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  • La internalizacin del conflicto intersistmico en laRevolucin Cubana y su impacto

    en la reproduccin de la hegemona socialista.Algunas consideraciones tericas para su interpretacin1

    Daniel Cubilledo Gorostiaga Investigador pre-doctoral en Estudios Internacionales (UPV/EHU)2

    1. INTRODUCCIN

    El objetivo del presente trabajo consiste en examinar, tras una serie de consideraciones tericas previas, algunos problemas de la reproduccin de la hegemona socialista en Cuba que estn estrechamente vinculados con su carcter de revolucin antisistmica. Ms concretamente, trataremos de ar-gumentar y exponer cmo dicho carcter implica el desencadenamiento de un conflicto intersistmico cuya naturaleza rebasa los lmites del estado-nacin y que, en el caso de Cuba, tiene singulares consecuencias para la reproduccin de la hegemona socialista. Tales consecuencias, adems, se vuelven especialmente problemticas cuando tanto el bloque histrico cuba-no posterior a 1959 como las estructuras histricas mundiales en las que triunf y se desarroll la Revolucin cubana, sufren transformaciones signi-ficativas con el paso del tiempo.

    Asimismo, es necesario aclarar que con este trabajo no pretendemos sea-lar todos los problemas de la reproduccin de la hegemona socialista en Cuba. Ms bien los objetivos son, en primer lugar, exponer una serie de re-flexiones tericas que apunten hacia la construccin futura de un marco te-rico ms amplio y coherente para aproximarnos al problema; y en segundo lugar, exponer, sobre la base de lo anterior, algunas hiptesis interpretativas sobre las consecuencias especficas de la internalizacin del conflicto inter-sistmico y su impacto en la reproduccin de la hegemona socialista.

    1 Este trabajo es una versin revisada y ampliada de otro expuesto en el XI Seminario de Relaciones Internacionales organizado en La Habana por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) los das 23, 24 y 25 de abril de 2014. Asimismo, dicho trabajo debe ser entendido en relacin con una investigacin ms amplia de Tesis Doctoral, cuyo autor est desarrollando en la actualidad.

    2 Licenciado en Sociologa (UPV/EHU); Mster en Estudios Internacionales (UPV/EHU); e Investigador predoctoral con beca del Gobierno Vasco; [email protected].

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    Para ello expondremos, en primer lugar, algunas contribuciones de la so-ciologa histrica y de las Relaciones Internacionales sobre la temtica de las revoluciones. Ms especficamente, destacaremos algunas aportaciones de Fred Halliday como la importancia de la dimensin internacional de las mismas y de los factores ideolgico-culturales, detenindonos particular-mente en su nocin de conflicto intersistmico.

    En segundo lugar, dado que tratamos el problema de la reproduccin de la hegemona, analizaremos algunas cuestiones sobre la relacin entre el Estado, la sociedad y el poder. Para ello, y apoyndonos en conceptos impor-tantes de Gramsci y de Marx, expondremos brevemente, en primer lugar, lo que a nuestro juicio es una teora crtica del Estado mediante los conceptos gramscianos de sociedad civil, sociedad poltica y sus relaciones; y en se-gundo lugar, expondremos una nocin crtica del poder fundamentalmente a partir del concepto de hegemona tambin desarrollado por el poltico e inte-lectual italiano.

    Posteriormente, aunque conectado con lo anterior, expondremos de ma-nera breve el mtodo de las estructuras histricas propuesto por Robert W. Cox. Dicho autor, que se encuadra en la corriente de la Teora Crtica de las Relaciones Internacionales, se apoya fuertemente en la perspectiva grams-ciana amplindola al marco de las relaciones internacionales, por lo que ofrece una perspectiva interesante para analizar nuestro objeto de estudio.

    Para finalizar, expondremos las implicaciones tericas de las reflexiones precedentes en forma de hiptesis interpretativas. stas se centrarn, princi-palmente, en cmo el conflicto intersistmico afecta de forma particular a la reproduccin de la hegemona socialista en Cuba. Asimismo, propondremos algunas ideas en forma de lneas estratgicas que podran apuntar a buscar soluciones frente a los problemas sealados.

    2. REVOLUCIONES ANTISISTMICAS: DIMENSIN INTERNACIONAL Y CONFLICTO INTERSISTMICO

    Una de las distinciones bsicas ms comunes en la literatura sobre revo-luciones es la que diferencia entre revoluciones polticas y revoluciones so-ciales. Como sealan Waldo Ansaldi y Vernica Giordano, tal problema ya fue considerado por autores clsicos como Alexis de Toqueville, Lorenz Von Stein o Karl Marx3. As por ejemplo, los autores mencionan que Karl Marx, en una carta dirigida a Arnold Ruge, haca referencia a tal cuestin afirman-do que mientras las revoluciones polticas derrocaban el poder antiguo las sociales implicaban el fin de la vieja sociedad4.

    3 Ansaldi, W. y Giordano, V., Historia de Amrica Latina. Una perspectiva sociolgica-histrica 1860-2006. Madrid, Dastin editores, 2006, p. 61.

    4 Ibdem, p. 62.

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    Lo anterior, sin embargo, alude indirectamente al problema sobre si lo esencial es la forma o el contenido. En este sentido, en la literatura sobre el tema, parece haber ms consenso en lo que es una revolucin por su forma -un cambio rpido y profundo5- que por su contenido; si pensamos en los procesos de cambio que han sido considerados como revoluciones (la indus-trial, la inglesa, la francesa, la americana, la rusa, la china, la cubana, la nica-ragense, la de 1968, las de 1989 en el bloque socialista, la asociada con la agroindustria conocida como revolucin verde, la revolucin bolivariana, o las ms recientes en Europa del Este bautizadas como revoluciones de colores), podemos constatar que el desacuerdo sobre el sentido de la radica-lidad o profundidad que debe contener un proceso de cambio para ser consi-derado una revolucin, es relativamente amplio.

    En la obra de Theda Skocpol6, que parte de los clsicos citados as como de la distincin bsica sealada, se define a las revoluciones sociales como transformaciones rpidas y fundamentales de la situacin de una sociedad y de sus estructuras de clase; van, acompaadas, y en parte llevadas por las revueltas, basadas en las clases, iniciadas desde abajo7. Para la autora, lo que hace especficas a las revoluciones sociales es que los cambios en la estructura social de clases y en la poltica se dan al mismo tiempo8. Sin em-bargo, ms all de la importancia del elemento socioeconmico que enfatiza en su definicin, la aportacin de su enfoque se sustenta sobre tres elementos claves. El primero, una visin estructural de las mismas tanto en sus causas como en sus procesos que contrasta con otros enfoques voluntaristas que predominaban en la literatura sobre revoluciones; el segundo, una referencia a la dimensin internacional y a la historia, y especialmente a la influencia del sistema internacional de Estados; y el tercero, una concepcin del Estado como una macroestructura potencialmente autnoma y de naturaleza bu-rocrtica-coercitiva9.

    Fred Halliday, por otro lado, en su trabajo sobre las revoluciones10 define a las mismas como grandes transformaciones polticas y sociales en el con-texto de una modernidad contradictoria, que implican participacin de masas y la aspiracin a establecer una sociedad radicalmente diferente11. El aporte de su definicin, a nuestro parecer, radica en la ltima parte de la misma, ya

    5 Si bien esta nocin es compartida generalmente, esto no ocurre con otros aspectos formales. Por ejemplo, autores como Calvert, P. (Revolution and Counter-revolution, Milton Keynes: Open University Press, 1990) hacen referencia explcita al uso exitoso de la violencia, siendo este uno de los rasgos que distinguen a las revoluciones de las revueltas o insurrecciones, que ocurren cuando el intento violento fracasa.

    6 Skocpol, T., Los Estados y las revoluciones sociales. Mxico D. F., Fondo de Cultura Econmica, 1984.

    7 Ibdem, p. 21. 8 Ibdem.9 Ibdem, pp. 37-56. 10 Halliday, F., Revolution and World Politics: The Rise and Fall of the Sixth Great Pow-

    er. London, Macmillan, 1999. 11 Ibdem, p. 21.

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    que con ella, y como se observa en el desarrollo de sus obras12 , incluye a la dimensin ideolgico-cultural como un factor que juega un papel fundamen-tal13. En este sentido, tambin otros autores han acentuado la importancia de las normas, los valores y de las aspiraciones ideolgicas14.

    Por otro lado, aunque estrechamente unido a lo anterior, otro de los ras-gos del enfoque de Halliday compartido tambin por otros autores15 tiene que ver con la dimensin internacional de las revoluciones y particularmente con la relevancia de su papel en la configuracin y transformacin de la so-ciedad internacional. Tal cuestin, se relaciona con otra discusin ms am-plia, que tiene que ver con pensar las revoluciones como eventos discretos circunscritos a la esfera del Estado-nacin (como hace la sociologa del con-flicto de Charles Tilly16 o el mainstream de la Ciencia Poltica, como puede verse, por ejemplo, en la obra de Walt17), o por el contrario como expresio-nes mltiples de un conflicto social ms amplio que excede los contornos de Estados especficos, y cuya influencia en la formacin del mundo moderno

    12 Halliday, F., Las relaciones internacionales en un mundo en transformacin. Madrid, Editorial Catarata, 2002.

    13 En realidad, la importancia que Fred Halliday otorga a la dimensin ideolgico-cultural no se reduce al mbito de las revoluciones, sino, en general, al estudio de las relaciones internacionales. En concreto, afirma que Hay una relacin clara entre el poder en un terreno determinado y el poder ideolgico, el que se ejerce a travs del control de las imgenes y de sus medios de difusin. La concepcin de hegemona de Gramsci, en el sentido del uso de los factores ideolgicos y culturales como instrumentos de dominacin nunca fue tan relevante como lo es ahora para analizar el actual sistema internacional (2002: 253). Por otro lado, es necesario aclarar que si bien Skocpol tambin menciona estos factores, consideramos que no juegan un papel lo suficientemente relevante en su enfoque.

    14 Dunn, J. (1989); Huntington, S. (1996). Sammuel Huntington -aunque desde las tesis de las teoras de la modernizacin-, define a la revolucin como un cambio rpido, fundamental y violento en los valores y mitos dominantes de una sociedad, en sus instituciones polticas, su estructura social, su liderazgo y la actividad y normas de su gobierno (Huntington, S. Elorden poltico en las sociedades en cambio. Barcelona, Paids, 1996 (2 ed.), p. 236. Edicin original: Political order in changing societies, New Haven, Yale University Press, 1968. Por otro lado, John Dunn desde un enfoque politolgico ms centrado en la dinmica del proceso revolucionario, tambin afirma que el anlisis de las revoluciones no se puede limitar al pro-ceso de la toma del poder, ni al cambio de una elite por otra, subrayando que las aspiraciones sociales e ideolgicas de los revolucionarios tambin son importantes (Dunn, J., Modern revolutions. An introduction to the analysis of a political phenome-non. Cambridge, Cam-bridge University Press, 1989 (2 ed.), p. 233).

    15 Boswell, T. (ed.). Revolution in the World System, New York: Greenwood Press, 1989; Cohan, Al S. Introduccin a las teoras de la revolucin. Madrid, Espasa-Calpe, 1977. Ei-senstadt, S.N. Las grandes revoluciones y las civilizaciones de la modernidad. Madrid, Cen-tro de Estudios Polticos y Constitucionales, 2007; Kowalewski, D., Periphery Revolutions in World System Perspective: 1821-1985, Comparative Political Studies 24(1), 1991, pp. 76-99. Hobsbawn, E. The Age of Revolution: 1789-1848, London, Weidenfield & Nicolson, 1962; Wight, M. Power politics. Londres, Leicester University Press, Royal Institute of Inter-national Affairs, 1978.

    16 Tilly, C. From mobilization to revolution. New York, McGraw-Hill, 1978. 17 Walt, S. Revolution and War, Ithaca, Cornell University Press, 1996.

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    necesita ser revaluada18. Desde esta perspectiva que compartimos y que a nuestro juicio tiene que ver con una concepcin histrica, relacional, sist-mica, holista y dialctica de los procesos y las relaciones sociales, es como introducimos el concepto del conflicto intersistmico.

    El conflicto intersistmico es una forma de conflicto interestatal e inter-societal, en el que a las formas convencionales de rivalidad -militar, poltica y econmica- se le suma la discrepancia global de normas polticas y socia-les, lo que suele prestarles legitimidad19. Uno de los mecanismos que lo desencadenan es el llamado efecto demostracin20. Halliday argumenta que si los Estados estn organizados a partir de bases diferentes es ms posi-ble que se sientan amenazados por los dems. De esta forma el principal efecto -internacional e internacionalista- () de las revoluciones reside en la fuerza del ejemplo. () el conocimiento de lo que han hecho o de lo que se cree que han hecho acta como catalizador: perturba los rdenes estableci-dos21. Sin embargo, en el desarrollo del conflicto intersistmico que se da en el nivel interestatal (actividad de los Estados), intersocioeconmico (el de las entidades sociales y econmicas, especialmente entre empresas) e inter-ideolgico (ideologa y cultura), el efecto demostracin y la fuerza del ejem-plo son bidireccionales. En este sentido, Halliday interpreta la Guerra Fra como un ejemplo de conflicto intersistmico en el que la Unin Sovitica y los pases socialistas de Europa del Este se derrumbaron, fundamentalmente, por la competicin interideolgica; fue el estilo de vida y los estndares de bienestar y consumo proyectados por Occidente, ms que la competicin militar o econmica, los que socavaron la legitimidad poltica de aquellas sociedades provocando su implosin22.

    Por otro lado, lo anterior est estrechamente relacionado, como ya susci-taron Stanley Hoffmann, Raymond Aron y Richard Rosecrance, con la ten-dencia del sistema internacional hacia la homogeneidad; es decir, la tenden-cia hacia una organizacin social similar no solamente referida respecto a las relaciones entre Estados, sino tambin hacia una organizacin de los siste-mas polticos y sociales internos de los mismos23. Por lo tanto, si bien las revoluciones a travs del llamado efecto demostracin suponen una amenaza para los rdenes sociales dominantes, stos, al mismo tiempo, tambin supo-nen una amenaza potencial para las revoluciones consolidadas, en la medida en que en el contexto del conflicto intersistmico aspirarn a proyectarse cultural e ideolgicamente ms atractivas pudiendo socavar su legitimidad poltica. Esta presin, por otro lado, ser potencialmente ms intensa cuando

    18 Cornago, N. Diplomacy and Revolution, en: Denemark, Robert A. (Ed.), The Interna-tional Studies Encyclopedia, Volume II, Oxford, Wiley-Blackwell, 2010, p. 1.104.

    19 Halliday, F. Revolution and World Politics, op. cit., pp. 209-210. 20 Hermassi, E. Toward a comparative study of revolutions, Comparative Studies in So-

    ciety and History, 18, 2, Abril 1976, p. 214. 21 Halliday, F. Las relaciones internacionales, op. cit., p. 175. 22 Ibdem, pp. 231-254. 23 Ibdem, p. 172.

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    ms asimtrica sea la relacin de poder entre las sociedades involucradas en el conflicto.

    Dicho lo anterior, y aunque ya hayamos adelantado algunas ideas, lo si-guiente sera preguntarnos sobre qu consecuencias tiene este tipo de con-flicto en la dinmica interna de una revolucin. As por ejemplo, Theda Skocpol, refirindose especficamente a la Revolucin cubana, afirma que las intrusiones imperiales () s moldearon poderosamente la forma en que las nuevas estructuras del Estado y la dinmica poltica de movilizacin se fue configurando. Influy poderosamente en la va socialista, la transforma-cin de las estructuras sociales y de clases24.

    Por otro lado, la teora realista de las Relaciones Internacionales expone la tesis de la socializacin, segn la cual el sistema internacional de Estados generara constricciones sobre los Estados revolucionarios que terminaran por domesticarlos. Sin embargo, Fred Halliday expresa que un repaso hist-rico de los Estados revolucionarios demuestra que, mientras los rdenes internos posrevolucionarios permanezcan intactos, estos Estados siguen re-presentando un desafo para los sistemas de otros Estados25. Dicho esto, lo anterior no implica que el conflicto intersistmico produzca, en un lapso de tiempo mayor, que los factores internacionales y el sistema en general cons-tria el desarrollo interno post-revolucionario de los Estados, e influyan en su desarrollo poltico-social y econmico26.

    Si bien a partir de lo dicho tenemos algunas ideas o ejemplos de cmo se manifiesta la internalizacin del conflicto intersistmico, tanto en general como para nuestro caso, -en la va socialista, en la dinmica de movilizacin poltica, en las estructuras de clases, en la configuracin de las nuevas es-tructuras del Estado, domesticando (o no) su comportamiento internacio-nal, etc.- lo que nos interesa de manera particular es, de qu manera, la inter-nalizacin del conflicto afecta a la reproduccin de la hegemona revolucionaria a lo largo del tiempo. Para poder profundizar ms en tal pro-blemtica nos es necesario un paso previo: exponer, de alguna manera, qu concepcin tenemos del Estado, la sociedad y sus relaciones, as como de la dinmica de conquista, produccin y reproduccin del poder, y cmo sta dinmica se ve afectada cuando tenemos en cuenta la dimensin internacio-nal y transnacional.

    Como hemos visto en este apartado, por lo tanto, con el adjetivo de anti-sistmicas hemos querido matizar y subrayar, para nuestro caso de estudio, la dimensin intersocietal, transnacional o sistmica en relacin a la cual la radicalidad de los cambios que una Revolucin implica, adquiere su carcter antisistmico. En este sentido, nuestra visin de lo antisistmico la definimos en relacin con un sistema-mundo capitalista, nacido alrededor del siglo XVI, que implica una serie de relaciones sociales de produccin dominantes

    24 Skocpol, T. Los Estados y las revoluciones sociales, op. cit., pp. 445-446. 25 Halliday, F. Las relaciones internacionales, op. cit., p. 172. 26 Ibdem, p. 162.

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    y asimtricas, en el sentido de que privilegian a ciertos grupos sociales y sus productos (burguesa frente a clases asalariadas; pases del centro frente a pases de la periferia; hombres frente a mujeres; cultura y saberes occidenta-les frente a los no occidentales, etc.). En este sentido, hay que decir que el carcter antisistmico de una Revolucin es siempre relativo, ya que puede ser ms claramente rupturista respecto a algunos rasgos, y menos o incluso nada respecto a otros.

    A continuacin, plantearemos algunas cuestiones fundamentales sobre qu es el Estado y cmo comprender su relacin con la sociedad, algo que, por otro lado, no puede ser del todo entendido si no hacemos referencia a la cuestin del poder. Tal problemtica, como dijimos, es imprescindible para pensar en la internalizacin del conflicto intersistmico y en sus conse-cuencias para la reproduccin de la hegemona revolucionaria.

    3. ESTADO, SOCIEDAD Y PODER: UNA VISIN CRTICA

    3.1. Acerca del Estado y su relacin con la sociedad

    Theda Skocpol, en su clsica obra ya mencionada, afirma que tanto aque-llos autores que han teorizado sobre las revoluciones desde fundamentos liberales del Estado y la sociedad, como aquellos que lo han hecho desde el marxismo clsico, concuerdan en concebir al Estado exclusivamente como una arena donde se entablan los conflictos por intereses sociales y econmi-cos bsicos27. Los primeros, como la arena en la que se encarna el consenso mayoritario y la autoridad legtima; los segundos, como el lugar predilecto de la coaccin organizada de la clase dominante. Esta ltima visin, apunta Skocpol, sera tambin compartida hasta cierto punto por los tericos del conflicto como Charles Tilly28. Frente a stas, la autora propone una concep-cin basada en las ideas de Max Weber y Otto Hintze en la que el Estado sera, principalmente, una macroestructura administrativa y coercitiva poten-cialmente autnoma. De esta manera, frente a la tendencia sociolgica que segn Skocpol tendera a reducir o absorber al Estado en la sociedad, ella propone una concepcin organizativa y realista29 en la que, si bien reco-noce su relacin y nexos con las estructuras socioeconmicas y la sociedad en general, subraya ante todo su carcter potencialmente autnomo en virtud del cual, el Estado, podra actuar por encima del control directo de la clase dominante30.

    El debate sobre la autonoma del Estado -que est en la base de la pro-puesta de Skocpol- tambin tuvo lugar dentro de la tradicin marxista a par-

    27 Skocpol, T. Los Estados y las revoluciones sociales, op. cit., p. 51. 28 Ibdem, pp. 54-55. 29 Ibdem, p. 63. 30 Ibdem, pp. 61-63.

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    tir de mediados de los sesenta. En concreto, autores como Nicos Poulantzas y Gran Therborn proponan que: El Estado no debera considerarse, ni como una institucin especfica, ni como un instrumento, sino como una relacin; como una concentracin materializada de las relaciones de clase en una sociedad determinada31 .

    Desde nuestro punto de vista, la justificacin de la autonoma potencial del Estado sobre la base de que ste participa en un sistema interestatal de manera ms directa e intensa que ningn otro actor de una sociedad particu-lar, es bastante acertada. La influencia de los factores internacionales y transnacionales para la conformacin del moderno Estado-nacin es tambin destacada por slidos trabajos realizados desde la sociologa histrica y la historiografa marxista32.

    Sin embargo, la idea de autonoma potencial es un tanto problemtica, ya que estrictamente significa que bajo ciertas condiciones, el Estado puede actuar sobre la base de intereses propios, es decir, ajenos a la sociedad na-cional, internacional o del contexto histrico donde la forma concreta de esos Estados cobra sentido. Desde este ngulo, la visin organizacional del Estado si bien puede ser heursticamente vlida para ciertos objetos de estu-dio y planteamientos de investigacin, no permite ver con la suficiente clari-dad los lazos orgnicos existentes entre el Estado y la sociedad que, bajo nuestro punto de vista, son fundamentales para entender las revoluciones sociales y en general el cambio social.

    Una cuestin relacionada con esta relacin orgnica que planteamos tiene que ver con los factores ideolgicos, ticos y culturales. En este sentido, Goldstone afirma que si bien los factores materiales y estructurales son los que desencadenan las crisis revolucionarias, la respuesta de la sociedad a dichos factores tiene que ver con cuestiones ideolgicas y culturales33. Ms an, en nuestro caso concreto de estudio, la propia Skocpol reconoce que en el caso de la Revolucin cubana quiz pas al revs; las intrusiones impe-riales no hicieron tanto nacer las crisis revolucionarias, afirmando a conti-nuacin que sin embargo, s moldearon poderosamente la forma en que las nuevas estructuras del Estado y la dinmica poltica de movilizacin se fue configurando. Influy poderosamente en la va socialista, la transformacin de las estructuras sociales y de clases34. Bajo esta perspectiva, si conside-ramos que la estructura socio-clasista derivada de ciertas relaciones de pro-duccin -nacionales y transnacionales- no puede ser comprendida sin la di-mensin cultural-ideolgica (y viceversa), y adems consideramos la

    31 Citado en: Ibdem, p. 59. 32 Ver: Anderson, P. Lineages of the Absoluty State. Londres, NLB/Verso, 1974; Mann,

    M. The sources of social power. Vol. 1. New York, Cambridge University Press, 1984; Hall, J. Powers and Liberties. London, Pelican, 1986; Wolf, E. Europe and the people Without History, Berkeley, University of California Press, 1982.

    33 Goldstone, J. A.. Revolution and rebellion in the early modern world. Berkeley y Los Angeles, University of California Press, 1991.

    34 Skocpol, T. Los Estados y las revoluciones sociales, op. cit., pp. 445-446.

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    influencia del sistema internacional de Estados, podramos concluir que El estado es autnomo en algunos sentidos, y lo es ms en algunos periodos, sobre todo en tiempos de guerra, pero lo menos que puede decirse es que en muchos sectores el Estado acta atado por los intereses influyentes dentro de la sociedad y a requerimiento de esos intereses. En esto reside la fuerza de la teora estructural del Estado35. En efecto, esta teora estructural a la que se refiere el citado autor, alude, entre otras, a la teora de Gramsci sobre la hegemona, que junto a otros conceptos como sociedad civil, sociedad polti-ca y bloque histrico nos permiten comprender desde una perspectiva crtica procesos de cambio como las revoluciones sociales que pasan por las trans-formaciones de las relaciones de poder, su mantenimiento y su reproduccin. Por ello, desarrollaremos a continuacin algunos conceptos centrales de la perspectiva gramsciana que, como han reivindicado diversos autores (como el propio Halliday o Robert W. Cox, entre otros) contienen un potencial que excede el anlisis de las sociedades particulares pudindose extender al mar-co de las relaciones internacionales.

    3.2. El complejo Estado-sociedad a travs de las nociones gramscianas de sociedad civil y sociedad poltica36

    A diferencia de la visin liberal que desde el mainstream de la Ciencia Poltica considera a la sociedad civil como algo que est fuera de la rbita del Estado, separado de l, la comprensin gramsciana parte de una visin histrica, relacional y dialctica. En este sentido, su distincin del Estado (o de la sociedad poltica) no puede realizarse mediante la definicin de fronte-ras perfectamente delimitadas que de manera excluyente separen los elemen-tos que componen cada una de las dos categoras. Podramos decir que entre sociedad civil y sociedad poltica existe una interpenetracin variable, en funcin de la coyuntura concreta, y que la comprensin de cada categora slo adquiere sentido en relacin con la otra y con la totalidad social. Segn Gramsci la diferencia entre sociedad civil y sociedad poltica no es orgnica, sino metdica37. Al mismo tiempo, tales conceptos no pueden comprenderse sin aludir a otros fundamentales como hegemona o bloque histrico que tambin desarrollaremos brevemente ms adelante.

    Una forma de observar las races de la ambivalencia y organicidad que defendemos es mediante el anlisis socio-histrico. El origen de esta falsa disociacin entre ambos trminos est vinculado con la construccin del Estado moderno en el contexto del surgimiento del capitalismo y la moder-

    35 Halliday, F., Las relaciones internacionales, op. cit., p. 118. 36 La exposicin de este apartado referida al pensamiento de Gramsci est basada

    fundamentalmente en el excelente trabajo de Acanda (2002). Si bien las posibles virtudes de la exposicin se deben fundamentalmente al trabajo mencionado, los posibles defectos deben atribuirse nicamente a la interpretacin de quien escribe este trabajo.

    37 Gramsci, A. Notas sobre Maquiavelo, sobre poltica y sobre el Estado moderno. Bue-nos Aires, Lautaro, 1962, p. 54.

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    nidad38 que se manifestaron mediante una serie de transformaciones de las relaciones de poder del mundo feudal lideradas por la burguesa como nueva fuerza social en ascenso. Bsicamente, all donde bajo el orden feudal las relaciones sociales, polticas y econmicas regan y abarcaban toda la activi-dad vital de los individuos sobre la base del ethos teolgico, la burguesa fue apropindose de dichas relaciones bajo una nueva forma de producir el mun-do. El proceso de gestacin del nuevo modo de produccin capitalista, que Karl Polanyi describi como la mercantilizacin de todas las cosas39 y Karl Marx como el proceso histrico de disociacin entre el productor y la pro-piedad sobre sus condiciones y medios de existencia40 no puede desligarse de la nueva cosmovisin liberal fundada en el nuevo ethos del individuo-propietario racional. De esta forma, las fronteras entre lo civil y lo poltico, entre la sociedad (burguesa) y el Estado, se redefinieron sobre la constitu-cin de nuevas relaciones de poder. Como afirma Acanda41.

    El liberalismo temprano tena que afirmar el carcter positivo del merca-do como agencia socializadora por excelencia. La idea de la separacin entre Estado y la sociedad tena como propsito identificar ese ordenamiento econmico con la sociedad en general, y fundamentar su primaca tica. Acorde con esto el Estado fue presentado como una instancia instrumental, legtima tan solo como garante del orden natural, necesario para el desarro-llo de las relaciones econmicas capitalistas42.

    Bajo esta perspectiva, por lo tanto, podemos ver cmo las esferas que ac-tualmente se consideran como exclusivas de la sociedad civil -la economa, el mercado, asociaciones empresariales, medios de comunicacin, etc.-, no son ms que aquellas esferas donde la burguesa fue construyendo su hege-mona blindndolas desde lo poltico con la progresiva conquista y trans-

    38 Para una exposicin ms amplia, rica y profunda de la influencia del liberalismo en la disociacin entre sociedad civil y Estado as como de la resignificacin del Estado y de lo poltico operada por la ideologa liberal, (en la que me he basado en gran medida para exponer tales ideas), ver especialmente Acanda (2002: 65-131).

    39 Polanyi, K. La gran transformacin: crtica del liberalismo econmico. Madrid, Edi-ciones de la Piqueta, 1989.

    40 Marx, K. El Capital. Libro I, Tomo III. 2 Ed., Madrid, Akal, 2000 [1867], Cap. XXIV. 41 Tambin es interesante observar, a modo de ejemplo, algunos hechos que sirven para

    ilustrar la influencia del contexto socio-histrico en la forma en que desde la ptica liberal eran pensados algunos conceptos como la libertad del individuo, la democracia o los derechos del hombre, que eran enunciadas desde su posicin de individuo-propietario. Como recuerda Acanda, Una indiscutible gran figura del liberalismo como Thomas Jefferson, promotor de las ideas ms democrticas de su poca, no solo posey una gran cantidad de esclavos, sino que se dedic con esmero a aumentar su dotacin teniendo hijos con sus esclavas; hijos a los que nunca reconoci y mantuvo como esclavos en su plantacin de Monticello, y a los que ni siquiera les concedi la libertad en su testamento. Ni Locke [directamente implicado en el trfico de esclavos, como recuerda el autor en nota al pi], ni Adam Ferguson o Montesquieu se cuestionaron en lo ms mnimo el derecho que asista a Inglaterra o a Francia a conquistar y a colonizar otros pueblos. Acanda, J.L. Sociedad civil y hegemona. La Habana, Centro de Investigacin y Desarrollo de la Cultura Juan Marinello, 2002, pp. 94-95).

    42 Acanda, J.L. Sociedad civil y hegemona. op. cit., p. 109.

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    formacin del Estado consolidada con las revoluciones burguesas del siglo XVII y XVIII.

    Asimismo, desde esta ptica, la nocin tan controvertida de Gramsci so-bre el Estado integral o Estado ampliado en la que sociedad civil y sociedad poltica se funden en un nico campo de disputa, cobra un papel importante al sealar precisamente los lazos orgnicos entre lo civil y lo poltico que desde un anlisis crtico y holista es posible visualizar.

    Sin embargo, si bien todo lo dicho sirve para justificar la necesidad de subrayar la ambivalencia y organicidad que nos da la posibilidad de la crti-ca, ello no quiere decir que a efectos de su empleo y practicidad en el anli-sis concreto no podamos decir, desde la perspectiva gramsciana, a qu nos referimos cuando hablamos de sociedad civil y de sociedad poltica.

    En los Cuadernos de Gramsci se distinguen dos momentos de la superes-tructura que estn en permanente relacin dialctica: por una parte, la so-ciedad poltica, y por otro, la sociedad civil43. La sociedad civil compren-dera todas aquellas estructuras, instituciones y organizaciones sociales donde se reproducen y se disputan los sentidos, los valores y la cultura que conforman alternativas civilizatorias antagnicas. En ella se articula la es-tructura material de la cultura, y se organiza el consentimiento y la adhesin de las clases dominantes44. Esta categora es particularmente importante (autores como Norberto Bobbio la consideran como la categora fundamental sobre la que Gramsci desarrolla todo su aparto conceptual) por ser la porta-dora material de la hegemona45 de la que hablaremos en el siguiente epgra-fe. Componentes o fenmenos concretos de la sociedad civil seran las es-cuelas, las universidades, los medios de difusin masiva, las iglesias, los partidos polticos, el mercado, los movimientos sociales, etc.

    Por otro lado, la sociedad poltica estara conformada por los rganos de la superestructura donde se disputa el control de la maquinaria del Estado, entendido ste en su sentido restringido de institucin coercitiva-administrativa. De esta manera, el gobierno de un pas y todas las estructuras y organizaciones que sirven y configuran su campo de disputa, se correspon-deran con la sociedad poltica. Ejemplos de ello seran: el gobierno en sus diversos niveles, el parlamento, el partido poltico en el poder, la polica, el ejrcito, la magistratura, etc. Sin embargo, y en virtud de esa ambivalencia de la que hablamos, un partido poltico, por ejemplo, pueden ser unas veces sociedad civil, como transmisor de valores, y otras veces sociedad poltica e incluso ambas al mismo tiempo; igualmente un medio de comunicacin pue-de ser parte de la sociedad poltica o de la sociedad civil.

    Como advertimos al comienzo los conceptos que hemos analizado no pueden ser entendidos sin hablar de otros como bloque histrico o hegemon-a que son centrales en la perspectiva gramsciana. En concreto, este ltimo,

    43 Ibdem, p. 247. 44 Ibdem, p. 248. 45 Ibdem, p. 335.

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    que a nuestro entender constituye una teora crtica del poder, juega un pa-pel central para comprender de una manera ms profunda lo dicho hasta el momento.

    3.3. La teora de la hegemona como teora crtica del poder

    El concepto de hegemona en Gramsci, como seala Robert W. Cox, est ligado a los debates del movimiento de la Internacional Comunista rela-tivos a la estrategia revolucionaria. Frente a las concepciones reduccionistas de la revolucin que establecan un automatismo directo entre los cambios a realizar en la base econmica y la trasformacin del mundo cultural y espiri-tual de los individuos, Gramsci resalt la significacin del momento tico-poltico que incorpora su concepto de hegemona46. En este sentido, su teora tambin supera el fetichismo del poder del que hablaba Marx y que para gran parte del movimiento revolucionario de su poca se manifestaba en la estrategia revolucionaria de la conquista del Estado.

    Porque para Gramsci, como para Maquiavelo -cuya lectura y aplicacin dialctica al contexto del poltico italiano recorre su obra-, la cuestin gene-ral implcita en lo que concierne a la hegemona es la cuestin de la esencia del poder47. La hegemona en Gramsci es entendida no solamente como el momento de poder sobre los medios coercitivos, sino como el equilibrio entre el control de los mismos y el consenso de la sociedad en ese mbito de produccin y disputa de los sentidos que, como dijimos, abarca la sociedad civil. De este modo, como en la metfora del centauro usada por Maquiavelo (el poder es como un centauro: mitad humano, mitad bestia) la hegemona es una combinacin de coercin y consenso. Este concepto resalta la capacidad de la clase dominante de mantener su poder sobre la sociedad no solamente por el control de sus medios econmicos y de los instrumentos represivos del Estado, sino sobre todo porque es capaz de producir y organizar el consenso y la direccin poltica, intelectual y moral de la misma48.

    Sin la teora gramsciana de la hegemona, y sin su interpretacin del carcter ambivalente y contradictorio de la sociedad civil con respecto a los mecanismos de creacin y consolidacin de la dominacin de la burguesa, no se puede acceder a una aprehensin racional de la esencia del poder49.

    Desde tal perspectiva, por lo tanto, la toma del poder no puede ser enten-dida como un acto de conquista material del Estado, o de tales recursos o instituciones. El poder, repetimos, ha de ser considerado como una relacin, como un proceso dialctico y vivo de construccin y (re)produccin

    46 Ibdem, pp. 250-251. 47 Cox, R.W. Fuerzas sociales, estados y rdenes mundiales: ms all de la teora de las

    relaciones internacionales, en Morales, A., Poder y orden mundial. San Jos, FLACSO, 1993[1991], p. 145, n. 3.

    48 Acanda, J.L. Sociedad civil, op. cit., p. 251. 49 Ibdem, p. 335.

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    hegemnica. Por consiguiente, ste emerge como resultado de unas relacio-nes econmicas y sociales de produccin que se articulan con una visin del mundo, unos valores y una cultura que son la base de la estabilidad que otor-ga el consenso. La unin y reciprocidad existente entre lo que en el marxis-mo economicista se petrific con la metfora de la base (la economa) y la superestructura (la poltica, la ideologa), es lo que nos lleva al ltimo con-cepto que trataremos brevemente: el bloque histrico.

    3.4. El Bloque histrico

    El tercer elemento sobre el que nos detendremos brevemente, el de blo-que histrico, alude a la indisoluble vinculacin entre ambos [base y super-estructura], distancindose del marxismo vulgar que absolutizaba la impor-tancia de la base econmica en los cambios sociales, y consideraba la superestructura como un epifenmeno50. El bloque histrico constituye una configuracin particular de relaciones sociales de produccin, correlacin de fuerzas sociales, e ideas, valores y culturas dominantes, que en un periodo histrico concreto muestran cierta coherencia, continuidad y reciprocidad entre s. El bloque histrico burgus expresa la continuidad el proceso de construccin hegemnica de la burguesa como fuerza social dominante tal como expresamos ms arriba; este proceso queda materializado en esa co-rrespondencia entre las relaciones sociales de produccin capitalistas y esos dos momentos de la superestructura: la sociedad civil y la sociedad poltica.

    Bajo nuestro punto de vista, la idea del bloque histrico guarda ciertas semejanzas con la idea de modo de produccin, entendiendo la palabra pro-duccin en el sentido genuino en el que la interpret Marx, que lejos de que-dar restringido al mundo de lo material (o de la economa) est referido a la produccin de la vida humana, tanto en lo que se refiere a los productos ma-teriales como a los inmateriales. Esta dualidad material/inmaterial a la que aludimos, se comprende de manera ms cabal si pensamos en que toda pro-duccin humana, puede descomponerse en dos momentos: el momento de produccin material u objetivacin, y el momento de apropiacin subjetiva de ese modo concreto de produccin. Como expresa Jorge L. Acanda,

    Marx desarroll una idea que es clave para captar su interpretacin de los fenmenos sociales: la apropiacin es un momento esencial de la produccin. El concepto apropiacin seala el proceso complejo en el cual los seres humanos, al producir su mundo, se producen a s mismos y producen su subjetividad. El hombre se apropia de su reali-dad porque la produce, la hace suya al crearla mediante su actividad prctica (). Produccin y apropiacin, por lo tanto, forman un todo indivisible. Produccin es el proceso de objetivacin del hombre, que crea los objetos de la realidad y en ellos expresa su objetividad. Apro-

    50 Ibdem, p. 247.

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    piacin es el proceso de produccin de la subjetividad humana, de su autoproduccin, es decir, de su autorrealizacin como sujeto51.

    Por ltimo, es preciso sealar dos ideas sobre la coherencia que expresa la idea de bloque histrico en el contexto del capitalismo; en primer lugar, que dicha coherencia no est exenta de contradicciones internas, generadas tanto en el mbito de las relaciones de produccin capitalista como por el surgimiento de proyectos contra-hegemnicos que desafan el orden burgus dominante; y en segundo lugar, que el bloque histrico hegemnico en cada pas y en cada poca histrica dentro del marco general del capitalismo, ad-quiere formas diferentes en funcin del desarrollo histrico de las contradic-ciones sociales y de las particularidades de cada pas o regin. Esta idea queda ilustrada, por ejemplo, si pensamos que la evolucin de las formas del moderno Estado-nacin desde su concepcin puramente liberal hasta el Es-tado de Bienestar, puede ser explicada como una transformacin (exitosa) del bloque histrico burgus impulsada por las contradicciones en las rela-ciones de produccin y las fuerzas sociales que se disputan la hegemona.

    A continuacin introduciremos la idea de estructuras histricas aportada por Robert W. Cox, que por una parte coincide con la de bloque histrico, pero entendido como una configuracin de cierta distribucin de capacidades materiales, instituciones e ideas, y por otro lado extiende la comprensin del complejo Estado-sociedad al marco de las relaciones internacionales.

    4. EL MTODO DE LAS ESTRUCTURAS HISTRICAS

    Las dos ltimas cuestiones que hemos revisado mediante una visin crti-ca de la relacin entre la sociedad y el Estado, y del poder, se enlazan con la primera parte sobre las revoluciones antisistmicas si las enmarcamos en el cuadro ms amplio de las relaciones internacionales y transnacionales. Des-de esta perspectiva, una revolucin antisistmica como la Revolucin cubana que establece una nueva hegemona popular y un bloque histrico revolucio-nario, se enfrenta a muchos y complejos problemas. Entre ellos, los deriva-dos del desencadenamiento del conflicto intersistmico al que aludimos en el segundo apartado, y donde precisamente, la esfera ideolgico-cultural que tanta importancia tiene para la comprensin de la hegemona, juega un papel importante en dicho conflicto.

    Por lo tanto, la pregunta directa sera hasta qu punto sera posible adap-tar la visin gramsciana que originalmente est centrada en el mbito de una sociedad particular, a un escenario ms amplio. En dicho contexto tendra-mos muchos complejos de sociedades-Estados particulares que interaccionan entre s en diferentes esferas, dentro de un modo de produccin capitalista con un desarrollo desigual y de alcance mundial. Robert W. Cox, autor que

    51 Ibdem, pp. 214-215.

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    se encuadra dentro de la Teora Crtica de las Relaciones Internacionales propone que:

    El sentido de una relacin recproca entre estructura (relaciones econmicas) y superestructura (la esfera tico-poltica) en el pensa-miento de Gramsci contiene la posibilidad de considerar el complejo Estado/sociedad como entidades constituyentes de un orden mundial para explorar las formas histricas particulares tomadas por esos com-plejos52.

    Dicho autor, a partir de lo que l llama estructuras histricas o marcos para la accin proporciona una herramienta heurstica con un gran potencial para la interpretacin y el anlisis. Adems, la similitud entre las estructuras histricas y el bloque histrico de Gramsci, facilita una comprensin de la complejidad internacional sobre la base de los conceptos que hemos maneja-do. La nocin de un marco para la accin o estructura histrica es la descrip-cin de una particular configuracin de fuerzas formada por recursos mate-riales, ideas e instituciones- que se corresponde aproximadamente con la idea de bloque histrico empleada por Gramsci53. Al mismo tiempo, una estructura histrica puede ser expresada en tres niveles de actividad: fuerzas sociales, formas de estado y rdenes mundiales.

    Figura 1: Niveles de actividad de las estructuras histricas

    Fuente: elaboracin propia a partir de: Cox, R.W., Fuerzas sociales, estados y rdenes mundiales: ms all de la teora de las relaciones internacionales, op. cit., pp. 143 y 149.

    52 Cox, R.W. Fuerzas sociales, estados, op. cit., p. 139. 53 Ibdem, pp. 142 y 145, n 13.

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    Cada uno de los tres niveles definidos puede ser observado individual-mente, es decir, como una configuracin de ideas, instituciones y capacida-des materiales en cada nivel por separado que va transformndose a lo largo del tiempo. Sin embargo, observando los tres niveles en su relacin recpro-ca, podemos observar cada nivel como conteniendo, as como recibiendo, el impacto de los otros dos54. De esta forma, y atendiendo al ejemplo concreto representado en la figura (una forma de Estado como resultado del impacto de fuerzas sociales y rdenes mundiales), podramos ver cmo cierta estruc-tura histrica en el nivel de una forma de Estado de un pas, tiene posibilida-des de consolidarse o deteriorarse en funcin del desarrollo de contradiccio-nes entre las fuerzas sociales nacionales y transnacionales, as como de la configuracin existente en el nivel del orden mundial. La matizacin realiza-da al decir fuerzas sociales nacionales y transnacionales es importante; como aclara Robert W. Cox.

    Las fuerzas sociales no deben ser pensadas como existentes exclusiva-mente dentro de los Estados. Ciertas fuerzas sociales particulares pueden desbordar los lmites de los Estados, y las estructuras mundiales pueden ser descritas en trminos de fuerzas sociales, as como tambin como configura-ciones de poder del Estado55.

    Por ltimo, expondremos algunas ideas sintticas sobre los rdenes mun-diales al incorporar la variable temporal-histrica56.

    Un orden mundial, entendido como una estructura histrica de la mediana duracin en el contexto ms amplio del capitalismo histrico, est compues-to por unas ideas prevalecientes, ciertas instituciones y determinadas capaci-dades materiales (en el contexto de unas relaciones de produccin capitalis-tas). Todo ello se expresa con cierto grado de coherencia a lo largo del tiempo en la existencia de determinadas formas de Estados y en cierta corre-lacin entre fuerzas sociales. Si bien los rdenes mundiales cambian, el mar-co de larga duracin del capitalismo en el que se desarrollan supone cierta continuidad o coherencia de un bloque histrico burgus57. Sin embargo, a medida que se desarrollan las contradicciones, surgen alternativas antisist-micas que erosionan constantemente su hegemona, haciendo cada vez ms

    54 Ibdem, pp. 148 y 149. 55 Ibdem, p. 156. 56 Las ideas que siguen, se nutren en buena medida de la perspectiva del sistema-mundo.

    Algunas obras representativas: Arrighi, G. y B. Silver, Caos y orden en el sistema-mundo moderno, Madrid, Akal 2001; Arrighi, G., T.K. Hopkins y I. Wallerstein. Movimientos Anti-sistmicos. Madrid, Akal; Wallerstein, I. El moderno sistema mundial. La agricultura capita-lista y los orgenes de la economa-mundo europea en el siglo XVI. Madrid, Siglo XXI 1979 [1974]; Wallerstein, I., Anlisis de sistemas-mundo, Mxico, Siglo XXI, 2005.

    57 El empleo de las escalas temporales, especialmente la larga duracin, est basado en: Braudel, F. Histoire et Sciences sociales: La longue dure en Annales. conomies, Socits, Civilisations. Ao 13, n 4, pp. 725-753, 1958.

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    difcil mantener la cohesin mencionada, en un proceso complejo de avan-ces, retrocesos y nuevos realineamientos de fuerzas sociales58.

    Bajo la perspectiva que hemos mantenido en este trabajo, por lo tanto, las revoluciones sociales antisistmicas seran los procesos cumbre mediante los cuales se va deteriorando dicha cohesin. Cada nueva revolucin social su-pone un desafo cada vez ms serio que pone de manifiesto las contradiccio-nes del sistema. En el lmite, supondran el establecimiento de una estructura histrica alternativa que significara el cambio sistmico en la larga dura-cin.

    A continuacin, y a modo de hiptesis de trabajo para desarrollar en el futuro, expondremos algunas implicaciones de lo expuesto para pensar el problema inicialmente planteado para el caso de la Revolucin cubana.

    5. CONFLICTO INTERSISTMICO Y REPRODUCCIN DE LA HEGEMONA SOCIALISTA: ALGUNAS HIPTESIS INTERPRETATIVAS

    Cmo interpretar la erosin del consenso en torno al proyecto revolu-cionario cubano, especialmente acentuado desde la cada de la Unin Sovi-tica y las transformaciones en la sociedad cubana provocadas por el Periodo especial? Cmo enfrentar los retos de reconstituir un bloque histrico socia-lista en Cuba sobre unas bases diferentes de entender el socialismo, actuali-zadas a los problemas de Cuba, Latinoamrica y el mundo en el siglo XXI?

    El orden mundial hegemnico liderado por EEUU al triunfar la revolu-cin, constituye una estructura histrica fundamental para comprender la forma concreta en que se desarroll el socialismo en Cuba. Sin embargo, hay que tener en cuenta que dicho orden mundial excede la lgica de la Guerra

    58 En esta idea sostenida en el citado trabajo de Cox, tambin subyace la teora de los ci-clos hegemnicos a lo largo de la historia del sistema-mundo. Por ejemplo, Wallerstein dice: Por otro lado, tres poderes han alcanzado la hegemona, aunque slo por periodos relativa-mente breves. El primero fueron las Provincias Unidas (lo que hoy conocemos como los Pases Bajos), a mediados del siglo XVII. El segundo fue el Reino Unido a mediados del siglo xix, y el tercero fueron los Estados Unidos a mediados del siglo XX. Lo que nos permite denominarlos hegemnicos es que por un periodo determinado fueron capaces de establecer las reglas del juego en el sistema interestatal, en dominar la economa-mundo (en produccin, comercio y finanzas), en obtener sus objetivos polticos con un uso mnimo de la fuerza mili-tar (de la cual contaban en abundancia), y en formular el lenguaje cultural mediante el cual se discuta el mundo. (Wallerstein, I., Anlisis de sistemas-mundo, Mxico, Siglo XXI, 2005, pp. 83-84). Vase, sin embargo, la crtica de Arrighi y Silver a Wallerstein (tambin realizada por Cox a la perspectiva del sistema-mundial, sin especificar autores), con la cual coincidi-mos, al afirmar que: Los bloques particulares de agencias gubernamentales y empresariales devienen hegemnicas en el transcurso de expansiones competitivas en virtud de la eficiencia de sus acciones con respecto a las de todos los dems bloques en competencia. Las acciones relativamente ms eficiente constituyen, sin embargo, un simple reflejo de propiedades estruc-turales del sistema-mundo capitalista, sobre las que no tienen ninguna influencia. Son tan solo productos, y en absoluto productivas.(Arrighi, G. y B. Silver, Caos y orden en el sistema-mundo moderno, Madrid, Akal, 2001, pp. 31-33).

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    Fra. La herencia colonial y neocolonial de Cuba, su condicin de pas pe-rifrico y latinoamericano, as como el desarrollo particular de las contradic-ciones de las fuerzas sociales en la isla, son tambin estructuras histricas transnacionales y particulares que se superponen en el tiempo, y que son imprescindibles para comprender, de manera ms profunda, las caractersti-cas del conflicto intersistmico59.

    Respecto a la lgica de la Guerra Fra hay que distinguir dos aspectos. El primero es cmo dicha estructura histrica intensific el conflicto intersist-mico entre Cuba y Estados Unidos (tambin con fuerzas sociales burguesas y otras formas de Estado de otros pases) influyendo poderosamente, como afirm Skocpol, en las transformaciones socioeconmicas y en la va socia-lista. El segundo es el efecto homogeneizador, especialmente desde los se-tenta, que tuvo el acercamiento a la Unin Sovitica y que por otra parte est estrechamente vinculado al aislamiento de su contexto natural latinoame-ricano. Dicho efecto se tradujo en la transferencia o internalizacin en el bloque histrico cubano de una forma de ver el socialismo que se hizo domi-nante: se reflej en instituciones, ideas y capacidades materiales60. Y tal cuestin, si atendemos a la concepcin marxista del poder como relacin y como proceso, significa una forma especfica de apropiacin subjetiva del socialismo que es fundamental en el proceso de reproduccin de la hege-mona en el tiempo.

    De lo anterior podemos deducir, por lo tanto, que la gnesis y definicin del nuevo bloque histrico cubano se articul bajo la poderosa influencia de ciertas estructuras histricas como las mencionadas en relacin a las cuales adquiere su sentido. Las transformaciones de dichas estructuras mundiales en el tiempo, que han sido considerables, hacen que esa forma particular de produccin de hegemona pierda coherencia en la actualidad. Aqu plantea-mos una de las hiptesis interpretativas para explicar esta prdida de co-herencia, como un proceso de disociacin entre la sociedad poltica y la so-ciedad civil que desarrollamos a continuacin.

    La influencia del socialismo sovitico y la permanente amenaza de EEUU en el contexto del conflicto intersistmico, crearon las condiciones y las inercias suficientes para producir una concentracin y centralizacin de las principales decisiones en el pas, que se articul mediante la extensin de la presencia del Estado a espacios que en las sociedades capitalistas se con-sideran propios de la sociedad civil. La particularidad de este proceso de hipertrofia del Estado, no debera de ser perjudicial per se desde el punto

    59 Sin embargo, tambin los procesos de descolonizacin en frica y Asia, entendidos como correlacin entre fuerzas sociales, constituye una estructura histrica sobre la cual se articul la Revolucin cubana. Tambin las luchas de independencia latinoamericanas, podr-an considerarse como otra estructura histrica sobre la cual la Revolucin cubana se articul y se proyect.

    60 Sin embargo, tambin es importante destacar que esa transferencia del socialismo sovitico no significa que fuera total y absoluta, ni que no subsistieran de diversas maneras las formas genuinas de entender el socialismo enraizadas en la historia nacional.

  • Daniel Cubilledo 331

    de vista terico gramsciano; en una sociedad socialista la politizacin de la economa, por ejemplo, expresada por la socializacin de los medios de pro-duccin bajo el poder de decisin de los trabajadores, simplemente redefinir-a los campos de la sociedad civil y la sociedad poltica establecidos en las sociedades burguesas. El problema especfico es la forma en que estos pro-cesos tuvieron lugar.

    A modo de hiptesis interpretativa, proponemos que la clave de que esta politizacin de la sociedad civil no se materializara como una socializacin de la poltica -la extincin del Estado en el marxismo-, est en los procesos de concentracin y centralizacin de las decisiones. Y estos procesos, que por otro lado no son exclusivos de sociedades en transicin socialista, tienen que ver con los condicionantes del conflicto intersistmico que afecta de manera singular a pases antisistmicos, especialmente si son perifricos. As por ejemplo, el eje rector de la lgica de movilizacin poltica como apun-taba Skocpol- o el de las disputas en la recreacin de una nueva cultura, mo-ral e ideologa, fue desplazado desde las contradicciones sociales de la vida nacional, hacia las contradicciones impuestas por el carcter antisistmico de la Revolucin respecto al orden mundial hegemnico. En el primer caso, con una movilizacin poltica centrada principalmente en el conflicto con Esta-dos Unidos y sus polticas imperiales; en el segundo caso, a travs de los moldes (en buena medida) copiados de las peores versiones del socialismo sovitico y un bajo nivel de autocrtica. Sin embargo, si bien este descen-tramiento en la reproduccin de la hegemona o estos procesos de concen-tracin y centralizacin pueden crear distorsiones en la produccin de hege-mona, tambin es importante recordar su reverso. Nos referimos a que tales procesos no podran haberse generado sin serias consecuencias desestabili-zadoras que amenazaran la hegemona revolucionaria, si no fuera por el fuer-te consenso que logr la Revolucin. Consenso, por otro lado, que no sola-mente se fundamenta en el desarrollo de importantes polticas sociales de alcance universal; los valores del patriotismo, las justicia social, el antiimpe-rialismo, la solidaridad, etc., entendidos como componentes del nuevo sen-tido comn, son tan esenciales como lo anterior, y tambin se vieron real-zados por el conflicto intersistmico, las relaciones con la Unin Sovitica y por su coherencia con la historia nacional.

    Otra de las hiptesis interpretativas que proponemos, muy vinculada con lo que acabamos de exponer, es la idea de que con el paso del tiempo, y es-pecialmente desde la dcada de los noventa, se ha producido una progresiva desconexin entre la sociedad poltica y la sociedad civil. Esto se explica porque en la medida en que las estructuras histricas sobre las que se ci-ment el bloque histrico socialista cubano, que entendido como estructura histrica se materializa en unas capacidades materiales, unas instituciones y ciertas ideas, se transformaron significativamente, tal forma concreta de entender el socialismo influidas por el contexto histrico que hemos seala-do ms arriba, se mostraba cada vez ms incongruente con las nuevas gene-

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    raciones que constituyen el substrato de la sociedad civil. Y dado que la so-ciedad civil es la portadora de la hegemona, la reproduccin del consenso queda cortocircuitada desarticulando el bloque histrico revolucionario. De esta manera, las ideas y los valores cristalizados en las instituciones y pro-yectadas desde la sociedad civil politizada, dejan de representar, progresi-vamente, la fortaleza real y efectiva del proyecto contrahegemnico original.

    6. LINEAMIENTOS SOBRE POSIBLES ESTRATEGIAS PARA UNA RECONSTRUCCIN HEGEMNICA SOCIALISTA

    Una observacin posible que podemos realizar sobre la base de las cues-tiones revisadas, es que las revoluciones sociales antisistmicas son estructu-ras histricas relativamente limitadas. Limitadas en el sentido de que su hegemona, la construccin del poder como proceso que se plasma en insti-tuciones, capacidades materiales e ideas dominantes, queda circunscrito a un complejo sociedad-Estado en tanto no sean dominantes en la sociedad inter-nacional. Sin embargo, dicha limitacin tambin es relativa, ya que en la medida en que su influencia e impacto rebasa sus fronteras, mantiene el po-tencial de articularse con otras sociedades, fuerzas sociales y Estados que constituyan alternativas al orden mundial dominante sobre la base de su carcter antisistmico. Al mismo tiempo, no podemos olvidar que dicho carcter en la Revolucin cubana debe ser entendido en relacin a ciertas contradicciones del modo de produccin capitalista dominante, y otras es-tructuras histricas particulares que an siguen vigentes. En este sentido, si bien hemos destacado ms arriba los problemas que entraa la desaparicin de ciertas estructuras histricas, no podemos olvidar su reverso: la coheren-cia que la Revolucin cubana sigue manteniendo con otras estructuras hist-ricas an vigentes. De esta forma, el carcter anticapitalista, el antiimperia-lismo, la unidad latinoamericana, la solidaridad internacionalista, la defensa de la soberana nacional, de la cultura y tradiciones cubanas, etc., ha permi-tido a Cuba articularse, por ejemplo, con la nueva configuracin de fuerzas generada en Amrica Latina con el cambio de siglo, y que se manifiesta en sus alianzas con Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Brasil, etc., as como en su integracin en organizaciones como el ALBA, UNASUR, CELAC, etc.

    En este sentido, pensar en estrategias que pudieran contener y superar exitosamente las fuerzas que tienden a desarticular la coherencia del bloque histrico constituido tras 1959, supone, en primer lugar, el desarrollo de polticas que generen una nueva subjetividad del socialismo que conecte con los problemas particulares de la Cuba y el mundo actuales. Ello permitira, tericamente, realimentar el circuito de la construccin hegemnica anti-sistmica. Segn el enfoque sostenido, ello implica cambios en instituciones,

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    ideas y capacidades materiales sobre las que se soporte esa nueva apropia-cin subjetiva del socialismo.

    Lo anterior, tambin implica la necesidad de actualizar el contenido anti-sistmico de la Revolucin cubana. En la medida en que las relaciones de produccin capitalista desarrollan sus contradicciones y generan otras nue-vas, las luchas antisistmicas a lo largo del mundo tambin se re-significan. En este sentido, la obra de Arrighi, Hopkins y Wallerstein (1999 [1989]) sobre movimientos antisistmicos, contiene algunas ideas tiles para explicar esto ltimo. Ellos consideran que la Revolucin mundial de 1968 supuso una superacin y ampliacin del carcter antisistmico representado por los movimientos tradicionales socialistas, socialdemcratas y de liberacin na-cional. Tal superacin se manifest con la incorporacin de las reivindica-ciones de los grupos de estatus (clase, edad, gnero, etnias, orientacin sexual, etc.), junto con otras como el reclamo a la participacin democrtica, la crtica de las jerarquas, etc. La conclusin de todo esto es que una lnea de trabajo podra consistir en pensar estrategias que permitan, por un lado, actualizar el contenido antisistmico de la revolucin cubana respecto a las condiciones y contradicciones del capitalismo y el socialismo cubano en el siglo XXI. La segunda es pensar en una articulacin transnacional e interna-cional de la sociedad civil cubana, portadora de la hegemona, con otras es-tructuras histricas actuales que proyecten un carcter antisistmico.

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