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ABRIL / JUNIO 2017 5 Crímenes amortizados. Memorias del terror Crímenes amortizados. Memorias del terror La gestión de la memoria de quienes sufrieron el terror de ETA se compadece mal con la aparición de memorias alternativas que subliman el concepto del perdón para tratar de expiar la culpabilidad de crímenes y asesinatos, y para banalizar y minimizar la injusticia y la gravedad de lo sucedido. Un verdadero recuerdo solo es compatible con una exigencia de justicia y de dignidad hacia las víctimas y con una asunción plena de responsabilidades morales y políticas. “S ortu debe ser sinó- nimo de memoria, que cuando cual- quier paisano o paisana salga de la cárcel... se sienta reconocido y arropado, y que Sortu sea su or- gullosa llave en la sociedad vasca. Que pidan perdón y recen tres avemarías los que tengan pecado, pues nuestros errores ya los tenemos amortizados, que la izquierda abertzale se nutra de su abnegado pasado, lo cultive en sus nuevos militantes y lo sepa transmitir, porque ganada la batalla de la me- moria, habremos ganado todos y todas” 1 . Así se expresaba en 2012 José María Esparza, di- rector de Txalaparta, editorial conocida por la publicación de libros dedicados a la manipu- ROGELIO ALONSO Profesor Titular de Ciencia Política, Universidad Rey Juan Carlos de Madrid

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ABRIL / JUNIO 2017 5

Crímenes amortizados.Memorias del terror

Crímenes amortizados.Memorias del terror

La gestión de la memoria dequienes sufrieron el terror de ETAse compadece mal con la apariciónde memorias alternativas quesubliman el concepto del perdónpara tratar de expiar la culpabilidadde crímenes y asesinatos, y parabanalizar y minimizar la injusticia yla gravedad de lo sucedido. Unverdadero recuerdo solo escompatible con una exigencia dejusticia y de dignidad hacia lasvíctimas y con una asunción plenade responsabilidades morales ypolíticas.

“S ortu debe ser sinó-nimo de memoria,que cuando cual-

quier paisano o paisana salga dela cárcel... se sienta reconocido yarropado, y que Sortu sea su or-gullosa llave en la sociedad vasca.Que pidan perdón y recen tres avemarías losque tengan pecado, pues nuestros errores yalos tenemos amortizados, que la izquierdaabertzale se nutra de su abnegado pasado, locultive en sus nuevos militantes y lo sepatransmitir, porque ganada la batalla de la me-moria, habremos ganado todos y todas”1. Asíse expresaba en 2012 José María Esparza, di-rector de Txalaparta, editorial conocida por lapublicación de libros dedicados a la manipu-

ROGELIO ALONSO

Profesor Titular de CienciaPolítica, Universidad ReyJuan Carlos de Madrid

lación de la historia de ETAcon el fin de legitimar su te-rrorismo. Iker Casanova,condenado a once años deprisión por pertenencia aETA, y desde 2014 diputadodel Parlamento vasco, es unode sus autores. En 2007 valo-raba así el logro de ETA enlos años noventa al alcanzarel PNV y el PSE un acuerdoque permitió la alteración deltrazado de la autovía de Lei-zarán después del asesinato detres personas y una intensacampaña de coacción: “ParaHB, cuya dirección brindarápúblicamente con champánen una imagen que abrirá lascarnes de la prensa madri-leña, el acuerdo es un balónde oxígeno porque rompe laestrategia de aislamiento yguerra total y muestra la viabilidad de las so-luciones negociadas”2.

Fernando Buesa también fue diputado delPSE en el Parlamento vasco desde los añosochenta hasta que ETA lo asesinó en febrerode 2000. Hoy, los escaños donde se sentaronsocialistas como Buesa y Enrique Casas, y elpopular Gregorio Ordoñez, los ocupan indi-viduos como Iker Casanova o la abogadaJone Goirizelaia que durante años han estadoal servicio de la organización terrorista queasesinó a los primeros y a la que siguen legi-timando. Hasta mayo de 2016 tambiénocupó uno de esos escaños Hasier Arraiz, por-tavoz de Bildu y presidente de Sortu, que fueinhabilitado como parlamentario tras sercondenado por su vinculación con ETA. La

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sentencia condenatoria del Tribunal Superiorde Justicia del País Vasco rezaba así: “Se con-dena a Hasier Arraiz Barbadillo, como autorresponsable de un delito de integración enorganización o grupo terrorista, a una penade dos años de prisión e inhabilitación espe-cial para cargo público de ámbito municipal,provincial, autonómico, estatal y de ámbitoeuropeo por el tiempo de la condena”3.

En una entrevista periodística el presi-dente del Tribunal, Juan Luis Ibarra, valoróasí la sentencia después de que el acusadopactara con la acusación pública, con el finde obtener una condena menor, el reconoci-miento de la supeditación de Batasuna aETA: “En el caso de Hasier Arraiz nos pare-ció que su acción, desde la perspectiva de laactividad terrorista, no tenía una relevanciagrande, puesto que su actividad consistía bá-sicamente en reuniones”4. Además de ate-nuar las consecuencias de su pertenencia auna organización terrorista al limitarla a “reu-niones”, el magistrado también valoraba po-sitivamente la escenificación que el terroristarealizó con el fin de obtener la reducción depena: “Arraiz reconoció haber jugado unpapel en la vida de una organización liberti-cida como es ETA y estar dispuesto ahora atrazar una línea de ruptura con la que quierecontribuir a dar alguna clase de satisfaccióna las víctimas”. En otra cuestionable inter-pretación asumía asimismo que Arraiz “reco-nocía el error de su trayectoria de respaldo aETA”: “Sí. En aquella intervención habíaelementos que eran inequívocos. Y no solose lo dijo al tribunal, se lo decía a una partede la sociedad vasca y también lanzaba unmensaje a quienes están cumpliendo con-dena por colaboración o pertenencia a ETA.Ese mensaje venía a decir: dejemos a ETA en

Se ha rebajadoel nivel deexigencia quehoy se planteaen la sociedadvasca a quieneshan legitimadoel asesinato deseres humanosy se niegan aacometer unaverdaderadeslegitimacióndel terrorismoetarra

el basurero de la historia en el que la sociedadha puesto a la banda terrorista”5.

El tactismo del terrorista y la benévola in-terpretación del magistrado evidenciaban cómose ha rebajado el nivel de exigencia que hoy seplantea en la sociedad vasca a quienes han le-gitimado el asesinato de seres humanos y se nie-gan a acometer una verdadera deslegitimacióndel terrorismo etarra. Ponían de manifiestocómo algunas personas que han sufrido la vio-lencia de ETA prefieren interpretar como unafavorable “evolución de la izquierda abertzale”las escenificaciones de quienes en realidad seniegan a evolucionar como requiere la grave-dad de los crímenes perpetrados por ETA con-tra sus víctimas. Estas interpretaciones, tan be-neficiosas para los legitimadores del terrorismocomo poco coherentes con la realidad, contri-buyen a relativizar el mal cometido por muchoque se subraye, como hacía el propio Ibarra, que“ETA ha quedado colocada ya en el lugar másinhóspito del basurero de la historia”. El perio-dista Josu Montalbán, en un artículo con el re-velador título “¡Aquí no ha pasado nada!”, va-loraba así la representación de Arraiz:

“El último episodio, las afirmaciones hechas por eldirigente de Sortu –nombre pseudocivilizado deHerri Batasuna– Hasier Arraiz,que solo han respondido a suintento de evitar la cárcel y queno pueden ser aceptadas porningún vasco decente y demó-crata. Ha dicho que actuó‘complementándose y de formacoordinada con ETA, paraconseguir la independencia deEuskal Herria mediante la vio-lencia… La paz es una condi-ción ética’. Y lo ha dicho trasaceptar su pertenencia a ETAy proponer que su autoinculpa-ción pueda ser usada para ‘re-

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sarcir a las víctimas’. ¿No es condenable que estadeclaración no le lleve a convocar un acto públicoen que pida perdón de forma solemne y compro-metida a las víctimas y a quienes fuimos posiblesvíctimas? Además, resulta vergonzoso el hecho dehaber participado en una escueta manifestaciónante el palacio de justicia para apoyar a los asesinospresos de la banda terrorista”6.

“Nuestros errores ya los tenemos amortiza-dos”, afirmaba el director de Txalaparta en2012. Otro episodio reciente confirma que laspropias víctimas del terrorismo contribuyen enocasiones a “amortizar” los “errores” de la iz-quierda nacionalista radical. Son las propiasvíctimas las que con determinados actos coad-yuvan a que el lenguaje eufemístico del terro-rista prevalezca, minimizando la injusticia y lacrueldad que suponen el asesinato de seres hu-manos y su justificación. La cobardía política ymoral de quienes todavía legitiman la historiade terror de ETA carece de sanción política ymoral, transformando aquella en meros “erroresamortizados”. Es más, los “errores” llegan a re-cibir una inmerecida recompensa al apreciarsecomo “gestos” y “pasos” cuando no dejan de seruna expresión más de cobardía e indecencia.

El pasado 22 de febrero el Parlamento vascorecordó y “homenajeó” a Fernando Buesa alcumplirse diecisiete años de su asesinato juntoa su escolta Jorge Díez. Imposible homenajepueden rendir diputados como los citados Ca-sanova, Goirizelaia y sus compañeras de Bildu,Miren Larrion y Maddalen Iriarte, que jamáshan condenado el asesinato de Buesa y Díez oel de las otras 856 víctimas de ETA. Sin em-bargo, la escenificación de ese homenaje per-mitía seguir fantaseando con esa imagen tan có-moda de una sociedad que avanza, de unasociedad que evoluciona eludiendo la verda-dera rendición de cuentas y exigencia de res-

Hoy en lasociedad vascaya es rutina queel dolor de lasvíctimas seconfunda con supropiahumillación

ponsabilidades políticas y mo-rales a quienes siguen legiti-mando la historia de terror de ETA, de una sociedad que,no obstante, se declara muypreocupada por la memoria yel relato.

Antes de ese “homenaje”,familiares de Buesa y su escoltaJorge Díez rindieron tributo alos asesinados. Los medios decomunicación destacaron lapresencia de Bildu en el “ho-menaje” sin apreciar contra-dicción en el inverosímil tri-buto a los asesinados sin lacondena de su asesinato. Elvídeo del acto muestra a loshijos de Fernando Buesa y a suviuda junto a los padres deJorge Díez, a políticos de todaslas formaciones políticas vascas que desfilanante el monolito en recuerdo de los asesinadosdepositando rosas rojas con un fondo musical.Al finalizar, Natividad Rodríguez, viuda deBuesa, da dos besos a Maddalen Iriarte y aMiren Larrión, parlamentarias de Bildu, antesde dirigirse a ellas: “A mí me gustaría que hicie-seis otros gestos, además de este, otros. Que die-seis otros pasos. No lo podemos hacer nosotrospor vosotros. No es conmigo con quién lo tenéisque hacer, es con la sociedad vasca, con los ciu-dadanos vascos. Esto a mí no me es suficiente”7.De nuevo afloran esos “errores amortizados”mientras se reclama no olvidar, ignorando queel olvido se impone cuando se evita honrar a lasvíctimas como es debido.

Larrión, ese nuevo rostro “amable” de laizquierda nacionalista radical que deposita

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rosas rojas en memoria de una víctima del te-rrorismo que ella no condena, es la mismaque en septiembre de 2016 se refería así a lainhabilitación a Arnaldo Otegi para concu-rrir a las elecciones al Parlamento vasco queBuesa ocupó: “Los tribunales pueden impedirque Otegi se presente, pero no lo que repre-senta. (…) En Madrid creen que nos han ga-nado. Ingenuos, no tienen ni idea de lo quehan hecho”8. En efecto, lo que Otegi repre-senta, esto es, la ausencia de condena de lahistoria de terror de ETA, su victimizaciónde miles de seres humanos y, en consecuencia,su legitimación, también concurrieron enaquellas elecciones. Escuchando a la víctimadirigiéndose a quienes escenifican empatíacon ella mientras eluden la acción responsableque acredite una auténtica solidaridad, re-cuerdo la sentencia del Tribunal Europeo deDerechos Humanos de 2009 que avaló la ile-galización de los representantes políticos deETA y su denuncia de:

“La existencia de unos partidos políticos que nose posicionen conceptualmente de manera clarae inequívoca en contra de la actividad terrorista,o que, con ambigüedad calculada, intenten disi-

Mientrascontemplamos la cobardía del pasado conla comodidaddel presenteeludimosenfrentarnos hoy a lasconsecuenciaspolíticas, socialesy morales deaquellabrutalidad

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mular de manera sistemática su falta de rechazohacia esos hechos criminales lamentando formal-mente sus consecuencias, pero sin incluir un solotérmino de reproche hacia la bárbara actitud dequienes las provocan utilizando la violencia comométodo para la consecución de sus objetivos”9.

Y mientras contemplo los rostros aparente-mente compungidos de quienes hoy represen-tan al partido que ETA diseñó para sustituir aBatasuna, recuerdo la conclusión del citadoTribunal: “La legitimación de las acciones te-rroristas o la exculpación o minimización de susignificado antidemocrático y de la violaciónde derechos fundamentales que comportanpuede llevarse a cabo de modo implícito”10.

Hoy en la sociedad vasca ya es rutina queel dolor de las víctimas se confunda con su pro-pia humillación. “Una sociedad decente esaquella sociedad que no humilla”, escribe Avis-hai Margalit en su ensayo The decent society(Cambridge: Harvard University Press, 1996).Una “sociedad decente” es aquella en la quecada persona recibe “el honor debido” porparte de “sus instituciones”, añade el filósofoisraelí. Lógicamente, en todo su derecho estánlas víctimas para elegir eltipo de homenaje que de-sean para sus seres queridos,pero también debe respe-tarse el derecho de otros ciu-dadanos a cuestionar las im-plicaciones políticas que deellos se derivan. Este era eltexto de la crónica periodís-tica de los homenajes aBuesa y Díez organizadosunos años antes, en 2013:

“Dos ofrendas florales recor-daron ayer en Vitoria el ase-

sinato hace 13 años del exdirigente socialista y exvicelehendakari del Gobierno vasco, FernandoBuesa, y de su escolta, el ertzaina Jorge DíezElorza. La primera, a las 11.30 horas, había sidoconvocada por el Parlamento vasco; la segunda,media hora más tarde en el lugar del atentado, porlas familias de los dos asesinados. La izquierdaabertzale asistió al acto de la Cámara, a través desu grupo parlamentario EH Bildu, pero no fue alotro para ‘no incomodar’ a la familia Díez Elorza,que había rechazado su presencia. (…) La familiaBuesa, aun valorándolo como un ‘gesto puntual’,viene reclamando en los actos de aniversario un‘cambio sustancial’ en el discurso de la izquierdaaberztale, y que esta asuma, junto al reconoci-miento del daño causado, su ‘responsabilidad’ enel pasado criminal de ETA. ‘Más allá de los gestosindividuales, queremos ver que se hace autocríticay un reconocimiento público de que lo que se hizoestuvo mal, porque es el único elemento para des-legitimar claramente la violencia’, aseguró a ElMundo Sara Buesa, hija del socialista desaparecidoy portavoz de la familia, tras el acto en los jardinesdonde murió su padre. Buesa denunció la ‘ambi-güedad’ de la izquierda abertzale y reclamó ‘unapostura firme, oficial y pública’ que permita dis-cernir si en su posición ‘hay sólo retórica o unconvencimiento ético’”11.

Un año más tarde, la Fundación Buesapedía “excluir a la izquierda ‘abertzale’ delDía de la Memoria” y denunciaba “la desa-zón que nos produce el hecho de que quienesno han sido todavía capaces de deslegitimarel asesinato de sus conciudadanos participen,e incluso lideren, actos de memoria”12. En unartículo publicado por la Fundación se re-chazaba “aceptar la participación en actosconmemorativos unitarios de quienes nohan deslegitimado el terrorismo de ETA,aunque lo hayan hecho con todas sus fuerzascuando se trata del GAL, el Batallón VascoEspañol o los abusos policiales”, y concluíaque “no va a conseguir un efecto reparadoren las víctimas si además no se produce la

La lógicareclamación deresponsabilidadespolíticas, moralesy sociales sereemplaza por unperdón queaparece comoeficaz antídoto

deslegitimación ética, social y política de losvictimarios”13.

Es evidente que hoy, en 2017, “quienes nohan sido todavía capaces de deslegitimar el ase-sinato de sus conciudadanos” siguen partici-pando en actos de memoria como el de Fer-nando Buesa y Jorge Díez. Por ello resultalegítimo preguntarse si esa participación acasono contribuye a banalizar la gravedad del cri-men perpetrado, a enterrar el significado polí-tico del asesinato, a trivializar la inmensa in-justicia humana cometida y, en definitiva, sino contribuye a humillar a quienes deberíanser honrados con decencia. En la sociedadvasca hoy se reproducen de manera cotidianahumillaciones a las víctimas que incluso algu-nas de ellas llegan a subestimar, quizás para evi-tar las profundas disonancias que su conscien-cia genera. Parece como si ante la complejidadde acometer la ardua tarea de reparar debida-mente a las víctimas con una auténtica “des-legitimación ética, social y política” del terro-rismo se prefiriera diferir esta misión al futurocon apelaciones a la construc-ción de una memoria, de unrelato, que, sin embargo, ya seestá construyendo sobre el ol-vido de la verdadera magni-tud política y humana del te-rror, como la cotidianeidadrevela. A menudo el senti-mentalismo complementaesas reclamaciones para queno haya olvido, como si el re-cuerdo tuviera sentido en au-sencia de justicia mientras seconsolida una memoria quepermite que la exigencia deresponsabilidades prescribasin haberla satisfecho.

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Quizás por ello, además de por su indudablecalidad, la novela Patria ha sido tan elogiadacasi de manera unánime. Parece que se hayanagotado los calificativos para celebrar la obradel excelente novelista, que se ha convertido,como ha escrito algún medio, “en un fenó-meno editorial y sociológico”14. Me preguntosi precisamente ha conseguido ambos hitos porser lo contrario a lo que muchos consideran:un “incómodo espejo de Euskadi”15. A travésde la ficción, Aramburu retrata la complicidadsocial con el terror de ETA, la indiferenciaante la humillación de las víctimas y la soledadde quienes desafiaron a los fanáticos. Su obrafacilita la expiación de culpas y conciencias deuna sociedad que hoy sigue mostrándose cóm-plice e indiferente ante otras formas de violen-cia diferentes del asesinato, pero derivadas deestos. Mientras contemplamos la cobardía delpasado con la comodidad del presente eludi-mos enfrentarnos hoy a las consecuencias po-líticas, sociales y morales de aquella brutalidad.Mientras nos emociona e indigna mirar en eseespejo novelado, las élites políticas y muchosformadores de opinión y ciudadanos premiana los responsables de tan injusto sufrimiento.Lo hacen conjurándose en la construcción deun relato que impida la repetición de la vio-lencia mientras se acepta ya la consolidaciónde un discurso legitimador del terrorismo queennoblece a quienes lo justifican. Lo demues-tran las sucesivas elecciones vascas en las quequienes siguen sin condenar la violación de losDerechos Humanos por parte de ETA han sidorecompensados en detrimento de sus víctimas.Lo evidencian homenajes a las víctimas del te-rrorismo que convierten en protagonistas aquienes rehúsan condenar la mezquindad deETA, o el privilegiado tratamiento que sus “lo-bistas” reciben hoy en el ámbito político, socialy mediático de la comunidad autónoma vasca.

La tímidaformalización deun insuficienteperdón emergecomo curainfalible despuésde toda una vidamarcada por unairreparablehumillación: el asesinato

En la sociedad del post-terrorismo hoy priman“las poses morales” frente a “la seriedad moral”,parafraseando al académico Alan Wolff en suiluminadora obra La maldad política (GalaxiaGutenberg, 2013).

A este lector Patria le atrajo narrativa-mente al tiempo que le decepcionó por sosla-yar el retrato de las implicaciones políticas delterrorismo nacionalista, la responsabilidad deuna elite nacionalista que compartió fines conlos terroristas, que inevitablemente deberíanhaber quedado contaminados por los inhuma-nos e inmorales medios utilizados. Sorprenden-temente, en una novela sobre el veneno de laideología nacionalista, y salvo error de cálculo,solo aparece una mención explícita al PartidoNacionalista Vasco y a sus iniciales. Ello apesar de que el autor de Patria propone un re-lato de ficción que representa un contexto po-lítico y social real. El propio Aramburu aseguraque “la ficción literaria cumple o acaso debacumplir también una función moral, puestoque no hay versiones inocentes cuando ha ha-bido por medio crímenes y discursos que losjustificaron”16. Las historias que conforman lanovela se han interpretado como si fueran real-mente la Historia con mayúsculas del terro-rismo etarra. Así lo avalaba el jurado del Pre-mio Umbral al definirla como “gran epopeyadel terrorismo”, como “un sólido testimonio li-terario que perdurará como crónica de granvalor histórico para entender el siglo XX de Es-paña y Euskadi”. El Premio Nobel Vargas Llosatras una halagadora glosa de la obra concluía:“¿Pero, se vislumbra alguna solución al pro-blema de fondo, el condenado nacionalismo?El libro resulta más pesimista de lo que el autorquisiera. En la página final, las dos examigas,Miren, la madre del terrorista, y Bittori, lamadre del asesinado, se abrazan, reconciliadas.

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CRÍMENES AMORTIZADOS. MEMORIAS DEL TERROR / ROGELIO ALONSO

Es el único episodio de estahermosa novela que no mepareció la vida misma, sinouna pura ficción”17.

El autor testimonia magis-tralmente, pero evita enfren-tarse a las derivaciones políti-cas del terrorismo nacionalistamostrando por tanto una rea-lidad incompleta. Guía a loslectores a través de un relatoen el que las humillacionesdescritas de forma tan certeraterminan saldándose con unperdón representado como sa-nador. Y frente a la esperanzaque en algunos suscita tan idí-lico final, en este lector mo-tiva una sensación de gran injusticia. Se describe minu-ciosamente el dolor de la víc-tima humillada por quienesperpetraron y justificaron el

Hoy, los escañosdonde sesentaronsocialistas comoBuesa y EnriqueCasas, y elpopularGregorioOrdoñez, losocupanindividuos quedurante añoshan estado alservicio de laorganizaciónterrorista que los asesinó

crimen, detallando lo que estelector interpreta como otrahumillación más: su destinoha quedado en manos dequien se lo alteró radical-mente al fijarse casi comoúnico objetivo en lo que leresta de vida escuchar una pe-tición de perdón por parte delasesino. Y cuando ese escuetoy frío perdón llega, obra el milagro con un efecto tera-péutico y reparador sobredi-mensionado. La tímida forma-lización de un insuficienteperdón emerge como cura in-falible después de toda unavida marcada por una irrepa-rable humillación: el asesi-nato. Contrasta la magnitudde las injusticias sufridas con esa inocua pócimasanadora que se propone. La lógica reclamaciónde responsabilidades políticas, morales y socia-les se reemplaza por un perdón que aparececomo eficaz antídoto. Como ocurre con eseabrazo final entre la víctima y la madre irre-denta del terrorista en aparente proceso de arre-pentimiento. El escritor conduce al lector haciaese perdón, hacia ese abrazo que evoca una re-conciliación, término repetido por tantos rese-ñadores, y palabra talismán en una sociedadcomo la vasca en la que los criminales anhelanese injusto horizonte, pues la reconciliación im-plica que dos partes han obrado mal y debenvolver a conciliarse. Mientras se avanza narra-

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tivamente hacia ese escenario tan ansiado enla realidad por quienes hoy persiguen la excul-pación política y moral después de décadas deviolencia, este lector no podía dejar de escucharlas palabras pronunciada por una víctima decarne y hueso, Ana Iribar, viuda de GregorioOrdoñez:

“Y es en ese momento, en esa primera tarde deduelo incomprendido, por primera vez experi-mentado, cuando suena el teléfono en mi casa.No recuerdo qué medio me llamó entonces, perosí recuerdo su pregunta: ‘¿Perdona usted al ase-sino de su marido?’

No habían transcurrido ni 48 horas. Era la pre-gunta que los periodistas comenzaron a hacercuando la víctima de ETA dejó de ser un númeroanónimo, un uniforme sin nombre, y empezó atener rostro reconocible. ¿Perdona usted al asesinode su marido, de su hijo, de su padre, de su hermano?

Parecía la pregunta sacada de uno de esos con-cursos absurdos en los que a través de una lla-mada telefónica y con la respuesta adecuada sepuede ganar un coche o un apartamento en laplaya. Si contesta usted que sí, ¡ha ganado uncrucero! Les faltó añadir…

Desconcertante pregunta, inquietante, peromuy bien traída. Una sociedad que apenas, in-sisto, se había movilizado tras cada atentado, es-pecialmente durante los años 80 y 90, cuando lasvíctimas sumaban centenares de guardias civilesy policías nacionales, una sociedad que acostum-braba a mirar hacia otro lado, de pronto queríasaber si esa madre, esa viuda o ese huérfano alque daban voz por primera vez los medios de co-municación, perdona al asesino. Creo que esaparte de la sociedad que durante años ha dado laespalda al problema del terrorismo entiende quesi la víctima perdona al asesino, también per-dona la parte de culpa colectiva que subyace enel subconsciente de cada individuo, del que veíaen los informativos o leía en los periódicos la no-ticia de un atentado más, sin inmutarse. Ese per-dón puede alcanzar y difuminar la sombra de si-lencio y de indiferencia que construye la partenacionalista de la sociedad.

PALABRAS CLAVEPaís Vasco • Deslegitimación • Terrorismo • ETA • Víctimas

• Relato • Memoria • Perdón

En la sociedaddel post-terrorismo hoypriman “lasposes morales”frente a “laseriedad moral”,parafraseando alacadémico AlanWolff en suiluminadora obra“La maldadpolítica”

Es esta la que necesita resucitar a la víctima, ha-cerla de carne y hueso, dotarla de identidad, nom-bre y apellido, rendirle homenajes, no porque des-pierte solidaridad o empatía, no para defender susderechos, o para buscar al culpable y trabajar paraque se haga justicia; resucitan a la víctima para exi-girle que perdone, y a través del perdón, que redimade su culpa al terrorista a través del perdón de unfamiliar, de la esposa, la madre, la hermana, el huér-fano. ¡Cómo si nosotros pudiéramos hacerlo porél!, por el muerto, quiero decir. Es importante re-cordar que el terrorista es además para muchos unvecino del pueblo, el que te sirve las cañas en elbar, el amigo del cura, el familiar de un amigo, unode la lista que tú votas en las elecciones. Para mu-chos, especialmente para la tribu nacionalista, laempatía sincera está del lado del asesino y eso depronto no parece ser éticamente muy respetable…

Así que el problema de tantas concienciastiene solución: el residuo familiar que deja la víc-tima del terrorismo va a perdonarle; para muchossignifica un cierto alivio al comprobar que esesentimiento escondido de culpabilidad queda di-suelto en un mal sueño. Y sin haber movido undedo. Desde el sillón de su casa”18.

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CRÍMENES AMORTIZADOS. MEMORIAS DEL TERROR / ROGELIO ALONSO

NOTAS

1 Gara, 12/07/2012.

2 Iker Casanova (2007), ETA 1958-2000.Medio siglo de historia. Tafalla: EditorialTxalaparta, p. 370.

3 Tribunal Superior de Justicia del País VascoSala de lo Civil y Penal, Rollo de sala 7/2014,16/05/2016.

4 Entrevista a Juan Luis Ibarra, El Correo30/05/2016.

5 Ibid.

6 El Correo, 18/05/2016.

7 El Correo, 22/02/2017, http://www.elcorreo.com/videos/politica/201702/22/bildu-ho-menaje-buesa-vitoria-5332758046001-mm.html

8 El Correo, 09/09/2016.

9 Tribunal Europeo de Derechos Humanos,Sección Quinta, Asunto Herri Batasuna y Ba-tasuna c. España, Demanda nº s 25803/04 et2581/04), 30 de junio de 2009, para. 35

10 Ibid.

11 El Mundo, 23/02/2013.

12 El País, 23/09/2014.

13 Ibid.

14 Borja Hermoso, “Patria, incómodo espejode Euskadi”, El País, 12/02/2017.

15 Ibid.

16 Entrevista con Fernando Aramburu, LetrasLibres, 15/02/2017.

17 Mario Vargas Llosa, “El país de los calla-dos”, El País, 05/02/2017.

18 Intervención de Ana Iribar en el Seminario“La educación en Derechos Humanos frenteal terrorismo”, Universidad Rey Juan Carlos,Madrid, 31/03/2016.

Post Scriptum. Este artículo fue enviado a Cuadernos de Pensa-miento el 7 de marzo de 2017. Una semana después, el 15 de marzo,ponía fin a su vida Fernando Altuna Urcelay, hijo de Basilio Altuna,capitán de la Policía Nacional asesinado por la organización terro-rista ETA el 6 de septiembre de 1980 en la localidad alavesa deErentxun. Fernando tenía 10 años cuando su padre fue asesinadopor terroristas que todavía no han sido juzgados por su crimen. San-tiago González le despedía así en su blog: “Con Fernando ha desa-parecido un hombre bueno cuyo sentido de la justicia y la verdadestaban tan arraigados que no pudo soportar su carencia y la impu-nidad”. Un día después, El Correo y El Diario Vasco publicaban elartículo póstumo de Fernando Altuna titulado “Matar estuvo bien”.En noviembre de 2010, su hermano Ángel escribía: “Hablamos enmuchas ocasiones de víctimas inocentes o de la inocencia de lasvíctimas. Pues bien, hay que decir bien claro que la inocencia detodas las víctimas del terrorismo va inseparablemente unida a laculpabilidad de todos los victimarios. Por ello cualquier disminuciónexterna de la culpabilidad del asesino pasa automáticamente comoculpabilidad al campo del asesinado”. Descanse en paz quien fue unbuen hombre, un hombre decente en una sociedad indecente.