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1 Seminario IDENTIDADES FASCISTAS. FASCISTIZACIÓN Y DESFASCISTIZACIÓN EN ESPAÑA. Universitat Autònoma de Barcelona, 11 y 12 de abril de 2013. Paper/work in progress Construyendo la izquierda del régimen. Falange en los años sesenta. Miguel Ángel Ruiz Carnicer Universidad de Zaragoza Quiero dejar claras dos cosas al inicio de este trabajo: en primer lugar que está en proceso de elaboración, es decir, que no se presenta aquí un trabajo cerrado y con las principales fuentes e hipótesis clarificadas, sino un rosario de ideas, apoyadas en documentación, pero que buscan mas la discusión y el debate para su perfil definitivo, que aportar una investigación cerrada. En segundo lugar, que estas ideas forman parte de un trabajo más amplio, que busca releer el papel de los autoidentificados con la tradición falangista, haciendo de ella un ingrediente doctrinal, pero también político y social de primer orden para comprender no sólo el entramado palaciego de la evolución de la dictadura franquista sino el proceso de transformación de la sociedad española y su transición hacia un modelo político liberal parlamentario al uso occidental que en España se llamó “la democracia”, por encima incluso de su forma monárquica. Se entendía que ello era lo significativo y lo que primaba en el momento histórico: la recuperación de la democracia. Cultura falangista. Los antecedentes La tradición falangista es muchas cosas y a la vez, como si habláramos de la noción de “estilo” en José Antonio, algo difícil de aprehender. Ello tiene que ver con la propia debilidad del fascismo español, culturalmente relevante en los años veinte a través de la importación de ideas italianas encarnada en personajes como Giménez Caballero y el impulso literario y estético de sus adláteres y amigos de La Gaceta Literaria pero políticamente sometido a la fuerza de los sectores católicos y mauristas que conforman el alfonsismo en el periodo de entreguerras. En todo caso,

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Seminario

IDENTIDADES FASCISTAS. FASCISTIZACIÓN Y DESFASCISTIZACIÓN EN

ESPAÑA.

Universitat Autònoma de Barcelona, 11 y 12 de abril de 2013.

Paper/work in progress

Construyendo la izquierda del régimen. Falange en los años sesenta.

Miguel Ángel Ruiz Carnicer

Universidad de Zaragoza

Quiero dejar claras dos cosas al inicio de este trabajo: en primer lugar que está

en proceso de elaboración, es decir, que no se presenta aquí un trabajo cerrado y

con las principales fuentes e hipótesis clarificadas, sino un rosario de ideas,

apoyadas en documentación, pero que buscan mas la discusión y el debate para su

perfil definitivo, que aportar una investigación cerrada. En segundo lugar, que estas

ideas forman parte de un trabajo más amplio, que busca releer el papel de los

autoidentificados con la tradición falangista, haciendo de ella un ingrediente

doctrinal, pero también político y social de primer orden para comprender no sólo el

entramado palaciego de la evolución de la dictadura franquista sino el proceso de

transformación de la sociedad española y su transición hacia un modelo político

liberal parlamentario al uso occidental que en España se llamó “la democracia”, por

encima incluso de su forma monárquica. Se entendía que ello era lo significativo y lo

que primaba en el momento histórico: la recuperación de la democracia.

Cultura falangista. Los antecedentes

La tradición falangista es muchas cosas y a la vez, como si habláramos de la

noción de “estilo” en José Antonio, algo difícil de aprehender. Ello tiene que ver con

la propia debilidad del fascismo español, culturalmente relevante en los años veinte

a través de la importación de ideas italianas encarnada en personajes como

Giménez Caballero y el impulso literario y estético de sus adláteres y amigos de La

Gaceta Literaria pero políticamente sometido a la fuerza de los sectores católicos y

mauristas que conforman el alfonsismo en el periodo de entreguerras. En todo caso,

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la tradición filosófica y política del fascismo en España se encarna mucho mejor en

Ramiro Ledesma Ramos y el grupo de La conquista del Estado y otros movimientos

también atraídos por el impulso del fascismo italiano y por el ejemplo del nazismo

alemán y el influjo de las ideas similares en esa época en Europa, entre ellas la

elaboraciones francesas sorelianas,,, también la violencia de los grupos fascistas

del valle de Po, con su ataque a los sindicalistas de izquierda y socialistas de los

pequeños municipios, protegidos y financiados por los dueños de las propiedades

agrícolas mostrarán el camino a los más reacios a no dejar sin respuesta la

movilización obrerista y socialista, activada por el proceso revolucionario ruso y la

consolidación de la URSS tras su guerra civil.

Hablamos pues de una síntesis de una elaboración filosófica hija de su tiempo,

pero que contienen la crítica radical del liberalismo político, la fascinación por un arte

y sociedad de masas que lleva a procedimientos y vías distintas y la vieja dinámica

de los que tienen el poder por mantenerlo o los que se aferraban a los valores

tradicionales y veían como una pesadilla la perspectiva de una sociedad

socializada.

La concreción en España del fenómeno encuentra como terreno propicio (por

tener conexiones con las posiciones antidemocráticas y liberales) y a la vez difícil

(por lo complicado de hallar un terreno propio) la tradición del reaccionarismo

encarnado en la tradición carlista, otra tradición compleja, pero ampliamente

asentada, incluyendo una potente base social en algunos territorios. A esta tradición

se sumaba el catolicismo esencialista de raíz menendezpelayista, encarnado desde

principio de siglo en nuevas herramientas de movilización social que evidenciaba

una puesta al día de los sectores católicos ante la nueva realidad de una sociedad

de masas: aparición de la opinión pública, consolidación del sufragio universal, la

aparición de modernos medios de información y entretenimiento… todo ello nos

habla de una sociedad diferente.

Cualquier plasmación real, organizativa del doctrinario fascista no puede

entenderse al margen del entendimiento con los sectores conservadores

tradicionales, como Martin Blinkhorn ya demostró en su momento en un estudio

comparativo ejemplar desde ese punto de vista1.

1 BLINKHORN, M. (ed.), Fascists and conservatives. The radical right and the Establishment In Twentieth-Century Europe, Routledge, Londres, 1990.

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Desde ese momento, es difícil proclamar la pureza de un movimiento ni retratar

al fascismo como un mero aggiornamento del ideario de la derecha. La modernidad

de los años veinte y treinta se proyecta políticamente en los grupos fascistas, llenos

de contradicciones y con escasa viabilidad política, pero con una capacidad de

contactar con los sectores juveniles, entre otras cosas por su falta de frenos a la

hora de utilizar la violencia y la convicción de estar encarnando un tiempo nuevo que

enterraba al viejo mundo, lo que Griffin ha llamado muy gráficamente “la sensación

de comienzo”2.

En España, el fascismo nunca será fuerte como organización política, ni tendrá

apoyos electorales significativos; pero la fascistización de las fuerzas conservadoras

y católicas y sobre todo la guerra civil, harán de él un elemento fundamental para

vertebrar la dictadura a la que conducirá la victoria en la guerra civil de los alzados

contra la república. Así, el nuevo partido unificado, FET y de las JONS se convierte

en el banderín de enganche del bando rebelde, que se alimentaba del ideario

tradicional y reactivo, y de nuevas propuestas católicas como el corporativismo, todo

ello vehiculado por los militares, con su tradición africanista. En esa mezcolanza, el

fascismo encarnado en los falangistas ponía una doctrina (confusa), iconos

(potentes) esperanzas (inciertas) y amigos internacionales (poderosos) dando lugar

a un estado que una y otra vez se autodenominaba como nuevo y que buscaba una

síntesis imposible entre valores tradicionales y capacidad de gobierno de las masas.

Todo esto no impide la debilidad organizativa y política de fondo de un

fascismo español dependiente de Iglesia y Ejercito, sin un líder propio tras la muerte

de José Antonio sólo compensado por el apoyo de quienes prestaron ayuda a

Franco en la guerra y serán la inspiración de su régimen, lo que arrastrará a los

demás ingredientes de los alzados. La carencia de hombres e ideas de los

falangistas de primera ahora la resuelven otros, como Serrano Suñer y tantos otros,

que venían del tronco mucho mas vigoroso de la reacción y el catolicismo

conservador hispano, pasado por los rodillos de la guerra, auténtica comadrona del

peculiar fascismo español. El icono falangista supone pues la marca del fascismo,

pero sus actores, sus protagonistas, su despliegue queda en manos de personas no

inicialmente incluidas en el fascismo ni en su proceso de aculturación peculiar.

2 GRIFFIN, R., Modernismo y fascismo. La sensación de comienzo bajo Mussolini y Hitler, Akal, Madrid, 2010.

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Esto permitirá que los falangistas puedan considerarse a si mismo primeros

actores en la construcción del estado, responsables de su desarrollo, pero a la vez

críticos de éste; víctimas e incuso “oposición” interna, como ocurrirá tras 1945 y su

larga “travesía del desierto” en el duro contexto de una régimen aislado, que parece

al borde de la caída y rodeados a veces de una gran hostilidad.

Así, tras 1945 el partido fascista español, FET y de las JONS, y los falangistas

como colectivo más específico y a vez más amplio, quede reducido a una gran

estructura paraestatal, que parasita al estado y a la vez proporciona savia a sus

estructuras y ramificaciones pero a la vez está agostada de raíz, pues es la tradición

militarista, católica y reaccionaria la más fuerte y la que toma las decisiones de

gobierno. Pero para el régimen es imprescindible la potencia de las elaboraciones

doctrinales falangistas, más como aspiración que como realidad concreta (que será

mediocre, como mediocre era su personal político, salvo las conocidas excepciones

que protagonizaron personas con trayectorias independientes en el devenir del

régimen) y sobre todo su mayor capacidad de influir en las distintas generaciones

de jóvenes españoles, porque había doctrina, iconos y un proyecto, el fascista,

identificado con las ideas movimentistas de los años treinta a diferencia del resto de

sectores del régimen. Y cuando se transmita ese proyecto se hará de forma que

estas expectativas conservarán el aliento de que una transformación relevante era

aún posible y que sólo las circunstancias frenaban su implementación, a modo de

segunda revolución o revolución pendiente. La falta de capacidad del régimen para

institucionalizarse abundará en esta sensación en determinados sectores: siempre

era posible intervenir, presionar, luchar por un diseño del régimen más acorde con

interese concretos o con cosmovisiones específicas. En ese sentido, los falangistas

siempre estarán ahí, pidiendo “todo el poder” para la implementación de un proyecto

que si bien se identificaba con el 18 de julio y con la figura de Franco como ejes

inamovibles, participaba del impulso de realizar esa segunda revolución al estilo de

la “izquierda” del fascismo en Italia3, lo que no significaba dejar de lado el

catolicismo ni el carlismo, sino reclamar la realización de un programa que irá

mutando en el tiempo y que entendían era la única alternativa de continuidad de la

clase política del franquismo y del ideario legítimo y social del alzamiento.

3 Una buena aproximación a la complejidad de los grupos y sensibilidades a la “izquierda” de la práctica política del fascismo en PARLATO, G., La sinistra fascista. Storia di un progetto mancato, Il Mulino, Bologna, 2000.

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De hecho, igual que se puede hacer una historia del régimen a partir de sus

fracasos o momentos de crisis, se puede estructurar también en torno a sus

proyectos de futuro, que siempre son de pugna entre las distintas visiones de los

franquistas, pero que muestran cómo habrá una búsqueda de institucionalización

permanente.

Un régjmen en permanente fase de institucionalización: los proyectos de futuro.

Habría que decir que los cuatro momentos “de futuro” del régimen son, desde

mi punto de vista los siguientes, siempre protagonizados de una forma u otra por la

sensibilidad falangista, y siempre en un conglomerado que la superaba y hacía muy

difícil el discernir una salida católica y una salida falangista o fascista al 100% frente

a la clara dualidad de la lucha entre dos proyectos nítidamente diferenciados que

pugnan por el poder, como ha defendido con su brillantez habitual Ismael Saz4:

1) El proyecto nítidamente integrado en el Nuevo orden Continental nazi-

fascista, en el que participan la mayoría de sectores del 18 de julio con distinto grado

de entusiasmo.

2) Pasada la travesía del desierto de la derrota europea y ante la falta de otras

alternativas de futuro, el proyecto integrador de los comprensivos, confeccionado al

alimón por los falangistas más conscientes de las debilidades del régimen y con

mayor bagaje intelectual, unido a los sectores propagandistas católicos.

3) El tercer momento, unilateral, ya no cultural ni difuso sino estrictamente

político, nace del fracaso del intento anterior, de la crisis de 1956 y de reafirmación

del proyecto totalitario por parte de Arrese, aunque sus posibilidades sean

cercenadas con celeridad.

4) Un cuarto momento sería el periodo 1966-69, en el que converge la

institucionalización del régimen que supone la aprobación en referendum de la Ley

Orgánica del Estado, con otros importantes proyectos de manos azules y en donde

la pugna con los sectores tecnócratas alcanzará su plenitud. El fracaso de los

falangistas cierra la última posibilidad de “reforma” o de un cierto proyecto de futuro

del régimen a la desaparición del dictador. Es éste último momento el que nos

centraremos en este texto.

4 SAZ CAMPOS, I.,”Mucho más que crisis políticas: el agotamiento de dos proyectos enfrentados” en Las caras del franquismo, Comares, Granada, 2013.

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El primer momento es el de la triunfalista España de posguerra, agradecida con

la ayuda de los fascismos europeos y que se une al carro de los que ve como futuros

vencedores. Supone una claro alineamiento con Berlín en el futuro victorioso de

Hitler que se presupone. Este proyecto no es sólo la implementación en España de

un fascismo berroqueño, duro, sino que en su seno están iniciativas como la revista

Escorial, tan mitificada por lo que representa pero que adelanta líneas de futuro

sobre una visión que iba más allá de lo que los sectores más reaccionarios querían

para el país. Es evidente que los falangistas alentaban con fuerza este proyecto que

era en realidad el original del régimen y que sólo ante la perspectiva de la derrota

militar de los fascismos se replantea. Los otros sectores del régimen aceptaban con

mayor o menor entusiasmo el proyecto y sólo se distancian cuando la derrota lo

hace imposible. Es entonces cuando denunciarán el totalitarismo de las posiciones

falangistas.

El proyecto no desaparece, pero los deseos de supervivencia, la dureza de la

travesía del desierto; la falta de fe en las posibilidades de supervivencia del régimen,

y el contexto democrático europeo, dejaba a los falangistas o aferrados a sus

pequeños puestos burocráticos u ocupados con tareas de lustre pero no

directamente políticas (cátedras, rectorados, embajadas..), aunque el mensaje se

mantenga y sea asumido por muchos jóvenes, diseminados por los cuarteles de la

Guardia de Franco, los seminarios provinciales de Formación Política de las

Falanges Juveniles de Franco, las actividades del SEU y en revistas como Alférez,

aunque esta actitud sólo eclosionará en los años cincuenta cuando la inquietud por

el futuro se abre camino dentro incluso del propio régimen (Congreso Nacional de

estudiantes, Asamblea de Universidades, resurgimiento del Movimiento y Congreso

Nacional de Falange, etc.).

El segundo momento de proyecto es quizá el más sugestivo por producirse en

un momento tras la dura posguerra en que un sector del régimen, con falangistas

con cierta visión y propagandistas realistas y activos (y muy influidos también por la

doctrina joseantoniana) desean dotar al régimen de futuro, de una base social más

amplia que posibilite hacer del 18 de julio un hecho asumido por todos y a la vez

buscar una integración de parte de los vencidos, buscar bases políticas más amplias

pero nunca aceptar la idea de transición pactada ni una reivindicación de la

democracia. Lo que se quiere es ensanchar las bases del régimen y suturar parte de

las heridas del pasado; es el momento de la recuperación cultural de figuras como

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Machado o Lorca, de la apertura a las peticiones de los estudiantes y a los nuevos

aires de revistas como Alcalá, Revista, Laye y luego Acento, Presencia, o Marzo…

Este espíritu encuentra ya problemas desde 1954 y los entierran las agitaciones

universitarias de febrero de 1956 que enfrenta al régimen con su primera gran crisis.

Quizá es el momento en el que con mayor claridad el régimen podía haber ido hacia

una política parcial de integración y reconciliación. Aquí el franquismo demostró su

falta de flexibilidad. Y se demostró también que las alianzas entre sectores eran

mucho más difíciles de establecer con claridad de lo que luego se ha intentado, pues

los sectores duros de secretaría general del Movimiento se alinearon con los

militares e integristas y sectores insatisfechos frente a católicos acenepistas,

falangistas ilustrados y SEU. En todo caso, también en este momento las fuerzas

integristas en torno a la llamada Tercera Fuerza parecen tener un proyecto par el

futuro del régimen, un proyecto que se lleva la propia crisis y que, en parte, pasa a

los ascendentes tecnócratas, visibles desde 1957.

A partir de 1954 y la ruidosa manifestación de Gibraltar, con las primeras

movilizaciones criticas de estudiantes y claramente desde 1956, el SEU y su gente

pasan a una actitud defensiva, crecientemente sindicalizada pero bastante menos

abierta.

El tercer momento es el del intento de Arrese de implementar unas leyes que

supondrían la preeminencia de los falangistas y un diseño que consagraba su

posición en el régimen. Este intento entre 1956 y 1957 se salda con un fracaso

rápido y clarificador, al ser cesado Arrese de la Secretaría General, sin que eso

suponga la desaparición de los falangistas ni del propio Arrese, que pasa a Vivienda.

Lejos de la búsqueda de apoyos y alianzas del momento anterior, aquí hay un último

intento, al parecer desesperado de presionar a Franco sobre el futuro del régimen.

De ahí el rechazo del resto de fuerzas y la soledad de los proponentes.

Tras 1957 los falangistas mudan sus leyes, crean plataformas

pseudorrepresentativas como la Delegación Nacional de Asociaciones y el sucesor

de Arrese, Solís Ruiz, intentará desde el sindicalismo oficial que controlaba

promover una mayor presencia de los falangistas en el plano nacional e

internacional, pero de una forma pausada y relativamente discreta, buscando la

opción de ser cada vez más el sector social de la dictadura, la encarnación de una

suerte de “oposición interna” que se decía obrerista y social y que miraba desde

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lejos al sindicalismo no marxista europeo y al modelo tradeunionista británico5. En

este contexto hay que hablar del cincopuntismo con elementos de la CNT y el

coqueteo aperturista con las primeras comisiones obreras. Estas experiencias se

saldan también con el fracaso.

El cuarto momento, el que se centraría en el trienio 1966-69 está marcado por

el propio desarrollo económico de años precedentes propiciado por la apertura al

capital extranjero y las medidas estabilizadoras que dotan de estabilidad aparente al

régimen, aunque aún esté abierto el tema de la sucesión. De hecho, la herida de

caza de Franco en 1961 avisa de que es necesario dibujar un proyecto de futuro, no

coyuntural y que por lo tanto, defina el futuro político de los españoles. Aquí

converge la coyuntura de la aprobación de la Ley Orgánica del Estado en enero de

1967, pero elaborada en 1966, con la Ley de Prensa, el proyecto de nueva ley

sindical y la pugna entre tecnócratas y azules que buscan por última vez dotar de un

sentido de futuro al 18 de julio.

1966-69:¿Pugna por el poder o proyecto de futuro?

El fracaso del intento de Arrese dejó un nuevo poso amargo, aumentando el

victimismo de los falangistas, pero dejan intacta la ambición de redefinir al régimen,

mientras se distancian de la nueva política económica del gobierno encarnada en los

planes de estabilización, de la mano de los sectores opusdeístas del gobierno. Solís

eligirá la estrategia de ganar peso en el funcionamiento interno del régimen, en la

proyección y propaganda exterior y en la forja de un movimiento de carácter

paralaborista que se apoyara en la estructura sindical… ese es un proyecto de

reconversión del fascismo en un sindicalismo nacional de estado… un intento de

supervivencia de personal y de las estructuras, pero también la búsqueda de una

salida en una Europa y en un mundo de tecnócratas, de desideologización y de

ruptura con el pasado lejano ya del fascismo de los años treinta.

5 Solís va a iniciar una ofensiva desde principios de la década en este sentido, caracterizada por un aumento de la presencia en los medios de comunicación del trabajo de la Organización Sindical, la elaboración de libritos y folletos en varios idiomas y donde se va a utilizar un lenguaje en el que la palabra “democracia “ va a tener cada vez más papel. Vid como muestra SOLIS RUIZ, J., Nuestro pensamiento y nuestras preocupaciones políticas actuales, Servicio de Información y Publicaciones de la Organización Sindical, Madrid, 1962; también SOLIS RUIZ, J., Nueva democracia, Servicio de Información y Publicaciones de la Organización Sindical, Madrid, 1963.

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Conforme avance la década de los sesenta, el duro coste de la estabilización y

de los planes de desarrollo económico, a pesar del esplendor aparente, se hace

presente y en ese sentido Falange quiere aprovechar el impacto en la población del

ajuste, con trabajadores sometidos a largas jornadas, subidas de los precios

generalizada y cuando aún no se percibe una mejora de la calidad de vida que aún

tardará en manifestarse. El aparato falangista quiere ir a buscar a los trabajadores,

esas masas “perdedoras” de la estabilización; ahí pueden tener su capital político, el

reverdecimiento de Falange. La condición previa: la continuidad de Franco, del

estado del 18 de julio, del resultado de la guerra civil; es decir, una enorme dificultad

para cualquier movimiento de avance político, compensado por un compromiso de

intervención económica, de política social de apoyo, y por crear cauces de

reivindicación laboral y de exigencia social.

Los canales de pseudoparticipación política quedan reducidos a la escapatoria

política de usar la Delegación Nacional de Asociaciones, la creciente vitalidad de la

vida local y de los foros periodísticos locales…aquí nos encontramos con una de las

vías más interesantes para apreciar cómo se va abriendo camino una experiencia de

lucha democrática no tanto como punto de partida sino como camino que van

experimentando periodistas, asociaciones, particulares, grupos de padres de

alumnos… a todos ellos el Movimiento les dará cobertura formal hasta que sus

actividades sobrepasen con mucho los límites del propio sistema.

Habría que hablar pues de una mixtura de desfascistización, pero a la vez de

profundización en la doctrina nacionalsindicalista, haciéndola mucho menos

ideologizada y mucho mas real en cuanto vías de contacto efectivo a esa

participación en el estado a través del sindicato o las asociaciones. Se trataba de

hacer realidad esa “izquierda nacional” de la que hablaba Adolfo Rincón de

Arellano6. No quedaba otro camino. Los enemigos: la “derecha” interior y, en el

exterior, los derrotados, la España anterior a 1936, lejana como una galaxia extraña.

No hay sitio para una “izquierda nacional” si existe una izquierda real, aunque sea en

el exilio, pero con intención de incidir en el juego político interior. Se trata de

reafirmar el régimen y partir del 18 de julio; salvar la fecha y la victoria de la derrota

física de Franco; pero para ello tiran de sus orígenes, de su fascismo como elemento

integrador y de su carácter populista. Tenían la conciencia de que eran el único

6 GARCÍA, J.C. (comp..), La Falange imposible. La palabra de la generación perdida (1950-1975), Ediciones Nueva República, Barcelona, 2007, p. 339 y ss.

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grupo con algo parecido a bases, defienden el encuentro de “el pueblo” con el

estado, aceptando que había que dar más juego político a los ciudadanos. Por

supuesto, no buscan la democracia liberal occidental; es una lucha de poder, pero

también lo que para ellos es la coherencia de Falange, vista como la versión

hispánica y católica del socialismo. Y así se permiten manifestarse dirigentes tan

conspicuos y poco populistas como Torcuato Fernández Miranda.

Una buena parte de sociedad española, especialmente jóvenes universitarios y

no universitarios de una manera clara, pero también sectores socializados y

formados en la doctrina de José Antonio y en el respeto a la obra de Franco siguen

teniendo capacidad de movilizar aún a ciertos sectores juveniles formados por el

régimen y que quieren una “izquierda nacional” dentro de los márgenes del régimen

porque son los existentes y hay desconfianza hacia los derrotados en la guerra. Y

los materiales que esas personas, descontentas con la realidad del régimen, tienen

para formar su cosmovisión política están ligadas a las revistas juveniles, a

determinadas publicaciones del mundo de Falange, y a un marco en el cada vez

será más inevitable plantearse que la participación política de los españoles, aunque

sea como mero elemento retórico.

Lógicamente, cuando hablamos de este mundo de la tradición falangista, hay

que dejar de lado la “partida de la porra”(los sectores ultras), y centrarnos en los

reformistas pragmáticos que trabajan dentro del régimen y en los que fuera de los

círculos oficiales, buscaban un proyecto que uniera su formación, su mitología, su

respeto reverencial hacia lo existente -el régimen de Franco y el resultado de la

lejana guerra- y el ansia de cambio, de renovación y de ruptura que tenían.

Centrémonos ahora en el último momento de opción de futuro de las fuerzas

del régimen y concretamente en el intento falangista de derrotar a los tecnócratas

pero sobre todo, de construir un proyecto de futuro para el 18 de julio tras la

previsible muerte del dictador: es el periodo 1966-julio de 1969.

Es una coyuntura singularmente propicia en estos años: es el periodo que va

entre la promulgación de la Ley Orgánica del Estado de 1966, aprobada en

referéndum y publicada en el BOE a principio de 1967 y la designación de Juan

Carlos como sucesor de Franco a título de rey; un periodo de tiempo concentrado,

en donde hay una confluencia de elementos que hacen posible entender a los

sectores falangistas mas dinámicos y creyentes aún en el marco del sistema que es

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posible un estado del 18 de julio con proyecto de futuro cuando Franco falte. Estos

son esos elementos:

-Un contexto internacional de cambios: el mayo del 68 y previamente el

avance de una agenda social en donde las poblaciones marginadas (mujeres,

negros, jóvenes) reivindican un papel relevante en el gobierno de las cosas, el

desgaste de las dos grandes potencias, la percepción de que la independencia del

tercer mundo, la puesta en marcha de vías “terceristas” en parte representadas por

el Che Guevara… estarían abriendo una época de oportunidades: todo era posible

en un mundo en el que las viejas ideas de izquierda y derecha y los viejos bandos

de la guerra fría parecían agostarse7. Los falangistas españoles ven esta crisis como

una manifestación de deterioro del régimen de cosas nacidas al final de la segunda

guerra mundial. Lo más “fascista” que tienen los falangistas españoles de los

segundos sesenta es que aún no han asumido la derrota de los fascismos y hay

cierto afán de revancha, por lo que contemplan con satisfacción el inicio del

derrumbe de un mundo cuya victoria siempre juzgaron injusta8. De ahí la lectura en

clave “tercerista” del mayo francés, el apoyo a los movimientos de descolonización

(despreciando el compromiso con el marxismo de muchos de estos movimientos

como algo “menor”), la fascinación por la figura del Che, del que se publica en Diario

SP sus diarios con un formato en fascículos o las referencias a discursos de Fidel

Castro9. Por supuesto, siempre dentro de la condena a la estrategia comunista en

todo el mundo, se revelan las contradicciones y limitaciones en el mundo occidental,

salvando sólo el papel del papado y la iglesia católica. En todo caso, captan que hay

un cambio de coyuntura en el mundo y que hay un agotamiento del modelo

vencedor en 1945. Se vuelve al viejo “España tenía razón”.

-Un contexto nacional de agotamiento físico del dictador aunque no se

admitiese en público; una constatación del avance económico, pero también de una

insatisfacción con el sistema que había conseguido un enriquecimiento y

reforzamiento de las clases más altas y del modelo capitalista; por lo tanto, la

percepción de la necesidad de llevar a cabo la “revolución pendiente” tanto tiempo 7 Un ejemplo de este tipo de posturas equidistantes a los dos bandos, poniendo de manifiesto los cambios políticos y sociales que estaban ocurriendo en el mundo en Declaración Política presentada por Rodolfo Martín Villa como Jefe Nacional del SEU al IV Consejo Representativo Nacional del SEU, SEU, Madrid, diciembre de 1962. 8 “El nuevo fascismo”, Diario SP, 30/5/68, p. 1.. 9 “Fidel Castro afirma que el “Che” fue rematado después del combate. Texto íntegro del discurso del primer ministro cubano”, Diario SP, 20/10/67, pp. 9-12; “El diario del Che en Bolivia”, Diario SP, 12/7/68, portada y encarte que se distribuye en días sucesivos.

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congelada10. No se trata de sólo de reverdecer viejas banderas, como los

movimientos en torno a Girón (aunque pesca también en estas agua) que acaban

llevando a muchos a la Confederación Nacional de Combatientes y a El Alcázar en

la época ya del bunker, sino una apelación a los jóvenes, una vía de conectar ideas

y formación en la tradición falangista con una apelación directa a un cambio social y

político ya no sólo en España sino en el mundo; pero en España desde luego,

pasaba por reclamarse de la tradición “revolucionaria” del 18 de julio. Como

revolución frustrada pero única pulsión viva frente a los sectores que frenaban desde

dentro esa esperanza revolucionaria o los que, desde fuera y con minorías interiores,

querían volver a un mundo decadente, liberal o engañado y puesto al servicio de la

disolución nacional y espiritual que sería el comunismo (aunque se justificaba su

existencia y su mérito como reacción ante la injusticia y el conformismo). El hecho de

que esté abierto el panorama político era una novedad después de años de bloqueo

porque precisamente, la aprobación de la Ley Orgánica suponía el cierre del diseño

del estado del 18 de julio en la previsión de la desaparición física de Franco, pero sin

concretar la persona que le sucedería. Franco cerraba la forma del estado, pero sin

nombrar (aún) sucesor. Y ese periodo hasta la designación de Juan Carlos promovió

por tanto una movilización política importante. Y ahí entran en plena sazón los

movimientos de personalidades falangistas independientes y poco implicadas en el

falangismo oficial y en el personal político de Secretaría General del Movimiento,

para lograr exponer un proyecto de estado de continuidad, de activación del ideario

renovado y social de los falangistas más inquietos, que no son ni los reformistas del

régimen plenamente integrados y ocupando cargos, ni los sectores ultras. La Revista

SP y luego Diario SP será plataforma de esta actitud durante este tiempo a la que

se puede sumar Índice, mientras que personajes como Rodrigo Royo, antiguo

director de Arriba ahora responsable de SP y Manuel Cantarero del Castillo será los

exponentes de esa Falange que quiere ser “izquierda nacional” y que se apoya en

los intentos de Solís de ganar peso, acentuando los aspectos sindicalistas y en el

nuevo contexto antes referido. Hay otros, por supuesto, pero no tuvieron la

proyección o la continuidad necesaria, como es el caso del citado Adolfo Rincón de

Arellano, alcalde de Valencia entre 1958 y 1969, año éste último en el que presenta 10 Así lo expresan artículos como “Lo que la juventud siente. Lo que la juventud calla. Lo que ha de conquistar la juventud”, Marzo nº 23 (marzo 1963), contraportada, en donde se habla de que es necesario “completar la obra del 18 de julio”, en un sentido económico y social. Marzo es la revista de las llamadas Falanges Universitarias, un sector falangista crítico al SEU.

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la dimisión en desacuerdo con el gobierno monocolor que entonces se constituyó y

alabado como un referente ético y político para los falangistas por su actitud tan

inusual en la dictadura de dimitir del cargo11.

-Pero hacen falta actores, gente dispuesta a seguir esa vía, algo al parecer

inexistente en estos predios. En los medios que contemplamos encontramos que

esa gente existe, que hay una cierta expectativa en esa dirección –es verdad que

muy difícil de medir- y se comprueba en el número de lectores de SP, de Índice, en

las “cartas al pueblo español” del Diario SP, en la asistencia a las conferencias de

Cantarero del Castillo, en la movilización de los falangistas en algunos momentos

determinados como la condena de Rodrigo Royo tras una demanda planteada por

Gil-Robles y que dará lugar a un estallido de apoyos públicos no sólo a Royo sino a

la causa del “falangismo independiente”12. Existe un sector importante de minorías

de la población formadas en el SEU, las FFJJ de F, la Sección Femenina y sus

actividades y que no son la vieja guardia del Consejo Nacional del Movimiento, que

están buscando un producto político que no puede ser el viejo fascismo sin más, ni

la mera acomodación en un régimen que a esas alturas difícilmente puede ilusionar

por sí mismo.

-La aprobación de la nueva ley de Prensa promovida por el ministro Fraga (y

que formaría parte de esa ofensiva azul en cierta medida) supone un mayor margen

para opinar y, en este caso, hará posible que florezcan medios protegidos por el

Movimiento de distintas maneras, pero que tienen un margen de diferenciación y de

independencia respecto al gobierno como no había existido antes. Y eso supone que

hay una capacidad crítica que se ve en Diario SP y en Índice y otras revistas

universitarias, pero también en otros medios para hacer discurso crítico, sabiendo

que ese discurso nunca va a atacar la columna vertebral del régimen.

-Una ocasión singular en este momento son las elecciones a procuradores por

el tercio familiar en 1967: un auténtico despliegue de propaganda y pluralismo

limitado como se no se había producido hasta el momento13. Aunque desde ahora

11 Vid. COLOMER RUBIO, J.C., “La construcción de una alternativa falangista al régimen de Franco: el proyecto político de Adolfo Rincón de Arellano”, comunicaciones a este mismo seminario de “Identidades fascistas”. 12 “Carta de José Antonio Girón a Rodrigo Royo” Diario SP, 12/7/68. Hay referencias a este tema y publicación de cartas y testimonios durantes las semanas siguientes de forma continua. 13 Hay un amplio despliegue en Diario SP sobre el tema de las elecciones, centrándose en los candidatos por Madrid. Se publican varios especiales con sus biografías y programas y unos cuestionarios que han de rellenar. Vid como muestra “Procuradores de representación familiar. Historial y programas de los candidatos por la provincia de Madrid”, Diario SP, 28/9/67, pp. 10-

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se vea como una mera operación más de imagen con muy poco contenido y ninguna

capacidad de mejora en la calidad democrática de un régimen antidemocrático, en el

momento se vió como la posibilidad de diferenciar posiciones y de que hubiera un

cierto pronunciamiento de la población a favor de las tesis de las distintas

sensibilidades que operaban dentro del régimen. En todo caso, este amago de juego

político permite que los falangistas “independientes” perfilen y contrasten sus

posiciones y tengan una cierta presencia en los medios, así como declaraciones y

denuncias de insuficiencias que nunca habían aparecido en los medios de difusión

general, sí en los de difusión restringida.

-Esta situación hace que cuestiones que estos sectores de los falangistas

manejaban como la necesidad de hacer frente al poder de la banca, la necesidad de

apoyo a sectores excluidos, la preocupación por la pérdida de poder adquisitivo de

los trabajadores, el recelo ante la excesiva presencia de la Iglesia en el sector

educativo se vean expuestos públicamente a la luz del desarrollismo que permite un

crecimiento económico como no se recordaba pero también aumenta las

desigualdades y visibiliza las injusticias14. Era el momento de ver de primera mano

los efectos desiguales del desarrollo económico y su posible traducción política, que

estos grupos quieren aprovechar.

Todo este clima y estas posibilidades para estos sectores del falangismo

“social” se acaban en 1969 con el nombramiento del príncipe de España, que

significa el triunfo de la estrategia de Carrero y va unido en octubre al nombramiento

del famoso gobierno “monocolor” de los tecnócratas. No se trataba tanto de un

rechazo a la persona del príncipe Juan Carlos como de la escasa simpatía si no

rechazo que la opción monárquica había cosechado siempre, también en los círculos

de la “izquierda nacional”15. Además, un dirigente falangista tan significativo como el

Ministro Secretario General Solís Ruiz, según el entonces enfant terrible de los

11 y “Elecciones por representación familiar. Los candidatos manifiestan su política”, Diario SP, 7/10/67, p. 3. 14 Serán habituales en Diario SP las denuncias por el “caciquismo” existente, la necesidad de hacer frente al chabolismo en las afueras de las ciudades, el omnímodo poder de la banca y las grandes empresas frente al individuo…es decir problemas que corresponden a un desarrollo del capitalismo mayor. Un ejemplo: “Cultura y política en la España de hoy. Al habla con Antonio Izquierdo. ‘Hay que poner freno a las aspiraciones del capitalismo’, Diario SP, 10/7/68. 15 Por poner un ejemplo “Cartas del Pueblo español. Gloriosamente fenecida”, Diario SP, 7/3/68, portada.

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azules José Miguel Ortí Bordás, habría apostado por la persona de Alfonso de

Borbón, duque de Cádiz, en la lucha por hacerse con la sucesión de Franco16.

Era muy difícil que hubiera más margen realista para los proyectos de los

falangistas. Sólo queda el bunker o la apuesta por otras vías: la monarquía de Juan

Carlos o la aceptación del acuerdo con la oposición.

El escándalo MATESA, la constatación del inicio de la perdida del dinamismo

económico, el desgaste físico ya imparable de Franco y el embarrancamiento de

cualquier propuesta de una mínima reforma señalan un camino de abierta agonía del

régimen. Con todo, entre 1969 y la muerte del dictador nos encontramos con

movimientos de los reformistas azules, buscando ganar posiciones políticas cara a

una hipotética reforma del régimen a la muerte de franco, con posturas más o menos

aperturistas, pero siempre lastradas por los sectores inmovilistas. Es la época de la

carta de los 39, del Grupo Parlamentario Independiente, de los sectores procedentes

de algunos grupos, como la Asociación de Antiguos Miembros del Frente de

Juventudes, sectores de la Organización Sindical y algunos de los que serán

llamados “jóvenes azules” que son procuradores o accedieron a las Cortes con las

elecciones al tercio familiar de 1967, que representan una cierta renovación del

personal político del máximo órgano representativo de la dictadura y que intentan

mantener su presencia en el contexto agónico del final del régimen17. También

Cantarero del Castillo desarrolló una importante actividad esos años, predicando su

fórmula de socialismo falangista.

En ese sentido, el triunfo de los sectores tecnócratas u opusdeístas es una

victoria pírrica, como tantas veces se ha dicho. Se constata que no hay proyecto de

futuro, sino luchas por el poder a corto y medio plazo. Todos los proyectos están

agotados, la sociedad va por su lado y sólo se mantiene en pie el régimen por la

inercia, la supervivencia física de Franco, el miedo y la falta de salidas claras. Pero

la sociedad está a años luz del régimen, sobre todo sus sectores estudiantiles,

obreros y profesionales urbanos más desarrollados y las últimas ilusiones de los

flangistas independientes desaparecen como movimiento que aspire a tener una

mínima repercusión. La descomposición final es lo que explica la división de la clase 16 Así lo señala ORTÍ BORDAS, J.M., La transición desde dentro, Planeta, Barcelona, 2009, pp. 101-102 17 Sobre estos temas apunta buena información el reciente trabajo de DIEGO, A. de, “Los falangistas ‘liberales’: del totalitarismo ‘comprensivo’ al aperturismo tardofranquista”, en CAÑELLAS, A. (Coord.), Conservadores y tradicionalistas en la España del siglo XX, Trea, Gijón, 2013, pp. 193-226, especialmente desde p. 206.

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política del franquismo. El régimen, que había empezado a mostrar su agotamiento a

la altura de 1956, cuando parecía más estable, terminaría en este momento su

andadura.

Pero eso no quiere decir que desaparezcan completamente esas posiciones en

torno a un ideario falangista como se verá en la transición, dejando de lado el

búnker y los últimos bastiones de la vieja guardia. De hecho, son los sectores

falangistas posibilistas los que pilotarán la transición desde el gobierno con Suárez

primero y luego desde la Unión de Centro Democrático, uniéndose en parte a

sectores críticos moderados de democratacristianos. Pero hay también un sector,

encabezado por el propio Cantarero que funda Reforma Social Española18 y que es

la continuidad de estas posturas de izquierda nacional, no marxista. En este caso,

cosechando un rotundo fracaso al no obtener representación parlamentaria en 1977.

La “desfascistización” del régimen

Todo esto proceso que se vive desde sectores falangistas tiene una parte de

“desfascistización” también. Pues yo quiero hablar ahora de esa desfascistización. Y

esa desfascistización no es el producto de un nuevo afán democrático ni de una

conversión paulina. Y seguramente deberíamos hablar de postfascismo y no tanto

de desfascistizaicón, aunque la palabra sólo se empezó a usar aludiendo a la

transformación del Movimiento Social italiano en Alleanza Nazionale de la mano de

Gianfranco Fini en la Italia de los años noventa, que se acabaría integrando la

coalición con Silvio Berlusconi y luego en Il Polo della libertá. Con esa expresión se

aludía también en realidad a una nueva situación respecto a la dinámica

fascismo/antifascismo en Italia. Este concepto de postfascismo es necesario

reelaborarlo, porque nos puede ser de gran utilidad para el caso español, dado que

aquí se da una situación excepcional en Europa: la consolidación de un régimen

formalmente fascista en la medida en que se alineaba con el Eje y su estructura,

origen, inspiración y metas exteriores coincidía con éstos (así, con esa claridad fue

condenado por naciones Unidas en la sesión de 12 de diciembre de 1946 e instados

los embajadores a retirarse) en un contexto en que no sólo habían sido derrotados 18 Sobre Reforma Social española, vid. MORENO SÁEZ, F., “Partidos, sindicatos y organizaciones ciudadanas en la provincia de Alicante durante la transición (1974-1982), Universidad de Alicante/ Archivo de la democracia. www.archivodemocracia.ua.es/db/articulos/19.pdf

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los fascismos en Europa militarmente, sino que toda la elaboración doctrinal fascista,

toda la impronta intelectual, estética y política va a ser barrida con esa misma

derrota por las armas, de tal forma que no deja huella alguna; del fascismo queda

sólo aparentemente su brutalidad con los disidentes internos y con su actuación

nacionalista e imperialista cara al exterior; pero se deja de lado todo lo que fueron

elementos de modernización política, doctrina y todo lo que supondría un elemento

digno de análisis que Roger Griffin a través de sus trabajos han puesto de

manifiesto, dotándole de una densidad intelectual, filosófica y política de la que luego

se prescindió o se minimizó hasta hacerla desaparecer, entre otras cosas por ser

arrastrado el fascismo por su propia espiral destructiva hasta convertirse en una

mera máquina de sembrar muerte y desolación.

Por supuesto que no se trata de dar respetabilidad ahora los supuestos

valores del fascismo de entreguerras en sus distintas concreciones; se trata de

entender que el desprecio hacia sus ideas y su gente, arrojados junto con la

brutalidad de los verdugos al basurero de la historia, quizá nos está restando

clarividencia y capacidad de comprensión hacia fenómenos complejos que explican

culturas políticas también complejas; en ese sentido, nunca hubiéramos sabido la

suerte de la evolución del fascismo mussoliniano en condiciones de paz, al igual que

puede sorprender la revolución de Fini y los suyos hacia posiciones moderadas e

incluso mucho mas dignas que la de su principal aliado Berlusconi, desde el punto

de vista de la democracia, defensa de las libertades y los derechos humanos.

En ese sentido, en España se ha diferenciado, con todo el sentido del mundo,

por supuesto, el falangismo del bunker, de los batallones de Cristo Rey o de los

siniestros conmilitones de los militares golpistas, al estilo de Juan García Carrés, de

otros que vienen del Movimiento como Adolfo Suárez, Martín Villa, Rosón y muchos

otros de la Unión de Centro Democrático y de un buen número de partidos

regionalistas, formados a partir de antiguos miembros del Frente de Juventudes y de

personas de trayectoria falangista como el Partido Aragonés Regionalista (PAR),

pero también de la Unión del Pueblo Navarro, Unión Valenciana, el regionalismo

cántabro y de otros territorios del estado.

En todo caso, sigo pensando que no se ha hecho una lectura adecuada y plena

de la socialización de una buena parte de la población en las doctrinas, iconos y

valores del falangismo y en la lectura tan diferente que se hizo por las distintas

generaciones o cómo estas pasarán a formar en las filas de la oposición… Ahora lo

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que se trataría es ver cómo esos valores de la tradición falangista dan lugar a la

enunciación de un discurso político que siempre estará sometido al régimen del 18

de julio y a la persona de Franco pero que contenía en su germen elementos

aprovechables para la democracia sin pasar por el liberalismo19 o llegando de nuevo

a un cierto liberalismo como consecuencia de que se contaba con otros referentes

que no eran sólo los de la tradición reaccionaria.

De esta manera, aquí tendríamos unos elementos, contradictorios con la

libertad y la democracia en su definición pero que, en contraste con los sectores

ligados al catolicismo político, en los años sesenta y setenta representado por el

Opus Dei, y en contraste con el viejo militarismo reaccionario, va a ser capaz de

poner en manos de los jóvenes y de las nuevas generaciones unos elementos a

partir de los cuales se podrá obtener un fruto muy diferente, dando lugar a la ruptura;

pero es que los llamados sectores reformistas del franquismo, los azules más

jóvenes y aparentemente carreristas, trepas políticos, habían interiorizado esos

valores y se traducían en una vocación popular, una mayor apertura de ideas y el

diseño de un futuro político lejano de las tesis conservadoras y reaccionarias aunque

modernizadoras en lo administrativo de los opusdeístas y alejadas también de los

llamados neocanovistas que de la mano de Fraga intentan conseguir una salida

moderada de una democracia limitada, encarnada en la primera Alianza Popular de

los siete magníficos.

Pero ese postfascismo se debe tratar de verlo como un producto del deterioro

de unos postulados anacrónicos respectos al contexto político y social de los años

sesenta, pero que aún alimentan una parte importante de los jóvenes socializados

en los iconos del falangismo y en la “respetabilidad” de un 18 de julio que es

presentido en esta época como una fecha de obligado punto de partida, sí, pero

también como un patrimonio común de los que ganaron y los que perdieron, como

una quintaesencia del esfuerzo y tragedia histórica de España en ese momento

(“explosión de los elementos más nobles de la persona humana”, para Emilio

Romero) y, en los sesenta, la encarnación de una convivencia pacífica en paz:

Al 18 de julio, en cuanto a colisión de unos españoles con otros españoles,

carpetazo. Los que vienen detrás de nosotros no pueden heredar nuestras discordias.

Sería tanto como dejarles en herencia otra guerra civil. El 18 de julio, como fundación de

19 JULIÁ, S., Historias de las dos Españas, Taurus, Madrid, 2004, p. 407.

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una España que se ha propuesto arreglar sus cuentas en el propósito de convivir todo,

ése es su espíritu.20

El resultado de la aplicación concreta de este espíritu a la altura de mediados

de los sesenta resultaría en un programa moderado y prudente; economía basada

en la planificación económica “mediante la armonía del Estado y la empresa

privada”; en una vaporosa “mayor participación popular en la organización de los

poderes” (“Ni dictaduras ni anarquías; ni liberalismo, ni totalitarismo. Un compromiso

de todos”) y socialmente en un medio que permita la promoción social “con el trabajo

bien pagado, y los beneficios justos”21. Es decir, una enunciación de apertura que se

basaba más en la falta de ideas y de proyecto del propio régimen, pero con la nítida

declaración de que nada debía hacerse fuera de éste. Una enunciación formalmente

asuntiva, compatible por otro lado con la represión de los universitarios, la

persecución a los disidentes como lo mostraron las detenciones y casos de los

catedráticos de la Universidad Complutense en 1965 y un aumento de la represión

contra los sectores de sociedad más organizados en torno al movimiento estudiantil

y las nacientes comisiones obreras.

Pero más allá de las añagazas propagandísticas del régimen, hay una realidad

de presentar la “obra del 18 de julio” como el horizonte–tabla rasa para dibujar el

futuro; y sólo en ese contexto puede actuar un falangismo que ya no es la Secretaría

General del Movimiento, ni los grupos ultras, por supuesto.

Por ello, lo que nos interesa aquí es rastrear las pautas de evolución de esta

sociedad. Es decir, observar la forma en que esta sociedad ha ido evolucionando y

qué materiales ha empleado para ello. Y ahí nos encontramos con esta lucha de

Falange por sobrevivir a lo largo de lo sesenta: primero con los proyectos de Solís y

su alternativa sindical con proyección internacional como base de la opción “social” o

“falangista” para el futuro del régimen. Y en torno a los años que van entre 1966 y

1969 es cuando se da el último momento de posible proyección de futuro del

régimen. Y este proyecto lo que intenta es abrir el régimen a la participación política,

aprovechando la propia legislación de participación a través del Movimiento, es decir

haciendo valer el papel del partido una vez más y de sus bases; hacer un

movimiento de apertura al exterior, establecer un discurso diferenciador mucho más 20 “¿Qué es el espíritu del 18 de julio?”, en ROMERO, E., Los “gallos” de Emilio Romero, Planeta, Barcelona, 1968, p. 72 21 Ibidem.

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social respecto a otras fuerzas del régimen y salvar realmente la España del 18 de

julio ante la futura desaparición física del dictador. No quieren la democracia; quieren

la participación y la “democratización” dentro del 18 de julio, del estado de cosas

existente; y la opción es acercarse a ser una gran organización socialdemócrata que

de cauce al sindicalismo y a las expectativas de cambio, pero dentro de una

peculiaridad política de España. Se trata de analizar el impacto de estas ideas.

Por supuesto, fracasan. Pero eso no es lo que nos interesa. Lo que interesa es

averiguar cual fue el influjo real en una población en una población formada y

socializada en una buena parte en los parámetros del régimen y singularmente de la

mitología falangista de estos intentos, no las luchas palaciegas ni por el poder con el

grupo opusdeísta, aspectos que describe con mucho detalle Pablo Hispán Iglesias

de Ussel22 y que analiza en esa clave de enfrentamiento entre los dos grupos

mayoritarios del franquismo con mucha perspicacia Ismael Saz23. Pero el mismo

Ismael Saz, el autor que hasta ahora ha hecho una interpretación más global del

régimen franquista atendiendo al tema de la ideología y la conceptualización del

régimen, reconoce24 que más allá de los enfrentamientos entre las élites es

necesario analizar las actitudes sociales y el impacto de estos discursos y esfuerzos

en la población.

Existe la tentación de despachar esta cuestión como algo innecesario: Los

españoles estaban fuera de estas discusiones, apostando por la democracia y

construyendo movimientos sociales que harán inevitable la transición a la

democracia y el arrumbamiento del franquismo, se dice. Eso es en parte así, aunque

se mantengan muchas inercias de una cultura política tan peculiar como la del

franquismo. Pero los materiales usados por la población para esta tarea están

insuficientemente descritos y puestos en valor cuando es muy relevante la formación

de la población en ese proceso evolutivo, los mensajes a través de periódicos como

Pueblo, que conocerá una muy destacable tirada, además de Arriba, mucho más de

capa caída y que el propio Rodrigo Royo, director de SP no fue capaz de resucitar

tras su nombramiento en 1960. También las revistas universitarias desde fines de los

22 HISPÁN IGLESIAS DE USSEL, P., La política en el régimen de Franco entre 1957 y 1969. Proyectos, conflictos y luchas por el poder, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2006. 23 SAZ CAMPOS, I., Las caras del franquismo, Comares, Granada, 2013. Vid los capítulos ”Mucho más que crisis políticas: el agotamiento de dos proyectos enfrentados” y “Y la sociedad marcó el camino, O sobre el triunfo de la democracia en España” 24 Ibidem, p. 167, nota 44

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años cincuenta y hasta bien avanzados los 60 mantienen esas posiciones.

Herencias del SEU como el Servicio Universitario del Trabajo no mueren con éste,

sino que se mantienen en la segunda mitad de los sesenta hasta principio de los

setenta, dependiendo de los gobiernos Civiles y del Patronato de Obras Docentes

del Movimiento, que llevará Ignacio García López, un jovencísimo secretario

nacional del SEU en la época de Jorge Jordana y el último secretario general del

Movimiento en el primer gobierno de Adolfo Suárez.

En esta tarea estamos pues, contando también con la sociología para

reconstruir el impacto y el reflejo popular que estas iniciativas pudieron tener en los

años sesenta singularmente en los tres años a los que me he referido.