cultura, diversidad y medio ambiente

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E�Equipo de redacción Corporaciòn CORAMA D�� C� CORAMA Juan Antonio Cuesta Ruiz I�� TOmar Alberto Lopera López, archivos de C��, P�y C��. D��, D� IRicardo Manuel Obando Achicanoy [email protected] I�Corporación CIUDAD, agosto de 2010 CULTURA, DIVERSIDAD Y PARTICIPACIÓN POR EL MEDIO AMBIENTE Panorámica actual de los procesos organizativos en la jurisdicción de CORANTIOQUIA

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Texto sobre el estado actual de las ONG ambientales en relacion con las comunidades negras o afrodescendientes y las indigenas de Antioquia. Textos y corrección e estilo de Omar Lopera, Diseño Editorial de Ricardo Obando para CORAMA Y CORANTIOQUIA. Septiembre de 2010.

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Page 1: CULTURA, DIVERSIDAD Y MEDIO AMBIENTE

E������Equipo de redacción Corporaciòn CORAMA

D������� C���������� CORAMAJuan Antonio Cuesta Ruiz

I������������ � T�����Omar Alberto Lopera López, archivos de C�����, P�������� y C�����������.

D�����, D����������� � I������������Ricardo Manuel Obando [email protected]

I��������Corporación CIUDAD, agosto de 2010

CULTURA, DIVERSIDAD Y PARTICIPACIÓN POR EL MEDIO AMBIENTE

Panorámica actual de los procesos organizativos en la jurisdicción de

CORANTIOQUIA

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El Blues del Esclavo

El ser negrito es un color lo de ser esclavo no lo trago me �ene frito tanto trabajar de sol a sol las �erras del maldito señorito Los compañeros piensan igual o hay un Espartaco que entre a saco y esto cambia o “tos pa” Gambia desde Kunta Kinte a nuestros días pocas mejorias A ver si ahora con la guerra de Secesión se admite nuestro sindicato del algodón que a saber quiere obtener descanso dominical, un salario normal dos pagas, mes de vacaciones y una pensión tras la jubilación Que se nos trate con dignidad como a semejantes emigrantes que se terminen las pasadas las palizas del patrono y el derecho de pernada

Y el que prefiera que se vuelva al Senegal correr desnudos por la selva con la mujer y el chaval ir natural “erguiendo” cuello y testuz como hermana avestruz Para que no digan que somos unos zulús ir cantando este blues ������

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Preámbulo 4

1. Ébano

- Las comunidades afrodescendientes 8

2. Caoba

- El tránsito hacia la asociatividad de las ���s socioambientales de Antioquia 26

- Manifiesto de Ditaires 36

3. Azhiote

- Las comunidades Indígenas 48

CONTENIDO

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Preámbulo

Para la Corpora-ción Antioqueña

del Medio Ambiente –C�����–, es un ho-nor y un placer entre-garle a la comunidad interesada su prime-ra publicación, “���-����, ���������� � ������������� ��� �� ����� ��������”, en la que intenta-mos conformar una panorámica actuali-zada acerca de la for-

ma como estas tres facetas del quehacer humano se trenzan en torno a un núcleo común: el medio am-biente, nada menos que el sustrato del cual dependemos para realizarlas.

En tal sentido, ofre-cemos lo que con-sideramos una he-

articular una socie-dad armónica, equi-tativa y sensata, en la administración de los dones que el te-rritorio nos prodiga con generosidad.

De igual manera, re-señamos brevemen-te el interesante pro-ceso de crecimiento asociativo, empresa-rial y de incidencia pública que viven las oenegés ambienta-les de la región en la actualidad, luego de atravesar un largo y penoso período de invisibilización (atri-

buible tanto a cir-cunstancias externas como a las compren-sibles falencias pro-pias de todo proceso formativo), apoya-das en mecanismos legales que les per-miten acceder a es-tas instancias, como una manera de posi-cionarse en el merca-

do que oferta bienes y servicios, de ma-nera equitativa res-pecto a las empresas creadas en torno a la captación de capi-tal, en atención a su vocación de trabajo sin ánimo de lucro en pro de la adecua-da gestión ambiental del territorio.

Para iniciar el diálo-go, debemos pre-sentarnos. La Corpo-ración Antioqueña del Medio Ambiente –C�����–, es una organización nacida como respuesta a un

interés colectivo im-pulsado por la inicia-tiva de participar en la dinámica ambien-tal local y regional. Creada el 22 de mayo de 1994, con el apo-yo en la asesoría de la Fundación Social Medellín, incorporó posteriormente a sus líneas de trabajo

la atención a comu-nidades negras y re-cibió su personería jurídica en 2005.

La entidad ha desa-rrollado múltiples ac-tividades encamina-das al cumplimiento de su objeto social. Su fin primordial consiste en efectuar una contribución sig-nificativa a la reduc-ción de los niveles de contaminación a tra-vés de la producción de bienes y servicios dirigidos al desarro-llo social, ambiental y organizativo de las

diversas entidades y grupos de base comunitarios para aportarle a la conso-lidación de una me-jor estructura social y a la recuperación y conservación de los recursos naturales y el ambiente.

rramienta para el intercambio de ex-periencias significa-tivas que converjan en la conformación de lazos solidarios hacia la necesaria in-tegración entre las diversas entidades y organizaciones comunitarias, a fin de optimizar la inci-dencia de nuestras acciones en procura de blindar el derecho

ancestral que un sig-nificativo número de comunidades negras e indígenas ostentan sobre sus propieda-des colectivas, con el objetivo superior de contribuir al cum-plimiento exacto de lo estipulado en la Constitución colom-biana, diseñada para

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Para C�����, como misión central, pre-valece la producción de bienes y servicios dirigidos al desarro-llo socioambiental y organizativo de los grupos de base co-munitarios desde di-ferentes líneas de ac-ción, para contribuir a la consolidación de esas estructuras so-ciales y a la recupera-ción y conservación de los recursos natu-rales y el ambiente.

La perspectiva que jalona nuestra visión es lograr, en el corto plazo, consolidarnos en la promoción y li-derazgo de procesos que aporten nuevos elementos para la participación y el de-sarrollo de las dife-rentes comunidades inscritas en nuestro campo de acción y, por ende, alcanzar un reconocimiento en los ámbitos social, político y ambien-tal que nos permita posicionar nuevas ideas.

Nuestros objetivos se centran en el de-sarrollo de iniciati-vas, proyectos y pro-gramas de carácter ambiental en todas

y medioambiente, la recreación, el depor-te y la participación comunitarias.

Lo anterior nos con-duce al diseño de modelos investigati-vos, de intervención ambiental y de traba-jo social que sirvan de fundamento teó-rico para soportar tanto las propues-tas, los programas, planes y proyectos de la entidad como nuestra contribución al conocimiento en esta área, ante todo, desde la óptica de la intervención sistémi-ca entre las comuni-dades organizadas.

En nuestro horizonte también se encuen-tra la promoción de procesos educativos que arrojen como resultado una sólida formación preventi-va frente a las ame-nazas implicadas por la presencia de contaminantes tan comunes en los te-rritorios de las comu-nidades afrodescen-dientes, como sue-len ser los residuos orgánicos residencia-les, los lixiviados des-prendidos de ellos y las aguas residuales;

lo cual requiere la implementación de alternativas integra-les viables (desde los puntos de vista téc-nico, social y científi-co) que contribuyan al fortalecimiento de los grupos sociales mencionados.

Las experiencias que reunimos en este documento, corres-ponden al ejercicio de articulación desa-rrollado a partir del énfasis en las parti-cularidades sociocul-turales, ambienta-les y organizativas, tanto de las comu-nidades negras y las comunidades indí-genas como de las organizaciones am-bientales sin ánimo de lucro, de manera tal que los lectores se acerquen a estos procesos, mientras reconocen la parti-cularidades del terri-torio aludido.

Dentro de los al-cances de este do-cumento, también buscamos subrayar los notables avan-ces arrojados en el trabajo realizado por C����������� con las comunidades ne-gras e indígenas y las

organizaciones am-bientales sin ánimo de lucro, durante sus quince años de exis-tencia.

Esperamos que lo consignado aquí no se limite a una infor-mación de interés sólo para las comuni-dades involucradas, sino que sirva como material de consulta para investigadores, estudiantes universi-tarios, entidades pú-blicas y, en general, la comunidad intere-sada.

Juan Antonio Cuesta Ruiz,

Director Ejecutivo ������.

las líneas de acción comprendidas en este campo, median-te un trabajo inter-disciplinario coordi-nado que nos permi-ta además, respaldar las iniciativas gene-radas en las diversas áreas de la Corpo-ración relacionadas con la protección y el mejoramiento del medio ambiente.

Pretendemos, asimis-mo, promover el for-talecimiento de las comunidades negras de Antioquia, por la vía del mejoramien-to de sus condicio-nes de vida en el uso y aprovechamiento racional de su entor-no natural, siempre desde la perspectiva del etnodesarrollo.

De igual manera, en nuestro propósito también se incluye generar procesos y proyectos que im-pulsen la reconstruc-ción del maltrecho tejido social exis-tente, a través de la educación como eje transversal de nuestro portafolio de servicios, el em-pleo productivo, el mejoramiento de sus condiciones de salud

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La principal estrate-gia para el fortaleci-miento de la gestión ambiental en el te-rritorio, está centra-da en la articulación de los procesos que adelantan tanto las comunidades negras como las comuni-dades indígenas y las organizaciones ambientales sin áni-mo de lucro, como parte del desarrollo de cada dinámica po-blacional, sectorial y organizativa, que por sus característi-cas especiales inte-ractúan y se entrela-zan en el territorio, hacia el objetivo co-mún de desarrollar una cultura racional-mente sensible en el

I. ����

L�� C���������� A����������������

uso, administración y aprovechamiento del entorno natural.

Lo anterior ha obte-nido notables avan-ces debido al invalua-ble apoyo que desde años atrás ofrece C����������� con lo que ha denominado Plan de Gestión Am-biental Regional y el Plan de Acción Trie-nal, ambos orienta-dos a establecer un proceso de creación de públicos estraté-gicos para el trabajo con estas comunida-des y las organizacio-nes ambientales sin ánimo de lucro.

En ese sentido, el permanente acom-pañamiento de la ��� citada en el trabajo

Dentro del desarrollo del proceso de articu-lación interna de las mencionadas comu-nidades y organiza-ciones ambientales, se destacan tres ejes temáticos: la cultura, la diversidad y la par-ticipación ciudada-na; atravesadas por un interés común: el medio ambiente.

¿De dónde emerge esta transversalidad del medio ambien-te? De este simple hecho: al hacer refe-rencia a esta tríada de temas en el de-sarrollo del ejercicio de articulación pro-puesto, de manera espontánea se visibi-lizan los ecosistemas y seres vivos que los

integran; por ello es necesario resaltar la presencia de las co-munidades negras, las comunidades in-dígenas y las organi-

zaciones ambienta-les que forman parte del territorio.

La Dinámica General del Proceso

Específicamente en la jurisdicción de C�-����������, se viene articulando la trans-versalidad esencial que el ambiente po-see respecto a los tres grandes ejes temáticos definidos por las dinámicas socioculturales y am-bientales de los tres grupos poblaciona-les y sectoriales des-critos con anteriori-dad.

Estos ejes temáticos resultan fundamen-

tales para otorgarle sentido y, aún más, para resignificar el concepto ambiental en el territorio. Si priorizamos la cultu-ra, la diversidad, el

sentido de participa-ción y el medio am-biente, las diferentes actividades huma-nas, cobran relevan-cia bajo una nueva luz y proporcionan los elementos indis-pensables para re–establecer el equili-brio ecológico que el territorio precisa, para asegurarle una forma de desarrollo sostenible, armónico y sustentable a las generaciones pre-sentes y venideras.

La CulturaAunque se trata de un concepto vastísi-mo desde una pers-pectiva antropoló-gica –cuya enuncia-ción, por supuesto,

excede las modes-tas pretensiones de nuestro escrito–, consideramos que en nuestro contex-to, esta noción debe orientarse al desa-rrollo y conservación

de las comunidades negras con sus con-sejos comunitarios, de las comunidades indígenas con sus resguardos y de las organizaciones am-bientales sin ánimo de lucro establecidas en su jurisdicción, ha sido fundamen-tal para garantizar la participación comu-nitaria en el ejercicio de la administración de los recursos natu-rales y del ambiente, de conformidad con lo establecido en la Ley 99 de 1993 y otros actos legislativos in-herentes, como son la Ley 70 de 1993, la Ley 388/97 y la 397 de 1997.

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de las manifestacio-nes tradicionales de los habitantes de la región considerada, que contribuyan al cuidado del ecosiste-ma donde se habita y que coadyuve en la erradicación de los hábitos y prácticas disfuncionales en nuestra interacción con el ambiente. Por ello, la tarea inme-diata es impulsar la implementación de una cultura tal que entrañe una buena relación con el pa-trimonio ambiental y los recursos natu-rales que lo confor-man.

En este marco con-ceptual, la dinámica cultural propia de las comunidades negras, las indígenas y las oe-negés ambientales, presentan notables diferencias a primera vista, pero se dirigen a un objetivo común, cual es el de alcanzar una adecuada admi-nistración del hábi-tat, regida por una racionalidad sensible con el patrimonio ambiental que lo ro-dea.

La DiversidadEn razón de su papel protagónico en la evolución de ese fe-nómeno a la vez fas-cinante y enigmático que es la Vida, consi-deramos a la diversi-dad como uno de los elementos más enri-quecedores de la di-námica de cualquier proceso que tenga como eje transversal el tema ambiental y que articule la parti-cipación de los dife-rentes públicos que intervienen en ellos, cuales son las comu-nidades referidas; así podemos evidenciar las dinámicas terri-toriales y culturales y sus necesarios entre-cruzamientos.

El Medio AmbienteSe refiere al núcleo, al centro gravita-torio de todo este ejercicio, ya que es el sustrato del mi-lagro de la Vida, lo determinante para establecer qué de-termina la existencia y las condiciones de supervivencia de los seres vivos y lo que garantiza la perdura-bilidad de los recur-sos necesarios para su conservación.

La Dinámica Organizativa En su jurisdicción, la ��� C����������� desarrolla un ejercicio de impulso, promoción y dinamización de proce-sos organizativos para la conserva-ción, protección, aprovechamiento y uso racional del patrimonio ambien-tal, entre los diversos públicos y es-cenarios implicados. En el ámbito que nos ocupa, describiremos el desen-volvimiento del proceso particular de cada una de las comunidades referidas.

Organización de las Comunidades NegrasPara comprender cómo se inicia el proceso de articulación interna de las comunidades negras en el país y espe-cialmente en Antioquia, el amable lector debe conocer al-gunas defi-niciones re-lacionadas con nocio-nes propias de las comu-nidades, su cul-tura y el territorio habitado. Éstas son:

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C�������� N����. Se refiere al conjun-to formado por fami-lias de ascendencia afrocolombiana que posee una cultura propia; comparten una idéntica historia y tienen tradiciones y costumbres pro-pias que evidencian la conciencia de una identidad que la dife-rencia de otros gru-pos étnicos.

I�������� C�������. Alude al conjunto de manifestaciones, tradiciones y cos-tumbres particulares de un grupo étnico que lo identifica y lo hace diferente de los otros grupos pobla-cionales que confor-man una localidad, región o país.

T������ B������. Se trata de terrenos si-tuados dentro de los

límites del territorio nacional que, por carecer de un Titu-lar, pertenecen –por ende– al Estado, y de aquellos que, tras haber sido adjudica-dos con tal carácter, deban volver a domi-nio estatal, de acuer-do con lo dispuesto en el Artículo 56 de la Ley 110 de 1913, y sus normas concomi-tantes.

O�������� C����-����. Denomina el asentamiento histó-rico y ancestral de comunidades negras en tierras para su uso colectivo, que constituyen su hábi-tat y sobre las cuales desarrollan prácticas tradicionales de pro-ducción en la actua-lidad.

P�������� T�������-����� �� P�����-����. Designa las ac-tividades y técnicas agrícolas mineras; de extracción fores-tal, pecuarias, de caza, pesca y reco-lección de productos naturales en gene-ral, que han utilizado consecuentemente las comunidades ne-gras para garantizar la conservación de la vida y la modalidad de desarrollo auto-sostenible.

R������� N�����-���. Indica la totali-dad de los elementos orgánicos (los seres vivos) y no orgánicos como los minerales, que nos proporciona la Naturaleza para cualificar nuestra ca-lidad de vida.

Antecedente Histórico del Proceso Organizativo

La historia de las co-munidades negras en Colombia y espe-cíficamente en nues-tra región, se sinte-tiza en tres grandes momentos:

• La denominada conquista y coloni-zación de América.

• La Independencia de la Nueva Granada.

• La Constitución Política, ema-nada de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.

De acuerdo con apar-tes de la información referida en el ensayo Presencia del Negro en la Vida histórica de Antioquia, autoría de Víctor M. Álvarez, profesor e investi-gador de la Univer-sidad de Antioquia, las primeras noticias sobre la presencia de negros en esta zona se remontan al año 1513, en cercanías del río Darién a su paso por “la provin-cia de Urabá”, ape-nas iniciándose el descubrimiento del territorio americano, según testimonio de Alonso de Sandoval, maestro y tutor de Pedro Claver, a quien debemos el más va-lioso estudio sobre la esclavitud de negros en aquella época.

Veinte años después, ya iniciada la conquis-ta y fundadas las ciu-dades de Cartagena y Santa Marta, las di-versas empresas mi-litares europeas in-corporaban algunos esclavos de origen africano. Obviamen-te, las explicaciones sobre la presencia de los africanos se derivaban de las con-sideraciones abier-tamente racistas del momento, las mis-mas que servían de soporte al adefesio de la esclavización y comercialización internacional de ne-gros. Baste mencio-nar, como ejemplo, la opinión según la cual la piel negra es un estigma de Dios. El mismo Sandoval señalaba que…

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la tez negro en los etíopes no provino tan solamente de la maldición que Noé hechó a su hijo Cam,

sino también de una calidad innata e in-trínseca con que le creó Dios (…) para que los hijos que en-gendrase saliesen con ese tizne (…).

Según testimonian Pedro Cieza de León, Pedro Simón y Juan de Castellanos (este último, autor de la más bella crónica po-sible de la Conquista, en décimas de versos endecasílabos), cro-nistas de las diversas empresas de con-quista que llegaron a esta zona. A partir de 1535, traían consigo núcleos de esclavos negros que servían tanto a las necesida-des personales de

los conquistadores como a la empresa militar propiamente dicha. Usados mu-chas veces como

carne de cañón, una multitud de africa-nos encontraron allí la muerte.

Cabe anotar que los esclavos venidos de diferentes lugares de África pertenecien-tes a algunas etnias como Bañoles, Ba-lantas, Mandingas, Branes, Congos y Biafaras, fueron utili-zados principalmen-te en la extracción de minerales.

Para la segunda mi-tad del siglo XVI, con el montaje de las ex-plotaciones mineras, se incrementó la vin-culación de esclavos negros en diferentes regiones de Antio-quia tales como Buri-

ticá, Guamocó, Zara-goza, Cáceres y Re-medios, así como su participación (hasta bien entrado el siglo

XVIII) en la guerra emprendida por los españoles para pro-curar el dominio te-rritorial.

La participación de los esclavos negros en los albores de la independencia de la Nueva Granada, cuando corría el año 1810, fue decisiva. No obstante, fueron invisibilizados y con-tinuaron esclaviza-dos hasta el año de 1851, cuando José Hilario López, enton-ces presidente de la República, promulgó la ley 21 de 1851, que inició la abolición de toda forma de escla-vitud en Colombia.

En Qué Va el Actual Proceso Organizativo

El actual momento de las comunida-des negras remonta su origen hasta la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, que modificó e insertó artículos determinantes de la Constitución Política vigente en lo rela-cionado con los de-rechos de las comu-nidades negras en cuanto grupo étnico culturalmente dife-renciado y permitió la sanción de la Ley 70 de 1993 (Ley de Comunidades Negras de Colombia) y, en consecuencia, otros actos legislativos afines, tales como la Ley 99 de 1993, la Ley 115 de 1994 (Ley de Educación), la Ley 154 /94, la 134/96, la Ley 388/97 o la Ley 397 de 1997.

Estas leyes, regla-mentadas a través de decretos, resolu-ciones y directivas presidenciales, han generado algunas acciones en cumpli-miento de lo esta-

blecido por la Carta Magna y las normas mencionadas.

Las líneas estratégi-cas que definen la di-námica organizativa de las comunidades negras en cuanto mecanismos para garantizar el etnode-sarrollo y el fortaleci-miento de la identi-dad cultural, a partir de la aprobación de la Constitución de 1991 y la sanción de la Ley 70/93 en el país y nuestra región, son las siguientes:

F�������������� I������������. Para el cumplimiento de los derechos consti-tucionales y legales de las comunidades negras, la norma le-gislativa propuso la creación de una uni-dad de apoyo o co-misión especial en los niveles nacional y territorial, que garan-tizara la implementa-ción de la Ley 70 de 1993 y –de igual ma-nera–, estableciera responsabilidades y funciones institucio-nales a los diferentes entes públicos rela-cionados con las co-munidades, en lo re-ferido a los aspectos

más cruciales de su desarrollo en cuanto etnia.

Para tal fin, la Ley 70 de 1993, sus decre-tos reglamentarios y las leyes relacio-nadas, establecen responsabilidades y funciones a entida-des del Estado tales como los ministerios del Interior y de Jus-ticia; de Ambiente, Vivienda y Desarro-llo Territorial; el de Agricultura; el de Comercio y Desarro-llo; el de Hacienda, el de Comunicaciones; el Ministerio de Mi-nas y Energía; el de Educación; el Insti-tuto Colombiano de la Reforma Agraria –otrora ������, hoy �������–, el Institu-to de Investigacio-nes Culturales y An-tropológicas –����–, el Instituto Geográ-fico Agustín Codazzi –����–; las universi-dades públicas, las corporaciones autó-nomas regionales, los entes territoria-les (gobernaciones y alcaldías), el Depar-tamento Nacional de Planeación, el ������ y el Consejo Nacional Electoral.

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Propone además la norma, que estas instituciones deben apropiar los recur-sos necesarios para la observancia de sus funciones en lo relacionado con el cumplimiento del mandato legal en be-neficio de dichas co-munidades.

F�������������� O�����������. Para garantizar el cum-plimiento y desarro-llo de las directrices establecidas en la Ley 70 de 1993, y sus decretos reglamen-tarios, amén de las leyes relacionadas, la norma propuso la creación de las con-sultivas nacional y departamental como el escenario de inter-locución válido para la concertación en-tre las comunidades negras y el Estado.

Estos instrumentos administrativos es-tán integrados por representantes de instituciones del Es-tado, de las organi-zaciones de base y de los consejos co-munitarios, enten-didos éstos últimos como el órgano de

administración del territorio y la máxima au-toridad de gobierno interno reconocida por la comunidad.

En tal sentido, la herramienta fundamental para alcanzar el buen fortalecimiento orga-nizativo que propone la Ley 70 de 1993, no es otra que la concertación, celebrada entre el Estado-gobierno y las comunidades com-prometidas.

Para garantizar el acceso a los derechos fun-damentales de las comunidades negras, los mayores logros obtenidos con base en la concertación son los siguientes:

Creación de la Dirección de Etnias en el hoy fu-sionado Ministerio del Interior y de Justicia.

Asesoría, capacitación y acompañamiento a las comunidades negras en la conformación de los Consejos Comunitarios.

Identificación y titulación de las tierras bal-días ocupadas en forma ancestral.

Fundación de la Comisión Pedagógica Nacional para analizar lo atinente tanto a la et-noeducación como a la Cátedra de Estudios Afrocolombianos.

Creación de un órgano consultivo en los nive-les nacional y departamental.

Apertura de un espacio de representación y participación para las comunidades ne-gras en la Corporación Autónoma Regional, en nuestro caso, en la Junta Directiva de C�����������, con la presencia de Arnobia Foronda Tobón.

Acceso a un espacio representativo y de participación por parte de las comunidades negras en los concejos municipales y depar-tamentales de Planeación, Cultura, Paz y Desarrollo Rural, entre los más destacados.

Establecimiento de directrices a la universi-dad pública para garantizar el acceso de los

afrodescendientes a la educación superior en los niveles técnico, tecnológico y profesio-nal.

Adjudicación de becas condonables para es-tudiantes pertenecientes a las comunidades negras por parte del I�����.

Trazado de directrices para acceder a fondos de crédito estatal.

Establecimiento de mecanismos para el desa-rrollo económico y social de las comunidades negras (acceso a fondos de crédito).

Establecimiento de mecanismos para la pro-tección de la identidad étnica y cultural de las comunidades negras.

D��������� S������������ �� ��� O�������-������. De conformidad con la norma, exis-ten tres tipos de formas organizativas bene-ficiarias de la ley 70 de 1993 y de los procesos derivados de la misma.

El primer tipo de beneficiarios está compues-to por las comunidades negras ancestrales que constituyen objeto de los beneficios planteados por la Ley –a pesar de carecer de una organización formal–, considerando sus características culturales y territoriales.

El segundo tipo responde a las comunidades negras organizadas de manera formal en consejos comunitarios y respaldadas jurídi-camente por el Decreto 1745 de 1995, regla-mentario de la Ley 70 de 1993.

El tercer grupo de beneficiarios lo conforman las organizaciones de base de miembros de la comunidad negra o asentamiento, que de-ciden aplicar el derecho constitucional de asociarse para trabajar por el bien común de la propia organización o de la comunidad en general.

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P������������ � R�-������������ �� ��� C���������� N�����. De acuerdo con la Constitución Política colombiana, la Ley 70 de 1993, sus decretos regla-mentarios y otras leyes afines, las co-munidades de base organizadas, tienen derecho a participar como grupo étnico culturalmente dife-renciado. Este logro se alcanzó a través de un conversatorio, en el cual se resolvie-ron inquietudes rela-cionadas con la parti-cipación de las orga-nizaciones de base, los consejos comuni-tarios y los consulti-vos del orden nacio-nal y departamental. En consecuencia, se propuso revivir la participación de las comunidades negras en el Comité Depar-tamental De Desa-rrollo Rural.

T��������� � O���-��������. Para las comunidades ne-gras, sus territorios constituyen la base y el sentido de su exis-tencia, pues desde tiempos ancestrales en su lucha contra el

régimen esclavista y el colonialismo, han sido los símbolos de los levantamientos por la defensa de su libertad, su dignidad, la reconstrucción de su cultura y de su cosmovisión.

El drama de esta arraigada concep-ción como “cuidado-res de la tierra”, es-triba en la evidente contradicción exis-tente entre su cali-dad de habitantes de territorios sumamen-te ricos y la expolia-ción a la que se ven sometidos, paradóji-camente, por gozar de un privilegio que, a la larga, se convier-te en la peor de las pesadillas, porque el orden legal vigen-te, unilateralmente establecido por un grupo minoritario internacional de especuladores de capitales, los some-te a vejámenes tan ultrajantes como el desplazamiento o la expropiación de sus derechos ancestra-les, amparados en demagógicas ideo-logías sustentadoras de una empecinada barbarie que se nie-

ga a desaparecer. Con ello, tanta abun-dancia, en lugar de proporcionar bien-estar, ha hundido a las comunidades negras en el sórdido laberinto de la más descomunal miseria, violencia sin límite y marginalidad absur-da, sólo comparable a los mayores geno-cidios acaecidos en el escenario geopolí-tico internacional.

El africano desarrai-gado, cuando logró zafarse las cadenas, lo primero que hizo fue liberar territorios mediante el cimarro-naje, para erigir luego territorios autóno-mos que recibieron nombres tales como Quilombo, Mocam-bo, Palenque, Cumbe y Ladeira para pro-clamar su dignidad y soberanía desde allí, para olvidar la escan-dalosa afrenta de ha-ber sido esclavo.

En esas naciones libertarias, recons-truyeron sus vidas, levantaron institu-ciones sociales, mili-tares, de corte pro-ductivo y una serie de valores que hoy

los expertos desig-nan bajo el concepto genérico de cultura.

En este proceso, An-tioquia fue gran pro-tagonista, toda vez que buena parte de los esclavos fueron conducidos a las mi-nas de oro de Cáce-res, Zaragoza, Reme-dios, Belmira, Sope-trán, Buriticá y Santa Rosa de Osos, entre otras localidades.

Los afros en Antio-quia, al igual que los del resto del conti-nente, han estado dispuestos a cons-truir su propio pro-yecto de nación en los territorios libe-rados doquiera se encuentren, para re-afirmarse histórica y culturalmente como hombres negros y mujeres negras.

Los territorios libera-dos, sus experimen-tadas escuelas mili-tares y la cultura de la libertad que defen-dieron, conformaron el caldo de cultivo apropiado para fra-guar la independen-cia del país y la cons-trucción de la nueva

nación republicana que posteriormente los excluyó.

El contraataque de los esclavistas obligó a los nuevos colom-bianos, que confor-maban un impor-tante grupo social, a resistirse revivien-do el cimarronaje y luchando por con-quistarle espacios a la hostilidad entre selvas, ríos y mares, buscando vivir en paz, trabajar para sí mismos, conformar sus familias, ejercer y dinamizar sus va-lores idiosincráticos y mantenerse fuera del alcance de los ex-plotadores.

Consolidados en te-rritorios inaccesibles o de poco interés para los terratenien-tes, los esclavizados, sus familias y sus descendientes, con el tiempo se convir-tieron en una gran comunidad negra na-cional y desarrollaron una inquebrantable solidaridad étnica en torno a los lazos del color y el derecho a la vida en libertad.

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Identificados por la-zos históricos, étni-cos y culturales co-munes gracias a su ascendencia africana (común a la totalidad de la Humanidad, no se olvide), afronta-ron el reto de apren-der a sobrevivir en hostiles medios na-turales y sociales que poco a poco logra-ban conquistar, y así fundaron centenares de localidades po-bladas por descen-dientes de esclavos, que en la actualidad forman un mundo propio muy peculiar y diverso.

Un fenómeno llama-tivo es que aquellos territorios negros conquistados épica-mente, en particular los 1.300 km de ex-tensión costera bor-deando el Océano Pacífico y el área to-tal de 49.663 km2 del Chocó biogeográfi-co, con sus poblado-res negros e indigen-tes y sus riquezas desbordantes, fue-ron consideradas tie-rras baldías y someti-das al más despiada-do saqueo minero, forestal, pesquero y portuario, a través

de enclaves, conce-siones, permisos y presencia de empre-sas transnacionales, entre otras formas legales de explota-ción patrimonial.

En dichas tierras, ac-tualmente declara-das baldías, se han encontrado enor-mes yacimientos de petróleo, manga-neso, cobre, hierro, carbón, platino, nó-dulos polimetálicos y oro (entre otros), y una riqueza genética y biodiversa sin pa-rangón.

En conformidad con lo anterior, se pue-de constatar que los territorios de las co-munidades negras no han recibido nin-gún reconocimiento legal, si recabamos en que aún perma-necen tierras baldías en zonas habitadas por las comunidades negras; que existen negativas de adju-dicación de tierras para esta franja de la población, que las prácticas tradiciona-les de producción de la comunidad no re-ciben apoyo para su mejoramiento y que los recursos natu-

rales se encuentran bajo el dominio mo-nopólico del Estado-gobierno.

M���� A�������. Ar-ticulado al ejercicio del territorio, el me-dio ambiente y los re-cursos naturales que lo componen son pri-mordiales para el re-conocimiento de los derechos de las co-munidades negras, garantizados por la Constitución Política de 1991, la Ley 70 de 1993, el Decreto 1745 de 1995 y la Ley 99 de 1993, entre la norma-tividad más notable, que definen la par-ticipación especial de las comunidades afrodescendientes en el territorio nacio-nal.

Lo que Estamos Forjando

Dentro de la jurisdicción de C�����������, en la actualidad se cuentan sesenta y cuatro comunidades negras, veintisiete constitui-das bajo la modalidad de Consejo Co-munitario y treinta y ocho como comunidades de base; todas ellas vienen participando en un proceso de forta-lecimiento ambiental y organizativo, que, de manera simultá-nea, ha generado un espacio de encuen-tro, articulación e intercambio de ex-periencia, donde se delibera acerca de las actuaciones adelan-tadas por parte de las entidades públicas en la aplicación de las normas que benefician a este tipo de organizaciones y a sus res-pectivas comunidades.

En el ejercicio de encuentro y articulación de los mencionados Consejos Comunitarios, se han obtenido los siguientes resultados:

Elección del Representante de las Comunidades Negras en el Consejo Directivo de C�����������.

Construcción de una agenda de trabajo común para los consejos comunitarios y las comunidades negras de la jurisdicción de la mencionada ���.

Zonificación y georreferenciación de las co-munidades negras presentes en la jurisdicción de ������������.

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Realización e institucionalización del encuen-tro de consejos comunitarios para la articula-ción e intercambio de experiencias significati-vas entre las comunidades implicadas.

Articulación de una propuesta de trabajo provista de indicadores en las comunidades negras, al Plan de Acción Trienal –���– de C�����������.

Creación de una mesa de concertación entre C����������� y las comunidades negras ins-critas en su jurisdicción.

Como correlato de estos resultados, las prin-cipales propuestas de trabajo que se han ve-nido desarrollando en el marco de la realiza-ción del encuentro y articulación del proceso

organizativo y fortalecimiento de las comu-nidades negras en la jurisdicción de C����-�������, acordes con las directrices estable-cidas en la normatividad, son las siguientes:

Formulación e implementación de planes de manejo ambiental en territorios de las comu-nidades negras.

Sensibilización, capacitación y formación comunitaria en derechos étnicos constitucio-nales y legales.

Análisis territorial para la solicitud de titulación colectiva o compra de tierras en comunidades negras de la jurisdicción de Corantioquia.

Las nuevas propuestas que se vienen pro-yectando desde el encuentro y la articula-ción de las comunidades negras, orientadas a su fortalecimiento organizacional, son las siguientes:

Establecer el saneamiento básico ambiental en las comunidades negras.

Definir y desarrollar procesos de investigación social, ambiental y productiva.

Formular e implementar proyectos producti-vos sostenibles.

Promover la etnoeducación ambiental entre las comunidades implicadas.

Realizar y fortalecer el Encuentro Departamental de Consejos Comunitarios y Organizaciones de Base con una periodicidad semestral por lo menos, con la presencia de la Coordinación de la Consultiva Departamental, las administraciones municipales, la Procuraduría, la Contraloría, la Defensoría del Pueblo y otras entidades relacionadas del nivel departamental.

La realización y el fortalecimiento de encuen-tros subregionales de consejos comunitarios y organizaciones de base en la jurisdicción de C����������� –uno anual por subregión–.

Promover la expedición de los conceptos téc-nicos ambientales de proyectos con impacto en el territorio y en la identidad cultural de las comunidades negras desde C�����������, de conformidad con el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo y la normatividad afrocolombiana vigente.

Promover que se articulen al Estatuto Ambiental del departamento de Antioquia (en proceso de formulación), las propuestas de trabajo ambiental en las comunidades ne-gras de la jurisdicción de C�����������.

La formulación y ejecución de los planes de

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manejo ambiental, los procesos de recupe-ración de aéreas degradadas y los proyectos productivos, entre otras acciones, para el mejoramiento de las condiciones de vida de dichas comunidades.

La creación y el fortalecimiento de la mesa de trabajo interinstitucional, en beneficio de las comunidades negras de la jurisdicción de C�����������.

La promoción y el acompañamiento de la gestión de titulación de tierras ante el ����-���; el avance de los procesos de titulación colectiva, la compra y adjudicación de tierras para las comunidades negras.

Ubicación de las Comunidades NegrasA continuación relacionamos los Consejos Comunitarios de las comunidades negras que han estado participando del encuentro de articulación desde la ��� C�����������.

C������ ����������� ������������

R������������ ���������

Boca de Caná Jableydi Rojas Tapia Zaragoza

Pueblo Nuevo Shirley Lemus Zaragoza

El Aguacate Calixto José Jiménez López Zaragoza

Porce Medio Eraldo Mena Ayala Zaragoza

Chilona–El Salto Camilo Mena Serna Zaragoza

Chaparrosa Miguel Enrique Nieto Simanza El Bagre

Nueva Esperanza Romelio Cossio Aguilar El Bagre

Villa Grande Hermes Fidel González Julio El Bagre

Tarachica Floriberto Marmolejo Hurtado El Bagre

Villa Larga Délix Mendoza Vergara El Bagre

El Cristo Manuel Octavio Sánchez Girón Segovia

El Cenizo Fredy Luna Córdoba Segovia

Segovia (cabecera) Franny Yarley Sánchez Segovia

San Andrés Humberto Alfonso Córdoba Mon-salve Girardota

San Andrés Arnobia Foronda Tobón Girardota

Caño Bodegas Fabio Gracia Castillo Yondó

Rompederos Manuel Dolores Aponzá Yondó

San Francisco Yondó

El Disparo Yondó

La Congoja Yondó

El Vietnam Yondó

San Nicolás Jhonny Alexander Luna Sopetrán

La Miel Belmira

Zafra Belmira

Playa- Zancudito Belmira

Amoladora Belmira

El Caney Santa Rosa

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El tránsito hacia la asociatividad de las ���s socioambientales de Antioquia

U� ���� �� ���. El trabajo mancomu-nado por la consecu-ción de objetivos co-munes entre las dife-rentes organizacio-nes pertenecientes a un mismo gremio no es la característi-ca más notable de la idiosincrasia colom-biana, en cualquiera de sus campos, y las organizaciones so-cioambientales sin ánimo de lucro del área metropolitana de Medellín y la re-gión, no han escapa-do a esa condición tan propia de nues-tra manera de ser.

Podemos aventurar una explicación para lo que, a primera vista, es poco com-prensible. Por estos días asistimos a la conmemoración del bicentenario de la in-

dependencia frente a la corona española, con una lamentable paradoja a cuestas: no contamos con un proyecto nacional consensuado, con un norte preciso que encauce el accionar de toda la población hacia lo más legítimo que le es dado a los pueblos: la exaltación de la dignidad huma-na, la búsqueda del bienestar común, de la prosperidad inclu-yente, de la primacía de la civilización so-bre la barbarie en su territorio; en suma, el cultivo de todas aquellas virtudes que le confieran un lugar éticamente apropia-do en el foro inter-nacional de debate acerca de las cuestio-nes fundamentales que le competen a la supervivencia de la especie humana en

el planeta, ya pues-ta en entredicho por nuestro prolongado desentendimiento ante las consecuen-cias previsibles de un modelo de desarro-llo disfuncional con el medio ambiente.

Lo anterior puede comprobarse con un ejercicio sencillo: basta comparar el nuevo marco demo-crático abierto para todos los colombia-nos gracias al reco-nocimiento legal de sus derechos funda-mentales –Título II, Capítulo I, artículos 11 al 41– enunciados en la Constitución de 1991 (considerada por expertos juristas una de las más avan-zadas del mundo en este tema) y la apli-cación de cada uno de esos derechos en la cotidianidad. El abismo es inoculta-ble.

La carencia de un proyecto nacional que irrigue sinergias entre todos los esta-mentos del país para trabajar por un ideal

común, ha ocasio-nado que el tránsito de una democracia representativa a una democracia parti-cipativa en nuestra patria no haya logra-do superar el mero formalismo retórico. Por ello, cuestiones tan determinantes para mantener la uni-dad nacional como lo son el pleno reco-nocimiento de las li-bertades, el respeto mutuo en la diversi-dad, la convivencia pacífica, la igualdad jurídica o la toleran-cia ideológica, a pe-sar de ser mandatos constitucionales, to-davía no concretan su paso desde los ideales al lenguaje de los hechos.

L�� �������������� �� ��� �������� ��� ������. En general, las condiciones que han rodeado los pro-cesos de fundación, mantenimiento y perduración de las entidades socioam-bientales sin ánimo de lucro, interesadas en mejorar la calidad de vida de sus cote-rráneos y las circuns-tancias de su entor-no, no son las más adecuadas para ase-gurar su subsistencia. La propia decisión de no orientar su accio-nar a la acumulación de capital, pareciera generar hostilidad en un medio que no sólo acepta como algo natural la ins-tauración de empre-sas para captar ren-tabilidad, sino que lo impulsa y aplaude. No es de extrañar que hasta los más allegados se sumen al coro de las recrimi-naciones. A un me-dio como el nuestro, que tradicionalmen-te ha privilegiado la producción rentable, le cuesta aceptar la existencia de otras vías de realización.

«Durante los años noventa y comienzos de este siglo, el panorama asociativo de las entidades socioambientales en Antioquia no presentaba señales de vida»

2. C����

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En términos genera-les, el camino segui-do por las organiza-ciones no guberna-mentales preocu-padas por el medio ambiente en su corta historia, ha sido el de la oferta de conoci-miento, ante todo bajo la modalidad de asesorías mediante la contratación de sus servicios, ya sea a entidades particu-lares o a los entes es-tatales. El gran pro-blema para su sos-tenibilidad siempre radicó en la reducida oferta que esta fran-ja de mercado, aún en ciernes, le podía ofrecer a un sector profesional que, ade-más de la dedicación a las tareas dictadas por sus conviccio-nes, debía derivar su sustento de ellas.

C����� ����� �� A������������. Lo anterior dio lugar a una situación muy semejante a la que, por razones propias de su oficio, viven nuestros escritores

y creadores artísti-cos: no tienen tiem-po para compartir sus manuscritos, no se frecuentan en sus talleres; en síntesis, no se conocen más que en la superficie. Durante los años no-venta y comienzos de este siglo, el panora-ma asociativo de las entidades socioam-bientales en Antio-quia no presentaba señales de vida. Cada entidad estaba ocu-pada en sus asuntos, cada director estaba ocupado en salvar su entidad, la mayor parte de la energía se dedicaba a la reso-lución de problemas de índole financiera, con lo cual las pro-blemáticas gruesas, las fundamentales, se diluían en un la-mentable segundo plano.

E� ��������������� �� ��������� ����-����������������. Los últimos años se-ñalan un viraje muy positivo en la actitud de las organizacio-

nes ambientalistas respecto a la nece-saria unificación de los esfuerzos que cada una de ellas se atrevió a emprender, ha hecho madurar en el tiempo, y hoy conforma su más valioso patrimonio, en la perspectiva de potenciar sus posibi-lidades de incidencia en la solución de las problemáticas que concentran su ac-cionar, si se suma a entidades con pre-ocupaciones afines y busca otras organi-zaciones del gremio, para complementar sus fortalezas.

C����������� ha ejercido un papel protagónico en la ta-rea de aglutinamien-to de las ���� am-bientales presentes en su jurisdicción, con su permanen-te labor de apoyo y acompañamiento. Esta paciente labor de crecimiento le ha permitido a cada organización irse cualificando en los

distintos renglones que las componen para establecer las sinergias necesarias entre ellas y las que se deben tender en-tre las mencionadas organizaciones y la institucionalidad pública, para actuar con eficiencia en los distintos escenarios que requieren ser intervenidos. En ese sentido, la presencia de dos representan-te del sector en la Junta Directiva de C�����������, más allá del cumplimien-to de unos requisitos estatutarios, repre-senta para las ���� socioambientales de la jurisdicción no sólo un reconoci-miento de su evolu-ción, sino ante todo un conducto perma-nente de diálogo, retroalimentación y participación efecti-va en las decisiones que deben tomarse para adelantar una adecuada gestión ambiental en la re-gión.

Por ello resultó tan motivante la realiza-ción del “Primer En-cuentro Ambiental

de los Públicos y Ac-tores Estratégicos de las Mesas Ambienta-les de la jurisdicción de C�����������”, y la participación de un centenar de dele-gados en representa-ción de las Territoria-les Aburrá Sur, Cen-tro y Norte en sep-tiembre de 2007, con el objeto de impulsar la articulación de los diferentes grupos locales partícipes de las mesas ambienta-les, para explorar las bondades del mode-lo asociativo hacia un objetivo común que integrase la con-servación de los re-cursos naturales y el mejoramiento de la calidad de vida de la población en el área metropolitana, por la vía del estímulo a la incidencia ciuda-dana en la gestión administrativa de sus propios recur-sos, a fin de aunar las iniciativas de las autoridades ambien-tales locales, de las entidades públicas y privadas comprome-tidas y de la ciuda-danía organizada en la gestión ambiental del territorio.

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Para las ���s so-cioambientales se trata de participar en la gestión de los grandes proyectos territoriales, en la identificación de so-luciones para las cau-sas que deterioran el ambiente y compro-meten los recursos inherentes al mo-delo de desarrollo sostenible, que, ade-más, le pertenecen a las generaciones futuras; más allá de la mitigación de pro-blemas ambientales coyunturales, con la clara consciencia de que el aspecto ecológico más seria-mente afectado en nuestro país es el te-jido social, lacerado por las ultranzas del individualismo, las miserias que a ma-nos llenas avienta la violencia y una dra-mática indiferencia frente a lo que su-cede en el entorno, todo alimentado por las mitologías portá-tiles que suelen te-jerse en nombre de una opinión pública sin rostro.

P��� Q�� A������-��. Todo lo anterior con miras a la cons-

trucción de una vi-sión nacional de fu-turo, apuntalada en la existencia de am-plios recursos (la bio-diversidad, el paisa-je, la abundancia de agua), que requieren de un manejo soste-nible, en el que tiene mucho qué aportar la experiencia de las organizaciones so-cioambientales de Antioquia en temas tan cruciales como la preservación de las fuentes hídricas y el reconocimiento de la prerrogativa de to-dos los colombianos a contar con un mí-nimo vital de agua, como un derecho fundamental, para lo cual –recordemos– se dio pie a una ini-ciativa popular que, a través del ejercicio de uno de los meca-nismos contempla-dos en el Artículo 103 de la Constitución Nacional para asegu-rar la participación ciudadana en la ges-tión pública (el Re-ferendo), alcanzó la cifra sin precedentes de dos millones cien mil firmas de apoyo en la fase preceden-te de esta iniciativa popular.

E� ������� ����. Este inusitado apoyo por la defensa de un recurso público vital, además de reflejar la agudización de la escasez de agua frente al aumento de la población (su consumo se duplica cada veinte años), evidencia un profun-do rechazo popular tanto a su comercia-lización, como a la privatización de las fuentes de agua, ten-dencias ambas que, como puede colegir-se tras el análisis de los llamados “acuer-dos desdichados” que dejó la Cumbre de Johannesburgo, marcan un retroceso respecto a la expec-tativa que se abrió paso tras las delibe-raciones de Río’92, en cuanto a la posibi-lidad de instaurar el desarrollo sostenible (la Ley 99 de 1993 constituye su expre-sión en Colombia), como modelo plane-tario para asumir de manera adecuada el manejo del agua, la generalización del saneamiento básico y la lucha contra la

pobreza, entre sus propósitos más apre-miantes.

Este proceso se ha manifestado en Co-lombia mediante la fusión de los minis-terios de Medio Am-biente, Vivienda, y Desarrollo Territorial y las modificaciones sufridas por la legis-lación y la política ambiental nacional, tales como la paulati-na flexibilización del acceso a las licencias ambientales con la intención de crear las condiciones óptimas para atraer inversio-nistas. El relajamien-to de la actual políti-ca nacional frente al agua se puede ras-trear mediante el se-guimiento al sistema de concesiones que rige en el país des-de los años 60 del siglo pasado, afina-do por el Código de Recursos Naturales y el Decreto 1541 de 1978, donde se pro-pone una flexibiliza-ción y ampliación de las concesiones, y el proyecto de Ley No. 365 de 2005, “por el cual se establecen medidas para orien-tar la planificación y

administración del recurso hídrico en el territorio nacional”, comúnmente cono-cido como “Ley del Agua”, en un país en donde ésta ha sido considerada tradicio-nalmente como un bien de uso público y su manejo y adminis-tración se le ha con-fiado al Estado.

Lo anterior supon-dría un paradójico riesgo de desabaste-cimiento (por causas antrópicas), que para el año 2025 afectará, según el Instituto de Hidrología, Meteoro-logía y Estudios Am-bientales –�����–, al 69% de la población colombiana, en un país privilegiado en la actualidad respec-to a la disponibilidad de agua.

En síntesis, la proble-mática del agua en el país es una con-secuencia directa del modelo de desa-rrollo adoptado, ya que éste insiste en ignorar la lógica de los ecosistemas que usufructúa, bajo el argumento propues-to por el Foro Mun-dial del Agua (orga-nizado por el Banco

“un grupo de organizaciones socioambientales y la ciudadanía, logró la reducción de 4500 partes por millón de azufre a ¡50 ppm! en el combustible suministrado por Ecopetrol a Mede-llín, en un breve lapso de tiempo”

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Mundial) de conside-rarla como una “ne-cesidad para satisfa-cer”, es decir, como un producto para el comercio.

A esta concepción se opone la del agua como un “derecho humano”, defendida por la sociedad civil y muchos gobiernos locales reunidos en el Foro Alternativo Mundial del Agua, que la piensan como un bien común y, por lo tanto, consideran que el acceso al agua para cualquier perso-na debe estar garan-tizado por el finan-ciamiento colectivo. La Ley 99 de 1993 ( Numeral 5o del Ar-tículo 1o) para volver al caso colombiano, le otorga prioridad al consumo humano, lo que se aproxima a la concepción del agua como un derecho, que en cuanto tal, debe garantizarse a toda persona, entre otras cosas, por su importancia estraté-gica para garantizar el “desarrollo econó-mico, social y cultural del país”.

Los ligeros avances logrados en el seno de la Comisión Quin-ta de la Cámara de Representantes evi-dencian la inciden-cia del movimiento en defensa del agua ante el Legislativo, que ya empieza a en-contrar ecos positi-vos en torno a la via-bilidad de esta pro-puesta, a pesar de los recortes sufridos por el texto inicial en la Comisión Primera, respecto a los alcan-ces del agua en cuan-to derecho huma-no fundamental, al reducir su valor a un simple enunciado sin consecuencias prác-ticas, cuando eliminó el artículo sobre el parágrafo propuesto al artículo 365 de la Constitución Nacio-nal referido a la no privatización y, por ende, a la gestión pública del agua, y le limitó el mínimo vital gratuito a los estra-tos 1, 2 y 3, precisa-mente los sectores más empobrecidos y vulnerados en sus derechos.

Mientras en la Cáma-ra de Representan-tes se ponía en entre-dicho una modalidad de participación ciu-dadana contemplada en la Constitución, es gratificante compro-bar cómo el Concejo de Medellín atendió el clamor de la ciu-dadanía y del Movi-miento en Defensa del Agua y de la Vida, para implementar el mínimo vital gratuito de agua en la ciudad desde junio de 2009 para las familias del estrato 1 del Sisbén, luego de incluirlo en el Plan de Desarrollo, para concretar, en calidad de pioneros, lo que debería gene-ralizarse en la totali-dad del territorio co-lombiano: el derecho humano al agua, en consonancia con la Observación General Nº 15 del Comité de la ��� para los De-rechos Económicos, Sociales y Culturales, con lo que nuestro país se sumaría a la voz de los países eu-ropeos que se han pronunciado oficial-mente en favor del derecho al agua, como España, Fran-cia, Bélgica, Norue-

ga, Suiza, Rumania y Luxemburgo; a las naciones africanas que ya lo han incor-porado a sus cons-tituciones: Gambia, Etiopía, Zambia y Burkina Fasso y a los avances que en el mismo sentido pre-sentan Uruguay y Ecuador en Sudamé-rica.

U�� ����� �� S���-����� �����������. Cuatro años antes de implementar el míni-mo vital gratuito de agua para las perso-nas más pobres de la ciudad, el Concejo de Medellín suscribió el Acuerdo No. 38/2005 que estableció la Po-lítica Pública de Se-guridad y Soberanía Alimentaria y Nutri-cional en la ciudad, tras corroborarse con cifras del Plan de Desarrollo que el 42% de la niñez de los es-tratos 1,2 y 3 de Me-dellín padecía desnu-trición crónica.

La firma de este Acuerdo culminó una secuencia ope-rativa iniciada por el comité académico del Seminario Inter-nacional “El Hambre en la ciudad… ¡Una

papa caliente!”, que con el respaldo de la Mesa de Seguridad Alimentaria, concre-tó una nueva reali-dad política, compro-metida en el plano internacional, con la Declaración Universal sobre la erradicación del hambre y la mal-nutrición, respecto al derecho inalienable de toda persona a no padecer hambre, como el paso inicial para construir una sociedad más equi-tativa y para acceder a un desarrollo hu-mano integral en un mundo que produce el doble de la alimen-tación requerida por la totalidad de su po-blación.

¡M��� �� ��� R����-���! Para las ���s socioambientales ad-scritas a P��������, ha sido un perman-ente desvelo el me-joramiento de la cali-dad del aire en una ciudad en la que la polución atmosférica es la segunda causal de muertes, debido a enfermedades res-piratorias, como se desprende de un re-ciente estudio real-izado por la Escuela

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Nacional de Salud Pública de la Univer-sidad de Antioquia, dada la confluencia de dos factores ne-fastos para la salud de la población: la lo-calización en un valle profundo que limita la circulación de un aire viciado por gas-es contaminantes (66% de esas emisio-nes generadas por el tráfico vehicular) y el suministro durante décadas de un diesel violatorio de todos los estándares inter-nacionales por parte de Ecopetrol.

La campaña cívica “Pura Vida”, liderada por el Área Metro-politana del Valle de Aburrá –����– y operada por la Fun-dación Con Vida, quien, bajo la batu-ta de la Asociación de Organizaciones Ambientales –P��-������–, adelantó diversas campañas de sensibilización a la comunidad sobre la calidad del aire, a través de su partici-pación en eventos, estudios y la confor-mación de un gru-po de Veedores del Aire, que ofrecieron

apoyo a las auto-ridades ambientales y de tránsito en el ejercicio del control de la aplicación de la normatividad en materia de emisión de gases, culminó su fase inicial con la fir-ma de un Pacto por la Calidad del Aire, con la totalidad de los alcaldes del área me-tropolitana, como un avance estratégico para promover la participación social requerida en la con-solidación del Siste-ma Regional de Áreas Protegidas–Parque Central de Antioquia –�����-���–.

Como acción concre-ta para la calidad de vida de los medelli-nenses, esta inicia-tiva, fruto de la sin-ergia entre las auto-ridades ambientales regionales, la institu-cionalidad pública de la ciudad, un grupo de organizaciones socioambientales y la ciudadanía, logró la reducción de 4500 partes por millón de azufre a ¡50 ppm! a partir del 1 de julio del presente año, según nos confirmó Gustavo Londoño

Gaviria, interventor del Convenio Inter-administrativo No. 10 celebrado en-tre el Municipio de Medellín, el AMVA y Ecopetrol en el combustible sumin-istrado a Medellín, en un breve lapso de tiempo, gracias al ejercicio democráti-co de participación en la gestión ambi-ental del territorio, mediante la puesta en funcionamiento de uno de los dere-chos fundamentales consagrados en la ���–91 en su Artí-culo 23: “Toda per-sona tiene derecho a presentar peticiones respetuosas a las au-toridades por moti-vos de interés gen-eral o particular y a obtener pronta reso-lución(…)”, y si a esa persona, además de la verdad y la razón, la respalda la firma de los directores en su momento del Depar-tamento Administra-tivo del Medio Am-biente de la Gober-nación –����–, de Cornare, del ���� y de C�����������, la petición, además de respetuosa, se hace respetable.

P�������, �����, ��-������ � ���������. Entre las muchas tareas adelantadas en estos 15 años de aprendizaje asocia-tivo, nos queda es-pacio para reseñar la construcción de la Agenda Ciudada-na Ambiental para la región; el macro-proyecto de cuidado de cuencas y otros proyectos ambien-tales como el que P��������� adel-anta en el área de El Romeral; el Plan de Acción para el alto del Manzanillo que propone establecer un corredor ecológi-co, turístico y cultur-al que enlace el Alto del Manzanillo, el Romeral y la Romera, formulado por la Corporación ���� �� Itagüí; la propuesta de Bello Turístico en el sentido de inte-grar la tradición cul-tural y los atractivos del municipio, en ac-tividades tales como recorridos lúdico-ed-ucativos al cerro Qui-tasol y la Hacienda Corrales, entre otras muchas iniciativas.

U� ������ �� ���-�����. El apoyo de las ���� socioambi-entales adscritas a P�������� a la Jun-ta de Acción Comu-nal del emblemático barrio Carlos E. Re-strepo, constituyó una experiencia de participación cívica ambiental comuni-taria ejemplar para detener la pérdida de un pulmón verde en el centro de una ciudad urgida por ampliar su deficitaria oferta de espacio pú-blico, donde se adel-antaba la construc-ción de un conjunto residencial que sólo favorecería a un pu-ñado de inversioni-stas inmobiliarios. La recuperación del tradicional espacio público verde de Car-los E. no se redujo a las filigranas de la hermenéutica jurídi-ca en un bufete de abogados, ¡fue un inolvidable festejo solidario!

A������� �������. Para finalizar, una de las tareas pendien-tes inmediatas de la Asociación de Orga-nizaciones Socioam-bientales de Colom-bia –P��������–, es la creación de un portal único en la web, operado por la fundación Amigos del Medio Ambiente –���–, que se per-file como un canal de retroalimentación y debate abierto entre las organiza-ciones ambientales, los entes públicos y privados interesados en solucionar con diligencia las prob-lemáticas que estén a su alcance, las au-toridades ambien-tales y la comunidad, los individuos y toda suerte de grupús-culos, para debatir, proponer, denunciar y recomendar inicia-tivas en procura de una sociedad amiga-ble con el ambiente. Con la Vida.

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POR INICIATIVA DE LA ASOCIACIÓN COLOMBIANA DE ORGANIZACIONES SOCIOAMBIENTALES DE COLOMBIA –PANTÁGORA– Y CON EL

AUSPICIO DE CORANTIOQUIA, SE REUNIÓ EN LA CIUDAD DE ITAGÜÍ UN NÚMERO SIGNIFICATIVO DE DELEGADOS DE ORGANIZACIONES SOCIALES Y AMBIENTALES DE ANTIOQUIA, PARA DELIBERAR, EN

COMISIONES TEMÁTICAS, ACERCA DE LAS CUESTIONES FUNDAMENTALES REFERIDAS AL ESTADO DEL ARTE DE LOS RECURSOS NATURALES

DEL DEPARTAMENTO, Y ESTABLECER LAS PAUTAS DE LAS ACCIONES NECESARIAS PARA INCIDIR EN EL TRAZADO DE LAS FUTURAS

POLÍTICAS AMBIENTALES DE ANTIOQUIA Y TODA LA NACIÓN HACIA LA SOSTENIBILIDAD DE LA VIDA.

El encuentro de Organizaciones Socioambientales de Antioquia se centró en la consecución de tres objetivos, a saber:

• Promover la organización, la asociatividad y la participación como fundamentos para la construcción de un Estado Social de Derecho y Ambiental en Colombia.

• Debatir y concertar una Agenda Departamental Ambiental.

• Preparar posiciones unificadas para el encuentro nacional ciudadano “Cumbre Ambiental Colombiana”, a realizarse los días 12, 13 y 14 de julio en el municipio de Guaduas (Cundinamarca).

Los principales temas abordados durante el encuentro fueron los siguientes:

1. Agua.

2. Bosques.

3. Suelos.

4. Inequidad regional.

5. Modelo vigente y proyectos de desarrollo.

1. Respecto al agua, se analizaron:

Los planes departamentales para el agua.

Las empresas subregionales de servicios públicos.

Las microcentrales y macrocentrales hidroeléctricas, tales como Pescadero-Ituango.

El Referendo por el Agua.

2. En referencia a los bosques se consideraron:

Los sistemas departamentales, regionales y locales de áreas protegi-das.

El “Manifiesto para la Conservación de los Bosques”, liderado por las organizaciones socioambientales del Oriente antioqueño.

La “Campaña para la Conservación de los Bosques de Antioquia”, pro-movida por diversas organizaciones socioambientales de la región.

3. En torno a los suelos, los temas a debatir fueron:

Los problemas en la aplicación de normas para su protección.

El aceleradísimo proceso de erosión con la pérdida y el agotamiento de los suelos agrícolas productivos.

Los cambios de uso provocados por el acelerado proceso de conurba-

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ción que limita la disponibilidad y el acceso a los suelos agrícolas.

El proceso de extinción al que está sometida la economía agrícola tradicional.

4. Respecto a la inequidad regional, lo funda-mental para el análisis fue:

La relación de la región metropolitana con el entorno agrario departamental.

La huella ecológica del área metropolitana.

La prestación de bienes y servicios ambienta-les.

La simplificación y homogenización de eco-sistemas y paisajes.

La destrucción del patrimonio natural y cul-tural.

5. En cuanto al modelo imperante y los pro-yectos de desarrollo que le son inherentes, se abordaron:

Los elementos mínimos para un modelo al-ternativo y ambiental de desarrollo (endóge-no, sostenible, humano, e integrador entre lo urbano y lo rural).

Respecto a los macroproyectos de desarrollo iniciados en Antioquia y más impactantes sobre los ecosistemas y la sociedad, se resal-tan:

Las Autopistas de la Montaña.

Los proyectos mineros.

Metodología

Los asistentes se dividieron en dos mesas de trabajo temáticas para debatir los temas propuestos, con base en dos preguntas conduc-toras y documentación pertinente (enviadas con antelación), a las personas y entidades participantes. La primera pregunta rezaba así: ¿Cómo incidir para que el Estado cumpla con el Artículo 103 de la Cons-titución nacional –referido a los mecanismos democráticos de parti-cipación popular en la gestión pública–?

La pregunta conductora No. 2 era esta: ¿Qué aspectos administra-tivos, económicos, técnicos, sociales y políticos hacen insostenible el tema y los subtemas abordados?

La Mesa No. 1 abordó los temas Bosques, Agua y Suelos, en tanto que la Mesa No. 2 se ocupaba de analizar lo referente a modelos de desarrollo, políticas de ordenamiento territorial, democracia partici-pativa, educación en cultura ambiental, y desarrollo de las organiza-ciones implicadas.

Socialización del trabajo de las Mesas temáticas. Al finalizar la se-sión de debates, un relator de cada mesa socializó ante el pleno la síntesis de lo trabajado, para reunir los elementos necesarios, que tras el debate final de la plenaria, permitieran la redacción final del documento previsto. Las conclusiones de la plenaria del citado en-cuentro dieron lugar al presente Manifiesto de Ditaires, que a conti-nuación transcribimos.

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Las y los delegados de diferentes regiones y municipios de Antioquia, en representación de 40 organizaciones sociales y

ambientales, asistentes al Encuentro Departamental de Organiza-ciones Socioambientales, reunidos en el Parque Ecológico, Recrea-tivo y Cultural Ditaires, en el municipio de Itagüí, departamento de Antioquia, el día 24 de abril de 2010, a fin de debatir acerca de los asuntos fundamentales para nuestro departamento y nación res-pecto a la problemática ambiental, expresamos:

Nuestra firme voluntad de participar activamente en la construcción de soluciones integrales que resuelvan, desde sus raíces, el grave deterioro ambiental existente en todo el territorio nacional, eviden-ciado en la pérdida de la diversidad cultural y biológica, bosques, fauna, suelos, oferta hídrica y aire; la desaparición de la cultura y de la economía campesinas, indígenas y afrodescendientes; la ex-tinción de numerosas etnias indígenas; la degradación de la base genética que soporta la actividad agropecuaria y productiva; la ho-mogenización de los paisajes; el escalamiento de la vulnerabilidad de la población ante el cambio climático global y la desregulación de los ciclos hidrológicos; el incremento del riesgo de tragedias provo-cadas por deslizamientos, inundaciones y avenidas torrenciales; las sequías, incendios forestales y pérdidas de cosechas y de la produc-tividad; el incremento de la contaminación y degradación ambiental en todas sus manifestaciones, con las enfermedades y defunciones que le son asociadas; entre muchas otras expresiones de los efectos negativos de nuestro modelo insostenible de desarrollo, en los eco-sistemas y las comunidades asentadas en ellos.

Los asistentes aquí reunidos coincidimos en que el deterioro y la dramática pérdida de la base de recursos naturales debe atribuír-sele tanto a la insostenibilidad del actual modelo de desarrollo y a la inequidad que le es consustancial como al beneficio unilateral de sus usos y aprovechamientos y a la expresión de múltiples conflic-tos debido a su apropiación privada. Manifestamos que el obstáculo fundamental para resolver esa insostenibilidad y acceder a la posi-bilidad de una sociedad equitativa que no destruya la base natural y cultural que la sustenta, está íntimamente relacionado con el in-cumplimiento de la Constitución Nacional y las leyes desarrolladas por parte del Estado colombiano y su falta de aplicación entre sus diferentes funcionarios e instituciones.

Compartimos los últimos diagnósticos emitidos por diversos estu-dios nacionales y extranjeros en Colombia, que constatan la preemi-nencia de la ilegalidad, la irregularidad y la ilegitimidad en el manejo del ambiente, la biodiversidad y los ecosistemas del país, por lo que se requiere con urgencia abordar y resolver esta causa principal.Identificamos que la desigualdad económica y la inequidad entre sectores sociales y territorios, contribuyen en grado sumo al uso in-eficiente e insostenible de los recursos naturales y a que un gran nú-mero de compatriotas, fundamentalmente los más pobres, padez-can las consecuencias ambientales del derroche de los potentados.

Reconocemos la nefasta relación causal existente entre pobreza y degradación ambiental y por ello reclamamos soluciones reales, du-raderas y efectivas, fundamentadas en la educación y la justicia, a los graves problemas sociales, como el hambre generalizada en el territorio nacional, desencadenados por la alarmante tasa actual de desempleo en el país.

Para que nuestra sociedad proteja sus recursos naturales y se enca-mine de forma definitiva por el sendero del desarrollo sostenible, es necesario resolver los problemas de ilegalidad, de violencia y des-igualdad que repercuten de manera contundente en el deterioro ambiental y afectan la calidad de vida de los colombianos, ya que el incumplimiento de las leyes que regulan el medio ambiente, o su indebida aplicación a causa de la corrupción y el clientelismo, de-bilitan la capacidad del Estado para prevenir y castigar los delitos ambientales.

proclamado durante elEncuentro de Organizaciones Socioambientales de Antioquia

M��������� �� D�������

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Ratificamos que la violencia patrocinada por el narcotráfico estimula la colonización de nuestras reservas naturales, provoca el des-plazamiento de la población a los centros urbanos, destruye nuestra diversidad y origi-na focos de miseria asociados a procesos de empobrecimiento ambiental.

Exhortamos a todas las instancias del Esta-do y de la sociedad civil para que el conjunto de políticas públicas adelantadas por el Go-bierno se rijan bajo los principios universales del desarrollo sostenible, contenidos, entre

otras, en la Declaración de Río de Janeiro de junio de 1992 sobre Medio Ambiente y Desarrollo, y Johannesburgo en el año 2002 y en todos los acuerdos y convenciones internacionales en los cuales se encuentre comprometido nuestro país.

De igual manera, al tenor de la Constitución Nacional, reclamamos el fortalecimiento de todos los espacios de organización y participa-ción de las comunidades y la ciudadanía; la promoción de acciones legales de carácter colectivo para la defensa del derecho a un am-biente sano y la promoción de la democracia participativa en todas las instancias de la sociedad.

Para mejorar la calidad de vida de la población en las ciudades, exi-gimos el cumplimiento del Código Nacional de los Recursos Natura-les (Decreto 2811/74) y de los principios del ordenamiento territorial (Ley 388/97); en tal sentido, se debe cumplir el mandato y garantizar el aumento del espacio público urbano y rural, la restauración de ecosistemas ubicados en los perímetros de las ciudades y la creación de bosques urbanos, parques y áreas de protección de la biodiversi-dad en las urbes.

Reiteramos la necesidad de una acción estatal coherente y eficaz sobre los usos del suelo urbano y rural que garantice ecosistemas sostenibles, armonice la relación entre las ciudades y sus entornos agrarios y promueva sistemas de transporte públicos responsables y eficientes.

Reclamamos coherencia y eficacia de la acción estatal sobre los usos del suelo urbano y rural para que éstos sean ambientalmente soste-nibles, y por lo tanto, exigimos control sobre la conurbación indiscri-

minada que está destruyendo el patrimonio natural y cultural y de-mandamos que se potencie la vocación agropecuaria y se protejan los entornos urbanos.

Manifestamos que todos los proyectos y megaproyectos de desa-rrollo urbano y rural deben respetar las normas legales, relacionadas con las consultas populares, con los estudios ambientales previos y con la implementación de los planes de manejo ambiental.

Exigimos que se preserven las fuentes hídricas y se reconozca el de-recho de todos los habitantes del territorio colombiano a un mínimo vital de agua y de alimentos, así como a beneficiarse de los proyec-tos de aprovechamiento que se implementen en sus comunidades.

Reclamamos el fortalecimiento integral del Sistema Nacional Am-biental –����– y, por ende, exigimos el restablecimiento del Minis-terio del Medio Ambiente como organismo rector de la gestión del ambiente y de los recursos naturales renovables.

Demandamos, en concordancia con lo expresado, la reforma de las corporaciones autónomas regionales –���– y de las autoridades ambientales urbanas para que se determine, entre otras acciones inaplazables, una mayor participación numérica y efectiva de las co-munidades en sus órganos directivos, así como el establecimiento de un mayor rigor en los requisitos necesarios para el nombramien-to de sus órganos directivos y de sus representantes legales; que sean blindadas contra la politiquería y reguladas por instancias au-tónomas con amplia participación ciudadana; y que, de otro lado, enfaticen su labor educativa y su tarea de promoción de la organiza-ción social, para lo cual es imprescindible robustecerlas económica-mente a fin de garantizar que cumplan a cabalidad con su obligación de proteger el ambiente.

Ante las inequidades entre las regiones en el país y en Antioquia, se debe cambiar la manera de definir la subdivisión territorial en Co-lombia por una que privilegie las regiones biogeográficas, basada en ecorregiones, formulando la Ley Orgánica de Ordenamiento Terri-torial (���), así como reformar la Ley 388 que determina el ordena-miento territorial, la Ley 99 acerca del Sistema Nacional Ambiental, al igual que la Ley 128, que crea las áreas metropolitanas en Colom-bia.

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Demandamos que el gobierno, a través de sus instituciones y el apo-yo decidido a la participación de la comunidad, proteja la Vida, la in-tegridad y diversidad del ambiente, y conserve las áreas fundamen-tales para la perduración de los ecosistemas que Colombia le aporta al mundo, especialmente los arrecifes marinos, los manglares, los sistemas de playas, los estuarios, los humedales, las lagunas, las cié-nagas, páramos y los bosques de todos los pisos altitudinales.

Es indispensable fortalecer las empresas de servicios asociativas, co-munitarias y de economía solidaria locales y regionales, ocupadas en proteger y conservar su base de recursos, promoviendo un nuevo modelo de desarrollo, respetuoso con el ambiente.

Demandamos la cobertura total y la cualificación del actual mode-lo educativo implementado en Colombia; del impulso decidido a la socialización, producción y aplicación del desarrollo científico y tecnológico en materia ambiental; del estímulo a la innovación en tecnologías limpias; del fomento a una cultura ambientalista entre la ciudadanía y del impulso a la transformación del actual sistema de producción industrial, para que incorpore entre sus procedimientos productivos los códigos de buenas prácticas ambientales, de empre-sa sostenible y de responsabilidad social empresarial.

Nos comprometemos a respetar y mejorar las normas constitucio-nales y la normatividad ambiental vigente, para garantizar la Vida en todas sus manifestaciones, la perpetuación de los ecosistemas y el derecho de la población a gozar de un ambiente sano, e invitamos a toda la ciudadanía a apoyar este compromiso.Convocamos a la ciudadanía, a las organizaciones socioambientales de Colombia, al Estado y al sector privado a comprometerse con la solución de estas problemáticas, y a desarrollar las estra-tegias y acciones específicas pertinentes para

cada uno de los temas analizados en las mesas de trabajo del presente

encuentro departamental: agua, bosques, suelos, inequidad re-gional, el modelo de desarrollo vigente y los macroproyectos en marcha.

Llamamos la atención sobre los regímenes de propiedad y la apro-piación de los recursos naturales, los cuales deben ser revisados, di-mensionados y regulados, para impedir y controlar el daño ambien-tal que esta tenencia origina e implica.

Alertamos a la ciudadanía en general ante los riesgos e impactos am-bientales negativos desatados por el proceso masivo de concesio-nes y aprovechamientos mineros en todo el país, el cual con sus in-gresos, regalías y rentabilidades económicas, no compensará jamás el deterioro y destrucción de los equilibrios y armonías ecológicas y naturales en los lugares donde se asienta.

Exigimos que las regulaciones de protección ambiental sean extre-mas y que los beneficios de esa actividad minera lleguen a toda la sociedad, financien el desarrollo científico nacional y garanticen la restauración y conservación de la biodiversidad del país.Reclamamos y exigimos del sector académico y científico del país que sus investigaciones y actividades generen conocimiento, se orienten a la resolución de nuestros problemas ambientales y so-ciales y contribuyan en verdad a nuestra sostenibilidad, de manera participativa e incluyente, en lugar de las producciones y rentas indi-viduales y deteriorantes, a las que han estado dedicados.

Instamos a las autoridades y decisores políticos e institucionales para que en la búsqueda de la equidad y la justicia ambiental en Co-lombia, impulsen el beneficio social del aprovechamiento y uso sos-tenible de los recursos naturales, el respeto por las culturas y cono-cimientos ancestrales y la perduración de la biodiversidad del país.

Proclamamos la necesidad de superar la indiferencia social, para lo cual conminamos a los gobiernos nacional, departamentales y mu-nicipales, a concretar planes potencializadores de la participación y educación ciudadana, que generen un enérgico compromiso de la sociedad con la preservación del ambiente y la aplicación irrestricta de las leyes y normas ambientales vigentes, para que quienes las incumplan y actúen contra el derecho a un ambiente sano común, tengan la certeza de una sanción ejemplificadora y justa.

Convocamos, por tanto, al trabajo tesonero y a persistir en el cam-bio de comportamientos culturales de nuestra población, basados en el conocimiento y la educación, para lograr el enrutamiento de nuestras ciudades hacia la sostenibilidad, mediante el despliegue de programas de aire, agua y servicios públicos de alta calidad y máxi-ma eficiencia que garanticen una atención prioritaria a la depuración

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de aguas servidas, a la minimización, dispo-sición y manejo adecuado e integral de los residuos rurales, urbanos e industriales de todo tipo y a la disminución de la contami-nación del aire hasta unos niveles acordes con los estándares internacionales; a buscar la sostenibilidad rural basada en el afianza-miento de la agricultura ecológica, al fomen-to de la silvicultura con la ordenación soste-nible de nuestros bosques, y a la promoción de la acuicultura con la gestión integral de los recursos hídricos.

En concordancia con lo planteado, las si-guientes organizaciones expresamos nues-tra voluntad de divulgar el presente Mani-fiesto en la mayor cantidad de instancias posibles.

Suscrito en Itagüí por quienes asistieron,

Asociación de Organizaciones Ambientales del Oriente Antioqueño –����–, Aguas y Ambiente, Asociación Alborada–Carmen de Viboral, Aso-ciación Municipal de Organizaciones Ambien-talistas Aguas Claras –������–��� �unicipio de Cocorná, Mesa Aguas y Ambiente San Luis –��������–, Asociación de Productores Campe-sinos Agroecológicos de Barbosa y el Nordeste Antioqueño –����������–, Corporación para la Educación y la Protección Ambiental Artemisa, Asociación de Empresarios del Material Recupe-rado –������–, Asociación de Organizaciones Ambientalistas de la Subregión –���������-���–, Bosques Húmedos, Asociación Subregio-nal del Páramo –���������– del municipio de Sonsón, Corporación Biosanar, Periódico El Sol, Cabildo Verde de Belmira, Centro de Educación Ambiental –���–, Corporación de Estudios, Educación e Investigación Ambiental –����–, Corporación Escuela Técnica y Empresarial de Ciencias Agropecuarias –������–, Corporación para la Investigación y el Ecodesarrollo Regional

–����–, Corporación Centro de Estudios Urbanos Ciudad, Corporación Consejeros en Agricultura Sostenible y Permacultura –����– Capítulo An-tioquia, Fundación Con Vida, Revista Ambien-tal Éolo, Cooperativa Multiactiva de la América –�������–, Corporación Antioqueña del Medio Ambiente –������–, Corporación Natura y Vida– ���������–, Corporación Comité para la Defensa de los Derechos Ambientales de la Co-muna 13, Corporación Ambiental Grupo Ecoló-gico de Itagüí –���������–, Corporación Avans, Corporación Ecosistema, Corporación Gotas Verdes, Corporación de Servicios Profesionales y Comunitarios de Medellín –������������–, Fundación Amigos del Medio Ambiente –���–, Corporación Grupo de Asesorías e Investigacio-nes Ambientales –����–, Corporación Guarda-bosques, Junta de Acción Comunal del barrio Carlos E. Restrepo, Corporación Ambientalista Los Cucaracheros, Mesa Ambiental Comuna 15 Guayabal, Mesa Ambiental Zona 2 de Medellín, Red Articulamos Zona 4 de Medellín, Asociación de Organizaciones Socioambientales de Colom-bia –���������–, Corporación Comité para la Recuperación y la Preservación de Microcuencas –����������–, Asociación Red Colombiana de Agricultura Biológica –����� ���������– Corpo-ración para Investigaciones y Estudios en Socie-dad, Patrimonio, Ambiente e Historia –�����–.

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La estructura de este capítulo es

circular, pues co-mienza y termina en una mesa de con-certación, celebrada (con las diferencias obvias) entre idén-ticos protagonistas. Veamos por qué.

B���� �������� ���-������. El año 1781 representó un hito fundacional en la inquebrantable de-cisión de los indíge-nas de Colombia por conservar su identi-dad, ya que marcó el comienzo de una serie de efectos lega-les derivados de las luchas de estos pue-blos por conservar sus territorios, en la que el gobierno de entonces se vio obli-

gado a devolverles algunos de sus an-cestrales territorios colectivos, ante la evidente legitimidad de sus demandas.

A����������� ����-�������. Desde fina-les del siglo diecio-cho y hasta comien-zos del veinte, los nacientes Estados latinoamericanos modificaron sus re-laciones con los indí-genas, en gran parte bajo la influencia de los ideales igualita-rios propagados por el enciclopedismo y llevados hasta el pa-roxismo por Robes-pierre, a quien se le atribuye ordenar mil trescientas ejecucio-nes en la guillotina en una sola jornada

de los ajusticiamien-tos que le siguieron a la turbulenta toma de La Bastilla du-rante la Revolución Francesa.

Como los precurso-res de nuestra inde-pendencia fueron lectores voraces de Voltaire y los demás enciclopedistas fran-ceses (a quienes es-tudiaban en su pro-pia lengua sin la me-nor dificultad), las ideas de una igual-dad absoluta entre todas las personas, más allá de la con-centración de mela-nina en su epidermis o el aspecto de su fisonomía, calaron bastante hondo en el pensamiento de figuras públicas tan notables como José Miguel Pey de An-drade, Jorge Tadeo Lozano, Camilo To-rres o Antonio Na-riño, éste último, traductor de Los Derechos del Hom-bre (audacia que le costó la confiscación de todos sus bienes, una condena a diez años de prisión y el posterior destierro a Marruecos), quie-nes, a pesar de los in-

convenientes como el recién narrado, lo-graron introducir esa idea en un ambien-te poco favorable, hasta el punto de permear las prime-ras administraciones públicas granadinas de la colonia. A ello se debe que los in-dígenas comenzaran a ser considerados como ciudadanos.

L� �������� �� �� ���������� ������-��. A priori, podría pensarse que el cam-bio de mentalidad implícito en este nue-vo estatus implicaría una notable mejoría en las condiciones de vida de estas co-munidades. Pero no nos encontramos ante al argumento de una novela rosa. De la misma manera que el paso de la ser-vidumbre medieval o de la esclavitud en las galeras, a la cali-dad de obrero libre, no le reportó mayo-res beneficios a sus destinatarios, esta revaloración civil de los aborígenes tuvo como consecuencia su asimilación e inte-gración al engranaje productivo de la eco-

nomía nacional, a través de la abolición del tributo, la remu-neración del trabajo y la privatización de sus territorios, con el propósito de con-vertirlos en propieta-rios.

E� ����� ����� �����. En este nue-vo orden legal, los resguardos debían ser disueltos, lo que aceptaron sin repli-car las comunidades del norte del país, mientras que las ubicadas al suroes-te (ante todo las del Cauca y Nariño) se opusieron, invocan-do derechos ances-trales. De igual ma-nera, la propiedad sobre la tierra no incrementó el núme-ro de propietarios y –muy al contrario de lo esperado–, sus tierras fueron absor-bidas por las grandes haciendas y latifun-dios, con lo que ter-minaron convertidos en peones a sueldo y terrazgueros (labra-dores que pagaban alquiler para cultivar una parcela).

A partir del año 1837 se acentuó la opo-sición indígena a la

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LAS COMUNIDADES INDÍGENAS

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disolución de sus territorios colecti-vos. La respuesta estatal ante sus re-querimientos fue atribuirles las mis-mas limitaciones que a los adolescentes para tomar decisio-nes significativas: se les consideró meno-

res de edad, y por lo tanto, inhabilitados para merecer la au-tonomía reclamada, con lo que se inició a una oscura época de segregación y conti-nuos despojamien-tos por parte de los terratenientes que prosperaban a sus expensas, ya fuera mediante la explo-tación de su trabajo a cambio de salarios irrisorios o a través de la invasión de sus territorios, que por lo general, colindaba con grandes hacien-das por dos o tres

costados, las cuales competían entre sí por apoderarse del terreno colectivo de los indígenas, me-diante el corrimiento ilegal de linderos.

C��� ���� �� ���-�����. Una situación como la que esta-mos describiendo, obligó a la promul-gación de la Ley 89 de 1890 (de carácter transitorio), en rela-ción con la propie-dad de la tierra, que buscaba convertir a los “salvajes” en “civilizados”, según expresión despec-tiva de la época, o mejor, en otorgarle “mayoría de edad” desde el punto de vista sociopolítico; con este fin se decla-raron imprescripti-

bles, inembargables e inalienables los res-guardos existentes y se reconfiguraron los cabildos con fuero interno y funciones externas, en relación con las autoridades nacionales. La transi-toriedad de esta Ley duró ¡cien años! y fue

el almendrón en tor-no al cual se articula-ron las reivindicacio-nes territoriales, la preservación de las prácticas culturales y sus autoridades au-tónomas basadas en la figura político–ad-ministrativa del Ca-bildo.

Con este significativo avance estratégico, terminó el siglo die-cinueve. En términos generales, reinaba un clima incluyente en el espíritu de los diver-sos gobiernos que tomaron las riendas

del país, respecto a la transformación de las condiciones de la ciudadanía. Como lo expresara Rafael Uribe Uribe (a quien no le fueron nunca ajenas las problemá-ticas indígenas), en una de sus enarde-cidas intervenciones ante un Congreso de mayoría opositora: “Lo que se necesita es el desarrollo del es-píritu de asociación”, y a fe que batalló por la integración de las comunidades indí-genas a la sociedad, respetando su per-manencia en lo que consideraba su hábi-tat más propicio, por considerarlas parte fundamental de la diversidad étnica colombiana, en una época donde todavía resonaban los ecos de antiguas discu-siones escolásticas acerca de la natura-leza de su “alma”.

E������ � �� P�����-��. A comienzos del siglo veinte, apare-cieron dos calificados líderes para tomar el relevo de sus comba-tivos predecesores en la búsqueda del reconocimiento na-

cional al derecho de las etnias indígenas a vivir de acuerdo con sus convicciones: Eutiquio Timoté, per-teneciente a la co-munidad tolimense Pijao, y quien fuera derrotado en las elec-ciones presidenciales de 1934 por Alfonso López Pumarejo, el candidato liberal del momento), y Manuel Quintin Lame Chan-tre, este último de padre paez y madre guambiana, autor de la obra “El pensa-miento del indio que se educó en las selvas colombianas” (1924), quien fuera elegi-do representante y defensor de los ca-bildos indígenas del Cauca en 1910.

Ambos participaron en la vida política na-cional, cada uno des-de su propio sentir, y sentaron las bases reivindicativas en torno a los derechos de sus comunidades respecto a la segu-ridad alimentaria, a los requerimientos de recuperación y ampliación de los resguardos, el forta-lecimiento de los ca-bildos y la ampliación

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del conocimiento de las leyes estatales respecto a la cues-tión indígena.

L� U����� N����-���. En 1971 hizo su aparición el primer órgano indígena con suficiente caudal electoral como para ser tenido en cuen-ta en el panorama de las coaliciones y las alianzas estra-tégicas: el Consejo Regional Indígena del Cauca –����–, que inició el auge de la presencia indíge-na en el foro de las grandes decisiones nacionales, con su participación política a través de organiza-ciones propias y un sólido discurso étni-co a la búsqueda de su inserción tanto en la sociedad como en los asuntos del Esta-do, al demandar de sus compatriotas el reconocimiento de su derecho a vivir en la diferencia.

Como ya se acercaba la conmemoración de los quinientos años del denomina-do “descubrimien-to” del continente americano, por aquel entonces el lema uni-

ficador (o slogan, pa-labra de origen celta, usada como grito de combate entre los montañeros de Esco-cia) de las luchas de cada etnia americana por el reconocimien-to de su identidad era “Somos los legíti-mos dueños de Amé-rica”, sobre la premi-sa compartida desde Alaska hasta la Tierra del Fuego de ser los genuinos herede-ros de las “Naciones Primeras” en tierras americanas.

En Colombia, este fervor reivindicativo se tradujo en una presión suficiente para lograr la expe-dición de una refor-ma a la legislación vi-gente, en lo referido a la recuperación de los territorios ances-trales y la defensa de la herencia cultu-ral. Tales incursiones en el terreno políti-co, les permitieron la construcción de nuevas relaciones y mayor capacidad de negociación con el Estado, con el sector privado, los movi-mientos sociales alia-dos y con la propia insurgencia armada.

Tras varios intentos de creación de una organización que canalizara cada uno de los procesos em-prendidos en cada región, como los realizados en el Toli-ma en los años 1974 y 1980 (este último el primer Encuentro Nacional), sólo hasta 1982 se consolidó la Organización Nacio-nal Indígena de Co-lombia –����–, con un abierto concepto panétnico, al que se le añadió el control de los recursos na-turales hasta lograr la creación del Pro-grama Nacional de Desarrollo de las Po-blaciones Indígenas –P������–, que re-presentó el paso de las políticas de inte-gración, a las de par-ticipación. Esos lo-gros incidieron para que tanto el antiguo ������ como el Mi-nisterio del Interior crearan programas orientados a visibili-zar las comunidades indígenas sumidas hasta el momento en la marginación es-tatal.

I�������� � G��-����������. La de 1980 ha sido bau-tizada por los ana-listas como la “dé-cada ganada para Latinoamérica”, porque sirvió de escenario para la consolidación de las organizaciones indígenas, el posi-cionamiento de su identidad cultural ante los ojos del mundo, y el ascen-so de actores socia-les protagónicos en los procesos socio-políticos del orden internacional, como lo prueba la actual presidencia de un indígena en un país sudamericano, al que pudimos haber precedido noso-tros, hace ochenta y seis años, como vimos atrás.

Desde entonces, y tras el derrumbe del frágil equilibrio en-tre los dos grandes bloques sociopolíti-cos del planeta, las etnias indígenas se han visto inmersas en ciertas deriva-ciones de la civili-zación occidental, para mantenerse en la palestra social

como protagonistas de su propio destino, aquí en Antioquia o en la isla de Sumatra, ligadas a las políticas neoliberales de glo-balización, al uso de las tecnologías infor-máticas, a la relación procesos locales–in-cidencias globales y a la transformación de las situaciones espaciotemporales del Estado–nación y de los movimientos sociales, en tanto los articula con movi-mientos transnacio-nales.

Por ello, el recono-cimiento de los indí-genas en la Constitu-ción Política de 1991 (igual que su acceso a la ciudadanía en el siglo dieciocho, como vimos), no im-plica necesariamen-te un sendero de rosas para su futuro, a partir de la acepta-ción de su diversidad cultural. Está ligado a otros procesos glo-bales que significa-rían un reto para la preservación de su identidad cultural. Tomemos un ejem-plo de la historia re-ciente: la inserción de Colombia a la eco-

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nomía de mercado globalizada, le im-plicó, como pago de derecho a piso, como costo, la aplicación

de las políticas neo-liberales recomen-dadas por el Fondo Monetario Interna-cional –���– en su economía, cuyas im-plicaciones pueden sintetizarse en tres líneas gruesas: la su-presión de subsidios para la población más pobre; la apertu-ra de fronteras al co-mercio transnacional con mínimos arance-les y la privatización de empresas e insti-tuciones estatales. No es este el lugar para evaluar los re-sultados de la aper-tura económica para el país. Sí lo es para inquietarse respecto a las consecuencias

que la supresión de las fronteras nacio-nales, impulsada por la globalización uniformante, le aca-

rreará a la diversidad cultural de los pue-blos, y más aún, a la preservación de la identidad cultural de las minorías étnicas que alberga.

Frente a este pano-rama, es de resaltar que Colombia rati-ficó en 1989 la Con-vención No. 169 de la Organización In-ternacional del Tra-bajo –���– mediante la Ley 21, con lo cual los indígenas logra-ron su pleno recono-cimiento en cuanto ciudadanos provis-tos de derechos y, por lo tanto, a man-tener su identidad cultural y territorial.

Además con el blo-que democrático que participó en la Asam-blea Nacional Cons-tituyente, se amplió

el reconocimiento a sus derechos políti-cos, económicos y al desarrollo, así como a sus derechos so-ciales y culturales. La presión ejercida por tres delegados de las comunidades indígenas en la Cons-tituyente fue deter-minante para lograr el reconocimiento oficial de Colombia como un país multi-cultural y pluriétnico, y por lo tanto, para consagrar su auto-nomía identitaria y territorial, además de la adjudicación de una circunscripción electoral especial in-dígena.

L� A�������� C�������������. En tal sentido, la nueva Carta Magna de 1991 consagró el derecho de la etnia indígena a expresarse me-diante una cultura propia, a ejercer un gobierno autónomo, y a desplegar su sin-gular concepción de la justicia, mediante lo consignado en sus artículos 7, 8, 10, 19, 63, 68, 70, 72, 96, 246, 329 y 330. De este último, destaca-mos el carácter cons-titucional que se le confiere al gobierno de los territorios in-dígenas, a través de consejos conforma-dos y reglamenta-dos “según los usos y costumbres de sus comunidades” (el su-

brayado es nuestro) y su parágrafo final, que nos permitimos transcribir en su to-talidad, porque es digno de reposar en la memoria de todo indígena colombia-no: “La explotación de los recursos na-turales en los terri-torios indígenas se hará sin desmedro de la integración cul-tural, social y econó-mica de las comuni-dades indígenas. En las decisiones que se adopten respecto de dicha explotación, el Gobierno propiciará la participación de los representantes de las respectivas comuni-dades”.

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S�������� ������ �� ��� ������ ���������. La población indígena colombiana requie-re de una especial atención estatal, según lo dispuesto por la Constitución Política de 1991, concebida por una Asamblea pluripar-tidista con el fin de garantizarle equidad en las oportunidades de desarrollo a las franjas poblacionales más vulnerables, en razón de algunas características de su idiosincrasia, tales como creencias, cosmovisiones, fragili-dad económica, restricciones de acceso a los servicios básicos y marginalidad territorial, entre las más determinantes.

El futuro de los 102 grupos indígenas exis-tentes en Colombia (87 de ellos reconocidos por el Estado), depende, en gran medida, de la posición asumida por éste frente a las pro-blemáticas mencionadas y otras tan decisivas como el acceso a los recursos genéticos, los derechos intelectuales colectivos, la disminu-ción de los altos niveles de morbilidad y la se-guridad alimentaria, para protegerlos de las renovadas tendencias intolerantes –lícitas e ilícitas–, que pretenden ignorar el amplio re-conocimiento que los derechos territoriales de los pueblos indígenas han alcanzado en Colombia, como lo evidencia el ostensible incremento de los confinamientos y el des-plazamiento sufrido por estas comunidades, que según datos de la ���� (refrendados por

las cifras de la Alta Consejería Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional), pasó de 28.000 en 2003 a 74.000 perso-nas en 2009, a lo que se suman 56 homicidios en lo que va corrido de este año (25 de ellos admitidos por el observatorio vicepresidencial de ����), víctimas, en su mayoría, de la barbarie desplegada por los distintos ejércitos enfrascados en el interminable conflicto armado colombiano para controlar sus territorios, en abierta contravención al Artículo 30.2 de la Declaración de la Organización de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas a ser consulta-dos antes de utilizar sus tierras para ejecutar actividades militares.

S���� �� �������, ���� ���� ����, se resigna al final del “Soneto con una salvedad”, el poeta Eduardo Carranza, que no pocos colom-bianos recitan de memoria. Es de aplaudir la indiscutible disposición del Estado colombiano hacia el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y su protección, expuesta en la Directriz para la Prevención y Atención Integral de la Población Indígena en Situación de Desplazamiento y Riesgo, con enfoque diferencial, del Sistema Na-cional de Atención Integral a la Población Desplazada –������–; en las resoluciones del Consejo Nacional de Atención Integral a la Pobla-ción Desplazada –������–; en la aprobación de un Plan Integral de Apoyo a Comunidades Indígenas en Alto Grado de Vulnerabilidad y Riesgo de Desapariciones; en la Directiva Permanente No. 048/2008 del Comando General de las Fuerzas Militares que prohíbe activida-des de inteligencia con indígenas menores de edad; en las medidas adoptadas para evitar la repetición de cualquier abuso cometido por miembros de la Fuerza Pública y su efectiva sanción, tales como el proyecto “Fortalecimiento del sector justicia para la reducción de la impunidad en Colombia” y el programa de “Extensión de la coordina-ción entre la jurisdicción nacional y la jurisdicción especial indígena”; como también la titulación de 710 resguardos indígenas en 228 muni-cipios del país, con una extensión –datos del Gobierno–, equivalente al 29,8% del territorio nacional y una interminable lista de medidas conducentes a garantizar las condiciones óptimas para el desarrollo autónomo de los pueblos indígenas en el país.

Pero las propias cifras gubernamentales revelan la preca-riedad de sus iniciativas: de la deslumbrante cifra mencio-nada, sólo el 7,68% de esos resguardos (habitados por el 65% de la población indígena colombiana), se encuentra en zona de frontera agrícola o son aptos para su idiosincracia; según el Instituto Colombiano para el Desarrollo Rural, los territo-rios indígenas que aún se encuentran en trámite implican 380.000 habitantes atrapados en un limbo jurídico; la Observación 41 del úl-timo informe presentado por el Relator Especial de la Organización

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de las Naciones Unidas –���– sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, señala “la necesidad de armonizar la política pública de desarrollo económico del país” (en lo referido a los megaproyectos orientados a la extracción de recursos naturales, infraestructuras tu-rísticas y agroindustriales), con los derechos de los pueblos indíge-nas sobre sus tierras y los mencionados recursos, dado el reiterado otorgamiento de concesiones y proyectos sin la necesaria consulta previa con las comunidades afectadas, y cuando se alega el cumpli-miento de este compromiso, los procesos de consulta no se ajustan al protocolo de los estándares internacionales. Igual podría decirse de las fumigaciones aéreas inconsultas, de la Ley General Forestal (1021 de 2006), recién declarada inconstitucional por carecer del consentimiento indígena para su aprobación y un largo memorial de situaciones lesivas para la integridad de estas etnias.

Más allá de los inflamados debates que siempre suscitan entre la oposición y los adeptos al gobierno las cifras de cada nuevo estu-dio aparecido en Colombia, lo cierto es que el actual relator de la ��� sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, el apache James Anaya, manifestó su preocupación al respecto y en su último infor-me oficial, publicado en enero del presente año, ratificó la aprecia-ción emitida por Rodolfo Stavenhagen, su antecesor en 2004, quien calificara de “crítica” la situación de estas comunidades en nuestro país.

Pese al reconocimiento a las iniciativas gubernamentales durante los últimos años para contribuir a mejorar la condición de vida de los pueblos nativos, Anaya consideró que éstas requieren consolidarse en la práctica, e instó a las autoridades judiciales y de control del Es-tado a tomar las medidas necesarias para hacerlas efectivas, porque cuentan con las competencias decisorias suficientes para modificar la precaria situación de los derechos humanos de los pueblos indí-genas en Colombia, situación que refleja un notorio desfase entre una legislación considerada ejemplar en el mundo y la poca efectivi-dad real de las instituciones encargadas de su protección, como se desprende del Auto 004 de 2009 emitido por la Corte Constitucio-nal, donde se pone de manifiesto que “algunos pueblos indígenas de Colombia están en peligro de ser exterminados –cultural o físicamen-te– por el conflicto armado interno (…)”, entre otras amenazas para su supervivencia.

E� �������� �����. Frente a este alarmante panorama ofrecido por el país ante la comunidad internacional, reconforta comprobar, en el plano regional, el notable desempeño demostrado por la Cor-poración Autónoma Regional del Centro de Antioquia –C�������-

����– en su intención de contribuir al alcance del desarrollo humano sostenible entre la población indígena de su jurisdicción, mediante la construcción de una cultura ambiental en su territorio, orientada a lograr una evolución integral armonizada con su hábitat, con el pleno reconocimiento de su identidad cultural, en un intento meri-torio por estrechar la brecha existente en el efectivo ejercicio de los derechos sociales, económicos y culturales de los pueblos indígenas respecto al promedio de la población colombiana.

L� ��������� �����������. A ello se debe el énfasis en la recupera-ción de la culinaria nativa de las comunidades que habitan el men-cionado territorio, pues el desarrollo humano sostenible contempla tanto el ambiente como la educación y la economía locales, bajo el común denominador de la soberanía de los pueblos para determinar su destino, de acuerdo a sus maneras de percibir la realidad, es de-cir, de elaborar representaciones propias del mundo.

Uno de los pilares indiscutibles que garantiza el cumplimiento de las leyes establecidas, los tratados y recomendaciones de los organis-mos multilaterales y el diálogo entre las diversas cosmovisiones e ideologías que coexisten en un territorio, es el logro de la soberanía alimentaria de las poblaciones implicadas, a partir del reconocimien-to de las condiciones de su entorno, la incorporación de prácticas amigables con el ambiente, la promoción de la cultura ancestral y demás acciones que permitan erradicar las causas de la escasez de alimentos.

Más aún, cuando estas comunidades se ven abocadas –muy a su pesar– a interactuar en un mundo globalizado que privilegia la efi-ciencia económica, regido por una concepción reduccionista de la Naturaleza en cuanto proveedora de materias primas para surtir la industria y la oferta potencial de bienes y servicios, totalmente con-trapuesta a la distante solemnidad de la concepción indígena de la tierra como Madre tutelar y sagrada, sometida a los designios de la civilización tecnocrática occidental, cuyos abusos padece desde el inicio de la Revolución Industrial a mediados del siglo diecinueve.

U� ����� �������������: ���� 2007-2010. A lo largo de la jurisdicción que comprende la C�� C�����������, se encuentran asentadas 61 comunidades indígenas, que han recibido atención de la Corpora-ción y a juicio de algunas de ellas –junto a la Gerencia Indígena de la Gobernación–, son las únicas instituciones estatales con presencia efectiva en sus territorios.

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El presupuesto invertido por C����������� en el período iniciado en 2007 hasta lo que va corrido del primer semestre del presente año, supera los mil setecientos millones de pesos, destinados a atender a la totalidad de las comunidades indígenas mencionadas. Los pro-yectos impulsados desde su Subdirección de Cultura Ambiental obe-decen al cumplimiento de la razón de ser de la entidad: la ejecución de programas, planes y políticas, llamados a incidir sobre el medio ambiente y los recursos naturales renovables, así como la aplicación de las disposiciones legales vigentes acerca de su manejo y aprove-chamiento, conforme a directrices ministeriales.

L�� ���������� �������������. En lo relacionado con la población indígena, es evidente el afán de esta corporación por contribuir al imperativo constitucional de atender grupos de población no foca-lizados mediante acciones de educación y prevención; de ampliar la cobertura en grupos vulnerables con acciones de mitigación, y de procurar extender la atención al 100 % de la población en la que el riesgo ya es efectivo, como en los grupos humanos en los que se ha detectado que padecen hambre (según la ����/2010, el 75% de los niños indígenas sufren desnutrición), a través de pactos y convenios con aliados estratégicos, que conduzcan a mejorar la eficacia de la acción estatal en los territorios comprometidos, más aún, si han he-cho presencia allí con anterioridad a la propia fundación del Estado.

Anterioridad histórica que les confiere, sin atenuantes, autonomía cultural, política y presupuestal para gestionar sus intereses, y el de-recho a reclamar participación efectiva en la administración de los recursos de la Nación, así como a incidir en las grandes decisiones en torno a la biodiversidad, las obtenciones vegetales (que son obje-to de un sistema de protección diferente del derecho de propiedad industrial) y los recursos genéticos con origen en sus territorios, de cara a un tema crucial para el futuro cercano, como es el debate –y la toma de posición, por ejemplo, a la hora de negociar un ���– en torno a dos maneras diametralmente opuestas de concebir las fun-ciones tanto de la propiedad como del conocimiento, y sus conse-cuencias legales respecto a la cuestión de los derechos intelectuales colectivos que los indígenas tienen sobre sus inventos, innovaciones genéticas en el material biológico mejorado a lo largo de siglos; sus aportes tecnológicos respecto a la extracción y síntesis de medici-nas, cosméticos, nutrientes y un largo etcétera, derivado de un mi-nucioso conocimiento milenario de los usos y propiedades químicas que encierra la Naturaleza, perfeccionado de generación en genera-ción. Desafortunadamente, hasta ahora el conocimiento tradicional no está protegido por la legislación internacional. Los derechos de propiedad intelectual –���– aún vigentes, se reglamentan sobre la

base de la propiedad individual y la lógica tecnocrática, con lo cual, los conocimientos indígenas basados en la transmisión oral, carecen de protección frente a la gran industria, dada la falta de registros físicos que comprueben su existencia, y de pruebas experimentales que demuestren su “objetividad” científica.

No obstante, se presentan avances significativos, como el del Con-venio de Diversidad Biológica de 1992, que –en pocas palabras– com-promete a los Estados con la responsabilidad de proteger y promo-ver las culturas indígenas, bajo el imperativo de consultar con sus autoridades cualquier decisión que afecte su territorio, lengua o tradiciones y de acatar sus consideraciones al respecto, así como de hacerlas partícipes de los beneficios (incluidos los económicos) derivados de su saber.

E� ������������ ��������� ��������. Frente a la empobrecedora tentativa de homogenización global de las sociedades humanas, son prioritarias las acciones centradas en dos estrategias básicas: la protección del conocimiento ancestral indígena colectivo y el reco-nocimiento a la diferencia en un diálogo entre culturas diversas, que debe partir de la concepción del territorio como el espacio donde se despliega la biodiversidad y no simplemente el reducto para ex-traer madera y minerales, asentar ganadería extensiva, contaminar el agua y los suelos, porque alguien tiene que sufragar los costos de una modalidad de progreso que, en contraprestación, no tiene sitio en su mercado para exhibir el símbolo más representativo de una cultura, como es un sombrero vueltiao. Reconocer la diferencia implica el reconocimiento de la autonomía territorial, bajo las mis-mas condiciones contempladas por la Carta Magna para cualquier

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colombiano, con la salvedad del respeto para una cosmovisión difícil de asimilar para una manera de pensar lineal y racionalista como la nuestra.

La multiculturalidad es la base de la biodiversidad. Por lo tanto, el fortalecimiento y la conservación de la biodiversidad supone la re-afirmación cultural y la capacidad de dialogar con lo diferente, sobre la base de la inclusión, la tolerancia y el respeto por la eficientísima sabiduría indígena, expresión que, a los oídos de la arrogante tradi-ción heredera de Descartes, le suena algo paradójica e incoherente, como discordante o contradictoria; digamos exagerada, porque le resulta extraño, absurdo, un modo de ser no invasivo, flexible con las dinámicas vitales, amalgamado con el entorno, pleno de trascen-dencia, indiferente al brillo individual, generoso con la circulación del saber; en suma, un modo de habitar poético, y por lo tanto, in-comprensible para la tradición occidental.

En consecuencia, el gesto político del reconocimiento a la diferen-cia no se limita a una mera reivindicación o a una distante actitud paternalista frente a lo exótico y pintoresco; se trata de admitir la existencia de otras maneras de ver, habitar y sentir el espíritu del mundo con tal nivel de universalidad profunda, que presupuestos inamovibles como la fe en el progreso, el afán de control tecnocráti-co sobre lo natural y el crecimiento económico, no pasan de ser para ellas, cándidas fábulas (o astutas invenciones históricas), carentes de sentido.

E� �������� �� ��� ������. Como sólo en la praxis es posible la trans-formación de la conciencia (Paul Freire, 1974: 32), simplemente re-señemos las razones que nos permiten afirmar que la gestión de la ��� C����������� en el tema indigenista está a la vanguardia en el país.

Durante el año 2006 se firmó un convenio de cooperación entre el Programa Nacional de Generación De Alimentos Red de Seguri-dad Alimentaria –R�SA–, la Gerencia del Plan Departamental para el Mejoramiento Alimentario y Nutricional de Antioquia –����– y C����������� (como operadora), al que se sumó en 2007 un Con-venio de Adherencia con la Gerencia Indígena de la Gobernación de Antioquia, para aportarle sistemas productivos, formación agroeco-lógica, organización social y fundamentos de nutrición a promoto-res indígenas, para proveer la seguridad alimentaria y ambiental de doscientas familias en el Suroeste Antioqueño.

Un segundo proyecto es el de Seguridad Alimentaria con Sosteni-bilidad Ambiental destinado a seiscientas familias de las etnias Em-bera y Senú, ubicadas en el Bajo Cauca antioqueño, acordado entre la ReSA y C�����������, para aportarle a la comunidad seiscientos sistemas productivos, representados en abonos, semillas y árboles, con énfasis en la producción de plantas aromáticas, para lo cual se impartió instrucción en prácticas agroecológicas, técnicas de orga-nización social y fundamentos de nutrición. Se capacitaron además 21 promotores agroecológicos para continuar el proceso.

Otro de los proyectos adelantados es el denominado “Seguridad Ali-mentaria con sostenibilidad ambiental para 900 familias del Bajo Cau-ca antioqueño, Nordeste y Magdalena Medio”, que capacitó veintiséis promotores en Nutrición, Agroecología y Organización Social, con el objeto de atender las necesidades de igual número de comunidades, a las que se les aportaron 900 sistemas productivos, en el marco del convenio de cooperación pactado el año anterior entre el programa �e�� y ������������.

Con la convicción de que la cocina tradicional es la base firme so-bre la cual cimentar la soberanía alimentaria de estas comunidades, la Subdirección de Cultura Ambiental de Corantioquia gestionó un convenio con Acción Social, orientado al rescate de la culinaria nativa –C�N�– dentro del contexto de una cultura ambiental holística que les permitiera redescubrir los sabores vitales asociados a la tierra. El objeto de los talleres de Formación Nutricional con las comunida-des Indígenas, se centró en la recuperación de la culinaria ancestral, en función tanto de contribuir a la obtención de su soberanía ali-mentaria y el aprovechamiento sostenible de la biodiversidad que los rodea, como de afianzar su cultura. Con la participación de 300 familias Embera Chamí de los cinco resguardos del Suroeste, fueron recuperadas 28 recetas ancestrales.

Se beneficiaron 63 familias del Resguardo Indígena Hermenegil-do Chakiama, con asiento en el municipio de Ciudad Bolívar, y 50 grupos familiares del Resguardo Karmata Rúa –“Tierra de Pringa-moza”– (más conocido como Cristianía), ubicado en Jardín, ambos inscritos en la territorial Citará; y los resguardos Bernardino Panchí (vereda La Castalia, en Pueblorrico, 32 familias); Marcelino Tascón (Valparaíso, 52 familias) y Miguel Cértiga (fundado hace 26 años en Támesis), todos ubicados en la territorial Cartama.

De otro lado, el convenio interadministrativo C�����������–Geren-cia Indígena denominado “Soberanía Alimentaria y aprovechamien-to sostenible de la Biodiversidad en comunidades indígenas del Bajo

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Cauca”, le aportó a la subregión la formación de 48 promotores agroecológicos (con equi-dad de género); la recuperación de numero-sas semillas ancestrales y el montaje de un vivero –“banco de vida” prefieren llamarlo–, con el inestimable objetivo estratégico de establecer la escuela de Agroecología Indí-gena del Bajo Cauca.

Reseñamos también la oportunísima firma del convenio para el desarrollo de un Pro-yecto Ciudadano de Educación Ambiental –�������–, porque el país requiere que se empleen herramientas pedagógicas precisas y didácticas apropiadas para formar, no los obreros calificados para replicar procesos robóticos en las maquilas de las multinacio-nales, sino personas íntegras, con criterio, conscientes y participativas, en un momento tan coyuntural como este, en que el mercado global le está exigiendo a Colombia que de-fina una vocación productiva clara respecto a la oferta de servicios ambientales por los que claman los países industrializados y que sobreabundan en un territorio inexplorado en su mayoría, con sólo un 3% de su super-ficie perforada en búsqueda de minerales, cuyas enormes potencialidades cuentan ya con verificación técnica y que le permitirían al país los recursos suficientes para resolver los lastres y cancelar las deudas sociales que ha venido acumulando en su bicentenaria historia republicana, asociados a un intermi-nable conflicto armado que hunde sus raíces hasta los primeros años de conformación de la Nación; al desempleo y la inequidad en la distribución de la riqueza, de las oportunida-des y de la educación calificada.Pero la comu-nidad internacional también está esperando de Colombia que, además de ser capaz de armonizar esa prosperidad económica con la conservación ambiental de su territorio, ejerza el liderazgo político que se correspon-de con su privilegiada situación geoestraté-gica y su desbordante biodiversidad.

La manera más rápida y segura de afrontar con éxito esos retos es mediante la educación con calidad y pertinencia para toda la pobla-ción, lo cual incluye la etnoeducación. Con la firma de un acuerdo para adelantar un ������� incluyente y participativo, Corantioquia se pone a tono con la Sentencia de la Corte 207/2007 y la Recomen-dación N�. 82 del último informe de la ��� frente al tema (pues el Gobierno estima que el índice de analfabetismo en indígenas mayo-res de 15 años es del 28,6%), porque ese proyecto está destinado a promover la generalización del cambio radical de mentalidad que supone la cultura del desarrollo humano sostenible a partir de la par-ticipación ciudadana y el rescate de los valores éticos ancestrales en la gestión ambiental de los territorios, para generar compromisos colectivos, no sólo frente al manejo de los recursos, sino –y ante todo– en la humanización de la relaciones interpersonales, si inter-pretamos bien el espíritu de la Política Nacional de Educación Am-biental (que engloba la Ley 99/93, la Ley 115/94, el Decreto 1743/94, la Ley 1151/07 y el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2010). Por otro lado, este salto cualitativo permite –a la par del fortalecimiento de los procesos anteriores–, articular el aprovechamiento sostenible de los ecosistemas estratégicos ubicados en estos territorios, a través de la Escuela de Promotores Agroecológicos Indígenas (conforme a la Ley 70/1993), en coordinación con las autoridades de estas comu-nidades.

¡Machisá evaricidama! saluda Gilberto Tascón sin que Umada se haya levantado por Oriente, al iniciar Amanecer Campesino, el programa diario que acompaña a las mujeres mientras cocinan el boe para las arepas del desayuno previo al colegio de los niños y ameniza la la-bor de los agricultores en Andes, Jardín, Pueblo Rico y otros diez municipios vecinos, con música popular de los kapunías (hombres blancos). El propósito de la Oficina Asesora de Comunicaciones de C����������� es apoyar a Chamí Stéreo 90.3 ��z –la emisora del Resguardo de Cristianía–, en la construcción de su propuesta comu-nicativa, a partir de una formación teórico-práctica que capacite a su personal operativo en la elaboración de contenidos procedentes con el contexto de su diversidad cultural, tendiente a establecer una comunicación efectiva entre los Embera.

“Nuevos Decimeros, alimentando historias del pueblo Senú”, es una propuesta de formación financiada por el Ministerio de Cultura y C�-���������� (acorde con el Plan Audiovisual Nacional), para la reali-zación creativa dirigida a jóvenes indígenas, como un medio de in-vestigación y documentación de prácticas alimentarias ancestrales, donde los jóvenes asumen el rol de nuevos contadores de historias, para reconocer aquello que los identifica como etnia a partir de la

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semilla, el alimento y el trabajo de la tierra. El resultado final de este proceso se materializó en tres cortometrajes documentales, dirigi-dos por los jóvenes de las comunidades del Bajo Cauca antioqueño.

Los reptiles más sensibles al cambio climático son las iguanas; por ello, la Subdirección de Ecosistemas se ha ocupado de su repobla-miento en Cristianía, con la adaptación de 90 ejemplares de esta especie amenazada. Por su parte, en coincidencia con las últimas recomendaciones de la ���, la Subdirección de Calidad Ambiental reporta la elaboración de los estudios y diseños del Plan Maestro de acueducto y alcantarillado para el Resguardo de Cristianía; la cons-trucción de obras de saneamiento básico rural en el Resguardo Ber-nardino Panchí; la gestión de acciones y recursos necesarios en la cofinanciación de la construcción de sistemas individuales para el tratamiento de aguas residuales domésticas en los resguardos Mi-guel Cértiga y Hermenegildo Chakiama (territoriales Cartama y Cita-rá respectivamente), así como la construcción de saneamiento bási-co, consistente en el suministro de agua potable y tanques sépticos individuales para este último.

L� M��� �� C�����������. Al comienzo anotamos que este capí-tulo es circular. Cerremos, pues, el círculo iniciado en los sucesos previos a la independencia conmemorada por estos días en todo el país, con la remembranza de la mesa para las Capitulaciones, concertada entre el virrey Manuel Antonio Flórez y los líderes del movimiento comunero, entre los cuales se resalta, para lo que nos ocupa, la presencia del cacique Ambrosio Pisco como vocero de las reivindicaciones indígenas (que con 151.785 personas constituía el 17% de la población neogranadina en 1781), y que marcó el inicio de una larga serie de negociaciones bilaterales que hoy continúan, tras el histórico episodio del 3 de diciembre de 2009, cuando se instaló la Mesa de Concertación de Asuntos Ambientales con las Comunida-des Indígenas, entre el equipo directivo de C����������� y veinte representantes de los pueblos indígenas de su jurisdicción (Senúes, Katíos, Emberá y Chamí), con lo cual, a la vez que se responde con hechos tanto la Recomendación 79 del referido informe de la ���, se honran acuerdos internacionales suscritos por el país, como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo –���– so-bre consulta previa, la última Declaración de la ��� acerca de los derechos de los pueblos indígenas, o el Artículo 8j/92 del Convenio de Diversidad Biológica, por sus características, se convierte en pio-nera en Colombia (un país bajo la atenta observación del Foro Per-manente sobre Cuestiones Indígenas de la ���, a pesar de la Mesa

Permanente de Concertación, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la Mesa Amazónica y las Mingas Social y Comunita-ria de 2008 y 2009), pionera, decíamos, por ser la primera mesa de este género en que el equipo directivo de una ��� abre un espacio democrático real para concertar las modali-dades y la orientación de la inversión estatal en el territorio asignado, con el fin de facili-tar la formulación de proyectos, el trazado de políticas, y una ejecución presupuestal en concordancia con las necesidades más sentidas de las comunidades indígenas. De esta manera, se viabiliza el cumplimiento de los objetivos planteados, al tratarse de una mesa conformada por un representante de cada una de las comunidades implicadas, el comité directivo de C����������� y el apoyo de una comisión técnica encargada de for-mular y priorizar los proyectos presentados a la Corporación, siempre bajo los lineamien-tos del Sistema Nacional Ambiental –����–, cuyo instrumento de mayor alcance para las ���, el Plan de Gestión Ambiental Regional –����–, lo viene ejecutando C����������� desde el año 2007 en sus cinco líneas estra-tégicas, con todos los visos de cumplirlo a cabalidad en diciembre de 2019.

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