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    Gonzalo Snchez G.Coordinador del Grupo de Memoria Histrica

    Martha Nubia Bello AlbarracnRelatora de la investigacin sobre el Caso Emblemtico de Bojay

    Pilar Riao AlcalCorrelatora

    Belky Mary PulidoCamila Orjuela VillanuevaRicardo Chaparro Pacheco

    Asistentes de investigacin

    Diana Marcela GilAsistente administrativa

    Edwin Novoa lvarez

    Alejandro Crdenas PalaciosCamilo VargasJess Flrez y Esperanza Pacheco Ramrez, Fundacin

    Universitaria Claretiana FUCLA-.Michael L. Evans, National Security Archive

    Consultores tcnicos de la investigacin

    Bojay:La guerra sin lmites

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    Delis Palacios Herrn, Representante ADOM. Auria Saavedra Pisco,Hermana Agustina Misionera - Bellavista. Elizabeth lvarez Vsquez

    (Lucero), Habitante Bellavista. Macaria Alln Chaverra, Habitante Be-llavista. Lubim Valencia, Habitante Bellavista. Leyner Palacios Asprilla,

    Lder COCOMACIA.Gestores locales de memoria

    Consejo Comunitario Mayor de la Asociacin Campesina Integral delAtrato COCOMACIA-; Asociacin Indgena Embera Wuounaan -ASO-REWA-; Foro Intertnico Solidaridad Choc FISCH-; Asociacin de Vcti-mas Dos de Mayo -ADOM-; Asociacin de Desplazados Aro Descendien-tes del Choc ADACHO-; Comit de Desplazados de Gestin y Veedura

    Departamental -CODEGEVED-; Movimiento Regional de Vctimas delChoc; Comit Dos de Mayo, Grupo de mujeres Guayacn y Grupo de

    Danzas Jorge Luis Mazo de Bellavista; Grupo Zaate de Viga del Fuerte;Consejo Comunitario de Napip; Dicesis de Quibd (Vicara de Pas-toral Aro, Vicara de Pastoral Indgena, Pastoral Social y Comisin de

    Vida, Justicia y Paz); Equipos misioneros de Viga del Fuerte y Bellavista(Hermanas Agustinas Misioneras, Hermanas Lauritas, Misioneros delVerbo Divino, Padres Diocesanos), Conerencia Nacional de Organi-

    zaciones Arocolombianas CNOA-; Corporacin Centro de PastoralArocolombiana CEPAC-

    Participantes

    Miembros del Grupo de Memoria Histrica

    Investigadores:lvaro Camacho, Andrs Surez, Csar Caballero,Fernn Gonzlez S.J., Ivn Orozco, Jess Abad Colorado,Len Valencia, Mara Emma Wills, Mara Victoria Uribe,

    Martha Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Pilar Gaitn,Pilar Riao, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincn.

    Asistente de Coordinacin:Laura Corral B. Impacto Pblico y divulgacin:Natalia Rey C., Andrs Elasmar. Gestora de proyectos:Paula Ila. Coordina-dora Administrativa:Ana Lyda Campo.

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    Bojay: La guerra sin lmites

    Comisin Nacional de Reparacin y Reconciliacin

    Angelino GarznVicepresidente de la Repblica

    ComisionadosEduardo Pizarro Leongmez, Presidente de laCNRR, Delegado del Vice-presidente de la Repblica; Ana Teresa Bernal Montas, ComisionadaSociedad Civil; Patricia Buritic Cspedes, Comisionada Sociedad Civil;Jaime Jaramillo Panesso, Comisionado Sociedad Civil; Monseor Nel

    Beltrn Santamara, Comisionado Sociedad Civil; Oscar Rojas Rentera,Comisionado Sociedad Civil; Patricia Perdomo Gonzlez, ComisionadaRepresentante de las Vctimas; Regulo Madero Fernndez, Comisionado

    Representante de las Vctimas;Germn Vargas Lleras, Ministro del Interior y

    de Justicia; Juan Carlos Echeverry Garzn, Ministerio deHacienda; VolmarPrez Ortiz,Deensor del Pueblo; Patricia Luna Gonzlez,Delegada de la

    Deensora del Pueblo; Mario Gonzlez Vargas,Delegado de la ProcuraduraGeneral de la Nacin; Diego Andrs Molano Aponte, Alto Consejero Presi-

    dencial para la Accin Social y la Cooperacin Internacional

    Equipo DirectivoEduardo Pizarro Leongmez, Presidente;Catalina Martnez Guzmn,Directora Ejecutiva; Carlos Humberto Cardona Botero, Coordinador

    Planeacin; Fernando Ramrez Ochoa, Coordinador Administrativo yFinanciero; Martha Luca Martnez Escobar, Coordinadora de Comunica-ciones y Prensa; Mara Cristina Hurtado Senz, Coordinadora Gnero y Po-blaciones Especcas; Mara Anglica Bueno Cipagauta, Coordinadora delrea de Reconciliacin; Olga Alexandra Rebolledo lvarez, CoordinadoraReparacin y Atencin a Vctimas; Gonzalo Snchez Gmez, Coordinadordel Grupo de Memoria Histrica; lvaro Villarraga Sarmiento, Coordina-dor del rea deDDR; Jos Celestino Hernndez Rueda, Coordinador del

    rea Jurdica; Gerardo Vega Medina, Coordinador Sede Antioquia; Mnica

    Meja Zuluaga, Coordinadora Sede Atlntico; Arturo Zea Solano, Coordi-nador Sede Bolvar; Mara Daz Galvis, Coordinadora Sede Centro; Ingrid

    Cadena Obando, Coordinadora Sede Nario; Zuleny Duarte Fajardo,Coordinadora Sede Putumayo; Ana Maryury Giraldo Palomeque, Coor-dinadora Sede Choc; David Augusto Pea Pinzn, Coordinador Sede

    Nororiente; Eduardo Porras Mendoza, Coordinador Sede Sucre; AntonioMara Calvo Silva, Coordinador Sede Cesar; Jorge Vsquez Pino, Coordina-dor Sede Valle del Cauca; Luis Gonzalo Agudelo Hernndez, Coordinador

    Sede Llanos Orientales.

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    TAURUS

    PENSAMIENTO

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    2010, CNRR Grupo de Memoria Histrica 2010, Ediciones Semana De esta edicin:2010, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alaguara, S. A.Calle 80 No. 9-69Telono: (571) 639 60 00Bogot, Colombia Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A.

    Av. Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires Santillana Ediciones Generales, S.A. de C.V.

    Avenida Universidad 767, Colonia del Valle,03100 Mxico, D.F. Santillana Ediciones Generales, S.L.

    Torrelaguna, 60. 28043, Madrid

    ISBN: 978-958-758-024-2Impreso en Colombia Printed in ColombiaPrimera edicin en Colombia, septiembre de 2010

    Diseo de cubierta: Publicaciones Semana

    Este es un documento pblico cuyo texto completo se podr consultar enwww.memoriahistorica-cnrr.org.co y www.cnrr.org.co

    Crditos otogrfcos:Portada: Cada 2 de mayo, las cantadoras de Pogue acompaan con alabaos a la

    comunidad de Bellavista que reunida en la Iglesia San Pablo Apstol, recuerday dignifca a sus muertos. Fotograa: Jess Abad Colorado, Grupo de MemoriaHistrica - CNRR, 2 de Mayo de 2010

    Interior: Archivo Grupo de Memoria Histrica - CNRR; Archivo Equipo de Comu-nicaciones de la Dicesis de Quibd; Jess Abad Colorado, Grupo de MemoriaHistrica CNRR; Steve Cagan, otgrao independiente

    Diseo mapas:Equipo Bojay Grupo de Memoria Histrica CNRR.

    Corrector:

    Hernn Daro Correa.La totalidad de las regalas producto de la venta de este libro ser donada por laFundacin Semana y Editorial Taurus a un proyecto previamente concertado conla comunidad de Bojay.

    Este inorme es de carcter pblico. Puede ser reproducido, copiado, distribuido ydivulgado siempre y cuando no se altere su contenido y se cite la uente. Se excluyede esta autorizacin el material otogrfco sealado con Copyright (C).

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    Agradecimientos

    Esta investigacin no hubiera sido posible sin la participacin de

    mujeres, hombres, abuelos, jvenes, nios y nias de las comuni-dades de Bellavista, Napip (Bojay Choc), y Viga del Fuerte(Antioquia); muchos de los cuales hacen parte de amilias vcti-mas de la masacre o se encuentran en situacin de desplazamien-to orzado en la ciudad de Quibd.

    El Grupo de Memoria Histrica de la Comisin Nacional deReparacin y Reconciliacin (mh) agradece a las numerosas enti-dades estatales, internacionales y de la sociedad civil, as como a

    las personas que contribuyeron a la realizacin de este inorme.MH reconoce el enorme aporte de quienes ueron gestores y

    gestoras locales de la memoria, de las organizaciones sociales y lasinstituciones locales y regionales: Colegio Cesar Conto, InstitutoColombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Hospital de Bellavista;Colegio Indgena de Viga del Fuerte, Corporacin ComunidadSan Jos, Deensora del Pueblo y Procuradura General de laNacin; al igual que la contribucin de organizaciones Interna-

    cionales como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas paralos Reugiados en Colombia (ACNUR) y la Ofcina para la Coor-dinacin de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA).Destacamos el particular aporte de la Corporacin Jurdica Liber-tad, la Dicesis de Quibd y la Fundacin Universitaria Claretiana FUCLA. As mismo, agradecemos los comentarios que sobre lasversiones preliminares del inorme hicieron Camilo Villamizar,de la Sede Choc de la Comisin Nacional de Reparacin y Re-

    conciliacin y Juliana Villa.

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    Bojay: La guerra sin lmites

    Agradecemos tambin a la Agencia Presidencial para la AccinSocial y la Cooperacin Internacional, a la Agencia Catalana deCooperacin al Desarrollo, a la Procuradura General de la Na-cin y a la Corporacin Opcin Legal, por el apoyo econmico

    y tcnico para la realizacin y divulgacin de esta investigacin.Igualmente, a la Embajada de Suiza en Colombia y la Funda-cin Ford Chile, que han acompaado las mltiples actividadesdel grupo de investigacin desde sus inicios.

    El equipo de investigador quiere hacer una mencin muy espe-cial al Consejo Consultivo Internacional (CCI) de MH, y en particu-lar a Daniel Pcaut, Elizabeth Lira y a su Presidente M Bleeker,por la lectura y los aportes hechos a este inorme en el marco delII Encuentro del CCI los das 3 y 4 de junio de 2010 en la ciudadde Bogot.

    Finalmente, agradecemos a Publicaciones Semana, a la Funda-cin Semana y al Archivo General de la Nacin por contribuir ala publicacin y divulgacin de este inorme; y a los dems sociosde la III Semana por la Memoria por hacer posible la apertura denuevos espacios de democratizacin de la memoria histrica enColombia.

    MH es el nico responsable del contenido de este inorme y

    hace pblico reconocimiento del estricto cumplimiento que se leha dado a la autonoma acadmica y operativa, conerida para eldesarrollo de su mandato por la Plenaria de la Comisin Nacio-nal de Reparacin y Reconciliacin, encabezada por el entoncesVicepresidente de la Repblica Dr. Francisco Santos Caldern ypresidida por el Dr. Eduardo Pizarro Leongmez.

    El Grupo de Memoria Histrica quiere ser un espacio para elreconocimiento, la dignifcacin y la palabra de las vctimas de la

    violencia en Colombia.

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    Contenido

    AgrAdecimientos ............................................................................ 13

    Prlogo: BojAy: LaguerrasinLmites.......................................13Un crimen de guerra 14Recriminaciones recprocas, responsabilidades negadas .......15Usos y sentidos de la masacre ...................................................19

    introduccin ................................................................................. 25

    i. memoriAsdelhorror: Loshechos...........................................35El preludio de la masacre ........................................................ 37

    Mayo de : la llegada paramilitar al Medio Atrato ..............37Un nuevo episodio: la toma guerrillera de Viga del Fuerte,

    Marzo de ................................................................42Mayo de 2002: La disputa por el dominio territorialy la masacre de Bojay ........................................................... 44

    Las alertas tempranas ..........................................................44Reacomodo de uerzas: Paramilitares y Guerrillarente a rente, entre el y el de abril ................................45

    La Masacre: de mayo ........................................................53Por entre las sombras: entre el y el de mayo .......................70

    Memorias del xodo y del Retorno: entre el de mayo y septiembre .........................................................76

    Despus de la masacre: la guerra contina ............................. 80

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    Bojay: La guerra sin lmites

    ii. memoriAsdelosdAosProducidosPorlAviolenciA: cambios,prdidasyrupturasenLavidadebojayyLaregin.....................87Los daos en Bojay y la degradacin del

    conicto armado .....................................................................91

    La muerte de los nios y nias, las mujeresy los adultos mayores ........................................................92La muerte y el horror en un lugar sagrado: la iglesia ................98El desplazamiento orzado: los rituales impedidosy el desarraigo ................................................................100

    El uso de arteactos no convencionales: las muertes,las huellas y los daos en los cuerpos .................................105

    La masacre: la balanza entre el error y el costo de la guerra .....108La vulneracin del territorio y los daos en la regin ......... 109

    El territorio vulnerado ................................................................ 111El desplazamiento orzado como experiencia de enajenacin .... 115Los que se quedaron, los que retornaron, y la experiencia

    de proanacin ............................................................... 116Los quiebres y rupturas en el tejido social y en las dinmicas

    socioculturales ................................................................ 118Los daos a las dinmicas productivas: dejar de hacer

    dejar de ser .................................................................... 121

    Los impactos sobre los procesos organizativos .........................122

    iii. memoriAsdelAexclusin:LgicasentensinenchocyeLmedioatrato............................137Dinmicas de poblamiento y coexistencia dialogante ..........140Intervencin estatal, absentismo y organizacin social ........144Economa extractora, exclusin y violencia: la desgracia

    de la buena suerte ...............................................................156

    El Atrato como territorio de guerra y la lgicageoestratgica armada ..........................................................163La conrontacin por el dominio territorial ............................ 163La guerra y el desplazamiento orzado .................................. 174

    iv. memoriAsinstitucionAles: .....................................................179La reubicacin de Bellavista ...................................................182

    Las complejidades y desencuentros en el proceso

    de reubicacin ................................................................187

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    Los reiterados incumplimientos: Se-ver ............................. Las obras inconclusas ........................................................ La generacin de ingresos: expectativas truncadas..................Los cambios abruptos en sus costumbres y prcticas cotidianas .

    Reparacin integral o poltica social y ayudahumanitaria? ....................................................................... 200

    v. memoriAsdelAjusticiAylAimPunidAdenelcAsodeBojAyA.............................................................209El crimen de guerra y las imputaciones .................................210

    La responsabilidad de lasFARC ............................................. 212La responsabilidad estatal .................................................. 218

    La responsabilidad de los agentes del Estado:disciplinaria y penal ................................................ 221

    La Jurisdiccin Penal Militar ......................................226La responsabilidad de los paramilitares ................................226Las investigaciones judiciales adelantadas rente

    a los hechos ocurridos los das anteriores y posterioresa la masacre de Bojay ....................................................229

    La investigacin disciplinaria ......................................229La investigacin penal ...............................................230

    Limitaciones al Derecho a la Verdad ..............................233La identicacin y entrega de los cuerpos .......................234

    El derecho a la Reparacin y el curso de lasindemnizaciones .................................................................. 235

    La impunidad en el contexto del Medio Atrato ................239

    vi. significAdoseimPActosdelAmAsAcrede BojAyenelordeninternAcionAl ..................................................249

    Itinerario de la participacin internacionalrente a la masacre de Boyaj ...............................................251Estados Unidos, un actor relevante. Tensionesy contradicciones de la asistencia militar ............................ 251

    La Masacre de Bojay, derechos humanos y comercio ..............259El sistema de proteccin de los derechos humanos de

    Naciones Unidas y la revelacin de la barbarie ...................261La convocatoria de lasonginternacionales y la asistencia

    humanitaria ..................................................................264

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    Bojay: La guerra sin lmites

    vii. memoriAsdelAvidA: LostrabajosdedueLoLaorganizacinsociaLyLosprocesosderesistencia........................................271

    Organizaciones regionales y deensa colectiva del territorio:cocomacia, orewa y Asociacin orewa .............................. 273

    Expresiones locales de memoria, organizaciny resistencia ............................................................................281Las mujeres: bordadoras de esperanza ...................................283Los jvenes: la resistencia en movimiento ............................286Los trabajos de duelo y las iniciativas de memoria .................292

    El reconocimiento y la exigibilidad de los derechos ........... 299

    viii. memoriAsdefuturo: recomendacionesfrenteaLcasoembLemticodebojay..............................................309

    En materia de justicia .................................................................. 309En materia de verdad ...................................................................311En materia de reparacin.............................................................312En materia de garantas de no repeticin ...................................316En materia de atencin y garanta de derechos a

    la poblacin en situacin de desplazamiento PSD .............318En materia de poltica pblica para la atencin integral

    a las vctimas de violaciones a los derechos humanos .............319

    Exhortaciones fnales ................................................................. 323

    BiBliogrAfA............................................................................325

    Anexos ....................................................................................335

    ndicesdemAPAs, grficoycuAdros.........................................342

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    Bojay: LaguerrasinLmites

    Gonzalo Snchez GDirector Grupo de Memoria Histrica

    Pobladores y autoridades civiles de Bojay, tras aos de con-rontacin de guerrillas y paramilitares en el Medio Atrato, ela-boraron en 1999 una Declaracin por la vida y por la paz. Fue unmemorable manifesto de autonoma cvica rente a las presionesde los actores armados. All se planteaba la exigencia de respetoal Derecho Supremoa la vida, a la libre movilizacin, a no ser niinormantes, ni colaboradores, ni fnanciadores. Se ratifcabanigualmente los compromisos de rechazar todo tipo de oreci-

    miento o exigencia que pretendiera involucrar a sus habitantesen la guerra. Era la voz de una comunidad local que invocaba yafrmaba su derecho a vivir en paz en su territorio ancestral.

    Desde ese entonces hasta hoy insurgentes y paramilitares handesodo el clamor de estos pueblos. Ignoraron incluso la splicacolectiva de los habitantes de Bellavista de cese al uego el 2 demayo de 2002, luego de que 79 personas murieran y decenas re-sultaran heridas como consecuencia de la explosin en el centroreligioso local de un cilindro bomba lanzado por las Fuerzas Ar-madas Revolucionarias de Colombia, FARC, en su conrontacincon los paramilitares. La poblacin qued a merced del uegocruzado pese a que con anterioridad a la masacre ueron emiti-das ms de siete alertas por parte, entre otras, de la Ofcina delAlto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Hu-manos OACNUDH- , la Deensora del Pueblo y otras institu-ciones que advertan sobre la inminencia de un enrentamiento,sin haber encontrado respuesta alguna. La comunidad abatida e

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    Bojay: La guerra sin lmites

    inerme recibira auxilio de autoridades civiles pasados dos dasy de las Fuerzas Militares slo cuatro das despus, cuando latragedia ya estaba consumada.

    Un crimen de guerra

    El enrentamiento se produjo en Bellavista, en el corazn dela cabecera municipal de Bojay, y sitio de concentracin de lamayor parte de la poblacin, la cual estuvo prcticamente sitiadadurante varios das soportando los ms agudos padecimientosen materia de salubridad y hambre. La poblacin civil en estadode indeensin, qued como escudo ante la total indierencia delos seores de la guerra que atacaban blancos civiles de maneraindiscriminada, recurriendo repetidamente al lanzamiento dearmas no convencionales, tales como cilindros bomba con me-tralla, e impidiendo la atencin y auxilio mdico a las personasheridas. Todas estas circunstancias hacen que lo sucedido en Bo-jay pueda ser catalogado como un crimen de guerra.

    All se quebrantaron, en eecto, todas las normas de protec-cin o salvaguarda de la poblacin civil rente a peligros y vul-

    neraciones procedentes de operaciones militares en medio delconicto reguladas particularmente por el derecho internacio-nal humanitario-, no slo por parte de las FARC sino tambinde los paramilitares. Resulta repudiable, por decir lo menos,que mientras entre los combatientes practicaban una guerra decaballeros, pactando incluso las horas de inicio y cierre de losenrentamientos, las hostilidades no se hubieran suspendido nisiquiera despus de que un cilindro bomba, de los tantos que

    lanzaron las FARC, impactara la Iglesia en la que la comunidadlocal se resguardaba del combate. Los daos y surimientos dehombres y mujeres -adultos, nios y ancianos-, ostensibles paraambos contendores, no suscitaron la ms mnima consideracin.No hubo treguas para la poblacin, slo para el descanso de loscombatientes, una expresin ms del menosprecio de los actoresarmados hacia la poblacin civil.

    Los bojayaseos estaban solos. La llegada de la Fuerza Pblica

    das despus de lo sucedido no garantizaba proteccin eectiva a

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    Bojay: La guerra sin lmites

    la gente, ni la ayuda humanitaria anunciada. Los ametrallamien-tos indiscriminados, los saqueos, el intercambio complaciente demiembros del Ejrcito con algunos de los perpetradores, deja-ban a la poblacin civil como nico recurso el desplazamiento

    orzado a Quibd o a otras poblaciones para escapar de la con-rontacin armada.

    Recriminaciones recprocas, responsabilidades negadas

    La responsabilidad criminal en la masacre de Bojay se hapretendido diluir en un crculo de recriminaciones recprocas,o se ha enocado en uno solo de los actores armados. En esteorcejeo de imputaciones, las responsabilidades polticas hanquedado opacadas por los impactos inmediatos de las escenasde horror. Desde el momento mismo de los acontecimientos has-ta hoy los actores armados y los institucionales han abierto unabanico de versiones, que en el imaginario social han operadocasi como sustitutos de la justicia y de la verdad, una verdad quea menudo excede las responsabilidades que se pueden establecerpor los entes judiciales. La no dierenciacin, pero tambin la

    exoneracin de responsabilidades, o una equivalencia entre lasmismas, es distorsionadora y puede resultar peligrosa. En eec-to, la discriminacin de la culpabilidad es indispensable no slopara la aplicacin de la justicia y la valoracin del castigo, sinotambin para la determinacin de los daos ocasionados y elestablecimiento de las medidas de reparacin integral.

    La responsabilidad criminal de las FARC es incuestionablepara el comn de los colombianos. Fueron los guerrilleros del

    rente Jos Mara Crdoba quienes lanzaron un total de cuatropipetas sobre la poblacin, una de las cuales explot en la Igle-sia-reugio. Por eso suenan tan provocadoras las declaracionesdel grupo insurgente, que presentan lo sucedido como un sim-ple error o un dao involuntariamente causado, y que adems tras-ladan la carga de la culpa a las Fuerzas Militares aliadas con lasAutodeensas Unidas de Colombia. La masacre, descrita comouna de las ms grandes tragedias humanitarias en Colombia,

    es consecuencia de una accin reiterada desde 1998, el uso de

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    Bojay: La guerra sin lmites

    cilindros bomba convertidos en armas por parte de la organiza-cin insurgente. Sus eectos destructivos en objetivos militares ytambin en la poblacin civil eran ya de pblico conocimiento.En Bojay ya haban sido empleados en el ao 2000.

    La masacre de Bojay marc un punto de inexin en lamirada hacia las FARC dentro y uera del pas, y en generalsobre las representaciones del conicto armado interno. LasFARC eran ya una guerrilla desacreditada internamente, tan-to por el racaso de los dilogos de paz del Cagun, atribui-do por muchos a su alta de voluntad poltica, como por lacrueldad de sus acciones, no slo contra civiles sino contra laFuerza Pblica. En este contexto, Bojay ue tal vez el episodiode violencia lmite que termin por quebrar la legitimidadsocial y poltica que pudiera tener todava la insurgencia. Dehecho, la masacre sera presentada por los gobiernos salientey entrante como la demostracin palmaria de que con unaguerrilla degradada era imposible la negociacin poltica. Laimagen de una guerrilla campesina y heroica, promovida des-de las propias flas insurgentes, y compartida por muchos, setransorm despus de Bojay en la de una guerrilla destruc-tora y sanguinaria.La idealizacin de la lucha guerrillera de

    las FARC quedaba en el pasado.Adicionalmente, y a consecuencia de ello, la condena del

    hecho criminal por varias ONG, como Amnista Internacio-nal y Human Rights Watch, y la catalogacin de las FARC porla Unin Europea como organizacin terrorista, le puso renoa la denominada diplomacia paralela de la insurgencia. Ladeterminacin de la Unin Europea ue a su vez el prembulodel viraje gubernamental hacia la prevalencia de la va mili-

    tar en el manejo del conicto armado interno, lnea que seimpuso con la eleccin popular de lvaro Uribe Vlez comopresidente de la Repblica. Hasta el momento, la justicia co-lombiana ha vinculado penalmente por estos hechos a un to-tal de 36 guerrilleros, incluidos miembros reconocidos de lacpula de las FARC.

    Aunque la opinin dominante da por sentado que el escla-recimiento de los hechos y de los responsables de la masacre

    de Bojay es asunto resuelto, cabe anotar que rente a otros

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    niveles de responsabilidad los avances son muy precarios. Espreciso sealar igualmente que la masacre no ue el fn de laguerra en la regin, a pesar de la amplia presencia desplegadapor las Fuerzas Militares en la zona desde el 2003. La guerra

    sigue cobrando vctimas en todo el Medio Atrato al momentode hacer pblico este inorme, ya que la municipalidad estenclavada en un corredor estratgico del ro y del mar, cuyocontrol se disputan insurgentes, paramilitares, narcotrafcan-tes y bandas criminales.

    Los paramilitares de orma conjunta con las FARC parti-ciparon activamente en la exposicin de la poblacin civil aluego cruzado, elemento central del escenario en el que seprodujo la masacre. La argumentacin contrainsurgente deque su presencia all era deensiva de la poblacin de Bojay,secuestrada por las FARC,1 o el intento de banalizacin de losucedido como una pelea msen los avatares de la guerra, soninjustifcables estrategias de encubrimiento de su responsabi-lidad manifesta. A ello se suman otras violaciones de normashumanitarias, como el desplazamiento orzado y el pillaje pos-terior a la masacre, que hacen igualmente responsables de cr-menes de guerra a las Autodeensas Unidas de Colombia. De-

    jar sin castigo judicial a los paramilitares sera cerrar los ojosa su quehacer delictivo. Las condenas a miembros de las FARCno son cierre del proceso judicial por la masacre y no puedenconvertirse en una especie de salvaguarda que neutralice lacondena pblica y la exigencia de justicia con respecto a laresponsabilidad de los paramilitares. Es preciso romper con lavisin ragmentada de los hechos que asla el evento/masacredel entramado de actores y conrontaciones que estuvieron en

    el origen y desenlace de lo sucedido el 2 de mayo de 2002 enBojay.Por su parte, el Estado colombiano renunci desde antes de

    la masacre a su deber constitucional de proteger a los ciudada-nos y ciudadanas de Bojay. Desde dos aos antes (marzo de2000), y luego de una cruenta toma simultnea de las FARC a

    1 Crdenas, Fernando. Los Paras siguen vivitos, Entrevista a Freddy Rendn

    Herrera, Alias El Alemn. El Espectador. 24 de agosto de 2009.

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    las poblaciones de Viga del Fuerte y Bojay en represalia a lapresencia paramilitar, ueron retirados los miembros de la Po-lica nacional, nicos representantes de la Fuerza Pblica enla zona. La institucionalidad civil de Bojay encabezada por su

    alcalde tambin huy sin que ste uera reemplazado o apo-yado como se deba, en una nueva claudicacin del Estado.El Estado, reconociendo o arguyendo su impotencia, deja los bojayaseos a su suerte, o no se sabe si peor, parecidelegar en grupos armados ilegales la seguridad de los po-bladores que l no estaba en capacidad de garantizar. Bo-jay se convirti, a su manera, en la expresin de un estadolocal allido e ilustra la condicin de abandono de muchaslocalidades colombianas que se debaten entre la violencia yla miseria. En el 2002 haba 158 municipios colombianos sinpresencia permanente de la Polica. Bojay era uno de ellos.Y entre el ao 2000 y el 2003 hubo 160 alcaldes obligados agobernar desde uera de su municipio por la presin de losgrupos armados ilegales2. Dentro de esos alcaldes a distan-cia estaba el de Bojay.

    Todo esto muestra que no se trat de un hecho inesperado.La masacre de Bojay estuvo precedida por numerosas alertas

    que advertan la gravedad de los hechos que se estaban incu-bando y que el Estado desatendi. Un Genocidio anunciado,editorializ crticamente un diario nacional. Pese a ello, el Es-tado no asume su culpabilidad sino que se solidariza con lacomunidad de Bojay, eludiendo su responsabilidad en la ocu-rrencia de los hechos y erigindose l mismo como vctima delas FARC. Estado y sociedad vctimas de las FARC, pareca ser elestandarte justifcador de la pasividad institucional rente a la

    barbarie. La responsabilidad del Estado en Bojay es en princi-pio una responsabilidad poltica derivada del incumplimientode su deber como garante de derechos. Pero va ms all. En elplano administrativo, el Estado recibi en el 2008 las dos pri-meras condenas por su inaccin rente a las alertas tempranasdivulgadas con ocho das de anterioridad. La eventual culpa-

    2 Forero, Leticia y corresponsales, Ex alcaldes: sigue su drama, El Tiempo,

    junio 19 de 2004.

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    bilidad criminal, por omisin, de los responsables militares dela zona o por complicidad de agentes la Fuerza Pblica en lamasacre, es una materia todava pendiente y sobre la cual haycelosa reserva en la Jurisdiccin Penal Militar.

    Se puede afrmar que la institucionalidad antasmal del Es-tado precede la masacre, y que es la Iglesia catlica, la quea travs de la Dicesis de Quibd, suple su ausencia, pese aque ella tambin sure los estragos de la guerra en la regin.Esta tragedia se pudo evitar pero el Estado slo entra a un pueblocuando han matado a un poco de gente3, describe con crudeza ytambin con resignacin un habitante de Bojay.Y es que lareclamada presencia del Estado slo se materializa despusde la masacre. Como en tantos otros lugares de la guerra, elEstado colombiano ha comenzado a instalarse o a hacerse vi-sible en la zona, cabalgando sobre los acontecimientos, en unaespecie de reconocimiento de que el territorio y la poblacinsolo cobran existencia real por cuenta del conicto armado.

    Lo sucedido en Bellavista, cabecera municipal de Bojay,pone en evidencia de manera dramtica el desamparo y lasoledad en la que viven la guerra centenares de pequeos po-blados colombianos, alejados de los principales centros admi-

    nistrativos y polticos del pas, y carentes de los recursos mselementales, incluidos los de comunicaciones. Marginalidady violencia se encuentran con todos sus eectos perversos enestos rincones olvidados de la geograa colombiana.

    Usos y sentidos de la masacre

    La dimensin de los hechos, y la amplia diusin en los me-dios de comunicacin, hacen de Bojay un crimen de guerradicil de olvidar para la mayora de los colombianos.

    La memoria de la masacre es movilizada, desde el momentomismo de los hechos, con dierentes sentidos o intencionalida-des polticas, en permanente transormacin y competencia.

    3 Hernndez Mora, Salud. Ms cornadas da el hambre, El Tiempo, mayo

    12 de 2002.

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    En una lectura inicial por parte del Estado, Bojay ue conver-tida particularmente en un smbolo institucional de la violen-cia de las FARC y en un emblema disuasorio de toda tentativanegociadora del conicto. El 2 de Mayo de 2002 aqu las FARC

    asesinaron a 119 personasQue no se nos olvide nunca!, rezaba lapancarta instalada a la entrada del municipio. En eecto, unuso muy especfco de la tragedia ue el de la Fuerza Pblicaque enatizando y petrifcando la mirada en la destruccinguerrillera, convierte su propia ausencia y su llegada tardaal escenario criminal en un argumento para undamentar lasolicitud de mayores recursos econmicos que permitieran elincremento del pie de uerza a nivel nacional. De orma re-

    ciente, con el transcurrir de las conmemoraciones, Bojay espresentada por el Estado como un lugar de afrmacin pro-pia, con sus autoridades, sus inversiones y sus servicios y, porello, como la encarnacin del trnsito de una memoria de ladestruccin guerrilleraa una memoria de la reconstruccin lidera-da por el Estado.

    La memoria de la masacre de Bojay, ha sido convertida enun lugar signifcativo de la historia del conicto colombiano

    y en cuanto tal es y seguir siendo objeto de disputa. As, encontraste con la lectura dada desde el Estado, otro registro demenor circulacin utiliza la imagen de la masacre de Bojay-ocurrida poco tiempo despus del fnal de la zona de despe-je del Cagun- para argumentar la necesidad de un manejodel conicto por va del dilogo, como estrategia ms eectivapara evitar la repeticin de eventos similares. Es de notar queuna y otra son memorias construidas desde uera de la comu-nidad y dirigidas no tanto para las vctimas locales como paraun pblico nacional e internacional. Son memorias que slode manera marginal o subsidiaria se ocupan de los impactosdirectos de la violencia en estas localidades especfcas y de lossentidos de los hechos coneridos por los pobladores.

    La lectura construida por los habitantes de Bojay, pobla-cin arocolombiana casi en su totalidad, enmarca la masacreen perspectiva ms amplia de la violencia continua padecida-antes y ahora- en el conicto armado bajo la presencia de

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    los dierentes actores armados. La masacre es as mismo vistacomo una extensin de la violencia estructural, de la margi-nalidad y la exclusin tradicional a la que han sido sometidosestos pueblos. En esta mirada, generalmente relegada, la ma-

    sacre no es un episodio sino un momento de un largo procesode exclusiones que se expresa en el limitadsimo acceso a losrecursos, a los servicios del Estado y a los canales de comuni-cacin con los poderes centrales. Para los bojayaseos en lamasacre hacen eclosin los silencios, los olvidos y las deudashistricas de Colombia con sus minoras tnicas y en especialcon las comunidades arodescendientes. Las injusticias del pa-sado se entrecruzan con las injusticias del presente. All secondensan las tensiones y carencias derivadas de una ciuda-dana largamente postergada y de una construccin nacionalinconclusa.

    Si se piensa en la magnitud de los eventos en trminos demuertos, heridos y desplazados, rente al tamao de la pobla-cin, se puede decir que los daos ocasionados por la masacreueron catastrfcos. Toda amilia qued de alguna maneraen duelo, todas las amilias tuvieron que participar en la bs-queda y el conteo de sus vctimas. En los ms diversos parajes

    de la localidad estn presentes las huellas de la guerra: en laiglesia destruida y el viejo pueblo enmontado; en los espaciosvacos dejados por las antiguas viviendas sobre el ro; en losrostros y a menudo en los cuerpos de muchos habitantes. Elpaisaje del recuerdo interpela directa y cotidianamente. Lasostensibles huellas espaciales y corporales de la violencia noson en este caso creacin posterior de alguna organizacin,entidad pblica o de las propias vctimas, sino que tienen

    como punto de partida la marca territorial de la ruina-monu-mento. Bojay trastoca las representaciones de la guerra y seinstala en el imaginario y en los hechos como el smbolo de ladegradacin, la materialidad de la destruccin y el surimien-to humano que a su paso va dejando la guerra. Bojay es laradiograa de la guerra sin lmites.4

    4 sta ue la expresin utilizada por la Federacin Internacional de Derechos

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    En el plano social y cultural, un sentido de comunidad sehundi, y la confguracin de la nueva comunidad podra de-cirse que est todava en suspenso. En algn momento los habi-tantes tuvieron que deshacerse de sus viejas viviendas y cambiar

    el lugar, la orma de vivir y de habitar. Y luego comenzar a re-signifcar todo y a buscar modos de congregacin alrededor delo acontecido y de sus repertorios ancestrales para contar, paraescuchar, para compartir, para activar la memoria en torno a laoracin, el canto, la danza, las peregrinaciones, los alabaos, lostejidos y otras expresiones estticas de su dolor. A estos esuerzosde ritualizacin del duelo y la resistencia se van sumando la reac-tivacin de procesos organizativos que sirven como plataorma

    para la discusin y el diseo de sus planes de etno-desarrollo. Setrata en ltimas, de procesos para la invencin de nuevos rum-bos que permitan recomponer la vida comunitaria de la cualalgunos han construido una memoria idealizada. Bojay es a lavez sitio de guerra, sitio de duelo, pero tambin sitio de resisten-cia. El Cristo ragmentado, despedazado, es el cono de las vc-timas a travs del cual, pese a los hechos sucedidos, mantienensu unidad simblica. Es un reerente de la trayectoria personaly colectiva de este pueblo en el antes, el durante y el despus de

    la masacre.Tal vez por las dimensiones y multiplicidad de los daos pro-

    vocados, en trminos de vidas humanas pero tambin por la des-truccin y el arrasamiento de la poblacin, la masacre de Bojayes en los ltimos aos el escenario de guerra donde los colom-bianos nos hemos conrontado ms directamente con la degra-dacin de los actores armados y con la desproteccin de la po-blacin civil en medio del conicto. No es el nico. A travs de

    l hablan decenas de pueblos annimos que han surido tomas,confnamiento, incendios, saqueos, incomunicacin y bloqueosde vveres en una violencia agenciada no slo por la guerrilla,sino tambin por grupos paramilitares e incluso por agentes delEstado. Son poblaciones que como Bojay por una posicin es-

    Humanos en su denuncia de lo ocurrido, el 13 de mayo de 2002. Una Guerra sinLmites: 119 civiles muertos y entre ellos 45 nios, en: http://www.fdh.org/IMG/

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    tratgica o por un privilegiado acceso a recursos se han conver-tido en botn u objetivo de los grupos armados y sus disputasterritoriales. Son comunidades que han padecido y arontadosolas la guerra, sin el respaldo o las garantas del Estado, ni el

    apoyo vigilante o solidario de sus conciudadanos.La memoria del pueblo de Bojay nos pide que recordemos ycondenemos la guerra, venga de quien venga, pero sobre todonos pide que volvamos la mirada a las comunidades de las ml-tiples perierias sociales y geogrfcas del pas y a los complejosretos que esto supone, para que dejen de existir slo cuando laguerra nos habla cruelmente de ellas.

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    Introduccin

    Los sucesos que tuvieron lugar el 2 de mayo de 2002 en Bellavis-ta, Medio Atrato chocoano, confguraron lo que se conoce comola masacre de Bojay. Este hecho que marc la historia del pasdebe ser objeto de reexin colectiva, pues sus caractersticas loconvierten en un caso emblemtico de la violencia en el marco delconicto armado colombiano, y merece particular atencin porlas siguientes razones:

    La masacre debe ser considerada un crimen de guerra contra sujetos

    colectivos.1Lo anterior signifca que la magnitud y complejidad delos daos ocasionados se explican por la pertenencia de las vctimasa las comunidades negras e indgenas,2 las cuales cuentan con uer-tes lazos colectivos y una prounda relacin de vnculo e identidad

    1 La consideracin de los negros o aro-colombianos, y de los indgenas como su-jeto colectivo, en la Constitucin de 1991, en varias leyes, y en la Sentencia de laCorte Constitucional T-254 del 2004, por cuanto cada persona integrante deun grupo tnico es sujeto de derechos individuales; adems, los grupos tnicosson sujetos colectivos de derechos, es decir, que los derechos y las libertades de laspersonas que pertenecen a los pueblos indgenas y a las comunidades negras sonderechos y libertades de la comunidad entendida como conjunto, como culturaque es dierente de las otras, como una manera propia de ver, sentir y expresar larealidad y de apropiarse de su territorio.; Ver Flrez L., Jess y Milln E., Cons-tanza. 2007.Derecho a la alimentacin y al territorio en el Pacco colombiano. Quibd:Dicesis de Quibd, Tumaco, Buenaventura, Istmina y Guapi. p. 182. (Los nasisen el texto original).2 Si bien las comunidades indgenas han sido uertemente aectadas por la masacre yla violencia en la regin, este inorme reconstruye las memorias de las comunidades

    negras y recomienda adelantar un proceso particular con la poblacin indgena.

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    con el territorio. Se trata adems, de grupos que histricamentehan sido aectados de manera sistemtica por la discriminacin, laexclusin social y la explotacin econmica.

    La masacre se destaca por la magnitud de muertes y de daosque

    ocasion. Nunca antes en la historia reciente de Colombia un en-rentamiento armado haba causado la prdida de la vida de 98civiles, 79 como vctimas directas en la explosin de la citada pi-peta; de los cuales 41 ueron mujeres y 38 hombres y, la mayora,(48) menores de 18 aos de edad; otras 13 personas murieronen los hechos precedentes y posteriores al crimen cometido en laIglesia de Bellavista, - pertenecientes a los corregimientos de Na-pip, Viga del Fuerte y Puerto Conto; y 6 personas que estuvieronexpuestas a la explosin de la pipeta, murieron de cncer en eltranscurso de los ocho aos siguientes.3

    Adems de las prdidas de vidas humanas y materiales, la ma-sacre ocasion proundos y complejos daos e impactos morales,culturales y psicolgicos sobre las poblaciones negras e indgenasde Bojay y de la regin. Los hechos acontecidos adems de causarserias lesiones sicas en las personas sobrevivientes, constituyeronun ataque a un centro religioso con importante valor simblico eimpidieron prcticas ancestrales como los ritos mortuorios, que son

    estructuradores de la vida y cultura de estos grupos. A raz de ello,se produjo el desplazamiento orzado de miles de personas, lo cualimplic el destierro y la sobrevivencia en condiciones deplorables eindignantes, en los lugares donde se vieron obligadas a permanecer.

    La masacre ue producto del enrentamiento armado entre lasFARCy los paramilitarespor el dominio territorial de la regin. El grupoguerrillero, en respuesta a la operacin militar realizada por losparamilitares que intentaban retomar el control de la zona, desple-

    g un dispositivo militar que incluy persecucin y enrentamien-tos armados directos. Los paramilitares, rente al hostigamientomilitar, no dudaron en ingresar al pueblo y utilizar a la poblacincivil como escudo humano.

    3 Ver Captulo. 2, Cuadro 2. Universo de vctimas mortales del Medio Atrato porlos hechos violentos asociados a la Masacre de Bojay, ocurridos entre Abril y Mayo

    de 2002.

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    Introduccin

    Hombres, mujeres y nios, buscaron protegerse del uego cru-zado. As, hallaron reugio en el templo del pueblo, no slo por-que se trataba de una edifcacin de cemento sino porque podraorecerles alguna seguridad en trminos de lo que representa

    la Iglesia, debido al carcter sagrado del lugar. Pero todo ue envano. Despus de varios das de combates, las FARC, sin considera-cin alguna por la poblacin civil, lanzaron arteactos explosivosno convencionales (pipetas de gas con metrallas). Uno de ellosestall en el templo provocando decenas de muertos y graves heri-das a ms de cien habitantes; y de este modo causaron el desplaza-miento orzado de prcticamente toda la poblacin.

    Los hechos ocurridos en Bojay han sido tipifcados por diver-sas organizaciones como un crimen de guerra, pues ambos actoresarmados transgredieron todos los principios de los Derechos Hu-manos y del Derecho Internacional Humanitario. Se trat de unataque aleve e indiscriminado contra civiles, incluidos menores deedad, atrapados en el uego cruzado de una guerra sin lmites4, enla cual se recurri de orma continua a prcticas ilcitas proscritasen el mundo entero.

    Si bien estos hechos son nombrados por sus vctimas como lamasacre, y as fgura en los medios de comunicacin y en el ima-

    ginario colectivo del pas, se trata de una matanza masiva de civiles yde un crimen de lesa humanidadque revela la degradacin de la guerraen Colombia. Ilustra de manera cruda el proundo desprecio y ladesidia hacia la poblacin civil por parte de los actores armados ascomo el irrespeto absoluto de las reglas que regulan las guerras.

    A pesar de la desolacin de la poblacin rente a los hechos deviolencia, el caso de Bojay demuestra tambin la capacidad de resis-tenciade las comunidades aectadas para evitar el desplazamiento,

    proteger el territorio y deender su derecho a habitarlo con autono-ma, pues su conciencia histrica y su identidad tnica contienenun rico repertorio cultural, espiritual y organizativo para hacerrente a la guerra y existir como tales en medio de la adversidad.

    4 Segn califcacin de la Federacin Internacional de Derechos Humanos - FIDH.Una guerra sin lmites: 119 muertos y entre ellos 45 nios. Comunicado. 13 de

    Mayo de 2002. En: http://www.fdh.org/IMG/article_PDF/article_a670.pd

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    De otra parte, y en la medida en que esta masacre evidenci eluso generalizado y sistemtico por parte de las FARC de armas noconvencionales, podra ser considerada como uno de los hitos quemarcaron el inicio de un proceso de prdida de apoyo polticoy de creciente

    ilegitimidadde las guerrillas, en tanto gener su condena pblica yel repudio nacional e internacional.As mismo, la negligencia e incapacidad del Estado en su deber y respon-

    sabilidad de proteger a la poblacin civilquedaron en evidencia en loshechos de Bojay, lo cual demostr la precaria institucionalidad de-mocrtica existente as como el apoyo y la tolerancia de uncionariosy miembros de la Fuerza Pblica con estructuras armadas que de-fenden intereses particulares e ilegales. La comisin de la masacreestuvo precedida de varias alertas tempranas y pronunciamientosde organismos de derechos humanos nacionales e internacionales,quienes advirtieron sobre el grave riesgo en que se encontraba la po-blacin civil rente a los inminentes combates. Pero, rente a dichasalertas el Estado no despleg ninguna accin y se mantuvo indieren-te, dejando al descubierto no slo su omisin sino los graves nexosentre miembros de las Fuerzas Militares y los grupos paramilitares.

    Este tipo de respuesta estatal ante el evento coyuntural reerido,obedece tambin a un comportamiento histrico, pues en la masacre

    concurrieron muchos de los actores estructurales que explican la per-sistencia del conicto en regiones como el Medio Atrato colombiano,tales como la ausencia del Estado, la precariedad y el abandono ins-titucional, la prounda inequidad social, la corrupcin, la exclusinpoltica y la discriminacin, sumado al desarrollo de mega-proyectosproductivos que no se traducen en el mejoramiento de las condicionesde vida de las comunidades negras e indgenas.

    El desinters estatal previo a la masacre de mayo de 2002 contras-

    ta con la especial atencin que recibila poblacin despus de loshechos, por parte del gobierno y de organismos nacionales e inter-nacionales. El caso convoc una extraordinaria solidaridad dentroy uera del pas, que se tradujo en una amplia presencia de orga-nismos humanitarios y en el despliegue de una serie de actividadesque invitaron a pensar sobre la dinmica de la guerra, los costosde su degradacin, la condena a los grupos armados y los reclamosde proteccin y de justicia para la poblacin de la regin. A pesar

    de sus buenos propsitos, la avalancha inusitada de uncionarios,

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    Introduccin

    proyectos, obras y acciones, se dio de orma descoordinada y descon-textualizada; y gener, dentro y uera de la comunidad de Bellavista,un amplio debate sobre sus impactos y alcances sociales y culturales.

    La respuesta del Estado mediante un ambicioso proyecto de

    reubicacin de la poblacin aectada, hace de Bojay uno de loscasos que concit mayor inversin y accin gubernamental des-pus de una masacre, lo cual revela con dramtica contundenciaque los procesos de reparacin integral a las vctimas no debencentrarse nicamente en los aspectos econmicos e individuales.La reparacin en Colombia debe atender a las recomendacionesplanteadas en los estndares internacionales y en este sentido, asu-mirse como un proceso integral que avorezca la reconstruccinde los proyectos de vida de las personas y comunidades aectadas,reconozca sus particularidades tnicas y permita la transorma-cin progresiva de las condiciones estructurales de la exclusin ydesproteccin a las cuales han sido sometidas histricamente.

    En cuanto a la resonancia mundial de los hechos, se constatauna verdadera utilizacin de la masacrecon los ms diversos pro-psitos: ante todo, le permiti al gobierno adelantar una uerte yeectiva campaa para la inclusin de las FARC en la lista de organi-zaciones terroristas del mundo; el Ejrcito se encarg de invitar a

    la poblacin por medio de pancartas y una presencia cvica activaa nunca olvidar el crimen cometido por las FARC; las organiza-ciones nacionales e internacionales de derechos humanos no slorepudiaron el crimen y su autora, tambin desplegaron iniciativasde diverso orden para someter al Estado colombiano al severo es-crutinio de gobiernos, parlamentos, iglesias, organismos interna-cionales de proteccin de los derechos humanos, OrganizacionesNo Gubernamentales y medios de comunicacin de diversas re-

    giones del mundo.El hecho de que las FARC ueran el principal responsable de lamasacre, desencaden eectivas acciones de la justicia, orientadasa castigar a la guerrilla y a proerir recientes y ejemplares conde-nas. No obstante, la virtud de estas acciones se vio deslucida porla escasa atencin que en trminos de justicia han recibido losdems responsables del hecho, especialmente los paramilitares ylos uncionarios pblicos implicados, rente a los cuales an no ha

    operado la justicia o sta ha sido lenta e inefciente.

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    La barbarie desplegada contra la poblacin civil por parte delas FARC y los grupos paramilitares, y la incapacidad estatal paraprevenirla y garantizar la proteccin de los civiles, han tenidoimportantes repercusiones en las relaciones internacionales del pas y

    en la orientacin de la poltica exterior. Bojay se constituye en unsuceso crtico que reeja las limitaciones y rustraciones de la ne-gociacin poltica entre el Gobierno y las FARC, cuya ruptura seprodujo justo tres meses antes de la masacre (ebrero de 2002),al darse por terminada la zona de despeje en San Vicente delCagun (Caquet). Los hechos ocurridos se enmarcan en la es-piral de violencia que surgi despus de ese allido intento denegociacin.

    As, la masacre afanz la ruta de conrontacin blica que reto-m la guerrilla en todo el territorio nacional, y contribuy a justi-fcar el trnsito que se advirti desde fnales de la administracinPastrana (1998-2002), del dilogo poltico y la Diplomacia por laPaz a la oensiva militar y la Diplomacia contra el terrorismoadoptados por el Estado.

    ***

    El presente inorme est conormado por ocho captulos. Enel primero, Las Memorias del Horror: Los hechos, se reconstruyen loseventos que enmarcaron la masacre de Bojay, teniendo en cuen-ta los antecedentes y la dinmica armada previa al 2 de mayo de2002, as como los acontecimientos posteriores. En el segundo,titulado Memorias de los Daos producidos por la violencia: cambios,prdidas y rupturas vividos por los habitantes de Bojay y de la regin,seidentifcan y analizan los impactos y daos que la violencia -en el

    Medio Atrato en general y, la masacre de Bojay, en particular- haprovocado sobre las vctimas y la experiencia de la poblacin.El siguiente captulo, Memorias de la exclusin: lgicas en tensin

    en Choc y el Medio Atratocontieneun anlisis de los actores y lasdinmicas territoriales y de desarrollo econmico y social que con-textualizan la masacre, y as explican sus caractersticas, impactos,el accionar institucional y las consecuencias de este evento en losmbitos local, regional y nacional. Se presenta la dinmica de la

    guerra en la regin, en cuyo marco la masacre resulta un evento

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    Introduccin

    en el largo proceso de conrontacin armada que ha dejado nu-merosas vctimas y personas despojadas y desplazadas de los muni-cipios chocoanos y antioqueos que conorman el Medio Atrato.

    En el captulo cuarto,Memorias institucionales: la accin del Esta-

    do, atencin o reparacin?,

    se documenta la accin gubernamentale institucional, particularmente en el proceso de reubicacin dela cabecera municipal de Bojay, y las transormaciones que laNueva Bellavista ha generado en la poblacin. En este captulose seala que las polticas pblicas orientadas a garantizar los de-rechos ciudadanos econmicos sociales y culturales, no puedenasimilarse como acciones de reparacin, pues estas correspon-den a la obligacin estatal de reparar los daos causados por laviolacin de los derechos humanos.

    El captulo quinto Memorias de la justicia y de la impunidad en elcaso de Bojay, reconstruye el tratamiento jurdico desarrollado entorno al caso de la masacre, y examina las responsabilidades de losactores armados y del Estado en ella.

    El capitulo La masacre de Bojay. Signicado e impacto internacio-nal, analiza las implicaciones derivadas de la masacre respectode la evolucin del conicto, el equilibrio poltico y militar de laconrontacin, y la percepcin interna y externa sobre el carcter

    y accionar de los grupos armados ilegales. Destaca el severo escru-tinio que dierentes gobiernos, parlamentos, iglesias, organismosinternacionales de proteccin a los derechos humanos, ONG y me-dios de comunicacin de diversas regiones del mundo, han hechosobre el Estado colombiano despus de la masacre.

    El sptimo captulo, Memorias de la vida: Los trabajos de duelo, laOrganizacin Social y los procesos de Resistencia, destaca los trabajoslocales y regionales que acilitan la reconstruccin del tejido so-

    cial, y los proyectos que las comunidades negras e indgenas deBojay y del Medio Atrato han adelantado en aras de pervivir,deender y proteger el territorio. El captulo reconstruye la im-portante trayectoria organizativa de dichas comunidades negrase indgenas y seala los impactos de la guerra sobre las dinmicasorganizativas. As mismo, muestra sus respuestas como expresinde las capacidades y habilidades de las poblaciones para retomarsus proyectos de vida y as reafrmar sus concepciones sobre el

    desarrollo y el uturo.

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    Bojay: La guerra sin lmites

    Finalmente, en el captulo octavo, Memorias de Futuro: Recomen-daciones rente al caso emblemtico de Bojay, se hacen propuestascon el objetivo de promover y movilizar procesos integrales quegaranticen los derechos a la reparacin integral de las vctimas,

    as como orientar acerca del signifcado de los escenarios de ver-dad, justicia, reparacin y memoria para las comunidades negrase indgenas histricamente vulneradas, excluidas y marginadas.

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    Iglesia San Pablo Apstol de Bellavista. Bojay. Fotograa: Mayo de 2002, JessAbad Colorado

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    i. Memorias del horror: Loshechos

    La masacre de Bojay se inscribe en el continuo y cruento en-rentamiento que entre el 20 de abril y el 7 de mayo sostuvieron laguerrilla de las farc y un comando paramilitar en las inmediacio-nes de las cabeceras municipales de Bojay -conocida en la regincomo Bellavista- y Viga del Fuerte, municipio vecino pertenecien-te al departamento de Antioquia; y se produjo en el contexto dela ausencia estatal de prevencin y proteccin tras las alertas tem-pranas emitidas por la Deensora del Pueblo, la Procuradura Ge-

    neral de la Nacin y la Ofcina en Colombia del Alto Comisionadode las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (en adelanteoacnudh), sobre la situacin de riesgo que viva la poblacin.

    Bellavista se vio enlutada tras la explosin de una pipeta degas5 llena de metralla que las FARC lanzaron contra los paramili-tares, quienes se ocultaban tras el recinto de la iglesia donde sereugiaban ms de 300 personas. El grupo guerrillero conoca losniveles de destruccin y muerte que se derivaban de la activacin y

    uso de armas prohibidas como las empleadas en dicha conronta-cin armada, pues de acuerdo con lo sealado por Human Rights

    5 Una pipeta de gas, es un arma que se abrica a partir de un tanque empleadonormalmente para alimentar la cocina del hogar. El tanque se carga con combus-tible y metralla y se sita dentro de un tubo repleto de dinamita. El lanzamientodel tanque, que no pueden apuntarse con precisin, se produce al encender unamecha conectada a la carga de dinamita. Ver: http://www.hrw.org/legacy/spanish/

    inormes/2001/arc.html

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    Bojay: La guerra sin lmites

    Watch,6 ste grupo haba ocasionado en dierentes lugares de Co-lombia la muerte de por lo menos 12 civiles y heridas a otros 45,entre los cuales 10 eran nios, como resultado del uso de bombasde cilindro de gas similares a las empleadas en el combate del 2

    de mayo de 2002. El uso de estos arteactos y el desenlace trgicoque ocasion para el caso de Bojay, no ue un simple error niproducto del azar, y su contundente impacto sobre la poblacin sehubiera podido prever y evitar.7

    As mismo, el uso que los paramilitares hicieron de la poblacincivil como escudo humano para protegerse en su enrentamientocon las FARC, constituye una grave inraccin de la normatividaddel Derecho Internacional Humanitario (en adelante DIH)8 ten-diente a la proteccin de la poblacin no combatiente.

    6 Vivanco, Jos Miguel. 2002. Carta dirigida a Manuel Marulanda. Washington: 8de mayo de 2002. En: http://www.hrw.org/legacy/spanish/press/2002/colombia_cilindros.html. All se documenta el uso indiscriminado de bombas de cilindrode gas por parte de las FARC desde julio de 2001, y se insta al grupo guerrillero acumplir con su obligacin de no usar armas prohibidas, tal como se deriva de lanormatividad internacional.7 . fcina en olombia del lto omisionado de las aciones nidas para loserechos umanos. norme sobre su misin de observacin del edio trato. 20 demayo de 2002. p. 19. ste documento ue la respuesta ante una solicitud realizada el 7de mayo de 2002 por el entonces presidente de la repblica ndrs astrana a travs delinistro de elaciones xteriores con el objeto de constatar los hechos que cobraron la

    vida de ms de 110 personas e inormar al lto obierno y a la opinin pblica nacionale internacional el resultado de sus averiguaciones. a ofcina acept dicha solicitud yadelant una misin de observacin en el edio trato. n desarrollo de la misma, yen el marco de su mandato, visit los municipios de ojay, iga del uerte y Quibd,recibi testimonios de la poblacin aectada, y se entrevist tanto con las autoridadeslocales, civiles y militares, como con representantes de la glesia y de otras organizacionesque hacen presencia en la zona. as evaluaciones, observaciones y recomendacioneshechas por la fcina tras concluir su misin en el edio trato ueron recogidas en uninorme pblico, presentado el 20 de mayo de 2002.8 El derecho internacional humanitario (DIH) es un conjunto de normas que, porrazones humanitarias, trata de limitar los eectos de los conictos armados. Protegea las personas que no participan o que ya no participan en los combates y limita losmedios y mtodos de hacer la guerra. El DIH suele llamarse tambin derecho dela guerra y derecho de los conictos armados. Comit Internacional de la CruzRoja CICR . 2004. Qu es el derecho internacional humanitario?En: http://www.icrc.

    org/Web/spa/sitespa0.ns/htmlall/5V5JW9/$FILE/DIH.es.pd?

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    i. Memorias del horror: Los hechos

    El preludio de la masacre

    Mayo de : la llegada paramilitar al Medio Atrato

    Foto 1. Lnea del tiempo, taller de memoria histrica. Quibd, 2009.

    () uno deca como bueno, est como lejos del conficto uno segua tantranquilo que a uno le contaban lo del Urab y uno deca que eso est lejos,que eso ac no llega cuando en el 97 se topa uno con que la cosa no estabatan lejana, que la cosa lleg y se nos presenta ah uno siempre deca: eso esen Urab pero cuando en el 97 es que llegan a la puerta de uno a tocarle

    (Testimonio, taller de memoria histrica, Viga del Fuerte, 2009)() Eran como las 3 de la tarde, yo estaba ah sentado auera demi casa cuando entraron, un poco en pangas y la gente corra ycorra9 ellos entraron disparando, intimidando al pueblo. Huboreunin en la cancha del colegio, todo el mundo all y todo el mundo

    9 Panga es una pequea embarcacin de motor utilizada en Choc para la nave-gacin por ro, con capacidad para transportar de 10 a 20 personas, dependiendo

    del tamao y del motor.

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    Bojay: La guerra sin lmites

    asustado. En ese grupo vino El Alemn Se par all y empeza gritarnos que ellos venan a quedarse, que venan a luchar por elpueblo atrateo, que en esos das iban a hacer una limpieza porqueel pueblo estaba muy sucio como a los cuatro o cinco das de estar

    aqu empezaron a desaparecer y matar gente, entonces ya la gente seasust y empez a desplazarse, y a los que tenan reerenciados noles daban permiso para salir del pueblo (Testimonio, taller dememoria histrica, Viga del Fuerte, 2009).

    Los habitantes de Napip, corregimiento de Bojay ubicado so-bre el ro Atrato y cercano a Bellavista, sealan con claridad quedesde enero de 1997 los paramilitares ya haban entrado a susterritorios. Alias El Lobo reuni a la comunidad para comuni-carles su intencin de quedarse en la regin para expulsar a laguerrilla, y para ello iba a empezar con los miembros de la UninPatritica (UP)10 que se encontraran all.

    () ya estaban corriendo los tipos de laUP, entonces El Lobo dijo: Ne-cesito aqu a seis mujeres de los tipos de laUP, necesito que me salgan al

    rente. Pero ellas tuvieron buen coraje, porque al salir esas mujeres alrente esos tipos las podan matar, y gracias a Dios no salieron (Testi-

    monio, taller de memoria histrica, Napip, 2009).

    Lista en mano, los paramilitares procedieron a desaparecer y aasesinar a quienes acusaban de ser colaboradores de la guerrilla.Los habitantes de Napip recuerdan entre las primeras desapari-

    10 La Unin Patritica (UP) surgi como una convergencia de uerzas polticas a

    raz del proceso de negociacin adelantado a mediados de la dcada de 1980 entreel gobierno del presidente Belisario Betancur y () las FARC. En 1984, se presen-taron los primeros asesinatos y desapariciones orzadas. Tras las agresiones seperciba la actuacin de agentes estatales o de integrantes de grupos paramilitares.Las constantes violaciones a los acuerdos frmados, hicieron que se rompieran lasnegociaciones entre el Gobierno y la guerrilla. Los miembros de la nueva coalicinquedaron en una situacin de alto riesgo, pues al ser acusados abiertamente de serportavoces de la insurgencia armada, los organismos estatales no les brindaronninguna proteccin eectiva. As comenz un proceso de exterminio que se ha pro-longado por ms de 20 aos. Cepeda, Ivn. 2006. Genocidio Poltico: el caso de laUnin Patritica en Colombia. En: Revista Cetil. Ao 1, No. 2, septiempre de 2006,pp. 101-112. En: http://www.desaparecidos.org/colombia/mcepeda/genocidio-

    up/cepeda.html.

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    i. Memorias del horror: Los hechos

    ciones la de Marcial Mosquera, comerciante de la regin, y la deun joven a quien conocan como Dominguito. En ese entonces,los paramilitares tambin decomisaron todas las escopetas que te-nan los habitantes, dejndolos sin herramientas para la cacera y

    restringiendo su alimentacin.11

    A principios de mayo de 1997, luego de que los paramilitaresse entrevistaran con varias autoridades locales, los alcaldes deViga del Fuerte12 y Bojay reunieron a lderes locales y organi-zaciones acompaantes, como el equipo misionero de la Di-cesis de Quibd, para comunicarles algunos detalles de lo quesera la entrada paramilitar, que se hizo eectiva unos quincedas despus. El 22 de mayo unos 100 paramilitares entrarona Viga del Fuerte, reunieron a toda la poblacin en la escuelay se llevaron a 22 personas acusadas de tener vnculos con laguerrilla.13 Luego instalaron una antena de comunicaciones enel tanque del acueducto, y se ubicaron en una casa que quedabaa unos metros de la estacin de Polica, cuyos miembros no opu-sieron resistencia.14 En Bellavista, los paramilitares, por rdenesde alias el Lobo, colocaron un cartel donde se lea: Muertea los sapos. Dos das despus asesinaron a Eligio Martnez, elmotorista de la lancha del equipo misionero de las Hermanas

    Agustinas.15Muchos de los acusados por los paramilitares de ser colabora-

    dores de la guerrilla estaban afliados a los comits del movimien-to poltico de la Unin Patritica, pero otros no tenan ningunarelacin ni con el grupo poltico ni con la guerrilla. Una de lascomunidades ms aectadas por los sealamientos ue Mesopota-mia, ubicada sobre el ro Opogad, auente del Atrato en el readel municipio de Bojay. Lista en mano los paramilitares bajo el

    11 Taller de memoria histrica, Napip, 2009.12 Para entonces el alcalde de Viga del Fuerte era Wilson Chaverra, quien aosdespus ue reconocido como un importante lder paramilitar en la regin.13 Arboleda, Javier. 1997. Dnde estn los desaparecidos de Viga?. Medelln(Col.): Peridico El Colombiano, 7 de julio de 1997, p. 14A. No ue posibleencontrar en este ni en ningn otro reporte posterior de esta misma uente, lainormacin precisa de los paraderos de quienes entonces ueron declarados comodesaparecidos.14 Talleres de memoria histrica, Viga del Fuerte y Bellavista, 2009.15

    Ibdem.

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    Bojay: La guerra sin lmites

    mando de alias El Lobo y de alias El Ovejo sacaban de suscasas a los acusados sin importar los ruegos de sus amilias, lestapaban la cara y los llevaban a las aueras de los poblados, dondelos mataban con arma de uego o con motosierra.16

    Las mujeres del Medio Atrato recuerdan episodios de violen-cia sexual en los cuales los paramilitares entraban a sus casasy las violaban, a algunas de ellas incluso rente a sus maridos ehijos; 17 tambin evocan situaciones en las cuales los paramilita-res usaron sus armas para intimidar a los hombres y seducir a lasmujeres jvenes, dejando embarazadas a muchas de ellas y aban-donndolas en la responsabilidad de la crianza y el sostenimientode los hijos.18

    Los paramilitares limitaron la movilidad por el ro y restringie-ron la circulacin de alimentos, con el argumento de cortarle pro-visiones a la guerrilla; y con recuencia saqueaban los botes quellevaban los mercados para las distribuidoras locales de vveres, oles exigan que entregaran grandes cantidades de alimentos parapoder pasar los retenes.

    () desde que ellos[los paramilitares] subieron comenzaron a restrin-girnos el alimento. Una amilia nica y exclusivamente poda comprar

    el mercado para quince das con 20 mil pesos, quien coga ms de esotena problemas con ellos (Testimonio, taller de memoria histrica,Napip, 2009).

    En respuesta a lo anterior, y bajo el liderazgo de los equiposmisioneros, la Dicesis de Quibd, las organizaciones comunita-rias y acompaantes empezaron a ingresar y almacenar alimentospara las comunidades en lo que llamaron las tiendas comunita-

    rias, pero este tipo de acciones de resistencia no escaparon a larepresin paramilitar. Una de las primeras vctimas ue MichelQuiroga, religioso marianista de 25 aos de edad, asesinado el 18de septiembre de 1998 en el municipio de Llor. Un ao despus

    16 Ibdem.17 Talleres de memoria histrica en Viga del Fuerte, Napip, Bellavista y Quibd,200918

    Ibdem.

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    i. Memorias del horror: Los hechos

    vendra otra muerte que caus un gran impacto entre los equiposmisioneros y habitantes del Medio Atrato: la del sacerdote JorgeLuis Mazo, de 37 aos de edad, prroco de Bellavista.

    La noche del jueves 18 de noviembre de 1999, una comisin en

    la que participaban el sacerdote Mazo y once personas ms, entreellas Iigo Egiluz, cooperante vasco de 24 aos de edad y miem-bro de la ONG espaola Paz y Tercer Mundo, se diriga a Quibden un bote despus de visitar un programa de derechos humanosen Murind, con el fn de conseguir algunos insumos para la tien-da comunitaria. Trescientos metros antes de llegar a su destino elbote ue embestido por una lancha rpida de alto cilindraje quenavegaba con las luces apagadas, en la que iban varios paramili-tares. El choque rompi la parte delantera del bote y expuls asus ocupantes, mientras la lancha sigui su recorrido sin prestarauxilio alguno. Algunos habitantes del lugar lograron rescatar alos tripulantes, menos al sacerdote y al espaol, cuyos cuerpos apa-recieron dos das despus algunos kilmetros ro abajo.19

    Lo que sigui hasta el ao 2000 ue la expansin planifcadadel proyecto paramilitar, mediante la instalacin de bases fjas enRiosucio, Murind, Bet y Quibd, y el ejercicio de un mayor con-trol sobre las zonas rurales a lo largo del ro Atrato. Paralelamente

    se dio una uerte militarizacin por parte de la Fuerza Pblica me-diante el desarrollo de diversos operativos e instalacin de puestosde Polica en casi todos los municipios del departamento, espe-cialmente los del Bajo y Medio Atrato, y la creacin y/o reuerzode unidades tcticas de la IV Brigada del Ejrcito y de la BrigadaFluvial de Inantera de Marina No. 1, de la Armada.20

    19 Ibdem; Pajuelo, Daniel. 2001. Michel Quiroga, joven marianista asesinadoen Choc. Diciembre de 2001. En: http://www.novabella.org/michel-quiroga/;Encuentran el cadver del cooperante espaol igo Egiluz, 22 de noviembrede 1999.ABC , Internacional. En: http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/he-meroteca/madrid/abc/1999/11/22/033.html; Trasladan cuerpo de espaol, 23de noviembre de 1999. En: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-947726.20 Bello A., Martha N., et al. 2005. Bojay, Memoria y Ro: violencia poltica, daoy reparacin. Universidad Nacional Sede Bogot, Programa de IniciativasUniversitarias para la Paz y la Convivencia PIUPC ; Colciencias, Bogot D.C. pp.

    43-46.

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    Desde entonces, en la regin del Atrato y en todo el departa-mento, la Dicesis de Quibd y las organizaciones regionales de-nunciaron una abierta connivencia entre los grupos paramilitaresy la Fuerza Pblica,21 la cual se hizo evidente por la realizacin de

    retenes sobre los ros, patrullajes en zonas rurales y cabeceras mu-nicipales, la restriccin a la circulacin de alimentos y medicamen-tos, y el desarrollo de operaciones conjuntas (ver Comunicado a laopinin pblica).

    Foto 2. Comunicado a la opinin pblica nacional e internacional de OREWA, OIAyACIA, 1998: 1.

    Fuente:Archivo COCOMACIA. Fotograa: Memoria Histrica. 2009.

    Un nuevo episodio: la toma guerrillera de Viga del Fuerte, Marzode

    Los habitantes de Viga del Fuerte recuerdan entre sus memo-rias que desde haca algn tiempo se vena rumorando sobre unatoma guerrillera al municipio. La noche del sbado 25 de marzode 2000, 300 guerrilleros de los rentes 57 y 34 de las FARC des-embarcaron en la cabecera municipal y atacaron con cilindros-

    21

    OACNUDH, Op, Cit., 2002.

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    bomba la estacin de Polica, a la vez que tomaron por sorpresaa los paramilitares que se encontraban en la casa que tenan porbase en ese municipio. Entre tanto, los vigideos se reugiaron enel colegio siguiendo las instrucciones de los guerrilleros. Desde la

    ribera un comando guerrillero disparaba hacia el puesto de Poli-ca de Bellavista sobre el Atrato, mientras otro comando asalt elBanco Agrario y destruy el juzgado.

    A la una de la tarde los guerrilleros le dijeron a quienes se reu-giaron en el colegio que ya podan salir. En el suelo quedaron losrestos de la estacin de Polica, la parroquia, la alcalda, la empre-sa de energa, la cooperativa fnanciera y unas diez casas de la po-blacin civil. En la casa vecina del puesto de Polica encontraronlos cadveres de Nuria del Carmen Caicedo, quien con su cuerpotrat de proteger a sus hijos Jair, de 4 aos de edad, y Leydy de 3aos, pero las balas los atravesaron a los tres; en la calle estabanlos cuerpos de quienes quedaron atrapados en medio del uego,como el del entonces alcalde de Viga, Pastor Damin Perea, mien-tras en el ro otaban los cuerpos de algunos policas y otras per-sonas acusadas por la guerrilla de colaborar con los paramilitares.

    El balance del ataque guerrillero ue de alrededor de 22 poli-cas y 9 civiles muertos, 10 agentes secuestrados y 4 ms heridos,

    adems de los civiles heridos que ueron atendidos en el hospi-tal. Hacia las tres de la tarde del domingo la guerrilla huy envarias lanchas por el ro, y horas ms tarde entr el Ejrcito, queacamp en las calles de la cabecera municipal. Pocos das despusel Ejrcito inici su retirada, y la poblacin de Viga empez adesplazarse, quedando apenas unos cuantos habitantes.22 Al pocotiempo regres la guerrilla con el fn de reafrmar su control sobreel Medio Atrato, e hizo presencia en las cabeceras municipales

    y las reas rurales de algunos resguardos. Entre los aos 2000 y2002 se concentr en el ejercicio de un control social tendiente ala identifcacin y represin de cualquier orma de colaboracin alos paramilitares. Los sealamientos y la intimidacin a travs delas armas incrementaron el desplazamiento orzado en la regin

    22 Talleres de memoria histrica en Viga del Fuerte y Bellavista, 2009; Martnez,William F. Ataque de FARC a Machete y Fuego, 28 de marzo de 2000. En http://

    www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1253674.

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    durante dicho periodo, llegando a su nivel ms alto en el periodosubsiguiente a la masacre de mayo de 2002. Frente a las amenazascontra sus vidas o las de sus amilias, los alcaldes y la mayora deconcejales de la zona se vieron obligados a desplazarse y a ejercer

    sus unciones desde ciudades como Quibd o Medelln. Por suparte, los paramilitares se replegaron hacia algunos centros urba-nos del Pacfco, donde tenan uentes de fnanciacin y de provi-sin logstica.

    Mayo de 2002: La disputa por el dominio territorial y lamasacre de Bojay

    Las alertas tempranas

    Desde octubre de 2001 la Procuradura Delegada para los De-rechos Humanos haba emitido varios ofcios sobre investigacionespor incursiones paramilitares en el Medio Atrato,23 advirtiendo laintencin de este grupo armado de disputarle a la guerrilla el do-minio territorial que tena desde fnales de 2000. En diciembre de2001, el Procurador Regional de Choc alert a las autoridades ci-

    viles y militares sobre los riesgos de la poblacin civil en la regin. 24A partir del 21 de abril de 2002, cuando se hizo inminente

    la conrontacin armada entre grupos armados ilegales en lazona, se sumaron las advertencia del 22 de abril emitida por laOACNUDH,25 y por la Deensora del Pueblo el 26 del mismo mes,adems de una comunicacin que el 24 de abril le dirigi la Pro-curadura General de la Nacin a los Ministerios del Interior y dela Deensa, transmitiendo su preocupacin por la situacin de la

    regin.26 stas hacen parte de las ms de ocho advertencias que

    23 Procuradura General de la Nacin PGN , Grupo Asesores en Derechos Huma-nos. Expediente 155.71249. Archivo de investigaciones por incursiones paramilita-res en la zona. Folio 1. Ofcios No. 3978 y 3982 del 12 de Octubre de 2001.24 Ibdem, Procuradura Regional del Choc. Circular No. 006 del 14 de diciembrede 2001.25 Ibdem, OACNUDH Comunicado No. IN.602/02.26 Ibdem, PGN. Ofcio DP-502 del 24 de abril de 2002; OACNUDH. Op, Cit., 2002, pp.

    8-9.

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    i. Memorias del horror: Los hechos

    la Dicesis de Quibd, organizaciones no gubernamentales y or-ganismos de control le emitieron directamente al gobierno, preci-samente sobre la inminencia de una conrontacin armada en lazona.27 Una semana despus de haber sido enviada la primera de

    las alertas reseadas, an no haba presencia de la Fuerza Pblica.

    Reacomodo de uerzas: Paramilitares y Guerrilla rente a rente,entre el y el de abril

    Alrededor del 20 de abril de 2002, el comandante paramilitardel Bloque Elmer Crdenas BEC- y miembro del Estado Mayorde las Autodeensas Unidas de Colombia AUC-, Freddy RendnHerrera, alias El Alemn, se reuni con cinco de sus coman-dantes de compaa en San Jos de la Balsa,28 en el Municipio deRiosucio, Bajo Atrato chocoano; lugar sobre el cual se denunciabahaca tiempo la instalacin de una base paramilitar y el movimien-to recuente de tropas paramilitares procedentes del municipio deTurbo, departamento de Antioquia.29

    El propsito de la reunin era organizar los detalles de la ope-racin de la toma a Bojay y Viga del Fuerte, municipios que jun-

    to con Murind eran considerados como un ortn de la guerrillade las FARC, al haber estado asentada all desde el ao 2000. Aloperativo ueron asignados un poco ms de 200 hombres,30 orga-nizados en cuatro compaas: Los Leopardos, Los Cairos, Lince

    27 Pastrana promete reconstruir Bojay, mayo de 2002. En: http://www.explored.com.ec/noticias-ecuador/pastrana-promete-reconstruir-bojaya-178423-178423.

    html. En el captulo 5, Memorias de la Justicia y la Impunidad en el caso de Bojay, delpresente inorme, se orece un anlisis ms amplio y detallado sobre la relevanciade estas comunicaciones en el orden judicial, y la debida atencin que se les presto no. Ver, Cuadro 7. Alertas anteriores a los hechos del 2 de mayo de 2002.28 Casero perteneciente al Territorio Colectivo de Cacarica.29 Comisin Intercongregacional de Justicia y Paz. 2002. Constancia 220202:Asesinato de Ramiro Vsquez, reiteracin de amenazas de incursin armada alos asentamientos. Cacarica (Riosucio, Dpto. de Choc, Colombia): ComisinIntereclesial de Justicia y Paz, viernes 22 de ebrero de 2002. En: http://justiciaypazcolombia.com/Asesinato-de-RAMIRO-VASUEZ.30 En la memoria de los bellavisteos, los paramilitares que ejecutaron esta

    operacin era alrededor de 400. Taller de memoria histrica, Bellavista, 2009.

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    y Pantera, cada una con su respectivo comandante de compaa,todos bajo el mando de un solo comandante operativo identifca-do como Pablo Montalvo.31

    En esos das, en Viga del Fuerte existan rumores sobre tropas

    paramilitares que venan en camino, y los habitantes empezarona observar un progresivo repliegue de la guerrilla hacia las reasrurales del sur de Viga, 32 particularmente hacia los caseros deSan Miguel, Tagach y Veracruz, sobre el margen del ro Atrato.33

    Segn la versin libre de marzo de 2008, rendida por el co-mandante del operativo paramilitar, hacia las tres de la maanadel domingo 21 de abril salieron en unas diez pangas desde SanJos de la Balsa por la orilla del ro Salaqu, para luego tomar elro Atrato hacia el sur hasta Viga del Fuerte.34 Segn esta ver-sin, las embarcaciones debieron pasar a travs de por lo menosdos puestos de control de la Fuerza Pblica, dato que difere delpresentado por la OACNUDH a las autoridades,35 segn el cual ue-ron tres, teniendo en cuenta que el lugar que la Ofcina identifcacomo de salida de las pangas es Turbo.36 Sobre lo que existe cla-ridad, es que ninguno de ellos report incidentes ni detenciones.Segn la versin libre reerida anteriormente, las embarcacionestuvieron un pequeo hostigamiento al pasar por Pedeguita y Do-

    mingod, caseros ubicados sobre el ro Atrato, correspondientesal municipio de Carmen del Darin;37 pero desde las pangas no se

    31 Inormacin basada en la versin libre de un ex comandante paramilitar, ren-dida en marzo de 2008 ante la Fiscala No. 69 Especializada de apoyo al DespachoNo. 19 de Justicia y Paz, Medelln (Antioquia). En adelante esta uente ser reeren-ciada como: Versin libre, marzo de 2008.32 Testimonio, Taller de memoria histrica con habitantes de Viga del Fuerte,2009.

    33 OACNUDH, Op, Cit., 2002, p. 8, n 15.34 Versin libre, marzo de 2008. sta es una nueva precisin respecto al inormepresentado por la OACNUDH (2002, p. 8), el cual seala que tales embarcacioneshabran salido desde el puerto de Turbo (Antioquia).35 OACNUDH, Op, Cit., 2002, p. 8.36 Un retn de la Marina en Punta de Turbo, otro de la Polica Nacional ubicadoen la entrada a Riosucio, y otro a la salida de este municipio, comandado por elEjrcito.37 Considerando que no hay reportes de la Fuerza Pblica sobre enrentamientosen ese punto geogrfco y en ese momento, y que ms tarde habra un cruce dedisparos con un comando guerrillero, se presume que el autor de este hostigamiento

    ue la guerrilla.

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    i. Memorias del horror: Los hechos

    respondi al uego y siguieron adelante, seguros de que contabancon reuerzos por parte de otro grupo de paramilitares que debavenir desde Beln de Bajir.38

    Eran como las 11 de la maana desde el billar yo o un tropel de gentecorriendo pasa una panga, dos, tres no sabamos quines eran, cuan-do la gente ya dice: ey, son paracos!. Llegan a donde estaba el comandode polica y ah haba un monito con el mismo discurso: venimos a que-darnos, somos un grupo que quiere deender al pueblo colombiano de laguerrilla, bueno, la cantaleta de siempre, cuando viene la rasecita denuevo: en estos das vamos a hacer una limpieza porque el pueblo estmuy sucio, y pienso yo: otra vez empez la masacre!. (Testimonio,taller de memoria histrica, Viga del Fuerte, 2009).me ui por all atrs del colegio, entonces agarraron todos y nos uimos

    para all comenzamos a buscar hojas de chuscal,39 diciendo que ramoscomunidad de paz y cada uno con su banderita, pero ellos decan: nocorran que nosotros somos de las autodeensas y ya retomamos la zona, nocorran que nosotros no vinimos a hacerle dao a nadie, que con nosotroses borrn y cuenta nueva, pero la gente no comi ese cuento porqueas ue la primera vez que entraron aqu, en Viga le dijeron a la gente queborrn y cuenta nueva y en la noche ya estaban matando la gente

    (Testimonio, taller de memoria histrica, Viga del Fuerte, 2009).

    Hacia el medioda de ese 21 de abril las pangas de los para-militares desembarcaron en tres puntos a lo largo de la cabece-ra municipal de Viga del Fuerte sobre el ro Atrato: al norte, alrente del aserro; en el medio, donde estaba el antiguo puestode Polica; y al sur, rente a la escuela. Los guerrilleros que anquedaban all no iniciaron combate sino que huyeron hacia la

    parte de atrs del pueblo. Los paramilitares tampoco emprendie-ron la persecucin, y antes de que la guerrilla bloqueara el pasodel ro, enviaron las pangas de vuelta a Riosucio con un motoristay un ayudante en cada una. A su regreso, al pasar por Napip, laspangas ueron objeto de un nuevo hostigamiento por parte de

    38 Versin libre, marzo de 2008.39 El chuscal es un arbusto tpico de la regin, de tamao medio y hojas delgadas

    y alargadas.

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    Bojay: La guerra sin lmites

    un comando guerrillero que ya haba ingresado a la zona por elnoroccidente. Este ltimo hecho confrma un testimonio segn elcual, en ese mismo da del 21 de abril, los paramilitares subieronhasta Bellavista, pero la guerrilla ya estaba ac[en Napip].40

    Pocos instantes despus del desembarco en Viga, el jee pa-ramilitar Pablo Montalvo le orden a alias Camilo, un capitnretirado del Ejrcito -quien entonces ejerca como comandante dela compaa Pantera-, que con algunos de sus hombres se despla-zara a Bellavista -ubicada a unos pocos metros al sur de Viga, alotro lado del ro Atrato-, para que, igual que hicieron en Viga, leshablara a los pobladores sobre los propsitos del grupo parami-litar en la regin.41 Cuando lo realiz, una de las lderes asumila vocera de la comunidad para expresar su rechazo, haciendola lectura pblica de la Declaracin por la Vida y la Paz, el mismodocumento que la comunidad haba elaborado en 1999 y que lehaba ledo a la guerrilla el 22 de noviembre de 2001. En esa de-claracin sostenan que como poblacin civil deseaban estar poruera del conicto armado, se comprometan a mantener su auto-noma como pueblo, y por tanto le solicitaban a los paramilitaresque se retiraran del casco urbano. A tal solicitud, el comandanteparamilitar respondi negativamente, argumentando que tenan

    el objetivo de limpiar el Atrato como lo hicimos con el Urab.42

    40 Testimonio, taller de memoria histrica, Napip, 2009.41 Versin libre, marzo de 2008.42 OACNUDH, Op, Cit., 2002, p. 8 y n. 16

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    i. Memorias del horror: Los hechos

    DECLARACINPORLAVIDAYLAPAZ

    (Bellavista, Bojay, Septiembre de )

    La comunidad de Bellavista cabecera municipal Bojay,al igual que todas las comunid