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Culto a los Santos. - CanalSocial - Enciclopedia GER http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=10728&cat=religioncristiana[8/4/2013 1:27:34 AM] Cine Domingo, 4 de Agosto de 2013 INICIO SECCIONES Actualidad Artículos Biografías Monografías Enciclopedia GER Hemeroteca Cartas al director CULTURA Cine Libros Video/DVD Música SERVICIOS Quienes somos Publicidad Suscripción al boletín Escriba su e-mail Visitantes únicos / Mes 268.841 Visitantes únicos / Día 8.259 Gran Enciclopedia Rialp: Humanidades y Ciencia. Última actualización 1991 Título Búsqueda avanzada Biografias GER Listar todas las voces Inicio > Enciclopedia GER > Voz Imprimir Culto a los Santos. Categoria: Religión Cristiana Propiedad del contenido: Ediciones Rialp S.A. Propiedad de esta edición digital: Canal Social. Montané Comunicación S.L. Prohibida su copia y reproducción total o parcial por cualquier medio (electrónico, informático, mecánico, fotocopia, etc.) Introducción. Cuando se habla de c. en general, sin especificar, suele entenderse c. religioso, c. debido a Dios (v. I-II); pero de por sí el c. es una manifestación reverencial que forma parte de la virtud de la piedad (v.) en sentido amplio y que puede referirse también a los padres, a los bienhechores, a personajes ilustres, etc. (v. I,1). Y también a los santos. Sus valores pueden ser muchos, como veremos, y el c. a los santos es el acto reverencial que se tributa a personas destacadas por la perfección cristiana de sus vidas, que han fallecido ya, y que han sido propuestas a la veneración de los fieles, bien por aclamación popular, bien por decreto pontificio de beatificación (v.), o de canonización (v.). Nos referiremos al c. público. Hay también c. privado, que se tributa a personas destacadas por su virtud o por algún carisma especial, que, sin embargo, no han sido incluidas todavía en el catálogo oficial de santos. Rendir c. a las personas fallecidas es un fenómeno natural. Damos c. y veneramos a los antepasados, a los hombres que han hecho historia, a los personajes que han destacado en algún sector de la actividad humana. Esta manifestación reverencial puede significar muchas cosas: simplemente, que el personaje reverenciado permanece vivo en nuestro recuerdo; o que, además, nos vemos movidos hacia él por una necesidad de ayuda, por un sentimiento de gratitud o de admiración, o por un deseo de imitarle. El c. a los que murieron tiene base en la misma estructura natural del hombre, que es social por naturaleza y se siente solidario con los que viven aquí y con los que ya se fueron; y que tiene también la persuasión de que los muertos perviven todavía después de morir (V. DIFUNTOS). Varía el c. según la sociedad que lo tributa y según los méritos que se reconocen en la persona a quien se tributa. La sociedad religiosa lo rinde a los que destacaron en ella por su santidad (v.). Y aunque, en general, el c. a las personas beneméritas ya fallecidas se considera como algo normal y común porque está enraizado en la misma estructura social del hombre, el de los santos ha sido a veces tema de polémica entre cristianos, como lo certifican por una parte los iconoclastas (v.) y el protestantismo (v.) y por otra los Conc. II de Nicea (v.) y de Trento (v.). También es tema de crítica por parte de personas ajenas a la vida religiosa. La razón de esta actitud polémica frente a un fenómeno tan natural no está en la carencia de motivaciones que lo justifiquen. Más bien está en los abusos a que ha dado lugar, debidos, en ocasiones, a la falta de una acertada pastoral. Por eso, cuando el Magisterio eclesiástico afirma y sanciona su legitimidad, añade seguidamente las normas pastorales para llevarlo debidamente a la práctica (cfr. Denz. Sch. 1821-1825; Lumen gentium, 49-51). Historia. El c. de los santos tiene base sólida en la palabra revelada, en los principios de la teología, y en la misma vida cristiana. La praxis aparece ya con testimonios claros en el s. II; es S. Policarpo de Esmirna (v.) el primero de quien consta que se le tributó c. como testigo o mártir de la fe. Hubo muchos mártires antes de él; los Hechos de los Apóstoles hablan de Santiago (Act 12,2) y de Esteban (Act 7,58-60); el Apocalipsis alude a una muchedumbre (Apc 6,9); la historia

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Culto a los Santos.Categoria: Religión Cristiana

Propiedad del contenido: Ediciones Rialp S.A. Propiedad de esta edición digital: Canal Social. Montané Comunicación S.L. Prohibida su copia y reproducción total o parcial por cualquier medio (electrónico,informático, mecánico, fotocopia, etc.)

Introducción. Cuando se habla de c. en general, sin especificar, suele entenderse c. religioso, c.debido a Dios (v. I-II); pero de por sí el c. es una manifestación reverencial que forma parte de lavirtud de la piedad (v.) en sentido amplio y que puede referirse también a los padres, a losbienhechores, a personajes ilustres, etc. (v. I,1). Y también a los santos. Sus valores pueden sermuchos, como veremos, y el c. a los santos es el acto reverencial que se tributa a personasdestacadas por la perfección cristiana de sus vidas, que han fallecido ya, y que han sidopropuestas a la veneración de los fieles, bien por aclamación popular, bien por decreto pontificiode beatificación (v.), o de canonización (v.). Nos referiremos al c. público. Hay también c. privado,que se tributa a personas destacadas por su virtud o por algún carisma especial, que, sinembargo, no han sido incluidas todavía en el catálogo oficial de santos.

Rendir c. a las personas fallecidas es un fenómeno natural. Damos c. y veneramos a losantepasados, a los hombres que han hecho historia, a los personajes que han destacado enalgún sector de la actividad humana. Esta manifestación reverencial puede significar muchascosas: simplemente, que el personaje reverenciado permanece vivo en nuestro recuerdo; o que,además, nos vemos movidos hacia él por una necesidad de ayuda, por un sentimiento de gratitudo de admiración, o por un deseo de imitarle. El c. a los que murieron tiene base en la mismaestructura natural del hombre, que es social por naturaleza y se siente solidario con los que vivenaquí y con los que ya se fueron; y que tiene también la persuasión de que los muertos perviventodavía después de morir (V. DIFUNTOS).

Varía el c. según la sociedad que lo tributa y según los méritos que se reconocen en lapersona a quien se tributa. La sociedad religiosa lo rinde a los que destacaron en ella por susantidad (v.). Y aunque, en general, el c. a las personas beneméritas ya fallecidas se consideracomo algo normal y común porque está enraizado en la misma estructura social del hombre, el delos santos ha sido a veces tema de polémica entre cristianos, como lo certifican por una parte losiconoclastas (v.) y el protestantismo (v.) y por otra los Conc. II de Nicea (v.) y de Trento (v.).También es tema de crítica por parte de personas ajenas a la vida religiosa. La razón de estaactitud polémica frente a un fenómeno tan natural no está en la carencia de motivaciones que lojustifiquen. Más bien está en los abusos a que ha dado lugar, debidos, en ocasiones, a la falta deuna acertada pastoral. Por eso, cuando el Magisterio eclesiástico afirma y sanciona sulegitimidad, añade seguidamente las normas pastorales para llevarlo debidamente a la práctica(cfr. Denz. Sch. 1821-1825; Lumen gentium, 49-51).

Historia. El c. de los santos tiene base sólida en la palabra revelada, en los principios de lateología, y en la misma vida cristiana. La praxis aparece ya con testimonios claros en el s. II; esS. Policarpo de Esmirna (v.) el primero de quien consta que se le tributó c. como testigo o mártirde la fe. Hubo muchos mártires antes de él; los Hechos de los Apóstoles hablan de Santiago (Act12,2) y de Esteban (Act 7,58-60); el Apocalipsis alude a una muchedumbre (Apc 6,9); la historia

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recuerda varias persecuciones a finales del s. I y primera mitad del II. No consta que en esteperiodo se les tributara c., pero probablemente los cristianos de alguna manera los veneraban,conservaban su recuerdo y ejemplo, o solicitaban su intercesión, etc. Los testimonios de c. a losmártires son ya abundantes en los s. III-IV (v. MÁRTIR).

En la segunda mitad del s. III se empieza a entreverar el c. de los mártires con el c. de loscristianos ya fallecidos, que habían vivido dando testimonio de vida santa. El primero de quienconsta que se le tributara es S. Gregorio Taumaturgo (m. 270; v.). Viene después el c. tributado alos «confesores», los que habían padecido persecución por la fe, sin llegar a testificarla con lamuerte. Después, el de los anacoretas, cuya vida se consideraba como un martirio continuado (V.ANACORETISMO).

En la Edad Media alcanza la veneración de los santos un gran desarrollo, y aparecen lossantuarios como lugar de concentración de fieles, las especializaciones devocionales dedicadas aalgunos santos para acudir a ellos en determinadas necesidades, y la búsqueda y distribución dereliquias (v.). En todo esto, cuando no se fundamentaba ni explicaba debidamente, sobre todo enciertos sectores más incultos del pueblo, se dieron abusos y deformaciones. Los protestantes nocontribuyeron a la corrección de las desviaciones, sino que llegaron al error de negar lalegitimidad en sí mismo de todo c. a los santos; decían que era para no poner en entredicho launicidad de la mediación de Cristo (V. LUTERO II, 2).

El conc. es Trento aprobó su legitimidad (Denz.Sch. 1821-1824) y proscribió su prácticaindebida (ib. 1825), indicando las oportunas orientaciones pastorales. Doctrina y pastoral,propuestas de nuevo en los documentos del Vaticano II (Lumen gentium, 49-51; SacrosanctumConcilium, 104,111) (v. t. SANTIDAD III).

Fundamento bíblico y teológico. La doctrina y la práctica cristianas del c. a los santos tienebase en la S. E. y en los principios vivos y entrañables de la realidad sobrenatural que es elCuerpo místico (v.). Una de las manifestaciones clásicas de este c. es la intercesión. Abrahamintercede por Abimelek, por su mujer y por sus esclavas (Gen 20,17); Moisés, por todo el pueblo(Num 14,19-20). Yahwéh los oye y accede a sus peticiones. Por miramiento a S. Pablo, haceDios favor a unos navegantes (Act 27,24); y el mismo Pablo quiere que los fieles le ayuden consus oraciones ante el Señor (Rom 15,30). Si los que viven interceden unos por otros ante Dios,no hay razón para que no puedan interceder los que ya murieron y están gozando de una mayorintimidad con Él. Por eso Jeremías, ya difunto, ruega por su pueblo (2 Mach 15,12-14).

La teología distingue bien entre el c. que es rinde a los santos y el que se rinde a Cristo y aDios. Los santos son mediadores por Cristo ante el Padre. Aquí hay una jerarquía clara. Desde elII Conc. de Nicea viene llamándose dulía o veneración el c. que se da a los santos; y latría oadoración (v.), el que se tributa a Dios. A la Virgen María se le reserva la hiperdulía, que es unaveneración superior (v. MARÍA IV, 1).

El c. de dulía y de hiperdulía no termina en los santos y en la Virgen. Ésta es una de lasdiferencias notables que se advierten entre el culto religioso y el civil. El que la sociedad civiltributa a sus miembros distinguidos termina en ellos. El que la Iglesia y los fieles tributan a lossantos termina por Cristo en Dios. Y esto sucede con cualquiera de las tres valoraciones quetradicionalmente se reconocen en el c.: la de la convivencia, la de la ayuda o intercesión y la de laejemplaridad. En un prefacio concedido a algunas diócesis de Francia se dice: «en ellos (en lossantos) nos das un ejemplo con su vida, una compañía con su intimidad y una ayuda con suintercesión...». En efecto, somos participantes de la misma vida divina que tienen ellos, porquevivimos el mismo misterio pascual; nos enseñan con su conducta a llevar una vida conforme anuestro ejemplar que es Cristo; y abogan por nosotros ante el Señor. El Vaticano II resume asíestas tres valoraciones: «La Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrierony fueron glorificados con Cristo; propone a los fieles sus ejemplos, los cuales atraen a todos porCristo al Padre; y por los méritos de los mismos implora los beneficios divinos» (SacrosanctumConcilium, 104).

El c. a los santos es ante todo una manifestación de convivencia sobrenatural. Los quevivimos aquí formamos con ellos un mismo Cuerpo místico (Lumen gentium, 49); y los miembrosde este Cuerpo están trabados por «un principio interno que por sí mismo sobrepuja todos losprincipios de unidad que sirven para la trabazón del cuerpo físico o moral» (enc. Mystici Corporis).Esta unidad de principio vital posibilita las relaciones íntimas y el traspaso de valores personalesentre los miembros del cuerpo que viven en el cielo y los que vivimos en la tierra (v. COMUNIÓNDE LOS SANTOS). Los santos son para nosotros «un signo del reino hacia el cual somosatraídos poderosamente por tan gran número de testigos» (Lumen gentium, 50). «Ennoblecen elculto que la Iglesia ofrece a Dios aquí en la tierra» (ib. 49). Porque nosotros, aquí en la tierra,tributamos a Dios en ellos la alabanza, el honor, la gloria y la acción de gracias que le tributan losbienaventurados en el cielo.

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La ayuda o la intercesión, que es la segunda valoración del c. a los santos, viene a ser comoun desdoblamiento de esta convivencia. S. Pablo nos exhorta a que aquí seamos unosmediadores de los otros ante Dios, ayudándonos con oraciones (1 Tim 2,1); y él mismo ofrece suspadecimientos por el bien de la Iglesia (Col 2,24). No hay inconveniente, pues, en que los santos,que pertenecen al cuerpo del que somos miembros, y que son más gratos a Dios que nosotros,interpongan ante Él su valimiento en nuestro favor. Esto no oscurece la permanente intercesiónde Cristo (Heb 7,25) ni la exclusividad de su mediación (1 Tim 2,5). Él es el único mediador porderecho propio (V. ORACIÓN II-III). La mediación de los santos, como la de la Virgen, «nodimana de una necesidad ineludible, sino del divino beneplácito y de la superabundancia de losméritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la mismasaca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, lafomenta» (Lumen gentium, 60).

La ejemplaridad es el tercer valor que se asigna al c. a los santos. Es del todo cierto que elejemplar del cristiano es Cristo (Rom 8,29; v. JESUCRISTO V). Y es cierto también que con lagracia capital se convierte en una especie de universal, que aprovecha en toda coyuntura ysantifica en toda oportunidad. Pero cada hombre tiene una psicología, un temperamento y unamanera de ser. Y este universal del orden de la gracia, que es Cristo, han ido aplicándolo lossantos a una serie indefinida de individualizaciones. El santo que ha vivido la vida de Cristo,poseyendo un temperamento determinado, enseña a vivirla del mismo modo a quien tiene untemperamento similar (v. SANTIDAD IV; PERFECCIÓN).

Desviaciones. El c. a los santos, justificado por la S. E., por el Magisterio, por la historia y porla teología, ha sido tema polémico, debido sobre todo a los abusos a que dio lugar. Por falta devigilancia o de orientación aparecieron a veces auténticas desviaciones, cuyo origen, en los fieles,obedeció casi siempre a alguno de estos tres factores: la tendencia al mínimo esfuerzo, la visiónde corto alcance y la propensión a sensibilizar desmedidamente los sentimientos espirituales.

La tendencia al mínimo esfuerzo induce a buscar por medio de otro lo que podemos ydebemos hacer nosotros. En este caso se trataría de pedir a los santos que nos haga el Señorpor su intercesión lo que está dispuesto a hacernos contando con nuestra cooperación y nuestroesfuerzo. Es más cómodo acudir a un patrón que nos patrocine que a un patrón al que tenemosque ajustarnos.

La masa popular puede caer en una visión de corto alcance. Puede acontecer, y acontece aveces, que teniendo que utilizar un medio para llegar a un fin no ponga la atención en el fin y sequede solamente con el medio. El creyente en este caso se quedará con la imagen o con elsanto, sin pensar que el santo y la imagen son medios para llegar a Dios.

Y por último, está la propensión desmedida a sensibilizar los sentimientos espirituales. Estasensibilización es connatural al hombre, compuesto de materia y de espíritu. Cristo quisodeterminar por sí mismo los ritos esenciales de los sacramentos (v.) para que nosotros no nossobrepasáramos con esta tendencia sensibilizadora, por la cual se suele atribuir carácter virtuosoa prácticas muy discutibles.

El Vaticano II, que recomienda el c. a los santos (Lumen gentiltm, 49-50; SacrosanctumConcilium, 104), desea que sobre él haya una eficaz vigilancia pastoral (Lumen gentium, 51).

V. t.: HAGIOGRAFÍA; IMÁGENES I; RELIQUIAS; COMUNIÓN DE LOS SANTOS; CUERPOMÍSTICO; SANTOS, FIESTA DE TODOS LOS; CANONIZACIÓN; BEATIFICACIÓN;PURGATORIO; SANTIDAD III.

RAÚL GABÁS.

BIBL.: Obras importantes de C., además de las citadas : Christus und die Zeit, 1946 (trad. esp., Cristo y eltiempo, Barcelona 1967); La Tradition, Neuchátel 1953; Les premiéres confessions de loi chrétienne, ib. 1943; Heilals Geschichte, 1965 (trad. esp., Historia de la salvación, Barcelona 1967).

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