dejo, mi paz os doy»!, porla intercesión de la Virgen María concédenos ser libradosde toda maldición y permítenos gozar a mí y a mi familia,siempre de tu paz. Por Cristo Nuestro Señor, amén.

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Capítulo 6SE ME SENTÓ EN LA CAMA

Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno, preparadopara el diablo y sus ángeles.

(Palabras de Jesús en Mt 25, 41)

Caramba, María... ¿Que si creo en el diablo? Vaya pregunta.Por supuesto que sí. Y si te lo digo no es solo porque asíme lo explicaron mis padres, sino porque lo he leído en loslibros de Santa Teresa de Ávila. Desde que los investiguéen mi adolescencia, no pude olvidarme de ciertos datosque... ¡Caray! Vaya miedo me dieron. Todos los católicosdeberían leerse las definiciones que esta mujer descomunalda sobre el infierno, y entonces ya no pareceríamos raroslos que defendemos la idea de la existencia del cielo,purgatorio e infierno. ¡Además es dogma de fe, quénarices! Solo por esa razón debería bastar, ¿no?

Rondando los treinta años, acudí a sacerdotes formados aquienes pregunté y quienes me aclararon la veracidad sobrela existencia del infierno y del demonio. Me explicaronque a causa de que desde el Concilio Vaticano II se

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decidiera hablar muy poco de ambos, hoy ya nadie cree enellos... ¡Cuánto daño ha hecho esto, María! Ahora la gentese arma un lío morrocotudo y caen en la trampa más burda:dicen que hasta la Iglesia niega esa realidad. Nuncacomprenderé por qué el Vaticano adoptó esa postura tras elconcilio, aunque confío en que alguna razón de importanciahabrá... Hoy solo soy capaz de darme cuenta de que a raízde esa decisión, la mayoría de los católicos no tenemos lamás mínima idea sobre escatología, ¡a pesar de que todoviene bien masticadito en el Catecismo! Pero como apenases leído... Te reconozco que hasta yo lo cojo poquísimo, ¡ytodo por pereza, hija! Por eso cuando alguien me dice queel demonio no existe me dan ganas de pedirle a voces queespabile. ¡No podemos seguir ignorando esa realidad!

No vayas a pensar que soy un violento o un fanático, ¿eh?En serio: me considero un hombre tranquilo... No me gustameterme en líos ni enredar con cosas que no entiendo, ypor eso busqué y no paré hasta encontrar a un sacerdote deconfianza a quien relatar aquello tan espantoso que mesucedió una noche con el Patas... Eso que me ha dejadomarcado para siempre. ¡Tenía tanto miedo a las burlas quetardé un par de años en contárselo a mis amistades! Solome atreví a compartirlo con mi mujer y con ese santosacerdote, que mucho me ayudó... Y es que las cosassobrenaturales son delicadas: ¡vaya miedo que pasamos!Me bendijo la casa y todo se tranquilizó. Desde entonces

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que no me digan que no existe el demonio, porque sé loque digo. Aunque debo reconocerte que antes que a él,acudí a varios sacerdotes que no me creyeron, o inclusoque me miraron de reojo... Eso me dolió mucho, porqueimplicaba que me tomaron por chalado o por farsante. ¡Yyo no soy una persona embustera ni necesito un psiquiatra!Menos mal que mi mujer siempre me creyó, al ser testigoocular de las cosas tan raras que nos pasaban en casa, comoaquel día en el que se movieron solos los muebles. Solorecordarlo me estremece. ¡Cuánto daño hacen lossacerdotes no enterados de estas cosas! Pobres, no lesculpo. Son cosas raras que no todos los días encuentra unopor ahí. Pero creo sinceramente que los curas deberíanformarse mucho más a fondo sobre los temasescatológicos, porque te aseguro que los Novísimos sonverdades como templos.

* * *

Mi desastrosa aventura con ese piso comenzóaproximadamente un mes después de haberlo alquilado. Eraespacioso y luminoso y a Ana, mi mujer, le gustóenseguida. Es cierto que nos extrañó un precio tanasequible para una vivienda de tres dormitorios amplios, ycomo dos jóvenes inocentones recién casados que éramosentonces, nos pareció el Palacio de Dueñas. A ver, hija... Sies que éramos dos pichones. ¡Si hubiéramos sabido lo que

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nos esperaba entre esas paredes! ¡Ja! Ni locos noshubiéramos lanzado.

El primer mes transcurrió más veloz que una tos.Trabajábamos y llegábamos al piso por la noche con esailusión tremenda y la energía que solo tienen los reciéncasados. Así que, a pesar de todas las horas que pasábamosen la oficina, nos arremangábamos y ¡hala!, nos poníamos apintar, a empapelar, a colgar cuadros; en definitiva, a ponerprecioso nuestro nidito de amor. Estaba quedando tanbonito que hasta mi madre me felicitaba. «¡Con lo desastrey desordenado que eras en casa, mira qué piso tienesahora!», decía más hinchada que un pavo. Y es que nosdejábamos llevar por una ilusión inmensa, ansiosos pordejar nuestro nido lo más acogedor posible.

Durante el día el piso permanecía solitario, dado quetrabajábamos en la oficina desde las ocho de la mañana y nollegábamos hasta que se había puesto el sol. Pero los finesde semana disfrutábamos de nuestro hogar que no veas...Era entonces cuando avanzábamos en la decoración y en elorden. ¡Fueron semanas tan especiales para nosotros! Yasabes: los recién casados enamorados suelen dormir hastatarde, salen por ahí a pasear y luego se acuestan pronto...Quizá fue el atolondramiento de esas primeras semanas decasados y la ilusión tan grande que a todas horas sentíamos,lo que no nos permitió percatarnos de que algo extraño

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pasaba a nuestro alrededor. Algo feo nos observaba entreesas paredes impregnadas de pintura fresca, pero nosotrosno nos dábamos cuenta. ¡Qué poco podía imaginar entonceslo que me iba a suceder muy pronto, durante una noche deinverno cualquiera! Hoy sé que esa fue, sin duda, la peor demi vida.

* * *

La primera vez que me mosqueé en el piso fue un martes enla mañana. Era enero, en Huesca hacía un frío pelón yambos habíamos pillado un gripazo de aúpa que nos habíaimpedido acudir al trabajo. Y como nos aburríamos de estarpachuchos en la cama, decidimos enredar un poco: yoterminando de pintar un trozo del techo del comedor y Anapreparando un buen cocido de los que me gustan a mí enlos días de nieve. Recuerdo que pintaba tronchado de risacon las historias disparatadas que escuchaba contar en laradio a mi periodista favorito, Federico Jiménez Losantos.Había dejado el transistor sobre el suelo, y como yo estabasubido a lo alto de la escalera y no oía demasiado bien,puse el volumen algo fuerte. Ana refunfuñó desde el fondodel pasillo. «¡Eh, baja esa escandalera que te quedarássordo!», dijo. Así que bajé los peldaños de mi escalera depintor y me apresuré a bajar el volumen. Quizá tardé mediominuto en hacer esa nimia tarea, hija... Y cuando me di lavuelta para volver a subir los peldaños. ¡Zas! ¡La brocha

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gorda que había dejado dentro del bote de pintura para bajarde la escalera, se había estampado contra el sueloponiéndolo perdido de salpicones de pintura! Vaya sustome pegué... Maldije. Ana vino corriendo pasillo abajo,entró en la sala y me echó una regañina.

—¡Antonio! ¿Estás tonto? ¡Mira cómo has puesto elparqué!

Pero ya no había remedio, chica... Aquello me extrañómucho porque sabía, con absoluto convencimiento, quehabía dejado la brocha perfectamente colocada dentro delbote...

—Mira que eres torpe —siguió Ana—. ¿Y ahora cómovamos a limpiar el parqué? Nos cobrará el dueño losdesperfectos. —¡Ay, no te preocupes, que no es para tanto!—Estaba fastidiado—. Ahora arreglo este lío.

Y ahí quedó la cosa. Recogí la pintura como pude y no le dimás importancia, aunque no te puedo negar que en el fondode mi mente una campanita sonó. Y es que estabarequeteseguro de que la maldita brocha no había caído pormi culpa.

Transcurrieron unos diez días desde aquello durante loscuales no sucedió ningún hecho extraño que pudiera ser

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significante. Ya no teníamos gripe, ni siquiera mocos. Asíque sé positivamente que lo que me ocurrió durante esanoche nada tuvo que ver con los fármacos que habíamosingerido días antes, ni mi sueño se vio afectado por laenfermedad pasada. ¡Te aseguro que estábamos los dosperfectamente sanos! Recuerdo que tras la cena (que fueligera) nos acostamos. Desde la cama vimos una películaen la tele y como era de tiros, Ana se dio la vuelta y sequedó frita. Bajé el volumen del televisor para nomolestarla y cuando finalizó, apagué la luz. Ana dormíaprofundamente a mi lado, acurrucada sobre sí misma enposición fetal, tal y como tiene costumbre, con las piernasy los brazos encogidos. Le di un beso en la nuca y laabracé. Por fin caí rendido al sueño.

No sé cuánto tiempo transcurrió desde ese momento, hastaque comencé a despertarme inquieto. Quizá dos o treshoras, aunque no lo puedo asegurar... Sé que la nocheestaba ya muy entrada, pues en la calle ni siquiera se oíancoches, y el centro de Huesca es bullicioso. Cuando variosmeses después le conté lo sucedido a un sacerdote, mepreguntó insistente si eran las tres. Es posible.1 Sé quesoñaba algo bonito y agradable, y que disfrutaba de midescanso plácidamente. Era uno de esos sueños que unoluego no recuerda, pero que sabe que era amable...Entonces noté que alguien me intentaba despertar

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cogiéndome de los hombros por detrás (yo estabadurmiendo boca abajo y ya había soltado a Ana debido a losmovimientos de descanso nocturno). Me costabadespertarme... Era molesto aquello... No sé cómoexplicarlo. ¡Estaba tan a gustito con el sueño que tenía! Alcerebro le

1 Los exorcistas me han explicado que la hora del diabloson las tres de la madrugada, al igual que se considera quelas tres de la tarde es una hora llena de misericordia, ya quefue la hora en la que Cristo murió y salvó al mundo subidoa la cruz [N. de la A.].

estaba costando desperezarse, como si no quisieradesprenderse de ese sueño tranquilo. Pero esos meneosseguían incordiándome y el razonamiento comenzó aespabilarse. Abrí un ojo y refunfuñe.

—Um... ¿Qué te pasa, Ana? ¿Qué quieres? —Y en eseinstante, en cuanto hablé, aquel movimiento sobre miespalda cesó. Regresé instantáneamente al sopor de esedulce sueño. Creo recordar que hasta recuperé el hilo de lahistoria que soñaba. Lástima que no sé de qué se trataba.

Al cabo de lo que me pareció un par de minutos volví anotar cómo alguien me intentaba zarandear los hombroscon una suave tenacidad. La sensación era como si dos

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manos me hubieran agarrado con dedos firmes y fuertes,que desearan despertarme a base de tímidos movimientos.Entonces ya sí que mi razonamiento regresó de sopetón, yla lucidez de los sentidos y de la inteligencia al findespertó. Obviamente pensé que era Ana quien me tocaba, ypor ello me giré hacia su lado de la cama. ¡Pero me llevé unbuen chasco al verla dormir plácidamente en la mismapostura fetal de siempre! Ni siquiera tenía su rostrocolocado sobre su almohada hacia mí. ¡Lo tenía hacia lapared! Fue entonces cuando los acontecimientos sesucedieron tan rápido que... Dios mío, me da miedo hastacontártelo... Pero si crees que le va a servir al lector paraentender que verdaderamente el demonio existe, puesentonces valdrá la pena que te lo cuente. Pero luego no medigas que ha dado miedo a la gente, ¿vale?

¿Qué cuanto tiempo transcurrió hasta que me di cuenta deque no era Ana quien me despertaba? Quizá un segundo.¡No me dio tiempo ni a reaccionar! Noté que todo elcuarto, en un instante se impregnaba de algo oscuro. ¡Seplagó de maldad! No sé cómo describirlo. Obviamente eradifícil ver algo en la oscuridad de la estancia, dado que laúnica iluminación provenía de la luz verde fosforito queproyectaban nuestros dos despertadores. Esa leve luz quese irradiaba desde ambas mesillas fue lo que me permitióver que Ana dormía a mi lado y que, a primera vista, nohabía nadie más en la habitación. ¡Pero vaya presencia fea

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que se palpaba en el ambiente!

Los zarandeos sobre mis hombros habían cesado, y yoelevé un poco el torso apoyándome sobre un codo. Yentonces, ¡pum! Algo o «alguien» me agarró bruscamente yme lanzó sobre el colchón de forma que todo mi cuerpoquedó rígido y boca arriba. Intenté gritar, avisar a Ana dealguna manera, pero no pude. Una fuerza maligna en formade una presión inmensa brincó sobre mi pecho. Noté quemil manos salían como garras desde debajo de la cama y selanzaban sobre mi torso, piernas y brazos. ¡Me estabansujetando infinitas manos invisibles al ojo! La sensación deser una presa atada a la cama era absolutamente aterradora yreal. Cada segundo que transcurría se cargaba de unaomnipresente maldad. No podía ver claramente lo queestaba sobre mí... Era una figura oscura, enorme, peluda. ¡Yemitía sonidos o gruñidos muy desagradables! Notaba suodio. Le miré a los ojos y entonces, con gran dificultad,pude verlos. ¡Y lo que vi en ellos me llenó de espanto! Eranexpresivos, grandes, muy negros... ¿Cómo describiraquello? No existen palabras adecuadas para descifrar esaperversidad latente.

Ese ser extraño me quería poseer... Estaba rabioso,furioso... Un entendimiento muy claro me hizo captar supensamiento hacia mí: «¡Eres mío y siempre lo serás! ¡Meperteneces!». ¿Que cómo estaba yo? Pues imagínatelo:

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absolutamente aterrorizado, cargado de pánico hasta lascejas. Intenté moverme y controlar la respiración, ¡pero nopodía porque me tapó la boca! «¿Qué está pasando», penséfrenético. Me percaté de que la mano que me aplastaba laboca era peluda y negra, ¡y tenía garras! Deseabaardientemente gritar un «socorro» bien sonoro, pero esamano o garra me lo impedía. Sé que es muy difícilcreerme... Te aseguro que la sensación era de absolutarealidad física. La figura que tenía claramente sobre míestaba en el cuarto y no dentro de un sueño... ¡Ya te hedicho que no te miento! ¿Qué ganaría con ello? ¿Fama?¡Pero si hasta te he pedido que cambies nuestros nombres yla ciudad en donde sucedió para que nadie me identifiquecon esta historia! Me da tanto apuro compartirla. Creeránque soy un mentiroso, o que estoy loco. Pero lo que sentíaera que mi vida pendía de un hilo, y que un ser venido de nosé donde, me quería aniquilar. Mi cabeza comenzaba a darvueltas... ¿Qué estaba pasándome y quien era esa figurahorrible? Entonces, de golpe recordé los escritos que deSanta Teresa de Jesús sobre el demonio y el infierno. Ysupe, con toda seguridad, que estaba siendo víctima de unataque espiritual y diabólico.

Miré a Ana con total desesperación y envidié su descanso.Deseaba despertarla como fuera, dado que ya todo miintelecto captaba la gravedad de la situación. No sé por qué,pero sabía a ciencia cierta que estaba librando una batalla

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en mi alma pasada al plano físico. ¡Porque te aseguro que elmiedo, el pánico, el dolor, era totalmente real! Meahogaba... Notaba la presión sobre mi garganta de esahorrible mano negra y peluda, tan fuerte como la de unTitán, que deseaba matarme. Pensé en la pobre Ana. ¿Quésentiría mi esposa al despertar en la mañana y descubrir quesu marido había fallecido a su lado? Con toda seguridad elmédico, el forense o quien viniera al día siguiente paradescubrir lo que me había pasado, concluiría que habíafallecido a causa de un derrame raro, o de un ataque alcorazón... ¡Y era mentira! ¡Me estaba asfixiando el diablo!Ese pensamiento me atormentó mucho más que el horriblepeso de aquella bestia sobre mi pecho. ¡Me estabaaplastando! Comencé a perder los sentidos a causa delmiedo y de la presión de aquel horrible demonio... Lasmanos «invisibles» que salían desde debajo del colchón meseguían amarrando a la cama con gran fuerza. Ya no podíamover ni un milímetro de mi cuerpo, ni agitar las piernas olos brazos. Me ahogaba...

* * *

Debo aclararte que por aquel entonces mi fe no erademasiado ferviente. Es cierto que desde niño había sidoeducado en la religión católica, y había leído, como ya tehe explicado, los libros de Santa Teresa y sus explicacionessobre el demonio o el infierno. Pero de ahí a ser un gran

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devoto... Ni siquiera llevaba una cadena con una cruz, o unamedalla escapulario. Es más: me burlaba de la pobre Anaporque ella sí que la llevaba.

—Eso son cuentos de viejas pías, Anita —le decía burlóncada vez que se la veía colgada al cuello.

—Pues yo tengo bastante fe en la Virgen y llevar la medallaescapulario me da gran paz —me contestaba siempre. ¡Quéignorante había sido y cuanto añoré en ese momento teneruna colgando del cuello!

* * *

Me dolía la garganta; aquella presión me mataba despacitomientras fallecía lentamente. Noté que el pijamacomenzaba a pegárseme al cuerpo debido a una profusasudoración. Ana suspiró a mi lado... ¡Pero no despertaba!Me sentí absolutamente indefenso. Aquello estabasuperando todas las pesadillas del mundo. Jamás habíatenido una experiencia semejante, y espero de corazón novolver a pasar por otra. Me preguntaba angustiado por quéme sucedía aquello tan horroroso, cuando no habíaenredado con juegos sobrenaturales como la güija, loshoróscopos o ese tipo de cosas. Tampoco había acudido alos médiums esos que te leen la mano o te interpretan losposos del café. Siempre he huido de todo lo esotérico

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porque la religión católica advierte claramente sobre lospeligros que acarrean. Entonces, ¿qué pasaba? Nocomprendía qué había podido hacer para merecer un ataquesemejante. No hay palabras para describir el terror, elpánico que me consumía. La sensación de absoluta maldadde ese ser que oprimía mi cuerpo, me estaba matando.Deseaba quitármelo de encima de una patada, echarle de lacama, pero era del todo imposible. Entonces pensé quepodría rezar, ¡y para mi asombro no pude! Era como si algolo impidiese o me incapacitase para ello. Todas lasoraciones que había aprendido de niño se habían evaporadode mi memoria. ¡Aquel ser repugnante me estabaimpidiendo también recordar mis oraciones! ¿Cómo eraposible que tuviera tal poder sobre mí? Y entonces,notando que fallecería en cualquier instante, reaccioné porfin de la única manera que fui capaz: emitiendo un levegemido. ¡Y Dios escuchó mi lamento! Porque mi esposa,de sueño ligero, se dio la vuelta, me miró y susurró:

—¿Estás bien?

La miré con ojos suplicantes, desesperados y muy abiertos.Intenté repetir el gruñido pero ya no pude emitir ningúnsonido... ¡Simplemente me estaba asfixiando! EntoncesAna, al ver que no respondía, encendió la luz de la mesilla.Me miró asustada, se elevó sobre un codo y acercó su caraa la mía. Una mano suavecita comenzó a acariciarme la

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frente.

—¿Qué te pasa? —preguntó—.Antonio estás temblando.

Entonces me besó dulcemente y con inmenso alivio vi quela cadenita con la medalla escapulario que siempre llevacolgando al cuello le escapó del escote del camisón. ¡Y eseescapulario bendito me rozó la cara! Y en ese momento:¡patapún! Todas las manos que, desde debajo del colchónme agarraban cual garfios, me liberaron de golpe; y aquellaasquerosa y potentísima bestia espeluznante que me estabaintentando matar se evaporó en menos de una milésima desegundo. ¡La maldad se desvaneció en un soplo! Me sentésobresaltado sobre la cama, tosiendo angustiado, mientrasme acariciaba el cuello. ¡Cómo tosí! Tragaba bocanadas deaire como si me fuera la vida en ello.

—¡Antonio, que te pasa! —Ana me daba golpecitos en laespalda.

—A... Abreee la ventana... ¡Me asfixio...! —logré susurrarcon voz ahogada.

Ana se levantó de un brinco y corrió hacia la ventana. Laabrió de par de par y un viento helado de enero, limpio ypuro, irrumpió en el dormitorio. Entonces respiré, ¡ycómo! Con el corazón latiéndome aún aterrorizado en el

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pecho y soltando lágrimas, relaté a mi esposa lo sucedido.

* * *

Desde ese día y hasta cuatro meses después, en la casasucedían cosas que nos ponían los pelos de punta. Semovían los cacharros de la cocina solos, se caían loscuadros y se respiraba maldad en los momentos másinesperados. Algunas veces oíamos gruñidos por el pasillo,e incluso una vez notamos una ráfaga de aire helado en lacocina en plena primavera. Ana me suplicaba acudir a unsacerdote para relatarle lo sucedido. ¡Pero aquellos aquienes acudí no me hacían caso! Creo que me tomaban porun chalado.

Por fin, seis meses después, un amigo de mi pueblo meaconsejó visitar a un exorcista. ¡Vaya repelús me dioaquello! Pero cuando fui a conocerle y le relaté losucedido, me procuró gran consuelo. Acudió a casa,bendijo todos los cuartos y la liberación de aquel hogar fueuna realidad. Antes de marcharse nos aconsejó llevarsiempre algo bendecido sobre nuestros cuerpos, y tenersobre la mesilla o en algún lugar de la casa un crucifijobendecido. ¡A él no le entró la risa floja como a otrossacerdotes a quienes relaté mi experiencia! Doy gracias aDios por habérmelo puesto en mi camino. ¡Ah! Y tampocoyo me he vuelto a burlar de la medalla escapulario de mi

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mujer. Es más: me compré una a los pocos días desucederme aquello y la llevo siempre colgada en un cordelal cuello. Me importa un pimiento que se burlen misamigos en la oficina o en el gimnasio. ¡Allá ellos y suincredulidad!

Desde aquella noche mi fe ha ido aumentando día tras día.He comenzado a ir de nuevo a misa diariamente, tal y comotenía costumbre de hacer durante unos años adolescentestras la lectura de aquellos escritos de Santa Teresa.Digamos que si de algo ha servido esa experiencia, ha sidopara saber que el demonio verdaderamente existe y que meodia. Supongo que nos odia a todos.

Yo sé lo que me sucedió aquella noche. No fue un sueño,sino un ataque del diablo. Desconozco la razón de suataque, ni el por qué aquella horrible noche decidió hacerprecisamente de mí su víctima, aunque sospecho que losinquilinos previos debieron de estar enredando con cosasmalignas. Quién sabe si pertenecían a una secta satánica yjugaron con lo prohibido. El sacerdote intuía que ese hogarestaba maldito desde mucho antes de nuestra llegada, yquizá por eso el alquiler era bajo... Pero lo importante esque sé que si sucedió todo aquello, fue con el permiso deDios, y eso me basta y consuela. Él sabrá... Quizá por ellohoy tengo el valor de contarlo y compartirlo, pensando queen algún lugar, alguien leerá este escrito y podrá sentirse

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protegido con los sacramentales ante la espantosa,horripilante y asquerosa realidad, que es la existencia deldemonio.

* * *

Bueno, querido lector. ¿Cómo va? Supongo que estámuertito de miedo. Hombre, yo un poco también lo estoy.Pero como bien dice mi amigo Antonio: «Si Dios lo hapermitido, será por un bien mayor». Así es. Debemosagradecer a Dios todo lo que nos pasa, y esto incluye lomalo. ¡Piense en el aprendizaje que podemos sacar de estahistoria!: ya conocemos mucho sobre la verdaderaexistencia del demonio, y ahora Antonio nos ha hablado delas casas malditas, del poder brutal de una bendiciónsacerdotal y de los sacramentales. Todo es ganancia. Asíque no se asuste y siga leyendo: verá cómo esta oración lecalma el latido alarmado de su corazón.

ORACIÓN DE LIBERACIÓN (DE MONSEÑORMORALES)

Señor Nuestro Jesucristo: te adoro, te alabo, te bendigo,gracias por tu infinito amor por el que te has hecho uno denosotros naciendo de la Virgen María y por el que subiste ala cruz para dar tu vida por nosotros.

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Gracias por tu sangre preciosísima con la que nos hasredimido.

Con tu preciosa sangre, brotada de tu sagrada sientraspasada por espinas: cúbrenos, séllanos, lávanos,purifícanos, libéranos, destruye en nosotros todo pecado,toda iniquidad, todo poder maligno, todo poder satánico.

Con tu sangre preciosa brotada de tu costado abierto por lalanza: cúbrenos, séllanos, lávanos, purifícanos, libéranos,destruye en nosotros todo pecado, toda iniquidad, todopoder maligno, todo poder satánico.

Con tu sangre preciosa brotada de todo tu cuerpo llagadopor los azotes: cúbrenos, séllanos, lávanos, purifícanos,libéranos, destruye en nosotros todo pecado, todainiquidad, todo poder maligno, todo poder satánico».

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en unprincipio, ahora y siempre por los siglos de los siglos.Amén (Se repite esta oración de gloria tres veces).

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Capítulo 7LA SANTIDAD DE ANA CATALINA DE

EMMERICH

El Señor me invadió con su fuerza y su espíritu me llevóy me dejó en medio del valle, que estaba lleno de huesos.Me hizo caminar entre ellos en todas direcciones. Había

muchísimos en el valle y estaban completamente secos.

(Ez 37, 12)

No se imagina lo bien que lo va a pasar leyendo estecapítulo, querido lector. ¡Porque esta beata es la bomba!Cuando conocí y descubrí los secretos místicos de SantaFaustina o Sor Patrocinio, pensé que no hallaría en elsantoral católico una santa o santo cuya vida les superara enriqueza mística. Me equivoqué, porque la vida, los milagrosy las experiencias místicas de esta pequeña mujer alemana,han roto todas las barreras de la sobrenaturalidad. Y es quela beata Anna Catalina de Emmerich es un caso único eirrepetible en cuanto a visiones místicas, apariciones desantos, de Jesús y la Virgen, bilocaciones, revelaciones,instrucciones visibles sobre la realidad del cielo,purgatorio e infierno, los ángeles, los Novísimos y qué se

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yo qué más, querido lector.

Como curiosidad le diré que sus visiones y revelacionessobre la Pasión del Señor en el Calvario son tanimponentes y valiosas, que hasta el director y productor deHollywood Mel Gibson quedó profundamente conmovidocon ellas, y por ello las escogió para realizar el guión de sufamosa película La Pasión de Cristo, que ha sido un éxitomundial de taquilla. Por pura gracia de Dios he tenido laoportunidad de conocer a los demás productores de estamagnífica película, quienes me han contado una y milanécdotas sobre el rodaje. Ellos fueron los que measeguraron que gracias a las revelaciones de la beataEmmerich, pudieron elaborar los ropajes, los decorados yhasta el físico de los protagonistas, ya que la monjaalemana dejó detallado hasta el más mínimo rasgo de losrostros de los contemporáneos de Jesús. Así que ahora yalo sabe: los millones de espectaculares detalles de lapelícula se los debemos a esta pequeña mujer de Dios y susmagníficas descripciones, copiadas al milímetro por losguionistas de Mel Gibson.

Esta monja alemana debía tal minuciosidad descriptiva a unfenómeno que sucede a muchos santos y que se conoce enmística como «bilocación». Consiste en estar en dos sitiosa la vez, y ver y vivir experiencias sobrenaturales más alládel tiempo y del espacio material tal y como lo

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conocemos, o al que estamos acostumbrados. Paraexplicarlo de forma sencilla: son personas que a pesar devivir en un siglo determinado, pueden «volar» o«trasladarse» a otros lugares y otros siglos, y estar en dossitios a la vez en cuerpo y alma. Esto sucedió también asantos tan conocidos como el Santo Padre Pío dePetrelcina, o a mi querida Santa Faustina Kowalska. Pero elcaso de la beata Ana Catalina de Emmerich es aún máscurioso si cabe, pues aun estando postrada en cama muchosaños, no habiendo salido jamás de Alemania y siendoanalfabeta (no llegó a aprender nunca a leer o escribir),explicaba que «su cuerpo y alma volaban hasta lugaresinfinitos y lejanos, en donde vivía, veía y experimentabacomo protagonista presente, los hechos vividos por Jesúsen Galilea, Jerusalén, Getsemaní, etc.». Se veía entre losapóstoles, al lado de Jesús y ante el Sanedrín, como siviviera en presente todo lo acontecido en la vida terrena deCristo. Ella misma se sorprendía hasta lo infinito con esteextraño don que Dios le otorgaba, y se defendía ante susestrictos interrogadores expresando su absoluto estupor:«¿Cómo me pasa a mí esto? Yo no lo sé»1.

1 Pasó por tres exhaustivas investigaciones de la diócesis,la policía bonapartista y las autoridades locales [N. de laA.].

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Sea por lo que fuere, tenemos hoy gracias a ella datosespectaculares sobre la vida de Jesús, de los apóstoles, dela Virgen y hasta de María Magdalena. ¡Y vaya si sufrió!Porque durante años nadie la creyó y fue víctima de burlasy humillaciones a causa de sus impresionantes yextraordinarios dones místicos. La Iglesia ha tardadomucho tiempo en aceptar sus escritos como válidos paralectura piadosa, y fue el papa Juan Pablo II quien, el 3 deOctubre de 2004, por fin la elevó a los altaresreconociendo su monumental valía en el catolicismo, yaconsejando la lectura de sus revelaciones. El Vaticano nohalló en ellas nada contrario a nuestra fe. Así que no tengamiedo, querido lector: le aconsejo hacerse con los librosque exponen sus revelaciones y meterse en los ojos de estapequeña monja. Le aseguro que no quedará defraudado y taly como le pasó a Mel Gibson, pasarán por sus ojos escenasnítidas de los ropajes, las calles y puentes, las joyas de lospríncipes, y hasta el físico de Herodes, tal y como estegran director reflejó luego en la película.

* * *

Nació Ana Catalina en Coesfeld, en el condado deWestfalia (Alemania), el 8 de septiembre de 1774, en elseno de una familia muy pobre pertenecientes a unacomunidad agraria. Sus padres, unos humildes jornalerosdel campo, no pudieron costearle estudio alguno, por lo

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que nunca aprendió a leer o escribir. Si ha llegado hastanosotros la importantísima información sobre su vida y susrevelaciones, ha sido gracias a la intervención providencialde un poeta de la época llamado Clemente Brentano, quepor pura curiosidad (era agnóstico), acudió a visitarlahabiendo conocido la noticia de que padecía los estigmasdel Señor. Quedó tan impresionado por la monjaestigmatizada, que ya nunca abandonó esas visitas, y apuntó,con mucho tino, todo lo que le relataba (visiones,apariciones, etc.). Por ello el lenguaje utilizado en lasrevelaciones es rico y los escritos muy hermosos, aunquelo fundamental es sin duda el extraordinario contenido, hoyrespetado y aconsejado por el Vaticano como lecturapiadosa.

La pobre muchachita no fue nunca feliz. Ya desde muy niñacomenzó a mostrar todo tipo de regalos celestiales ysobrenaturales que la marcaron como un ser muy únicodentro de la mística universal. A pesar de su pobreza y desu precaria salud, logró entrar en el convento de lasagustinas canónigas de Dülmen, de donde marchó a causade la persecución bonapartista cuando obligaron cerrar elconvento el 3 de diciembre de 1811. Desde entonces hastasu muerte (9 de febrero de 1824), vivió postrada en camaen una casa particular que, por caridad, la recogió en unabásica buhardilla, haciendo suponer a todos los doctoresque la atendieron que fallecería a cada minuto a causa de la

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gran pérdida de sangre que le procuraban los estigmas.Duró así, enferma y desahuciada, trece años más, encerradaen aquella buhardilla sin apenas luz ni espacio. Fue sinembargo esta época la más rica en revelaciones privadas(investigadas todas por el obispo local), y cuando másinformación nos dejó sobre temas escatológicos tanimportantes como cielo, infierno y purgatorio.

La autoridad eclesiástica fue dura con ella: la espiaron,investigaron y observaron hasta la impiedad, obligándola aquitarse las vendas de los estigmas muchas veces, yprocurándole mucho dolor en los hurgamientos de lasheridas. Lo más llamativo en su cuerpo no eran solo losestigmas, sino los reales sufrimientos corporales quepadecía basados en la Pasión del Señor (experimentaba laflagelación, los golpes y la crucifixión en su carne). Siañadimos la escasísima alimentación que tomaba (por nodecir «nula», dado que durante esos años de cama no sealimentó más que de la Sagrada Forma), su supervivenciano tiene explicación clínica. Todos los tormentos, lasenfermedades, el hambre y las penurias que padeció losofreció siempre, sin queja alguna, por los pecadores. Se losofrecía heroicamente a Jesús y a la Virgen, por deseo dearrancar muchas almas al demonio, quien la odiaba con todala fuerza de un universo, y quien la atormentó todo lo quepudo y más, a veces de forma sobrenatural, y otras

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utilizando medios humanos como los maltratos a los queuna espantosa hermana biológica que vivió junto a ella hastael final de su vida le procuró.

Esta hermana fue una verdadera molestia en la vida de AnaCatalina: la pegaba e insultaba. Le curaba con dureza ydesdén las terribles heridas de los estigmas, quenecesitaban cambios de vendas con mucha frecuencia.Existe una anécdota documentada al respecto y que fueanotada por el poeta Brentano como testigo ocular. Cuentaque, estando la religiosa al borde de la muerte y tras haberpasado años maltratada por su hermana, ésta se llenó depronto de arrepentimiento y angustia. Corrió hacia la camade la santa moribunda y le pidió perdón entre lágrimasdesesperadas. Pero la pobre Ana Catalina estaba ya mediocomatosa entrando y saliendo de sus sentidos, por lo que,en un mínimo momento de lucidez preguntó:

—¿Por qué llora tan amargamente esta mujer?

A lo que el poeta Brentano respondió:

—Es su hermana, que le pide perdón a usted.

Entonces, Ana Catalina exclamó colmada de piedad:

—Nadie hay en la tierra a quien yo no haya perdonado.

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Todos los presentes se conmovieron, pues durante añoshabían sido testigos de los malos tratos, la envidia y lasartimañas de aquella espantosa hermana hacia la monja.

Uno de los hechos que personalmente más me haconmovido sobre esta mujer de Dios fue que, sin habersalido jamás de Alemania y siendo analfabeta, además depadecer constantemente brutales dolores, fue capaz deexplicar a sus investigadores, con pelos y señales, dóndeestaba escondida bajo tierra la casa de la Santísima Virgen,aquella en la que vivió sus últimos años en un monteperdido de Éfeso junto a San Juan Evangelista. Ni que decirtiene que nadie la hizo ni caso. Fueron muchos los que latomaron por chalada o bruja por este hecho, y murió sinsaber si algún día alguien encontraría aquella santa moradaa la que tantas veces había acudido en bilocación(transportada espiritualmente). Tuvieron que pasar cerca dedos siglos para que un arquitecto italiano, armado con unequipo monumental de arqueólogos, acudiera a las costasde Turquía a averiguar si la casa de la que tantos detallesdio la beata Emmerich existía de veras. El equipo deexcavación pasó largos meses buscando sin éxito aquellugar bendito, y a punto estaban de rendirse cuando vieron alo lejos, en un monte frente a donde erróneamenteexcavaban, a unas humildes mujeres musulmanas trepandopor un sendero.2 Estudiando de nuevo todas y cada una de

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las descripciones hechas por la santa alemana dos siglosantes, se dieron cuenta al fin de que excavaban en el ladoincorrecto de la montaña. Y cuando acudieron y excavaronen ese nuevo terreno, ¡encontraron la casita de la Virgen ala que tantas veces Emmerich se había referido! Pero esosí: bajo un metro de profundidad y fuera de vista.Increíblemente encontraron todo lo relatado por AnaCatalina: el caminito, el pozo, la cueva en donde«enterraron» a la Virgen, y la casa, humilde hasta elextremo, de dos estancias separadas por una pequeña tela.Ahí fue donde San Juan, efectivamente, vivió y acompañó ala Madre de Dios hasta su último suspiro en la tierra.

2 El Islam respeta y venera a la Virgen María [N. de la A.].

Este lugar es hoy considerado un santuario bendito porRoma, y el papa Juan Pablo II celebró ahí una misa,proclamándolo «uno de los lugares más importantes deveneración mariana del mundo». Hoy está permitido por laSanta Sede celebrar misas hermosísima frente a la entradade la casita de la Virgen, a las que recomiendo que acuda.Yo me tiré llorando toda la ceremonia, al percibir unaextraña y maravillosa presencia de la Madre de Dios. Leaseguro que es un lugar bendito. No se arrepentirá.

* * *

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¡Qué gran misterio es la permisividad de Dios hacia ciertospadecimientos humanos, querido lector! ¿Por qué la beataEmmerich sufrió tantos pesares? ¿No bastaban acaso lasenfermedades, las penurias o el dolor físico y constante delos estigmas para obtener la salvación de muchas almas?¡Ah! Pues no... Parece que Dios quiso probar la santidad deesta monja hasta el límite. Y por eso le adentro ahora en laparte más «fea» de sus visiones: las del demonio y elinfierno. Lea sobre los ataques físicos infernales que lasantita relató de la siguiente manera3:

3 Apuntes de Clemente Brentano sobre los dictados de AnaCatalina Emmerich:

"Siendo yo niña y aun después, me he visto muchas vecesen peligros en mi vida; pero con el auxilio de Diossiempre he salido bien de ellos. Sobre este punto me hasido dada con frecuencia luz interior con que conocíaque tales peligros no nacían de la ciega casualidad, sinoprocedían por permisión de Dios, de las asechanzas delenemigo. Y surgían en los momentos en que me hallabadescuidada, cuando no estaba en la presencia de Dios, ocuando consentía por imprevisión de alguna falta. Poresta razón no he podido creer nunca que pueda darse lamera casualidad. Dios es siempre nuestro amparo yauxiliador si nosotros no nos separamos de Él; su ángel

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está siempre a nuestro lado, pero nosotros debemoshacernos dignos de su auxilio con nuestra voluntad ycon nuestras obras. Debemos acudir a él como hijosagradecidos y no separarnos de Él, pues el enemigo denuestra salvación anda acechándonos y procura detodos modos perdernos.

Tenía yo a la sazón pocos años; mis padres estabanfuera de casa y me hallaba sola. Habíame mandado mimadre que guardara la casa y no saliera de ella. Perovino una mujer anciana y acaso por curiosear o porhacer algo que yo viera, me dijo: «Ven a mi peral y cogeperas; ven pronto antes de que tu madre vuelva». Caí enla tentación: olvidé lo que mi madre me había mandadoy corrí al huerto de aquella mujer tan apresuradamenteque me di en el pecho con un arado oculto entre la pajay caí al suelo sin sentido. Así me halló mi madre y mehizo volver en mí por medio de un castigo sensible. Eldolor del golpe lo sentí durante largo tiempo. Más tardesupe que el demonio se había servido de la malavoluntad de aquella mujer para tentar a mi obedienciapor medio de la gula, y que lo que deseaba él era que yopusiera en peligro mi vid, (como así fue a causa deldescomunal golpe en la cabeza). Este episodio me volviómuy precavida [...]. Pero los peores ataques vinieronmás tarde, cuando ya oraba y meditaba con mucha másprofundidad y madurez. Era entonces cuando el demonio

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me atormentaba y distraía de mil maneras, pues solodeseaba que yo no orara. Y se valía para ello de ruidos,golpes, figuras espantosas en mi aposento y maltratofísico. A veces sentía unas manos frías como el hieloasiéndome los pies, que me derribaban o levantabanbruscamente del suelo. Aquellos tormentos solo cedíancon más y más oración. Entonces yo le decía cosas como:«No me lanzarás de aquí más, miserable. Nada puedessobre mí. No me impedirás que prosiga mi oración."

Los testigos afirman que estos ataques se recrudecíanespecialmente cuando Ana Catalina oraba con gran fervorpor las ánimas del purgatorio o cuando ayunaba por ellas.¡Entonces el escándalo que se formaba en su aposento eraaterrador! Una de las anécdotas más feroces sucedió un díacuando se encaminaba hacia una cruz de madera que alguienhabía clavado en pleno campo, en los alrededores de supueblo. Pero para llegar hasta ella debía atravesar unpequeño camino terroso lleno de plantas, arbustos ymaleza. Era entonces cuando el demonio, en forma deperro feroz, se le aparecía en medio del camino y laintentaba obligar a dar la vuelta. El animal era descrito porella como «una criatura espantosa, con una cabeza grotescay muy extraña, que no había visto yo nunca en un perro». Elcolor del peludo animal era siempre negro y era tan altocasi como un adulto. Entonces Ana Catalina, muerta de

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miedo pero envalentonada con la oración dijo: «Nada puedeun demonio contra el Señor», y sintiendo todos los peloserizados siguió hacia adelante con los labios cargados deoraciones. El perro, furioso, se lanzó contra ella y la apartódel camino con un gran empujón, pero huyó al ver que laniña redoblaba las oraciones llenas de fe, tras el brutalmamporro.

En otra ocasión le sucedió algo parecido encaminándosehacia la iglesia. Éstas son sus palabras al respecto:

"Una vez iba yo de noche a la iglesia, cuando salió a míuna figura como de un perro. Puse la mano por delante yrecibí tan fuerte golpe en el rostro que me echó fuera delcamino. En la iglesia se me hinchó tanto aquel, lasmanos y la cara, que estuve desconocida ante la gente.Me lavé con agua bendita [...]. Camino de la iglesiahabía una cerca que era preciso salvar sobre una tabla.Cuando en la fiesta de San Francisco llegué allí una vezmuy de mañana, vi una gran figura negra que intentabadetenerme. Luché con ella hasta que pasé, pero sinsentir angustias ni temer al enemigo. Siempre me estásaliendo al encuentro en los caminos y quiere que de youn rodeo, pero no lo consigue."

Otras veces se le aparecía en forma de hombre oscuro ypeludo, con ojos llenos de odio, que la tomaba por los

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hombros, la golpeaba y lanzaba a una zanja o desde lo altode una escalera. Pero cuando esto sucedía, ella lo ofrecíainmediatamente para salvar las almas de los moribundos opara ayudar a las almas del purgatorio a entrar en el cielo.¡Entonces el demonio se desesperaba y la amenazaba! Enuna ocasión le dijo: «Niña no me atormentes o lo sentirás».Ana Catalina pasaba mucho miedo, pero todo lo ofrecía conuna entrega digna de una santidad profundamente madura.

¿Y qué pasa con las visiones del infierno? También laspadeció, querido lector. Helas aquí expresadas nuevamentecon sus propias palabras:

"Hallándome una vez muy turbada y abatida a la vistade las miserias que me rodeaban y de tantas penas yviolencias como sentía, pidiendo a Dios que se dignaraconcederme siquiera un día tranquilo (pues vivía comoen el infierno), mi ángel me reprendió muy severamentede esta manera: «Para que no compares tu estado con elinfierno, voy a mostrártelo realmente como es».Condújome hacia el norte a un lugar en el que la tierradeclina rápidamente. Primero nos levantamos mucho dela tierra. Seguimos hacia el norte por un sendero muyescarpado en un desierto como de hielo y llegamos a unpaís espantoso. Parecía como si me moviera en unaelevada región alrededor de la tierra y conociera concerteza que iba descendiendo enfrente de aquélla. El

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camino estaba desierto y se iba tornando oscuro yhelado a medida que descendía. Cuando llegué al lugarde espanto, entré en un mundo totalmente desconocidopara mí. Cuando me acuerdo de lo que vi, tiemblo depies a cabeza: había una sima tenebrosa, mucho fuego,terribles tormentos día y noche... Los límites delhorizonte eran siempre noche pura [...]. Vi al Señoracercarse con gran severidad a lo más profundo delabismo: al infierno. Pareciome el infierno como unaconstrucción de roca indeciblemente grande, espantosa,negra, con brillo metálico, cuya entrada estaba formadapor puertas negras, extraordinarias y horribles,cerradas con llaves y cerrojos, que se movían a impulsosextraños. Percibíanse bramidos y gritos de dolor.Abiertas las puertas se vio un mundo horrible ytenebroso. Todo lo que estaba ahí procedía de laantítesis de la felicidad, esto es, de penas y tormentos.Todo tenía su raíz en una perpetua cólera, de falta deunidad, de desesperación. Veía muchas cárcelestenebrosas, cavernas de tormentos donde se maldecía yreinaba la más absoluta desesperación. Allí todo erangritos, horror, aversión y espanto. Vi muchos torrentesde maldición, de odio, rencor, confusión, humo,tormentos y suplicios. Se palpaba la eterna ydesgarradora discordia perpetua de los condenados.Todas las raíces de la corrupción y de la falsedad

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estaban aquí representadas en innumerablesmanifestaciones y obras de tormento y dolor; nada aquíestaba justo y únicamente podía tranquilizar al ánimoesta reflexión: que la divina justicia coloca a cadacondenado la pena y el tormento que solo él se habuscado empecinadamente. Pues todo lo que aquí seveía y sucedía era horrible, era la esencia y la forma y elespíritu del rencor del pecado, de la serpiente que serevuelve contra el que la ha amamantado en su seno. Viaquí una columnata pavorosa, construida para causarhorror y angustia.

[...] Cuando el ángel abrió la puerta, vime en medio deuna confusión de voces, de espanto, de maldiciones,injurias, aullidos y lamentos. Algunos ángeles lanzaronhacia abajo ejércitos enteros de espíritus malos. Todosse vieron obligados a reconocer a Jesús y obedecerle yreconocerle como el Rey de Reyes, y éste fue su mayortormento. Gran multitud de ellos fueron encadenados enun círculo alrededor de otros que estaban tambiénsujetos; en medio de ellos había un abismo tenebroso.Lucifer fue arrojado en él y allí, a su alrededor, hervíantinieblas. Entendí que todo sucedía según leyes fijas."

* * *

Bueno, querido lector: ya ve que no son pocos los que han

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tenido la oportunidad de ver con sus propios ojos al feo deldemonio o sus moradas. Hasta ahora le he incluidotestimonios de santos, de no tan santos y hasta de personasque profesan un cristianismo alejado de la religióncatólica. Todos ellos han padecido este tipo deexperiencias, y alguno de ellos ni siquiera vivía una vida deoración profunda. Sin embargo a todos les ha permitidoDios visitar el infierno y experimentar su realidad con unsolo fin: contar al mundo que existe. Sigo insistiéndole queno debe temer nada, querido lector. Dios es infinitamentemisericordioso y le recuerdo que no irá al infierno a no serque se empeñe con terquedad. Además, ya tiene en estaspáginas un montón de oraciones muy poderosas yeficientes para vivir esta vida agarrado a la mano protectorade Cristo. Entonces, ¿por qué temer? Ya se lo he dicho: détodo a Dios, pero no al diablo. Ya sabe que a ése, ni agua.

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN Y A LOSÁNGELES ENVIADOS POR ELLA

Augusta Reina de los Cielos y Maestra de los Ángeles: a tique has recibido de Dios el poder y la misión de aplastar lacabeza de Satanás, te pedimos humildemente que envíeslegiones celestiales para que, bajo tus órdenes, persigan alos demonios, los combatan por doquier, repriman suaudacia y los arrojen al abismo.

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¿Quién como Dios? ¡Oh, buena y tierna Madre! Siempreserás nuestro amor y nuestra esperanza. ¡Oh, divina Madre!Envía a los santos ángeles para que nos defiendan y aleja denosotros al cruel enemigo. Santos ángeles y arcángeles:defendednos y guardadnos. Amén.

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Capítulo 8LE VI UNA MANO

Cuando llegaban a donde estaba la gente, se acercó unhombre que se arrodilló ante Jesús diciendo: —¡Señor,

ten compasión de mi hijo que tiene ataques y está muymal! Muchas veces se cae al fuego y otras al agua; se lohe traído a tus discípulos, pero no han podido curarlo.Jesús respondió: —¡Generación incrédula y perversa!

¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándotendré que soportaros? Traédmelo aquí. Jesús lo

increpó, y el demonio salió del muchacho, que quedócurado en el acto.

(Mt 17; 14:18)

Marga me ha hecho mucho daño, y aunque hace tiempo quenuestra amistad se rompió, aún me entran escalofríoscuando a causa de algún acto social he de saludarla. ¡Y esque fue tan horrible aquello que sucedió! Mi dolor ha sidono poder compartirlo con nadie por no desear hacerledaño... Ya sabes, la reputación social y todo eso... Nadiedebe saber la verdad sobre su estado de posesión actual(salvo su marido y un buen sacerdote), o viviría inmersa en

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el ostracismo. Por eso te ruego que cambies los nombresde este relato, dado que no es mi intención dejarla enevidencia. ¡Pero lo cierto es que esa mujer necesita ayudasacerdotal, y pronto!

Mi amistad con Marga comenzó hace pocos años. Se casójoven como yo, y hoy a nuestros sesenta años, somosabuelas. Está aún casada, pero yo desgraciadamente fuiabandonada por mi esposo hace tiempo por una mujer joveny bonita. Ya sabes lo que he sufrido a causa de aquellainfidelidad que me rompió el corazón en mil pedazos, y queacabó destruyendo la unión familiar. ¡Uf! ¡Me has vistollorar tantas veces! Y por eso sabes que rezoincesantemente por Luis... Hoy me cuentan las lenguaschismosas que no es demasiado feliz con esa mujer joven yatractiva. Claro, como que él comienza a rondar los setentaaños mientras que ella no ha alcanzado los cuarenta. Escoqueta y le envuelve en los celos. ¡Qué tontos son loshombres, María! Una mujer bonita con un cuerpo atractivoes capaz de hacerles perder totalmente la cabeza, hasta elpunto de forzarles a romper una estabilidad matrimonial yuna familia... ¡Pero si el fuego inicial siempre acabaapagándose! Lo que pasa es que la pasión con los años setransforma en otro tipo de amor, más centrado en lacomplicidad mutua, el cariño verdadero y la camaradería.Pero el bobo de Luis no sospechó que era quizá su dinerolo que aquella joven buscaba, y ahora que han pasado

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algunos años, viejo y pachucho, enfebrece a causa de loscelos. ¿Y qué puedo hacer yo? ¡Nada más allá que desearlelo mejor para que alcance la felicidad! Pero, ¡ay!, me quedétan sola cuando me dejó... Precisamente fue esa la razónpor la que me refugié en mis amigas, que tanto cariño ycompañía me procuraron durante aquella dificilísima etapade mi vida. Hoy son los nietos los que me colman dealegría y mi vacío ha sido sanado con sus risas. Así es lavida: un gran tobogán lleno de aventuras que a veces sonbuenas, y otras malas...

No soy una mujer quejica, María... Sabes que soy personade fe, que amo al Señor con todo mi corazón y toda mialma, y que fue precisamente mi conversión allá en el año95 cuando mi vida comenzó a llenarse de luz tras esedisparatado divorcio. ¡Mis hijos han tardado años enperdonar a su padre! Y si al fin lo han hecho, ha sido porqueyo he aprendido a perdonar primero, fijándome en elejemplo de Jesucristo. Si Él fue capaz de mirarnos conternura y perdón desde lo alto de una cruz, torturado,humillado y siendo inocente, yo había de hacer lo mismo.Y así poco a poco y con el apoyo de mi director espiritual(un santito de edad avanzada), todo el rompecabezasdeshecho que era mi vida tras la marcha de Luis, fuerecolocando las piezas en su sitio. ¡Y una de esas piezasfundamentales para la reparación de mi corazón fue la

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amistad que me procuró Marga! Claro que eso fue solo alprincipio, porque después... ¡Uf, la que me lió! Me hepreguntado muchas veces qué fue lo que pasó para que sucorazón, un día limpio y alegre, se llenara de odio ymaldad... Hoy sé que, sin ella percatarse, el demonioacechaba callado y observador, a poca distancia de su alma.

Cuando Marga se unió a mi grupo de amistades fue recibidacon gran cariño. Era alegre, simpática y ocurrente, ¡yjugaba al mus como nadie! Enseguida congenió con todaslas amigas y cuando Luis me abandonó, hizo piña junto aellas a mi favor. Todas reaccionaron igual. Animaban a susmaridos a hacer entrar en razón a Luis, quien, empecinado,hizo oídos sordos a los consejos éticos que recibía. Si enesa durísima etapa de mi vida me sentí respaldada, fuedebido a amigas como Marga, ya que procurarontelefonearme con frecuencia y aportarme algo de paz enmedio de una gran tormenta. Pero la luz más radiante mellegó con mi conversión. Jesús es todo luz, y conocerle yprofundizar en su amor ha sido sin duda lo más importantey valioso de mi vida. ¡Cuánto consuelo procuró a micorazón sentirme amada por todo un Dios! Cuandoprofundicé en mi fe tras el monumental palo de midivorcio, todo comenzó a cambiar. La prueba más duraestaba ante mí, pero el arma de amor más grande deluniverso se reveló en mi alma. Y así encontré un consuelocomo no hay otro: la ternura de Cristo, a quien comencé a

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recibir diariamente a través de la Eucaristía. Cuandorecitaba el rosario me sentía animada y protegida y antes deque me diera cuenta, mi vida rondaba en la oración. Hablabacon Jesús, le contaba mis penas y Él me consolaba el alma.Mi vida se había convertido de pronto en una maravillosaaventura: la de amar y conocer a Cristo.

Dios es un amigo fiel, María... Cuando nos ve solos odesesperados, si acudimos a su socorro, acude conpremura. Por eso pronto me «presentó» a un grupo deoración muy hermoso formado por gente humilde de laparroquia de mi barrio. Recuerdo que la mañana que lesconocí me levanté desanimada y triste. ¡Alguien me habíadicho que Luis y su nueva pareja iban en busca de un bebé!Esto me reabrió esa herida tan profunda que un día tuve yque pensé cicatrizada. Cuánto me equivocaba... Me vestíderramando lágrimas y bajé a la Iglesia. «Solo sentarmefrente al sagrario calmará mi herida», pensé. Cuando entréme sorprendió verla llena de gente que no conocía. Elgrupo de fieles cantaban, alababan y oraban con grandevoción a la Virgen, ¡y qué preciosas melodías leofrecían! Fascinada, me senté en un banco para observarlesy disfrutar desde lejos su fervor, y cuando finalizaron medecepcioné al ver cómo recogían sus instrumentos paramarcharse. ¡Pero yo no quería que lo hicieran! Deseabasaber quiénes eran y por qué alababan de aquella preciosa

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manera a la Madre de Dios. Así que me acerqué a unaseñora de edad avanzada y le toqué el brazo.

—Perdone usted —dije tímidamente—. Me ha gustadomucho lo que hacían... Verá, hoy estoy triste y escucharlesorar de esa manera tan especial me ha conmovido.

Y entonces, como una boba, me eché a llorar. Ni que decirtiene que la señora se sobresaltó un poco. Es raro que unadesconocida se eche en los brazos de uno, así de sopetón.Pero fue muy amable: me sentó junto a ella en un banco ycomo si de un grifo se tratara, mi corazón derramó tantodolor que pensé que la empaparía de tristeza.

—No llore. ¡No vale la pena destrozar una vida a causa de latristeza! Y mucho menos por el amor perdido de un hombrenecio. ¡El único al que no hay que perder es Jesús! A ése nole quite usted la mirada jamás —dijo señalando la enormecruz que dominaba el altar mayor—. Mire: le voy aproponer algo. ¿Por qué no se une usted a nuestro grupo deoración semanal? Nos vemos aquí todos los martes en lamañana y juntos alabamos, rezamos y cantamos al Señor. Yasí, con las pilas recargadas, nos enfrentamos a los avataresde la vida. Digamos que venir es como una medicina paratodos nosotros. ¡Anímese!

Me gustaba el tono de aquella mujer. Había algo en ella que

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me colmaba de paz, de esperanza... No captaba lo que era,pero era poderoso y grande.

—Bueno... Si no es molestia, sí me gustaría aceptar suinvitación. Regresaré el próximo martes.

—¡Bien dicho! —Mi nueva amiga me cogió de la mano yme llevó hacia el resto del grupo, a quien me presentó. Susmiembros eran dispares (algunos vestían humildementemientras que otros iban encorbatados y con zapatos caros);pero en todos noté que había algo especial—. Ésta esMicaela —dijo mi nueva amiga—, dice que le ha gustadomucho nuestra forma de rezar y desde ahora pertenece algrupo de oración.

—Bueno —respondí algo avergonzada—. Es que nunca hevisto a nadie rezar cantando cosas tan bonitas... Digamosque me han procurado mucho consuelo esta mañana...

—¿Nunca había usted alabado con canciones? —preguntóun señor con uniforme de portero de hotel.

—Pues... Creo que no.

—Entonces tendrá que aprender. Es así como a nosotrosnos gusta rezar en la Renovación Carismática. ¿Ha oídohablar de este movimiento de oración católico?

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—No señor.

—Pues prepárese. Aprenderá a conocer y a enamorarse delEspíritu Santo. ¡Verá cómo Él trae a su vida un soplo de pazy alegría!

Y así fue, María. Y vaya que lo hizo.

Aquellos martes me salvaron literalmente la vida. ¡Quéalegría fue para mí descubrir la Renovación Carismática!Es un movimiento tan hermoso... Digamos que con misnuevos amigos conocí y profundicé mucho más en el amorde Dios. Ellos me enseñaron a orar cantando, inclusomoviendo los brazos al son de la música. A simple vistaparecíamos una panda de frikis religiosos... Pero es que elque entra a formar parte de la oración carismática, seadentra en el amor del Espíritu Santo de una forma distinta.Mis amigas captaron al vuelo que algo en mí habíacambiado. Ya no lloraba con tanta frecuencia, me apetecíaotra vez salir conforme pasaban las semanas, y meconmovía más y más con aquella nueva forma de orar ydescubrir el amor de Dios. Me preguntaban a qué se habíadebido mi cambio y yo les compartí mi descubrimiento defe. Además había llegado un regalo inesperado a micorazón: conocí a Tomás, un viudo retirado y muy amableque a las pocas semanas de conocerme me estabaconvenciendo para comenzar una «amistad especial» con

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él. ¡Tomás era atractivo y tenía alma de ángel! Además eradivertido, alegre y me hacía reír... Digamos que comencé atener un pequeño romance, algo inocente y bonito. Meinvitaba al cine los domingos y paseábamos juntos por elparque del Retiro. Hablábamos mucho y compartíamosnuestras heridas. ¡Al fin un día me di cuenta de quecomenzaba a ser feliz otra vez! Algunas de mis amigas,observando mi gran cambio, no tardaron en pedirme que lasllevara a rezar al grupo conmigo, porque, ¿quién no tieneheridas, María? Ellas también pasaban por momentosdifíciles: algunas padecían enfermedades, otras problemaseconómicos y hasta otras comenzaban también a sufrirtensión en sus matrimonios. ¡Y es que hay una edad por laque pasan los hombres que parecen idiotas! De verdadque... Y Marga fue una de las padecían discusiones ytiranteces en su relación matrimonial, ya que al parecer, suesposo, que siempre le había sido fiel, le había dado undisgusto serio con su secretaria... Y aunque aquello fuealgo pasajero (reconozco que doloroso), Marga se agrió. Elmatrimonio no se rompió, pero el amor entre ellos yanunca fue igual. Era como si algo se hubiera roto a pesar deque su esposo mostraba un profundo arrepentimiento y larogaba un verdadero perdón. Fue entonces cuando Margame dijo: «Oye, yo quiero tener tu felicidad; deseoencontrar esa alegría y esa fe que ese grupo carismáticotuyo ha traído a tu vida». En mi inocencia creí que sus

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motivos se basaban simplemente en el deseo de sanar unatriste herida abierta por una estúpida infidelidad... Quépoco podía sospechar entonces que un inmenso enemigocomenzaba a atrapar el corazón de mi amiga: la semilla dela envidia.

La primera vez que atisbé una chispa de su naciente odiohacia mí, sucedió unos meses después de que se uniera algrupo de oración los martes en la mañana. Ese día Tomásllegó tarde, y al verme se apresuró a sentarse a mi lado. Medio un achuchón y me cogió de la mano. Marga estabasentada en un banco justo a mi espalda. Me giré paraexplicarle que ése era «el amigo tan especial» del que tantohabía hablado a mi grupo de amigas. ¡Con lo que noshabíamos reído juntas hasta ese momento cuando lesrelataba secretos de mi nuevo romance! Ellas me tomabanel pelo, pero en todo momento dejaron claro que sealegraban mucho por mí. «¡Que se fastidie ahora Luis!»,solían decirme las muy malvadas. Pero esa vez, cuandoinocentemente me giré para hacerle un cómplice guiño aMarga, observé algo extraño en su mirada... Le sonreí y ellame devolvió una sonrisa. Sin embargo el rictus de su bocala delató: en esos labios se reflejó cierta amargura, y así,en una milésima de segundo, capté una triste realidad...Supe entonces que algo ya no andaba bien entre nosotras...«Dios mío», pensé girando mi cabeza al instante hacia elaltar. «Me parece que Marga no desea verme feliz con

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Tomás... Ya puedo tener cuidado». Me invadió una grantristeza. Nunca es agradable notar que una amiga se alejadel corazón.

El tiempo me dio la razón, María. ¡Y cómo! Marga discutíaconstantemente con su esposo y su carácter seensombrecía día a día... Peleó también con una amiga denuestro grupo de mus y dejaron de hablarse. ¡Y yo mesentía constantemente observada por ella! A veces, cuandoalguna de las amigas me preguntaba por mi crecienterelación con Tomás, esquivaba la respuesta si Marga estabapresente. Sabía que cuando expresaba mi felicidad depareja, ella enrojecía o cambiaba inmediatamente deconversación. Eso me dejaba saber que le incomodabaconocer mi felicidad sentimental. A la par y quizá debido alestrés en su matrimonio, Marga comenzó a engordar.1

«Comer me libera de la ansiedad», decía malhumorada. ¡Yen poco tiempo rozó los ochenta kilos! Siendo menuda deestatura aquello no sentó bien a su físico. Comenzó asentirse fea, sola y amargada. Y entonces, sin verlas venir,recibí su primera bala de odio.

1 Debo aclarar en este punto que Micaela es una mujerextraordinariamente bella y que a pesar de su edad losvarones se siguen sintiendo atraídos por ella.

* * *

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—¡Eres una mujerzuela sucia!

Luis gritaba desde el otro lado del teléfono. ¡Mi marido mellamó enfurecido! Me amenazó con luchar en los tribunalespor quitarme el piso en donde yo vivía con mis dos hijos, yjuró menguar los acuerdos económicos de mimanutención. ¿Cómo se había enterado de que acababa decomenzar una relación sentimental? Lo más doloroso nofueron las amenazas, los insultos o las palabras soeces queme dedicó, sino las calumnias brutales que alguien habíametido en su cabeza. Una de ellas era tan indignante que mepartió el corazón: le habían convencido de que yo habíametido a vivir con nuestros hijos a Tomás, y que era yoquien le mantenía desde que habíamos comenzado nuestro«noviazgo». Era tan incierto como que soy millonaria... Elpobre Tomás vivía en su casa, junto a sus dos hijas, y jamás,ni por asomo, me había permitido pagar ni un café cuandome invitaba a pasear. En todo momento se habíacomportado como un caballero, y ni siquiera habíainsinuado venir a casa ni para conocer a mis hijos. ¡Éstos nisiquiera sabían de mi nueva relación! Me dolió muchoaquella conversación, tan llena de mentiras como de ira.Cuando le pregunté de dónde había sacado esa sarta debarbaridades, se negó a decírmelo. Pero el tiempo medemostró que no es tan fácil ocultar a un culpable decalumnia: a los pocos días Marga se encontró con uno demis hijos, a quien con toda crueldad, llenó la cabeza de las

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mismas mentiras...

Mi hijo llegó a casa furioso, ¡y me increpó por mantenerrelaciones sexuales con Tomás, gastándome el dinero demanutención que me entregaba mi exmarido en noches dehotel! Todo era tan horriblemente falso... No habíamantenido relaciones sexuales con Tomás, como tampocome lo había propuesto. Ambos éramos muy serios en esesentido, y llevábamos en el corazón el deseo de llevarnuestra relación con un cuidado extremo de pureza. Poreso fue muy dolorosa aquella acusación.

Intenté calmar a mi hijo, pero su indignación no le permitióescucharme. Su tono de voz, elevado y hostil, me hizoperder al fin los nervios y le dije que, si no era feliz a milado, debería marchar a vivir con su padre. Hoy sé que nodebería haberle hablado con esa dureza, pero a veces en losmomentos caldeados en donde los afectos se sientenamenazados se dicen cosas de las que luego uno searrepiente... Y ése fue mi triste caso. Cuando me quise darcuenta, tan solo unos minutos después, ya mi hijo habíahecho una maleta y se había marchado a vivir con Luis, conel que estuvo durante todo el resto del año. Lloré muchoesa terrible noche. Y al amanecer había tomado unadecisión dolorosa: esa misma tarde dejaría a Tomás.Simplemente el temor de quebrar aún más mi familia, pudocontra mi nueva ilusión amorosa.

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Sobra decir que Tomás se entristeció mucho. No entendíaqué mal había podido hacer cortejándome, invitándome alcine o al teatro y compartiendo una bonita amistad deprofundo cariño. Derramé muchas lágrimas de rabiadurante aquella larga y dulce conversación en el Café Gijónde Madrid, nuestro lugar favorito para merendar. No hevuelto a pisarlo y tampoco he vuelto a ver a Tomás.

Mi amigo no regresó nunca al grupo de oracióncarismático de la parroquia.

Los compañeros me miraban de reojo sin hacer preguntas.Sé que le echaban de menos, pues era afable y cariñoso contodo el mundo. Suponían que había debido ser algo serio losucedido para que decidiera no regresar ni a despedirse deninguno de ellos, cuando al parecer llevaba años orando enel grupo. Supongo que para él fue muy difícil tomar ladecisión de no regresar... Yo acudía con tristeza y con lavaga esperanza de volverle a ver cada martes, pero no fueasí.

Mis amigas me preguntaban qué había sucedido entrenosotros para haber finalizado de esa forma tan bruscanuestra relación. ¡Ellas nada sabían sobre las calumnias! Sinembargo Marga no hacía preguntas... Sonreía y me clavabauna mirada de triunfo que me helaba la sangre. Seguíaacudiendo, más feliz que nunca, al grupo de oración. Con el

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paso del tiempo se había hecho popular en la parroquia,pues se mostraba amable y cordial, a la vez quecomplaciente y servicial. Al poco tiempo la hicieron « jefade reuniones», un pequeño puesto ficticio de parroquia queconsistía en organizar las fechas de las reuniones junto alpárroco. Yo me sentía cada vez más relegada, triste y solaen esa pequeña parroquia en la que, tan solo un año antes,había encontrado tanto consuelo. Podría haber contado algrupo lo sucedido, pero opté por callar. Mi directorespiritual así me lo propuso: «No te desesperes hija, Diospondrá las cosas en su sitio, no te defiendas, déjala que tecalumnie, mira que al Señor también le calumniaron, no ladañes contando la verdad, ya se arrepentirá luego, etc.». Asíque opté por no defenderme. Sin embargo procuré alejaresa amistad de mi vida, dado que, cada vez que la mirabaobservaba algo extraño y oculto en sus ojos. Pronto sabríade qué se trataba.

* * *

Transcurrieron un par de meses en los que Marga notó mialejamiento, aunque nada dijo al respecto. Yo había idocancelando, poco a poco, aquellas partidas de mus a las quemi grupo de amigas me invitaba cuando sospechaba queacudiría Marga. Simplemente su presencia me turbaba...Alguna compañera me había comentado cosas negativassobre ella que me hacían pensar que yo no estaba del todo

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equivocada en cuanto al cambio experimentado en lapersonalidad de Marga.

—Estoy preocupada —me dijo un día a través del teléfono—. Marga anda tan disgustada con su situaciónmatrimonial, que me ha confesado estar acudiendo a unapitonisa. Al parecer se han hecho amigas, le lee la palma dela mano y la predice un futuro halagüeño... Ha empezado aconfiar tanto en esa mujer que la visita todos los viernes.¡No me gusta el cariz que está tomando esto!

Esa revelación me heló la sangre. ¡Nuestra fe católica esmuy clara al respecto!: nada hay más peligroso para el almaque las güijas, las echadoras de cartas o el vudú y sussanteros. ¡Ahora comprendí muchas cosas! Marga estabaandando en terrenos pantanosos.

—¿Y qué le has aconsejado? —Pude hacer la preguntacuando recuperé el aliento.

—Que se alejara de esa mujer como de la peste... ¡Pero meha acusado de envidiosa y me ha mandado a freírespárragos! Hemos tenido una discusión muy tensa... Estámuy rara, ¿sabes?

Por la noche telefoneé preocupada a mi director espiritual.

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—Padre: ¿cómo es posible que una persona con fe, quedirige un grupo de oración en una parroquia seria y quecomulga con frecuencia, acuda a una pitonisa? ¿Acasopuede comulgar?

El sacerdote suspiró profundamente desde el otro lado delauricular.

—¡Ay, hija mía! Enredar con esas cosas esextraordinariamente peligroso. ¡Las adivinaciones novienen de Dios, sino del demonio! Es muy triste lo que mecuentas. ¡Alguien tiene que hablar con esa pobre mujer yquitarle de la cabeza esas visitas! Y para responder a tupregunta te diré que, efectivamente, una persona con unamala influencia dentro puede comulgar y quizá nada se noteen ella. Pero reaccionará negativamente ante el aguabendita. Sin embargo no deseo que te calientes la cabezacon tu amiga. Ni siquiera sabemos si es cierto lo que te hancontado sobre ella. ¡Micaela, no escuches ningún chisme!Suelen ser falsos y hacen mucho daño.

—Padre no sea inocente. Me temo que lo que me hancontado es real.

* * *

Al poco tiempo tuve un nuevo disgusto: mi hijo más

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pequeño, viendo que su hermano vivía a cuerpo de rey consu padre, decidió marchar a vivir también con él. Y es quedesde que mi exesposo disminuyó mi pensión alimenticia,nuestro bienestar económico se vio muy menguado. Mihijo Andrés se fijó así en su hermano mayor, que junto a supadre vivía entre comodidades y hasta utilizaba elmagnífico coche de mi exesposo.

—Es solo por una temporada, mamá —dijo al verme tantriste.

Lloré tanto cuando se marchó esa noche que creí que se mecaerían las pestañas. Veía claramente cómo mi exmaridohabía ido ganando batallas extrañas.

¡Pero si cuando me dejó se desocupó totalmente de loschicos! Durante más de diez años tuve que hacer de madrey padre, mientras él apenas les llamaba o visitaba. Desdeque Marga, a causa de la envida, me había calumniado deaquella manera, todo había cambiado. ¡Qué poder tangrande tiene el demonio, María! Me uní a Jesús más quenunca aquella noche... Creo que viví un poco el Getsemaníde una madre.

Al día siguiente, rota de dolor, corrí hacia la iglesia.Deseaba orar frente al sagrario y contarle a Jesús todo loque llevaba en el corazón. Era temprano y la primera misa

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de la mañana (la de las 8.30 para ser exacta), habíacomenzado. Me uní a un pequeño grupo de fieles en laEucaristía mientras notaba cómo el corazón se me ibarompiendo despacito... Le preguntaba al Señor por quéhabía permitido tanto mal. Estaba desolada pensando quemi exmarido había ido ganando terreno en los afectos demis hijos, haciéndome parecer ante sus ojos culpable depecados y faltas que no había cometido. ¡Qué brutal dañohace una calumnia bien elaborada!

La celebración de la Santa Misa finalizó, pero no memarché... Sabía que el grupo de oración de la RenovaciónCarismática comenzaría aproximadamente en una hora,dado que era martes. Además, ¿dónde podría ir? Mi casaestaba vacía a causa de la marcha precipitada de Andrés, yno deseé regresar para sentir la bofetada de la soledad.Decidí entonces que me quedaría para orar y hablar a Jesúsdurante esa hora de espera. Al menos Él me haríacompañía.

Los feligreses se marcharon una vez finalizada la misa, y laiglesia quedó vacía. Una religiosa entró por el fondo delpresbiterio con una regadera y comenzó a regar las floresque adornaban los jarrones del altar. La luz tenue de esamañana fría de invierno se colaba por las vidrierassuperiores dejando la pequeña iglesia a merced de lapenumbra. Miré hacia mi izquierda y vi la preciosa imagen

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de la Virgen Dolorosa, a cuyos pies llameaban tranquilaslas velitas bendecidas en honor a las almas del purgatorio.«Madre, necesito tu consuelo», susurré mirando a laestatua de la Virgen... El silencio del templo y el suave olora velas e incienso impregnaba la atmósfera de una dulcepresencia que poco a poco fue calmando mi angustia.Coloqué el rostro entre mis manos y noté cómo se meescapaban un par de lágrimas. ¡Necesitaba tanto sentir aDios! No habían transcurrido ni un par de minutos cuandosentí una extraña presencia a mis espaldas, pero no me di lavuelta pensando que se trataría quizá de algún fiel del barrioo hasta de algún miembro del grupo de oración que habíadecidido acudir antes de lo acordado. Y tranquilizada conese pensamiento, seguí sin levantar la mirada... Entonces oíun gruñido animal que me alertó. ¿Qué era aquello quesonaba a mis espaldas? ¿Acaso un perro? Fuera lo que fueseemitía un aliento caliente sobre mi cogote. Me empecé ainquietar. Aquel gruñido desagradable se repitió y, yasobresaltada, levanté la cabeza y clavé mis ojos en el altar,situado justo delante del sagrario dorado. Una extrañasensación de alerta recorrió todo mi cuerpo... Sabía quejusto detrás de mí, alguien o «algo» me observaba muy decerca. ¡Sentía hasta su aliento caliente cerca de mi cuello!Miré hacia una puerta situada junto al presbiterio en dondetan solo unos minutos antes la religiosa había desaparecidocon la regadera ya vacía. No me atrevía a girar la cabeza

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hacia atrás. ¡Estaba empezando a sentir verdadero miedo!Deseé que aquella monja regresara... ¡Y de pronto volví aescuchar el gruñido a mis espaldas por tercera vez! Presaya de pánico, me giré con brusquedad. ¡Y ahí, justo a laaltura de mi cogote, estaba Marga! Tenía el rostro tan cercade mi cuello que parecía olerlo. Pegué un grito y melevanté de un salto.

—Marga —logré balbucear—. ¿Pero qué haces aquí...?

Marga no contestó. Elevaba el mentón desafiante hacia míy me miraba con unos ojos negros y extraños. ¡Todo micuerpo temblaba de pies a cabeza!

—¿Por qué me miras así?

Pero Marga simplemente elevó una mano hacia mí y meseñaló con un dedo la frente en el más espeluznantesilencio. Entonces se la vi: ¡Dios mío, pero qué mano tanhorrible era aquélla! Era negra, peluda, con uñas afiladas amodo de garfios, ¡y ese dedo estirado como un puñal meintentaba tocar el centro de la frente! ¡Casi me desmayé!Pegué un grito y salí corriendo hacia el pasillo. Marga nose inmutó: me clavaba una mirada seca, penetrante yhelada... De pronto, y por pura misericordia de Dios, lareligiosa que antes había desaparecido tras la puertacercana al presbiterio, regresó y acudió en mi ayuda.

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—¿Pero qué le pasa, querida?

¡Ah!, cuánto me alegré de que apareciera!

—No… no… no es nada, no… no es nada —tartamudeé sinquitar ojo a Marga.

Entonces, a la vista de la monja, Marga cambió totalmentela expresión, sonrió y dijo:

—No pasa nada hermana. Soy Marga, la directora del grupode oración de la mañana de los martes, cuyos miembrosestán a punto de llegar. Y ésta es Micaela, una amiga delgrupo. La pobre se ha asustado porque me he sentado trasella y no esperaba verme.

¡Había dejado de gruñir y la mano había recobrado suaspecto normal!

Gracias a Dios, aquella religiosa no me dejó sola hasta quellegó el resto del grupo. Yo disimulé ante ella, ante Margay ante los miembros del grupo... Pero te aseguro que le vila mano. Era la mano de un diablo. Marga no está bien.Necesita ayuda y la necesita con premura. Creo que aquellavisión extraña fue permitida por Dios para que me dieracuenta de lo peligroso que es enredar en lo oculto. Ya te lohe dicho: Marga me ha causado mucho daño. Amistades

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como ésa, más vale no tenerlas.

* * *

Yo también conozco a la tal Marga, querido lector, aunquemás de lejos que de cerca. Quizá habré intercambiado unpar de saludos convencionales con ella en algún actosocial... Sin embargo hoy amistades comunes (y noMicaela) me aseguran que Marga ha ido de mal en peor.Ahora vive inmersa en el terreno de los horóscopos, de lasvidentes y las echadoras de cartas. Su mundo ya no es el deJesús, sino el del misterio y de lo oculto. Dejó el grupoparroquial y ha continuado rompiendo muchas amistades ycreando conflictos. Ya se lo dije a principio de esteensayo, querido lector: el demonio no tiene amigos, soloesclavos.

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA CONTRA LASINFLUENCIAS DIABÓLICAS

¡Oh, Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre Nuestra,Reina de los Ángeles!: acoge mi humilde oración y dígnatepresentarla ante el trono del Altísimo. Recibiste de Dios lamisión de aplastar por medio de tu divino Hijo la orgullosacabeza de Satanás. Llena de gracias fuiste concebidaInmaculada.

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Por ello te suplicamos que intercedas ante Dios para queenvíe a sus Santos Ángeles y alejen al demonio tentador.Que desvelen sus embustes, repriman su audacia y loencadenen en el infierno. Consíguenos de la MisericordiaDivina oír en nuestro corazón el grito de adhesión a Diosdel Arcángel San Miguel en su victoriosa intervención:«¿Quién es como Dios?».

Oh, tierna Madre: ayúdanos a ser más humildes ante Dios ylos hombres. Ayúdanos a ser cada vez más prontos enrechazar las tentaciones de la impureza o de la codicia.Ayúdanos a mantenernos perseverantes y atentos a laoración. Haz que crezca en nosotros el deseo de la SantaMisa y de la Santa Comunión. Ayúdanos a amar a nuestroprójimo, a vivir en paz con todos, a perdonar las ofensas ylas incomprensiones, a fin de que ofrezcamos al Corazónde tu Divino Hijo la alegría de vivir el Evangelio.

Oh, Santa Madre: nos refugiamos bajo tu manto demisericordia con la certeza de que nos defenderás contratodos los embustes del demonio. Guarda en nosotros la fe,el amor de Dios, el celo por su gloria, la observancia de suSanta Ley y del Evangelio.

Por último, Dulce Madre, te suplicamos que nos asistas enlos momentos finales de nuestra vida, nos preserves de lasmalignas insinuaciones del enemigo infernal, nos

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mantengas confiando en la bondad de Dios Padre, y en lafirme esperanza de que entraremos en la alegría infinita delcielo para cantar eternamente las Misericordias del Señor.Amén.

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Capítulo 9¡CUÁNTO ODIA EL DEMONIO A LOS

SACERDOTES!

La mies es abundante, pero los obreros son pocos.Rogad, por tanto, al dueño de la mies que envíe obreros

a su mies. ¡En marcha! Mirad que os envío comocorderos en medio de lobos.

(Palabras de Jesús a sus discípulos en Lc 10, 2-3)

Esto de ser escritora de temas escatológicos es a vecesmuy complicado, querido lector. ¡Porque vaya cantidad decosas serias que me pasan a causa de ello! Miresponsabilidad es a veces tan grande que supera mislimitaciones y hasta acabo asustada. Pero si suceden sé quees porque Dios lo ha permitido, pues es Él quien me colocaen esas situaciones y por ello debo amarle y ofrecerlehasta mi último talento, por muy nimio que sea. Y estoincluye una tarea en vida que, aunque tiene su cara bonita,también me hace desear a veces salir corriendo y no pararhasta llegar a China. Es duro para mí sentirmepermanentemente observada por gente que no me conoce,criticada e incluso vilipendiada en algunos medios de

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comunicación a causa de defender mi fe; pero todo essencillo si se compara con la enorme felicidad que meembarga cuando sacerdotes infinitamente mejor preparadosque yo acuden en mi ayuda a causa de un serio problemacon respecto a su sacerdocio. ¡Entonces sí que siento unainmensa responsabilidad! Conozco el hecho de que muchasveces se sienten solos ante un verdadero problemón, y sebloquean al no saber a quién acudir o con quién compartirsu disgusto. Siento entonces que su perseveranciasacerdotal puede depender en gran medida de un consejo, yesto me hace temblar de la nuca a los pies, querido lector.Estas cosas suceden porque a veces en sus parroquias sesienten abandonados, incluso rechazados por susfeligreses, quienes se ven incapaces de apoyar a su párrocoen la esencial tarea de llevar a Cristo a sus hogares. Y asíhe descubierto que no es nada fácil ser sacerdote hoy endía... Se preguntará qué hago entonces por ellos. Larespuesta es sencilla: oro con todo el corazón y procuroayunar dos días a la semana por sus intenciones. Pienso asíque tal vez mi sacrificio pueda servir para darles ánimos opara frenar una tentación... Nunca se sabe lo que puedelograr una simple oración recitada desde el corazón,querido lector.

* * *

Es muy interesante tener como amigo a un sacerdote. Yo

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tengo un porrón y a todos martirizo con mis preguntas.¡Pobres! La que no se aburre nunca junto a ellos soy yo.¡Qué gran misterio es la llamada sacerdotal! Esimpresionante, inconcebible e inexplicable que un hombreen su sano juicio desee dejar todo atrás (novias incluidas),para dedicarse a llevar a Cristo al mundo. ¡Qué granaventura emprenden cuando son ordenados! Viven al día,inmersos en lo desconocido, con futuros inciertos frente aellos y adversidades seguras... Y sabiendo que les esperanincertidumbres muy serias, se empeñan igualmente enseguir tras esa llamada interior, que no pueden controlar nientender. Dios y sus cosas son verdaderamente un misteriohiperbólico, querido lector.

Ha sido a raíz de empezar a tener muchos amigossacerdotes por lo que he descubierto tres verdades muygordas:

1) Hay sacerdotes que se sienten muy solos y noencuentran consuelo en sus parroquias.

2) Las marujas podemos llegar a veces a ser más listejas enasuntos del alma que algunos renombrados teólogos,siendo capaces de resolver problemas que ellos noalcanzan ni a atisbar. ¡Ah, los hombres son muy torpes!

3) Los sacerdotes son, con toda seguridad, las personas

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más odiadas y atacadas por el diablo.

Y para ilustrar que lo que le digo es cierto, le adentro acontinuación en un caso real que me ha conmovidosobremanera, cuyo protagonista es un sacerdote a quienadmiro y respeto mucho. Se llama Fidel, es joven ybastante atractivo.1 ¡Y precisamente por eso estuvo a puntode meterse en un lío muy serio que hubiera acabado enescándalo! Si lo comparto con usted es porque sé quepodré ayudar a mucha gente a entender que el demonio esastuto y ágil, que no descansa, y que a veces roza el triunfoincluso en corazones humanos deseosos de lograr lasantidad. ¡Por eso debemos vivir muy alerta a sustentaciones, querido lector! Creo que ayudé a esesacerdote a no meterse en un lío... Ya ve: hasta una marujade poca monta puede echar una mano en la santidad de ungran hombre. Todo sea por gloria de Dios.

1 Obviamente, los nombres de los protagonistas de esterelato han sido modificados para proteger su identidad [N.de la A.].

* * *

Conocí al padre «Fidel» hace más de siete años y enseguidanació entre nosotros una preciosa amistad. Y como hagocon todos los sacerdotes que Dios pone en mi camino, le

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comencé a exprimir a base de preguntas en cuanto tuve algode confianza. ¿Por qué decidiste hacerte sacerdote? ¿No teaburres? ¿Es difícil tu vida? ¿Estás seguro de lo queconsagras? ¿Eres mariano? ¿Te gustaría ser misionero?¿Hay algo que no te guste dentro de nuestra fe?...

Me contó todo sobre su llamada a la vida religiosa: surgiódurante un viaje a Malta, en donde conoció a un sacerdoteen un campamento de verano, que le acercó mucho a susraíces católicas. Y antes de que pudiera darse cuenta se vioinmensamente atraído por la llamada sacerdotal. ¡Y comomuchos otros pensó que jamás fallaría al Señor! Pero lossacerdotes son humanos, querido lector... Y esto significaque, aunque los deseos del corazón sean genuinamentepuros, tienen exactamente las mismas tentaciones,debilidades y dificultades que cualquier laico. ¡Y estoincluye las tentaciones sentimentales hacia las mujeres!

El que un hombre solo, joven y atractivo, se sienta en unmomento de su vida atraído por una mujer bonita esabsolutamente normal. Es más: sería raro que no fuera así.Pero los sacerdotes católicos y ortodoxos toman en su vidauna decisión extraordinariamente importante y seria: la delcelibato. ¡Pero esto no quiere decir que no puedan sentiramor hacia una mujer como cualquier otro hombre, queridolector! Y como sucede muchas veces, un día, de modoabsolutamente inesperado, una joven parroquiana se acercó

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a recibir la confesión. El padre Fidel pensó que erapreciosa, pero esa realidad no turbó sus afectos. Entoncesel tiempo transcurrió y una amistad nació entre ellos.

La muchachita comenzó a escribirle e-mails y a visitar laparroquia para colaborar en actos piadosos, y poco a poco,una semilla peligrosa se comenzó a plantar en el corazónhumano de este joven cura... Entonces comenzaron losproblemas en su alma sacerdotal y lo que en un principioera tan solo una buena amistad, se transformó pronto en una«seria» amistad. Ambos se escribían e-mails, se enviabanmensajes de buzón de voz y comenzaron a compartirsecretos y heridas. Yo advertí a Fidel, pero no me hizocaso.

Angelines (así llamaremos a esta preciosa muchacha),estaba prometida con su novio de toda la vida. Era alegre,lista y tenía un temperamento muy agradable. ¿Cómo nofijarse en ella? ¡Pero si hasta los muchachos del barrio laadmiraban! Su comportamiento no era incorrecto haciaFidel, y supongo que sentía protegidos sus afectos y supersona al dejar claro que su vida y su felicidad estabanunidas de forma sagrada las de un muchacho estupendo quepronto se convertiría en su marido. Sin embargo era obvioque había cogido mucho cariño al padre Fidel, y a él acudíacuando necesitaba confesión, oración o consuelo. Y Fidel,varón al fin y al cabo, se dejó llevar por los deseos y

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afectos humanos, y cayó poco a poco en las garras delamor.

Un día pasé por la parroquia para regalarle uno de mislibros y descubrí que estaba muy abatido.

—¿Qué mosca te ha picado?

Intentaba arrancarle una sonrisa. Pero mi amigo no teníaganas de bromas. Triste, nervioso y abrumado de trabajo,me contestó que no tendría tiempo de leer mi libro hastadentro de muchos meses.

—No me concentro últimamente, ¿sabes?

Sospeché que algo fuera de lo común le sucedía, así que ledije que no se preocupara por la lectura de mi libro, peroque no dejara de dar importancia a aquello que le abrumabade preocupación. Entonces me clavó una mirada cargada dedolor y me susurró:

—¿Puedo llamarte esta noche? No sé con quiéndesahogarme... Hay algo que me está matando por dentro.

Asentí.

Nuestra conversación duró dos largas horas en las que elpadre Fidel me confesó su amor desesperado por esa joven.

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¡Estaba enamorado como un escolar! Y su sufrimiento eraenorme. Su parroquia estaba situada en una zona conflictivade Madrid a la que acudían pocos españoles y muchosemigrantes. Eran éstos los que más cariño le aportaban, y élprocuraba concentrarse en ellos para proclamar su amorpor Cristo. Pero su camino no era fácil.

El reducido grupo de jóvenes españoles que acudían a sushomilías eran chicos de barrio; buena gente y concompromiso de amar a Dios, pero entre sus miembros seencontraba Angelines.

—Ha sido confesándola como me he ido enamorando de sualma, María — me revelaba apesadumbrado—. La atracciónes ya muy grande. Lo peor me sucede en la misa, cuando laveo de la mano de su prometido desde los bancosposteriores. ¡Es tan bonita! Su carácter alegre, su dulzuranatural y su bondad interior me han vuelto literalmenteloco. No recuerdo haber conocido en el instituto a nadiecomo ella. Si te soy sincero, no sabía que hubiera en elmundo alguna chica como ella. Sé que está enamorada desu prometido y que solo me considera un gran amigo. ¡Y mitortura es que ese muchacho es además estupendo! Sé quela hará muy feliz. Pero ella, ella, ella... Me ha robado la paz,me ha turbado totalmente los afectos.

Yo imaginaba que algo así sucedería, querido lector. Pero

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dado el estrés y la tristeza que veía en él, no quiseatosigarle con reproches. Recordaba bien que le habíaadvertido varias veces sobre su «inocente» actitud encuando a compartir tantos mensajes, e-mails y llamadastelefónicas con Angelines. Sin embargo no le atosigué.

—Es que ya no puedo pensar en otra cosa que no sea ella.Realmente sufro como un idiota. Todo esto es muy raro enmí. ¡No me pega nada enamorarme como un colegial aestas alturas! ¡Y siendo sacerdote, además!

Mi mente corría veloz buscando un consejo, una salidaapropiada para tal situación.

—Debes dejar de confesarla. ¡Aléjate de esa amistad loantes posible! Envíala a otro sacerdote para lasconfesiones.

—¿Pero cómo? No hay otro sacerdote en la parroquia ynuestro diácono no puede confesar. Como sabes bien, es unsacramento que solo puede impartir un sacerdote.

—Entonces reza mucho; redobla tus oraciones. Tambiéndebes ayunar. ¿Acaso no ves que el demonio te estádesbaratando los afectos?

El padre Fidel respiró hondo antes de contestarme.

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—Pero María, ¿cómo puede venir este amor tan grande deldemonio? ¡El demonio no puede obligar a amar a nadie!¡Pero si él ni siquiera sabe amar! No, no, no... Estásequivocada. Estoy empezando a pensar que a lo mejor esteamor me lo ha colocado Jesús en el corazón para darmeuna señal clara: mi camino no es el sacerdocio. Quizá mehe equivocado; quizá he sido un romántico espiritual, unniño ciego y caprichoso que solo he creído poder llegar aser un buen sacerdote. ¡No es mi camino el sacerdocio,María! La quiero, y amándola así no podré ser jamás unbuen sacerdote.

Fue al oírle esas palabras cuando un fogonazo de luziluminó todo mi corazón. Comprendí entonces que lo quele sucedía al padre Fidel no era otra cosa que un ataquesorprendentemente sutil del demonio. Esteconvencimiento me vino al recordar una conferencia queen el pasado había oído impartir a un exorcista de fama. Enella dijo algo que jamás pude olvidar:

Deben saber que algunas pasiones amorosas, esosenamoramientos locos que rompen matrimonios demuchos años, destruyen familias y hasta sacerdocios,vienen también del demonio. Nunca olviden que eldemonio es el gran mentiroso... Empuja los afectos hastalímites increíbles, y es capaz de hacer llegar a sentir talenamoramiento y pasión hacia una persona, que hasta ciega.

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Así suceden infidelidades, las parejas llegan a odiarse acausa del rencor y hasta se producen crímenes pasionales.Todo ello llega siempre en la forma de la obsesiónamorosa y solo se pude salir de sus garras con oración,recibiendo la confesión y el don de la Sabiduría (unida aldiscernimiento), que es uno de los dones más poderososdel Espíritu Santo.

Recordé que aquel día el conferenciante exorcista mepareció extremadamente exagerado. ¡Pero ahora elrecuerdo de su conferencia hizo que se me encendiera labombilla! ¿Y si tuviera razón?

—Padre Fidel: escúchame —dije con severidad—. No te lovas a creer, pero estoy segura de que esto no viene de Dios.Debes atender a lo que te voy a decir.

—María, te aseguro que... —No me interrumpas. Esimportante. El sacerdote echó un suspiro al aire desde elotro lado del auricular. —Está bien... Dime lo que creas.Total, estoy desesperado. No sé en quién

confiar ni a quién pedir ayuda. Tampoco me quieroconfesar con ningún compañero, ¡porque no he hecho nadamalo! ¿Acaso consideras que debo hacerlo? Y si es así,dime en qué he pecado... Los sentimientos no se puedencontrolar.

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—Los sentimientos no, pero el pecado sí. Escúchameamigo mío, aunque sea lo último que hagas con respecto anuestra amistad. Te lo ruego.

Entonces le dije todo lo que se me había metido de sopetónen el corazón, y le expliqué lo que recordaba de aquellaconferencia que había escuchado hacía años; le dije quesolo el demonio es capaz de romper un sacerdocio, no unamujer enamorada de su prometido. Fidel debía correr, volarsi podía, hacia un confesionario en donde debía contar alconfesor, con todo tipo de detalles, lo que le estabasucediendo con respecto a esa chica. Hablarle de sussentimientos, de su sufrimiento y de las terriblestentaciones de declararle su amor. De hacerlo, yo vi claroque la muchachita se quedaría muy angustiada y romperíasu amistad con él. ¿Y quién sabía si hasta se lo revelaría asu prometido y el chisme se correría por todo el barrio?Eso sí que dañaría irremediablemente su sacerdocio: seacabaría destrozando el corazón y rompiendo sus promesassacramentales. No, no, no. De ninguna manera la soluciónera tirarlo todo por la borda. Yo sabía cómo era su alma.Habíamos hablado mucho tiempo sobre su felicidadsacerdotal y su enamoramiento hacia Cristo. Había sidoescogido por Él con una misión clara: ayudar al mundo asalvar almas para Dios. ¡Y lo estaba haciendo bien! Sumisión era ese barrio, llevar la alegría de Cristo a losfeligreses, por muy poco españoles que fueran. ¡Ésa era su

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selva misionera!

—Padre Fidel, hazme caso: ¡corre a la confesión! Notengas vergüenza de explicar al sacerdote todo sobre tuherida o las tentaciones. ¡Es hombre como tú y loentenderá! Pero debes prometerme antes algo: irás aconfesarte al sacerdote que yo te diga. Yo lo buscaré parati.

Mi amigo enarcó las cejas.

—¿Y eso? Qué tontería. Puestos a buscar, tengo variosamigos que podrán confesarme. —Ya. ¿Pero alguno deellos es exorcista? —No. ¿Y eso qué importa? —Mucho.Tengo la sensación de que solo un buen exorcista arrancaráal Patas de tus afectos. Ya te digo que estoy segura de queesa pasión, ese enamoramiento loco cuyas consecuenciasserán malas para todos, no puede venir de Dios. Viene deldemonio. Te quiere hacer daño... Busca quitarse de encimaa un sacerdote más.

El padre Fidel bajó la mirada y dijo:

—Está bien... Haré lo que tú quieras. Total, ya nada puedoperder.

Sonreí. Algo me susurró al corazón que acababa de ganar

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una batalla.

* * *

Mi amigo acudió, un par de semanas más tarde, a visitar aun sacerdote exorcista que yo había tenido la fortuna deconocer. No es que fuera demasiado cercano (nuestroencuentro había sido breve durante una adoracióneucarística en el Seminario de Madrid). Pero tuve laprecaución de aprovechar esa ocasión para pedirle elteléfono. Así que le llamé, le relaté lo sucedido y él me diouna cita para recibir a mi amigo.

Recé mucho durante la tarde en la que Fidel acudió aconfesarse. ¡Vaya si lo hice!: me encerré en la iglesia demi barrio y le pedí que me telefoneara cuando «todohubiese acabado». No es que el sacerdote fuera a hacer alpadre Fidel un exorcismo, simplemente le confesaría yluego, en el momento de la bendición final, haría unapequeña oración de liberación.2 Estaba segura de que esobastaría para liberar a mi amigo de esa locura que le teníatan turbado. Tras rezar el rosario, me quedé suplicandoayuda al Señor con la mirada bien fija en el sagrario.

2 Esta oración debe ser dicha por un sacerdote sobre otrapersona. Pero también se puede orar por uno mismo si sesustituye la tercera persona (él), por la primera persona (mí

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o yo) [N. de la A.].

Ya empezaba a preguntarme el porqué de la tardanza enrecibir la llamada de Fidel, cuando el móvil vibró en mimano. Recogí apresurada mi bolso y salí de la iglesia. Elpadre Fidel esperaba impaciente desde el otro lado delauricular.

—¡María! No te lo vas a creer... ¡Ha sido precioso! ¡Meencuentro muy bien!

—¡Cuéntamelo todo! Estoy muerta por saber —respondíllena de esperanza.

—Bueno, he hecho todo lo que me aconsejaste. Don X esun hombre muy santo. Le he contado todo y le he explicadoel tormento pasional que estaba suponiendo para mí todoesto... Con pelos y señales, María, qué vergüenza. Me haescuchado con mucha atención, con mucha ternura ycomprensión. Luego me ha confirmado lo que tú medecías: ¡estaba seguro de que aquello provenía deldemonio! Así que me ha impuesto las manos y durante labendición final ha pronunciado palabras de la oración deliberación que utilizan muchos exorcistas. Me sugirió quemientras lo hacía, yo podía sujetar entre las manos elcrucifijo con la imagen de San Benito, que como sabes esel santo patrón de los exorcistas y el que utilizan para

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bendecir durante los exorcismos. Entonces, justo en mediode la bendición, noté cómo algo inexplicable me salía dedentro. No sé cómo expresarlo. Era sobrenatural, como unviento o una brisa extraña que me brotó desde el centro delcorazón. No lo vi, solo lo sentí. Sé que era oscuro y enforma de niebla, pero te repito que no lo capté con losojos. Un gran peso liberó mi alma entonces... Me sentíligero, limpio. Y lo más increíble de todo: ¡de prontoAngelines ya no me parecía tan atractiva! Se esfumó esapasión, esa obsesión. ¡Porque era una obsesión, María!Cuánta razón tenías y qué ciego estaba. ¿Cómo agradecerteel consejo?

—No me des las gracias a mi, amigo mío. Dáselas al Señor,que puso en mi camino aquel día aquella conferenciaimpartida por un buen sacerdote exorcista. Ya sabes quesoy una auténtica ignorante, pero sé que una confesión bienhecha es tan liberadora como el mejor exorcismo delmundo. No entiendo por qué no vivimos pegados a ella.

* * *

Hoy el padre Fidel está más contento que unas castañuelascon su sacerdocio. Sigue siendo amigo de Angelines, perono siente por ella nada más allá que un agradable aprecio.Ella se casa este verano próximo y don Fidel está aún másfeliz que ella por este paso. Todos los afectos de su

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corazón regresaron a su sitio, ¡porque verdaderamente noprovenían de Dios! ¿Ve, querido lector, cómo las marujasservimos para algo más que hacer los deberes con losniños? A veces Jesús nos utiliza para captar aspectossobrenaturales tan importantes como la verdadera accióndel demonio en algunas personas. Yo me di cuenta, porpura misericordia de Dios Padre, de la naturaleza de aquellatentación. El demonio es un ángel caído, y como tal, essabio y poderoso e intenta de mil maneras ocultas desviarlas voluntades libres de los hombres. Pero ya ve que no esomnipotente ni omnisciente. Pero tiene fuerza para engañaral hombre y a su debilidad. ¡Sin embargo la Iglesia nosdefiende! Lo hace con poder, y por ello nos ofrece muchasarmas en forma de oraciones. Y hablando de eso, aquí llegala nueva. ¿Acaso creía que me había olvidado? De eso nada,querido lector: yo nunca me olvido de nada.

ORACIÓN DE LIBERACIÓN DE LA SANTA CRUZ(UTILIZADA POR EL EXORCISTA DURANTE LABENDICIÓN FINAL TRAS LA CONFESIÓN DEL PADREFIDEL)

¡Oh Santa Cruz! Madero hermoso donde murió mi Señorpara darme eterna luz y librarme del demonio. Ante ti mehumillo y reverente imploro a mi Señor Jesucristo que porlos padecimientos que recibiste en tu Santa Pasión, meconceda los bienes espirituales y corporales que me

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convengan.

Elevada ante el mundo eres faro luminoso que congregas ala santa grey para entonar cantos de gloria ante Cristo Rey,que siendo dueño de todo lo creado, permitió sercrucificado sobre ti para la redención del género humano.Sobre ti se operó el asombroso misterio de la redencióndel mundo, y desde entonces libre el cristiano de la culpaoriginal, puede llamarse hijo de dios eterno y aspirar a lagloria celestial.

Bendita seas por los siglos de los siglos. Fuiste entre lospaganos signo del baldón y de la afrenta, y hoy eresemblema del cristiano y la esperanza para ser perdonadopor el sublime sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo, aquien espero servir y honrar por toda la eternidad.

Santa Cruz donde mi Señor expiró por darnos luz: yo te doymi reverencia, ¡oh, preciosa Santa Cruz! El camino que memarques en el mundo seguiré. Que a la cruz siempreabrazado, con su signo venza siempre. A tus plantas hoy meencuentro, divino redentor. Haz que con santa pacienciacargue en el mundo mi cruz.

¡Oh, Dios omnipotente. Sufriste en la cruz la muerte pararedimirnos de nuestros pecados...

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¡Oh, santa Cruz de Jesucristo!: ten piedad de (se nombra ala persona, en este caso fue al padre Fidel)...

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!: sé su verdadera luz.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!: sé su esperanza.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!: aleja de él toda armacortante.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!: derrama en su alma todo tubien.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!: aleja de él todo mal.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!: hazle entrar ahora mismo enel camino de la salvación.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!: aleja de él todo temor a lamuerte.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!: aleja de él toda tentaciónmala.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!: presérvale de todos losaccidentes temporales y corporales para que pueda adorartesiempre, así como a Jesús Nazareno, a quien imploro paraque tenga piedad de esta alma herida.

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Haz que el espíritu malo visible o invisible huya ahoramismo de él, por los siglos de los siglos. Amén.

En honor de la preciosa sangre de Jesucristo y de suhorrible muerte en la cruz; en honor de su resurrección yencarnación divina por medio de la cual puede conducirnosa la vida eterna:

Que así se digne a librar esta cruz a esta alma de los ataquesdel demonio y de todos sus enemigos, tanto visibles comoinvisibles, desde hoy y para siempre. Que el omnipotenteamor de Dios Padre se digne a cubrirle con la sabiduría delEspíritu Santo. Dígnate, Señor, a conducir su alma a la vidaeterna. Amén.

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Capítulo 10MIS LECTORES: UN REGALO DE

DIOS

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? ElSeñor es mi fortaleza, ¿quién me hará temblar? Cuando

los malvados se lanzan contra mí para devorarme, sonellos, adversarios y enemigos los que tropiezan y caen.

No temo, aunque un ejército acampe contra mí.

(Sal 27, 1-3)

No deja de asombrarme la cantidad de regalos que Diostrae a mi vida de la forma más inesperada, querido lector. Yentre los más importantes están aquellos que a veces mellegan en forma de correos electrónicos dirigidos a la webde mi oficina. No todos son tan valiosos como los dos quele presento abajo, pues desgraciadamente también losrecibo con insultos, rechazos y hasta cargados decalumnias muy graves hacia mi persona, por el solo hechode profesar mi fe de forma pública. Por ello, y dado elinmenso número de entradas (algunas muy hermosas yotras desagradables), en mi equipo de oficina dispongo deasistentes personales que emplean gran parte de su tiempo

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a trabajar con mi web. Una web que a veces se colapsa...Son ellos los que reciben los mensajes y los queamablemente contestan a los internautas, explicándoles quela web es solo utilizada para contratos literarios y prensa,que yo no accedo a ella y que lamentan que no puedacontestarles personalmente. Al lector le cuesta muchoentender que no sea yo misma quien responda, y por ello aveces se entristecen. ¡Sabe Dios que me falta tiempo pararespirar! Pero mi trabajo es ser escritora de novela, ensayoy literatura infantil, y ya con eso voy derrapando en lascurvas. También les cuesta comprender que no soypsiquiatra como lo fue mi padre, sino una simple marujaenamorada de Dios, que escribe. Es también obvio que noacuden a mí por mi capacidad literaria (¡ya me gustaría serCela!). ¿Por qué desean entonces contactar conmigo? Larespuesta es muy fácil: vienen a mí por el hambre quesienten por ese mismo Dios al que yo conozco solo unpoco, y creen, equivocadamente, que puedoproporcionarles alivio a sus heridas a causa de ello. ¡Quégran error! Sé bien que soy una mujer muy ignorante; ésa esla pura verdad. Y también soy un misterio para mí misma.

Al principio de mi carrera literaria (comencé a escribirprofesionalmente hace trece años), no pude imaginar quemi trabajo pudiera algún día despertar tanta curiosidad, yhasta tantas pasiones controvertidas de amor-odio. Pero locierto es que levanto espinas en cuanto abro la boca por el

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solo hecho de que hablo de las cosas de Dios, y como esmi tema favorito, no tengo escapatoria. No tuve problemascomo escritora mientras tocaba asuntos mundanos, ¡perocómo cambió la cosa cuando me puse a hablar de mi fe ydel catolicismo! Y así he entendido que lo que dijo elSeñor en el Evangelio es una verdad como una casa:

Porque de ahora en adelante estarán divididos los cincomiembros de una familia, tres contra dos y dos contra tres.El padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madrecontra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra lanuera y la nuera contra la suegra (Lc 12, 52).

¡Y vaya si es cierto que el Señor ha vuelto mi vida patasarribas desde el momento de mi conversión! Ahíempezaron mis problemas, y siguen a día de hoy. Pero nome importa, porque vivir patas arribas con Jesús es la másmaravillosa aventura que se puede experimentar. Haga laprueba. Le aseguro que no se arrepentirá.

A pesar de los miles de e-mails que recibimos que nosirven más que para dar disgustos, también los hay muyespeciales. Son los que mi equipo no ignora nunca: los quetienen alma, que proyectan un inmenso sufrimiento o enlos que perciben que una mínima aportación de mi ladopodría ayudarles sobremanera en ese momento crítico. Noson muchos los que recibo con estas características, pero

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cuando llegan revolucionan al personal, pues tocan elcorazón y suponen un verdadero regalo para toda mioficina. Son los que me hacen comprender que el que da undedo a Dios recibe a cambio dos manazas rebosantes degracias.

Y para que entienda de qué le hablo, le incluyo ahora dosgemas de gran valor. Se trata de dos e-mails que herecibido dando las últimas pinceladas al presente ensayosobre cielo e infierno. Los protagonistas me han concedidopermiso para compartir con usted su impresionante historiade vida, y sus testimonios son muy valiosos, pues dejanclaro el terrible peligro que se corre cuando se enreda envida con las cosas del diablo. ¡Convénzase de que la Iglesiacatólica nunca ha mentido al respecto! El demonio existe yel infierno también, querido lector. Aquí tiene una prueba.Agárrese a la silla, amigo mío, porque estas dos historias levan a dejar pasmado.

E-MAIL DE «COSME» (RECIBIDO EL 20 DE AGOSTODE 2012)

Estimada doña María:

Me llamo Cosme Ruiz y soy de Murcia. Hace dos semanasque he regresado de Medjugorje con mi mujer y mi hijapequeña (tenemos cinco hijas). Hemos vuelto mi mujer y

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yo cambiados... Convertidos y felices. El motivo del viajeera ayudar a nuestra hija pequeña, Tina, de cuatro años, quesufre un retraso desde su nacimiento un tanto extraño. Noconsiguen los médicos dar con un diagnóstico claro, perosufre de daños motrices y del habla.

Solo sabemos que padece una especie de epilepsia conprocesos de ausencias mioclónicas que, por supuesto, no lapermiten avanzar en madurez, por lo que sucomportamiento biológico y psicológico en general es elde una niña de dos años. Pero ni los médicos sabendiagnosticar bien su mal, asombrados por lo extraordinariode los síntomas, que no encuentran en los libros.

Su enfermedad provoca en ella una constante agitación,movimientos espasmódicos y no hay quien la tranquilice:ni en el cochecito de paseo, ni realmente en nada... Así que,dado que el vuelo desde España hacia Dubrovnik es de doshoras, y luego se necesitan otras dos extra para llegar hastaMedjugorje en autocar, supusimos que aquello iba a ser unatortura para la niña y para nosotros. Pero aun así,confiamos en Dios, y ahí que nos fuimos.

¡Pero fue todo lo contrario y Tina se portó de maravilla!¡No dábamos crédito! Aguantó el levantarse a las tres de lamañana para coger el avión, y luego del avión al autobús, elcalor, todo... Aún hoy no nos lo creemos.

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El primer día de la peregrinación todo transcurrió dentrode la mayor normalidad: fuimos a misa, visitamos elpueblo, trepamos por los montes en donde tantas veces seha aparecido la Santa Madre, etc. Pero el segundo día, algomuy serio nos sucedió... Ésa es la razón de mi e-mail; ésaes la razón por la que me dirijo a usted con la esperanza deque pueda darme su opinión, ya que nosotros aún seguimosasimilando los acontecimientos.

Nos metimos en la iglesia con la intención de unirnos atoda la comunidad de peregrinos que, al igual que nosotros,deseaban vivir la experiencia única que es acudir a la misaen la parroquia de Medjugorje. ¡Se palpa tanta fe en esesanto lugar! Nuestras cuatro hijas mayores se sentaron enel banco de delante, mientras que mi mujer, Nuria, y yo nosacomodamos con Tina en el de atrás, junto a una monja conun rostro tierno y agradable, de piel morena y pelo canoso.A primera vista podría rondar los setenta años.

Nada más sentarnos, clavó una mirada dulce en nuestrapequeña Tina. ¡Y así pasó casi toda la ceremonia de la SantaMisa! Sonreía a nuestra hija, que para nuestro asombro,estuvo tranquilita y sin agitarse. Esto nos extrañó mucho.

Al llegar el momento de la comunión le preguntamosdónde situarnos, dado que en la misa de la gran explanadaexterior repartían la Sagrada Forma en los pasillos, pero

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como estábamos dentro de la misma iglesia no sabíamos sidebíamos de salir. Nos preguntó si éramos italianos.«¡No!», contestamos... Ya andábamos un poco cansados deque todos los peregrinos nos confundieran con italianos.«Somos españoles». Entonces, regalándonos una gransonrisa nos dijo: «He estado toda la misa rezando por suniñita. Verán: su pequeña tiene algo oculto dentro de suser... Es algo negativo que la impide ser una niña sana.Bueno, ¡realmente está sana! Lo que sucede es que...Bueno, yo sé lo que digo; sé de lo que les hablo». Nosquedamos perplejos. ¿Quién era esa mujer y cómo seatrevía a decirnos algo semejante? Pero antes de quepudiéramos reaccionar, volvió a la carga preguntándonos:«¿Ustedes o alguien de su familia ha practicado la magianegra, verdad?». ¡Eso ya nos pareció el colmo! «¡Deninguna manera, hermana!», dijimos al unísono. Sinembargo ella insistió: «Pues yo les digo que, si no han sidoustedes, alguien de su familia lo ha hecho. Créanme: sé delo que hablo».

Nuria y yo nos miramos atónitos. ¿Pero qué era aquellapresunción extraña? ¿Y por qué nos decía aquellabarbaridad? ¡Era una tontería suponer algo así de nuestraparte! Antes de marchar, nos dirigió una mirada llena deamor y dijo: «Les aconsejo que vayan a ver al párroco y quele pidan que haga una oración de liberación sobre supequeña. Porque esta niña está sana, hablará en el futuro,

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pero créanme, por tercera vez les digo: yo sé de lo quehablo».

Y ahora preste atención, doña María: porque justo antes desalir de la iglesia y después de negar que había estadoinvolucrado en ese tipo de horribles prácticas; después desubir el día anterior al monte empinado de la cruz cargandotoda la subida a Tina en brazos (ida y bajada rezando el VíaCrucis y ofreciéndolo todo por mi niña); después de quepor la mañana estuviéramos presentes en la aparición de lavidente Mirjana; después de que mi mujer, tras varios años,se confesara y saliera del confesionario llorandoemocionada por sentir una inmensa liberación interior, ydespués de encontrarnos con la monjita en cuestión...¡Después de todo eso!: me derrumbo, cuando de unplumazo me pasa, como una película, el momento de mivida en el que sí hice espiritismo. ¡Concretamente jugabade forma muy inocente a la güija!¡MADRE MÍA! DoñaMaría: me temblaron las piernas, empecé a sudar...¡Recordé que yo sí que lo hice y era algo borrado de mimemoria! Angustiado, se lo expliqué a mi mujer y fuimoscorriendo a contárselo al sacerdote de nuestro grupo deperegrinos, cuya hermana tiene un don especial (ve el aurade las personas). Esta muchachita en cuestión, hacía dosaños que nos había comunicado que veía el aura de mi hijaTina, y nos anunció que «no era buena». También nos había

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anunciado que «el fondo de la niña estaba sano, pero quepercibía que algo andaba como bloqueado por el mal, unmal misterioso que no era capaz de discernir, pero quetodas luces, existía en el interior de Tina». Y desdeentonces, mi muy querida suegra había pedido que se rezarapor nuestra hija.... ¡Y no habíamos seguido investigando porese camino!

Pero ahora algo muy serio acababa de suceder. ¡Me hundí!¿Era yo acaso culpable del tormento de mi niña? Estuvimosvarios días en conversaciones con el párroco deMedjugorje, analizando todo lo que recordábamos sobre lavida pasada de mi esposa Nuria, repasando mi propia vida, yreconociendo que nuestro matrimonio estaba pasando porun momento muy, muy delicado... Y así confesamos quehabíamos estado a punto de separarnos dado que Nuriasufría mucho al percibir en muchas ocasiones un extrañoodio por mi parte. También descubrimos que habíamosexperimentado hechos oscuros que no eran en absolutocorrientes. Entonces Nuria y yo entendimos que, lo que laVirgen no hizo fue un milagro para curar a Tina, ¡sino unmilagro para mostrarnos la raíz de nuestros problemas yarreglar una familia!

Desde entonces hacemos cada semana la oración deliberación, rezamos cada día el rosario juntos, y con lasniñas oramos rezos sencillos de amor a la Virgen. Nuestra

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vida conyugal y familiar ha cambiado: nos hemos acercadomucho a Dios. Le tengo que reconocer que seguimos conlos mismos problemas que antes (mi mujer sin trabajo,Tina con su enfermedad, yo trabajando duro y siempre muycansado, pocos ingresos, muchas obligaciones, etc.). Perounidos y con presencia de Dios y la Virgen en nuestrasvidas.

Yo, en concreto, soy otro hombre, doña María. Mi familiano me reconoce y mis suegros están encantados eimpresionados. Para nosotros, aquella monjita (recordarlaaún hoy me enternece el corazón y derramo lágrimas comoun niño), ha sido un verdadero regalo de Dios.

Muchas gracias por leer mi e-mail, doña María. Le deseofuerza en su lucha diaria y mucha felicidad, la que da elestar tan cerca de Dios. Es usted un ejemplo para nosotros.Un fuerte abrazo de nuestra familia.

Cosme Ruiz (Teruel, España)

E-MAIL DE «ROSI» (RECIBIDO EL 21 DE AGOSTO DE2012)

Estimada Doña María:

Un saludo muy especial desde Miami. Me llamo Rosi

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Ayuso, tengo cincuenta años y soy de ascendencia cubana.

Decidí escribirle porque también tuve una experiencia deconversión parecida a la suya, pero con tintes diferentes.Durante ella sentí muy fuertemente la presencia de Dios enel alma y desde entonces vivo una existencia centrada enÉl. Sé que, de no haber pasado por ella, hoy no estaría viva.Ahora le cuento lo que pasé.

Verá usted, doña María: yo estuve a punto de suicidarmehace dos años... ¡Y no era la primera vez que lo intentaba!Tengo esposo y dos hijos que me quieren mucho, quieneshan sido las víctimas de mi terrible situación. Les quierocon todo mi corazón y de no ser por Manolo, mi esposo, ysus muchas oraciones, sé que no estaría hoy aquícontándole lo que me pasó.

He vivido desde niña con un problema horrible en mifamilia, del que me enteré hace relativamente poco tiempo,ya que desde pequeña, mis padres me ocultaron la horriblerealidad que llevaba sucediendo en nuestra sangre desdehace dos generaciones: los suicidios o los deseos suicidas.Recuerdo muy vagamente que cuando tenía cuatro años, enmi casa y al volver del colegio, me encontré a mi madrellorando amargamente. «¿Qué te pasa, mami?», le pregunté.«Nada, nada», decía. Pero no volví a ver mi abuela... Solo alcumplir los ocho años, mi hermana mayor, Hortensia, me

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contó que «se había caído del balcón». Con los años meacabé enterando de la verdad: que mi abuelita se habíatirado al vacío. Lo que jamás pude ni imaginar es que, a losdos años, mi hermana Daisy, se tomara un bote entero debarbitúricos... También falleció.

Mis deseos suicidas comenzaron tras el parto de mi hijoTomás (el primero), y desde entonces, y a pesar de todo elamor que recibía, día a día, de parte de mi maravillosomarido y de mis dos hijos, el deseo de matarme mecomenzó a consumir. ¡No es que fuera depresiva, sino queera un deseo irrefrenable! Mi marido sufría mucho, yrezaba, rezaba, rezaba... Él siempre ha rezado el rosario...Es de esos cubanos enamorados de la Virgen.

Hace aproximadamente tres años fue cuando toqué fondo.Comprendí que no debía de seguir viviendo con ese estrés,con ese dolor, con esas tentaciones terribles. Un día y de laforma más inesperada, mientras ordenaba la estantería demi apartamento, oí una voz en mi interior. Era una vozdulce, suave... Pero su mensaje fue éste: «Rosi, ¿por qué noacabas con esto? Soy un ángel de Dios y yo te espero desdeel cielo. Solo tienes que tirarte por el balcón, y yo terecogeré en brazos. No te dolerá nada, ni sentirás dolor.Antes de que tu cuerpo toque el pavimento, yo te recogeréen mis brazos y te llevaré al cielo. ¡No tengas miedo! ¿Noves que llevo muchos años pidiéndotelo? Ese deseo

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irresistible que tienes de matarte, viene de Dios. ¡Debeshacerlo! ¿Para qué seguir sufriendo en tu vida? Dios sabeque eres infeliz y es Él quien me pide que te lleve al cielolo antes posible. Tus hijos estarán tranquilos al saber quedejaste de sufrir». El corazón me comenzó a latir muyfuerte... Imagínese: me quedé de una pieza. Y entonces,como si algo, o alguien me condujera de la mano, me subíal balcón. Y justo cuando, muerta de miedo, iba a lanzarmeal vacío, sentí de nuevo otra voz. Era una voz muy distinta ala anterior: era masculina y solemne. Me dijo: «Ora a laVirgen antes de hacerlo». ¡Y recé un «acordaos»! En esemomento todo un razonamiento me envolvió: recibí unaclaridad de espíritu y unos entendimientos que me hicieroncaer de pronto en la cuenta de la verdadera barbaridad queiba a cometer. Recuerdo que me tiré sobre la alfombra delsalón, llorando a mares, arrepentida y absolutamenteaterrorizada. ¡Porque me acababa de dar cuenta de que la«cosa» que me había hablado en primer lugar no venía delcielo, sino del infierno!

Cuando llegó mi marido, le conté desconsolada todo lo queme había pasado. Ni que decir tiene que el pobre casi sedesmaya del disgusto. Me preguntó: «¿A qué hora hasucedido esto?» Y le dije: «A eso de la una».

«Bien... Ahora entiendo: justo a esa hora estaba en misa yrecé mucho a la Virgen por ti, y le pedí que te mandara a un

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ángel de la guarda muy poderoso, para que no permitieranunca que te hicieras daño. ¡Ella ha sido quien te ha salvadola vida!».

Los dos quedamos muy traumados con lo sucedido, y desdeentonces él procuraba no dejarme nunca sola... Yo tambiéntenía miedo de quedarme sola, pues a los psiquiatras quehabíamos acudido no atinaban a descifrar lo que me pasaba.Sin ánimo de ofenderla a usted (sé que su padre, que en pazdescanse, fue un gran psiquiatra español), yo ya perdí hacemucho tiempo la fe en la psiquiatría, pues no daban con loque tenía. «Esto no es depresión; tampoco esesquizofrenia. No sabemos lo que le pasa a usted, señora»,decían... Y así habíamos perdido mucho dinero en muchosmédicos que me decían cosas como: «Regrese usted a casay no se preocupe: son cosas de la menopausia». ¡Pero siaún tengo la regla!

Bueno, pues para explicarle a usted cómo ha acabado miespantoso trauma, le diré que no ha sido con un psiquiatra:¡ha sido con un exorcista!

Verá: meses después, mi marido recibió, a través de unamigo fiel, (¡gracias Dios mío por esa amistad!), elteléfono de un exorcista. Este amigo nos dijo que ese«ángel» que me había hablado en un principio,empujándome a cometer un suicidio, no era otro que el

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diablo. Así que, ya convencidos de que la medicina nolograría ayudarnos, telefoneamos a ese exorcista y fuimosa verle. Oró sobre mí y nos dijo: «He sentido muyfuertemente que alguien de su familia ha estado en manosde la brujería... El demonio no es que la posea, pero tieneuna gran influencia sobre su árbol genealógico y noto quedebe descubrir la raíz. Pregunte a sus padres y averigüetodo lo que pueda. Solo así podremos rezar para quitarle deencima estos deseos suicidas». Nos recomendó mientrastanto orar mucho y no olvidar recitar diariamente el SantoRosario a la Virgen. «Ella es muy poderosa contra eldiablo», dijo.

Ahora quiero aclarar que quiero con todo el corazón a mispadres, abuelos y a toda mi familia, tanto la que se quedó enCuba como los que emigraron aquí, a Miami. Pero a la vez,ahora sé que ha sido muy difícil y doloroso tomar ladecisión de descubrir la verdad sobre lo que hicieron. Sinembargo, no paramos hasta descubrir esa verdad, y laverdad es ésta, relatada, entre lágrimas y mucha tristeza pormi madre, una ancianita hoy de noventa años.

Después de encontrar un director espiritual y acudir a eseexorcista santo que tanto me ha ayudado, me he dadocuenta de dónde nacen los terribles deseos suicidas.Cuando mi abuela estaba embarazada de mi madre (enCuba), con solo dos meses de gestación, la partera de la

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familia le diagnosticó que mamá estaba ya muerta en suvientre, y que debía expulsarla (en otras palabras, realizarun aborto). Le dijo que no pillaba el sonido del latido delcorazón del bebé y que, de quedarse el feto dentro delvientre de mi abuela y no expulsarlo a tiempo, se pudriríansus entrañas y mi abuela moriría de septicemia.

¡Pero mi abuelita no quiso abortar! Entonces, con la ayudade dos de mis tías-bisabuelas cubanas (dos mujeres decolor metidas en la santería y el vudú), recurrieron a unbrujo de la bahía, que realizó un rito extraño sobre elvientre de mi abuela (y por tanto sobre mi mamá, que seestaba desarrollando, inocentemente, en su seno). ¡Yenseguida oyeron el ritmo cardíaco de mi mamá dentro delvientre de mi abuela! Meses después nació una niña sana yperfecta.

Sin embargo, desde el momento del nacimiento, la abuelacomenzó a oír que «ángeles del cielo» le hablaban alinterior. ¡Y le decían que se suicidara! Ella creía que eranbuenos, y que, al igual que me dijeron a mí «la sujetaríanpara que no sufriera dolor e iría directamente al cielo». ¡Yempezó a acudir a brujas y echadoras de cartas para aliviarsu dolor y para acallar esas voces! Pero todo fue a peor... Yya le conté su final: cuando yo tenía cuatro años, ella seacabó tirando por el balcón. Y luego, años después, mihermana querida hizo lo mismo.

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El engaño al que fue expuesta fue inmenso, y sin desearlo,nos arrastró a todos sus descendientes a esta horriblemaldición. Mi camino ahora está mucho más encajado,pero tengo el sufrimiento de tener que acudir a querealicen un exorcismo sobre mí una vez por mes. Eshorrible lo que me sucede: cuando el exorcista ordena aldemonio que rompa sus cadenas dentro de mí y de mifamilia, yo entro como en un sopor y no me entero de nada.Pero el pobre exorcista, mi marido y mis amigos (queacuden para rezar el rosario por mí durante el exorcismo),me dicen que sale de mí una voz terrible, de hombre,profunda y cruel. Y que blasfemo mucho.

Cada vez estoy mejor, pero está claro que mi camino va aser muy espinoso hasta una liberación total. ¡Mi familialleva al demonio dentro desde hace dos generaciones! Porfavor, ore por mí...

No le molesto más. Gracias de todo corazón por haberleído mi carta.

Rosi

* * *

¿Lo ve, querido lector? Ya ve que hay e-mails que rompenmil esquemas. Desde estas líneas envío todo mi

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agradecimiento, mi cariño y mis oraciones a estosprotagonistas valientes, y a todas las personas que meescriben a la web.

Todos son un inmenso regalo de Dios en mi vida. GraciasSeñor, por todos y cada uno de ellos. Aprendo mucho másyo de ellos, que ellos de mí. Y ahora le entrego la preciosaoración que rezó Rosi cuando el demonio la tentó paracometer su suicidio. Es una de mis favoritas y su poder deprotección es abismal. No olvide que, al recitarla, Rosisalvó su vida. Se lo digo muchas veces: la Virgen nunca nosfalla.

EL «ACORDAOS» (SAN BERNARDO)

Acordaos, ¡Oh!, preciosísima Virgen María, que jamás seha oído decir que ninguno de los que han acudido a tuprotección, implorando tu asistencia y reclamando tusocorro, haya sido abandonado de ti. Animado con estaconfianza, a ti también acudo, ¡oh, Madre, Virgen de lasvírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados,me atrevo a compadecer ante tu presencia soberana. Nodeseches mis súplicas, ¡oh, Madre de Dios! Antes bieninclina tus oídos y dígnate a atenderlas favorablemente.Amén.1

1 Esta oración es extraordinariamente poderosa como

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protección personal. Muchos exorcistas la recitan justoantes de realizar un exorcismo [N. de la A.].

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Capítulo 11CÓMO DEFENDERNOS CONTRA EL

DEMONIO

Revestíos de las armas que os ofrece Dios para quepodáis resistir las asechanzas del diablo. Porque

nuestra lucha no es contra adversarios de carne y hueso,sino contra los principados, contra las potestades,

contra los que dominan este mundo de tinieblas, contralos espíritus del mal que tienen su morada en un mundo

supraterrenal. Por eso debéis empuñar las armas queDios os ofrece, para que podáis resistir en los momentos

adversos y superar todas las dificultades sin cederterreno.

(Palabras de San Pablo a los Efesios en Ef 6: 11-13)

Nos vamos acercando al final de mi humilde ensayo,querido lector, y debo felicitarle, dado que su lectura no lehabrá resultado sencilla. Estas cosas basadas en lasobrenatural maldad del poder del demonio, y sobre larealidad de su existencia, dan miedo, son desagradables ynadie está verdaderamente preparado para digerirlascompletamente. ¡Dígamelo a mí, que llevo más de tres años

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estudiando el tema y sigo descubriendo cosas nuevas cadavez más espeluznantes! Sin embargo, si de algo le debeservir este pobre ensayo, es para darse cuenta de que,aunque el demonio existe, es un ser real y nos acecha,nuestra fuerza reside en Cristo, que siempre y en todo lugares capaz de vencerle. ¡Él nos provee de armas muypoderosas para lograrlo! Ya le adelanté algo deinformación sobre cómo defendernos del Patas alcomienzo de la segunda parte del libro, pero creonecesario profundizar, antes de llegar a nuestra despedida,en los aspectos positivos de esa lucha contra la acción y lainfluencia del demonio sobre nosotros. Así quetranquilícese, porque la batalla está más que ganada, amigomío. Recuerde que si está usted con Cristo, ¿quién contrausted? Ni el mismo demonio, ni todo un infierno juntospodrán vencerle jamás. Y para dejarle instrucciones bienclaras sobre cómo sentir el dulce sabor de la victoria, acontinuación le enumero ordenadamente esas armaseficaces con las que cuenta el cristiano contra el odio deSatanás y de sus aliados. Léalas despacio y apréndaselas dememorieta si es necesario, pues son verdaderas balascargadas de poder de Dios.

A) ARMAS ORDINARIAS

1) La oración, que junto con la penitencia o ayuno formanel bloque que dificulta y restringe la acción del demonio.

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(Mt 26, 41). Cuando el cristiano ora y ayuna, (hacepenitencia), no solo fortalece la acción contra la tentacióny el pecado, sino que se mantiene en guardia contra lasasechanzas del demonio.

2) La consagración a Dios por medio de la Virgen María:Ella es la enemiga eficiente y gloriosa contra la Serpiente(Gn 3, 15; Ap 12).

3 ) Oraciones marianas como el Regina Coeli, elacordaos, etc.: refuerzan nuestra unión con Dios.

4) Oraciones a San Miguel Arcángel: de las que le hablécon detenimiento en el capítulo 2 de la segunda parte deeste escrito, titulado: «¿Se puede vivir el infierno en latierra?».

5) Los sacramentos: ¡ah, que importantísimas balas contrael Patas! Son una acción y participación directa de Jesús enel cristiano y las mejores y más eficientes defensas contrael demonio, dado que fortalecen el cuerpo y el espírituhasta límites insospechados contra el mal. No podemosolvidar que recibir la Eucaristía es «meterse directamente»al mismo Jesús vivo en nuestro organismo; en otraspalabras: unirnos a Él con toda la fuerza de un universo. Ytampoco debemos olvidarnos del poder abismal de laconfesión, que derrota al demonio, lo aniquila en nuestro

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ser, en nuestra alma y lo expulsa de nuestra esencia. Sonlos dos sacramentos clave que permiten fortalecer todavida espiritual del que los recibe, imposibilitando ominando considerablemente la acción de Satanás. Ambostraen como consecuencia paz y gran armonía interior.

Y ahora tenga un poco de paciencia querido lector, porqueno puedo continuar este escrito, ni pasar al siguiente punto,sin profundizar un poco en la fuerza imponente de laEucaristía (la celebración de la misa), con respecto a supoder liberador en los exorcismos. Mi ensayo sería elmayor de mis fracasos literarios si no lograra que al menosse quedase con una idea clara: la más importante y esencialdel mundo entero, que es la de la presencia real y absolutade Cristo en ese pedacito de pan consagrado. Él, más quenadie, es capaz de echar al demonio a los abismos y de nopermitirle atacar nunca más a una víctima inocente. Es elsacramento por excelencia contra el Patas y no debedesperdiciarlo nunca. Y para ilustrarle lo que le digo, ledaré un ejemplo que le aclarará mi afirmación. Se trata delo que sucedió durante un exorcismo que se llevó a cabo enuna parroquia humilde de barrio, y que dejó patente antetodos los testigos el formidable poder de la celebración dela misa, como arma para expulsar al demonio de un poseso.

Este increíble caso sucedió en Bogotá (Colombia), y bajolas manos consagradas de un sacerdote joven llamado padre

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Mauricio Cuesta Prado, muy conocido en el ámbitocatólico de su país y apodado como el Padre Bala. Es elfundador del movimiento sacerdotal Los MisionerosMarianos y su carisma reside precisamente en orar paraliberar del demonio a personas poseídas o bajo su malignainfluencia.

A este joven cura le llegó un buen día un caso abrumador:se trataba de una muchachita de quince años que desdehacía mucho tiempo venía sintiendo «algo dentro de ella»que no atinaba a explicar. De noche padecía sueños ypesadillas terribles que la atormentaban, y veíafrecuentemente a «un hombre oscuro, vestido de negro»(según sus palabras), que la observaba con odio desde unaesquina de su dormitorio.

Inmersa en el terror, sin lograr dormir ni alcanzar la paz, yviviendo bajo un estado de nerviosismo permanente, tantola niña como sus padres, comprendieron que enfermaría oincluso peor: que moriría de agotamiento físico y tristezaabrumadora y permanente.1

1 Había intentando suicidarse en un par de ocasiones, presade una total desesperación [N. de la A.].

El sacerdote escuchó su caso y oró con todo su corazón,presentándole la situación a la Santísima Virgen, de la que

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es muy devoto. Entonces, sin esperarlo siquiera, oyó unavoz en su corazón que le dijo: «Ayunen».

El joven sacerdote comunicó su pequeña experiencia algrupo de voluntarios fieles que siempre le acompañandurante los exorcismos, y junto a otro sacerdote de LosMisioneros Marianos , quedaron en practicar el ayunodurante un día entero.

El ayuno comenzó a las nueve de la mañana del díasiguiente, jornada que completaron a base de pan y aguahasta las diez de la noche. Pero cuando telefonearon a lafamilia para ver cómo se encontraba la niña, ésta seguíaigual de aterrorizada y agotada que siempre. Así que elPadre Bala pidió confiadamente a la Madre de Jesús unaexplicación. «Virgencita», dijo, «¿por qué no ha funcionadoel ayuno? Hicimos lo que me propusiste». Entonces volvióa escuchar una voz en su corazón: «Ayunen, celebren laEucaristía y recen mucho el rosario».

El padre, nuevamente sorprendido, explicó la propuesta desu corazón al grupo, que quedó en ayunar (¡otra vez!) todoel día siguiente. Mientras, los sacerdotes celebrarían unamisa en presencia de la niña y todos orarían el SantoRosario cuando finalizara.

Así que al día siguiente comenzó de nuevo una jornada

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entera de oración y ayuno... Al igual que el día anterior,citaron a la niña a las nueve de la mañana y no probaron másque pan y agua, con la firme intención de ayunar todo elresto del día. El padre comenzó la celebración de la misa,¡y la niña quedó muda de golpe! No hablaba, no sonreía, nogesticulaba... Simplemente no emitía sonido ni gestoalguno. El padre Mauricio se rascó la cabeza. «¿Qué estápasando? ¿Por qué no habla?». Entonces alguien le recordóque, a veces, el demonio tiene el poder de hacer callar auna persona para no manifestarse de forma clara. En otraspalabras: no permite que la persona hable, para que lospresentes simplemente piensen que no se trata de unaposesión diabólica sino de una enfermedad, y así conseguirque le dejen en paz. ¡Por eso el padre decidió celebrar otrasegunda misa! Y justo en la segunda consagración, la niñaemitió un extraño y profundo gemido que asustósobremanera a los presentes. Esto animó al padre paraseguir adelante: estaba claro que estaban dañando al diablocon las oraciones y las celebraciones de las misas.

Como los presentes ya habían comulgado, tomaron losrosarios y comenzaron a rezar. ¿Y cree que el demonioliberó a la niña de sus garras? ¡Qué va! No se rendía. ¡Y ladejó muda de nuevo! Pero ya estaba la batalla emprendida ytenía todas las de perder, porque el Padre Bala y suscompañeros se habían percatado de la realidad: el demoniohabía poseído a esa pobre criatura y estaba «disimulando»

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¡Pues no descansarían! Así que celebró, ¡una tercera misa!

El sacerdote se cansaba... Ya iban tres misas seguidas ytemía que el demonio no se rindiera fácilmente. Y así fue,por lo que tuvo que celebrar otra y otra y otra más... Entotal ¡siete misas seguidas! Solo en la última el demonio,atormentado, agotado y furioso, comenzó por fin aexpresarse con claridad.2

2 En las misas cuarta, quinta y sexta solo escupía oblasfemaba durante la consagración, y fue precisamenteesto lo que le desenmascaró [N. de la A.].

Todos estaban totalmente agotados: la niña, los padres, losdos sacerdotes y los fieles. Eran las diez de la nochecuando el demonio por fin abandonó el cuerpo de la niñadando voces e insultando a todos los presentes. ¡Y vaya siahora hablaba! Dijo entre gritos, insultos y burlas que habíaestado poseyendo a la víctima a causa de su abuelo, quiensiendo un brujo casi toda su vida, había adorado al diablo.Al nacer su nieta, la ofreció secretamente al demoniodurante la celebración de una misa negra.

Esa era la razón por la que la niña había sufrido tanto desdepequeñita, padeciendo terribles pesadillas, terroresnocturnos, agotamiento insoportable, etc. La brujería,siempre y en todo momento, proviene del diablo, querido

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lector. No lo olvide nunca; como tampoco debe olvidarjamás que la Eucaristía (especialmente durante el momentode la consagración de una misa), tiene un poderabsolutamente brutal para arrojarlo de nuevo al infierno.3

3 Para contactar con el padre Mauricio Cuesta Pardo: Sedede Colombia, C/. 72.ª n.º 86, 64 Bogotá, Colombia [N. dela A.].

6) Los sacramentales: son los crucifijos, las imágenes deJesús, de la Santísima Virgen, las medallas benditas, elescapulario del Carmen, los ramos de olivo, el agua, etc.,bendecidos por manos consagradas sacerdotales. Cabemencionar aquí, como sacramental especialmentepoderoso contra el demonio, la medalla y cruz conocidacomo de San Benito, cuya bendición está ligada a lapráctica del exorcismo. Todos los sacramentales, en lamedida en que se usen con fe y con la aprobación de laIglesia, vienen a ser una importante herramienta paramantenerse dentro de la santidad y en guardia contra lasacechanzas del demonio. Por ejemplo, el agua bendita esconsiderada sagrada desde el mismo instante en el que esbendecida por un sacerdote, y se convierte en un agua muydistinta, en un sacramental con un poder sobrenaturalextraordinario. Solo hace falta ver lo que sucede en losexorcismos cuando se asperja a la víctima del demonio: se

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retuerce, grita desesperadamente y siente que es«quemado» de alguna forma. Esto sucede porque el aguabendita tiene dos efectos muy poderosos: a) atrae la graciadivina y b) aleja al demonio. Es por ello por lo queprecisamente en las entradas de las iglesias se suelecolocar una pequeña pila con agua bendita. Si el fiel sesantigua con ella nada más traspasar el umbral del templo,queda ya, a ojos del demonio, protegido contra su poder.De ese modo, el demonio no podrá tentar con sus armas alfiel durante el oficio de la Santa Misa (con distracciones,sueño, bostezos, imaginaciones, etc.). Si el fiel se distrae,ya será solo por su propia libertad o deseo, no porque eldemonio le haya «atacado» con sutileza.4

4 El demonio es extraordinariamente sutil a la hora de hacerdormir o distraerse en la misa [N. de la A.].

7) La oración del Santo Rosario: ¡qué poderosa es contrael demonio, querido lector! Es sin duda mi favorita, ya quesu rezo me ha salvado muchas veces de terribles peligros ycalamidades. ¡Lo he comprobado en mi vida personal! Escierto que es una oración que muchos consideran «tediosa»o repetitiva. Algunos incluso la denominan «mantra»,debido a las repeticiones de alabanza hacia la Virgen. Perola realidad, el poder y la defensa sobrenatural del rezo delSanto Rosario supera todo mantra y toda imaginación. Es

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utilizado como un arma infalible contra el demonio y éstelo odia especialmente durante los exorcismos, no pudiendosoportar la insistente llamada a la presencia viva de laMadre de Dios, quien es su mayor vencedora.

La historia sobre el Santo Rosario es bellísima. Cuenta laleyenda sobre la misma que un hermano lego analfabeto dela orden de los dominicos se arrodillaba todas las nochesen soledad ante una imagen de la Virgen en la capilla delconvento, y recitaba en voz alta ciento cincuenta avemarías.Después se retiraba a su celda a dormir, pero antes de quela comunidad se levantara (al amanecer), acudía de nuevoen soledad y los volvía a orar frente a la imagen de laVirgen. La comunidad llegaba siempre después, y sesorprendía al notar un exquisito olor a rosas por toda lacapilla. ¿Quién había traído rosas? Nadie lo sabía. Elhermano lego no había sido, y los rosales del jardínpermanecían intactos.

Un día el hermano lego enfermó de gravedad y guardó camasin poder atender a sus oraciones diarias en la capilla. Lacomunidad se percató de que ésta había perdido ese aromaa rosa fresca... ¿Qué estaba sucediendo? ¡Nadie atinaba aentender qué sucedía con ese hermoso misterio! A laspocas semanas el hermano lego sanó y regresó a su rutina:¡y otra vez la capilla se impregnó de un aroma a rosas dulcey majestuoso! Sospechando que algo sobrenatural sucedía

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con este pequeño hermano lego, los monjes decidieronespiarle. Y así descubrieron que se acostaba el último y selevantaba el primero. ¡Y que cada vez que recitaba uno deesas ciento cincuenta avemarías, una rosa aparecía en elsuelo de la capilla! Al finalizar, todas las rosasdesaparecían, dejando toda la estancia envuelta en el másdulce aroma a flores.

Con el correr de los años, Santo Domingo de Guzmán (secree que por revelación de la Santísima Virgen), le pidiódividir esos ciento cincuenta avemarías en tres grupos decincuenta, de modo que cada decena recordara la vida yPasión de su Hijo Jesús. Durante su papado, Juan Pablo II,gran enamorado de la Madre de Dios, pidió que seaumentara un misterio más al rosario: los luminosos (pararecordar los pasos de Jesús durante su vida de predicación).

Solo puedo añadir una cosa, querido lector: yo he sidotestigo en varios exorcismos del brutal poder del rezo delRosario para ahuyentar al demonio. Es más eficaz que unfusil Kalashnikov.

B) ARMAS EXTRAORDINARIAS

1 ) El exorcismo : solo eficaz si es impartido por unsacerdote especialmente formado para ello. ¡No se leocurra jamás intentarlo solo!

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2 ) El ayuno: el mismo Jesús nos lo propuso como pautaeficaz para combatir y acabar con la influencia de Satanás(Lc 4, 1-8), (Hech 13, 3), (Mc 9, 29), etc. La conclusiónque sacamos analizando los inmensos milagros que hizoJesús entre los enfermos y endemoniados utilizando elayuno, es la siguiente: como el hombre debe abastecersede alimento (que es la fuerza y la energía del cuerpo), alayunar deja un vacío en su organismo y en su alma que esllenado por Dios y su eficacia sanadora. En otras palabras:es como soltar las riendas de la voluntad en manos de Dios.Satanás inspira el odio, la envida y en definitiva todos lospecados que destruyen; pero ayunando (que no es otra cosaque privarnos de algo que nos agrada o alimenta), y hacerlopor amor a Dios y al prójimo, permite vaciarnos denosotros mismos para dejar que Dios nos posea y puedaactuar en nosotros. Es vaciarnos del «yo» para dejar eseespacio a Dios vivo, que moverá los cables de nuestra viday de nuestras necesidades. Han existido santos que no sealimentaron más que de pan y agua muchos años, y llegarona la ancianidad sin más enfermedades que la vejez.

Dos ejemplos:

a) La Madre Teresa de Calcuta se alimentó toda la vida muybásicamente, sin lujos ni veleidades de gourmet, y llegó ala ancianidad trabajando eficazmente con más éxito que elmayor presidente de una corporación internacional de fama

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mundial. Y también salvó miles de vidas. Era obvio que unafuerza sobrenatural vivía dentro del cuerpo de esa pequeñamonja cuya vida era pura pobreza, oración y ayuno.

b) Fray Leopoldo de Alpandeire (Granada, España), santazocomo la copa de un pino, que se alimentó casi toda su vidaevangelizadora de agua y mendrugos de pan duro quellevaba en un zurrón.

En fin... Son infinitos los casos. Pero quédese con esto: eldemonio odia el ayuno. Una vez gritó al Santo Padre Píopara que dejara de ayunar, porque, según sus palabras «siayunas no puedo contra ti».

C) CONSEJOS PRÁCTICOS GENERALES

1) Mantenga la puerta de su corazón siempre alerta:ciérrela al mal y al demonio.

2) Conserve su vida en orden: el poder, el dinero, elconocimiento, la belleza física, la salud y en definitivatodos los dones, han de ser reconocidos no como nuestros,sino como un regalo exquisito de Dios, que debe serempleado por y para Él con el único fin de hacer el bien.

3) No tome JAMÁS parte en ninguna práctica deespiritismo o de ocultismo bajo ninguna de sus formas. La

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güija es especialmente peligrosa, como las echadoras decartas, el reiki, el vudú o la santería. Todos son, entre otrosenredos espirituales, armas del diablo para irrumpir en elalma de una persona y poseerla.

4) Escoja con cautela y discernimiento los proyectos devida, y procure meter en ellos como protagonista absolutoa Cristo.

5) Luche con todas sus fuerzas contra las tentaciones deviolencia o maldad. Son especialmente peligrosas lasobsesiones.

6) Durante las noches de dudas, miedos, temores o terroresnocturnos, si usted se siente abandonado por Dios, pienseen todo momento que pueden ser tentaciones malignas.Rechácelas con todo su corazón, ya que jamás lo maloviene de Dios. De Él viene solo lo bueno. Acuda pues deinmediato a Él a través de la oración, y notará pronto supresencia en su vida.

7) Tenga siempre un bote de agua bendita a mano (en lamesilla de noche procura mucha tranquilidad).

8) No olvide nunca que TIENE UN ÁNGEL DE LAGUARDA. Tendemos a olvidarnos de la existencia de esteamigo fiel, que es en realidad nuestro mejor y más

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poderoso aliado, cuya presencia es constante desde elmismo momento de la concepción. Encomiéndese a éltodos los días para obtener su protección y su ayuda. Noolvide tampoco al Arcángel San Miguel, de quien le hablélargo y tendido en el capítulo 2 de la segunda parte delpresente ensayo. Apréndase de memoria la oración deprotección elaborada por el Papa León XIII y récela adiario. Es poderosísima contra la acción del mal.

9) Ofrezca todas las enfermedades y tristezas a Dios: noolvide que Jesús venció al mundo en una cruz, en untormento de torturas en las que apenas habló (quizá nopronunció más de veinte palabras en el Calvario). Nofueron esas palabras las que vencieron al diablo, sino susufrimiento humilde y callado, ofrecido a Dios por todoslos hombres. Un sufrimiento ofrecido a Dios Padre aleja aldemonio y sana, redime, salva y libera en una medida queno podremos descubrir hasta que entremos en el cielo.Solo entonces sabremos los milagros que cada una denuestras lágrimas han logrado para Dios. ¡No lodesaproveche un segundo con quejas y lamentos! Soloservirán para amargarle y entristecer a sus seres queridos.

10) Recuerde siempre que la existencia de demonio y delinfierno es verdadera. Y para no olvidarlo, lea de cuando encuando algunas citas bíblicas que lo demuestran. Aunquehay muchísimas más, he aquí las más comunes y populares:

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(Mt 23, 33), (Lc 12, 5), (Sal 9, 17-18), (Prov 7, 27), (Prov9, 18), (Is 5, 14), (Is 14, 15-19), (Ap 20, 13-15), (Ef 6,12), (Mc 9, 29) y (Mc 9, 43-48). También le he incluidocitas muy importantes en la cabecera de cada uno de loscapítulos sobre el infierno. Todas ellas son muyilustrativas.

11) Y lo más importante: ABANDÓNESE TODOS LOSDÍAS EN EL AMOR Y LA PROTECCIÓN DE LASANTÍSIMA VIRGEN. Nunca olvide que a ella le fueotorgado el poder de pisar la cabeza de la Serpiente. EsNuestra Madre en todos los sentidos y vive, desde el cielo,pendiente de cada uno de sus hijos, por muy alejados quehayan decidido vivir de Ella.

Todos estos consejos se pueden resumir en uno: CORRASIEMPRE Y EN TODO LUGAR HACIA CRISTO, y notenga nunca miedo del demonio, ya que está vencido. Nadapuede contra usted si vive agarrado a la mano de Jesús.Nosotros somos incapaces de ganar batallas al ser míserose inútiles, pero Jesús venció al mundo desde una cruz.

Y aprovechando que le menciono la cruz, aquí le dejo conuna de mis oraciones favoritas de protección que dejarámachacadito al Patas. ¿Ve cómo estamos armados condefensas espirituales hasta los dientes?

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ORACIÓN DE LA SANTA CRUZ (AUTOR ANÓNIMO)

Dios Todopoderoso que habéis sufrido la muerte sobre elárbol de la cruz por nuestros pecados: acompañadme.

Santa Cruz de Cristo, sed mi esperanza. Santa Cruz deCristo, ten piedad de mí.

Santa Cruz de Cristo, rechaza por mí toda arma.

Santa Cruz de Cristo, derrama sobre mí todo bien.

Santa Cruz de Cristo, descarta de mí todo mal.

Santa Cruz de Cristo, haz que alcance el camino de la salud.

Santa Cruz de Cristo, presérvame de accidentes corporalesy temporales.

Que adore la Cruz de Jesucristo por siempre.

Jesús de Nazaret crucificado: ten piedad de mí, y haz que elespíritu maligno y nocivo huya de mí por todos los siglos.

Te lo pido en honor de la sangre preciosa de Jesucristo yen honor de tu Encarnación. Amén.

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Capítulo 12EL INFIERNO SEGÚN LOS NIÑOS

Os lo he dicho con toda claridad y no me habéis creído.

(Palabras de Jesús a los judíos en Jn 10, 25)

Hemos atravesado un sendero espinoso, querido lector,pero si aún sigue leyendo estas líneas, es porque ha salidoileso de la tormenta. ¡Enhorabuena! ¿Ve como nada hay quetemer? Y para proporcionarle un respiro y demostrarle loque le quise decir hace un porrón de capítulos (que losniños saben más de Dios que nosotros), despido esta partede mi ensayo con la alegría, la sabiduría y bondad de lospequeños de nuestro mundo. Ellos, con su inocencia,demuestran saber las verdades de Dios. ¡Qué tercos somoslos adultos para las cosas esenciales de Dios! Si no mecree, lea y verá. Estos pequeñajos le van a sorprender denuevo.1

1 Le recuerdo que estos pequeños teólogos pertenecen a lacolegio madrileño Highlands Los Fresnos. Algunos otrosson de la pequeña pandilla de mi barrio. A todos mi mayoragradecimiento [N. de la A.].

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DEFINICIONES

– El infierno es un volcán con demonios dentro, (Enrique,siete años.)– El infierno es un precipicio con rocas ardiendo y no veshasta dónde puedes caer, (Guillermo, ocho años.)– El infierno es donde vive el demonio, qué horror, (Rafa,siete años.)– El infierno es una cosa mala y va contra Dios, (Claudia,siete años.)– Si eres malo vas al infierno, donde hay mucho fuego,(Jaime, seis años.)– El infierno es donde están los angelitos malos, (Laura,seis años.)– Es un lugar muy feo porque los ángeles malos estánatados correas que no pueden ni respirar, (Belén, sieteaños.)– Es un sitio donde van los que se portan mal y está eldemonio, (Javier, ocho años.)– Hay agujeros con lava, está el demonio, que vive ahí yquiere que vayamos con él y nos hace hacer cosas malas.También hay esclavos del demonio. El demonio se llamaLucifer, (Pascual, siete años; este niño es un teólogo enpotencia, querido lector.)– Tiene mucho fuego y la gente mucho calor. Están los quemienten y se portan mal. Tiene tierra, pero está todoquemado, viejo y hay luces de fuego. Y tiene una puerta con

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pinchos, (anónimo que olvidó firmar y cuya letruja me hacostado un mundo descifrar.)– Ojalá yo no llegue porque no me lo imagino; tiene queser todo lo malo del mundo juntado, (Juancho, siete años.)– El infierno es un lugar donde hay tinieblas y no hay paz,ni Jesús y todo serán problemas, (Juan, siete años.)– Al infierno no pienso ir. Ve tú si quieres, pero yo nopienso, (Micaela, seis años.)– El infierno es un sitio a donde fue una tía abuela de papáque nos quitó la herencia por envidiosa. Pobrecita... Ahorano puede salir. Pero es que fue muy mala, (Mayte, ochoaños.)

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EPÍLOGONO TENGA MIEDO: ¡IMITE A SAN

CRISTÓBAL Y LISTO!

Bien sé que el Señor es grande, nuestro Señor más quetodos los dioses. El Señor hace lo que quiere en el cielo

y en la tierra, en los mares y todos los océanos.

(Sal 135, 5-6)

¡Caramba! Parece mentira que llegamos por fin al final deesta aventura, querido lector. Ha sido valiente y tenaz, y youna atrevida. Pero lo importante es que ambos, usted y yo,lo hemos logrado. ¡Y no ha sido tarea fácil! Le reconozcoque yo también he pasado por momentos tensos en laelaboración de este ensayo. Los obstáculos han sidoenormes y sé que a partir de ahora me esperarán aún más.Pero nada me preocupa más allá de haberlo intentadoescribir de la mejor forma que he podido. Ya sabe quenuestros logros no son importantes a ojos de Dios, sino elesfuerzo y, sobre todo, el amor que se ha empleado enrealizarlos. ¡Y menos mal! Porque si Dios nos juzgara pornuestros éxitos, estaríamos totalmente perdidos.

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Espero de corazón que no haya padecido demasiado miedo.En ningún momento he deseado aterrorizarle, sino soloinformarle de la realidad de la existencia del cielo, delinfierno y del demonio. ¡Ojalá que ya se haya convencidode que debemos evitar los dos últimos a toda costa! Peroesté tranquilo: lo más importante es que la batalla contra elmal está totalmente ganada si corremos hacia los brazos deCristo. Él solo espera una elección libre por nuestra parte.Y usted, ¿a quién escoge: a Dios o a Satanás? Puede pensarahora que le acabo de hacer una pregunta de lo másestúpida, pero le aseguro que hay hombres y mujeres quecometen el espantoso disparate de elegir al diablo comoamo de sus vidas. ¡Ay de ellos! Y le dejará encimaboquiabierto saber que hasta algún santo hizo el caneloescogiéndole al principio de su vida (aunque, obviamente,luego se arrepintió) ¿Ve como todos podemos ser unoszoquetes? Lo fue uno de mis santos favoritos: ni más nimenos que el muy conocido San Cristóbal. ¿Quién no tienesu medalla pegada con un imán al salpicadero del coche? Esel patrón de los viajeros, y hasta los moteros con chupas decuero le consideran el mejor protector del cielo en lascurvas peligrosas.

Su historia es popular y muy bella, aunque no sabemos aciencia cierta qué datos sobre él son absolutamente reales,dado que con el paso de los siglos algunos teólogos tildanciertos aspectos de su vida como leyendas. Sea o no así, el

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relato es muy respetado en la tradición cristiano-ortodoxa;por eso nos ha llegado al catolicismo y por eso se lacuento. Si no, ¿de qué?

* * *

Cristóbal es considerado un mártir del cristianismo. Sesabe que vivió aproximadamente en el siglo III bajo elpoder del emperador Derius (249-251) y que muriópadeciendo tortura romana bajo las órdenes del gobernadorAntíoco. Los primeros datos sobre su vida y milagros nosllegan en versión griega en el siglo VI y entran en Europaen el IX. Sin embargo, no es hasta el siglo XIII cuando seelabora un estudio sobre su vida y se intentan recopilarrestos y datos fieles sobre su persona (se cree que susrestos son hoy los que venera la población cristiano-coptade Alejandría.)

Cristóbal era cananeo, pero lo que le hacía único era suimponente y monumental estatura. Se podría decir que eratodo un gigante, midiendo poco menos de dos metros.Fornido, acostumbrado a la lucha y con cuerpo de soldado,era temido más por su aspecto que por su temperamento(las crónicas afirman que era noble y bonachón). Su rostroacompañaba al resto de su cuerpo, y tenía un cráneo tangrande y peludo que provocaba respeto y miedo a aquelloscon quienes tropezaba por los caminos. Por todos estos

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aspectos y porque era valiente en el campo de batalla, elrey de Caná le colocó en un puesto importante de la miliciadefensiva de la ciudad. Pero aunque Cristóbal respetaba conprofunda veneración a su rey, no era feliz, pues su corazónalbergaba un sueño que no lograba sentir sirviendo a su rey.El gigante deseaba ardientemente servir solo un señor: almás poderoso y fuerte de la tierra. ¡Y sospechaba que noera precisamente el rey de Caná! Y entonces sucedió algoque viró el rumbo de su vida...

Un día, viendo cómo un juglar bailaba y cantaba para su reyen una fiesta de palacio, escuchó declamar una melodíacuyo protagonista era el diablo. Pero el monarca, al oírmencionar su nombre, se santiguó. San Cristóbal preguntóentonces al monarca el motivo de ese gesto sobre su pechoy recibió esta respuesta:

—Es para ahuyentar al diablo.

—¿Es que acaso le teméis, mi señor? —Cristóbal hablaballeno de inocencia.

—¡Claro! —El monarca era sincero—. Le temo porquetiene mucha fuerza y es extraordinariamente poderoso.

Entonces Cristóbal meneó la cabeza lleno de tristeza.

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—Entonces debo partir de vuestro lado, mi señor. Solotengo un sueño en esta vida: servir al ser más poderoso delmundo, y parece a todas luces que es ese tal diablo.

El rey permitió su marcha no sin lamentar su pérdida.

Cristóbal anduvo buscando al diablo por poblados yciudades, pero nadie le sabía informar sobre su paradero.Algunos sabios le avisaron de que el demonio era solo unser espiritual que vagaba por los desiertos. Otros leaseguraron que vivía en el corazón del hombre malo. PeroCristóbal, insistente y cabezón, no se rendía. Por ellomarchó al desierto con la esperanza de encontrarlo,siguiendo los consejos de algunos de aquellos sabios. Yfue ahí donde, tras muchas semanas, se topó con unpoblado dominado por unos guerreros feroces y fuertescomo él. El líder o jefe de tal poblado tenía gran fama demaldad. Todos le temían y sus órdenes eran acatadas almilímetro por sus vasallos. Ganaba batalla tras batalla y eraimplacable y muy cruel con los esclavos. Pero Cristóbal nosintió temor frente a él; así que le abordó y le preguntó:

—¿Acaso sois el diablo?

—Lo soy —afirmó aquel terrible guerrero.

—Entonces quiero serviros y que usted sea mi dueño y

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señor para el resto de mi vida.

Cristóbal le reverenció y se puso de inmediato a servirle.Ya ve, querido lector: ¡hasta los santos cometen a veceserrores! Pero sigamos:

Pasaron algunos meses en los que Cristóbal trabajó bajo lasórdenes de este malvado guerrero batallando en montañas ydesiertos, y quizá matando a muchos inocentes en lascontiendas. Hasta que un día sucedió algo que cambió elrumbo de los acontecimientos. Dicen las crónicas querecorriendo los montes con la intención de combatir aunos pueblos nómadas, el pelotón del malvado jefeconocido como «diablo», se topó de golpe con una cruzclavada en un cruce de caminos. Los soldados y su reyhuyeron despavoridos ante su presencia.

—¿Pero qué pasa? —Cristóbal miraba expectante a suseñor—. ¿Es que nuestros soldados y mi señor temen a unasimple cruz de madera clavada en el suelo?

—¡Ah!, sí mucho —contestó su jefe diabólico—. Debemoshuir de ella porque me recuerda a un hombre que vivió hacemucho tiempo. El hombre se llamaba Jesucristo y fuematado en un madero en forma de cruz. Cuando veo unacruz sé que debo huir, aunque no sé por qué. Me produce unespantoso pavor.... Así que odio el signo de la cruz, porque

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con solo mirarla algo me doblega de miedo.

—Entonces eso significa que ese Jesucristo es máspoderoso que vos —respondió Cristóbal entristecido—.Veo que aún no he sido capaz de encontrar al hombre másimportante de la tierra. Por eso debo alejarme de vos, miseñor diablo, y alcanzar mi sueño de servir a ese Jesucristo,esté donde esté.

Y así Cristóbal se marchó del lado del soldado consideradodiablo y buscó a ese tal Jesús. Y anduvo y anduvo hasta quepor fin, tras pasar muchas penurias y recorrer muchosdesiertos, se topó con un ermitaño, quien con sumapaciencia le enseñó todo lo que sabía sobre Jesucristo. ¡YCristóbal cayó rendido ante Dios! Decidió quedarse juntoal ermitaño todo el tiempo que hiciera falta, pues era elúnico que parecía conocer a Jesús.

* * *

Un día el ermitaño le dijo:

—Cristóbal, ya estás preparado para amar al verdaderoDios, que es Jesucristo, aunque aún te falta un último pasopara alcanzarle.

—¿Y cuál es?

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—Has de ayunar.

Cristóbal, el gigante santurrón, se quedó de una pieza.

—¡De eso nada! Yo no puedo ayunar —protestó enérgico—. ¡Moriría de hambre! ¿Acaso no ves lo que mido? ¿Nopuedes ver los músculos que tengo que alimentar? Noayunaré... Pídeme otra cosa y la haré por Jesús.

—Está bien —contestó el ermitaño—. Entonces madrugaal alba y ora largas horas a Dios.

—¡De ninguna manera! —San Cristóbal parecíaconsternado—. Eso es muy duro. Mi constitución no mepermite madrugar tampoco, levantarme tan temprano... Nosoy hombre de albas sino de mediodías, y tampoco voy aaguantar largas horas orando. Te ruego que me pidas otratarea para agradar a Dios.

Entonces el ermitaño permaneció unos momentospensativo y en silencio.

—Mira hijo —dijo al fin—. Eres verdaderamente grande,corpulento y muy fuerte. Así que esta tarea te encomiendo:que te traslades a vivir a la cueva junto a la orilla del río. Tumisión será a partir de ahora llevar en tus hombros a todasaquellas personas que deseen cruzarlo por necesidad y que

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no puedan. Tus piernas son muy largas y musculosas, asíque no te ahogarás ni hundirás a causa de la profundidad delas aguas o las corrientes. Creo que será una tarea con laque podrás dar gloria a Dios. Ve hijo, y espero de todocorazón que algún día puedas encontrar y servir con toda tualma a Jesús.

Y fue así como Cristóbal comenzó una existencia deermitaño junto a la orilla. Su vida transcurría plácida en esebanco del río, cuyas corrientes eran fuertes y traicioneras.Eran muchos los que a causa de esas turbulentas aguashabían perdido la vida, pero desde que Cristóbal vivió en suorilla, tanto ricos como pobres eran transportados en susenormes hombros sin peligro alguno hacia la orillaopuesta. En su corazón bonachón entendía que era sumanera de servir a Dios y de pagar por sus pecadospasados, pues todos aquellos a quienes cruzaba a la otraorilla quedaban felices y profundamente agradecidos.

Un día, mientras dormía en su cueva le despertó la vozinfantil de un niño que le llamaba a voces desde el ladoopuesto a la corriente.

—¡Cristóbal, ven y cárgame para llevarme al otro lado derío! Cristóbal se desperezó, miró hacia donde provenía lavoz infantil, pero nada vio. Se recostó de nuevo en sucamastro e intentó recuperar el sueño

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—¡Cristóbal, ven! ¿Acaso no me oyes? —Otra vez hablabala voz de niño. ¡Y otra vez se levanto y buscó para noencontrar a nadie! Ya se estaba extrañando cuando, portercera vez, escuchó que una voz infantil le llamaba por sunombre. Y por fin, a lo lejos y en la orilla opuesta vio a unprecioso niño que le hacía señas con la mano.

—¡Estoy aquí! ¡Ven y trasládame al otro lado, Cristóbal!

El gigante se apresuró a cruzar el río con sus potentespiernas, tomó al niño en brazos y le colocó sobre sushombros para cruzar las aguas. Pero algo extraño empezó asuceder: ¡ese chiquillo menudo pesaba una barbaridad! Lasaguas, enfurecidas, comenzaron a chocar contra sus piernascreando surcos y remolinos. ¡Estaba siendo una verdaderatarea ese traslado! «¿Qué le sucede hoy al río y quién eseste muchacho que tanto pesa?», se preguntaba inquieto. Ycuanto más avanzaba en las aguas, más se hundía en el fangodel fondo. Cristóbal se empezó a preocupar... Nunca anteshabía sentido la corriente tan fuerte ni las aguas tantraicioneras contra su cuerpo. ¡Tampoco antes se habíahundido tanto en el fango! ¡El peso del muchachitocomenzaba a ser imposible de cargar! El gigante se asustósospechando que ambos perderían la vida... ¿Cómo habíapodido arriesgarse tanto? «Es todo mi culpa», pensóaterrorizado. «No entiendo cómo no he sido capaz decalcular el traspaso, ni de darme cuenta de lo que podría

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pesar este niño. ¡Moriremos sin remedio!». Pero nofalleció... Al fin, exhausto, asustado y totalmenteasombrado, logró llegar al otro lado del río, en donde dejóal chiquillo con sumo cuidado sobre el suelo. Mediodesmayado a causa del agotamiento, miró al niño y dijo:

—Escucha hijo: me las he visto y deseado para cruzar el ríocontigo encima. ¡Cuánto pesas, criatura! Parecía quecargaba en los hombros el peso del mundo entero.

El niño respondió:

—Verdaderamente has cargado un gran peso, Cristóbal.Soy Jesucristo, el Rey a quien sirves con tu trabajo y tuvida. Y hoy no solo has llevado a través del río a todo ununiverso, sino también a quien creó tal universo. Y para queveas que lo que te estoy contando no es falso, clava tubastón en la entrada de la cueva en la que vives y mañanapor la mañana verás que se ha transformado en un árbolflorido con frutos en abundancia.

Y ante sus atónitos ojos, desapareció.

Lo ha adivinado, querido lector: a la mañana siguiente ynada más despertar, Cristóbal corrió hacia la boca de lacueva ¡y encontró su bastón convertido en un gran árbollleno de hojas, flores y dátiles! Desde ese día Cristóbal oró

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y alabó a Dios con todo su corazón y toda su alma. Fuefeliz sabiendo que, al fin, trabajaba para el más poderosorey del universo.

* * *

¿Lo ve, amigo mío? Hasta los santos escogieron a veces elcamino equivocado y se esclavizaron al mal. Pero todocamino se puede reparar. Y he aquí una buena oración paraque logre reconducir sus malas decisiones. Récela siemprey estará a salvo, pues no hay puerta más grande en el cieloque la Virgen María. Ya sabe que las buenas noticias sonque junto a Ella Dios siempre gana (y el Patas rabia).

Solo tiene que decidirse de una vez: ¿amar a Dios o aldemonio? Ya sabe lo que yo le aconsejo.

Hasta siempre, querido lector. Con todo cariño,

LA AUTORA

ORACIÓN DE POSESIÓN MARIANA

(ANÓNIMO)

Ante ti, ¡Oh Santísima Trinidad!, delante de toda la corte

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celestial, de los ángeles y de los santos; ante ti, ¡ohSantísima Virgen María!, proclamo y declarosolemnemente de modo irrevocable y eterno, de maneratotalmente libre y espontánea, que te entrego todo mi ser,para que con el Espíritu Santo y San José, me poseascompletamente para gloria y esplendor del Reino de tuHijo Amado.

Esta posesión mariana rompe todo pacto y asechanza de lasfuerzas del mal, y la sello en la preciosísima Sangre deJesús. Amén.

Todas las anécdotas relatadas en el presente ensayo sonverdaderas. Dado que algunos de los protagonistas no

desean ser reconocidos, en ciertos capítulos losnombres, lugares y situaciones han sido modificados con

el único propósito de proteger su intimidad y/oprivacidad.

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AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer con todo mi corazón la ayuda inestimableque he recibido de algunas personas sin las que jamás estelibro hubiera podido ver la luz. Ha sido sin duda el libromás difícil de toda mi carrera literaria, y de los diez quellevo escritos, el que más quebraderos de cabeza me haproducido. El tema es tan duro, tan complejo y me ha dadotanto temor escribirlo, que en varias ocasiones me he vistoimposibilitada de seguir. Solo lo he hecho por el amor, lapaciencia, la sabiduría y las oraciones de protección deestas personas que a continuación nombro. Gracias amigosmíos desde el fondo de mi alma:

1) Al padre don José Carlos Mellado: mi querido directorespiritual; sacerdote joven de pueblo, lleno de luz ysabiduría, quien, con un tesón increíble, no me ha dejadotranquila hasta convencerme de escribir este ensayo.

2) Al padre don Javier Siegrist: un sacerdote terco y deespíritu implacable, cuya dirección y correcciones han sidoabsolutamente valiosas para mí. Gracias por aguantar migenio, padre, y las cien mil preguntas con las que te hemolido durante meses a causa de este libro. Sin tusrespuestas no habría hecho más que cometer errores

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teológicos de todo tipo. Y gracias por no mandarme a laporra cuando discutimos... (Ya se sabe que las buenasamistades se pelean de vez en cuando).

3) A todas las hermanas dominicas del Monasterio de SanBlas en Lerma, en especial a Sor María Leticia, un amor demujer, gran amiga, compañera y un muy eficientepararrayos contra los ataques del demonio. Graciashermanitas: sois la mejor ayuda de Dios en mi vida.Vuestro tesón y alegría han logrado lo imposible en estelibro.

4) A Sor Inés, Sor Inés II, Sor M.ª Fe y Mari Luz (hermanasdel convento de Navas del Madroño de Cáceres). Cuatroreligiosas de una santidad descomunal sin cuyo amor,apoyo y oraciones, nunca habría sido escritora.

5) Al padre don Carlos García Malo, magnífico sacerdotejoven, quien, en un momento de absoluto terror, y sintiendoque no podría seguir escribiendo sobre el infierno y eldemonio, tuvo la sabiduría de darse cuenta que yo padecíauna grave tentación para abandonar esta tarea. Gracias a sufabulosa confesión y bendición posterior, tal miedo fuetotalmente superado y el libro continuado. ¡Todo miedo sedesvaneció a través de tus manos consagradas, padreCarlos! Sé que Jesús actuó a través de tu sacerdocio y pudefinalizar mi tarea.

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6) A mi fantástica profesora de Biblia, Mercedes Soto.Gracias por ser una maravillosa maestra de Dios.

7) Y por último: a todos los sacerdotes que han tenido quever en mi vida, desde el que me bautizó recién nacida,pasando por el que me dio mi primera comunión, el quecelebró mi confirmación, el que me casó, y todos los quedía a día, me han dado su amor de padres, de confesores yprotectores de mi alma. Gracias por vuestra decisión de sersacerdotes. ¡Gracias por ofrecer vuestras vidas por mí ypor todos mis hermanos del mundo!

Os quiere de verdad:

MARÍA VALLEJO-NÁGERA

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Table of ContentsPRÓLOGO¿EXISTE EL CIELO?¿SE PUEDE VIVIR EL CIELO EN LA TIERRA?LA SANTA MISA Y LO QUE SUCEDE

VERDADERAMENTE EN ELLAUN CASO DEL CIELO EN LA TIERRA: ¡FASCINANTE

SOR PATROCINIO!NIKOLA E IRENERAQUEL, UNA NIÑA PREDILECTA DE JESÚSCIELO E INFIERNO: EL RELATO DE UN CASCO AZUL

ESPAÑOL EN LA GUERRA DE LOS BALCANESUNA TEXANA Y UN PEDACITO DE CIELO ENTRE LOS

DEDOSJESÚS VISITA A LOS ENFERMOSSOÑÉ CON JUAN PABLO IIDI DE COMER A JESÚSSUPE QUE ERA EL NIÑO JESÚS RECIÉN NACIDOEL CIELO SEGÚN LOS NIÑOSEL INFIERNO EXISTE Y EL DEMONIO TAMBIÉN¿SE PUEDE VIVIR EL INFIERNO EN LA TIERRA?

(PAPA LEÓN XIII)SOR JOSEFA MENÉNDEZ Y SANTA FAUSTINA

KOWALSKABAJADA AL INFIERNO DE DOS PROTESTANTES: LOS

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CASOS INAUDITOS DE BILL WIESE Y TAMARALAROUX (ESTA

¡LE RETORCIÓ UNA PIERNA!SE ME SENTÓ EN LA CAMALA SANTIDAD DE ANA CATALINA DE EMMERICHLE VI UNA MANO¡CUÁNTO ODIA EL DEMONIO A LOS SACERDOTES!MIS LECTORES: UN REGALO DE DIOSCÓMO DEFENDERNOS CONTRA EL DEMONIOEL INFIERNO SEGÚN LOS NIÑOSEPÍLOGOAGRADECIMIENTOSBIBLIOGRAFÍA