cuento ganador premio juan rulfo 2011

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  • 5/26/2018 Cuento Ganador Premio Juan Rulfo 2011

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    Por Marcos Crotto

    Comunin

    Caminaba entre las tumbas. No haba ms de veinte, adornadas con flores y

    cintitas. Una huerta de cruces perdida en la cordillera recibiendo los colores del cielo.

    Dej la mochila sobre una lpida y en la pantalla de su cmara di!ital con!el una cru"

    de madera armada con dos troncos y un Cristo tallado en la corte"a. Me !ustara #ue me

    enterraran en un lu!ar as, dijo. $a piel blanca #ue la musculosa dejaba libre se le haba

    puesto al!o rosa en esos das. $e sac fotos a un pajarito amarillo #ue mova la cabe"a

    encima de una lpida y a un abejorro #ue se meta una y otra ve" en la trompeta de una

    flor #ue se abra"aba a una cru" de hierro. %e sent en una piedra y prendi un porro. &s

    como si los propios muertos, despu's de recorrer toda la tierra, hubiesen decidido entrar

    all, dijo, en este lu!ar apartado de los hombres, y dormir para siempre en la roca de

    colores tan cerca del cielo. Christophe, #ue la esperaba apoyado contra la puerta del

    Mitsubishi, de bra"os cru"ados, oculto detrs de sus anteojos ne!ros, le contest #ue ya

    estaba fumada y le pidi #ue se apurara, #uera lle!ar antes #ue se hiciese de noche.

    (a de nuevo en el auto, )ir!inie mir las fotos en la pantalla de su noteboo*. $e

    !ust una especialmente+ se vea una tumba armada con ladrillos y una reja de lan"as en

    las #ue se entrela"aban flores a"ules y jarrones de cermica detrs de la tumba crecan

    yuyos verdes #ue contrastaban con los colores de las flores ms abajo, jirones de nubes

    deambulaban entre los plie!os de los cerros, de modo #ue el cementerio estaba arriba de

    la nube al fondo resur!a una monta-a vertical, el cielo y la tierra se confundan en esa

    ima!en. $a puso como protector de pantalla, reempla"ando a su casa de ordeau/ en

    una ma-ana fra pero de sol.

    &l 0P% adherido al parabrisas indicaba la e/istencia de arroyos, lechos secos,

    minados por piedras blancas #ue parecan osamentas de peces. Por al!o el pueblo al #ue

    iban se llamaba 1!uas %ecas. $as paredes de la monta-a doblaban con el camino.

    Naranjas, verdes, tur#uesas, amarillas, rojas. $a monta-a, dijo )ir!inie, era la paleta

    inmensa de un pintor #ue prepara los colores y #ue despu's no la toca por#ue advierte

    #ue la paleta es el cuadro. %lo colores. &se paisaje era lo mismo. $a fuer"a de los

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    colores aislados de la materia. 2l le pre!unt si pensaba #ue encontraran el cuadro en

    1!uas %ecas. &lla se enco!i de hombros y mir un rato la foto del cementerio, cerr la

    noteboo*, se reclin contra la ventanilla, tal ve" poda dormir. Christophe puso el disco

    de 3avel. De a !otas caa la fuer"a del piano. &s una m4sica lenta pero #ue no deja de

    avan"ar, es m!ica, dijo )ir!inie, descal"a y apoyando los pies contra el parabrisas.

    Christophe le pre!unt si la haba tocado en al!4n concierto. %, dijo )ir!inie, me volv

    loca estudindola, encima con 3avel hay #ue contar una historia desde las sensaciones,

    escuch esta parte, 5ves6, las notas imitan las campanadas #ue velan a un ahorcado, se

    repiten las campanas y se repite el miedo a la muerte, #ue va creciendo. No es una

    m4sica, es una atmsfera #ue toca una m4sica.

    &l camino ya pareca un serrucho, el disco empe" a saltar, las notas se repetan

    o volvan atrs. Mejor apa!arlo y abrir la ventanilla. No s' por #u' dej' el piano, dijo

    )ir!inie. (a vas a volver, dijo 'l. %, no s'. &ntr el aire de la monta-a y el errtico

    ruido del motor #ue ya empe"aba a sufrir el esfuer"o de la altura. Pasaron dos o tres

    cementerios ms, el paisaje se secaba, pocas plantas, cada ve" ms rocas, la tierra

    desnuda y naranja, las monta-as parecan jarrones de arcilla.

    $le!aron a 1!uas %ecas. $a poca !ente #ue caminaba por la calle de piedra era

    vieja, con los rostros curtidos por el sol. )estan ropas de colores ale!res al!o

    erosionados por el uso. Delante del auto una se-ora arreaba a sus cabras y en la vereda

    una nena en bicicleta los miraba con un dedo metido en la nari". )ir!inie le mostr la

    cmara, como pre!untndole si le poda sacar una foto la nena pedale calle arriba.

    ajaron del auto. $as casas eran blancas, todas parecidas. (a casi no #uedaba

    nada de pueblo cuando vieron, al final de una curva, una pared !rande de roca medio

    ne!ra, un balcn arrodillado hacia un precipicio. 1rriba de la roca haba un cura,

    sentado, mirando las monta-as, y alrededor del cura pareca estar concentrado todo el

    pueblo, en distintos niveles. 1l!unos sentados sobre piedras, otros de pie, al!unos con

    los ojos cerrados, otros mirando al cura. 1 veces los miraban, como si no entendieran

    #u' hacan dos turistas en ese lu!ar. )ir!inie record esa escena de Ben Huren la #ue

    Cristo predica en el monte. Una viejita arru!ada lloraba. )ir!inie le sac una foto.

    Despu's se acerc un poco ms al cura y tambi'n le sac una foto. &ra rubio, de barba,

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    flaco, pareca ms un con#uistador #ue un cura. Perdieron el tiempo de cunto dur esa

    oracin, al atardecer. 1l final, el cura se puso de pie y camin por un caminito bien

    marcado. 7odos lo si!uieron+ la vieja #ue lloraba, un tipo encima de un burro, la nena

    de la bicicleta. Dos o tres se-oras cantaban, no muy afinadas. $le!aron de nuevo al

    pueblo por un caminito #ue ascenda y descenda entre arbustos espinosos y duros. $a

    capilla era blanca como las casas y con un campanario e/a!eradamente alto, le pareci a

    )ir!inie. 1l!uien empe" a sonar las campanas y el sonido rod cerros abajo con una

    avalancha de ecos.

    $os bancos de madera rechinaban a medida #ue los ocupaban. )ir!inie no saba

    #ue el olor denso era !uano de murci'la!o. %e hi"o una fila para comul!ar. 7odava

    haba lu". Comul!aban y despu's se arrodillaban en los bancos o re"aban de pie,

    mirando al piso o al Cristo demasiado lastimado #ue col!aba del techo. &llos, por

    respeto, tambi'n lo miraban, tratando de incorporarse a esa oracin comunitaria, aun#ue

    casi al mismo tiempo advirtieron el cuadro, detrs del Cristo, en la pared del altar.

    )ir!inie camin por los laterales y se acerc lo ms #ue pudo sin ser indiscreta.

    $e temblaron las piernas. $e sac fotos al Cristo, como para disimular, y despu's al

    cuadro.La comunin de los pastores estaba en una capilla anclada en las monta-as, a

    ms de die" mil *ilmetros de donde haba sido pintado #uinientos a-os atrs.

    $os fieles se perdieron en los cerros. $as puertas de las capillas #uedaron

    abiertas. &l cura haba desaparecido detrs del altar con la viejita #ue le haca de

    ayudante. Pudieron acercarse ms al cuadro. 7endra unos dos metros de lar!o por uno y

    medio de alto. 1 pesar del polvo y de la mu!re acumulada se adivinaban fi!uras de

    hombres y de mujeres #ue lan!uidecan en la cima de un cerro. 8aba !ranjeros, una

    vieja con un telar, un burro, un pastor con sus cabras, al!uien #ue poda ser un

    sacerdote. 9tros cerros continuaban en distintos planos, secos, como cubiertos de un

    manto de cuero de toro. 0ris y ne!ra la tierra. &n cambio, el cielo re!alaba colores

    ale!res #ue se encendan unos a otros. $os hombres y las mujeres del cuadro levitaban

    con esas pinceladas caractersticas del pintor. Como al!unos pjaros de monta-a, esas

    fi!uras ya eran ms del cielo #ue de la tierra.

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    &l cura salte churrascos con cebollas y les ofreci el vino dulce #ue usaba para

    la misa. &llos #uisieron comer poco, tal ve" para mostrarse civili"ados, pero el aire de la

    altura y el humo de la marihuana les haba inflado el hambre y limpiaron los platos. $es

    pareca increble #ue el cura hablara tan bien franc's. &l cura les coment #ue su abuela

    haba nacido en :rancia, ella le haba ense-ado. No se interes demasiado por la vida de

    ellos ni tampoco #uera hablar de 'l. 1penas comi unos bocados de cebolla con pan. 1l

    final de la cena, Christophe le pidi si les poda mostrar de nuevo la capilla. $a

    recorrieron, cada uno sosteniendo un candelabro con velas encendidas. Cuando lle!aron

    al cuadro, Christophe fin!i sorpresa, dijo #ue era lindo y #ue le !ustara comprarlo. &l

    cura contest #ue todo lo #ue estaba all perteneca a la comunidad de los cerros.

    )ir!inie coment #ue le encantara llevarse el cuadro as recordaba su viaje por esa

    parte del mundo, era tan lindo ese lu!ar, y el cuadro mostraba muy bien todo eso,

    se!uramente lo haba pintado al!uien de la "ona, dijo acercando una vela a la tela. %e

    iluminaron los ojos del burro y de un pastor. &l cura sonri y e/plic de nuevo #ue el

    cuadro perteneca a la comunidad. 8ablaba lento y siempre como si mirara un poco ms

    all de a#uello #ue enfocaba. No le importaron los tres mil dlares #ue ofreci )ir!inie.

    Christophe dijo #ue tal ve" podan pa!ar hasta die" mil, aun#ue el cuadro ni tena firma,

    se!uro #ue era de un pintor desconocido, y estaba arruinado de humedad, dijo ella, y de

    polvo, dijo 'l, pero i!ual suban la oferta, la !ente de esa "ona era demasiado pobre. &l

    cura los mir y dijo #ue la comunidad apreciaba ese cuadro, no estaba en su poder

    venderlo, eso dependa de Dios. 5( cmo hablamos con 2l6, pre!unt Christophe,

    ri'ndose.

    &l cura entr en el cuarto pe!ado a la sacrista. Prepar dos camas para ellos y

    despu's lo vieron tirarse entre unos perros flacos. 5Por #u' no duerme en una cama6, le

    pre!unt )ir!inie. 1s le ofre"co el sacrificio a Dios, dijo, ya acostado sobre el suelo.

    7ambi'n les dijo #ue se despeda ahora de ellos, en unas horas, en plena noche, saldra

    en burro hacia los cerros, haba casas arriba, estara unos das administrando

    sacramentos.

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    )ir!inie se acost en una cama y Christophe sali a fumar tabaco. Mir el brillo

    rabioso del cielo, enmarcado por las cumbres. &ntonces le pareci #ue el cuadro estaba

    bien en ese lu!ar+ un pueblo levitando entre la potencia de las monta-as y las ri#ue"as

    brillantes #ue esperan del otro lado de la noche.

    $os murci'la!os revoleteaban alrededor del campanario, ca"ando insectos.

    1un#ue el cura ya haba partido con el burro, ellos caminaban en silencio, casi

    en puntas de pie, como si la capilla fuera un museo minado de alarmas. )ir!inie coloc

    la tela enrollada dentro de un tubo de aluminio. :ueron hacia el Mitsubishi, lo

    empujaron y saltaron a los asientos cuando el auto tom velocidad por el efecto de la

    pendiente. Christophe prendi el motor, aceler, pero las piedras !olpeaban la pan"a del

    auto. 8aba #ue tran#uili"arse o romperan el crter de aceite. 1penas se vea el camino

    #ue despertaban los faros y #ue se hunda y resur!a entre piedras. Menos mal #ue

    tenan el 0P%. De los matorrales saltaban tucuras de lado a lado, atravesando la lu" de

    los faros. No hablaban. 1 veces, )ir!inie miraba para atrs y tocaba el cilindro #ue

    contena la tela #ue ella haba desprendido del marco con su navaja. &n doce horas, tal

    ve" die", lle!aran a Chile cru"ando por el Paso de ;ama. 7enan documentos

    diplomticos, nadie molestara. )ir!inie baj la ventanilla. $e sorprendi el aire

    h4medo, ense!uida se lar! a llover, !otas #ue estallaban en el parabrisas, aisladas unas

    de otras. Despu's ya fue una lluvia pareja, vertical y montona, interrumpida por al!4n

    trueno #ue vibraba en las monta-as.

    $os limpiaparabrisas apartaban el a!ua con su coreo!rafa. $lova con calma,

    una lluvia mansa #ue no !olpeaba la tierra sino #ue la ba-aba.

    $os sobresalt el primer arroyo. Donde ayer haba un lecho res#uebrajado ahora

    pasaba una cuerda de a!ua marrn. Christophe meti las ruedas de a poco, el a!ua rasc

    la pan"a del auto, las ruedas volvieron a apoyar el peso del Mitsubishi sobre la tierra.

    1hora llova fuerte, cascadas de a!ua #ue bajaban con viento y peso. Christophe

    tena #ue es#uivar las piedras #ue se haban desprendido de las paredes de roca. 1 veces

    )ir!inie tena #ue bajarse para correrlas. %e embarraba las manos y la cara. Por

    momentos no se vea nada, slo la lluvia casi encima, empa-ada por los faros. &l a!ua

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    tambi'n caa de las paredes de la monta-a. &se paisaje #uieto y silencioso de la tarde

    anterior ahora era un !i!ante #ue mova sus a!uas, sus rocas, sus ruidos.

    &l Mitsubishi se les #ued en medio de uno de los arroyos. $os faros casi #ue se

    hundieron en un po"o, iluminaron el a!ua desde abajo, como un submarino, el motor se

    apa! despu's de toser. $as ruedas sirvieron ms de flotadores #ue de apoyo y el auto

    empe" a !irar empujado por las olas hacia la cascada #ue ru!a al costado del camino.

    Christophe ayud a )ir!inie a subirse al techo del auto y de ah, col!ada de las hojas de

    una cortadera, pis tierra firme. Christophe a!arr el cilindro y estir el bra"o. &lla tuvo

    #ue meterse un poco en el arroyo y alcan"ar uno de los e/tremos. 2l tambi'n se col!

    de las cortaderas para lle!ar a la tierra. &n el cilindro se juntaron las san!res de los dos,

    las lav la lluvia.

    %e refu!iaron debajo de una piedra #ue sala de la pared. Desde all vieron cmo

    la corriente bajaba cada ve" ms rpido y ms !orda. &l a!ua ne!ra pasaba por encima

    del cap y acercaba el auto a la pendiente. 9scuro, el auto pareca una roca #ue divide el

    cauce de un ro.

    $a luna resplandeci en las rejas de lan"a y en al!unas cruces de hierro. &l

    cementerio estaba ah noms. %e sentaron en uno de los ban#uitos de piedra. Christophe

    se tir a dormir, )ir!inie le pidi #ue no se durmiera y le pre!unt #u' haran con todo

    ese lo. Ni bien el cura volviera de su paseo le subiran la oferta, una muy buena oferta,

    le haran entender #ue el cuadro tena #ue estar en un museo y #ue el !obierno franc's

    podra ayudar con donaciones a la comunidad. 7en!o fro, dijo )ir!inie. 8aban perdido

    todas sus cosas. Ma-ana, cuando baje el a!ua, las rescatamos del auto, dijo Christophe.

    $a lu" todava era a"ul y no dejaba ver ms #ue sombras de arbustos o rocas no

    muy lejos. Desde arriba de los cerros se soltaba un cielo tur#uesa y rosa. Divisaron al

    Mitsubishi en un desbarranco, cuarenta metros abajo del camino. 1penas se vean las

    !omas y una puerta entreabierta. $o dems eran plantas y barro #ue se le haban pe!ado

    como una barba.

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    No saban #u' hacer, si caminar, si #uedarse ah. %ali el sol y al rato apareci

    un hombre a caballo y un chico, se!uramente el hijo, encima de un burro. No se

    pudieron entender. &l chico los ayud a subirse al burro, uno pe!ado al otro. &l hombre

    iba adelante con su caballo y el chico caminaba y los arrastraba con el bo"al. No

    hablaban. Dejaron el camino de autos y se metieron en una huella marcada por

    animales. )olvan para el pueblo. 3istras de nubes aparecan desde las monta-as, como

    si la tierra las pariera, y al rato todo el cielo estaba atravesado de lar!as franjas de nubes

    !rises, parecido a un campo reci'n arado. Una aventura esto de rastrear arte, dijo

    Christophe y )ir!inie se ri. No ten!as miedo, le dijo Christophe. 1delante, el hombre

    !uiaba al caballo con silbidos.

    $le!aron al pueblo. $os cascos del caballo y del burro sonaban en el empedrado.

    1pareci la nena con la bici, otra nena con una mu-eca #ue le col!aba de la mano, tres

    chicos ju!aban al f4tbol. $os miraron pasar y despu's si!uieron ju!ando. %e bajaron del

    burro en la puerta de la capilla. Una viejita arru!ada como una nue" se acerc a )ir!inie

    con la mano estirada, ella le dio la mano, pero la viejita no #uera saludarla, #uera el

    tubo de aluminio. $a viejita sac la tela de adentro y desenroll ah mismo los colores

    ale!res del cielo y los !rises en las monta-as. 1fuera del cuadro era al rev's. $a tierra

    de colores y el cielo !ris. Christophe se lament de no saber mejor espa-ol, no poda dar

    e/plicaciones por lo del cuadro ni hablar de otras cosas, como de f4tbol, el cinco del

    Paris %aint 0ermain era ar!entino. )amos a buscar un tel'fono, dijo )ir!inie.

    &n el pueblo no tenan mucho #ue hacer. No haba tel'fonos, no haba autos y

    tampoco se-ales del cura. %e sentaron en una vereda. Por lo menos sus ropas ya estaban

    casi secas. %on la campana de la capilla.

    = C>est un si b'mol.

    %on de nuevo, y otra ve", y otra ve", y as si!ui, y a medida #ue sonaba

    hombres y mujeres bajaban de los cerros car!ando sus palas, la"os, machetes y dems

    instrumentos de trabajo. %e reunan frente a una placita, donde se #uedaban medios

    #uietos, como pintados. )ir!inie busc a la nena de la bicicleta, ya no haba chicos en la

    calle. Mir a la comunidad de los cerros, ahora se mova, ahora avan"aba hacia ellos

    dos.

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    Desde arriba del campanario se vean los colores superpuestos de la monta-a, y,

    ms abajo, las tumbas blancas de un cementerio.