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de la Ausencia R E V I S T A D E L I T E R A T U R A N°1 Poesía y cuento Diciembre - 2014 Temuco

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de la Ausencia - Primer número

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  • de la Ausencia R E V I S T A D E L I T E R A T U R A

    N1 Poesa y cuento

    Diciembre - 2014

    Temuco

  • 2 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    de la Ausencia Revista de Literatura Ao 1 - Nmero 1 Noviembre - 2014 Direccin Paola Huilcn Huenulaf Karen Santana Velsquez. Fernanda Sez Paula Cuevas Araya Emanuel Figueroa Linconao Roberto Mora Aguirre Maquetacin Paola Huilcn Huenulaf Flavia Pizarro

    Portada y contraportada Juan Carlos Lpez de la coleccin Trabajos nocturnos. Puedes visitar parte de su obra en: http://estampidah.blogspot.com Fotografa Pg. 6, 11, 12, 20 y 38 Miguel A. Gutirrez Cruz

    La presente iniciativa se enmarca en las acciones co-financiadas por el Fondo de Iniciativas Estudiantiles de la Direccin General Estudiantil, de la Universidad Catlica de Temuco

  • 3

    Bienvenida

    Al momento de crear una revista de lite-

    ratura, luego de planificarla por meses

    en conversaciones delirantes, aparece,

    repentina, la necesidad de preguntarnos

    Qu es una revista de literatura? Entre-

    vemos que al menos existen tres tipos

    de revistas. La primera se dedica al es-

    tudio del arte, por lo que se constituye

    en base a ensayos que discuten ya desde

    la esttica, ya desde la sociologa del

    arte; suelen ser dependiente de alguna

    universidad; un ejemplo actual, es la

    revista Rayo, en Valdivia, de la Escuela

    de Artes Visuales, de la UACH. En se-

    gundo lugar, encontramos las revistas

    que se adscriben a un movimiento parti-

    cular, por lo que, en general, se limitan

    a publicaciones que se adscriben a los

    cnones de quienes la dirigen; actual-

    mente, la revista Cesrea Tinajero, en

    Concepcin. Por ltimo, (but not

    least, escribi Rodrigo Lira) estn las

    revistas que son una especie de antolo-

    ga abierta y que, de vez en vez, publi-

    can algn ensayo o reflexin, ya sea

    propio, ya sea una traduccin de un ar-

    tculo breve y ejemplar; ejemplos actua-

    les son, en Concepcin, la Revista Mo-

    cha, en Temuco, la Magnolia, en

    Osorno, la Pulula. Nosotros, decanta-

    mos por este ltimo tipo de revista.

    Decidimos que el primer nme-

    ro de la revista lo capitaneara, lo susten-

    tara, le otorgara el primer gesto de vida,

    el breve y nada ejemplar ensayo sobre

    la cofrada invisible, grupo de escrito-

    res/as que existi en Temuco, en la d-

    cada del ochenta, y que de tan invisible

    casi se nos va desapareciendo para

    siempre. Apunte: tambin sacaron una

    revista de literatura: la Ariete, all por

    un noviembre de 1986.

    Nos dijimos publiquemos poesa y cuen-

    to breve. Y, otra vez, las preguntas:

    Cundo es breve un cuento? Qu poe-

    sa? Frente a las preguntas nos decanta-

    mos por pensar a la revista como una ga-

    lera imaginaria, poner en los ojos de los y

    las lectores/as, las letras de sus contempo-

    rneos, dilucidar un poco esa pregunta:

    Qu leen, qu escriben, los otros y otras,

    ahora, entre nosotros, aqu? Desde nues-

    tra humilde y, hasta el momento, inexis-

    tente ausencia, buscamos quitar la niebla.

    Para cerrar, y soltar el pararrayos

    (querido Lichtenberg), contar una anc-

    dota que no explica nuestro nombre, pero,

    de cierta forma, lo justifica. En Traigun,

    la poeta Manrquez (nica mujer de la

    cofrada invisible), nos cont que a me-

    diados de los ochenta, Nicanor Parra, un

    da cualquiera, vino a darles una clase

    sobre poesa a un grupo de estudiantes de

    pedagoga en lenguaje de la UFRO. Al

    comenzar la clase, pregunt que quin de

    los presentes escriba, que levantaran la

    mano, pidi. Algunos, tmidos, la levanta-

    ron, entre ellos nuestra poeta (quiz la

    menos tmida). Parra se paseaba por la

    sala, escogi a algunos, no ms de seis;

    entre ellos y ella, a la Manrquez. Al fin

    de la clase los llev a una chichera que ya

    no existe en la ciudad. La calle, no lo du-

    damos, existe, pero ni la poeta supo decir-

    nos dnde est, ni nosotros supimos adivi-

    nar dnde estaba. Ya en la chichera, Ni-

    canor les dijo: aqu es donde se hace la

    verdadera poesa.

    En fin, bienvenidos a de la Ausencia.

  • 4 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    PUNMAN, anochecer, es el ttulo de la antologa que rene la obra parcial, de la que Luis Riffo, miembro de la misma, deno-min como la Cofrada Invisible. Sabemos que el ejemplar del ao 2013, editado por Casa Litterae en Concepcin, no es la edicin defi-nitiva, sin embargo, es el nico testimonio que poseemos para acercarnos a ellos y a ella. El libro nos lo facilit la poeta Marta Manrquez, nica mujer del grupo, cuando la fuimos a vi-sitar a Traigun.

    En sus primeras pginas, el ejemplar que poseemos, lleva la siguiente dedicatoria, firmada por Franco Ibez Zumel:

    Querida Nela, de una u otra forma, sabes que eres del centro de todo esto

    Qu es la cofrada invisible? Son poetas. Son jvenes, porque antes, los fueron como se debe. Son, ahora, desconocidos en

    Temuco. Son, en palabras de Riffo, una espe-cie de comunidad etlico-lisrgico-filosfica. Lectores son. Son la revista Ariete y el Para-rrealismo. Son la resistencia en tiempos la-mentables.

    Por la UFRO: la musa Marta Manr-quez (1962, en un tero de Traigun), Franco Ibez Zumel (1960, Temuco) y Luis Riffo (1965, Temuco). Por la UCT: Vctor Hugo Daz (1965, Santiago), Hurn Magma (1961, Lago Ranco). Y desde los talleres literarios y : Miguel Angel Manosalva (1962, en una ascensor del hospital regional de Temuco), Tadeo Luna (1954, Te-muco) e Isaas Carrillo (1953, cordillera de Nahuelbuta).

    Luis Riffo, rescatando una expresin oda de Claudio Fandez, escribe: Generacin muer-ta: una suerte de cofrada dispersa de escrito-res condenados a vagar con sus manuscritos

    Una vez fue nuestro tero, hoy una mala madre

    que insiste en no reconocernos aunque

    fue ella la que forj lo que somos ahora. Marta Manrquez, 2013

    Blasn de la frontera por peldaos de bruma

    Subimos al rehue cardinal de tu cielo

    Y no importa que las quilas hoy de nuevo florezcan:

    El canelo sagrado nos ampara en su sombra. Jorge Teillier, Blasn de poetas de La Frontera, 1978

    La vida es bella, incluso ahora Ral Zurita, Purgatorio, 1979

    Temuco,

    Mala madre

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    bajo el brazo y un rtulo que los seala como eternos autores emergentes., en la que se mezcla la generacin del 87 y la del 92, esa generacin compuesta por Ral Zurita, Diego Maquieira, Rodrigo Lira, Aristteles Espaa, Eduardo Llanos Melussa, Vernica Zondek, Teresa Caldern, etc, etc, etc

    Todo sucede en Temuco hace tres d-cadas. Como grupo realizan lecturas poticas encapuchados en las peas; vagan por las ca-lles de la ciudad maldita, por Uruguay, por Bulnes, por Caupolicn; se enamoran, hacen el amor y construyen su educacin sentimental bebiendo de los senos de la ciudad; leen a Sas-tre, a Todorov, a Camus, Chomsky, Hesse, Trotsky, Mao, Miller, Nietzsche, Blake, Pound, los leen a todos; toman vino, algu-nos experimentan con drogas psicotrpicas; sintieron y discutieron el cine de Herzog, de Fassbinder; los talleres literarios fueron, en parte, uno de sus refugios. Se detienen en las faldas y la cima del ielol, de la Teodoro Sch-midt, Santa Rosa, Pueblo Nuevo, Amanecer, Padre Las Casas, Pedro de Valdivia.

    Mientras crecen dan la lucha desde el movimiento estudiantil, buscan embestir con sus propios cuerpos a la dictadura. En 1984 el dictador Augusto Pinochet visita la ciudad de Temuco. Como describe Pascual Tureuna en Punman, viene con resguardo extra de solda-dos y carabineros, adems de los militares del regimiento Tucapel. Es recibido con protestas de los estudiantes y los pobladores:

    Nunca, en la ciudad, a plena luz del da se haba visto tanto humo, era un da so-leado, pero las bombas y las barricadas ha-can parecer aquellos instantes como si no lo fuera, Temuco, el sureo, el pueblo buclico y pastoril haba perdido la virginidad y qued de manifiesto su identidad de una ciudad sitia-da.

    Por la tarde contina Tureuna- se parapetan en la Universidad Catlica:

    Frente al hospital todo acab. Mario Crdenas cay al lado nuestro con una bala en la cabeza, los momentos son confusos y entrecortados desde ese momento, hay gritos, carreras en cmara lenta, se pone a Mario sobre una frazada o algo y se le transporta entre tres o cinco al hospital corriendo y tra-tando de no ser tocados por las lumas del mu-ro verde frente a la iglesia San Francisco.

    Crdenas sobrevive.

    En el ao 1986, sacan una revista de literatura, la Ariete (disponible en la pgina memoriachilena). Crean tambin el pararrea-lismo, como el reflejo de la urgencia de un espacio donde crear y vivir la vida. Publican sus libros, se leen entre ellos. Viven, escriben, aman y leen desde los senos cados de la co-marca que es la Araucana. En fin, hacen todo lo que hicieron los poetas de la generacin del 87: abren una y otra vez los ojos frente a la realidad. Y, sin embargo, como grupo, no son, hasta la fecha incluidos en ninguna antologa de importancia, de esas que valen ms de veinte mil pesos en la librera Antrtica. De los que estudiaban slo se titula la poeta Manrquez, pero nunca ejercer como profesora. En los momentos finales de la dca-da, se ven en la necesidad de radicalizar sus posturas, algunos se ven en el deber de entrar a la clandestinidad, hay que acabar con el monstruo, cualquiera sea el costo. La vida los azota a la realidad, a la frialdad de la literatura que desecha como por placer. Se casan, se divorcian, tienen hijos, deben producir, deben, ante todo, abandonar las letras para seguir la vida. Finalmente, eso que por consenso oficial se llama vuelta a la democracia, los pierde. No porque no supieran construir, sino porque na-die les pide su ayuda, nadie los considera.

  • 6 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    El traer a recuerdo a la cofrada invisi-ble es un intento de revitalizacin de la acti-vidad potica actual. Es aceptar la tradicin con cierto orgullo no desdeable. Abrir los ojos a lo que la actividad artstica (el objeto artstico) acarrea: grupos de humanos pen-sando y sintiendo una tradicin. Quin po-dra negar el vnculo que nos une con aque-llos jvenes? Las peas (con poesa!), las habitaciones de pensin, las universidades, la experimentacin psicotrpica, la conquista de la libertad, el cine, el vino, la msica, y, co-mo a ellos, la misma cada

    Como apunta en Punman, la periodis-ta Katherine Chvez, el llamado es a refle-xionar sobre la influencia que podra tener la cofrada invisible en los actuales escritores, en el imaginario (nada imaginario) de Temu-co. En la misma lnea, Riffo da cuenta de lo esencial, de lo que est ausente: lectores. Por-que ellos siguen leyendo y siguen creando y

    siguen caminando junto a nosotros, cargando el blasn de La Frontera, y tambin el Ariete, la poesa. Sin duda, ellos hicieron todo lo que nosotros ahora presentamos ingenuamente como novedad.

    Quiz desaparecieron pero no, esa no es la palabra, slo se dispersaron con los corazones y los ideales rotos, y eso pesa, frente a eso hay que detenerse o acelerar hasta aprender a cargar la condena o tirarla, destruido.

    Por suerte, se reunieron Primero, en Traigun, luego, el ao 2010, en su siem-pre eterna ciudad: la Temuco. De ese reen-cuentro nace Punman, pero nace tambin para nosotros la evidencia de que hay poesa que cosechar en las piernas asfaltadas de la madre.

    En las siguientes pginas dejamos una breve (e injusta) seleccin de poemas de

    algunos miembros de la cofrada invisible. Cierra este homenaje menor la carta

    editorial del primer nmero de la revista Ariete.

  • 7

    C I U D A D E S Ellas respiran tienen pesadillas diarias y recurrentes Sobreviven como nosotros eructan cada da se distribuyen uniformes tras nuestra ingenuidad sin que nos demos cuenta Ellas son cuerpos de agua en que flotan nuestros propios cuerpos somos uno con la urbe la urbe es sola consigo misma En ellas nacemos vivimos y morimos nadamos en Fango y soledad durante unas dcadas antes de salir de paseo Somos millones reptando sin rumbo fijo hasta segundos antes de la partida frente a la puerta a-muerta Ellas son cientos de miles y son solas nosotros somos millones y tambin somos solos Ellas respiran tambin pero nadie parece saberlo

    R E V E L A C I O N E S No todo suele ser caricia bajo estos grises cielos finales Mr. Smith la angustia tambin tiene su parte El miedo en las calles Hay cosas extraas que salen por la noche a recorrer las calles de esta ciudad y nosotros somos los encargados de regresarlas a sus lugares de origen -o a sus infiernos- All nos sabemos ocultos y solos tras las cortinas al preguntarnos si la noche viene o se ha ido Sobre lo que nos estamos perdiendo jugando a esto que no deseamos

    Franco

    Ibez

    Zumel

  • 8 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    L T I M A P A R A D A Y cuando ya no hay ms Que cantar Que contar Que bailar Que caminar Con unos pesos De madrugada Donde Don Moise A escuchar a algn viejo Cantar la internacional Como un susurro Que termina En cancin coreada Lagrimeada Sentida El ftbol de bel barrio Un poema Y otra cancin

    M O J N D O M E El cielo est zapateando En el techo de mi casa Salgo a la calle Para que zapate en mi cabeza Bailo con su danza Que inunda mi piel Bailo con mi ropa Mojada tambin El cielo zapatea Mayo por Temuco Se acorta la noche Entre el zapateo de las gotas Y la lluvia en el techo.

    F I N I Q U I T A N D O Ya est todo dicho, o por lo menos enunciado denunciado, gritado y susurrado, vomitado. Mucha ha quedado ah, entre las letras, entre las noches, entre las sbanas, entre las piernas amadas, los pechos besados, las pieles, las calles y sus cobijadas esquinas, sus plazas, entre los restos, entre los desechos y entre los nuevos sueos. Hay muchas calles, demasiadas que no conozco, amentos que hoy se han convertido en ca-lles pavimentadas y mil casas por doquier, Padre las Casas tiene su propia municipalidad y la calle que nos une ha cambiado de direccin, los cerros siguen aqu, aunque hay rboles que ya no estn y el cementerio tiene vecinos y una gran placa en memoria de los desaparecidos. Me pierdo, por los mismos caminos.

    Miguel Angel Manosalva

  • 9

    (S I N T T U L O) Primera noche de otoo en Temuco la mirada de los noctmbulos en el suelo duro Fue a caer con el vuelo nico de las hojas A morir crujiendo bajo los pasos sin huellas. Lejos y cerca, como todo sitio, basural o valle todo est al borde de la sangre que estalla en las calles elegidas de los solitarios que siguen el paso que surge y desaparece con las ganas del grito que se nos viene carcajada silencio se nos viene entre el jolgorio del sbado justo donde cruje muriendo la hojarasca donde lo injusto de un ro seco trae desierto la ternura se me sube a los ojos y la soledad se hace la burbuja inmensa En la primera noche de otoo plaza Lautaro, los amigos atestando la ausencia, las palaras a rastras con su sentido dbil, la mujer que espera el beso que le guardo, todo eso aqu no deja sitio para m. (Indito, Temuco, otoo 1987)

    Luis Riffo

    Hacia ti camino corro vuelo Durante el vuelo transcurrido entre cada tentativa de inventarte un nombre parecido al grito que anudo en la garganta hasta que llegues desmigajo toda nube, toda hojarasca que guarde una gota de lluvia o cualquier otra mirada capaz de contener el ltimo paso de la caminata que no necesito explicarte porque la sabes as como conoces la llamarada que me saco de adentro y derramo en las calles por las que a veces corro para ver si eres t esa mujer que empieza a entenderme. (Del trptico , ediciones Ariete, Temuco, 1986)

  • 10 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    L O S M U T I L A D O S Gritamos nuestro dolor En medio de la noche Porque todos ramos mutilados Y quien nos mutilaba era otro mutilado y nosotros mutilbamos a otro en una cadena sangrienta e inacabable. Y am a los mutilados Y con los ojos despojos del alma Que me quedaban Quise besarlos y no tena labios Quise llorar y no tena ojos Quise extender mis manos pero no existan y llor sin ojos y bes sin bocas restaurado en parte por amor a mis mutiladores y amor a los que voy mutilando

    N I O D E C R I S T A L

    Yo quera un nio de ojos puros Y naci Fernando Grandes ojos verdes, boquita rosa Un beb soado Hasta que supe que mi hijo Era discapacitado Pero no, maldita sea, l no es discapacitado l es un nio con capacidades distintas Es un genio camuflado tras los berrinches Y las pataletas Yo quera un nio como todos Y me naci un nio que quiebra vidrios Y se autoagrede Un nio que no quiere estudiar ni leer Y slo habla de la tele Pero es mi hijo, mi nio no perfecto Frgil y puro como el cristal Y sea como sea mi nio As lo voy a amar

    Marta Mnriquez

  • 11

    Extraemos desde Estrategias de resistencia desde el campo literario no oficial (1985-1987): anlisis de los editoriales de las revistas literarias Ariete, Puaj y Eurdice., escrito por Natalia Saavedra & Daniela Smith, la editorial de la Ariete N1, publicada en noviembre del ao 1985, en la ciudad de Temuco

    Presentacin

    Hemos mirado a nuestro alrededor y nos ha dolido, en un principio, y molesta-do despus ver como el rebao humano es dirigido por senderos que no admiten des-viacin ni contradiccin que no est considerada dentro de los mrgenes establecidos.

    Nos duele y nos molesta la masificacin.

    Y comenzamos por hacernos preguntas que nos desgarraban las fibras inmate-riales que suponemos existen en nosotros. As naca la angustia y el vaco.

    Qu pasa en la Universidad? Qu pasa en Temuco? Qu pasa con las ma-nos y cerebros de Chile? Pero en la desesperacin extendamos nuestras miradas. Qu est sucediendo con la supuestamente privilegiada especie humana?...

    Hasta que una suerte de bofetada, de arietazo nos alcanz para levantarnos de las sillas en que incubbamos la frustracin.

    De ah entonces, de ese sobresalto de nuestras conciencias surge el impulso de esculpir este ARIETE y arremeter en este medio que percibimos al borde del colapso.

    TALLER ARIETE

  • 12 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    C u e n t o

  • 13

    Las sombras Csar Guarda, Temuco, 21 aos

    Haban muchas noches en las cuales no quera dormir, mi mente se esparca

    por toda la habitacin y no quera fabricar ms la hormona del sueo.

    Tena un problema con la luz de mi pieza, la ampolleta alumbraba demasiado

    mis miedos, y mis sueos terminaban en un ro torrentoso en el cual no poda escapar,

    el agua haca remolinos, mientras una sombra negra sacaba mis piernas y mis brazos,

    y yo me ahogaba con el sunco de mi cuerpo en la inhospitalidad de mis sbanas su-

    cias.

    Hasta que una noche decid descubrir de dnde vena esa sombra con vida

    propia, nunca cre la definicin de sombra que dice: Parte de un espacio a la que no

    llega la luz, especialmente la del sol. Yo senta que las sombras eran ms que eso, y

    escondido sobre un manto negro sal desnudo a esperar la salida del sol, el manto ne-

    gro simulaba la noche y mi cuerpo desnudo se confundira con el trinar de los pjaros.

    Cuando en el ocaso, vi el nacimiento del sol, venia bailando con la luz y la meca co-

    mo a un recin nacido, la armona de su presencia fue cambiando todo el paisaje y

    jams vi una sombra, las flores, los rboles, y los animales se acompaaban de pura

    luz y no de ese trozo de oscuridad, qued un momento invadido por la confusin,

    cuando de repente se vio en el cielo una masa redonda, con un color negro y densidad

    puntiaguda que al mirarla quebr el cristal que esconda mi mirada, y se empez a

    deshacer en el aire y a apoderar de todo mi alrededor, estaba muy bien preparada por-

    que se dividi e imitaba de manera exacta todos los movimientos.

    El manto negro que me acompaaba, vol sobre mi cabeza para unirse en

    aquel circulo espectral, nunca haba sido un manto negro, sino la sombra que me ator-

    mentaba en lo sueos.

    Creo que eso pasaba en cada amanecer. La muerte reuna toda su oscuridad

    para acompaarlos a travs de la luz.

  • 14 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    Hermandad Jos Luis Tapia, 23 aos, Temuco

    Oscar tiene 26 aos. Su hermana Claudia tiene 24. Oscar le grita a Claudia que

    deje de llorar, ya que ambos saban lo que sucedera si la situacin segua tal cual,

    pero Claudia no puede evitar el sollozo incontrolable en el que se ha convertido su

    expresin. El chico abraza a su hermana, le dice que se calme, que recuerde la pro-

    mesa que hicieron y que al fin llevaron a cabo. Ahora las cosas sern mejores, Clau-

    dia, le deca mientras la muchacha recordaba el por qu estaban removiendo las flo-

    res y la tierra de su jardn: por su madre, por la anhelada libertad de su querida ma-

    dre. As es Oscar, por fin mam ya no tendr que preocuparse de ese cerdo asquero-

    so que tena al lado de ella. No ms abusos, no ms golpes, no ms miedo. Finalmen-

    te, ese desagradable borracho dejar de maltratarnos y humillarnos. Seremos una ver-

    dadera familia, recita Claudia, mientras se seca con su manga. Oscar tambin deja

    escapar una silenciosa lgrima. Arrastremos el cuerpo de pap mejor, antes que lle-

    gu mam le reclama, mientras Claudia le regala una sonrisa. Asesinar a su padre

    fue la parte fcil, ahora lo complicado era enterrarlo antes que su mam llegara y se

    espantara de toda esta situacin. Mientras acomodaban a su padre dentro del hoyo

    que haban hecho en el jardn, se escucha un grito desgarrador desde la cocina. Era su

    madre. Les deca que se apuraran, que dejaran de jugar con tierra y se lavaran las ma-

    nos para venir a almorzar, o si no, su padre se enojara mucho con ellos. Dejaron sus

    palitas de lado y corrieron haca el bao, ya que no les gustaba cuando pap se enoja-

    ba. Oscar tiene 9 aos. Su hermana Claudia tiene 7. Oscar le grita a Claudia que se

    apure, para as volver a jugar al patio, volver a jugar que son adultos, que son exca-

    vadores, que lo nico que hacen cuando grandes es hacer feliz a su mami.

    Obligaciones

    Ni siquiera el reloj tiene la opcin de elegir qu

    direccin tomar.

  • 15

    Gastronoma Tpica Francisco Rivas, 28 aos.

    - Las ostras se abren de tal manera, que es muy difcil no sufrir algn corte,

    aunque superficial eso s, deben tener un cuchillo muy bien afilado para esta tarea -

    deca el Chef por televisin, mientras ELLA, como duea de casa se preocupaba de-

    votamente de seguir los pasos, uno a uno, para esperar a su prncipe azul y contentar-

    lo con la receta que vena junto al DVD "secretos, tcnicas y misterios culinarios del

    Chef", por tan slo 1.999 pesos, que L compraba fielmente los das lunes, para que

    su mujer lo atendiera como corresponda.

    - Ahora, voy a ensear como afilar el cuchillo para que cualquier cosa que to-

    que con su hoja, se abra casi de manera excepcional-. Luego de decir esto, el chef co-

    menz a sacar filo al cuchillo. ELLA, se dio cuenta que tena una piedra similar a la

    que usaba el chef y comenz con su ardua tarea antes de abrir la ostra. As, estuvo

    alrededor de 36 minutos afilando su herramienta gastronmica y decidida comenz a

    abrir esa nica ostra gigante que tena. Luego de terminada la tarea y que despabilara

    al apagarse la tele y escuchar un leve gemido de dolor, se dio cuenta que el efecto

    provocado por las drogas recetadas para calmar la ansiedad haba cesado. Y vio a su

    prncipe azul, de manos atadas y, su garganta abierta como una ostra.

  • 16 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    (Para los hilos que no me han dejado caer

    nunca) Pablo James Reinoso, Chilo.

    "Yo te lo dije desde pequeo, ser leador y vivir en un ro, vivir en un ro y

    nadie pasar ms fro madre, vivir en un ro yo, y te prometo que ser feliz padre, tal

    como te lo promet desde pequeo, cuando todo era el barro y arena; que la leche en

    polvo y el mate amargo, las truchas revoloteando mis botitas de lluvia para el kinder,

    que no me gusta la gente, ni sus modos ni sus cortes de pelo, ni la ta ni sus colacio-

    nes, ni las pruebas ni los recreos de 5 minutos, ni los cuadernos ni el club de los tigri-

    tos; y ser leador hermano, y les regalar toda esa lea que colorear la infinidad de

    la mantequilla que abrazar ese pan recin salido del horno... "

    Hoy tengo cinco das de crcel, cuarenta mil milenios en la espalda, dos amane-

    cidas psiquitricas y mucho ms que doce juegos; hoy tengo todo eso y todos los

    ocanos de esta gotera, pero aun no tengo mi hacha ni mi ro ni mi sonrisa mam. Por

    eso dile a pap que tengo mucho miedo, pero que no quiero otro cuento en das de

    viento; si no que quiero mis botas y mis tazones de caf...

    Los ama con doble sostenido, el de siempre.

  • 17

    Ciruga Jess Ossa Castao, 50 aos, Medelln.

    Slo la celebracin del santo oficio logr hacerme olvidar los deseos de vengan-

    za que mantuve con fervor durante el sueo.

    Mientras desayunaba esta maana, azot con violencia el peridico doblado, in-

    tentando aplastar la mosca que engolosinada, merodeaba sobre los aromas del pan

    fresco y el caf caliente.

    Mis ltimos sueos se han ido llenando de imgenes violentas, manoteos y voci-

    feraciones, mientras los mdicos explican en consulta que estas son las consecuencias

    pasajeras que ha dejado la anestesia. Pero, contrario al pronstico de la disminucin

    de sus efectos, pareciera que los mismos, persisten en mostrar un incremento.

    Anoche vi con claridad cuando soaba el rostro inolvidable y agresivo, de algn

    delincuente callejero que me haca tiros a la cara. Despert sintiendo rabia e impoten-

    cia, aun conociendo lo irreal de tal suceso, lo que dificult que preparara el evangelio

    de la fecha, que es el mismo que predica perdonar las siete veces multiplicadas por

    setenta.

    Ya he tenido la oportunidad de conversar con el obispo, y me pide que conserve

    la paciencia, pero, hoy he decidido regresar al cirujano y comentarle, que este corazn

    que he recibido en el trasplante, me ha quitado el sosiego de la vida religiosa que traa.

    Nadie sabe explicar por qu me invade, una gran cantidad de pensamientos negativos

    que l transmite.

    Ahora exijo que no piense en lo que pueda ocurrir con mi existencia, y que pro-

    ceda a extirparlo para que descanse en paz y sin demora, con el resto de algn cuerpo,

    que anda reclamando un trozo suyo desde las profundidades de una fosa.

  • 18 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    Rimbaud Carlos Barbarito, 59 aos, Buenos Aires

    Camina, a pie anda, en una mano un bastn que no necesita. De vez en vez, lo

    agita un poco en el aire. Viste saco y pantaln negros, una camisa blanca, corbata de

    lazo. En los pies, casi seguro botas pero desde aqu no logro verlas enterradas como es-

    tn en el blando barro luego de la lluvia alemana. A lo lejos, una aldea: unas pocas ca-

    sas donde tal vez ahora almuercen hombre y mujer y nios delante cada uno de una ja-

    rra de lata y de un plato tambin de lata. Desde las chimeneas, un fino hilo de humo,

    blanco. Camina, dije, hacia quin sabe qu lugar, si es que hay algn lugar adelante ca-

    paz de rendir su nervio sobre un camastro de pensin, trapo como sbana y trapo como

    almohada. Quien lo ve pasar siente que en el viajero hay algo de alquimista y algo de

    evadido, en su mochila, puesta en la espalda, imagina el testigo, una supuesta piedra

    filosfica y un cuchillo.

    Son tiempos de caballeras sobre infantes y vrgenes que a jinetes y caballos na-

    da importan, importan, s, las seales de posesin en amplios y rugosos mapas. Son

    tiempos de lluvias rectas, de rectas madres con sombrilla, de mquinas neumticas y de

    un dios alejado y sin lengua, de poliedros dispersos dibujados con tiza sobre encerados

    negros, de tratados que auguran slidos puntos de apoyo, apenas ligeras variaciones en

    conjunto acabado y manifiesto. El viajero anda, despeinado y sucio, imaginando playas

    abiertas a raras aves, bodegones ahtos de voces de herejes y contrabandistas, tecratas

    deseosos de bocas y muslos que, a medianoche, duermen ocultos en pajares.

    Hacia frica, es decir a todas partes y a ninguna. Hacia colmillos de elefantes,

    armas cargadas con clavos y plvora, cielos surcados por cometas que en vez de guiar

    hacia algn sagrado nacimiento extravan, tal vez la jungla, quizs el desierto, estacio-

    nes de lluvias portentosas, interminables que sumergen naciones enteras con sus hom-

    bres, tigres, monedas doradas y azoteas. No porta brjula, no hace falta. Ni gua. Ni car-

    ta de recomendacin para algn jefe local, casi siempre ebrio. Anda, y alguna vez, ma-

    ana, dentro de un ao, o un siglo, ser el final del mundo y, ante el inefable y aterrador

    abismo, beber y reir, un momento antes de arrojarse.

    (de Materia desnuda, indito)

  • 19

    Un grito de libertad Moraima Fajardo Aedo, 87 aos, Temuco

    To Kendal se arrastraba prcticamente despus de la pesada jornada. Los escla-

    vos negros estaban murmurando que ya no iban a soportar ms el trato a que los some-

    ta el amo, poca comida y golpes, alojados en galpones insalubres, sin poder estar jun-

    to a sus mujeres e hijos.

    En ese caluroso atardecer, mordida la carne por el sol, rodearon al to Kendal y le

    pidieron consejo. Saban lo sabio que era este anciano, el mayor de todos ellos. Muchas

    veces ante las injusticias haba actuado frente al amo con tal habilidad que los haba

    salvado de salvajes castigos.

    Habl Piericis y dijo:

    Ya no aguantamos ms, nos vamos a sublevar!

    Y un coro de voces se levant:

    A sublevar, A sublevar!

    To Kendal levant su brazo, sus turbios ojos vieron la ansiedad y decisin de

    esos ojos que brillaban en la oscuridad. Tomad vuestros martillos de picar y todos jun-

    tos dirjanse a la casa patronal, arrasen y maten sin piedad.

    Un silencio abrumador se impuso.

    Pronto, como aves gigantes y animales milenarios un ejrcito se arm.

    Un gritero atraves las montaas, el fuego en lenguas feroces ilumin la batalla

    de salvajes gigantes de armaduras relumbrantes que golpeaban en todas direcciones

    dejando escombros, ceniza y muerte al avanzar.

    Se acallaron las voces.

    Poco a poco las negras sombras se iban apiando en torno al viejo Kendal, sudo-

    roso, golpeados, agitados an por la dura batalla.

    Quisieron saber:

    Y ahora qu.? S, qu vamos a hacer.

    Las primeras luces tenuemente se asomaron y las estrellas no se dejaron ver.

    Cmo sera este nuevo amanecer, este nuevo avatar?

  • 20 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

  • 21

    El poeta

    El poeta Poeta; dcese de aquel analfabeta dueo de una falsa receta. Pomposo y tramposo que con lenguaje maoso seduce de manera coqueta. Poeta; dcese del cleptmano de los versos, el mismo que camufla universos y que con letra de palabra penetra en mi emocionado pensamiento le pone pimiento y envenena el canto. Poeta; dcese de cualquier coliguacho que anda borracho de soneto de oda de romance de elega de stira de himno de gloga de caligrama de acrstrico de madrigal de copla de abecedario, silabario y sudoku y que en paz descanse la rima. Poeta; dcese del prisionero de lo lrico, trovador de pacotilla o sea t, infausto. Ojal que te tragues la lengua y que los muertos se coman tus manos y que te quedes ciego para no advertir esos monstruos que pariste. Poeta lmelo.

    Diego Rosas Wellmann, 21 aos, Temuco

    P O E S A

  • 22 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    Carpintera de motel

    Tu sonrisa arrugndose en un rincn del sof

    Va detonando los obscenos objetos de una caravana

    Me siento cerca para ver el crepsculo de todo lo que huye

    Y una hoja que vuela cerca me tiembla las manos

    S que vas a herir todas las noches un poco

    La risa de un libro es una probable rebanada de mis orejas

    Que hace rato ya leste mientras intentabas cagar

    s que me dirs duras facciones de nio tras el cristal

    sabamos, aunque estrujar no era lo nuestro.

    La mujer: un espejo en el que se levanta una polvareda

    Debajo de sus andamios copiamos la herida

    La lavamos con vinagre

    Le pusimos algo de barro

    Hasta que se deshizo la mueca

    Muchas veces esas cosas no sirven de mucho

    Salvo el plstico en sus cabezas

    quemando alrededor de ideas ciegas

    como un arlequn que mira su inexistente sombra.

    Juan Carlos Lpez, 32 aos, Santiago

  • 23

    Cementerio

    No hay penurias

    En estas ciudades sin sombra

    Donde todos son indispensables

    Y la sangre se derrite

    Bajo un sol helado y a fuego lento.

    Donde se esconden los espejos del hades

    Y las patas de los cuervos

    Hienden la madera fra.

    Tan cerca

    Y tan lejos

    Les vienen a hablar y no les oyen

    Es que estn a muchas voces de distancia

    Y esta tierra enferma

    No sabe leer los labios.

    La mirada ciega de sus muros

    Perdida en el feo arte de morir

    Junto a hmedas lmparas que nada indican

    Se apagar el fragor de las carrozas

    Mientras la muerte vuelve a su cita

    Para seguir dando vida a esta ciudad.

    Luis Surez, 48 aos, Temuco

  • 24 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    AR C H I PIL AGO

    Tengo un mar desesperado de tanto bailar,

    un arenal trizado de tanto grito que se expandi sobre l.

    Tengo un recuerdo tan oscuro como inmenso, tan tieso como dbil.

    Una sentencia afirmada en la cabeza y en todas partes.

    Tengo una boca que te olvida,

    que me sangra

    con la espalda retorcida

    de tanto llevarte

    en esta costa tan hmeda como escasa.

    Tengo una isla llena de pjaros y resistencias,

    dos planetas que te miran desde nia,

    con los ojos trenzados a un rbol,

    (m u e r to)

    con las manos atadas a esta tierra de abecedarios olvidados.

    Tengo el pecho atolondrado de muertes,

    y la ventana me vigila,

    el mar ahora en vegetal;

    con la noche casi completa sobre m,

    sobre este olvido que te recuerda,

    sobre este sbado que se derrite y te espera.

    Nadia Lazcano Crdenas, 21 aos, Chilo

  • 25

    Champurria Crucificada

    No s si es invierno o es verano

    Aunque el cielo por las tardes se tia de morado

    Y una copa de vino se derrame desde el sol

    Impregnando de sangre la Tierra de Ciudad Sur

    Frontera inhspita donde t cabello liso largo

    Negros ojos y piel de greda

    Mezclada con sangre blanca y arena

    Es trago amargo

    Y hacen de ti una estrella manchada

    Que cruzara wallmapu con la cruz Champurria

    Champurria Crucificada, Champurria crucificada

    Dime, por qu cierras los ojos

    Y coses con plstica msica yankee tus odos

    Para silenciar los latidos del kultrng?

    Dime, por qu Champurria Crucificada

    Olvidas y escondes tu pasado

    Del vientre premiado por espermio

    Hijo del opresor, acaso no te sientes culpable de haber manchado

    Con tu nacimiento la noble sangre ancestral

    Y cierras tus ojos ante los titulares del diario austral?

    Dime, por qu Champurria Crucificada

    Celebras con tiquitiquit cada cumpleaos de la patria

    La misma que tiene a tus races ahogadas

    De eucaliptos, raundoup y pino pino pino

    Que no sabes ya qu es un canelo?

    Dime Champurria crucificada

    Qu se siente guardar las palabras del silencio

    Y encender el quitralpillan por las maanas

    Quemando tu kimn?

    Porque no es moda

    Que se paga con 100 pesos

    Es ser lo que tu abuela fue

    Y tu abuelo no compr

    Porque de ellos lo que naci

    Fue eclipse de luna

    Y que a esta uke Mapu te ofreci

    Sico Delica, 26 aos, Temuco.

  • 26 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    La Santa y Divina

    La dama de mil colores

    esparce sus cenizas en el cielo,

    con tan solo una hora, no desesperes;

    de a poco se rasga el velo.

    De repente, las luces,

    miles de explosiones,

    el corazn latiendo.

    Crees estar muriendo.

    Y el silencio se hace ruido.

    Y el ruido se hace msica.

    Y la msica se hace visible.

    Y el silencio... cobra sentido.

    Todo se hace silencio!

    ... y el silencio ... se hace 51IvI30L0

    Sbitamente, la dama desaparece.

    Deja una estela de magia

    que se difumina y crece,

    Y sin mediar explicaciones,

    la existencia desaparece...(ece-ece-ece...).

    Juan Carlos Leal, 22 aos, Temuco.

  • 27

    Edipo

    Cuando viajo sonmbulo,

    estpido de sueo y desgano

    tipo 6 treinta de la maana

    rumbo a mis quehaceres

    y veo a aquel hombre mayor

    mucho mayor que yo,

    sostenido por sus pies,

    a mi lado, erguido

    me imagino a mi padre cansado

    y ganoso por sentarse

    y me lo imagino de nuevo, su rostro

    entonces finjo

    que duermo

    para que

    el viejo

    de mierda

    se vaya

    todo el camino

    parado.

    Fernando Sacamuelas, 29 aos, Wallmapu

    Sin garanta

    Si tuviera una boleta con mi nombre,

    estatura y fecha de expiracin,

    la guardara cuidadosamente

    por si una tarde melanclica

    me da por cambiarme.

  • 28 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    Hasto

    Medrar en la postrera intensidad del muro equivocado.

    Intenso hasto.

    La pregunta surge, fatal, doblando por la esquina.

    No debi ser ans. Vapores de silencio lo sealan;

    Ojos que no he visto; manos que no siento; permanencia de la tumba.

    Y si subo por una columna de nubes veo,

    contemplo la intensidad del equvoco.

    Estas costras humanas que me asedian,

    estos pobres amores en rebelda;

    acompasados con msicas de fiebre.

    No estoy aqu.

    Tan slo pobres escamas de uno que ya se fue, con ojos en blanco.

    Y acepto la evidencia. No estoy aqu; nada puede herirme.

    Ninguno de estos parroquianos y sus crpulas.

    Ni la prepotencia de lo vulgar.

    Ni el requerimiento de mujeres pretritas.

    Lento oleaje que renueva las paredes de mi crneo.

    Lento, voy fundiendo lo que sobra.

    Lenta, la cerrazn se acerca.

    Ya soy libre de elegir mi cadena.

    Parmnides Magaa, 31aos, Temuco

  • 29

    Desolacin

    Abriste el tejido del mundo

    Y derramaste el fuego

    Tomaste en tus manos las cuerdas

    Y tocaste el arpegio sin nombre

    Construiste un castillo de niebla

    En la cima del sol y huiste

    Del filo de su mirada

    Cort tu corazn en dos

    Y lo sirvi en mitades

    A las fieras del destino

    Enloquecidas y absurdas

    Mientras lo devoraban

    Llenaban el vaco con hiel

    Pero tomaste el hielo

    Y cerraste la herida

    Ahora todo es claro

    Las estrellas clavan sus ojos en ti

    Manuel Lobos Ruz, 28 aos, Temuco

  • 30 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    Soy otro

    Soy un payaso que no da risa,

    el macetero que se cuestiona al borde de la cornisa

    Soy la desidia transmutada a la carne,

    horadada por dentro, sin aliento, sin aire

    Soy un rbol marchito en primavera

    a la espera de un cambio, como las calles de un pueblo

    Soy un enfermo sin cura, que tampoco quiere sanar,

    porque no tengo paz, ni alma, solo dudas

    Soy vctima de la lluvia gris, que me perfundi un pulmn,

    y mi corazn dejado al sol para salarlo, marchito

    Soy un grito, un espasmo como cuando claudica una vida,

    por esas heridas que rasguan a diario mi ventana

    Soy un putrefacto nufrago a la deriva en las Bermudas,

    una llama desnuda, que la noche consumi de improviso

    Soy un resquicio, de cordura borracha,

    manchada de tintes vetustos en nauseabunda desgracia

    Soy ese mundo que nadie descubri en alta mar,

    esa paz que se ofrece y en desazn indiferente consume la ignorancia

    Soy la prestancia ambivalente que se esfum,

    porque de dos, uno slo qued.

    Man en Azul, 29 aos, Temuco

  • 31

    Presagio

    Como si a m

    hubieses estado

    destinada,

    escrib de ti amor,

    antes de pronunciar

    tu nombre.

    Antes de ver tus ojos

    a contra luz

    en la maana clara.

    Antes de amarte

    por las noches,

    como un sucinto

    recuerdo

    haba presagiado

    tu obscura

    suavidad

    secreta,

    te haba tocado...

    Antes de ti, gust

    de tu cuerpo en

    la dulzura de

    las frutas que

    ms amo.

    Sabore

    tu boca.

    Tu amor fue

    como un presagio

    amada,

    un presagio.

    Mauricio Figueroa Seplveda, 22aos, Temuco

  • 32 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    Invtame a mirar tus dientes soles que iluminan al mundo

    Tu amor tan falto de camellos y de fortuna

    Se enfurece, juega, me asalta:

    Levanto las manos y se alza un jardn sobre mi tumba.

    Ya nada parece una quimera.

    Mis piernas que ya no son piernas no sangran ni se desvelan

    No existen los lmites para salir a correr sobre los Andes

    Fcil me parece arar todos los campos chinos.

    Te amo y florece un ciruelo

    Te amo y conozco a 6 de los 12 apstoles

    Te amo y se reconstruyen todas las ruinas

    Te amo y el cielo se colma de letras y olas

    Te amo y hierven los anhelos de los dioses buenos

    Te amo y mis piernas cruzan el Pacfico y el Atlntico.

    Ya nada parece una quimera.

    Cada paso parece engrandecer el camino.

    Invtame a vivir mordiendo tus manos que inventan el mundo

    Invtame a vivir extraando el dulce de la pequea cosa;

    La raz hundida en la raz

    La eternidad hundida en un grano de arroz

    La sonrisa subiendo las escaleras descalza

    Tus latidos entrando en mi boca como enjambre de golondrinas

    Tu corazn tnica encendiendo toda la atmsfera

    Camila Marcela Mardones Vergara, 23 aos, Puerto Montt

  • 33

    Hecatombe

    Todo ser como la nostalgia de maana

    Bailar sobre mi pack de cerveza

    Y masturbndome con las sensuales animadoras de la TV

    Ser feliz!

    No podrn faltar las papas fritas y cigarrillos negros

    Luego,

    En recorrido por los bares

    Afinar mi pluma

    Y escribir un poema en lo ms profundo de tu carne!

    Pero escucha:

    Para que recuerde tu nombre por la maana

    Primero,

    Debes hablarme al odo

    Y producirme,

    una ereccin

    Carlos Copanegro, 33 aos, Castro

  • 34 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    Cristal de espejismo

    Otra hora de silencio

    En el estremecedor pasar del tiempo

    La patria est ah, afuera,

    Esperando que la amen

    Y den vida.

    Pero el velo de la noche es pesado y robusto,

    Por lo que los individuos enajenados como siempre,

    Se guarecen en sus habitaciones,

    Llenos de ellos.

    El torbellino se mezcla con planificacin y esperanza.

    Noche, humo, llamas;

    Letargos adormecidos de la blasfemia maanera que acoge mis verdades y se precipita

    ante todo.

    A ver si maana alguien se despierta a moldear lo externo

    Gabriel Canario, 18 aos, Pitrufqun

  • 35

    Maria (no legal)

    Mara acompaante

    A la luz del caminante

    Risuea entre amistades

    Ayudante para los buenos pasares.

    Que bien que te nombraron Mara

    para seguir con algo de trinidad

    Amistades, soledades y una cuota de felicidad.

    Equilibrio perfecto para los que quieren danzar

    A paraguas en malos momentos, apostando al azar

    A veces de vivos colores de lo natural

    A veces pegados en tus encantos

    Y otras,

    Sacando carcajadas hasta los llantos.

    Ay que Mara tan particular!

    Primera Mara fuente de desigualdad

    Algunos te aman por tus propiedades y bondad

    Otros te odian por estar fuera de la normalidad

    Oh santo padre! que no nos falte Mara como nos das el agua

    Aunque estemos obligados a usar paraguas

    As es la vida y qu ms da...

    Le rezaremos hasta conseguir su naturalidad y legalidad.

    Aunque pensndolo bien?, con tanta santidad y bondad

    Qu Mara no merece ser legal?

    Karla Cerda Tllez, 25 aos, Temuco.

  • 36 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    La loca

    Quin estar ms loca?, t o yo?

    Dices que saltas desde la ms alta roca

    y luego despavorida huyes a la planicie.

    Quin estar ms loca.

    Crees con ese papel comprar gemas

    mas de putrefacto musgo estn llenas tus manos.

    Sin embargo, loca ma, hermana ma,

    Cmo puedo juzgarte

    si vivimos aquel mismo infierno?

    Viviana Medinares, 26 aos, Temuco

  • 37

    Prctica Madre,

    No bebo ni

    Trabajo como antes.

    Mi maestro chino sugiri

    Poetas como: Tu Fu,

    Y algunos otros de Omn,

    Haciendo hincapi en la

    Transparencia y sencillez.

    (un diamantito para el corazn).

    En tanto rasuro mi noble calavera humana

    Como un ermitao de los lotos verdes.

    Caligrafa y espritu; ambos como un bonsi.

    Ya no pienso en el futuro, Madre

    Ninguna necesidad, padezco una severa incapacidad

    Para visualizarme en el mundo.

    Sobrevivo por tu amor y el

    Amor de quienes ven en m,

    Una especie de Milarepa, un Pather Family;

    Un nuevo y viejo Kerouac.

    Mi maestro chino me orienta:

    Atrapa

    al vigoroso caballo

    de tu mente y llvalo

    a tu corazn.

    Mi maestro chino que se parece

    A Thich Nhat Hanh.

    Silencioso como un reloj.

    (del libro indito Satori) Christin Martnez Muoz, 34aos, sin domicilio fijo.

  • 38 de la Ausencia - N1, Diciembre 2014

    Miguel A. Gutirrez Cruz

    Camino por calles de tierra, donde el xido besa al metal y la madera pudre la her-

    mosura de un tiempo. Visito oscuros cuartos con piso de barro y pipeo, donde vidrio-

    sos los ojos me miran y curtidas las manos estrechan las copas. Callejeo slo sujeto a

    mi cmara, sin aula en los bolsillos, y sin ms referentes que un pber anciano de

    Cunco y un ya extinto capitalino de aristcrata linaje. Desde aqu levanto la imagen,

    sostenido en ruinas invisibles y nobles, sin ms pulsin que abrazar un lenguaje posi-

    ble de compartir con el otro.

    Contacto: 66975650 / [email protected]

    facebook.com/cruzcruz3

  • 39

  • Rencores literarios, vrtigo del infinito, dolores hogareos, insultos de la miseria.

    Charles Baudelaire