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Edison Cando

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CUENTOS URBANOS

Primera Edición

Edison Franklin Cando Vaca

ISBN: 978-9942-21-450-8

Quito - Ecuador

septiembre 2015

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Edison Cando:

Quito, 1960Estudió en la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador, Instituto Universitario “Lope Mendoza” de Caracas, Venezuela; su posgrado lo realizó en la Facultd de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad Central del Ecuador

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Mis agradecimientos:

A Rosario LizanoCésar Montalvo

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A mi familia

La razón de ser; a mi esposa, Rosario Lizano; a mis hijos, Sara y Carlos; a mis hermanos que me mantienen con la ilusión del día día en mi labor de seguir escribiendo en libertad, gracias

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PRÓLOGO

Edison Cando presenta tres cuentos urbanos; llamados así, debido a que, se desarrollan en los escenarios de grandes ciu-dades de nuestro país; en los cuales los personajes defienden la honestidad; muestran la solidaridad sin condiciones; dan val-or a lo humano sobre lo material. Dejando ver entre líneas la esencia del autor; quien ha acrisolado estas ideas que plasma en sus obras, con su accionar en la sociedad.

La caja de taracea es una conmovedora historia, en la cual desde el principio los personajes se desprenden en diferentes escenas de una joya muy preciada; hasta la adopción por parte de una familia, de un anciano viudo que queda solo, que sin ambición de ninguna clase lo acoge para integrarlo en el seno familiar; quedando la joya que más de un coleccionista la hubiese querido poseer, atrapada para toda la eternidad, en una caja de taracea.

La piedra azul marino, ambicionada por un individuo, para adueñarse de ella; es guardada con celo por un grupo religio-so, para evitar que caiga en manos de quien no se la merece; siendo partícipe sin querer una familia, que se ve complicada en acciones emocionantes de persecución e intriga .

Desaparecido, dos familias se entrelazan por casualidad, cuan-do una esposa desesperada sale a la búsqueda de su marido que desaparece misteriosamente; y en este contexto junto a un mendigo logran desenmarañar una serie de intrigas y actos ilegales.

Recorrer las emocionantes páginas que recrean estos cuentos, las imágenes que instauran las palabras del autor; generará en el lector una proyección de sus sentimientos en muchas de las escenas.

Rosario Lizano

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LaCaja

de Taracea

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Edison Cando 17

LA CAJA DE TARACEA

LA SUBASTA

En una subasta exclusiva para coleccionistas de arte, en la ciudad de Estambul, se remataban algunos objetos de valor, entre ellos una gargantilla de diamantes, única en el mundo perteneciente a la infanta Margarita. Dicha joya venía en una caja de madera elaborada con la técnica de taracea por los artesanos de la Escuela Quiteña; junto a una cadena gruesa de oro, el dije que colgaba era un corazón que calzaba exactamente en la cerradura de la caja, era la llave que activaba los mecanismos que abría su interior, con una clave única, conservada desde la época de la Colonia.

La clave era determinada por el artesano, en la construcción misma de la caja; para luego el carpintero escribirla en un papel y pegarla en el fondo.

Un empresario estadounidense adquirió todo el juego de alhajas, su alto costo se mantuvo en reserva y cuando fue hecho el pago desde su cuenta, fue enviado a su domicilio en

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Cuentos urbanos18

Manhattan; el comprador pertenecía a un grupo exclusivo de coleccionistas de joyas antiguas y estaba maravillado por su reciente adquisición.

John Parker, en su inmensa casa de Manhattan se quedó extasiado al mirar las nuevas joyas adquiridas: la cadena, fabricada por orfebres italianos; el dije en forma de corazón hecho en Cuenca, Ecuador; la caja de taracea de la Escuela Quiteña que en la parte de abajo tenía un papel con las claves para abrir los compartimentos interiores.

La caja de taracea, en el compartimento central se hallaba la gargantilla de la Infanta confeccionada por artesanos del alto Medioevo, sus medidas eran de 30 cm de largo por 15 cm de ancho.

Parker tenía pendiente en su agenda un viaje a las Islas Galápagos, qué mejor ocasión para conocer Quito, la ciudad donde existió la famosa Escuela Quiteña, donde las artes florecieron en las manos indígenas con las técnicas traídas de la vieja España.

Quito, lugar donde se fabricó la caja con la técnica de la taracea, que consistía en ir aplicando pedazos de madera de diferente variedad, color, forma y tamaño, similar a un rompecabezas; con los cuales se forma figuras de diversos diseños, una obra manual muy fina y además era construida con mecanismos, que al presionar con una llave más una clave se abría paso a distintas secciones de la caja y el espacio central era para guardar una joya en especial.

Al mismo tiempo se incorporó una llave muy particular para ingresar a la caja, era un dije de oro en forma de corazón fabricado en Cuenca y una clave determinada solo por el maestro artesano, que luego era entregada al propietario.

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EL VIAJE

John Parker reservó un vuelo en primera clase para finales de noviembre, para conocer Quito, Ecuador; la agencia de viajes le preparó un tour que incluía las Islas Galápagos, y una visita al casco colonial por diez días. John dejó espacio en su agenda por diez días para viajar.

Preparó su maleta para ir rumbo a Quito, a su llegada se dirigió al hotel donde tenía una suite reservada; un empleado del hotel le informó que a las siete de la mañana estaría listo un autobús para llevarle al aeropuerto, para tomar el avión a las Islas Galápagos. En la caja fuerte del lugar encargó la caja de taracea y el collar con el dije de corazón, mientras se iba a las islas encantadas.

Llegó al archipiélago a bordo de una lujosa lancha, que le permitió admirar por ocho días la belleza de las islas, tanto en tierra como en el mar; como buen buceador, quedó maravillado de las especies marinas y de la fauna. En la Estación Científica

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Charles Darwin se logró tomar fotos con las tortugas gigantes, fue a nadar en Tortuga Bey, donde pudo observar muy de cerca a las iguanas marinas, registró una gran cantidad de fotos, recorriendo la mayoría de islas, no se imaginó que estas ofrecían tantas maravillas.

A su regreso a Quito, la agencia le tenía organizado un tour por el casco colonial, visitó las majestuosas iglesias, le llamó mucho la atención la decoración de los retablos hechos con pan de oro, luego hizo un largo recorrido por los diferente museos y visitó sitios turísticos de la capital; le entusiasmo la ciudad con sus calles coloniales.

Al siguiente día tomó la decisión de alejarse del grupo de turistas y de la guía para conocer por su cuenta la ciudad, como un ciudadano común y corriente regresó al centro de la ciudad, preguntando a la gente sobre los talleres donde se realizan trabajos de taracea, le comentan que en la calle Flores todavía existen carpinterías de taracea, y buscando la dirección encontró un taller. Se presentó con el propietario y le manifestó que quería adquirir un trabajo que contenga aquellos mecanismos secretos para abrir la caja.

El maestro le contó que en la actualidad ya no se fabrican esas cajas, que el secreto de los compartimentos de las cajas de taracea sucumbió con los antiguos maestros; en la actualidad nadie conoce cómo fueron fabricados esos mecanismos y de esas cajas con clave hay solo una en el Museo del Banco Central, en el área que corresponde a la Colonia.

Parker se despide del maestro y le revela quedamente “yo tengo una”.

El maestro le contesta “sería para él una gran oportunidad conocer una caja de esa calidad”.

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Parker le dice que pronto viajará a los EE.UU. y que se iba a dar un tiempo para visitarle con la caja.

Al salir del taller Parker tomó un taxi y le pidió que le conduzca al Museo del Banco Central, en la Casa de la Cultura. El taxista le llevó hasta el lugar, le dejó en la avenida Patria y le indicó que subiendo las gradas, inmediatamente se encontraría con la entrada al Museo.

Cuando ingresó al sitio le pidió al guía que le llevara a la sección de la Colonia; muy diligente el joven le condujo hasta el sector y le preguntó:

—¿Quiere que le explique algo en particular?

— Quiero saber sobre las cajas hechas en taracea.

El guía le llevó hasta una vitrina donde se expone una caja igual a la suya y le explica que es la única que existe actualmente, algunos expertos han querido abrirla pero como no se conoce la clave no se ha podido conocer su interior, estudiosos de estas piezas dicen que se trata de una caja que tiene varios compartimentos internos.

Parker se acerca más a la caja y ve que la cerradura es igual a la que tiene, en forma de corazón, piensa que probablemente la llave sea la misma y la clave igual; se despide del joven y le dice “creo que no es la única caja que existe”. El guía le escucha y sonríe, se dice a sí mismo “estos gringos qué van a sabe”.

Parker asistió esa noche junto con otros turistas a La Ronda, entraron a un restaurante exclusivo, probó una bebida del lugar llamada “canelazo”, escuchó música nacional en un ambiente muy agradable, decidió irse temprano y la guía le acompañó a tomar un taxi.

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Al llegar al hotel pasó por la cafetería, solicitó un capuchino y se fue a dormir; su vuelo estaba determinado para las 2 de la tarde y tenía que estar a las 11 de la mañana en el aeropuerto para confirmarlo, la agencia le informó que su pasaporte se le entregaría en el aeropuerto, junto con su billete; pero Parker tenía pendiente una reunión con el maestro Aníbal Chango muy por la mañana, en el taller de taracea.

Parker se levantó muy temprano, pidió en la recepción que sus maletas le sean llevadas al aeropuerto, canceló su cuenta con tarjeta y sacó de la caja fuerte del hotel el collar y la caja de taracea, pidió un taxi para que le lleve al centro de la ciudad, llegó al taller del maestro Chango y le indicó su caja de taracea.

Chango se quedó sorprendido al mirar la caja, Parker colocó su dije y automáticamente comenzaron a moverse los mecanismos, se iban abriendo sección por sección, pero no abrió la zona del centro, no quería que sepa su contenido, ni la clave. El maestro examinó bien la caja, dijo “es idéntica a la que existe en el Museo, es la primera vez que veo por dentro sus secciones, es una maravilla”.

Chango pidió a Parker que abriera la parte central de la caja, pero este negó con su cabeza y dijo “es la parte secreta de la caja”.

Parker entusiasmado con la conversación no se dio cuenta que ya eran las 9 de la mañana, al mirar al reloj ve que es tarde, el aeropuerto de Tababela está muy lejos de la ciudad, cerró la caja, se despidió y salió apurado, cogió el primer taxi que pasó y pidió que le lleve al aeropuerto.

Llegó cerca de las 11de la mañana, salió apurado del taxi y se olvidó la caja de taracea y la cadena en el taxi; corrió hacia el andén, le esperaba una persona de la agencia que le dirigió

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hacia el módulo de chequeo, para que sea revisado su billete y su equipaje, enseguida es dirigido hasta la banda de paso, en la aduana le registraron sus maletas y pasó a la sala de espera de abordo, cuando se sienta se da cuenta de la caja de taracea y la cadena no estaba consigo, las joyas se había olvidado en el taxi, quiso salir y le impidieron el paso, subió al avión si tener nada que hacer, lamentando de su olvido se consuela pensando que la caja volvió a su casa y se reía de su situación.

Después de bajarse del taxi Parker, enseguida se sube una señora que llegaba de Manta, se encuentra con los objetos y le avisa al conductor de la caja y la cadena, al mirar la cadena de oro, el taxista enseguida le dijo que le entregue “se ha olvidado un cliente”, le dice.

Luego de dejarle en el destino a su pasajera, el taxista revisa el olvido del gringo, se da cuenta que el collar y el dije son de oro, se va al sector de la calle Montúfar para venderla, entra en un lugar donde compran joyas y vende la cadena en 200 dólares, como regalo le deja la caja de taracea al comerciante.

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LORENA

Lorena asistía constantemente a la cita con su médico en el hospital del Seguro, no tenía muchas esperanzas, su enfermedad ya estaba avanzada; le decía a Ulpiano su esposo “que estaba bien, que no tenía nada de malo”, siempre le ocultaba su dolencia.

Una tarde ya no podía más, Ulpiano le llevó enseguida al Seguro, el doctor diagnosticando su estado le ingresa al hospital, tenía que internarse con urgencia, no podía seguir el tratamiento desde su casa porque necesitaba ser controlada todo el tiempo, pasó internada un mes y se pudo controlar su afección. Lorena pide al doctor que le deje salir a su casa, pues se acerca el cumpleaños de Ulpiano, necesita reunir a sus hijos para celebrar esta ocasión, el médico accede y le da de alta.

Llega a su casa y Lorena se comunica con sus hijos para organizar el cumpleaños número 70 de Ulpiano, sería el día sábado 3 de julio, pues quiere hacerle una fiesta con todos ellos.

Junto a Mónica, su ama de casa, Lorena sale a recorrer por el centro de la ciudad para buscar el regalo de cumpleaños de su esposo, fueron de joyería en joyería buscando una cadena de

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oro, quería gastarse todos sus ahorros celebrando el aniversario, pues presiente que tal vez sea el último que esté junto a él.

Los precios de las cadenas superaban los mil dólares, cansadas de recorrer por el centro decidieron ir a buscar en la Montúfar una joya de segunda mano.

Lorena le dice a Mónica “en este lugar también venden joyas, pero son usadas, los precios en este sector son muy cómodos”. Entra en algunos locales, la cadena que quería le pedían sobre los mil dólares, al final ya un poco decepcionada mira un lugar de espacio reducido, al ver las vitrinas no vendían cadenas, sale un señor y les dice:

—¿En qué les puedo ayudar?

—Estamos buscando una cadena para hombre —dice Mónica.

—¿Qué tipo de cadena andan buscando? —contesta el señor muy amablemente.

—Quiero una cadena gruesa, de 18 quilates —responde Lorena.

—Tengo guardada una joya desde hace mucho tiempo y la pueden revisar.

Saca del fondo de un cajón la cadena con un dije en forma de corazón de oro con un rubí ensartado, Lorena al ver la joya se queda emocionada, era lo que andaba buscando desde hace tiempo para dejarle a Ulpiano un gran recuerdo. Le pregunta por el precio y el señor le dice 1 000 dólares, ella al mirar la joya no quiere desprenderse y le ofrece 500; el señor le sonríe y le dice “deme 600 y la joya es suya y como yapa le voy a obsequiar un joyero”.

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Saca la caja de taracea, le muestra a Lorena, al ver el trabajo tan fino del joyero, revisa la caja, tiene números y letras en un papel pegado al fondo de la caja, envuelve la cadena y le pone en una bolsita de terciopelo negro y le entrega a Lorena; antes de irse le hizo un recibo de la compra, en la parte de atrás del recibo le copió las letras y números que arranco de la caja y le dijo, en forma burlona para darse importancia, le anoto los números y las letras del joyero atrás de recibo, eso demuestra que la caja es auténtica; Lorena le sonríe y se despide agradeciéndole.

Cuando las dos mujeres abandonaron el lugar, el vendedor se sintió aliviado, desde hace mucho tiempo que no podía deshacerse de esa joya, no le podía exponer porque creía que era robada y la tuvo guardada por varios años. Le vendió en un buen precio, porque no sabía su real costo, no podía hacerle tasar por sus temores a ser descubierto, calculó su precio al ojo, porque sabía cómo estaba en el mercado el oro en esas épocas y salirse de esa joya era muy difícil en la actualidad; la policía estaba interviniendo a cada rato en los lugares considerados chacinerías,

Ya en la casa, Lorena sacó la cadena y la comenzó a limpiar, estaba un poco opaca y con un pulimento especial le dejó otra vez brillante, la volvió a meter en su bolsita y la guardaría hasta el día del cumpleaños. Habló con sus hijos, pero para esa fecha nadie ha confirmado su asistencia; Lorena se angustiaba, pues no podía decidir la preparación de los alimentos, entonces Mónica le sugirió a Lorena que mejor sería que festejen el cumpleaños en algún lugar privado, si no confirman sus hijos, podrán disfrutar de una velada juntos; Lorena con mucha pena dijo “voy hacer lo que me sugieres”.

Enseguida buscaron en el directorio telefónico un lugar que ofrezca cena el fin de semana, consiguieron en Sangolquí un bonito lugar y guardaron la dirección para el día sábado.

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Lorena no logró que sus hijos vinieran al cumpleaños de Ulpiano, y le comunicó a su esposo que celebrarían su cumpleaños en un lugar en Sangolquí, él había visto el esfuerzo que hizo para que sus hijos estén en ese día, pero todos se habían excusado; esto le entristeció a Lorena y disgustó mucho a Ulpiano el desaire y les llamó para decirles que han roto el corazón de su madre, que por él no hay problema, pero si el esfuerzo que ha hecho su madre para estar juntos, que eso no les iba a perdonar.

El día del cumpleaños salieron por la mañana a visitar a Mercedes, la hermana mayor de Ulpiano, que se encontraba en un asilo, pasaron todo el día con ella, era una ancianita de lo más dulce, le gustaba que le vayan a visitar; por la tarde se despidieron quedando en verse el otro fin de semana, Mercedes por el cumpleaños de Ulpiano le había tejido una bufanda y envuelta en un periódico le entregó y le deseó un feliz día.

Ulpiano estaba con un traje nuevo, Lorena también estrenaba un vestido negro con lentejuelas, les acompañaba Mónica con sus mejores galas; salieron a un restaurante muy elegante en Sangolquí, la velada fue muy agradable, le cantaron el cumpleaños feliz a Ulpiano y brindaron con vino de oporto. Lorena le entregó su regalo de cumpleaños a Ulpiano, éste muy conmovido le abrió y se quedó tan maravillado de ver semejante joya, abrazó a Lorena muy emotivo, y ya entrada la noche salieron del lugar, hicieron parar un taxi que les llevó de regreso a su casa.

Al otro día, todavía recostado en la cama, Ulpiano observaba la cadena, le comentó a su esposa que debe ser una joya muy antigua por su delicado trabajo, hoy en día ya no hay orfebres que realicen estas obras de arte, y que debía ser de un valor incalculable, ¿cómo conseguiste una joya así? Lorena se rió y le dijo fácil, en las cachinerías de la calle Montúfar y los dos se rieron sin parar, realmente Lorena no había visto con detalle

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la cadena, solo vio que era de oro y su peso y se puso revisar el regalo de cumpleaños, le llamó la atención la forma del dije, tiene la misma forma de la cerradura de la caja de taracea.

Mónica les llamó a desayunar pero solo Ulpiano salió, Lorena iría más tarde, tomó la caja de taracea, probó en la caja y le hizo calzar el dije y en seguida sonaron los engranajes mecánicos de la caja y se abrió la tapa, vio que tenía pequeños compartimento con números y letras; se acuerda de los códigos que el vendedor escribió al revés del recibo y los fue a buscar, probó con las indicaciones las letras a la derecha y los números a la izquierda y se iban abriendo los compartimentos de la caja.

Cuando presionó el último código se abrió el centro de la caja y vio en su interior una gargantilla de oro cuajada de diamantes, una joya por demás hermosa. Se queda sorprendida, la saca suavemente de la caja y vio que era una obra de arte, no entendía por qué el vendedor de la caja le dio ese regalo, tal vez no sabía de su existencia o no sabía cómo combinar los códigos, quiso avisarle enseguida a Ulpiano pero le preocupó que semejante joya estuviera guardada en la caja y no sabía cómo explicarle a Ulpiano; se asustó y volvió a guardar todo en su lugar, no informó a nadie sobre el hallazgo y lo mantuvo en secreto.

Pasó un largo tiempo desde el cumpleaños de Ulpiano, Lorena fue de nuevo a parar en el hospital del Seguro, entró muy mal, el médico informó a Ulpiano que no le quedaba mucho tiempo de vida, que vaya a su casa a descansar y vuelva por la mañana; el pobre viejo cogió su carro y regresó a la soledad de su hogar y se metió en sus recuerdos, le torturaba que en sus últimos días sus hijos no vinieran a visitar a su madre, pues ella dio todo lo que tuvo por ellos, por más que les llamaba todos los días para informarles sobre el estado de Lorena, siempre salían con una excusa.

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LOS COLECCIONISTAS

Al funeral de John Parker asistieron muchos amigos, y sobre todo los coleccionistas de arte para saber con quién quedarían sus bienes y si iba a haber alguna subasta, eso movía grandes recursos y estaban dispuestos a forzar una subasta de los bienes de John; días más tarde los herederos dejaban a una compañía de subastas que organice la venta de la colección de arte. Y para el fin de semana ya estaba en la Internet la lista de los bienes, y comenzaron a vender al mejor postor, los coleccionistas reclamaban que salgan a la venta todos sus bienes, en especial la gargantilla de diamantes de la princesa Margarita, pues todos sabían que esa joya estaba en poder de John, que la había adquirido en la subasta de Estambul en 1976.

Los herederos de John en su lista de bienes no encontraron la gargantilla de Margarita y se vuelve un misterio su paradero; en el mundo de los coleccionistas de arte se sabía que esa pieza de colección, junto a su llave fue vista por última vez en Estambul y pagada con un buen precio por John Parker. Todos sabían que

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el último paradero de semejante joya debe estar en los objetos de arte de los herederos de John Parker, entre los coleccionistas famosos que era un club muy privado, tomaron la decisión de contratar a un grupo que investigue en donde se encontraba la pieza a cualquier precio y que debía llegar a las manos de los herederos de John y posteriormente a que cualquiera del selecto club de coleccionistas de arte pudiera adquirirlo.

Dentro del mercado de traficantes de arte, un grupo tomó el liderazgo para averiguar dónde se encontraba la joya y mantenía contactos muy estrechos con los herederos quienes destinaron los recursos clandestinamente a este grupo de traficantes, comenzaron investigando los viajes que realizó John Parker alrededor del mundo y sus posibles contactos para encontrar algún indicio de localización de la pieza; entre esos viajes constaban las Islas Galápagos en Ecuador, lo consideraron un país remoto y lo dejaron para el último, habían pasado muchos años de investigación y no habían logrado localizar la pieza y como último recurso quedó visitar Ecuador, ya que en los demás países no encontraron ni una sola pista.

Por los movimientos de los traficantes de arte, la Interpol comenzó a seguirles los pasos, porque sabían que estaban tras la pista de algún pillaje y se pusieron en contacto con la Policía local; el grupo de traficantes de obras de arte localizó a sus contactos en Quito y comenzó sus investigaciones.

Los traficantes de arte lograron averiguar que la caja de taracea con la cadena fueron guardados en la caja fuerte del hotel, dieron con el maestro Chango, quien les confirmó que vio la caja, antes de que John viaje a los Estados Unidos. Localizaron al taxista que vendió a una cachinería el collar, por último dieron con el vendedor de la Montúfar, llegaron hablar con Lorena mientras estaba agonizando en el hospital, no pudieron sacarle nada por su estado y su último recurso fue su esposo.

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EL HOSPITAL

Esa noche Lorena recibió la visita de unos hombres vestidos de negro, le preguntaron sobre la cadena y la caja de taracea, ella se negó a responderles a esos hombres, el interrogatorio fue tan insistente que el paciente de al lado se despertó y con cautela presionó el botón de emergencia; al rato llegó la enfermera y les sacó con los guardias a los intrusos. Lorena estaba tan alterada que tuvieron que dormirla con sedantes para que se calme.

Despertó bien tarde y vio que a su lado estaba Ulpiano, le tomó de las manos y con un gran esfuerzo le dijo que se ponga la cadena que le regaló por su cumpleaños y que los recibos de la compra los guarde.

Ulpiano no le comprendía lo que le quería decir, pero su esposa con la voz casi apagada le explicó que la caja de taracea se abría con el código de los recibos.

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Ulpiano estaba muy confundido por el deterioro en la salud de Lorena para comunicarse con él y para no angustiarle más le dijo “te comprendo y así lo hare”, no le dio mucha importancia a lo que le decía pese a su angustia.

Minutos más tarde los aparatos a los que estaba conectada sonaron, enseguida bajo el médico con algunos enfermeros, la llevaron de urgencia a terapia intensiva, Ulpiano angustiado subió junto a ellos y no le dejaron pasar a la sala, se quedó afuera esperando alguna noticia, el tiempo se hacía eterno cuando salió una enfermera y preguntó por los familiares de Lorena Carvajal, Ulpiano enseguida se acercó y esta fríamente le comunicó que había muerto, que su cuerpo ya estaba en la morgue.

Ulpiano sentía que su corazón se le achicaba, soltó un quejido lastimero y entre sollozos pudo hablar por teléfono con Alfonso, su hijo menor, el hijo al otro lado del aparato le pidió que se calmara, que va a viajar en el primer vuelo que saliera para Quito y que él tratará de comunicarse con sus demás hermanos.

El funeral duró tres días hasta que puedan llegar sus dos hijos de EE.UU., Alexandra y Elías, su hijo Alfonso y Armando realizaron todas las gestiones en el cementerio, ese mismo día cremaron a Lorena; sus hijos se despidieron y regresaron a sus destinos. Ulpiano se quedó solo y no soportaba su soledad, todos los días salía a visitar las cenizas de su amada esposa en el cementerio hasta bien tarde, se pasaba horas pensando en los buenos momentos juntos, no se daba cuenta de la hora, cuando comenzaba a oscurecer salía del cementerio.

Un día visitando a Lorena en el cementerio de Monteolivo se le hizo tarde, llovía a cantaros y tenía que manejar por la Simón Bolívar hasta la entrada a la carretera vieja que da a Conocoto y en esa tarde iba como a unos 70 kilómetros por hora, cuando fue embestido por un automóvil color rojo, no se percató y le mando

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hasta el carril medio de la vía, no le llegó de frente, le topó la parte trasera de su carro y Ulpiano no sabía qué pasaba hasta que llegó un patrullero.

En el plan de los traficantes estaba eliminar a Ulpiano en un accidente de tránsito, tomar la caja y la cadena de su casa; sin levantar sospecha alguna, ya que sabían que la policía nacional e internacional estaba tras de ellos; las cosas no les salió como ellos planificaron, por la maniobra de Ulpiano, pudo escapar del accidente y por la oportuna acción de la policía en la autopista.

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UNA NOCHE LLUVIOSA

Al salir de la iglesia, eran las seis de la tarde, estaba oscuro, llovía constantemente, le pedí a Daniela que les cubra con el paraguas a los niños y corriendo fui abrir la puerta del carro, nos embarcamos rápidamente, pero estaba empapado y salimos rumbo a la casa, encendí los neblineros, no se podía ver nada, era tan espesa la neblina que tuve que poner las luces de parqueo para que nos divisen los carros de atrás, cuando íbamos ya a coger la curva para llegar a la casa, nos quedamos parados en plena vía, había sucedido un accidente más arriba; la policía estaba dando paso por otro lado, por lo que tendría que dar una vuelta para continuar.

De nuevo un policía detuvo el tránsito, me pidió que bajara del auto para que ayudara a mover el carro accidentado, me puse una chompa de agua y me bajé; con algunas personas logramos orillar el vehículo chocado. Mientras me retiraba hasta el auto, vi a un anciano sentado en el bordillo, estaba totalmente mojado; me dijo gracias, no había notado su presencia, pero me di cuenta

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que el carro accidentado era de él.

Me acerqué y le ofrecí ayuda, le pregunte:

—¿Necesita algo?

—No, gracias, todo está bien.

El policía comenzó a interrogar al anciano sobre el accidente, él dijo “no vi nada, fui embestido por un vehículo color rojo que se dio a la fuga”.

Los paramédicos acababan de llegar para auscultarlo con mucha minuciosidad y determinaron que no tenía nada, ni siquiera un rasguño, por tal razón no había necesidad de llevarle a un centro médico; le echaron una manta encima de la ropa mojada; le ayudé a incorporarse, la grúa se estaba llevando su carro, el policía le ofreció llevarle a su casa, pero se negó; me acerqué y ofrecí llevarle hasta su casa, el anciano aceptó mi ayuda.

Le llevé hasta al auto, le acomodamos en la parte de atrás, le dije a mi familia que iba a dejarlo en su casa, ya que su auto estaba averiado. Disculpe mi nombre es Pedro Samaniego, mi esposa Daniela mis hijos David y Pamela.

El anciano todavía con preocupación expresó “mi nombre es Ulpiano Morales, le agradezco su ayuda”.

—¿Hasta dónde le llevo?

—Vivo en Conocoto, cerca del estadio de La Moya.

Llegamos a La Moya, fuimos por una calle adoquinada y nos señaló una casa grande, baja y de color blanco; nos hizo parar en una puerta de metal azul, me bajé para ayudarle, él me pidió

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que entremos a tomarnos una taza de café, niego con la cabeza la invitación, pero él insiste, Daniela viendo la insistencia del señor, accedió y nos bajamos todos del auto.

Ulpiano sacó un llavero con un sinnúmero de llaves, consiguió la precisa y abrió la puerta, nos condujo hacia dentro y subimos unas gradas que nos llevaron a un salón grande, de las paredes colgaban cuadros grandes de retratos pintados al óleo, nos pidió que tomáramos asiento, enseguida llamó a su empleada y le solicitó que prepare café para brindarles a los invitados; mientras tanto él se fue a cambiar a su cuarto.

Cuando volvió se sentó junto a nosotros y nos comentó que vive solo en la casa, que su esposa había fallecido, que tenía cuatro hijos y que le vienen a ver de vez en cuando.

También, nos explicó que la señora que realiza los quehaceres en la casa le acompaña desde hace mucho tiempo, su contrato es puertas adentro. Ella es de Loja, cada fin de año viaja a saludar a su familia, además es soltera y se ha enseñado a vivir en la casa, antes de que nazcan mis hijos ya estaba con nosotros.

Nos presentó a la señora Mónica y nos dijo “es mi ama de casa”, nos condujo hasta un gran salón, luego la señora nos hizo pasar a la mesa, Ulpiano les señaló que ahí sus hijos animosamente tomaban su chocolate con rosquillas y queso; nosotros tomamos café con unas empanadas.

Luego del café volvimos a la sala y nos indicó que los retratos de los cuadros son de su familia; nos habló de su esposa que acababa de fallecer, le dimos muestras condolencias y cuando nos disponíamos a marcharnos, Ulpiano pidió que le visitáramos otra vez.

De igual manera, Daniela le pidió “si podíamos venir a verle

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para llevarle a nuestra casa”, los muchachos se despidieron muy cordialmente, agradecidos de su hospitalidad y salieron.

—Apenas le conocimos a Ulpiano y parece que ya hemos sido amigos desde hace tiempo, me ha caído muy bien; Pedro deberías ayudarle con los trámites del accidente y sacar su carro de la mecánica, el señor está viejo, se le va hacer bien difícil hacer los trámites —le pidió Daniela en el carro.

—Por mi parte no hay problema, pero su familia, sus hijos pronto estarán al tanto, un desconocido puede parecer como un metido; de todas maneras estaré pendiente de él por si me necesita.

Llegamos esa noche a la casa, les pusimos las pijamas a los niños y les acostamos, al otro día tenían que asistir al colegio.

En la oficina, mi secretaria me preguntó que si podía atender una llamada por la número 3, le pregunté que quién llamaba y me dijo es el señor Ulpiano Morales, le pedí que me pase la llamada.

—¡Aló!

—Disculpa Pedro que te moleste en tu trabajo, pero necesito tener una reunión contigo esta tarde, sería posible.

—No había ningún problema.

—Podía subir a tu casa —me preguntó.

—Sí.

—Estaré como a las seis de la tarde.

Colgué el teléfono, pero me dejó con una intriga, desde

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el accidente nunca me había llamado a la oficina, siempre lo hacía al celular para jugar el fin de semana cuarenta. Le llamé a Daniela para comentarle el hecho, también se preocupó “pues si se sentía mal podía haberme llamado a mí, como en otras ocasiones ya que Ulpiano se ha convertido como de la familia”, comentó Daniela.

Traté de llegar lo más temprano a la casa para esperarle a Ulpiano, pero él ya me estaba esperando acompañado de su ama de casa, cosa que nunca lo hacía. Daniela sirvió té con galletas, que era lo que más le gustaba a Ulpiano, terminamos de tomar y nos trasladamos a la terraza, nos sentamos a descansar; Ulpiano pidió disculpas por traerle a la conversación, pues ella tenía que ver con lo que les vengo a contar, nos puso más intrigados.

—No te preocupes, dinos con mucha confianza lo que le pasa, estamos dispuestos apoyarte en cualquier cosa que requieras.

—No he querido contarles lo que me está pasando, no cuento para nada con mis hijos por tal razón he decidido pedirles ayuda a ustedes, desde hace unas semanas atrás un hombre vestido de negro ronda por la casa, al principio creí que se trataba de un individuo cualquiera, que esperaba alguien, pero siempre se retiraba cuando yo apagaba las luces, muchas ocasiones con Mónica apagábamos la luz a propósito y luego de un rato no estaba, al principio creímos que era coincidencia, pero había veces que yo me quedaba leyendo hasta las 11 o 12 de la noche y él seguía todavía plantado mirando a la casa, llamé a la policía, lo interrogó y no apareció más por la casa, pero ahora he recibido algunas llamadas, las tengo grabadas y quisiera que escuchen.

Puso la grabadora y escuchamos que hablaba usando un sonsonete siempre “todavía te vigilo, la policía no me asusta y estoy mirando siempre tu casa”.

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Al oír la grabación nos preocupamos y decidimos que Ulpiano avise a sus hijos para que estén alertas sobre este asunto, que informe a la policía y que nos mantenga informados.

|Un día al regresar del cementerio a su casa, Ulpiano encontró su casa violentada, todas sus cosas al revés, como si buscaran algo, no había un solo cuarto que no había sido rebuscado; todo estaba hecho un tiradero, se asustó mucho, buscó inmediatamente a Mónica y la encontró en la cocina, maniatada; enseguida llamó a la Policía.

Esa noche nos llamó desesperado, enseguida bajamos a verle a su casa y lo encontramos todo amargado, le invitamos a que viva con nosotros, él accedió, tuvimos que despedir a su empleada que decidió volver a vivir a Loja. Ulpiano la indemnizó bien, lo que le permitía volver con recursos más de lo que ella había ahorrado durante su estancia, ya que no gastaba en nada, y le sirvió para ponerse una tienda en su pueblo.

Se puso la denuncia en la Policía, le asignaron al agente Chauca para que se haga cargo de las investigaciones, se llevaron las grabaciones y le interrogaron a Ulpiano sobre qué podía haber pasado para que le estén vigilando la casa; qué perseguían los delincuentes, esas interrogantes tenían que aclararse para que pare esa zozobra en la que él vivía; el agente Chauca prometió seguir con las investigaciones y que sobre cualquier cosa le pondría al tanto.

De sus cuatro hijos, dos vivían en los Estados Unidos, uno en Guayaquil y el otro en Cuenca, les comunicó vía teléfono lo sucedido, pero nadie asumió ninguna responsabilidad, el viejo estaba solo. Los hijos de Ulpiano estuvieron de acuerdo que el viejo venga a vivir con nosotros, y que la casa se ponga en venta.

Esto incomodó a Ulpiano, pues no quería vender su casa,

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tenía un apego sentimental a esa propiedad, al fin accedieron sus familiares que la deje en arriendo, pero a Ulpiano tampoco le gustó la idea, decía que sus cosas no cabían en ninguna parte y que no iba a desocupar sus casa; taparía sus muebles con mantas y dispuso que cuando se muera, sus hijos podrían disponer de sus bienes como ellos quisieran, le prometí que sus cosas se quedarían tal como están y que cada fin de semana bajaríamos a pasar los fines de semana en su casa; esto le agradó en sobremanera y accedió ir a vivir con nosotros.

Fuimos el fin de semana a casa de Ulpiano, a los muchachos les gustaba porque había un gran campo lleno de árboles, donde jugueteaban todo el tiempo, nosotros tratamos de arreglar, de poner las cosas en su lugar; mientras Ulpiano prendía el fogón para hacer un asado, habíamos invitado a la familia de al lado, que se llevaba desde hace años con Ulpiano. Ellos estaban al tanto de lo sucedido, jugamos hasta bien tarde barajas, los hijos de la familia congeniaron con los nuestros y se pasaron jugando todo el día; la familia se despidió, y nosotros nos propusimos subir a nuestra casa.

Ulpiano antes de salir de la casa, entró a la habitación y comprobó que faltaba una caja, desconocía su contenido, pero siempre estaba en la cómoda como adorno por su trabajo tan fino en taracea, esa caja formaba parte del mueble, estaba ahí desde su cumpleaños; esto le preocupó le mucho porque era una caja personal de su esposa Lorena.

Después de su muerte Ulpiano la limpiaba el polvo ni siquiera intentó abrirla, es más, creía que no era para abrirle, por eso le llamó la atención de que no estuviera en su sitio y nosotros nos pusimos a buscar pensando que en el allanamiento a la casa por los delincuentes se confundió en algún lugar.

La buscando por todo lado y no pudimos encontrar, Ulpiano

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llamó al detective Chauca para informarle de la desaparición de la caja elaborada en taracea; el detective acudió a la casa y le informó que no tenía ninguna pista sobre lo sucedido; todo el vecindario no vio ni oyó nada, lo único que tenía como pista era el testimonio de Mónica, quien le había indicado que eran tres personas con terno y corbata que la sujetaron y la drogaron, no pudo reconocer a nadie; pero había la declaración de una señora que vio un carro rojo que no era del lugar, estacionado a dos cuadras de los hechos.

Ulpiano, tirado en el sillón de cuero, desmoralizado después de la conversación con el agente, se sentía impotente, no podía hacer nada; solo le acompañaba su soledad causada por el vacío que le dejó su esposa Lorena. Daniela no pudo hacer nada, le acompañaba sin decir nada; Ulpiano pasó un buen tiempo en ese trance, solamente se levantaba para comer, los niños de vez en cuando lo animaban.

Mientras salíamos a nuestros trabajos y los niños al colegio, Ulpiano bajaba a su casa y se pasaba horas meditando en la sala y cuando era hora del almuerzo subía de nuevo, aprendió a coger el bus que le llevaba y le traía de vuelta; salía todos los días al centro, un viernes bajó hasta San Francisco a escuchar la misa, alguien se le acercó y le preguntó.

—¿Está Ud. interesado en vender la casa de Conocoto?, porque hay gente dispuesta a pagar un buen precio.

—No voy a vender su casa a nadie —negó con la cabeza.

—Piénselo mejor, estaré en contacto —le habló el sujeto.

Ulpiano sintió una amenaza en las palabras de este sujeto. Llegó a la casa alterado y me contó que en San Francisco un hombre le abordó, en ese instante se unió a la conversación

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Daniela y nos contó lo sucedido, su rostro me parecía familiar, por más que quiero recordar no sé quién es, decía.

Le pedí al viejo que se tranquilizara, decidimos con Daniela contratar a un ama de casa para que cuidara de él y le acompañe a sus salidas, mientras nosotros íbamos a nuestros trabajos y lo niños al colegio.

El detective Chauca vino a visitarnos el fin de semana a casa de Ulpiano, le invitamos almorzar con nosotros y mientras nos servíamos le comentamos sobre lo sucedido a Ulpiano en San Francisco; el detective nos explicó que el accidente en la avenida Simón Bolívar no era un caso aislado, que las investigaciones han dado nuevos resultados, se ha podido establecer una relación entre el carro del percance y el auto estacionado cerca de su casa y una conexión entre los que vigilaban su casa y una red internacional de traficantes de arte; puede ser que uno de los objetivos haya sido la caja de taracea que tenía su esposa.

Entonces, Ulpiano recordó de repente el rostro de ese hombre que le abordó en San Francisco, era el que manejaba el auto rojo que le embistió. Al detective Chauca le vi que se transformó y puso un rostro de preocupación “No puede ser, Ulpiano usted corre peligro, hare lo más pronto mi informe para tomar una decisión con mis superiores, ya que esta investigación se ha tornado peligrosa, le sugiero que se vaya a la casa de Pedro en estos momentos y le pondré vigilancia”.

Han pasado algunos meses, no hemos tenido noticias de Chauca y la vigilancia de la casa ha sido retirada, le veo más tranquilo a Ulpiano, jugueteaba con los niños como un adorable abuelo, he logrado mantener contacto con los hijos de Ulpiano y creo que para diciembre podré lograr reunir a todos sus hijos en la casa de Conocoto, Daniela se ha encargado de organizar los preparativos para Navidad.

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Él estaba muy animado al saber que sus hijos estarían esa noche en su casa. El primero en llegar fue Armando con su esposa Mercedes y tres hermosos niños que vivían en Guayaquil; más tarde se incorporó su hijo mayor Elías y su hija Alejandra, que venían de Estados Unidos, no pudieron traer a su familia; y finalmente llegó su hijo menor Alfonso con su esposa Rosa y un hijo de unos 12 años; el rostro de Ulpiano se le veía radiante, estaba contento de encontrarse con sus hijos a los tiempos.

Nos presentamos y les contamos cómo surgió nuestra amistad con Ulpiano, lo que les pareció una historia de telenovela; Daniela aunque no era su casa se portó como una buena anfitriona, la cena fue un éxito con el tradicional pavo de Navidad y más tarde se pusieron a bailar unos sanjanitos; después de un rato ameno, nos despedimos dejándoles que ellos ocupen la casa y conversen con su padre sin interrupciones, salimos de la casa y comentaba con Daniela lo bien que se sentía Ulpiano junto con sus hijos y lo agradable de la velada.

El fin de año nos volvimos a encontrar con los hijos de Ulpiano, pero esta vez en mi casa, Daniela como siempre preparó una cena deliciosa, todos disfrutamos de una velada con vino y queso. Nos quedamos con Ulpiano y sus cuatro hijos disfrutando hasta altas horas de la madrugada.

Abordamos el tema del conflicto que estaba pasando Ulpiano; sus hijos que viven en los Estados Unidos propusieron llevarle por un tiempo, pero él se rehusó y les explicó que iba a ser un estorbo, que a su edad no estaba para ese trajín y que le gustaba ir a visitar los restos de Lorena.

Igualmente sus otros hijos le propusieron que vaya a vivir con ellos, de pronto no sé qué paso, pero la actitud de Ulpiano me sorprendió, se enojó con sus hijos y les dijo muy molesto que no necesita nada de ellos, creo que se le subió el vino a la cabeza.

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Su hija Alejandra se acercó y muy cariñosamente le pidió que se calme, que no iban hacer nada que él no quisiera, que lo único que quieren es el bienestar de él; Ulpiano se calmó, pero me dejó el sabor de que no confiaba en sus hijos, ese incidente no pasó a mayores, todos fuimos a dormir. Conversando más tarde con Daniela de ese incidente me dijo, no lo entiendo, se apega a nosotros que no somos sus familiares y rechaza toda ayuda de los suyos.

Los hijos de Ulpiano se despidieron de nosotros con un profundo agradecimiento por cuidar de su padre “él ha encontrado una familia en ustedes”, manifestó su hijo mayor y con mucha tristeza se despidieron en el aeropuerto.

Alejandra lloraba, pero tenía que continuar su vida en el país del norte, encargándonos a su padre y pidiéndonos que velemos por él, partieron.

Cuando sus hijos se marcharon, Ulpiano quedó muy triste, le llevamos a su casa y pasamos junto a él en su casa, hacía mucho tiempo que sucedió el incidente de San Francisco, ya no nos acordábamos de ello; Ulpiano con nosotros se sentía en familia, mis hijos le consideraban como su abuelo, ya que no tenían abuelos propios, él también les quería y les consentía mucho.

El agente Chauca, por fin hizo su aparición, nos contó que estaban tras la pista del automóvil rojo que fue reportado como robado por esas fechas y se cree que fue ese auto el que estaba estacionado cerca de la casa de Ulpiano y que de acuerdo con las características de los testigos del accidente en la autopista, su descripción coincide; la última vez fue visto por Chillogallo. Todas las unidades policiales estaban tras la pista en toda la ciudad, todo carro rojo con esas características de cualquier marca debía ser reportado y si era Toyota Yaris rojo debía ser registrado.

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El agente Chauca nos informó que tendría que acompañarle Ulpiano a la PJ, para que rinda una declaración, yo me molesté sobre manera, el anciano había pasado mucho tiempo con el mismo trámite pero el agente Chauca dijo que era necesario ese trámite, había datos que se requerían para la investigación, Ulpiano no puso reparo en ir a declarar.

Daniela pidió permiso en su trabajo para acompañar a Ulpiano a la PJ, la cita fue a las 9 de la mañana, estuvieron desde las 8, les hicieron pasar a una sala llena de gente y fueron atendidos como a las 11; al fin les tocó su turno, el agente Chauca le invitó a pasar y Daniela tuvo que quedarse afuera; pronto a Ulpiano le condujeron a una sala casi en tinieblas.

De entre las sombras apareció un señor gordo, y comenzó el interrogatorio.

—Buenos días don Ulpiano, gracias por asistir a este llamado.

—De nada, en qué les puedo servir —contestó un poco temeroso.

—¿Qué nos puede contar de la familia donde se aloja? —expresó el agente.

—Bueno, ahora formo parte de su familia.

—Cree usted que esa acogida tan repentina es sincera –replicó el agente.

—Claro que sí —contestó Ulpiano.

—No le parece extraño que Pedro Samaniego esté justo en el momento del accidente y sin conocerlo le preste ayuda y de un

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momento a otro fueron grandes amigos, que ahora esté viviendo en su casa —continuó diciendo el agente.

Ulpiano muy molesto por el interrogatorio, se dirigió muy enérgicamente al agente, miró de reojo el nombre del agente bordado en la camisa.

—Perdón agente Rosales, tiene alguna información que diga o demuestre algún indicio en contra de la familia Samaniego y muy específicamente de Pedro, algo que indique que está involucrado en los atentados contra de mi persona.

—No, no, no tengo nada en contra de la familia solo que creo que es sospechosa la amistad de Pedro con usted —expresó el agente Rosales un tanto amilanado y sorprendido.

—Si no tiene ninguna prueba, cómo se atreve a meter cizaña en esta relación muy personal —manifestó Ulpiano enojado.

—Quiero que usted me de las pruebas —contestó el agente.

—¿A qué se refiere?

—Usted puede saber algo de lo que nosotros desconocemos, como por ejemplo, el interés que tiene sobre sus propiedades don Pedro.

—Quiero salir de aquí, no volveré hablar con ustede sin la presencia de mi abogado.

El agente Chauca se acercó y le condujo a la salida, Ulpiano irritado le dijo- quiero que se retire de la investigación, ya no le tengo confianza.

El agente Chauca le pidió perdón y le dijo “que le entienda que deben cubrir todos los lados, que ese oficio es el más difícil

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ya que las órdenes venían desde arriba”.

—Entiendo —dijo Ulpiano y se retiró muy enojado.

Daniela vio salir a Ulpiano todo desencajado, se acercó y le preguntó.

—¿Qué ha pasado?

—No ha pasado nada, este asunto se queda enterrado aquí.

Mientras iban en el carro Ulpiano no habló, Daniela respetaba su posición, pero sabía que algo había pasado; Ulpiano metido en sus pensamientos iba meditabundo y se dijo “esto no debe influir en nuestra relación de amigos”, se notaba su ira contenida, inesperadamente dijo a Daniela “lléveme por una pizzería quiero festejar este día con los niños”.

Les quería a los hijos de Pedro como a sus nietos propios y no quería que ese mal rato contamine su relación con la familia.

Ulpiano no podía vivir con lo acontecido en el interrogatorio, así que prefirió comentar el acontecimiento con Daniela y conmigo; personalmente me dolió que los agentes nos tuvieran como sospechosos, pero creo que Ulpiano era un caballero, al confiar en nosotros. A Daniela no le gustó la posición de la policía y se puso a llorar, a tal punto que pidió a Ulpiano que si mantenía alguna duda, podía tomar cualquier decisión, que ella la respetaría, él le contestó que jamás le dio importancia al criterio del agente y que su relación con ellos no ha cambiado, por lo que creía justo que sepan lo que pasó en la PJ.

Creo que estos trances han fortalecido la unidad de mi familia, que son ustedes dijo Ulpiano y nos confesó que sus hijos le habían abandonado, vivía cada quien en su mundo y poco les importó estos incidentes que he vivido; para ellos no

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era más que un accidente algo pasajero, he podido tener refugio en ustedes y mis nietos, lamento mucho haberlos involucrado en este lío, pero no confío en nadie más que ustedes, ya que no tengo otro refugio, esta incertidumbre de no saber qué es lo que quieren de mí, me está consumiendo.

El agente Chauca llamó de urgencia al celular de Ulpiano y le comunicó que en una persecución han dado con el carro rojo; que sus ocupantes se dieron a la fuga y que en el interior del carro encontraron la caja de taracea de su esposa, le solicitó que se acerque para el reconocimiento.

Pedro acompañó a Ulpiano a las diligencias, al ver el carro, reconoció que era el que le embistió esa noche y cuando le mostraron la caja, se le iluminó su rostro; era la caja de su esposa, no la podían entregar porque tenía que quedarse como evidencia para hallar huellas. “Cuando pase el peritaje podría ser reclamada”, dijo el agente Chauca, además le informó que el carro rojo fue reportado robado por su dueña y que vendría en cualquier momento para la verificación.

El agente volvió a llamar a Ulpiano para averiguarle sobre la llave de la caja, se quedó sorprendido, él no sabía que la caja tenía llave, nunca se percató de eso ni aun cuando vivía su esposa Lorena; eso le causó una intriga, no tenía idea alguna de cómo abrir la caja.

Cuando Ulpiano fue a retirar la caja de la delegación, le preguntó al agente Chauca si los delincuentes habían tratado de abrir la caja.

El agente Chauca le manifestó que los peritos no encontraron ningún indicio de ser violentada, lo más probable era que no tuvieron tiempo para abrirla, no había huellas de haber sido forzada; también le dijo que estaban muy interesados en saber el

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contenido de la caja, y qué es lo que buscaban esos delincuentes; que si no encontraban la llave se verían forzados a romper la seguridad.

Le entregaron la caja de taracea de Lorena, con la condición de que busque la llave en la casa y que se les haga conocer sobre el contenido del interior; Ulpiano llevó la caja a su casa y me invitó para probar un sinnúmero de llaves, probablemente una calce y averiguaríamos qué es lo que buscan estos mafiosos, pasamos toda la tarde tratando de abrirla pero ninguna coincidía, probamos todas y ya decepcionados resolvimos devolver a la policía para que violente la caja.

Llamamos al agente Chauca y le dimos a conocer que no existe ninguna llave y que cuando pueda pase retirándola para que sean ellos quienes la abran, pasó mucho tiempo y la policía parecía que se había olvidado, nunca vino a retirar la caja.

Estábamos haciendo compras en el centro comercial, cuando Ulpiano recibió de un niño un sobre, le dijo “esto le envía el señor que está en la escalera eléctrica”, cuando regresamos a ver a la dirección que nos señalaba el chico, ya no había nadie, abrió el sobre y en su interior había un papel de color rosado que contenía una frase, “necesitamos la llave”. Comunicamos al agente Chauca ese mismo rato, vino por el papel y se lo llevó como evidencia.

Cuando llegamos a la casa, nos contó Carmela, nuestra ama de casa, que un señor se presentó, le había sorprendido pidiéndole la caja de taracea en nombre de Daniela; ella fue a buscar la caja en la alcoba de doña Daniela y no le encontró y le dije al señor que esa caja no estaba en la casa.

Me asusté por mis hijos que estaban expuestos a estos malandros; Daniela se puso a llorar, enseguida llamé a la policía,

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junto a ellos llegó el agente Chauca, a quien le informamos de lo sucedido; al agente le culpamos de lo ocurrido por no retirar la caja cuando estaba a tiempo, ahora corríamos peligro todos los de la casa. El agente nos puso vigilancia, quisimos entregarle la caja de taracea, se negó y dijo que mejor le guardemos en un lugar seguro.

Nos habíamos preguntado ¿dónde está la llave que abría la caja?, ¿por qué la policía no partía la caja en mil pedazos y así nos dejan de fastidiar?, expresó Ulpiano; traté de calmarle pero estaba fuera de sí, se metió a su cuarto; ese viejo roble, tambaleó y se puso a llorar largo tiempo.

Cuando se levantó, retomó el caso con muchos bríos, llamó al agente Chauca, cuando este llegó fue sometido a un interrogatorio por parte de Ulpiano, quería respuestas de la investigación por parte de la policía; el agente Chauca se sintió acorralado, la firmeza cuando le hacía las preguntas amilanaba a cualquiera; al agente no le quedó más remedio que contarle los avances de la investigación, por lo cual pidió mucha discreción para que no se interrumpieran las indagaciones.

El agente nos informó que se estaban enfrentando a un grupo organizado de traficantes de obras de arte, que quiere recuperar algunas piezas en Quito; eso nos ha informado la Interpol, es un grupo que se maneja en la clandestinidad por lo que no tienen a nadie identificado todavía, lo que no se ha logrado es empatar cuál es la relación de este grupo con la caja de su esposa, debe contener algo que para ellos es importante.

Al principio creíamos que era Ulpiano el blanco de este grupo, pero se llegó a la conclusión de que la caja de caudales de la señora Lorena, era lo que buscaban, creo que ese es el objetivo, ellos vinieron por la caja, pero no saben a ciencia cierta dónde está, solo están buscando pistas.

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La visita del agente Chauca les dejó más intrigados que nunca, Ulpiano siempre había visto ese cofre en la cómoda de su habitación por años, pero nunca le llamó la atención ni su forma ni su contenido; es más, nunca vio su contenido, para él esa caja era algo personal de Lorena, no le gustaba meterse en sus espacios, pero lo que más le llamaba la atención era cómo podía mantener algo en secreto sin informarle nada.

Cómo esta gente sabía que Lorena poseía algo de importancia para ellos, el pobre Ulpiano se sentía mal, al saber que tal vez no le dio importancia a las cosas de Lorena, que no le prestó la atención debida para que ella le comunicara de sus cosas; que ella no quiso involucrarlo para no comprometerle. Ulpiano no sabía qué pensar y cuál fue la razón para que Lorena no le comentara sobre la caja.

El agente le informó “esta red de traficantes de obras de arte debieron saber quién la tenía y dónde estaba, debieron estar rastreando esta caja desde hace mucho tiempo, hasta dar con Lorena, pues tienen los recursos necesarios para investigar sobre lo que les interesa”.

Como muchas tardes de fin de semana, estábamos recostados en las tumbadoras de la terraza, yo leía un libro y Ulpiano revisaba la prensa, de pronto como si recordara algo de repente, puso el periódico en el suelo y se levantó rápidamente y me dijo “Pedro en los momentos que Lorena estaba en el hospital no podía articular bien las palabras y no pude entender bien lo que me dijo, ahora puedo recordar algunas cosas, que en ese momento no le di importancia, porque estaba preocupado por su salud y creí que deliraba, pero ahora pensándolo bien, ella me quería decir algo”.

—¿Qué cosas te dijo abuelo?

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—Que me ponga siempre la cadena que me regaló en mi cumpleaños número 70 y que por favor limpie el sótano, en especial las cajas donde están los recibos y busque los de la cadena y los guarde.

Se puso pensativo y continuó “que bote los papeles que ya no sirven”, me repitió esto una y otra vez, pero el día en que estaba agonizando me dijo, “la caja de taracea se abre con el código de los recibos”, yo no le presté atención, creía que era por su enfermedad, pero ahora recordando, me quiso decir algo al final de sus días, por eso esa gente cree que yo tengo la llave.

Le propuse que vayamos a limpiar el sótano, pueda que encontremos alguna pista que nos ayude a resolver este misterio, nos subimos al carro como a las cinco de la tarde de ese sábado y bajamos por la carretera vieja a Conocoto, cuando pasamos el parque para coger la calle que nos llevaría a La Moya, cerca del Colegio Nacional Conocoto, una camioneta blanca doble cabina sin placas, nos interceptó.

Paré a raya y de la camioneta se bajaron tres hombres con gafas oscuras, abrieron las puertas del carro y le sacaron a la fuerza a Ulpiano y le llevaron a la camioneta, enseguida me inmovilizaron, me golpearon duramente y me tiraron en la vía.

Me desperté en el Hospital del Sur, puesto sueros y pintas de sangre, logré ver a una enfermera a quien le pregunte qué me había pasado y me contestó que la policía me había traído hace tres días con contusiones graves y que ahora estaba fuera de peligro.

Más tarde entró Daniela con mis hijos, me contó que recibió esa tarde una llamada de la policía informándome lo sucedido y que recién ahora les dejaban entrar para visitarme; me extrañó que Ulpiano no viniera con ellos, inmediatamente pregunté por

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él, mi esposa con los ojos llorosos me respondió que no aparecía, que la policía no sabía de su paradero; mis hijos me abrazaron y se pusieron a llorar.

Más tarde recibí la visita de mi jefe y de mis compañeros de trabajo. Por la noche entró un oficial de policía y me pidió que le cuente sobre el asalto que fui objeto, le narré todo lo que recordaba, mientras me interrogaba el oficial, el agente Chauca entró y el oficial se despidió; el agente me contó que Ulpiano estaba desaparecido y que los secuestradores debían ser de la banda a la cual se estaba investigando, la policía antisecuestros estaba en el caso, que ya tenía algunas pistas “hay que esperar”, me expresó.

Después de un largo reposo, por fin pude ir a la oficina, mi recuperación fue rápida, pero todavía tenía esa sensación angustiosa de que alguien me perseguía, que de un momento a otro alguien iba a salir por algún lado; me había sometido a terapias con psicólogos, pero no podía apartar esa sensación de mí, tenía que hacer algo, tenía que comenzar a buscar a Ulpiano; me sentía culpable por inducirlo ir a su casa a limpiar el sótano.

Daniela trataba de consolarme, el trauma de esa tarde me había puesto un poco intolerable, por sentirme culpable de lo que le estaba pasando a Ulpiano, me decía para mis adentros “tengo que hacer algo, no me puedo quedar cruzado de brazos”.

Pasé pensando todo el día, qué debo hacer por mi amigo, el abuelo adoptado por mis hijos. Mirando las llaves de la casa de Ulpiano en el velador, me saltó las ganas de ir a buscar alguna pista en sótano.

Conversé con Daniela sobre mis planes de ir a revisar el sótano de la casa de Ulpiano, de tanto que le insistía, decidió acompañarme, dejamos a nuestros hijos para que pasen ese fin

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de semana donde mi hermana, mientras nosotros íbamos a la casa de Ulpiano; sacamos el carro del garaje y bajamos a la casa de Ulpiano.

En el trayecto le fui comentando de la conversación sobre el sótano y los detalles de la caja que en los últimos momentos conversó Lorena con Ulpiano; Daniela dijo “dejemos el carro en el parqueadero y lleguemos a la casa a pie”.

Eran como las seis de la mañana del sábado, entramos a la casa por el portón grande que daba a la calle, donde no había nadie a esa hora, entramos y cerramos por dentro con llave, revisamos que las cortinas estén cerradas y comprobamos que en la calle no esté alguien sospechoso, revisamos por todo lado por si había algún auto estacionado, cuando nos cercioramos que no había nada que cause sospechas, apagamos nuestros celulares y comenzamos la búsqueda.

Pasamos largo tiempo buscando como ingresar al sótano, Daniela levantó la alfombra de la sala y vimos una entrada, levantamos la puerta y bajamos por una escalera de madera, todo estaba en tinieblas; mientras iba al tanteo, mi dedos se toparon por casualidad con un interruptor, presioné y se iluminó un gran salón bajo la sala, parecía un búnker lleno de una variedad de cosas, no sabíamos por donde comenzar.

Al final del salón había un estante lleno de cartones que contenían papeles, le dije a Daniela “creo que estos son los papeles a los cuales se refería Lorena”.

Bajamos los cartones y comenzamos a revisar papel por papel, no sabíamos qué buscábamos, pero fuimos revisando para ver si nos topábamos con algo que nos dé luces, pero había tantos cartones con un sinnúmero de papeles, nos dividimos para ir revisando papel por papel.

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Pasamos desempolvando un montón de papeles, nos tuvimos que cubrir la boca con pañuelos por el polvo, íbamos revisando ya tres cartones y no dábamos con nada que nos diera una pista para resolver este conflicto, sin darnos cuenta del tiempo ya eran las dos de la tarde.

Yo tenía mucha hambre, no habíamos desayunado, Daniela dijo “el fin de semana dejé algo en la refrigeradora”, salimos a buscar algo para comer, nos fuimos a la puerta de entrada del sótano, le recomendé que vayamos con cuidado, revisé por si veía algo sospechoso, espiamos a todos lados y salimos del sótano; me acerque a los filos de la ventana, observé hacia afuera, no vi a nadie; las calles estaban desiertas, la misma operación repetí en las otras ventanas, comprobé que no había nada sospechoso y me dirigí a la cocina, Daniela ya tenía preparado unos sánduches y cola, metimos en un bolso y volvimos al sótano.

Habíamos terminado de revisar todas la cajas y no encontramos nada, revisamos otros estantes y ubicamos una caja pequeña rotulada que decía recibos, me acordé que Ulpiano me contó que Lorena le recomendó que limpiara especialmente la caja de recibos, le dije a Daniela que esa era la caja; ya era tarde y estábamos cansados. “Salgamos de aquí y llevémonos la caja con nosotros, la revisaremos en nuestra casa, aquí corremos peligro”, le dije.

Daniela accedió, dejamos las cosas en su puesto, borramos todas las huellas, no dejamos rastro de nuestra presencia en el sótano, cuando salimos devolvimos la alfombra a su lugar, salimos cuidándonos no ser vistos por nadie; cuando estuvimos en la calle, caminamos rápidamente hacia el parqueadero que estaba un poco lejos, yo llevaba la pequeña caja debajo de mi chompa, regresábamos a ver constantemente para ver si alguien nos seguía, logramos entrar al parqueadero y pagué por el tiempo que permaneció el auto aparcado, ya eran las tres de la tarde,

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cogimos el carro y salimos para la casa.

Llegamos a la casa, Carmela nos tenía preparada la comida, nos indicó que el agente Chauca había llamado varias veces; le informé que salieron a hacer compras y pidió que le llamaran apenas llegaran.

Enseguida prendí el celular y me comuniqué con el agente, él me pidió que le recibiera en la casa, accedí verlo ese mismo día en la noche y le dije que viniera como a las siete.

Terminamos de almorzar y en seguida fuimos a nuestro cuarto para saber el contenido de la caja, abrimos lo más rápido posible y encontramos una serie de recibos, y en particular los de la compra de una cadena de oro; supusimos que era el regalo de cumpleaños de Ulpiano; en la parte de atrás de los recibos estaban escritas unas letras y más abajo unos números; Daniela sorprendida dijo “esa caja de caudales hecha en taracea se abre con esta clave, y la tenemos aquí en la casa”.

Enseguida salimos en busca de la caja, revisamos por todos lados, pero no había ningún mecanismo donde poner las letras y números, fue Daniela quien cayó en cuenta que la cerradura tenía una forma de corazón similar al dije de la cadena de Ulpiano.

Daniela me preguntó si le había visto últimamente Ulpiano puesto esa cadena; le contesté que la última vez que le vi puesto fue en Navidad, cuando sus hijos vinieron a visitarle, desde ahí no le he vuelto a ver puesto, no tengo la más mínima idea de dónde puede hallarse esa cadena; fuimos a su habitación a buscar la cadena pero no la encontramos por ningún lado.

—¿Será esa joya lo que buscan esos hombres? —preguntó Daniela.

—Probablemente.

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Le propuse a Daniela regresar a la casa de Ulpiano y buscar en su cuarto la cadena. “No tenemos mucho tiempo, el agente Chauca vendrá dentro de unas dos horas”, me contestó.

Le dije que había tiempo suficiente para ir y volver.

Salimos apresurados y entramos al carro, le dejamos instrucciones a la señora Carmela de recibirle al agente Chauca y de pedirle que nos espere en caso de que nos hagamos tarde, vamos a la tienda, le dijimos.

Dejamos el carro estacionado en el parque de la iglesia de Conocoto y bajamos por la calle rumbo a La Moya, habían unos jóvenes en la tienda, pasamos rápidamente y volvimos a entrar a la casa directamente a la habitación máster. Daniela fue a buscar en los joyeros y yo en el velador de Ulpiano; al abrir el cajón vi una cadena de 18 quilates, gruesa, con eslabones de corvina y el dije en forma de corazón con un rubí de color rojo en el centro; me emocioné enormemente que grité de alegría, Daniela me regañó y me dijo “cállate bruto, que nos pueden oír”.

Entonces me di cuenta de mi situación, me callé inmediatamente y Daniela me tiró del brazo y rápidamente abandonamos la casa.

Subimos rápidamente las empinadas calles que terminaban en el parque de Conocoto, nos subimos al carro y tomamos la vía que nos llevaba de regreso a la casa.

No nos demoramos mucho, apenas habíamos hecho una hora, mientras esperábamos al agente Chauca Daniela realizó una evaluación de esa maratónica actividad del día, primero enlistamos los recibos hasta encontrar el recibo de la compra de la cadena, la fecha de compra fue el 9 de mayo del 2012, era un recibo de los que se compran en la papelería; no tienen

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facturas en esos locales de la Montúfar, lo que significa que no fue comprado en un comercio legalizado, el costo total de las tres piezas era de USD 600, “ese costo ni siquiera cubre la cadena con el dije”, comentó Daniela.

Carmela hizo pasar al agente Chauca a la sala y nos vino a avisar de su presencia, enseguida guardamos los papeles, la cadena y bajamos a recibirle.

El agente Chauca nos saludó muy animado, me parecía que tenía buenas noticias; después de los saludos nos sentamos.

—¿Nos puede decir cuál es el motivo de su visita? —le preguntó Daniela.

—Se trata sobre el caso de la banda de traficantes de arte, hemos creado puentes con la policía de otros países formando una red para acorralarles, sabemos que sus cabecillas están en Quito, por lo que se trata de algo gordo, estamos tras las pistas de esta red, con algunos datos positivos, que como sabrán no puedo decirles porque se interrumpiría la investigación —dijo el agente muy elocuente.

Después de una pausa continuó, con respecto a las investigaciones sobre el paradero de Ulpiano, tenemos buenas noticias, el grupo de secuestradores se ha contactado con el hijo menor Alfonso Morales que vive en Cuenca, él se ha comunicado con sus hermanos y juntos han decidido dialogar con los secuestradores, ellos están en contacto con la Policía Antisecuestros, las negociaciones están tan avanzadas, ya que Alfonso y Alejandra Morales han logrado conversar con los secuestradores y el rescate será de un momento a otro.

—Sabe cuáles eran los acuerdos a los que habían llegado los hijos de Ulpiano con los secuestradores —le pregunté al agente

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Ese es el punto y el motivo de mi visita, sabemos que ustedes tiene la caja de caudales y las llaves de la casa de Ulpiano y vengo para que me las entreguen, porque en los acuerdos a los que ha llegado este grupo con sus hijos, es que para liberarlo se les entregue la caja y las llaves. No teníamos más remedio que entregar al agente Chauca lo que nos pedía.

Daniela se fue a buscar los objetos, cuando regresó le entregó las llaves y la caja al agente Chauca, este apenas obtuvo la caja y las llaves se despidió y salió apresuradamente, afuera estaban dos carros de la policía estacionados en la calle con las luces encendidas, se subió al carro y con la sirena prendida salieron del lugar.

—Estaba a punto de confesarle sobre nuestro hallazgo, pero cuando nos pidió la caja y las llaves de la casa, me quedé callada, creo que salimos de este apuro e hicimos bien en no contarle nada —dijo Daniela.

—Creo que los hijos de Ulpiano nos han descolado del asunto y si no encuentran lo que buscan vendrán por nosotros.

—Cómo van a saber que nosotros tenemos el collar de corazón, nadie nos vio entrar y salir, usamos guantes de hule, limpiamos todas las huellas, de todas maneras debemos estar preparados para cualquier cosa —respondió Daniela.

Desde la visita del agente Chauca no tuvimos ninguna noticia, de cómo iban las negociaciones del rescate, de este acontecimiento ni siquiera la prensa se había enterado.

Sé que están en nuestro poder las piezas claves y que de un momento a otro tratarán de contactarnos, les va a costar mucho relacionarnos con la cadena, fue en una jornada maratónica la que realizamos para obtener el código y la cadena, no pueden

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sospechar de nosotros, pero tengo que estar preparado para saber manejar a nuestro favor este asunto y salvar a Ulpiano de este terrible trance; los secuestradores no saben lo que conocemos, la policía no sospecha de que tenemos lo que buscan los delincuentes, son algunos puntos a nuestro favor.

Después de algunas semanas, mientras estaba en la oficina, la recepcionista me comunicó que el agente Chauca me buscaba, le indiqué que le haga pasar, y una vez en mi oficina le saludé cordialmente y le pregunté si me traía alguna noticia de mi amigo; me contestó que sí, de inmediato nos sentamos en el estar de la oficina.

Mariela, mi secretaria, nos sirvió café; ya cómodos le vi al agente un poco inquieto, como sin saber por dónde empezar.

—¿Cuáles son las noticias que me trae?

—Las negociaciones están en un punto muerto, la policía especializada sigue trabajando en el secuestro de Ulpiano, últimamente se ha roto el contacto entre los hijos y los secuestradores, porque falta la llave que abre la caja de caudales —respondió un poco relajado.

—¿Por qué no violentan la caja y así obtienen su contenido —le lije en forma de broma.

—No es así de fácil don Pedro, eso hubieran hecho el primer día que la caja estaba en su poder, usted sabe que es una caja muy especial, el momento que se force la caja se activan algunos mecanismos que se va despedazando parte por parte y va dañando su contenido; estos traficantes de arte saben bien a qué se enfrentan, por tal razón para continuar con el contacto se necesita de la llaves para ir abriendo cada compartimento y llegar al centro de la caja donde se encuentra, dicen los expertos,

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una joya valiosa, que es el objetivo, porque en el mercado internacional hay muchos compradores, y le van a vender al mejor postor —me explicó con mucha paciencia.

—Usted viene por algo como siempre —le expreso.

—A así es, la llave es un dije en forma de corazón que está colgado de una cadena de Ulpiano y no sabemos cómo, pero está en su poder.

—Se trataba de alguna broma —le contesté lo más sereno posible.

—No, la quiero inmediatamente, porque de eso depende continuar con la investigación; hemos buscado por todos lados esas llaves, y las indagaciones últimas recaen sobre usted; me da mucha pena que no haya confiado en mí y nos hubiéramos ahorrado mucho tiempo —contestó secamente.

—A qué momento, si la noche que usted fue a verme, nos pidió las llaves de la casa de Ulpiano y salió corriendo y desde ahí no ha sido capaz de hacernos una llamada para informarnos sobre la situación de mi amigo —le repliqué.

—Usted debió informarme y llamarme, si no le he llamado es porque no quería involucrarle en este asunto, que debían solucionar los hijos de Ulpiano que eran los más indicados —reclamó el agente.

—Carlitos, usted se está olvidando que él es mi amigo y que le he brindado mi amistad incondicionalmente y sobre todo fue y es parte de mi familia.

—He venido para ver si podemos ir a buscar la cadena por favor, don Pedro.

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—Si tiene una orden judicial podríamos ir.

—Don Pedro, sabe que vine en plan de amigo, no quiero afectarle en nada a usted y su familia, ya se han cometido muchos errores —expresó un poco incómodo el agente.

—¿Cuáles errores? —le increpé.

—Don Pedro, voy a ser confidente con usted y aspiro a que esto se quede entre nosotros; quiero recordarle que la caja de caudales le entregamos a Ulpiano a propósito, para que nos lleve a los secuestradores y ese era el anzuelo para atrapar a esta banda, pero no teníamos todas las piezas para actuar, desconocíamos de la existencia de la cadena y del dije como llave de la caja, de esa manera resultaron al revés nuestros planes.

—No es posible que nos hayan utilizado para atrapar a una banda que actúa con mucha inteligencia, he decidido darle lo que quiere para que no se vea afectado Ulpiano y ojalá logren atrapar a esos secuestradores —le contesté enojado.

El agente me acompañó hasta la casa. Le expliqué a Daniela lo sucedido y le entregamos la cadena con el dije, el agente Chauca nos agradeció y salió despidiéndose rápidamente, ella un poco confundida dijo “no creo que hicimos lo correcto y no quiero quedarme cruzada de brazos, Pedro, nosotros tenemos algo que nadie sabe que tenemos”.

Muy asombrado le dije ¿qué es?

Ella muy segura de sí misma me dijo “la clave para abrir la caja, atrás del recibo de las compras encontré unos escritos que pasé tratando de descifrarlos y cuando me contaste de que los secuestradores reclaman la llave, me acordé del recibo y esos escritos en la parte de atrás, de eso no tienen la menor idea; sería mejor no dar a conocer a nadie sobre los códigos, ni a la policía

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ni a los secuestradores.

La policía por deducción, asumió que tal vez nosotros teníamos el collar de Ulpiano, pero no sabían a ciencia cierta; lo que nadie sospecha es sobre el recibo, con los datos de la clave. Me enseñó el documento y vi unos códigos alfanuméricos: C12, E4, D2, B34, I8, D6, A12; creo que nadie sabe cómo obtener los datos de la clave, ese es el secreto que le dejó su esposa a Ulpiano antes de morir y que ni él mismo sabía de lo que hablaba Lorena cuando agonizaba; los secuestradores, lo máximo que llegarán a saber de Ulpiano es sobre el collar, pero no de los códigos para abrir la caja, no tienen idea de eso; eso sabemos solo nosotros y mientras lo mantengamos en secreto, Ulpiano se mantendrá con vida.

El agente Chauca con el collar en su poder, preparó la entrega a los secuestradores, la policía antisecuestros y agentes internacionales iban a intervenir para llegar a dar con el paradero de Ulpiano, la carnada esta vez era Alfonso, el hijo menor, quien sería el encargado de hacer la entrega del collar a los secuestradores, tenía localizado el lugar donde se iba hacer el intercambio y la policía con toda la tecnología actual tenía como objetivo rescatar al secuestrado.

Alfonso era preparado en una oficina de la Policía Nacional, le hicieron tragar un diminuto localizador satelital con el que iban a ser monitoreados todos sus movimientos desde un vehículo con tecnología de punta; Alfonso recibió una comunicación de los secuestradores a quienes les informó que iba con la llave colgada en el collar de oro que estaba en su cuello. Le pidieron los secuestradores que le diga a la policía que no interviniera, les pasó el dato y seguidamente le dieron la orden de que vaya al puesto Nº 44 del Mercado Central y retirara un paquete que estaba pagado a nombre de Alfonso; le entregaron una funda de compras y en el interior estaba un teléfono que sonó una vez

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cuando estaba saliendo.

Contestó rápidamente, le comunicaron que tome el taxi que le estaba esperando.

—Señor, usted pidió el taxi —le dijo el taxista.

—Sí —respondió Alfonso y subió al taxi.

—Le llevo a la entrada de los túneles de Guayasamín.

—Sí.

Cuando llegaron a La Y de los túneles había mucho tráfico, se había accidentado un carro; le pidieron que se baje del taxi, cuando se bajó dos hombres aparecieron y le metieron en una furgoneta que desapareció rumbo al valle de Tumbaco.

En una explanada le registraron totalmente y vieron que no portaba nada, cambiaron de auto, le taparon los ojos y le llevaron hacia el oriente; según los cálculos de Alfonso recorrieron un largo trayecto, cuando le quitaron las vendas vio que se encontraba en una casa abandonada y le pidieron el collar.

La policía localizó las coordenadas donde se hallaba Alfonso y dispuso hombres de a pie y vía aérea para rescatar a Alfonso y a Ulpiano; se desplazaba el grupo antisecuestros por todos los flancos, tratando de rodear la casa. En una forma violenta irrumpieron por la puerta y ventanas, les tomaron desprevenidos a los secuestradores y lograron capturar a cuatro miembros del grupo, el anciano estaba tirado en una cama, maniatado. Les tomaron declaraciones y después de hacer las indagaciones del caso, la policía allanó varias casas en diferentes sectores de Quito, logrando capturar a 17 personas, muchas de ellas buscadas por la Interpol.

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Daniela y yo vimos el operativo del rescate por televisión, todos los canales pasaban la noticia del rescate, nosotros creíamos que se iba a ir con su hijo, pero pidió que le llevaran a nuestra casa y vino escoltado por la policía; la gente del barrio salió a recibirle como héroe, cuando llegó, mis hijos salieron corriendo a abrazarle, Ulpiano llorando no sabía el nivel fraternal que tenían mis hijos con él; nosotros también le abrazamos y estuvo muy contento de haber tomado la decisión de venir a vivir con nosotros.

También su hijo Alfonso vino acompañándole, pasamos a la sala, comimos algo ligero y el anciano se fue a descansar; le pedimos a Alfonso que se quedara esa noche con nosotros, pero dijo que su hermano Armando venía por él y que quería llegar lo más pronto a Cuenca. Momentos más tarde llegó Armando y se despidieron de nosotros. Esa misma noche recibimos las llamadas de sus hijos Alejandra y Elías desde Nueva Jersey, hablaron largo rato con su padre y nos dieron las gracias por tenerle con nosotros.

Ulpiano pasó algún tiempo yendo y viniendo de la policía, al final pudo reclamar la caja de caudales hecho en taracea; era el recuerdo de su esposa Lorena, cuando llegó a la casa con la caja nos contó que en su cautiverio los secuestradores custodiaban día y noche la caja y cuando los agentes entraron a rescatarle, lo que primero que hicieron fue tomar la caja y ponerla a buen resguardo, la cadena me entregó mi hijo después; no logró entregar a los secuestradores por la intervención rápida de la policía.

Nos contó que el día que le tomaron prisionero le llevaron encapuchado hasta esa casa donde le encontró la policía, ya era de noche cuando le encerraron en un cuarto oscuro, había una cama y una cobija; no podía conciliar el sueño, pues no sabía qué le iba a pasar, se hizo el dormido mientras los captores

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conversaban de que ya habían podido hacer contacto con Alfonso y que había prometido cooperar.

También nos relató que las cosas se ponían difíciles porque su hijo no podía conseguir la cadena y que el jefe le había dado 48 horas para conseguirla, a lo que este decía que no tenía idea de donde estaba la cadena con el medallón de corazón; después de unos días logró oír que el contacto había sido positivo, que tal vez para la tarde podrían salir del país todos, ese día le ofrecieron vino con queso a Ulpiano.

Asimismo nos comentó que cuando estaba en cautiverio no le trataron mal, “siempre venía un señor gordo de gafas y me interrogaba, me preguntaba sobre el collar de mi cumpleaños, yo le repetía lo mismo una y otra vez, ellos sabían que yo no sabía nada de lo que buscaban”.

Esa tarde del rescate había mucho movimiento, unas diez personas se quedaron, cuatro estaban nerviosas, convencidas de que su plan se tenía que concretar esa noche.

Uno de ellos entró con mi hijo Alfonso, le pidieron el collar e inesperadamente entraron por la puerta, por las ventanas y por el techo la policía especializada en secuestros; tumbaron la puerta e ingresaron a la fuerza, rápidamente sometieron a los secuestradores y enseguida se apoderaron de la caja que sostenía el gordo y a mí enseguida me colocaron una chaleco antibalas y corriendo me sacaron del lugar, había llegado un helicóptero y me subieron para luego trasladarme a Quito; ahí me reuní con mi hijo, me abrazó fuertemente y estaba llorando, pedí que me conducieran a tu casa Pedro, porque este es mi nuevo hogar.

El agente Carlos Chauca les hizo una visita, les informó que los secuestradores y su banda internacional había sido desbaratada y que muchos en el extranjero estaban presos por

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el secuestro en Quito y por otros crímenes anteriores; le invitó a Ulpiano a que le acompañe a dar sus últimas declaraciones y confirmar su denuncia.

Le acompañé a Ulpiano, le sometieron a un interrogatorio que duró unas siete horas, sabía que todavía no tenían la última pista para cerrar su investigación, y si yo no hablaba no quedaría el caso cerrado.

Ellos no tenían idea de dónde obtener los datos últimos, por lo que no querían entregarle la caja que era recuerdo de Lorena. Ulpiano tuvo que coger un abogado para hacer el reclamo de la caja a la policía, al cabo de algún tiempo, el juez dio la orden de que la institución entregue la caja a su dueño, el Instituto de Patrimonio también estaba reclamando la caja como parte del arte quiteño; al final se le consideró como una herencia familiar y fue censada, le pusieron una serie del patrimonio y podía tenerla en su casa como el legado de su esposa Lorena.

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Cuentos urbanos68

LA CASA DE OTAVALO

Los hijos le obligaron a vender la casa a Ulpiano alegando que el 50% les pertenecía, le dieron su parte y él se compró una propiedad con una casita de campo en Otavalo, todos sus bienes los trasladó a su nueva morada. Ulpiano se quedó a vivir con nosotros, se alejó definitivamente de sus hijos y con su pequeña pensión de jubilado amobló su departamento en la parte baja, vivió independiente de nosotros, pero siempre comía con nosotros, colaboraba con los gastos y siempre salíamos a su casa de campo los fines de semana, mis hijos le consideraban como su abuelo y estaban pendientes de que no le falte nada.

Un día Daniela después de cenar me pidió que salgamos a darnos una vuelta por el barrio, que quiere hablar conmigo, la noche estaba fresca y el cielo estaba despejado; mientras caminábamos me pidió que le digamos a Ulpiano sobre el recibo y los códigos para abrir la caja, le contesté que estaba bien, era el momento de que él descifre lo último que le dejó Lorena; no había peligro de ninguna naturaleza y decidimos contarle el fin

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de semana; preparamos el viaje a Otavalo rumbo a la casa de campo, le pedimos que lleve la caja hecha en taracea.

Ese fin de semana en Otavalo mientras descansábamos después del almuerzo, nos quedamos en la sala Daniela, Ulpiano y yo, le abordamos el tema y le pregunté.

—¿Puedes repetir las últimas palabras de Lorena?

—¿A qué viene todo esto? —dijo un poco sorprendido.

—Ya es hora de que este capítulo se cierre —expresó Daniela.

—No comprendo —manifestó Ulpiano.

—Lorena le había dejado un legado que él no conocía y que esta era la oportunidad de hacerlo —le comentó ella.

Un poco titubeante Ulpiano repitió las últimas palabras de Lorena “que me ponga siempre la cadena que me regaló en mi cumpleaños número 70”. Ulpiano sacó del bolsillo del saco la cadena de oro y se puso en su cuello luego dijo “la caja de taracea se abre con el código de los recibos, no sé dónde los bote, todos los recibos estaban en el sótano.

Saqué de mi billetera los recibos.

—Lograste rescatarlos —me dijo Ulpiano.

—Sí —le contesté.

Según vi en la cara de Ulpiano, él nunca conoció esos documentos, le comuniqué que eran los recibos que guardó Lorena y que contenían la clave para abrir la caja de taracea; a Ulpiano se le iluminó su rostro, Daniela le señaló “la llave de la

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caja era el regalo de cumpleaños”.

Ulpiano denotaba curiosidad, fue diligentemente a traer la caja y mencionó “por eso me pidieron que traiga la caja, creía que me iban a pedir que la entregue al Instituto Nacional de Patrimonio, estando pensando hacer esa donación pero lo que me cuentan cambia todo”.

Me entregó la caja, se sacó la cadena del cuello, invitó a mis hijos para que vean lo maravilloso de una caja que no existía otra igual en el mundo.

Todos se pusieron alrededor de la mesa para ver cómo se abre la caja, le hice calzar al dije de corazón en la cerradura y comenzaron a sonar los mecanismos de la caja; todos nos llenamos de emoción y nos retumbaba el corazón; después de un momento se abrió la tapa como si fueran brazos, todos nos sorprendimos y con los ojos bien abiertos, vimos que adentro se observaban unos bloques pequeños con números y letras.

Daniela comenzó a presionar las letras y los números uno por uno; mientras iba presionado se abrían algunos compartimentos y todos estábamos atentos a cada movimiento de ella.

Ya se habían abierto todos los compartimentos, solo faltaba la parte central que era la más grande; Daniela con el recibo en las manos presionó C derecho, 12 izquierdo; E derecho, 4 izquierdo; D derecho, 2 izquierdo; B derecho, 34 izquierdo; I derecho, 8 izquierdo; D derecho, 6 izquierdo; A derecho, 12 izquierdo; en un momento sonaron los engranajes y lentamente se abrieron los compartimentos centrales.

Comenzó a aparecer un fulgor mientras se abría lentamente el centro de la caja. Era el brillo de los diamantes que con el reflejo de la luz resplandecía; cuando se abrió completamente

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miramos en su interior una hermosa joya brillante, todos nos quedamos mudos al ver su contenido, Ulpiano con sus dedos recogió la joya de su interior y nos la mostró, era una gargantilla de oro con un sinnúmero de diamantes; nadie decía palabra alguna al mirar tanta belleza. El silencio reinaba en la habitación, hasta que Ulpiano rompió el silencio y dijo “este es el regalo de Lorena”.

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LA RED DE TRAFICANTES DE ARTE

El agente Carlos Chauca nos visitó para darnos la noticia de que la Policía Nacional fue galardonada por organismos internacionales por su ayuda a desarticular a toda la red de traficantes que tenía su accionar en todo partes del mundo, se logró poner tras las rejas a una gran cantidad de personalidades que estaban tras de este tráfico de arte; también a los financieros que promovieron actos delincuenciales. Aquí en el país se logró meter preso a un grupo que colaboraba con esta red, nos pedía que estuviéramos tranquilos que ya no existía ningún peligro.

A medianoche Ulpiano recibió una llamada del ancianato, le comunicaban que su hermana Mercedes Morales acaba de fallecer. Toda la familia acompañó al viejo a sacar el cadáver de su hermana, ella había pedido que no la cremaran y le enterraron en el mismo cementerio donde estaba Lorena, pero Ulpiano le tomó ese suceso como algo natural, retiró las pertenecías de Mercedes y las regaló al centro San Juan de Dios, solo se quedó con un relicario que siempre llevaba consigo Mercedes.

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Mis hijos Pamela y David me habían pedido que le lleve al abuelo a darse una vuelta por Sangolquí, mientras organizaban una fiesta sorpresa de cumpleaños para él, iba a cumplir 75 años; los jóvenes estaban atareados arreglando la sala, Carmela les interrumpió y les comunicó que los hijos del señor Ulpiano estaban afuera esperándoles, los muchachos se quedaron intrigados, corrieron hacia la ventana para mirar y vieron a cuatro personas esperando en la puerta de la casa, David dijo “¿quiénes son?”.

Pamela que algo les recordaba dijo “son los hijos del abuelo, llama a papá y comunícale sobre el asunto; yo les voy a recibir”.

Pamela se presentó, les saludó y se dieron a conocer quiénes eran; Pamela les comunicó que no estaban sus padres y les hizo pasar.

Baja David, le dijo a Pamela “mamá, papá y el abuelo vienen en camino, sigamos organizando la fiesta, que el abuelo no se ha dado cuenta que hoy es su cumpleaños”, se presentó ante los hijos de Ulpiano y les comunicaron que estaban organizando el cumpleaños de su abuelo y que estaba por llegar.

Carmela dijo que la comida estaba lista, los visitantes ayudaron a terminar con los arreglos para la fiesta y se escondieron para darle una sorpresa al abuelo. Ulpiano entró y los muchachos le cantaron el cumpleaños feliz, el abuelo se rió y les abrazó, le pusieron su bonete de cumpleaños y le invitaron a que sople las velas. Pamela le dijo al abuelo “hay otra sorpresa, el mejor regalo de cumpleaños”, todos hicieron silencio y David les invita pasar a los hijos de Ulpiano a la mesa, el viejo al verlos no pudo contener sus lágrimas, sus hijos se acercaron y le abrazaron.

El tiempo que duró la visita de sus hijos, el abuelo se sintió

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muy feliz, cuando se despidió de ellos, hicieron la promesa de venir a visitarle cada que cumpla años, a pasar Navidad y fin de año juntos, el abuelo perdonó a sus hijos, al final él tendría siempre a su a familia.

Cuando sus hijos se fueron, Ulpiano me pidió que quería pasar en su casa de Otavalo, quería hacer un asado, todos estuvimos de acuerdo, organizamos las maletas y viajamos a la casita de campo; después del asado, el abuelo nos reunió a todos, mientras Carmela servía vino, nos comunicó que sus pocos bienes va a dejar a sus nietos Pamela y David, que la caja de taracea con todo su contenido iba a entregar al Instituto de Patrimonio, la cadena de oro era para Pedro y el relicario de Mercedes para Daniela.

Insistí a Ulpiano que no era necesario que se desprendiera de sus cosas, el viejo ya había tomado la decisión y no había vuelta atrás, se hizo los trámites necesarios y cada quien recibió lo que le correspondía; esa mañana que íbamos a dejar la caja, Ulpiano quemó el recibo que contenía los códigos de la caja, la gargantilla de diamantes se quedó enclaustrada en la caja y la entregó al Instituto Nacional de Patrimonio.

Una jovencita muy bien parecida, en el Museo Nacional en el sector de la Colonia miraba con mucho interés tras la vidriera las dos cajas hechas en taracea, eran tan idénticas que no se podía distinguir una de otra, su hermano le dijo, Pamela ya es muy tarde vamos a la casa.

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La piedra

azul marino

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LA PIEDRA AZUL MARINO

El esclavo Samuel

En las minas de diamantes de Brasil trabajaba en los socavones un esclavo llamado Samuel, quien dio con una piedra muy singular de color azul marino, no reportó a nadie sobre su hallazgo; al salir de la mina se guardó la piedra entre sus nalgas y pudo evadir el control de la guardia, en su cabaña solo hizo un hueco en la tierra, escondió la piedra y la cubrió con su colchón, tenía la intención de ofrecerla a un comerciante del mercado negro cuando tuviera la ocasión, transacción muy peligrosa que le podía hasta costar su vida, no podía contar a nadie su secreto, pasó la joya enterrada por varios años debajo del catre de Samuel.

En una revuelta de esclavos, el quilombo de Samuel se vio involucrado, tuvo que participar obligatoriamente para salvar su vida; incendiaron las cabañas de los esclavos, arremetieron contra los negros con látigo, tras sentir el castigo los esclavos se

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fueron contra los guardias, la mayor parte de ellos participó en la rebelión y tuvo que huir de los palenques e internarse en la selva; así es como Samuel se convirtió en cimarrón y antes de escapar pudo rescatar su piedra.

En las comunidades de negros libertos mantenían mercados abiertos a todo el mundo y fue ahí donde Samuel pudo poner en venta su piedra; el jefe de los cimarrones fue el que le representaba, vendieron el diamante en bruto a los mercaderes de indias españoles y obtuvieron buenas ganancias de esa piedra; una jugosa parte se quedó con Samuel con lo que se casó y formó una familia.

La piedra azul marino en el siglo XVI llegó a Europa, donde fue comprada en una subasta por Federico Mogollón, comerciante de indias, quien mandó a que Rodrigo Pérez, famoso tallador de diamantes de Madrid, le dé forma al diamante y cuando la joya estuvo lista, Federico le regaló a su esposa Fedra; fue ella quien descubrió que se podía ver imágenes en el interior de la piedra.

Muchas familias españolas vinieron a las Américas a fundar las nuevas ciudades de la Colonia, llegaron a Caracas los Salvatierra, con ellos lo más representativo de su herencia era el diamante de color azul marino, en cuyo interior se veían las imágenes de la Virgen María con el niño en brazos.

En la guerra de la independencia, Bolívar tomó la decisión de enfrentarse a la corona Española, con el apoyo económico de Inglaterra, sus ejércitos llegaron hasta el Distrito del Sur comandados por el Mariscal Antonio José de Sucre, quienes se enfrentaron con los realistas en las faldas del Pichincha y el Distrito del Sur se independizó. Muchas familias venezolanas vinieron a vivir a Quito, entre ellas la Salvatierra que se radicó en Quito, trajo consigo el diamante como legado de su familia, que había pasado de generación en generación.

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Por los años de 1830, cuando el Distrito de Sur se separó de la Gran Colombia, ingresó a Quito la Cofradía de San Jerónimo y comenzó a reclutar a la gente más pudiente de la época. Personas de abolengo formaron parte de una sociedad secreta, que mantenía ciertas normas con sus militantes; era una sociedad hermética y exclusiva, para formar parte del grupo tenía que pasar por una serie de pruebas, su influencia con la jerarquía de la Iglesia Católica le dio mucho poder y por medio de ella su injerencia en la política.

En esa época formó parte del directorio Jorge Salvatierra, descendiente de venezolanos y heredero de la piedra azul marino, más tarde fue cofrade mayor, con un tremendo poder político, todas las decisiones importantes que se tomaba a nivel de gobierno tenían que ser conocido por el cofrade mayor. Jorge Salvatierra en el entorno de la Cofradía fue famoso, porque poseía una piedra donde se veía la Virgen María con el niño Jesús en brazos, la gente decía que quien tenía la oportunidad de ver la imagen en la piedra era bendecido, al final de sus días Jorge Salvatierra donó el diamante a la Cofradía de San Jerónimo.

Después de la muerte de Jorge Salvatierra, fue elegido como cofrade mayor Xavier Landines, quien llevó el diamante azul marino a Cuenca para que sea puesto en una gran cadena, desde ese momento se le conoció como el Medallón de la Cofradía de San Gerónimo. Además, la congregación pone entre otras reglas que el cofrade mayor lleve la joya en actos especiales como símbolo de su jerarquía en la veneración a la Virgen y al niño Jesús; cuidar del diamante azul marino a toda costa.

El medallón se convirtió en uno de los símbolos más representativos de la Cofradía de San Jerónimo. En la visita de Juan Pablo II al Ecuador, bendijo el medallón en una ceremonia especial, el santo padre quedó sorprendido al ver la joya, le impresionó ver en su interior la imagen de la Virgen con el niño

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en brazos. Todos los miembros de la Cofradía tenían anhelo de poder mirar y tocar el medallón, le atribuían una serie de milagros, decían entre otras cosas que daba buena suerte a todo el que podía ver el interior de la piedra de la imagen, sanaba si era tocado por el diamante y así comenzaron las ficciones sobre la piedra.

Cuando el directorio en 1990 eligió a Jacinto Daqui como cofrade mayor en una ceremonia secreta en las catacumbas de la iglesia de San Agustín, se le invistió con el traje ceremonial, se le colgó en el cuello el medallón para que sea reconocida su autoridad; tendría que lucirlo en ceremonias especiales como en la fiesta de San Jerónimo en el mes de noviembre y en la procesión de la Aurora, eran las únicas veces que el cofrade mayor lucía públicamente tan impresionante joya; todos los miembros de la Cofradía querían besar y ser tocados por el medallón.

Para finales de la década de los 90, el directorio tomó la decisión de trasladar la sede de la Cofradía a Riobamba, por tal razón el medallón sería llevado a esa ciudad; para esa época casi nadie conocía de su existencia, Jacinto trató de no dar a conocer, muy rara vez lucía el medallón; como la procesión de San Jerónimo también se cambió a la Sultana de los Andes, era la única vez que el cofrade mayor se ponía el medallón para presidir la romería con los delegados de las diferentes provincias del Ecuador, el resto del año se le mantenía oculto.

Jacinto Daqui creía que era necesario que el medallón no sea expuesto públicamente, porque la gente le atribuía milagros, para el cofrade mayor esto alejaba a los miembros de la Cofradía de su fe en Dios, “la gente pone su fe en un medallón y no en su auténtica creencia como católico”. Esa era la razón por la cual el medallón se mantenía en secreto, especialmente para los nuevos iniciados en la Cofradía; esto le trajo muchos inconvenientes con los antiguos cofrades que querían que se respeten las normas

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tradicionales, de la devoción por la Virgen y el niño Jesús representados en el medallón.

Alexis Purchet, un joven iniciado en la Cofradía se enteró de los milagros del medallón, quería a toda costa conocer el diamante azul marino, saber si era cierto que dentro de la piedra se ve la silueta de la Virgen María con el niño Jesús en brazos y si es verdad sobre los milagros.

Alexis viaja hasta Riobamba y pidió ser atendido por Jacinto, pero el cofrade mayor al saber las intenciones de la visita del joven se niega a recibirle y desde ese desaire Alexis promovió junto con otros miembros de la Cofradía la restitución de que se exponga el medallón en cada fiesta de San Jerónimo, Jacinto y el directorio se resistieron a dar paso a la veneración de la piedra.

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LA COFRADÍA

La Orden de la Cofradía de San Jerónimo tiene sus orígenes en el alto Medioevo en Europa, viene a las Américas con la conquista española, en la época de la independencia llega al Ecuador con la familia Salvatierra; Agustín Córdova es el primer cofrade mayor, quien armó el primer directorio, a él le sucedió Jorge Salvatierra, elegido por un directorio; quien donó la piedra azul marino a la congregación.

Desde sus inicios es un grupo de personas selectas con gran influencia en la política que se reunía en la iglesia de San Agustín todos los días para rezar el rosario de la Aurora y en el mes de septiembre se organizaba la fiesta de San Jerónimo; la procesión comenzaba a las 4 de la mañana y terminaba en el atril de la Catedral, donde se celebraba la misa en honor de San Jerónimo, sus normas eran aportar una cantidad económica a la Cofradía, ser varón mayor de 20 años, tener un apellido de buena familia y ser reconocido dentro de la sociedad.

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En la década de los años noventa del siglo XX, se adapta a las normas internacionales de la Cofradía de San Jerónimo y es reconocida como una de las sedes de la cofradía internacional; es el cofrade mayor quien representaba al país en las convenciones internacionales, estructuraba los directorios de las sedes, al mismo tiempo se encargaba de la organización de la sede.

Ecuador adopta las normas internacionales, el directorio lo componen siete personas, elegidas por los guardianes de la Cofradía, de entre ellos se escoge al cofrade mayor que se mantiene en su cargo hasta su muerte, salvo que pierda sus facultades mentales, renuncie voluntariamente o su estado de salud no le permita estar en sus funciones; los guardianes de la Cofradía son 12, forman parte de este nivel los que han probado ser fieles a los mandatos; a los miembro nuevos se les denomina como iniciados y son una gran cantidad de miembros diseminados por todo el país.

Su postura ideológica es de un grupo católico hermético, que festeja un rito a San Jerónimo en todo el mundo en septiembre, en los ritos de iniciación se da a conocer la historia de su patrono, mártir en el circo romano; se cuenta la historia de una mujer que recogió su sangre en una ampolla, hasta el día de hoy esa sangre existe y cada septiembre esta se vuelve líquida y el resto del año pasa coagulada, al mismo tiempo se dan a conocer los milagros y sanación del medallón.

Sus máximos dirigentes son los llamados del directorio, nadie conoce sus identidades, su elección es secreta, en un rito dentro de las catacumbas de San Agustín, los miembros son investidos como la plana mayor de la Cofradía de San Jerónimo, eligen de entre sus miembros al cofrade mayor, después de un año de ser elegido se le realiza una ceremonia especial, aparece al centro de los cofrades con una alba blanca, se le pone unos petos, se le calza unas sandalias de cuero café, le ponen capa

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púrpura larga y al final se le coloca en el cuello el medallón; con la jerarquía más alta se convierte en el más importante de los cofrades, único personaje que participa en actos públicos a nombre de la Cofradía, el resto de sus miembros son anónimos.

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LOS ABUELOS

Eran las 6 de la mañana del día sábado. Mamá nos gritaba “María, Julián levántense”, al oír ese grito entre sueños veía por la ventana que todavía estaba oscuro, el cielo nublado, era el fiel reflejo del frío que hacía, pero teníamos que viajar a Riobamba donde los abuelos, que eran los padres de mamá, no quedaba otra alternativa. Somnolientos nos levantamos para ir directamente a la ducha y luego a desayunar, recoger las maletas y en el ‘pichirilo’ salir rumbo a la “Sultana de los Andes”.

Los padres de papá eran de Quito, pero ya estaban muertos, no teníamos otros abuelos, solo el abuelo Ricardo y la abuela Martha que vivían en Riobamba; cada fin de mes íbamos a visitarles; como ese era el día del fin del mes, obligatoriamente teníamos que levantarnos y prepararnos para el viaje, en esos apuros todos corrían de un lado a otro, como yo tenía 8 años ya era capaz de arreglar todos mis bultos, pero a María todavía le arreglaban sus maletas. El Volkswagen que papá tenía era un

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carro pequeño, cabíamos todos con un sinnúmero de maletas. A las 7 de la mañana cogimos la ruta que nos llevaría a Riobamba.

En el viaje, como si fuera un rito siempre parábamos en Salcedo, donde nos compraban helados y quesadillas; mamá siempre se abastecía de pinol y máchica, cumpliendo esa rutina continuamos con el viaje hasta llegar a Riobamba cansados, sudados y aburridos; pero nos animábamos cuando veíamos a los abuelos que nos esperaban en la casa con golosinas y contentos por vernos.

El abuelo Ricardo Silva era un viejo con terno, corbata y sombrero, pero lo más particular era su bastón que tenía una empuñadura dorada en forma de un dragón con la boca abierta, daba a notar que estaba furioso, el palo largo era de madera de un color negro y terminaba en una rodela de metal brillante, el porte que tenía lo hacía parecer el mandamás de la ciudad.

La abuela tenía todo el pelo blanco y brillante, siempre andaba con una cartera de cuero café colgada en su brazo izquierdo, usaba vestidos largos de color oscuro, pero la mayor elegancia eran sus abrigos, casi cubrían todo su cuerpo, apenas se lograban ver un poco de sus huesudas piernas y sus zapatos de tacón bajo, siempre usaba collares de perlas blancas y unos pendientes de oro con piedras preciosas.

Los abuelos tenían una tienda esquinera de abastos en su propia casa, los campesinos e indígenas llegaban a comprar en grandes cantidades de mercadería ya que tenían de todo, sus jóvenes empleados eran diligentes para despachar bultos tras bultos, eran muy fuertes y soportaban ese trajín todo el día.

Ese sábado, el abuelo nos había comprado unos sacos de lana, apenas llegamos nos probamos y nos quedamos puestos. Mis padres como siempre conversaban hasta la medianoche con

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los abuelos, casi nunca sabíamos a qué hora se acostaban, pese a que mi hermana y yo nos aguantábamos el sueño hasta más no poder, siempre nos dormíamos primero, pero al otro día todos por la mañana nos encontrábamos desayunando.

María y yo pasábamos con los empleados jugando todo el día. A mis padres apenas los veíamos en el almuerzo y en la cena, que era una situación muy solemne, papá daba gracias a Dios por los alimentos y casi no se hablaba en las comidas y para coger algún alimento era todo un trámite, ya que Josefina, la empleada de los abuelos, estaba atrás de cada uno y era ella quien repartía todo lo que uno quería.

El día domingo en Riobamba comenzaba con la misa de las 7 de la mañana y teníamos que vestirnos bien elegantes para asistir a la iglesia, saliendo de ahí íbamos al mercado de La Merced a comer hornado con jugo de frutas, para más tarde salir a algún sitio cercano de paseo, casi siempre había piscinas en el lugar adonde íbamos, comíamos en la misma hostería. Ese día habíamos pasado muy felices con un sol radiante y sin nubes en el horizonte, por la tarde, como siempre preparábamos el viaje a Quito, para tratar de llegar temprano a la casa y arreglar los uniformes del colegio; los abuelos nos habían comprado golosinas para el viaje y nos despedimos con abrazos y besos.

A las 3 de la tarde salimos de la casa de los abuelos, papá seguía la misma rutina antes de encender el auto, revisar el carro, las maletas, ver que todos nos hayamos ubicado bien y puesto los cinturones de seguridad y arrancaba por las calles de la ciudad hasta tomar la carretera.

De repente empezó a llover, el clima había cambiado de un momento a otro, se oscureció rápidamente y la calzada estaba mojada, creo que íbamos a unos 60 km/h; cuando al subir a San Andrés un camión venía rebasando y papá al mirarlo trató de

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esquivarlo, mamá gritaba dentro del carro desesperadamente, le oía decir, Dios mío, Dios mío; papá hizo un giro hacia la cuneta pero fue muy tarde, no alcanzó a frenar y el camión nos embistió de frente, María y yo llorábamos desesperados dentro del auto y en el impacto me di contra el asiento delantero donde iba mamá y no recuerdo nada más.

Al despertarme me vi en un cuarto de color blanco con luces incandescentes, pasó un buen rato, cuando recordé lo sucedido con mucha angustia comencé a llamar a mamá; enseguida aparecieron los abuelos, les miré a la cara y noté que estaban llorando, pregunté al abuelo por papá y mamá, él solo me decía quédate tranquilo que no pasa nada; me di cuenta que estaba puesto un collarín y que mi brazo estaba lleno de agujas y con varios cables conectados a unas máquinas que parpadeaban luces pequeñas de colores rojas y verdes. Por el rostro rígido del abuelo y la voz quebrada de la abuela, noté que algo malo había pasado en el accidente, pero me limité a no decir nada más.

En la tarde cuando desperté, el abuelo estaba velando mis sueños muy cerca de mí, en la habitación de la clínica no había nadie más, le pregunté “¿Me puedes decir por qué mamá y papá no viene a visitarme?”. Enseguida vi el cambió en el rostro del abuelo y sus ojos se llenaron de lágrimas, con un pañuelo se alzó los lentes y enjugó sus lágrimas y con una voz entrecortada me dijo, esperemos que te den de alta y conversaremos de esto por el momento te cuento que tu hermanita igual que tú, ya está fuera de peligro.

Algo pasó dentro de mí que me dolió y me dio una angustia, intuí que del accidente papá y mamá no salieron bien, entonces insistí al abuelo con mucha vehemencia y una rabia contenida que me cuente toda la verdad de lo sucedido, entonces el abuelo se me acercó, me abrazó fuertemente y entre sollozos me contó lo que yo sospechaba, mis padres no salieron con vida del

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percance.

La noticia para mí fue impactante, lloré con el abuelo durante mucho tiempo, me di cuenta de que afuera de la habitación nos veía por el vidrio la abuela que también lloraba; más tarde se juntó a nosotros y por primera vez sentí la ausencia de mis padres; cuando logramos calmarnos sentí que los abuelos se liberaban de un gran peso, al contarme esa fatal noticia, sabía que también debían hacer el mismo trámite con mi hermana María.

Pasamos varias semanas en la clínica con exámenes, tomografías, rayos X y sueros; por fin después de una larga espera, nos dieron el alta a mi hermana y a mí; ya en la casa de los abuelos nos contaron todos los detalles del accidente, del velatorio y del entierro de nuestros padres, el carro estaba en una mecánica, jamás dieron con el chofer causante de la tragedia, ni con el camión, en realidad mis padre murieron y no pasó nada para las autoridades.

La decisión que tomaron los abuelos fue que nosotros no íbamos a volver a Quito, nos quedábamos a vivir en Riobamba junto a ellos, nos confortó mucho esa decisión y alivió nuestra soledad. El abuelo nos había matriculado con la ayuda de la hermana Noris en el Colegio Franciscano, la hermana iba a hacer nuestra tutora y guía espiritual; yo con 8 años y mi hermana María con 6, creo que teníamos que acostumbrarnos a la nueva situación de vivir con nuestros abuelos.

Los abuelos que solo tenía a nuestra mamá como hija única, ahora tenían dos nietos a su cargo, creo que lo han hecho muy bien, nuestra relación es familiar y fraterna, somos todo para los abuelos y los abuelos son todo para nosotros, nos criaron con todo su cariño, nos ayudaban a sobrellevar ese trágico día en que no volvimos a ver a nuestros padres y sobre todo éramos sus nuevos hijos.

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El negocio de su tienda de abastos les iba bien, pero tenían que pensar en su nueva familia ya que hacerse cargo de nosotros les hacía pensar en nuestro futuro, por tal razón querían a la tienda le convirtieron en un minimercado, no duró mucho que al poco tiempo tuvo mucha acogida en la ciudad y pronto se convirtió en un supermercado, su abasto antiguo no le cerraron, porque tenía clientela de años y en su mayoría eran clientes de bajos recursos económicos, el supermercado tenía otra clientela de clases media y media alta, esos dos locales los mantenía ocupados siempre y nos descuidaron un poco.

Contrataron a una administradora para que se haga cargo del supermercado, ellos se quedaron administrando la tienda de abastos, siempre estaba lleno de paquetes de fideos, de sal y un montón de cosas; el abuelo tenía más tiempo para nosotros en especial los fines de semana, me gustaba salir con él a las ferias de los pueblos cercanos, aprovechaba para hacer negocios; siempre estaba cerca del abuelo y muchas veces fuimos a pescar a la laguna. También se dedicó a vender y comprar ganado, adquirió unos carros nuevos para el negocio, en fin el abuelo hacía negocios por todo lado.

Los abuelos siempre estaban preocupados por nosotros, hacían un seguimiento de nuestras vidas, especialmente de nuestros estudios, estaban en constante comunicación con nuestra tutora y toda la vida estudiantil de María y de mí; ellos nos acompañaron, estaban presentes en las sesiones de padres de familia, en la kermés, en el bautizo como novatos, en fin, en todos los eventos del colegio.

Yo, me gradué de bachillera los 18 años, mis abuelos hicieron mi fiesta de graduación, invitaron a todos sus empleados y amigos, parecía una fiesta donde todos los habitantes de la ciudad asistieron, nunca el abuelo había hecho una fiesta tan a lo grande, era la primer vez y luego dio otra fiesta igual cuando

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María se graduó, creo que las dos fiesta agotaron los ahorros de los abuelos.

Los abuelos prepararon todo para yo ingresara a la universidad, viajamos a Quito, nos hospedamos en un hotel, más tarde salimos a buscar un apartamento que quedara cerca a la Universidad Central, llegamos a alquilar por el sector de San Juan, en la calle Nueva York, era muy cómodo y amplio, su precio era de 200 sucres mensuales. Luego viajamos ese verano los abuelos, María y yo a Quito, todo el mes de agosto nos pasamos arreglando las habitaciones, pintando y comprando muebles. Me inscribí en la Facultad de Filosofía en la carrera de Ciencias Exactas, al otro año llegó María a estudiar Medicina y compartimos el departamento, casi no nos veíamos ya que teníamos diferentes horarios, muy pocas veces viajábamos a Riobamba, el abuelo cada mes venía y nos proveía de todo, a la abuela no le gustaba venir a Quito, decía que es una ciudad con mucho ruido, siempre se quedaba para atender el negocio.

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EL SECRETO DE JACINTO

La hermana Noris trabajaba atendiendo la biblioteca del colegio, que regentaban las hermanas franciscanas; a petición de mi abuelo Ricardo Silva, ella fue tutora de María y de mí, durante la educación básica. La mayoría de su tiempo se dedicaba a la lectura de las biografías de la vida de los santos, era una mujer muy devota y santa, entre las hermanas de la Orden Franciscana mantenía un perfil bajo, era una obrera más.

Después de sus labores en la biblioteca junto con otras hermanas de su congregación salían a visitar a los enfermos y llevarles la comunión, la ciudad no tenía suficientes sacerdotes para esta labor; la hermana Noris después de la eucaristía se acercaba con una pequeña cajita a pedir la sagrada forma al sacerdote, quien depositaba 3 o 4 obleas en la caja que servía para dar la comunión a los enfermos.

Su asistencia a los enfermos la desarrollaba en una constante rutina, primero donde doña Mercedes, más tarde donde don

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Jacinto y terminaba donde doña Esmeralda; hacia el atardecer antes de sus rezos bordaba con tambor e hilos multicolores sábanas, manteles, tapetes, entre otras cosas; todos esos trabajos las hermanas lo hacían bajo pedido.

Noris siempre iba con el sacerdote a dar la extrema unción cuando alguien moría y cuando era conocido ella misma daba aviso al padre Gazo, acompañaba a los deudos en ocasiones que le requerían; en su visita a los enfermos tenía la compañía de una mujer que era enviada de la eucaristía, animaban y rezaban junto a sus familiares pidiendo por su salud.

Jacinto Daqui era uno de los pacientes que Noris visitaba con frecuencia, por la gran amistad que mantenía de muchos años atrás; además, Jacinto mantenía una buena relación con la jerarquía de la Iglesia y por eso llegaban varios sacerdotes a verle, era amigo personal del Arzobispo de Riobamba, quien iba todos los fines de semana. El viejo estaba muy enfermo, las visitas de la hermana Noris le reconfortaban y charlaban un buen rato.

Jacinto sentía que sus fuerzas se iban mermando cada día, presentía que su muerte se aproximaba y eso le desesperaba; un día agobiado pidió a su esposa Dolores que pase por el correo retirando de su casillero un sobre manila de color amarillo lacrado con las letras LDP; luego que vaya por el convento de San Francisco y que busque a la hermana Noris y le pida que por favor venga, necesitaba hablar con ella urgentemente.

Dolores retiró el sobre, llegó al convento y buscó a Noris en la biblioteca, alcanzó a mirarla y le llamó con la mano, pero Noris no la vio, se encontraba concentrada ayudándonos con las tareas a María y a mí, se acercó directamente donde ella angustiada; Noris se levantó de la mesa sobresaltada, esta no era una visita común.

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—¿Mujer qué haces aquí?

—Tienes que venir conmigo a casa, Jacinto quiere hablar urgentemente contigo, se siente muy mal —le expresó Dolores temblorosa.

La hermana Noris nos pidió que recogiéramos nuestros cuadernos, les guardemos en nuestras mochilas y le esperemos en la sala de tareas dirigidas; vi en el rostro de doña Dolores una angustia, pues a mis 12 años no comprendía mucho a los adultos, pero sentí lo mismo que cuando perdí a mis padres, la hermana Noris le dijo, que esperara un momento que iba a pedir permiso a la Madre Superiora y enseguida salía.

Noris se demoró un buen rato, al salir nos dijo que recogiéramos las mochilas y que nos fuéramos inmediatamente a la casa, me pidió que avise a nuestros abuelos que hoy no iba a subir cenar a la casa; con mi cabeza di una señal de asentimiento y salimos, vimos salir apuradamente a la hermana con la señora Dolores, subían la calle con mucha premura rumbo a la casa de Jacinto.

Cuando llegó Noris donde el enfermo no pudo entrar, el médico estaba atendiendo a Jacinto, les indicó que esperaran afuera, que enseguida se desocupaba; cuando salió el médico Jacinto pidió que entre Dolores, apenas ingresó le entregó el sobre de manila que estaba lacrado; Jacinto tomó el sobre y lo guardó debajo de su almohada. Dolores salió enseguida de la habitación e hizo pasar a Noris, al entrar a la habitación lo que primero notó fue que Jacinto estaba muy mal, le apuraba mucho la tos, le ofreció un vaso de agua, aceptó y se tomó dos bocanadas.

Un poco más tranquilo, la hermana Noris sacó un crucifijo, lo besó, hizo la señal de la cruz. Enseguida comenzó rezar en

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voz baja, se acercó a Jacinto y le averiguó si quería que venga el padre Gazo para que le confiese, Jacinto negó con la cabeza y le pidió a Noris que cerrara la puerta, ella dejó la puerta entreabierta; el enfermo le dijo que se acercara más a él, con su voz era jadeante y poco audible, le dijo muy quedamente “quiero contarte algo que tengo dentro de mí, desde hace mucho tiempo que llevo este peso, quiero morirme y reunirme con mi Creador libre de culpa, traspasándote este secreto que he mantenido por muchos años”.

Con la mirada extraviada, Jacinto le contó que a sus 82 años era el momento de partir y lo que más quería era que su secreto pasara a una persona de su confianza.

Noris un poco confundida y nerviosa por lo que le estaba contando Jacinto, continuo diciendo “sabes tú muy bien que soy una persona de Dios, que durante mucho tiempo solo vivía para la iglesia, pero desde hace unos años atrás, personas pecadoras me han estado persiguiendo con el afán de apoderarse del medallón de la congregación, esta joya tiene un valor muy apreciado dentro de los miembros de la Cofradía de San Jerónimo, es única pieza en el mundo, contiene una piedra azul marino y en su interior se ve a la Virgen María con el niño Jesús en brazos, soy el cofrade responsable de resguardarlo hasta el día de mi muerte, un grupo de gente de intención oscura quiere apoderarse, algunos cofrades han muerto por defender al medallón, este grupo se encuentra dentro de la Cofradía”.

Jacinto le manifestó que el grupo de cofrades estaba liderado por el hermano Alexis, un hombre sin escrúpulos, que con su dinero ha comprado a la mayoría de hermanos y ahora quiere apoderarse del medallón, ha eliminado a quienes se oponen. Por investigaciones hechas por el directorio que yo dirijo, sabemos de sus malas intenciones y trata de tomarse a como dé lugar de la joya, de los pocos que quedamos del directorio hemos decidido

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esconder el medallón en Quito.

Noris interrumpió el relato de Jacinto, le explicó que no era el momento para contar esas cosas de los cofrades y del medallón, le pidió que descanse y no hable, Jacinto desesperadamente tomó las manos de Noris y le suplicó que entienda que estaba muriendo, que por favor le libere de esas cadenas, que le deje terminar su narración, y ella al ver la cara de angustia accedió y le solicitó que se calme; gracias dijo Jacinto y continuó su relato contando todos los crímenes de este grupo que quería tomarse la Cofradía.

Con voz cansada se dirigió a Noris y le dijo “del grupo de los seis hermanos ya han muerto cuatro, por orden de Alexis, yo soy el que tiene que velar para que el medallón no caiga en las manos equivocadas, el último que queda del directorio está en la clandestinidad y logró esconder el medallón de la Cofradía, nadie sabe donde está”, con gran esfuerzo sacó el sobre que estaba debajo de su almohada y le entregó a Noris señalándole que este contiene todas las señales que indican donde se encuentra dicha piedra preciosa.

Noris observó el sobre amarillo y vio que estaba lacrado con un sello con las iniciales LDP; se dirigió a Jacinto y le preguntó “¿qué debo hacer yo con esto?, ¿qué es lo que has puesto en mis manos?

Jacinto con calma y pasividad se dirigió a Noris por última vez y le dijo “solo guárdalo y entrega al final de tus días a una persona de tu confianza que pueda guardar el secreto”.

Noris cayó en cuenta que Jacinto le había pasado todo el peso del medallón, miró al anciano que había soltado sus manos, sus ojos estaban abiertos y dio su último aliento, Noris le cerró sus ojos con su mano y apresuradamente guardó el sobre manila

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entre sus hábitos, luego dio un grito desesperado llamando a Dolores, no podía hablar, se le quedaban las palabras y con lágrimas en sus ojos dio el aviso de la muerte de Jacinto.

Han pasado varios años desde la muerte de Jacinto, Noris creía que el secreto transmitido por Jacinto no tenía mucha importancia, ya nadie se acordaba de ese hecho, sería mejor dejar el sobre bien guardado en el fondo de su baúl, pues nadie sabría de ese acontecimiento y quedaría olvidado este asunto.

Noris fue cambiada de su puesto de bibliotecaria, le dieron la responsabilidad de la administración de la bodega donde manejaba los recursos de la despensa y eso le consumía todo el tiempo, pues ya no bordaba y sus libros dejó a un lado, de vez en cuando visitaba al abuelo y averiguaba de nosotros cómo íbamos en el bachillerato, estaba al tanto de todo lo que nos pasaba, dejó de ser nuestra tutora, a esa edad éramos independientes para estudiar.

Por el abuelo, nosotros supimos que Noris fue trasladada a Quito, al convento que queda por el barrio La Ermita, cerca del cementerio de San Diego; no se quedó mucho tiempo ahí, fue trasladada para Nueva Loja, de vez en cuando le escribía cartas al abuelo y le comentaba de que estaba dirigiendo un centro educativo de su congregación en el Oriente. El abuelo nos contó que no le había sentado el clima del lugar y que estaba muy enferma, probablemente llegaría a Riobamba a finales del año.

La hermana Noris fue trasladada desde el Oriente a un sanatorio en Quito, ahí pasó mucho tiempo internada, cuando le dieron el alta ella pidió regresar a Riobamba. El abuelo nos llevó a visitarla en el convento, me impresioné tanto de verla cómo había envejecido; María al verle corrió hacia Noris para abrazarla, ella le acaricio sus cabellos, estaba muy enferma, casi no nos reconoció, el abuelo casi gritando tuvo que decirle

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quiénes éramos y que estábamos muy bien en el colegio, vimos como su cara se iluminaba al saber de nosotros, luego de un buen rato de compartir con ella nos despedimos con mucha tristeza.

Después de regresar visitándole a la hermana, nos sentamos en la sala a conversar; nuestra abuela nos comentó que Noris ingresó a la Orden Franciscana desde muy niña, cuando apenas tenía 15 años, era desde hace mucho tiempo amiga de la familia, fue tutora del abuelo, por eso guardaban una estrecha amistad y siempre le iba a visitar, ahora más seguido ya que Noris estaba muy enferma.

Una tarde la abuela había preparado unas galletas y pidió al abuelo que vaya a dejarlas a Noris, cuando iba con el encargo le pedí que me llevara con él, accedió y bajamos juntos hasta el convento; la pobre hermana estaba arrumada en su celda, el abuelo la hizo parar, le sacamos al sol y le cubrimos con una manta, nos reconoció y dibujó una sonrisa en su rostro.

—¿Ricardo sois? —le dice la hermana al abuelo.

—Sí —le contestó.

—Anda a mi baúl, busca en el fondo un sobre de color amarillo —haciendo un esfuerzo le dijo.

Muy diligente el abuelo fue a buscarle, encontró el único sobre que había, era amarillo de manila que estaba lacrado con las iniciales LDP, le quiso entregar pero Noris no cogió, pidió a Ricardo que lo guarde, que no lo abra sino después de su muerte, con mucho esfuerzo la hermana le indicaba al abuelo que el sobre contiene algo que nadie debe enterarse y que debe saber a quién delega este sobre y que sobre todo debe discernir bien entre los buenos y los malos, por tal razón debe quedar en secreto en la familia.

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La hermana terminó diciendo “es el legado del último cofrade de San Jerónimo, debes tener mucho cuidado para que no caiga en malas manos”.

El abuelo guardó el sobre, no le dio mucha importancia, le brindó las galletas de la abuela, pero apenas pudo comerse una, el resto le entregó a la hermana celadora después de estar con Noris en el jardín, volvimos a dejarle en el mismo lugar de su celda y nos despedimos.

El abuelo le dijo “mañana vendré con Martha a visitarte, comerás las galletas, no te preocupes por el sobre, será un secreto de la familia”.

El abuelo dejó el convento, cuando llegamos a la casa guardó el sobre de manila entre las páginas de un libro antiguo que tenía en su biblioteca.

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EL SOBRE LACRADO

Estaba estudiando en mi cuarto, ya que el doctor Talavera me había dado la oportunidad de rendir el examen final que no pude dar por que estaba enfermo, deseo salir de vacaciones a Riobamba; María no ha querido irse hasta que yo salga.

Concentrado en la materia, oí sonar el teléfono, salí corriendo de mi cuarto y logré tomar el auricular antes de que dejara de sonar, era el abuelo.

El abuelo Ricardo me llamó pidiendo que viajemos urgente a Riobamba, le manifesté que yo no podía porque tenía que rendir un examen atrasado de estadística esa tarde; pero noté en la voz del abuelo que estaba preocupado, le pregunté que si pasaba algo y me contestó que no; de todas maneras me quedé intranquilo por su llamada, le comenté que María estaba libre y que podía viajar en la tarde y que le comunicaría apenas llegue de la universidad, me pidió el abuelo que lo haga lo más pronto y que si era posible que viaje hoy mismo.

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María acababa de llegar a la casa, le transmití la preocupación del abuelo, ella armó una maleta lo más rápido que pudo, mientras tanto yo me adelanté a sacar el carro y le fui a dejar en la Terminal de Quitumbe, en el sur de Quito; por las mismas me di la vuelta para tomar los túneles hasta llegar a la universidad, antes de entrar al examen llamé a Riobamba y hablé con la abuela Martha, le indiqué que María salió a las dos de la tarde de la terminal y estaba en camino para que salgan a recibirla.

María iba preocupada en el bus interprovincial por la llamada de los abuelos y la urgencia de ir a Riobamba, no le dio tiempo para almorzar, para matar el hambre se compró unas hallullas con queso de hoja por el camino, cerca de las ocho de la noche llegó a la terminal, los abuelos fueron a recogerla y la llevaron a la casa.

Josefina, la ama de casa, les llamó a la mesa, le dijo al oído a María “niña, le preparé su comida favorita: lasaña”, María le contestó “le agradezco”. La cena transcurrió en silencio y una tensión dominaba el ambiente, después de cenar el abuelo Ricardo le invitó a María a charlar en la sala, mientras la abuela Martha recogía los platos, María vio tanta seriedad en el abuelo, se quedaron en silencio los dos, nadie preguntaba nada. María se sentó en el sillón de cuero y dejó que pasará el tiempo, hasta que el abuelo se siente.

Querida María dijo el abuelo, lamento que Julián no haya podido venir, pero estoy seguro que el encargo que te voy a pedir lo cumplirás a cabalidad, disculpa que te ponga en esta situación, pues solo tú y Julián podrán ayudarme a salir de este embrollo, que se ha ido complicando cada vez más; María un poco preocupada le dijo al abuelo “puedes decirme por favor qué pasa, ya no aguanto esta incertidumbre, Julián se quedó en Quito tremendamente preocupado”.

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Luego de un momento la abuela Martha se reunió con ellos y dijo, puedes hablar con toda confianza Ricardo, Josefina se ha ido ya.

Una vez reunidos los tres en la sala, el abuelo retomó la conversación explicando a María que hace tres días atrás tuvo la visita de un señor de Quito, me pidió el sobre que me había entregado Noris antes de morir, yo no entendí nada dijo el abuelo, ni siquiera me había acordado de ese sobre que me entregó Noris, me había olvidado por completo de ese tema, le pedí al visitante que saliera de la casa que yo no sabía nada de ese asunto; el individuo salió enfadado y de forma amenazante me dijo “más vale que encuentre lo más pronto posible ese sobre, eso no le pertenece y si no lo hace, aténgase a las consecuencias”.

El abuelo también le contó a María que unos días después recibió una llamada, donde le pedían el sobre amarillo lacrado que Noris le había entregado; me dijeron que haga lo que me piden, de lo contrario iban a tomar represalias contra mis nietos si no entregaba el sobre.

Esto alteró al abuelo, desesperado pidió que se identifique.

—¿Quién es Ud., qué quiere de él y su familia?

—Mi nombre es Alexis Purchet, miembro de la Cofradía de San Jerónimo, organización a la cual pertenece el sobre lacrado, necesito que me lo entregue en Quito, tiene plazo hasta el miércoles, a las diez de la noche —le contestó al otro lado del teléfono.

El abuelo desencajado tomó nota en un papel la dirección, donde debía ser entregado por sus nietos el sobre; Alexis le dijo “si esto sale bien no pasará nada, ahí se quedará todo y no tendrán nunca más otra llamada, no avisen a la policía y cumplan con lo

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que se les ha instruido.

—¿Qué pasa si no entrego el sobre? —le replicó el abuelo”.

—Sabemos todos los movimientos de sus nietos en Quito, cualquier accidente les podría pasar —respondió Alexis.

El abuelo muy asustado, más la angustia de la abuela accedió a entregarle el sobre.

Alexis pidió que hablara con sus nietos para que realicen la transacción.

—Está bien, pero por favor deje en paz a mi familia —dijo el abuelo.

—Tranquilo, si usted hace lo que le pido no le pasará nada a su familia, tiene 24 horas para la entrega —dijo Alexis y cerró el teléfono.

María muy preocupada pregunta.

—¿Quién era esa gente?

—No tengo ni la menor idea —manifestó el abuelo.

—Entiendo el trance que estás pasando abuelo, no te preocupes Julián y yo dejaremos ese sobre en esa dirección y esperemos que eso termine lo más pronto posible —expresó María con ternura.

—Me preocupa el tiempo, el plazo se vence mañana, tendrías que salir por la mañana, conozco que hay problemas en las carreteras, los indígenas se han tomado partes estratégicas de la vía y el transporte provincial está paralizado; tengo un amigo en los ferrocarriles y me ha conseguido un boleto al mediodía

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—explicó el abuelo.

—No importa, viajaré en tren y no te preocupes por la tarde estaré en Quito, Julián me saldrá a buscar —dijo María.

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PUENGASÍ

La abuela Martha me había llamado, me explicó el asunto del sobre y me dijo “María sale por tren para Quito porque no hay carros interprovinciales, sal a buscarla en la terminal del tren en Chimbacalle, realiza todas las gestiones encomendadas, ella lleva las indicaciones precisas”.

Me despedí de la abuela y salí rápidamente hasta la estación, entré al andén de llegada, estuve preocupado porque el tren que venía de Riobamba no llegaba, caminaba por el andén de arriba abajo, luego oí un alboroto, el tren estaba llegando.

Por fin pude calmarme sabiendo que María ya llegaba, comenzaron a desembarcar, busqué entre la multitud a María y al fin divisé a mi hermana con el vestido oscuro que caía sobre su cuerpo, sus cabellos castaños alborotados y sus labios llenos de colorete; casi al mismo tiempo cruzamos las miradas y nos reconocimos, ella agitaba tan emocionadamente su brazo derecho saludándome y yo me desgañitaba gritándole “María,

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María”, hasta encontrarnos con un fuerte abrazo. María me dijo en un susurro “todo había salido bien, traigo el encargo en mi cartera, los abuelos se quedaron tranquilos en Riobamba”.

Me entregó el sobre y la dirección del lugar donde había que entregar el encargo, lo guardé debajo de mi abrigo y nos apresuramos a coger un taxi; la vi un poco agitada, le pedí que se calmara, que actúe con naturalidad, el taxista nos preguntó hacia dónde íbamos, pues de la desesperación nos habíamos olvidado de direccionarle. María me interrumpió y le dijo que nos llevara a la Loma de Puengasí, el taxista asintió con la cabeza y nos preguntó a qué parte de la planada; yo le dije a la parada de los buses de la Obrero Independiente - Comuna, así tenía anotado en el papel que el abuelo le entregó a María.

Eran las 5 de la tarde, en el cielo había un nubarrón y parecía que iba a llover, nos cogió la noche tan temprano; el taxista nos llevó por la calle Alpahuasi que era tan empinada que parecía como si subiéramos al cielo, llegamos a Chaguarquingo, otra vez apareció otra vía empinada que nos llevaría hasta Puengasí, llegamos a la Loma y en el sector de los semáforos, el taxista nos informó que ya entramos al barrio Obrero Independiente, al final de la calle pavimentada se encuentra la planada que es la parada de buses de la Comuna. Eran como las 6 de la tarde cuando nos dejó el taxi, estaba oscuro; comenzamos a buscar la dirección E- 286 y dimos con una casa de color amarillo de dos pisos.

Desde la calle vimos a la casa por adentro, estaba todo oscuro, en una ventana se veía prendida una luz; al mirar hacia arriba nos asustamos, unas personas nos estaban observando; María se agarró fuertemente de mi brazo, lo que me hizo pensar que estaba muy tensa; me apresuré a tocar el timbre y enseguida la puerta se abrió.

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Una señora de baja estatura con una sonrisa fingida en su cara nos recibió, tenía un delantal de flores, nos hizo pasar a una sala amplia con luces por todo lados, nos indicó que tomáramos asiento en unos sillones de piel color negro; volvió después de unos momentos y nos ofreció té con galletas, nos sirvió en unas tasas negras, el té estaba humeante y su olor se disperso en el ambiente, María y yo nos apresuramos en tomarlas pues con el frío que hacia nos fue bien.

Al rato por las escaleras comenzaron a bajar tres personas, nos saludaron muy amablemente, los tres traían unos ternos de color negro, un señor muy alto en acto seguido, con voz muy grave se dirigió a nosotros diciéndonos les estábamos esperando, mi nombre es Alexis Purchet, sé que tiene un encargo para mí, enviado por su abuelo.

Saqué de debajo de mi abrigo el sobre manila y le entregué, el señor apresuradamente tomo el sobre, rompió la lacra, sonó crack y abrió el sobre.

Comenzó suavemente a sacar un pedazo de lienzo antiguo, que tenía pintado el rostro de Cristo en claroscuro; todos los demás incluidos nosotros, nos acercamos a ver ese pedazo de tela con mucho cuidado, Alexis sacó todo el lienzo y exclamó “¡el oxeo homo!”, alzó para que todos lo viéramos, de pronto miró al anverso del lienzo amarillento, por la trama de la tela se notaba que era muy antiguo, en su parte inferior tenía unas inscripciones y signos.

Un señor bajo, calvo, regordete y con lentes, sacó una libreta de su abrigo, anotaba con buena caligrafía el contenido de los signos y una frase que decía: “De la peregrinación de la Virgen hasta los símbolos de la pasión, se encuentra el camino de la Virgen con el niño en brazos”.

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Traté de grabarme los signos con todos los detalles que podía y posteriormente Alexis guardó el “oxeo homo” en un cartapacio, lo metió en un carril de cuero color café, el sobre manila roto con su la lacra depositó en un tarro de la basura, algo nos decía que nuestra misión ha terminado y que teníamos que salir del lugar.

El señor regordete se acercó a nosotros y nos dijo “muchas gracias, mi nombre es Alejandro Rivera y me alegro haberles conocido, lo mismo hizo la tercera persona que se presentó, nos dijo muy secamente soy Willy; enseguida nos extendió un sobre tamaño carta pequeño, nos dijo es para su abuelo; por el favor que ha hecho a la Cofradía.

María cogió el sobre y me lo entregó, lo guardé en el bolsillo de mi pantalón, haré llegar a mi abuelo le contesté; Alexis mirándome a los ojos me dijo “también hágale llegar nuestros saludos y agradecimientos, creo que este asunto ha concluido”.

Nos dispusimos a salir de la casa, nos despedimos de esos hombres; ellos inmediatamente subieron al segundo piso; María al salir recogió del tacho de la basura el sobre de manila que contenía el “oxeo homo” y lo guardó en su cartera, la señora que nos recibió apareció y nos acompañó hasta la salida.

Salimos de la casa, era de noche, las calles estaban vacías y semioscuras, el frío nos hacía tiritar y se calaba en nuestros huesos, a lo lejos vimos venir a una transeúnte, María se acercó y le pidió que nos indique cómo llegar a la calle principal para coger un taxi; el señor nos señaló que sería mejor que sigamos la calle pavimentada hasta llegar a la autopista al valle de Los Chillos donde podríamos encontrar carros que venían desde el valle, también pasan taxis nos dijo.

Caminamos por una vía estrecha, casi en penumbras,

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subimos por un empinado, hasta que llegamos a ver las luces de la autopista; en esa parte ya nos orientamos, cruzamos el paso peatonal hasta el otro lado de la autopista, esperamos que pasara algún taxi pero no llegaba, oímos gritar desde un bus verde a un muchacho que decía “a La Marín, a La Marín”; le indiqué a María que subamos a ese carro, nos llevó hasta el playón de La Marín, en donde cogimos un taxi que nos llevó a nuestro departamento en San Juan, cerca de las 10 de la noche pudimos comer algo y descansar.

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JULIÁN Y MARÍA

Habíamos dormido hasta bien tarde, eran las 9 de la mañana; después de la jornada de ayer preferí quedarme en mi cama, escuché que María se había levantado a preparar el desayuno, hasta acá llegaba el olor del tocino. La jornada de ayer fue muy tensa, todavía no lograba digerir lo que sucedió, personas de negro, la casa y el sitio de entrega, no entendía de qué se trataba este asunto; tanto misterio para nomás de entregar un sobre, lo bueno de todo eso era que María ya estaba de vacaciones de la universidad, a mí solo me faltaba ir a ver las últimas notas y pronto estaríamos de vacaciones en Riobamba.

Desde la cocina María me gritó diciendo que el desayuno estaba listo, con el hambre que tenía me levanté lo más rápido posible y me instalé en la mesa del comedor; mientras desayunábamos María me dijo que no comprende del todo lo que paso ayer, el abuelo está muy misterioso, no me dice claramente las cosas, en verdad no sé qué sucede y esta intriga me está corroyendo por dentro.

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Le comentó que hace mucho tiempo él estuvo presente cuando Noris entregó el sobre al abuelo y le pidió que lo guarde, además le explicó que era el legado del último cofrade de San Jerónimo; le pedí a María que se calmara, tal vez el abuelo sepa algo más, cuando estemos con él en Riobamba le pediremos que nos aclare este asunto. Le pregunté a María.

—¿Lograste observar los símbolos que ese hombre regordete anotaba en su libreta?

—Vi algunos pero no logré saber de qué se trataban, el escrito me grabé pero los gráficos me son vagos —me contestó.

—Yo sí me acuerdo de los gráficos —le expresé.

Enseguida María propone anotar lo que recordábamos en un cuaderno: la frase escribió María y yo dibujé los gráficos. Después de levantarnos de la mesa decidimos viajar a Riobamba el fin de semana, mientras tanto me di tiempo para ir a ver las notas en la universidad.

Luego de arreglar todos los asuntos en Quito, armamos viaje para pasar las vacaciones en Riobamba. La abuela nos recibió como siempre con una sonrisa, el abuelo se puso contento de vernos; el asunto del sobre ya no le preocupaba para nada, ni siquiera nos preguntó cómo nos fue, sacó unos dulces del bolsillo de su leva y nos repartió, creo que los abuelos nos tratan todavía como si fuéramos niños.

La abuela nos indicó que nuestros cuartos ya estaban listos y nos invitó a que pasáramos a la mesa a servirnos el almuerzo, nos puso platos llenos, tenía la idea de que en Quito no se come bien, después pasamos a sentarnos en la sala; el abuelo estaba ansioso de que le contemos los últimos acontecimientos, nuestra presencia le había dado paz en su corazón y le noté tranquilo.

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Le formulé algunas preguntas sobre esos hombres que requerían el legado del cofrade, le noté que se sentía un poco incómodo y evadió la conversación.

Sentados los abuelos y nosotros en la sala, saqué la carta sellada que me habían entregado eso hombres, le puse sobre la pequeña mesa del centro y le dije dirigiéndome al abuelo “es tuyo, me entregó el señor Alexis Purchet”.

El abuelo viendo con cierta curiosidad el sobre, se pasó con preocupación los dedos de sus manos por su barba encanecida y con voz dubitativa expresó:

—¿Qué es?

—No sabemos, es para ti, nos ha entregado el señor Alexis con un mandato de que te entreguemos en tus manos —contestó María.

El abuelo un poco nervioso estira sus huesudas manos y recoge el sobre, rompe con sus dedos un filo, mira en su interior y ve que es un fajo de billetes de 100, los saca del sobre y todos nos quedamos sorprendidos de su contenido.

—¿Por qué ha enviado ese dinero con ustedes? —dijo el abuelo.

—Nos dijo que agradece tus servicios.

El abuelo apretó fuertemente sus manos y con una ira contenida gritó “bastardo, cómo se atreve”.

La abuela que estaba a su lado le contiene y le hace sentar, le trae un vaso de agua y le dice “Papá, ya es hora de que les pongas al tanto a los muchachos, creo que están suficientemente grandes para comprender”.

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El abuelo un poco desencajado y con voz quebrada se dirigió a nosotros: “creí que esto se iba a terminar en el momento que entregaron el sobre manila a esa gente, pero veo que no, tienen que humillarme ante ustedes, pues no he pedido ninguna recompensa por ese sobre que Noris me dejó en el lecho de su muerte, creo que hay que devolver ese dinero lo más pronto posible”.

La abuela insiste en que nos relate el problema del sobre, de muy mala gana el abuelo retomó el relato y expresó: “Hace mucho tiempo, cuando Noris estaba agonizando me entregó ese sobre lacrado con las iniciales LDP, me dijo que en un futuro alguna gente reclamaría ese sobre, pero que tenía que discernir bien, los buenos de los malos, creo que cometí un gran error, ahora sé que los malos tiene el legado del último cofrade, no pude cumplir con Noris”.

El viejo afligido continuó diciendo “nunca abrí ese sobre, no sé cuál es su contenido, jamás me despertó un mínimo interés, lo tomé de las manos de Noris, porque la anciana estaba en sus últimos días, lo guarde dentro de un libro de la biblioteca, hasta me había olvidado de que existía”.

—¿Noris no te comentó algo más? —le preguntó María.

—Recuerdo que en una visita que le hice cuando estaba en Quito, me contó que el sobre le había entregado Jacinto Daqui, quien pidió que lo guarde porque hay personas con muchas ambiciones que se han tomado la Cofradía.

—¿Conoces algo sobre la Cofradía de San Jerónimo?

—No tengo ni la menor idea —negó con la cabeza y alzando los hombros.

—¿Qué nos dices sobre aquellas personas que se han

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apoderado del sobre? —insistió María.

—Lo único que sé es que una tarde me visitaron dos hombres y pidieron el sobre que Noris me había dejado, me negué al principio, porque no me ha acordaba que guardé el sobre en la biblioteca y les despaché enseguida; luego tuve una llamada del mismo Alexis Purchet solicitando el sobre con la amenaza de que ustedes corrían peligro —dijo el abuelo.

La seguridad de nosotros era la razón del abuelo para acceder a la demanda de estos individuos, para que sus nietos entreguen el sobre en la dirección indicada y fue así como María y yo fuimos involucrados en este asunto, el abuelo nos pidió que dejemos las cosas como están, pues ese sobre ya está en las manos de quien reclamó y si están en buenas o malas manos no debe de importarnos.

El abuelo insistió en que el sobre con el dinero fuera devuelto, y dijo “Julián, te pido que te pongas en contacto con ese Alexis y entregues lo que no nos pertenece”.

Yo le respondí al abuelo “cómo voy a devolver si no sabemos quiénes son ellos ni conozco donde viven, a menos que volvamos a la casa de la Loma de Puengasí”.

María no estaba de acuerdo con echar tierra al asunto, se le notaba el disgusto en su cara, en forma de reclamo se enfrentó al abuelo y le dijo “no es justo abuelo, Noris te entregó ese sobre con la confianza de que iba a estar en buenas manos, esos hombres que han reclamado el sobre bajo amenazas y envuelto en un misterio de cosas, no creo que sean buena gentes y nosotros en una posición muy cómoda no hacemos nada, por lo menos para saber si ellos en verdad son los que deberían tener el legado del cofrade, deberíamos saber quiénes son, si no hacemos nada es como y traicionar a Noris”.

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Entre sollozos dijo “yo le debo mucho, ha sido nuestra tutora y amiga de la casa, lo menos que debemos hacer es averiguar con qué propósito estas personas han reclamado el sobre, o por lo menos saber para qué sirve el contenido del sobre, por qué fue tan importante para Noris”.

Las palabras de María tocaron fondo, la abuela estaba llorando, el abuelo cabizbajo, un silencio sepulcral invadió la sala, vi que a María le recorrían lágrimas por sus mejillas.

Me levanté de mi asiento y me acerqué a donde el abuelo que estaba derrotado e impotente, le pedí que nos deje hacer muy discretamente ciertas averiguaciones, si no conseguíamos saber nada, queda terminado este asunto. Él se puso un poco renuente.

—Temo por ustedes —le habló a María.

—Por alguna razón Noris guardó ese secreto tan largo tiempo, tal vez ella no contó toda la historia o no conocía el contenido, pero sabía que era algo importante —opinó María.

—Veo que han madurado mucho —dijo la abuela.

Nos dio su beneplácito para investigar el asunto, el abuelo salió de su letargo y también aceptó, nos advirtió que esa gente era de no fiar, había que hacer las cosas con mucho cuidado, lo mejor sería no correr riesgos, lo que averigüen quedará entre nosotros.

El abuelo me dijo en forma determinante “quédate con ese dinero y úsalo para las investigaciones que pretendes hacer”, esas eran las palabras que me indicaron que el viejo roble volvía a la pelea.

Las palabras de María surtieron efecto, nunca se había

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enfrentado a los abuelos de esa forma; a mí también me hizo reflexionar, ahora estábamos en una discusión sin salida. Luego de conversar varias horas sobre el asunto, no llegamos a determinar por dónde comenzar con la investigación, a la medianoche cuando todos estábamos cansados, la abuela nos dio luces y algunas pistas que debíamos considerar; entonces dijo “Dolores, la esposa de Jacinto, todavía vive cerca de la Universidad del Chimborazo, ellos no tuvieron hijos, por eso vive sola, atendida por unos criados, algunas veces le voy a visitar, ella debe conocer más sobre este asunto”. El abuelo intervino y expreso “por ahí deberíamos comenzar, tienen que visitarle a Dolores”.

La única pista que teníamos se centraba en Dolores. María le pidió al abuelo que nos comente algo sobre la anciana que pretendíamos visitarla, entonces el abuelo ordenó las ideas y dijo “sabemos que Dolores es esposa de Jacinto y que conoció a Noris; Jacinto antes de morir pasó el sobre a Noris con ayuda de Dolores”.

María complementó su relato y dijo “el sobre contenía un ‘oxeo homo’, con símbolos y claves; Noris en el lecho de su muerte entregó el sobre al abuelo, con la condición de entregar el sobre a una persona de bien. Un cofrade reclamó el sobre de una forma no confiable y pidió entregar el sobre en Quito, en una casa determinada por Alexis, los símbolos fueron anotados en su libreta por aquel hombre regordete, nos entregaron un paquete con mucho dinero, se hizo la entrega y desaparecieron. Esos son los datos que tenemos.

La abuela observó que la velada había sido muy larga y que estaba muy de noche, sería mejor ir a descansar, mañana veríamos qué pasa.

Cada quien se retiró a descansar.

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DOLORES

Al otro día nos levantamos muy por la mañana, la abuela ya nos tenía el desayuno preparado, el abuelo nos dio la llave de su carro, nos vestimos y salimos rumbo a la casa de Dolores; cuando llegamos al lugar pedimos a uno de sus empleados que nos deje hablar con Dolores, fue averiguar a ver si nos podía atender, al enterarse Dolores de quiénes éramos accedió a recibirnos, nos hicieron pasar a una salita donde una señora indígena nos invitó a que le sigamos, fuimos por un zaguán, llegamos a un gran patio interior, subimos unas escaleras de madera al segundo piso hasta un cuarto amplio.

Al entrar vimos a Dolores sentada en un sillón al lado de la cama con una chalina que cubría su cabeza y parte de su cuerpo, la cama estaba bien tendida sin ninguna arruga, alzó la mirada; vi unos ojos negros que nos miraban con una dulzura, le dio una alegría al vernos, parecía que nos había conocido desde hace mucho tiempo, yo apenas la recordaba, en el mercado con la abuela y cuando iba a visitarle a Noris, todavía mantenía esas

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trenzas tejidas con un cordón oscuro, tiradas hacia atrás, sus manos las tenía dentro de la chalina, con mucho esfuerzo las sacó para extenderlas hacia nosotros

María y yo rápidamente nos acercamos para estrecharlas, nos tocó nuestros rostros con mucho cariño, nos pidió que nos sentáramos en unas sillas junto a ella, enseguida entró la señora indígena con unos vasos de cola y galletas, la anciana pidió que nos sirviéramos, nos agradeció la visita, vimos sus ojos llorosos, eso me incomodó, pues la visitábamos por que necesitábamos de ella.

Dolores con una voz suave nos preguntó por los abuelos. María le contestó que estaban bien de salud, que le mandaban a saludar; la anciana nos dirigía sendas miradas y dijo “han crecido mucho, siempre les recuerdo junto a la hermana Noris, haciendo las tareas escolares y jugueteando en el convento”.

Me sorprendió la lucidez de la anciana, recordaba muchos detalles de nuestra infancia a sus 90 años, conversamos largo rato de nuestra infancia y de su esposo; entonces fue la oportunidad de preguntar a Dolores del sobre lacrado que Jacinto entregó a Noris, la anciana agachó la cabeza e hizo un silencio.

—No es necesario que nos cuente sobre ese tema —se excusó María.

—No te preocupes querida María —contestó Dolores con una voz quebrada.

Llamó a la mujer indígena y le pidió que retirara los vasos y los platos, al salir cerró las puertas y nos comentó que conocía todo lo del sobre y de la Cofradía.

María y yo nos quedamos desconcertados por la respuesta de Dolores, esas palabras despertaron en nosotros una curiosidad por

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saber qué nos podía contar la anciana, supe que ella tenía mucho que hablar sobre este asunto; muy disimuladamente conecté una grabadora cerca de Dolores para grabar la conversación, le pedí a la anciana permiso para mantenerla encendida y con un gesto de afirmación accedió.

Nos regodeamos en nuestros asientos y nos pusimos atentos a la conversación de Dolores, muy emocionada comenzó a contarnos que Jacinto mientras hacía negocios en Quito, alguien le contactó con un grupo de cofrades de San Jerónimo, ingresó inmediatamente el mismo año a ser miembro, él me contaba que era un grupo formado por hombres católicos muy creyentes; la militancia era solo de varones, no siempre hablaba de la Cofradía porque era una sociedad secreta, se volvió muy reservado, sus acciones en la organización le permitieron ser reconocido y pasó a formar parte del directorio, quien nombraba de entre sus miembros al cofrade mayor como representante y cabeza del grupo.

Esa dignidad recayó en Jacinto, el directorio trasladó la sede de la Cofradía a Riobamba, me comentó que un grupo de gente nueva quería tomarse el directorio violentando los procedimientos, al final de sus días, la preocupación fue más intensa, me decía que llevaba una carga tan grande sobre sus hombros.

Una tarde salimos a darnos una vuelta por el parque y siempre miraba a los lados como si alguien le estuviera persiguiendo, cuando yo le decía que deje de ese delirio, él me comentó que un grupo oscuro entró a la Cofradía, con el afán de tomarse el directorio y apoderarse de sus bienes. No iba a permitir que destruyan la organización, que tenía que protegerla el tiempo que más pueda pues habían roto el secreto que mantenía la Cofradía, habían identificado a los miembros que formaban el directorio, estaban tan vulnerables ante esta gente de malévola intención,

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esperaba que en la próxima reunión del directorio se tomara una resolución para proteger el medallón.

La anciana hizo una pausa y se metió en sus recuerdos. Quise dar por concluida la visita, porque la noté cansada, pero ella continuó con su relato; querido Julián me dijo, no sé cuáles fueron las razones para que Jacinto cambiara tanto, no sé qué era lo que le atormentaba, me pidió que convocara al directorio una noche de abril, me dio un número de teléfono para que realice una sola llamada, tenía que decir a quien me conteste “La Virgen con el niño en brazos”.

En la noche de ese día, como a las 8 llegaron uno tras de otro los miembros del directorio, a mí no me dejaron ser parte de la reunión, se encerraron en el cuarto de estudios de Jacinto, terminaron a altas horas de la noche; les quise brindar un café pero todos salieron apresuradamente de la casa, comprendí que algo malo había pasado, Jacinto me contó antes de irse a dormir, no me queda nada más que hacer.

Después de esa reunión Jacinto no fue el mismo, comenzó a enfermarse, no quería levantarse, se quedó postrado en su cama; el médico no le daba muchas esperanzas hasta que un día me llamó de urgencia y me pidió que buscara a Noris en el convento, me dio un número del casillero del correo y las llaves, me pidió que retirara un sobre lacrado, hice lo que me pidió, fui a buscar a Noris, ella tuvo que pedir permiso a su superiora, cuando salió fuimos apresuradas a la casa.

Jacinto hizo pasar a Noris al cuarto, conversaron largo tiempo, por la puerta entreabierta vi que entregaba a Noris el sobre lacrado, guardó entre sus hábitos y al poco tiempo Jacinto falleció. Noris no dejaba de llorar, me pidió que entre, ella iba a buscar al padre Gazo, no sabía qué hacer, solo lloraba, todos los empleados se reunieron alrededor de Jacinto y me dijeron que se

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harían cargo de los funerales.

Cuando estábamos velando a Jacinto vino un joven muy alto con un abrigo negro y me presentó sus condolencias, dijo llamarse Alexis Purchet, en el entierro tomó la palabra y habló en nombre de la Cofradía de San Jerónimo, al final se acercó a despedirse, me dio el pésame y se fue con un grupo de personas.

No le volví a ver hasta que una tarde apareció por la casa con eso mismos hombres que le acompañaron al entierro, me dijo que era el cofrade mayor, que su presencia era para pedir que se le entregara el medallón que tenía Jacinto, yo le dije que no sabía dónde estaba dicho medallón, al salir de la casa se despidió muy amablemente y me volvió a expresar que si sabía algo del medallón, y me dijo al oído ahí le dejo mi número de teléfono a que se comunique conmigo, esa joya le pertenece a la Cofradía. Le contesté que le haría saber si le encuentro y se marchó sonriéndome.

No pasaron muchos días cuando una tarde mientras estaba en la misa, me contaron mis empleados que unos hombres de corbata y traje negro entraron a la casa a la fuerza y rebuscaron por todo lado, como no lograron encontrar lo que querían se fueron furiosos; cuando llegué la casa estaba patas arriba, me indigné tanto que avisé a la policía, designaron el caso al agente Manuel Mayorga para las investigaciones, pero hasta el día de hoy no tenía ningún resultado, no tenía ni la más mínima idea de quienes pudieron ser los que entraron en la casa, no se llevaron nada; la policía investigó a todos los que frecuentaban la casa pero no se encontró ninguna prueba, nunca se supo nada.

Una noche vino a visitarme Alexis y se quedó a cenar, luego me preguntó sobre si sabía algo de un sobre de manila lacrado que guardaba Jacinto, cometí la imprudencia de informarle que ese sobre le dio a guardar a la monjita Noris del convento de San

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Francisco que murió hace algunos años; también me preguntó sobre los amigos de Noris y les di los datos de tus abuelos. Después de un tiempo recibí una llamada de un miembro del directorio anterior, Roberto Maldonado, magnífico amigo de Jacinto, él me informó que Alexis Purchet era el cabecilla del grupo oscuro que estaba atrás del medallón, recién comprendí que este sujeto tenía algo que ver con la desesperación de Jacinto en sus últimos días y del atraco a mi casa.

La anciana a su edad nos asombraba por su lucidez al recordar los acontecimientos, quisimos descansar para no agotarla mucho pero la energía de Dolores era sorprendente, continuó diciendo que ahora ellos se han tomado la Cofradía y reclaman el medallón, esto no me ha permitido vivir en paz, yo no sé qué contenga ese sobre lacrado pero estoy segura que tiene que ver con el medallón, sé que ustedes están tras la pista de ese sobre porque la abuela Martha viene a visitarme constantemente y me ha ido poniendo al tanto, su visita no me sorprende, les estaba esperando, recuperen el sobre nos dijo finalmente.

La anciana se quedó en silencio después de hablar con nosotros, se quedó en paz, era la hora de despedirnos, le abrazamos y salimos de su casa.

Estaban esperándonos impacientemente nuestros abuelos, preocupados por saber cómo nos fue con Dolores, primero les hicimos oír la grabación. La historia de Dolores nos ha conmovido a todos, el abuelo dijo “esto nos compromete averiguar e ir hasta las últimas consecuencias”.

María saca las conclusiones en voz alta “debemos decir que ellos tienen el sobre, pero no el medallón”. Pregunté ¿dónde está el medallón de la Cofradía de San Jerónimo?, ¿será que el ‘oxeo homo’ es el mapa para dar con el medallón?

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El abuelo no conocía nada de lo que había guardado por varios años, le indignó saber que entregó la insignia de los cofrades a un grupo indeseable, con más bríos que nunca el abuelo nos pidió a María y a mí que continuemos hasta el final con nuestra investigación, que hagamos buen uso de los recursos que esta gente había puesto en nuestras manos y que realicemos las cosas muy discretamente.

Sabiendo que era un grupo sin escrúpulos, el abuelo nos pidió que no arriesguemos nuestra integridad; también la abuela nos recomendó que nos cuidemos mucho, que nos apoyaba en todo y sobre todo que mantengamos una comunicación constante, que cualquier cosa su primo estaba de jefe de la policía en Riobamba.

Volvimos a Quito, cambiamos los números de celulares, nos mudamos de la casa de San Juan a otro sector de la ciudad, ahora estábamos viviendo en el sector de El Dorado. Las frases que logramos recordarles anotamos en un cuaderno, traté de descifrarlas pero no comprendía nada, repasé bien la historia de Dolores para encontrar alguna pista de la Cofradía, del lugar posible de dónde se podía encontrar el medallón.

Al final me encontré como al principio, no teníamos casi nada para comenzar la investigación, María y yo empezamos a dibujar los símbolos que se encontraban en el ‘oxeo homo’, de lo que nos podíamos acordar, parecen ser religiosos. Buscamos en internet y recopilamos datos de todas partes, nombres de los miembros del antiguo directorio, direcciones, cuentas bancarias, en fin teníamos una montaña de papeles.

Encontramos en la Internet un símbolo igual al que estaba dibujado en el ‘oxeo homo’, que era un corazón que contenía las palabras ‘passio X pi’, la pasión de Cristo, el corazón estaba coronado por una cruz en un trébol de fondo oscuro, este símbolo pertenecía a la comunidad de religiosos de los padres

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pasionistas, radicados en Conocoto y que regentan la parroquia Virgen Peregrina de Puengasí.

Buscamos algunos datos sobre el diamante azul marino, encontramos que era una joya única, por su tamaño, por sus quilates y por su color; no ha sido tasada pero se creía que tenía un valor incalculable; el rastro de la piedra nos lleva hasta Quito, que está desaparecida desde la República, época cuando pasó el diamante a la Cofradía de San Jerónimo; una sociedad hermética que mantenía en secreto sus símbolos y solo pocos privilegiados tenían acceso a conocer de sus ritos y símbolos.

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EL NUEVO DIRECTORIO

Después de la muerte de Jacinto se nombró al más joven del directorio como el nuevo cofrade mayor, elegido por unanimidad, se realizaron los preparativos para investirle en tan alta dignidad al hermano Alexis Purchet; asistieron a Riobamba delegados de todas las provincias, el designado prometió en su discurso de posesión conseguir el medallón con la piedra de agua marina y que la sede de la Cofradía de San Jerónimo volvería a Quito.

El flamante cofrade mayor dirigió el directorio desde Quito, lo que ambicionaba desde hace mucho tiempo, sabía que no iba hacer fácil localizar el medallón, pero haría todo lo posible por conseguirlo, invirtiendo gran cantidad de dinero y haciéndoles confesar a varios miembros del antiguo directorio dónde estaba la joya, indagaron sobre el medallón desde Jacinto, Noris y hasta el abuelo Ricardo; los fondos de la Cofradía habían servido para tratar de dar con el medallón, los recursos para esta actividad habían pedido a los militantes de la organización una cuota

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extra, con el pretexto de que se debían recuperar los símbolos de la Cofradía.

Solo dos miembros quedaban del antiguo directorio, pero vivían fuera del país, conociendo las atrocidades cometidas por Alexis tuvieron que migrar. Roberto Maldonado está radicado en Costa Rica, fue él quien advirtió a Dolores sobre lo que buscaba esta gente y que estaban tras el ‘oxeo homo’, para dar con el medallón; Antonio D´Luca que vive en Argentina, el resto del directorio había desaparecido misteriosamente, caso que la policía estaba tratando de unir los cabos para dar con los culpables.

Después de varios años de estar escondido el medallón, Alexis y su grupo ya habían dado su primer paso tras haber obtenido el ‘oxeo homo’, el camino para llegar al medallón movilizó grandes recursos para formar una fuerza de choque, con la cual persiguió y desapareció a los miembros del antiguo directorio con el único propósito de dar con el medallón, ningún miembro del actual directorio logró conocer el medallón, pero era parte del rito del nombramiento del cofrade mayor, por eso sabían de su existencia y por las entrevistas que habían tenido con los antiguos cofrades.

Alexis había pedido una reunión urgente del directorio, en el círculo de cofrades comunicó que tenía en sus manos el mapa que le llevaría hasta el medallón, mostró el ‘oxeo homo’; fue ovacionado y aplaudido por los asistentes, su actual problema era que el viejo directorio había escondió la joya en un sitio que se llegaría cuando se logre descifrar los códigos, se habían realizado una serie de estudios con expertos y nadie había podido descodificar los símbolos del ‘oxeo homo’.

—¿Cuál es la estrategia a seguir para poder llegar al medallón? —preguntó Daniel Almeida, miembro del directorio.

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—Estamos buscando la manera de cómo descifrar los códigos que contiene el ‘oxeo homo’, no son códigos comunes, son símbolos hechos arbitrariamente por los que escondieron el medallón, el directorio ha delegado a un equipo de cofrades que busque la forma de interpretar los signos, para lo cual se ha fijado un recurso económico considerable, estamos seguros que muy pronto tendremos alguna pista importante para dar con el medallón —contestó Alexis.

Alexis también informó que la búsqueda del medallón continuaría, para lo cual necesitaba que el directorio apruebe un incremento de los recursos de la Cofradía para la causa del medallón; Daniel Almeida pidió que se informe sobre los gastos realizados para esa causa. Alexis le explicó que no existe ningún informe sobre esos recursos ya que se han hecho gastos secretos, todos aprobaron los nuevos recursos para la búsqueda de la joya, con el único voto en contra de Daniel Almeida.

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LA BUSQUEDA DEL MEDALLÓN

La casa antigua de El Dorado tenía varios cuartos y una cocina grande, por el mismo precio del departamento de San Juan, en la sala María buscaba símbolos que le ayudaran a descifrar los códigos del ‘oxeo homo’, pasaba horas y horas en una montaña de papeles, apenas se levantaba para comer algo; le pedí que descansara un poco, dijo que no tenía ninguna salida, que no encontraba ni una solo pista; le propuse dejar por un tiempo los papeles y salir a darnos una vuelta por el Centro comercial San Luis, aceptó mi propuesta y ese día recorrimos el mall, comimos en ese lugar, María hizo algunas compras y tanto ir de un lugar a otro nos cogió la noche.

Tomamos la autopista al valle de Los Chillos para regresar a la casa, antes de pasar por el peaje le señalé el camino que conducía a la planada donde estuvimos hace algunos días, María señaló que esas casas que se ven allá arriba están en la Loma de Puengasí.

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Le afirmé con la cabeza, le noté muy extraña y le pregunté si le pasaba algo, ella me dijo “no sé pero entre los documentos que hemos recopilado me parece que he visto algo con el nombre de ese barrio”.

Pasamos el peaje y María me pidió que no vaya por la vía oriental y tomamos el camino por La Tola para llegar más rápido a la casa.

De vuelta a la montaña de papeles, revisamos hoja por hoja y no encontrábamos nada que tenga relación con ese nombre del barrio, estaba la sala hecho un tiradero.

—Me voy a recostar —le dije a María.

—Voy a tratar de poner en orden este reguero de papales y luego me iré a dormir —me contestó ella.

Me retiré a mi habitación, me puse la pijama, apague la luz y me acosté, estaba dormido cuando escuché un grito, salí corriendo, era María que decía “¡encontré!”.

Todavía estaba aletargado por el sueño, María me mostraba emocionada el sobre de manila; yo le decía sí y qué pasa con eso, me hizo sentar en el sillón y me mostró la lacra partida del sobre, cuando unió los pedazos formaban las iniciales LDP, enseguida se me vino el nombre del barrio Loma de Puengasí, sí son las iniciales.

—¿Pero qué hay por ese barrio —le pregunté.

—Tengo algo más, recuerdas la casa donde fuimos a entregar el sobre manila —me dijo María.

—Sí —le contesté.

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—Esa casa pertenece a Roberto Maldonado, secretario del antiguo directorio, él no vive en Ecuador, está radicado en Costa Rica, es uno de los que todavía viven, pero el pago del predio está al día —me dijo ella.

—Creo que Alexis está ocupando esa casa —le repliqué.

María me manifestó que también sabía dónde estaba el otro miembro del antiguo directorio, que todavía vive y que se llama Antonio D´Luca, salió huyendo de Alexis con toda su familia para radicarse en Iguazú, Argentina; cambiando su imagen partió desde Quito vía Lima y Chile hasta llegar a la Argentina, se puso un negocio hotelero y vive todavía en ese lugar. Alexis ni con todos sus contactos podría dar con su paradero, nosotros solo uniendo datos de todos lados conocemos de su existencia, me mostró en su laptop, el hotel de Iguazú.

Al día siguiente nos preparamos para visitar la casa de Roberto Maldonado, debíamos tener mucha precaución, podía ser la guarida de los secuaces de Alexis; nos fuimos por la autopista al valle, al pasar el peaje doblamos a la derecha y subimos por una calle angosta hasta la planada del barrio Obrero Independiente, no recordábamos bien el lugar, llegamos a la parada de los buses y logramos ver la casa.

María estaba nerviosa, le tomé de su brazo, nos acercamos muy lentamente, no veíamos a nadie por afuera, María estaba demasiado tensa y dijo “qué le vamos a decir a quien nos abra la puerta” yo le contesté “le explicaremos que queremos hablar con el señor Alexis y que venimos de parte del abuelo para agradecerle el dinero que le envió”.

Pues sin hablar nada María se adelantó y tocó el timbre, esperamos en buen tiempo y no salió nadie, volvió a tocar, ahora con más insistencia y nadie nos contestaba, tratamos de mirar

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por la puerta de hierro pero no se veía a nadie; María retiró con las manos las plantas de la reja para observar hacia adentro y me indicó que no había nadie, que se veía vacío, me acerqué al portón y estaba cerrado, apoyé mi cuerpo sobre la puerta, di un empujón, la puerta cedió y se abrió.

Con mucho sigilo María metió la cabeza y grito “buenos días”, volvió a repetir “buenos días, hay alguien”, no había respuesta, nadie contestaba, fuimos a la entrada principal, estaba cerrada; golpeamos bien duro, nadie respondió, entonces decidimos entrar a la casa, cerramos el portón, rodeamos la casa, estaba completamente vacía, una ventana se hallaba entreabierta, nos introdujimos por ahí, el sol penetraba hasta la mitad de la sala, llegamos hasta el interruptor, prendí la luz y vimos toda la sala, donde hace algunos meses atrás nos encontramos con Alexis y su grupo.

Al caminar dejábamos unas huellas en el piso, los muebles estaban cubiertos de un fino polvo, subimos las escaleras hasta el piso superior, abrimos las habitaciones y estaban vacías, sin muebles, luego fuimos a la cocina y por todas las habitaciones, todas estaban vacías, solo la sala se encontraba amoblada tal como esa noche; comprendimos que toda era una treta montada para obtener el ‘oxeo homo’. Buscamos alguna pista que nos dijera algo sobre el medallón pero no encontramos nada, se nos hizo tarde y decidimos abandonar el lugar.

Al salir de la casa un vecino del lugar nos saludó, nos pegó un buen susto.

—Primera vez que veo salir alguien de la casa, son familiares de Roberto —nos dijo.

—Sí, somos sus sobrinos —le contesté.

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—Mi nombre es Julián y ella es María, solo venimos a dar una vuelta a la casa.

—Soy Marco de la Torre, a sus órdenes, propietario de la casa de enfrente —nos señaló con su dedo una casa de color verde de dos pisos.

Nos despedimos del vecino, cerramos el portón y tomamos la ruta de la Loma de Puengasí. Subíamos por una calle pavimentada, cuando llegamos al semáforo nos paró la luz roja, María alcanzó a mirar unos símbolos en la iglesia y dijo “no tomes la carretera, métete a la iglesia”.

Viré a la izquierda, estacionamos el carro en las afueras de la iglesia, estaba cercada con mallas y tenía una puerta de metal, no se veía a nadie por dentro; María me indicó que mire los símbolos en la pared, me quedé paralizado al ver la cruz sobre un corazón, era el símbolo que aparecía en el ‘oxeo homo’; tratamos de averiguar a la gente del lugar a qué hora abrían la iglesia, nos enteramos que mañana en la tarde llegaba el párroco desde Conocoto, pero que las misas se ofrecían los días sábado y domingo.

Ese día en la casa nos preparamos una comida rápida y comenzamos a ordenar los papeles, encontramos que en mi libreta había anotado las palabras que estaban escritas atrás del lienzo del ‘oxeo homo’; le guardé en la mochila junto con toda la información que nos permitía tener alguna pista en la Loma de Puengasí. María metió todos los datos en su ordenador, guardó en su mochila y dejamos todo listo para el día de mañana.

Dormimos hasta bien tarde, nos despertó el teléfono, me levanté a contestar, era el abuelo que quería saber cómo estábamos y que le pongamos al tanto de lo que habíamos investigado, le fui dando a conocer paso a paso.

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Le conté sobre la casa de la planada que estaba vacía y que pertenecía a Roberto, también sobre los símbolos en la iglesia y que teníamos planeado ir a visitarle ese día; le pasé el teléfono a María, ella le completó la información con los datos que guardó en su ordenador; hablamos con la abuela y nos despedimos.

María fue a preparar unos sánduches, porque no sabíamos cuánto tiempo íbamos a pasar en ese lugar, me puse a limpiar el carro, luego fui a una gasolinera para tanquearle; almorzamos en la casa y estábamos listos para salir.

Cuando llegamos a la iglesia las puertas estaban abiertas de par en par, vimos un auto adentro, metimos al carro y le estacionamos junto al otro, nos bajamos y salió una señora bajita, nos quedó mirando y nos dijo “el padre está en el despacho”, nos señaló el camino por una estrecha vereda, entramos hasta una oficina donde se encontraba el padre, nos hizo pasar y nos pidió que nos sentáramos; él era muy alegre, nos dijo que se llamaba Rafael, al oír su acento de voz sabíamos que era español.

—¿Qué les trae por aquí? —nos dijo.

—Estamos fotografiando las iglesias del sector, para un trabajo de la universidad —le contesté.

El padre muy entusiasmado le llamó a la señora Margarita y le ordenó que nos haga conocer la iglesia y que nos permita tomar fotografías.

Doña Margarita nos condujo por un salón y fuimos a dar con la gran nave de la iglesia, saqué la cámara y comencé a tomar fotos; en los vitrales se volvían a repetir los símbolos, le pregunté a la señora qué significaban esos símbolos y me contestó “son de los pasionistas, regentes de la parroquia Virgen Peregrina de

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Puengasí”.

La señora Margarita nos dejó solos. Vi que María estaba haciendo anotaciones en su libreta, tomamos un sinnúmero de fotografías, recorrimos por todo lado incluido el campanario, se nos hizo tarde y fuimos a despedirnos del padre Rafael, le agradecimos por su colaboración y le pedimos que nos dejara visitar en otras ocasiones la iglesia, él nos respondió “con mucho gusto”.

Nos invitó a la misa dominical, salimos de la iglesia y tomamos el camino viejo a Conocoto, vi un carro plateado que estaba atrás de nosotros, le dije “no le pierdas de vista al carro plateado, nos vino siguiendo todo el camino”. Cuando llegamos a la casa, el carro siguió de largo, no le dimos mucha importancia, tal vez fue una casualidad.

El material recopilado en la iglesia tenía que ser ordenado, nos dividimos el trabajo, todos los datos anotados por María los subimos al ordenador, descargamos las fotos en la laptop, revisamos una por una, fue una labor ardua, todo lo que nos parecía de importancia le íbamos clasificando; María organizó la bitácora y yo elaboré un portafolio con todas las evidencias, labor que nos llevó todo el día, pedimos comida a domicilio, y al fin pudimos descansar de tantos papeles y datos.

Otro día más entre papeles, comparando, cotejando y clasificando los datos, María realizó un descubrimiento asombroso, juntó los datos del ‘oxeo homo’ con los de la iglesia, “Parroquia Virgen Peregrina de Puengasí, regentado por los padres pasionistas” y “De la peregrinación de la Virgen hasta los símbolos de la pasión, se encuentra el camino de la Virgen con el niño en brazos”. María dice, ahora nos toca interpretar esos datos, para tener alguna pista válida.

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Con María analizamos los símbolos dibujados que estaban en el ‘oxeo homo’, cuando terminaba la frase estaban trazados unos símbolos, eran un corazón coronado de una cruz, que sabemos es la insignia de los pasionistas, seguían unas mano abiertas y terminaba con unos sellos en forma de rosas; revisamos las fotos que tomamos en la iglesia y encontramos la imagen de la Virgen María en la devoción de rosa mística, patrona de la iglesia, que tenía en su pecho las rosas.

Todos los indicios señalan a la parroquia Virgen Peregrina, los símbolos de la pasión, la rosa mística, el medallón, el diamante azul marino que en su interior se ve a la Virgen con el niño en brazos. María dice “tenemos descifrado el código, no sabemos el sitio exacto, vamos aceptar la invitación del padre, el domingo estaremos en la eucaristía en la parroquia Virgen Peregrina de Puengasí”.

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LA EXPULSIÓN

En la fábrica de cartones de Alexis se había reunido el directorio de la Cofradía de San Jerónimo, para tratar urgentemente dos temas: el primero, que he recibido la llamada de un cofrade, donde me informa que unos sobrinos de Roberto Maldonado han visitado la casa de la planada y se han quedado revisando un buen tiempo; el segundo, es muy delicado, existen rumores de que en el directorio alguien está tomando decisiones a espaldas de la Cofradía.

Alexis y el directorio según sus investigaciones tienen entendido que Roberto Maldonado no tiene familiares en Quito, por esa razón quienes entraron a la casa de la planada en el barrio Obrero Independiente son unos impostores y lo que se tiene que averiguar es cuál es la razón de estos intrusos; y sobre el otro asunto, el directorio tiene indicios suficientes para saber quién puede ser el traidor.

En la reunión Alexis pidió analizar estos temas y buscar

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una solución inmediata, culpó directamente a Daniel Almeida como el traidor, es uno de los sospechosos de estar informando a otras personas de las decisiones del directorio y propuso que sea expulsado del directorio y de la Cofradía.

Alexis manifiesta que el daño ya está hecho, entre los cofrades corrían los rumores pero nadie había venido a decirle de frente y eso era un problema que sabría sortear, pero sería más fácil si tenían algún resultado sobre el paradero del medallón.

Sobre los supuestos sobrinos de Roberto Maldonado, antiguo miembro de la Cofradía ya se tienen algunos resultados, explica Alexis; además, logramos descubrir que quienes visitaron la casa de la planada son los nietos de Ricardo Silva, no sé qué buscan pero estamos tras sus pasos. Alexis pidió que Luis Aguas informe al respecto.

Luis dio su informe diciendo: “Queridos miembros del directorio, me es grato informarles que fue muy difícil localizar el paradero de estos dos muchachos, pero nos informaron que están arrendando un departamento por el sector de El Dorado, sabemos también que visitaron la iglesia Virgen Peregrina de Puengasí, creemos que de acuerdo a nuestras investigaciones han hecho algún hallazgo sobre cómo localizar el medallón y están actualmente siendo vigilados”.

Alexis comentó al respecto “se conocen todos los pasos que dan, si logran localizar el medallón estaremos listos para que pase a nuestras manos”.

A continuación Marco Sotomayor, secretario del directorio leyó las resoluciones a las que habían llegado y resolvieron que se expulse al hermano Daniel Maldonado de la organización y de la Cofradía y se haga conocer a todos los miembros de su traición; asimismo, se resuelve que la vigilancia a los nietos de Ricardo

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Silva se incremente para seguir sus pasos, conocer sus objetivos y la relación con el medallón; finalmente, el directorio concede al hermano cofrade mayor Alexis Purchet, toda la libertad de actuar para que se cumpla con este mandato del directorio.

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EL CAMINO AL MEDALLÓN

Antes de la eucaristía ya estábamos en la iglesia, doña Margarita se hallaba barriendo, nos acercamos y le saludamos muy atentamente, nos pidió que le ayudemos arreglando las flores, muy diligentemente nos apresuramos a colocar los arreglos según nos indicaba, luego pasamos a mover las bancas, al rato comenzó a llegar el coro, ubicaron los micrófonos; los feligreses iban entrando poco a poco a tomar asiento hasta que se llenó la iglesia. María emocionada decía que nunca había asistido a una misa tan bonita y muy familiar.

Cuando se terminó la ceremonia nos acercamos a saludarle al padre Rafael, nos sonrió al vernos, abrazo a María y le dio la bendición, le comunicó a la Margarita que nos ayude en todo para que realicemos el trabajo de la universidad, y se fue.

Doña Margarita nos pidió que le colaboremos con la limpieza de la iglesia para la eucaristía de la tarde, cuando terminamos nos dejó el llavero y dijo “cuando se vayan pasen dejándome por

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la tienda que está al frente en la escuela”.

Cerramos la iglesia, todos los feligreses se habían marchado, salió doña Margarita por la puerta del garaje y dejó abierta la puerta pequeña; María se percató que dos hombres estaban parados junto a la puerta pequeña, entramos y cerramos el portón de la iglesia.

En la parte de atrás de la nave de la iglesia había un cuartito por donde se sube al campanario y donde los padres se cambian para dar la misa, ahí montamos nuestro centro de operaciones, conectamos la laptop y salimos a inspeccionar el lugar.

Repasamos los datos que teníamos, el escrito en el ‘oxeo homo’ rezaba “De la peregrinación de la Virgen hasta los símbolos de la pasión, se encuentra el camino de la Virgen con el niño en brazos”, luego estaba el símbolo pasionista, las manos abiertas y los sellos de las rosas, habíamos resumido todos los datos en los siguientes términos, “el medallón se encuentra en la iglesia Virgen Peregrina de Puengasí, los símbolos de la pasión están en los vitrales, las manos abiertas se encuentran en la escultura de Jesús en la parte alta del altar y las rosas en la escultura de la Virgen Rosa Mística”, ahora nos queda saber cómo esas piezas señalan el camino de la Virgen con el niño en brazos, o sea al medallón.

Cada pieza estaba ubicada en diferente lugar, hicimos una triangulación de un elemento con otro, las manos del Cristo se dirigían a los símbolos pasionistas que están en los vitrales, uno a la derecha y otro a la izquierda, pero no encontramos la relación con la imagen de la Virgen.

Volvimos a repasar algunas veces la posición de los símbolos, pero no teníamos ninguna pista, regresamos a nuestro centro de operaciones, ya era pasado el mediodía, nos dispusimos a comer

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algo y nos tomamos un descanso de diez minutos; la tarde estaba sobre nosotros y comenzaría muy pronto la eucaristía.

Mientras descansábamos oímos unos ruidos, enseguida nos levantamos y salimos a ver que era, no encontramos nada; María un poco asustada pensó que eran ratas.

Continuamos con nuestra búsqueda, nos paramos para ver los vitrales, mientras recorríamos de un lado a otro nos quedamos en el centro, para ver la imagen del Cristo y los símbolos de los pasionistas, cuando regresamos a ver al piso estaba dibujado otro símbolo de los pasionista pero más grande, nos paramos en el centro, alzamos a ver la imagen de la Virgen y su mirada estaba en nosotros, miramos los ojos del Cristo y también nos miraba, si salíamos de la circunscripción del símbolo ya no recibíamos sus miradas.

Me agaché para golpear con el taco de mis zapatos la baldosa y una en particular sonaba al vacío, no había indicios de que esté móvil, cogimos una banca y con su filo le dimos a la cerámica y esta se movió, con una navaja levantamos la baldosa cuidadosamente, había un agujero, metí la mano y me encontré con una caja envuelta en un paño.

María dijo veamos qué contiene, pueda que sean reliquias de la iglesia, que a veces los curas guardan como un rito, descubrí el paño y quedó al descubierto un cofre pequeño de madera, forcé sus seguridad y adentro estaba el medallón, un diamante azul marino, nunca había visto un diamante tan grande.

María me pidió que le haga ver, le entregué el medallón, ella le alzó a la luz y expresó “es verdad, adentro se ve la imagen de la Virgen con el niño Jesús en brazos”.

Sentimos que alguien nos observaba, guardamos la joya en

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el cofre y le metimos en la mochila, traté de dejar la baldosa en su lugar tal como estaba, al salir vimos unas sombras que se movían por los vitrales de la iglesia, fuimos a recoger las cosas del cuarto del vestuario, oímos que forzaron la puerta, enseguida nos subimos por la escalera de caracol y llegamos al campanario.

Desde ahí logré divisar el carro gris que nos siguió la otra tarde, le mencioné a María “estamos siendo vigilados, creo que son los hombres de Alexis, pronto darán con nosotros, llama al abuelo y trata de contarle la situación antes de que den con nosotros”.

María llamó al abuelo y le contó que estábamos atrapados en el campanario de la iglesia, el abuelo nos comunicó que estaba viajando a Quito, que tratemos de escondernos lo que más podamos y si nos atrapan no pongamos resistencia, que tratará de avisar a la policía.

Comenzamos a oír unos pasos en el cuartito del campanario, nos echamos para atrás para no ser localizados, tratamos de escondernos en el espacio oscuro del campanario, los hombres de Alexis comenzaron a subir sigilosamente las gradas del caracol alumbrándose con sus linternas; en eso se oyó unos gritos desde afuera, era doña Margarita que venía a preparar la eucaristía de la tarde, los gritos llenaron la iglesia “abran la puerta, abran la puerta”, los hombres de Alexis retrocedieron, apresuradamente.

Cuando ya no les escuchamos bajamos, abrimos el portón de la iglesia y doña Margarita enojada nos recriminó, nos dijo alzando la voz “qué hacen aquí, apúrense, ya viene los que dan el curso de bautismo y ustedes encerradotes en la iglesia”, pese a sus reclamos qué felicidad nos dio verla de nuevo.

Mientras entraba doña Margarita mucha gente estaba esperando afuera para el curso de bautismo, alcancé a mirar a

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unos extraños hombres ubicados estratégicamente en toda la iglesia y le comenté a María que no podíamos salir porque toda la iglesia estaba rodeada.

María manifestó “estamos a salvo hasta que se termine la misa”.

Alexis recibió una llamada de uno de sus matones, le comunicó que el objetivo había sido localizado; este pidió que se monte guardia, que rodeen el sector y cubran todas las salidas de la iglesia, que él estaba en camino.

Daniel Almeida también fue comunicado por un informante infiltrado dentro del grupo de los hombres de Alexis, de que el medallón había sido localizado por los nietos de Ricardo Silva, le contó que estaban rodeados, que iba a ser muy difícil de que escapen esta vez, a la salida iban a ser abordados por los secuaces de Alexis para arrebatarles el medallón.

Daniel Almeida hizo una llamada a Ricardo Silva, se presentó como un amigo de Roberto Maldonado, miembro del secretariado anterior, le comunicó que estaba al tanto de las actividades de sus nietos y le informó la situación. El abuelo se quedó un poco incrédulo.

—Le pido que se identifique.

—Mi nombre es Daniel Almeida, soy parte del actual directorio y conozco las intenciones de Alexis, quiero que confíe en mí.

—Estoy por llegar a Quito y voy en busca de la policía —le comunicó el abuelo.

—Previamente nos podíamos ver para darle algunos datos que la policía debe conocer —le explicó Daniel.

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—Encantado —le respondió el abuelo.

Daniel le recomendó que no llegue al departamento de los muchachos, estaba siendo vigilado todo el tiempo, venga directo a la iglesia pero no entre, quédese en la Escuela Humberto Vacas, yo le estaré esperando.

María y yo estábamos escondidos atrás del altar, desde ahí lográbamos ver a todos los feligreses y a los hombres de Alexis, doña Margarita se convirtió en nuestra cómplice, le habíamos dicho que unos hombres estaban tras de nosotros, no le indicamos la razón, tampoco nos pidió explicación.

Margarita nos llevó por un laberinto y nos ubicó en un espacio reducido y nos dijo “aquí nadie les verá”.

Desde ese lugar se podía ver por unas rendijas toda la iglesia, le pedimos que no informe al padre Rafael hasta que pase este momento, salió y nos dejó en ese lugar.

Logramos ver desde ahí a nuestros perseguidores bien ubicados en los puestos del último, también alcanzamos a reconocer a Alexis, quien estaba con terno habano. Mi celular empezó a vibrar, miré la pantalla y vi que era el abuelo quien me llamaba, muy quedamente contesté, él me informó que estaba por Lasso y que en una hora aproximadamente estaría por la iglesia; asimismo me comunicó que se había unido Daniel Almeida, amigo de Roberto Maldonado y que tiene alguna información que nos puede servir.

No pude escuchar nada más, había interferencia, cerré el teléfono y le informé a María que el abuelo estaba en camino y que se había comunicado con un amigo de Roberto Maldonado, María le comentó que Roberto es el dueño de la casa de la planada y que vive en Costa Rica.

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Se terminó la eucaristía y la gente comenzó a desocupar la iglesia, el padre Rafael se cambió y salió apurado, doña Margarita nos mencionó que esos hombres se habían quedado afuera, que ella se iba para que no sospechen, nos pidió que estemos tranquilos, nadie conoce este escondite y se fue.

Desde nuestro escondite vimos que Margarita era interceptada por dos hombres para hacerle preguntas, ella negó con la cabeza y salió del lugar enseguida, entraron más hombres a la iglesia y buscaron por todos los lados y no dieron con nosotros, la gente de Alexis estaba desesperada porque no nos localizaba, estaba como loca revolviendo toda la iglesia.

Se oía por los intercomunicadores como los hombres de Alexis se comunicaban entre ellos, entraban y salían, miraban por todo lado, pasaron cerca de nosotros, nos aguantamos la respiración, el corazón me latía rápidamente, luego de un rato abandonaron la iglesia y nosotros volvimos a la calma.

En la Escuela Humberto Vacas, desde un salón de clase, Daniel Almeida y el abuelo conversaban sobre el tema. Almeida le puso al tanto de las actividades oscuras de Alexis, le dio datos, lugares y le entregó un documento con pruebas que incriminaban a varios miembros del directorio de la Cofradía. Desde una ventana observaban el movimiento de los hombres de Alexis.

—¿Qué pasaría? —preguntó el abuelo.

—Parece que no les localizan.

El abuelo quiso llamar al celular pero Daniel le impidió, le explicó que si hace la llamada puede que les ponga en alerta a los secuaces de Alexis y les dé alguna pista para localizarles.

El abuelo desistió de llamarnos, veía los acontecimientos desde la ventana de la escuela; Daniel le indicó que la persona

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que estaba con el traje habano era Alexis, el abuelo le observó desesperado y pegado el celular al oído, después de un momento Alexis se subió a un automóvil y se marchó, la mayor parte de hombres se fue en diferentes carros, se quedaron algunos vigilando desde sitios estratégicos.

Daniel Almeida se comunicó por teléfono con su contacto, quien le informó que el objetivo no fue localizado, no sabían cómo pudieron burlar la guardia para escabullirse, tenían una leve sospecha de que tal vez no salieron del lugar y se había montado la vigilancia para el día y la noche a la iglesia, si lograron salir del lugar estaban rastreándoles en Riobamba y en Quito.

—¿Cuáles eran los planes de Alexis si los muchachos habían logrado salir? —preguntó Daniel a su contacto

—Van a vigilar todos los sitios a donde puedan ir, habían montado un operativo con cien hombres equipados distribuidos en todas partes.

—Es hora de llamar por teléfono —expresó el abuelo.

—Adelante —le contestó Daniel.

El abuelo primero llamó a su esposa Martha, le puso al tanto de los acontecimientos y le comunicó de que era hora de que llame al capitán Mayorga para que le dé algunas pistas, y le pidió que se cuide mucho.

La segunda llamada nos hizo nosotros, el celular comenzó a vibrar en mi pantalón y enseguida le contesté.

—¡Aló!, ¿cómo estás abuelo?

—Julián, no sabemos qué paso, ¿cuéntame?

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—Esto no debe escuchar nadie.

—Un momento —el abuelo salió a un patio y Daniel comprendió—, ahora podemos hablar.

—Abuelo todavía estamos adentro de la iglesia, escondidos en un recoveco, quiero saber si podemos salir.

—Estamos viendo cómo les rescatamos con el capitán Mayorga, actualmente la iglesia está vigilada por los hombres de Alexis, no me llames Julián, yo me mantendré en contacto con ustedes.

—Abuelo tenemos el medallón —le menciona María.

—No creía que existiera —le dice emocionado.

—Bueno abuelo estamos en contacto —se despide María.

La abuela Martha se comunicó con su familiar, miembro de la policía de alta graduación, le pidió ayuda porque su casa estaba siendo vigilada por gente extraña y le contó que el abuelo estaba fuera de la ciudad; enseguida se montó un operativo muy discretamente para identificar a las personas.

El capitán Mayorga de civil fue a visitarle a su prima Martha, tuvieron una conversación bastante larga, la abuela le contó la historia del medallón, le dio algunos datos sobre el cabecilla de este grupo y todo lo que está sucediendo en Quito.

Mayorga se comunicó con el abuelo Ricardo, y este le informó al capitán que estábamos atrapados en la iglesia. El capitán le contó que tenía identificada a esta banda en Riobamba, que enseguida se comunicaría con Quito para que se identifique a los demás de esta red, que actuaban muy profesionalmente y era muy difícil atraparles; por tal razón les pidió mucha discreción

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para que no se entorpezcan las investigaciones, ya que esta era la oportunidad para atraparles, y que los documentos que tiene en sus manos los guarde, pronto alguien de la policía irá por ellos.

En Riobamba se capturó a unos miembros de esta red de delincuentes, que tienen antecedentes criminales y que actuaban bajo la dirección de un grupo religioso; la policía había estado desde hace mucho tiempo tras sus pasos y esta era la ocasión de actuar, de los interrogatorios realizados se les vinculó a una serie de actividades delictivas.

Un piquete de la policía especializada llegó al sector de la Loma de Puengasí, identificaron a los sospechosos y se pusieron en contacto con el abuelo; nos rescataron de adentro de la iglesia, el abuelo vino a recibirnos y la gente del barrio se agolpó para enterarse de los acontecimientos. Nos subieron en un patrullero y nos llevaron hasta nuestra casa en El Dorado.

Esa misma noche la policía con los documentos entregados por el abuelo a un agente fiscal, montó un operativo y se allanaron las casas de algunos miembros del directorio y de toda la red de delincuentes. A la casa de Alexis en Cumbayá llegaron unos patrulleros con varios uniformados, entraron inesperadamente y capturaron al jefe de la banda, sospechoso de varios crímenes a los antiguos miembros del directorio y de otros delitos.

La Cofradía de San Jerónimo había realizado un homenaje póstumo en el vergel del cementerio del convento de las hermanas franciscanas de la ciudad de Riobamba a Jacinto Daqui, Dolores Mercedes Sierra y la hermana Noris de la Cruz, como guardianes del medallón. A esa ceremonia fue invitada toda la familia Silva, Daniel Almeida, como cofrade mayor presidió la ceremonia con todos los representantes de las diferentes provincias del Ecuador; además, al acto fueron invitados el arzobispo de Riobamba y otras autoridades.

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En ese acto el abuelo entregó a la Cofradía de San Jerónimo el diamante azul marino, conocido como el medallón, lo recibió Roberto Maldonado y Antonio D’Luca; ancianos que llegaron desde Costa Rica y Argentina para el acto póstumo, ellos fueron los encargados de poner el medallón en el cuello de Daniel Almeida.

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Desaparecido

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Edison Cando 153

DESAPARECIDO

Esteban Gabriel Ricaurte Cevallos estrena su primer terno, hoy es la graduación en el Colegio Amazonas de Chone, y se convertirá en el flamante bachiller de la República, sus padres le han organizado una fiesta con todos sus amigos. Esteban ha invitado a Alegría, su amiga colombiana, a él le gusta mucho, siempre confiesa a todos que es su mejor amiga, ha decidido declararse esa noche y espera con ansias la fiesta de su graduación con la esperanza de que le acepte oficialmente como su novio.

Ese día apareció un sol radiante y una gran concurrencia de gente que asistió a la ceremonia de graduación. El acto dio inicio cuando se habían ubicado todos los miembros de la mesa directiva, comenzó con la lectura del orden del día; Esteban estaba aburrido oyendo los interminables discursos de todas las autoridades, solo pensaba en la fiesta de esa noche, y como era un acontecimiento único en su barrio, su casa iba estar a reventar.

La ceremonia se alargó tanto que Esteban ya no se hallaba

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Cuentos urbanos154

en su asiento, regresaba a mirar a cada momento, para ver si había llegado Alegría, pasaba su mirada por todo lado y no podía localizarla, por fin oyó su nombre por el altavoz, se levantó y se puso en la fila para que las autoridades le pongan el birrete y le entreguen su título. Desde la tarima de graduación logró divisar a su mejor amiga, le sonrió y con la mano le saludó, Alegría estaba con un hermoso vestido rojo descotado, unos zapatos blancos de tacón alto y se había soltado el cabello, a Esteban le parecía una princesa sacada de los cuentos que leía cuando era niño.

Se acabaron los discursos y continuaron las felicitaciones, realmente la familia de Esteban era muy corta: su papá y su mamá, no tenía abuelos, solo unos pocos allegados y si alguna familia tenía, esta vivía en Guayaquil, a la que nunca conoció y que solo sabía por información de su mamá. Para su graduación fueron invitados todos los vecinos del barrio, a la salida de la institución le felicitaban y a la vez querían tomarse fotos; Alegría se acercó y le dio un beso en la mejilla, Esteban se sonrojó y aprovechó la oportunidad para decirle que la esperaba en la fiesta. Los invitados se subieron en una buseta y se fueron a la casa de Aurelio y Fabiana Ricaurte, padres de Esteban.

Los padres para la graduación de su hijo botaron la casa por la ventana, había comida y bebida por todo lado, las muchachas del barrio querían bailar con el recién graduado, hasta que le tocó el turno a la más esperada, su amiga Alegría Trinidad Marulanda, Esteban esperaba encontrarse con ella ansiosamente, cuando le invitó a bailar quería lo más pronto pedirle que le acepte como su novio, pero le comenzaron a temblar las rodillas y le pidió salir al patio por un momento, tuvo que respirar profundamente y tomando fuerzas se declaró a su mejor amiga, pidiéndole que sea su pareja, ella también esperaba que Esteban al fin se decida; sellaron su unión con un profundo beso y pasaron toda la fiesta juntos, él estaba más feliz por su novia que por su graduación.

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Edison Cando 155

Era de madrugada cuando la gente comenzó a salir de la fiesta y Esteban no quería separarse de Alegría, solicitó a los padres de ella que le permitan acompañarle hasta su casa, accedieron alegremente y los dos caminaron en la oscuridad de la noche hasta llegar a la casa, recordaron que fueron dos años de amigos y ambos sabían que eran el uno para el otro y esa noche se cumplió sus deseo.

Los padres de Esteban decidieron vender la bodega de Chone y trasladarse a vivir a Manta, donde pretenden ampliar su negocio poniéndose un supermercado por el malecón, el propósito de ese cambio era para que su hijo pueda estudiar en la universidad de Manta; esto molestó a Esteban porque han tomado una decisión sin contar con su opinión, les reclamó, creía que todavía le consideraban un niño, pero ya estaba hecho y no había otra opción, con mucha pena le comentó a su novia Alegría, pero ella le apoyó, la relación de los dos no se verá afectada porque ella también irá a estudiar a Manta después de graduarse, aunque vivirá en Chone pero aún así se podrán ver casi todos los días.

Esteban y Alegría pasaron su carrera universitaria sin muchos contratiempos, siempre salían juntos y se ayudaban en los trabajos, él se había graduado primero y un semestre más tarde su novia. Esteban estaba esperando que ella termine sus estudios para pedirle matrimonio a su amada Alegría; ella aceptó y los dos decidieron que sería para fin de año. Esteban dio la noticia de su boda a sus padres, quienes le acompañaron a visitar a los padres de Alegría para pedir formalmente la mano, las dos familias estuvieron de acuerdo en que se formalice la relación de la pareja y prometieron apoyar la decisión tomada por los dos y comenzaron desde ese momento los preparativos para el matrimonio.

El matrimonio lo realizaron en forma modesta, asistieron

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Cuentos urbanos156

familiares de ambos novios y algunos amigos de la pareja. De luna de miel realizaron un viaje por la serranía, visitaron algunos lugares en tren, conocieron la capital donde se hospedaron por tres días, se fueron en un tour desde Quito hasta la Amazonía, después de 20 días regresaron. Alegría y Esteban decidieron radicarse en Manta administrando el negocio de los padres de Esteban.

La familia de Alegría era migrante colombiana, que llegó al Ecuador huyendo de los paramilitares que les habían arrebatado todos sus bienes, y decidieron radicarse en Chone. Después del matrimonio la familia de Alegría decidió regresar a Colombia, cuando los paramilitares resolvieron entregar las armas, pasar los terrenos y sus bienes a sus antiguos dueños.

Al morir el padre de Esteban, la madre tomó la resolución de pasar todos sus bienes a su hijo, quien recibió una pequeña fortuna con la venta del supermercado, con ese dinero puso una empresa para fabricar harina de maíz, compraba casi todo el maíz de la zona y de otros lugares que venían a entregar, él almacenaba y luego secaba, para pasar más tarde a la procesadora de harina precocida de maíz, que empaquetaba y comercializaba en todo el país, el negocio fue creciendo y montó una fábrica más grande, su producto se vendía hasta en el extranjero, el comprador más importante era Venezuela, el negocio resultó próspero y daba trabajo a cientos de obreros.

En una reunión de negocios conoció a Gary Fuell, un hombre muy respetado en el círculo de empresarios, quien le propuso a Esteban ser su socio y ampliar la fábrica con un capital fresco, la idea le gustó mucho a Esteban y accedió ampliar la sociedad. Gary se encargó de la parte jurídica de la compañía haciendo gestiones en Quito y al final se creó la compañía a nombre de los dos, compraron grandes extensiones de terrenos hacia el sur de Manta y comenzó la construcción de la nueva fábrica, se contrató

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Edison Cando 157

a muchos empleados y el negocio creció formidablemente.

Gary manejaba todo junto con sus hijos y poco a poco fue marginando a Esteban de las decisiones de la compañía y cuando le reclamaba sobre esta situación y de una mayor participación en las decisiones dentro del negocio, Gary se burlaba de Esteban y le decía que pronto no tendrá nada, porque todo pasará a sus manos, que se conforme con ser socio, que todo está bajo control. Esto molestó mucho a Esteban que no le dejen participar en las decisiones de su propia empresa, entonces decidió ir con sus abogados, fue cuando recibió una amenaza directa de Gary, que si no dejaba las cosas como están, él y su familia sufrirían consecuencias muy graves, Esteban no lo tomó en serio, pensó que solo quería amedrentarle y continuó con la decisión de romper la sociedad.

Una noche Gary fue a verle a su casa, estaba furioso, llegó con sus dos hijos y delante de su esposa y de sus hijos, le gritaba “Esteban tienes plazo hasta mañana para quitar tus demandas, no me obligues a toma otras medidas”. Esteban le contestó en el mismo tono y le dijo “haz lo que quieras, estoy reclamando lo que por ley me corresponde”, esto enfureció más a Gary que gritándoles le dijo te vas arrepentir y junto con sus hijos se marchó.

Alegría llorando abrazó a sus hijos y los llevó arriba de la casa, Esteban furioso todavía se fue hacia la cocina donde se preparo un café. Cuando bajó Alegría la abrazo y la consoló, le decía “no te preocupes todo saldrá bien, solo reclamo mi parte de la fábrica”; Alegría le insinuaba “comunícale a la policía, denunciémosle sobre lo que nos ha hecho”. Hablaré con mis abogados para averiguar la mejor estrategia para que legalmente se rompa la sociedad y poder reclamar mis derechos.

Cuando Esteban al otro día quiso entrar a su oficina en

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Cuentos urbanos158

la fábrica, los guardias tenían la orden de no dejarlo entrar, insultó a los guardias con la amenaza de despedirles si no le dejaban ingresar, pero ellos decían que solo cumplían órdenes; Esteban sin poder hacer nada se fue hablar con sus abogados, quienes plantearon una estrategia jurídica para continuar con la disolución de la compañía. Los abogados de Esteban le plantearon una demanda a Gary.

Esa noche mientras dormían entraron unos matones a la casa de Esteban, dirigidos por el hijo menor de Gary, Raúl Fuell, quienes les tomaron por sorpresa, les maniataron, pusieron un adhesivo en la boca de cada uno y les vendaron los ojos, les embarcaron en una camioneta y les llevaron sin rumbo cierto, cuando llegaron les metieron en un lugar y les sentaron en unas sillas, solamente a Esteban le quitaron la venda de los ojos, al recobrar la visión vio una pequeña luz que emanaba de un foco ahorrador, apenas alumbraba el lugar, enseguida se dio cuenta que estaban en la bodega de la fábrica antigua y que estaba abandonada desde que se construyó la nueva planta.

Al momento, Esteban vio la silueta de Gary, pues era un hombre muy obeso; mientras este se acercaba oía su jadeo por el cansancio que le producía al caminar hasta donde él estaba, cuando estuvo muy cerca le vio dibujar una sonrisa en su rechoncha cara, luego con una voz jadeante le dijo: “Hay mi querido Esteban, eres un necio y tendrás que pagar por eso, tu familia no tiene por qué pasar este trance, pero te voy a dar una última oportunidad, si tú firmas estos documentos, no les pasará nada a ti, ni a tu familia y vivirás en paz”. Esteban al ver su situación y la de su familia accedió con un gesto de sus ojos; Raúl, el hijo menor de Gary se acercó a Esteban y le expresó: “te voy a soltar las manos para que firmes y si intentas algo, pagará tu familia”, señalando a sus tres hijos y su esposa.

Le zafaron las manos a Esteban, él miró con mucha tristeza

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a su familia, se culpó por tenerles en ese estado y decidió firmar sin mirar nada, una serie de documentos que le ponían uno tras otro, mientras firmaba sabía que estaba haciendo el traspaso de todos sus bienes a manos de Gary; era increíble saber con qué tipo de gente se había metido, de llegar a medidas extremas para conseguir inapropiadamente bienes, por otro lado tenía que proteger a su familia y quedarse sin sus bienes no era tan importante en esos momentos.

Cuando Esteban término de firmar los papeles, Gary se acercó y le dijo: “me alegro de que seas consciente, ahora descansa en paz”, el terror se apoderó de Esteban, un matón le viró la cara hacia su familia y pudo presenciar cómo les disparaban a su familia sin ningún temor, cuando descargaron todas las municiones, los cuerpos inmóviles de su familia cayeron al piso dejando un charco de sangre. Esteban fue maniatado nuevamente, trataba de gritar pero no podía, su rostro se llenó de lágrimas y de ira, fue golpeado cobardemente por los matones de Gary, incluso el mal nacido de su hijo le propinó sendos golpes hasta que se desmayó.

Cuando recuperaba de nuevo la conciencia, era brutalmente vuelto a golpear, al fin oyó la orden de Gary que decía: “acaben de una vez con ese infeliz”, fue cuando disparaban a mansalva contra la humanidad de Esteban, este se dejó caer al piso y perdió la conciencia otra vez, los matones le tomaron por muerto, nadie podía aguantar semejante golpiza y encima baleado; la orden era botarle en el fondo de la quebrada del relleno sanitario, para que sea enterrado en una montaña de basura, y los cuerpos de la familia de Esteban sean cremados en los hornos de la fábrica.

Esteban se despertó y sintió el olor horrible el lugar, le dolía por todas partes, miró a su alrededor, estaba en el fondo de una montaña de basura, trató de incorporarse, pero le dolía todo su cuerpo, trató de buscar con la mirada a los cuerpos de su familia

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Cuentos urbanos160

y no encontró por ningún lado, haciendo un gran esfuerzo logró zafarse las manos y posteriormente se desató todas sus ataduras, comenzó a trepar por el basural y logró salir del lugar, pues se encontraba en un relleno de basura, comenzó a deambular como ido por la calle, hasta que llegó a una plaza y se desplomó, la gente del lugar se amontonó para ver al hombre que estaba herido y golpeado, un curiosos alertó a la policía.

La policía lo llevó a un hospital cercano, le atendieron de urgencia, le hicieron algunas intervenciones pues tenía varias balas dentro de su cuerpo; cuando se despertó había un doctor que le hacía una serie de preguntas, pero no podía contestar nada. Esteban estaba ido, una enfermera le daba de comer todos los días, así paso por algún tiempo, cuando se encontró más recuperado, la policía volvió a interrogarle, pero Esteban no entendía nada y respondía incoherencias, no lograron identificarle porque no traía ningún documento, seguía aletargado como fuera de sí, el director tomó la decisión de que le ubiquen en algún sanatorio hasta que se recupere totalmente, el departamento social del hospital hizo los trámites necesarios para que sea reubicado el paciente.

Al desconocido le trasladaron a un centro de indigentes, regentado por las hermanas de la caridad, en donde estuvo varios años recluido, más tarde la madre provincial pidió que sea trasladado hasta un sanatorio psiquiátrico del Estado, un médico de la institución firmó su traslado hasta un centro psiquiátrico, ahí le mantuvieron sedado por años, los momentos que no estaba sedado Esteban recordaba imágenes de su familia y gritaba llamándole a su esposa e hijos y lleno de lágrimas era trasladado a su cubículo donde le ponían una camisa de fuerza que prácticamente le dejaban inmóvil y le dopaban para mantenerlo tranquilo.

Esteban poco a poco comenzó a salir de su trance, se daba

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cuenta de las cosas, ya controlaba sus impulsos para que no le den tranquilizantes y hacía la fila para coger su ración de alimento, conversaba con otros pacientes, pero no podía entablar una conversación coherente, los enfermeros no le hacían caso, no sabían quién era, no se le abrió ningún expediente porque no conocían su nombre, ni alguna dirección de sus familiares.

Esteban fue recobrando lentamente su memoria, las imágenes no le permitían estar tranquilo, él no supo nada más de su esposa y de sus hijos, solo el recuerdo donde les vio caer acribillados por los matones de Gary Fuell y la cara de satisfacción de Raúl cuando cometía esa barbarie, esos recuerdos le inundaban a todo momento. Esteban se recuperó totalmente y se daba cuenta de su condición de paciente.

Esteban no tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde ese día fatal con su familia, pero se imaginaba que eran muchos años, ya que fue trasladado de sanatorio en sanatorio. Su memoria le llevaban al día de su boda, se acordó cuando mandaron a traer de Guayaquil el traje de bodas de su esposa, llegaba a su memoria ese vestido blanco con una cola larga que se necesitaba de cuatro niños para que la lleven, la corona y el ramo de flores blancas; y su traje que fue confeccionado por un sastre de Portoviejo sacado de un modelo de revista, luego la fiesta con sus amigos e invitados, él había cumplido 25 años cuando se casó con Alegría, esos recuerdos le daban paz a su corazón.

Recordaba su fábrica de harina y la mala suerte que le acompañó desde el día que conoció a Gary Fuell, tenía 40 años cuando formó la sociedad con ese malhechor, Esteban en ese tiempo sabía de algunos rumores de que Gary estaba blanqueando dinero con negocios prósperos, pero nunca les dio importancia, en el mundo de los negocios siempre rondan esas perversidades entre los industriales, esa sociedad solo duró cinco años hasta

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Cuentos urbanos162

ese fatal día.

Él creía que iba a morir dentro de esa cárcel de locos, tenía que buscar cómo salir del sanatorio, no pasaba palabra con nadie, los médicos y el personal del sanatorio creían que era sordomudo, no era tomado en cuenta, y comenzó por conocer y a deambular por todos los rincones del hospicio, empezó a coleccionar llaves que encontraba en todo lugar, si cualquier persona se descuidaba de sus llaves estas desaparecían, Esteban se las arrebataba, nadie sospechaba de él, cuando se perdían las llaves de las oficinas, sacaban copias enseguida, él tenía en su poder una gran cantidad de llaves y comenzó a probar una tras de otra en las puertas y las que si abrían les iba separando y enumerando de acuerdo a las puertas.

Casi tenía las llaves de todas las puertas, esto le permitió abrirlas y cerrarlas a cualquier hora, por las noches se pasaba de un sitio a otro hasta que en una madrugada, donde todos dormían, probó las llaves de la puerta que daba a la calle y pudo salir sin ser descubierto; ese día durmió en la calle, luego vio que mucha gente vivía y dormía en las calles, tomó la decisión de ser uno más de ellos.

Al principio no se acostumbraba a comer de la basura, pero todo los indigentes del sector lo hacía y se adaptó rápidamente, luego como todos buscó un sitio fijo donde dormir para no ser molestado, le gustó más esa vida en la calle que estar prisionero en el sanatorio con muchos locos, empezó a trajinar por la ciudad y a vivir sin temores de ninguna naturaleza, aprendió de sus compañeros de la calle a sobrevivir.

En el sanatorio psiquiátrico nadie se percató de su ausencia, fue después de varios días que el médico preguntó por el paciente sordomudo, las enfermeras no sabían qué responder, nadie le había visto en los últimos días, el médico pidió a todo el personal

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que lo busque por el edificio, nadie dio razón del paciente, no se explicaban cómo se salió, ya que los guardias no habían reportado nada anormal, controlaban bien las visitas y de noche permanecía todo cerrado, el escándalo duró pocas semanas. Esteban no tenía expediente en el sanatorio, se le dio como que no existiera, el director del centro borró cualquier indicio de su existencia y todo terminó ahí, al final nadie reclamaría por él.

Igual que los otros indigentes de la ciudad, comenzó a manejar un itinerario, buscaba su desayuno en el mercado, recorría todo el malecón, recogía todo el día botellas plásticas y cartones que luego las vendía en un recicladero, al mediodía subía hasta el convento donde las hermanas de la caridad repartían comida a los indigentes, en la tarde iba al botadero de basura donde minan los desechos de la ciudad y volvía de nuevo al convento donde le daban una colada de avena con pan y de ahí bajaba a su sitio de dormir, esa rutina la realizaba todos los días, era su forma de vivir, refugiado en ese mundo se olvidó de sus dolencias, pero mantenía la esperanza de poder hacer justicia algún día y comenzó a investigar los movimientos de su antiguo socio desde su condición de mendigo.

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Cuentos urbanos164

DESAPARECIDO

Esa noche Marcelo tenía que salir urgente hasta Manta, había recibido una llamada de su cuñada que le preocupó mucho, su hermano hace cuatro días que no aparecía, le dijo ella que no le había llamado para no preocuparle; también le informó que ya dio aviso a la policía y que están haciendo las gestiones necesarias para localizarlo, que su teléfono celular está apagado y no tenía como comunicarse.

Marcelo le prometió que viajará lo más pronto posible, había pedido permiso para el día viernes en su trabajo, para poder partir la noche del jueves, regresar a Quito el fin de semana e incorporarse a su trabajo el día lunes. Él era el responsable de toda la parte informática de la empresa y no podía ausentarse por mucho tiempo, vivía solo, alquilando un departamento pequeño por Monjas, pidió a la dueña de la casa que esté pendiente del departamento ya que salía de viaje esa noche y que el día domingo por la tarde estaría de regreso.

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Al salir de su trabajo dejó a su ayudante las indicaciones que debía cumplir el viernes y se despidió, pasó por las oficinas de la flota comprando un pasaje a Manta para las 9 de la noche y enseguida fue a su departamento para alistar la maleta, metió algunas prendas de vestir en su mochila y antes de ir a la terminal realizó una llamada a su cuñada para saber alguna noticia y avisarle que salía esa noche y que estaría por la mañana en Manta; Margot no tenía ninguna pista del paradero de su esposo, le informó que la policía estaba haciendo las averiguaciones en el bar donde fue visto por última vez.

En la terminal de transportes, Marcelo estaba esperando el autobús que le llevaría hasta Manta, cuando escuchó que podía abordar su carro, se subió y mientras iba buscando su número de asiento sintió que atrás de él había varios pasajeros que pedían pasar, se acomodó en su asiento y se puso a mirar una película en DVD, y se quedó dormido.

Era las 5 de la mañana del viernes cuando el controlador del carro lo despertó, ya habían llegado a la terminal de Manta, retiró su maleta, hizo parar un taxi que le llevó hasta la casa de su cuñada; mientras iba en el taxi llamó a su cuñada para que le abriera la puerta, el taxi le dejó en la dirección solicitada, Margot le recibió y entraron a la casa.

Mientras Marcelo desayunaba, Margot le ponía al tanto de los acontecimientos, le informó que cuando salió de su trabajo, Ernesto le había llamado para avisarle que se iba al bar de Roque, que llegaría un poco tarde, que le guarde comida dentro del micro. También, le comentó Margot que le había esperado hasta bien entrada la noche, en la mañana se dio cuenta que no había venido a dormir, ha estado llegando temprano con la esperanza de que haya llegado, su teléfono está fuera de servicio y no hay forma de saber nada de Ernesto.

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Cuentos urbanos166

Margot le contó que al otro día se fue a misa como todos los domingos y de ahí viajó a donde su mamá que vivía en Calceta, esperando que le llamara en cualquier momento, pasó todo el día y no recibió ninguna llamada y se regresó a Manta, pasó por donde Éder, amigo de Ernesto y le averiguó sobre su esposo, el patucho le había dicho que estuvo con él en el bar de Roque, pero que salió temprano, como a las 8 de la noche, Ernesto se había quedado con Kléver y de ahí no le había vuelto a ver.

Margot le comentó a Marcelo que pasó de casa en casa de sus amigos buscándole y nadie sabe de él, llegó a su casa con la esperanza de encontrarlo pero no estaba, algunas veces se iba para Chone a jugar en el equipo de sus primos, pero siempre le avisaba.

También, Margot le comunicó a Marcelo que el día lunes fue a poner la denuncia en la policía, le tomaron los datos y le dijeron que se comunicarían con ella lo más pronto posible, que por el momento tiene que esperar una 48 horas para comenzarlo a buscar, preocupada se fue a su trabajo, esperando que la policía pueda dar con Ernesto.

Margot trabajaba de doméstica donde la familia Zambrano, le contó a la señora Azucena de lo acontecido, ella le expresó “debe estar borracho con sus primos en Chone, ya mismo aparecerá”; Margot le explicó que pasó todo el día pendiente del teléfono en su trabajo porque él solía llamar a la casa de la familia Zambrano. Al salir de su trabajo pasó por la jefatura de policía, pero no obtuvo ninguna respuesta; al otro día viajó a Chone para conversar con los primos de Ernesto, estos le manifestaron que Ernesto no ha llegado, le esperaban para jugar el domingo pero jamás apareció al juego, por eso te llamé Marcelo, para saber qué debo hacer concluyó.

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Marcelo le comenta que primero debe saber cuáles son las acciones que ha realizado la policía y luego tratar de visitar hospitales, cárceles y hasta la morgue; buscarle en todos los sitios donde frecuentaba y conversar con sus amigos. Le pidió a Margot que vaya a trabajar, él se encargaría de averiguar sobre el paradero de Ernesto y que cuando tenga alguna respuesta le comunicaría.

Margot se fue a su trabajo pero la señora Azucena le dijo que se tomara todo el día y que acompañe a su cuñado a buscar a su esposo, llamó enseguida a su cuñado y quedaron en encontrarse en la delegación de policía a las nueve de la mañana, hasta que sea la hora trató de dejar en orden lo que más pudo la casa de la familia Zambrano y poder salir con Marcelo a buscar sin problemas a su esposo.

En la delegación de policía había un conglomerado de gente esperando ser atendidos, al fin Marcelo se encontró con Margot, hacía un calor infernal ese día, el pequeño ventilador de la oficina no abastecía a la gran cantidad de personas que esperaban el turno, luego de una larga espera Margot y Marcelo fueron atendidos por un agente que había sido designado para el caso, con quien conversaron sobre los sucesos de como desapareció Ernesto, el agente Benavides recogió la versión de Margot y de Marcelo y lo primero que hicieron fue llegar hasta el lugar donde fue visto por última vez Ernesto.

Benavides investigó al dueño del local, revisó que todos los permisos de funcionamiento estén en orden, y le pidió que por favor le narre lo acontecido el sábado por la noche, día en que desapareció Ernesto. Roque, un hombre de 45 años, de un metro sesenta de estatura y con un peso de más de 100 kilos, vestido con una camiseta a rayas que parecía que no se había cambiado desde hace algún tiempo, un pantalón corto y unas chancletas azules, con una voz ronca respondió al agente, ese fin de semana

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el local estaba lleno y no se dio cuenta de la hora en que Ernesto llegó, como siempre se sentó en la mesa que da a la calle con sus amigos, cuando pasé otra ronda de cervezas él ya no estaba y como los clientes entran y salen no le di ninguna importancia de su ausencia. Benavides preguntó a otras personas que atendían el local y todos dieron la versión que estaba conversando con sus amigos y luego ya no estaba.

El agente junto a Margot y Marcelo se trasladaron hasta las oficinas de la Policía Judicial pues había convocado a los amigos de Ernesto que estuvieron la noche del sábado junto al desaparecido para tomarles sus declaraciones.

Cuando llegaron hasta las dependencias de la Policía Judicial, los amigos de Ernesto ya estaban esperando, el agente les hizo pasar uno por uno, comenzando con Kléver Piguave, la versión de él fue que casi siempre los fines de semana se encontraban en el bar de Roque, yo llegué como a las 17:00 y ya se encontraban Éder y Diego; como a las 18:00 ingresó Ernesto y después de pocos minutos Jefferson, nos sentamos en la mesa que da a la calle como siempre y conversamos sobre cosas comunes y reímos de las ocurrencias.

Éder se fue temprano y fue cuando Ernesto llamó a su esposa, se levantó de la mesa y fue al baño y desde ahí ya no regresó, creí que se fue para su casa pues él jugaba al otro día en el equipo de Chone con sus primos. El agente le preguntó si vio algo o alguien sospechoso que estuviera fuera de lo común o extraño, Kléver le informó que todo era común y corriente, que todos los que estaban en el bar eran conocidos, ese día era igual que otros fines de semana.

Después el agente hizo pasar a Éder que era gran amigo de Ernesto, su versión fue que él salió temprano del bar y se fue para su casa y que Ernesto se quedó con el resto de amigos pues no

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sabía qué más tarde, pues él creyó que se había quedado un rato más y luego debió irse a su casa como hacía siempre; el agente le indagaba si ese día pasó algo que le llamara la atención. Éder lo único que manifestó fue que ese día le veía inquieto por el partido que tenía en Chone junto a sus primos.

Más tarde le hizo pasar a Diego, él le contó al agente que Ernesto llegó como a las 18:00, pidió una cerveza y se sentó junto a nosotros, estuvimos haciendo charadas, me acuerdo que llamó a su esposa para avisarle que estaba en el bar y que pronto llegaría a su casa, más tarde fue al baño pero no lo vi salir creí que se fue para su casa, pues no noté nada raro de que no volviera a la mesa.

Al final hizo entrar a Jefferson, a quien le hizo la misma pregunta, que declare el tiempo que pasó en el bar de Roque. Jefferson dio su versión de que cuando él llegó hasta el bar Ernesto y los demás ya estaban en la mesa donde siempre nos reunimos, conversamos de fútbol, de cosas sin trascendencia, y nos reíamos de las ocurrencias de Éder como siempre. Como a las 20:00 llamó a su esposa e inmediatamente se fue al baño, no me percaté del momento que salió del baño y después no apareció por el grupo, supuse que se fue a su casa, ese día transcurrió como cualquier fin de semana, como a las 21:00 todos salimos y nos fuimos cada quien a su casa.

Benavides investigó a mucha gente que estuvo presente esa noche del sábado y llegó a la conclusión de que Ernesto supuestamente salió del baño y fue a la calle y de ahí no se sabe qué rumbo tomó, nadie confirmó que le vio salir del local, por lo que pidió a la Fiscalía una orden de allanamiento para revisar el local. Un piquete de policías allanó el lugar y no encontró ningún indicio que les llevara a dar con el paradero de Ernesto.

El agente no tenía respuestas para Margot y Marcelo, quienes

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se encontraban impotentes para dar con el paradero de Ernesto. Marcelo tenía que regresar a Quito, el permiso de su trabajo se cumplió y debía volver; Margot sintiéndose sola y sin saber qué hacer se despidió de su cuñado a quien acompañó hasta la terminal con el compromiso de informarle constantemente sobre las investigaciones.

Margot sola en su casa recordaba que apenas tenían 8 mese de casada con Ernesto, que estaba embarazada de cuatro meses y que no tenía ni idea por donde comenzar a buscar a su marido, pasó por su mente que tal vez se cansó de ella y la abandonó, que se fue a otra ciudad a vivir o que se embarcó en algún navío o estuvo metido en algo indebido, en fin por su mente pasaban una serie de cosas que ya no sabía qué pensar.

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VUELVEN SUS RECUERDOS

Esteban estaba arreglando sus cartones para dormir en su sitio de siempre, cuando vio un carro que bajaba desde la loma sin luces, enseguida se metió suavemente entre sus cachivaches y por un orificio de su cobija vio que tres hombres descendieron y caminaron con dirección al bar de Roque, la actitud de ellos era algo sospechosa, miraban a todo lado sin percatarse del indigente que los miraba. Esteban vio que cargaban a una persona y en ese momento se sobresaltó porque reconoció a Raúl, hijo de su enemigo, quien también formaba parte del grupo. Observó que embarcaron el cuerpo en una camioneta, prendieron las luces del carro y partieron sin rumbo cierto.

Esteban tenía impregnada en su retina la imagen de Raúl, estaba impresionado, sintió aquel coraje que creía ya se había olvidado. Su sangre hervía de rabia, pero sabía que debía tranquilizarse, porque aún estaba indefenso como hace varios años, era él en contra el mundo.

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Cuentos urbanos172

Desde que vio nuevamente a Raúl su silueta no se borraba de su mente, estaba inquieto, hablaba solo por las calles, soñaba con el momento de vengarse y en la forma que lo haría. Juró que haría justicia frente a las múltiples vejaciones que le hiciera el que creyó era su amigo. No le importaba incluso perder la vida en esta tarea, la idea de castigar a sus verdugos le atormentaba continuamente.

Una tarde mientras bajaba del convento lo abordó el agente Benavides quien le dijo, señor ¿puedo hacerle algunas preguntas? El mendigo tajantemente le dijo que no tenía tiempo para responder nada. En ese momento el policía le mostró su credencial y él tuvo que cooperar.

—¿Quiero que me diga si el sábado por la noche miró algo sospechoso en el bar de Roque? ¿Desde aquí pudo haber visto algo?

—No —contestó Esteban.

—Si usted no colabora tendré que llevarle a que declare en la Jefatura —dijo el agente.

Esteban comprendió que eso podía causarle problemas, pensó incluso que le podrían llevar nuevamente al sanatorio. Sin tener alternativa contó que el sábado vio un carro blanco de doble cabina en el que unas personas cargaron a un borracho. El agente preguntó.

—Algo más debe decir, cosas que le lleguen a su memoria.

Benavides le preguntó muchas veces sobre cómo estaban vestidos o algún rasgo característico de la fisonomía de los individuos.

—Era de noche, estaba muy oscuro y no pude ver nada más

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de lo que ya le había indicado —le respondió bastante molesto.

Él sabía que no debía decir nada más, podría resultar involucrado en algún problema y se descubriría su identidad, eso lo asustaba porque Gary sabría que estaba vivo. El policía indagó desde ese día varias veces a Esteban y él mantuvo su versión. El gendarme entonces desistió y dejó de interrogarlo.

Esteban soñaba siempre en lo sucedido aquella nota fatídica. El rostro de Raúl y sus matones lo despertaban continuamente. Haber observado a Raúl arrastrando a aquel borracho hizo que recordara la cara de sus hijos y la de su esposa y no podía contener sus lágrimas. Su llanto le ayudaba a descargar la rabia contenida por el pasado atroz que vivió y solo pensaba cómo cumpliría su venganza.

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Cuentos urbanos174

BÚSQUEDA DE ERNESTO

Noviembre terminó y Margot no tenía una sola pista del paradero de Ernesto, pensaba que si lo hubieran secuestrado ya habrían pedido dinero por el rescate. Ella tomó la decisión de ir a la fundación de desaparecidos, donde le ofrecieron un abogado que le ayudaría con los trámites en la Fiscalía. Asimismo, hicieron carteles con la foto de Ernesto y los teléfonos de Margot y sus familiares. Los colocaron en lugares estratégicos, inclusive llegaron a Quito donde su cuñado Marcelo para que los ubicara en las diferentes terminales de la ciudad.

Margot se mantenía en contacto con el agente fiscal que llevaba el caso, sin embargo no había indicios del paradero de su esposo. Fue averiguar donde trabajaba Ernesto, abrigaba la esperanza de que alguien le diera cualquier información. Por la tarde, después de su jornada de trabajo se dirigió a la fábrica y allí la recibió el jefe del marido.

—Euclides Santamaría a sus órdenes.

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Edison Cando 175

—Soy Margot, esposa de Ernesto.

—¿En qué le puedo servir?

—Quiero saber si alguien sabe dónde se encuentra mi esposo desde el fin de semana —le comunicó.

—No vino al trabajo toda la semana y ya puse en conocimiento de este particular a los dueños de la fábrica. Sé que está en trámite su liquidación y cuando se le entreguen deberá firmar la misma y recibir su cheque. Le sugiero que hable con el gerente y le exponga lo que sucede con Ernesto.

Margot entonces quiso hablar con el gerente y la secretaria le dijo que regresara mañana para ver si había alguna noticia para informarle. Al otro día fue a la fábrica y la recibió Raúl Fuell, gerente de talento humano. Ella le puso al tanto de la desaparición de su esposo. Raúl muy conmovido decidió ayudarle en lo que estuviera a su alcance. Le habló de que financiaría la búsqueda de Ernesto. Ella le agradeció por el apoyo de la empresa. Fuell le dio ánimos y le pidió que pase por pagaduría donde una secretaria le entregó un sobre con USD 2 000.

Margot salió con esperanzas luego de entrevistarse con el gerente, sintió que ya no estaba sola para buscar a su esposo. La desesperación por hallarlo la llevó a realizar varias actividades, preguntaba en hospitales, morgue, hoteles e incluso acudió a un brujo en Santo Domingo, que le recomendó una amiga quien le dijo que lleve una foto y una prenda de vestir de Ernesto.

Emprendió el viaje hasta ese lugar y siguiendo la dirección que su amiga le indicó llegó a Santo Domingo. Preguntó a los lugareños por la dirección y le indicaron que ese lugar estaba alejado de la ciudad. Margot tomó un taxi que le dejó en unas calles llenas de tierra, había lodo porque la noche anterior había

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Cuentos urbanos176

llovido. Siguió las instrucciones que tenía en el papel y encontró una casa de caña guadúa, tocó la puerta y abrió un hombre de unos 50 años, sin dientes y con aliento a licor, vestía una camisa percudida, pantaloneta azul y sandalias. Él con voz grave le dijo que pasara y ella ingresó a una habitación llena de esteras de totora. Aquel lugar estaba semi-oscuro, apenas se podía ver que el lugar estaba lleno de fetiches.

El brujo la sentó en una silla y le pidió la foto y la prenda de Ernesto. Enseguida cogió un cigarro, la foto y la prenda de Ernesto. El humo del tabaco lo dirigió hacia la foto de Ernesto y sopló aguardiente a las prendas. El individuo realizó una danza acompañada de alaridos. Con unas ramas se flagelaba la espalda y gesticulaba palabras incomprensibles, luego de pasar ese trance se calmó y se sentó en el suelo mirando a Margot. Le contó que había tenido una visión acerca del paradero de Ernesto, aseguró que se encontraba en la provincia del Guayas y que muy pronto llegaría a su casa, pero que estaba pasando un momento delicado. Ella le pidió que fuese más explícito y el brujo manifestó que no lo podía determinar claramente.

Margot salió decepcionada de ese lugar, tomó la vía principal y cogió un taxi hasta la terminal. En el viaje hacia Portoviejo sintió que fue estafada y que no debió haber ido donde el brujo. Lo hecho, hecho estaba se dijo y por el momento debía recuperar las horas de trabajo porque había pedido muchos permisos donde labora.

Marcelo, hermano de Ernesto, fue a la Fiscalía para agilitar las investigaciones que no arrojaron ningún resultado en Portoviejo. Él no obtuvo una respuesta favorable, sin embargo no se desanimó, fue a la prensa que hizo del problema una mentira mediática, especularon sobre la desaparición de Ernesto por lo que él se arrepintió haberse prestado al sainete de los medios de comunicación inescrupulosos porque inclusive la foto

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de su hermano salió en un periódico amarillista. Esto obligó a Marcelo a abandonar el caso, esperando que las investigaciones de la policía dieran algún resultado.

En Manta como en Portoviejo, el poder mediático hostigaba a Margot, todo el día sufría persecución para hacerle hablar de algo que ni siquiera había pensado y así pasó casi todo el mes, luego ya nadie recordaba la desaparición de Ernesto, sin embargo la angustia de Margot crecía cada vez más. Al llegar a su casa se encontraba solitaria, ya no tenía que preparar la cena. Deambulaba por las calles en las que solía caminar su esposo con la esperanza de saber alguna noticia y cuando la noche caía, ella regresaba a dormir.

La madre de Margot le pidió que fuera a vivir a Calceta, pero ella no accedió porque abrigaba la esperanza de que Ernesto regresara. Los primos de Ernesto que vivían en Chone fueron a visitarla para saber cómo estaban las investigaciones. Ellos sintieron dolor e impotencia al conocer que no había un solo indicio sobre su paradero y que las investigaciones estaban en punto muerto. Los familiares iban a ayudar económicamente para que siga la búsqueda de su primo. Le comunicaron a Margot que el club deportivo iba hacer una fiesta solidaria para recaudar fondos para colaborar con la búsqueda de Ernesto.

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LA PISTA

El agente Benavides esa tarde fue a visitar a Margot en su casa para contarle que tenía una pista, no muy confiable pero que ya era algo. La versión de un indigente que estuvo durmiendo en la esquina de la Capitanía y que vio una camioneta doble cabina de color blanco estacionada a dos cuadras del local de Roque. Igualmente el hombre declaró que había observado a unos hombres arrastrando a una persona que parecía borracha. El agente le indicó que estaban por localizar la camioneta pero que les llevaría tiempo porque no tenían el número de las placas. La Policía de Tránsito está alerta y las patrullas requisan cada carro con esas características, le contó Benavides, asimismo le indicó que probablemente tendrían otro dato que los condujera a dar con el paradero de Ernesto.

Atenta a lo que le decía el agente, renació la esperanza en Margot, pensó que era la primera pista certera que tenía y le agradeció. Antes de despedirse él le dijo que le mantendría al tanto de los avances de las investigaciones, que se tranquilizara

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y tratara de llevar su vida normalmente, especialmente por su estado.

Margot no podía conciliar el sueño y pensaba todo el tiempo en el indigente que ella sí lo conocía, lo había visto algunas veces en la Capitanía del puerto. La incertidumbre no la dejaba dormir por lo que se levantó, se vistió y salió en busca de esa persona que dio una pista sobre la desaparición de Ernesto. Ella cogió un taxi, era las 21:30 y fue hasta el bulevar cercano a la Capitanía del puerto. En la esquina vio a una persona durmiendo, se le acercó y lo despertó, este se sobresaltó y le gritó qué quería. Margot retrocedió asustada, le preguntó si podía conversar un momento y el indigente contestó que no, que lo dejara en paz. Ella insistió y le ofreció dinero ante lo cual el indigente se sentó, tenía varios años sin bañarse y su hedor penetró en la nariz de Margot que involuntariamente se tapó las boca y la nariz, esto incomodó al hombre.

Margot sacó un billete de 5 dólares y le extendió, un poco incrédulo el indigente tomó el billete y lo guardó en el bolsillo de su pantalón. Él le preguntó sobre qué quería conversar, ella se acercó un poco más y le averiguó si sabía algo de lo ocurrido la noche del sábado. Le comentó que su esposo podría ser la persona que esos hombres, a los que él había visto, tal vez secuestraron. Con la tenue luz que daba el alumbrado público vio que el indigente era una persona de edad, su cabeza tenía cabello cano, seguramente por el trajín de su vida, su rostro tenía arrugas, su vestimenta estaba hecha girones y sucia, el sitio donde dormía era incómodo y a su lado había muchos trastos que recogía de las calles.

Al indigente no se le podía ver claramente sus rasgos faciales por la espesura de su barba, solo sus ojos reflejaban dulzura y eran penetrantes. Algo tenía aquel viejo que Margot sintió una pasividad, el anciano ablandó su voz cuando se dirigió a Margot,

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la miró de frente y le dijo que la ayudaría porque él sentía la angustia que pasaba ella por lo que su dolor le conmovió.

Me llamo Esteban dijo el indigente y le extendió su mano, ella la estrechó con suavidad y lloró. Fue la primera vez que lo hacía desde que desapareció su esposo, pues no entendía qué pasaba y frente a este tuvo que reprimir su llanto.

—Ten el valor y llora, que el llanto limpia las cosas de adentro, te digo por experiencia propia.

—Mi nombre es Margot y quisiera que me cuente lo que pasó el día sábado por la noche, usted es mi única esperanza para descubrir algo que me lleve al paradero de mi esposo —le dijo con su voz quebrada.

—Le conté todo al agente de policía pero entiendo su angustia y dolor. Es tarde y una mujer sola peligra. Venga mañana que estaré aquí y podremos conversar con mayor tranquilidad. Regrese a su casa y duerma, es mejor esperar la luz del día que le dará tiempo para ordenar mejor sus ideas y yo le contaré todo lo que vi.

Margot accedió e hizo parar al primer taxi que encontró, regreso a su casa a la 01:00. Luego preparó un café y se fue a dormir. Sintió pasividad esa noche, no comprendía si era porque al fin pudo llorar o por la conversación con el mendigo que de algún modo le dio la esperanza de encontrar una pista que permitiera a la policía dar con Ernesto. Luego ella durmió plácidamente.

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DESEMPLEO

Cuando Margot se despertó eran las 08:00, ella siempre se arreglaba a las 06:00 para ir a su trabajo a las 07:00. Se vistió rápido y salió corriendo, tomó el primer taxi y cuando llegó a su trabajo la señora Azucena estaba furiosa, la recibió de mal modo y le dijo que era el último día que trabajaba en la casa, que esperara por su liquidación.

Margot no creía lo que le pasaba, se desesperó y lloró, entre sollozos le pedía a su patrona que no la mandara de su trabajo, que iba a retornar con más responsabilidad a sus quehaceres pero la señora le recriminaba que desde que le botó su esposo pedía permiso a cada momento. Azucena enfurecida le dijo que ya estaba cansada de aguantarle y que era mejor que se retire, abrió la puerta y le pidió que salga y que no vuelva más.

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Salió de la casa de la familia Zambrano y se puso a caminar por las calles y sin darse cuenta llegó hasta donde se encontraba Esteban que estaba recogiendo su cachivaches. Él al ver que Margot se acercaba salió a su encuentro. Ella estaba como ida y él le dijo qué le ocurría. Entonces ella recobró la cordura y juntos se sentaron en el filo de la vereda. Margot le contó que le habían mandado de su trabajo, Esteban le recomendó que ponga la denuncia en la oficina de lo laboral y que le acompañaría.

Ella se dejó guiar por el mendigo y llegaron a la oficina donde receptaron su denuncia. Firmó un formulario y el comisario le dijo que no podían haberla echado de su trabajo porque ella estaba embarazada. Todos esos trámites Margot los realizaba sin mucha importancia y al salir de las oficinas de lo laboral Esteban la esperaba afuera. Ella lo invitó a comer en su casa, él accedió. Margot comenzó a preparar los alimentos y con cautela le insinuó al anciano que podía usar el baño si quería a lo que él accedió y se duchó. Ella le dio una camisa y unos pantalones de Ernesto.

Esteban se cambió y aprovechó la oportunidad para afeitarse. Cuando salió del baño era otra persona, un individuo con mucha personalidad y Margot quedó asombrada de su cambio y cortó su cabello, era otro, ya no era el indigente que había entrado a su casa. Cuando él se miró en el espejo no se reconocía y ella lo invitó a la mesa para almorzar. Durante la comida no toparon el tema de Ernesto, pero en cuanto terminaron Margot le pidió que le contara lo que había ocurrido la noche del sábado.

Esteban, con una sonrisa en su rostro, le dijo que sabe algo más que no le había revelado al agente de policía porque no quería que le siguieran molestando pero que estaba dispuesto a ayudarla en todo para que encontrara a su esposo porque estaba seguro que esa noche del sábado era Ernesto a quien aquellos hombres arrastraron hacia la camioneta doble cabina.

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EL SECUESTRO

—Mira muchacha todos los días, a las 18:00, asisto al comedor de ancianos en el convento de las Hermanas de la Caridad, después voy a la esquina de la Capitanía del puerto, bajo la visera arreglo mi cama con cartones para dormir, es el mismo lugar donde me fuiste a buscar. Ese sábado estaba estirando mi sábana cuando una camioneta vieja blanca doble cabina bajaba del cerro sin luces y eso me llamó la atención. Enseguida me metí dentro de mis cachivaches porque sabía que algo malo iba a ocurrir. Siempre que un carro va sin luces es seguro que van a atracar en algún lado. Me escondí debajo de mis trapos pero veía todo, ese carro se me hacía conocido, no sé de donde pero ya lo había visto.

Salieron tres personas vestidas de negro y caminaron en forma sospechosa y mirando a todo lado sin percatarse de mí. Ellos avanzaron hasta el bar de Roque y por la parte de atrás ingresaron, luego de un instante salieron arrastrando a

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una persona que me pareció estaba borracha porque no podía mantenerse en pie.

—Ernesto no podía estar borracho con una o dos cervezas que se pudo haber tomado —interrumpe Margot.

—Lo drogaron entonces porque él no podía mantenerse en pie.

—¿Qué vestimenta llevaba la persona a la que arrastraban esos hombres?

—Estaba obscuro y no pude distinguir mucho, lo único que recuerdo es que tenía unas zapatillas blancas y una camiseta roja.

El rostro de Margot se iluminó, sus ojos se volvieron vidriosos y sus lágrimas cayeron. Supo al fin que sí era Ernesto y que fue arrastrado hacia esa camioneta doble cabina ese sábado por la noche. Esteban la tomó de las manos y le seguía contando.

—Todavía hay algo más.

—¿De qué se trata?

—Reconocí a uno de los plagiadores

—¿Quién es?

—Estoy seguro que uno de ellos es hijo de un antiguo socio, el mismo que me dejó en la ruina, me quitó mi familia y por él estoy en la indigencia.

La tristeza invadió a Esteban y ya no pudo continuar, se tapó el rostro con sus manos y comenzó a sollozar. Margot estaba más tranquila y pudo consolarle, también entendió que sufría por algo que le pasó en su vida.

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—Quiero que sepas quién era antes de ser indigente para que comprendas a qué te enfrentas, que entiendas que en este caso la policía no va a aportar con su contingente. Cuando tengas claro este asunto, si quieres emprender la búsqueda de tu esposo pues yo te ayudaré.

—Vamos cuéntame para salir de esta angustia que me tiene impotente

Esteban hizo memoria, recordó lo sucedido años atrás y le narró a Margot toda su vida.

—Mi familia fue masacrada por estos matones cuyo líder es Gary Fuell y su hijo menor Raúl. Él se encargaba de hacer las cosas sucias de su padre, era uno de los que secuestraron a Ernesto ese sábado en la noche. Gary tiene el poder político y económico de la ciudad, por eso la policía y los jueces están en sus manos. Si quieres recuperar a tu esposo tendremos que buscar la manera de saber dónde se encuentra y rescatarlo, pero no será fácil porque necesitaremos dinero.

—No logro entender, ¿me estás hablando de Gary Fuell, el dueño de la fábrica de harina donde trabaja Ernesto y de su hijo Raúl, quien me recibió en su oficina? Debiste haber contado todo a la policía —le dice aturdida Margot.

—No, son hombres muy peligrosos que no se detienen ante nada y la policía no es capaz de enfrentarlos porque los tienen controlados. No sé cómo tu esposo se metió en esto, va a ser muy difícil encontrarlo con vida, tal vez sea víctima de las operaciones clandestinas que mantiene este grupo, pero algo tendremos que hacer.

—¿Cuál sería la solución si es que a la Policía ya no podía acudir? —le mencionó muy preocupada.

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Cuentos urbanos186

—Primero debemos localizar dónde está Ernesto y saber si todavía está con vida. Si no es así pues no habrá nada que podamos hacer. Ahora que si está vivo tendremos que rescatarlo de sus victimarios. Si recurrimos primero a la policía estoy seguro que lo hará desaparecer y no quedara ningún rastro de él y nuestras vidas también estarían en peligro.

Nos estamos enfrentado a un grupo delincuencial que controla el país, tiene sus tentáculos en todas las instituciones y puede que hasta fuera de nuestras fronteras. En estos años he investigado sus movimientos y conozco toda su red, por eso vivo así para no ser reconocido, si me mantengo en el anonimato es probable que demos con Ernesto, si salgo a la luz pública y si la policía me involucra es probable que Gary se entere que estoy vivo, entonces esta vez no me dejarán volver a ver la luz del día. No está en mis planes acabar mi vida así, sin hacer nada para que se haga justicia.

La condición de indigente, su eliminación del Registro Civil, la red liderada por Gary y la certeza de que Esteban estaba muerto lo volvieron invisible ante el mundo y está seguro que aprovechará esa coyuntura para ayudar a Margot a encontrar a su esposo y tratar de hacer que Gary pague todos sus crímenes.

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LA IDENTIDAD

Esteban le pide a Margot que le diga si confía en él y si es que está dispuesta a correr los riesgos que implicaba la búsqueda de Ernesto.

—En estos momentos lo más importante es mi esposo. Si no hacemos algo para saber de su paradero, no tendría ningún sentido mi vida. Confío en ti y estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para encontrar a Ernesto.

—Lo primero que necesitamos es tener una identidad y yo sé cómo conseguirla. Tengo un amigo indigente que comparte conmigo el asiento de comensal en el convento de las Hermanas de la Caridad, él está un poco loco pero me aprecia mucho, me ha indicado algunas veces su tarjeta de pensionista y le pediré que me la preste por un tiempo.

Esa noche Esteban salió para encontrarse con su amigo y antes de que entre al comedor del convento le dio el encuentro, se acercó y le dijo:

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—¡Hola Rigoberto! ¿Cómo estás?

El mendigo le reconoció y entre carcajadas lo abrazó efusivamente.

—Rigoberto, ¿me podrías prestar tu tarjeta de pensionista?

Él saco el carné de su bolsillo y continuaba riéndose. Esteban miró que la gente se acercaba al comedor y entonces le quitó el documento y lo guardó. Enseguida se puso a reír junto a su amigo y los demás también se unieron a las risas. Nadie reconoció a Esteban por su cambio. Él se despidió de todos y se fue de ese lugar.

Ya en casa de Margot, Esteban y ella analizaban la situación y sabían que debían contar con dinero para comenzar la búsqueda de Ernesto. A ella en el trabajo de Ernesto le entregaron USD 2 000 y del finiquito del trabajo recibió 5 000. Sus primos recogieron en la fiesta de solidaridad USD 500 y ella tenía ahorrado 400, eso era todo, 8 000. Esteban dijo que era buena cantidad de dinero pero que lo deberían gastar con austeridad.

Esteban que ya tenía un carné de pensionista debía actualizar los datos para su identidad por lo que fue al Seguro Social, ahí le dijeron que la tarjeta estaba desactualizada, que debía acudir a la oficina de sobrevivencia y le pidieron la cédula de identidad. Él no tenía ese documento, entonces fue al Registro Civil para sacar su cédula con el mismo número que constaba en el carné. Hizo los trámites sin ningún problema y de manera ágil pues era de la tercera edad.

Esteban volvió a la oficina de sobrevivencia en el Seguro Social y pudo renovar el carné. Le dijeron que podía ir a cualquier agencia de Servipagos para cobrar sus pensiones. Sin embargo, le recomendaron que abriera una cuenta bancaria para

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que le depositaran su dinero directamente. Él abrió una cuenta en una entidad bancaria y volvió para registrarse en la oficina de pensionistas. Hizo las gestiones en el Seguro y le indicaron que en 48 horas tendría activada su cuenta y registrada en ella sus haberes.

Ahora tenía nueva identidad, era Rigoberto Melquíades Falcones Toroshima. Con su foto actualizada, con su nueva forma de vestir y su nueva personalidad podía hacer cualquier trámite en las instituciones públicas o privadas. Cuando fue al banco para retirar dinero no podía creer que el Seguro Social le había depositado cerca de USD 60 000 por la jubilación de su amigo que por varios años no había cobrado. Sacó lo necesario para comprar un auto usado y solicitó una tarjeta de débito. Salió del banco y fue a una concesionaria de carros de segunda mano y escogió una camioneta, pero tenía miedo de manejar porque hacía mucho tiempo que no conducía, sin embargo pudo arrancar el carro y recorrió todo el tráfico de la ciudad.

Desde la calle gritó a Margot para que viera la nueva adquisición y ella le preguntó que de dónde sacó el dinero para comprar el carro. Esteban le contó la historia de su amigo, le dijo que nunca cobró los haberes del Seguro Social.

—Ven, vamos a dar una vuelta. Voy a llevarte a donde siempre quise volver, tengo mucho miedo pero con tu ayuda lo superaré.

—¿Adónde vamos?

—A mi casa.

—¿Tienes casa?

—Sí, ahora la verás.

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CUARTEL DE OPERACIONES

Cuando llegaron a la casa de Esteban vieron que la maleza había crecido tapando todo el frente, la puerta principal de metal no se abría, él no tenía las llaves para entrar. Buscó en el maletero del carro algo que le permitiera forzar la puerta y encontró una pata de cabra, con mucho esfuerzo logró abrir y entraron hasta el hall. Él se acordó que en la parte de atrás había una bodega donde guardaba copias de llaves, fue a buscarlas y las encontró. Cuando se acercó a la puerta comprobó que estaba sin seguro y recordó que esa noche lo sacaron de su cama junto con su familia y la puerta quedó cerrada pero sin seguridades. Esteban y Margot entraron a la casa y él comprobó que todo estaba igual a la noche de su secuestro, nadie había entrado desde ese día, al parecer Gary no quiso comprometerse con nada.

Subió a las habitaciones y comprobó que todo seguía, mientras tanto Margot reviso el buzón que estaba lleno de cartillas de luz y otros servicios, pero no había cartillas con fechas recientes. La casa ya no tenía luz, agua, teléfono y por

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Edison Cando 191

fuera estaba deteriorada. Eran casi quince años que la misma está abandonada. Si nadie entró fue porque estaba alejada de la ciudad, por los muros del cerramiento y porque la maleza la camufló.

La casa era muy grande, así que podían instalarse en cualquier lado, tomaron la decisión de hacer de la casa su cuartel de operaciones, no querían causar sospechas, así que los arreglos fueron mínimos, Margot activó todos los servicios a su nombre, pagando los atraso anteriores, le hicieron una rebaja considerable, compraron algunos electrodomésticos, menaje de cocina y lencería; ella adecuó algunas habitaciones y desocupó el departamento que arrendaba en el centro de la ciudad.

La primera acción de Esteban era saber los movimientos de su adversario, cómo se encontraban sus negocios, saber cómo se hallaba la fábrica de harina de maíz. Supo entonces que tenía 600 trabajadores registrados en el Seguro Social, que tenía mercados en la región andina, sus tentáculos estaban en toda Latinoamérica, según documentos del Servicio de Rentas Internas.

Él quería saber cómo estaba su antiguo socio, para eso solo tenía que revisar en la biblioteca los periódicos de los últimos años y constató que Gary Fuell era considerado como el hombre más ilustre de Manta, reconocido por su filantropía, y que últimamente había regalado computadoras a una escuela de un barrio marginal. También, aportaba con muchos recursos al equipo de fútbol de la provincia y siempre se hacía presente en la Navidad con caramelos y juguetes para los niños pobres. Gary no pertenecía a ningún partido político pero aportaba dinero a un partido ultraderechista a nivel nacional. La lista de esa organización política pasaba con la venia de Gary y cada decisión que se tomaba tenía que ser aprobada desde su fábrica. Fuell había hecho desaparecer a mucha gente en Manta, entre

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ellos a la familia de su antiguo socio pero no había indicios que lo involucraran.

Margot y Esteban tomaron la decisión de visitar el día lunes por la noche la empresa para obtener alguna pista. Ahí fue donde le torturaron y podrían haber dejado alguna pista de Ernesto. Con equipo básico de linternas, pasamontañas, guantes, celulares de última generación, mochilas y la pata de cabra se dirigieron a ese sitio. Llegaron a las 19:00, las luces de la calle le daban al edificio un aspecto espectral, las paredes estaban grafiteadas, sin embargo se podían ver huellas de visitas frecuentes, esto se dedujo por las marcas dejadas por las llantas de carros que entraban y salían, podía ser que en ese mismo instante hubiese alguien adentro por lo que con cuidado se acercaron al portón que estaba cerrado con gruesas cadenas y grandes candados, por lo que era imposible romper todas las seguridades.

Esteban le explicó a Margot que podían ingresar por la puerta de atrás, así que fueron hacia allá y observaron que también estaba asegurada, por las rendijas se podía ver el interior y se notaba que estaba casi vacío, solamente habían algunos contenedores, no se veía ningún movimiento adentro. Él miró por los alrededores para percatarse de que no hubiese gente y con la pata de cabra de un solo tirón hizo saltar los candados. La puerta se abrió e ingresaron cautelosamente y volvieron a cerrarla, se quedaron quietos para saber si alguien había escuchado el ruido que se hizo al romper los candados pero todo estaba en silencio y entonces encendieron las linternas y comenzaron a revisar el lugar.

Mientras caminaban, Esteban le explicaba a Margot los diferentes sectores del lugar. Fueron hasta una bodega en la que habían tenido secuestrada a su familia cuando él estaba en cautiverio. La puerta estaba cerrada y nuevamente rompieron las seguridades. Cuando entraron observaron una cama, una mesa y

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tres sillas así como muebles viejos que no estaban empolvados, lo que significaba que aquel lugar era frecuentado constantemente. En uno de los estantes había carpetas y muchos papeles, también una laptop. Margot recogió todos los papeles de la mesa y del basurero, la computadora la guardó en su mochila y entonces salieron del lugar.

Después ambos subieron a la antigua oficina de Esteban, a través del vidrio vieron que estaba completamente vacía pero no entraron. Recorrieron por otros sitios y no hallaron nada, revisaron los contenedores pero no había nada interesante, entonces salieron del ahí lo más rápido que pudieron, entraron a la camioneta y tomaron la vía que les llevaba rumbo a su cuartel de operaciones.

Comenzaron a ordenar los papeles y encontraron facturas de luz, agua, teléfono e internet del local, todos a nombre de la Compañía Fuell. En otros había el detalle de todos los cartones de embarque. Las hojas que estaban en el basurero tenían una lista de nombres tachados, escritos con esfero azul, contenían direcciones y teléfonos de algunas personas pero había nombres que se repetían, uno de ellos era Marcelino Benavides. Margot se da cuenta que ese nombre coincidía con el del agente que llevaba el caso de Ernesto. Esteban cotejó la lista de nombres con los recibos de pago y en todos se repetía el nombre del policía. Luego lograron determinar que las descargas se hacían los miércoles y los jueves se hacían las cargas. Ella llegó a la conclusión de que el lugar era visitado dos veces a la semana, y el resto del tiempo permanecía en abandono.

Cuando los amigos de Gary fueran a la fábrica el día miércoles se llevarían una enorme sorpresa, sabrían que fueron atracados y no tendrán ni una sola huella que identificara a los culpables. Para Esteban su invisibilidad era a la vez su fortaleza.

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La laptop era un problema porque ninguno sabía cómo manejarla y no podían arriesgarse a que sus identidades fuesen descubiertas por nadie. Margot le comenta a Esteban que el hermano de Ernesto trabajaba en Quito y que sabía de sistemas. Marcelo, que era hermano menor de Ernesto, lo quería mucho pero por su trabajo no había podido ayudarla en la búsqueda. Todo lo sabía porque su cuñada le informaba del caso por teléfono, y él no sabía de la existencia de Esteban, ni de los últimos acontecimientos. Margot asegura que el hermano de su marido era una persona en la cual podían confiar.

—Lo del trabajo se puede solucionar porque mi amigo indigente no ha cobrado ni siquiera su jubilación y todo eso me han depositado. Podríamos cubrir los gastos de estadía hasta por medio año o más. Si Marcelo no quiere ser parte de este equipo, por lo menos nos ayudará a saber qué contiene esta máquina —expresa Esteban.

—Creo que tengo que viajar a Quito y tratar de convencerlo para que se una al equipo que buscaría a Ernesto.

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VIAJE A QUITO

Margot sabe que su cuñado tiene una gratitud hacia Ernesto porque le cuidó cuando era niño. Cuando Marcelo era adolescente le ayudó con sus estudios, y además le pagó toda la carrera universitaria. Ella cree que si le conversa todo el tema él aceptaría unirse al grupo, sabía que el único obstáculo era el trabajo pero Esteban tenía dinero suficiente y que todos los esfuerzos para dar con el paradero de su esposo eran válidos, pasara lo que pasara.

Esteban le dice que sería mejor que por su estado viajara en avión por la tarde ya que así le daría tiempo a Marcelo para que la recogiera del aeropuerto. Margot aceptó y él fue a conseguir los pasajes, para el viernes el de ida y para el sábado el de regreso. Ella arregló una maleta ligera pues no iba a estar mucho tiempo en Quito, sino convencía a su cuñado de unirse a la búsqueda de su esposo, le dejaría la laptop para que revisara la información y si había alguna información que aportara en la búsqueda de

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Ernesto, Marcelo les haría llegar en un encargo de alguna flota que fuera hasta Manta.

Margot le llamó a su cuñado y le explicó que era urgente lo que debía contarle sobre la desaparición de Ernesto y que era mejor hablar personalmente. Le informó que viajará a Quito el día viernes, en el vuelo de la tarde. Él le aseguró que iría a recogerla del aeropuerto. Marcelo se quedó intrigado por la llamada de su cuñada, creía que podría ser un asunto económico porque días atrás ella le informó que le habían botado de su empleo y al estar ella embarazada no le sería fácil encontrar trabajo. Sin embargo, se cuestionaba que si era un asunto económico cómo hizo Margot para comprar un pasaje de avión.

La tarde del viernes era fría en Quito, la temperatura era de 7 °C. El cielo estaba encapotado y pronto iba a caer una fuerte lluvia. Marcelo se paseaba inquieto por la terminal aérea cuando escuchó por los parlantes que acababa de aterrizar el vuelo en el cual venía su cuñada había. Se dirigió enseguida a la salida de pasajeros y encontró a Margot a quien ya se le nota su embarazo. La ayudó con la maleta y ambos se saludaron, después cogieron un taxi y le dijeron al conductor que les llevara hasta Monjas. Él tenía ganas de abordar el tema de su presencia en Quito, pero Margot solo se limitó a decirle que traía algunas noticias que quería discutirlas con calma.

En la sala de la casa en Monjas, Margot le contaba a Marcelo todo lo que había sucedido. La charla se alargó hasta muy tarde en la noche. Ella trataba de convencerlo de que Esteban era una persona de confiar pero él no entendía cómo se dejó Margot embaucar por un mendigo. Creía que debían acudir a la Policía y obligar al anciano a declarar. Margot le dijo que no podían hacer eso ya que al parecer el jefe de la policía de la provincia estaba involucrado y que la única oportunidad para encontrar a Ernesto era la ayuda de Esteban. Marcelo comprendió que su

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cuñada tenía razón, meditó y dijo que se arriesgaría pero que primero debía conocer al anciano y saber bien cuáles eran sus intenciones.

Marcelo, ya más calmado, le dijo a Margot que le diera tiempo para arreglar todos sus asuntos con la compañía, que él también podría colaborar con algunos ahorros. Ella lloró al saber que tenía la ayuda de su cuñado. Este le pedía que sea valiente y que la iba apoyar en todo.

Al día siguiente fueron a pasear por el Centro Histórico de Quito, era la primera vez que Margot conocía la capital, visitaron La Ronda, subieron en al Teleférico y de allí hasta Cruz Loma. Cuando era hora de almorzar se dirigieron hasta El Panecillo y ya entrada la tarde, Marcelo la fue a dejar en el aeropuerto y Margot regresó feliz a Manta con la confianza de que su cuñado iba a formar parte del equipo.

Marcelo revisó la laptop que le dio Margot, existían algunos archivos de transacciones, cobros, listas de personas, oficios pero nada que llamara la atención. De todas maneras la dejó tal como estaba, probablemente Esteban podría saber de qué se trataba toda esa información.

Ya en su oficina, Marcelo le explica a su jefe que su hermano todavía no apareció, que su cuñada estaba embarazada y sin trabajo, que no había nadie que se encargara de seguir con el caso que se había detenido por dos meses. Le dijo que el único recurso que le quedaba era renunciar al trabajo para ir a Manta y buscar a su hermano Ernesto. El jefe de Marcelo le dice que debe dar aviso de salida con 15 días, que haga la renuncia y que le entregue a la secretaria y de esa manera comenzar los trámites en el Ministerio de Relaciones Laborales.

La dueña de la casa donde él vivía lo estimaba mucho y le

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dijo que le devolvería el depósito que le había hecho Marcelo pero que dejara pintado el departamento. Igual le manifestó que si decidía regresar no dudara en ir allí porque si había algún departamento desocupado le daría gusto tenerlo otra vez como inquilino. Marcelo pensaba viajar a Manta ese fin de semana.

Con la camioneta vieja estacionada en la calle de la terminal terrestre, Margot y Esteban esperaban en la madrugada la llegada de Marcelo que venía en transporte interprovincial desde Quito. Ella salió al encuentro de su cuñado y él colocó la maleta en el balde del carro Esteban y Marcelo fueron presentados rápidamente y todos partieron rumbo a la casa.

Esteban le contó a Marcelo los últimos movimientos que habían hecho desde la vivienda, a la cual denominaban el cuartel de operaciones. Le explicó cuál era su relación con el secuestrador de Ernesto, la tragedia de su historia familiar, y también le aseguró que buscaría la forma de desenmascarar públicamente a su antiguo socio para que se hiciera justicia. Marcelo comprendió que en realidad su decisión fue un acierto, formaría parte del equipo, el anciano era un héroe al igual que Margot, ambos habían tenido la valentía de decidir encontrar a su hermano sin importar los peligros que pudieran pasar. Después ella los invitó a desayunar y más tarde Marcelo tomó un baño y fue a descansar en una habitación que le habían prepararon en esa casa.

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TREMENDA EQUIVOCACIÓN

Gary que estaba en la estación de policía le gritaba al jefe de allí. Quería que le diera explicaciones sobre las investigaciones hechas sobre el asalto a una de sus propiedades. Con la rabia contenida el funcionario trataba de calmarlo y le decía que se estaba investigando a los pandilleros de la zona, que estaba seguro que fueron ellos los que entraron a la antigua fábrica de harina. Gary golpeó el escritorio y dijo que lo mejor sería que esos estén ya en la cárcel y salió del lugar acompañado por sus guardaespaldas.

Esa noche se organizó una redada por las inmediaciones de la antigua fábrica, se capturó a varios delincuentes de la zona y a algunos drogadictos pero ninguno de estos grupos se responsabilizó de haber quitado las seguridades de la fábrica, sin embargo como no había nada que robar más que la laptop, se culpó a unos muchachos de la pandilla del lugar. El jefe de policía llamó a Gary para que fuese a poner la denuncia contra los pandilleros pero este dijo que no tenía nada que denunciar,

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que solo quería saber quiénes eran los culpables. Al no haber denuncia liberaron a los detenidos.

Gary en su despacho recriminaba a Raúl por el asalto a la antigua fábrica y le pidió que contrate unos guardias para que vigilen la bodega del centro y que pusieran nuevas seguridades. Él no comprendía para qué se llevaron todos los papeles y la laptop. Prefería creer que se trataba de simples delincuentes y no un acto realizado por la competencia, pero de todas maneras debía tomar precauciones.

Gary le preguntó a Raúl sobre lo ocurrido con la carpeta y los documentos, también le dijo si Ernesto había hablado, Raúl le dijo que al parecer no sabía nada porque ya para ese tiempo, si sabía algo, ya lo hubiese dicho.

Se niega a confesar, le aplicamos todo tipo de amenazas, pero no da ninguna información, no sabe de qué le estamos preguntando. Su esposa estuvo por la fábrica averiguando por él, le di USD 2 000 y se fue tranquila, no se sabe nada de ella y la policía ha dejado el caso archivado. Este caso no se habría complicado si ese infeliz confesara donde están las carpetas, pero no podemos desaparecerlo porque no sabemos dónde dejó los documentos.

Mientras que Gary escuchaba a Raúl comenzó a preocuparse, por su mente pasó la posibilidad de que Ernesto no tomó las carpetas con los documentos. Se preguntaba que si él no era entonces quién lo había hecho, tendríamos que investigar a todo el departamento de finanzas y son como 30 empleados. Raúl lo interrumpió y le dijo “Sabes que todos los empleados del financiero son confiables, solo Ernesto no es de nosotros, es nuestro primer sospechoso”.

Ahora sí estoy convencido de que nos equivocamos de

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persona, fue estupidez dejarme llevar por tus conclusiones. Ernesto no conoce nada de nuestros negocios, hay alguien más entre nosotros y en estos momentos se estará riendo.

Gary echaba gritos en contra de Raúl, le pidió que buscara al verdadero ladrón, así tuviese que interrogar uno a uno a todo el departamento financiero.

Ese maldito está todavía aquí en esta fábrica, cómo puedes ser tan estúpido y equivocarte con ese empleadillo, no te quedes parado, quiero que me traigas al culpable inmediatamente.

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EL FANTASMA

Marcelo vigila los pasos de Raúl, tenía una libreta con todos los pasos, cada hora e incluso la rutina de fin de semana. Esteban vigilaba a Gary ya que él solo iba de la casa a la fábrica y viceversa.

Ha enflaquecido desde la última vez que le vi. Camina arrastrando los pies y está demasiado viejo, pero su casa es muy concurrida, siempre hay fiestas, no es fácil acercarse, está con sus guardaespaldas. No se puede observar dentro de la casa. Hay cámaras de televisión por todo lado.

Un hombre público debe cuidarse de cometer errores y más si es Gary Fuell, no debe dejar huellas de nada, por eso no comprendían cómo antes de botar el cuerpo de Esteban al relleno sanitario no comprobaron que estuviese muerto. Pero su familia fue cremada en los hornos de la fábrica y ya nadie los recuerda. Ahora el anciano estaba armando con los papeles encontrados en la antigua fábrica, los registros de la laptop y con

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todas las evidencias que llegaran a descubrirse sobre los actos ilícitos de Gary.

Esteban sabe que era el momento preciso para que Gary supiera que su pasado había regresado. Cuando Margot fue a buscar a Ernesto a la fábrica fue bien recibida por el jefe y el gerente de talento humano de la fábrica, entonces era el momento de que ella les realizara una nueva visita. Esta vez la idea era buscar la forma de que llegara a las manos de Gary una misiva de su antiguo socio y sembrar incertidumbre entre el grupo Fuell. La carta decía:

“Querido amigo, cuanto tiempo ha pasado.

Creo que aproximadamente 15 años.

Aún recuerdo la antigua fábrica de harina.

En mi retina se quedó grabada esa noche fatal.

Tengo en mi memoria a mi familia que

reclama el momento de hacer justicia”

Firma: El fantasma

A las 09:00, Margot se presenta en la garita de la fábrica y pide hablar con Euclides Santamaría. Sale una señorita que la conduce hasta las oficinas y le pide que tome asiento porque enseguida la atendería el economista quien por el intercomunicador pide que ella pasara al despacho.

—Cuénteme ¿cómo le va, qué noticias me trae?

—Hasta el momento la policía no tiene ningún indicio para esclarecer la desaparición de mi marido. El caso está por

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archivarse. Vine para ver si me podrían dar la liquidación de mi marido. Como usted sabe me encuentro sin trabajo y en mi estado no puedo conseguirlo fácilmente.

—Haré lo que pueda, regrese otro día, tengo que conversar con los jefes, veré qué se puede hacer.

—Puedo llamarle por teléfono para averiguar si me pueden ayudar.

—Claro tenga mi tarjeta personal donde están los números.

Al salir Margot se acercó a la secretaria y le dijo:

—Hablé con el economista y me dijo que usted me puede dar el número del celular del señor Raúl o de don Gary.

La secretaria dudó pero igual anotó los números en un papel. Cuando Margot salió se encontró con un guardia y lo abordó, le dijo que quería dejar un sobre para don Gary y le explicó que era importante que llegara a sus manos. El guardián le dijo que entregara el sobre directamente en la secretaría pero que si quería él mismo le entregaría a Gary la carta.

El equipo se reúne en el cuartel de operaciones para evaluar lo actuado durante el día. Margot informa que se entrevistó con algunos de los compañeros de trabajo de su esposo para averiguar sobre su paradero, pero que nadie sabía nada, solo un compañero de escuela de Ernesto que trabaja como obrero en la fábrica le había dicho que escuchó que a Ernesto lo tenían retenido en los sótanos de la fábrica, pero que no podía confirmar nada porque solo eran rumores pero que los trabajadores estaban asustados.

Marcelo dice que es el momento de llamar a Euclides y obligarlo a que diga algo. Esteban cree que esa era una buena idea. Fueron al centro de la ciudad y llamaron al celular personal

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de él desde una cabina. Marcelo hizo la llamada.

—Buenos días, soy Marcelo hermano de Ernesto, y de acuerdo a mis investigaciones usted está involucrado en el secuestro de mi hermano. Sabemos de buena fuente que lo tienen recluido en la fábrica, si usted nos ayuda en el rescate no se verá implicado en este caso, de lo contrario será culpable de secuestro.

Cerró el teléfono sin darle espacio a que dijera nada. Euclides se puso nervioso y llamó al número que se grabó en su celular pero la llamada no conectaba.

Era el momento para que hiciera la llamada Esteban quien marca el número del celular de Gary.

—Quiero hablar con Gary, dígale que lo llama Esteban Gabriel Ricaurte Cevallos.

Después de un momento Gary, en estado de shock, toma el teléfono y contesta:

—¡Aló, aló, aló!

Esteban al escuchar la voz de Gary cerró el teléfono y sonriendo les comentó a Margot y Marcelo que se alcanzo el objetivo ya que Gary estaba preocupado.

Llegó el turno de Margot que marcó el número de Euclides.

—Buenos días economista, le habla Margot, esposa de Ernesto, me han informado que tiene a Ernesto en la fábrica y que él está allí en contra de su voluntad.

—Por favor no cuelgue, quiero hacer un acuerdo con usted, le conviene tanto a usted como a mí.

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Cuentos urbanos206

Margot colgó el teléfono y comentó que él quería negociar.

Esteban llama otra vez a Gary.

—¡Aló!, ¿quién habla?

—Soy tu antiguo socio.

—No me hables pendejadas, cuánto quieres, no sabes con quién te estás metiendo.

Esteban colgó el teléfono lo que enfureció más a Gary que lanzó su teléfono contra el suelo y llamó a gritos a Raúl.

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LA CASA DE GARY

Hacía calor en esa tarde y en los jardines de la casa de Gary se encontraban discutiendo padre e hijo. No encontraban explicación a sus temores, no sabían quienes estaban jugando con ellos. El padre le dijo a su hijo que había recibido llamadas en las que le decían que era Esteban.

Estoy seguro que nos quieren extorsionar, debemos averiguar lo más pronto posible quién está detrás de esto y cuáles son sus intenciones, ahora todos son sospechoso, en especial nuestros antiguos colaboradores que vienen desde la época en que Esteban era mi socio. Debes hacer una lista con los nombres de quiénes podrían querer chantajearnos pero incluye a tus secuaces.

Raúl recrimina a su padre y le dice:

—Todos quienes colaboran conmigo gozan de su absoluta confianza. No permitiré que levantes sospechas contra ellos.

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—Te he dicho que todos, todos los que conocían a Esteban, esta vez no me voy a dejar llevar por tus ideas, porque son una montaña de estupideces.

—Papá, si mis colaboradores saben que son sospechosos entonces se sentirán inseguros, y las cosas se pondrían más complicadas. Ellos tienen que hablar y mucho, por eso te pido que actuemos con prudencia, si hay desconfianza entre nosotros lo que sostiene esta compañía se verá seriamente afectado y dudo que podamos mantenernos a salvo.

—Analicemos la situación y hagamos una lista y vamos limpiando a los sospechosos para no perjudicar a todos y salvaguardar al grupo Fuell. ¿Quién conoce de la muerte de Esteban y de su familia?

Defas y Poncio estaban esa noche en la bodega y después de comprobar su deceso tomamos a Esteban y todos lo metimos en la camioneta. A los cuerpos de la esposa y de los hijos de Esteban se les cremó en los hornos de la fábrica y por sugerencia tuya el cuerpo de Esteban fue votado a la quebrada en el basureo. Seguramente estará enterrado bajo montañas de basura porque el relleno sanitario fue cerrado hace 8 años y no hubo pruebas de su existencia.

—¿Viste el cuerpo de Esteban en el botadero?

—Sí papá, yo mismo ayude a cargar el bulto y le arrojamos bien al fondo, nadie podría haber visto o encontrado su cuerpo. Defas y Poncio son de confianza porque han sido leales toda la vida, son mis amigos desde mi infancia, su familia ha salido de la pobreza por nosotros y ellos están agradecidos. No nos traicionarían nunca, incluso estoy seguro que se jugarían la vida por nosotros.

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—Entonces quién hizo esa llamada haciéndose pasar por Esteban. ¿Cómo es posible que alguien sepa sus nombres y apellidos?

—¿Quién a más de nosotros? Solo queda Euclides que está encargado de las finanzas. También están Servando, el gerente de personal y cuatro obreros que trabajan operando las máquinas de la empresa. Todos los demás fueron despedidos poco a poco, ya nadie queda de esa época por lo que esa lista sería corta dice y podremos resolver rápidamente este problema al menos si hacemos que hablen a toda costa.

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Cuentos urbanos210

LA CARPETA DE EUCLIDES

En la casa de los padres de Margot se estaba asando carne en el brasero. Ella esperaba entrevistarse con Euclides Santamaría esa tarde a las 16:00. Él, vestido informalmente y con una maleta de cuero entró y la saludó. Enseguida ella le hizo que pasara a la parte de atrás de la vivienda. Participó del asado pero era evidente su inquietud:

—¿Podría ya hablar con usted a solas?

—Vamos a la sala.

Allí estaban Esteban y Marcelo. Todos se sentaron y Euclides con mucho nerviosismo comenzó a contarles que Ernesto estaba encerrado en los sótanos de la fábrica. Le culpan de haberse robado unos documentos que comprometen a la fábrica en algún ilícito.

Margot no creía lo que estaba escuchando y se puso a llorar. Euclides se incomodó y le dijo que se calmara y que él podía

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Edison Cando 211

salvar a su esposo. Tengo unos documentos en mi maletín y yo puedo pedir que lo liberen a cambio de devolverlos.

Marcelo enojado se lanzó contra Euclides pero Esteban le contuvo y pidió que ambos se calmaran. El hombre iba a huir con el maletín y él le arrebató. Esteban le dijo siéntese Euclides y este con miedo lo hace. Enseguida Marcelo comenzó a interrogarle.

Fui yo quien los tomó del archivo general donde trabajaba Ernesto como bodeguero. Quise extorsionar a Gary con ellos pero no supe cómo ni cuándo. Las cosas se complicaron porque si se enteran que fui yo el responsable de esa pérdida seguro me harían desaparecer.

—¿Qué era lo que esos documentos contenían? —le preguntó Esteban.

—Son escrituras de las propiedades, documentos de traspaso de los bienes de su antiguo socio que desapareció sin dejar rastro. Hay también registros de la propiedad de sus socios, documentos de traspaso de todas las cuentas bancarias y un documento notariado que es la herencia firmada por Gary, quien le hereda todo a su hijo Raúl porque los que viven fuera del país no recibirán nada.

—¿Por qué usted ahora quiere ayudarnos? —le expresa Esteban.

—Creo que ya sospechan de mí y no viviré mucho tiempo, creí que ustedes podrían rescatar a Ernesto a cambio de la entrega de los documentos y así yo tener tiempo para salir al extranjero.

—Ellos van averiguar de dónde obtuvimos los documentos, y hasta llegar a una negociación Ernesto correría peligro —se apresura a decirle Esteban.

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—¿Sabe cómo llegar al lugar donde tienen secuestrado a mi esposo? —le pregunta Margot.

—Claro que sé cómo llegar.

Marcelo entonces le pide que les ayude a rescatarlo pero Euclides se niega y termina la conversación abruptamente y les menciona que hagan lo que quiera con los documentos ya que esa misma noche él saldría a Quito y de allí se dirigiría al extranjero. Marcelo le informa entonces que toda la conversación fue grabada. Retrocedió la grabación y le hizo escuchar. Euclides se siente derrotado y les expresa que haría lo que le pidieron.

Marcelo le pide que les haga ingresar clandestinamente a la fábrica y que luego les ayude a rescatar a su hermano.

—Es muy peligroso.

—Hay ocasiones que en la vida se debe asumir riesgos. Le comunicamos que ya tomamos todas las decisiones. Si no colabora llevaremos la grabación a la Fiscalía y en ese momento su vida ya no tendrá sentido. Pero si nos ayuda nosotros no le involucraremos en nada.

Después del mediodía, cuando ingresaban del almuerzo los del personal administrativo, Euclides les embarca en la parte de atrás de su carro a Esteban y a Marcelo. Entran a la fábrica clandestinamente. Al pasar por la garita el guardia le saluda y lo deja pasar. Al llegar al estacionamiento los esconde en un clóset. Mientras esto ocurría, Margot salió hasta la jefatura de policía para ponerle al tanto al agente Benavides lo que estaban haciendo, esto por si algo salía mal.

Pasaron varias horas hasta que Euclides llegó donde Esteban y Marcelo lo esperaban, dentro del clóset. Ellos salieron cautelosamente y fueron rumbo a los sótanos. Mientras bajaban

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las gradas Esteban llamó a Margot para avisarle que el plan continuaba. Bajaron un piso más hasta llegar a un corredor largo, antes de ir hacia las celdas. Euclides les hizo una señal para que se quedaran quietos mientras que él hablaba con el guardia a quien le ordenó algo y este se fue corriendo.

Pasaron enseguida hasta las celdas y les tiró unas llaves y entonces Euclides salió apurado del lugar. Marcelo recogió las llaves y corrieron a revisar las celdas hasta que al fin encontraron a Ernesto. Estaba tumbado en un sillón, totalmente dopado y no reaccionaba a las preguntas de Marcelo. Tuvieron que levantarle y lo sacaron arrastrando. El anciano iba adelante chequeando que el guardia no llegara. Algunos guardias estaban llegando hasta el lugar y Esteban alertó a Marcelo y con el cuerpo de Ernesto tuvieron que internarse en el jardín, se escondieron tras los árboles y corrieron por los matorrales, no se podían orientar. Una alarma comenzó a sonar y los vigilantes empezaron a movilizarse. Fue entonces que se dieron cuenta de que Euclides los había traicionado.

Esteban llamó a Margot y le pidió que hablara con el agente Benavides, que Ernesto ya estaba con ellos y que varios matones estaban tras sus pasos. Guardo el teléfono y se fueron a esconder en la cloaca que salía al mar, corrieron por el túnel y cuando llegaron al final esta estaba sellada con una rejilla de hierro. Marcelo estaba agotado de cargar a Ernesto, estaban mojados y el sitio apestaba pero decidieron quedarse ahí, sabían que pronto les encontrarían. Nuevamente el anciano llamó a Margot pero en el lugar no había señal.

Margot, que estaba esperando en la jefatura, abordó al agente Benavides antes de que se vaya, le entregó los documentos de Euclides, le contó que Marcelo y un amigo estaban dentro de la fábrica con Ernesto a quien trataban de rescatarlo, le explicó que los tres estaban en serio peligro. El agente le hizo subir al

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Cuentos urbanos214

carro de la policía y en el camino le recriminó por qué no le había puesto al tanto y habían actuado fuera de la ley. Margot le explicó que muchas autoridades eran sobornadas por Gary Fuell, que tenía una lista con todos los colaboradores de él y que en esa, inclusive estaba su nombre. El agente Benavides se sorprendió y le dijo que de dónde sacaron esa lista. Ella le contestó que la consiguieron directamente de Gary y que no se preocupara porque de eso solo sabían Marcelo, Esteban y ella.

—Es el momento de actuar y que se reivindique con nosotros.

—Vamos buscar al Fiscal y tratar de sacar una orden de allanamiento para la fábrica.

Al llegar donde el juez le explicaron el asunto y este accedió a dar una orden de allanamiento. Hizo unas llamadas a la jefatura y enseguida varias unidades de policía se dirigieron a la fábrica de harina.

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CASA DE GARY

Mientras Gary y Raúl discutían sobre cómo hacer que confiesen todos los sospechosos, recibieron una llamada de emergencia desde la fábrica, les dijeron que habían ido unas personas a rescatar a Ernesto. Gary cerró el teléfono y todo desorbitado le ordenó a Raúl que enviara refuerzos a la fábrica porque habían entrado a rescatar a Ernesto, que capturaran a los intrusos y que los trajeran inmediatamente donde él. Raúl sorprendido dijo cómo se enteraron de que ese empleado estaba encerrado en los sótanos de la fábrica. Gary le contestó que esa misma pregunta rondaba por su cabeza.

Yo quiero que te encargues inmediatamente de este asunto, captúrales y los quiero vivos porque tendrán que responder por sus actos.

Todos los guardias de la casa salen tras el llamado de Raúl, se suben a la camioneta y se van rumbo a la fábrica, se ponen en contacto con el jefe de la guardia quien les informa de los

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acontecimientos. El operativo comenzó para dar con los intrusos que se distribuyeron por todo el jardín formando un cerco para acorralarlos y así poder capturarlos vivos. Un grupo da con la cloaca y comienza a entrar y logra ver a los intrusos en el fondo y acto seguido le informaron a Raúl. Él les pide que traten de capturarles con vida y los guardias se acercan al grupo de Esteban y les piden que alcen las manos. Los capturan y los empujan hacia la salida, comienzan a caminar cargando a Ernesto que todavía seguía aletargado. En la entrada del túnel de la cloaca les esperaba Raúl con su grupo, los miraba pero no reconocía. Se preguntó entonces que para quién trabajan. Marcelo lo miró y le dijo que trabajaban para Esteban Ricaurte.

Raúl se sorprendió para luego reírse a carcajadas

—Pero él está muerto, alguien se está haciendo pasar por él.

Luego pidió a sus matones que levantaran a Ernesto del suelo. Miró al anciano y acercándose le preguntó que si él también fue contratado por Esteban.

—¿Ya no me reconoces Raúl?

—¿Pero de dónde me conoces?

—Esa noche te conocí, en la bodega de la antigua fábrica.

Raúl se consternó y todo en él se volvió angustia. No podía creer que lo que estaba viendo.

—Soy Esteban, sí soy Esteban, me conoces.

—No puedes ser tú porque estás muerto.

Raúl no salía de su asombro cuando escuchó el sonido de las sirenas de los carros de la policía que irrumpieron en la fábrica.

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Enseguida vino un guardia a informarle que la policía había allanado el lugar y que estaba deteniendo a todo el mundo.

Suban a la terraza y avisen al piloto del helicóptero que lo tenga encendido, no dejen que la policía nos siga, respondan con fuego y a los intrusos llévenlos al helicóptero.

La policía ya había aprehendido a varios guardias que no se resistieron. Pero el grupo que subía a la terraza le contestaba con bala y fue cuando los gendarmes los sometieron antes que subieran todas las gradas. Rescataron los rehenes y Raúl y sus matones fueron abatidos antes de que el helicóptero despegara.

Ernesto fue llevado en una ambulancia de los bomberos hacia una clínica. Esteban y Marcelo buscaban en la confusión a Margot pero ella no estaba por ningún lado, vieron al agente Benavides y él les pidió que subieran al carro, les contó que ella tuvo que ser trasladada de urgencia al hospital porque al parecer el parto se había adelantado. Llegaron al hospital y ella había sido llevada al quirófano y ya no pudieron verla. Esteban dijo que lo mejor sería ir a ver cómo se encontraba Ernesto. El agente Benavides les comunicó que Ernesto estaba en una clínica por el oeste de una ciudad.

Suban al carro y los dejaré por ahí. Esteban dijo que él esperaría la recuperación de Margot.

Esteban puso la denuncia en la Fiscalía sobre el asesinato de su familia y responsabilizó de los hechos a Gary Fuell. Los documentos recuperados en la fábrica antigua y aquellos que les dio Euclides así como las declaraciones de los detenidos. Esto le sirvió al agente Benavides para levantar un informe y la Fiscalía hizo las investigaciones necesarias y concluyó que Gary estaba implicado en el múltiple asesinato, pero también de lavado de dinero y secuestro. Sin embargo, antes de que saliera la orden de

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arresto ya Gary había salido del país rumbo a Estados Unidos por lo que fue juzgado en ausencia.

Esteban reclamó sus antiguos bienes y la fábrica regresó a sus manos. También, recobró su identidad y reorganizó su vida. A sus amigos indigentes, incluido a su compañero de mesa, les puso en un ancianato que era regentado por las Hermanas de la Caridad y con recursos de Esteban. Marcelo ya no tuvo que viajar a trabajar en Quito, se encargó de la administración de la fábrica de harina precosida.

Margot fue intervenida en urgencias y tuvo una hermosa niña. Ernesto, ya recuperado fue a visitar a su esposa en el hospital y el encuentro entre los dos estuvo cargado de muchas emociones. Ella no dejaba de llorar al ver que Ernesto estaba bien y que la abrazaba.

—Gracias, me enteré todo lo que hiciste por mí.

Una enfermera los interrumpió y les entregó a la niña para que Margot le diese de lactar y al poco tiempo la bebé y Margot fueron a vivir en el cuartel de operaciones.

En Navidad y en la playa hubo fuegos artificiales, una orquesta hacía bailar a todo el mundo. El agente Benavides salió esa noche con toda su familia, mucha gente paseaba por el bulevar y el cielo estaba lleno de estrellas. En el monumento estaban Ernesto, Margot y su hija a la que llamaron Yamilet, los tres esperaban que Marcelo llegara a su encuentro. Una camioneta blanca doble cabina se estacionó en la calle y de ahí salieron Esteban y Marcelo, todo el equipo se reunió esa noche y fueron al cuartel de operaciones para planificar donde recibirían el nuevo año.

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