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Jean- COMAROFF John Lm COMAROFF Violencia y ley en la poscolonia: una reflexion sobre las complicidades Norte-Sur -7 Obsesiones criminales despues de Foucault: poscolonialismo, vigilancia policial y la metafisica deldesorden

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Jean- COMAROFFJohn Lm COMAROFF

Violencia y ley en la poscolonia:una reflexion sobre lascomplicidades Norte-Sur

-7 Obsesiones criminales despuesde Foucault: poscolonialismo,vigilancia policial y la metafisicadeldesorden

Vialencia y ley en la pascalania:una reflexi6n sabre las camplicidadesNorte-Sur·l

Durante los Ultimos anos, las descripciones delas naciones poscoloniales se han convertido enuna terrorifica epopeya de anarquia y violencia,anadiendo un tone brutal a los arquetiposeuropeos de sub desarrollo, abyecci6n y conflic-tos etnicos. Ninos bandoleros en Africa, senoresde la droga en los paises andinos, pirate riaintelectual en China y fraude electr6nico en laIndia se suman a un panorama de la politicay la economia grotescamente desolador: unapesadilla de gobiernos disolutos, de profanaci6n

* Esta conferencia tuvo lugar en el Centro de CulturaContemponinea de Barcelona (CCCB) el6 de octubre de 2006dentro del cicio "Traducir eI mundo a partir de Africa".

1 EI presente texto es una version corregida y muy resumidadel prologo y la introduccion a nuestro volumen publicadoLaw and Disorder in the Postea/any (University of ChicagoPress, 2006).

de la ley, del recurso rutinario a la violenciacomo medio de produccion; una pesadilla,tambien, en la que la linea que separa al politicodel delincuente se difumina hast a desaparecerpor completo. En Africa, todo esto se refleja entrilladas metaforas sobre la maleficencia: "clep-tocnhico" es ahora un adjetivo aceptado delEstado. Tanto es asi que en 1995, en un informeoficial frances se aseguraba que comenzaba a serdificil distinguir entre los regimenes en el poderyel crimen organizado. Y que ambos se habiantornado excesivamente violentos. Atnis queda-ron los simp<iticos informes de una "politica delestomago": un sentido mas siniestro de la "cri-minalizacion" ha pas ado a caracterizar la ultimaepoca de la lamentable historia del sur global.

Todo ello plantea un problema, una suposi-cion y una paradoja, en este preciso orden.

En primer 1ugar nos ocuparemos del proble-ma. lEstan realmente las poscolonias de Africa,Asia, Europa 0 America Latina mas sumidasen la violencia desordenada, los tejemanejesinciviles y el terror incontrolado que los demasestados-naci6n del siglo XXI?tSe estan hundien-do aun mas en el caos? tHay alguna caracteristi-ca que permita distinguir las clases decriminalidad, coacci6n y corrupcion que hay

en ellas? lAcaso el uso de guiones sobre el que sehan erigido -esto es, la des-articu1acion entre 10post- y 10 colonial- hace referencia a una transi-ci6n de las que marcan un hito, a una liminali-dad rabelesiana? lAcaso las poscolonias estanviviendo ejemplos de la celebre maximade Marx (1936: 824) segllll la cualla violencia"es la comadrona de toda sociedad vieja quelleva en sus entrafias otra nueva", mas aun, de"todo cambio en la historia y en la politica"?lO bien la suya es una condici6n permanente,un despliegue de larga duraci6n en el que losestados modernos instaurados con la "descolo-nizaci6n" ya no resisten frente ala privatizaci6nde casi todo, al creciente desorden y a la pujanteanarquia? La respuesta instintiva a todas estaspreguntas, segun los especialistas criticos, losintelectuales publicos conservadores y los me-dios de comunicaci6n populares -que es dondesurge la suposici6n- es que S1. Si, en las poscolo-nias reina un desorden excesivo y particular. Si,se estan hundiendo aun mas en el caos. Si, estoparece ser un estado cronico. La prueba esevidente. No se presta suficiente atenci6n a laposibilidad de que se trate de algo mas profun-do, algo inherente ala coyuntura de violencia,soberania e i-legalidad que existe en todas

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partes; y tambien de c6mo un lenguaje de lacriminalidad y una metafisica del desordenhan incidido en la imaginaci6n social, tifiendopercepciones de la identidad y la exclusi6n,asi como los medios y los fines de la politi ca.

Ai mismo tiempo, yaqui es donde pareceresidir la paradoja, muchas poscolonias convier-ten en fetiche la ley, sus metodos y sus medios.Incluso cuando se ridiculizan, caricaturizan,suspenden 0 embargan, estos metodos y mediossuelen ser fundamentales para la vida diaria de laautoridad y de la ciudadania, para la interacci6nde los estados y los individuos, las leyes, las susti-tuciones y las tomas de poder. Sin cesar se redac-tan nuevas constituciones, se hacen llamamientosa los derechos, se reinventan democracias deprocedimiento y se presentan demandas porinjusticias. Y sin cesar tambien, los gobiernos, losgrupos de composici6n diversa y las coalicionesde intereses recurren al sistema juridico pararesolver sus diferencias. Como veremos, inclusoel pasado es rebatido ante jueces tocados conpeluca, a menudo a traves del torturado lenguajede los agravios. Y todo ello pese al hecho de quecada vez hay mas gobern antes que se muestrandispuestos a suspender la ley en nombre de unaemergencia 0 una excepci6n, a hacer caso omiso

de su soberania, a concederla en franquiciao a doblegarla a su voluntad.

~C6mo podemos interpretar todo esto? ~Porun lado, el excesivo caos de las poscolonias, realeso imaginarias, y, por el otro, su fetichismo conla ley? ~Esesto realmente una paradojao simplemente aspectos distintos de un solofen6meno? Recientemente, Sandy Robertsonnos ha recordado que durante mucho tiempo lacorrupci6n ha sido considerada un subproductode las mismas normas que pretenden regularla relaci6n de las personas con los cargos queocupan. En este sentido, Nue podriamos extraerde la tesis de Walter Benjamin (1978)

-reforrnulada por Derrida (2002) y Agamben(1998)- segun la cualla violencia y la ley,10 Ietal y 10 legal, se complementan?

Comencemos con una excursi6n al aparentecoraz6n de las tinieblas, para examinar susimplosivos interiores.

Ai hablar de las poscolonias africanas, AchilleMbembe (2001) sostiene que en todo el alboroto

sobre la criminalizaci6n del Estado se pasa poralto algo mas importante: el surgimiento de un"gobierno indirecto privado", una caricatura de laliberalizaci6n en la que las normas antiguas depatrocinio y un fragmento de redistribuci6nclientelista como la soberania se difuminan enformas privatizadas de poder y acumulaci6n; unpoder arraigado en el control bruto sobre la viday la muerte. Esta alteraci6n ha ido acompafiadade un cambio en la vinculaci6n de Africa al ordenglobal: no se ha marginado el continente, sostie-ne Mbembe, sino que se 10 ha enredado en unaeconomia paralela y paria de escala internacional.Muchos han visto analogias en otras partes: en laantigua Uni6n Sovietica, donde la corrupci6nconcentrada en el Estado ha dado paso a una"batalla campal", convirtiendo el delito en "unaindustria importante"; tambien en AmericaLatina, donde se dice que la anarquia epidemicaha acompafiado la "ala democratica", uniendo lasredes criminales locales con las transnacionales yconvirtiendo barrios urbanos pobres en camposde batalla. El "Brasil demowitico -afirma NancyScheper-Hughes (2006)- presenta el perfil de unanaci6n en guerra". AI parecer, la criminalidad conviolencia se ha convertido en un rasgo endemicode la condici6n poscolonial.

La descripci6n que hace Mbembe de un"gobierno indirecto privado" se correspondecon el pesimismo.popular acerca del malestaryel caos que plagan las ex colonias. Aqui, Africaconserva la pole position al haber sido eliminadadel mapa de los futuros globales por mediosde comunicaci6n escritos como The Economisty por la paliza diaria del reportaje televisual.Esto ha suscitado el contraargumento segunel cuallas condiciones en el continente no sontan apocalipticas como se presentan ni tanexcepcionales desde el punto de vista planetario,yen cambia, suponen un "mayor negocio". Y unbuen negocio. Un informe reciente del BancoMundial muestra que la inversi6n extranjeradirecta en el sur del Sahara "arroj6 los mayoresingresos del mundo en 2002".2 Par supuesto,se observa una "nueva rebatifia por Africa"entre los estados-naci6n del norte en busca dediamantes, petr6leo y coltan. Estas busquedas

2 Un resumen de este informe esta disponible en la web delGlobal Policy Forum; vease: "Africa 'Best for Investment"',<www.globalpolicy.org/socecon/develop/africa/2oo3/04oSfdi.htm>, publicado ell de mayo de 2005. Esto trazadesconcertantes paralelismos con momentos anterioresde la extracci6n colonial, dadas las reticencias de lascorporaciones occidentales a la hora de ver eI continentecomo un lllgar de desarrollo econ6mico allt6nomo.

neocoloniales cosechan enormes ingresosen la intersecci6n de las economias carentes derecursos y de legislaci6n, desdibujando la lineaque separa los beneficios de la rapina. Tambienafectan a la producci6n indigena de riqueza,reclutando a agentes locales, incluso a senoresde la guerra, para allanar el camino a sus empre-sas, a menudo a traves de procedimientos ilega-les. Hace poco, investigadores de los EstadosUnidos y de Nigeria analizaron acusacionessegun las cuales una serie de empresas intema-cionales, incluida una filial de Halliburton,habian pagado sustanciosas cantidades a modode sobomo para asegurarse un contrato que lespermitiera constmir una planta de gas naturallicuado de cuatro mil millones de d6lares en lacosta del Africa occidental, rica en petr6leo.3

Todo esto enturbia las geografias de violenciacriminal que configuran el mundo poscolonial.A menudo el desorden resulta ser una complejacolaboraci6n entre el Norte y el Sur.

La liberalizaci6n y la democracia, las panaceasimpuestas por Washington para solventar los

3 "Corruption Clouds Nigeria's Growing Gas Business", SteveInskeep, NPR, edici6n matinal, 26 de agosto de 2005,

<http://www.npr.org/templates/ story/story. php?storyld=4797944>, publicado el31 de agosto de 2005·

problemas de nuestro neomundo feliz, apenashan logrado reducir ese desorden, sino 10 con-trario. No s6lo han negado el botin de la privati-zaci6n, sino que han ten dido a recurrir a unastecnicas mas descaradamente militares parasobrevivir 0 para sacar tajada. Muchos regime-nes vigentes han cedido su monopolio porcoacci6n a contratistas privados que rob ane imponen su voluntad. En algunos contextosafrican os, asiciticos y latinoamericanos, el ban-dolerismo se confunde con una guerra de bajaintensidad como forma de acumular riquezay lealtad, produciendo nuevas cartografiasde desorden: terrenos poscoloniales sobre losque los espacios de privilegio se comunicanpor medio de estrechos pasillos que se extiendena traves de zonas de conflicto, incertidumbrey un control gubemamental minimo. Aquiel alcance del Estado es desigual y el paisaje unpalimpsesto de soberanias contestadas -unacompleja coreografia de policia y paramilitares,seguridad privada y comunitaria, bandas yescuadras de vigilantes, salteadores de caminosy ejercitos forajidos-. Tampoco aqui hay ningunmedio de comunicaci6n serio: los mmores sonun medio tan bueno como cualquier otro paradetectar el peligro oculto bajo la superficie de

las casas. Pero la violencia caprichasa tambienpuede sedimentarse y generar modelos de agre-si6n tristemente previsibles. Asi, la violaci6n enla Republica Sudafricana, la matanza de j6venessin techo en Brasil, la masacre sectaria en SriLanka, etc., ponen de manifiesto la existenciade regimenes brutales. Sin embargo, las zonas deliberalizaci6n tambien son espacios de oportu-nidad, inventiva y especulaci6n ilimitadas.

Resulta evidente que la liberalizaci6ny la democratizaci6n no han eliminado lasoligarquias a la antigua usanza. Simplementehan modificado los recursos y la ret6rica a sudisposici6n. Es posible que los clept6cratasya no obtengan provecho de las preocupacionesgeoestrategicas de la Guerra Fda. Pero lesvienenbien las ayudas de los don antes yel comercioglobal que no cuestiona nada; en especial,el comercio con los bandoleros de las empresaseuropeas, como Mark Thatcher y sus compin-ches, quienes aiiaden chanchullos poscolonialesa la rebatiiia por los botines tropicales. Lasmismas cualidades que perjudican alas poscoIo-nias en el mundo empresarial-el hecho de quesus pasados coloniales les garantizaban unossectores burgueses muy pequeiios, bajos nivelesde habilidad formal y economias basadas

en la extracci6n-Ios preparan bien paralos mercados decadentes fomentados por Ialiberalizaci6n. Asi, frente a los subsidiosy Ios aranceles que han alimentado Ia industriaagropecuaria, muchos productores marginaleshall an una cota competitiva en 10 que se cons i-dera cultivo de contrabando. Las empresasefervescentes y agresivas florecen, por ejemplo,alli donde crecen las amapolas y Ia coca,o donde se extrae concentrado de 6xido deuranio 0 diamantes ensangrentados. Y alIidonde se encuentran gustos refinados por 10ex6tico y 10 ilegal surgen nichos de mercadoespecializados en especies en peligro de extin-ci6n y personas y cosas protegidas: antiguedadesy 6rganos vitales, bebes, trabajadores sexualesy novias por encargo via correo electr6nico.

Las economias decadentes tambien estanampliando sus sectores de servicios. Aqui tam-bien Ios habitantes poscoIoniaIes encuentrantrabajo cuando los empleos convencionalesson pocos. El trabajo mas obvio en este ambitoes el transporte de mercancias de contrabando:asi, los antiguos centros de almacenaje y distri-buci6n como Togo, Gambia, Benin y Somalia sehan transform ado en "estados de contrabando".Pero la revoluci6n digital tambien ha abierto

nuevas oportunidades en la intersecci6n entre10licito y 10criminal. Mientras muchos surefioscarecen de los medios adecuados para navegarpor las vias nipidas de la economia del conoci-mien to, cada vez son mas 10sque han encontradonichos rentables haciendo de la marginaci6nuna virtud. Prueba de ella, por ejemplo, es elespectacular aumento en la India de la subcon-trataci6n de 10sservicios de la tecnologia de lainformaci6n y el telemarketing. Pero tambiense esta extendiendo el negocio de los ciberdelitosyel robo de datos que se alimenta de la disper-si6n y la liberalizaci6n de la informaci6nprivada, y 10s instrumentos virtuales que sirvenpara verificar la propiedad y hacer circularla riqueza. De ahi las fabricas que han surgidoen Asia, junto alas empresas de explotaci6nen masa, que se dedican a suministrar docu-mentos de identidad falsos y tarjetas de creditoexpertamente clonadas a quienes perpetranpor todo el planeta 10que se denomina con granacierto "fraude plastico".

Parece ser que el antiguo Tercer Mundo haacaparado el mercado de la fabricaci6n de falsi-ficaciones de todo tipo imaginable, sin excluirlos documentos de identidad falsos y las mone-das de curso legal. Esto no es ninguna sorpresa.

En una era en la que los beneficios dependenmas que nunca de la capacidad para controlarla migraci6n de larga distancia de las personasy las cosas, a menudo los intereses del capitalpasan por delante de 10s intereses de lasnaciones-Estado, que deb en crear engorrosasformas de gobernar a distancia regulandolas identidades de plastico y papel de sus indivi-duos. Estos simulacros son los que, literalmente,controlan la capacidad para cruzar fronterasy desplazarse de un lugar a otro. AlIi donde laaspiraci6n, e incluso la supervivencia, dependede la capacidad para moverse con rapidez,la capacidad para producir el material necesariopara la movilidad de la ciudadania ha caidoen manos de estados fantasma delictivos, poremplear la expresi6n de Derrida (1994: 83),de aquellos que imitan y donan las formas deautoridad burocratica. De ahi la inmensaindustria especializada en la fabricaci6n dedocumentos de identidad falsos, certificadosde matrimonio, pasaportes, titulos universita-rios, biografias personales y archivos. Se tratade una industria que muestra una asombrosasintonia con la convenci6n social y conlas ultimas tecnologias de autentificaci6n, unaindustria que crece tan deprisa que, segun algu-

nos recuentos, un tercio del dinero que circulaactualmente es falso.

lQue conclusi6n puede extraerse de todo esto?Pues que se ha acabado asociando las poscolo-nias con una modernizaci6n falsa, sui generis,con la creaci6n de documentos ficticios, objetosfalsos y el robo de la propiedad intelectual.La mimesis, legitim a y de otra indole, siemprese ha proyectado hacia Europa, naturalmente,marcando la distancia entre la civilizaci6n y susimitadores. Pero los tiempos cambian. En la eraposcolonial, las copias proclaman su indepen-den cia y circulan por su cuenta. La revoluci6nelectr6nica ha dispersado los medios de repro-ducci6n mecanica y de acceso a los productospatentados en Occidente. Replicas descaradasque se venden a precios muy reducidos revelanun concepto fundamental en la cultura delcapitalismo euromoderno: que sus significantespueden ser fijados por orden privada 0 estatal,que sus ediciones pueden ser limitadas y suconocimiento registrado como un logro unico.Las marcas, una afirmaci6n del monopoliosobre la circulaci6n de determinados tipos devalor, incitan a la clonaci6n; eHo se debe a queen la copia se materializa parte de la esencia del"articulo autentico". Con permiso de Benjamin,

el aura de la producci6n masiva no extinguesimplemente su singularidad y su valor.Asi, anuncios recientes que Hegan desde Malasiaa traves de Internet ofrecen Rolex de "alta cali-dad", con logotipo incluido, a140% del precio deotras imitaciones no autorizadas. 0 bien la idea,muy comun en la Republica Sudafricana y enAsia, de la "falsificaci6n genuina", la cual, ir6ni-camente, subraya su distinci6n y su valorreforzando los del original. Sin lugar a dudas,la ingenuidad con la que se fabrican las falsifica-ciones "de calidad" las han convertido en formasesteticas y en objetos de comercio habitual paraquienes las crean y las consumen. Los fabrican-tes de articulos falsos no pretenden hacer creerque sus productos son autenticos; se aprovechandel aura de una "marca" del primer mundoy se apoderan de los medios necesarios paracrear una replica. Para los adolescentes africanoso asiaticos, las falsificaciones de calidad Henanun vacio existente entre los deseos globalesy la escasez inmediata. Lo que interviene en estecaso no es tanto un desafio ala autoridad cuan-to el descubrimiento de formas innovadoras deacceder, dispersar y reorientar el flujo del valor.

La empresa que mueve esta clase de falsifica-ci6n hace pensar en una observaci6n de Beatrice

Hibou a proposito de Africa (1999: 105). Lafabricacion de fa1sificaciones, dice Hibou, norevela tanto una propension ,al delito cuantouna prueba de 1asposibi1idades creativas de 10sjuegos de azar, de una cultura del engafio pro-ductivo. Un arquetipo de esto es el celebre timonigeriano conocido como "419", que a su vez esuna imitacion poscolonial basada en el fraudenorteamericano creado por Francis Drakedurante la decada de 1930. Como todo el mundosabe, 1aestratagema comienza con una carta queofrece a los "inversores" occidentales pinguesbeneficios por permitir el usa de sus cuentasbancarias para la transferencia al extranjero defondos a los que no se puede acceder de otromodo, que a menudo proceden del patrimoniode un vividor como Jonas Savimbi 0 LaurenKabila. Mediante la invocacion de famososdictadores, dinero mal habido y movimientossecretos de capital, el engafio explota con astucialos estereotipos europeos de la corrupcionafricana. El "419", que toma su nombre de la leyantifraude nigeriana, ha pasado a designarcualquier expropiacion fraudulenta (Apter,1999); se dice que es la tercer a via, despuesdel petroleo y los estupefacientes, que aportamoneda extranjera al pais de origen.

Esta clase de culturas del chanchullo no solose dirigen a1exterior. Tambien invaden el tejidosocial y sacan provecho de una "crisis de valores"que se observa sobre todo en las poscolonias,que han sufrido un reajuste estructura1, hiperin-flacion y espectaculares devaluaciones de 1amoneda. AI diso1ver las re1aciones comunmenteaceptadas entre 10ssignificantes y 10quepretenden significar -como, por ejemplo, entre10sbilletes de banco y e1dinero negociab1e-,estas convu1siones desestabilizan 10sindicesaceptados de rea1idad, y generan espacios incier-tos de misterio y magia donde 10sestafadores,1asbrujas, Satan y 10sprofetas pentecostalesejercen su oficio. Bajo semejantes condiciones,10s indicios cobran una extrafia vida propiay parecen capaces de generar grandes fortunas.En este sentido, existe muy poca diferenciapractica entre 1amoneda real y la falsa.Tampoco hay ningun limite para 1afa1sificacion,que a su vez no deja de engendrar mas falsifica-cion. No cabe duda de que ahora e1propiodelito es un objeto frecuente de mimesis de1icti-va. Los secuestros fa1sosde personas y vehicu10sy 10s fa1sos robos son en todas partes una fuentede beneficios en expansion, hasta tal punto queen 1aRepublica Sudafricana existe una unidad

especial de la policia dedicada a ellos. Una vezque se instala una "economia de los trucossucios", la linea entre 10 falsificado y 10 rocambo-lesco se difumina cada vez mas. Y asi, el fetichey la falsificaci6n acaban confundiendose.

Volviendo a Nigeria, la falsificaci6n en estepais ha llegado a saturar el propio Estado, gene-rando una politica ilusionista que ha erigidoun edificio de "gobierno simulado", censos yplanes de desarrollo falsos, e incluso eleccionesficticias (cf. Apter, 1999). De hecho, la burocra-cia falsa ha aflorado como un tema omnipresen-te en la politica poscolonial. Asi, William Reno(1995,2000) habla del "Estado sombra" 0

"Estado ficticio" de Sierra Leona, donde tienelugar una Realpolitik de especulaci6n coactivatras una fachada de respetabilidad administrati-va formal. Y Sierra Leona no es el unico caso:la imagen de la sombra -enla que 10 falso seconvierte en 10 oficial y la realidad es el saqueo-,esta empezando a saturar los informes de laeconomia politica africana. Esta hace referenciaa un desdoblamiento, ala existencia de mundosparalelos de gobierno clandestino, soldadosirregulares y economias ocultas que resucitanantiguas imagenes del continente "negro". Sinembargo, las sombras, como nos recuerda James

Ferguson (2006), no son copias borrosas,sino proyecciones, imagenes de uno mismo.A fin de cuentas, tal como hace tiempo vienenafirmando Philip Abrams (1988), RalphMiliband (1969) y otros expertos, es posibleque el tan cacareado Estado europeo tenga tantode quimera como de realidad.

Cabe afiadir aqui otra observaci6n de caractergeneral. La resonancia entre la sombra y lafalsificaci6n tambien refleja parte de los efectosde la desregulaci6n neoliberal del gobierno,algo que resulta evidente en todo el mundo peroque se acentlla aun mas en el caso de las posco-lonias: el contrapunto entre la subcontrataci6ndel Estado y la confiscaci6n de la soberania, queno afecta en menor grado al ambito del mante-nimiento del orden y la guerra. AI dispersarse,el gobierno deja de ser un mero conjunto deinstituciones burocraticas para convertirse enun organismo que regula la concesi6n de licen-cias y franquicias. Asimismo, esto ofrece nuevasoportunidades, en todos los ambitos, para apo-derarse de los activos del Estado y de su vistobueno. En la Republica Sudafricana, Asia, Africay America Latina, estas practicas suelen serdescaradamente explicitas: la policia y los fun-cionarios de aduanas, sobre todo en los paises

donde cobran un sueldo inestable, suelen parti-cipar en metodos de extracci6n en los que lasinsignias de un puesto publico se emplean paraelevar las tarifas. Son innumerables los informesde agentes de polida que convierten los puntosde control en cabinas de peaje particulares. En2002, un equipo del The Economist que viajabaen coche desde Douala, Camerun, hasta unaciudad situada a menos de quinientos kil6me-tros al sureste, se encontr6 nada menos quecon cuarenta y siete controles.4 Tambien suelenobtenerse ingresos haciendose pasar pOl' unrepresentante del Estado: vistiendo falsosuniformes 0, como ya hemos mencionado,usurp ando la producci6n de documentosoficiales de cualquier indole.

La disposici6n para explotar los intersticiosentre las realidades frontales y subrepticias, asi

4 En una de las paradas, un "policia-Iadr6n" afirm6: "Tengoun arma, de modo que conozco las normas"; vease "Theroad to hell is unpaved: Trucking in Cameroon';Economist.com: extracto de la edici6n impresa de TheEconomist, 19de diciembre de 2002,<http://www.economist.com/displaystory.cfm?story _id=1487583>,publica do el8 de agosto de 2005.Asimismo,"Navigating Nigeria's Muddy Landscape'; Steven Inskeep,NPR.org, 24 de agosto de 2005, <http://www.npr.org/templates/ story/story. php?storyld=4797950>, publicadoel30 de agosto de 2005.

como para apoderarse de chapas de autoridad,podria considerarse un sintoma de la tendenciaque se observa en todas partes, bajo el funda-mentalismo del mercado, a difuminar las lineasque separan los negocios licitos de los ilicitos.La presi6n pOl' los beneficios ha generadocomplejisimas articulaciones de producci6n"formal" e "informal". En el oscuro mundode la subcontrataci6n, 10 informal se confundecon 10 ilicito, ya sea contratando a trabajadoressin papeles, pagando sobornos 0 ejerciendo elcontrabando. Esto reafirma nuestra observaci6nanterior sobre las peligrosas relaciones entreel Norte y el Sur, sobre c6mo el respetable co-mercio metropolitano obtiene ganancias evitan-do los riesgos y la macula moral del comercioilegal "al sur de la frontera". La empresa poscolo-nial puede ser mas 0 menos turbia y salvaje,pero resulta esencial para el funcionamiento delplan global de las cosas. Esto es 10 que subray6un estudio reciente de Gallup International,que revelaba un repentino aumento de losesfuerzos de las corporaciones multinacionalespara obtener valiosos contratos -sobre todoen los ambitos de la defensa y la construcci6n-,mediante el chantaje a funcionarios de las"economias en vias de desarrollo"; los medias

de comunicaci6n occidentales Haman hip6crita-mente a estos pagos "puestas en marcha infor-males", "costes de importaci6n" y otros nombrespor el estilo. El Jndice Gallup de Pagadoresde Sobornos fue encargado por quince estadospara rebatir un estudio realizado paraTransparency International, que se centrabaen los sobornados, no en los sobornadores,y "demostraba" el predominio de la corrupci6nen los paises "en vias de desarrollo". Gallupdescubri6 que las fuentes mas importantes depagos de sobornos eran Rusia, China, Francia,los Estados Unidos, el Jap6n e Italia, seis miem-bros del G8, comprometido a "impulsar la pros-peridad" en Africa mediante el fomento delcomercio y la enadicaci6n de las malas practi-cas.5Pero los sobornos invalidan los impulsos:sus beneficios suelen acabar en el Norte, y ago-tan aun mas los recursos de la fuente pobre.

La simbiosis revelada por Gallup entre lostratos manifiestos y los encubiertos, los sob or-nadores y los sobornados, implica cadenasde transacci6n que difuminan las responsabili-

5 "Corporate Bribery on the Rise Worldwide", AnthonyStoppard, Inter Press Service, 14 de mayo de 2002,<http://www. glo bal poli cy.0 rg/ na tio nslla un der / general!2002/0514rise.htm>, publicado el8 de agosto de 2005.

dades y bonan las lineas de 10 legal al franquearfronteras sociales, nationales y eticas. Resultatentador observar en todo esto un mapa neoco-lonial que relaciona los beneficios, la probidady la seguridad del Norte con la pobreza,el saqueo y el riesgo del Sur. Sin embargo, esageografia no es tan sencilla. Para empezar,ellimite entre el Norte y el Sur es sumamenteembrionario. En segundo lugar, los paises comoBrasil, la Republica Sudafricana y la Indiaposeen importantes economias formales cuyofuncionamiento llega hasta el Norte. Y,10 quees mas importante, si bien el neoliberalismopuede haber intensificado la imbricaci6n delcrimen organizado, la violencia y la corrupci6nen el tejido social de las poscolonias, estossistemas de gobierno no son "anarquicos" enningun sentido simple. Por el contrario, ycomo mostraremos mas adelante con mayordetalle, sus politicas y sus culturas populares,incluso sus culturas del bandolerismo, estanimpregnadas del espiritu de la ley, un espirituque es tan fruto del momento como la crimina-lidad de nueva generaci6n. Observemos, en estesentido, el imp acto en Nigeria de las heroicas i

hazafias de un bandolero celebre, LawrenceAnini, apodado "La Ley" (Marenin, 1987:261).

El gobierno se preoeup6 tanto -acusandoa Anini de suponer una amenaza para el ordenyel Estado-, que el presidente cre6 nuevas"agencias de seguridad" para proteger ala gente.Y todo ello pese al hecho de que era mayor elpeligro que representaba la autoridad soberanadel gobierno que el que suponia Anini.

Tanto la angustia como la fascinaci6nprovocada por este Robin Hood sefialanla existencia en las poscolonias de una preoeu-paci6n por "la ley" y por el ciudadano comoindividuo legal; una preocupaci6n que creceen proporci6n al aumento del gobierno indirec-to privado y de las culturas endemicas dela ilegalidad. Esta preoeupaci6n ha llegadoa oeupar un lugar destacado en los discursospopulares. Cuando el gobierno se dispersay los monopolios sobre la coacci6n se fragmen-tan, el crimen y la politica proporcionan un ricorepertorio de modismos y alegorias con losque tratar, de manera imaginativa, la naturalezade la soberania y el orden social: las peliculasde acci6n de Nollywood, la enorme industriacinematognifica de Nigeria, en las que lasfuerzas de la justicia luchan contra forajidos,tanto humanos como sobrenaturales; 0 el atrac-tivo genero de ganster de Hong Kong, cuyos

argumentos garantizan que la violencia puedeeliminarse con violencia; 0 el teleteatroen la Republica Sudafricana, en el que unosdetectives ficticios sorprenden de noche a delin-cuentes reales en libertad, restaurando un ordensocial que ala luz del dia resulta fragil(Comaroff y Comaroff, 2004). Asimismo,los gobernantes comprometidos, que sufrenla presi6n que les exige actuar con mana dura,ponen en escena dramas policiales en los quese ve c6mo "toman me did as" contra delincuen-tes miticos, y de este modo representan laposibilidad de gobernar frente a un desordenendemico. AI menos los medios de comunica-ci6n libran a su publico, una y otra vez, de"la confusi6n primordial entre la ley y eldesorden': una distinci6n sobre la quese funda la propia posibilidad de la sociedad(Morris, 2006).

Pero, texiste realmente esta confusi6n?tPor que esa preocupaci6n por la legalidad hallegado a invadir la vida poscolonial y sus repre-sentaciones creadas por los medios de comuni-caci6n? tPodria tratarse simplemente de unareacci6n racional a unos grados de violenciasin precedentes? Y,10 que es mas importante,tcomo podria relacionarse este "problema" con

el aumento de un neoliberalismo que, al rees-tructurar las relaciones entre el gobierno,la produccion, el mercado y la violencia, parecehaber fomentado unas economias delictivasen todas partes? Para tratar este punado depreguntas, centremonos ahora en el fetichismode la propia ley.

El Estado-nacion moderno siempre se ha erigi-do sobre un andamiaje de legalidades. Y no soloel Estado-nacion moderno. En la Grecia clasica,segun nos recuerda Arendt (1998: 194-195), "lasleyes reran] como las murallas que rodeabanla ciudad". Para Thomas Hobbes (1995: 109),cuyo espectro se cierne sobre las turbulentassuperficies de lavida en la poscolonia, "Las 1eyesson los muros del gobierno". Desde la Caidadel Muro que marco el fin de la Guerra Fria, 1aley se ha fetichizado aun mas; asi, en 1amayoriade las posco10nias se construyen muros masaltos para proteger a 10s ricos del desorden."La Ley",y no solo nos referimos a1matonnigeriano, se ha convertido en el medio en el

que se representa la politica, se tratan conflictossuperando diferencias que de otro modo serianinconmensurables, se garantiza el funciona-miento del mercado "libre" y aparentementese erige el orden social.

En este aspecto, resu1ta sorprendente e1nume-ro de nuevas constituciones nacionales que seredactaron desde 1989: ciento cinco, la mayoriaen poscolonias.6 Asimismo, resulta asombrosa lacreencia milenaria en su capacidad para atraerform as de gobierno equitativas y basadas enprincipios eticos. Actualmente funcionan portodo el planeta unos cuarenta y cuatro tribuna-les constitucionales, 10s maximos arbitros de 1aley y 1apropiedad ejecutiva. Muchos de ellosgozan de una autentica autoridad: en la India, elmaximo tribunal de tierras se hizo tan poderosoa mediados de los noventa que, a decir de todos,era casi el gobierno. Tal como 10plante a BruceAckerman (1997: 2,5), "la fe en 1asconstitucio-

6 Este numero se basa en las cifras del WotJd Fact Book del 14de julio de 2005, <~ttp:ffwww.odci.govfciafpublicationsffactbookffieldsh063.html>, modificado por ultima vez e127de julio de 2005 <https:ffwww.cia.govllibraryfpublicationsf,the-world-factbook.indexfhtml>. S610incluye los paisesque han aprobado constituciones totalmente nuevas (92) 0los que han reformado dnisticamente las ya existentes (13).

nes esta arrasando el mundo", sobre todo por-que su promulgaci6n marca una ruptura radicalcon el pasado, con sus vergiienzas, sus pesadillasy sus tormentos. Sin embargo, mas que la canti-dad de nuevas constituciones, 10que destacaes un cambio de contenido. Este cambio, segunsostiene David Schneiderman (2000), se debea una transformaci6n global en el "disefioconstitucional" de un Estado capitalistaa un modelo neoliberal-producto este de unatransformaci6n hist6rica en la relaci6n entrelas economias y las politicas del capitalismode mercado-. Asi pues, mientras las constitu-ciones promulgadas tras la Segunda GuerraMundial ponian el acento en la soberania parla-mentaria, la discreci6n ejecutiva y la autoridadburocnitica, las mas recientes se centran, aun-que irregular mente, en la primada de los dere-chos civiles y politicos y en el imperio de la ley.Y esto es asi incluso cuando, tal como ya hemosdicho, se viola, atenta, dilata y sustrae tantosu espiritu como su letra.

Buena muestra de ello es el caso de Togo, cuyoautoritario y cruel presidente, Eyadema, muri6inesperadamente en 2005. El ejercito -que, juntocon su clan, habia respaldado su poder- puso ensu lugar a su hijo Faure, 10que era inconstitu-

cional. El presidente del Parlamento deberiahaber tornado el mando y convocado a eleccio-nes dentro de un plaza de sesenta dias. Aunquelos generales podrian haber orquestado facil-mente un golpe de Estado, en vez de eso insistie-ron en que la Legislatura enmendara laconstituci6n para pennitir que el hijo fuerapresidente. Pero Faure s610 rein6 durante veintedias. Los estados circundantes del Africa occi-dental exigieron una observancia de la viejaconstituci6n con tanta firmeza que el nuevopresidente acab6 dimitiendo y se convoc6 a unavotaci6n nacional. Faure gan6 yen mayo de2005 prest6 juramento. Asi pues, Togo, goberna-da por una extensa empresa familiar, unamana dura militar y una idea extrafiamenterefractada del Espiritu de la Ley, sigue envueltaen la constitucionalidad.7

La historia de Togo resulta reveladora no s610porque existen muchas otras iguales, sinotambien porque, en comparaci6n con otrosescenarios poscoloniales, Africa tiene fama

7 Un resumen utH de estos acontecimientos se encuentradisponible en Wikipedia (vease nO 65 arriba),http:// en. wikipedia.org/wiki/Faure_ Gnassingb%C3 %A9,actualizado por ultima vez el 25 de julio de 2005

<http://es. wikipedia.org/wiki/Faure_ Gnassingb%C3%A9>.

de no estar comprometida con el constituciona-lismo, aunque existan treinta y seis nacionesafricanas que hayan aprobado nuevasconstituciones desde 1989 (ef. Mbaku, 2000:

passim; Oloka-Onyango, 2001). Pero el fetichis-mo de la ley es mucho mas que una fe ilusoriaen estas constituciones. Una "cultura dela legalidad" parece estar impregnando la vidacotidiana, convirtiendose en una parte y unaparcela de la metafisica del desorden que acechaa todas las poscolonias. En la India rural,por tomar s610 un ejemplo, a los habitantesde los pueblos les cuesta mucho ponerse deacuerdo acerca del c6digo penal, y discutencontinuamente sobre la legalidad de las accionesde los funcionarios (Gupta, 1995). El propiotermino -"cultura de la legalidad"- apareceen una iniciativa reciente del Estado mexicano,y es la piedra angular de su "programade educaci6n ala ciudadania".8 En unalinea similar, en Sicilia, la mitica cuna

8 Vease <http://bibliotecadigital.conevyt.org.mx/transparencia/Formacion_ ciudadana_ Gt0071103.pdf>,publicado ell de agosto de 2005.Tambien se ha establecidouna iniciativa similar, dirigida ala democracia y a losderechos de la ciudadania, para los ninos de las escuelasbrasilenas; vease Veloso (2003).

del bandolerismo del Norte, se ha inventado unjuego Hamado "Legalopoli". lSu objetivo princi-pal? Fomentar una "cultura de la legalidad".9Incluso el Vaticano 10pone en practica. En 1998,

]ubilaeum incluia un articulo titulado "Unafuerte conciencia moral para una culturade la legalidad" (Torre, 1998). Decia que hemosentrado en una era judicial en la que la humani-dad se conoce en virtud de sus d-e-r-e-c-h-o-s,escritos con todas las letras.

Sea como fuere, sin dud a se ha producidouna explosi6n en el mundo poscolonialde las ONG que velan por la ley. Las misionescivilizadas del nuevo siglo, las ONG -situadasen la intersecci6n entre 10publico y 10privado-animan activamente a los ciudadanos a tratarsus problemas utilizando medios legales.El resultado final es que las personas, inclusoaqueHas que infringen la ley, se muestranaun mas pleiteadoras. En la RepublicaSudafricana, un fontanero al que hacia pocohabian condenado por conducir ebrio demand6al Departamento de Justicia por haberloencarcelado cuando tenia derecho a entrar en

9 Legalopoli: The game of legality tiene su propia web:<www.legalopoli.it>.

un programa de rehabilitaci6n.1O Y conocidosex alumnos de la lucha por la liberaci6n, miem-bros de la Asociaci6n de Veteranos Umkhontowe Sizwe, estan litigando en los tribunalespor las inversiones de la organizaci6n. En otrostiempos, este conflicto entre el CNA electose habria solucionado a traves de vias politicasconvencionales, sin utilizar la ley como arm ade combate. Pero entonces, en el pasado,Umkhonto we Sizwe no habria sido unaorganizaci6n completamente neoliberal, sinomas bien una compania de inversiones parasus miembros y una camara de los comunespara ex guerrilleros.l1

10Vease, por ejemplo, "Drunk driver sues over being kept injail instead of rehab'~ en Fatima Schroeder, Cape Times,8 de agosto de 2005, p. 7.

11Vease "MK Veterans' row heads for court'~ WisemanKhuzwayo, The Sunday Independent, 14 de agosto de 2005,Informe empresarial, p. 1.El artic\llo ponia de manifiestoque la MKMVA tiene una compleja vida empresarial:los hombres contra los que se interpone eI interdictoson llamados "directores" de las sociedades de carterade la MKMVA (que representa a 60.000 miembros y a sussubordinados), y de su brazo financiero, la MabuthoInvestment Company (que sirve a 46.000); la primera,adem as, posee un holding del50/0en Mediro elidet 517,un consorcio, con considerables participacionesen seis grandes corporaciones y olras interesesempresariales.

El imp acto global de las ONG legales es talque actualmente no resulta raro oir el eurolen-guaje de la jurisprudencia en la selva amaz6nicao en la Australia de los aborigenes. 0 entrelos sin techo de Mumbai, Madagascar, Ciudaddel Cabo 0 Trench Town. Las poscolonias,a su vez, estan saturadas de imagenes de si mis-mas basadas en la ley, incluso en lugaresen los que resulta tan corriente traficar, tantofuera como dentro del marco de la ley. EnNigeria, el c6digo tributario exige a los ciudada-nos que juren que tienen hijos y personas mayo-res a su cargo para poder obtener deduccionespor familia numerosa. Todo el mundo declarala maxima carga familiar, tanto si la tiene comosi no. Y esto 10 saben todos los bur6cratas.Y sin embargo se mantiene esa situaci6n legalficticia; se observa aqui un rastro del "419",que tambien imita y burla la ley fiscal.

Pero no s6lo los intereses, las identidades, losderechos y las heridas estan saturados de legali-dad. La propia politica se esta desplazando a lostribunales. Los conflictos que antes tenian cabi-da en los parlamentos, mediante protestascallejeras, campanas mediaticas, huelgas, boicotsy bloqueos, tienden cada vez mas a abrirsecamino por la via judicial. Las luchas de c1ases

se estan transformando en acciones de clases;individuos unidos por los problemas economi-cos, la cultura, la raza, la orientacion sexual,la residencia, la fe y los habitos de consumose convierten en personas juridicas debidoa que sus quejas comunes los convierten endemandantes con identidades comunes.Ciudadanos, sujetos, gobiernos y corporacioneslitigan unos contra otros en un calidoscopioque no para de mutar, a menudo en lasintersecciones de la ley del agravio, la ley de losderechos humanos y la ley criminal. As!,por ejemplo, en 1986, tras el desastre de Bhopal,el gobierno indio, despues de haber aprobadouna serie de leyes para convertirse en el guar-dian unico de los intereses legales de susciudadanos, demando a Union Carbide'2-con 10 cual solo consiguio que las victim asiniciaran su propio proceso en 1999, para"recuperar el control" de su caso-.'3 Incluso la

12 Para obtener un informe contemponineo mas detallado,vease "Indian Government files lawsuit against UnionCarbide': Houston Chronicle, 6 de junio de 1986,Secci6n 1,P·19·

13Vease "Bhopal victims file lawsuit against Union Carbide",en la web Democracy Now, 17de noviembre de 1999,<http://www.democracynow.org/1999/u/I7 /bhopal_ victims_file_lawsuiCagainsCunion>, publicado el8 de julio de 2005.

democracia se ha judicializado: en las eleccionesargentinas de 2003, se pidio ala judicaturaque resolviera "centenares" de conflictos-e incluso que fijara la fecha para la votaci6n-.'4A traves de estas vias, algunos procesos politicosbastante corrientes se someten a la dialecticade la ley y del desorden.

Por su parte, los estados se yen obligadosa defenderse contra las acciones publicaspor cosas sin precedentes y contra demandantessin precedentes. La lucha legal entre el gobiernosudafricano y las victimas del sida ya es todauna leyenda, par supuesto. Sin embargo,existen miles de casos de importancia equipara-ble. Como el del gobierno del Brasil, queen el ano 2000 fue hallado culpable porsu propio tribunal supremo y condenadoa pagar danos y perjuicios por la muerte y elsufrimiento de los indios panara. Un ano antes,Nicaragua fue obligada a comparecer ante elTribunal Interamericano por haber violadoel territorio de los indios tingni al otorgar ilici-tamente una concesi6n maderera a una empresa

14Vease Kroll Argentine Risk Monitor, 4 de octubre de 2003,."p. 7, <http://www.krollworldwide.com/library/arm/arm_041003.pdf>. Kroll, Inc. es una empresaconsultora de riesgos.

coreana. Las demandas de este tipo suelencontar con el apoyo de grupos defensores bajola "Estrategia Liliput", orquestada pOl' el ForoSocial Mundial, que se dedica a combatir elneoliberalismo global. En esta estrategia"ascendiente" la ley conecta los medios politicoscon los fines politicos. En ocasiones, se dirigeal propio capital. Asi, en 2002, Pluspetrol fuedemandada pOl' la Asociaci6n InteretnicapOl' el Desarrollo de la Selva Peruana; debi6limpiar un derrame de petr6leo en el rioMaranon y compensar a lasvictimas por losdanos causados. A veces la ley actua contrasedes de poder inesperadas: hace un tiempo,16.000 graduados en escuelas indias interpusie-ron demandas en Canada contra las iglesiasanglicana, presbiteriana y catolica, alegandoabusos ffsicos, sexuales y culturales. Todos estoscasos fueron ganados, pero son muchos los quese pierden. Asi, pOl' ejemplo, la comunidadde los ogoni perdi6 una demanda contra ShellpOl' considerarla c6mplice de Nigeria en elasesinato de aquellos que se oponian a lapresencia de la multinacional en la zona.A menu do la ley se decanta hacia el bando delcapital bandolero. Sobre todo cuando se ponela mascara del negocio respetable. Algunas

corporaciones tambien utilizan los tribunalespara crear un medio liberalizado propicio parasus maniobras; y, en ocasiones, para protegersedel escrutinio de algunas de sus operacionesmas siniestras.15

No s6lo se judicializa la politica del presente.Como ya hemos dicho, tambien el pasado seresuelve en los tribunales. Gran Bretana, pOI'ejemplo, debe hacer frente a varias demandaspOl'haber llevado a cabo acciones de una atroci-dad extrema en su imperio africano, pOl'haberasesinado de manera caprichosa a varios lidereslocales, pOI'haber enajenado ilegalmente territo-rio de un pueblo africano para cederselo a otro,y pOI'otras injusticias e ilegalidades. Con estasacciones se criminaliza el colonialismo. Llevadaa comparecer ante un juez, la Historia deberomper sus silencios, someterse alas reglas de lajusticia a instancias de aquellos que la han pade-cido y verse reducida a un equivalente moneta-rio, pagadero como moneda oficial de los danos,el desposeimiento, la perdida y el trauma. Loque se imp uta al imperialismo, par encima detodo, es su responsabilidad en la guerra legal: el

15 Para remisiones anotadas a fuentes sobre [os diversos casos,vease Comaroffy Comaroff (2006).

uso de sus propios c6digos penales, sus procedi-mientos administrativos, sus estados de emer-gencia, sus fueros, mandatos y 6rdenesjudiciales, para sancionar a sus individuospor medio de una violencia descodificaday legalizada por su palabra soberana. Tambiense Ie acusa de aplicar sus propias formascivilizadas de cleptocracia.

La guerra legal-el recurso a los instrumentoslegales, a la violencia inherente en la ley, paracometer actos de coacci6n politica, inclusode supresi6n (Comaroff, 2001)- tambien esnotable en las poscolonias. AI tratarse de unaclase de sustituci6n politica, resulta mas visiblecuando aquellos que "sirven" al Estado hacenmaniobras legales para actuar contra susciudadanos. Tal vez resulte mas infame el casode Zimbabue, donde el regimen de Mugabeha aprobado sistematicamente leyes para justifi-car el silenciamiento coactivo de sus criticos.La operaci6n Murambatsvina, "Eliminar labasura", que ha expulsado a oponentespoliticos de areas urbanas bajo la banderade la "demolici6n de tugurios", recientementeha llevado esta practica hasta limites sinprecedentes. Murambatsvina, dice el gobierno,es simple mente una aplicaci6n de la ley territo-

rial para arrasar "estructuras ilegales"peligrosas.'6

La guerra legal puede ser limitada 0 reducirala gente a la "nuda vida"; en Zimbabue, se haconvertido en una necropolitica con un numerocreciente de victimas. Pero siempre intentablanquear el poder mediante un lavado delegitimaci6n, al ser desplegada para reforzar lospilares del Estado 0 ampliar los vasos capilaresdel capital. De ah! la tesis de Benjamin (1978),

segun la cualla ley s.eorigina en la violenciay subsiste mediante la violencia, y 10 legal y 10letal se animan mutuamente. Naturalmente,en 1919, cuando escribi6 su critic a a la violencia,Benjamin no podia imaginar la posibilidadde que la guerra legal tambien se convirtieraen un arma de los debiles, y dar as! la vuelta a laauto rid ad llevando a los tribunales demandaspara obtener recursos, reconocimiento, voz,integridad y soberania.

No obstante, esto aun no responde las pre-guntas esenciales: lPor que existe un fetichismode la legalidad? tCuales son sus repercusiones

16 "Now it's a crime against humanity: A million Zimbabweansleft homeless", Allister Sparks, Cape Times, 29 de junio

de 2005.

en el juego de la Ley y el des/orden en la posco-Ionia? tSon las poscolonias distintas en estesentido a otros estados-naci6n?

La respuesta a la primera pregunta resultaobvia. El recurso a la ley pareceria surgirdirectamente de las crecientes preocupacionessobre el desorden. Pero esto no explica lasustituci6n de 10politico por 10legal 0 el recur-so a los tribunales para resolver un espectro masamplio de agravios. Resumiendo, el fetichismoobedece a algo mas profundo que una merapreocupaci6n por la violencia criminal. Estarelacionado con la propia constituci6ndel sistema de gobierno poscolonial. Segunparece, la naci6n modern a esta experimentandoun alejamiento hist6rico del ideal de homoge-neidad cultural: un cambio de rumbo nervioso,a menu do xenofobico, hacia la heterogeneidad.EI surgimiento del neoliberalismo -consu imp acto sobre los flujos de poblacion,la migracion del trabajo y los trabajadores, ladispersion de las practicas culturales y las nue-vas geografias de produccion y acumulaci6n-ha acentuado este proceso, sobre todo en lasantiguas colonias, que desde el comienzo seerigieron a partir de la diferencia. Y la diferenciaengendra mas leyes. tPor que? Pues porque,

con una heterodoxia creciente, los instrumentoslegales parecen ofrecer un medio de conmensu-raci6n: un repertorio de terminos y practicasestandarizados que, al igual que el dineroen las transacciones economicas, permitenla negociacion de valores, creencias, idealese intereses a traves de unas lineas divisoriaspor 10demas intransitivas. De ahi la huidaplanetaria hacia un constitucionalismo queabarca explicitamente la heterogeneidaden declaraciones de derechos altamente indivi-dualistas y universalistas, incluso en los casosen que los estados prestan cada vez menosatencion a estas declaraciones. De alIi tambienel esfuerzo por hacer del discurso sobre 10sderechos humanos un discurso cada vezmas global y serio. Y de ahi la sustituci6nde tanta politica por jurisprudencia.

Pero hay algo mas en juego. Cabe recordarque un reconocido corolario del recurso neoli-beral ha sido la subcontrataci6n por parte dealgunos estados de las operaciones habitualesde los gobiernos, incluidas aquellas que -comolos servicios sanitarios, el mantenimiento delorden y la conducta de guerra- resultan esencia-les para la gesti6n de la "nuda vida". Por supues-to que las burocracias conservan algunas de sus

viejas funciones, pero la mayoria de los gobier-nos del siglo XXI han reducido su alcanceadministrativo, confiando cada vez mas en elmercado -y delegando cada vez mayor respon-sabilidad a los ciudadanos como individuos,comunidades y c1asesde agentes socialeso legales-. Bajo estas condiciones, sobre todoalli donde la amenaza del desorden parece in-manente, la ley civil se perfila como un armamas 0 menos eficaz al servicio de los debiles,de los fuertes y de todos aquellos que quedan enel medio. Lo cual, a su vez, exacerba el recursoa la guerra legal. El tribunal se ha convertidoen un lugar ut6pico al que la acci6n humanapuede recurrir como medio para obtener susfines. Una vez mas, esto se da especialmenteen las poscolonias, donde al principio las buro-cracias y las burguesias no eran complejas,donde el poder ejecutivo era inalcanzable,como siempre, donde la heterogeneidad debianegociarse desde el principio. La subcontrata-ci6n del gobierno al sector privado tambienha conducido ala criminalizaci6n de la contra-politica, tratandola como una acci6n, no contrael Estado, sino contra la propiedad y los dere-chos de las empresas, y por tanto como objetode proceso judicial. Cabe sefialar, a este respecto,

los acontecimientos que rodearon las llamadas"guerras por el agua" de Cochabamba, enBolivia: las protestas generalizadas contra laprivatizacion del suministro de agua por ordendel gobierno, y contra su transferencia a Bechtel,una empresa norteamericana -acompafiada,inevitablemente, de aumentos consider abIesen su coste a los consumidores pobres- fueronconsideradas como si se tratara de un delitocorriente. AI menos hasta que el regimenadvirti6 que ya no podia seguir haciendolo.

Teniendo en cuenta todo esto, el fetichismode la ley parece sobredeterminado. No s610la vida publica se esta volviendo mas legalista, 'sino tambien las "comunidades" dentro delEstado-nacion, al regular sus propios asuntosy abordar otros: comunidades culturales,religiosas, empresariales, residenciales, comuni-dades de interes, e inc1uso comunidades ilegales.AI parecer, aqui todo existe a la sombra de la ley.Y precisamente por este motivo resulta sorpren-dente que una "cultura de la legalidad" puedasaturar no s610 el orden civil sino tambiensus fondos criminales. Otro ejemplo de elloes la Republica Sudafricana, donde el crimenorganizado acapara, subcontrata y falsificalos medios y los fines, tanto del Estado como

del mercado. Las bandas de.los Cape Flatsde Ciudad del Cabo reproducen el mundoempresarial y se han convertido en un suplentedel lump en para los excluidos de la economianacional (vease Standing, 200S). Para sus clien-tes contribuyentes, esas bandas asumen lasfunciones positivas del gobierno, incluidala seguridad. En todo el ambito poscoloniallascorporaciones ilegales de este tipo suelen tenerpersonal judicial fantasm a y convocan tribuna-les para juzgar a los delincuentes contra laspersonas, la propiedad y el orden social sobrelos que ejercen su soberania. Asimismo, prop or-cionan la vigilancia que el Estado ha dejadode garantizar 0 ha subcontratado en el sectorprivado. Algunas tienen constituciones.Unas pocas incluso estan estructuradas comofranquicias y se dice que ofrecen una "ciuda-dania alternativa" a sus miembros, 10cualresulta muy significativo. Charles Tilly (198S)

demostr6 muy bien en una ocasi6n que losestados modernos tienen un funcionamientomuy parecido al del crimen organizado.Actualmente, el crimen organizado funcionacada vez mas como los estados.

Resulta evidente que la falsificaci6n de unacultura de la legalidad por parte del hampa

criminal alimenta la dialectica de la ley ydel desorden. Al fin y al cabo, una vez que elgobierno subcontrata sus servicios de man ten i-miento del orden y la fuerza de las franquicias,y una vez que las organizaciones ilegales hacensombra al Estado proporcionando protecci6ny repartiendo justicia por su cuenta, el propioorden social se convierte en una especie de sa16nde los espejos: visible, opaco y translucidoa la vez. Y,10 que es mis, esta dialectica tiene supropia geografia. Una geografia de soberaniasdiscontinuas y solapadas.

Hace un momenta hemos dicho que las co-munidades de todo tipo son cada vez mas lega-listas ala hora de regular sus asuntos; de hecho,suele ser durante este proceso cuando se con-vierten en comunidades, al ser el acto de judi-cializaci6n un acto de objetivaci6n. Aqui residesu voluntad de soberania, que adoptamos paraconnotar el ejercicio de control aut6nomo sobrelas vidas, las muertes y las condiciones de exis-tencia de aqueUos que caen dentro de su ambito-y la extensi6n sobre eUos de la jurisdicci6nde alguna ley-. "La legislaci6n -para citar unavez mas a Benjamin (1978: 29S)- es creaci6nde poder y, hasta ese punto, una manifestaci6ninmediata de violencia." Pero "el poder [es] la

mas importante de las legislaciones miticas".En resumen, para transformarse en autoridadsoberana, el poder exige una arquitecturade las legalidades. 0 de sus simulacros.

Debido a sus trayectorias, las poscoloniassuelen no estar organizadas bajo una unicasoberania verticalmente integrada y sustentadapor un Estado centralizado. Mas bien consistenen un mosaico horizontal de soberaniasparciales: soberanias sobre los territorios y sushabitantes, sobre conjuntos de pueblos unidospor una fe 0 una cultura comunes, sobre esferastransaccionales, redes de relaciones, regimenesde propiedad y, a menudo, combinacionesde estos elementos; soberanias de mayor 0

menor vida, protegidas en mayor 0 menorgrade por la violencia, siempre incompleta.Es por esta razan, que existen tantos sistemasde gobiemo que parecen un compuesto dezonas de urbanidad, comunicadas mediantefragiles pasillos de seguridad en medios quepor 10 demas se suponia que estaban descontro-lados, literal mente. Estas zonas y pasillos son,volviendo a Hobbes, los espacios "amurallados"de la legalidad, mondo juralis, en la geografia deretazos que traza el mapa de la dialectica de laley y el desorden en la poscolonia, el mosaico

que hace que la vida humana sea posible en ununiverso ala vez ordenado e indisciplinado.

Esto nos lleva, finalmente, a la gran pregunta.~Estan singular la violencia criminal quesuele atribuirse alas poscolonias? ~Y el fetichis-mo de la ley? ~Y la propia dialectica de la leyy el desorden?

Sobran pruebas de que los paises africanos,por ejemplo, no son tan distintos de, pongamospor caso, Rusia. En 1999 The Economist procla-ma a este pais -no Nigeria, ni Togo, ni elCongo-la "cleptocracia mas importante delmundo".'? Observemos los hechos: el hamparusa controla el 40% de la economia; no existenbarreras ala corrupcian; el 78% de las empresassuelen pagar sobomos con regularidad; elpersonal publico se deja sobornar constante-mente; los matones se hacen pasar por polidas;el crimen organizado, cad a vez mas avanzado

17 Salvo en los casos en los que se indique 10 contrario, todaslas citas de este parrafo relacionadas con Rusia pertenecen a"Crimen sin castigo", The Economist, 352, N° 8134, pp. 17-20.

en sus pf<kticas empresariales, se alimenta delsector privado -y, cuando el Estado no refuerzala ley ni proporciona servicios, pone precioa estos servicios-. AI mismo tiempo, las "estruc-turas y los valores de la legalidad estan enmarcha"; "incluso los politicos mas corruptoslas defienden de dientes afuera". lLes resultafamiliar?

Si Rusia parece un ejemplo demasiado fla-grante, observemos a AIemania, que a menu dopresume de ser el arquetipo de la respetabilidadempresarial. Desde hace un tiempo AIemaniase ha visto sacudida por revelaciones del "virusde la corrupcion" -no solo en "nichos oficial-mente protegidos 0 en el entorno de los corre-dores de bolsa, sino en todas partes"-.18 Estorecuerda la endemica corrupcion empresarialde los Estados Unidos, donde el caso Enron sacoa la luz el engafio economico escondidoen el oscuro corazon del falso capitalismo.Naturalmente, esto no significa que Rusia seacomo Ruanda 0 Alemania como Guatemala.Pero SI sefiala el hecho de que, en todo el planeta,

ya menudo en lugares insolitos -Suecia,Holanda, Japon, Inglaterra, Canada- existe unapreocupacion creciente por el aumento delcrimen, la violencia y el desorden. Y no se tratade una inquietud infundada. El teorico conser-vador John Gray (1998), y muchos otros, hanafirmado que el problema del neoliberalismo esla escalada del desorden global, debida al replie-gue del Estado, alas oportunidades para ejerceractividades ilegales que surgen de la liberaliza-cion, al creciente mercado para los medios dela violencia, y a la criminalizaci6n de la raza, lapobreza y la contrapolitica. Todo ello conduce alincremento de la impresion de caracter populis-ta de que la linea que separa el orden del desor-den es muy delgada; una impresi6n que en losEstados Unidos se vio reforzada por los saqueosy los asesinatos que siguieron al huracan Katrinaen 2005, gran parte de los cuales fueron prota-gonizados por victim as que se vieron privadasde recursos y de asistencia de cualquier tipo porun regimen cuyo presidente pidi6 a 10spobresque "asumieran responsabilidades". Como notenian demasiadas alternativas, muchos de ellos10hicieron; pero tambien se adjudicaron otrascosas, por supuesto. Aquellas escenas mediatiza-das dejaron perplejos a los norteamericanos,

18 La cita procede de un editorial del Die Zeit. Tambienaparece citado en Jeffrey Fleishman, "Virus of corporatecorruption contaminates Germany': The SundayIndependent (Johannesburgo), 20 de agosto de 2005, p. 14.

19 Estas cifras figuran en The seventh United Nations Surveyon crime trends and the operations of criminal justicesystems (1998-2000), <http://ww.V'. unodc.org/pdf/crime/seventh_surveY/7sc. pdf>.

Si bien estos calculos deb en interpretarsecon escepticismo, siete de los paises en los quese ha producido el mayor numero de delitosno son poscolonias. El crimen organizadotambien se esta introduciendo en el nortedel globo, incorporando unas practicascomerciales cada vez mas sofisticadas, consoli-dando sus formas espectrales de gobiernoa imagen de la ley y haciendo negocios rentablescon corporaciones licitas y con cuadrospoliticos.

Naturalmente, los paises como los EstadosUnidos y las naciones de Europa saben ocultarsus practicas cuestionables mejor que sushom6logos poscoloniales. No es ningun secretaque la primera elecci6n de George Bushse decidi6 mediante una guerra legal. 0 que suconducta de gobierno posterior en beneficiode sus socios mas pr6ximos ha legalizadopOl' decreto soberano -y pOl' falsificaci6n-precisamente 10que en otras partes se considera"corrupto". De este modo, la excepci6n se com-pone de engano y extracci6n. Sucede algosimilar en Inglaterra, donde los gobiernos con-servadores de Margaret Thatcher y John Major.fueron sacudidos pOl' una serie de escandaloscuando se supo que habian vendi do activo

quienes confesaban que 10primero que les veniaa la mente al verlas era ... Africa. Los EstadosUnidos se habian top ado de frente con 1areali-dad de que su pais tambien posee unaspectocaracteristico de las poscolonias: tiene su propio"sur", un mundo segregado de pobres, margin a-dos, criminalizados.

Pero, lno es posible que este sea un hechoexcepcional? lTiene raz6n John Gray? lHaymas desorden en todas partes? Segun Barclayy Tavares (2003: 2), cuyas estadisticas procedendel Ministerio del Interior Britanico, entre 1997y 2001 tanto el delito contra la propiedadcomo el delito violento aumentaron considera-blemente en todo el mundo: el delito contrala propiedad un 24% en Europa y un 128%en el Jap6n; el delito violento un 22% en Europay un 79% en el Jap6n. En el "total de los delitosregistrados" pOl'1asNaciones Unidas el ano2000,'910s diez lideres eran Nueva Zelanda,Republica Dominicana, Finlandia, Ing1aterray Gales, Dinamarca, Chile, los Estados Unidos,Holanda, Canada y 1aRepublica Sudafricana.

publico a ricos ciudadanos britanicos poruna bicoca. Como senalaDavid Hall (1999),

refiriendose a Europa: "1os ultimos anos hemosvisto politicos condenados por corrupci6nen Austria, Belgica, Francia, Alemania, Italia,Espana y Reino Unido. En 1999, el conjuntode la Comisi6n Europea debi6 dimitir debidoa acusaciones de corrupci6n. El soborno es tanhabitual que las empresas inglesas contratana agentes para recuperar los pagos que no pro-ducen resultados". En este caso tambien resultadif1cil distinguir los negocios legales de losilegales; y tambien se chupan la sangre unosa otros, a veces literalmente. Finalmente, resultaimposible saber si existe tanto desorden enel Norte como en el Sur. Dejando a un lado 10demas, a menudo las estadisticas oficialessobre corrupci6n ocultan tanto como revelan.Y en cualquier caso, much as cuestiones queen las poscolonias se consideran corrupci6n-como las inmensas "aportaciones" a politicosdesde sectores interesados, 0 la flagrantedistribuci6n de los botines de guerra entre laselites politicas- son "legales" en el Norte, dondelas cubren con la casta ropa de una cultura de lacontabilidad. Y,como hemos visto, a menudoel Sur carga con la culpa de un as oscuras cola-

boraciones. lQue significa eso? Que much as delas practicas intrinsecamente asociadas con lasposcolonias no se limitan a estas, sino quetambien se detectan en otras partes, aunqueno con tanta claridad. 0 bien ocultas bajoun alias respetable.

Lo mismo sucede con la otra cara de la dialec-tica de la ley y el orden, la cultura de la legalidad.El mundo no poscolonial tambien se muestramas pleiteador que antes. La creciente heterodo-xia de todos los estados-naci6n ha animado adistintos pueblos a reivindicar sus derechosapelando a una instituci6n disenada para trataresos derechos: los tribunales. Como consecuen-cia de ello, en todas partes la judicializaci6n de lapolitica avanza a ritmo acelerado. En el Norte,donde la centralizaci6n de la autoridad en elEstado tiene una historia mas larga, una solasoberania verticalmente integrada aun podriaresistir, evitando la sedimentaci6n de un mosai-co de soberanias, salvo en los enclaves criminalesdonde el mantenimiento de la ley y el ordentiene poco exito. Sin embargo, la presi6n haciauna fragmentaci6n de la soberania -como la queha conocido Rusia con Chechenia 0 Inglaterracon su "sector celta"- esta creciendo deprisa, ainstancias de movimientos religiosos yetnona-

cionalistas, el crimen organizado, empresasmultinacionales, ONGSy otras fuerzas que buscanla independencia en un universo liberalizado.

En resumen, las similitudes entre la poscoloniayel mundo que hay al otro lado son innegables.Y cada vez mas numerosas. El Norte esta evolu-cionando hacia Africa. En todas partes la violen-cia criminal se ha convertido en un vehiculoimaginativo, en un jeroglifico, para pensaren las pesadillas que amenazan ala naci6n.Y en todas partes el discurso del crimen desviala atenci6n de los efectos materiales y socialesdel neoliberalismo, responsabilizando a losmales del hampa de su lado mas oscuro. Perolas diferencias tambien son palpables. No hayduda, pOl' todos los motivos que hemos expues-to aqui, de que la dialectica de la ley y el desor-den aparece exagerada en las poscolonias,donde la dispersi6n de la autoridad del Estadoes mas grande. Pero el propio hecho de quela delegaci6n de la soberania este empezandoa ser mas palpable en el Norte, de que la dialec-tica de la ley y el desorden se este manifestandocada vez mas en los Estados Unidos y enEuropa, sugiereque las poscolonias son versio-nes hiperampliadas de la historia del ordenmundial contemp0l'<lneo, que van un poco

adelantadas. AI fin y al cabo, son los supuestosmargenes los que a menudo experimentancambios teut6nicos en el orden de las cosas,de un m~do manifiesto y espantoso. Y energico,y creativo, y ambiguo. No estamos hablandoaqui de transici6n, una fase pasajera en la vidayen los tiempos de la poscolonia, un momentasuspendido entre el pasado y el futuro. Estova a pasar a la his toria. POl'eso la poscoloniase ha convertido en un terreno tan esencialpara la teorizaci6n en las ciencias sociales.En la medida en que son precursores de unfuturo global, de la nueva era neoliberal en suaspecto mas firme, estos sistemas de gobiernoson tambien 10sambitos dande deben fijarse10s limites del conocimiento social.

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