conceptos y categorÍas

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Reflexiones sobre la escritura de la historia.

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Page 1: CONCEPTOS Y CATEGORÍAS

CONCEPTOS Y CATEGORÍAS: BREVE REFLEXIÓN SOBRE LA HISTORIOGRAFÍA DE LA EMANCIPACIÓN VENEZOLANA

José Javier Blanco Rivero

Es vital para los historiadores saber distinguir entre conceptos y categorías, ya  que tal es una distinción directriz en la investigación histórica. Sobre todo en estos tiempos en los que las olas del giro lingüístico alcanzan la disciplina. Ella constituye la diferencia entre la observación y lo observado, por lo que está presente en toda narración histórica, sea que el historiador esté consciente de ella o no.

La distancia entre lo narrado y lo sucedido es insalvable, por lo que el historiador sólo puede dar cuenta de lo narrado (sea por escrito o sea, en casos menos frecuentes, oralmente). Digamos que es del lado de lo narrado, desde donde el historiador observa. Pero también allí se repite la diferencia entre la observación y lo observado, entre lo sucedido y lo narrado, entre el acontecer y la lingüistización de lo sucedido. Es decir, podemos dar cuenta lingüísticamente de esa diferencia.

De esta manera, cada historia es dada a luz en el momento de su narración o articulación lingüística; y como tal es única. En cierto sentido, la tarea del historiador es la de hacer presente lo que ya no está, y tal es un acto de creación. No quiero decir que el historiador imagine o invente acontecimientos, de cuyo suceder podemos dar pruebas más o menos objetivas según sea el caso. Pero los acontecimientos por sí solos no hacen historia, sino el enlace de los mismos en una determinada trama, contexto o coyuntura.  

Tenemos pues dos distancias que, no es que el historiador deba salvar, sino que son condición de posibilidad de la historia misma: una objetiva (la de concepto y categoría) y otra temporal (la de lo narrado y lo sucedido). Ambas están imbricadas una con la otra. Un concepto es un recurso lingüístico que el individuo histórico emplea para dar cuenta de su mundo y obrar en él, digamos, el concepto tiene una dimensión cognitiva y otra factorial (en el sentido de que es factor o instrumento de cambio). Una categoría, por otra parte, es también un concepto; su especificidad como categoría surge cuando se le emplea para explicar o analizar otros conceptos. Esta es la diferencia objetiva, pero existe fundamentalmente una diferencia temporal: la categoría es un concepto empleado en el presente, para abrir el cerrojo de los conceptos del pasado.  

La condición paradójica de su punto de partida, es algo de lo que todo historiador debería estar consciente. Sin embargo, esto no ha resultado tan fácil. La razón es que pueden coincidir -y de hecho han coincidido- los horizontes temporales del concepto-categoría con los del concepto histórico. Dicho con otras palabras, se puede constatar

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la historicidad de las propias categorías, y darse cuenta que ellas pueden solaparse con los conceptos o realidades expresadas lingüísticamente que se quieren historiar.  

Los ejemplos están a la vuelta de la esquina: por citar sólo uno, historiadores que quieren narrar la historia del nacionalismo, cuando aun emplean el concepto de nación como categoría de análisis. La historiografía en Venezuela no está exenta de estos errores, y me gustaría ilustrar uno en particular.

Explicar el proceso de emancipación ha sido problemático para nuestros historiadores, en tanto el movimiento comenzó declarándose fiel a Fernando VII. ¿Cómo explicar estos hechos contradictorios? ¿Se los atribuye al devenir de los acontecimientos que arrastraron a los hombres indefectiblemente hacia la independencia? ¿Se trata de la mascarada de Fernando, por lo que siempre estuvieron a favor de la independencia? O ¿reflejan las distintas posiciones las luchas de poder entre un sector moderado del mantuanaje y otro radical?

Para diferenciar situaciones o coyunturas e intenciones o motivos entre el 19 de Abril y el 5 de Julio, los historiadores hablan de autonomía y de independencia absoluta. Con la primera se refieren a que Venezuela aun deseaba mantener los lazos con la monarquía, pero sin someterse a la Regencia; mientras que con la segunda se quiere dar cuenta del momento de ruptura en el que no manteníamos con España ningún vínculo ni político, ni jurídico, ni social.

Estas categorías, no hay que negarlo, resultan útiles para entender el proceso. No obstante, la categoría se ha confundido con el concepto, desde que se les empieza a atribuir a los actores los deseos de autonomía y no de independencia.  ¿Manejaban el concepto de autonomía los venezolanos de 1810? ¿qué entendían por tal? ¿qué entendían por independencia?

No queremos decir que no hubiesen quienes por convicción fuesen monárquicosy nunca en su vida hablasen de independencia, pero entonces se han planteado el problema de manera errada.

Estas son preguntas que han pasado por alto nuestros historiadores, haciendo cierta violencia a su pretensión de objetividad de tratar de ser lo más fieles posible a los hechos históricos. 

Es menester conocer los lenguajes políticos corrientes para la época que les permitían articular discursos políticos e interpretar el sentido de las palabras y conceptos de cierta manera y no de otra. Hay que explicar pues, por qué para ellos ser independientes no contradecía defender los derechos de Fernando VII. Y si para algunos lo fue, hay que identificar en virtud de cuál o cuáles lenguajes políticos tal idea era plausible. ¿De qué manera se podía ser independiente como corporación política y a la vez ser fiel a un monarca allende los mares? ¿En qué sentido y medida la retroversión de la soberanía implicaba independencia y libertad?

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Hay que entender que para poder formularnos las preguntas adecuadas debemos primero hablar su lenguaje.

No es este el lugar para profundizar en un estudio histórico, que demuestre los usos del concepto de independencia en la época. Sólo nos basta insistir en la confusión de conceptos y categorías, y cuánto nos ayudan en esta tarea las herramientas hermenéuticas de la Escuela de Cambridge y la Historia conceptual. En estas escuelas los historiadores disponen de un instrumentario analítico, a la vez abstracto y útil, para la práctica de la actividad historiográfica.

Antes de cerrar queremos también enfatizar, que la historia debe aceitar sus categorías, debe generalizarlas y hacerlas más abstractas, hasta que esté en capacidad de proveerse con una teoría de la historia. De esta manera evitará infectar sus objetos de estudio con sus ajadas categorías, residuos de la evolución semántica del léxico político occidental más que producto de una adecuada reflexión teórica.

Sólo de esta manera podremos mediar con la paradoja sobre la que se funda la disciplina.