conjuros y conjuras - la corte embrujada del conde-duque de olivares

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La Corte "embrujada" del CONJUROS... El Conde-Duque de Olivares fue el hombre más poderoso de la España de su tiempo, pero vivió atemorizado por una obsesión: el miedo a perder el favor del rey Felipe IV. Para evitar que sus temores se hicieran realidad, consultó con todo tipo de hechiceros y brujos que no sólo lo estafaron y ridiculizaron, sino que también utilizaron sus presuntos poderes para derrocarlo. por Marcos Molinero 80 MÁS ALLÁ ^^H Sabías que... ...el Conde-Duque de Olivares alcanzó tal fama de crédulo que el pueblo llegó a pensar que el bastón con el que se ayudaba en su fatigoso caminar era una varita mágica para lograr los más fantasiosos prodigios? Aunque todos sabían que lo utilizaba porque padecía gota, cualquier cosa valía para poner en la picota a quien seguramente era uno de los hombres más odiados del reino.

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Page 1: Conjuros y Conjuras - La Corte Embrujada Del Conde-duque de Olivares

La Corte "embrujada" del

CONJUROS...El Conde-Duquede Olivares fue elhombre máspoderoso de laEspaña de sutiempo, pero vivióatemorizado poruna obsesión: elmiedo a perder elfavor del reyFelipe IV. Paraevitar que sustemores sehicieran realidad,consultó con todotipo de hechicerosy brujos que nosólo lo estafarony ridiculizaron,sino que tambiénutilizaron suspresuntospoderes paraderrocarlo.

por Marcos Molinero

80 MÁS ALLÁ

^^H

Sabías que...

...el Conde-Duque deOlivares alcanzó talfama de crédulo que elpueblo llegó a pensarque el bastón con elque se ayudaba en sufatigoso caminar erauna varita mágica paralograr los másfantasiosos prodigios?Aunque todos sabíanque lo utilizaba porquepadecía gota, cualquiercosa valía para poneren la picota a quienseguramente era unode los hombres másodiados del reino.

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Conde-Duque de Olivares

Y CONJURASC uando España perdió en

1632 la ciudad de Maestricht(Holanda), reconquistada

por Federico de Orange sin que lastropas españolas presentaran resis-tencia, se acusó al Conde-Duque deOlivares, don Gaspar de Guzmán,de haber dejado en manos de unamonja adivina y amiga de profecíasla decisión final de renunciar a la

defensa de aquella plaza porque sabía"por revelación divina" que nocorría peligro.Aquella monja, Teresa Valle de laCerda, priora del convento madri-leño de San Plácido, sería años des-pués, junto con la mayoría de susreligiosas, procesada y condenadapor brujería. La monja, con famade milagrera, era visitada asidua-

mente por Olivares, que la confiabasus secretos y la encomendó queintercediera por su ansiada des-cendencia (ver recuadro en la pág.84). Sor Teresa, guiada por su buenafe y aconsejada por su confesor, eliluminado y tristemente famosopadre Francisco García Calderón,hizo lo que pudo... como veremos,no sólo con la oración.

a curiosidad

a reina Isabel de—i Borbón, esposa de

Felipe IV, odiaba alConde Duque deOlivares porque creíaque éste habíapropiciado los amoríosde su esposo (a la dcha.)con La Calderona laactriz que dio almonarca el hijo naturalJuan José de Austria,tan poco grato luego aMariana de Austria,regente, tras la muertede Felipe IV, durante laminoría de edad deCarlos II el Hechizado

Los rumores maledicentes corrieronpor la Corte. Acusaban al todopo-deroso valido de Felipe IV dedejarse embaucar por una religiosahistérica y de confiar su gobiernoa prácticas hechiceras. Pero, aunquela imaginación desbordada de las gen-tes exageraba la realidad, era de domi-nio público que en palacio el validovivía rodeado de extraños y hete-doroxos personajes sospechosos aveces de practicar la brujería. No eranlos menos conocidos, entre todos ellos,Jerónimo de Liébana, que habíasido objeto de reiteradas acusacio-nes por parte de la Inquisición deCuenca y que llegó a Madrid pre-cedido de fama de hechicero, o unatal Leonorilla quien, tenida por brujay sanadora, parece que ayudaba ensus funciones al médico de la reina,Andrés de León, un oscuro y enig-mático fraile mercedario sobre el quetambién pesaban dos condenas delSanto Oficio.Ambos despertaron las sospechas deOlivares, quien no paró hasta logrardel rey que su propia esposa fueranombrada dama de la reina para con-vertirla así en informadora y espíade todo cuanto acontecía -no sólode mágico o sobrenatural- en elentorno y la alcoba de Isabel de Bor-bón, tan poco amiga del valido (verrecuadro a la izquierda).

SIMÓN ROJAS, UN SANTOENTRE HECHICEROSSin embargo, no era la cercanía ala reina de la bruja Leonorilla o elmédico Andrés de León lo que máspreocupaba a Olivares, sino el po-der que alcanzó otro personaje "*>

MÁS ALLÁ 81

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Oii

Brebajes y

Las servidumbres

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alavera del maes

Fe, superstición y obsesión

A pesar de prestar oídos a tanta superstición y ser víctima dealgún que otro embaucador, el Conde-Duque de Olivares

era un hombre de fuertes y obsesivas creencias religiosas y en suvida había tanto tiempo para la meditación y la oración comopara las tareas de Estado. Pero en su caso la línea entre la fe y lasuperstición no siempre estaba clara.Así, debido a su preocupación por la muerte y estimulado por elsentido trágico del barroco, como si quisiera emular a lospersonajes de Valdés Leal, Olivares hizo desenterrar y traer antesí el cráneo de uno de sus maestros de Salamanca para tenerpresente en sus rezos aquella calavera que tanto le ayudaba aelevar su pensamiento por el oscuro mundo de las postrimerías.Parece que ese tétrico objeto lo acompañó hasta su muerte.

Entre los muchoshechiceros a los que

consultó el Conde-Duque deOlivares para mantener elfavor del rey se encontrabauna conocida bruja de lalocalidad madrileña de SanMartín de Valdeiglesias,famosa por sus brebajes.Asimismo, el valido de FelipeIV trató de atraerse a un talMiguel Cervellón, unoscuro personaje quepresumía de elaborar pactosa medida con el Diablo. Sinembargo, bien por negarse asometerse al servicio deOlivares o bien por noconseguir satisfacer suspretensiones, Cervellónacabó en prisión por practicarla hechicería.

•i* de gran influencia en la Corte:el confesor de Isabel, el trinitarioSimón Rojas, quien gozaba de ampliafama de hacedor de milagros y ofi-ciaba de exorcista expulsando demo-nios y espíritus malignos.Presente ya en la Corte de Felipe IQen Valladolid, donde conoció de niñoal futuro Felipe IV, Simón Rojas acabóconvertido -por decisión del monarcay con el disgusto de Olivares- en con-fesor de la reina.Nacido en Valladolid en 1552, el padreRojas tuvo siempre entre sus con-temporáneos fama de santidad eincluso Lope de Vega llegó a equi-parar su figura con la de San Ber-nardo de Claraval. Fundador de lacongregación laica de los Esclavosdel Dulcísimo Nombre de María, de-dicó una gran energía a socorrer alos pobres y a redimir esclavos. Sushonras fúnebres fueron famosas ydurante doce días los más afamadospredicadores y oradores del reino rin-dieron homenaje a un hombre tenidopor milagrero que posteriormente,en 1735, sería beatificado por Cle-mente Xin y muy recientemente (el3 de julio de 1988) elevado a la san-tidad por el papa Juan Pablo u.A pesar de las cautelas de Olivares,

82 MÁS ALLÁ

ambos, la reina y su confesor, ayu-dados a distancia por la monja fran-ciscana sor María de Jesús deAgreda (MÁS ALLÁ, 34 y 178), porAna de Guevara (ama del rey) ypor la Duquesa de Mantua, hicie-ron un frente común contra elConde-Duque, cada vez más eno-jado porque el confesor iba aumen-tando su poder cerca del rey. Has-ta tal punto llegó la indignación deOlivares por las injerencias políti-cas de Rojas que en cierta ocasión,y en presencia del propio Felipe IV,exclamó: "La misión de los frailes

es sólo rezar y la de las mujeres sóloparir", harto de que el confesor realse inmiscuyera en graves asuntosde Estado y de que la reina tratarade convencer a su augusto maridode la inconveniencia de gobernarmediante un valido...Pero frente al poder que el pueblole otorgaba de hacer milagros eincluso, como se rumoreaba, de resu-citar a los muertos nada se podía hacercontra el religioso, cuya fama de hace-dor de prodigios llevó a sus devotosa creerle un santo en vida.El padre Rojas, que había defen-

dido ya abiertamente la expulsiónde los moriscos en tiempos de FelipeIII (casi 300.000 tuvieron queabandonar España), se opuso pormotivos religiosos al matrimoniode la infanta María con el Príncipede Gales y trató de cortar por losano cualquier liviandad de las cos-tumbres y lecturas francesas de lareina Isabel, a quien se empeñó enespañolizar.Su devoción por el mundo marianole llevó a convencer a Felipe IV paraque colocara sobre la puerta de pala-cio su lema predilecto: Ave, María.Sus campañas contra las pinturaslicenciosas, los excesos de loscarnavales o la permisibilidad dela prostitución (en Madrid estabanpermitidos los burdeles hasta queFelipe IV los prohibió en 1623) sus-citaron, no obstante, recelos con-tra Rojas y en la Corte corrió comoun reguero de pólvora la noticia deque había resucitado a un muertoen los días en que Madrid se exta-siaba ante el escandaloso y pre-tencioso ceremonial con el que seagasajaba al pretendiente Carlosde Inglaterra y a su ilustre acom-pañante, el más tarde decapitadoDuque de Wuckingham.

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...que hocen perder o ganar batallas

Si la fe en monjas con presuntas facultades adivinatorias y hechicerosI!llevó al Conde-Duque de Olivares a tomar algunas discutibles o

equivocadas decisiones políticas, hay que decir en su descargo que los tratoscon hechiceros no eran una excepción en su época, sino parte de la vidacotidiana de un siglo de excesos y desmesuras.Bastaría recordar, en este sentido, cómo Felipe IV estuvo atento a lasindicaciones de su monja consejera para tomar plazas militares como Rocroi oLérida, o cómo su admirado y al mismo tiempo odiado homólogo, el cardenalRichelieu, se fió de las revelaciones de la madre Margarita del SantoSacramento de París para lograr sonados triunfos de Francia sobre losejércitos ingleses.Podría escribirse todo un manual de tácticas militares basado en intercesionesmilagrosas y profecías verificadas o incumplidas en los campos de batalla.

COMPLOT CONTRA EL REY Y ELCONDE-DUQUEOlivares, a quien se acusaba de tenerespías bien pagados tanto en pala-cio como en las distintas cortes euro-peas, descubrió en 1623 una conjurahechicera que también afectaba alrey. Al parecer, el teniente de arque-ros borgoñeses, Antonio Beau-fort, tramaba hechizar a Felipe IVy envenenar al Conde-Duque. Losinformadores del valido abortaronla conspiración, se detuvo a variossospechosos de brujería y Beaufortfue condenado a muerte. Pero se tra-taba de una información no con-trastada que había sido filtrada mali-ciosamente a Olivares, por lo que elpropio rey conmutó la pena del bor-goñés por su confinamiento de porvida en el Peñón de Gibraltar.Sin embargo, como Olivares quisodar a la conjura un aspecto de tramahechicera, muchos interpretaron estossucesos como una prueba más de laobsesión del valido por los malefi-cios. Después se supo que el aten-tado tenía como objetivo final depo-ner al Conde-Duque y hacer volveral Duque de Lerma. De haber sidocierta la conjura, no habría sido posi-ble la clemencia real y el borgoñés

no hubiera escapado al patíbulo. Unavez más se disfrazaba de hechizo loque no era sino un intento de des-cabalgar al ministro de su puesto.

EL HECHIZO DEL COFRE OCULTOPor aquella época Madrid estaba llenode farsantes y vendedores de prodi-gios, y cada cual se servía de ellos parasacar provecho. Tal era el miedo deOlivares a perder el favor del rey, ytal su fe en las mediaciones sobre-naturales, que no dudó en seguir aciegas a uno de los más célebresembaucadores, Jerónimo de Llábana,

falso clérigo y conocido hechicero quele habló de la existencia de un cofresecreto enterrado en la playa de Málagaque actuaba como hechizo y ame-nazaba su carrera política.Liébana, de vida aventurera, erafamoso por haber intervenido en dis-tintos puntos de España en sesionesde magia y espiritismo (hay constanciade ellas en Zaragoza y en Cuenca)a las que acudían nobles y aristócratas,pero, preso de tantos engaños y frau-des como protagonizó, no pudo evi-tar ser juzgado en 1620 por la Inqui-sición de Zaragoza después de que

testificara contra él una treintena depersonas a las que había embaucadocon sus juegos malabares.Realizaba invocaciones satánicas ymisas negras y aseguraba que se podíacomunicar con toda una legión dedemonios para contactar con los espí-ritus de los muertos cuyos familia-res solicitaban sus servicios. Sinembargo, sus más celebradas actua-ciones solían tener relación con suspretendidas dotes para descubrir teso-ros o hacerse invisible.A pesar de la fama de farsante de Lié-bana, el Conde-Duque de Olivares creyóa ciegas en el embuste del cofre secretoy organizó su búsqueda ayudadoincluso por algunos clérigos. La cam-paña sobre las arenas de la playa deMálaga duró dos meses y fue tan aza-rosa y agónica que tras realizarse másde treinta grandes hoyos en la arena,el valido tuvo tiempo de darsecuenta del engaño y, llamando confalsos argumentos a Jerónimo de Lié-bana a Madrid, lo entregó a la Inqui-sición por herético y farsante y porvalerse de la Clavícula de Salomón(MÁS ALLÁ, 219)yla Tora de los judíospara realizar conjuros (algunos de ellos,como luego se supo, para que el reycambiara de primer ministro), m*-

MÁS ALLÁ 83

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Buscando un descendiente.

...desesperadamente

ptfv;,-:-iaÍía

A ntes de su caída, elConde-Duque de

Olivares protagonizó unhecho ya casi legendario y alque no todos loshistoriadores dan la mismaverosimilitud. Tras la muertetemprana del príncipeBaltasar Carlos, unapreocupación unía al reyFelipe IV y a su valido: laausencia de descendenciamasculina.Recordemos que Felipe IVtuvo trece hijos de susmatrimonios con Isabel deFrancia y Mariana deAustria, y no menos de otrostrece de relacionesextramatrimoniales, aunquehay historiadores que elevanesta cifra a 32, pero lamayoría era mujeres. Bien es

cierto que tan esperadosucesor, que no llegó hasta1601, poco antes de la muertede Felipe IV, no cumplió lasexpectativas porque Carlos II,conocido como El Hechizado,demostró, ya durante laregencia de su madre doñaMariana, sus taras físicas y sudebilidad mental.El convento de San Plácidotenía fama entre losmadrileños de milagrero y deactuar de manerasorprendente en los casos deesterilidad y de impotencia.Pero no era menos conocidocomo antro de brujería y deprácticas iluministas yheterodoxas, como adivinarel futuro. Confiado en lasbuenas palabras de la madreValle de la Cerda, Olivares

acudió a las monjasacompañado de su mujer y,tras acostarse con la condesaen presencia de once monjas,todas observaron, tras lacoyunda, que el vientre de laaugusta dama crecía demanera ostensible comosigno de preñez. Nada hubode ello, pero los cortesanoshicieron del suceso, con máso menos base de verdad, unahistoria alevosa que secantaba, para escarnio delConde-Duque, poco menosque en los pliegos de cordel.Poco después el padre GarcíaCalderón fue juzgado poriluminista y la mayor parte delas monjas, con la priora a lacabeza, acusadas, condenadasy recluidas en otros conventospor prácticas de brujería.

'«* Un tribunal lo sentenció a ser cas-tigado con cuatrocientos azotes y con-denó a Liébana a ser emparedado.Pero no parece que la segunda partede la condena se cumpliera porquenoticias posteriores hablan de Jeró-nimo de Liébana como huido de gale-ras y años después lo encontramoscelebrando sesiones de espiritismoy nigromancia en torno al Pentáculode Venus. Una obra de teatro de fechaimprecisa narra con detalle lasaventuras y desventuras de este hechi-cero y falso clérigo y su relación deamor-odio con Olivares en el offdiredel hechizo de las playas de Málaga.

LAS MONJAS "EMBRUJADAS"DE SAN PLÁCIDOBuena parte de la querencia que Oli-vares sentía hacia las supersticio-nes y la hechicería le venía de suamistad con Jerónimo de Villa-nueva, protonotario de Aragón ysecretario de Estado que unía a susdotes de gobierno una afición des-mesurada a la astrología.A Villanueva le perdió ese mundo eso-térico, que le llevaría fatalmente, trasla caída en desgracia de su protectorOlivares, a un severo proceso inqui-sitorial y a dar con sus huesos en lacárcel que el Santo Oficio tenía en

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Toledo. Denunciado por sus adversarios,sufrió todo tipo de humillaciones, nosin antes arrastrar al Conde-Duquea algunos incidentes rayanos en el esper-pento, como el famoso asunto de lasmonjas embrujadas de San Plácido.Francisco de Quevedo, conocedorde estas intrigas, llamaba despecti-vamente "sinagoga" a la camarilla deOlivares, formada por los tres o cua-tro hombres de su confianza, entrelos que siempre se encontró Jerónimode Villanueva. Este último, por sudinero, su estirpe nobiliaria, su eru-dición y su virtud aspiraba a convertirseen capelo cardenalicio. Pero su deseode llegar a Roma se truncó porque unos

malignos rumores achacaron al pro-tonotario relaciones con Teresa Va-lle de la Cerda, priora luego del monas-terio de San Plácido, fundado por elpropio Villanueva.El monasterio, levantado en la callede San Roque de Madrid, era focode herejías iluministas y escenariode actos de brujería y prácticas hechi-ceras. Estaba comunicado con la casade Villanueva a través de una puertasecreta por la que, según decía elvulgo, importantes hombres de laCorte, incluidos Olivares y el propioFelipe IV, se adentraban en lanoche para participar en lujuriososactos organizados por el padre

García Calderón. Según se contabaen los mentideros de Madrid, el rey,disfrazado para seducir a una de lasmonjas, fue apaleado y humilladoen cierta ocasión sin poder revelarsu identidad a sus agresores.

El ARCHIVO SECRETOCon Olivares ya en el destierro deToro, la acusación de la Inquisicióna Villanueva por su dedicación a laastrología abrió serias sospechas sobreel motivo real de tal proceso y muchoscreyeron ver en la actuación del SantoOficio otras razones para la desmedidapersecución del protonotario... Dehecho, se decía que Villanueva ha-bía robado y ocultado el archivo se-creto de Olivares.Entre aquellos papeles figuraban cen-tenares de dictámenes del valido antelas preguntas del rey y no pocos docu-mentos comprometidos sobre la lega-lización de su hijo o sus devaneoscon gentes sospechosas de practicarel judaismo, tan perseguido todavíapor la Inquisición. El Conde-Duque,sin ningún poder ya y sin amigos enla Corte, temió que los papeles incau-tados a su amigo Villanueva pudie-ran implicarle, además de en seriasresponsabilidades políticas, en lossumarios de San Plácido.

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El antiguo hombre fuerte de FelipeIV sabía que sus adversarios trata-ban de iniciar trámites ante la Inqui-sición contra su persona por com-placencia con judíos y luteranos, pe-ro el inquisidor general, que debíaa Olivares su carrera en el alto tri-bunal, pudo demorar las audienciasy las pesquisas. Una vez apartadodel poder, el Conde-Duque, despla-zado primero a Loeches y desterradoluego a Toro, murió solo, aunque con-fortado por el jesuita Martínez deRipalda antes de que se cursara for-malmente denuncia formal alguna.Sólo nueve meses después de sumuerte fue acusado por un tal JuanValdés de leer el Corán y tener delibros de Lulero.La acusación tenía su fundamen-to, porque Olivares había rehabi-litado la figura del converso modi-ficando la rigidez de la legislaciónsobre limpieza de sangre. Una acti-tud benevolente que, sin embargo,tenía mucho más que ver con razo-nes políticas y pragmáticas que conmotivos morales, máxime en un rei-nado en el que la bancarrotaamenazaba constantemente alEstado y los judaizantes tenían

amplia implantación en las finan-zas y la banca.

El CADÁVER ERRANTEDE OLIVARESNi la leyenda sobre los hechizos niel odio generalizado del pueblo aban-donaron a Olivares hasta el fin desu vida. Tras fallecer en su casa deToro el 22 de julio de 1645, mien-tras era velado en la iglesia de SanIldefonso, rodeado de doce de sushombres con hachas encendidas yel cabildo en pleno de la colegiata,no faltó quien dijo haber visto sig-nos sobrenaturales.

La verdad era muy otra, porque antela negativa a que el cadáver fuera tras-ladado a su sepulcro de Loeches, ydada la obesidad y el mal estado delcuerpo, el calor de aquel verano y latardanza del traslado, la pestilenciacomenzó a hacerse insoportable. Elcorregidor quiso llevar hasta las últi-mas consecuencias las órdenes del reyde que Olivares, en su deportacióno destierro, no saliera del perímetrode Toro. La orden era, obviamente,para que se cumpliera en vida delvalido, pero, atendiendo más a la for-malidad que al espíritu de la letra, laprohibición se ejecutó igualmente con

Muchos de los hechiceros consultados por Olivares

terminaron siendo juzgados por la Inquisición.

su cadáver. Para evitar mayoresmales sanitarios debido a los muchosdías que el cuerpo permaneció inse-pulto hubo que enviar desde Madriduna doble caja de cinc para acabarcon tanta pestilencia y poder trasla-dar el cadáver hasta la sepultura.Cuando el cuerpo llegó a Madrid,camino de Loeches, a la comitivase unió el féretro de María, la hijadel Conde-Duque, cuyos restos des-cansaban desde su temprana muerteen la iglesia de Santo Tomás. Mien-tras el cortejo fúnebre entraba enla capital cayó una gran tempestadde agua, truenos y rayos que dañóvarias torres y, entre otros edificios,la casa del embajador de Alemania.Muchos vieron en aquella incle-mencia un signo sobrenatural, lamano del mismo Diablo y una señalcelestial de la condena del alma dequien había sido el más importantey detestado hombre del rey.Y no faltaron testimonios de quienesdecían, en los días que siguieron alsepelio, haber visto en las noches deaquel verano al mismísimo Conde-Duque, como una sombra resucitada,paseando en su carroza por los cami-nos de Loeches... •

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