cuentos para peques

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Page 1: Cuentos para Peques

Lío en la clase de ciencias

El profesor de ciencias, Don Estudiete, había pedido a sus alumnos que

estudiaran algún animal, hicieran una pequeña redacción, y contaran sus

conclusiones al resto de la clase. Unos hablaron de los perros, otros de los

caballos o los peces, pero el descubrimiento más interesante fue el de la pequeña

Sofía:

- He descubierto que las moscas son unas gruñonas

histéricas - dijo segurísima.

Todos sonrieron, esperando que continuara. Entonces

Sofía siguió contando:

- Estuve observado una mosca en mi casa durante

dos horas. Cuando volaba tranquilamente, todo iba

bien, pero en cuanto encontraba algún cristal, la

mosca empezaba a zumbar. Siempre había creído que

ese ruido lo hacían con las alas, pero no. Con los prismáticos de mi papá miré de

cerca y vi que lo que hacía era gruñir y protestar: se ponía tan histérica, que era

incapaz de cruzar una ventana, y se daba de golpes una y otra vez: ¡pom!,

¡pom!, ¡pom! Si sólo hubiera mirado a la mariposa que pasaba a su lado, habría

visto que había un hueco en la ventana... la mariposa incluso trató de hablarle y

ayudarle, pero nada, allí seguía protestando y gruñendo.

Don Estudiete les explicó divertido que aquella forma de actuar no tenía tanto

que ver con los enfados, sino que era un ejemplo de los distintos niveles de

inteligencia y reflexión que tenían los animales, y acordaron llevar al día siguiente

una lista con los animales ordenados por su nivel de inteligencia...

Y así fue como se armó el gran lío de la clase de ciencias, cuando un montón de

papás protestaron porque sus hijos... ¡¡les habían puesto entre los menos

inteligentes de los animales!! Según los niños, porque no hacían más que

protestar, y no escuchaban a nadie.

Y aunque Don Estudiete tuvo que hacer muchas aclaraciones y calmar unos

cuantos padres, aquello sirvió para que algunos se dieran cuenta de que por muy

listos que fueran, muchas veces se comportaban de forma bastante poco

inteligente

Y aprendida la lección, siguió siendo una nube pequeña y modesta, pero dejaba

lluvias tan generosas y cuidadas, que aquel país se convirtió en el más verde,

más bonito y con más arcoíris del mundo.

Estos cuentos fueron escritos por Pedro Pablo Sacristán , un escritor español, que comenzó a publicar los cuentos que

inventaba cada día para sus propios hijos antes de irse a la cama, animando a otros padres y maestros a hacer lo

mismo. Transmite valores a partir de cuentos cortos.

Agrupamento de Escolas Frei Heitor Pinto

Escola Básica 2/3 de Tortosendo

Semana da Leitura – O prazer de Ler 28 a 31 de março de 2017

Ano Letivo 2016/2017

Page 2: Cuentos para Peques

Las palabras viajeras

La primera palabra que existió no sabía viajar. La pobre

vivía sola, encerrada en una cabecita. Aparecieron más

palabras, y tampoco sabían viajar. Hasta que un día

conocieron una boca y le pidieron ayuda. La boca escogió

a una y sopló con gran fuerza. Y aquel fue el primer viaje

de una palabra, y la elegida fue “mamá”.

Muchas otras palabras aprendieron a viajar así. Saltaban felices de las bocas a las

orejas volando a través del aire. Pero pronto se dieron cuenta de que nunca

llegaban muy lejos. Como mucho, con el mayor de los gritos y el viento a favor,

algunos cientos de metros ¿Cómo iban a conocer así el mundo con lo grande que

es?

Pasaron años y años antes de que conocieran a unas chicas increíbles. Eran 27

amigas que se hacían llamar Letras, y se ofrecieron a vestir a cada palabra de

forma distinta, para que al viajar se las reconociera fácilmente. Ellas no sabían

volar por el aire, pero conocían al señor Lápiz, capaz de pintar cualquier cosa en

cualquier sitio. Sin embargo, Lápiz nunca encontraba buenos lugares para que las

palabras viajaran, y a menudo escribía sobre rocas y árboles que nadie podía

mover, dejando a las palabras allí atrapadas para siempre.

Y entonces, cuando las palabras estaban a punto de rendirse y aceptar que nunca

podrían viajar lejos, conocieron al señor Papel. Era ligero y se movía rápido, pero

aguantaba firme mucho más que el aire. Era la forma perfecta de viajar.

Y así en el papel el lápiz escribió letras, que formaron palabras, que pudieron

viajar al otro lado del mundo sin perderse. Y lo que en un principio solo había en

la cabeza de unas personas pudo llegar a muchas otras a las que ni siquiera

conocían, inventando una maravillosa forma de hacer viajar las palabras que

cambiaría el mundo para siempre: la lectura.

La cara perfecta Había una vez un muñeco de papel que no tenía cara. Estaba

perfectamente recortado y pintado por todo el cuerpo, excepto por la cara. Pero

tenía un lápiz en su mano, así que podía elegir qué tipo de cara iba a tener

¡Menuda suerte! Por eso pasaba el día preguntando a quien se encontraba:

- ¿Cómo es una cara perfecta?

- Una que tenga un gran pico - respondieron los pájaros.

- No. No, que no tenga pico -dijeron los árboles-. La cara perfecta está llena de

hojas.

- Olvida el pico y las hojas -interrumpieron las flores- Si quieres una cara

perfecta, tú llénala de colores.

Y así, todos los que encontró, fueran animales, ríos o montañas, le animaron a

llenar su cara con sus propias formas y colores. Pero cuando el muñeco se dibujó

pico, hojas, colores, pelo, arena y mil cosas más, resultó que a ninguno le gustó

aquella cara ¡Y ya no podía borrarla!

Y pensando en la oportunidad que había perdido de tener una cara perfecta, el

muñeco pasaba los días llorando.

- Yo solo quería una cara que le gustara a todo el mundo-

decía-. Y mira qué desastre.

Un día, una nubecilla escuchó sus quejas y se acercó a

hablar con él:

- ¡Hola, muñeco! Creo que puedo ayudarte. Como soy una nube y no tengo

forma, puedo poner la cara que quieras ¿Qué te parece si voy cambiando de cara

hasta encontrar una que te guste? Seguro que podemos arreglarte un poco.

Al muñeco le encantó la idea, y la nube hizo para él todo tipo de caras. Pero

ninguna era lo suficientemente perfecta.

- No importa- dijo el muñeco al despedirse- has sido una amiga estupenda.

Y le dio un abrazo tan grande, que la nube sonrió de extremo a extremo, feliz por

haber ayudado. Entonces, en ese mismo momento, el muñeco dijo:

- ¡Esa! ¡Esa es la cara que quiero! ¡Es una cara perfecta!

- ¿Cuál dices? - preguntó la nube extrañada

- Pero si ahora no he hecho nada...

- Que sí, que sí. Es esa que pones cuando te doy un abrazo... ¡O te hago

cosquillas! ¡Mira!

La nube se dio por fin cuenta de que se refería a su gran sonrisa. Y juntos

tomaron el lápiz para dibujar al muñeco de papel una sonrisa enorme que pasara

diez veces por encima de picos, pelos, colores y hojas.

Y, efectivamente, aquella cara era la única que gustaba a todo el mundo, porque

tenía el ingrediente secreto de las caras perfectas: una gran sonrisa que no se

borraba jamás.