copyright © 2016 · bajo el sol desnudo arráncale lo eterno al poema. entra en él, porque así...
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Copyright © 2016
© Fernando Calvo García
© Fotografías de cubierta e interior: Javier Rego, fotógrafo y escultor de Torrejón de Ardoz
Prólogo: Francisco José Martínez Morán, poeta
Fotografía del autor: Ángel Gómez
Maquetación e impresión: Zridi, diseño digital
ISBN: 978-84- Depósito Legal: M-00-2016
Impreso en España
Memoria de un grano de arenaFernando Calvo García
Memoria de un grano de arena
Al verso desnudo.
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el
gó
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11
Prólogo
Un paisaje interior del sentimiento
Es un honor para mí ocupar, con estas humildes palabras, el pórtico del nue-
vo libro de Fernando Calvo García. En él, una vez más, Fernando despliega
su labor de artesano ante la mirada cómplice del lector; una vez más, con
sincera finura de ebanista, el poeta habita, pinta y canta el hogar común de
la palabra evocada.
En estas páginas sobrecoge, por encima de todo, la memoria. Somos ya cons-
cientes de nuestro devenir, adultos sin remedio en un mundo de estupor,
prisa y estrépito. ¿Dónde habrán quedado el paraíso, el territorio antiguo, la
limpia perplejidad de la inocencia? El paso del tiempo pesa, aunque parezca
contradictorio, por su propia evanescencia: el autor cuenta, a manera de pre-
misa, cada granito del puñado de arena. Todo llegó y se marchó, fue único y
volátil, imprescindible, vivo y yermo. La lumbre de la infancia simboliza con
cristalina potencia ese candor de lo perdido: Me gustaba estar cerca de la lumbre
/ en la cocina vieja de mi casa / al lado de mi padre. / Yo lo miraba y la luz / se
reflejaba en sus ojos. La presencia del instante es absolutamente manriqueña,
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un despertar al destello de las imágenes indelebles que nos constituyen más
allá del edificio oscuro de nuestras identidades.
De la misma forma, la gravedad del hoy (lejos de la naturaleza que con tanta
maestría describe en otros momentos, desde el balcón del alma, Fernando
Calvo) absorbe, como en sumidero, cuerpos y espíritus. Hay por todas partes
asfalto contundente como hielo en las pupilas, futuros de plomo sin aparente
remedio: el poeta, bien lo sabe Fernando, está obligado a levantar acta: Hay un
Dios para los ricos / y un Sindiós para los pobres. / Yo sigo escribiéndolo con letra
mayúscula; y, por supuesto, está exigido a señalar los resquicios, las grietas
de luz que, como en la poética de Leonard Cohen, ponen en duda el sistema
entero: Paseo por las aceras. / Entre las ranuras de las baldosas / nace la hierba. /
Bajo el asfalto sigue la vida. En esta llamada a la contemplación caben lo tierno
y lo revolucionario, caras indisolubles de un ideal común: La poesía alimenta
para ser, / no para tener.
De lo arrasado y roto puede surgir, y surge, el verbo nuevo, el verso nece-
sario (Volvió el canto / a la garganta de los hombres. / Los poetas hablaron; / lo
que fue noche / se hizo luz): lo sabemos de sobra, aunque lo hayamos olvidado
entre la minuciosidad de lo accesorio, desde la escuela (Fuimos aventados en
la luz / como cristales transparentes. / Recuerdo la caricia), desde el vientre ma-
terno (Ella es tierra de mi tierra, / lágrima de mis lágrimas. / Guárdame, madre /
en tus brazos de barro). Importa el tacto, importa la expresión compartida en
el regalo de la piel: importa, al cabo, lo que nos salva de la desposesión de
la soledad.
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Paseemos junto a Fernando por el paisaje interior de la arena derramada. Sus
ecos (escuchadlos) son los nuestros; sus huellas (contempladlas) nos reflejan.
Al borde del sendero crecen preciosas y tenaces flores en las que el buen ca-
minante también debe reparar: su delicadeza emociona, su raridad transporta
a un pasado delicadamente revivido.
Eterna muchedumbre del recuerdo.
FrAnCISCo JoSé MArTínEz Morán
Transparenciasen los silencios
17
M i voz se oye
en sitios pequeños.
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C aminar a la niñez
no te hace ser más joven
te hace nostálgico de los días.
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L a sombra del puente
es una coma en el agua.
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N iño
lava las manos
en el viento de la libertad.
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18
S e hace camino al pensar, se hace camino al mirar.
Galopa un caballo
en el interior de uno.
Quieto camino
es el pensar
más allá de los confines.
“Se hace camino al andar”
Antonio Machado.
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M iraré en los escaparates.
En su interior,
veré el reflejo del exterior.
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E n la vida hay que ser raíz
y hoja.
raíz de quietud
y hoja de aliento.
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19
C on sólo ver la lágrima
se está en el dolor.
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R ealidad
y tus contornos
en la luz.
noche
y tu sombra.
Límite.
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C uántas palabras hay
en el vacío del silencio.
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L a irrealidad es buscar
un espejo en la noche
y encontrarte con tu propia imagen
que ya no está.
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20
Deshaced vuestras distancias
con palabras.
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U no debe buscar su imagen
en los ojos de un amigo.
rincón secreto.
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N uestro cuerpo
al andar
se hace sitio en el aire.
Deja una memoria de olvido,
una huella de sombras.
El espíritu de uno mismo.
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Se pudrió la sombra
esperando ser luz.
Ella gobernará sobre la ceniza.
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Los fronteras se hicieron
con guerras.
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21
En las brasas
nace la canción del fuego.
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No hay hojas;
todavía el viento
no puede leer el bosque.
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E l mar se ríe a carcajadas
cuando las olas se varan
en su orilla.
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Una hoja en otoño desprendida
de una rama
es una mariposa en libertad.
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E l vacío siempre
está lleno.
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22
Aúlla la nieve
cuando ve salir el sol.
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E l ruido hace grietas
en el viento.
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Una sábana colgada
es un trozo de niebla
secándose al sol.
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E l antes es historia
de todos nosotros.
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Un niño tiene toda la vida
para mirar…
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Todos somos una escultura
de agua.
Memoria y olvido.
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23
C uánta memoria hay
en un grano de arena.
Cuando cojo en mis manos
un puñado
despierta en mí el tiempo
del mundo.
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Los girasoles por la noche
están despistados,
no saben a dónde mirar.
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A lgunos caminos se andan
si pones empeño en ello.
Me gustaría ir al otro lado
de mí mismo.
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A veces escribir la realidad
se hace oscura.
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24
El árbol pierde la risa
cuando se le caen las hojas.
Ya no suena el tiempo en sus ramas.
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Oscuridad que tiembla en un alambre.
Ana García.
Al atardecer la luz
se posa en los alambres.
Llegará la noche
y la sombra temblará.
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Hay tréboles de dos, tres
y cuatro hojas.
Lo normal es de tres.
Los demás han emigrado
de otra manada.
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La luna se hace blanda
en el reflejo de la charca.
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25
El árbol pierde la risa cuando se le caen las hojas. Ya no suena el tiempo en sus ramas.
(página 24)
26
S iempre es después.
La nada lo devora todo.
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Te busqué, silencio.
Estabas en los desvanes fríos.
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C aía el agua.
Hacía sol.
Salió el arco iris.
El arquero se había evaporado.
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El hombre es esa pregunta
que no tiene respuesta.
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C on los tristes
no camina nadie.
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C ómo pesa el silencio
cuando se escucha.
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27
Uno se abraza a las brasas
de un atardecer.
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Toca la hoja al caer
una partitura de silencio.
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Las esculturas duermen
el sueño de la piedra.
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Todos caminamos
ensayando la muerte.
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Me gusta ver un vaso vacío
porque sé que está lleno de silencio.
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T iembla la sombra del puente
en la corriente del agua.
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28
H a muerto el sudor.
Te jubilaste.
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La realidad es incomprensible
porque no deja ir más allá.
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En los números pares
todos tienen compañía.
� �
Las interrogaciones duermen
separadas.
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En el viento se pierden
los adioses.
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Hay que ver dónde ponemos el pie
para dar el siguiente paso.
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29
Somos del aire,
de su abrazo dormido.
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La sombra vive sin tiempo
y sin rostro
en los celajes de la luz.
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El silencio vuela desnudo.
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Volver a la memoria
es encontrar peces en la charca.
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É l atravesó su propia sombra.
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A l morir uno hipoteca la sombra
por siempre.
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30
La tierra todo lo hace tierra.
no lo olvidaré.
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D ice mucho quien habla poco.
Lenguaje meditado.
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Morir es la única forma
de escapar de uno mismo.
Senderos de noche
por donde se va a la luz.
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E l sol hace de la mar
lágrimas petrificadas.
� �
L lorar es romper el agua
en las pozas del alma.
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31
E l silencio tiene la forma
de la mirada de los hombres.
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Los olvidos son ceniza
de los braseros apagados.
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Uno no deja de ser niño.
La inocencia es un regalo.
� �
A bre tus ojos y verás
tu cabeza
entre mis manos de azufre.
� �
E n los sitios pequeños
se llora más dulcemente.
� �
32
Los grandes acontecimientos
producen ruido.
Las pequeñas cosas
se oyen en silencio.
� �
E l silencio de la multitud
un día puede oírse.
Ese día será el día
de las revoluciones…
� �
Nos hacemos
mirando el cielo,
pisando la tierra.
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Las estatuas lloran
cuando llueve
con sus ojos de piedra.
� �
33
M adres, hacéis a vuestros hijos
buenos…
Y después no caben en este mundo.
� �
E l vacío es libertad.
� �
Uno debe ser de todos.
� �
Y el final será
un galope de noche,
donde nadie verá las estrellas.
Aguadores de la luz
37
Escribir
es oír las gotas de lluvia
c
a
e
r
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Cuando se piensa
adelgaza la metáfora
hasta hacerse inasible
como la luz.
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No puedo cerrar el poema
y continúa el grito.
� �
Una palabra no es sólo su realidad,
es el silencio que transita en ella.
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38
Cuando abro las puertas
las palabras se llenan
de exteriores
que otros refugian en su interior.
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Cuando terminas de leer
un libro de poemas
es como un adiós al poeta.
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Encerraste entre paréntesis
con un abrazo
un verso mío.
Y después enloqueciste
en su espíritu.
Saliste a las afueras
donde canta el verbo.
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El tiempo no será capaz
de borrar la tristeza
de los versos de un poeta.
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39
E l poeta desnudó las palabras;
solo dejó su silencio.
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E scribo en la ruina
de un anaquel olvidado.
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E stoy aprendiendo
a desescribir
para llegar más hondo
en lo que escribo.
� �
Descoso las pupilas de mis ojos.
La imagen vuela a la abstracción
en amaneceres vacíos.
� �
Los libros se escriben
con lluvia.
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40
S i remueves un verso
encontrarás las brasas.
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S e juntaron las palabras
que no se conocían
e hicieron una imagen infinita.
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Una palabra es
una luciérnaga encendida.
� �
C uando leo
un libro está
entre el paréntesis de mis manos
y las comas de mis labios.
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41
Cuando estés
bajo el sol desnudo
arráncale lo eterno al poema.
Entra en él, porque así
llegarás a la luz.
Llegarás a deshojar la flor
pétalo a pétalo,
verso a verso,
palabra a palabra.
� �
E l poeta, ese ser que cuida
las nubes
para que llueva sobre los versos.
El que orienta los girasoles
hacia la luz.
El que tiene sus manos
llenas de pájaros
y los suelta sobre los olivos
en las altas sierras.
Habla el poeta
y calla en lo que dice.
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42
E l poema me lleva
a hundirme
en las viñas de la noche.
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Los versos que no escribí
son brasas de hielo.
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A veces mis versos
llevan metáforas.
éstos se asoman al vacío
para ser silencios.
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La armonía de un poema
es llenar de nieve una montaña.
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Un poema es el celofán
que envuelve el dolor
del que escribe.
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43
A bro el libro. Mis manos tocan el miedo del bosque y las palabras de las hojas y el musgo y las cortezas y los líquenes y el agua de los arroyos. Hojas secas, raíces por los senderos oscuros. Bosque escrito.
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La poesía expresa la verdad que está detrás de la realidad.
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Llaman por teléfono: son las metáforas que escriben versos de noche.
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Yo quisiera ser el poeta de un verso que fuera como el reflejo de una flor sobre el agua, un rótulo de luz, un silencio de luna.
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44
Vaciarme de mi olvidoCuando escribo querría abrir los párpados de la verdad oscura. Vaciarme de mi olvido. Quedar desnudo en la intemperie. Y que la lucidez del hombre me abrazara con sus labios. Hervir con la hoja el verbo, encontrar la pureza del silencio en mis manos. La verdad no se conoce, la verdad no se escribe. Todo son espumas dentro de los ojos. Dolor, llanto… en las palabras que vuelan en medio de los vientos.Guárdate de la sombra de los espejos cuando mires lo escrito y veas tu reflejo y los otros vean su reflejo en su agonía, en sus labios de acero. Deshabitada escribe mi alma en el relámpago y en la melancolía. Muero diciendo: silencio con mis ojos
en los balcones azules del cielo.
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45
Lágrimas de escarchaM i pensamiento, a veces está atravesado por cuchillos de luz. Cuando lo pongo en mis manos y el papel abreva las palabras se encienden los pomos de las puertas para abrirse a la tempestad. Ahí, detrás, en las miradas de la sombra escucho las lágrimas de la escarcha. Mi mano me conduce a la melancolía, a la desnudez del silencio. Yo, todos los día derramo sobre los arroyos el ácido de mis heridas. Hierve el rocío lleno de niebla en las músicas, cerca de los pétalos negros del invierno en el frío del amanecer. regreso para recordar lo olvidado; bálsamo de mi vida,
bálsamo de mi sufrimiento.
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46
Yo hilaré el silencio
para que todos me escuchen.
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… e l tramo en que se juntan
J. M. Caballero Bonald.
Un poeta es el tramo que hay
entre una palabra y otra.
Las juntas y dicen lo que no decían.
Dicen lo último del pensamiento.
Esto es la poesía.
� �
En los bordes
viven los temerarios.
Los aniquilados nos salvamos
por la poesía.
Las voces salobres de los verbos
cicatrizan las heridas.
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47
Un verso
prestigia un recuerdo,
reconstruye un olvido
y hace de nuevo una experiencia.
� �
La poesía es un diccionario
donde no sabemos
lo que significan las palabras.
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Yo no escribía nada
hasta que lo hice
en una lágrima.
oí la noche.
Me oía a mi mismo
en toda la magnitud de la vida.
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48
Huellas blancasQuisiera que mis versos
dejaran en el hombre
huellas blancas;
como aquellas que yo
dejaba sobre la nieve
al andar.
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Escribo para ser,
para estar,
para vivir,
para nacer.
Blancas manos
un sueño de noche.
Y vendrá después la lluvia
a lavar la memoria
para que el recuerdo
se haga presente.
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49
Celebraré...
Lêdo Ivo.
Celebraré mi verso
con quien está solo
porque él tendrá ansias
de comunicación.
Celebraré mi verso
imaginando el rocío en la hoja
y un charco en el asfalto.
Sobre los dos se refleja la luz.
Celebraré el que siente como yo
sin ser yo.
Celebraré la palabra para todos
y de todos.
Celebraré estar escondido
en mis versos.
Celebraré lo que no existe
porque ahí es donde está
la creación y la imaginación.
Celebraré, celebraré
la palabra…
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50
L a armonía de un poema
es llenar de nieve la montaña.
(página 00)
51
Escribir un verso
es llenar de luz un sueño.
Su materia es la transparencia.
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Risa de estrellasEl poeta para los hombres
es como las olas para el mar,
como las hojas para el bosque,
como el agua para el manantial.
Yo me conformo con ser
una gota de lluvia
sobre el pétalo de una flor,
una gota de rocío
sobre la hierba de los prados.
La poesía es una mariposa
con alas de mujer,
es la risa de las estrellas.
Vendrá y sembrará de orvallo
los campos de trigo.
Y se hará harina
y la harina pan.
Mi palabra fruto del tiempo.
� �
52
El verso debe ser
un soplo de mariposa.
� �
Las palabras llenan el vacío
de luz.
� �
¿A dónde va mi voz
cuando sale de mí?
no sé si se posa en la tierra
o va al aire azul.
¿Es vagabunda en el tiempo?
Acaso hay un eco
de soledad en el universo
donde las palabras sacuden
sus plumas rotas.
Acaso el silencio es el
resplandor de la voz.
Las palabras de los libros
están atadas para el tiempo;
las demás en el aire que no se cae.
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53
luz.
de
peldaño
un
es
verso
Un
Víspera de nieve
57
Escucho la lluvia,
la arboleda.
Escucho cómo las lágrimas
crecen en los cerezos.
Escucho la respiración
escuchando cómo la luna
cae en tus ojos.
� �
Por la mañana
cuando estoy leyendo
y escribiendo
y ella se levanta
yo recojo su primer beso
antes que se caiga.
Tras los cristales
canta el mirlo.
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Tal vez, ese día
fue un día de miel.
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58
Nos enamoramos.
Yo te alcé.
resbalaste por mí.
Celebramos la lluvia.
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Te dirán suave mis dedos
en tus labios abiertos.
Cerrarás tus pétalos
y mi dedo buscará el océano.
� �
A caricié tu lloro.
Era tarde.
La lágrima ya había caído.
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Qué hermoso sería
pasear contigo
en el silencio de un verso.
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59
Quiero escribir un poema
y que sea tu cuerpo, mujer
y acariciarlo
y que se erice tu piel
y que lata
y que respire
y que esté acostado
sobre la arena
a la orilla del mar
y que lo escriba el sol.
Verso mío en tu piel.
� �
En la Y griega,
entre el musgo
se encuentra la rosa.
El hombre pone el acento.
� �
Subiré a tus colinas.
Seré jinete de la Vía Láctea
entre tus muslos.
� �
60
Cuidaré tus lágrimas
en las cometas de papel
para que vuelen en el cielo azul.
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Prefiero antes de escribir un verso
hacer el amor.
o sería mejor que hacer el amor
fuera como escribir un verso.
o que escribir un verso
fuera hacer el amor.
Quiero tener los mismos límites
que tu cuerpo.
Juntos no ocupamos casi espacio.
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La rosa es una brasa
que quema
como el horizonte en la tarde.
Puse los dedos en sus pétalos
y sentí que se humedecían.
� �
La rosa es una brasa que quema como el horizonte en la tarde. Puse los dedos en sus pétalos y sentí que se humedecían.
(página 60)
62
La vida se escribe
en los pétalos de la rosa
con polen blanco.
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Me entristece
que los dos veamos un silencio.
Me entristece
que no escuches mis palabras;
las de diario y las de fiesta.
Me entristece
ver tus puertas cerradas.
Yo amo la libertad del ser
junto al otro.
Acaríciame, bésame,
entra en mí.
Sólo aspiro a estar junto a ti
y tú junto a mi.
Yo busco tu mirada.
Sé un copo disuelto en mi boca.
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63
TúTú llenaste mis manos de adjetivos. Te bebí a sorbos. no olvidaré nunca ese recuerdo. Tú en mis manos.
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Hemos dormido envueltos en la misma sábana blanca. Cuando ella se levanta yo me cambio de sitio. Voy al calor que ella ha dejado. Y allí acurrucado cierro mis ojos. Es como si estuviera en el cuenco de sus manos.
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Yo te ofrezco todo lo que soy todo lo que tengo. Y tú no te conformas. . . Yo sé que soy poco y es poco lo que tengo,
pero te doy todo.
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64
Si me. . .
Si me miraras
yo besaría tus ojos.
Si me besaras
yo haría lumbre
en tus labios.
Si me acariciaras
yo me uniría a tu piel.
Si me desnudaras
yo sería tu semental.
Ven. . .
ven aquí donde pueda
tocar tus pezones de arándanos.
Ven aquí
sin que yo te llame
y no seamos
desierto y destierro.
Todo sea un silencio,
uno de otro
Ven. . .
donde pueda besarte
aunque mis besos sean diminutos.
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65
Cuando eyaculas te embebes en tu sangre.
Ha sido un premio de nieve.
Un recuerdo transparente en los desvanes.
� �
Serás:
lo olvidado,
lo perdido.
El semen en los lavabos
que va a los úteros
de las alcantarillas.
� �
Revolcarme,
sudar. . .
es soñar
entre sábanas arrugadas
y olerte.
Yo dejé mi saliva en tu piel.
Salitre de metáforas
69
Salitre de metáforasMi vida son hojas secas,
en un viento al alba
venidas de la noche dormida,
habitado en torres de sombra.
Mi vida salitre de metáforas
ahorcadas en armarios cerrados.
Te la entregué, la di a tus manos.
Tú la viviste incendiada
en la luz de tu cuerpo.
Yo vivo en un cielo de otoño,
ya vacío, como una casa deshabitada.
Soy un zapato roto sin pies.
Me envuelven senderos
y silencios de luz.
Manos anudadas en la vendimia del sol.
Frío, mucho frío
en el péndulo de los días
donde las huellas son sombras.
Mi vida, el último trazo
de un cuadro sin acabar.
Han profanado mi jardín
y han pisado las lágrimas.
(...)
70
Mi vida, no es la vida, repito el ayer. reverbera el silencio en los espejos. Mis ojos se hacen plumas de azahar. El eco vacía los espacios.
� �
No hay bordes. Cruzo el umbral.
� �
Estoy tocando el frío. Pasé de ayer a hoy. Tiempo. Un camino de nieve me espera.
� �
M i vida es una escalera sin peldaños. Me agarré a la luz para ir al hondo. La palabra me salva del abismo de la mudez. La palabra es el regreso.
� �
71
Me quedé en las regiones
siendo un niño
solo y silencioso.
Mi palabra está al otro lado
donde está la salvación.
La realidad es su propio
misterio.
� �
Acurrucado entre las sábanas blancas
me refugio en el cuenco de la noche.
� �
Ser espuma, todo espuma
en las olas del mar.
� �
Los recuerdos se queman
en mis ojos.
� �
72
S iempre mi mirada caída
como hoja en silencio
buscando el vacío.
¡Ay! mariposa que siempre
vas a la luz.
Yo busco hoyar la tierra
en busca de la noche.
� �
Escribo mi nombre
en el agua del río.
La corriente lo borra,
lo lleva a los mares profundos.
Escribir en el agua
no tiene futuro.
� �
A cariciaría el sueño
de las mariposas vagabundas.
Acariciaría el silencio
de un beso dormido.
Acariciaría el terciopelo
de una nube agostada.
(...)
73
Acariciaría a la noche,
al frío,
al humo de las chimeneas.
Acariciaría un pálpito
del corazón con pétalos
de ceniza.
Acariciaría las sombras
bañándome en los ríos.
Acariciaría la música
que se escapa en el olvido.
Y la espuma del mar
virgen de los ojos secretos.
Acariciaría a las libélulas
para cabalgar en ellas
e ir sobre las aguas
a alcanzar los manantiales.
Acariciar es ir descalzo,
desnudo por el mundo.
� �
Cuando me muera quiero
dejar abierto mi amanecer.
� �
74
E l que va conmigo se desgaja en otras compañías; a los mundos de la niebla sobre musgos de escarcha.
� �
En la noche me llevaría la luna de la arboleda a mi cuarto de silencio. La enredaría en mi ramaje de arquitectura. Pronto vería iluminados los pétalos en mis manos. Mis labios hablan de los fragmentos de la luz. La noche palpita en mi habitación. Era todo un sueño del bosque.
� �
E l escupitajo mancha las calles. regresaré a los caminos regresaré a la tierra. regresaré a lo que fui. Aprenderé a ser barro, aprenderé a morir.
� �
75
Cuando uno está solo
y en silencio
se abren los baúles,
se destapan los frascos,
se abren las cerraduras.
El alma empieza a
hablar y caminar.
Pasamos del hoy al ayer
y del mañana al después.
El mundo se nos presenta
reflejado en un espejo.
Todo lo irreductible
está en un cajón
que se abre cuando
uno está solo.
� �
Reivindico la tristeza.
estado latente en mí.
nostalgia,
embriaguez.
Camino por donde no va nadie.
� �
76
En el olvido
yo cuento números pares
para que esté con alguien;
para que todos estén con todos,
para que nadie esté solo.
� �
Ensoñado,
desnudo,
en un campo
cogiendo amapolas
y llenando las manos
de tierra.
Izaré los rastrojos.
� �
A ún sigo viviendo
en las luciérnagas de la noche.
Cuando miro en el espejo
veo mi niñez disolviéndose
en los desagües de la luz.
� �
77
Yo sacaba a pasear
aquella caracola.
El mar recorría mis oídos;
los peces en el oleaje
del mar.
Todos los océanos estaban
soñando en mí.
� �
S i tú me traes la muerte
yo anidaré en un copo blanco
de nieve.
� �
Esperadme, ya voy
con mi maleta cargada
de rayos de sol
y nieve de luna.
Esperadme, ya voy
con grietas en mis manos
de infancia de frío.
Esperadme,
que llego paseando el agua
por los viejos prados.
(...)
78
Y ahora que llego,
escuchad mi silencio
desgarrado de óxido.
no podré brindar con la luz.
� �
E l ayer no volverá.
Yo no sé si iré al mañana.
El presente no existe.
Lo que he dicho ya es futuro.
¿En qué tiempo vivo?
� �
“Prohibido el paso”
Yo pasé y me acosté
sobre las hojas amarillas.
Ya no desperté.
Se han herido mis manos
al coger la oscuridad.
� �
La muerte de otros
me ha hecho viejo a mí.
� �
79
Cuando yo era niño
solo tenía para
una gaseosa amarilla
(algunos domingos).
� �
Eso os dejo:
mi nombre en un anuncio
clavado con chinchetas.
Se vende verso
donde brota mi sangre.
� �
Cuando estoy aburrido
doblo los dedos.
Suena ya la artrosis.
� �
S i hiciera limpieza general
de mi vida
me quedaría deshabitado.
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C uando nado en el mar
escribo la estela de mi regreso
(página 81)
81
Perdí mi nombre
en la naturaleza.
Lo busqué; sólo encontré
un campo de moras madurando.
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Cuando salgo a pasear
llego más tarde
a los lugares.
Cada día pierdo una décima de segundo
de velocidad.
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Yo sé oír
los colores de las hojas
en el viento
y el silencio de un bosque.
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Cuando nado en el mar
escribo la estela de mi regreso.
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82
La luna se rompió en trocitos.
nevó toda la noche.
Toda de blanco
hasta mi alma.
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He entrado en el otoño,
en las lágrimas del frío.
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Soy rocío.
Sembradme sobre la hierba verde,
sobre la hoja amarilla,
sobre los pétalos de la flor.
Sembradme y recogedme
en vuestras manos de amanecer.
Mi voz azul está en la gota.
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83
Qué triste es regresar
y que no te espere nadie,
ni nada.
Se vuelve y es la herida.
Voy cerrando las hojas
de una historia.
Suena un portazo en el alma.
Perdurará el musgo pegado a las piedras.
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Ya es tiempo de vender
los escombros del alma
y escuchar el susurro de la tierra.
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Yo llevo en mis bolsillos
papeles
donde escribo los sueños dormidos.
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M i niñez estaba llena de
cosas sencillas:
chapas, petacones,
canicas . . .
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84
El rojo es el color
del alba y del ocaso.
Me gusta bañar mis ojos
en ese mar vacío de peces.
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Me acosté en la noche.
Conmigo durmió un fragmento de luz
para despertarme.
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Tengo una agenda con
nombres, direcciones y teléfonos.
Ya he tachado a muchos.
Me quedan unos pocos,
y esos pocos se están
muriendo en mi corazón.
Yo moriré solo.
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85
Dame, Dios, lágrimas
para encender mi alma.
Y que los gritos de metal
se aplaquen en los yunques
de las fraguas.
Sólo habrá recuerdos transparentes,
al amanecer
cuando el sol alumbre
en mis pupilas.
Un día habrá óxido en mis mejillas.
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Ser uno mismo
en este mundo
es difícil.
Lo fácil es no ser.
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Ser, me hace cada día
estar más solo.
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86
Era invierno, las siete de la tarde:
noche oscurecida, llovía.
nunca sentí las gotas tan frías
como ese día.
Después de ese día hubo un después.
Supe de donde venía,
no supe a dónde iba.
Las manos fueron puños
y no pude volver a abrirlas.
Mis ojos hoy gritan.
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Me llevaría la luz de la luna
a mi almohada.
Porque aunque fuera de noche
a mí me parecería el alba.
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Soy como un barco de papel
sin mar.
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87
De pequeño jugaba a hacer minas
con mis manos en los montones de arena.
Un niño por un lado,
yo por el otro
hasta encontrarnos.
Cuando nos tocábamos las manos
sentíamos una alegría inmensa,
nos reíamos.
Los túneles siempre
terminan hundiéndose.
Al final nos subíamos al montón
y nos poníamos a patalear.
nuestras huellas quedaban en la arena
y el montón extendido.
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A ún no se ha derretido
la nieve de mi niñez.
Cuando lo haga no tendrá
sentido vivir.
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88
La contemplación del rocío
hizo que mis ojos fueran de cristal.
Moriré en el vientre de la luz
dibujando palabras.
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Fui solidario,
menos conmigo.
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Mi mirada se durmió
en una de esas gotas de lluvia
que resbala por los cristales.
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Yo siempre estoy al otro lado de la ventana,
en lo oscuro.
Allí me contemplo de niño a hombre.
Me habita el silencio en los inviernos largos.
Me aletargo para extinguirme en el tiempo.
Llegaré a la ceniza.
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89
Yo estoy conmigo mismo,
pero estoy solo.
no alcancé, nunca
la mano del amigo.
Y si la alcancé
se transformó en puño cerrado
y duro como la piedra.
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Cuando me despierto por la mañana
y me levanto,
quedan sobre las sábanas
las arrugas de la noche.
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Está nevando
todo es blanco dentro de mí.
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Hoy no ato mis zapatos
porque están vacios,
varados en los estantes.
Mis pies son ya de arena
y caminan en el viento.
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90
Pasarán los años
y no volverá la Primavera a tus ojos.
Verás atardecer la luz
en el horizonte.
Cada día será un día menos.
Y un día sólo habrá sitio
para la sombra eterna.
Y habrá un último beso
y un frío de quietud.
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Yo ya digo adiós,
pero no hay ojos para el eco.
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Las motas de polvo
caen en silencio
sobre los cuerpos dormidos.
Yo me levantaré sin rostro.
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No sé dónde esconderme
para llorar.
A lo mejor lo hago
en la sombra de mis manos.
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91
Caeré sobre la tierra lentamente. . . Y de amor volveré a ser tierra.
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Serán polvo las letras de mi nombre y de su voz sólo quedará un eco en las aberturas del alma.
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Yo moriré lejos de mi casa, lejos de los árboles, lejos de la ventana que fue un cuadro en mi vida. Lejos de mis amigos, lejos de las manos de mis hijos, lejos de ti, amor. Desnudo en las sombras. Solo. Moriré solo. Un aullido de noche en mis labios y lágrimas en mis ojos. Solo. Será un azar de pasos descalzos. Yo me dormiré silenciosamente.
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92
M iro. . .
oquedad, vacío.
no hay rastros.
Callan las sombras.
Los verbos no se conjugan.
Mi cadáver aún tiene lágrimas.
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Hay desvanes en mi corazón
donde guardo el olvido.
� �
B ienvenida gota de lluvia
donde yo me guareceré
para ver el horizonte del silencio.
Tiempo futuro
donde habita el ayer y el hoy.
Se desvanece el óxido,
la lágrima en lo desconocido.
Habrá tachaduras, hoy, en la luz
cuando muera el crepúsculo.
Amo al sol humilde del invierno,
o al que resbala en las tardes
por la piel de las estrellas.
(...)
93
La mano pinta el umbral de los desesperados.
Acurrucado duermo en el desconchado
de la grieta.
Allí me cobijo en los altares de las palomas.
Mi intimidad vive en la escarcha
donde los solitarios escriben
sobre los cristales del frío.
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M is lágrimas serán lloradas
sobre puertas cerradas.
Serán voces de ecos
sobre los muros.
Aplausos de polvo,
de salitre evaporado
en el suelo.
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E xiste el escultor
que talla las arrugas de la piel
y me hace viejo
a los ojos,
a tus ojos,
a mis ojos.
(...)
94
Lentamente va haciendo
de mi rostro
un rostro de sombra.
Camino a la inexistencia
y en silencio seré ceniza.
Me perderé en la tierra
bajo la lluvia y la nieve,
bajo los grillos y las luciérnagas.
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En las tardes apacibles,
calurosas del verano
duermo sobre mi sombra,
duermo sobre el disimulo
del atardecer,
y sobre un trozo de mi vida.
Marchito mi esplendor.
Lo que fue casa alta
hoy es ruina.
otra vez la aurora
hará huellas en el cielo.
Yo espero un milagro.
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95
S i escucho,
llanto,
si miro,
ceniza;
si extiendo las manos,
soledad.
todo es desierto.
Todo roca se hará
sueño de arena.
Uno crece para no ser.
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He empezado a remontar las olas
camino del río.
oigo ya el rumor del manantial,
el óxido de las puertas.
Empiezo a recordar lo olvidado
canto lo perdido:
las fuentes, los robles, los caminos.
Todo recuerdo restaña las heridas.
¡Ay! “este sol y este azul de mi infancia”
Hoy son polvo, son ceniza.
He entrado ya en el silencio
en las voces de los maestros.
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96
Amo la calavera
de mi sombra.
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Qué lejos queda mi niñez.
Me he vestido de otoño
para morir.
De mí caen hojas amarillas.
Ya estoy desnudo en el umbral.
Qué lejos queda mi niñez.
Cuando yo era rocío
al amanecer,
cuando yo era copo
de nieve cayendo en silencio.
Qué lejos queda mi niñez.
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M is ojos miran:
el silencio,
el sueño,
el latido,
la existencia del vacío
sobre la claridad.
Adónde, adónde. . .
� �
97
Y me iré
sin encontrar la luz.
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Podré algún día desandar
la lágrima
y reír, reír, reír.
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Me levanto,
me ducho,
desayuno:
después escribo versos
para no ser real.
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S iento frío en las arrugas
del tiempo.
El río va a la mar,
como yo al otoño
de la caída de las hojas.
Tierra del alba
101
La niebla está ahí,
volátil.
Sin raíces en la tierra
navegando en la tristeza
de mis ojos.
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Ya raya el día.
Ya veo la luz.
Ya canta el pájaro
en el azul del cielo.
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V í posarse los copos de nieve
desde mi ventana.
Todo fue blanco;
la tierra blanca,
el espíritu blanco.
Desde la altura había caído
la luz.
Escuché el silencio mirando
la blanca espuma
que todo lo cubría.
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102
S in estar corté flores azules por los caminos.
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En la braña fui aguador de lágrimas de las fuentes. Llevaba en ellas la luz en los joyeros de barro. Las copas se llenaron de resplandor de estrellas. Los labios derramaron cantares de silencios. En mi pecho aún está el recuerdo de los regueros frescos en los prados.
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Donde dije dijeron los grillos el agua y el viento. Digo ahora en el recuerdo: me voy con el agua, me voy con el viento y con el silencio y con los grillos.
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103
Llovía.
resbalaban las gotas
en los cristales.
La luz transparentaba
la piel de la lluvia.
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Cuánto vale un regresoCuánto vale un regreso.
oía los grillos en el cielo.
Todo envejecido
hasta el dolor.
Yo me marché con mi infancia,
en la vuelta recordé:
la lluvia triste
y el rocío transparente
y la nieve blanca.
Los armarios vacíos
y el mármol
me trajeron el recuerdo de la muerte.
Todo no había acabado.
(...)
104
Todavía oí la esquila
en los caminos
regresar de los montes
en la caída de la tarde.
oscurece, yo me duermo
en sus manos de ceniza.
Todo lo perdido regresó
a mis ojos.
Yo llamé a las puertas del cielo.
oí resonar el aire.
El silencio de la luz
me trajo la historia,
la historia del “yo” como niño.
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Beben los grillos
el rocío de la noche.
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Se apagó la luna.
Los grillos se callaron.
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105
Un día que nevaba
hice un muñeco de nieve.
Llegó la lluvia y el sol;
se hizo agua.
Su calavera gritaba
en su destrucción.
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Ya están las manzanas caídas
en el corral.
El cielo se ha cubierto de otoño.
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Crece la luz cuando miro la nieve.
Allí en el olvido de la noche
es blanca y silenciosa.
Leed la luz,
todo será un sueño de palabras.
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106
Corniero espiritualGolpeo la mañana
caen en mis manos
gotas de rocío.
Morirán los días
y quedará el silencio
sobre la hierba de los prados.
Un poema en este cielo azul
que es luz, que es luz.
Sueñan los sueños de volar
y alcanzar las cumbres blancas.
Azota el viento para abrir las puertas. Desde las ventanas cerradas gritan los olvidos. Amé lo perdido, todavía sus huellas son perennes en los caminos. Viven en mis abrazos: el susurro de los árboles, el canto de los pájaros, el ladrido de los perros. Suena la esquila en los montes. Todo suena en un silencio de soledad.
(...)
107
Yo guardo los días en almanaques dentro de mí y queda un eco en mis ojos del tiempo pasado. En Corniero* siempre está llamando un paisaje en mis pupilas. Desde las ventanas todo es un cuadro de belleza. Caen las hojas en este otoño que lo cubre todo. Y llueve ya en mi alma cuando me voy.
* Corniero, pueblín cerca de riaño, en la provincia de León.
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De niño, en los pilones
jugué con el agua,
con el reflejo de la luna.
La cogía y mis manos eran de plata.
Fue obra mía
trozos de luna
en la tierra.
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108
Florece el almendro en su silencio
cuando la primavera va descalza
por la nieve.
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Y vi el roble
en la luz de los montes.
Y los caminos seguían ahí
como serpientes secas,
en el polvo.
Volví a la tierra en sueños
y la vi como nunca.
regresé para abrir las puertas
y abrí las ventanas al sol.
Volví para amar:
a la urz
y a la escoba
y al piorno.
Vuelvo a los hombres
como hombre de luz entre mis manos.
Palabras,
silencio,
hojas secas
por los senderos.
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109
Amanecía,
el alba nevada.
Silencio blanco,
cunas de azahar,
campos de estrellas,
lágrimas de la nieve,
cielo azul.
El agua tiembla.
Tengo frío fundido en el rocío.
� �
La casa de mis abuelosLlegué, abrí la puerta.
Todas las cosas habían
perdido su rostro.
Todo estaba lleno de polvo.
El alma de aquella casa
estaba oxidada.
Sobre mí se amontonaban
los recuerdos.
El olvido se diluyó.
Yo volví a otro tiempo
inundado.
(...)
110
Abrí las ventanas
y entró la luz
y el viento
y la lluvia.
Yo acaricio con mis manos
las fotografías amarillas.
Mis abuelos presidían la estancia.
Me fui mirándola.
El alba y la noche
seguirán posándose sobre el tejado
donde anidan los gorriones.
� �
El verano escribe cartas amarillas
para el otoño.
Caerá la lluvia
las palabras resbalarán
por los tejados de negra pizarra.
Sobre las puertas se amontonarán
las hojas secas.
Historias, leyendas de los hombres
que se fueron.
Polvo en los desvanes bajo
el viento del silencio.
(...)
111
Las horas escribían poemas de sueños
con palabras soñadas.
Vuelve la luz en las espigas
de los trigales.
Tierra de deseo donde fuimos pequeños
sobre la nieve blanca.
Asomados a los balcones emprendemos
el vuelo de las golondrinas.
Tierra, duerme en mis manos
porque estás en mis ojos.
Volveré a ser trigo en los campos.
Y volveré a abrir las ventanas
para ser aquel niño que corría
por los caminos de polvo
Suena el silencio del tiempo.
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112
Me gusta acercarme hasta la lumbre
Luis García Montero.
Una lumbre para dos
Me gustaba estar cerca de la lumbre
en la cocina vieja de mi casa
al lado de mi padre.
Yo lo miraba y la luz
se reflejaba en sus ojos.
Mis ojos abiertos de par en par
para oír sus palabras.
Era la vida pasada,
los recuerdos, el ayer
que se hacía realidad en mí.
Heredé su luz
siendo niño.
Hoy son mis palabras
las que lo recuerdan.
Y yo lo veo como una escultura
calentando sus manos
y encendiendo mi corazón de lumbre.
Hogueras de las nieves
me persiguen
en las horas que deja el tiempo.
Armonía… escucho, tiemblo
en mis manos.
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113
No olvidaré tus humildes fuentes
de cristal frío.
La luz de un sol
acariciando la piel.
no olvidaré los prados verdes
donde saltaban ranas y saltamontes.
no olvidaré el rocío
desapareciendo en mis manos.
no olvidaré cómo la luz de la luna
hacía todo de plata.
Allí yo era piedra y musgo.
Mis ojos en las crestas de las montañas.
Todo era luz, todo espacio abierto.
En el techo del mundo
yo era invisible entre la hojarasca.
Desgarré la tierra
y me hice tierra llena de silencio
llena de nieve, llena de agua.
Y cuando el camino estaba enlunado
regresaban los rebaños.
Jardín de estrellas.
Vida blanca, soñada
y hoy para otros.
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114
Yo cogí las brasas de la luna
para calentarme del frío de la noche.
La luna resultó ser de hielo.
Temblaba reflejada en la nieve.
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S i sigues el cauce
río arriba
llegarás a la nieve,
a las peñas albas,
a la pureza de la luz,
al silencio.
regresarás con sed.
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Yo regresaré
y seré lavado por la lluvia.
Luego calentaré mis manos
en el rescoldo de la lumbre.
Mi boca recordará hasta el alba
y me callaré escuchando el silencio
de todos los que no están.
Mis ojos recorrerán mi tierra
y regresaré a la tristeza.
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115
Las esquilas en los montes
llevan escarcha de luna
en su sonar.
Encaje,
tapiz blanco,
flores blancas de puntillas.
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Fue meter las manos en la charca
y se hicieron luz de luna.
En el agua se ve la profundidad de la noche.
� �
He subido hasta los manantiales,
hasta donde habitan los pastores.
Allí he sentido el recuerdo de la nieve.
Allí vive la pureza.
Allí mi corazón se hizo blanco
entre la luz, el agua y el viento.
He llegado, otra vez
a sentir las montañas,
el esplendor de la luz.
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116
Cuando llovía
y yo era un niño
escuchaba el ritmo
de las gotas de lluvia
sobre el tejado de mi casa.
Después llegaba el silencio
chasqueando en mis pupilas.
Lo llenaba todo.
Hoy abanico el olvido
para recordar.
Lloraba el día sobre mis manos.
� �
Mi tierra me suenaM i corazón vuela a las montañas.
Allí solitario entre la urz, la escoba
el roble y el chopo.
Yo me yergo en la brisa fresca
de una tierra que no habito.
El sol dora la hierba
y aquel imponente azul
en la bóveda del cielo.
Mi tierra me suena en ecos.
(...)
117
Mis manos lloran cuando las extiendo
y no la puedo tocar.
Se quedan colgadas en el viento
llenas de sombra
y no la puedo ver.
La memoria te recuerda
respirando tu luz,
escuchando tus ríos.
Acógeme tierra mía
ahora que vivo y también
cuando muera.
Fui feliz en ella
hoy me canso de esperarte
sólo hago que recordarte.
Desde esta ventana escucho
como manan las fuentes
y como corren las aguas de los ríos.
Tierra mía, pueblo mío
por los caminos perdidos.
� �
118
Amé todas las pérdidas.
Antonio Gamoneda.
En el cementerio de mi pueblo
amo todas las pérdidas.
Cuando ando por los caminos
entre las tumbas
veo sus rostros
en las calaveras vacías.
Se escuchan los gorriones
sobre los cruces.
Yo toco los mármoles
y siento en mis manos
el frío de los esqueletos,
el frío de la tierra,
del agua y del viento.
El silencio de este lugar
produce miedo.
Se han extinguido sus palabras.
Yo recuerdo el eco.
Vuestro sueño vive en mis sueños.
Yo amo todas las pérdidas.
� �
119
Memoria arriba,
la braña.
Habla la palabra en su silencio.
Viento,
voz
y azul el cielo.
� �
Yo he nacido. . .
Yo he nacido donde la tierra es bella.
Hoy canto la lluvia, la nieve y el rocío.
Yo he nacido donde la tierra es buena
donde nace el chopo, el roble y el acebo.
Yo he nacido de un vientre
y viví en sus manos blancas;
en las manos de mi madre
de noche y de tristeza.
Yo he contemplado el vuelo del milano,
el canto de los pájaros
y la voz ardiente del jilguero.
(...)
U na casa envejece Lo primero deja de echar humo por la chimenea. Se enfrían sus paredes y la cal cae como harina por los suelos. Los balcones y ventanas se cierran.
(páginas 121-122)
121
Yo he dormido en el corazón
de las amapolas rojas
y he visto la humildad
de su lecho en las cunetas.
El rocío mojó mis pies descalzos
antes que los rayos del sol
lo abriesen y fuera luz evaporada.
Yo he vivido donde ya no habito.
� �
U na casa envejece
Lo primero deja de echar humo
por la chimenea.
Se enfrían sus paredes
y la cal cae como harina
por los suelos.
Los balcones y ventanas
se cierran.
Y sobre las puertas
se amontona la hojarasca.
nacen ortigas y otras hierbas
en las hendiduras.
(...)
122
Se oxidan los goznes
y chirrían cuando giran
para que entre la luz.
El polvo lo cubre todo,
deja sin rostro las cosas.
Las fotografías se vuelven amarillas,
la mirada se entristece.
El escaño blanco, las sillas
se han quedado solitarias
y vacías.
En los armarios cuelgan las sombras
de las perchas vacías.
El paso del tiempo hace ruinas,
el paso del tiempo envejece.
La casa, hoy, es un profundo sueño.
Las flores marchitas gritan
una nueva primavera.
Todo ha caído en el principio del tiempo.
Las huellas, los nombres, los hombres
los puebla el silencio.
Es la inexistencia,
es el polvo y la ceniza.
� �
123
Yo escribo. . .
Y o escribo el verdor del prado,
la juventud del agua del manantial,
la voz de las hojas
en el cielo azul.
Yo escribo el polvo del camino,
el aletear de los pájaros,
las palabras del silencio
que me envuelven,
la caligrafía del paisaje
escribiendo páginas sobre mí.
Yo escribo lo que vi,
el sentimiento;
la luz de los vacíos del alma.
� �
A lejarme de mi tierra,
partir,
fue un quedar siempre
en el recuerdo.
� �
124
A Vicenta García Díez.
L legué. . .
Vi la puerta abierta;
en la ventana, la luz.
Ella me estaba esperando.
Escuché el silencio que la envolvía
y un cielo azul
y un paisaje de árboles y prados
y en las acequias el agua
con su débil murmullo.
Ella me estaba esperando, llena de años,
con su mirada de luz.
Parecía un injerto de juventud.
Me arropé en sus brazos
y en sus manos de arrugas.
Mis besos y sus besos sonaron
en aquel silencio.
Juntos, ella y yo hablamos
al amor de la lumbre.
recordamos los recuerdos,
la vida, las vidas, los nombres.
Yo sentí, de nuevo, el regazo
de la madre.
� �
125
Llegaba la noche se oía la esquila. Había vida detrás de las sombras.
� �
D uele el silencio. Canta en mis ojos el viejo moho de las piedras de mi casa. Vuelvo al recuerdo. Desde el silencio de las estancias vacías. Tristes son las ventanas y las puertas cerradas. Toda ella la envuelve la niebla de mis ojos. Toda ella es nieve y frío. Se apagó el humo en el cielo. Callaron las risas. Soledad desnuda, eres en tus días y noches, en tus mañanas y tardes. La casa de mi niñez fue una casa de verbos. Hoy en ella tiembla el silencio, yace el tiempo.
� �
126
Yo llamé a las puertas del cielo
oí resonar el aire.
El silencio de la luz
me trajo la historia,
la historia del “yo” como niño.
� �
L legué donde caía la nieve
para que mi corazón
se hiciese blanco y sin frío.
� �
Fui feliz en ella
hoy me canso de esperarte;
sólo hago que recordarte.
Desde esta ventana escucho
cómo manan las fuentes
y cómo corren las aguas de los ríos.
Tierra mía, pueblo mío
por los caminos perdidos.
� �
127
HaikusS obre un pétalo
un grillo bebe el rocío.
Duerme el lirio.
� �
L as luciérnagas
apagaron las luces.
Se puso frío.
Poemas de asfalto
131
Un te quiero en el vahoD espués de ducharme
el espejo estaba empañado.
Yo me acordé de ella.
Escribí en el vaho: “te quiero”
Cuando regresé soñé que había
unos labios en el te quiero.
La verdad es que ya no estaba el te quiero.
Todo se había evaporado.
Al día siguiente
cuando el espejo se llenó de vaho
apareció de nuevo el te quiero.
Así todos los días
hasta que yo limpié el espejo
con cristasol.
Ella no lo vio.
Pasado el tiempo lo volví a repetir.
Cuando se estaba borrando
ella sí lo vio.
¡qué loco estás!, me dijo.
� �
132
En la adolescencia
nievan los falos dormidos,
en las noches,
entre las sábanas.
Saqueo de vida.
� �
S e levanta todos los días
muy temprano.
Va a trabajar a un hotel.
Habitación por habitación:
hace las camas,
limpia los cuartos de baño,
limpia los suelos,
. . .
y de vez en cuando
recoge condones usados
de encima de las mesillas.
� �
133
Mañana no vuelvaYo lo vi conduciendo su coche Alejándose. . . Mañana se levantará temprano para hacer cola en el paro. y un día le volverán a ofrecer trabajo por menos de mil euros al mes. Tendrá que joderse y cogerlo. Lo malo es cómo pagará la hipoteca del piso y llegar a fin de mes.
� �
Río amargo vuelve, vuelve. . . a las cimas nevadas a la escarcha y al rocío. Vuelve, vuelve al manantial. Hoy eres lágrima herida de un estercolero, de una espuma negra y de una ribera vacía.
Tu agua es la noche.
� �
134
Me gustaría dejar de ser tan tonto
y ser más inteligente.
A lo mejor me transformaba
en uno de esos hijos de puta
que traicionan a su clase.
Yo nunca fui un esbirro
al servicio del capital,
creo. . .
� �
Las manos;
las que escriben,
las que hablan.
Manos que acarician,
que pegan,
que disparan.
Las que anudan,
las que sueltan.
Firmes y temblorosas,
frías y calientes.
Manos de artista,
manos de sudor.
Las que suenan,
las que son música.
(...)
135
Manos del que siembra
y del que recoge.
Manos, mis manos
con las que ato mis zapatos,
con las que saludo,
con las que amo.
A veces las guardo
en mis bolsillos.
Manos, mis manos,
manos. . .
Todas las manos.
� �
Enmudecieron los manantiales
en el asfalto de la ciudad.
Vahos de alquitrán.
no luce la luciérnaga.
En las aceras sin pomos
caminamos por las calles
con las puertas cerradas
sin saber a dónde.
Lisas superficies, las aceras
que te llevan al fin
sin huellas.
Todo es silencio en la noche
de las calles de la ciudad.
� �
136
El mirlo de mi jardín siempre va de etiqueta, siempre con su chaqueta negra. Parlamenta, divaga sobre la hierba, sobre las ramas. Se oye en todo el jardín. Su canto es una melodía libre. Mirlo, mirlo, negro, negro y tu pico limón.
� �
C uando miro por la ventana otro hombre mira desde la suya. nuestras miradas se cruzan en un grito de silencio. Los dos en la soledad buscan en la luz de la tarde un corazón latiendo. Yo escribo estos versos, él sigue mirando y mientras lo hace fuma un cigarrillo. Cuando llegue la noche él cerrará los párpados de su ventana. Yo cerraré los de la mía.
� �
137
La vida es para el que
dejó huecas nuestras cabezas
vacías nuestras manos.
� �
En verano, en las playas
se visten los cuerpos con la tela del sol.
De noche la luna
nos pone su pijama
blanco
y nos vamos a dormir.
� �
H ay un Dios para los ricos
y un Sindios para los pobres.
Yo sigo escribiéndolo con letra mayúscula.
� �
Un día las copas de cristal
se llenarán para todos.
Y no habrá ni tú ni yo,
seremos un nosotros.
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138
Queda en las plazas
el aullido,
los vómitos,
los escupitajos
y las meadas de los perros
en las esquinas.
Yo no volveré a la plaza vacía.
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Huele a suavizante la ropa tendida
en el sol del verano,
en el sol de otoño
y en el sol del invierno.
En primavera huele a flores.
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H uele a suavizante la ropa tendida en el sol del verano, en el sol de otoño y en el sol del invierno. En primavera huele a flores.
(página 138)
140
El CafetínEn la mesa de al lado
están sentados dos chicos.
Ellos esconden sus manos
y se acarician.
no ví que abrieran sus
cremalleras.
Ellos se besaron en el
Desván de las flores.
Ellos son una metáfora
en un verso
que mira al horizonte.
Ellos dormirán en la
misma almohada.
Que se amen las rosas,
que se amen los lirios.
Que se amen las rosas
y los lirios.
Que se ame el amor en el Desván.
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Yo escribo sobre servilletas
un mapa nevado.
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141
Uno a veces habla
y se arrepiente de lo dicho.
Yo me arrepiento de lo que callo.
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El dueño del hambre
en el mundo
es el c-a-p-i-t-a-l-i-s-m-o.
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Paseo por las aceras.
Entre las ranuras de las baldosas
nace la hierba.
Bajo el asfalto sigue la vida.
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A lo mejor hoy me pongo
calcetines blancos.
El pantalón un poco subido,
marcando.
A lo mejor es que hoy
soy un gilipollas.
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142
Tristes hombres los que mean
entre las estatuas tristes
en un claro de luna
cuando los vencejos duermen.
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Poema datado (10-10-2010)
Hoy por la mañana
cuando me puse a leer y escribir
lo primero que hice fue poner la fecha:
diez, del diez, del dos mil diez.
Qué bien sonaba
tanta repetición.
Pensé: a lo mejor hoy me sale un poema.
Y me salió esto,
un poema tonto
que lleva tres diez.
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143
Sin blanca NavidadFui a la pescadería:
besugos a 89 euros,
carabineros a 87 euros,
gambas a 78 euros.
Esta puta sociedad capitalista
solo me deja ver los precios.
Y así en todo.
Es navidad.
Dicen noche de Paz.
Y a mí me están dando ganas
de matar a alguien.
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Me jode,
pero creo en El Corte Inglés.
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Acepto miserablemente
mi puta vida.
nunca llego a fin de mes.
El fracaso duele.
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144
Uno es viento en las calles
y asfalto en los pasos.
ésta es la belleza de la ciudad.
Y hay árboles
y pájaros
y farolas
y muchos coches que ruedan
en un circuito sin fin.
Inaxible oscuridad cuando camino
entre bolsas de plástico
y botes rotos de coca-cola
y tetra-bricks de zumos.
Ciudad que inundas de negro
mis ojos.
¿Dónde puedo comprar sílabas de silencio?
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145
DavidIba vestido con una camiseta blanca,
olía a sudor, a sudor reciente.
Se acodó en la barra.
Se le veían los pelos de las axilas.
Pidió una cerveza,
la bebió de un trago.
Después pasó su lengua
por los labios
para limpiarse la espuma.
Se sentó en un taburete,
iba en pantalón corto.
Sus piernas musculosas,
llenas de vello.
Marcaba. . .
Yo lo miraba como miré
“El David” de Miguel ángel.
Lo que no supe fue de su rostro.
(Por un instante un día cruce la calle
y me fui a la acera de enfrente).
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146
Uno sí importa.
no es lo mismo
torturar a 5 que a 6.
Hay un ser humano que sufre.
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Calle reino Unido número 4,
portal 8, tercero D.
Una cocina, un salón, dos dormitorios
y un cuarto de baño.
Vives a las afueras
con hipoteca
y el piso a medio amueblar.
Todo es tiempo y dinero.
Vives a las afueras.
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Me gusta mear en el mar
desde la playa.
¡Qué gran meada!
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147
Los que trabajen
para el patrón de patrones,
Díaz Ferrán, que dice:
“hay que trabajar más
y cobrar menos”.
Cuando lo hagan
que guarden su alma
en la taquilla
y su corazón en una lata de sardinas.
Cuando termines sé
un hombre.
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Está usted llamando al
noventa y uno, seis, siete, seis,
siete, tres, uno, cinco.
Ahora no puedo atenderle.
Deje su mensaje
al oír la señal.
Cuando regrese le llamaré.
Gracias.
(Lo gracioso es que no tengo
contestador automático).
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148
Estación de Atocha.
Próximo tren a estacionarse
en vía 2,
destino Guadalajara,
con parada en todas las estaciones.
Dejen salir antes de entrar.
Cuidado no metan el pie
entre el vagón y el andén.
Yo me bajo en Torrejón.
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Se prohíbe fumar
en todo el edificio,
quien quiera hacerlo
salga a la calle.
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149
Ella echa el vaho
en el cristal.
Luego marca mi
número de teléfono
con el dedo índice.
El mismo con el que
se masturba.
Los dos salimos a la calle,
por calles diferentes.
nos alejamos.
El número se hizo agua.
no nos volveremos a ver.
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Las nanas en los barrios de cartón
–siempre a las afueras–
suenan en los oídos de los niños
a viento helado.
A veces una gota cae
en sus ojos dormidos.
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150
Todos los días hay
algún hijoputa,
alguna hijaputa
que pisotea lo que haces.
Yo me enroco y me cobijo
sobre mí mismo
para no sentir el espanto.
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Yo nunca dije que me trajeran.
César Vallejo.
Yo nunca dije que me trajeran
a este mundo
donde unos comen con la cuchara llena
y otros, por no tener, no tienen ni cuchara.
Llévame a la cena infinita sin luz.
ojalá en las nuevas albas
desayunemos todos.
La poesía alimenta para ser,
no para tener.
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151
HaikuEn la ventana
embriagado el jardín
miro al mirlo.
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Cuando camino
mis ojos van rozando el asfalto.
Desaparece el agua de los charcos.
Ya no tengo donde mirarme.
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Llovía. . .
La ventana era una lágrima.
Yo entraba en el silencio.
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El silencio de una mesa de cafetería
se torna voz humana
cuando llega un amigo.
El café con leche sigue humeando.
Hemos olvidado el silencio y la soledad.
La tristeza se cura con la amistad.
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152
¿Qué me queda?
La furia embalsamada con precintos.
Un descontento de los alrededores.
Deseos perdidos.
Un muro, una pared blanca
donde escribir mis lágrimas.
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Y me quedas tú mirándote
y mirándome después de todo.
La noche tendrá la respuesta.
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Ellos, los gorriones
son el canto azul
y el roto temblor
de mis manos.
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153
Pastos negros, espigas vacíasBajo la bóveda celeste
apareció el rocío en la hoja.
En su contemplación
escuché la pureza del agua.
Vi en las alas, al evaporarse
un día de luz.
Luz coronada por el sol
en el rostro.
Silencio en las pupilas
al contemplar el azul
y el aire puro de la transparencia.
Ah, melancolía sobre los pastos negros
del asfalto de las calles,
sobre las espigas vacías de la ciudad.
Huellas frías sobre las baldosas frías.
Aguas enfermas en las alcantarillas.
Me senté en un banco
a esperar la sombra y la noche.
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154
La calle se llenó de nubes,
se encharcó. . .
Bajaron los pájaros de los árboles
a beber el reflejo de la lluvia.
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Vacío de solYo vivo aquí porque
la vida me ha traído aquí.
He anidado en las afueras
como pájaro solitario.
Mi casa tiene una luz fría
que se cuela por las ventanas;
una luz fría que me da frío.
Yo he anidado donde termina la ciudad
y empiezan las fábricas.
Yo habito en la penumbra,
en el vacío del sol.
Mi biografía se ha hecho aquí;
con luces y sombras,
como la de muchos,
con tristeza en el corazón.
Mi película es de alrededores.
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155
Hizo el amor,
se fue.
Quedó como una puta
manchada.
Borró las huellas
de aquel niñato.
Todavía tiene la sonrisa
húmeda.
Después del incendio
quedan brasas en sus manos.
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Detrás de la ventana no estoy solo.
Luis García Montero
"Detrás de la ventana
no estoy solo”,
veo otras ventanas
y detrás
hay hombres mirando
que están solos
como yo.
La luz, la noche se posa
en mis ojos.
(...)
156
Hay muros que no me dejan ver
el horizonte
aunque yo mire –desde la ventana–
la luz,
las hojas y la nieve.
Mirando estoy en la nada.
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KleenexSiempre va vendiendo
kleenex
con su cara triste,
encorvado.
no sonríe
y extiende sus manos.
Suplica, pide;
va de mesa en mesa,
todos los días,
vendiendo kleenex.
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157
Gimnasia en la camaHagamos un poco de gimnasia
en la cama.
resbalan nuestras manos
por nuestra piel,
mordamos nuestros labios
y nuestros besos son de sangre.
Bajemos un poco más.
Demos un paseo por el monte de Venus,
juguemos en nuestros túneles,
hagamos un puente
con nuestros cuerpos.
Y cuando estemos llenos de sudor
lamamos nuestra piel
para que el salitre
cicatrice nuestras heridas.
Levantémonos y vayamos a la ducha
y después demos un paseo
por las calles solitarias
bajo el sol, de la mañana.
“Mens sana in corpore sano”
Hagamos un poco de gimnasia
en la cama.
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158
Hoy en el asfalto había un perro muerto mojado por la noche y con lluvia en sus ojos.
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Los ancianos sentados en un banco son flores de silencio. ropas frías, heladas en sus hombros. Ancianos aceleradores de la noche cuando todavía hay sol en la tarde.
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Tiene trabajo Se levanta a las cinco y media de la mañana. Todavía Dios no había encendido la luz. Coge varios medios de transporte (autobús, metro, tren). Trabaja a cien Km. de su casa. regresa a las nueve de la noche, curvado, agachado. Cena y a dormir. Esto es vida. Y encima tiene suerte porque tiene trabajo.
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159
Algún día saldrá el sol. . .
A lgún día saldrá el sol
en Kabul
e iluminará los rostros de las mujeres.
Incinerar vuestros burkas
en las calles
y quemad las pupilas
de vuestros hombres
que no dejaron ver vuestra piel.
Algún día saldrá el sol
en Kabul
para las mujeres.
Y otros y otros, otros
163
País abrasadoHubo un tiempo
que este país fue abrasado.
Creció un fruto ácido.
La palabra fue aniquilada.
El día de su muerte
crecieron los corazones.
Volvió el canto
a la garganta de los hombres.
Los poetas hablaron;
lo que fue noche
se hizo luz.
El gemido se apaciguó,
el miedo fue enterrado.
Las madres se vistieron de blanco,
miraron por las ventanas.
Sus ojos volvieron a ver
el alba y el crepúsculo.
Todos dimos un paso al frente
y cruzamos el umbral del silencio.
Que nadie vuelva a cercenar
la voz del hombre,
que todo sea libertad en las almas.
Que habite por siempre el día
en los ojos de las personas.
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164
Ellas no se ahoganHe visto las olas
cómo resbalan en el mar.
Ellas nunca se ahogan.
Llegan a la playa
con su ojos encendidos,
con sus ojos de espuma.
Ellas traen la mirada
de los peces
y la plata de sus escamas.
Hoy desde lejos
escucho el arrullo
en la caracola.
Este poema es nostalgia
de un horizonte azul
entre el cielo y el mar
tomando un café en Copacabana.
Volveré a sentir el mar
y sus olas
y sus barcos
en mis ojos azules.
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165
Grito en las tapias y escribo “nunca más”. El grito no es por mí, es por ellos que murieron sin lágrimas.
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In memoriamA mi maestra Emilia
Párvulos 1950 Escuela en los Cuarteles Viejos
Villaseca de Laciana.
M i maestra me enseñaba la esperanza, los sueños de la realidad, la magia del saber y un horizonte de amistad. En esa escuela caminamos caminos. Fuimos aventados en la luz como cristales transparentes. recuerdo la caricia. En esa escuela rompimos los relojes del tiempo, de aquel tiempo. Hoy, aquella escuela, aquella maestra es un amor detenido.
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166
M i maestra me enseñaba la esperanza, los sueños de la realidad, la magia del saber y un horizonte de amistad. En esa escuela caminamos caminos.
(página 165)
167
Mi ambición es morir como un río ya noto la sal.
José Luis Sampedro.
Ya escucho el salitre de la mar,
su decir de lágrimas petrificadas.
ojos que cantan
en las espumas de las olas.
ojos de arena caminando
en un itinerario hacia el viento.
He bebido el agua salobre del mar
en mi último amanecer.
Viene la noche resbalando
como un abrazo frío.
Se posará la nieve
en mi cuerpo desnudo
como un sudario blanco
para dejar de ser visible
en la tierra.
Lugar vacío,
lugar de silencio.
Lugar sin lugar
donde habitan las sombras
sin sombra.
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168
Llueve hoy en la mañana.
Dios ha madrugado en busca
de las lágrimas de los hombres.
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El ruido de las cosas al caer(Título de la novela de Juan Gabriel Vázquez)
Todas las cosas,
todos los hombres al caer
hacen ruido
hasta el silencio
cuando escribo
y cae de mis manos
hace ruido
y se oye. . .
en los palomares de las cigarras.
El cuerpo que cae
y no se levanta
mira el morir, suena;
pero es carne muda.
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169
Cojo en mis manos
un puñado de arena.
Contemplo cada grano.
Y pensar que un día fueron
montañas, rocas.
Cabe en el vientre de mis manos
el silencio del mundo.
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A Luisa Peláez
In memoriam.
Dejo de florecer la luz
bajo tus párpados.
En tus ojos anida la noche.
Ya no habrá nidos blancos
de palomas en tus manos.
Has llegado al límite
de tu camino.
Has cruzado el umbral.
Ya tus pies no harán huella
sobre el rocío de los prados.
Eres ya ceniza de una
llama que lució.
(...)
170
En nosotros quedará siempre
un rescoldo de tu recuerdo;
una herencia de bondad,
de buena gente.
Vivirás en la luz,
en los altares de los atardeceres.
Amaremos lo perdido,
lo que quedó escrito en tus cenizas.
cada día de este mundo,
para nosotros vivirás siempre
en las praderas libres
y blancas de nuestra imaginación.
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VivirPara Emmanuel Fernando Calvo Benko.
Emmanuel, cuando estés conmigo
te enseñaré a leer los días.
Muy bajito veremos la luz
y las sombras.
Cogidos de la mano
te llevaré a recorrer los caminos.
Te enseñaré la belleza de la flor
y la bondad de los hombres.
(...)
171
Cobijados el uno sobre el otro,
en la noche,
hablaremos de cuentos hasta el alba.
Te enseñaré la semilla de la palabra
que habita en la vida
y en los libros.
Tú serás tierra de infancia
y de risas que suenan.
Tus manos en mis manos
se cubrirán de semillas de luz.
Camina junto a mí
porque soy un hombre
de infinitas puertas
desde donde se puede contemplar
el azul.
Cuando estés lejos
llévame en tu silencio.
Mira a lo lejos
y ve siempre el horizonte
de esta tierra hermosa.
Sembraremos en las horas
la voz de la lluvia,
las voces de los árboles.
Y tú y yo seremos
un verso de vida.
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172
La gaviota dejó sobre la arena
un poema de caminos.
Pronto el agua
borrará su contenido.
Ella seguirá su vuelo
y en el silencio
será el canto de la mar.
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Sobre las púas del espino
había guedejas.
Era el vacío de mis manos
que atravesaban la realidad
de las sombras.
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Su vestido era negro.
Sus abrazos eran suaves.
Traía en ellos la bondad.
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173
A Gerardo Diego
El ciprés de Silos se hunde en un manojo de estrellas en el cielo azul de la noche. Sus cánticos recorren el viento entre las columnas del claustro. La noche hace un silencio donde suenan los grillos. Todo es pureza en los pasillos de los pasos perdidos, en las piedras dormidas del convento.
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JuegoPor qué, sí, por qué, no. Porque sí, porque no. Sin saber si, sí o si no, sí. o es sin saber si no, sí o si no, no.
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174
Me gusta ver las cometas,
libres,
sobre las aguas
con alas de papel.
Libres,
con fulgor.
Libres,
en el reflejo del cielo.
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Un patio del colegio
cuando están los niños
es un patio de risa,
un lugar de esperanza.
Volarán y harán rizos
con la luz.
Volarán a ver que unos días
son de día
y otros días son de noche.
Y volverán y se irán
y harán pequeñas historias
de sus vidas.
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175
La sal, cereal del mar,
lágrimas de las estrellas.
rosa blanca en la espuma
de las olas.
Desierto blanco.
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Corrían los caballos
quebrando los cristales.
Uno alzó el vuelo,
cruzó montes y valles,
se perdió en el horizonte
rompiendo la luz.
Suena hoy su soledad
en las palabras blancas
de la nieve.
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176
Cuando vuelva iré
a oír el mar
en la caracola.
Allí estaban guardados
todos los años de las olas,
todas las olas.
no sé si cuando vuelva
en ella se habrá secado el silencio.
Y todo sea tiempo y polvo.
A lo mejor, hoy, soy
un náufrago de aquel mar.
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Huye y acampa
en los trigales.
Huye y acampa
en el rocío,
en la flor,
en el agua.
Huye y acampa.
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177
Dale a tus manos aire
para que se hagan
viento de palomas.
Dale a tus ojos luz
para que sean llama,
llama encendida en el agua
Dale, dale, dale
para que el agua sea
espejo y mar.
Dale al aspa molino hasta nevar el trigo.
Miguel Hernández.
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E l tiempo aúlla
sobre escalones de ceniza.
Todo será un pétalo blanco
en la mirada al horizonte.
Todo es derrumbe en los peldaños.
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178
E l polvo es una llovizna de muerte que deja los objetos sin rostro, sin bordes y hace la vida amarilla.
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Madre, cuando las lágrimas lavaban tus mejillas yo era un niño que jugaba con ellas a guardarlas en mis besos.
� �
Ven madre a esta página que yo te escribo a ocupar el hueco de las palabras, a ser como la hoja blanca llena de silencio. Que tu inexistencia sea mi existencia en este templo donde todo es recuerdo. Eres en mí la huella de la ausencia, la palabra no escrita.
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179
Solo quedan las sábanas
que te envolvieron.
Tú te fuiste.
Contigo fui al silencio
a coger tus lágrimas.
Yo hoy guardo tu tristeza
en mis manos.
Te miro en el infinito.
Huyo a buscarte en la luz.
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A sí era el rostro de mi madre.
Todo él lleno de tristeza.
Tenía un espesor de melancolía
que cuando sus lágrimas resbalaban
por su cara
quedaba llena de cicatrices.
retorno en silencio
a sus párpados mojados
y mi amor se torna herida.
Mi corazón se llena de alas
para llegar de nuevo a ti,
al abismo.
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180
M i madre, cuando pienso en ella,
es todavía,
una sombra caliente.
� �
Aquella tarde
cuando la sombra cubrió tu rostro,
te besé.
Mis labios sintieron dolor.
Espérame, madre
nos volveremos a ver.
Yo te buscaré en los huertos silenciosos del cielo.
nos cubrirá un lienzo azul
cuando nos abracemos
y nuestros ojos serán un grito de color
por una eternidad.
� �
S i pudiera guarecerme
entre sus brazos;
pero no puedo.
Ella es tierra de mi tierra,
lágrima de mis lágrimas.
Guárdame, madre
en tus brazos de barro.
� �
181
Moriste;
yo te seguía buscando.
Las puertas del cielo
no tenían cerradura.
� �
Un grano de arena
es la cristalización
del tiempo de la tierra.
� �
Un grano de arena
es la eternidad.
Es la pregunta del tiempo;
un enigma, un silencio.
� �
182
Soy menos que un grano de arena
olvidado en el mapa del mundo;
bajo la luz de la luna,
bajo los rayos del sol
contando el tiempo.
Duérmete ya alma mía,
cierra tus párpados en mi triste voz
que va buscando la llave de la luz.
Desnudo, vacío seré la nada
en un tiempo que se acaba.
Yo duermo sobre un lecho de tierra.
El viento llora en la noche.
� �
El tiempo crece
en un grano de arena.
183
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nota final
Yo escribo siempre el mismo libro, una continui-
dad progresiva con destellos de los versos de los
poetas leídos.
A todos mi agradecimiento porque yo no escri-
biría así si no fuera por ellos.
Gracias a ti Francisco José Martínez Morán por
tu prólogo y a ti, Javier rego por la portada y las
fotografías que acompañan a mis versos.
A ti, Antonio roque por toda tu ayuda.
A ángel Gómez por la fotografía del autor.
A todos los alrededores por entrar en mi interior
Índice
Transparencias en los silencios ................................... 15
Aguadores de la luz ........................................................ 35
Víspera de nieve............................................................... 55
Salitre de metáforas ......................................................... 67
Tierra del alba ................................................................... 99
Poemas de asfalto ............................................................ 129
Y otros y otros, otros .................................................... 161
Este libro
se escribió entre
marzo de 2010 y septiembre de 2011
y se imprimió en
marzo de 2016