cristianismo y politica

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Compromiso y la Conducta de los Católicos en la Vida Política Congregación para la Doctrina de la Fe 24 de noviembre de 2002 La Congregación para la Doctrina de la Fe, oído el parecer del Pontificio Consejo para los Laicos, ha estimado oportuno publicar la presente Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política. La Nota se dirige a los Obispos de la Iglesia Católica y, de especial modo, a los políticos católicos y a todos los fieles laicos llamados a la participación en la vida pública y política en las sociedades democráticas. I. Una enseñanza constante 1. El compromiso del cristiano en el mundo, en dos mil años de historia, se ha expresado en diferentes modos. Uno de ellos ha sido el de la participación en la acción política: Los cristianos, afirmaba un escritor eclesiástico de los primeros siglos, «cumplen todos sus deberes de ciudadanos». [1] La Iglesia venera entre sus Santos a numerosos hombres y mujeres que han servido a Dios a través de su generoso compromiso en las actividades políticas y de gobierno. Entre ellos, Santo Tomás Moro, proclamado Patrón de los Gobernantes y Políticos, que supo testimoniar hasta el martirio la «inalienable dignidad de la conciencia» [2]. Aunque sometido a diversas formas de presión psicológica, rechazó toda componenda, y sin abandonar «la constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones» que lo distinguía, afirmó con su vida y su muerte que «el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral»[3] Las actuales sociedades democráticas, en las que loablemente[4] todos son hechos partícipes de la gestión de la cosa pública en un clima de verdadera libertad, exigen nuevas y más amplias formas de participación en la vida pública por parte de los ciudadanos, cristianos y no cristianos. En efecto, todos pueden contribuir por medio del voto a la elección de los legisladores y gobernantes y, a través de varios modos, a la formación de las orientaciones políticas y las opciones legislativas que, según ellos, favorecen mayormente el bien común.[5] La vida en un sistema político democrático no podría desarrollarse provechosamente sin la activa, responsable y generosa participación de todos, «si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles, tareas y responsabilidades»[6].

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Cristianismo y Politica

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Compromiso y la Conducta de los Catlicos enla Vida PolticaCongregacin para la Doctrina de la Fe24 de noviembre de 2002

La Congregacin para la Doctrina de la Fe, odo el parecer del Pontificio Consejo para los Laicos, ha estimado oportuno publicar la presenteNota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los catlicos en la vida poltica. La Nota se dirige a los Obispos de la Iglesia Catlica y, de especial modo, a los polticos catlicos y a todos los fieles laicos llamados a la participacin en la vida pblica y poltica en las sociedades democrticas.

I. Una enseanza constante1. El compromiso del cristiano en el mundo, en dos mil aos de historia, se ha expresado en diferentes modos. Uno de ellos ha sido el de la participacin en la accin poltica: Los cristianos, afirmaba un escritor eclesistico de los primeros siglos, cumplen todos sus deberes de ciudadanos. [1] La Iglesia venera entre sus Santos a numerosos hombres y mujeres que han servido a Dios a travs de su generoso compromiso en las actividades polticas y de gobierno. Entre ellos, Santo Toms Moro, proclamado Patrn de los Gobernantes y Polticos, que supo testimoniar hasta el martirio la inalienable dignidad de la conciencia [2]. Aunque sometido a diversas formas de presin psicolgica, rechaz toda componenda, y sin abandonar la constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones que lo distingua, afirm con su vida y su muerte queel hombre no se puede separar de Dios, ni la poltica de la moral[3]

Las actuales sociedades democrticas, en las que loablemente[4] todos son hechos partcipes de la gestin de la cosa pblica en un clima de verdadera libertad, exigen nuevas y ms amplias formas de participacin en la vida pblica por parte de los ciudadanos, cristianos y no cristianos. En efecto, todos pueden contribuir por medio del voto a la eleccin de los legisladores y gobernantes y, a travs de varios modos, a la formacin de las orientaciones polticas y las opciones legislativas que, segn ellos, favorecen mayormente el bien comn.[5] La vida en un sistema poltico democrtico no podra desarrollarse provechosamente sin la activa, responsable y generosa participacin de todos, si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles, tareas y responsabilidades[6].Mediante el cumplimiento de los deberes civiles comunes, de acuerdo con su conciencia cristiana,[7] en conformidad con los valores que son congruentes con ella, los fieles laicos desarrollan tambin sus tareas propias de animar cristianamente el orden temporal, respetando su naturaleza y legtima autonoma,[8] y cooperando con los dems, ciudadanos segn la competencia especfica y bajo la propia responsabilidad.[9] Consecuencia de esta fundamental enseanza del Concilio Vaticano II es que los fieles laicos de ningn modo pueden abdicar de la participacin en la poltica; es decir, en la multiforme y variada accin econmica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgnica e institucionalmente el bien comn,[10] que comprende la promocin y defensa de bienes tales como el orden pblico y la paz, la libertad y la igualdad, el respeto de la vida humana y el ambiente, la justicia, la solidaridad, etc.

La presente Nota no pretende reproponer la entera enseanza de la Iglesia en esta materia, resumida por otra parte, en sus lneas esenciales, en el Catecismo de la Iglesia Catlica, sino solamente recordar algunos principios propios de la conciencia cristiana, que inspiran el compromiso social y poltico de los catlicos en las sociedades democrticas.[11] Y ello porque, en estos ltimos tiempos, a menudo por la urgencia de los acontecimientos, han aparecido orientaciones ambiguas y posiciones discutibles, que hacen oportuna la clarificacin de aspectos y dimensiones importantes de la cuestin.

II. Algunos puntos crticos en el actual debate cultural y poltico2. La sociedad civil se encuentra hoy dentro de un complejo proceso cultural que marca el fin de una poca y la incertidumbre por la nueva que emerge al horizonte. Las grandes conquistas de las que somos espectadores nos impulsan a comprobar el camino positivo que la humanidad ha realizado en el progreso y la adquisicin de condiciones de vida ms humanas. La mayor responsabilidad hacia Pases en vas de desarrollo es ciertamente una seal de gran relieve, que muestra la creciente sensibilidad por el bien comn. Junto a ello, no es posible callar, por otra parte, sobre los graves peligros hacia los que algunas tendencias culturales tratan de orientar las legislaciones y, por consiguiente, los comportamientos de las futuras generaciones.

Se puede verificar hoy un cierto relativismo cultural, que se hace evidente en la teorizacin y defensa del pluralismo tico, que determina la decadencia y disolucin de la razn y los principios de la ley moral natural. Desafortunadamente, como consecuencia de esta tendencia, no es extrao hallar en declaraciones pblicas afirmaciones segn las cuales tal pluralismo tico es la condicin de posibilidad de la democracia [12]. Ocurre as que, por una parte, los ciudadanos reivindican la ms completa autonoma para sus propias preferencias morales, mientras que, por otra parte, los legisladores creen que respetan esa libertad formulando leyes que prescinden de los principios de la tica natural, limitndose a la condescendencia con ciertas orientaciones culturales o morales transitorias, [13] como si todas las posibles concepciones de la vida tuvieran igual valor. Al mismo tiempo, invocando engaosamente la tolerancia, se pide a una buena parte de los ciudadanos incluidos los catlicos que renuncien a contribuir a la vida social y poltica de sus propios Pases, segn la concepcin de la persona y del bien comn que consideran humanamente verdadera y justa, a travs de los medios lcitos que el orden jurdico democrtico pone a disposicin de todos los miembros de la comunidad poltica. La historia del siglo XX es prueba suficiente de que la razn est de la parte de aquellos ciudadanos que consideran falsa la tesis relativista, segn la cual no existe una norma moral, arraigada en la naturaleza misma del ser humano, a cuyo juicio se tiene que someter toda concepcin del hombre, del bien comn y del Estado.

3. Esta concepcin relativista del pluralismo no tiene nada que ver con la legtima libertad de los ciudadanos catlicos de elegir, entre las opiniones polticas compatibles con la fe y la ley moral natural, aquella que, segn el propio criterio, se conforma mejor a las exigencias del bien comn. La libertad poltica no est ni puede estar basada en la idea relativista segn la cual todas las concepciones sobre el bien del hombre son igualmente verdaderas y tienen el mismo valor, sino sobre el hecho de que las actividades polticas apuntan caso por caso hacia la realizacin extremadamente concreta del verdadero bien humano y social en un contexto histrico, geogrfico, econmico, tecnolgico y cultural bien determinado. La pluralidad de las orientaciones y soluciones, que deben ser en todo caso moralmente aceptables, surge precisamente de la concrecin de los hechos particulares y de la diversidad de las circunstancias. No es tarea de la Iglesia formular soluciones concretas y menos todava soluciones nicas para cuestiones temporales, que Dios ha dejado al juicio libre y responsable de cada uno. Sin embargo, la Iglesia tiene el derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral.[14] Si el cristiano debe reconocer la legtima pluralidad de opiniones temporales,[15] tambin est llamado a disentir de una concepcin del pluralismo en clave de relativismo moral, nociva para la misma vida democrtica, pues sta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y slidos, esto es, de principios ticos que, por su naturaleza y papel fundacional de la vida social, no son negociables.

En el plano de la militancia poltica concreta, es importante hacer notar que el carcter contingente de algunas opciones en materia social, el hecho de que a menudo sean moralmente posibles diversas estrategias para realizar o garantizar un mismo valor sustancial de fondo, la posibilidad de interpretar de manera diferente algunos principios bsicos de la teora poltica, y la complejidad tcnica de buena parte de los problemas polticos, explican el hecho de que generalmente pueda darse una pluralidad de partidos en los cuales puedan militar los catlicos para ejercitar particularmente por la representacin parlamentaria su derecho-deber de participar en la construccin de la vida civil de su Pas.[16] Esta obvia constatacin no puede ser confundida, sin embargo, con un indistinto pluralismo en la eleccin de los principios morales y los valores sustanciales a los cuales se hace referencia. La legtima pluralidad de opciones temporales mantiene ntegra la matriz de la que proviene el compromiso de los catlicos en la poltica, que hace referencia directa a la doctrina moral y social cristiana. Sobre esta enseanza los laicos catlicos estn obligados a confrontarse siempre para tener la certeza de que la propia participacin en la vida poltica est caracterizada por una coherente responsabilidad hacia las realidades temporales.La Iglesia es consciente de que la va de la democracia, aunque sin duda expresa mejor la participacin directa de los ciudadanos en las opciones polticas, slo se hace posible en la medida en que se funda sobre una recta concepcin de la persona. [17] Se trata de un principio sobre el que los catlicos no pueden admitir componendas, pues de lo contrario se menoscabara el testimonio de la fe cristiana en el mundo y la unidad y coherencia interior de los mismos fieles. La estructura democrtica sobre la cual un Estado moderno pretende construirse sera sumamente frgil si no pusiera como fundamento propio la centralidad de la persona. El respeto de la persona es, por lo dems, lo que hace posible la participacin democrtica. Como ensea el Concilio Vaticano II, la tutela de los derechos de la persona es condicin necesaria para que los ciudadanos, como individuos o como miembros de asociaciones, puedan participar activamente en la vida y en el gobierno de la cosa pblica [18].

4. A partir de aqu se extiende la compleja red de problemticas actuales, que no pueden compararse con las temticas tratadas en siglos pasados. La conquista cientfica, en efecto, ha permitido alcanzar objetivos que sacuden la conciencia e imponen la necesidad de encontrar soluciones capaces de respetar, de manera coherente y slida, los principios ticos. Se asiste, en cambio, a tentativos legislativos que, sin preocuparse de las consecuencias que se derivan para la existencia y el futuro de los pueblos en la formacin de la cultura y los comportamientos sociales, se proponen destruir el principio de la intangibilidad de la vida humana. Los catlicos, en esta grave circunstancia, tienen el derecho y el deber de intervenir para recordar el sentido ms profundo de la vida y la responsabilidad que todos tienen ante ella. Juan Pablo II, en lnea con la enseanza constante de la Iglesia, ha reiterado muchas veces que quienes se comprometen directamente en la accin legislativa tienen la precisa obligacin de oponerse a toda ley que atente contra la vida humana. Para ellos, como para todo catlico, vale la imposibilidad de participar en campaas de opinin a favor de semejantes leyes, y a ninguno de ellos les est permitido apoyarlas con el propio voto.[19] Esto no impide, como ensea Juan Pablo II en la Encclica EvangeliumVitae a propsito del caso en que no fuera posible evitar o abrogar completamente una ley abortista en vigor o que est por ser sometida a votacin, que un parlamentario, cuya absoluta oposicin personal al aborto sea clara y notoria a todos, pueda lcitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daos de esa ley y disminuir as los efectos negativos en el mbito de la cultura y de la moralidad pblica.[20]

En tal contexto, hay que aadir que la conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realizacin de un programa poltico o la aprobacin de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral. Ya que las verdades de fe constituyen una unidad inseparable, no es lgico el aislamiento de uno solo de sus contenidos en detrimento de la totalidad de la doctrina catlica. El compromiso poltico a favor de un aspecto aislado de la doctrina social de la Iglesia no basta para satisfacer la responsabilidad de la bsqueda del bien comn en su totalidad. Ni tampoco el catlico puede delegar en otros el compromiso cristiano que proviene del evangelio de Jesucristo, para que la verdad sobre el hombre y el mundo pueda ser anunciada y realizada.

Cuando la accin poltica tiene que ver con principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno, es cuando el empeo de los catlicos se hace ms evidente y cargado de responsabilidad. Ante estas exigencias ticas fundamentales e irrenunciables, en efecto, los creyentes deben saber que est en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona. Este es el caso de las leyes civiles en materia de aborto y eutanasia (que no hay que confundir con la renuncia al ensaamiento teraputico, que es moralmente legtima), que deben tutelar el derecho primario a la vida desde de su concepcin hasta su trmino natural. Del mismo modo, hay que insistir en el deber de respetar y proteger los derechos del embrin humano. Anlogamente, debe ser salvaguardada la tutela y la promocin de la familia, fundada en el matrimonio monogmico entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabilidad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio. A la familia no pueden ser jurdicamente equiparadas otras formas de convivencia, ni stas pueden recibir, en cunto tales, reconocimiento legal. As tambin, la libertad de los padres en la educacin de sus hijos es un derecho inalienable, reconocido adems en las Declaraciones internacionales de los derechos humanos. Del mismo modo, se debe pensar en la tutela social de los menores y en la liberacin de las vctimas de las modernas formas de esclavitud (pinsese, por ejemplo, en la droga y la explotacin de la prostitucin). No puede quedar fuera de este elenco el derecho a la libertad religiosa y el desarrollo de una economa que est al servicio de la persona y del bien comn, en el respeto de la justicia social, del principio de solidaridad humana y de subsidiariedad, segn el cual deben ser reconocidos, respetados y promovidos los derechos de las personas, de las familias y de las asociaciones, as como su ejercicio.[21] Finalmente, cmo no contemplar entre los citados ejemplos el gran tema de la paz. Una visin irenista e ideolgica tiende a veces a secularizar el valor de la paz mientras, en otros casos, se cede a un juicio tico sumario, olvidando la complejidad de las razones en cuestin. La paz es siempre obra de la justicia y efecto de la caridad; [22] exige el rechazo radical y absoluto de la violencia y el terrorismo, y requiere un compromiso constante y vigilante por parte de los que tienen la responsabilidad poltica.III. Principios de la doctrina catlica acerca del laicismo y el pluralismo5. Ante estas problemticas, si bien es lcito pensar en la utilizacin de una pluralidad de metodologas que reflejen sensibilidades y culturas diferentes, ningn fiel puede, sin embargo, apelar al principio del pluralismo y autonoma de los laicos en poltica, para favorecer soluciones que comprometan o menoscaben la salvaguardia de las exigencias ticas fundamentales para el bien comn de la sociedad. No se trata en s de valores confesionales, pues tales exigencias ticas estn radicadas en el ser humano y pertenecen a la ley moral natural. stas no exigen de suyo en quien las defiende una profesin de fe cristiana, si bien la doctrina de la Iglesia las confirma y tutela siempre y en todas partes, como servicio desinteresado a la verdad sobre el hombre y el bien comn de la sociedad civil. Por lo dems, no se puede negar que la poltica debe hacer tambin referencia a principios dotados de valor absoluto, precisamente porque estn al servicio de la dignidad de la persona y del verdadero progreso humano.

6. La frecuentemente referencia a la laicidad, que debera guiar el compromiso de los catlicos, requiere una clarificacin no solamente terminolgica. La promocin en conciencia del bien comn de la sociedad poltica no tiene nada qu ver con la confesionalidad o la intolerancia religiosa. Para la doctrina moral catlica, la laicidad, entendida como autonoma de la esfera civil y poltica de la esfera religiosa y eclesistica nunca de la esfera moral , es un valor adquirido y reconocido por la Iglesia, y pertenece al patrimonio de civilizacin alcanzado. [23] Juan Pablo II ha puesto varias veces en guardia contra los peligros derivados de cualquier tipo de confusin entre la esfera religiosa y la esfera poltica. Son particularmente delicadas las situaciones en las que una norma especficamente religiosa se convierte o tiende a convertirse en ley del Estado, sin que se tenga en debida cuenta la distincin entre las competencias de la religin y las de la sociedad poltica. Identificar la ley religiosa con la civil puede, de hecho, sofocar la libertad religiosa e incluso limitar o negar otros derechos humanos inalienables.[24] Todos los fieles son bien conscientes de que los actos especficamente religiosos (profesin de fe, cumplimiento de actos de culto y sacramentos, doctrinas teolgicas, comunicacin recproca entre las autoridades religiosas y los fieles, etc.) quedan fuera de la competencia del Estado, el cual no debe entrometerse ni para exigirlos o para impedirlos, salvo por razones de orden pblico. El reconocimiento de los derechos civiles y polticos, y la administracin de servicios pblicos no pueden ser condicionados por convicciones o prestaciones de naturaleza religiosa por parte de los ciudadanos.

Una cuestin completamente diferente es el derecho-deber que tienen los ciudadanos catlicos, como todos los dems, de buscar sinceramente la verdad y promover y defender, con medios lcitos, las verdades morales sobre la vida social, la justicia, la libertad, el respeto a la vida y todos los dems derechos de la persona. El hecho de que algunas de estas verdades tambin sean enseadas por la Iglesia, no disminuye la legitimidad civil y la laicidad del compromiso de quienes se identifican con ellas, independientemente del papel que la bsqueda racional y la confirmacin procedente de la fe hayan desarrollado en la adquisicin de tales convicciones. En efecto, la laicidad indica en primer lugar la actitud de quien respeta las verdades que emanan del conocimiento natural sobre el hombre que vive en sociedad, aunque tales verdades sean enseadas al mismo tiempo por una religin especfica, pues la verdad es una. Sera un error confundir la justa autonoma que los catlicos deben asumir en poltica, con la reivindicacin de un principio que prescinda de la enseanza moral y social de la Iglesia.

Con su intervencin en este mbito, el Magisterio de la Iglesia no quiere ejercer un poder poltico ni eliminar la libertad de opinin de los catlicos sobre cuestiones contingentes. Busca, en cambio en cumplimiento de su deber instruir e iluminar la conciencia de los fieles, sobre todo de los que estn comprometidos en la vida poltica, para que su accin est siempre al servicio de la promocin integral de la persona y del bien comn. La enseanza social de la Iglesia no es una intromisin en el gobierno de los diferentes Pases. Plantea ciertamente, en la conciencia nica y unitaria de los fieles laicos, un deber moral de coherencia. En su existencia no puede haber dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida secular, esto es, la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso poltico y de la cultura. El sarmiento, arraigado en la vid que es Cristo, da fruto en cada sector de la accin y de la existencia. En efecto, todos los campos de la vida laical entran en el designio de Dios, que los quiere como el lugar histrico de la manifestacin y realizacin de la caridad de Jesucristo para gloria del Padre y servicio a los hermanos. Toda actividad, situacin, esfuerzo concreto como por ejemplo la competencia profesional y la solidaridad en el trabajo, el amor y la entrega a la familia y a la educacin de los hijos, el servicio social y poltico, la propuesta de la verdad en el mbito de la cultura constituye una ocasin providencial para un continuo ejercicio de la fe, de la esperanza y de la caridad.[25] Vivir y actuar polticamente en conformidad con la propia conciencia no es un acomodarse en posiciones extraas al compromiso poltico o en una forma de confesionalidad, sino expresin de la aportacin de los cristianos para que, a travs de la poltica, se instaure un ordenamiento social ms justo y coherente con la dignidad de la persona humana.

En las sociedades democrticas todas las propuestas son discutidas y examinadas libremente. Aquellos que, en nombre del respeto de la conciencia individual, pretendieran ver en el deber moral de los cristianos de ser coherentes con la propia conciencia un motivo para descalificarlos polticamente, negndoles la legitimidad de actuar en poltica de acuerdo con las propias convicciones acerca del bien comn, incurriran en una forma de laicismo intolerante. En esta perspectiva, en efecto, se quiere negar no slo la relevancia poltica y cultural de la fe cristiana, sino hasta la misma posibilidad de una tica natural. Si as fuera, se abrira el camino a una anarqua moral, que no podra identificarse nunca con forma alguna de legtimo pluralismo. El abuso del ms fuerte sobre el dbil sera la consecuencia obvia de esta actitud. La marginalizacin del Cristianismo, por otra parte, no favorecera ciertamente el futuro de proyecto alguno de sociedad ni la concordia entre los pueblos, sino que pondra ms bien en peligro los mismos fundamentos espirituales y culturales de la civilizacin.[26]

IV. Consideraciones sobre aspectos particulares7. En circunstancias recientes ha ocurrido que, incluso en el seno de algunas asociaciones u organizaciones de inspiracin catlica, han surgido orientaciones de apoyo a fuerzas y movimientos polticos que han expresado posiciones contrarias a la enseanza moral y social de la Iglesia en cuestiones ticas fundamentales. Tales opciones y posiciones, siendo contradictorios con los principios bsicos de la conciencia cristiana, son incompatibles con la pertenencia a asociaciones u organizaciones que se definen catlicas. Anlogamente, hay que hacer notar que en ciertos pases algunas revistas y peridicos catlicos, en ocasin de toma de decisiones polticas, han orientado a los lectores de manera ambigua e incoherente, induciendo a error acerca del sentido de la autonoma de los catlicos en poltica y sin tener en consideracin los principios a los que se ha hecho referencia.La fe en Jesucristo, que se ha definido a s mismo camino, verdad y vida (Jn 14,6), exige a los cristianos el esfuerzo de entregarse con mayor diligencia en la construccin de una cultura que, inspirada en el Evangelio, reproponga el patrimonio de valores y contenidos de la Tradicin catlica. La necesidad de presentar en trminos culturales modernos el fruto de la herencia espiritual, intelectual y moral del catolicismo se presenta hoy con urgencia impostergable, para evitar adems, entre otras cosas, una dispora cultural de los catlicos. Por otra parte, el espesor cultural alcanzado y la madura experiencia de compromiso poltico que los catlicos han sabido desarrollar en distintos pases, especialmente en los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, no deben provocar complejo alguno de inferioridad frente a otras propuestas que la historia reciente ha demostrado dbiles o radicalmente fallidas. Es insuficiente y reductivo pensar que el compromiso social de los catlicos se deba limitar a una simple transformacin de las estructuras, pues si en la base no hay una cultura capaz de acoger, justificar y proyectar las instancias que derivan de la fe y la moral, las transformaciones se apoyarn siempre sobre fundamentos frgiles.La fe nunca ha pretendido encerrar los contenidos socio-polticos en un esquema rgido, conciente de que la dimensin histrica en la que el hombre vive impone verificar la presencia de situaciones imperfectas y a menudo rpidamente mutables. Bajo este aspecto deben ser rechazadas las posiciones polticas y los comportamientos que se inspiran en una visin utpica, la cual, cambiando la tradicin de la fe bblica en una especie de profetismo sin Dios, instrumentaliza el mensaje religioso, dirigiendo la conciencia hacia una esperanza solamente terrena, que anula o redimensiona la tensin cristiana hacia la vida eterna.

Al mismo tiempo, la Iglesia ensea que la autntica libertad no existe sin la verdad. Verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente, ha escrito Juan Pablo II. [27] En una sociedad donde no se llama la atencin sobre la verdad ni se la trata de alcanzar, se debilita toda forma de ejercicio autntico de la libertad, abriendo el camino al libertinaje y al individualismo, perjudiciales para la tutela del bien de la persona y de la entera sociedad.

8. En tal sentido, es bueno recordar una verdad que hoy la opinin pblica corriente no siempre percibe o formula con exactitud: El derecho a la libertad de conciencia, y en especial a la libertad religiosa, proclamada por la Declaracin Dignitatis human del Concilio Vaticano II, se basa en la dignidad ontolgica de la persona humana, y de ningn modo en una inexistente igualdad entre las religiones y los sistemas culturales.[28] En esta lnea, el Papa Pablo VI ha afirmado que el Concilio de ningn modo funda este derecho a la libertad religiosa sobre el supuesto hecho de que todas las religiones y todas las doctrinas, incluso errneas, tendran un valor ms o menos igual; lo funda en cambio sobre la dignidad de la persona humana, la cual exige no ser sometida a contradicciones externas, que tienden a oprimir la conciencia en la bsqueda de la verdadera religin y en la adhesin a ella.[29] La afirmacin de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa, por lo tanto, no contradice en nada la condena del indiferentsimo y del relativismo religioso por parte de la doctrina catlica,[30] sino que le es plenamente coherente.

V. Conclusin9. Las orientaciones contenidas en la presente Nota quieren iluminar uno de los aspectos ms importantes de la unidad de vida que caracteriza al cristiano: La coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II. ste exhorta a los fieles a cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados siempre por el espritu evanglico. Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aqu ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta de que la propia fe es un motivo que les obliga al ms perfecto cumplimiento de todas ellas, segn la vocacin personal de cada uno. Algrense los fieles cristianos de poder ejercer todas sus actividades temporales haciendo una sntesis vital del esfuerzo humano, familiar, profesional, cientfico o tcnico, con los valores religiosos, bajo cuya altsima jerarqua todo coopera a la gloria de Dios.[31]

El Sumo Pontfice Juan Pablo II, en la audiencia del 21 de noviembre de 2002, ha aprobado la presente Nota, decidida en la Sesin Ordinaria de esta Congregacin, y ha ordenado que sea publicada.

Dado en Roma, en la sede de la Congregacin por la Doctrina de la Fe, el 24 de noviembre de 2002, Solemnidad de N. S Jess Cristo, Rey del universo.

+JOSEPH CARD. RATZINGERPrefecto

+TARCISIO BERTONE, S.D.B.Arzobispo emrito de VercelliSecretario

EL CATLICO Y LA POLTICA"El hombre no puede separarse de Dios, ni la poltica de la moralidad" Juan Pablo II

ElCatlico ante la Poltica:Padre Jordi RiveroResponsabilidad socialLos catlicos debemos participar en la polticacomociudadanos responsables,por el bien detodos.La solucin a la corrupcinno es abandonarlapolticasino participar en ella con principios cristianos. Jess nos dijo que somos sal y luz del mundo. Esto debe aplicar primero a nuestra vida pero, si esta es autntica, se manifiesta tambin en la poltica. La sal preserva de la corrupcin, la luz permite que se vea la verdad.Es necesario formarseen la fe y la doctrina social de la Iglesiapara discernir sin dejarse seducir por las pasiones y las mentiras que se presentan en las campaas electorales.(Cf. Gaudium es Spes, 43).Es sorprendente como la propaganda de los medios engaa a la gente, como creemos las cosas solo porque se repiten. Debemos examinar objetivamente como los candidatos han actuado en el pasado.Ver:verdadHay una jerarqua de valores. El valor principales el respeto a la vida humana. Si un candidato favorece el aborto o la eutanasia,no respeta al ser humano y no se debe votar por l aunque en otros aspectos parezca bueno.Losderechos humanosforman parte delaley natural, la cual es accesible a la razn cuando se busca con sincero corazn.Ver: Benedicto XVI>>Toda autoridad legtima procede de Dios y debe someterse totalmente a Dios.Cuidado que no sea solo de palabra sino que en efecto demuestre coherencia con la moral.Ningn gobierno, partido o poltico se puede confundir con el Reino de Dios.Cuidado conlos mesianismos polticos, que se presentan como salvadores de la humanidad."Ningn partido representa a la Iglesia y los catlicos pueden militar o dar su voto libremente al partido o al candidato que mejor responda a sus convicciones personales, con tal de que sean compatibles con la ley moral natural y que sirvan sinceramente al bien comn de la sociedad. Nuestra misin, en cambio, ha de ser la de orientar con los principios ticos de la doctrina social cristiana sobre los derechos y deberes polticos de los fieles laicos, ayudando a formar una conciencia social."-obispos mexicanosVotemos con Responsabilidad!Evitar:1- Apasionarse o preferir la afiliacin poltica por encima de la razn y la moral.2- Un concepto teocrtico de la poltica.Cardinal Ratzinger:La justa profanidad de la poltica excluye la teocraciaVerdiferencia entre laicidad y laicismoLadoctrina social de la Iglesiaexpone las obligaciones de los gobernantes y de los ciudadanos de promover y defender todos los derechos humanos (el mas fundamental es el derecho a la vida) y buscar el bienestar de todos.Que nadie est por encima de la ley y nadie fuera de su amparo.Los obispos de Mxico a los polticos: "A los polticos catlicos les recordamos el deber moral que tienen en su actuacin pblica, especialmente a los legisladores, de mantenerse fieles a la doctrina del evangelio, conservando su compromiso claro con la fe catlica y no apoyando leyes contrarias a los principios morales y ticos como son los que atentan contra el derecho a la vida o en contra de las instituciones de la familia y el matrimonio. Solo la adhesin a convicciones ticas profundas y una actuacin coherente pueden garantizar una accin pblica, honesta y desinteresada, de los legisladores y gobernantes."Votemos con Responsabilidad!Todo aquel que ha proclamado que quiere prestar un servicio, un servicio a nuestra patria en funciones muy diversas, tiene que mostrar en la prctica que en realidad ha llegado a ese puesto para servir y no para servirse, no para enriquecerse; sino para dar lo mejor que tiene en favor del pueblo que tanto lo necesita-Cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de Mxico. VII-03"El criterio fundamental para configurar la propia conciencia es la obligacin de evitar el mal y de favorecer el bien. En temas que afectan a la vida y los derechos de la persona, el criterio bsico es el de aceptar y favorecer lo que est conforme con la ley natural, segn una valoracin moral apoyada en la misma naturaleza humana que favorece el desarrollo de las potencialidades humanas de acuerdo con el bien de la persona, en verdad y justicia. Segn este criterio difcilmente discutible, los catlicos tenemos claro que no podemos apoyar programas o proyectos polticos que amenazan el derecho a la vida de los seres humanos desde su concepcin hasta la muerte natural, alteran esencialmente la concepcin del matrimonio desprotegiendo la realidad de la familia, debilitan las bases de la convivencia. En el caso, nada infrecuente, de que ninguna opcin poltica satisfaga las exigencias morales de nuestra conciencia, la recta conciencia nos induce a votar aquella alternativa que nos parezca menos contraria a la ley natural, ms apta para proteger los derechos de la persona y de la familia, ms adecuada para favorecer la estabilidad social y la convivencia, y mejor dispuesta para respetar la ley moral en sus actividades legislativas, judiciales y administrativas....Para votar responsablemente, es preciso anteponer los criterios morales a las cuestiones y preferencias opinables y contingentes de orden estrictamente poltico. Habr cuestiones secundarias que tengamos que dejar en un segundo plano para atender en primer lugar a los aspectos y consecuencias de orden moral de nuestro voto. Esto ocurre siempre que las propuestas de los partidos desbordan sus legtimas competencias y afectan a cuestiones de orden moral que tienen que estar por encima de los avatares polticos." -Monseor Fernando Sebastin Aguilar, arzobispo de Pamplona y obispo de TudelaExaminar la verdad.Se deben estudiar las propuestas antes de apoyarlas. Hablar es fcil, obrar en la verdad cuesta la vida. Hay que buscar la verdad con la mayor objetividad posible. Ms que basarse en lo que dicen los polticos, hay que analizar lo que han hecho para ver si son coherentes, ntegros y honestos. El malvado siempre disfraza sus intenciones con argumentos hermosos.Evitar la demagogia.Los polticos saben qu teclas tocar para encender las emociones, muchas veces irresponsablemente. Cuidado con la manipulacin de los sentimientos hacia la patria, la raza, el sufrimiento de los pobres, la libertad, etc. Con frecuencia se crea un mito en torno a un poltico o se destruye su reputacin basado en la repeticin de falacias. El cristiano no se debe llevar por las emociones ni por la fiebre que incita a las masas. No debe dejarse engaar por promesas. La prosperidad de los pueblos requiere un largo proceso de construccin y fortalecimiento de un sistema de gobierno, de educacin, de trabajo, etc. bajo un estado de derecho que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se consigue con la demagogia. Hay que estar preparado para tomar opciones que no sean populares pero que sean justas. Recordemos como Jesucristo fue condenado por las masas porque matarlo "era conveniente".El fin no justifica los medios. Nunca ser aceptable utilizar un medio en s mismo perverso para lograr un bien. Por eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el secuestro, la mentira y la difamacin.Ordenar las prioridades.El bien comn debe estar por encima de intereses personales. Al mismo tiempo no se deben violar los derechos naturales de ninguna persona. No se debe votar por quien viola la ley natural aunque por otra parte tenga buenas propuestas. Un catlico no debe votar por candidatos que favorecen la inmoralidad, tal como es, por ejemplo, el aborto. En casos, como ocurre con frecuencia, en que todos los candidatos carecen de una clara posicin moral que cubra todos los campos, el votante debe decidirse por el que al menos promueva los valores fundamentales.Obligacin de participar en la poltica.En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular. Por eso todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar habiendo seriamente estudiado los temas y conocido la posicin de los candidatos.Un catlico no puede eludir su responsabilidad civil ya que eso sera cederle el paso al mal. El hecho de que haya mucha corrupcin en la poltica no exonera al cristiano de su responsabilidad. Ms bien le debe retar a trabajar por un mundo mejor. El que no vota o vota sin atencin a las leyes de Dios es culpable de los resultantes males.Los fieles laicos de ningn modo pueden abdicar de la participacin en la poltica (Vaticano II, Ch L 42).Los obispos de Estados Unidos declararon en 1995: "En la tradicin catlica, la ciudadana es una virtud y laparticipacin en el proceso poltico es una obligacin" (Documento "Political Responsibility")La libertad.La libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como catlicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch5, 29)

No cedis en cuestin de principios; tened las puertas abiertas pues la democracia significa colaborar.En 1946, Po XII dijo a un grupo de jvenesque comenzaban en la poltica, entreellosel que luego fue gran estadista italiano,Alcides De Gsperi: Id al Parlamento para servir; no cedis en cuestin de principios; tened las puertas abiertas pues la democracia significa colaborar; no pensis en vuestros intereses particulares, sino en los de la comunidad. Id al Parlamento con espritu gil: capaz de subir escalones si os piden desempear puestos de responsabilidad, pero tambin de bajar con elegancia y humildad cantando alabanzas al Seor... sin romperos el "fmur espiritual" que es una de las fracturas ms peligrosas, con mayor razn si se trata de cuestiones referidas a la defensa de la verdad y de la libertad de conciencia.

Respetar la persona humana, especialmente los ms dbiles e indefensos.En su visita a Estados Unidos en 1987 Juan Pablo II ret a los Estados Unidos a vivir completamente los nobles preceptos de su Constitucin respetando la dignidad de todo ser humano:"Por esta razn, Amrica, tu ms profunda identidad y verdadero carcter como nacin se revela en la postura que tomes como nacin hacia la persona humana. La prueba mxima de tu grandeza est en la forma que trates a cada ser humano, pero especialmente a los mas dbiles y mas indefensos"12-Ms documentos en ingls sobre este tema >>>Algunos dicen que no se debe votar basndose en un solo temaAunque es cierto que se deben considerar los diferentes temas que afectan a la nacin, hay temas que son ms importantes que otros y en los que se fundamentan los dems. Hay algunas posiciones polticas que por s solas son tan graves que deberan ser suficientes para no votar por el candidato que las sostenga. Por ejemplo: no podemos votar en buena conciencia por un candidato que promueva la "limpieza tnica", aunque tuviese un gran plan para la economa.Por esta razn un catlico no debe votar por un candidato que promueva el aborto.-Padre Jordi RiveroNotas:1- Juan Pablo II en Estados Unidos, 1987. Original en ingls:"For this reason, America, your deepest identity and truest character as a nation is revealed in the position you take toward the human person. The ultimate test of your greatness is the way you treat every human being, but especially the weakest and most defenseless ones."2- English documentsThe bishops of the United States, pastoral letter "Living the Gospel of Life":

"Bringing a respect for human dignity to practical politics can be a daunting task. Good people frequently disagree on which problems to address, which policies to adopt and how best to apply them. But, for citizens and elected officials alike, the basic principle is simple: We must begin with a commitment never to intentionally kill, or collude in the killing, of any innocent human life, no matter how broken, unformed, disabled or desperate that life may seem.

"any political agenda which hopes to uphold equal rights for all, must affirm the equal rights of every child, born or unborn... our nation's declaration of God-given rights, coupled with the command "Though shall not kill" are the starting point of true freedom. To choose any other path is to contradict our own identity as a nation dedicated to "Life, liberty and the pursuit of Happiness".Bishop Eusebius J. Beltran, Archbishop of Oklahoma City, Pastoral letter, November, 1994:If one issue is big enough and important enough and capable of overshadowing other issues, then it should be addressed. If one issue is so fundamental that it affects every other issue, then it should be given prominence. If one issue perpetrates a grave injustice to anyone, then it has to be stopped. If one issue is a matter of life or death, then life has to be chosen. The one issue that is reflected in each of these situations is abortion. Therefore I am proud to be called a "single issue voter" in this regard for there is no other issue as basic, as fundamental and as urgent."

Oracin de los polticos-CON LICENCIA ECLESISTICA-Arquidicesis Primada de Mxico. 2003Jesucristo, Hijo de Dios omnipotente y eterno, Creador, Rey y Seor de la historia, Supremo Legislador, de quien emana y depende todo poder: nosotros, hombres y mujeres polticos catlicos, sobre quienes recae la carga del servicio a la nacin, imploramos la ayuda de Tu Espritu para el ejercicio de la poltica como ciencia, arte y virtud, para edificar la justicia social y el bien comn.

Danos, Seor, la gracia de testimoniar, como Toms Moro, la inalienable dignidad de la conciencia, sin abandonar la constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones, para que sepamos afirmar con nuestra vida y con nuestra muerte que el ser humano no se puede separar de Dios, ni la poltica de la moral. Danos fortaleza para animar con el espritu del Evangelio el orden temporal, respetando su naturaleza y su legtima autonoma. Infunde en nuestros corazones la humildad necesaria para reconocernos siervos intiles y el valor y la perseverancia necesarios para hacer todo como si todo dependiera de nosotros, abandonndonos en Ti porque todo depende de Ti.

Ensanos, Seor, a ser congruentes, coherentes con nuestra vida para que sepamos promover la verdad moral objetiva e irrenunciable que implica: defender la vida humana y su dignidad desde la concepcin hasta la muerte natural; tutelar a la familia fundada por un hombre y una mujer y protegerla en su unidad y estabilidad; reconocer la libertad de los padres en la educacin de sus hijos; eliminar cualquier forma de esclavitud o discriminacin de las personas; impulsar el derecho a la libertad religiosa; desarrollar una economa al servicio de la persona en un marco de justicia, solidaridad y subsidiariedad y trabajar incansablemente por la paz que es siempre obra de la justicia y efecto de la caridad.

Con el Papa Clemente XI, te pedimos, Seor, que nos ensees a hacer Tu voluntad queriendo todo aquello que quieres T, precisamente porque lo quieres T, como T lo quieras y durante el tiempo que T lo quieras; que nos des Tu gracia para ser obedientes con nuestros superiores, comprensivos con nuestros colaboradores, solcitos con todas las personas y generosos con quienes se dicen nuestros enemigos; que nos ayudes a superar son austeridad el placer, con generosidad la avaricia, con amabilidad la ira y con fervor la tibieza; que sepamos tener prudencia al aconsejar, valor en los peligros, paciencia en las dificultades y sencillez en los xitos. Mustranos, te lo suplicamos, cmo hacer de la poltica un camino de santidad, para que nunca nos avergoncemos de Ti ante el mundo, para que T, Seor, no nos niegues delante del Padre.

Escchanos, Seor, a fin de que nunca falte tu luz a nuestra mente, t fuerza a nuestra voluntad y el calor de tu caridad a nuestro corazn, para que amemos en verdad a quienes servimos. Infndenos un sentimiento vivo, actual y profundo de lo que es el orden social, pensado por Ti, fundado en el derecho natural; y haz que un da, justamente con aquellos a quienes tuvimos la misin de servir, podamos gozar de Ti bajo la mirada amorosa de Tu dulcsima Madre, Mara Santsima de Guadalupe, por toda la eternidad. As sea.

LA DEMOCRACIA DEBE SER REALJuan Pablo II denunci que en ocasiones la democracia es un fenmeno formal pero no real. Mensaje enviado a los jefes de Estado y jefes de gobierno de los pases que participaron en la VII Cumbre Iberoamericana, que se celebr en la isla venezolana de Margarita 1997.ZenitLa participacin efectiva, consciente y responsable de los ciudadanos en la vida pblica no puede detenerse en declaraciones formales denunci, sino que exige una accin continua para que los derechos proclamados puedan ser ejercidos realmente.En su mensaje a los representantes de Amrica Latina, Espaa y Portugal congregados en la localidad venezolana, el pontfice consider que la democracia es una opcin fundamentalmente tica en favor de la dignidad de la persona, con sus derechos y libertades, sus deberes y responsabilidades, en la cual encuentra sustento y legitimidad toda forma de convivencia humana y de estructuracin social.La Iglesia y la democracia La Iglesia, que no posee una frmula propia de constitucin poltica para las naciones aclar, ni pretende imponer determinados criterios de gobierno, encuentra aqu el mbito especfico de su misin de iluminar desde la fe la realidad social en que est inmersa. El obispo de Roma consider, recordando el Concilio Vaticano II, quelas estructuras poltico -jurdicas han de dar a todos los ciudadanos, cada vez mejor y sin discriminacin alguna, la posibilidad efectiva de participar libre y activamente en el establecimiento de los fundamentos jurdicos de la comunidad poltica, en el gobierno del Estado, en la determinacin de los campos y lmites de las diferentes instituciones y en la eleccin de los gobernantes. De ah deriva, segn la Iglesia catlica, el derecho y el deber de utilizar el sufragio libre para promover el bien comn.Para que haya una autntica democracia, explic el Papa, es necesario que cada persona tenga no slo derecho a pensar y propagar sus ideas, y a asociarse con libertad para la accin poltica, sino que tenga tambin derecho a vivir segn su conciencia rectamente formada, sin perjudicar a los dems ni a uno mismo, y todo esto en virtud de la plena dignidad de la persona humana.Zenit

EL POLTICO CRISTIANO DEBE DARTESTIMONIO DE SU FEY SER COHERENTE CON SUS PRINCIPIOS.DISCURSO DE JUAN PABLO II A PEREGRINOS PARLAMENTARIOS Y POLTICOSDEL JUBILEO DE LOS POLTICOS (CIUDAD DEL VATICANO,4DE NOVIEMBRE DE 2000).1. Me es grato recibirles en esta audiencia especial, ilustres gobernantes, parlamentarios y administradores pblicos, venidos a Roma para el Jubileo. Les saludo con deferencia, a la vez que agradezco a la presidenta del Senado de Polonia, seora Grzeskowiak la felicitacin que me ha expresado en nombre de la Asamblea al presidente del Senado de la Argentina, Mario Losada y al presidente del Senado Italiano, Incola Mancino, que se han hecho intrpretes de los sentimientos comunes. Deseo expresar mi agradecimiento tambin al Senador Francesco Cossiga, activo promotor de la proclamacin deSanto Toms Morocomo patrono de los gobernantes y los polticos. As mismo, saludo a las otras personalidades, entre ellas, al seor Mijail Gorvachov, que han tomado la palabra. Doy la bienvenida de manera especial a los jefes de Estado presentes.Este encuentro me ofrece la oportunidad de reflexionar con ustedes -teniendo en cuenta las mociones precedentemente presentadas- sobre la naturaleza y la responsabilidad que conlleva la misin a la que Dios, en su amorosa providencia, les ha llamado. En efecto, sta puede considerarse ciertamente como una verdaderavocacin a la accin poltica,concretamente, al gobierno de las naciones, el establecimiento de las leyes y la administracin pblica en sus diversos mbitos. Es necesario, pues, preguntarse por la naturaleza, las exigencias y los objetivos de la poltica, para vivirla como cristianos y como hombres conscientes de su nobleza y, al mismo tiempo, de las dificultades y riesgos que comporta.LA JUSTICIA, PREOCUPACIN ESENCIAL DEL POLTICO2. La poltica es el uso del poder legtimopara la consecucin del bien camn de la sociedad.Bien comn que, como afirma el Concilio Vaticano II, abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social con las que los hombres, familias y asociaciones pueden lograr ms plena y fcilmente su perfeccin propia (Gaudium et spes, 74). La actividad poltica, por tanto, debe realizarse conespritu de servicio.Muy oportunamente, mi predecesor Pablo VI, ha afirmado que La poltica es un aspecto [...] que exige vivir el compromiso cristiano al servicio de los dems (Octogesima adveniens, 46).Por tanto, el cristiano que acta en poltica -y quiere hacerlo como cristiano- ha de trabajar desinteresadamente, no buscando la propia utilidad, ni la de su propio grupo o partido, sinoel bien de todos y de cada unoy, por lo tanto, y en primer lugar, el de los ms desfavorecidos de la sociedad. En la lucha por la existencia, que a veces adquiere formas despiadadas y crueles, no escasean los vencidos, que inexorablemente quedan marginados. Entre stos no puedo olvidar a los reclusos en las crceles: el pasado 19 de Julio estuve con ellos, con ocasin de su Jubileo. En aquella oportunidad, siguiendo la costumbre de los anteriores Aos Jubilares, ped a los responsables de los Estados una seal de clemencia en favor de todos los encarcelados, que fuera una clara expresin de sensibilidad hacia su condicin. Movido por las numerosas splicas que me llegan de todas partes, renuevo tambin hoy aquel llamado, convencido de que un gesto as les animara en el camino de revisin personal y les impulsara a una adhesin ms firme a los valores de la justicia.sta tiene que ser precisamente la preocupacin esencial del hombre poltico, la justicia. Una justicia que no se contenta con dar a cada uno lo suyo sino que tienda a crear entre los ciudadanos condiciones deigualdad en las oportunidadesy, por tanto, a favorecer a aquellos que, por su condicin social, cultura o salud corren el riesgo de quedar relegados o de ocupar siempre los ltimos puestos en la sociedad, sin posibilidad de una recuperacin personal.ste es el escndalo de las sociedades opulentas del mundo de hoy, en las quelos ricos se hacen cada vez ms ricos,porque la riqueza produce riqueza, ylos pobres son cada vez ms pobres,porque la pobreza tiende a crear nueva pobreza. Este escndalo no se produce solamente en cada una de las naciones, sino que sus dimensiones superan ampliamente sus confines. Sobre todo hoy, con el fenmeno de la globalizacin de los mercados, los pases ricos y desarrollados tienden a mejorar ulteriormente su condicin econmica, mientras que los pases pobres -- exceptuando algunos en vas de un desarrollo prometedor-- tienden a hundirse an ms en formas de pobreza cada vez ms penosas.PROMOVER LA SOLIDARIDAD.3. Pienso con gran preocupacin en aquellas regiones del mundoafligidas por guerras y guerrillas sin fin,por el hambre endmica y por terribles enfermedades. Muchos de ustedes estn tan preocupados como yo por este estado de cosas que, desde un punto de vista cristiano y humano, representa el ms grave pecado de injusticia del mundo moderno y, por tanto, ha de conmover profundamente laconciencia de los cristianos de hoy, comenzando por los que, al tener en sus manos los resortes de la poltica, la economa y los recursos financieros del mundo, pueden determinar -para bien o para mal- el destino de los pueblos.En realidad, para vencer el egosmo de las personas y las naciones,lo que debe crecer en el mundo es el espritu de solidaridad. Slo as se podr poner freno a la bsqueda de poder poltico y riqueza econmica por encima de cualquier referencia a otros valores. En un mundo globalizado, en que el mercado, que de por s tiene un papel positivo para la libre creatividad humana en el sector de la economa (cf. Centesimus annus, 42), tiende sin embargo a desentenderse de toda consideracin moral, asumiendo como nica norma la ley del mximo beneficio, aquellos cristianos que se sienten llamados por Dios a la vida poltica tienen la tarea -ciertamente bastante difcil, pero necesaria- dedoblegar las leyes del mercado salvaje a las de la justicia y la solidaridad.Ese es el nico camino para asegurar a nuestro mundo un futuro pacifico, arrancando de raz las causas de conflictos y guerras:la paz es fruto de la justicia.LA IMPORTANTE MISIN DEL LEGISLADOR CRISTIANO.4. Quisiera ahora, en particular, dirigir una palabra a aquellos de ustedes que tienen la delicada misin de formular y aprobar las leyes: una tarea que aproxima el hombre a Dios, supremo Legislador, de cuya Ley eterna toda ley recibe en ltima instancia su validez y su fuerza vinculante. A esto se refiere precisamente la afirmacin de quela ley positiva no puede contradecir la ley natural,al ser sta una indicacin de las normas primeras y esenciales que regulan la vida moral y, por tanto, expresin de las caractersticas, de las exigencias profundas y de los ms elevados valores de la persona humana. Como he tenido ocasin de afirmar en el EncclicaEvangelium vitae,en la base de estos valores no pueden estar provisionales y volubles mayoras de opinin, sino slo el reconocimiento de una ley moral objetiva que, en cuanto ley natural inscrita en el corazn del hombre, es punto de referencia normativa de la misma ley civil (n. 70).Esto significa que las leyes, sean cuales fueren los campos en que interviene o se ve obligado a intervenir el legislador, tienen que respetar y promover siempre a las personas humanas en sus diversas exigencias espirituales y materiales, individuales, familiares y sociales. Por tanto, una ley que no respete el derecho a la vida del ser humano -desde la concepcin a la muerte natural, sea cual fuere la condicin en que se encuentra, sano o enfermo, todava en estado embrionario, anciano o en estadio terminal-no es una ley conforme aldesignio divino.As pues, un legislador cristiano no puede contribuir a formularla ni aprobarla en sede parlamentaria, aun cuando, durante las discusiones parlamentarias all dnde ya existe,le es lcito proponer enmiendas que atenen su carcter nocivo.Lo mismo puede decirse de toda ley que perjudique a la familia y atente contra su unidad e indisolubilidad, o bien otorgue validez legal a uniones entre personas, incluso del mismo sexo, que pretendan suplantar, con los mismos derechos, a la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer.En la actual sociedad pluralista, el legislador cristiano se encuentra ciertamente ante concepciones de vida, leyes y peticiones de legalizacin, que contrastan con la propia conciencia. En tales casos, ser la prudencia cristiana, que es la virtud propia del poltico cristiano, la que le indique cmo comportarse para que, por un lado, no desoiga la voz de su conciencia rectamente formada y, por otra, no deje de cumplir su tarea de legislador.Para el cristiano de hoy, no se trata de huir del mundo en el que le ha puesto la llamada de Dios, sino ms bien de dar testimonio de su propia fe y de ser coherente con los propios principios, en las circunstancias difciles y siempre nuevas que caracterizan el mbito poltico.EL EVANGELIO ILUMINA NUESTRO CAMINO.5. Ilustres seores y amables seoras, los tiempos que Dios nos ha concedido vivir son en buena parte obscuros y difciles, puesto que son momentos en que se pone en juego el futuro mismo de la humanidad en el milenio que se abre ante nosotros. En muchos hombres de nuestro tiempo domina el miedo y la incertidumbre:Hacia dnde vamos? Cul ser el destino de la humanidad en el prximo siglo? a dnde nos llevarn los extraordinarios descubrimientos cientficos realizados en estos ltimos aos, sobre todo en campo biolgico y gentico? En efecto, somos conscientes de estar slo al comienzo de un camino que no se sabe dnde desembocar y si ser provechoso o daino para los hombres del siglo XXI.Nosotros, los cristianos de este tiempo formidable y maravilloso al mismo tiempo, aun compartiendo los miedos, las incertidumbres y los interrogantes de los hombres de hoy, no somos pesimistas sobre el futuro, puesto que tenemos la certeza de que Jesucristo es el Dios de la historia, y porque tenemos en el Evangelio la luz que ilumina nuestro camino, incluso en los momentos difciles y oscuros.Un da el encuentro con Cristo transform sus vidas y ustedes han querido renovar hoy su esplendor con esta peregrinacin a los lugares que guardan la memoria de los apstoles Pedro y Pablo. En la medida en que perseveren en esta estrecha unin conl mediante la oracin personal y la participacin convencida en la vida de la Iglesia, l, el Viviente, seguir derramando sobre ustedes el Espritu Santo, el Espritu de la verdad y el amor, la fuerza y la luz que todos nosotros necesitamos.Con un acto de fe sincera y convencida, renueven su adhesin a Jesucristo, Salvador del mundo, y hagan de su Evangelio la gua de su pensamiento y de su vida. As sern en la sociedad actual el fermento de vida nueva que necesita la humanidad para construir un futuro ms justo y ms solidario, un futuro abierto a la civilizacin del amor.Juan Pablo IIEl respeto a la vida es fundamental para una sociedad justaEl Santo Padre, Juan Pablo II, en Evagelium Vitae #101,El Evangelio de la vidano es exclusivamente para los creyentes:es para todos.

El Evangelio de la vidano es exclusivamente para los creyentes:es para todos.El tema de la vida y de su defensa y promocin no es prerrogativa nica de los cristianos. Aunque de la fe recibe luz y fuerza extraordinarias, pertenece a toda conciencia humana que aspira a la verdad y est atenta y preocupada por la suerte de la humanidad. En la vida hay seguramente un valor sagrado y religioso, pero de ningn modo interpela slo a los creyentes: en efecto, se trata de un valor que cada ser humano puede comprender tambin a la luz de la razn y que, por tanto, afecta necesariamente a todos.Por esto, nuestra accin de pueblo de la vida y para la vida debe ser interpretada de modo justo y acogida con simpata. Cuando la Iglesia declara que el respeto incondicional del derecho a la vida de toda persona inocente --desde la concepcin a su muerte natural-- es uno de los pilares sobre los que se basa toda sociedad civil, quiere simplementepromover un Estado humano.Un Estado que reconozca, como su deber primario, la defensa de los derechos fundamentales de la persona humana, especialmente de la ms dbil .El Evangelio de la vida es para la ciudad de los hombres.Trabajar en favor de la vida es contribuir a larenovacin de la sociedad mediante la edificacin del bien comn. En efecto, no es posible construir el bien comn sin reconocer y tutelar el derecho a la vida, sobre el que se fundamentan y desarrollan todos los dems derechos inalienables del ser humano. Ni puede tener bases slidas una sociedad que --mientras afirma valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz-- se contradice radicalmente aceptando o tolerando las formas ms diversas de desprecio y violacin de la vida humana sobre todo si es dbil y marginada. Slo el respeto de la vida puede fundamentar y garantizar los bienes ms preciosos y necesarios de la sociedad, como la democracia y la paz.En efecto, no puede haber verdadera democracia,sino se reconoce la dignidad de cada persona y no se respetan sus derechos.

En efecto, no puede haberverdadera democracia,sino se reconoce la dignidad de cada persona y no se respetan sus derechos.No puede haber siquieraverdadera paz,sinose defiende y promueve la vida,como recordaba Pablo VI: Todo delito contra la vida es un atentado contra la paz, especialmente si hace mella en la conducta del pueblo..., por el contrario, donde los derechos del hombre son profesados realmente y reconocidos y defendidos pblicamente, la paz se convierte en la atmsfera alegre y operante de la convivencia social .El pueblo de la vida se alegra de poder compartir con otros muchos su tarea, de modo que sea cada vez ms numeroso el pueblo para la vida y la nueva cultura del amor y de la solidaridad pueda crecer para el verdadero bien de la ciudad de los hombres.

La clave para comprender la relacin Iglesia-polticaJuan Pablo II. La doctrina social, explica al encontrarse con obispos brasileos26-XI-2002www.ZENIT.orgCul debe ser la contribucin especfica de la Iglesia a la poltica? Juan Pablo II respondi a esta candente pregunta ofreciendo como respuesta la propuesta y la aplicacin de la doctrina social de la Iglesia.El pontfice afront de lleno la cuestin este martes al encontrarse con un grupo de obispos de Brasil, pas que --como l mismo constat-- est marcado desde hace dcadas por una gran paradoja: una potencia econmica en la que vive el inmenso contingente de brasileos que viven en situacin de indigencia.Al recibir en su quinquenal visita al obispo de Roma --ad limina apostolorum-- a los prelados de los estados de Santa Catarina y Rio Grande do Sul, el pontfice dej claro que ante esta situacin la Iglesia no pretende usurpar tareas y prerrogativas del poder poltico; pero sabe que debe ofrecer tambin a la poltica su contribucin especfica de inspiracin y de orientacin sobre los grandes valores morales.La imperiosa distincin entre Iglesia y poderes pblicos no debe hacer olvidar que tanto la una como los otros se dirigen al hombre; y la Iglesia "experta en humanidad", no puede renunciar a inspirar las actividdes polticas para orientarlas al bien comn de la sociedad, insisti.

Esta contribucin de la Iglesia a la poltica, segn constat el Papa, queda comprendida por la doctrina social de la Iglesia, a la que describi como ese conjunto de principios y criterios que, como fruto de la Revelacin y la experiencia histrica, fueron decantndose para facilitar la formacin de la conciencia cristiana y la implementacin de la justicia en la convivencia humana.

Para expresarse mejor, enunci de manera positiva algunos de los criterios de la justicia social: Por ejemplo, el amor preferencia por los pobres, para que alcancen un nivel ms digno de vida; el cumplimiento de las obligaciones asumidas en contratos y convenios; la proteccin de los derechos fundamentales exigidos por la dignidad de la persona humana; el uso correcto de los propios bienes, que redundan en beneficio individual y colectivo, coherentemente con el objetivo social que corresponde a la propiedad, el pago de los impuestos....Con gran inters pedaggico, el obispo de Roma ilustr concretamente tambin estos criterios desde su perspectiva negativa, como las violaciones de la justicia, el salario insuficiente para el sustento del trabajado y de su familia; la injusta apropiacin de los bienes ajenos; la discriminacin en el trabajo y en los atentados contra la dignidad de la mujer; la corrupcin administrativa o empresarial; el afn exagerado de riqueza o de lucro; los planes urbansticos concretados en moradas que, en la prctica, promueven le control de la natalidad a causa de presiones econmicas; las campaas que violan la intimidad, la honra, o el derecho a la informacin; las tecnologas que degradan el ambiente, etc..A continuacin, el Papa hizo un repaso del dficit histrico de desarrollo social que ha vivido Brasil para concluir que, a parte de insuficientes medidas de proteccin social y de redistribucin de la renta, lo que realmente puede haber faltado ha sido una concepcin tica de la vida social.Hace algunos aos --record--, a propsito de la cada del muro de Berln y del fracaso del marxismo, quise recordar que "no es posible comprender al hombre, considerndolo unilateralmente a partir del sector de la economa, ni es posible definirlo simplemente tomando como base su pertenencia a una clase social" (Centesimus Annus, 24). Del mismo modo, no puede ser juzgado como un elmento ms de la economa de mercado, pues "por encima de la lgica de los intercambios a base de los parmetros y de sus formas justas, existe algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad. Este algo debido conlleva inseparablemente la posibilidad de sobrevivir y de participar activamente en el bien comn de la humanidad" (Ibdem, 34).La aplicacin de planes y medidas a largo plazo para corregir los desequilibrios existentes no pueden nunca prescindir del empeo de solidariad institucional y personal de todos los brasileos. Con este objetivo, los catlicos, que constituyen la mayora de la poblacin brasilea, pueden dar una contribucin fundamental.Una visin de la economa y de los problemas sociales desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia lleva a considerar las cosas siempre desde el punto de vista de la dignidad del hombre, que trasciende a los factores econmicos, afirm.Por otro lado --sigui diciendo--, ayuda a comprender que para alcanzar la justicia social se requiere mucho ms que la simple aplicacin de esquemas ideolgicos originarios por la lucha de clases, como por ejemplo, a travs de la invasin de tierras --ya reprobada en mi viaje pastoral en 1991-- y de edificios pblicos o privados, o por citar otros, la adopcin de medidas tcnicas extremas que pueden tener consecuencias mucho ms graves que la injusticia que pretenden resolver, como es el caso del incumplimiento unilateral de los compromisos internacionales.

En esta labor de promocin de la justicia, el Papa pidi a los obispos brasileos estimular todas las potencialidades y riqueza del pueblo de Dios, especialmente de los laicos, para que en la medida de lo posible reine en Brasil una autntica justicia y solidaridad, que sea fruto de una coherente vida cristiana.Para ello, concluy, es necesario trabajar incansablemente en la formacin de los polticos, de todos los brasileos que tienen poder de decisin, grande o pequeo, y en general de todos los miembros de la sociedad, para que asuman plenamente sus propias responsabilidades y sepan dar un rostro humano y solidario a la economa.