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CUADERNOS DEL CENTRO DE LA IMAGEN #1 ALFREDO SRUR

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En conversación con Gabriela Schevach y Ariel Authier, Srur cuenta sobre sus formas de observar y sus inicios en la fotografía. Sus imágenes lo llevaron hasta Colombia, México, Ciudad del Este, a la cima del Aconcagua entre otros escenarios. Pero, sobre todo, lo hicieron interactuar con personas y situaciones de una manera muy personal, más allá del lenguaje y la comunciación verbal.

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CUADERNOS DEL

CENTRO DE LA IMAGEN

#1

ALFREDO SRUR

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Cuadernos del Centro de la ImagenColección EntrevistasEncuentros con creadores contemporáneos argentinos

N°01 Alfredo Srur

Editora responsable: Gabriela Schevach

Staff Centro de la Imagen:Alejandro Montes de OcaMáximo JacobyConstanza MartinezAriel AuthierPatricia Villaseñor

[email protected]

Buenos Aires, ArgentinaMayo 2012

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De Júpiter a Medellín, dudas y certezas en el mundo fotográfico de Alfredo Srur

En conversación con Gabriela Schevach y Ariel Authier, Srur cuenta sobre sus formas de observar y sus inicios en la fotografía. Sus imágenes lo llevaron hasta Colombia, México, Ciudad del Este, a la cima del Aconcagua entre otros escenarios. Pero, sobre todo, lo hicieron interactuar con personas y situaciones de una manera muy personal, más allá del lenguaje y la comunciación verbal.

En general asociadas con el discurso "neutral" del periodismo, las convenciones del la fotografía documental clásica se utilizaron para dar un apariencia de autenticidad y objetividad en artículos y reportajes periodísticos. Consciente de las múltiples contradicciones de este enfoque, Srur se dedica a realizar ensayos fotográficos centrados en la complejidad de las relaciones humanas, muchas veces en los márgenes de la sociedad, donde la cultura parecería dejar de tener sentido y donde sus contradicciones son la carne y el cuerpo de sus habitantes.

También entendiendo que su propia perspectiva y observaciones afectan las imágenes y a las personas que fotografía, se pregunta constantemente sobre la posición del espectador, su significado, su función y cómo cambia su mirada y su forma de pensar. El hecho de tomar fotos, responde, para él, a su necesidad de fijar los pensamientos y sentimientos de alguna forma en el tiempo. Podría, dice, tomar notas o filmar, pero fue la fotografía que lo llevó a explorar territorios, algunas veces lejanos y exóticos; otras, cercanos, siempre inesperados en el sentido de saber que las imágenes iban a cambiar las cosas, al menos para él.

Pregunta: ¿Por qué fotos?

Respuesta: Es lo que mejor me sale. No sé si tiene que ver, pero lo que primero me gustó fue la astronomía. Le empecé sacando fotos a los planetas a los 15. Tenía un telescopio que había conseguido, entonces miraba a Venus, podía ver Saturno, Júpiter, la luna y me compré una cámara, que se le podía enganchar y sacar en bulbo. Ésas fueron realmente las primeras fotos. No sé si habrán salido bien. No me acuerdo de las imágenes. El equipo todavía lo tengo.

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Después, quise seguir estudiando astronomía. Me fui a la Universidad de La Plata a hablar con los estudiantes. Me tiraron tan mal panorama, o sea, me dijeron que, para terminar la carrera, tenía que estar diez años. Se acordaban de un tipo que era como el prócer de los estudiantes que había terminado la carrera en siete años y me decían que, cuando salías de la clase, no sabías dónde estabas, era tal la abstracción que tenías que lograr para estudiar. Y yo me imaginaba todos los problemas que tenía en mi casa, y ocho años dependiendo de mi familia y dije "No."

Entonces después seguí con diseño industrial porque a veces se me ocurrían inventos y no sabía cómo llevarlos a cabo, pero era pésimo dibujando. Era una limitación grande que tenía. Y ahí surgió, de casualidad, un festival de video-minuto. Yo había escrito cuentos. Me presenté con uno y gané el festival. Entonces me fui a Los Angeles,donde quería estudiar cine y que me paguen los estudios jugando a la pelota. Pero me rompí la rodilla y entonces no pude casi estudiar.

Y después compré una cámara de fotos con una ayuda que me había mandado mi abuela, pero no sé por qué, una Nikon con un zoom. Empecé a sacar fotos sin saber nada de técnica ni de fotógrafos y me sentía cómodo. Estaba obsesionado por aprender la técnica. Entonces cuando justo había un laboratorista de quien me había hecho amigo y que me mostró cómo era el proceso, ahí fue que me dieron el raje de Estados Unidos. Caía de vuelta a Argentina y no conseguí nunca trabajo en cine y sí como fotógrafo con fotos que había tomado. Pero no sé bien por qué, me sentía cómodo haciéndolo, era como…

P.: Pero fue por descarte.

R.: Sí, por descarte y por la casualidad ésa de haberme comprado esa cámara y obsesionado con la imagen y con sacar fotos, pero un poco de casualidad, sí, un poco sí.

P.: Igual, por lo que decís, debías tener como algo con la observación.

R.: Sí. Cuando yo tenía tres o cuatro años, fui al jardín de infantes en Miami. Mis primeros recuerdos son de esa época. Mi razonamiento era parecido al de ahora, viste? El vocabulario, seguro que no, pero la manera de pensar ya la veo…, como el pensamiento en silencio. Recuerdo que se

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daban clases en inglés y yo no entendía. Creo que yo ya podía hablar en español, a esa edad podés hablar un poco. Ahí tenía que observar todo y tenía tanta vergüenza de que vieran que yo no entendía delante del profesor o mis compañeros, que me quedaba en silencio observando, entonces me guiaba por los sonidos o por las reacciones de los demás. Cuando sonaba el timbre al recreo, veía que todos salían y yo salía, así, haciéndome el boludo para que nadie se dé cuenta porque no quería llamar la atención ni nada. Recuerdo que tenía que observar y ver cómo disimulaba que no entendía nada de lo que nadie hablaba. Eso me llevó a ver las actitudes de las personas y estar ahí medio disimulando.

P.: ¿Y eso lo relacionás con tu acercamiento a la fotografía?

R.: Yo creo que sí. Porque ya me queda eso de la observación, de automáticamente observar con un poquito de distancia otras cosas, más allá de la palabra, pequeños detalles, gestos, la manera en que se comporta la gente, otra cosa. Por eso me cuesta más la palabra, que creo que está buenísima y es necesaria, pero no es lo primero que me sale.

P.: Entonces usás la fotografía como una forma de relacionamiento, más allá del seguimiento de la vida de una persona o lo que sea. El agarrar una cámara, tal vez, para vos, sea una forma de tomar una distancia y poder acercarte de alguna manera a las personas o a las cosas.

R.: Sí… Y también el hecho de que eso quede en el tiempo y tal vez signifique algo, como que le encuentro sentido, viste? Será un miedo a que todo lo que uno piensa o siente quede en la nada. Bueno, por lo menos, por ahí, queda una foto.

La fotografía me hace más productivo porque es lo que queda del trabajo de observar, de relacionarse y de estar en lugares. Es la forma en que yo más productivo me siento. Pero podría hacer lo mismo y tomar nota también. O hacer video. Pero, además, lo que tiene la fotografía, por ahí la escritura también, o la pintura es que sos vos, que no hace falta más gente. Es un trabajo solitario para adentro, pero después, para afuera, te tenés que relacionar con el mundo y con las personas.

P.: Por poner un ejemplo, vos ahora estuviste haciendo fotos en Ciudad del Este. Yo tengo la sensación de que vos, aunque no hicieras fotos, igual

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hubieras ido ahí. Digo esto porque recuerdo que alguien, alguna vez, te acusó un poco de turista. A mí no me pareció que sea el caso. ¿Pero vos qué pensás de eso?

R.: Me parece que uno muchas veces puede funcionar como turista, pero que eso, en sí mismo, no quiere decir nada. Me parece una estupidez porque no pasa por ser turista o no, pasa por el circuito de turismo que hacés. Si uno sale de su lugar de origen, salvo que te quedes viviendo años en lugar, siempre uno es un poco turista.

En Ciudad del Este fueron diez días donde yo salía a recorrer desde el amanecer hasta el atardecer, pero no dejás de ser un turista en un punto. Uno que carga con experiencias y vivencias de la propia vida, entonces esa es la diferencia. Y también, la manera en que uno se relaciona con las cosas. A mí, no me interesa el circuito turístico más clásico y conservador en términos de seguridad y resguardo físico, que es lo que pasa con los turistas. Si alguien piensa eso de mis fotos es porque no conoce la historia de cómo se hicieron o, por ahí, responde a un tipo de problema personal que esa persona tenga (risas).

P.: ¡Con vos!

R.: O con sí mismo.

Una vez, cuando hice la muestra de Heridas en el Museo de La Plata llevaban escuelas a ver la muestra, eran grupos de escuelas secundarias. Me acuerdo que uno de los pibes que estaba viendo la muestra, mientras estábamos todo el grupo viendo las fotos, me dice "¿Y por qué hacés estas fotos, vos?" Entonces le digo, "No sé, llegué al barrio por tal motivo y me interesó cómo era la vida y de repente pegué buena onda con uno de los pibes." "¿Pero por qué hacés fotos, vos tenés plata o no tenés plata? ¿Por qué fotografiás la pobreza?", me dice, una cosa así. Yo le intenté responder que tal vez no pasa por el lugar de dónde vos venís, sino por cómo vos te tomás la vida.

Volviendo a lo de turista o no turista. El tema es cómo vos te tomás las cosas. Entonces le intenté explicar eso y el pibe me miró con odio. Se puso a llorar y se puso a abrazar a la maestra. Se armó una escena adentro del museo y después salieron y llovía. Y el pibe me dijo llorando que las fotos le

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gustaron mucho y nos abrazamos y me decía "lo que pasa es que, bueno, me hizo acordar a mi vida". Le había recordado sus propias cosas y se puso a llorar.

Eso creo que fue lo máximo que me pudo haber pasado con alguien que haya visto la muestra y seguramente no tenía un gran bagaje en cuanto a qué significa el arte o la fotografía, pero sí tenía lo otro de la vida y las fotografías le inspiraron esa parte. Fue la muestra Heridas, sobre San Fernando, en 2006, en el Museo de Arte y Memoria de La Plata, la misma que estuvo en la fotogalería del San Martín ese año.

A mí, lo que más me interesa es el ser humano: la mentalidad, la psicología, lo que las personas piensan, sienten en distintas situaciones, distintos lugares, cómo afecta la cultura y qué es la esencia… Por ahí, lo que más me intriga es la esencia de las personas y cuáles son los preconceptos propios, cómo eso también te aleja de la gente. Mi obsesión pasa por la gente, entonces, por más que yo esté diez días, un mes o años, yo trato de que la relación con la persona sea siempre una misma manera, no sé…

P.: Con respecto al tiempo, hay proyectos tuyos que llevaron años. El caso de Ciudad del Este es un caso particular porque fuiste a un lugar específico, pero tu trabajo tiene que ver con personas, con situaciones de vida. Me refiero a que muchas veces conviviste bajo el mismo techo con la gente que fotografiás, compartiste muchas más cosas que un momento fotográfico. Tu acercamiento a lo documental tiene que ver con una vivencia.

R.: Me parece que sí. O sea, las mejores fotos creo que nunca las hice y tampoco me interesa tanto el momento preciso de determinada cosa. Yo creo que el momento preciso se puede hacer viviendo y con otro tipo de representación, sin la presión de tener que pensar en eso, sino inspirado en la realidad y en las personas y en mi propia historia.

Lo que me gustaría hacer son libros para que queden las fotos ya impresas y despreocuparme de eso. Poder dejar la documentación, es una obsesión con el tiempo y con una cosa material, que quede el registro material. No sé si importará o no, yo qué sé. Ni idea. Es, más que nada, una obsesión para que no se pierda en el tiempo que otra cosa. Si se publica un libro, ya me puedo desentender y listo (Nota: Srur publicó Geovany no quiere ser

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Rambo, 2010, Dilan Editores, Buenos Aires).

P.: ¿Cómo fue que fuiste a Colombia?

Era una beca de diez días en Cartagena para hacer un workshop con un fotógrafo ítalo-cubano que se llama Ernesto Bazán en la Fundación García Márquez. En ese contexto, elegías un tema de un listado que te daban, y yo elegí la cárcel de mujeres. Fueron las primeras veces que entré a una cárcel y hacíamos película, fue antes del digital, y lo revelábamos en Cartagena. Hacía un calor terrible, los químicos estaban por las nubes. Igual se pueden copiar y quedan bien…

De ahí me fui a Medellín por mi cuenta. Estuve un mes en la Comuna Nororiental, en el barrio, en la casa de Geovany, donde hice el trabajo publicado en el libro. Fue una experiencia que me modificó.

La inspiración para ir ahí fue un día que habíamos ido con Diego Sandstede a ver La Virgen de los Sicarios y yo salí muy impactado de haber visto esa película, donde mostraban la comuna. Lo que más me interesaba era la psicología de alguien que haya nacido y se haya criado en ese lugar. Yo quería ver cómo era y poder estar ahí y fotografiar. Pero no sé si pensaba quedarme a vivir. Tenía ganas de ir y ver qué sucedía. Entonces me fui a Medellín, contacté un periodista de un diario colombiano, que se llama Alejandro Castaño. Años después, ganó el premio Rey de España. Él cubría pandillas y me presentó a Geovany, que había hecho un par de notas con él. Y nos encontramos los dos en el subte y de ahí nos fuimos a la casa. Entonces, yo volví al hotel y al día siguiente volví a lo de Geovany y él me dijo, "Fijate, quizás, en vez de gastar en el hotel, compramos comida y listo, te quedás (en casa)." Me quedé como veinte días viviendo ahí. Y era un momento complicado porque estaban en guerra. Fue en 2000 o 2001. La curiosidad que yo tenía realmente la pude disipar en un punto.

Después surgieron otras inquietudes. Siempre me obsesiona saber qué es verdad y qué es mentira, cuándo alguien dice la verdad y cuándo miente. Y lo que me pasó, viviendo ahí, es que ya no me importaba. Y eso sólo lo pude experimentar viviendo ahí. Ya no importaba si había pasado esto o lo otro, era tan intenso todo y las relaciones humanas y cómo se sostenía algo noble a pesar de todo y cómo, además, también se puede llegar a una situación tan extrema.

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Y desde el lado humano también. Una cosa es ir a cubrir una guerra con los cascos azules o cubrir una guerra trabajando para una agencia, trabajando con un montón de limitaciones, que te las podés ingeniar, ponerle impronta propia, lo que quieras, pero también tenés una gran limitación. Y otra cosa es estar ahí, dependiendo de vos y de la persona que está con vos y listo. Eso también es completamente distinto. Hace que durante ese tiempo seas más parte.

Yo, lo que me había planteado era quedarme a vivir y seguir un poco la historia de Geovany, pero no tenía un plan estético. Geovany era el líder de la pandilla del barrio, Los Rambos. Y poder ver cómo era la cotidianeidad y, al mismo tiempo, la violencia. Pero la cotidianeidad, porque también hay cierto prejuicio por parte de algunos modernos, que consideran que lo documental, el blanco y negro… Puede ser una fórmula… Yo creo que no se puede generalizar en cuanto al documental de violencia blanco y negro. Lo que a mí más me interesaba era vivir ahí y documentar y ver qué me sucedía a mí conmigo mismo y con las imágenes.

Es verdad que la violencia muchas veces se ha documentado con estilo clásico blanco y negro, pero yo no creo que sea algo sobre la violencia, que es más profundo que eso, porque no es sólo la violencia. Mi motivación era ver cómo era la vida diaria, eso qué hacía en mí y mi relación con la persona donde vivía y las imágenes que salían. Después, me llevó diez años editarlo y encontrar las imágenes. Yo soy consciente de que también es un tema de alto impacto donde uno puede caer en facilismos con el tema y con el relato. Entonces, creo que era complejo y contradictorio: la violencia y, al mismo tiempo, la familia, la vida diaria, los valores, en un contexto determinado.

¿O es menos violento, los chicos que viven en un country y no pueden salir? ¿Y que van a la escuela en el country, una cuestión sectaria territorial, que a mí me parece super violento, y que nadie lo hizo?A mí me interesaría, tal vez, hacer una cosa así. Pero tal vez me interesa más lo otro por una cuestión personal.

P.: Es cierto que estamos acostumbrados a ver imágenes de violencia, por televisión, donde sea, pero que están aisladas. Se muestra la violencia para shockear al espectador, pero no se lo muestra en un contexto que la

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explique. Me parece que justamente lo que vos hacés es tratar de correrte lo máximo posible de este modelo.

R.: Sí. Y es un recorte personal, que tampoco muestra la realidad. Es un recorte sobre una vivencia y sobre una realidad, lo cual no significa que sea la Realidad. La realidad no sé qué es, por ahí, es algo inexplicable, la realidad. Se trata de un recorte que tiene ciertas inquietudes genuinas, nada más.

Yo le mostré las fotos un día a un fotógrafo inglés, Julian Germain. Y le conté que con Geovany, por la noche, cuando todos se iban a dormir, charlábamos mucho, hablábamos mucho, sin cámara, de la vida de él y de la mía. Y cómo, de repente, de dos lugares tan distintos, estar juntos conversando en la comuna era una situación extraña.

Tampoco estaba sacando fotos todo el tiempo. Estaba viviendo bastante y dejando que esa vivencia me inspire para fotografiar. Lo que Julian me sugirió fue que estaría bueno hacer una correspondencia con Geovany o representar sus pensamientos, además de las fotos. Entonces ahí surgieron las cartas, además de mis fotos, que responden a la intención de que haya la información. Yo le hice determinadas preguntas sobre la vida, la existencia, sus pensamientos para que eso también esté con las fotos

Se trata de la información cuando uno ve las fotos, si se aprecian lo suficiente por sí solas o si la información también ayuda a que uno aprecie más las imágenes. De una forma u otra, así fue el resultado. Fueron muchos años y una edición muy cuidada. Había imágenes muy fuertes.

Es una incógnita qué sucede con las fotos. La fotografía, es verdad que cuando la persona que las ve, si tiene toda la información de quién las hizo o de la obra o el contexto puede "entenderla mejor", entre comillas, o, por ahí, alguien que viene sin nada lo ve y puede entender algo similar.

P.: Pero nadie viene sin nada.

R.: No sé. Hay fórmulas para que determinada imagen le guste a la gente que menos información tiene. Pero no sé, no estoy seguro. Sé que hay fórmulas. Sé que hay varios que las utilizan. La escuela de (Bernd y Hilla) Becher, que ahora se imita bastante, en digital o en un formato grande, por

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ahí tenía cierta fórmula, una manera de hacer las cosas. A mí, la fotografía de los Becher me gusta mucho y hasta me ha llegado a emocionar sinceramente.

Hoy hablábamos también con Pablo Reyero, el documentalista que hace cine y video, que hizo Dársena Sur y Cruz del Sur. Él también siguió historias muy sociales, que tienen que ver con la delincuencia, muy desde adentro, mostrando historias personales y es importante que la motivación sea lo suficientemente profunda. Y hablábamos de qué difícil que es seguir historias de vida y que yo ya no tenía más ganas de hacerlo.

Porque es agotador, enloquecedor, y, al mismo tiempo, tiene que ver con algo muy propio, o sea que está bien en un momento hacerlo, pero cuando se transforma en algo rutinario y además es la manera que tenés para solventar un montón de gastos, ahí ya me resulta un poco más raro. Sí me parece que puede llegar a funcionar cuando hay una profundidad en la motivación y una curiosidad genuina de las cosas. Pero cuando ya empezás a repetir fórmulas es cuando desaparece cualquier tipo de mística que podría haber habido y cuando se vuelve aburrido. Lo interesante es la búsqueda, las dudas más que las certezas.

P.: ¿Y entonces por dónde pasan tus dudas ahora?

R.: A mí las personas y los olvidados siempre me inspiran a hacer fotos. Me gustan los incomprendidos en un punto, alguno que no logra… También puede ser quizás que alguno que está muy afianzado en la sociedad sea interesante. Pero me generan curiosidad justamente las personas incomprendidas o que quedan más apartadas del sistema. Por ahí sea una obsesión como cuando, yo creo que siempre va a lo mismo, iba al jardín de infantes. Yo, el recuerdo que tengo es de mirar y no poder hablar con nadie y no tener la confianza con nadie para poder contarle lo que pensaba, mi propia incomprensión. Y después, mi viejo, con los años, me dijo que en realidad, este problema se charló en clase y que el maestro un día me sentó en su silla en frente de todos los alumnos y como que fue un momento de integración, el cual no recuerdo (risas). Así que tengo que confiar en mi viejo…

P.: O en las fotos.

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R.: Así que, a mí, la persona que me inspira, en general tiene ese rastro de incomprensión o de cuestión auténtica y original. Igual, el sistema, las personas, es algo que me apasiona.