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“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
Un gran número de mujeres que en lo cotidiano del día a día hicieron de la Caridad la regla de su vida. En esta
celebración de la Fundación de la Compañía queremos fijarnos en algunas de esas Hijas de la Caridad que
viviendo en épocas y lugares diferentes, responden a las llamadas de los pobres y concretan en sus vidas lo
que significa “Vivir de Jesucristo”.
Margarita Naseau
Hacia el año 1620 una aldeana de 26 años cuidaba las vacas en la ladera del Monte Valerien, a 11 Km de París.
Mirando a lo lejos divisaba la capital del reino, si miraba cerca, veía su pueblo Suresnes, e incluso podía ver su
humilde casa hecha de adobes. A pesar de la abundancia de los viñedos y de los pastos, en su pueblo había
muchos pobres. Todos los días se preguntaba qué podría hacer ella por remediar esas pobrezas. Lo que más le
dolía era la situación de las niñas y jóvenes, en su pueblo no había escuela de niñas, por tanto, no sabían leer
ni escribir y estaban condenadas a seguir viviendo en la pobreza…
Un día mientras arreaba las vacas hacia los pastos, encontró la solución “las niñas y jóvenes tienen que
aprender a leer y escribir. Si les enseñará yo misma no haría falta que pagasen a nadie así que aprenderían
gratis” La idea era genial pero había un pequeño problema a tener en cuenta ella tampoco sabía leer. Lo único
que se le ocurrió fue “si yo aprendo primero a leer puedo enseñarles a ellas después” y así lo hizo.
A la mañana siguiente encargó a un vecino que iba a Paris que le comprara un abecedario. Lo pagó con sus
ahorros. Nada más tenerlo en sus manos se dirigió a casa del cura. Llamó a la puerta y nada más abrirle la
puerta le enseño el abecedario recién comprado y le preguntó cuáles eran las cuatro primeras letras.
Mientras pastaban las vacas, ella aprendía las letras. Por la tarde, le nuevo se dirigía a casa del cura para que
le enseñara otras cuatro… Así un día y otro día hasta que aprendió también a unirlas y formar las silabas y las
palabras. Si alguna sílaba o palabra se le hacía difícil y veía a un señor con aire de saber leer, le preguntaba
cómo se leía… y así hasta que supo leer.
Cuando supo leer de seguido llamó a otras niñas y chicas del pueblo y a otras y a otras y les fue enseñando lo
que ella había aprendido. Así durante unos tres años. Luego se fue a los pueblos vecinos e hizo lo mismo. Al
llegar al pueblo, unas veces convocaba a la gente en la plaza, junto a la iglesia, y otras iba casa por casa
ofreciéndose a enseñar a las niñas sin cobrar nada. Unas familias recibían la noticia con gran alegría, pero
otras con frialdad. No les interesaba. Las niñas tenían que trabajar desde los ocho años y el tiempo de escuela
era una pérdida de trabajo y de tiempo, incluso algunos pensaban en lo más profundo que por mucho que
aprendieran sus hijas nunca saldrían de la pobreza pues eran hijas de labradores pobres. Su principal interés
era sobrevivir.
de Mujeres Testigos de la
Caridad
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
Muchos días llegaba a casa cansada y hambrienta. Se tumbaba y esperaba la llegada de otro día. Todo lo hacía
por Dios. En el pueblo, a la luz de los candiles, muchos comentaban el testimonio y el ejemplo que les daba
aquella joven de Suresnes, que enseñaba a sus hijas, sin pedir nada para ella, todo lo hacía por amor a Dios.
Un día de finales de 1629 se anunció en la misa del domingo que en unos días llegarían desde París unos
sacerdotes a dar una misión en el pueblo, al frente de la misión estaría Vicente de Paúl. Un día de la misión
Vicente subió al pulpito y hablo de las injusticias, de la pobreza y de la obligación que tiene cada cristiano,
cada persona de luchar contra ellas. Luego convocó a las mujeres para que se reunieran con él, al final, en la
sacristía, con el fin de fundar una cofradía de la Caridad en el pueblo con el fin de atender a todos los pobres
enfermos en sus casas.
En la soledad de su habitación, unas palabras martillaban sin cesar “atender a los pobres enfermos en sus
casas”. Pasaron varios días y aún seguían resonando en sus oídos las palabras de Vicente, se armó de coraje y
se dirigió a París. Al llegar preguntó por el Señor Vicente de Paúl y la gente le encaminó hacia San Lázaro. No
tuvo que esperar mucho para encontrarse de frente con él:
M. N. – Disculpe Padre, ¿Hay alguien en casa?
V.P.- ¿A quién buscas?
M.N.- Al señor de Paul.
V.P.- ¿Qué quieres de él?
M.N.- Soy una sirvienta de Suresnes. He venido a París porque oí que unas damas hacían trabajo de
caridad en hospitales. ¿Es cierto?
V.P.- Si. En su mayor parte.
M.N.- Entonces vine porque… Disculpe mi atrevimiento pero quería decirle algo
V. P. - ¿Decirle qué? Exclamo el Señor Vicente
M.N. - Las damas están acostumbradas a ser servidas y podrían no saber demasiado bien cómo servir
a otros. Soy vaquera, así que estoy acostumbrada a hacer cosas que ellas podrían no querer hacer.
Bien, pensé que podría ofrecer mi ayuda. No pido dinero… tan solo comida. Podría hacer las sangrías,
los enemas. Podría limpiar las heridas, hacer las camas, vaciar los orinales; todas las cosas que a ellas
(Damas de la Caridad) les incomoden. Si voy a ser sirvienta, preferiría servir a los pobres de Dios que a
mis amos. ¿Estoy siendo arrogante?
V.P.- No, querida hija ¿Viniste caminando? ¿Comiste esta mañana?
M.N.- No. Salí antes del amanecer. Me llevo algún tiempo hallar este lugar.
V.P.- Ve a la cocina, diles que te envío. Te darán de comer. Te veré más tarde. Margarita empieza a
bajar las escaleras y dándose la vuelta pregunta: ¿Cree que me aceptarán?
V.P.- No tengo dudas…
V.P.- Gracias, Señor, por enviarme a esta muchacha sencilla… Ella es sencilla, pero entendió lo que yo
no entendía… “Son los pobres… los que me ayudaran a salvar a los pobres”
Esa pobre lechera de Suresnes era Margarita Naseau. Ella fue la primera sirviente de nuestros pobres.
El trabajo de caridad que esas damas habían endulzado ella lo hacia en su simpleza. Ella trabajaba
duro, como una persona pobre. Y pronto, otras se le unieron: Barbar Angiboust, Madeleine Drugeon.
Sus vidas eran difíciles. Expuestas a burlas malintencionadas y, a veces, a malos tratos. Todos estaban
en nuestra contra. La gente no podía tolerar ver a las monjas en la calle. Creían que su lugar era el
convento. Para nuestras muchachas, la calle… era su convento. Su celda era un simple cuarto de
alquiler. Se sentían extremadamente solas. Por esos se me ocurrió reunirlas. Necesitamos una casa
donde puedan sentirse en casa, tras un día de arduo trabajo…
(1.14.38 - 1.18.35 Película Monsieur Vincent)
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
Todas las mañanas Margarita iba a casa de la Dama de la Caridad que le tocaba socorrer a los pobres ese día,
le pedía el puchero con la comida y las medicinas y se marchaba a atender a los enfermos pobres en sus
humildes habitaciones. Arreglaba la casa y les limpiaba a ellos, si no tenían a nadie que lo hiciera, les daba la
medicina y les dejaba la comida para ese día. Luego marchaba a casa de otro enfermo y de otro y de otro.
Reservaba un tiempo para hacer oración y, si le quedaba una hora libre, la empleaba en formarse o en lavar
ropa en el río Sena para sacar un poco de dinero y no ser gravosa, aunque las señoras le pagaban el
alojamiento y la comida.
Esta joven y su manera de vivir llamo la atención de muchas personas. Unas las admiraban y hasta la
envidiaban, Otras, sobre todo chavales, la insultaban…
En febrero de 1633 empezaron a caer enfermos hombres, mujeres y niños… en pocos días se habían
multiplicado los enfermos y muchos de ellos morían, era la peste.
A mediados de febrero Margarita tropezó con una apestada que se moría en la calle. Los familiares la habían
echado de casa por miedo. Con la mayor naturalidad, o mejor, como si reconociera a Jesús tirado en la calle,
Margarita la recogió y la llevó a su habitación. La acostó en su cama y allí murió la pobre mujer. Unos días
después Margarita cayó enferma y murió contagiada. Su caridad era tan grande que murió por haber
acostado con ella a una pobre muchacha enferma de la peste. Contagiada de aquel mal, dijo adiós a la
hermana que estaba con ella, como si hubiese previsto su muerte y se marchó al hospital de San Luis, con el
corazón lleno de alegría y de conformidad con la voluntad de Dios.”
Vicente de Paúl la consideraba como la primera Hija de la Caridad. Ella, con su vida y su entrega “muestra el
camino a las demás”. Nos lo muestra a todos. Ese camino que es Jesucristo y que se anda amando y sirviendo
a los pobres como él. Ella nos enseña a meternos en la escuela de Jesús y a aprender del único Maestro.
Texto adaptado de “Las cuatro cumplieron con su misión” Benito Martínez CM
Giuseppina Nicoli
"Sor Sonrisa" Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl
Giuseppina nació el 18 de noviembre de 1863 fue la quinta de 10 hermanos, en Casatisma, una pequeña
ciudad de Italia del Norte. Su familia estaba muy unida y Josefina creció en una atmósfera de amor y
generosidad que la abrieron a la ternura de Dios.
A los 20 años, entró en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl
en Turín, Italia. "A pesar de las preocupaciones de cada día y mis mil faltas, yo soy feliz en mi vocación y
bendigo cada vez más al Señor desde el fondo de mi corazón".
En 1885 fue enviada en misión a una escuela en Cerdeña, considerada entonces tierra de misión por su
pobreza y lejanía. Allí, Sor Josefina trabajó con entusiasmo. No se limitó al servicio en el interior del Instituto:
se dedicó a socorrer a las familias pobres de la ciudad ofreciéndose para el servicio en la cocina económica.
Esta apertura la hizo encontrarse con los jóvenes abandonados en las calles de la ciudad.
No sólo ayuda material: Sor Josefina, sabía la estrecha relación que existe entre la pobreza material y la
pobreza espiritual. Por consiguiente, el despertar de la fe entre los pobres fue para ella una garantía de su
promoción: "¿Creéis, hijas mías, que Dios espera de vosotras solamente que les llevéis a sus pobres un trozo
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
de pan, un poco de carne y de sopa y algunos remedios? Ni mucho menos… él espera de vosotras que miréis
por sus necesidades espirituales, tanto como por las corporales”. (SV, IXa, pág 229)
Una Hermana, que vivió con ella, decía: "Su actitud nos hizo entender que vivía en la presencia de Dios; no
hacía nada extraordinario, pero lo que debía hacer lo hacía muy bien; tan bien que se sentía su unión con
nuestro Señor".
En 1899 Sor Josefina fue nombrada hermana sirviente del Orfanato de Sassari. Allí desplegló toda su vitalidad,
como mujer espiritual y educadora, en su apostolado entre las jóvenes. Guio a las Hijas de María y a las
Damas de la Caridad en el servicio a los Pobres y estableció una escuela de religión para las jóvenes de las
escuelas.
Sin embargo, su primera caridad fue para las Hermanas. Ella sentía que les pertenecía y se esforzaba por
crear con ellas un auténtico espíritu de familia. “Nosotros formamos un solo cuerpo en nuestro Señor. Él es
el principio de nuestro afecto... pero no basta tener sentimientos de cordialidad es necesario demostrarlo
siempre con nuestro modo de hablar y actuar.
En 1910 fue nombrada ecónoma provincial y después directora del seminario de Turín. Tuvo que dejar
Cerdeña no sin sufrimiento… pero siempre estuvo dispuesta a vivir la obediencia como su más "estimada
libertad". "Todo pasa, dejamos las personas y los lugares, pero Dios está por todas partes, se encuentra en
todo lugar". "Debemos querer y pedir en nuestras oraciones que la voluntad de Dios se cumpla plenamente
en nosotros. Todo lo que Dios quiere es para nuestro bien".
Debido a problemas de salud, fue enviada de nuevo en misión a Cerdeña dónde fue acusada injustamente y
rechazada por el presidente del Orfanato. Los Superiores la enviaron a otra comunidad, el Asilo de la Marina
en Cagliari Sor Nicoli vivió esta prueba completamente abandonada a la voluntad de Dios: "Cuando pases por
una prueba moral no te deprimas porque el Señor está cerca de ti. Él da los pequeños golpes de cincel para
refinar su estatua. Sirvamos al Señor con alegría, confiando siempre en Él. Vivamos apacible y alegremente
confiados en los brazos de Dios, como un niño en los brazos de su madre".
En la nueva comunidad se dedicó a la educación de las jóvenes que reunió en asociaciones. A jóvenes,
procedentes del campo que trabajaban al servicio de los señores de la ciudad y a miles de jóvenes que
trabajaban en fábricas, para hacer ejercicios espirituales y retiros. Organizó además colonias de verano, en el
mar, para niños raquíticos y escrofulosos.
En el Asilo de la Marina los pobres estaban en su casa. Si Sor Josefina salía los encontraba por todas partes.
Su mirada iba más allá de las apariencias y, a través de ellos, intuía la presencia misteriosa del Señor que
pedía ayuda. Para ella, un pobre no era sólo una "necesidad" a satisfacer, sino en primer lugar una persona
con quien encontrarse.
“¡Dios nos ha amado sin medida, no pongamos límites a nuestra caridad hacia nuestros hermanos!"
La misión más genial fue con los "piccioccus de crobi" (los niños del cesto), eran niños de la calle, pobres, sin
familia, abandonados o huérfanos, mal vestidos y desnutridos, dormían bajo las puertas o en cuevas cerca de
la playa, a veces envueltos en periódicos, o bajo un gran cesto que era su casa. Sobrevivían llevando
mercancías en cestos de un vendedor a otro o del mercado a las casas, participando a veces en robos o
engañando a la gente que se ganaban la vida acarreando cosas y por la noche dormían en la calle, a veces
envueltos en periódicos, o bajo un gran cesto que era su casa.
Sor Josefina supo acercarse a estos niños del cesto con la paciencia y la delicadeza de una madre. Respetó su
vida nómada, pero los hizo conscientes de su dignidad, les proporcionó una educación y formación
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
profesional, así como instrucción religiosa. Bautizándolos afectuosamente “marianelli” es decir… de María
poniéndoles bajo la protección de la Santísima Virgen.
Toda la comunidad estaba comprometida en este servicio y los niños abandonados encontraron en las
Hermanas la familia que nunca habían tenido. "Nosotros debemos ser los ángeles guardianes de los pobres,
acogerlos con bondad y no escatimar nada para socorrerlos... Nosotros pertenecemos a los pobres; todo
nuestro tiempo debe serles consagrado. Cuando tenemos estas disposiciones, atraemos la confianza
de los pobres".
Sor Josefina llegó hasta al heroísmo de la caridad evangélica, amando a los que hacían el mal. Junto con la
comunidad, fue pública e injustamente calumniada. Sor Josefina no se defendió, dejando a Dios el cuidado de
justificarla si Él lo creía justo y pedía a Dios perdonara a sus oponentes.
Sor Nicoli murió el 31 de diciembre de 1924 en Cagliari donde fue beatificada el 3 de febrero
de 2008.
Durante toda su vida intentó "desaparecer" para hacer emerger el rostro lleno de caridad de Jesucristo. No
hagamos grandes trabajos sin amor, sino incluso pequeñísimas cosas, haciéndolas siempre para revelar el
amor de Dios por el hombre.
Se podrían describir muchas cualidades de esta mujer extraordinaria pero hay tres en las que fue excepcional:
Su alegría: En ella reinaba una alegría apacible que irradiaba sobre los demás. Se mostraba siempre feliz,
contenta, alegre, entusiasmada en su vocación.
Su humildad: Esta fue una de las cualidades que más marcó su entorno. Con el reconocimiento de sus propias
limitaciones y debilidades puso toda su confianza en Dios quien a través de ella hizo grandas cosas. Decía a las
Hermanas que “una vida espiritual auténtica consiste en un vacío total de sí misma que Dios llena”.
Su atención centrada en el Señor crucificado: Esta devoción la llevaba al sacrificio, la abnegación, la
generosidad.
Sor Giuseppina enseñaba a las demás que la caridad “Es la profesión de una Hija de la Caridad” que la hace
tan experta que los pobres acuden a ella con confianza.
Texto adaptado “Una Mistica de la Caridad. Sor Josefina Nicoli” Erminio Antonello, CM
DE LOS ESCRITOS DE LA BEATA JOSEFINA NICOLI:
La caridad, continuación de la Encarnación Jesús quiere que su Encarnación llegue a la humanidad entera, a
cada uno de nosotros. Y nos da la Eucaristía. Así permanece no sólo en medio de nosotros, sino que se da a
cada uno de nosotros, une su carne a la nuestra, su corazón al nuestro, su alma a la nuestra, formando
nosotros con él, una sola cosa en la santa comunión. Nos diviniza, así nos ha amado Dios. He ahí cómo Dios
nos ama, cómo quiere que nos amemos. Puesto que él nos ha amado sin medida, no pongamos límites a
nuestra caridad para con los hermanos. ¡Dios lo quiere! "Amaos como yo os he amado". "Padre, haz que sean
una sola cosa como yo lo soy contigo". Así ha hecho infinitos los límites de la caridad, para hacernos a
entender que nunca tendremos bastante caridad.
Toda profesión tiene un nombre que indica la ocupación de quien la ejercita. Nuestra profesión es ser Hijas de
la Caridad. Estas palabras significan mucho y nosotras no podemos entenderlas del todo. Las Hermanas de
muchos institutos que se dedican a obras buenas se llaman Hermanas de la Caridad, pero nosotras somos
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
Hijas de la Caridad, lo que significa que venimos del corazón de Dios. Tenemos que demostrarlo con las obras.
Tenemos que ser los ángeles de la guarda de los pobres y por lo tanto, cada vez que vienen a nosotras,
debemos acogerles con bondad, sin ahorrar nada para socorrerlos. Ya no nos pertenecemos a nosotras
mismas, pertenecemos a los pobres; todo nuestro tiempo tiene que estarles consagrado. Cuando estamos en
tal disposición, nos ganamos la confianza de los infelices; de hecho, llegan a nosotras personas que parecen
ricas, pero que en realidad son pobres que carecen de todo. No se atreven a descubrir su propia miseria sino es
a la Hija de la Caridad: a ella se le puede confiar todo, en la seguridad de que comprende todo lo que es pena y
pobreza y de que tratará de poner remedio a todos sus males.
Rosalía Rendu
Jeanne Marie Rendu nace el 9 de septiembre de 1786 en la aldea de Confort, Francia. Sus padres son
pequeños propietarios que llevan una vida sencilla. La Revolución de 1789, anticlerical, causa confusión y
desunión en la Iglesia. La familia Rendu, aun arriesgando su vida, acoge a algunos sacerdotes perseguidos,
entre ellos al Obispo de Annecy. La educación cristiana de Jeanne Marie está marcada por este tiempo de
persecución. Hará su primera comunión una noche, en el sótano de su casa, a la luz de unas velas.
A la edad de 10 años, la muerte de su padre y la de su hermana pequeña la conmueven fuertemente. La
señora Rendu, envía a su hija a las religiosas ursulinas que tienen un pensionado en Gex. Jeanne Marie va a
veces al hospital de la ciudad y allí descubre el servicio que las Hijas de la Caridad prestan a los enfermos y a
los pobres. y siente, cada vez con más fuerza, la llamada de Dios a unirse a ellas.
El 25 de mayo de 1802 entra en la Compañía de las Hijas de la Caridad, en París. Unos meses más tarde, la
destinan al barrio Mouffetard donde recibe el nombre de Rosalía. Allí permanecerá 54 años, curando,
socorriendo, consolando a todos los que sufren. Hombres, mujeres y niños trabajan durante largas horas en
las insalubres fábricas. Los salarios eran poco elevados, las enfermedades atacan a los pobres obreros,
quienes ven acentuarse su miseria.
Todos los días recorre las calles y callejuelas para responder a las múltiples necesidades que percibe, Sor
Rosalía, con las Hermanas de su Comunidad, cuida, alimenta, visita, consuela, apacigua… y abren
sucesivamente un dispensario, una farmacia, una escuela, un orfanato, una guardería, un patronato para las
jóvenes obreras y una casa para ancianos sin recursos. Para el servicio de los pobres, cualquiera que sea, se
atreve a emprenderlo todo, con inteligencia y audacia; nada la detiene cuando se trata de “levantar” o de
volver a levantar a la persona.
El impulso de caridad que anima a esta Hija de la Caridad es contagioso: varias señoras de la clase rica aportan
su ayuda financiera. Sor Rosalía sabe rodearse de colaboradores generosos, eficaces y cada vez más
numerosos. Los donativos afluyen rápidamente, pues los ricos no saben resistir a esta mujer tan persuasiva.
“Sus pobres”, como ella los llama, son cada vez más numerosos en esta época turbulenta. Muy pronto
establecerá toda una red de obras caritativas para combatir la pobreza.
Estudiantes deseosos de poner en práctica su vida cristiana acuden a Sor Rosalía para pedirle consejo y, como
buena educadora, pide a cada uno lo que pueda poner al servicio de los pobres: a uno su pluma, a otro su
actividad, a éste su palabra, a todos, algo de su tiempo para llevar la ayuda. Les recomienda la paciencia, la
comprensión y la cortesía: “Amad a los pobres, no los acuséis nunca… recordad que el pobres es aún más
sensible a las buenas maneras que a las ayudas”. Un grupo reducido de ellos se reunía en una especie de
círculo de estudios llamado “Conferencia de historia” Las reuniones tenían lugar en casa de D Emmanuel
Bailly, profesor de Filosofía y Director del periódico “La tribuna católica”. Entre los asiduos está Ozanam,
Lamache, Letaillandier, Léon Le Prévost, Lallier… y algunos otros. Un compañero les lanzó un día este reto:
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
“…Vosotros que presumís de ser católicos, ¿qué hacéis?. Necesitaban un guía y el señor y la señora Bailly, los
envían a la calle de l´Epée de Bois, a casa de Sor Rosalía, ésta les enseña a visitar a los pobres en sus casas; con
ella aprenden a ver a Nuestro Señor en los pobres. Será éste el comienzo de la Sociedad de San Vicente de
Paúl.
Con alegría, sostiene y aconseja a sus amigos comprometidos en las reformas sociales, pero, por predilección,
la sierva sale al encuentro de los pobres, “sus amos” allí donde está la miseria.
Durante las Revoluciones de 1830 y 1848, la vemos junto a todos los que sufren, cualquiera que sea el campo
al que pertenezcan. Sube a las barricadas para socorrer a los heridos, fueran del bando que fueran. Sin temor,
arriesga su vida en los enfrentamientos y protege a todos los que se refugian en su casa. Arriesgando su vida,
se interpone entre los que luchan diciendo: “Aquí no se mata”. Sor Rosalía no contesta el orden establecido,
no alimenta la rebelión; no es ese su método. Para luchar contra la injusticia y la miseria, despierta la
conciencia de los que tienen el poder o el dinero, trabaja en la instrucción de los niños y jóvenes de las
familias pobres y, para responder a las urgencias, estimula a compartir, “organiza la caridad”.
En 1852, Napoleón III manda imponerle la Cruz de la Legión de Honor, homenaje del gobierno por toda la
obra llevada a cabo en ese barrio tan miserable de la capital.
Su muerte, el 7 de febrero de 1856, provoca una gran emoción en todos los ambientes sociales de París. Por
delante del coche fúnebre caminaba una ola silenciosa, en la que fraternalmente se confundían todas las
clases sociales.
Sor Rosalía fue beatificada por Juan Pablo II el 9 de noviembre de 2003.
Rosalía vivió en tiempos agitados, fue tenaz e inquebrantable en la defensa de los pobres tenía una «ternura
infinita» en todo lo que a ellos se refería. Como San Vicente, Rosalía sabía ser amiga de unos y otros. Los
pobres la querían profundamente, pues percibían que vivía verdaderamente lo que pedía a las Hermanas que
la acompañaban en sus visitas. Según el testimonio de una de ellas, les recomendaba: «acoger a todo el
mundo, hablar a los pobres con bondad y dignidad al mismo tiempo, no hacerles esperar. `Trátenles, decía,
como tratarían a su padre, a sus hermanos, a sus hermanas’».
Éstas fueron las palabras del Papa en la homilía de la misa de beatificación de Sor Rosalía:
“En una época atormentada por conflictos sociales, Rosalie Rendu se hizo con alegría sierva de los más pobres
para restituir a cada uno su dignidad, a través de la ayuda material, de la educación y de la enseñanza del
misterio cristiano, moviendo a Frédéric Ozanam a ponerse al servicio de los pobres. Su caridad era creativa.
¿De dónde sacaba la fuerza para hacer todo lo que hizo? En su intensa vida de oración y en el rezo incesante
del rosario, que no abandonaba nunca. Su secreto era sencillo: como auténtica hija de Vicente de Paúl, al igual
que otra hermana de su época, santa Catalina Labouré, vio en todo hombre el rostro de Cristo. ¡Demos gracias
a Dios por el testimonio de caridad que la familia vicenciana no deja de ofrecer al mundo!”
Margarita Rutan
Sor Margarita Rutan nació en Metz el 23 de abril de 1736 y fue la octava de quince hijos. Fue bautizada el
mismo día de su nacimiento. Sus padres, testigos de la fe cristiana, dieron una sólida formación a sus hijos.
Dos hermanas de Margarita, Françoise y Antoinette Thérèse, fueron también Hijas de la Caridad y murieron
siendo muy jóvenes. El Padre de Margarita, quien había tenido una gran promoción profesional en el campo
de la construcción, formó a su hija quien se constituyó su más estrecha colaboradora.
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
Hacia los dieciocho años Margarita sintió el fuerte deseo de entregar su vida al Señor en la Compañía de las
Hijas de la Caridad y así se lo dijo a su familia pero tuvo que esperar, muy a su pesar, hasta cumplir veintiún
años para que su padre la dejase marchar.
Al concluir el tiempo de formación en la Casa Madre en París, fue enviada al hospital de Pau donde además
del servicio a los enfermos dirigió una pequeña fábrica de lana organizándola de modo eficiente y productivo.
Luego prestó servicio en Brest, Fontainebleau y otros hospitales.
En 1779 llega sor Margarita a Dax como superiora de una comunidad encargada de un nuevo hospital donde
todo estaba por hacer, tuvo que adquirir el mobiliario, organizar el servicio, realizar las ampliaciones e incluso
construir nuevas salas, especialmente la de la capilla del hospital.
Además del trabajo en el hospital ninguna miseria escapaba a su mirada. Esta sensibilidad de corazón le hizo
atender a los niños pobres mandó construir varias aulas, en el terreno del hospital para enseñarles. El hospital
de Dax, en el que se ayudaba y servía a los pobres con gran competencia y caridad, era motivo de orgullo para
los habitantes de la ciudad y de agradecimiento a Sor Margarita.
Francia atraviesa por años difíciles y esto también afecta al Hospital que poco a poco se iba quedando sin
recursos.
En 1789, comienza un período de disturbios, la Revolución, que conmocionará profundamente al país y
afectará personalmente a Margarita, haciéndole conocer el sufrimiento y la muerte. Su fidelidad a Cristo y a la
Iglesia la llevó al martirio. Al comienzo de la revolución francesa se vota la ‘Constitución civil del clero’ que
prevé someter al clero a la autoridad de la Nación, separándolo así de la autoridad del Papa. Margarita rehúsa
esta Constitución, insensible a las amenazas de Pedro Saurine. Quiere permanecer fiel a Jesucristo y a la
Iglesia, consciente de que hay hacer ciertas opciones y adoptar determinadas posturas:
En efecto, la vida de Margarita estaba profundamente arraigada en la persona del Cristo y en su Palabra. Cada
día, al escuchar la Palabra, experimentaba el amor de Dios que iba modelando su ser en profundidad y le
impulsaba a servir como Él.
- A ejemplo de Cristo, Servidor de sus hermanos, que se arrodilla para lavarles los pies, Margarita da su
vida para servir a los pobres, a los enfermos y para construir la fraternidad con todos.
- A ejemplo de Cristo, Servidor de la voluntad del Padre, Margarita orienta toda su vida teniendo como
referencia el Evangelio, con el único deseo de cumplir la voluntad de Dios.
- A ejemplo de Cristo, Servidor Sufriente, despreciado y perseguido, Margarita se abandona totalmente
en las manos de Dios. Durante la tormenta revolucionaria, demostró su amor hasta el extremo.
- En el hospital de Dax, Margarita se entrega totalmente al servicio de los enfermos y de la comunidad
de la que es la responsable.
- A imitación de Cristo atento a cada persona y compasivo ante todo sufrimiento, Margarita comparte
las alegrías, las esperanzas, las tristezas, las angustias de las personas que encuentra y de aquellas con
quienes vive. Mantiene relaciones de cercanía y de reciprocidad. Es, entre todas ellas, como un enlace
que favorece una vida de comunión.
- A imitación de Jesús que cura a todos los enfermos-…” Mc 1, 32-34), Margarita acoge a los enfermos
con profundo respeto y los cuida con competencia. Conmovida en lo más profundo de sí misma, dice
unas palabras y tiene unos gestos que alientan dando fuerza y valor para seguir adelante.
- A imitación de Jesús que sale al encuentro de las personas marginadas, Margarita se atreve a acoger,
en un servicio del hospital, a jóvenes embarazadas y abandonadas por la sociedad, les ayuda y
acompaña, siendo así que, en aquella época, no era precisamente esa la norma. También se hace
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
cargo de la educación de los niños de la calle, despliega su creatividad y hace construir para ellos dos
pequeñas clases. Quiere suscitar la vida en todas sus dimensiones: física, psicológica, intelectual,
afectiva y en primer lugar y ante todo, la vida en lo que tiene de más elemental, en lo que se necesita
cada día para vivir sencillamente, con dignidad humana.
- A ejemplo de Jesús que envía a sus discípulos en misión, estimulándolos a ser agentes de
evangelización, Margarita moviliza todos sus recursos humanos y espirituales para animar el
establecimiento hospitalario de Dax. Sensibiliza a la gente y solicita la generosidad en torno a ella.
Impulsa unas relaciones de colaboración que crean un clima de Evangelio en medio de ellas.
- A imitación de Cristo totalmente orientado hacia el Padre e invadido por su amor, Margarita saca luz y
fuerza de la Eucaristía diaria, de la oración y la meditación de la Palabra de Dios. Su relación con Cristo
es primordial. Guardando en su corazón aquellas palabras: “Todo lo que hagáis al más pequeño de
mis hermanos, a mí me lo hacéis”, puede dejar a Dios ” presente en la capilla “ para encontrarlo ”
presente en el corazón y en la vida de los que sufren”
La respuesta a la llamada del amor se hace humilde servicio para que el otro crezca y sea, a su vez, capaz de
amar: ”si alguno quiere ser el primero, que sea el último y el servidor de todos“. Es lo que Margarita trata de
vivir.
ORACION:
Oh Dios, que diste a estas Hijas de la Caridad el espíritu evangélico y un ánimo alegre, para el
cuidado y promoción de los pobres, concédenos, por su intercesión, que siguiendo las mismas
virtudes, te anunciemos en el mundo, como verdadero Padre de los pobres. Te pedimos para que
el carisma vicenciano continúe presente en la Iglesia, con nuevas y entusiastas vocaciones
entregados totalmente a Dios para el servicio de Cristo en los pobres.
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
DINÁMICA: “400 AÑOS DE MUJERES TESTIGOS DE LA CARIDAD”
Tras escuchar y ver un pequeño resumen de la vida de estas cuatro mujeres que vivieron para y por
los pobres, vamos a ver si sois capaces de reconocerlas.
Para ello comenzaremos a JUGAR…
Tenemos tres modelos de dado, uno pequeño, otro mediano y el último grande (Anexo II, III) y en
formato Publisher (el grande). Deberéis elegir uno con el cuál jugar. Tanto en el formato mediano
como el grande pueden construirlo las personas que participen y que sea parte de la dinámica.
Los dados están compuestos por 6 caras, en cuatro de ellas está presente la imagen de las HH.CC
que hemos visto anteriormente.
¿Cómo jugar?
1. Lanzaremos el dado y si sale la imagen de alguna de las HH.CC, el grupo o equipo tendrán que adivinar de quien se trata. (En cada imagen hay algunos datos para facilitar el juego)
2. El coordinador de la dinámica podrá ir dando pistas al equipo (datos sobre su vida) 3. Tras adivinar el nombre, tendrán que asignarle uno o varios valores de las Obras sociales
que creen que son característicos de esa Hija de la Caridad. Y decir por qué. En el Anexo II habrá una reseña de los valores y su explicación.
4. Si sale el símbolo de este año “Valores que renacen y nos unen” tendrán que volver a tirar. 5. El coordinador del juego tendrá las soluciones:
Margarita Rutan
Giuseppina Nicoli
Margarita Nasseau Rosalía Rendu
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
ANEXO I: RESEÑA VALORES OBRAS SOCIALES
La dignidad humana: Reconocen el valor de la persona en todas las dimensiones de su ser. Ven
en los que sufren a hijos de Dios, a hermanos/as de quienes son solidarias. Se pronuncian
abiertamente por el respeto a la defensa de la vida humana y por el derecho a la paz para todos los
pueblos y todas las naciones.
La justicia: Su compromiso es trabajar en el plano social para cambiar las estructuras injustas que
engendran pobreza. Denuncian las situaciones que explotan y que excluyen a las
personas. Respetan sus situaciones particulares y colaboran con los que defienden sus derechos.
La solidaridad: Comparten lo que son y lo que tienen en cercanía con los más necesitados, como
expresión de la fraternidad universal, buscando con ellos soluciones y les transmiten espíritu de
superación. Convencidas de que los bienes de la Tierra constituyen un patrimonio común, favorecen
el uso responsable de los recursos naturales y la distribución equitativa de bienes.
Creatividad y audacia: Es una exigencia de fidelidad al espíritu de los Fundadores responder
permanentemente con creatividad y valentía ante los cambios de los tiempos, para dar respuesta a
las necesidades de los más desfavorecidos.
La gratuidad: Ponen al servicio de sus hermanos/as, su persona, talentos, tiempo, trabajo…sin
esperar nada a cambio.
Disponibilidad: Dispuestas y ágiles para responder donde se les necesite, superando los intereses
propios por el bien común.
Profesionalidad y formación: Apuestan por la calidad humana, la competencia profesional y
técnica y el compromiso con los más débiles. La formación es una cuestión de justicia.
Humanización de la técnica: En su servicio integral se esfuerzan por humanizar la técnica,
haciendo de ella vehículo de la ternura de Cristo
NOTA: CADA VALOR PUEDE ESTAR ESCRITO EN UN TROZO DE PAPEL, Y CUANDO
TENGAN QUE ASIGNARLE UN VALOR, PONERLO ALREDEDOR DE LA IMAGEN DEL
DADO.
**Aquí solo está el dado tamaño folio, el dado tamaño A1 está en formato PDF
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
ANEXO II: DADO TAMAÑO FOLIO
Encargada del Hospital
Conoció a S.V.P
1786
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
INTRODUCCIÓN
Nos reunimos ante Ti Señor, para darte gracias porque hace ya muchos años, desde el 29 de noviembre de 1633, San Vicente y Santa Luisa lograron reunir bajo la llamada del Señor, a muchas jóvenes para vivir la Caridad como ideal de su vida, fundando la Compañía de las Hijas de la Caridad.
Desde aquel día, hasta hoy, muchas hijas de la Caridad han constituido una larga cadena de amor y de servicio
entre los Pobres, ayúdalas a seguirte con entusiasmo renovado en el servicio de sus preferidos los Pobres y a
nosotros haznos sensibles a las necesidades de los más débiles y fuertes para acoger siempre a todo aquel
que nos necesite.
CANTO
Confío en ti, de ti me fie no andaré tus pasos si no es desde la Fe.
Justo he de vivir si en Ti confié. Dame Dios tu Espíritu, dame Tú la Fe.
CONECTANDO CON LA HISTORIA
La Compañía, fundada en el siglo XVII por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de
Marillac, el 29 de noviembre de 1633, es conocida en la Iglesia con el nombre
de: Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Siervas de los
Pobres.
Nació para dar respuesta a las múltiples necesidades de los innumerables
pobres que existían en Francia en el siglo XVII. San Vicente comenzó fundando
las Cofradías de la Caridad en Chatillon. Las primeras voluntarias, en los
pueblos, fueron mujeres acostumbradas a realizar trabajos duros desde su
infancia. En París, fueron las señoras, con frecuencia de alto rango, quienes se
adhirieron a las Cofradías. Pero éstas, al tener que compartir el tiempo entre el servicio de la Cofradía, las
exigencias de su familia y de su vida social, llegaron a descuidar el servicio de los Pobres.
Para hacer frente a la miseria, se necesitaban mujeres de los pueblos y del campo, que amaran a los Pobres y
que estuvieran totalmente disponibles y dispuestas a realizar las tareas más humildes, que no eran propias de
las “personas de alta condición”.
Durante una misión predicada por el mismo San Vicente, Margarita Naseau, joven pastora, autodidacta,
natural de Suresnes, oye a San Vicente explicar su proyecto: enviar a jóvenes voluntarias para atender a los
Pobres; por otra parte, ella misma perderá la vida en este servicio, al contagiarse de la peste en contacto con
una enferma que había alojado en su casa. Margarita llega a París en 1630. San Vicente se la confía a Luisa de
29 de Celebración
“Es necesario nacer del Espíritu” (Jn 3,5)
Marillac para que la forme en el servicio a los Pobres. Pronto, otras jóvenes se presentan y, juntas, bajo la
dirección de Luisa de Marillac, constituyen un nuevo Instituto: la Compañía de las Hijas de la Caridad.
REFLEXION
PALABRA DE DIOS
“Hay diversidad de dones, pero un mismo espíritu. Hay diversidad de carismas
pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad de servicios, pero uno mismo es
Dios, que obra todas las cosas en todos. Y a cada uno se le otorga la
manifestación del Espíritu para común utilidad” (1Co 12, 4-7)
CANTO
Nada vale la pena, comparado con tu amor, nada vale la pena, comparado contigo, Señor
ORACIÓN Todos juntos
Padre de la vida, inspira en nosotros los gestos y palabras oportunas,
ojos limpios para ver con claridad,
una mirada amable, que acoja y nos comprometa,
una mirada que pase del exterior al interior,
una mirada atenta para no perdernos nada de cuanto acontece.
Danos oídos atentos a las llamadas y gritos que lanza la realidad,
oídos dispuestos a la escucha, a aprender escuchando y a saber escucharte.
Danos un tacto capaz de sentir, de acercar, de apoyar, de abrazar, de perdonar.
Un tacto que implique presencia, proximidad y mucha ternura.
Un tacto cercano, lleno de calor, rebosante de compasión.
Danos entrañas de misericordia,
ese sentido que sólo tienen las personas
que se sienten agradecidas y comprometidas.
Danos la mirada, la escucha, la atención preferente a los últimos
y la compasión de San Vicente de Paúl y Santa Luisa. Amén