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De los orígenes y desarrollo de las armaduras de cubierta latinas Desde los tiempos mas remotos conocidos hasta co- mienzos del s.XIX, la Historia de la Construcción se desarrolla en base a dos sistemas constructivos clara- mente diferenciados: las obras de fábrica y los entra- mados de madera o armaduras, con la lógica combi- nación de ambos sistemas. Esta división no pretende sintetizar todas las combinaciones de sistemas y ma- teriales desarrollados a lo largo de la Historia, pero sí, al menos como claridad conceptual y herramienta de análisis, dar respuesta al conjunto de la inmensa mayoría de construcciones antiguas conocidas. La idea predominante de masa desarrollada en los distintos sistemas de obras de fábrica, viene condi- cionada por las características físicas y mecánicas in- trínsecas de sus materiales constituyentes, todos ellos recogidos del suelo y subsuelo. En contraposición a estas estructuras de masa, el sistema de armaduras o entramados, se desarrolla creando estructuras de barras, en base a las condi- ciones impuestas por los materiales de origen vege- tal -los árboles-. Estas condiciones por lo que a nuestro análisis se refiere, se pueden resumir en una sola: la linealidad. Es decir, de los árboles, una vez podadas las ramas salen los troncos, quc debida- mente descortezados serán los elementos constructi- vos que permitirán la formación de entramados. La otra gran diferencia estructural que contrapone a estos dos sistemas básicos de construcción, estriba en la diferente cohesión interna de los materiales, lo que conlleva su diferente comportamiento a tracción. Mientras las obras de fábrica, compuestas por mate- Miguel Carlos Fernández Cabo riales pétreos y terrosos de muy baja cohesión, inca- paces de trabajar a tracción, se van a ver obligadas a desarrollar configuraciones estructurales que trabajen básicamente a compresión, las armaduras van a apro- vechar la capacidad de aguantar tracciones y flexio- nes que tienen los materiales leñosos. Las obras de fábrica, desarrollando estructuras de masa, pronto van empíricamente a descubrir la nece- sidad de incrementar la cohesión interior de sus fá- bricas, que intentan solventar por dos caminos distin- tos y complementarios. Por un lado tratan de mejorar la traba de sus piezas -sillares, mampuestos, ladri- llos, etc.- a base de distintos diseños de aparejos, y por otra, gracias al gran descubrillÚento que supuso la tecnología de las cales y puzolanas, ligar por adhe- rencia los materiales pétreos o arcillosos que compo- nen las fábricas. Los sistemas constructivos basados en troncos de madera, van a tener su talón de Aquiles en dos ámbi- tos íntimamente relacionados, los ensambles o unio- nes entre las barras que componen los entramados, por un lado, y las escuadrías y longitudes disponibles en las forestas de las que abastecerse, por otro. Los orígenes y desarrollo de los annazones de ma- dera utilizados en construcción, están indisoluble- mente relacionados con los orígenes y desarrollo de los espacios y formas arquitectónicos. En tal sentido la madera ha sido utilizada en la composición de los tres grandes grupos constructivos: muros y pilares, forjados y cubiertas. Así los muros y pilares están li- gados a la condición de verticalidad, y los forjados a Actas del Primer Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Madrid, 19-21 septiembre 1996, eds. A. de las Casas, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, CEHOPU, 1996.

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Page 1: De los orígenes y desarrollo de las armaduras de … · madera, van a tener su ... .Lógicamente este esquema puede volver arepetirse volviendo acolocar piezas ... yetimológico,

De los orígenes y desarrollode las armaduras de cubierta latinas

Desde los tiempos mas remotos conocidos hasta co-mienzos del s.XIX, la Historia de la Construcción sedesarrolla en base a dos sistemas constructivos clara-mente diferenciados: las obras de fábrica y los entra-mados de madera o armaduras, con la lógica combi-nación de ambos sistemas. Esta división no pretendesintetizar todas las combinaciones de sistemas y ma-teriales desarrollados a lo largo de la Historia, perosí, al menos como claridad conceptual y herramienta

de análisis, dar respuesta al conjunto de la inmensamayoría de construcciones antiguas conocidas.

La idea predominante de masa desarrollada en losdistintos sistemas de obras de fábrica, viene condi-cionada por las características físicas y mecánicas in-trínsecas de sus materiales constituyentes, todos ellosrecogidos del suelo y subsuelo.

En contraposición a estas estructuras de masa, elsistema de armaduras o entramados, se desarrollacreando estructuras de barras, en base a las condi-ciones impuestas por los materiales de origen vege-tal -los árboles-. Estas condiciones por lo que anuestro análisis se refiere, se pueden resumir en una

sola: la linealidad. Es decir, de los árboles, una vezpodadas las ramas salen los troncos, quc debida-mente descortezados serán los elementos constructi-vos que permitirán la formación de entramados.

La otra gran diferencia estructural que contraponea estos dos sistemas básicos de construcción, estribaen la diferente cohesión interna de los materiales, loque conlleva su diferente comportamiento a tracción.

Mientras las obras de fábrica, compuestas por mate-

Miguel Carlos Fernández Cabo

riales pétreos y terrosos de muy baja cohesión, inca-paces de trabajar a tracción, se van a ver obligadas a

desarrollar configuraciones estructurales que trabajenbásicamente a compresión, las armaduras van a apro-vechar la capacidad de aguantar tracciones y flexio-nes que tienen los materiales leñosos.

Las obras de fábrica, desarrollando estructuras demasa, pronto van empíricamente a descubrir la nece-

sidad de incrementar la cohesión interior de sus fá-bricas, que intentan solventar por dos caminos distin-

tos y complementarios. Por un lado tratan de mejorarla traba de sus piezas -sillares, mampuestos, ladri-llos, etc.- a base de distintos diseños de aparejos, ypor otra, gracias al gran descubrillÚento que supuso

la tecnología de las cales y puzolanas, ligar por adhe-rencia los materiales pétreos o arcillosos que compo-nen las fábricas.

Los sistemas constructivos basados en troncos demadera, van a tener su talón de Aquiles en dos ámbi-tos íntimamente relacionados, los ensambles o unio-nes entre las barras que componen los entramados,por un lado, y las escuadrías y longitudes disponibles

en las forestas de las que abastecerse, por otro.Los orígenes y desarrollo de los annazones de ma-

dera utilizados en construcción, están indisoluble-mente relacionados con los orígenes y desarrollo delos espacios y formas arquitectónicos. En tal sentidola madera ha sido utilizada en la composición de lostres grandes grupos constructivos: muros y pilares,forjados y cubiertas. Así los muros y pilares están li-

gados a la condición de verticalidad, y los forjados a

Actas del Primer Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Madrid, 19-21 septiembre 1996, eds. A. de las Casas, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, CEHOPU, 1996.

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Figura I

180 M. C. Fernández

la de horizontalidad; ambas, condiciones ergonómi-

cas del horno erectus. Por su parte las cubiertas seconforman buscando soluciones de planos inclinadoso convexos a fin de evacuar las aguas o nieves.

Por lo que a la finalidad de este ensayo compete,obviaremos los entramados de muros por cuanto nosplanteamos analizar como el intelecto humano ha so-lucionado el problema de cubrir espacios utilizandolos materiales mas accesibles ~en este caso la ma-dera~ en las distintas culturas, limitando nuestrocampo de análisis principalmente al ámbito medite-

rráneo y europeo. Pretendo en consecuencia analizarde que manera el tamaño de las luces a salvar ha con-dicionado el diseño de las distintas soluciones y hacolaborado en el desarro]]o de distintas arquitecturas.

Para nuestro análisis partimos de unos rollizosdescortezados sobre los que se puede hacer una mí-nima labra de escuadrado de sus caras para mejorasiento y conformación de los entramados.

No cabe duda de que una de las estructuras maselementales para salvar una luz entre dos apoyos esuna simple tronco o una familia de troncos biapoya-dos (figura la). Cuando esto lo realizamos en hori-zontal tenemos los puentes y fOl:iados mas simples.Si desnivelamos uno de los apoyos, obtenemos unplano incJinado que nos vendrá muy bien como so-porte de un material de cubierta, con lo que tendre-

mos una cubierta a un agua, al menos conceptUal-mente la de factura mas elemental (figura 2a).

Para entender mejor la evolución de estas estructu-ras adinteladas elementales, debemos introducir lapremisa de economía de medios. por lo que ense-guida entenderemos como las troncos mas grandes

son utilizados como vigas o jácenas y los más peque-ños o ramas de gran porte son utilizados como jalde-tas, formando un segundo orden de apoyo en la di-

rección ortogonal del primero. y siguiendo la lógicade salvar las luces grandes con los troncos más gran-des y las luces pequeñas con las piezas de menorescuadría (figura 1b). Lógicamente este esquemapuede volver a repetirse volviendo a colocar piezas

mas pequeñas en los espacios mas pequeños que vanquedando, creando un tercer orden y de la misma

manera se podría crear un cuarto, quinto, y así indefi-nidamente hasta que la red de intersticios sea lo sufi-cientemente tupida para en el caso de cubiertas servir

de apoyo al materia de cubierta, sea teja, pizarra,losa, teito, etc.

Por lo que respecta al discurso de este ensayo nos

quedaremos con la estructuras más elementales deprimer, y segundo orden que han dado lugar a la rica

variedad tipológica de los ]]amados forjados o alfár-jes. Cuando estos diseños de techos planos adintela-

dos son utilizados en cubiertas formando planos in-clinados son conocidos en España como colgadizo.v.

Retomando el hilo del desarrollo de los conceptosmas elementales, cabe indicar que este tipo de estruc-turas no genera empujes horizontales, tanto si el sis-tema de vigas es horizontal ~alfarjes~, como si es

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inclinado -colgadizos-, siempre y cuando en este

último caso se tenga el especial cuidado de realizarapoyos simples de base horizontal en los extremos de

las vigas. Los colgadizos pueden llevar la primer fa-

milia de vigas en el sentido perpendicular a la pen-diente -familia de pares o altardas (figura 2a)-, obien en el sentido horizontal -familia de correas otercias (figura 2b)-.

Los espacios que podemos cubrir de esta maneraven limitadas las luces máximas a la longitud detroncos disponibles. En el sentido longitudinal para-lelo a los muros o líneas de carga, podemos crecerindefinidamente. Para crecer en el otro sentido, debe-

mos crear un nueva línea de carga, continuando elpaño inclinado en la formación de pendientes -loque conllevaría muros cada vez mas elevados (figura

2c)-. o bien cambiar la dirección de caída de lasaguas con lo que nos econtraremos intuitivamente

con una de las soluciones mas vernáculas: la cubiertaa dos aguas (figura 2d). De esta manera, con una luzlimitada podemos crear arquitecturas que crezcan enambas direcciones del espacio, pero que siempre ten-drán el condicionante de una distancia máxima cntremuros limitada al tamaño de troncos enterizos dispo-nibles.

Si en una formación de doble crujía sustituimos elmuro o línea de carga central por un pórtico de pila-res y vigas conseguimos dar mayor diafanidad al es-pacio central (figuras 2e y 2f); recurso muy utilizadopor aquellas arquitecturas que han necesitado reali-

zar amplios espacios sin disponer de los conoci-mientos y tecnología adecuados para salvar mayoresluces sin apoyos intermedios. Su única alternativaera la construcción de costosas cúpulas de fábricaque lógicamente eran reservadas para obras IllUYse-

ñaladas.Si en vez de desnivelar los apoyos para formar un

paño de cubierta, partimos de apoyos al mismo nivel,podemos utilizar las vigas como base de arranquepara levantar otros troncos que sirvan para conformar

la caída de las aguas. Para que estos dos troncos opares no generen apoyos horizontales se ingenia la

solución de apoyarlos simplemente sobre un pié de-recho, que descansa sobre el centro de la viga (figura3.a). Esta combinación elemental de viga -que nogenera empujes sobre los muros- se puede repetir a

cierta distancia cual si se tratara de vigas de primerorden, o bien irlas separando a mayor distancia y se

apoyan entre el1as unas piezas l1amadas correas que

llevan la dirección paralela a la pendiente y que ha-

cen las veces de elementos de segundo orden para re-ducir la luz y por tanto la escuadría. Siguiendo elmismo criterio primigenio de entramado s de primer ysegundo orden, podemos continuar espaciando las

correas a lo largo del faldón de cubierta, o bien vol-

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Figura2

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]82 M. C. Fernández

ver a colocar una nueva famiJia o tercer orden de vi-gas en la dirección perpendicular al faldón, con loque tendremos los cabios o parecilIos.

Obviamente con estos diseños tan básicos de es-tructuras adinteladas, los espacios que podamos cu-brir se ven limitados por la longitud máxima de lostroncos, y por sus secciones, que están claramente re-lacionados dependiendo principalmente de las espe-

cies. No obstante esta limitación parece no habercreado mayores problemas para el desarrollo de ar-quitecturas muy antiguas como la egipcia, mesopotá-mica, e incluso la griega, salvo el condicionante de

no poder pasar de luces máximas inferiores a 10 m, ajuzgar por las luces que se han podido constatar de

la medición de los restos arqueológicos de sus obrasde fábrica --cimientos, muros, columnas~ que sonlas que han soportado mejor las inclemencias meteo-rológicas y agresiones humanas.

Estos esquemas adintelados o arquitrabados hansido muy utilizados por las arquitecturas orientales yextremo orientales a juzgar por el mantenimiento deesas tradiciones en la carpintería de armar china y ja-ponesa. Por lo que respecta a nuestro ámbito, la ma-yoría de los historiadores especulan que los templogriegos se cubrían siguiendo estos esquemas adinte-

lados a base de vigas de gran porte, que además deservir de apoyo al entramado de los faldones de cu-bierta, servirían para conformar un techo plano, posi-

blemente artesonado al introducir un segundo orden

de vigas. Es a partir de la época helenística cuando seempiezan cubrir espacio públicos de gran enverga-dura, a juzgar por los restos arqueológicos del Bou-

lenterion de Priene, y del Olympeion de Atenas. Los14m de separación entre filas de columnas del pri-mero y los 14,80 del segundo,] nos hace pensar quepudieron estar en el camino hacia las armaduras ati-

rantadas a base de simples tijeras, ya que la otra ex-plicación posible es que hubieran conseguido impor-

tar troncos de gran porte que permitieran escuadríasdel orden de los 80 cm de canto, para salvar la luz de

un solo tiro, como es el caso de los tirantes ~14m~ de la armadura de la catedral de Messine ~

s.XIIl~ en el mediodía francés,2 pero realizando elapoyo de los pares sobre pies derechos que descansa-

rían sobre la viga.Al menos si podemos afirmar que disponían de la

tecnología de uniones necesaria para realizar enlaces

a tracción, ya que parece ser que conocían el rayo dejúpiter utilizado en sus embarcaciones,' con lo que

podría resolver el empalme del tirante reduciendo lalongitud de madero disponible a la mitad. La solu-ción de triangulación o entramado que armaron paraestos edificios quedan dentro de la conjetura por masque algunos autores hayan adelantado soluciones ins-

piradas en los diseños atribuibles a los romanos, lo

cuál implicaría que serían los griegos los que inspira-ron a los romanos sus cerchas o armaduras atiranta-

das.Volviendo a retomar el hilo del discurso de los orí-

genes y desarrollo de los distintos tipos estructurales,

vamos a ver cómo para poder superar la limitaciónde las luces que nos marcan los troncos disponibleseJiminando apoyos intermedios, tenemos que partirde la siguiente estructura elemental: dos troncos apo-yados uno frente a otro por el pecho, es decir empu-

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Figura 3

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Armaduras de cubierta latinas 183

jando uno contra el otro (figura 3b). Si los enfrenta-

mos siguiendo una fuerte pendiente, apenas notare-mos deslizamiento en su base, pues el empuje hori-zontal es pequeño y el rozamiento contra el apoyoimpide su desplazamiento; a medida que vamos ba-jando la pendiente se incrementan los empujes hori-

zontales, por lo que pronto se daría cuenta de que de-

berían contrarrestadas. Esta formación es un arcomuy elemental que obviamente genera empujes hori-

zontales en sus apoyos, como trató de determinarempíricamente Leonardo da Vinci (figura 3C).4 Parahacer frente a estos empujes existen básicamente dossoluciones: una, incrementar la sección de muro paraimpedir su vuelco o desprendimiento, y, dos, intro-

ducir una barra que absorba interiormente las traccio-nes generadas por esos empujes. A partir de este mo-mento ya tenemos configurada la cercha máselemental. Utilizo la palabra en su sentido tradicionaly etimológico, por cuanto cercha viene del francés

antiguo cerche, y este del latín circulus; inicialmentepalabra con el mismo origen que cimbra y con elmismo significado que arco, por lo que estructural-mente también es adecuado llamarle arco, aunque sugeometría sea recta. Con esta asociación se entiendemejor el trabajo del tirantes que hace las veces de la

cuerda en el arco.Este triángulo elemental (figura 3d.), denominado

tijera por los tratadistas españoles del s.XVII, ade-

cuadamente ensamblado para que la barra horizontal,

-el tirante-, pueda ejercer su función, parece habersido conocido por los romanos a juzgar por los co-mentarios de Vitrubio en su libro 4, cap. 2. Si bien laexposición no es lo suficientemente clara, el mismorelata que cubierto una basílica con ese sistema -

Fano, 17,80 m de luz-. Debemos viajar hasta el Re-

nacimiento para que u~a pintura al fresco nos in-forme sobre las armaduras que supuestamentecubrieron las grandes basílicas romanas. El únicodato constatable de estas tijeras elementales nos llevaal Monte Sinai -monasterio de Sta. Catalina- en laSiria del siglo VI, donde gracias a una inscripción enuno de los tirantes se ha podido datar como auténticauna armadura atirantada de este tipo. Este esquemaestructural tan simple a base de tijeras y correas (fi-gura 3e), se vendrá utilizando en la cuenca medite-

rránea para cubrir espacios de pequeñas crujías, y lovemos repetido en las iglesias medievales sicilianascomo la catedral de Siracusa, o la citada francesa de

Messine.. En España esta tipología estructural ha

sido vernáculamente utilizada por la arquitectura po-pular para sus armaduras de cubierta (figura 4).

Por lo demás, hasta esa fecha -s.VI- nos move-mos en el plano de las conjeturas. La única referen-cia clara que tenemos sobre el primer periodo ro-mano nos la ofrece la ilustrativa columna Trajana,que nos talla en la piedra un dibujo interpretando loque pudo ser el famoso puente de la colonia trajana

sobre el Danubio. Allí se puede constatar el conoci-miento que los romanos tenían de los entramados ycimbrados, con la extensiva utilización de cruces deSan Andrés para rigidizar los entramados. Sin em-bargo de ahí a tener un claro conocimiento del com-

Figura 4Iglesia parroquia! Castropodame (León) Nave central. s. xx

portamiento de cada una de las barras que componenlos entramados queda mucho que andar.

En este plano y siguiendo el mismo argumento uti-lizado en los grandes espacios helenísticos, viajamoshasta comienzos del siglo IV con las primeras basíli-cas cristianas. En el 313 Constantino declara al cris-tianismo religión oficial del imperio y manda edificarla primera basílica de San Pedro que es terminadahacia el 330. La armadura de esta basílica fue su-puesta y fielmente recogido por una pintura al frescoexistente en el Vaticano -Palacio de los Canóni-gos- (figura 5), antes de proceder a su demoliciónpara construir el actual Vaticano. La arqueología de

sus restos nos permite configurada en su conocidaplanta de nave central y dos laterales. Pero para elcaso que nos atañe 10 que nos importa es la dimen-

sión transversal de su nave central -24 m- . Aquí

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184 M. C. Fernández

Figura 5

si que el argumento de los troncos dc árboles de granporte importados se nos viene abajo. Cubrir esta luz

a base de troncos de madera es inviable a no ser si esa base de entramados ensamblados y atirantados, yaque los muros no tenían el espesor suficiente para

aguantar los empujes de un diseño de entramado ar-queado. También tenemos conocimiento arqueoló-gico de que los romanos conocían el rayo de júpiter

así como otros ensambles y entalladuras, gracias alos descubrimientos arqueológicos efectuados enPompeya y Herculano.

Ahora bien, nos queda la duda de si la solución re-cogida en el fresco citado, cOlTesponde a la soluciónoriginal del s. IV o a una reconstrucción medieval.No obstante, disponemos de un documento de granrelevancia fechado en el s. IX, en el que se mencionala sustitución de piezas de la armadura de S. Pabloextramuros, basílica coetánea de la de S. Pedro y conigual tiro de nave central ~24,25m~. La escuadría

del tirante, 0,495 X 0,385m no deja lugar a duda so-bre la necesidad de cualquier tipo de solución atiran-tada que hubiera tenido, que si hemos de creer la su-ministrada por Rondelet antes del incendio de estaarmadura acaecido en 1823, coincide con la reflejadaen el fresco del Vaticano.5

Hoy por hoy hay un gran vacío en el rastreo del

origen de las armaduras atirantadas. y solo la afortu-

nada arqueología podrá dar visos de certeza a las ac-tuales conjeturas.

Salvando el inciso histórico, y volviendo a nuestraanálisis evolutivo, partiendo del triángulo elementalo tijera, sus antiguo creadores pudieron constatarcomo a medida que incrementaban las luces a cubrircomenzaban a aparecer flexiones en los pares o cu-chillos. Una de las soluciones mas inmediatas surgeapuntalando el descuelgue sobre la barra más pró-xima, el tirante, procurando de hacerlo sobre el

tramo mas próximo al muro para no incrementar laflexión del tirante.6 Sin embargo si la sección del ti-rantc no es lo bastante fuerte, éste también combará,con lo que acabarán encontrando la solución deapuntalar los cuchillos entre sí: así aparece el lla-

mado nudillo por López de Arenas (figura 6) o jabal-

cÓn por Fray Lorenzo, balTa horizontal que equilibralas deformaciones contrapuestas de los pares o cuchi-

llos de armadura (figura 7). Esta es una solución

wFigura 6Diego López de Arenas. Breve compendio de la carpinteríade lo blanco y tratado de Alarifes. Sevilla, 1633, fol. 7

Figura 7Iglesia parroquial de Amión (Guadalajara). Bajo cubierta dela nave central, s. XVI

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Armaduras de cubierta latinas 185

muy utilizada también por la carpintería de armar

centroeuropea, donde el nudillo se combina con pun-tales o jabalcones en las armaduras de cubierta de susiglesias medievales de los siglos XII y xnp

Una vez que se logra entender bien el mecanismo

de atirantado, y siguiendo bajo la premisa de econo-mía de medios, se puede reducir más la sección deltirante si se le cuelga de la clave del propio entra-mado que ya suponemos que ellos entienden comoarco. Así aparece el pendolón que se suele combinarcon los jabalcones horizontales tal como muestranlos diseños Palladianos, supuestamente inspirados enla herencia romana. Sin embargo donde esta piezaclave de una armadura triangulada empieza a hacersepresente con clara intencionalidad estructural, es enlas armaduras medievales del mediodía francés, talcomo nos ilustra Viollet-Ie-Duc en varios de sus di-bujo.s

Siguiendo la información suministrada por Vio-

llet-Ie-Duc, es a partir del s.xn cuando parece rena-cer con fuerza la voluntad formal de levantar bóve-das. Dada la precariedad de medios económicos lamayoría de estas bóvedas se realizan en madera si-guiendo el patrón formal de medio cañón de las de

fábrica. Esta trasposición formal obliga a un cambiobrutal en las pendientes de las cubiertas, -hastaahora de pendiente mas baja de origen latino, por sermas económicas- para hacer compatible la forma-ción de los paños inclinados de cubierta, con el aloja-miento en su seno de una forma abovedada de mediocañón.

Ante estos condicionantes formales los diseños deentramados empiezan a hacerse mas confusos y vanbuscando la rigidización de los pórticos, hasta elpunto en que gracias a la gran inclinación de las pen-

dientes puedan liberarse de los tirantes, que no cabeduda serían de poco agrado estilístico al romper aun-que sea linealmente, la diafanidad del espacio above-

dado.No obstante quizá el cambio en la inclinación de

las pendientes provenga de una tradición vernáculacentroeuropeo donde se precisan elevadas inclinacio-nes para desalojar las nieves. Esta parece ser la con-dición formal que inspira el desarrollo de otra tipolo-gía de armaduras claramente diferenciada, las

armaduras de palomillas, y cuyas primeras referen-cias documentales las encontramos en el álbum me-dieval de Villart de Honnecourt. Estas armaduras de

origen sajón y angla-normando, desarrol1an sin em-

bargo, gracias a su gran pendiente, entramado s que

van buscando la forma de arcos intentando centrar lo

más posible los empujes para que no desetabilizenlos muros, que dicho sea de paso para estos diseñoshan de ser de sección mucho mayor, cuando se rea-liza sin tirante alguno.

También en España se buscan estas formas de arcocon las armaduras de siete paños (figura 8), dondeadema del nudillo, aparecen sendos jabalcones quevan a descargar un par de metros por debajo de la co-

ronación de los muros, utilizando así el peso muertodel muro como contrapeso para central la resultantedel empuje, y de esta manera poder prescindir del ti-rante, pieza que enturbia la percepción transparente

del espacio abovedado.En Inglaterra, gracias a disponer de árboles de

gran envergadura y a desarrollar con eficacia ensam-

bladuras y entalladuras de notable rigidez, han con-seguido en momentos de esplendor económico con-seguir superar ligeramente los 20 m de luz en el

Westminster Hall, s. XIV, mientras que las armadu-ras góticas francesas se mueven entre los 12 y 14 m-Reims, J2 m, París, 13 m, Beauvais, 14 m- aun-que en este caso bajo la servidumbre que supone

adaptarse a la luz impuesta por las bóvedas de fá-

brica que cobijan. En España con las armaduras depares ajabalconadas no logrará pasarse apenas de los

14 m. Tenemos que acercamos al renacimiento ita-liano con los entramados de Palladio, para volver aalcanzar los 24 m de las basíJicas constantinianas.

Figura 8Manuscrito de Rdrigo Alvarez, 1674

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186 M. C. Fernández

Figura 9

Iglesia de San Juan Atienza (Guadalajara). Entramados de

b'(joocubierta de las naves abovedadas

Estos entramados empezarán a desarrollarse a partir

de finales del s XVIII, con la aparición de la Acade-mia Francesa. Sin embargo hasta principios dels.xIX , cuando empieza a proliferar la tratadística dela construcción -sobre todo en Francia-, no se co-mienzan a formular soluciones isostáticas suscepti-bles de cálculo por medio de la estática gráfica, aun-que en el ámbito del mundo científico ya habíanpasado varios siglos desde que en el s.xVII se reali-

zan las primeras formulaciones basadas en diagramasvectoriales.9

En este estadio del análisis quizá sea oportuno in-troducir una división de carácter arquitectónico en elmundo de las armaduras, ya que va a condicionarclaramente su desarrol1o. Se trata de descomponer

las armaduras en dos campos, las aparentes, diseña-das con intencionalidad estética para ser vistas, y lasocultas, cuya función es meramente ingenieril, en el

sentido de cubrir un espacio bajo una forma determi-nada con el menor coste posible.

En España esta diferencia se va a ver con una cla-ridad absoluta ya que todas las armaduras diseñadaspara ser vistas se realizan en base a una tipología de

armadura de pares, par y nudillo. o pares y jabalco-nes, mientras que las armaduras toscas o las realiza-

das en espacios bajocubierta tras las bóvedas o in-c1uso como cubierta de protección de las armadurasaparentes, se diseñan en base a un esquema de arma-

dura de tijeras y tercias o correas. La explicación es-triba en que las primeras se adaptaron mejor que lassegundas a la conformación de espacios a base de pa-ños o planos que dan una primera aproximación abo-

vedada al espacio arquitectónico y al desarroHo delas lacerías realizado en la cultura hipanomusulmana,por otra parte, dada la regularidad y la proximidad

entre los pares, que servían de trama a los distintosdiseños de trazados. Por otro lado, los entramados detijeras y tercias resultaban de menor consumo y labra

de material, por lo que su uso se adscribió a los espa-cios bajocubierta.

Voy a aprovechar la referencia a estos tipos espa-

ñoles para explicar una diferencia tipológica muy im-portante : el atirantado de la cercha, pórtico o simpletijera, y el atirantado de estribo (figura 10). Las ar-

maduras de tijeras y correas, diferencian entre ele-mentos estructurales de primer orden, las tijeras ocerchas, y elementos estructurales de segundo orden,

las correas o tercias; así las primeras necesitan ati-rantado mientras que las segundas no, con lo que elapoyo de la estructura se puede realizar sobre sim-

ples durmientes. En cambio en las armaduras de pa-res, los pórticos par-nudiHo o los simples pares en-

frentados constituyen el primer y único ordenestructural de relevancia, al estar muy próximos en-tre sí -30 a 40 cm-o Sin embargo el empuje querealizan sobre la línea de apoyo sobre los muros escontinuo en vez de puntual como en el caso anterior.De esta manera en estas armaduras de pares 10 que seatiranta cs el estribo, base de apoyo de los pares, quefunciona como una viga y se atiranta a la máximadistancia que permita la escuadria del estribo, paraevitar una deformación a flexión excesiva.

Con este breve análisis tipológico y evolutivo, no

he pretendido empaquetar la inmensa riqueza de so-luciones existentes en la carpintería de armar, sinosolamente disponer de una herramienta de análisis

Figura I(J

Diego López de Arenas. Breve compendio de la carpintería

de lo blanco y trazado de Alarifes Sevilla, 1633, fol. Iv

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Annaduras de cubierta latinas 187

que nos sirva de guía y referencia en nuestros viajespor la historia de la carpintería de armar, introdu-

ciendo premisas como la economía de medios, la ló-gica estructural, el apego a las tradiciones, y las vo-

luntades formales, que interaccionando entre sí nosvan aclarando el porqué de los orígenes de la granvariedad de soluciones encontradas.

NOTAS

1. Adam, J. P., La construcción romaine, 1989. París, pág.

226.

2. Según información recogida por Viollet-Ie-Duc, se trata

de una tijera elemental que salva una luz de 14 m con untirante de 0,80 m X 0,45 m, separadas entre sí a 2,50 m

VioIlet-le-Duc, Dictionnaire raissonné de l'architec-

ture..., 1863-64, Paris; Encic10pedie medievale d'apres

VioIlet-le-Duc, Tome 1 (refonte du Dictionnaire rai-

sonné par Georges Bernage), 1978, París. pág. 268.

3. J. P. Adam, op. cit. pág. 105.

4. Timoshenko, S.P., History 01 strength 01 materials,pág. 6.

5. J. P. Adam, op.cit.. pág. 229.

6. Binding, G., Das Dachwerk ...,1991, München, pág. 27;

armadura de cubierta de la ig. de S. Martin en Sindelfin-gen, I ] 32.

7. Op. cit.

8. VioIlet-le-Duc,op. cit. p.p. 261 Y 269.

9. La primera aplicación de la estática a la solución de losproblemas de arcos, es debida a Lahire (1640-1718),

miembro de la Academia Francesa. Timoshenko, S.P.,op. cit. pág. 63.

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