cincuenta años de magisterio parte 3

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IV. Anecdotario Jorge González Vides 1. La odisea de un recluta Allá por el año 58 del siglo pasado terminaba mi tercer curso de Plan Básico en Ilobasco. En este plan salía del grupo científico, preparado para continuar estudios de bachillerato, pero en mi pueblo no existía Instituto Nacional, por lo que para muchos ya no había esperanza de continuar estudiando, no obstante, como complemento en el Plan Básico de Orientación Vocacional, cada quien optaba por una actividad para poder trabajar, entre otras: cerámica, carpintería, encuadernación, imprenta, hojalatería, dibujo y pintura, ebanistería y agricultura. Yo me había preparado para ejercer como hojalatero, mi obra maestra había sido la elaboración de un cántaro de lámina. Algo que acostumbraba, era leer La Prensa Gráfica en la barbería, en esos días aparecieron las ofertas del Estado para continuar estudios mediante la obtención de becas. La oportunidad se había presentado, solamente había que elegir entre estudiar en la Escuela Nacional de Agricultura, la Escuela Militar, la ENCO o la Escuela Normal Alberto Masferrer. Hubo algunos inconvenientes en la selección: para entrar a la Escuela Militar se necesitaba, entre otras cosas, que un oficial de alto rango lo apadrinara, en mi pueblo el mayor rango lo tenía el Sargento que ocupaba la Comandancia Local; la Escuela Nacional de Agricultura no me llamaba la atención, pues mi padre era agricultor y en algunas ocasiones que pude ayudarle no me atraía la idea de dedicarme a esa actividad; estudiar en la ENCO ofrecía el inconveniente de que la beca sólo era para estudios, no había recursos para pagar un pupilaje. Bendito DIOS que la alternativa que quedaba era competir por una beca en la Escuela Normal Alberto Masferrer. Había que dar los pasos necesarios. En los pocos viajes que había hecho a San Salvador, sólo conocía la ruta 9, que iba de la estación ferroviaria para Oriente del país a Montserrat; de Montserrat al cine popular y un pequeño desvío al cine Apolo. La dirección que buscaba decía final de la 25 A. N., por fin, preguntando, pude llegar para solicitar el prospecto. Me preparé con ansias de convertir en realidad mis sueños y lo logré: un telegrama anunciaba que había obtenido la beca de primera clase. Después de la alegría la angustia para comprar todo 1

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IV. Anecdotario

Jorge González Vides

1. La odisea de un recluta

Allá por el año 58 del siglo pasado terminaba mi tercer curso de Plan Básico en Ilobasco. En este plan salía del grupo científico, preparado para continuar estudios de bachillerato, pero en mi pueblo no existía Instituto Nacional, por lo que para muchos ya no había esperanza de continuar estudiando, no obstante, como complemento en el Plan Básico de Orientación Vocacional, cada quien optaba por una actividad para poder trabajar, entre otras: cerámica, carpintería, encuadernación, imprenta, hojalatería, dibujo y pintura, ebanistería y agricultura. 

Yo me había preparado para ejercer como hojalatero, mi obra maestra había sido la elaboración de un cántaro de lámina. Algo que acostumbraba, era leer La Prensa Gráfica en la barbería, en esos días aparecieron las ofertas del Estado para continuar estudios mediante la obtención de becas. La oportunidad se había presentado, solamente había que elegir entre estudiar en la Escuela Nacional de Agricultura, la Escuela Militar, la ENCO o la Escuela Normal Alberto Masferrer. Hubo algunos inconvenientes en la selección: para entrar a la Escuela Militar se necesitaba, entre otras cosas, que un oficial de alto rango lo apadrinara, en mi pueblo el mayor rango lo tenía el Sargento que ocupaba la Comandancia Local; la Escuela Nacional de Agricultura no me llamaba la atención, pues mi padre era agricultor y en algunas ocasiones que pude ayudarle no me atraía la idea de dedicarme a esa actividad; estudiar en la ENCO ofrecía el inconveniente de que la beca sólo era para estudios, no había recursos para pagar un pupilaje. Bendito DIOS que la alternativa que quedaba era competir por una beca en la Escuela Normal Alberto Masferrer.

Había que dar los pasos necesarios. En los pocos viajes que había hecho a San Salvador, sólo conocía la ruta 9, que iba de la estación ferroviaria para Oriente del país a Montserrat; de Montserrat al cine popular y un pequeño desvío al cine Apolo. La dirección que buscaba decía final de la 25 A. N., por fin, preguntando, pude llegar para solicitar el prospecto.

Me preparé con ansias de convertir en realidad mis sueños y lo logré: un telegrama anunciaba que había obtenido la beca de primera clase. Después de la alegría la angustia para comprar todo lo que el prospecto requería, la mayor dificultad fue averiguar qué era un poncho y qué era una pantufla, pues el 90% de la población en mi pueblo tampoco lo sabía. Para mientras, el carpintero del pueblo elaboraba el baúl de madera de pino, con las medidas pertinentes, el cual se tenía que cargar en el hombro.

Así llegó el día indicado, muchas rutas de diferentes pueblos se aparcaban a la entrada de la Escuela Normal, sobresaliendo las rutas 111, 110, 201, 113, 201, 142, 112. De las parrillas bajaban sendos baúles cargados de esperanzas, ansiedad, temores, alegrías, revueltos con camisas, pantalones, pañuelos, calcetines y calzoncillos.

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 - “Y usted chero ¿de dónde viene?” ”De Berlín”, “De San Pedro Masahuat”, “De Nahuizalco”, pueblos de origen de los más entrañables compañeros, con quienes compartimos muchas alegrías.

Javier Rivera Lazo

2. Amaneceres clásicos

Son las 5 a.m. de un día lectivo en la Escuela Normal "Alberto Masferrer"; en los dormitorios nuevos, los estudiantes, en su mayoría, aun duermen; unos pocos están ya despiertos, afanados en terminar o corregir alguna tarea pendiente. De pronto, desde el pasillo, se escuchan los agradables acordes de una melodía del notable músico paraguayo Nitsuga Mangoré (Agustín Barrios) , esta vez interpretada con gran maestría por el profesor Pedrito Ayala, coma le llamábamos cariñosamente sus alumnos; él con su sonora guitarra nos deleitaba, aunque algunos no apreciábamos entonces en todo su valor tan hermoso regalo a nuestro aprendizaje. Cuando el profesor Ayala estaba de turno era su peculiar manera de despertarnos y decirnos que era ya hora de levantarnos, de ir a tomar el baño, de vestirnos adecuadamente con nuestros uniformes, de ir a degustar el desayuno y luego, perfectamente aseados, presentamos a los salones de clase.Era Don Pedrito Ayala Rodas amante de la buena música; se deleitaba escuchando trozos de música clásica; pero, particularmente, el disfrutaba oyendo obras musicales escritas para la guitarra. Como era un consumado guitarrista, ejecutaba este tipo de música con un estilo impecable, nosotros, los estudiantes, disfrutábamos de este arte que el dominaba a la perfecci6n; y comenzábamos esos días con optimismo, ese optimismo que nos transmitía con su música la cual brotaba maravillosamente de las seis cuerdas de su mágica guitarra. Ahora, después de 50 años de haber vivido esta experiencia, nos es grato decirle: Gracias Don Pedrito por habernos heredado esa enseñanza tan valiosa.

3. El Paña Tin

Alto, desgarbado, de caminar lento, de pasos largos dados con visible esfuerzo, era huésped perenne de La Escuela Normal. Allí se le veía con las primeras luces del amanecer; por la noche, a la hora de ir a dormir, lo mirábamos en el patio en búsqueda del mejor sitio para descansar de los ajetreos del día. En las horas diurnas se dedicaba a la práctica de sus quehaceres profesionales. ¿Cuál era su profesión? El era lustrador de calzado, era el lustrador oficial de los compañeros normalistas; por unos pocos centavos (lo que voluntariamente ponía en sus manos cada cliente), quedaban los zapatos que le encomendaban perfectamente limpios, brillantes, como nuevos; hasta el más exigente quedaba satisfecho; conocía muy bien su oficio a fuerza de practicarlo, y lo ejercía con agrado, siempre jovial, sociable, comunicativo; amigo de todos, era conocido como "el Paña Tin". Paña era un trato amistoso entre los normalistas, era sinónimo de "compa" o compañero. El problema de su alimentación, el Paña Tin lo tenía resuelto; después de desayunar, de almorzar o de cenar, más de un compañero le aportaba algo de comer: una tortilla con queso, un pan con frijoles, una porción de pan dulce, un vasito con refresco, con café o con sopa;

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él daba siempre las gracias con mucha educación y a veces, contra su voluntad, brotaba una pequeña lagrima de sus ojos semiabiertos; sentía gran satisfacción de recibir el cariño que todos le profesábamos y se esmeraba en corresponderlo con gestos humildes de afecto.

Un día de tantos, a finales de año, dejamos de verlo, desapareció. Cuentan que una hija llegó por él, se lo llevó, nos lo quito; ojala que haya sido para su bien. Sea este un mensaje de recuerdo para el Paña Tin de parte de los estudiantes normalistas de la tanda del año mil novecientos sesenta.

Gilberto Antonio Aguirre

4. Echá el sprint, Lucho…

Sucedió en los juegos intramuros (1958): el viejo Lucho, como llamábamos cariñosamente, a Lucio Alfaro (Q.D.D.G.), participó por su sección en la competencia de 200 mts. libres en un grupo de menor experiencia. Eran cuatro los competidores. ¡Arrancan! Lucho va en primer lugar, pero... luego se va quedando y quedando. Alguien de la barra le gritó:¡Lucho! ¡Lucho! ¡Lucho! echá el "sprint" y él jadiando y sudoroso contesta: ¡siiii... yaa... lo eché! De los cuatro corredores llegó en cuarto lugar… ¡pero llegó! Todos aplaudimos el gran esfuerzo realizado para llegar a la meta. A cuántos de nosotros nos quedó grabado en nuestra conciencia tal hazaña y ya con el tiempo, como estudiante o como profesional, salió a relucir como ejemplo, el esfuerzo y los deseos de alcanzar alguna meta en la vida, tal como la alcanzó Lucho, que a pesar de no ser deportista y por su edad, llegó aunque haya sido en el cuarto lugar de los cuatro. ¡Gracias Lucho!

5. Sospechada.

ANTONIO PERDOMO era originario de un Cantón de Santa Elena (Departamento de Usulután). Su posición la reflejaba por medio de un diente de oro (a lo Pedro Navaja) que lucía con una sonrisa que casi siempre mostraba, aún cuando estuviera preocupado o enojado. Otro detalle era su peculiar forma de hablar y gesticular. Por esto nació su primer sobrenombre de “Chele Güiyo”. No recuerdo bien si lo ocurrido, que le valió su segundo sobrenombre, fue después de cena o del estudio obligado de las 7:00 p.m. Fue cerca de la galera donde estaba la “pilona”. Al costado sur había un chorro, donde iban las muchachas de algunas casas cercanas para llevar agua en cántaro de lata, generalmente al entrar la noche.

Pues sucede que a Toño Perdomo quizás le llegó el “llamado de la selva” y quería demostrar su machismo y sus ansias de conseguir novia. Es aquí donde aparecemos los testigos, de los que no estoy seguro, pero pudieron ser el “Ñego Cruz”, el “Ñego Bill” y yo. De todas maneras sucedió más o menos así: Toño nos dijo: ¿Quieren ver que me le declare a una de las muchachas que vienen a traer agua? Escóndanse para que no se espante. Así lo hicimos por separado, mientras él tomó una posición como de asaltante y… efectivamente solo en la semioscuridad, su color de piel y su diente de oro lo delataban. Se

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llegó la hora. Mientras la muchacha se disponía a colocar el cántaro debajo del chorro, Toño, como verdadero bandido, saltó extendiendo sus brazos y con las manos abiertas le gritó: “¡Alto ay mamayita! ¡Desde el primer momento que la vi, me entró la sospechada de que va a ser mi próxima mamayíta!”. La muchacha salió corriendo del susto.

Cuando Toño instantáneamente se volvió para vernos, también salimos corriendo a carcajearnos por puntos diferentes. A la mañana siguiente, él nos miraba como pidiéndonos la aprobación de su gran acto. Desde entonces se le llamó Toño Sospechada.

6. Las enseñanzas de Don Mario

Don Mario Saravia (Q.D.D.G.) era uno de los profesores que se encargaba de enseñarnos fundamentos básicos de algunas prácticas deportivas. Sucedió que en una competencia de fútbol colegial de primera categoría a nivel de institutos nacionales y colegios privados, jugando contra el equipo del Colegio Orantes (¿?), el portero llamado Carlos Francés, para evitar que yo anotara el gol, se me lanzó de tal manera que me golpeó fuertemente en el muslo derecho. Ya no pude seguir jugando, Don Rigo me sustituyó. AI finalizar el partido todos buscamos “La Perica” que nos llevaría de regreso a la Normal. Al llegar el dolor era tan fuerte que esa noche no pude dormir, ya entrada la noche y debido a mis lamentos, Don René Vaquerano y Don Chito Torres, llegaron a verme, y ante la posibilidad de ser atendido convenientemente, me propusieron mandarme a la casa en Berlín. Ahí fui atendido por el doctor del "Once Berlinés", donde yo jugaba al fútbol en la liga de ascenso. Pasé un mes en recuperaci6n y como ya era el periodo de exámenes regresé a la Escuela Normal (aunque todavía en no muy buenas condiciones). Me presenté con Don Mario en la cancha, pues examinaría fundamentos de basquetbol (correr, rebotar, saltar), pero me presenté, no con el uniforme deportivo, sino con el uniforme de diario, le expliqué a Don Mario mi situación, sin embargo el me dijo que hiciera lo que pudiera. Le insistí que no podía hacerlo. Inmediatamente me anotó un 3 como calificación.

Tal nota la consideré injusta y me dirigí a la Dirección donde se encontraban Don René y Don Chito, a quienes expliqué lo sucedido. Como ellos ya conocían mi caso, mandaron a llamar a Don Mario para convencerlo de que me cambiara la nota o para hacerme el examen de tal práctica deportiva después, Don Mario tomó el control de notas y me puso otro 3, pero al revés, quedándome 8. Esto lo hizo con una expresión de desagrado.

Años después nos encontramos ya como compañeros en la Escuela Renovada “José Martí”, Colonia Las Delicias, Santa Tecla. En cierta ocasión, por alguna razón, le hice el recuerdo de aquella experiencia. Me contestó que sí se acordaba y me pregunto: ¿Y qué aprendiste de eso? Inmediatamente le contesté: ser considerado. Como aquel acontecimiento no se me olvida, he llegado a la conclusión que ciertamente, todo lo que ocurría en nuestra formación era para prepararnos para el desempeño de la profesión de ser maestros. Además de poner en práctica el valor de la consideración, también aprendí de tal suceso a formularme una jerarquía de valores tales como: la responsabilidad, la justicia, la disciplina, la solidaridad, la honestidad, el sacrificio y otros no menos importantes.

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A Don Mario lo recuerdo por su método de enseñar, por su trato humilde, por la manera de fumar con pipa. ¡Gracias Don Mario!

7. El Chelón

Hay una sola palabra que describe en parte la figura de Don René Vaquerano (Q.D.D.G.): ¡Chelón! Alto, piel clara, cabello amarillo claro, ojos casi verdes, bigote escaso, siempre bien rasurado... Una figura impresionante que apenas lo veíamos venir nos poníamos quietos, pues tan solo con su presencia nos infundía mucho respeto.

La clase de filosofía y lógica que nos impartía era una muestra de su alta capacidad memorística. La disciplina que imponía con su exposición no permitía interrupción alguna.

Al estilo de Don René, hubo una clase que me recuerda lo profundo de la filosofía que él deseaba que comprendiéramos y practicáramos en nuestra vida profesional. Decía:

"El que sabe y sabe que sabe, es un genio; síguelo e imítalo. El que sabe y no sabe que sabe, es un ignorante. Esta dormido. Despiértalo y guíalo.”

iGracias Don René!

Baltasar Díaz

8. El ombligo en el coxis

En aquellos tiempos Don René (Q.D.D.G.) era el Sub Director y, como tal, responsable de la disciplina de la Escuela. Una de sus normas era que la medida del “tiro” del pantalón debía ser a la altura del ombligo. ¡Ay de aquél al que sorprendiera con pantalones “tronconeros”!. Lo menos que se cachaba era una regañada: “No muchacho –decía- si el pantalón se usa hasta aquí…” y señalaba la altura de su ombligo, que no era la de nosotros. Un día apareció Mario Arriola con unos pantalones al “estilo Cantinflas”. Los llevaba a la altura del coxis y era inexplicable como no se le caían al caminar. Por supuesto que fue sancionado, pero los siguió usando muy bajos. Sin embargo, cuando miraba a Don René, se subía el pantalón hasta donde podía llegar. Por usar el pantalón de esa manera, Arriola fue bautizado como “Coxis”. Para él, quizás, la altura del ombligo era la misma que la del coxis.

9. El Usumacinta inolvidable

El profesor Sigüenza fue célebre, entre otras cosas, por su forma de caminar y por su peculiar forma de dar clases. Trasladémonos: estamos en “Geografía de Centroamérica” y el profesor Sigüenza, viendo disimuladamente sus apuntes, le pide a los alumnos que pasen a señalar en el mapa la ubicación de los ríos más importantes. Cuando uno de ellos falla en señalar el Río Usumacinta, le

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dice: “Mira, para que no se te olvide usa este recurso mnemotécnico: HUSO, huso… el huso horario, el meridiano de Greenwich; MÁS, más… allá, allá; y CINTA, cinta… “y se tocaba las cintas de sus zapatos. Fue tan efectiva su enseñanza que, cuarenta y cinco años después, no la hemos olvidado.

10. La Segunda Orden

Era 1958. En la primera Reunión General se nos informó del Reglamento Disciplinario. Entonces fue cuando apareció el monstruo de la “Segunda Orden” que, al estilo militar, consistía en suspender los derechos del estudiante indisciplinado hasta segundo aviso. Este castigo suspendía, por ejemplo, las salidas del fin de semana y obligaba a presentarse al salón de clase como si fuera un día normal.

Unos días después, Mario Chávez, otro compañero y yo, nos fugamos por un agujero que había en el cerco de púas que rodeaba la parte trasera de la Escuela. Nos fuimos a conocer la Colonia Centroamérica, con el pequeño descuido de que íbamos uniformados. Cuando menos sentimos se paró un carro junto a nosotros. Se bajó “El Chelón” y nos dijo: “Muchachos… ¿Y ustedes qué andan haciendo aquí? ¿No saben que está prohibido… ? “Luego nos subió al carro y nos llevó a la Escuela. A los pocos días llamaron a nuestros padres; les dijeron que nos iban a suspender la beca; que nos llevaran de regreso a nuestras casas, baúl y tijera en mano… Después de no sé cuantos ruegos y lágrimas se apiadaron y nos cambiaron el castigo. Así estos tres “reclutas” inauguramos el “Libro de la Segunda Orden” de ese año y pasamos unos dos meses en cuarentena.

11. Huelga de hambre y de clases

Estábamos en Tercer Año. Era septiembre de 1960 y había un ambiente de inestabilidad social, previa a la caída de Lemus, que se produciría en octubre de ese mismo año. En la Normal los estudiantes comenzamos a protestar por la calidad de la comida, se decía que la leche era pura agua, que la Toña aquí... etc. Este malestar se generalizó, alimentado por el ambiente social y la natural rebeldía juvenil, hasta llegar a convertirse en una huelga general que se manifestó en no ir a comer y no presentarse a clases. La situación trascendió al público, porque un periodista reconocido (C.S.M.), la dio a conocer en La Prensa Gráfica de aquellos días. El Director General de Educación Normal se presentó a la Escuela a conversar con Don Tacho Nolasco (Director) y el Teacher Ramos (Subdirector). Se mandó a llamar a los padres de algunos dirigentes y se amenazó con que no habría graduación ese año. Así se paró la huelga y tres semanas después se nos mandó a casa para estudiar y regresar en noviembre a realizar los privados. Si lo decimos en modo chapín: “Conque hasta una huelga hicimos, usté”

12. Los Reyes de la Servidumbre.

Pues si… Resulta que los “internos” teníamos mucha necesidades, pero no teníamos pisto. Eso nos limitaba para tener novias formales, que implicaban gastos. Pronto nos dimos cuenta que la salvación estaba a la mano: las muchachas de la servidumbre de la Colonia Centroamérica. No hombre…

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¡cómo abundaron los romances nocturnos en las zonas verdes de aquellas casas…! Las malas lenguas cuentan que ahí nacieron nuevos “peloncitos” o “peloncitas”. A saber. A mí no me crean.

13. Los “privados”… públicos.

Faltaban pocos días para los privados cuando, de repente, de la nada, alguien consiguió las pruebas. Aparentemente las había comprado a otro estudiante, éste a una persona de fuera y así sucesivamente. Muchos las compramos. La consigna era: “Guayabéenselas. Nadie debe llevar la copia al examen, porque entonces nos lleva… la que no nos trajo”. Así se hizo, pero… el día del examen, a pocos minutos de haber comenzado a realizarlo en el Instituto Central de Señoritas, un examinador dijo: Se suspende la prueba. Habían descubierto el examen a una alumna de otra institución. Entonces nos mandaron a las casas a estudiar con la recomendación de que, una semana después, nos presentáramos a realizar otros privados, que se nos pintaban más difíciles. Con aflicción, pero los pasamos... porque no éramos malos estudiantes, sólo éramos jóvenes. ¡Qué dicha…!

14. La Vara de Hule.

Se corrió el rumor de que cerca de la Escuela había una cipota que “hacía el amor” a precio bajísimo. Un compañero, originario del Occidente del país, la había descubierto y servía de intermediario para obtener sus favores, tan necesarios para un “interno”... Los fines de semana eran filas de normalistas esperando turno. Entre los que la visitaban fue conocida como “La Vara de Hule”. Vaya usted a saber por qué. ¡A mí que me registren!

15. La Diablesa.

Hace cinco años conversábamos animadamente sobre nuestras vivencias en la Normal. Entonces alguien recordó que un día unos compañeros se habían ido a cortar guayabas a los terrenos cercanos, propiedad de una señora a la que apodábamos “La Diablesa”, no recuerdo por qué… Los vigilantes los capturaron, los esposaron y los llevaron a la Escuela. Dudaron de que fueran alumnos normalistas. Cuentan que el Director los recibió cortésmente pero, con dignidad, pidió que antes que nada les quitaran las esposas. Al parecer fueron sancionados por su conducta indebida.

16. La Pandilla

Estábamos en septiembre de 1960 y habíamos declarado huelga de hambre. Unos pocos estudiantes no apoyaban esta medida. Pero entre nosotros existía una “pandilla”, inspirada en el estilo de las mafias de Nueva York que, en nuestra imaginación, era clandestina. La llamamos “La Banda” y nos identificábamos diciendo: “Esta es La Banda. Escupa (al suelo). Saque el pecho.” Y luego chocábamos los pechos. Pues bien, un día decidimos vengarnos de los rompehuelgas. Escogimos “la víctima”. Organizamos el plan.

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Llegó la noche. Lo esperamos detrás de La Pilona pero, cuando todos iban para el dormitorio, nadie se atrevió a saltar encima de él para darle una tunda. Nos ahuevamos… Así de fácil. Gracias a Dios sólo éramos un remedo de las “pandillas” de ahora, sino ahí hubiera corrido sangre… Já! Recuerdos para René Barahona y Mario Chávez: ¡La Banda… Saque el pecho!

Nora García de Rivera

17. Reina… for ever.

De los acontecimientos más felices de mi juventud guardo en especial estima el hecho de haber representado a la "Escuela Normal Alberto Masferrer" como candidata a reina durante los años de estudio 1958, 1959 y 1960 y luego, al año subsiguiente 1961, en el cual trabajaba yo como maestra de aula, fui solicitada por los alumnos de último año de la misma Normal para que nuevamente fuera su candidata. Bendiciones a todos ellos que engrandecieron con tal honor mi orgullo de joven.

C.A. Morales Quinteros18. ¡Ay…!

Hace 50 años, en la canchita de basquetbol de lo que fue nuestra Escuela Normal y en las prácticas de ese deporte con nuestro recordado Don Rigo Guzmán, en una de las jugadas un poco fuertes, a Leonel se le salió un “ay” no masculino, sino un poco “gay”. A partir de ese momento todo mundo repetía el “ay” de Leonel en su presencia. Llegada la noche y a la hora de estudio todavía se escuchaban “ay” dispersos, para no identificar al autor del grito. Leonel ya estaba como “agua para chocolate”… Se puso de pie y lleno de furia lanzó esta advertencia: “El que diga “ay” otra vez, se va a dar “ver…” conmigo”. Todos guardamos silencio, porque sabíamos que lo decía de verdad. En esos momentos iba entrando al salón el compañero Mata Chacón, que no estaba enterado de la situación ni de la advertencia, y lanzó un gracioso “ay”, al cual Leonel respondió furioso y Mata respondió también con lo que sabía hacer:

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Correr. De esa persecución no sé el final, pero si sé que no hubo sangre. Gracias Leonel, donde quiera que estés, aunque yo sé que te transporté al cielo…

José Ernesto Urbina Barrientos

19. El Trío Melódico Normalista (1958-1960)

Un amplio campo de oportunidades de desarrollo personal tenía nuestra Normal, cada cual con aptitudes, habilidades y destrezas se insertaba exitosamente en la dinámica estudiantil, las competencias eran la ocasión para sobresalir, ganar prestigio personal y el de nuestra Escuela, así se había forjado una historia y una tradición de triunfos y gloria que se palpaba al ingresar a la institución.

En febrero de 1958 nos cruzamos Adán Solórzano Echeverría (Q.D.D.G) y el que escribe, “reclutas” de nuevo ingreso, con “el chele” José Damián Corcio de tercer año. Solórzano y Corcio eran viroleños y por tanto “nonualcos de nacimiento”, yo de Sonsonate. Corcio tenía su propio “requinto” el cual tocaba con nitidez y virtuosidad, especialmente la música de “Los Panchos”, Nos juntamos y en el mismo instante comenzó a pulsar el instrumento con la canción “Ya es muy tarde”. La entonamos y nos sonó muy bien decidimos hacer el trío pero... no teníamos guitarra ni “maracas”...

Don Pedrito Ayala, nuestro maestro y guitarrista clásico, también “nonualco” y conocido de Solórzano y de Corcio, nos proporcionó su guitarra de ensayo. (Más tarde nos prestaría su exclusiva “guitarra Gálvez de concierto”)

Así conformamos el trío: Adán Solórzano, primera voz y guitarra, yo hacía la segunda voz, acompañaba con las maracas y era el solista; el requinto y la tercera voz la llevaba José Damián Corcio. El laboratorio de ciencias de la Escuela, al final de la segunda planta del edificio de Aulas sobre la Biblioteca, fue nuestra sala de ensayo donde pasamos horas y cuanto tiempo libre teníamos. No se olvide que el rendimiento en los estudios era requisito para conservar la beca y eso no se podía descuidar. Pronto debutamos en los actos culturales de la Escuela con una gran acogida por parte de todos e innumerables comentarios favorables, y por supuesto, “los suspiros de las chicas”, en adelante fuimos de participación obligada en los sucesivos actos.

Animados por nuestros “fans”, nos presentamos en “Buscando Estrellas” un programa de aficionados en los incipientes canales de televisión de El Salvador (YSDR Canales 6 y 8), fuimos, llegamos y triunfamos, con la melodía de Los Panchos “Regresa mi canción”. Los alumnos y maestros estaban orgullosos. En adelante llovieron las solicitudes de colaboración en los actos de las escuelas de San Salvador y de todo el país, así como de otras instituciones...el Trío Melódico Normalista, escribía otra historia para la Escuela Normal..!

Nuestra inexperiencia y la fama nos sacaron de la realidad, tardíamente nos dimos cuenta de la competencia final del programa “Buscando Estrellas” donde

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llegaban LOS MEJORES como el TRIO DE LOS HERMANOS CARCAMO, quienes ya eran artistas consagrados de la farándula del país. Hicimos nuestro mejor esfuerzo pero no suficiente para ganar, pero quedamos registrados como “nuevas estrellas”, participando en eventos a nivel profesional.

Un hecho desafortunado impactó al trío: Adán Solórzano repentinamente, se vio obligado a retirarse de la Escuela. Ante la vacante, desfilaron otras primeras voces como Pío Alberto Escobar (Q.D.D.G) y Roberto N. de San Miguel con quien finalizamos 1958. Al egresar “el chele” Corcio, terminó una etapa de muchas experiencias bonitas, singulares e inolvidables, pero la vida nos preparaba más sorpresas...

En 1959, al inicio de nuestro segundo curso de estudios, la Escuela no tenía trío y sí muchas demandas. Entre los nuevos “reclutas” me di a la tarea de buscar talentos apoyado en la confianza de estar en un curso “superior”; encontré entonces a un personaje singular en todo: Erick Eduardo Cabrera (Q.D.D.G.) “El Chiquitín”: tenía más de dos metros de altura, entusiasta, de gran capacidad intelectual (cursaba simultáneamente, por la noche el Bachillerato en el Instituto Nacional Francisco Menéndez), bromista incorregible y una virtuosidad con el requinto para las canciones de “Los tres reyes”, el trío del momento; descubrí a Daniel de Jesús Martínez(Q.D.D.G), “Suavecito” nombre del personaje cómico que representaba, así quedó el trío con su “nuevo look”: Daniel, la primera voz y las maracas; Erick, el requinto y la tercera voz y yo con la segunda voz, el acompañamiento con la guitarra y los “solos”.

Sonaron, “El Reloj” y “La Barca” con “Los Tres Caballeros”: “Sabor a mí”, “Estoy perdido”, con “Los Tres Ases”, pero especialmente “Los Tres Reyes”. El virtuoso chiquitín entusiasmaba con aquel requinto en “Alas Quebradas”, “La Jacarandosa”, “El Vagabundo” y con la dulzura de “Ódiame”, “Poquita Fe”, “O” y tantas otras.

De nuevo la Televisión se abrió para nosotros, fuimos invitados a la boda pública de los famosos cantantes Julio Jaramillo y Berta Coralia Valle, la cual fue transmitida con gran despliegue publicitario, (más tarde se supo que era un fraude) allí intervenimos con “Alas Quebradas” y de nuevo la popularidad y el prestigio del Trío Melódico Normalista volvió a ser noticia, fuimos contratados (ganando colones, que tanta falta nos hacían...! ) para actuar en el programa de televisión “El Show del Mediodía”. Volvimos a recorrer las escuelas de San Salvador, y de todo el país con mucha calidad y prestigio para nuestra Escuela. Así quedamos en el corazón de los normalistas de la promoción 60...y cerramos otra etapa de grandes logros. El trío continuó en los siguientes dos años incorporando a Romeo Balmore Vides.

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20. Tres anécdotas del trío melódico.

a. Orgullo masferreriano. Nuestras queridas “paulas”, tenían un acto cultural en su Escuela. Una comisión de agraciadas señoritas se presentó ante nuestro Subdirector el Lic. René Vaquerano a solicitar la intervención del Trío en tal acto.

Antes que llegaran, un “yo lo vi” nos llevó el chisme que ellas requerían nuestra participación porque, habiendo solicitado la intervención del Trío de la Escuela Militar (del cual nunca supimos), éstos no llegarían por X motivo, de tal manera que “a ustedes los llaman como “suplefaltas”, nos dijo el bocón.

Cuando “el chelón” nos llamó a su oficina, nosotros ya íbamos “heridos en nuestro orgullo masferreriano, (por no invitarnos primero a nosotros si no que a nuestros rivales de la “Escuela Militar”) y un rotundo “no podemos por compromisos anteriores...” fue la respuesta. La cara de nuestras “colegas” dibujó una expresión de malestar y desagrado especialmente en una de ellas.

Más tarde, don René nos llamó con su característico estilo para regañarnos y enfatizar que “diéramos gracias que no nos sancionaba, por descorteses”.

El malestar de la colega duró no menos de veinticinco años hasta que nos encontramos como compañeros de trabajo, ocasión en que me confesó que “desde entonces le caímos mal pero que ya estaba olvidado...”

b. El novio importante.Fuimos de serenata con varios compañeros donde las respectivas “novias”. Pedro X. estaba emocionado con la serenata y le dice a Erick Cabrera:

- Mirá, cuando lleguemos donde la María mi novia, decime algo en voz alta para que sepa que soy yo el de la serenata...

Cuando llegamos a la casa de la María, después de la primera canción, Pedro insiste con Erick:

-¡Decime algo ahorita, que ya se despertó!...

Erick, ni corto ni perezoso le dice:

-¡Hey Pedro, no seas cochino, no te “mies” en la puerta hombre, se va a enojar la María..!

No supimos el efecto posterior que causó en la María, pero sí vimos y oímos la cólera y las “putia…” de Pedro hacia Erick y a los demás que reían a carcajadas...

c. ¡Siga tocando la guitarrita...!

Nuestro inolvidable Arturo Salazar Sigüenza, en la clase de Geografía era muy folklórico al entregar las calificaciones... ¡Fulano... Ya solo le faltan tres llantas para el carro, porque ya se ganó una...! ¡Mengano...Ya tiene su taburete para sentarse...! ¡Joaquina, se lleva un patito para que haga su crianza..! y así sucesivamente, acompañado de las risas de todo el curso.

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De pronto: ¡Adán Solórzano...! (Haciendo ademanes como si tocara la guitarra) ¡Siga tocando la guitarrita que lo hace bien... pero en Geografía...humm, no le sale ni una nota...! Risas de todos y vergüenza para el “indiciado”...

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Pensamiento Masferreriano 3

“Oprimir es una cosa, educar es otra. Que los déspotas se contenten con hacer ferrocarriles, puentes, monumentos y otras creaciones meramente mecánicas, para las cuales no se necesita sino dinero. Mas el formar hombres, el conducir y elevar el alma de las gentes, el enseñar libertad y cultura, nunca estuvo, nunca estará a su alcance. Porque nadie puede dar lo que no tiene; porque, según el dicho de Jesús, no se cogen flores de los espinos, ni uvas de los cabrahígos”.

Leer y Escribir.

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V. Más allá de las Anécdotas y la Nostalgia…

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Recuadro 7

PREMIOS Y CASTIGOS(La segunda orden)

(Reglamento de Educación Normal. Decreto Ejecutivo Nº: 5 de fecha: 03/01/58, D. Oficial: 8 Tomo: 178 Publicación DO: 14/01/1958)

Art. 92.- El comportamiento de los alumnos está sujeto a premios y castigos.

Art. 93.- Serán premiadas las actitudes positivas mediante:

a) el elogio discreto;b) la aprobación en público;c) la distinción honorífica; yd) la adjudicación de cargos representativos.

Art. 94.- Las actitudes negativas serán sancionadas según la gravedad de la falta o su reiteración, así:

a) Amonestación privada del Orientador Pedagógico o de los Miembros del Personal Docente;

b) Amonestación privada del Subdirector o del Director del Centro;

c) Participación de la falta al Padre de Familia o encargado, para que influya en el mejoramiento de la conducta del infractor;

d) Tareas extraordinarias;

e) Privación temporal de participar en actividades sociales y recreativas;

f) Suspensión de los derechos que le concede el Reglamento Interno; y

g) Suspensión o cancelación, parcial o total, de la beca, siempre que se hayan agotado las medidas disciplinarias anteriores.

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Palabras de Estilo, en el cuadragésimo quinto aniversario (25/nov./2005)

Baltasar Díaz

Cuando escuchamos a los compañeros(as) de promoción contar anécdotas sobre aquel tiempo en que fuimos alumnos(as) normalistas, la mente y el corazón de cada uno de nosotros se fusionan al instante y se ponen en comunión de espíritu con todos nuestros compañeros(as), es decir, con nuestros hermanos(as). Las experiencias de entonces son los tesoros de ahora y serán nuestra herencia de mañana. Sin embargo, ese ropaje tan apreciado esconde algo mucho más esencial de nuestra formación como educadores ¿Qué es, en definitiva, lo que nos hizo ser el tipo de maestros que hemos sido o que todavía somos?

Desde la experiencia de la Escuela Normal “Alberto Masferrer” pienso, al menos, en tres factores determinantes: la concepción de un sistema integral de formación de maestros; la selección de un cuerpo de formadores de maestros, educados dentro de ese mismo sistema; las necesidades y la motivación por aprender de los alumnos normalistas. Enseguida se desarrolla cada uno de ellos.

1. Concepción de un sistema integral de formación de maestros.

La creación de las Escuelas Normales no fue un hecho fortuito. Siguiendo las ideas de Claudio Rama, fue una respuesta a condiciones históricas de la realidad latinoamericana, especialmente en las primeras décadas del siglo pasado: la necesidad de los Estados de afirmar su identidad mediante procesos educativos masivos y la consecuente demanda de profesores ocasionada por la ampliación de la cobertura, principalmente en el nivel de educación básica. En estas condiciones cada país desarrolló su propia experiencia.

En El Salvador de la década de los cincuenta no se hablaba de sistemas educativos pero, desde lo que sabemos ahora, podemos afirmar que la formación de maestros de aquellos años llegó a constituir un verdadero sistema: el núcleo era la formación técnica y científica de los nuevos maestros; sus partes esenciales eran las siguientes: otorgamiento de becas para todos los estudiantes; régimen de internado para la mayoría de los alumnos (habían pocos estudiantes externos/as); servicios complementarios de alimentación, salud, lavado de ropa y peluquería; plan y programas de estudios de tres años, con énfasis en las principales disciplinas científicas y técnicas, que iban desde Cosmografía, pasando por las Didácticas especiales, hasta Educación Musical y Prácticas Agrícolas; coeducación; estudio a tiempo completo, en jornadas matutina, vespertina y nocturna; disciplina semicastrense; servicio de orientación educativa; centros de práctica docente internos y externos; programas de deportes y de actividades socio culturales. Como se puede apreciar, el plan de estudios era una parte importante de aquél currículo, pero no era todo el currículo.

El conjunto de experiencias estaba diseñado para que los alumnos(as) normalistas no tuviéramos otra ocupación y preocupación que nuestra formación integral como nuevos educadores. En este marco es que se

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produjeron innumerables historias, anécdotas y pasaditas, que constituían el condimento o sabrosador de aquellas inolvidables jornadas.

 2. Selección de un cuerpo de formadores de maestros, educados dentro del mismo sistema.  

La selección de formadores de maestros era parte de la concepción del sistema que se ha descrito anteriormente, pero merece ser destacado por la influencia tan determinante que tuvo en nuestra formación. La mayoría de los profesores que tuvimos en la Escuela Normal habían sido formados bajo el mismo sistema e incluso en uno más exigente en algunos componentes, por ejemplo: con seis años de estudio interno, régimen militar completo, etc. Ellos encarnaban el sistema porque lo habían vivido en carne propia. En otras palabras, los docentes – como se les llama despectivamente ahora - eran profesores graduados, independientemente de otros estudios que hubieran realizado. La enseñanza no era algo superficial o sobrepuesto en su formación profesional.

En épocas recientes hemos hablado de “modelamiento” en los procesos educativos. En la década de los cincuenta nosotros tuvimos la oportunidad de vivir este concepto con nuestros profesores. Ellos representaban el perfil de los maestros que queríamos ser. De esa manera el objetivo de la formación estaba garantizado. Ahora comprendemos que todo tiempo es poco para lo mucho que debemos agradecer a los queridos profesores que aún viven y a los ausentes.

 3. Necesidades y motivación por aprender de los alumnos

normalistas

Finalmente, una característica de nuestra formación fue que todos los estudiantes proveníamos de sectores de bajos ingresos de los distintos departamentos del país. Éramos jóvenes con muchas necesidades personales, sociales, culturales y económicas pero, al estar juntos, nos enriquecimos mutuamente. Esta condición propiciaba una actitud favorable al cambio que, en la Escuela Normal, se nos presentaba como un horizonte a corto plazo, si lográbamos graduarnos como profesores.

Entonces, la existencia de un sistema integral de formación de maestros y el modelamiento de nuestros profesores hicieron el resto: gradualmente desarrollamos una motivación por aprender que nos facilitó lograr el rendimiento académico exigido. Con modestia decimos que este fue el factor desencadenante de la formación que alcanzamos.

Lo dicho en los párrafos anteriores no sugiere que se debe ser pobre para ser buen maestro (no se debe olvidar que entre los pobres también hay inteligencias notables para cualquier profesión); tampoco significa que los mejores formadores de maestros son los profesionales que tienen grado de profesores y, mucho menos, que sólo en las condiciones especiales de aquellas Escuelas Normales se puede desarrollar con éxito la formación de maestros. Cada proceso educativo tiene sus propios condicionamientos históricos. Entonces, no se sugiere nada, únicamente se deja constancia de un hecho pedagógico de El Salvador, que fue determinante en nuestras vidas.

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Pensamiento Masferreriano 4

“Por eso decimos, bienaventurados los hombres que comprendieron la fuerza y necesidad de aquel precepto que dice: enseñad a los que no saben; bienaventurados los pueblos donde los que mandan y los que obedecen saben y practican que todo progreso es mentido, toda ley inútil o dañosa, toda institución deleznable, si no se atiende antes a cultivar al hombre; bienaventurados en fin, los que según sus fuerzas y con espíritu sencillo, se aplican a dar a sus prójimos el pan espiritual.”

Leer y Escribir.