clanes 03 - grangel - gherbod fleming

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  • 7/29/2019 Clanes 03 - Grangel - Gherbod Fleming

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    World of Darkness - Mundo de Tinieblas:

    GRANGEL(Grupo: Vampiro. Saga: Clanes, vol.03)

    Gherbod Fleming

    "Clan Novel: Grangel"Traduccin: David Alabort

    PRIMERA PARTE:

    PIEDRA

    ______ 1 ______

    Mircoles, 7 de julio de 1999, 12:34 AMUna vivienda en Harlem, Ciudad de Nueva York

    Silencio. O al menos lo ms parecido al silencio que Zhavonpodra or jams. El verdadero silencio era algo que ella noreconocera. Aun en mitad de la noche, haba coches a lo lejos. Yquiz disparos, pero no le molestaban a menos que sonasenrealmente cerca. Incluso poda bloquear los sonidos que llegaban desu misma calle, un borracho, o una prostituta, a veces las dos cosas:una mujer tirada y sin rostro que quiz fue bella alguna vez (aunqueera difcil imaginarlo), pero consumida por las drogas y elinterminable juego de las pollas musicales hasta no quedar de ella

    ms que un flaco conjunto de colores chillones y ngulos agudos,tetas y codos, lpiz de labios y tacones altos.

    Aquellos ruidos eran el sonido de fondo de la vida. Zhavon loshubiese echado de menos si hubiesen desaparecido.

    Casi no oa ya las pisadas y los gritos de los nios de losHernndez escaleras abajo. Estaban acostados, y la casicalma de lanoche haba cado a regaadientes sobre el edificio de

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    apartamentos.Los sonidos en particular que Zhavon se esforzaba por or no

    estaban presentes. La siguiente habitacin estaba en silencio. Mamase haba acostado. Media hora ms tarde, como cada noche, sehaba levantado para tomar un vaso de agua y volver a acostarse.Haba pasado una hora desde entonces: si aqulla fuera a ser unade las noches sin sueo, el televisor ya estara encendido. No muyalto, porque Mama no querra despertar a Zhavon, pero con unasparedes lo bastante finas como para que ella pudiese or losmovimientos de quien estuviese al otro lado, los anuncios llegabantan claros como el da. Pero no aquella noche. Mama estabadormida: deba levantarse temprano a la maana siguiente y coger elmetro para irse a trabajar.

    Zhavon se visti en silencio. Quiz Mama quisiese gastar sus

    noches durmiendo, pero su nenita no iba a hacerlo.Nenita, un cuerno, pens.Ya haba cumplido los quince y era toda una mujer. Algunas

    amigas suyas ya haban tenido bebs. Pero aquello no era la vidaque le esperaba. Ni hablar. Nada de eso. Haba visto lo que tragabansus amigas, acarreando nios gritones o dejndolos con una ta ouna prima para poder salir de vez en cuando. No tena nada contralos bebs, pero exigan un montn de tiempo y de dinero.

    Al menos Mama tena un trabajo. No iba a quedarse sentada

    pudrindose con la asistencia social, y tampoco Zhavon. Iba aterminar el colegio. Algn da tendra un trabajo y un beb, pero notodava.

    Por supuesto, aquello no significaba que los chicos estuviesenvedados.

    La ventana abierta era una invitacin. El maltrecho aparatoacondicionador de aire haba dejado de funcionar. S, goteaba yhaca ruido, pero aquello era todo. El aire no quedaba muyacondicionado. Con su siguiente paga, Mama podra comprar unventilador, pero por el momento Zhavon no tuvo problemas para

    deslizarse por la ventana, despus de comprobar la escalera deincendios para asegurarse de que el seor Hernndez no estuviesesentado abajo.

    Algunas noches, sobre todo cuando haca verdadero calor, l sesentaba all y beba cerveza. En aquellas ocasiones Zhavon podaoler el humo de los cigarrillos y or el tintineo de las chapas de lasbotellas cuando caan rebotando por las escaleras de hierro hasta la

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    calle. El seor Hernndez no estaba aquella noche, pero elresplandor azul del televisor llegaba desde su apartamento.

    Zhavon baj con cautela hasta la ventana de los Hernndez yatisb entre las gastadas cortinas que colgaban pesadamente. Elseor Hernndez estaba dormido en el sof. Su mujer estabasentada junto a l, viendo la tele. La seora Hernndez, como Mama,era guapa, pero se trataba de una belleza cansada. Cuatro bebshaban consumido a la mujer puertorriquea, le haban absorbido lavida, pero a pesar de los ojos hundidos, su rostro era todavadelgado y atractivo, de nariz pequea y pmulos altos. Eraafortunada de no tener ninguna cicatriz de los tiempos en que elseor Hernndez beba demasiado y la golpeaba. No ocurra conmucha frecuencia, pero cuando pasaba, Zhavon y Mama lo oancomo si estuviesen all.

    Demonios, todo el bloque lo oye, pens. La ltima vez habasido la peor. Tan alto que Zhavon pensaba que poda sentir el puodel hombre. Mama se haba hartado, y aunque Zhavon intentdetenerla, haba bajado para decirle que si iba a golpear de nuevo asu mujer, antes primero que pegarle a ella. Al or el intercambio degritos, Zhavon temi que lo hubiese hecho, pero al cabo de un rato elhombre sali maldiciendo y con un portazo. Todo haba estadobastante tranquilo desde entonces.

    Agazapada en la escalera de incendios, repar en las botellas

    de cerveza casi vacas a sus pies. Cogi una: no haba colillasdentro, as que ech un trago. Intent evitar una mueca --Sabe apis!-- pero no tuvo xito. Sus amigos siempre se burlaban de aquellocuando Alvina escamoteaba unas cuantas latas a su padre.

    Todava preguntndose cmo poda gustarle aquello a nadie,Zhavon volvi a dejar la botella en su sitio, pero el cristal golpe laescalera metlica. En el silencio de la noche, el ruido le son como elcamin de la basura recorriendo el callejn a las seis de la maana.Se ech hacia atrs, apartndose de la ventana, y contuvo el aliento.Su corazn lata con furia. Esper durante lo que pareci una

    eternidad, tan quieta que pens que se haba meado encima.No ocurri nada. La chchara del televisor sigui adelante, y la

    luz azul continu saliendo por la ventana. No haba seales de quenadie hubiese odo la botella, pero Zhavon segua sin estar segura.Volvi a acercarse a la ventana y atisb el interior.

    El seor Hernndez no se haba movido. Segua muerto para elmundo, con la cabeza recostada en el sof. Pero su esposa pareca

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    ms alerta que antes: haba inclinado la cabeza a un lado yescuchaba con atencin.

    Lo ha odo!comprendi Zhavon. Se qued completamentergida, temiendo moverse, temiendo respirar.

    Por fin, la seora Hernndez, al parecer convencida de que loque haba odo no era uno de sus hijos, devolvi su atencin alsuave zumbido de la tele. Su marido se removi en sueos, y ella leapart con cario un mechn de pelo de la frente.

    Zhavon solt un largo y discreto suspiro. Slo para asegurarse,esper unos pocos minutos ms --le parecieron horas-- antes deechar una nueva mirada para comprobar que la seora Hernndezno estaba en guardia: la mujer volva a estar tan absorta como antes.

    Cuatro nios en un apartamento de un dormitorio, pensZhavon, meneando la cabeza con incredulidad. El suyo era del

    mismo tamao y resultaba insuficiente para Mama y ella, y eso queMama le ceda el dormitorio y dorma en un sof cama. Volvi amenear la cabeza. Pero era la vida de la seora Hernndez, y ellatena la suya propia.

    Los dos ltimo tramos de la escalera de incendios pasaban juntoa una pared sin ventanas y terminaban a unos tres metros porencima del callejn. Desplegar el final de la escalera harademasiado ruido, as que Zhavon se colg del ltimo escaln y sedej caer. Ms tarde trepara por el canaln de desage para volver

    sobre sus pasos. Era bastante atltica y coordinaba bien susmovimientos, pero fall al aterrizar y tuvo que agarrarse para no caerde culo. Un dolor agudo y punzante atraves su mano derecha.

    --Oh, mierda! --grit y susurr a medias.Levant la mano para ver una chapa de cerveza clavada a la

    palma. Deba de haber estado en el suelo, con el borde hacia arriba.Zhavon se la arranc, y la sangre sali del anillo de pequeos peroprofundos agujeros. Se sinti ms enfadada que dolorida al tirar lachapa contra la pared y mirar hacia la ventana de los Hernndez.

    Apestoso riqueo borracho.

    No haba nadie en el callejn, nadie que hubiese podido verla uor su grito al herirse en la mano. A pesar de todo, Zhavonpermaneci agazapada y mir con cuidado a su alrededor. A veces,aun cuando estaba sola en su dormitorio, tena la sensacin de quealguien la observaba. Por un momento volvi a sentirse as. Perosaba que no haba nadie.

    Zhavon volvi a pensar en lo que le haba hecho salir aquella

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    noche.Adrien.Slo pensar en l envi un estremecimiento por su columna

    vertebral. Era alto y estupendo, y no llevaba los pantalones a puntode resbalrsele del culo. Vale, ella le haba dado una bofetada el otroda cuando intent meterle mano, pero era porque quera respeto porparte del hombre, no porque no lo desease. Pero Zhavon no iba adejarle que se escurriese entre sus pantalones tan fcilmente,todava no. Conoca el cutre club que l frecuentaba: tampoco era lobastante mayor para entrar, pero su hermano trabajaba en la puerta,y mientras no hubiese polis cerca y nadie armase broncas, a quinle importaba?

    Zhavon se volvi hacia la derecha, apartndose de la calleprincipal y adentrndose en el callejn. Le quedaban unas veinte

    manzanas por recorrer, y no quera llamar la atencin de nadie quepudiese pasar en coche a aquella hora... poli o chulo. Haba multitudde callejones entrecruzndose por los bloques, y ella era lo bastantesilenciosa y rpida como para eludir a cualquiera que pudiesesuponer un problema. Se habra ido, avanzando o retrocediendo,antes de que detectasen siquiera su presencia.

    Intent pensar en lo que iba a decirle a Adrien cuando le viese.No quera que se le subiese a la cabeza ni que pensase que estabadesesperada por l, pues no era as. Pero entonces por qu estaba

    cruzando media ciudad para verle? No iba a creerse de ningunamanera que ella hubiese salido y parado all simplemente paraconseguirle una cerveza a su culo menor de edad. Tena que pensaren algo. Poda verle riendo, y la forma en que brillaban sus ojos.Zhavon haba visto cmo miraba a otras chicas. Quera que tambinla mirase as a ella, pero no que fuese un hombre que primero laagobiase, despus pasase de ella y al final saliera de su vida. Era loque le haba pasado a sus amigas. Los chicos se arremolinaban a sualrededor como perros tras una hembra en celo, pero cuando habanconseguido lo que queran, se marchaban hasta la siguiente ocasin

    en que les picasen los huevos. Zhavon no quera que fuese as.Se detuvo, apretndose contra la pared, cuando el callejn dio a

    una calle ms ancha. Un coche viejo y maltrecho circulaba por ella.Zhavon pudo distinguir las siluetas de dos personas y laresplandeciente brasa de un cigarrillo colgando de la boca de una deellas. No parecieron verla cuando el coche pas junto a la muchacha.Volvi a mirar, y cruz la calle corriendo, y despus parte de la

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    manzana hasta llegar al siguiente callejn. Ya haba recorrido siete uocho bloques, casi la mitad del camino.

    Unas pocas semanas antes, Zhavon haba mencionado elnombre de Adrien a Mama, que se haba despachado con "eseaprendiz de pandillero, drogata y robacoches". Mama dijo queconoca a su madre, y que Adrien poda estar crindose en unfumadero de crack. Dijo que ni siquiera el buen Seor poda hacerque aquella manzana cayese muy lejos del rbol.

    --Pero ni siquiera le conoces! --haba insistido Zhavon--.Siempre ests diciendo que hemos de ser caritativos con la gente.

    --S le conozco --haba respondido Mama--. Conozco a su tipo.Por qu te crees que tu padre ya no aparece por aqu? Sercaritativa con Adrien, de acuerdo. Ser caritativa cuando se deje caerpor la iglesia en vez de vender drogas y perseguir chicas.

    Pero Mama estaba equivocada. Zhavon recul ante la idea delas dos gritndose una a otra. No solan discutir. Antes, al menos.Pero ltimamente pareca haber ms peleas cada da. Pero slo sedeba a que Mama era tan cabezota como falible.

    --Si eres tan lista, cmo es que te matas a trabajar y seguimossiendo pobres y viviendo en este sitio apestoso? --Aquello repusoZhavon, y dese no haberlo hecho apenas las palabras salieron desu boca.

    Mama haba explotado.

    --Lleva tu pobre persona a la cama ahora mismo! No digas niuna palabra ms! Ni una, o... --Pero aquella noche Zhavon habaodo llorar a Mama, aun por encima del sonido de la tele.

    Pero est equivocada!Zhavon segua aferrndose a aquello.Mama no siempre poda saber lo que era bueno para ella. Tenaclaro lo que estaba haciendo. Eso era lo que pensaba cuando doblla esquina y se top con un hombre flaco aparentemente salido de lanada.

    Zhavon solt un gaido de sorpresa. Pero el hombre, comocomprendi ella mientras la coga, no estaba nada sorprendido. Una

    sucia mano se apret contra su boca con la suficiente fuerza comopara que Zhavon no pudiese morder. El hombre la levant hasta queslo las puntas de sus zapatos rozaron el suelo, y la arrastr hasta eloscuro callejn. Con la mano que no tena puesta sobre la boca deZhavon, le agarraba el pecho, apretando y estrujando sus senos. Ellaintent morderle de nuevo. Estaban demasiado cerca uno del otropara poder agarrarle las pelotas, as que levant la mano libre para

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    araarle los ojos.Entonces oy otro ruido... el de una navaja al abrirse. Pero el

    hombre que la sujetaba no llevaba cuchillo. Zhavon percibi unmovimiento en las sombras a su derecha. Haba alguien ms.

    Por un instante, pens que quiz alguien le prestara ayuda, quele clavara aquel cuchillo al bastardo de manos sucias que lasujetaba, pero entonces vio la torcida sonrisa del hombre bizco quesali de las sombras.

    --Bueno, bueno, bueno... Qu tenemos aqu, Reggie?La luz brill sobre la hoja de su navaja.Reggie no contest, pero ri y palp con ms fuerza cuando

    Zhavon dej de debatirse. Ella pudo sentir su dureza apretada contrasus nalgas.

    --As est mejor--dijo el bizco--. No queremos problemas,

    verdad?Acerc la punta del cuchillo a la cara de Zhavon, trazando

    suavemente una lnea desde la barbilla hasta el cuello. El corazn dela chica lata tan fuerte que pens que iba a explotar y salrsele porlas orejas. El hedor y el sabor de la mugrienta mano abrumaba sussentidos. Mientras Reggie hurgaba bajo su blusa y el bizco seafanaba con su cinturn, empez a sentir que su estmago serebelaba. Si vomitaba, quiz Reggie apartase la mano. O quiz no, yella se ahogara con su propio vmito.

    El cuchillo punz su piel en la clavcula. El bizco estaba cadavez ms excitado, y se descuidaba. Haba bajado la mano hasta suspantalones, sondeando, pero Zhavon tena las rodillas apretadas.Frustrado por su resistencia, le dio un puetazo en el ojo. Las lucesbailaron en la oscuridad, y la fuerza desapareci de sus piernas.Mientras el bizco tironeaba de sus pantalones, el cuchillo se hincms profundamente en el hombro de Zhavon.

    Las luces se despejaron y Zhavon se retorci. El sbitomovimiento cogi a sus agresores con la guardia baja, pero no tantocomo para que Reggie la soltase. El bizco maldijo y volvi a darle un

    golpe en la cara. La oscuridad se cerr sobre ella, y apenas fueconsciente de que tena los pantalones bajados hasta las rodillas.Reggie le haba arrancado el sujetador y frotaba un pezn entre susdedos. Zhavon pudo sentir su ftido aliento y sus babas quemndoleel cuello.

    No me matis, rog mientras las luces bailaban para ella. No mematis. Pero por qu iban a violarla y dejar la viva para llamar a la

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    poli?--Mama... --Zhavon oy su propia voz. Reggie le haba soltado la

    boca y estaba aferrando su ingle mientras el bizco se ocupaba de supropia bragueta.

    De pronto, en un rugiente destello de movimiento, el bizcodesapareci. Su cuchillo call al suelo, y pudieron or su grito dedolor y miedo.

    --Qu demonios...? --Reggie afloj la presa justo lo suficientepara que Zhavon pudiese escurrirse. La chica gir y cay de rodillas,y despus le golpe en la ingle con todas sus fuerzas.

    Reggie se dobl y cay al suelo, donde se qued boqueando.Zhavon se apart de l. Su visin volvi a enturbiarse y las luces larodearon de nuevo.

    Dios querido... Dios querido... Dios querido... Notaba la

    aspereza del pavimento bajo su cadera desnuda. Se hizo un ovillo,apretando la destrozada blusa contra su pecho. A unos pocosmetros, el bizco haba dejado de luchar. La noche estaba llena desalvajes gruidos y el sonido de ropas... o piel?... rasgndose. Unperro rabioso. Zhavon crey ver el destello de unos caninos. Aquellose lanz sobre Reggie, que empez a gritar. Pero el grito seextingui rpidamente, perdido entre los gruidos y chasquidos.

    Zhavon saba que deba levantarse y correr. El perro caerasobre ella en cualquier momento. Pero no poda moverse. Su

    voluntad se haba retirado a lo ms profundo de su ser. No podahacer ms que abrazarse las rodillas, mecindose adelante y atrsmientras llamaba a Mama. El callejn estaba girando. Tena el saborde la mano de Reggie en su boca, en su lengua. Se estremecicuando la sangre del hombre salpic su cara desde unos metros dedistancia. Oy unos gemidos... Segundos y minutos corran juntos.Sinti unas manos sobre ella. El bizco tiraba de sus pantalones.Reggie la agarr por el pecho, levantndola del suelo. Pero no sehaban ido? No me matis... Dios querido...

    --No me matis.

    Luces danzantes. Oscuridad. Dando vueltas.

    * * *

    Los ojos de Zhavon se abrieron, confusos. Hierro oxidado.Escalera. Salida de incendios. Y vio un rostro, una chica no muchomayor que ella misma (es sangre lo que hay en su cara?)

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    arrodillada sobre ella en la oscuridad. La chica sostena la mano deZhavon... estaba besndola... no, lamiendo su palma.

    Oscuridad de nuevo.Pero entonces Zhavon abri los ojos, y era por la maana. La

    primera luz rosada del amanecer era visible, y la ciudad ya estabacaliente y pegajosa.

    Le dola todo: la cabeza, el hombro, el pecho, las piernas... Peroestaba en casa, echada junto a su ventana. Estaba viva.

    Apartando la mano derecha del pecho, record la primera y conmucho la menor herida de la noche, pero el anillo de pequeaspunzadas de la chapa haba desaparecido.

    ______ 2 ______

    Mircoles, 7 de julio de 1999, 9:39 PMEl Bronx, Ciudad de Nueva York

    Agua. Goteando. Ramona abri los ojos, pero la oscuridad trassus prpados reflejaba la oscuridad del exterior. Hacia dnde eraarriba, y hacia dnde abajo? Un agudo dolor en el cuello le dijo que

    haba pasado demasiadas horas hecha una bola, pero no se movi.Escuch el gotear del agua. Unplinka lo lejos. Despus le seguiraotro. El intervalo entre ambos se extendi hasta el infinito. Cuntotiempo llevaba tumbada all? Las orejas de Ramona se alzaron.Poda esperar la siguiente gota durante horas. Era la depredadoradefinitiva. La paciencia combara el tiempo a su voluntad. Imagin,en algn lugar a kilmetros de roca y hielo sobre ella, los rayos delsol abrindose paso entre las espesas nubes para jugar sobre lacegadora superficie de un glaciar. Aun bajo el mordiente viento, seform una gota de agua que, prisionera de la gravedad, recorri su

    camino entre grietas y aberturas. Abajo, abajo. Horas? Das? Seaferraba a la cara inferior de un bloque de piedra sobre el vaco, sealargaba, se contraa, empezaba a caer, volva a unirse a la roca.Por fin, quedaba libre. Cayendo, cayendo...

    All estaba. El distanteplinkde la gota de agua.Ramona apret un botn de su reloj, y una plida luz verdosa

    ilumin el pequeo espacio. Gotas de agua. O quiz anticongelante.

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    Ley los nmeros de la pantalla digital. Veintiocho segundos.--Mierda. --La depredadora definitiva, desde luego.Se acerc las rodillas hasta el mentn --slo unos centmetros

    ms--, y con una precisa patada doble abri de golpe el maletero. Elcoche de Ramona estaba en la parte ms baja del montn dechatarra, as que no tuvo que saltar demasiado para llegar al suelo.

    Torres de metal dentado y retorcido la rodeaban casi por todaspartes. Haba angostos senderos como caones entre la chatarraque partan en diversas direcciones. Mientras Ramona se estiraba ybostezaba, costras de sangre seca cayeron de su boca.

    Casi en cuanto sus pies tocaron el suelo, los ladridoscomenzaron en algn lugar al otro lado del depsito. El sonido seacerc rpidamente a travs del laberinto de trastos, hasta que losdos rottweilers, con los colmillos desnudos y las bocas llenas de

    saliva espumeante, aparecieron por la esquina ms prxima aRamona.

    --Buenas, chicos.Al instante, los perros se callaron y se echaron al suelo,

    temblando y lamindose la espuma de las fauces. Ramona rasc aRex tras la oreja. Rover, que segn haba visto ella antes, tena unmal caso de garrapatas, gru apreciativamente cuando se arrodill

    junto a l para lamerle la oreja rosada. Rex y Rover. Ramona loshaba bautizado as por los atributos de una puta a la que haba

    conocido, cuyos "perros gemelos de hocico rosa" siempre se habanmostrado felices de saludar a un cliente.Ramona se sinti tentada de enroscarse con los chicos y pasar

    una velada tranquila. Tena la barriga llena, as que no necesitaraalimentarse durante varias noches. Pero tras la noche anterior,senta una vaga inquietud. Probablemente tendra que ver a Jen yDarnell, pero la idea no era muy excitante. Todava insegura de loque quera hacer, dio una ltima palmadita a los chicos y se alejentre las pilas de coches.

    Dej que sus pies tomasen un camino cualquiera, y con un fcil

    salto sobre el alambre de espino que coronaba la valla, entr en lajungla ms grande que haba al otro lado. Ramona conoca poco deNueva York, y no se preocupaba por aprender ms. Qu diferenteera su visin de la ciudad de la que hubiese tenido slo dos aosantes. Ese barrio o aquel otro, nombres de calles y vecindarios...todo eran distinciones sin sentido del mundo de la luz diurna. Habauna leccin esencial que haba aprendido mucho antes de asentarse

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    en Nueva York: Cuidado. Las permutaciones eran muchas.Cuidado con el sol: quema la carne.Cuidado con la falta de sangre: el hambre tomar el control.Cuidado con el exceso de sangre, su visin y su olor: el hambre,

    de nuevo, tomar el control.Cuidado con los de tu propia especie: estn por todas partes.

    Aun vagando sin rumbo fijo, Ramona estaba alerta. Saba lobastante como para no descuidarse, y poco ms. Mientras caminabapor las calles sin nombre, los mortales que se dedicaban a suspropias vidas no le preocupaban. Pero quines eran de verdad losmortales que aparentaban ser, y quines eran como ella? Sin formade saberlo, Ramona procuraba mantenerse apartada de todos ellos.Recordaba la banda de Los ngeles que ella haba tomado pormortal, y cmo haban redo sus miembros cuando hubiesen debido

    huir a la carrera. Recordaba a la cosa entre el mezquite en Tejas, ylo cerca que haba estado de no escapar.

    Ramona cruz la calle para evitar la luz y la actividad de unacasa de empeos. Desde lejos, observ al empleado en la cabina aprueba de balas, al hombre negro que usaba el telfono pblico.Eran lo que parecan ser o algo ms? La curiosidad de Ramona nopudo con ella, y sigui su camino. Pero un cambio en la ligera brisallam su atencin. Un olor tenue, vagamente familiar. Sus fosasnasales lo captaron slo por un momento antes de que

    desapareciese.Conozco ese olor, se dijo. Pero de dnde sala, y qu era?Se puso en pie y husme el aire, pero la brevemente

    provocadora brisa ya estaba muerta en la pegajosa noche de verano.Conoca aquel olor. Qu es? intent recordar.De pronto, Ramona se volvi hacia la derecha, contra el viento,

    y se lanz en aquella direccin. Si el viento no cooperaba,encontrara la fuente del olor por s misma.

    Fue dejando atrs un bloque tras otro. Observaba la calle,mantenindose alerta al olor que rastreaba. Probablemente, los

    mortales que pasaban en sus coches no la vean. Se mova con unavelocidad que hasta poco tiempo antes le haba sorprendido inclusoa ella.

    Tras seis manzanas, se detuvo de nuevo y volvi a husmear elaire. El olor haba desaparecido, o estaba enmascarado por lasabundantes capas de hedor de la ciudad. Ramona estaba segura deque podra captarlo si estuviese all.

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    Se qued varios minutos, olfateando con desgana. Nada.Quiz, empez a pensar, slo estuviese reaccionando

    excesivamente al entorno. Nueva York ofreca cientos de nuevosolores cada noche, y la potencia de su sentido del olfato seguasorprendindola a veces, incluso despus de dos aos.

    Aparte del enigmtico y posiblemente imaginario olor, Ramonase dio cuenta de que estaba en un vecindario familiar. La ruta de suvagabundeo haba sido involuntaria, pero no se sorprendi. La nocheanterior. Aquella misma. Muchas noches antes. Haba pasado poraquellas calles en particular muchas veces desde su llegada a laciudad.

    Oli la sangre a dos manzanas de distancia. No hizo que elansia saliese aullando a la superficie, pues estaba llena, y la sangreno era fresca. Pero el olor era ms claro a cada paso. Nadie se haba

    molestado en limpiar el pavimento. Ramona oy el zumbido de lasmoscas antes incluso de doblar la esquina y pasar agachada bajo lacinta de la polica. Aquellos dos hombres no seran llorados. Lashuellas ensangrentadas denunciaban la despreocupacin eindiferencia de la polica.

    Ella no haba planeado salvar a la chica. De hecho, Ramona lahaba seguido a distancia y se haba encontrado, en medio de lacaza. Haba acechado en silencio, esperando el mejor momento paraatacar. No importaba que no estuviese hambrienta, que no

    necesitase alimentarse. Su instinto cazador se haba vuelto muyfuerte... casi demasiado para ser ignorado.La noche anterior haba sido la que ms cerca haba estado

    Ramona de perder el control, pero no era la primera vez que habaobservado a Zhavon durante la noche, o escuchado desde el exteriormientras la chica bromeaba o discuta con su madre.

    Sabe discutir, tuvo que admitir Ramona.De hecho, la primera vez que se fij en la chica, justo tras el

    anochecer varias semanas antes, Zhavon se haba visto envuelta enun pequeo altercado. Estaba con algunos amigos en una esquina

    cerca de su casa, hablando con un chico ms o menos de su edad.Ramona los observaba sin ser vista desde una terraza al otro lado dela calle. El chico estaba haciendo el tonto, poniendo el brazo en tornoa Zhavon, y entonces avanz un poco ms y le meti mano. Labofetada que le dio la chica reson como un tiro en el silencio de lanoche. Ramona haba redo, contemplando cmo retroceda elavergonzado muchacho. An poda ver el fuego en los ojos de

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    Zhavon, el crudo desafo.Antes de aquella noche, Zhavon haba sido como cualquier otra

    de los millones de personas de la ciudad, pero, desde entonces,Ramona le haba prestado una especial atencin, volviendo nochetras noche. Cuntas veces... diez, veinte? No poda decirlo conexactitud. Haba vuelto esperando ver aquel destello de bravura enlos ojos de Zhavon, orlo en su voz. Incluso en sus horas de sueo,el sereno movimiento de su pecho al respirar pareca un desafo acualquiera que se opusiese a ella. Hara frente a todo lo que hubieseall fuera en el mundo.

    La diferencia era que la noche anterior Zhavon haba probadoun poco de lo que realmente haba all fuera en el mundo.

    Ramona tena una idea bastante ms clara que Zhavon de loque haba fuera --ella misma era parte de ello, a fin de cuentas--,

    pero tambin tena preguntas, preguntas sobre el instinto cazador,sobre la sed de sangre que casi haba tomado el control mientrassegua a Zhavon por los oscuros callejones. Haba sido mientras sedebata con aquellos impulsos depredadores de cazar y alimentarsecuando haban atacado los otros cazadores.

    Zhavon se haba metido directamente en la trampa que habantendido para ella, y cuando Ramona vio a su presa cobrada porotros, una oleada de rabia --no de hambre, aunque proceda delmismo sitio-- la haba inundado: se encontr saltando sobre ellos.

    Sus colmillos desgarraron el cuello del que tena un cuchillo... no slobuscando sangre, sino rasgando la carne, dejando una heridaabierta. Y despus el otro.

    La sangre de los hombres la haba apaciguado, calmando surabia, el frenes que era casi tan fuerte como poda ser el hambre.Mientras tanto, Zhavon se haba quedado llorando en el suelo.Ramona haba tomado a la histrica muchacha en sus brazos,viendo su rostro antes desafiante retorcido por el miedo y ladesesperacin. Su invulnerabilidad se haba resquebrajado,exponiendo a la vctima que haba debajo. Ramona lo haba visto, y

    haba comprendido.Ramona inspir profundamente el aroma de la sangre sobre el

    pavimento. Pens por un momento que poda ver a los dos hombrescados ante ella, con los ojos en blanco, pero era slo la falsamemoria de la sangre en su interior, como el picor fantasma de unmiembro amputado..

    Por segunda vez aquella noche, Ramona se dio la vuelta y

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    corri, casi antes de darse cuenta de que estaba hacindolo. Suspiernas la llevaban hacia delante a largas zancadas, ms poderosasde lo que hubieran parecido capaces.

    Rehizo sus pasos de la noche anterior, esa vez sin llevar carga.Pocos minutos despus se encaram sin problemas a la familiarescalera de incendios, subiendo por sus escalones.

    Ramona atisb por la ventana abierta. Sus ojos recorrieron laoscuridad del interior hasta encontrar a Zhavon, dormida en su cama.El suave murmullo de un televisor en otra habitacin flotaba en elaire. La chica descansaba en silencio. La piel ya oscura de su rostroestaba magullada y entumecida alrededor de los ojos y la boca.Haba una toalla hmeda en el suelo junto a la cama. A pesar delcalor y la humedad, Zhavon se haba subido la sbana hasta elcuello, como si el fino algodn pudiese protegerla del dao.

    Qudate dentro s quieres estar a salvo, pens Ramona, peroella ms que nadie saba demasiado bien que no haba verdaderaproteccin.

    ______ 3 ______

    Jueves, 8 de julio de 1999, 2:15 AMUna vivienda en Harlem, Ciudad de Nueva York

    Zhavon abri los ojos, pero seguan llenos de sueo. Habavuelto a soar con la chica: ms o menos de su edad, quiz un pocomayor; delgada pero musculosa; una piel suave y varios matices msclara que la de Zhavon; pelo corto, rizado y enmaraado. Y deverdad poda recordar que a veces tena sangre en la cara? Pero noaquella noche.

    Mama no se haba acostado an. Zhavon poda or la tele.Pens soolienta que si no hubiese estado tan magullada yasustada, Mama la hubiese azotado hasta dejarla sin sentido porescaparse. Pero tal y como estaban las cosas, haban pasado lamayor parte del da en el hospital, y despus con la polica. Empeza darse la vuelta, pero estaba demasiado dolorida. Cara, cuello,hombros, brazos, pecho, pelvis, caderas... magulladuras por todas

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    partes.Zhavon se envolvi en la sbana y mir por entre los hinchados

    prpados. Todo estaba como antes de dormirse, salvo por el hielo dela toalla, que se haba fundido. Intent sacudirse la inquietantesensacin de que alguien la observaba. La habitacin estaba vaca.La escalera de incendios estaba vaca. Ech la cabeza hacia atrs yescuch el reconfortante sonido de la tele al otro lado de la paredhasta que volvi a quedarse dormida y so con la chica.

    _____ 4 _____

    Jueves, 15 de julio de 1999, 1:21 AMCapilla de los Cinco Distritos, Ciudad de Nueva York

    La sensacin de la plumilla de bronce de su pluma sobre elpapel alivi un poco la tensin de Johnston Foley. La escritura erasatisfactoria, incluso con aquel papel de grano tan moderno. Aunquela experiencia era muy inferior a la de usar sus plumas de averituales sobre autntico pergamino --realmente no habacomparacin posible-- proporcionaba la consoladora familiaridad de

    la disciplina. De hecho, la lista a la que Johnston estaba aadiendoentradas era un puro ejercicio de disciplina, pues no necesitaba unalista. Su memoria era infalible. Pero se haba convertido en unacriatura de listas con el paso de los aos. Para l, haban sidoinicialmente una forma de establecer el orden en un mundo donde laentropa estaba siempre dispuesta a aprovechar el menor fallo en laguardia para llenar el vaco. Aun despus de que sus facultadeshubiesen progresado ms all del punto en que las listasper se eranuna necesidad en sus complejos y exigentes estudios, habaproseguido y redoblado sus esfuerzos por imponer el orden... aquel

    orden perfecto que era un reflejo de su mente y espritu tandisciplinados. Y su inamovible perseverancia no haba pasadoinadvertida a sus superiores.

    Johnston se detuvo al terminar la siguiente entrada de su lista--levantando la pluma del papel, para que la tinta no se acumulaseproduciendo una letra imperfecta-- y se felicit por su firmeza en lospropsitos. Era una pequea vanidad, lo reconoca, pero se la

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    permita de forma consciente, y mediante aquella consciencia de supropia naturaleza anulaba aquella flaqueza, una entre muy pocas,relegndola a un inofensivo nicho en su ordenada psique.

    Johnston se enorgulleca mucho, aunque no en exceso, de suatencin al detalle y la organizacin --haba sido un buenpresbiteriano en sus das mortales--. Su escritorio estaba despejado,salvo por el tintero y el papel que estaba usando, y todo su pequeoestudio, aunque repleto hasta el lmite de su capacidad deestanteras, vasos de precipitados, instrumentos alqumicos y dems,estaba inmaculadamente ordenado. Cada libro, cada vial, cadapergamino arcano tena su sitio, del que slo sala cuando Johnstonnecesitaba usarlo, y al que volva de inmediato.

    Un golpe son de pronto en la puerta del estudio.--Adelante --dijo Johnston, permitiendo que el desagrado se

    distinguiese en su voz. La llamada llevaba diez minutos de retraso.Jacqueline, Tiruncula Tertia del Clan Tremere, entr

    tmidamente en la habitacin. Era una mujer madura, una antiguaacadmica cuyas facciones traicionaban constantemente el tormentode alguien acostumbrada en su vida mortal a hablar autoritariamentea los estudiantes, pero que ahora se vea obligada a aceptar rdenesde prcticamente todos los dems miembros del clan vamprico quela haba elegido. Era obvio que no encajaba bien aquel abruptocambio. Pero su satisfaccin o la falta de la misma no era nada que

    interesase a Johnston.--Llegas tarde --dijo secamente.--Estaba ayudando a Aaron con una tarea --respondi ella, con

    la mirada gacha.--He pedido una explicacin?--No.Johnston entorn los ojos.--Y es as como te diriges a un superior?Jacqueline se envar, reparando en su violacin de la etiqueta.--No, Regens Secundus.

    Johnston hizo una pausa y puso la pluma en el tintero, dejandotiempo a la aprendiza para que reflexionase sobre su error. Parecaadecuadamente contrita, aunque una Aprendiza Iniciada del tercerCrculo hubiese tenido que dejar ya atrs aquellos descuidos con eldecoro. Era una situacin difcil cuando las capacidades de unaprendiz excedan su entendimiento de su posicin --puesJacqueline haba demostrado sin lugar a dudas su ilimitado

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    potencial-- pero los Tremere no podan permitirse grietas en laarmadura de disciplina que haba permitido sobrevivir tanto tiempo alclan a pesar de los esfuerzos de incontables enemigos. Johnstontom nota mental de hacerla azotar ms tarde, y de aconsejar a laRegens Quinta Sturbridge la eliminacin de Jacqueline si el problemapersista.

    --No tolerar familiaridades de un subordinado --dijo por fin,haciendo otra significativa pausa.

    --S, Regens Secundus.Cuando Johnston consider apropiada la cantidad de angustia

    mental sufrida por la aprendiza, le entreg la hoja de papel que habasobre su escritorio.

    --Aqu est la lista de materiales que necesito para cierto ritual lasemana que viene --dijo--. Asegrate de que estn preparados en mi

    laboratorio el da 22 al amanecer.Jacqueline estudi la lista. Un momento despus, Johnston

    alarg de nuevo la mano: ella, comprendiendo el significado delgesto, le devolvi el papel a regaadientes.

    --Eso es todo. --Johnston la observ mientras sala de laestancia. Estaba satisfecho por el breve destello de alarma quehaba visto en sus ojos cuando le devolvi la lista. Le haba dejadobastante tiempo para memorizarla. Si olvidaba algo, sera su error, yle sera tenido en cuenta. Por supuesto, Johnston no iba a dejar que

    su posible incompetencia interfiriese en el ritual: la fecha tope del da22 al amanecer le dejaba tiempo ms que suficiente parainspeccionar el trabajo de la aprendiza y hacer todos los ajustesnecesarios. El hecho de que en ltima instancia l sera elresponsable de los fallos de sus subordinados tampoco era algo quepasase por alto.

    Se levant con la lista en la mano y pas al laboratorio, unahabitacin contigua llena tambin de mesas, estantes, balanzas paradistintos tipos de materiales, ms libros, y multitud de otros objetoscuidadosamente apiados. La angosta naturaleza de sus cmaras

    --incluyendo su sanctum, poco ms que un armario empotrado-- erauna fuente de cierta irritacin para Johnston. Saba que susaposentos no eran una ofensa dirigida contra l, pero a pesar detodo el asunto resultaba molesto. As era la no vida en la Capilla delos Cinco Distritos. La ciudad de Nueva York estaba tan disputadapor la Camarilla y el Sabbat, que la energa de todos los Tremerepresentes era necesaria para la defensa, y haba poco tiempo que

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    dedicar a la expansin o la comodidad material. As haba sidodurante muchos aos.

    Johnston supuso que poda olvidar la cuestin de sus cmaras.Despus de todo, su asignacin a la capilla no era algo fortuito.Haba sido aquella misma situacin inestable la que le haba llevadoall. No importaba que hubiese podido estar dirigiendo cualquier otracapilla a la que le hubiesen enviado. La de los Cinco Distritos era unade las pocas capillas con dos regentes: l mismo como regente

    jnior, y su superior, Aisling Sturbridge. No era la poltica normal delclan, pero con el Sabbat tan cerca, aqulla tampoco era una capillanormal. Al fin y al cabo, Sturbridge haba sido una regentejniorantes de que su superior fuese atrapado por sorpresa por el Sabbatms all de las defensas de la capilla. Aisling haba heredado elmando: que Johnston tuviese el mismo golpe de suerte, recibiendo

    un ascenso largamente merecido, no era algo imposible.As que intentaba, con un xito no completo, mantener su

    resentimiento en un nicho apropiado en el fondo de su mente.Probablemente las cmaras de Sturbridge no fueran ms espaciosasque las suyas, aunque nunca haba sido invitado all. Otro aspectodel problema de la falta de espacio era la masificacin. A causa delpeligro Sabbat en el exterior de la capilla, y especialmente ms allde los lmites de Manhattan, haba ms aprendices residentes en lacapilla de lo normal. Aquello provocaba trabajar y existir ms

    estrechamente de lo que Johnston hubiese preferido con nefitoscomo Jacqueline, Aaron y los dems.La capilla, encajada como estaba en la parte de la Camarilla de

    la ciudad, compensaba con valor estratgico lo que le faltaba enespacio fsico. "Hay un espacio limitado entre Barnard College y elro Harlem", le haba dicho Sturbridge la nica vez que l se aventura mencionarle lo estrecho de sus habitaciones. La inmediatadesestimacin por parte de la regente de su comentario le habadisuadido de preguntar por qu la capilla no se expanda en otrasdirecciones.

    En su laboratorio, Johnston se volvi hacia el modesto cofre demadera, no ms grande que un joyero, que contena el sujeto delritual cuyos preparativos haba encargado a Jacqueline. El nicoadorno del cofre, un grabado de madreperla en la tapa en forma defleur-de-lis, reluca suavemente. Johnston puso la mano sobre eladorno y sinti el ligero calor que desprenda.

    Bien, pens. Sigue activo.

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    Con mano firme y experimentada, abri la tapa y mir elcontenido, que tan ocupado le haba tenido ltimamente. En elinterior revestido de fieltro haba una piedra semipreciosa, no mayorque una canica. Se trataba de un cuarzo finamente pulido, de unturbio rojo oscuro salvo por dos crculos negros en puntos opuestos,que a Johnston le recordaban a los polos en un globo terrqueo. Lasuperficie negra en lo ms alto, el "polo norte", era suave y perfecta.El rojo a su alrededor formaba una impoluta espiral descendente. El"polo sur", a diferencia del resto de la piedra, era un poco spero,aunque Johnston no distingua ninguna disposicin concreta en lospuntos ms elevados. Nunca haba esperado que la piedra fuese tanintrigante.

    Sturbridge se la haba entregado varios aos atrs, esperandoque hiciese experimentos con ella, pero la piedra no haba sido

    considerada de alta, ni siquiera media, prioridad. Irradiaba un auramgica de algn tipo, pero era algo que tambin haca un asombrosonmero de baratijas y falsos artefactos que haban acabado enposesin del clan Tremere. Johnston haba hecho algunosexperimentos preliminares con escasos resultados, dejando la gemaa un lado con la aquiescencia de Sturbridge. Raramente haba vueltoa pensar en ella, y en tales ocasiones lo haba hecho en trminosdespectivos, una piedra semipreciosa que ocupaba un preciosoespacio en sus estantes.

    Pero todo haba cambiado tres semanas atrs.Despus de disciplinar a uno de los aprendices, Johnston habaentrado en su laboratorio, encontrando no slo roto el sello que habapuesto sobre el cofre como medida de precaucin, sino la tapaabierta. La gema estaba prcticamente ardiendo con una energasobrenatural... una energa asombrosa! Johnston nunca habaimaginado que la gema pudiese tener tal potencial. Y cuando sehubo repuesto de su sorpresa, disponindose a examinarla... habavuelto a quedar inactiva. Haba indicios de energas residuales, porsupuesto, pero no eran nada comparados con lo que haba percibido

    momentos antes.As que se haba visto forzado a seguir un patrn de atenta

    espera. Haba comprobado la gema varias veces cada noche,sellando de nuevo la tapa tras cada inspeccin. Nada cambi ensemanas, aparte de las energas residuales que fuerondesapareciendo. Pero la noche anterior, la gema haba vuelto depronto a la vida, y esa noche segua en activo, tal y como revelaba el

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    resplandor de la madreperla. Para el ojo inexperto no haba ningncambio, pero Johnston pens que casi poda oler la abrasadoraenerga.

    Tom la lista que haba mostrado a Jacqueline, ponindola enun brasero sobre su mesa de trabajo, y acerc una cerilla al papel.Los bordes se curvaron y ennegrecieron. Johnston ya no necesitabala lista; haba hecho que Jacqueline se la devolviese por una meracuestin de principios. Antes de que el papel ardiese del todo, cogiuna larga vela prpura de un estante cercano y acerc el pabilo a lallama. Una vez encendida la vela, Johnston se volvi hacia el cofre yempez el encantamiento adecuado. Lentamente, pas los dedos desu mano izquierda a travs de la llama de la vela. No se quem nisinti la menor molestia.

    Habiendo preparado la vela, empez a acercarla despacio y con

    firmeza al cofre. Cuando la vela estaba todava a unos treintacentmetros de la gema, la llama vacil y se apag, como si hubiesesido extinguida por una rfaga de viento. Pero no haba viento, ni lams ligera brisa.

    Johnston repiti el ritual menor, y de nuevo una fuerza invisibleapag la vela a la misma distancia del cofre. Asinti con alegresatisfaccin.

    Cuatro centmetros ms lejos que anoche, pens. Se esthaciendo cada vez ms fuerte!Si la potencia segua aumentando a

    aquel ritmo, tendra que adelantar su ritual varias noches... y nodistraera aquello a Jacqueline?Pero era el tipo de decisin que no deba tomar hasta que

    Sturbridge regresase a la capilla. Haba sido llamada a una reunindel concilio en Baltimore... algo relacionado con la reciente agitacindel Sabbat en el sur. Como si la Capilla de los Cinco Distritos notuviese bastantes dificultades sin que el resto de la Camarilla llegasesuplicando ayuda. Adems, cuando pasase el peligro los demsclanes volveran a ponerse en contra de los Tremere.

    Johnston devolvi la vela a su sitio y cerr el cofre. Seguira

    observando la gema. Era el tipo de progreso que poda hacer quesus superiores del clan le otorgasen su propia capilla. Una en la quetuviese suficiente espacio para trabajar.

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    Jueves, 15 de julio de 1999, 11:44 PMUna gruta subterrnea

    La vacilante bombilla de la lmpara del escritorio creaba unefecto estroboscpico en el pequeo oasis de luz. La figura sentadatamborile con sus dedos como garras, y finalmente alz una manopara golpear la recalcitrante lmpara. Una iluminacin firme, si nobrillante, remplaz a las vacilaciones justo antes de cayese el golpe.La mano baj lentamente.

    La figura se volvi hacia la vieja mquina de escribir sobre laque estaba inclinada y arranc impaciente la hoja de papel. Antes de

    que se apagase del todo el chirrido del carro, una pluma roja estabaescribiendo rpidamente y sin dudas a travs de la pgina.

    ___ ___________

    15 de julio de 1999Ref: Ojo de Hazimel

    Dnde EST el maldito Ojo?Atlanta -- confirmado mensajero de Hesha entre

    las bajas de la incursin; informa Rolph -- no hayseales del Ojo en la ciudad. Cado en poder delSabbat? No, de acuerdo con la informacin va elasesino/ghoul mascota de Vykos.

    " incursin" UN CUERNO!! : Atlanta, Savannah, Columbia,

    Charleston, Raleigh, Wilmington, Norfolk, Richmon, DC...

    NOTA: actualizar archivo:

    Pierterzoon, Jan, se espera llegadaa Baltimore esta noche

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    Viernes, 16 de julio de 1999, 11:03 PMPiedmont Avenue, Atlanta, Georgia

    --Qudate quieta, querida.Maldita seas, puta!

    Aun con la ventaja de su nueva visin, la musa entraba y saladel campo visual de Leopold. Se tap el ojo derecho con la mano, yla busc ansiosamente con la mirada.

    Al principio haba intentado ir detrs de ella, pero no tard endescubrir que el mundo, una vez puesto en movimiento, tenda aseguir as. Su estudio oscilaba como si estuviese borracho. Arriba y

    abajo, izquierda y derecha, l mismo y otro... aquellas distinciones seemborronaban con la Visin. Demasiado al principio. La negrura lehaba atrapado, y se haba roto la cabeza contra el suelo dehormign.

    Ahora se mova con ms cuidado, perolas ondas delmovimiento, de la Visin y la no Visin, se enturbiaban en los bordes,confundindose. O era la musa provocndole de nuevo?

    --Ven donde pueda verte, querida. --Pero ella ignoraba susintentos ms amables. Zorra! Puta!

    Ella le provoc. Cgeme, Leopold.El estudio oscilaba. Leopold tropez y cay sobre... una mesa,un caballete? Lo que fuese cedi bajo su peso y cay al suelo. El piede ella pas a unos centmetros de su cara. Su fino tobillo desnudodestell ante l como una epifana. En el fondo de su mente, algoms reclamaba atencin... un dedo torcido y doblado hacia atrs enla cada, con el hueso forzado y roto. Apart a un lado el lejano dolormientras florecan imgenes de la musa... el ngulo agudo de sutobillo, la incitante curva de su pantorrilla.

    Se haba ido de nuevo, pero su seductora risa reson por el

    estudio, creciendo de un tintineo de campanillas a un estruendo decmbalos. El mundo se estremeci, haciendo rodar a Leopold por elsuelo... o era el techo? Sigui a rastras, con la visin siempre antel. Su mente de artista se fij sobre el detalle que quera resaltar.

    Aunque la musa fuese esquiva, la Visin no sera denegada.Todo haba cambiado para Leopold la noche de la fiesta de

    Victoria. Slo haban pasado tres semanas y media? A veces le

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    pareca que haba pasado una vida con cada minuto, tales habansido sus progresos. Tanto le haba sido revelado. Nunca ms sereiran de l, ni Victoria ni ninguno de los otros Toreador de la altasociedad, tan sumidos en sus mezquinas y huecas apreciaciones,pues le haba sido revelada una gran verdad, y an lo estaba siendo.

    Desde el momento en que haba visto aquella visin de belleza,la forma humana despojada de las preconcebidas limitaciones de laautoconsciencia --y, mirando desde el centro de todo ello, el Ojo--Leopold haba sabido que deba reproducir el efecto. La verdadinherente a su descubrimiento se hara visible para todos. Nadienegara su pericia, la inmensidad de su visin. As que habaalargado la mano y cogido el orbe, pues era el corazn de su visin.

    Y el momento de claridad se haba desvanecido.La visin de belleza haba desaparecido. Con el Ojo

    descansando sobre su palma, Leopold se haba alzado sobre unmontn de carne desgarrada y huesos rotos, el mutilado cuerpo deVegel.

    Presa del pnico, haba devuelto el Ojo a su soporte, pero elorbe eclipsaba su entorno como si el sol apareciese en el cielonocturno. La imagen que le haba cautivado ya no estaba.

    Pero no importaba.Leopold tena el alma de un artista, y resultaba que tena la

    visin. Una vez la haba tocado, era incapaz de olvidarla. Volvi a

    coger el Ojo y dej atrs la masa pasajera que tan brevemente habasido parte de una efmera belleza.Casi de inmediato, Leopold haba hecho inventario de los

    cambios ocasionados por la visin. De vuelta a su estudio, seencontr rodeado por los restos de sus anteriores y no iluminadasempresas artsticas. El mero hecho de estar en la misma habitacinque las piezas que antao le haban hecho sentir tanto orgullo eradoloroso. Vea claramente los fallos de cada obra.

    No le extraaba que Victoria y los dems se hubiesen burladode sus pretensiones.

    Victoria. El nombre se aferr a su memoria. l haba queridodescubrir algo... haba visitado a la bruja Tremere. Pero aquello eraun asunto del pasado. Como los patticos intentos de esculturadispuestos para su crtica, que pertenecan al antes... y le resultabanintolerables.

    Hizo pedazos los moldes. Meti los modelos en una caja queocult despus bajo un banco de trabajo. Y as comenz el perodo

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    de iluminacin de Leopold, con la destruccin de lo que haba sidoantes.

    Una mesa de la que barri todo lo que haba se convirti en elpedestal de madera del Ojo. Lo puso all con amor y reverencia. Aundespus de colocarlo, poda sentir su hmedo tacto en la palma de lamano. Sobre la mesa, el venoso prpado se abri lentamente ydespus se apart de casi toda la pulsante esfera, hasta que la carneprotectora no fue ms que una pequea base bajo el Ojo. Leopold semaravill al verlo.

    Durante semanas, trabaj bajo su constante mirada. Durantesemanas, la belleza que haba contemplado, que haba esperadoque se hiciese evidente, no se revel en los frutos de su labor. El Ojoobservaba impasible el embarazo de Leopold y su insatisfactorioprimer modelo. El Ojo miraba cuando desech el segundo intento a

    la mitad, y cuando aplast llevado por la frustracin el tercero, elcuarto y el quinto...

    Las noches pasaron. Los ataques de rabia fueron hacindosems frecuentes a medida que la desesperacin haca presa en l.Con sus ojos, dentro de su alma, haba visto la visin. La verdad y labelleza le haban sido reveladas. Pero una y otra vez, sus manos lefallaban. Careca de la habilidad para mostrar lo que habasostenido? Haba meramente imaginado que el talento resida ensus dedos?

    Slo en una ocasin flaque Leopold en su bsqueda. Victoria.Su nombre le lleg en aquella segunda noche tras su asombrosodescubrimiento. Se movi hacia las escaleras de su estudio en elstano. Ira a ella. Poda que le necesitase. Pero entonces su mirada,como haca inevitablemente aquellas noches, cay sobre el orbe desu pasin, y bast con ver el Ojo, esperando pacientemente entresus burbujeantes secreciones, para volver a sus sentidos. Victoria noera ms que cualquier otro de los no iluminados. Por qu iba ainterrumpir sus labores por alguien como ella?

    Y entonces la musa le haba hablado. Confa, dijo, amasando

    con su voz sensual los msculos y tendones que le fallaban. Confa.Todos los pensamientos salvo los de su arte fueron desterrados

    de la mente de Leopold.Confa.Dej a un lado sus herramientas de precisin y la arcilla de

    modelar. Olvidando mtodos y procesos, avanz como un niodesnudo hacia el bloque de mrmol. Puso el cincel contra la piedra y

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    busc en su alma el ngulo y presin que dejaran libre la perfeccinque haba contemplado, y que saba que estaba en el interior de lapiedra. Cada golpe del martillo arrancaba mrmol del velo queocultaba la verdad. La encontrara y se la mostrara al mundo.

    Y su grandeza sera revelada. Mientras tanto, el Ojo observaba.Leopold trabaj noche tras noche. Se levantaba al crepsculo y

    se pona directamente manos a la obra, sin distraerse pensando enalimentarse o alguna otra distraccin. A medida que la piedra caa,una figura iba tomando forma, pero Leopold no se permitira el lujode retroceder unos pasos para ver la imagen completa. No sepermitira el menor respiro ni recompensa hasta que larepresentacin de su visin estuviese completa. Dedic horas deesfuerzo a los ms nimios detalles. De arriba abajo, de cabeza apies, la pieza empez a perfilarse. Leopold apart sin descanso todo

    granulo de mrmol que no formase parte de ella, hasta quefinalmente estuvo terminada.

    Leopold baj su cincel. Haba visto el Ojo, recordatorio tangiblede la ms perfecta de las formas, y despus contemplado su obra. Elvaco de su estmago le atrap como un cepo, pues se dio cuenta deque la pieza era una burda parodia de la belleza que haba visto. Noencontraba ni rastro de verdad en la curva de sus miembros, nihuella de perfeccin. Su criatura haba nacido muerta, una deforme ymonstruosa aberracin.

    Fue entonces cuando oy por primera vez la risa de la musa...una risa cruel y burlona. No reconoca el gasto de voluntad, losenormes esfuerzos que l haba invertido en la obra. Slo perciba elfracaso. Su risa llen el corazn de Leopold como un cido, pues nopoda defender su fallida obra maestra. Con un grito angustiado,cogi su martillo ms grande y emprendi la tarea. En una hora, eltrabajo de semanas qued reducido a cascotes, pero incluso loscascotes ofendan a Leopold y se burlaban de su dolor. Siguiusando el martillo, aplastando cada pedazo de mrmol por pequeoque fuese, hasta que al final no qued ms que un fino polvo. Pero

    su fracaso no estaba purgado, y la risa de la musa seguaprovocndole. Leopold vio a Victoria rindose tambin de l. Estabade pie, con su lujoso vestido de noche, llena de joyas, y el fracaso deLeopold era su diversin. l haba pretendido mostrarle su vala, ytema haberlo hecho con un fracaso. Decidi borrar la risa de suslabios. Tom su cincel, y ponindoselo en el pecho a Victoria, golpecon un feroz y desafiante grito. Pero ella se haba ido, y Leopold

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    cay sollozando al suelo.Y mientras tanto, el Ojo observaba desde el centro de sus

    abrasadores jugos.La musa le habl de nuevo, y Leopold se aferr a cada una de

    sus palabras. No poda albergar resentimiento porque ella hubieserechazado su obra maestra, porque tena razn: l haba fallado.

    Cul es la esencia de la vida, de la belleza? pregunt la musa.Su pregunta flot en el rincn ms lejano y elevado del estudio.

    La esencia de la vida. La esencia de la belleza.Leopold yaci en el suelo durante horas, en sincera

    contemplacin. Un fino polvo de mrmol se pos sobre l,cubrindole hasta que hubiese podido pasar por una de sus propiascreaciones. Mientras el sol se elevaba y l retroceda hacia el stano,las palabras de la musa resonaban en sus odos.

    La esencia de la vida. La esencia de la belleza.Pas un da y una noche y otro da meditando en el suelo.

    Cuando se levant, envolvi con cuidado el Ojo en una tela limpia yreuni los cinceles y herramientas que podra necesitar. Asequipado, se aventur fuera del estudio.

    Leopold haba olvidado prcticamente el perfil de Atlanta, elbohemio ajetreo del barrio de Little Five Points hacia el que gravitabade forma natural. Pero slo perciba el mundo exterior brevemente.Los clubes a la ltima y los sex shops, los punks y hippies,

    desaseados vagabundos de todas las edades... lo haba visto todoantes, y aunque en el pasado aquella escena le haba inspiradoimpulsos vanguardistas, ahora estaba absorto en la vida de la mentey del espritu.

    La esencia de la vida. La esencia de la belleza.Leopold ignoraba el zumbido de la humanidad mientras

    avanzaba por Moreland Avenue. Dejaba atrs la avenida, pasandojunto a un edificio de apartamentos y una casa victorianaabandonada, y adentrndose en un terreno arbolado. Noche trasnoche volva al grueso roble que haba encontrado. Noche tras

    noche desenvolva cuidadosamente el Ojo y lo pona en el suelo parapoder observarlo, y para que el Ojo pudiera verle a l. Haba perdidola cuenta de los crepsculos que llevaba visitando el roble: unasemana, dos?

    Al fin termin, y contempl su obra: un fracaso tan completo yabsoluto como el anterior.

    La risa de la musa reson a travs de la arboleda. Cada hoja

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    bailaba con el peso de su desdeosa alegra. La figura vagamentehumana grabada en el tronco tambin pareca rerse de l. Leopoldpuso las manos sobre el rostro de la figura y hundi los dedos en lamadera, que se rompi bajo su contacto. Las astillas punzaron sucarne, clavndosele bajo las uas, pero Leopold no tena espaciopara la piedad, ni hacia l mismo ni hacia la figura del rbol. Rompiy ara y desgarr hasta que desapareci la risa.

    Sbitamente abrumado por el cansancio --cuntas nochesllevaba sin alimentarse?-- Leopold cay al suelo. Sus colosalesesfuerzos no haban servido de nada. Se llev a la cara las manoscubiertas de sangre y savia. Echado en el suelo y llorando sufracaso, su mirada cay sobre el Ojo, y como Saulo haba sidocegado en el camino a Damasco para que pudiese convertirse enPablo y ver realmente, una epifana lleg a Leopold. Firme en la

    conviccin de que toda su existencia, como ganado y como Vstago,haba estado destinada a su preparacin para el momento, avanz.

    Las epifanas se sucedieron durante las tres noches siguientes,sin que pasasen ms de dos o tres horas libres de atisbos de lamusa. Ella guiaba a Leopold hacia la eterna e innegable esttica, y lla segua gracias a su nueva visin.

    Leopold se arrastr hasta su proyecto en curso, pero el estudiose invirti como un girscopo enloquecido. Se tambale hacia unlado, intentando agarrarse a la pata de una mesa, pero estaba ms

    cerca de lo que crea y se golpe en la cara con ella. Un miedoparalizante recorri su ser.Por el momento, desapareci todo pensamiento acerca de su

    atisbo del tobillo de la musa y de la elegante curva del muslo.Leopold cerr fuertemente los ojos, su prpado izquierdo incapaz deproteger del todo su nueva carga. Con los dedos temblorosos por losnervios, se inspeccion la cara al tacto y suspir aliviado al noencontrar daos. No haba golpeado la mesa con tanta fuerza. El Ojoestaba a salvo. La Visin segua siendo suya.

    Se volvi de nuevo hacia su proyecto. Tras l, son tentadora la

    aguda risita de la musa, pero no se gir. No se distraera hasta haberdado el toque final, hasta haber cumplido con su visin. Entoncessera libre para perseguir a la musa.

    Se arrastr sobre el icor gelatinoso que rezumaba del Ojo ygoteaba hasta el suelo. Por fin lleg a los pies. Leopold no levant lamirada hacia la figura completa, hacia el joven desnudo y atado a unposte, sus manos alzadas hinchadas y azules sobre la cuerda. El

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    escultor estaba demasiado centrado en lo que deba seguir. Avanzciegamente, sin apartar la mirada del tobillo que estaba a unos pocoscentmetros de su rostro, y atrajo hacia s el mazo y el cincel, quenunca estaban lejos.

    Cada atisbo de la musa estaba grabado en el alma de Leopold...la perfeccin de lneas y formas a la que siempre hubiese estadociego de no ser por la Visin.

    Alz el cincel hasta la curva superior del hueso y, con undelicado golpe, a pesar de que aqul no era el medio al que estabaacostumbrado, elimin lo que no encajaba en su visin. No leafectaba el resbalar de la carne sobre el hueso. Cada golpe del mazoera la precisin hecha realidad, con una firme presin sobre el cincel.Trabajaba con la diligencia de un maestro escultor espoleado haciaalturas cada vez mayores por la fuerza y la belleza de su visin.

    Un pequeo flujo de sangre rancia sali de la incisin. AunqueLeopold se haba alimentado la primera noche de su transformacin,casi cada corte se las arreglaba para soltar una pequea cantidad desangre oculta en el tejido. Acarici la herida, llevndose los dedos alos labios y probando la mezcla de sangre y polvo de mrmol.

    Qu resistente es el cuerpo humano, pens, qu lleno est depotencial.

    Justo entonces repar en el pesado silencio que haba envueltoel estudio. El aire no se agitaba, no entraba ningn sonido del

    exterior, y lo ms revelador de todo, la risa de la musa se habaextinguido.Lo he hecho yo? se pregunt Leopold esperanzado mientras

    miraba su obra, aunque no le pareca que hubiese terminado.Seguramente lo sabra en el momento oportuno.

    Siempre muy despacio, como para no desequilibrar el precariomundo, volvi la espalda a la forma desnuda. Apret el prpadoderecho para eliminar la superposicin de las perspectivas de laVisin y la noVisin. Las paredes del estudio se volvieron plidas yfantasmales, como piezas a medio acabar de un escenario

    minimalista. Las columnas cobraron una ptina traslcida. All dondemiraba Leopold, la periferia de su visin era un torbellino de colores,una nube de langostas de diversos matices. Sigui girando conprecaucin, y su cuidado obtuvo recompensa.

    Por un breve segundo, ella estuvo ante l en toda su gloria, peroaunque ahora Leopold pudiera verla con el Ojo, su inefablesemblante estaba ms all de su comprensin. El Ojo vea, pero la

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    Visin no poda abarcarlo. El mundo cambi otra vez, y Leopold cayde rodillas. El estudio se estremeci ante l.

    Pero pudo ver el disgusto en el rostro de la musa. La decepcin.Tan frgil, dijo ella mientras sacuda la cabeza.Leopold, se volvi hacia su obra entre los salvajes giros de la

    realidad. El desnudo pareca colgar del techo, pero tena las manosatadas bajo l. Leopold se apoy sobre los codos, y el estudio seenderez un poco, aunque segua fluctuando como la aguja de unindicador graduado de pesado a ligero y despus a pesado denuevo, una y otra vez, y acercndose muy poco a poco al verdaderopeso.

    El desnudo colgaba sin vida, en una postura rgida, aunque almismo tiempo pareca descoyuntado. Aqu y all faltaban pedazos decarne y hueso... frente, hombro, barriga, cadera, rodillas, tobillos.

    Slo entonces repar Leopold en las moscas que se ajetreabanatradas por el dulce olor de la carroa.

    Tan frgil.Leopold arroj el mazo lejos de s. La herramienta vol

    kilmetros y kilmetros hasta el otro extremo del estudio.Puta mentirosa!quera gritar.Pero de nuevo e inexplicablemente, ella tena razn. Leopold no

    poda seguir mirando aquella locura. Lanzando un rugido deangustia, golpe el cuerpo con el cincel. Las costillas se rompieron

    cuando clav la herramienta en la cavidad pectoral. El desnudo sesacudi con toda la emocin de un saco de harina. Ni tampoco pusoobjeciones cuando Leopold llor sobre sus pies magullados yensangrentados.

    --Por qu? --grit. Tanto trabajo, y para nada. Se esforzaba poralcanzar la perfeccin que perciba, pero haba fallado de nuevo. Elfracaso le volva loco. Tena que conseguirlo.

    Lejos de aqu, insinu ella, su naturaleza juguetona pronto devuelta. Lejos de aqu.

    Lejos? Las palabras cayeron sobre Leopold.

    Lejos de aqu. Lejos de este lugar, sus pensamientos fueron eleco de las palabras de la musa.

    El duro hormign, el sencillo interior de madera... eran annimospara su Visin, casi inmateriales. Cmo poda expresar la verdaden aquel entorno? Su espritu se elev ante la implicacin de que elfracaso no se haba debido por completo a su torpeza. Por supuestoque lo conseguira. Por qu si no le haba escogido la musa?

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    Paciencia, se reprendi. Paciencia. Pero lo deseaba tanto!Mmm, ronrone ella muy cerca, aspirando profundamente su

    confianza. Las herramientas, Leopold... Te llevar hasta ellas.S, las herramientas. El mazo en algn oscuro y remoto rincn,

    el cincel clavado en la abominacin... eran los primitivosinstrumentos de su fracaso, y como aquel estudio, aquella ciudad,estaban contaminados por sus manos no iluminadas del ayer.

    Te llevar hasta ellas.A las herramientas apropiadas. A un lugar de iluminacin. Ella le

    confiara las reliquias de la perfeccin, y l las empleara en unsantuario a la belleza. Ella era su musa, su diosa, y con el Ojo laprendera sus misterios y se convertira en sumo sacerdote de laverdad oculta. Las masas no iluminadas suplicaran beber de susmanos.

    Ven.--S, querida. --El mundo giraba de forma mareante a cada paso,

    pero Leopold sigui adelante.

    ______ 7 ______

    Sbado, 17 de julio de 1999, 3:00 AMPuente George Washington, ciudad de Nueva York

    El ro pasaba a ms de treinta metros por debajo de Ramona, yera difcil percibir el movimiento salvo en las zonas iluminadas. All, lasuperficie del agua ondulaba y pareca moverse rpidamente atravs de la luz, de un negro vaco al siguiente. Aqulla era la caranocturna del ro... la nica que Ramona vera jams. Agarrada a laparte inferior de puente, pas de una viga a otra. Por encima de ella,

    cada pocos momentos, pasaba un coche.Podra ser el ogro bajo el puente, pens, y cargarse mucho ms

    que tres cabras tercas. Cazar, decidi, estaba regido por las mismastres reglas de oro de la venta de propiedades, que el embaucador desu to Kenny haba recitado tan a menudo: el lugar, el lugar y el lugar.Gracias a Ramona, Kenny ya no venda muchas propiedades.

    Ramona detuvo su avance y ech la cabeza hacia atrs para ver

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    el ro bajo ella. Pareca realmente una calle asfaltada de noche.Quiz fuese aquello lo que haca que tantos suicidas se lo pensasenmejor al encaramarse a la barandilla y ver lo que les esperaba. Saltara un ro no sonaba tan mal para un suicidio. Era casi como ser unnio de nuevo e irse a nadar, saltando a un estanque o una piscina.Pero cuando te ponas en el borde y veas que, con la fuerza delimpacto, iba a ser como caer sobre el pavimento...

    Primero uno y despus el otro, quit los pies de la viga. La mitadinferior de su cuerpo qued colgando, pero Ramona no era grande nipesada, y apenas sinti el peso adicional que aguantaban susbrazos.

    Qu me pasara? se pregunt. Qu le pasara a esta cosaque era antes mi cuerpo?

    Se haba sentido invencible durante un tiempo despus de

    convertirse en lo que era, pero cuando viajaba hacia el este con losdems, atravesando el pas, fueron atacados por aquel... monstruo, afalta de otro nombre: un gigantesco borrn de garras y colmillos ymuerte. Lo que le ocurri a Eddie demostraba que la especie deRamona no era invencible. Ni mucho menos. Justo cuando ellapensaba que ya lo tena todo controlado, pareca que siemprellegaba algo nuevo para liarlo todo.

    Solt la mano derecha, dejando que el brazo colgase flojamente.Qu me pasara?

    Sera el sbito impacto el final? O saldra a rastras del agua,con el cuerpo roto pero slo necesitando ms sangre para estar tanbien como siempre?

    Colgando de una mano, Ramona contempl los danzarinesparches de luz que interrumpan el pavimento negro del ro. Sumundo se haba convertido en aquel ro negro, y ella era un pequeopunto familiar rodeado por la oscuridad y lo desconocido.

    No haba pedido aquello. Por imperfecta que hubiese sido suvieja vida, se las hubiera arreglado. Nunca hubiese elegido entrar enaquel mundo donde haba tantas cosas engaosamente familiares,

    pero en el que al rascar un poco la superficie nada era lo mismo.Alz uno de los dedos de su mano izquierda, y despus otro.

    Levant un tercero, y el pulgar. Slo un dedo la sostena. Tenafuerza ms que suficiente para ello. El vigor de su cuerpo, aquellacoleccin de msculos y huesos y tendones que haba conocidoantes, era una constante fuente de sorpresas para ella. Sinti queuna garra --all donde sola estar su ua-- se clavaba en la viga de

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    acero.Qu me pasara?Qu le haba pasado ya?

    A regaadientes, Ramona alz de nuevo la mano derecha yvolvi a agarrarse. Como las zonas de luz en el ro, no estaba sola, yaunque las responsabilidades que asumiese eran obra suya, servanpara hacer que siguiese movindose hacia delante, como el aguabajo el puente.

    Con increble facilidad, volvi a poner los pies sobre la viga ysigui arrastrndose como un comando.

    Ms cerca de la orilla, se dej caer al suelo, a unos siete, quizdiez metros por debajo. Cay como un gato, sobre las cuatro patas.Subiendo por la cuesta, se detuvo para ajustarse la zapatilla: lanotaba rara, como si un costado hubiese reventado, pero no pareca

    haber daos. Probablemente la cada desde el puente haba roto lacapa interior de aislante o algo as. Ramona salt sobre la barandillay dio unos cuantos golpes con el pie para afianzar la zapatilla.

    --Hey, dulzura. Bonita acrobacia.Ramona se agazap en una postura defensiva. Pero el tipo ante

    ella no pareca muy preocupado. Estaba recostado tranquilamentesobre su moto, con las manos tras la cabeza y los pies puestos sobreel manillar. Sonri con un lado de la boca, obviamente disfrutando dela sorpresa que le haba dado.

    --Bonita noche para el salto del ngel, no? --El hombre solt unsilbido agudo y prolongado, el ruido de una bomba cayendo sobre latierra, imitando despus un chapuzn.

    Ramona le mir con cautela. Muy poca gente la coga ya porsorpresa, y quien lo haca significaba problemas casi con totalseguridad. Las cejas y el pelo corto del motorista eran muy oscuros,en contraste con su piel increblemente plida. Venas azulesabultaban en sus bceps, sus antebrazos y su cuello.

    Como yo? se pregunt Ramona.Su propia tez haba sido ms oscura antes de... antes del

    cambio. Pero no poda comparar su palidez con la de aquel tipo. Supiel pareca envolver todos y cada uno de los msculos porseparado, y sus pronunciadas facciones le recordaron a Ramona loque ella vea al mirar un espejo.

    --Yyyyyyy... --El hombre dej salir la palabra mientras sedesvaneca su sonrisa torcida.

    Antes de que Ramona pudiese reaccionar, el motorista estaba

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    de pie junto a ella. En apenas un segundo, haba pasado de estarmedio tumbado sobre su moto a erguirse a su lado.

    Al menos, aquella exhibicin confirmaba las sospechas deRamona. Tena que ser como ella. O algo peor.

    --Lista para jugar con los chicos grandes? --le pregunt.Ramona se sorprendi ante el profundo y amenazador gruido

    que sali de su interior. El motorista retrocedi casiimperceptiblemente, pero trat de compensarlo de inmediato.

    --Quin demonios eres? --pregunt Ramona.--La cuestin es quin demonios eres t, y qu demonios crees

    que ests haciendo aqu. La ltima vez que lo comprob, esto eraterritorio del Sabbat, y t no perteneces al club.

    Sabbat.Era un nombre que Ramona haba odo ocasionalmente a lo

    largo de los ltimos dos aos, sobre todo antes de que dejase Losngeles con los dems, pero qu era? Una especie de banda,pero en la Costa Este y en la Oeste?

    Se mantuvo en su sitio, atenta a cualquier movimiento quepudiese hacer el motorista. Ramona tena una cierta idea de suspropias capacidades, pero no poda saber si aquel tipo era igual derpido y fuerte que ella, o si lo era ms.

    --No eres muy habladora, verdad, dulzura? --dijo l,empezando a retroceder hacia su moto--. Te voy a decir lo que

    haremos. Como soy un buen tipo... --explic mientras pasaba unapierna sobre la moto y giraba la llave-- voy a darte una oportunidad.Volver. Y estars preparada para venir conmigo. De lo contrario,habr caa. --Arranc la moto, revolucionando el motor en unensordecedor y desafiante rugido, y con un malicioso guio se alejcalle abajo y sobre el puente.

    Ramona se relaj, pero no mucho.Sabbat.Ella y los dems haban dejado Los ngeles porque haba

    demasiadas criaturas como ellos vagando por las calles durante la

    noche. Iba a pasar lo mismo en Nueva York?Es en las ciudades donde est la comida, se record.Comida. Sangre.Qu rpido se haba acostumbrado a aquella nueva dieta, tan

    rpido que pensaba en las ciudades de la misma forma en que anteshaba pensado en restaurantes. Los ngeles o Nueva York?McDonald's o Burger King?

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    Convencida de que el motorista se haba ido --el ruido de sumotor haba desparecido al otro lado del ro-- Ramona recorri lasltimas manzanas hasta un relativamente pequeo edificio dealuminio. Una cadena daba varias vueltas entre la manecilla y unsoporte en la pared, pero cuando Ramona tir de la puerta tantocomo pudo qued un espacio lo bastante ancho como para pasar.

    --Hey --llam mientras sus ojos empezaban a ajustarse a laoscuridad. Una luz ilumin el centro de la sala, estropeando su visinnocturna.

    --Ramona? --pregunt una dbil voz desde uno de los grandesagujeros del suelo, tambin la fuente de la luz.

    --Eso es.La cabeza de Jenny sali a la vista. Despus sus hombros y el

    torso, a medida que iba subiendo los escalones de uno de los fosos

    de reparaciones gemelos. Llevaba en un gancho el tipo de luz que unmecnico colgara sobre el motor en el que estuviera trabajando. Uncable desapareca escalera abajo.

    --Est Darnell contigo? --pregunt Jenny.--No.Jen era ms alta que ella, y rubia. Deba de haber sido un

    bombn antes, pensaba Ramona, pero ahora era un pocodemasiado flaca y plida para resultar guapa. Las dos llevabanpantalones vaqueros, rotos no por seguir la moda, sino tras meses y

    meses de uso y desgaste. Pero mientras Ramona llevaba una viejacamiseta, Jenny se ocultaba bajo no una sino dos grandessudaderas, a pesar del calor veraniego.

    --Hace fro aqu --dijo Jen. Se cruz de brazos, apretndoloscontra el cuerpo--. No tienes fro?

    --No--Dnde has estado?--Por ah. --Ramona ech una mirada al garaje abandonado. Las

    dos puertas de vehculos seguan cerradas con cadenas por dentro.Aparte de eso, realmente no poda ver mucho ms all de la

    pequea rea iluminada. Probablemente, pens, podran ver mejor siJenny apagase la maldita luz. La potente visin nocturna era otro delos efectos secundarios que Ramona haba notado desde el cambio.Pero Jen se aferraba a sus viejas costumbres.

    Como un saltador a la barandilla, pens Ramona recordando elpuente.

    --Tenis algn problema? --pregunt. No vea seales de que

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    el motorista, ni nadie ms, hubiese estado molestando.--No. Y t?--No. En realidad, no.--Qu quieres decir con "en realidad no"? --Jenny se agit de

    inmediato. No haca falta mucho para ello.Ramona dese no haber dicho nada.--Quiero decir que en realidad no. Un motorista hacindose el

    duro, eso es todo.Las dos dieron un respingo cuando son la cadena de la puerta.

    Para su alivio, Darnell pas al interior.--Apagad la jodida luz.--Jdete --repuso Jen.--Jdete t --fue la respuesta--. Se puede ver la luz desde fuera

    a travs del hueco de la puerta. Djala en el foso si te da miedo la

    oscuridad.Ramona suspir. Por eso se mantena apartada. No necesitaba

    el dolor de cabeza. Estara mejor sin ellos. O podra estar muerta sinellos.

    --Qu importa si la ve alguien?--T no duermes aqu de da --seal Darnell.Ramona suspir de nuevo. l tena razn. No haba que correr

    riesgos estpidos. Asinti a Jen, y la luz desapareci. Permanecieronen la oscuridad por un rato. Ramona poda or a Jen rechinando los

    dientes, y a Darnell pasando su peso de un pie al otro, cruzando ydescruzando los brazos. No tardaran en ver bastante bien. No contanto detalle como con la luz, pero a mayor distancia.

    --Tambin hay otros aqu --dijo Darnell por fin.--Otros? Dnde? --Jen mir frentica a su alrededor, como si

    los otros estuviesen pisando los talones de Darnell y fuesen aderribar la puerta en cualquier momento.

    --Aqu en la ciudad --dijo Darnell--. Los segu. Observ cmo sealimentaban.

    --Los seguiste? --La idea sorprendi a Jen--. Te vieron?

    Puede que te hayan seguido!--No me vieron. No me han seguido.Ramona los contempl mientras Darnell miraba a Jenny. l

    desdeaba siempre sus temores, pero no poda aparentar queignoraba su histeria. Darnell olvidaba cunto se haban ayudadounos a otros. Todos tendan a olvidarlo, comprendi Ramona,cuando el peligro no era inmediato.

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    --Eddie tampoco crea que nos estuviese siguiendo nadie --dijoRamona con calma. Un pesado silencio cay sobre todos. Darnell lelanz una dura mirada.

    --Aquello fue distinto --respondi--. Era un hombre lobo.--Hombre lobo? Ja! --se burl Jen.Darnell volvi a dirigir su ira contra ella.--Y por qu coo no? No era un oso, y tan seguro como el

    infierno que tampoco un perro salvaje. --Los ojos en blanco de Jennyslo sirvieron para hacer que insistiese--. Ya has visto lo quenosotros podemos hacer, lo que somos. Por qu no un puto hombrelobo?

    --No importa lo que fuera --dijo Ramona--. Escapamos.--Eso cuntaselo a Eddie --repuso Darnell.El silencio los envolvi de nuevo. Jen dej la lmpara apagada

    sobre el suelo, sentndose con los pies colgando por el foso.Ramona la mir, consciente de que probablemente nunca sehubiesen conocido de no ser por su transformacin. Desde luego,nunca se hubiesen hecho amigas. Jen proceda de una vida deprivilegio, y aquella nueva forma de vida le costaba mucho. Podaresultar irritantemente difcil a veces, pero era una de las pocaspersonas que Ramona hubiese conocido --antes o despus delcambio-- que le ofreciera su amabilidad cuando lo haba necesitado.Por eso, comprendi, volva para estar con aquella mujer que se

    preocupaba ms por todo lo que ocurra que ella misma.Darnell era otra historia. A diferencia de Jenny, podaarreglrselas solo. Al menos, si alguno de ellos poda. Ramona lecontempl mientras colocaba una gran caja para sentarse. Comoella, no hablaba mucho del antes. Ramona saba que haba vivido enCompton, y que proceda de una familia numerosa. En cierta ocasinhaba hablado de cmo su madre le arrastraba a la iglesia con todossus hermanos y hermanas. Era todo lo que saba Ramona de suantigua vida, y ellos no saban mucho ms de la suya. Lo raro eraque en realidad tampoco importaba mucho. Aquellas viejas vidas

    haban terminado, y all estaban los tres con gente a la que nuncahubiesen conocido de no ser por...

    --Dnde los viste? --La voz de Jenny rompi el silencio. Estabatemblando en la oscuridad.

    --Ms hacia el centro. --Darnell estaba sentado sobre la caja,pero no cmodo. Nunca se senta cmodo, pens Ramona, a menosque estuviese en movimiento. Quedarse sentado le segua poniendo

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    nervioso--. Pude ver que estaban cazando --continu--, as que mequed atrs, permaneciendo fuera de su vista. Era bastante raro:not que eran vampiros incluso antes de que cogiesen a alguien.

    --Vampiros... --Jen mene la cabeza, dejando que su voz sefuese apagando.

    Darnell se puso en pie al instante.--Hay que joderse! Te parece que no somos vampiros?Ramona suspir para sus adentros. Haban tenido aquella

    discusin un centenar de veces.--Si vais a gritar, tambin podemos encender la luz para que

    todo el mundo sepa que estamos aqu..Darnell retrocedi, bajando un poco la voz.--Bebemos sangre --dijo mostrando sus colmillos desnudos a

    Jen y sealndose la boca--. Te suenan? Y no veo que te tumbes al

    sol para broncear tu blanco culito. Qu piensas que somos?--No lo s --contest Jenny. Despus complet la frase en voz

    baja--. Pero no soy un vampiro.--Seguro que no te vieron? --pregunt Ramona.Darnell le ech otra mirada hostil, pero pareci decidir que era

    una buena pregunta.--Estoy seguro.--Yo tambin he visto uno.Darnell volvi a sentarse. No pareca sorprendido. Jen se irgui,

    con los ojos muy abiertos.--El motorista?--Mm-hm... --Ramona mir a Darnell--. Dijo que estaba con el

    Sabbat, y que volvera.Jenny se agit, nerviosa, pero Darnell devolvi la mirada a

    Ramona.--Pues que vuelva.Un fuerte ruido llen el garaje, el explosivo eco de la pesada

    puerta cerrndose de golpe. Los tres saltaron al unsono. Darnell sebaj de la caja. Ramona se agazap, dispuesta para saltar en

    cualquier direccin. Jen estaba a mitad de la escalera del foso,mirando por encima del borde.

    --Has dejado eso abierto? --pregunt Ramona a Darnellmientras sealaba la puerta con la cabeza.

    --Supongo que s.Ramona no vea a nadie ms en la habitacin. Se acerc a la

    puerta, lista para atacar o retirarse en caso necesario. Husme el

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    aire: un tenue olor por debajo del aceite de motor y las colillas. Lohaba notado varias veces recientemente, pero segua sin poderubicarlo. Ahora se haba ido de nuevo.

    --Qu era? --pregunt Jen desde el foso.--No lo s. --Ramona se mantuvo perfectamente inmvil,

    escuchando cualquier movimiento desde el otro lado de la puerta demetal. Nada. Poda la puerta haber hecho ese ruido por el viento, apesar de que apenas se abra unos centmetros? No recordabahaber sentido ninguna brisa.

    Darnell estaba a su lado, movindose casi tan silenciosamentecomo ella.

    Poco a poco, Ramona lleg hasta el picaporte. Abri la puertade un rpido tirn hasta chocar con la cadena. Esper. Nada.

    Convencida de que nadie iba a entrar, Ramona cont

    mentalmente hasta tres y sali. A pesar de la velocidad de sumovimiento y de lo estrecho de la abertura, apenas roz la puerta.Darnell fue tras ella.

    De nuevo le pareci sentir el extrao y pesado olor, peroentonces desapareci, ahogado por todos los aromas de la ciudad yel familiar olor de Darnell junto a ella.

    --Supongo que estamos solos --dijo l.Ramona observ la noche y mene la cabeza.--Sera una suerte.

    ______ 8 ______

    Sbado, 17 de julio de 1999, 11:38 PMUna vivienda en Harlem, ciudad de Nueva York

    --Puede mandarme all, y va a hacerlo --dijo Zhavon al telfono,

    con una urgencia que casi arruinaba el propsito de sus susurros.--Chica, dile a tu madre que no piensas ir--contest Alvina.--T le diras eso a mi madre? --pregunt Zhavon. No hubo

    ms respuesta que el silencio: Alvina tena la experiencia suficientepara saber que no era buena idea hacer el tonto con Mama--. Esopensaba.

    --Bien, y qu vas a hacer?

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    --No lo s. --Cmo se supona que iba a saberlo? Por esohaba llamado a Alvina, pero hasta el momento su amiga no habasido de mucha ayuda--. Supongo que ir.

    --Es por tu puta culpa --dijo Alvina.--Ya s que es por mi puta culpa --contest. Cuntas veces le

    habra machacado la cabeza Mama con las mismas palabras? Salvoque Mama no deca tacos, por supuesto--. No necesito que me lorecuerdes. --Zhavon se ech hacia atrs en la cama. Con la manolibre, se tante las marcas que le quedaban en la cara. No dejarancicatriz. La mayor parte de las magulladuras haban desaparecido.En cuanto se le curasen del todo algunos rasguos, estara tan biencomo siempre. Entonces, se preguntaba a veces, por qu todo elmundo armaba tanto revuelo?

    --Si te hubieses mantenido alejada de Adrien...

    --No iba a ver a Adrien! --La mentira le sali con prontitud, perono fue convincente.

    --Uh-huh.--Qu quieres decir con "uh-huh"?--Quiero decir "Uh-huh, seguro que no ibas a verle?"--No soy tan estpida --dijo Zhavon, dndose cuenta, mientras

    pronunciaba las palabras, de lo estpida que haba sido... peroaquello no significaba que tuviesen que recordrseloconstantemente--. Mira, no necesito que me toques las narices

    dicindome lo estpida que soy. Ya puedo hablar con Mama paraeso.Hubo otro largo silencio entre las dos chicas.--Lo s... --dijo Alvina por fin--. Pero a veces eres tan estpida...Zhavon se ri a su pesar. Todo haba sido demasiado serio

    desde una semana y media antes, cuando fue golpeada y casiviolada. Quiz fuese la primera vez que rea desde entonces. Nopoda recordarlo con seguridad. Contuvo la risa para no molestar aMama... aunque ni siquiera saba que su hija estaba al telfono.

    --De todas formas, seguro que en Hayesburg hay mejores

    colegios --dijo, no porque le interesase mucho, sino porque no se leocurra nada ms esperanzador a lo que aferrarse. Lo ltimo quequera era ser enviada a casa de Ta Irma, pero no pareca tener vozni voto en el asunto.

    --Mejores colegios, pero Adrien no estar.--Olvdame, ta! --grit Zhavon, tapndose la boca enseguida.

    No tena ninguna necesidad de cabrear de nuevo a Mama--.

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    Escucha, me voy pasado maana. As que si te parece, puedes traertu pattico culo maana por la noche para hacer compaa a miestpido culo...

    --Y llamaremos al gordo culo de Angelique... --apunt Alvina.Las dos soltaron risitas de nuevo.

    --Llamaremos al gordo culo de Angelique --acept Zhavon-- y...--De pronto, las palabras se bloquearon en su garganta. La risa seconvirti en un burujo en el fondo de su estmago. No poda forzarsea terminar--. Y... --Y despus no volveran a verse.

    --Y pasaremos un buen rato --dijo Alvina.--Claro --contest Zhavon, aunque ambas saban que no era

    aquello lo que haba querido decir--. Mira, tengo que dejarte.Hablamos maana.

    Tras colgar el telfono, Zhavon oy el suave sonido de la tele al

    otro lado de la pared. Probablemente Mama no dormira aquellanoche. Como la mayora de las noches desde una semana y mediaantes.

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    Domingo, 18 de julio de 1999, 12:34 AMUna vivienda en Harlem, ciudad de Nueva York

    Posada sobre la barandilla de la escalera de incendios, Ramonaobserv el tranquilo sueo de Zhavon. Las primeras noches despusdel asalto, la chica se haba agitado y gritado, intentando escapar delos matones que embrujaban sus sueos.

    Aqu fuera es peor, le advirti Ramona en silencio.Un chirrido de ruedas lleg desde varias manzanas de distancia.

    Ramona se encogi, esperando el choque, pero no lo hubo. Casi

    enseguida, volvi a mirar a Zhavon para comprobar que el ruido no lahubiese despertado. La chica segua durmiendo en paz. A lo largo desemanas de observacin, Ramona haba desarrollado un increblesentido de cundo se despertara la durmiente: un suave giro de lacabeza y un estiramiento del cuello justo antes del reveladortemblequeo de los prpados. Ramona estaba segura de que apartede la noche de la agresin Zhavon no la haba visto nunca, y lo de

  • 7/29/2019 Clanes 03 - Grangel - Gherbod Fleming

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    aquella noche poda tomarse como efecto de la histeria o el trauma.Aun as, haba ocasiones en las que Zhavon estaba despierta,ocasiones en las que Ramona saba con seguridad que no podaverla, en que la chica de piel oscura pareca saber que alguien --oalgo-- la observaba.

    Recuerdo esa sensacin, pens Ramona.El ruido de algo movindose en las sombras de abajo la distrajo

    por un momento, pero no haba nada all.Chica, esta noche ests a la que salta. Probablemente por aquel

    motorista de la noche anterior, pens... lo que le hizo recordar que nodebera dejar sola a Jen con tanta frecuencia. Darnell no pasaba mstiempo con ella del imprescindible, y qu pasara si volviese elmotorista?

    Pero la mirada de Ramona volvi a desviarse hacia Zhavon.

    Ramona comprenda los temores de Jen, e incluso comparta unoscuantos, pero senta una extraa y ms profunda afinidad conZhavon. Jen era el monstruo en que Ramona se haba convertido, yhaba una conexin all, pero Zhavon era el ser humano que ellahaba sido antes. La chica mortal pareca tan tranquila bajo lasabana... Pero