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Ayala Cuadernos de REVISTA DE LA FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE GENEALOGÍA Y HERÁLDICA Y CIENCIAS HISTÓRICAS ISSN 1576-2068 Dep. Legal M-10186-2000 Número 84 Octubre-Diciembre 2020

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  • A y a l a C u a d e r n o s d e

    REVISTA DE LA FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE GENEALOGÍA Y HERÁLDICAY CIENCIAS HISTÓRICAS

    ISSN 1576-2068 Dep. Legal M-10186-2000 Número 84 Octubre-Diciembre 2020

  • Cuadernos de Ayala 84 - OCT/2020 [2]

    Aunque la mayor parte de los pronósticos se inclinaban hacia su elección como nuevo Gran Maestre de la Religión hospitalaria, finalmente la anunciada reunión del Consejo Pleno de Estado, celebrada en Roma el domingo 8 de noviem-bre, se ha concluido con la elección de un simple Lugarteniente General, con el mandato previsto de un solo año. A la reunión han asistido 44 de los 56 caballeros con derecho a voto, y la elección no ha sido unánime, sino tan solo mayoritaria. Todo parece indicar que los señores de la Religión prefieren abrir otro periodo de gobierno provisional, para du-rante el mismo llevar a cabo las reformas constitucionales y estatutarias de su preferencia: básicamente, las de apartar a los caballeros profesos del gobierno de la Orden, para dar su lugar a los de obediencia o devoción que son los verdaderos aparatchiks de la Gran Canci-llería sanjuanista. El proceso previsto debe-ría concluirse con la reorganización de la ex-soberana Orden, para conformarla como una elegante organización no gubernamental, para nada nobiliaria, caritativa, eso sí, y destinada pre-ferentemente al acopio de fondos para las arcas pontificias -cual ya ocurre con la Orden del Santo Se-pulcro de Jerusalén-. Y en ese contexto, el papel del nuevo Lugarteniente General tiene muy limitadas posibilidades de realizar cualquier acto de gobierno, pues se trata tan solo de un hombre de transición, meramente decorativo y muy sujeto tanto a los jerarcas de la Gran Cancillería como a los monseñores vaticanos.

    Frà Marco Luzago, nacido en Brescia -norte de Italia- en 1950, en el seno de una familia noble y emparentada con el Papa Pablo VI, estudió Me-dicina en las Universidades de Pádua y de Parma,

    pero abandonó esa carrera profesional para dedicarse a la administración de los inte-

    reses de su familia –en el sector de la distribución alimentaria-.

    Ingresó en la Orden de Malta como caballero de honor y devo-ción en 1975, en el Gran Prio-rato de Lombardía y Venecia, y emitió los votos religiosos so-lemnes en 2003, pasando a ser caballero de justicia. En 2011 fue promovido a comendador de justicia y, transferido al Gran Priorato de Roma, en el que

    ocupaba el cargo de bibliotecario. Apartado siempre de toda acción

    de gobierno en el seno del Gran Magisterio, ha residido hasta ahora

    retirado en una encomienda de provin-cias, y ha sido delegado de la región de Le

    Marche. El nuevo Lugarteniente General

    aceptó el cargo y prestó el mismo dia de su elección el preceptivo juramen-to, ante el Consejo Pleno de Estado y ante el representante del Papa Fran-cisco, el arzobispo monseñor Silva-no María Tomasi, cardenal electo. A sus setenta años es, según los que le conocen, un hombre pia-dosísimo, muy bondadoso, y muy poco ambicioso. Los observadores de la crisis de esta Orden ven en él

    a un gobernante de escasa trayec-toria, una figura de tránsito, que será

    incapaz de frenar el constante declive de la Orden.

    Dr. Vizconde de Ayala

    EDITORIAL

    NUESTRA PORTADARetrato de doña Ángela de Ceballos y Olarria, Marquesa de Viluma, luciendo en su antebrazo siniestro la insignia-distintivo concedida en 1815 a las integrantes de la Junta Patriótica de Señoras de Fernando VII,

    establecida en Cádiz durante el asedio francés (óleo de Federico de Madrazo, en comercio)

    FRÀ MARCO LUZAGO, ELECTO LUGARTENIENTEDEL GRAN MAESTRAZGO DE LA ORDEN DE MALTA

    Armas de Frà Luzago por Marco Foppoli

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    Las luces de la Ilustración, y algo más tarde las turbulencias de la invasión francesa de 1808-1814, produjeron muchos cambios en la socie-dad española, y uno de ellos fue la decidida par-ticipación femenina en los asuntos públicos(1). Una presencia femenil que ya se había inicia-do en la villa y corte de Madrid en los años car-olinos, cuando a la som-bra de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País (establecida en 1775), surgió en 1787 la Junta de Damas de Honor y Mérito, que tantas activ-idades benéficas realizó entonces y durante todo el siglo XIX(2). Tengo escrito que en las postri-merías del siglo XVIII, la consideración social de la mujer había crecido lo suficiente como para que las señoras fuesen tenidas en cuenta en muchos aspectos, y probablemente este cambio pueda relacionarse con la política de fomento, mediante la cual los ilustrados trataban de implicar a las mujeres que compartían sus ideales de avance social, industrial, técnico y científico(3). En tal contexto social, otra de estas iniciati-vas femeninas surgió en la Cádiz del asedio, a fina-les de 1811, cuando se formó una sociedad -como se decía entonces-, exclusivamente formada por mujeres, o mejor dicho por señoras de la nobleza y de las clases acomodadas, cuyo fin era sobre todo la beneficencia para con las tropas de los Reales Ejércitos y Armada, a través del altruismo patrióti-co. Una solicitud de la Junta Superior de Gobierno de Cádiz para allegar vestuario, calzado y cor-reajes para los combatientes, movió a una anóni-ma gaditana -L.M.P. eran sus iniciales- a hacer un llamamiento a través del periódico de aquella plaza El Redactor General, del 9 de agosto de 1811, pro-

    moviendo la movilización de las señoras residentes en ella. Nacía así la Junta Patriótica de Señoras de Fernando VII de Cádiz(4), que eligió por su presi-

    dente a doña Tomasa de Palafox y Portocarrero, Marquesa de Villafranca y más tarde Duquesa de Medina Sidonia (1780-1835), forastera, refugia-da en Cádiz en 1810(5); y como vicepresiden-te a doña Mariana O’Ryan, Marquesa de Casa Rábago, gaditana. Ambas pidieron permi-so para asociarse a la Regencia, en nombre de sus congéneres, el 19 de octubre de 1811(6); y tan alta autoridad no

    solo lo concedió, sino que les proporcionó algunas cantidades. A ellas se unieron un gran número de seño-ras: no solo esposas de nobles, de militares y de comerciantes, sino algunas damas ilustradas -poetisas, dramaturgas, escritoras, publicistas, tra-ductoras...-. Las dos secretarias de la Junta fueron la incansable doña María de Loreto de Figueroa y Montalvo, y doña María Gertrudis Carasa. Enseguida se redactaron unos estatutos, que se imprimieron(7): la Junta de Señoras, a más de sus dos presidentes y dos secretarias, tuvo una tesore-ra, la Marquesa de Casa Sarria, y tres depositarias -de efectos, de vestuario, y de prendas y donati-vos-. Se organizaron por barrios, con dos comis-arias en cada uno de los veinte cuarteles en que se dividió la ciudad(8). Las cuentas habrían de ser publicadas dos veces al año, y así se hizo en 1812. La principal promotora, doña Engracia Coronel, refugiada de Málaga, esposa y madre de oficiales, a más de patriota enardecida, era más bien democrática, pues en la primera reunión de

    LA INSIGNIA DISTINTIVO DE LAJUNTA PATRIÓTICA DE SEÑORAS DE FERNANDO VII

    ESTABLECIDA EN LA CIUDAD DE CÁDIZ(1811-1815)

    por el Dr. Vizconde de Ayala

    DE RE PREMIAL

    La ciudad de Cádiz (litografía coloreada del siglo XIX)

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    la Junta, el 16 de noviembre, manifestó que todas somos iguales en voto y representación, porque nos reúne un propio espíritu, un idéntico deseo, y una misma satisfacción(9). Aquella primera reunión tuvo lugar en el Hospital de Mujeres gaditano, y en ella también habló la presidente Villafranca, publicándose su dis-curso en el Semanario Patriótico el 11 de diciembre de 1811. T a m b i é n e n s e g u i d a comenzaron a trabajar, y cierta-mente aquellas señoras traba-jaron mucho y bien, cosiendo por sí o por medio de artesanos, fabricando y acopiando hilos, madejas, hilazas, vendas, sacos, sábanas y almohadas para los hospitales militares; pero sobre todo uniformes para los solda-dos: casacas, calzones, camis-as, morriones, correajes, mochi-las, calzado, e incluso tambo-res y trompetas. Todo esto fue costeado con los donativos y las aportaciones de las socias, y con las cuestaciones que aquellas señoras realizaron yendo en persona casa por casa: nadie podía negarse a las irresistibles peticiones de aquellas simpáticas marquesas y condesas. Una de sus actuaciones iniciales, y más relevantes, fue la fabricación y entrega de 850 uni-formes completos para el Regimiento de Infantería de Guadix, entregados el 23 de abril de 1812 con gran solemnidad, tras una misa, formación de la fuerza con bandas de música, y rancho extraordi-nario para esas tropas, compuesto de arroz, carne, tocino, pan, vino y naranjas. También en 1812 se vistió completamente al tercer Escuadrón de Artillería a caballo. Aparte de las cincuenta señoras nombradas en estas páginas y en las de El Redactor General, no conocemos la relación completa de las señoras condecoradas, aunque no dudamos que lo fuesen todas las integrantes de la Junta en Cádiz, y tam-bién las socias y comisarias peninsulares y ultra-marinas. Solo conocemos los nombres de algunas más de ellas: la Duquesa de Rivas, la Condesa de Villamonte, las Marquesas de los Álamos, de Ussel, de Tabalosos y de Sales; doña Francisca Larrea Aherán, escritora y madre de la escritora Fernán Caballero(10); doña Rosa Sanabria, cit-

    ada por la Coronel en su discurso de apertura; doña María de la Cruz Mora de Fernández de Cossío(11); y la escritora doña Francisca Larrea Aherán(12).

    Muy luego la Junta gaditana se fijó el objetivo de recabar los socorros de los patriotas amer-icanos, a cuyo fin se envió un llamamiento a las principales capitales ultramarinas(13). La respuesta fue muy favorable, y muy pronto comenzaron a lle-gar los donativos desde toda la América hispana, en donde residían muchas distinguidas Casas nobiliarias y muchísimas familias de militares, funcionarios y vecinos patriotas: así, fueron crecidos, y en oro y plata con-tante y sonante, los fondos envia-dos desde La Habana, Veracruz, Campeche, Guatemala, y hasta Lima. La Junta Patriótica de Señoras de Cádiz designó muy pronto a otras señoras comision-adas en las principales ciudades

    americanas: así, en La Habana lo fueron doña María de la Concepción de Vidaurreta, Marquesa de Someruelos, doña María Ignacia de Zayas y Sentmenat(14). En Yucatán, doña María Gracia Castro de Romay y doña María Dolores Borreyro de Cánovas. En Guatemala, doña Pilar de Azlor y Bustamante(15), hermana de la heroica Condesa de Bureta; doña María Antonia de la Rocha Echanove y doña Tomasa Meneses Bolio(16). En Veracruz, doña María Josefa Bouza de Landero, doña María del Carmen Muñoz de Cos, doña Ana Josefa Zabaleta de Panes(17), doña María de la Soledad Esaín de Zabaleta y doña Antonia Mascato de Toro(18). Y en la Ciudad de los Reyes -Lima- lo fue doña Ángela de Ceballos y Olarria, esposa entonces del general Pezuela, de quien luego diremos más. Ya en 1813, a medida que los Reales Ejércitos iban expulsando a los franceses del ter-ritorio peninsular, se fueron sumando a la Junta muchas otras señoras de las ciudades y villas liberadas: así, Sevilla, cuya comisaría integrar-on la Marquesa de la Granja, la Condesa de Mejorada y la Condesa viuda de Montelirios; así, en Écija, la Marquesa de Alcántara, la Condesa de Valhermoso, doña María y doña María Pastora

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    de Aguilar. Pero también hay noticias de las de Zafra, Jerez de la Frontera, Ferrol, el Puerto de Santa María, y Málaga. Lograron reunir 885.155 reales, con los cuales se alcanzó a uniformar a más de dos mil soldados de Infantería, Caballería, Artillería, Real Armada y Reales Guardias. Terminada victo-riosamente la guerra con la derrota, destronamiento y prisión de Napolén, y la liberación del Rey, la Junta Patriótica de Señoras orga-nizó una solemne misa de acción de gracias con tedeum en la iglesia de San Francisco. Pero aún en 1815 continuaban sus trabajos, proporcionando vestuario al Regimiento de Caballería de la Reina. Entonces, consid-erando ya cumplidos sus fines, la Junta Patriótica de Fernando VII acordó su disolución, envian-do una memoria de todos sus logros y actividades al Ayuntamiento gaditano(19), y el donativo del remanen-te de efectos y dineros al Rey, solicitando su anuen-cia para su cesación, que les fue concedida por real orden de 27 de julio. Don Fernando VII, muy agradecido a sus buenos servicios, hizo entonces algo insólito en la historia premial hispana, cual fue el otorgamiento de una condecoración privativa a todas las seño-ras que habían integrado la benemérita Junta Patriótica de Señoras de Fernando VII, en Cádiz y en otros lugares de las Españas, peninsulares y americanas. La real orden citada, fechada como digo el 27 de julio de 1815 y transmitida por el min-istro de Estado, decía así literalmente:

    Habiendo dado cuenta el Rey de la solicitud de esa Junta Patriótica de Señoras, que al mismo tiempo que añade una nueva prueba de amor á su Real Persona en el voluntario donativo de quince zurrones de añil, pide su Real beneplácito para disolverse, S.M., que siempre ha considerado como una de las acciones que tienen mayor derecho á

    su soberana gratitud la institución oportu-na de dicha Junta, que en tan críticas cir-cunstancias supo distinguirse con servicios en que tan notablemente brillan la lealtad,

    generosa bizarría y amor patriótico acreditado por las matronas españolas en el caso de mayor conflic-to; se ha servido conceder dicha licencia en atención á haber ya felizmente cesa-do las circunstancias que motivaron su reunión. Pero, no queriendo S.M. que se pierda ni la memoria ni el provechoso exemplo de tan útiles servicios se ha dignado resolver que en la Gaceta de la Corte se haga mención honorífica de las circunstancias que tanto las recomienda, y para que las Señoras que compusieron dicha Junta conserven un testimonio de lo aceptas que han sido á S.M. sus patrióticas tareas, se ha dignado concederlas la pre-eminencia de poder usar con el trage serio ó de cer-emonia la cifra de su Real nombre que eligieron por advocación de su Junta, la que llevarán esmaltada en un brazalete de oro ceñido á el brazo izquierdo, cuyo diseño y dimensiones tiene

    S.M. la benigna complacencia de remitir al gusto y dictamen general de ellas mismas.De Real orden lo comunico á V.S. para su inteligencia y satisfacción de la Sociedad. Dios guarde á V.S. muchos años. Madrid 27de Abril de 1815. Pedro de Ceballos.Señora Secretaria de la Sociedad Patriótica de Señoras de Cádiz(20).

    Pero la versión de esta real orden, publica-da en la Colección de Decretos de Don Fernando VII correspondiente al año de 1815, en sus páginas 610- y 611, no era idéntica, y sí mucho más expresiva y elogiosa:

    En consecuencia de la paternal bondad con que cuida el Rey nuestro Señor de no dejar sin recompensa ninguna las pruebas

    La Marquesa de Villafranca retratando a su esposo (óleo de Francisco de Goya en el Museo del Prado)

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    de patriotismo y leal adhesión a su Real Persona, manifestadas durante su ausencia por cualquier clase de sus amados vasal-los, no han podido menos de hallar el lugar más distinguido en su soberana gratitud los importantes y voluntarios servicios hechos por la Junta patriótica de Señoras, establecida en Cádiz en el largo y memo-rable bloqueo de aquella plaza; y habiendo dado ocasión a que S.M. los tomase en particular consideración la sen-cilla solicitud de la Junta de que S.M. la concediese su Real permiso para disolv-erse, en atención a haber felizmente cesa-do los motivos de su reunión, añadiendo una nueva demostración de leal-tad en la oferta que hacían a S.M. de 15 zurrones de añil, quiso S.M. infor-marse deten ida-mente de la natu-raleza y extensión de tan útiles servi-cios; lo que elevado a su superior conocimiento por medio de su primer Secretario de Estado el Excmo. Sr. D. Pedro Cevallos, sirvió a S.M. del mayor agrado y complacencia el reconocer en el expediente instruido con los más verídicos informes los más patentes testimonios del zelo, actividad y generosa bizarría con que tan beneméritas Señoras se dedicaron a poner en práctica cuanto pudo cooperar en aquel tiempo al socorro, alivio y entu-siasmo de los defensores de su causa. Ni fue menos grato a S.M. la tierna memoria y reconocimiento que hicieron de su Real nombre, eligiéndole por empresa y divisa de sus tareas, mientras era víctima de la agresión más alevosa; en cuya consecuen-cia llamaron a su reunión Junta patriótica de Fernando VII. El resultado de tan bizarro pensamiento goza ya de la mayor notorie-dad en el público por sus útiles y conocidos efectos, que fueron el haber equipado y armado gran número de los cuerpos de tropa y marinería que, no sólo sirvieron

    a la gloriosa defensa de las murallas de Cádiz, sino que llenos de entusiasmo y valor, salieron de ellas a disputar al enemi-go la posesión de las provincias que infes-taba. Penetrado el magnánimo corazón del rey de todas las circunstancias merito-

    rias que envuelve la referida conducta, no sólo ha venido en acceder a la

    solicitud de la Junta dignándose admitir graciosamente la última demostración de su amor y fidel-idad, sino que no queriendo se borre de la memoria tan bello y loable ejemplo, se ha ser-vido conceder a las Señoras que fueron individuas de ella la preeminencia de usar, con el traje de serio o de ceremo-nia, la cifra de su Real nombre,

    esmaltada en un brazalete de oro, que ceñirán al brazo izqui-

    erdo; teniendo S.M. la benigna complacencia de remitir al gusto y

    dictamen general de ellas mismas la elección de su diseño y dimensiones.

    El distintivo de esta condecoración consistió al fin en una insignia ovalada, en cuyo centro se mostró la cifra regia fernandina, pues-ta bajo manto y corona real,

    sobre fondo azul o rojo, y orlada de una bordura de esmalte blanco con el lema “A la Junta Patriótica de Señoras de Cádiz”. Para recalcar su carácter femenino, tal insignia-distintivo habría de lucirse a modo de brazalete, sobre el brazo izquierdo, y solo vistiendo en traje de serio o de ceremonia. En el Museo del Ejército se conserva una de estas insig-nias, realizada en oro y esmaltes finos, y pendiente de una cinta muy deshilachada y de colores perdi-dos(21). La concesión se llevaba a efecto mediante un oficio o certificación expedido por la secretaria de la Junta, que se remitía además a la Primera Secretaría de Estado y del despacho, cuyo titular expedía el diploma en nombre del Rey-. Se nos han conservado los ejemplares pertenecientes a la presidente Marquesa de Villafranca(22); a doña María de la Cruz Mora(23), y a la citada escritora doña Frasquita Larrea. Eran de este tenor:

    †La Junta Patriótica de Señoras de Cádiz tiene el gusto de enviar á V. S. en esa copia certificada por mí, que le servirá de diplo-

    Doña Ángela de Ceballos y Olarriaesposa del brigadier Pezuela

    poco antes de la época en que fue condecorada(miniatura, col. Vizconde de Ayala, Segovia)

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    ma, la noticia del distintivo que S.M. con-cede á este Cuerpo de que V.S. participa, como individua de él, que es un evidente testimonio de la bondad con que mira nues-tros servicios, acreditada con las benignas expresiones con que nos honra y con la concesión de ésta señal de su agrado, que nosotras no nos atreveríamos á pedir, cuya concesión será siempre un estímulo á nuestra gratitud.Así mismo se ha servido S M. con fecha poster ior conceder la solic-itud de la Junta de poder usar con todo traje decen-te y decoroso el citado distintivo, cuyo modelo está en la Secretaría de mi cargo arreglado exactamente al que manda llevar; lo que participo á V.S. para su inteligencia y satisfacción, y pues se digna S.M. concedernos la súplica que le hemos hecho de cesar en nuestras tareas tam-bién lo noticiamos á V. S. á nombre de la Junta, en el que le doy las más expresivas gracias por el zelo con que ha contribuido al desempeño de un instituto que por él se vé tan honrada del Rey.Dios guarde á V S. muchos años. Cádiz 27 de Octubre de 1815. María Loreto Figueroa y Montalbo, Secretaria.Sra. D.ª María de la Cruz Mora de Cossío.

    El diploma oficial, expedido por el titular de la Primera Secretaría de Estado y del Despacho universal, decía literalmente así:

    Don Josef García de León y Pizarro, cabal-lero gran cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, de la de San Fernando y del Mérito de Nápoles, de la de San Alejandro Newsky y de Santa Ana de Rusia, y de la del Águila Roja de Prusia, Consejero de Estado y primer Secretario de Estado y del Despacho universal,

    Superintendente general de Caminos, de Correos y Postas en España é lndias & & &.Por cuanto la Señora Doña María de la Cruz Mora de Cossío ha acreditado en debida forma haberse hecho digna de la insignia de distinción que el Rey nuestro

    Señor tuvo á bien conceder por su res-olución de 27 de Julio de 1815 á

    las Señoras que compusieron la Junta de Damas Españolas de

    Fernando VII, establecida en Cádiz con el objeto de servir á la causa de la Religión del Rey y de la Patria. Por tanto, y para dar S.M. á la expresada Señora Doña María de la Cruz Mora de Cossío, Socia de dicha Junta Patriótica, un público testimonio de su Real aprobación,

    y de la estimación que le merece el distinguido méri-

    to que contrajo desplegando su zelo patriótico en habilitar

    al Soldado, que olvidando su desnudez se aprestaba á batirse

    con enemigos bien equipados, ó que vencido ó prisionero buscaba arbi-

    trios para volver á la pelea en que la España se declaró heroicamente empeñada por todo el tiempo que durase la usurpación de su cetro; ha

    venido en mandar que se la expida la pre-sente cédula para que pueda usar libre-mente de la mencionada condecoración, que debe ser arreglada al diseño presen-tado y aprobado en la citada Real resolu-ción; y previene no se la ponga el menor impedimento en el uso de ella por ninguna Autoridad, por ser así su voluntad sobera-na.Dada en Palacio á doce de diciembre de mil ochocientos y diez y siete. José Pizarro (hay dos sellos, uno en lacre rojo con las armas reales de España, y otro grabado en negro con el escudo de armas de D. José Pizarro)

    Volviendo ya a doña Ángela de Ceballos y Olarria, que fue socia comisaria de la Junta Patriótica de Señoras gaditana en la ciudad de Lima, capital del virreinato del Perú, diremos que fue una señora de un carácter altivo y más que

    Insignia rica del brazalete de laJunta Patriótica de Señoras de Cádiz

    que perteneció a Dª Ángela de Ceballos(Segovia, ant. col. Solís Peñalosa)

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    fuerte, y que perteneció a una de las más ilus-tres familias de la Montaña, y más precisamente a la Casa de Ceballos establecida en el lugar de Cubas (Cantabria). Había nacido en Santander el 21 de febrero de 1769, siendo hija de don Ramón Benito de Ceballos Prieto y Bustamante, alférez mayor y regidor perpet-uo de Santander, mayora-zgo de Cubas, y de la gui-puzcoana doña Manuela de Olarria y Sarasti. Se casó en la misma ciudad, el 28 de febrero de 1793, con el entonces teniente coronel de Artillería don Joaquín de la Pezuela y Sánchez de Aragón (1761-1830), orig-inario de Entrambasaguas: de esta unión nacieron diez hijos, entre ellos el político Marqués de Viluma, y los militares Conde de Cheste y don José de la Pezuela, his-toriador de Cuba. Siendo ya coronel su marido, le acom-pañó hasta la capital perua-na en 1804, donde Pezuela reorganizó la Subinspección de Artillería del Perú. En Lima, la vida transcurrió tran-quila hasta las turbulencias de la invasión francesa y las de la insurrección de Buenos Aires: su esposo, ya gener-al de los Reales Ejércitos, mandó como general en jefe el Ejército Real del Perú (1813-1816), con gran éxito; y después fue, con menos éxito, el penúltimo virrey del Perú (1816-1821). Tras la rebelión de Aznapuquio, toda la familia regresó a la Península, donde el esposo fue capitán general de Madrid, y recibió en 1820 el título de Marqués de Viluma(24). Viuda desde mediados de noviembre de 1830, la Marquesa doña Ángela falleció en 1841 en su casa de Madrid, en la calle del Piamonte esquina a la del Barquillo. A diferencia del ejemplar conservado en el Museo del Ejército, la propia insignia-distintivo de doña Ángela de Ceballos, que hoy se conserva en Segovia, en poder de una de sus tataranietas, es de una mayor y notable riqueza, por estar realizada en oro y plata, y guarnecida de brillantes tanto en la cifra fernandina, como en la orla exterior. Este ejemplar rico del brazalete fernan-

    dino, es el que la virreina luce en un soberbio retrato de José de Madrazo, que perteneció a su hijo el primer Conde de Cheste y Vizconde de Ayala, Grande de España, capitán general de los Ejércitos Nacionales y caballero del Toisón de Oro. Notemos que pende de un lazo de cinta con

    los colores nacionales -rojo y gualda-, que, si bien aún no lo eran propiamente en la época de la concesión, sí que formaban ya entonces el pabellón español más popu-lar, al ser el que ondeaba no solo en los buques de la Real Armada, sino también en todas las plazas y fortalezas marítimas. Como la de Cádiz.

    N O T A S1) Gloria Espigado Tocino y Ana Mª Sánchez Álvarez, “For-mas de sociabilidad femenina en el Cádiz de las Cortes”, en C. Sánchez, M. Ortega y C. Valiente, Género y ciudada-nía: revisiones desde el ámbi-to privado: XII Jornadas de Investigación Interdisciplinaria, 1999, págs. 225-242. Gloria Espigado Tocino, “La Junta de Damas de Cádiz: entre la rup-tura y la reproducción social”, en MG. Espigado y M.J. de las Pascua, Frasquita Larrea y Aherán: europeas y españolas en la Ilustración y el Roman-ticismo, 2003, págs. 243-266;

    y también “Armas de mujer: el patriotismo de las españolas en la guerra de la Independencia”, en E. de Diego García y J.L. Martínez Sanz, El comienzo de la Guerra de la Independencia, I, Madrid, 2009, págs. 709-749.2) Josefa Amar y Borbón, “Discurso en defensa del talento de las mujeres y de su aptitud para el Gobi-erno”, en Memorial Literario, Madrid, 1786. Palo-ma Fernández Quintanilla, La mujer ilustrada en la España del siglo XVIII, Madrid, 1981. María del Car-men Iglesias, “La nueva sociabilidad: mujeres nobles y salones literarios y políticos”, en Nobleza y sociedad en la España Moderna, II, Madrid, 1997, págs. 177-230.3) Alfonso de Ceballos-Escalera Gila, Marqués de la Floresta, La Real Orden de Damas Nobles de la Reina María Luisa, fundada en 1792, Madrid, 1997, págs. 75-77.4) Sobre esta asociación femenina, véase la tesis

    Insignia de la gaditana Junta Patrióticade Señoras de Fernando VII

    en el Museo del Ejército, Toledo

  • Cuadernos de Ayala 84 - OCT/2020 [9]

    doctoral de Juan Antonio Vila Martínez, El asociacion-ismo en la Ciudad de Cádiz 1800-1874, Cádiz, Uni-versidad de Cádiz, 2007, págs. 158-163.5) Pintora aficionada, esposa en primeras nupcias del mariscal de campo don Francisco de Borja Álva-rez de Toledo, Marqués de Villafranca y heredero de la Casa ducal de Medi-na Sidonia, e hija de la culta Condesa de Mon-tijo. Sobre ella puede verse el estudio de Glo-ria Espigado Tocino, “La marquesa de Villafran-ca y la Junta de Damas de Fernando VII”, en I. Castells, G. Espigado y M. Romeo, Heroínas y patriotas. Mujeres de 1808, Madrid, Cátedra, 2009, págs. 317-342.6) Archivo Ducal de Medina Sidonia (ADMS), legajo 1968.7) Estatutos de la Socie-dad de Señoras esta-blecida en esta ciudad de Cádiz bajo el título de Fernando VII, Cádiz, Imprenta de Niel e Hijo, 1812.8) La relación nominal de todas ellas fue pub-licada por El Redactor General del 3 de diciem-bre de 1811.9) Eugenia Coronel, Discurso que hizo a las Señoras de la Socie-dad Patriótica del Señor Don Fernando VII su fundadora, el día de su establecimiento, Cádiz, Imprenta de Gómez de Requena, 1811.10) Gloria Espigado Tocino, “Las mujeres y la política durante la Guerra de la Independencia”, en Ayer, 86 (2012), págs. 67-88.11) Manuel Gómez Imaz, Un héroe gaditano, Sevilla, 1896, págs. 5-6.12) Marieta Cantos Casenave y Beatriz Sánchez Hita, “Escritoras y periodistas ante la Constitución de 1812 (1808-1823)”, en Historia Constitucional, 10 (Universi-dad de Oviedo, septiembre 2009), pág. 148. Su diplo-ma, en el archivo Osborne.13) El llamamiento iba firmado por la secretaria doña

    María de Loreto de Figueroa, y apareció publicado en El Conciso del 4 de enero de 1812.14) Esta suscribió Habitantes de La Habana, de ambos sexos y condiciones, impreso en La Habana, Imprenta de Arazoza y Soler, 1812.15) Esta señora hizo una patriótica proclama en el

    suplemento a la Gazeta de Guatemala del 20 de junio de 1812.16) Ambas publicaron un llamamiento patriótico en el Diario del Gobierno de La Habana del 13 de septiembre de 1812.17) AGI, Estado, 31, N.43: carta nº 19 de D. Félix María Calleja, vir-rey de Nueva España, al ministro de Estado, dando cuenta haber den-egado a Josefa Panes el uso de un brazalete de oro con el nombre del Rey, que se ha impues-to a las señoras que for-maron parte de la Junta Patriótica de Fernando VII, por no haber recibi-do la autorización por el conducto debido: Méxi-co, 30 de junio de 1816. Acompaña testimonio del expediente instruido a instancia de la señora Josefa Panés sobre que se le permita el distinti-vo.18) Las cinco suscri-bieron el llamamiento Veracruzanas, impreso sin lugar ni fecha: ejem-plar en ADMS, legajo 1968.19) Archivo Histórico

    Municipal de Cádiz, caja 5699.20) Transcrita por Manuel Gómez Imaz, op. cit., págs. 23-24.21) Museo del Ejército, Toledo, inventario 40.945.22) ADMS, legajo 1968. Está firmado por don José García de León y Pizarro, ministro de Estado, y fechado el 12 de diciembre de 1817.23) Manuel Gómez Imaz, op. cit., págs. 23-26.24) Su semblanza, por Julio Albi de la Cuesta, en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia.

    Modo y cinta del brazalete distintivo de la Junta Patriótica de Señoras de Cádiz en un retrato de

    Dª Ángela de Ceballos y Olarria, Marquesa de Viluma(óleo de Federico de Madrazo, circa 1830)

  • Cuadernos de Ayala 84 - OCT/2020 [10]

    Desde 1970

    AMBIENTE AGRADABLEESPECIALIDAD EN CÓCTELES

    TERRAZA DE VERANO

    Fernando el Católico 77MADRID

    DOCUMENTA

    Menú de las bodas de Don Juan de Borbón y Battenberg, Príncipe de Asturias, con su prima Doña María de las Mercedes de Borbón y Orleáns

    (Roma, 12 de octubre de 1935)Al dorso, las firmas del doctor Albiñana, de D. Pedro Sáinz Rodríguez,

    y de D. Rafael Alcalde (Segovia, col. particular)

  • Cuadernos de Ayala 84 - OCT/2020 [11]

    funzionari, ufficiali specializzati, che nei secoli della monarchia borbonica avevano permesso alla Casa Reale dei Borbone di funzionare nel modo migliore, aiutando la stessa, con la loro opera, unitamente ai giuristi ed ai funzionari del tempo, a mantenere vivo e fulgido il loro diritto dinastico e la nobiltà del Regno, così come a gestire i nobili e i loro diritti, gli usi e le prassi nelle Due Sicilie[3].

    A tal proposito cercherò quindi, in questo breve ed imperfetto articolo (per il quale rimando per approfondimenti allo studio pubblicato sull’An-nuario della Nobiltà Italiana), di delineare i tratti storici e caratteristici di uno, fra questi fondamentali ufficiali e funzionari della Real Casa, che si occupa-vano di vari ed importanti aspetti legati alla gestio-ne della nobiltà del regno ed al rapporto di essa con la Real Casa e la corte reale: il Re d’Armi (Re dell’Armi o Araldo Reale), con i suoi Araldi.

    In sintesi possiamo accennare come il Re d’Arme aveva alcuni precisi e chiari compiti. Ad

    IL RE D’ARME NELLE DUE SICILIEpor el Dott. Giovanni Grimaldi, cavaliere del Sacro Militare Ordine Costantiniano di San Giorgio

    DE HERÁLDICA

    Negli ultimi anni una serie di deludenti avve-nimenti hanno dimostrato, in maniera fin troppo evidente, le gravissime lacune, normative, culturali, morali, che hanno afflitto la struttura esistente intor-no alla Real Casa dei Borbone delle Due Sicilie[1]. Nella costatazione di questa assurda e generale situazione di confusione, errori e smarrimento, le ricerche in corso da parte dello scrivente, unita-mente ad una serie di interessanti e proficue pub-blicazioni, come la straordinaria collana Cerimoniali della corte di Napoli a cura di Attilio Antonelli[2], come il recentissimo Corte e Cerimoniale di Carlo di Borbone a Napoli (a cura di Anna Maria Rao, 2020), nonché l’attuale Segreteria della Real Casa (che dimostra ben altro e più sentito spirito ed impegno), mi hanno aiutato e stimolato ad effettua-re un primo riordino di una serie di miei appunti e di ricerche.

    Questi miei studi erano infatti volti a ricostru-ire alcune fondamentali ed indispensabili figure di

    Fidelissimae urbis Nea politanae cum omnibus viis accurata et nova delineatio, aedita in lucem ab Alexandro Baratta; stampa del 1670. Particolare del gruppo con l’Usciere ed il Re d’Armi fra i Portieri di Mazza

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    esempio, nelle cerimonie e nelle funzioni pub-bliche, accompagnato da quattro Araldi (ovvero gli Uscieri o Portieri), aveva funzioni rappresentati-ve (poi decadute) del potere sovrano; aveva inoltre il compito di controllare i diritti, usi ed abusi circa decorazioni ed addobbi araldici, così come si occu-pava anche della redazione e della conservazione di stemmi, etc. (conservati in appositi libri, che molto probabilmente formano o sono stati fonti per i manoscritti araldici sopravvissuti a tali epoche ed attualmente conservati in vari fondi, come nella Biblioteca Nazionale di Napoli e nell’Archivio di Stato di Napoli).

    Nel corso dei secoli, però, con la progressi-va burocratizzazione prima e la successiva perdita dell’apparato statale poi, si determinò però quella profonda crisi di professionisti e di competenze alle quali assistiamo desolati nelle attuali e recenti vicende della Real Casa delle Due Sicilie. Per tale motivo anche il Re d’Arme, da ufficiale prima a fun-zionario poi, finì per essere inquadrato burocratica-mente, per poi cadere nell’oblio del tempo. Allo stesso tempo, però, bisogna consta-tare amaramente come anche oggi, nonostante i tanti esperti (o sedicenti tali), istituti, associazioni etc. che si occupano di araldica e materie similari, nelle attuali regioni meridionali d’Italia, fra le loro tante opere scritte, convegni, incontri, articoli e quant’altro, non mi risulta che nessuno di loro abbia finora fatto un serio e profondo studio sulle citate ed importantissime figure di ufficiali minori quali erano l’Usciere Maggiore o il Re d’Arme, che erano in realtà i custodi di antiche tradizioni ed i veri com-petenti esperti delle loro materie; materie, storie e tradizioni così indegnamente smarrite nel tempo e finora mai recuperate.LA CASA REALE E LA CORTEFin dalle prime forme di istituzione monarchica il sovrano era stato attorniato da ministri, ufficiali e funzionari, sia per l’amministrazione del Regno, sia per quella della struttura più privata e diretta che ruotava intorno al sovrano stesso ed alla sua fami-glia (la Casa Reale vera e propria). Tale organizza-zione, chiamata appunto Casa Reale, si sviluppò nei secoli e venne strutturata con uno specifico ed articolato apparato di funzionari maggiori e minori, ufficiali, subalterni e sottoposti, che venne a coin-cidere con il Palazzo Reale stesso. Infatti, fin dalla fondazione del Regno (1131), le varie monarchie degli Hauteville e degli Hohenstaufen, degli angioini ed infine degli aragonesi, avevano avuto un loro apparato statale ed amministrativo che si occupava sia della gestione del regno che di quella del palaz-

    zo reale, la struttura più immediata e pratica per la gestione della vita dei reali, dei principi e delle loro corti. L’organizzazione burocratica centrale della monarchia normanna fu ad esempio sviluppata gradualmente e per questo non sempre netta fu la distinzione delle funzioni fra gli uffici palatini (o di corte) e gli uffici di governo del regno. Federico II, a sua volta, ampliò ulteriormente l’articolazione e la divisione delle competenze nell’apparato burocra-tico ed amministrativo del regno. Gli angioini poi, pur seguendo in generale la struttura preesistente, vollero adattarne le funzioni secondo lo stile pro-venzale e francese. I sovrani aragonesi, infine, pur volendo ripristinare le cariche di epoca sveva, per ribadirne la continuità storica e legittimista, man-tennero nella loro struttura di governo alcune inno-vazioni angioine, in modo tale che, complessiva-mente, la struttura amministrativa del regno e della Casa Reale si mantennero nei secoli articolate, ma in generale abbastanza omogenea. In seguito, con l’avvento del viceregno spagnolo, la struttura buro-cratica ed amministrativa si adattò a quella casti-gliana-leonense (ed in parte borgognona), anche per quanto riguarda la struttura della Casa reale, del cerimoniale regio e la gestione delle corte. Allo stesso modo anche che il governo vicereale adottò una struttura similare anche per la Casa del viceré e per la gestione del relativo palazzo reale[4]. Vari studi, basati su più fonti, hanno spiegato come in seguito, in epoca del viceregno di Napoli e di quello di Sicilia, la situazione tornò a diversificarsi. Infatti a Napoli la Casa del Viceré venne organizzata uti-lizzando lo stesso modello di base della corte spa-gnola, ma in sostanza creando una piccola corte a parte, con una propria struttura amministrativa ed organizzativa.

    All’inizio del XVII secolo, ad esempio duran-te il governo del conte di Monterrey, oltre i Sette Uffici del Regno, nella corte viceregia di Napoli vi erano il segretario del regno, l’usciere maggiore, il tesoriere generale, lo scrivano razionale, il montero maggiore ed il correo maggiore, che erano nomi-nati direttamente dal monarca. Il resto degli uffici era svolto da persone nominate direttamente dal viceré. Fra gli Uffici di Palazzo vari di essi diven-nero venali, e fra costoro ritroviamo il Re d’Armi, che era a servizio a Palazzo, che però, a differenza degli ufficiali omonimi spagnoli, mantenne parte delle antiche funzioni (ad esclusione, ad esempio, di quelle cavalleresche e cortesi), ma non sem-bra che si impegnò invece nel ruolo di certificato-re ufficiale di genealogie e stemmi, riconosciute legalmente, ma ne mantenne delle funzioni più pratiche. Diversamente fu invece la situazione e

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    lo sviluppo storico di tale figura nel Viceregno di Sicilia. Infatti bisogna innanzitutto evidenziare che il Viceré di Sicilia, disponendo di mezzi e servizi più ridotti rispetto a quello di Napoli, non ebbe un vero palazzo Reale, ma più una casa particular del virrey (cioè la sua istituzione si avvicinava più a Navarra, Aragona, etc. piut-tosto che a Napoli), ed infatti la Casa viceregia e non arrivò mai ad imitare i fasti regali dei seco-li precedenti. Allo stesso modo erano anche ridotti gli addetti alla casa viceregia siciliana, che venivano stipendiati dallo stesso viceré, il quale, però, disponeva solo di un esiguo fondo da parte del sovrano (e la situazione peg-giorò con il tempo).

    In epoca borbonica, infi-ne, i nuovi sovrani, nel creare la struttura della nuova monarchia, mantenendo anche la continu-ità con quelle del passato, tra-sformarono la Casa del virrey de Nápoles nell’istituzione della Real Casa dei Borbone di Napoli e Sicilia. Fra le cariche ed i fun-zionari dell’epoca precedente vollero mantenere appunto alcune figure importanti, come quella del Maggiordomo Maggiore, dell’U-sciere Maggiore/maestro delle Cerimonie[5] e quella del Re d’Armi.

    L’istituzione monarchica borbonica, quindi, fu organizzata in modo che la Casa Reale, l’organo che aveva il compito di gestire e organizzare tutte le attività giornaliere del Re, sia interne che ester-ne, potesse occuparsi della vita del sovrano e della sua corte, in modo che esse potessero esprimersi anche attraverso le cerimonie e le funzioni pubbli-che, così come attraverso il Palazzo Reale (ed i siti), che divenne il vero e proprio palco principale della monarchia, così come lo era stato in epoca vicereale.

    Pertanto divenne fondamentale per la nobil-tà e per chi aspirava a farne parte, riuscire ad otte-nere l’accesso a corte, quindi ai Palazzi reali, alle cerimonie ed alle funzioni pubbliche della monar-chia. Ovvero far parte della Casa Reale, nelle sue varie e convergenti funzioni ed articolazioni, attra-verso l’indispensabile partecipazione alla Corte Reale, che del sovrano e della Casa Reale era l’entourage ed il luogo massimo della loro espres-sione[6].

    LA NOBILTA’ A PALAZZO REALE ED A CORTE: L’USCIERE MAGGIORE ED IL RE D’ARME

    Ma spesso era difficile accertare e stabi-lire quali fossero effettivamente i nobili e quali di

    loro avessero diritto ad accedere alla corte; così come era difficile controllare i loro diritti ed evitare quindi dispute, abusi, usurpazioni ed irregolarità di vario genere. Allo stesso modo occorreva con-trollare coloro che si dichiarava-no nobili e quindi anche il loro accesso fisico al Palazzo Reale, ovvero a corte; accesso che avveniva attraverso uno specifi-co percorso ed una determinata prassi.

    Per controllare quindi la nobiltà, che era regolata da importanti questioni di diritto nobiliare, titolature, precedenze, etichette, diritti e blasoni araldici, nel corso dei secoli, così come in epoca borbonica, le istituzioni si servirono di vari Organi uffi-ciali, ma anche di vari uffici ad

    hoc. Fra questi ultimi primeggiavano sicuramente, sia per importanza pratica che simbolica, le figure dell’Usciere Maggiore e del Re d’Arme, insieme ai quali lavoravano i loro collaboratori.

    Volendo circoscrivere la ricerca su que-ste due figure solo all’epoca moderna, possiamo ricordare come questi ufficiali vennero ricompresi, nella Prammatica II del 25 aprile 1558, emessa da Filippo II di Spagna, fra gli uffici del viceregno di Napoli, ovvero come Uxier mayor del Reyno (Usciere maggiore, al servizio della persona del Viceré) e Rey de armas (Re d’arme)[7]

    Questi ufficiali (poi funzionari) erano sempre presenti nelle funzioni più importanti dello Stato e nei cortei ufficiali. Infatti il Re d’arme (o d’Armi) e l’Usciere Maggiore (Ujier Mayor) procedevano con i quattro portieri di mazza (i portieri alias Uscieri di palazzo, ovvero di Camera, detti di mazza, per-ché avevano le mazze, simbolo del comando)[8]. Miguel Díez de Aux, famoso maestro di cerimonie e usciere maggiore del Regno di Napoli, nel suo Cerimoniale nel 1622 scrisse appunto: … A segui-re gli ufficiali, gli Eletti della Città, i quattro portieri da camera con la mazza a spalla; in mezzo il re d’armi, con la tunica e lo scettro reale in mano; poi i Sette Uffici secondo il consueto ordine di

    Uno stemmario napoletano

  • Cuadernos de Ayala 84 - OCT/2020 [14]

    precedenza. Ancora dietro l’usciere maggiore e dietro di lui il capitano della guardia alemanna, seguito da Sua Eccellenza col sindaco a lato e la carrozza della viceregina a man destra, mante-nendosi in disparte per far posto al Collaterale che viene dopo il viceré….[9]. Anche alla fine del sec. XVII, le cavalcate si aprivano con la Compagnia di cavalleria, preceduta dal suo Tenente Generale e dai suoi aiu-tanti e trombetti, poi i trombet-ti della città e del re, seguiti a cavallo dai Bargelli, i Capitani di Giustizia, poi le carrozze, sedie e cavalli del Viceré e del Sindaco; poi il baronaggio (titola-ti, baroni e cavalieri), poi il corpo degli eletti della città, preceduti da ventiquattro Portieri e molti ufficiali, con il loro Maestro delle Cerimonie; dopo seguivano i Portieri di Camera del Viceré, con il Re d’Armi e il Maestro de l le Cer imon ie (Usc ie re Maggiore)[10]; poi i sette grandi uffici del Regno e finalmente il Viceré, con il Sindaco alla sua sinistra, seguiti da tutti i ministri dei tribunali ed infine chiudevano il corteo altre carrozze del Viceré e Compagnie di Cavalli[11]. Allo stesso modo essi erano sempre presenti nelle più importanti cerimonie del viceregno.

    In epoca borbonica erano in pratica gli Uscieri (o Portieri) coloro che materialmente ave-vano il compito di ricevere e riconoscere le persone che arrivavano a Palazzo Reale, a seconda dei rispettivi ranghi, titoli e privilegi, per accoglierli e smistarli nelle varie sale a loro spettanti (Uscieri di camera). Nello specifico, nel primo periodo borbo-nico, le importanti competenze in materia nobiliare erano attribuite all’Usciere Maggiore (che spes-so fu anche il Maestro delle Cerimonie), ovvero il sovrintendente generale degli addetti alla porta di Palazzo (gli Uscieri o Portieri) ed alle stanze del sovrano, mentre al Re delle Armi, il suo uffi-cio venale comprendeva vari compiti (araldici e di rappresentanza), unitamente agli Araldi. Tale gruppo si occupava quindi anche di vigilare sui Nobili (registrati come tali nei registri ufficiali, che in seguito vennero ascritti al libro d’oro ed ai registri di nobiltà), così come sui decorati delle onorificen-ze cavalleresche e quindi sugli ammessi ai Reali baciamani[12]. Pertanto l’Usciere Maggiore con i suoi collaboratori vigilava anche sul rispetto dei tito-

    li e di tutto ciò che riguardava la nobiltà[13], mentre spettava specificatamente al Re delle Armi con i suoi Araldi occuparsi delle decorazioni araldiche. I funzionari di questo gruppo dovevano essere quindi delle persone che avevano ottima compe-tenza sia araldica (stemmi e corone soprattutto), che nobiliare in senso stretto (conoscenza dei titoli

    e delle nobiltà, così come della genealogia e delle sto-rie delle famiglie illustri).

    IL RE D’ARME (Re dell’Ar-me o Araldo Reale)

    Sintet izzando era un ufficiale (poi funziona-rio) dello Stato che detene-va un ufficio specifico (poi divenuto venale), incari-cato della materia araldi-ca. Anticamente fra i suoi compiti (svolti con l’ausilio degli Araldi) vi erano quel-li di vigilare sugli stemmi e le imprese araldiche (quindi anche in base alle famiglie ed alle unioni matrimonia-li), in seguito riguardo anche al diritto dell’uso di corone nobiliari (quindi ai titoli e tipi di nobiltà) ed ai relativi elmi

    e decorazioni; inoltre doveva vigilare sugli orna-menti riservati ai titolati (fiocchi per i cavalli delle carrozze[14], baldacchini, ornamenti dei funerali, etc..). Altro dovere era quello di intervenire nelle cerimonie e funzioni reali (ed allora interveniva con la divisa ufficiale decorata delle armi reali, con lo scettro in mano ed accompagnato da quattro por-tieri (i portieri di Camera alias di palazzo, detti di mazza). Infine, quando non assisteva il re o un suo rappresentante, come ad esempio nelle pubblica-zioni di pace, guerra o di giuramento di ligio omag-gio, interveniva con la divisa ufficiale, ma senza i detti portieri. Tale carica era riservata a persone civili, che non svolgessero lavori manuali e per tale ufficio era assegnata una rendita mensile[15].

    Probabilmente si occupava anche mate-rialmente di dipingere stemmi, insegne e quant’al-tro (sia personalmente e/o attraverso suoi colla-boratori), sia per la corte che per altre persone, fra i quali nobili e ricchi borghesi. Famosissimi in questo senso gli stemmari che si sono nel tempo conservati e che a lungo non si è compreso che origine avessero. Scipione Volpicella, nell’artico-lo Armi gentilizie riportate nei manoscritti della

    Jean Courtois o d’Enghien (ca. 1375-1436)araldo Sicilia al servizio di Alfonso V

    d’Aragona

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    Biblioteca Nazionale di Napoli[16] tratta di sei manoscritti araldici conservati alla Nazionale: lo stemmario X. A. 40 (stemmi di famiglie del regno di Napoli), lo stemmario X. A. 41 (stemmi di cavalieri napoletani fuori di piazza ed altri), lo stemmario X. A. 42 (stemmi di famiglie dei seggi di Napoli, di altri seggi nobiliari del regno, estinte dei seggi di Napoli, fuori di seggio ed altre), lo stemma-rio X. A. 44 (stemmi di famiglie riportate da l suppor t ico d i casa Loffredo), lo stemmario X. A. 45 (stemmi di famiglie de l mer id ione d i I tal ia) e lo stem-m a r i o X I V F . 32 (stemmi di famiglie imparentate con i Di Palma). Famosi in particolar modo lo stemmario XVII (de t to s temmar io Volpicella dall’araldi-sta omonimo), del sec. XVIII, contenente 9.968 stemmi ed anche lo stemmario detto Montefuscoli (manoscritto del 1780 di Gaetano M.), contenente in tutto 18.418 stemmi![17]. Quasi sicuramente questi furono alcuni degli stemmari che raccolsero e spesso compilarono proprio Re d’armi ed i loro aiutanti, e/o che raccolsero i loro stemmi.

    Storicamente la figura del Re d’Arme/i (delle Armi) o Araldo reale fu molto antica nel Regno di Napoli ed in quello di Sicilia. Nei secc. XIII-XV, durante lo sviluppo dell’araldica medievale, la Casa Reale di Francia, della quale gli angioini erano un ramo, ebbe una solida tradizione araldica e quindi numerosi erano i funzionari ad essa preposti[18]. Infatti, fin dalla seconda metà del sec. XIV la strut-tura e l’organizzazione ed i compiti degli araldi erano ormai ben consolidati nei vari regni d’Europa ed i vari araldi locali erano allora già divisi fra i re d’armi veri e propri (che prendevano il nome dalla loro regione o area di competenza), scelti fra gli araldi più anziani ed esperti, gli araldi ufficiali (legati ad una specifica regione, città o istituzione) e gli aspiranti araldi, detti perseveranti (o Passavanti, come li chiamava Sansovino), indicati alla corte aragonese anche come pasanant o persenant). La tradizione araldica francese venne quindi usata come riferimento anche dagli angioini che salirono

    al trono di Napoli e Sicilia ed essi tennero in alta considerazione l’araldica, anche dal punto di vista politico per la rappresentazione del loro potere sim-bolica e scenografica del loro potere (ad esempio attraverso la processione degli ufficiali angioini e l’uso dei vessilli araldici), utilizzandola come vera e

    propria propaganda. Da notare che forse la prima formulazio-ne delle cerimonie e delle regole degli aral-di ci è stata traman-data proprio dal re d’armi d’Angiò, detto anche Calabria, nel 1408. Costui, infat-ti, raccolse nei suoi scritti la cerimonia che si era svolta per l’incoronazione dell’a-raldo Charlot quale Montjoie, ovvero re d’armi per Carlo V di Francia (†1380), e narrò così anche le cerimonie del battesi-mo e del giuramento

    degli araldi e dei perseveranti[19]. Parimenti anche con Renato d’Angiò, ultimo sovrano di Napoli che lottò per il trono contro gli aragonesi, ebbe, fra i suoi araldi, un re d’armi chiamato Calabria, segno della forte tradizione angioina di tale nome per una simile carica, così come ebbe anche un araldo chiamato Santelm[20] (probabilmente in riferito all’omonima fortezza napoletana).

    D’altra parte anche gli aragonesi avevano una solida ed antica tradizione in materia araldica, che probabilmente risaliva soprattutto al periodo della fine della guerra civile trastamarista (1367-1369). In quell’epoca sorsero i primi araldi ufficiali ispanici, ad imitazione degli araldi francesi e inglesi che erano stati presenti in detta guerra ed anche loro si occuparono dell’araldica, della diplomazia, nonché del cerimoniale, così come dell’etica, delle attività militari, etc. Nei secoli XIV e XV sono quindi documentate l’esistenza e le attività dei primi re d’armi ispanici. Come era di uso all’epoca anch’essi trassero il nome dei loro uffici di Re d’Armi dalle ragioni per le quali erano gli incaricati ufficiali. Vi furono quindi, fra i Re d’armi: Aragón (1387), Gerusalemme[21] e Valencia (1435). Fra gli aral-di vi erano invece Gerona (1379), Sicilia (1408), carica poi divenuta di Re d’arme, Catalogna, Valencia (1418), anch’esso poi divenuto Re d’Ar-

    A sinistra, stemma del Regno di Napoli (Sicilia Maggiore),di Renato d’Angiò, e a destra

    lo Stemma del Regno di Sicilia (Sicilia Minore, o Trinacria) [33]

  • Cuadernos de Ayala 84 - OCT/2020 [16]

    me, Calabria, etc. Allo stesso modo, poi secondo la moda del tempo, anche gli Infanti aragonesi ed altri importanti signori del regno avevano vari uffi-ciali d’armi al loro servizio.

    Quando poi Alfonso V d’Aragona conquistò il Regno di Napoli, assumendo il titolo di Re dell’u-na e dell’altra Sicilia (NAPOLI, Sicilia maggiore e SICILIA, Sicilia minore), tenne in alta considera-zione ed adoperò intensamente gli araldi ed i re d’armi. Infatti la sua fastosa corte era molto impre-gnata di cultura cavalleresca e cortese, e pertanto fiorì anche in materia araldica, dove si distinse per grandi competenze ed illustri esponenti. Infatti alla corte di Alfonso d’Aragona visse infatti ed operò ad esempio il famoso Jean Courtois (o d’Henghien) (ca. 1375-1436), detto Sicillo (Sicilia), perché aral-do d’Alfonso in Sicilia, autore del celebre Blasone dei colori (del 1414, ma stampato nel 1495) ovvero Trattato dei colori nelle arme, nelle livree, et nelle divise (ed. Venezia, 1565), che ebbe una enorme diffusione in tutta Europa[22].

    Infatti durante il regno aragonese Utriusque Sicilie (Due Sicilie)[23], la struttura degli ufficiali preposti all’araldica era ormai ben articolata fra vari ufficiali d’armi[24], anch’essi articolati fra le cir-coscrizioni araldiche locali, ed erano debitamente remunerati dallo Stato. Fra i Re d’armi (respon-sabili dell’araldica dei rispettivi domini reali) vi erano, come già accennato, Aragó (Aragona, ndr), Valencia – Sicilia – Mallorqua (Maiorca, ndr), così come fra gli araldi ufficiali vi erano Capua[25], Calabria[26], Cathalunya (Catalogna), mentre fra gli aspiranti araldi vi erano Griffon[27], Pulla[28] e Siti Perilloso[29]. Oltre costoro la corte disponeva anche di trombetti e suonatori, che cooperavano unitamente agli araldi fra i rey d’armes aragonesi (cavaliere che avevano il compito di portare mes-saggi importanti, di ordinare grandi cerimonie, e di conservare il registro delle nobiltà, occupandosi dei relativi stemmi) le fonti aragonesi ricordano, oltre Aragó e Valencia, anche Ermini e Jerbino (Gerbino) (forse gli stessi che usavano i predetti nomi dei detti Re d’Armi?) e citano, in un docu-mento parzialmente illegibile, che vi erano due Re d’Arme e due araldi[30]. Anche gli Ordini cavallere-schi avevano un proprio Re d’Arme o araldo ufficia-le[31], che forse era proprio il citato Ermini? Infine anche i Principi ed grandi feudatari del Regno ave-vano la loro piccola corte, fatta oltre che di nobili e cortigiani, anche di araldi[32] [33].

    In seguito, quando il regno di Napoli venne conquistato dalla Spagna la struttura e l’organizza-zione degli araldi continuò la tradizione castigliana ed aragonese[34]. Infatti fra gli ufficiali delle armi

    erano stati istituiti vari araldi (o farautes) e vari re d’armi ufficiali, che portavano i nomi delle loro regioni di competenza: Castila (1429), León (1434), Toledo (1442), Sevilla (Siviglia), Córdoba, Murcia, Granada (1496), così come vi erano stati quelli detti Aragona, Sicilia (1408), Valencia (1418), Navarra (1441), Napoli, Maiorca[35]. Tali ufficiali assume-vano i nomi delle rispettive cariche fino a quando non passavano ad una carica diversa, assumendo il nome ufficiale della nuova carica assunta, perché gli araldi e i loro collaboratori erano sempre legati alla persona del loro principe e non alla dignità o alla carica pubblica che essi ricoprivano e che era pertanto sempre provvisoria (ovvero un araldo assumendo altra carica cambiava il nome di ruolo, assumendo ad esempio Aragona se diveniva tale re d’arme, etc.).

    Successivamente, durante il regno dell’Im-peratore Carlo V, il numero di tali ufficiali aumentò ancora per i vari possedimenti in cui si articolava il dominio di Carlo, che ebbe per questo molti uffi-ciali d’arme[36], responsabili delle materie e delle funzioni araldiche, articolati anche loro in base ai suoi numerosi domini. Fra i re d’armi ispanici ricor-diamo Castilla, León, Aragón, Granada, Navarra, Nápoles, Sicilia, Maiorca, Valencia, Toledo, Córdoba, Murcia e Gerusalemme come araldo Plus Ultra e come perseveranti Fuenterrabía, Orán ed altri; mentre nei domini fiammingo-bor-gognoni come Re d’armi vi erano Toison (che si occupava dell’Ordine del Toson d’Oro[37], Bourgogne, Flandre, Brabante, Hainaut e Artois, come araldi Namur e Hollande, e come perseve-ranti Malines e Orange. Infine per i domini tede-schi il Re d’Armi era detto “Germania. Successivamente, con il regno di Filippo II di Spagna, gli ufficiali delle armi vennero riformati e ridotti a soli quattro Re d’armi, mentre poi, tran-ne che nelle Fiandre, scomparvero per sempre gli araldi (o farautes) ed i perseveranti[38]. Allo stes-so modo tali ufficiali furono ridimensionati nei loro incarichi militari e diplomatici, anche se manten-nero invece le loro funzioni araldiche nelle giostre e nei tornei, e quelle di inviati ufficiali, come per le consegne di trattati, bandi, onorificenze, etc. Ma la loro attività soprattutto si concentrò soprattutto sull’organizzazione del cerimoniale palatino e aral-dico (confondendosi in questo modo con l’ufficio del Cerimoniere Maggiore/Maestro delle Cerimonie, che a Napoli venne a unirsi con quella dell’Usciere Maggiore), occupandosi spesso anche del ruolo di cronisti, così come iniziarono a dedicarsi, a paga-mento, alla redazione di certificati di genealogia e di stemmi[39].

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    Nel Regno di Napoli, poi, dove fin dall’arrivo delle truppe spagnole, vi erano stati Re d’Arme (un Re d’arme era alla celebre disfida di Barletta del 1503, così come anche il Gran Capitano mandò un Re d’arme a Napoli prima di entrare nella città), ma soprattutto durante l’epoca del viceregno, i fun-

    zionari preposti alle attività araldiche e di controllo e rappresentanza del Palazzo (il Re d’Armi e gli Uscieri) mantennero il loro prestigio e la loro impor-tanza.

    Tale lustro si evidenziava, come abbia-mo già scritto, anche nelle cerimonie ufficiali, come ad esempio i cortei. Nell’immagine tratta dal Fidelissimae urbis Neapolitanae cum omnibus viis accurata et nova delineatio, aedita in lucem / ab Alexandro Baratta (1628), vediamo, nel lungo corteo, la posizione di riguardo del Re d’Armi e degli Uscieri (Maggiore e Portieri di Camera). Nelle descrizioni coeve possiamo leggere infatti di come sfilava nel corteo: ... il Viceré preceduto dal re d’arme vestito di «cotta de damasco inferrato di taffettà con frange d’oro e con lo scettro in mano» e da tre portieri che si dicevano di mazza perché portavano il bastone come insegna del coman-do[40]. Allo stesso modo, nel corteo di re Filippo a Napoli, nel corteo che sfilò, si notavano tra gli altri: … i quattro portieri di palazzo con i loro abiti rossi e guarniti d’oro, con le loro mazze d’argento e in mezzo a loro incedeva il Re dell’Armi del regno, ossia l’araldo reale, il quale, come il solito, vestiva una casacca alla spagnola ornata con le armi del regno ricamate e teneva in mano uno scettro…[41].

    Dell’Araldo reale, che chiaman Re d’arme, parla diffusamente anche Capaccio, descrivendo ... il Re d’Arme Araldo vestito di purpura, e con lo scettro...[42]. L’autore parla anche di ... quattro Re d’arme, con le loro cotte Regali, ma forse è da ritenersi che intendesse i quattro araldi, ovvero gli Uscieri

    o Portieri. Tale ufficio continuò dunque a svolgersi per secoli e nelle occasioni più importanti appariva sempre in pubblico, in rappresentanza della monar-chia: ...il Re d’armi vestito delle Regie Insegne[43]. In epoca vicereale l’ufficio del Re d’Armi (seu araldo reale), che nel regno peninsulare era l’erede del Re d’Armi Napoli, era inizialmente affi-dato ad un ufficiale minore, stipendiato come tale dallo Stato. Ma tale figura, pur derivando dagli ufficiali della corte castigliana-leonense e poi spa-gnola, se ne differenziò per alcuni elementi. Infatti il Re d’Armi al servizio nel Palazzo del viceré di Napoli, a differenza degli ufficiali omonimi spagno-li, mantenne solo parte delle antiche funzioni (ad esclusione, ad esempio, di quelle cavalleresche e cortesi), ma non sembra invece che si impegnò nel ruolo di certificatore ufficiale di genealogie e stemmi, riconosciute legalmente, ma ne mantenne delle funzioni più pratiche. Questo ufficio era ammi-nistrativamente aggregato alla guardia del viceré, che comprendeva la compagnia di lance e guardia alemanna, insieme ai sei trombetti di corte, l’orolo-giaio di corte e il portiero dei continui (o familiari di palazzo, i cento nobili che fungevano da guardie del corpo del viceré), detto anche Quintino, perso-naggio dalle incombenze collegate evidentemen-

    Alessandro Baratta, Veduta della cavalcata che scorta l’Infanta Maria d’Austria, Regina d’Ungheria, il palanchino della regina a cavallo, in basso a destra; foglio 5 di 6 raffigurante la sua partenza da Napoli nel 1630. Stampa del 1632 (British

    Museum Images). Particolare dei Portieri del Vicerè e del Re d’Arme

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    te alle attività dei continui. Successivamente tale ufficio divenne però venale, ovvero acquistato per denaro.

    Fra i documenti del tempo risultano anche i nomi di vari Re d’Arme. Verso il 1532 il titolare era un certo Ferrante Furtado[44], mentre alla fine del secolo XVI, fra i documenti ufficiali, viene citato come Re d’Armi un certo Simone Malo[45], così come nel Codex Officiorum della città e regno di Napoli del 1654, di Giov. Geronimo De Filippo, viene citato come titolare di tale carica ed ufficio un tal Sallustio Mutassi[46].

    In Sicilia, invece, che ebbe una storia diver-sa rispetto al viceregno napoletano, tale ufficiale dovette subire una crisi della sua istituzione anche più marcata e divenire, quindi, prima un sempli-ce funzionario minore e poi ridursi ad un ruolo di semplice rappresentazione simbolica ed istituzio-nale. Lo ritroviamo citato in vari documenti e cro-nache del tempo. Ad esempio, in occasione delle celebrazioni per l’incoronazione di re Filippo V di Spagna (1700), nella cavalcata ufficiale, dinnanzi alla Deputazione del regno[47], sfilò …l’araldo della deputazione del regno, vestito di velluto cre-mesino freggiato a trine d’oro, con la sua mazza di sodo argento[48], che mostrava in cima l’aquila, arme della Sicilia: a cui appresso seguivano i depu-tati del regno, ricoperti di gravi toghe...[49].

    In seguito, anche in occasione dell’incoro-nazione a Palermo di Vittorio Amedeo II di Savoia, che fu re di Sicilia dal 1713 al 1720 e della sua regi-na, come indicato nella Regola da osservarsi nel pubblico ingresso delle LL.MM. in Palermo, nella cavalcata ufficiale, sfilarono vari araldi. Costoro, la cui funzione si doveva essere nel tempo atrofizza-ta nelle varie funzioni, molto probabilmente erano solo dei rappresentanti delle rispettive istituzioni. Notiamo infatti che in varie occasioni gli araldi erano detti semplicemente mazzieri, ovvero coloro che, nelle feste e nelle celebrazioni ufficiali, prece-devano l’istituzione che rappresentavano portando appunto la mazza di rappresentanza erano citati come mazzieri. Ma anche altre istituzioni avevano i loro mazzieri, come ad esempio il Senato della città di Palermo[50].

    Durante il periodo del viceregno spagnolo in Sicilia, quindi, deduciamo che molto probabilmente l’antico araldo Sicilia finì per identificarsi con l’Aral-do reale della Deputazione del regno, ovvero con l’istituzione che rappresentava in qualche modo l’intero regno siciliano. Infatti possiamo notare che tale araldo aveva sul suo scettro l’aquila, simbolo araldico della Sicilia. Questo araldo, come visto, era utilizzato nelle occasioni ufficiali, sempre in

    veste rappresentativa, ma interveniva anche in varie occasioni particolari, come ad esempio per i funerali di uno dei Deputati[51], ma che proprio per il suo ruolo rappresentativo dovette confondersi e confluire nell’ufficio e nella funzione del mazziere.

    Quindi in sintesi il Re d’Armi (o Araldo Reale), che a Napoli, nelle occasioni solenni, ceri-monie e funzioni pubbliche, era accompagnato da quattro Araldi (ovvero gli Uscieri o Portieri di mazza), aveva le funzioni di rappresentanza del Re (poi decadute)[52], ma si occupava anche del controllo dei diritti, usi ed abusi circa i blaso-ni, le decorazioni e gli addobbi araldici[53], così come dovette occuparsi quasi sicuramente anche della redazione e della conservazione di stem-mi, etc. (come detto conservati in appositi libri, i quali molto probabilmente sono confluiti nei citati manoscritti araldici conservati in vari fondi, come nella Biblioteca Nazionale di Napoli e nell’Archivio di Stato di Napoli). In Sicilia, invece, il Re d’Armi divenne molto probabilmente solo una figura di rap-presentanza, il cui ruolo finì con il confondersi con quello del mazziere, che probabilmente ne sostituì le funzioni di rappresentanza ufficiale per l’istituzio-ne monarchica e del regno, che si identificava con la Deputazione del regno[54].

    Per quanto riguarda invece lo studio sulla tipologia e l’evoluzione storica dell’abito del Re d’Arme attraverso i secoli (dal tardo medioevo fino al primo periodo borbonico) rimando al mio studio dal quale è tratto il presente articolo[55].

    UN UFFICIO DI FAMIGLIA: I RE D’ARME DELLA FAMIGLIA SARNELLI[56]

    Da parte possiamo notare come nel primo periodo borbonico l’ufficio di Re d’Arme apparte-neva ad Onofrio Sarnelli (1669 ca., †1752), che fu appunto Re d’Armi di Carlo di Borbone (almeno dal 1739 ca., fino al 1747). Costui, probabilmen-te, dovette acquistare tale ufficio venale verso il 1738/39 e svolse da allora le sue mansioni atti-vamente[57]. Tale ufficio riuscì successivamente a trasmetterlo alla sua numerosa discendenza, che si dedicò in buona parte all’arte della pittura. Onofrio, infatti, dalla moglie Angela Viola ebbe numerosi figli, fra i quali alcuni valenti e famosi pit-tori: Gennaro (1704 ca.-1731), Domenico Antonio (1712-1800) e Giovanni (1714-1793), che furono allievi del pittore Paolo De Matteis (1662-1728), famoso anche a corte per le sue opere e le sue attività. I Sarnelli furono la famiglia più numerosa di pittori napoletani attiva nel Settecento ed era infatti composta da ben quattro fratelli Antonio e Giovanni, nonché Francesco e Gennaro, men-

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    gio), mentre la sua funzione di controllo araldico (iniziata con la decadenza degli usi antichi), venne soppiantata dalla figura dell’Araldo detto Tribunale. In sostanza il Re delle Armi restò solo come una figura simbolica, utilizzata nella sua sopravvissuta funzione di rappresentante del Re (o suoi rappre-sentanti) e della monarchia, sia nelle cerimonie che nelle pubbliche funzioni, dove però era imper-sonato solo da un Usciere di Palazzo[59]. A tal proposito, come esempio, si ricorda la presenza simbolica del Re d’armi durante un torneo svoltosi a Caserta l’8 ed il 15 febbraio 1846 per iniziativa di re Ferdinando II[60], ed allo stesso modo una delle ultime rappresentazioni ufficiali di tale figura fu durante le feste celebrate a Napoli, nei giorni 24-25 luglio 1859, quando Francesco II e la regina sua sposa si recarono sia in corteo pubblico al Duomo, sia durante il gran baciamano e allorquando pre-senziarono per la prima volta al Real teatro San Carlo[61].

    GLI ULTIMI BUROCRATI DI CORTECon l’Editto sovrano del 25 aprile 1800,

    Ferdinando IV abolì i Sedili della città di Napoli ed

    tre le fonti riportano anche di un Gaetano ed un Giuseppe, che finora non sono stati ancora ben identificati. L’ufficio paterno e le arti dei figli ci indu-cono lecitamente a pensare che Onofrio stesso fosse a sua volta un disegnatore di stemmi, un pittore vero e proprio, e che per questo volle che anche i figli acquisissero l’arte della pittura, molto probabilmente per poter trasmettere ad uno di loro, degnamente, la carica paterna di Re delle Armi. Infatti, dopo Onofrio, tale carica passò al detto figlio Giovanni (1714-1793), Re d’Armi (1747-1793)[58], ed infine poi al nipote Gaetano (1749-1812), Re d’Armi (1793-1806), ultimo della sua famiglia che ricoprì tale carica.

    LA DECADENZA FINALEDopo la soppressione dei Sedili di Napoli

    e l’istituzione del Supremo Tribunale conservato-re della nobiltà del Regno di Napoli (1800), come vedremo a breve, la vecchia figura del Re d’Arme scomparve. Infatti l’antico ufficio decadde ineso-rabilmente perdendo la funzione di araldo, che svolgeva nelle missioni più importanti come rappre-sentante dello Stato (pace, guerra e regio omag-

    L’Ossequio tributario della fedelissima città di Napoli... nei Regii Sponsali del Cattolico... Carlo Secondo colla serenissima Principessa Maria Anna di Neoburgo. Napoli: D.A. Parrino e M. L. Muzio, 1690. Nel gruppo in basso a destra si nota il Re

    d’Arme fra i 4 Portieri (Uscieri) di Camera

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    istituì il Supremo Tribunale conservatore della nobiltà del Regno di Napoli[62]. Con successivo Dispaccio del 12 settembre 1800, riguardante i regolamenti del detto Tribunale Conservatore della nobiltà, il sovrano ordinò, fra i vari incarichi, anche l’istituzione di un Araldo da scegliersi fra le perso-ne di civili natali, coll’annuo soldo di dugento qua-ranta ducati, e volle che fosse il detto Tribunale a proporre al sovrano, fra gli altri, anche il candidato per detta carica di Araldo.

    La scelta cadde allora su un personaggio molto particolare, tale Michele Pastina (o Della Pastina) (1765 c.-1843). Costui, probabilmente anche l’autore di un manoscritto sui Pignatelli di Monteleone, ricoprì quindi la carica di Araldo uffi-ciale del detto Tribunale e si occupò pertanto dell’a-spetto araldico delle numerose istanze che si trovò a gestire il Tribunale. Ad esempio si occupava di certificare le ascrizioni nobiliari[63], così come inter-veniva ufficialmente nei processi nobiliari del detto Tribunale, come ad esempio quello celebre per il riconoscimento del seggio patrizio di Tropea[64]. Michele Pastina passò dall’amministrazione dei demani ad essere ispettore della sezione finan-ziaria dell’Archivio generale e dopo una rapida ed inspiegabile carriera nel 1820 arrivò a dirigere il più importante ufficio dell’Archivio Generale. Qui si occupò di determinare, ad esempio, quali fosse-ro i fondi nel Grande Archivio di carattere privato della famiglia reale e quali invece quelli pubblici, finendo per scontrarsi con il direttore del tempo Antonio Spinelli, in una lunga diatriba. Tale perso-naggio, infine, riuscì a divenire Usciere di camera del Re nel 1826, convergendo, così, in una stes-sa persona, le citate competenze e di araldo ed Usciere che un tempo erano state distinte[65]. Da Michele discese poi una numerosa discendenza ed i figli furono impiegati proprio al servizio della Casa Reale, mentre con Giovanni (n.1803), la famiglia passò anche al servizio dei Savoia, sancendo, in questo modo, un simbolico passaggio d’epoca e di dinastie. Tale personaggio costituisce dunque una figura di transizione e di confluenza, sia fra le epo-che, che fra le antiche funzioni ed i moderni ruoli di burocrati. In sostanza il Re delle Armi venne sop-piantato da un Araldo statale, al servizio del detto Tribunale, dove svolse le antiche funzioni di esper-to, consulente e certificatore di materie araldiche e nobiliari, finendo in questo modo con il confondersi con quello che era stato l’antico ruolo dell’Usciere Maggiore, mentre le attività cerimoniali e di rap-presentanza finirono per essere svolte dai Portieri di Camera. L’Araldo del Tribunale Conservatore,

    però, dovette continuare ad occuparsi dell’attività di disegnatore araldico. In seguito, durante il decennio francese e dopo la Legge abolitiva della feudalità (4 agosto 1806), la nobiltà divenne solo onoraria ed ere-ditaria. I titoli nobiliari da allora sarebbero stati tali solo se riconosciuti dal sovrano o da un suo Organo specifico preposto a tale compito, ma sem-pre previo regio assenso, in conformità con le pre-cedenti Leggi del Regno. Infine aggiungiamo che il Tribunale Conservatore rimase in funzione fino a quando, con Dispaccio del 23 marzo 1833, venne istituita la Real Commissione dei titoli di nobil-tà[66] (che restò in attività fino alla fine del Regno). In tal modo tramontarono definitivamente le funzio-ni speciali e particolari dei funzionari che in passato si erano occupati delle materie araldiche e nobiliari. Ma emblematico, infine, è notare che la massima opera di studio, ricerca e divulgazione, in epoca sabauda, della Nobiltà provincie napoletane, diret-ta da Francesco Bonazzi, si chiamasse proprio L’Araldo - Almanacco nobiliare del napoletano. Ma questo argomento merita ben altra e diffusa tratta-zione.

    L’ULTIMO RE D’ARMINel discorrere della figura del Re d’Armi

    delle Due Sicilie, da non confondere con quello spagnolo (che spesso è il solo e più noto funziona-rio con tale termine), non possiamo non ricordare, in epoca contemporanea, la figura particolare di D. Fernando Muñoz Altea (1925-2018)[67], che il 10 novembre 1962 fu nominato Re d’Armi Pro Lingua Hispanica della Real Casa delle Due Sicilie da Sua Altezza Reale il Principe Ranieri di Borbone delle Due Sicilie, Duca di Castro, Capo della Real Casa delle Due Sicilie. Carica poi confermata dal Duca di Castro Ferdinando Maria.

    In sostanza si tratta dell’ultimo Re d’Armi delle Due Sicilie. Un vuoto triste e grave che ci auguriamo venga al più presto rivestito, magari da persone davvero qualificate.

    Alla fine di questo mio breve articolo, una bozza di appunti su un tema tanto vasto quanto affascinante, ma per assurdo e stranamente tanto dimenticato nell’oblio del tempo e del disinteresse, smentendo quanti hanno negato che figure storiche come quelle del Re d’Armi non fossero mai esistite nelle Due Sicilie, possiamo che fare alcune con-siderazioni finali sull’attuale Real Casa e Dinastia delle Due Sicilie.

    Alla luce della recente storia e dei troppi problemi che sono accaduti è risultata fin trop-

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    le opere, le fonti e l’esempio, a S.E. don Alfonso de Ceballos-Escalera Gila, Marchese de la Floresta, Visconte di Ayala e Duca di Ostuni, Cronista d’armi per la Comunità Autonoma di Castiglia e Leon, al quale espri-mo tutti i miei più sinceri ringra-ziamenti e dedico il presente lavoro[69].

    N O T A S1) Infatti, in questi ultimi anni, inve-ce di riuscire risolvere l’annosa disputa spagnola-duosiciliana, la Real Casa dei Borbone delle Due Sicilie si è trovata ancora più coin-volta in polemiche e discussioni

    che l’hanno maggiormente oppo-sta ai suoi parenti spagnoli. Parenti esclusi a ogni appartenenza dina-stica alla stessa Real Casa, ma che pretendono, oggi più che mai, di esserne non solo parte integran-te, ma addirittura loro successori. A tal proposito dobbiamo appunto ricordare l’infausto accordo chiamato Atto di riconciliazione familiare della Casa e Dinastia di Borbone delle Due Sicilie, sottoscritto in occasio-ne della beatificazione di S.A.R. la Principessa Maria Cristina di Savoia, Regina delle Due Sicilie, avvenu-ta il 25 gennaio 2014, fra S.A.R. Carlo, Duca di Castro e Don Pedro de Borbón y Orleans, pretendente Duca di Noto, in nome proprio ed in rappresentanza di Suo Padre S.A.R. l’Infante Don Carlos de Borbón, che era pretendente Duca di Calabria. Tale accordo, sventolato prima come epico evento a suggello della ritro-vata pace familiare (successo delle abilità diplomatiche di taluni espo-nenti delle rispettive segreterie dei due Pretendenti), è stato in realtà un disastroso concentrato di violazioni del secolare diritto dinastico borboni-co Duo siciliano, ed infatti ha scate-nato solo altre dispute dinastiche. In seguito, dopo la morte di S.A.R. l’In-fante Don Carlos de Borbón (2015), Don Pedro de Borbón y Orleans, suo figlio, con una pubblica dichia-razione, ne continuò le pretese, riac-cendendo la disputa, sopita ma mai spenta.2) Collana Cerimoniali: Cerimoniale

    po evidente la mancanza di una struttura più articolata, ma soprattutto competente, che si occupasse di simili questio-ni. Ma struttura che però fosse meno legata alle funzioni sim-boliche e di rappresentanza ed invece più concretamente basa-ta su persone affidabili e pre-parate nelle loro materie e nei vari aspetti che la Casa Reale dovrebbe appunto meglio cura-re e preservare. Proprio per evi-tare le difficoltà e le gravi situa-zioni in cui è purtroppo incorsa.

    Speriamo quindi che il qui presente breve scritto (che è poco più di una bozza di ricerche, appunti e riflessioni) possa stimo-lare e convincere finalmente Sua Altezza il Duca di Castro, sull’e-sempio del suo Augusto avo, il Duca Ranieri, quando investì D. Fernando Muñoz Altea quale Re d’Armi Pro Lingua Hispanica della Real Casa di Borbone-Due Sicilie (1962), a valutare beni-gnamente i miei modesti sug-gerimenti ripristinando e ricon-cedendo cariche come quel-le dell’Usciere Maggiore e del Re d’Armi (magari insieme ad altri Araldi), con le quali la Real Casa potrebbe disporre di con-sulenti ufficiali, in grado di fornire quell’indispensabile ed autorevole competenza in materie tanto deli-cate quali la nobiltà, la genealo-gia, l’araldica, etc. etc.[68].

    Articolo tratto ed adattato dalla ricerca di Giovanni Grimaldi, “Di molta autorità e comando”. Appunti su alcuni ufficiali e fun-zionari della corte dei Borbone di Napoli e Sicil ia (poi Due Sicilie), che si occupavano della nobiltà del Regno (Uscieri e Re d’Armi), pubblicata nella XXXIII ed. dell’Annuario della Nobiltà Italiana (2015-2020, parte I.

    Per il presente articolo, come per lo studio dal quale esso è tratto, sono debitore e grato per

    Don Fernando Muñoz Altea(1925-2018)

    ultimo re d’armi delle Due SicilieLa sua nomina del 1962

    signata da S.A.R. il Duca di Castroe il suo sigillo

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    to: Carlo di Borbone a Napoli, 2013; E. Papagna, Feste di piazza e cerimonie di palazzo nella Napoli borbonica, 2015; Anna Maria Rao, Corte e cerimoniale di Carlo di Borbone a Napoli, Napoli, FedOAPress, 2020 (in cui: Domenico Cecere, La corte e la città. Lo spazio urbano nelle cerimonie reali sotto Carlo di Borbone), et al.; da leggere anche: J.A. Guillén Berrendero, Gritos, honras y blasones: el papel de los Reyes de Armas durante el reinado de Felipe V, in J. Martínez Millán, C. Camarero Bullón, M. Luzzi Traficante (a cura di), La corte de los Borbones: crisis del modelo cortesano, Madrid, 2013, p. 1093-1125, dove José Antonio Guillén Berrendero stu-diò proficuamente il ruolo dei re d’Arme presso la dina-stia dei Borbone. Da leggere anche Giuseppe Carmi, Regolamento o sia etichetta della casa reale borbonica (1738), in Arch. Stor. Prov. Nap. n. CXXXI, 2013, pp. 93-107, etc.7) De Officiis ad Regiae Maiestatis Eiusque Viceregis, in Pragmaticae edicta decreta interdicta regiaeque sanctio-nes Regni Neapolitani, 1772, vol. III, riportata in Nuova collezione delle prammatiche del Regno di Napoli, Stamperia Simoniana, 1804, tomo VIII.8) Studiando il cerimoniale della corte vicereale, che era sottoposto proprio al controllo dell’usciere maggiore di Palazzo, potremmo classificare le cerimonie napoletane in base al ruolo e alla visibilità del viceré, come ospite o come organizzatore della cerimonia (cfr. Ida Mauro, Spazio urbano e rappresentazione del potere: Le ceri-monie della città di Napoli dopo la rivolta di Masaniello (1648-1672), FedOA - Federico II University Press, 2020).9) Miguel Díez de Aux, fu il famoso maestro di cerimonie e usciere maggiore del Regno di Napoli, che scrisse il suo Cerimoniale nel 1622: cfr Carlos José Hernando Sànchez, Tempi di cerimonie: Miguel Díez de Aux e la corte vicereale di Napoli, ArtstudioPaparo, 2017.10) Han quattro portieri, ai quali consegnano quattro colonnette di argento con le corone regali, c’hanno altra maestà che non haveano quei fasci di verghe con la scure che precedeano ai pretori, e sono portate da quelli in spalla, e scoverti quando fan le cavalcate o quando fussero i viceré pro tribunali, precedendo il re, d’arme araldo, vestito di purpura e con lo scettro, ornamenti che la maestà del Re pongono avanti gli occhi. Interviene il maestro di cerimonie che chiamano usciero maggiore (G. Capaccio, Il forastiero, 1634).11) Domenico Antonio Parrino, Teatro eroico, e politico dei governi de’vicere del regno di Napoli..., Volume 1, 1692.12) Roberto Alonge, La Controriforma e il Seicento, Teti, 1989, p. 269; Roberto Mantelli, Il pubblico impiego nell’e-conomia del Regno di Napoli: retribuzioni, reclutamento e ricambio sociale nell’epoca spagnuola (secc. XVI- XVII), Istituto italiano per gli studi filosofici, 1986.13) L’Usciere Maggiore, si occupava a corte di varie mansioni, fra le quali quella di gestire l’accesso fisico alla presenza del sovrano, etc., così come aveva anche il compito di registrare nel suo Libro le concessioni dei

    del viceregno spagnolo di Napol i 1503-1622; Cerimoniale del viceregno spagnolo di Napoli 1535-1637; Cerimoniale del viceregno spagnolo e austriaco di Napoli 1650-1717; Cerimoniale del viceregno austria-co di Napoli 1707-1734: da vedere il sito del Progetto Cerimoniali / I Cerimoniali della Corte di Napoli: www.progettocerimoniali.org3) Per maggiori informazioni sulla storia ed il diritto dina-stico dei Borbone rimando ai seguenti testi: Giovanni Grimaldi, Studio storico-dinastico sui Borbone delle Due Sicilie e Studio storico-dinastico sui Borbone Parma, entrambi nella parte I, ed. XXXII dell’Annuario della Nobiltà Italiana (2014).4) Il cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés nel suo Libro de la Cámara Real del Príncipe Don Juan, e offiçios de su Casa e serviçio ordinario (cfr. Biblioteca Nacional, mss. 1027 P) ci porta un dettagliato esempio di come era organizzata la Cámara Real, ovvero la Casa Reale, di Infante castigliano: simile nella struttura alla Casa Reale della regina. Fra i vari ufficiali vi erano i Re d’armi (Reyes de Armas), preposti all’araldica, alle fun-zioni diplomatiche, di etichetta e protocollo, etc. 5) Durante il regno asburgico e poi nel primo periodo borbonico, l’ufficio di Usciere Maggiore, unito alla cari-ca di maestro di cerimonie, apparteneva a Francesco Grimaldi, che aveva comprato l’ufficio per 2000 ducati nel 1723. Costui, dopo aver servito a lungo gli Asburgo, con l’ascesa al trono dei Borbone, prestò poi giuramento di fedeltà al nuovo sovrano e venne confermato nelle sue funzioni insieme al suo staff di uscieri e portieri, apprezzato per l’abilità e lo zelo adoperati nel servizio al re sino alla fine della sua lunga e fortunata carriera a Palazzo, che si concluse intorno alla metà del 1741 (cfr. Cerimoniali, op. cit.). Francesco, figlio di un ammini-stratore che era riuscito ad essere Vice Duca di Nocera (de’Pagani), apparteneva ad una famiglia cavese, dei quali lo scrivente autore è un collaterale, che discendeva dai Signori di Messimeri, derivati dai G. di Genova. Al detto Francesco (che morì probabilmente dopo il 1764, dopo aver acquistato la cappella gentilizia nella Chiesa di Santa Brigida in Napoli, come ricorda la relativa lapi-de storica), era succeduto poi nella sua carica il figlio Giuseppe (†1798), che riuscì inoltre ad ottenere la baronia di Galdo Maggiore (San Giorgio) ed a sposare la nobildonna Isabella Del Pezzo, figlia del Marchese di Civitaretenga, dando origine ai Grimaldi del Pezzo, che ereditarono poi il detto marchesato, ma finirono infine con l’estinguersi nei nobili Torre, loro eredi patrimoniali ed araldici. Per maggiori informazioni sulla famiglia: cfr. De Santi Michele, Memorie delle famiglie nocerine, Voll. I° e II°, Napoli, Tipografia Lanciano e D’Ordia, 1887-1893 (vol. I, p. 36 e vol. II, passim.); Gennaro Orlando, Storia di Nocera de’ Pagani, Napoli, 1888; nonché alle schede sui vari rami della famiglia Grimaldi nella ed. XXXIII dell’Annuario della Nobiltà Italiana (2015-2020).6) Oltre la citata Collana del Progetto Cerimoniali: da leggere in part. modo: Maria Carmela Masi, Monarchia e corte nel regno di Carlo di Borbone, 2006; Elena Papagna, Costruire e ricostruire una corte nel settecen-

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    do Berry (ca. 1386-1456-57), araldo del re di Francia e poi del Berry (da cui il soprannome) autore di un celebre Armoriale (1454-58ca.). Agostino Paradisi nella sua grand’opera l’Ateneo dell’uomo nobile, vuole che gli araldi nel regno di Francia giungessero al numero di trenta, e assumessero i nomi delle provincie per cui esercitavano l’ufficio, siccome di Borgogna, di Alanzone, della Brettagna, del Poitou, dell‘Artesca, d’Angoulème, di Berry, della Gujenne, della Piccardia, della Sciampagna, d’Orléans, della Provenza, d’Anjou, di Valois, della Linguadocca, di Tolosa, d’Avvergna, della Normandia, del Lionese, del Delfinato, della Bressa, della Navarra, del Perigord, della Saintonge, di Turena, del Borbonese, dell’Alzazia, di Ghavolois e del Rossiglione (cfr. Giovanni Francesco Del Bue, Dell’origine dell’araldica nobiltà, tito-li, predicati d’onore, dignità e cariche di corte istituite nel regno Lombardo-veneto, tipografia di Claudio Wilmant e Figli, 1846)19) Cerimonie molto particolari e di alto valore simbo-lico. Per maggiori approfondimenti leggasi: Alfonso de Ceballos-Escalera Gila, Heraldos y oficiales de armas en Europa y en la Penìnsula Ibérica: sus cometidos armeros (Heralds and Officers of Arms in Europe and in the Iberic Peninsula: their professional duties), 2010; Anthony Wagner, Heralds and Heraldry in the midd-le ages, Oxford, 1960; Maurice Keen, La Caballería, Editorial Ariel, Barcelona, 1986; et al.20) Citato in una donazione che gli fece re Alfonso: serie II, vol. X. Frammenti di cedole della Tesoreria (1438-1474). Albarani della Tesoreria (1414-1488). A cura di Anna Maria Compagna Perrone Capano: pp. XXIV, 185 [1979], pag. 106: http://www.accademiapontaniana.it/wp-content/uploads/2017/06/10-Fonti-Aragonesi.pdf21) Questo Re d’Arme al servizio dell’Imperatore deriva-va dalla pretensione al trono gerosolomitano ereditato dalla Casa d’Aragona.22) Leggasi: Sicille araldo d’Alfonso V d’Aragona, Il bla-sone dei colori. Il simbolismo del colore nella Cavalleria medievale, a cura di M. D. Papi, Rimini 2000. Su que-sti argomenti cfr. S. Scognamiglio, Pedro de Toledo. Cultura e politica istituzionale (1532-1553), Napoli 2012, in particolare il capitolo Il colore della statualità: codici di comportamento, modelli culturali e prassi istituzionali, pp. 95-160).23) Infatti il Regno di Sicilia era stato storicamente distinto fra la parte continentale (il Regnum Siciliae citra Pharum, Regno di Napoli, detenuto dagli angioini e loro discesi) ed la parte insulare (il Regnum Siciliae ultra Pharum, Sicilia, con capitale Palermo, conquistato dagli aragonesi, detto anche Regno di Trinacria, per breve tempo), fino a quando Alfonso d’Aragona riunì le due corone in una, nominandosi appunto re del regno Utriusque Siciliae. In epoca moderna, nel 1816, i due regni di Sicilia e di Napoli furono fusi definitivamente nel Regno delle Due Sicilie.24) Lina Montalto, Cortigiani, paggi e famigli alla corte aragonese, pp.71-75. La bottega dei drappi sotto il regno di Alfonso di Aragona, 143-148, in Napoli Nobilissima,

    titoli nobiliari ed altri onori che ricevevano i nobili ed i titolati, al fine di poter avere un registro che ricordasse chi, come e fin dove poteva essere introdotto a Palazzo Reale. Per tale funzione aveva diritto al pagamento di un corrispettivo (come l’antico emolumento vicereale). Conseguentemente l’Uscier