de cuentos y otras yerbas

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Poesías / Relatos / Entrevistas / Cabeza Perez / Santiago Sorribas / Celeste Morales UN ENCARGO por Juan Pablo Sanchez Historias de la calle Diciembre 2014 / N°36 / arg $14 - recargo interior $1

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Cuentos / Poesías / Historias de la calle / Revista Final Gráfica II

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Page 1: DE CUENTOS Y OTRAS YERBAS

De cuentos y otras yerbas

Poesías / Relatos / Entrevistas

/ Cabeza Perez

/ Santiago Sorribas

/ Celeste Morales

UN ENCARGOpor Juan Pablo Sanchez

Historias de la calle

Diciembre 2014 / N°36 / arg $14 - recargo interior $1

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Esta producción viene a...Recordar y reafirmar el rol cultural, artístico y popular de las creaciones literarias. Con esta idea como eje, la biblioteca consideró oportuno brindar en esta edición un espacio gráfico tangible donde se vuelquen escritos de las personas interesa-das en participar.

La comunicación popular siempre fue una actividad a la que Pocho le brindó mucha importancia, debido a una situación que perdura hasta estos años: el poco espacio brindado por los medios tradicionales y hegemónicos a las expresiones culturales sociales espontáneas, populares y no comerciales.

A dejar una huella real en las producciones gráficas de la ciudad, ya que conta-rá con producciones artísticas de escritores que se acercaron por su propia moti-vación. Si bien lo digital permite comunicaciones antes impensadas, una plataforma virtual impide el disfrute que genera recorrer líneas plasmadas en una hoja, uno de los mayores placeres para nuestra imaginación. La intención es que el lector la disfrute en mano, sin depender de conectividad; sin riesgos de dolores de cabeza y sin frotarse los ojos por tanta pantalla.

Generar un espacio social donde se articulen distintas visiones y creaciones, con-jugando obras de distintos autores, géneros, estilos y contenidos que permitan el divague por unos minutos; que inviten a la recreación de mundos y vidas que tal vez nunca podremos conocer más que por un cuento, una crónica o un poema. En definitiva, viene para ser leída.

SUMARIO

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Poesías Suburbanas - Andrés “Cabeza” Perez

Historias de la calle - Juan Pablo Sanchez; “Un encargo”

Historias de la calle - Santiago Sorribas; “Apariencias”

Palabras más, palabras menos, entrevista a Santiago Sorribas

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Editorial

Poesías Suburbanas - Celeste Morales

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El próximo 19 de diciembre se cumplirán 13 años del asesinato de Claudio "Pocho" Lepratti. Por ello consideramos necesario recordar las incon-

tables actividades que este militante social desarrolló durante sus 35 años de vida.

Nació el 27 de febrero de 1966 en Concepción del Uruguay, Provincia de Entre Ríos. Hijo de Orlando Le-pratti y Dalis Bel, el mayor de los seis hermanos: Osval-do, Laura, Martín, Celeste y Camilo. Hacia 1990 radica definitivamente en la Ciudad de Rosario. Su primer do-micilio es en el Barrio Empalme Graneros, y al año se muda al Barrio Ludueña. Desde ese momento participó activamente en las organizaciones del Padre Edgardo Montaldo.

Participó y promovió la formación de una veintena

de grupos de niños y jóvenes de las barriadas populares de Rosario. Fue parte de las instancias de coordinación con otros grupos como la revista El Angel de Lata, Los Movimientos Chicos del Pueblo y con todas las comu-nidades eclesiales de Base. Promovió la realización de campamentos y talleres de formación. Fue un promotor de grupos de huertas orgánicas y cría de pollos a través de su participación en el ProHuerta.

Colaboró en la multiplicación de Talleres en los ba-rrios en el marco de los cuales se formaron grupos de mujeres y jóvenes en temáticas como prevención en sa-lud, y tareas como la producción de jabón, fabricación de hornos y desarrollo de comedores comunitarios.

Ideó junto a la gente del barrio Ludueña los periódi-cos "La nota" y "La notita", los cuales eran realizados

no nos olvidemos de nosotros

Editorial

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por los pibes a través de la participación en un taller de comunicación popular.

En su actividad gremial fue delegado de Base y con-gresal provincial de ATE, y congresal de la CTA. Clau-dio militó y acompañó activamente la organización de la lucha en solidaridad con los trabajadores en conflic-to a través de movilizaciones, instalación de carpas de protesta y huelgas. Trabajó en el Crecer 19, y dió clases en la escuela del barrio Ludueña conocida como “la es-cuela del Padre Edgardo Montaldo” .

También trabajó en la Cocina Centralizada de Ro-sario desde fines de 1992 hasta diciembre de 1996, a partir de entonces pasó a desempeñarse como personal no docente de comedores escolares en la Escuela 756 del barrio Las Flores, hasta el día en que lo asesinaron en 2001.

Y, en la actualidad, y en su conmemoración, se en-cuentra en su antigua casa la Biblioteca popular Pocho Lepratti, junto a radio La Hormiga.

de cuentos y otras yerbas

Biblioteca popular Pocho Lepratt. Virasoro BIS (entre Esmeralda y

Chacabuco). Rosario, Santa Fe

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CELEsTE MORALESEntre sombras me asomo

Con susurros pequeñosHambrienta de morbo

Pretendo ser rectaA su vez, inepta e incorrecta.

Mis pensamientos correnDesesperados entre tanto desconcierto

Inmersos en el fango, cuestionan ¿Cómo logro calmarlos?

Desearía saciar su descontentoEmpero, no dejo de proyectar bestialidad

Y empobrecimiento¿No veo, acaso, que ellos son extensiones de mi cuerpo?

No puedo, mi ceguera ambigua coaccionaDurmiéndolos, perdiéndolos.

Son mis enemigosEnemigos privilegiados

No sólo los odio, sino también los amo.Quiero brindarles sosiego,

sólo alcanza para tenerlos anestesiadospero si juzgamos al ego

el revoque cae en un instante inesperado.

Se alzan las vocesVoces de todos, voces de nadie.

¿Quién es el otro?¿Tu amigo o un tronco?

Campos minados atravieso¿Por qué tanta artillería?

¿Por qué no abandonamos tal pedantería?Mentiras, mentiras por todos lados

Mientras vos seguís acostado.Siendo mutilado por la escoria

Que tanto te agobia.

Estudiante comunicación Social

Intentando ser

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de cuentos y otras yerbas

Pensando, me vi a mi misma.Sentada, analizando,

esquivando teorías pasivas,observando cómo sobrellevamos

tu ser, mi ser, nuestro ser.

Pensando, me desperté agitadaMuchas horas de sueño,

Horas de nada,Tiempos de fantasía perturbadora

Me siento empastada.

Pensando, me esfuerzoIntentado rearmar el terror,

Desconcierto.“Blasfemias inconscientes”,

Me quejo.Negras, opacas, tristes

Son aquéllas.Qué pena autodestruirse despierto.

Pensando, viciadaEstancada en dimensiones

imperfectasVuelvo a pensar

“No te preocupes, Te quedaste dormida

Y estás delirando, A veces somos humanos

Nos vive pasando”.

Pensando, retomo la líneaTrazo irregular, punto excepcional

¿cómo es que hundí mi chacra?No creas en mis patrañas,No recuerdo tal infamia

A menudo hablo con mis entrañas.Ellas me odian, se ensañan. Y aunque vos estés contento

Pensando: “Qué lindo es el viento”,Ellas me absorben

Me empañan.

Pensando, reflexioné silenciosamenteMi cara se pudre

Mi odio, el deslumbre¿No ves mi vacío en la cumbre?

No vas a rellenarloMe cago en vos y en tus mambos.

Pensando, me dije¿Vas a bajar el telón?

Me gusta su color rojizoSu cierre, su fin.

Pensando

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poesías suburbanas

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CABEza P E R E Z

Y así ni los inviernos escucharán mi grito de ayuda.Todas las playas se mancharan de azul,

mientras la chica toma gaseosa con su pajita de acerodelante de los jorobados que bailanpidiendo la llegada de la nueva era.

Era mandioca, era el triunfo.

Estudiante de sonidoMúsico-compositor

Son de esas caras que no se olvidanPasan los años, los gobiernos,

o se marchiten las rosas.Envidia de no tenerte,

confort de sapiensa con él.Su fruto en la plata del pobre,el cobre que cubre sus cables.

De cabeza gacha y mirada al suelo.Tristeza en la misma revancha

que el dolor no pudo servir.Belleza es el ancla que engancha

el recorrido del vapor de mi barco.Mil siglos escribiré

Que ya no somos lo que somos.Mil siglos diré,

hasta que pase la muerte a buscarme.

Mil siglos

Nueva era

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de cuentos y otras yerbas

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Caduca mi cara vacía.Se llena de mimbre y misterio.

Si alguna vez escuchas ladrar a la luna,

Será porque ya estuvimos ahí.Cuando el perro sólo va,

El perro solo termina.Así me dijo mi abuela, tan llena de

aires.

Aún cuando la noche es joven las uñas veneran gamuza.

Aún con tus ojos de noche recuerdo la vieja manía.

Aún mi mirada te abarca.Aún te conservo los días.Aún si quisiera tocarte.Aunque nunca seas mía

Aunque

Ya no voy a saber,ya no sé mi Sol.Ya viví las lunas

y comprendí que esta es la única manera.

Extrañaré las siestas al pasto,extrañaré mi otro yo.Pero ahora volví a ser

quién supo serquién era yo

caduca

volviendo

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JUan pablo s a n c h e z

e estudiante comunicación Social

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UN ENCARGOLa espera, El Aleph (reedición, 1952)

Vázquez está sentado en silencio, mirando por el ventanal del bar lows últimos arrebatos de la tormenta que fue gestándose durante todo el día anterior, que estalló durante la noche y prosiguió durante toda la madrugada, para ir apagándose al

amanecer, más o menos a la hora en que Vázquez mira por el ventanal el aspecto melancólico que tiene la ciudad debajo del cielo gris.

Para los demás habitantes del bar Vázquez no es tal, sino que simplemen-te es una figura robusta y algo encorvada que revuelve su café en una de las mesas contiguas a la puerta. Enfundado en un jacket inglés color azul mari-no con el infaltable chaleco, no rompe en lo más mínimo la homogeneidad de colores y formas que habitan el bar a esa hora de la mañana. Quien eche una mirada rápida desde la puerta del bar hacia su interior, o incluso desde la calle, no encontrará en Vázquez ninguna razón para posar sus ojos en él durante siquiera una milésima de segundo más que en cualquiera de las demás figuras que pwueblan el bar a esa hora de la mañana, y justamente eso es lo que él desea. Su capacidad para mimetizarse y pasar desaperci-bido casi en cualquier lugar no es producto de una personalidad anodina e insustancial, sino que es absolutamente deliberada y consciente, porque Vázquez evita constantemente llamar la atención. Algo extremadamente prudente y lógico, teniendo en cuenta su condición de asesino a sueldo.

No recordaba exactamente la fecha en que se había iniciado en el oficio (evitaba siempre la palabra “profesión”), pero sabía que de ello habían pasa-do no menos de quince años, y jamás había tenido ni un solo inconveniente que lo obligara a replantearse su forma de hacer dinero. Apenas un par de veces se vio obligado a enfrentarse con algunos peces gordos que obviaron el pago de algún trabajo y quisieron quitarlo de en medio para ahorrar-se unos pesos, con el resultado de que Vázquez seguía vivo, mientras que quienes quisieron traicionarlo ya no podrían jactarse de eso, ni de nada más.

Por esto se consideraba exitoso, aunque no era jactancioso en lo más

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“Oscuramente creyó intuir que el pasado es la sustancia de que el tiempo está hecho”

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Historias de la calle

mínimo. Apenas admitía su capacidad para escrutar los aspectos más insondables de la personalidad huma-na a través de algunos mínimos gestos, miradas, tonos de voz, muchos de ellos prácticamente imperceptibles. Confiaba en que en esa capacidad para reconocer y ele-gir a la gente adecuada con la que trabajar radicaba el secreto de su éxito. Y esto, sólo aceptando el recurso re-tórico de considerar un éxito al hecho de asesinar gente sin tener que rendir cuentas por ello.

Su pantalla era un negocio de artículos de fotogra-fía que arrastraba desde su vida anterior, como a él le gustaba llamarla. El negocio era prácticamente lo úni-co que le quedaba de aquella vida, más algunos cuan-tos recuerdos, pero frecuentemente contaminados con recuerdos de su vida de sicario, siempre más vívidos y más intensos, quizá por la fatalidad intrínseca de que esencialmente estaban compuestos.

Contrariamente a lo recomendable para su oficio, Vázquez tenía costumbres muy arraigadas. Por ejemplo, utilizaba siempre el mismo automóvil de línea estándar, ligeramente modificado por él en algunas de sus funcio-nes. También pasaba siempre por el mismo bar, antes y después de realizar un trabajo, y se sentaba siempre en la misma mesa, la tercera a la derecha de la puerta, la misma desde la que ahora mira la calle a través del ven-tanal, esperando el momento para salir a cumplir con su encargo.

A todas luces, el trabajo era sencillo. Lo había con-tratado Arellano para quitar del medio a un fiscal que estaba investigando demasiado a fondo algunos asuntos que podían llegar a complicarle el negocio. Arellano era

el jefe de una red de desarmaderos de autos robados, la más grande de la provincia, y tenía en un puño a casi to-dos los representantes de la ley. Por eso, cuando apare-ció el fiscal Perazzo, Arellano procedió como con todos los demás e intentó sobornarlo, comprarle su indiferen-cia. Sin embargo, este nuevo fiscal se había mostrado incorruptible, y de hecho había conseguido mandar a la cárcel a uno de sus esbirros más fieles, además de co-nectarlo a él con algunos delitos por narcotráfico, por lo que la red de la justicia estaba cada vez más cerca de atraparlo.

En ese momento, Arellano tuvo que recurrir a los ser-vicios de Vázquez. Es por eso que él se pasó dos meses vigilando de cerca al fiscal, siguiéndole los pasos, siendo su sombra. Al cabo de ese tiempo de investigación con-cluyó que el trabajo difícilmente presentara complica-ciones, por lo que arregló el precio y la forma de pago, y se dispuso a ejecutarlo. Arellano le pagaría la mitad del dinero por adelantado, y la otra mitad después de que el trabajo estuviese realizado.

Es por eso que Vázquez está sentado en el bar, mi-rando por la ventana los últimos resabios de la lluvia, demorando el momento de empezar a actuar. Sabe que está próximo a retrasarse demasiado y poner en peli-gro su trabajo, pero hace ya unos minutos Vázquez está dejando que le pase por encima una tropilla de recuer-dos que él no desea, pero que tampoco pretende evi-tar. Él, mientras mira por la ventana, recuerda, aunque no quiera, que ya ha pasado un año desde que Laura lo abandonara, y ese recuerdo se encadena con otros, y cuando cae en la cuenta, desde el fondo de su memoria

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emergen todos esos recuerdos que lo acorralan y lo increpan, y final-mente lo absorben y lo obligan a mantenerse estático en la silla y con la vista clavada en algún punto leja-no, mirando sin ver.

Sabe que es inconveniente dejar que las pasiones personales se mez-clen con un trabajo de la naturaleza del que está por realizar, pero sen-cillamente no puede abstraerse de recordar a cada momento ese ani-versario sombrío. A veces, una per-sonalidad extremadamente firme y templada puede también albergar sentimientos de cándida ternura, y Vázquez recuerda a cada instante las caricias que se regalaban, los pa-seos por el parque, la sonrisa de ella cada mañana, los desayunos jun-tos, el sencillo regocijo de caminar junto a ella de la mano, el olor de su pelo, la dulce sensación de sentir sus dientes cho-cándose, el perfume de ella impregnado en su ropa, el roce tibio contra su piel, a ella mordiendo sus labios, a él perdiéndose en la geografía de su cuerpo de mujer, a los dos amándose sin reparos durante lo efímero de su conjunta eternidad.

Vázquez le da un suave golpe a la mesa con su mano derecha, en un gesto simbólico con el que pretende detener la sucesión de recuerdos que lo fustigan. Acto

seguido pide la cuenta, deja el dinero encima del nero-lite, y abandona el bar algunos minutos más tarde del momento establecido, con la urgencia de ir a cumplir el encargo de Arellano, con la necesidad de distraer su mente en otra cosa que no sea recordar a Laura a cada instante, con la pretensión de no fallar.

Se estaciona a media cuadra de la casa de su objetivo. Durante dos meses ha estado vigilándola varios días y algunas otras noches, por lo que conoce absolutamente

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todos los movimientos de ese barrio. Sabe exactamente a qué hora se abrirá la puerta del garaje, a qué hora sal-drá el fiscal con su auto negro para ir rumbo al trabajo, sabe que debe frenar su propio auto detrás del auto de su objetivo exactamente treinta y dos segundos después de que el portón automático se abra, para que su obje-tivo no pueda huir en el automóvil ni meterse de nuevo en su casa por la puerta del garaje, que ya estará casi completamente cerrada para ese momento.

Toma el maletín que lleva en el asiento del acompa-ñante y saca el arma de su interior. Advierte el frío roce del metal, y se recuerda a sí mismo un año antes, es-tirando el brazo y sintiendo su cama igualmente fría. Laura, la única mujer a la que amó, lo abandonó mien-tras él dormía, furtivamente, sin una sola explicación, como un sueño que se sueña durante la noche y desapa-rece a la mañana siguiente con la luz del sol.

Se odia a sí mismo por instalar su mente en ese lugar y en ese tiempo. Para mitigar su nuevo arrebato retros-pectivo, intenta mentalizarse en el “aquí y ahora”, ense-ñanza espiritual que rescató de un libro sobre medita-ción, hasta que la alarma de su reloj lo pone de vuelta en acción.

Cinco minutos después del sonido de la alarma, Váz-quez ya tiene el automóvil encendido y el arma lista para disparar. A unos cincuenta metros, Vázquez ve abrirse el portón que ya conoce de memoria, y acto se-guido el automóvil negro del fiscal Perazzo emergiendo del interior. Exactamente treinta y dos segundos des-pués, Vázquez frena estrepitosamente detrás del auto del fiscal, y se baja velozmente con el arma apuntando hacia la ventanilla del conductor. Perazzo lo mira es-pantado mientras Vázquez se acerca un poco más para

asegurarse de que sus disparos sean certeros.Pero algo le llama la atención. Algo que cree haber

visto durante el tiempo en que vigilaba a Perazzo, y que en un primer momento desdeñó, por parecerle un des-atino de su alma atormentada. Algo que vio apenas una vez en esos dos meses. Algo como una figura humana en el asiento del acompañante una tarde de jueves. Algo, o más bien alguien, que le resultaba levemente familiar. Desde donde está no consigue visualizar completamen-te esa figura, por lo que Vázquez se acerca un poco más, y allí lo descubre, o, mejor dicho, lo reconoce. Porque sentada junto a Perazzo está Laura, tan hermosa como siempre, tan real como su pena, tan imposible de evitar.

Fue menos su sorpresa que su abatimiento. En un primer momento quiso pensar que era un hecho me-ramente fortuito que Arellano le hubiera encargado ese trabajo a él, y que el destino le estaba jugando una bro-ma soez. Casi inmediatamente desechó la idea de que el azar tuviera un asunto personal con él, y se dijo a sí mismo que el mundo es una innumerable sucesión de casualidades que se encadenan infinitamente, y que esa que él estaba protagonizando no era más especial que todas las demás que habitan el universo. Sombríamente concluyó que ése era el final del laberinto, que todos los senderos en los que el tiempo se había bifurcado un año atrás, lo traerían inexorablemente a este mismo instan-te, tan fatal como insoslayable, sin importar por cuál de ellos aventurara sus pasos. Fue armando el rompe-cabezas mentalmente, y entrevió que sus tantas noches de insomnio pobladas de recuerdos, que las innumera-bles evocaciones arrojadas a la negrura de su habitación vacía y las pocas lágrimas que quizá humedecieron su rostro, no eran un grito de esperanza ni el depositario

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de la posibilidad de un regreso, sino que simplemente representaban el duelo posterior a su pérdida, el re-mordimiento necesario e inevitable en el que su alma se desgarraba por la certeza de que ya no volvería a verla, porque esa mujer que lo mira desde el interior del auto con los ojos cubiertos de lágrimas le resulta sorpresivamente ajena.

Definitivamente comprendió que esa figura femenina le era aje-na porque la que él recordaba ya había muerto un año atrás, porque esa mujer no podía ser aquella, por-que aquella existía en su alma sólo con él a su lado; comprendió que ese hombre que lo mira con horror y que dentro de unos segundos es-tará muerto, también es él, porque muerto está el hombre que él era cuando estaba junto a Laura, y que ambos, Laura y él, cada uno por su lado y los dos juntos en el milagro de coincidir, tampoco existen ya.

Llovía de nuevo cuando Vázquez abrió fuego.

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Se despierta, mira la hora: las siete marca el reloj.

Hora de levantarse, piensa, más no quiere otra cosa que quedar-se durmiendo, aunque sea un rato.

Se dirige al baño.A su regreso, encuentra a su mu-

jer ya sentada sobre la cama. La sa-luda con un beso.

-¿Vas a trabajar hoy?- le pregunta-Sí como todos los días- responde.Va hacia el placard, después de

sortear hábilmente los zapatos que se encuentran desparramados en el piso.

Saca su mejor ropa de trabajo, en definitiva la que viste sólo un día a

la semana, pues los restantes, decide interpretar un personaje diferente.

Ya sentado, él también sobre la cama, se pone las medias.

Luego se para, toma el pantalón de vestir gris, prolijamente plancha-do y se dispone a usarlo.

Abotona la blanca camisa que aparenta haber sido lavada con mu-cha delicadeza. Ajusta la negra cor-bata alrededor del cuello, y culmina con un saco que hace juego con el pantalón.

Después de desayunar, toma su bolso y abrigo. Sale a la calle. Dante Echeverría se complace al comprobar que no está solo, es

decir ante el andar de los demás transeúntes que se han levantado muy temprano también para trabajar.

Cruza Avenida Francia, dispuesto a esperar la llegada del 119 en la in-tersección con Aristóbulo del Valle.

santiago sorribasApariencias

Estudiante comunicación Socialinquilino

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Sube, saluda al colectivero y paga el boleto.

Ahí mismo comienza su trabajo.Bolso cruzado sobre el hombro,

abrigo sobre el bolso y sobre todo contemplación, atenta mirada.

Camina hacia el final del colec-

tivo, se sienta en la última fila de asientos y observa.

En eso se basa fundamentalmente su trabajo, en observar y esperar el momento indicado.

Todo tipo de personas habitan co-lectivos: jubilados, estudiantes, pin-

tores, oficinistas, indigentes, vende-dores, maestros, músicos, plomeros, escritores, albañiles, profesionales.

De por cierto, Dante es un pro-fesional. De la mirada, de la atenta mirada.

Parece que va a bajar en la siguien-te parada, pero no, se arrepiente.

En la siguiente, tampoco. Titubea demasiado.

-¿Qué pasa? ¿He perdido la habi-lidad?- Se pregunta a sí mismo.

¿Comienza a jugar la mala con-ciencia?

No, simplemente es temprano y todavía no ha podido concretar su primer trabajo del día.

Pero ahí está, se ubica detrás de una mujer, pasa la mano por debajo del abrigo que lleva sobre su bolso, y la introduce en la bolsa de la mujer. Un monedero. El alma le vuelve al cuerpo.

Parece que no ha perdido la habi-lidad, y tampoco su trabajo.

Dante es punga viejo, punga.

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SANTIAGO SORRIBAS- ¿Cómo fue el proceso del cuento Apariencias?- Apariencias es un cuento que sur-ge por un situación no tan grata que me tocó vivir en la vida cotidiana. Una experiencia que pensé termi-naba el día en que sucedió.Bueno, la cuestión quedó ahí dan-do vueltas por mi cabeza y yo sentía que esa historia merecía ser conta-da. Así que me puse a trabajar y eso dio por fruto el relato en cuestión. Ah, me parece interesante aclarar que esa historia vino a confirmar en mí, más que nunca, la idea de que la “realidad supera ampliamente a la ficción”.

- ¿Consideras qué es una de tus mejores producciones?- No sé si una de mis mejores pro-ducciones, pero le tengo un cariño especial porque me permitió trans-formar una mala experiencia en algo muy productivo como lo es un cuento. Lo considero un buen ejemplo de cómo muchas veces se pueden convertir la bronca e im-potencia del momento en alegría y satisfacción superadoras.

- Dejando de lado esta obra parti-cular, ¿desde cuando despuntas el vicio de escribir y porqué?- Desde la escuela primaria., cuan-do la maestra de Lengua nos daba de ejercicio “composición tema li-bre”, con un amigo juntábamos los pupitres y muy entusiasmados nos poníamos a escribir cuentos. Había veces que estábamos tan compro-

metidos con la historia que hasta preferíamos perdernos el recreo con tal de seguir escribiendo (risas). Debo admitir que en el vicio de es-cribir fueron determinantes los li-bros que me regalaba mi abuela-em-pleada de la biblioteca argentina por 30 años, acá en Rosario. Y a la hora de fomentar la imaginación no pue-do pasar por alto la pasión por el cine y las artes que me transmitió la arquitecta, mi vieja.

- ¿Vas por lo cotidiano pensando historias o el momento y la historia a escribir fluye por un sentimiento espontáneo de inspiración?- Voy por el día a día pensando historias. Es más, diría que todo el tiempo en mi cabeza, además de otras tantas cosas (risas), andan dando vueltas ideas para ficciona-lizar. Hay veces que creo historias que nacen y mueren en mi propia imaginación, y otras, que suele ser más frecuente, en que la historia surge de la experiencia personal. En este último ejemplo, juega un papel preponderante la observación. Soy muy observador, disfruto de poner atención en los detalles. Con res-pecto a la inspiración creo que tiene poco de espontáneo. Al contrario pienso que se debe tra-bajar mucho para conseguirla, y cuando llega aunque simule ser algo que fluye de manera espon-tánea, es el resultado de expe-riencias vividas que guardamos inconscientemente. - ¿Como ves la escritura y la lectu-ra en el ambiente humano-tecno-

logico actual?- Tanto la escritura como la lectura están muy diversificadas. Es decir, ambas cuentan con muchos sopor-tes que permiten tener al alcance de la mano con mucha más facilidad textos a los que antes era impensa-do acceder. Y también escribir y con sólo apretar un botón hacer público lo que digo. Creo que este flujo de opiniones e información constan-tes, hacen que lo que digo en este segundo al segundo siguiente no exista más. Está mucho más al or-den del día lo efímero, lo superficial, pero no porque sea efímero y super-ficial en sí, sino porque el exceso de información y “exposición” lo con-vierten en tal.

- La ultima, lo que quieras expresr jaja.- Ah para la próxima si es que me hacen una entrevista- que no lo creo- prefiero que sea personalmen-te y con un café de por medio. Así hablamos un rato más al pedo. Ah y si alguno se va de vacaciones a Mar del Plata en el verano hágame el fa-vor si puede de traerme un docena de alfajores havanna de los negros. Gracias y abrazos.

Apariencias3° Premio en género Narración, categoría Adultos del 4° Certamen Provincial de Cuento y poesía “Lucrecia Favot-2013”. Declarado de Interés Provincial por la Hono-rable Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe.

palabras más, palabras menos

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