•conferencia “violencia y literatura” por la profra. élida elizarrarás ramírez
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VIOLENCIA Y LITERATURA
Élida Elizarrarás Ramírez
Durango, Dgo. 21 y 22 de Febrero de 2011
"Educar es un acto y un proceso, mediante el
cual las generaciones adultas proporcionan a
las generaciones de niños y niñas la
oportunidad de conocer y apropiarse de los
ideales, la identidad, los valores, las
costumbres, los conocimientos y las creencias
de la sociedad en que viven. Es un proceso
interior de cada persona del cual sólo ella es
responsable y en el que construye el propio y
personal sentido de la vida, del mundo y de
sí misma ... y adquiere la capacidad de
transformar ese sentido por sí misma y junto
con sus contemporáneos" (Bazdresch, 1998).
Una de las formas de educar, es a través
de los valores, estos no solo se inculcan
en su vestidura de conocimientos, sino
también a través de la comunicación oral:
narración, relato, cuento y muchos otros
regalos que nos ofrece la Literatura.
Mucho antes de existir una
literatura escrita exclusivamente
para niños, los cuentos populares -
de hadas, ogros y princesas- se
transmitían a través de la
tradición oral y de generación en
generación. Durante siglos, quizás
milenios, los cuentos eran contados
entre los adultos; empero, de tanto
repetirse una y otra vez, llegaron
también a gustar a los niños no
sólo por el poder de la fantasía
que alimenta el desarrollo de su
personalidad, sino también porque
abordan temas que les toca de
cerca.
Los cuentos populares sufrieron una serie de mutilaciones tanto en la forma como en el contenido, y muchas de las adaptaciones, lejos de mejorar el valor ético y estético del cuento, tuvieron la intención de moralizar y censurar las partes “crueles”, arguyendo que la violencia era un hecho ajeno a la realidad del niño y algo impropio en la literatura infantil. De cualquier modo, una cosa es mutilar el contenido de un cuento, y, otra muy distinta, adaptarlo al nivel lingüístico o al desarrollo cognoscitivo del niño, quien, para gozar de la lectura, requiere comprender el léxico y la sintaxis del texto.
Si bien es cierto que la literatura infantil estimula la fantasía
del niño y cumple una función terapéutica, es también cierto
que los cuentos llamados “crueles” no tienen por qué ser
censurados ni rechazados; por el contrario, deben ser
presentados con un sentido crítico, ya que el propio niño
vive en un mundo que no es un paraíso, sino un territorio
lleno de tragedias e injusticias. Es más, los cuentos
populares, al mismo tiempo que entretienen al niño, le
ayudan a comprenderse mejor a sí mismo y contribuyen al
desarrollo de su personalidad.
Sólo en Latinoamérica mueren cada año, por golpes recibidos en el hogar, tantos niños como mueren en los accidentes de tráfico, y se habla de cifras alarmantes de niños permanentemente lesionados por idénticos motivos. Es decir, hay quienes no necesitan leer los cuentos “crueles” de los hermanos Grimm y Charles Perrault para comprender las consecuencias negativas del castigo, puesto que ellos mismos, en algún momento de su vida, han sentido el dolor en carne propia. La violencia no es un hecho ajeno a la experiencia cotidiana del niño, quien, cada día y durante horas, se hace testigo de escenas “crueles” a través del cine, la televisión y las revistas.
Sentido terapéutico, resolución de conflictos emocionales.
Angustia, satisfacción, soledad…
Abandono, desprecio, celos…
En el cuento de “Blancanieves”, la madrastra perversa,
que siente celos y envidia por la juventud y belleza de su
hijastra, ordena a uno de sus súbditos quitarle la vida. Pero
éste, en lugar de consumar el crimen, la abandona en el
bosque, donde Blancanieves se refugia en la cabaña de los
siete enanitos, hasta el día en que su madrastra, disfrazada
de bruja, le da de comer una manzana envenenada.
Cuando Blancanieves yace en el féretro de cristal, lista para
ser sepultada por los siete enanitos, aparece el príncipe que
la resucita con un beso y se la lleva a vivir en su castillo.
Las escenas de “crueldad” se repiten una y otra vez en los cuentos populares. Así, en “Pulgarcito“, el ogro quiere degollar y comerse a los siete hermanos, del mismo modo como la bruja quiere matar y comerse a “Hansel y Gretel” en la casa de chocolate.
-“Hansel y Gretel”, los pequeños héroes que son abandonados
en un bosque tenebroso, debido a que sus padres, pobres
leñadores, no tienen qué darles de comer.
-“Caperucita Roja”, la historia despiadada de un lobo que
devora a una anciana y su nieta, quien se entretuvo en el bosque
desobedeciendo las recomendaciones de su madre.
-“Grisálida”, un hombre somete a su mujer a todo tipo de
suplicios morales -le quita a su hija- para poner a prueba su
paciencia y sumisión.
-“La bella durmiente”, cuya versión original no termina con la
feliz boda, sino en la horrible muerte de la madre del príncipe, que
cae a un cubil lleno de serpientes y sapos venenosos, muerte que,
en realidad, estaba destinada a la esposa de su hijo.
-“Alí Baba” y el terrible descuartizamiento que se lee en sus
páginas, estremece al más experimentado lector de las crónicas de
crímenes que a diario se publican en la prensa.
Las historias modernas que se escriben para los niños evitan,
generalmente, estos problemas existenciales, aunque sean
cruciales para todos nosotros. El niño necesita más que nadie que
se le den sugerencias, en forma simbólica, de cómo debe tratar
con dichas historias y avanzar sin peligro hacia la madurez.
Las historias „seguras‟ no mencionan ni la muerte ni el
envejecimiento, límites de nuestra existencia, ni el deseo de la
vida eterna. Mientras que, por el contrario, los cuentos de hadas
enfrentan debidamente al niño con los conflictos humanos
básicos“ (Bettelheim, B., 1986).
Manejan personajes
arquetípicos.
Son un medio básico para dar
sentido a la experiencia.
Como seres humanos,
tendemos a crear historias.
Los cuentos de hadas tradicionales …
Para Hillman (1979), el haber estado en contacto
con narraciones desde la niñez temprana capacita
a la persona para dar sentido y orientación a los
sucesos de su vida cotidiana, dentro de una trama
con un horizonte de significado. Las mejores
narraciones son las de los mitos, leyendas y
cuentos de hadas tradicionales. Más allá de las
teorías racionalista y asociativa sobre la mente, en
donde la razón es contrapuesta como superior a la
imaginación, su práctica ha demostrado que
mientras más refinado y profundo es el lado
imaginativo de la personalidad, le es mas fácil
integrar lo irracional, hay menos necesidad de
represión y es menor la patología. A través de la
narración, la cualidad simbólica de las imágenes va
penetrando el inconsciente, ayudando al niño a
comprender más a fondo la experiencia en su totalidad.
Campbell (1949) sobre mitología en las
distintas culturas, nos refuerza esta
misma intuición. La necesidad del ser
humano de contar con narraciones
arquetípicas que le permitan orientar y
dar sentido y fundamento a su existencia
en todas las etapas del proceso de
convertirse en persona, en todo el
proceso de individuación.
La característica esencial del cuento de hadas es la necesidad de un final
feliz. En todos los cuentos de hadas verdaderos el espíritu del optimismo y
el triunfo corre por ellos como un hilo dorado. Desde el principio se sabe
que triunfará la buena voluntad y que, aunque haya fuerzas peligrosas o
amenazadoras, existen otros poderes cuya ayuda se puede invocar y que
nunca se niega a los que confían en ellos. El héroe y la heroína terminarán
por encontrarse, se casarán y vivirán felices por siempre jamás.
El cuento de hadas es romántico y emotivo. El mito y la saga pertenecen a la nación y son raciales y culturales. El cuento de
hadas se refiere generalmente a una persona, a menudo sin nombre, que representa alguna cualidad con la que puede
identificarse el individuo.
Para que la historia mantenga de verdad la atención del niño, ha de divertirle y excitar su
curiosidad.
Ha de estar de acuerdo con sus
ansiedades y aspiraciones; hacerle reconocer plenamente
sus dificultades,
le sugiere solucionar los problemas que le
inquietan.
Ha de estimular su imaginación, ayudarle
a desarrollar su intelecto y a clarificar
sus emociones.
Importante que el adulto que está cerca,
se encargue de dar crédito a la seriedad de los conflictos del niño o adolescente.
Los elementos trágicos en los cuentos son fundamentales,
pues el niño debe comprender que el mundo en el que vive
tiene conflictos que va a tener que resolver. Es la manera de
mostrarles que no todo es bueno, además, les da un punto
de referencia para cuando ellos pasen por éstas situaciones.
Así, los niños se reflejan en ellos, y pueden entender que las
situaciones adversas les suceden a todos. Las amenazas no se les deben ocultar, se les debe enseñar a vivir con ellas.
Cómo ve un niño los cuentos de hadas ???
Al leer la historia de un niño que engaña a un gigante que le asusta o que amenaza su vida, la reacción espontánea manifiesta que comprende lo que el gigante representa : «No existen los gigantes verdad ? Pero existen los adultos que son como gigantes». El cuento mantiene la esperanza de algún día aprovecharse del gigante: «podré crecer y convertirme en gigante y tener los mismos poderes». Es diferente leer solo, a que te lo cuenten, al leer solo, el niño puede pensar que solo quien escribe la historia (un extraño) aprueba la idea de derribar al gigante. Sin embargo, si los padres cuentan la historia, el niño puede estar seguro de que los padres aprueban su venganza a la amenaza que comporta el dominio de un adulto.
CONCLUSIONES
Contar un cuento es una experiencia maravillosa. Es hablar de nosotros mismos; es hablar de nuestras inquietudes, deseos, temores… Es verbalizar nuestros más profundos sentimientos a través de la imaginación de otros.
Importante revisar los cuentos, relatos, leyendas, mitos, antes de leerlos a los niñ@s o adolescentes, verificar qué núcleos pueden abrirse y prever su cierre con actividades especiales.
Echemos un vistazo a los «Derechos del Niño Lector».