cultura sanitaria en tiempos de epidemia: el cólera-morbo
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TESIS DOCTORAL
CULTURA SANITARIA EN TIEMPOS DE EPIDEMIA. EL CÓLERA MORBO-
ASIÁTICO EN PLASENCIA (1832-1835)
DANIEL LENO GONZÁLEZ
DEPARTAMENTO DE ENFERMERIA
2015
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Asunto: Rtdo. Impreso de
Conformidad Defensa Tesis para su
Conocimiento y Difusión
Destinatario: Sr. Director de
Departamento
Como Director/es de la Tesis doctoral titulada:
CULTURA SANITARIA EN TIEMPOS DE EPIDEMIA. EL COLERA MORBO
ASIÁTICO EN PLASENCIA (1832-1835). Realizada por D. Daniel Leno González,
de la cual se adjuntan dos ejemplares encuadernados, un ejemplar en formato digital
(junto con el resumen en castellano, si procede) y el documento de actividades, para el
cumplimiento de lo establecido en el artículo 141.1 de los Estatutos de la Universidad
de Extremadura.
INFORMO/INFORMAMOS
Al Consejo de Departamento que la elaboración de la Tesis ha concluido y que la
misma cumple con los criterios de calidad necesarios para que el doctorando pueda
optar al Título de Doctor/a, por lo que:
SOLICITO/SOLICITAMOS
Del Consejo de Departamento que otorgue su conformidad para la presentación de la
Tesis a la Comisión de Doctorado.
Cáceres, a 1 de octubre de 2015
Fdo: Javier Marcos Arévalo.
Fdo: Francisco Javier Barbancho Cisneros.
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“El estudio de las enfermedades en las sociedades del pasado, además de su interés
intrínseco, suministra claves que permiten una mejor comprensión de las actuales
reacciones sociales ante la enfermedad e iluminan la búsqueda de respuestas eficaces
frente a ella”
Arrizabalaga 1992.
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“Las enfermedades contribuyen a la definición de una cultura. Cada siglo tiene su
estilo patológico propio. Los males del cuerpo revelan a los hombres en la prueba
individual y, durante las grandes epidemias, hacen aparecer como el entramado de la
sociedad.”
Sendrail 1983.
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CULTURA SANITARIA EN TIEMPOS DE
EPIDEMIA: EL CÓLERA-MORBO ASIÁTICO
EN PLASENCIA (1832-1835)
AGRADECIMIENTOS.
PRESENTACION.
I. MARCO TEÓRICO-METODOLÓGICO:
1. Estado de la cuestión.
2. Objetivos e hipótesis de partida.
3. Marco metodológico.
4. La mirada antropológica: Textos y contextos.
II. AXIOMAS ETNOGRAFICOS DEL CÓLERA-MORBO ASIÁTICO
CONSIDERADO INDIVIDUALMENTE:
1. Teorías patogénicas sobre el cólera-morbo asiático.
2. Sensación subjetiva de la enfermedad según autores de la época.
3. Causas predisponentes.
4. Pronóstico del cólera-morbo asiático.
5. Métodos para precaverse del cólera-morbo.
6. Método curativo.
7. Apuntes etnográficos sobre la diversidad terapéutica.
8. Cuidados al enfermo de cólera.
9. Conclusiones sobre la nueva enfermedad del cólera-morbo asiático.
III. CÓLERA: EPIDEMIA Y PANDEMIA:
1. Breve aproximación a las principales epidemias del pasado.
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2. Primera epidemia de cólera en España.
3. Reales Órdenes y Decretos del Estado Español, referentes a la lucha
contra el cólera durante 1833 y 1834.
4. El cólera-morbo asiático como problema científico.
5. Primera epidemia de cólera en Extremadura.
IV. EL ESCENARIO Y SUS ACTORES:
1. Plasencia en la primera mitad del siglo XIX.
1.1 . Las Juntas Municipales de Sanidad.
1.2 . Composición de la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia durante
1832 y 1833.
1.3 . Urbanismo y población.
1.4 . Hospitales salud pública y beneficencia.
2. La sanidad española en la primera mitad del siglo XIX.
2.1. Salud Pública: Marco teórico y conceptual.
2.2. Organización sanitaria española en torno a 1833.
V. PLASENCIA (1832-1835), REACCIONES SOCIO-SANITARIAS ANTE
LA EPIDEMIA DE COLERA: RESPUESTAS SIMILARES EN
CONTEXTOS DIFERENTES.
1. El cólera se acerca (1832-1833):
1.1. Instalación de la Junta Municipal de Sanidad Placentina en
1832: primeras medidas contra el cólera.
1.2. “Miasmas del miedo”.
1.3. Medidas de incomunicación:
1.3.1. Guardias de Sanidad.
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1.3.2. En busca de un lazareto de observación.
1.3.3. Acordonamiento Cordones Sanitarios.
1.4. Medidas de higiene pública:
1.4.1. El problema de los enterramientos.
1.4.2. Aguas corrompidas.
1.4.3. Necesidad de alcantarillado.
1.4.4. Ganado de cerda.
1.5. Prevención simbólica.
1.6. Preparación de un hospital para coléricos.
1.7. Fondos para luchar contra el cólera.
1.8. Última sesión de la Junta Municipal Placentina (diciembre de
1833).
2. Reafirmación del contagio:
2.1. Reactivación de las medidas frente al cólera.
2.2. Del aislamiento a la higiene como el preservativo más eficaz frente
al cólera.
2.3. El cólera invade Plasencia:
2.3.1. Declaración oficial de “enfermedad sospechosa”.
2.3.2. El Gobernador Civil de la provincia visita Plasencia.
2.3.3. Objetivo: mantener la serenidad y la alegría: Rituales
Religiosos y “eficacia simbólica”.
2.3.4. La desigualdad social ante la enfermedad.
2.3.5. De la prevención simbólica a la prestación de auxilios
espirituales.
2.4. Asistencia al enfermo de cólera:
2.4.1. Hospitales.
2.4.2. Número de enfermos.
2.4.3. Cuidados generales.
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2.5. Final de la epidemia y vuelta a la vida cotidiana:
2.5.1. Te Deum de acción de gracias.
2.5.2. Reconocimiento a los facultativos.
2.5.3. Normalización de la vida municipal.
VI. CONCLUSIONES-APORTACIONES.
VII. GLOSARIO.
VIII. FUENTES.
IX. DOCUMENTACIÓN Y BIBLIOGRAFÍA:
1. Fuentes documentales.
2. Bibliografía.
X. ANEXOS-APÉNDICES DOCUMENTALES.
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AGRADECIMIENTO
Toda investigación encierra un esfuerzo por parte del autor, pero también el aliento y
la colaboración de una serie de personas. A todas ellas deseo expresar mi más sincero
agradecimiento, en especial:
- Al Doctor Francisco J. Barbancho Cisneros, que me animó y ayudó en un
principio, a él le debo el tema de éste trabajo, las primeras orientaciones, y los
útiles comentarios y sugerencias que me ayudaron en mi investigación.
- Al Doctor Javier Marcos Arévalo, que confió en mí y dirigió ésta tesis de
principio a fin, porque si importantes han sido la hipótesis de partida, la
metodología y las fuentes empleadas por éste doctorando, el rigor y la
constante disponibilidad del profesor Javier Marcos, sus oportunas
orientaciones y agudas observaciones y, sobre todo su conocimiento de la
bibliografía sobre antropología médica y la lectura concienzuda y minuciosa
de los manuscritos, al tiempo que han exigido de mí el máximo esfuerzo, me
han demostrado que en éste largo camino no sólo he contado con un director
ejemplar sino con un verdadero compañero de viaje que se ha comprometido
hasta el final para llevar a buen puerto éste proyecto.
- Al personal de los centros documentales consultados, sobre todo a Esther del
Archivo Municipal de Plasencia y a Mª Carmen del Archivo de la Catedral de
Plasencia.
- Al Departamento de Enfermería de la Universidad de Extremadura, por su
generosidad al acogerme en su programa de doctorado posibilitándome así mi
desarrollo y aprendizaje como investigador.
- A las personas que trabajan en la biblioteca y el servicio de préstamo
interbibliotecario del Centro Universitario de Plasencia, por su ayuda y
profesionalidad facilitándome el acceso a los libros, artículos y documentos
que me fueron necesarios para la construcción teórica de ésta investigación.
- A mis padres y a mi abuelo Pedro (que en paz descanse), por enseñarme a
apreciar que la dignidad del hombre se centra en el trabajo, manual o
intelectual.
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- A los más cercanos, mi mujer Mª. Carmen, y a mis hijos David y Marta, que me
han dado el ánimo y el calor constantes e imprescindibles a la hora de
continuar día a día con ésta tarea, con ellos comparto mi vida y esperanzas, y
espero que no olviden nunca que solo el estudio y el trabajo hacen libres a los
seres humanos.
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A mi mujer Mª Carmen y a mis hijos David y Marta que
hicieron posible este sueño.
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PRESENTACIÓN
Volver una vez más al estudio del Cólera-Morbo Asiático en su primera visita a
España, debiera seguir suscitando atracción y estímulo para los investigadores y lectores
de la historia de la medicina, por ser una de las enfermedades preñada de ideas y
proyectos renovadores orientados a transformar radicalmente la tradicional lucha contra
las enfermedades epidémicas. El problema surge al reparar en que, en efecto, es “una
vez más” entre las múltiples ocasiones en las que ya se ha estudiado dicha epidemia y
un nuevo análisis sobre la primera epidemia de cólera podría percibirse como
redundante. Sin embargo, éste temor no frena mi empeño de volver la vista por enésima
vez hacia ésta enfermedad para descubrir en ella algo que, aunque “sucintamente” se ha
tratado en las miradas anteriores, no por ello me impide profundizar en un campo como
las actitudes y comportamientos de las autoridades, principalmente locales, pero
también provinciales, regionales y nacionales ante una nueva situación de crisis
sanitaria y social. Se trata de analizar cómo a través de la experiencia con éste primer
brote, primero en el extranjero y posteriormente en España, de los médicos que
conviven con ella emerge una nueva cultura sanitaria que permita establecer una nueva
relación entre las autoridades y el colectivo médico, que se traduzca a su vez en un
avance en la lucha contra las enfermedades epidémicas.
La investigación parte de la hipótesis, de que la cultura sanitaria, entendida como el
conjunto de ideas, valores y creencias que subyacen y dan coherencia al
comportamiento sanitario de un grupo social, constituye un componente más del
sistema comunitario y social, el cual ante nuevas situaciones de crisis manifiesta
similares respuestas socio-sanitaras a pesar de producirse en contextos socio-históricos
distintos, al ser conducidas aquellas por una emoción humana primaria, el miedo, en
éste caso el miedo a la muerte.
De acuerdo con esta premisa, en Plasencia urge constatar si la sensación de cercanía en
un primer momento, y la presencia de la enfermedad después, a la transformación en
corto periodo de tiempo de las tesis sobre la misma en cuanto a su carácter contagioso o
no, le acompaña un cambio en la cultura sanitaria de la población que posibilite que la
forma de pensar, las actitudes y los comportamientos de las autoridades placentinas se
adapten a los principios y valores que en materia de lucha contra la enfermedad son
preconizados por el colectivo médico. Hay que dilucidar si la instauración de antiguos y
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nuevos instrumentos de lucha conlleva paralelamente la aparición entre dichas
autoridades de una cultura acorde con la mentalidad médica que trastoca sus conciencias
y sus actitudes ante el proceso salud-enfermedad. El análisis de tales factores permite
determinar el grado de penetración real de una nueva cultura sanitaria en las autoridades
placentinas, y la adopción consecuente de mejoras en higiene y saneamiento de la
ciudad, que pudieran ser consecuencia de una evolución, si es que se produjo, de los
diferentes discursos (político, económico, religioso, científico, etc.). De éste modo, y
una vez concluida la tesis, creo haber abordado las principales facetas que encierra un
fenómeno tan rico en matices; lo que no impide el ser consciente de que en
determinados aspectos me he limitado simplemente a arañar la superficie.
Lejos, por tanto, de la línea descriptiva y cuantitativa seguida por buena parte de la
abundante historiografía tradicional nacional sobre el cólera-morbo asiático en su
primera visita, esta investigación se plantea desde una perspectiva analítica e
interpretativa de los elementos culturales que integran y explican las actitudes y
comportamientos de las autoridades locales placentinas en la lucha contra una nueva
enfermedad, cuyo desconocimiento en cuanto a etiología y mecanismo de transmisión
era total, y para la que no existía remedio conocido, elementos que la presentaban como
una enfermedad nueva y terrible, de consecuencias nefastas.
Mi vocación sanitaria-social que hunde sus raíces en mi doble formación académica,
enfermera y antropológica, unidas a mi interés por los estudios históricos, ha generado
en mí una curiosidad. Razón igualmente para seguir esta línea de investigación desde un
principio. En mi condición de enfermero y antropólogo tuve la suerte de ser acogido por
los Doctores del Departamento de Enfermería de la Uex, y así pude realizar los cursos
de doctorado durante los años 2007 y 2008 en el programa de Avances en atención
sociosanitaria. La lectura de trabajos realizados por diversos autores a nivel local,
provincial, regional y nacional, especialmente y en el mismo orden, Sánchez de la Calle,
Clemente Fuentes, Peral Pacheco, Rodríguez Flores y Rodríguez Ocaña, me animaron a
presentar mi proyecto a los Doctores Barbancho Cisneros y Marcos Arévalo, quienes
amablemente accedieron a la dirección del estudio.
Pese a la acotación espacial y temporal del objeto de investigación, y a riesgo de caer
en una contradicción, no me he privado de salir puntualmente del marco local, al
estimar positivo la contextualización del fenómeno y el establecimiento de puntos de
comparación con otras poblaciones del país, principalmente en lo tocante al
comportamiento de los sectores sociales e institucionales implicados.
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I.
MARCO TEÓRICO-
METODOLÓGICO
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1. Estado de la cuestión
A lo largo del siglo XIX la viruela en el plano internacional, y la fiebre amarilla
en el caso de España, fueron sustituidas por el cólera. Esta enfermedad, endémica de
ciertos países asiáticos, se desbordó sobre Europa en el segundo cuarto de siglo a través
de cuatro oleadas sucesivas que convirtieron la endemia en auténtica epidemia. Hoy
sabemos que el cólera es una enfermedad infectocontagiosa, tal y como aparece en la
mayoría de los textos, aunque el concepto contagio en la literatura médica hace
referencia a la transmisión por contacto, dejando el de enfermedad transmisible para las
que son transmitidas por vías específicas, como por ejemplo la oral-fecal, incluyendo en
el concepto no sólo las infecciones sino también las infestaciones. Por lo que el término
más actual sería el de enfermedad transmisible; y teniendo en cuenta que se trata de una
infección y no de una infestación, sería lícito decir que se trata de una enfermedad
infecciosa. De cualquier modo el término infectocontagioso es usado por algunas
tradiciones médicas para hacer notar las altas tasas de incidencia, en las que destacaría
su facilidad de transmisión, o su enorme capacidad de infección. Sea como fuere, su
organismo responsable es el Vibrio Cholerae, bacteria que descubriera en 1883 el
médico y bacteriólogo alemán Robert Koch, y que la principal forma de
contagio/transmisión es a través del agua y alimentos contaminados por heces (en las
que se encuentra la bacteria) de enfermos de cólera. El vibrión entra en el intestino y se
adhiere a sus paredes, donde se multiplica y libera una toxina que altera el
funcionamiento intestinal normal. Esto genera la aparición de síntomas: fiebre, vómitos,
diarreas profusas, que llevan a la deshidratación y a la pérdida de electrolitos, lo que
determina la aparición de calambres, oliguria o anuria y shock por disminución de la
volemia hasta llegar a la muerte del paciente. En 1833 se produce la primera epidemia
en la Península Ibérica; Portugal primero y España después sufrirán el primer contagio
del siglo. Para entonces el desconocimiento etiológico y terapéutico era total, motivo
por el cual se presentaba como enfermedad nueva, terrible, y de consecuencias nefastas.
Su expansión iba precedida de una alarma general, un miedo generalizado.
E1 cólera está considerado clásicamente como la última de las grandes
enfermedades epidémicas que asolaron occidente, pero independientemente de su
importancia objetiva (o sea, medida en términos demográficos y económicos), lo que
nadie pone en duda es la relevancia subjetiva que la presencia de la enfermedad
epidémica alcanzó en las comunidades afectadas. E1 cólera fue, en todo lo largo del
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siglo XIX, sentido como una amenaza gravísima, por la aparatosidad de su cuadro
clínico, la ausencia de un tratamiento eficaz y el sentido impredecible de su marcha,
características todas que se encontraron exacerbadas con motivo de la primera pandemia
(en Europa, 1829-1837).
Las razones para seleccionar esta enfermedad como motivo de estudio radica
en que padecimientos como el cólera y otras, cuando se presentan de manera epidémica,
son patologías cuyo estudio facilita comprender las multideterminaciones de fenómenos
como la enfermedad y la muerte; así como sus componentes sociales, políticos,
económicos y culturales, porque ayudan a demostrar el vínculo entre éstos. A
enfermedades como el cólera se le reconoce una estrecha relación con las condiciones
de vida y, particularmente con las condiciones higiénicas del espacio físico y de sus
habitantes. Desde este punto de vista la enfermedad, las categorías salud-enfermedad,
adquiere una dimensión cultural.
Plasencia fue una de las ciudades en las que se detectó de una forma temprana
la preocupación por el riesgo del contagio. La Junta Local de Sanidad pronto se hizo eco
de las noticias que llegaban de Portugal, iniciando con ello un auténtico despliegue de
prevenciones. Sin embargo éstas no impidieron que la epidemia en la ciudad se
caracterizara por presentar una muy elevada mortalidad.1 Los estudios historiográficos
placentinos sobre ésta epidemia son escasos, sólo se conoce el análisis demográfico
realizado por Sánchez de la Calle, que se encuadra dentro de otro de mayor envergadura
dedicado a la ciudad. El urbanismo asociado con las condiciones de vida y la obra
pública, el funcionamiento de las instituciones asistenciales dentro del marco de la salud
pública, la sanidad a través del manejo de la prevención y el control de la epidemia por
parte de las autoridades locales y que tiene sus repercusiones en los aspectos anteriores,
no han sido abordados.
El impacto editorial de dicha enfermedad, junto con la persistente presencia de
la misma, han contribuido a formar la memoria histórica, en nuestra cultura, del cólera
como enfermedad terrorífica y de importancia trascendental en nuestro desarrollo
cientifico-social. Sin embargo, dentro del panorama historiográfico español sobre el
cólera, la primera pandemia fue la menos atendida. Posiblemente por dificultades
1 Sánchez de la Calle, J.A. (1994): Plasencia: Historia y población en la época
contemporánea (1800-1990). Asamblea de Extremadura. Mérida.
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heurísticas (parquedad y escasa fiabilidad de los datos oficiales existentes; dispersión,
pérdida o difícil acceso de fuentes documentales, etc.). En este sentido, hay que destacar
que son escasos los informes impresos en su momento por las Academias de Medicina.
Los investigadores que en España se han interesado por ésta epidemia, en algunos
casos, han podido localizar otros en copia manuscrita original, habiendo permanecido
inéditos, según nuestros conocimientos, desde 1834 hasta la fecha.
A partir de éstos y otros informes, y en lo que se refiere a la historiografía
española sobre ésta primera epidemia, hay que decir que los estudios de investigación
son abundantes, y por lo general podríamos ubicarlos en el área de la historia de la
medicina o de las enfermedades. No obstante, en el estudio histórico de las epidemias
intervienen varias disciplinas: historia, medicina, demografía, sociología, antropología,
epidemiología, etc. Cada una, de acuerdo con sus objetivos y planteamientos, inclina el
enfoque de su estudio. Los estudios realizados sobre esta epidemia en España dan
referencia de cómo se transmitió la enfermedad y qué medidas se adoptaron para
impedir la extensión de la enfermedad. Del mismo modo, otros autores realizan un
análisis de lo que ocurrió en una población o en una región cuando se vio afectada por
el cólera morbo, profundizando no sólo en la incidencia que tuvo sobre la morbilidad
y/o mortalidad, sino también sobre los aspectos más sociales y cotidianos que son
alterados por la epidemia colérica. Dentro de esta vertiente historiográfica que sobre el
cólera entra de lleno en las historias locales, entre otros se han ocupado los siguientes
autores:
- Amador Maestre Sánchez: “El cólera en Santander: la epidemia de 1834”.
- Esteban Orta Rubio: “El cólera: la epidemia de 1834 en la Ribera de Navarra”.
- Esteban Rodriguez Ocaña: “El cólera de 1834 en Granada: enfermedad catastrófica
y crisis social”: Se trata de una investigación histórico-médica sobre la epidemia,
estudiada en su forma de presentación y difusión, su impacto demográfico y las
consecuencias sociales de todo tipo que determinó en el ámbito de la ciudad de
Granada. La lectura del texto muestra las complejas relaciones que se llegan a
establecer entre la medicina y el medio social en el que se desenvuelve, como
apunta el autor, cuando el hecho de enfermar se convierte en problema de
primerísimo orden para la comunidad, la tensión social generada en torno a él
revela perfectamente los límites de la autonomía intelectual y las servidumbres de
la práctica médica.
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- Manuel Ferreiro Ardións: “El cólera en las transformaciones del siglo XIX en
Álava. La epidemia de 1834”
- Carmen Otal Entraigas: “Epidemia de cólera en Girona del año 1835: brotes de
1835 y 1837”.
- Fernando Zubiri Vidal: “Epidemias de peste y cólera morboasiático en Aragón:
Zaragoza 1652 y 1885, Caspe 1834, Alcariz y Jaca 1885”.
- Jose Antonio Ayala Pérez: “Aspectos sociales de la epidemia de cólera de 1834 en
Murcia”.
- Antonio Mejide Pardo: “Incidencia del morbo colérico de 1834 en la provincia de
Lugo”.
- Amadeo Valoria Martínez: “La epidemia de cólera morbo de 1834 en la ciudad de
Orihuela”.
- Asunción Segura Artero: “Pobreza, enfermedad y muerte: las epidemias de cólera
de 1834-1855-1885 en Lorca”.
- Francisco Javier Puerto Sarmiento y Carlos San Juan de Laorden: “La epidemia de
cólera en 1834 en Madrid”.
- María Jesús Merinero Martín: “El cólera de 1834 en Cáceres”.
- Florentina Vidal Galache: “La epidemia de cólera de 1834 en Madrid: Asistencia y
represión a las clases populares”.
- Alejandro Braña Vigil: “La epidemia de cólera de 1834 en Noreña”.
- Antonio Villanueva Edo: “Estudio social e histórico de la epidemia de cólera de
1834 en Bilbao”. Trabajo que muestra las vicisitudes históricas y sociales en las
que se desarrolló la epidemiaen Bilbao, muestra cómo la enfermedad anidó en las
capas inferiores de una sociedad debilitada por la escasez alimentaria y las malas
condiciones higiénicas, en un ambiente favorecido por el desarrollo de la primera
Guerra Carlista.
- José Miguel Abad González, Francisca Amorós Vidal, María del Rosario Martínez
Guillamón: “La epidemia de cólera de 1834 en Archena y el Valle de Ricote”.
- Guerra Martínez, A. M.:”Morfología del cólera morbo de 1834 en Murcia”.
- Jimenez, M. R.: “La epidemia de cólera de 1834 en Zaragoza y su provincia”.
- Donato Gómez Díaz, Emilio García Campra: “El cólera-morbo en Almería, 1834:
crisis psicológica y catástrofe sanitaria”.
- Delange, David A.: “La epidemia de cólera de 1833-34 en Malaga: La actuación de
las autoridades locales”. Trabajo en el cual se analiza la respuesta ofrecida por el
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municipio, en primera instancia, pero también por el gobernador y las Juntas de
Sanidad provincial y local, a una situación presentada como caótica, al ser una
enfermedad nueva, de la que la ciencia médica desconocía su etiología, profilaxis y
tratamiento. Se hace una aproximación a las maniobras del ejecutivo, que califica
cómo desordenadas, lo que en definitiva originó una enorme confusión.
- Gabino Ponce Herrero: “El cólera en Alpera y Bonete. Siglo XIX”.
- Dolors Terradas Viñals:” Las epidemias de cólera en Bañolas en el siglo XIX”.
- Jose Luis Munoa, María del Carmen Mendinueta: “Epidemias de cólera morbo
sufridas por la ciudad de San Sebastian durante el siglo XIX”.
- Primitivo J.Pla Alberola: “El cólera en Cocentaina en la primera mitad del siglo
XIX. Aspectos demográficos”.
- Antonio Arjona Castro: “La epidemia de cólera de 1834 en la provincia de
Cordoba”.
- Ignacio María Barriola: “El cólera de 1834 en San Sebastian”.
Se observa la cantidad de estudios historiográficos en diversos entornos locales
realizados sobre la primera visita del cólera, pero en la mayoría se pasa por encima el
alcance real de la enfermedad, por lo que quizás sea necesario reivindicar la necesidad
de investigaciones locales a fondo, como parte esencial de la evolución demográfica
social y cultural de estas poblaciones. Seguramente el desinterés se deba a que
tradicionalmente se ha infravalorado el cólera respecto a otras pandemias mucho más
mortíferas, caso de la peste o de la fiebre amarilla, aunque la mayoría de los autores
coinciden en el tremendo impacto psicológico que supuso para todas las comunidades
que se vieron afectadas por ella, sin duda por las características que presentaba su
cuadro clínico y por la impotencia de la medicina para combatirla. Desde aquí
reivindico el estudio de esta enfermedad a niveles locales pero superando las
orientaciones histórico-médicas, y la necesidad de introducir enfoques
multidisciplinares de ciencias sociales, especialmente la antropología, sociología,
demografía, economía política, que sin duda aportarán interesantes renovaciones tanto a
nivel temático como conceptual y metodológico.
Entre los autores que han abordado el estudio de ésta primera epidemia a nivel
general cabe destacar a:
- Peset, M. y J. L. (1972): La Muerte en España: política y sociedad entre la peste y
el cólera, Seminarios y Ediciones S,A. Madrid.
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- A. Fernandez García: “Repercusiones sociales de las epidemias de cólera del siglo
XIX”. V Congreso Nacional de Historia de la Medicina, V.I págs. 127-154.
De todos los autores señalados quiero mencionar al doctor Esteban Rodriguez
Ocaña como uno de los investigadores que más ha contribuido al conocimiento de la
historia de esta epidemia en nuestro país. Y destacar no sólo su estudio sobre el cólera
de 1834 en Granada, sino también numerosas publicaciones sobre la misma. El Cólera
de 1834 en Granada: Enfermedad catastrófica y crisis social, como se apunta más
arriba, es una investigación histórico-médica sobre la primera epidemia de cólera,
estudiada en su forma de presentación y difusión, su impacto demográfico y las
consecuencias sociales de todo tipo que determinó en el ámbito de la ciudad de
Granada.
Entre las publicaciones de Rodriguez Ocaña conviene mencionar:
- Higiene y Terapéutica anticoléricas en la primera epidemia de cólera en España
(1833-1835). Analiza una faceta de la historia social del cólera: las relaciones
existentes entre las propuestas profilácticas formuladas por los médicos
españoles y el grado de cumplimiento que alcanzaron efectivamente en el seno
de la colectividad. También se estudia el problema estrictamente médico de la
terapéutica anticolérica, destacando el escaso eco que la incipiente terapia salina
tuvo en la práctica profesional española de la época.
- La Correspondencia entre Mateo Seoane, Francisco Cea Bermúdez y el Gobierno
español con motivo de la epidemia de cólera en Gran Bretaña (1831-1832). Tal y
como el autor apunta, pretende contribuir a aclarar las circunstancias político-
administrativas en que se produjo el contacto de Mateo Seoane y Sobral, con el
Gobierno español y la Real Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía,
desde su destierro en Gran Bretaña y con motivo de la presencia del cólera en las
islas (1832-1832).
- La dependencia social de un comportamiento científico: Los médicos españoles
y el cólera de 1833-35. Aquí presenta que el comportamiento de los médicos
españoles frente al cólera, en tanto que teóricos de la patología, estuvo
determinado principalmente por factores socioeconómicos. Analiza el contenido
de la política sanitaria española frente al cólera, deteniéndose especialmente en
señalar los efectos sociales de la misma, y a continuación discute la actitud
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médica en relación a los tres puntos clave: etiología, diagnóstico y profilaxis del
cólera.
Otro trabajo que merece mención particular es la compilación hecha por el
doctor Diego Peral Pacheco: Cólera y Sanidad en las Reales Órdenes de 1833 a 1835.
Se trata de un trabajo en el que el autor aplica sobre las Reales Órdenes un método de
análisis (tipología del discurso). Pretende conocer la base conceptual que subyace en la
manifestación discursiva del texto. De éste autor se hace necesario destacar otro trabajo:
“La epidemia de cólera en la legislación española”.
En lo que se refiere a la historiografía de la epidemia de cólera en Extremadura
hay que mencionar la tesis de María del Pilar Rodríguez Flores: Morir en Badajoz. El
cólera de 1833. Medicina y Sociedad. Se trata de una investigación médico-social sobre
el cólera morbo. El tema objeto de éste estudio entra de lleno dentro de la historia local
de Badajoz, al ser un acontecimiento súbito, al que se enfrentó la ciudad. Rodríguez
Flores reconstruye el proceso epidémico, realzando en él, primero, los aspectos
sociodemográficos, y después los sanitarios e higiénicos, tratando de dar luz a unos
comportamientos ante una crisis coyuntural muy concreta.
Hay autores que entran de lleno en la investigación social y política, que indagan
en aquellos aspectos que se vuelven permeables a un examen directo de la presencia de
la epidemia como circunstancia excepcional, tal es el caso de Conde Gargollo2, y
también el de Otero Pedrayo3, autores que han intentado valorar las posturas de los
grupos sociales.
Lejos de la línea descriptiva y cuantitativa seguida por buena parte de esta
abundante historiografía tradicional sobre la primera epidemia de cólera en España, y
por supuesto, sin invalidar ni menospreciar estos estudios, sino muy al contrario,
partiendo de ellos y con el propósito de ampliarlos y enriquecerlos, y sobre todo de
circunscribirlos al ámbito de Plasencia, y teniendo en cuenta que el proceso salud-
enfermedad influye en la vida de cualquier grupo social, en los factores económicos,
religioso-morales, políticos, las decisiones que los hombres y mujeres toman en relación
2 Conde Gorgollo, E. (1969): “Invasiones de cólera en la España del siglo XIX”.
Asclepio. V. XXI. 3 Pedrayo Otero, R. (1969): “El cólera de Galicia en el siglo XIX”. Asclepio. 21, pgs.
289-297.
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con normativas que afectan su estado físico y mental, así como procedimientos
concretos para remediar las consecuencias inmediatas de los padecimientos,4 planteo
una investigación desde una perspectiva analítica e interpretativa de los elementos
culturales que integran y explican las actitudes y comportamientos en materia sanitaria
de las autoridades locales de la época, y que tienen su repercusión en los aspectos de la
vida cotidiana de los habitantes de Plasencia.
El interés de la investigación se centra por tanto en la cultura sanitaria en ésta
época de crisis, cultura sanitaria que podemos entender como el conjunto de ideas,
valores y creencias que subyacen y dan coherencia al comportamiento sanitario de un
grupo social; elementos aún no lo suficientemente abordados por los trabajos existentes
a nivel local y que constituyen posibles nuevos factores explicativos del desenlace final
de la epidemia.
La novedad de esta investigación consiste en aplicar metodologías surgidas en
los campos de la salud pública, epidemiología, demografía y sobre todas la
antropología, a problemas tan antiguos como los de la enfermedad y la salud. Se trata
por tanto de un esfuerzo por integrar en la historia algunos de los métodos y teorías
utilizados en otras disciplinas: demografía, medicina, antropología y epidemiología,
entre otras. Es una incursión en la historia social y urbana por medio de un tema viejo,
el de las epidemias, pero con ojos nuevos; una investigación en la que la metodología se
diseña de acuerdo con el objeto de estudio y cuyos resultados invitan a adentrarnos en
campos distintos y de manera diferente. El intento de eliminar, por tanto, el enfoque
puramente biológico e individualista de la enfermedad marcará el estudio desde el inicio
hasta su conclusión. La explicación causal bajo la investigación histórica buscará
identificar los procesos socioculturales y descubrir cómo éstos se traducen, por medio
de mecanismos biológicos en “el proceso colectivo de salud-enfermedad”.
Cuando me planteo la elaboración de la tesis doctoral decido esta problemática
de estudio como perspectiva que me permita analizar aspectos de la vida de los
habitantes de Plasencia, principalmente en el ámbito de la salud, considerando que la
enfermedad y la muerte son parte de la vida cotidiana, pero que en determinadas
circunstancias éstas se incrementan por diversos factores. Interesa constatar si la
aparición de la enfermedad en Plasencia se acompaña o no de un cambio en la cultura
4 Santo Tomás, M. (2003): La asistencia a los enfermos en Castilla en la Baja Edad
Media. Valladolid. Tesis Doctoral. Universidad de Valladolid.
26
sanitaria de las autoridades locales, que posibilite que la forma de pensar, las actitudes y
los comportamientos de estas autoridades se adapten a los principios y valores sanitarios
preconizados por el colectivo médico de la época; es decir, hay que dilucidar si la
epidemia conlleva paralelamente la aparición entre las autoridades de una cultura
sanitaria acorde con las “ponencias” médicas de la época, o si por el contrario
cuestiones de otra índole influyeron en la toma de decisiones.
A partir de una concepción dinámica de la historia se propone abordar el
análisis de estas decisiones tanto desde una perspectiva diacrónica, que recoja la
evolución de los acontecimientos y los cambios ocurridos en el “tiempo corto”, como
desde un punto de vista sincrónico, enlazando el devenir de las autoridades locales con
el medio global en el que se desarrolla y con las variables diversas que en él inciden.
El análisis de los imaginarios en materia de salud de los individuos o
colectividades, conformadores de la cultura sanitaria predominante en la sociedad y la
comprensión a partir de ellos, de los comportamientos y actitudes en materia de salud de
las autoridades, constituye por tanto el objetivo de este trabajo. De esta manera, las
aportaciones metodológicas y conceptuales que pueda aportar la antropología son
transcendentales.
Los resultados de esta investigación han de permitirnos determinar qué causas
influyeron en de las decisiones adoptadas en materia de sanidad.
2. Objetivos e hipótesis de partida
Durante mucho tiempo la enfermedad ha estado ligada, casi en exclusiva, a los
estudios demográficos, y cuando no, a la historia de la Medicina, que era a su vez tenida
en cuanta tan sólo como un capítulo más de la historia de la ciencia, preocupada por el
saber médico. El enfoque social de los estudios históricos y la conciencia de que la
medicina es primariamente un esfuerzo colectivo para luchar contra la enfermedad, han
conducido a que hoy sean considerados inaceptables estos enfoques unilaterales. Tanto
27
o más que un capítulo de la historia de la ciencia, la historia de la medicina es una parte
de la historia social.5
Se pretende realizar una investigación histórico-sociocultural con la enfermedad
como objetivo fundamental de trabajo. La historia de la enfermedad ha sido un campo
de estudio al que se ha concedido especial atención desde diferentes disciplinas
historiográficas. Este interés se justifica por el valor que el hombre concede a la salud y
por el hecho de que “el estudio de las enfermedades en las sociedades del pasado,
además de su interés intrínseco, suministra claves que permiten una mejor comprensión
de las actuales reacciones sociales ante la enfermedad e iluminan la búsqueda de
respuestas eficaces frente a ella”.6 La relación de dependencia entre historia de la
medicina e historia social ha sido resaltada por autores ilustres como el propio Dr. Pedro
Laín Entralgo, para quien si la primera aportaba “el marco, orientación, conceptos
generales y métodos”, la segunda proponía “saberes concretos, que unas veces
contribuyen a completar el cuadro general y otras irradian luces sobre la totalidad de
él”.7
La historia de la humanidad es inseparable de la historia de las epidemias y
pandemias. No sólo han cobrado millones de víctimas, sino que han logrado modificar
condiciones de trabajo, poderío de unas naciones sobre otras, conocimientos de la
medicina, etc.
La aparición del SIDA y la conmoción social que provocó en la sociedad
occidental reveló hasta qué punto tienen relevancia e interés los estudios históricos
sobre la enfermedad, y en concreto sobre la enfermedad epidémica. Arrizabalaga
destacó como a principios de los 90 se incrementó el número de obras dedicadas a
estudiar la enfermedad en diversos contextos y la reimpresión y traducción de algunos
textos publicados con anterioridad. Tradicionalmente esta estrategia ha formado parte
de la respuesta a la aparición de nuevas pandemias y epidemias.
Hasta nuestros días la fe en el progreso de los avances médicos y sanitarios,
impulsada desde los tiempos de la Ilustración y propagada por el capitalismo liberal de
5 López Piñero, J.M. (1973): Medicina. Historia. Sociedad. Barcelona. Ariel.
6 Arrizabalaga Valbuena, J. (1992): “Nuevas tendencias en la historia de la enfermedad,
a propósito de constructivismo social”. Albor, ciencia pensamiento y cultura, nº. 558-
560. Pgs. 147-196. Edita: Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, 7 Prólogo al estudio de López Piñero, J. M.; García Ballester, L.; y Faus Sevilla. P.
(1964): Medicina y sociedad en la España del s. XIX. Madrid. Sociedad de Estudios y
Publicaciones.
28
los siglos siguientes, al margen de desterrar causalidades providencialistas de antaño,
parecía habernos convencido de lo poco probable que resultaría que la humanidad
tuviera que someterse una vez más a las amenazas de nuevas y gravísimas epidemias.
La globalización de la economía mundial, la agilidad y masificación actual de las
comunicaciones humanas por todo el planeta han derribado, sin embargo, tal
argumento.8
Durante las últimas décadas se han producido brotes de enfermedades
infecciosas previamente desconocidas que, en función de su virulencia y modo de
transmisión, han disparado las alarmas de los sistemas de salud públicos. A la ya citada
aparición del SIDA en 1981, cuando se identificaron los primeros casos, hay que añadir
en 1987 la aparición del virus ébola, que fue el causante de repetidos brotes de fiebres
hemorrágicas de alta mortalidad; en 1995 fueron los priones del mal de las vacas locas;
en el 2003 apareció el síndrome agudo respiratorio severo (SARS) y en el 2004 la gripe
de las aves en humanos. Cuando comencé ésta investigación experimentamos el avance
de la gripe porcina, conocida como gripe A, cuyos resultados, afortunadamente, fueron
mucho menores que el miedo generado y las medidas preventivas desarrolladas. Ahora
que me dispongo a escribir las conclusiones desayunamos con noticias tales como que
la epidemia de ébola que se extiende por África occidental. Desde el pasado diciembre
vive un pico nunca visto. Sierra Leona ha declarado el estado de emergencia sanitaria, al
igual que Liberia que además, ha cerrado las escuelas, suspendido la actividad pública
no esencial, y ha puesto a varios pueblos en cuarentena. La OMS pasa a considerarla
como emergencia sanitaria internacional, y en España aparece el caso 1, es decir, la
primera persona contagiada de ébola fuera de África. El escenario confirma que, a pesar
de todos los avances biomédicos, las enfermedades infecciosas siguen dando sorpresas
y siendo una amenaza para la humanidad. El hombre ha eliminado al lobo como
competidor ecológico, pero no a los microorganismos.
La OMS es consciente de este hecho, y considera que las enfermedades
infecciosas se están propagando más rápido en todo el planeta, surgiendo con mayor
velocidad y volviéndose cada vez más difíciles de tratar. Vivimos en un mundo cada
vez más interconectado, nuevas enfermedades están emergiendo de un modo sin
precedentes y a menudo con la capacidad de cruzar fronteras y extenderse de forma muy
8 Beltrán Moya, J.L. (2006): Historia de las epidemias en España y sus colonias (1348-
1919). La Esfera de los libros, S.L. Madrid.
29
rápida. Con más de 2.000 millones de personas viajando vía aérea cada año, un brote o
epidemia en una parte del mundo puede convertirse en apenas pocas horas en una
amenaza inminente en cualquier otro sitio. En 2007, en su informe anual de la Salud
Mundial, la agencia de las Naciones Unidas advertía de la existencia de una gran
posibilidad de que otra pandemia mayor y con el potencial de matar a millones de
personas, como la gripe aviar, el síndrome respiratorio agudo y severo o SARS, el SIDA
o la fiebre del ébola, pueda aparecer en los próximos años.
Los estudios históricos sobre la enfermedad han experimentado una renovación
temática, conceptual y metodológica. Destaca, en primer lugar, la atención que se viene
prestando al estudio de otras enfermedades (epidémicas, endémicas, degenerativas,
carenciales, laborales...), y no solo a las grandes epidemias. Por otra parte se hace
necesario destacar las aportaciones metodológicas y conceptuales que otras ciencias
sociales, (Antropología, Sociología, Demografía, Economía Política...) proporcionan al
estudio histórico de la enfermedad. Se produce de esta manera una superación de las
orientaciones histórico-médicas más tradicionales, al introducir un enfoque
interdisciplinar en los estudios históricos sobre la enfermedad.
El estudio de aspectos como la pobreza, las condiciones higiénico-sanitaras de
las viviendas, las instituciones hospitalarias, etc., ha estimulado a los historiadores la
necesidad de investigar acerca de los aspectos sanitarios, al considerar las conexiones
entre la historia de la sanidad y la historia social. El proceso salud-enfermedad influye
en la vida de un grupo social, en los factores económicos, religioso-morales, políticos,
las decisiones que hombres y mujeres toman en relación con normativas que afectan su
estado físico y mental, así como en procedimientos concretos para remediar las
consecuencias inmediatas de los padecimientos.9
La existencia hoy en día de un mapa planetario de enfermedades caracterizado
por un mundo pobre con enfermedades infecciosas endémicas y un mundo rico con
enfermedades crónicas y degenerativas no puede entenderse desde la doctrina de la
etiología específica, sino a partir del papel que los factores sociales y culturales juegan
en las redes multicausales que producen la enfermedad y la muerte.10
En cuanto al estudio concreto de ésta epidemia de cólera, al poner en guardia a
una sociedad, proporciona al investigador un campo de estudio que puede aportar datos
9 Santo Tomás, M. (2003): opus cit.
10 Martínez Hernáez, A. (2008): Antropología Médica. Teorías sobre la cultura, el
poder y la enfermedad. Barcelona. Anthropos.
30
partiendo de diferentes fuentes; por ejemplo las comisiones del Ayuntamiento pueden
aportar descripciones elocuentes de las viviendas de las clases populares, las posibles
causas que se barajan sobre el origen del cólera, pueden ilustrar sobre la alimentación, el
tema del aislamiento y los cordones sanitarios y cuarentenas a él vinculados, pueden
contribuir al mejor conocimiento de rasgos de solidaridad e insolidaridad entre la ciudad
y otras poblaciones cercanas, e incluso entre las clases sociales; así mismo los perjuicios
que éstos remedios causan al comercio pueden ilustrar sobre las actividades económicas
de la ciudad. Y por último la medicina de la época y su situación también pueden
quedar reflejados: actitud de la clase médica, sectores sociales más expuestos, atención
o abandono de los enfermos, etc.
A la vista de lo anterior, y lo apuntado en el apartado dedicado al estado de la
cuestión, los objetivos concretos que se plantea cubrir ésta tesis son los siguientes:
- Describir las condiciones higiénicourbanísticas y sanitariosociales de la ciudad
de Plasencia en el momento de iniciarse la epidemia.
- Estudiar el curso de la epidemia de cólera de 1833 a 1835.
- Determinar las repercusiones de la epidemia sobre la ciudad de Plasencia.
- Valorar el comportamiento y actitud, es decir, la cultura sanitaria adoptada no
solo por parte de las autoridades locales ante la situación de epidemia, sino
también del Gobernador y las Juntas de sanidad provincial y local, con las que
aquellas mantenían una estrecha relación de colaboración y dependencia, frente
a una situación que a priori se presentaba caótica, pues además de ser la primera
vez que el cólera alcanzaba éstas latitudes, la ciencia médica desconocía su
etiología, profilaxis y tratamiento.
- Mostrar el discurso científico de los médicos españoles sobre el cólera, y evaluar
en qué medida las decisiones tomadas en materia sanitaria por parte de las
autoridades locales fueron coherentes con dicho discurso.
- Evaluar si la epidemia dinamizó las iniciativas conducentes a introducir mejoras
de carácter sanitario o social en Plasencia.
Con el fin de poder cumplir los objetivos propuestos se ha considerado dividir
la investigación en cinco grandes apartados, que incluyen desde diversos ángulos, los
temas propuestos, ya sea a manera de hipótesis generales y concretas o de preguntas
sencillas o complejas, según el caso. En el marco teórico-metodológico, en el cual
31
estamos, se aborda el planteamiento general, el método y las técnicas en las que se basa
la investigación. Se describen los “modelos” utilizados para el estudio de la enfermedad
(en general), y también se mencionan las investigaciones más importantes respecto a
esta epidemia de cólera en España. Se decide no utilizar un modelo formal único; sino
seguir varias líneas de investigación, (al igual que L. Márquez Morfín en su estudio
sobre el cólera y el tifo en la ciudad de México), pero con un eje central que es la
Cultura Sanitara de las autoridades locales. Por tanto, con el objeto de no aplicar
mecánicamente ningún modelo, se ha preferido trabajar una línea central de estudio,
alrededor de ciertas prioridades de investigación.
El segundo apartado describe la enfermedad del cólera. Es un intento de
mostrarla a través de los ojos de aquellos cronistas, testigos directos que la vivieron y
estudiaron. Se trata de un capítulo en el que soy totalmente consciente del abuso que he
realizado de la trascripción literal, pero que considero necesaria, ya que de ésta manera,
a modo de apuntes etnográficos se describe su sensación subjetiva, las medidas de
precaución que se recomendaron, su tratamiento, sus cuidados, etc.
El tercero muestra de qué modo ha respondido la humanidad ante las grandes
epidemias, y pone de relieve los principales datos relativos a la historia de la primera
epidemia de cólera en España y Extremadura. Se desarrollan aspectos relacionados con
las grandes epidemias en general, y con el cólera en particular, su conflictividad
científica en torno a la contagiosidad o no de la enfermedad, etc. Nos pone en situación
para comprender la relación del cólera con la salubridad e higiene.
El cuarto apartado se dedica a mostrar el contexto histórico y social en el cual se
desarrolla el devenir de los acontecimientos. Dentro de un capítulo titulado el escenario
y sus actores se muestran las condiciones de Plasencia a nivel local. La descripción de
la ciudad en sus diversos sectores, con respecto a la salubridad, así como a sus
habitantes, ocupaciones, etc; debe ser un aspecto relevante dentro del trabajo; y debe
ser, además, una incursión minuciosa dentro de la historia urbana del momento. Esta
área de estudio debe permitir familiarizarnos con la situación y tipo de vida que
llevaban los placentinos, según su inserción en la sociedad; así mismo debe acercarnos
al análisis de la enfermedad como fenómeno social a partir de una diversidad de
indicadores, tanto biológicos (endógenos), como los del medio (exógenos); es decir, las
manifestaciones de la enfermedad por medio de las distintas condiciones de vida,
32
trabajo, alimentación, vivienda, higiene, hábitos y cuidados. Más aún, si se pretende
conocer el proceso colectivo de la enfermedad, y cómo se manifiesta en un momento
determinado en la población, es imprescindible situar los datos con los que contamos en
su contexto. Pero además será necesario contextualizar a un nivel más general las
condiciones sanitarias, es decir, realizar un repaso de la sanidad española en la primera
mitad del siglo XIX.
El quinto lleva por título la hipótesis de partida de ésta investigación:
“Respuestas sociosanitarias similares en contextos socio-históricos diferentes”. Se
presentan las reacciones sociosanitarias de la epidemia de cólera en Plasencia,
reacciones, comportamientos y actitudes de las autoridades locales ante una enfermedad
de la que no se conocía su causa, ni remedio para combatirla. Todo ello forma parte del
capítulo más extenso (Plasencia -1832-1835- reacciones sociosanitarias ante la epidemia
de cólera: respuestas similares en contextos diferentes), que muestra el devenir de los
acontecimientos dentro de un escenario concreto (las reuniones de las autoridades
locales). Este apartado es el más importante, vincula las ideas vigentes sobre la causa
de la enfermedad y la implementación de las medidas preventivas para combatirla, y
analiza el papel que jugaron las autoridades locales en la aplicación de las políticas de
salud pública. Trata de conocer la estructura institucional que se creó a nivel local,
cuáles fueron las dificultades que existieron para la implementación de esas medidas, si
fueron similares o diferentes a las llevadas a cabo en otros contextos, las personas que
participaron en ésta coyuntura, los mecanismos de control y las consecuencias de la
epidemia.
En el apartado sexto se presentan las conclusiones, las cuales deben ser
reveladoras en cuanto a la relación entre condiciones de vida y salud; asimismo, para los
aspectos relativos a la organización socioeconómica y política, a los hábitos y
costumbres, así como a los factores ideológicos.
En el apartado séptimo se presenta un glosario de términos que aclaran
conceptos diferentes.
En el octavo de detallan los archivos y bibliogecas visitados y las fuentes
consultadas.
El apartado noveno se dedica a la documentación y bibliografía.
33
Y en el décimo se reproducen documentos, manuscritos, etc., que considero
representativos por su capacidad de ilustrar sobre diversos aspectos tratados en la tesis.
3. Marco metodológico
El mundo de la historiografía médica experimentó una auténtica renovación y
un notable impulso tras la argumentación hecha por Sigerist en 1945 a propósito de la
necesidad de emprender estudios que destacasen cómo las mejoras operadas en los
factores integrantes de la infraestructura sanitaria de una sociedad repercutían en la
salud de sus habitantes.11
Algunas décadas más tarde, el doctor José María López Piñero
insistió en la urgencia de construir el discurso histórico en el campo de las
investigaciones médicas sobre nuevos supuestos metodológicos.12
De acuerdo con un
enfoque multidisciplinar, el estudio epidémico ni podía ni debía ceñirse exclusivamente
al tratamiento de textos médicos, como fue la pauta seguida en líneas generales hasta la
fecha; por el contrario debía ampliarse todo lo posible el abanico de fuentes, como
respuesta a las muy diversas variables que intervienen en el proceso morboso.
El enfoque de este trabajo es multidisciplinario; esto es, se relacionan los
resultados de las estadísticas obtenidas en la epidemia con diversas variables, sociales,
de índole demográfica, epidemiológica y de comportamiento urbano. Las metodologías
utilizadas son propias de la historia, la demografía, la antropología y la medicina. Se
analizan cuestiones de carácter epidemiológico y de salud pública, pues las
determinaciones biológicas de la epidemia no pueden deslindarse del contexto en el que
se produjeron. De acuerdo con la pauta metodológica planteada tratamos de construir un
discurso histórico global, y a tal fin será necesario extender la investigación a aquellos
campos que a priori arrojen alguna luz sobre el tema, con el objeto de aprehender de
qué modo vivió la sociedad placentina aquella situación de catástrofe y cómo respondió
(cultura sanitaria).
Una vez planteado el objeto de estudio y la metodología mediante la que
abordaré el análisis de la epidemia en Plasencia, creo oportuno esbozar algunos
enfoques aplicados y mantenidos respecto al tema del estudio de la enfermedad y a otros
11
Sigerist, H. E. (1945): Civilization and Disease. New York. Cornell University Press,
págs. 35-36. 12
López Piñero, J.M. (1975): Las nuevas técnicas de investigación histórico-médica”.
Valencia. Real Academia de Medicina de Valencia.
34
afines, es decir, se hace necesario realizar un repaso a cómo se ha estudiado la
enfermedad: “los modelos”.
El estudio particular de las enfermedades del pasado adquirió forma a partir de
las grandes epidemias como ésta. De ahí que en torno a ellas se constituyeran los
trabajos de historia de la medicina y de sociología de las enfermedades, así como el
concepto de la patología en los grupos populares, opuestos a los dominantes. La
enfermedad ha sido un tema abordado por especialistas de todas las épocas. Varios
enfoques o modelos de análisis han predominado en correspondencia con situaciones
históricas concretas, así como con los objetivos y formación de cada investigador:
1. El enfoque de la historia de la medicina o historia natural de la morbidez: Este
enfoque busca origen, manifestaciones, número y tipo de padecimientos; así
mismo considera la enfermedad como un proceso biológico acontecido en
sujetos determinados. En esta concepción, son destacados los fenómenos que
crean una dicotomía entre el ser social y el ser biológico. Se centra en los medios
(tecnologías, avances médicos, descubrimientos, descubridores) con los que ha
contado la medicina, en su enfrentamiento con la enfermedad. El modelo incluye
cuadros generales de las especies mórbidas, donde el enfermo y el médico
quedan abstraídos .13
La medicina de finales del siglo XVIII y principios del XIX
asumió como axioma una tajante dicotomía entre el hombre y la enfermedad;
sobre todo, a partir de la clínica. En ésta el cuerpo se convierte en un espacio
observable: “se abre a la mirada y al saber”; se vuelve objeto científico.14
La principal problemática para el estudio de la enfermedad mediante esta
perspectiva de investigación radica en insertar la enfermedad dentro del discurso
histórico de la medicina y de las instituciones médicas. En palabras de Lebrun,
reduce el cuerpo a su estricta corporeidad y convierte el infortunio en objeto de
observación y contabilidad.15
Este autor, y otros como Biraben, proponen el
estudio de la población buscando los factores que expliquen la mortalidad dentro
de un grupo social en una época determinada. Resaltan la importancia de
encontrar relaciones entre las condiciones alimentarias, sanitarias y médicas en
13 Foucault, M. (1986): El nacimiento de la clínica. Siglo XXI. México. 14
Revel, J. y Peter, J.P. (1980): “El cuerpo. El hombre enfermo y su historia”, en Le
Goff y Nora, Hacer la Historia. Laia. Barcelona. 15 Lebrun, F. (1971): “Les hommes et la mort en Anjou aux 17º et 18º siècles. Essai de
demographie et de psychologie historiques”. Mouton. Paris.
35
las cuales vive el grupo. Por lo general estos trabajos se han efectuado dentro del
ámbito médico.
2. Enfoque de la sociología de la enfermedad: El estudio de la enfermedad, si se
considera el plano socioeconómico y político, parte de un esfuerzo orientado a
vincular al individuo y la sociedad dentro del problema que la teoría plantea
acerca de aquélla. Tuvo su origen en el campo del funcionalismo estructural; en
particular, en los de la psicología, la sociología y, más concretamente, la
epidemiología. Sin embargo, no ha sido fácil integrar lo social, pues a pesar de
que es posible detectar distribuciones específicas de ciertas enfermedades en
ciertos grupos sociales, muchas veces no se logra llegar a una interpretación
cabal debido según Vasco a que el marco teórico necesita ser concretado. Autor
que considera que este hecho limita las probabilidades de integrar lo social, pues
en el nivel conceptual sólo es posible aspirar a una formulación de las llamadas
teorías del entendimiento. Primero, porque hay una insuficiencia explicativa en
ella, aún cuando utiliza el método de evaluar la distribución de las enfermedades
en ciertos grupos sociales; sin embargo, hace falta trabajar con un modelo teórico
que permita comprender estos fenómenos.16
Esta vía de análisis Revel y Peter la llamaron sociología de la enfermedad.
En ésta, los historiadores han tratado de incorporar categorías que les permitieran
entender la presencia de la enfermedad en diferentes sociedades, y la
relacionaron con datos demográficos. De esta manera se evalúa el papel de las
instituciones sanitarias, los procesos de marginación y segregación de los
enfermos pobres; asimismo, aspectos socioeconómicos, desempleo y alimentos,
etc. En estudios así se intentan revelar el efecto de la presencia de la peste, de las
enfermedades epidémicas o de las cotidianas; no obstante, no sólo se hace desde
el punto de vista cuantitativo, sino tratando de encontrar el significado de las
distintas conceptualizaciones acerca de lo que eran las enfermedades. Estos son
modelos de investigación mórbida, en los cuales se diversifica el enfoque y se
intenta integrar los datos de esta sociología de la enfermedad con un análisis más
16 Vasco, A. (1979): Enfermedad y sociedad. Editorial Hombre Nuevo. Colombia.
36
rico. Ejemplos de éste tipo de investigaciones los tenemos en: Lebrun, 1971,17
Bardet, 1983,18
Oliver 1986,19
y Pérez Moreda 1980 20
.
3. El estudio de la enfermedad a través del enfermo: Esta tendencia pretende
describir la vivienda del sujeto, para el cual la enfermedad adquiere sentido. Esta
visión implica hacer hablar al enfermo, interrogarlo, dejarle expresar. A
diferencia del discurso médico, no interesa solo y exclusivamente el cuerpo del
sujeto como objeto científico. Esto ha hecho que los historiadores no puedan leer
ese cuerpo silencioso en los archivos y en sus relaciones de médicos; en la
correspondencia administrativa de los hospitales; en los manuales eclesiásticos;
en los tratados de los boticarios y cirujanos. En palabras de Revel y Peter (1980),
el historiador debe tener una actitud distinta: “nuestros textos, tejidos de
certidumbre, están llenos de silencios y de fugas (…): Hay que estar atento a
estos jalones alrededor de los cuales en el documento lo dicho y lo no dicho,
solidarios se articulan”.21
Entraríamos entonces dentro del rol del enfermo para el que Parsons plantea
cuatro atributos universales básicos, a pesar de las diversidades culturales
previsibles en cuanto a su materialización en la acción social. El primero supone
una exección de las obligaciones sociales asociadas a otros roles, pasando el
actor a una situación de dependencia e incapacidad. El segundo es que no se le
atribuye al enfermo ninguna responsabilidad en cuanto a su enfermedad,
interpretándose ésta socialmente como una situación que se produce al margen
de la voluntad del actor. Los dos últimos tienen que ver con las expectativas que
la sociedad deposita en el enfermo: éste tiene que entender su situación como
17 Lebrun, F. (1971): “Les hommes et la mort en Anjou aux 17º et 18º siècles. Essai de
demographie et de psychologie historiques”. Mouton. Paris. 18 Bardet, J.P. (1983): Rouen aux XVII et XVIII siècles. Le mutations de un espace
social. Sedes. Paris. 19 Oliver, L.V. (1986): Un verano mortal. Análisis demográfico y social de una
epidemia de cólera en Guadalajara 1833. UNED. México. 20 Perez Moreda, V. (1980): La crisis de mortalidad en la España interior (siglos XVI-
XIX). Siglo XXI. Madrid. 21 Revel, J. Peter, y J.P. (1980): art cit.
37
algo no deseable y debe buscar ayuda técnica competente para resolver su
disfunción.22
Estando de acuerdo con Herzlich y Pierret, que en cada época es el individuo
el que está enfermo; sin embargo, lo está a los ojos de la sociedad, en función de
ella y dentro de las relaciones sociales del individuo. Hay que buscar bajo
diversas formas, dar la palabra a quienes habitualmente no la tenían.23
En cuanto
a la salud recordemos que la OMS la define como “un estado de completo
bienestar físico, mental y social”, y no simplemente la ausencia de enfermedad o
invalidez. Aquello que se entiende por bienestar es ciertamente diverso, no solo
transculturalmente, sino dentro de un mismo contexto social.24
Dentro de esta tendencia, Revel y Peter plantean que la enfermedad puede
ser un lugar privilegiado desde donde observar mejor la significación real, por
ejemplo, de algunos mecanismos administrativos, prácticas y costumbres, las
relaciones entre los poderes y la imagen que la sociedad tiene de sí misma.25
Esto
implica rebasar la simple búsqueda de relaciones estadísticas entre fenómenos de
índole biológica y las condiciones sociales; estas se convierten en variables que
supuestamente explican la presencia de la enfermedad, la cual es el objetivo de la
sociología de la morbidez. Se trata, por lo tanto, de abordar un aspecto cotidiano
como el de las enfermedades, pero con ojos nuevos; es decir, partiendo de
concepciones distintas; insertándolo en esa corriente historiográfica que no sólo
plantea nuevas rutas, sino objetos de estudio muy poco comunes.26
Este tipo de
estudios se ha desarrollado particularmente en Francia, gracias a las
características de la documentación de sus archivos, así como al desarrollo de
esta metodología.
22 Martínez Hernáez, A. (2008): Antropología médica: teorías sobre la cultura, el poder
y la enfermedad. Barcelona. Antropos Editorial. 23 Herzlich, C. y Pierret, J. (1984): “Maladies d´hier, malades d´aujoud´hui. De la mort
collective au devoir de guérison”. Payot. Paris.
24 Martínez Hernáez, A. (2008): Opus cit. 25 Revel, J. y Peter, J.P. (1980): Art cit. 26 Revel, J. y Peter, J.P. (1980): Art cit.
38
4. El estudio de la enfermedad como producto de la forma de vida: Se trata de
modelos para la investigación sobre la salud y la enfermedad que proceden del
campo de la medicina actual; en particular de la epidemiología, como el de
Alberto Vasco, autor que propone abordar el tema mediante el análisis de la
forma de vida, entendida como: “la materialización de un individuo relacionado
de una manera históricamente determinada y específica, a otros individuos y a
una organización que se expresa no sólo en conductas, actitudes, posiciones
políticas e ideológicas, sino en situaciones subjetivas, sintomáticas que
constituyen o determinen el comportamiento social del individuo”.27
Este
planteamiento es general, pero su autor lo propone con categorías comprensivas
y con un cuerpo de proposiciones de igual nivel. Con el fin de concretar el
concepto de forma de vida, Alberto Vasco plantea que éste puede ser entendido
como las condicionantes por las cuales ciertas personas y ciertos grupos tienen
una forma específica de relacionarse con los demás, en los niveles político,
laboral, etc. Vista así, la enfermedad es una forma particular de vida, “resultante
de las sobredeterminaciones que a partir de los conocimientos científicos se han
ido detectando”.28
Tal modelo lo ha aplicado a sus investigaciones sobre la salud
de poblaciones actuales. El cólera como enfermedad que nos ocupa está
producida por la acción de un agente microorgánico, pero la pobreza, por
ejemplo, está en la base de la distribución mundial de éste proceso mórbido de
igual manera que en el substrato de múltiples enfermedades infecciosas, como la
tuberculosis o la disentería.29
Autores procedentes de la antropología médica
italiana como Tullio Seppilli, Paolo Bartoli o Paola Falteri plantean un rescate de
la dimensión histórico-cultural y política de la enfermedad, y especialmente de la
medicina popular. En lo subalterno, en lo popular, en ese discurso que el
positivismo siempre ha asociado al error, es precisamente en donde la
antropología italiana ha tratado de articular una aproximación crítica y aplicada
como la educación sanitaria. Esta es la línea de investigación que ha mantenido
el Centro Sperimentale di Educazione Sanitaria de Perugia con la aportación de
antropólogos como Sepilli y Bartoli. El objetivo no es el de ejercer una simple
27 Vasco, A. (1979): Enfermedad y sociedad. Editorial Hombre Nuevo. Colombia. 28 Vasco, A. (1979): Ibidem.
29 Martínez Hernáez, A. (2008): Opus cit.
39
asesoría a la biomedicina para que complete su empresa de inculcación, sino el
de hacerle ver, en su contraposición con los saberes populares, el juego de
dominación en donde se inserta y de permitir, en una relación dialéctica, la
intervención de los propios actores en los mecanismos de comunicación y
transformación de las doctrinas en materia de salud.30
5. El enfoque del “proceso salud-enfermedad”, que define éste como un fenómeno
histórico, como proceso biológico y social que se va a expresar en el individuo;
pero cuyas características estarán sujetas al tipo de movimiento de la estructura
de la sociedad, en cada formación social históricamente determinada. Ejemplos
de investigaciones llevadas a cabo bajo este modelo los tenemos en Cuellar y
Peña 1985,31
Laurell 1979,32
y Menéndez 1981 33
. Responde a un planteamiento
fundamentado en las investigaciones del proceso salud-enfermedad en las
poblaciones actuales y aplicado a éstas. Ha sido desarrollado, en parte, por
especialistas en el campo de la salud pública y de la medicina. Dentro de éste
enfoque también tendría cabida la etnografía y con ella el método etnográfico,
que en los últimos años se ha revelado como un potente instrumento para la
promoción de la salud, para la adaptación regional de las políticas sanitarias
internacionales y para afrontar los retos locales de una salud cada vez más global
e interdependiente.34
El desarrollo de éste enfoque ha sido criticado por Vasco,
quien piensa que se encuentra en un alto grado de generalidad y, a veces, aislado
del nivel geográfico de grupo (gente que vive en una misma región, clima, etc.);
así como del nivel personal (edad, sexo, ingreso socioeconómico, ocupación,
hábitos, costumbres, creencias…). Por otro lado, dice, se trata de categorías
surgidas en otro campo y tomadas como patrón. Sin embargo, éstas no han
partido de una práctica concreta, y por lo tanto, impiden derivar de ellas más
conocimientos, más posibilidades; se convierten muchas veces en aplicaciones
30 Martínez Hernáez, A. (2008): Opus cit. Pg. 166. 31 Cuéllar, R. y Peña, F. (1985): El cuerpo humano en el capitalismo. Ed. Folios.
México. 32 Laurell, C. (1979): La salud-enfermedad como proceso social. UNAM. México. 33Menéndez, E. (1981): “Poder, estratificación social y salud. Análisis de los
condicionantes sociales y económicas de la enfermedad en Yucatán”. Cuadernos de la
Casa Chata, 13. México.
34 Martínez Hernáez, A. (2008): Opus cit. Pg 175.
40
mecánicas. Se abusa de términos y conceptos provenientes de la biología, la
clínica y los conceptos de clase, modo de producción, lucha de clases; quedan
como investigaciones con falta de rigor o mecanicistas. Este autor, especialista
en salud pública y epidemiología, analiza de una manera clara el desarrollo de las
investigaciones sobre el proceso salud-enfermedad. Para él “la inclusión de
categorías como modelo de producción, clases sociales, explotación… en el
lenguaje de quienes se proponen estudiar la enfermedad y los enfermos, se ha
traducido en la apertura de un nuevo camino, pero también en una serie de
afirmaciones que, si bien pueden ser ciertas, correctas, se mueven en un tal
grado de generalidad, que los hace poco utilizables en el quehacer cotidiano de
los trabajadores de la salud”.35
En lo que a Enfermería se refiere, el fenómeno de la disciplina ha planteado
interrogantes dirigidas hacia una exploración del foco social y el compromiso de la
profesión. En los últimos años se ha manifestado una búsqueda de identidad
profesional, esfuerzo que se ha canalizado a través del campo de la investigación
histórica. Publicaciones recientes muestran una fuerte tendencia a indagar los orígenes
sociológicos, antropológicos y los antecedentes históricos de las prácticas de
Enfermería.36
La investigación ha cumplido a través de la evolución de la profesión un
papel preponderante, otorgando los elementos que han servido para sustentar el
conocimiento que fundamenta y justifica la existencia de los cuidados profesionales. A
Florence Nightingale se le reconoce como la primera investigadora de Enfermería,
porque sus reformas se basaron en una investigación cuidadosa. El interés por los temas
de historia, igual que ocurre con los aspectos metodológicos de la Enfermería, arranca a
partir de los años 80 del pasado siglo con un ascenso y consolidación en la década de
los 90 y primera de éste siglo. En éste tiempo las tendencias y modelos utilizados en el
estudio histórico de la profesión han sido los siguientes:
1. Modelo centrado en aspectos sociológicos de los cuidadores e instituciones.
Uno de los trabajos de mayor interés en éste campo es la tesis de Domínguez
35 Vasco, A. (1979): Enfermedad y sociedad. Editorial Hombre Nuevo. Colombia.
36 D´Antonio P. (1997): “Toward a history of research in nursing”. Nursing Research.
Mar-Apr (2): 105-10.
41
Alcón,37
quien estudia el trabajo de los cuidadores y la atención a los
enfermos en los hospitales medievales. Otro es el trabajo publicado por
Eseverri Chaverri38
centrado en la historia de la Enfermería
hispanoamericana, y que da cuenta de los entresijos de la vida interna de los
hospitales y las distintas órdenes que se dedicaban al cuidado de los
enfermos y marginados, así como de los estatutos y normas que regulaban su
funcionamiento interno.
2. Aproximación a la historia de la Enfermería desde una mirada antropológica,
es decir, examina los cuidados de enfermería desde sus elementos culturales.
Esta tendencia o modelo cumple el importante papel que debe cumplir la
historia, que es la función de explicar para ayudarnos a los cuidadores a
comprender nuestro papel y poder producir cambios democratizadores en la
estructura sanitaria. En éste sentido y dentro de una ideología de género, los
textos ponen en evidencia las distintas formas de exclusión y manipulación
vividas por las mujeres en contacto con la institución médica. Las profundas
reflexiones acerca del papel de subordinación y absolutamente secundario de
matronas y enfermeras, frente a la hegemonía médica en los últimos siglos,
como resultado de la discriminación de las trabajadoras de la sanidad por
razones de sexo, nos abren una puerta para tratar el tema de la ideología de
género en el campo de la salud desde la corriente de la “Historia
Antropológica”.39
Dentro de ésta tendencia o modelo de aproximación desde la
antropología y las ciencias sociales están los estudios de historia social, que
apuestan por reconstruir la historia de los cuidados de Enfermería a través de
la historia social, donde encaja perfectamente el campo de los cuidados
enfermeros, porque su historia es una historia desde abajo, cuyos actores y
escenario están en contacto directo con el mundo marginal de pobres,
enfermos y desvalidos, con la gente de la calle que pierde la salud, a menudo
por la miseria y falta de recursos; y es además la historia de cuidadores que
37
Domínguez Alcón, C. (1986): Los cuidados y la profesión enfermera en España.
Madrid. Pirámide. 38
Eseverri Chaverri, C.(1995): Historia de la enfermería española e hispanoamericana.
Madrid. Univérsitas. 39
González Canalejo C. y Márquez Membrive J. (2000)“¿Hacia dónde va la historia de
la enfermería?”. Cultura de los cuidados. Año IV. Nº 7 y 8.
42
simultanean las tareas de las instituciones hospitalarias en las que trabajan
con la asistencia domiciliaria, y que interactúan con lo que hoy se denomina
“el sujeto social”.40
Dentro de éste campo, que bien se podría considerar
como el de la microhistoria antropológica, González Canalejo y Márquez
Membrive proponen diversos temas de investigación, como el de la trilogía
religión-enfermedad y remedios populares. Experiencias determinadas en el
proceso salud-enfermedad de individuos, familias y grupos sociales, el
comportamiento de los pacientes ante la muerte, aspectos de salubridad de
una comunidad teniendo la salud como indicador de bienestar social, por
ejemplo el estudio de los condicionamientos sociales y su relación con las
epidemias y la higiene pública en cualquier periodo de la historia.
3. Otra corriente es la que se centra en estudios que profundizan en el proceso
de profesionalización de la Enfermería. Un ejemplo es el de M. Santo
Tomas; quien se centra en proporcionar una visión global acerca de las
causas que han favorecido el hecho de que la profesionalización de la
Enfermería, dentro de un marco laboral y de laicización de las enseñanzas a
los cuidadores, se haya realizado en nuestro país mucho más tarde que en el
resto de los países de cultura occidental.41
Dentro de éste modelo, hay
trabajos que analizan el control e influencia que la Iglesia ha ejercido en el
desarrollo de la profesionalización enfermera a lo largo de los siglos, tanto
en la enseñanza como en la administración de las instituciones prestadoras
de cuidados.42
Dentro de ésta tendencia, hay autores como González Canalejo
y Márquez Membrive, quienes consideran que a menudo falta objetividad
dentro de ella; es decir, respecto al tema eclesiástico consideran que es un
campo necesario para profundizar debido a la escasez de estudios
comparativos respecto al modelo pedagógico de las escuelas no católicas
europeas en relación a las escuelas de los países de la cuenca mediterránea,
las cuales siguieron bajo el control de la Iglesia católica de forma
ininterrumpida a lo largo de la historia. De ésta forma se podría entrar de
lleno en las causas que frenaron el proceso de profesionalización e
40
González Canalejo C. y Márquez Membrive J. (2000). Ibidem. 41
Santo Tomás M. (1994), en C. Fernández Ferrín y otros, Máster de Enfermería,
Enfermería Fundamental. Masson. Barcelona. Pgs. 3-131. 42
Hernández Conesa J. (1995). Historia de la Enfermería, un análisis histórico de los
cuidados de enfermería. Madrid, Interamericana McGraw-Hill.
43
institucionalización de las enseñanzas en España.43
Y dentro de ésta
tendencia también hay trabajos centrados en aspectos de la docencia (planes
de estudio, perfil docente, aparición de escuelas, funcionamiento…), y en el
asociacionismo profesional.
¿A partir de qué modelo en particular relacionaré la perspectiva de esta
investigación?. He preferido seguir el camino de otros investigadores, sobre todo el de
Márquez Morfín44
, al no relacionar la perspectiva de mi trabajo con un modelo
particular, sino que trato de desarrollar, eclécticamente, varias líneas de investigación,
pero con un eje central, que es la Cultura Sanitara de las autoridades locales. Por tanto,
con el objeto de no aplicar mecánicamente ningún modelo, se ha preferido trabajar una
línea central de estudio, alrededor de ciertas prioridades de investigación:
1. Los planteamientos presentados en los modelos que analizan las condiciones
de vida y salud (Vasco, Laurell, Menéndez), me sirven de punto de partida
para estudiar la enfermedad del cólera en Plasencia; si no de manera formal,
sí para elaborar el orden de prioridades de investigación y una hipótesis de
trabajo; sobre todo al llamar la atención sobre la manera cómo actúa el modo
de vida para permitir la presencia y gravedad de algunas enfermedades.
2. La base teórica del análisis del proceso “salud-enfermedad” puede ser útil
para entender que la enfermedad no es únicamente un proceso biológico,
sino que tiene determinaciones externas; éstas pueden ser sociales,
económicas, ideológicas, etc. Lo cual es necesario considerar en el momento
de hacer interpretaciones de resultados de la investigación. Será necesario
reconocer que no se trata de asociaciones causales estadísticas entre aspectos
sociales y enfermedades, sino que es necesario resaltar los factores causantes
de posibles desigualdades sociales.
3. En la línea central de investigación se hallan relacionadas las ideas acerca de
la enfermedad, se examinará cómo los discursos de las autoridades (locales
sobre todo, pero también provinciales y nacionales), de las instituciones
médicas, de las eclesiásticas, pudieran ser diferentes entre si, o si por el
43
González Canalejo C. y Márquez Membrive J. (2000): Art. cit. 44 Márquez Morfín, L. (1994): La desigualdad ante la muerte en la ciudad de México:
El tifo y el cólera. Siglo XXI. México.
44
contrario siguen una misma línea, acorde con la seguida por las autoridades
locales; se investigará si las decisiones adoptadas en materia de prevención y
lucha contra la enfermedad iban en consonancia, o no, con intereses
particulares de cada grupo, con el nivel de conocimiento médico del
momento, o vinculados a aspectos de índole cultural tradicional.
4. Desde la microhistoria antropológica me acerco a la vida cotidiana y a una
desigualdad social ante la enfermedad; a su etnografía.
Desde el punto de vista de la ciencia médica, el siglo XIX estaba impregnado de
nuevas ideas y descubrimientos que iban cambiando las concepciones mantenidas
durante siglos; ideas sobre el origen de las enfermedades como castigo divino. A
medida que los conocimientos científicos avanzaban, las grandes epidemias que
asolaban a la humanidad dejaban de ser castigo de Dios por una conducta errada del
hombre y adquirían causas concretas; gérmenes, virus o bacterias. Los avances médicos
llevaban a asociar suciedad, hacinamiento, viviendas inadecuadas y falta de alimentos
con la aparición de ciertas enfermedades. En el siglo XIX cobra vida y adquiere fuerza
la idea de cambiar esas condiciones, así como el tema de la higiene y la sanidad; de esa
manera las autoridades también se enfrentan al problema de organizar y administrar los
servicios de salud, y de tomar medidas sanitarias adecuadas.45
Se trata de indagar en la cultura sanitaria, es decir, las actitudes de las
autoridades y de los médicos respecto a la enfermedad, su etiología, mecanismo de
transmisión, medidas de prevención y control etc.; así como respecto a su
reconocimiento social y las circunstancias especiales que la rodearon, y las teorías,
conceptos e ideas que daban respuesta a tales interrogantes, las explicaban y que sirven
de base para la asistencia social.
Seleccionado el tema en el que se centra la investigación y la proposición de la
metodología para abordarlo, el siguiente paso será acudir a las fuentes, es decir será
necesario llevar a cabo todo el trabajo de acopio de información. El material que
considero necesario para la elaboración de ésta tesis, tanto en lo referente a las fuentes
primarias como lo relativo a la bibliografía crítica, aparece detallado en el apartado
45 Sigerist, H. (1984): Hitos en la historia de la salud pública. Siglo XXI Editores.
México.
45
reservado a la bibliografía. La búsqueda documental y la recogida se ha realizado en
diversos archivos y bibliotecas, principalmente el Archivo Municipal de Plasencia, en
el que se han revisado los libros de actas de sesiones municipales, actas de la Junta
Municipal de Sanidad, y el Boletín Oficial de la provincia; también el Archivo de la
Catedral de Plasencia, donde he consultado sus actas capitulares; y el Archivo histórico
provincial. De los Registros parroquiales he recogido la información necesaria para
evaluar la mortalidad por cólera, y las bibliotecas visitadas (la nacional, la municipal de
Plasencia y la del centro universitario de la Uex), me han aportado abundante
bibliografía sobre la epidemia con fondos desde 1833 hasta la actualidad.
La labor de recogida y revisión de documentación bibliográfica tiene como
resultado la elaboración de un doble fichero:
1. Fichero bibliográfico: En él se pretende incluir la información necesaria relativa
al tema de investigación, y me sirve además para detallar al final del trabajo la
relación de la bibliografía consultada. Al elaborar cada ficha bibliográfica, si se
trata de un libro se anota con mayúsculas las iniciales del nombre, luego en
minúsculas los apellidos, seguido del título, en cursivas, lugar de edición, editorial
que lo publica y año de su publicación. Si se trata de artículo de revista aparece
apellidos y nombre del autor, a continuación título del artículo, entre comillas, el
título de la revista en cursivas, el lugar de la edición, mes y año de la publicación
y número de las páginas que ocupa el artículo en la revista. La consulta de libros y
artículos publicados sobre la materia en la que se centra la investigación me
proporciona información relevante para enmarcar el tema de estudio, sirviéndome
de base para encajar comparativamente mis posibles aportaciones sobre las
investigaciones ya realizadas con anterioridad.
2. Fichero de contenidos: La consulta de publicaciones va generando a su vez un
fichero de contenidos, en el que he ido reseñando y sintetizando la información
más significativa de cada una de las obras consultadas. En cada ficha de contenido
se indica la palabra o palabras clave (descriptores) que hacen referencia al aspecto
concreto del tema de investigación al que se alude en cada ficha. Con ello se da
operatividad a su posterior uso. De cada ficha de contenido va surgiendo a su vez
un subfichaje. Elaboradas las fichas de contenido se van ordenando siguiendo un
criterio de catalogación por apartados de la tesis y por orden cronológico. Por
46
último he de decir que a efectos prácticos en éste fichero dejo constancia también
de autores y de donde procede la información.
En cuanto a la documentación primaria, es decir, la procedente de actas de
sesiones, boletines, bandos, cartas, etc.; provinientes de los archivos consultados, ya sea
impresa o manuscrita, y que constituye la base argumental en la que se sustenta mi
modesta aportación al conocimiento de éstos hechos históricos, se analiza con rigor,
teniendo en cuenta el contexto en el que surgen estos documentos. Se realiza un examen
pormenorizado de la temática y datos que me aportan. Con ella también realizo un doble
fichero:
1. Fichero bibliográfico de fuentes primarias: Al igual que con la documentación
bibliográfica, cada documento empleado en la investigación ha sido fichado
convenientemente, al objeto de elaborar el repertorio documental que se incluye
en el informe de la investigación. En la ficha de cada documento se hace constar
los siguientes datos: título del documento, fecha en la que se produce (lugar, día,
mes y año), archivo de procedencia y los datos referidos a su catalogación
(sección y signatura).
2. Fichero de contenido de fuentes primarias: Para cada documento examinado se
va elaborando una ficha de contenidos, similar a la referida a libros y artículos de
revistas. En ella, además de los datos identificativos del documento se incluyen
las ideas principales de la información que proporciona, incluyendo si se estima
enriquecedor, alguna cita literal del documento. En algunos casos, teniendo en
cuenta la riqueza del documento, se transcribe éste en su integridad en el apartado
referido al anexo documental.
Todo este trabajo de recopilación me ha permitido:
1. Definir el objeto de mi investigación y el planteamiento de hipótesis de
partida, además de realizar una acotación cronológica y geográfica del tema
objeto de estudio.
2. Contextualizar la investigación en el ámbito de los estudios ya publicados
sobre el tema.
3. Identificar fuentes primarias consultadas.
4. Exponer los fundamentos que justifican la argumentación de las conclusiones
finales.
47
5. Y por último establecer las conclusiones de la investigación.
4 La mirada antropológica: textos y contextos
Una de las múltiples paradojas de nuestro tiempo es que cuanto mayores son
los avances médicos y cuanto más destacado es el desarrollo biotecnológico más
necesitados estamos de teorías sociales que nos inviten a repensar la salud y la
enfermedad en nuestro mundo desigual y diverso. Por obra de nuestros imaginarios ya
sedimentados estamos demasiado inclinados a percibir la enfermedad como un
fenómeno exclusivamente biológico e individual y a omitir la manera en que las
desigualdades sociales, las estructuras de poder y los modelos culturales afectan y
determinan la salud. Este ejercicio parcial del pensar enmascara algunas evidencias,
como el impacto de la pobreza en la distribución mundial de las enfermedades o la
influencia de la moderna cultura del consumo en las nuevas concepciones sobre el
cuerpo, la salud y la subjetividad. El desarrollo de la biomedicina, con sus horizontes
reales e imaginarios de éxitos terapéuticos que prometen una contínua prolongación de
la vida, no puede sustituir el análisis cultural y sociopolítico de la enfermedad y los
tratamientos médicos.46
Dentro del campo de la Antropología se ha desarrollado un auténtico espacio
especializado, Antropología de la Salud, en torno al complejo salud / enfermedad /
cuidado y en conexión cada vez más fecunda de las ciencias sociales con otras
perspectivas demográficas, clínicas, epidemiológicas, sociológicas e históricas. En éste
campo caben diversas áreas de investigación que se pueden ver representadas en la que
se pretende realizar. Uno es el estudio de diferencias socioculturales en patrones de
morbi-mortalidad, en su distribución o su definición por los propios afectados, o en
cuya epidemiología intervengan factores culturales que requieran intervenciones
específicas y culturalmente adecuadas. Por ejemplo, las diferencias demográfico-
sanitarias que presentan minorías culturales en Occidente; o los síndromes específicos
asociados a ciertos grupos como el Kuru en Nueva Guinea o el LOM en gitanos
búlgaros, o el diseño de intervenciones específicas en relación a la pandemia de SIDA
46
Martínez Hernáez, A. (2008): Antropología médica: teorías sobre la cultura, el poder
y la enfermedad. Barcelona. Antropos Editorial.
48
en poblaciones culturalmente definidas. En relación a ésta última, hace ya más de dos
décadas que emergió, y en el año 2003 se convirtió en la primera causa de muerte de los
menores de sesenta años en todo el mundo (2,2 millones de muertos). En algunos
lugares del planeta como Sierra Leona, en África, ha provocado actualmente la
reducción de la esperanza de vida a tan sólo 36 años, es decir, menos de la mitad de la
que goza un hombre occidental. A éste se ha unido recientemente el temor al SARS
(siglas que en Ingles definen el llamado síndrome respiratorio y agudo), iniciado en el
sudeste asiático. Durante la expansión de la gripe porcina, deberíamos recordar que la
OMS nos alertó sobre las gravísimas consecuencias que podría tener si pasara la cadena
humana otra enfermedad llamada “gripe del pollo”, o la seriedad con que ahora se
declara el Ébola como emergencia sanitaria, y aparece el primer caso en España, siendo
además el primero que se declara fuera de África. La aparición de estas nuevas
enfermedades ha originado el resurgimiento de ciertas actitudes intolerantes que
parecían superadas y que derivan, en el fondo, del temor tan humano a la muerte. Se
puede observar con frecuencia en los últimos años que a la prevención que
habitualmente se siente hacia el que es sencillamente diferente de nosotros se le ha
añadido, como peligroso criterio de rechazo moral, la asociación entre el origen o la
difusión de algún síndrome y la diferencia étnica o sexual. Así, con las primeras noticias
sobre la aparición del SIDA ha sido frecuente encontrar testimonios diversos que la
caracterizaban como enfermedad de los gays. Hoy, tras las noticias alarmantes del
SARS o de la “fiebre del pollo”, es fácil entrever el miedo del Occidente opulento hacia
la pobreza del llamado Tercer Mundo, que parece vengarse de aquél con esta nueva
epidemia.47
Pero es necesario recordar que éstas posturas no son nuevas, la medicina
recuperó entre el siglo VI y XVIII el papel político-social que había ejercido en la
Grecia clásica a través del neohipocratismo, una teoría naturalista sobre las causas de las
epidemias (miasmas y malos aires que emergían de los núcleos de pobreza de las
ciudades), que no cuestionaba los fundamentos de la sociedad y el poder, y que podía
sustentar la prevención y la terapéutica. De ella podía surgir un discurso revolucionario
sobre las causas sociales de la pobreza, o una postura pragmática o acomodaticia
resultante de ver a la pobreza en sí misma como causa de los miasmas.48
47
Beltrán Moya, J. L. (2006): Historia de las epidemias en España y sus colonias
(1348-1919). La Esfera de los libros, S.L. Madrid. 48 Comelles, J.M. y Martínez Hernáez, A. (1993): Enfermedad, Cultura y Sociedad.
Madrid. Edudema.
49
Otra área de investigación puede ser el estudio de las teorías, saberes y
prácticas culturales relacionadas con la enfermedad y curación y que suponen una
alternativa, variación o complemento respecto al sistema biomédico hegemónico:
etnomedicina y etnofarmacología, etnosiquiatría, medicina tradicional, etc. Este campo
no es nuevo y penetrar en él, según el profesor Comelles, representó para el médico
luchar con alternativas sólidamente asentadas, puesto que eran fundamentales para la
reproducción social. Exigió de ellos un profundo conocimiento empírico del papel que
jugaban las prácticas terapéuticas y entidades morbosas delimitadas culturalmente,
puesto que en ellas debía articularse su práctica.49
Es en éste campo donde es necesario
profundizar, según el doctor Martínez Hernáez, ya que por ejemplo el fracaso de las
primeras campañas internacionales de salud pública llevadas a cabo en los años cuarenta
y cincuenta se debe a razones tan evidentes como la falta de sensibilidad ante las
concepciones culturales y las prácticas médicas de las sociedades autóctonas, y aconseja
el conocimiento de la realidad local por parte de los profesionales de la salud para poder
desarrollar con más acierto sus programas de promoción y educación para la salud. El
médico o agente de salud debe tener un adiestramiento antropológico para evitar que se
levanten barreras de resistencia que obstruyan o retarden el éxito de los programas.50
Otra puede ser el área dedicada al análisis del sistema biomédico imperante en
Occidente como un sistema sociocultural, incluyendo el análisis simbólico y cognitivo
de sus presupuestos, teorías y rutinas de intervención, como la etnografía de los
servicios e instituciones que lo configuran; y, por último, la investigación aplicada para
su transformación y mejora.
Una última área de investigación es la que aquí se propone, es decir, la
convergencia entre Antropología y Epidemiología. No se pueden diseñar programas
preventivos sin conocer aquellos aspectos culturales que favorecen o dificultan su
aceptación. Comelles destaca la necesidad de estudiar además las relaciones entre la
salud y las condiciones de vida determinadas por la posición social. Y destaca cómo los
factores patógenos existentes en algunos colectivos eran consecuencia de la posición
social y las variables que ejercían una influencia morbosa sobre la salud e impedían
alcanzar el bienestar, la salud y la felicidad.51
El análisis de las prioridades detectadas
49 Comelles, J.M. y Martínez Hernáez, A. (1993): Opus cit. 50
Martínez Hernáez, A. (2008): Opus cit. 51 Comelles, J.M. y Martínez Hernáez, A. (1993): Opus cit.
50
desde la salud pública para enfrentarse a la epidemia debe contar con la aportación de
las ciencias sociales, particularmente de la antropología. Desentrañar la maraña de
significados, símbolos, comprender las reglas, normas, ideas y creencias que subyacen
y rigen los comportamientos es indispensable para modificar de manera socialmente
aceptable y asumible las conductas implicadas. Para lograr en definitiva que la respuesta
social a la enfermedad sea más acorde a las necesidades de cada tiempo y facilitar la
transición de aquellas formas iniciales y primitivas de alejamiento y huída hacia la
comprensión y la aceptación de la nueva enfermedad.
Con un objetivo específico, como el que aquí se propone, que tiene un
contenido más etnográfico e historiográfico y que tiene que ver con la comprensión de
las funciones sociales que la ciencia ha desempeñado en las relaciones del complejo
salud– enfermedad–sociedad, se hace necesaria también esa convergencia entre
Epidemiología y Antropología. Aunque la epidemiología, como ciencia heredada del
positivismo decimonónico occidental puede enseñarnos la naturaleza biológica de toda
enfermedad, para los historiadores el estudio sobre la incidencia de los episodios
epidémicos del pasado pasa por su contextualización histórica.
Desde la perspectiva holística, con análisis globales de la sociedad, y dentro de
la división artificial de la Antropología Médica expuesta por De Miguel, quien habla de
una epidemiología y estudios ecológicos, un análisis de las actitudes de la población
sobre la sanidad y los sistemas sanitarios, y una etnomedicina o “medicina
popular”,52
ésta investigación se plantea claramente dentro del segundo apartado.
Si el objetivo de ésta tesis es el estudio de la cultura sanitaria, es decir,
actitudes, comportamientos, percepciones y construcciones-representaciones sociales
generadas en las autoridades locales acerca de la enfermedad, el enfoque
interdisciplinario es necesario. Y dentro de éste enfoque interdisciplinario se debe
plantear desde la Antropología de la Salud y la Enfermedad, ya que desde aquí
podremos conocer el significado que la enfermedad adquirió en éste contexto cultural e
histórico y los usos sociales a que se prestó. El análisis de ésta cultura determinada que
se presenta como “otra”, me permitirá percibir su “particular existencia”, y comprender
que “hubo” otras formas de organizar la vida. Pero además, si hablamos de actitudes,
52
Kenny, M. y De Miguel, J.M. (1980): La Antropología Médica en España. Editorial
Anagrama. Barcelona.
51
comportamientos, percepciones, construcciones sociales, opiniones, ideales, etc.,
entramos de lleno en el estudio del mundo de las mentalidades, un campo que surgió
hace ya varias décadas en el seno de la Nouvelle Histoire a través de nombres como
Georges Duby o Jacques Le Goff. Aun sigue teniendo un enorme poder de
convocatoria, debido a su indudable interés para reconstruir lo que se ha denominado el
“imaginario colectivo”, entendiendo por tal cómo los hombres y las mujeres de una
determinada época interpretan su propio mundo. Desde hace varias décadas, la historia
de las mentalidades viene ampliando su campo de investigación a toda clase de temas,
fuentes y campos del conocimiento, entre otros, la Antropología, la Arqueología, la
Historia del Arte y de la Literatura o la Historia Cultural. Para Michel Vovelle, su
análisis constituye la clave de la historia social, entendido como "el estudio de las
meditaciones y de la relación dialéctica entre las condiciones objetivas de la vida de los
hombres y la manera en que la cuentan y aun en que la viven".53
El estudio de las mentalidades en las catástrofes colectivas se presenta muy
complejo, ya que interactúan factores condicionantes de todo tipo y porque son
susceptibles de analizarse desde puntos de vista muy dispares también.
La incorporación de lo “científico” y lo biomédico al repertorio de la mirada
antropológica puede entenderse como una respuesta culturalista y relativista que
amortigua la ofensiva de las teorías biológicas en la exploración de terrenos como la
subjetividad y la cultura con una duda introducida por la puerta trasera. Una duda que
vendría a recordar que la biomedicina y la ciencia son también productos de la vida
social y la imaginación cultural.54
Vemos la enfermedad como construcción social, siendo configurada a partir
de los modelos simbólicos y cognitivos que una sociedad dispone y utiliza para
aprehenderla. Tratar antropológicamente una enfermedad ha sido, en gran medida,
relativizar el saber médico, percibiendo las conexiones existentes entre los paradigmas y
axiomas sobre los cuales se asienta el valor, las representaciones e intereses sociales
más amplios.55
Como apunta Akerknecht, enfermedad y medicina son funciones de la
cultura, evidentemente sobre una base biológica, pero no basta con que uno tenga una
53
Vovelle, M. (1985): Ideologías y mentalidades. Barcelona. Ariel, pág. 19. 54 Martínez Hernáez, A. (2008): Opus cit. 55
Carrera S. Naves Ribeiro, S. y Soares Musumeci, B.: “O tributo a Venus –
Contribucao a historia do combate as doencas sexualmente transmissiveis no Brasil”.
En Cuadernos de Historia e Saúde. Casa de Oswldo Cruz. Nº 2. 1992. Río de Janeiro.
52
infección o esté enfermo, es necesario que la sociedad lo sancione como tal.56
En éste
sentido me pareció importante llevar a cabo un trabajo de acopio de axiomas
etnográficos que recogieran las percepciones médicas acerca de ésta terrible
enfermedad, las concepciones acerca de la contagiosidad o no, las teorías a las que ellos
se adscribían para tratar de explicar las causas de la enfermedad, los consejos y
cuidados que se debían implementar sobre el enfermo, y cómo todo esto se traduciría o
no en las decisiones que en materia de Salud Pública tomaron las autoridades
municipales. Esta tarea de revisión ha quedado ampliamente plasmada en el apartado
segundo, en el que he dejado hablar “largo y tendido” a los propios protagonistas, los
médicos que vivieron y trataron la enfermedad en España.
Pero la Antropología además me ha permitido realizar un trabajo de
etnógrafo histórico mediante un acercamiento al objeto de estudio, que a priori me es
extraño. Siendo ésta una de las características más notables de la antropología, tal
aproximación a una nueva realidad, como cualquier etnógrafo o antropólogo, la realizo
en gran parte mediante la convivencia con el grupo de actores sociales que pretendo
investigar (miembros de la Junta Municipal de Sanidad, autoridades municipales,
eclesiásticas, militares, etc.).
Cualquier enfermedad, cualquier epidemia sólo adquiere sentido e
importancia dentro de un contexto humano por las formas en que se infiltra en la vida de
sus gentes, por las reacciones que provoca y por el modo en que da expresión a los
valores culturales y políticos de una época determinada, que trata de enfrentarse
colectivamente a aquella. La propia etimología de la palabra griega epidemos (sobre el
pueblo) confirma plenamente esta idea.
Evidentemente no dispongo de una máquina del tiempo que me sitúe en esos
años del siglo XIX, ni conozco a nadie que viviera entonces, y mucho menos que fuera
miembro de la Junta de Sanidad Municipal, por ejemplo. Por lo que la revisión de
fuentes documentales como las actas de dicha Junta, las actas capitulares, etc.; me van a
permitir realizar una etnografía histórica presentándo un escenario teatralizado, directo,
una representación de un aquí y ahora específico. Me va a permitir además “escuchar
voces diferentes”, apreciar dudas y vacilaciones, alcanzar en definitiva un
acompañamiento insonoro del discurso, aunque privándome de ese “puesto de honor”
56Ackerknecht,E.H. (1985): Medicina y antropología social. Madrid. Akal/Universitaria.
53
del que disfruta todo etnógrafo: el poder ser partícipe activo e “in situ” de la escena que
pretendo investigar.
¿Podemos decir entonces que se trata de una etnografía histórica?, bajo estos
planteamientos apuntados en el último párrafo me sumo parcialmente a los antropólogos
que defienden la idea de que es posible aplicar, por lo menos parcialmente, el programa
metodológico de la etnografía en terrenos históricos. Reconocen que el trabajo de
archivo no es monopolio de los historiadores, que es posible promover un enfoque de
los archivos que no sería “extractivo” sino “etnográfico”. Se trata, en particular, de
intentar recuperar algunas voces habitualmente difíciles de oír, voces que a priori se
considera que “escapan a los archivos”. Pero a pesar de éste reconocimiento de la
posibilidad de trabajar con la dimensión temporal dentro y desde una perspectiva
antropológica, asumo que el campo de la etnografía histórica sigue muy inestable, a no
ser que se convierta en etnohistoria o que las fuentes documentales se analicen desde el
punto de vista y la mirada etnológica.
Antes de su triste fallecimiento, tuve la suerte de coincidir en un curso de la
Universidad de Extremadura con el Dr. José Antonio Fernández de Rota, un
antropólogo que profundizó en el campo de la etnografía y antropología histórica, y al
que planteé mis dudas en éste campo. Él me explicó entonces cómo actualmente se
aceptan los trabajos de antropología y etnografía histórica en los que se trata de
contextualizar al máximo y dar el relieve más cercano posible a los personajes y grupos.
Por otra parte me posiciono cercano a Carmelo Lisón, antropólogo que defiende que es
posible escudriñar aspectos del pasado con lupa antropológica, que historia y
antropología se superponen, que ambas disciplinas estudian al otro, distante en espacio
o en tiempo, siempre diferente y difícil de entender, alteridad, diferencia y distancia,
voces extrañas, discursos mentales ajenos que se dan y producen al otro lado de nuestra
frontera por lo que es necesario traducirlos. Antropología e historia tienen que hacer
hablar a los silencios de los documentos, reconstruirlos, rellenar huecos, tolerar cierta
incertidumbre, ser un tanto generoso con los datos57
. Hacerles hablar, pero también
formularles preguntas inteligentes.
57
Lisón Tolosana, C. (1996): “Antropología e Historia: diálogo intergenérico”. Revista
de Antropología Social, nº 5. Servicio de publicaciones, UCM.
54
La fuente principal de éste trabajo son las actas de la Junta Municipal de
Sanidad Placentina, un conjunto de textos que pueden reflejar no sólo las diferentes
voces que hablan en él sino la cultura de una época, y más concretamente la cultura
sanitaria. Desde ésta perspectiva, estoy de acuerdo con la antropóloga Beatriz Moncó,
cuando escribe que los textos nos están hablando de unos actores socio-culturales, de
sus instituciones, de sus construcciones mentales, de sus creencias, símbolos y
realidades y de cómo éstas se configuran para alertarnos sobre problemas existenciales,
de pasiones humanas, de imbricaciones y usos del poder y la autoridad. Me posiciono
también cercano a ésta autora, quien no borra las líneas que separan antropología e
historia, sino que muestra dónde y cómo se cruzan en unas fronteras mucho más porosas
de lo que a simple vista parecen. Ambas disciplinas se asemejan, se ayudan, en
ocasiones se entrecruzan, pero también ambas se distinguen. La mayor diferencia viene
por lo más característico del trabajo etnográfico, es decir, la experiencia de la palabra
directa, la convivencia con el actor social, el “estar allí”.58
Referido por Clifford Geertz
a la antropología y la escena de la escritura en su celebre obra: El antropólogo como
autor (1989). Bien es cierto que el etnógrafo tiene luego que traducir a texto lo vivido y
experimentado, y que quizás por esto mismo una etnografía histórica pueda partir de
textos escritos por otros que recogieron el momento; que al penetrar en el texto, el
etnógrafo puede observar cómo revela significado, intención, valor y generalidad. Que
seguramente también los textos hablen y que hay que saber escucharlos, preguntarles y
desmenuzarlos. Que también ofrecen silencios, huecos, y algunas veces datos falsos por
error o intención, elementos éstos últimos que no deben ser escollos, sino faros que
guían nuestra investigación, que exigen la búsqueda de nuevos datos, etc. El resultado
final de éste quehacer interpretativo de continua devolución del texto al contexto para su
exégesis será interpretar aquello que significa la nueva enfermedad del cólera-morbo
para los propios actores.
A día de hoy ese no poder estar presente y vivir en un aquí y ahora específico
como el que se estudia en éste trabajo, un tiempo histórico-pretérico, supone para mí
una puerta infranqueable que me permita llamar a éste estudio etnografía histórica.
Defiendo esa frontera porosa en la que el etnógrafo poco a poco se va convirtiendo en
un micro-historiador, y por ello prefiero llamar a ésta investigación estudio Etnográfico
58
Moncó, B. (2000): “Antropología e Historia: un diálogo interdisciplinar”. Revista de
Antropología Social, 9: 159-176. UCM.
55
Histórico. En suma: sobre fuentes historiográficas, documentales, proyectar la
sensibilidad antropológica.
56
57
II.
AXIOMAS ETNOGRÁFICOS
SOBRE EL COLERA-MORBO
ASIÁTICO CONSIDERADO
INDIVIDUALMENTE.
58
A modo de presentación de esta mortífera enfermedad infecciosa digamos que
se caracteriza por un cuadro clínico de vómitos, deposiciones alvinas, acuosas y
copiosas, calambres, postración y supresión de orina. Su origen se halla en el bacilo
vírgula, vibrio comma, descubierto por el bacteriólogo alemán Robert Koch en 1883, y
se transmite por conducto digestivo al ingerir agua, bebidas o alimentos contaminados
por heces infectadas por el cólera, por manos sucias o material infectado. La
enfermedad se caracteriza por una gran letalidad, sobreviniendo la muerte por
agotamiento, asfixia o congestión pulmonar. Se ha comprobado que la falta de líquido
puede resultar fatal, si es que no se contrarresta rápidamente con una terapia hidratante,
ya que el enfermo puede llegar a perder hasta un 10% de su peso en cuatro horas. Para
hacernos una idea de la importancia de un eficaz tratamiento médico conviene saber que
un colérico puede restablecerse en veinticuatro horas con los debidos cuidados, o morir
en seis sin ellos; de ahí se desprende la enorme inquietud y frustración que causó la
enfermedad en una época en la que se desconocía su etiología y contra la que nada
pudieron hacer los remedios médicos clásicos.
Investigando la posición científica, nuestro interés se centrará ahora en los
presupuestos teóricos desde los que se afrontó la gran incógnita del cólera durante su
primera visita a España en los años 1833 y 1834: de qué modo interpretó su naturaleza,
cuáles fueron a su juicio las vías de transmisión, qué métodos se recomendaron para su
prevención, la terapéutica empleada, el cuidado de los enfermos etc. Para ello he
acudido a la Biblioteca Nacional, y los fondos etnográficos que la misma me ha
aportado son básicamente publicaciones que se movían en dos frentes; preventivo y
curativo; el primero consistía en la publicación de instrucciones populares para que el
pueblo pudiese conocer los pormenores del mal. Se trata de textos de médicos que
podemos considerar como auténticos cronistas observadores directos de los
acontecimientos. Las publicaciones utilizadas como fuentes etnográficas son las
siguientes:
- “Instrucción clara y sencilla para todas las clases del pueblo sobre los medios
más convenientes y seguros de precaverse del cólera-morbo asiático, y curarse
de sus primeros ataques”. Publicado en Barcelona en 1834, siendo su autor el
Dr. D. Félix Janer.
- “Instrucciones generales sobre el modo de precaverse del cólera-morbo
epidémico, con indicaciones acerca de su método curativo”. Publicado en
Madrid en 1834. Su autor el Dr. D. Mateo Seoane.
59
- “Instrucción Popular formada por la Comisión Central del Consejo de Sanidad
y aprobada por la Prefectura de Policía de París”. Traducida al castellano.
Madrid 1832.
- “Observaciones sobre la curación del cólera asiático”. Publicadas en Madrid en
1834. Su autor el Dr. Stevens, siendo traducidas del inglés por el Dr. D. José
María Velázquez.
- “Breve descripción del cólera-morbo oriental, que se padeció en la ciudad de
Sevilla en los meses de septiembre, octubre y parte de noviembre del año de
1833”. Publicada en Barcelona en 1834. Su autor el Dr. D. Francisco De Paula
Folch y Amich.
- “Cartas sobre el cólera-morbo”. Publicadas en Zaragoza en 1834. Su autor el
Dr. Gillrrest.
- “Historia de la epidemia llamada cólera-morbo, que ha sufrido Sevilla en 1833,
seguida de algunas reflexiones sobre el variado asiento, naturaleza y método
curativo de ésta enfermedad, y sobre la tan controvertida cuestión del contagio”.
Publicada en Sevilla en 1834. Su autor el Dr. Francisco Porrúa y Velázquez.
- “Memoria histórica del cólera morbo epidémico, con la exposición de sus
causas, síntomas, naturaleza, duración, terminaciones, pronostico, curación y
medios de precaución”. Publicado en Madrid en 1834. Su autor D. Mariano
González Sámano y Carranza.
- “Informe general de la comisión facultativa enviada por el gobierno español a
observar el cólera-morbo en países extranjeros”. Publicado en Madrid en 1834.
Sus autores los Doctores D. Lorenzo Sánchez Núñez, D. Pedro María Rubio y D.
Francisco De Paula Folch.
- “Observaciones sobre el cólera-morbo de la India”. Publicadas en Madrid en
1832. Su autor el Dr. D. Antonio Ortiz de Traspeña.
La lectura de éstas primeras monografías, y en general las que vendrían después
muestran una enfermedad de fácil transmisión y diseminación, es decir, condiciones
tales que le van a permitir expandirse de manera epidémica y pandémica. Los relatos de
los coetáneos podrían perfectamente confundirse con el de la peste. Pero es más, si
hablamos de las revisiones históricas contemporáneas sobre el cólera observamos
referencias contínuas a unas pésimas condiciones higiénico-sanitarias que hacen de la
enfermedad como algo inevitable, pero situándo ésta pandemia y las que vendrán
60
después a lo largo del siglo XIX como algo distante temporalmente y parecería que
incluso superado; pero desgraciadamente no es así, el cólera sigue siendo hoy en día una
amenaza.
2.1. Teorías patogénicas sobre el cólera-morbo asiático
Durante la primera visita del cólera existieron en Europa y en España tres
principales teorías patogénicas sobre el morbo: la humoral, la gastroentérica y la
nerviosa. El término “humoral” procede de la época de la medicina hipocrática, en la
que los líquidos orgánicos recibían el nombre de “humores”, y la alteración de los
mismos se consideraba la causa de la enfermedad. A principios del siglo XIX se
instaura el humoralismo en las Facultades de Medicina como una recuperación teórica
del hipocratismo. Esta corriente, al llegar a la mitad del siglo, se ve enfrentada con la
corriente anatomoclínica. Al aplicar ésta el método científico en su desarrollo de la
teoría celular, con la demostración del origen de la enfermedad en la lesión de la célula
(Virchow), junto a la incapacidad por parte de la teoría humoral para integrar el estudio
de los humores en una vía más rigurosamente científica, da como resultado la
implantación de la teoría celular como base de la medicina académica. A partir de ese
momento las técnicas de la medicina humoral quedaron relegadas al ámbito de la
medicina popular. Los médicos defensores de la teoría humoralista encontraban en la
alteración circulatoria, sanguínea, la sede originaria de los fenómenos patógenos, bien
como resultado de un “envenenamiento miasmático”, bien por la constitución de una
“diátesis colérica” producida por la causa general epidémica que podía traducirse
incluso por una “debilidad de los ventrículos cardíacos”. El resultado, de cualquier
manera, sería el estancamiento sanguíneo y la pérdida de sus características por la
sangre arterial, que se haría semejante en todo a la venosa. Según Rodríguez Ocaña, no
se puede decir explícitamente que existieran médicos españoles defensores de ésta
teoría, exceptuando la obra de un oscuro licenciado madrileño, José Lanzarot. 59
59 Lanzarot y Cortés, J. (1832): Conjeturas fisicoquímicas sobre la causa de la epidemia
considerada hasta ahora como Cólera-Morbo. Nueva teoría Imp. Jordan. Madrid.
61
Otra fue la teoría gastroentérica o inflamatoria, que suponía que la lesión
primaria era de carácter inflamatorio, afectando al tracto gastrointestinal. Sus partidarios
se reclutaron especialmente entre los médicos seguidores de la “medicina fisiológica”
de F.J.V. Broussais (1772-1838), notablemente numerosos en España en 1833.60
En
1834, cuando el cólera ya había pasado por la casi totalidad de la península, los médicos
que convivieron con la enfermedad en Madrid, redactaron en el Boletín de Medicina,
Cirugía y Farmacia lo que sigue: “El Dr. Broussais, y con él muchos de sus discípulos y
partidarios han sostenido que el cólera es una inflamación violenta de la mucosa del
tubo digestivo, aunque producida por una causa especial, si bien desconocida, y por lo
mismo acompañada de síntomas peculiares y de una rapidez y violencia inusitadas.
Esta opinión es a nuestro modo de ver la que más se aproxima a la verdad de todas
cuantas se han emitido hasta el día, por más que sus antagonistas crean haber probado
lo contrario, y así lo publiquen en un aire de triunfo; puesto que las razones que alegan
para demostrar su falsedad están muy lejos de ser convincentes. Procuraremos
hacernos cargo de los principales, para demostrar la exactitud de lo que acabamos de
decir”.61
Por último la teoría nerviosa o espasmódica, cuyos partidarios afirmaban que la
lesión central y primitiva radicaba en el sistema nervioso, para unos en el “sistema
espinal”, para otros en el “gangliónico o simpático”. Esta lesión ocasionaba una falta de
inervación de la economía con una rápida disminución del tono vital y cese de la
circulación sanguínea en la periferia. Defensor notable de esta teoría fue Mateo Seoane.
2.2. Sensación subjetiva de la enfermedad según autores de la
época
Las enfermedades y sus síntomas, al igual que la vida cotidiana, son
construcciones de significado que se articulan en un contexto cultural.62
A partir de
60
Rodríguez Ocaña E. (1982): “Higiene y terapéutica anticolérica en la primera
epidemia de cólera en España, 1833-1835”. Asclepio, 34: pgs. 71-100. 61
Biblioteca Nacional de España: Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves, 20
de noviembre de 1834. 62 Martínez Hernáez, A. (2008): Antropología médica. Teorías sobre la cultura, el poder
y la enfermedad. Anthropos. Barcelona.
62
1831, coincidiendo con los años del azote del cólera, se produjo en España una
avalancha de monografías referidas al desarrollo que la enfermedad había tenido en los
distintos países europeos. En febrero de 1832, Fernando VII envió a París, Viena y
Munich una comisión de médicos con la finalidad de estudiar a fondo la enfermedad. En
su informe, los médicos que convivieron con el cólera en éstas ciudades y otras decían:
“El cólera-morbo epidémico oriental presenta una serie de síntomas tan constante en
la mayor parte de los sujetos que la padecen, que no es fácil confundir ésta enfermedad
con otra alguna. Los primeros casos que aparecen en un pueblo pueden hacer vacilar a
los médicos que no hayan tenido aún la triste ocasión de observar el mal; pero luego
que éste ha atacado a un cierto número de sujetos no le desconocerá el que haya
estudiado bien sus caracteres”.63
Los médicos españoles no estaban exentos de información y la sensación
subjetiva de la enfermedad o los indicios de ella se empiezan a describir. Una de éstas
descripciones aporta información que explica el interés por el tema: “... mareos,
vómitos, agitación nerviosa, pulso débil, despeños que depositan una materia acuosa,
las facciones se contraen, los ojos se hunden, todo el cuerpo adquiere un color
aplomado azul..., la piel se pone fría, la secreción de orina se suspende del todo..., el
síntoma más urgente y peculiar es la depresión de los espíritus vitales..., el enfermo
deberá envolverse en mantas, procurando conservar el calor...”. La experiencia en
Europa era la que servía en la práctica para el conocimiento en nuestro país, por lo que
las referencias a ella eran continuas: “...si es cierto, como asegura, que en muchos
pueblos del Norte, del Este de Alemania y en Francia ha precedido a la aparición, el
catarro convulsivo”.64
También desde Paris en 1832 se reciben instrucciones en torno a las medidas para
precaver la invasión del cólera-morbo, así como los medios más convenientes y seguros
de disminuir sus estragos en caso de que llegue a propagarse. Y en referida instrucción
se describe la conducta que ha de observarse cuando se declara el cólera-morbo en un
individuo, destacando la necesidad de conocer las primeras señales que indicarían en
una persona el ataque de Cólera-Morbo, ya que se había evidenciado un mayor éxito de
63
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y de Paula Folch, F. (1834): Informe general de
la comisión facultativa enviada por el Gobierno Español a observar el Cólera-Morbo
en países extranjeros, Remitido desde Berlín el 31 de mayo de 1833 por los profesores
comisionados por S.M. Madrid. Imprenta Real. 64
Rodríguez Flores. M.P. (1991): Morir en Badajoz. El cólera de 1833. Medicina y
Sociedad. Badajoz. Uex. Pg. 23.
63
los cuidados si éstos eran iniciados con prontitud. Citaban una serie de señales, no
necesariamente de aparición en el orden que exponían, ni presentes en su totalidad en
todos los enfermos, pero la sola presencia de alguna de ellas se hacía necesaria la
llamada al médico:
“Flojedad repentina, o sensación instantánea de fatiga en todos los miembros;
Cierta pesadez de cabeza, análoga a la que se experimenta con el tufo del
carbón; Vértigos, aturdimiento de cabeza: cierta palidez del rostro, unas veces
aplomada, y otras azulada; manifestándose al mismo tiempo una alteración
particular en todas las facciones; el modo de mirar es algo extraordinario, y los
ojos pierden su viveza y brillantez, el apetito disminuye, y el enfermo tiene sed y
deseos de satisfacerla con bebidas frías; padece cierta opresión y angustia en el
pecho, y una sensación ardorosa en la boca del estómago, latidos momentáneos
en las costillas falsas (es decir, en las costillas que se hallan partiendo de la
boca del estómago hacia los vacios); rugidos de tripas acompañados sobre todo
de cólicos, y a continuación de ellos evacuaciones o cursos de vientre: con éstas
evacuaciones parecen disminuirse en ocasiones los dolores: la piel se queda fría
y seca, y algunas veces se cubre de un sudor frío. Hay enfermos que
experimentan escalofríos a lo largo del espinazo, y una sensación particular en
los cabellos, como si se soplase en ellos un aire frio”.65
En 1834 en España se publicaron unas cartas que habían sido traducidas del
inglés, y que a su vez fueron publicadas en Londres durante los meses de septiembre,
octubre y noviembre de 1831. El autor, el Dr. Gillrrest, era portador de una gran
extensión de conocimientos médicos sobre la enfermedad, fruto de su experiencia
práctica con la misma. El Dr. Gillrrest fue inspector general de hospitales en su país, y
al momento de publicarse en España la traducción de sus cartas era médico general de la
guarnición de Gibraltar. Fruto de su experiencia londinense describía una enfermedad
con síntomas totalmente semejantes a los del cólera de la India o Rusia, y negaba a su
vez su carácter transmisible: “colapso, frialdad mortal con una piel pegajosa,
irritabilidad del estómago, y portentosa evacuación de un fluido opaco seroso (sin
mezcla de bilis en mínimo grado) con la correspondiente contracción de la carne y
65 Instrucción Popular formada por la Comisión Central del Consejo de Sanidad y
aprobada por la Prefectura de Policía de París (1832). Traducida al castellano. Madrid.
Miguel de Burgos, impresor por S.M. de la Real Junta de Aranceles.
64
tegumentos, los extremos lívidos y sin pulsación, el aspecto cadavérico y hundimiento
de los ojos, el desasosiego tan grande que el paciente no podía permanecer un
momento en ninguna postura; más a pesar de todo esto, nadie imaginó que ésta
enfermedad fuese comunicable, ni en tales ocasiones se tomaron medidas de
precaución para impedir la propagación del mal, y no le siguió una propagación
epidémica.66
Cualquiera que fuera la causa del cólera, algunos autores se atrevieron a afirmar
que era la sangre el primer componente del cuerpo que sentiría su efecto, Sámano, por
ejemplo, la consideraría de éste modo una enfermedad puramente humoral, y la
inflamación observada sobre todo a nivel digestivo sería consecuencia de la plasticidad
sanguínea, mostrando como prueba de tal aseveración, la rápida coagulación de la
sangre extraída al enfermo. El admitir ésta hipótesis le permitía a su vez explicar la
sintomatología de la enfermedad, es decir, debido a la plasticidad de la sangre, su
circulación a través de los grandes y pequeños vasos se vería dificultada, y tendería a
concentrarse tanto en los grandes troncos como en las vísceras: “Ve aquí el pronto
desarrollo de los síntomas de diversa naturaleza, rapidez con que el mal corre, su
marcha, y lo que es aún más a tener en consideración, su tan deletérea acción.
Explicado esto así no tendremos inconveniente en creer con unos prácticos en que el
cólera es de naturaleza inflamatoria, con otros nerviosa, pues de cualquiera manera
esto será siempre un efecto de la plasticidad de la sangre y de su acción sobre los
centros de la vida. Si no quisiéramos admitir estas razones por creerlas hipotéticas y
puramente escolásticas, pudiéramos muy bien hallar una en su favor en el modo de
obrar de la sangría en los coléricos, pues según que en las otras inflamaciones
comunes obran las emisiones sanguíneas disminuyendo la irritación que ha dado
margen al aflujo de humores en el órgano enfermo; aquí según yo contemplo es al
contrario, pues la sangre no hace otra cosa a su salida que presentar vacío en el
sistema arterial para el mejor círculo de la restante, de suerte que he visto los más
grandiosos efectos de ésta evacuación practicada con constancia hasta la presentación
de serosidad, en cuyo tiempo el equilibrio circulatorio se ha formalizado, y es cuando
se presenta la reacción; si esto no se consigue, si la masa sanguínea no puede
disminuirse, especialmente en el periodo de reconcentración interior, o bien equilibrar
66
Gillrrest (1834): Cartas sobre el cólera-morbo. Publicadas en Zaragoza. Imprenta de
Roque Gallifa. Pg: 15.
65
la circulación interior con la exterior por medio de los revulsivos, los enfermos perecen
indudablemente, no porque los mate la inflamación tal o cual, sino porque se les
asfixian los órganos y centros interiores por la acumulación en ellos de una sangre
espesa, plástica, hidrogenada y hasta cierto punto inservible para la nutrición
molecular orgánica”.67
Otro autor inglés, Stevens, cuyas observaciones fueron traducidas al castellano
por el Dr. José María Velázquez, quien fuera Ayudante Director del Cuerpo de Médicos
Cirujanos de la Real Armada, diría que independientemente de la causa primera del
cólera, sería sumamente probable que ésta residiera en el aire de los lugares infectados
en forma de veneno que contagiaría la atmósfera, de tal manera que al respirar éste se
introduciría en vía pulmonar, pasando a circulación arterial, siendo por tanto la sangre el
primer elemento del cuerpo en sentir el efecto de esa supuesta causa remota, y
presentaba como prueba los siguientes hechos:
“Primero.- Cuando se sangra a una persona después de haber sido
expuesta a la acción del veneno del cólera, pero antes de desarrollarse
en ella la enfermedad, la sangre no solo sale más oscura y enferma en
la apariencia, sino que por su exposición al aire toma un color azulado
que nunca la adquiere la de los individuos que no han sido expuestos a
la acción del expresado veneno.
Segundo.- Si mezclamos sal común con la sangre que se halla bajo la
influencia del veneno colérico, se vuelve más roja, pero no toma aquél
brillante color arterial que la misma porción de sal da a una cantidad
igual de sangre sana.
Tercero.- Los agentes que obran directamente sobre el sistema nervioso,
producen siempre un efecto inmediato, como sucede por ejemplo con la
luz respecto de la retina; más aquellos que los padecen por el
intermedio de la sangre obran lentamente, puesto que primero
impresionan a ésta y después al corazón, al cerebro y demás sólidos; y
ésta es la razón porque el veneno del cólera no produce ningún efecto
67
González Sámano. M. (1834): Memoria histórica del cólera-morbo epidémico, con la
exposición de sus causas, síntomas, naturaleza, duración, terminaciones, pronóstico,
curación, y medios de precaución. Madrid. Imprenta de Verges. Pgs. 58-61.
66
sensible hasta pasadas veinte y cuatro horas cuando menos de su
introducción en la economía”.68
Este mismo autor hablaría de la diarrea como un síntoma que precedía al
cólera, y que consideraba como el primer período de la enfermedad. Esta diarrea,
producida según él por el veneno del cólera, se presentaría de un modo peculiar y
diferente, que facilitarían su distinción con una diarrea común, y es que la observada en
el enfermo de cólera rara vez era precedida de molestias, de inicio súbito y violento. El
resto de la sintomatología la describía así: “En el segundo experimenta además el
paciente una sensación incómoda en el estómago, y arroja por arriba y por abajo
cantidades considerables de un líquido que tiene muchísima semejanza con el agua de
arroz; en éste periodo atormentan mucho al enfermo los calambres fuertes,
particularmente en las extremidades; sobreviene al mismo tiempo una repentina
postración de fuerzas; el pulso en la radial se hace repentinamente muy pequeño y a
poco rato casi no se percibe. En el tercer periodo, este desaparece enteramente, la piel
se arruga, las extremidades se enfrían, se ponen azules y en algunos casos casi negras;
las facciones se contraen, los ojos se hunden profundamente, la voz se pierde casi del
todo, el aire que se espira es frío y la lengua lo está tanto como el hielo; los riñones y el
hígado cesan enteramente de desempeñar sus funciones respectivas, hay una grande
opresión en el corazón, y si el enfermo queda abandonado a sí mismo, o se somete a un
método curativo indiscreto, la muerte en muy corto plazo pone fin a sus padecimientos.
Tal es el bosquejo de los síntomas”.69
Pero continuemos con las descripciones realizadas por autores de la época. Por
ejemplo Sámano, gran conocedor de la epidemia, dirá: “... en 1832 permanecíamos
impasibles, como desafiándola, siendo tan incrédulos en nuestra invulnerabilidad, que
no despertamos del letargo hasta después de transcurridos ocho meses”. El mismo
autor en 1833 describe la enfermedad como “... intoxicación aérea ocasionada bien sea
por un cuerpo sólido o gaseoso de naturaleza miasmática, o por uno de los elementos
que constituyen el aire atmosférico”. De Sámano es también la consideración de una
68
Observaciones sobre la curación del cólera asiático (1834). Por el Dr. Stevens.
Traducidas del Inglés por el Dr. D. José María Velázquez, Ayudante Director del
Cuerpo de Médicos Cirujanos de la Real Armada”. Madrid. Imprenta de Don Pedro
Sanz. Pgs. 3-4. 69
Ibidem. Pgs. 4-5.
67
enfermedad rápida, como toda enfermedad nerviosa, y reconoce por otra parte como
posible la influencia atmosférica en el desarrollo del cólera, pero no para el efecto.70
En 1833 ya se considera como enfermedad infectiva, contagiosa y epidémica, lo
cual supone una propagación por infección y en poco espacio de tiempo, también por
contacto. Se distinguía en estos momentos, si atendemos a las palabras de D. Florencio
Gómez, facultativo que asistió la epidemia en Badajoz, entre colerilla o colerina, y un
cólera grave, siendo el primero, según anota, “una afección despreciable si se sabe
dirigir”. Palabras confirmadas por el Dr. Folch en su informe en el que afirma “que el
cólera leve o colerina se ha curado casi siempre, resultando ser el grave el que ofrece
la mortandad”.71
Ante la realidad del cólera, se reconocía que “no sabemos lo que es y
es evidente su carácter transmisible, pues los pueblos que se han aislado completamente,
se han librado de él”. Su cualidad de epidémica explica la importancia concedida a este
tipo de enfermedades desde el punto de vista histórico.72
Descripción realizada de la sintomatología por la comisión facultativa enviada al
extranjero:
El primer médico de Cámara, don Pedro Castelló, consiguió de Fernando VII la
autorización para enviar en febrero de 1832 una comisión compuesta por los médicos
Pedro María Rubio, Lorenzo Sánchez Núñez y Francisco Paula y Folch, a estudiar el
cólera en París, Viena y Munich, siendo el resultado de su viaje el informe remitido
desde Berlín el 31 de mayo de 1833, no publicado hasta 1834. El informe remitido por
ésta comisión decía con respecto a la sintomatología: “Los síntomas característicos con
los que vimos presentarse el cólera-morbo epidémico oriental en cuantos pueblos le
hemos observado son: vértigos, zumbido de oídos, dolores gravativos y constrictivos,
vómitos y diarrea de un humor claro como el agua, o seroso y con copos albuminosos,
disminución o supresión de las secreciones y excreciones, particularmente de la
urinaria, sed viva y ardiente, deseo de bebidas frías y ácidas, ronquera, metal de voz
particular o específico, calambres más o menos fuertes, debilidad del pulso, y sucesiva
o repentina desaparición de él, ojos hundidos, empañados y entreabiertos, relajación,
lividez y frialdad de la lengua, cianosis general e intensa, o lividez de los labios, de la
70
Rodríguez Flores, M.P. (1991): Opus cit. Pg. 43. 71
Rodríguez Flores, M.P. (1991): Ibidem Pg. 43. 72
González de Sámano, M. (1858) Monografía histórica del cólera-morbo asiático en
España. Imp. Manuel Álvarez. Madrid. Vol II, pg. 629.
68
nariz, de los párpados, de las manos y de los pies, frialdad glacial de las extremidades,
y sucesivamente de todo el cuerpo, abatimiento de ánimo y expresión característica de
la fisonomía, colapso progresivo o repentino de las fuerzas musculares, y profundo
trastorno del curso y cualidades de la sangre. Este grupo de síntomas reúne cuantos
fenómenos morbosos presenta la enfermedad en los casos graves; pero ni todos se
hayan siempre reunidos, ni es indispensable su existencia simultánea para reconocer la
presencia del cólera. Dicho mal se presenta con grados de intensidad tan diferentes que
media una gran distancia entre los casos leves y fulminantes”.73
Estos mismos facultativos hablaban cómo en la práctica se observaban casos,
leves, graves o vehementes; o también, de corta duración y benignos, largos y
peligrosos, y rápidos y mortales, dividiendo la enfermedad en: colerina, cólera
confirmado y cólera vehemente:
- De la Colerina decían que podría ser tanto un ataque de cólera leve, como los
pródromos de la enfermedad, y recomendaban considerarla siempre como
anuncio premonitorio del Cólera. “Los síntomas de colerina son por lo común los
siguientes: desazón general, abatimiento físico y moral, insomnio, vértigos,
ansiedad epigástrica, sensación de peso y de ardor en la boca del estómago,
náuseas o ligeros vómitos, borborigmos, lengua algo seca y saburrosa o limpia y
húmeda, inapetencia, pulso débil, pequeño y lento, a veces frecuente, sudores,
orinas espesas, encendidas y escasas, cámaras de un olor sanguinolento,
amarillento o verdoso, o mucosas líquidas, serosas, pero casi siempre con
grumos albuminosos. La alteración de la fisonomía, el enfriamiento de los pies, y
algunos ligeros calambres, señalan ya el grado más intenso de ésta forma. La
duración de la colerina varía desde algunas horas hasta una o dos semanas. Si
no pasa a cólera confirmado es una afección bastante benigna y siempre la
hemos visto terminar por una especie de reacción proporcionada a la intensidad
de los síntomas con que comenzó”.
- El Cólera confirmado se iniciaba con unos pródromos, que podrían presentarse
con cefalea, palpitaciones y diaforesis, unas veces, otras con una simple diarrea,
y generalmente con la sintomatología manifestada en la colerina. A los
pródromos les seguía el periodo cianótico (llamado por ellos álgido), momento
73
Sánchez Nuñéz, L; María Rubio, y P. de Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pgs. 2-3.
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en el que aumentaban en intensidad los síntomas descritos, de tal manera que
irían evolucionando síntomas como vómitos, calambres, sed, color de la orina
etc. En cuanto a los vómitos, éstos irían desde alimenticios a biliosos, los
calambres fuertes y duraderos, se llegaría hasta la anuria, sed en aumento, pulso
débil etc., de tal manera que ya en el periodo “álgido” el enfermo presentaba:
“enfriamiento de todo el cuerpo, pero particularmente de los pies, de las manos
y de la nariz; alteración o descomposición profunda y característica de la
fisonomía; ojos hundidos en las cuencas y entreabiertos; esclerótica marchita,
seca y algunas veces equimosa; párpados lívidos o negruzcos; zumbido de oídos;
lengua húmeda, fría, laxa y azulada en su punta y bordes, limpia o cubierta de
una ligera capa mucosa blanquecina en su centro; sed intensa; voz ronca o de
un metal o sonido particular, baja o débil y a veces imperceptible; respiración
corta, difícil y lenta; hipo, aliento frío; opresión precordial; alguna vez síncopes,
grande ansiedad e inquietud, sensación dolorosa y constrictiva en la región del
estómago o del diafragma, vientre hundido o retraído y muy sensible al tacto
sobre todo hacia el epigastrio; náuseas y vómitos frecuentes de materias claras
como el agua o serosas con copos albuminosos: cámaras repetidas de un humor
análogo; los líquidos son arrojados del cuerpo como por la acción de un
émbolo; suspensión de la mayor parte de las secreciones y excreciones;
supresión completa de la secreción urinaria; calambres muy fuertes con
especialidad en los músculos del antebrazo y pantorrillas; pulso y latidos del
corazón blandos, débiles, lentos, casi imperceptibles y muchas veces
absolutamente insensibles; piel pastosa, sin elasticidad, adelgazada, seca o
bañada de un sudor frío y pegajoso, aplomada, lívida, ciánica o casi negra en
las manos y en los pies, arrugada y como macerada del mismo modo que si estas
partes hubieran permanecido mucho tiempo en agua caliente, uñas azuladas,
postración de fuerzas, aunque no correspondiente a la gravedad de los otros
síntomas; integridad de las facultades intelectuales; alteración profunda y
manifiesta de la vitalidad y de las cualidades físicas de la sangre”. Y terminaba
el Cólera confirmado con lo que denominaban periodo de reacción, al que
consideraban como un estado de transición hacia la recuperación o a la muerte,
evidenciándose en el enfermo: “el restablecimiento de la turgescencia vital, del
calor de la piel, del pulso, de la sensibilidad y contractilidad; la cesación
sucesiva de los calambres y de las evacuaciones por vómitos y cámaras; la
70
aparición de las secreciones y excreciones de la saliva, de la bilis, de las
lágrimas, de la orina y de la traspiración cutánea; la recuperación graduada del
apetito y de las fuerzas musculares, y la mezcla normal de los principios de la
sangre”. Tales evidencias no se presentaban por igual en todos los enfermos, en
unos de manera moderada, en la que la recuperación se mostraba de un modo
lento y regular, en otros de manera irregular, con la aparición de síntomas de
diversa índole, y una última de manera violenta.
- Y en cuanto al Cólera Vehemente, se trataba de un cuadro fulminante,
caracterizado por una enorme rapidez de presentación y terminación de la
enfermedad, siendo ésta por lo común la muerte del enfermo. “Sus síntomas son
los del período álgido cianótico, pero llevados al último grado de intensidad. El
frío es glacial, la cianosis completa, la fisonomía cadavérica, los calambres
encorvan los dedos de los pies y de las manos hacia fuera, la voz es casi
imperceptible o interrumpida con sollozos, suspiros y gritos penetrantes, el
aliento sale helado, las evacuaciones por vómitos y cámara son abundantes y
acuosas, el pulso no late, el corazón no palpita, las venas y las arterias abiertas
no dan sangre, pero el enfermo mueve con bastante facilidad sus miembros y
conserva casi ilesas sus funciones sensitivas e intelectuales hasta pocos
momentos antes de la muerte. Algunas veces muere el enfermo a impulsos de los
síntomas asfícticos sin que se presenten los vómitos y la diarrea, lo que ha hecho
dar a estos casos el nombre de cólera seco.74
Descripción de la sintomatología realizada por el Dr. de Paula Folch
Uno de estos tres facultativos comisionados por el Gobierno para observar la
enfermedad en el extranjero, también fue enviado a su llegada de los países del norte,
para observar el curso del cólera-morbo oriental que se manifestaba en Huelva y dirigir
la asistencia y curación de los enfermos. Se trataba del Dr. D. Francisco de Paula Folch,
que se cita más arriba, quien tras vivir también la epidemia sufrida en Sevilla publicó la
“Breve Descripción del Cólera-morbo oriental que se padeció en la ciudad de Sevilla
en los meses de septiembre, octubre y parte de noviembre del año 1833”. Publicación
que, en lo que se refiere a la sintomatología, relata minuciosamente la enfermedad bajo
74
Sánchez Nuñéz, L.; María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Ibidem Pg. 8-18.
71
su verdadero punto de vista diagnóstico, sus diferentes formas, los distintos períodos y
terminaciones, etc. Al igual que la anterior, considero una publicación de enorme valor
etnográfico, por lo que en el apartado de apéndice documental incluyo gran parte de la
misma.
En ésta breve descripción el Dr. de Paula describía la enfermedad desde sus
puntos de vista diagnósticos, sus diferentes formas, y los distintos períodos y
terminaciones que seguiría en su curso. Describe los caracteres diagnósticos como:
“Fuerte alteración de la fisonomía en términos de desconocerse los más íntimos
amigos; ojos hundidos y rodeados de un círculo lívido; nariz afilada y fría; labios y
mejillas moradas; frío glacial de todo el cuerpo, y en particular de la cara y
extremidades; sudor general frío y viscoso; tinte entre morado y azul en diferentes
partes del cuerpo; manos arrugadas, como si hubiesen estado metidas por mucho
tiempo en agua caliente; tegumentos sin ninguna elasticidad; uñas azules; fuertes
calambres; vértigos; zumbido de oídos; integridad de las facultades intelectuales;
lengua húmeda, ancha, cubierta de un ligero moco de color de plomo y sumamente fría;
vómitos muy repetidos de un material parecido al cocimiento del arroz; sensación
dolorosa en el epigastrio; diarrea muy abundante, y varias veces sin que el enfermo lo
advirtiese, de un líquido claro, poco fétido, y con copos albuminosos; sed insaciable;
vientre retraído; supresión completa de orinas; respiración corta y difícil; aliento frío;
voz ronca, y muy baja; latidos del corazón casi imperceptibles; pulso pequeño y
contraído, y en varios enfermos nulos”.75
En cuanto a las formas, describe dos modos de manifestación que estarían
diferenciadas por la intensidad de sus síntomas y gravedad, de ésta manera hace
distinción entre un cólera leve o colerina y un cólera grave o asfíctico, presentándose la
primera con síntomas como: “calosfríos, cuerpo cubierto de un ligero sudor algo
fresco, fisonomía alterada, ojos más o menos hundidos, y con un poco de círculo lívido
en su alrededor, alguna sed, lengua húmeda, limpia y caliente, náuseas repetidas, y
algunas veces ligeros vómitos de un líquido claro como el agua o bien de carácter
colérico, peso en la región del epigastrio, diarrea serosa, y un tanto blanquecina, o
75 De Paula Folch y Amich, F. (1833): Breve descripción del Cólera-Morbo Oriental
que se padeció en la ciudad de Sevilla en los meses de septiembre, octubre y parte de
noviembre de 1833. Barcelona. Imprenta de J. Verdaguer, Calle del Gobernador, 10.
Pgs. 9-19.
72
decididamente blanca y con copos albuminosos; orinas escasas, turbias, y muy espesas,
o casi del todo suprimidas, respiración un tanto difícil, sistema venoso muy lleno en las
extremidades y de un color azul bastante oscuro, y pulso algo pequeño y concentrado”,
y advirtiendo además varios signos patognomónicos para el diagnóstico de un cólera
grave o asfíctico, por ser síntomas que de estar presentes asegurarían que el sujeto
padecería la enfermedad, siendo tales “la descomposición de la fisonomía, el frío
general, la cianosis o color azulado del cuerpo, los calambres, el cambio de la voz, el
color blanquecino de los vómitos y cámaras, la retracción del vientre, la ansiedad
precordial, la supresión de orinas y la suma concentración o falta absoluta de
pulsos”.76
Por lo que respecta a los períodos de la enfermedad hace notar que en ambas
formas se distinguirían tres fases y que se corresponderían con un período prodrómico,
uno álgido o de frio, y uno de reacción o calor, con la advertencia de que en los casos
muy leves las diferencias entre períodos podrían ser muy sutiles y en los graves sería
donde se observarían con toda claridad.
Los pródromos se manifestaron por “una ligera desazón de todo el cuerpo, un
poco de cefalalgia, y algunas veces vértigos, inapetencia, dificultad de digerir,
borborigmos, tristeza, propensión al sudor siendo éste algo viscoso, y ligera frecuencia
del pulso; pero en muchos individuos al paso, que se observaban algunos de éstos
síntomas se les notaba también una diarrea más o menos abundante de un líquido
estercoráceo o seroso amarillento, verde o con algún otro color, pero de ninguna
manera el blanquecino o colérico (…). La duración de éstos ha variado desde una a
dos horas, hasta cuatro o seis días”. Era cuando el enfermo pasaba al periodo álgido
cuando “sobrevenían el enfriamiento más o menos repentino de todo el cuerpo, las
manchas azules, la descomposición de la fisonomía, los calambres, los vómitos y
diarrea de carácter coléricos, el dolor epigástrico, la ansiedad, la supresión de orinas,
y la parvedad o cesación del pulso”. Y por último, si a pesar de la gravedad en que se
encontraría el enfermo en el período álgido, mediante cuidados y tratamiento adecuados
se vencía la enfermedad, el enfermo pasaría al período de reacción, notándose aunque
no de manera uniforme, cómo “las manchas azules se convertían en rojas; la fisonomía
se animaba y ponía más natural; las conjuntivas se inyectaban; la lengua se resecaba
76
De Paula Folch y Amich, F. (1833): Ibidem. Pgs. 9-19.
73
un poco y ofrecía una ligera rubicundez, resultando no obstante ser menor la sed del
enfermo, que cuando ésta se encontraba húmeda y de color aplomado; los vómitos y la
diarrea eran menos frecuentes, y empezaban a cambiar de color; comparecían las
orinas, aunque en corta cantidad; la respiración se elevaba; la voz era menos ronca, y
el pulso se desplegaba, y ponía algo frecuente”. Este último período de reacción se
manifestaba de tres modos diferentes, de tal manera que el Dr. de Paula hablaba de una
reacción moderada, otra irregular y una tercera excesiva:
Reacción moderada.- Un calor regular en todo el cuerpo, las mejillas
sonrosadas, la fisonomía natural, las conjuntivas ligeramente
rubicundas, una pequeña cefalalgia frontal, el sueño moderado y
tranquilo, un ligero mador en toda la superficie, la poca sed, la
humedad y ligera rubicundez de la lengua, la suma disminución o falta
absoluta de los vómitos y diarrea, el no quejarse de dolor alguno en el
pecho ni abdomen, el restablecimiento de las orinas, la respiración
ligeramente aumentada, y el desarrollo y pequeña frecuencia del pulso
constituían la reacción moderada.
La irregular consistiría en una manifestación desordenada de síntomas
regulares y propios según las circunstancias de cada enfermo, y de la
que el autor daba una pequeña descripción de lo que serían las señales
que más generalmente acompañarían al enfermo en éste momento, tales
como: “El persistir la alteración de la fisonomía, el hundimiento de los
ojos, el estrabismo, la dilatación de las pupilas, la inyección de las
conjuntivas, las alternativas de frío y calor en todo el cuerpo, la mezcla
de manchas moradas y rojas, el sudor pegajoso, la cefalalgia muy
intensa, el sopor y el subdelirio, las respuestas tardas e inconexas, el
lentor de los dientes, la resecación de la lengua y algunas veces su
enfriamiento, la continuación de los vómitos y la diarrea persistiendo de
carácter colérico o de color muy verde, la supresión de orina, el hipo, la
respiración corta y algunas veces muy fatigosa, y la pequeñez y
frecuencia del pulso”.
Pero si el cambio de síntomas se presentaba “con mucho calor y
resecación de toda la piel, cara muy encendida, conjuntivas
excesivamente inyectadas, pupilas contraídas, delirio más o menos
74
fuerte, sopor, y algunas veces coma, mucha sed, lengua seca y
rubicunda, sin vómito, con constipación de vientre y dolor fuerte en el
pecho, o abdomen, suma agitación, respiración difícil y acelerada, y
pulso fuerte y frecuente, o tal vez concentrado” sería entonces cuando
habría que hablar de un cuadro que nos situaría en una reacción
excesiva.
Escribía el Dr. de Paula en su descripción también de un período de
convalecencia, igual en importancia en cuanto a su observación y cuidados, y que se
manifestaba con una ausencia casi total de la sintomatología del período de reacción, si
bien algunos podrían describir un ligero dolor en epigastrio, dificultad en la digestión
aún a pequeñas cantidades, cansancio, etc.
Por último, dentro de la descripción de la enfermedad el Dr. de Paula exponía los
diferentes modos en que podría acabar la misma, siendo éstas la muerte, el
restablecimiento completo de la salud, o el tránsito desde el cólera a otras
enfermedades. En cuanto a la muerte, si sobrevenía ésta en el período álgido, el enfermo
no superaría las veinte y cuatro horas, en cambio si sucedía el fatal desenlace durante el
período de reacción, podía seguir con vida incluso hasta diez días. En aquellos enfermos
que recuperaban la salud, observó el Dr. de Paula, cómo todos habían pasado por los
tres períodos, siendo el término más corto de recuperación observado de cuarenta y
ocho horas, el más frecuente de ocho a diez días, y algunos hasta de un mes. Esta
terminación en el restablecimiento de la salud se manifestaba “muchas veces por la
disminución sucesiva de los síntomas sin señal alguna crítica, pero varias otras, estas
fueron bien manifiestas por sudores abundantes, orinas sedimentosas, diarreas muy
verdes o amarillas, erupciones generales bastante anómalas algo parecidas a la
urticaria, y por parótidas y diferentes otros abscesos”. Y por último, las enfermedades
consecutivas en las que con más frecuencia manifestaba haber terminado el cólera eran:
“el marasmo general, la tisis pulmonar, las gastritis, y gastroenteritis crónicas, y las
diarreas habituales”.77
Y para el buen servicio a los médicos que trataran la enfermedad, el Dr. de Paula
terminaba éste apartado dando relevancia a aspectos tales como que la cianosis y la falta
de elasticidad de la piel, pues eran síntomas siempre presentes en los casos graves, de la
77
De Paula Folch y Amich, F. (1833): Ibidem. Pgs. 9-19.
75
misma manera que los sudores fríos, los cuales eran tan duraderos y abundantes que
llevaban al enfermo al estado de postración, que la diarrea precedió casi siempre a los
ataques de cólera, y que la materia evacuada, en los casos graves era de tipo
sanguinolento acompañadas de un olor pútrido, y de un color verde primero y
amarillento después en aquellos enfermos que pasaban del período álgido al de
reacción, siendo ésta diarrea, aún en los casos de recuperación de la salud uno de los
últimos síntomas en desaparecer, que los vómitos fueron vistos desde los primeros
momentos de manifestación de la enfermedad, siendo su contenido entonces
alimenticio, pasando posteriormente a “ un líquido claro, inodoro, blanquecino, y con
copos albuminosos, con cuyo carácter seguían muy abundantes hasta al anunciarse la
reacción, en cuyo caso se mudaban en verdes y espumosos y se hacían más raros y
cortos, hasta que pasando a amarillos terminaban del todo; que la cesación completa
de vómitos y cámaras, continuando los síntomas que caracterizaban el período álgido,
se vio con mucha frecuencia en los casos que han sido llamados de cólera seco, o
cholera sine cholera; que la sed era inextinguible en la mayor parte de los enfermos,
siendo ésta mucho mayor en el segundo período, y cuando la lengua estaba húmeda y
cubierta de una mucosidad parduzca, que en el tercero, y cuando ofrecía alguna
sequedad y rubicundez; que la voz se observó casi siempre alterada en todos los
enfermos sin que se exceptuasen los casos leves, aunque en éstos era mucho menos
perceptible; que la disminución de las orinas en los casos de la primera forma, y la
cesación completa de ellas en los de la segunda fueron fenómenos constantes en
Sevilla; que cuando los ataques eran muy repentinos y ejecutivos se veía con mucha
frecuencia efectuarse indebidamente los fenómenos de la visión y la audición, y
perturbarse las facultades intelectuales, juntándose a éstos síntomas los de la falta de
acción del tubo digestivo; que los calambres solo se notaron en los casos graves, siendo
tan pertinaces y fuertes, que obligaban a los enfermos a dar gritos espantosos; y
finalmente que se observó bastante a menudo presentarse los enfermos con síntomas
muy poco alarmantes al parecer, y quedarse muertos sin que apenas lo advirtiesen los
asistentes, ni diesen señales de sufrir algo en aquel momento”.78
78
De Paula Folch y Amich, F. (1833): Ibidem Pgs. 9-19.
76
Descripción de la sintomatología realizada por el Dr. González de Sámano
Sámano en 1834 describía la sintomatología del cólera en tres períodos, un primer
período de cólera incipiente, uno segundo de reconcentración o “álgido”, y un tercero de
reacción, pero antes de enumerar los síntomas de cada uno decía: “Aunque variados los
gritos que presentan en éste padecimiento los diferentes órganos de la economía, no lo
son tanto que dejemos de conocer el mal cuando ha llegado a su apogeo, pues en sus
principios es muy fácil confundirle con otras afecciones del tubo digestivo si no se
tienen presentes la disposición atmosférica reinante y modo de invadir de éste mal;
equivocaciones que pudieran acarrear perjuicios a los enfermos”, para pasar a
continuación a describir y distinguir en los tres períodos los aparatos y sistemas
afectados, así como los síntomas que determinarían el diagnóstico en cada uno de los
tres:
- Cólera incipiente: Hábito exterior: cansancio y frío general, abatimiento, cara
desanimada. Aparato digestivo: Desazón en el vientre, donde sienten los
enfermos un susurro y como desprenderse de las entrañas los materiales, que
después se excretan por las tres cámaras, inapetencia, lengua pastosa y húmeda
con frialdad, a veces vómitos y diarreas regularmente de materiales
blanquecinos, aunque también lo son de otros colores. Respiración: ésta función
se ejecuta con alguna dificultad, especialmente en la inspiración. Circulación y
sanguificación: Pulso siempre tardo y como contraído, y el calor de la piel
disminuido, se sienten latidos en la celiaca. Secreciones y excreciones:
regularmente suprimidas en éste periodo, pero constantemente la de las orinas,
siendo éstas de un color lechoso.
- Período de reconcentración o álgido: hábito exterior: cansancio y abatimiento
general, sudores viscosos, fríos y pegajosos, cianosis o manchas esparcidas por
la piel de un color azulado, cara desfigurada, ojos cristalizados, hundidos en sus
órbitas, y rodeadas éstas de un círculo azulado, frente arrugada, orejas
retraídas, pómulos prominentes, nariz afilada. Sistema nervioso: Dolores
generales, especialmente en el vientre, que parece desgarrarse, calambres
atroces que principian por las extremidades inferiores, recorriendo todo el
trayecto de la médula espinal y las extremidades superiores, llegando a veces al
extremo de doblarse los enfermos sobre sí mismos que parecen un ovillo.
Aparato digestivo: lengua algo sucia, ancha y fría, inapetencia, horror a los
77
líquidos que no sean puramente agua fresca, ardor y calor interiores, vómitos de
diferentes colores, pero más regularmente blanquecinos mezclados a veces con
porciones de bilis, diarrea frecuentísima de materiales iguales a los del vómito.
Respiratorio: voz aplanada, baja y como si saliese de una ave domesticada como
una urraca, respiración difícil, y a veces congestión de éstos órganos.
Circulatorio y de sanguificación: cesación completa de la acción del corazón y
sus dependencias, y por ende falta absoluta de pulso, menos en la arteria
celíaca, frío general marmóreo. Secretorio y excretorio: aumentadas las del tubo
digestivo, pulmón y cutis, según se ha dicho en sus correspondientes aparatos, y
suprimida la urinaria. Si éstos síntomas se presentan, y aún cuando no guarden
toda ésta regularidad, los enfermos han pasado al período de más intensidad, o
llámese de algidez, del que algunos solamente pasan al tercero o de reacción.
- Reacción: Hábito exterior: el abatimiento y cansancio son menores, el sudor
viscoso se hace caliente, las facciones de la cara se animan, la cianosis o
manchas azuladas desaparecen o se vuelven bermejas. Sistema nervioso:
disminución notable, y a veces completa de los dolores y calambres, no
quedando más que cierta ansiedad en el epigastrio. Aparato digestivo: la lengua
se pone reseca, encendida, no hay tanta sed, cesan los vómitos y la diarrea, o al
menos son más tardíos y de un color bilioso que siempre denota pronto
restablecimiento. Respiratorio: ésta función se efectúa con más libertad, la voz
vuelve, aunque no completamente a su estado normal, el aliento es más cálido
que frío. De circulación y sanguificación: la acción del corazón y sistema
vascular se presenta, notándose el pulso, pero profundo y tardo, se advierte
algún calor en la periferia. Secreciones y excreciones: parece que todas guardan
las armonías que en el estado sano, y la orina sale con más facilidad y
abundancia”.79
Descripción de la sintomatología realizada por Purrúa y Velazquez (médicos
sevillanos)
Otro médico sevillano posicionándose como defensor del origen miasmático y,
conteniéndose en los límites de un mero observador, hasta que según decía él “me sea
79
González Sámano. M. (1834): Memoria histórica del cólera-morbo epidémico, con la
exposición de sus causas, síntomas, naturaleza, duración, terminaciones, pronóstico,
curación, y medios de precaución. Madrid. Imprenta de Verges. Pgs. 49-55.
78
lícito deducir algo de mis observaciones”, tras describir toda la sintomatología
manifestada por los enfermos a los que trató, resumía: “1º que el cólera –morbo se
manifestó ya por diarrea, y ha sido la más común, ya por vómito, o ambas
evacuaciones a la vez de materiales más o menos biliosos, ya con vértigos al mismo
tiempo, o por éstos solamente ligeros o fuertes; y ya por último la diarrea con vómito o
sin él de sustancias de color de agua de arroz, y algunos síntomas del periodo álgido
han sido los primeros efectos de la acción del miasma; 2º que cualquiera que fuese el
modo de invasión, si se lograba detener los progresos del mal, quedaba siempre una
sobreirritación en la mucosa del tubo digestivo, que tardaba muchos días en
desvanecerse; 3º y últimamente que si la enfermedad continuaba progresando y se
presentaban los síntomas del periodo álgido, sobrevenían precisamente, si se conseguía
que el paciente salvase de tan inminente peligro, diferentes irritaciones, o
inflamaciones ya de los órganos sobre los cuales había habido una fuerte inervación,
ya de los que habían sufrido una congestión durante dicho periodo; pero se ha de
advertir que la gastroenteritis acompañaba constantemente a cualquiera otra flegmasía
que se presentase”.80
Más sensaciones subjetivas
Janer es otro autor que en 1834 al referirse a la sintomatología del Cólera-morbo
argumentaba cómo, “Algunos experimentan una desazón, un mal estar y una laxitud o
dejamiento desacostumbrados, quizá con pesadez o dolor de cabeza y aún vahídos, bien
que sin trastorno notable de las demás funciones, y tal vez sin haber perdido el
apetito”.81
El terror pánico que precedía y acompañaba al cólera llegaba también a hacerse
epidémico, extendiéndose infinitamente más que la propia enfermedad y esto es lo que
sucedió, mal que ha inspirado mayor terror acaso que ningún otro.82
El miedo al
contagio era terrible. El médico extremeño D. Bernardo Antonio Zapa reconoce “...
80
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Historia de la epidemia llamada cólera-morbo que ha
sufrido Sevilla en el año de 1833, seguida de algunas reflexiones sobre el variado
asiento, naturaleza y método curativo de ésta enfermedad, y sobre la tan controvertida
cuestión del contagio. Sevilla. Imprenta de D. Mariano Caro. Pgs. 19-20. 81
Janer, F. (1834): Instrucción clara y sencilla para todas las clases del pueblo sobre
los medios más convenientes y seguros de precaverse del cólera-morbo asiático, y
curarse de sus primeros ataques. Barcelona. Imprenta del Gorhs, Bajada de la Cárcel. 82 Seoane, M. (1834): Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-
morbo epidémico, con indicaciones de su método curativo. P. 32. I. De Calero, Madrid.
79
nada se ha adelantado en los conocimientos..., tanto miedo se tiene, que hasta los
mismos profesores ya no vemos otras enfermedades... y todo es cólera”.83
Porrúa
presentaba un escenario patético: “Muy desgraciada es la situación de un pueblo que se
ve acometido de un mal, que al mismo tiempo que se generaliza sacrifica muchas e
interesantes víctimas: ninguna otra especie de plaga le iguala en desolación y terror;
nada efectivamente consterna tanto, pues el rico y el pobre, el animoso y el pusilánime,
el robusto y el débil, el sano y el achacoso, , el anciano, el joven y el niño; y en una
palabra toda la población se haya casi igualmente expuesta a sufrir los desastrosos
efectos de una enfermedad tan general y perniciosa. Y si esto sucede con cualquier mal
epidémico conocido ¿Cuánto más terror deberá producir la aparición de uno nuevo?,
¿y cuanto se aumentará si al mismo tiempo que desconocido es rápido en su funesta
marcha o carrera, de suerte que a veces el momento de la muerte diste muy poco del de
la invasión?. A más de todo esto ¿qué paralización no sufren todos los negocios de
cualquier naturaleza que sean?, ¿y cuántos males no se originan de aquí?. No solo el
comerciante suspende su tráfico, el labrador sus faenas, y el fabricante sus labores,
sino el jornalero, el desgraciado y miserable jornalero, no encuentra donde ganar su
precisa subsistencia, la que tiene que mendigar de la generosidad y beneficencia de los
poderosos; y ¿cuánto no contribuye la miseria al aumento y mortalidad de cualquier
enfermedad general?.84
En Julio de 1834 el Boletin de Medicina, Cirujía y Farmacia publicaba notas
recopiladas de la publicación Anales de medicine phisiologique, que en Junio de 1832
definía el cólera-morbo como: “Lesión de los órganos digestivos y grande alteración de
los centros nerviosos y de la enervación”.85
El mismo Boletín cita otro síntoma presente
en el enfermo de cólera, la disnea: “El estado de asfixia en el que aparecen los
coléricos…”; y publica un método para su tratamiento que se detalla más adelante. En
el mismo Boletín, un mes más tarde, cuando el cólera atacaba duramente a la población
de Madrid, los médicos que convivían entonces con ésta realidad, describían los
síntomas y el curso de la enfermedad también en tres períodos: “de invasión, álgido y
de reacción; pero no es indispensable que existan todos tres, pues hay casos en que sin
83
Boletín Oficial de la Provincia. 4/Nov/ 1833. En M. P. Rodríguez Flores (1991):
Morir en Badajoz, El cólera de 1833, Medicina y Sociedad. Badajoz. Uex. Pg. 43. 84
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Opus cit. Pg. 71. 85
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia. 24-julio-
1834.
80
notarse apenas el primero se presenta desde luego el segundo; otros en que desde el
primero se pasa al tercero; y muchos en que se verifica la muerte antes de llegar a éste
último”.86
En Barcelona en 1837, cuando ya la primera epidemia de cólera había pasado a
la historia, se publicó un librito titulado Manual de Medicina Doméstica ó El Pueblo
Médico, el cual contenía una serie de recetas médicas para la utilización por el gran
público. En él se daba la siguiente definición de cólera: “Cólera-Morbo, Enfermedad
caracterizada por vómitos y cámaras frecuentes y dolorosas de bilis, con ansiedad
general, alteración profunda de fisonomía, síncopes y movimientos convulsivos. El
método de curación debe prescribirlo el facultativo, por ser una enfermedad grave, y
que necesita siempre prontos auxilios”. La anterior definición reconocía entonces el
alto índice de morbi-mortalidad atribuible al cólera, a la vez que incidía en la necesidad
de que fuesen los médicos los profesionales que trataran la enfermedad; observación
ésta tanto más remarcable cuanto que se incluía en una obra que sustancialmente
apuntaba a que, en la medida de lo posible, los ciudadanos pudieran remediar por ellos
mismos sus dolencias sin necesidad del recurso inmediato a un profesional de la
medicina. No es aventurado pensar que esta advertencia, que negaba a los “amateurs”
de todo tipo y a los profanos la capacidad y los conocimientos suficientes para intentar
con visos de éxito poner remedio al cólera y sus consecuencias, tuviera una motivación
o antecedente inmediato en la epidemia de cólera vivida por Cataluña en la segunda
mitad de 1834 y en los resultados, negativos cuando no nefastos, que se derivaron de la
propensión inconsciente, o quizás desesperada y sin alternativa, que entonces tuvo la
sociedad catalana a adoptar indiscriminadamente prácticas curativas de valor nulo,
dudoso o contraproducente.87
Quiero finalizar éste apartado con las recomendaciones que realizara en su día el
Dr. D. Mateo Seoane, médico que desde Londres envió varios informes en 1832 y 1833
a la Real Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía, y que versaban sobre
medidas sanitarias aplicadas al cólera-morbo epidémico, y otros muchos escritos
86
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia. 14-agosto-
1834. 87
Jacob Calvo, J. y Jorda I. Olives, M. (1982): “Algunos métodos curativos utilizados
en Barcelona durante la epidemia de colera de 1834”. I Jornades d´Antropología de la
Medicina, Comunicacions: II Coloqui de l´I.C.A. Tarragona, Vol. 3, (Curanderos,
Shamanes y Medicina Tradicional ), pgs. 312-328.
81
relativos a la enfermedad. En todos los países donde se había extendido la enfermedad
se habían publicado por los primeros cuerpos facultativos instrucciones relativas al
modo de preservarse. Seoane, que se encontraba en circunstancias muy favorables para
observar todos los fenómenos de la enfermedad, creyó que la publicación de lo que
serían “Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-morbo
epidémico, con indicaciones acerca de su método curativo”, haría “un servicio a su
patria y llenaría los deseos que le había indicado la Real Junta, recogiendo y
redactando muy compendiosamente la parte útil para España de aquellas instrucciones,
añadiendo los resultados de su propia experiencia en la materia”. Seoane destaca por
encima de todo la necesidad de que los síntomas sean tratados por facultativos, huyendo
por tanto de métodos milagrosos transmitidos por la charlatanería: “Desde que apareció
el cólera en la India se ha hecho constantemente la observación de que mientras reina
en un paraje y frecuentemente también inmediatamente antes de que aparezca en
alguna parte se notan en muchas personas desarreglos de vientre, cursos y una desazón
tan penosa como inexplicable en la boca del estómago, comúnmente acompañada de
ardor y falta de apetito. Aunque en algunas ocasiones estos síntomas sean accidentales,
en otras efecto del cambio total en el género de vida ocasionado por el exceso de
cuidado que produce ordinariamente el miedo de las personas muy cobardes, y en otras
en fin sean un resultado directo de las pasiones de ánimo, hay poca duda que en la
mayor parte de los que sufren aquellos síntomas son un efecto inmediato de la acción
de la causa epidémica. Es pues necesario siempre que se presente cualquiera de ellos
no perder un momento en recurrir al facultativo, pues el descuido en semejante estado
podría tener las consecuencias más fatales”. Para Seoane, el avance impredecible del
cólera, la gravedad y aparatosidad de su cuadro clínico y la ausencia de medidas
preventivas y terapéuticas eficaces fueron los responsables de que, efectivamente, el
terror pánico llega también a hacerse epidémico, extendiéndose infinitamente más que
la enfermedad misma.88
2.3. Causas predisponentes
Todos los autores partían de una misma base al afirmar que: “la causa
determinante específica del cólera morbo epidémico oriental, aquella en virtud de cuya
acción existe, nos es hasta ahora desconocida, a pesar de todas las opiniones
88
Seoane, M. (1834): Opus cit.
82
hipotéticas y conjeturas que sobre ella se han publicado”.89
Desconocida la causa
primera o determinante, algunos autores en sus informes hacían referencia a una serie de
causas predisponentes que la experiencia le otorgaba el permiso para poderlas describir,
tal es el caso de los facultativos enviados al extranjero para estudiar el curso de la
enfermedad, quienes advertían de una serie de cuestiones a tener en cuenta:
- Excesos en el régimen dietético: Pueden dañar los alimentos; o por su excesiva
cantidad, o por su mala calidad, (…), el uso abundante de vegetales crudos, de
las frutas, de legumbres secas, de los embuchados, del tocino fresco, del vino de
mala calidad, y de la cerveza recién hecha, han dado ocasión a muchísimos
ataques. Conviene observar que los casos de cólera que resultan de esos
excesos, no son siempre los más violentos ni peligrosos.
- falta de abrigo y limpieza convenientes: La exposición a un gran frío, el carecer
de buenos vestidos, el tomar el sereno, el mojarse todo el cuerpo, o meter los
pies en agua fría; en una palabra, cuanto pueda suprimir repentinamente el
sudor o la traspiración, ha sido muy frecuente causa de ataques de cólera. La
falta de limpieza en las ropas, que siempre lleva consigo la suciedad de la piel,
siendo otro de los motivos que se oponen a la libre traspiración, pueden también
dar lugar a la enfermedad.
- vehementes pasiones de ánimo: Toda conmoción fuerte del ánimo, la cólera, la
tristeza, el miedo, el terror, desarrollan la enfermedad con terrible prontitud.
Entre las pasiones deprimentes del ánimo, merece particular mención el miedo a
la epidemia. Podríamos citar muchos ejemplos de la influencia de ésta sola
causa en diferentes personas, y especialmente en los médicos. Los casos que
reconocen por causa las vehementes afecciones del ánimo son por lo regular
sumamente agudos y de fatal terminación.
- habitar en sitios estrechos, poco ventilados, bajos, húmedos y próximos a los
ríos o lagunas”.90
Causas del cólera según Sámano
En apartados anteriores se cita a Sámano como autor con gran conocimiento de
la enfermedad y de la que viene escribiendo desde 1832. En 1834 publica su “memoria
89
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 55. 90
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y de Paula Folch, F. (1834): Ibidem. Pg. 72-75.
83
histórica sobre el cólera-morbo epidémico”, y al hablar de sus causas divide éstas en
predisponentes interiores, exteriores y eficientes:
- Interiores: Entre ellas coloca la edad adulta, y en cuanto al sexo describe cómo el
femenino, al menos en Europa, y especialmente en España, ha sido mucho más
acometido que el masculino, argumentando que “según mi juicio consiste en que
en aquél la fibra más laxa y débil para poder resistir, está por otro lado dotada
de una exquisita irritabilidad para favorecer el repentino modo de obrar de las
otras causas predisponentes y de la eficiente misma: un temperamento nervioso
e irritable por la más mínima causa, modificando el resto de la economía, es
muy a menudo causa predisponente”. Y una tercera causa predisponente interior
será la existencia ya de enfermedades crónicas en el enfermo, “mayormente si
éstas viven en vísceras abdominales, en cuyo caso favoreciendo la alteración en
sus acciones y funciones respectivas, hacen que pueda desarrollarse con más
prontitud la enfermedad de que tratamos: una idiosincrasia gastro-hepática, o
sea la activa acción del hígado y tubo digestivo comparada con la de los otros
órganos, hacen que aquellos estén de continuo sobre excitados, que sus
funciones se alteren en alguna manera, y que sus excreciones no dejen de
pervertirse, y tomar a veces cualidades acres; finalmente un temperamento
linfático, una diatésis escrupulosa etc. son causas interiores de predisposición a
padecer el cólera morbo por la obvia razón de que no teniendo éstos sujetos el
vigor y robustez proporcionados en sus respectivos sistemas y aparatos de
órganos, éstos no pueden por lo mismo rechazar, o al menos neutralizar a las
otras causas predisponentes externas, y a las eficientes cuando éstas llegan a
obrar sobre el organismo”.91
- Exteriores: Entre las causas de predisposición exteriores, Sámano dice que estas
actúan sobre diferentes órganos:
Las variaciones de temperatura tienen su centro diana en la piel, por lo
que “cuantas más alternativas se noten en el calor del día y frio de la
noche, tanto más se ve predispuesto el sujeto a padecer la enfermedad,
(…) disminuida y aún suprimida la traspiración cutánea, tiene
91
González Sámano. M. (1834): Memoria histórica del cólera-morbo epidémico, con la
exposición de sus causas, síntomas, naturaleza, duración, terminaciones, pronóstico,
curación, y medios de precaución. Madrid. Imprenta de Verges. Pgs. 18-20.
84
precisamente que aumentarse la gastrointestinal, teoría con que hasta
cierto punto podemos explicar las diarreas que se presentan como
precursoras del padecimiento y que indican su venida. Si a ésta causa
de predisposición se reúne, como muy a menudo sucede, la infección en
la atmósfera misma para obrar inmediatamente en el aparato
respiratorio, y alterar por éste medio la hematose, tendremos como
algunos quieren, y no sin fundamento, que esta causa es al mismo
tiempo predisponente y ocasional”. Por lo expuesto dice que el frío, la
permanencia en sitios calurosos, cambiando rápidamente de sitios fríos y
húmedos, el vestir ropas sucias y mojadas, pueden ser causas
predisponentes, del mismo modo que algunas profesiones como pueden
ser las de segadores, herreros, etc. 92
Sobre el tubo digestivo menciona como elementos exteriores los
alimentos, venenos y medicamentos.
De los alimentos dice que: “todos en general, por escogidos que
sean, llegan a predisponer al padecimiento de ésta enfermedad si se
abusa de ellos, pues sobrecargando entonces el estómago con
sustancias suculentas y nutritivas, no puede digerirla según era
preciso, o para hacerlo alguna vez necesita redoblar su acción
orgánica, resultando una de dos, o en el primer caso no se efectúa
una buena digestión, por lo que resulta un infarto gástrico, o en el
segundo se aumenta la excitación del órgano quimificador, cuyos
dos efectos son muy a menudo predisponentes en la producción del
cólera. Otros alimentos hay que sin tomarse en abundancia como
los acabados de expresar, predisponen por las mismas razones,
tales son aquellos que en sus principios constitutivos tienen malas
cualidades, o que por cualquiera causa las hayan adquirido, y son
entre estos todos los vegetales en general, y más particularmente
aquellos que favorecen el desprendimiento de gases en los
intestinos, las frutas que no estén en un estado de perfecta madurez,
los pescados salados, las carnes muy excitantes o manidas, y por
último, todos aquellos que no estando en armonía de antemano con
92
González Sámano. M. (1834): Ibidem. Pgs 20-23.
85
la sensibilidad orgánica del estómago sean capaces de excitarle,
aun cuando por otra parte gocen aquellos de buenas cualidades. El
abuso en las bebidas, si éstas son espirituosas, su mala elaboración,
las aguas de pozo, estancadas, privadas por ésta causa de oxígeno,
o que hayan conservado y macerado cuerpos ya vegetales o
animales, son causas predisponentes para éste cruel azote”.
En lo que a los venenos se refiere, destaca cómo por parte de
algunos autores son presentados no como causa predisponente, sino
como elemento causal de la enfermedad: “Algunos han querido
atribuir el cólera a una materia sutilísima y séptica, que introducida
en la máquina, bien sea por el aire, alimentos, bebidas etc. le
desarrollaba, poniendo en prueba de ello la prontitud con que mata
la enfermedad igual al resultado observado en algunos
envenenamientos; y si esto tiene algo de verosímil, ¿Qué extraño
será que éstos agentes, sean del reino que fueren, obren sobre el
individuo, no digo predisponiéndole, sino a veces desarrollando en
él la enfermedad en cuestión?. Yo por mi parte no hallo duda en
creerlo; y la semejanza que se nota entre muchas enfermedades por
envenenamiento y el cólera-morbo testifican ésta opinión. Aunque
por otra parte no tendremos duda alguna en admitir que los venenos
introducidos de cualquier manera en la economía, y obrando ya en
la sangre por la absorción o tiempo de la hematose, o lo que es más
regular, sobre el tubo digestivo, puesto que los más son introducidos
en éste, predisponen a la economía, al desarrollo del cólera por la
acción más mínima de otra causa cualquiera ocasional, o llámese
eficiente”.
Respecto a los medicamentos dice que la toma indiscriminada de los
mismos y sin indicación, o en dosis desproporcionadas a las
circunstancias de cada paciente, pueden ser causas predisponentes
para el cólera-morbo: “pero entre ellos hay algunos que lo hacen
muy particularmente, y de los que debemos huir cuando haya
sospechas de la existencia o pronta aparición del mal; hablo de los
purgantes, cuya doble acción en la economía, de excitar la acción
orgánica intestinal, y promover evacuaciones abundantes, son por
86
esto capaces muy a menudo de desarrollar la enfermedad”. Es por
esto que expone, por lo que critica además la administración de
purgantes por parte de algunos cirujanos romancistas: “¿Y cómo de
otro modo pudieran obrar los agentes farmacéuticos, que como los
purgantes tienen la particularidad de presentar a su administración
seguida, uno de los síntomas diagnósticos de la enfermedad, cual es
la diarrea?. Y esto sabido, ¿porqué muchos facultativos,
regularmente cirujanos romancistas, no han de conocer lo
perjudiciales que son tales medicamentos en éstas circunstancias,
para administrarles con más prudencia, y no que justamente es muy
rara la enfermedad que en sus principios no sea tratada por ellos
con uno o más eméticos, seguidos de otros tantos purgantes, por
creer que los males consisten siempre en la alteración y acrimonia
biliosa?. Por lo mismo es necesario insistir en hacer notar que los
purgantes administrados sin justa indicación causan más perjuicios,
que utilidades suelen reportar a otros padecimientos…”.93
Asegura Sámano que muchas causas productoras de la enfermedad del
cólera-morbo tienen acción directa sobre el cerebro, que al estar en
conexión con el resto de órganos, puede ser el origen de la alteración de
diversas funciones: “así que, todas las impresiones recibidas por los
sentidos y trasmitidas al sensorio, pueden muy bien predisponer al
sujeto, mayormente si éstas mismas producen resultados desagradables,
y por lo tanto son muy acertadas las medidas de precaución, que
consisten en alejar del sujeto todo aquello que sea capaz de excitarle
miedo, y recordarle el estado de sus convecinos; por lo que la
prohibición de tocar al muerto, hacer sufragios ruidosos, excitar la
compasión con la vista de los difuntos etc. son medidas muy acertadas,
al paso que por el contrario serían causas predisponentes en la
producción del cólera-morbo. Las pasiones de ánimo, bien sean
deprimentes o excitantes, los raptos de cólera, el terror, el recelo de ser
invadido, las vigilias prolongadas, el excesivo estudio y cuanto obre
modificando de cualquier modo el estado normal del sistema nervioso;
93
González Sámano. M. (1834): Ibidem. Pgs. 26-30.
87
todo esto es capaz de predisponer al sujeto para el padecimiento del
cólera”.94
- Eficientes: Sámano parte del hecho evidente en 1834 de la ignorancia sobre la
causa cierta que produce la enfermedad, pero por otra parte muestra cómo éste
hecho poco le preocupa para trazar el tratamiento; “Unos han supuesto ser el
arroz tomado en abundancia; pero ésta causa no merece refutarse, pues en sí
misma tiene las pruebas en contrario, siendo críticamente éste alimento el que
más aprovecha a los coléricos, y de cuya simiente nos servimos con buen éxito
para el tratamiento del mal; Otros han creído que la causa eficiente consistía en
unos insectos o animalillos esparcidos por la atmósfera; hipótesis gratuita,
puesto que las más exquisitas investigaciones para probarlo nada han podido
adelantar; otros creían al principio, y algunos todavía, que la causa del cólera
consistía en un virus introducido en el sujeto, y que se propagaba de uno en
otro; y otros en fin, siendo entre éstos la mayoría, creen que la causa reside en
la atmósfera, aunque por otro lado, no se conoce su naturaleza”. De éstas dos
opiniones es donde reside, según Sámano, la controversia entre contagionistas y
anticontagionistas: “el creer que el morbo es contagioso, o en otros términos que
se propaga del sujeto enfermo al sano por el roce mutuo, que es lo que se
entiende por contagio inmediato, o bien por el uso de utensilios que hubieran
servido al paciente, como ropas, cama etc. lo que se dice contagio mediato; al
paso que los defensores de la segunda no admiten tal propagación, y sólo que el
cólera-morbo acomete indistintamente a los sujetos por residir su causa en el
aire, y de aquí deducen que es epidémico”95
2.4. Pronóstico del cólera-morbo asiático
Emitir juicios en cuanto al pronóstico en los casos de cólera-morbo asiático
experimentados por médicos de la época sería una tarea arriesgada, en tanto en cuanto
hablamos de una enfermedad que hasta ahora había ocultado sus causas productoras, su
naturaleza, el modo de propagarse, etc. Algunos decían que “el caso más grave, el más
agudo y repentino, el que se observe acompañado de todos los síntomas más
imponentes no debe abandonarse jamás, y sería arriesgado el asegurar su infeliz éxito,
94
González Sámano. M. (1834): Ibidem. Pgs. 30-32. 95
González Sámano. M. (1834): Opus cit. Pgs. 24-25.
88
así como el más benigno, el más lento y que solo se manifiesta por algún síntoma leve,
no puede mirarse con desprecio, ni pronosticarse categóricamente su feliz terminación,
pues son infinitos los casos que nos ha presentado ésta epidemia de ambos ejemplos”.96
El que habla es el Dr. De Paula Folch, al que la experiencia con la enfermedad en
varios países le facultaba para incluir éste apartado en su publicación, en la que hace
una corta reseña de todo aquello que indicó un estado de mayor peligro, así como las
señales que anunciaban más constantemente un resultado favorable. Se atrevió a
aseverar cuestiones tales como que la llamada colerina se había curado en la mayoría de
los casos; sin embargo el cólera grave o asfíctico casi siempre era mortal, de la misma
manera su experiencia y observación verificó que aquellos casos que se presentaron en
el período ascendente de la epidemia fueron más mortíferos en igualdad de
circunstancias, que los que observó en el período estacionario y mucho más que los de
su descenso. De ésta manera, y tras exponer lo anterior podía decir que en
circunstancias iguales el pronóstico mejora en su terminación; que en aquellos enfermos
en los que el período prodrómico casi se solapaba con el “álgido”, siempre fueron más
graves las consecuencias que en aquellos en los que en dicho tránsito mediaban algunos
días. De igual manera destacaba la necesidad de diagnosticar con prontitud el período
prodrómico, ya que si la atención se descuidaba por unas horas la invasión colérica
sobrevenía en el enfermo de una manera más alarmante y temible; que a mayor edad en
período álgido peor pronóstico, que aquellas personas robustas y que gozaban de buena
salud resistieron mejor la enfermedad; que en cuanto a sexos, el cólera ha atacado más
al femenino que al masculino, siendo además más difícil su curación, pero si además la
mujer estaba embarazada, el pronóstico era peor; que al contrario de lo ocurrido allí
donde había atacado el cólera, en su experiencia sevillana no encontró diferencia
significativa en mortalidad en cuanto a pobres y clase acomodada, de la misma manera
el aislamiento de familias en sus casas no ha preservado de la enfermedad; que aquellos
profesionales del cuidado al enfermo, así como sus familiares no llegaron a padecer la
enfermedad en mayor grado que el resto de la sociedad; que el temor a enfermar y la
consiguiente conducta de disminución de la actividad, guardar cama, etc., predispuso a
éstas personas a contraer el cólera y a padecerlo de manera más grave e incluso a morir.
Y de cualquier manera destaca al período “álgido” como el momento de mayor peligro
y en el que se observó un número mayor de víctimas.
96
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Opus cit. Pg. 19.
89
En cuanto a la sintomatología y su relación con el pronóstico de la enfermedad,
el Dr. De Paula, observó en sus enfermos que: “cuando se presentaban los síntomas de
frío glacial en el rostro y extremidades, las manchas azules del cuerpo eran muy
extensas y manifiestas, había perdido la piel su elasticidad natural, se ofrecían las
manos arrugadas como si hubiesen estado mucho tiempo en maceración, la lengua y el
aliento fríos, la fisonomía muy alterada, la voz casi imperceptible, y el pulso había
desaparecido del todo, el enfermo solía morir a las pocas horas, y antes de entrar en la
reacción. Cuando cesaban absoluta y repentinamente los vómitos y la diarrea,
persistiendo los síntomas de algidez, la muerte era infalible (…). La abundancia ni
frecuencia de los vómitos y cámaras no constituían el mayor peligro, con tal que no
fuesen acompañados de los síntomas fuertes de asfixia, pasando generalmente los
enfermos al período de reacción. Si al remitir un poco los síntomas álgidos se
reproducían éstos de nuevo con la misma vehemencia, o tal vez mayor, perecían
enseguida los enfermos. Si en éste mismo período y en un estado cianótico y
verdaderamente asfíctico se fijaba un dolor agudísimo en la región del diafragma, la
muerte era inevitable. Los casos en los que a los síntomas de algidez se unía desde el
principio la enajenación de las facultades intelectuales, y decían los enfermos que se
encontraban bien, fueron todos desgraciados. Cuando en el período de reacción se
mezclaban síntomas del álgido y sobrevenía el delirio, los enfermos sucumbían en breve
tiempo. La disminución de casi todos los síntomas del período álgido y la presencia de
algunos de reacción moderada no fueron por lo general de buen agüero, si no iban
acompañados de la elevación del pulso y la presencia de las orinas. La aparición de
erupciones anómalas en toda la superficie del cuerpo y la de parótidas fueron señales
de mala terminación, cuando se presentaron inmediatamente del período álgido o en el
principio de la reacción, y sobre todo si después de su erupción no cesaban los
síntomas de gravedad; pero indicaron constantemente una terminación feliz y la
entrada a la convalecencia, cuando se manifestaron en el quinto o sexto día de la
invasión o sea a la terminación del tercer período, sofocándose con su salida los
síntomas principales. El cambio de los vómitos y cámaras de blancas y albuminosas a
verdes o amarillas siempre se consideró como una señal favorable; pero es por sí solo
un signo tan inconstante, que no nos debe inspirar la mayor confianza, pues son
infinitos los enfermos que han perecido después de ésta variación. Los vómitos
sanguinolentos o que precipitan en su fondo de una sustancia rubicunda y algo
parecida a la orina, y la diarrea disentérica, han sido casi siempre señales de muerte.
90
El hipo en el período álgido anunció frecuentemente una pronta y fatal terminación;
pero en el medio y fin de la reacción nada significaba. Una reacción moderada, por
más que subsiguiese a un período álgido muy intenso era de muy buen agüero, así
como la irregular o excesiva, aun cuando sobreviniera el más ligero ataque, se
consideró siempre como un signo temible. La torpeza de las facultades intelectuales, el
sopor profundo, la fuerte inyección de las conjuntivas, ofreciéndose en forma de
manchas o equímoses, los ojos entreabiertos y con las pupilas vueltas hacia arriba, el
pervertirse la visión, la fuerte sordera y el susurro de oídos, fueron muy a menudo
malas señales en el período de reacción. La extremada agitación de todo el cuerpo y
los fuertes suspiros sin poder dar razón los enfermos de la causa que se los ocasionaba,
así como el guardar siempre una misma posición sin quejarse de cosa alguna,
manifestaron frecuentemente un estado de grande peligro. Un sudor disuelto, caliente y
no muy abundante, sobre el cuarto o quinto día de la enfermedad, ofreció por lo
regular una crisis saludable. En el fin de la reacción y cuando se habían disminuido la
mayor parte de los síntomas de gravedad, el sobrevenir una diarrea biliosa, sin que se
abatiesen las fuerzas de los enfermos fue una señal de terminación crítica. En
cualquiera circunstancia una recaída comprometió la vida del enfermo, sin que por eso
pasase a ser el caso absolutamente mortal; pues se vieron varios enfermos curarse
completamente, a pesar de haber sufrido dos, tres, y hasta cuatro recaídas”.97
Pero el Dr. De Pula Folch, como ya se ha dicho también formó parte de la
comisión enviada a investigar el cólera-morbo en el extranjero, en cuyo informe, en lo
que respecta al pronóstico de la enfermedad, y reconociendo desde un principio la
peligrosidad de la misma, afirmaban que la experiencia les había mostrado una serie de
ataques en los que el cólera era mortal y ante los que nada podían hacer los cuidados y
recursos terapéuticos entonces disponibles, siendo por desgracia el número de personas
atacadas de ésta manera muy considerable. Posicionándose al lado de aquellos que
defendían que el cólera provenía de un envenenamiento miasmático, les era fácil
afirmar que había casos mortales de necesidad, y otros que gracias a los cuidados y
terapéutica adecuada recuperaron su salud, defendiéndose con tan sencilla distinción a
las acusaciones consideradas por ellos injustas por parte de algunos detractores de la
medicina. Admitida por tanto la mortalidad absoluta y relativa del cólera pasaban en su
informe a examinar aquellas circunstancias que variaban en peligro y los signos que
97
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Ibidem. Pgs. 19-24.
91
podrían indicar el éxito de los auxilios. De ésta manera consideraban transcendental el
momento de contraer la enfermedad en relación con la aparición de la epidemia en una
localidad; es decir, afirmaban que aún en los casos más benignos, si éstos aparecían en
los primeros momentos de una irrupción repentina en un pueblo, o en el período de
mayor fuerza de la epidemia, tenían peor pronóstico incluso que aquellos graves
aparecidos durante la declinación de la misma. También, la mayor o menor rapidez con
que se desarrolla la enfermedad puede servir de indicio de su éxito, es decir, los ataques
repentinos y sin pródromos acarrean por regla general la muerte del sujeto. La edad, el
sexo, la robustez, el estado de salud y las afecciones del ánimo son también
circunstancias que pueden influir en el pronóstico. En general, cuanto más joven es el
sujeto, tanta más probabilidad hay de curación. Los niños de pecho son rara vez
atacados, pero mueren comúnmente. Al contrario de lo aseverado por el Dr. de Paula en
su informe tras la experiencia sevillana, en éste informe se afirmaba que las mujeres
parece que se curan por lo general mejor que los hombres. La robustez y un estado
habitual de buena salud permiten esperar en ciertas ocasiones la feliz terminación del
mal. El temor y abatimiento de ánimo debían ser motivos de recelos para los médicos.
Variaba también el pronóstico en razón a los diversos grados y períodos de la
enfermedad, de ésta manera afirmaban que, la colerina no ofrecía en sí misma gran
peligro, pero advertían en la necesidad de no olvidar que puede ser un pródromo del
ataque más violento, el cólera confirmado era muchísimas veces necesariamente mortal,
los pródromos podían ser combatidos en muchas ocasiones con esperanzas de buen
éxito. El mayor grado de intensidad se correspondería con el estado más grave, de ésta
manera el período “álgido” llevaría consigo los mayores peligros y podían asegurar que
la mayor parte de los enfermos perecían en él. En cuanto al pronóstico y su relación con
la sintomatología observada, “cuando el frío de los miembros, de la nariz y de la lengua
es excesivo, la cianosis y lividez intensas, evidente la falta de elasticidad y maceración
de la piel de las manos, profunda la alteración de la fisonomía, y completa la
desaparición del pulso, el enfermo muere sin llegar al estado de reacción. La absoluta
y repentina cesación de los vómitos y la diarrea en tales circunstancias, es indicio
seguro de la proximidad de la muerte. Cuando los síntomas asfícticos son ligeros,
aunque las evacuaciones por vómitos y cámaras sean abundantes y repetidas, puede
esperarse que el enfermo pase al periodo de reacción. La vuelta del calor, la
desaparición de la cianosis, el cambio favorable de la fisonomía y aún la sucesiva
disminución de las evacuaciones por vómitos y cámaras, no deben inspirarnos gran
92
confianza mientras no corran las orinas. Las reacciones irregular y tifoidea son estados
tan peligrosos como el periodo álgido. El sopor profundo, las equimosis o manchas de
las conjuntivas; y los ojos entreabiertos con las pupilas vueltas hacia arriba son
síntomas que en dichos períodos indican una mala terminación. Las inflamaciones en
cualquiera órgano o aparato durante la reacción violenta, si no van acompañados de
síntomas nerviosos o congestión cerebral, pueden en algunos casos ser combatidas con
esperanzas de buen éxito. En el cólera vehemente cuantos síntomas le caracterizan son
otros tantos signos de muerte inevitable. En todos los grados y períodos, el frío, la falta
completa de la elasticidad de la piel, la cianosis intensa o la lividez uniforme, los
sudores parciales de un humor pegajoso, la falta de pulso y la alteración de la sangre,
la frialdad de la lengua y el aliento y el color aplomado de aquél órgano, la ronquera,
los quejidos y los gritos, la ansiedad precordial, y la dificultad de respirar, la profunda
alteración de la fisonomía, la pérdida del oído o de la vista, la indolencia de los
enfermos y la indiferencia sobre su propia suerte, el delirio, la somnolencia y el sopor,
son signos de una muerte casi segura. Los calambres fuertes y el hipo no tienen por sí
solos tan gran valor como se les ha querido dar. En muchos casos graves son ligeros
los calambres, y en otros leves molestan infinito. El hipo aparece y desaparece con
facilidad, y en algunas ocasiones dura tres y cuatro días en enfermos que pasan a una
reacción moderada. Relativamente a las evacuaciones por vómitos y cámaras deben
hacerse algunas consideraciones importantes: Los vómitos biliosos, y aún de bilis pura,
no anuncian por sí solos la feliz terminación de la enfermedad. Muchas veces se
presentan desde el principio del ataque y esto no impide el que el mal corra todos sus
períodos y acabe del modo más funesto. Las cámaras serosas, espesas y con estrías
sanguinolentas, las mucosas sanguíneas, y en general las llamadas disentéricas hemos
visto que anuncian en todos los grados y períodos del mal una muerte próxima. Por lo
que hace a los fenómenos morbosos considerados como críticos, hemos tenido muy
pocas ocasiones de observar los sudores generales de que tanto se ha hablado; y ésta
terminación de la enfermedad, es a nuestro parecer bastante rara. La crisis por orinas
es la más positiva y evidente. La que sobreviene por cámaras biliosas, pocas veces se
verifica de una manera franca y favorable. La erupción semejante a la urticaria, las
erisipelas y los abscesos externos, presentándose por lo común envueltos con síntomas
93
de una reacción irregular o violenta, no permiten pronosticar en todos los casos de un
modo positivamente lisonjero”.98
Los había que auguraban un peor pronóstico si los atacados por el mal eran
ancianos y mujeres, aunque ante la pregunta ¿qué pronóstico podrá hacerse de la
terminación del mal en cada uno de sus diferentes períodos?, la contestación que se
daba entonces era contundente: “Ninguno cierto”, y añadían además: “No obstante
puede asegurarse que en igualdad de circunstancias los viejos y las mujeres tienen más
que temer que los demás, los cuales no se han de creer salvados hasta haberse
restablecido del todo, pues la mayor parte de los que se curan es de los que no han
pasado del primer periodo, cuya duración es indeterminada, y en éste tiempo están
expuestos a recaer, siendo entonces constantemente mayor el peligro. Si pasado el
primer periodo siguen los síntomas del álgido, es muy dudosa y mas generalmente
funesta la terminación, y tanto más cuanto más graduados estén los síntomas; y aún
cuando alguna vez se incline uno a que el enfermo salvará de tan inminente peligro, no
debe dejar de advertir el nuevo aunque comúnmente menor riesgo a que está expuesto
desde que aparece el período de reacción. Por las diferentes inflamaciones que suelen
fijarse en las vísceras del paciente cansado de sufrir. Resulta pues, que aunque siempre
hay peligro, nunca es tan grande ni próximo como en el estado álgido, y por
consiguiente es mucho mayor si la enfermedad comienza casi desde luego por él”.99
Sámano en 1834 se postulaba a favor de un carácter epidémico del cólera, y
siendo así, al hablar de su pronóstico, advertía de su gran diferencia con respecto a las
enfermedades “esporádicas”, viéndose entonces agravado el cólera-morbo por causas
que nada tienen que ver con el padecimiento mismo, como pudieran ser el terror, la falta
de recursos, el abandono, etc. Y concluía afirmando que: “1º, el pronóstico no es tan
cruel como se ha creído, 2º, que en el primer periodo suele muy a menudo ser favorable
si los enfermos, sanos por otra parte, acuden y se sujetan a tiempo a los facultativos, 3º,
que aún en el segundo se salvan bastantes, siendo muchos de los desgraciados sujetos
achacosos y valetudinarios, 4º, que en el tercero se puede decir que con respecto al
98
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pgs. 49-55. 99
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Opus cit. Pg. 49.
94
cólera no hay pronóstico, puesto que la muerte proviene por lo regular de otras
afecciones”.100
2.5. Métodos para precaverse del cólera-morbo
Las iniciativas preventivas menudearon por todo el país durante la primera visita
del cólera-morbo asiático a España; aunque revestidas de muy precarias condiciones
económicas, en algunos sitios, por falta de fondos no llegaron a imprimirse en bandos,
que publicaran las medidas que debían observarse en caso de contagio, y por supuesto,
mucho menos iniciar el acondicionamiento de lazaretos para recoger a los
contaminados; ni llevar a cabo otras previsiones al uso. Se realizaron publicaciones que
se movían en dos frentes; preventivo y curativo, el primero consistía en la publicación
de instrucciones populares para que el pueblo pudiese conocer los pormenores del mal.
Algunas de estas publicaciones son utilizadas como fuentes etnográficas para desarrollar
éste apartado dedicado a los métodos de precaverse del cólera-morbo:
- “Instrucción clara y sencilla para todas las clases del pueblo sobre los medios
más convenientes y seguros de precaverse del cólera-morbo asiático, y curarse
de sus primeros ataques”. Publicado en Barcelona en 1834, siendo su autor el
Dr. D. Félix Janer.
- “Instrucciones generales sobre el modo de precaverse del cólera-morbo
epidémico, con indicaciones acerca de su método curativo”. Publicado en
Madrid en 1834 por el Dr. D. Mateo Seoane.
Seoane, estudioso del cólera, llegó a ser una autoridad en la materia. Exiliado en
Londres por sus ideas liberales, tras su vuelta a España en 1834 se convirtió en el asesor
permanente del Real Consejo de Sanidad, siendo el promotor de toda una serie de
medidas que también se aplicarían en las epidemias de 1855 y 1865.101
100
González Sámano. M. (1834): Opus cit. Pg. 71. 101 Peral Pacheco, D. y Sánchez Álvarez, J.L. (2009): “La epidemia de cólera de 1855 en
Olivenza”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXV, Número III. Pgs. 1289-1320.
95
A la altura de 1834, cuando fueron publicadas, se había escrito ya mucho sobre
los medios preservativos y curativos del cólera-morbo. Las consecuencias de padecer la
enfermedad se conocían de primera mano en España, puesto que se venían padeciendo
desde el año anterior; más aún, algunos de los autores de éstas instrucciones, tal es el
caso de Seoane, la conocían bien por haber convivido con ella en sus experiencias en el
extranjero, y en sus instrucciones dejaba claro que: “El dar consejos acertados acerca
del género de vida o de la conducta que ha de observar cada individuo mientras reina
un epidemia tan general y devastadora como el cólera, es una empresa más difícil de lo
que a primera vista parece. En esta materia, así como en cuantas tienen relación con la
máquina animal, y quizá también con las demás cosas humanas, todo es relativo, y por
consiguiente por grande que sea la exactitud de las reglas que se den para dirigir la
conducta particular de los que estén expuestos a la influencia de las causas de la
epidemia, tienen que sufrir aquellas reglas necesariamente, modificaciones importantes
en la mayor parte de los casos, no solo con respecto a la edad, sexo, temperamento,
profesión, oficio, empleo o hábitos de vida de cada persona, sino también a la estación
y aún al tiempo en que reina la epidemia. Sería por tanto necesario en instrucciones de
esta clase, no solo fijar con la mayor exactitud posible las reglas preventivas generales
para precaverse de la influencia de las causas que directa o indirectamente son
capaces de producir un ataque del cólera, sino también hacer una explicación
minuciosa de las modificaciones que pueden hacer en ellas las circunstancias
accidentales. Estas circunstancias son sin embargo tan variadas y numerosas que se
necesitaría un escrito voluminoso para explicar por menudo aquellas modificaciones,
por lo cual es imposible hacer más que indicarlas, dejando a cada individuo que
aplique las diversas indicaciones a su propio caso, guiándolo por lo que le haya
enseñado su propia experiencia acerca de los efectos, que ocasionen en su máquina las
impresiones tanto de los estímulos físicos como de los morales. Entre las causas que
directa o indirectamente, pueden producir el cólera hay unas que ocasionamos
nosotros mismos, y cuya existencia es un efecto de nuestros desarreglos en el método de
vida, como los excesos de todo género, la falta de limpieza personal y gran parte de las
que son un resultado de las pasiones de ánimo; otras hay que no dependen tan
directamente de nosotros mismos cuales son las que consisten en el estado de los
lugares que habitamos por ser húmedos, sucios, estrechos o mal ventilados, y otras en
fin que existen sin dependencia alguna de nosotros. Podemos evitar casi siempre con
facilidad que se produzcan las primeras con un método arreglado de vida; nos es
96
posible también algunas veces impedir que se formen las segundas, y cuando no se
pueda impedir, lo que por desgracia sucede frecuentemente, debemos tratar de evitar el
que obren sobre nosotros, y esto último es lo único que se puede hacer para
contrarrestar la influencia de las tercias. Las medidas preservativas contra el cólera
deberán por consiguiente ser de dos especies, una comprenderá las que se dirijan a
arreglar nuestra conducta y método de vida como que no puedan formarse las causas
que contribuyen a producirle, cuando nos es posible el evitarlo, y la otra las que se
deben dirigir a impedir que obren las que existen sin intervención alguna de
nosotros”.102
La huída
El Dr. Félix Janer comienza sus recomendaciones con la fuga, una medida de
precaverse que al parecer había tenido buenos resultados con la anterior epidemia de
fiebre amarilla; sin embargo a estas alturas ya se sabía que estaba lejos de parecerse al
cólera-morbo. El autor hablaba de la huída de las poblaciones y mostraba una serie de
recomendaciones y advertencias: Decía que ésta huída debía hacerse hacia una
población que se encontrase a bastante distancia del pueblo infectado. Podemos afirmar
que Janer era defensor del carácter contagioso del mal, a pesar de encontrarnos ya en
1834, año en que ésta defensa empieza a ser abandonada, reconocía que el cólera se
extendía sobre pueblos vecinos a un mismo tiempo y con poco intervalo, por lo que la
huída a un pueblo cercano no ofrecía excesiva seguridad, más aún cuando se había
observado la gran celeridad con la que se propaga la enfermedad, pero además en la
elección del punto de destino recomendaba tener en cuenta la existencia de medios
necesarios para tratar el cólera en éste, reconociendo la necesaria urgencia en la
aplicación de cuidados, por lo que se hacía necesario verificar la existencia de médico,
sangrador, botica, etc. Pero además advertía de salir del pueblo antes que éste se declare
infectado o al menos al principio, reconociendo que la ignorancia de la existencia del
mal era motivo para que la población no guardase reglas saludables de preservación, por
lo que sería fácil pensar en la existencia del cólera ya en las personas que deciden
emprender la huída en breve. Por lo que de la misma manera aconsejaba salir estando
sano y nunca cuando se padeciere la colerina, ni aún cuando se hubieren sentido los
primeros síntomas. Reconociendo tras su experiencia que ésta colerina se podría curar,
102
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pgs. 5-8.
97
serían sus cuidados y tratamiento más ventajosos si eran aplicados en el lugar de
residencia, aunque ya existiere en él el cólera, al poder ser recibidos con urgencia y
mayor comodidad que en el viaje, donde las diversas incomodidades, tales como el frío,
calor, viento, malos alimentos, cansancio, etc., no podrían impedir que la colerina
terminase en evolucionar hacia un período de mayor peligro. Reconocía además Janer
que muchos habían perecido por ésta causa. Y en cuanto a la vuelta recomendaba
posponerla “hasta algún tiempo después de haberse concluido el cólera. Este tiempo no
se puede señalar a punto fijo, y siempre lo más acertado será el que se tarde a volver,
no volviendo a lo menos que no hayan pasado quince días o un mes. Si cuando se ha
declarado el pueblo ya libre del cólera, se puede tener una entera confianza en esta
declaración, como tal declaración suele hacerse solo después de haber pasado algunos
días sin que se hubiese manifestado caso alguno de cólera, pueden entonces los
fugitivos volver más o menos pronto. En circunstancias opuestas, cuando no se puede
poner una gran confianza en semejante declaración, como por desgracia sucede
muchas veces, los fugitivos harán bien en retardar su vuelta y solo verificarla al saber
por avisos particulares, pero de suma confianza, que realmente el cólera ha
desaparecido del todo y bastantes días hace del pueblo. El retardo que encargamos
para la vuelta es de suma importancia, pues peligran muchísimo los sujetos que
habiéndose ausentado vuelven mientras existe todavía el cólera, por más que se diga
que ya no hay sino uno u otro caso, por cuanto suelen más fácilmente coger el mal los
recién venidos”.103
Seoane, en sus recomendaciones también hace referencia a la salida de las
poblaciones ante la sospecha del acercamiento del cólera a éstas. Podemos afirmar, por
tanto, la posición en éste momento del autor a favor del contagionismo. Presenta la
huída como una posible medida de precaución, pero al igual que Janer advierte al
mismo tiempo de sus inconvenientes, de tal modo que cada uno elija la mejor opción en
consecuencia : “Nada hay más natural que cuando se teme la aparición próxima del
cólera en una población cualquiera el instinto mismo de la conservación impela a los
que residen en ella, a procurar huir de aquél paraje a otro donde haya menos
probabilidad de que se manifieste, y considerada en general esta medida preservativa,
ninguna hay más eficaz bajo todos aspectos. Sin embargo, aunque muchas veces un sin
103
Janer, F. (1834): Instrucción clara y sencilla para todas las clases del pueblo sobre
los medios más convenientes y seguros de preservarse del cólera-morbo asiático y
curarse de sus primeros ataques. Barcelona. Imprenta de Gorchs, Pgs. 4-8.
98
número de circunstancias imposibles de vencer no impidiesen absolutamente tomar este
medio de salvarse, no se le debería creer tan libre de inconvenientes, cuando se trata de
huir de los ataques del cólera, como se hace a menudo, y como a primera vista parece.
Si se abandona la población donde se reside, cuando hay miedo de que va a aparecer
en ella aquél mal, es muy fácil ir a otra donde aparezca primero, y caer así en el
peligro de que se huye, pues lo caprichoso de sus ataques hace imposible el poder
señalar con anticipación cual será el camino que tomará, o los pueblos que acometerá,
según se vaya propagando. Cuando con el objeto de evitar este inconveniente se espera
a que el cólera aparezca en la población donde se vive para abandonarla, puede
suceder y ha sucedido muchas veces que saquen ya el germen del mal dentro de sí
mismos los huidos y que se vean acometidos de él fuera de su casa, no solo privados de
las comodidades que no se encuentran por lo común más que en ella, sino aún también
destituidos de los auxilios médicos o de otra clase. Estos inconvenientes y en que en el
último caso es muy posible que aquellos huidos lleven consigo el mal y le propaguen,
deben tenerse siempre muy presentes antes de tomar la resolución de abandonar su
residencia para huir del cólera, a fin de comparar las ventajas de la emigración con
sus desventajas y de investigar detenidamente cual es la determinación que en el caso
particular de que se trate será menos peligrosa”.104
Dentro de las medidas adoptadas en el año anterior ante la presencia del cólera
estaban las de aislamiento, y dentro de éstas existía la necesidad de portar cédulas de
sanidad que acreditasen la no procedencia de lugar invadido por el cólera, previo paso a
la entrada en las poblaciones. La Corona, basándose en el empirismo había ordenado el
abandono de las autoridades de sus poblaciones ante la supuesta cercanía del cólera, en
agosto de 1834. Esta medida no sólo no era permitida sino que se castigaría duramente.
Higiene y limpieza
Para precaverse del cólera también se hace mención especial a la higiene y
limpieza, tanto de la casa como de la propia persona. De ésta última Seoane decía que
su falta era una de las cosas que podían contribuir más a ocasionar el mal por el
desarreglo que ocasiona en las funciones de la piel. “Toda porquería pegada a ésta
104
Seoane, M. (1834): Ibidem. Pgs. 35-37.
99
puede llegar a producir efectos tan perniciosos, que se debe tener el mayor cuidado en
mantener el cuerpo lo más limpio posible”105
:
Janer recomendaba mudarse de ropa interior con más frecuencia, y que ésta
estuviese bien seca y aún en invierno algo caliente. Aconsejaba los baños de agua tibia
pero no excesivamente frecuentes para no debilitar el cuerpo, y tomando una serie de
precauciones, tales como acostarse inmediatamente, tras un correcto secado a fin de
evitar la impresión del aire en la piel, motivo por el que no aconsejaba el baño a los no
acostumbrados al mismo, a no ser que la suciedad de la piel lo exigiere pero tomando
las debidas precauciones para no resfriarse. Advertía de la necesidad en la limpieza de
la ropa de cama, de la movilidad diaria de la misma, de barrer bien los aposentos, siendo
necesario hacerlo diariamente en verano, regándolos primeramente con el agua precisa
para no levantar demasiado polvo, que el basurero de la cocina se limpiase bien todos
los días, no permitir de ninguna manera inmundicia amontonada en la casa que pudieran
ser causa de emanaciones de materiales animales o vegetales en descomposición y
putrefacción. Especial cuidado con la ropa sucia de los enfermos, la cual debería ser
lavada fuera de la casa. Cuidado con los parajes que despidiesen mal olor, tales como
cloacas, alcantarillas, pozos de aguas inmundas, etc. Para ellos advertía la necesidad de
tenerlos siempre bien tapados, y destaparlos únicamente cuando fuera necesario, de la
misma manera no debería haber aguas sucias o encharcadas en casas, patios, etc., ni
cerca de éstas, y mucho menos echar en ellas materias animales o vegetales susceptibles
de ser corrompidas, siendo necesario, según Janer, denunciar a la autoridad cuando los
particulares no pudieran hacerlo por sí mismos. Tan importante como la limpieza,
debería ser la ventilación, necesaria para respirar un aire puro, de ésta manera
recomendaba abrir balcones y ventanas cada día, pero generalmente no muy de mañana,
y solo cuando el sol haya disipado la humedad y frescura del aire, cerrándolos al
anochecer, sobre todo en el otoño e invierno. Recomendaba que no durmieran muchos
individuos en un mismo aposento, lo cual sería fácil de conseguir en familias
acomodadas, pero no así en los pobres, que por otra parte iban a ser los más
perjudicados por la enfermedad. Si hubiere enfermos recomendaba que nadie durmiera
en sus cuartos, que se extremase la limpieza de los mismos, que no entrasen en ellos
sino las personas encargadas de su cuidado, los cuales saldrán de vez en cuando a
respirar otro aire más puro, y sacar rápidamente de las casas los cadáveres. Y En cuanto
105
Seoane, M. (1834): Ibidem. Pg. 37.
100
a los medios que se deberían utilizar para desinfección decía: “La pureza del aire en las
casas no se logra con aguas olorosas, ni con espíritus y esencias, ni con humos de
plantas u otras sustancias aromáticas, ni con vinagre, ya solo, ya aromatizado por
haber hecho hervir en él espliego, romero u otras plantas semejantes. Todo esto
solamente sirve para el olfato, y podrá usarse en el caso de querer dar un buen olor a
los aposentos. Los medios mejores de purificar el aire son ciertamente la ventilación y
la limpieza que hemos dicho; y así no se ha de poner sobrada confianza en las
fumigaciones clóricas, nítricas, ni otras discurridas hasta ahora, no debiendo nunca
esta confianza impedir que se practiquen los diversos medios de precaución expuestos
en éste escrito. Sin embargo podrá ser útil el hacer las fumigaciones del cloro,
especialmente en los aposentos donde hubiere habido muertos, bien que si tales
aposentos no fuesen pintados, sería mejor volverlos a blanquear. Las letrinas, sobre
todo las que huelen mal, se desinfectarán echando en ellas dos o tres veces al día una
cantidad de disolución de cloruro de cal. Los que tengan mucha aprensión por haber
tocado a un enfermo o un muerto podrán lavarse las manos con el agua clorurada,
bastando comúnmente lavarlas con agua y vinagre. También los aprensivos podrán
llevar consigo un frasquito tapado que contenga cloruro de cal sólido; y cada vez que
se quiera respirar cloro o desinfectar la porción de aire que rodea al individuo, bastará
destapar el frasco. El cloruro se ha de renovar cuando el olfato indique que ya no se
desprende cloro. Si se quiere una mayor cantidad de este, no hay sino echar en el
frasco algunas gotas de vinagre, el que podrá aromatizarse con otras gotas de algún
aceite esencial, como de jazmín, de espliego, de rosas, etc. si el gas incomodase
demasiado el olfato”.106
Los médicos de la comisión enviada al extranjero, en el apartado de la limpieza
personal como medida preservativa, decían: “la limpieza de la piel es también un medio
importante de preservación. Ordinariamente se practica tomando algunos baños de
agua tibia, seguidos de ligeras friegas. No puede dudarse de la utilidad de ésta
precaución higiénica; con todo, el que no esté acostumbrado a ella puede muy bien
omitirla en tiempo de epidemia”.107
En lo que se refiere a las características de las poblaciones donde se residía,
Seoane hacía mención especial a la influencia de las condiciones que contribuyen al
106
Janer, F. (1834): Ibidem Pgs. 11-19. 107
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 318.
101
desarrollo del cólera, procedentes exclusivamente del estado de las localidades mismas
cuando están mal situadas: “la historia de la carrera del cólera demuestra que en todas
las poblaciones donde ha hecho estragos, ha reinado muy particularmente en aquellos
parajes que eran húmedos, estrechos, mal ventilados o sucios, en fin, en los sitios donde
existía alguna causa para que el aire fuese poco puro y se renovase con dificultad,
mientras que en aquellos, cuyas condiciones eran opuestas, solo acometía por lo común
a los que hacían excesos. Hay pues una seguridad muy grande de escapar ilesos, aún
viviendo en un pueblo epidemiado, cuando además de guardar un método regular de
vida se tiene cuidado de evitar los sitios muy húmedos, o cuyo aire sea impuro, ya
consista esta impureza en la falta de ventilación, o ya en las emanaciones de las
inmundicias de cualquier clase. Todos deben pues tener el mayor interés no solo en
evitar estas causas individualmente, sino también en contribuir del modo más activo a
destruir los agentes que las producen, haciendo que se pongan en completa ejecución
las disposiciones que sobre la materia tomen las autoridades, a quienes toca ordenar la
ejecución de las medidas convenientes para destruirlas. Al mismo tiempo todos
aquellos que se vean obligados a residir en parajes mal situados deberán dar
diariamente dos o tres paseos moderados al aire libre en sitios bien ventilados y
secos”.108
En ésta primera visita del cólera, la enfermedad estuvo estrechamente relacionada
con las condiciones de vida, y particularmente con las condiciones higiénicas de las
poblaciones y de sus habitantes. Conviene tener en cuenta el grado de miseria y
sufrimiento de las capas más humildes, una realidad que, en 1834, alcanzó cotas
especialmente elevadas, no sólo como consecuencia de la epidemia, sino también por la
situación coyuntural de guerra y de crisis de subsistencias. Por todo ello es fácil pensar
en la gran cantidad de gente que no podría seguir las recomendaciones de habitabilidad,
así como las de higiene personal y doméstica, o las de alimentación y otras que se
describen a continuación.
Alimentación
En cuanto a la alimentación se recomendaba no hacer excesos huyendo de las
comidas copiosas, pero aclarando que sería pernicioso en éste sentido el cambiar
repentinamente mucho en el método usual de vida, siendo conveniente en general
108
Seoane, M. (1834): Ibidem. Pgs. 38-39.
102
preferir aquellos alimentos que sienten por lo común mejor al estómago de cada uno o a
los que se esté habituado, habiendo otros que sí será necesario considerar como dañinos
y por tanto será útil no usar en ningún caso mientras dure la epidemia. Entre éstos
últimos Seoane cita como tales “los vegetales muy acuosos particularmente los
pepinos, sandías, las frutas poco maduras o muy pasadas, la carne en cecina, el
pescado en escabeche o salado de cualquier modo, toda especie de carne, tocino o
pescado en mala condición y todo género de pasteles, y hay también otros que aun
cuando no sean tan malos como los anteriores, pueden llegar a serlo fácilmente, cuales
son los vegetales crudos, las setas, los guisados cargados de grasa o especias y las
salchichas, morcillas y demás alimentos muy grasientos. Y no solo se debe evitar todo
lo posible el hacer uso de éstos alimentos, sino también de todos aquellos que aún
cuando sean tenidos por saludables, la experiencia particular de cada uno le haya
demostrado que sientan mal a su estómago, y con mayor razón de los que le causen por
lo común soltura de vientre, pues nada hay más peligroso mientras reina el cólera que
tener cursos. Por ésta razón es preferible conservar el vientre poco estreñido y excepto
en aquellos casos en que el estreñimiento sea habitual o llegue a hacerse incómodo, lo
que también puede ser dañoso, no se tomarán ni medicinas, ni aún alimentos que sean
capaces de hacerse mover por fuerza, prefiriéndose a todos ellos las lavativas, cuando
sea absolutamente necesario hacerlo”.109
Tanto Seoane como Janer coinciden en señalar lo pernicioso de salir de casa por
la mañana en ayunas y los beneficios de una cena moderada, si bien el segundo advierte
que aquellos que estén acostumbrados a cenas copiosas harían mal en cambiar
repentinamente éste modo de vida, por lo que recomienda en éstos casos una ligera
moderación. Y en cuanto a la elección de alimentos, éstos deben ser de buena calidad,
de fácil digestión y que nutran bien sin fatigar el estómago, porque tal y como afirma
Seoane “nada puede contribuir más a la manifestación del cólera que una indigestión”.
Ambos recomiendan la dieta animal, si bien especifican:
- Seoane reconoce que “se ha disputado mucho sobre la influencia de los
vegetales en la producción del cólera, y no se puede dudar que una dieta animal
sencilla es preferible, generalmente hablando, a la dieta vegetal; más el
limitarse absolutamente o casi absolutamente a tomar sustancia animales puede
109
Seoane, M. (1834): Ibidem. Pgs. 10-11.
103
ser muy dañoso, en particular para aquellos que han estado y estén habituados
al uso de vegetales en gran cantidad. Es pues preciso seguir usando una dieta
mixta, prefiriendo los vegetales no dañosos, y teniendo siempre cuidado de no
tomar crudo ninguno de ellos, excepto las frutas maduras, que usadas en
cantidades muy cortas no son malas, y aún en muchos casos pueden ser útiles.
La misma discrepancia ha habido acerca del uso del tocino; hay poca duda de
que todos los alimentos cargados de grasa son no solo no saludables sino aun
también muy dañosos, mas es preciso advertir que los estómagos fuertes
acostumbrados a digerir alimentos también fuertes, principalmente cuando se
trata de trabajadores, necesitan para mantenerse en su estado natural ciertos
estímulos, sin los cuales se debilitarían mucho y se ocasionaría un mal
irremediable. Por ésta razón el uso del tocino puede no ser dañoso a los que
estando ya acostumbrados a él, le digieran con facilidad, más harán bien en
tomarlo con la mayor moderación y evitar casi enteramente su uso los que
tengan estómagos debilitados, o pasen una vida sedentaria”.110
- Janer recomienda que se ha de preferir la comida de carne a la de pescado,
advirtiendo a aquellos aficionados a éste la necesidad de elegirlo fresco y blanco.
En cuanto a las carnes “que sean tiernas, nada pasadas, ni cargadas de mucha
grasa, que no sean de animales ni muy tiernos ni viejos, que bien cocidas o
asadas, se preferirán a las demás; dejando comúnmente las carnes saladas, las
ahumadas, el tocino, particularmente rancio, la pesca salada, las langostas y
langostinos, los cangrejos, jibias y calamares, los mariscos, los caracoles, los
hongos, higos, habas, acelgas y coles. Son buenos los huevos, con tal que no se
cuezan o guisen de un modo que los haga indigestos, como es cuando son duros.
También es buena la leche, bien que no para aquellos a quienes le sienta mal, o
a quienes afloja el vientre, entendiéndose lo mismo de la manteca, queso y
demás preparados de la leche, que sin embargo siempre se han de comer con
moderación. Sólo se comerán las legumbres tiernas y se dejarán las secas que
suelen ser pesadas y flatulentas. En el puchero se pondrán con preferencia
garbanzos, solos o con un poco de cebolla, o de patata, o de escarola o de judías
tiernas. La sopa preferible será la de pan o de arroz, el que también puede
usarse mucho en los guisados. Los condimentos o salsas se han de usar los más
110
Seoane, M. (1834): Ibidem. Pgs. 12-13.
104
suaves, y siempre con moderación, siendo nocivos los más excitantes. El pan
debe ser de buena harina, bien cocido, y no demasiado tierno ni caliente, no
comiendo sino después de algún tiempo salido del horno”.111
Janer, siendo además consciente de las diferencias sociales, y teniendo en cuenta
lo expresado arriba, incluye entre sus prevenciones una dieta para “las personas
arregladas y de medianas connivencias”, “y en cuanto a los sujetos de pocas
conveniencias se acercarán cuanto puedan al método de vida expresado, dejando los
alimentos duros y malos que por gusto o por capricho tal vez comen sin necesidad; y en
el caso de no poderse escoger los alimentos como se desea, o en el caso de haber
carestía en el pueblo, como por desgracia sucede demasiadas veces, entonces entre los
alimentos menos malos o menos caros se escogerán también los que más nos convienen
cuanto se pudiese. Mas si la necesidad aun obligase a comer los indigestos y malos, se
cocerán bien y se comerán en una moderada cantidad para que se digieran”.112
Cuando se publicaron éstas medidas de prevención se desconocía que la
trasmisión del cólera era fecohídrica, y que el agua de bebida tiene un papel crítico en la
misma. Dentro de los aspectos a tener en cuenta con respecto al consumo de agua
Seoane escribió entonces: “se deberá preferir la que sea más pura, siendo por
consiguiente mejor la de los ríos o fuentes que la de los pozos o algibes, aunque la de
los últimos puede ser muy buena después de haberla batido o cambiado muchas veces
de unas vasijas a otras para que se una con ella el aire. Si hubiese medios de filtrar el
agua será muy útil, más en ningún caso se debe hervirla para purificarla, como se hace
en algunas partes, a no ser que sea absolutamente necesario beber agua muy mala por
falta de otra mejor, en cuyo caso será necesario ejecutar con el agua hervida lo mismo
que según queda dicho, se debe hacer con la de los algibes. Mientras reine el cólera
epidémicamente se deben tomar con mucha precaución las aguas minerales, aún
cuando sean gaseosas, pues sin embargo de haberse aconsejado las aguas cargadas de
gas ácido carbónico como muy útiles, yo creo que las naturales gaseosas rara vez lo
harán, a consecuencia de que el efecto malo de las sales que tienen en disolución,
contrarrestará el buen efecto que se atribuye a la acción del gas en el estómago”.113
111
Janer, F. (1834): Opus cit. Pgs. 22-23. 112
Janer, F. (1834): Ibidem. Pg. 25. 113
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pgs. 14-15.
105
También se permitía beber vino y cerveza, del primero Janer recomendaba
ingerirlo mezclado con agua, y preferiblemente el tinto, pero “los que estuvieren
acostumbrados a beber vino puro y soportaren con dificultad la mezcla del agua y vino,
podrán beberlo solo, pero con mucha moderación”.114
Seoane indica también como el
vino tinto es preferible al blanco, y considera además que “los peores son los muy
dulces, en particular cuando lo sean artificialmente, poco menos malos son los
acídulos, los amargos no lo son tanto a no ser muy espirituosos, y los mejores de todos
serán los secos o los ásperos”.115
Este mismo autor habla de la cerveza como una
bebida “que ha sido también mirada como muy saludable mientras reina el cólera, mas
aunque tomada con moderación y estando bien hecha, no hay razón para creerla
dañosa; su utilidad depende casi enteramente del hábito que se tenga de beberla, y en
todos los casos si no ha fermentado bien o es ácida será mala, pudiéndose aplicar todo
lo que digo de la cerveza al uso de la sidra”.116
Tanto uno como otro destacan los grandes perjuicios de la ingesta de licores
destilados, a los que consideran extremadamente perniciosos mientras reine el cólera, y
“apenas se puede exceptuar de ésta regla general ninguno de ellos, pues aún cuando se
consideran por muchos como inocentes ciertos licores, y aunque ha sido muy común el
aconsejar como preservativos algunos en que se habían tenido en infusión plantas
amargas y aromáticas, y ciertas tinturas que no eran otra cosa que una mezcla de estas
plantas con alguno de aquellos licores, no hay razón alguna para creer que esta mezcla
les haga mucho menos dañosos. Una experiencia constante de muchos años en todos
los países donde ha reinado el cólera, ha demostrado que entre las causas que con más
actividad pueden contribuir a producirle, ninguna es más mala que los excesos en el
uso de los líquidos fermentados o destilados. En todas partes se ha observado que los
que abusan por hábito de licores, no solo eran los primeros a quienes atacaba, sino
también que casi siempre era mortal en ellos. Aún los excesos accidentales de esta
especie son más peligrosos que los de todas las cosas”.117
Al parecer era muy común la costumbre de desayunar con aguardiente, de la que
Seoane habla como muy perniciosa, particularmente cuando no se come nada al mismo
114
Janer, F. (1834): Opus cit. Pg. 25. 115
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 15. 116
Opus cit. Pgs. 12-13. 117
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 16.
106
tiempo, y “lo será mucho más mientras reine el cólera. En general se debe evitar con el
mayor cuidado tomar ningún líquido fermentado o destilado en ayunas”.118
Seoane le da gran importancia al hábito en cuanto a la producción del cólera, en
éste sentido, “los que estén acostumbrados a tomar vino a sus comidas deben seguirlo
tomando, pues les será necesario para hacer la digestión, bebiendo siempre muy
moderadamente”. Y previene de la muy perniciosa costumbre de tomar, después de
comer, licores compuestos, que será más aún mientras reine una epidemia “en que la
menor cosa que afecte la digestión es capaz de producir un daño incalculable. El vino
de Champaña y todo otro líquido que haga espuma es también malo después de la
comida, pues el gas que se desprende de ellos no puede hacer otra cosa que dilatar el
estómago y detener la digestión”.119
Se prevenía también a aquellas personas en quienes la leche “mueve casi siempre
el vientre, y a aquellas otras en quienes aunque no obra por lo común de éste modo
produce a veces repentinamente cursos copiosos”. En todas ellas se aconsejaba no
tomarla hasta no pasar enteramente el peligro de epidemia. De la misma manera se
informaba del peligro de tomar grandes cantidades de líquidos, principalmente agua “de
un golpe” para calmar la sed en época de estío: “esta costumbre puede hacer mucho
daño en particular si se llena repentinamente de líquido el estómago cuando se esté
haciendo la digestión”. Y por último en lo que refiere a la temperatura de los líquidos
que se beben mientras reina el cólera, se informaba del daño que podrían causar los
demasiado fríos, especialmente si son ingeridos cuando el cuerpo está acalorado o
sudado “siendo por supuesto tanto más perniciosas las bebidas cuanto más frías sean o
esté más acalorado el cuerpo”, en éstos casos podía ser bueno el mezclar el agua con
vinagre o con vino que no sea demasiado “espirituoso”, o con zumo de limón o naranja,
con una pequeña cantidad de azúcar, y bebiendo siempre el líquido en cortas
cantidades.120
Y por último, en cuanto a la ingesta de líquidos se refiere, se prevenía de los
perjuicios que podría conllevar el uso de café, el té y el chocolate mientras reinara el
cólera. Estos si no se tomaban en exceso, su influencia en la producción del mal sería
muy pequeña en los que no estén acostumbrados a tomarlos, más aún en aquellos en que
118
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 16. 119
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 18. 120
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 20.
107
su uso moderado constituye un hábito. Lo que solo no es dañoso sino que “aun les será
provechoso”.
Para concluir con el apartado de la alimentación, se informaba a aquellas personas
que habitualmente sufrieran digestiones “penosas y largas, los que padecen alguna
indisposición del estómago e intestinos, y los que por ésta causa y de cualquier modo
tuvieran luego el vientre demasiado suelto, han de sujetarse a un régimen de vida algo
más riguroso que los otros”. Para el estreñimiento, y partiendo de sus perjuicios en
época de cólera, se aconsejaba a aquellos que lo sufrieran el uso de lavativas y no de
purgantes. Las primeras bastaría que fueran de “agua de malvas con aceite”; los
segundos, sobre todo los fuertes, no debieran ser usados durante la epidemia de cólera,
“porque nada es más común que sobrevenir éste luego después de la acción del
purgante”. Y para aquellas personas que aún no fueran habitualmente estreñidas, que
estando en estado de perfecta salud no tuvieran una evacuación sino cada dos o más
días, “sin que ésta tardanza les causare incomodidad alguna, no deben tampoco mover
el vientre con lavativas, mientras no fuera demasiada la tardanza, ni se apartare
bastante del estado natural”.121
La ropa
Otro de los apartados que incluían las medidas recomendadas para la prevención
estaba dedicado a la ropa. Con objeto de evitar resfriados se recomendaba ir bien
arropado en invierno, a la vez que un poco más de lo normal en verano, mientras durase
la epidemia de cólera. En la creencia de que la acción de la temperatura del aire sobre el
cuerpo pudiera llegar a ser con mayor facilidad una causa activa sobre el cólera, se
recomendaba evitar tanto la impresión del calor como la del frío cuando fueren
excesivos, así como también el cambio repentino del calor al frío, especialmente si se
estaba sudado, pues de igual manera se creía que la supresión de la traspiración podía
ser causa que influyera en el desarrollo del cólera.
Janer precisaba además que: “no se ha de salir de casa, si no conviene mucho,
antes de estar un poco alto el sol y de haberse puesto, evitando siempre con el mayor
cuidado la frescura de la noche y la humedad del aire. Si fuere necesario salir de casa
por la noche o a la madrugada, conviene abrigarse un poco más que de día y tomar
121
Janer, F. (1834): Opus cit. Pg. 22.
108
todas las precauciones posibles para no mojarse los vestidos, ni recibir humedad en los
pies. Se han de quitar pronto los vestidos mojados o humedecidos. El que se hubiere
mojado, hará muy bien, después de haberse puesto una camisa más o menos caliente,
en meterse en la cama, arroparse bastante y aún tomar una taza de agua de flor de
violas o malvas, o sola, caliente y con azúcar, no saliendo de la cama hasta que haya
sudado algún tanto. Conviene mantener constantemente un temple moderado en las
habitaciones, que no deben ser demasiado frescas, pero tampoco demasiado calientes.
Será muy útil vestirse interiormente de punto de estambre o de franela luego que se
ponga algo fresco el tiempo, manteniendo también los pies calientes con medias de
lana, a fin de sostener la traspiración de los mismos que es muy conveniente. Se ha de
poner mucho cuidado en el calzado, especialmente en los países y habitaciones
húmedas, y nunca se han de poner los pies desnudos en el suelo. Tampoco se dormirá
con las ventanas o balcones abiertos, abrigándose siempre, más o menos según el
tiempo, para dormir”.122
Seoane por su parte recomendaba prestar la mayor atención al modo de vestir
“abrigándose en cada una de las estaciones lo bastante para que la impresión
repentina del frío no pueda hacer que se destemple o resfríe el cuerpo fácilmente, y
teniendo aún mayor cuidado de éste abrigo en parajes donde, después de un calor
intenso por el día, suele enfriarse mucho la atmósfera a la entrada de la noche. El uso
de la franela o de tejidos de lana, llevados interiormente, es muy útil para impedir la
acción repentina del aire frío en el cutis, y como aquella impresión puede ser mucho
peor en los pies y vientre que en ninguna otra parte, podrá ser útil usar una faja o
cinturón de franela que cubra el vientre, riñones y caderas y se tendrá siempre el
mayor cuidado que el calzado sea capaz de cubrir y defender el pie del frío y la
humedad, evitando cautelosamente el no pisar con los pies desnudos en los pisos fríos
de las habitaciones”.123
Tanto Seoane como Janer escriben de la necesidad de precaverse de las
corrientes de aire frío, sobre todo si el cuerpo está cansado, acalorado o sudado, de no
desnudarse o descubrirse parte del cuerpo sin precaución en sitios muy fríos, con
especial atención al fresco de la caída de la tarde y sobre todo del sereno de la noche, al
que se le consideraba responsable de destemplar el cuerpo fácilmente cuando reina el
122
Janer, F. (1834): Opus cit. Pg. 27. 123
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 24.
109
cólera. Motivo por el cual Seoane recomendaba “evitar su impresión cuanto sea
posible, no durmiendo nunca con las ventanas abiertas, andando por la noche al aire
libre lo menos que se pueda y teniendo en los países cálidos la precaución de tomar el
fresco en las habitaciones con las cortinas de las ventanas corridas”.124
Se sostenía también que la humedad fría era un elemento desfavorable en la
traspiración, y se precavía de “los malísimos resultados de ella con respecto a la
producción del cólera”. Seoane precisaba que “no solo se ha observado que los sitios
natural o artificialmente húmedos son los peores para vivir mientras reine aquél mal, y
que el residir por mucho tiempo en medio de aire muy húmedo es muy pernicioso, sino
aún también que la impresión accidental del aire cargado de vapores fríos en el cutis, o
la de los fluidos a la misma temperatura puede ser muy dañosa. Es preciso pues, evitar
todo lo posible, no solo estar por largo tiempo en medio de una atmósfera húmeda y
fría, sino también el no mojarse, o cuando no se haya podido evitarlo será necesario
mudarse inmediatamente de ropa, pues nada es capaz de hacer más daño que el
mantenerse mucho tiempo con vestidos mojados. Sobre todo se debe tener el mayor
cuidado en que no se mojen y enfríen los pies al mismo tiempo, y cuando no se les haya
podido precaver de la impresión de la humedad fría, será absolutamente preciso el
mudarse sin tardanza el calzado”.125
Janer extendía las recomendaciones para prevenir la humedad a las habitaciones
o aposentos dedicados al descanso nocturno, para los que aconsejaba que no fueran
regados “sino lo más preciso para barrerlos, ni se extenderá en ellos ropa mojada, ni
se tendrán líquidos en evaporación, etc. Los aposentos húmedos no se han de habitar, si
fuere posible, o se estará en ellos lo menos que se pueda; y los que por precisión
hubieren de pasar la noche en los mismos, han de dormir bastante abrigados,
colocando las camas cerca de las paredes menos húmedas, y cubriendo a estas con
tablas, esteras, mantas, o del modo que pudieren”.126
Se ha escrito más arriba de la utilidad de mantener la libre traspiración de la piel,
y para favorecerla Janer presentaba también la utilidad de las friegas secas, “dadas con
suavidad por la mañana o mañana y noche con una bayeta seca o perfumada con el
humo de alguna planta aromática, como romero, espliego, etc. Los enfermizos, los
124
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 24. 125
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 25. 126
Janer, F. (1834): Opus cit. Pg. 29.
110
débiles, los propensos a resfriarse, los miedosos, los convalecientes deben usar mas
estas friegas y aún ir siempre mas arropados que los otros. Las evaporaciones
naturales o artificiales y las erupciones de la piel, que por haber durado por algún
tiempo más o menos largo ya se hubiesen hecho habituales, no se suprimirán con
remedios mientras dure la epidemia, se mantendrán en un grado moderado, y si se
suprimieren por sí mismas, se volverán a restablecer del modo conveniente”.127
Realización de ejercicio
Otro apartado que se aborda en las recomendaciones de precaución era el
ejercicio, del que su exceso y todo género de fatiga pudiera contribuir de un modo muy
activo al desarrollo del cólera. De la misma manera que lo era el extremo contrario, por
lo que Seoane recomendaba que “un moderado ejercicio es necesario para conservar la
salud, y la necesidad es más grande aún para los que estén obligados a vivir entonces
en sitios no muy ventilados, quienes deberán dar paseos cortos dos o tres veces al día
por los parajes más secos y abiertos que puedan escogerse”.128
Y Janer precisaba
además que sería necesario evitar las fatigas excesivas y por tanto “los trabajos
forzados, los ejercicios violentos, las velas prolongadas, los estudios serios y
abstractos, los trabajos mentales intensos, los excesos con mujeres, los placeres
demasiado vivos de cualquiera especie, la vida sobrado ociosa y sedentaria, las
pasiones de ánimo, y en particular el terror, la tristeza, la ira, y el miedo al mismo
cólera”.129
Afectos de ánimo
Otro aspecto al que ambos autores dedican especial atención es el que Seoane
titula como “Afectos de ánimo”. Es preciso recordar cómo el cólera en 1834 seguía sin
un remedio curativo específico, un hecho bien conocido por todos, como también el que
se trataba de una enfermedad que saltaba fronteras y que en éste momento se extendía
por toda España. Todo ello nos hace pensar en un escenario desolador donde el miedo al
contagio inundaba las poblaciones. En las narraciones de aquellos que convivieron con
la enfermedad no faltan las representaciones sociales, más que colectivas, de miedo y
127
Janer, F. (1834): Opus cit. Pg. 28. 128
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 29. 129
Janer, F. (1834): Opus cit. Pg. 30.
111
terror, en las que se resalta ese carácter simbólico común en la construcción mental del
cólera, una identificación quizás con el subconsciente histórico de la peste.
Seoane en un intento de aplacar éste miedo y basándose en la experiencia del
recorrido del cólera por otros países nos presenta una enfermedad de la que es fácil
precaverse. Como parte del colectivo médico presentaba los estados melancólicos como
predisponentes para padecer la enfermedad, y destacaba un miedo, pánico, terror que
llegan a hacerse epidémicos igual que la propia enfermedad:” Esto es lo que ha
sucedido precisamente con el cólera, mal que ha inspirado acaso mayor terror que
ningún otro, a pesar de que considerado por lo que tiene de epidémico, quizá no hay
enfermedad de ésta clase de que sea posible librarse con más facilidad, siguiendo un
método arreglado de vida, y de que considerado capaz de pegarse de una persona a
otra, la actividad de su propiedad contagiosa es mucho menos que la de ningún otro
mal de esta especie. Sin necesidad aun de aplicar el cálculo de las probabilidades a los
resultados de los ataques de esta enfermedad, se puede afirmar que el riesgo de caer
con el cólera en circunstancias favorables es muy pequeño, pues la historia de su
carrera desde 1817 demuestra ser aún raro que acometa a una persona entre cada
treinta de las que se hallan expuestas a las condiciones más desfavorables. Así es que
siempre se le ha mirado con más terror desde lejos, y que cuando la experiencia ha
reducido a su justo valor todas las exageraciones, no se ha dado más importancia a sus
estragos que las que ordinariamente se da a los que causan los tifos, viruelas,
escarlatas, sarampión y otras enfermedades que a pesar de ser con frecuencia tan
devastadoras al menos como el cólera, cuando reinan epidémicamente, y siempre
mucho más contagiosas, el hábito hace que nunca produzcan una alarma universal y
perniciosa. Considerados todos éstos hechos, que son el resultado de la experiencia de
un gran número de observadores en muy diversos países y por el espacio de diez y seis
años, no debe ser difícil a las personas capaces de impedir que su razón se someta a
terrores exagerados, el no entregarse a un amilanamiento que puede contribuir al
mismo mal que se tome, y el oponer la serenidad del alma a un peligro tanto menos
importante cuanto menos se cree su existencia. Pero hay otros afectos de ánimo más
peligrosos aún que el miedo, particularmente cuando son intensos y obran de repente.
Un arrebato de ira, un susto grande, la tristeza llevada al extremo y continuada por
algún tiempo, en fin todas las pasiones o afectos del alma muy vivos puede producir un
112
sacudimiento fuerte en los nervios y contribuirán muchísimo al desarrollo del mal, por
lo cual se deben evitar con el mayor cuidado”.130
Janer destaca cómo la tranquilidad de ánimo, el valor y la serenidad son útiles en
tiempos de epidemia, por lo que será fundamental estar tranquilo, animoso y sereno, lo
mismo que el extremo contrario predispone a contraer el mal. A aquellos más miedosos
les aconseja que siguiendo éstas recomendaciones, en cuanto a estilo de vida, van a
poder librarse del cólera. A aquellas personas propensas al enfado, y a las que sin serlo
tuvieran motivos para ello, les aconseja serenidad, en la creencia de que un enfado
fuerte les ocasionaría el cólera con mayor prontitud. Por ello, escribió:” Se han de evitar
cuanto fuere posible toda especie de espantos. Conviene mucho dormir bien por la
noche, no debiendo por lo tanto trasnochar, ni madrugar demasiado. La buena
conversación, la amena lectura, las tertulias de pocos individuos que no hablen de
muertos, enfermos, ni otros asuntos tristes y aflictivos, sino de cosas agradables o a lo
menos indiferentes, serán sin duda ventajosas, distrayendo y recreando el ánimo y
dándole más vigor para soportar las penas y disgustos indispensables en unos tiempos
tan calamitosos como son los de las epidemias. Los trabajos largos y muy pesados, ya
del cuerpo ya del entendimiento, si no fueren necesarios, será muy del caso que se
dejen para después de haber cesado la epidemia. En una palabra, se ha de evitar con
suma prudencia y cuidado todo lo que de un modo u otro puede acalorar, conmover y
trastornar el cuerpo y el espíritu; y así es que la experiencia ha manifestado que los
desórdenes y tumultos populares aumentan mucho el peligro en las epidemias, pues
caen luego más enfermos, el mal se vuelve más grave y funesto, y los auxilios se hacen
más difíciles y menos eficaces. Conviene sobre manera no tomar parte alguna en
semejantes tumultos, obedecer pacíficamente a las autoridades, cooperar con ellas a
evitar toda especie de desastres, y hacerse el debido cargo de que si en todo tiempo el
orden público y la tranquilidad general contribuyen necesariamente a la dicha y
prosperidad de los pueblos, no dejan de ser también en tiempo de epidemia unos
medios eficaces de preservación y salud”.131
130
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pgs. 33-34. 131
Janer, F. (1834): Opus cit. Pgs. 31-32.
113
Uso de medicamentos
Seoane advertía también sobre los efectos que sobre el estómago pudieran tener
ciertos medicamentos que utilizados por motivos distintos al cólera pudieran ser
ingeridos mientras reinase la epidemia: “Todo lo que puede obrar activamente en el
estómago o en las otras partes que concurren a que se haga la digestión, puede también
contribuir mucho al desarrollo del cólera y nadie duda que las medicinas obran muy
activamente en ellas. En general se deberá evitar cuanto sea posible tomar
medicamentos, principalmente los que no sean muy simples, mientras reine el cólera
epidémicamente, y entre ellos ningunos son más perniciosos que los purgantes, en
particular el crémor, sal de higuera, tártaro soluble y demás purgantes salinos. Poco
menos malos serán entonces los tónicos y estimulantes, que no sean absolutamente
necesarios para curar algún mal que se haya presentado en aquella época, y los
funestísimos resultados que han sobrevenido del uso de un sin número de preservativos,
cuya base estaba formada de medicamentos de aquella especie, ha hecho demasiado
patente cuan necesaria es la mayor precaución para usarlos sin una necesidad absoluta
y reconocida por un facultativo. Hay aún algunos males cuya cura se debe emprender
con el mayor cuidado mientras dure la epidemia, cuales son las erupciones cutáneas
sin calentura, y las úlceras y evacuaciones que se hayan hecho habituales, pues el
suprimir entonces estas sin tomar las mayores precauciones, puede producir y ha
producido muchas veces un ataque fuerte de la enfermedad”.132
El mismo autor
prevenía de los funestos resultados que pudieran ocasionar los medicamentos llamados
preservativos por parte de la charlatanería: “Es al menos tan absurdo creer que puede
existir un medicamento capaz de impedir que acometa el cólera, como el persuadirse
que un método dado de curación puede curarle en todos los casos. El único
preservativo es evitar la acción de las causas que concurren en producir el mal, y los
medicamentos usados como preservativos están tan lejos de ocasionar este efecto, que
no hay quizá ninguno solo de los usados hasta ahora con aquél objeto…”.133
Reglas de precaución en convalecientes
En cuanto a los convalecientes se les aconsejaba seguir las mismas reglas de
precaución señaladas para los sanos, pero aún con mucho mayor cuidado, ya que de lo
132
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pgs. 21-23. 133
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 23.
114
contrario podría recaer con suma facilidad, por lo que deberían ir muy poco a poco
tomando alimento: “el que al principio y quizá aun por algunos días solo deberá ser
una sustancia de pan o de arroz, después un ligero caldo y así consecutivamente con
gran tiento y sin precipitación alguna”.134
Lo mismo se aconsejaba para cuando la epidemia fuera cesando, en el sentido de
no abandonar de pronto el arreglo de vida que se ha guardado; es más, el consejo era
prolongarlo por un tiempo tal vez bastante largo, “pues durante aquella, una sola
imprudencia pudiera hacer perder el fruto de tantas precauciones tomadas hasta
entonces, ocasionando el cólera con suma prontitud; y siempre conviene mucho pasar
poco a poco y por grados de un género de vida a otro para que la salud no se resienta,
como puede suceder y con frecuencia sucede, de un tránsito repentino”.135
Recomendaciones de otros autores
Otros autores dentro de sus monografías dedicaban también algún apartado a los
métodos para precaverse del cólera, uno de ellos era Sámano, quien en 1834 se
postulaba como defensor del carácter epidémico del cólera y por ende, según él, de
residir su causa en el aire, y como no se pueden poner barreras a éste elemento, apunta
cómo conveniente evitar aquellas causas, que si bien por sí solas no serían capaces de
desarrollar la enfermedad, sí predisponen a contraerla, y potenciar la higiene tanto
personal, doméstica y exterior, así como otras medidas. En cuanto a las medidas
personales y domésticas recomendaba extremar el aseo, para las que bastaría con tener
bien barridas y ventiladas las casas, regadas con agua y vinagre, pero con cuidado de no
quedar húmedas las habitaciones, utilizar plantas aromáticas, como la salvia, romero
etc., sacar de las habitaciones objetos que pudieran contener inmundicias, mudar a
menudo las ropas de cama y vestir, usándolas algo calientes. Y por último, en la higiene
personal, tener esmero en favorecer la transpiración de la piel, para lo que se podrían
usar friegas secas en todo el cuerpo. Para el exterior, destacaba lo perjudicial que para la
salud resultaban las inmundicias y aguas empantanadas con el influjo de sus
emanaciones alrededor de las casas, calles, paseos públicos, etc. Por lo que era
necesario retirar todos los materiales y allanar los lugares pantanosos y bajos. En el
interior de las casas se hacía necesario evitar el hacinamiento, “…especialmente si su
134
Janer, F. (1834): Opus cit. Pg. 33. 135
Opus cit. Pg. 34.
115
grandor no guarda proporción, ni tiene buenas ventilaciones. Debemos hacer lo posible
porque los sujetos que habiten una misma casa estén separados para dormir, no por
creer que la enfermedad pueda propagarse de individuo a individuo, sino por estar bien
convencidos que éstas reuniones forman, por las emanaciones de los sujetos, un foco de
infección, que después sería muy fácil se convirtiera en causa eficiente para aquellos
mismos que habían favorecido su formación”. Recomendaba además seguir un buen
régimen alimenticio: “…cuidado de no excederse en los alimentos, que éstos sean de
buena calidad y tomados a sus horas, la privación de los pescados salados, carnes
manidas y frutas inmaduras (…), régimen que debe extenderse también a las bebidas,
pues si éstas se toman en abundancia y espirituosas, excitan sobremanera el aparato
digestivo haciéndoles susceptible a tal padecimiento; así que la mejor bebida será el
agua pura o mezclada con algún tanto de vino tinto o a las comidas, pudiéndola usar
por entre el día a todo pasto y endulzada con algún poco de jarabe gomoso”. Especial
atención al mínimo síntoma gastrointestinal, y destacaba la necesidad de luchar contra
la pobreza: “…proporcionando trabajo a la clase indigente, con lo que se logran dos
objetivos: primero, alimentar a un sinnúmero de individuos, y acaso a sus familias
mismas; segundo, hacer en los pueblos obras útiles al vecindario mismo y al resto de la
sociedad”.136
2.6. Método Curativo
Anarquía terapéutica
Motivo nada desdeñable del impacto psicológico del anuncio de la existencia del
cólera en España fue la escasa concordia observada entre los médicos europeos respecto
de la terapia más idónea, así como el escaso resultado obtenido por todas ellas. Como
señala el aventurero Falp, desde Polonia: “...Esta fue verdaderamente una época de
anarquía para la terapéutica, en que cada uno recetaba lo primero que le pasaba por
la imaginación”. Falta de acuerdo, pues, por un lado: el número de planes o métodos
curativos prácticamente igualó al de facultativos que atendieron la enfermedad. Uso
extensivo de remedios por otro, hasta el punto que: “...fuera preciso la enumeración de
136
González Sámano, M. (1834): Memoria histórica del cólera-morbo epidémico, con
la exposición de sus causas, síntomas, naturaleza, duración, terminaciones, pronóstico,
curación, y medios de precaución. Madrid. Imprenta de Verges. Pgs. 84-88.
116
toda la materia médica para contar los medios empleados contra esta
enfermedad...”.137
Esta anarquía terapéutica de la que se escribe en el párrafo anterior es un hecho
constatable en las publicaciones médicas de la época:
- El Dr. De Paula Folch, en 1834, escribió: “Siendo el cólera-morbo una afección
desconocida en su esencia, causas, sistema primitivamente afectado, y en una
palabra, en todo lo que constituye el conocimiento íntimo de la naturaleza de
una enfermedad, nada debemos de extrañar de que hayan divagado tanto los
médicos de todas las naciones sobre el modo de combatir semejante dolencia y
que ansiosos de encontrar el específico o método propio para curarla, se
entregasen decididamente a experimentar, no solo todos los medios ordinarios
que emplea el arte para destruir las demás afecciones, sino aún aquellos más
activos y arriesgados, y cuyo uso en medicina fue desconocido hasta el presente.
Porque ¿cómo podían con indiferencia, que una enfermedad que ofrecía
síntomas tan alarmantes, y desconocidos, arrebatase tantas víctimas, sin que los
esfuerzos de la medicina se remontasen mucho más allá de donde habían
llegado, y sin que los médicos hiciesen los mayores sacrificios para obtener el
antídoto deseado?. Seguramente que si no hubiesen obrado de un modo tan
heroico y decidido, habrían dado un ejemplo de punible indiferencia, pero
afortunadamente no presenta la historia de la medicina una época en la que los
profesores del arte del curar hayan dado pruebas menos equívocas de su amor a
la humanidad doliente y su ardiente celo por el honor de la ciencia, que el que
han manifestado al presentarse una enfermedad tan temible. Pero si
desgraciadamente todas las tentativas hasta aquí practicadas no han producido
el efecto deseado, no debemos dejar de conocer por eso que han sido de grande
utilidad por los muchos conocimientos negativos que nos han facilitado, y por
habernos ilustrado sobre los graves perjuicios que acarrean en dicha afección
las medicaciones exclusivas, y la suma necesidad de combatir ésta dolencia por
un método racional y ecléctico, que acomodándose a las circunstancias del
individuo, a las variedades de los climas y de los habitantes, y a las diferencias
137 Rodríguez Ocaña E. (1982): “Higiene y terapéutica anticolérica en la primera
epidemia de cólera en España, 1833-1835”. Asclepio- XXXIV-.
117
que manifiesta la enfermedad, tanto en sus grados de intensidad, como en sus
diferentes periodos, proporcione a los enfermos socorros acomodados a cada
una de éstas circunstancias”.138
- Sámano en su monografía publicada en 1834, tras haber tratado a 300 enfermos
atacados por el cólera-morbo, no entendía cómo desconocida la etiología del
cólera se hubieran preconizado para su tratamiento un número tan elevado de
medicamentos, muchas veces poco usados y desconocidos, teniendo incluso
algunos considerados como específicos anticoléricos, si la experiencia venía
demostrando sus resultados negativos. Reconocía por tanto una verdadera
confusión cuyo origen residiría en ese desconocimiento de su causa primera, y
las diversas teorías al respecto; de tal manera que aquellos defensores de un
origen nervioso en la enfermedad, serían los que administrarían
antiespasmódicos como el pio, éter, alcanfor, almizcle, etc: “al paso que los
otros, teniéndola por un espasmo, y creyendo que la única indicación era el
aumentar la disminuida acción del sistema dermoides, propinaban todos los
excitantes capaces de reanimar el calor apagado de éste, y promover su
traspiración, sin que para su logro se haya dejado de usar cuanto se conoce útil,
principiando por la simple cataplasma y concluyendo por el cáustico más fuerte;
de otro lado éstos, siguiendo la doctrina galénica, creían que el mal era de un
carácter bilioso atendidos los vómitos y evacuaciones de vientre, y en su
consecuencia usaban los eméticos y purgantes so pretexto de alejar del
estómago e intestinos la materia pecante, causa próxima de la enfermedad;
cuando, éstos otros por el contrario, trataban de suspender desde los primeros
momentos estas mismas evacuaciones por creerlas la esencia del mal, en cuyo
caso usaban todos los embotantes y astringentes conocidos, entre cuyos
medicamentos, el opio gozaba la preferencia, y por lo regular en estado líquido;
últimamente el plan antiflogístico en toda su extensión y dirigido con
expecialidad al tubo digestivo ha sido puesto en práctica, infiriéndose que aquí
la enfermedad en cuestión ha sido tenida por una verdadera inflamación de éste
aparato, o sea por una gastro-entero-colitis. Estos han sido los planes
138
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Breve descripción del Cólera-Morbo Oriental
que se padeció en la ciudad de Sevilla en los meses de septiembre, octubre y parte de
noviembre de 1833. Barcelona. Imprenta de J. Verdaguer, Calle del Gobernador, 10.
Pgs. 25-26.
118
terapéuticos más seguidos; y si fuésemos a exponer el sin número de
prescripciones tenidas por específicas, y que llevan el pomposo epígrafe de Para
curar el Cólera, sería preciso y necesario numerar todos los indicamentos
conocidos, y otros muchos abandonados en otras dolencias por perjudiciales; y
en medio de tanto decir y proponer, ¿se ha adelantado alguna cosa con éstos
diferentes métodos?, Nada, sin duda, pues como que la naturaleza de la
enfermedad era muy diferente a la idea formada por los facultativos, muy
diferentes eran también los resultados de curación, de modo que en ésta
dolencia como en las otras de su clase, será el mejor tratamiento aquél que se
fije en combatir, no todo el padecimiento de una vez, sino que trate de corregirle
según sus diferentes períodos, pues muy cierto que según el mal cambia de
aspecto en sus mutaciones, así también las indicaciones son muy otras…”.139
- La comisión enviada al extranjero por Fernando VII, en su informe decía:
“Emprender la curación de una enfermedad cuyas causas y naturaleza
desconocemos, parece a primera vista acometer un imposible; pero si bien se
reflexiona, esto no quiere decir otra cosa, sino que no nos es dado llegar por la
vía del raciocinio al conocimiento de los medios de combatirla: quédanos aun
abierta la de la experiencia, no menos fecunda en descubrimientos útiles”.140
Como característica común a todo el período que se ha dado en llamar de la
“medicina heroica”, asistimos a un estimable avance de la clínica, de los métodos
fisicoquímicos de análisis y anatomoclínicos de inspección necrópsica, mientras que la
terapéutica quedó rezagada en el desarrollo científico. En pocas ocasiones está más
justificado decir, con Ackerknecht (1973), que la relación entre la teoría y la práctica
terapéuticas obedeció más que nada a una racionalización de medidas empíricas
preexistentes y aun antiquísimas, como es el caso de la sangría.141
Tratamiento de la colerina
Antes de la enfermedad incipiente, ya se ha apuntado en apartados anteriores cómo
podrían aparecer ciertas incomodidades que se han de considerar como unos principios
o unos correos del cólera, los cuales no deben ser despreciados, y antes al contrario se
139
González Sámano, M. (1834): Opus cit. Pgs. 72-74. 140
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 123. 141
Rodríguez Ocaña, E. (1982): Art cit.
119
aconsejaba combatir, dado que aunque algunas veces podrían pasar y desaparecer por sí
mismas, si fueran descuidadas podrían ser la puerta al cólera. Janer destacaba cómo eran
muy pocos los enfermos que no pasaban por ella y la necesidad de una urgente atención,
en la que sería necesaria una pronta atención de sus síntomas. Consistiría en comer con
moderación, en aquellos en los que no se evidencian sígnos, y sólo caldos en aquellos
en los que ya se sienten los primeros síntomas. A éstos además se les aconsejaba no
salir de casa, encamarse si se encontraban mal y tomar algún preparado caliente y
azucarada de malvas o viola de flores, té, manzanilla; etc., y si los síntomas fuesen en
aumento, de tal manera que: “ Si hubiese ya mucho ruido de tripas y algunos dolores
cólicos, en cualquier parte del vientre que fueren, entonces es preciso ponerse
inmediatamente en cama (tanto más si al mismo tiempo hubiere calosfríos o
quebrantamiento de huesos), adietarse con todo rigor e ir bebiendo alguna taza de
dichas aguas, de las que serán las unas o las otras según la diferencia de sujetos que se
ha dicho, favoreciendo aún más con el abrigo la traspiración, y procurando así un
copioso sudor que dure algún tiempo”. 142
Tratamiento en estado de pródromos
Para el tratamiento de la sintomatología que pudiera aparecer en el momento de
pródromos, al describir su método el Dr. De Paula Folch exponía diversas alternativas,
en función de las manifestaciones clínicas de la enfermedad en éste período; de tal
manera que, si éstas eran leves, pequeños escalofríos, un poco de sed, dolores leves en
hipogástrio, escasez de orina, alguna lentitud en el pulso, etc., les recomendaba
encamarse, y aplicación de algunos cuidados de abrigo como friegas calientes, o la
ingestión de infusiones calientes de té, manzanilla, salvia etc., además de una dieta
basada en caldos, tratamiento que prescribía para uno, dos y a lo más tres días. Pero si
éste resultaba ineficaz, y aparecía ya la diarrea: “…empleaba entonces los mismos
medios, excepto que en vez de la infusión aromática administraba cada dos horas una
jícara de cocimiento de arroz con media dracma de láudano líquido de Sydenham por
libra del cocimiento y dos onzas del jarabe de goma, haciéndoles echar dos o tres
lavativas al día de una solución de almidón o de cocimiento de linaza, cuando la
diarrea era muy fuerte y duradera (…). Del buen tratamiento de los pródromos
depende por lo general la mayor o menor mortalidad de la población, con proporción
142
Janer, F. (1834): Opus cit.
120
al número de invadidos. En dos o tres casos en los que continuaron éstos síntomas por
el espacio de tres días a pesar de los medios referidos, y en los que la diarrea
empezaba ya a ofrecer caracteres sospechosos, siendo estos individuos de
temperamento sanguíneo y de constitución robusta, me produjo excelente efecto una
sangría de siete a ocho onzas, y en cuatro o cinco enfermos, que no gozaban de un
temperamento florido, fueron muy útiles las aplicaciones al ano de diez o doce
sanguijuelas. En algunos individuos se notaba junto con los síntomas referidos,
amargor de boca, y suciedad amarillenta de la lengua, y en éste caso la administración
de un escrúpulo de ipecacuana repetido dos o tres veces al día, cortó de raíz los
pródromos e impidió el desarrollo completo de la enfermedad. En los casos de simple
colerina traté a los enfermos con los medios que acabo de indicar para los pródromos,
pero con la adicción de frotarles el cuerpo con una disolución alcohólica de alcanfor o
alguna otra sustancia excitante, y sin descuidar de estimular las extremidades y muchas
veces el epigastrio por medio de fuertes sinapismos”.143
Tratamiento de la alteración circulatoria: La sangría
Se ha señalado como el acuerdo anduvo ausente en lo referido al asiento de la
lesión primaria determinante del cólera, sin embargo sí hubo cierta conformidad en
interpretar la alteración de la circulación como un elemento fundamental en la patogenia
de la enfermedad, se provocara directamente, o a través de la falta de inervación
primaria.
Las alteraciones circulatorias presentaban dos aspectos principales: el desarreglo
de la hematosis y la composición desordenada. El estudio de dichas alteraciones se
afrontó con los métodos de la física y de la química, y es de resaltar la prontitud con que
en nuestro país se tuvo noticia de dichos estudios. En efecto, entre junio y julio de 1832
se leían ante la Academia médica madrileña las siguientes traducciones efectuadas por
Ortiz de Traspeña: Análisis química de la sangre de los coléricos por el doctor
Thompson, profesor de Química en la Universidad de Glasgow; Examen comparativo
del aire espirado por sujetos sanos y coléricos, respectivamente al oxígeno absorbido
por Rayer y Person; Estudio de la sangre respecto de su aptitud para combinarse con el
oxigeno del aire, por los profesores Rayer y Yung. Falp (1832) recogió las experiencias
del francés Foy, con quién coincidió en Polonia. Lanzarot (1832) expuso las
143
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Opus cit. pgs. 29-30.
121
aportaciones del inglés O´Shaughnessy. La revista “Repertorio Médico Extranjero”,
publicó también comentarios franceses (Delpech, Masuyer, Moreau de Jonnès) sobre la
obra química de los ingleses Thompson y O´Shaughnessy. Mateo Seoane informó
igualmente de dichos trabajos durante su corresponsalía.144
Esta serie de trabajos demostraron que la sangre de los coléricos contenía menor
proporción de agua, mayor proporción de albúmina y mucha menor cantidad de sales
minerales. De ello deducían la menor aptitud para el transporte de oxígeno:”...(la sangre
de los coléricos) contiene menos suero y menos sales que la sangre no colérica, y por
esta razón es menos oxigenable”. Todo ello explicaba el estado de extrema pastosidad y
la negra coloración de la sangre arterial, obtenida por sangría o por autopsia, a este
respecto, Rodríguez Ocaña, en su artículo Higiene y Terapéutica anticolérica..., recoge
la descripción extraída de Observaciones sobre la curación del cólera morbo asiático,
Madrid, 1834: “... El líquido... que compone la diarrea colérica no es otra cosa que el
suero o la parte acuosa de la sangre. El suero es un fluido salino y, a proporción que es
arrojado del torrente circulatorio, la sangre no sólo se vuelve negra, sino que se
espesa, por la pérdida de agua y se desvirtúa por la de sus sales”.145
A pesar de lo expuesto en el párrafo anterior, no habiendo oposición en las
investigaciones y análisis químicos, el mecanismo humoralista de la enfermedad no se
impuso clara y universalmente como referencia justificada al tratamiento, y aún donde
lo hizo, dio lugar a medidas contradictorias e incluso aberrantes frente a su propia
fundamentación teórica. Para Rodríguez Ocaña la explicación básica a esta paradoja
estriba en el peso que lo que podemos denominar paradigma lesional alcanzó en la
mentalidad médica de la época, tan reacia a admitir la existencia de alteraciones
patógenas no objetivables a la exploración anatómica. Por esto, los discípulos de
Broussais, los más férreos defensores de la mentalidad anatomoclínica, puesto que
llegaron al extremo de identificar en una misma lesión orgánica (gastroenteritis) el
asiento primario de toda enfermedad general, ni siquiera tomaron en consideración los
datos provenientes del estudio físico-químico como un sistema que pudiera mitigarse.
Esta defensa de la identidad esencial (lesional) de todas las enfermedades
generales entre los partidarios de la “medicina fisiológica” tuvo un antecedente
144
Rodríguez Ocaña E. (1982): Art. Cit. 145
Rodríguez Ocaña E. (1982): “Higiene y terapéutica anticolérica en la primera
epidemia de cólera en España, 1833-1835”. Asclepio- XXXIV-.
122
próximo, por lo que se refiere al abandono del concepto de especificidad nosológica, en
los médicos ingleses, de la sangría. Como ellos, igualmente los seguidores de Broussais
favorecieron el empleo de evacuaciones sanguíneas generales o tópicas (“... para evitar
la plasticidez que va adquiriendo la sangre...”). La sangría, mediante sanguijuelas
aplicadas al epigastrio y/o al ano, era el remedio de elección contra esa inflamación
gastroentérica. El hielo al interior y la sangría al exterior se complementaban, en esa
terapéutica “fisiológica” con la aplicación de calor a las extremidades (mediante
fricciones, cataplasmas, etc.), manteniendo una dieta severa y utilizando
discrecionalmente el láudano, en particular con lavativa. Un indicador social de la
extensión que alcanzó el uso de la sangría lo tenemos en la intervención de los poderes
públicos en la regulación del comercio de sanguijuelas. Así, la Real Orden de 8 de
agosto de 1833 prohibía la importación de sanguijuelas a la península, mientras que en
Granada, en el verano de 1834, hubo de efectuarse un concurso público patrocinado por
el capitán general para abastecer la ciudad del escaso remedio. Por éstas fechas,
también, la Junta Superior de Sanidad de la provincia de Madrid, coincidiendo con el
ataque de la enfermedad a la capital del Reino, ante el escaso número de sanguijuelas
para utilizar en el tratamiento del elevado número de enfermos, remite circular
“encargando a los propietarios de estanques y depósitos de aguas en donde se críen
sanguijuelas presenten qué número de ellas podrán reunir para los fines que se
expresan:
“Con motivo de las enfermedades que se padecen en ésta Capital y otros pueblos
de su provincia, ha sido necesario como uno de sus remedios el uso de sanguijuelas, y
habiendo llegado a escasear éste insecto así en los varios hospitales como en el
público, lo ha tomado en consideración, no sólo el Gobierno, sino la Junta Superior de
Sanidad de ésta dicha villa, y una de las medidas adoptadas es la de ponerlo en
conocimiento de V.S. excitando su celo para que por todos los medios que estén a su
alcance, se sirva contribuir a proporcionar y remitir a ésta corte el mayor número de
dicho insecto de sanguijuelas que le sea posible, teniendo la bondad de noticiarlo a ésta
Junta, como igualmente su coste para que pueda ser abonado inmediatamente…”146
Los médicos que trataron la enfermedad en Sevilla en 1834 llamaban
Antiflogístico al plan curativo en el que la sangría era la protagonista de la terapéutica
146 Archivo Municipal de Plasencia. Boletin Oficial de la Provincia. 4 de agosto de
1834.
123
en los pródromos, y ese mismo año decían al respecto que: “los que adoptaron el
antiflogístico riguroso sangraban una o dos veces al paciente en los pródromos o en el
período álgido, cuando éste se había desarrollado sin que se hubiesen sangrado los
enfermos; aplicaban sanguijuelas en el ano, o en la región epigástrica, excitando al
mismo tiempo las extremidades por medio de fuertes vejigatorios, sinapismos y botellas
de agua caliente; administraban al interior pedacitos de nieve cada cuarto de hora,
agua helada en corta cantidad y a pequeños intervalos y la solución gomosa o el
cocimiento blanco de Sydenham, una jícara cada hora siempre que la diarrea era muy
pertinaz; cuyo método seguían en la reacción más o menos activamente, según la
intensidad de los síntomas y las circunstancias individuales; pero apartándose muy
rara vez del uso de los remedios, que acabo de manifestar, y haciendo guardar a los
enfermos dieta absoluta durante todos los períodos de la afección; concediéndoles
solamente un ligero cocimiento de arroz terminada la reacción, el que se iba
aumentando muy lentamente a proporción del alivio, sin que se pasase a los caldos
animales hasta algunos días después de entrada la convalecencia”.147
La experiencia con la terapéutica en Sevilla también planteaba que si el enfermo
durante el período álgido presentaba síntomas como cianosis marcada, respiración
difícil, dolor en la región del corazón, pulso muy concentrado, si se trataba de un
enfermo joven, de constitución robusta y de “temperamento sanguíneo bien decidido,
entonces fue algunas veces muy útil el procurar con todo empeño sacar al enfermo
ocho, diez o doce onzas de sangre; pero, siempre dicha emisión sanguínea debía
practicarse con mucha circunspección, y solo en los casos idénticos al referido, pues de
lo contrario se vieron algunos malos resultados de la sangría general efectuada en
dicho período”.148
Los médicos de la comisión enviada al extranjero para estudiar el cólera
hablaban de la sangría como uno de los medios más utilizados, sobre todo en el período
de reacción, practicándose las evacuaciones abriendo una arteria o vena mediana, o
haciendo escarificaciones, o aplicando sanguijuelas. Y en sus conclusiones exponían
que:“La arteriotomía no hemos visto que produjese buenos resultados, porque siempre
se hacía en enfermos en quienes la circulación estaba muy débil o enteramente
147
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Opus cit. Pgs. 27-28. 148
Opus cit. Pg. 33.
124
suspendida. La sangría de las venas medianas es un remedio poderosamente eficaz y de
los más útiles; pero como del uso al abuso no hay más que un paso, no todos han
sabido contenerse en los justos límites. En los sujetos de mucha edad, débiles por
constitución o falta de buenos alimentos, gastados por los excesos, y sobre todo muy
nerviosos, las sangrías abundantes pueden ser perjudiciales; por el contrario son
indispensables en los jóvenes robustos, pletóricos y de pulso fuerte. En el periodo de
reacción todos están conformes en usarlas, para moderar los movimientos circulatorios
desordenados; en los pródromos, muchos convienen en que hacen abortar la
enfermedad; más en lo que aún están los prácticos divididos es en el grado de utilidad
que la sangría presta en el período álgido. Por descontado en la mayor parte de los
casos, la circulación se halla en tal estado de abatimiento, que es imposible sacar
sangre de las venas ni aun de las arterias; pero suponiendo que pueda lograrse
calentando los miembros o frotándolos fuertemente, unos tienen por peligrosa la
sangría, fundados en que muchos enfermos han muerto en el acto de perder una ligera
cantidad de sangre, y otros aseguran por el contrario, que si se le logra sacar bastante
porción de ella, el círculo se restablece y el enfermo se salva. Nosotros hemos visto
ejemplos de lo uno y de lo otro; pero nos parece arriesgada la sangría cuando el pulso
está para extinguirse. Como el efecto que de ella se espera, es por decirlo así, más bien
mecánico que vital, debe sacarse, cuando se crea indicada, la cantidad necesaria para
que el corazón se desembarque de la sangre que le oprime; y de nueve a doce onzas
bastan generalmente para lograrlo. La importancia de éste auxilio terapéutico es bien
fácil de comprender, si recordamos que uno de los fenómenos constantes y radicales,
por decirlo así del cólera, es la alteración de la sangre acompañada del trastorno de la
circulación. Ni las escarificaciones, ni las sanguijuelas pueden ser de ninguna utilidad,
cuando la circulación capilar de la piel está enteramente suspendida. Los coléricos
cianóticos, con el vientre o el cuello cubierto de sanguijuelas, no pierden apenas
sangre, aun dado caso que éstas muerdan, lo que no sucede siempre. En el período de
reacción las evacuaciones sanguíneas locales se muestran utilísimas para combatir los
síntomas de congestión e inflamación que se desenvuelven en varios órganos, y
frecuentemente hay que insistir en éste medio con constancia”.149
149
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pgs. 178-
180.
125
El método conocido como “plan estimulante”
Un plan opuesto teóricamente al “fisiológico” era el denominado estimulante, por
corresponder a la idea de falta de inervación o tono vital. Se fundamentaba con el
empleo de medios revulsivos enérgicos al exterior tanto como al interior del organismo.
Sobre el interior pretendía alcanzar sus efectos mediante bebidas fuertes, espirituosas,
junto con narcóticos y purgantes. Al respecto de éste plan De Paula Folch escribió en
1834 lo siguiente: “El uso de infusiones diaforéticas, tales como las de té, flores de
manzanilla, hojas de salvia oficinal etc. administradas en los pródromos guardando
cama el paciente, y procurando excitarle el sudor, la continuación de éstos mismos
remedios alternados con las mixturas etéreas bastante cargadas, con la administración
del opio, alcanfor, almizcle, aceite esencial de yerba-buena, amoníaco líquido etc. del
cocimiento de quina, del sulfato de quinina etc. auxiliados de los rubefacientes, y
vejigatorios aplicados en las extremidades, tanto superiores como inferiores, y algunas
veces en lo largo de la columna dorsal, así como de las fuertes fricciones alcohólicas
en toda la periferia del cuerpo, y de la aplicación del calórico, ya por medio de
ladrillos de sal, ya por el de botijas llenas de agua caliente etc. en el período álgido,
disminuyendo los estimulantes internos en la reacción según el grado en que ésta se
presentase, y concediendo algunos caldos más o menos nutritivos luego que había
pasado el período álgido, fueron los medios más generalmente usados por los médicos
que siguieron el plan estimulante”.150
El método ecléctico
De gran predicamento fue también el método considerado ecléctico que empleaba
sucesivamente la sangría, los vomitivos y purgantes, los diaforéticos, los estimulantes
externos y los narcóticos. Todos ellos, pues, recurrían a las evacuaciones sanguíneas en
mayor o menor grado. No deja de ser paradójico que fuera Ortiz de Traspeña, redactor
del Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia (la publicación más claramente partidaria
del método antifisiológico), el traductor al castellano de la obra de Thompson, en cuya
introducción se señalaba que dicho trabajo tenía como fruto “... el abandono progresivo
de tan fatal preocupación a favor de un medio (la flebotomía = sangría general) que
150
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Opus cit. Pg. 27.
126
puede ser perjudicial en el tratamiento del cólera...”. Su periódico publicó numerosos
alegatos a favor de la sangría, y se enorgulleció de que el tratamiento aplicado por los
médicos madrileños concordase ampliamente con sus posiciones.151
El método ecléctico fue seguido en Sevilla en 1834 por De Paula Folch, y de él
decía lo siguiente: “Los que siguieron una medicina verdaderamente ecléctica pusieron
en contribución a toda la materia médica conforme a las circunstancias, que
concurrieron en los enfermos; pero sin dejar por eso de observarse un cierto rumbo
metódico, que era fácil seguir en la mayor parte de los casos, y que se puede asegurar
fue el plan más unánimemente adoptado por los médicos. Cada uno de ellos le hacía
alguna pequeña modificación, pero en lo general todos convinieron en los mismos
principios (…). Aunque no he tenido motivo alguno de arrepentirme de él, y si
suficientes para estar bastante satisfecho, distaré mucho de asegurar lo que
acostumbran escribir no pocos médicos al tratar de sus métodos curativos, pues la
mayor parte de ellos afirman haber salvado casi todos los enfermos, achacando a
causas accidentales e imprevistas los casos desgraciados, sin querer conceder la
fiabilidad de su método; yo por el contrario confesaré de buena fe, que con el mío
seguido estricta y cuidadosamente, he perdido varios enfermos; pero tampoco, debo
ocultar, que he salvado muchos, y entre ellos alguno de los que daban malas
esperanzas”.152
Porrúa, médico que también trató la enfermedad en Sevilla, tras describir el
método utilizado por él, resumía: Primero.- que los esfuerzos del médico han de
dirigirse a detener la enfermedad en su primer periodo, en que con más facilidad y
menos riesgo se consigue. Segundo.- que para conseguirlo son necesarias las
evacuaciones tópicas, y aun las generales, siempre que haya inflamación en cualquier
punto del tubo digestivo. Tercero.- que también suelen ser útiles aunque no haya
inflamación, no solo cuando el cerebro se congestiona, sino cuando hay una viva y
sostenida irritación nerviosa, pues no conoce la medicina otro medio más directo para
destruirla. Cuarto.- que las congestiones, aunque sean pasivas, que se forman en los
órganos de la respiración, reclaman a veces imperiosamente el uso de la sangría.
Quinto.- que en el período álgido se han de procurar excitar fuertes y repetidas
151 Rodríguez Ocaña, E. (1982): Art. cit.
152 De Paula Folch y Amich, F. (1834): Opus cit. Pgs. 28-29.
127
estimulaciones en el sistema dermoides, pues tienen el inconveniente de aumentar las
que existen en el interior, como sucede en el uso de los llamados antiespasmódicos, que
por consecuencia repruebo. Sexto.- que el opio interiormente y en lavativas puede ser
útil cuando no haya inflamación en el tubo digestivo. Séptimo.- que el agua tibia
azucarada, cuando la enfermedad empieza por vómitos, es el único emético, que sin
perjudicar es siempre útil. Octavo.- que las bebidas, aunque refrigerantes y
mucilaginosas, perjudican en mucha cantidad, por lo cual se han de dar en muy
pequeña dosis, y mejor usar solo el hielo. Noveno.- que el régimen por lo general ha de
ser muy severo, con especialidad cuando el mal se halla en su mayor incremento en la
población”.153
Método antiflogístico directo
Más arriba se apuntaba cómo los redactores del Boletín de Medicina, Cirugía y
Farmacia, se posicionaron como firmes defensores de éste método y de su protagonista,
la sangría. En su número correspondiente al 25 de septiembre de 1834 publicaban varias
observaciones a favor de las ventajas del método antiflogístico, alegando pruebas y
argumentos que sirvieran para corroborar su opinión, siendo una de ellas la redacción de
un caso clínico referido a un enfermo que padecía neuralgia intestinal, el cual, por mala
costumbre se cubría de sanguijuelas antes de llamar al médico siempre que se veía
acometido de los primeros síntomas, sin que por ello se curasen éstos, sino por la
utilización de opio, baños calientes y el sulfato de albúmina disuelto en jarabe de altea,
pero no así por las repetidas aplicaciones de sanguijuelas, que unidas a los continuos
ataques de la neuralgia poco a poco iban debilitando al enfermo, situación que por
desgracia se complicó aún más al ser atacado por el cólera, encontrándole el médico a
su llegada en un estado de salud lamentable, debido a los dolores intensos y los
episodios de vómitos y diarreas frecuentes, ante los que sospechó en una muerte
inminente. Ante tan mal pronóstico se optó por utilizar el “Método Antiflogístico
directo”, basado en la utilización de repetidas sangrías y los atemperantes internos y
externos, tales como el baño cada vez más fresco, y el uso interno de cantidades cortas
pero repetidas de agua fresca. De ésta manera el enfermo fue poco a poco mejorando en
su estado, de manera que comenzó a ingerir alimentos, consistiendo primeramente en
sustancia de arroz y agua cuanta pidiese, y “solo fue menester para concluir su curación
153
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Opus cit. Pgs. 69-70.
128
aplicarle un golpe de sanguijuelas al epigastrio y darle la leche aguada a pasto, con lo
cual pudo empezar a comer al día sexto después del ataque, y se levantó al inmediato
con más fuerzas que las que había tenido al salir de los cólicos; y no solo no ha tenido
recaída ni la menor indisposición gástrica, sino que adquirió rápidamente unas fuerzas,
carnes y color que hacía tiempo no había tenido. Verdad es que sigue todavía con el
uso de la leche, que, como he observado en esta epidemia, ha sido el medio que he visto
más a propósito para conseguir una rápida convalecencia e impedir las recaídas”.154
Método seguido por González de Sámano
González de Sámano decía que en el tratamiento del cólera era preciso seguir su
marcha, y atender a sus síntomas, y al describir en su monografía el método curativo
utilizado por él lo hacía dividiendo éste en tres períodos que se corresponden con los de
su evolución:
En lo que Sámano denominaba “Curación del primer período”,
destacaba la necesidad de una dieta severa, que no pasaría del
cocimiento de arroz y alguna porción de jarabe gomoso y láudano, el
reposo en cama, y el suministro de calor periférico por medio de la
ingesta de pociones de té y friegas secas; si con esto no se conseguía
detener el mal, se hacía necesario entonces aumentar el uso de
evacuaciones tópicas y generales, “aquellas en el vientre, no para
disminuir la irritación, sino para evitar la plasticidad que va
adquiriendo la sangre, y por lo tanto una congestión visceral; con la
administración de los cocimientos gomosos de Sydenhan, pudiendo a
cada toma añadir medio escrúpulo de su láudano, las lavativas
embotantes con la disolución de almidón, yema de huevo, y aún el
mismo láudano, y finalmente los tópicos emolientes y tibios al vientre,
como las cataplasmas de simiente de lino rociadas también con
láudano, las friegas con aguardiente alcanforado, y sinapismos en
ambas extremidades”.155
154 En el apartado dedicado al Apéndice documental se detalla el caso práctico.
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 25 de
septiembre de 1834. 155 González Sámano, M. (1834): Opus cit. Pgs. 75-84.
129
En el apartado que Sámano llamaba “Curación en el segundo periodo”,
destaca los buenos resultados que las emisiones sanguíneas han
aportado, desde los primeros momentos de éste período y repetidas
posteriormente hasta que la sangre presente en su salida “signos de
proporción entre su fibrina y serosidad”. Siendo necesarias, además de
éstas evacuaciones generales, el uso de las tópicas sobre diferentes
partes del cuerpo. Este método, que Sámano denomina evacuante, lo
completa con diferentes medios utilizados como revulsivos exteriores,
tales como la aplicación a las piernas de tejas calientes envueltas en
bayetas, fricciones calientes por todo el cuerpo, y agua natural bien
fresca para calmar la intensa sed. Manteniendo en todo momento
vigilancia extrema para corregir cualquier desorden que pudiera
presentarse y acomodarse a las circunstancias particulares de cada
enfermo. “De todo lo expuesto en la curación del cólera-morbo se
deduce: que en los principios es fácil y sencilla, si los enfermos acuden
a tiempo; que pasando el período de algidez, ya es muy difícil, y que
para lograrla necesitamos ser muy activos, y usar pródigamente de los
métodos evacuante y revulsivo; y que en el de reacción tiene el
tratamiento que amoldarse , o bien a observar la marcha del mal, o bien
a combatir las diversas afecciones en que, por decirlo así, viene a
terminar esta terrible enfermedad”.156
Y en cuanto al período de convalecencia Sámano partía de una base, la
de tratarse de un estado intermedio entre la enfermedad que se supera y
la salud que comienza a restablecerse, por lo que los síntomas no se
habrían disipado del todo, ni la acción orgánica y funciones de los
aparatos han vuelto completamente a su estado normal. Siendo así
recomendaba iniciar dieta que se limitaría básicamente al cocimiento de
arroz y pan, sopas de caldo de pollo o ternera, ascendiendo
paulatinamente a su régimen alimenticio, “esta conducta es tanto más
necesaria cuanto que la enfermedad ha atacado a los órganos
destinados a la digestión y demás esenciales de la vida, de modo que no
guardando tal conducta sería muy difícil la recaída; también en éste
156 González Sámano. M (1834): Opus cir. Pg 75-84
130
estado suelen los enfermos conservar o una diarrea rebelde, o por el
contrario una pertinaz astricción ventral, cuyos extremos es preciso
evitar, el primero con el uso de algunos emolientes ligeros, y el segundo
con las lavativas emolientes, pero no muy repetidas, ni con mucho
líquido”.157
Método recomendado por la comisión enviada al extranjero
Con especial orden y claridad exponían en su monografía el método curativo que
consideraban más conveniente tras la observación y estudio de los métodos seguidos en
París, Viena, Londres, etc. Para ello dividieron éste apartado dedicado al tratamiento
según los períodos que admitían en la enfermedad, siendo necesario además muchas
veces combatir aisladamente ciertos síntomas predominantes, tales como la diarrea,
vómitos, calambres, etc., destacando éstos autores que no consideraban necesario
oponer a cada síntoma un remedio durante los dos primeros períodos del mal:
- Primer período o pródromos: Consideraban con respecto a éste como una leve
indisposición, teniendo en cuenta que comienza muchas veces por una ligera
laxitud de miembros, insomnio, pesadez de cabeza, indolencia, falta de apetito, y
algo de estreñimiento, síntomas que en las circunstancias particulares de
situación de epidemia no debieran despreciarse de manera alguna, teniendo en
cuenta que a pesar de no padecerse aún el cólera, se manifiesta un trastorno
evidente y “de ésta indisposición al ataque más violento solo hay un paso”. Las
recomendaciones consistían en extremar las precauciones frente al frio y la
humedad, reducir la ingesta de alimentos “al uso de la sopa, de las carnes
asadas y de un poco de vino, si el sujeto lo bebe habitualmente, y el tomar por
noche y día una taza de té no muy cargado. El agua de Seltz, o cualquiera otra
gaseosa carbónica, sola o mezclada con un poco de vino, es preferible al agua
pura”. Si el enfermo a pesar del tratamiento administrado progresaba hacia la
colerina, sería necesario el reposo en cama, dieta absoluta, y combatir la sed
únicamente con agua de arroz dulcificada, fría y en cortas cantidades. “Si hay
motivos para atribuir el ataque a excesos en el régimen, si el estado de la lengua
es decididamente saburroso, y el enfermo se queja de peso en el estómago y de
157
En el apartado Apéndice documental se detalla el método seguido por el Dr.
González de Sámano.
131
cefalalgia suborbitaria, la ipecacuana en polvo a dosis vomitiva, logra muchas
veces disipar todos los síntomas. Si el sujeto es joven, robusto, pletórico, y no se
halla en las circunstancias referidas, puede hacérsele una sangría del brazo, de
ocho a diez onzas, con bastantes esperanzas de buen éxito”. Cuando el único
síntoma de la colerina consistía en una abundante diarrea, “las lavativas con una
fibra del cocimiento de simiente de lino, solución de almidón o agua de arroz, y
diez o doce gotas de láudano líquido de Sidenham, bastan muchas veces para
cortarla”. A éste remedio en ocasiones se le sumaba el uso de la sangría y la
aplicación de sanguijuelas al ano antes de usar lavativas con láudano si se
evidenciaban síntomas de irritación de la mucosa gastrointestinal. “En los casos
en que una supresión de traspiración haya precedido inmediatamente al ataque,
los baños de vapor tomados en la misma cama pueden ser muy convenientes, y el
uso de éstos no es incompatible con el de la sangría y las lavativas.
Generalmente bastan entonces para auxiliar la acción de los remedios internos,
el abrigo, las friegas secas o con mixturas excitantes, y la aplicación al vientre
de un sinapismo hecho con mostaza y vinagre”.158
- Período “álgido”: Para exponer con mayor claridad su curación, dividían éste
período en partes según su sintomatología, cuyo inicio era anunciado por la
aparición de vómitos, calambres, oliguria y anuria, sed, bradicardia, frio, etc.,
pudiendo ser utilizado con éxito, a pesar del peor pronóstico, idéntico o similar
tratamiento al de los pródromos, de tal manera que para la sed, recomendaban
pequeños sorbos de agua de nieve y pedacitos de hielo, para favorecer la
circulación capilar, las friegas en los miembros, primero secas y después con
jaboncillo amoniacal, sinapismos bien calientes de mostaza y vinagre, y “la
aplicación de una larga tira de emplasto de cantáridas a lo largo del espinazo,
favorece notablemente la acción de los demás auxilios terapéuticos”. Si el mal
continuaba su curso y el enfermo entraba de lleno en el período álgido,
sobreviniendo la debilidad o falta absoluta de pulso, la cianosis, frialdad de
extremidades, del rostro y la lengua, la ronquera, y las fuertes contracciones
espasmódicas de los músculos, los autores de éste informe echaban mano de los
métodos curativos utilizados por los médicos de todos los países, pero
reconociendo desgraciadamente la inutilidad de la mayoría de ellos: “Nosotros
158 Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pgs. 193-
199.
132
nos limitaremos a aconsejar que se insista con toda energía en la estimulación
externa, repitiendo las fricciones excitantes y las aplicaciones de sinapismos
activos; que se irrite vivamente la piel del dorso; que se administre más a
menudo a los enfermos el agua de nieve y los pedazos de hielo, pero aquella
siempre a sorbos, y este en pequeños pedazos; que se echen lavativas de agua y
vinagre frías, y que se mantenga al enfermo muy abrigado. Cuando la economía,
ayudada de tan sencillos pero enérgicos auxilios, logra salir del gravísimo
estado referido, renacen naturalmente las esperanzas de curación; mas debe
tenerse presente, que muchas veces mudando el mal de carácter no pierde nada
de su gravedad y peligro”.159
- Período de reacción: Si el enfermo ha llegado a ella consideraban los médicos
que estaban entonces en el estado al que querían traerlo: “La reacción irregular
que ha recibido el nombre de comatosa, soporosa, atáxica, tifoidea, etc. debe
combatirse principalmente con las evacuaciones sanguíneas generales y locales,
las aplicaciones de fomentos fríos a la cabeza, las bebidas mucilaginosas, las
refrigerantes, como la limonada vegetal y el agua carbónica, las lavativas
emolientes y los vejigatorios en la nuca, brazos y piernas. Para dirigir con
acierto el uso de todos éstos remedios, y con particularidad las evacuaciones
sanguíneas, deben tenerse presentes las circunstancias individuales, de que es
casi necesario prescindir en el período anterior. La reacción violenta o
congestiva, que va acompañada de síntomas de inflamación en uno o varios
órganos, reclama un tratamiento antiflogístico riguroso, cual se emplearía para
combatir estas flegmesías, si proviniesen de cualquiera otra causa. Entonces es
cuando las aplicaciones de sanguijuelas al epigástrio, al ano, detrás de las
orejas, o sobre las clavículas, según el sitio en que se presente la congestión, se
muestran sumamente útiles y es preciso repetirlas sin miedo”.160
Tratamiento de la diarrea
Mención aparte merece el tratamiento de éste síntoma. Algunos autores, caso de
Seoane, consideraban que de toda la sintomatología que presenta el enfermo colérico la
principal y por tanto más urgente en tratar es la diarrea: “la diarrea exige
particularmente la mayor atención, pues nada predispone mas al cólera que el tener
159
Ibidem. 160
Ibidem.
133
cursos, sean producidos por la causa que se quiera, y en todos los casos el no cortarlos
en aquella época puede tener las consecuencias más fatales. Es tanto más útil tratar de
remediar lo más pronto que sea posible la diarrea, el ardor y desazón en la boca del
estómago y los calambres, cuanto muy a menudo el cólera principia a mostrarse de este
modo y en aquellos casos, a poco que se abandonen los síntomas indicados arriba, la
enfermedad aparece inmediatamente con la mayor violencia. Por otra parte, la
probabilidad de curar el cólera se aumenta o disminuye considerablemente según la
mayor o menor prontitud con que se principie la cura y por consiguiente no debe
perderse un momento en acudir al facultativo y tratar de aliviar los sufrimientos del
enfermo”.161
El Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, desde octubre de 1834, dedicó un
apartado a explicar la naturaleza y asiento del cólera, y en sus conclusiones sobre éste
particular, el 4 de diciembre decía que, “el síntoma más constante, el más pronunciado
es sin duda alguna la diarrea y vómito, pues si bien es verdad que algunas veces falta el
vómito y otras la diarrea, muy rara o ninguna deja de presentarse una u otra de éstas
evacuaciones…”162
De Paula Folch defendía el no detener la diarrea durante el período álgido, su
experiencia en la terapéutica le demostró que si ésta se suspendía continuando los
demás síntomas, era un signo infalible de muerte, considerando por tanto práctica
imprudente las lavativas de agentes astringentes. Decía el autor que “apenas
administraba remedio alguno contra la diarrea en semejante período, y aún convencía
a los enfermos de que no se debían intimidar por semejante evacuación, pues les era en
aquél momento más útil que perjudicial; más si las evacuaciones por cámaras
presentaban el carácter disentérico, que casi siempre anunciaba una mala terminación,
entonces les hacía administrar tres o cuatro lavativas al día del cocimiento de linaza
con el fin de acallar la irritación intestinal, que suponía semejante evacuación”.163
Porrúa consideraba que respecto a la diarrea sería preciso examinar, si la
irritación intestinal consiste sólo en una mayor inervación y aumento consecutivo de las
secreciones propias de las membranas mucosas, o si hay una verdadera flegmasía en
161
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 46. 162
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 4
de diciembre de 1834. 163
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Opus cit. Pg. 32.
134
ella, “pues en el primer caso, la abstinencia de todo alimento y bebida en las primeras
horas, o el uso del agua gomosa fría, si la sed lo exige, la quietud, el abrigo, y aún la
acción del calórico en las extremidades, por medio de las botijas de agua caliente,
saquillos de arena etc. y las lavativas pequeñas de agua de almidón u otra
mucilaginosa, en que se haya disuelto el estracto acuoso de opio, o mezclado algunas
gotas de láudano, bastarán por lo común para obtener la curación. Digo por lo común,
porque a veces aunque no se haya fijado en el colon una verdadera inflamación, dista
tan poco de ella, y por otra parte es tan violenta la inervación, que amenaza trasmitirse
la irritación a los mismos ganglios, y venir más pronto el período álgido; y entonces es
menester, si el sujeto es robusto y joven, hacer preceder al plan dicho una o dos
sangrías del brazo, o si tanto no permitiesen las fuerzas del enfermo, al menos una
buena aplicación de sanguijuelas en las regiones ilíacas, especialmente en la izquierda.
Por estas evacuaciones no tan solo se trata de combatir y destruir la irritación existente
en el intestino, sino también de precaver la intensísima, que amenaza a los ganglios
nerviosos, para la cual aún no posee la medicina otros auxilios terapéuticos que
directamente la destruyan. No me atrevo a asegurar siempre el triunfo con tal método,
pero sí creo que con él se logrará la más de las veces detener tan formidable enemigo.
Mas aunque esto se consiga, queda constantemente una irritación en la mucosa
intestinal, que suele extenderse a todo el tubo digestivo, la cual exige mucha cautela
con su tratamiento; porque, aun cuando sean muy poco intensos los síntomas que la
denotan, y algunos casi imperceptibles, sucede con frecuencia que el más pequeño
exceso trae tras de sí una recidiva algunas veces mortal, y por tanto no se ha de creer
salvo al enfermo por haber cesado la diarrea y disminuido los demás síntomas, y se le
ha de dirigir con mucho cuidado, aunque solo con el régimen, pues él efectivamente
basta para el completo restablecimiento”.164
Los médicos de la comisión enviada al extranjero estimaban la diarrea como el
síntoma más constante y fatal, mencionaban además cómo contra ella se habían usado
infinitos remedios, tales como las soluciones amiláceas, el opio, los calomelanos, las
aplicaciones de sanguijuelas al ano, etc., siendo éstas últimas las que consideraban más
útiles, seguidas de las lavativas ligeramente laudanizadas, “cuando la diarrea es
164
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Opus cit. Pgs. 53-54.
135
disentérica y hay señales de flegmesía de la membrana mucosa intestinal, y los
calomelanos en cortas dosis si las cámaras son decididamente coléricas”.165
Método salino
Hacia 1834 se propusieron algunos métodos foráneos utilizados para paliar los
efectos del cólera; constituían entonces una novedad terapéutica, avalada por el
prestigio de su procedencia extranjera, los cuales provocaban gran impacto, filtrándose
con aureola de panacea y ejerciendo un influjo irresistible sobre la sociedad atemorizada
y desarmada. Tal es el caso de la publicación, ya citada más arriba, “Observaciones
sobre la curación del cólera Asiático”, por el Dr. Stevens, y que fue traducida del
inglés por el Dr. D. José María Velázquez. Al igual que ocurría con todas las
publicaciones presentaba como “el método curativo que hasta ahora ha producido
resultados más satisfactorios”. Siendo la diarrea el primer síntoma describía así el
modo de combatirla: “Cuando una persona que reside en una población donde reina el
cólera se vea atacada de diarrea, tomará un polvo de sal de Seidlitz o de la higuera, lo
más pronto que le sea posible. Si no tiene a mano éste medicamento, usará en su lugar
doce granos de ruibarbo con un escrúpulo del carbonato de sosa, y se mantendrá
quieto en la cama caliente, o cuando menos en una pieza bien abrigada. Durante éste
periodo tomará de media en media hora una tacita de caldo ligero bien sazonado con
sal, y beberá agua fría a pasto. Cuando se sigue éste método con exactitud, el paciente
por lo regular se pone bueno en pocos días; pero si la enfermedad pasa al segundo
periodo, o el ataque se hace más fuerte, es necesario apelar a un plan más activo”. El
autor dice que el primer período del cólera es siempre muy peligroso, aunque se
consigan moderar los síntomas y disminuir la diarrea, en cuanto al plan más activo del
que habla se refiere ya al tratamiento de éste síntoma, pero también de los otros, tales
como vómitos, calambres, etc. Y al referirse al mismo lo llama “el método salino”. A
la diarrea hace referencia también en el tratamiento para el último período, y dice que
“si las evacuaciones de vientre son tan considerables que comprometan la vida, pueden
contenerse con la tintura de quina, la mistura absorbente, y aún con el acetato de
plomo; y cuando éstos remedios hayan producido su efecto, se empleará el método
salino con el mejor éxito”. Y describe además que en algunos casos, aunque raros,
puede sobrevenir el colapso sin ser precedido éste de diarrea, matizando además que, si
165
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 199.
136
éstos pacientes quedan abandonados, o se les sujeta a un tratamiento poco conveniente
mueren por lo general en pocas horas, y dentro del método salino, dice que “en
semejantes casos son sumamente útiles las sales eméticas y purgantes, y aún algunas
veces pueden administrarse con buen éxito una o dos gotas de aceite de crotón. Mas si
la enfermedad se exaspera con el uno de los remedios internos, se salvarán muchas
vidas, sin duda alguna, inyectando en las venas un fluido salino caliente. Cuando no se
adopta el método salino hasta lo último de la enfermedad, no produce siempre la
reacción inmediata, pero con mucha frecuencia detiene instantáneamente los progresos
de aquella. He visto algunos pacientes permanecer más de 30 horas en el estado de
colapso y curarse después en poco tiempo. En éstos casos se han usado algunas veces
con ventaja el carbonato y el muriato de amoniaco. Cuando desde el principio se
adopta y se continúa con exactitud con el tratamiento salino es seguido generalmente
de un dichoso resultado”. 166
De la propia experiencia, extranjera tras convivir con el cólera-morbo, llega
también un intento de aproximación a su causa, y partiendo de ésta se entenderá la
defensa del método salino. En éste sentido dice que “el cólera es sin contradicción el
efecto de un veneno narcótico que tiende directamente a disminuir la vitalidad, no solo
de la sangre sino de todo el cuerpo”. Por lo que se considera necesario extraer el
veneno del cuerpo lo antes posible, antes incluso de tratar la sintomatología. Se
considera que en éste sentido todo intento de disminuir la diarrea, ya sea con opio,
mistura absorbente u otros astringentes, alivian durante un tiempo, pero el veneno queda
dentro y si el ataque es violento el enfermo puede perecer. Considera el autor que éste
ha sido el gran error que se ha cometido en todas partes en la curación del cólera, pues
la diarrea que sobreviene en el primer período del cólera “no es otra cosa que un
esfuerzo del poder preservativo de la naturaleza para lanzar el veneno del torrente
circulatorio, y este esfuerzo es esencialmente necesario para la seguridad del paciente.
Los casos en que no se presenta son por lo general fatales en muy pocas horas; mas por
fortuna son sumamente raros, pues de 50 enfermos, en los 49 principia el mal con la
diarrea, y el gran secreto de la curación consiste en promoverla en lugar de reprimirla.
166
Observaciones sobre la curación del cólera asiático”. Por el Dr. Sstevens. (1834).
Traducidas del Inglés por el Dr. D. José María Velázquez, Ayudante Director del
Cuerpo de Médicos Cirujanos de la Real Armada. Madrid. Imprenta de Don Pedro
Sanz. Pgs. 6-9.
137
Si ayudamos a la naturaleza con los medios que he indicado, el veneno se arroja
prontamente y la enfermedad pasa en muy pocos casos al segundo periodo”.167
Al hablar de las características de la sangre de los enfermos coléricos dice que el
líquido parecido al agua de arroz que constituye la diarrea colérica, no es otra cosa que
el suero o parte acuosa de la sangre que probablemente esté impregnada del “veneno
colérico”. Hay que considerar que por entonces el suero era tenido como un fluido
salino, que al ser arrojado del torrente sanguíneo confería a la sangre su color más
oscuro, y carácter más espesa al eliminar de ella gran cantidad de su parte líquida,
principalmente agua y sales. El autor matizaba aún más éste hecho diciendo que: “creo
que en el día está admitido casi generalmente que no es el hierro, sino las sales
naturales de la sangre la verdadera causa de su color rojo. Ellas son así mismo una de
las principales de su fluidez, porque la fibrina en su estado natural solo es soluble en
un líquido salino. Las deyecciones coléricas contienen en una cantidad muy notable las
sales de la sangre, y si no son reemplazadas por la absorción de los fluidos salinos toda
ella se vuelve negra y tan espesa que no puede circular por los vasos pequeños.”.
Consideraba que ésta sangre “inerte” no podría estimular el corazón y tendría
consecuencias sobre otros órganos aun después de expelido el veneno, provocando por
sí misma ésta alteración sanguínea la muerte del paciente. Por lo que en éste tratamiento
consideraba fundamental, como se apunta más arriba, la inyección en vena de los
fluidos salinos, “que son trasladados rápidamente a la circulación por las venas del
estómago y de los intestinos. Estos no solamente diluyen y enrojecen la sangre negra,
sino que le dan el poder de estimular el corazón, y la acción de los órganos vasculares
se sostiene hasta que han desaparecido enteramente todos los síntomas del cólera. En
cualquiera parte del mundo en que se ha analizado la sangre en su estado natural, se
ha notado que constantemente contiene una determinada cantidad de materia salina,
que es al parecer el más esencial de los principios que la constituyen. La adicción del
oxígeno puede contribuir en parte a las propiedades de la sangre arterial, pero siempre
es un agente secundario. La sal puede enrojecer la sangre sin el auxilio del oxígeno;
mas éste por sí solo no puede dar el color arterial a la sangre negra que ha perdido sus
sales. La diferencia esencial entre la sangre negra en el último periodo del cólera, y la
sana nace de que en la primera se ha disminuido considerablemente la materia salina,
pues que sin éste elemento no puede el oxígeno enrojecerla aunque se exponga
167
Ibidem. Pg. 11.
138
directamente a su acción en los órganos pulmonares. La sangre es un fluido viviente, y
como todo lo que goza de la vida, está expuesto a contraer enfermedades, en el estado
sano una pequeña cantidad de sus sales naturales es suficiente y capaz para producir
en la superficie interna de los órganos vasculares la impresión que es en realidad la
causa de sus acciones; pero cuando éste fluido se halla bajo la influencia de un veneno
narcótico que disminuye su vitalidad, se necesita una cantidad mayor de dichas sales
para ayudar al poder preservativo de la naturaleza a expeler o resistir la acción de
aquellos agentes dañosos que son tan enemigos de la sangre del hombre. En cuanto al
resto de órganos afectados, el autor cita al hígado y los riñones, al considerar que la sal
es también necesaria para el curso de las secreciones, “cuando la materia salina natural
de la sangre se ha disminuido hasta cierto punto. El hígado y el riñón cesan de
segregar los líquidos que elaboran, y la acción suprimida de estos importantes órganos
es pronto seguida de la muerte. Una vasta experiencia ha demostrado que podemos
conservar, y aún restablecer cuando ha cesado del todo, la acción de dichos órganos
por el uso de las sales no purgantes, mejor que por los demás remedios que hasta ahora
se han administrado”.168
En la descripción del método salino el autor también recomendaba el uso de las
sales no purgantes para los últimos períodos del cólera, en el cual la postración de
fuerzas del enfermo era considerable: “el paciente puede recobrarlas por el momento
con el aguardiente, el opio y los otros estimulantes; pero el primer efecto de éstos
agentes es seguido muy pronto de un grande abatimiento: un veneno se agrega a otro
veneno, y el paciente cae al instante en una situación peor que en la que antes se
hallaba. Las sales no purgantes son por el contrario los mejores remedios para
producir un aumento permanente de acción en los órganos vasculares, siendo una de
sus grandes ventajas que su uso no es seguido de la debilidad consecutiva. Cuando en
el estado de salud se introduce en el estómago un fluido salino fuerte, una parte es
absorbida inmediatamente por las numerosas venas de aquél órgano y conducida en
derechura a la sangre, produce por su medio una excitación inmediata en toda la
economía que se sostiene hasta que el exceso es arrojado, lo que se efectúa
principalmente por el aparato urinario. Cuando administramos los fluidos salinos en el
cólera, la fiebre amarilla y otras enfermedades, en las cuales hay una disminución de
las sales naturales de la sangre, se aumenta por cierto tiempo la acción de todos los
168
Ibidem. Pgs, 13-16.
139
sólidos vasculares. Al expelerse el veneno de la circulación se arroja también el exceso
de aquellas, y queda la cantidad natural que es esencialmente necesaria, porque la
sangre privada de sus sales no puede desempeñar sus funciones, así como el aire sin
oxígeno no puede sostener la vida”.169
De todos modos, y así lo reconoce el autor, existen circunstancias en las que el
tratamiento salino produce por lo general efectos menos ventajosos: “En los sujetos que
antes del ataque padecen una afección orgánica en alguno de los órganos importantes,
y en los enfermos a quienes antes se han propinado grandes dosis de opio: en éstos
casos se han frustrado con frecuencia mis esperanzas; pero con éstas excepciones me
aventuro a asegurar que si el cólera es socorrido a tiempo y curado convenientemente,
será mucho menos fatal que lo ha sido hasta ahora”.170
Consideraciones de Mateo Seoane
Seoane critica duramente los remedios y métodos curativos, podemos decir
populares, divulgados a diestro y siniestro, y al igual que Folch defendía la
modificación y orientación del tratamiento en función de la sintomatología. Por lo que
no se puede hablar de un único método sino de varias orientaciones en función de las
manifestaciones clínicas, y en definitiva de la evolución de cada enfermo en particular:
“… con el último objeto y para que se pudiera dar este alivio aun cuando no hubiera
facultativo, en todas las instrucciones publicadas sobre los medios preservativos se han
insertado descripciones del mal que llamaban populares, acompañadas de un método
también popular de curación en que no se han detenido en aconsejar el uso de las
medidas más enérgicas. Este método no solo no ha correspondido a los buenos deseos
de los autores de las instrucciones, sino que ha producido los mayores daños, pues
como en las descripciones del mal no se ha podido menos de enumerar el conjunto de
síntomas que se han notado en diferentes enfermos en todos sus periodos, la pintura
que ha resultado ha sido mucho más terrible que lo que es en sí el cólera, a pesar de
serlo bastante muy a menudo, y ha aumentado extraordinariamente el terror de los que
leían aquella larga relación de cosas horrorosas. Por otra parte nada es en todas
ocasiones más dañoso que el confiar la administración de medicamentos energéticos a
los que no conocen sus efectos generales o a la razón de usarlos, y lo debe ser mas en
169
Ibidem. Pg. 17. 170
Ibidem. Pg. 18.
140
el cólera, enfermedad en la que es absolutamente necesario modificar el sistema de
curación casi en cada enfermo, según un gran número de circunstancias, y en la cual el
efecto bueno o malo de los remedios depende tan enteramente de la oportunidad con
que se administren, hasta casi poderse afirmar que es mucho mejor no hacer nada que
dar un paso en falso. Nada tiene pues de extraño que la experiencia haya probado
demasiado por desgracia cuan perniciosas han sido las descripciones y métodos
curativos populares, siempre incompletos e inútiles para facultativos y demasiado
extensos para los que no lo son. Por todas estas razones deberán solamente entrar en
las descripciones que han de andar en manos de todos, aquellas reglas generales que
enseñen el mejor modo de asistir a los coléricos y los medios de aliviar a éstos que
pueden usarse sin temor de hacer daño y solo cuando no haya facultativo”. Este
fragmento está extraído del libro que el autor publicaría en el año 1834 bajo el título
“Instrucciones generales sobre el modo de precaverse del cólera-morbo epidémico, con
recomendaciones de su método curativo”, y que es fruto de su experiencia cercana con
el cólera durante su estancia en Inglaterra171
. Hay que tener en cuenta que el cambio
hacia la medicalización fue un proceso lento, tal y como apunta el antropólogo Josep
María Comelles, en bastantes países es tan reciente que explica la vigencia de prácticas
consuetudinarias y del recurso a la fé. Penetrar en el campo representó para el médico
luchar con alternativas sólidamente asentadas, puesto que eran fundamentales para la
reproducción social. Exigió de los médicos un profundo conocimiento empírico del
papel que jugaban prácticas terapéuticas y entidades morbosas delimitadas
culturalmente, puesto que con ellas debía articular su práctica.172
Seoane cita y aconseja en su método algunos elementos de la terapéutica, que
serán empleados en función de la sintomatología que presente el enfermo, y sus
características físicas: goma arábiga, sangrías y sanguijuelas, lavativas de almidón,
láudano, baños pedilavios, “polvos de Dover”, hielo, nieve, fajar el vientre, carbonato
de sosa, ácido tartárico, tintura de cantáridas, linimento amoniacal, emplasto de gálbano,
azufre sublimado, alcanfor, tártaro emético, linaza, malvas, etc. Y finaliza ésta obra con
las opiniones claras del autor en cuanto a la diversidad terapéutica y bajo qué figura
debe estar tutelada su administración: “En fin, se equivocaría mucho quien creyese que
lo dicho hasta aquí acerca del método curativo comprende cuanto puede o debe
171
Seoane, M. (1834). Opus cit. Pgs. 57-86. 172Comelles, J.M. y Martínez Hernáez, A, (1993): Enfermedad, Cultura y Sociedad.
Madrid. Eudema Antropología Horizontes.
141
hacerse para curar el cólera, pues hay otros muchos medios que será imprudentísimo
enumerar en un escrito no destinado exclusivamente a los facultativos, por ser tan
enérgicos que se necesita para usarlos con acierto no solo el conocimiento más exacto
de su modo general de obrar y el del estado particular de todos los órganos en cada
uno de los periodos del mal, el que no se puede conseguir sin conocimientos médicos,
sino también tener mucho tino práctico. El cólera como las otras enfermedades muy
graves que corren su carrera con mucha violencia, no solo se modifica infinito según la
edad, constitución y un gran número de circunstancias naturales y accidentales, sino
que muy a menudo predomina tanto en él uno u otro síntoma que mata, por decirlo así,
al enfermo antes que la enfermedad haya corrido la mitad de su curso regular. Es de
consiguiente imposible que pueda haber un método exclusivo de curación para todos
los casos de cólera, y se necesita el conocimiento de los principios generales de la
medicina para saber lo que se ha de hacer en cada caso un poco grave, pues la cura se
habrá de modificar según las circunstancias del enfermo y se tendrá con frecuencia que
dirigir exclusivamente a remediar los síntomas particulares que predominen, cuando
lleguen a hacerse extraordinariamente violentos. Lo primero que se deberá por
consiguiente ejecutar es recurrir en todos los casos al facultativo, y solo cuando sea
imposible, lo que puede fácilmente suceder algunas veces, se podrán poner en
ejecución las reglas dadas arriba, las cuales no sólo podrán ser útiles para aliviar a los
enfermos colocados en tan triste estado, sino también para impedir indirectamente que
se hagan otras cosas, más enérgicas sin duda, pero por la misma razón muchísimo más
dañosas cuando no se den a tiempo oportuno, lo que deberá suceder casi siempre
cuando no dirija el método de curación un facultativo”.173
2.7. Apuntes etnográficos sobre la diversidad terapéutica
Contra esta nueva enfermedad no existía remedio conocido para combatirla,
había una falta de precedentes que hacía volver la vista hacia la divinidad o al
saneamiento de las costumbres. Una vez instaurada la enfermedad, curarla era
prácticamente imposible por lo que la terapéutica se encaminaba al control de la
sintomatología. No se contaba más que con los medicamentos tradicionales para recibir
173 Seoane, M. (1834). Opus cit. Pgs. 57-86.
142
al nuevo azote.174
De esta forma algunos médicos (como se ha visto en el apartado
anterior), recomendaban la quinina, el opio, las hierbas aromáticas, como la salvia, tila
y menta; los ácidos minerales y vegetales; los productos nitrados y las sales neutras.
Otros se decantaban por medicamentos estimulantes que combatiesen la relajación y el
debilitamiento del cuerpo enfermo. Incluso sería conveniente evitar, en opinión de
algunos, pasiones deprimentes. Y no faltaban prestigiosos galenos que proponían
maravillosos remedios a base de alcanfor, calomelanos, sal de cocina, acíbar y borraja,
en lavativas, fricciones y tostadas, y remojado todo en aguas y alcoholes salados,
sedativos y alcanforados.175
Por tanto, la falta de acuerdo en las causas y los
mecanismos de acción, por un lado, y el limitado arsenal terapéutico, por otro (ésta es la
época que se ha denominado “edad heroica” de la medicina), se conjugaron en un
lamentable espectáculo de confusión, donde cada cual reclamó para su método las
mayores virtudes.176
En su informe los facultativos que fueron enviados para estudiar la enfermedad
en el extranjero exponían cómo los médicos de París, por ejemplo, se arrojaron
decididamente a hacer toda clase de experimentos durante los primeros días de
epidemia; de tal manera que probaban y ensayaban de nuevo cuanto ya habían
empleado, (“aún cuanto habían desechado por inútil o perjudicial los demás médicos
de Europa”) , y al igual que los rusos habían experimentado los baños calientes, secos y
de vapor; del mismo modo los polacos utilizaron los estimulantes internos activos,
además de los vomitivos, el hielo al interior y exterior, la estimulación de la piel, las
infusiones simplemente acuosas o de soluciones salinas en las venas, la inspiración de
diferentes gases, la acupuntura, los baños y friegas, el magnetismo mineral, que también
fueron ensayados en Alemania, las evacuaciones sanguíneas, los purgantes fuertes, los
narcóticos y los astringentes, que ya se habían puesto también en práctica en Inglaterra
etc. Y concluían cómo “sólo después de muchas tentativas inútiles, y tristes desengaños,
se establecieron algunos planes generales de curación, los cuales, como tenían por
base principal la idea que cada uno se había formado del mal en virtud de su propia
174 Peset, M. y J.L. (1972): La Muerte en España: política y sociedad entre la peste y el
cólera. Seminarios y Ediciones S.A. Madrid. Pg. 225. 175 Sánchez de la Calle, J.A. (1994): Plasencia: historia y población en la época
contemporánea (1800-1990). Mérida. Asamblea de Extremadura. Pg. 177. 176 Rodríguez Ocaña, E. (1983): El cólera de 1834 en Granada. Universidad de
Granada. Granada. Pgs. 84-85.
143
experiencia, diferían bastante entre sí. Los facultativos de Paris debieron aprovecharse
más del fruto de las observaciones de los que le habían precedido en el estudio de ésta
terrible enfermedad, y así se habrían ahorrado muchos ensayos, cuyo menor
inconveniente era el de su inutilidad. Su conducta en ésta ocasión, así como todo lo que
vimos después, nos enseñó que es más provechoso empezar por donde los otros acaban,
que dar principio por donde ellos comenzaron”.177
Estos mismos médicos de la comisión enviada al extranjero expusieron en su
informe los principales métodos curativos utilizados en París, Viena y Berlín, y tras su
análisis estaban en disposición de poder clasificarlos (estimulante-narcótico, vomitivo-
estimulante, especiales o específicos y antiflogísticos), compararlos, exponer resultados
que permitieran deducir cuales se mostraron generalmente útiles, concluyendo en la
composición de un método curativo ecléctico que reuniera todo cuanto les pareció
provechoso.178
Tras la exposición de un gran número de métodos detallaban las
siguientes deducciones: “Que no se conoce aún el remedio específico del cólera
oriental. Que no se ha encontrado un método curativo exclusivo, aplicable a todos los
sujetos y circunstancias. Que la enfermedad abandonada a sí misma no ha sido
necesariamente mortal en Europa. Que a pesar de la diversidad de métodos curativos
no parece haber tenido un influjo muy marcado en la mortandad de los coléricos,
considerada ésta en diferentes países y en un número crecido de enfermos, la
observación individual manifiesta, que hay remedios con los que se pueden conseguir
algunas ventajas. Que de la comparación de todos los planes terapéuticos expuestos
resulta, que el uso de los estimulantes y del opio al interior ha sido abandonado por la
mayoría de los médicos de Viena y de Berlín después de una larga experiencia, y que
las evacuaciones sanguíneas, los vomitivos, el frío y la estimulación externa son los
medios cuya eficacia está más generalmente reconocida.179
Los “planes terapéuticos”, como vemos, aparecieron por doquier y por tanto se
ejercieron sin evaluación ninguna de sus resultados y con nulo espíritu crítico. No es
177
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pgs. 124-
125. 178
En este libro se pueden consultar diversos planes y métodos curativos puestos en
práctica en París durante 1832, así como los resultados de cada uno de ellos: Dr. Petit,
Dr. Magendie, Dr. Chomel, Dr. Bally, Dr. Gendrin, Dr. Guenau de Mussy, Dr.
Fouquier, Dr. Andral, Baron Alibert, Dr. Biett, Dr. Gerdy, y Dr. Broussais. 179
Sánchez Núñez, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 177.
144
pues de extrañar que florecieran en multitud pautas de orígenes extraprofesionales y que
algunas de ellas llegaran a tener gran predicamento popular.
Antes de hacer su aparición en España, el desarrollo de la enfermedad en Lisboa
motiva la publicación de los Remedios o Prevención que deban tenerse en casa, donde
aparecen descritos los siguientes antídotos: “Mostaza molida, dos libras en una botella;
una onza de láudano líquido de Syndenham; masa de cantáridas canforadas, dos onzas;
magnesia de calcinada, una onza de vidrio; adormideras, dos onzas; manzanilla flor de
tila y yerba buena de sabor de pimienta, dos onzas cada una.180
Los conocimientos médicos por esos años, deficientes entonces, aunque no
exentos de buen sentido en muchos casos, se van a mezclar con creencias populares y
con teorías no científicas de todo tipo, dando lugar a una variada profilaxis. El sentido
de supervivencia hará surgir milagros y maravillosos remedios. Proliferaron los
remedios más inauditos, desde la aplicación en el vientre de helechos verdes
humedecidos con agua fresca, hasta atracones de caldo de vaca o gallina, “con muchos
garbanzos y verduras”, entre vómito y vómito provocados.181
Los llamados “polvos de
viboreras” parece ser que fue el remedio que alcanzó más fama en la época, mereciendo
incluso la atención de la Regente: “Desde que la enfermedad conocida con el nombre de
Cólera-morbo, traspasó los límites del Asia, los profesores del arte del curar se
afanaron con noble celo para hallar un específico que contuviese los estragos de ésta
plaga. Los progresos hechos en la medicina, y en sus ciencias auxiliares en estos
últimos tiempos, hicieron concebir fundadas esperanzas de que la humanidad hallaría
al fin un remedio contra ésta calamidad, como felizmente lo halló respecto de otras que
por largo tiempo la afligieron. Desgraciadamente hasta ahora no han correspondido
completamente a la expectación pública los esfuerzos de los hombres más distinguidos
por sus conocimientos en las ciencias de la naturaleza, aún en Inglaterra y Francia,
donde el cólera ha producido sus peculiares estragos. Mas no por esto deben
desanimarse las personas benéficas, dedicadas a examinar el mal y los medios de
atenuar su maligna influencia; y los Gobiernos, especialmente interesados en la
conservación de la salud pública, no deben mirar con indiferencia nada que tenga
180
Rodríguez Nilo, J.R. (1833): Noticias sobre el cólera-morbo, sus medios
preservativos, primeros socorros y curación que conviene a los invadidos por él. Imp
del Diario de Sevilla. Pg. 7. 181
Rodríguez Ocaña, E. (1983): El cólera de 1834 en Granada. Universidad de
Granada. Granada. Pg. 133.
145
relación con materia de tan alta importancia. Los Diarios de Sevilla de 15 y 16 del
actual, hablan del feliz resultado con que se ha aplicado a muchos enfermos atacados
gravemente del Cólera la raíz de la aristoloquia redonda, llamada vulgarmente raíz
viborera. Enterada S.M. de éstos hechos confirmados por varias cartas de aquella
ciudad, se ha servido prevenir por extraordinario, a la Junta Provincial de Sanidad de
la misma, que manifieste sin dilación, oyendo a los profesores que han administrado
dicha medicina, lo que haya ocurrido en el particular, expresando los casos y el modo
en que haya producido mejores resultados.182
Siguiendo investigaciones realizadas por Ayala Pérez, el difusor y distribuidor de
los famosos polvos de viboreras fue un farmacéutico de Yeste, en el valle del Segura. Se
llamaba José Antonio Ruiz Melgarejo, quien confiesa que debe los polvos a “un amigo
curioso” que como él era aficionado a recorrer los alrededores de Yeste en busca de
plantas. El descubrimiento había sido experimentado en un hospital de Madrid gracias
al botánico José Antonio Cabanilles y sus características descritas y publicadas en los
“Anales de Historia Natural”, aunque el tiempo había sepultado en el olvido sus
virtudes. De hecho desde hacía cuarenta años se vendían en la botica del señor Ruiz
Melgarejo, en Yeste, con el nombre de “contraveneno”. Era un remedio específico
contra los “males más desesperados de venenos animales, vegetales y minerales,
mordeduras de perros rabiosos, en personas racionales, y toda clase de ganados”. Con el
tiempo, los polvos de viboreras se habían mostrado eficaces también en los carbuncos,
los fuertes catarros y, por último, y principalmente contra el cólera. La fórmula de los
polvos, publicada por el mismo Ruiz Melgarejo era la siguiente, en su doble
nomenclatura botánica y popular:183
182
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia, de 4 de agosto de
1834. 183
Ayala Pérez (1975): “Aspectos sociales de la epidemia de cólera de 1834 en Murcia”.
Revista Murgetana, nº 40. Murcia. Pg. 53.
146
NOMBRES BOTÁNICOS NOMBRES ESPAÑOLES
Erygium campestre lin Cardo corredor
Echuun vulgare Lin Lengua de buey salvaje
Alisum Spinosum Lin Aliso espinoso o Bufalaza
Nepeta Marifolia Lam Melisa Cretica o Poleo
Dichas plantas había que cogerlas en sazón, secarlas, pulverizarlas y mezclarlas
después a partes iguales, meterlas en una botella hasta su aplicación. Su utilización
promovía enseguida, un copioso sudor y aumento de la orina; ello y en ocasiones, si era
necesaria, una sangría, restituían al enfermo a su estado normal, según los resultados
dados a conocer por algunos médicos murcianos de la época. Era sin embargo muy
importante que las plantas empleadas fuesen las específicamente reseñadas, y, al
parecer, que fueran también de la zona.
En un curioso folleto publicado por algunos facultativos se clama contra la
adulteración de la fórmula que hacía ineficaces sus efectos184
: “ quien sustituye las siete
especies del Equio al vulgar o Viborera, no cuidando que su origen lo tenga en las
sierras de Segura o Mariola, o en otro punto de poca confianza: este por Bufalaza, que
solamente se encuentra en el término de las Peñas de San Pedro en la llanura llamada
Sauco y en la falda del castillo, sin excluir algunos parajes de las referidas sierras,
pone una especie bastarda como el Bellote o Marrubio negro fétido, u otro vegetal de
figura análoga al Aliso Espinoso: el otro usa indiferentemente cualquiera de los
Poleos, cuyas especies difieren entre sí en actividad, y no equivalen de modo alguno ni
la Zamarrilla amarilla, ni el de hojas de Espliego y otros al suave y aromático Poleo
Blanco legítimo, que solo vegeta en nuestra provincia en Elche de la Sierra, en Ferez,
Letur, Yeste, y en la accesoria de Tovar y su valle; y no se quieren tomar la molestia de
proporcionárselo a toda costa”.
En Julio de 1834 en el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia podía leerse con
respecto a los polvos de viboreras lo siguiente:
184
Ayala Pérez (1975): Art. Cit. Pg. 54.
147
“Tenemos verdadera satisfacción en dar entrada preferente en nuestro Diario a
cuantas producciones, advertencias o notas tengan relación con el experimento de la
aristoloquia o raíz viborera como remedio contra el cólera-morbo. Hasta de presente
podemos asegurar que todos los ensayos de que se hace generalmente referencia han
sido felices, y que no se cita dato alguno contra la casi evidente virtud curativa que
respecto de aquella traidora enfermedad se le concede. Si la sucesión de pruebas
favorables continúa acreditando su eficacia, y en fin, si llega a calificarse de un
verdadero específico para curar éste mal ominoso, que puede decirse no se ha
combatido hasta ahora sino con recursos problemáticos e insuficientes, habrá obtenido
la humanidad un triunfo comparable solo con el descubrimiento de la vacuna y el de la
virtud antifebril de la quina para las calenturas intermitentes”.185
Similar al anterior fue un método basado en la “aristoloquia redonda o rotunda”,
también llamada raíz de viborera, ensayado por el farmacéutico sevillano A.M. Fabié,
quién concibió la idea que esta raíz podía curar el cólera, ya que se utilizaba con éxito
en los envenenamientos por mordedura de víbora y porque conocía las curaciones de
mordeduras venenosas hechas en la isla de Cuba a partir de plantas. La fórmula
utilizada era: “Mucílago de goma dos onzas: miel depurada tres; polvos de raíz de
aristoloquia redonda dos dracmas; subcarbonato de magnesia dos gracias”. Se
administraba como dosis una cucharada del producto con la menor cantidad posible de
agua cada media hora hasta que se manifestaban los efectos positivos y el mal se
transformaba en una fiebre sin peligro y fácil de curar. Su método fue publicado en el
Boletín Oficial de la Provincia en agosto de 1834, cuando el cólera aún no había llegado
a Plasencia.186
Aunque el farmacéutico sevillano atribuía a su método un notable éxito,
discreparon abiertamente un grupo de médicos murcianos, quienes con intención
seguramente clarificadora escribieron: “recelamos de los buenos resultados, porque
estamos convencidos de que las aristoloquias no poseen otra virtud sobre la economía
que la emenagoga, tal cual vez la abortiva; y siempre la incitante: con más energía
según su escala de aristoloquia, serpentaria o viperina exótica de América, redonda,
185
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, Jueves, 7
de julio de 1834. 186 En el apartado de Apéndice documental se recoge el método seguido por el Dr. Fabie,
que fue publicado en el Boletín oficial de la Provincia. Archivo Municipal de Plasencia.
Boletín Oficial de la Provincia, de 4 de agosto de 1834.
148
larga, pequeña, y dermatitis indígenas”. Los galenos murcianos creían que las
manifestaciones coléricas eran consecuencia de la acción de sustancias venenosas y,
reivindicando la raigambre murciana de la única composición que a su juicio podía
denominarse con propiedad “viborera”, proponían como fórmula de los polvos la
apuntada más arriba, pero más matizada: “Eryngium campestre de Lineo, vulgo cardo,
corredor ó setero, ó panical campestre; Echium vulgare de Lin, vulgo viborera comun,
ó equio, ó lengua de buey salvage, ó sardineta ó borraja silvestre. Alsum spinosum Lin,
vulgo Aliso espinoso ó bufalata. Nepeta marifolia ó melisa crética de Lamarck, vulgo
yerba gatera, con hojas de maro, ó poleo blanco, algunos añaden también la
agrimonia”. Para combatir el cólera esta fórmula se preparaba en dosis variables según
la circunstancia y estado del enfermo. Si la reacción al tratamiento era fuerte había de
ser favorecidos para que, libre el cuerpo de bilis y de productos gástricos alterados, se
pudiese administrar adecuadamente el remedio.187
El tratamiento de las viboreras
murcianas sería desechado por una R.O. de 10 de diciembre de 1834, la cual “…negaba
la solicitud para expender los polvos de viboreras”.188
En Barcelona se utilizó y comercializó un remedio muy sencillo, la llamada
“agua anticolérica”, que al parecer vendía en su establecimiento de la calle Ancha un
ciudadano llamado Maneja, el cual aseguraba que tomar cada día una cucharada de su
líquido mezclada con dos dedos de agua era un excelente preventivo del cólera que,
caso de contraerse, podía ser combatido con tres o cuatro dosis diarias; aunque afirmaba
que su producto estaba elaborado a partir de sustancias vegetales, algunos químicos que
lo analizaron afirmaron que era una mezcla de agua corriente y ácido sulfúrico, también
llamado aceite vitriolo, negando al “agua anticolérica” propiedad curativa o preventiva
alguna contra el cólera.189
Frente a la proliferación de tratamientos milagrosos, a través de anuncios y
opúsculos, las Academias poco podrán hacer, a falta de ofrecer un tratamiento eficaz,
187 Jacob Calvo, J. y Jorda I Olives, M. (1982): “Algunos métodos curativos utilizados
en Barcelona durante la epidemia de colera de 1834”. I Jornades d´Antropología de la
Medicina, Comunicacions: II Coloqui de l´I.C.A. Vol, 3. (Curanderos, Shamanes y
Medicina Tradicional ), pgs. 312-328.
188 González de Sámano, M. (1854): Monografía histórica del cólera-morbo asiático en
España. Imp. Manuel Álvarez. Madrid. 2 vols. Vol II, pg. 308.
189 Jacob Calvo, J. y Jorda I Olives, M. (1982): Art. Cit. Pgs. 312-328.
149
más que censurar aquellas publicaciones que les eran remitidas y rechazar las que no
encontraban “conformes con los sanos preceptos” 190
. La Real Academia de Medicina y
Cirugía de Granada recomendó públicamente el siguiente plan terapéutico:
- A utilizar en cuanto apareciese la diarrea: dieta severa, infusiones tibias y
lavativas opiadas. Si no consiguiese restablecer el sudor, se debía emplear el
agua de nieve o hielo bebida, estimulantes externos (como fricciones, calor
local, etc.) y emisiones sanguíneas, mediante aplicación de sanguijuelas en
epigastrio y ano.
- Si el mal progresaba se debía emplear una actuación enérgica, por lo menos
en la misma medida de intensidad de aquél: hielo, sudoríficos internos,
sangrías “copiosas de los grandes vasos, principalmente de las yugulares”,
junto con los estimulantes externos de mayor poder, tales como “fricciones
secas o con linimentos excitantes de álcalis, lejía, tintura de cantáridas, aceite
esencial de mostaza; ladrillos de sal o de los comunes (aplicados) a las
extremidades; botellas de agua hirviendo, baños de vapor dejando la cabeza
fuera y arropamiento..”.
La Junta Gubernativa de Medicina y Cirugía redactó un método curativo
basado en la experiencia adquirida en otros países, y es el resultado del examen
comparativo de los diferentes métodos propuestos hasta el día: “si el enfermo está en
una primera fase se le sujetará a la rigurosa observancia de las reglas higiénicas, se le
dietará y se le hará guardar cama. Lavado el cuerpo con agua jabonosa, se le
envolverá en una manta, dándole infusiones de manzanilla, té o similares, añadiendo
después si pareciera conveniente, unas 15 gotas de espíritu de Mindero. Si los síntomas
se acentúan, se le dará a beber agua tibia, para diluir la acción del agente morboso, ya
que promueve el vómito. A los enfermos jóvenes y robustos antes de darle el agua se les
puede sangrar una o más veces en el brazo. Si los síntomas permanecen, los sinapismos
y las lavativas deberán administrarse, el emplasto de cantáridas se aplicará a
continuación. Si el enfermo llega al período álgido incipiente, se le dará sorbos de
agua muy fría o hielo para calmar el vómito, y si la situación empeora se hará sangría
190 Rodríguez Ocaña, E. (1983): El cólera de 1834 en Granada. Universidad de
Granada. Granada. Pgs. 133-134.
150
en la vena yugular y aún en la arteria temporal para evacuar aquella con prontitud y
oponerse a su encamamiento. 191
Para inducir el vómito, en Sevilla se recomendó el “vomitivo ipecacuana”:
“Un farmacéutico de los de primera nota de ésta capital nos anuncia haber
sido puesto en práctica el siguiente método por dos médicos de crédito,
siendo la receta del célebre profesor Arrieta, con cuyo método se han
notado ventajas positivas para la curación de las enfermedades reinantes,
Nos ruega que le publiquemos, y cedemos a su instancia, por si realmente
fuese útil; circunstancia que nosotros no podemos decidir, y que queda
completamente sometida a la investigación de los facultativos.
Vomitivo ipecacuana: Té para calmar los vómitos si son excesivos. Paños
de agua y vinagre en la boca del estómago y vientre, templados al principio
y luego fríos si se pueden resistir. Dieta rigurosa con caldos hechos con
carnes blancas de tres en tres horas. Agua de naranja y limón a todo
pasto”.192
El plan curativo de la Academia granadina, y que se detalla más arriba, tuvo “el
mayor séquito en toda Europa”; y como tal se registra en el Informe de la Comisión
médica al extranjero, la parte en la que se hace referencia al tratamiento fue publicada
por la Junta Provincial de Sanidad de Sevilla.193
También en Granada y seguramente en el tratamiento de la epidemia en
Andalucía, dentro de lo que podemos denominar remedios generales, a gran escala, hay
que destacar la difusión de los cloruros de cal, en forma de agua clorurada o de
Labarraque. La disolución acuosa fue empleada como desinfectante en letrinas, suelos,
etc., y en forma gaseosa para fumigar habitaciones donde había enfermos o fallecidos.
Aunque el médico de Alhama dijera de ellos que “son vanos y de nada aprovechan”, a
primeros del siglo XX se demostró la efectividad del cloro libre contra los vibriones
coléricos, al igual que los ácidos, por débiles que sean. Este conocimiento empírico lo
encontramos ya en las recomendaciones de la época:
191
Biblioteca Nacional de España. Gaceta de Madrid. Octubre de 1833. 192
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia, de 4 de agosto de
1834. 193
Rodríguez Ocaña, E. (1983): El cólera de 1834 en Granada. Universidad de
Granada. Granada. Pg. 134.
151
“Con buen vinagre
Recibir baños:
Con él lavarse
La boca y manos…”.194
El 24 de junio de 1834 el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, publicaba un
método curativo que había recogido de la publicación dos años antes en el Anales de
medicine phisiologique de junio de 1832: “Método curativo: Periodo álgido;
enfriamiento y cianosis; baño caliente de diez minutos; sangría de la vena cuando el
pulso lo ha permitido, aunque éste haya sido o no sensible en la arteria radial; de
veinte a treinta sanguijuelas en el epigastrio y otras tantas en el ano; repetición de las
mismas según la necesidad, y a veces en las apófisis mastoides. Inmediatamente
después de las primeras sangrías aplicación de una tira ancha de vegigatorio encima
de las porciones cervical y dorsal del raquis. Cataplasmas emolientes sobre el
abdomen, y sinapizadas en las extremidades inferiores. Bebidas diluentes frías en
pequeña cantidad, y chupar naranjas. Dieta absoluta prolongada mucho tiempo, y por
primer alimento algunas cucharadas de panatela clara”.195
En 1836 se propuso como medicación para el cólera el cloroformo, el cual
acababa de ser descubierto y ensayado como anestésico. El investigador Martínez
Fernández apunta cómo desde Mondoñedo, donde existía una Oficina de Farmacia
facultada para la docencia, y atenta seguramente a las investigaciones y descubrimientos
verificados en otros países, partió un informe que recomendaba la utilización del
cloroformo en la terapéutica: “Se pone en cama al paciente entre mantas muy calientes;
se le da una copa de aguardiente diluido en agua caliente; se le dan friegas con franela
caliente impregnada en una mezcla compuesta de linimento Saponis, linimento
alcanforado, opio y belladona. Aplicándose a toda la superficie del cuerpo sacos llenos
de salvado caliente, se somete al paciente a la influencia del cloroformo por inhalación
y se le mantiene suavemente bajo esta influencia mientras que vuelvan a manifestarse
los malos síntomas, lo que muchas veces sucede cuando cesa el efecto del cloroformo y
vuelve en sí el enfermo. Es preciso administrarle de cuando en cuando pequeñas
194
Rodríguez Ocaña, E. (1983): Ibidem. Pg. 136.
195
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina. Cirugía y Farmacia 24 julio
1834.
152
cantidades de aguardiente y agua, para alimento arroz claro; para bebida leche
aguada o agua de soda con un poco de aguardiente. Conviene abstenerse de cualquiera
otra cosa en forma de medicina y confiar en los esfuerzos de la naturaleza para librarse
de la infección de la enfermedad (…). No necesito recomendar grandes precauciones en
la administración del cloroformo, y el cuidado en no exagerar la inhalación. En
algunos casos el paciente dormirá veinte minutos o media hora, en otros varias horas;
y al despertarse volverán a atacarlo los vómitos y los calambres, en este caso será
preciso volver a emplear el cloroformo y volver a colocar con mucho cuidado al
paciente bajo su influencia hasta que desaparezcan estos síntomas. En una ocasión
hemos aplicado el cloroformo durante veinticuatro horas con intervalos. Además, la
reacción después de la aplicación del cloroformo, puede ser bastante fuerte para exigir
una sangría general; esto nos ha sucedido dos veces con dos personas de complexión
repleta y de temperamento sanguíneo; una de ellas era un ama de leche, y la otra un
campesino. Si no se posee el sencillo aparato que se usa en los hospitales para
administrar el cloroformo, basta derramar la cantidad que puede contener una
cucharita en una servilleta (…). Viendo que los métodos más aplaudidos no servían
para nada, tanto en el caso del nuevo enfermo, como en los dos que habían sido
atacados el día antes, y uno de los cuales se estaba muriendo, y viendo que nuestro
paciente iba a expirar en pocas horas a menos que se le aliviara inmediatamente, Mr.
Fergusson propuso emplear el cloroformo por inhalación. El paciente fue sometido a la
acción del cloroformo una hora después del primer ataque del mal y todos los síntomas
funestos se detuvieron. El sistema nervioso se tranquilizó inmediatamente, cesaron los
vómitos y los calambres, la evacuación se contuvo y volvió el calor al cuerpo. El
resultado satisfactorio nos estimuló a perseverar”.196
El informe remitido desde Mondoñedo incluía otros remedios además del
cloroformo, tal es el caso del “Veratrum” y el “Cupreum”; el primero, también
conocido como rizoma de eléboro blanco procede del Veratrum album L, planta erguida
de un metro y más de altura, la cual pese a no contener el alcaloide Veratrina, es uno de
los venenos más violentos del reino vegetal. Fue descubierto en 1819, y se usaba como
parasitacida y purgante drástico en veterinaria; al no contener Veratrina, carece de las
196
Martínez Fernández, J. (1978): “Algunos remedios contra el cólera en Asturias en el
siglo XIX”. Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, Año 32. nº 95. Oviedo.
Pgs. 605-609.
153
propiedades eméticas que posee otro compuesto, el eléboro verde.197
El segundo es
cobre en forma de sulfato, el cual se empleaba al interior como emético en dosis
cercanas a 0,2-0,3 gramos: “Los mejores preservativos contra la infección colérica
durante la epidemia son el Veratrum (eléboro blanco) y el Cupreum, preparados por
los procedimientos homeopáticos (se refiere al método para obtener medicamentos de
una sola substancia sin manipulaciones ni mixturas, no al concepto de medicación
homeopática). Se usan estos preservativos de la misma manera que la vacuna y el
azufre contra las viruelas y la belladona contra la escarlatina. Algunos homeópatas
opinan que basta sólo el Veratrum; pero el mayor número recomiendan el uso
alternativo de ambos remedios con el intervalo de cuatro a cinco días. Este remedio es
el que generalmente se aconseja y se practica. Se comienza a hacer uso de los
preservativos por el Veratrum; cuatro o cinco días después se empieza el Cupreum;
después se vuelve al Veratrum, para volver a tomar, siempre con cuatro o cinco días de
intervalo, el Cupreum; y así sucesivamente mientras dure la epidemia, o mientras se
permanece en la población infectada”.198
El Veratrum y el Cupreum fueron empleados también en Badajoz, donde al
parecer se utilizó una píldora de cobre homeopático, de las que habría que tomar una
cada semana, con carácter preventivo. En ésta ciudad el método utilizado para curar el
cólera, al igual que los síntomas, siguió el sistema de otros países que ya lo habían
padecido. Desde principios de 1830 se conocían en la ciudad ciertos remedios eficaces:
“…bebidas calientes, láudano, suero mezclado con especies para restaurar la
circulación”. Parece ser que éste tratamiento había sido recomendado por el Colegio de
Médicos de Inglaterra. En una farmacia de la ciudad, en octubre de 1833, se vendía la
medicina Caprum, “cobre de Samuel Hahnemann”. Se recomendaba tomar una
pildorilla de esta medicina cada cinco días. En dicha farmacia se ofrecían sustancias
medicinales para la preservación y curación del cólera, al tiempo que se aportaba un
impreso que explicaba el modo de utilización; tales sustancias eran “cobre metálico,
espíritu de alcanfor, que se puede elaborar disolviendo una parte de alcanfor en ocho de
espíritu de vino, veratrum o eláboro blanco y aceite de crotom tiglium o piñón de la
India”. Tales remedios causan polémica al no haber sido presentados antes a las Juntas
197 La raíz del veratrum album se utilizaba como sedante y depresivo. Rodríguez Flores,
M.P. (1991): Morir en Badajoz, El cólera de 1833, Medicina y Sociedad. Badajoz.
Uex. 198
Martínez Fernández, J. (1978): Art. Cit. Pgs. 605-609.
154
de Sanidad para su autorización. Al parecer el espíritu de alcanfor del Dr. Hahnemann
eliminaba los vómitos dando dos gotas en un poco de azúcar, pero si se continúa
tomando el enfermo no mejora, por lo que es necesario abandonar el tratamiento por
perjudicial y sospechoso. Esta es la llamada de aviso hecha por D. Florencio Gómez
sobre este remedio presentado por la charlatanería popular, la cual especula con mil
remedios mortíferos. En ésta ciudad, en agosto de 1834, se publica un Bando que
recomienda la utilización de botellas de cloruro, anotando a continuación: “… que los
pobres pueden usar vinagre evaporado por el fuego”, y que muestra cómo los
condicionamientos económicos son causa de soluciones de segunda clase, de forma que
la medicina y sociedad implicadas determinan menores posibilidades curativas para los
más débiles.199
En Bilbao, una vez declarada la epidemia en agosto de 1834, el Ayuntamiento
vuelve a recordar la necesidad de llevar a cabo todas y cada una de las medidas
profilácticas advertidas previamente, y además advierte que toda persona que se
encuentre mal debe llamar al médico en los primeros momentos y si no hubiere médico
a mano, aconseja algunos remedios mientras aquél llega: “Si se presentan tres o cuatro
evacuaciones líquidas, deben aplicarse lavativas con agua de arroz, almidón, dos
yemas de huevo y 24 gotas de láudano. Si tuviera frío en las piernas, escalofríos,
pesadez y dolor de cabeza, ardor en el estómago, sed y calambres, se encamará al
enfermo, se le darán friegas secas o con líquidos estimulantes, se le pondrán botellas de
agua caliente, ladrillos en los pies, sinapismos con mostaza y agua caliente en las
piernas, muslos y brazos cada cuarto de hora. Para mitigar los dolores de vientre se
podría poner en el abdomen del enfermo hasta 12 sanguijuelas, y una vez desprendidas,
una cataplasma caliente de linaza con agua con un poco de manteca y sal. Hasta que el
médico llegue se dará al enfermo agua con goma arábiga y azúcar. Si desde el
principio hubiera vómitos se pondría un sinapismo a lo largo de todo el espinazo y se
dará al enfermo cada cinco minutos un pedacito de hielo y de dos en dos horas, una
jícara de agua de arroz con doce gotas de láudano, y si los vómitos aumentan se
agregará un grano de extracto acuoso de opio. Si las diarreas se mantuvieran, el
enfermo se extenuara y el médico aun no hubiere llegado, podrán ponerse las lavativas
arriba aconsejadas, poniendo en vez de láudano, un escrúpulo de alumbre de roca. En
199
Rodríguez Flores, M.P. (1991): Opus cit. Pgs. 84-85.
155
el caso de que se agravara, habrá que mantener el calor de las extremidades con
sinapismos, botellas de agua y ladrillos muy calientes”. 200
Delange destaca cómo cuando la enfermedad se introduce en Andalucía durante
el verano de 1833, desde Ayamonte, punto infectado en agosto del mismo año, se
restaba importancia al hecho pues, “aunque eran muchos los enfermos, su carácter era
benigno”, resaltándose así mismo la sencillez del remedio empleado contra la
enfermedad (unas fricciones de aguardiente, agua de salvia, consumo de té…), a la que
se veía como un leve resfriado.201
Al principio de éste apartado se apunta cómo algunos proponían remedios a base
alcanfor, éste es el estearopteno de la madera del Cinnamonum o Laurus Camphora y
otras Lauráceas de Asia. Se trata de un excitante de los centros respiratorio, vasomotor y
cardiaco, antiespasmódico, diaforético e irritante local. En el informe Mondoñedo se
alude a él y se le llama Camphora: “ El Camphora es el remedio más excelente para
las pequeñas incomodidades que preceden a los verdaderos síntomas del cólera, y ha
bastado muchas veces para evitar la enfermedad. Su demasiado uso perjudica el efecto
del remedio que se hubiese tomado, dado caso de que accidentes propios del cólera
reclamasen el uso de medicamentos más adecuados. El uso del alcanfor debe cesar
cuando cedan los síntomas. Uno de los efectos que produce el alcanfor tomado con
abuso es el colerina o cólera artificial (quizás una gastroenteritis medicamentosa). En
éste caso se toma una taza de café negro. El alcanfor no conviene igualmente a todas
naturalezas. Los temperamentos fuertes y robustos lo soportan bien; pero es por lo
general contrario a los sensibles y delicados. Las mujeres y los niños deben usarlo con
gran cuidado. Se puede emplear de diferentes maneras; pero la más conveniente y la
más usada es la de servirse de él en tintura. Se toma una gota en un terrón de azúcar,
una, dos y hasta tres veces por día.202
200
Villanueva Edo, A. (2004): “Estudio social e histórico de la epidemia de cólera de
1834 en Bilbao”. Boletín de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Bilbao.
Pg. 556. 201 Delange, D.A. (1997): “La epidemia de colera de 1833-34 en Málaga: La actuación
de las autoridades locales”. Isla de Arriarán, Revista Cultural y Científica. 1997 (10):
157-178. Málaga. Pg. 161. 202
Martínez Fernández, J. (1978): “Algunos remedios contra el cólera en Asturias en el
siglo XIX”. Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, Año nº 32. nº 95. Oviedo.
Pgs. 605-609.
156
El alcanfor también era elemento utilizado en la elaboración de ciertas mezclas,
como por ejemplo el compuesto utilizado por los judíos de Wiernez: “… se toma un
cuartillo de vino y medio de vinagre, una onza de alcanfor, otra de mostaza en polvo y
la cuarta parte de una onza de pimienta negra en polvo, a la que se añade una
cucharada de ajo manchada y media onza de polvos de cantárdas. Todo esto se pone en
una botella y en sitio caliente.203
Rodríguez Flores, en su análisis del recorrido de la epidemia por la ciudad de
Badajoz, también da cuenta cómo en el Boletín Oficial se recoge la utilización del
alcanfor: “Espíritu de alcanfor, porque sus vapores preservan de toda infección, en dos
o una gota, en un terrón de azúcar o rociándose el suelo del cuarto. Al mismo tiempo se
dará al enfermo una cucharilla de nieve… Si han pasado las dos primeras horas y el
enfermo no ha tenido este socorro, ya no se le dará, pues el espíritu de alcanfor ya no
se aprovecha y habrá que darle unas píldoras de veratrum, cada hora de dos en dos”.
El mismo boletín en septiembre de 1833 publica un sistema que había sido utilizado en
la villa de Olivenza, que padeció la enfermedad antes que Badajoz. Este tratamiento se
componía de “sangrías, dieta, fuertes sinapismos, baños de pies y escrúpulo de láudano
de Ledeman, con cualquier jarabe y agua de melisa, al tiempo que va acompañado de
una gran vigilancia de la dieta”. Afirman los facultativos de esta villa, D. Manuel
Celma, D. Victoriano Parra y D. Ignacio Arviña, que lo han experimentado con buenos
resultados.204
Durante la epidemia de 1834 en Barcelona también se realizó la impresión de
varios “métodos curativos” y prácticas higiénico-sanitarias que se le iban ofreciendo
para combatir la enfermedad y sus efectos que, en general, constituían una adaptación al
caso catalán de las tentativas ya ensayadas con anterioridad en otros puntos de Europa o
de España:
- El método del “Licenciado” Pedro Vázquez. Al parecer fue uno de los de
mayor difusión, por su sencillez y popularidad que alcanzó en Sevilla un año
antes con motivo del paso de la enfermedad por tierras andaluzas. Su autor,
que criticaba otros remedios (sangrías, sanguijuelas, sinapismos, vejigatorios,
ladrillos calientes, fricciones, sudoríficos, y toda clase de remedios
203
Rodríguez Flores, M.P. (1991): Opus cit. Pg. 83. 204
Ibidem. Pg. 84.
157
antiflogísticos y debilitantes), partía de la base de que las manifestaciones
clínicas orientaban su profilaxis y tratamiento, al observar que los coléricos
presentaban una constante sed que no les abandonaba hasta el mismo instante
de su muerte: “la bilis se deposita en el estómago, y chupa y consume toda la
humedad que necesita el cuerpo humano para su conservación”. El remedio
consistía en provocar fuertes vómitos al enfermo y suministrarle gran cantidad
de agua. El vómito se lograba con la ingestión de aceite y abundante agua
tibia y con la irritación persistente de la garganta mediante una pluma
empapada en aceite. Liberado el enfermo de las sustancias nocivas, se
cortarían los vómitos con ingestión de abundante agua fría y se le alimentaría
facilitándole en horas alternas caldo, y un vaso de vino y mucha agua fría.
Esta dieta se mantendría dos o tres días al cabo de los cuales se le permitiría
alimentarse durante una semana a base de sopa precedida de un vaso de vino,
y transcurriendo este plazo ya podría comer con normalidad exceptuando el
queso, la leche y la mantequilla. Con éste sistema se aseguraba la curación y
la imposibilidad de recaída pudiéndose alcanzar una especie de inmunidad
preventiva con la ingestión de aguardiente anisado, vino y agua en abundancia
en ayunas y antes de las comidas.205
- El médico catalán Francisco de Paula Folch y Amich, que había conocido el
cólera europeo directamente, y que también lo vivió en Sevilla, criticó el
método de Pedro Vázquez. En un librito que sintetizaba su experiencia,
presentaba los sistemas curativos que se utilizaron en Sevilla (estos han sido
los métodos curativos racionales que se practicaron en Sevilla durante los
horrorosos estragos de tan desoladora enfermedad), método al que calificó
de “ecléctico” por no tener una única orientación, (como quedó reflejado en
el apartado anterior) variaba sus procedimientos en función de las
características, circunstancias y estadio que la enfermedad presentaba en cada
paciente; es decir, se caracterizó por su complejidad y fluctuación, por lo que
cualquier particular prefería otros más sencillos. Folch procedía a encamar al
205
Vazquez, P. (1834): “Método curativo del Cólera-Morbo, por el Licenciado
Vázquez. Aumentado con un apéndice por el mismo autor”. Impreso en Sevilla y
reimpreso en beneficio de la Humanidad por el Alcalde mayor y Subdelegado de
policía de la Ciudad de Lorca y su partido. Barcelona. Reimpreso por Antonio y
Francisco Oliva, 15 pags.
158
paciente a las mínimas y primeras manifestaciones clínicas, a la vez que le
hacía frotar el cuerpo con una bayeta caliente y a la administración dos o tres
veces al día de una infusión caliente de manzanilla, té o salvia, consistiendo la
alimentación en cuatro tazas de caldo al día, tratamiento que duraba apenas
tres días. Si el enfermo manifestaba diarrea, en lugar de la infusión se
administraba cada dos horas: “una jícara de cocimiento de arroz con media
drácma de láudano líquido de Sydenham por libra de cocimiento y dos onzas
de jarabe de goma, haciéndoles echar dos o tres lavativas al día de una
solución de almidón o de cocimiento de linaza, cuando la diarrea era muy
fuerte y duradera”. Si persistía, “me produjo excelente efecto una sangría de
siete a ocho onzas, y en cuatro o cinco enfermos, que no gozaban de un
temperamento tan florido, fueron muy útiles las aplicaciones al ano de diez o
doce sanguijuelas”. Cuando el cólera se manifestaba en un período álgido,
“les hacía aplicar inmediatamente un fuerte vejigatorio en la región
epigástrica de cosa de dos pulgadas y media de diámetro, y darles friegas
muy repetidas en ambas extremidades, o bien con la tintura de cantáridas, o
con la pomada entibiada de Autenrieth, o con una mezcla de dos partes de
alcohol alcanforado con una de aceite esencial de trementina, o con el
jaboncillo amoniacal etc; usando las dos primeras en los casos más graves, y
las restantes en los de menor urgencia, cubriendo enseguida dichas
extremidades con cataplasmas sinapizadas, y propinando interiormente
pequeños pedacitos de hielo repetidos cada cinco minutos, y un sorbo de
nieve de cuando en cuando para apagarles la sed; pero sin concederles en
este estado la menor cantidad de caldo ni sustancia alguna alimenticia, y
procurando que todos estos medios se renovasen a menudo hasta que el
enfermo diese señales de querer entrar en la reacción”. Si el cuadro grave no
revertía, y los vómitos eran fuertes, frecuentes y abundantes, administraba
“con muy buen efecto por una sola vez o a lo más dos veces en el espacio de
dos horas, una píldora compuesta de un grano de opio gomoso con otro de
almizcle, o bien una pequeña cucharada cada media hora de una mixtura en
la que entrasen seis onzas de agua destilada de yerba buena con dos
escrúpulos de alcohol de melisa, un grano de almizcle y una onza de jarabe
de corteza de cidra, sin descuidar al mismo tiempo el uso de la nieve y de la
excitación exterior (…) si al desarrollarse los síntomas álgidos se notaba en
159
los enfermos perturbación de las facultades intelectuales, les aplicaba un
largo vejigatorio desde la nuca hasta la cuarta vértebra dorsal”. Cuando los
enfermos mejoraban, sólo mantenía el agua de nieve a sorbitos cada media
hora, consistiendo la alimentación en “cocimiento de arroz o caldo, y en
algunos casos en los que apareció meteorismo y suma sensibilidad de vientre,
se acallaron estos síntomas por la aplicación de un redaño de carnero
recientemente sacado del animal”.206
- Otro método fue el “vomi-purgativo” del médico francés Le Roy, el cual
proponía combatir el cólera a base de vomitivos y purgantes que expulsasen
con rapidez del cuerpo las sustancias nocivas que producían la enfermedad.
Su tratamiento pretendía ser enérgico y combatir el mal de raíz mediante un
vomi-purgativo inicial y dos purgantes administrados respectivamente doce y
veinticuatro horas después; la medicación se suavizaba o detenía si la
enfermedad retrocedía o cesaba. Su producto se administraba en distintas
dosis según la edad y estado físico del enfermo y según la virulencia de la
enfermedad, cuya gravedad o estadio se diagnosticaba según el color de los
vómitos y de las evacuaciones. Se componía de vino blanco, sen de plata,
tártaro emético, escamonea de alepo, raíz de turbita, raíz de jalapa, alcohol de
20º y azúcar, sustancias con las que se formaban los purgantes y el vomi-
purgativo con distintas fórmulas de composición.207
Siendo consciente de la dificultad de llegar al conocimiento de todos los
métodos curativos de carácter estrictamente popular o tradicional que entonces se
pudieron aplicar, quizás y a modo de conclusión de éste apartado se podría destacar el
carácter rudimentario de la medicina oficial, y la poca diferenciación que existía entre
unas prácticas que pretendían ser obra de profesionales y científicos y otras prácticas a
las que se acusaba de ser obra de charlatanes, embaucadores o aprovechados.
206
Folch y Amich, F. (1834): Opus cit. 207
Jacob Calvo, J. y Jorda I Olives, M. (1982): Art. cit. pgs. 312-328.
160
2.8. Cuidados al enfermo de cólera
De acuerdo con un filósofo inglés, la palabra cuidar tiene al menos cuatro
aceptaciones. En primer lugar, cuidar significa ansiedad, preocupación, angustia o
sufrimiento mental. En segundo lugar también puede significar una preocupación o
interés básico por las personas, las instituciones o las ideas que tienen importancia para
uno mismo. En tercer lugar, el cuidar es la atención solícita y responsable ante el
trabajo. Y por último, el cuidar implica tener un respeto y atender a las necesidades
específicas de una persona en particular. Todos estos significados comparten al menos
un elemento en común, una actitud de preocupación.208
En este apartado se pretende profundizar en una parcela concreta, los cuidados
que se recomendaron para prestar al enfermo de cólera en ésta primera epidemia. Se
utilizan para el desarrollo de éste apartado varias “fuentes etnográficas”, siendo la
principal el libro de Mateo Seoane titulado: “Instrucciones generales sobre el modo de
precaverse del cólera-morbo epidémico, con recomendaciones de su método curativo”.
La importancia de éste libro queda recogida en su introducción (1834): “Entre varios
informes sobre medidas aplicadas al cólera-morbo epidémico, y otros muchos escritos
relativos a éste mal, que el autor dirigió desde Londres en 1832 y 1833 a la Real Junta
Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía, lo fueron también las siguientes
instrucciones acerca del modo de precaverse de él. En todas las naciones por donde se
había extendido la enfermedad, se habían publicado por los primeros cuerpos
facultativos instrucciones de ésta clase; y el autor, que se encontraba en circunstancias
muy favorables para observar todos sus fenómenos, creyó que haría un servicio a su
patria y llenaría los deseos que le había indicado la Real Junta, recogiendo y
redactando muy compendiosamente la parte útil para España de aquellas instrucciones,
añadiendo los resultados de su propia experiencia en la materia. Tal fue el objeto que
tuvo al redactar este escrito, que sale ahora a la luz, porque habiendo sido publicado
sin su anuencia ni conocimiento en países extranjeros, lleno de faltas muy groseras, no
tiene otro medio de evitar que corran bajo su nombre más errores que los que él mismo
haya cometido”209
.
208
Reich, W.T. (1996): “Contemporary Ethics of Care”: En Warren Reich (ed.)
Encyclopedia of Bioethics 2ª ed. Vol. 1 New York: Simon & Shuste/MacMillan. pgs.
336-344. 209
Seoane, M. (1834): Opus cit.
161
Miedo al contagio por parte de los cuidadores
Se establecieron Casas de Socorro, donde se ofrecían los primeros auxilios y
hospitales de coléricos. Las primeras en algunos sitios eran consideradas meras casas de
observación, o lazaretos (diferentes a aquellos donde el sospechoso debía pasar
cuarentena), custodiadas por militares, y en las que la incomunicación con el exterior
debía ser absoluta. En las enfermerías de las mismas se encerraban un médico, un
sangrador, que hacía las veces de practicante, un enfermero, un cocinero y un sacerdote
para la asistencia espiritual. La tropa cuidaba de que ni estas personas ni los enfermos
tuvieran el menor contacto con el exterior, mandándose partes diarios que tenían que ser
dejados en librillos con vinagre colocados a cierta distancia de la casa.
Muchos enfermos debían ser cuidados en sus propios domicilios, por lo que
existió un miedo exagerado y la creencia en un gran peligro de contagio entre las
personas que deberían asistir a los enfermos atacados del mal. Para minimizarlo Seoane
asevera que el peligro es mucho menor del que se corre “asistiendo a los enfermos de
cualquier tabardillo grave”, y recalca el corto número de facultativos y enfermeros que
proporcionalmente han sufrido el cólera en todas partes tras el contacto con el enfermo,
“a pesar de que en algunas, por ejemplo Inglaterra, no se han tomado casi nunca, ni
aún las precauciones más sencillas que deberían tomarse en todos los casos de
epidemia”. Será necesario adoptar una serie de precauciones en las casas donde se cuide
al enfermo: Adecuada ventilación en toda la casa pero principalmente en “el aposento
donde está el enfermo”. Jamás se le deberá cuidar en alcobas o cuartos que no
dispongan de comunicación directa e inmediata con el aire exterior y a la luz, y a ser
posible en salas que dispongan de chimenea o estufa, “pues se podrá entonces mantener
la ventilación haciendo fuego en ellas, cuando el estado del tiempo no permita tener
abiertas las ventanas o vidrieras”. Escrupulosa limpieza en los cuartos de los enfermos,
suelos, paredes, ropa, vasos, etc. Pero además “en los rincones del cuarto se pondrán
vasijas chatas y muy anchas llenas de la solución del cloruro de cal, que se tendrá
cuidado de menear varias veces al día; se podrán también colgar trapos empapados en
la misma solución en varias partes del aposento, y aún se echará una porción de ella en
los servicios luego que se laven”. Las personas que asistan a los enfermos “deben no
hacer excesos en la comida o bebida, observando con esmero la limpieza personal”.
Será necesario impedir que se visite a los coléricos por solo curiosidad, (salvo aquellas
personas encargadas del cuidado), quienes serán las autorizadas para entrar en las
162
habitaciones, “pues independientemente de otras consideraciones, la experiencia ha
probado que hay más peligro en tener accidentalmente comunicación con un colérico,
que el asistirle en su enfermedad, así como también ha probado no pocas veces cuan
perniciosa puede ser la impresión repentina que produce en muchas personas el
cambio extraordinario que se suele observar en la cara de los coléricos”. En las casas
donde hubiese muerto algún enfermo se tomarían las siguientes precauciones: Será
necesario regar el cadáver y el aposento donde esté con la solución del cloruro. En
cuanto a la ropa, aquella que haya servido al enfermo se empapará también en
solución de cloruro de cal, la restante se colgará en un cuarto que se calentará lo más
que sea posible y debajo de ella se pondrán vasijas con aquella solución para que
reciba los vapores. Enseguida se podrá lavar la ropa que no se pudiese echar a perder,
mojándola en agua caliente, bastando con tender al sol y al aire libre la que no pudiese
lavarse. Las paredes del cuarto se blanquearán con cal, y la cama, particularmente si
es de madera, se deberá también lavar con solución de cloruro.210
Esta tranquilidad que persigue transmitir Seoane a las personas que asisten a los
enfermos es similar a la que se recibe de la experiencia con la enfermedad en otros
países. Dentro de la controversia contagiosidad-anticontagiosidad, en aquellos lugares
que precedieron a España en la convivencia con la enfermedad, los detractores del
carácter contagioso del cólera publicaban en sus escritos diversas evidencias de
médicos, familiares, enfermeras, etc., que no contrajeron el mal tras el contacto con los
enfermos. En Moscú por ejemplo se contaba que ni los familiares de enfermos de cólera
que atendieron a los pacientes en sus casas ni las enfermeras que les visitaban
contrajeron la enfermedad, ni tampoco los médicos que usaron por ejemplo el mismo
agua que había servido de baño a los enfermos: “La convicción ya asegurada de que la
comunicación con los enfermos no aumenta el riesgo, debiera disminuir de aquí en
adelante el temor que inspira ésta enfermedad (el cólera), la cual a diferencia de la
peste, no quita al doliente toda esperanza de ser socorrido, ni destruye todos los
vínculos de parentesco y el afecto. De ahí en más, los que fueren atacados no carecerán
de auxilios y consuelos, y la separación o remoción a un hospital, causa de
210
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg: 45-48.
163
desesperación, no vendrá ya a aumentar el peligro. Los enfermos serán asistidos en lo
futuro sin que uno tema por sí mismo ni por aquellos con quienes vive”.211
La comisión enviada al extranjero reflejaría al respecto en su informe que: “Los
enfermeros y enfermeras vivían y dormían en las mismas salas de los enfermos, sin más
separación que la de sus cortinas, les daban las friegas, les ayudaban a levantarse, les
arreglaban la cama y se veían continuamente ensuciados con la materia de sus
deyecciones etc. pues no obstante, en todo el tiempo que nosotros visitamos los
hospitales (estío y otoño de 1832), no vimos que un solo enfermero contrajese el
cólera”.212
En el Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia para tranquilizar a los cuidadores
también se reflejaría las pocas posibilidades de contagio: “…En efecto, por punto
general, como dice el Dr. Falp, se ha notado que los individuos empleados en el
servicio de los enfermos durante ésta epidemia, que son los más expuestos a la
influencia de los miasmas, han sido menos acometidos que los demás. En Moscow en el
hospital de Ordinka solo una enfermera entre diez y seis contrajo la enfermedad, y fue
a consecuencia de un enfriamiento repentino; que en los hospitales se practicaron
ensayos muy expuestos; que no se adoptaron por la mayor parte de profesores y
dependientes medidas preservativas; que se despreció en fin el riesgo del contagio y
que los que así se condujeron y sus familias no tuvieron el menor mal. (…) En los
hospitales de Varsovia (Polonia) en donde las salas destinadas a los coléricos bajas y
privadas de ventilación contenían de sesenta a ochenta enfermos, y en donde los
practicantes y mozos tenían que permanecer día y noche respirando sin cesar aquella
atmósfera viciada; y en donde se sirvieron a menudo de las camisas, sábanas y
cubiertas acabadas de quitar de las camas y cuerpos de los enfermos y cadáveres, no
hubo más que un caso de cólera que fue un enfermero de una sala a cargo del Dr. Foy
que falleció a las seis horas de invadido; pero aún este accidente fue determinado por
211
En el apéndice documental se detallan diversas evidencias de casos en los que éste
autor muestra la mínima posibilidad de contagio por parte de aquellas personas
encargadas del cuidado a los enfermos. Gillrrest. (1834): Cartas sobre el cólera-morbo.
Zaragoza. Imprenta de Roque Gallifa. Pgs. 127-128. 212
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 307.
164
haberse embriagado fuera del hospital poco antes de la invasión según confesión del
finado”.213
Sin embargo, la anterior postura no era mantenida por todos, como por ejemplo
algunos partidarios de un origen miasmático o atmosférico. Tal es el caso del Dr.
Francisco Purrúa, que como se indica más arriba detalla su experiencia derivada del
contacto con los enfermos en Sevilla durante la epidemia de 1833: “Prescindiendo de
Triana, de cuyos enfermos nada puedo decir con seguridad, repito que en los otros
arrabales baratillo, Cestería etc., no se presentó el mal hasta que vino al primero el
estivador de lana con la misma enfermedad que habían padecido algunos de la
tripulación del buque inglés; y no se propagó en dichos arrabales, sino por las
comunicaciones, que no cesaron entre los sanos y éste primer enfermo (…). Más
adelante se extendió por dentro de los muros de Sevilla, habiendo influido en ello las
mismas causas: lo que demuestra que los enfermos son otros tantos focos capaces de
transmitir o comunicar el mismo mal a los individuos que le rodean, aunque no se
pongan en contacto inmediato; pues la observación ha enseñado que personas sin roce
de ninguna especie con los inválidos fueron acometidos de la enfermedad, y más digo,
hasta los animales la contrajeron a veces en las casas en que había entrado ya; lo cual
prueba que el agente propagador es un miasma sutilísimo, capaz de que le sirva de
vehículo la atmósfera que circunda al paciente”.214
La cama del enfermo y otros utensilios del cuidado
En cuanto a la cama donde debía estar el enfermo se recomendaba que se colocara
en un lugar de la habitación que no estuviera bajo la influencia de corrientes de aire
provenientes de puertas y ventanas, pero además se aconsejaba que no fuera pequeña,
sino que hubiera bastante espacio por todos lados para poder manejar al enfermo y
poder administrarle medicamentos, darle friegas, etc., moviéndole lo menos posible, ya
que “nada puede hacer más daño a los coléricos que el incorporarse o moverse,
particularmente en un periodo avanzado del mal, y se debe tener el mayor cuidado en
tomar todas las precauciones imaginables para que no necesiten hacerlo”. Para ello
está claro que todos aquellos utensilios necesarios para el cuidado, tales como vasos,
213
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 9
de octubre de 1834. 214
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Opus cit. Pgs. 21-22.
165
vasijas, instrumentos o medios de cualquier tipo que sean precisos para que pudieran los
enfermos hacer sus necesidades y tomar medicinas y alimentos, deberían estar
preparados para que no fuera necesario levantarlos. Se recomendaba que “si hubiera
que sacarle de la cama para mudar la ropa u otra cosa, se les sacará entre dos, tres o
cuatro personas en una manta, no dejándoles que se sienten ni se incorporen cuando no
sea absolutamente necesario. En la cama deberán estar entre mantas hasta que pasado
ya el periodo de frio se haya presentado la calentura, y en todo aquél tiempo será
preferible el uso de las camisas comunes , el de las de franela tan largas que les cubran
enteramente los pies y que deberán tener separada la parte delantera de la trasera,
uniéndolas con cintas todo a lo largo de los costados a fin de que no haya necesidad de
remangarlas cuando tengan que darles friegas, sangrarlos o poner cantáridas etc. y
para que no haya que incorporarles cuando se les mude la camisa. Se tendrán siempre
prontas vasijas de barro fuertes de varios tamaños y figuras para poderlas aplicar a las
diversas partes del cuerpo con agua muy caliente, siendo preferibles las de barro a las
de cristal o vidrio, por resistir aquellas mucho más al calor y poderse por tanto echar
en ellas el agua casi hirviendo. Se tendrán también preparadas fajas anchas de franela
fuerte para fijar el vientre, y fajas muy estrechas de lo mismo para ponerlas en los
brazos, muslos o piernas cuando haya calambres. Por último puede ser muy útil tener
vejigas en que aplicar el agua caliente a la boca del estómago, así como también
ladrillos de sal, saquillos de arena y cuantos medios sean capaces de proporcionar a la
aplicación de calor al cutis de los coléricos, aunque en general el uso del agua muy
caliente en vejigas de barro es preferible a los otros medios usados para aplicar el
calor a la piel, tanto por la facilidad con que se puede en casi todas las circunstancias
calentar el agua, como porque en general es más agradable a los enfermos el calor
aplicado de ésta manera”.215
Pero las anteriores medidas, claro está, sólo se podrían cumplir en casas
acomodadas, no así en aquellas viviendas donde pudieran residir pobres y mendigos,
entre los que reinaba la miseria, el hacinamiento y las malas condiciones higiénicas,
tanto personales como de sus hogares, en los que destaca la humedad, suciedad,
estrechez y mala ventilación. Seoane es consciente de esto y en sus instrucciones
menciona la necesaria actuación sobre las condiciones de pobreza, ya que “siendo uno
de los hechos confirmados por la experiencia adquirida en todos los países donde ha
215
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pgs. 61-64.
166
reinado el cólera, que aparece siempre primero entre las clases pobres, y que ellas
forman el medio de propagación para que se extienda a las clases acomodadas, el
interés personal aun cuando no existiera otro motivo más noble, debería hacer a los
individuos de éstas últimas procurar por todos los medios imaginables remediar las
causas que hacen a los infelices ser víctimas predilectos de la epidemia. Estas causas
son principalmente la miseria, la estrechez y poca limpieza de las habitaciones donde
viven, la poca limpieza de sus personas, y más que todo, los malos alimentos y el mal
régimen que ordinariamente observan. Es bastante difícil el hacer perder a los pobres
la indiferencia suma con que miran a menudo la limpieza tanto de sus personas como
de sus casas, es más difícil aún más el que vivan amontonadas en chozas o casas
miserables y que vayan cubiertos de ropas que apenas les cubran, y no lo es poco el
ponerles en disposición de que se alimenten regularmente bien, pues unas veces
tendrán poco con qué alimentarse y otras guardarán en un día cuanto ganen en una
semana, pasándolo malísimamente todo el resto de ella, más a pesar de éstas
dificultades todos los que tengan influencia con los pobres deberán procurar por
cuantos medios sean imaginables hacerles ver las ventajas de la limpieza, sobriedad y
regularidad de vida. Sobre todo es un deber tanto como una medida de interés personal
de las personas acomodadas el aliviar la miseria de los infelices no solo con consejos,
sino con auxilios efectivos. Mil ejemplos se podrían citar en que la distribución de
ropa, particularmente franela, y la de alimentos han contribuido a contener los
progresos de la epidemia más que todas las demás medidas, y en cuyos casos la
caridad ha hallado en los mismos resultados que producía, no solo la más dulce, sino
también la más completa recompensa”.216
Sintomatología a controlar en el enfermo de cólera
Seoane describe claramente la serie de signos y síntomas que nos ponen sin lugar
a dudas ante un enfermo de cólera:“Cuando a los cursos o calambres se reúna una
laxitud o cansancio general con gran abatimiento o desasosiego; cuando el ardor y
desazón en la boca o hueco del estómago aparece con violencia si no lo ha habido
antes, o se aumenta si lo ha habido hasta el punto de quejarse el enfermo de una
sensación de quemadura en aquella parte; cuando los vómitos principian con mucha
fuerza y la sed es intolerable; cuando hay vértigos o vahídos de cabeza pasajeros, una
216
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pgs. 54-60.
167
sensación de tirantez u opresión incómoda en el pecho, más particularmente hacia la
región del corazón; cuando la cara toma una expresión de ansiedad grande y se pone
pálida y aplomada, hundiéndose las facciones y formándose un círculo lívido alrededor
de las cuencas de los ojos; en fin cuando aparecen reunidos éstos síntomas o una gran
parte de ellos, pues rara vez se manifiestan todos a un tiempo, puede quedar poca duda
de que ha principiado ya el ataque del cólera, en particular mientras reina
epidémicamente y es necesario echar mano de medios más enérgicos”.217
Si con estos síntomas se evidencia además que el enfermo va quedándose frío y el
pulso va desapareciendo, los cuidados que se recomiendan son principalmente el abrigo
y la sangría:“Se le pondrá entre mantas, aplicando todo alrededor del cuerpo botellas
de agua muy caliente, en las cuales se renovará el agua según se vaya enfriando. Si el
enfermo no tuviese una constitución débil, o si aún teniéndola robusta no estuviese
debilitado por alguna causa accidental será útil sangrarle antes de que se quede frío y
si sintiese mucho ardor en el estómago, o que al tocar con la mano en aquella parte se
quejase de dolor en ella, se le podrán aplicar allí o alrededor del ano quince o veinte
sanguijuelas según su edad y robustez. Es siempre conveniente hacer la sangría y
aplicar las sanguijuelas antes que el enfermo se quede completamente frío, pues será la
mayor parte de las veces imposible después que lo esté, el hacer que piquen aquellas o
que salga sangre por la abertura que haga la lanceta”.218
En apartados anteriores se han descrito los períodos por los que pasaba el enfermo
de cólera según el médico De Paula Folch, tras pasar unos pródromos y la colerina, si la
curación no había sido posible aparecía el período álgido manifestándose con intensidad
toda su sintomatología, “notándose en los enfermos la alteración profunda de la
fisonomía, la cianosis o color azulado de la piel con la falta de elasticidad de la misma,
la frialdad de la lengua y del resto del cuerpo, la ansiedad precordial, los vómitos
repetidos, y la continua diarrea, el cambio de voz, los calambres, la supresión de orina
y la suma lentitud y concentración del pulso, o su total cesación”. En tales
circunstancias De Paula Folch al describir los auxilios prestados al enfermo narra cómo
“les hacía aplicar un fuerte vejigatorio en la región epigástrica de cosa de dos
pulgadas y media de diámetro, y darles friegas muy repetidas en ambas extremidades, o
bien con la tintura de cantáridas, o con la pomada estibiada de Autenrieth, o con una
217
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 65. 218
Ibidem. Pg. 66.
168
mezcla de dos partes de alcohol alcanforado con una de aceite esencial de trementina,
o con el jaboncillo amoniacal etc. usando las dos primeras en los casos más graves, y
las restantes en las de menor urgencia, cubriendo enseguida dichas extremidades con
cataplasmas sinapizadas, y propinando interiormente pequeños pedacitos de hielo
repetidos cada cinco minutos, y un sorbo de agua de nieve de cuando en cuando para
apagarles la sed; pero sin concederles en éste estado la menor cantidad de caldo ni de
sustancia alguna alimenticia, y procurando que todos éstos medios se renovasen a
menudo hasta que el enfermo diese señales de querer entrar en la reacción”.219
Otros autores, como por ejemplo Porrúa en lo referente a éste período crítico,
decía: “si después de entablado todo el plan la enfermedad no se detiene, antes al
contrario se aumenta y empiezan a manifestarse los síntomas que anuncian la venida
del período álgido, el cual consiste en la concentración grande de la vida al sistema
nervioso ganglionario y aun espinal, se deberá poner el mayor empeño en excitar
fuertes impresiones en el sistema dermoides, para lo que se usará, además del calórico,
de las fricciones con un cepillo o bayetas secas o empapadas de sustancias alcohólicas
u otras, como el aceite de mostaza, el de trementina, álcali volátil, alcanfor etc. cuyas
friegas se repetirán de hora en hora, o más frecuentemente si las circunstancias lo
exigen. También se pueden poner sinapismos, que se mudarán de un punto a otro, no
olvidando que recorran la columna vertebral, y dejándolos por más tiempo en la región
lumbar; pues he visto frecuentemente promoverse con su acción la secreción de la
orina. Los cáusticos fijos suelen ser útiles, y aún necesarios, cuando la irritación de los
ganglios y de la médula amenaza también al cerebro”.220
La sed intensa, con o sin vómito, era otro de los síntomas característicos. Será
necesario entonces un aporte adecuado de agua y bebidas preparadas, según diferentes
recetas, para su alivio; pero éste será diferente dependiendo de otros signos y síntomas
que pudieran ir asociados, tanto a la polidipsia como a la ingestión de agua:“Si el
enfermo no tuviese vómitos y se quejase de una sed intensa se le dará todo el agua que
quiera. Lo mismo se hará cuando tenga vómitos, si vomitase con facilidad o si se viese
que después de tomar el agua no le causa gran desazón en el estómago, si no existe ya
ésta, o se le aumenta cuando exista en un grado moderado; Pero cuando se note que el
malestar, ardor o dolor de estómago toma mucho incremento, después de beber el
219
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Opus cit. Pg. 31. 220
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Opus cit. Pgs. 57-58.
169
agua, o que luego que se bebe ésta los vómitos son más penosos, se le darán solo
pedazos pequeños de hielo muy a menudo, o a falta de ellos cortas cantidades de agua
fresca.Cuando además de ser los vómitos copiosos sintiese el enfermo una ansiedad
muy grande en el estómago, se le dará cada cuarto de hora o media hora la bebida
número 1º “.221
Porrúa decía que si la sed fuera muy intensa, “se tratará de calmar con bebidas
ácidas y frías, como el agua de naranja o agraz; y si sobrevienen vómitos, entonces
únicamente se usará la nieve, repitiéndola muy a menudo, aunque en corta cantidad; y
aún antes de los vómitos me parece oportuno el uso de éste auxilio, que debe
considerarse como un poderoso y eficaz sedante”.222
La utilización de agua de nieve a sorbos, y aún mejor pedacitos de hielo también
eran utilizados para calmar la insaciable sed. Al respecto de esto, los médicos enviados
al extranjero para estudiar la enfermedad decían: “refrescan sus secas fauces y ardoroso
estómago; se oponen a la concentración del calor en el interior, y favorecen de éste
modo su diseminación por toda la economía; cambian el estado vital de la mucosa
gástrica, y por consiguiente se oponen a la congestión de los humores que la naturaleza
dirige hacia ella; contienen las exhalaciones y excreciones patológicas de todo el canal
intestinal; y por último regularizan los movimientos desordenados del sistema nervioso,
disminuyendo o haciendo desaparecer los calambres. Todos éstos efectos, o la mayor
parte de ellos, son bastante constantes, y muchas veces traen consigo una rápida y feliz
terminación de la enfermedad”.223
En el apartado anterior pudimos comprobar cómo desde el extranjero llegaban
planes terapéuticos surgidos de la experiencia con la enfermedad en otros países. De la
traducción realizada por el Dr. D. José María Velázquez, ya se ha hablado sobre cómo
combatir la diarrea. En lo que se refiere al vómito, en la traducción de éstas
observaciones decía: “Si el enfermo siente incomodidad en el estómago y no puede
vomitar libremente, se disolverán tres cucharadas ordinarias de sal común en una taza
grande de agua caliente; se le dará primero la mitad de ésta disolución, y si a los
221
En el apéndice documental se detallan las recetas preparadas para éste fin y otros.
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 67. 222
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Opus cit. Pg. 58. 223
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 186.
170
quince minutos no produce un vómito franco, tomará la restante. En éste periodo puede
usarse el té caliente, pero después que el estómago se haya evacuado bien y con el
objeto de disminuir la irritabilidad de éste órgano, se le aplicará un gran sinapismo al
epigastrio, y se le dará un polvo de sosa común en el estado de efervescencia cada
veinte minutos. Tan luego como la irritabilidad del estómago se haya disminuido con
éste método, se propinarán de media en media hora los siguientes polvos con agua fría
o en caldo ligero: Muriato de sosa (un escrúpulo), Carbonato de sosa (media dracma),
clorato de potasa (siete granos). Se continuarán usando éstos polvos hasta que hayan
desaparecido completamente los síntomas del cólera, y después se disminuirán por
grados”.224
De Paula Folch observa que si a pesar de la prestación de los primeros auxilios
continuaban los síntomas con la misma intensidad, de tal manera que los vómitos fueran
frecuentes y abundantes, si no había rubicundez de la lengua y el enfermo era nervioso o
caquéctico, en tales circunstancias podría resultar efectivo dar “por una sola vez o a lo
más dos veces en el espacio de dos horas, una píldora compuesta de un gramo de opio
gomoso con otro de almizcle, o bien una pequeña cucharada cada media hora de una
mixtura en la que entrasen seis onzas de agua destilada de yerba-buena con dos
escrúpulos de alcohol de melisa, un grano de almizcle y una onza de jarabe de corteza
de cidra, sin descuidar al mismo tiempo el uso de la nieve y la excitación exterior”.225
Dentro de ésta sintomatología, la abdominálgia asociada o no a vómito, calambres,
pirosis, etc., era también característica del cólera. Y dentro de los cuidados que se
recomendaban para su alivio estaba el aplicar fajas al enfermo a veces empapadas en
linimentos preparados previamente:“Cuando los cursos sean muy copiosos o haya
retorcijones de tripa, una faja de franela o de lana que oprima moderadamente el
vientre, suele no solo aliviar los dolores sino también los cursos. En éstos casos y
principalmente cuando el enfermo vaya quedándose sin pulsos y frío puede ser muy útil
antes de apretar la faja poner sobre el ombligo un pañito empapado del linimento
número 2º, que se podrá calentar mediante la botellita donde esté en agua caliente. Si
después de hecho esto no solo siguen los cursos copiosamente sino que presentan
calambres en el vientre, o una sensación muy grande de ardor en el hueco del
224
Observaciones sobre la curación del cólera asiático. Por el Dr. Sstevens. (1834). Pg.
7. 225
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Opus cit. Pgs. 21-32.
171
estómago, se podrá usar la aplicación número 3º, en un lienzo o trapo que coja todo el
vientre, poniendo sobre el trapo la faja, y teniendo cuidado de levantarle así que el
enfermo se queja de que le pica”:226
Cuando el enfermo se ha quedado o va quedando frío y sin pulso y cuando la
diarrea, vómitos, el ardor en la boca del estómago y los calambres van aumentando en
intensidad, pero además los cursos no son solamente copiosos, sino que el enfermo los
hace casi involuntariamente, entonces es cuando entra en escena otro elemento de la
terapéutica y los cuidados, las lavativas de almidón, que se repetirán con más o menos
frecuencia según el tiempo que las contenga el enfermo, “pues si las arrojase al
instante nada importa que se le echen a menudo. Se podrá también aumentar a cada
lavativa media dracma de láudano cuando los dolores de vientre sean muy penosos,
pero en caso de usar el láudano no se ha de repetir nunca una segunda lavativa
mientras el enfermo haya obrado después de echada la primera. Se ha de tener muy
presente para usar las lavativas con el objeto de contener los cursos, o la medicina nº
1º con el de contener los vómitos que si al mismo tiempo que principiasen a cesar unos
u otros se notase que la lengua se pone muy seca, que se aumenta el desasosiego
general o la sed, que se eleva el vientre y siente el enfermo dolor al tocarse en él, y por
último que la cabeza principia a afectarse, se deberán suspender las lavativas y la
medicina pues sería muy peligroso entonces tratar de contener con fuerza aquellas
evacuaciones”.227
En cuanto a los calambres en las piernas, brazos y muslos, cuando fueren muy
fuertes se recomendaba el “fajar el miembro que sufre con una faja de franela fuerte
poco ancha, poniéndola en forma espiral y un poco apretada, después de haber untado
el sitio donde se sientan los calambres con el linimento nº 2º y de haber dado por
algunos minutos friegas en él con un cepillo o cosa semejante”.228
La experiencia de la
enfermedad en el extranjero recomendaba al respecto “un baño salino templado, y no
siendo esto posible se frotarán bien las partes afectadas con una franela caliente”229
De Paula Folch escribió que “si los calambres eran muy fuertes y pertinaces,
226
En el apartado Apéndice documental se detalla la composición de éstos linimentos y
aplicaciones. Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 69. 227
Ibidem. Pg. 71. 228
Opus cit. 229
Observaciones sobre la curación del cólera asiático. Por el Dr. Sstevens (1834). Pg.
7.
172
encargaba que frotasen las extremidades con un cepillo empapado de un linimento
fuerte cargado de opio y alcanfor, repitiendo ésta operación cada diez minutos; pero si
eran moderados, no tomaba indicación alguna particular, pues remitían con los
remedios generales a la par que los demás síntomas”.230
De los calambres Porrúa decía que “incomodan tanto que exigen la aplicación de
sustancias calmantes para procurar su paliación: yo he usado en éstos casos las
unturas de láudano líquido mezclado con el aceite de almendras dulces”.231
La
comisión facultativa enviada al extranjero exponía cómo habían sido combatidos con la
sangría, los baños calientes, diversas preparaciones de opio al interior, el subnitrato de
bismuto, cataplasmas emolientes y con láudano, fricciones hechas con la esencia de
trementina y el éter acético, la ligadura circular de los miembros, etc., siendo los
preferidos por éstos médicos “siempre los remedios, que como la sangría y los
excitantes cutáneos, alivien los calambres y satisfagan al mismo tiempo las
indicaciones generales de la enfermedad”.232
El uso de la sangría y sanguijuelas dentro de los cuidados
La sangría y el uso de sanguijuelas como sinapismos es otro elemento de la
terapéutica y su modo de aplicación, dentro de los cuidados. Seoane los describía así:
“Cuando los vértigos o vahídos de cabeza son muy penosos desde el principio, y
aparecen acompañados de dolor intenso de cabeza, zumbido de oídos y mayor o menor
desorden en las facultades intelectuales; en éste estado es más necesario el uso de la
sangría o de las sanguijuelas, que se podrán poner detrás de las orejas, aplicando
también sinapismos muy fuertes a los pies y a las piernas. Cuando se note que el
enfermo va quedándose completamente frio, que el pulso no puede distinguirse al tacto
o que apenas se siente, que el color pálido de la cara, manos y pies se va cambiando en
un color ceniciento oscuro que se vuelve poco a poco más o menos azulado, y que la
voz va disminuyendo de fuerza, será necesario ponerle sinapismos en los pies, piernas y
brazos, si no se han puesto antes. En éste caso si no se ha usado el linimento nº 3º se le
podrá aplicar a la boca del estómago por dos o tres horas si antes no produjese granos,
escoriaciones o cualquier otra impresión visible en la parte, y se pondrá todo a lo largo
del espinazo en emplasto nº 4º teniéndole allí puesto hasta que el enfermo se queje de
230
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Opus cit. Pgs. 32-33. 231
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Opus cit. Pg. 58. 232
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 200.
173
que le pica. Es necesario mirar como regla general en la aplicación de sinapismos que
se han de poner lo más calientes que sea posible, y en la de toda clase de remedios
exteriores que se han de quitar cuando causen mucha picazón, dolor o incomoden
demasiado a los enfermos. Esta regla se deberá observar con más cuidado con respecto
al linimento nº 3º y la cataplasma nº 4º. Si después de haber estado el enfermo más o
menos tiempo frio y sin pulso, al volver éste a rehacerse y a sentirse otra vez el calor
natural se nota que la cabeza está muy cargada y que hay zumbido de oídos y turbación
en las facultades intelectuales, será útil poner algunas sanguijuelas detrás de las orejas
y usar algunas lavativas estimulantes, tales como la de la receta nº 5º. En éstos casos
será útil también poner sinapismos no solo en los pies, piernas y brazos si no se han
puesto antes en alguna de estas partes, sino también en lo interior de los muslos y en
las espaldas entre las paletillas, cuando no se haya aplicado el emplasto nº 4º o si
aunque se haya aplicado no ha producido efecto viable sobre el cutis. Otras veces
cuando va pasando el periodo de frio principia el enfermo a sentir un calor intolerable
en el estómago, la sed se aumenta y sigue muy intensa si lo era antes, la lengua pierde
la frialdad húmeda tan característica que tiene durante el frio, y se pone seca, desigual
y muy puerca, y el vientre se eleva haciéndose a veces tan sensible que el enfermo no
puede sufrir la menor presión en él. En éste caso si no está muy debilitado se aplicarán
sanguijuelas al vientre aún cuando se hayan aplicado antes; se pondrán cataplasmas
calientes de plantas aromáticas sobre el estómago, se echarán al enfermo lavativas de
cocimientos muy fuertes de malvas o linaza, y si hay vómitos como sucede muchas veces
en éste caso, será muy útil darle cada media hora mientras duren los vómitos, la bebida
nº 1º siempre que se observe después de tomarla que erupta con facilidad, y que no le
aumenta la desazón ni el bulto del vientre. Es importante hacer algunas observaciones
sobre el uso de la sangría y sanguijuelas. Esta clase de evacuaciones ha sido
considerada por unos como el principal remedio contra el cólera, mientras otros han
creído y creen todo lo contrario. Parece sin embargo indudable que cuando el colérico
no ha estado muy mal alimentado, cuando su constitución no es muy débil, o está
estenuado por cualquier causa que sea, las evacuaciones sanguíneas no solo pueden
ser útiles sino necesarias, siempre que pueda sacarse sangre, lo cual es imposible
muchísimas veces. Con el objeto de hacer en éstos casos salir la sangre se ha usado no
solo meter el brazo en agua caliente y dar friegas fuertes en él, secándose de arriba
abajo, sino también dar ipecacuana hasta que produjese vómito, aprovechando éste
momento para sangrar. Los dos primeros medios son tan simples que cualquiera puede
174
ponerlos en práctica, pero el último aunque muy útil generalmente hablando,
demasiado arriesgado para que pueda ser usado por quien no sea médico. Las
sanguijuelas también en los casos de cólera confirmada no quieren a menudo picar, o
aunque piquen no sale sangre alguna, en cuyo caso es mejor desistir hasta otro
momento más favorable que molestar inútilmente al enfermo.233
La utilización del baño dentro de los cuidados
Cuando el enfermo se notase completamente frío y sin pulso, se podrá dar un
baño de agua caliente, y para ello Seoane realizaba las siguientes recomendaciones: “Se
pondrá en una parte cerca de donde esté el colérico una [cama] de cuerda con un
jubón pequeño de paja y almendras; se tendrá a la mano agua bien caliente, en la que
se meterá una manta y desnudo el enfermo por dos o tres personas de su cama a la otra
con todo cuidado, se le envolverá en la manta empapada en agua caliente y con una
regadera se echará más agua caliente por todo el cuerpo, siguiendo echándole después
cada cuatro o cinco minutos por un tiempo más o menos largo según la sensación que
experimente el enfermo pues si principiase a sudar copiosamente será necesario
continuar el baño lo que pueda sufrirle, y si por el contrario le produjese mucha
ansiedad y desasosiego será necesario suspenderlo al instante. Mientras esté en el baño
podrá tener puestos los sinapismos y emplastos y tomará a menudo tacitas de una
infusión caliente de amapolas, o de flor de malva si no demostrase como sucede muchas
veces, gran repugnancia a las bebidas calientes, en cuyo caso se le podrá dar agua
fresca. Si el enfermo no estuviese debilitado y no se le hubiese podido sangrar, casi
siempre se consigue después de estar algún tiempo en éste baño y puede ser muy útil el
sangrarle y rara vez será dañoso si ha principiado a volver el calor natural a la piel y
sentirse el pulso. Al mudar al colérico de cama donde ha tomado el baño a la suya no
se ha de permitir que se incorpore y se le pondrá entre mantas muy calientes,
aplicándole botellas de agua caliente alrededor del cuerpo, dándole a menudo
pequeñas porciones de cualquier infusión de las mencionadas en el párrafo anterior; y
en los casos en que el baño haya producido sudor o una tendencia a él sin ansiedad o
ardor grande del estómago, se le darán cada media hora de tres a cinco granos de
233
En el Apéndice documental se detallan las recetas de los linimentos, emplastos,
cataplasmas etc., citados en éste apartado.
175
polvos de Dover con un poco de azúcar hasta que haya tomado cinco o seis tomas, si
antes no se notase que aumenta la sed o aquel ardor.234
Otros medios para el aporte de calor
La comisión enviada al extranjero en su informe también recogía los beneficios
de aportar calor al enfermo dentro de sus cuidados, la utilización de mantas y cobertores
dobles en las camas, las lámparas de alcohol entre las sábanas, los ladrillos y saquitos de
salvado y de arena calientes, las botellas de barro, de cristal, o de metal, llenas de agua
hirviendo, los baños de agua tibia o a 30º, los baños de vapor a temperaturas altas, etc.
Eran los principales medios con que se procuraba restituir el calor a la helada piel de los
coléricos, abandonándolos a la vez poco a poco ante la evidencia de la poca utilidad que
aportaba la experiencia. Desde el conocimiento actual ese aporte de calor es totalmente
contraproducente puesto que aumenta la deshidratación ya de por sí presente en el
enfermo de cólera. Decían éstos médicos que “el calor que puede darse al cuerpo por
tales medios es bien diferente del que se consigue por las friegas secas, o aún
sustancias más o menos estimulantes, sinapismos etc. con éstos últimos auxilios se
puede reanimar mejor la circulación, y con ella la temperatura natural de las partes.
(…) Puede asegurarse que en algunas ocasiones los baños de agua caliente, y los de
vapor aceleraron el curso del mal, favoreciendo la congestión sanguínea al interior,
como se conocía por el aumento en la ansiedad y dificultad de respirar que
experimentaban los enfermos”.235
La dieta dentro de los cuidados
Otro elemento de los cuidados a tener en cuenta es la dieta. Se recomienda “dar a
los enfermos caldo ligero de pollo, un cocimiento de arroz, y cuando vaya cediendo el
mal, suero bien colado, cuidando mucho en todos los casos no darles caldos con
grasa”.236
Porrúa consideraba que el estado en que se hallare la epidemia en la población
influía también, y es un punto a tener en cuenta a la hora prescribir el régimen dietético
e incluso en la aplicación de los medios terapéuticos: “porque he observado que tanto
en su principio como en su declinación, a medida del menor número de invadidos, se
234
Seoane, M. (1834): Ibidem. Pgs. 75-77. 235
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 191. 236 Seoane, M. (1834): Opus cit. Pgs. 75-77.
176
nota generalmente menos gravedad, y mortandad proporcionada, que cuando se halla
en su mayor vigor; en cuyo tiempo por consiguiente se debe tener más energía y
actividad en el uso de las medicinas, y mayor severidad en la dieta”.237
Cuidados en el período de reacción
Con todo el arsenal de terapéutica y cuidados el enfermo podía evolucionar hacia
el período de reacción descrito en apartados anteriores y cuyos síntomas eran:
recuperación del calor, desaparición de color azulado de la piel, regularización de la
fisonomía, mejillas sonrojadas, regularización del pulso, etc. Es entonces cuando los
médicos que convivieron con la enfermedad en Sevilla recomendaban suspender los
excitantes externos, prohibir el uso del hielo, “y solo mandaba pequeños sorbos de
agua de nieve cada media hora, y una jícara de una mixtura nítrica tomada de hora en
hora, o bien una ligera emulsión o agua de naranja etc, consultando el gusto del
enfermo, y concediéndole solo por alimento el cocimiento de arroz si el sujeto era
robusto, o unas pequeñas cucharadas de caldo en el caso contrario. Si la diarrea
continuaba abundante en los enfermos a pesar de la remisión de los demás síntomas,
les disponía dos pequeñas lavativas al día de solución de almidón, o del cocimiento de
linaza. En éste estado la naturaleza era la que vencía, y rara vez se le excitaba o
perturbaba sin que se notase algún mal resultado; por cuyo motivo aconsejo, que el
médico en éstas circunstancias se constituya en mero espectador, y que jamás intente
apresurar la marcha que sigue felizmente la naturaleza. En la reacción irregular (…)
una o dos sangrías generales, si el enfermo era muy robusto y los síntomas indicaban
alguna tendencia a formar congestiones sanguíneas sobre algún punto, las aplicaciones
de sanguijuelas o las ventosas escarificadas sobre la parte más afecta, sinapismos y
aún vejigatorios sostenidos en las extremidades, fomentos de agua de nieve en la
cabeza y de oxicrato en el vientre, lavativas emolientes, una bebida atemperante
tomada a menudo y en pequeñas cantidades, agua de nieve a pasto para apagar la sed,
y el cocimiento de arroz edulcorado por alimentos”.238
Estos tratamientos y otros parecidos vemos como se ciñen aún a los conceptos
humorales, y salvo la utilización de algún medicamento que pudiera ser paliativo del
dolor, eran contraproducentes desde el conocimiento actual.
237
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Opus cit. Pg. 55. 238
De Paula Folch y Amich, F. (1834): Opus cti. Pg. 34.
177
Cuidados al enfermo convaleciente
Al período de convalecencia se le consideraba igual de importante en cuanto a
los cuidados como al incipiente. Era peligroso por la facilidad de recaída especialmente
si no se seguía un régimen dietético estricto que pasaba por no hacer exceso alguno, “a
lo cual tienen casi siempre grande inclinación, a causa de que en la mayor parte de los
casos salen de la enfermedad con muchísima hambre”. Las recomendaciones eran las
siguientes: “Se debe comer muy poco de cada vez, y huir de todo alimento animal fuerte
o que haga mucho gordo, caldos de pollo, gallinas tiernas etc. tomados en pequeñas
proporciones y a menudo podrán ser útiles para acallar el hambre, pudiéndose tomar
de cuando en cuando un poco de carne de aquellos animales, ya sea disuelta en caldo o
asada; Serán también útiles las gelatinas simples de los vegetales, el arroz y demás
farináceos, teniendo sin cesar presente que nada puede ser más dañoso que cargar el
estómago de una vez, sea el alimento que se quiera; Sobre todo no se debe volver al
método usual de vida sino por grados casi imperceptibles.239
La comisión enviada al extranjero destacaba cómo los coléricos recobran
prontamente el apetito, siendo por tanto éste el mayor peligro de la convalecencia, y
decían: “concédaseles alimento luego que lleguen a desearlo, pero empiécese por un
caldo ligero cada seis horas, al que podrá añadirse en el día siguiente una miga de pan
o un poco de sémola de arroz, y pásese después al uso de las carnes, empezando por las
de pluma. El vino en pequeña cantidad podrá ayudar a la digestión en las personas que
lo beben habitualmente; pero es menester observar con cuidado sus primeros
efectos”.240
Porrúa era partidario de una dieta absoluta durante los períodos álgido y de
reacción, justo cuando los cuadros de diarrea eran más abundantes, e ir introduciendo
alimento a medida que mejoraban los síntomas, y se pasaba al estado de convalecencia,
recomendando entonces alimento líquido vegetal en los primeros días, “y para
aumentar la dieta deberá servir de guía con especialidad el estado de la lengua, que es
frecuentemente casi la única que por su grande capa blanquecina indica el estado de
irritación mucosa que existe. La disminución de dicha costra y su desaparición
239
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 78. 240
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 201.
178
permiten ya más libertad en el uso de los alimentos; aunque en cualquiera época en que
se sustituya el caldo animal a la sustancia vegetal, se procederá con mucha
circunspección y lentitud, encargando que sea muy tenue, como el de un poco de
ternera o pollo, y que se dé en pequeñísima cantidad; una o dos cucharadas cuando
más, y eso alternando con la sustancia vegetal. No parezca esto nimiedad; he visto
caminar aceleradamente hacia el sepulcro enfermos que se hallaban ya en muy buen
estado, o agravarse por el uso intempestivo de una taza de caldo: así es que en mi
práctica solía mandar a los convalecientes que tomasen alimentos sólidos, pero
vegetales, antes de permitirles un sorbo de sustancia animal”.241
No era raro que el enfermo experimentase estreñimiento durante la
convalecencia, éste se procurará remediar desde luego por medio de lavativas hechas
más o menos fuertes, cargándolas de sal común o sal de higuera.242
La comisión enviada al extranjero también hablaba del estreñimiento como una
de las incomodidades más frecuentes en la convalecencia, y recomendaban “guardarse
bien de administrar purgantes para combatirle, porque una diarrea en éste estado
reproduce todos los síntomas. Las medias lavativas de cocimiento emoliente, o un
cortadillo de agua de Seltz bebido en ayunas, bastarán para mover el vientre en la
mayor parte de los casos”.243
Igual de importante en cuanto a los cuidados fue el período de convalecencia para
los médicos sevillanos, el objetivo era prevenir recaídas, que al parecer fueron
frecuentes y peligrosas. Estos reconocían pequeñas indisposiciones en el enfermo a las
que era necesario prestar atención: “Si en los convalecientes se notaba aún un poco de
diarrea, solía ponerles una jícara cada tres horas del cocimiento de arroz con media
dracma del electuario de diascordio por cada seis onzas de cocimiento, y una onza del
jarabe de goma, administrándoles al mismo tiempo una o dos lavativas al día del
cocimiento de linaza, pero siendo éstas en muy corta cantidad, pues no convenía jamás
en semejante afección introducir en el cuerpo grandes cantidades a la vez. Si
desvanecidos ya casi todos los síntomas se quejaban los enfermos de un dolor
incómodo en el epigastrio, y se notaban señales de irritación gástrica, entonces
disponía la aplicación sobre la parte de una dracma de triaca mayor en forma de
241
Porrúa y Velázquez, F. (1834): Opus cit. Pgs. 54-55. 242
Seoane, M. (1834): Opus cit. Pg. 78. 243
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 202.
179
epitima, la que solía corregir dicha incomodidad; pero si esto no era suficiente les
mandaba un linimento compuesto de una onza de manteca de puerco con dos granos de
acetato de morfina. Una de las cosas que exigía mayor cuidado en la convalecencia fue
el plan de alimentos, pues si bien hubo varios individuos que después de un grave
ataque de cólera pudieron pasar prontamente y sin riesgo al uso de los caldos
animales, de las sopas de arroz, carnes, etc. no obstante se notaron muchos otros, en
los que su estómago quedó sumamente excitable, que vi en dos o tres en los que se
empezó su alimentación por una sola jícara de caldo, que inmediatamente introducida
esta sustancia en el estómago, se produjeron los síntomas de algidez, y sucumbieron los
pacientes como si se les hubiese administrado un veneno. Así pues, para evitar éste
inconveniente empezaba casi siempre por solas dos cucharadas de un caldo muy tenue,
tal como el de pollo, ternera, etc. mas si notaba repugnancia en el enfermo para los
caldos, y desazón en el estómago al recibir dichas pequeñas cantidades, los nutría con
cremas de arroz, féculas de patatas, tapioca, salep, o una ligera sopa de pan cocido con
agua y aceite, cuyos alimentos solían ser bien recibidos y disponían de vías digestivas
para aceptar mejor las demás sustancias más analépticas. El uso del vino tinto en
pequeñas cantidades, y mezclado con agua fue bastante útil en la convalecencia de los
que acostumbraban beberle, pero el menor exceso en ésta parte les causaba dolores al
epigastrio, sed, y algunas veces recaídas funestas. También se notaron muchas veces
restricciones de vientre muy pertinaces, que exigieron el uso de una o dos lavativas
emolientes cada cuatro o cinco días. Fue del mismo modo muy interesante el no dejar
salir de casa demasiado pronto a los convalecientes, pues las variaciones atmosféricas,
y con particularidad la humedad, reprodujeron en varios los síntomas coléricos. Por
ésta razón, solo permitía que saliesen a dar algún ligero paseo al cabo de seis o siete
días de comer ya sustancias animales, y esto solo lo permitía en los días muy serenos, y
desde las doce hasta las tres o las cuatro de la tarde. El regular abrigo de la cama, y el
que los vestidos pecasen más bien por calientes que por fríos, pero sin acalorar mucho
al convaleciente, fueron preceptos muy útiles para evitar las recaídas. Finalmente el no
entregarse con prontitud a un trabajo personal cansado, el evitar las fuertes pasiones
de ánimo, tales como el terror, la ira, la excesiva sensibilidad, los placeres amorosos,
etc. y en una palabra, el guardar los preceptos higiénicos generales con todo su rigor,
han sido circunstancias indispensables para acabarse de restablecer los
180
convalecientes, habiéndolas violado pocas veces sin experimentar enseguida, o alguna
incomodidad, o un nuevo y funesto ataque de cólera”.244
2.9. Conclusiones sobre la nueva enfermedad del Cólera-
Morbo Asiático.
Algunos autores concluyen sus monografías sobre la experiencia con ésta nueva
enfermedad aportando una serie de conclusiones, tal es el caso de González de Sámano,
quien era considerado como un firme defensor de las tesis anticontagionistas del cólera.
Sus conclusiones o “principios cardinales”, como él los definió, fueron las siguientes:
“1ª.- El cólera morbo ha sido conocido no solo de nuestros predecesores, sino también
de los médicos griegos según denota la voz misma, con la diferencia sola de haber por
entonces reinado esporádicamente. 2º.- Que su causa eficiente existe en la atmósfera, y
por lo tanto es de carácter epidémico y no contagioso, razón por la que han sido
inútiles, cuando no perjudiciales las medidas de aislamiento tomadas para evitar su
propagación. 3º.- Que su síntoma constante y diagnóstico es la evacuación superior e
inferior de materiales de diferentes aspectos, y no como ha querido suponerse
blanquecinas siempre, consistiendo su naturaleza en la plasticidad y espesura que
adquiere la sangre en el tiempo de la sanguificación, y que tiende a sofocar la acción
orgánica de los principales centros de la vida. 4º.- Que su duración es muy limitada, no
pasando muchas veces de horas, y terminando muy a menudo en la muerte o en otra
cruel enfermedad, por lo que su pronóstico, no solo es incierto (según sucede en las
infecciones agudas) sino peligrosísimo. 5º.- Sus principales indicaciones se llenan con
oponerse a la mayor plasticidad sanguínea, evitando así la sofocación interior
orgánica, y favoreciendo al propio tiempo el equilibrio circulatorio por medio de la
reacción. 6º.- Y último, que los únicos mejores medios de precaución no consisten,
como algunos juzgan, en la huída, sino sí en la moderación y buen uso de las seis cosas
no naturales, evitando cuantos extremos puedan perturbar la normal marcha de los
diversos órganos y sistemas de nuestra economía, sin que por esto neguemos la
oportunidad de las medidas higiénicas tan útiles en todas enfermedades.245
244
De Paula Folch y Amich, F. Opus cit. Pgs. 36-38. 245
González Sámano. M. Opus cit. Pgs. 94-96.
181
III.
EL CÓLERA: EPIDEMIA Y
PANDEMIA
182
1. Breve aproximación a las principales epidemias del
pasado.
El impacto de las enfermedades epidémicas es incuestionable, tal y como ha
quedado sobradamente demostrado a lo largo de la historia. En tan dramáticas
circunstancias el tiempo parece detenerse, a la vez que se trastoca completamente la
vida cotidiana. Por supuesto, la respuesta que las sociedades han ofrecido a tal
fenómeno ha evolucionado en el tiempo, y así se han desarrollado diferentes formas de
prevención, atención e interpretación, etc. A éstas y a otras muchas cuestiones, como
sus fluctuaciones o sus múltiples facetas y consecuencias, tratan de dar respuesta
numerosas disciplinas científicas. De todas somos deudores, en especial de la Historia
de la Medicina246
y de la Historia Social247
.
Comienzo ésta revisión histórica en la Antigüedad Clásica, época que viene
marcada por las sucesivas oleadas de “peste”, de las que han dejado constancia
numerosas crónicas de ese extenso período. Con total independencia de que esas
epidemias fueran poseedoras de la misma identidad nosológica de lo que en la
actualidad se entiende por “peste”, lo que no cabe duda es de que asoló Atenas en el año
430 a.C, y así es descrita por Tucídices, o la que se presentó y arrasó en Roma entre el
año 165 y el 180 d.C. y que fue conocida como la “peste de Antonio” o “de Galeno”.
Sirven para mostrar cómo ya en ese período de la historia de la Humanidad los hombres
se vieron atacados por esa terrible forma de expresión de la enfermedad que es la
epidemia.248
El paludismo hacía estragos en muchas comarcas romanas llegando hasta la
ciudad “Madre”. No es necesario buscar otras causas para explicar las relaciones
246 Desde este campo se han aproximado al impacto de la enfermedad infecciosa a lo
largo de la Historia autores como: Ackerknecht, E. (1965): History an geography of the
most important diseases. New York, Hafner; Temkin, O. (1977): An Historical Analysis
of the Concept of Infections, en: The Double Faxe of Janus. Baltimore. The Johns
Hopkins University Press, págs. 456- 471; Burnet, M.S.; White, D. O. (1982): Historia
natural de la enfermedad infecciosa. 4ª ed., Madrid. Alianza; Mcneill, W. H. (1984):
Plagas y pueblos. Madrid. Siglo XXI. 1984. 247 El interés de la historia social por el cólera se remonta a mediados del siglo XX, con
nombres como: Charles Rosenberg, Asa Briggs o Norman Longmate. Mucho más
recientes son los trabajos de: Bourdelais, P.; Raulot, J. Y.: Une peur bleue. Histoire du
choléra en France, 1832-1854. París. Payot, 1987; Bardet, J. P., Bourdelais, P.,
Guillaume, P., Lebrun, F. y Quetel, C.(dirs.): Peurs et terreurs face à la contagion.
París. Librairie Arthème Fayard, 1988. 248 Albarracín Teulón, A. (coord) (1987): Historia de la Enfermedad. Madrid. Saned.
172-281. Pg. 173.
183
clínicas. Desde el primer siglo antes de nuestra era, Varron había denunciado el peligro
que los pantanos suponían para los habitantes de la vecindad: engendran pequeños
animales imperceptibles que penetran en el cuerpo por la boca y las narices con el aire
que se respira y provocan enfermedades molestas. El amontonamiento urbano y el
popular de los tugurios justificaba un recrudecimiento de la tuberculosis. En tiempos de
los flavios, Arete nos traza un cuadro de la tisis, donde se refleja una observación
personal: Los jóvenes, hasta que llegan a la plenitud de la edad adulta están
amenazados por esta afección, en el curso de una hemoptisis; pueden curarse, no sin
dificultad; los niños se restablecen más fácilmente, pero a partir de este momento son
frágiles; mas rara y mas grave es la enfermedad de los viejos. Entre los factores
constitucionales que predisponen a ella hay que destacar la gracilidad de las formas, la
palidez de color, la delgadez de tórax, la prominencia de los omóplatos semejantes a
alas.249
El crecimiento demográfico de los siglos XII y XIII y el desarrollo urbano, la
afluencia creciente a grandes ferias y la multiplicación de corrientes comerciales, las
navegaciones de altura, estimuladas por los descubrimientos del timón y de la brújula,
abrían a los gérmenes pestilentes más amplios caminos hacia un continente hasta
entonces preservado en su mitad. A partir de 1300 tendió a instaurarse un desequilibrio
entre las necesidades de avituallamiento de una población más densa y las capacidades
de producción de donde las frecuentes carestías que favorecían la receptividad de las
agresiones microbianas. El hambre y la guerra llama a la peste. En 1346 se inaugura el
siglo de los grandes conflictos armados. Fue entonces cuando, en una estela de horror,
la muerte negra se abalanzó sobre Europa, una muerte que imponía a todos una
igualdad rechazada a los vivos; esta igualdad siniestra y sarcástica que llevaba
indistintamente a la fosa y a los gusanos, en la danza macabra, reyes y labriegos,
prelados y mendigos. En 1348 sonó el tañido del miedo. La peste esperaba su hora,
parece ser, después de tiempos muy antiguos, agazapada en las altas mesetas de Asia
central.250
Efectivamente, al adentrarnos en la época Medieval en Europa la “peste” marcó
en gran medida la vida cotidiana. La pandemia de 1348 de “Peste Negra” marcó el
inicio de una serie de oleadas que se fueron sucediendo de manera regular en Europa
hasta los primeros años del siglo XVIII. Entre los episodios más señalados de la misma
249
Sendrail, M. (1983): Historial cultural de la enfermedad. Espasa-Calpe. Madrid. 250
Ibidem.
184
hay que destacar la epidemia de Milán de 1576-1577, que acabó con casi el 20% de su
población; la de 1630 de esa misma ciudad que redujo a un 50% el número de
habitantes; y la de Londres de 1665 que provocó un elevadísimo número de
defunciones.251
A lo largo del Renacimiento tres enfermedades provocaron episodios de carácter
epidémico: el “tabardillo”, que se ha identificado con el tifus exantemático252
; el
“garrotillo”, un proceso morboso que se ha relacionado con la difteria253
; y la
“sífilis”254
. El siglo XVIII verá cómo algunas enfermedades se van a ir añadiendo y
tomando protagonismo de tal manera que en algún momento de éste pasado asolan
Occidente en forma de epidemia. Entre ellas podemos señalar: la viruela255
; el
paludismo256
; la fiebre amarilla257
; y el dengue258
. Aunque algunas de ellas, como son el
paludismo o la viruela, ya se habían presentado con anterioridad, las nuevas condiciones
de vida en Europa las hicieron más relevantes. En el caso de la fiebre amarilla y el
dengue su difusión Europea se vio favorecida por las comunicaciones marítimas con
América.
A comienzos del siglo XIX, en 1819 la fiebre amarilla vuelve a España, y hasta
1823 continúa con nosotros. Afortunadamente la gravedad de la epidemia fue menor
que en visitas anteriores. Las cifras de mortalidad fueron muy bajas, consiguiéndose en
muchos sitios donde la enfermedad atacó detener su avance, lo que a principios de siglo
era inconcebible. A las medidas sanitarias mejores debe añadirse que la quina era ya
siempre bien empleada. Sin embargo, epidemias hubo, y con ellas el pueblo español de
nuevo sintió el pánico. Durante el trienio liberal, la fiebre amarilla trajo de nuevo el
251
Burnet, S.M; White, D.O. (1982): Historia natural de la enfermedad infecciosa.
Madrid. Alianza. Pg. 284. 252
Theodorides, J. (1991): Des miasmes aux virus. Historie des maladies infectieuses.
Paris, Louis Pariente. Pgs. 195-199. 253
Ibidem. Pg. 155. 254
Ibidem Pgs. 177-178. 255
Ibidem Pgs. 223-229. 256 Domínguez Carmona, M. y Piédrola Gil, G. (1988): “Enfermedades transmitidas por
artrópodos. Etiología, epidemiología y prevención del paludismo”, en : Piedrola Gil, G.
y cols: Medicina Preventiva y Salud Pública. Barcelona. Salvat, pgs. 644-664. 257
Theodorides, J. (1991): Opus cit. Pg. 282. 258
Opus cit. Pg. 288.
185
miedo, especialmente porque no vino sola. En 1820 la peste bubónica, largo tiempo
olvidada ya en España, asoma por el levante.259
En el siglo XIX circunstancias tales como la presencia del ferrocarril, el
movimiento de tropas hacia Asia y el desarrollo urbanístico al que se une la aparición de
suburbios, tuvieron mucho que ver con la irrupción en Europa de la enfermedad
protagonista de éste trabajo, el Cólera Morbo Asiático260
, que durante cuatro oleadas
sucesivas convirtieron su presentación epidémica en autenticas pandemias. La
demografía del siglo XIX difiere de la del siglo anterior por la ausencia de grandes
cataclismos. La peste ha desaparecido; y, el hambre, sí afectaba a amplias capas de la
población, excepto en los años de la guerra de la independencia, no fue causa de
grandes alteraciones. Asistimos, pues, a la aparición de un nuevo modelo demográfico,
que se caracterizará por la desaparición de las epidemias catastróficas y por una
disminución lenta pero continua de las tasas de natalidad y mortalidad261
. Este cambio
demográfico no acontece sino lentamente. Si es evidente el retroceso de las
enfermedades catastróficas, tardan en remitir las “enfermedades sociales”. Para Nadal,
el siglo XIX como se apunta más arriba, es el siglo del cólera, que viene a tomar el
relevo a la viruela, y en España a la fiebre amarilla262
. De 1817 a 1923 el cólera se
convertirá en enfermedad universal debido a la aparición de los transportes rápidos, el
incremento del comercio internacional y las migraciones transoceánicas263
.
En el período precientífico de la medicina y antes de que las causas esenciales de
muchas enfermedades y epidemias fueran conocidas o sospechadas, las condiciones de
vida, especialmente entre las clases más pobres, y la falta general de facilidades
sanitarias, eran las principales responsables de la existencia de toda clase de
enfermedades y de los estragos de las epidemias. La experiencia había enseñado la
necesidad del aislamiento en los padecimientos contagiosos, y el elevado índice de
enfermedades y de mortalidad bajo condiciones insalubres en poblaciones
sobrepobladas estaba despertando gradualmente la conciencia nacional en el sentido de
que no todo andaba tan bien como parecía, y llamando la atención hacia el
259 Peset, M. y J.L. (1972): Muerte en España (política y sociedad entre la peste y el
cólera). Seminarios y Ediciones S.A. Madrid. 260
Theodorides, J. (1991): Ibidem Pgs. 115-116. 261
Urquijo y Goitia, J.R. (1980): “Condiciones de vida y cólera: la epidemia de 1854-
1856 en Madrid”. Estudios de Historia Social, nº 15; pg. 108. 262
Nadal, J. (1986): La población española. S XVI al XX. Barcelona, Ariel. Pg. 149. 263
Rodriguez Ocaña, E. (1983): El cólera de 1834 en Granada. Enfermedad
catastrófica y crisis social. Granada. Servicio de Publicaciones. Pg. 3.
186
alcantarillado, suministro de aguas, habitaciones e higiene de fábricas, hospitales,
prisiones e instituciones públicas de toda clase. Sin embargo, puesto que cada
enfermedad tiene su causa particular y requiere métodos especiales para su prevención,
y puesto que éstos eran todavía desconocidos, no fue posible tomar medidas efectivas y
atacarlas en sus fuentes hasta que la medicina científica, y especialmente la
bacteriología, hubieron descubierto el origen de muchas de ellas.264
Durante el siglo XX los profundos cambios socioculturales, políticos y sanitarios
se traducen en una modificación paulatina de la frecuencia y distribución de las
enfermedades. Poco a poco las neoplasias, las enfermedades sociales, y en general las
enfermedades crónicas tomaron el relevo de los procesos infecciosos. La patología
infecciosa más aguda parecía relegada a los países subdesarrollados, en los que una
actuación adecuada acabaría controlándola también. Por ello, algunos autores pensaron
que la pandemia de gripe que se presentó a primeros de siglo (1918-19) habría sido la
última gran plaga.
Peset (Mariano y Jose Luis) escribían en 1972: “las grandes epidemias de los
siglos pasados han desaparecido de Europa y de España. Las condiciones higiénicas y
de desarrollo de estos países hacen imposible un retroceso a épocas pretéritas. La
sanidad y la medicina cuentan con poderosas armas para combatirlas y evitar su inicio
y posterior propagación. Esta es la tranquila realidad en que se halla instalado el
europeo actual”.265
Sin embargo, la aparición del SIDA, la imposibilidad de controlar la patología
infecciosa en los países subdesarrollados y de detener el cólera endémico, así como la
aparición de formas infecciosas más virulentas secundarias al desarrollo del SIDA, y a
los procesos migratorios, como ha ocurrido en el caso de la tuberculosis, obligan a
matizar aquello de “última gran plaga”. En éste sentido Grmek señaló antes de finalizar
el siglo XX que la pandemia gripal habría sido la “última de las pestilencias de tipo
clásico”, y el SIDA sería la “primera de las pestilencias postmodernas”.266
Ya que la
ciencia, aplicada a la medicina, es eficaz, se puede esperar que sabrá descubrir los
medios de lucha activos contra las enfermedades, y esto es lo que sucede: aspectos
264 Hayward, J.A. (1956): Historia de la Medicina. Mexico. Brevarios de Fondo de
Cultura económica. 265 Peset, M. y J.L. (1972): Muerte en España (política y sociedad entre la peste y el
cólera). Seminarios y Ediciones S.A. Madrid. Pg. 230. 266 Grmek, M.D. (1989): Historie du sida. Debút et origine d´une pandémie actuelle.
Payot / Bibliothèque scientifique. Paris. Pg. 16.
187
enteros de la patología (en particular la patología infecciosa) se desmoronan y
desaparecen. Pero al mismo tiempo, como la ciencia introduce en las sociedades
avanzadas técnicas y productos nuevos, es de temer qué enfermedades se producirán y
se desarrollarán: y esto es lo que estamos viendo.267
2. Primera epidemia de Cólera en España
Los historiadores de la Medicina españoles han subrayado que el cólera
reemplazó como gran amenaza sanitaria a la fiebre amarilla, también conocida como
“vómito negro” por su típica sintomatología. Son muchos los autores que han defendido
el carácter revulsivo que tuvo el cólera para las ideas sobre medicina y salud heredadas
del Antiguo Régimen, por convertirse en uno de los motores de la higiene y de la
medicina preventiva y social moderna.268
De hecho, figuras ilustres de la medicina
decimonónica se refirieron a él como “nuestro aliado”. Sin embargo, a la hora de
plantearse el grado de letalidad del llamado “monstruo del Ganges”269
no existe
demasiado consenso, en función de los fragmentarios datos oficiales y de la a escasez de
estudios de alcance nacional. Pese a todo existe una tendencia a considerar que a lo
largo del siglo XIX la enfermedad perdió virulencia y que, en consecuencia, el número
de defunciones se redujo paulatinamente en cada ataque. En ese proceso influyeron no
pocos factores, como las mejoras introducidas en el abastecimiento de aguas y en la
infraestructura del saneamiento urbano, el aumento de la higiene pública y privada, así
como una toma de conciencia, cada vez mayor a todos los niveles, de que el vehículo
transmisor de la enfermedad era el agua.270
Junto a este conjunto de premisas no
conviene olvidar la progresiva, aunque lenta, mejora de la “calidad de vida” de la
población española.
267 Sendrail, M. (1983): Opus cit. Pg. 414. 268
Fresquet Febrer, J. L. (1990): Francisco Méndez Álvaro (1806-1883) y las ideas
sanitarias del liberalismo moderado. Madrid. Ministerio de Sanidad y Consumo, pg.
221. 269
Cfr. Martínes Pérez, J.: “Contra el monstruo del Ganges: la aportación de Philipp
Hauser (1832-1925)”. En J. L. Carrillo (ed.) (1996): Entre Sevilla y Madrid: estudios
sobre Hauser y su entorno. Sevilla. A. Pinedo. pgs. 165-191. 270 Fernández Sanz, J. J. (1990): “Incidencia en la población del País Valenciano del
cólera de 1885”, en Actas II Congreso de la Asociación de Demografía Histórica.
Congreso Hispano-Luso de Historia de la Población. Alicante. Asociación de
Demografía Histórica, pg. 1026.
188
El hecho de que tales catástrofes afectasen especialmente a las zonas y clases
populares corrobora la desigualdad socioeconómica existente ante la enfermedad. De tal
modo, se ha demostrado que el cólera y otras patologías infecciosas como la
tuberculosis estuvieron estrechamente ligadas al ámbito urbano, a la revolución
industrial y a las deficientes condiciones de vida generadas por el modelo de producción
capitalista. No olvidemos que este proceso revolucionario se acompañó de la creciente
proletarización de la población, según se ha encargado de subrayar la historiografía de
corte marxista y, en general, la mayoría de los investigadores preocupados por la
cuestión social. Todos han insistido en las enormes carencias, tanto en el ámbito de las
relaciones laborales: escasez de salarios, jornadas agotadoras que alcanzaban las catorce
horas, mal acondicionamiento de las instalaciones fabriles, con escasa o ninguna
ventilación, con el aire muy viciado, etc.; como en el de las condiciones de vida, a
saber: hacinamiento doméstico, mala alimentación y peor vestimenta, falta de atención
médica, pozos negros como sistemas de evacuación de las viviendas, sin suministro de
agua potable, etc.
Un determinado sentimiento se extendió por toda la sociedad: el miedo a contraer
la enfermedad. Toda Europa tembló ante su presencia. Se conservan abundantes
testimonios sobre reacciones populares generadas en países de nuestro entorno. Por
ejemplo, la población parisina acusó como responsables de la epidemia a ricos, curas,
médicos, boticarios, etc., y fueron tantas las personas ajusticiadas que acabó
interviniendo el ejército. En Varsovia y en otras ciudades centroeuropeas los judíos
volvieron a convertirse en chivos expiatorios, por las tradicionales razones económicas
y religioso-culturales.271
En España, el suceso más grave registrado del que se tiene
constancia es la matanza de frailes ocurrida en Madrid en 1834, a los que se acusó de
arrojar un veneno en polvo al agua de los pozos. Lo que se ha interpretado como una
temprana expresión de anticlericalismo visceral.
Si realizamos un rápido repaso al recorrido geográfico de la pandemia desde su
origen asiático272
, podemos decir que en 1817 la enfermedad se desplazó desde la India,
271
Sendrail, M. (1983): Historia cultural de la enfermedad. Madrid, Espasa-Calpe, pág.
372. 272 La descripción de la marcha del cólera puede leerse en Moreno y Fernández (1885),
pgs. 72-81; Stickner, G (1912), pgs. 110-120, especialmente exhaustivo para la zona de
los países germánicos y centroeuropeos. También puede consultarse la síntesis de
Ackerknecht (1965), o la de Morris (1976). Y sobre el cólera en Europa una de las obras
más completas es la de Hauser (1987), pgs. 86-96.
189
donde tiene carácter endémico -de ahí el apelativo de índico o asiático-, hasta las
provincias limítrofes, para después recorrer Próximo Oriente y Europa, siguiendo
preferentemente las vías fluviales y las tradicionales rutas terrestres de comunicación.
En 1823 se localizó en Rusia, desde donde se extendió hacia occidente: Polonia,
Austria, Hungría, Alemania, Gran Bretaña, Francia y España (1830-1835).273
La
universalización del cólera se ve favorecida por la industrialización y el desarrollo de
los transportes, teniendo en cuenta además que la enfermedad presentaba un corto
período de incubación y su curso era muy rápido. Rotas las barreras tradicionales, por
los movimientos realizados por las tropas británicas en la India, los contemporáneos
asocian la epidemia con las vías de comunicación.274
En España, a raíz de que el Ejecutivo conociera su proximidad desplegó un
importante servicio informativo para seguir su evolución y recorrido, según confirma la
intensa correspondencia diplomática registrada entre los años 1830 y 1833 con puntos
de Europa, América y norte de África.275
Muy pronto se pone en funcionamiento el
aparato preventivo dirigido a controlar las fronteras, y así en 1831 los buques que se
acercaban a nuestro territorio, desde lugares presumiblemente sospechosos, van a ser
obligados a ir al lazareto de Mahon ante la más mínima sospecha.276
En 1832 la
enfermedad invadió Francia, en enero de 1833 el cólera llega a Vigo desde los puertos
portugueses; en agosto del mismo año aparece otro foco en Andalucía donde se
detectaron los primeros enfermos en Ayamonte y Huelva, lugares a los que se desplazó
desde el foco ubicado en el litoral portugués, infectado como consecuencia de un buque
de la armada inglesa sospechoso. Desde Portugal también penetra en territorio
extremeño invadiendo poblaciones fronterizas como Olivenza y Badajoz. A pesar de las
medidas preventivas aislacionistas adoptadas por el Gobierno central nada pudo detener
su expansión, pues pronto se extendió por el resto de Andalucía y unos meses después
alcanzaba la costa levantina.
273
López Piñero J.M. García Ballester, L. y Faus Sevilla, P. (1964): Medicina y
sociedad en la España del s. XIX. Madrid. Sociedad de Estudios y Publicaciones, pgs.
299-300. 274
Morris R.J. (1976): Cholera 1832, The social response to an epidemia. Croom Helm,
London. Pg. 14. 275
Pérez Moreda, V. (1980): La crisis de mortalidad en la España interior siglos XVI-
XX. Madrid. Siglo XXI, pg. 392. 276
Rodríguez Flores, M.P. (1991): Morir en Badajoz: El cólera de 1833, medicina y
sociedad. Uex. Badajoz. Pg. 42
190
El foco iniciado en el sur del país remite con los rigores del invierno, pero el
asalto definitivo lo dará durante 1834 siguiendo la dirección de sur a norte llevado el
virus por las tropas del General Rodil que desde los cuarteles del Algarve en Portugal
marchaban al País Vasco y Navarra, principales escenarios de la guerra carlista. Esta
presentación y desplazamiento del cólera, atribuida a las tropas de mencionado General,
es sin duda defendida por los partidarios del contagionismo, y del mismo modo es
rebatida en octubre de 1834 por sus oponentes del no contagionismo:
“…La presentación del cólera en ésta corte se ha atribuido por algunos a las
tropas del general Rodil, pero sin fundamentos, sin datos, y contra toda
razón. Hemos sabido y averiguado con la mayor certeza, que en dicho
ejército se conservaba la más completa salud respecto del particular, y que
únicamente enfermaron algunos soldados de males hijos de las fatigas de un
viaje precipitado durante el cual, por muchas comodidades que se les
proporcionasen, no podían prescindir de existir causas abonadas para
trastornar su estado normal: si a ésta observación se agrega la certeza de
que a primero de junio ya se había observado en ésta población algún caso
de cólera; que la mayor parte de los pueblos a donde paró la tropa a las
inmediaciones de ésta corte se conservaron y se conservan sanos, y
finalmente que si algunos de los que los albergaron ha sufrido el mal se halla
en la línea donde se sintió más particularmente el efecto de la nube
tormentosa del día 17 de junio. ¿Quién podrá dudar de la falsedad de la
trasmisión del mal por semejante medio?”.277
Hasta mayo se mantiene estable en el sur pero con los primeros calores su avance
se hace incontenible: en junio Murcia y Toledo, en julio Madrid, en agosto Zaragoza y
Valencia, a finales de septiembre Barcelona, que tendrá su punto alto en el mes de
Octubre. Hasta finales de 1835 no desapareció completamente.
No se posee una estadística exacta sobre su impacto demográfico, dada la escasez
y disparidad de fuentes, aunque sí podemos facilitar algunos datos aproximativos; por
ejemplo, los hermanos Peset han estimado el número total de víctimas en medio
277
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves, 23
de octubre de 1834.
191
millón278
, cifra que supera ampliamente los 300.000 contabilizados por Hauser.279
El
encubrimiento de la epidemia siguió siendo práctica habitual y, por supuesto, no fue
exclusiva de nuestro país. Generalmente se justificó por la necesidad de evitar que se
lesionasen los intereses económicos de las poblaciones afectadas, considerados más
importantes que la propia incidencia de la enfermedad.
Sea como fuere el cólera va a tomar posesión de una sociedad convulsa por las
pasiones políticas, sobresaltada por la guerra y aterrorizada por la enfermedad que
avanza inexorablemente. Un escritor de la época nos deja un vivido cuadro del terror
ante la nueva enfermedad: “Una palabra pavorosa resonó por el ámbito de nuestra
ciudad… ¡El cólera! ¡La muerte! A los gemidos lúgubres de estos dos fantasmas me
estremecí de espanto, yo que más de una vez había deseado ver llegar el término
prematuro de mi existencia. ¡El cólera! ¡La muerte! Estas tremendas palabras fueron
durante algunos días sinónimos espantosos. ¡El cólera! Se pronunciaba en los
umbrales de una casa y la muerte se llevaba las llaves con el último de los cadáveres
que conducía silenciosamente a la huesa la carreta enlutada”.280
En el escenario que se
muestra, con una enfermedad que avanza y una comunidad científica impotente para
combatirla, el pueblo lleno de desesperanza se manifestó con hechos tan lamentables
como la matanza de frailes al comienzo de la epidemia en Madrid, a los que se atribuyó
como autores de la contaminación de fuentes públicas.
En un país como la España del primer tercio del siglo XIX, invertebrada, sin
apenas comunicaciones e intercambios económicos a nivel nacional, se vivía en estado
de casi total autoabastecimiento, sobre todo en los núcleos rurales, que agrupaban la
mayor parte de la población. En éste tipo de sociedad, subalimentada, encuentran caldo
de cultivo adecuado las enfermedades epidémicas. No es pues casualidad que el azote
278 Peset, J.L. (1972): La Muerte en España: política y sociedad entre la peste y el
cólera. Seminarios y Ediciones S,A. Madrid.pg. 217. 279 Hauser, Ph. (1887).: Estudios epidemiológicos relativos a la etiología y profilaxis de
cólera. Madrid. Imp. Manuel Tello, 3 vols.
280 Pastor Díaz, N. (1858): De Villahermosa a China, 2 Vol. Madrid. Tomo I, pg. 71.
Extractado de Mariano y J.L. Peset (1972): Muerte en España: política y sociedad,
entre la peste y el cólera. Seminarios y Ediciones S.A. Pg. 223.
192
del cólera alcance tanta virulencia en los años 1833 y 1834. A la guerra se une su
compañero inexorable: El hambre y las miserias venían de lejos.281
3. Reales Órdenes y Decretos del Estado Español, referentes
al la lucha contra el Cólera durante 1833 y 1834
En éste apartado se sigue la línea de autores que han estudiado las Reales
Órdenes y Decretos emitidos desde la Corona, como por ejemplo el profesor Diego
Peral Pacheco, y el método de análisis de la “tipología del discurso”, introducido en
Extremadura por Rodríguez De las Heras, catedrático de Historia Contemporánea. En su
investigación el Dr. Peral considera que la Corona va a jugar un papel decisivo en la
primera epidemia de cólera. La Corona se preocupa y quiere mantener la salud de su
pueblo, ratificando en un primer momento una serie de disposiciones que van
encaminadas a ”preservar el contagio” de sus habitantes. Se preocupa por la prevención
y en un primer momento decreta medidas de aislamiento.
El 28 de agosto de 1833, conocida la existencia el cólera en Huelva, se publica
una Real Orden en la que se dan una serie de disposiciones para preservar a España del
contagio. Siguiendo a los defensores del contagionismo se ponen en práctica medidas
similares a las utilizadas hasta entonces en la lucha contra las epidemias, aprobándose el
acordonamiento de la ciudad de Huelva y la vigilancia de los pueblos que la rodean
mediante cordones sanitarios, con especial cuidado de provisionar de alimentos a los
habitantes y cuantas medidas fueran necesarias para asistir a los enfermos. De la misma
manera se prohíbe la salida al mar de embarcaciones de Huelva y los que se reciban
serán calificados de sospechosos actuando sobre ellos en consecuencia. Y si el
“contagio” llegase hasta Sevilla se ordena la huída, es decir, las autoridades centrales y
provinciales saldrán de ella, de tal manera que la Junta Superior de la provincia se
situará en un punto sano, quedando sólo las locales y municipales, y por tanto la Junta
Municipal. Para el auxilio a los enfermos se pide además la contribución de personas
pudientes y el traslado hasta el punto de “contagio” de los facultativos que fueron
enviados al extranjero para estudiar la enfermedad: “De los tres individuos de la
281
Orta Rubio, E. (1984): El cólera, la epidemia de 1834 en la Ribera de Navarra.
Príncipe de Viana Pamplona Año 45 nº. 172. Pg. 274.
193
Comisión Médica que han recorrido por orden del Gobierno diferentes países de
Europa, afligidos por el cólera morbo y que se hallan ya de vuelta en Madrid, se
trasladarán inmediatamente a Sevilla, el uno para permanecer al lado de la Junta
Superior de aquella provincia y el otro para pasar a la villa de Huelva a fin de atender
a la curación y asistencia de los enfermos y ayudar con sus luces y experiencia a los
facultativos del territorio contagiado, quedando el tercer individuo de dicha Comisión
en Madrid como vocal de la Junta Municipal de Sanidad de la Corte. Además de los
medios y auxilios que se han proporcionado y se proporcionen a la Junta Superior de la
provincia de Sevilla y de los recursos locales para atender a los gastos sanitarios
indispensables en tan dolorosas circunstancias, la misma Junta y las autoridades
superiores de aquella provincia invitarán a todas las personas pudientes y amantes del
bien público para que contribuyan, según sus facultades, al socorro y alivio de sus
compatriotas afligidos por aquella plaga desoladora, habiéndose abierto al efecto una
suscripción, en la que no duda S.M. tomará parte el caritativo vecindario,
corporaciones eclesiásticas y seculares, y el de los particulares y acomodados,
prestándose gustosos a un acto de humanidad que redunda en beneficio de todos; pues
se dirige no solamente a auxiliar a sus semejantes en tan terrible conflicto, sino
también a evitar los funestos efectos y propagación del contagio”.282
Esta Real Orden remite en varias ocasiones a disposiciones previas, leyes
antiguas con las que en su día se realizó la defensa contra las enfermedades epidémicas,
concretamente la Real Instrucción Sanitaria de 25 de agosto de 1817. Se piensa que
tales disposiciones serán suficientes para impedir el contagio. Son leyes sanitarias
publicadas al dictado de la experiencia, basadas en el empirismo, y que se vienen
proponiendo para epidemias de enfermedades ya conocidas, siendo la principal la peste.
Predominan las medidas de aislamiento defendidas por las teorías contagionistas, que
por otra parte son menos costosas, más fáciles de poner en práctica por parte de las
autoridades, y con la ventaja añadida de poder disponer de multas con las que recaudar
fondos para la lucha.
Durante el mes de septiembre de 1833 el cólera empieza su recorrido por tierras
españolas y empieza a extenderse por el sur, momento en el cual la R.O. de 19 de
282 Esta Real Orden se reproduce íntegramente en el apartado Apéndice Documental. De
Ferrater, E. y Ferigle, P. (1841). Recopilación de las Leyes y Reales Disposiciones
promulgadas en los años desde el 1833 hasta 1841 incluyendo las de la anterior época
constitucional que han sido revalidadas. Tomo tercero. Barcelona. Imprenta de Don
Ramón Martin Indar.
194
septiembre de 1833 suma a las medidas sanitarias otras de búsqueda de fondos para
evitar que a la enfermedad se añadan otras desgracias. La situación que se está dando en
Sevilla por el cólera hace que “enterada de ello S.M (…) proporcionar a aquellos
desgraciados habitantes, y los de otras poblaciones igualmente afligidas … cuantos
auxilios sean posibles…”. La salud de la población está ahora invadida “por la
horrorosa calamidad del cólera-morbo”, y la Corona decide poner en práctica una serie
de medidas para auxiliar a los “distritos contagiados”. Las medidas que se adoptan van
encaminadas a socorrer a los más débiles de la población, “enfermos y convalecientes, y
a las viudas y huérfanos que lo sean por efecto del contagio”. La mitad de los fondos
que había en los Pósitos se destina para tal fin. Así mismo, el dinero de “la suscripción
voluntaria” y el que había la Corona “destinado ya”, pasan junto al otro fondo, a
engrosar los recursos con que atender las necesidades que se están planteando en la
población que padece la enfermedad. Todo este dinero se pone en manos de o “en poder
de las Juntas de Sanidad”.283
Las medidas de aislamiento adoptadas no consiguen detener o circunscribir el
cólera a Andalucía, de tal manera que en el mes de septiembre aparece en Extremadura.
Mediante la R.O. de 23 de septiembre de 1833, que pretende “preservar a los pueblos
del contagio del cólera-morbo”, la Corona quiere ahora adoptar una serie de medidas
para evitar que los pueblos sanos enfermen, y considera que el “contagio”, que es el
mecanismo de transmisión que las autoridades conceptúan como la vía por la que la
enfermedad progresa de pueblo en pueblo, puede ser detenido mediante el aislamiento
entre los pueblos. Por tanto se dictan nuevas disposiciones en la línea del aislamiento en
apenas un mes: “podrá suceder que a pesar de los esfuerzos constantes del Gobierno
para circunscribir la calamidad, la experimenten otros pueblos; y por lo tanto conviene
haya reglas fijas y seguras para evitar los daños que la arbitrariedad, la incoherencia o
la exorbitancia de las preocupaciones mismas podría acaso agravar…”.284
Esta Real
Orden de 23 de septiembre indicaba al Capitán General de Extremadura que ordenase el
establecimiento de cordones de tropas y voluntarios realistas en todos los pueblos que
presentaron algún caso sospechoso de epidemia para evitar, de esta forma, el abandono
de los mismos. Se establecieron también líneas de vigilancia para la observación de las
procedencias sospechosas, con las correspondientes cuarentenas en el lazareto que, a tal
283
Peral Pacheco, D. (1994): Cólera y Sanidad en las Reales Órdenes de 1833 a 1835.
Asamblea de Extremadura. Mérida. 284 Ibidem.
195
efecto, se estableció en Almaraz. La R.O. del 23 de septiembre de 1833, en su art. 15,
prohibía también, mientras durase el contagio, la celebración de todas las ferias de
Extremadura y Andalucía, con el quebranto económico para estas regiones, sin otro fin,
como reza en su art. 13, que evitar el contagio de la capital y provincias interiores285
.
Tras un año aplicándose las medidas de aislamiento, el cólera sigue su curso y se
reconocen los efectos nocivos de cordones y cuarentenas sobe los pueblos aislados. Por
lo que es ahora cuando la Corona decide que “los pueblos coléricos o sospechosos”
entren en comunicación, y deja a aquellos que “continúen en perfecta salud” la opción
de aislar o incomunicarse con los que se encuentran en los dos estados anteriores,
convirtiéndose, de ésta manera, los pueblos sanos en aisladores de los otros. Esto se
recoge en la Real Orden de 1 de julio de 1834 sobre que dejen expeditas las
comunicaciones con los pueblos coléricos y sospechosos: “He dado cuenta a S.M. la
Reina Gobernadora de la exposición en que esa Junta manifiesta los funestos
resultados que ocasiona a los pueblos de la provincia, en la mayor parte de los cuales
se padece el cólera morbo, la incomunicación con esa capital y con los que se hallan en
estado sospechoso, y conformándose S.M. con el parecer de la Junta Suprema de
Sanidad, se ha dignado mandar que los pueblos, así infectos como sospechosos, ya sean
de una misma provincia, ya de distintas abran y conserven francas y expeditas sus
relaciones mutuas y que no puedan impedir esta libertad de comunicaciones, sino
aquellos que se hayan mantenido y continúen en estado de perfecta salud, los que, al
incomunicarse deberán hacerlo con el tino propio para conciliar el buen resultado de
esta medida con los demás objetos de primera atención e interés para los mismos
pueblos.286
La Corona, para mantener la salud del pueblo, necesita la colaboración de los
médicos. El miedo que despertó en la población la epidemia de cólera hizo que también
“un corto número” de médicos abandonasen su puesto de trabajo habitual para huir de
la enfermedad.287
En la R.O. de 4 de julio de 1834 la corona informa que castigará con
la inhabilitación a aquellos médicos que abandonasen el pueblo en caso de epidemia,
publicándose además los nombres de los mismos. De la misma manera, aquellos que
destaquen por su “filantropía”, y en su quehacer, serán nombrados “en los mismos
285
Clemente Fuentes, L. (2008): “Los azotes del cólera morbo en la provincia de
Cáceres durante el siglo XIX”, Ars et Sapientia. Año IX. 2008. Agosto. Pg. 103. 286 De Ferrater, E. y Ferigle, P. (1841): opus cit. 287 Peral Pacheco, D. (1994): Cólera y Sanidad en las Reales Órdenes de 1833 a 1835.
Asamblea de Extremadura. Mérida.
196
periódicos” que los anteriores. Esta R.O. se publicaba en el B.O de la provincia de
Cáceres el día 23 de julio de 1834: “Ha llegado a noticia del Gobierno que algunos
facultativos de medicina y cirugía, faltando a los deberes más sagrados de su profesión,
y quebrantando el juramento que prestaron para poder ejercerla, abandonaron los
pueblos de su residencia en los momentos en que debían ser más necesarios sus
servicios, pues de su presencia y auxilio dependía acaso la vida de sus conciudadanos.
El interés público y el honor mismo de la facultad exigen que tan criminal conducta no
quede impugne, y que los nombres del corto número de profesores que por vergonzosa
cobardía los mancharon de esta manera, no se confundan con los demás médicos
españoles, que tanto se han distinguido siempre y se distinguen en la actualidad por
repetidos rasgos de filantropía, por celo y noble emulación con que disputan las
víctimas a la enfermedad que aflige a varios pueblos, y por la noble ambición de
sorprender a la naturaleza el secreto de su curación.”288
Vemos en ésta actitud de huída por parte de los médicos una de las múltiples
muestras de conductas derivadas del miedo; esa evidencia de la muerte no como hecho
potencial sino absolutamente real, y que afecta a todos. Se trataría de aquellos
facultativos que movidos por ésta emoción primaria desoían los testimonios de colegas
de profesión que habían convivido con la enfermedad en el extranjero y que ofrecían
numerosos datos en contra de contraer la enfermedad por el acercamiento en el cuidado
a los enfermos. Pero ese desconocimiento de la enfermedad y la evidencia de la nula
efectividad de tratamientos utilizados sobrepasaban la barrera del miedo hacia el pánico
llevando a éstos médicos al abandono de las poblaciones.
A mediados de julio de 1834, en el B.O. de la provincia de Cáceres se publica
una R.O. que recoge las medidas y recomendaciones que desde la Corona se ofrecen
para precaverse del cólera-morbo y de los primeros medios de su tratamiento. Será
ahora cuando la enfermedad amenaza la capital cuando se decida dar instrucciones
claras y sencillas a la población de métodos de precaución y tratamiento. Y dentro de
éstas últimas se recomendaban las medidas de abrigo y lavativas que a la postre
resultarían ineficaces, y fáciles de entender desde el conocimiento actual si tenemos en
cuenta que la principal consecuencia del cólera es el shock por deshidratación
importante, luego toda medida de aporte de calor agravaría el cuadro. En ésta Real
Orden se destaca “la esmerada limpieza de las personas, de las casas y de todo lo
288 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia de 23 de julio de
1834.
197
demás que sirva a los usos ordinarios; evitar en lo posible exponerse a un aire frío y
húmedo y sobre todo al que por su olor manifieste tener cualidades poco saludables; no
exponerse a un calor excesivo, tener un arreglo juicioso en la comida y bebida, no
cometer género alguno de abusos, y esforzarse en olvidar todo lo que, no estando a
nuestro alcance su remedio, entristezca, y abatiendo el ánimo predisponga muy
particularmente a contraer varias enfermedades”.289
A medida que nos adentramos en el verano de 1834 el cólera avanza por el país
sin encontrarse una solución al problema, y la angustia se apodera de las autoridades
locales, provinciales y nacionales. De ésta manera “la salud pública es la primera de las
atenciones, y que a ella deben ceder los intereses de las demás”. Mediante la R.O. de
11 de julio de 1834, la Reina expresa su deseo de “facilitar a los pueblos afligidos por
el cólera morbo todos los auxilios”, y sitúa éstos en los facultativos de la medicina, a
los que da la oportunidad para que alcancen la “gloria”, y en determinadas condiciones,
incluso una “pensión vitalicia” a cargo de los fondos municipales. Siendo además
consciente de la necesaria financiación organiza un plan para obtener fondos entre las
clases pudientes, tocando para ello la fibra sensible de la filantropía humana, y dando la
oportunidad para que a aquellos individuos que se destaquen “por sus esfuerzos en
atenuar los estragos de la enfermedad, auxiliar a los enfermos…”, redunde en
beneficio de su ascenso profesional. Todo ello previa precaución de si las donaciones no
fuesen suficientes los Gobernadores Civiles tomen los fondos necesarios “de pósitos, de
los propios, de la policía urbana y ornato, de los destinados a obras de utilidad
pública…”; pero es que además si no fuera suficiente con lo expresado, se permite
aprobar arbitrios a propuesta de los Ayuntamientos durante los meses en que la
epidemia visite los pueblos y suprimiéndolos cuando ésta los abandone. Destaca en ésta
Real Orden el protagonismo que se le da a los facultativos y su necesaria presencia en la
asistencia a los enfermos, pero aún no se oyen las recomendaciones que desde éste
colectivo se vienen difundiendo desde finales del siglo XVIII en referencia a la lucha
contra las enfermedades epidémicas en general: “Los Profesores de Medicina, a quienes
los rigores de la enfermedad epidémica ofrecen ocasión para cubrirse de gloria en su
noble carrera, que acrediten haberse distinguido por su celo en la asistencia a los
289 Esta Real Orden que recoge minuciosamente las medidas de tratamiento
recomendadas y realizadas en ese momento de la epidemia se reproduce íntegramente
en el apartado Apéndice documental.Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de
la Provincia. Suplemento al del 11 de julio de 1834.
198
enfermos, merecerán la particular consideración de S.M. para ser atendidos en sus
solicitudes, así en las de su profesión como en cualquiera otras, siempre que tengan la
debida aptitud: y los que teniendo su habitual residencia en pueblos sanos, acudiesen
invitados por los Gobernadores Civiles, a la asistencia de los enfermos en los
epidemiados, y sean atacados en este servicio por la enfermedad, gozarán a propuesta
de los mismos Jefes, una pensión vitalicia de 200 a 300 ducados sobre los Propios de la
provincia donde hubiesen contraído éste mérito. Los Gobernadores Civiles de las
provincias, los Alcalde Mayores de los pueblos, los individuos de los Ayuntamientos,
Juntas de Sanidad y Caridad, los funcionarios públicos de todas clases, y las personas
particulares que más se distingan en sus esfuerzos por atenuar los estragos de la
enfermedad, auxiliar a los enfermos, y evitar la reproducción del contagio por medio de
escrupulosas desinfecciones en tiempo oportuno, y demás medidas que aconseja el arte
y están prevenidas por Reales Órdenes, podrán alegar éste mérito en las solicitudes que
entablen en sus respectivas carreras, y será considerado como preferente a otros en
igualdad de aptitud…”290
.
Un hecho lamentable se está produciendo en algunos pueblos, y es el abandono
de las autoridades ante la presencia de la enfermedad, o incluso antes por el miedo a la
invasión del cólera. A finales de julio ésta realidad, si bien antes, y basándose en el
empirismo fue ordenada por la Corona, y recogida en Real Orden. Ahora sin embargo la
huída de autoridades y empleados no es consentida por la misma. No permiten que
“abandonen los pueblos en casos de contagio”, dando ya otro valor a la palabra
“contagio”, distinto al de mecanismo de trasmisión, e identificándolo con la propia
presencia de la enfermedad:
Real Orden imponiendo ciertas multas a los individuos de los Ayuntamientos
que abandonen sus pueblos por la invasión del Cólera-morbo:
----------------------
El Exmo Sr Secretario de Estado y del despacho de lo Interior, con fecha 1º del actual
me comunica de Real Orden lo que sigue.
Ha llegado a noticia de S.M. La Reina Gobernadora con el mayor desagrado que
varias autoridades locales, e individuos de ayuntamientos de los pueblos invadidos por
el cólera morbo en algunas provincias los han abandonado, huyendo cobardemente, y
290 Esta Real Orden se reproduce íntegramente en el apartado e Apendice documental.
Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. De 16 de julio de
1834.
199
dejándolos expuestos, con mengua de su honor y menosprecio de sus sagradas
obligaciones, a los horrores de la anarquía y de la miseria, precisamente en los
momentos en que es más necesaria la presencia de las autoridades, y exige de ellas
mayores esfuerzos el estado de aflicción de los pueblos. Y deseando S.M. poner término
a un abuso tan escandaloso, y reducir al cumplimiento de sus deberes a los que así los
desconocen, ha tenido a bien mandar lo siguiente:
1º Los Gobernadores Civiles impondrán y harán efectivas multas proporcionadas a las
facultades de los individuos, que siéndolo de Ayuntamientos en los pueblos invadidos de
la enfermedad los abandonen sin la competente licencia.
2º Estas multas serán de mayor consideración respecto a los Alcaldes, los que como
Autoridades gubernativas, tienen una obligación especial de subsistir en los pueblos, y
procurar preservarlos de los males que debe ocasionar su ausencia”.291
A pesar de los medios puestos en funcionamiento, el cólera sigue su curso por
España, y la Corona reconoce ahora varias cuestiones:
- Haber adoptado las mismas medidas que “en circunstancias análogas de
contagios exóticos…”,
- Que “al dictar éstas medidas no estaba poseída de gran confianza en su
resultado…”,
- Que el motivo principal de su puesta en marcha fue “para tranquilizar los
ánimos, como uno de los medios de atenuar los estragos del azote…”,
- Que las actividades económicas y administrativas de las poblaciones se han
visto afectadas causando “ evidentes y trascendentales perjuicios…”.
- Que el aislamiento no sólo no ha ayudado a prevenir la enfermedad sino que
ha aumentado sus males.
Lo que provoca la disolución de los cordones sanitarios, y centrarse ahora en la
higiene a la que califica como “el preservativo más eficaz contra el cólera y toda la
clase de enfermedades”. Se reconoce que hasta ahora en la lucha contra el cólera se
había incidido en las medidas utilizadas hasta el momento en otras enfermedades, pero
se acaba haciendo pública su inutilidad y sobre todo la poca o nula confianza en obtener
resultados positivos. La sensación de amenaza llevó a considerar la necesidad de
tranquilizar los ánimos de la población, y éste es el motivo que se aduce ahora para
291 Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. 15 de agosto de
1834.
200
poner en práctica los cordones sanitarios. El avance del azote por Andalucía y
Extremadura evidencia los problemas de abastecimiento que la incomunicación provoca
en las poblaciones aisladas en las que el aumento de la miseria agrava aún más los
estragos de la misma enfermedad. Por todo lo apuntado La Reina Gobernadora ordena
ahora: “Se disuelvan todos los cordones establecidos con el objeto de impedir la
propagación del Cólera, y se restablecerán las comunicaciones interiores en toda la
extensión que tenían antes de formarse aquellos. Los Gobernadores Civiles y
Autoridades locales, tanto gubernativas como municipales protegerán la libre
comunicación de los pueblos entre sí, y evitarán las vejaciones que arbitrariamente se
causan en algunos puntos a los viajeros, a pretexto de precauciones sanitarias,
haciendo conocer a sus administrados los funestos males que acarrea el sistema mal
entendido de aislamiento e incomunicación. Las mismas Autoridades desplegarán la
mayor actividad para hacer observar las leyes y reglamentos de policía urbana e
higiene pública, cuidarán del abundante abasto de alimentos sanos en los pueblos; y
procurarán convencer a los habitantes, por cuantos medios les dicte su celo, de que el
aseo y buen régimen son el preservativo más eficaz contra el Cólera y toda clase de
enfermedades. Cuando la enfermedad epidémica invada un pueblo, adoptarán las
Autoridades, todas las medidas que estimen conducentes para mantener la serenidad y
el ánimo de los habitantes, evitando todo lo que pueda afectarlos melancólicamente.
Cuidarán por consiguiente de que los auxilios de nuestra Santa Religión sean
dispensados a los enfermos, de modo que no causen impresiones tristes y perjudiciales
en los sanos, y de que el fallecimiento de los fieles no dé motivo a ocupar su
imaginación con ideas lúgubres; a cuyo fin prohibirán las referidas Autoridades el uso
de las campanas con tales motivos mientras se padeciere dicha enfermedad. El
establecimiento de hospitales en sitios ventilados, la distribución de sopas económicas,
la ocupación de los jornaleros en obras útiles; y el recogimiento de los mendigos
llamarán muy particularmente la atención de las Autoridades en los pueblos atacados
del Cólera; haciendo uso, para ocurrir a éstos objetos, de los fondos de la suscripción
que deberán abrir desde luego, y de los demás que expresa la Real Orden expedida en
11 de julio último por el Ministerio de mi cargo”.292
292 Este documento se reproduce íntegramente en el apartado Apéndice documental.
Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del día
9 de septiembre de 1834.
201
El cólera aceleraría las posturas que sobre la higiene y salubridad se venían
defendiendo por una parte del colectivo médico desde finales del siglo XVIII en la lucha
contra las enfermedades epidémicas. La llegada de ésta nueva enfermedad haría que
éstas medidas, que fueron ideadas para otras, tomaran protagonismo en la lucha contra
el cólera-morbo.
4. El Cólera-Morbo Asiático como problema científico
En una epidemia resulta casi imposible discernir aspectos científicos y sociales.
El análisis de una epidemia comporta el tratamiento de una amplia gama de factores, en
los que los aspectos políticos y científicos se entremezclan tan profundamente que
resulta imposible su separación. Así lo han puesto de relieve los estudios de Peset293
al
tratar las epidemias relacionando las teorías médicas con praxis políticas; porque las
epidemias, si no crean situaciones anormales, revelan el aspecto usual de las
anormalidades preexistentes. Su estudio en ámbitos territoriales muy concretos nos
permite una visión global, totalizadora, de los mecanismos que aseguran la coherencia
de tal comunidad.294
El primer médico de Cámara, don Pedro Castelló, consiguió de Fernando VII la
autorización para enviar en febrero de 1832 una comisión compuesta por los médicos
Pedro María Rubio, Lorenzo Sánchez Núñez y Francisco Paula y Folch, a estudiar el
cólera en París, Viena y Munich, siendo el resultado de su viaje el informe remitido
desde Berlín el 31 de mayo de 1833, no publicado hasta 1834, (al que hago referencia
en el apartado anterior). Por otra parte, en el año 1831 se recibía desde Londres y se
hacía público el informe solicitado al médico español, liberal y exiliado, don Mateo
Seoane. Al mismo tiempo una auténtica avalancha de monografías sobre el desarrollo
293
Peset, M. (1972): La Muerte en España: política y sociedad entre la peste y el cólera,
Seminarios y Ediciones S.A. Madrid.
294Rodriguez Ocaña, E. (1983): El cólera de 1834 en Granada. Enfermedad catastrófica
y crisis social. Granada. Universidad de Granada, Servicio de publicaciones. Pg. 5.
202
de la enfermedad en distintos países se traducían y editaban en el nuestro, pudiéndose
citar, entre otras las de Broussais295
, La Mare-Picquot296
, Moreau de Jonnés297
, etc.
Por tanto, gracias a éste precoz interés, los médicos no recibieron la primera incursión
del cólera en España ayunos de teorías científicas con las que poder explicar y hacer
frente a la enfermedad.
En apartados precedentes se han expuesto y explicado las principales teorías que
sobre la enfermedad se mantenían en el momento, y cómo la principal circunstancia de
discusión científica se centró en el carácter contagioso o no del cólera. La actitud del
Gobierno en éste sentido se inclinó a aceptar como válida la primera teoría, ya que esto
le permitía, de una parte, ofrecer la esperanza de detener la invasión mediante los
tradicionales mecanismos antiepidémicos: y de otra plantear una serie de medidas
preventivas de carácter represivo basadas en acordonamientos y cuarentenas. En el caso
contrario, es decir admitiendo la no contagiosidad, implicaría la aceptación de la
inutilidad de los acordonamientos y cuarentenas que deberían ser sustituidos entonces
por otras medidas más costosas y más difíciles de llevar a la práctica, tales como la
supresión de focos de insalubridad, el aumento del nivel de vida y la mejora de los
saneamientos, que unidas a la aceptación de la inexistencia de métodos certeros de
curación, podría ser un caldo de cultivo en contra de mantener la tranquilidad pública.
En 1831 y 1832 no sólo era la opinión del Gobierno favorable a la consideración del
cólera como enfermedad epidémico-contagiosa en el sentido tradicional; es decir,
aquella de la que había que librarse mediante el exclusivo recurso del aislamiento;
también la clase médica oficial mantenía por entonces ésta tesis. Y en ese sentido
estuvieron todas las manifestaciones públicas acerca de la enfermedad durante esos
años. Por ejemplo los informes de las Academias médicas de Granada, Cádiz y Sevilla.
La memoria que Manuel Codorniu Ferreras, (recién vuelto del exilio), dirigida en
octubre de 1831 a la Academia de Madrid, criticaba el excesivo apego a las medidas de
incomunicación y definía el cólera como enfermedad epidémica (que a veces podía ser
295Broussais, F.J.V. (1833): Memoria sobre el cólera morbo epidémico observado y
tratado en París por F.J.V. Broussais protomédico del hospital militar de Val de Gracia
de París, traducido de la segunda edición francesa que ha aumentado el autor con notas
y un suplemento por el doctor don Ramón Trujillo, catedrático del Real Colegio de
Medicina y Cirugía de San Carlos de esta Corte. Madrid. 296 La Mare- Picquot (1832): Observaciones sobre el cólera morbo de la India hechas en
Bengala y en la Isla de Francia. París. 1831. 297Moreau de Jonné, A. (1832): Monografía o tratado completo del cólera morbo
pestilencial. Madrid.
203
contagiosa). No obtuvo permiso para publicarse. Según su autor, tal circunstancia fue
debida a dicha posición teórica.298
Las teorías contagionistas como vemos fueron durante un primer momento más
atractivas para la mayor parte de los médicos de la época, pues se asociaban a un talante
liberal de la clase media a la que ellos mismos pertenecían. La idea de contagio se
vinculaba con la cuarentena y el control burocrático de las enfermedades, mientras que
el anticontagionismo se relacionaba con ciertas ideas de progreso, liberalismo, libre
actividad mercantil y reacción a la burocracia.299
Las medidas de aislamiento fueron tomadas tanto por vía del mar como terrestre.
La aparición del cólera en Portugal supuso, progresivamente, la consideración de
patente sucia para toda la costa a 20 leguas de Oporto (Real Orden de 15 de febrero de
1833), para la costa gallega hasta 5 leguas al norte de Muros (R.O. de 3 de marzo) y
para toda la costa atlántica a excepción del sur de Algarve (R.O. de 19 de abril), zona
que se consideraba solo sospechosa, sometida a 30 días de observación.
En cuanto a las medidas cuarentenarias en tierra firme marcharon en paralelo con
las marítimas, una vez que la enfermedad colérica se presentó en las naciones limítrofes
y aún en el propio suelo patrio. Estas, que comenzaron en Andalucía entre el 18 y el 24
de octubre de 1831 ante la enfermedad sospechosa aparecida en Gibraltar, se
extendieron a la frontera francesa con la noticia de la aparición del cólera en París,
desde primeros del mes de abril de 1832. En agosto se obligaba cuarentena de 15 días
en los únicos puntos de paso habilitados, Irún y La Junquera. Posteriormente abarcaron
la frontera portuguesa, donde la R.O. de 15 de febrero de 1833 estableció un punto de
entrada único para cada provincia española colindante. La R.O. de 19 de abril de 1833
estipulaba un período cuarentenario de 20 días en la raya fronteriza y otros 20 en
lazareto español para todos los viajeros del país vecino.300
El aislamiento terrestre incluía dos elementos fundamentales, el cordón sanitario
y el lazareto. El que se alzaba en las fronteras estaba básicamente compuesto por tropas,
pero también eran éstas las que cercaban las sucesivas poblaciones del interior conforme
298Codorniu, M. (1849): “Aviso preventivo contra el cólera epidémico, Madrid, Imprenta
Fuentenebro. En: Rodriguez Ocaña, E. (1981): La dependencia social de un
comportamiento científico: los médicos españoles y el cólera de 1833-35. Dynamis.
Vol. 1, pgs. 105-134. 299Martínez Hernáez, A. (2008): Antropología médica. Teorías sobre la cultura, el poder
y la enfermedad. Barcelona. Anthropos. 300 Rodriguez Ocaña, E. (1981): La dependencia social de un comportamiento científico:
los médicos españoles y el cólera de 1833-35. Dynamis. Vol 1. Pg. 105-134.
204
se iba declarando en ellas el cólera. De la misma manera las ciudades y pueblos sanos
establecían “guardias de sanidad”, donde se controlaban los documentos sanitarios en
la forma de “cédulas de sanidad”, y se exigía el rígido cumplimiento de la normativa
establecida en cuanto a medidas de incomunicación. En cuanto a los lazaretos o casas
de observación, debían ser lugares apartados donde los viajeros, bajo vigilancia médica,
debían cumplir cuarentena. Esto en teoría, porque al parecer en la práctica los lazaretos
fueron lugares precariamente abastecidos y carentes de asistencia médica en la mayor
parte de los casos; de tal manera que los médicos llegaron a negarse a prestar servicio
en ellos, realizando los reconocimientos sólo al cumplir el plazo estipulado de
cuarentena y traído el sospechoso a las puertas de la población.
En cuanto a las mercancías y enseres, éstos debían ser ventilados y fumigados.
Se empleó como desinfectante el cloruro de óxido de cal.
Consecuencias graves de las medidas de aislamiento sobre las poblaciones fueron
principalmente las perturbaciones en los abastecimientos, cuya falta acarrearía el
encarecimiento de las existencias. Situación que se agravaría con un hecho coyuntural,
los consecutivos malos años en las cosechas agrícolas. A medida que el cólera
continuaba invadiendo poblaciones, los médicos advertían de la poca utilidad de las
medidas de aislamiento, y crecía la oposición del medio social.
La clase médica realizó una “resistencia pasiva” frente a unas disposiciones
íntimamente desacreditadas: discutieron hasta la saciedad el diagnóstico exacto de la
enfermedad reinante, obstaculizando de ese modo la prerrogativas de la Administración.
Se dio la curiosa circunstancia de que las autoridades, presionadas por su Ministerio y
por el clamor popular ante la mortandad creciente, se vieron imposibilitadas de aplicar
las medidas legalmente establecidas, pues “los que debían declarar la enfermedad
dijeron y dicen no existir contagio”.301
Ejemplos los tenemos en Galicia durante el
brote ocurrido en el invierno de 1833, y la actitud tomada por los médicos que deciden
“esperar a que la presentación de nuevos casos marcase más claramente el verdadero
carácter de su dolencia; puesto que una equivocación en punto tan interesante podría
acarrear las consecuencias más importantes, no sólo para esta ciudad y provincia sino
para todo el Reino”.302
301 Rodriguez Ocaña, E. (1981): Ibidem. Pgs. 105-134. 302
González, V. “Memoria histórica de la enfermedad que ha reinado en ésta ciudad
(Vigo)”. En Rodriguez Ocaña, E. (1981): Ibidem Pgs. 105-134.
205
En algún otro sitio se soportó la enfermedad sin jamás aceptar oficialmente que
se tratara de cólera-morbo. El motivo, el no alarmar a la población, en la convicción de
que el cólera refleja diferentes aspectos de una colectividad, porque afecta de manera
múltiple a la vida social, y puede llegar a producir estados de convulsión en la misma.
Se estaba firmemente convencido de que el miedo sería el origen de estos estados de
convulsión, y se podría llegar a convertir en motor de la multitud.
La aparición progresiva de casos de cólera en territorio peninsular comenzó a
sembrar dudas entre el colectivo médico, de tal menera que la opinión cambiaba de
signo a medida que la enfermedad se extendía:
- Los médicos de Vigo discutieron la naturaleza contagiosa o epidémica del
mal que afectó a sus costas. Ante la inexistencia de contactos entre las
poblaciones más afectadas (Vigo, Muros, Redondela y Pontevedra),
dedujeron: “otro dato para creer que la enfermedad fue desarrollada allí
mismo; en cuyo caso es preciso creer que es estacional, o que si fuese el
cólera, se produce espontáneamente, lo que vale tanto como decir no ser
contagioso, punto que se agita hasta ahora con muchísimo calor”.303
- La Academia de Granada, proponiendo un plan profiláctico contra el cólera en
septiembre de 1833, aducía: “El Cólera-morbo es una enfermedad epidémica
y no contagiosa… por lo cual las medidas coercitivas de incomunicación son
ventajosas pero no seguras”.304
- El médico de Puente Genil en mayo de 1834 argumentaba que: “El cólera
morbo no se trasmite de un individuo a otro por contagio. Se trasmite por
infección… siendo los miasmas coléricos especialmente volátiles… siete días
debe ser el máximo de las observaciones sanitarias”.305
- Sámano, quien en 1832 era firme defensor de las opiniones contagionistas, en
el verano de 1834 pasó a postular que: “su causa eficiente existe en la
303González, V. (1833): “Continuación de la memoria histórica de la enfermedad que
apareció en Vigo el 19 de enero de 1833”. En: Rodriguez Ocaña, E. (1981): La
dependencia social de un comportamiento científico: los médicos españoles y el cólera
de 1833-35. Dynamis. Vol. 1. Pgs. 105-134. 304
Torres, J.M. (1833): “Dictamen dado a esta Junta Superior de Sanidad, sobre las
preocupaciones y método curativo que debe adoptarse para el cólera morbo indiano,
Granada, Imp del Ejército, Pgs. 3-4. En: Rodriguez Ocaña, E. (1981): Opus cit. Pgs.
105-134. 305
Arjona Castro, A. (1979): La población de Córdoba en el siglo XIX. Sanidad y crisis
demográfica en la Córdoba decimonónica. Córdoba. Publ. del Instituto de Historia de
Andalucía. Pgs. 61-62.
206
atmósfera y que por lo tanto es de carácter epidémico y no contagioso, razón
por la que han sido inútiles, cuando no perjudiciales, las medidas de
aislamiento”.306
Y en la monografía que publicara, tras exponer motivos en
contra y a favor de una y otra postura, concluía diciendo: “Concluyamos pues
con juzgar que el carácter de la enfermedad es puramente epidémico; y que si
es dado alguna vez que se trasmita de uno a otro, será debida circunstancia
tal, o al hacinamiento de los enfermos, o a las malas medidas que se tomen en
su curación; las que favorecen la formación de un foco de infección del cual
se esparcen los gérmenes productores del cólera-morbo”307
- En junio de 1834 se fundó el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, y
desde el principio se propuso mantener una información completa y serena
sobre cuestiones relativas al cólera. En su número cuatro decía: “Según las
noticias que tenemos, y que confirman los datos oficiales publicados, el
cólera ha aparecido casi simultáneamente en infinitos puntos de la vasta
extensión de las Andalucías, Extremadura, Mancha y Reino de Murcia, si
bien no es tan matador como el que reinó en el año próximo pasado. Estas
dos circunstancias, que ya se han observado en varias ocasiones, nos hacen
dudar de la propagación del cólera por contacto, (o lo que es lo mismo, de su
propiedad contagiosa), y de la eficacia y utilidad de los cordones sanitarios.
Acordémonos de que para penetrar en Viena traspasó, siete de estos
cordones, y antes de afligir a los pueblos con una medida tan llena de
inconvenientes, meditemos bien y procuremos convencernos de su necesidad
y utilidades”.308
A través de las Reales Órdenes, el discurso de la Corona en cuanto al
mecanismo por el cual se transmite la enfermedad va cambiando a medida que el cólera
invade el país. Al principio habla de “pueblos contagiados”, para después hablarnos de
“pueblos epidemiados”. Esto es una prueba de la contradicción existente sobre si el
cólera es contagioso o atmosférico. La revalidación de tal afirmación se demuestra
306
Rodriguez Ocaña, E. (1981): Ibidem. Pgs. 105-134. 307
González Sámano. M. (1834): Memoria histórica del cólera-morbo epidémico, con
la exposición de sus causas, síntomas, naturaleza, duración, terminaciones, pronóstico,
curación, y medios de precaución. Madrid. Imprenta de Verges. Pg. 49. 308
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia. Número
cuatro. Jueves 12 de junio de 1834.
207
cuando se unen en el discurso ambos conceptos, diciéndonos “y evitar la reproducción
del contagio por medio de escrupulosas desinfecciones…”. La desinfección es una
llamada a la higiene de la población.309
En cuanto a métodos curativos, ya hemos expuesto en apartados precedentes la
anarquía existente. Para generalizar el conocimiento de los métodos curativos del cólera
la Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía, recibiendo el guante de las
experiencias utilizadas en otros lugares redactó un oficio, con el objetivo de servir
“para gobierno de los facultativos y asistentes de los enfermos”.310
Este oficio, (al que
ya se ha hecho referencia en el apartado de apuntes etnográficos sobre la diversidad
terapéutica), fue publicado en la Gaceta de Madrid y en todos los Boletines Oficiales de
provincias, por lo que muy probablemente rigió la terapéutica empleada por gran parte
de los médicos del país. En la exposición del método curativo dividían la enfermedad en
cinco períodos: primer período o principio, segundo período o álgido incipiente, tercer
período o álgido, cuarto período o de reacción, y quinto período o convalecencia.
Describían los síntomas en cada uno de ellos y recomendaban la medicación a su
parecer adecuada, de tal manera que una buena observancia de las reglas de higiene y de
guardar cama era aconsejada para el primer período, para el segundo, infusiones,
fricciones y calor, hacer vomitar al paciente por medio de la ingestión de agua caliente,
y en el caso de que fuera joven aconsejaban sangrarle, siendo otros remedios los
sinapismos, lavativas o mucilaginosas, etc. En el período álgido incipiente se
recomendaban sorbos de agua fría o nieve tomados con frecuencia, sangría, si era
preciso abriendo la vena yugular o la arteria temporal, friegas secas o con linimentos y
calor proporcionado por ladrillos de sal muy calientes. Para el período álgido se volvían
a aconsejar los sorbos de agua o nieve y las lavativas de agua y vinagre, y para los dos
últimos períodos, terapéutica sintomática en el caso de reacción y normas higiénicas
tendentes a fortalecer el organismo durante la convalecencia.311
Desde la perspectiva que nos da el tiempo, y conociendo hoy la etiología del
cólera, es fácil decir que ésta terapéutica utilizada en ésta primera epidemia resultó
309
Peral Pacheco, D. (1994): Cólera y Sanidad en las Reales Órdenes de 1833 a 1835.
Asamblea de Extremadura. Mérida. 310
Biblioteca Nacional de España: Gaceta de Madrid: suplemento a la del 8 de octubre
de 1833: 0ficio de la Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía firmado por
Pedro Castelló, Manuel Damián Pérez y Sebastián Asotravieso. 311
Puerto Sarmiento F.J. y San Juan, C. (1980): “La Epidemia de Cólera de 1834 en
Madrid”. Estudios de Historia Social: (15). Pgs. 9-61.
208
inútil, y en ocasiones contraproducente, ya que la ingestión de agua facilitaba la
resiembra de vibriones coléricos en el enfermo.
La experiencia vivida en ésta primera epidemia y posteriores hizo comprender a
los Gobiernos de la segunda mitad del siglo la importancia del abastecimiento de agua
en las poblaciones, del saneamiento, de los hospitales higiénicos y modernos, del
Cuerpo Médico, de la Sanidad Internacional. Y hasta para valorizar la figura del
médico, hasta entonces poco más que simple barbero o sangrador. Muchos fueron los
errores que se cometieron, cordones sanitarios, cuarentenas, lazaretos mal organizados,
etc., que años más tarde hicieron exclamar a Sámano: “las medidas que adopta el
Gobierno hacen más daño a la nación que el propio cólera”. Finalizaría el siglo sin
descubrirse el remedio de la enfermedad, pero, con todo, el triunfo de un cierto grado de
higiene y una rudimentaria organización de Sanidad hicieron desaparecer de Europa el
Cólera.312
5. Primera epidemia de Cólera en Extremadura
La ausencia de publicaciones periódicas coetáneas a la epidemia en los archivos
locales revaloriza aún más la importancia del Boletín Oficial de la Provincia, que
proporciona información detallada sobre la respuesta del Gobernador y la Junta
Provincial de Sanidad, desde que se conoció la presencia del cólera en Portugal, así
como su avance por tierras extremeñas, y además permite un seguimiento de las órdenes
emanadas del gobierno de Madrid y de la Junta Suprema de Sanidad; y por tanto de toda
la política preventiva y sanitaria desplegada para atajar la enfermedad.
Antes del inicio de la primera invasión colérica, el colectivo social y también las
Instituciones seguían el curso de la enfermedad por Europa y de una forma más
exhaustiva en el vecino Reino de Portugal. El Diario de Badajoz difundía noticias que
de forma cotidiana familiarizaban a los vecinos con una realidad que podía estar muy
cercana.313
En julio de 1833 se avisa de su proximidad, y diversos autores publican en el
Boletín Oficial de la Provincia artículos de opinión con la intención de preparar al
pueblo ante la terrible amenaza: “llegado es el tiempo, amados comprofesores, de
312 Angolotti Cardenas, E. (1975): Las invasiones de cólera en España. Contagionistas y
anticontagionistas. Dirección General de Sanidad. 313
Rodriguez Flores, M.P. (1991):. Opus cit. Pg. 89.
209
ilustrar a el público y prepararle para que sepa repeler la enfermedad que ha llenado
de espanto a Europa”.314
La situación fronteriza de Extremadura es la que en 1833 le proporciona el
contagio de cólera que desde Portugal se extiende, no sólo a los puertos más cercanos
tales como Vigo en febrero y Huelva, Sevilla y Badajoz en agosto y septiembre: “el
cólera, después de haber recorrido la mayor parte de Europa, invadió a España,
apareciendo por agosto de 1833 en la desembocadura del Guadiana…”315
.
En el verano de 1833 los enfermos coléricos van a estar localizados en la zona
fronteriza con Portugal. En Olivenza en un primer momento se niega su presencia: “la
falsa noticia que circulaba en ésta ciudad de haber aparecido el cólera en Olivenza
(…) pues en la citada villa se goza de mejor estado de salud que en años anteriores, sin
embargo de hallarse más de 400 quintos en depósito, cometiendo los excesos que son
consiguientes a su estado (…) habiendo solo fallecido dos de calenturas
intermitentes”316
. Sin duda ésta Circular insertada en el Boletín Oficial de la provincia
perseguía un objetivo claro, que no era otro que la tranquilidad del vecindario, ya que
según un informe del médico titular Olivenza estaba invadida por el cólera: “…desde
principios de agosto se empezaron a manifestar en ésta, unas calenturas intermitentes,
y a la segunda exacervavación se hacían perniciosas, sincopizándose los enfermos, de
cuyas resultas perecían algunos. También aparecían cólicos biliosos, de los que
murieron cuatro. El calor del día, los vientos frescos que se movían por la noche, el
cólera que reinaba en Villaviciosa y Yelves y la comunicación que tenían ambos
pueblos por el débil cordón sanitario (…) me hicieron mirar con bastante atención el
temor que tenía de que se manifestase el cólera en ésta Plaza. El día 2 de septiembre, se
manifestaron dos casos de cólera y en la misma noche, entraron en el hospital los
quintos con la misma enfermedad (…) no quedándonos duda de que había el cólera en
este pueblo (…), si se descuida cuatro o cinco horas se desarrolla la enfermedad con
314
Boletín Oficial de la Provincia, nº 55. Pgs. 3 y 4 del 15 de julio de 1833. En Peral
Pacheco, D. y Pérez Torralba, T. (2007): “Las enfermedades epidémicas en el Boletín
Oficial de la provincia de Badajoz en el siglo XIX (1833-1873)”.Norba. Revista de
Historia, Vol 20: 143-160. 315
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia, 12 de septiembre
de 1833. 316
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 28/Agosto/1833.
210
todos sus síntomas y algunos perecen a las ocho o diez horas de su invasión”317
. A
pesar de haber hecho salir del pueblo a los quintos y la tropa, y recluirles en un hospital,
la permanencia del cólera en Olivenza se prolongó hasta el 11 de octubre, día en que no
se dio ningún caso de persona invadida318
.
A pesar de notar la presencia existía excesiva tranquilidad ante la epidemia, que
en Extremadura se acentúa por su “quietud, conformismo y apatía”319
. En Badajoz, por
ejemplo: “…el cólera se presentó el día 13, manteniéndose las autoridades incrédulas
que no tomaron medidas cuando el mal reinaba en Elvas y Olivenza.”320
Estando el
curso de la epidemia tan próximo a la ciudad, no resultaba difícil de vaticinar, por lo que
meses antes de su aparición el vocal de la Junta de Sanidad, D. Florencio Gómez,
anunciaba: “… las comunicaciones continuadas de gentes de ésta ciudad con aquellas
como consecuencia del contrabando, más la estación de verano, me hicieron sospechar
que en el verano sufriríamos éste azote, vaticinio que estaba al alcance de todo médico
con conocimiento de epidemias (…), y llegó el tiempo fatal, los convalecientes de los
dos hospitales que trataba, disentéricos, cachéticos, hemothóicos, tercianos y los que
padecían inflamaciones crónicas en las vísceras del vientre, pulmones y cerebro, y
algunos de fiebres agudas fueron atacados de cólera”321
. El día 5 de septiembre figura
como fecha inicial, si atendemos a una nota enviada al Obispo de la Diócesis, cuando ya
la epidemia tocaba a su fin: “La Divina Providencia se ha servido ahuyentar de ésta
ciudad, según lo afirmaron los facultativos el cólera-morbo, que tantas víctimas había
conducido al sepulcro, desde el día 5 de septiembre”322
. Pero corresponde al día 12,
fecha en que las defunciones se acercan a 100, el momento de la declaración oficial de
la epidemia. La Capitanía General, en nota reservada enviada al Obispo, informa que:
“los facultativos han declarado que ésta ciudad se haya invadida del cólera”323
. Texto
redactado el día 11 por la Junta Municipal de Sanidad y que irá seguido de un parte
317
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia.17/Septiembre/1833. 318
Merinero Martin, M.J. (1985): “El cólera en 1834 en Cáceres”. Revista Norba V.
Cáceres. Pgs. 235-247. 319
Rodríguez Sánchez, A. (1983): “Extremadura: historia y mentalidad”. Estudios
jurídicos y económicos de Extremadura. Uex. 1983. Plasencia. Pg. 111. 320
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 16/Octubre/1833. 321
Boletín Oficial. 16/Octubre/1833, en Rodríguez Flores, M.P. (1991): Opus cit. Pg.
93. 322
Archivo Diocesano de Badajoz. Leg 13/79, nº 70. En Rodriguez Flores, M.P. (1991):
Opus cit. Pg. 93. 323
Archivo Diocesano de Badajoz, Leg. 13/79, nº 70 (12 de sept de 1833). En
Rodriguez Flores, M.P. (1991): Opus cit. Pg. 94.
211
oficial con fecha de 14 de septiembre que será conocido a través del Boletín Oficial el
día 16.324
Podemos constatar que la mortalidad ocasionada por el cólera-morbo en
Badajoz presentó signos catastróficos, al producirse un alto índice de defunciones, en un
reducido número de días325
. Desde Badajoz pasaría el 25 de septiembre a la vecina
localidad de Talavera la Real, cuya Junta Municipal de Sanidad realizó el siguiente
comunicado: “Desde el 25-IX al 7-X-1833, la situación es de: 33 invadidos, 18 curados
y 15 muertos. Y el 22 de octubre se declara libre la comunicación, aunque desde el 10
de octubre no ha vuelto a existir ningún caso”326
.
El dos de octubre de 1833 otra población fronteriza con Portugal declara la
presencia del cólera. Se trata de Alcántara, cuya Junta Municipal de Sanidad suscribía
en boca de su presidente una circular que fue enviada a los pueblos de la zona
informándoles que en citada villa se padece el Cólera Morbo o una complicación que
hace mortíferas las demás estaciones reinantes327
.
El 21 de octubre de 1833 la Junta Superior de Sanidad de Extremadura declara el
estado de desinfección de la ciudad de Badajoz y de Olivenza. Pocos días después
también la villa de Valverde de Leganés, de Oliva, Alcántara, Talavera la Real y de
Almendral.328
Parece ser que por el momento son las zonas cercanas a Portugal las castigadas
por la enfermedad, a tenor a las respuestas ofrecidas por las respectivas Juntas
Municipales de Sanidad, a la circular que el Capitán General de la provincia de
Extremadura envió a los pueblos extremeños el 22 de septiembre de 1833: en Collado
“no se conoce enfermedad alguna contagiosa”329
, en Hernán Pérez “se goza de buena
salud y no ha ocurrido novedad alguna de contagio ni otra enfermedad contagiosa”330
,
324
Ibidem. Pg. 94. 325
Ibidem. Pg. 94. 326
Merinero Martin, M.J. (1985): “El cólera en 1834 en Cáceres”. Revista Norba V.
Cáceres. Pgs. 235-247. 327
Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Sección Real Audiencia, Legajo 569.
Expediente 114. 328
Peral Pacheco, D. y Pérez Torralba, T. (2007): “Las enfermedades epidémicas en el
Boletín Oficial de la provincia de Badajoz en el siglo XIX (1833-1873)”. Norba,
Revista de Historia, Vol. 20: 143-160. 329
Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Sección Real Audiencia. Legajo 569,
Expediente 139. 330
Ibidem. Expediente 145.
212
el pueblo de Mirabel “se halla libre de toda enfermedad contagiosa”331
, y lo mismo se
puede decir de Santibañez el Bajo332
. Otros comunicados sobre el estado de salubridad
en la provincia son los siguientes: Almendral: el 28-IX-1833, no se dio ningún caso,
pero el 27 hubo tres casos. Carmonita: Del 27 del IX al 20 del X de 1833, no se
presentó ningún caso. Guadalcanal: El 30-IX-1833, ningún caso. Jerez de los
Caballeros: El 10-X-1833, ningún caso. Valverde de Leganés: hasta el 25 de
septiembre de 1833: Invadidos 15, Muertos 6, Curados ninguno, el 2-X-1833:
Invadidos 2, Muertos 1, Curados 3, y desde el 10—X-1833, no hubo ningún otro
atacado en Valverde, Talavera la Real: Desde el 25-IX al 7-X-1833 la situación es de:
33 invadidos, 18 curados y 15 muertos. Y el 22 de octubre se declara libre la
comunicación, aunque desde el 10 de octubre no ha vuelto a existir ningún caso.333
Una de las poblaciones extremeñas más castigadas fue Alcántara, la tabla y
gráfico siguientes son elocuentes respecto a la magnitud que alcanzó el azote durante el
mes de octubre de 1833:
FALLECIDOS
Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic
5 7 2 4 4 5 9 6 15 148 15 8
331
Ibidem. Expediente 154. 332
Ibidem. Expediente 168. 333 Merinero Martín, M.J. (1985): Art. cit. Pgs. 235-247.
213
Evolución de la Mortalidad en Alcántara durante 1833
Las primeras partidas de defunción que indican como causa de muerte la
afección colérica aparecen fechadas el 30 de septiembre. Muertes provocadas, según
reza el texto de las mismas, por cólico epidémico. Al día siguiente se produce un nuevo
óbito que el facultativo achaca también a la misma causa y otras dos, pertenecientes a
dos hermanos que, al parecer, murieron en cinco horas de cólico. A partir de este
momento la consigna permanentemente utilizada como causa de defunción es la de
cólera. La intensidad que el morbo alcanzó en esta población durante la mayor parte del
mes de octubre fue enorme334
.
Poblaciones cercanas a Alcántara también fueron contagiadas, tal es el caso de
Villa del Rey, cuya Junta Municipal de Sanidad el día 11 de octubre informaba acerca
del reconocimiento efectuado a dos enfermos atacados de cólera, una mujer y un
“tambor” del Regimiento provincial de Trujillo335
. El día 27 eran cuatro las personas
fallecidas a causa del morbo, que en días posteriores aumentaron de tal manera que a
fecha de 30.X.1833 el registro era de que “había 15 atacados y 5 fallecidos” 336
.
Otros pueblos cercanos a los que el cólera atacó en otoño de 1833 fueron
Ceclavin y Navas del Madroño. Según los partes facilitados por sus Juntas Municipales
334
Clemente Fuentes, L. (2008): “Los azotes del cólera morbo en la provincia de
Cáceres durante el siglo XIX”. Ars et Sapientia. Año IX. Agosto. Pgs. 97-123. 335
Ibidem. 336
Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Sección Real Audiencia, Legajo 569.
Expediente 116.
214
de Sanidad: en Ceclavín, el día 2-X-1833 hubo 3 cadáveres, y el día 3-X-1833 hubo 14
cadáveres337
; en Navas del Madroño, el día 4-X-1833, comunica que el día 2 existieron
5 muertos y el día 4 otros 14 muertos por el cólera338
.
Parece ser que desde estas zonas fronterizas el cólera va invadiendo la provincia
en un recorrido de sur a norte. En septiembre de 1833 la villa de Garrovillas prohíbe la
entrada de todos los feriantes que pudieran concurrir a la feria de San Mateo y que
procedieran de una línea trazada desde Trujillo, Montánchez, Salorino, Santiago de
Carbajo y Herrera339
. La epidemia presentará una extraordinaria gravedad en los
pueblos de Badajoz340
. En el mes de diciembre de 1833 se difunde la noticia de que el
cólera-morbo asiático ha llegado a Cáceres y al Casar de Cáceres341
.
En invierno, con el descenso de las temperaturas, la bacteria responsable de la
enfermedad disminuyó notablemente su actividad, aunque a comienzos de 1834
aparecieron en algunos pueblos de Cáceres ciertos síntomas que hicieron sospechar a las
autoridades que se trataba del cólera. No obstante, todo quedó en una falsa alarma.342
Pero con la llegada de la época estival la epidemia se reactivó, y al ser la frontera el
lugar por donde apareció el morbo un año antes, será ésta objeto de estrecha vigilancia,
y más aún cuando tras ser estudiados varios casos por parte de facultativos pacenses, se
certificase la existencia del morbo en el hospital militar de Yelves (Elvas). A partir de
aquí se decide la incomunicación con ésta ciudad portuguesa y alrededores, observación
de 15 días de cuarentena para todas las personas, caballerías, géneros y efectos,
procedentes del referido lugar; especial precaución con la correspondencia, advertencia
de pena a las personas que auxilien, protejan o encubran a los contrabandistas que
traigan géneros de Portugal, así como a los protectores o encubridores de los infractores
de las reglas antes apuntadas, los que supieren la contravención de cualquiera de éstas
medidas y no la manifieste inmediatamente a la autoridad de Sanidad, y toda persona
que estando en observación se fugase de ella, así como la que extraiga del lazareto
337 Merinero Martín, M. J. (1985): Art. cit. Pgs. 235-247. 338
Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Sección Real Audiencia, leg. 569.
Expediente 80. 339
Archivo Municipal de Garrovillas de Alconétar: Actas de la Junta Municipal de
Sanidad. Sesión de 12 de septiembre de 1833. 340
Clemente Fuentes, L. (2008): Art. cit. Pgs. 97-123. 341
Archivo Municipal de Garrovillas de Alconétar. Actas de la Junta Municipal de
Sanidad. Sesión de 18 de diciembre de 1833. 342
Sánchez de la Calle, J.A. (1994): Plasencia: Historia y población en la época
contemporánea (1800-1990). Asamblea de Extremadura. Mérida. 1994. Pag. 115.
215
efectos puestos en observación sin permiso de la Junta Municipal. Se encarga también
el aseo de los pueblos, y la obligación de los médicos de dar parte de cualquier
novedad343
.
Es notoria la preocupación por el ejercicio del contrabando, al que se le
consideraba como “el verdadero conducto, por donde se comunica la mortífera plaga
del Cólera morbo y otras enfermedades contagiosas”. Por lo que desde la Corona se
determina que “por ahora toda persona que se dedique a tan ruin tráfico y sea
aprehendido con él, o justificado que lo ha tenido en su poder, sea incomunicada por
veinte días, o los que se señalen según las circunstancias en el punto en que se designe,
y entregado enseguida a la Autoridad competente para su condigno castigo. Los sujetos
conocidos por notoriedad ocupados en dicho tráfico serán obligados a presentarse
diariamente a las respectivas Autoridades, para que les conste su residencia personal,
observándoles por todos los medios que están a su alcance”.344
Pero no solo desde la capital se enviaron comisionados para estudiar el estado de
salud en los pueblos portugueses cercanos, poblaciones de la “raya” también hicieron lo
propio, como el caso de Villanueva del Fresno, cuya junta municipal, habiendo recibido
noticias de la existencia del cólera-morbo en la villa de Morón, en Portugal, “comisionó
un facultativo para reconocer la enfermedad que allí reina, y ha declarado éste a su
regreso en 6 del corriente que efectivamente la villa de Morón se halla invadida del
Cólera-Morbo”345
.
Desde Andalucía se reciben noticias de los estragos que la epidemia seguía
causando entre su población. La Junta Superior de Sanidad de Granada informa que “la
salud pública de ésta Capital de seis días a ésta parte se ha alterado en el número de
fallecidos, aunque no de un modo alarmante. En los pueblos de su Vega ha vuelto a
reproducirse la enfermedad reinante en bastante grado; y en las ciudades de Guadix,
Loja y Alhama, pueblos de Illora, Montefrío y otros varios se sufre la misma calamidad
…”346
.
El 16 de julio de 1834 la Junta Superior de Sanidad de Extremadura hace saber
al Capitán General de la provincia la aparición del cólera en poblaciones cercanas a
343 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia, nº. 37, 23-6-1834.
Circular nº. 20. 344
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 23 de julio de
1834. 345
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 8 de julio de 1834. 346 Ibidem.
216
Badajoz, una correspondiente a su partido, Salvaleon, y otra en Portugal, Campo
Mayor:“Hallándose invadida de la enfermedad del Cólera morbo, la villa de Salvaleon,
en el partido de ésta Capital, según los partes oficiales que aquella junta municipal ha
dirigido a ésta superior; se ha dado las órdenes correspondientes para la
incomunicación con los demás pueblos de su circunferencia, así como por las mismas
se provea a aquella de los artículos de subsistencia y medicinas que necesite. También
se sabe por noticia dada por sujeto fidedigno, que en la vecina plaza de Campo mayor
en Portugal, han ocurrido cinco casos de Cólera morbo asiático desde el día 5 al 14 del
corriente mes, habiendo muerto un individuo, restando dos de gravedad, y los otros dos
están fuera de peligro”.347
El recrudecimiento de la epidemia durante el verano conllevó, por segunda y
última vez en la historia, a que el Gobierno estableciera un cordón sanitario destinado a
aislar las provincias de Extremadura y La Mancha de las de Andalucía, formado por
tropas de línea extendidas desde Fregenal de la Sierra hasta Lorca. Como puntos de
paso de viajeros, provistos de lazareto, se establecieron para Extremadura los de
Guadalcanal, Monesterio y Fregenal, además de otros intermedios en Azuaga, Fuente
Ovejuna y Segura348
. Además continúa la incomunicación de los pueblos afectados,
nunca bien aceptada y a veces mal establecida, como el caso del pueblo de Berlanga en
el que “por haber incomunicado a esta villa de los pueblos circunvecinos, suponiendo
existir en ella el Cólera morbo, se hace notorio al público que en Berlanga se disfruta
hasta la fecha la mejor salud, pues así consta de las diligencias oficiales practicadas al
efecto”.349
El 24 de julio de 1834 se reúne la Junta de Sanidad de la provincia de Cáceres
para acordar que: “las personas y procedencias de Madrid u otro pueblo infectado
desde el día 15 de julio siempre que lleguen a ésta Capital sin haber hecho cuarentena,
la harán de nueve días de observación desde el de su salida del último punto
contagioso; y será de más tiempo si se observa novedad en su salud, debiendo ser
reconocidos, pasados los nueve días, y purificadas sus ropas y efectos”.350
347
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 30 de julio de 1834. 348
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia, nº 41, 2-7-1834.
Circular nº 22. 349
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 8 de julio de 1834. 350 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 4 de agosto de
1834.
217
El aislamiento se extenderá hasta el mes de septiembre, fecha en que el
Gobierno, convencido claramente de la ineficacia de los cordones sanitarios, emite un
comunicado exponiendo y reconociendo la inutilidad de los mismos así como los
perjuicios sobre la economía de las poblaciones351
.
De la extensión del cólera por la geografía extremeña dan fe las declaraciones de
las juntas municipales de los pueblos afectados. El ocho de julio el Boletín Oficial de la
Provincia de Cáceres publica el parte emitido desde Quintana, en el que su junta
manifiesta que “… desde el día 29 de junio anterior, al 4 inclusives del corriente han
sido acometidas del cólera 59 personas, habiendo muerto 16, curándose 19, y existen
21 enfermos” 352
.
Ante la presencia del morbo toda aportación particular es poca y necesaria, y
ante la petición realizada por la Corona se informa a ésta de “los señores suscriptores y
cantidades que han ofrecido hasta el día para socorrer a los enfermos que puedan ser
invadidos del Cólera-morbo en ésta provincia”.353
A finales de julio de 1834 la Junta Municipal de Sanidad de otra población del
interior, Villafranca, pueblo de la provincia de Badajoz, hace oficial que: “el facultativo
comisionado de la villa de Zafra para reconocer las enfermedades que reinan en
Villafranca de los Barros; ha declarado que dicha villa se halla invadida del Cólera
morbo”.354
El cólera es una realidad en todo el territorio nacional, y el abandono de
autoridades locales e individuos de ayuntamientos de pueblos invadidos en algunas
provincias es un hecho, “huyendo cobardemente, y dejándolos expuestos, con mengua
de su honor y menosprecio de sus sagradas obligaciones, a los horrores de la anarquía
y la miseria, precisamente en los momentos en que es más necesaria la presencia de las
autoridades, y exige de ellas mayores esfuerzos el estado de aflicción de los pueblos”.
Por los que desde Madrid se reciben órdenes para “poner término a un abuso tan
escandaloso y reducir al cumplimiento de sus deberes a los que así lo desconocen”:
351
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día1-9-1834. 352
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 8 de julio de 1834. 353
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 23 de julio de 1834. 354
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 6 de agosto de
1834.
218
1º Los Gobernadores Civiles impondrán y harán efectivas multas proporcionadas a
las facultades de los individuos, que siéndolo de Ayuntamientos en los pueblos
invadidos de la enfermedad los abandonen sin la competente licencia.
2º Estas multas serán de mayor consideración respecto a los Alcaldes, los que como
Autoridades gubernativas, tienen una obligación especial de subsistir en los pueblos, y
procurar preservarlos de los males que debe ocasionar su ausencia”.355
En pueblos no invadidos, ante el temor de un riesgo que se ve inminente, se
decide por parte de sus autoridades encarnadas en las juntas municipales de sanidad,
suspender la celebración de sus ferias anuales, “como medida a adoptar para librarse
del Cólera morbo”. Tal es el caso de la villa cercana a Extremadura de Arenas de San
Pedro.356
A finales de agosto se reciben noticias de que “el Cólera va disminuyendo
considerablemente en Madrid. Del día 17 al 18 murieron 24 personas, y del 18 al 19
veinticinco, incluyendo en uno y otro día hospitales y población”.357
El 25 de agosto de 1834 se anuncia en el Boletín Oficial de la Provincia de
Cáceres la existencia de un periódico que se redacta en la misma, cuyo autor es el
médico y cirujano don Rafael de Cáceres. En sus números 1 y 2, hasta entonces
publicados, se cuenta lo siguiente:
Número 1º, contiene el itinerario del cólera morbo, medidas sanitarias, inteligencia
que debe darse a las palabras, contagio, infección, endemia, y epidemia, bibliografía
nacional, anuncio.
En el número 2º. Aristoloquia redonda: nuevas observaciones sobre ésta planta,
informe de la comisión de facultativos de la ciudad de Murcia: Feliz hallazgo de los
polvos de Gijona contra el cólera morbo: recetas de una y otra viborera.
Se anuncia que éste periódico interesa a todas las clases, y en especial a los
facultativos de los tres ramos, a las municipalidades, a las juntas de sanidad, etc. Se
355 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 15 de agosto de
1834. 356
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 22 de agosto de
1834. 357
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento 25 de
agosto de 1834.
219
suscribe a 12 rls por trimestre, y cinco por mes, en todos los puntos en que se admiten
al Boletín Oficial, y se publica todos los días 10, 20 y 30 de cada mes.358
A principios de septiembre, la Reina Gobernadora en su afán por facilitar todo
género de auxilios a los pueblos afligidos por el Cólera Morbo, y evitar el desaliento
que origina la ausencia de las autoridades de los puntos donde deben desempeñar sus
respectivos destinos, como también los excesos y delitos graves que provienen muchas
veces de la falta de una constante vigilancia, y siendo consciente que los deberes de los
funcionarios públicos son tanto más imperiosos cuanto mayores son los riesgos, y las
dificultades, ordena lo siguiente:
1º.- Todos los empleados en actual servicio de cualquiera clase dependientes de ésta
Secretaría de mi cargo, que con Real licencia o la de sus jefes inmediatos, se hallen
fuera de los pueblos donde deben servir sus destinos, se restituirán a aquellos, sin más
dilación que la necesaria para disponer su viaje.
2º.- Los que sin previa autorización competente que sólo se concederá para objetos del
Real servicio abandonaren el pueblo donde ejercen sus funciones desde que se haya
declarado existir en él, la dicha enfermedad, hasta que hubiera desaparecido quedarán
privados de su destino.
3º.- Los Regentes de las Audiencias dentro de su respectivo territorio quedan
encargados de vigilar sobre el cumplimiento de ésta resolución Soberana, dando
cuenta a S.M. de cualquiera contravención.359
Coincidente con éstas fechas en las que el cólera ataca duramente al territorio
extremeño, son varios los Ayuntamientos de los pueblos contagiados que reclaman con
urgencia a la Junta Superior se les auxilie con facultativos para la asistencia a los
enfermos. De ésta manera, la Junta Superior de Sanidad acuerda “se invite por los
Boletines Oficiales, a los profesores de Medicina que quieran desempeñar sus
funciones a alguno de los pueblos indicados, abonándoseles diariamente el honorario
de 160 reales vellón. En consecuencia ésta Junta Superior, se promete que en honor de
su profesión y alivio de la humanidad doliente, se prestarán a éste servicio
voluntariamente los facultativos necesarios al efecto; en cuyo caso los que deseen
358
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento 25 de
agosto de 1834. 359 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 1 de septiembre de
1834.
220
prestarse a ésta invitación, avisarán su conformidad a ésta Junta para designarles el
punto en el que han de prestar su asistencia”.360
La erradicación de toda medida de aislamiento es decretada por la Corona en
éstos momentos.361
Noticia que permitiría la celebración de ferias por toda la geografía
española en general y extremeña en particular. Lo cual podía dar lugar a la recuperación
de las maltrechas economías de las zonas afectadas. Al hilo de lo anterior, algunos
pueblos salen al paso para desmentir las noticias que afirmaban la suspensión de sus
ferias: “Las ferias de Arroyo del Puerco y Garrovillas no se suspenden como
falsamente se ha dicho. La primera principia el 12 del presente mes de Septiembre, y la
segunda el 21 del mismo, según es de costumbre”362
. De la misma manera se conceden
permisos a los pueblos que así lo habían solicitado para la celebración de mercados
semanales: “S.M. La Reina Gobernadora se ha servido aprobar la concesión hecha por
V.S al Ayuntamiento de Jarandilla para celebrar un mercado el jueves de cada semana:
la de verificar igualmente un mercado semanal el domingo a los vecinos de Zarza de
Granadilla, a los de Navalmoral de la Mata, y a la villa de Alcántara: como así mismo
ha tenido a bien S.M. trasladar la Feria que se celebraba en esa Capital el día 11 de
junio, a los días 20, 21 y 22 de agosto”.363
Ahora que el cólera invade toda la geografía extremeña, comienza a declinar en
Madrid: “Considerada ya casi extinguida la enfermedad epidémica que afligió a la
Capital se manda proceder al expurgo y desinfección de la población”. De la misma
manera se reciben noticias de remedios utilizados en lugares remotos: “En Tepatellan,
(estado de Jalisco), ninguno ha muerto del Cólera, haciendo simplemente uso de la raíz
de una planta que llaman Amujo la Silvestre, muy abundante en aquél país”. Sin
embargo, de otros lugares las noticias no son tan buenas, ya que “El Cólera está de
nuevo en Londres”.364
360
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 1 de septiembre de
1834. 361
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día1-9-1834. 362 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 5 de septiembre de
1834. 363
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 8-9-1834. 364
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 3 de octubre de
1834.
221
El Cólera Morbo remite en la capital, pero se ha extendido y hace estragos por
toda la península, disparándose con ello la venta de medicinas sin recetas, lo cual obliga
a la Junta Superior Gubernativa de la Facultad de Farmacia denunciar actos de
intrusismo:
“Noticia de la Real Junta Superior gubernativa de Farmacia de que en algunas
droguerías y en muchas tiendas o almacenes de abacería de varias ciudades y pueblos
del Reino, a aún por diferentes personas, y otros que a manera de drogueros o
especieros ambulantes, discurren por ellos, se venden al público medicinas simples y
compuestas en grandes y pequeñas cantidades en rama o pulverizadas según se piden,
hasta por recetas, en contravención y menosprecio de lo terminantemente prevenido
por las leyes y señaladamente en los artículos 13, 14, 15 y 16 de la 8ª título 13, libro 8º
de la Novísima Recopilación: que en algunos pueblos se hallan boticas de viudas o
pupilos, de comunidades Religiosas, hospitales o casas de beneficencia, sin estar al
cargo de regentes aprobados; y que en otros se establecen botiquines dirigidos y
gobernados por intrusos en la facultad, todo con grave perjuicio de la salud pública y
de los legítimos derechos de los profesores de Farmacia, que si en algún tiempo deben
corregirse y castigarse, en ninguno con mayor motivo que en las actuales
circunstancias en que el Cólera Morbo se ha extendido y hace estragos por la mayor
parte de la península; sin que hayan alcanzado a remediar tales desórdenes las
providencias tomadas hasta aquí por dicha Real Junta; deseando ésta corregir y
castigar pronta y eficazmente tan punibles excesos, ha autorizado, en uso de las
facultades gubernativas que la están concedidas por la expresada ley, a la
Subdelegación Farmacéutica de ésta Capital, compuesta de los profesores don Nicolás
Roldan, don Manuel Salas y don Fabián Pérez, para que con los Subdelegados de
Partido que se considere conveniente nombrar, se ocupe desde luego en reprimir y
castigar dichos excesos con arreglo a lo dispuesto en los precitados artículos e
instrucciones de dicha Real Junta. En éste supuesto, y en el de que la unidad y armonía
en los agentes del poder, da a éste verdadera fuerza, que se disminuye y aún enerva en
el caso contrario;…”365
.
En Badajoz, el 27 de septiembre marca el inicio de la epidemia que iba a durar
hasta finales del mes de octubre, falleciendo el día 31 las dos últimas personas. Esta
365Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 6 de octubre de
1834.
222
segunda invasión en la ciudad tuvo una duración de 34 días, a lo largo de los cuales se
producen 45 defunciones.366
Desde la Intendencia de la provincia limítrofe de Toledo se reciben buenas
noticias: “Ya gracias a la divina misericordia cesó en ésta ciudad la enfermedad
epidémica que nos afligió, según se anunció en el Boletín Oficial…”367
.
Zafra anuncia que su feria de San Miguel se celebrará el día de Todos los Santos
“del próximo venidero noviembre”. El motivo no es otro que la esperada noticia de que
“ha cesado ya la enfermedad epidémica que se padeció en la villa”368
. Desde Mérida,
sin embargo, las noticias que se reciben no son tan buenas, y es que al parecer “los
facultativos de la ciudad dieron parte a la autoridad de que en éstos últimos días
habían muerto ocho personas con síntomas del Cólera morbo”. A pesar de ello, no se
está o no se quiere estar en la certeza de que el cólera sea la causa: “a pesar de que sea
cierto la muerte de los ocho individuos, sabemos que la gente sensata duda de que
hayan sucumbido de afecciones coléricas; pues todos ellos padecían enfermedades
habituales, que dan motivo para creer que hubieran perecido sin necesidad del
cólera”.369
Desde Plasencia en octubre de 1834 se da parte al Gobernador Civil de la
aparición del Cólera morbo, y se informa de una ciudad inserta en la mayor
consternación, su ayuntamiento lleno de apuros, de malas relaciones de éste con otras
autoridades, y de falta de facultades. Ante éste panorama la visita del Gobernador Civil
a la ciudad se considera como crucial en el cambio de un escenario totalmente
desolador.370
Noviembre será un mes en el que otras poblaciones se verán también duramente
atacadas por el cólera, tal es el caso de Don Benito, cuya Junta Municipal de Sanidad
366
Rodriguez Flores, M.P. (1991): “La ciudad de Badajoz y el cólera de 1834”, Revista
de Estudios Extremeños, Vol. 47, nº 1. 367
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 6 de octubre de
1834. 368 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 13 de octubre de
1834. 369
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
13 de octubre de 1834. 370
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 24 de noviembre de
1834.
223
suplica al Cabildo Placentino “se sirva con algún socorro para los infelices de aquél
vecindario afligidos con el cruel azote del cólera morbo”.371
A principios de diciembre la Dirección general de Pósitos pide una razón de las
cantidades que se han extraído de éstos fondos para socorrer a los pueblos invadidos por
el cólera: “El Excmo Sr Secretario del despacho de lo Interior en ésta fecha me
comunica la Real Orden siguiente: he dado cuenta a S.M. la Reina Gobernadora de
varias exposiciones de la Dirección General de Pósitos en que manifestando haberse
extraído por disposición de algunos Gobernadores civiles cantidades de consideración
de los de sus respectivas provincias, ya con calidad de reintegro de otros fondos, y ya
sin éstas circunstancias reclamase ponga término a éstas arbitrarias extracciones. Y
S.M. considerando los piadosos fines de éstos establecimientos, erigidos muchos por
fundaciones particulares, y sostenidos todos por los labradores para su ayuda mutua en
beneficio de la agricultura; y teniendo presente lo mandado en la instrucción del ramo,
y en diferentes Reales Órdenes para que éstos caudales no se distraigan a otros fines
que los de su instituto, bajo la responsabilidad de los que se acordaren y ejecutaren lo
contrario, a no prevenirlo S.M. expresa y terminantemente se ha servido mandar que se
cumplan y observen todas las disposiciones de la materia, previniéndose a los
Gobernadores Civiles que sin Real facultad no dispongan de los fondos de los pósitos, y
hagan sean reintegradas inmediatamente de las partidas que no hayan sido sacadas de
ellos, en virtud y con arreglo de la Real Orden de 10 de septiembre de 1833 para el
socorro de los pueblos invadidos por el Cólera o mediando Real determinación
especial; en inteligencia de que serán responsables las Juntas interventoras de las
cantidades que entreguen sin los requisitos prevenidos por instrucción, o precediendo
Real Orden o autorización de la Dirección General de Ramo, a la cual remitirán sin
demora los Gobernadores Civiles una razón circunstanciada de las sumas extraídas de
éstos fondos para objetos extraños, dándole cuantas noticias pudiere sobre el
particular. Lo inserto a V.S. para su inteligencia y puntual cumplimiento, y disponga se
inserte esta soberana resolución en el Boletín Oficial de esa provincia para noticia de
las Justicias y Juntas de intervención de los pósitos de ellas, remitiendo V.S. a ésta
Dirección la razón circunstanciada de las sumas extraídas para el socorro de los
pueblos invadidos del Cólera; y de su recibo se servirá V.S. darme aviso”.372
371
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas capitulares de 25 de noviembre de 1834. 372 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 1 de diciembre de 1834.
224
El final del año 1834 y la llegada de 1835 trae consigo el anuncio en la mayor
parte de Extremadura de “que la terrible enfermedad del cólera se hallaba enteramente
extinguida”,373
y la celebración de Tedeum “en acción de gracias al Todopoderoso por
el restablecimiento de la salud pública después de haber sufrido más de dos veces el
terrible azote del cólera morbo”.374
Según Angolotti Cárdenas, ésta primera invasión colérica terminaría en
Extremadura y en España en el pueblo de Ceclavín (Cáceres) el 31 de enero de 1835.375
Pero la epidemia no había desaparecido del todo, durante 1835 continúa por tierras
extremeñas, para desaparecer en el año 1836, cerrándose éste primer ciclo
epidemiológico que iba a verse continuado en décadas sucesivas.376
373
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 21 de noviembre de
1834. 374
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 1 de enero de 1835. 375
Angolotti Cárdenas, E. (1971): “Datos para la historia del cólera en España”. Revista
de Sanidad e Higiene Púbica. Pg. 224. 376 Rodriguez Flores, M.P. (1991): Art. cit.
225
IV
EL ESCENARIO Y SUS ACTORES
226
Con el fin de intentar una demarcación y delimitación del campo de estudio
realizo a continuación una descripción de la comunidad elegida. Dentro de este
escenario teatralizado que me presenta el trabajo etnográfico histórico, pudiera parecer
lógico centrar esta descripción en las autoridades locales, pero estaríamos entonces
conociendo sólo a los actores principales. Se hace necesario entonces conocer también a
los secundarios (¿o más importantes que los principales?), es decir, la comunidad que
sufre el azote epidémico, la ciudad de Plasencia. Por tanto realizo un repaso a cómo
funcionaba, cómo era administrada y dotada de servicios, quienes eran sus habitantes, a
qué se dedicaban, cómo eran sus viviendas, etc. Para lograrlo se hace necesario localizar
planos y recurrir a padrones y a estudios sobre la historia urbana de la ciudad. Toda esta
información se analiza y presenta en este capítulo mediante la narración del estado de la
ciudad y de su gente. En ésta intercalo los relatos presentes en la bibliografía de autores
contemporáneos y su particular visión de la ciudad, de sus gentes, de los edificios,
calles, plazas, etc., con los resultados de las investigaciones actuales sobre el tema y con
los documentos localizados en los archivos. Este tipo de descripción de la ciudad nos
ubica en el contexto donde se desarrolló la epidemia que se estudia. Pero para situarnos
en el escenario conviene también familiarizarse con la organización sanitaria de la
época. En este sentido se analiza la estructura organizativa, los médicos y otros
profesionales sanitarios, etc.
1. Plasencia en la primera mitad del siglo XIX.
1.1. Las Juntas Municipales de Sanidad:
Es difícil precisar el origen de las Juntas Municipales de Sanidad, pero no así
los acontecimientos que favorecieron el desarrollo de estas primeras estructuras
sanitarias: las epidemias que azotaron el país durante los siglos XVII (la peste), en el
siglo XVIII (la viruela) y el cólera en el siglo XIX, pusieron de manifiesto la carencia
de una organización nacional eficaz y una legislación adecuada. Los únicos órganos
centrales con competencias sanitarias eran el Protomedicato, cuya antigüedad se
remonta al siglo XV, y la Junta Suprema de Sanidad, creada en el seno de Castilla, por
una Real Cédula de 1720, para combatir la lucha contra una epidemia de peste que había
brotado en la vecina Marsella377
.
377 Muñoz Machado, S. (1995): La formación y la crisis de los servicios sanitarios
públicos. Ed Alianza. Madrid.
227
Frente a la imperiosa necesidad de atajar las enfermedades, estos órganos se
vieron ineficaces y desbordados por ellas, por lo que la sanidad pública recayó, en
principio, en los entes locales, los cuales se posicionaron como los únicos capaces de
organizar la lucha contra las epidemias. Es por esto que en torno a la figura del alcalde
se constituyeron las primeras Juntas Municipales de Sanidad integradas por distintos
vecinos, cuya misión era auxiliarles en la toma de decisiones378
.
En las Cortes de Cádiz se regula éste régimen local: La Constitución de 1812
reconoce y atribuye a los ayuntamientos la policía de comodidad y salubridad
encargada de remover todo lo que en los pueblos o en los términos, pudiera alterar la
salud pública. Las funciones de la policía de comodidad y salubridad de los
ayuntamientos fueron desarrolladas por la instrucción para el Gobierno económico y
político de las Provincias de 13 de julio de 1813 (artículo primero). Se concedía,
además, especial importancia a las epidemias que, con diferencia, rebasaban el resto de
las cuestiones sanitarias. Se entiende entonces que estas Juntas Municipales tenían sus
funciones limitadas estrictamente a la actuación en aquellos casos en que se manifestase
en el pueblo alguna enfermedad epidémica o epizoótica, actuando entonces como
órganos asesores del jefe político que era quien tenía atribuida la competencia; es decir,
el Gobernador Civil en la provincia y los alcaldes en los municipios. El artículo 4º de la
citada Instrucción de 1813 disponía lo siguiente:
“ Para cuidar en cada pueblo de la salud pública (...), se formará cada año por el
Ayuntamiento, donde el vecindario lo permita, una Junta de Sanidad, compuesta por el
Alcalde primero o quien sus veces haga, del cura párroco más antiguo, donde hubiera
más de uno, de uno o más regidores y de uno o más vecinos, según la extensión de la
población y de las ocupaciones que ocurran, pudiendo el ayuntamiento volver a
nombrar los mismos regidores y vecino y aumentar el número en la Junta cuando el
caso lo requiera”379
.
En los comienzos del verano de 1813 las Cortes continúan el arreglo de
Ayuntamientos y Diputaciones. De nuevo se enfrentan con la sanidad pública. El
decreto de 23 de junio de 1813 regulaba la composición y atribuciones de las Juntas de
378 Mangas Roldán, J.M. (2001): “Anotaciones sobre las Juntas Municipales de
Sanidad”. VI Jornadas nacionales de historia de la Veterinaria. Valencia. 379 Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.
228
Sanidad municipales y provinciales, que se regirían por los reglamentos existentes. La
actuación principal en caso de epidemias o enfermedades contagiosas correspondía al
jefe político de la provincia quien, auxiliado por su reespectiva Junta, habría de adoptar
todas las medidas, “a fín de cortar los progresos del mal y auxiliar al pueblo con los
medicamentos y demás socorros que puedan necesitar”. 380
Las Juntas municipales de sanidad se encontraban dentro de un engranaje mayor,
que constituían las Juntas territoriales, siendo organismos que duraban poco. En
realidad y como se apunta más arriba, duraban el tiempo en que aparecía y desaparecía
la epidemia. A las municipales les seguían en el escalafón las de partido, provincial y de
capitanía general. En su composición participaban ciudadanos acomodados, junto a
eclesiásticos, miembros del ayuntamiento y autoridades militares, a quienes
correspondía la presidencia en los niveles provincial y superior.
En el momento de aparición del cólera las Juntas de sanidad ostentaron la
máxima autoridad en sus respectivos ámbitos territoriales, en materia relativa a la salud
pública. No solamente regulaban sobre la enfermedad, tenían también facultad de
intervención en los mercados, vigilando los alimentos expuestos, facultad de decisión
sobre la localización de industrias o actividades consideradas insalubres (curtidos,
mataderos, etc.), facultad de organizar los medios de vigilancia continua de entradas en
su territorio, para lo que contaban con guardias de vecinos y tropas de línea que
impedían la entrada de personas o materias sospechosas, y decretaban el traslado
forzoso de los pobres indigentes, facultad de entregar y revisar los certificados o boletas
de salud pública, indispensables, si no para viajar, sí para entrar en cualquier lugar
habitado, facultad de decidir sobre las medidas purificadoras de las mercancías
supuestamente contaminadas, que podían variar desde la destrucción de las mismas a su
fumigación o simple cuarentena al aire libre, facultad de dirigir la habilitación y el
gobierno de los lazaretos, o casas de observación, donde eran retiradas las personas o
bienes procedentes de lugares sospechosos de contagio, responsabilidad suprema y
absoluta sobre la declaración del estado de sospecha o del estado de epidemia en su
territorio, teniendo en cuenta la obligación de comunicarlo inmediatamente a la Junta
Superior del escalafón y a la Suprema. Estas y otras grandes líneas del aparato
380 Peset, M. y J.L. (1972): Muerte en España (política y sociedad entre la peste y el
cólera). Seminarios y Ediciones S.A. Madrid.
229
preventivo emanaban a su vez de la Junta Suprema de Sanidad, la máxima institución en
materia sanitaria durante ésta época381
.
La Junta Suprema de Sanidad y el Protomedicato, como organismos herederos
del Antiguo Régimen, dirigieron la sanidad española hasta la etapa de la transición,
1847-1855, cuando se elaboraron “los fundamentos legales y administrativos de una
nueva regulación del ejercicio profesional y de la lucha comunitaria contra la
enfermedad”.382
Si las Juntas eran los organismos políticos con capacidad de gestión,
las Reales Academias de Medicina eran los organismos asesores en materia sanitaria.
En lo que respecta a la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia, y antes de
abordar sus actuaciones frente a la epidemia de cólera, en el Archivo Municipal se tiene
constancia de su existencia desde por lo menos el año 1800, en que con motivo de la
enfermedad epidémica que se padece en las ciudades de Cádiz, Sevilla y sus
inmediaciones, para evitar que se propague la enfermedad, se recibe una Carta Orden de
la Real Audiencia en la que se adjunta una Instrucción. Para que entre otras cosas se
forme una Junta de Sanidad. Dicha instrucción consta de 34 puntos haciendo los dos
primeros mención al tema en cuestión:
1º
“En los pueblos cabezas de partido, y en los de crecido vecindario en que hubiere
Gobernador, Corregidor o Alcalde mayor de Letras, se formará una Junta de Sanidad
compuesta de las principales personas, sin distinción de clases ni estado, pues todas
deben concurrir a un servicio tan interesante al público, y a la humanidad”.
2º
“Serán principalmente individuos de esta Junta uno o dos de los del Ayuntamiento, los
Curas Párrocos, y en donde haya Cabildos eclesiásticos podrán ser algunos de sus
individuos; y también lo serán los Médicos y en defecto de éstos los Cirujanos titulares,
pero sin precisar a los últimos a una concurrencia diaria, sino en caso que haya
381 Rodriguez Ocaña, E. (1983): Opus cit.
382 Granjel, L. (1974): El ejercicio médico y otros capítulos de la medicina española.
Universidad de Salamanca. Salamanca.
230
necesidad de oír su dictamen, o quando tengan que proponer alguna cosa interesante a
la salud pública, porque su atención principal debe ser el cuidado de los enfermos”.383
En el mes de julio 1818, con motivo de la epidemia de peste que azotaba
África, se recibe también una Real Orden desde de la Capitanía General de
Extremadura, en la que entre otras medidas, se debe constituir la Junta de Municipal de
Sanidad:
“...Para que en esa ciudad se forme Junta de Sanidad (...) para que bajo de la más
estrecha responsabilidad tome las disposiciones que tenga por convenientes para
evitar el contagio de la peste, disponiendo que se formen por el mismo orden Juntas
subalternas en todos los pueblos de sus jurisdicciones y particularmente los de la
frontera (...) y Portugal, cuidando de la inspección de pasaportes a toda clase de
personas, (...) y de evitar la introducción de géneros sin los requisitos rigurosos de
registro y precauciones y de que se establezcan lazaretos para su caso, como de que se
tomen las demás medidas que exige un asunto de tan importante trascendencia...”384
.
El cuatro de agosto del mismo año se reúne la junta para constituirse de nuevo
y hacer pública dicha Real Orden recibida de la Capitanía General de Extremadura, y de
la que además es posible extraer la existencia de un enorme miedo a que la peste que
azota África se introduzca en la península. En ésta orden se aconseja controlar las
entradas y salidas, comunicaciones con el campo, etc; haciendo ver la importancia de
colaborar todos a tal fin, penándose incluso su incumplimiento:
“... tendrán disponer todo lo necesario para cazar a la peste las entradas y salidas, o
comunicaciones con el campo dejando solamente uno a cada lado del pueblo con el
preciso espacio para pasar un carro”
“Se exigirá irremisiblemente a todos sin excepción de clase ni condición el pasaporte
que califique la persona y su procedencia”.
383 Archivo Municipal de Plasencia. Instrucción Provisional de 1800.
384Archivo Municipal de Plasencia. Real Orden recibida de la Capitanía General de
Extremadura. 1818.
231
“Se prohíbe bajo la pena de dos años de presidio al noble, y dos años de trabajos en las
obras públicas al que no lo sea, que en ninguna casa de campo, cortijo ni cabaña se
(...) a persona alguna que no sea conocida; pues todo el que no lo sea, debe ser
sospechoso (...). Todos debemos ser centinelas y espiarnos recíprocamente afín de
hacer imposible la entrada de mal tan grande (...).. de los labradores, caminantes,
pastores, todos están obligados bajo la misma pena a dar parte inmediatamente a la
justicia (...) de los individuos no conocidos o sospechosos que hayan visto, (...) serán
puestos fuera de toda comunicación a la más pequeña sospecha...”
“... y Juntas de Sanidad me remitirán (..) una relación circunstanciada de toda
ocurrencia relativa a lo prohibido anteriormente, avisándome igualmente de
qualquiera noticia que adquieran y se refiera a este particular...” 385
.
1.2. Composición de la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia durante
1832 y 1833
La Junta Municipal de Sanidad de Plasencia va a ser la que soporte el peso de
la vida sanitaria y la ejecutora de gran parte de las medidas que se van a tomar en la
ciudad, al estar en mayor contacto con la población. En su composición, que se
transformó a lo largo de 1832 y 1833, entraban Canónigos Doctorales, Previsores,
Vicarios del Obispado, Regidores Perpétuos y Médicos. En el día de su instalación,
como podremos comprobar en el apartado siguiente, era su Presidente D. Francisco de
la Plata, Regidor Perpetuo, siendo los demás componentes, D. Manuel Gómez Borja,
Corregidor Subdelegado de todas Rentas Reales Policía y demás ramos, D. José López
Regidor, el Licenciado D. José Pedro de Alcántara Rodríguez Previsor y Vicario
General de este obispado y D. Juan Sánchez Matas Médico titular de esta ciudad”.
Desde mayo de 1832, cuando el cólera se padece en Portugal, hasta diciembre
de 1833, cuando ya realiza estragos en España (sobre todo en Andalucía), y se siente su
cercanía, al estar varias localidades Extremeñas invadidas, nuevas incorporaciones se
van a ir produciendo:
385 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de 4
de agosto de 1818.
232
- 3 de junio de 1832: El Sr. Marqués de Mirabel, D. José Cándido López, D.
Miguel Hernández, Regidor y Diputado del mismo Ayuntamiento.
- 12 de junio de 1832: D. Mariano Villanueva, Canónigo Doctoral Previsor y
Vicario de éste Obispado, D. Juan Sevillano, D. Esteban Corps y Planas,
facultativo titular.
- 23 de septiembre de 1833: Sr. Comandante de Arnas.
1.3. Urbanismo y población
Datos urbanísticos:
Dentro de los rasgos urbanísticos de Plasencia hay que hablar de una estructura
heredada del pasado, con escasas modificaciones desde el siglo XVI. De calles estrechas
y tortuosas, rodeadas de murallas, donde los edificios religiosos ocupan casi la tercera
parte del recinto, y donde destacan los conventos, los hospitales y las casas
nobiliarias.386
El urbanismo en Plasencia estaba delimitado por la muralla, elemento
separador de dos espacios claramente diferenciados, intra y extramuros. Durante la
epidemia, al igual que en épocas bélicas, la muralla adquirió importancia por su valor
defensivo.
La ciudad presenta una trama urbana de tipo radiocéntrico, con la plaza como
centro de interacción comercial y de acogida, y con rápida comunicación con los puntos
más débiles de la muralla (sus puertas). Presentaba entonces un tejido urbano que, en
líneas generales, reproducía la trama heredada desde tiempos medievales en el recinto
intramuros, pero que ya apuntaba a una tímida ampliación del casco urbano hacia los
espacios próximos de extramuros y arrabales, articulando las escasas nuevas
construcciones en torno a la muralla (adosadas a ellas en muchos casos) y de edificios
386
Redondo González, A. (1978): Geografía urbana de Plasencia. Universidad
Complutense de Madrid. Tésis doctoral inédita. Madrid.
233
religiosos significativos, tal que iglesias (San Juan), ermitas (Santa Elena, San Antón,
San Lázaro, San Miguel, Santiago) y conventos más cercanos.387
Plano de F. Coello en 1853
Durante gran parte del XIX la ciudad sigue estructurada en parroquias. En
función del número de éstas la ciudad se dividía en barrios o “sesmos”, siendo su
387
Flores del Manzano, F. (2004). Plasencia y su entorno durante el reinado de
Fernando VII y la regencia de María Cristina (1808-1840). Exmo Ayuntamiento de
Plasencia. Plasencia. Pg. 440.
234
número de seis. A cada uno le correspondía un “alcalde de barrio”, con funciones de
policía y vigilancia. La división por parroquias se mantiene hasta 1834.388
388 Dominguez Carrero, M.M. (1992). La plaza mayor de Plasencia: vida urbana en el
siglo XIX. Institución Cultural El Brocense. Cáceres.
235
Plaza Mayor de Plasencia (principios del siglo XX)
En 1830 había en Plasencia mil setenta y siete casas, de muy diferentes
amplitudes y calidades por lo que podían establecerse seis clases de casas, aunque el
valor medio de una se calculaba en cuatro mil reales. El largo millar de casas se repartía
por un callejero constituido por calles, plazas y plazuelas, cuyo número ascendía a
setenta y cuatro vías públicas. Aunque se contabilizaban siete plazuelas, el eje de la vida
urbana lo componía la entonces denominada Plaza Real (la Mayor). Esta además de
concentrar la actividad comercial diaria y semanal (los martes) en su condición de zoco,
oficiaba así mismo como centro de la vida social, lúdica, festiva, etc.389
Las viviendas de la Plaza Mayor y alrededores no podían ser muy amplias ni
cómodas, tal como parece deducirse del reducido tamaño de las parcelas. Las casas son
estrechas y profundas, normalmente repartidas entre varias plantas. No se conserva
plano alguno de distribución de viviendas de la época, tampoco contamos con ningún
tipo de estadística que recoja metros cuadrados de las viviendas.390
389 Ibidem. 390
Ibidem. Pg. 122.
236
Vista parcial de la plaza Mayor con bestias de visitantes de pueblos cercanos.
La antigüedad de sus rasgos urbanos, manteniendo un carácter medieval
(como se apunta más arriba), será una de las circunstancias en las que más insista años
más tarde Vicente Paredes:
“…las calles son estrechas hasta de un metro y setenta centímetros, son casas altas
hasta de cuatro pisos; hacinada la población a causa de ocupar los edificios religiosos
casi la tercera parte, corresponden a cada habitante veinte y cinco metros escasos de
superficie… privadas de sol y aire suficiente para impedir que el suelo fuera
impregnado hasta grandes profundidades de materias putrefactas, capaces de germinar
epidemias de que han sido víctimas muchas veces”.391
391
Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Legado Paredes. Leg. 110, nº. 202.
237
Calle del Sol
238
Con una antigüedad de varios siglos, el tipo de pavimento de la práctica
totalidad de las calles placentinas era el empedrado.392
Datos de higiene pública:
A lo largo del siglo XIX es notoria la precaria situación de la higiene pública en
Plasencia. Son continuas las referencias:
“ Tienen las calles de piso desigual, tortuosas, estrechas y mal empedradas, la mayor
parte carecen de aceras y alcantarillado y en las pocas donde ésta existe, más bien que
desagüe de letrinas son depósitos de éstas, por su mala construcción y por la carencia
de aguas para limpiarlas… se agrega que cada una de ellas es un urinario,
especialmente en las puertas de las tabernas y sitios próximos a escuelas; que en
muchos sitios existen albañales o sumideros descubiertos que despiden gases
deletéreos”.393
Los factores causantes de la insalubridad son: las malas costumbres del
vecindario, la inoperancia de las disposiciones legales, la falta de personal de vigilancia
y la deficiencia de las infraestructuras y los servicios urbanos. Como natural
prolongación de la casa la calle era el sitio más idóneo para deshacerse de todo tipo de
desperdicios, ya fuesen animales muertos, excrementos, basuras y restos de comida,
aguas sucias o estiércol de las cuadras anejas a las viviendas.394
Desde principios de
siglo las autoridades locales muestran preocupación por el asunto, apresurándose a
aprobar un articulado de policía urbana. En ellas se prohíbe “verter las aguas mayores
por las ventanas, ni en las calles, callejas, plaza ni plazuelas”, prescriben también que
“las aguas menores, sin ninguna corrupción, se podrán verter en todo tiempo con la
precisa circunstancia de decir tres veces agua va, pues de lo contrario se deberá exigir
al dueño de la casa la multa de un ducado…”.395
En 1835 decide el Ayuntamiento iniciar los trámites para la construcción de una
red de alcantarillado que condujera fuera de la ciudad las aguas impuras, a fin de lograr
“un mayor aseo y limpieza de sus calles”. Se dirige un escrito al Gobierno Civil y se
392
Dominguez Carrero, M.M. (1992). Opus cit. Pg. 86. 393
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 23 de septiembre de
1812. 394
Dominguez Carrero, M.M. (1992). Opus cit. Pg. 147. 395
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares. Sesión de 14 de febrero de 1817.
(Artículos de policía: Artículo 17).
239
comunica a la Sociedad Económica de Amigos del País, en Plasencia, “invitándola para
que se una al Ayuntamiento y promover las solicitudes que convengan a fin de
conseguir tan laudables fines”.396
Posterior a la fecha que se estudia, con la progresiva dotación de alcantarillado,
quedará totalmente prohibido arrojar aguas a la calle. En aquellas zonas donde aún no
existiesen se establecerá un horario para los vertidos: “desde las diez de la noche en
adelante en invierno y desde las once en verano”.397
La circunstancia de no contar con
un servicio de recogida de basuras y de limpieza de calles empeoraba notablemente la
situación higiénica. Para paliar tal defecto el municipio hacía a los vecinos responsables
de sus propias calles: “No siendo menos útil y conveniente a la salud pública el aseo y
limpieza de las calles… que todo vecino indispensablemente cada ocho días, si la
necesidad no lo exigiese antes, haga barrer la pestilencia de su casa respectiva…”. 398
Poco después se adquirió un carro para recogida de basuras. Igualmente la calle
hacía las veces de patio o corral, que faltaba en muchas casas, donde dar suelta a los
animales domésticos durante el día. Animales y personas solían convivir en un mismo
edificio. La continua presencia de animales por las calles constituía un grave problema
de higiene, de no fácil solución, especialmente señalado en el caso de los cerdos:399
“Dentro de su pequeño perímetro duermen 7500 personas, 500 ovejas, 600
caballerías, 800 cerdos, 1200 aves de corral, 3000 gatos, y unos 400 perros
aproximadamente”.400
En las disposiciones de policía estaba totalmente prohibida la permanencia de
cerdos u otros animales en las calles. Un funcionario municipal estaba exclusivamente
encargado de recoger cerdos que encontrase sueltos y “encerrarlos en el Bodegón
destinado para éste efecto”.401
Años más tarde, coincidiendo con el último trimestre del
siglo, aún se trataba de un auténtico problema, y conscientes de ello se creó la plaza de
396
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares. Sesión de 16 de enero de 1835. 397
Archivo Municipal de Plasencia. Ordenanzas de 1849. Artículo 122. 398
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 14 de febrero de 1817. 399
Dominguez Carrero, M.M. (1992). Opus cit. Pg. 148. 400
Archivo Histórico Provincial de Cáceres: Legado Paredes. Leg. 110 nº 202. 401
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 14 de febrero de 1817.
(art. 23.).
240
porquero popular encargado de recoger todos los cerdos que encontrase, llevándolos a
encerrar al corral de concejo.402
Vemos entonces cómo, en cuanto a las medidas de higiene y policía, Plasencia
presenta una situación precaria, a pesar de las escrupulosas normas establecidas en las
ordenanzas municipales y los bandos de policía urbana al respecto. La calle se considera
un vertedero al que van a parar los desechos orgánicos y excrementos del hogar, las
basuras y las aguas sucias. El ganado doméstico campaba por las vías públicas
placentinas y se le asistía en el mismo portal de la casa.403
La presencia de numerosas
cuadras para alojar animales, dentro de la propia ciudad, representaba un nuevo foco
infeccioso. El estiércol sacado de ellas perfectamente podía pasar varios días depositado
en la calle, hasta ser conducido a alguno de los muladares existentes en las afueras de la
población. Tampoco era infrecuente que se formasen éstos dentro de la ciudad, en calles
o rincones poco transitados.404
Las autoridades señalaban mediante bandos los
muladares donde arrojar las inmundicias:
“… Se señalan para vertederos de inmundicias los sitios siguientes: en la puerta de
Talavera, las excavaciones que hay en el cerro situado a la izquierda conforme se sale
de la ciudad, y que están contiguas al camino o paseo del Caño Soso; en la puerta del
Sol, el terremoto frente de ella por el costado que mira al rio; en el sitio de Santa Ana,
la cava chica, contigua a la misma fortaleza; en el postigo del Salvador, el terremoto
que se forma en frente de él hacia el lado que dice a los cercados y callejas; en la
puerta de Berrozana, el cerro que está después del huerto de San Julián, y confina con
el arroyo que baja al matadero; en la puerta de Trujillo, las excavaciones que hay
detrás de los toriles de la plaza de la salud”.405
En 1829 el Marqués de Mirabel se quejaba ante el consistorio municipal del poco
celo en su trabajo del empleado de limpieza, alegando que calles y plaza se hallaban
llenas de basura y excrementos de cerda.406
402
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 16 de septiembre de
1872. 403
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pg. 443. 404
Dominguez Carrero, M.M. (1992): Opus cit. Pg. 148. 405
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión 9 de agosto de 1813. 406
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares. Sesión de 15 de octubre de 1829.
241
Abastecimiento de agua:
En cuanto al agua potable podemos afirmar que era todo menos potable. Rasgo
éste que se acentuaba hasta extremos intolerables en los meses de verano. El agua servía
de vehículo para virus, bacterias y demás elementos causantes de enfermedades
epidémicas o endémicas. Típicamente veraniegas eran las gastroenteritis, las fiebres
tifoideas o tercianas, (y la enfermedad que nos ocupa: el cólera). La proliferación de
éste género de microorganismos era favorecida por el tremendo caldeamiento del agua,
tanto en las tuberías de barro (muy superficiales) como en el lugar donde se almacenaba
antes de su distribución.407
El abastecimiento de agua presentaba serias deficiencias tanto por los deterioros
de las cañerías y acometidas como por la falta de caudal en los veranos más secos, como
el de 1812. El agua de la ciudad se traía desde las sierras de Cabezabellosa y el Torno,
donde se había practicado la captación de una docena de fuentes. Por cañerías
compuestas de tubos de barro llegaba a Plasencia a través del vistoso acueducto, con
espléndidas arcadas berroqueñas de medio punto, que vertía el líquido en “el Arca del
agua”, sita junto a la Fortaleza. Desde éste enorme depósito, debidamente protegido, se
distribuía por 32 fuentes, de las que sólo algunas tenían carácter público y las demás
eran exclusivas de unas cuantas familias privilegiadas (Palacio de Mirabel, los Mora,
Leal, Silos, Delgado y otros ilustres apellidos que podían permitirse pagar lo que se
denominaba un “hilo de agua”) y de comunidades religiosas, hospitales, cárcel, etc. Por
tanto se constata un reparto muy desigual de un bien tan escaso y preciado como el agua
para consumo humano. Bien es cierto que, en caso de necesidad, siempre se disponía de
la corriente del Jerte, de dudosa potabilidad y de caudal muy irregular, sometido a
severas fluctuaciones, pues en invierno y primavera se desbordaba con facilidad y en
verano casi se secaba. Motivo este por el que la ciudad ejercía un férreo control sobre el
curso del río, impidiendo con mano dura que los vecinos de los pueblos ribereños lo
cortasen o desviasen.408
407
Dominguez Carrero, M.M. (1992). Opus cit. Pg. 150. 408
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pgs. 444-445.
242
Plasencia. Antiguo acueducto.
La fuente era un elemento de gran importancia en la vida urbana del siglo
XIX y único medio de abastecimiento de agua para la inmensa mayoría. Es importante
su número y su emplazamiento, que debía tender a dar satisfacción a todos los barrios
de la ciudad, de forma equitativa.409
Las fuentes de las que se surte la ciudad se hallan a
unas tres leguas de distancia y fundamentalmente son las siguientes: Hoyuelos, Fuente
Perdida, Tángalos, Garganta de las Bobas, Garganta del Torno, Garganta de Romanejos,
Fuente de los Riscos, Fuente del Monge, Fuente de los Reyes, Fuente del Mortero,
Fuente de la Higuera, Fuente del Naranjo y Fuente del Chorro. En los manantiales se
realiza la toma mediante excavaciones y arquetas de unos cincuenta centímetros de
profundidad y totalmente descubiertas, sin ninguna protección.
409
Dominguez Carrero, M.M. (1992). Opus cit. Pg. 81.
243
Plasencia. Fuente Pública
De las tomas parte la cañería, consistente en tubos de barro empalmados y
colocados en una zanja superficial, ajustada al diámetro de los tubos. Estos se protegen
con losetas graníticas a flor de tierra. Cada 30 metros existen catas abiertas al aire, que
sirven de registros. Hasta las proximidades de la ciudad, en donde se transforma en
acueducto, la cañería “baja serpenteando entre berrocales por terreno quebradísimo”,
pasando junto a la ermita de la virgen del Puerto, patrona de la ciudad. El acueducto
tiene su principal desarrollo a través del paseo o alameda de San Antón, continuando
hasta las proximidades de la Fortaleza, donde se ubica “el arca del agua”. Se eleva sobre
una hondonada, con más de ochenta arcos, según unas fuentes, y con cincuenta y tres,
según otras. Fue construido con sillares de granito, pero por su antigüedad ofrece
244
numerosas deficiencias, siendo objeto de frecuentes reparaciones. El Arca del agua
estaba junto a la desaparecida Fortaleza, consistía en una especie de depósito o pila
protegida con una caseta, tal como puede verse en un plano de Plasencia de 1750. Desde
ella se distribuía el agua a las fuentes públicas y privadas mediante conducciones de la
cañería urbana.410
Alimentación:
El Interrogatorio de la Real Audiencia de 1830 refleja las comidas más usadas
en general en Plasencia: “el pan de harinas de trigo; carnes de cerdo, vaca, carnero y
macho cabrío; garbanzos, judías verdes y secas, patatas, castañas, lechugas, escarolas,
coles y otras legumbres; alguna caza de conejo y perdices; gallinas, huevos y pollos, y
la pesca que produce el país”.411
El Interrogatorio ofrece un testimonio preciso de los
productos alimentarios de mayor consumo en la ciudad de la primera mitad del siglo
XIX. De acuerdo con Flores del Manzano, el problema estaría en el reparto desigual de
esos alimentos, en función de las categorías sociales. Probablemente los que
cumplimentan el citado Interrogatorio hablan del pan hecho con harinas de trigo, porque
estaba a su alcance para gastarlo; mientras que el pueblo llano se conformaría con el pan
moreno que elaboraban las 58 panaderas de ese género.412
Enterramientos:
Muy nociva era también la arraigada y vieja costumbre de dar sepultura dentro
de los muros de la ciudad, en las parroquias. A finales del siglo XVIII la Real Cédula de
3 de abril de 1787 promueve la construcción de cementerios fuera de las poblaciones y
en sitios convenientemente ventilados. Durante el siglo XIX las Reales Ordenes de
1806, 1833, 1834 y 1840, insisten sobre esa necesidad. En los primeros años del siglo
aún se utilizan los cementerios de las parroquias de Plasencia, circunstancia que era
objeto de vigilancia municipal:
“Que se reconozcan los Campo Santos señalados, y tanto en éstos como en las iglesias
o ermitas donde se entierren cadáveres, se harán las sepulturas de vara y media de
410
Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Legado Paredes. Leg. 110 nº. 171. 411
Archivo Municipal de Plasencia. Interrogatorio de 1830. 412
Flores del Manzano, F. (2004). Opus cit.Pg. 472.
245
profundidad, bajo la responsabilidad de los curas párrocos, sacristanes y
enterradores”.413
En 1820 se eligió para establecer el cementerio municipal la ermita de Santa
Teresa, próxima a la ciudad, en el camino de Malpartida de Plasencia. Pero hasta su
definitivo establecimiento en éste lugar (año 1822) hubo muchos titubeos y discusiones.
Varias ermitas eran estimadas convenientes para tal fin: San Antón, Santiago o Cristo
de las Batallas, Santa Elena y Santa Teresa. Aunque ésta última resultó elegida, tenía
muchos detractores por considerarla muy húmeda, y en un terreno hundido y poco
aireado.414
Veintinueve años más tarde, en el texto de las Ordenanzas, se dice: “…ninguna
persona sea de la clase o condición que quiera, a excepción del Prelado y de las
monjas, podrá ser sepultada en las iglesias, conventos o capillas, sino única y
precisamente en el cementerio construido fuera de la ciudad”.415
Demografía. La estructura social
El período que va de 1816 a 1839 supone, dentro del terreno demográfico, una
breve etapa de recuperación de la natalidad, pero tan tímida que debe conceptuarse
como una estabilización hasta 1830, año que marca el punto de inflexión hacia un
brusco descenso demográfico, que toca fondo en 1833. A partir de ahí se inicia una
lenta recuperación.416
Del archivo municipal se han podido extraer datos de población
referidos a 1821 que permiten realizar un análisis de su composición según tramos de
edad (de diez años) y el estado civil de los habitantes417
:
413
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares, sesión de 14 de febrero de 1817. 414
Dominguez Carrero, M.M. (1992). Opus cit. Pg. 151. 415
Archivo Municipal de Plasencia. Ordenanzas. 1849. Art. 135. 416
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. 417
Archivo Municipal de Plasencia. Disposiciones: 1821. Se trata de la Respuesta a la
circular nº 178 del Gobierno Político de Extremadura, con fecha de 8 de abril de 1821.
246
Edades Solteros Casados Viudos
Tramos Varón Hembra Varón Hembra Varón Hembra Total
0-10 506 514 - - - - 1020
10-20 301 390 6 13 - - 710
20-30 121 201 201 256 4 4 787
30-40 30 57 309 331 8 26 761
40-50 20 28 227 204 25 65 569
50-60 10 22 157 130 21 87 427
60-70 5 10 68 43 20 53 199
70-80 - 2 7 2 3 21 35
80-90 1 1 - 1 1 5 9
90-
100
- - 1 - 2 - 3
Total 994 1225 976 980 84 261 4520
Total de
Estados
Solteros:
2219
Casados:
1956
Viudos:
345
General:
4520
El Clero
Como sede episcopal Plasencia siempre tuvo un clero abundante y poderoso.
Controlaba amplias parcelas del poder económico, social e ideológico, llegando incluso
a imprimir un carácter sumamente peculiar a la ciudad. Al igual que la nobleza, el clero
fue un estamento privilegiado. Su poder era grande y se organizaba en una compleja
estructura integrada por numerosos miembros. La iglesia en Plasencia tenía un prestigio
247
social, ejerciendo un control ideológico sobre un alto porcentaje de la población. Esto
era a través de dos canales de adoctrinamiento: los sermones (tengamos presente la
fuerte tasa de analfabetismo) y la enseñanza (en sus niveles medio y elemental en manos
del clero). La influencia ideológica del clero en Plasencia era muy fuerte. Puede
caracterizarse como una sociedad provinciana, reducida y cerrada, muy conservadora,
agobiada por la presencia masiva y poderosa del estamento clerical.418
Podemos decir que el grupo con mayor peso social en Plasencia era el clerical.
En la época estudiada el nivel de vida del clero, en lo material y en lo humano, se había
degradado a límites impensables por los recortes económicos que conllevaba la reforma
eclesiástica promovida por los liberales. Hubo clérigos de aldeas escasamente dotadas
que confesaban pasar necesidades. La postura reaccionaria de gran parte del clero
placentino se entiende desde esa perspectiva y no es de extrañar verlo alineado con los
contrarrevolucionarios realistas primero y con los carlistas posteriormente419
.
Existen tres referentes que nos pueden orientar sobre el número de clérigos que
residían en la ciudad: el Padrón de 1817, 1822 y el Interrogatorio de 1830. Tras su
revisión he elavorado la siguiente tabla420
en la que se muestra una tendencia creciente:
Año Clero secular Regular
masculino
Regular
femenino
1817 61 - -
1822 78 51 52
1830 82 55 73
Del Interrogatorio de 1830 se muestra la división del clero secular agrupado por
categorías y funciones421
:
418
Domínguez Carrero, Mª.M. (1992): Opus cit. Pg. 96-97. 419
Flores del Manzano, F. (2002): La contrarrevolución realista en Extremadura.
Badajoz. Universitas Editorial. 420
Archivo Municipal de Plasencia. Tabla de elaboración propia. 421
Archivo Municipal de Plasencia. Interrogatorio de 1830.
248
Cargo Eclesiástico Nº de Clérigos
Obispo 1
Déan 1
Dignidades 7
Canónigos 15
Racioneros 8
Beneficiados de coro 6
Capellanes de número 8
Capellanes de memorias 11
Capellanes propios 2
Capellanes episcopales 9
Párrocos 7
Beneficiados de parroquias 7
Total 82
El cuadro anterior muestra cómo el mayor número de clérigos se relaciona con
los diferentes empleos dentro de la catedral (68); empleos a los que se accedía mediante
oposiciones422
. Se entiende entonces la poderosa influencia del alto clero en una ciudad
de corto vecindario como era entonces Plasencia. En lo que se refiere a párrocos y
beneficiados parroquiales el número total era de 14.
El Interrogatorio de 1830 también aporta datos sobre religiosos regulares de
ambos sexos423
:
422
Archivo de la Catedral de Plasencia. Diversos expedientes de las oposiciones a
cargos capitulares. 423
Archivo Municipal de Plasencia. Interrogatorio de 1830.
249
Regulares masculinos Número
Dominícos (S. Vicente) 24
Franciscanos Observantes 24
Franciscanos Descalzos 7
Total frailes 55
Regulares Femeninos Número
Dominicas (Encarnación) 10
Franciscanas (Santa Clara) 22
Terceras S. Francisco (Ildefonsas) 11
Capuchinas 14
Carmelitas Descalzas 16
Total monjas 73
Total ambos sexos 128
La milicia
Otro grupo importante de la vida placentina es la milicia, que contaba con fuero
y jurisdicción propios. Plasencia, como sede y cuartel general del Regimiento Provincial
que ostentaba su nombre, tenía una población militar estable, de varios cientos de
hombres, con su correspondiente plana mayor y oficialidad. El número de militares, sin
embargo, en el período objeto de estudio cambió sustancialmente en los períodos
conflictivos, cuando se acantonaban y acuartelaban temporalmente en la ciudad diversas
fuerzas con objetivos estratégicos precisos y con intención de avituallarse. Plasencia
estaba considerada la principal plaza militar de la derecha del Tajo y en ella residía de
forma habitual el comandante de armas de la misma, jefes y oficiales y demás mandos
250
castrenses424
. Las autoridades militares disfrutaban de enorme aceptación en una ciudad
pequeña como Plasencia y tenían reservados sitiales en las ceremonias religiosas de la
catedral y en los actos oficiales programados por el Ayuntamiento425
.
La nobleza
Tenía una corta representación numérica en Plasencia, reducida a unos pocos
linajes de apellidos. Había aristócratas secularmente vinculados con la ciudad, siendo la
casa del marquesado de Mirabel la más representativa, y otros que eran simpes
caballeros o hidalgos, es decir, que ocupaban el escalón más bajo de la nobleza, como el
marqués de Santa Cruz Paniagua. Algunos (de tales apellidos) iban ligados a una
nobleza rancia y terrateniente, asentada en la ciudad desde tiempos medievales, que
poseían inmensos latifundios y cabañas ganaderas. Eran, por tanto, linajes con enorme
poder, riqueza y peso social, si bien en la etapa fernandina se hallaba en fase decadente
la nobleza titulada española, entre la que no resultaba difícil encontrar familias medio
arruinadas426
.
La residencia del marquesado de Mirabel constituye una de las construcciones
palaciegas más emblemática de Plasencia. Dicha casa señorial gozaba de un enorme
predicamento dentro y fuera del término placentino. En la ciudad se le reservaban no
pocas preeminencias, ya que, además, ostentaba el cargo, honorífico ya, de Alférez
Mayor de Plasencia y en calidad de tal exigió oficiar en determinados actos solemnes,
enarbolando el pendón o estandarte de la ciudad, renovado a su costa en esta época.
Ostentaba una regiduría permanente en la corporación, y en determinadas situaciones de
apuro la corporación municipal recurrió a la generosidad del Marqués de Mirabel, quien
adelantó, cuando no donó, sumas respetables de dinero en claros gestos paternalistas. En
tal sentido es preciso resaltar la labor benéfica de la Casa de Mirabel para con el
vecindario, bien en trances delicados como brotes epidémicos, bien contribuyendo a
espectáculos festivos427
.
424
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pg. 398. 425
Ibidem. Pg. 399. 426
Sánchez Mantero, R. (1996): “Fernando VII. Un reinado polémico”. Colección
Historia de España de Historia, 16. Pg. 134-135. Madrid. 427
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pg. 400.
251
Palacio del Marqués de Mirabel
Palacio del Merqués de Santa Cruz Paniagua. Luego destinado a colegio.
252
Hacendados y pudientes
El latifundismo y la desigualdad en el reparto son dos notas distintivas de la
propiedad de la tierra en el término placentino. Los dueños de las grandes dehesas, en
1817, eran en este orden: el estado eclesiástico (obispo, cabildo catedralicio, cabildo de
curas y beneficiados, órdenes religiosas), que suman casi ocho mil fanegas de tierra,
divididas en 20 dehesas, valoradas solo las del cabildo catedralicio en más de un millón
y medio de reales de vellón. Sin contar con los cercados de pan llevar, huertas, etc. El
segundo gran propietario institucional es el ayuntamiento, cuyos propios se acercan a
las cuatro mil fanegas de tierra, repartida en 10 dehesas. También figuran como
propietarios latifundistas los apellidos nobles, como el Marqués de Mirabel (con
dehesas en distintos términos) e Inés de Vargas Carvajal, dueña esta última de una
enorme dehesa (Torrecilla de Marirrodriguez) de casi mil fanegas de extensión, además
de media docena de cercados, huertas, etc. También la nobleza foránea poseía en la
jurisdicción placentina amplios latifundios: al Conde de la Oliva le pertenecían 2000
fanegas; al de Santibáñez, 900 fanegas, etc. Sin embargo los señores de Barrado, es
decir, los Vargas y Laguna, tan solo tenían una dehesa (Las Veguillas) de medio
centenar de fanegas428
. El archivo municipal de Plasencia conserva un documento que
permite elaborar cuadros que detallan las dehesas que aparecen en el primer cómputo y
sus principales propietarios429
:
PARTICULARES:
Propietario Dehesa Extensión Valor Producto
bruto
Manuel López Palacios 2185
fanegas
761.450
reales
25.275
reales
Manuel López Casa del
Manco
800
fanegas
267.500
reales
9000
reales
428
Flores del Manzano, F. (2004): Ibidem Pg. 401. 429
Archivo Municipal de Plasencia. Dehesas, cercados, tierras de pan llevar, ganados de
todas especies, sus valores y producto. Tasado y regulado todo por Pascual de Piélagos
y Manuel Serrano, vecinos de ésta ciudad. Año de 1817.
253
Manuel López San
Pedrillo
480
fanegas
195.600
reales
5600
reales
Conde de Oliva Aldeas
Nuevas
2100
fanegas
717.000
reales
18000
reales
Inés de Vargas Torrecilla 950
fanegas
365.000
reales
11000
reales
Conde de
Santibáñez
San Pedro
Verona
900
fanegas
372.500
reales
11350
reales
J. Domínguez La Romana 590
fanegas
193.000
reales
5600
reales
A. Villanueva Fuente la
Zarza
250
fanegas
81250
reales
2850
reales
Señoría Barrado Veguillas 50 fanegas 20000
reales
590 reales
AYUNTAMIENTO
Dehesa Extensión Valor Producto bruto
Dehesilla 500 fanegas 170000 reales 5500 reales
Navacebrera 310 fanegas 109000 reales 2850 reales
Valcorchero-
Umbría
520 fanegas 188000 reales 6200 reales
Los Caballos 370 fanegas 137500 reales 4800 reales
Calzoncillos/S.ª
Teresa
210 fanegas 124000 reales 2500 reales
Coto San Antón 280 fanegas 100000 reales 3800 reales
254
Gamo/Tudales 450 fanegas 67000 reales 1900 reales
Miramontes 660 fanegas 211200 reales 5800 reales
Ejido Bazagona 470 fanegas 175700 reales 2500 reales
S. Hipólito 70 fanegas 45000 reales 930 reales
CLERO
TITULAR NOMBRE EXTENSIÓN VALOR PRODUCTO
BRUTO
Obispo La Torrecilla 240 fanegas 93000 reales 2200 reales
Cabildo
Catedral
Berrocalillo 215 fanegas 107500 reales 2500 reales
Cabildo catedral Bohona 230 fanegas 115000reales 2620 reales
Cabildo
catedral
Río Bermejo 1800 fanegas 606000 reales 19600 reales
Cabildo
catedral
Larios 900 fanegas 358500 reales 13250 reales
Cabildo
catedral
Corral del
Medio
200 fanegas 63500 reales 2700 reales
Cabildo
catedral
La Solana 520 fanegas 178300 reales 8000 reales
Cabildo
catedral
Matasanos 420 fanegas 135000 reales 5500 reales
Cabildo
catedral
Pardalilla 250 fanegas 79000 reales 2700 reales
Cabildo
catedral
Terzuelo 150 fanegas 45000 reales 1250 reales
Cabildo curas Valsalgado 200 fanegas 77000 reales 2800 reales
255
Cabildo curas Valparaíso 210 fanegas 81000 reales 3100 reales
Cabildo curas Ventosa 80 fanegas 52000 reales 900 reales
Cabildo curas Cuarto moro 520 fanegas 169000 reales 5200 reales
Cabildo curas Revellada 250 fanegas 92500 reales 4000 reales
Cabildo curas Calamoco 240 fanegas 85500 reales 4100 reales
Cabildo curas Casa judío 620 fanegas 206000 reales 6700 reales
Cabildo curas Fuenti dueñas 310 fanegas 109000 reales 4400 reales
Cabildo curas Umbría osada 450 fanegas 163500 reales 5750 reales
Cabildo curas Navalonguilla 320 fanegas 215700 reales 7500 reales
Cabildo curas La vinosilla 580 fanegas 202000 reales 6850 reales
En 1830 había en el término de Plasencia 43 dehesas dedicadas a pasto y
labor. El Interrogatorio de 1830 refleja el nombre de sus propietarios: “Los dueños de
las indicadas dehesas son el Ilmo Sr Deán y Cabildo de Plasencia; el Conde de la
Oliva, vecino de Almendralejo; Doña Inés de Vargas y Carvajal, residente en Madrid;
La Encomienda de Fuenti Dueñas; Don Ventura Delgado, vecino de Plasencia; los
herederos de Antonio de la Calle, vecino que fue de Casas del Castañar; el Marqués de
Mirabel, de esta vecindad; el Cabildo de curas de Plasencia; Doña María Francisca
Fernández, de dicha vecindad; el Marqués del Reino y Camarena, vecino de Cáceres;
Don Juan Z Torres, de la misma vecindad; El Excmo Sr Marqués de Cerralbo, vecino
de Madrid; el Conde de Santibañez, vecino de Segovia; El convento de las religiosas de
San Ildefonso de Plasencia; los vecinos en común de esta ciudad; las Memorias de la
parroquia de San Boal de Salamanca; el Ilmo Sr Obispo de Plasencia; los Propios de
Plasencia; los labradores de Plasencia; el Conde de las Lomas, vecino de Sevilla; los
acreedores del Excmo Sr Conde de Tamames, vecino de Madrid; el Conde de
256
Berberana, cuya vecindad se ignora, que se cree ser de Madrid; el Señor de Valero,
vecino de Madrid.430
Profesionales:
Plasencia disponía de un nutrido grupo de profesionales relacionados sobre todo
con la justicia (abogados, escribientes y oficiales de pluma, notarías, etc.), los servicios
sanitarios (médicos, cirujanos, sangradores, boticarios…), así como otros empleados de
los diferentes ramos de la administración pública nacional (correos, juzgados,
dependientes de Hacienda, etc.) y de la local (escribanos de número y ayuntamiento,
escribientes, y otros funcionarios y ministriles). A estos se añaden los dependientes de
la administración eclesiástica, desde los diezmeros, recaudadores varios, cillereros,
empleados de tribunales y notarías del obispado. Profesionales de considerable
influencia social eran los relacionados con la sanidad. Plasencia tenía médico y cirujano,
a cuyos titulares pagaba el ayuntamiento. Su número, incluidos los que trabajaban por
libre, en 1817 era de media docena. Además de boticarios, los albéitares desarrollaban
su trabajo sanitario con los animales. Su número en Plasencia era de cinco en 1817. El
oficio de sangrador lo ejercían, en ocasiones, los barberos. De los que había nueve en la
ciudad según referido censo de 1817.431
Los comerciantes y trajineros, pese a su reducida presencia que no sobrepasaba
el par de docenas en la ciudad, eran personas destacadas y con poder económico y
social. En 1830 aparecen censados seis tenderos que venden géneros diversos, tanto de
producción nacional como extranjera. En torno a los comerciantes se agrupaban los
regatones, es decir, que vendían al por menor por las calles, plazas y pueblos. Con el
comercio se vinculan otros oficios tal que trajineros y tratantes de especies diversas
(pieles, lanas, ganado, etc.). La arriería aparece ligada asimismo al comercio y daba
empleo a casi una docena de vecinos, que transportaban efectos variopintos en sus rutas
con la corte madrileña o importantes ciudades extremeñas, andaluzas o castellanas.
Todos estos oficios sufrieron duramente la represión del bandolerismo en la primera
mitad del siglo XIX. Los facinerosos desvalijaron por igual a humildes arrieros que a
carros cargados de objetos valiosos. Y en éste apartado se incluyen también a los
430
Archivo Municipal de Plasencia. Interrogatorio de 1830. Respuesta a la pregunta nº.
84. 431
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pg. 406.
257
mesoneros (once figuraban en 1817), y quienes regentaban los figones y tabernas, de los
que había varias docenas en la ciudad.432
Artesanos:
La revisión del censo de 1817, así como del interrogatorio de 1830, permite
realizar el siguiente cuadro referido al número de artesanos:
OFICIO Censo de 1817433
Interrogatorio de
1830434
Aguardenteros 9 0
Albañiles 19 11
Albarderos 3 3
Alfareros 3 5
Armeros 0 3
Caldereros 0 1
Carboneros 7 0
Carpinteros 21 11
Carreteros 0 1
Cereros 3 3
Confiteros 0 4
Chocolateros 17 6
Esparteros 0 1
432
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pg. 407. 433
Archivo Municipal de Plasencia. Censo de 1817. 434
Archivo Municipal de Plasencia. Interrogatorio de 1830.
258
Guarnicioneros 2 1
Herradores 0 4
Herreros 13 7
Hojalateros 0 3
Horneros 6 0
Latoneros 0 1
Molineros 18 12
Panaderos 60 62
Picapedreros 0 3
Plateros 0 3
Relojeros 0 1
Sastres 33 21
Silleros 0 1
Sombrereros 3 0
Tejedores 0 15
Tejeros 0 2
Tintoreros 0 1
Zapateros 50 34
259
Molinos de SanLázaro.
Capas populares:
Labradores minifundistas, hortelanos de las arrendadas huertas ribereñas del
Jerte, ganaderos de cortos hatos, pastores, criados, dependientes asalariados, jornaleros
o braceros…, componen las capas populares de la población placentina. Constituyen
éstas el segmento más abultado, pues son centenares de vecinos los que entran en estas
clases bajas. Bien es cierto que no pueden equipararse todos por igual, pues mientras los
labradores y hortelanos viven con aceptable nivel, los braceros pasan largas temporadas
en paro, entre graves apuros familiares para subsistir dignamente.435
Son el último
componente de la estructura social, las llamadas clases populares. Se dividían en dos
troncos: las masas campesinas y los obreros industriales. Son grupos desposeídos,
explotados, oprimidos y analfabetos que vivían en condiciones deplorables y
continuamente amenazados por la miseria. Constituyen la mayoría de la población.436
El campesinado continúa siendo el grupo más numeroso, ya que la sociedad
española mantenía su carácter rural. En su práctica totalidad son jornaleros sin tierras,
435
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pg. 410. 436
Domínguez Carrero, Mª.M. (1992): Opus cit. Pg. 101.
260
mal alimentados y periódicamente reducidos a la mendicidad.437
Dado que en Plasencia
la estructura económica es eminentemente agraria, serían los jornaleros del campo el
grupo social mayoritario, junto con un reducido sector de humildes artesanos y
trabajadores asalariados de talleres artesanales e industrias artesanas.438
La agudizada subalimentación de los jornaleros les convertiría en fácil presa de
enfermedades, (como la que aquí se estudia, y otras como la viruela, el sarampión, tifus,
gripe, etc.), desencadenando graves epidemias con fuerte aumento de la mortalidad.
Durante éstos angustiosos momentos desempeñaban una gran labor social y
asistencial las diversas instituciones benéficas, sostenidas por el clero y por el
municipio: hospitales, asilos de mendicidad, repartos de comida y limosna…439
Foráneos y transeúntes:
En cuanto a la población foránea asentada en la localidad, Plasencia fue siempre
una ciudad imantada que atrajo con fuerza a personas, en especial de las comarcas de su
entorno. En el primer tercio del siglo XIX las vicisitudes históricas (guerras, destierros,
inestabilidad política, hambrunas, crisis de subsistencia) favorecen el trasiego humano y
empujan hacia la ciudad a muchos sujetos foráneos. Otros muchos buscaban tan sólo el
amparo temporal hasta superar esas fases de miseria ambiental440
.
En septiembre de 1834, cuando la enfermedad del cólera está próxima a llegar a
Plasencia, el ayuntamiento se vería obligado a expulsar de la ciudad a aquellas personas
sin vecindad conocida, o lo que es lo mismo, sin licencia municipal, si en el tiempo de
24 horas no regulaban su situación solicitando carta de nueva vecindad.
Jornaleros y sirvientes resultaban las dos ocupaciones más frecuentes de la gente
foránea, si bien vivían también en Plasencia otros muchos empleados en diversos
oficios menestrales: tejedores, albarderos, sombrereros, cardadores, banasteros,
horneros, regatones, arrieros, quinquilleros… Escasean los entregados a trabajos más
especializados y dignificados socialmente. En cuanto a la distribución por el tejido
437
Lacomba Abellan, J.A. (1982): Historia Contemporánea. Tomo I. Editorial
Alhambra. Madrid. 438
Archivo Municipal de Plasencia. Padrones de población y Padrones de la riqueza
urbana del siglo XIX. 439
Domínguez Carrero, Mª.M. (1992): Opus cit. Pg. 102. 440
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pg. 388.
261
urbano se destaca la preferencia por asentarse en el recinto intramuros, especialmente
por la plaza (donde residen muchos forasteros empleados en el servicio doméstico de
familias distinguidas), la manzana primera (calles Zapatería, Ancha, Santo Domingo,
Santa Isabel…), donde se asentaban los vinculados a la artesanía. En las calles
periféricas se alternan los sirvientes con los jornaleros y estos últimos se distribuyen
también por arrabales de extramuros, como San Juan y San Miguel441
.
En cuanto a los transeúntes, Plasencia se les presenta como una población
atractiva en la que resulta fácil sobrevivir, bien empleándose ocasionalmente en labores
agrarias esporádicas (cavado de viñedos, recolección de uvas y aceitunas etc.), bien
pordioseando abiertamente, apelando a la caridad ajena442
.
En épocas de crisis, la ciudad se invadía de una importante masa de harapientos,
enfermos, jornaleros sin trabajo, mendigos…, buscando el auxilio de la beneficencia.
Ello provocaba situaciones realmente críticas en el orden público, la tranquilidad del
vecindario y en la economía local, incapaz de hacer frente a las auténticas legiones de
mendigos que toman la ciudad.443
1.4. Hospitales, Salud Pública y Beneficencia
Adversa coyuntura fue el primer tercio del siglo XIX para los hospitales
placentinos.444
Comienza la centuria con la ocupación de los mismos por las tropas
francesas, que los utilizan como alojamiento, dejándolos en lamentable estado. En 1812
las autoridades placentinas acuerdan reparar el Hospital de la Cruz, para ser utilizado
como auxilio de mendigos y colocar en él un morador permanente.445
A comienzos de 1813 resultaba preocupante el “desarreglo y desorden” reinante
en el Hospital de Santa María, el principal y único que funcionaba de los tres que había
en aquellos momentos. Además, el administrador del mismo se negaba (excusándose en
441
Ibidem. Pg. 389. 442
Ibidem. Pg. 390. 443
Domínguez Carrero, Mª.M. (1992): Opus cit. Pg. 102. 444
Rodríguez Peña, J.L. (1972): Los hospitales de Plasencia. Edita Caja de Ahorros de
Plasencia, Servicio de Publicaciones. Plasencia.
445 Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitiulares, sesión de 8 de mayo de 1812.
262
la carencia de fondos) a admitir a más enfermos miserables, algunos de los cuales
acabarían muriendo en la soledad de casas arruinadas, en sitios inmundos o en la propia
cárcel. Este hospital estaba muy arraigado en la ciudad desde su fundación en el siglo
XIV. Estaba bajo patronazgo episcopal. Otro hospital, el llamado de la Merced, situado
extramuros, en la calle de ese nombre que conducía hacia el barrio de San Juan, hay que
señalar que en 1813 se encontraba sin uso, derruidas en gran parte sus dependencias y
atrasadas o destruidas sus rentas. Su patronato correspondía a la corporación municipal.
Se le conocía así mismo como “Hospital de las Llagas” porque en él se curaban, desde
hacía mucho tiempo, enfermedades venéreas, como el morbo gálico o bubas,
probablemente contraídas en la cercana mancebía de San Juan. En 1820 tenemos
constancia que sigue acogiendo y tratando enfermedades vergonzantes. Igualmente en
estado desastroso estaba, tras la francesada, el Hospital de San Marcos, conocido
también por “Hospitalillo”, donde se albergaba a los pobres forasteros.446
Siete años más tarde se constata el funcionamiento de los Hospitales de la Cruz y
de la Merced, los cuales en 1820 no disponen de fondos para hacer frente al pago de
cirujano, cuyo hijo reclama ocho mil reales que se le deben a su padre (enfermo y
necesitado) por servicios prestados y en concepto de jubilación.447
.
En 1824 el Hospital de la Merced es motivo de preocupación por parte de las
autoridades municipales. La falta de liquidez les obliga, como patronos, a adoptar
medidas extraordinarias, y a dotar de nuevos fondos con los que aumentar el número de
camas. Del mismo modo, el regidor comisionado por el ayuntamiento exige al cirujano
estar más presto en las atenciones a los enfermos. Además, a los agresores que causen
heridas violentas se les obligará a pagar los gastos de las víctimas que sean curadas por
dicho motivo en los dos hospitales que están bajo su patronazgo. Se acuerda además
admitir a los enfermos que sean rechazados por el Hospital de Santa María, y al
hospitalero se le dará una gratificación, que será proporcional al celo mostrado en su
trabajo, en vez de la asignación diaria que venía disfrutando.448
Al inicio de la década de los treinta, y próximos ya a la llegada del cólera-morbo,
sólo un hospital se encontraba abierto. Se trataba del Hospital de Santa María, el cual se
encontraba sostenido por una pensión de cincuenta mil reales anuales sobre la mitra del
446
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pg. 448. 447
Archivo Municipal de Plasencia. Negocios de Ayuntamiento: 1820. 448
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 10 junio de 1824.
263
obispo, que llevaba varios años sin cobrarse. Disfrutaba, así mismo, de diversos bienes
raíces, fincas y dehesas, que, si antes producían mucho, en ese tiempo no subían de doce
mil reales, según testimonia su administrador en el Interrogatorio de ese año.449
Las plazas de médico y cirujano municipales gozaban de una gran demanda, pues
eran numerosos los titulados en medicina que a ellas concurrían. Como ejemplo, cabe
decir que en 1818 se presentaron más de doce solicitantes, procedentes de puntos
diversos, entre los que había algún claustral de la Universidad de Salamanca.450
En
Plasencia eran dos las plazas de médicos; una era municipal y la otra exclusiva del
cabildo catedralicio. También había un cirujano municipal y otro destinado a los
hospitales de patronato municipal. Había otros profesionales de la medicina que
trabajaban por libre en la ciudad, atendiendo a la clientela que los contrataba mediante
el pago de igualas.451
A cargo de éstos profesionales corría la sanidad pública y la salud
de la población placentina. Una Junta Municipal de Sanidad, integrada por autoridades y
titulares de las plazas médico-sanitarias, controlaba el estado de la misma, pero como se
apunta en el apartado 4.1, sólo se instalaba y trabajaba a fondo cuando llegaban noticias
de una nueva amenaza epidémica.
En lo que se refiere a la Beneficencia, en Plasencia el 22 de febrero de 1813 se
crea su Junta, la cual en éste primer momento la integraban cuatro miembros, uno
representaba al ayuntamiento, otro al cabildo catedralicio, otro al cabildo de curas y
beneficiados, y el cuarto era un representante del pueblo llano. En cuanto a sus
atribuciones se encontraban las de supervisión de la administración de aquellos bienes
inmuebles que fueran dejados por personas altruistas y benevolentes para con las capas
sociales más necesitadas, y también la supervisión de los establecimientos destinados a
ésta tarea, que por éste año, coincidiendo con el final de la guerra, se encontraban en
estado lamentable.452
.
Entre los establecimientos destinados a beneficencia estaban la casa de niños
expósitos y el hospicio. La Inclusa placentina era del patronato del obispo y en 1813 se
denuncia la falta de medios de subsistencia con que socorrer a los infelices allí
449
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pg. 449. 450
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 20 de julio de 1818. 451
Flores del Manzano, F. (2004). Opus cit. Pg. 450. 452
Archivo Municipal de Plasencia. Disposiciones, 1813.
264
acogidos, faltos del “celo y diligencias paternales”.453
No era ésta la primera vez que se
denunciaba la mala situación de la institución benéfica. Dos años antes Rafael Aznar,
presbítero, abogado de los Reales Consejos, Gobernador, Provisor y Vicario general de
la ciudad y obispado de Plasencia, envió el siguiente escrito a todos los párrocos de la
diócesis:
“Entre las urgentes necesidades que la actual época infeliz nos presenta, ninguna al
parecer lo es más que aquella en que se halla la Obra pía de Niños Expósitos de ésta
ciudad. Extenuada en sus rentas y debilitada en sus recursos, se ve expuesta a la mayor
decadencia. Este establecimiento, tan piadoso como interesante y conforme a los
principios de toda sociedad, se halla en el día reducido a lo extremo del apuro. Un
crecido número de nuestros semejantes, que en éstos lamentables tiempos ha recibido
un extraordinario incremento, sufrirá los golpes de la indigencia, si la piedad no les
suministra auxilio en su deplorable situación. Estas inocentes víctimas del antojo y del
infortunio, abandonadas por sus progenitores desde el momento mismo en que se
constituyeron miembros de ésta gran familia, justamente reclaman los derechos de la
humanidad, con razón exigen la compasión de las almas sensibles y excitan el celo de
todo ciudadano (…). En cuya atención mandamos a todos los párrocos y tenientes de
ésta Diócesis que exhortando eficazmente a sus respectivos feligreses a que contribuyan
a tan loable objeto con las limosnas que sus circunstancias, celo y prudencia les
dictaren, nombren dos sujetos de probidad y carácter, para que por el tiempo de
nuestra voluntad pidan, y recojan las que se les ofreciere, cuidando remitirlas a este
Administrador, de quién recogerán el componente recibo, para que pueda producir en
tiempo oportuno los efectos convenientes. Dado en la ciudad de Plasencia a 14 de
enero de 1811”.454
En el Interrogatorio sobre fábricas, artes y oficios de 1802 se afirmaba que
existía una casa cuna de niños expósitos donde se les alimentaba y educaba. La
lactancia era provisional, hasta que se les proporcionaba un ama de alguno de los
pueblos de alrededor (especialmente de las Hurdes y la Sierra de Gata). Una vez
conseguido el ama, ésta los criaba hasta los seis años, edad en que si no se les prohijaba
eran recogidos de nuevo por la casa cuna para su educación. En ella se les mantenía
453
Archivo Municipal de Plasencia. Disposiciones de 1813. 454
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta de Caridad y Beneficencia. Folio
inserto en su carpeta.
265
hasta que aprendiesen un oficio y “tomaran estado·”, es decir, se casaban o ingresaban
en un convento, etc. En 1802 el número de niños expósitos y criándose era de 96.
Existían dos amas provisionales. En el establecimiento también vivía un administrador
con su familia, con el cometido de recoger a los niños, vestirlos y educarlos.455
En 1830
la cifra de niños acogidos era de “186 niños de padres desconocidos”.456
En 1831 la situación del Hospicio pasaba por serios problemas, hasta el punto
de que el propio director de ésta institución benéfica y el Ayuntamiento se dirigen al
Rey, a través de la Superintendencia de Establecimientos Piadosos, exponiendo la
crítica situación de la Casa Cuna y Hospicio Placentinos, y solicitando permiso para
establecer nuevos impuestos en la ciudad para atender las urgentes necesidades de los
acogidos.457
Se recibió la siguiente contestación por parte del Primer Secretario de Estado:
“He dado cuenta al Rey N.S, del informe de esa Junta de Establecimientos Piadosos
del 28 de julio próximo pasado, sobre las exposiciones del R. Obispo de Plasencia y del
Ayuntamiento de la misma ciudad en solicitud de que se señalen arbitrios para atender
a las subsistencias de los expósitos que aquél tiene a su cargo. Y enterado S.M. de que
por Real Orden de 25 de abril de 1794, se mandó establecer en Plasencia una Casa
General para recoger, criar y educar los expósitos de la misma Diócesis y se dotó
competentemente dicha casa, en la cual debía incorporarse la Casa Cuna con las
ventajas economía que de su incorporación debían originarse y que han quedado
frustradas por la repugnancia de aquél prelado a dicha incorporación, sin que por otra
parte hayan desaparecido los apuros de dicha Casa Cuna, en la soberana voluntad de
S.M. que se lleve a efecto la Real Orden de 25 de abril de 1794. Y para no privar por la
referida incorporación de las dos casas a los RR. Obispos de Plasencia del Patronato
que les corresponde de la Pía Memoria o Casa Cuna, se ha servido S.M. declarar a
dichos prelados patronos de todo el Departamento de expósitos aunque la Casa
General deberá estar a cargo del Director nombrado por S.M. y que si verificada esta
incorporación e introducidas con ella las economías consiguientes, se observase
455
Archivo Municipal de Plasencia. Interrogatorio sobre fábricas, artes y oficios de
1802. Pregunta número 11. 456
Archivo Municipal de Plasencia. Interrogatorio de 1830. 457
Sánchez de la Calle, J.A. (1998): La mortalidad infantil en Plasencia durante los
siglos XIX y XX. Hacia una historia de la Casa-cuna y el Hospicio. Ed. Excmo
Ayuntamiento de Plasencia. Concejalía de Cultura y Deportes. Plasencia. Pg. 17.
266
todavía déficit en las rentas, para llenar sus obligaciones, entonces es cuando deberá
pasarse el examen de los arbitrios propuestos o de otros más asequibles (…). Madrid,
25 de agosto de 1831, Dirigido a Valentín Zorrilla de Velasco, Director del Real
Hospicio de Plasencia”.458
El Hospicio placentino había sido creado en 1796, y ocupó lo que había sido el
colegio de los expulsados jesuitas, Santa Ana. Era un establecimiento de beneficencia
acogido al Real Patronato, donde se hallaban recogidos bastantes individuos de uno y
otro sexo. Allí se les enseñaba los rudimentos de doctrina cristiana, a leer, escribir,
dibujar, etc. También se les formaba profesionalmente en el oficio que eligiesen.
Desempeñaba, pues, un papel social extraordinario para los desheredados de Plasencia y
entorno.459
En 1831, por una Real Orden del 11 de agosto, la Casa de Expósitos pasará a
unificarse con el Hospicio, manteniendo el Señor Obispo el patronato de la institución,
según queda recogido en el reglamento de 1833.460
En 1834 el Jefe Político dispuso que
la corporación placentina destinase ocho mil reales (procedente de los fondos de
hospitales), para la dotación de recursos al Real Hospicio y Cuna de Expósitos,
concienciada ésta máxima autoridad provincial de “la necesidad de alimentar y educar
a aquellos desgraciados y de pagar las amas que lactan a otros en recompensa de la
sangre con que sostienen su existencia”.461
2. La sanidad española en la primera mitad del siglo XIX
Antes de examinar en una exposición diacrónica el devenir de los
acontecimientos, conviene familiarizarse con la organización sanitaria de la época. Es
por ello que se va a analizar en este apartado la estructura organizativa en materia de
sanidad, entendiendo siempre ésta como el conjunto de servicios gubernativos
ordenados para preservar la salud del común de los habitantes. Pero antes aún de
458
Archivo de la Catedral de Plasencia. Documentación del Archivo Diocesano de
Plasencia. Legajo nº. 209. Expediente nº 426. 459
Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. Pg. 446. 460
Opus cit. Pg. 447. 461
Archivo Municipal de Plasencia. Disposiciones. Orden del Jefe Político, 1 de
diciembre de 1834.
267
abordar este apartado, con el objeto de clarificar más el tema de esta tesis, estableceré
algunos conceptos que se utilizan en el campo de la salud pública, y describiré algunos
modelos teóricos que se han dado al respecto. Para ser más explícito abordaré primero
un marco teórico y conceptual donde estableceré algunos conceptos de salud pública y
enfermedad, describiré algunos modelos interpretativos que han sido utilizados para ésta
problemática, así como la utilización de disciplinas auxiliares como la epidemiología y
la demografía.
2.1. Salud Pública: Marco Teórico y Conceptual
En cuanto al concepto de salud no cabe duda que casi todo el mundo sabe lo que
representa la enfermedad por haberla experimentado o sufrido durante algún momento
de su vida. Sin embargo, las dificultades empiezan cuando hay que definir la salud. Y
éstas dificultades según Domínguez Carmona derivan de que la salud no es una
identidad, una realidad en el sentido de la cosa, res rei, como pudiera ser una caja o una
mesa, sino que, igual que ocurre con la belleza o la fecundidad, es una abstracción
mental, o mejor, como dice Bertrand Russell, una construcción lógica. Cada persona
tiene su propia percepción y vivencia personal de lo que es la salud, de acuerdo con lo
que considera normal en función de los conceptos vigentes en los grupos sociales en los
que vive inserto y de sus experiencias personales. Todo ello muy modulado por factores
culturales, socioeconómicos, religiosos, etc.462
Durante mucho tiempo la salud ha sido definida en términos negativos
(ausencia de enfermedades e invalideces); sin embargo ésta definición no es real ni
operativa, principalmente por tres razones: en primer lugar, porque para definir la salud
en términos negativos, es preciso trazar el límite o la línea divisoria entre lo normal y lo
patológico y ello no siempre es posible; en segundo lugar, porque los conceptos de
normalidad varían con el tiempo, y lo que ha sido considerado como normal en un
momento dado puede que no lo sea en una época posterior; y, por último, por que las
definiciones negativas no son útiles en las ciencias sociales. La salud no es la ausencia
de enfermedades e invalideces, de la misma forma que la riqueza no es la ausencia de la
pobreza, ni la paz, la ausencia de guerra.
462
Piédrola Gil, G. et al. (1994): Medicina Preventiva y Salud Pública. Masson, Salvat.
Ediciones Científicas y Técnicas, S.A. 9ª Edición. Barcelona. Pg. 3.
268
La OMS, en su Carta Magna o Carta Constitucional (1946), definió la salud
como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la
ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta definición, que marcó un hito en su
momento, se reconoce actualmente que junto a aspectos muy positivos e innovadores,
presenta más aspectos negativos y criticables. Entre los innovadores está el definir la
salud en términos afirmativos o positivos. No sólo se refiere al área física del ser
humano, sino que por primera vez se incluyen las áreas mental y social. Entre los
aspectos negativos o criticables destacan el equiparar bienestar a salud, lo cual no
siempre es verdad; el tratarse más de un deseo que de una realidad; el ser una definición
estática y subjetiva. Estas dos últimas características de la definición, junto a una
tercera, utópica, llevaron a Térris a realizar una definición operativa de la salud: “estado
de bienestar físico, mental y social, con capacidad de funcionamiento y no únicamente
la ausencia de afecciones o enfermedades”.463
Pero la salud también es un concepto dinámico, aplicado tanto a individuos
como a colectividades. Podemos comprobar cómo la salud y la enfermedad forman un
continuo, cuyos extremos son el óptimo de salud (completo estado de bienestar, según
la OMS), por un lado, y la muerte por el otro. En este continuo existe una zona neutra
no muy bien definida. Entendiéndose entonces cómo la separación entre una y otra no
es absoluta, ya que muchas veces no es posible distinguir lo normal de lo patológico. Es
de destacar que a uno de los extremos del continuo, la muerte, se llega en todos los
casos por imperativos biológicos, mientras que el otro, el estado óptimo de salud, se
alcanza muy raramente. En la zona neutra y los extremos existen diferentes grados de
pérdida de salud (enfermedad) y de salud positiva. La salud y la enfermedad no son,
pues, estáticas, sino dinámicas, existiendo diferentes niveles de salud positiva y de
enfermedad. En este contexto, y teniendo en cuenta que bienestar no siempre equivale a
salud, Salleras propone definir la salud, desde un punto de vista dinámico, como “ el
logro del más alto nivel de bienestar físico, mental y social, y de capacidad de
funcionamiento, que permitan los factores sociales en los que viven inmersos el
individuo y la colectividad”.464
Este concepto positivo de salud es el que en 1941 pretendió enfatizar Sigerist al
afirmar que “la salud no es sólo la ausencia de la enfermedad, sino que es algo
463
Ibidem. Pg. 4. 464
Ibidem. Pg. 4.
269
positivo, una actitud gozosa ante la vida y una acpetación alegre de las
responsabilidades que la vida hace recaer sobre el individuo”. En 1976, Gol enfatizó
los mismos aspectos al definir la salud como “una forma de vivir libre, gozosa y
solidaria”.465
Vemos, por tanto, cómo la salud podemos entenderla desde diferentes
perspectivas, por ejemplo la biológica (el estado de equilibrio y armonía entre las
diversas funciones orgánicas, adaptación al medio y resistencia a factores morbosos), o
la ecológica (capacidad del individuo para su continua adaptación al ambiente en todos
sus niveles).
El término salud pública presenta las siguientes acepciones: el adjetivo pública
señala la acción gubernamental, se relaciona con los servicios ambientales o colectivos,
comprende los servicios de salud personales, de naturaleza preventiva, dirigidos a
grupos vulnerables. Por lo tanto, un problema de salud pública se refiere a
padecimientos de alta frecuencia o peligrosidad. Como modelo teórico implica:
“Aquellos hechos que han permitido analizar y conocer mejor los fenómenos de salud y
enfermedad de los grupos de población”.466
En el presente tema de investigación, la
salud pública denota la acción institucional por parte de las autoridades locales con
respecto a las medidas de aseo de las calles y el saneamiento ambiental a través de las
mejoras en la obra pública; las medidas de aislamiento de las poblaciones y también el
funcionamiento de los servicios asistenciales.
El tema de la salud pública ha sido estudiado a partir de diferentes enfoques; en
primer lugar, desde la historia clásica de la medicina, iniciada a finales del siglo XIX y
principios del XX. Fue escrita por médicos higienistas para justificar la función social y
trascendencia de la medicina científica. En este contexto, los temas se enfocaron en la
biografía de médicos y los avances que presentaron en la ciencia médica. En segundo
lugar, la historia de la medicina constituye una forma de observar la perspectiva
histórica de la salud a través de los avances en la práctica profesional. Sin embargo, el
tema de la salud implica una visión más amplia con respecto a la historia de la
medicina, porque obliga al investigador a la observación de factores económicos,
políticos y sociales, para delimitar la salud desde una postura individual hacia lo
465
Ibidem. Pg. 6. 466
Alcalá Ferráez, C.R. (2008): Asistencia Sanidad y Población en la ciudad de San
Francisco de Campeche, 1812-1861. Universidad de Barcelona. Barcelona. Pg. 19.
270
colectivo. Por lo tanto, su definición implica una discusión más amplia, principalmente
si el enfoque se aplica a un colectivo, siendo importante, adjuntar la palabra pública
como categoría de análisis. En este caso, la historia de la medicina al igual que la salud,
a pesar de que son términos relacionados, tienen diferencias marcadas en los aspectos
que estudian cada una de ellas, aunque estuvieron íntimamente vinculadas por el
impacto que ambas tienen en la sociedad.467
Con la variedad de fuentes y métodos para abordar problemas como la
mortalidad, las epidemias y el impacto de las políticas de salubridad e higiene en la
población, áreas del quehacer histórico como la historia social y la historia cultural
permitieron un mayor desarrollo de temáticas que abordaron el desarrollo demográfico,
el contexto económico y social, así como las políticas de control social. A partir de esta
perspectiva, desde 1970 se desarrolló la historia social de la medicina en Europa y los
Estados Unidos. En éste ámbito surgieron seis áreas temáticas que desarrollaron
problemas teórico metodológicos: los hospitales, la creación de comunidades médicas,
aspectos socioculturales de las enfermedades, eugenesia y contracepción en las
sociedades liberales, presión de los grupos sociales populares por mejorar la higiene y
niveles de vida, el control social, el género y la medicina, así como las prácticas
médicas en relación con el estado benefactor.468
Desde una perspectiva social, el estudio de los hospitales ha permitido el
conocimiento de comunidades médicas, el análisis de experiencias humanas, la relación
médico-paciente, así como la percepción del dolor y la muerte. También se ha
relacionado el contexto social y político con el acontecer cotidiano de estas
instituciones. Los estudios hospitalarios permiten establecer las transformaciones y
funciones que experimentaron a través del tiempo, así como la evolución de la práctica
médica. Desde una visión epidemiológica, la frecuencia de enfermedades y las causas
de los fallecimientos.469
Para una historia de la sanidad las investigaciones deben establecer, en primer
lugar, la estructura socioeconómica, la ideología de los profesionales de la salud, las
autoridades y la población. En segundo lugar, la relación entre la enfermedad, la
467
Piédrola Gil, G. et al. (1994): Opus cit. Pg. 19. 468
Marín, J. (2001): “Balances y perspectivas para una historia social de la medicina en
Costa Rica”, en Revista Española de Sociología, 3. Madrid. Pgs. 69-85. 469
Marín, J. (2001): Ibidem. Pgs. 69-85.
271
legislación sanitaria y la actitud frente a las clases sociales, los hospitales y la higiene
pública en tiempo-espacio. El estudio de la sanidad debe tomarse como factor
condicionante y determinante, para la comprensión de la historia social, económica e
incluso de las mentalidades, lo que implica una visión más integral de la sociedad. En
efecto, el estudio del proceso salud-enfermedad es importante porque modifica la forma
de vivir de una sociedad.470
Por otra parte, la historia adoptó otras disciplinas para el estudio de la salud, por
ejemplo la demografía para cuantificar ciclos vitales durante períodos de tiempo y
establecer tasas de crecimiento y mortalidad. Por lo que fue necesario recurrir a los
eventos que incidieron en los estados de salud del hombre como las epidemias, las
hambrunas y los conflictos políticos. Los indicadores demográficos han sido utilizados
por la epidemiología histórica para estudiar “la frecuencia y la distribución en el tiempo
y en el espacio de los problemas de salud de las poblaciones humanas, así como el papel
de los factores que los determinaron”.471
Los objetivos de esta disciplina son todos los
aspectos concernientes al estado de salud de las poblaciones: las defunciones, las
enfermedades agudas, crónicas y transmisibles, así como sus consecuencias. Existen dos
niveles de análisis; por un lado el nivel descriptivo que estudia la frecuencia y la
distribución de los problemas de salud en las poblaciones, a través de indicadores de
salud que permitan su análisis en función de las características de las personas,
distribución geográfica en niveles territoriales variables y su evolución en el tiempo y
utiliza indicadores de salud-tasas que reflejan la frecuencia en un momento
determinado. Por otro lado, el nivel explicativo que investiga las causas de los
problemas de salud o los factores que intervienen. Por lo tanto, colabora con otras
ciencias y disciplinas como las ciencias sociales y las biomédicas. El objetivo es
comparar los riesgos de determinados grupos de individuos expuestos a ciertos factores
de riesgo.472
Relacionando lo hasta aquí expuesto con la epidemia de cólera objeto de
estudio, la historiografía en España se ha centrado en la dimensión político-social de
470
Santo Tomás, M. (2003): La asistencia a los enfermos en Castilla en la Baja Edad
Media. Universidad de Valladolid. Valladolid. Pgs. 32-34. 471
Bernabeu, J. (1994): Enfermedad y población. Introducción a los problemas y
métodos de la epidemiología histórica. Seminari d´estudis sobre la Ciencia. Valencia.
Pgs. 24-28. 472
Ibidem. Pgs. 24-28.
272
ésta primera epidemia, así como en el desarrollo médico científico y su influencia
externa. Se han estudiado las condiciones sociales de la coyuntura epidémica, las
técnicas y políticas implementadas para combatirla; reacciones de los gobiernos, los
grupos profesionales responsables y el colectivo, poniendo al descubierto el estado de
salud colectiva en la mayoría de los casos, así como la infraestructura sanitaria y de
atención.
Descritos dentro del contenido del trabajo los modelos teóricos, se realiza a
continuación un repaso a la organización sanitaria que recibe la epidemia en España.
2.2. Organización sanitaria española en torno a 1833
El organigrama administrativo del momento atribuye las competencias en
materia de salud pública a la Suprema Junta de Sanidad, cuerpo con funciones
consultivas y ejecutivas. En el apartado 1.1 de éste tema sinteticé el origen y evolución
de las juntas de sanidad, por lo que ahora basta decir que ésta Junta Suprema de Sanidad
se va a articular por una R.O. en 1833, en una Junta Suprema y subsidiarias Juntas
Superiores, con sede en ciudades de asiento de Capitanías Generales y juntas de rango
inferior, cuyas competencias eran fundamentalmente la prevención de padecimientos
infecciosos y la lucha contra las epidemias. Las Juntas de Sanidad fueron en estos
momentos el brazo armado del Gobierno en materia sanitaria. En 1834 el Gobierno, por
una R.O. de 27 de marzo,: “…suprime la Junta de Sanidad de lo interior del Reino”.
Por lo que quedarán sólo con el carácter de provinciales y seguirán siendo presididas
por el Capitán y Comandantes Generales de las Plazas de guerra.473
Junto a la estructura sanitaria encabezada por las Juntas, otros organismos
prestan servicio, tales como las Reales Academias de Medicina y Cirugía. Sus
reglamentos datan de enero de 1831, y configuran nueve Reales Academias que
controlan otros tantos departamentos: Madrid, Barcelona, Cádiz, Sevilla, Granada,
Palma, Santiago, Valencia y Zaragoza. Los subdelegados de Medicina y Cirugía
componían estas Academias, nombrados por la Real Junta Superior Gubernativa. Eran
funcionarios locales encargados de hacer cumplir las disposiciones de la Academia y
actuaban como inspectores en nombre de las Juntas de Sanidad.
473
Rodríguez Flores, M.P. (1991): Opus cit. Pg. 32.
273
Capítulo aparte merecen las Instituciones Asistenciales que completaban el
entramado sanitario del momento. Las medidas desamortizadoras, adoptadas por Carlos
IV, significan para los hospitales, reservados a los sectores sociales en total desamparo
económico, un descenso en sus recursos, a lo que se vino a añadir la grave destrucción
ocasionada por la guerra napoleónica. La Constitución de 1812 propone dar a los
organismos municipales la gestión de hospitales. El Trienio Liberal ratifica esta medida,
que perdió vigencia bajo el absolutismo de Fernando VII. La asistencia estaba en una
situación de franca decadencia, como se reconoce en una circular de 1833… “ lastimoso
estado a que por la calamidad de los tiempos han llegado la mayor parte de los
Hospicios, Hospitales y Casas de Expósitos del Reino”.474
Pero para hacernos una idea
del contexto sanitario en el que se va a desarrollar la primera epidemia colérica de 1833,
es necesario realizar un repaso a la sanidad española, no sólo de la primera mitad, sino
de todo el siglo XIX.
En los años previos a la aparición del cólera en España se producen una serie
de transformaciones en la sanidad española. La actividad en la vida sanitaria se
transfiere a las Juntas de Medicina Cirugía y Farmacia, cuya actuación es paralela al
protomedicato, que desaparece de forma definitiva en 1822, perdurando la ordenación
sanitaria del Antiguo Régimen hasta mediados de siglo. En palabras de José Javier
Viñes, las medidas sanitarias a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX no tienen un
carácter estable, sino que son adoptadas por el Estado cuando “santabárbara truena”;
cuando la mortalidad epidémica es asoladora; cuando hay que sacar a los muertos de las
ciudades y poblados, lo que obliga a recuperar y reactivar la legislación sobre
cementerios; se prohíbe en las iglesias “tocar al muerto”, para que no se alarme la
población, y los “funerales de cuerpo presente”, realizándose enterramientos durante la
noche; en tanto que en los períodos interepidémicos, el Gobierno, los delegados
gubernativos y los alcaldes se olvidan de la salubridad. Esto, según Viñes, tiene una
comprensión: la sanidad a lo largo del XIX en España no es una organización técnica o
administrativa, sino una actividad gubernativa correspondiente al ámbito de la política
de salubridad confiada a jefes políticos y alcaldes, que toman medidas según el estado
de necesidad de protección de un bien de propiedad individual como es la salud. No
habían llegado todavía las doctrinas que sobre salud pública (como permanente
obligación del gobierno, del gobernante o del rey), se habían iniciado en el imperio
474
Ibidem. Pg. 18.
274
austriaco a través de las propuestas de J.P. Frank para una verdadera política médica
completa; sobre todo la doctrina social de protección de la salud individual en caso de
enfermedad. Estas propuestas centroeuropeas van a entrar de manera muy paulatina en
España y fueron casi inexistentes en todo el siglo XIX.475
Este momento histórico es calificado por P. Laín como “la rebelión del sujeto”
fuente de una doble alienación: el ser tratado como simple “objeto cósmico” y ser
considerado simple “objeto económico” que resulta como consecuencia una situación
social sanitaria deplorable denunciado por Turner, Villermé, Chadwick, Engels, y
Virchow entre otros, que determinó la ayuda social al enfermo, novedad incipiente hasta
la primera guerra mundial y arrolladora desde ella. La respuesta más significativa en el
siglo XIX fue la creación del seguro médico unificado y centralizado por Bismarck en
1884.476
En 1814, restablecida la monarquía absoluta con la vuelta de Fernando VII al
trono, de nuevo se aborda un “Reglamento General de Sanidad” por la Junta Suprema
de Sanidad, que el Rey lo envía a informe al doctor Jáuregui, su médico de cámara para
su estudio, a la vez que le remite la “Ordenanza de sanidad” de Benito Puente. El doctor
Jáuregui solicita una comisión de apoyo. El informe es más favorable a la ordenanza
anterior que al proyecto de “Reglamento” de la Junta Suprema, diciendo que “el
proyecto de reglamento formulado por la Junta Suprema valía poco” .477
Mas tarde el
doctor Jáuregui aborda por su parte la redacción de su propia norma en noviembre de
1815, llamándola “Reglamento de sanidad marítima y terrestre”.
En 1820 de nuevo una Real Orden encarga a una comisión creada al efecto la
redacción de un “Proyecto de Ley Sanitaria” en base a los documentos anteriores
incluido el del doctor Jáuregui. El proyecto fue remitido a la Junta Suprema y ésta
corporación “se desquitó ampliamente haciendo trizas el proyecto del médico de
cámara”.478
Se somete también al arbitraje de la Academia de Medicina de Murcia muy
activa y presente en la sanidad española de la época, que favoreció a los dos proyectos
por igual, quedando en consecuencia en dique seco todo intento de organización.
475
Viñes, J. (2006): La Sanidad Española en el siglo XIX a través de la Junta
Provincial de Sanidad de Navarra (1870-1902). Gobierno de Navarra. Pamplona. 476
Laín Entralgo, P. (1982): Historia Universal de la Medicina. Salvat. Barcelona. 477 Monlau, P.F. (1862). Elementos de Higiene pública o arte de conservar la salud de
los pueblos. Imprenta y esterotipia de M. Rivadeneyra. 2ª ed. Madrid.
478 Ibidem.
275
En 1821, durante el trienio liberal, de nuevo se intenta desarrollar la necesaria
norma y se creó por R.O. una nueva comisión para que redactara el “Proyecto de Ley
Orgánica de sanidad pública de la Monarquía española”, que se sometió a las Cortes en
enero de 1822. Revisada por la comisión de salud pública de las Cortes, dio lugar al
Proyecto de Reglamento General de Sanidad, con 469 artículos, que fue desechado por
el Pleno. La misma Comisión de Salud Pública insistió en un nuevo texto: el “Proyecto
de Código Sanitario para la Monarquía española” en abril de 1822, en cuyo proyecto
como médico-político intervino Mateo Seoane. Este proyecto embarrancó de nuevo en
el Pleno de las Cortes en octubre de 1822, siendo devuelto a la Comisión, la cual se
negó decepcionada a incorporar y corregir las observaciones recibidas y dictaminó que
fuera el Gobierno quien hiciera un reglamento y que lo mandara a las Cortes. En 1823
otro intento de Ley de Cortes volvió a fracasar.479
El proyecto de código sanitario de 30 de abril de 1822 es una de las grandes
obras legislativas del trienio, resumen de un esfuerzo desesperado contra la epidemia de
fiebre amarilla. Aun cuando no se alcanza su aprobación, fue el primer código europeo
de la materia, si bien por su detalle se asemeja a los reglamentos de sanidad que
entonces surgían en todo el mundo, como instrumentos políticos contra las epidemias
existentes. Sus contenidos prevenciones siguen pautas tradicionales, ensayadas en siglos
precedentes. Todavía no se ha descubierto el camino certero para erradicar las grandes
plagas infecciosas, todavía al vómito negro sucedería el cólera morbo, esparciendo la
muerte por Europa. Las prácticas antiguas contra la pesta bubónica se recogen (con
cuidadoso orden y mejoradas) para enfrentarse con la fiebre amarilla, para evitar su
invasión por vía marítima o aislarla en sus primeros brotes.480
En 1823 la Junta Suprema vuelve al tema a solicitud del Gobierno con un
Proyecto de Ordenanza General de Sanidad con 325 artículos. Pasa a informe de
ministerio en ministerio, como también al dictamen del Consejo Real, donde naufragó.
Hay que esperar hasta 1839 para que la reina regente doña Mª Cristina, fallecido
Fernando VII, ordene un nuevo proyecto de “Ley Orgánica de Sanidad” remitido y
redactado por la Junta Suprema; pero los acontecimientos políticos de 1840 con la
479
Viñes, J. (2006): Opus cit. 480 Peset, M y J.L. (1972): Muerte en España (política y sociedad, entre la peste y el
cólera). Seminarios y Ediciones, S.A. Madrid. Pag. 198.
276
renuncia obligada y el correspondiente exilio de doña Cristina de Borbón, mandó el
proyecto “al panteón donde descansaban sus antepasados”.481
La Junta Suprema asume en 1840 el gobierno y la administración de los
asuntos de sanidad hasta que en 1847 desaparece este órgano para dar paso a una
organización más eficaz y estable de la sanidad española. Sorprende que Monlau no
haga referencia a la organización sanitaria del período constituyente de las Cortes de
Cádiz, ni del trienio liberal 1821-1823 que tan fructífero fue en normas y actividad
sanitaria, tanto en el ámbito de la Gobernación como en el de la competencia municipal.
El período que se inaugura en 1847 con los reales decretos “Orgánico de Sanidad” y
“Reglamento del Consejo y juntas de sanidad”, son herederos en buena parte de las
ideas liberales. Se hace necesario hacer referencia como antecedente de estas normas a
la Real Orden de las Cortes de Cádiz por la que se crean y organizan las juntas
provinciales y municipales de sanidad, y lo que es más importante, la distribución de
funciones en materia de policía de salubridad, entre el poder central y gubernativo por
un lado, y los ayuntamientos por otro. Lo que les confiere funciones comprendidas en la
Instrucción Municipal de 1813.482
No menos importante va a ser en la organización sanitaria la creación de los
médicos municipales y la obligación de su contratación por los ayuntamientos ordenado
en la “Ley Municipal” de 1823. Reforma esta última del trienio liberal, que va a ser el
germen de una futura organización asistencial benéfica individual y luego inspectora
sanitaria en el ámbito local. El sistema sanitario tendrá un carácter estrictamente
preventivo. La Administración liberal debía atender al indigente enfermo porque era,
con excepción social, incapaz de satisfacer sus propias necesidades, encuadrada en el
conjunto de las prestaciones de beneficencia.483
En este período constituyente primero, y liberal radical después, es de destacar
también la concepción política de la autoridad sanitaria que se atribuye al estado central
y a los delegados o jefes políticos gubernativos provinciales, y en cierta medida a los
alcaldes. Este elemento ha de ser crucial en la concepción de la salud pública y en la
481
Monlau, P.F. (1862). Opus cit. 482
Viñes, J. (2006). Opus cit. 483 Muñoz Machado, S. (1975): “La concepción sanitaria decimonónica”. En: La
sanidad Pública en España. Instituto de Estudios administrativos. Madrid. Pgs. 25-33.
277
protección de la salud colectiva a lo largo del siglo, en cuanto que se protegen bienes
individuales, fundamento de la actuación del poder público liberal.484
A pesar de los repetidos fracasos legislativos comentados, a lo largo del siglo
XIX el Estado va a ir adquiriendo un entramado organizativo sanitario. Hereda parte de
las estructuras anteriores al siglo, como el Protomedicato, la Junta Suprema de Sanidad,
y las juntas superiores gubernativas de medicina, cirugía, y farmacia. Se desarrollan
sucesivas reformas legislativas sustituyendo a estos caducos organismos a mediados de
siglo, entre 1847 y 1855, culminando con el fin del siglo XIX con la “Instrucción
General de Sanidad de 1904”, hija y heredera ya de los avances técnicos que por fin se
incorporan. Lo que se puede considerar el colofón sanitario de las voluntades y
conocimientos del siglo XIX, que alcanzan hasta el comienzo de la primera guerra
mundial en 1914, verdadero fin del siglo XIX, en lo político y en lo social. En lo
científico-médico y en lo organizativo este siglo culminó con un conjunto de
dispositivos constituidos por “corporaciones y funcionarios” que están encargados, en
primer término, de secundar las disposiciones del Gobierno en lo referente a la sanidad,
de asesorarle y de velar en su esfera por la salud pública y que son: El Real Consejo de
Sanidad, las academias de medicina y cirugía, los colegios de médicos, farmacéuticos y
veterinarios, las juntas provinciales de sanidad, las juntas municipales, los subdelegados
de medicina, farmacia y veterinaria y los inspectores sanitarios. Este es el panorama de
los recursos de la organización sanitaria que ha creado el siglo XIX y que llegan al siglo
XX en el año de 1914, momento en el que se considera el inicio de la era actual de la
medicina; y en consecuencia de una nueva era técnica y científica de la higiene pública.
Son los órganos que han dejado en activo las normas legales del siglo XIX: el real
Decreto Orgánico de Sanidad de 1847, la Ley Orgánica de Sanidad de 1855 y la
Instrucción General de Sanidad de 1904.485
Estos órganos han tenido una senda y vicisitudes diferentes que es preciso
considerar desde su inicio histórico en épocas pretéritas, con caminos separados para
cada uno de ellos hasta 1847 en que se puede considerar como el comienzo de una
verdadera organización integrada en una jerárquica administración sanitaria. Tales
484
Viñes, J. (2006). Opus cit. 485 Laín Entralgo, P. (1982): Historia Universal de la Medicina. Salvat editores.
Barcelona.
278
órganos van a poner en orden las áreas temáticas permanentes del arte de curar. La
primera será garantizar el ejercicio de las profesiones sanitarias: médicos (físicos),
farmacéuticos (boticarios), cirujanos (barberos, sangradores), matronas o ministrantes; y
la segunda situar la autoridad sanitaria en representación del poder público, bien central
(el Rey, el Presidente de la Nación, el Consejo, el Gobierno, las Cortes) o en el orden
periférico, las atribuciones de la sanidad provincial y municipal. En este último campo
va a ser donde se experimenten las mayores transformaciones respecto al ámbito
competencial en el área de la salubridad pública. Las juntas municipales de sanidad y en
consecuencia los titulares municipales van a estar condicionados por la competencia
municipal en la “policía de salubridad” que la constitución les atribuye. En su desarrollo
la “Instrucción para el Gobierno político-económico de las provincias” de 13 de junio
de 1813 desarrolla estas obligaciones que han pervivido largamente “estando a cargo
de los ayuntamientos de los pueblos la policía de salubridad y comodidad, deberán
cuidar de la limpieza de calles, mercados, plazas públicas, hospitales, cárceles y casas
de caridad o beneficencia; velar sobre la calidad de los alimentos de toda clase; cuidar
de que en cada pueblo haya cementerio convenientemente situado; cuidar así mismo de
la desecación o bien de dar curso a las aguas estancadas o insalubres, y por último de
remover todo lo que en el pueblo o en los términos pueda alterar la salud pública de los
ganados”.486
Otra de las transformaciones se produce en la asistencia y cuidados a los
pobres (beneficencia). El que los médicos contratados puedan también asistir a los
ciudadanos pudientes en régimen de igualas o conducidos se recoge por primera vez en
la “Instrucción para el Gobierno económico y política de las provincias”; de 3 de
febrero de 1823, cuyo artículo prevé que “haya facultativo o facultativos en el arte de
curar personas y animales, según las circunstancias de cada pueblo, señalando a los
médicos o cirujanos la dotación correspondiente, a lo menos a la asistencia a los
pobres, sin perjuicio de que si los fondos públicos lo pueden sufrir, se extienda también
la dotación de la asistencia sanitaria a todos los demás vecinos. Los facultativos serán
atendidos y contratados por el ayuntamiento, pero si sus sueldos u honorarios se
486 Muñoz Machado, S. (1975): Art. cit. Pgs. 25-33.
279
hubieran de satisfacer por igualas o repartimiento vecinal, sólo se sujetará a este pago
a los que quieren servirse de los facultativos elegidos”.487
La asistencia a los ciudadanos fuera de la Beneficencia va a ser un problema
individual en el que el Estado y por tanto la administración pública no va a intervenir,
salvo cuando se requieran actuaciones de policía y asistencia sanitaria en caso de
necesidad por amenaza colectiva o de asistencia benéfica. Esas áreas temáticas sobre el
ejercicio de las profesiones y la distribución de poderes central y municipal, encuentran
un “corte”, un antes y un después, a mediados del siglo: en 1847 cuando nace en España
la verdadera salud pública como función plena del Estado, que adquiere conciencia de
que es suya la responsabilidad de la salud de los ciudadanos.488
487 Muñoz Machado, S. (1975): Art. cit. Pgs. 25-33. 488
Viñes, J. (2006): Opus cit.
280
281
v.
PLASENCIA (1832-1835),
REACCIONES SOCIO-SANITARIAS
ANTE LA EPIDEMIA DE COLERA:
RESPUESTAS SIMILARES EN
CONTEXTOS DIFERENTES.
282
El concepto de epidemia se refiere a una patología que afecta a una población
(o parte de ella) en un momento determinado. Su principal característica es que ataca a
un elevado número de sujetos, lenta o violentamente. A pesar de que las enfermedades
son compañeras del hombre desde su pasado más remoto, son las enfermedades
epidémicas las que han acaparado la atención; por su trascendencia, efecto y sobre todo
por el enorme número de muertos que causan. La realidad de cada época estuvo y está
impregnada del temor a ciertas epidemias, llámense éstas viruela, peste, tifo, cólera,
lepra o SIDA.489
La epidemia aparece marcada por varios elementos: elevado número de sujetos
atacados, impotencia para enfrentar la enfermedad, muerte como peligro inmediato; o
bien, la exclusión y el rechazo social, que es una muerte social en vida. Las epidemias
son un fenómeno colectivo y social. Durante su ataque, no sólo el sujeto está enfermo,
ni únicamente sucumbe el individuo; también la familia, el barrio, la provincia o la
ciudad. Precisamente por eso la representación que se forja de las epidemias es social,
colectiva. Se les teme porque implican una forma de muerte: inmediata, algunas veces;
otras lenta y simbólica. Están rodeadas de rituales, como en el caso de la lepra o la
sífilis, en las cuales la respuesta social, la socialización del mal, tomará la forma de
reclusión y aislamiento. Las epidemias eran una manera de morir para el mundo. En el
caso de la peste, palabra que todavía en el siglo XIX era utilizada para denominar a
varias enfermedades de carácter epidémico, se trataba de una amenaza a la colectividad.
De ahí el interés del momento por la enumeración de los atacados y muertos, pues uno
de los mayores efectos fue el causado por la alta mortalidad.490
A lo largo de la historia de la humanidad la respuesta frente a las epidemias ha
sido similar en algunos aspectos pese a los diferentes contextos geográficos e históricos
en los que se ha producido; pero también ha adoptado formas distintas según la
naturaleza de la enfermedad epidémica de que se trataba y las circunstancias sociales,
culturales y políticas que concurrieron en cada momento. Los acontecimientos se
habrían desarrollado, según Rosenberg, siguiendo una secuencia narrativa predecible en
distintos actos: I) Revelación progresiva; II) Manejando la aleatoriedad; III) Negociando
la respuesta pública; IV) Vuelta a la calma y mirada retrospectiva. Desde el punto de
489
Márquez Morfín, L. (1994): La desigualdad ante la muerte en la ciudad de México:
El tifo y el cólera. Siglo XXI. México. 490
Márquez Morfín, L. Ibidem.
283
mira de las ciencias sociales este autor defiende que una epidemia permite seccionar
transversalmente una sociedad, reflejando la particular configuración de sus
instituciones y su cultura. Cada sociedad particular construye una respuesta
característica a una epidemia. Como fenómeno social, una epidemia cumple una
estructura dramática, es decir, comienza en un momento en el tiempo, procede en un
período espacio-temporal en el que la tensión lleva a una crisis individual y colectiva, y
finalmente sucumbe.491
Según Slack la similitud de las reacciones sociales a una epidemia se justifica
por los problemas comunes que todas las epidemias y otros desastres presentan y han
presentado: la necesidad de ser explicadas y combatidas.492
A esto se le habría intentado
dar respuesta desde tres ámbitos distintos (popular, político y médico) que habrían sido
diferentemente predominantes según los distintos momentos históricos. No obstante, la
asociación de los elementos provenientes de los tres ámbitos seguramente han
configurado y configuran la respuesta ante una epidemia.493
Slack,494
tras los estudios realizados, destaca cómo la respuesta popular frente a
una epidemia dada en un momento concreto guarda relación con múltiples factores.
Unos tienen que ver con la naturaleza de la enfermedad responsable de la epidemia y el
modo de percibirla por los miembros de esa sociedad. Otros se encuentran relacionados
con las circunstancias sociales, culturales y políticas que concurran en ese momento. De
la combinación de todo ello dependerá el tipo de reacción y su intensidad. Hay que
señalar también que en todos los casos hay una serie de elementos comunes que
integran esa respuesta, siendo uno de ellos la búsqueda del culpable de esa situación
siguiendo unos patrones más o menos establecidos. Un ejemplo de ello es el hecho de
491
Rosenberg, CH. E. (1989): Waht is an epidemic? AIDS in Historical Perspective.
Daedalus, 118, nº. 2.
492 Slack, P. (1992): Epidemics and ideas. Essays on the historical perception of
pestilence. Cambridge. Cambridge University Press.
493 Fox, D.M. (1989): “The History of Responses to Epidemic Disease in the United
States since the 18th Century”. The Mount Sinai Journal of Medicine, Vol. 56, nº. 3,
May.
494 Slack, P. (1992). Opus cit.
284
que, generalmente, se responsabiliza de la enfermedad a determinados grupos sociales
marginales, a ciertos estilos de vida, a comportamientos considerados inmorales, etc.
Las características de la enfermedad epidémica se consideran como
determinantes importantes de la reacción popular que suscita. Así, la novedad o
familiaridad, la violencia, la incidencia geográfica y social, los síntomas de la
enfermedad y secuelas que genere, la percepción del riesgo. Todo ello configura el tipo
de respuesta y su intensidad.495
Generalmente se acepta que las respuestas más radicales
corresponden a epidemias nuevas, violentas, intensas, casuales y asociadas a otros
desórdenes sociales.496
En epidemias con las características antes apuntadas aumentaría la percepción
del riesgo y las reacciones sociales estarían presididas por el miedo, tal y como ocurrió,
por ejemplo, en las diferentes epidemias de peste en las que fue frecuente la aparición
de fenómenos de histeria colectiva. A grandes rasgos si realizamos un repaso de las
principales pandemias se pueden observar reacciones como: persecución de leprosos,
judíos, homosexuales, pobres, etc.; exaltación de las prácticas religiosas (procesiones,
invocaciones a diferentes santos, etc.), flagelaciones en público, danzas, etc. Es a partir
de la Edad Media cuando a esas primitivas reacciones frente a la enfermedad epidémica,
que como se ha apuntado se caracterizarían por las creencias populares, les
acompañaron las medidas políticas que se iban tomando en función de los
conocimientos médicos del momento. Pudiera parecer que el motivo de estas medidas
sería el mantenimiento de la salud pública, pero las distintas investigaciones que se han
realizado ponen de manifiesto otras muchas motivaciones, como por ejemplo prejuicios
sociales, miedo y sentimiento de lástima hacia el pobre (durante la Baja Edad Media e
inicios del Mundo Moderno), o intereses mercantiles (siglo XIX sobre todo).497
A estos
motivos apuntados se van a ir incorporando de manera progresiva las ideas médicas que
van apareciendo.
La lucha colectiva contra la peste desde mediados del siglo XIV estuvo
protagonizada sobre todo por la sociedad más pudiente, que obraría en base a la idea de
contagio .498
Ésta sociedad pondría en marcha las primeras medidas, consistentes en
495
Porras Gallo. M.I. (1994): Una ciudad en crisis: La epidemia de gripe de 1918-19 en
Madrid. Universidad Complutense de Madrid. 496
Slack, P. (1992). Opus cit. 497
Ibidem. 498
Ackerknecht, M.D. (1982): A Short History of Medicine. Baltimore & London: The
Johns Hopkins University press. (Edicción revisada, 1ª edicción en Inglés 1955).
285
colocación de guardias de sanidad a las puertas de los lugares contaminados,
establecimiento de la cuarentena, necesidad de portar billetes de salud, aparición de
distintos reglamentos que recogían las normas y obligaciones a cumplir mientras durase
la epidemia, contabilidad de fallecidos, creación y puesta en marcha de medidas de
ayuda a los pobres, y la habilitación de hospitales especiales para enfermos de peste,
que en muchos casos fueron los anteriormente dedicados a la lepra, que habían quedado
libres tras el retroceso de ésta al final de la Edad Media.499
Durante los siglos XVI y
XVII se siguieron aplicando medidas colectivas de lucha, básicamente similares a las de
los siglos anteriores, si bien algo más perfeccionadas. Y contando ya con un apoyo
ideológico, la noción de contagio introducida por Fracastoro, medidas que no se
limitarían únicamente a las ciudades y pueblos afectados, sino que se extenderían
también a las sanas.
En el siglo XVIII apareció entre otras la viruela, cuya lucha a través la
variolización se realizó desde mediados de siglo. Técnica que se aplicó antes de la
invención de la vacuna por Jenner, y que consistía en hacer una incisión en la piel y
colocar el polvo de las costras de la viruela, cerrando posteriormente la herida y dejando
al enfermo aislado hasta que la enfermedad le atacaba de forma leve. En España la
variolización fue empleada por los médicos desde 1750, aunque no contó con el apoyo
oficial hasta 1798, introduciéndose dos años más tarde la vacunación, y dictándose en
1804 las normas relativas a dicho proceder, que se introdujo con carácter gratuito.500
También apareció en éste siglo el paludismo, para el que los médicos recomendaban
medidas de carácter general, como la desecación de aguas pantanosas, recomendada por
Lancisi y otros médicos europeos,501
el aumento del número de médicos en las zonas
afectadas, la contabilización del número de enfermos y fallecidos durante el año, y el
establecimiento de normas y organismos de control que velaran por el cumplimiento de
estas medidas.
La experiencia que proporcionó la lucha contra la peste influyó de modo
importante en algunas de las medidas que se tomaron posteriormente contra otras
enfermedades, y en algunos cambios que se introdujeron en la lucha contra las
enfermedades epidémicas. Así en nuestro país, bajo la amenaza de la peste en Marsella
499
Albarracín Teulón, A. (1987): (Coordinador). Historia de la Enfermedad. Saned.
Madrid. 500
Ibidem. 501
Pérez Moreda, V. (1980): La crisis de mortalidad en la España interior (siglos XVI
al XIX). Siglo XXI. Madrid.
286
(1720), se decidió centralizar la lucha contra las epidemias y dotarla de un carácter
laico. Para ello se creó la Junta Suprema de Sanidad. Una de sus primeras actuaciones
fue frente a las epidemias de fiebre amarilla que se desarrollaron durante los siglos
XVIII y XIX en nuestro territorio.502
La primera epidemia de cólera en nuestro país se caracterizó, más que por la
gran extensión que pudiera alcanzar, por la intensidad que llegó a adquirir en breve
período de tiempo, en cada una de las regiones o demarcaciones en las que azotó. Por un
lado estuvo su fuerte capacidad de contagio de lo que se deriva, junto a las enormes
dificultades que era necesario superar para controlar su difusión, una rápida extensión
de la misma en breves espacios de tiempo. Por eso es considerada como una de las
infecciones que mejor sirven para medir la capacidad de la sociedad a la hora de ofrecer
respuestas socio-sanitarias eficaces. Estamos, pues, ante un tipo de enfermedad cuya
manifestación tiene lugar, casi en exclusiva, de una forma epidémica. Y es precisamente
esta manifestación epidémica, unida al carácter exótico que caracterizaba a la infección,
la que le otorgaba un carácter catastrófico y alarmante entre la población, cuyos
componentes llegaron a sentir un verdadero pánico ante el simple rumor de un azote
colérico. A los ciudadanos llegaba siempre una información plagada de calificativos
como enfermedad terible, feroz, azote, etc. La aparatosidad de las manifestaciones
clínicas que este proceso morboso provocaba en los enfermos, unida a su fuerte grado
de letalidad, la convertían en una de las enfermedades más temidas de la sociedad
decimonónica.503
Al abordar el desarrollo histórico de la epidemia que se estudia se ha hecho de
la actuación municipal el hilo conductor del discurso. Analizamos su respuesta frente a
un fenómeno dislocador de la vida ciudadana, que le exigió atender entre otras muchas
materias: la organización del dispositivo preventivo y curativo, la erradicación del
problema de la mendicidad, el fortalecimiento de la seguridad ciudadana, etc., pero
también vemos su impotencia frente al caos social y los desajustes económicos, la
huida de personas importantes en la lucha, bicefalias de poder, desconfianza entre
diferentes sectores sociales, y escasa colaboración de algunos estamentos. Pero no solo
502
Blasco, L. (1990): Higiene y Sanidad en España al final del Antiguo Régimen. Tesis
doctoral inédita. Facultad de Medicina. U.C.M. Madrid. P.7.
503 Clemente Fuentes, L. (2008): “Los azotes del cólera-morbo en la provincia de
Cáceres durante el siglo XIX”. Ars et Sapientia. Año IX. Agosto. Pgs. 97-123.
287
la actuación municipal es analizada aquí, también la respuesta de otros colectivos
sociales y profesionales implicados frente a un fenómeno que, aunque anunciado y
recurrente, atacó con intensidad, sin duda por la impotencia del mundo científico, pero
también por las profundas repercusiones sobre la vida cotidiana.
1. El Cólera se acerca (1832-1833)
1.1. Instalación de la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia con motivo de la
primera epidemia de Cólera: Primeras medidas:
Las Juntas municipales de Sanidad, como he expuesto en el apartado IV,
dependían jerárquicamente de las Provinciales, organizadas éstas por distritos de zonas
asimiladas a las Capitanías Generales, y presididas por el Gobernador Militar.
Centrándome en la epidemia de cólera en Plasencia, este proceso organizativo se
cimentó en los años anteriores a 1833, acelerado por la presencia de la epidemia en
Portugal, mediante una circular de Capitanía General que decretaba la instalación de
las Juntas de Sanidad en la Provincia. De esta forma se crea la Junta Provincial de
Sanidad en el mes de mayo de 1832, cuyas atribuciones estaban dirigidas
fundamentalmente a la toma de medidas sanitarias ante la epidemia, y de forma más
concreta a la organización de las Juntas Municipales en todos los pueblos de la
provincia, a las que se irán comunicando los métodos higiénicos y de precaución así
como cualquier medida de salubridad que según los principios científicos de la época
son reconocidos como útiles. A tal fin el 27 de mayo de 1832 se reúnen en Plasencia los
siguientes señores: “... Don Manuel Gómez Borja Corregidor Subdelegado de todas
Rentas Reales Policía y demás ramos, Presidente Don Francisco de la Plata Regidor
perpetuo, Don José López Regidor, el Licenciado Don José Pedro de Alcántara
Rodríguez Previsor y Vicario General de este obispado y Don Juan Sánchez Matas
Médico titular de esta ciudad”.
“... Se hizo notoria la orden circular de la Junta Provincial de Sanidad de
Extremadura, inserta en el diario de Badajoz fecha 12 del que sigue señalado con el nº
131 por la cual se manda entre otras cosas que se instalen Juntas de Sanidad en todos
los pueblos de esta provincia; En cuya consecuencia enterados referidos señores de
citada orden se sirvieran quedara y declarara por instalada esta Junta Municipal de
288
Plasencia, y los Señores vocales prometieran dedicarse con el más fervoroso y
acentuado celo a desempeñar sus funciones en obsequio de la humanidad, y de la Salud
Pública”.504
Por lo tanto queda instalada la Junta Municipal de Sanidad Placentina,
compuesta básicamente por la oligarquía civil y eclesiástica a la que se sumaba el
asesoramiento sanitario, y desde éste momento, de acuerdo con los planes elaborados
por esta Junta en lo que sería su primera fase de trabajo ante el cólera, el Ayuntamiento
propone una serie de medidas higiénicas y sanitarias. Se toman acuerdos referidos a
limpieza en la ciudad, muladares, cuadras de las posadas y casas particulares..., y
destacando que su incumplimiento llevará aparejada multa, y quién debe pagarlas: “...
para que se barran y limpien las plazas, calles, callejas y extramuros (...), se acuerda
de conformidad que se repita la publicación del Bando, recomendando su ejecución
bajo de las multas impuestas y prehibiendo que se limpien los expresados muladares y
las cuadras de las posadas y casas particulares, bajo las indicadas multas, y
apercibimiento de que se reconocerán por las personas que al efecto se designarán, y
de que los moradores de las propias posadas y casas serán responsables de las
multas”.505
Hay que tener en cuenta que por éstas fechas fueron publicadas las medidas
de prevención recibidas desde París. Traducidas al castellano tienen por objetivo que
“todas las familias y personas sepan tomar por sí mismas las medidas oportunas para
precaver la invasión del cólera-morbo, y adoptar los medios más convenientes y
seguros de disminuir sus estragos en el caso que llegue a propagarse”. En ellas se
recoge claramente el hecho de haberse observado que cuanto más puro es el aire en que
se vive, menos exposición hay de padecerse el cólera, es decir, queda patente en su
redacción la influencia de las teorías miasmáticas: “El aire húmedo de las habitaciones,
mal sano en todos tiempos, se hace muy peligroso cuando reina el cólera-morbo; por
tanto, es preciso guardarse bien de hacer secar la ropa lavada en la pieza en que se
habita, y con más razón si se duerme en ella. Se procurará ventilar las alcobas y piezas
504 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
27 de mayo de 1832. 505 Ibidem.
289
de dormir; que en toda la casa haya la mayor limpieza y aseo, que es el único medio de
que reine en ella la salubridad”. 506
La amenaza del cólera despierta como se ve el interés de las autoridades, y se
traduce en ésta temprana reacción con indicación de acciones directas sobre elementos
considerados predisponentes o facilitadores de la aparición del mal, basados en
postulados defendidos desde el punto de vista del higienismo miasmático, aunque no
sea en éste momento la teoría dominante. Se hace mención en estas fechas al crecido
número de pobres que se habían introducido a mendigar en la ciudad: “... y se haga
saber a los pobres forasteros que se han introducido a mendigar en crecido número
cuyas disposiciones...”. Flores del Manzano observa cómo por éstas fechas menudearon
los pobres de solemnidad en Plasencia. En 1830 se destacaba el hecho de que los
numerosísimos pobres de solemnidad que existían en Plasencia por diversos motivos,
“la mayor parte son forasteros transeúntes que se vienen aquí”. Entre ellos destaca la
benignidad climática que disfruta la ciudad, la cual, a su vez, se convierte en punto
estratégico de paso. Lo que permitía la convergencia en ella de forasteros procedentes
tanto de Portugal como de tierras castellanas, manchegas, andaluzas y bajoextremeñas.
Afluyen los pobres, forasteros al reclamo de las muchas instituciones humanitarias con
que contaba la ciudad: obispo, cabildos y comunidades religiosas de ambos sexos,
donde comer, al menos, la llamada “sopa boba” conventual. Disponía así mismo de
hospitales en que recogerse y curar las enfermedades de sus maltrechos cuerpos. Pero
no sólo acudían personas pordioseando abiertamente, apelando a la caridad ajena,
también aquellos que buscaban un empleo ocasional en labores agrarias esporádicas que
no requirieran de especialización. No faltaban en la ciudad oportunidades de
subsistencia y ocupación temporal a los que llegaban con deseos de mitigar su miseria o
de conseguir algún dinero507
. Es de entender el hacinamiento y las malas condiciones
higiénicas en las que se encontrarían los pobres. Entre las medidas recibidas desde
París también se hace mención a la prevención de éste hecho: “Así, pues, nunca será
por demás el esmero que se tenga en la salubridad de las habitaciones; y por
506
Instrucción Popular formada por la Comisión Central del Consejo de Sanidad y
aprobada por la Prefectura de Policía de París (1832). Traducida al castellano. Madrid.
Miguel de Burgos, impresor por S.M. de la Real Junta de Aranceles. 507
Flores del Manzano, F. (2004): Plasencia y su entorno durante el reinado de
Fernando VII y la regencia de María Cristina (1808-1840). Excelentísimo
Ayuntamiento de Plasencia.
290
consiguiente, es preciso evitar que viva, y mucho mas el que duerma demasiada gente
en una misma habitación, ventilarla por la mañana y durante el día, abriendo puertas y
ventanas con frecuencia, y por largo rato”.508
Cuando dos años más tarde la enfermedad recorriera España, es posible que
aumentara aún más el número de pobres y mendigos en la ciudad, retornados éstos a su
lugar de origen desde ciudades en las que ante el miedo a la epidemia se procedió a la
expulsión del proletariado no natural de la ciudad. Circunstancia ésta que se produjo en
ciudades como Bilbao509
y Madrid510
.
En esta primera reunión el médico titular Juan Sánchez Mattas hace mención a
un problema en los enterramientos, destacando que se llevan a cabo con poca
profundidad: “…El Sr. Don Juan Sánchez Mattas como médico consultor hizo presente
que los sepulcros en que se entierran los cadáveres se hacen con poca profundidad y
que consideraba necesario que se dispusiera lo conveniente por resultar perjudiciales a
la salud pública.511
Antes de hacer su aparición el cólera en España y sembrar el miedo, la Junta
Municipal Sanidad de Plasencia se reunió en tres ocasiones más (3,10 y 17 de junio),
correspondientes a tres domingos sucesivos como había sido acordado en la segunda
sesión: “…Habiéndose conferenciado lo conducente para determinar los días y horas
en que debe celebrarse junta de sanidad, se acordó que todos los domingos a la hora de
las once se sirvieran concurrir los Sres vocales a la casa morada del Sr Presidente
para realizar la junta, sin necesidad de que preceda convocatoria ni llamamiento; sin
perjuicio de que si ocurriese alguna cosa extraordinaria tendrá el Sr Presidente la
bondad de mandar convocar a junta por medio de llamamiento expuesto”512
. En todas
ellas se vuelve a hacer mención al aseo y limpieza en calles, plazas, cuadras,
508
Instrcucción Popular formada por la Comisión Central del Consejo de Sanidad y
aprobada por la Prefectura de Policía de París (1832). 509 Villanueva Edo, A. (2004): “Estudio social e histórico de la epidemia de cólera de
1834 en Bilbao”. Boletín de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Bilbao. 510 Vidal Galache, F. (1989): “La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Asistencia y
Represión de las clases populares”. Revista: Espacio, Tiempo y Forma. Historia
Contemporánea. Madrid. 511
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
27 de mayo de 1832. 512
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
3 de junio de 1832.
291
muladares...: “... Acordó que se haga saber a los Alcaldes de Barrio, al Celador y
Alguaciles que cuiden de la limpieza de calles y muladares, exijan las multas impuestas,
den parte al Sr Presidente de lo que ocurriese, y pongan dichas multas en poder del
Depositario nombrado para los efectos...”513
. Se hace mención también al vagabundeo,
y a la falta de recursos económicos necesarios para satisfacer las necesidades de la
junta, hándicap con el que como se verá más adelante, se va a encontrar en repetidas
ocasiones, : “... de facilitar medios y arbitrios para evitar la vagancia, contener los
excesos y desordenes que de la misma proceden, y mantener y socorrer a los pobres
vecinos de esta ciudad que acrediten hallarse notoriamente impedidos y necesitados;
con tan laudables fines se hicieron por los Sres Vocales de esta Junta diferentes
proposiciones útiles y bien acomodadas, pero estrellándose todas en la sensible
imposibilidad de ser efectuadas por carecer absolutamente de los caudales y recaudos
necesarios (...) se acordó de conformidad que los Sres Regidores que al mismo tiempo
son individuos de precitada junta se sirvan hacer presente al M.N. y M.L. Ayuntamiento
la necesidad de que proporcione algunos intereses, utensilios y herramientas, invitando
atentamente a esta corporación para que despliegue su energía y piadoso celo a favor
de esta empresa tan ventajosa a la humanidad desvalida y a la salud pública514
”.
En lo que sería la segunda reunión (3 de junio) queda patente el enorme peso
que el clero tenía en ésta ciudad. Todavía en la época de la epidemia existía la vieja
estructura de sociedad estamental, basada en privilegios de dos estamentos: la
aristocracia y el clero, y el total desposeimiento del tercer orden: el pueblo. Aristocracia
y clero ostentaban el poder absoluto, fundamentado en sus privilegios, en la propiedad
de la tierra, en la tradición y en los títulos. Al igual que la nobleza, fue un estamento
privilegiado. Su poder era grande y se organizaba en una compleja estructura, integrada
por numerosos miembros. En esta segunda sesión de trabajo sólo se habló de la
epidemia al despedir la reunión, ya que el debate (que no existió), tras la lectura del acta
anterior giró en torno al descontento por parte del Previsor por aparecer su nombre con
posterioridad al de los Señores Regidores del Ayuntamiento, reclamando entonces su
lugar por delante de éstos e inmediato al del Sr. Presidente: “… El Sr. Previsor hizo
513 Ibidem. 514 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
10 de junio de 1832.
292
presente que ha notado que se halla colocado su nombre con posterioridad a los de los
Sr. Regidores del Ayuntamiento y pidió que se colocase previamente que a su Señoría
compete, el lugar inmediato al del Sr. Presidente, tanto por su carácter, quanto por ser
juez que ejerce jurisdicción ordinaria eclesiástica cuya distinción y prerrogativa le da
el derecho que reclama; En cuya virtud instruida la fuerza precisa de la proposición
presente; Después de haber conferenciado con la debida reflexión, y de haber oído
individualmente a los Sres vocales, y al Sr. Marqués de Mirabel que dijo cedía por su
parte sin perjuicio del derecho que corresponda a la clase de Regidor Decano, acordó
que mencionado Sr. Previsor Vicario General ocupe el asiento y disfrute, la voz y voto
inmediato al Sr Presidente y con preferencia a los demás Sres de citada junta”515
.
En todas y cada una de estas sesiones también se interesó la Junta municipal por
el tipo y el número de enfermedades que aquejan a los vecinos de la ciudad. Para ello se
preguntaba al médico titular, vocal también de dicha Junta: “... continúa la enfermedad
de fiebre catarral estacionada, con diferentes complicaciones según la constitución de
los pacientes y añadió que referida enfermedad no es epidémica ni contagiosa (...),”...
habiéndose corregido y templado los temporales, se habían aminorado
considerablemente las enfermedades, y que se habían aliviado algunos enfermos de
modo que ya es mucho menor el número de estos, los cuales juzga y opina que irán
convaleciendo poco a poco”516
.
Los informes emitidos por el médico sirvieron para acordar la anulación de las
sesiones periódicas. Y consideraron que una vez concretado todo lo que se debía hacer,
y en vista de la ausencia de enfermedad preocupante en la ciudad, la Junta quedase en
suspenso de momento: “...y advirtiéndose que por ahora no hay cosa que llame las
atenciones de la Junta, se acordó de conformidad que se suspendan sus sesiones sin
perjuicio de que si ocurriese cualquiera novedad o indicio ya sea de enfermedades o de
cualquiera otro incidente correspondiente a las obligaciones de esta Junta se sirva el
515 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de 3
de junio de 1832. 516 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
10 de junio de 1832.
293
Sr. Corregidor Presidente mandarla convocar por el medio que sea de su agrado en
cuyo caso se reunirá sin dilación...”517
.
Primera página del acta de instalación de la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia.
Se percibe cómo en éste momento la medicina juega un papel de mero consultor.
Vamos a comprobar que el discurso de prevención tanto cuando el cólera es una
amezaza como cuando es una verdadera realidad proviene de las autoridades. El papel
del médico no presenta novedad por tanto en cuanto al ejercido en las epidemias del
pasado. La Junta Municipal no se volvería a reunir ya hasta entrado el año 1833.
517 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
17 de junio de 1832.
294
1.2. Miasmas del miedo:
Es inevitable que el imaginario colectivo reaccione, ante una situación de
emergencia sanitaria, a partir de una de las emociones morales más básicas: el miedo. Y
que éste se contagie más extensamente, persista más tiempo y cause más daño que las
infecciones biológicas. En nuestra memoria cultural colectiva permanecen una serie de
epidemias que la humanidad sufrió y sobrevivió. Aún hoy en día, el miedo al contagio
de una epidemia sigue siendo uno de los resortes emocionales más poderosos en la
sociedad contemporánea. Pero, desde luego, el miedo es irracional y desencadena toda
una gama de reacciones exacerbadas, desde la incredulidad hasta la paranoia y la
agresividad, e incluso a la segregación y rechazo social. La reacción discriminadora
impulsada por el miedo más primario y primitivo: el miedo a enfermar y morir, parece
natural y hasta cierto punto inevitable. La discriminación hacia otros que deriva de este
miedo es, desde el punto de vista ético, siempre condenable. Por ello debe ser
contrarrestada, y todo uso simbólico y político de este miedo proscrito, dado que
estigmatiza a todo un grupo poblacional o étnico, y lo pone en situación de
vulnerabilidad político-social, además de la posible vulnerabilidad biológica que
efectivamente sufra.
En 1832 se publican las instrucciones, que sobre medidas de prevención fueron
dictadas por la Comisión Central del Consejo de Sanidad, y aprobadas por la Prefectura
de Policía de París. Estas fueron “traducidas al castellano por Superior Disposición con
las modificaciones que requieren las costumbres, necesidades y situación de los
españoles”.518
En ellas se hace referencia al cólera como enfermedad grave, pero no
obstante se realiza la advertencia de que es mayor el miedo que causa el esperarla, que
el riesgo que se corre cuando existe. Y al compararla con otras enfermedades
epidémicas, tales como las viruelas, la escarlatina, y ciertas fiebres nerviosas, destaca el
hecho de que éstas han hecho más estragos en las regiones de Europa donde ha reinado
el cólera, destacando el hecho de que, aun cuando hubieran sido muy favorables las
circunstancias a su propagación, únicamente ha atacado a un individuo sobre 75, y aún
en algunas ciudades la proporción ha sido solamente de un individuo sobre 200.
518
Biblioteca Nacional de España. Instrcucción Popular formada por la Comisión
Central del Consejo de Sanidad y aprobada por la Prefectura de Policía de París.
Traducida al castellano (1832). Madrid. Miguel de Burgos, impresor por S.M. de la
Real Junta de Aranceles.
295
En éste apartado y los restantes se podrá comprobar cómo este miedo al cólera
tendrá sus repercusiones sociales y culturales, que a su vez influirán sobre las actitudes
y comportamientos de la comunidad. La mayoría (por no decir todos) los trabajos sobre
el cólera destacan la presencia de ese miedo, al que hay que atribuirle un origen no tanto
en su impacto demográfico, sino más bien en la aparotisidad de sus manifestaciones
clínicas, a las que se habrían de sumar los rituales religiosos en torno a la muerte.
En los primeros meses de 1833 las noticias que llegaban sobre el curso de la
enfermedad por Europa y sobre todo en Portugal y Andalucía empezaron a despertar
alarmas sociales e institucionales. Podemos decir que “los miasmas del miedo”
empezaron a hacerse sentir. La presencia del cólera en Huelva se puede considerar
como el momento de mayor esfuerzo en la consecución de medidas tratando de evitar su
propagación, para lo que son redactadas unas disposiciones: En ellas “Se aprueba el
acordonamiento de la villa de Huelva”, dispuesto por el capitán general de Andalucía
en la forma que está prevenida de antemano por los artículos 6º y 11º de la Real
Instrucción sanitaria de 25 de agosto de 1817”, una maniobra de actuación que nos
sitúa ante el principal elemento de lucha contra las epidemias utilizado hasta el
momento, el aislamiento. Herramienta que no aporta nada nuevo, que proviene de los
postulados de las tesis contagionistas y que conlleva además la vigilancia de “los
pueblos que se hallan situados al radio de diez leguas de la villa de Huelva, y se
establecerá a la referida distancia tan pronto como sea posible el segundo cordón de
tropas repartidas en los puntos y cruceros que designe el capitán general”. Pero
además, siendo conscientes de los perjuicios de éstas medidas se manda que “no falten
víveres ni ninguno de los artículos necesarios para la subsistencia de sus habitantes, y
para la curación y asistencia de los enfermos y convalecientes”. Para los barcos se
prohíbe su salida al mar y aquellos de procedencia sospechosa se enviarían a Mahon
donde se había acondicionado un lazareto para pasar cuarentena. Si la enfermedad
proguesara en su avance hasta Sevilla, en éstas disposiciones se recoge otra medida
arcaica y que a la postre resultará ineficaz, se trata de la huída de las autoridades hasta
lugares sanos desde donde poder operar. Sólo las locales o municipales deberían
permanecer en la capital, las restantes, es decir las autoridades centrales o provinciales,
así como la Junta Superior de Sanidad de la Provincia de Sevilla también debería
efectuar su salida. Para asesorar a las Juntas de Sanidad, así como para asistencia a los
enfermos se reclama la presencia de los tres facultativos que habían sido enviados al
296
extranjero para estudiar la enfermedad, y para la provisión de los recursos necesarios “la
misma Junta y las Autoridades superiores de aquella Provincia invitarán a todas las
personas pudientes y amantes del bien público para que contribuyan, según sus
facultades, al socorro y alivio de sus compatriotas afligidos por aquella plaga
desoladora, abriéndose al efecto una suscripción, en la que no duda Su Majestad
tomará parte al caritativo celo de los Prelados, Corporaciones eclesiásticas y
seculares, y el de los particulares acomodados, prestándose gustosos a un acto de
humildad que redunda en beneficio de todos, pues se dirige no solamente a auxiliar a
sus semejantes en tan terrible conflicto, sino también a evitar los funestos efectos y
propagación del contagio. El producto de esta suscripción y los nombres de los
suscriptores se publicarán para que puedan ser vistos por los vecinos, en el Boletín
Oficial de la Provincia.519
Al tiempo que se incrementa el miedo entre la población crecerán los
oportunistas y los remedios milagrosos. Fenómeno habitual durante todas las epidemias
de cólera del XIX y buena muestra de las creencias populares, alimentadas sin duda por
la ineficacia médica. Se trataría de remedios empíricos de no más dudosa efectividad
que los propuestos por los médicos.
Plasencia, por su parte, fue uno de los núcleos donde se detectó de forma
temprana la preocupación por el riesgo de contagio, el cólera estuvo muy presente en el
imaginario social y especialmente en las preocupaciones de sus dirigentes desde 1832.
La documentación de aquel año recoge una temprana reacción de las autoridades
políticas con discursos, bandos y normativas, pero sobre todo con acciones directas y
urgentes sobre aquellos elementos que se consideraban predisponentes o facilitadores de
la aparición del mal. Esta documentación alusiva al cólera prácticamente se reduce a la
generada por la Junta Municipal de Sanidad, organismo temporal creado expresamente
para responder a la amenaza. La reducida documentación, pero especialmente su
parcialidad, para mí no supone, sin embargo, una enorme dificultad para tratar de relatar
una crónica de la epidemia en su contexto social y político.
519
Estas Disposiciones se reproducen íntegramente en el apartado Apéndice
ddocumental. Biblioteca Nacional de España. Decretos del Rey Nuestro Señor D.
Fernando VII y la Reina de su Augusta esposa (1834). Imp. Real, Madrid, T. XVIII,
pg.91.
297
Desde febrero se tomaron varios acuerdos como el interrumpir las
comunicaciones con Portugal, adoptar severas precauciones con los sujetos, caballerías
y géneros procedentes del país vecino, establecer lazaretos, cuarentenas y fumigaciones,
disponer guardias exigiendo la documentación, el pasaporte y la cédula de sanidad; y,
por último, que las Juntas de Sanidad dieran continuos partes del estado de la salud
pública520
. Las autoridades se van haciendo eco del avance y comienzan, como vemos, a
dictarse diversas disposiciones que podemos considerar marcadas por la ambigüedad del
lenguaje, tratando de no alarmar a la población pero disponiendo medidas preventivas.
Todo esto se detalla a continuación.
Efectivamente, el jueves 7 de febrero de 1833 el Diario de Badajoz hace pública
una circular de la Junta Superior de Sanidad en la que se comunica a las Juntas de la
Provincia el recelo de la existencia del cólera morbo en Oporto, así como la indicación
de reglas de prevención que manda S.M. Desde la Junta Superior se pone en marcha
entonces un despliegue en cascada de instalación de Juntas de Sanidad y medidas
higiénico-sanitarias a requerimiento de la superioridad, de igual manera se pide adoptar
las medidas necesarias para que ninguna persona se interne en España procedente del
país vecino sin antes pasar observación de quince días en Portugal y otros quince en el
lazareto que se establezca en territorio español y “Que las disposiciones que tome entere
sin demora a los Capitanes generales de Extremadura, Galicia y Castilla la Vieja y
demás autoridades fronterizas, para que en el caso de haber estallado el cólera en
Oporto u otro punto, corten la comunicación e impidan la entrada en España a los que
venga de él hasta que hayan cumplido la cuarentena susodicha”521
.
Vemos de nuevo como éstas primeras medidas vienen marcadas por el
predominio en este momento de los defensores del contagionismo. Sin embargo lo
anterior no fue motivo para descartar el uso de todo tipo de medidas de carácter
esencialmente higiénico, encaminadas a conservar la pureza del aire como profiláctico
básico de la epidemia, y que eran orientadas por las teorías miasmáticas de la medicina
del momento, como veremos a continuación. Pero éstas primeras recomendaciones de
higiene pública serían en su mayoría las mismas que hasta entonces se habían
formulado en otras epidemias por ejemplo en la peste, si bién como se irá comprobando
520 Sánchez de la Calle, J.A. (1994): Opus cit.
521Archivo Municipal de Plasencia. Diario de Badajoz. Jueves Febrero de 1833.
298
con la lectura de ésta investigación, se irán modificando, teniéndo su punto de partida
no en el cólera, como se nos hace ver por los historiadores, sino en los planteamientos
ilustrados del siglo XVIII de lucha contra la enfermedad epidémica en general.
En Extremadura la Junta Provincial de Sanidad queda instalada, celebra sesión y
ante la evidencia de “que siendo la salud pública un interés de todos”, acuerda
transmitir a las municipales una serie de “medidas precaucionales de conocida
salubridad” contenidas en cinco artículos y que hacen referencia a: instalación una vez
más de juntas municipales, y quienes deben componer dicha junta, retirar zonas de
vertido de estiércol próximas a la localidad y colocarlas en lugares elevados, cegar
pantanos próximos en los que hubiere aguas detenidas, aseo de calles y plazas, casas (en
las que debe estimularse a los vecinos al blanqueo), caballerizas y corrales, así como en
fuentes y pozos potables, dar salida a las heces de los lagares de vino y molinos de
aceite “a fin de que no se estanquen y exhalen miasmas y gases nocivos”, profundizar
en los enterramientos, esmero en carnicerías y mataderos a fin de no perjudicar a la
salud pública, acopio de “plantas aromáticas como el romero, tomillo, y otras de esta
especie, para quemarlas en las calles cuando las circunstancias lo exigieren”. Además
la Junta es consciente de que “Uno de los males temibles en la provincia, es la cría y
estancia de ganado de cerda dentro de las poblaciones: en las pequeñas no es de tanto
influjo por que están más ventiladas: pero en las grandes o que suben de cuatrocientos
vecinos, la existencia de dicho ganado en el interior es perjudicialísima, y por lo tanto
las juntas municipales deberán tomar en consideración este interesante punto, y
remover los obstáculos que se presenten, para si es posible, colocar el ganado de cerca
en corrales u otros puntos fuera de la población. La junta provincial considera
suficiente cuanto se contiene en los cinco artículos precedentes, dejando a las
municipales que desplieguen su celo en otras medidas que serán útiles en unos pueblos
y no posibles en otros. Queda no obstante en una vigilante observación para atender a
donde convenga con sus providencias, para proteger a cuantos concurran de todos
modos a la conservación de la salud pública, y para usar de la severidad que designa la
ley contra el que por malicia, indolencia u otra falta se oponga o interrumpa lo que ella
misma o las municipales dictaren para llenar el grandioso objeto de sus respectivas
atribuciones; y para ello y que llegue a noticia de todos, se hará saber por medio del
diario de la capital. La junta que está en obligación de averiguar por todos medios la
existencia o inexistencia del mal para adoptar las disposiciones más eficaces del caso,
299
y elevar a noticia de la Junta Suprema del Reino cuanto pueda adquirir y por cuya vía
han de recibirse sucesivamente las órdenes e instrucciones que acordare S.M. , encarga
especialmente a las Juntas particulares de los pueblos con singularidad a la de los
fronterizos a Portugal, se dediquen con todo esmero y solicitud a inquirir
conocimientos positivos a la novedad de tan perniciosa epidemia hasta cerciorarse del
verdadero estado de salud que reina en aquel punto y demás inmediatos, avisando todo
con puntualidad a esta Junta Superior.522
Primera página de la Circular de la Junta Superior de Sanidad.
Vemos cómo aún desconocido el reservorio del cólera las medidas apuntadas se
dirigen hacia su control, los mecanismos de aislamiento tradicionales, que
desconociéndose todavía la etiopatología de la enfermedad, resultarían ineficaces,
igualmente algunas prácticas contra las humedades en pantanos etc., que efectivamente
eran más proclives al desarrollo del vibrión, se realizaron arbitrariamente guiados por su
522 En el apartado Apéndice documental se reproduce íntegramente ésta Circular.
Archivo Municipal de Plasencia. Diario de Badajoz. Jueves Febrero de 1833.
300
mayor o menor impacto olfatorio en relación a procesos de putrefacción y fermentación
que acontece en ellos, la quema de plantas aromáticas defendida por los partidarios de la
transmisión aérea (“miasmática”) en un momento en que mandaban los contagionistas,
prácticas en definitiva que de la misma manera no se tradujeron en limitación alguna de
la enfermedad. No se observa en éste momento acción directa sobre el reservorio
principal, es decir, el ser humano, responsable además de uno de los dos mecanismos de
transmisión más importantes, la vía fecal-oral, que va provocando poco a poco la
progresión del contagio hasta la vía hídrica responsable de los brotes epidémicos.
Lógicamente en ésta primera pandemia, tanto el reservorio humano como ambas vías de
transmisión eran desconocidas, y dentro de esas recomendaciones que se describen más
arriba apenas alguna pudiera haber sido parcial e indirectamente efectiva, y que son las
que se orientan hacia la contaminación aérea eliminando contenidos para que ni se
vieran ni se olieran, pero que no evitarían en definitiva que restos contaminados en
deposiciones se filtraran hacia puntos de abastecimiento al no existir una correcta
eliminación de excretas y que en último lugar no se habría actuado correctamente sobre
este eslabón de la cadena epidemiológica.
Pero por lo tanto la preocupación por el riesgo de contagio en Extremadura se
deja sentir ya por estas fechas. En Plasencia en febrero de 1833 se tomaron varios
acuerdos que obedecían al edicto remitido desde Badajoz por el comandante general del
ejército y provincia de Extremadura y presidente de las Juntas de Sanidad. El edicto era
una medida elaborada por el Gobernador militar y político de la Plaza de Badajoz, que
al mismo tiempo era también Comandante general del Ejército en la Provincia de
Extremadura, Presidente de la Real Audiencia y de las Juntas de Sanidad. Como se
indica más arriba el miedo al contagio cunde en Extremadura, a decir del gran número
de prevenciones que se desarrollaron, una de ellas es éste edicto. La palabra edicto
significa mandato, decreto o aviso publicado por la autoridad competente, para ser
expuesto en lugares públicos. La intención era que llegase a los vecinos y habitantes de
espacios geográficos necesitados de esta información. En momentos en los que la
transmisión de noticias, obviamente era difícil, Bandos, Edictos,… etc., cumplían esta
indispensable labor social. El edicto informa de la presencia de enfermedad contagiosa
en la cercana provincia del Alentejo portugués, que aunque no plenamente identificada,
se sospecha que pudiera ser el cólera-morbo. Esto provoca terror y desencadena el que
se adopten una serie de medidas, y la advertencia de que el incumplimiento en algunos
301
casos puede estar penado con la muerte. Lo que da idea de su visión como auténtica
catástrofe y amenaza contra el cuerpo social.
“ La Junta Provincial de Sanidad ha recibido noticia oficial de haberse
presentado una enfermedad contagiosa en Aveiro y otros pueblos de la Beira alta del
limítrofe Reino de Portugal, habiendo fallecido doce de ochenta personas que fueron
atacadas en un día, y ocurrido otros casos que dan a conocer el contagio y la gravedad
del mal, ignorase todavía si es el cólera-morbo asiático, aunque los síntomas de la
invasión simultánea en distintos pueblos y la rapidez de los efectos hacen temer sea
esta la enfermedad de que se trata....”
“... es indudable que el contagio existe, y que por lo mismo ha llegado el caso de
adoptar medidas para impedir que este azote invada la España por la frontera de
Extremadura.(...) Una triste experiencia acredita que el menor descuido, la más
pequeña omisión en semejantes casos, dejando el campo libre a la desolación del
contagio, arrastra al sepulcro a millares de víctimas, y llena de luto las familias, los
pueblos y los Reinos: este cuadro horroroso debe precaverse a toda costa...”523
.
Se vuelven a poner en evidencia cómo ante la epidemia en ciernes se producen
nuevas manifestaciones de miedo, y se observa cómo se palpa un riesgo inmediato. El
edicto forma parte de una importante labor legislativa llevada a cabo por las autoridades
provinciales durante el año 1833, especialmente cuando el territorio español se ve
amenazado por la epidemia que se extiende en Portugal y se acerca a las fronteras de
Huelva y de Badajoz. Normativa contextualizada en una general, de carácter nacional,
que se desarrolla de forma paralela a las medidas puntuales, gestadas por las autoridades
locales de aquellos lugares más próximos al posible contagio epidémico524
. El edicto de
febrero consta de dieciocho artículos en los que se abordan una serie de medidas
preventivas:
- Incomunicación con Portugal, sobre todo en lo que se refiere a Aveiro y Beira.
En cuanto a Algarves y Alentejo se admite el paso tanto de naturales como
extranjeros, debiendo sin embargo pasar cuarentena y portar célula de sanidad.
523 Archivo Municipal de Plasencia. Edicto. D. Antonio María Peón y Heredia Carrió. 524
Rodríguez Flores. M.P. (1997): “El desarrollo de un marco jurídico y la epidemia de
cólera de 1833”, Norba 14. Revista de historia. Cáceres.
302
“ 1ª. Se prohíbe la libre comunicación con Portugal, en conformidad
con el artículo 1º de dicha Real Orden, y en virtud de las noticias
recibidas del contagio.
2ª. Se prohíbe la entrada a toda persona procedente de Aveiro y demás
puntos en que exista y en adelante existiere contagio, bajo la pena de la
vida; la cual se ejecutará con las que se sorprendan introduciendo
géneros de contrabando de igual procedencia, en conformidad de la
Real orden de 12 de Julio último, procediéndose a la quema de los
mismos géneros como en ella se mandó.
3ª. Se establece la observación de quince días de cuarentena para todas
las personas procedentes de los Algarbes, Alentejo y Beira Baja, así
naturales como extranjeros, cualquiera que sea el tiempo que hayan
pasado en dichas provincias debiendo traer célula de Sanidad, sin la
que no serán admitidas ni después de la observación”.
- Precauciones en géneros de comercio, y correspondencia pública, adoptando
severas medidas con los sujetos, caballerías y géneros procedentes del país
vecino:
“ 4ª. Se establece igual observación para todas las caballerías, géneros
y efectos, y se impedirá la entrada de todos los susceptibles de
contagio, como está mandado en el artículo 7º de la Real orden de 15
de Febrero.
5ª. Se establece la observación de seis días para las personas
procedentes de la provincia de Extremadura portuguesa, y demás
pueblos comprendidos en la distancia de diez a cuatro leguas de la
raya, los procedentes del radio de veinte leguas de puntos contagiosos
sufrirán la cuarentena de quince días después de otros quince de
observación, como se previene en el artículo 2º de la dicha real orden.
6ª. La correspondencia pública se recibirá con las precauciones
debidas y será fumigada según reglas de costumbre, para lo cual se
situará un empleado de Correos en el cortijo del río Caya, y en la
parte opuesta de dicho río se detendrán los conductores y recibirán las
balijas de la de España recíprocamente”.
303
- Establecimiento de Lazaretos y guardias de sanidad:
“ 7ª. Aunque de conformidad de dicha Real orden se ha establecido el
lazareto señalado a Extremadura en el punto de la ermita de Carrión
próxima a Alburquerque, siendo muy posible que muchas personas
procedentes de Portugal eludan la vigilancia o se introduzcan por los
innumerables pasos y veredas de una frontera tan extensa, señalarán
las Juntas Municipales de toda la provincia, local o sitio en que sufran
la observación prevenida en los artículos 3º, 4º y 5º procediendo
después a expulsar a los que contraviniendo las reglas vigentes hayan
eludido la cuarentena del lazareto establecido por dicha orden, con
cuya medida se evitan las consecuencias que podrían seguirse del libre
paso y viajes de estas personas.
8ª. Las mismas Juntas establecerán desde luego las guardias de
Sanidad acostumbradas en casos de epidemia para cuidar del
cumplimiento de las medidas de sanidad”
- Control del contrabando: El carácter fronterizo de Extremadura ha hecho que
tradicionalmente haya desempeñado un importante papel en la vida económica.
Su práctica se debía a los bajos precios del tabaco y a otros productos en
Portugal, convirtiéndose en un medio para salir de la miseria y luchar contra el
monopolio real525
. Especial y constante interés va a suscitar el control y
persecución de los contrabandistas, tanto por su relación con el comercio ilegal
en épocas de escasez, cuanto por su carácter de sospechoso en relación con su
pertenencia a uno de los bandos de la guerra portuguesa. Y más tarde, en
relación a las facciones carlistas que se levantarán en la región. Y siendo, sin
duda, junto a las migraciones de jornaleros en busca de trabajo de unas
regiones a otras, uno de los canales más importantes de propagación del
525
Marcos Arévalo, J. (1995): La construcción de la Antropología Social Extremeña:
(Cronistas, interrogatorios, viajeros, regionalistas y etnógrafos). Universidad de
Extremadura. Madrid.
304
contagio.526
En el edicto se recogen con especial interés una serie de medidas
para su control:
“ 9ª. Las de todos los pueblos situados en el radio de las seis leguas de
la frontera, mantendrán patrullas de vecinos que sin intermisión de día
y noche vigilen sobre los caminos, veredas y avenidas de Portugal, a
fin de que quede permanente la línea de vigilancia que impida la libre
comunicación, cuyo servicio se recomendará al cuerpo de Carabineros,
y se considerará, en dichos pueblos como carga vecinal.
10ª. Las personas que auxilien, protejan o encubran a los
contrabandistas trayendo géneros de Portugal, sufrirán la pena
señalada en el artículo 2ª.
11ª. Los protectores o encubridores de los infractores de los artículos
3º, 4º y 5º, sufrirán las penas que imponen las leyes sanitarias.
12ª. El que llegare a saber la contravención de cualquiera de estas
medidas y no lo manifieste inmediatamente a la autoridad de Sanidad
sufrirá la misma pena que el infractor.
- Estricto control de toda persona que se mueva por el territorio, imponiendo la
obligatoriedad de circular con pasaporte y células de sanidad, disponiendo para
ello guardias que exigieran dicha documentación. Esta “certificación sanitaria”
no era algo nuevo en España; en agosto de 1720 ante el temor de la llegada de
la peste bubónica, se dictaron medidas de sanidad marítimas y terrestres, dentro
de éstas últimas se incluían “boletas de sanidad” para el control del tránsito de
personas527
:
13ª. Toda persona que circule por lo interior de la provincia sin
pasaporte y sin célula de sanidad sufrirán la observación de diez días y
de tres si solo careciese del segundo de estos documentos, quedando
arrestadas las del primer caso hasta que indagándose su procedencia y
viaje recaiga resolución de esta Junta.
526
Merinero Martín, M.J. (1984): “El cólera de 1834 en Cáceres”. Norba. Revista de
historia. Uex. Nº 5. Cáceres. Pgs. 235-246. 527
Rodriguez Ocaña, E. (1983): El cólera de 1834 en Granada. Enfermedad
catastrófica y crisis social. Universidad de Granada. Granada.
305
14ª. Toda persona que estando en observación se fugase de ella será
arrestada y sufrirá la pena prevenida por dichas leyes. Igual pena
sufrirá la persona que extraiga del lazareto efectos puestos de
observación sin permiso de la Junta Municipal.
- Se recomienda la atención a las medidas de higiene, aseo, y lucha contra el
estancamiento de aguas, y sobre todo del aire, así como la eliminación de focos
de emanación, recomendaciones todas que se suponían válidas contra cualquier
brote epidémico. Este objetivo que perseguía la modificación de pautas de
higiene pública, ya lo podemos encontrar entre los postulados del siglo XVIII,
siendo éste un hecho constante en la lucha contra las enfermedades epidémicas
hasta entonces, al igual que sería su incumplimiento una vez pasado el brote:
15ª. Se reencarga nuevamente el puntual cumplimiento de las reglas
dictadas en las anteriores circulares sobre el aseo de los pueblos para
conservar la pureza de la atmósfera, tan necesaria a la salud pública.
- Petición a los facultativos, así como a las Juntas de Sanidad, de que estén alerta
a cualquier eventualidad sospechosa, al igual que a los vecinos, y que aquellos
comuniquen a base de partes continuos el estado de la salud pública:
16ª. Todas las Juntas municipales darán parte semanalmente a ésta, el
estado de la misma salud pública.
17ª. Los médicos tienen obligación de comunicar a las Juntas de los
pueblos donde ejercen su profesión cualquiera accidente o enfermedad
sospechosa, o si supieren de alguno que con síntomas peligrosos perece
en poco tiempo, en cuyo caso las mismas Juntas adoptarán las medidas
más activas para contener el mal, dando parte a ésta sin pérdida de
momento por el medio más breve.
18ª. Las Juntas de los pueblos limítrofes tendrán siempre dispuestos
dos vecinos de cada uno respectivos con el objeto de comunicar con
más prontitud, las órdenes o noticias que se ofrezcan sobre el
particular.
306
Edicto de D. Antonio María Peón y Heredia Carrió.
En febrero de 1833 era mera sospecha, pero en junio del mismo año, cuando la
Junta Municipal de Sanidad placentina se vuelve a reunir, se habla ya del auténtico
cólera morbo asiático al referirse a la enfermedad que se padece en El Alentejo: “…
previene que se tomen las medidas más eficaces para impedir la propagación del cólera
morbo aparecido ya en la provincia del Alentejo cerca de España..”528
.En ésta reunión
correspondiente al 12 de junio se acuerda mandar limpiar y asear las calles, plazas,
casas, cuadras y extramuros de la ciudad; el nombramiento de cuatro comisarios para
que vigilaran las distintas manzanas: “…quedando todos cuatro plenamente autorizados
para vigilar y procurar la apurada limpieza y aseo de la ciudad, sus extramuros (…).
Los cuatro Alcaldes de Barrio celarán y vigilarán igualmente cuidando de que las
calles y plazas de sus manzanas se mantengan limpias y sin objetos de putrefacción o
fétidos529
; el cierre de cuatro de las ocho puertas que tenía la ciudad, la colocación de
guardias de sanidad y, a partir de las once de la noche, el cierre de todas las puertas sin
528 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
12 de junio de 1833.
529 Ibidem.
307
excepción, pudiendo abrirse no obstante a las tres de la mañana para el paso de
labradores: “…quedando abiertas para la entrada y salida de vecinos y forasteros las
(…), en las cuales se pondrán guardias de sanidad, compuestas de tres personas por
ahora (…), quienes cuidasen de que se abran las puertas a las tres de la mañana para
que no se impidan las operaciones de tráfico de los labradores, durante la siega y
recolección de mieses. Así mismo, se señaló un edificio extramuros de la ciudad (ermita
de Santa Teresa), como lugar donde habría de pasar la cuarentena en el caso de recibir
personas procedentes de Portugal o de cualquier otro país sospechoso de contagio:
“…se señaló por la Junta y Ayuntamiento previo consentimiento (…) el edificio
llamado, Hermita Casa de Santa Teresa que se halla extramuros y a distancia
proporcionada de esta ciudad”. Se acordó también la forma de obtención de arbitrios
para costear los gastos necesarios para llevar a efecto los citados acuerdos, nombrando
así mismo quienes debían ser los depositarios de los mismos. Y se hicieron públicos los
bandos amenazando con penas y multas a los vecinos y forasteros que contravinieran las
medidas acordadas530
.
En una R.O. del día 17 de abril se instaba al expurgo, ventilación y fumigación
de los efectos procedentes de Lisboa. Medidas que estaban en relación con la R.O. de 3
de marzo último, especialmente con su artículo 4, en el que se decía que se ejecutase
con el más escrupuloso cuidado el expurgo y ventilación de estos efectos, así como la
correspondencia general y la de oficio, sin excepción de la que conduzcan los correos de
gabinete, tanto españoles como extranjeros: “Las autoridades españolas respectivas y
los alcaldes de lazaretos de la frontera pondrán el mayor cuidado en el expurgo de los
efectos de los viajeros procedentes de Portugal, siendo responsables de cualquier
omisión en ésta parte531
.
530 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
12 de junio de 1833. 531
Archivo Municipal de Plasencia. Diario de Badajoz. 24 de abril de 1833.
308
Primera página del acta correspondiente al día 12 de junio de 1833.
La Junta Municipal de Sanidad Placentina también debatió por éstas fechas
sobre el tratamiento que se debía dar a géneros procedentes de Portugal encontrados en
los almacenes de la administración, aunque por el momento no despertaban excesiva
preocupación: “… Se hizo notorio un oficio que con fecha 27 de Mayo ante próximo
pasó a esta Junta de Sanidad el Sr. Administrador de Rentas Reales (…) manifestando
que en los almacenes de la Administración, existen algunos de estos de rayón y varios
pañuelos de algodón introducidos de Portugal y aprendidos por la patrulla volante, y
preguntado al mismo tiempo que la Junta se sirva indicar lo que deban practicarse con
ellos: en cuya vista enterada la Junta y Ayuntamiento, habiendo informado al Sr.
Subdelegado de Rentas que dichos géneros fueron desinfectados reconocidos y medidos
hace más de dos días que se hallan ya bien evaporados y que los aprensores
reconocedores y medidores tocaren los expresados géneros no han tenido novedad en
su salud; habiendo conferenciado referida junta con estos antecedentes acordó; que no
se encuentra motivo ni reparo para que no se hagan ni se vendan citados géneros por
ahora; sobre lo cual podrá determinar el Sr. administrador lo que conste reste justo
309
inmediatamente para que adopten las medidas de observación y las precauciones
conducentes …”532
.
A pesar de todas las medidas tomadas no se logró frenar mínimamente la
expansión del cólera, observándose por tanto la inutilidad práctica de las mismas. Desde
nuestra concepción actual la mayoría de las medidas apuntadas hasta ahora podrían
entrar en lo que llamaríamos “sanitariamente correcto”, pero comprobaremos como no
se controló la enfermedad con ellas.
Lo hasta aquí expuesto se puede considerar como los cimientos de toda la
política preventiva que como vamos a comprobar se perfila durante el verano de 1833;
pero, paralelamente, asistimos asimismo muchas veces, por una parte, al
incumplimiento de las normas, y en otras podremos comprobar la ineficacia de la Junta
Municipal de Sanidad Placentina, motivada por los graves problemas económicos que
van a derivar, en definitiva, en que los buenos propósitos en muchas ocasiones no
puedan hacerse efectivos.
1.3. Medidas de incomunicación:
Ledermann sostiene que desde las primeras pandemias que azotaron a la
humanidad se había observado que el riesgo de enfermar aumentaba al aproximarse a
los enfermos o, dicho de otra manera, que los enfermos irradiaban el mal. Nació así el
concepto de contagio aéreo. Avicena, el célebre médico del siglo XI, había reparado en
que antes del inicio de la peste las ratas comenzaban a morir en las calles, pero ni él ni
nadie en muchos siglos encontró una explicación, aunque Atanasius Kircher en 1659
vio a los animaliculus al microscopio. Luego se observó que las ropas usadas por
quienes habían fallecido también podían trasmitir la enfermedad. Estas observaciones
fueron confirmadas ampliamente durante la peste negra, dada su duración y extensión,
que permitieron hacer muchas constataciones. Las consecuencias fueron dos conceptos
profilácticos: el aislamiento (huída), y el acordonamiento (cuarentena, protección de
532
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
12 de junio de 1833.
310
fronteras). ¿Contagio?: Eludir a los enfermos, sepultar o quemar a los muertos,
abandonar y cordonar los lugares533
.
Ante las plagas sociales, la medicina desarrollará al máximo las medidas de
aislamiento e individualización. Las cuarentenas, la incomunicación, la asignación a
cada individuo de un espacio de reclusión, la imposición de lo que Foucault ha
denominado modelo de la peste, ha sido definido por los médicos, como el mejor medio
de curación porque, entre otras cosas, destruye mejor que ningún otro las
complicaciones y las manifestaciones colectivas asociadas al contagio534
.
En la España del año 1833 las noticias que llegaban sobre la gravedad de los
efectos del cólera motivaron una alarma tan grande como la que antes había
acompañado a las mortíferas epidemias de fiebre amarilla o de peste. Como entonces, el
principal recurso preventivo de las autoridades fue la disposición de barreras a la libre
comunicación, tanto por vía marítima como terrestre. Toda la normativa desplegada en
éste momento se orienta sobre todo a intensificar el control socio-político. El contagio
era uno de los temas obligados y constituye ahora la cuestión más debatida tanto en el
terreno político como en el científico. No sólo la normativa, también la prensa, tanto
política como médica, recoge un ingente número de artículos que versaban sobre esa
temática y en los que se vertían numerosas teorías, muchas de ellas contradictorias entre
sí. Ello nos da una idea de lo poco claras que estaban las cosas al respecto535
. El
Gobierno, en un principio, parece aceptar las teorías contagionistas. Era lo más cómodo,
ya que permitía con ello establecer los tradicionales mecanismos antiepidémicos
(acordonamientos sanitarios y cuarentenas), los cuales, además, le permitían ejercer
actividades represivas. De no haber aceptado el carácter contagioso del morbo, las
medidas tendentes a la supresión de los focos de insalubridad, al aumento del nivel de
vida y a la mejora de los saneamientos que hubiera debido aplicar, le habrían resultado,
aparte de más costosas, bastante más difíciles de llevar a cabo.536
533 Walter Ledermann, D. (2003): “El hombre y sus epidemias a través de la historia”.
Rev Chil Infect. Edición Aniversario. 534 Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. 535
Clemente Fuentes, L. (2008): “Los azotes del cólera morbo en la provincia de
Cáceres durante el siglo XIX”. Ars et Sapientia. Año IX. Pg. 103. 536
Puerto F.J. San Juan, C. (1980): “La epidemia de cólera de 1834 en Madrid”. En
Estudios de Historia Social, Nº15. Madrid. Pgs. 9-62.
311
Estas medidas de aislamiento, desde el punto de vista epidemiológico las
podríamos incluir dentro de lo que pudiera ser el control de determinantes de factores
medioambientales, impidiendo un acercamiento entre el reservorio (aunque en 1833 se
desconocía) y el sujeto sano susceptible. Los determinantes dependientes de factores
medioambientales son un amplio conjunto de factores que tienen como común
denominador ser externos al individuo y que, en general, no pueden ser manipulables
por éste en sentido individual; aunque de manera grupal una comunidad o sociedad
humana puede interaccionar tan decisivamente en ellos que los condicione, pasando el
propio modelo social y su desarrollo tecnológico a convertirse por sí mismos en
determinantes medioambientales de la salud de sus individuos. Inicialmente se
orientaron a los aspectos físicos y químicos de la naturaleza (con claras similitudes a los
conceptos propios de las constituciones neohipocráticas del XVIII) y del entorno laboral
(tan presentes en la incipiente medicina social del XIX), a los que se sumaban aspectos
biológicos claramente herederos de la bacteriología reinante durante la primera mitad
del XX. Con posterioridad, han ido cobrando valor aspectos relacionados con lo
psicosocial y cultural al tomar conciencia del brusco desequilibrio producido en la
segunda mitad del siglo XX en la relación de los grupos humanos con la naturaleza,
provocando una rápida transformación de modelos sociales, laborales y económicos,
que parecen haber roto mecanismos de compensación tradicionales exponiéndonos a
formas nuevas de deteriorar la salud.537
La política de incomunicación, seguida por el Gobierno puede parecer, y de
hecho lo fue en parte, titubeante y confusa. Se observan dos épocas bien marcadas; la
primera corresponde a los últimos tiempos de la década absolutista y comienzos de la
Regencia (que corresponde al momento que aquí se estudia) y se caracteriza por el
establecimiento de cordones de tropas, generalmente dobles, sobre las ciudades o
pueblos epidemiados, fundamentalmente andaluces. En Andalucía las medidas de
incomunicación se habían comenzado a aplicar desde agosto de 1831 ante la noticia de
que en Gibraltar se padecía una “enfermedad sospechosa538
. Luego un breve período de
restablecimiento de la circulación de toda España propulsado por la mejoría que el
537
Ferreiro Ardións, M. (2012): El cólera en las transformaciones del siglo XIX en
Alaval. La epidemia de 1834. Vitoria. Universidad del País Vasco. 538
Beltrán Moya, J.L. (2006): Historia de las epidemias en España y sus colonias
(1348-1919). La Esfera de los Libros. Madrid.
312
invierno de 1833-34 hizo experimentar en la salud pública, se volvió en el verano de
1834 a las medidas antimorbosas tradicionales, efectuadas en esta ocasión a gran escala
al separar completamente la región andaluza del resto de la nación. Sin embargo, los
inconvenientes y protestas que el sistema planteado acarreó impulsaron un cambio en la
táctica del Gobierno, que propició en esta segunda etapa un nuevo esquema de
acordonamientos, fundamentado en mantener la libre comunicación entre las
poblaciones atacadas o sospechosas y permitir el aislamiento de las sanas539
.
En las Reales Órdenes (28 de agosto de 1833) se puede comprobar cómo la
Corona, ante la epidemia de cólera se preocupa y quiere mantener la salud de su pueblo,
y para ello ratifica una serie de disposiciones que van encaminadas a “preservar el
contagio” a sus habitantes. La prevención es para la Corona la forma de preservar o
prevenir la enfermedad540
. Estando de acuerdo con el profesor Peral Pacheco, estas
leyes sanitarias son fruto de una rudimentaria forma de luchar contra la enfermedad, que
no pasa del empirismo. No hay que olvidar que el hecho de que se ponga en marcha la
prevención para luchar contra el mecanismo de transmisión de la enfermedad (o lo que
es lo mismo, el aislamiento basado en el empirismo) lo que trata es de detener el
contagio, y la barrera que encuentra la Corona es la prevención a través de la
incomunicación, que se basa en el empirismo. La experiencia acumulada da como
resultado una serie de leyes o reglamentos sanitarios.
Desde el conocimiento actual se podría estar de acuerdo en las medidas
implantadas, ya que el control del cólera es eminentemente preventivo y no terapéutico,
pero las autores erraron al partir de una posición contagionista. Las medidas hubieran
sido muy diferentes, y seguramente más fructíferas desde el posicionamiento no
contagionista, al incidir desde el principio en el control de los determinantes
medioambientales y de estilos de vida, aunque no existiera una estructura sanitaria
mínima, como sucedía en 1833 en Plasencia. Desde aquí se puede partir para analizar
qué elementos realmente pudieron servir como facilitadores o predisponentes, y cuáles
como protectores, en la epidemia de cólera un año después en Plasencia.
539 Puerto Sarmiento, F.J. San Juan de la Orden, C. (1980): “La epidemia de cólera en
1834 en Madrid”. Estudios de Historia Social. Madrid. 540
Peral Pacheco, D. (1994): Cólera y Sanidad en las Reales órdenes de 1833 a 1835.
Asamblea de Extremadura. 1994.
313
El localismo de las medidas fue una de las notas dominantes. Cada ciudad
organizaba su propia protección, aislándose de las contaminadas, sin ninguna o poca
coordinación. En Plasencia se llevaron a efecto algunas medidas, como la colocación de
guardias de sanidad, y se programaron otras, como el establecimiento de cordones
sanitarios, lazaretos, etc; que no llegaron a ponerse en práctica debido a un cambio en la
lucha contra el cólera cuando la enfermedad hizo su aparición en la ciudad. Momento
éste que se produjo oficialmente en octubre de 1834. A continuación se muestra el
devenir de los acontecimientos en cuanto a medidas de incomunicación:
1.3.1. Guardias de Sanidad.
En apartados anteriores se cita como en Plasencia, ante las noticias que
confirmaban la cercanía de la epidemia devastando Portugal, se empezaron a tomar
medidas de aislamiento con el cierre de cuatro de las ocho puertas de la ciudad, y la
custodia de cada una por guardias de sanidad, constituyéndose en una medida
preventiva dirigida a la vigilancia de las comunicaciones. En la composición de los
guardias de sanidad se observa un conjunto heterogéneo de personas que prestaban
servicio en las puertas de forma rotatoria a las órdenes de un Comandante de Guardia:
“… se pondrán guardias de sanidad. Compuestos de tres personas por ahora, de las
cuales una realizará las funciones de Comandante de Guardia y será obedecida y
auxiliada por las dos personas restantes (…) La puerta Berrozana se custodiará por los
Señores (…) seculares y regulares, según se sirva disponer el Sr. (…) Vicario General
del Obispado: las otras puertas se guardarán por los vecinos seculares sin exención de
personas (…) que a las once de la noche se cierren todas las puertas, quedando las
llaves en poder de los Comandantes de Guardias (…) los guardias permanecerán al
término de 24 horas y serán relevados a las 6 de la mañana de cada día (…) que siendo
preciso que haya personas de notoria honradez y providaz que lleven asiento formal y
nombren por turno las personas que deben hacer guardias de sanidad en las tres
puertas públicas llamadas de Trujillo, Talavera y Sol, nombró y eligió la Junta de
conformidad con el Ayuntamiento a Don José Domínguez y Don José Regadera de esta
vecindad pronunciándose que desempeñasen este servicio tan favorable al público con
el celo y puntualidad propia de su carácter541
.
541
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
12 de junio de 1833.
314
Puerta del Sol
En éste entramado de inspección traducido en la colocación de guardias de
sanidad y que tiene su base en la defensa del contagionismo, se vuelve a echar en falta
la figura del médico como autoridad directa. Su misión vemos como se reduce a una
presencia mas o menos institucional en las Junta de Sanidad, donde como hemos visto
las autoridades civiles y religiosas son mayoría.
315
Asistimos a un momento en que la percepción del riesgo va en aumento y cómo
las tesis contagionistas dirigen toda la ofensiva contra la enfermedad; es decir, se
distribuyen grupos dirigidos por un comandante de guardia y su objetivo principal es la
vigilancia de las comunicaciones como medida de control social, a pesar de que como
hemos visto en apartados anteriores también se recibieron recomendaciones para el
control de la salubridad, en la documentación consultada no aparecen instrucciones para
que éstos grupos de control se adentraran en las casas, cuadras, patios, etc., en busca de
focos de inmundicia.
En la siguiente sesión de la Junta de Sanidad (20 de junio), se decide que debe
elaborarse un reglamento que recoja las obligaciones de los comandantes de guardia,
que incluye inspección, vigilancia y acción policial, y que ponen en marcha medidas
que suponen mecanismos de control social, tales como la creación de la sospecha y los
castigos económicos. De esta manera, y mientras se elabora dicho reglamento, se
entiende que es obligación del jefe de los guardias:
- Impedir la entrada en la ciudad de las personas desconocidas que no acrediten
sanidad ni procedencia de país sano, y permitir la entrada a las personas de
pueblos cercanos, donde consta que no hay contagio, pero advirtiendo que en lo
sucesivo no serán admitidos sin el debido documento que acredite procedencia y
sanidad.
- Reconocer todo género que pretenda introducirse en la ciudad, con especial
cuidado en los procedentes del contrabando, a los que no se permitirá su entrada:
“…los mismos comandantes de los guardias reconozcan todas las cargas y fardos
que vengan para introducirse en la ciudad y si resultare que trae géneros de
contrabando detendrán con vigilancia y seguridad dichas cargas caballerías y
conductores sin dejarles entrar y sin dilación dará parte al Sr Corregidor de esta
Junta para que tome las disposiciones necesarias según corresponde a su
autoridad”542
.
- Reconocer los pasaportes de los mendigos y si se verifica que proceden de la
frontera de Portugal se les impedirá la entrada a la ciudad, permitiendo sólo una
estancia de veinticuatro horas a los que vengan de países sanos: “… que acredite
542 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
20 de junio de 1833.
316
el día y hora de su entrada, y la precisión de salir a las veinte y cuatro horas sin
falta ni pretesto alguno”543
.
- Recaudo de impuestos en mercados: “… arbitrios para sufragar y atender a los
gastos indispensables de Sanidad el impuesto de cuatro maravedíes sobre cada
carga de toda clase de granos… loza, frutas, cal y cualquiera otra especie de
géneros o manufacturas que se introduzcan en esta ciudad para la venta… en los
días del mercado semanal sea obligación y cargo de referidos comandantes de
guardias la cobranza y exacción de referido impuesto y la de poner los intereses
que recaudaren en poder del Diputado D. Miguel Hernández Depositario
nombrado por la Junta”544
.
Desde este momento, como queda de manifiesto, cualquiera puede convertirse
en persona sospechosa; y la relación unívoca entre vagabundo y extranjero con
sospechoso y criminal, se pone en acción. Para un mejor control de estas
identificaciones se crea, como se ha visto, la carta personal de sanidad, necesaria para la
libre circulación. Vemos cómo la propia población actúa también de vigilante de sus
mismos vecinos. Se observa además cómo existe la necesidad de recaudar fondos para
la organización sanitaria, (cuya financiación saldrá de las arcas municipales), o la
creación de arbitrios especiales, que como queda de manifiesto van a exigir de mayor
colaboración.
Las obligaciones provisionales detalladas en los cuatro puntos anteriores
quedaron recogidas y se difundieron entre los comandantes de guardia, los cuales a su
vez comunicaron y difundieron entre sus auxiliares, quedando por el momento en las
cuatro puertas como reglamentos provisionales. Se acuerda además en ésta sesión quien
debe custodiar las cuatro llaves sobrantes correspondientes a las puertas que
permanecerán cerradas. Se acuerda además quien debe decidir las personas que entren
de guardia, al que se da instrucciones precisas para éste fin, advirtiéndole que debe
nombrar personas decentes para cada una de las guardias545
. Estas primeras medidas de
aislamiento alteran la vida cotidiana y pronto tuvieron respuesta por parte de los
543 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
20 de junio de 1833. 544 Ibidem. 545
Ibidem.
317
vecinos. El 23 de junio se vuelve a reunir la junta para debatir en torno a las primeras
quejas que empezaron a aparecer sobre la mesa de la Junta Municipal de Sanidad:
- El 19 de junio Don Anselmo Sánchez Bueno presenta un Memorial en el
Ayuntamiento en el que entre otras cuestiones plantea una petición de apertura de
la puerta del Postigo llamado del Salvador. A este señor, al parecer propietario de
varias casas alquiladas en la zona intramuros, llegaron quejas de sus inquilinos,
algunos manifestaban el trastorno de tener que realizar un enorme rodeo para salir
por cualquier causa, pero principalmente para el acarreo de agua. Don Anselmo
manifiesta que el trastorno no lo es solo para los vecinos que tienen que salir de la
zona intramuros, sino también para los que tienen que entrar: “…los vecinos del
barrio del Salvador, en que hay labradores de consideración, para ir al campo
tienen que pasar por las puertas cerradas, San Antón y el Postigo y los vecinos de
afuera de este último para entrar en la ciudad y buscar víveres y oír misa sienten
más molestias…”. Ante las quejas planteadas este señor propone alternar por
semanas el cierre de las puertas Berrozana y del Salvador546
. La Junta desestimó
esta petición: “…y enterada la Junta acordó de conformidad que por ahora no se
considera con facultades para mandar abrir la puerta de Postigo del Salvador
que con otras se mandó cerrar en cumplimiento de órdenes superiores”547
.
- El 22 de junio Don Pedro Ocaña presenta un oficio en el que manifiesta el
perjuicio que le ocasiona el cierre de la Puerta de la Fortaleza. Al parecer este le
impide el acarreo de la piedra necesaria para las obras que tiene abiertas dentro de
la ciudad, y cuyo cierre afectaría a treinta familias, por lo que solicita la apertura
de esta puerta durante unas horas al día, ofreciéndose incluso él mismo para pagar
a las personas necesarias para su apertura: “…solicitando se abra la puerta
llamada de la Fortaleza en las horas precisas para acarreo de la piedra que anda
reuniendo y necesita para las obras que tiene abiertas en las que se hallan
empleados ganando sus jornales más de 30 personas cabezas de familia, siendo
de su cuenta el pago de las personas que la Junta tenga por conveniente
546 Archivo Municipal de Plasencia. Memorial presentado en el Ayuntamiento por Don
Anselmo Sánchez Bueno, con fecha 19 de junio de 1833. 547
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
23 de junio de 1833.
318
nombrar…”548
. La Junta desestima también esta petición aduciendo idénticos
motivos que en la anterior: “…en cuya virtud enterada la Junta de su contenido,
después de haber conferenciado detenidamente acordó de conformidad que por
ahora no se considera con facultades para abrir la Puerta de la Fortaleza que con
otras mandó cerrar en virtud de órdenes superiores…”549
.
Primera página del Memorial presentado por D. Anselmo Sánchez Bueno.
548
Archivo Municipal de Plasencia. Oficio de Pedro Ocaña. De fecha 22 de junio de
1833. 549
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
23 de junio de 1833.
319
Última Página del oficio presentado por D. Pedro Ocaña.
Pronto empezaron también a aparecer quejas sobre el abandono de las
obligaciones de guardia, concretamente con fecha de 22 de junio se recibe un oficio por
parte del Sr. Don Francisco Plata Regidor y Comisario de la tercera manzana, en el que
manifiesta: “… que dando vuelta al distrito que se le ha confiado en cumplimiento de
sus obligaciones, encontré abandonada y sin guardia la Puerta del Sol 550
”. La
respuesta severa dada a éste hecho es demostrativa de la rigidez de las autoridades
municipales: “…en consecuencia enterada la Junta acordó se reconvenga y aperciba
seriamente a las personas que fueran nombradas para hacer la guardia de esta Puerta
en referido día, y que para lo sucesivo se imponga y exija dos ducados a cada una de
las personas principales y sus reales a la ordenanza si no asisten o abandonan sus
guardias durante el término de veinticuatro horas que se ha señalado”551
.
550
Archivo Municipal de Plasencia. Oficio de Don Francisco Plata Regidor y Comisario
de la tercera manzana. De fecha 22 de junio de 1833. 551
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
23 de junio de 1833.
320
Como queda de manifiesto la instauración de castigos económicos va asociada,
no sólo a la finalidad coercitiva, sino a la necesidad antes apuntada de recaudar fondos
para la organización sanitaria.
Por estas fechas se empieza a ver ya cómo en el plano económico la capacidad
de actuación de ésta junta era limitada. En ésta sesión se acuerda que a aquellos
comerciantes foráneos que acuden a la ciudad a realizar la venta de sus productos se les
haga extensivo el pago de cuatro maravedíes a todos los días del año: “… Que se
adiccione en los oficios dirigidos por el régimen interno de los guardias que el arbitrio
de cuatro maravedíes impuesto sobre cada carga de granos, semillas, frutos, cal y otra
clase de géneros y manufacturas que para su venta se introduzca en esta ciudad por los
comerciantes o trajinantes forasteros sea extensivo a todos los días del año y los
comandantes de las guardias los cobren y pongan en poder del Depositario por medio
de las ordenanzas, quienes deberán ejecutarlo como un servicio propio de la misma
guardia…”552
.
En la siguiente sesión (11 de agosto), el presidente manifiesta que le habían
llegado quejas por parte de los comandantes de guardia, referidas a que no se les
facilitaba el aceite necesario para el alumbrado de las noches, acordando la Junta
entonces de donde debe provenir el arbitrio necesario para éste suministro: “… y
enterada la Junta acordó que se suministren del arbitrio de 2/4 en carga de trigo y
otros dos en toda clase de carga que los forasteros introduzcan para su consumo en
esta ciudad”553
. Se acuerda además que se exijan de todos los revendedores de la plaza
dos reales mensuales según se mandó, al parecer, en el mes de julio, quedando bien
claro a los contribuyentes que esta medida es transitoria: “… en el ínterin dura la
necesidad de tener guardias de sanidad y que concluido se entenderán con quien
corresponda”554
.
552
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
23 de junio de 1833. 553 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
11 de agosto de 1833. 554
Ibidem.
321
Puerta del Sol.
322
Puerta del Sol
En este mes la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia se moviliza al sentirse
muy ofendida con la recepción de una orden enviada desde la Junta Superior de
Sanidad, y en la que se pone en duda uno de sus cometidos principales, el
mantenimiento de la higiene pública:
“ Teniendo conocimiento esta Junta Superior de Sanidad que en esa ciudad se halla
en total abandono la salubridad pública sin haber dado cumplimiento a las órdenes
comunicadas con objeto de preservar la provincia del contagio de la terrible
enfermedad del cólera, ha acordado póngase en su conocimiento en cuantas medidas
hayan adoptado esa junta desde su instalación, procurando en lo sucesivo desplegar
todo su celo en un punto tan interesante. Al Presidente de la Junta de Sanidad de
Plasencia”555
.
555
Archivo Municipal de Plasencia. Orden remitida desde la Junta Superior de Sanidad
con fecha 8 de agosto de 1833.
323
Vamos a poder comprobar cómo los problemas económicos surgen muy pronto
y van a enfrentar a la Junta Municipal con la Superior, aquella, que se siente
tremendamente ofendida por la orden remitida desde la superior expone toda la política
preventiva desplegada y elude responsabilidades si no tiene los medios necesarios para
comenzar su andadura:
“ Exmo Sr.
Luego que recibí la orden de esa Junta Superior de Sanidad que con fecha dos del
que rige se sirvió usted comunicarme, convoqué a esa Junta Municipal y se les
inteligenció del contenido de precitada orden: En cuya virtud no puedo menos
convencerme de que dicha Junta Superior había sido molestada con algún parte
siniestro o representación infundada y dirigida por el espíritu de la intriga y
maledicencia con el fin de sorprender su autoridad, pero hallándose persuadida y bien
segura de que ha llenado sus atribuciones en cuanto permite su autoridad, hace
presente a V.S. que desde su instalación encargó a los facultativos eficazmente que
observen con esmero a los enfermos, analizasen las enfermedades, y diesen parte de la
más mínima novedad, sospecha o indicio de enfermedad contagiosa o epidémica que
notare. Por fortuna nada de esto ha resultado ni actualmente aparece.
Se determinó que se limpiasen las calles, plazas, plazuelas, cuadras y casas, como
también los muladares públicos y extramuros; previniéndose desde el principio que
referidas plazuelas y calles se barriesen dos veces cada semana, y todo se realizó
puntualmente por este fiel vecindario.
Posteriormente, cumpliendo las órdenes de V.S. acordó y mandó esta junta que se
cerraran cuatro puertas o entradas públicas de las ocho que tiene la ciudad, y que en
las otras cuatro quedaran abiertas poniéndose guardias de sanidad compuestas de tres
vecinos honrados cada uno, que cuidasen de sus respectivas puertas relevándose a las
24 horas. Igualmente acordó que se barriesen, regasen y limpiasen las calles todos los
días; que se recompusiesen los empedrados y se limpiasen las fuentes públicas; que se
repitiese la limpieza y aseos de muladares y extramuros, que se nombraran además de
los cuatro Alcaldes de Barrio, cuatro comisarios individuos de este M.N. y M.L.
Ayuntamiento autorizándoles para que todos y cada uno en su respectivo cuartel y
manzana celasen y vigilasen con la mayor eficacia para que se cumpla y tenga debida
observancia las órdenes de la superioridad y los acuerdos de esta Junta Municipal, y
para que si advirtiesen falta o exactitud lo corrijan y hagan practicar cuanto
consideren oportuno.
324
Así se ha ejecutado, y su resultado ha sido que las calles, casas, cuadras y muladares
se hallan en el mejor estado de aseo y limpieza. Que las fuentes públicas se han
limpiado, que las entradas de la ciudad están defendidas con sus puertas y cerraduras,
y las otras cuatro con sus guardias que celan y observan sobre la entrada y salida de
las personas para impedir la introducción y propagación del cólera morbo. Que las
enfermedades comunes y ordinarias del país se han disminuido según lo informado por
el médico consultor. Se ha señalado para lazareto de observación el edificio llamado de
Santa Teresa; y los referidos celadores y sus auxiliares, los cuatro alcaldes de barrio
han procurado y procuran llenar sus deberes, acreditando la experiencia y el buen
efecto de sus cuidados. La misma Junta Municipal se ha ocupado varias veces en
buscar y meditar arbitrios que proponen a V.S. para sufragar los gastos más precisos
de su Instituto, y siempre ha sufrido el disgusto de no hallarlos, porque cuanto se han
podido imaginar están ya propuestos anteriormente para el armamento y equipo de los
voluntarios realistas y para otros objetos interesantes al real servicio; Más sin
embargo de este posible apuro continúa y continuará sus meditaciones para investigar
y proponer citados arbitrios; Manifestando entre tanto a V.E. que por ahora carece de
todo, hasta del fondo necesario para satisfacer el aceite que consumen los cuatro
guardias de sanidad.
Esta Junta Municipal presenta y ofrece a V.E. esta fiel y sencilla exposición y
manifestación de sus operaciones apoyada en la verdad y en la legalidad de sus
acuerdos añadiendo que esta ciudad se halla dividida en distintas opiniones, de que
nace la rivalidad de unas personas con otras y por lo mismo no extraña que alguna o
algunas hayan desangrado sus sentimientos dirigiendo a V.S. Excelencia quejas
inciertas, que si son fundadas debieran haber manifestado a la autoridad de esta misma
ciudad, para que se hubieran remediado en el momento y con la urgencia que requiere
este asunto, y sin las indispensables dilaciones que ofrece la distracción, a pesar de la
rapidez de los correos, bajo cuyo supuesto espera la junta que V.S. Excelencia mirará
esta manifestación con su ilustrada justificación y notoria prudencia y que determinará
como acostumbra lo que considere justo.
Dios Guarde…...”556
.
556 Archivo Municipal de Plasencia. Respuesta que con fecha de 9 de agosto la Junta
Municipal de de Sanidad de Plasencia contesta a la Orden remitida desde la Junta
Superior de Sanidad con fecha 8 de agosto de 1833.
325
Puerta de Trujillo
La respuesta ofrecida por la Junta Municipal de Sanidad pone de relieve varias
cuestiones. En primer lugar, el supuesto bulo y campaña difamatoria manifiesta las
relaciones enturbiadas entre diferentes sectores. Las acusaciones sobre las posturas de
las autoridades parece ser que proceden de la oposición, con lo que la epidemia se
convierte en detonante de las tensiones políticas, y en segundo término la falta de
arbitrios pone de manifiesto el lugar que ocupa la sanidad en cuanto a prioridades por
parte de las autoridades, sobre todo provinciales y nacionales.
Es preciso contextualizar la situación política del momento. La presencia de la
enfermedad exótica en España coincidió cronológicamente con el fin de una época. Nos
encontramos próximos a la muerte de Fernando VII y el problema dinástico que se
plantea, resuelto éste a favor de los intereses de la hija de María Cristina, la reina niña
Isabel II, desencadena el primer conflicto armado con el carlismo, que defendía los
derechos legítimos, según la tradición de la Ley Sálica, al trono del hermano del
monarca, Carlos María Isidro, y no reconocía la Pragmática Sanción, derogada y puesta
de nuevo en vigor por el monarca desde su promulgación en 1830. Años atrás, el 10 de
junio de 1823 se organizaron los denominados Cuerpos de Voluntarios Realistas, se
trataba de un cuerpo paramilitar de carácter urbano creado para salvaguardar los
intereses absolutistas, es decir, servir de sostén del “Altar y del Trono”, a la par que
asegurar el orden y tranquilidad público: “deben basarse en una lealtad acendrada con
326
la mayor honradez, y un amor decidido a la sagrada persona del Rey, nuestro
Señor”557
. En el caso de Plasencia, según Flores del Manzano, se constituyó con
bastante antelación respecto a otros puntos de la región una Compañía de Voluntarios
Realistas que portaba el nombre de la ciudad. Esta nueva institución paramilitar
necesitaba fórmulas de financiación, y desde su inicio se encomendó a los
ayuntamientos que se iban sumando a la causa absolutista que costeasen inicialmente de
sus propios fondos municipales a las compañías de voluntarios. De esta manera los
municipios debían ingeniárselas para extraer recursos con los que poder formar,
organizar, unificar, armar y sostener sus respectivas compañías, necesidades que no
siempre podían ser cubiertas únicamente con fondos municipales, por lo que se solicitó
en algún momento la colaboración de los estamentos sociales a favor del absolutismo
fernandino, como la nobleza y el clero, solicitando éste del ayuntamiento quedar exento
de la carga de alojamientos militares, reconociendo así su generosidad558
.
En el devenir de los acontecimientos que analizamos estamos próximos a la
desaparición del Cuerpo de Voluntarios Realistas, en los que la esposa del monarca veía
un verdadero escollo para sus anhelos y aspiraciones. Por lo que antes del fallecimiento
del rey suprimió éste cuerpo paramilitar, del que después saldrían los más destacados
cabecillas del carlismo, tanto en Extremadura como fuera de ella. Pero en agosto de
1833 vemos cómo aún el Cuerpo de Voluntarios Realistas sigue debilitando las arcas
municipales e impidiendo destinar los fondos necesarios para el beneficio de la salud
pública.
La situación social tensa que dejan ver esas manifestaciones de relaciones
enturbiadas y de desconfianza entre diferentes sectores se agravan ahora con un
conflicto de bicefalia en el poder, entre Corregidor e Intendente provincial. El 18 de
agosto se vuelve a reunir la Junta Municipal de Sanidad y en ella el Sr. Presidente hace
saber a los miembros de la misma que como Subdelegado de Rentas con fecha de 12 de
agosto había recibido un oficio del Intendente, en el que exigía tener en su poder las
llaves de las puertas de la ciudad, y la retirada de algunos de los arbitrios impuestos:
557
Flores del Manzano, F. (2004): Plasencia y su entorno durante el reinado de
Fernando VII y la regencia de María Cristina (1808-1840). Excelentísimo
Ayuntamiento de Plasencia. Plasencia. 558
Ibidem.
327
“ … Se recogiese en su poder las llaves de las puertas de la ciudad por las noches,
sin permitir se abran sino a horas señaladas y con la concurrencia de los encargados
en la recaudación de las rentas provinciales, para evitar que los guardias de sanidad
puedan hacer introducciones fraudulentas o que los agentes del arrendamiento puedan
abrir a deshoras, y así mismo que diesen las correspondientes órdenes para que cesare
inmediatamente la exacción del arbitrio impuesto (…) de cuatro maravedíes por carga
a cada forastero que concurra a vender géneros o artículos (…), por haberse infringido
con su imposición el artículo cuatro del Real Decreto de 16 de abril de 1816 mediante
a que con estas determinaciones de la Junta se irrogaba un perjuicio considerable a los
arrendatarios de dichas rentas previniendo su señoría que desde éste día se cesare en
la exacción del impuesto, y que la junta adoptare otras medidas para cubrir sus
atenciones y gastos559
.
La Junta Municipal de Sanidad Placentina utilizó la epidemia como excusa
frente a las reclamaciones de la Intendencia Provincial, poniendo nuevamente de
manifiesto la escasez de fondos municipales para cubrir las necesidades mínimas a favor
de la salud pública, y eximiéndose de toda responsabilidad en el supuesto de tener que
levantar la incomunicación. Hecho que no se va a producir, ya que las noticias de la
aproximación a la frontera de Portugal del cólera morbo pone de manifiesto la
necesidad de aumentar la vigilancia y con ello los gastos. La Junta Municipal prioriza
entonces a favor de la salud pública y expone al Sr. Intendente las razones que llevan
no solo a consentir la exacción del referido impuesto, sino también a aumentar otros
arbitrios si fuese necesario, y defiende el trabajo responsable que están realizando las
personas encargadas de realizar las guardias de sanidad:
“… Lo que oído por la misma contestó que no contando con otro recurso para
atender al gasto de aceite que es de necesidad absoluta para dar luz a los guardias de
sanidad más que con el escasísimo producto de este impuesto insuficiente para cubrir
este objeto (como acredita la experiencia y conocido el estado presentado por el
depositario), no podría convenir de modo alguno en que se cesare en su exacción
manifestando al mismo tiempo que las llaves y puertas de la ciudad son una propiedad
de la misma, con lo que nada tiene que ver los arrendatarios de Rentas Provinciales
559
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
18 de agosto de 1833.
328
como no han tenido en ningún tiempo más que cuando por una gracia particular las ha
solicitado de la ciudad, y esta se las ha concedido, que su queja sobre este particular es
muy infundada y mucho más en suponer que los sujetos que se elijan para las guardias
de sanidad puedan permitir introducciones fraudulentas, pues que estos sujetos son
elegidos con toda escrupulosidad y pertenecen a la clase más distinguida, son más
exactos en el cumplimiento de un deber que los agentes de la recaudación, y no se ha
podido hacer semejante suposición sin ofender su pundonor y delicadeza, atribuyéndole
una falta en el cumplimiento de su encargo, puesto que por el reglamento que esta junta
aprobó para dichas guardias se le prohíben absolutamente semejantes introducciones
(…), en cuyo estado considerando la junta que carece absolutamente de fondos para
llenar sus deberes y atenciones que ningún otro arbitrio puede adoptar sin incurrir en
la misma prohibición que el referido impuesto aunque tan escaso que no produce más
que 22 reales mensuales, según el estado presupuestado contribuye no obstante a
cubrir el objeto a que está destinado (aceite), y que no hay fundamento alguno para que
los arrendatarios puedan quejarse de perjuicios (…), y si reportan por otra parte
beneficios y comodidades en su recaudación por las disposiciones sanitarias y entre
ellas la utilidad de 16 a 20 reales diarios sobre lo que se hará una demostración más
temática si fuere necesario. Suplica al Sr. Presidente consintiese la exacción del
impuesto hasta que la Junta Superior de la provincia en cuyo conocimiento se pondría
todo inmediatamente, si ya antes no se había hecho como está acordado, adoptándose
otras medidas añadiendo que en otro caso se vería en la necesidad de suspender las
guardias sanitarias y demás providencias acordadas en beneficio del objeto más
interesante hoy en la ciudad, provincia y que no respondía a la sanidad pública de esta
ciudad, protestando no le pasare perjuicio cualquier omisión que demandare de falta
de medios o fondos para cubrirla y ponerlo todo en noticia de la Superior,
manifestando las razones que le asisten para suspender las medidas adoptadas y
abordadas. Lo que visto por el Sr. Presidente Subdelegado en consideración que hay la
mayor importancia el destino a que se aplica el impuesto, y que de suspender su
cobranza pueden ocasionarse perjuicios incalculables a la salud pública a cuyo objeto
deban sacrificarse todos los demás contextos, mas quedan en noticia del Sr Intendente
las razones que la junta acaba de manifestar (…).
… Penetrada la Junta de que aproximándose a la frontera de Portugal el cólera
morbo es indispensable aumentar la vigilancia y que ocurrirán mayores gastos.
Teniendo al mismo tiempo presente que los arbitrios adoptados son insuficientes para
329
suplir el costo de las operaciones indispensables acordó la junta: Que con arreglo de lo
presumido en la circular de 7 de mayo último se haga la propuesta de los arbitrios
relacionados en los acuerdos anteriores y se remitan sin dilación a la Superior de esta
provincia sin perjuicio de aumentar otros arbitrios si se hallaren según diste la
necesidad” 560
.
El asunto adquirió prioridad absoluta, de tal manera que al día siguiente los
hechos se pusieron en conocimiento del Sr. Capitán General Presidente de la Junta
Superior de Sanidad de Extremadura, al que se le hizo saber la insuficiencia de los
arbitrios acordados y la necesidad de ser aumentados, pidiendo para ello su aprobación:
“Exmo Sr.
Luego que recibió esta Junta la Circular de VE. fecha de 7 de mayo último de la que
previene se propongan arbitrios para satisfacer los indispensables gastos del ramo de
sanidad, se ocupó en meditar lo que hubiere y fuere menos gravoso al vecindario, y al
momento conoció la suma dificultad de hallar tales arbitrios porque cuantos se han
considerado productivos están ya propuestos y aplicados para el armamento y equipo
de los voluntarios realistas y otros objetos interesantes al real servicio. En tal
perplejidad siendo indispensable facilitar recursos para el fin explicado se vio la junta
en la sensible necesidad de acordar unos arbitrios notoriamente insuficientes para
proponerlos a la ilustrada (…) de VE. y son:
1. Las multas que se cobren y exijan por contravenciones a los bandos de la junta de
sanidad.
2. Que los revendedores que ocupan los puestos públicos fijos en esta plaza real
paguen dos cada mes por citados puestos.
3. Cuatro maravedíes vellón por cada carga de granos, lozas, frutas, cal y cualquiera
otra especie que se introduzca para su venta en esta ciudad.
Bien persuadida la junta de que los precontenidos arbitrios no pueden producir los
intereses que precisadamente son necesarios, suspendió llevar la propuesta a usted
hasta ver si hallaba proporción de aumentarlos; mas a pesar de haber tratado
diferentes veces sobre referido asunto jamás encontró otros arbitrios; y habiéndosela
560
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
18 de agosto de 1833.
330
manifestado la precisión de aumentarlos para satisfacer el costo del aceite que se
invierte para las luces de las cuatro guardias de sanidad, único gasto que se ha pagado
hasta esta fecha, pues resulta que mencionados arbitrios desde el día 23 de julio hasta
13 del que rige han producido por mayor 77 reales y 12 marabedíes vellón, acordó que
el arbitrio tercero de cuatro reales en carga se aumentara hasta cuatro maravedíes
vellón, atendiendo a que de todos modos es poco gravoso porque no llega a un
marabedíe en cal por un concepto general del peso de las cargas; bajo de estas
consideraciones no puede menos esta citada junta de proponer a VE. los tres arbitrios
explicados, a saber:
Los dos primeros según y cómo quedan escritos y el tercero aumentado hasta ocho
maravedíes por carga; de cuyos productos e inversiones promete referida junta dar la
debida cuenta y razón cuanto contengan, o se lo mande VE. que se digne a prestar y en
su conciencia de toda súplica a VE. que se digne prestar su aprobación a citados tres
arbitrios como único que se ha hallado y mandar y pedir la competente orden para que
conste su aprobación y demás efectos conducentes de acuerdo de mencionada junta
municipal lo elevó a la Superior Inteligencia y conocimiento de VE. para el efecto
indicado y demás fines convenientes al real servicio. Dios guarde a VE. muchos años.
Plasencia a 19 de agosto de 1833…”561
.
Tal y como se había acordado en sesiones previas se elaboró una ordenanza
que servirá “para el gobierno de los Sres Comandantes de las guardias de sanidad”, y
que hacía referencia a composición de las guardias de sanidad, horarios de cierre y
apertura de puertas, duración del servicio de guardia, prohibición de entrada a toda
persona que no porte cédula de sanidad y no pertenezca a país donde se padezca el
contagio... Esta fue presentada en la sesión celebrada el 18 de agosto por el Sr.
Comisario Don José Fernández Dorado, acordando la Junta que, con el fin de que tenga
puntual cumplimiento el reglamento sea entregado a los respectivos comandantes de
guardias para su oportuna difusión.
“ La Junta Municipal de Sanidad de esta ciudad ha acordado a los comandantes de
las guardias establecidas en los puestos observen bajo su responsabilidad los artículos
siguientes:
561
Archivo Municipal de Plasencia. Notificación que con fecha de 19 de agosto, Don
Manuel Gómez Borja (Corregidor), envía al Exmo Sr. Capitán General, presidente de la
Junta Superior de Sanidad de Extremadura.
331
1. Para el tráfico de los vecinos y forasteros quedan hasta ahora practicables las
puertas de Trujillo, Talavera, Sol y Berrozana, y en ellas habrá una guardia
compuesta de tres personas honrradas de los que dos tendrán el carácter de
comandantes y la otra solo la obligación de ejecutar sus órdenes.
2. La Berrozana será controlada por los Sres Eclesiásticos, seculares y regulares a
cuyo conocido celo y vigilancia la recomienda la Junta, si bien, con sujeción a las
bases establecidas para las demás guardias.
3. Los comandantes de las guardias cerrarán las puertas a las once de la noche, y
las abrirán a las tres de la mañana, mientras lo exijan las tareas de los
labradores se hace necesario esto, pero después la Junta señalará otra hora más
cómoda.
4. El servicio de las mismas durará 24 horas y se reabrirá a las seis de la mañana
por ahora, no permitiendo serlo por muchachos ni mujeres, por ningún pretexto
se puede delegar esta importante función.
5. La prohibición de entrada en la ciudad a toda persona que no venga autorizada
con el correspondiente pasaporte y cartas de sanidad, y si la procedencia es de
país contagioso aún con estos registros será detenida dando luego parte a la
Junta.
6. Se confrontarán las señas de los pasaportes con los portadores, y si difieran se
asegurarán estos, y dará parte a la Junta por conducto del comisario de guardia
a quien corresponda.
7. Todos los efectos sin excepción sufrirán antes de permitirles la entrada un
riguroso registro y serán detenidos, así como sus conductores, si se encontraran
alguno que pueda comprometer la salud pública, dando luego parte.
8. No obstante lo prevenido en el artículo tercero, cuidarán los comandantes que un
ordenanza recorra a distintas horas de la noche el espacio comprendido entre la
puerta que guarda y la inmediata por que habiendo como en público en la
muralla muchas puertas accesibles, puedan muy bien introducirse contrabandos y
personas infectadas por ellas.
9. Con ningún pretexto consentirán los guardias que en esa inmediación se viertan
aguas corrompidas ni otra alguna cosa que puedan infeccionar el aire, por si
alguien lo encontrare se tomará su nombre y dará parte a el comisario del cuartel
respectivo.
10. Este reglamento se entiende con toda clase de personas.
332
La Junta Municipal velará incesantemente la conducta de los guardias y castigará con
todo rigor de las leyes a los que no lleven bien y cumplidamente sus obligaciones, en
cuyo exacto desempeño están interesadas la salud y tranquilidad pública.
Plasencia 19 de Agosto de 1833. Por orden de nombrada Junta
Jose Mª Dorado.562
A finales de agosto la ciudad se veía libre de contagio, como pone de
manifiesto Don Juan Sánchez de las Matas, médico consultor al ser preguntado: “…
informó que no hay indicio alguno de enfermedad epidémica ni contagiosa en esta
ciudad y que van disminuyendo el número de enfermos que han padecido y sufrido
fiebres o enfermedades estacionales…”563
. Sin embargo esto no era obstáculo para que
algunos vecinos pertenecientes a los estratos más destacados abandonaran Plasencia
huyendo de la posibilidad de invasión. Este fue el caso del chantre de la Catedral Juan
Antonio Lucio, quien dejó la ciudad según él por asuntos de salud y familiares. Este tipo
de actuación era una práctica común por parte de los individuos más destacados a nivel
local, los cuales en cuanto una epidemia asolaba o amenazaba, con todo tipo de
pretextos, huían al campo o a otras localidades donde el peligro de invasión fuera
inexistente. Y es que la enfermedad colérica tenía tendencia clasista pues respetaba
más a los individuos de los estratos superiores de la sociedad, mientras se ensañaba con
los inferiores564
. Vemos en ésta huída una nueva manifestación del miedo.
A principios de septiembre Anselmo Sánchez Bueno vuelve a presentar queja
ante la Junta de Sanidad referida a los perjuicios que las medidas de incomunicación le
acarrean, y que giran en torno a los derivados del cierre del postigo del Salvador.
Motivo por el cual algunos inquilinos de las casas que tiene alquiladas se han visto
obligados a abandonar sus moradas, por lo que vuelve a pedir el alterne en el cierre con
la Puerta de Berrozana, y la exclusión del pago de parte de sus impuestos:
562
Archivo Municipal de Plasencia. Bando con fecha de 19 de agosto de 1833. 563 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
18 de agosto de 1833. 564
Sanchez de la Calle J.A. (1994): Plasencia historia y población en la época
contemporánea (1800-1996). Asamblea de Extremadura. (pág 114).
333
“Sr. Presidente y Junta de Sanidad de esta Ciudad… Anselmo Sánchez Bueno,
vecino de la misma a vuestra Señoría con obsequio digo: que a poco de haberse
cerrado las puertas de la ciudad con motivo de la epidemia de cólera que amenaza
nuestro suelo, manifesté a la Junta los perjuicios que se me seguían en permanecer
siempre cerrado el postigo del Salvador, por que los moradores de las casas que tengo
extramuros en aquél sitio sufren incomodidades privaciones de entidad, que les obligan
a abandonar dichas casas. Con motivo de citada representación hecha por mí a
vuestras Señorías y las noticias favorables que corrían de que el cólera iba
desapareciendo en el inmediato Reino de Portugal, los moradores de las casas se
tranquilizaron algún tanto y resolvieron permanecer en ellas. Hoy al día que se retrasa
la apertura de puertas por que desgraciadamente sigue el contagio, los inquilinos se
han decidido a dejar cerradas las casas y entregarme las llaves de ellas. Ya son cuatro
de las ocho las que están sin moradores (…), y considerando que a las otras cuatro les
suceda lo mismo se provee de algún pronto remedio que lo impida, teniendo por el más
análogo, justo y equitativo el que antes expuse a vuestras Señorías, a saber:
De que por semanas alternase la puerta de Berrozana con el Postigo del Salvador en
su apertura (…), ahora suplico a usted se sirva adoptarla para evitar de este modo la
ruina de un vecino honrado y cuando a esto no haya lugar excluirme de la contribución
de pajas y utensilios, recargo de deudas de Francia, por lo respectivo a dichas casas y
proveerse del documento correspondiente tanto para acreditar a la Real Hacienda que
no me producen y que por consiguiente no debo pagar frutos civiles, cuanto para los
demás efectos me convengan.
Plasencia 4 de Septiembre de 1833”. 565
La respuesta vuelve a ser negativa: “Enterada la Junta acordó: que subsistiendo
como subsisten las mismas causas que había cuando se acordó el cerramiento de
puertas se guarde y cumpla lo acordado sobre éste asunto; y que por lo tocante a reales
contribuciones recuerda al interesado debe corresponder”566
.
Y para que nadie escape al pago de sus obligadas contribuciones, volviendo a
constatar la falta de fondos con que afrontar las necesidades en materia de salud pública,
565 Archivo Municipal de Plasencia. Oficio de Don Anselmo Sánchez Bueno, de fecha
de cuatro de septiembre de 1833. 566 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de 5
de septiembre de 1833.
334
se acuerda un mayor control en el cobro de referidos impuestos: “Experimentada la
Junta la falta de fondos con que atender a los más precisos gastos acordó se proceda a
recaudar las cantidades señaladas en las listas formadas para dicho fin, y al intento
suplicó al Sr. Corregidor Presidente que se sirva nombrar un Alcalde de Barrio que
haga la presentación y cobranza de dicha lista; En cuya virtud considerando dicho
Señor a esta invitación nombró a D. Manuel Silverte, Alcalde de la primera manzana
previniendo se le facilite referida lista”567
.
Para un mayor control en el sistema de incomunicación puesto en marcha
mediante la colocación de guardias de sanidad, evitando fallos originados por
ignorancia u olvido de sus obligaciones se acuerda fijar éstas en cuatro tablas, una para
cada guardia: “Para evitar que los comandantes de las guardias de sanidad cometan
faltas por ignorar sus obligaciones acordó la Junta que se fijen las ordenanzas en
cuatro tablas y que se pongan una en cada guardia y que habiendo ocurrido alguna
dificultad en proporcionar dichas tablas, fue allanada por el Sr. subdelegado interino
quien las ofreció gentilmente”568
.
A pesar de todo lo acordado en lo que se refiere a incomunicación mediante
guardias de sanidad, y de su escrupulosa puesta en marcha, se constató la existencia de
zonas porosas susceptibles de servir de entrada a la ciudad. De esta manera en ésta
sesión celebrada el 5 de septiembre se acuerda tapar un portillo en la zona de la puerta
de Coria por el que al parecer entraban y salían personas a sus anchas: “… La Junta
acordó igualmente que los señores comisarios se sirvan encargarse de que se arreglen
las puertas públicas en término de que puedan cerrarse y abrirse continuamente y que
se tape solamente un portillo abierto en la puerta de Coria por el cual parece que salen
y entran personas a pesar de hallarse cerrada. Que habiendo cesado la recolección de
granos se abran las puertas a las cuatro de la mañana…”569
.
A mediados de septiembre y coincidiendo con las noticias de los estragos
producidos por la epidemia en territorio español, las sesiones de la Junta son casi
diarias. En una de ellas se vuelve a resaltar la indispensable necesidad de portar cédulas
de sanidad para la entrada a la ciudad: “… Que se publique bando previniendo que
todos los vecinos y personas mayores de catorce años recojan cédulas de sanidad sin
567 Ibidem. 568 Ibidem. 569
Ibidem.
335
falta bajo apercibimiento de que no se les permitirá entrar en la ciudad desde el 21 del
que rige en adelante sin citada cédula de sanidad. Que nadie salga ni entre por debajo
ni por encima de las puertas públicas, ni salte por cima de las murallas bajo la pena de
dos ducados aplicados a los gastos de sanidad, o de diez días de prisión en la Real
Cárcel y doble por cada reincidencia”570
. La inquietud de las autoridades es una
constante, que de nuevo se ve reflejada al extender la anterior recomendación a las
personas procedentes de pueblos cercanos, para ello se determina, “que se libren y
dirijan circulares a los pueblos del partido manifestando que las personas que vengan a
esta ciudad traigan para su resguardo cédulas de sanidad y nota expresiva del día en
que salgan de sus domicilios bajo apercibimiento de que no se las permitirá entrar sin
dichas circunstancias y de que se procederá a lo que haya lugar”571
.
El contenido exacto de la circular remitida a los pueblos de su partido era corto
pero contundente:
“ Deseando la Junta continuar sus disposiciones para impedir la introducción del
cólera-morbo acordó entre otras cocas lo que sigue:
Que se libren y dirijan circulares a los pueblos del partido manifestando que las
personas que vengan a esta ciudad traigan para su resguardo cédulas de sanidad, y
nota expresiva del día en que salgan de su domicilio bajo apercibimiento de que no se
les permitirá entrar sin dichas circunstancias, y de que se procederá a lo que haya
lugar. Lo traslado a usted para su inteligencia y que lo hagan noticial a sus respectivos
vecindarios para los efectos conducentes; transmitiendo la presente circular de justicia
en justicia con la mayor rapidez y urgencia según conviene al Real servicio de la salud
pública.
Sres Justicia de los pueblos anotados al margen572
.
570 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
18 de septiembre de 1833. 571
Ibidem.
572 Archivo Municipal de Plasencia. Circular a pueblos de su partido. Septiembre de
1833.
336
Puerta de la Fortaleza.
Se supone que se enviaron copias de esta circular por zonas o comarcas, ya que
la encontrada en el archivo municipal incluye los siguientes pueblos: Galisteo,
Aldehuela, Carcaboso, Valdeobispo, Montehermoso, Aceituna, Santa Cruz, Villanueva,
Pozuelo, Guijo de Coria, Guijo de Galisteo, Morcillo, Coria, Calzadilla, Huelaga,
Perales, Hoyos, Casas de Don Gomez, Portaje, Torrejoncillo, Pedroso, Holguera,
Riolobos. Desde Coria se contesta que ésta ciudad y los pueblos de su partido
únicamente darán curso a circulares a que estén sujetos, no siendo éste el caso por tener
facultades autónomas en éste ramo:
“Oficio al Sr. Corregidor de la Ciudad de Plasencia, quien para lo sucesivo tendrá
entendido que esta ciudad ni los pueblos de su partido, no están sujetos a su
jurisdicción más que de Rentas y Pósitos, y no de sanidad, y por consiguiente que las
circulares de estas serán las únicas a que se les darán curso, y no a las de los demás
ramos como la presente, por tener su merced iguales facultades y comunicadas las
337
órdenes oportunas a sus pueblos: ofíciese a los pueblos del Guijo y Morcillo,
haciéndoles entender que en lo sucesivo volvieran a cumplimentar las circulares de
otros partidos como los de que aquí se trata, sin tener el cúmplase de éste tribunal, se
llevarán a efecto la multa que para éste caso les está impuesta. Lo mandó y firmó el Sr.
Don Diego Martínez Pelayo, Abogado de los Reales Concejos, Corregidor y Capitán de
Guerra por su Majestad que Dios Guarde de ésta Ciudad de Coria y su partido a 3 de
octubre de 1833”573
.
Primera página de la carta circular remitida a los pueblos de su partido.
En ésta sesión celebrada el día 18 de septiembre se vuelve a incidir en la
necesidad de extremar la vigilancia para que “ nadie salga ni entre por debajo ni por
cima de las puertas públicas ni salte por cima de las murallas bajo la pena de dos
573 Archivo Municipal de Plasencia. Oficio recibido del Corregidor de la Ciudad de
Coria, con fecha de 3 de octubre de 1833.
338
ducados aplicados para los gastos de sanidad, o de diez días de prisión en la real
cárcel y doble por cada reincidencia”574
.
También por estas fechas siguen llegando quejas a la Junta de Sanidad, como la
presentada por el vecino Alonso Aparicio, quien gustosamente cedió su portal, cercano
a la puerta del sol, para establecimiento de las guardias en esa zona, y que entre otras
cuestiones manifiesta el hurto de algunos objetos y desperfectos en su propiedad:
“Sres de la de Sanidad de esta Ciudad. Alonso Aparicio, vecino de la misma, con la
mayor atención hace presente a V S.S. que desde el día que se establecieron en ella las
guardias, para examinar los pasaportes de cuantos forasteros llegan a ella, con motivo
del contagio que se experimenta en varios pueblos de nuestro Reino, se eligió el portal
del exponente para que los señores nombrados pudieran estar más inmediatos a la
puerta del sol, cuya casa es la primera de su entrada, el que representa cedió gustoso
no solamente aquél sino también los asientos y demás utensilios, que su estado
miserable le permitió, mas es el caso que en el tiempo que lleva ha experimentado
vejación, que aunque no de mucha consideración, porque no pueden ser visto con harto
dolor de su corazón que se le ha hecho pedazos las sillas, candil y aún la mesa que
puso en el portal, y que no contentos con esto hasta la chaqueta única que tenía
también le faltó, y al cabo de dos meses pudo recobrar ya estropeada del todo; esto lo
hizo presente a dos Sres Regidores, y al Alcalde de Barrio, quienes le contestaron
acudiese a Vuestras Señorías y hacerlo presente, quienes no desatenderían sus justos
clamores y menos dejarán de abonarle lo que con motivo de las guardias les hubiesen
inutilizado, en esta atención:
Suplica a los S.S. que en consideración a lo expuesto, ser todo esto un hecho de
verdad como así bien que por dicha causa de la ocupación del portal, en donde tenía
algunas verduras para su venta, no puede verificarlas, por las razones que quedan
manifestadas, se dignarán V.S.S. mandar, como así lo espera que desde luego de
permanecer la citada guardia en su casa, se le señale aquél estipendio diario que su
justificación tengan por conveniente, y que de prestar sus efectos para otro fin se le
rompiese sea de cuenta de la Real Junta su abono. En Gracia espera conseguir de S.S.
cuya virtud guarde Dios muchos años.
574
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
18 de septiembre de 1833.
339
Plasencia 21 de septiembre de 1833. Alonso Aparicio”575
.
Primera página del Oficio presentado por D. Alonso Aparicio
1.3.2. En busca de un Lazareto de observación
Otro elemento indispensable para cumplir las medidas de incomunicación y
aislamiento es el lazareto. Se trata de casas de observación en las que cumplían su
cuarentena las personas y los objetos que procedían de lugares sucios o sospechosos.
Estos lazaretos debían estar en lugares apartados y bien aireados. En los momentos
anteriores a la invasión del cólera, las cuarentenas eran consideradas la mejor forma de
evitar la expansión de la epidemia, al sentirse incapaces de la curación. Pero al tratarse
de medidas coercitivas eran mal recibidas dando lugar algunas veces a su
incumplimiento, de forma que las incomunicaciones no han sido como debieran, por
575
Archivo Municipal de Plasencia. Oficio de Don Alonso Aparicio. 21 de septiembre
de 1833.
340
sus escasos resultados576
El 12 de agosto de 1833 el Boletín Oficial de Badajoz
publica un Reglamento que sirve a todos los pueblos de la provincia donde haya
lazaretos, pero especialmente a Alburquerque, por ser el elegido para lazareto
provincial. En una serie de artículos se expresa la necesidad de velar por la estricta
incominicación de las personas que lo habiliten, para ello se nombraría un celador jefe
del lazareto con una dotación de 20 rs. diarios, y que estaría igualmente incomunicado,
un caminero con caballería propia y al que se le señalarían 8 rs. diarios y una vivienda
próxima al lazareto. De la misma manera se señala la necesidad de proveer a éste último
de útiles necesarios y púramente precisos, los indigentes que pasaren cuarentena en él
serían auxiliados con 2 ½ rs diarios y los que no tuvieren tal condición pagarían 5 rs
diarios por persona, y dispondría además de guardia permanente577
.
El reglamento también recoge las obligaciones de los empleados del lazareto y
en lo que se refiere al celador será el encargado de mantener el orden, valiéndose para
ello del auxilio de la guardia si fuere necesario, de velar por la higiene de tal manera que
será también responsable de cuidar del aseo de todas las piezas haciendo que se barran
y ventilen diariamente, y avisar a la Junta cuando haya necesidad de que se blanqueen
con cal para realizarlo, como también que las aguas sucias y todas las inmundicias se
depositen y viertan en puntos separados y oportunos, distantes del edificio, del
suministro de medicinas a los enfermos y de la asistencia sanitaria en general, de dar
parte al Excmo. Sr. Presidente de la Junta Superior de Sanidad de cuantas novedades
ocurran en él, y al Sr Administrador de Rentas de Alburquerque de los baúles y bultos
que depositen los cuarentenarios, con objeto de que a su salida puedan ser reconocidos
por la Real Renta. De la misma manera dispondrá de un libro de entradas y salidas de
los cuarentenarios, donde se reflejará su procedencia, estado, día y mes de entrada y
salida, así como los que sean socorridos por la Junta y los que se mantengan a sus
expensas, y por último cuidará de la separación de los sexos, no entendiéndose esta
medida con los matrimonios, elegirá una pieza separada y pequeña para las
fumigaciones de expurgo y otra para prisión; debiendo él mismo hacer las
fumigaciones, para lo cual se le darán instrucciones y se le proveerá de los simples
necesarios al efecto, cuya medida producirá gran economía en los gastos. En lo que se
576
González de Sámano, M. (1858): Monografía histórica del cólera-morbo asiático en
España. Imp. Manuel Álvarez. Madrid. 2 vols. Biblioteca Nacional. 577
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia, de 12 de Agosto de
1833
341
refiere a las obligaciones del comandante de guardia, éste deberá acudir a la señal del
celador siempre que lo necesitase, impedirá además escrupulósamenta la comunicación
absoluta de los cuarentenarios con los de afuera, y la de éstos con aquéllos, como la
del caminero y demás personas que vayan a vender al palenque, y de la misma manera
si fuera necesario la entrada de la guardia al lazareto a poner orden, luego que vayan a
salir serán fumigados por el celador. Y en cuanto a las reglas de fumigación el
reglamento recoge lo siguiente: “El aire infestado por la mucha reunión de sujetos
sanos o enfermos se purifica rociando el suelo y paredes de la pieza con cloruro
mezclado en 25 a 30 partes de agua común, en vasijas destapadas, puesto que en
ningún caso puede ser nociva cualquiera que sea su cantidad, y que los afectados de
asma nerviosa respiran más fácilmente en medio de este gas, este método puede servir
en los lazaretos, hospitales, cárceles y demás edificios, donde se reúnan muchas gentes.
Los aposentos de los enfermos se purificarán con una cucharada de cloruro en 6 de
agua en cuya mezcla se mojarán los paños o telas de hilo o algodón, que se colocan
sobre la cama de los enfermos y en otros puntos. Los enfermos y asistentes se lavarán
las manos al acercarse y retirarse de los enfermos, en una mezcla compuesta de una
parte de cloruro y 20 de agua. Con el agua clorurada a la proporción de un cuartillo,
en 40 de agua de fuente se puede desinfectar en el acto los sumideros y caños
corrompidos, las letrinas, pescaderías, carnicerías, mataderos y cementerios”.578
Vemos en éste reglamento un solapamiento entre las teorías contagionistas y no
contagionistas, es decir desde el lazareto como un elemento más dentro de las medidas
de aislamiento, a las recomendaciones de fumigación como elemento de higiene
recomendado por las teorías miasmáticas para aquellos sitios donde se produjeran
aglomeraciones de gentes.
La aparición del cólera-morbo en la ciudad de Huelva, después de haberlo hecho
en Vila Real de San Antonio, origina la publicación de la R.O. de 28 de agosto, que en
su artículo nº 6 establece lazaretos provisionales en cortijos y casas aisladas, situadas en
el confín de la línea de observación. Ordenaba que estos lazaretos provisionales
debieran estar provistos de todos los auxilios y útiles necesarios donde concluida la
cuarentena se procedería a los expurgos del uso579
.
578 Ibidem. 579
Rodríguez Flores. M.P. (1991): Opus. cit.
342
En Plasencia es a principios del mes de septiembre de 1833 cuando las
autoridades empiezan a buscar un edificio que hiciera las veces de lazareto de
observación por si llegaban personas sospechosas. Y, al estar alejado de la ciudad, se
pidió al Sr. Obispo que cediera la casa de Santa Bárbara, de la que era propietario:
“… Enterada la Junta de la necesidad que hay de preparar un edificio colocado en
sitio alto y acomodado para que sirva de lazareto de observación, en el caso de que por
desgracia lleguen a esta ciudad algunas personas sospechosas o indicios de venir de
países contagiados de cólera-morbo, después de haber conferenciado detenidamente
acordó: Que debía señalar y señaló para el lazareto de observación la ermita y edificio
de Santa Bárbara, situada en lo alto de la sierra a que da nombre, y que a el intento se
pase el oficio más atento al Iltmo Sr Obispo de esta Diócesis, invitando su notorio y
acreditado celo para que se sirva facilitar dicho edificio con el objeto expresado…”580
.
La respuesta, negativa en éste caso por parte del Obispo no se hizo esperar, y
así el 20 de septiembre éste manifiesta los perjuicios que acarrearían en algunos
habitantes de Plasencia la utilización de la ermita de Santa Bárbara como lazareto de
observación:
“No obstante la gran capacidad y ningún recurso que ofrece la Hermita de Santa
Bárbara para lazareto de observación, desde luego lo pongo a discreción de V.S con la
remisión de las llaves que entregará el dador; debiendo advertir se impide de este
modo el que más de trescientas familias usen del único recurso que les queda de poblar
todas las casas de las viñas, por su local y temperaturas, en el caso que el Sr por sus
inescrutables juicios nos aflija con el azote que ya se experimenta en la capital de la
provincia. En hacer a usted esta sencilla manifestación no llevo otro objeto que el de
mirar por los habitantes de la ciudad, y que los que se constituyan en el lazareto
designado tengan los recursos de nuestro Soberano (q. D. G.) con sus sabias
disposiciones mandar se les proporcionen, de que indudablemente carecerán para su
local, distancia de esta ciudad, y demás circunstancias que no se ocultan a la sabia
penetración de la Juntas.
580
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
13 de septiembre de 1833.
343
Dios que Guarde a V.S. Servir. Casa de Campo de Plasencia. Septiembre 20 de
septiembre de 1833.
Cipriano Varela. Obispo de Plasencia
Sr. Presidente de la Junta Municipal de Sanidad de la Ciudad de Plasencia581
En previsión de que la invasión epidémica llegara a Plasencia, la Junta de
Sanidad también realizó petición al Ayuntamiento, para convertir el Hospital de Nuestra
Señora de la Merced en hospital de curación, y para la realización de guardias en dicho
hospital y en el lazareto. Debido a la gran dificultad que existía para obligar a los
vecinos a prestar dicho servicio se pidió al Capitán General de Extremadura que se
cediera a la ciudad una o dos compañías de infantería para tal fin:
“ Conociendo la Junta la precisión de poner guardias respetables que cuiden de
vigilar sobre la custodia de las personas que se depositen y pongan en el lazareto de
observación y en el hospital de curación de los indicados o atacados de cólera-morbo,
para con su fuga no propaguen el contagio de tan devoradora y terrible enfermedad y
teniendo presente la gran dificultad que habría para obligar a los vecinos a prestar este
servicio, acordó: Que se represente con el mayor respeto y atención al Exmo Sr.
Capitán General de Extremadura suplicando encarecidamente que se sirva procurar a
esta ciudad el auxilio militar de una o dos compañías del regimiento de infantería que
sea de su agrado para que hagan dicho servicio; y no pudiendo facilitar el esperado
auxilio militar se suplicará igualmente a S.E. que dé la orden conducente para que
referido servicio se preste por los voluntarios realistas de esta ciudad, reduciendo su
sueldo o estipendio lo mas que sea posible mediante que citado servicio ha de hacerse
extramuros y dentro del término de la misma ciudad; y previniendo que dicho sueldo se
abone de los fondos destinados al equipo de los mismos voluntarios realistas por que
los propios y fondos públicos de esta ciudad carecen absolutamente de caudales y de
recursos con que sufragarlos”582
.
581
Archivo Municipal de Plasencia. Oficio del Ilmo Sr. Obispo en contestación a la
petición de la ermita de Santa Barbara para lazareto de observación.
582 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
13 de septiembre de 1833.
344
Primera página del Oficio del Ilmo Sr Obispo, en el que se deniega la petición.
A pesar de que la enfermedad tardaría aún un año en llegar a Plasencia, su
cercanía se hacía sentir, motivo por el cual se decide que Don Juan Sánchez Matas,
como médico consultor de la Junta Municipal de Sanidad, no escatime en proponer todo
cuanto considere necesario para impedir la entrada del cólera en la ciudad, y atender a
cuantas personas sean depositadas en el lazareto de observación y hospital de curación
si el terrible morbo llega a aparecer. Se solicitó, igualmente, de la Inspección de
Sanidad de Extremadura la licencia para repartir 8.000 reales de vellón entre los vecinos
para atender a los gastos necesarios tanto de preparación como mantenimiento del
lazareto y del hospital de curación, así como de los derivados de los acuerdos que en pro
de la salud pública se vienen suscribiendo desde mayo de 1832. Para ello deben
contribuir también los Sres Eclesiásticos:
“Con los mismos fines acordó la junta que su médico consultor Don Juan Sánchez
de las Matas con presencia de la Circular del 9 de mayo de 1832, proponga las
medidas que juzgue conducentes, y que pueden contribuir para preservar a los
habitantes de esta ciudad de la desoladora enfermedad del cólera-morbo. Siendo cierto
345
y evidente que a pesar de la falta total de fondos públicos, ha de llegar el caso de hacer
crecidos y costosos gastos para preparar el lazareto de observación y el hospital de
curación, como también para mantener a los individuos que se pongan en cuarentena y
a los atacados del cólera que sean depositados en el hospital de curación, pero así lo
exige la humanidad y conociendo que llegados tales casos no hay más arbitrio que
remediar la imperiosa necesidad a costa de sacrificios que jamás se proporcionarán
con la debida igualdad; deseando evitar las fatales consecuencias de estos extremos
acordó esta junta municipal que se represente sin dilación a la Superior de Sanidad de
Extremadura pidiendo y suplicando que se sirva conceder la facultad y permiso que sea
necesario para repartir por una vez la cantidad de 8000 reales vellón entre los vecinos
de Plasencia por la base de utensilios y que mediante que las rentas del citado ejercicio
no está comprendida en dicha base y que como interesado en el sostenimiento de la
salud pública deben contribuir los Sres eclesiásticos, Seculares y Regulares a tan
laudables fines, se les exponga y haga un repartimiento por la base del subscrito que
guarde proporción con el de 8000 que se repartirá al vecindario; previniendo que para
la mas pronta ejecución se sirvan los repartimientos cobrar por la Contaduría de
Rentas de este partido y se cometa su ejecución al Sr. Subdelegado de las mismas
Rentas Reales poniéndose de acuerdo para este fin con el Sr. Intendente General de
esta provincia si fuese necesario”583
.
Coincidiendo con los acuerdos para buscar un futuro lazareto y hospital de
curación, a la ciudad van llegando noticias de la proximidad del cólera. Se sabe que la
enfermedad “…hace crecidos estragos en Badajoz”584
, lo que da lugar a que se acuerde
nombrar un escribiente para servir en la secretaría de la Junta, pedir al Ayuntamiento
1000 reales de vellón para sufragar gastos, recordar a los comandantes de guardia la
obligación de impedir entrada desde zonas sospechosas, así como la necesidad de
aumentar el número de vocales de la Junta:
“ Enterada la Junta de que se ha conocido la noticia funesta de que la terrible
enfermedad del cólera-morbo hace crecidos estragos en Badajoz, y presumiendo que
583
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
13 de septiembre de 1833. 584
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
16 de septiembre de 1833.
346
podrá extenderse desgraciadamente por la provincia, conferenció detenidamente,
animada de los mejores deseos de impedir su propagación, acordó los particulares
siguientes:
- Que se imprima una resma de papel en cédulas de sanidad, a fin de que se
faciliten a los habitantes de dicha ciudad.
- Que se nombre un escribiente para que sirva en la secretaría para el más pronto
despacho de los asuntos de esta Junta, y que con dicho fin se abonen seis reales
diarios, como también una resma de papel común para las ocurrencias de la
misma Junta.
- Que se pidan al M.N. y L. Ayuntamiento 1000 reales de vellón por vía de
anticipación para sufragar los gastos necesarios de compostura de puertas,
escribiente, papel y demás urgencias precisas con la calidad del mas pronto y
religioso reintegro de los primeros fondos que ingresen a disposición de esta
Junta de Sanidad.
- Que los señores comandantes de las guardias reconozcan los pasaportes de todos
los viajeros y pongan la nota de Pase, o admitan a los que procedan de países
sanos sin que ese requisito no se admitirán en las posadas públicas, ni en las
particulares bajo multa de dos ducados por primera vez y doble por cada
reincidencia. Con la responsabilidad de los daños y perjuicios que se originasen
por cualquiera falta de cumplimiento al presente acuerdo, que se hará saber a los
dueños o arrendatarios de dichas posadas por el alcalde de Barrio Alejandro
Oliva.
- El Sr. Dorado dijo: que considera necesario aumentar el número de Señores
vocales de la Junta de Sanidad a lo menos nombrando un Sr. Eclesiástico y otro
vecino secular, y que para esto propone al Sr. Prevendado Manuel Paredes y al
Sr. Administrador de correos de esta vecindad, en virtud de que se multiplican
infinito las obligaciones y ocupaciones de citada Junta y es preciso que se
repartan entre mayor número de individuos para su desempeño585
.
En la sesión celebrada el día 22 del mismo mes se satisface parcialmente dicha
petición: “…Se renovó la proposición del Sr. Dorado explicada en la Junta de 16 del
corriente; y habiéndose conferenciado tuvo a bien la Junta elegir por uno de sus
585
Ibidem.
347
vocales al Caballero Comandante de las armas de esta ciudad sin perjuicio de nombrar
a otros vecinos en clase de auxiliares cuando lo estime necesario. Acto continuo se
avisó atentamente a dicho Señor Comandante el Capitán Don Juan Lugan, a quién se
instruyó de su nombramiento, en cuya virtud se prestó muy expresiva y urbanamente a
facilitar cuantos auxilios estén a su alcance para que tengan efecto las medidas y
providencias sanitarias en que tanto se interesa la humanidad”586
Esta sesión correspondiente al día 22 de septiembre había comenzado con
pregunta al médico titular sobre el avance de la epidemia: “… preguntado el Médico
Titular dijo: que por ahora no hay en ésta ciudad indicios ni sospecha de enfermedad
contagiosa”. Se hace necesario seguir buscando un edificio para lazareto, ya que el día
20 se había recibido la negativa por parte del Ilustrísimo Señor Obispo en relación a la
petición de la ermita de Santa Bárbara: “…Franqueando las llaves de la Hermita y
Edificio de Santa Bárbara, acordó la Junta que se depositen por ahora en otro edificio
como Lazareto de observación las personas que por su procedencia deban ser
observadas para impedir la introducción del Cólera Morbo”. La necesidad crece ante
el parte facilitado por el Comandante de Guardia de la Puerta de Trujillo, en el que
notifica que tenía detenido a Don José Varcalcel, procedente de Mérida: “… y enterada
la Junta deseando evitar todo motivo de sospecha acordó que se deposite por ahora en
el lazareto de observación a cargo de dos Realistas quienes comparecieron y recibieron
las instrucciones convenientes”587
. No se especifica qué edificio hace por ahora las
veces de lazareto, y por tanto dónde está detenido al citado Don José Varcalcel. En la
sesión siguiente se designa la casa de la Dehesa de Palacios como lazareto de
observación: “… Que mediante se ha informado de que el edificio de Santa Bárbara no
es apropósito para lazareto de observación nombraba y eligió el de la casa de la
dehesa de Palacios, previniendo que se pase oficio a Doña María Francisca
Fernández, para que inmediatamente lo ponga a disposición de la Junta”588
.
586 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
22 de septiembre de 1833. 587
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
22 de septiembre de 1833.
588 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
23 de septiembre de 1833.
348
Pero los deseos de la Junta de nuevo se ven truncados, ya que la respuesta dada
por esta señora, que no se hizo esperar, igual que la del Obispo vuelve a ser negativa.
Doña María Francisca Fernández en un oficio remitido al Sr. Corregidor, expone las
razones, y propone otros edificios:
“ En contestación al oficio de V.S. del día de ayer en que me manda ponga a su
disposición la llave de mi casa de Palacios por haberse destinado ésta para lazareto
debo decir a V.S. que a pesar de que mis deseos son siempre contribuir al bien de mis
semejantes, y de que estoy bien persuadida de las atribuciones que facultan a la junta
para disponer de cualquier propiedad en semejantes casos, no obstante, creo estar en el
deber de hacer presente a la misma que sin necesidad de que haya epidemia ni
contagios, contraen casi todos mis criados, que tienen precisión de estar en expresados
caseríos, dolencias graves porque su posición más honda y húmeda que acaso habrá en
todo el término de ésta ciudad, se hacen sumamente enfermizo, siendo sin duda la
causa su inmediación al río y estar al mismo nivel de éste. Por otra parte carece de
aguas puras por que las de expresado río están apuradísimas embarrancadas y sucias
con motivo de los muchos ganados que hay en la dehesa; y la fuente que mandé
construir cerca del caserío es de agua sosa, que endurece los alimentos que con ella se
guisan, y se halla casi sin uso, por que la mayor parte de los que beben los causa daño;
verdades que están a la vista, y que la junta puede mandar inspeccionar porque es
público, como que dicha casa está casi en todas las estaciones del año envuelta con la
niebla y vapores del río hasta que la fuerza del sol la destruye y es bien extraño que si
alguno de los señores de la junta que habrán estado en ésta mi casa en diferentes
épocas, no hallan advertido que para lazareto es la menos apropósito que encontrará
en tantos caseríos como hay en las inmediaciones de ésta ciudad, a más larga distancia
del río en sitios más ventilados de aíres más sanos y aguas más puras y abundantes,
tales son la de Don Fernando Díaz, una legua de distancia como Palacios de ésta
ciudad, caserío diez veces más capaz que Palacios por que tiene muchas habitaciones
divididas y con todas las comodidades necesarias a media legua del río, en la falda de
una sierra y con la fuente más hermosa de todo el término, también son más apropósito
las dos Floridas de los P.P. Dominícos, y Espartal, la primera ha sido convento y tiene
hasta sus celdas divididas y una capacidad considerablemente mucho mayor que mi
casa de Palacios, con un pozo abundantísimo, y éstas mismas circunstancias tiene la
otra de Espartal, situada menos de un tiro de balas de aquella, cuya posición,
349
comodidad y próxima situación a la de los Dominicos, ofrecen mayores y conocidas
ventajas por la separación en que pueden estar cualquiera persona sospechosa de
contagio, estas casas son más apropósito que la mía, no sólo por las razones dichas,
que son de primera consideración, por que los lazaretos deben estar en sitios enjutos y
ventilados, bien porque sus dueños no las tienen ocupadas más que con un casero, que
puede acomodarse donde quiera, cuando yo tengo llenas los encerraderos y esquileos,
con más de 300 carros de heno y paja para la manutención de tres gañanías de bueyes
míos, de mi hija y de mi mayoral, y en la casa se pajean y crían los bueyes y criados
necesarios a estas respectivas labranzas. También sucede que la mayor parte de los
labradores de ésta ciudad tienen sus labores en dicha dehesa y con éste motivo, acaso
con sus criados no bajarán de 150 personas las que andan alrededor del caserío a su
trabajo. También tiene el inconveniente de que la carrera que baja a Andalucía pasa
por la misma puerta de dicha mi casa, y es bien seguro que pronto se hallarán en ella
detenidas muchas personas por temores de infección, como los que estén de
observación si no habría una fuerza considerable que lo impidiese. Pero no obstante si
la junta no haya razones para variar su plan, ni cree cuanto llevo dicho, es necesario
que se me dé tiempo para desalojar tanto heno, pajas, grano y efectos de labranza y
ganadería como tengo en la casa, y esto no se hace en 24 horas, es preciso 8 ó 10 días,
pues no es justo que habiendo otros sitios a los que puede agregarse Navamojada, San
Polo, San Esteban y Retortillo, se me grave a mí con perjuicios de consideración, es
necesario que usted lo manifieste así a la junta y en el caso de desentenderse pido
testimonio de éste oficio y resolución de aquella, para usar de mi derecho donde viere
conveniente. Dios Guarde a Usted.
25 de septiembre de 1833
Sr. Corregidor de ésta Ciudad”589
.
589 Archivo Municipal de Plasencia. Oficio de Dª Francisca Fernández. 25 de septiembre
de 1833.
350
Primera página del Oficio presentado por Dª Francisca Fernández.
A pesar de todo lo anterior la respuesta dada por ésta Señora, negándose a
poner a disposición de la junta el edificio solicitado, no pareció convencer a nadie:
“…que mediante la difusa explicación hecha por parte de Dª Francisca Fernández en
su oficio de 25 del corriente reducida a manifestar que el edificio de la casa de palacios
está ocupada y no es edificio apropósito para lazareto de observación, a pesar de que
conoce bien la Junta la debilidad de las vulgaridades pueriles de que abunda el
expresado oficio, y que debe hacer que se lleve a efecto lo decretado por interesarse la
salud pública que es el objeto muy preferente al interés y conveniencia de cualquiera
vecino particular…”590
. A partir de aquí se empieza a buscar lazareto partiendo de una
base sólida que entendemos mejor si tenemos en cuenta que algunos autores, como por
ejemplo Sámano, en 1833, defendían como posible la influencia atmosférica en el
desarrollo del cólera, pero no para el efecto. De ésta manera las autoridades dan
590 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
25 de septiembre de 1833.
351
importancia a la dirección de los vientos en la ubicación del lazareto, y se pide al
médico que busque el lugar más idóneo atendiendo a éste fenómeno: “… deseando
siempre fundar sus disposiciones y buscar el acierto acordó de conformidad, que el
lazareto de observación no debe colocarse al oriente de la ciudad, porque siendo el
viento de levante o solano el que frecuentemente corre por éste país infectaría muy
pronto la población y que no habiendo edificio apropiado para dicho fin en ésta
circunferencia más que las casas de la Pardala, y de las dehesas de San Esteban y
Palacios se reconozcan éstas por el Médico Consultor Don Juan Sánchez de las Mattas,
acompañado por el Procurador Síndico Don Pablo Huebra, quienes se servirán
informar lo que crean más conveniente”591
.
Desconocidas las vías de transmisión de la enfermedad, eran los teóricos del
higienismo los que otorgaban una gran influencia en la propagación de las epidemias a
los vientos y otros elementos meteorológicos para su propagación, pero al igual que
Seoane no en su génesis ni desarrollo.
La sesión celebrada el día 25 se cerró con la correspondiente pregunta al
médico consultor, el cual sigue manifestando que por ahora no hay indicios ni
sospechas de enfermedad contagiosa; pero en la siguiente, que corresponde al día 30 del
mismo mes de septiembre, ante los rumores de cercanía del cólera-morbo, se ve la
necesidad de traducir éstos en noticias exactas y fidedignas, por lo que se acuerda abrir
comunicación con las Juntas de Sanidad de ciudades más cercanas a Portugal, como
Mérida y Cáceres: “…que se abra comunicación con las Juntas de Sanidad de Cáceres
y Mérida, que son las capitales de partido más inmediatas al país contagiado del
cólera-morbo, con el fin de tener noticias exactas de los progresos o disminuciones que
hubiere de dicha y terrible y desoladora enfermedad; sin perjuicio de intentar y
mantener igual correspondencia con las Juntas de Trujillo, Alcántara y cualquiera otro
pueblo que fuese necesario”592
.
Se recibirían noticias por parte de algunas juntas de sanidad, en concreto la de
Alburquerque, la cual informa de la ausencia del cólera-morbo, a pesar de su cercanía, y
del celo en las medidas de incomunicación:
591 Ibidem. 592
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
30 de septiembre de 1833.
352
“ Sin embargo de las funestas noticias que a cada paso se reciben de los estragos
que causa en Badajoz una enfermedad epidémica, sino contagiosa, cuyo carácter es
todavía desconocido a ésta Junta de Sanidad por la falta absoluta de comunicaciones
de la Superior de la Provincia, le cabe la lisonjera satisfacción de que la salud pública
de esta villa, ni siquiera ha sido alterada por enfermedades graves común es con la
estación, hasta el punto de poder asegurar que en todo el presente mes no han fallecido
en ella más de dos personas, una de ellas muy anciana y ambas de resultas de
padecimientos eventuales. Las extraordinarias y rigurosas medidas sanitarias adoptada
por esta Junta, su constante desvelo en impedir la comunicación con la capital y el
contacto con sus procedencias (…), la saludable localidad de esta población (…) ha
implorado en fervorosas oraciones y públicas rogativas, se inclinan fundamentalmente
a expresar que esta población habrá de preservarse de los estragos que como en la
vecina Badajoz la enfermedad mortífera que aflige a sus habitantes, y de acuerdo de
esta Junta lo participo a V.S. para su conocimiento y demás efectos que convengan.
Dios que a V.S Guarde
Alburquerque 18 de octubre de 1833”.
Sres de la Junta de Sanidad de Plasencia593
.
En la misma sesión del mes de setiembre se acuerda poner en libertad a Don
José Varcálcel tras haber pasado diez días de observación, sin especificar en qué
edificio se ha mantenido a éste viajero procedente de Mérida: “…que se permita la
salida del lazareto y entrada en esta ciudad a Don José Varcalcel mediante haber
pasado 10 días de observación sin haber tenido novedad en su salud”594
.
1.3.3. Acordonamiento. Cordones Sanitarios
Del acordonamiento como medida de prevención ante las epidemias tomamos
tempranamente nota en Boccaccio. Recordemos como unas nobles damas y gentiles
caballeros huyen de la ciudad y se aíslan en una villa, donde matan el tiempo
relatándose historias picarescas. Huyen así del mal aire que rodea a los enfermos y a los
593 Archivo Municipal de Plasencia. Contestación de la Junta Municipal de Sanidad de
Alburquerque, 18 de octubre de 1833. 594
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
30 de septiembre de 1833.
353
muertos. Mucho más tarde Daniel Defoe, autor conocido más que nada por su
Robisnson Crusoe, aporta otros antecedentes en el año de la peste, donde relata cómo
Inglaterra, que hasta entonces se había escapado de la enfermedad por su insularidad,
fue finalmente afectada por una gran epidemia en 1665. Algunos ingleses imitando a los
personajes de Boccaccio pusieron agua por medio y se fueron a los buques anclados mar
afuera, donde perecieron igual, pues llevaban la bacteria con ellos. Defoe relata las
crueles prácticas de aislamiento adoptadas, que condenaban a muerte a familias enteras,
obligándoles a permanecer encerrados en sus casas junto a los moribundos, con guardias
en las puertas delantera y trasera, los que muchas veces fueron asesinados595
.
El modo de hacer prevención contra el cólera será aislando los pueblos
enfermos con un acordonamiento que ejecutarán las tropas sobre los pueblos afectados.
La incomunicación será entonces la mejor medida contra la propagación defendida por
los gobernantes, la incomunicación mantendrá entonces la salud596
. El acordonamiento
de las ciudades favoreció, entre otras cosas, la falta de comunicación, y la confusión en
la recepción de noticias sobre el estado sanitario en las diversas ciudades. Esta
confusión sembró el desconcierto y el acuerdo de medidas, a veces contradictorias,
sobre la permisividad de entrada de personas llegadas de fuera.
En la sesión que la Junta Municipal de Sanidad celebra el 13 de septiembre de
1833 se acuerda prohibir a los vecinos recibir a cualquier persona procedente de
Andalucía, Extremadura baja o Portugal. (El país vecino padecía la enfermedad desde
hacía meses, en Andalucía se presentó a primeros de agosto a través de la costa
onubense, y en Extremadura a primeros de septiembre Olivenza y a mediados del
mismo mes Badajoz, eran declaradas poblaciones invadidas por el cólera)597
. Tampoco
se permitía hospedar a nadie, aunque viniese de una zona no infectada, sin dar parte al
Subdelegado de la Policía. Todo ello bajo multa de cuatro ducados o diez días de
trabajos públicos:
“Para impedir por cuantos medios sean imaginables la introducción y propagación
del cólera en esta ciudad acordó la Junta que se publique bando previniendo que
595 Walter Ledermann, D. (2003): El hombre y sus epidemias a través de la historia.
Rev. Chil Infect. Edición Aniversario. 596
Peral Pacheco, D. (1994): Cólera y Sanidad en las Reales órdenes de 1833 a 1835.
Asamblea de Extremadura. 597
Rodríguez Flores, M. (1991): Opus cit.
354
ningún vecino admita en su casa persona alguna de cualquiera clase y distinción, que
fuere y venga de Andalucía o raya de Portugal; y que al momento que lleguen a sus
casas algún huésped o personas que vengan de cualquier país que no esté infectado ni
se tenga por sospechoso de citada enfermedad epidémica, den parte al Sr Subdelegado
de la Policía bajo la multa de cuatro ducados o diez días de trabajos públicos por la
primera vez y doble por cada reincidencia, sin prejuicio de tomar las demás
providencias que correspondan; siendo este extensivo citado bando a que se barran,
rieguen y limpien las calles, casas, cuadras, muladares y extramuros según está
mandado repetidas veces”598
.
El 23 de septiembre de 1833 una Real Orden indicaba al Capitán General de
Extremadura que ordenase el establecimiento de cordones de tropas y voluntarios
realistas en todos los pueblos que presentaron algún caso sospechoso de epidemia para
evitar, de esta forma, el abandono de los mismos. Se establecieron también líneas de
vigilancia para la observación de las procedencias sospechosas, con las
correspondientes cuarentenas en el lazareto que, a tal efecto, se estableció en Almaraz.
La R.O. del 23 de septiembre de 1833, en su art. 15, prohibía también, mientras durase
el contagio, la celebración de todas las ferias de Extremadura y Andalucía, con el
quebranto económico para estas regiones, sin otro fin, como reza en su art. 13, que
evitar el contagio de la capital y provincias interiores; pero, si esto no era suficiente para
dañar la economía de un gran número de extremeños, las comunicaciones Madrid-
Trujillo también se interrumpieron un mes más tarde. La actividad mercantil resultó, por
ello, notablemente perjudicada. Y así lo evidencian las quejas dirigidas tanto a la Junta
Provincial de Sanidad, como a la Regente por los dueños de la mensajería de
Extremadura solicitando el restablecimiento del servicio de diligencia599
.
Es de destacar que el Capitán General de la provincia de Extremadura, don
Ramón Rodil, era consciente de los perjuicios que ésta situación de incomunicación
podían tener no sólo en el comercio sino en la misma Administración de Justicia, y por
ello un día antes desde Montijo envió una Circular en la que ordenaba reducir el
598 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
13 de septiembre de 1833. 599
Clemente Fuentes, L. (2008): “Los azotes del cólera morbo en la provincia de
Cáceres durante el siglo XIX”. Ars et Sapientia. Año IX. 2008. Agosto. Pg. 103.
355
aislamiento únicamente a las poblaciones que por entonces sufrían el azote del cólera, es
decir, Badajoz y Olivenza600
.
Recordemos que la epidemiología se hallaba aún dividida entre los
contagionistas, que propugnaban la transmisión del cólera por contacto, y los
infeccionistas o no contagionistas, que aseveraban una transmisión por miasmas
deletéreos (lo que propiamente denominaban epidemia). Éstos últimos postulaban que
no había cordón que frenase su expansión, siendo los primeros los que defendían el
aislamiento con cordones sanitarios. Estamos en un momento en el que la posición
oficial sigue siendo favorable a las tesis contagionistas, y por tanto al aislamiento, pero
ya se atisban cambios hacia la miasmática, siendo como se verá más adelante, los
condicionantes socioeconómicos más decisivos aún que los médicos en la supresión de
los cordones.
Las medidas de aislamiento mediante la utilización de cordones sanitarios,
estando de acuerdo con el doctor Peral Pacheco en el sentido de representar una
rudimentaria forma de lucha contra la enfermedad, separaban claramente la profilaxis de
la etiología, que por otra parte aún era totalmente desconocida. Está claro que no se
quería oír a la comunidad científica en torno a este asunto. En el Informe de Mateo
Seoane quedaba meridianamente claro: “los cordones generales sanitarios son poco
útiles cuando los contagios son débiles y pueden hacerse epidémicos, sin embargo si el
mal está limitado, es posible establecerlos”601
. El gobierno, no estando poseído de gran
eficacia en sus resultados, estableció los cordones sanitarios quizás para minimizar y
tranquilizar los ánimos de la población, la cual por otra parte según Sámano no se
mostraba del todo conforme: “murmura el pueblo de todo cuanto cree ser gravamen por
más que le traiga los más positivos bienes”602
.
600
Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Sección Real Audiencia. Legajo 569,
Expediente 2. Pg. 56 y 56v. 601 Seoane, M. (1834): Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-
morbo epidémico, con indicaciones de su método curativo. Tip. de M. Calero. Madrid. 602
González de Sámano, M. (1858): Monografía histórica del cólera-morbo asiático en
España. Imp. Manuel Álvarez. Madrid.
356
Plasencia. Puente de San Lázaro
Pero muchos pueblos empezaron a incomunicarse sin permiso previo debido al
miedo y a la sensación de que era lo único que disponían junto a la huida ante la
epidemia. Si los cordones sanitarios se hubieran llevado escrupulosamente habrían
traído la miseria y el hambre que por sí solos son la mayor de las epidemias. Al mismo
tiempo se denunciaba el sistema de cordones en la forma que estaba implantado.
Durante el mes de julio de 1833 la Junta Superior de Sanidad había advertido a las
Juntas Municipales que desplegaran todo su interés en satisfacer la solicitud de Su
Majestad, llevando a cabo las medidas de precaución comunicadas y especialmente que
se castigue “con el último rigor a los que quebranten los cordones”603
.
Durante los últimos tiempos de la década absolutista y comienzos de la
Regencia las medidas de incomunicación a base de cordones sanitarios los llevan a cabo
la tropa. En Plasencia se deja sentir la necesidad de dar mayor rigor en las medidas de
incomunicación a partir del mes de octubre de 1833, coincidiendo con la recepción de
noticias sobre la invasión del cólera en la villa de Alcántara y Cáceres a punto de
603
Rodríguez Flores, M.P. (1991): Opus cit.
357
contagiarse. Pero, a pesar de éste sentimiento de cercanía, la Junta Municipal de
Sanidad no cree necesario por el momento la intervención militar en las medidas
preventivas:
“…Reunida la Junta para llenar los deberes de su instituto y por la noticia de haber
aparecido en la Villa de Alcántara el cólera-Morbo; y de que ha principiado sus
estragos acostumbrados, conferenció detenidamente y acordó lo siguiente:
- Que se redoble la vigilancia para cumplir las medidas sanitarias y que no se
permita entrar en la ciudad a persona alguna procedente de Alcántara ni de
pueblos de su circunferencia.
- Que habiéndose observado la falta de cumplimiento en la expulsión de forasteros
y especialmente de las familias y personas que se han introducido en esta ciudad
para vivir mendigando a expensas del vecindario y con perjuicio de los pobres
necesitados de esta población, para cuya medida se tuvo presente la facilidad con
que se puede introducir el contagio por medio de los mendigos, se hace preciso
que se cumpla y ejecute referida expulsión con la actividad en el preciso término
de 24 horas y así se pidió al Sr. Presidente que ejerce la real jurisdicción.
El Sr. Subdelegado propuso que los acuerdos de la Junta no se han ejecutado, ni
podrán ejecutarse con la celeridad necesaria por las muchas atenciones y forzosas
ocupaciones del Sr. Presidente, que la necesidad apura cada vez más, y que por lo
mismo conviene que la Junta en cuanto puede y debe cometer la ejecución y
cumplimiento de sus acuerdos al Sr. Comandante de [armas], quien tiene disposición
para hacerlo y lo realizará pronta y eficazmente según requieran las circunstancias.
El Sr. Presidente dijo que no se halla esta ciudad en el caso de obrar militarmente, y
que no cree conducente delegar su jurisdicción real ordinaria por ahora, que por sí
mismo y por medio de los Alcaldes de Barrio ejecutarán y harán cumplir cuanto sea
conducente a la salud y tranquilidad públicas”604
.
604
Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
5 de octubre de 1833.
358
Un mes antes ya se había solicitado al Exmo Sr. Capitán General de
Extremadura una o dos compañías de cualquier regimiento de infantería o de milicias
provinciales:
“Exmo Sr.: La Junta Municipal de Sanidad de ésta ciudad de Plasencia, desde su
instalación con motivo de que la fatal enfermedad del Cólera-Morbo no parase ni se
propagara en ésta provincia, acordó las conducentes medidas sanitarias con arreglo a
las órdenes que comunicadas por la Junta Superior de Sanidad de Extremadura:
señaló para edificio de lazareto de observación, y previno cuanto creyó propio de
aquellas circunstancias en que citada enfermedad epidémica distaba mucho de éste
país; al paso que por desgracia se ha ido aproximando el peligro de tan terrible y
desoladora enfermedad, se han aumentado dichas disposiciones; y persuadida la Junta
de que podrá llegar muy pronto el caso de hacer necesario uso del lazareto poniéndose
en cuarentena algunas personas que traigan su procedencia de pueblos sospechosos o
contagiados, ha considerado como preciso recurrir a la Superior autoridad de V.E.
suplicando que se digne facilitar el auxilio de una o dos compañías de cualquiera
regimiento de infantería o de milicias provinciales, para que se dediquen a prestar las
guardias correspondientes a dicho lazareto y al hospital de curación de los enfermos
afectados del terrible azote del Cólera-Morbo, a fin de que con su fuga no infecten a los
habitantes de los pueblos por donde transiten. La Junta pide a V.E. éste favor y espera
que por efecto de su justificada bondad se dignará concedérnoslo; pero si las
actuaciones del ejercito no permitiesen la remesa de dichas compañías a ésta ciudad
para tan importante servicio, es de suma urgencia que V.E. se sirva expedir su orden
superior para que se hagan y ejecuten referido servicio por los Voluntarios Realistas,
reduciendo sus sueldos diarios cuanto sea posible, y previniendo que se paguen de los
fondos y arbitrios destinados a su equipo y armamento, mediante que mencionado
servicio ha de realizarse a la población por lo tocante al hospital y dentro de su
término en lo perteneciendo al lazareto, y en atención que se carece absolutamente de
caudales y arbitrios y recursos con que costear los indicados sueldos.
V.E. conoce muy bien que los fervorosos anhelos de ésta Junta, siempre dirigidos a
favor de la humanidad y al mejor cumplimiento de las Reales órdenes, la impulsarán y
estimularán para que dirija la presente representación; por lo cual confiando en el
distinguido y muy acreditado celo y amor a la humanidad y al Real Servicio con que
V.E. se ha distinguido siempre:
359
Suplica que fijado de V.E. las altas consideraciones (…) se digne dispensar su
protección Superior, y conceder ésta solicitud según queda explicada para los fines
relacionados, pues decretándola así adjudicará V.E. justicia y llevará la gratitud de los
vecinos de Plasencia y precitada Junta que pide a Dios guarde la importante vida de
V.E. muchos años.
Plasencia septiembre 16 de 1833
Exmo Sr. Capitán General de Extremadura”605
.
Está claro que en el cólera, y en lo que a los mecanismos de aislamiento se
refiere el control de los factores medioambientales se presenta fundamental, como la
experiencia con la enfermedad ha demostrado hasta nuestros días, por intervenir éstos
en los tres eslabones de la cadena epidemiológica, es decir, reservorio, mecanismos de
transmisión y sujeto sano susceptible. A lo largo de los años se ha ido demostrando que
el control de ésta cadena es mucho más importante que la propia asistencia sanitaria y el
avance en la terapéutica. Podríamos decir que las medidas aplicadas para aislar a las
personas tendrían una base lógica, pero la enfermedad iría pasando barreras, y la
inutilidad de los cordones sanitarios, cuarentenas, etc., se demostraría un año después,
quedaría entonces por buscar qué falló en ésta política de prevención. El principal
reservorio es el hombre, por lo que su aislamiento y control se presentaría como
fundamental, y en ese control se incluye el diagnótico precoz. De ésta manera, aislar ese
eslabon de la transmisión, que es el que excreta bacilos al ser el portador es
fundamental, pero ya escribiré más adelante de las dificultades que encontraron los
médicos para ese diagnóstico, agravándose el problema si los enfermos traspasaban las
medidas de aislamiento en períodos prodrómicos de la enfermedad, sin evidencia
sintomatológia o larvada, que contaminarían el agua, y que a su vez podría ser ingerida
o ser utilizada para lavar o cocinar alimentos. Hecho que sería frecuente porque de ésta
se le desconocía entonces su protagonismo como vía de difusión indirecta. En
definitiva, al no ser controlada el agua de consumo humano, por mucho que se
controlaran las personas y mercancías, la epidemia se extendió irremediablemente.
605 Archivo Municipal de Plasencia. Carta remitida desde la Junta Municipal de Sanidad
de Plasencia al Exmo. Sr. Capitán General de Extremadura, con fecha de 16 de
septiembre de 1833.
360
En cuanto a la transmisión directa, la fecal-oral, es posible que se viera
favorecida además por el ocultamiento de casos. En éste sentido se sabe que en la
epidemia que se estudia hubo casos que fueron ocultados por los propios afectados,
estando el motivo en el miedo a la estigmatización, y a ser excluídos socialmente, ya
que se asociaba el cólera con la pobreza.
En la puesta en práctica de las medidas de aislamiento hemos podido asistir a
una auténtica muestra de mecanismos en los que no se tiene en cuenta la voluntad de las
personas para tomar decisiones conscientes que debieran estár basadas en el pleno uso
de su inteligencia. El miedo aparece como auténtico elemento de anulación de esa
voluntad y capacidad de la población, y como veremos más adelante catalizarán
automatismos de supervivencia. Por parte de las autoridades vemos en el aislamiento un
auténtico control social, con información interesada, parcial y dirigida, con medidas de
coerción extrasanitarias de tipo legislativo-punitivo. Se otorgan el poder de decir qué
comportamientos son correctos y cuales no, cercenando la autonomía individual
fundamentadas en teorías sin confirmar y que el trascurrir del tiempo demostrarían ser
falsas.
1.4. Medidas de Higiene Pública
La preocupación por la higiene pública no es algo nuevo sino que se vendría
gestando desde finales del siglo XVIII. La obra del francés Foderé será traducida y sus
disposiciones se meditan y desenvuelven en los primeros años del siglo XIX. Las
epidemias de fiebre amarilla y la peste sembraron la necesidad de profundizar en estos
estudios. Aunque de manera genérica el proyecto de 1822 atiende la salubridad
encerrándo en él diversas medidas de higiene pública. Sus artículos regulan el futuro
establecimiento de aguas dulces (potables) en las poblaciones, la urbanización de
amplias y ventiladas calles empedradas, con árboles y fuentes, que debían regarse con
frecuencia; los mataderos y las fábricas. Los cementerios, situados en el extrarradio
(vieja aspiración ilustrada), sin que se tolerasen los enterramientos en las iglesias;
indicando dimensiones de las fosas, formas y requisitos de las inhumaciones. Las
basuras destinadas a beneficio de la tierra (en la España agrícola) deberían depositarse
fuera de las poblaciones, en estercoleros adecuados, y en las ciudades populosas debería
361
abolirse la cría y mantenimiento de animales de pezuña hendida, que exalan hediondez,
como los cerdos, vacas, cabras, ovejas, etc… Otras medidas, como la construcción de
canales de riego y la plantación de arbolado, eran propagadas, así como la limpieza y
arreglo de las cárceles, cuarteles, hospitales y demás establecimientos públicos.606
Independientemente de cuáles fueran las opiniones de los médicos respecto de
la “causa general” del cólera, todos (contagionistas y anticontagionistas) recomendaban
el cuidado de las condiciones locales como preservativo conveniente frente al mal
exótico. No había más que diferencias de matiz: los contagionistas insistían en el
cuidado de la salubridad pública una vez que las barreras cuarentenarias nacionales
habían sido sobrepasadas; los anticontagionistas cifraban en dichas medidas higiénicas
el arma principal de la profilaxis anticolérica607
.
Mateo Seoane, como el médico más destacado representante español de los que
en Inglaterra se llamó “contingent contagionism”, o sea, favorecedor de una difusión
preferentemente no contagiosa del cólera, sin excluir la posibilidad de contagio, afirmó
en su informe dirigido a las autoridades españolas: “El método más eficaz de contener
su propagación es evitar las causas predisponentes locales e individuales”608
. Seoane
se convertiría, años más tarde, en uno de los mayores protagonistas de la cultura del
higienismo en la lucha contra las enfermedades epidémicas. Por entonces estando
exiliado en Londres por motivos políticos, se encontraba en circunstancias muy
favorables para observar los fenómenos de la enfermedad. Desde allí envió varios
informes en 1832 y 1833 a la Real Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía.
Versaban sobre medidas sanitarias aplicadas al cólera-morbo epidémico, y otros escritos
relativos a la enfermedad.
Pero no sólo Seoane, la gran mayoría de autores coetáneos que han historiado
ésta epidemia y posteriores, destacan las deficiencias higiénicas del lugar, grupo social
etc., afirmando en 1832 y 1833 que por regla general se desconocía la utidad de la
higiene como verdadera herramienta en la lucha. La revisión de ésta literatura, plasmada
en el apartado segundo de ésta tesis, muestra cierto discurso anticolérico en lo que a
606
Peset, M. y J.L, (1972): Muerte en España (política y sociedad entre la peste y el
cólera). Seminarios y Ediciones S.A. Madrid. Pg. 209. 607
Rodríguez Ocaña, E. (1982): “Higiene y terapéutica anticoléricas en la primera
epidemia de cólera en España, 1833-1835”. Asclepio- XXXIV. Madrid. 608
Seoane, M. (1834): Opus cit.
362
higiene se refiere. En los historiadores posteriores a los descubrimientos bacteriológicos
se palpa una clara ruptura a partir de éste hecho que se produciría a finales del siglo
XIX, de tal manera que para toda epidemia anterior las alusiones a las mismas van a ir
en la dirección de resaltar esas condiciones pésimas en cuanto a higiene unidas a la
incapacidad médica para la curación. Se observa una clara y recíproca asociación entre
higiene y cólera que irá cambiando hacia asimétrica. Si realizamos acotaciones
temporales desde finales del siglo XVIII hasta el momento que estudiamos y
posteriormente se van a ir viendo modificaciones del discurso higienista. Se irá viendo
cómo el cólera influye en la necesidad de mejorar las condiciones de higiene, pero no al
revés, es decir no se presenta a la higiene como herramienta que controle la enfermedad
(actuar en origen que diríamos hoy). El conocimiento científico por entonces no
identificaba los aspectos higiénicos como elementos protagonistas de la transmisión.
Se desprende de lo anterior que todas las recomendaciones realizadas y las
acciones ejecutadas en materia de salud pública se hicieron sin la más mínima evidencia
científica de su efectividad, el conocimiento limitado por entonces de la epidemiología
del cólera sería el motor de esa lucha con la higiene como protagonista, por lo que sería
lícito decir que sólo parcialmente las medidas higienistas en el momento de la epidemia
resultarían eficaces. No quiero decir con esto que la aportación fuese nula.
Aunque en las fechas que se analizan la cultura del higienismo en la lucha
contra las epidemias en general, y el cólera en particular, no se había desarrollado
plenamente, en apartados anteriores vemos como desde el principio la Junta Superior de
Sanidad ordenará una serie de precauciones que hacen que desde la Junta Municipal de
Sanidad se tomen acuerdos en pro de alcanzar mayores niveles de salubridad, así como
el cumplimiento de todas las reglas de higiene pública, tales como limpieza de calles
plazas y muladares. Medidas preventivas que se recordarían en repetidas ocasiones,
como por ejemplo en la sesión celebrada el 13 de septiembre: “… siendo este extensivo
citado bando, a que se barran, rieguen y limpien las calles, casas, quadras, muladares
y extramuros según está mandado repetidas veces”.609
Y la correspondiente al 18 del
mismo mes, en la que se advierte de medidas coercitivas si no se lleva a efecto lo
mandado: “…Que se barran las calles y plazuelas de la ciudad en los días miércoles y
609 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
13 de septiembre de 1833.
363
sábados de cada semana y que se rieguen, bajo la pena de dos ducados aplicables a los
gastos de sanidad y que el pregonero barra y limpie la Plaza en dichos días, bajo la
misma pena de dos ducados”.610
Además se van a tratar asuntos en torno a la normativa sobre el ganado de
cerda, enterramientos, vertido de aguas sucias, etc. Aspectos todos ellos que en un
momento en que la enfermedad se siente cerca ponen de manifiesto que la sensibilidad
ante el problema social era grande, que la situación higiénica de la ciudad es de un
desolador panorama de desidia. Ni particulares ni autoridades parecen haber sentido una
especial preocupación por el rango de la limpieza. Sólo la amenaza de una enfermedad
mortífera va a actuar de acicate, y que por tanto la necesidad de seguir las
recomendaciones médicas y adoptar políticas en pro de una mejora higiénica y sanitaria
debe ser prioridad absoluta para la Junta de Sanidad Municipal.
Esta primera experiencia con el cólera en Plasencia dejaría en evidencia la
inadecuación de éste sistema temporal y puntual de trabajo de la Junta Municipal de
Sanidad, que limita su acción a cortos períodos de crisis como éste, sin continuidad
hasta ahora, en el seguimiento de las posibles reformas que se pudieran emprender en
materia de higiene pública. Pero el énfasis que acompaña al discurso higiénico del
cólera en éste año y el siguiente no responde a un nacimiento ahora. A ésta epidemia
hay que atribuirle el mérito de generalizar posteriormente las teorías higiénico-
sanitarias en un capítulo que nace ahora, el higienismo, hasta otro que nacerá en 1885,
la bacteriología. El interés por estas cuestiones vendrá en primer lugar desde los
médicos y de ellos pasará a la población general que poco a poco irá cambiando
conductas y comportamientos en materia de higiene no sólo personal sino también
medioambiental.
1.4.1. El problema de los Enterramientos
Una de las medidas administrativas más importantes del siglo XIX, que quedará
para la posteridad como uno de los logros en el perfeccionamiento de las medidas
higiénicas y en la lucha contra las enfermedades, es el traslado de los cementerios desde
las iglesias y el centro de las poblaciones a sus afueras. Las autoridades españolas de
610 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
18 de septiembre de 1833.
364
fines del siglo XVIII, y en consecuencia su legislación, deseaban que los enterramientos
se realizaran de forma distinta en bien de la salud pública española. De este modo
encontramos que en una Ley se dice: “no habiendo cosa que más se oponga á salud de
los hombres que enterrar los cadáveres dentro de los Templos, en sus bóvedas é
inmediaciones…”. Esto se produce en 1796 y sin embargo en 1833 no se ha llevado a
efecto. Sólo una fuerza mayor hará que se unifiquen criterios para el traslado de los
cementerios y ésta fue sin lugar a dudas la enfermedad colérica.611
Desde una mirada antropológica, el traslado de los cementerios con
enterramientos individuales extramuros frente a las ihumaciones colectivas en iglesias,
se puede apreciar como una lucha entre Iglesia y Medicina por apropiarse de la muerte.
Los rituales mortuorios en la primera la muestran como la vía hacia la vida eterna,
mientras que la segunda lo hace testificando el final de la vida, cuya consecuencia será
la descomposición del cadáver siendo necesario entondes desde la óptica de la higiene
el aislamiento del mismo. Y en ésta lucha la salubridad y la higiene pública ganarán la
batalla, destruyendo el contenido simbólico del enterramiento colectivo. Pero es que,
además, desde la perspectiva social podemos apreciar también diferencias esta vez de
clases; es decir mientras que en el enterramiento común la iglesia muestra la igualdad de
todos ante los ojos de Dios tras la muerte, en los cementerios se podrían seguir
manteniendo y apreciendo las diferencias sociales. Aunque el hecho de que el lugar que
ocupaban los enterramientos en las iglesias estén en relación de cercanía o distancia con
el altar mayor también indica las diferencias de estatus y consideración social.
En Plasencia, siguiendo una disposición gubernamental del 6 de diciembre de
1813 el ayuntamiento, asesorado por médicos y cirujanos, propuso estos dos
emplazamientos: 1) Dos cercados frente al Postigo del Salvador, más allá del arroyuelo
de bajada hasta el río desde los Arcos de San Antón. En su elección se había tenido en
cuenta la ventilación del lugar, ya que la ciudad intentaba huir “de los mortíferos
miasmas que se desprenden de los sepulcros a cada instante”. 2) Cercados próximos a
la ermita de Santa Teresa. El cementerio se hizo en el primer lugar sugerido, próximo al
río, aunque en septiembre de ese año el médico José Torrent denunció lo inapropiado
del lugar. En su opinión los vapores emanados del río iban envueltos “miasmas
pútridos” que penetraban en la ciudad y resultaban sumamente nocivos. Por ello,
611
Peral Pacheco, D. (1991-1992): “El cólera y los cementerios en el siglo XIX”, Norba
11-12. Revista de Historia. Cáceres: 269-278.
365
recomendó que se trasladase a un sitio elevado lo antes posible. Se recomendó su
traslado a los cercados propuestos en segunda opción. De éste modo, a mediados de
enero de 1814 se bendijo el campo santo por el párroco de San Nicolás. Con la primera
restauración fernandina se retorna a los enterramientos en las iglesias que, según
informan los párrocos placentinos a la Real Audiencia en 1818, ofrecen proporción
suficiente para tan corto vecindario. Por lo que no se estimaba necesario un cementerio
municipal. Durante el trienio resurge de nuevo el asunto del cementerio con fuerza. Tras
conversar con los facultativos, el ayuntamiento vuelve a proponer los terrenos contiguos
a la ermita de Santa Teresa para camposanto. Pero a comienzos de 1821 aún no se había
decidido el lugar, al no coincidir las propuestas del nuevo ayuntamiento (ahora
decantado por el cercado de San Marcos) y las de los párrocos. El 2 de marzo de ese año
el regidor Manuel Moreno expone en un pleno que el camposanto provisional de Santa
Teresa no lo consideraba idóneo para los enterramientos debido a que se inunda
fácilmente en temporales de lluvia. Propone que se inhumen los cadáveres en las
ermitas extramuros y en la iglesia de San Francisco, que iba a quedar pronto desierta por
la política de exclaustraciones. El 4 de abril se fija un reparto preferente de las ermitas
aptas para enterramientos: Cristo de las Batallas o Santiago, San Antón, Santa Elena,
San Miguel; y si fuese necesario, la iglesia de San Juan y la ermita de Santa Teresa, más
alejada. Será al año siguiente cuando se designen categóricamente los cercados de la
ermita de Santa Teresa como cementerio. Durante la Regencia de María Cristina aún no
estaba enteramente resuelto el tema. El 29 de julio de 1834 las autoridades municipales
solicitan al cabildo catedralicio que le ceda el corral de la ermita de Santa Teresa para
que sirva interinamente de lugar de cementerio mientras se concluye el camposanto.612
En la sesión celebrada el 27 de mayo de 1832, en la que quedaba instalada la Junta
Municipal de Sanidad Placentina, se hizo referencia al problema de los enterramientos,
pero será la única oportunidad que se aproveche para abordar el problema. El médico
consultor de dicha junta advierte de la poca profundidad que se les da, sin hacer
referencia al lugar donde se están llevando a cabo: “El Sr. Juan Mattas como médico
consultor hizo presente que los sepulcros en que se entierran los cadáveres se hacen
con poca profundidad y que consideraba necesario que se dispusiera lo conveniente
para que se hagan hondos en lo sucesivo para prevenir resultas perjudiciales a la salud
pública; y enterada la Junta de la exposición precedente la tomó en consideración
612 Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit.
366
como digna de su atención. Y el Sr. Previsor, estimulado de su acreditado celo tuvo la
bondad de manifestar que haría la prevención conducente a los Sres curas párrocos
para que se ponga remedio a el abuso indicado por el Sr Mattas”.613
1.4.2. Aguas corrompidas
Los informes médicos sobre el cólera insistían también en la erradicación de los
focos de insalubridad que hubiera en las localidades. A Plasencia, al igual que en otras
ciudades, llegaron Instrucciones, Dictámenes, Bandos y Oficios de Sanidad, que
contenían los consejos para evitar la propagación del cólera-morbo. Directa o
indirectamente debió llegar el Dictamen realizado por la Academia de Medicina de
Granada en septiembre de 1833, el cual resumía la formas de contener y prevenir la
epidemia en los primeros momentos de invasión, y aconsejaba la conveniencia de
disponer de un severo régimen de Policía Urbana y domiciliaria, evitando focos de
infección, posibles propagadores de la enfermedad; así como la rapidez en la asistencia
médica, sobre todo de los pobres, que al vivir dentro de unas condiciones higiénicas
poco convenientes, tenían una mayor predisposición al contagio, tal y como era
considerado por los contemporáneos.614
La gran cantidad de disposiciones emanadas de las autoridades provocó la
concienciación del mal estado sanitario de la ciudad. Se volvieron a retomar cuestiones
ya planteadas durante el Trienio Constitucional y olvidadas. Fue el caso de la cárcel. De
antaño el estado de la misma era verdaderamente infecto y en muchas ocasiones
constituía un auténtico foco de infección. Pues bien, es ahora que el peligro es
inminente, cuando se vuelve a ver el mal estado de las dependencias como el posible
causante o favorecedor de la invasión urbana. 615
613 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
27 de mayo de 1832. 614Nepomuceno Torres. J. (1833): Dictamen dado a esta Junta Superior de Sanidad
sobre las precauciones y método que debe adoptarse para el cólera-morbo indiano.
Imp. del Ejército. Granada, Pg.4. 615
Sánchez de la Calle, J. (1990): “El cólera de 1834 en Plasencia”. Alcántara: revista
del Seminario de Estudios Cacereños. Cáceres.
367
Plasencia. Vista del río Jerte y la Catedral
En apartados previos se apunta cómo es a mediados de septiembre y
coincidiendo con las noticias de los estragos producidos por la epidemia ya en territorio
español, cuando las sesiones de la junta se celebran casi diariamente. En la sesión
celebrada el día 13 se ponen sobre la mesa varios temas, entre ellos el referido al mal
estado de los bodegones de la cárcel: “…Enterada la Junta de que en las Reales
cárceles de esta ciudad hay en sus bodegones una infinidad de inmundicias y aguas
corrompidas de suma fetidez y ediondez, que hace muchos años se hallan detenidas y
estancadas, por que dichos bodegones no tienen ancantarilla ni acueducto por donde
salgan de la ciudad referidas inmundicias, cuya putrefacción es capaz por sí sola de
infectar la ciudad, sin haberse podido poner remedio a tan grave y pestilente daño por
carecerse de caudales públicos con gran coste a las obras y operaciones más precisas
creyendo la Junta que este daño tan inminente y próximo debe llamar sus principales
atenciones y que no puede menos de precisar su más pronto remedio acordó: Que se
represente a la Junta Superior de Provincia suplicando que se digne conceder la
competente autorización para repartir la cantidad de 20.000 Reales Vellón a que
ascenderán las indicadas obras; según declaración de peritos, entre esta ciudad y
pueblos de su partido para limpiar y extraer las inmundicias de referidos depósitos, y
368
poner mencionada cárcel en estado de salubridad, a cuyas obras deben contribuir con
esta ciudad los pueblos mediante que siendo la capital del partido se depositan en
citada cárcel muchos reos de los explicados pueblos por ser así preciso para mantener
el buen orden y la tranquilidad pública, dando comisión para la formación y cobranza
del indicado repartimiento al Sr. Subdelegado y a la Contaduría de Rentas Reales del
propio partido para su más fácil y pronta ejecución.616
He mencionado cómo el reservorio natural de Vibrio Cholerae es el hombre, si
bien se sabe de una gran supervivencia del bacilo en el agua. En concreto un serotipo
del mismo, el inaba, presentando también supervivencias variables en función de la
tipología de los suelos, del zooplancton que puedan tener las aguas, de su pH,
temperatura, etc., si bien éstos no se considerarían reservorios per se, sí que es
conveniente tenerlos en cuenta durante una epidemia, ya que pueden intervenir en el
mecanismo de transmisión dentro de la cadena epidemiológica. La preocupación por
aguas corrompidas y estancadas no estaba exenta de motivo. La teoría miasmática las
presentaba como generadores espontáneos de esas misteriosas sustancias que llamaban
miasmas, los cuales producirían y transmitirían por vía aérea el cólera. Lógicamente
entonces no se sabía que esas aguas estancadas y con olor fétido; en definitiva,
contaminadas que reunían unas excelentes condiciones para el mantenimiento y
proliferación del Vibrio Cholerae. Por otra parte, ¿era el serotipo inaba el causante de la
epidemia en cuestión?. Nadie lo sabe, por lo tanto no podemos establecer una relación
entre el bacilo y aguas en mal estado, y en definitiva considerarlos como reservorio.
Las orientaciones de higiene pública no acertaron a corregir el mecanismo más
peligroso, que como ya he mencionado es la mezcla de aguas residuales con las de
abastecimiento público.
1.4.3. Necesidad de alcantarillado
El período coyuntural que se analiza (aparición de una epidemia) coincide con
un momento clave de una Normativa escalonada que se promulga para el resguardo de
la salud. Se trata de una serie de textos legales que no resultaban demasiado eficaces,
616 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
13 de septiembre de 1833.
369
pues las infraestructuras urbanas dejaban todavía mucho que desear, teniendo en cuenta
que solo en la segunda mitad del siglo XIX se llevan a cabo las obras de conducción de
aguas y alcantarillado necesarias para el saneamiento de las poblaciones de una forma
general en nuestro país.617
En muchas ciudades, como en Plasencia, esto se lleva a
efecto en la segunda mitad del siglo XIX. Tal y como destaca Flores del Manzano, en
cuanto a medidas de higiene y policía, Plasencia presenta una situación precaria, a pesar
de las escrupulosas normas establecidas en las ordenanzas municipales y los bandos de
policía urbana al respecto. La calle se consideraba un vertedero al que van a parar los
desechos orgánicos y excrementos del hogar, las basuras y las aguas sucias… Era
arriesgado caminar y salir indemne de una lluvia maléfica de inmundicias volanderas, ni
aun estando alerta con los preceptivos avisos de ¡agua va!. El ganado doméstico
campaba por las vías públicas placentinas y se le asistía en el mismo portal de la casa.
En algunos momentos hubo un empleado municipal de limpieza, pero con tan poco celo
en su trabajo que el propio Marqués de Mirabel llegó a quejarse de sus servicios, pues
las calles y la propia plaza se hallaban llenas de basura y excrementos de cerda.618
Las
enormes deficiencias del equipamiento urbano de Plasencia quedan patentes durante
todo el siglo XIX. La pésima situación de la limpieza, higiene y la salud pública serán
repetidas veces denunciada por las autoridades locales que se empeñan en ponerle
remedio.619
La gestión municipal de una epidemia no sólo se basaba en los efectos reales,
sino también entraban en juego las percepciones sociales y mentales de la población,
factores que el Ayuntamiento debía sopesar. El Ayuntamiento de Plasencia trató tanto
de evitar la crisis epidémica en un momento en que se siente cercana, como de articular
respuestas higiénico-sanitarias a largo plazo que minimizarán en el futuro posibles
nuevos rebrotes. Dentro de éste orden de cosas, la Junta Municipal de Plasencia en su
sesión celebrada el 13 de septiembre de 1833 avisa de la necesidad de hacer alcantarillas
públicas:
“… Penetrada la Junta que es sumamente útil y aún preciso que se hagan
alcantarillas públicas que atraviesen la ciudad por diferentes direcciones y que por
617 Perez Moreda, V. (1980): Las crisis de mortalidad en la España interior. Siglos XVI-
XIX. Siglo XXI. Madrid. 618 Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. 619
Domínguez Carrero Mª. M. (1992): La Plaza Mayor de Plasencia: Vida Urbana en
el siglo XIX. Institución Cultural El Brocense. Cáceres.
370
ellas se trasladen al río las inmundicias y aguas excusadas de las casas de esta ciudad,
teniendo presente que esta localidad naturalmente inclinada hacia el mismo río
presenta y ofrece facilidad para esta obra y que teniendo honrosa y abundante cañería
de aguas potables, pueden dirigirse los sobrantes de los caños públicos a las mismas
alcantarillas para que permanezcan limpias y corrientes; deseando dedicar todos sus
desvelos y cuidados en facilitar la mejor policía urbana y todos los medios de aseos y
economías y ventajas públicas, acordó: Que se presente a la Superior de la Provincia
implorando que usando de su autoridad y muy acreditado celo se sirvan expedir la
orden conducente para que todos los vecinos y propietarios de casas o edificios de ésta
ciudad, sin distinción de clases y dignidad ni estados contribuyan por una sola vez con
la sexta parte del valor de los arrendamientos que tengan o se guarde que deben tener
dichas casas y edificios, sin escusa ni pretexto alguno, ya estén habitadas por sus
mismos dueños o cerradas por qualquiera causa o arrendadas a distintos inquilinos en
cuyo importe pueden constituirse citadas obras que son de mucha utilidad y de
conveniencia eterna; sin que la privación de mencionada sexta parte del producto
anual de casas y edificios ocasione a nadie un gravamen insoportable”.620
La transmisión hídrica del cólera fue desconocida hasta los estudios de John
Snow durante la epidemia de 1849 en Londres; en 1833 no hubo por tanto preocupación
por el agua como mecanismo de transmisión de la enfermedad. Está claro que el sistema
de gestión que existía en Plasencia en 1833 adolecía de importantes errores que con el
cólera se convertirían en fatales. Al poder ser contaminadas las aguas de consumo con
heces humanas, bastaría con que un solo punto de abastecimiento quedase contaminado
para generar un brote epidémico.
620Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
13 de septiembre de 1833.
371
Vega de las huertas
1.4.4. Ganado de cerda
En el siglo XIX en una ciudad pequeña y rural los animales conformaban con
su presencia lo cotidiano. Vivos y muertos, chicos y grandes, estaban en las casas,
corrales y caballerizas. Perros, gatos, conejos, gallinas, cerdos, asnos y caballos
integraban la fauna urbana. La presencia de los “cochinos” junto a los hombres es
motivo de preocupación de las autoridades:
“… Que habiéndose decretado repetidas veces que se saque de la ciudad el ganado
cerdoso y no habiendo tenido efecto acaso por falta de sitio donde carearse y
resguardándose para evitar dilaciones y pretextos se destina la Dehesa de los Caballos
propia de los vecinos de Plasencia para careo y estancia del ganado de cerda; Que los
porqueros los saquen precisamente dentro del término de cuatro días y que los
encierren de noches para su custodia en el corral de dicha Dehesa, sin permitir que
cerdo alguno vuelva a la ciudad bajo responsabilidad de dichos porqueros y la multa
372
de dos ducados que pagarán éstos o los dueños del ganado a costa de los citados
porqueros.
Que los que tengan cerdos para cebarse o engordar y que les sirvan de matanzas los
saquen fuera de la ciudad en dicho término de cuatro días bajo la pena de dos ducados,
y demás que haya lugar, sin que tengan consideraciones en tan interesante objeto de
cuya tolerancia puedan resultar graves perjuicios a la salud pública”.621
Ganado de cerda en la orilla del río Jerte.
El asunto no queda en el olvido, ya que en sesiones posteriores se vuelve a
recordar la necesidad de hacer salir los cerdos de la ciudad, discrepando en si debe
permitirse o no la permanencia en la misma al ganado de cerda, que llamado de ceba se
destina a matanza doméstica, para lo que se solicita la opinión y dictamen de los
facultativos locales:
“… Se propuso nuevamente la determinación de hacer salir los cerdos de la ciudad,
según lo acordado anteriormente. No hubo conformidad en cuanto a la salida del
ganado llamado de ceba destinado para muerte; Se oyó el Dictamen del Médico
621 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
23 de septiembre de 1833.
373
Consultor y deseando la Junta no arriesgar el asunto y fundar su acuerdo en
fundamentos y bases sólidas acordó: Que para las cuatro de la tarde del día inmediato
se estén y reúnan todos los facultativos de Medicina y Cirugía residentes en esta
ciudad, a quienes se propondrá la cuestión de si la permanencia del llamado ganado
cerdoso dentro de la población es o no nociva y perjudicial a la salud pública, y si de
su tolerancia puede resultar el germen o aumento de la terrible y contagiosa
enfermedad del Cólera-Morbo; afín de que manifiesten su opinión, que se entenderá
por escrito para que vista y observada por la Junta acuerde y determine lo que
contemple más acertado a la salud pública; El Sr. Presidente se sirvió tomar a su cargo
la citación de referidos facultativos.622
Niños cuidando cerdos a la orilla del río Jerte.
Estas costumbres heredadas de cría de cerdo e incluso la utilización de
excrementos humanos para estiércol dentro de la ciudad, llevaría a los defensores de las
tesis anticontagionistas a formular acusaciones de saturar el aire con miasmas
peligrosos, y lo que es peor, estigmatizaría a los vecinos como potenciales
colaboradores de propagar la enfermedad.
622Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de 5
de octubre de 1833.
374
Oleo de Joaquín Sorolla imagen de 1917
Vemos cómo en un momento en el que las tesis contagionistas son las que
dirigen las medidas de protección, también los malos hábitos higiénicos son tenidos en
cuenta y ante los que se amenaza del mismo modo que aquellos que quebrantaban las
mediadas de aislamiento; es decir, existe el castigo directo para aquellas personas que
atenten contra un elemento que luego se entenderá como casual, por la teoría
miasmática, la falta de higiene, pero que ahora es considerado como mal público. De tal
modo que si tengo en mi casa ganado de cerda, o de cualquier otro tipo, acumulo
estiércol y estoy atacando contra la higiene pública de tal manera que esas inmundicias
contaminan la atmósfera emitiéndo a la mismas miasmas que producen el cólera. Pero
no parece que la amenaza y la multa como respuesta punitiva contra el bién público
375
estuviera en la base de éste discurso, ya que, como expongo arriba, son las tesis
contagionistas las que dirijan en éste momento la acción. Parece por tanto una necesidad
de recaudar para hacienda municipal.
1.5. Prevención Simbólica
En 1833 las medidas de prevención se dirigen en un doble sentido, unas hacia el
espíritu y moral de los vecinos de las poblaciones infectadas y otras encaminadas al
propio enfermo, su régimen de vida y entorno. Ambas podemos verlas resumidas en las
palabras del facultativo pacense Regino de Miguel, quien asume la relación entre
situación social y enfermedad: “…nuestras costumbres llevan consigo la falta de aire,
luz, alimentación, y en el orden moral una constante agitación engendrada por las
pasiones de todas clases y cuyos efectos trascienden al mismo organismo, afectando en
su constitución física”623
.
Las medidas dirigidas hacia el espíritu y moral se encuadran dentro de lo que
podemos denominar prevención simbólica, y a ellas hace referencia el Boletín Oficial
de la Provincia: “… serenidad de ánimo, moderación de las pasiones, placeres y
costumbres (…) si éstas se poseen, la curación es posible, pues el terror a ser
invadidos, ejerce influjos en las vísceras, alterando las funciones…” 624
.
Entre los medios conducentes a conservar la tranquilidad, en Plasencia se pidió
la celebración de servicios litúrgicos solemnes, rituales que siguiendo a Kottak y a
Rappaport, entendemos por el comportamiento formal, repetitivo y estereotipado,
realizado como un acto social. Los rituales se desarrollan en momentos y lugares
preestablecidos y tienen un orden litúrgico, es decir incluyen secuencias de palabras
(verbo) y acciones (actos). De manera que el ritual como escribe el profesor Javier
Marcos Arévalo, es una manera específica de “decir” y de “hacer” las cosas. Mediante
el ritual se busca la eficacia simbólica: “haciendo algo [...]” se “consigue algo”...625
.
623
Rodríguez Flores, M.P. (1991): Opus cit. 624
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia, de 17 de julio de
1833. 625
Marcos Arévalo, J. (2014): “Iconos religiosos, rituales de aflicción y ciclos de
rogativas en una ciudad del suroeste español entre los siglos XVI y XVIII”, en
Santuarios, Vol II: 229-251. Editado Mº de Educacao e Ciencia. Lisboa.
376
Por tanto el temor al cólera se plasmaría en actos religiosos como los propuestos por el
Alcalde Mayor, siguiendo la disposición del rey, que instaba la celebración de rogativas
públicas y la prohibición de toda diversión pública y secreta y toda clase de reuniones:
“Don Antonio Fernández Villanueva, Abogado de los Reales Concejos. Alcalde Mayor
por su Majestad de esta M.N. y Leal Ciudad y único juez ordinario de la misma y su
partido hace saber:
Que en vano nos fatigamos buscar y adoptar medidas de prevención para evadirnos
del Terrible peligro que nos amenaza y tenemos próximo en ésta provincia del Cólera-
Morbo, si no tratamos principalmente de implorar al Todo Poderoso, que como Padre
piadoso, nos libre de semejante castigo, por ello nuestro monarca el Sr. Don Fernando
VII además de las Sabias y Reales órdenes que ha dictado en beneficio de sus vasallos,
ha dispuesto que se celebren Rogativas Públicas y severas en todos sus dominios, como
su debido cumplimiento se está practicando en la Santa Iglesia Catedral de esta M.N. y
Leal Ciudad desde el día 19 del presente mes, con asistencia de ambas Autoridades
según que así es notorio por el anuncio de campanas; mas vuestro juez que desea el
bien espiritual y temporal de sus gobernados, no solo promete la asistencia de
semejantes actos tan religiosos y obligatorios, sino que le sería sumamente grato en
obsequio de los Reales Decretos como su ejecutar, ver corregidos los vicios y males
costumbres en todos sentidos que puede haber en éste común de vecinos, para que
hermanándose con vuestros actos de religión puedan contener este azote de la Divina
Justicia; y para mejor conseguirlo se prohíbe absolutamente toda diversión pública y
secreta y toda clase de reuniones; Debiendo manifestar en cumplimiento de su cargo
que le sería muy sensible deber echar mano de las penas que se señalan en los Reales
Decretos.
Plasencia 21 de septiembre de 1833. Antonio Fernández Villanueva”.626
626
Archivo Municipal de Plasencia. Bando del Alcalde Mayor Don Antonio Fernández
Villanueva, de fecha 21 de septiembre de 1833.
377
Catedral vieja y nueva de Plasencia.
Estas rogativas se llevaron a cabo en Plasencia a partir de finales de
septiembre durante diez días en la Catedral:
“… Después de Completas se abrió un pliego que se acababa de recibir por el
correo, el que contenía una R. Orden de S.M. fecha de 16 del corriente por el que el Sr
378
D. Mariano Millo (…) de Cámara y de Gobierno del Real y Supremo Consejo, en la
que se manda se celebren Rogativas públicas y secretas en todas las Iglesias de la
monarquía invocando al Todo Poderoso, se digne contener los fatales progresos del
contagio que ya se experimenta en varios pueblos del Reino del Cólera-Morbo; y el
Cabildo en cumplimiento a la pronta obediencia que manda S.M., acordó: que desde
mañana viernes se den principio en ésta Santa Iglesia Rogativas públicas y privadas,
continuándose las primeras por 10 días: las tres primeras a Mª Santísima con misa
solemne (…), las tres siguientes al Santísimo Sacramento exponiéndose durante las
misas y los cuatro días restantes de Morado con los correspondientes (…),
solemnizándose el domingo 29 del corriente después de Completas Procesión General
de penitencia. Que se pasen los oficios competentes, notificando esta disposición al
Ayuntamiento de ésta M.N. y L. ciudad para su (…) y al Iltmo Sr. Obispo que aún se
halla (…) en su casa de campo, por si su salud le permite bajar a solemnizar estos
actos Religiosos; Que por el Maestro de Ceremonias según costumbre se de
inteligencia al Sr. Previsor, y por (…) se comunique las órdenes necesarias a los
dependientes para que nada falte, acusándose el recibo de referida R. Orden y su
pronto cumplimiento…”627
.
Se acordó además que para el domingo 27, y para solemnizar aún más los actos
de éste día se sacase en procesión la imagen de Jesús Nazareno:
“…El domingo próximo por la tarde con motivo de la procesión general de Rogativa
acordada celebrar para la preservación de la epidemia conocida con el nombre de
Cólera-Morbo, que anda vagando por ésta provincia, después de conferenciar se
acordó que la hora de andar el esquilón en la tarde del citado domingo se (…) media,
dándose principio a las (…) de las tres = Con éste motivo y para solemnizar más la
procesión general acordó igualmente el Cabildo se saque en ella la Divina imagen de
Jesús Nazareno que se halla en el Claustro de ésta Santa Iglesia, sirviéndose el Sr.
Mayordomo de [fábrica] disponer todo lo necesario para que vaya con la mayor
magnificencia”628
.
627
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del cabildo 19-09-1833. 628
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del cabildo 27-09-1833
379
1.6. Preparación de un hospital para coléricos
Para el caso de la llegada del Cólera-Morbo a la ciudad, dentro de los planes
asistenciales trazados por las autoridades locales, y teniendo como fin una rápida
380
atención a las personas aquejadas del mal y eliminar el “foco de infección” que pudiera
representar la existencia de enfermos de cólera, vivos o muertos en viviendas insalubres,
en el verano de 1833 (un año antes de declararse la enfermedad oficialmente en la
ciudad) ya se buscaba un hospital de curación.
En la actualidad, al referirnos a la lucha contra lo que son los determinantes de
salud dependientes de la estructura sanitaria, hablamos de todos los recursos, tanto
humanos como materiales que posee la comunidad para cubrir las necesidades sanitarias
de la población; es decir, personal sanitario, hospitales y centros de atención primaria,
servicios de prevención de riesgos laborales, laboratorios, unidades de vigilancia
medioambiental, etc. Todo éste entramado, y en lo que se refiere a la lucha contra el
cólera es crucial, ya que permite el diagnóstico precoz, y un tratamiento eficaz de
rehidratación y antibioterapia, con los que se obtienen excelentes resultados.
Desgraciadamente aún hoy existen zonas en las que no se cuenta con una respuesta
sanitaria adecuada, con la que hacer frente mediante la herramienta más eficaz, la
prevención, que se basa fundamentalmente en la corrección de los determinantes
medioambientales y los estilos de vida. Es posible encontrar países en los que no existe
una correcta cobertura de hospitales, déficit de medicamentos, escasa agua potable,
estructuras deficitarias de eliminación de excretas, etc.
En 1833, como ya he dicho antes, el papel del hombre como principal
reservorio, y el del agua como mecanismo de transmisión se desconocían; tampoco
existían antibióticos ni se había descubierto vacuna alguna. Y los cuidados y la
asistencia sanitaria mostraban graves carencias, unido todo esto a que la palabra de los
médicos era poco tenida en cuenta, estando siempre supeditada a las decisiones de las
autoridades. Los esfuerzos de la estructura sanitaria fracasaron. La experiencia con el
cólera y su reflexión posterior serían el punto de partida para las transformaciones que
en materia sanitaria vendrían después.
Al iniciarse la tercera década del siglo XIX un único hospital se encontraba
abierto en Plasencia, el Hospital de Santa María. Los restantes que existieron durante el
primer tercio del siglo XIX sufrieron de una adversa coyuntura. En la Guerra de la
Independencia fueron ocupados repetidas veces por las tropas invasoras que, tras
alojarse en ellos, los dejaron casi destrozados. A partir de 1812 las autoridades tomaron
conciencia de la situación crítica del Hospital de la Cruz, por lo que acordaron nombrar
381
un morador permanente, que después de adecentarlo y repararlo, albergase en él a los
mendigos. A comienzos de 1813 resultaba preocupante el “desarreglo y desorden”
reinante en el Hospital de Santa María, el principal y único que funcionaba de los tres
que había en aquellos momentos. Además el administrador del mismo se negaba
(excusándose en la carencia de fondos) a admitir a más enfermos miserables, algunos de
los cuales acabarían muriendo en la soledad de las casas arruinadas, en sitios inmundos
o en la propia cárcel. Este importante establecimiento, de magnífica arquitectura, estaba
muy arraigado en la ciudad desde su lejana fundación, en el siglo XIV, y estaba bajo
patronazgo episcopal. En 1813 también existía el denominado Hospital de la Merced,
situado extramuros, en la calle del mismo nombre que conducía hacia el barrio de San
Juan, aunque sin uso en ese año, derruidas en gran parte sus dependencias, y atrasadas o
destruidas sus rentas. Su patronato correspondía a la corporación municipal. En 1820 se
tiene constancia de seguir acogiendo y tratando enfermedades vergonzantes. Otro
hospital que quedó en estado desastroso tras la francesada fue el de San Marcos,
conocido también como “hospitalito”, donde se albergaba a los pobres forasteros. 629
Como se apunta más arriba, un año antes de la llegada a la ciudad del terrible
mal, se busca un edificio que fuera destinado a hospital de coléricos; y será el antiguo
Hospital de la Merced el elegido para prestar a los enfermos los cuidados necesarios:
“Considerando la Junta muy preciso preparar un edificio que sirva de Hospital de
curación para los enfermos que se hallen atacados de la terrible y fatal enfermedad del
cólera-morbo, si por desgracia llegan a manifestarse en ésta ciudad, habiendo
conferenciado con la debida meditación se convenció de que no hay otro edificio más
acomodado y capaz que el hospital llamado de Nª Sª. de la Merced. Y como tal lo
señaló para hospital de curación en su respectivo caso, previniendo que se pase el
oficio más atento al M.N. y L Ayuntamiento, como patrono de dicho hospital para que
se sirva prestarle para el servicio explicado”630
.
629 Flores del Manzano, F. (2004): Opus cit. 630Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
13 de septiembre de 1833.
382
Edificio que albergaba el antiguo hospital de la Merced (actualmente sólo en pie su
parte trasera –La capilla-).
383
Hospital de la Merced.
1.7. Fondos para luchar contra el Cólera
La epidemia de cólera durante el mes de septiembre de 1833 ha empezado a
extenderse por el sur de España, dando lugar a que, aparte de las medidas sanitarias,
haya que adoptar algunas de otro tipo. La Corona en Real Orden de 19 de septiembre de
1833, coincidiendo con la situación que se está dando en Sevilla por el cólera, decide
“proporcionar a aquellos desgraciados habitantes, y a las otras poblaciones igualmente
afligidas cuantos auxilios sean posibles”. Quiere en definitiva ayudar a su pueblo en los
momentos en que está siendo cruelmente atacado por la epidemia, para lo que adopta las
siguientes medidas: La mitad de los pósitos se destina para tal fin, así mismo el dinero
de la “suscripción voluntaria” y el que había “destinado ya”la corona pasan, junto al
otro fondo, a engrosar los recursos con que atender las necesidades que se están
384
planteando en la población que padece la enfermedad del cólera. Todo este dinero se
pone en manos de o “en poder de las Juntas de Sanidad”. En ellas se hace recaer el
peso de la salida del dinero o grano, según conviniese a la población.631
En apartados anteriores se ha podido comprobar cómo la coyuntura económica
de la ciudad no era la más apropiada para hacer frente a la llegada del cólera. Dentro de
las principales preocupaciones de los jefes locales una fue la obtención de recursos
suplementarios para hacer frente a la situación, ante el precario estado del erario. En
septiembre de 1833 las autoridades observan cómo las necesidades van en aumento, y
tres días antes a la publicación de la R.O. de 19 de Septiembre de 1833, la Junta
Municipal de Sanidad de Plasencia pone en conocimiento no sólo de la Superior, sino
también del Excmo Sr. Secretario de Estado y del despacho Universal del Fomento, la
precariedad de la ciudad en cuanto a salubridad se refiere, y con el objetivo de llevar a
cabo las necesarias obras de mejora, suplica a todos ellos la autorización para obtener
los fondos necesarios, y lo hace a través de una carta en la que expone primeramente la
actuación de ésta Junta desde su instalación la cual “acordó providencias y bandos
frecuentes para poner las plazas, calles, casas, cuadras, mesones y muladares en el
mejor estado de aseo y limpieza. Previno que no anduvieran por las calles los ganados
cerdosos, superando para todo los inconvenientes que dificultan y obstruyen semejantes
medidas, por la confianza y apatía de los vecinos, informó de la búsqueda y
acondicionamiento de lazareto y hospital de curación, del mal estado de la cárcel donde
se acumulan grandes depósitos de inmundicias y aguas corrompidas. Con éste motivo
dilató sus ideas a generalizar el remedio necesario para evitar la estancación de aguas
inmundas y de putrefacciones nocivas; y se penetró de la suma conveniencia, utilidad y
limpieza que recibía la ciudad, haciéndose alcantarilla o canales generales, que
atravesando las calles reciban y extraigan de la población las aguas sucias y sobrantes
de todas las casas en las cuales deberá hacerse conductos particulares para que sus
aguas se incorporen y marchen por referidas alcantarillas. Este proyecto es de tan
conocido interés que no necesita esfuerzo alguno para demostrarlo, y mucho más en
ésta ciudad cuya localidad invita imperiosamente a ejecutarlo, pues se haya cuasi
circunvalada por el rio jerte y tiene la declinación o declive necesario para que no sea
tan costosa y difícil la operación, y para que las aguas corran sin obstáculo que las
631Peral Pacheco, D. (1994): Cólera y Sanidad en las Reales órdenes de 1833 a 1835.
Asamblea de Extremadura.
385
detengan; a lo cual se agrega la especial circunstancia de que hay una hermosa y
abundante cañería de aguas potables. De la misma manera informó la Junta del
cerramiento de algunas puertas y de la colocación de guardias de sanidad. Pero pasa a
continuación a exponer la falta de fondos públicos para llevar a cabo toda la política de
prevención y actuación, ya que la subscripción que se concedió en su día ha producido
200 reales, que apenas sufragan un mes el alumbrado de las guardias de sanidad, por
ello pide la aprobación de ésta Junta Superior para imponer una serie de impuestos:
- El Primero se reduce a impetrar la gracia y permiso para repartir y cobrar de
una vez 8000 reales entre los vecinos de dicha ciudad por la base de utensilios y
que los Sres Eclesiásticos como interesados a la salud pública contribuyan con
otra cantidad que se repartirá por las bases del Real Subsidio, guardando
proporción con la correspondiente a los seculares, con el preciso y urgentísimo
objeto de socorrer a las personas que por necesidad se dirijan al lazareto y al
hospital de curación; pues sin tales auxilios perecerían de inanición y afrenta de
la humanidad.
- Por el segundo se desea y suplica la licencia conducente para repartir 20000
reales entre esta ciudad y pueblos de su partido, cuya cantidad se necesita para
limpiar y extraer las inmundicias y putrefacciones fétidas que se hayan
depositadas en los bodegones de la cárcel real y para ponerla en estado de
salubridad y de seguridad.
- Por tercero se solicita y ruega que V.E. se digne expedir la orden conveniente
para que todos los vecinos y propietarios de casas y edificios de referida ciudad,
sin distinción de clases, dignidades, ni estados contribuyan por una sola vez con
la sexta parte del valor de los arrendamientos anuales que tengan o se gradúe que
deben tener, ya estén habitadas por sus dueños o cerradas por cualesquiera
casos, o arrendadas a distintos inquilinos, sin excusa ni pretexto alguno; cuyo
importe se aplicará inexcusablemente y con una suma urgencia a las interesantes
obras de fabricar las precitadas alcantarillas o azequias generales, que al paso
de ser muy necesarias facilitarán el aseo, limpieza, y mejor aspecto de la
población, y en las críticas actuales circunstancias producirán semejantes
medidas las muy atendibles y preferentes de invertir los braceros o jornaleros que
por falta de trabajo en la actualidad yacen en un estado de miseria que se
386
aumentaría a su extremo horroroso si ésta población tiene la desgracia de ser
invadida de contagio.632
Última página de la carta remitida a la Junta Superior de Sanidad de
Extremadura
Como se apunta más arriba el Excmo Sr. Secretario de Estado y del Despacho
Universal del Fomento también es informado: “nos dispensará V.E. que la Junta
Municipal de Sanidad de Plasencia en Extremadura, eleve a sus manos la adjunta
copia de la exposición que con ésta fecha dirige a la Superior de ésta provincia a fin de
que si fuese objeto digno de la consideración de V.E. se sirva dispensarles su
protección para que su Majestad que Dios Guarde se digne conceder los arbitrios que
se proponen con las urgencias que necesitan las necesidades de esta ciudad, y la
632
Esta carta se reproduce íntegramente en el Apéndice documental. Archivo Municipal
de Plasencia. Carta remitida desde la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia a la
Superior de Extremadura, con fecha de 16 de septiembre de 1833.
387
absoluta falta de todo fondo con que se haya ésta Junta para llenar las atenciones de la
misma en el día y los que puedan ocurrir en lo sucesivo”.633
Última página de la carta remitida al Exmo Sr Secretario de Estado y del Despacho
Universal del Fomento.
La respuesta se recibe desde una Real Orden de la Reina Gobernadora, que
pasa al Secretario de Fomento y a su vez al Capitán General de Extremadura,
denegando en definitiva la petición de acceder a la imposición de los arbitrios
solicitados, por considerarlos demasiado gravosos y porque la ciudad no padece los
terribles estragos, que la epidemia está dejando en su recorrido por otras zonas del país,
sobre todo en Andalucía:
“Junta Superior de Sanidad de Extremadura. 22 de octubre de 1833:
El Excmo Sr. Capitán General del ejército y provincia con fecha 8 del actual me
comunica la Real Orden siguiente:
633 Archivo Municipal de Plasencia. Carta remitida desde la Junta Municipal de Sanidad
de Plasencia al Excmo Sr. Secretario de Estado y del Despacho Universal del Fomento,
con fecha de 16 de septiembre de 1833.
388
El Exmo Sr. Secretario de Estado del Fomento General del Reino, con fecha 3 del
corriente me comunica la Real Orden siguiente:
Exmo Sr. su Majestad la Reina Gobernadora se ha enterado de la exposición hecha
en 16 del mes anterior por la junta municipal de sanidad de Plasencia en que se felicita
se le aprueben diferentes arbitrios que a falta de otro caudal dice propuso a esa
superior con destinado resguardo y conservación de la salud pública (…), la Junta
Superior de Sanidad del Reino no ha tenido a bien acceder a la imposición de dichos
arbitrios, tanto por considerarlos demasiado gravosos a los contribuyentes, como por
no conceptuar propios de las circunstancias del día de los objetos de policía urbana
para que se piden algunos de ellos. De Real orden lo comunico a vuestra excelencia
para su inteligencia, la de esa junta superior y a fin de que lo ponga en conocimiento
de la municipalidad de Plasencia:
Y la traslado a Vuestro servicio para su inteligencia y la de esa junta superior con
el fin de que la comunique a la municipalidad de Plasencia según se me ordena.
Y la traslado a vuestro servicio para su inteligencia y la de esa junta de sanidad que
preside.
Dios Guarde a V.S. muchos años
Badajoz 22 de octubre de 1833.
Al Presidente de la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia”634
1.8. Ultima sesión de la Junta Municipal de Sanidad Placentina
La última sesión de la Junta Municipal Placentina que consta en los documentos
del archivo municipal corresponde al 14 de diciembre de 1833. En ella únicamente se
deja constancia de una Real declaración presentada por Subdelegado de Rentas al
Administrador de Rentas, en la que se solicita “se le declare la presidencia de ésta
junta”. Se acuerda llevar el tema a consulta y que la ciudad a partir de ahora quede en
“comunicación con los demás pueblos del Reino; por lo cual se suspenderá el
634 Archivo Municipal de Plasencia. Carta remitida desde la Junta Superior de Sanidad
de Extremadura con fecha de 22 de octubre de 1833.
389
nombramiento de guardias = Que se pongan las puertas públicas a disposición del MN
Ayuntamiento y se pase oficio a los arrendatarios de Rentas Provinciales.635
En 1833 surgió la figura de los Subdelegados de Fomento gracias al Real
Decreto de 30 de noviembre de la Reina Gobernadora, Doña María Cristina de Borbón,
viuda de Fernando VII y madre de Isabel II, quien estableció la división territorial de
España en provincias, fijando en cada una de ellas los asuntos que interesaban al
Gobierno y disponiendo que, los relativos a la salud pública, pasaran a depender casi
exclusivamente, de estos funcionarios: médico, farmacéutico y veterinario “…que
excitarán la solicitud paterna de la Administración, con el fin de remitir los datos
precisos destinados a impedir la propagación de las enfermedades infecciosas con el
fin de intentar controlarlas”.636
En este contexto, la Sanidad era competencia del Gobernador Civil de cada
provincia, ya que las epidemias, por ser asunto de orden público, quedaban bajo la
jurisdicción de la máxima autoridad política provincial, a quien correspondía cuidar de
la salud de la colectividad. A los Ayuntamientos, en cambio, sólo les quedó la facultad
de contratar bajo las condiciones prescritas en las leyes o reglamentos, a los facultativos
de Medicina, Farmacia y Veterinaria. Tal fue el protagonismo de estos nuevos
Subdelegados, que una Real Orden de 27 de marzo de 1834 suprimió la mayoría de las
Juntas de Sanidad, traspasándole a ellos sus funciones.
La enfermedad haría su aparición oficial en Plasencia un año más tarde, en el
otoño de 1834; pero para entonces la Junta Municipal de Sanidad como tal habría
desaparecido.
635 Archivo Municipal de Plasencia. Actas de la Junta Municipal de Sanidad. Sesión de
14 de de diciembre de 1833. 636
Muñoz Machado, S. (1995): La formación y la crisis de los servicios sanitarios
públicos. Ed. Alianza. Madrid.
390
Acta correspondiente a la última sesión celebrada por la Junta Municipal de Sanidad
de Plasencia.
2. Reafirmación del contagio en Plasencia (1834-1835)
2.1. Reactivación de las medidas frente al Cólera
Durante el invierno se suspende la Junta de Sanidad Interior dejando sólo las
marítimas, y empiezan a olvidarse las medidas sanitarias, que no volverán a reactivarse
hasta que en el verano de 1834 se vuelva a sentir la amenaza de una nueva invasión del
cólera. Efectivamente, durante los primeros meses de 1834 la enfermedad permaneció
aletargada. Pero a comienzos de 1834 aparecieron en algunos pueblos de Cáceres
391
ciertos síntomas que hicieron sospechar a las autoridades que se trataba del cólera. No
obstante, todo quedó en una falsa alarma.637
En el verano, en cambio, la epidemia se reactivó. Hoy sabemos que la época
estival proporciona el calor necesario para que el bacilo que vive en el agua se
reproduzca, unido esto a un mayor consumo, cambio en los usos (por ejemplo el baño),
consumo de alimentos ligados a la misma, como pueden ser las verduras y hortalizas, ya
lavadas o en crudo. Por otra parte también sabemos que la temperatura ideal para la
reproducción del Víbrio Colerae se encuentra por encima de 37.5ºC, pudiéndo
sobrevivir por varios días a más de 22ºC; por tanto en ríos, pantanos, arroyos etc, el
agua podría llegar a esas temperaturas llamemos ideales, por lo que el agua sería a la
vez vector en la transmisión y reservorio junto al hombre.
En Extremadura se redobla la vigilancia de la frontera, lugar por donde había
penetrado el cólera-morbo un año antes. Se reciben noticias sobre la posible presencia
del morbo en la vecina ciudad portuguesa de Yelves, y por ello desde Badajoz se
acuerda enviar a varios facultativos para que certifiquen la veracidad de los rumores. De
ésta manera el profesor don Florencio Gómez, en unión con el médico-cirujano don
Agustín García, tras realizar observaciones en el hospital militar de Yelves, por las
consultas que tuvieron con los médicos locales, y por el examen individual que hicieron
de los pacientes coléricos, certificaron la certeza de la existencia del cólera-morbo
asiático en citada ciudad. A partir de aquí se decide adoptar varias medidas sanitarias,
como la incomunicación con la ciudad portuguesa y alrededores, observación de 15 días
de cuarentena para todas las personas, caballerías, géneros y efectos, procedentes del
territorio señalado, y especial precaución con la correspondencia, advertencia de pena a
las personas que auxilien, protejan o encubran a los contrabandistas que traigan géneros
de Portugal, así como a los protectores o encubridores de los infractores de las reglas
antes apuntadas. “Los que supieren la contravención de cualquiera de éstas medidas y
no la manifieste inmediatamente a la autoridad de Sanidad, y toda persona que estando
en observación se fugase de ella, así como la que extraiga del lazareto efectos puestos
en observación sin permiso de la Junta Municipal”. Se encarga también el aseo de los
pueblos, y la obligación de los médicos de “comunicar a las juntas de los pueblos
637 Sánchez de la Calle, J.A. (1994): Plasencia: Historia y población en la época
contemporánea (1800-1990). Asamblea de Extremadura. Mérida. Pg. 115.
392
donde ejercen su profesión, cualquier accidente y enfermedad sospechosa, o si supieren
de alguno que con síntomas sospechosos perece en poco tiempo, en cuyo caso las
mismas juntas adoptarán las medidas más activas para contener el mal, dando parte a
ésta sin pérdida de momento por el medio más breve. Las juntas de los pueblos
limítrofes tendrán siempre dispuestos dos vecinos de cada uno respectivo, con el objeto
de comunicar con más prontitud las órdenes o noticias que se ofrezcan sobre el
particular”.638
El recrudecimiento de la epidemia durante el verano conllevó, por segunda y
última vez en la historia, a que El Gobierno estableciera un “cordón sanitario” destinado
a aislar las provincias de Extremadura y La Mancha de las de Andalucía, formado por
tropas de línea extendidas desde Fregenal de la Sierra hasta Lorca. Desde Capitanía
General se recibe una circular que recoge las disposiciones que es necesario observar en
el acordonamiento establecido y que incluyen los puntos desde los cuales se establecerá
la línea de incomunicación, aquellos que servirán como “únicos pasos para los viajeros
y tragineros”, en los que se cumplirían todas las reglas y precauciones de sanidad, el
establecimiento de casas de observación tanto para personas como para efectos
procedentes de puntos infectados o sospechosos, la división de la vigilancia por distritos
a las órdenes de un Gefe militar que dependerá a su vez del Gefe principal de la línea,
que a su vez sin perjuicio de estar a las órdenes del Capitán general de la provincia, en
cuanto al servicio militar, se entenderá respecto al sanitario con los Gobernadores
Civiles encargados especialmente de la sanidad, de quienes recibirán las
correspondientes instrucciones, y a quienes dirigirán los partes y noticias. Además de
éste cordon que aislaba Andalucía, se estableció un cordón de observación del Tajo para
asegurarse aún más las precauciones derivadas del aislamiento y evitar en lo posible la
propagación de las enfermedades epidémicas a la Capital de la Monarquía, y demás
pueblos libres hasta ahora de ellas. De ésta manera los transeúntes sólo podrían cruzar
el rio por puntos donde existieran puentes o barcas y nunca por los vados.639
A partir de entonces el cólera cobra un claro protagonismo en todo el país
desde la perspectiva del gobierno central, pues no sólo la normativización de capital y
638
En el apartado Apéndice documental se recoge íntegramente ésta circular. Archivo
Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 23-VI-1834, nº. 37. Circ. 20. 639 En el apartado Apéndice documental se recoge íntegramente ésta circular. Archivo
Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 23-VI-1834, nº. 37, Circ. 22.
393
reino se influyeron mutuamente, sirviendo de base a las ordenanzas provinciales y
locales, sino porque la prensa general y médica o estaba en Madrid o se nutría
esencialmente de lo publicado en ella. Especial interés para el cólera, por el seguimiento
que hizo y por la coincidencia en sus inicios, tiene la fundación del Boletín de
Medicina, Cirujía y Farmacia en Madrid el 4 de junio de 1834.
No cabe duda de que la vida en las poblaciones queda en función de los
acontecimientos que se suceden para evitar la llegada del cólera; es decir, en la creencia
de que el trasiego de gentes puede aproximar la epidemia. Se lleva a cabo otra vez el
cierre de caminos y el consecuente estancamiento del comercio ante la imposibilidad de
llegar a los lugares convenientes, la no celebración de ferias y fiestas para el solaz de los
vecinos, los cuales, ante éstos acontecimientos interrumpen su “cotidianidad”.
En Plasencia, en el verano los rumores de cólera se hacían sentir en la
ciudad.640
El ayuntamiento teme que a pesar de las medidas preventivas llevadas a cabo
el año anterior haya muchas posibilidades de que la epidemia llegue a la ciudad, y será a
partir de junio cuando empiecen a ponerse en práctica medidas derivadas de una política
más centralizada y racionalizada:
El 3 de julio se vuelve a poner sobre la mesa cuestiones planteadas el año
anterior, concretamente en lo referido a las medidas a adoptar con el ganado de cerda:
“ El Sr. Presidente hizo presente al Ayuntamiento como indispensable se señalare
sitio fuera de la ciudad donde estuviese el ganado de cerda para evitar estuviese como
se experimentaba en las calles y plaza y se señaló la Dehesa de los Caballos y el
Lejido”641
.
En agosto se buscaba afanosamente dinero con el que hacer frente a las
necesidades que vendrían aparejadas con la llegada de la enfermedad, “…la que en el
día de hoy aflige a la ciudad de Salamanca, distante solo de esta 22 leguas…” .642
Por estas fechas, en diversas ciudades se había procedido a la expulsión de
vagabundos. Esta decisión queda lejos sin embargo de estar relacionada con una
640 Sánchez de la Calle, J. (1990): Art. cit. 641
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares del Ayuntamiento de Plasencia,
sesión del 3 de julio de 1834. 642
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares del Ayuntamiento de Plasencia,
sesión del 16 de agosto de 1834.
394
creencia absoluta del origen de la enfermedad en la suciedad, presente ésta a su vez en
mendigos y pordioseros. Estaría más próxima a asegurar los reducidos recursos de lucha
para los vecinos de la localidad, y más cercana creo yo, a una reacción movida
nuevamente por el miedo y aprovechando la ocasión por parte de las autoridades
poniendo como escusa las malas condiciones higiénicas, para meter mano a un
problema en las poblaciones, como es vagabundeo.
En Plasencia el día uno de agosto se publicó bando para que todos los vecinos
no naturales de la ciudad presentasen las cartas de vecindad. El fin perseguido por las
autoridades locales estaba claro, y no era otro que trasladar a aquellas personas, sobre
todo mendigos que no eran naturales ni residentes, a sus lugares de origen. No cabe
duda de que los contemporáneos de la invasión colérica tenían muy clara la relación
entre miseria y las posibles consecuencias derivadas de ella, y especialmente con las
enfermedades epidémicas:643
“… bando que en el día de ayer se publicó por el que se
manda que todos los que cierto tiempo a esta parte se hayan establecido en ésta ciudad
sin obtener carta de vecindad, la pida en el tiempo de cuatro días con presentación de
atestado de la justicia de su pueblo en crédito de su buena conducta”.644
Al
ayuntamiento van a acudir en masa trabajadores foráneos (pero residentes en Plasencia)
pidiendo carta de vecindad, ante el temor de que pudieran llegar a ser expulsados si no
se disponía de la misma:
“… En virtud al bando que está publicado para que todos los vecinos que no sean
naturales de ésta ciudad presenten las cartas de vecindario, y no hallando dicha carta
por no habérmela dado aunque hace catorce años que estoy en ésta ciudad empleado
en oficio de cardador (…), suplico A,V, se sirva mandárseme la carta de vecindad y se
me tenga como tal vecino…”645
.
El tiempo máximo para pedir carta de vecindad era tan solo de cuatro días,
pero es que además se requería también la presentación de “atestado de la justicia de su
pueblo en crédito de su buena conducta”, por lo que el trasiego de personas en busca de
643
Rodríguez Flores, M.P. (1991): “ La ciudad de Badajoz y el cólera-morbo de 1834”.
Revista de Estudios Extremeños, T. XLVII, Nº 1. Badajoz, pgs. 110-111. 644
Archivo Municipal de Plasencia. Bando publicado el 2 de agosto de 1834. 645
Archivo Municipal de Plasencia. Solicitud de carta de vecindad presentada en el
ayuntamiento con fecha de 14 de agosto de 1834 por parte de Andrés Ledo.
395
tal documento tuvo que ser enorme a tenor de las numerosas peticiones que llegaron al
ayuntamiento:
“… Ha llegado a su noticia el bando que en el día de ayer se publicó por el que se
manda que todos los que cierto tiempo a ésta parte se hayan establecido en ésta ciudad
sin obtener carta de vecindad la pidan en el término de cuatro días con presentación de
atestado de la justicia de su pueblo en crédito de su buena conducta…”646
.
Diferente trato se esperaría para los pobres de solemnidad vecinos de la ciudad
y que por tanto serían merecedores de asistencia y cuidados, pero como veremos más
adelante se van a producir verdaderas muestras de abandono por parte de algunas
autoridades, en éste caso eclesiásticas.
A mediados de septiembre otra personalidad cuyo trabajo era determinante
para el control del estado sanitario de la población abandonó la ciudad; se trataba del
cirujano titular, Esteban Planas, quien expuso como causa de su marcha la necesidad de
resolver asuntos importantes en su ciudad de origen, Barcelona. La realidad era más
prosaica pues la falta de fondos municipales impedía que le fuera abonado su salario.647
“… Se dio cuenta de una solicitud del Cirujano Titular D. Esteban Planas
manifestando que asuntos importantes le precisan a marchar a Barcelona, pueblo de su
naturaleza, despidiéndose de su destino y plaza de Cirujano titular que ha servido diez
y seis años, pidiendo al Ayuntamiento un atestado de la conducta moral y política
durante dicho tiempo y el debido permiso para retirarse esperando le disimulen sus
faltas involuntarias que haya tenido, solicitando al mismo tiempo que el ayuntamiento
tenga a bien mandar se le facilite el oportuno documento que acredite el débito que
tiene contraído contra fondos de propios correspondiente a su sueldo desde el año
pasado de 1829 hasta el día con arreglo a los acuerdos de la corporación, enterado de
todo el ayuntamiento acordó: que admita y admitió su despedida al cirujano Don
Esteban Planas, que se le dé el correspondiente atestado de su buena conducta moral y
política, que ha observado durante su permanencia en ésta ciudad y que se le facilite la
646
Archivo Municipal de Plasencia. Solicitud de carta de vecindad presentada en el
ayuntamiento con fecha de 3 de agosto de 1834 por parte de Santiago Fernández. 647
Sánchez de la Calle, J.A. (1994): Opus cit. Pg. 116.
396
certificación del crédito contra los fondos para su abono si viniera a mejor estado de
fortuna según decretos anteriores…”648
.
Aún no se había presentado caso alguno de la enfermedad en Plasencia, por lo
que la huída del cirujano placentino no parece corresponderse con la presencia del
cólera en la ciudad, aunque quizás sí por el sentimiento de cercanía. La salida de las
poblaciones era una de las recomendaciones del año anterior pero no en éste, aún así
aunque en escaso número, en lugares atacados se produjeron casos de abandono: “ha
llegado a noticia del Gobierno que algunos facultativos de medicina y cirugía, faltando
a los deberes más sagrados de su profesión, y quebrantando el juramento que prestaron
para poder ejercerla, abandonaron los pueblos de su residencia en los momentos en
que debían ser más necesarios sus servicios, pues de su presencia y auxilio dependía
acaso la vida de sus conciudadanos”.649
La Corona no permitió que tan cobarde actitud
quedase impune y como tal estableció severas penalidades como por ejemplo la
inhabilitación para seguir ejerciendo la medicina o cirugía: “El interés público y el
honor mismo de la facultad exigen que tan criminal conducta no quede impune, y que
los nombres del corto número de profesores que por vergonzosa cobardía los
mancharon de esta manera, no se confundan con los demás médicos españoles, que
tanto se han distinguido siempre y se distinguen en la actualidad por repetidos rasgos
de filantropía, por celo y noble emulación con que disputan las victimas a la
enfermedad que aflige a varios pueblos y por la noble ambición de sorprender a la
naturaleza el secreto de su curación. La vista de éstas consideraciones, S.M. la Reina
Gobernadora se ha servido mandar:
1º Queden inhabilitados para ejercer la medicina o cirugía, recogiéndoseles los
títulos desde luego, los profesores que bajo cualquier pretexto hayan abandonado o
abandonaren los pueblos de su residencia, desde el momento en que por las Juntas de
sanidad, se consideren éstos amenazados de cualquier enfermedad epidémica y
especialmente de la que se califica de cólera-morbo.
2º La Junta Superior Gubernativa de medicina y cirugía, y las demás Autoridades y
Corporaciones a quienes corresponda, procederán inmediatamente, con arreglo a los
648
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares del Ayuntamiento de Plasencia,
sesión del 18 de septiembre de 1834. 649
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 23 julio 1834.
397
reglamentos y disposiciones vigentes, a la provisión de las cátedras de colegios, plazas
de establecimientos públicos, partidos de médicos de pueblos, y demás destinos
servidos por los profesores comprendidos en el artículo anterior, declarándose en el
acto vacantes dichas cátedras, plazas, partidos o destinos.
3º Se dará noticia al Gobierno de los facultativos, privados en virtud de ésta Real
Orden, de ejercer la medicina y cirugía, y se publicarán sus nombres en la Gaceta de
ésta Corte, en el Diario de la Administración y en los Boletines Oficiales de las
provincias para conocimiento de los pueblos; y a fin de que a los contraventores de esta
Soberana determinación se impongan las penas señaladas en el reglamento de la
facultad para los intrusos en ella”.650
De igual manera “en los mismos periódicos se hará mención honorífica a los
profesores que más se distingan en el cumplimiento de sus deberes, prodigando a los
enfermos los socorros del arte con esmerado celo e imperturbable constancia”.651
Por tanto resultaba necesario despertar la sensibilidad de las personas que
mantenían un contacto más directo con la situación conflictiva. A la clase médica,
aparte de recibir un incremento de sueldo, vemos cómo se le ofrece la ocasión de
“cubrirse de gloria en su noble carrera para quienes logren distinguirse por su celo en
la asistencia a enfermos, y merecerán la particular consideración de S.M. para ser
atendidos en sus solicitudes. Todos aquellos que se ofreciesen para el servicio de los
pueblos epidemiados acabarían gozando de una pensión vitalicia de 200 a 400 ducados
sobre los Propios de la provincia donde hubiesen contraído este mérito”.652
Sería lícito ver también en la “huída” del facultativo placentino una nueva
respuesta coherente del miedo. De cualquier modo en éstos comportamientos habría que
diferenciar el abandono por precaución (propio de las clases pudientes y que se producía
antes de la llegada de la enfermedad y con un destino definido), del abandono por
desesperación, que llegaría a producirse en masas, sin rumbo y ante la posibilidad de ser
rechazados en otros pueblos. Hecho éste último que pudimos comprobar el año anterior,
cuando eran rechazados si no procedían de lugares sanos.
650
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 23 julio 1834. 651
Ibidem. 652
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 14 julio 1834.
398
Pero la noticia de la marcha del cirujano titular se conocía en la calle, ya que
en la misma sesión el ayuntamiento concedió la plaza que D. Esteban Planas dejaba
libre al Cirujano D. Francisco de Silva:
“… Se dio cuenta de un Memorial presentado por D. Juan Fernandez Muñoz de ésta
vecindad, presentado a nombre de su hermano político D. Francisco de Silva, profesor
de Cirujía, solicitando la plaza de Cirujano de la ciudad con dotación de hospitales y
de propios que ha disfrutado D. Esteban Planas. Enterado el Ayuntamiento conferenció
detenidamente sobre el particular y en su consecuencia acordó: admitir y admitió como
Cirujano a D. Francisco de Silva con la dotación que se señala de hospitales y con
respecto al haber de propios en los términos que lo ha ganado D. Esteban Planas y
aparece de los últimos acuerdos hechos sobre particulares; y que pase la solicitud a los
Sres Chamorro, Platta y Silva Regidores y Procurador Síndico para que arreglen las
condiciones con que deben escriturarse…”653
.
En pueblos de comarcas cercanas se pedía cubrir plazas de facultativos,
ignorándose si el motivo de la vacante fue la huída del titular, tal es el caso de
Talaveruela de la Vera, que a través del Boletín Oficial de la Provincia, meses más tarde
informaría que: “Se halla vacante la plaza de Cirujano de éste pueblo que consta de
130 vecinos, su dotación es de 300 ducados anuales pagados por repartimiento vecinal;
el que lo solicite dirigirá sus memoriales a la secretaría de éste Ayuntamiento franco de
porte, y se ha de proveer el día 10 de noviembre próximo”.654
En el año anterior pudimos comprobar cómo se mandó sacar al ganado de
cerda fuera de la ciudad. Es ahora cuando se extiende ésta obligación a otro tipo de
animales; de ésta manera se publicaron bandos que ampliaban la prohibición de tener en
las casas gallineros con gallinas, pollos, pavos, etc. Circunstancia ésta que llevó a la
imposición de multas y a la presentación ante el Ayuntamiento de recursos contra las
mismas, como el memorial presentado por el presbítero Don Miguel Irribarren y el
Licenciado Don Pedro Pizarro, que fue leído en sesión celebrada el día cuatro de
septiembre, pero al que no se pudo dar respuesta definitiva al no estar presente el Sr.
Alcalde Mayor:
653
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares del Ayuntamiento de Plasencia,
sesión del 18 de septiembre de 1834. 654
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 13 de octubre de 1834.
399
“Vista una exposición hecha por el Presbíteo Don Miguel Irribarren y Don Pedro
Pizarro reclamando la multa de cuarenta y cuatro reales impuesta y exigida por el Sr
Alcalde Mayor por tener en su casa para sus necesidades o regalos una gallina, tres
poyos y cuatro pavos (…) se acordó que mediante que el Sr. Alcalde Mayor Presidente
no asiste al Ayuntamiento por las indisposiciones de salud, suspéndase por ahora el
acuerdo y dese cuando dicho Sr. concurra para que informe”.655
Al parecer éste eclesiástico se había presentado en el Ayuntamiento en actitud
de soberbia y orgullo, mostrando además un tono descortés, motivo que obligó a su
retirada:
“Estando pendiente el acuerdo sobre la solicitud presentada por el Presbítero Don
Miguel Irribarren y el Licenciado Don Pedro Pizarro, sobre la multa impuesta y
exigida por orden del Sr. Alcalde Mayor Presidente, por tener en su casa dos gallinas y
tres pavipollos, con los demás que de la misma aparece, enterado el Sr. Presidente
instruyó al Ayuntamiento sobre su contenido, manifestando que la multa ha sido
impuesta con arreglo a los bandos publicados y en usos de sus atribuciones: que es
falso que permitan y toleren gallinas y gallineros en las casas donde habitan bajo
pretexto alguno y que es así mismo falso el que tratase al Presbítero Irribarren como
éste supone, antes bien, ejercitó el Sr. Presidente la prudencia e imposibilidad para
contener el ímpetu de soberbia y orgullo con que se le presentó expresado eclesiástico,
a quién por el tono descortés fue necesario mandarle retirar para que usase de su
derecho según expresaba, y administrarle que el tribunal ejercitaría también su
autoridad. En cuya vista el Ayuntamiento acordó que estando comprendido en los
artículos del bando publicado se guarde lo mandado por el Sr. Presidente facilitando al
interesado si lo pidiere el conducente testimonio”656
.
655
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares del Ayuntamiento de Plasencia,
sesión del 4 de septiembre de 1834. 656
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares del Ayuntamiento de Plasencia,
sesión del 18 de septiembre de 1834.
400
2.2. Del Aislamiento a la Higiene como el preservativo más eficaz contra el
Cólera
Hasta el momento hemos podido comprobar cómo el principal instrumento de
lucha contra el cólera era el aislamiento, como lo había sido con la peste, la fiebre
amarilla y epidemias en general desde tiempo inmemorial. Sin embargo, ahora el
discurso de los médicos empieza a ser otro, algo ha cambiado en la mentalidad
colectiva. Se ha podido comprobar cómo los cordones sanitarios se han mostrado
antieconómicos, antipopulares e ineficaces para controlar la enfermedad. De hecho será
la última vez que sean empleadas las medidas de aislamiento, en sucesivas epidemias de
cólera no aparecen entre las medidas a tomar.
Plasencia. Ermita y puente de San Lázaro
La primera oposición abierta a las medidas de aislamiento provenía de
sectores comerciales. Desde primeros de julio ante la situación que está creando el
cólera en España el gobierno comenzó a mostrarse sensible ante las presiones sociales,
reconoce el resultado dañino y perjudicial que la incomunicación produce en los
pueblos “infectos y sospechosos”. De ésta manera la Corona opta por permitir que éstos
que se encuentran en esas condiciones entren en comunicación.657
En cuanto a aquellos
que “continúan en perfecta salud”, la Corona deja que ellos mismos decidan si se
657
Archivo Municipal de Plasencia Real Orden de 1 de julio de 1834
401
incomunican con los que se encuentran en los estados anteriores, convirtiéndose estos
pueblos sanos en aisladores de los otros, siendo esto un mecanismo que les aísla a ellos
mismos también.
Según Peral Pacheco, ésta R.O. de 1 de julio expresa un cambio en el terreno
sobre las ideas del cólera. La Corona admite “los funestos resultados” del aislamiento,
pero ¿cuándo?, ahora que la epidemia afecta a la provincia de Madrid, es decir, cuando
el aparato del Estado está viendo más a las claras las consecuencias de la
incomunicación. Aparece ahora una contradicción, es decir, si antes se negaba el
concepto de incomunicación o aislamiento para los pueblos infectos y sospechosos, se
reivindica ahora para los sanos. La Corona duda de la virtualidad de la incomunicación,
y está presionada por las dificultades en las transacciones económicas que el aislamiento
provoca. Por tanto el concepto de aislamiento ha perdido fuerza para defender la salud,
y sólo se utiliza para los pueblos sanos contra los infectos o sospechosos. Además se
debía sopesar el aislamiento: “con el tino propio para conciliar el buen resultado de
esta medida con los demás objeto de primera atención é interés para los mismos
pueblos”. Para nada se habla en éste discurso sobre cómo se transmite la enfermedad, es
decir, el contagio al que se aludía solo se hace mención a los pueblos infectos y
sospechosos.658
En el apartado anterior asistíamos al aislamiento completo del territorio
andaluz mediante un “cordón sanitario” formado por tropas de línea extendidas desde
Fregenal de la Sierra hasta Lorca, a mediados de junio. Esta incomunicación fue
levantada en agosto por real orden firmada por José María Moscoso de Altamira,
ministro de Fomento, al ver que el objetivo perseguido (limitar la extensión de la
enfermedad epidémica) no se había conseguido y por las dificultades que tales medidas
suponían para la vida diaria, especialmente para las actividades económicas. A partir de
entonces la mayoría de los médicos pasaron de defender las medidas de incomunicación
a combatirlas forzosamente, conforme experimentaban sus efectos. Desde ese momento,
la petición de que la política preventiva oficial renegara de cuarentenas y cordones y se
658
Peral Pacheco, D. (1994): Opus cit.
402
concentrara en las medidas de saneamiento urbano y de auxilio a los enfermos fue cada
vez más una bandera esgrimida por una gran parte de los galenos españoles.659
También se empiezan a traducir publicaciones de monografías extranjeras, que
detallaban la experiencia en la lucha contra el cólera en lugares como Londres, París,
Moscú, etc; y en ellas se detalla la ineficacia de cordones y cuarentenas: “que había
cometido un error, adoptando las incómodas y más que inútiles medidas de cordones y
cuarentenas contra el cólera”.660
Fueron los médicos los que se erigieron en portavoces del sentir popular y en
todas partes trataron de convencer a las autoridades de la inutilidad y perjuicio de los
cordones sanitarios.661
Rodriguez Ocaña considera que éste cambio de actitud por parte
de los médicos españoles frente al cólera, en tanto que teóricos de la patología, estuvo
determinado principalmente por factores socioeconómicos: “En un momento en que la
medicina carecía de medios objetivos para garantizar el diagnóstico, enfrentándose
distintas posiciones en torno a la etiología del cólera, parece evidente, a tenor de los
testimonios reflejados, que el peso de las consideraciones sociales arrastró en una
determinada dirección las teorías médicas, de manera que la original creencia
universal (en España) acerca de la contagiosidad del cólera (años 1831-32) se pasó a
la negación rotunda de dicha postura. Significativamente, dicha posición teórica se
alcanzó de la mano de la inutilidad de las medidas coercitivas sanitarias en la
prevención del cólera, medidas ampliamente rechazadas por sus tremendas
repercusiones socioeconómicas. Puede afirmarse que la parte importante de la
agitación o campaña contra las medidas de incomunicación fue obra de médicos
llevados de consideraciones eminentemente no médicas” 662
.
El Jueves 12 de junio en el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia se hacía
referencia a la existencia del cólera en Andalucía, Extremadura y Murcia, de las dudas
659
Beltran Moya, J.L. (2006): Historia de las epidemias en España y sus colonias
(1348-1919). La esfera de los libros. Madrid. Pg .150. 660
Gillrrest (1834): Cartas sobre el cólera-morbo. Publicadas en Zaragoza en 1834.
Imprenta de Roque Gallifa. Pg. 105.
661 Orta Rubio, E. (1984): “El cólera, La epidemia de 1834 en la ribera de Nabarra”.
Prícipe de Viana, Año nº 45, nº 172, pgs. 271-308. 662
Rodríguez Ocaña, E. (1981): La dependencia social de un comportamiento
científico: Los médicos españoles y el cólera de 1833-35. Dynamis, 1.
403
de su propagación por contacto y por tanto de la eficacia y utilidad de los cordones
sanitarios:
“Según las noticias que tenemos, y que confirman los datos oficiales publicados, el
cólera ha aparecido casi simultáneamente en infinitos puntos de la vasta extensión de
las Anadalucías, Extremadura, Mancha y reino de Murcia, si bien no es tan matador
como el que reinó en el año próximo pasado. Estas dos circunstancias, que ya se han
observado en varias ocasiones, nos hacen dudar de la propagación del cólera por
contacto (o lo que es lo mismo, de su propiedad contagiosa), y de la eficacia y utilidad
de los cordones sanitarios. Acordémonos de que para penetrar en Viena, traspasó siete
de estos cordones, y antes de afligir a los pueblos con una medida tan llena de
inconvenientes, meditemos bien y procuremos convencernos de su necesidad y
utilidades”663
.
En el mismo boletín un mes más tarde el colectivo médico se posicionaba en la
inexistencia de un período de incubación en el cólera y por tanto manifestaba la
inutilidad de los lazaretos:
“Los lazaretos de observación son, en mi concepto inútiles en el curso de la
enfermedad: serán útiles en el de aquellos males que guardan cierto periodo de
incubación; ¿pero existe acaso éste en el cólera?, nos parece que nadie lo ha
demostrado hasta el día de hoy”.664
Desechando rotundamente las tesis que defendían para el cólera su carácter
contagioso, advertían los médicos de las nefastas consecuencias que acarreaba el
abandono de personas en el campo al no permitírseles la entrada a las poblaciones:
“Causa horror oír a los viajeros que vienen de las provincias atacadas del cólera, la
relación de las vejaciones que han sufrido durante su viaje de parte de algunos pueblos.
Ha llegado el terror de éstos hasta el extremo de no permitir que los viajeros se
acerquen a ellos ni a ninguno de sus habitantes en mucha distancia, amenazándolos
con armas de fuego si se aproximaban a implorar los precisos recursos para apagar la
sed y hambre que les atormentaba, y dejándolos en el más aflictivo abandono en el
medio del campo. Estas desgracias son irremediables por más que se esfuerce el
663
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia. 12 de junio
de 1834. 664
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia.10-7-1834.
404
gobierno para evitarlas, si no se procura combatir la errada opinión en que están los
pueblos de que el cólera es eminentemente contagioso. Vean ahora el fruto de su
tenacidad aquellos que antes de haber observado la enfermedad en cuestión, y
contrariando la opinión de los que la veían y observaban, se empeñaron en sostener
que era eminentemente contagiosa, aterrando de éste modo el espíritu de gobernantes y
gobernados, y siendo causa de las ruinosas providencias que en el año anterior se
tomaron en Andalucía, y que al presente se apresura a revocar el ilustrado gobierno
que nos rige, convencido de sus incalculables perjuicios, y sobre todo de que, lejos de
servir para contener los progresos del mal, le dan pábulo, aterrando la imaginación,
que es el verdadero vehículo del supuesto contagio”.665
En el mismo boletín, en agosto, reiteraban los médicos lo dicho meses antes,
y es su consideración de la epidemia como el resultado particular de la atmósfera,
siendo éste la verdadera causa predisponente, y excitante a su vez, de la enfermedad.
Estando aún por determinar, sin embargo, en qué consiste éste estado particular
atmosférico, “puesto que se ve a la epidemia aparecer bajo todas las condiciones
conocidas de ella, tanto higrométricas, como eléctricas y barométricas…”, y
considerando además algunas causas predisponentes individuales, tales como “todos los
excesos higiénicos que debilitan la economía, o que aumentan la susceptibilidad de los
sujetos…”666
.
Reconociendo la Corona la inutilidad de los cordones sanitarios y
evidenciando los perjuicios económicos para los pueblos, ésta se digna escuchar a la
Junta Suprema de Sanidad del Reino, y en consecuencia actuar disolviendo y
eliminando todas las medidas de aislamiento:
“ La observación del curso seguido por el Cólera no fue completamente estéril, ni
para el Gobierno ni para los pueblos. Varias autoridades y Corporaciones han elevado
al Trono su dolorido acento pidiendo con ardor patriótico se modifique el sistema de
incomunicación que siendo inútil para evitar la transmisión del mal de unas
localidades a otras, causa evidentes y trascendentales perjuicios bajo el aspecto
económico y administrativo; pues paralizando el tráfico, e imposibilitando el
665
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia. 12 de
junio de 1834 666
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 14
de agosto de 1834.
405
abastecimiento de comestibles, condena a los pueblos, por evitar un mal dudoso, a
sufrir los seguros e inevitables que nacen de la escasez y la miseria, aumenta las
víctimas de la enfermedad, y produce finalmente la ruina de la fortuna pública,
extendiendo las consecuencias de la epidemia aún a los pueblos que no la padecen”.667
“Corroboradas éstas reflexiones por el sistema adoptado y seguido por los Gobiernos
de las Naciones, cuya Ilustración las coloca a la cabeza de la civilización europea, y
aún con el de las demás, que habiendo adoptado al principio los cordones acabaron
para reconocer y confesar su ineficacia; S.M. La REINA Gobernadora se dignó mandar
que la Junta Suprema de Sanidad del Reino propusiera, las reformas que creyese
oportunas en las disposiciones sanitarias vigentes. Y conformándose con lo informado
por dicha Corporación, ha tenido a bien resolver:
Artículo 1º: Se disolverán todos los cordones establecidos con el objeto de impedir la
propagación del Cólera, y se restablecerán las comunicaciones interiores en toda la
extensión que tenían antes de formarse aquellos.
Artículo 2º: Los Gobernadores Civiles y autoridades locales, tanto gubernativas como
municipales protegerán la libre comunicación de los pueblos entre sí, y evitarán
vejaciones que arbitrariamente se causan en algunos puntos a los viajeros, a pretexto
de precauciones sanitarias, haciendo conocer a sus administrados los funestos males
que acarrea el sistema mal entendido de aislamiento e incomunicación”.668
La noticia anterior permitiría la celebración de ferias por toda la geografía
española en general y extremeña en particular. Lo cual podía dar lugar a la recuperación
de las maltrechas economías de las zonas afectadas, como la provincia cacereña, que
había sufrido la escasez de cereales debido a una mala cosecha, y ante la necesidad de
conducir el alimento desde Castilla, donde “la abundancia y baratura de aquel
importante ramo de primera necesidad temple el temor que causa la esterilidad de las
cosechas”, el Gobernador Civil se ve en la necesidad de reparar el camino que desde la
capital va a Salamanca por el puerto de Baños, pero “persuadido sin embargo de que
ésta benéfica medida no era bastante a lograr objeto tan deseado, que pudieran
atenuar y aún inutilizar las medidas sanitarias a causa del cólera que pudiera invadir
667
Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 1-9-1834. 668
Ibidem.
406
alguna provincia limítrofe (afortunadamente derogadas por Real Orden) he accedido a
la petición del Ayuntamiento de Baños, para que formándose en aquél punto un
depósito de granos se celebre un mercado todos los Sábados de cada semana, en que
se compre y venda aquél género, sin gravamen, gabela, ni imposición alguna, como
previene el Real Decreto de 29 de enero último, procurando el Ayuntamiento
proporcionar el local correspondiente conforme a la ley de abastos”669
.
La narrativa de la época también toma parte en la polémica, Larra con su
aguda ironía declara el 31 de julio de 1834: “No sé si me dejo algo a qué contestar, si
así fuese, en otra carta irá, pues a la hora que es ando deprisa por tener que formar
una lista de los señores procuradores que no han venido aún y otra de los cordones
inútiles que hay en España que cogerá algunos pliegos”.670
Por otra parte también, y volviendo al colectivo médico, se hace preciso
destacar que desde finales del siglo XVIII, y particularmente desde la muerte de
Fernando VII, los médicos se lanzan a una ofensiva sin precedentes, buscando extender
sus dominios.”Dicha ofensiva, en la medida en que la Medicina cedía más y más ante
los poderes públicos, tenía que terminar por convertirse en una baza política que más
tarde le permitiría integrarse, con relativa autonomía, en el interior del aparato del
Estado burgués. Su expansión se hará posible gracias al establecimiento de un
compromiso tácito con el poder político: La Medicina se compromete a conjurar los
peligros sociales mediante la aplicación de la Higiene Pública: la introducción de
estancias de supervisión y control en la revisión y tratamiento de los enfermos…”671
.
El 28 de agosto el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, publicaba el
dictamen emitido por parte del “cuerpo facultativo de los Reales Hospitales de ésta
Corte sobre el contagio del cólera”, que les fue requerido por parte de la Real Junta
Superior de Medicina y Cirugía, con el fin de que dichos profesores emitieran su
opinión acerca del carácter contagioso o no contagioso del cólera-morbo, en el que éstos
se manifestaron por unanimidad en favor de no considerar a la enfermedad de índole
contagiosa, y apoyándose ésta postura en las siguientes observaciones: el reducido
669
Ibidem. 670
De Larra, M.J. (2009): “Carta de Fígaro a un Bachiller, su corresponsal”. En: Obras
completas de Mariano José de Larra, vol I. Editorial Cátedra. Biblioteca Avrea, 2009,
pg. 301. 671
Alvarez Uría, F. (1983): Miserables y locos. Barcelona, Tusquets; pgs. 89-90.
407
número de facultativos, practicantes, hermanas de la Caridad, enfermeros, mozos, etc.,
que han contraído la enfermedad, la inutilidad de los cordones militares, la no
transmisión entre enfermos hospitalizados: “al ataque colérico verificado en una de las
salas, y en uno de sus enfermos, no seguían inmediatamente, como pudiera esperarse,
otro u otros ataques en los enfermos de aquella misma sala, sino que iba saltando el
mal por todas indistintamente, acometiendo a uno u otro de sus individuos, y dejando
intactos a los demás; esto mismo se empezó también a observar en aquellos primeros
momentos con respecto a varios dependientes del hospital, de los cuales caían
enfermos, no los que estaban asistiendo inmediatamente a los coléricos en sus salas,
como era regular que así sucediese, en vista de la mayor concentración y actividad que
en ellas debía suponerse tendría el contagio, sino los que se hallaban en otras salas
diferentes, en las que quizá no se había notado caso alguno de cólera”. Por tanto
consideran que “las medidas sanitarias de cordones militares, cuarentenas y lazaretos,
adoptadas hasta ahora para contener y sofocar el desarrollo y progresos de ésta
enfermedad, no solo han sido y son inútiles, sino también perjudiciales, vejatorias y
ruinosas para los pueblos, y particulares, a quienes desgraciadamente se aplican”.672
Infinitos hechos e innumerables razones alegaban, por tanto, los médicos por
estas fechas en contra del contagio del cólera, sin ánimo de reiterar y dejando ya
dilucidada ésta cuestión por parte de los facultativos, aporto los últimos datos
etnográficos: “Hallándose el Real sitio de San Ildefonso defendido por el cordón y
medidas sanitarias más enérgicas, perfectamente vigilada su observancia y teniendo la
mayor seguridad de no haber habido la menor transgresión, se presentó el cólera en
dicho sitio, como todos sabemos, burlándose de los que osaron oponer a su pérfido
influjo unas barreras cuyos perjuicios e inutilidad había ya revelado la experiencia en
otras partes. Igual resultado han tenido por desgracia, los esmerados y ya excesivos
cuidados de los barceloneses. No han bastado a evitar la funesta enfermedad a que con
672
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 28
de agosto de 1834. En el número siguiente, se publicarán los argumentos a favor del
contagio, esgrimido por médicos que habían tratado el cólera en la India, siendo éstos
ampliamente rebatidos en las sucesivas publicaciones del mes de septiembre y parte de
octubre por los partidarios del no contagionismo.
408
tal tesón se propusieron resistir, presentándose el fatal cólera al fin. Y ¿a quién podrán
atribuir racionalmente su importación?”.673
A partir de aquí vamos a asistir a un cambio en el principal elemento en la
lucha contra la epidemia, del aislamiento se pasará a la higiene: “Las mismas
Autoridades desplegarán la mayor actividad para hacer observar las leyes y
reglamentos de política urbana e higiene pública, cuidarán del abundante abasto de
alimentos sanos en los pueblos; y procurarán convencer a los habitantes, por cuantos
medios les dicte su celo, que el aseo y buen régimen son el preservativo más eficaz
contra el cólera y toda clase de enfermedades”.674
Un pueblo con higiene es capaz de
defenderse de las enfermedades. En una población donde se descuida las normas de
higiene se favorece la enfermedad. La suciedad es uno de los sitios donde viven los
miasmas, que son responsables de las enfermedades. Pues bien: si estos miasmas son
afectados por unas condiciones atmosféricas especiales podrían causar la epidemia. Una
de las condiciones de higiene que aparece en el discurso es que los hospitales estén
ubicados en “sitios ventilados”, para evitar la concentración de estos miasmas. Todo
ello nos pone en la pista que el mecanismo de transmisión por el que creen que se
produce el cólera es la atmósfera. De ahí que se quiera fortalecer la higiene, impidiendo
que se den esas condiciones especiales que provocarían la enfermedad.675
El repaso a los escritos de los historiadores de la medicina nos muestra al
cólera como la enfermedad que reactivó profundos cambios en los comportamientos
higiénicos, hasta el punto de que algunos le llaman “nuestro aliado, el cólera”. Si
tenemos en cuenta que, en general éstos, además de historiadores son mayoritariamente
médicos, presentan tales cambios como una gran conquista médica, pero obviando los
errores. Parece evidente que existía una conciencia médica previa a la llegada del cólera
que alimentaba esa necesidad de cambios en los comportamientos higiénicos, y
presentan a ese aliado como el punto de partida para cconvencer a la clase política de la
urgente necesidad de cambios, tanto en higiene pública como en la estructura sanitaria.
Sin embargo, lo que acabo de exponer pecaría de partir de una posición acrítica con lo
673
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 23
de octubre de 1834. 674
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. suplemento al del
día 1 de septiembre de 1834. 675
Peral Pacheco, D. (1994): Opus cit. Pg. 45.
409
que nos cuentan éstos historiadores y en general los cronistas de la época; es decir,
parecería que previo al cólera no existían comportamientos higiénicos, posición
etnocéntrica que si reflexionamos aún se da en nuestros días, o sea somos capaces de
negar erróneamente la presencia de higiene en aquellos países que no participan de
nuestros rituales en ésta materia, hablamos de pobreza, hacinamiento, escasez de agua
etc., y no reconocemos que en ellos se dan conductas higiénicas que irían en
consonancia con los recursos disponibles, y en las que habría que resaltar el gran valor
que la dan al agua o a minuciosos rituales de limpieza.
El discurso de la higiene toma protagonismo y gana la batalla al aislamiento.
Se asocia ahora el cólera no sólo a los malos hábitos higiénicos, sino también a los
estados de ánimo, dos elementos de predisposición del ámbito privado, y a la falta de
higiene pública como elemento que emana del higienismo y que centra su énfasis en
aquellos puntos productores de miasmas: pantanos, ríos, inmundicias en calles, plazas, y
que provienen o pueden llegar a las casas, en las que a su vez puede estar presente el
hacinamiento, etc.
Por tanto a partir de ahora la lucha contra la enfermedad va a tomar un rumbo
distinto. Olvidadas las medidas proteccionistas se va a poner el acento en otras dos
cuestiones. El informe de los comisionados enviados al extranjero para investigar la
patología colérica y la abundante bibliografía traducida sobre el tema, habían puesto de
manifiesto la importancia que en la erradicación de la enfermedad tenía la eliminación
de los focos de insalubridad y la instrucción sanitaria de las poblaciones: “La mayor
parte de los que han escrito hasta ahora de ésta enfermedad, están acordes en decir,
que no se conoce ningún preservativo de ella; séanos sin embargo permitido
apartarnos de la opinión común, para seguir la que nos ha sugerido la experiencia.
Existe un medio bastante seguro, y de eficacia bien comprobada, para sustraerse al
rigor de tan temible azote, ¿Cuál es?, ¿en qué consiste?.... Hele aquí: la rigurosa
observancia de los preceptos higiénicos. Esta sencilla respuesta ya conocemos que no
puede satisfacer a varios médicos, que desearían tener a su disposición un
preservativo, tan expedito y fácil de manejar como el sulfato de quinina, que han
preconizado algunos profesores alemanes, como las preparaciones del cobre y del
alcanfor, cuya eficacia han ponderado los homeopatistas, o como los cloruros, en que
tanto confiaron los franceses. No contentará tampoco a cierta especie de gentes, que
preferirían tomar la medicina más repugnante, al esfuerzo que exige el imponerse las
410
privaciones y soportar la monotonía de un régimen de vida arreglado a los preceptos
higiénicos; mas sin embargo, este es el único medio de preservación de cuyos benéficos
efectos no es posible dudar”.676
En este sentido, en lo que a la nueva provincia de Cáceres se refiere, y antes
de la eliminación del aislamiento, el Gobierno Civil cacereño ya difundió dos meses
antes, a través del Boletín Oficial de la Provincia, una circular de la Junta de Sanidad
madrileña, a la cual la Reina había solicitado:
“forme una instrucción sencilla, que esté al alcance de todos, comprensiva del método
que se debe adoptar para precaverse del cólera-morbo y de los primeros medios de su
tratamiento: en su consecuencia la propia Junta manifiesta que el medio más poderoso
conocido para precaverse de todo género de enfermedades, por malignas que sean, es
la esmerada limpieza de las personas, de las casas y de todo lo demás que sirva a los
usos ordinarios; evitar en lo posible el exponerse a un aire frío y húmedo y sobre todo
al que por su olor manifieste tener cualidades poco saludables; no exponerse a un calor
excesivo, tener un arreglo juicioso en la comida y bebida, no cometer genero alguno de
abusos, y esforzarse en olvidar todo lo que, no estando a nuestro alcance su remedio,
entristezca, y abatiendo el ánimo predisponga muy particularmente a contraer varias
enfermedades”.677
En lo que a la higiene respecta: “…Para conseguir tan importante objeto,
será muy conducente tomar algún baño general de agua templada, a fin de limpiarse
toda la piel, teniendo cuidado de no exponerse al aire frio al salir porque esto podría
ocasionar todos los males que sobrevienen, cuando las personas dejan de sudar o se
enfría la piel repentinamente; a mas es necesario lavarse con frecuencia cara, manos,
brazos y pies, y esto podrá suplir hasta cierto punto por el baño general en los sujetos
que sus circunstancias no les permiten bañarse. Las casas deben barrerse una vez al
día, y dos las habitaciones más frecuentes; han de ventilarse cuanto se pueda por la
mañana al salir el sol, y por la tarde media hora después de traspuesto, se entiende en
el verano, porque en el invierno convendrá que sea antes de tras ponerse; también se
ventilará el aposento en que se hayan reunido y permanecido bastante tiempo muchas
676
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pgs. 75-
76. 677 Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 11-7-1834.
411
personas, inmediatamente que se concluya la reunión, cualquiera que sea la época del
día. Es preciso que siempre que se ventilen las casas cuiden las personas de no ponerse
a la corriente del aire. Cuando por cualquiera causa se perciba mal olor en las
habitaciones, será bueno rociarlas con el agua clorurada, y será muy oportuno que en
los comunes que dan habitualmente mal olor, después de bien tapados, se pusiera
encima una taza de dicha agua, renovándola de veinte y cuatro en veinte y cuatro
horas, o bien suplir esto echando dentro del mismo común un cubo de lechada de cal.
Con cuanta más frecuencia pueda mudarse la ropa de uso diario, tanto más se
contribuirá a conservar la salud, siempre que se haga con las debidas precauciones:
además es necesario vestirse con arreglo al frio o calor que se observe, en términos que
ni se sienta frio, ni tampoco se tenga un calor excesivo; y en razón de que se nota con
frecuencia en un mismo día, que ya hace calor, ya hace frío, será bueno que se use una
faja de lienzo en el verano, y de franela en el invierno, que ciña vientre y lomos...”.678
.
Se dan también orientaciones alimentarias referidas al estado y consumo de los
alimentos: “…Los alimentos por lo general deben ser los mismos que se tiene
costumbre usar, a no ser que fuesen notoriamente perjudiciales; téngase entendido que
los de mejor calidad son vaca, ternera, cordero, aves, huevos, leche, pescados blancos
y frescos, arroz, patatas, fideos y garbanzos; las demás legumbres, las verduras, así
como las frutas, a no estar bien sazonadas, son por lo común malas, en particular las
acuosas; igualmente son perjudiciales los pescados salados y los escabechados; de los
salados se exceptúa el bacalao, que siendo de buena calidad, no es dañoso. Los
alimentos, aunque sean de buena calidad, son dañosos cuando se come más de lo
necesario. El vino debe beberse con mucha moderación, sin perder de vista que la
embriaguez ha sido causa que el Cólera haya hecho horrorosos estragos en la mayor
parte de los pueblos que lo han tenido: en las actuales circunstancias el uso de los
condimentos picantes, en extremo, el del aguardiente y el de los helados, aunque sea
moderado, es muy posible que haga daño: el agua natural, fría en el verano y un poco
templada en el invierno, es la bebida que usándola según dicte la necesidad, y no
estando sudado o muy acalorado el sujeto, por lo común jamás dañará. Téngase
678 Ibidem.
412
presente que todo género de abuso, cualquiera que sea su especie, y por alicientes que
tenga, es sumamente dañoso…” (…)679
Desde el conocimiento actual es evidente que cualquier bebida que sustituyera
al agua de riachuelos y acequias ya era de por sí un elemento protector, además el vino
que se aconseja su moderación, al igual que el aguardiente, tal como se producía en
1834, aumenta la acidez gástrica, lo que convierte al estómago en una barrera eficaz
frente al bacilo del cólera. Hoy se conoce la mala tolerancia del bacilo colérico a los
medios ácidos, por lo que las personas con hiperclorhidria gástrica, innata o adquirida,
ofrecen mayor resistencia a la colonización y desarrollo de la enfermedad, mientras que
la hipoclorhidria aumenta la susceptibilidad del huésped. Del mismo modo dietas ricas
en proteínas y bajas en grasas serían facilitadoras.
En el apartado de axiomas etnográficos se expone cómo las alusiones a los
alimentos por parte de autores de la época era constante. Exponían sus efectos
profilácticos o de predisposición, se basaron en el efecto que se les pudiera atribuir para
tratar la sintomatología, aconsejando alimentos alcalinizántes frente a ácidos, o
astringentes frente a ricos en residuos, dietas blandas frente a comidas flatulentas, etc.,
recomendaciones que la experiencia ha demostrado que resultaron en su mayor parte
inútiles al desconocer que el efecto de los alimentos sobre el cólera se debe
mayoritariamente a su incidencia en el pH gástrico. De ésta manera actúan como
protectores los que acidifican al contrario de los que alcalinizan. Vemos cómo esos
autores de la época erróneamente advertían del peligro del exceso en las grasas, vinos
agrios, licores, etc. que tendrían un efecto protector.
Se aconsejaba asímismo evitar las pasiones fuertes que podrían poner al sujeto
en el punto de mira de enfermedades, para lo que se aconsejan distracciones como los
paseos frecuentes a temperaturas óptimas y en zonas ventiladas:“Son igualmente
dañosas las pasiones fuertes de ánimo: como la ira, el terror, y aún la tristeza y
melancolías, porque las unas ocasionan inmediatamente enfermedades, a veces muy
terribles, y las otras disponen en términos que el más mínimo motivo sea suficiente para
que el sujeto se ponga malo: el medio de evitarlo es procurarse distracciones inocentes,
que sin agitar extraordinariamente el ánimo, le entregan de un modo agradable, y
conduce mucho a esto, el pasear con frecuencia, y en horas que no haga ni calor ni frio
679 Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 11-7-1834.
413
excesivo, por paraje bien ventilado y nada húmedo…”(…) …El que observe todas estas
precauciones tiene motivos para esperar con fundamento que no se alterará su salud, o
que si se pone malo, su enfermedad no será tan grave como sería si no las observase”
680.
La evidencia actual muestra que los estados ansioso-depresivos influyen
negativamente en la inmunidad de las personas, haciéndolas susceptibles a las
infecciones; o lo que es lo mismo se reconoce a algunos trastornos del ánimo como más
susceptibles a enfermar. Esto último dista mucho de la causa-efecto directo que se les
achacaba en 1834.
En la dietetica galénica y especialmente en el XIX, dentro del contexto del
debutar de la frenología y ciencias afines, los estados de ánimo cobraron una gran
importancia. De aquí que en todos los apartados de recomendaciones profilácticas del
cólera tuvieran alguna cabida junto al resto de advertencias “dietéticas”.681
Estas recomendaciones provenientes del Gobernador Civil de la provincia
entrarían en lo que actualmente se habla en salud pública, como determinantes
dependientes del estilo de vida, los cuales vienen definidos por el conjunto de hábitos,
conductas y respuestas cotidianas a las necesidades vitales y que pueden influir positiva
o negativamente en la salud. En la adopción de conductas saludables será necesaria por
tanto una buena información por un lado; voluntad y recursos, por otro, condicionantes
sobre los que tienen influencia aspectos socioculturales y económicos.
En buena medida estos estilos de vida ya figuraban en los regimina sanitatis o
“normas de vida” de la dietética clásica que versaban sobre aire y ambiente, comida y
bebida, movimiento y descanso, sueño y vigilia, excreciones y secreciones, y afectos del
ánimo. Estas sex res non naturales formarán parte habitual en las recomendaciones
frente al cólera del XIX y, aunque el conocimiento y evidencia científica posterior
contradijeran muchas de aquellas afirmaciones, lo cierto es que las recomendaciones
presuntamente anticoléricas realizadas en el temeroso contexto de las epidemias
arraigaron en la población. Al margen de la verdad o no de aquellas afirmaciones, el
680
Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 11-7-1834 681
Ferreiro Ardións, M. (2012): El Cólera en las transformaciones del siglo XIX en
Álava. La epidemia de 1834. Vitoria. Universidad del País Vasco.
414
cólera ayudó a democratizar unos conocimientos o creencias sobre la bondad o riesgo
de los comportamientos cotidianos que, hasta entonces, sólo se destinaban a las clases
más pudientes. Más importante aún es insistir en que estos elementos de estilos de vida
o de regimina sanitatis son los que vienen referidos en los textos del XIX como
“higiene privada”, en los que puede aparecer el aseo, normalmente en relación a la
transpiración (volátil y olorosa como las emanaciones del fango); pero la expresión en
sí, “higiene privada”, de la documentación manejada, no se acerca en absoluto al
concepto actual de higiene personal o íntima.682
Pero las recomendaciones de higiene que se hacen en éste cambio de lucha
insisten más en la pública que en la doméstica y a la postre se verá que no actuaron
tampoco eficazmente sobre los mecanismos de trasmisión directa (fecal-oral). No se
encuentra en la documentación mención expresa al lavado de manos, que hoy
consideramos como fundamental para reducir esa transmisión, lo cual no quiere decir
que no se realizara, pero estaría restringido a las clases acomodadas que usarían
aguamaniles para su uso previo a las comidas. Esta práctica sería menor, sino ausente,
en labradores y en pobres de solemnidad, cuyas viviendas además pecarían por una
ausencia de infraestructuras facilitadoras de comportamientos de higiene adecuados en
lo que se refiere a la eliminación de excretas.
Las teorías higienistas ya hemos visto cómo estaban al alcance de los
médicos, como grupos privilegiados desde finales del siglo XVIII, con la llegada del
cólera y la necesidad de hacerle frente, el conocimiento que emana de esas teorías se va
a difundir y no sólo los sanitarios serán los que lo posean, sino que llegarán también a
las autoridades encargadas de dirigir la lucha contra el cólera en particular y las
enfermedades epidémicas en general. Pero el triunfo del higienismo como mecanismo
de lucha sobre el medio físico para prevenir la enfermedad, convertiría a los médicos en
verdaderos expertos en salud pública, colocándolos en ámbitos de decisión a los que
hasta entonces se les negaba.
Aunque desde 1832 las medidas de saneamiento e higiene se vienen
recomendando, será ahora, y también tras recabar la Corona informe por parte de la
Junta Suprema de Sanidad, cuando empiecen por tanto a cobrar protagonismo en la
lucha: “ Artículo 3º: Las mismas Autoridades desplegarán la mayor actividad para
682
Ferreiro Ardións, M. (2012): El Cólera en las transformaciones del siglo XIX en
Álava. La epidemia de 1834. Vitoria. Universidad del País Vasco.
415
hacer observar las leyes y reglamentos de política urbana e higiene pública, cuidarán
del abundante abasto, de alimentos sanos en los pueblos; y procurarán convencer a los
habitantes, por cuantos medios les dicte su celo, de que el aseo y buen régimen son el
preservativo más eficaz contra el Cólera y toda clase de enfermedades”.683
Desde la Corona vía Real Orden se pide un esfuerzo conjunto en la lucha
contra la invasión del cólera, invitando a que Obispos, Cabildos y demás autoridades
provinciales, así como a corporaciones, empleados, Gremios de artes y oficios,
Hacendados y Capitalistas de todas clases, consideren la salud pública la primera de las
atenciones, debiendo las demás, por privilegiadas que sean, ceder ante los intereses de
ésta. Los seis primeros artículos de la Real Orden detallan de manera clara cómo
obtener y de donde deben proceder los fondos necesarios para la lucha, cuyo origen no
debe ser otro que las necesarias subscripciones de los estamentos nombrados, cuyos
productos quedarán en poder de un Depositario de conocido arraigo e integridad, que
nombrará el Gobernador Civil respectivo, el cual llevará una cuenta exacta del ingreso
y salida de ellos, y que serán necesarios para facilitar medicinas o artículos que se
necesiten, y si estos fondos no fueran suficientes para el socorro de los pueblos
epidemiados, los Gobernadores Civiles podrán echar mano, en la cantidad en que se
necesite de los fondos de Pósitos, de los Propios, de los de la Policía urbana y ornato,
de los destinados a obras de utilidad pública, de los de Cofradías y Hermandades, de
los sobrantes de los Establecimientos de instrucción y beneficencia, y de cualquiera
otros aplicados a objetos menos urgentes. Si aún así se llegara a una situación de
extrema urgencia las autoridades municipales podrían aprobar los arbitrios que
consideraran necesarios para la asistencia y demás que exija el restablecimiento de la
salud del vecindario, remitiendo el cálculo del producto del arbitrio mientras
permanezca, que solo será hasta que se haya declarado la población libre de contagio,
desde cuyo momento se considerará aquél suprimido.684
Queda meridianamente claro que la salud es ahora prioritaria en el trabajo y
decisiones de las autoridades. Los restantes artículos suponen un compromiso tácito por
parte de la Reina en premiar, condecorar y atender en sus respectivas carreras a todas
aquellas personas que se distingan por sus esfuerzos, aportar fondos, en el auxilio a los
683
Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 1-9-1834. 684 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 16 de julio de 1834.
416
enfermos, así como en evitar la propagación de la enfermedad mediante el fomento de
la higiene. Los nombres de los suscriptores a los fondos de sanidad y las cantidades con
las que contribuyeran serían publicadas en los Boletines Oficiales de las provincias, “…
a excepción de los de aquellos que prefieran conservarlos incognitos” y destaca al
colectivo médico, los cuales serán merecedores de una especial consideración: “Los
profesores de Medicina, a quienes los rigores de la enfermedad epidémica ofrecen
ocasión para cubrirse de gloria en su noble carrera, que acrediten haberse distinguido
por su celo en la asistencia a los enfermos, merecerán la particular consideración de
S.M. para ser atendidos en sus solicitudes, así en las de su profesión como en
cualquiera otras, siempre que tengan la debida aptitud: y los que teniendo su habitual
residencia en pueblos sanos, acudiesen invitados por los Gobernadores Civiles a la
asistencia de los enfermos en los epidemiados, y sean atacados en éste servicio por la
enfermedad, gozarán a propuesta de los mismos Gefes una pensión vitalicia de 200 a
400 ducados sobre los Propios de la provincia donde hubiesen contraído éste mérito.
Los Gobernadores Civiles de las provincias, los Alcaldes Mayores de los pueblos, los
individuos de los Ayuntamientos, Juntas de Sanidad y Caridad, los funcionarios
públicos de todas clases, y las personas particulares que más se distingan por sus
esfuerzos en atender los estragos de la enfermedad, auxiliar a los enfermos, y evitar la
reproducción del contagio por medio de escrupulosas desinfecciones en tiempo
oportuno y demás medidas que aconseja el arte y están prevenidas por Reales órdenes,
podrán alegar éste mérito en las solicitudes que entablen en sus respectivas carreras, y
será considerado como preferente a otros en igualdad de aptitud. De Real Orden lo
digo a V.S. para su inteligencia y que disponiendo su publicación cuide de su puntual
cumplimiento”. 685
El Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, desde finales del mes de
noviembre dedicará su apartado de higiene pública, a denunciar el abandono en que se
halla en España éste ramo de la administración, y con el objetivo de advertir a las
autoridades redactarán varios artículos en los que describirán las distintas costumbres
higiénicas, haciéndoles ver “que las pocas leyes que existen sobre el particular están en
el más completo olvido; y ésta es la razón porque nosotros no dejaremos de clamar
685
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 16 de julio de 1834.
417
porque se hagan leyes a propósito para conservar la salud pública, y que se haga
efectiva su observancia aplicándolas irremisiblemente”.686
Centrándonos por último en Plasencia, es preciso decir que la ciudad
presentaba por entonces una deplorable situación higiénica siendo un caldo de cultivo
bastante apropiado no solo para que se desarrollase la epidemia de cólera sino también
cualquier otro tipo de enfermedad; por lo que, tres meses después, las autoridades
placentinas siendo conscientes de sus limitaciones, piden al vecindario una suscripción
voluntaria para hacer frente a las necesidades que en materia de salud pública van a
presentarse, invitando también al Cabildo, que decide contribuir con mil reales: “…El
Sr. Doctoral, como uso de los comisionados por el Ayuntamiento y Junta de Salud
Pública de ésta ciudad, para invitar a su vecindario a una subscripción voluntaria para
socorro de las necesidades públicas en caso de que la Providencia Divina nos castigue
con el azote que amenaza con la epidemia conocida por el Cólera- Morbo, invitó para
ello al Cabildo, quién después de conferenciar acordó que el mismo Sr. Doctoral tenga
la bondad de manifestar a dicho Ayuntamiento puede contar por parte del Cabildo de
mil reales por una vez, los cuales se pagarán ochocientos de plazos de los Sres
Prevendados y los doscientos de la [fábrica Cateddral]”.687
Vemos, pues, cómo el deficiente estado de salubridad y la higiene eran causa
de preocupación pública. Más adelante asistiremos a la visita del Gobernador Civil en
un momento en que la ciudad sufría los estragos de la epidemia. Autoridad que dictó
“sabias disposiciones higiénicas”, visitó la cárcel la cual calificó de “inmunda e
incapaz de mejora”, también “el arca donde se distribuyen las aguas para más de
veinte fuentes que hay en el pueblo, y sobre todo ello dictó las más acertadas
prevenciones”.688
En las recomendaciones sobre higiene reitero nuevamente que no se hace
alusión expresa al lavado de manos, herramienta básica desde el conocimiento actual en
cuanto medida básica para reducir la transmisión fecal-oral directa, al menos no la he
encontrado en las publicaciones de autores de la época ni en el Boletín de Medicina,
686
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 27
de noviembre de 1834. 687
Archivo Catedral de Plasencia. Actas del Cabildo. Sesión del 29 de octubre de 1834. 688
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 17 de noviembre de
1834.
418
Cirujia y Farmacia. De cualquier modo las recomendaciones en cuanto a higiene pública
resultarían inútiles, ya que no se orientaron a corregir la posible contaminación de aguas
de abastecimiento por las residuales.
2.3. El Cólera invade Plasencia
2.3.1. Declaración oficial de “enfermedad sospechosa”
La sintomatología del cólera era conocida por los médicos de Plasencia
desde el año anterior. Cuando la enfermedad atacó la parte sur de Extremadura en
particular, y Andalucía en el contexto del territorio nacional, la prensa de Badajoz se
preocupó de describir los síntomas haciéndose eco de la información recibida desde
Inglaterra:
- “…mareos, vómitos, agitación nerviosa, pulso débil, despeños que depositan una
materia acuosa, las facciones se contraen, los ojos se hunden, todo el cuerpo
adquiere un color aplomado azul…, la piel se pone fría, la secreción de orina se
suspende del todo…, el síntoma más urgente y peculiar es la depresión de los
espíritus vitales…, el enfermo deberá envolverse en mantas, procurando conservar
el calor…”689
.
- “… Si es cierto, como asegura, que en muchos pueblos del Norte, del Este de
Alemania y en Francia ha precedido a la aparición, el catarro convulsivo. Ante lo
cual el Dr. Brusseais asegura que sí, pues él pudo comprobar que cinco semanas
antes notó en los enfermos una susceptibilidad en el aparato digestivo, añadiendo
un dato más a la sintomatología conocida en nuestra ciudad”690
.
- “Casi sin presentimiento es el hombre sobrecogido del cólera agudo y como con
vértigos, y en una especie de estupor se tambalea y cae al suelo, súbitamente frío
su rostro, manos, pies y cuerpo… a esto sigue inmovilidad o insensibilidad
universal, dificultad de inspiración, expiración pronta, aliento frío, lengua fría,
ojos hundidos en órbitas, facciones encogidas, indicando extrema agonía, voz
689 Boletín Oficial de la Provincia. 4/Dic/1833. En Rodríguez Flores. M.P. (1991). Opus
cit. Pg. 82. 690 Boletín Oficial de la Provincia.15/Jul/1833. Ibidem. Pg. 82.
419
hueca, dolor en los dedos…, pero si el enfermo pasa una o dos horas más sin los
auxilios convenientes, el restablecimiento se hace dudoso o imposible”.691
- “…Flojedad repentina o sensación de fatiga en todos los miembros, pesadez y
aturdimiento en la cabeza, vértigos, cólicos, angustia en el pecho…, pero de forma
particular si se presenta sensación ardorosa en la boca del estómago, rugidos de
tripas, se hace necesaria la urgencia de un Médico”.692
En éste año el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia publicaba
ampliamente en cada número sobre la enfermedad, más aún cuando sus redactores
convivían con el cólera que atacaba duramente a la población madrileña. En su
diagnóstico no había duda en asegurar que “el cólera es una violenta irritación del
tubo digestivo, acompañada de gravísimos desórdenes en los centros nerviosos que
presiden a las funciones de éstas vísceras”.693
Y entre su sintomatología:
- “…Se han observado la algidez o frío marmóreo, la pérdida absoluta de pulsos, la
cianosis, los calambres, la cara hipocrática con los ojos escondidos en las órbitas,
la voz débil, ronca y a veces nula, la supresión de la orina, los vómitos y diarreas
pertinaces, copiosos, y de un líquido blanco lleno de espuma y de copos
albuminosos, la ansiedad e inquietud suma, el ardor quemante de las entrañas, la
sed inextinguible, el estupor, la postración, la disnea y la muerte, todo esto en muy
pocas horas, y aún algunos murieron casi instantáneamente, sin más síntomas que
la algidez y cianosis, que en éstos casos era extremada. En los casos menos graves
han faltado muchos de éstos síntomas; por ejemplo no se ha observado la cianosis
en los sujetos privados de sangre por temperamento o enfermedades anteriores, y
los vómitos y los cursos han sido biliosos y de varios colores cuando la irritación
del aparato gástrico no ha sido tan enérgica;”694
.
Algunos Facultativos que diagnosticaban y trataban la enfermedad en
Extremadura también dejaron constancia de su experiencia en la prensa de la
691
Boletín Oficial de la Provincia. 10/Ag/1833. Ibidem. Pg. 82. 692
Boletín Oficial de la Provincia. 5/Sept/1833. En Rodríguez Flores. M.P. (1991).
Opus cit. 693
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 14
de agosto de 1834. 694
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 7
de julio de 1834.
420
provincia. De ésta manera el B.O. recogía las descripciones realizadas por los médicos
de Olivenza D. Miguel Celma, D. Victoriano Parra y D. Ignacio Arviña:
- “…Calambres y fríos en todo el cuerpo, vómitos y diarreas, sed insaciable y
convulsiones en todos los miembros”.695
- “…el cólera morbo-morbo que se padece en esta Plaza de un modo insidioso y
simulado, produciendo evacuaciones de vientre en sus principios blanquecinas, en
ocasiones por excesos que se cometen con el régimen de alimentos o de ponerse
por la noche desabrigado, tanto como por los efectos del susto que tienen
generalmente muchos habitantes… hay que adquirir valor para no dejarse
acobardar por este enemigo”.696
A finales de octubre, aunque no de manera oficial, el cólera había llegado a
Plasencia. Por éstas fechas los médicos placentinos fueron requeridos para estudiar y
atender a un enfermo “…cuyos síntomas alarmantes sospechan de ser de la devastadora
enfermedad del cólera-morbo”697
. La trágica semblanza de la epidemia que llegaba a
través de los Boletines Oficiales, unida ahora a ésta noticia, sobrecogió profundamente a
las autoridades, que se sintieron en la necesidad de hacerse con los servicios médicos
indispensables. De esta manera se reunieron en sesión extraordinaria en el
Ayuntamiento al objeto de proveer al pueblo de médico dotado competentemente para
asistir a los vecinos:
“ Habiéndose celebrado acuerdo de Sanidad en éste día como consecuencia del parte
dado por los facultativos de ésta Ciudad en que manifiestan haber sido llamados para
ver un enfermo cuyos síntomas alarmantes sospechan de ser de la devastadora
enfermedad del Cólera-Morbo. Con éste motivo se ocupó el Ayuntamiento con la
seriedad e interés que reclaman las circunstancias de proveer al pueblo de Médico
dotado competentemente que asista a los vecinos con más celo y obligación (…)”698
.
695
Boletín Oficial de la Provincia. 17/Sept/1833. En Rodríguez Flores. M.P. (1991).
Ibidem. 696
Boletín Oficial de la Provincia. Ibidem. 697
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares, Sesión del 23 de octubre de
1834. 698
Ibidem.
421
Recordemos cómo por la falta de propios y otras circunstancias, el número
de facultativos había ido disminuyendo desde tiempo atrás, por lo que la necesidad de
obtener dinero era crucial:
“Esta medida se hace tanto más indispensable cuanto que dado por la falta de fondo
en propios se despidió al médico de la ciudad, y se ha disminuido el número de ocho
facultativos que asistían en el pueblo, ya por muerte o por imposibilidad de ejercer, y
ya por mudarse de domicilio hasta quedar solo dos cirujanos y un médico, sin contar
con el de primera clase que está electo y se espera su llegada, cuyo número no es
suficiente para la asistencia si llegare a efectuarse la invasión del fatal cólera-
morbo”699
.
Por tanto, restaba aún por resolver el problema de la falta de fondos para
ésta dotación. El dinero se obtuvo, a fin, de las rentas de los hospitales de Nuestra
Señora de la Merced y de la Cruz. Ambos bajo patronato del propio Ayuntamiento. Se
reclamaron, igualmente, de la Real Caja de Amortización los réditos de los créditos que
contra el estado tenían las obras pías700
:
“…Y reflexionando los medios para proporcionar dotación competente al médico en
atención a que subsiste la falta de fondos de propios y ya que en la mayor parte este
vecindario es pobre, considera el Ayuntamiento que más que ninguna otra inversión
más propia y análoga a las fundaciones y más útil a la humanidad podría y debería
darse a los sobrantes de restas de los hospitales de Nuestra Señora de la Merced y de la
Cruz, de que es patrono, mientras que la Real Caja de Amortización satisfaga con la
puntualidad (…) los réditos de los créditos que contra el estado tienen éstas obras pías,
acordó fijar la dotación de 600 ducados, pagadera con la proporción que se designará,
atendiendo al estado de obligaciones y rentas de cada hospital para la plaza de médico
de la ciudad”701
.
Como vemos, se estableció una dotación de 600 ducados para un médico
cirujano que sería contratado en base a las siguientes condiciones:
699
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares, Sesión del 23 de octubre de
1834. 700
Sánchez de la Calle, J.A. (1994): Historia y población en la época contemporánea
(1800-1990). Asamblea de Extremadura. Mérida. Pag. 116. 701
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 23 de octubre de
1834.
422
“…Que ha de servirse por el digno que sea nombrado con las condiciones y reglas
siguientes: será preferido en la elección el pretendiente que reúna la cualidad de
médico cirujano, estando adornado de buenas cualidades y probidad, su dotación 600
ducados anuales pagado por trimestre de los fondos de obras pías, con cargo del
Ayuntamiento, su patrono, con la condición de que ha de asistir a la clase de jornaleros
y demás pobres gratis, y a la enfermería de los Padres Descalzos; y a las demás clases
no ha de poder exigir más de un real por visita excepto los convencionales que pueda
hacer con los vecinos en particular si le acomodare”.702
Debido a la situación de extrema urgencia que se vivía se hacía necesario dar
la mayor publicidad al asunto, por lo que se acordó que ésta convocatoria de plaza de
médico cirujano y sus condiciones de contratación fueran publicadas en la Gazeta de
Madrid y en el Boletín Oficial de la provincia:
“Así mismo acordó el Ayuntamiento que para que tenga efecto esta medida que toma
en uso de sus facultades el patrono de referidos establecimientos, y en circunstancias
tan inminentes de calamidad pública, con la imperiosa urgencia que exigen las mismas,
y con el laudable objeto de empezar desde luego a disfrutar sus beneficios, se ponga
cédula bastante de anuncio y se remita a la redacción de la Gazeta y Boletin Oficial de
esta provincia para su publicación”.703
De ésta manera se acordó realizar valoraciones de posibles candidatos
durante el mes de noviembre: “…llamando opositores por todo el mes de noviembre
próximo y fijando día para su provisión, teniéndose con todo celo noticias exactas de
las ciencias, moralidad y demás grados de que debe estar adornado un facultativo de
ésta clase”.704
El Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres, con fecha de 10 de noviembre
recoge la siguiente convocatoria:
“Se halla vacante la plaza de Médico titular de la ciudad de Plasencia: se admiten
solicitudes en todo el mes de Noviembre, que dirigirán los aspirantes, franco de porte, a
la Secretaría del Ayuntamiento; advirtiendo que para su elección serán preferidos los
702
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 23 de octubre de
1834. 703
Ibidem. 704
Ibidem.
423
profesores que, adornados de sus buenas circunstancias y probidad, reúna la cualidad
de Médico-cirujano. Su dotación anual es de 600 ducados, pagados religiosamente por
trimestres de los fondos de obras-pías, a cargo del Ayuntamiento su patrono; con la
condición de que ha de asistir a la clase de jornaleros y demás pobres gratis, y que no
ha de exigir más de un real por cada visita a las demás clases, excepto los contratos
convencionales que pueda hacer con los vecinos en particular. Plasencia, 31 de octubre
de 1834. = Vicente Corona y Gómez, secretario”.705
De todos modos, conocido el porqué no deja de ser significativa la escasa
asistencia médica en una ciudad inserta dentro de una sociedad corroída por el cólera y
la guerra civil. Plasencia era una población grande en comparación con las demás de su
entorno, pero no lo suficiente para que los facultativos prefirieran asentarse en pueblos
grandes y ciudades que le aseguraran mejores ingresos.
Pero volvamos a la noticia en cuestión. A pesar de haber sido atendido un
enfermo cuyos síntomas pudieran ser sugerentes de padecer la enfermedad, no fue
considerado como tal; es decir, no existió sanción médica, y por tanto la presencia del
cólera en la ciudad no se declaró oficialmente, toda vez que el día 30 de octubre se dio
el visto bueno a la petición realizada por parte de uno de los facultativos que solicitaba
poder viajar a su ciudad de origen, Salamanca, estimando el Ayuntamiento que el
motivo del viaje no se asentaba en una huída ante la posible presencia del morbo:
“Visto un memorial presentado por D. Roque Pascua, Médico de ésta ciudad,
manifestando que teniendo necesidad de efectuar su proyectado viaje a Salamanca, de
donde es natural, para establecerse en ella y con el fin de que su estimación no parezca
de haberse divulgado en esta ciudad la enfermedad del cólera, solicita del
Ayuntamiento el correspondiente atestado del comportamiento y disposición a
permanecer en ella renunciando su marcha si con efecto el mal se manifestaba, con lo
demás que del mismo memorial aparece, en cuya vista el Ayuntamiento acordó: que
con efecto hallándose ésta población con temores de ser invadida por la enfermedad
del cólera, D. Roque Pascua, profesor de Medicina, no obstante, a que él de antemano
tenía pensado marcharse a Salamanca según sus insinuaciones, manifestó estar
dispuesto a ocuparse en beneficio de la humanidad si hubiere necesidad, pero no
705
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 10 de Noviembre
de 1834.
424
habiéndose presentado caso alguno sospechoso, no encuentra reparo alguno el
Ayuntamiento en que se traslade a su Patria como solicita”.706
Pero los médicos placentinos, ¿taxativamente no dieron por cólera-morbo
asiático el caso sospechoso?, o ¿su actitud respondía a otros intereses?: Se conocía
tradicionalmente en la literatura un cholera morbus de aparición esporádica o epidémica
(el cólera legítimo u otoñal de Sydenham). Una de las primeras obras que se
difundieron por España sobre el cólera, la traducción hecha por Mateo Seoane de un
folleto publicado por el gobierno británico, incluía un cuadro de diferencias clínicas
entre “la cólera morbo según Cullen” y la “cólera indiana”.707
¿Consideraron los
facultativos placentinos que dicho caso, teniendo en cuenta la época del año, respondía
a un cólera otoñal, y por tanto de naturaleza no epidémica?. En algún sitio se habría
llegado al ocultamiento voluntario de casos, quizás porque el estigma del cólera como
“enfermedad de la pobreza” había precedido a la propia epidemia desde los textos
fundamentalmente franceses. De creer que ciertamente estaban ante un caso de cólera-
morbo asiático, no parece que el motivo de tratarlo simplemente de sospechoso residiera
en los efectos perjudiciales que sobre el comercio y sobre la población pudieran acarrear
las medidas llevadas a cabo hasta entonces, la incomunicación de los pueblos
contaminados, ya que como hemos visto éstas medidas ya no se ponían en práctica.
En algún otro sitio se soportó la enfermedad sin jamás aceptar oficialmente
que se tratara de cólera-morbo. El motivo, el no alarmar a la población, puesto que el
cólera refleja diferentes aspectos de una colectividad, porque afecta de manera múltiple
a la vida social, y puede llegar a producir estados de convulsión en la misma. El miedo
como origen de éstos estados de convulsión se puede llegar a convertir en motor de la
multitud. Quizás las autoridades placentinas, conocedoras de terribles sucesos como los
ocurridos en Madrid tres meses antes (matanza de frailes), persiguieran evitar
situaciones similares en la ciudad. El objetivo de ocultar la verdad sería en éste caso
evitar la colectivización de estados de ánimo melancólico.
706
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 30 de octubre de
1834. 707
Rodríguez Ocaña, E. (1981): “La dependencia social de un comportamiento
científico: Los médicos españoles y el cólera de 1833-35”. Dynamis, 1. Pg. 126.
425
En otros los médicos, encargados del diagnóstico, sufrieron recriminaciones
y ataques personales. No faltaron lugares en los que los propios médicos, conscientes de
las malas condiciones higiénicas, y los escasos medios con que hacer frente a la
enfermedad, les llevara a poner pies en polvorosa y abandonar la ciudad en dirección a
otros donde la enfermedad no hubiere sido declarada. De cualquier manera, no parece
éste el caso del Dr. Roque Páscua, ya que su dirección era Salamanca.
Es posible que la declaración de enfermedad sospechosa y no de cólera como
tal perseguía el objetivo de ir persuadiendo poco a poco a la población del peligro en
que se hallaba, evitando situaciones violentas de terror y pánico. Así lo hicieron los
médicos en Madrid. En julio, cuando la enfermedad comenzaba en la capital, y se
empezaron a dar casos sugerentes de ser cólera-morbo, en el boletín de Medicina,
Cirugía y Farmacia, podía leerse lo siguiente: “No creímos prudente alarmar a nuestros
lectores dándoles tan infausta noticia, pero nos guardamos bien de cometer la
imprudencia de mentir descaradamente, asegurándoles que nada había en el hospital
que se pareciese al cólera; porque juzgamos desde luego que era muy conveniente y
necesario que el público fuese poco a poco persuadiéndose del peligro en que se
hallaba, para que viviendo prevenido no fuese víctima de su descuido, ni formando
ideas equivocadas acerca de la enfermedad que iba a afligirle, se entregase al terror y
a todos los desórdenes que éste ocasiona cuando embarga los ánimos de la
muchedumbre, como por desgracia se había experimentado en las grandes poblaciones
de Europa con las que se había seguido el sistema de ocultar el peligro en que se
hallaban”.708
Es aún más arriesgado pensar que la información sobre el cólera fuera
insuficiente tanto como para poner en duda los criterios diagnósticos utilizados.
Inmersos a la vez los facultativos en un clima de tensión, incertidumbre y miedo, quizás
sería lícito pensar también en la suposición de estar ante un cuadro gastroentérico
común, al no presentar claramente la agresividad de la variante asiática del cólera.
Sobre estos profesionales recayó entonces la responsabilidad de determinar si
lo que acontecía ante sus ojos era un caso de cólera asiático o, por el contrario, se
trataba de cualquier otro cuadro. Es de entender también que eso no sería tarea fácil,
708 Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 7
de julio de 1834.
426
empezando por la nula experiencia práctica sobre la materia. Como se apunta más arriba
se habían publicado innumerables manuales con descripciones, más o menos correctas,
sobre los cuadros sintomatológicos típicos y atípicos de este nuevo cólera, pero verlo y
diagnosticarlo en directo sería asunto muy diferente, sobre todo si no se manifestaba
como un cuadro exacerbado en su sintomatología.
A pesar de que la declaración oficial fue de “enfermedad sospechosa”, tres
días después el Ayuntamiento reconoce “haberse experimentado ya en algunos casos
de la horrorosa enfermedad del Cólera-Morbo Asiático,”709
y siguiendo las
recomendaciones hechas por la Corona cuando la enfermedad sea una realidad, “pide se
sirva el Cabildo celebrar en la Santa Iglesia Solemnes Rogativas al Todo Poderoso,
para que implorándole con fervorosas oraciones no permita se propague tan cruel
azote”.710
Es impensable que las autoridades locales desconocieran la realidad que
acontecía en Plasencia, no ya por la aparición de éstos casos aislados, sino por que el
número de defunciones venía aumentándose desde el verano.
Días más tarde de declarar la presencia de enfermedad sospechosa, tanto
autoridades como facultativos, trabajan con la certeza de estar ante la presencia del
cólera-morbo asiático en la ciudad. Algunos datos avalan ésta aseveración, por ejemplo,
los recogidos en el archivo parroquial de Santa María referidos a finados en ésta
parroquia y en la de San Nicolás. En ésta parroquia, en uno de sus libros parroquiales
aparece una anotación que dice: “En primero de noviembre de 1834 falleció la primera
víctima del cólera morbo asiático; desde ese día se extendió por toda la feligresía de
San Nicolás, principalmente en la calle Ancha y parte correspondiente a la misma…711
;
y en la parroquia de Santa María consta el fallecimiento fechado en el día 30 de octubre
de una mujer soltera, de 54 años de edad, procedente de Almadén, residente en la calle
Trujillo, a la que se le ofició con misa de cuerpo presente y al año, y cuya causa de
fallecimiento es la enfermedad del Cólera- morbo.712
En noviembre Plasencia estaba completamente invadida por el cólera, siendo
el mes en el que la enfermedad realizó sus mayores estragos. El número de enfermos
709 Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del cabildo 4-11-1834. 710
Ibidem. 711
Archivo Parroquial de Santa María. Libro de defunciones de la Iglesia Parroquial de
San Nicolás, desde 1829-1853, libro 3º Pg. 38 trasera. 712
Archivo Parroquial de Santa María. Libro de Finados de Santa María. Iglesia Matriz
de ésta Ciudad que da principio en año de 1831.
427
creció de manera alarmante, los fallecidos iban en aumento, aunque en los libros de
difuntos puede haber víctimas que en estos momentos altos del embate se les pudo
asignar otra causa de fallecimiento a personas que fueron atacadas por el cólera cuando
ya tenían otra enfermedad. Algunos de los fallecidos se llevaban directamente al
cementerio sin la realización de actos fúnebres, como lo atestigua una nota recogida en
el archivo parroquial de Santa María: “Nota.- Las partidas siguientes no bien puestas
según el orden que debieran por la falta de noticias, y así que tomo las razones de los
difuntos, las estampo enseguida, la causa es porque no dan parte al [momento] por
llevarlos desde su casa al cementerio en el término de dos horas”.713
De ésta manera, se
dibuja de inmediato un escenario lleno de pánico y angustia. Pero atreverse a poner en
práctica unas medidas con tan significativa alteración del simbolismo sobre la muerte,
sólo puede entenderse desde la evidencia pública de su necesidad. Esto es, el cólera
debía ser en éste momento una realidad públicamente reconocida en Plasencia. Meses
antes el colectivo médico apuntó una causa del abatimiento en el ánimo de la población
atacada por la epidemia, se trataba del aparato con que se administraban los últimos
auxilios a los enfermos, y los honores fúnebres que se hacían a los restos mortales.
Aconsejaron entonces que cesasen los clamores de las campanas, se suprimiera la
pompa con que ordinariamente se administraban los santos Sacramentos y se celebraban
las exequias; y sobre todo que se cambiase el modo de transportar los cadáveres a los
cementerios, por que a su juicio su vista ocasionaba considerables perjuicios. Decían al
respecto que hacerlo en carros cubiertos con un paño negro transmitía quizás la idea de
ser excesivo su número, pero además la lentitud y su detención para cargar cadáveres
“ofrecen un espectáculo tan duradero como imponente, principalmente siendo en medio
del día y en las horas en que más gente circula por las calles”.714
En tan críticas circunstancias cualquier ofrecimiento de ayuda era bien
recibido y más si éste venía de profesionales de la medicina, como el del Dr. José
Gómez del Camino, quien a mediados de mes se personó en el ayuntamiento para
ofrecer sus servicios:
713
Archivo Parroquial de Santa María. Libro de Finados de Santa María. Iglesia Matriz
de ésta Ciudad que da principio en año de 1831. Pg. 40. 714
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 31
de julio de 1834.
428
“…Previo permiso entró en las Salas Consistoriales D. José Gómez del Camino,
profesor de Medicina, quien manifestó al Ayuntamiento que teniendo noticias hallarse
ésta ciudad afligida con la devastadora enfermedad del Cólera-morbo, deseando de ser
útil a sus habitantes con su facultad, desde luego ofrece sus servicios en obsequio de la
humanidad mientras permanezca dicha enfermedad en ésta ciudad. El Ayuntamiento
vista la generosidad y buena disposición de éste facultativo acuerdan serle muy
satisfactorio sus ofrecimientos y dio las mas (……………..) que en beneficio de la salud
pública y bien de la humanidad promete ocuparse en las presentes críticas
circunstancias”.715
2.3.2. El Gobernador Civil de la provincia visita Plasencia
Las autoridades municipales, siendo conscientes de que no se recibían al
cólera en las mejores condiciones, dieron parte al Gobernador Civil de la presencia del
cólera-morbo en la ciudad, y de las críticas y apuradas circunstancias con que Plasencia
recibía al visitante del Ganges, las cuales provenían principalmente del mal acuerdo
entre algunas autoridades, de la falta de facultativos, de la oposición por parte de las
autoridades eclesiásticas a que cierta clase de enfermos entrasen en el hospital del que
eran patronos, (llegando incluso a morir algunos a las puertas del mismo), y del estado
de indefensión por la marcha de las dos compañías del provincial de Málaga, que hasta
entonces habían protegido una ciudad donde el número de presos era elevado.
Aparece aquí de nuevo una generalización del miedo capaz de devorar
incluso las capacidades de respuesta por parte de las autoridades. La muerte no es ahora
un hecho potencial sino real. Esta situación de pánico e indefensión se vería
incrementada, creo yo, por ser un hecho que se espera irremediablemente desde hacía
año y medio, y la evidencia de la escasa efectividad de los tratamientos médicos.
A nivel político el país vivía una situación especialmente conflictiva. A la
muerte de Fernando VII la sucesión al trono había dado lugar a la primera Guerra
Carlista, la cual en el momento actual se desarrollaba en el norte, pero la inestabilidad
era vivida a nivel general. En tales circunstancias el Gobernador Civil se personó de
715
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares, Sesión del 17 de noviembre de
1834.
429
improviso en la ciudad levantando el ánimo de las autoridades municipales, no sólo con
su presencia, sino también con su eficaz y pronta actuación:
“… Cuando ésta ciudad se hallaba en la mayor consternación y su ayuntamiento
lleno de apuros, pareció en ella de improviso y como enviado del cielo el Sr. D.
Francisco Ferro, Dignísimo Gobernador Civil de la Provincia, a quien se había dado
parte en propio de la aparición del terrible Cólera-Morbo, del mal acuerdo entre
algunas autoridades, de la falta de facultativos, y sobre todo de que las dos compañías
del Provincial de Málaga destacadas aquí por el temor que inspiran los muchos presos
nos abandonaron inmediatamente”.716
En primer lugar reunió a los facultativos de la ciudad, y una vez recabada
información sobre el estado de salud comenzó el plan de actuación dando consejos y
preceptos sobre la estrategia a seguir:
“ El Señor Gobernador civil tan persuasivo como enérgico, hizo que al punto se
reuniese el Ayuntamiento y los facultativos, y luego que estuvo informado de las
principales desgracias físicas y morales que sufría este pueblo, en el momento se le vio
dar consejos y preceptos los más luminosos y eficaces para que desaparecieran
tamaños males,”717
.
A continuación se dispuso a realizar varias visitas, en primer lugar al
hospital de Santa María, donde pudo comprobar de primera mano el abatido estado en el
que se encontraban los enfermos, no sólo coléricos, sino también aquellos aquejados de
otras dolencias. Dió oportunas instrucciones sobre higiene, y sobre todo resolvió en
poco tiempo una difícil situación de falta de entendimiento entre autoridades civiles y
eclesiásticas, que habían llevado a perecer a muchos enfermos a las puertas de dicho
hospital.
La tardanza en la asistencia motivada por esa negativa a entrar en el hospital
a muchos enfermos, unido a que los casos leves pudieron haber pasado desapercibidos a
los médicos al no ser llamados para su asistencia, multiplicarían el riesgo de contagio
con sus excretas. Esa negativa por parte de las autoridades eclesiásticas a que cierta
clase de enfermos no entrasen en el hospital hace pensar que aún estaban vigentes las
716
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 17 de noviembre de
1834. 717
Ibidem..
430
“Ordenanzas y Constituciones del buen gobierno del Hospital que fundaron el Abad de
Santander y doña Gracia de Monroy…”, que en el año 1726 publicara el Señor Obispo
don Fray Francisco Laso de la Vega y Córdoba, y que en lo relativo a la entrada de
enfermos dice: “Primeramente ordenamos y mandamos que para recibirse cualquier
enfermo haya de venir confesado y comulgado, y que el médico haya reconocido su
enfermedad, y si fuera de las que con el favor divino siendo curado podrá tener salud,
se le admitirá, y si no, no, porque en este Hospital no se han de recibir bubosos,
sarnosos, leprosos, ni otros enfermos incurables, ni caso de cirujía”.718
Del mismo modo cabría pensar en una nueva vívida expresión de temor
desmedido que nuevamente nos ayudaría a entender las repercusiones mentales del
cólera como enfermedad nueva y terrible para la que no hay solución médica, ésas que
estizmatizan a ciertos colectivos sociales. Vemos cómo en Plasencia llega a crearse un
subconsciente simbólico común en relación a la enfermedad que legitima para hablar de
pánico social, al afectar no sólo de una manera cuantitativa al conjunto de la población,
sino que pone en duda las ideas y creencias religiosas (asistencia a los pobres),
desbaratanto por tanto sistemas psicosociológicos.
Se constata la enorme preocupación del Gobernador Civil por el estado
higiénico de la ciudad, quien pudo comprobar de primera mano las malas condiciones
higiénicas de la cárcel y de los presos en ella recluidos. El lamentable panorama que
encontró en éste lugar le llevó a buscar otro edificio para tal fin. Las siguientes visitas
fueron para el hospicio y casa de expósitos, las aulas de educación, y el arca desde
donde eran distribuidas las aguas para diversas fuentes:
“Por último, el Señor Gobernador examinó el hospicio y casa de Espósitos, las aulas
de educación primaria, y aún de latinidad, el arca donde se distribuyen las aguas para
más de veinte fuentes que hay en el pueblo; y sobre todo ello dictó las más acertadas
prevenciones, que se ejecutarán puntualmente con notables ventajas de éstos
establecimientos”.719
Habiendo observado también necesidades en el hospicio y cuna de expósitos,
días más tarde decidió que ante la falta de alimentos y otras carencias el Ayuntamiento
718
Archivo de la Catedral de Plasencia. Carpeta Hospital de Santa María. Cuaderno 14.
Ordenanzas. Constitución primera, referida a entrada de enfermos. 719
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 17 de noviembre de
1834.
431
por vía de préstamo entregase 8000 reales vellón al director de dicho establecimiento:
“… Se dio cuenta de un oficio del Sr. Gobernador Civil de ésta provincia que a la letra
en firme sigue: Inteligenciado de la falta de recursos del Real hospicio y cuna de
expósitos de esa ciudad, de la necesidad de alimentos y educar a aquellos desgraciados
y de pagar las amas que lactan a otras en recompensa de la sangre con que se sostiene
su existencia, he determinado que en el Ayuntamiento por vía de préstamo entregue
8000 reales vellón al director de aquél establecimiento bajo la correspondiente
formalidad de los fondos de hospitales, que hay sobrantes, que de las que serán
reintegrados luego que aquél establecimiento haya puesto corrientes sus rentas. Lo
digo a V. para Inteligencia y cumplimiento de su Ayuntamiento avisándome haber
verificado Francisco González Ferro. Sr. Presidente del Ayuntamiento de la Ciudad de
Plasencia. Y el Ayuntamiento enterado acordó: se expida el correspondiente
libramiento de los 8000 reales que se (…) en el anterior oficio contra D. Vicente
Wenceslao Ramos, administrador de propios”.720
Es curioso observar la enorme alegría que provocó en Plasencia la llegada de
la autoridad provincial. De hecho ya se ha visto cómo fue recibido como un auténtico
héroe. Ello constituye una muestra significativa del verdadero estado de indefensión en
que, tanto autoridades municipales como vecinos en general, debían sentirse ante la
invasión colérica.721
Estas decidieron dar parte de todo lo acontecido con motivo de la
visita del Gobernador Civil al Exmo Sr. Secretario de Estado del Despacho de Interior:
“…Con motivo de haberse presentado en ésta ciudad el Sr. Gobernador Civil de
ésta provincia en las críticas apuradas circunstancias de hallarse invadida ésta ciudad
de la enfermedad del cólera, acordó el Ayuntamiento se eleve el correspondiente parte
al Excmo Sr. Secretario de Estado del despacho de interior”.722
Este fue publicado en el boletín oficial con fecha de 24 de noviembre:
Presidencia del Ayuntamiento de Plasencia:
720
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 5 de diciembre de
1834. 721
Sánchez de la Calle, J.A. (1994). Opus cit. Pg. 117.
722 Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 17 de noviembre de
1834.
432
Excmo, Señor: Cuando esta ciudad se hallaba en la mayor consternación, y su
ayuntamiento lleno de apuros, pareció en ella de improviso, y como enviado del cielo,
el Señor Don Francisco González Ferro, Dignísimo Gobernador civil de la Provincia, a
quién se había dado parte con propio de la aparición del terrible Cólera-morbo: del
mal acuerdo entre algunas autoridades: de la falta de facultades; y sobre todo que las
dos compañías del provincial de Málaga, destacadas aquí, por el temor que inspiran
los muchos presos, nos abandonaron inmediatamente.
El Señor Gobernador civil tan persuasivo como enérgico, hizo que al punto se
reuniese el Ayuntamiento y los facultativos, y luego que estuvo informado de las
principales desgracias físicas y morales que sufría este pueblo, en el momento se le vio
dar consejos y preceptos los más luminosos y eficaces para que desaparecieran
tamaños males, como en efecto han desaparecido los mayores. Visitó por sí mismo y
uno por uno los enfermos coléricos, y aún los de dolencias comunes que hay en los
hospitales, reinando el abatido espíritu de todos, dictando sabias disposiciones
higiénicas; y lo que más importa, allanó sin estrépito, las dificultades, hasta el día
insuperables, que ponían los Señores Obispos para que en el famoso hospital de Santa
María, de que son patronos, entrasen cierta clase de enfermos, y los demás sin ciertas
formalidades que han hecho perecer a muchos en las puertas de dicho hospital,
mientras las autoridades civil y eclesiástica disputaban con escándalo público y horror
de la humanidad. El saludable influjo de ésta Autoridad protectora, se colocó de por
medio, y a gusto de todos, fue en un cuarto de hora determinada aquella fatal cuestión
de tantos años: desde luego se ahorraron los gastos del hospital habilitado, que
servirán para cubrir otras necesidades, y los infelices enfermos, así como todos los
hombres verdaderamente filantrópicos, recordarán llenos de placer el día 15 de
Noviembre en que el Señor Gobernador civil de Cáceres proporcionó a la humanidad
tan señalada victoria.
También ha visitado dicho Sr. Gobernador la cárcel con el mayor detenimiento, y
observando que es inmunda, e incapaz de mejora, fijó los ojos en otro edificio donde, a
poquísima costa, puede formarse la mejor cárcel de toda Extremadura, cuyo proyecto
quedó en dado al Ayuntamiento y Alcalde Mayor, que se esforzarán a realizarle, con la
perentoriedad que exige esta obra en un pueblo a quien tanto cuidado ofrecen los
presos, al mismo tiempo que su lástima de verlos en el estado más abyecto.
433
Por último, el Señor Gobernador examinó el hospicio y casa de Espósitos, las aulas de
educación primaria, y aún de latinidad, el arca donde se distribuyen las aguas para
más de veinte fuentes que hay en el pueblo; y sobre todo ello dictó las más acertadas
prevenciones, que se ejecutarán puntualmente con notables ventajas de éstos
establecimientos.
Sentimos que éste Señor Gobernador, por falta de Secretario que le represente en la
Capital, no haya permanecido entre nosotros más de veinte y cuatro horas, y solo
podemos recompensarle tantos beneficios elevando su mérito extraordinario al
Soberano conocimiento de S.M. la Reina Gobernadora, por conducto de V.E., a quien
indudablemente servirá de satisfacción el brillante comportamiento de un delegado
suyo. Dios Guarde a V.E. muchos años. Plasencia y sus Casas Consistoriales 18 de
Noviembre de 1834= Excelentísimo Señor.= Francisco de la Plata.= Juan Sevillano y
Montoya.= Agustín Gómez Blanco.= De acuerdo del M.N. y M.L. Ayuntamiento. =
Vicente Corona y Gómez, Secretario. Excmo Señor. Secretario de Estado y del
Despacho de lo Interior. Es copia de su original remitido.= Corona723
.
2.3.3. Objetivo: mantener la serenidad y la alegría: Rituales Religioso-
Populares
Este objetivo no es nuevo, ya se hacía mención en la traducción al castellano
de las instrucciones recibidas desde París y publicadas en 1832: “El poco riesgo que se
corre de ser atacado del cólera-morbo, debe tranquilizar los ánimos. Así, pues, nadie
debe inquietarse, y únicamente conviene pensar en la enfermedad con el fin de adoptar
todas las medidas útiles para precaverse de ella; y siendo la tranquilidad de ánimo uno
de los mayores preservativos, deberá evitarse al mismo tiempo todo lo que pueda
723
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 24 de Noviembre
de 1834.
724 Instrucción Popular formada por la Comisión Central del Consejo de Sanidad y
aprobada por la Prefectura de Policía de París. Traducida al castellano. Madrid 1832.
Miguel de Burgos, impresor por S.M. de la Real Junta de Aranceles. Biblioteca
Universidad Complutense de Madrid
434
excitar emociones fuertes, como la cólera, el miedo, los placeres demasiado vivos,
etc.”724
.
Una primera lectura nos llevaría ante una medida de control social pero
encierra mucho más. Vemos como en ésta época en la medicina, todavía prebacteriana
del XIX, se consideraba la existencia de una predisposición individual hacia la
enfermedad relacionada con elementos consustanciales a cada persona. Aunque poco
tenía que ver con los determinantes biológicos que desde la medicina y la genética se
defienden en la actualidad. Sin embargo considero importante señalarlo, pues fue
general entre los textos médicos relacionados con la epidemia de 1834, el incorporar
alusiones a estos elementos predisponentes. Dentro de los cuales, además de los afectos
del ánimo, se hacía referencia al aire y ambiente, comida y bebida, ejercicio y descanso,
etc. Serían algo así como una especie de orientaciones de higiene individual que
aproximadamente podríamos asociarlos a los actuales estilos de vida saludable, y dentro
de ellos el referido a los afectos del ánimo, no guarda la misma relación y, por contra,
posee cierta similitud al concepto de los determinantes biológicos. En las publicaciones
de 1834 se aprecia esa importancia dada a los estados de ánimo como factor no ya
predisponente, sino abiertamente causal del cólera, y por tanto desde la prevención se
presentarían como modelables.
Los estados de ánimo se presentan no como elementos generadores de la
epidemia, sino como aquellos que predisponen a sufrir la enfermedad. Estarían dentro
del discurso anticolérico por una parte, y por la otra se les vincula con acciones sobre el
organismo. Esta última iría en consonancia con una predisposición individual, pero
desde el principio vemos en el discurso de los autores, así como en las recomendaciones
que emanan de las autoridades una especie de colectivización de argumentos, se
presentan relatos nuevamente de una epidemia precedida de un miedo, pánico, terror, en
poblaciones incapaces de ser controladas por sus autoridades antes de la llegada de la
enfermedad. Recomendaciones que irían entonces dirigidas a ese control social desde un
momento temprano.
En algunos sitios para no alarmar a la población se prohibió el toque de
campanas en los actos fúnebres. En Plasencia las autoridades llegaron a prohibir incluso
los mismos, como lo atestigua una nota recogida en el archivo parroquial de Santa
435
María, referentes a los datos de un individuo fallecido por cólera-morbo y que residía en
la calle ancha: “…no testó por no tener de qué, no tuvo misa ninguna ni asistieron las
insignias de la parroquia a su entierro por haberlo prohibido la autoridad, desde su
casa pasara el cadáver al Campo Santo de Santa Teresa, extramuros de ésta
ciudad”.725
La Corona ordenó que para cuando la enfermedad invada una población se
tomaran “todas las medidas que estimen conducentes para mantener la alegría y la
serenidad en el ánimo de los habitantes…”. La serenidad y la alegría son las
herramientas últimas que le quedan a una Corona que se ve rebasada, y en cierto modo
acosada por una epidemia que le ha obligado a cambiar las medidas sanitarias adoptadas
al principio.726
La actividad legislativa se centra también, por tanto, en producir
sensaciones de tranquilidad social. Era preciso que los ánimos no se alterasen y no
afloraran los disturbios y revueltas sociales. Había que calmar el pánico, el terror y la
ansiedad que provocaba la enfermedad en las zonas afectadas.727
Ahora se reconoce que el principal recurso utilizado el año pasado (el
aislamiento) perseguía precisamente éste fin: “… nada omitió para aislar el mal en
aquél punto, estableciendo al efecto cordones sanitarios, y adoptando las demás
precauciones tomadas en circunstancias análogas de contagios exóticos, que en otros
tiempos afligieron a la Monarquía. El Gobierno al dictar éstas medidas no estaba
poseído de gran confianza en su resultado; mas no desconociendo el poder moral de las
preocupaciones populares, creyó oportuno hacerlas servir para tranquilizar los
ánimos, como uno de los medios de atenuar los estragos del azote, que se presentaba
con aspecto amenazador”.728
El informe de la comisión enviada a estudiar el curso de la enfermedad en el
extranjero se había publicado por éstas fechas. En él se hacía mención a las
“vehementes pasiones de ánimo”, presentándolas como causa predisponente del cólera,
“contra la que pueden muy poco los preceptos del arte, las razones y los consejos. El
infeliz que ha perdido sus medios de subsistencia, que siente los efectos de las más
crueles privaciones, y a quien no le anima la esperanza de mejorar de suerte, no puede
725 Archivo Parroquial de Santa María. Libro de finados. 726
Peral Pacheco, D. (1994): Opus cit. Pg. 46. 727
Clemente Fuentes, L. (2008): Art.cit. Pgs. 97-123. 728
Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 1-9-1834.
436
hallar mucho consuelo en las más dulces exortaciones, ni en las máximas de la
filosofía. La vehemencia es entonces el único medio que puede salvarle, y la sociedad
está obligada a proporcionársele. El miedo a contraer la enfermedad, cuando ésta
reina en el país, es un sentimiento tan natural que nos parece inevitable. El simple
temor de éste peligro, cierto y positivo, lejos de causar perjuicios, puede ser útil
haciendo que se practiquen con esmero las precauciones higiénicas: un grande
abatimiento de ánimo, o un temor excesivo, son los que deben evitarse a toda costa.
Nosotros no nos valdremos para tranquilizar las gentes, del medio singular de repetir
continuamente, que el que teme al cólera es siempre víctima de él, pues ésta sola
proposición es capaz de alarmar al más animoso729
.
En el mes de julio se recomendaba a la población que se: “…esforzarse en
olvidar todo lo que, no estando a nuestro alcance su remedio, entristezca, y abatiendo
el ánimo predisponga muy particularmente a contraer varias enfermedades” (…) “Son
igualmente dañosas las pasiones fuertes de ánimo: como la ira, el terror, y aún la
tristeza y melancolías, porque las unas ocasionan inmediatamente enfermedades, a
veces muy terribles, y las otras disponen en términos que el más mínimo motivo sea
suficiente para que el sujeto se ponga malo: el medio de evitarlo es procurarse
distracciones inocentes, que sin agitar extraordinariamente el ánimo, le entregan de un
modo agradable, y conduce mucho a esto, el pasear con frecuencia, y en horas que no
haga ni calor ni frio excesivo, por paraje bien ventilado y nada húmedo…”730
.
Muchos facultativos aconsejaron la celebración de espectáculos de todo tipo,
con el fin de distraer la mente y no dejarse llevar por las habladurías. Parece ser que
ahora existía consenso profesional sobre la importancia de mantener una actitud
optimista y desenfadada, en contraposición con el año anterior, cuando los defensores
de la teoría del contagio recomendaron la supresión de cualquier actividad que
implicase una concentración humana.
El artículo cuarto de las recomendaciones realizadas por la Corona a primero
de septiembre hacía referencia al recurso más usado en el saneamiento anímico de la
población, la religión: “Cuando la enfermedad epidémica invade un pueblo, adoptarán
las Autoridades todas las medidas que estimen conducentes para mantener la alegría y
729
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 318. 730
Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 11-7-1834.
437
serenidad en el ánimo de los habitantes, evitando todo lo que pueda afectarlos
melancólicamente. Cuidarán por consiguiente de que los auxilios de nuestra Santa
Religión sean dispensados a los enfermos, de modo que no causen impresiones tristes y
perjudiciales en los sanos, y que el fallecimiento de los fieles no dé motivo a ocupar su
imaginación con ideas lúgubres; a cuyo fin prohibirán las referidas Autoridades el uso
de las campanas con tales motivos mientras se padeciere dicha enfermedad.731
En Plasencia en éstas críticas circunstancias se celebraron Rogativas,
Procesiones y Te Deums. Prácticas en las que se sigue un orden litúrgico, es decir, se
incluyen la palabra y la acción, sometidas a una regulación tanto civil como eclesiástica,
con un protocolo claro de actuación: petición de los interesados, la población civil a su
autoridad civil, o a veces desde las mismas autoridades municipales, las que solicitan a
su vez a la autoridad eclesiástica inmediata la celebración de rogativas, procesiones, etc.
Solicitud que a su vez la autoridad eclesiástica traslada al Obispo para su aprobación, y
una vez aprobado se efectúa la comunicación y la solicitud de participación de la
comunidad guiada por el clero. En el apartado anterior asistíamos a la petición del inicio
de Rogativas por parte del Ayuntamiento, ésta fue contestada por parte del Cabildo en
los siguientes términos: “Y el Cabildo atendió: Que desde luego y por ahora
principiando desde mañana se celebren tres días de Rogativa (…) al Todo Poderoso,
poniendo a la pública veneración durante la misa a María Santísima (…) de esta Santa
Iglesia. Que así se le conteste a referido Ayuntamiento y de que se continuará si la
necesidad lo exige; a cuyo fin se dará el aviso competente: que los Sres (…) y García se
sirvan pasar a visitar al (…) y hacerle presente esta disposición que por ahora y
mientras duran dichas rogativas se suspenda la celebración de Aniversarios, y por
último que se den los oportunos avisos a todos los dependientes para que nada
falte”.732
Para Laín Entralgo estas manifestaciones de dolor y religiosidad popular eran
una nueva puesta en escena de un sentimiento inveterado que relacionaba enfermedad y
pecado, con lo que se perseguía la mediación de las fuerzas divinas.733
Estas
manifestaciones serían empleadas entonces en un sentido mágico, como métodos
731
Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 1-9-1834. 732
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del Cabildo, fecha 4-Nov. 1834. 733
Lain Entralgo, P. (1961): Enfermedad y pecado, Ediciones Toray. Barcelona.
438
preventivos taumatúrgicos y nos acercarían al tratamiento primitivo que se centra en
acciones simbólicas, siendo entonces el símbolo de enorme importancia.
Como ha estudiado el profesor Javier Marcos, las prácticas religiosas externas,
exteriorizan miedos, ansiedades, frustraciones, tensiones y canalizan la conciencia de
culpabilidad. Se viven con sentimiento de culpa, bajo la experiencia de pecado
colectivo, por el que la divinidad castiga a la comunidad.734
Era necesario compensar el
mal con la correspondiente penitencia. El retorno al estado normal de las cosas precisa
de un arrepentimiento formal, en reparación por los agravios cometidos. El favor, la
gracia, se solicita a través del rito de las rogaciones. De manera que las rogativas son
una especie de penitencia pública, o recurso suplicatorio, que se corresponden con la
idea de pecados cometidos.735
Es evidente, entonces, que en la mentalidad popular en cuanto a la
enfermedad todavía no existía una aceptación preeminente de la explicación científica
sobre la religiosa, aunque sí se palpara un enfrentamiento entre ambas. En Plasencia las
autoridades eclesiásticas determinaron que siguieran celebrándose rogativas en vista de
que el mal se iba extendiendo de día en día entre el vecindario:”… para que el Cabildo
determine sobre si han de seguir las Rogativas públicas por ser hoy el último día de los
tres que se acordó celebrar a Mª Santísima, y el Cabildo mediante a que el mal va de
día en día desarrollándose en el vecindario acordó: Que se celebren otros tres días de
Rogativas en Exposición del Santísimo Sacramento desde la hora de la misa,(…). Que
así se avise al Ayuntamiento por medio del oficio, y al Ilmo Sr. Obispo por medio de los
Sres (…), dándose las órdenes oportunas a los dependientes.736
Tres días después el número de enfermos iba creciendo, motivo por el que se
decide continuar con tres días más de Rogativas públicas y sacar en procesión al
“Divino Señor de la Cruz”, a quien al parecer el pueblo placentino tiene mucha
devoción: “… Como presidente hizo presente concluir hoy los segundos tres días de
Rogativas públicas para que en su vista dictamine el Cabildo lo que tuviere por
conveniente, quien acordó: Que se continúen otros tres días de Morado cantándose la
Letanía de los Santos, procesionándose por el claustro antes de la Misa y en el jueves
que es el último de ellos después de la hora canónica de (completas), se solemnie
734
Mach, J. (1898): Tesoro del sacerdote, pgs. 732, 734, 1143... Impr. F. Rosal.
Barcelona. 735
Marcos Arévalo, J. (2014): Artº cit. 736
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del Cabildo, fecha 7-Nov. 1834.
439
procesión general por la ciudad sacándose en Súplica Veneración a el Divino Sr. de la
Cruz a fuerzas de ésta Santa María, a quien el pueblo tiene mucha devoción y confianza
en conseguir las súplicas que le hacen: Poniéndole en el (…) desde mañana; que los
Señores Irribarren y García se sirvan poner ésta determinación del SSY esperando sea
de su Superior aprobación; que el (Maestre Ceremonias)la haga presente al Sr.
Previsor para que se disponga se (….) los Edictos oportunos para dicha procesión
general y se den las demás órdenes necesarias para que nada falte (…).737
La influencia de la religión en la sociedad placentina del primer cuarto del
siglo XIX es palpable. La fuerza de las doctrinas de la Iglesia es determinante para
comprender esta mentalidad exteriorizada en el ámbito simbólico-cultural a través de las
manifestaciones religiosas, y los rituales articulados en torno a la enfermedad y la
muerte, los cuales se desarrollaron casi a diario en éstos momentos críticos que vive el
pueblo, el cual en nombre de los devotos de la virgen de la Salud solicita ahora poder
sacar en procesión ésta imagen, y realizar Rogativas y Novenario: “…Se leyó Memorial
de Juan Sánchez y Antonio Gata, vecinos de ésta ciudad suplicando por Sí y en nombre
de los Devotos de María Santísima del título de la Salud sita en su capilla a la puerta
de la ciudad, se sirva el Cabildo admitir en su (Santa María) referida Santa Imagen,
hacerla las Rogativas que tenga a bien y sacarla en procesión (…), concluido un
novenario para implorar de su misericordia Divina se digne minorizar y extinguir el
crudo azote que aflige a éste vecindario con la epidemia conocida Cólera-Morbo, para
todo lo que dicen tiene el permiso del Ilmo Sr. Obispo. El Cabildo, como no podría ser
de otra manera en tan críticas circunstancias accedió a la petición y “ En cuya
consecuencia estando a favor siempre decidido y pronto el Cabildo a cooperar cuanto
sea conducente en beneficio de la humanidad y salud pública acordó: Que a referidos
comisionados de la devoción se les haga presente esto mismo, diciéndole que en el
miércoles después de (…) trasladen a la Santa Imagen a sus expensas a ésta (Santa
María) a la que saldrá a recibir el Cabildo a las (…) se colocará al lado de Jesús
Nazareno su hijo, con quién se sacará en Procesión General acordada el Jueves,
quedándose desde el viernes en Rogativa dicha Santa Imagen para los nueve días que
la devoción desea, siendo de cuenta de ésta sus funciones, que podrán celebrarlas en el
Altar que se la coloque antes o después de las horas conocidas, con Sermón o sin él,
737
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del Cabildo, fecha 10-Nov. 1834.
440
reservándose el Cabildo el último de los nueve días para hacer de la Santa Imagen una
Rogativa de (costumbre)”.738
Y tal y como se realizó el traslado de referida imagen de la virgen de la
Salud, cuya recepción por parte del Cabildo quedó de ésta manera registrada: “.. Que en
la tarde de éste día después de concluido Laudes, el Ilmo Cabildo y Coro bajó con Cruz
y (…) recibió en la puerta de las Cadenas a María Santísima con título de la Salud, de
la devoción de la misma que procesionalmente la sacaron desde su capilla que he (…) a
la puerta de la ciudad, subiendo toda la calle de Trujillo y bajándola por la de San
Esteban a la Catedral y colocada en el Presviterio se le cantó una (…) y se disolvió éste
acto Religioso, y para que conste lo firmo en Plasencia a 12 de Noviembre de 1834”.739
Puerta de Trujillo. Ermita de la Virgen de la Salud
738
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del Cabildo, fecha 11-Nov. 1834. 739
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del Cabildo, fecha 12-Nov. 1834.
441
Puerta de Trujillo. Arco de la
Salud
Y también se realizaron los actos religiosos programados, y quedaron de ésta
manera registrados: “… de los Sres Deam y Cabildo de ésta Santa Mª, certifico: Que en
la tarde de éste día concluida la hora (canónica) de Completas, dicho Ilmo Cabildo con
toda la Iglesia y Ayuntamiento de ésta M.N. y L. Ciudad, y no el Ilmo Sr. Obispo por
hallarse enfermo, salió en procesión general sacando a la pública veneración al Divino
Sr. de la Cruz a Cuesta, que se venera en su Capilla en el claustro de esta dicha Santa
Iglesia, y a María Santísima con el título de la Salud, que para éste fin fue trasladada a
la misma llevándose adelante la Santa Imagen de María Santísima de la Salud, y poco
detrás a Jesús su hijo, cuya procesión llevó a (…) de la del Santísimo Corpus Cristi;
todo con el fin de implorar la Clemencia Divina del Todo Poderoso y su Santísima
Madre para que teniéndola de (…) católico vecindario contenga el mal azote que ya
experimenta con la epidemia conocida por Cólera-Morbo, para que conste lo firmo en
Plasencia a 13 de Noviembre de 1834”.740
740
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del Cabildo, fecha 13-Nov. 1834.
442
En Plasencia, como podemos comprobar, en estos tiempos de epidemia se
implora la intercesión de figuras sagradas a las que, como el Divino Sr. de la Cruz, o la
de María Santísima con el título de la Salud, se les atribuyen papeles de intermediarios;
es decir, en un tiempo de catástrofe como el que se vive el pueblo placentino, como
católico que es, impetra la ayuda de santos y vírgenes bajo éstas advocaciones locales
que se presentan como poderosos focos de sacralidad y de capacidad taumatúrgica
frente a la adversidad colectiva, y se consideran especialmente “eficaces” mediadores
ante el azote de la epidemia. Se recurre a tales imágenes y reliquias pues en el plano
local se les atribuyen poderes o capacidad para intervenir favorablemente, mediante su
acción protectora, en las necesidades de la comunidad. En momentos o circunstancias
de crisis colectiva se acude a ellas en forma de estas manifestaciones religiosas. El
ritual con que se desarrollan las rogativas entra en el ámbito de la excitación sensorial,
el de las emociones y las dramatizaciones espacio-temporales. La celebración de estas
manifestaciones religiosas tienen un fin, el de excitar la piedad de los fieles, implorando
el auxilio divino. Este es el contexto religioso de las rogativas públicas.
Puerta de Trujillo. Ermita de la Virgen de la Salud
443
“Con la manifestación pública y social de rogativas, procesiones y novenarios
se persigue el bienestar de la sociedad. El ritual en este caso se trata de un acto de
comunicación entre los fieles y la divinidad mediante la intercesión de figuras sagradas
que adquieren el estatus de protectoras y abogadas de la comunidad local. Pero, más
allá del ámbito estrictamente religioso, cumplían unas funciones latentes o no
manifiestas. En su modalidad de rituales públicos y colectivos adquieren una
significación que traspasa los límites de lo eclesiástico remitiendo a un universo y a
una lógica sociales. Los rituales religiosos, como otros tipos de rituales colectivos, se
convierten a la postre en instrumentos creadores de identidad social, dado que, a través
de símbolos comunes, y diferenciadores respecto a otras comunidades, generan
mecanismos de integración e identificación simbólica en el plano local. Pueden
analizarse como instrumentos de cohesión e integración social, pues el santo o la
virgen en torno al que gira el ritual representa la identidad social, cultural y territorial
del grupo. El ritual, sin disolver las diferencias, pone en escena e intensifica el sentido
de pertenencia. De manera que las rogativas, y demás ritos religiosos colectivos,
contribuían a crear la identidad de la comunidad”.741
Llama la atención que en la documentación consultada no se haga referencia a
la bajada de la virgen del Puerto desde su santuario hasta Plasencia en rogativas,
conocida la vocación del pueblo hacia ésta virgen (que aún no había sido declarada
patrona de la ciudad), y cómo desde siglos atrás se realizaron ésas rogativas promovidas
casi siempre por el gremio de los labradores. Se desconoce en cambio si se llevaron a
cabo para “espantar” ésta epidemia.
El estado lamentable y las críticas circunstancias del pueblo no deberían ser
motivo para alterar la vida cotidiana en la ciudad. Las autoridades decidieron no
suspender los actos que festejaban el día de la Reina, para el que en Plasencia se preparó
una corrida de novillos:
“…Con motivo de ser el día diez y nueve el día de la Reina Nuestra Señora Doña
Isabel Segunda que Dios Guarde, acordó el Ayuntamiento se festeje dicho día en la
manera que sea posible, atendiendo a las actuales críticas circunstancias del pueblo, y
que al intento se practique la oportuna divulgación con los abastecedores de carne,
para que faciliten una corrida de novillos, según se acostumbra en ésta ciudad y que se
ponga en conocimiento del Sr. Alcalde Mayor Subdelegado de Policía para que se sirva
741
Marcos Arévalo, J. (2014): Artº cit.
444
disponer se publique el oportuno bando para que haya iluminación general las noches
del diez y ocho y diez y nueve del corriente”.742
Santuario de Nuestra Señora del Puerto.
Al hilo de lo anterior, el Ayuntamiento también había dado licencia a una
compañía cómica para dar algunas funciones de coro y baile, y que ahora los
comediantes querían ampliar con actuaciones teatrales: “… Al Ilmo Ayuntmiento de esta
Ciudad de Plasencia: La compañía cómica que al presente se halla en ésta ciudad a
VSS. con el mayor respeto hace presente; que deseando dar algunas funciones en su
clase de coro y baile en éste teatro, ha obtenido la correspondiente licencia del Sr.
Alcalde Mayor para dicho fin, y siendo la otra casa teatro propia del Ilustre
Ayuntamiento a VSS. rendidamente: Suplica se digne concederle el correspondiente
permiso para poder efectuar en ella sus funciones teatrales. Gracia que espera recibir
de la bondad de VSS. Plasencia a 24 de noviembre de 1834.743
El Ayuntamiento da luz
verde a la vez que corta de raíz algunos abusos que se venían sucediendo por parte de
personal subalterno: “…visto el anterior memorial en la reunión celebrada con el M.N.
y L. Ayuntamiento de esta ciudad, en reunión de hoy 25 de noviembre de 1834, se
742
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 17 de noviembre de
1834. 743
Archivo Municipal de Plasencia. Carpeta disposiciones. Memorial, petición de
comediantes de fecha 24 de Nov. 1834.
445
acordó como lo solicitan bajo las condiciones ordinarias que se le entenderá en
secretaría para que las cumplan y no más de los abusos que de las anteriores épocas se
han notado respecto de autoridades subalternas y dependientes de las demás”.744
Pero para mantener la serenidad y la alegría no había mejor noticia que la
esperada por todos, y esa no era otra que la declaración oficial del final de la epidemia.
El 21 de noviembre el Ayuntamiento se reúne en sesión extraordinaria a fin de dar
lectura al manifiesto hecho por los facultativos de la ciudad, en el que anunciaban la
extinción del cólera en Plasencia: “…Se dio cuenta de un oficio de los facultativos de
ésta ciudad fecha de ayer por el que manifiestan tienen la dulce satisfacción de
anunciar que la terrible enfermedad del cólera-morbo se haya enteramente
extinguida”.745
Como se había hecho en todos los pueblos y ciudades visitadas por la
enfermedad, el Ayuntamiento acordó se oficiara al Ilustrísimo Deán y Cabildo para que
se cantara un Solemne Tedeum en acción de gracias: “…En cuya consecuencia el
Ayuntamiento acordó: se oficie al Ilustrísimo Deán y Cabildo para que el jueves
inmediato se cante un Solemne Te Deum en acción de gracias al Todo Poderoso por tan
singular beneficio como su divina misericordia nos ha dispensado con el levantamiento
de dicha enfermedad y por los gloriosos triunfos conseguidos, por nuestras tropas
ordas reales en las provincias del norte”.746
Sin embargo esto no era cierto. La
epidemia no había desaparecido todavía, como lo demuestra el hecho de que en algunas
parroquias seguían muriendo vecinos de cólera. Lo que demuestra que el anuncio hecho
por el Ayuntamiento y refrendado por los facultativos estaba muy lejos de ser verídico.
Y es que éste tipo de actuación tendente a dar por resuelta la epidemia o bien a ocultar y
retrasar su aparición era una costumbre muy extendida en todas las poblaciones
afectadas; de ésta forma se pretendía que la vida económica y social, especialmente el
comercio, se vieran lo menos afectada. Lo que de verdad debió ocurrir fue que a
mediados de noviembre remitió la epidemia, o pareció remitir, circunstancia que
provocó el apresuramiento de los facultativos para declararla terminada.747
744
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 25 de noviembre de
1834. 745
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 21 de noviembre de
1834. 746
Ibidem. 747 Sánchez de la Calle, J.A. (1994). Opus cit. Pg. 118
446
2.3.4. La desigualdad social ante la enfermedad
La primera epidemia de cólera en nuestro país fue una enfermedad
estrechamente relacionada con las condiciones de vida, y particularmente con las
condiciones higiénicas de las poblaciones y de sus habitantes. La obtención de las tasas
de mortalidad durante los meses en que el cólera nos visitó representa un intento de
investigación epidemiológica por grupos sociales.
De la experiencia adquirida en aquellos países por donde el cólera había
pasado, se desprendía el hecho de que la enfermedad afectaba en mayor número a los
pobres, constituyéndose en medio de propagación hacia clases acomodadas, en éste
sentido, y a modo de apunte etnográfico, me parece interesante incluir en éste apartado
la descripción que al respecto ofrecía en el año 1834 Mateo Seoane: “Aunque en unas
instrucciones escritas con el objeto de dar reglas para precaverse del cólera parece
fuera del caso recomendar la observancia de los deberes morales, hay sin embargo uno
cuya influencia es muy grande en la propagación del cólera: tal es la caridad para con
los pobres. Siendo uno de los hechos, confirmados por la experiencia adquirida en
todos los países donde ha reinado aquella enfermedad, que aparece siempre primero
entre los citados pobres, y que ellas forman el medio de propagación para que se
extienda a las clases acomodadas, el interés personal aun cuando no existiera otro
motivo más noble, debería hacer a los individuos de éstas últimas procurar por todos
los medios imaginables remediar las causas que hacen a los infelices ser víctimas
predilectos de la epidemia. Estas causas son principalmente la miseria, la estrechez y
poca limpieza de las habitaciones donde viven, la poca limpieza de sus personas, y más
que todo, los malos alimentos y el mal régimen que ordinariamente observan. Es
bastante difícil el hacer perder a los pobres la indiferencia suma con que miran a
menudo la limpieza tanto de sus personas como de sus casas, es más difícil aun
remediar el que vivan amontonados en chozas o casas miserables y que vayan cubiertos
de ropas que apenas les cubran, y no lo es poco el ponerles en disposición de que se
alimenten regularmente bien, pues unas veces tendrán poco con que alimentarse y otras
gastarán en un día cuanto ganen en una semana, pasándolo malísimamente todo el
resto de ella; más a pesar de estas dificultades todos los que tengan influencia con los
pobres deberán procurar por cuantos medios sean imaginables hacerles ver las
ventajas de la limpieza, sobriedad y regularidad de vida. Sobre todo es un deber tanto
como una medida de interés personal de las personas acomodadas el aliviar la miseria
447
de los infelices no solo con consejos, sino con auxilios efectivos. Mil ejemplos se
podrían citar en la distribución de ropa, particularmente franela, y de alimentos han
contribuido a contener progresos de la epidemia más que todas las demás medidas, y
en cuyos casos la caridad ha hallado en los mismos resultados que producía, no solo la
más dulce, sino también la más completa recompensa”.748
El primer médico de Cámara, don Pedro Castelló, como se ha indicado en
otro apartado, consiguió de Fernando VII la autorización para enviar en febrero de 1832
una comisión para estudiar el cólera en París, Viena y Munich, siendo el resultado de su
viaje el informe remitido desde Berlín el 31 de mayo de 1833, no publicado hasta 1834.
Esta comisión destacaba la selectividad social y urbanística de la enfermedad: “por lo
común el cólera empieza atacando a uno u otro individuo aislado, más después se
concentra, por decirlo así, en ciertas calles, ciertas casas y aún en ciertas familias, que
son por lo común las que presentan más circunstancias de insalubridad (…), el mal no
ataca indistintamente, sino que se manifiesta con preferencia en los que se hallan en
ciertas condiciones individuales y locales, como son la pobreza, la mala alimentación,
la habitación de casas mal sanas etc”.749
Años más tarde tras una mirada retrospectiva se escribiría lo siguiente al
respecto: “No todos los individuos de la población donde se presenta el cólera, son
desde luego contagiados, porque no todos tienen los mismos caracteres y recursos,
para impedir el desarrollo del mal. Así el desdichado mendigo que envuelto en harapos
ha sucumbido en medio de los más crueles dolores y privaciones más lamentables, las
clases pobres y desvalidas fueron en Rusia, víctimas de la enfermedad en una
proporción del 95% de las clases acomodadas, por lo que los gobiernos deben
desplegar todas las medidas que reclama la miseria y el abandono de las clases
menesterosas, que son las más expuestas a perecer por ser sus alimentos, aún sin
necesidad de epidemias, nocivos a la salud y hacinados en una sola casa, muchas
personas están expuestas a perecer por que todos los objetos que les rodean, exalan
miasmas deletéreos y convierten estas mansiones de la indigencia, en mansiones de la
muerte. Casi estamos seguros que no se adoptarán en nuestra desgraciada España, a lo
menos con oportunidad, las medidas que reclama semejante situación; sus gobernantes
748
Seoane, M. (1834): Opus cit. 749
Sánchez Núñez, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F. (1834): Opus cit. Pg. 287.
448
sólo se dedican a las miserables cuestiones de la política, descuidando la más sagrada,
la que tiende a preservar a las clases pobres de la cruel enfermedad que las diezma”750
.
Dentro de la cadena epidemiológica, éste apartado está dedicado al huésped
susceptible, es decir aquella persona que presenta cualidades que favorecen la
supervivencia y replicación de un determinado agente patógeno, de tal modo que si se
produce la infección, en éste caso con el Víbrio Colerae, desarrollará más fácilmente la
sintomatología propia de la enfermedad. La mayor o menor susceptibilidad en el cólera
viene definida por varios elementos: en primer lugar estarían las características del
propio bacilo. Se conoce su mala tolerancia en medios ácidos, por lo que personas con
hipocloridria o aclorhidria en sus jugos gástricos, están más expuestos a desarrollar la
enfermedad; en segundo lugar estaría la mayor o menor exposición a los reservorios y
vectores de la cadena de transmisión, por ejemplo abastecerse de aguas contaminadas,
cuidar a los enfermos, con usos incorrectos en la manipulación de excretas, etc; y en
tercer lugar estarían las propias capacidades inmunológicas de la persona susceptible, en
la que en 1834 no había una inmunidad específica adquirida, al no existir vacuna ni
sensibilización previa.
La pobreza lleva unida a la desnutrición,751
y la fisiopatología de ésta última
se presenta como productora de una depresión inmunológica que explicaría por otra
parte la mayor susceptibilidad de esos individuos para la infección por cólera, es decir la
evidencia de que toda desnutrición se acompaña de un deterioro inmunológico en el
cólera se observa claramente por su sintomatología que influye en que éstos enfermos se
vean más rápidamente afectados por la pérdida de líquidos y electrolítos y por el shock
hipovolémico; pero es más, durante el período de convelecencia, si se sobrevivía a la
enfermedad, no dispondrían de las proteínas necesarias para superarlo.
Por tanto, quienes enfermaron agravarían aún más su estado de desnutrición,
y aún si lograron sobrevivir al cólera carecerían de los recursos alimenticios para
afrontar el período de convalecencia de una manera exitosa, no recuperándose y
750
Antídotos contra el cólera (1848). Imp del Diario de Sevilla, 2 Ed. Folletos de
Medicina, T. 14, P.15. En Rodriguez Flores, M.P. (1991): Opus cit. Pgs. 103-104. 751Desde una concepción clínica actual, hambre y desnutrición no son términos que
deban utilizarse como sinónimos, sin embargo en los modelos de la época estudiada se
asumía claramente que quien tenía dificultades para alimentarse pasaba hambre y estaba
desnutrido.
449
muriendo de ésta manera diferidamente a la epidemia. Por tanto el binomio hambre-
cólera se une ahora al de higiene-cólera, no como causa-efecto, pero sí como factor que
agravaría la enfermedad. Sin embargo, al contrario de lo defendido por los autores del
siglo XIX, en el sentido de considerar la pobreza y su desnutrición como morada y
punto de partida del cólera, sería más lícito defender que el cólera y todos los cambios
sociales perjudiciales asociados a él produjeron y agravaron la pobreza y el hambre,
elemento éste último que no encontramos en los estudios históricos sobre ésta epidemia.
No cabe duda hoy día que el cólera actualmente produce hambre, como también la
produciría en 1834, apareciendo las manifestaciones de desnutrición, síntomas
gastrointestinales, deshidratación, etc., y a nivel social, aumento de la morbilidad, con
su repercusión en el trabajo y por tanto en el salario necesario para adquirir alimentos.
En el apartado axiomas etnográficos se ha podido comprobar cómo las
recomendaciones en torno a la alimentación fueron muy profusas, de tal manera que se
atribuían efectos profilácticos o predisponentes en función de la acción sobre la
sintomatología asociada al cólera. De manera que eran destacados los efectos
astringentes de ciertos alimentos frente a aquellos ricos en residuos, de la misma menera
alcalinizantes frente a ácidos, o se recomendaban dietas blandas frente a flautulentas,
recomendaciones todas ellas que demostraron su inutilidad.
La Corona había dispuesto en el mes de septiembre que “la distribución de
sopas económicas, la ocupación de los jornaleros en obras útiles; y el recogimiento de
los mendigos llamarán muy particularmente la atención de las Autoridades en los
pueblos atacados del Cólera”.752
Haciendo caso a ésta petición, la Junta Superior de
Sanidad de la vecina provincia de Salamanca, “ocupada incesantemente en precaver de
la cruel enfermedad que aflige una gran parte de España no satisfecha con las medidas
tomadas hasta aquí, ha querido proveer a la indigencia de los menesterosos, abriendo
obras públicas en las que puedan ser empleadas toda clase de personas, de modo que si
el cielo quiere hacernos experimentar su último rigor, no carezca nadie de saludable
alimento, así como tendrá en su caso esmerada asistencia en sus casas o en los
hospitales establecidos a tal fin. En consecuencia, todos los que pretendan trabajar en
las obras que comenzarán desde pasado mañana pasarán a inscribirse en la sección de
policía del Gobierno Civil, en el supuesto de que para los trabajos primeros se admiten
752
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 1 de septiembre de 1834.
450
canteros, empedradores, peones o meros jornaleros, y muchachos de diez años arriba
con el jornal que se les manifestará. (…) Padres de familia, menesterosos de todas
clases, descansad en el celo de la Junta, que velará por vuestra salud y subsistencia, y
por la de vuestras familias”.753
Claro que no todas las provincias disponían de los fondos necesarios para
llevarse a cabo la ocupación de jornaleros. Tal es el caso de las dos extremeñas: “Con
ésta fecha traslado al Director General de Caminos de Orden de S.M. La Reina
Gobernadora, la exposición de V.E. de 23 del actual, acerca del estado de esa
Provincia con motivo de la falta de cosecha; y de las obras que podrían emprenderse
para proporcionar ocupación a los jornaleros en éste invierno; y le prevengo de Real
Orden, que se ocupe con preferencia de ellas, informando a S.M. de cuales piensa
ejecutar en éste año, y qué cantidades trata de invertir en ellas, en el concepto de que
S.M. quiere que se de principio a la mayor brevedad a las que puedan hacerse para
precaver con tiempo los gastos de la miseria que amenaza. De Real Orden le digo a
V.E. para su inteligencia y efectos correspondientes, añadiéndose de la misma, que
siendo desgraciadamente idéntica, la situación de las provincias de Andalucía, y otras
de la Monarquía siente S.M. amargamente que la escasez de fondos del Real Erario no
permita socorrer exclusivamente a las de Extremadura con los auxilios que reclama la
miseria que las amenaza; por cuya razón espera S.M. que el celo de las Autoridades y
el patriotismo de las Corporaciones y particulares contribuirá a hacer menos sensibles
los males, ya abriendo suscripciones para proporcionar a los jornaleros el alimento
necesario, ya proponiendo arbitrios para emprender obras públicas de utilidad común
en las que puedan aquellos encontrar trabajo y medios de subsistencia, a cuyo fin
prevengo hoy a los Gobernadores Civiles de Badajoz y Cáceres de Orden de S.M. que
poniéndose de acuerdo con V.E. se ocupen de éstos objetos con preferente atención de
otro alguno”.754
Pero la asistencia a los pobres no tendría solo una finalidad de protección
hacia los mismos, sino que llevaría implícita egoístamente una protección hacia los
demás vecinos y las autoridades; es decir, al relacionarse el cólera con la pobreza y sus
753
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 1 de septiembre de 1834. 754
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 8 de septiembre de 1834.
451
condiciones de vida (hacinamiento, insalubridad, etc.), se la vería como elemento de
predisposición, tendría una imagen de peligro público que salvo a diferencia de los
mendigos no vecinos de la ciudad, sería necesario prestar asistencia.
El cólera fue el causante de un aumento en el número de enfermos y muertos.
El siguiente cuadro y gráfico muestran la estacionalidad de las defunciones en las cinco
parroquias de Plasencia durante la epidemia de 1834:
E F M A M J J A S O N D
10 16 11 4 9 5 10 16 19 20 65 50
La ciudad de Plasencia vería desquiciada su vida diaria aún en mayor grado
que el año pasado, cuando el cólera era sólo una amenaza. Posiblemente los elementos
de defensa estuvieran contados, posiblemente el personal para atender a los enfermos se
quedara insuficiente, así como el personal para enterrar a la cantidad de muertos que se
irían apilando en las calles. También el cólera es una enfermedad que deja de manifiesto
las desigualdades sociales. Los pobres carecían hasta de lo más elemental como el
abasto de agua, y tenían que obtenerla de fuentes públicas, sitios por lo demás con altos
grados de contaminación de todo tipo. En tan críticas circunstancias al Cabildo llegan
452
peticiones de otras ciudades que al igual que Plasencia están recibiendo el azote, y que
también ven cómo las armas para el socorro de enfermos se encuentran mermadas:
“…Se leyó un memorial del Presidente del Ayuntamiento y Junta de Sanidad de Don
Benito suplicando se sirva el Cabildo con algún socorro para los infelices de aquél
vecindario afligidos con el cruel azote del Cólera-Morbo, y el Cabildo enterado de todo
acordó se conteste a dicho presidente lo doloroso que le es no poder usar de sus
benéficas intenciones como lo ha hecho en otras ocasiones por estar socorriendo en
ésta ciudad con más anhelo que puede a los pobres que padecen la misma
enfermedad”755
.
Uno de los principales rasgos del cólera también dejó su impronta en
Plasencia, su selectividad social y urbanística. Se distingue por su preferencia por las
clases bajas, de higiene precaria y alimentación deficiente, y señala de manera enérgica
lo que se ha denominado “desigualdad social ante la muerte”.
Ciertos oficios relacionados con el agua y las tareas de limpieza, están más
intensamente expuestos al ataque del vibrión.756
Los informes médicos sobre el cólera
insistían como norma preventiva en la necesidad de mejorar las condiciones de vida de
las clases populares, así como en la erradicación de los focos de insalubridad que
existieran en las ciudades. Recomendaciones que ya se venían recitando desde 1832.
También a modo de observación etnográfica expongo a continuación las recogidas en la
traducción publicada en ese año de la instrucción popular emitida desde la Comisión
del Consejo de Sanidad de París:
“Así, pues, nunca será por demás el esmero que se tenga en la salubridad de las
habitaciones; y por consiguiente, es preciso evitar que viva, y mucho más el que
duerma demasiada gente en una misma habitación, ventilarla por la mañana y durante
el día, abriendo puertas y ventanas con frecuencia, y por largo rato. También
convendrá colocar en las piezas habitadas una vasija de agua clara y cloruro de óxido
755
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del Cabildo, fecha 25-Nov. 1834. 756
Fernandez García, A. (1977): “Repercusiones Sociales de las Epidemias de Colera
del siglo XIX”. V Congreso Nacional de la Sociedad Española de Historia de la
Medicina, Vol I. pg. 127-145.
453
de sodio líquido; y donde haya cocinillas en los aposentos, podrá renovarse fácilmente
el aire, haciendo durante algún rato un fuego claro de leña que dé mucha llama”.757
Vemos cómo en esa preocupación por la salubridad, que también canalizaba
su foco hacia lo doméstico, se aprecia una intromisión de los médicos hacia la vida
privada, preocupándose por la vivienda y los hábitos de vida como elementos de riesgo
de padecer la enfermedad. Esa triada higienista clásica de aire, luz y agua que
progresivamente tras ésta epidemia se irá universalizando se deja apreciar en el discurso
médico de la época.
Conviene tener en cuenta el grado de miseria y sufrimiento de las capas
placentinas más humildes, una realidad que en 1834 alcanzó cotas especialmente
elevadas. Porque a la epidemia hay que sumar los resultados de la Guerra Carlista, y de
una importante crisis de subsistencias motivada por la pérdida de las cosechas de
granos. A los efectos demográficos de la enfermedad se unieron, pues, los económicos
inmediatos. El comercio sufrió una paralización a causa de de las grandes dificultades
existentes por el movimiento de personas y cosas y el temor del contagio. A
consecuencia de la epidemia se gastó una gran cantidad de dinero en medidas sanitarias
extras, lo cual provocó la carencia de numerario para hacer frente a otras
obligaciones.758
La revisión de actas capitulares, municipales y del Cabildo, sitúan la
enfermedad en los meses de mayor mortalidad, por lo que aislando éstas variables
extraordinarias conocidas (hambre, crisis de subsistencias, etc.), sería lícito atribuir
dichas defunciones al cólera.
El análisis cualitativo de los libros de difuntos demuestra que el cólera tuvo
una diferenciación social muy acusada. El estudio de las partidas de defunción es muy
significativo. En la parroquia de Santa María, de los 21 finados por la epidemia en la
primera colación, 11 tenían categoría de pobres. En San Juan, de 17, aparecen como
mendigos, pobres y pordioseros 14; es decir, el 52,3% y 82,3%, respectivamente.759
El
757
“Instrucción popular formada por la comisión central del Consejo de Sanidad y
aprobada por la Prefectura de Policía de París. Madrid, 1832. Por Don Miguel de
Burgos, impresor por S.M. de la Real Junta de Aranceles. 758
Sánchez de la Calle, J.A. (1994): Opus cit. Pag. 119. 759 Sánchez de la Calle, J.A. (1990): “El cólera de 1834 en Plasencia”. Alcántara:
revista del Seminario de Estudios Cacereños. Pg. 209.
454
mapa urbano de la epidemia demarca ciertos barrios, en los que con sorprendente
insistencia el embate es más violento. La parroquia de San Pedro registra el mayor
número de fallecidos en noviembre de 1834 (30), seguida por la de San Nicolás (27).
Esta geografía letal urbana ha sido delimitada claramente por las preferencias del cólera,
en la epidemia que se estudia, se superponen las áreas y los focos generadores de la
enfermedad. Los distritos de calles estrechas, escasamente aireadas y soleadas,
presentan unos índices superiores de mortalidad. El cólera prefiere alojarse en las
viviendas insalubres de las familias modestas. Una serie de cuadros patéticos de
hacinamiento nos presentan el hogar de los humildes por dentro, en las situaciones de
normalidad relativamente olvidados. La calle Ancha pertenece a una zona baja de la
ciudad caracterizada por tener vecinos de una clase muy humilde. Por lo cual no es de
extrañar que la enfermedad hiciera presa de una forma marcada en éstos habitantes. Por
otra parte, es lógico pensar que los organismos debilitados se comporten de un modo
más receptivo a las enfermedades que otros mejor alimentados. Para cuando el cólera
llegó a Plasencia ya se había identificado que mataba más a los que carecían de
alimento que a los bien nutridos en una clara asociación entre desnutrición y muerte.
Esa relación de causalidad unidireccional la podemos ver recogida por numerosas
publicaciones de la época, en las que, sin embargo reitero, no se aprecia la relación
inversa, es decir, que fuera el cólera el que produjera hambre. Y es que no solo el
cuadro clínico de la enfermedad ofrece manifestaciones de hambre, también su elevada
morbilidad y mortalidad, afectaría a la mano de obra y por tanto a la producción.
No se puede decir taxativamente, sin embargo, que la pobreza causara el cólera,
pero en general, como se viene apuntando tendrían los pobres más dificultades para
escapar al azote; es decir, peores infraestructuras de abastecimiento de agua, malas
condiciones en la eliminación de excretas, unidas a una menor capacidad para acceder a
los recursos sanitarios proveedores de cuidados, lo que llevaría irremediablemente a que
fueran atendidos por la familia, que a su vez se colocaba en una posición idónea para ser
contagiada también, por otra parte los pobres tendrían menos información, menor
control de factores de riesgo etc. Todo ello justificaría un mayor número de fallecidos
en familias pobres que en acomodadas.
455
Calle estrecha, escasamente aireada y mal ventilada de una de las parroquias más
castigadas por la epidemia.
Defunciones en las cinco parroquias placentinas durante la visita del Cólera-Morbo
456
En cuanto al control de los factores de riesgo me cabe una duda sin
embargo, es decir al estar Plasencia amurallada, y la mayor parte de la población residir
en la zona intramuros, las diferencias en cuanto al abastecimiento de agua entre ricos y
pobres serían muy reducidas, los mas pudientes tenían pozos individuales, el resto
recurría a los comunes, (quizás sí en el control de excretas), por lo que la vinculación
con el agua y su contaminación por deposiciones humanas, como factor de riesgo más
importante en el cólera, fue común en ambos (las medidas más eficaces en la actualidad
pasan por el control del agua como mecanismo de transmisión), habría que pensar
entonces aquí en las diferencias en susceptibilidad inmunológica, en la que en lo que al
pobre se refiere juega en su contra, unido a lo ya apuntado de hacinamiento de viviendas
en el principal reservorio de la enfermedad, es decir, el hombre.
Pero es que, además, en Plasencia (y en general en toda España), se produjo
un mayor número de defunciones en mujeres (68%) que en hombres (32%). La razón
pudiera estar en el trabajo, mas relacionado con las tareas de limpieza; además la madre
y esposa han sido quienes tradicionalmente atendían a los enfermos; por tanto las
posibilidades de contagio son mayores, pero hay además un dato interesante, y es el
hecho de que la mayor proporción de mujeres fallecidas correspondía a las viudas
(38%). El porcentaje restante se repartía por partes iguales (31%) entre solteras (entre
las que he incluido las catalogadas como párvulas) y casadas con algo importante que
interesa destacar, es decir, el hecho de que además de viudas la mayoría aparecen en los
libros de difuntos con la denominación de pobres, lo cual, según Sánchez de la Calle, es
algo totalmente lógico: una mujer que a principios del siglo XIX pierde al esposo se
encuentra abocada en muchas ocasiones a perder también su sustento, pues era el
marido el que principalmente lo ganaba. De ahí que en casi todos los casos en que
aparezca el término viuda vayan acompañados de la denominación de pobreza. Este
grupo social pertenecía a los más humildes en Plasencia, y en aquella época las viudas
forman una auténtica legión. 760
760
Sánchez de la Calle, J.A.(1990): Artº cit. Pg. 212.
457
% De fallecimientos por sexo
Por otra parte hay que recordar la coincidencia con el cólera de una situación
de guerra. Este hecho seguramente conllevaría la reducción de hombres que, voluntarios
o forzosos, por el conflicto bélico, habrían abandonado las labores del campo,
feminizando de ésta manera la población rural que sería abatida por el cólera, dejando
un reguero de orfandad y abandono perceptible.
Estado civil de las mujeres fallecidas
La parroquia de San Nicolás registró 40 fallecimientos durante septiembre,
octubre, noviembre y diciembre. De las que 27 (67,5%) eran mujeres, ocho de ellas
458
(29,6%) con categoría de viudas, y dentro de éstas además tres (37,5%) quedaron
registradas además como pobres.
En la parroquia de San Juan quedarón registradas 17 mujeres (70,8%) de
un total de 24 fallecimientos, 12 de ellas (70,5%) con categoría de pobres. Cuatro
fueron registradas en la categoría de viudas siendo tres de ellas además pobres.
La parroquia de Santa María, sin embargo, no registra la sobremortalidad
femenina observada en las anteriores parroquias. Entre septiembre y diciembre, cuando
fue declarado extinguido el cólera, habían fallecido 16 hombres (47%) y 18 mujeres
(53%), del total de 34 fallecimientos en 21 de ellos (61,7%). La causa fue el cólera-
morbo, de las mujeres el 38,8% eran pobres, y dentros de éstas el 85,7% eran además
viudas. En ésta parroquia la media de edad de los fallecidos por cólera-morbo era de
52,5 años.
% de fallecimientos pos sexo en la parroquia de San Nicolás
459
% de falledicos por sexo en la Parróquia de San Juan.
% de mujeres con categoría de pobres fallecidas en la parroquia de San Juan
460
Causas de fallecimiento en la parroquia de Santa María entre septiembre y diciembre
Pero éste hecho es significativo y coincidente con el resto del país, y en todos
los tiempos; es decir el cólera suele producir también cierta sobremortalidad femenina;
si bien también sería discutible si ello es debido a un factor biológico dependiente del
sexo o si juegan un papel más decisivo los factores sociales antes mencionados y que
están en relación con el tradicional papel femenino como cuidador doméstico.
En cuanto a la edad se observa cómo la mayor parte de los que mueren por
cólera en la parroquia de Santa María tienen una edad elevada para la época. Sólo
aparece un niño de seis años entre los fallecidos. Entre los 11 y 20 años hay también un
solo caso, en el de 21 a 30 no hay ninguno, en el de 31 a 40 aparecen tres, en el de 41 a
50 siete, en el de 51 a 60 dos, y en el de mayores de 61 seis. En lo que se refiere a los
registros parroquiales de San Juan no aparece la edad, y en los de San Nicolás aparece,
pero no así la causa de la muerte, por lo que no permite completar el estudio. Por tanto,
y siendo consciente de tomar sólo una sóla fuente de datos, es decir, la parroquia de
Santa María, en función del análisis de la edad, el cólera-morbo asiático atacó en
Plasencia más a los adultos que a los niños.
461
Tramos de edad de los fallecidos por cólera en la parroquia de Santa María
En consecuencia, aparece otro determinante biológico básico, la edad, es
decir se sabe que el cólera, cuando ataca a una población no sensibilizada, como sucedió
en Plasencia en 1834, todos los grupos de edad pueden potencialmente verse afectados
por igual; mientras que en las zonas endémicas donde parte de la población tiene algún
grado de sensibilización previa por epidemias anteriores y su contácto con el víbrion, y
al sobrevivir a la infección creando cierta resistencia inmunológica temporal, el cólera
es sobre todo una infección pediátrica. Pero no sólo por ese condicionante los infantes
tienen mayor riesgo, pues las especiales necesidades hídricas del niño y especialmente
del lactante y unido a su incontinencia fecal y comportamiento social e higiénico,
aumentan también la susceptibilidad al cólera. Y otro grupo de especial sensibilidad
respecto a la mortalidad por cólera son los ancianos. Por tanto los grupos más
susceptibles son siempre aquellos con equilibrios hídricos más frágiles, lo que, en
relación al determinante biológico de la edad, señala en general precisamente a niños y
ancianos. El grupo de éstos últimos sería muy reducido al estar la esperanza de vida
también más reducida en edad, y por que la reciente guerra de la independenia habría
mermado la población adulta; pero, aunque baja, la edad avanzada no sería motivo de
predisposición aunque constituiría un factor de mal pronóstico por su gran
susceptibilidad. Pensemos en la presencia de enfermedades crónicas en éste grupo etario
y su papel como factor de riesgo de incremento de la mortalidad en caso de contraer el
462
cólera. Es más, el padecer una enfermedad podría significar, por otra parte, no trabajar y
con ello no percibir un salario, situaciones que abocan a la pobreza, que agudizan aún
más la enfermedad, entrando en un círculo vicioso cuyo final claramente es la muerte.
De cualquier manera, y situándonos en 1834, éste carácter de cronicidad de la
enfermedad no es el mismo que el actual. Es decir, esa característica de larga estabilidad
sintomatológica y supervivencia relativamente longeva, no es tal, sino por el contrario la
enfermedad crónica entonces conllevaba una acelerada e irreversible pérdida de
autonomía y el abocamiento a una muerte temprana.
De acuerdo con las informaciones ofrecidas por la Gaceta de Madrid los
muertos en Plasencia fueron 123. Cifra que coloca a la ciudad en un lugar preeminente
por lo que a intensidad del morbo se refiere.761
Los resultados obtenidos tras la revisión
de los registros parroquiles no llegan a esa cifra si consideramos las muertes por cólera
en los meses de obtubre, noviembre y diciembre, sin embargo, tal y como queda
reflejado más arriba, se dispara durante esos meses.
Quiero recalcar que para éste estudio, las conclusiones sobre cifras de
mortalidad como datos demográficos y epidemiológicos son necesarias, pero no se
encuentran dentro de los objetivos de ésta investigación, puntualizando además que
éstas recopilaciones directas durante la epidemia quizás no sirvan para estimar la
morbimortalidad real del cólera, es decir, a falta de datos tales como la causa del
fallecimiento en todos los registros parroquiales. Únicamente se podría tratar de inferir
la mortalidad por el cólera a partir del cómputo total de los fallecidos eliminando
aquellos atribuibles a otras causas, o lo que es lo mismo, a partir del aislamiento de
todas las variables que intervinieron en la evidente sobremortalidad del los meses en
que Plasencia convivió con el cólera. Por lo tanto queda claro que se ha partido de una
revisión indirecta de los registros parroquiales de defunciones, y desde la hipótesis de
que el aumento en la mortalidad en esos meses, conocidas y minimizadas otras
variables, como el hambre por malas cosechas (imposibles de aislar), debián obedecer
entonces a alguna causa extraordinaria que coexistiera, y esa era la enfermedad del
cólera.
De todas maneras las características de la infección por cólera, como otras
enfermedades principalmente transmitidas por el agua, tiende a generar una
761
García Pérez, J., Sánchez Marroyo, M. y Merinero Martín, M. J. (1985): Historia de
Extremadura, IV, ed. Universitas. Badajoz.
463
representación gráfica llamada curva holomiántica, caracterizada por un contagio
masivo desde un reservorio infectivo común -un pozo de agua, por ejemplo- que debuta
de forma relativamente brusca tras el período de incubación y tiende a disminuir más
lentamente. Aunque dicha curva sólo puede apreciarse en poblaciones relativamente
numerosas y que, lógicamente, cumplan el criterio de una infección múltiple en un
breve espacio de tiempo a partir de un mismo foco, podría servirnos para explicar el
aumento en las cifras de mortalidad, unida a otras características observadas y que son
propias de la mortalidad observada por cólera en 1834, como por ejemplo la proximidad
geográfica estrecha con núcleos afectados o la no existencia de un predominio
claramente masculino, o mortalidad llamativa en los meses de estancia de la enfermedad
documentada en fuentes municipales y eclesiásticas.
2.3.5. De la prevención simbólica a la prestación de auxilios espirituales
El estamento religioso prestó servicio a la ciudad durante la epidemia. El año
anterior (1833) pudimos comprobar cómo colaboraron en las Juntas de Sanidad, algunas
veces incluso reivindicando su destacado papel en las mismas en una clara lucha de
apropiación por la gestión de la enfermedad y la muerte, a la vez que cotidianamente
celebraron diversos actos y servicios litúrgicos solemnes encaminados a la prevención
simbólica, tales como procesiones y Rogativas, que en éste año se acentuaron cuando la
epidemia llegó a Plasencia.
A medida que el cólera progresaba, y ante la incapacidad práctica por parte de
la medicina por frenar su curso, aumentaría el fervor religioso haciendo que además de
esas manifestaciones simbólicas y rituales en torno a la enfermedad, se abarrotaran los
confesionarios en un sentido y sincero arrepentimiento. Esto último podría ser muestra
del adoctrinamiento religioso. Cuando la epidemia se encontrare en su momento alto
sería entonces cuando ambos colectivos de actores se verían desbordados en su trabajo,
los sacerdotes no darían abasto en sacramentar, y los médicos en asistir correctamente a
los enfermos.
Siendo ahora el momento de pasar de esa prevención simbólica a la asistencia
espiritual, las autoridades religiosas se preocuparon de tranquilizar al Sr. Obispo
asegurando que por parte de la Santa Iglesia no se negará nadie al servicio de los
auxilios espirituales: “…Se abrió y leyó un oficio del Ilmo Sr. Obispo, su fecha de este
464
mismo día manifestando espera se sirva el Cabildo de su acreditado celo que ninguno
de sus individuos ni cualquier otro dependiente de la Santa Iglesia estará pronto y no se
negará al servicio de los auxilios espirituales a los que padezcan la enfermedad del
Cólera- Morbo u otra cualquiera, y el Cabildo acordó: Se conteste al L.S.Y. persuadido
y descanse de que todos los individuos capitulares y dependientes de la Santa Iglesia, a
quienes se les previene lo conveniente para ello, estarán prontos como siempre han
estado y nunca se han negado a suministrar los auxilios espirituales a cualquiera que
padezca la epidemia del Cólera ni otra distinta, siempre que les sean llamados para
ello.762
Lo anterior, en cambio, choca frontalmente con una nota recogida en el
archivo parroquial de Santa María, referente a los datos de una mujer fallecida por
cólera-morbo y que residía en la calle ancha, en la que consta la prohibición realizada
por las autoridades de que los sacerdotes asistieran a entierros mientras durase la
epidemia: “…no habiendo recibido más que la Santa Unción que la administró (…)
cura de la parroquia. No testó por no tener de qué, no asistieron los Sres Sacerdotes
(…) de la parroquia a su entierro por haberlo prohibido la autoridad mientras
permanezca el cólera”.763
O los referidos a un canónigo de ésta Santa Iglesia Catedral,
al que “no asistió el Ilmo Cavildo a su entierro por haberlo prohibido la autoridad
mientras dure el cólera-morbo”.764
2.4. Asistencia al enfermo de cólera
2.4.1. Hospitales
Un año antes pudimos comprobar cómo las autoridades se preocuparon, si no
de preparar, por lo menos sí de nombrar un hospital para coléricos, el hospital de la
Merced. El paso del cólera por Plasencia dejaría en evidencia una penosa cobertura
sanitaria, especialmente la benéfica, y la inadecuación de un sistema puntual de trabajo
de la Junta de Sanidad Municipal, de la que no se tienen noticias cuando la enfermedad
atacó a la población. El colectivo médico, a través de su Boletín, a primeros de julio de
1834 informa de las características que deben reunir los hospitales que para la atención
762
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del Cabildo, fecha 9-Nov. 1834. 763 Archivo Parroquial de Santa María. Libro de finados. 764
Ibidem.
465
a los enfermos coléricos se establezcan en las poblaciones. Para ello recomienda una
ubicación de los mismos en parajes bien ventilados, así como evitar el hacinamiento de
enfermos por considerarlo foco de infección, por tanto se prefiere un mayor número de
hospitales con pocos enfermos en cada uno:
“Deben establecerse hospitales efectivamente en parajes ventilados, pero no deben ser
grandes ni situarse muy lejos de la población. El número excesivo de enfermos, aun de
males no sospechosos, y su hacinamiento dan lugar a la producción de emanaciones y
miasmas que constituyen focos de infección. Si los hospitales se sitúan lejos, tienen el
inconveniente de hacerse inútiles para los infinitos enfermos que llegan a la hora
extrema: la rapidez del cólera en su curso, y la ineficacia de los auxilios no
dispensados en el principio de la invasión, reclaman la formación de hospitales en
todos los cuarteles, y aún mejor en cada barrio, siempre que los medios pecuniarios lo
permitiese”.765
Se establecieron además en algunos puntos Casas de Socorro, cuyo cometido
era ofrecer los primeros auxilios al enfermo y posterior traslado al hospital. Al respecto
el colectivo médico se posicionó a favor de las mismas en lo que se refiere a su primer
cometido, que consideraban fundamental en la posible curación, pero dudaban de la
utilidad del segundo:
“Se nos ha asegurado que ya hay varias establecidas en distintos puntos de esta Corte
por si viniese el caso desgraciado de necesitarlas, pero que no tenían más objeto que
dar a los individuos los primeros auxilios del momento y mandarlos inmediatamente al
hospital. Nosotros creemos la primera parte de esta noticia, pero dudamos de la
segunda, porque supondría en los que la dictasen muy poca atención a la marcha de la
enfermedad que nos amenaza. Estas casas deben tener dos objetos, uno de estar
prontos los auxilios espirituales y médicos para los enfermos atacados accidentalmente
de las casas inmediatas pudientes, hasta que pudiesen ser asistidos por sus propios
facultativos, y el otro para admitir y curar en sus salas a los enfermos pobres que,
distantes del hospital general, perderían la mayor parte los momentos únicos que
pueden dar esperanza de curación si fuesen conducidos a él. Supongamos que
socorridos en éstas casas hubiesen obtenido algún alivio, quién puede dudar que
sacados entonces de sus camas, para ser trasladados a aquel establecimiento,
765
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia.10-7-1834.
466
perderían en el acto lo que habían ganado, y serían condenados a una muerte casi
inevitable?. No hacemos tan poco favor a los encargados de la salud en estos críticos
momentos”.766
En éstos momentos críticos en el devenir de los acontecimientos los
facultativos postularon su creencia de que establecer hospitales únicamente para la
atención de coléricos sería perjudicial por considerarlos focos de atención. Tanto
contagionistas como anticontagionistas defendieron la instalación de casas de socorro:
“A más de que esto supondría otra disposición no menos nociva que la precedente, es
decir, que el hospital general sería destinado solo para los coléricos, cosa reprobada
por todos los prácticos de esta enfermedad. Prescindiendo por ahora de los infinitos
defectos que tiene el nuestro, un foco de infección tan grande ¿no sería el modo de
aumentar los estragos del establecimiento mismo y aun los de toda la población?.
Según el parecer de todos los prácticos, tanto contagionistas como no contagionistas,
deben multiplicarse todo lo posible estas casas de socorro en forma de pequeños
hospitales provisionales, no solo para proporcionar los auxilios del momento y facilitar
la curación de los enfermos, sino también para evitar las grandes reuniones de estos,
siempre mucho más temibles que las reducidas. En nuestra opinión los coléricos en
detalle no son contagiosos, pero amontonados forman una suma de infección
atmosférica, capaz de reforzar la causa epidémica reinante y hacerla progresar hasta
el infinito”.767
No se determinó por tanto la adecuación de un hospital para coléricos en
Plasencia, pero sí se destinaron salas independientes dentro de los propios hospitales
para atender únicamente a enfermos de cólera-morbo: “…habiendo sido atacada de
cólera-morbo fue asistida en el hospital de Santa María donde está destinada la sala
para coléricos”.768
Cuando el cólera llega a Plasencia son tres los hospitales (si consideramos a
la enfermería de los padres descalzos como parte del hospital de la Cruz) que habrían de
atender a los enfermos de cólera: hospital de Santa María, hospital de la Merced y
hospital de la Cruz. En lo que al hospital de Santa María se refiere, si se acepta la
766
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia. 17-7-1834. 767
Ibidem. 768
Archivo Parroquial de Santa María. Libro de finados.
467
vigencia de las Ordenanzas del Obispo Laso de la Vega en cuanto a admisión de
enfermos, pudiera ser lícito también aceptar la vigencia en cuanto a personal y
obligaciones:
- Obligaciones del cirujano: Item Ordamos que el Zirujano que huviere de asistir a
dicho Hospital que solo será en caso de que estando en él algún enfermo le
sobrevenga enfermedad, tenga obligación de visitarle durante la referida
enfermedad dos veces al día, las demás que convengan hasta que este sano, y le
aplicará todos los medicamentos que necesitare, sobre que también le encargamos
la conciencia. 769
- Obligaciones del médico:“Item Ordamos y mandamos que el Médico que hubiere
de asistir a curar los enfermos de dicho hospital y sus ministros, los visite dos
veces al día a las horas competentes O más si fuere necesario aplicarles los
remedios convenientes cuidando se hagan a su tiempo y que coman y refresquen a
las horas que señalare; y en estado de peligro harán que le den los Santos
Sacramentos, avisándoles del estado en que se hallan para que se preparen y
dispongan de su alma; y en mejorando y en estando libre y si calentura les echará
convalecencia, señalándole los días que han de estar en ella a su discreción y los
asentará en el libro para mejor gobierno de la dicha convalecencia y del referido
Hospital, y si recayeren le volverán a recibir con sólo su parecer y se les harán los
remedios que necesitaren como antes; y, sobre todo, le encargamos su
conciencia.” 770
- Obligaciones del Barbero y Sangrador:“Item ordenamos y mandamos que el
Barbero y Sangrador que asistiere a dicho Hospital revise sus enfermos y
ministros de ordinario haciéndoles las sangrías, echándoles las sanguijuelas y las
ventosas que se necesitaren y lo demás que ordenare el Médico. Así mismo
afeitará y cortará el pelo a dichos enfermos siempre que tengan necesidad de ello
y, sobre todo, se le encarga la conciencia.771
- Obligaciones del Dispensero con relación al Médico:“Llamar al Cura siempre
que sea necesario sacramentar algún enfermo, aunque sea de deshora de la noche,
y lo mismo al Médico, Cirujano, Barbero, porque nunca le falten los remedios
espirituales y corporales. También es de su obligación asistir con el Médico a la
visita de los enfermos, y el Ama de cada sala, para saber lo que ha ordenado e irlo
asentando y asistiendo cuando se ejecutare, porque no se cometa algún yerro,
como se ha experimentado habiendo ordenado el Médico que a un enfermo le
769
Archivo de la Catedral de Plasencia. Carpeta Hospital de Santa María. Cuaderno 14.
Ordenanzas. Segunda Constitución referente a obligaciones del cirujano. 770
Archivo de la Catedral de Plasencia. Carpeta Hospital de Santa María. Cuaderno 14.
Ordenanzas. Tercera Constitución, referente a obligaciones del Médico. 771
Archivo de la Catedral de Plasencia. Carpeta Hospital de Santa María. Cuaderno 14.
Ordenanzas. Quinta Constitución referente a obligaciones del Barbero-sangrador.
468
sangraran y a otro le diesen una purga, y se hizo lo contrario; de que resultó
haberse muerto el que recibió la purga, como después declaró el Médico”.772
Las ordenanzas mencionan también a otros profesionales del cuidado y
asistencia al enfermo, las amas, pero no recoge sus obligaciones. De la lectura de dichas
ordenanzas se deduce que el médico juega un papel importante en el hospital, siendo
necesario su reconocimiento y posterior visto bueno de los enfermos que desean
ingresar, sino que es también necesaria su firma en las cédulas de confesión y
comunión, junto a la del administrador. Prácticamente el hospital se mueve bajo sus
órdenes, ya que tanto el régimen de los enfermos como todo lo demás referente a ellos
es él quien lo dispone a través de Amas, Dispensero, Barbero, Sangrador, etc.773
Días más tarde de su visita, y tras haber comprobado in situ las carencias y
necesidades de los hospitales placentinos, el Gobernador Civil solicita las cuentas
referidas a dichos establecimientos. El Ayuntamiento se compromete a dar
cumplimiento de lo solicitado en lo que le atañe; es decir, lo relativo a los hospitales de
la Cruz y Merced, de los que es patrono, y transmitirselo al Cabildo para que haga lo
propio con el hospital de Santa María: “…Se dio cuenta de una orden del Sr.
Gobernador Civil de ésta provincia fecha 4 del que rige por la que previene que dentro
de 20 días y bajo la pena de suspensión de sus encargos rinda las cuentas
correspondientes a los hospitales de Santa María, de La Cruz, y de las Llagas, sus
respectivos mayordomos y los presenten al Ayuntamiento para que por éste le sean
remitidos justificados con la última aprobada. En Cuya vista el Ayuntamiento acordó
en exacto y puntual cumplimiento por lo que a su parte le corresponde como patrono de
los dos últimos establecimientos, y con respecto al hospital de Santa María le hagan
saber inmediatamente a su mayordomo D. Carlos Sánchez para que bajo la pena
impuesta por el Sr. Gobernador Civil cumpla con cuanto se previene y manda por dicho
Sr”.774
772
Archivo de la Catedral de Plasencia. Carpeta Hospital de Santa María. Cuaderno 14.
Ordenanzas. octava Constitución referente a obligaciones del Dispensero. 773
Rodriguez Peña, J.L. (1972): Los hospitales de Plasencia. Edita Caja de Ahorros de
Plasencia, Servicio de Publicaciones. Plasencia. Pg. 47. 774
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 8 de diciembre de
1834.
469
Como era de esperar, el Mayordomo del hospital de Santa María dio a
conocer al ayuntamiento la imposibilidad de presentar cuentas sin la aprobación por
parte del Obispo: “… Se dio cuenta de una exposición del Mayordomo del hospital de
Santa María manifestando no le es posible poner en ejecución la presentación de
cuentas de dicho establecimiento sin aprobo y mandato del Ilmo Sr. Obispo de ésta
ciudad, con quien o a su tribunal de justicia se rinde por ser como es el único patrono.
En cuya vista acordó el Ayuntamiento se haga saber a este administrador no está en
manos de la corporación alterar las disposiciones superiores, y que bajo de su
responsabilidad haga lo que le parezca en éste asunto, y sin perjuicio se dese cuenta al
Sr. Gobernador Civil de ésta provincia con copia de citado oficio para su conocimiento
y efectos que convengan”.775
Ante esto el Gobernador Civil a través del Ayuntamiento
le hace saber al mayordomo la obligación de cumplir ante él con lo mandado: “…Se
hizo notorio un oficio del Sr. Gobernador Civil de ésta provincia fecha 18 del que rige,
contestación al que le dirigió el Ayuntamiento acompañándose copia del que pasó el
administrador del hospital de Santa María sobre cuentas del mismo establecimiento
que debe presentar al Ayuntamiento y éste remitirlas a dicho Gobernador Civil para
que se hagan conocer a citado mayordomo las facultades que le están concedidas por
Real Órdenes de 26 de marzo y 22 de septiembre últimos y que cumpla con lo que le
está mandado. En su vista el Ayuntamiento acordó: se haga enterar así al Mayordomo
por el Secretario D. Antonio María”.776
Y entre oficio de ida y vuelta el Mayordomo
pide ahora el tiempo suficiente para cumplir con lo mandado: “…Se dio cuenta de la
exposición presentada por el mayordomo del hospital de Santa María manifestando
está pronto a cumplir con la presentación de cuentas de aquél establecimiento según
previene, pero para ello necesita se le conceda el término suficiente. En su vista el
Ayuntamiento acordó: que no estando en su mano alterar las disposiciones superiores,
se le haga saber al propio administrador para que acuda a donde corresponda con éste
asunto”.777
775
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 12 de diciembre de
1834. 776
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 22 de diciembre de
1834. 777
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 26 de diciembre de
1834.
470
En cuanto a los hospitales de la Cruz y Merced, su Mayordomo pregunta si
debe rendir cuentas referidas al año anterior o al año en curso, ya que si de éste se trata
la operación se puede demorar debido al aumento en los gastos por la atención prestada
al elevado número de enfermos del último mes: “…Se dio cuenta de una exposición del
Mayordomo de los hospitales de la Cruz y Merced del patrono del Ayuntamiento
solicitando se le diga si las cuentas que se mandan presentar correspondientes a dichos
establecimientos por el Sr. Gobernador Civil son las que tiene rendidas respectivas al
año de mil ochocientos treinta y tres, o las ha de dar nuevos al día, en cuyo caso se
hace aumentada la operación amontonándose considerables gastos y complicaciones
de operaciones si no se espera a la conclusión del año, con lo demás que de las mismas
resultan: En cuya vista habiendo conferenciado el Ayuntamiento acordó se haga saber
a dicho Mayordomo que entiende sean bastantes las últimas cuentas presentadas, pues
que la instrucción del Sr. Gobernador Civil cree no sea otra que tomar conocimiento e
intervenir las rentas de los Píos establecimientos con uso de sus facultades, sin que por
ello altere el fin de dar las cuentas por años naturales como siempre se ha
acostumbrado por hacer los rendimientos en fin de año muchas de sus rentas.”778
.
Seguramente la actuación de las autoridades en lo que se refiere a la
preparación de hospitales fuese irregular y confusa. Es posible que la improvisación
caracterizara su actividad. Al contrario de lo ocurrido un año antes en cuanto a la puesta
en marcha de medidas de aislamiento. En lo que se refiere ahora a la atención de
enfermos parece que ésta nueva epidemia les cogiera por sorpresa, y que el sistema de
asistencia se estableciera de forma urgente y precipitadamente. Quizás sea éste el
motivo por el que años más tarde, cuando el cólera se presentó por segunda vez en
Plasencia, el acondicionamiento de hospitales se estudiara más minuciosamente:
“Deben establecerse tres hospitales provisionales para la colocación y tratamiento de
los coléricos en los parajes donde determinen, pero preparándose desde luego uno que
sea presto de camas y otros utensilios necesarios en presentándose el cólera, con los
recursos que arbitrará la junta, escogiendo el medio más aceptable y pronto: Que el
personal de cada uno de los tres hospitales contará con un Profesor de Medicina
Director, un Practicante y dos Enfermeros; para cada establecimiento se dispondrá de
778
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 15 de diciembre de
1834.
471
ocho camas cuyas (prendas) se fijarán a la mayor brevedad y tan presto como la Junta
disponga de algunos fondos; Que a los enfermos que apetezca permanecer en su casa y
con su familia se les socorrerá a domicilio con facultativo y medicinas, debiendo
sacarse éstas en éste caso, y para los hospitales provisionales de la oficina de farmacia
más inmediata, que para facilitar éstos socorros se determinará oportunamente, de la
cual Botica habrán de hallarse los medicamentos de que haga de hacerse uso; Y se
asigne un facultativo para cada uno de los cuatro distritos en que ha propuesto se
divida la población, con los honorarios de sesenta reales diarios si fuese médico, y de
cuarenta si fuese cirujano, cuyos honorarios principiarán a desvengarlos desde el
momento en que comiencen a prestar sus servicios; Todo lo cual debe anunciarse al
público para su conocimiento por medio de bandos; Concluyendo con manifestar
dichos Sres que se han servido traer y entregar en secretaría, el proyecto (…) y que
hechas las explicaciones y aclaraciones que consideran oportuno hacer para mayor
ilustración de la Junta. Abriendo discusión sobre todos y cada uno de los urgentísimos
extremos comprendidos en el procedente informe, después de haber estudiado y
discutido, la junta acordó oportuno tales como la comisión los propone”.779
2.4.2. Número de enfermos
No se dispone de un registro de enfermos que pudieron ser ingresados en los
tres hospitales, pero algunos datos nos pueden dar una idea de la elevada cantidad de
personas atendidas:
- Uno de ellos hace referencia a la petición hecha por parte del boticario D. Juan
Redondo Rivero a la Comunidad de los Padres Descalzos para que se le abone el
importe correspondiente a la medicina despachada desde junio a diciembre de
1834: “…Se dio cuenta de un memorial de D. Juan Redondo Rivero, vecino y
boticario de ésta ciudad en que solicita se le satisfaga la medicina que ha
despachado para la comunidad de los Padres Descalzos desde el día 13 de junio
hasta el 29 de diciembre del presente año importante 328 reales, de cuya cantidad
deberá rebajarse la tercera parte según costumbre, presentando al mismo tiempo
el libro recetario de dicha comunidad, en donde estaban estampadas 45 fórmulas
779
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares, sesión de 25 de septiembre de
1854.
472
despachadas desde referido día, y enterado el Ayuntamiento acordó que se expida
libramiento para que se pague a dicho Rosado doscientos diez y ocho reales y 24
marabedíes de la medicina despachada para ésta comunidad”.780
En ésta misma
sesión de las autoridades municipales, siendo la fecha 31 de diciembre, se acuerda
también aprobar las cuentas de los hospitales de la Cruz y la Merced: “…Vistas las
cuentas de la Fabrica de cañas, hospitales de la Cruz y Nuestra Señora de la
Merced, y la memoria de los Sres Toledo dada por su administrador D. Vicente
Wenceslao Ramos de año y medio vencidas en San Miguel y Navidad de 1833 con
los informes puestos a ellos con los Sres Comisarios, acordó el Ayuntamiento
aprobar como aprobó dichas cuentas y que se franquee al administrador
certificado de éste acuerdo para su despacho”.781
- Otro es la relación de enfermos pertenecientes a la comunidad de San Miguel
atendidos por el facultativo del hospital de la Cruz: “…Se dio cuenta de un
Memorial de Fray Antonio del Montijo, conventual y guarda del colegio de San
Miguel, extramuros de esta ciudad, manifestando en él que hallándose la
comunidad de su cargo en la mayor indigencia y débitos que ha construido [para]
facilitar a los enfermos individuos de la misma [comunidad] en éste año,
presentaba la declaración del facultativo del hospital de la Cruz de que es
patrono, dar orden a fin de que el mayordomo satisfaga de sus rentas lo que
diariamente juzgue conveniente para la asistencia de dichos enfermos según se ha
hecho siempre, y dicho Ayuntamiento habiendo visto al mismo tiempo la relación
que el facultativo daba de los enfermos y el tiempo que lo [ha] estado, pues
ascendía a 1216 acordó que se cobre a razón de seis reales diario por individuo y
día, a cuyo fin se expide contra D. Vicente Wenceslao Ramos, administrador del
hospital de la Cruz el oportuno libramiento para que de los caudales que están en
su poder pague a la comunidad de Fray Antonio del Montijo, Guardia de dicho
Convento la cantidad de 732 reales, importe de los días que los individuos han
estado enfermos en el año de 1834 a razón de seis reales por cada un individuo y
día, y que dicho memorial y lista del facultativo se pase a éste libro de actas”.782
780
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 31 de diciembre de
1834. 781
Ibidem. 782
Ibidem.
473
Una de las dos puertas del Hospital de Santa María
2.4.3. Cuidados generales
En julio se habían publicado en el Boletín Oficial de la Provincia una serie de
recomendaciones a seguir en caso de encontrarse mal. Se hacía especial hincapié en la
importancia de no perder los primeros momentos, porque de esto depende en gran parte
el que no ocasione extraordinaria mortandad el Cólera Asiático. En primer lugar será
preciso luego que alguna persona enfermase debe llamar al Médico, que es el único
que puede tratar su mal con acierto. Y mientras éste llega, si la enfermedad está ya
presente en el pueblo, con el único e importante objeto de no perder tiempo, se
recomendaron los siguientes remedios:
Si se presentan tres o cuatro evacuaciones de vientre líquidas, se enfrían algo las
piernas, hay además algún escalofrío en varias partes del cuerpo, con sensación
de peso o ligero dolor de cabeza, ardor en el estómago, sed o algún calambre, se
474
pondrá al enfermo en cama, se le aplicarán botellas de agua caliente, o ladrillos o
bayetas calientes en los pies; enseguida sinapismos hechos solo con mostaza y
agua caliente en las piernas, muslos o brazos, mudándolos de sitio de cuarto en
cuarto de hora, o antes si incomodasen mucho, teniendo cuidado de volverlos a
calentar, cuando estén fríos, y también de no enfriar al paciente. Las friegas secas
o con algún líquido estimulante apropiado serán oportunas, si se pudiesen dar sin
que el enfermo se airease. De hora en hora se echará una lavativa compuesta de
una jícara de agua de arroz, o bien de agua común por ser más pronto, en la que
se disolverán dos pedazos de almidón algo mayores que el tamaño de una
avellana, una yema de huevo, y 24 gotas de láudano líquido. Si hubiese algún
dolor de tripas se pondrá en el vientre una cataplasma caliente hecha con la
harina de linaza y agua, añadiendo encima un moco de manteca sin sal. Hasta que
el Médico se presente no tomará el enfermo otro alimento que alguna jícara de
agua de arroz, poniendo a cada cuartillo de ésta media onza de goma arábiga, y
otra media de azúcar, todo pulverizado, para que se disuelva con facilidad a fuego
lento. Si ya desde el principio con los síntomas referidos se presentasen vómitos, o
éstos se declarasen luego, a más de todo lo dicho, se pondrá un sinapismo a todo
lo largo del espinazo desde la nuca a los lomos, se dará de cinco en cinco minutos
un pedacito de hielo del tamaño de una avellana, y de dos en dos horas una jícara
de agua de arroz espesada, añadiéndole doce gotas de láudano líquido, y si éste
promoviese más el vómito tomará el enfermo un grano del estracto acuoso de
opio, también cada dos horas. Los dolores cólicos en éste caso son fuertes, y para
mitigarlos se ponen en el vientre desde una a dos docenas de sanguijuelas, según
la edad y naturaleza del sujeto, es decir, una en los de corta edad o débiles y dos
en los adultos y robustos; desprendidas las sanguijuelas se pone la cataplasma de
linaza. También se suele observar que los cursos o la diarrea en muy poco tiempo
estenúan por su frecuencia y abundancia a los enfermos, y entonces, si todavía no
hubiese llegado el profesor, podrán ponerse las lavativas aconsejadas arriba, con
la diferencia de que en vez del láudano se deberá poner un escrúpulo de alumbre
de roca. Si el ataque desde luego se presentase con frialdad estremada en la
mayor parte del cuerpo, con color azulado, cara desfigurada, y absolutamente sin
pulso o casi imperceptible, o bien se manifestasen éstos síntomas sin haber
comparecido aún el Médico, es necesario envolver las piernas, muslos y brazos del
enfermo con sinapismos muy calientes, poner en el espinazo reiteradas veces el
475
largo sinapismo arriba expresado, y mantener el calor a todo trance con botellas
de agua, ladrillos o saquitos de arena muy calientes. De lo demás se practicará lo
que se pueda, pero no se le dará el láudano ni el opio”783
.
Otra de las puertas del Hospital de Santa María
La terapéutica que se debió utilizar en Plasencia estaría en consonancia con la
regla general de aplicar el hielo al interior y la sangría al exterior, complementada con la
aplicación de calor mediante fricciones, cataplasmas, etc. Una dieta severa y la
utilización de medicamentos tradicionales para tratar la sintomatología. Un indicador de
lo apuntado está en el hecho de haberse agotado en la ciudad un elemento de éste plan
terapéutico general, la nieve:
“Con motivo de haberse dado varias quejas a los Señores individuos del
Ayuntamiento sobre la falta de nieve en las botellerías para el socorro y auxilio de
los enfermos, que se mandó que se haga saber a los dos botelleros, Antonio
783
Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 11-7-1834.
476
Ramírez y Juan Serrano, que sin escusa ni pretexto tengan el correspondiente
surtido de nieve para medicinar a los enfermos bajo la multa de 20 ducados por
cada falta, sin perjuicio de los demás procedimientos a que den lugar”.784
La estructura sanitaria en Plasencia demostraría, al igual que en toda España,
verdaderas carencias, sin negar el esfuerzo del personal sanitario y personas que
cuidaran los enfermos, el trabajo resultaría ineficaz. Errores diagnósticos, ocultación de
la enfermedad, abandono de enfermos, terapéutica centrada en sangrías, vejigatorios,
etc., métodos que lejos de beneficios aportarían mayores males. No hay referencias
documentales que avalen la utilización de la sangría en Plasencia, pero no cabe duda de
que ésta práctica debió realizarse, y que resultaría igualmente inútil, ya que lejos de
corregir los efectos de la deshidratación aumentaría la pérdida de volumen.
2.5. Final de la epidemia y vuelta a la vida cotidiana
2.5.1. Tedeum de Acción de Gracias
Tras el pico de la epidemia cabía esperar una cola alargada y no una
desaparición brusca, además de que algunos enfermos que sobrevivieron al cólera,
como se apunta más arriba, morirían diferidamente por carecer de recursos para una
recuperación completa. Probablemente una vez que disminuyó el número de casos se
volvería quizás a la práctica de ocultar la verdad, en la firme creencia de que la
ignorancia generaba supuestamente tranquilidad social.
A finales de 1834 el cólera estaba oficialmente extinguido en Plasencia,
motivo por el que las autoridades deciden solicitar al Cabildo la celebración de un
Tedeum en acción de gracias por tan excelente noticia:
“… Se leyó y abrió un oficio del Ayuntamiento de ésta muy noble y muy leal ciudad, su
fecha 28 de diciembre (…), invitando por el primero al Ilmo Cabildo para que en el día
de mañana jueves primero de enero de 1835 se cante en la Santa Iglesia un Solemne
Tedeum en acción de gracias al Todo Poderoso por los singulares beneficios que su
Divina Misericordia nos ha dispensado; (…) Enterado el Cabildo de todo acordó se
784
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 1 de diciembre de
1834.
477
den por el (…) las ordenes convenientes y se conteste al Ayuntamiento en la forma
siguiente. = Enterado éste Cabildo de los atentos oficios de V.S.S. de éste día ha
acordado igualmente cantar con toda Solemnidad en el día de mañana después de la
hora de Sexta el Tedeum de acción de gracias por los singulares beneficios que nos ha
dispensado la Divina Misericordia principalmente en ésta ciudad, en que parece su
infinita piedad ha resplandecido con mayor beneficencia por el levantamiento de su
terrible azote…”785
.
Y 1835 se inicia con la decisión por parte del Ayuntamiento de dar
comunicación al Gobernador Civil de la provincia de la celebración del solemne y
esperado Tedeum en acción de gracias por el restablecimiento de la salud pública:
“…Acordó el Ayuntamiento que se dirija al Sr. Gobernador Civil de esta provincia el
oportuno parte circunstanciado de la solemnidad con que se han practicado en esta
ciudad y día de ayer el Tedeum en acción de gracias al Todo Poderoso por el
restablecimiento de la salud pública después de haber sufrido el azote del cólera-
morbo…”786
.
El Sr. Gobernador Civil, como no podía ser de otra manera, recibió con
satisfacción la noticia: “…Se dio cuenta de otro oficio de dicho Sr. y de la misma fecha
manifestando ha visto con particular satisfacción y agrado el expresivo de ´este
ayuntamiento fecha dos del que rige dándole parte de la fiesta que ha celebrado en esta
ciudad el restablecimiento de su salud publica auyentando el azote esterminador del
cólera…”787
.
2.5.2. Reconocimiento a los facultativos
Hemos podido comprobar cómo la presencia de los facultativos en las
estructuras gestoras no aparece documentalmente como de primer orden, no así su
práctica asistencial, que era demandada a pesar de su reducida efectividad curativa para
el alivio de la sintomatología. El Gobernador Civil realizó mención especial a aquellos
médicos que atendieron cumplidamente a los enfermos coléricos durante la epidemia.
De ésta manera premió a los facultativos: Don Juan Quevedo, Don José Rodríguez y
785
Archivo de la Catedral de Plasencia. Actas del Cabildo, fecha 31-Dic. 1834. 786
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 2 de enero de 1835. 787
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 9 de enero de 1835.
478
Don José Pérez; sin embargo las autoridades municipales destinaron el dinero
correspondiente a tales premios en beneficio de la milicia urbana, aduciendo que en su
día los médicos habían renunciado a tal gratificación, aunque al parecer ahora la
reclamaban:
“Visto un oficio del Sr. Gobernador Civil de ésta provincia fecha 7 del que rige sobre
premios a los facultativos: Don Juan Quevedo, Don José Rodríguez, y Don José Pérez,
señalando el primero sesenta y a los segundos cuarenta (…), en cada día de los que
permaneció en ésta ciudad la enfermedad del cólera-morbo; Enterado el Ayuntamiento
y habiendo conferenciado entre sí acordó: Que habiendo visto por dicho oficio (…) por
el que el Sr. Gobernador Civil de ésta provincia recibió una queja producida por los
facultativos, sin oír las causas y motivos que ésta corporación ha tenido para hacerles
el señalamiento de la cantidad con que se les ha gratificado, en compensación al
trabajo que han prestado por las extraordinarias circunstancias del cólera-morbo, y
que renunciaron voluntariamente, por cuya razón se aplicaron al beneficio de la
Milicia Urbana, se represente al Sr. Gobernador Civil todos los motivos y causas que el
Ayuntamiento ha tenido presente para proceder en aquellos términos, esperando que
enterado su señoría quedará al Ayuntamiento en el lugar y concepto que se merece”788
.
El motivo aducido por las autoridades para no realizar el pago de dicha
gratificación no pareció convencer al Gobernador Civil, puesto que días más tarde
volvería nuevamente a reclamar para los facultativos su merecido premio:
“Visto un oficio del Sr. Gobernador Civil de ésta provincia fecha 16 del que rige,
sobre que se les abone a los facultativos las gratificaciones que les señaló por el tiempo
que asistieron a los enfermos atacados del Cólera-morbo de ésta ciudad…”789
.
La negativa por parte de la corporación municipal pone de manifiesto la
nefasta situación económica que sufría la ciudad. A las consecuencias negativas que
sobre la economía y el comercio local provocó la epidemia de cólera se unieron las
malas cosechas, y sobre todo una situación coyuntural de guerra en España, con el
constante paso de tropas por Plasencia, a las que se debía de alojar y abastecer:
788
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 9 de febrero de 1835. 789
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 20 de febrero de 1835.
479
“…y en su consecuencia, enterado el Ayuntamiento así como de que estando
formuladas las cuentas de gastos ocurridas con motivo de dicha enfermedad mediante
lo que informaron los Caballeros Comisionados, acordó: aprobar y aprobó con efecto
dichas cuentas, las cuales con las formuladas por el Ayuntamiento, de los granos de la
Alóndiga se remitan originales al Sr. Gobernador Civil para que en su vista disponga
lo que considere conducente”.790
2.5.3. Normalización de la vida municipal
El inicio del nuevo año trae consigo una normalización progresiva, de tal
manera que acontecimientos y obligaciones suspendidas poco a poco ven la luz, aunque
a consecuencia de carestía por haberse gastado dinero en medidas sanitarias extras,
algunos otros deben todavía esperar, como el caso del Puente de Palmas:
“… Se dio cuenta de un oficio del Subdelegado de Rentas fecha 3 del que rige sobre
que en el término de 6 días se acredite el pago con los correspondientes libramientos de
las cantidades en que se halla en descubierto esta ciudad por los conceptos del Puente
de Palmas, Diario de Administración y Boletín Oficial de la Provincia, para evitar el
apremio que tiene mandado el Sr. Gobernador Civil de la Provincia. En cuya vista
acordó el Ayuntamiento que conteste el Sr. Subdelegado de Rentas que pase lo
respectivo al pago de lo descubierto por el Diario y Anales Administrativos y Boletín
Oficial de la Provincia, se han dado las órdenes oportunas para su satisfacción, y por
lo que hace al Puente de Palmas, no puede verificarse su pago por tener invertida su
importe el Ayuntamiento y Junta de Sanidad en el socorro y alivio de las necesidades de
la enfermedad del cólera-morbo, según las órdenes comunicadas por el Sr. Gobernador
de ésta provincia para el efecto de lo cual se le acompaña copia para su
conocimiento…”791
.
Días más tarde será preciso que el Ayuntamiento valore las existencias de sal
en la ciudad al finalizar el año: “…Se dio cuenta de un oficio del Sr. Administrador de
Rentas estancadas de ésta ciudad fecha 7 del que rige, previniendo que para cumplir
con una Orden de la Dirección General de Retas estancadas, se hace preciso que el
790
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 20 de febrero de 1835. 791
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 5 de enero de 1835.
480
Ayuntamiento tome una razón de las existencias de sal que puedan haber quedado en
fin de diciembre último en poder del mismo ayuntamiento y de cada uno de los vecinos
en particular, remitiéndole testimonio nominal de otra diligencia en el termino de ocho
días, y en cuya consecuencia el Ayuntamiento acordó que sin levantar mano, en el día
se ponga una lista exacta de los vecinos que han sacado sal y en qué cantidad lo han
hecho cada uno en fin de practicar el oportuno reconocimiento vecinal que se precise, y
visto su resultado se proceda al repartimiento de sal existente en poder del
Ayuntamiento en justa proporción, y en éste dato se dará testimonio y se pide al Sr.
Administrador…”792
.
Esta necesidad de conocer las existencias de sal en la ciudad hace pensar,
quizás, en su utilización para la preparación de compuestos químicos, que pudieran
haber sido utilizados como desinfectantes en casas, calles, locales públicos, etc. En julio
de 1834 se hacía referencia en el Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia respecto a
que la desinfección de casas y basureros puede verificarse con fruto por medio de los
cloruros de sosa y cal.793
Pero en el mismo boletín también se hacía referencia a su uso
terapéutico, basado en análisis que mostraron en la sangre de los enfermos coléricos una
menor cantidad de las partes hemáticas salinas y acuosas. Por lo que dichos datos
encauzaron el tratamiento en la reposición de éstos elementos. De ésta manera las
disoluciones salinas se utilizaron para detener la descomposición de la sangre y restituir
los elementos que había perdido por la acción morbosa del cólera.794
Finalizada la epidemia decide el Ayuntamiento iniciar los trámites para la
construcción de una red de alcantarillado, “que conduzca las aguas impuras fuera de la
ciudad, para darle el mayor aseo y limpieza de sus calles”. Se dirige un escrito al
Gobierno Civil y se comunica a la Sociedad Económica de Amigos del País, en
Plasencia, “invitándola para que se una al Ayuntamiento y promover las solicitudes que
convengan a fin de conseguir tan laudables fines”.795
792
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión del 9 de enero de 1835. 793
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 10
de julio de 1834. 794
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 31
de julio de 1834. 795
Archivo Municipal de Plasencia. Actas capitulares. Sesión de 16 de enero de 1835.
481
En éste día aún no se había recibido en el Ayuntamiento contestación por
parte del Gobierno Civil sobre la consulta que se hiciera quince días antes, y que hacía
referencia a la “provisión de la plaza de Médico titular de ésta ciudad, en razón a que
la dotación de seis ducados la ha de percibir de los fondos de hospitales, presumiendo
la corporación no haya llegado a sus manos; Acordó que se le repita citado oficio o
consulta a fin de que si lo tiene a bien se sirva determinar lo que parezca para hacer el
correspondiente nombramiento de tal médico entre los aspirantes que tienen
presentadas solicitudes o suspenderlo”.796
El 30 de enero el Gobernador Civil desea conocer la intensidad y efectos del
cólera en Plasencia. Para ello solicita informe al consistorio municipal, el cual hace
reunir inmediatamente a los facultativos que han tratado la enfermedad en la ciudad:
“Se dio cuenta de un oficio del Sr. Gobernador Civil de ésta provincia fecha 27 del
corriente por el que expresa que, fundado considera ya extinguido el Cólera-Morbo en
la península y no siendo suficientes para conocer su intensidad y efectos en el tiempo en
que afligió a la Monarquía las noticias dadas a consecuencia de Real Orden de 7 de
julio último, previene se den a la brevedad posible los que del mismo oficio consta. En
su consecuencia, enterado el Ayuntamiento acordó:
Que a las tres treinta de la tarde de éste día se curse a los facultativos de ésta ciudad
que han tratado la enfermedad del cólera en la misma para que se reúnan en casa del
Sr. Presidente, a fin de que estudiados del objeto evacuen y absuelvan los particulares
que incluyen precitado oficio”.797
En febrero, y terminado ya el azote de cólera, se presentan ante el
consistorio las cuentas de gastos hechos con motivo de la visita del mal, decidiéndose su
inspección y que se remita posterior informe:
796
Ibidem. 797
Archivo Municipal de Plasencia.Actas capitulares. Sesión de 30 de enero. No se ha
encontrado en el archivo municipal referencia que indique el número de fallecidos y
mucho menos de enfermos. Según informe de la Gazeta de Madrid los fallecidos fueron
123.
482
“Se presentaron las cuentas de gastos hechos con motivo de la enfermedad del
Cólera-Morbo, y se acordó: que pase a los Sres comisarios Don Francisco Plata y Don
Juan Sevillano para su inspección e informe”.798
Terminado el cólera, España seguía bajo otro azote, la guerra. En Plasencia
el ayuntamiento ofrecía ahora el edificio del hospital de la Merced, desprovisto de
enfermos, para guardar la pólvora que había llegado a la ciudad:
“Se dio cuenta de un oficio del Sr. Subdelegado de Rentas de ésta ciudad, pidiendo se
le facilite inmediatamente local apropósito para colocar 16 (cubas) de pólvora que en
el momento le acababan de llegar, las que se hallaban en la plaza pública, por cuya
razón era urgentísimo el servicio por no poder permanecer en aquél sitio de día y
menos de noche, en cuya vista enterado el Ayuntamiento acordó de la exigencia que
con premura se le hace, y para que no surta retraso alguno tan importante servicio,
acordó:
Se conteste que no hallándose el Ayuntamiento con las facultades bastantes en su
concepto, poner algún edificio o casa de ningún particular, propone no solo lo que
indica en su oficio (…) sino también el edificio conocido como hospital de las llagas y
el de la Alóndiga extramuros de ésta ciudad, para que de ellos elija el que sea más
conveniente, estando presto el Ayuntamiento a franquearle la plaza necesaria”.799
Normalizada la vida ciudadana en cuanto al Cólera-Morbo se refiere, una
espina queda clavada en el corazón de las autoridades municipales: el discutido apoyo
prestado a los enfermos por parte del Obispo y miembros del Cabildo placentino.
Todos ellos, según denuncia expuesta por el Ayuntamiento de la ciudad, se negaron a
ofrecer cualquier tipo de ayuda con motivo de la calamidad epidémica, “huyendo unos,
encerrándose otros y negando casi todos los auxilios que de justicia podían
reclamárseles”.800
798
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 13 de febrero de 1835.
No consta cantidad de gastos. 799
Archivo Municipal de Plasencia. Actas Capitulares. Sesión de 16 de febrero de 1835. 800
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 16-1-1835. Copia
del parte dirigido al Sr. Gobernador Civil del Ayuntamiento de Plasencia el 2-1-1835.
483
VI.
CONCLUSIONES Y
APORTACIONES
484
Una serie de preguntas sin respuestas fueron el origen de ésta investigación.
La mayoría de esos interrogantes se han ido disipando tras las investigaciones
realizadas; otras veces las preguntas se han multiplicado al encontrar algunos datos que
irrevocablemente me han llevado a centrarme más en apartados concretos y a plantear
incluso nuevas cuestiones. No hay duda de que éste es el camino del investigador y por
ello la investigación suele ser siempre apasionada y larga en el tiempo; es, desenredar
una madeja para la que a veces encontramos demasiados hilos que dificultan y
enmarañan el camino. Es más, se nos ofrecen posibilidades nuevas, distintas, no
previstas en un comienzo y dudamos ante el camino a elegir. En ocasiones, sin
embargo, no somos capaces de encontrar el hilo que nos sirva de guía y nos permita
iniciar nuestro camino para poder ver la luz final.
He de indicar que en lo que se refiere a las fuentes consultadas destaca la
abundante información que en materia sanitaria aportan las actas de la Junta Municipal
de Sanidad un año antes de la llegada del cólera a Plasencia, hecho que contrasta con la
excasa documentación que sobre éste particular existe en las actas municipales un año
después cuando la enfermedad es una realidad en la ciudad. La no existencia de actas de
la Junta Municipal de Sanidad referidas a 1834 es suficiente para inferir su no
constitución, en consonancia con los cambios que en el país se van a ir produciendo en
materia de organización sanitaria; no obstante sí se instalaron y dirigieron en la política
de lucha contra el cólera en otras poblaciones en el mismo año. Seguramente la
situación coyuntural de guerra influyó para que desde el gobierno central no salieran
órdenes dirigidas a la instalación de dichas juntas, al contrario de lo sucedido un año
antes. No quiero decir con ello que no se recibieran desde la Corona instrucciones sobre
la lucha contra el cólera. El concurso de éstas dos fuentes, así como de otras, como las
actas del cabildo, libros sacramentales, etc., me ha permitido llegar a las siguientes
conclusiones:
1. La primera epidemia de cólera en Plasencia constituye una circunstancia que
afecta no solamente a la vida de los individuos considerados aisladamente, sino
que supone una alteración profunda de la colectividad: incide en el desarrollo
demográfico, perturba los abastecimientos, provoca gastos elevados, retrata
demográficamente las diferencias de nivel de los grupos sociales y polariza
actitudes políticas.
485
2. Queda claro que la actuación higiénico-preventiva de la autoridad era
absolutamente puntual y en concordancia con la aparición de la enfermedad. En
éste caso con la amenaza y aparición del cólera-morbo. La infraestructura
asistencial placentina, tanto hospitalaria como ambulatoria, era insuficiente para
cubrir las necesidades diarias que la aparición de una nueva enfermedad acarreaba.
3. El repaso de lo que serían las maniobras municipales en la lucha contra la
enfermedad en Plasencia, estando en consonancia con las llevadas a cabo en toda
la geografía española, desde el principio pone de manifiesto una estructuración en
torno a dos ejes: uno, la necesidad de control de la enfermedad desde un momento
temprano, y el otro, el miedo a la propagación de un pánico injustificado o
desmedido, estando presente éste segundo eje durante todo el período estudiado.
4. La autoridad municipal placentina, que no aportó ninguna actuación novedosa,
afrontó la prevención de las llamadas “causas locales de predisposición”
(fundamentalmente insalubridad del medio), así como el origen social de la
predisposición individual (la miseria), cuando el cólera era sólo era una amenaza,
en un grado menos decidido que su empleo de las llamadas normas de
incomunicación y cuarentena, coincidiendo por otra parte con las actuaciones
llevadas a cabo en todo el país. Si bien las teorías médicas sobre las que se
basaban eran erróneas, como se comprobará años después con el hallazgo de
Koch, las percepciones sobre la enfermedad y las medidas adoptadas, basadas
fundamentalmente en el empirismo, llevaron a generar medidas de higiene pública
que en última instancia impedían de alguna manera el desarrollo de la enfermedad.
Las medidas adoptadas rápidamente cuando el cólera ataca duramente ponen de
relieve la inexperiencia que tenían las autoridades locales sobre una epidemia de
estas dimensiones. No obstante, aunque la improvisación caracterizó su actividad,
no se puede calificar a las autoridades de inoperantes ante la epidemia. La Junta
Municipal no convocaba reuniones vacías de contenidos, sino que adoptaba las
escasas medidas que estaban a su alcance en su intento, primero, de frenar la
propagación de la enfermedad, y después, de asistir a los enfermos.
5. La revisión de las fuentes documentales seleccionadas permite al investigador
penetrar con bastante profundidad en el conocimiento de las capacidades
disponibles en torno a 1834 para el control y combate de la enfermedad; y
486
posibilita conocer, asimismo, las deficiencias de tipo sanitario que la colectividad
placentina tenía por entonces planteada.
6. La epidemia se convirtió en un instrumento eficaz para hostigar al adversario
político. Para ello se utilizaron las graves carencias de la infraestructura higiénico-
sanitaria ciudadana, la apurada situación de las finanzas municipales o el
abandono de las autoridades en sus responsabilidades.
7. Se hace necesario destacar una consecuencia positiva del cólera, esto es, su faceta
como motor urbanístico. No hay que olvidar que buena parte de la política
preventiva en éste momento se orientó a la limpieza o mejora de determinados
puntos de la ciudad, que por su precaria situación higiénica fueron denunciados
como focos insalubres, reclamándose sobre ellos urgentes actuaciones; si bien,
éstas no siempre llegaron a hacerse realidad, al menos a corto o medio plazo,
debido lógicamente a esa pertinaz carencia en los cauces de financiación. Se ha de
destacar, por tanto, el interés de las autoridades civiles y sanitarias (Juntas
provincial y municipal de Sanidad, Gobernador Civil y autoridades municipales)
por la vigilancia de focos insalubres (enterramientos, cárcel, etc.), así como por la
extirpación de los clásicos “puntos negros” (cría de ganado en el interior de la
ciudad, muladares, vertido de aguas a la calle, etc.,) y por la decisión de construir
sistemas de extraordinario interés para la salud pública, entre los que se hace
necesario resaltar el alcantarillado público. Vemos por tanto cómo tras la situación
de pánico ante el cólera en Plasencia se fueron mostrando idénticas respuestas a
las observadas en todo el territorio nacional; es decir, a la información recibida
tras la experiencia, unida a una motivación para cambiar comportamientos
higiénicos, se van agregando elementos de carácter conativos, es decir, aquellos
que van a dotar de recursos a la población que a la larga derivarán en verdaderos y
duraderos cambios de cultura sanitaria.
8. El cólera ilumina la sociedad placentina de la época: Clasifica los grupos sociales,
delimita los barrios de condiciones urbanísticas más precarias, y abre las puertas y
describe las condiciones de hacinamiento de la vivienda proletaria. El estudio de
ésta epidemia a su paso por Plasencia nos ha permitido comprobar cómo son las
clases populares las víctimas propiciatorias de la enfermedad, sumidas como
estaban en unas pésimas condiciones de habitabilidad, en las que predominaba la
487
insalubridad de los barrios y viviendas y la mendicidad, siendo éstas las causas por
las que la enfermedad no afectó de forma homogénea al conjunto de la población,
sino de forma especial a las barriadas populares. Lo que en cualquier caso se ha
podido ratificar con la investigación, a través de datos cualitativos (decisiones de
autoridades municipales o eclesiásticas), y de tipo cuantitativo, mediante el
análisis estadístico del impacto demográfico de la enfermedad, que por otra parte
pone de manifiesto la falta de una infraestructura sanitaria capaz de hacer frente
con cierta dosis de eficacia a tan difícil situación.
9. Considerada la ciudad en su conjunto, la incidencia del cólera de 1834 fue más
importante desde el punto de vista psicológico y social que demográfico. El miedo
a la enfermedad llegó a tener casi más importancia que los resultados
demográficos reflejados en las estadísticas. Queda claro cómo la inminencia de la
muerte, actualizada de forma traumática por la súbita aparición de una nueva
epidemia de etiología desconocida, generó una psicosis de pánico colectivo que
puso a prueba todos los mecanismos de integración social.
10. Pero, además, la revisión de fuentes y la recogida de datos me ha permitido asistir
desde la distancia temporal e intelectual a una época y a una sociedad placentina
del primer cuarto del siglo XIX en la que la influencia de la religión es palpable.
La fuerza de las doctrinas de la iglesia es determinante para comprender esta
mentalidad exteriorizada en el ámbito simbólico-cultural a través de las
manifestaciones religiosas y los rituales articulados en torno a la enfermedad y la
muerte. Tales manifestaciones religiosas se explicitaron mediante rogativas,
procesiones, novenarios y Tedeums, cuyo significado social he tratado de explicar.
Si volvemos a la hipótesis de partida “respuestas sociosanitarias idénticas en
contextos sociohistóricos diferentes”, tras la investigación realizada he sentido
continuamente la presencia del miedo, que llega a ser pánico, como catalizador de la
conducta individual y social. Ahora con más motivo animo a volver a releer la cita de
Arrizabalaga que aparece al principio de éste trabajo: “El estudio de las enfermedades
en las sociedades del pasado, además de su interés intrínseco, suministra claves que
permiten una mejor comprensión de las actuales reacciones sociales ante la
enfermedad e iluminan la búsqueda de respuestas eficaces frente a ella”. El miedo
producido por el cólera en particular y en general por la aparición brusca en un
488
momento y lugar determinado de cualquier enfermedad mortal lleva a la alienación
humana en un sentido claro de anulación de capacidad para discernir, razonar
claramente, objetar alternativas, etc., (al margen de presiones políticas y económicas).
Pensemos en las respuestas, decisiones, declaraciones de políticos ante situaciones
actuales, y que cada uno saque sus propias conclusiones. Una auténtica situación de
crisis real se presenta como la llave que arranca el motor hacia un cambio verdadero,
como pasó en el siglo XIX con el cólera. Al escribir éste párrafo pienso en Teresa
Romero, esa compañera que afortunadamente ha podido salvar su vida y ganar la batalla
al ébola gracias a la actuación de magníficos profesionales sanitarios. Desgraciadamente
esa misma suerte no la tienen las miles de personas que mueren en África y a las que no
les llegan los avances científico-sanitarios. A día de hoy se palpa en el ambiente una
cierta tranquilidad social al haberse superado el miedo en el mundo occidental. Se
espera sin embargo que esa relajación no exista en las autoridades y que la situación de
pánico continúe de tal manera que catalice ahora respuestas eficaces en origen, es decir,
allí donde la enfermedad produce sus verdaderos estragos.
Entre las aportaciones al conocimiento de la presente investigación deseo
destacar las siguientes:
1. Desde un plano general contribuye, junto a otras realizadas anteriormente sobre
otros espacios sociales y territoriales, a abrir y continuar líneas de trabajo e
investigaión que generen un mejor conocimiento sobre las epidemias de cólera y
otras, así como respecto al desarrollo histórico del higienismo y los avances
médico-sociales.
2. En el plano local y desde la antropología, con ésta investigación creo además
haber demostrado que la enfermedad del cólera en Plasencia tiene su propia
intrahistoria y a la vez forma parte de la historia de la ciudad, con su implicación y
su repercusión en la vida cotidiana, en las decisiones de las autoridades y en las
principales transformaciones de la sociedad placentina, cuyo origen reside en las
percepciones, conocimientos, valoraciones y conductas seguidas; es decir, la
cultura sanitaria, a través de la cual he podido conocer el significado que la
enfermedad adquirió en éste contexto cultural e histórico y los usos sociales a que
se prestó. Puedo decir en definitiva que mi estudio ha indagado en los factores
sociales y culturales implicados en el desarrollo de la enfermedad, con su historia
489
natural, su evolución, pronóstico, etc. Es una aportación local al estudio de un
fenómeno histórico-cultural más general.
3. Desde la demografía sanitaria he ampliado los trabajos realizados por otros autores,
además he mostrado que el aumento en la mortalidad en Plasencia en el año 1834
fue sustentado básicamente por el cólera y he generado la necesidad de una
revisión de las tesis demográficas placentinas en relación a otros factores.
4. Desde la epidemiología he aportado una metodología para el estudio de la cadena
epidemiológica (reservorio, mecanismo de transmisión y sujeto sano subceptible) a
través de los determinantes de salud, los cuales he utilizado como herramienta de
investigación de la epidemia desde la evidencia científica.
5. Desde la historia de la medicina, a través de los documentos consultados, he
demostrado que en Plasencia la estructura sanitaria existente en el momento de
llegada de la enfermedad y la puesta en marcha para hacer frente al cólera
(hospitales, personal sanitario, herramientas para el tratamiento y cuidado, etc.)
resultaron ineficaces.
6. He intentado sumarme a un ámbito de preocupación de la historiografía actual, el
del estudio de las mentalidades. El análisis del miedo a morir se convierte en algo
más que una simple preocupación erudita, para hundir sus raíces en lo más
profundo del inconsciente humano, en una de las realidades que han acompañado
la vida del hombre desde el más remoto pasado.
7. Quedan elementos que, aunque no presentes en los objetivos de éste estudio,
pudieran ser materia de investigación, como por ejemplo la dieta en 1834 y su
posible influencia en la inmunocompetencia y por tanto en la susceptibilidad a
enfermar por cólera. Para ello es necesario recabar datos que avalen una posible
hipótesis de partida, como sería que en 1834 existían carencias nutricionales
(déficit de vitaminas, sales minerales, etc.), que influyeron en la competencia
inmunológica, así como tener bien controlados otros elementos favorecedores de
ésta, como pueden ser la actividad física, con trabajos más exigentes de calorías.
Por tanto sería interesante averiguar el tipo de dieta, y valorar si ésta fuese
hipocalórica o hipoprotéica, en que grado o porcentaje pudiera haber influido sobre
el aumento o disminución de los casos de cólera.
490
491
VII
GLOSARIO
492
- Acíbar: Producto vegetal que se saca por incisión de la planta del mismo nombre.
- Antiespasmódico: Medicamento que sirve para calmar los espasmos o
convulsiones
- Anuria: Significa la no excrección de orina, aunque en la práctica se define como
una excreción menor de 50 cc de orina al día
- Arteriotomía: Incisión quirúrgica de una arteria.
- Atáxico: Relativo a ataxia, siendo ésta un signo clínico que se caracteriza por
provocar la descordinación en el movimiento de las partes del cuerpo.
- Baños pedilavio: Baño de piés durante un tiempo determinado en agua natural o
cargada con algunos medicamentos.
- Borraja: Planta de la especie fanerógama perteneciente a la familia de las
boragináceas.
- Carne en cecina: Carne curada deshidratada de vacuno, equino, chivo y buey.
- Cianosis: Coloración azulada de la piel, mucosas y lechos ungueles, usualmente
debida a concentraciones iguales o mayores a 5 g/dl de hemoglobina sin oxígeno
en la sangre circulante.
- Conativo: “Empeño y esfuerzo en la ejecución de algo”.
- Curva holomiántica: Contagio en un gran número de personas por una fuente
común (agua, alimentos).
- Diaforesis: Excesiva sudoración.
- Diátesis: Predisposición orgánica a padecer una enfermedad.
- Disentérico: Relativo a disanterís, trastorno inflamatorio del intestino,
especialmente del colon, que produce diarrea grave que contiene moco y/o sangre
en las heces.
- Disnea: Dificultad respiratoria que se suele traducir en falta de aire. Deriva en una
sensación subjetiva de malestar que frecuentemente se origina en una respiración
deficiente, englobando sensaciones cualitativas distintas variables en intensidad.
- Endemia: En epidemiología, una endemia es un proceso patológico que se
mantiene a lo largo de mucho tiempo en una población o zona geográfica
determinada. Generalmente se trata de enfermedades infecciosas. La enfermedad
se mantiene a lo largo del tiempo en un nivel estable, incluyendo variaciones
estacionales.
493
- Epidemia: Es una descripción en salud comunitaria que ocurre cuando una
enfermedad afecta a un número de individuos superior al esperado en una
población durante un determinado tiempo.
- Escamonea de Alepo: Jugo lechoso de la raiz de la planta medicinal escamonea,
que al secarse origina la resina conocida como escamonea de Alepo.
- Etiología: En medicina se refiere al origen de la enfermedad.
- Etnofarmacología: Concepto reciente surgido en la década de los sesenta del siglo
pasado centrado en evaluar de manera científica el uso de las plantas medicinales
para su aplicación clínica, o lo que es lo mismo, la observación, identificación,
descripción e investigación experimental de los efectos de las drogas utilizadas en
la medicina tradicional.
- Etnografía: Método de estudio utilizado por los antropólogos para describir las
costumbres y tradiciones de un grupo humano. Este estudio ayuda a conocer la
identidad de una comunidad humana que se desenvuelve en un ámbito
sociocultural concreto.
- Etnohistoria: Es la rama de la historia y de la antropología que estudia a las
comunidades originarias de una determinada región del mundo y su convivencia
con otros grupos humanos, con la complejidad política e identitaria que ello
representa. Relacionada con las nuevas corrientes históricas se ha enfocado
también a las historias sociales que han sido relegadas; así, etnohistoria de las
mujeres, de las imágenes, de los inmigrantes etc.
- Etnomedicina: Estudio o comparación de la medicina tradicional practicada por
diversos grupos étnicos. La palabra etnomedicina se utiliza a veces como sinónimo
de medicina tradicional.
- Etnopsiquiatría: Es el estudio de la interacción entre los procesos culturales y
mentales.
- Flebotomía: Término utilizado para describir una incisión practicada en la vena por
motivos diversos, como por ejemplo una sangría como modalidad de tratamiento
médico consistente en la extracción de sangre del paciente.
- Flegmesía: Edema blando dolorso.
- Frenología: Antigua teoría que afirmaba la posible determinación del carácter y los
rasgos de personalidad, basándose en la forma del cráneo, cabeza y facciones.
- Hipogastrio: Región del abdomen que se sitúa por debajo del ombligo, por encima
de la región púbica y delimitada a izquierda y derecha por las fosas iliácas.
494
- Infección: Término clínico que indica la contaminación, con respuesta
inmunológica y daño estructural del huésped, causada por un microorganismo
patógeno, es decir, que existe invasión con lesión tisular por esos mismos
gérmenes (hongos, bacterias, virus etc.), sus productos (toxinas) o ambos a la vez.
- Infestación: Invasión de un organismo vivo por agentes parásitos internos o
externos. La diferencia fundamental con el término infección es que éste se aplica
exclusivamente a microorganismos que tienen como objetivo la reproducción en el
organismo infectado, causando en muchas ocasiones la muerte del mismo, mientras
que el objetivo de los parásitos es su supervivencia a costa del huésped que
parasitan.
- Inmunidad: Término médico que describe el estado de tener suficientes defensas
biológicas para evitar la infección, enfermedad u otra invasión biológica no
deseada.
- Lazareto: Establecimiento sanitario utilizado para aislar a los infectados o
sospechosos de enfermedades contagiosas.
- Marasmo general: Es un tipo de desnutrición por deficiencia energética,
acompañada de emaciación (flaqueza exagerada), resultado de un déficit calórico
total.
- Oliguria: Disminución de la producción de orina (diuresis).
- Palenque: Lugar donde se depositaba el abastecimiento para el lazareto y que
estaba entre la población y éste último.
- Pandemia: Propagación mundial de una nueva enfermedad.
- Patognomónico: Adjetivo que se utiliza en el diagnóstico médico o psicológico
para calificar a aquellos signos clínicos (manifestaciones comprobables por el
especialista) o síntomas (manifestaciones percibidas subjetivamente por el
paciente) que, si están presentes, aseguran que el sujeto padece un determinado
trastorno.
- Polidipsia: Es la denominación médica que se le da al aumento anormal de la sed y
que puede llevar al paciente a digerir grandes cantidades de líquido, habitualmente
agua.
- Polvos de Dover: Medicamento antiguo contra el frío y la fiebre que introdujo el
Dr. Thomas Dover y que se ha usado hasta la década de 1960. Contiene un 10% de
opio, otro tanto de ipecacuana y sulfato de potasio.
495
- Pródromos: Término utilizado en medicina para hacer referencia a los síntomas
iniciales que preceden al desarrollo de una enfermedad. Puede utilizarse tanto en
singular como en plural.
- Profilaxis: Aquello que se lleva a cabo o se utiliza para prevenir la aparición de una
enfermedad o el surgimiento de una infección.
- Reservorio: Se considera un reservorio de un agente infeccioso a todo ser humano,
animal, animal, artrópodo, planta, tierra, substancia, o una combinación de los
mismos, donde por lo común, vive y se multiplica un agente infeccioso, del cual
depende primordialmente para su supervivencia y donde se reproduce de forma
que puede ser transmitido a un huésped susceptible.
- Ruibarbo: Especie de planta fenerógama.
- Tisis pulmonar: Es como sellamada antiguamente a la tuberculosis. Infección
bacteriana contagiosa que compromete principalmente a los pulmones, pero puede
propagarse a otros órganos.
- Virulencia: Es el grado de patogenicidad de un serotipo, de una cepa o de una
colonia microbiana en un huésped susceptible.
- Volemia: Término médico que se refiere al volumen total de sangre circulante en
un individuo humano o de otra especie, que es de aproximadamente de 5-6 litros
(humanos), dependiendo del individuo.
496
497
VIII
FUENTES:
498
1. Al estar íntimamente conectado el grado de salud y bienestar de la ciudadanía con
la actuación de las autoridades civiles, como máximas responsables de la estructura
urbana, se ha centrado la investigación en la documentación del Archivo Municipal
de Plasencia. La característica común del contenido de los documentos del archivo
es que recogen una información de primer orden para analizar los problemas y las
situaciones que aquejan a la comunidad. Existe un variado repertorio documental, y
tras la toma de contacto global realizada puedo decir que:
1.1. Los Libros de Actas de Sesiones Municipales: Contienen información de
tipo económico, social, demográfico, climatológico y datos
complementarios. Informan sobre los acuerdos adoptados por el
Ayuntamiento, la entidad más representativa de la ciudad, o de sus contactos
con personalidades e instituciones que de una manera u otra se vieron
envueltas en los acontecimientos: Juntas provinciales y superior de sanidad,
Cabildo Catedralicio, etc.
1.2. Libros de la Junta Municipal de Sanidad: La lectura de las sesiones
celebradas por ésta junta informa sobre las medidas adoptadas por las
autoridades locales en materia de prevención, además de la conducta seguida
por los médicos y ciudadanos, la población en general, cuya vida cotidiana
se ve afectada por los acuerdos tomados por dicha Junta. También notas en
cuanto a higiene, noticias ofrecidas sobre los hospitales de la ciudad, etc. Su
consulta permitió obtener información referente a las propuestas, maniobras
e inquietudes de sus miembros, al tiempo que una secuencia básica de los
hechos ocurridos y de la propia dinámica interna de la institución.
1.3. El Boletín Oficial de la Provincia: Constituye una fuente impresa
necesaria para cualquier estudio histórico de la época. Permite hacer un
seguimiento más o menos exhaustivo de las disposiciones adoptadas frente a
la enfermedad, sobre la base de las numerosas órdenes ministeriales, normas
legislativas, artículos de oficio del Gobierno de la Provincia o cualquier otra
clase de noticias de carácter administrativo publicada en sus páginas.
2. Archivo de la Catedral de Plasencia: Como fenómeno de carácter colectivo toda
epidemia genera múltiples reacciones que responden a esquemas ideológicos
diferentes. Este complejo entramado se enmarca en el llamado campo de las
mentalidades. Con independencia del análisis del posicionamiento de los diferentes
499
sectores implicados -de forma más o menos directa en el proceso morboso- me
interesé por la actitud del sector eclesiástico local. Un colectivo con un notable peso
y ascendiente en la sociedad de su tiempo. Entre los documentos existentes en sus
fondos se pueden consultar las Actas Capitulares del Cabildo Catedralicio, y a
través de ellas se puede interpretar éste período crítico de epidemia. Revelan la
respuesta ideológica de aquel sector y que, como se ha podido comprobar, tuvo su
traducción básica en la organización de una serie de actos rituales. Tales
manifestaciones se orientaron, según el imaginario creencial, a aplacar la ira de
Dios, responsable en última instancia de la presencia del cólera, pero también a
reforzar su influjo moral sobre la población. De su lectura puede obtenerse por
tanto una visión particular de la sociedad placentina: moralidad, costumbres y
tradiciones del pueblo, rogativas, plegarias, celebraciones religiosas, etc.
3. Archivo Histórico Provincial de Cáceres: En él se pueden consultar actas de Juntas
Provinciales de Beneficencia, y el Legado Paredes, con importante información
sobre la ciudad de Plasencia.
4. Registros Parroquiales: Dentro de ellos, las series de libros sacramentales se
presentan como fuentes demográficas esenciales. Los libros parroquiales recogen
los acontecimientos individuales fundamentales de una comunidad, suministran
datos de interés atendiendo a múltiples variables (sexo, edad, lugar de nacimiento,
dirección, causa de muerte, categoría profesional, etc.). Se han analizado, y se
presenta en forma de gráficas estadísticas dentro del capítulo reservado a las
consecuencias demográficas de la epidemia. Aunque dentro de los grandes
objetivos al iniciar este estudio no fue cifrar la mortalidad ocasionada por el cólera,
no se desperdicia la ocasión de mostrar éstos datos.
5. Archivo Municipal de Garrovillas de Alconétar: Actas de sesiones de la Junta
Municipal de Sanidad.
6. Biblioteca Nacional: Contiene abundante bibliografía del siglo XIX sobre ésta
epidemia y otras posteriores, así como el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia.
500
7. Biblioteca Municipal de Plasencia: En ella he consultado bibliografía necesaria
para la contextualización espacio-temporal. Alberga libros relativos a la ciudad que
sólo pueden consultarse en la sala de lectura.
8. Biblioteca del Centro Universitario de Plasencia (UEX): Se manejan fondos
propios de ésta biblioteca y a través de su servicio de préstamo interbibliotecario
aquellos otros solicitados a bibliotecas de universidades españolas: Universidad de
Santiago de Compostela, Universidad Complutense de Madrid, Universidad
Autónoma de Barcelona, Universidad de Salamanca, Universidad de Granada,
Universidad de Sevilla, Universidad de Alcalá de Henares.
501
IX
DOCUMENTACIÓN Y BIBLIOGRAFÍA
502
I. FUENTES DOCUMENTALES:
A. Archivo Municipal de Plasencia:
1. Actas de la Junta Municipal de Plasencia: (1818-1833).
2. Actas Capitulares: (1812-1835).
3. Boletín Oficial de la Provincia y suplementos: (1833-1835).
4. Instrucción Provisional de 1800.
5. Interrogatorio sobre fábricas, artes y oficios de 1802. Pregunta
número 11.
6. Interrogatorio de 1830.
7. Real Orden recibida de la Capitanía General de Extremadura. 1818.
8. Censo de 1817.
9. Diario de Badajoz.
10. Disposiciones; 1813.
11. Disposiciones: 1821. Se trata de la Respuesta a la circular nº 178 del
Gobierno Político de Extremadura, con fecha de 8 de abril de 1821.
12. Dehesas, cercados, tierras de pan llevar, ganados de todas especies,
sus valores y producto, Tasado y regulado todo por Pascual de
Piélagos y Manuel Serrano, vecinos de ésta ciudad. Año de 1817.
13. Edicto. D. Antonio María Peon y Heredia Carrió.
14. Memorial presentado en el Ayuntamiento por Don Anselmo
Sánchez Bueno, con fecha 19 de junio de 1833.
15. Oficio de Pedro Ocaña. De fecha 22 de junio de 1833.
16. Oficio de Don Francisco Plata Regidor y Comisario de la tercera
manzana. De fecha 22 de junio de 1833.
17. Orden remitida desde la Junta Superior de Sanidad con fecha 8 de
agosto de 1833.
18. Respuesta que con fecha de 9 de agosto la Junta Municipal de de
Sanidad de Plasencia contesta a la Orden remitida desde la Junta
Superior de Sanidad con fecha 8 de agosto de 1833.
503
19. Notificación que con fecha de 19 de agosto, Don Manuel Gomez
Borja (Corregidor), envía al Exmo Sr Capitán General, presidente
de la Junta Superior de Sanidad de Extremadura.
20. Bando con fecha de 19 de agosto de 1833.
21. Oficio de Don Anselmo Sánchez Bueno, de fecha de cuatro de
septiembre de 1833.
22. Circular a pueblos de su partido. Septiembre de 1833.
23. Oficio recibido del Corregidor de la Ciudad de Coria, con fecha de
3 de octubre de 1833.
24. Oficio de Don Alonso Aparicio. 21 de septiembre de 1833.
25. Oficio del Ilmo Sr. Obispo en contestación a la petición de la ermita
de Santa Bárbara para lazareto de observación.
26. Oficio de Dª Francisca Fernández. 25 de septiembre de 1833.
27. Ordenanzas de 1849. Artículo 122.
28. Contestación de la Junta Municipal de Sanidad de Alburquerque, 18
de octubre de 1833.
29. Bando del Alcalde Mayor Don Antonio Fernández Villanueva, de
fecha 21 de septiembre de 1833.
30. Carta remitida desde la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia a
la Superior de Extremadura, con fecha de 16 de septiembre de 1833.
31. Carta remitida desde la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia al
Exmo Sr Secretario de Estado y del Despacho Universal del
Fomento, con fecha de 16 de septiembre de 1833.
32. Carta remitida desde la Junta Municipal de Plasencia al Exmo Sr
Capitán General de Extremadura, con fecha 16 de septiembre de
1833.
33. Carta remitida desde la Junta Superior de Sanidad de Extremadura
con fecha de 22 de octubre de 1833.
34. Bando publicado el 2 de agosto de 1834.
35. Disposiciones. Orden del Jefe Político, 1 de diciembre de 1834.
36. Solicitud de carta de vecindad presentada en el ayuntamiento con
fecha de 3 de agosto de 1834 por parte de Santiago Fernández.
37. Solicitud de carta de vecindad presentada en el ayuntamiento con
fecha de 14 de agosto de 1834 por parte de Andrés Ledo.
504
38. Real Orden de 1 de julio de 1834.
39. Carpeta disposiciones. Memorial, petición de comediantes de fecha
24 de Nov- 1834.
40. Negocios de Ayuntamiento: 1820.
41. Padrones de población y Padrones de la riqueza urbana del siglo
XIX.
B. Archivo Municipal de Garrovillas de Alconétar:
1. Actas de la Junta Municipal de Sanidad: (1833)
C. Archivo Histórico Provincial de Cáceres (A.H.P.C):
1. Legado Paredes. Leg. 110, nº 171.
2. Legado Paredes. Leg. 110, nº 202.
3. Sección Real Audiencia. Legajo 569, Expediente 2.
4. Sección Real Audiencia. Legajo 569, Expediente 80.
5. Sección Real Audiencia. Legajo 569, Expediente 114.
6. Sección Real Audiencia. Legajo 569. Expediente 116.
7. Sección Real Audiencia. Legajo 569, Expediente 139.
8. Sección Real Audiencia. Legajo 569, Expediente 145.
9. Sección Real Audiencia. Legajo 569, Expediente 154.
10. Sección Real Audiencia. Legajo 569, Expediente 168.
D. Archivo de la Catedral de Plasencia:
1. Actas del cabildo: (1833-1834).
2. Carpeta Hospital de Santa María. Cuaderno 14. Ordenanzas.
Constitución primera, referida a entrada de enfermos.
3. Carpeta Hospital de Santa María. Cuaderno 14. Ordenanzas. Segunda
Constitución referente a obligaciones del cirujano.
4. Carpeta Hospital de Santa María. Cuaderno 14. Ordenanzas. Tercera
Constitución referente a obligaciones del médico.
5. Carpeta Hospital de Santa María. Cuaderno 14. Ordenanzas. Quinta
Constitución referente a obligaciones del Barbero-sangrador.
505
6. Archivo de la Catedral de Plasencia. Carpeta Hospital de Santa María.
Cuaderno 14. Ordenanzas. octava Constitución referente a obligaciones
del Dispensero.
7. Diversos expedientes de las oposiciones a cargos capitulares.
8. Documentación del Archivo Diocesano de Plasencia. Legajo nº 209.
Expediente nº 426.
E. Archivo Parroquial de Santa María (Plasencia):
1. Libro de defunciones de la Iglesia Parroquial de San Nicolás, desde
1829-1853, libro 3º Pág. 38 trasera.
2. Libro de Finados de Santa María. Iglesia Matriz de ésta Ciudad que da
principio en año de 1831. Pág. 40.
F. Biblioteca Nacional de España:
1. Gaceta de Madrid. Octubre de 1833.
2. Gaceta de Madrid: suplemento a la del 8 de octubre de 1833: 0ficio de
la Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía firmado por
Pedro Castelló, Manuel Damián Pérez y Sebastián Asotravieso.
3. Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia. Número cuatro. Jueves 12 de
junio de 1834.
4. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia: (De Julio a diciembre de
1834).
5. Decretos del Rey Nuestro Señor D. Fernando VII y la Reina de su
Augusta esposa (1834). Imp. Real, Madrid, T. XVIII, pg.91.
506
II. BIBLIOGRAFÍA:
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516
517
X
ANEXOS-APENDICES
DOCUMENTALES
518
1. Apéndice 1: Periodos del cólera según la comisión facultativa enviada al
extranjero (1834):
- Colerina.- Esta puede considerarse o como un ataque de cólera leve, o como el
primer grado, o sean los pródromos del cólera confirmado. Estos dos aspectos
bajo los cuales se manifiesta la colerina son igualmente interesantes para el
médico, porque desgraciadamente solo la terminación del mal puede indicarle
con seguridad si la diarrea colérica era un simple caso de cólera leve, o el
principio de un ataque colérico fuerte. La prudencia recomienda considerar
siempre la colerina como el anuncio probable de una enfermedad muy peligrosa,
que solo puede combatirse con esperanzas de buen éxito antes de su completo
desarrollo (…). Los síntomas de colerina son por lo común los siguientes:
desazón general, abatimiento físico y moral, insomnio, vértigos, ansiedad
epigástrica, sensación de peso y de ardor en la boca del estómago, náuseas o
ligeros vómitos, borborigmos, lengua algo seca y saburrosa o limpia y húmeda,
inapetencia, pulso débil, pequeño y lento, a veces frecuente, sudores, orinas
espesas, encendidas y escasas, cámaras de un olor sanguinolento, amarillento o
verdoso, o mucosas líquidas, serosas, pero casi siempre con grumos
albuminosos. La alteración de la fisonomía, el enfriamiento de los pies, y
algunos ligeros calambres, señalan ya el grado más intenso de ésta forma. La
duración de la colerina varía desde algunas horas hasta una o dos semanas. Si
no pasa a cólera confirmado es una afección bastante benigna y siempre la
hemos visto terminar por una especie de reacción proporcionada a la intensidad
de los síntomas con que comenzó.
- Cólera confirmado.- Este es el grado de la enfermedad en que presentándose
completamente desenvuelta pueden distinguirse diferentes períodos:
Pródromos.- Uno de los pocos hechos que en medio de tantas dudas,
incertidumbres y disputas como ha suscitado el estudio del cólera,
puede darse como completamente averiguado y al mismo tiempo
consolador es, que casi en la mayor parte de los ataques ha habido
síntomas precursores, aunque de duración variable. (…). Los
pródromos consisten a veces en una ligera cefalalgia, palpitaciones y
519
sudores espontáneos o sin causa manifiesta, otras en una simple diarrea
serosa, y generalmente en el conjunto de síntomas que hemos designado
con el nombre de colerina.
Período álgido o cianótico.- Se manifiesta el tránsito del período de los
pródromos o de la colerina al álgido-cianótico, cuando el desarrollo de
la enfermedad es progresivo, por un aumento de la intensidad de los
referidos síntomas. Los vómitos que al principio eran de los alimentos
contenidos en el estómago y después de materias más o menos biliosas,
toman el carácter de serosos; las cámaras aparecen más líquidas y de
un humor blanquecino en que nadan copitos albuminosos; los
calambres son fuertes y duraderos; las orinas se suprimen, la sed se
aumenta, y el pulso se contrae y debilita. Los cortos momentos en que
por lo común permanece el enfermo en ésta situación constituyen el
grado transitorio y fugaz que algunos han llamado invasión del cólera.
Siguiendo su curso la enfermedad, aparecen nuevos y cada vez más
terribles síntomas. Un enfermo constituido en el período álgido
enteramente desenvuelto, presenta los siguientes: enfriamiento de todo
el cuerpo, pero particularmente de los pies, de las manos y de la nariz;
alteración o descomposición profunda y característica de la fisonomía;
ojos hundidos en las cuencas y entreabiertos; esclerótica marchita, seca
y algunas veces equimosa; párpados lívidos o negruzcos; zumbido de
oídos; lengua húmeda, fría, laxa y azulada en su punta y bordes, limpia
o cubierta de una ligera capa mucosa blanquecina en su centro; sed
intensa; voz ronca o de un metal o sonido particular, baja o débil y a
veces imperceptible; respiración corta, difícil y lenta; hipo, aliento frío;
opresión precordial; alguna vez síncopes, grande ansiedad e inquietud,
sensación dolorosa y constrictiva en la región del estómago o del
diafragma, vientre hundido o retraído y muy sensible al tacto sobre todo
hacia el epigastrio; náuseas y vómitos frecuentes de materias claras
como el agua o serosas con copos albuminosos: cámaras repetidas de
un humor análogo; los líquidos son arrojados del cuerpo como por la
acción de un émbolo; suspensión de la mayor parte de las secreciones y
excreciones; supresión completa de la secreción urinaria; calambres
muy fuertes con especialidad en los músculos del antebrazo y
520
pantorrillas; pulso y latidos del corazón blandos, débiles, lentos, casi
imperceptibles y muchas veces absolutamente insensibles; piel pastosa,
sin elasticidad, adelgazada, seca o bañada de un sudor frío y pegajoso,
aplomada, lívida, ciánica o casi negra en las manos y en los pies,
arrugada y como macerada del mismo modo que si estas partes
hubieran permanecido mucho tiempo en agua caliente, uñas azuladas,
postración de fuerzas, aunque no correspondiente a la gravedad de los
otros síntomas; integridad de las facultades intelectuales; alteración
profunda y manifiesta de la vitalidad y de las cualidades físicas de la
sangre. (…). La terminación de éste período es fatal con muchísima
frecuencia y su duración variable, porque unas veces permanece el
enfermo dos o tres días en tan triste estado, y otros tan corto tiempo que
parece pasar la enfermedad de los pródromos a la reacción más
violenta. La repentina desaparición de los vómitos y de la diarrea
durante el período álgido sin alivio de los síntomas asfícticos indica la
parálisis del tubo intestinal. Los médicos de Viena han dado mucha
importancia a éste estado paralítico, y tienen razón porque es un signo
diagnóstico y pronóstico muy seguro.
Período de reacción.- Los médicos alemanes le consideran más bien
como un estado intermedio entre el cólera y la salud o la muerte, que
como un período de la misma enfermedad. Sin embargo la reacción se
verifica en todos los casos de cólera en que la muerte no corta el curso
de la enfermedad; y nosotros no hemos visto ninguno de los que han
terminado en salud que por leve que fuese no presentase algunos
síntomas de éste período. Esto indica suficientemente, a nuestro
parecer, que la reacción no es un nuevo estado morboso que se
interpone entre el cólera y la salud o la muerte, sino una de las fases
que presenta la misma enfermedad antes de llegar a su término. Este
período está caracterizado por los esfuerzos que hace la naturaleza
para restablecer la debida armonía entre todos los sistemas y aparatos
orgánicos. Los fenómenos que pertenecen a la reacción son: el
restablecimiento de la turgescencia vital, del calor de la piel, del pulso,
de la sensibilidad y contractilidad; la cesación sucesiva de los
calambres y de las evacuaciones por vómitos y cámaras; la aparición
521
de las secreciones y excreciones de la saliva, de la bilis, de las lágrimas,
de la orina y de la traspiración cutánea; la recuperación graduada del
apetito y de las fuerzas musculares, y la mezcla normal de los principios
de la sangre. Nada más fácil que concebir la idea de éste período si la
reacción se verificase siempre de un modo regular y constante, pero por
desgracia no sucede así en la mayor parte de los casos. La reacción se
presenta bajo tres aspectos diferentes:
Moderada.- Aquella en que se verifican de un modo suave, lento y
regular los fenómenos que acabamos de referir, lográndose el
restablecimiento de la salud del enfermo por medio de crisis por
sudores, orinas o evacuaciones de vientre.
Irregular.- Presenta un conjunto de síntomas de tan diversa índole
que no es extraño que los observadores la hayan dado
indistintamente los nombres de comatosa, soporosa, atáxica,
adinámica y tifoidea. La descripción de semejante estado morboso
hará ver que participa más o menos de todos éstos caracteres. En la
reacción irregular se encuentran alternativas de frío y de calor;
lividez parcial o general bien marcada; piel húmeda, pastosa algo
fría y viscosa: temblor, salto de tendones y aun movimientos
convulsivos; pulso irregular, concentrado, y a veces muy frecuente;
respiración acelerada, aliento frío; lengua muy seca, de color
encendido en los bordes y la punta, pardusca y como tostada en su
centro, algún sarro negruzco o fuliginoso en los dientes, encías y
aún en los labios; orinas suprimidas; ansiedad epigástrica
considerable; fuerte diarrea, algunas veces sanguinolenta; el vientre
blando al tacto, pero muy retraído; gran postración de fuerzas;
coma o sopor prolongados y en algunos casos delirio.
Violenta.- Que otros han llamado congestiva, presenta por lo común
los caracteres de un estado inflamatorio más o menos manifiesto. La
piel se calienta mucho y se cubre de sudor o está muy seca; la cara
se pone encendida y vultuosa; las conjuntivas se inyectan
considerablemente; la respiración se acelera; sobreviene una
verdadera cardialgia, con grande calor en todo el vientre; y hay
cefalalgia gravitativa, insomnio, agitación o delirio. Esta
522
modificación de la reacción es la que hemos visto siempre
acompañada de inflamaciones de las meninges, de los pulmones, del
hígado, de los intestinos, del peritoneo y aún de la matriz. Así como
las crisis propias de la reacción moderada son por sudores, orinas y
evacuaciones de vientre, las que hemos visto seguir a las reacciones
irregulares o violentas han sido erupciones cutáneas muy
semejantes a la urticaria, erisipelas faciales, parótidas y abscesos
en las rodillas.
- Cólera vehemente.- El carácter de la asfixia colérica vehemente, que otros han
llamado cólera fulminante, consiste en la asombrosa rapidez con que se
desenvuelve y la prontitud con que mata. Sin pródromos, o con muy pocos, llega
la enfermedad en cortos momentos a destruir los íntimos resortes de la vida. Sus
síntomas son los del período álgido cianótico, pero llevados al último grado de
intensidad. El frío es glacial, la cianosis completa, la fisonomía cadavérica, los
calambres encorvan los dedos de los pies y de las manos hacia fuera, la voz es
casi imperceptible o interrumpida con sollozos, suspiros y gritos penetrantes, el
aliento sale helado, las evacuaciones por vómitos y cámara son abundantes y
acuosas, el pulso no late, el corazón no palpita, las venas y las arterias abiertas
no dan sangre, pero el enfermo mueve con bastante facilidad sus miembros y
conserva casi ilesas sus funciones sensitivas e intelectuales hasta pocos
momentos antes de la muerte. Algunas veces muere el enfermo a impulsos de los
síntomas asfícticos sin que se presenten los vómitos y la diarrea, lo que ha hecho
dar a estos casos el nombre de cólera seco. Pero esto es más raro de lo que se
cree, porque nosotros habíamos visto muchos cientos de coléricos sin encontrar
uno solo que no hubiese tenido algunas evacuaciones de vientre, hasta que pocos
días de llegar a Berlín tuvimos ocasión de observar el verdadero cólera seco. La
menor duración que nosotros hemos observado en los casos de cólera fulminante
ha sido de tres horas, y aunque en todas partes se han citado por el vulgo
muertes ocurridas instantáneamente por las calles, dudamos de la realidad de
éstos hechos. No nos parece posible que se salve ninguno de los enfermos
atacados con ésta violencia.801
801
Sánchez Nuñéz, L. María Rubio, P. y De Paula Folch, F (1834): “Informe general de
la comisión facultativa enviada por el Gobierno Español a observar el Cólera-Morbo en
523
2. Apéndice 2: Descripción del Cólera- Morbo realizada por el Dr. de Paula
Folch (1833):
“Los síntomas característicos o diagnósticos, que ha ofrecido el cólera-morbo en dicha
capital, son exactamente los mismos con que se ha descrito la expresada afección en
todos los países, y los que he tenido ocasión de observar en el cólera de Francia,
Austria, y Prusia, a saber:
Caracteres diagnósticos.- Fuerte alteración de la fisonomía en términos de
desconocerse los más íntimos amigos; ojos hundidos y rodeados de un círculo lívido;
nariz afilada y fría; labios y mejillas moradas; frío glacial de todo el cuerpo, y en
particular de la cara y extremidades; sudor general frío y viscoso; tinte entre morado y
azul en diferentes partes del cuerpo; manos arrugadas, como si hubiesen estado
metidas por mucho tiempo en agua caliente; tegumentos sin ninguna elasticidad; uñas
azules; fuertes calambres; vértigos; zumbido de oídos; integridad de las facultades
intelectuales; lengua húmeda, ancha, cubierta de un ligero moco de color de plomo y
sumamente fría; vómitos muy repetidos de un material parecido al cocimiento del
arroz; sensación dolorosa en el epigastrio; diarrea muy abundante, y varias veces sin
que el enfermo lo advirtiese, de un líquido claro, poco fétido, y con copos albuminosos;
sed insaciable; vientre retraído; supresión completa de orinas; respiración corta y
difícil; aliento frío; voz ronca, y muy baja; latidos del corazón casi imperceptibles;
pulso pequeño y contraído, y en varios enfermos nulos.
Formas.- Las formas o diferencias más generales que me ha ofrecido ésta dolencia
son dos, las que si bien manifiestan siempre la misma índole o carácter de la afección,
no obstante se distinguen suficientemente por la intensidad de sus síntomas, y gravedad
del ataque: divídase pues, en cólera leve o colerina, y cólera grave o asfíctico.
1ª.- La primera forma o diferencia la constituyen los síntomas siguientes: calosfríos,
cuerpo cubierto de un ligero sudor algo fresco, fisonomía alterada, ojos más o menos
hundidos, y con un poco de círculo lívido en su alrededor, alguna sed, lengua húmeda,
limpia y caliente, náuseas repetidas, y algunas veces ligeros vómitos de un líquido claro
como el agua o bien de carácter colérico, peso en la región del epigastrio, diarrea
serosa, y un tanto blanquecina, o decididamente blanca y con copos albuminosos;
países extranjeros, Remitido desde Berlín el 31 de mayo de 1833 por los profesores
comisionados por S.M.”. Madrid. Imprenta Real. Pgs. 8-18.
524
orinas escasas, turbias, , y muy espesas, o casi del todo suprimidas, respiración un
tanto difícil, sistema venoso muy lleno en las extremidades y de un color azul bastante
oscuro, y pulso algo pequeño y concentrado.
2ª Forma.- La segunda está caracterizada por la mayor parte de los síntomas descritos
al fijar el diagnóstico, siendo sus más patognomónicos la descomposición de la
fisonomía, el frío general, la cianosis o color azulado del cuerpo, los calambres, el
cambio de la voz, el color blanquecino de los vómitos y cámaras, la retracción del
vientre, la ansiedad precordial, la supresión de orinas y la suma concentración o falta
absoluta de pulsos.
Períodos.- En ambas formas he notado constantemente, que se distinguían tres
períodos, pródromos, álgido o de frío, y reacción o de calor, pero no debo dejar de
advertir, que en los casos muy leves eran pequeñísimas éstas diferencias, así como en
los graves fue en donde se pudieron observar con toda claridad, aunque en algunos
otros no muy frecuentes se escapase uno que otro período al que no estaba muy versado
en ver y examinar semejantes enfermos.
- Pródromos.- El período de los pródromos se ha manifestado frecuentemente por
una ligera desazón de todo el cuerpo, un poco de cefalalgia, y algunas veces
vértigos, inapetencia, dificultad de digerir, borborigmos, tristeza, propensión al
sudor siendo éste algo viscoso, y ligera frecuencia del pulso; pero en muchos
individuos al paso, que se observaban algunos de éstos síntomas se les notaba
también una diarrea más o menos abundante de un líquido estercoráceo o seroso
amarillento, verde o con algún otro color, pero de ninguna manera el
blanquecino o colérico, pues éste ya caracterizaba el segundo período del
cólera, y se habría podido confundir fácilmente la forma leve o colerina con los
pródromos. La duración de éstos ha variado desde una a dos horas, hasta cuatro
o seis días.
- Álgido.- Cuando habiendo precedido alguno o todos los síntomas, que acabo de
referir, sobrevenían el enfriamiento más o menos repentino de todo el cuerpo,
las manchas azules, la descomposición de la fisonomía, los calambres, los
vómitos y diarrea de carácter coléricos, el dolor epigástrico, la ansiedad, la
supresión de orinas, y la parvedad o cesación del pulso; el enfermo había
pasado ya al segundo período de la enfermedad o sea al estado álgido o de frío,
525
correspondiendo no más que algunos de éstos síntomas y aún en grado remiso
en los casos leves o de colerina, y en mayor o menor grado pero reunidos casi
todos, y algunas veces otros, en la forma grave o asfíctica.
- Reacción.- Si a pesar de la gravedad en que se constituían los enfermos en el
segundo período vencía la naturaleza y se calentaba el cuerpo; las manchas
azules se convertían en rojas; la fisonomía se animaba y ponía más natural; las
conjuntivas se inyectaban; la lengua se resecaba un poco y ofrecía una ligera
rubicundez, resultando no obstante ser menor la sed del enfermo, que cuando
ésta se encontraba húmeda y de color aplomado; los vómitos y la diarrea eran
menos frecuentes, y empezaban a cambiar de color; comparecían las orinas,
aunque en corta cantidad; la respiración se elevaba; la voz era menos ronca, y
el pulso se desplegaba, y ponía algo frecuente; entonces se podría decir que el
enfermo había pasado al tercer período o de reacción. Pero no debe creerse que
semejante cambio siempre se verificase de un modo uniforme, y bien
caracterizado, pues en los casos pertenecientes a la primera forma, por lo
regular sucedía ésta metamorfosis de un modo muy pasajero, y sin que se
ofreciesen más que algunos de los referidos síntomas, pasando el enfermo a la
convalecencia por el intermedio de ellos, aunque de un modo lento y poco
perceptible, pero bastante manifiesto a los ojos de un fiel y escrupuloso
observador; más en el cólera grave era donde se ponía más de manifiesto la
trasformación de los síntomas enunciados, y el tránsito del período álgido o de
frío, al de reacción o de calor. Este período de reacción se manifestaba de tres
modos diferentes: o con síntomas moderados y uniformes que jamás
comprometían la vida de los enfermos; o con fenómenos alarmantes e
irregulares, que se asimilaban mucho a los que ofrece la fiebre tifoidea; o por
último con síntomas y señales bastante evidentes de un estado de inflamación, o
de congestión de alguna víscera principal, en cuyos dos últimos casos se
constituían los enfermos en un peligro casi tan inminente como el que
presentaba el período álgido. Divídase pues la reacción en moderada, irregular
y excesiva, cuya distinción ya la noté con mis dignos compañeros en los demás
países, y la manifestamos al público en el opúsculo impreso bajo el título de
Método Curativo del Cólera-morbo oriental:
Reacción moderada.- Un calor regular en todo el cuerpo, las mejillas
sonrosadas, la fisonomía natural, las conjuntivas ligeramente
526
rubicundas, una pequeña cefalalgia frontal, el sueño moderado y
tranquilo, un ligero mador en toda la superficie, la poca sed, la
humedad y ligera rubicundez de la lengua, la suma disminución o falta
absoluta de los vómitos y diarrea, el no quejarse de dolor alguno en el
pecho ni abdomen, el restablecimiento de las orinas, la respiración
ligeramente aumentada, y el desarrollo y pequeña frecuencia del pulso
constituían la reacción moderada.
Reacción irregular.- La irregular es mucho más difícil de describir,
porque consistiendo como el mismo nombre lo manifiesta en la
irregularidad de sus síntomas, se veían muchas veces éstos con todas
las anomalías propias de las fiebres adinámicas, atáxicas etc.
mezclándose otras muchas los síntomas del período álgido con los de
reacción, y ofreciendo mil escollos al médico juicioso que no podía
menos que vacilar sobre si debería atender más a los síntomas, que le
indicaban el abatimiento de la vida, que a los que le anunciaban el
exceso de ella; por consiguiente todo estado, que no ofreciese un orden
de síntomas regulares y propios a las circunstancias del enfermo, se
reducía a la reacción irregular de la que daré una pequeña descripción.
El persistir la alteración de la fisonomía, el hundimiento de los ojos, el
estrabismo, la dilatación de las pupilas, la inyección de las conjuntivas,
las alternativas de frío y calor en todo el cuerpo, la mezcla de manchas
moradas y rojas, el sudor pegajoso, la cefalalgia muy intensa, el sopor y
el subdelirio, las respuestas tardas e inconexas, el lentor de los dientes,
la resecación de la lengua y algunas veces su enfriamiento, la
continuación de los vómitos y la diarrea persistiendo de carácter
colérico o de color muy verde, la supresión de orina, el hipo, la
respiración corta y algunas veces muy fatigosa, y la pequeñez y
frecuencia del pulso, fueron las señales que más generalmente
manifestaron semejante reacción.
Reacción excesiva.- Pero si el cambio de síntomas se ofrecía con mucho
calor y resecación de toda la piel, cara muy encendida, conjuntivas
excesivamente inyectadas, pupilas contraídas, delirio más o menos
fuerte, sopor, y algunas veces coma, mucha sed, lengua seca y
rubicunda, sin vómito, con constipación de vientre y dolor fuerte en el
527
pecho, o abdomen, suma agitación, respiración difícil y acelerada, y
pulso fuerte y frecuente, o tal vez concentrado, se colocaba entonces
dicha reacción en el cuadro de las excesivas.
Convalecencia.- La cesión completa de los síntomas de reacción, sin experimentar
el paciente ninguna otra incomodidad más que un ligero peso en el epigastrio, suma
dificultad en digerir la más pequeña cantidad de alimentos, restricción de vientre, y
algún abatimiento de fuerzas, constituía al enfermo en un estado de convalecencia; el
que siendo un medio entre la enfermedad y la salud, exigía las mas minuciosas
precauciones higiénicas, y las que muy pocos individuos violaron, sin experimentar
fatales consecuencias.
Terminaciones.- La terminación de la enfermedad se efectúa de tres modos diferentes;
o por la muerte, o por el restablecimiento completo de la salud, o por el tránsito a otras
enfermedades consecutivas:
- Muerte.- La primera tenía generalmente en el período álgido, a las ocho, diez, o
a lo más a las veinte y cuatro horas de la invasión de éste período, pero sin que
se dejasen de observar muchísimos, que solo duraron dos o tres horas, y algunos
otros tan sumamente ejecutivos, que no mediaron entre la salud y la muerte más
que unos siete minutos; pero si ocurría ésta en el período de reacción no sucedía
ya hasta los cuatro o cinco días de la enfermedad, prolongándose varias veces
hasta el décimo o el undécimo día, si los síntomas ofrecían el aspecto de una
fiebre tifoidea.
- Salud.- La segunda terminación se observó constantemente después de haber
pasado los enfermos por los períodos enunciados, sin que haya tenido jamás
ocasión de ver uno solo, que repentinamente hubiese pasado del período álgido
bien caracterizado a la salud. El término más corto de un ataque colérico
terminado felizmente ha sido el de cuarenta y ocho horas; el más frecuente desde
la invasión a la convalecencia de ocho a diez días, y algunos casos se han
prolongado hasta cerca de un mes. Dicha terminación tenía lugar muchas veces
por la disminución sucesiva de los síntomas sin señal alguna crítica, pero varias
otras, estas fueron bien manifiestas por sudores abundantes, orinas
sedimentosas, diarreas muy verdes o amarillas, erupciones generales bastante
528
anómalas algo parecidas a la urticaria, y por parótidas y diferentes otros
abscesos.
- Enfermedades consecutivas.- Las enfermedades consecutivas en que con más
frecuencia ha terminado el cólera son: el marasmo general, la tisis pulmonar,
las gastritis, y gastroenteritis crónicas, y las diarreas habituales.
Si descrita ya la enfermedad bajo su verdadero punto de vista diagnóstico, bajo sus
deferentes formas, y con respecto a los distintos períodos y terminaciones que sigue en
su curso ésta afección, damos una rápida ojeada a los principales síntomas que se han
manifestado en dicha época o han ofrecido alguna variedad, notaremos que la cianosis
o color azulado de la piel, así como la falta de elasticidad de ella, permitiendo
pellizcarla sin que se deshiciese el pliegue resultante, han sido síntomas tan constantes,
que apenas se ha ofrecido caso grave en el que no se hayan observado; que los sudores
fríos y viscosos fueron tan duraderos y abundantes, que postraron en alto grado a los
enfermos, que tuvieron la dicha de escaparse del segundo período, ocasionándoles
muchas veces el que las reacciones fuesen mucho más irregulares, por no tener el
paciente vitalidad suficiente para efectuar una reacción saludable; que la suma
concentración y falta absoluta de pulso permanecía por mucho tiempo, habiéndoseme
salvado dos enfermos en los que desapareció éste por espacio de cuatro días; que la
diarrea precedió casi siempre a los ataques de cólera, deteniéndose éstos o
moderándose mucho cuando se acudía con tiempo a combatirla, y resultando lo
contrario cuando los enfermos la despreciaban; que la materia evacuada por cámaras
en los casos graves era con mucha frecuencia sanguinolenta o muy semejante al agua
en que se ha lavado carne, despidiendo en éste caso un olor pútrido insoportable; que
cuando los enfermos pasaban del período álgido al de reacción, se notaba en la mayor
parte de ellos que las cámaras tomaban el color verde y después el amarillo; que aún
en los casos más felices era siempre la diarrea uno de los últimos síntomas, que
desaparecían; que los vómitos se han visto muy frecuentemente desde los primeros
momentos de la invasión, siendo en su principio de las materias alimenticias contenidas
en el estómago, y convirtiéndose enseguida en un líquido claro, inodoro, blanquecino, y
con copos albuminosos, con cuyo carácter seguían muy abundantes hasta al anunciarse
la reacción, en cuyo caso se mudaban en verdes y espumosos y se hacían más raros y
cortos, hasta que pasando a amarillos terminaban del todo; que la cesación completa
de vómitos y cámaras, continuando los síntomas que caracterizaban el período álgido,
529
se vio con mucha frecuencia en los casos que han sido llamados de cólera seco, o
cholera sine cholera; que la sed era inextinguible en la mayor parte de los enfermos,
siendo ésta mucho mayor en el segundo período, y cuando la lengua estaba húmeda y
cubierta de una mucosidad parduzca, que en el tercero, y cuando ofrecía alguna
sequedad y rubicundez; que la voz se observó casi siempre alterada en todos los
enfermos sin que se exceptuasen los casos leves, aunque en éstos era mucho menos
perceptible; que la disminución de las orinas en los casos de la primera forma, y la
cesación completa de ellas en los de la segunda fueron fenómenos constantes en
Sevilla; que cuando los ataques eran muy repentinos y ejecutivos se veía con mucha
frecuencia efectuarse indebidamente los fenómenos de la visión y la audición, y
perturbarse las facultades intelectuales, juntándose a éstos síntomas los de la falta de
acción del tubo digestivo; que los calambres solo se notaron en los casos graves, siendo
tan pertinaces y fuertes, que obligaban a los enfermos a dar gritos espantosos; y
finalmente que se observó bastante a menudo presentarse los enfermos con síntomas
muy poco alarmantes al parecer, y quedarse muertos sin que apenas lo advirtiesen los
asistentes, ni diesen señales de sufrir algo en aquel momento”.802
3. Apéndice 3: Examen crítico de las principales opiniones emitidas hasta julio
de 1834 sobre la enfermedad del cólera:
Me parece importante introducir éste apartado, que trata sobre las opiniones que el
colectivo médico, a través del Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, emitió sobre el
cólera en el verano de 1834, y que apareciendo en el boletín bajo éste epígrafe, están
basadas en los resultados, meditaciones y trabajos que sobre la enfermedad se habían
realizado hasta la fecha:
Etimología de la palabra cólera
La oscuridad en que se halla envuelta por do quier la historia de esta fatal
enfermedad se presenta ya desde su denominación. Conocida apenas en tiempos
anteriores en muchos países del globo, y no ofreciendo hasta el día la ilustración de
este punto más que un débil y secundario interés, la mayor parte de los autores
802
De Paula Folch y Amich, F. (1833): “Breve descripción del Cólera-Morbo Oriental
que se padeció en la ciudad de Sevilla en los meses de septiembre, octubre y parte de
noviembre de 1833”. Pgs. 9-19. Barcelona, Imprenta de J. Verdaguer.
530
antiguos se han limitado a seguir sin examen la opinión que veían consignada en las
obras de los prácticos de su mayor aprecio, siendo el resultado indispensable de esta
servil adhesión la oscuridad de este punto interesante, y lo que es peor, la sanción de
un error que ha podido conducir tal vez a otros más trascendentales.
A nuestra época, por desgracia, estaba reservado el detenido examen de la etimología
y verdadera significación de la palabra cólera. Aplicada a una enfermedad mortífera,
que después de haber esparcido el terror y la desolación en una gran parte del globo,
aflige cruelmente nuestras más hermosas y fértiles provincias, y amenaza
próximamente a esta Capital, interesa altamente penetrar este arcano para refutar
corolarios que reposan en falsas acepciones, fijando sino su verdadero sentido, al
menos el más racional y probable.
Es fácil seguramente el emprenderlo, pero no lo es tanto a la verdad de conseguirlo.
Obstáculos cuasi insuperables se oponen a nuestros deseos, puesto que la oscura noche
de los tiempos ha cubierto de un velo impenetrable los verdaderos fundamentos en que
apoyaron estas y otras denominaciones de antiguos creadores. Fiados sin embargo en
la constancia de nuestros esfuerzos, veamos si podemos adquirir alguna ráfaga que
despeje algún tanto las tenebrosas nubes que cubren esta parte de la historia de tan
terrible afecto.
Cólera, según varios autores antiguos, cuyas huellas parecen seguir algunos
modernos, es una voz latina, y significa bilis. El doctor Drument, siguiendo al profesor
de Val-de-Grace, parece adherirse a esta opinión, que estamos muy distantes de
apoyar. Esta palabra se encuentra en efecto en los Diccionarios latinos, pero ningún
sabio deja de reconocer y expresar su origen griego, manifestando indirectamente por
este medio que su uso en el idioma del Lacio es moderno, y que solo figura en la
latinizada como otras infinitas usadas en nuestro castellano, acaso no en el verdadero
sentido que tuvieron en tiempos más remotos, sino en el que la falsa costumbre las
había dado: así pues, creemos inexacto y peligroso inquirir en la lengua latina la
verdadera etimología de la palabra en cuestión, y para cuya aclaración debemos
remontarnos a origen más lejano, aunque por desgracia igualmente confuso y difícil de
alcanzar.
La lengua griega debe reclamar la propiedad de esta palabra, e infinitas razones que
en obsequio de la brevedad omitimos, parecen corroborar el derecho del idioma de
531
Atenas. El uso de la expresada voz por autores que existieron muchos años antes de la
fundación del imperio de los latinos, su fácil descomposición en radicales puramente
griegas al parecer, la frecuencia del mal que representa en la patria de los Asclepiades,
según aparece de la lectura de obras antiquísimas, son en nuestro concepto razones de
algún peso a favor de esta opinión.
En efecto, al idioma del Melesígenes (Homero) parece deberse la palabra cólera, pero
¿cuál es su sentido etimológico?, ¿cuál su verdadero significado, y cuál la idea que
realmente ha querido representar?. He aquí el punto de la dificultad, lo problemático
del caso; veamos si podemos ilustrar el particular.
Si se indaga el significado de la palabra en los diccionarios del idioma griego, se
observará que representa simplemente una enfermedad por colección de bilis en el
estómago, morbus ex collectione bilis in sthomaco (Lexion greco-latinum à Joanne
Frelonio), resultando empero también de los mismos que suele tomarse impropiamente
por la bilis (vulgus medicorum simpliciter pro bile perperum accipit); pero como las
significaciones de las voces deben emanar de la raíz o raíces de que están formadas, es
indispensable recurrir al más detenido examen de ellas para hallar su verdadera
acepción.
Todos los autores están conformes en descomponer la palabra cólera en dos
radicales, pero disienten bastante en cuales deban ser estas. Algunos, con Galeno,
sostienen su composición del sustantivo hiel, y del verbo fluyo; y otras, conformándose
con la radical primera, solo difieren en la segunda, prefiriendo al verbo otro
sustantivo, flujo.
El célebre Alejandro de Tralles ha creído que emanaba la voz cólera de intestino,
siéndole indiferente que la radical propuesta sea verbo o sustantivo, puesto que ambas
convienen en la esencia de la acción.
A primera vista parece insignificante la variedad y discordancia que acerca del
particular se advierte entre los autores, pero meditando un poco se concibe desde luego
la importancia e ilustración que el triunfo de una u otra opinión puede prestar en la
averiguación de las verdaderas ideas de los antiguos acerca de la enfermedad
designada con la palabra que nos ocupa. Es pues muy interesante ilustrar en lo posible
esta cuestión: pero ¿por dónde salir de tan intrincado laberinto?, ¿cómo dirigirnos en
532
oscuridad tan tenebrosa?. Únicamente la lectura y examen de las descripciones de la
enfermedad podrán decirnos su mayor o menor analogía con las radicales que se
suponen. Ellas nos suministrarán algunas razones en que fundar la verdadera
etimología de estas.
Al leer en Galeno y algunos otros autores la descripción de la enfermedad designada
por la palabra en cuestión, y al ver figurar la bilis flava de un modo tan terminante y
exclusivo, no dudaremos que el objeto de los primeros médicos fue dar conocimiento
con la palabra cólera de un síntoma que, según sus ideas predilectas, creían el más
significante y acaso de mayor interés, y en verdad que a ser cierta su opinión respecto
de este mal nada habría que objetar contra la radical (…) que todos sabemos que
significa bilis. Empero otros menos preocupados y más filósofos observadores han
combatido tales ideas, y haciendo ver lo ridículo y erróneo, que era suponer siempre a
la bilis único y activo agente de esta enfermedad, han destruido completamente las
bases en que pretendieron apoyar el derecho de la radical expresada. Y en efecto. ¿no
sería el colmo de la ridiculez y de la impropiedad admitir semejante radical cuando
infinitos sabios de aquellos tiempos reconocieron y demostraron en el cólera diferentes
humores de varios colores que nada tienen que ver con la bilis?, ¿Cuándo
establecieron y probaron que la enfermedad expresada podía originarse por otras
causas que aquella?.
Pero lo que parece increíble es que algunos hombres de talento que han escrito en
nuestro siglo, prescindiendo de las luces con que los antiguos aclararon este punto, y a
pesar del ningún fundamento en que se apoya la teoría Galénica, hayan adoptado,
apenas nos atrevemos a decirlo, tan baja y servilmente su opinión. Más por desgracia
es demasiado cierto. La bile-manía, permítasenos ésta expresión, más ridícula y
exclusiva, ha dominado más de cuatro autores, así como en la de otras, en la teoría de
ésta enfermedad (No dudamos se tendrá presente que sólo hacemos el análisis de la
palabra cólera sin aplicación aún al mal terrible que es nuestro objeto).
Pero si como va escrito, la connivencia y relación entre la palabra y los síntomas de la
enfermedad que lo significa, o lo que es lo mismo, la mayor exactitud entre las ideas
que da la voz cólera en las acepciones Galénica y Tralliana, y los fenómenos que se
observan en el mal que representa, es la que debe decidir la cuestión, creemos de buena
fe que a ninguna de las dos puede inclinarse la balanza de la justicia. En efecto, si la
533
radical de Galeno no presenta en su favor una exactitud que convenza, no la ofrece
mayor ni más clara la de Tralles y sus secuaces. ¿Y cómo podría admitírsele una raíz
que solo da la idea de un flujo intestinal en una enfermedad, en la que simultáneamente
se presentan vómitos y otra multitud de síntomas graves que ninguna relación tienen
con él?, Si Galeno según las razones emitidas, padeció equivocación al creer que la
radical esencial de la voz cólera era o debía ser bilis, Alejandro de Tralles no fue más
exacto en pretender su derivación de intestino, si bien es mas admisible su opinión por
alejarle, en nuestro concepto, mucho menos de la propiedad.
No admitiendo, como no admitimos por inexactas ninguna de ambas radicales, únicas
a que parece se han referido cuantos han escrito sobre el particular, es indispensable
que investiguemos si habrá otra que con alguna propiedad se pueda presentar. El
examen y estudio de los Diccionarios y Gramáticas griegas nos han suministrado una
que, sin que creamos sea exacta, pues esto no cabe en una voz aislada, opinamos que a
lo menos da una idea de la enfermedad, aunque general, menos equívoca y más propia
que las anteriores; raíz que ofrece algunas probabilidades para creer que fuese la
elegida por los antiguos griegos para la formación de la palabra cólera. Vientre, esta
es una voz que unida sea al verbo fluyo, o al sustantivo flujo, encierra un concepto
menos equívoco de una enfermedad en que, como todos saben, uno de los síntomas
predominantes por lo general es un flujo de humores, sin fijar que sean o no biliosos,
como supone la radical de Galeno, ni que dimanen únicamente de los intestinos, según
la opinión de Tralles. Vientre es una palabra que comprende todas las partes
contenidas en la cavidad abdominal, y en verdad que conformándonos con la opinión
de muchos antiguos, creemos que de la reunión de los varios humores que pueden
segregarse en aquella resultará de hecho el flujo tan abundante que observamos en
tamaña enfermedad.
El modo de escribir y pronunciar esta palabra parece corroborar nuestra opinión. Es
sabido que tanto en el idioma latino como en el nuestro se ha escrito la palabra cólera
con Ch o C, pronunciándose la primera sílaba en ambos casos CO, pero como el
alfabeto griego carece de tales caracteres, solo podemos hallar en la Cáppa, el
equivalente para conservar la expresada pronunciación, circunstancia que tiene a su
favor la palabra vientre, y no las radicales bilis e intestino, que teniendo por primera
letra Gi. J, resulta pronunciado con su valor Jolera y no Cholera, como verificamos.
534
Acaso se reputará trivial esta razón que alegamos a favor de nuestra radical: no
pretendemos tampoco darla un valor decisivo por infinitas causas que omitimos; pero
como la reunión de pruebas débiles constituye a veces una fuerte y convincente, no
hemos querido prescindir de la presente, sea cual fuere su fuerza.
Poco satisfechos sin embargo de nuestro hallazgo, hemos deseado aproximarnos más,
si era posible, a la perfección, y creemos tener la satisfacción de citar otra etimología
más antigua, más probable, más propia y más satisfactoria, fruto de los trabajos de un
sabio y benemérito francés (Mr. Jobard, socio de varias academias científicas). En el
texto hebreo de la Biblia nada menos es donde ha encontrado luminosas ráfagas que
parecen aclarar el punto en cuestión:
Augebit Dominus Plagas tuas, se lee en el Deuteronomio, et plagas seminus tui,
plagas magnas et perseverantes, infirmitates pessimas et perpetuas (choalin-raim, en
acusativo de plural).
Choli-ra est et alisd malum quod vidi sub sole, et quidem frequens apud homines.
Llama la atención Mr. Jobard acerca de la versión de la palabra choli-ra en la
Vulgata, donde se halla por equivalente miseria magna, en vez de morbus malus, exacta
significación de las palabras hebreas choli-ra, término genérico por el que se designa
esta especie de enfermedad, considerada ya como uno de los grandes azotes con que
Dios puede castigar a los transgresores de los preceptos de los libros de la ley.
Sería molesto detenernos en exponer las razones que militan a favor de ésta
etimología pues a primera vista se presentan claramente las más evidentes.
Prescindiendo de la identidad de la palabra choli-ra con la de cholera, en el supuesto
de ser tan conocida esta enfermedad en los tiempos más remotos de la Grecia, ¿qué
dificultad puede oponerse a que los hijos de Greco (primer rey de Grecia, y su creído
fundador), recibiesen y conservasen la denominación etimológica de este fiero mal de
sus antecesores hebreos, de cuyo idioma, como es sabido, tomaron aquellos para el
suyo infinitas voces?. Se dirá acaso que esta etimología expresa menos que la griega,
puesto que no fija uno siquiera de los muchos y terribles síntomas de tan cruel
dolencia, pero ese es cabalmente el motivo en que fundamos su mérito y propiedad.
Reservada la denominación de choli-ra, morbus malus, al grupo de síntomas que
constituyen la enfermedad en cuestión, síntomas todos fatales, todos crueles, y todos de
535
consideración y cuidado, es menos vicioso, menos equívoco y mas significante usar una
voz que, sino llama la atención acerca de uno solo de ellos en perjuicio de la claridad y
exactitud, da la más completa y expresiva idea de un afecto morboso, que lleva tras de
sí el horror, los padecimientos y la desolación, afecto que no puede confundirse con
otro por hallarse concretada exclusivamente en él, o por mejor decir, a la reunión de
síntomas que representa la palabra choli-ra, enfermedad fatal.803
4. Apéndice 4. Descripción del caso práctico: Método antiflogístico directo
aplicado al enfermo Don Juan Bautista Rossi (1834):
“ Observación 1ª, Don Juan Bautista Rossi, italiano, de 30 años de edad y
temperamento nervioso, artista de ópera que ha sido en éstos teatros, y actualmente
músico de cámara del Serenísimo Señor Infante Don Francisco de Paula, y sujeto bien
conocido en ésta Corte, padeció desde los primeros años de su estancia en ella
repetidos ataques de neuralgia intestinal, conocida con el nombre de cólico de Madrid,
en cuyos ataques fue dirigido y cuidado por el profesor Don José Murcia. Estos ataques
se verificaban durante la primavera y el estío, quedando libre de ellos el enfermo en el
otoño e invierno, en cuyas épocas disfrutaba de la mejor salud.
En los meses de mayo y junio de éste año volvieron a repetirse, como era de
costumbre, los ataques de la neuralgia, y en ésta época fue cuando yo me
encargué de la dirección y cuidado de dicho enfermo. Por una mala costumbre
adquirida por el enfermo de mucho tiempo antes siempre que se veía acometido
de la neuralgia, y antes de llamar al médico, se hacía cubrir de sanguijuelas el
abdomen, sin que por eso consiguiese la curación, que solo se verificaba a
beneficio de los opiados, del baño general tibio, y del sulfato de alúmina disuelto
en jarabe de altea, por el método del Dr Gapellet, mejorado en ésta por mi
amigo Don Lorenzo Boscasa; pero de las repetidas aplicaciones de sanguijuelas,
de los continuos padecimientos ocasionados por la violencia y repetición de la
neuralgia y de la dieta a que ellos mismos le condenaban, se ocasionó un estado
de debilidad, y casi de anemia lamentable.
803
Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. 7-Agosto
de 1834.
536
Tal era su desgracia situación en la época que repentinamente y con la mayor
violencia se desarrolló la epidemia que nos ha afligido, precisamente en el
barrio en donde habitaba el enfermo (vivía en la calle Hortaleza) causando en él
la impresión de terror que era consiguiente a su temperamento y susceptibilidad,
exaltados por el estado accidental en que se hallaba. No Obstante, a fuerza del
más estricto régimen y cuidado pudo librarse por algunos días del influjo
epidémico; pero el 19 de julio fue repentinamente atacado del cólera a las 11 de
la mañana, y a su consecuencia me hizo llamar en el momento.
Por una casualidad muy rara en aquellos días recibí el aviso a tiempo de poder
ver al enfermo en la primera hora después de su invasión, y a pesar de esto,
cuando llegué ya le encontré en el estado siguiente: color lívido intenso (casi
negro) de toda la piel, excepto de la del abdomen, parálisis extraordinaria y
frialdad marmórea de la misma a excepción de la de la región epigástrica, que
presentaba un ardor quemante; cara hipocrática con los ojos sumamente
escondidos en las órbitas, encendidos y expresando en la inquietud de sus
miradas el mayor terror; afonía completa, respiración difícil, anhelosa, aliento
frío, inquietud suma, movimientos continuos de los miembros, alternando con los
más vivos y dolorosos calambres, pulso nulo en las arterias superficiales,
formando un notable contraste con las palpitaciones enérgicas y desordenadas
del corazón y de la arteria ventral, que se percibían distintamente con solo
aplicar la mano en el pecho y el epigástrio; lengua fría, húmeda, ancha,
descolorida en sus bordes y punta, y cubierta de una capa mucosa muy blanca;
vómitos y diarreas frecuentes y copiosos de un líquido tenue, transparente,
incoloro, mezclado con espuma y copos albuminosos; el enfermo se quejaba
además de una sed inextinguible, de dolor de estómago, y de una sensación de
peso y constricción en el pecho y epigástrio insoportable. ¿Quién no se
estremecería a la vista de un aparato de síntomas tan importantes en un sujeto
tan deteriorado de antemano?. Por mi parte confieso que desconfié de su
curación, y creí que la muerte sobrevendría en pocas horas, mayormente cuando
para aquella fecha ya llevaba vistos más de doscientos coléricos, y había
experimentado con harto dolor no solo la inutilidad, sino el perjuicio del calor y
estímulos externos, de los opiados y difusivos internos, y aún de los terrones de
nieve; métodos que nos habían recomendado tanto los médicos que habían
537
experimentado la epidemia en países extranjeros, y que estaba ya viendo tan
mortíferos, aún manejados por ellos mismos, de modo que mis esperanzas se
hallaban limitadas al método antiflogístico directo; pero ¿cómo emplearle en
aquél caso?, ¿cómo sangrar a un sujeto nervioso y anémico?. Pero era
necesario hacer algo por él, y la experiencia acababa de enseñarme que sólo en
la sangría y los atemperantes externos e internos podía esperar algo, y así me
decidí por éste último método. En su consecuencia le mandé hacer una sangría
de la mano de 4 a 6 onzas, y que inmediatamente se le sumergiese en un baño
general de 24 grados Reaumur, hecho lo cual corrió la sangre, aunque con
trabajo, y a la salida del baño ya se presentaba el pulso en la radial, habían
cesado los vómitos y diarrea, y desaparecido los calambres; de esto fui
informado por el mismo que le había sangrado, pues la fatiga de siete días y
siete noches consecutivas sin dormir ni descansar me había ocasionado una
disuria tal, que me obligó a meterme en cama y cuidarme en aquél mismo día; en
vista pues de los informes recibidos prescribí a Rossi desde la cama segunda
sangría y más copiosa, segundo baño algo más fresco, y el uso interno de
cantidades cortas pero repetidas, de agua fresca con jarabe de goma y nada
más; encargando que si al salir del baño se notaba ya la piel más caliente, como
yo esperaba, se le fijasen vejigatorios en las cuatro extremidades; todo se hizo
así, y al día siguiente se me informó que después de la segunda sangría había
casi desaparecido la cianosis, se había compuesto la fisonomía, que ya no tenía
palpitaciones de corazón ni de la aorta ventral, que el pulso estaba fuerte y muy
frecuente, que el calor era ya natural, que el enfermo había dormido algunas
horas, y que acusaba sed y pedía alimento, pero que no se lo habían concedido
porque la lengua estaba encendidísima, muy limpia y puntiaguda. Yo aconsejé
que no se le diese más que sustancia de arroz en pequeñas cantidades, y el agua
con goma cuanta quisiese, y por lo demás que nada se hiciese hasta el día
inmediato, en que me proponía salir y verle, por estar ya muy aliviado de mi
dolencia.
Así lo verifiqué en efecto, y cuál fue mi sorpresa al ver a mi enfermo con un
pulso grande, igual y pausado, con su color y calor natural, con su cara
compuesta, y sin quejarse de más incomodidad que la de los vejigatorios,
habiendo orinado copiosamente, y no habiendo vomitado ni depuesto después de
538
la segunda sangría; todos los síntomas habían desaparecido, y el enfermo
manifestaba aquella tumultuosa alegría que experimentaba el que se ve libre ya
de los más crueles tormentos y de la muerte, y tiene a su lado a la persona a
quien se cree deudor de tantos beneficios. Escena que fue ésta que también
contribuyó no poco a reanimar mi espíritu abatido por las terribles catástrofes
que había presenciado en los días anteriores, y al ver la ineficacia y aún los
palpables perjuicios de todos planes tan decantados por todos los médicos
extranjeros y por algunos españoles contaminados de sus doctrinas. Solo
Broussais, exclamé, y sus discípulos, han conocido el verdadero carácter de ésta
terrible plaga, si bien con su exageración en sacar sangre hasta en la
convalecencia, han perdido muchas veces el fruto de sus triunfos, y dado armas
a la envidia de los enemigos; y yo he podido dejarme arrastrar de los metafísicos
raciocinios con que se ha querido probar que en éste mal solo se veía una
debilidad esencial del corazón y una afección puramente nerviosa. Pues si en un
enfermo nervioso casi anémico, y que habitualmente padecía una neuralgia, ha
producido tan admirables efectos el método antiflogístico, ¿qué no podré
esperar en los robustos y de temperamento sanguíneo?. La experiencia me ha
confirmado en efecto lo fundado de ésta esperanza, y puedo asegurar que desde
entonces todos los enfermos en quienes he conseguido sacar sangre con
abundancia, se han salvado de los más violentos y fulminantes ataques, como iré
probando en lo sucesivo con la publicación de infinitos casos prácticos que he
presenciado. Por lo que respecta a nuestro Rossi solo fue menester para concluir
su curación aplicarle un golpe de sanguijuelas al epigastrio y darle la leche
aguada a pasto, con lo cual pudo empezar a comer al día sexto después del
ataque, y se levantó al inmediato con más fuerzas que las que había tenido al
salir de los cólicos; y no solo no ha tenido recaída ni la menor indisposición
gástrica, sino que adquirió rápidamente unas fuerzas, carnes y color que hacía
tiempo no había tenido. Verdad es que sigue todavía con el uso de la leche, que,
como he observado en esta epidemia, ha sido el medio que he visto más a
propósito para conseguir una rápida convalecencia e impedir las recaídas”. 804
804 Biblioteca Nacional de España. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Jueves 25
de septiembre de 1834.
539
5. Apéndice 5. Descripción del método curativo seguido por el Dr González de
Sámano (1834):
“Curación del primer período: En éste es muy sencilla cuando los
pacientes, no abandonando los primeros momentos, se sujetan desde
luego a los preceptos médicos, conducta que si se siguiera tendría muy
difíciles resultados, lo que supuesto, se corrigen muy a menudo con una
dieta severa, con el uso de un simple cocimiento de arroz y alguna
porción del jarabe gomoso y láudano, con hacer al momento cama y
tratar de aumentar el calor de la periferia por medio de pociones
teiformes y de friegas secas; mas si esto no obstante siguiesen en
aumento los síntomas y la enfermedad, se hacía ya necesario activar
este mismo plan, y aún aumentarle con el uso de las evacuaciones
tópicas, y aún generales, aquellas en el vientre, no para disminuir la
irritación, sino para evitar la plasticidad que va adquiriendo la sangre,
y por lo tanto una congestión visceral; con la administración de los
cocimientos gomosos de Sydenhan, pudiendo a cada toma añadir medio
escrúpulo de su láudano, las lavativas embotantes con la disolución de
almidón, yema de huevo, y aún el mismo láudano, y finalmente los
tópicos emolientes y tibios al vientre, como las cataplasmas de simiente
de lino rociadas también con láudano, las friegas con aguardiente
alcanforado, y sinapismos en ambas extremidades.
Curación en el segundo periodo: Todos los síntomas en éste segundo
período demuestran indudablemente una vivísima reconcentración en
los centros interiores de la vida, pudiendo creer que no sólo las vísceras
sino también el sistema nervioso padece por ésta congestión (…); por lo
mismo la curación está conocidísima, y limitándome tan sólo a mis
resultados prácticos, he visto el fruto de las emisiones sanguíneas
generales desde los primeros momentos de éste período, y repetidas en
extremo hasta que la sangre presenta a su salida signos de proporción
entre su fibrina y serosidad. Además de éstas evacuaciones, es muy útil
el uso de las tópicas sobre los órganos o vísceras que amenacen
congestiones, que en tales casos son con frecuencia los centros
540
epigástrico, neumónico y cerebral; algunas veces y sólo con esto he
visto disminuirse la intensidad de los síntomas, y presentarse en alguna
manera la reacción en la piel; pero lo más conforme ha sido tener que
amaridar éste método evacuante con el uso de los revulsivos exteriores
que servía doblemente, lo uno para llamar el calor, y lo otro para
disminuir los calambres. Entre los medios que para esto me han servido
fueron la aplicación a las piernas de tejas calientes y envueltas en
bayetas, las fricciones también calientes y por todo el cuerpo, ya de
aguardiente alcanforado, o ya de dos partes de vino y una de aceite
mezclado, aplicando enseguida y sobre el vientre un vejigatorio que le
cubriera todo; éste mismo revulsivo le aplicaba desde la nuca hasta el
sacro, o sobre todo el esternón cuando en éstos órganos amenazaba una
congestión e interiormente atendido el alarmante síntoma de la sed, no
administraba otra cosa a falta de nieve que el agua natural bien fresca
o ácidas vegetales, teniendo tan solo el cuidado de que las bebiesen en
cortas cantidades y a menudo, cuyo tratamiento fue seguido con
constancia fue el que más felices resultados me ha proporcionado, y al
que creo más metódico, añadiendo en obsequio de la verdad que el uso
de la aristología y demás medicamentos confeccionados tan
preconizados para ésta enfermedad, no me han proporcionado otro
beneficio que el de arrepentirme para no volverlos a poner otra vez en
práctica. Con éste método, modificado en alguna manera según las
circunstancias de los enfermos, he llegado a conseguir en proporción al
número de invadidos bastantes curaciones, y cuando no lo alcanzaba en
éste período, lograba al menos que los enfermos pasasen al tercero o de
reacción con alguna regularidad para tener esperanzas del buen éxito,
en cuyo caso suspendía inmediatamente todos los medios empleados en
el anterior período, sin administrar otra cosa que algunas bebidas
teiformes con el fin de excitar la transpiración. En éste estado, el
médico no debe ser sino hipocrático, esto es, espectador de la
naturaleza para inmediatamente corregir cualquier desorden que
pudiera presentarse, siendo también de advertir que los enfermos
empiezan en éste estado a tener apetito y desear los alimentos a veces
con alguna ansia; pero no por esto deberemos concederles otros que
541
una decocción de arroz y sustancia de pan; pues cualquier
condescendencia por parte nuestra o abuso por la del paciente sería
muy suficiente para despertar otra vez los síntomas coléricos, , máxime
si atendemos a que los órganos destinados a la digestión habían sido los
afectados. Muchas veces sucedía que la reacción no era tan regular
como se esperaba, en cuyo caso el plan terapéutico tenía precisión de
acomodarse a las circunstancias, y como por lo regular los síntomas
que denotaban ésta reacción indicaban o bien congestiones viscerales, o
bien fiebres de mal carácter, la curación en este caso era según éstas;
así que para la primera repetía sin perder momentos el plan
antiflogístico general y tópico al órgano congestionado, pero siempre
con el cuidado del estado actual del enfermo y con la consideración de
la curación anterior; y si la reacción presentaba signos de alguna
fiebre, entonces las trataba como a tales, y regularmente con un plan
tónico más bien que antiflogístico, sin que por esto hayan en éste
período sucumbido los enfermos en la proporción que debieron si éste
método les hubiera sido contraindicado. No es mi ánimo por esto
sostener que éstas fiebres no sean irritaciones según la nueva doctrina;
séanlo en buena hora, pero siempre serán, al menos para mí, de una
naturaleza sui géneris, y cuyos mejores modificadores y antiflogísticos
me han sido los tónicos, importando bien poco que éstos hayan obrado
revulsivamente, o cambiando a su manera el modo de padecer de los
órganos.
De todo lo expuesto en la curación del cólera-morbo se deduce: que en
los principios es fácil y sencilla, si los enfermos acuden a tiempo; que
pasando el período de algidez, ya es muy difícil, y que para lograrla
necesitamos ser muy activos, y usar pródigamente de los métodos
evacuante y revulsivo; y que en el de reacción tiene el tratamiento que
amoldarse , o bien a observar la marcha del mal, o bien a combatir las
diversas afecciones en que, por decirlo así, viene a terminar esta
terrible enfermedad”.
Convalecencia: Todos los prácticos convienen en que la convalecencia
es el estado medio entre la enfermedad que concluye y la salud que
empieza a restablecerse, de suerte que según ésta definición los
542
síntomas de ésta enfermedad no se han disipado del todo, ni la acción
orgánica y funciones de los aparatos han vuelto completamente a su
estado normal; por ésta razón limitándonos a la enfermedad en
cuestión, no nos cansaremos en repetir, que el régimen alimenticio debe
ser muy parco, haciendo tan solo uso en los principios del cocimiento
de arroz y del pan, luego de algunas cucharadas de éstas sopas, de
caldo de pollo o ternera; y finalmente antes de tomar los alimentos a
que estaban habituados es preciso pase algún tiempo sin tomar otros
que los mencionados, ascendiendo paulatinamente a su primitivo
régimen alimenticio; esta conducta es tanto más necesaria cuanto que
la enfermedad ha atacado a los órganos destinados a la digestión y
demás esenciales de la vida, de modo que no guardando tal conducta
sería muy difícil la recaída; también en éste estado suelen los enfermos
conservar o una diarrea rebelde, o por el contrario una pertinaz
astricción ventral, cuyos extremos es preciso evitar, el primero con el
uso de algunos emolientes ligeros, y el segundo con las lavativas
emolientes, pero no muy repetidas, ni con mucho líquido”.805
6. Apéndice 6. Método curativo descrito por el Dr. Fabie (1834):
Memoria del Dr. Fabie:
De los males que afligen la humana naturaleza no se ha conocido hasta el día
ninguno más cruel y espantoso, ni que más estragos haya causado que el
conocido con el nombre de Cólera-morbo asiático. Este acerbo mal, cuya
intensidad puede asegurarse ha sido igual en los ardientes climas del Asia, y en
los glaciales del Norte, ha acometido con igual fuerza en todas las estaciones,
sin perdonar clase, condición, sexo, ni edad, llamando demasiado la atención
del género humano, y principalmente la de los hábiles profesores que han
escrito con bastante acierto sobre su invasión, curación y propagación,
ilustrándonos cada cual según sus conocimientos.
805
González Sámano. M. (1834): “Memoria histórica del cólera-morbo epidémico, con
la exposición de sus causas, síntomas, naturaleza, duración, terminaciones, pronóstico,
curación, y medios de precaución”. Madrid. Imprenta de Verges. Pgs. 75-84.
543
Puede asegurarse con verdad, que son tantos los métodos curativos, cuántos son
los autores que han escrito en la materia; y aunque todos han merecido la
aprobación de hábiles profesores, no han llenado completamente los deseos de
todos, ni tampoco los del público y del gobierno que anhelan porque se publique
un específico, cuya virtud sea tan eficaz, si es posible, como la vacuna en la
viruela.
Estos mismos deseos son los que todas las naciones, y me ha parecido una
empresa bastante ardua el poderlo satisfacer, y principalmente cuanto tantos
profesores beneméritos se han dedicado a ella, sin haber podido conseguir
ningún resultado satisfactorio, siendo la causa la rapidez con que acomete el
mal, destruyendo la existencia en unos casi en el momento de ser invadidos, que
es a lo que con bastante propiedad han denominado fulminante, y corriendo en
otros sus periodos en el corto espacio de veinte y cuatro a treinta horas,
habiéndose dicho con verdad, ser las horas en ésta enfermedad lo que los días
en las agudísimas; no obstante, no me pareció del todo imposible, la empresa
dicha, y concebí cierta esperanza de que algún día podrán quedar satisfechos
nuestros deseos, atendiendo a que así como muchos de los preciosos tesoros con
los que hoy está enriquecida la medicina son debidos a la continua meditación
de las personas dedicadas al benéfico arte del curar, también encierra no pocos
que son debidos a la más feliz casualidad.
Temeroso con los antecedentes que quedan manifestados, y deseando por mi
parte contribuir en cuanto me sea posible a favor de la humanidad afligida, me
dediqué a leer cuantos autores he podido encontrar que tratan de la
enfermedad, cuanto sobre su sintomatología, cuanto de los métodos curativos
puestos en práctica hasta el día, resultando de todos ellos ser poco eficaces,
especialmente cuando ha llegado el periodo o estado álgido.
Mis pocas observaciones en el año próximo pasado durante las enfermedades
del Cólera, los autores que tengo consultados, y una continua meditación me
hicieron concebir la idea de que no cabe en el orden natural que un hombre de
una completa y robusta salud pueda perecer en el espacio de pocas horas, como
no sea a manos de acero o de un activo veneno. Habiendo meditado sobre la
curación del Cólera en la Habana, en la que parece fue eficaz el uso del guaco,
cuya planta es un específico en las mordeduras de las culebras venenosas de las
Américas, como nos refiere Don Mateo Pedro Orfila, y teniendo presente las
544
observaciones hechas por Don Gerónimo Ortegar y Serrano, profesor de
cirugía, acerca del envenenamiento de la víbora, en donde nuestra raíz de
aristoloquia redonda obra como infalible específico, según se nos ha
transmitido por los redactores del Diario de Ciencias médicas, publicado en
Cataluña, concebí la idea de si podría ser útil el uso de ésta raíz en la curación
del Cólera; lo que me pareció muy verosímil, atendiendo a varios síntomas muy
análogos a una y otra enfermedad.
Comunicado mi pensamiento al profesor de cirugía y cursante de medicina Don
Feliciano Risco y Palacios, se ofreció a ensayarlo tan luego como hubiera
oportunidad: lo que no tardó en presentarse, administrándolo a seis enfermos,
los cuales manifestaban la mayor parte de los síntomas que constituyen el
estado o periodo álgido. Los resultados en los seis fueron felices como podía
apetecerse, pues se vio con sorpresa empezar a disminuirse todos los síntomas,
y presentarse la reacción en el corto espacio de una hora a hora y media,
quedando los enfermos fuera del peligro en el término de veinte y cuatro.
Estos felices resultados, las instancias de varios amigos sabedores de ellos, y
mis deseos de ser útil a mis semejantes, me hicieron participarlo en lo del
presente a Don Manuel Gutiérrez de la Rasilla, de éste vecindario, e individuos
de la Junta Municipal de Sanidad, para que lo hiciera presente a la misma,
manifestándole mis intenciones, y que estaba pronto a suministrar gratis las
cantidades del medicamento necesarias para su ensayo, con tal que fuera por
mano del don Feliciano, por estar instruido en las dosis, y su modo de obrar,
todo lo cual fue manifestado a la junta del siguiente día, y se mandó pasar con
urgencia a la Real Sociedad médico-quirúrgica, la que hasta hoy 14 del mismo
aún no ha resuelto.
La fórmula que se ha usado en los más de los enfermos en quienes se ha
observado, es la siguiente: mucílaga de goma dos onzas, miel depurada tres
onzas, polvos de raíz de aristoloquia redonda dos dracmas, subcarbonato de
magnesio dos dracmas. El método de tomarlo consiste en dar una cucharada en
la menor porción de agua posible, a fin de que no se vomite, y se retenga en el
estómago; si por casualidad se devolviese, se dará otra cucharada al cuarto de
hora, más si se retiene, se dará de media en media hora, continuando de éste
modo hasta tanto que empiece a manifestarse la reacción, en cuyo caso queda a
la prudencia del facultativo, o el prolongar los intervalos, o disminuir las
545
cantidades del medicamento; advirtiendo que en algunos de los citados casos se
ha desenvuelto una gastroenteritis que ha sido preciso socorrer con el plan
antiflogístico.
Este método se ha seguido en algunos casos sin el auxilio revulsivo externo, mas
en otros se ha agregado el uso de los sinapismos, fricciones estimulantes etc.
según ha parecido conveniente. También se han administrado solo los polvos de
la aristoloquia y la magnesia diluidos en una corta cantidad de agua, por no
haber habido oportunidad para otra cosa, y han resultado los mismos efectos.
El uso de un cocimiento, compuesto con media onza de la aristoloquia y media
de la raíz de altea, en tres libras de agua hasta quedar en dos, y dulcificando
con dos onzas de miel, ha curado una colerina pertinaz, por lo que sería de
desear lo ensayen los profesores cuando se les presente ocasión para
asegurarse de sus efectos: el modo con que se ha administrado este cocimiento
ha sido a pocillos de tres onzas cada dos horas, y en los intermedios, sustancia
de pan y caldos ligeros.
El uso de los medicamentos indicados debe hacerse siempre por facultativos,
para que según sus conocimientos y estado del paciente, puedan aumentar o
disminuir las dosis, y aplicar además como auxiliante el plan externo que les
parezca conveniente. El medicamento del que hemos hecho especial mención,
ha sido administrado solamente en el periodo álgido; mas me parece podría
administrarse desde el principio de la invasión, pues teniendo la propiedad de
verificar la reacción, deberá oponerse a la concentración; mas de esto aún no
tenemos Experiencia.
El inventor de éste medicamento invita a todos los profesores a poner en
práctica éste método, solicitándoles se sirvan comunicar sus observaciones,
teniendo entendido no aspira a otra cosa que el bien de sus semejantes. Se
advierte que en ésta ciudad se encuentra en una de sus droguerías una porción
de aristoloquia desvirtuada por su mal estado de reposición: y para que no pare
en perjuicio de la bondad del medicamento está pronto el inventor a facilitar
gratis la que tiene en su oficina: los caracteres del polvo de la que está en buen
estado son color amarillo verdoso, sabor amargo y olor algo parecido al opio.
Si continuasen los felices resultados, experimentados hasta ahora, si el método
curativo que se presenta en ésta memoria logra destruir una enfermedad que
tantos males ha causado en toda Europa, y que ha llevado el espanto y la
546
desolación por todas partes, quedarían satisfechos los deseos del profesor de
farmacia, Antonio María Fabie. Sevilla 14 de julio de 1834.806
7. Apéncide 7. Recetas insertas en las instrucciones de Mateo Seoane (1834):
RECETAS: Número 1º: “Se echa medio cuartillo de agua en dos vasos por
mitades, y se pone en el uno medio escrúpulo de carbonato de sosa y el otro seis
de ácido tartárico; así que estén bien disueltos se mezcla el agua de los dos
vasos que beberá el enfermo luego que principie a hacer espuma: se puede usar
zumo de limón con un poco de azúcar en lugar de ácido tartárico. También se
puede hacer, para darlo en una porción más pequeña, poniendo en una copita
de agua seis granos de carbonato de sosa con un poco de azúcar, y echando
sobre ello unas gotas de limón, tomándolo igualmente cuando principie a
fermentar”.
RECETAS: Número 2º: “Disuélvase en media onza de tintura de cantáridas dos
dracmas de alcanfor, y añádanse onza y media de linimento amoniacal, y dos
onzas de aceite de sucino reciclado”.
RECETAS: Número 3º: “Métase un lienzo o trapo en agua muy caliente,
retorciéndole al instante para que no quede en él mucha agua, introdúzcasele
enseguida en aceite caliente de trementina, y aplíquesele inmediatamente a la
parte. Si se secase, se puede renovarle muchas veces”.
RECETAS: Número 4º: Tómese de emplasto de galbano lo bastante para hacer
un parche de un pie de largo y dos pulgadas de ancho: derrítase y mézclense
con él dos dracmas de azufre sublimado y una de alcanfor, extiéndase en valdes
o lienzo y después incorpórense en la superficie tres dracmas de tártaro
emético, de modo que no se caiga. Cuando se quiera aplicar éste emplasto al
vientre se puede hacer cuadrado del mismo modo. La acción de éste emplasto se
puede aumentar pasando varias veces una plancha caliente por encima de él
cuando esté pegado al espinazo.
RECETAS: Número 5º: En un cocimiento muy cargado de linaza o de malvas
échense dos dracmas de asa fétida y un escrúpulo de alcanfor extendido en
806
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia, de 4 de agosto de
1834.
547
yema de huevo o disuelto en un poco de espíritu de vino o bien en vez del asa
fétida échese media onza de aceite de trementina y el alcanfor.807
8. Apéndice 8. Evidencias del no contagio de la enfermedad por parte de los
cuidadores emitidas por el Dr. Gillrest (1834):
- “Que no es contagiosa la dolencia se convence aún más por lo que se ha
experimentado en ésta ciudad (Moscú). En muchas casas aconteció que un
individuo atacado del cólera fue asistido indistintamente por todos sus
parientes, sin que el mal se extendiese a ninguno de los de la casa. Se halló
que las enfermeras no solamente estaban libres del cólera, sino que también
alternativamente asistían a los enfermos y visitaban a sus conocidos sin
comunicar en lo más mínimo la enfermedad. Hay además casos, los más
auténticos en que las asistentas a fin de tranquilizar algunas mujeres
enfermas del cólera se han acostado con ellas por noches enteras, y no
obstante esto han escapado sin novedad, del mismo modo que los médicos en
los hospitales han usado impunemente el agua tibia (que un momento antes),
había servido para el baño de los enfermos de cólera. Con éstos y otros
infinitos ejemplares que, durante la epidemia (mejor quizás la llamaríamos
endemia) fueron notorios a todos los habitantes de Moscú, han corroborado
éstos su convicción de la naturaleza no infectante del mal; convicción que
estaba tan íntimamente ligada con su seguridad personal”.808
- “Y si no véanse los síntomas en uno de éstos casos según los presenta el
médico que visitaba a aquellos enfermos: el cuerpo estaba frio y cubierto de
un sudor pegajoso; el semblante muy abatido; los labios azules, el rostro
pálido, la lengua húmeda y muy fría, las manos y los pies azules, fríos y como
mojados, a semejanza de las manos de las lavanderas; los extremos fríos
hasta los sobacos y las ingles, y falta de pulsación más debajo de éstas
807 Seoane, M. (1834): “Instrucciones generales sobre el modo de preservarse del cólera-
morbo epidémico”. Madrid. Imprenta de D. M. Calero. 808
Gillrrest (1834): Cartas sobre el cólera-morbo. Publicadas en Zaragoza en 1834.
Imprenta de Roque Gallifa. Pgs. 55-56.
548
partes, la voz alterada, pocas palabras y con trabajo. Respondía de mala
gana y en monosílabos. Este hombre tenía las deyecciones blanquecinas y
varios otros síntomas que se reputan por característicos de cólera asiático;
pero a nadie comunicó su enfermedad, ni jamás sucederá en otro caso
semejante. Fuera del vómito y las cámaras, es muy grande la semejanza del
estado de los pacientes en ésta forma del cólera con el del primer periodo de
las fiebres maligneas de las lagunas pontinas, y otros muchos parajes en
donde no se acostumbra ni se necesita huir de los enfermos”.809
- “La convicción ya asegurada de que la comunicación con los enfermos no
aumenta el riesgo, debiera disminuir de aquí en adelante el temor que inspira
ésta enfermedad (el cólera), la cual a diferencia de la peste, no quita al
doliente toda esperanza de ser socorrido, ni destruye todos los vínculos de
parentesco y el afecto. De ahí en más, los que fueren atacados no carecerán
de auxilios y consuelos, y la separación o remoción a un hospital, causa de
desesperación, no vendrá ya a aumentar el peligro. Los enfermos serán
asistidos en lo futuro sin que uno tema por sí mismo no por aquellos con
quienes vive”.810
- “En cuanto a los asistentes de los enfermos, no hubo ejemplar de uno solo se
infectase, aunque en muchos casos los cuidaban con el mayor esmero, no se
separaban día y noche del lecho del dolor y atendían a todas las necesidades.
Puedo hablar de cuatro hermanas que asistieron con la mayor solicitud a
otra, atacada cruelmente del cólera, y sin embargo no tuvieron novedad
alguna. En una ocasión visité a un carpintero en un aposento espacioso,
donde había a lo menos treinta hombres, los cuales dormían todos en el suelo
entre las acepilladeras, y aunque fue un caso terrible y mortal, ninguno de
sus compañeros cayó enfermo. En las casas de los particulares que vivían en
comunidad, he visto a la mujer asistir al marido, el marido a la mujer, los
padres a sus hijos, y los hijos a sus padres, y en casos mortales, cuando
agregándose la congoja del ánimo a las molestias de una larga asistencia, la
809
Gillrrest (1834): Ibidem pg. 112. 810
Gillrrest (1834): Ibidem pgs. 127-128.
549
predisposición debe obrar con tanta fuerza; en ninguno de éstos casos he
visto comunicarse la enfermedad a los asistentes”.811
9. Apéndice 9. Real Orden de 28 de agosto de 1833:
Real Orden de 28 de agosto de 1833, disponiendo lo conveniente para preservar el
contagio a los pueblos del Reino.
Por avisos oportunamente dirigidos al capitán general y la Junta de Sanidad de
Andalucía, ha sabido el Rey nuestro señor con extraordinario sentimiento, que existe
por desgracia el cólera morbo en la Villa de Huelva, según síntomas notados en los
diferentes casos ocurridos.
- Se aprueba el acordonamiento de la Villa de Huelva, dispuesto por el capitán
general de Andalucía, en la forma que está prevenido de antemano por los
artículos 6º y 11º de la Real instrucción sanitaria de 25 de agosto de 1817.
- Serán vigilados, con escrupulosa atención que se encarga en el artículo 16 de
dicha instrucción, los pueblos que se hallan situados al radio de diez leguas
de la Villa de Huelva y se establecerá a la referida distancia, tan pronto como
sea posible el segundo cordón de tropas, repartidas en los puntos y cruceros
que designe el capitán general para estorbar que sin urgente causa,
calificada por el mismo jefe, ninguno de los moradores dentro de esta línea la
traspase para venir a los pueblos del interior.
- Se adoptarán las disposiciones convenientes para que en la Villa de Huelva, u
otro punto que pueda contagiarse no falten víveres ni ninguno de los artículos
necesarios para la subsistencia de sus habitantes y para la curación y
asistencia de los enfermos convalecientes.
- Se prohíbe la salida al mar no sólo de las embarcaciones surtas en Huelva o
que hubiesen de desembocar en el río Odiel, sino también de las que deban
salir por el río Tinto.
- Los barcos procedentes de aquella costa, situados entre la orilla izquierda
del Guadiana y la derecha del Guadalquivir se recibirán con la calidad de
patente sospechosa y con todos los efectos de esta calificación.
811
Gillrrest (1834): Ibidem pgs. 128-129.
550
- Si penetrase el contagio hasta la capital de la provincia de Sevilla, el capitán
general y las autoridades centrales o provinciales, saldrán de ella conforme a
lo prevenido en la Real resolución de 17 de agosto de 1813, pero deberán
permanecer dentro de la capital sus autoridades locales y municipales.
- La Junta Superior de la Provincia efectuará también su salida en dicho caso,
situándose en algún punto sano no distante de los contagiados y que sea a
propósito para poder atender a las exigencias sanitarias de todo el territorio
de su jurisdicción; pero la Junta Municipal de Sanidad subsistirá dentro de la
capital desempañando las obligaciones de su cargo; y si alguna de las
autoridades locales perteneciente también a la Junta Superior, saliese en
concepto de vocal de ella, será sustituida interinamente en la Junta de
provincia por la persona que designe al efecto el capitán general.
De los tres individuos de la Comisión Médica que han recorrido por orden del
Gobierno diferentes países de Europa, afligidos por el cólera morbo y que se
hallan ya de vuelta en Madrid, se trasladarán inmediatamente Sevilla, el uno
para permanecer al lado de la Junta Superior de aquella provincia y el otro para
pasar a la villa de Huelva a fin de atender a la curación y asistencia de los
enfermos y ayudar con sus luces y experiencia a los facultativos del territorio
contagiado, quedando el tercer individuo de dicha Comisión en Madrid como
vocal de la Junta Municipal de Sanidad de la Corte.
Además de los medios y auxilios que se han proporcionado y se proporcionen a
la Junta Superior de la provincia de Sevilla y de los recursos locales para
atender a los gastos sanitarios indispensables en tan dolorosas circunstancias, la
misma Junta y las autoridades superiores de aquella provincia invitarán a todas
las personas pudientes y amantes del bien público para que contribuyan, según
sus facultades, al socorro y alivio de sus compatriotas afligidos por aquella plaga
desoladora, habiéndose abierto al efecto una suscripción, en la que no duda S.M.
tomará parte el caritativo vecindario, corporaciones eclesiásticas y seculares, y
el de los particulares y acomodados, prestándose gustosos a un acto de
humanidad que redunda en beneficio de todos; pues se dirige no solamente a
auxiliar a sus semejantes en tan terrible conflicto, sino también a evitar los
funestos efectos y propagación del contagio.
Lo comunico a V.E. de Real Orden para, que poniendo en noticia de esa Junta
Suprema, tenga el debido cumplimiento y lo traslade a la Junta de Sanidad de
551
Sevilla y demás a quienes corresponda. D.G. a V.E. muchos años.- El conde
Ofalia.812
10. Apéndice 10. Real Orden de 4 de julio de 1834:
Real Orden, quedan suspensos y se les recogerán los títulos a los profesores de
ambas facultades que abandonaren los pueblos de su residencia luego que se
presenten casos del Cólera-morbo
------------------
El Exmo Sr. Secretario de Estado y del Despacho de lo Interior, con fecha 4 del
corriente me dice lo que sigue:
“Con ésta fecha digo al Presidente de la Junta Superior Gubernativa de
Medicina y Cirugía lo que sigue: Ha llegado a noticia del Gobierno que algunos
facultativos de medicina y cirugía, faltando a los deberes más sagrados de su
profesión, y quebrantando el juramento que prestaron para poder ejercerla,
abandonaron los pueblos de su residencia en los momentos en que debían ser
más necesarios sus servicios, pues de su presencia y auxilio dependía acaso la
vida de sus conciudadanos.
El interés público y el honor mismo de la facultad exigen que tan criminal
conducta no quede impugne, y que los nombres del corto número de profesores
que por vergonzosa cobardía los mancharon de esta manera, no se confundan
con los demás médicos españoles, que tanto se han distinguido siempre y se
distinguen en la actualidad por repetidos rasgos de filantropía, por celo y noble
emulación con que disputan las víctimas a la enfermedad que aflige a varios
pueblos, y por la noble ambición de sorprender a la naturaleza el secreto de su
curación.
La vista de éstas consideraciones, S.M. La Reina Gobernadora se ha servido
mandar:
1º Quedan inhabilitados para ejercer la medicina o cirugía, recogiéndoles los
títulos, desde luego, los profesores que bajo cualquier pretexto hayan
812 De Ferrater, E. y Ferigle, P. (1841). Recopilación de las Leyes y Reales Disposiciones
promulgadas en los años desde el 1833 hasta 1841 incluyendo las de la anterior época
constitucional que han sido revalidadas. Tomo tercero. Barcelona. Imprenta de Don
Ramón Martin Indar.
552
abandonado o abandonaren los pueblos de su residencia, desde el momento en
que por las Juntas de Sanidad se consideren éstos amenazados de cualquier
enfermedad epidémica, y especialmente de la que se califica de Cólera-morbo.
2º La Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía, y las demás
Autoridades y Corporaciones a quienes corresponda, procederán
inmediatamente, con arreglo a los reglamentos y disposiciones vigentes, a la
provisión de las cátedras de colegios, plazas de establecimientos públicos,
partidos de médicos de pueblos, y demás destinos servidos por los profesores
comprendidos en el artículo anterior, declarándose en el acto vacantes dichas
cátedras, plazas, partidos o destinos.
3º Se dará noticia al Gobierno de los facultativos, privados en virtud de ésta
Real Orden, de ejercer la medicina y cirugía, y se publicarán sus nombres en la
Gaceta de ésta Corte, en el Diario de la Administración y en los Boletines
oficiales de las provincias para conocimiento de los pueblos, a fin de que a los
contraventores de esta Soberana Determinación se impongan las penas
señaladas en el reglamento de la facultad para los intrusos en ella.
4º En los mismos periódicos se hará mención honorífica a los profesores que
más se distingan en el cumplimiento de sus deberes, prodigando a los enfermos
los socorros del arte con esmerado celo e imperturbable constancia. De Real
Orden los traslado a V.S. para su inteligencia y efectos correspondientes a su
cumplimiento”813
.
11. Apéndice 11. Real Orden mandando observar varias medidas adoptadas por la
Junta Suprema de Sanidad de Madrid para precaverse del cólera-morbo y
otras enfermedades (1834):
-------------
El Excmo Sr. Secretario de Estado y del despacho de lo Interior, con decreto
marginal de 6 del corriente me dirige el siguiente documento:
Junta de Sanidad de Madrid.= Amenazada la salud de los habitantes de ésta heroica
Capital, la solicita previsión de S.M. ha tenido a bien disponer en Real Orden de 30 de
junio último, que ésta Junta de Sanidad forme una instrucción, sencilla que esté al
813 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia de 23 de julio de
1834.
553
alcance de todos, comprensiva del método que se debe adoptar para precaverse del
cólera-morbo, y de los primeros medios de su tratamiento: en su consecuencia la
propia junta manifiesta que el medio más poderoso conocido para precaverse de todo
género de enfermedades, por malignas que sean, es la esmerada limpieza de las
personas, de las casas y de todo lo demás que sirva a los usos ordinarios; evitar en lo
posible exponerse a un aire frío y húmedo y sobre todo al que por su olor manifieste
tener cualidades poco saludables; no exponerse a un calor excesivo, tener un arreglo
juicioso en la comida y bebida, no cometer género alguno de abusos, y esforzarse en
olvidar todo lo que, no estando a nuestro alcance su remedio, entristezca, y abatiendo
el ánimo predisponga muy particularmente a contraer varias enfermedades.
Para conseguir tan importante objeto, será muy conducente tomar algún baño general
de agua templada, a fin de limpiarse toda la piel, teniendo cuidados de no exponerse al
aire frio al salir porque esto podría ocasionar todos los males que sobrevienen, cuando
la persona deja de sudar o se enfría la piel repentinamente; a mas es necesario lavarse
con frecuencia, cara, manos, brazos y pies, y esto podrá suplir hasta cierto punto por
el baño general en los sujetos en que por sus circunstancias no le permita bañarse. Las
casas deben barrerse todas una vez al día, y dos las habitaciones más frecuentadas;
Han de ventilarse cuanto se pueda por la mañana al salir el sol, y por la tarde media
hora después de traspuesto, se entiende en el verano, porque en el invierno convendrá
que sea antes de trasponerse: también se ventilará el aposento en que se hayan reunido
y permanecido bastante tiempo muchas personas, inmediatamente que se concluya la
reunión, cualquiera que sea la época del día. Es preciso que siempre que se ventilen las
casas cuiden las personas de no ponerse a las corrientes del aire. Cuando por
cualquiera causa se perciba mal olor en las habitaciones, será bueno rociarlas con el
agua clorurada, y sería muy oportuno que en los comunes que dan habitualmente mal
olor, después de bien tapados, se pusiese encima una taza de dicha agua, renovándola
de veinte y cuatro en veinte y cuatro horas, o bien suplir esto echando dentro del mismo
común un cubo de lechada de cal. Con cuanta más frecuencia pueda mudarse la ropa
de uso diario, tanto más se contribuirá a conservar la salud, siempre que se haga con
las debidas precauciones: además es necesario vestirse con arreglo al frio o calor que
se observe, en términos que ni se sienta frio, ni tampoco se tenga un calor excesivo; y
en razón de que se nota con frecuencia en un mismo día, que ya hace calor, ya hace
frío, será bueno que se use una faja de lienzo en el verano, y de franela en el invierno,
que ciña vientre y lomos. Los alimentos por lo general deben ser los mismos que se
554
tiene costumbre usar, a no ser que fuesen notoriamente perjudiciales; téngase
entendido que los de mejor calidad son vaca, ternera, carnero, aves, huevos, leche,
pescados blancos y frescos, arroz, patatas, fideos y garbanzos; las demás legumbres,
las verduras, así como las frutas, a no estar bien sazonadas, son por lo común malas,
en particular las acuosas; igualmente son perjudiciales los pescados salados y los
escabechados; de los salados se exceptúa el bacalao, que siendo de buena calidad no es
dañoso. Los alimentos aunque sean de buena calidad son dañosos cuando se come más
de lo necesario. El vino debe beberse con mucha moderación, sin perder de vista que la
embriaguez, ha sido causa que el cólera haya hecho horrorosos estragos en la mayor
parte de los pueblos que lo han tenido: en las actuales circunstancias el uso de los
condimentos picantes en extremo, el aguardiente, y el de los helados, aunque sea
moderado, es muy posible que haga daño: el agua natural, fría en el verano y un poco
templada en el invierno, es la bebida que usándola según dicte la necesidad, y no
estando sudado o muy acalorado el sujeto por lo común jamás dañará. Téngase
presente que todo género de abuso cualquiera que sea su especie, y por alicientes que
tenga, es sumamente dañoso. Son igualmente dañosas las pasiones fuertes de ánimo:
como la ira, el terror, y aún la tristeza y melancolía, por que las unas ocasionan
inmediatamente enfermedades, a veces muy terribles, y las otras disponen en términos
que el más mínimo motivo sea suficiente para que el sujeto se ponga malo: el medio de
evitarlo es procurarse distracciones inocentes, que sin agitar extraordinariamente el
ánimo, le entregan de un modo agradable, y conduce mucho a éste el pasear con
frecuencia en horas que no haga frio o calor excesivo, por paraje bien ventilado y nada
húmedo: los paseos que en ésta capital podrán frecuentarse son: el del Real sitio del
Retiro, y aún el del Prado, hasta muy poco después de traspuesto el sol; también son
muy buenos los paseos de la carretera que sale de la puerta de Alcalá, el de Recoletos,
Campo de los Guardias, y el de San Bernardino.
El que observe todas estas precauciones tiene motivo para esperar con fundamento
que no se alterará su salud, o que si se pone malo, su enfermedad no sería tan grave
como sería si no las observase. También es necesario en el caso de sentirse malo, no
perder tiempo en procurar el remedio, esto es muy útil en toda enfermedad, pero se
hace del todo indispensable si Madrid empezase a padecer el mal que ya sufre algún
pueblo de su provincia: y aunque se presenta de un modo muy benigno, es
importantísimo no perder los primeros momentos, porque de esto depende en gran
parte el que no ocasione extraordinaria mortalidad el cólera asiático: así es que luego
555
que alguna persona enfermase se debe llamar al médico, que es el único que puede
tratar su mal con acierto, y si ya existe el cólera en el pueblo, con el solo objeto de no
perder tiempo, interin viene el profesor, podrá, según las circunstancias que se
expresarán, valerse de los remedios siguientes:
Si se presentan tres o cuatro evacuaciones de vientre líquidas, se enfrían algo las
piernas, hay además algún escalofrío en varias partes del cuerpo, con sensación de
peso o ligero dolor de cabeza, ardor en el estómago, sed y algún calambre, se pondrá
al enfermo en cama, se le aplicarán botellas de agua caliente, o ladrillos, o bayetas de
agua caliente en los pies; enseguida sinapismos hechos solo con mostaza y agua
caliente en las piernas, muslos o brazos, mudándolos de sitio de cuarto en cuarto de
hora, o antes si incomodasen mucho, teniendo cuidado de volverlos a calentar cuando
estén fríos, y también de no enfriar al paciente. Las friegas secas o con algún líquido
estimulante apropiado serían oportunas, si se pudiesen dar sin que el enfermo se
airease. De hora en hora se echará una lavativa compuesta de una jícara de agua de
arroz, o bien de agua común por ser más pronto, en la que se disolverán dos pedazos de
almidón algo mayores que el tamaño de una avellana, una yema de huevo, y 24 gotas
de láudano líquido. Su hubiese algún dolor de tripas se pondrá en el vientre una
cataplasma caliente hecha con la harina de linaza y agua, añadiendo encima un poco
de manteca sin sal. Hasta que el médico se presente no tomará el enfermo otro alimento
que alguna jícara de agua de arroz, poniendo a cada cuartillo de ésta media onza de
goma arábiga, y otra media de azúcar, todo pulverizado para que se disuelva con
facilidad a un fuego lento. Si ya desde el principio con los síntomas referidos se
presentasen vómitos, o éstos se declarasen luego, a más de todo lo dicho, se pondrá
algún sinapismo a lo largo de todo el espinazo desde la nuez hasta los lomos, se dará
de cinco en cinco minutos un pedacito de hielo del tamaño de una avellana, y de dos en
dos horas una jícara de agua de arroz, añadiéndole doce gotas de láudano líquido, y si
éste promoviese más el vómito, tomará el enfermo un grano de estracto acuoso de opio,
también cada dos horas. Los dolores cólicos en éste caso son fuertes, y para mitigarlos
se ponen en el vientre desde una a dos docenas de sanguijuelas, según la edad y
naturaleza del sujeto, es decir, una en los de corta edad o débiles y dos en los adultos y
robustos; desprendida la sanguijuela se pone la cataplasma de linaza. También se
puede observar que los cursos, o sea diarrea, en muy poco tiempo extenúan por su
frecuencia y abundancia a los enfermos, y entonces, si todavía no hubiese llegado el
profesor, podrán ponerse las lavativas aconsejadas arriba, con la diferencia de que en
556
vez del láudano se deberá poner un escrúpulo de alumbre de roca. Si el ataque desde
luego se presentase con frialdad extremada en la mayor parte del cuerpo, con color
azulado, cara desfigurada y absolutamente sin pulso o casi imperceptible, o bien se
manifestasen éstos síntomas sin haber comparecido aún el Médico, es necesario
envolver las piernas, muslos y brazos del enfermo con sinapismos muy calientes, poner
en el espinazo reiteradamente el largo sinapismo arriba expresado, y mantener el calor
a todo trance con botellas de agua, ladrillos, o saquitos de arena muy calientes. De lo
demás se practicará lo que se pueda, pero no se le dará ni el láudano ni el opio.
No son éstos los solos recursos que tiene la medicina para los casos que se acaban de
describir, pero son complicados, y para decidir de su utilidad y conveniencia son
necesarios conocimientos propios únicamente de los médicos, a quienes ésta Junta
creería agraviar si no los considerase con toda la instrucción necesaria para tratar con
acierto el Cólera asiático lo mismo que otras enfermedades más crueles; y la misma
Junta espera que el público, a quién únicamente se dirige la precedente instrucción, la
recibirá como un nuevo testimonio de las miras filantrópicas y maternales de la
augusta Reina Gobernadora, y como una prueba de la vigilancia con que
incesantemente se procura y se procurará siempre la conservación de la salud, o el
alivio de los males que pueden afligir a éste heroico vecindario.
Lo que se anuncia al público en cumplimiento de lo resuelto por S.M. en la Real
Orden citada de 30 de junio último de acuerdo de la Junta de Sanidad de ésta villa.
Madrid 3 de julio de 1834. = Faustino Domínguez, Secretario
Lo que he mandado publicar en el Boletín Oficial de ésta Capital por medio de
suplemento para inteligencia y gobierno de los habitantes de ésta provincia, y en
debida precaución contra la terrible enfermedad del Cólera morbo. Cáceres 11 de julio
de 1834. = Francisco González Ferro.814
12. Apéndice 12. Real Orden de 11 de julio de 1834:
Real Orden excitando S.M. el celo de los RR. Obispos, Cabildos y demás
Autoridades de la provincia a suscribirse desde luego por si llegase a ser infectada
el Cólera morbo
-------------------
814 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
11 de julio de 1834.
557
El Exmo Sr. Secretario de Estado y del Despacho de lo Interior, con fecha 11
de julio me dice lo que sigue:
Deseando S.M. la Reina Gobernadora facilitar a los pueblos afligidos por el
cólera morbo todos los auxilios que reclama su triste situación; considerando
que la salud pública es la primera de las atenciones, y que a ella deben ceder
los intereses de las demás, por privilegiadas que sean, en circunstancias
extraordinarias; y convencida de que el medio más eficaz de disminuir los
funestos efectos de aquella enfermedad consiste en la exacta y oportuna
administración de los auxilios, que la ciencia de curar ha reconocido como más
eficaces para combatirla se ha dignado resolver lo siguiente:
Art 1º.- Los Gobernadores Civiles de las provincias en que se esté padeciendo o
se declare el Cólera morbo excitarán el celo de los RR. prelados Diocesanos, de
los venerables Cabildos eclesiásticos, de las Comunidades religiosas,
Corporaciones, Empleados, Gremios de artes y oficios, Hacendados y
Capitalistas de todas clases, a fin de que se suscriban con las cantidades y
efectos que les dicte su amor a la humanidad para el socorro de los enfermos en
los pueblos contagiados.
Art 2º.- Los productos de estas suscripciones entrarán en poder de un
Depositario de conocido arraigo e integridad, que nombrará el Gobernador
Civil respectivo, el cual llevará una cuenta exacta del ingreso y salida de ellos,
que se publicará una vez por semana en el Boletín Oficial de la provincia.
Art 3º.- Los Gobernadores Civiles, con conocimiento de las necesidades de los
pueblos contagiados les librarán las cantidades que consideren precisas, o les
facilitarán las medicinas o artículos de que necesiten, todo con la debida cuenta
y razón, publicada como queda prevenido en el artículo anterior.
Art 4º.- Si no bastasen los fondos de la suscripción, prevenida en el artículo 1º
para atender al socorro de los pueblos epidemiados, los Gobernadores Civiles
podrán echar mano, en la cantidad que se necesite de los fondos de Pósitos, de
los de Propios, de los de la Policía urbana y ornato, de los destinados a obras
de utilidad pública, de los de Cofradías y Hermandades, de los sobrantes de los
Establecimientos de Instrucción y Beneficencia, y de cualesquiera otros
aplicados a objetos menos urgentes, sin otra excepción que los procedentes de
contribuciones, rentas, y derechos Reales, y cualesquiera otros que deban
ingresar en el Real Tesoro.
558
Art 5º.- A falta de todos estos recursos se faculta a los Gobernadores Civiles
para que cerciorados de mediar extrema e irremediable urgencia, propongan
con acuerdo del Ayuntamiento de cada pueblo a la aprobación de S.M. el
arbitrio o arbitrios que consideren necesarios para ocurrir a la asistencia de los
enfermos y demás que exija el restablecimiento de la salud del vecindario,
remitiendo el cálculo del producto del arbitrio mientras permanezca, que solo
será hasta que se haya declarado la población libre de contagio, desde cuyo
momento se considerará aquél suprimido.
Art 6º.- Los fondos de los ramos designados en el artículo 4º, que se aplicaren al
servicio de sanidad, ingresarán en las capitales en poder del Depositario, de
que se habla en el artículo 2º, a fin de conservar la unidad de la cuenta y razón,
cuya exactitud recomienda muy especialmente S.M. al celo de los Gobernadores
Civiles.
En los demás pueblos ingresarán en poder del Depositario que nombre el
presidente del Ayuntamiento, el cual pasará la noticia y cuenta de ellos al
Gobernador Civil para los efectos de que tratan los artículos 2º y 3º.
Art 7º.- Los nombres de los suscriptores a los fondos de Sanidad, y las
cantidades, frutos y cualesquiera efectos con que respectivamente contribuyan,
se publicarán en los Boletines Oficiales de las provincias, a excepción de los de
aquellos que prefieran conservarlos incognitos, reservándose S.M. premiar con
condecoraciones y atender en sus respectivas carreras los benéficos esfuerzos
de los que más se distingan en tan importantes servicios, como el más grato a su
augusto corazón, que pueden prestar.
Art 8.- Los Profesores de Medicina, a quienes los rigores de la enfermedad
epidémica ofrecen ocasión para cubrirse de gloria en su noble carrera, que
acrediten haberse distinguido por su celo en la asistencia a los enfermos,
merecerán la particular consideración de S.M. para ser atendidos en sus
solicitudes, así en las de su profesión como en cualquiera otras, siempre que
tengan la debida aptitud: y los que teniendo su habitual residencia en pueblos
sanos, acudiesen invitados por los Gobernadores Civiles, a la asistencia de los
enfermos en los epidemiados, y sean atacados en este servicio por la
enfermedad, gozarán a propuesta de los mismos Jefes, una pensión vitalicia de
200 a 300 ducados sobre los Propios de la provincia donde hubiesen contraído
éste mérito.
559
Art 9º.- Los Gobernadores Civiles de las provincias, los Alcalde Mayores de los
pueblos, los individuos de los Ayuntamientos, Juntas de Sanidad y Caridad, los
funcionarios públicos de todas clases, y las personas particulares que más se
distingan en sus esfuerzos por atenuar los estragos de la enfermedad, auxiliar a
los enfermos, y evitar la reproducción del contagio por medio de escrupulosas
desinfecciones en tiempo oportuno, y demás medidas que aconseja el arte y
están prevenidas por Reales Órdenes, podrán alegar éste mérito en las
solicitudes que entablen en sus respectivas carreras, y será considerado como
preferente a otros en igualdad de aptitud. De Real Orden lo dirijo a V.S. para su
inteligencia, y que disponiendo su publicación, cuide de su puntual
cumplimiento.
Cuya Soberana Disposición he mandado publicar en el Boletín Oficial de ésta
provincia, no pudiendo menos de excitar el caritativo celo y amor a la
humanidad de los RR. Obispos de Coria y Plasencia, sus venerables Cabildos
eclesiásticos, su clero secular y regular, Funcionarios públicos militares y
civiles, Ayuntamientos, Corporaciones de todas clases, gremios de artes y
oficios, hacendados y capitalistas; a fin de que, sensibles a las calamidades
públicas, se sirvan concurrir con sus dones, ya sean en metálico, ya en efectos,
ropa y cualesquiera otros efectos…815
.
13. Apéndice 13. Disolución de cordones sanitarios (1834):
El Excmo . Sr. Secretario de Estado y del Despacho de lo Interior, con fecha de 24 de
agosto último me dice lo que sigue:
“Desde el momento en que la enfermedad conocida con el nombre de Cólera morbo
asiático, después de haber recorrido la mayor parte de Europa, invadió a España,
apareciendo por agosto de 1833 a la desembocadura del Guadiana, el Gobierno de
S.M. nada omitió para aislar el mal en aquél punto, estableciendo al efecto cordones
sanitarios, y adoptando las demás precauciones tomadas en circunstancias análogas de
contagios exóticos, que en otros tiempos afligieron la Monarquía. El Gobierno al dictar
éstas medidas no estaba poseído de gran confianza en su resultado; mas no
desconociendo el poder moral de las preocupaciones populares, creyó oportuno
815 Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. De 16 de julio de
1834.
560
hacerlas servir para tranquilizar los ánimos, como uno de los medios de atenuar los
estragos del azote, que se presentaba con aspecto amenazador. Entre tanto, saltando
las barreras con que se intentó evitar su propagación, se extendió bien pronto a Sevilla
y Extremadura, y aun a Córdoba, Málaga y Granada; y si por algún tiempo
permaneció estacionada en ésta última ciudad, brotando después de repente en toda
Andalucía, se presentó simultáneamente en Castilla la Nueva a espaldas de los mismos
cordones destinados a contener sus progresos.
La observación del curso seguido por el Cólera no fue completamente estéril, ni para
el Gobierno ni para los pueblos. Varias Autoridades y Corporaciones han elevado al
Trono su dolorido acento pidiendo con ardor patriótico se modifique el sistema de
inconvenientes, que siendo inútil para evitar la trasmisión del mal de unas localidades
a otras, causa evidentes y trascendentales perjuicios bajo el aspecto económico y
administrativo; pues paralizando el tráfico, e imposibilitando el abastecimiento de
comestibles condena a los pueblos, por evitar un mal dudoso, a sufrir los seguros e
inevitables que nacen de la escasez y la miseria, aumenta las víctimas de la
enfermedad, y produce finalmente la ruina de la fortuna pública, extendiendo las
consecuencias de la epidemia aún a los pueblos que no la padecen.
Corroboradas éstas reflexiones con el sistema adoptado y seguido por los Gobiernos
de las Naciones, cuya ilustración las coloca a la cabeza de la civilización europea, y
aun con el de las demás, que habiendo adoptado al principio los cordones acabaron
para conocer y confesar su ineficacia; S.M. la Reina Gobernadora se dignó mandar
que la Junta Suprema de Sanidad del Reino propusiera las reformas que creyese
oportunas en las disposiciones sanitarias vigentes. Y conformándose con lo informado
por dicha corporación, ha tenido a bien resolver:
Artículo 1º.- Se disuelven todos los cordones establecidos con el objeto de impedir la
propagación del Cólera, y se restablecerán las comunicaciones interiores en toda la
extensión que tenían antes de formarse aquellos.
Art. 2º.- Los Gobernadores Civiles y Autoridades locales, tanto gubernativas como
municipales protegerán la libre comunicación de los pueblos entre sí, y evitarán las
vejaciones que arbitrariamente se causan en algunos puntos a los viajeros, a pretexto
de precauciones sanitarias, haciendo conocer a sus administrados los funestos males
que acarrea el sistema mal entendido de aislamiento e incomunicación.
Art 3º.- Las mismas Autoridades desplegarán la mayor actividad para hacer observar
las leyes y reglamentos de policía urbana e higiene pública, cuidarán del abundante
561
abasto de alimentos sanos en los pueblos; y procurarán convencer a los habitantes, por
cuantos medios les dicte su celo, de que el aseo y buen régimen son el preservativo más
eficaz contra el Cólera y toda clase de enfermedades.
Art 4º.- Cuando la enfermedad epidémica invada un pueblo, adoptarán las
Autoridades, todas las medidas que estimen conducentes para mantener la serenidad y
el ánimo de los habitantes, evitando todo lo que pueda afectarlos melancólicamente.
Cuidarán por consiguiente de que los auxilios de nuestra Santa Religión sean
dispensados a los enfermos, de modo que no causen impresiones tristes y perjudiciales
en los sanos, y de que el fallecimiento de los fieles no dé motivo a ocupar su
imaginación con ideas lúgubres; a cuyo fin prohibirán las referidas Autoridades el uso
de las campanas con tales motivos mientras se padeciere dicha enfermedad.
Art 5º.- El establecimiento de hospitales en sitios ventilados, la distribución de sopas
económicas, la ocupación de los jornaleros en obras útiles; y el recogimiento de los
mendigos llamarán muy particularmente la atención de las Autoridades en los pueblos
atacados del Cólera; haciendo uso, para ocurrir a éstos objetos, de los fondos de la
suscripción que deberán abrir desde luego, y de los demás que expresa la Real Orden
expedida en 11 de julio último por el Ministerio de mi cargo.816
14. Apéndice 14. Decreto que recoge una serie de Disposiciones dictadas por
Fernando VII en 1833 cuando el Cólera está presente en Andalucía (1833):
1º. Se aprueba el acordonamiento de la villa de Huelva, dispuesto por el capitán
general de Andalucía en la forma que está prevenida de antemano por los artículos 6º y
11 de la Real Instrucción sanitaria de 25 de agosto de 1817.
2º. Serán vigilados con la escrupulosa atención que se encarga por artículo 16 de la
misma instrucción los pueblos que se hallan situados al radio de diez leguas de la villa
de Huelva, y se establecerá a la referida distancia tan pronto como sea posible el
segundo cordón de tropas repartidas en los puntos y cruceros que designe el capitán
general para estorbar que sin urgente causa calificada por el mismo jefe, ninguno de
los moradores dentro de esta segunda línea la traspase para venir a los pueblos del
interior.
816 Archivo Municipal de Plasencia: Boletín Oficial de la Provincia. Suplemento al del
día 9 de septiembre de 1834
562
3º. Se adoptarán las disposiciones convenientes para que en la villa de Huelva, u otro
punto que pueda contagiarse, no falten víveres ni ninguno de los artículos necesarios
para la subsistencia de sus habitantes, y para la curación y asistencia de los enfermos y
convalecientes.
4º. Se prohíbe la salida al mar, no sólo de las embarcaciones surtas en Huelva o que
hubiesen de desembocar el río Odiel, sino también de las que deban salir por el Río-
Tinto.
5º. Los buques que, a pesar de esta prohibición, dieren la vela de cualquiera puntos de
ambos ríos para algún otro de los nuestros, serán despedidos inmediatamente o con
destino al lazareto de Mahon, o para regresar al parage de su salida.
6º. Los barcos procedentes de los demás puntos de aquella costa, situados entre la
orilla izquierda del Guadiana y la derecha del Guadalquivir, se recibirán con la
calidad de patente sospechosa, y con todos los efectos de esta calificación.
7º. Es de esperar que estas disposiciones y la estricta y rigurosa observancia de lo
prevenido en la citada Real Instrucción de 25 de agosto de 1817, basten a preservar el
contagio a los demás pueblos de Andalucía; más si por desgracia se extendiese a otros,
se adoptarán iguales disposiciones respecto a ellos, colocándose cordones en la
situación y forma que con presencia de las circunstancias designen el Capitán general
y la Junta Superior de Sanidad de Andalucía. En este importante servicio se empleará
no solamente la tropa, sino también en caso necesario voluntarios Realistas, y aún los
vecinos honrados de los pueblos inmediatamente interesados.
8º. Si penetrase el contagio hasta la Capital de la Provincia de Sevilla, el Capitán
general y las Autoridades centrales o provinciales saldrán de ella conforme a lo
prevenido en la Real resolución de 17 de Agosto de 1813, pero deberán permanecer
dentro de la Capital sus Autoridades locales o municipales.
9º. La Junta Superior de Sanidad de la Provincia efectuará también su salida en dicho
caso, situándose en algún punto sano distante de los contagiados, y que sea a propósito
para poder atender a las exigencias sanitarias de todo el territorio de su jurisdicción;
pero la Junta Municipal de Sanidad subsistirá dentro de la Capital desempeñando las
obligaciones de su cargo; y si alguna de las Autoridades locales perteneciese también a
563
la Junta Superior saliese en concepto de Vocal de ella, será sustituida interinamente en
la Junta de Provincia por la persona que designe al efecto el Capitán General
10º. Cuidarán las Juntas superior y subalternas de Sanidad y también las
Administraciones de Correo de la Provincia, de que la correspondencia procedente de
pueblos contagiados o sospechosos sea expurgada, picada y enviada en la forma
prevenida por los reglamentos vigentes.
11º. Dos de los tres individuos de la Comisión Médica, que han recorrido por orden del
Gobierno diferentes países de Europa afligidos por el cólera-morbo, y que se hallan ya
de vuelta en Madrid, se trasladarán inmediatamente a Sevilla, el uno para permanecer
al lado de la Junta superior de aquella Provincia como Vocal de ella, y el superior de
aquella, y el otro para pasar a la villa de Huelva a fin de atender a la curación y
asistencia de los enfermos, y ayudar con sus luces y experiencia a los facultativos del
territorio contagiado, quedando el tercer individuo de dicha Comisión en Madrid como
Vocal de la Junta Municipal de Sanidad de la Corte.
12º. Además de los medios y auxilios que se han proporcionado, y se proporcionen a la
Junta Superior de la Provincia de Sevilla, y de los recursos locales para atender a los
gastos sanitarios indispensables en tan dolorosas circunstancias, la misma Junta y las
Autoridades superiores de aquella Provincia invitarán a todas las personas pudientes y
amantes del bien público para que contribuyan, según sus facultades, al socorro y
alivio de sus compatriotas afligidos por aquella plaga desoladora, abriéndose al efecto
una suscripción, en la que no duda Su Majestad tomará parte al caritativo celo de los
Prelados, Corporaciones eclesiásticas y seculares, y el de los particulares acomodados,
prestándose gustosos a un acto de humildad que redunda en beneficio de todos, pues se
dirige no solamente a auxiliar a sus semejantes en tan terrible conflicto, sino también a
evitar los funestos efectos y propagación del contagio. El producto de esta suscripción
y los nombres de los suscriptores se publicarán para que puedan ser vistos por los
vecinos, en el Boletín Oficial de la Provincia.817
817
Biblioteca Nacional de España. Decretos del Rey Nuestro Señor D. Fernando VII y
la Reina de su Augusta esposa (1834). Imp. Real. Madrid. T. XVIII, pg.91.
564
15. Apéndice 15. Comunicado de l Junta Superior de Sanidad ante la sospecha
de Cólera-Morbo en Oporto (1833):
El Exmo. Sr. Presidente de la Junta Suprema de Sanidad del Reino en 30 del
próximo pasado, cuya orden recibí por el correo de ayer, me ha comunicado
una de S.M. que con fecha 28 dirigió el Excmo. Sr. Primer Secretario de Estado
al General en Gefe del Ejercito de observación, y a los Capitanes generales de
las provincias fronterizas con Portugal, en que refiriendo una noticia
participada al gobierno por el Coronel Baron de Ranfort en cuanto a sospechas
de haber aparecido en Oporto el cólera-morbo, se hacen de orden de S.M. tres
prevenciones a precaución de preservar a sus amados vasallos del contagio de
aquella terrible enfermedad; siendo la
PRIMERA
Que el General Gefe del Ejercito de observación aproveche los
momentos para averiguar por todos los medios, sin perdonar diligencias ni
gastos lo que dicha comunicación alarmante tenga de cierta.
SEGUNDA.
Que si lo fuere o tuviere el General en Gefe motivos fundados para temer
que no son vanas las sospechas de la aparición del cólera en Oporto, adopte
con la mayor celeridad en su distrito las disposiciones más eficaces y enérgicas
para que ninguna persona, por elevado que sea su rango, pueda internarse en el
Reino sin sujetarse antes a una observación de quince días en Portugal y otros
quince en la raya de España, en el Lazareto provisional que se establezca al
efecto.
TERCERA.
Que las disposiciones que tome entere sin demora a los Capitanes generales
de Extremadura, Galicia y Castilla la Vieja y demás autoridades fronterizas,
para que en el caso de haber estallado el cólera en Oporto u otro punto, corten
565
la comunicación e impidan la entrada en España a los que venga de él hasta
que hayan cumplido la cuarentena susodicha818
.
16. Apéndice 16. Circular de la Junta Provincial de Sanidad ante la presencia
del Cólera-Morbo en Portugal (1833):
Esta Junta Superior enterada detenidamente, ha mirado con la sensibilidad que es
propia este motivo de aflicción y de horror, que presuntamente aparece a las puertas de
nuestra nación hasta ahora privilegiada por la Divina Providencia y teniendo presente
la prudencia y circunspección con que debe obrar según también encarga S.M. Ha
acordado que sin detención se circule en extracto esta novedad a todas las Juntas de
Sanidad en todos los pueblos y partidos para que les conste el origen que tiene la
vigilancia, aseo, esmero y policía urbana que la Junta manda observar estrictamente en
las poblaciones, recordándoles a este efecto bajo la estrecha responsabilidad el puntual
cumplimiento de la orden preventiva, y también de precaución que se les circuló en 9
de Marzo de 1832, que a la letra es como sigue.
“La Junta provincial de Sanidad, instalada según las reglas dadas por la suprema
del reino, ha celebrado sesión en el día de ayer para tratar el importante objeto de su
atribución que es la conservación de la salud pública.
Aunque por la misericordia Divina la España no se ve afligida por la calamidad del
cólera-morbo ni por otra ninguna peste, no por eso se cree la junta dispensada de
tomar aquellas medidas precaucionales de conocida salubridad. Ha tenido presente las
muchas enfermedades que han reinado en el invierno y la calorosa estación que ha
principado y conoce cuan necesarias son ciertas disposiciones para que el influjo
estacional no se halle auxiliado por unos agentes nocivos que al nombre es dado
destruir.
La junta ve que siendo la salud pública un interés de todos debería contarse con todos
para lograr su constante conservación, pero también sabe que la experiencia enseña
que en medio de las calamidades más tristes y de las pestes más desoladoras, hay
personas aunque felizmente pocas que sacan su partido de la misma desgracia de sus
818Archivo Municipal de Plasencia. Diario de Badajoz. Jueves Febrero de 1833.
566
convecinos, y que otras por ignorancia, estupidez u otras causas producen los efectos
de más trascendencia y perjuicio a la sociedad: todo lo ha tenido muy presente la junta
en su sesión, y también ha considerado que no todas las providencias de un país son
aplicables a otros, por lo que, y con conocimiento de la provincia ha acordado y
resuelto lo siguiente:
Artículo 1º. En todos los pueblos de la provincia se instalarán las juntas municipales
de sanidad, que según las reglas últimas se compondrán de los individuos siguientes:
presidente del ayuntamiento, regidor decano, los vocales más electivos del
ayuntamiento, un diputado del común, vicario eclesiástico o párroco más antiguo, jefe
que ejerza la jurisdicción de rentas, y médico titular como consultor: esto se entenderá
en cuanto lo permitan la población y circunstancias de los pueblos.
Artículo 2º. Instaladas las juntas municipales procederán desde luego a mandar se
ejecuten las medidas siguientes:
- 1ª Si hubiere esterqueras acinadas o proximas a la población se retirarán de
esta, procurando colocarlas al norte, y si es posible en puntos elevados.
- 2ª. Se cegarán los pantanos inmediatos a la población en que haya aguas
detenidas.
- 3ª. Se barrerán con frecuencia las calles y plazas, conservándolas aseadas y
limpias, cuidando lo mismo con las casas, caballerizas y corrales.
- 4ª. Se dará salida a las heces de los lagares de vino y molinos de aceite, a fin de
que no se estanquen y exhalen miasmas y gases nocivos.
- 5ª. Se vigilará el que los enterramientos se hagan profundizando mucho los hoyos
o zanjas usando de la cal frecuentemente para la más pronta consunción de los
cadáveres.
- 6ª. Se cuidará de que las fuentes y pozos potables se conserven limpios.
- 7ª . Se pondrá todo esmero en que las carnicerías y mataderos no perjudiquen a la
salud pública adoptando para ello las juntas cuanto consideren oportuno.
Finalmente, se dispondrá cuanto se crea necesario para la conservación de la
salud pública, y para ello los médicos consultores expondrán lo que convenga
atendidas las circunstancias particulares de cada pueblo.
567
Artículo 3º. Siendo el aseo y limpieza uno de los preservativos más conocidos, las
juntas municipales, estimularán a los vecinos al blanqueo interior y exterior de sus
casas, en lo que se consigue al mismo tiempo que hermosear las poblaciones, el
saludable efecto que produce el uso de la cal.
Artículo 4º. Procurarán las juntas acopiar plantas aromáticas como el romero,
tomillo, y otras de esta especie, para quemarlas en las calles cuando las circunstancias
lo exigieren.
Artículo 5º. Uno de los males temibles en la provincia, es la cría y estancia de ganado
de cerda dentro de las poblaciones: en las pequeñas no es de tanto influjo por que están
más ventiladas: pero en las grandes o que suben de cuatrocientos vecinos, la existencia
de dicho ganado en el interior es perjudicialísima, y por lo tanto las juntas municipales
deberán tomar en consideración este interesante punto, y remover los obstáculos que se
presenten, para si es posible, colocar el ganado de cerca en corrales u otros puntos
fuera de la población.
La junta provincial considera suficiente cuanto se contiene en los cinco artículos
precedentes, dejando a las municipales que desplieguen su celo en otras medidas que
serán útiles en unos pueblos y no posibles en otros. Queda no obstante en una vigilante
observación para atender a donde convenga con sus providencias, para proteger a
cuantos concurran de todos modos a la conservación de la salud pública, y para usar
de la severidad que designa la ley contra el que por malicia, indolencia u otra falta se
oponga o interrumpa lo que ella misma o las municipales dictaren para llenar el
grandioso objeto de sus respectivas atribuciones; y para ello y que llegue a noticia de
todos, se hará saber por medio del diario de la capital.
La junta que está en obligación de averiguar por todos medios la existencia o
inexistencia del mal para adoptar las disposiciones más eficaces del caso, y elevar a
noticia de la Junta Suprema del Reino cuanto pueda adquirir y por cuya vía han de
recibirse sucesivamente las órdenes e instrucciones que acordare S.M., encarga
especialmente a las Juntas particulares de los pueblos con singularidad a la de los
fronterizos a Portugal, se dediquen con todo esmero y solicitud a inquirir
conocimientos positivos a la novedad de tan perniciosa epidemia hasta cerciorarse del
568
verdadero estado de salud que reina en aquel punto y demás inmediatos, avisando todo
con puntualidad a esta Junta Superior.
Lo que se hace saber por medio del diario de esta Capital para su más pronta y exacta
circulación.- Badajoz a 4 de Febrero de 1833.-.Marqués de Casa-Cajigal.819
17. Apéndice 17. Reglamento para los pueblos de la provincia donde haya
lazaretos, especialmente a Alburquerque (1833):
Art.1. Las personas que lo habiten deben estar en completa incomunicación.
Art. 2. Se nombrará un celador, jefe del lazareto, con la dotación de 20 rs diarios, el
que estará igualmente incomunicado.
Art. 3. También se nombrará un caminero que deberá tener de su cuenta una
caballería capaz, y se le señalarán 8 rs, diarios, o menos si se encuentra.
Art. 4. Para que habite el caminero se elegirá el edificio más inmediato al lazareto, y
no habiendo se construirá una barraca capaz, a proporcionada distancia.
Art. 5. Se proveerá el lazareto de útiles necesarios y puramente precisos que estará a
cargo del jefe, bajo doble inventario, del que debe tener la Junta un ejemplar.
Art. 6. También se construirá una barraca grande para la guardia a distancia
proporcionada, siempre que haya local separado en el lazareto para colocar a su
inmediación.
Art. 7. Se auxiliará a los indigentes con 2 ½ rs diarios los días que estén en
cuarentena.
Art. 8. Se mandará al Ayuntamiento de Alburquerque, que al menor gasto posible y con
maderas de sus montes de Propios, haga construir la barraca o barracas indicadas en
los art, 4 y 6 si hubiera necesidad.
Art. 9. La guardia del lazareto será permanente y tendrá el plus de ordenanza, pagado
por el fondo de sanidad.
819 Archivo Municipal de Plasencia. Diario de Badajoz. Jueves Febrero de 1833.
569
Art. 10. Con objeto de no molestar la atención de la Junta de continuo y que el lazareto
esté puntualmente al corriente de todo, se nombrará un bocal de ella, con quien se
entenderá el celador directamente en todos los asuntos gubernativos y económicos de
él, subministrar socorros, recaudar la retribución y demás necesario sin perjuicio de
dar cuenta a la junta de sus providencias.
Art. 11. Todos los individuos que entren en el lazareto para pasar cuarentena, excepto
los indigentes, pagarán la retribución de 5 rs diarios por persona, que serán
recaudados por el celador y éste llevará cuenta exacta para hacer su entrega al fondo
de Sanidad de cuyo depositario recogerá recibo.
Art. 12. Se dará por la Junta una copia de este Reglamento y Obligaciones al celador,
al comandante de la guardia y al caminero.
Las obligaciones de los empleados del lazareto se articulan así:
Art. 1. Será obligación del celador que se mantenga el orden evitando cuestiones entre
los cuarentenarios y valiéndose del auxilio de la guardia en caso necesario.
Art. 2. Lo será también cuidar del aseo de todas las piezas haciendo que se barran y
ventilen diariamente, y avisar a la Junta cuando haya necesidad de que se blanqueen
con cal para realizarlo, como también que las aguas sucias y todas las inmundicias se
depositen y viertan en puntos separados y oportunos, distantes del edificio.
Art. 3. También lo será de hacer se le suministren las medicinas a los enfermos que
haya y demás asistencia necesaria, implorando por este auxilio la beneficencia de las
demás personas que se hallaren en el lazareto.
Art. 4. Dará parte al Excmo. Sr. Presidente de la Junta Superior de Sanidad de
cuantas novedades ocurran en él, y al Sr Administrador de Rentas de Alburquerque de
los baúles y bultos que depositen los cuarentenarios, con objeto de que a su salida
puedan ser reconocidos por la Real Renta.
Art. 5. Se entenderá el celador con el vocal que nombre la Junta en todos los asuntos
expresados en el art 10 del Reglamento, y demás que no merezca la atención de la
Junta.
570
Art. 6. Tendrá un libro de entradas y salidas donde haya apuntado los nombres y
apellidos de los cuarentenarios, pueblos de sus naturales, vecindad, procedencia y
estado, día y mes de entrada y salida, expresando los que sean socorridos por la Junta
y los que se mantengan a sus expensas.
Art. 7. A los indigentes los socorrerá con 2 ½ rs diarios, pero no empezará a pagarles
hasta que la Junta los declare por tales, desde cuya fecha admitirá el cargo en sus
cuentas que rendirá mensualmente.
Art. 8. Cuidará de la separación de los sexos, no entendiéndose esta medida con los
matrimonios, elegirá una pieza separada y pequeña para las fumigaciones de expurgo y
otra para prisión; debiendo él mismo hacer las fumigaciones, para lo cual se le darán
instrucciones y se le proveerá de los simples necesarios al efecto, cuya medida
producirá gran economía en los gastos.
En tres artículos se resumen las obligaciones del comandante de guardia:
Art. 1. Cuidará el comandante de acudir a la señal acordada con el celador, para su
llamada, siempre que lo necesite.
Art. 2. Impedirá escrupulosamente la comunicación absoluta de los cuarentenarios
con los de afuera, y la de éstos con aquéllos, como la del caminero y demás personas
que vayan a vender al palenque no siendo bajo las reglas que quedan marcadas;
auxiliando al celador si fuese necesario, en cuanto se le ofrezca para mantener el
orden, y permitiendo a éste y a los cuarentenarios que se paseen a una distancia
proporcionada que fijará el celador con señales.
Art. 3. Si ocurriese entrar parte de la guardia al lazareto a poner orden, luego que
vayan a salir serán fumigados por el celador con arreglo al Art. 8 de su obligación.
El Reglamento también incluye unas reglas de fumigación que aconsejan lo siguiente:
El aire infestado por la mucha reunión de sujetos sanos o enfermos se purifica
rociando el suelo y paredes de la pieza con cloruro mezclado en 25 a 30 partes de agua
común, en vasijas destapadas, puesto que en ningún caso puede ser nociva cualquiera
que sea su cantidad, y que los afectados de asma nerviosa respiran más fácilmente en
medio de este gas, este método puede servir en los lazaretos, hospitales, cárceles y
demás edificios, donde se reúnan muchas gentes.
571
Los aposentos de los enfermos se purificarán con una cucharada de cloruro en 6 de
agua en cuya mezcla se mojarán los paños o telas de hilo o algodón, que se colocan
sobre la cama de los enfermos y en otros puntos. Los enfermos y asistentes se lavarán
las manos al acercarse y retirarse de los enfermos, en una mezcla compuesta de una
parte de cloruro y 20 de agua.
Con el agua clorurada a la proporción de un cuartillo, en 40 de agua de fuente se
puede desinfectar en el acto los sumideros y caños corrompidos, las letrinas,
pescaderías, carnicerías, mataderos y cementerios.
18. Apéndice 18. Carta remitida desde la Junta Municipal de Sanidad de
Plasencia a la Superior de Estremadura en la que suplica la autorización
para obtener fondos (1833):
“Exmo Sr.:
La Junta Municipal de Sanidad de esta ciudad de Plasencia desde su
instalación, dedicó sus actuaciones y desvelos a discurrir las medidas y
disposiciones más activas y pudientes para impedir la introducción y
propagación del Cólera-Morbo, contagio terrible que amenaza a los mortales.
Con éste fin acordó providencias y bandos frecuentes para poner las plazas,
calles, casas, cuadras, mesones y muladares en el mejor estado de aseo y
limpieza. Previno que no anduvieran por las calles los ganados cerdosos,
superando para todo los inconvenientes que dificultan y obstruyen semejantes
medidas, por la confianza y apatía de los vecinos. No contentándose la Junta
con dichas prevenciones, consideró que puede ocurrir el caso de haber
personas indiciadas y aún atacadas de citada enfermedad, y que llegaría la
necesidad de poner las primeras en lazareto de observación y a las segundas en
hospital de curación; eligió para estos fines el edificio local de la hermita de
Santa Bárbara distante media legua y colocado lo más elevado de la sierra de
su nombre, que es sitio muy ventilado y apropósito para lazareto; y el hospital
de Nª Sª de la Merced, radicado extramuros de la ciudad; Constante la Junta en
investigar disposiciones sanitarias entendió por los clamores del alcalde y
facultativos titulares que en éstas reales cárceles hay grandes depósitos de
572
inmundicias y aguas corrompidas que hace muchos años están detenidas en
bodegones subterráneos por falta de acueducto por donde deberían tener su
curso; al momento averiguó la certeza y justicia dichos clamores y se convenció
de que tan excesivos y pestíferos depósitos conminan una explosión capaz de
arruinar la Real cárcel, y de infectar con su edionda y mortífera fetidez a dicha
ciudad con trascendencia a los pueblos del partido y provincia inmediatos a
quienes comunicará el contagio por las muchas personas que concurren a los
mercados; por lo cual creyó la Junta que no puede mirar con indiferencia tan
inminente perjuicio ni descansar hasta remediarlo evitando la indicada ruina y
el peligro de una terrible epidemia. Con éste motivo dilató sus ideas a
generalizar el remedio necesario para evitar la estancación de aguas inmundas
y de putrefacciones nocivas; y se penetró de la suma conveniencia, utilidad y
limpieza que recibía la ciudad, haciéndose alcantarilla o canales generales, que
atravesando las calles reciban y extraigan de la población las aguas sucias y
sobrantes de todas las casas en las cuales deberá hacerse conductos
particulares para que sus aguas se incorporen y marchen por referidas
alcantarillas. Este proyecto es de tan conocido interés que no necesita esfuerzo
alguno para demostrarlo, y mucho más en ésta ciudad cuya localidad invita
imperiosamente a ejecutarlo, pues se haya cuasi circunvalada por el rio jerte y
tiene la declinación o declive necesario para que no sea tan costosa y difícil la
operación, y para que las aguas corran sin obstáculo que las detengan; a lo
cual se agrega la especial circunstancia de que hay una hermosa y abundante
cañería de aguas potables; momento antiguo pero digno de imitación cuya
cañería en la mayor parte del año produce aguas sobrantes, que dirigidas a las
mismas alcantarillas las limpiarán y facilitarán el curso de las aguas
domésticas.
Estos son los objetos principales a que se han dirigido y dirigirán siempre los
anhelos de la Junta. Después de haber producido el cerramiento de algunas
puertas públicas y el celo y guardia de otras con personas honradas: no se duda
que parecerán excesivos éstos proyectos; pero por lo mismo son más atendibles
y llaman incesantemente los cuidados de esta corporación en los más fervorosos
deseos de labrar y cimentar la felicidad presente del pueblo que representa.
573
Queda, Excelentísimo Señor patentizado el importante plan de esta Junta y no
podrá dejar de merecer la superior aprobación de V.E: Pero Sr es indispensable
y muy doloroso manifestar que nada se puede ni ha podido practicarse por falta
de fondos públicos y de arbitrios productos; Este M.N. y L. Ayuntamiento
respondió y justificó que sus propios están empeñados, y que carece
absolutamente de caudales: se pensó en descubrir arbitrios, y parece que ya
están concedidos y aplicados para otros fines del Real Servicio: Se obsequió
una moderada subscripción y únicamente ha producido 200 reales, que apenas
sufragan un mes el alumbrado de las guardias de sanidad: Cuantas ideas se han
inventado relativas a reunir fondos han sido estériles, y se han desvanecido en
el inmenso calor de la imposibilidad en términos que nada puede practicarse.
Estas tristes imposibilidades serían más suficientes para enervar y anonadar a
la más celosa corporación mirándose imposibilitadamente de plantear sus
acuerdos, pero la Junta de Plasencia siempre firme y muy dispuesta a vencer
cuantas dificultades se presentan y ansiosa de proporcionar la prosperidad de
sus habitantes, no se rendirá, ni se intimida, antes bien trabaja con mayor
vigilancia para conseguir sus fines favorables al público, pues se persuade de
que todas las autoridades coadyuvarán eficazmente a la ejecución; guiada esta
lisonjera, justa y fundada presunción acordó el 13 del corriente mes los
particulares contenidos en el adjunto testimonio; que ofrece a la justificada
Ilustración Superior de V.E implorando su aprobación y protección:
El Primero se reduce a impetrar la gracia y permiso para repartir y cobrar de
una vez 8000 reales entre los vecinos de dicha ciudad por la base de utensilios y
que los Sres Eclesiásticos como interesados a la salud pública contribuyan con
otra cantidad que se repartirá por las bases del Real Subsidio, guardando
proporción con la correspondiente a los seculares, con el preciso y urgentísimo
objeto de socorrer a las personas que por necesidad se dirijan al lazareto y al
hospital de curación; pues sin tales auxilios perecerían de inanición y afrenta
de la humanidad.
Por el segundo se desea y suplica la licencia conducente para repartir 20000
reales entre esta ciudad y pueblos de su partido, cuya cantidad se necesita para
limpiar y extraer las inmundicias y putrefacciones fétidas que se hayan
574
depositadas en los bodegones de la cárcel real y para ponerla en estado de
salubridad y de seguridad.
Por tercero se solicita y ruega que V.E. se digne expedir la orden conveniente
para que todos los vecinos y propietarios de casas y edificios de referida ciudad,
sin distinción de clases, dignidades, ni estados contribuyan por una sola vez con
la sexta parte del valor de los arrendamientos anuales que tengan o se gradúe que
deben tener, ya estén habitadas por sus dueños o cerradas por cualesquiera
casos, o arrendadas a distintos inquilinos, sin excusa ni pretexto alguno; cuyo
importe se aplicará inexcusablemente y con una suma urgencia a las interesantes
obras de fabricar las precitadas alcantarillas o azequias generales, que al paso
de ser muy necesarias facilitarán el aseo, limpieza, y mejor aspecto de la
población, y en las críticas actuales circunstancias producirán semejantes
medidas las muy atendibles y preferentes de invertir los braceros o jornaleros que
por falta de trabajo en la actualidad yacen en un estado de miseria que se
aumentaría a su extremo horroroso si ésta población tiene la desgracia de ser
invadida de contagio.
Como todos los proyectos en su origen tienen rivalidades y oposiciones, cree la
Junta que los tendrán también los que propone, aunque decidida a realizarlo
jamás desmayará hasta lograr dichos objetos, que bien ejecutados, lisonjearán,
y admirarán a la posteridad, considera necesario, que para facilitar la brevedad
y obsequio de las críticas circunstancias actuales se confiara la comisión
suficiente a la Subdelegación y Contaduría de Rentas Reales de este partido
para la formación de los repartimientos y su cobranza que deberá ejecutarse
por los mismos trámites con que se recaudan los haberes de la Real Hacienda
aunque para esto sea conducente obtener el beneplácito del Sr Intendente de la
Provincia, por cuyas razones.
A Vuestra Excelencia, suplica que penetrándose de los sólidos fundamentos de
ésta representación, ayudados a los datos positivos que consta del acuerdo
inserto en el testimonio que acompaña, se digne aprobar como justo, urgente y
necesario dicho acuerdo, y en su consecuencia mandar que se cumplan y
ejecuten con total autoridad, preferencia, y sin contravención alguna,
explicando a el intento la orden competente, según sea del Superior agrado de
575
V.E. Pues decretado y mandándolo así administrará V.E justicia, como
invariablemente acostumbra, y hará el más beneficio y singular favor a ésta
ciudad y su Junta Municipal que agradecida Pide a Dios que guarde las
importantes vidas de V.E. muchos años.
Plasencia a 16 de septiembre de 1833
Excmo Sr. Presidente y Junta Superior de ésta Provincia de Extremadura.
Badajoz”820
“Junta Municipal de Sanidad de la Ciudad de Plasencia en Extremadura.
Exmo Sr.: En los actuales momentos en que vemos invadida la capital de ésta
provincia del terrible azote del Cólera-Morbo con que la Divina Providencia
dispone castigar nuestras culpas, según noticias fidedignas aunque no oficiales,
nos dispensará V.E. que la Junta Municipal de Sanidad de Plasencia en
Extremadura, eleve a sus manos la adjunta copia de la exposición que con ésta
fecha dirige a la Superior de ésta provincia a fin de que si fuese objeto digno de
la consideración de V.E. se sirva dispensarles su protección para que su
Majestad que Dios Guarde se digne conceder los arbitrios que se proponen con
las urgencias que necesitan las necesidades de esta ciudad, y la absoluta falta
de todo fondo con que se haya ésta Junta para llenar las atenciones de la misma
en el día y los que puedan ocurrir en lo sucesivo.
La Junta Municipal de ésta ciudad se ha decidido a molestar la Superior
atención de V.E. directamente, teniendo presente para ello que la de ésta
provincia dedicada tal vez con preferencia a dar disposiciones a los puntos
atacados, no pueda darles a lo que se solicita en la citada exposición con la
urgencia que consideramos necesaria para precaver, o al menos aliviar las
calamidades que puedan sobrevenir a ésta ciudad.
Nuestro Sr dilate y prospere la importante vida de V.E. muchos años.
Plasencia 16 de septiembre de 1833
820
Archivo Municipal de Plasencia. Carta remitida desde la Junta Municipal de Sanidad
de Plasencia a la Superior de Extremadura, con fecha de 16 de septiembre de 1833.
576
Exmo Sr Secretario de Estado y del Despacho Universal del Fomento”821
19. Apéndice 19. Capitanía General de Extremadura. Circular nº 20. Adoptando
varias medidas sanitarias para impedir se propague el contagio en España del
Cólera Morbo aparecido en la ciudad de Yelves (1834).
EDICTO= Don Manuel de Latre, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos,
Gobernador y Capitan general interino del ejército y provincia de Extremadura,
Presidente de las Juntas de Sanidad y Fortificación, e Inspector General de los
Cuerpos de la Milicia Urbana y Compañias de Seguridad Pública de la misma
provincia.
Habiendo tenido noticia ésta Junta Superior de Sanidad, de que en la plaza de Yelves
del limítrofe reino de Portugal, se habían presentado algunos casos de Cólera-Morbo
asiático en principios de éste mes, y que continuaban, el 11 del mismo acordó que
pasase a dicha plaza el profesor de medicina vocal de la misma Junta don Florencio
Gómez, en unión con el médico-cirujano don Agustín García, para que adquiriesen
noticias exactas sobre la existencia o no de la enfermedad expresada. Estos profesores
han hecho indagaciones y observaciones exactas en el Hospital Militar de Yelves, único
punto en el que en el día 12 existían algunos enfermos del Cólera. Por las consultas que
tuvieron con los médicos de Yelves, y por el examen individual que hicieron de los
pacientes coléricos, resulta ser cierta la existencia del cólera-morbo asiático en la
citada plaza, aunque degenerado y complicado en algunos con el tifo y en otros con
enfermedades gástricas, careciendo aún del carácter epidémico, por estár aislado en
algunos soldados del ejército de Don Miguel, procedente de Santarem donde existía
ésta enfermedad, antes de la capitalización de éste. El no haberse comunicado en la
población más que a dos mujeres, y que en el 11 y 12 no ha habido caso alguno, hace
presumir se concluya prontamente. No obstante ésta Junta Superior ha acordado en
éste día la incomunicación con la citada plaza, y demás poblaciones a 10 leguas de su
radio, bajo las reglas siguientes:
1º. Se prohíbe la libre comunicación con Yelves y demás pueblos a 10 leguas de su
radio y las personas que se aprendan introduciendo géneros de contrabando de dicha
821 Archivo Municipal de Plasencia. Carta remitida desde la Junta Municipal de Sanidad
de Plasencia al Excmo Sr. Secretario de Estado y del Despacho Universal del Fomento,
con fecha de 16 de septiembre de 1833.
577
procedencia, sufrirán la pena establecida por las leyes sanitarias, procediéndose a la
quema de los mismos géneros, que las mismas previenen.
2º. Se establece la observación de 15 días de cuarentena para todas las personas
procedentes del territorio señalado en la regla antecedente, debiendo haber sufrido
otros 15 en territorio portugués, así naturales como extranjeros, cualquiera que sea el
tiempo que allí hayan permanecido, debiendo traer cédula de sanidad, sin la que no
serán admitidos ni después de la observación.
3º. Se establece igual observación para todas caballerías, géneros y efectos, y se
impedirá la entrada de todos los susceptibles de contagio, como está mandado en el
artículo 7º de la Real Orden de 15 de febrero de 1833.
4º. La correspondencia pública se recibirá con las precauciones acostumbradas en el
punto de Caya, por un Comisionado por el Administrador principal de Correros de esta
capital.
5º. Las Juntas Municipales de los pueblos de la frontera de Portugal, establecerán
desde luego las guardias de Sanidad acostumbradas para vigilar el cumplimiento de las
medidas sanitarias.
6º. Se establecerán los lazaretos necesarios, y se publicará el punto que se señale para
éste objeto, luego que se determine por la Junta Superior.
7º. Las personas que auxilien, protejan o encubran a los contrabandistas trayendo
géneros de Portugal; los protectores o encubridores de los infractores de las reglas 1,2
y 3, los que supieren la contravención de cualquiera de éstas medidas y no la
manifieste inmediatamente a la autoridad de Sanidad; y toda persona que estando en
observación se fugase de ella, así como la que extraiga del lazareto efectos puestos en
observación, sin permiso de la Junta Municipal, sufrirán las penas que imponen las
leyes sanitarias.
8º. Se encarga el aseo de los pueblos para conservar la pureza de la atmósfera, tan
necesaria a la salud pública.
9º. Todas las Juntas Municipales de la frontera, darán parte a ésta Superior, sin
dilación alguna, de cualquiera novedad que ocurra, relativa a las reglas aquí
establecidas.
578
10º. Los médicos tienen la obligación de comunicar a las juntas de los pueblos donde
ejercen su profesión, y cualquiera accidente y enfermedad sospechosa, o si supieren de
alguno que con síntomas sospechosos perece en poco tiempo, en cuyo caso las mismas
juntas adoptarán las medidas más activas para contener el mal, dando parte a ésta sin
pérdida de momento por el medio más breve.
11º. Las juntas de los pueblos limítrofes tendrán siempre dispuestos dos vecinos de
cada uno respectivo, con el objeto de comunicar con más prontitud las órdenes o
noticias que se ofrezcan sobre el particular.
Lo que se manda hacer notorio en ésta Capital y pueblos de la provincia para la común
inteligencia y observancia de cuantos extremos comprende. Badajoz 13 de junio de
1834= Manuel de Latre, Presidente = Manuel Díez Taravilla, Srio.822
20. Apéndice 20. Circular nº 22. Reales Disposiciones que se han de observar
para el cordón sanitario mandado establecer entre las provincias de
Extremadura y La Mancha de las de Andalucía (1834):
CAPITANIA GENERAL DE EXTREMADURA
CIRCULAR NUM. 22
Reales Disposiciones que se han de observar para el cordón sanitario mandado
establecer entre las provincias que se citan.
------------------
El Excmo Sr. Secretario de Estado y del Despacho de Guerra, con fecha 20 del actual,
me incluye de Real orden, la siguiente copia de las disposiciones que S.M ha tenido a
bien mandar se observen en el acordonamiento establecido para las procedencias de
los pueblos de Andalucía.
“La tenacidad con que la enfermedad conocida con el nombre de Cólera-morbo
espasmódico continúa afligiendo varios pueblos de las provincias de Andalucía, hace
indispensable que se adopten medidas de precaución, que sino alcanzasen a contener
en ellas los progresos de la epidemia, permitirán a lo menos establecer con el necesario
822
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 23-VI-1834, nº 37,
Circ 20
579
detenimiento los medios de combatirla con buen éxito, preservando a las provincias no
infectadas de los males y trastorno que acompañan a su repentina invasión. Con este
objeto se ha servido S.M. la REINA Gobernadora, oído el dictamen del Consejo de
Ministros, decretar lo siguiente:
1. Las provincias del reino de Murcia, mientras permanecen libres del contagio,
se aislarán de las de Andalucía por una línea tirada de Caravaca por Lorca a
Cartagena, dejando el puerto de Lumbreras a la parte exterior de la línea. Los
puestos de esta se cubrirán por tropa y Milicias Urbanas del reino de Murcia.
2. Las provincias de Extremadura y la Mancha se aislarán de las de Andalucía,
para lo cual se tomará por línea de incomunicación la cordillera que las separa
desde Fregenal a Caravaca, donde se unirá con la línea anterior.
3. En cada una de éstas líneas se determinarán los puntos que deben servir de
únicos pasos para los viajeros y tragineros, y en ellos se cumplirán todas las
reglas y precauciones de sanidad. Habrá casas de observación, unas para los
individuos y efectos procedentes de puntos infectados o sospechosos, y otras
para las de los demás pueblos de Andalucía que no conste se hallen en alguno
de aquellos casos.
4. En estos puntos se establecerán los puestos principales de tropa del ejército.
5. En los intermedios los habrá de Urbanos y cada uno de los pueblos situados
sobre esta línea ejercerá su policía sanitaria con dependencia, y bajo las reglas
dictadas por el Gefe provincial de aquella.
6. La extensión de cada línea se dividirá en distritos cada uno a las órdenes de un
Gefe militar.
7. Estos Gefes de distrito dependerán del Gefe principal de la línea, el cual, sin
perjuicio de estar a las órdenes del Capitán general de la provincia, en cuanto
al servicio militar, se entenderá respecto al sanitario con los Gobernadores
Civiles encargados especialmente de la sanidad, de quienes recibirán las
correspondientes instrucciones, y a quienes dirigirán los partes y noticias. En
caso urgente el Gefe de distrito, al dar conocimiento de lo que ocurra al de la
línea, deberá hacerlo al propio tiempo en derechura al Gobernador Civil; y del
mismo modo podrá este dirigirse al Gefe de distrito, en obsequio de la
brevedad, dando conocimiento al de la línea.
580
8. La línea de toda la parte fronteriza de las provincias de Andalucía y
Extremadura la mandará un Gefe nombrado por el Capitán general de
Extremadura.
9. La línea fronteriza de la Mancha la mandará el Comandante general de esta
provincia.
10. La línea fronteriza de Murcia y Andalucía la mandará un Gefe nombrado por el
Comandante general de Murcia.
11. Cada Gefe de estas líneas tendrá a sus órdenes otros dos, que como Inspectores
las recorrerán constantemente, el uno del centro hacia la derecha, y el otro del
centro a la izquierda.
12. El servicio de estos cordones sanitarios se hará con la más severa puntualidad y
vigilancia, y en los puntos importantes habrá personas que saldrán de unos
pueblos a otros, recorriendo la línea hasta encontrarse.
13. Se redactarán para gobierno de los Gefes y de los particulares, en términos muy
claros y de fácil ejecución, las reglas que han de observarse en los puntos
determinados para paso de los viajeros y traficantes, e igualmente las que han
de regir en los puntos que no sean de paso con los individuos que por ellos
intenten cortar o traspasar la línea de observación.
14. Los puntos principales que se señalan para el paso de los viajeros en las líneas
expresadas son:
1. Caravaca y Calasparra, como comunicación del E. de la provincia de
Granada con la de Castilla.
2. Ciezar, comunicación de Murcia con Castilla.
3. Alcaraz, punto central entre Murcia y Andalucía.
4. Villamanrrique, ó sea, Barranco Hondo, comunicación del E. del reino
de Jaén con la Mancha.
5. Venta de Cárdenas ó el Visillo, comunicación principal de Andalucía.
6. Pozo ancho, comunicación principal del reino de Córdoba con los
Pedroches, Almadén y otros puntos.
7. Guadalcanal, comunicación del O. del reino de Córdoba con
Extremadura.
8. Monesterio, comunicación principal del condado del reino de Sevilla con
Extremadura.
581
9. Fregenal, comunicación principal del Condado de Niebla con
Extremadura.
15. Además de estos puntos, por los cuales deberán pasar todos los viajeros y
efectos procedentes de las provincias sospechosas de contagio, debe ejercerse
una activa vigilancia en los intermedios que llaman más la atención, como son
los siguientes:
Hellin y las Peñas de S. Pedro entre Caravaca y Alcaraz.
Puerta Segura, entre Alcaraz y Villamanrique.
Fuencaliente, entre el Visillo y Pozo ancho, como punto de gran comunicación
entre las provincias de Jaén y Córdoba al N. de Andújar.
Azuaga o Fuente Ovejuna, entre Pozo ancho y Guadalcanal, comunicación entre
las provincias de Córdoba y Extremadura.
Y Segura entre Monasterio y Fregenal, comunicación con parte de Extremadura.
CORDON DE OBSERVACIÓN DEL TAJO
16. Para asegurar el resultado de las precauciones adoptadas en los anteriores
artículos, y evitar en lo posible la propagación de las enfermedades epidémicas
a la Capital de la Monarquía, y demás pueblos libres hasta ahora de ellas, se
establecerá un cordón de observación sanitario en la línea del Tajo, que se
dividirá en tres partes, centro, derecha e izquierda.
17. El Comandante general de la provincia de Toledo mandará la derecha, y el
punto que separa esta del centro se fijará entre Toledo y Aranjuez. El centro
será desde este punto al de Ocaña, en el que se establecerá el Gefe; y el de la
izquierda se situará en Fuentidueña.
18. En toda esta línea se guardarán con la mayor vigilancia los pasos del Tajo; y
los transeúntes solo podrán atravesar este rio, mientras duren las medidas de
precaución, en los puntos que se señalen para el tránsito que serán donde haya
puentes o barcas, y no por los vados.
19. El Comandante general y demás Gefes del cordón sanitario estarán bajo las
inmediatas órdenes del General segundo Cabo de Castilla la Nueva, que las
dará desde Madrid, sin perjuicio de reconocer el cordón para asegurarse de
cómo aquellas se cumplen, cuando lo juzgue oportuno.
582
20. Las comunicaciones del Comandante General y Gefes de la línea de
observación con los Gobernantes Civiles de Madrid, Toledo, Ciudad Real y
demás provincias de este distrito se realizarán bajo las reglas dadas en el
artículo 7º observándose igualmente las comprendidas en los demás artículos en
todo lo relativo al servicio de esta segunda línea”
Lo que se inserta en los Boletines oficiales para la inteligencia y cumplimiento de
todas las autoridades y habitantes de los pueblos de Extremadura; advirtiendo, he
determinado que el Brigadier Coronel del regimiento caballería de la Reina 2º de línea,
pase con toda la fuerza del cuerpo su mando a establecer el cordón sanitario
correspondiente a esta provincia en la línea divisoria de Andalucía, nombrándose Gefe
principal del mismo; y a quien prestarán todos los auxilios que reclamare, las Justicias
del distrito de la Capitanía General de mi mando. Badajoz 27 de junio de 1834 =
Manuel de Latre.823
21. Apéndice 21. Real Orden publicada en el Boletín Oficial de la Provincia con
fecha de 16 de julio de 1834:
Artículo 1º.- Los Gobernadores Civiles de las provincias en que se esté padeciendo o
declare el cólera-morbo, excitarán el celo de los RR. prelados diocesanos, de los
venerables Cabildos eclesiásticos, de las Comunidades religiosas, Corporaciones,
Empleados, Gremios de artes y oficios, Hacendados y Capitalistas de todas clases, a fin
de que se suscriban con las cantidades y efectos que les dicten su amor a la humanidad
para el socorro de los enfermos en los pueblos contagiados.
Artículo 2º.- Los productos de éstas suscripciones entrarán en poder de un Depositario
de conocido arraigo e integridad, que nombrará el Gobernador Civil respectivo, el cual
llevará una cuenta exacta del ingreso y salida de ellos, que se publicará una vez por
semana en el Boletín Oficial de la Provincia.
Artículo 3º.- Los Gobernadores Civiles, con conocimiento de las necesidades de los
pueblos contagiados les librarán las cantidades que consideren precisas, o los
823 Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 23-VI-1834, nº 37,
Circ 22
583
facilitarán las medicinas o artículos de que necesiten, todo con la debida cuenta y
razón, publicada como queda prevenido en el artículo anterior.
Artículo 4º.- Si no bastasen los fondos de la suscripción prevenida en el artículo
primero para atender al socorro de los pueblos epidemiados, los Gobernadores Civiles
podrán echar mano, en la cantidad en que se necesite de los fondos de Pósitos, de los
Propios, de los de la Policía urbana y ornato, de los destinados a obras de utilidad
pública, de los de Cofradías y Hermandades, de los sobrantes de los Establecimientos
de instrucción y beneficencia, y de cualquiera otros aplicados a objetos menos
urgentes, sin otra excepción que los procedentes de las contribuciones, rentas y
derechos Reales, y cualesquiera otros que deban ingresar en el Real Tesoro.
Artículo 5º.- A falta de todos estos recursos, se faculta a los Gobernadores Civiles para
que cerciorados de mediar extrema e irremediable urgencia, propongan con acuerdo
del Ayuntamiento de cada pueblo a la aprobación de S.M. el arbitrio o arbitrios que
consideren necesarios para ocurrir a la asistencia de y demás que exija el
restablecimiento de la salud del vecindario, remitiendo el cálculo del producto del
arbitrio mientras permanezca, que solo será hasta que se haya declarado la población
libre de contagio, desde cuyo momento se considerará aquél suprimido.
Artículo 6º.- Los fondos de los ramos designados en el artículo 4º, que se aplicaren al
servicio de sanidad, ingresarán en las capitales en poder del Depositario de que se
habla en el artículo 2º, a fin de conservar la unidad de la cuenta y razón cuya exactitud
recomienda muy especialmente S.M. al celo de los Gobernadores Civiles.
En los demás pueblos, ingresarán en poder del Depositario que nombre el presidente
del Ayuntamiento, el cual pasará la noticia y cuenta de ellos al Gobernador Civil para
los efectos de que tratan los artículos 2º y 3º.
Artículo 7º.- Los nombres de los suscriptores a los fondos de Sanidad, y las cantidades,
frutos y cualesquiera efectos con que respectivamente contribuyan, se publicarán en los
Boletines Oficiales de las provincias, a excepción de los de aquellos que prefieran
conservarlos incognitos, reservándose S.M. premiar con condecoraciones y atender en
sus respectivas carreras los benéficos esfuerzos de los que más se distingan en tan
importantes servicios, como el más grato a su augusto corazón, que pueden prestar.
584
Artículo 8º.- Los profesores de Medicina, a quienes los rigores de la enfermedad
epidémica ofrecen ocasión para cubrirse de gloria en su noble carrera, que acrediten
haberse distinguido por su celo en la asistencia a los enfermos, merecerán la particular
consideración de S.M. para ser atendidos en sus solicitudes, así en las de su profesión
como en cualquiera otras, siempre que tengan la debida aptitud: y los que teniendo su
habitual residencia en pueblos sanos, acudiesen invitados por los Gobernadores Civiles
a la asistencia de los enfermos en los epidemiados, y sean atacados en éste servicio por
la enfermedad, gozarán a propuesta de los mismos Gefes una pensión vitalicia de 200 a
400 ducados sobre los Propios de la provincia donde hubiesen contraído éste mérito.
Artículo 9º.- Los Gobernadores Civiles de las provincias, los Alcaldes Mayores de los
pueblos, los individuos de los Ayuntamientos, Juntas de Sanidad y Caridad, los
funcionarios públicos de todas clases, y las personas particulares que más se distingan
por sus esfuerzos en atender los estragos de la enfermedad, auxiliar a los enfermos, y
evitar la reproducción del contagio por medio de escrupulosas desinfecciones en
tiempo oportuno y demás medidas que aconseja el arte y están prevenidas por Reales
órdenes, podrán alegar éste mérito en las solicitudes que entablen en sus respectivas
carreras, y será considerado como preferente a otros en igualdad de aptitud. De Real
Orden lo digo a V.S. para su inteligencia y que disponiendo su publicación cuide de su
puntual cumplimiento”
Cuya Soberana disposición he mandado publicar en el Boletín Oficial de ésta
Provincia, no pudiendo menos de excitar el caritativo celo y amor a la humanidad de
los R.R. Obispos de Coria y Plasencia, sus venerables Cabildos eclesiásticos, su clero
secular y regular, funcionarios públicos, Militares y Civiles, Ayuntamientos,
Corporaciones de todas clases, gremios de artes y oficios, hacendados y capitalistas; a
fin de que, sensibles a las calamidades públicas se sirvan concurrir con sus dones, ya
sea en metálico, ya en efectos, ropas y cualesquiera otros efectos en casa del Sr don
Andrés Rega de San Juan, Depositario nombrado a éste objeto; en la inteligencia de
que las personas que gusten suscribirse a obra tan acepta a ojos de Dios y de los
hombres, podrán hacerlo desde luego, aunque sin necesidad de entregar sus donativos,
mediante la buena salud que disfruta esta provincia, Cáceres 14 de julio de 1834. = 824
824
Archivo Municipal de Plasencia. Boletín Oficial de la Provincia. 16 de julio de 1834.