cuestion social-onganía

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  • 8/6/2019 cuestion social-ongana

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    CUESTIN SOCIAL, DESARROLLO Y HEGEMONA EN LA ARGENTINA DELOS AOS SESENTA. EL CASO DE ONGANA1

    Arturo Claudio Laguado Duca

    Departamento de GobiernoIOG-A

    RESUMEN

    El artculo aborda los conflictos discursivos alrededor de la cuestin social y eldesarrollo entre las elites de gobierno y los grupos de poder durante eldesarrollismo argentino post-peronista. Por cuestiones de espacio se har nfasisen el gobierno de Ongana. Se argumentar que la crisis de gobernabilidad quecaracteriz al perodo tiene que ver con la dificultad de las elites de poder paraacordar en un discurso hegemnico alrededor de estos temas. El anlisis empricomostrar una constante: la permanencia en el tiempo de una narrativa liberalenfrentada a todo intento de regulacin estatal y el fallido intento de constitucinde una narrativa alternativa a travs del significante desarrollo.

    Palabras clave: Argentina- Ongana- Desarrollismo- Polticas sociales-Narrativa liberal

    ABSTRACTThis paper explores the discursive conflict between the power groups and elites ofState around the social question during post-Peronist development policy inArgentina. It argues that the way in which the social question has been settled byliberals and desarrollistas was an important cause of the governability crises thathas distinguished those years. The empirical findings shows the permanence in thetime of a liberal narrative facing any attempt to State regulation and the failedattempt the formation of an alternative narrative through meaning development.

    Key words: Argentina- Ongana- desarrollismo- Social Policies. Liberalnarrative.

    I. Introduccin

    La descripcin de la inestabilidad poltica durante los aos sesenta en Argentina

    es ya un lugar comn. En este trabajo se argumentar que la crisis de

    1Este artculo recoge partes de la tesis doctoral suma cum laude La construccin de la cuestin social

    durante el desarrollismo argentino, presentada a la UBA para optar al ttulo de doctor. Publicado en

    Universitas Humanstica N 70. Rev. del Departamento de Sociologa y Antropologa de la Facultad de

    Ciencias Sociales,Pontificia Universidad Javeriana. Bogot, 2 semestre de 2010

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    gobernabilidad que caracteriz al perodo tiene que ver con la dificultad de las

    elites de poder para acordar en un discurso hegemnico alrededor de la cuestin

    social y el desarrollo.

    El anlisis emprico mostrar una constante: la permanencia en el tiempo de una

    narrativa liberal enfrentada a todo intento de regulacin estatal. Esta narrativa se

    constituye en un fenmeno de larga duracin que, partiendo del siglo XIX, se

    proyecta durante todo el siglo XX e, incluso, durante la primera dcada del XXI.

    El artculo abordar los conflictos discursivos alrededor de la cuestin social y el

    desarrollo entre las elites de gobierno y los grupos de poder durante el

    desarrollismo argentino post-peronista. Por cuestiones de espacio se har nfasis

    en el gobierno de Ongana, aunque las referencias abarcarn un perodo de

    tiempo ms extenso.

    El corpus se recogi de diarios y revistas que representaban a los grupos de poder

    La Nacin, La Prensa, Primera Plana, entre otros- partiendo de que es all donde

    se constituyen los enunciadores legtimos de los discursos polticos, sea porque

    alguna forma de capital torna relevante su discurso, sea porque el propio capital

    simblico acumulado por estos medios de comunicacin produce actores.

    En ellos relevamos el discurso de los partidos polticos, las corporaciones de la

    produccin, las elites de gobierno, intelectuales orgnicos y distintas

    organizaciones de la sociedad civil. El slo hecho de su presencia en estos

    medios de comunicacin garantiza la relevancia social de sus discursos, su papel

    como enunciadores legtimos.

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    II. Elementos tericos

    Tres operadores conceptuales guiaron la construccin del problema y la

    recoleccin de material emprico, a saber: violencia simblica y, ms

    especficamente, nominacin (Bourdieu, 1990); articulacin (Laclau, 1996, 2005) y

    narrativa (Somers, 1994, 1996).

    La cuestin social es, ontolgicamente, una cuestin poltica ya que en ella se

    definen los derechos asociados a la pertenencia a la comunidad poltica. Pero lo

    es tambin, porque su tratamiento se da en el campo poltico (Bourdieu, 1999). Es

    en dicho campo, donde se construye el monopolio de los discursos legtimos sobre

    el mundo social, i.e. sobre la divisin legtima de la sociedad. Es all, tambin,

    donde los intelectuales orgnicos ponen en juego su capital simblico,

    proporcionando la eficacia performativa de los discursos sobre lo social.

    A ese poder de constituir desde la enunciacin una visin del mundo social que

    lleva consigo una accin sobre el mundo, Bourdieu lo llama violencia simblica

    legtima (1999). Poder casi mgico que obtiene lo mismo que la fuerza por efecto

    de la movilizacin social y que, en cuanto es menos reconocido, ms poderosa es

    su accin constitutiva sobre el mundo.

    Ese fenmeno, resultado del ejercicio de la violencia simblica y que Gramsci

    llam hegemona- es claramente perceptible en el poder de nominar. Es decir, en

    el acto poltico que, por efecto de la definicin, permite constituir lo social como

    resultado de la lucha por imponer clasificaciones tiles desde la perspectiva de los

    enunciadores. El carcter performativo de la nominacin en la definicin del

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    mundo social, permiti definir los temas que, durante el desarrollismo argentino, se

    asociaron a la cuestin social.

    Aplicando un tours de forcegramsciano a las ideas de Bourdieu, asociar a esa

    imposicin de una nominacin oficial tendiente a construir el sentido comn sobre

    el mundo social, a la idea de hegemona propuesta por Ernesto Laclau. Lo que

    nos lleva a complejizar esa definicin inicial.

    La violencia simblica no es el resultado de asignar un significado a un

    significante, no es una operacin descriptiva. Lo que podemos llamar la operacin

    nominativa, cumple su funcin hegemnica por la articulacin retrica de varios

    significantes.

    El concepto de articulacin permite establecer las cadenas significantes entre

    elementos cuya identidad se modifica en la prctica retrica, construyendo puntos

    nodales que fijan el sentido de los significantes, evitando su flotacin. Esos puntos

    nodales dan sentido, retrospectivamente, a los distintos significantes articulados

    en la cadena cuya identidad se modifica en la prctica articulatoria. Fijar diferentes

    significantes a travs de una serie de desplazamientos retricos, significa imponer

    como lgicas y necesarias una serie de articulaciones, cumpliendo as la

    operacin hegemnica por excelencia.

    Metodolgicamente, si a travs del concepto de nominacin se identificaron los

    temas considerados relevantes para la construccin de la cuestin social en el

    desarrollismo argentino, la nocin de articulacin permiti reconstruir las cadenas

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    equivalenciales tejidas alrededor de dichos temas, posibilitando desentraar la

    construccin retrica tendiente a imponer un discurso hegemnico.

    Por otra parte, las articulaciones discursivas sobre la cuestin social, se insertan

    en relatos de mayor alcance y nivel de elaboracin que, partiendo de una

    explicacin histrica de la formacin del pas, se proyectan hacia horizontes

    futuros. Es decir, se inscriben en estructuras narrativas que, apropindose del

    prestigio de la historicidad, proponen un discurso elaborado donde las definiciones

    de la cuestin social surgen como consecuencia lgica de la narrativizacin de la

    historia del pas (Somers, 1996).

    Una estructura narrativa, parte del diagnstico de una crisis presente

    fundamental en toda narrativa- de la cual se extraen ciertas conclusiones

    normativas, para explicarla por el pasado y extrapolarla hacia el futuro. La

    crisis/diagnstico toma as toda su fuerza normativa constituyndose en el centro

    de una trama causal donde los tres momentos inicio, crisis, solucin- son

    narrativizados, recurriendo al prestigio otorgado por una supuesta explicacin

    cientfica.

    El diagnstico la crisis- se torna as el eje de la narrativa permitiendo la

    construccin del problema y derivando de ste las alternativas de solucin. La

    imposicin de una narrativa ser el ltimo paso del proceso de hegemonizacin dela cuestin social al incorporarla en discursos con pretensiones explicativas de

    ms largo alcance temporal y socio-espacial.

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    Con estos tres operadores conceptuales se abord la pregunta por la definicin

    que hizo el desarrollismo de la cuestin social, los elementos que se articularon en

    su definicin y las narrativas en pugna en que se inscribieron.

    III. El discurso liberal durante el desarrollismo

    Cuando se abre el perodo desarrollista en Argentina, la cuestin social estaba

    fuertemente colonizada por la narrativa nacional popular, articulada alrededor del

    significante justicia social2.

    El desarrollismo de Frondizi trat de proponer articulaciones diferentes alrededordel significante desarrollo. Pero desarrollo estuvo fuertemente disputado por los

    grupos de poder que recogan la narrativa liberal, mientras las elites de gobierno

    trataron sin xito de imponer una narrativa diferente a la liberal y a la justicialista.

    Varios temas condensaron ese desacuerdo. La cuestin social fue uno de ellos

    que, a su vez, estuvo atravesado por los lmites de la intervencin estatal y la

    democracia.

    Para los grupos de poder la sublevacin contra Pern era una revolucin contra la

    intervencin estatal y su intento de regular la sociedad; incluyendo claro est, las

    polticas sociales. En su lugar propusieron una narrativa que mantena las

    articulaciones clsicas producidas por el liberalismo decimonnico: principalmente

    2La bibliografa sobre el discurso del peronismo es extenssima. Desde un enfoque terico similar aunque

    con preocupaciones diferentes- puede consultarse, entre muchos otros, el clsico libro de Vern y Sigal

    (2004). Desde otros enfoques son sugestivos los trabajos de Tenti Fanfani (1987 y 1989). Ninguno de ellos,

    sin embargo, aborda directamente el problema que ac nos planteamos. Sobre el discurso del desarrollismo

    y lo social en Argentina hay poca investigacin. Algunas referencias pueden encontrarse en Altamirano

    (1989), Grassi (1989), Smulovitz (1998) y Gerchunoff (2007). Sobre Ongana es destacable el trabajo de De

    Riz (2000); mientras que Sigal (1991) presenta la dcada desde la perspectiva de los intelectuales.

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    la separacin entre economa y poltica, donde la primera, por ser natural, tendra

    una primaca sobre el mundo artificial de la segunda. En su discurso, el Estado

    perteneca a este universo de lo inventado. Su estatus ontolgico era menor, y por

    tanto, debera evitar intervenir en el natural desenvolvimiento de la economa. En

    ese marco, la cuestin social deba reproducir las diferencias introducidas por el

    mercado. Tambin all la intervencin estatal ah deba respetar esos lmites

    naturales.

    El relato liberal era lineal. Parta de la poca del centenario como edad dorada

    (cuando la sociedad civil se desenvolva libremente), la crisis se asociaba a la

    intervencin estatal (llamada la dictadura); y el horizonte estaba dado por la

    recuperacin de la libertad que se articulaba con desarrollo a travs del libre

    comercio, desenvolvimiento de la iniciativa privada e incremento de la

    productividad.

    La cuestin social atrapada en esa narrativa- fue planteada principalmente en

    negativo. En ese discurso, donde la racionalizacin-liberalizacin de la economa

    jugaba un papel central, se definieron los temas que hacan a ella:

    -el problema del trabajo fue reenviado al sindicalismo y, a su vez, articulado con

    dos temas caros al discurso liberal: racionalizacin econmica y libertad. El

    sindicalismo se constitua en problema quaenemigo de la libertad de asociacin ydel contrato libre; de la productividad por la indisciplina que generaba entre los

    trabajadores,

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    poltica en la economa, es decir, de la demagogia. A esa demagogia se reenva la

    intervencin del Estado en la cuestin social.

    Al tratar los grupos de poder la cuestin social en negativo freno al desarrollo,

    demagogia- renunciaban a interpelar al pueblo y, por tanto, a construir un discurso

    hegemnico alternativo que, por otra parte, tampoco contaba con un contexto de

    plausibilidad ante la reciente experiencia peronista.

    IV. La narrativa hbrida de la Revolucin Argentina

    La narrativa desarrollista tambin subsumi la cuestin social a lo econmico, perode manera diferente. Sin articularla a un discurso de derechos, la cuestin social

    fue puesta como precondicin para el desarrollo. En la prctica signific que las

    demandas populares podan ser suspendidas en aras del desarrollo.

    La retrica de la modernizacin que construy el desarrollismo, supedit la

    cuestin social a un problema tcnico, con lo cual tambin dej poco espacio para

    la interpelacin al pueblo; sin embargo esa retrica defendi la legitimidad de la

    intervencin del Estado. Pero, relegando la cuestin social a una precondicin del

    desarrollo, permiti que la narrativa liberal impusiera los temas.

    Sin embargo, aunque todos los gobiernos articularon desarrollo con

    industrializacin y regulacin estatal, cada uno de ellos lo hizo de manera

    diferente, lo que marc las caractersticas de cada administracin.

    El gobierno de Ongana no fue una excepcin. Inicialmente recogi el discurso

    liberal sobre la cuestin social, tanto en los temas que propuso disciplinamiento

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    sindical, racionalizacin pensional, villas miseria-, como en la manera de

    articularlos: desarrollo con modernizacin, racionalizacin, reduccin del gasto

    pblico, privatizacin, estabilidad monetaria. Pero, a medida que la Revolucin

    Argentina defini su narrativa, introdujo nuevas articulaciones entre desarrollo y

    cuestin social.

    Esta narrativa se materializ en su propuesta de los tres tiempos de la Revolucin:

    econmico, social y poltico. Este proceso es el que se abordar en este trabajo.

    La Revolucin Argentina construir su discurso del desarrollo abandonando la ya

    tradicional referencia a la Alianza para el Progreso que entonces comenzaba su

    fase decadencia- para incorporarlo en la Doctrina de Seguridad Nacional y el

    Desarrollo.

    Confluyeron en l retricas insertas en distintas narrativas. Desde la liberal que

    insista en la primaca de la economa sobre la poltica, o en la indisciplina de la

    clase obrera como causa del estancamiento econmico, hasta aquellas de

    raigambre corporativa encarnadas en el discurso de la comunidad organizada.

    Krieger Vasena encarn esta narrativa liberal que Ongana incorpor en su

    discurso de los tres tiempos secuenciales de la Revolucin. En el del ministro

    Borda y su peculiar concepcin de la participacin confluan aquellas construidas

    por la derecha nacionalista (Laguado Duca, 2006) junto con una peculiar

    interpretacin de los postulados de la encclica Populorum Progressio (De Riz,

    2000).

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    El mensaje de la Junta Revolucionaria dirigido al pueblo de la Repblica el 28 de

    junio de 1966, titulado Causas y Objetivos de la Revolucin y el Acta de la

    Revolucin, emanada el mismo da, no aportaron grandes innovaciones

    discursivas respecto a los ataques que la Accin Coordinadora de Instituciones

    Empresariales Libres ACIEL-, los editoriales de distintos peridicos o, incluso

    lderes polticos como Frondizi, haban hecho al gobierno de Illia.

    Retomando la narrativa en boga, los comandantes imputaban a la administracin

    derrocada la definitiva prdida del rumbo del ser nacional. Las causas: el

    electoralismo, el estatismo asfixiante, el vaco de autoridad que haban

    desembocado en la opcin como sistema, generando la divisin de los

    argentinos. Este diagnstico recoga casi textualmente la mayora de los

    elementos desarrollados por la narrativa liberal (crisis, demagogia, vaco de

    autoridad, estancamiento econmico, estatismo, grandeza dilapidada). La solucin

    propuesta tampoco era novedosa: la modernizacin econmica y poltica.

    En lo laboral se permitira el funcionamiento de las organizaciones sindicales

    mientras se ajusten en su accin a los fines especficos para los cuales han sido

    creadas, es decir, prohiba su accionar poltico, realizando una vieja demanda de

    las corporaciones de propietarios. En el mbito de la poltica de bienestar social3,

    se procedera a su organizacin, poniendo en funcionamiento un Sistema

    3El bienestar social se defina como un importantsimo campo de la actividad nacional, que abarca

    primordialmente la seguridad social, la salud pblica y la vivienda.

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    Argentino de Seguridad Social, se mejorara la salubridad, y eliminara las causas

    que retardan el aumento de las unidades de vivienda4.

    El discurso liberalemitido principalmente por ACIEL, y amplificado en las pginas

    de La Prensa y La Nacin-, que desde la administracin Frondizi vena

    presionando a las elites de gobierno, poda identificarse con estos documentos de

    la Revolucin Argentina. No haba en ellos articulaciones diferentes o, al menos,

    los significantes centrales de la Revolucin mantenan tal nivel de indeterminacin

    que cualquier interpretacin era posible. La intervencin del Estado que prometan

    los comandantespor medio una adecuada poltica de estructura y de la poltica

    social- no chocaba con la narrativa liberal. El nfasis en la reorganizacin de la

    seguridad social era una demanda que los grupos de poder haban hecho desde

    tiempo atrs, y nadie saba qu significaba una poltica de estructura. Nunca se

    haba cuestionado, tampoco, que el Estado se hiciera cargo de la poltica social.

    Cuatro meses despus de haber asumido el mando, el presidente aclaraba sus

    ideas de gobierno prometiendo la superacin de la ineficiencia, las estructuras

    anacrnicas y los intereses creados. Sin definir los sujetos que encarnaban estas

    negatividades, Ongana pudo mantener an una cierta ambigedad cuando

    anunci una serie de medidas, algunas de corte desarrollista, tendientes a

    impulsar la industrializacin, junto a otras reclamadas por las corporaciones desde

    haca aos: racionalizacin administrativa, transferencia al sector privado de

    algunas empresas estatales, reordenamiento fiscal, reorganizacin aduanera y

    portuaria y, para adentro de pocos das, ferroviaria.

    4Polticas del Gobierno Nacional, en Selzer (1973: 307/310)

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    El recorte del gasto pblico y la devolucin de las empresas al sector privado, se

    justificaron por la necesidad de combatir la inflacin. En su lugar, se prometa

    apertura y facilidades para el capital extranjero. Otra vez La Nacinproducir una

    editorial destinada a alabar cada una de las iniciativas del presidente5.

    El reiterado nfasis en el combate contra la inflacin y la reduccin del gasto

    pblico coincidan tambin con la preocupacin de Oneto Gaona, Secretario

    General de la Unin Industrial Argentina, quien haba pedido al gobierno que se

    ocupara prioritariamente de ese tema6. Tambin ACIEL y la Confederacin

    Econmica Argentina CGE-, a pesar de sus discrepancias, aplaudieron la

    reorganizacin de la vida nacional que se prometa.

    Aunque las diferencias en el discurso de las dos confederaciones de industriales

    no eran menores, ambas intersecaban con el de la Revolucin Argentina. La

    modernizacin que se articulaba con significantes como desarrollo integral,

    estructuras anacrnicas, transformacin, obras de infraestructura- pareca haberse

    constituido, por un momento, en un significante vaco a partir del cual las elites

    econmicas, los formadores de opinin y las elites de gobierno, podran construir

    un proyecto hegemnico.

    Pero no slo el horizonte de la modernizacin produca consenso entre los grupos

    de poder: tambin en el diagnstico haba acuerdo.

    En su memoria dada a conocer en 1967 y comentada en una detallada editorial de

    La Nacin, la Bolsa de Comercio propone, nuevamente, una explicacin del

    5La Nacin, 09/11/1966. El mensaje presidencial. Editorial.

    6La Nacin, 03/09/1966. Fue celebrado con diversos actos en todo el pas el da de la industria.

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    fracaso del desarrollo argentino. Despus de recordar las sucesivas devaluaciones

    ocurridas durante el gobierno de Arturo Illia, el encarecimiento de los servicios

    pblicos y de los salarios, el deterioro de la infraestructura, etc., con su

    concomitante resultado inflacionario, saludaba la iniciativa de la Revolucin

    Argentina de reorganizar la vida poltica y econmica para suprimir las causas de

    la inflacin y, particularmente, de acabar con el Estado empresario.

    Tambin ACIEL destacaba los logros del primer ao de la Revolucin. Para la

    Accin Coordinadora de Instituciones Empresariales Libres, este xito se debi a

    una serie de medidas de liberalizacin de la economa y la imposicin de la

    disciplina en el mundo del trabajo y de la Universidad, y el ataque decidido a la

    inflacin7. Esta entidad reitera los reclamos que haba levantado desde su

    fundacin: reduccin del gasto pblico, modificacin del rgimen impositivo,

    solucin definitiva del problema ferroviario, adems de la derogacin de la Ley de

    Asociaciones Profesionales y la promocin de la construccin de viviendas. Para

    concluir con una demanda: ante la ausencia de partidos polticos, y del Poder

    Legislativo, las entidades como ACIEL constituyen la opinin pblica, por lo que

    deben ser consultadas y odas por el gobierno antes de tomar medidas

    fundamentales para el pas8.

    En trmino similares se expresaba el Dr. Oneto Gaona. El discurso del vocero de

    la Unin Industrial Argentina UIA- pareca enunciado desde el gobierno, a quien

    7La Prensa, 23/06/1967, p.9. ACIEL celebr ayer el nuevo aniversario de su fundacin.

    8Ibd.

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    sugiere reformar el ineficiente sistema pensional y la legislacin laboral en funcin

    de los sanos principios de la productividad.

    En septiembre de 1967 la UIA volver a expresar su apoyo a la Revolucin

    Argentina. Esta vez los industriales, en tono crtico, exigen modificaciones

    profundas a la legislacin previsional, a la impositiva y a la que rega a las

    empresas del Estado. Consciente de su impopularidad, recurra a la inflacin y la

    modernizacin para justificarlas9. Entre tanto, la editorial de La Nacindestacaba

    el apoyo del mundo de la empresa a los planes econmicos en marcha, en

    trminos similares10. La Cmara de Comercio, insista que el cambio de

    estructuras del cual hablaba el gobierno consista en la privatizacin, pero no solo

    de las empresas que daban prdidasv.gr ferrocarriles-, sino tambin de aquellas

    que producan magros supervit11.

    Las manifestaciones de adhesin de los empresarios al gobierno continuarn

    durante todo el ao de 1967, aunque las voces crticas se irn perfilando en el

    perodo. En todo caso, la articulacin entre desarrollo, modernizacin, combate a

    la inflacin, y funcin subsidiaria del Estado ante la actividad privada fue un punto

    de coincidencia entre empresarios y elites del gobierno.

    Modernizacin se contrapona a inflacin como algo obvio. A travs de sta se

    construir una cadena de equivalencias donde las demandas de la narrativa liberalsern ms claramente perceptibles. En el significante inflacinse condensaban los

    9La Nacin, 02/09/1967, p.1 y 3. Con varios actos fue celebrado el da de la industria.

    10La Nacin, 05/09/1967, El Estado debe modernizarse. Editorial.

    11Ibd. Para una posicin similar de la UIA, vase La Nacin, 22/12/1967, Menos gastos y menos

    impuestos, Editorial.

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    reclamos de reduccin del Estado especialmente la privatizacin de servicios

    pblicos-, el control de la indisciplina laboral, el incremento de salarios, y la

    presin impositiva. Brevemente, el desmantelamiento de lo que quedaba del

    Estado peronista, como se explicitaba desde las editoriales de La Prensa12.

    En la cadena de equivalencias negativas modernizacin, en la narrativa liberal, se

    articulaba tambin con demagogia. No exista contradiccin entre el discurso

    liberal y la suspensin de la poltica que varios acadmicos han atribuido al

    gobierno de Ongana.

    Planificacin y cambio de estructuras

    A medida que la Revolucin Argentina fue definiendo su propia narrativa, los

    significantes desarrolloy modernizacin fueron articulndose con otros que, poco

    a poco fueron ganando centralidad: planificaciny cambio de estructuras. A partir

    de entonces, el romance de Ongana con los grupos de poder entrar en crisis.

    Cuando Osiris Villegassecretario del Consejo Nacional de Seguridad, CONASE-

    seal que se requera voluntad para romper la inercia que nos ha adormecido, y

    energa para modificar las estructuras anacrnicas que entorpecen la voluntad de

    cambio, La Prensa record que no era la inercia adormecedora el origen de los

    problemas nacionales, sino justamente el cambio de estructuras intentado por la

    12Manuel Tagle La Prensa, 1966.p.8, La inflacin y el complejo que la produce. La CYCIP y FIEL presentarn

    argumentos similares

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    tirana depuesta en 1955. No fue diferente la posicin de Primera Planaque tanto

    haba hecho para preparar la llegada de Ongana al gobierno

    Esta oposicin no desalent a los idelogos de la Revolucin, que articulaban

    desarrollo con planificacin y bienestar social. Y todo ello con seguridad

    nacional13.

    El plan de desarrollo 1970-1974 anunciado por el Consejo Nacional de Desarrollo,

    CONADE recoga algunos de estos postulados, concedindole un mayor espacio

    a lo social, hasta el momento ambiguamente vinculado con el desarrollo sin

    apartarse de los temas que tradicionalmente haba planteado el discurso liberal.

    En este plan se reconoce por primera vez que las polticas centradas en la

    eficiencia descuidaron sus efectos nocivos en cuanto a ocupacin, salarios y

    situacin de la empresa de capital nacional. La eficiencia debe ser considerada

    con un criterio global, que abarque toda la economa14. Adems del incremento

    de la inversin en salud pblica y educacin, el plan prometa una mayor

    participacin de los asalariados en el ingreso nacional.

    Estos anuncios fueron cuestionados por la UIA, que acot que el criterio de la

    eficiencia debe prevalecer sobre el ocupacional, que debe ser su lgico resultado,

    pues el pleno empleo decan los industriales- es resultado del desarrollo y ste,

    13La Prensa, 13/03/1969, p.9. Continuaron las exposiciones de los directores regionales. Por otra parte,

    los militares consideraban que el planeamiento era una actividad intrnseca a los hombres de armas. Cfr. La

    Nacin, 13/07/1969, p.4, supl. El planeamiento militar y estatal en la poca presente. Tte.General (RE)

    Benjamn Rattembach14

    La Nacin, 20/02/1970, p.1-7-18, Anuncia el CONADE el plan de desarrollo; 11/04/1970, p.9, Sobre el

    plan de desarrollo habl del Dr. Zalduendo.

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    de la productividad. Primera Plana, La Nacin y La Prensa hicieron suyas estas

    crticas15.

    Las reticencias ante el nfasis planificador coincidirn con una renovada ofensiva

    del discurso antiestatista a partir de 1968. El presupuesto anunciado para ese ao

    por el ministro de economa fue cuestionado por la Cmara Argentina de

    Comercio, la UIA y la Sociedad Rural, quienes reclamaron alivio impositivo,

    disminucin del dficit fiscal y menor intervencin del Estado, mientras La Nacin

    criticaba el dirigismo del gobierno16.

    Posteriormente, medidas como el impuesto a la tierra improductiva

    enrgicamente rechazado por la Sociedad Rural y la poderosa Confederacin de

    Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa CARBAP-, quienes

    apostrofaban al gobierno diciendo que lo que quiere el hombre de campo, es slo

    que lo dejen trabajar-; el acuerdo de precios criticado por la UIA que

    consideraba que si el gobierno comprimiera sus gastos y redujera impuestos, los

    precios bajaran-; y la ley de abastecimiento, acrecentaron esos rechazos.

    Aunque las corporaciones empresariales mantendrn su apoyo al gobierno hasta

    bien entrado 1968, su discurso intersecar cada vez ms puntualmente con el de

    Ongana: al final, slo los unir el combate a la inflacin. A travs de este punto de

    confluencia, la UIA reclamar insistentemente la reduccin de los gastos delEstado y, sobre todo, lo que llamaba decisiones en el campo salarial, i.e.

    15La Nacin, 08/05/1970, p.8, Aspectos del Plan de Desarrollo, editorial; Primera Plana, 27/05/1969, N

    335, p.21 Plan de desarrollo: al ver, vers. El semanario haba conocido los borradores del Plan antes de su

    presentacin pblica.16

    Primera Plana, 02/01/1968, N 262, p.20/23. Presupuesto 1968; a medida de quin?. Tambin La

    Nacin, 21/03/1967, p.6. Lasfluctuaciones econmicas. Editorial.

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    moderar los aumentos. Superada la crisis, la narrativa liberal optaba por recordar

    la fragilidad de los logros alcanzados por la Revolucin, pues segn la entidad, el

    nico ganador de las reformas introducidas era el Estado, que haba multiplicado

    sus ingresos a costa del esfuerzo privado. La Cmara Argentina de Comercio y

    ACIEL sostuvieron una posicin idntica en sus respectivas memorias17. Esta

    ltima entidad -con mucho, la que sostuvo un discurso ms reticente a la

    planificacin- no dejar de advertir al gobierno los riesgos en que incurra:

    primero, la creacin inflacionaria de dinero, cualquiera sea su fin; segundo, la

    distorsin del proceso del mercado y su suplantacin por los mtodos del

    intervencionismo autoritario y la planificacin burocrtica; tercero, la creciente

    estatalizacin de la vida econmica18.

    El tiempo social y la comunidad

    Si modernizaciny cambio de estructurasse articulaba con planificacin, ambas lo

    hacan a su vez, con la organizacin de la comunidad. Y si el nfasis de la

    Revolucin Argentina en la planificacin gener la hostilidad de la narrativa liberal,

    el comunitarismo levant an ms rechazos. Diferendo ms importante cuanto

    esta faceta del discurso de la Revolucin Argentina es la que ms explcitamente

    vincul el desarrollo con la cuestin social.

    17La Nacin, 10/08/1968, p.6, Beneficio estatal. Editorial; 27/04/1968, p.6. Al margen de un discurso

    ministerial. Editorial; 10/11/1968, p.1-14, Momento favorable para Argentina; 16/05/1970, p.7,

    Declaracin de ACIEL sobre la situacin del pas.18

    La Nacin, 04/07/1969, p.1-12, ACIEL pide continuidad en lo econmico.

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    La retrica de desarrollo y modernizacin del discurso comunitarista comenzaba

    con la crtica al sistema poltico, pero sta fue ms all de las invectivas contra la

    demagogia en que inicialmente liberales y desarrollistas parecan encontrarse. El

    comunitarismo implic tambin nuevas articulaciones asociadas al desarrollo

    econmico, pues la revolucin no tiene del desarrollo un concepto materialista, ni

    lo concibe como una meta econmica, sino que considera que la economa es un

    medio al servicio de un fin ms alto: el hombre en su plenitud espiritual, fsica y

    moral19.

    En su intento de construir una narrativa propia, la Revolucin coincida con los

    liberales en que el pas haba perdido su grandeza a causa de la demagogia y del

    electoralismo que se haban colado con los mecanismos de la democracia formal.

    Pero la solucin era diferente. Transformar el pas implicaba ms que medidas

    econmicas la renovacin en profundidad de sus estructuras y la modernizacin

    de los conceptos que gobiernan nuestra vida20.

    La postulacin de los tres tiempos secuenciales de la revolucin econmico,

    poltico y social- se inscriba en esa renovacin de estructuras. El primero de ellos

    debera lograr la estabilidad, sentar las bases econmicas que permitirn iniciar la

    verdadera revolucin en el siguiente tiempo.

    Pero, qu era el tiempo social? Segn Ongana era la construccin de unacomunidad solidaria donde los ciudadanos se sintieran parte de una misma

    19La Prensa, 28/06/1967, p.1-6. Sobre el desarrollo poltico habl el ministro del interior.

    20La Nacin, 06/07/1968, p.20, Discurso de Ongana en la comida de los militares. Ver tambin, La Prensa,

    28/06/1967, p.1-6. Sobre el desarrollo poltico habl el ministro del interior.

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    Nacin, animados por los mismos ideales substanciales, unidos solidariamente

    para una tarea que nos viene de la historia.

    El tiempo social apareci temprano en el discurso de la Revolucin. Pero a medida

    que el movimiento obrero y estudiantil comenz a desafiar con xito el proyecto de

    Ongana, el tiempo social pas a ocupar ms lugar en su discurso. Ya en agosto

    de 1968, ante las protestas de los trabajadores de la caa, el presidente le dio a

    Tucumn la responsabilidad de adelantarse en el tiempo social 21. Los meses

    posteriores al Cordobazo propiciarn su lanzamiento oficial.

    En junio de 1969 el presidente declarara iniciada esta nueva etapa, por la cual se

    alcanzara una autntica democracia representativa. En esa misma reunin de

    gabinete, Ongana reiterara varias de sus temas. Por ejemplo la primaca de lo

    tcnico sobre lo poltico, que llev a asignarle al Ministerio de Bienestar Social la

    atencin de los conflictos sociales; o la preocupacin por la divisin introducida por

    los partidos recordando que una comunidad dividida engendra su

    autodestruccin, en tanto que unida multiplica su accin y asegura su eficiencia,

    neutralizando la aparicin de los conflictos, muchas veces originados en el

    desequilibrio de la distribucin de la riqueza; o la crtica a la racionalidad

    econmica como fin ltimo de una sociedad22.

    En septiembre, Ongana volva a definir el tiempo social como aquel donde semodificaran las estructuras sociales para una justa distribucin de la riqueza que

    no implicaba slo mejora salarial, sino tambin la mejor organizacin de los

    21La Nacin, 04/08/1968, p.1 y 8. "Donde hubo caos estableceremos el orden".

    22La Nacin, 21/06/1969, p.1-10. Nuevos lineamientos para la accin gubernamental. Tambin De Imaz,

    en La Nacin, /06/1969, p.1-14. El general Imaz dirigi un mensaje al pas.

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    servicios asistenciales. A partir de entonces aumentan an ms las referencias a

    la economa como instrumento a disposicin de lo social23.

    Como sola suceder en el discurso de la Revolucin Argentina a causa de su

    tendencia a sobrecargar los significantes, el tiempo social era muchas cosas: un

    importante paso hacia el cambio de estructuras, un instrumento de participacin

    comunitaria, de organizacin de los servicios asistenciales y de encuadramiento

    de las organizaciones sociales. Pero, sobre todo, era integracin de la sociedad

    por la solidaridad. Solidaridad como objetivo; integracin, como poltica, y

    participacin, como forma de operar, como estrategia24. De las tres ideas fuerza

    que defina Onganael espiritualismo solidarista, el voluntarismo integracionista y

    la participacin como estrategia- slo la participacin se traducir en polticas

    concretas.

    La participacin de la comunidad que no debera quedar limitada a los rganos

    tradicionales- se inscriba en el horizonte de cambio de estructuras del cual el

    tiempo social era un momento. La subsidiariedad era el otro mecanismo del

    cambio de estructuras. La participacin, orientada por del Sistema de

    Planeamiento, permitira que la comunidad al organizarse tcnicamente,

    superara los anacrnicos partidos polticos. La subsidiariedad, que el Estado slo

    interviniera en aquellos sectores de la comunidad, donde ella no se satisface por

    s, [y] da la idea clara de que existe, por un lado, una comunidad organizada que

    23La Nacin, 2/09/1969, p.1-14, No existen precisiones para el tiempo poltico; 08/07/1969, p.1-6,

    Ongana habl ayer a las Fuerzas Armadas.24

    La Nacin, 2/09/1969, p.1-14, No existen precisiones para el tiempo poltico; ver; 21/09/1969, p.1-12,

    La burocracia sindical antes que la burocracia poltica.

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    se vale por s misma y, por otra parte, un Estado compuesto por la organizacin

    del gobierno y la organizacin de la comunidad25.

    El anuncio del advenimiento del tiempo social no fue bien recibido por los grupos

    de poder. Tanto La Nacincomo ACIELentre otros- criticaron la disposicin del

    gobierno a sumar a la Confederacin General del Trabajo, CGT previa

    reunificacin- en este tiempoy, sobre todo, que dicho tiempo se confundiera con

    aumentos salariales indiscriminados que ocasionaran la reaparicin de la inflacin.

    La Nacin26 resumi la oposicin al tiempo social con la siguiente frmula: antes

    de distribuir riqueza, hay que crearla; si no, se caera en el contrasentido de

    distribuir pobreza. La demagogia ya haba demostrado lo peligroso de este

    camino.

    Posteriormente el presidente volver a puntualizar el papel de lo social en este

    cambio de estructuras. En un farragoso discurso de ms tres horas, Ongana

    volvi a definir los planes de la Revolucin Argentina para las estructuras

    sociales. stos eran en lo fundamental: desarrollar la promocin de la cultura y la

    educacin con especial nfasis en las zonas de frontera, erradicar las villas de

    emergencia, poblar la Patagonia y reestructurar el sistema previsional, adems de

    algunas iniciativas de menor trascendencia como la ley del deporte. Tambin

    prometa la normalizacin de los sindicatos y la fiscalizacin del uso de sus

    fondos.

    25La Nacin, 02/04/1968 p.1-20, Poner orden en el pas con perentoria urgencia.

    26La Nacin, 13/04/1969, p.6, El arduo proceso econmico.

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    Con excepcin de lo relacionado con el sector sindical, los planes sectoriales eran

    los mismos que haba definido la Revolucin desde sus inicios y que hacan parte

    del debate pblico desde el golpe de 1955. A pesar de la importancia que se le

    atribua al inminente tiempo social, la Revolucin Argentina no atinaba a definir

    claramente la cuestin social en su proyecto de desarrollo. Tampoco ayudaban

    afirmaciones como estamos dando a la estructura todo lo social que una

    estructura puede dar. La estructura, por si sola, no da. Despus tiene que venir

    todo lo que sigue a las estructuras para que se d en la medida en que deba

    realizarse. De lo cual concluye: Creemos que toda estructura es social27.

    A medida que el presidente iba definiendo el cambio de estructuras, tambin

    defina una narrativa propia que se diferenciaba de la liberal. Cada vez se

    hipostasiaba ms el cambio de estructuras en un sentido diferente al de

    modernizacin econmica, que tanta acogida tuvo al principio de su gobierno.

    Paralelamente, su discurso se volva ms crtico de la sociedad de consumo y ms

    distante del libre mercado: la solidaridad, en el sentido abstracto que

    mencionamos ms arriba, pas a ocupar un lugar central28. Las referencias al

    problema de la vivienda y a los hospitales comunitarios fueron reiteradas, pero la

    relacin entre cuestin social y desarrollo termin difuminada en esa narrativa

    participacionista.

    Como respuesta al giro antiliberal que iba tomando la Revolucin, ACIEL, La

    Nacin, La Prensa, Primera Plana, el Instituto de la Economa Social de Mercado,

    27La Nacin, 24/01/1969, p.1-14, Reorganizacin del Estado a travs de tres sistemas

    28La Nacin, 01/04/1970,p.1-14-20. Ongana inaugur la reunin de gobernadores.

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    la Bolsa de Comercio, entre otras instituciones, cerraron filas ante el ataque al

    liberalismo y criticaron el zarandeado cambio de estructuras, el comunitarismo,

    la consejocracia. Paralelamente comenzaron a pedir definiciones sobre el tiempo

    poltico29.

    V. Conclusin

    Los aos de Ongana mostraron con nitidez las limitaciones del discurso del

    desarrollo para construir un consenso elitista sobre el cual pudiera cimentarse un

    discurso hegemnico alternativo al justicialista. Resultado un tanto paradjico

    cuando la Revolucin Argentina pareca en sus inicios, recoger todos los

    elementos discursivos que los grupos de poder haban construido durante

    dcadas de desencanto con los resultados de la democracia representativa.

    Hacia 1966 Ongana contaba con un entusiasta apoyo de las corporaciones de

    propietarios, de los medios de comunicacin que recogan sus discursos, de

    importantes sectores de las clases medias, del peronismo y de varios partidos

    polticos. La flotacin del significante desarrollo le concedi un tiempo de gracia.

    Pero construir hegemona no es slo articular distintos significantes. Tambin

    implica fijar uno de ellos como punto nodal i.e. establecer un significante vaco-

    de la articulacin discursiva. Para ello no es suficiente un proceso de agregacin

    equivalencial de demandas, sino que el mismo movimiento retrico debe

    29Primera Plana, 07/05/1968, N280, p.13 Gobierno: un otoo violento; 20/08/1968, N295, p.13

    Gobierno: la ilusin del consejalismo; La Nacin, 24/09/1969, p.8. En torno al zarandeado cambio de

    estructuras. Editorial; 01/04/1970, p.1-14-2, Ongana inaugur la reunin de gobernadores; Primera

    Plana, 13/05/1969, N333, p.9 El mecanismo de la participacin; 13/05/1969, N333, p.104. La hora de la

    consejocracia, Ramiro de Casasbellas; La Nacin, 05/01/1969, p.6, Individualismo y colectividad.

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    involucrar un momento de exclusin de otros discursos. Cuando el gobierno de

    Ongana cumpli ese proceso, sus respaldos comenzaron a desvanecerse.

    Inicialmente, cuando la Revolucin Argentina construy su definicin de desarrollo

    vinculada estrechamente a modernizacin, no encontr obstculos en la narrativa

    liberal. Slo falt un mayor nfasis en la libertad de comercio para que la

    coincidencia fuera total. Esta cadena de equivalencias poco deca sobre la nocin

    de lo social que manejaba el gobierno. En contraste, las asociaciones negativas

    recogan casi todas las demandas del discurso liberal: demagogia, inflacin, crisis,

    indisciplina obrera, vaco de autoridad, estancamiento econmico, estatismo,

    grandeza dilapidada.

    Sin conflicto, el significante modernizacin coloniz el discurso el desarrollo. Por

    un tiempo pareci que las demandas de las corporaciones de propietarios y de los

    medios de comunicacin, intersecaban plenamente con los planteamientos de las

    elites de gobierno. Pero para la Revolucin Argentina, la modernizacin trascenda

    la racionalizacin en los trminos en que la conceban las teoras econmicas

    ortodoxas. Las elites de gobierno lo haban dicho varias veces: la modernizacin

    implicaba el cambio de estructuras.

    Para la narrativa liberal el cambio de estructuras que anunciara el gobierno slo

    poda inscribirse en trminos de su propio discurso. Pero Ongana tena fantasasfundacionales. Adems, la historia reciente del pas haba demostrado la

    imposibilidad de construir un proyecto de dominacin con pretensiones

    hegemnicas, excluyendo al muy poderoso sindicalismo. Por si haca falta, el

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    Cordobazo fue un sonoro recordatorio. El cambio de estructuras, junto con la

    participacin de la comunidad, fue la manera en que la Revolucin Argentina

    cortej al movimiento obrero, al tiempo que otorgaba a la cuestin social un lugar

    en su discurso.

    El discurso liberal haba renunciado a interpelar a las clases peligrosas como

    producto de su desconfianza en el sistema electoral. En lo fundamental, planteaba

    la cuestin social en negativo disciplinamiento del sindicalismo- o como un

    epifenmeno del mercado antes de distribuir hay que crecer-. Su narrativa no

    haba sido capaz de incorporar los profundos cambios introducidos por el

    justicialismo.

    El gobierno de Ongana imagin una alternativa diferente. Quizs consciente de la

    imposibilidad de construir un discurso hegemnico que se apoyara nicamente en

    la represin en un contexto de alta movilizacin social, trat de incorporar la

    cuestin social en su narrativa.

    Sus iniciativas en el campo de la poltica social fueron numerosas, aunque de

    signo diverso: constitucin de un poderoso ministerio de Bienestar Social, ley de

    Obras Sociales, hospitales de la comunidad, erradicacin de villas de emergencia.

    Estas medidas se articularon en torno de dos significantes que se haban

    deslizados casi inadvertidamente en el discurso de la modernizacin: el cambio de

    estructuras y la participacin de la comunidad. Alrededor de stos la Revolucin

    Argentina construy su propia narrativa: el tiempo social.

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    En ese marco se inscribi su discurso sobre la cuestin social. Sus efectos fueron

    importantes. A partir de entonces, la Revolucin trascendi la administracin de

    sectores sociales en los trminos demandados por el discurso liberal: erradicacin

    de villas, solucin del tema pensional, reduccin del gasto en salud pblica y,

    como siempre, disciplinamiento de los sindicatos y derogacin de la ley de

    asociaciones profesionales.

    Con la introduccin de la nocin de cambio de estructurasy de participacinen

    oposicin a demagogia- el discurso del gobierno se diferenciaba de la narrativa de

    los grupos que haban apoyado el golpe de Ongana. La oposicin a la demagogia

    fue ms all del congelamiento de las elecciones demandado por los grupos de

    poder para proscribir toda la poltica; en su lugar y en respuesta a la actividad

    disolvente de los partidos obsoletos- se impulsara la participacin tcnica de la

    comunidad en consejos tutelados por el Estado. El cambio de estructuras no se

    resolvi en el achicamiento del Estado y el disciplinamiento de la clase obrera:

    implic un tibio universalismo manifestado en la ley de obras sociales, intentos de

    cooptar al movimiento sindical, control de precios.

    Los significantes cambio de estructuras y participacin acotaron el sentido de

    racionalizacin. El Estado, en lugar de reducirse, se fortaleca en su poder

    decisional gracias a la planificacin y a los consejos de participacin comunitaria.

    La seguridad nacional pretenda ser ms que una doctrina que justificara la

    represin policial; implicaba tambin el encuadramiento de la poblacin, el

    fortalecimiento del Estado y la desactivacin de los contextos favorables para el

    crecimiento del enemigo interno. La recriminacin del ministro Borda a quienes lo

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    acusaban de corporativista pero se alegraban de la restauracin del orden,

    apuntaba a esta autonomizacin de la Revolucin Argentina.

    La planificacin alcanzaba al mundo social con una concepcin fuertemente

    instrumental dada por la participacin tcnica de la comunidad. Va participacin

    comunitaria, lo social quedaba integrado al Estado prescindiendo de la poltica.

    Las organizaciones intermedias reemplazaran, en adelante, a los partidos

    polticos hasta la llegada del lejano tiempo poltico.

    El rechazo a la demagogia y al electoralismo se inscriban as, en una narrativa

    diferente a la liberal. La CGE, la UIA y ACIEL, autodenominados representantes

    naturales de la opinin pblica en una situacin de suspensin electoral, tendran

    que compartir ese espacio con una multitud de organizaciones intermedias

    tuteladas por el Estado.

    El lugar otorgado a las organizaciones intermedias alcanz tambin a la poltica

    laboral. Del disciplinamiento se pas a la cooptacin. No slo no se derog la ley

    de asociaciones profesionales, sino que la ley de obras sociales fortaleci el poder

    de los sindicatos con la vana esperanza de atraerlos hacia el tiempo social.

    Aunque la llegada del tiempo social signific la enunciacin de un discurso propio

    sobre lo social, ste no fue ms all de la organizacin comunitaria. La cuestin

    social, en ltima instancia, se resolvera por el fortalecimiento de la solidaridad

    nacional en el seno de las organizaciones intermedias que, en los consejos de

    participacin, definiran de comn acuerdo las acciones para el bien nacional

    segn las pautas que le sugiriera el Poder Ejecutivo. Para el gobierno de Ongana

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    el Estado deba ser el lugar donde se integrara la Nacin, tanto en sus aspectos

    territoriales como culturales. La fractura de la sociedad se resolvera sin la

    intervencin de la poltica: los componentes tcnicos permitiran la correcta

    solucin de los conflictos sociales; los identitarios garantizaran la unidad nacional.

    En este discurso nacionalitario la cuestin social volvi a perder su especificidad.

    Si la cuestin social moderna fue definida en el marco de un discurso de derechos

    socialdemcrata-, como resultado del pleno empleo -nacional-popular-, o como

    accin del mercado liberal- o, incluso, como condicin del desarrollo Frondizi-;

    Ongana introdujo otros elementos. Su perspectiva nacionalitaria de la sociedad

    prioriz la pertenencia en trminos culturales a la comunidad poltica -cultura

    occidental y cristiana, argentinidad- sobre los derechos inherentes a la ciudadana

    (Marshall); la concepcin cristiana de solidaridad como deber de los ricos con los

    pobres, en lugar de la solidaridad mediada por el Estado- entre diversos

    colectivos que expresaban intereses diferenciados (Durkheim); la participacin

    tcnica en la sociedad organizada, en reemplazo de la participacin de los

    ciudadanos en la comunidad poltica para definir el equilibrio entre igualdad y

    libertad. Todo esto enmarcado en un discurso modernizador. Brevemente:

    modernizacin sin modernidad.

    As definida la cuestin social, lo nico que mantuvieron en comn la Revolucin

    Argentina y los grupos de poder, fue la negativa a inscribirla en el discurso de

    derechos sociales que haba abierto el artculo 14 bis en 1957.

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    A partir de la dictadura iniciada en 1976, el discurso liberal conocera otra poca

    de romance con las elites de gobierno. El discurso desarrollista iniciara, en

    cambio, una constante declinacin de la mano de los cambios acaecidos en el

    mundo. El siglo XXI, sin embargo, reabrira el conflicto entre elites de gobierno y

    grupos de poder. Argumentos muy similares sobre la cuestin social y el desarrollo

    volveran a esgrimirse.

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