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Los retos de la democracia en Bolivia 1 DEMOCRACIA EN BOLIVIA Cinco análisis temáticos del Segundo Estudio Nacional sobre Democracia y Valores Democráticos cuaderno 1.indd 1 13/8/05 21:22:29

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Los retos de la democracia en Bolivia

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DEMOCRACIA EN BOLIVIA

Cinco análisis temáticosdel Segundo Estudio Nacional

sobre Democracia y Valores Democráticos

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Cinco análisis temáticosdel Segundo Estudio Nacional

sobre Democracia y Valores Democráticos

Álvaro García LineraRaúl España Cuéllar

Andrés Torrez Villa GómezErick Torrico Villanueva

Amalia Prado Meza

DEMOCRACIA EN BOLIVIA

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Corte Nacional Electoral

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Primera edición, agosto de 2005Depósito legal:

© Corte Nacional Electoral

Av. Sánchez Lima Nº 2482 y 2440 SopocachiTeléfono: (591-2) 241-0330, Fax: (591-2) [email protected] Paz, Bolivia

Editado por:Unidad de Análisis e InvestigaciónDel Área de Educación Ciudadana de la CNE

Cuidado de edición: Unidad de Información PúblicaDiseño gráfico: Ernesto Azcuy DomínguezDiagramación: Percy Mendoza • BuBu MendozaImpresión: Imprenta Editorial G&S Producciones

Impreso en BoliviaTiraje de 1.000 ejemplaresDistribución gratuita. Prohibida su venta

Los datos e interpretaciones publicados en este Cuaderno de Análisis e Investigación no comprometen la autonomía independencia e imparcialidad de la Corte Nacional Electoral.

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PRESENTACIÓN 9

Los retos de la democracia en BoliviaÁLVARO GARCÍA LINERA 11

1. DEMOCRACIA Y CAMPO POLÍTICO 13 1.1. El carácter performativo del concepto de democracia 13 1.2. Crítica de la lectura procedimental de la democracia 15

2. LOS RETOS DE LA DEMOCRACIA 25 2.1. Primer reto: La democracia de bienestar económico 26 2.2. Segundo reto: Democracia y complejidad institucional. Liberalismo y comunitarismo 34

2.3. Tercer reto: La ejecución del referéndum 47 2.4. Cuarto reto: Autonomías regionales y unidad estatal 52 2.5. Quinto reto: Ciudadanía multicultural 59 2.6. Sexto reto: Un nuevo armisticio social. La Asamblea Constituyente 64

La participación política y electoral en BoliviaRAÚL ESPAÑA CUÉLLAR 71

1. ANTECEDENTES 73

2. BREVES CONSIDERACIONES TEÓRICAS SOBRE LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL 73 2.1. El enfoque sociológico 73

2.2. El enfoque político 74 2.3. El enfoque institucional 74

3. EL TELÓN DE FONDO DE LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL 74

3.1. El carácter de las tendencias participativas de la sociedad boliviana 74 3.2. Las valoraciones sobre la democracia 75

4. BREVES CONSIDERACIONES SOBRE EL ABSTENCIONISMO EN LAS ELECCIONES GENERALES DE BOLIVIA 79

5. ANÁLISIS DE LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL A PARTIR DE CULTURA POLÍTICA Y DEMOCRACIA EN BOLIVIA. SEGUNDO ESTUDIO NACIONAL 81

ÍNDICE

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5.1. La participación electoral desde la perspectiva de la distribución espacial de la población 81 5.2. La participación electoral desde la perspectiva de las variables sociales 82 5.3. Participación electoral y evaluación del sistema político 87

5.4. La participación electoral y la actividad política 88 5.5. La participación electoral, crisis de legitimidad y democracia participativa 89

6. CONCLUSIONES 95

7. BIBLIOGRAFÍA 96

Los actores políticos y sociales en BoliviaANDRÉS TORREZ VILLA GÓMEZ 99

1. INTRODUCCIÓN 101

2. ANTECEDENTES 102

3. ANÁLISIS DE LOS ACTORES POLÍTICOS 107 3.1. ¿Quiénes son los actores políticos? 108 3.2. ¿Quiénes son los actores sociales? 109 3.3. La identificación de los actores políticos en el estudio 109 3.4. La legitimidad de los actores políticos 110 3.5. La representatividad de los actores 128

3.6. Las fortalezas de los actores políticos 134 3.7. Las debilidades de los actores políticos 135

3.8 Los desafíos de los actores políticos 141

4. ANÁLISIS DE LOS ACTORES SOCIALES 142 4.1. La identificación de los actores sociales del estudio 143 4.2. La legitimidad de los actores sociales 144 4.3. La representatividad de los actores sociales 144

4.4. Las fortalezas de los actores sociales 149 4.5. Las debilidades de los actores sociales 150

5. CONCLUSIONES 151 5.1. La democracia 152 5.2. El orden económico 152

5.3. La internacionalización 152 5.4. La diversidad cultural 152

5.5. La educación cívica 152 5.6. La identidad propia 153 5.7. Los partidos políticos 153 5.8. Los movimientos sociales 154

6. BIBLIOGRAFÍA 155

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Comunicación y democracia hacia unademocracia comunicadaERICK TORRICO VILLANUEVA 157

1. INTRODUCCIÓN 159

2. DEMOCRACIA, COMUNICACIÓN, MASS MEDIA Y TIC EN BOLIVIA 160 2.1. La incomunicación Estado y sociedad 160

2.2. La triple crisis actual vista desde la óptica comunicacional 161 2.3. Los medios masivos en la mira 162 2.4. ¿Y la Bolivia digit@l? 164 2.5. El mediocentrismo puesto en cuestión 165 2.6. Tres dimensiones de una incomunicación que persiste 166

3. LA MIRADA EMPÍRICA A LO LARGO DE UN SEXENIO (1999-2004) 168 3.1. La comunicación como valor democrático 168

3.2. El estado de incomunicación social 169 3.3. Las facetas de la incomunicación política 170 3.4. Las relaciones de los ciudadanos con los medios masivos 174

3.5. Participación ciudadana vía información noticiosa 179 3.6. La información pública deficitaria 181

3.7. Multiculturalidad y no comunicación 183 3.8. El diálogo o la violencia 185

4. PERMANENCIAS Y VARIACIONES 187 4.1. Situación y condiciones en la sociedad y la política 187 4.2. Ciudadanía y medios de difusión 188

5. CONCLUSIÓN 189

6. BIBLIOGRAFÍA 190

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El efecto de la información política sobre medidas alternativas de apoyo a la democraciaAMALIA PRADO MESA 193

1. INTRODUCCIÓN 195

2. ANTECEDENTES EMPÍRICOS Y TEÓRICOS 197 2.1. El contexto regional 197

2.2. El caso boliviano 198 2.3. Cultura política y procesos de consolidación democrática 199

2.4. Problemas de medición 200 2.5. El papel de la información política en democracia 201

3. HIPÓTESIS 203

4. MÉTODOS 205 4.1. La muestra 205 4.2. Medidas 206

4.3. Análisis 207

5. RESULTADOS 207

6. DISCUSIÓN 214 6.1. Los límites de la investigación 215

6.2. Apoyo efectivo vs. apoyo normativo 216 6.3. Información política y apoyo a la democracia 216 6.4. Confianza en el gobierno, una conceptualización diferente 217

6.5. Preocupación por la corrupción 218

7. INFORMACIÓN POLÍTICA Y APOYO A LA DEMOCRACIA EN 2004 219 7.1. Antecedentes de información política 220 7.2. Efectos de la información política 220

8. BIBLIOGRAFÍA 224

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PRESENTACIÓN

Durante el segundo semestre de 2004, la Corte Nacional Electoral (CNE), gracias al Acuerdo de Contribución (PSR-01/03-04/FSP) suscrito con la Agencia Canadiense para el Desarrollo (ACDI), ejecutó el Segundo Es-tudio Nacional sobre Democracia y Valores Democráticos en Bolivia, como una segunda experiencia en relación a la Primera Encuesta sobre Democracia y Valores Democráticos en Bolivia realizada por la CNE en 1999.

El objetivo de este estudio fue el de obtener resultados cuantitativos y cualitativos que per-mitieran orientar y priorizar las acciones del Programa Nacional de Educación ciudadana Para Vivir en Democracia 2004–2006 además de conocer las percepciones de la población para asumir con mejores resultados los nuevos desafíos democráticos y participativos del país, como el referéndum, y conocer las visiones que tiene la población sobre las Elecciones Munici-pales 2004 y la Asamblea Constituyente.

El estudio fue ejecutado técnicamente por la empresa especializada Encuestas & Estu-dios, la cual, bajo supervisión, seguimiento y coordinación de la Unidad de Análisis e Investigación de la CNE, realizó un estudio de sistematización de fuentes secundarias, 17 ent-revistas en profundidad y 15 grupos focales en todas las regiones, como parte del componente cualitativo, y una prueba piloto en el eje cen-tral del país y una encuesta nacional de 3.000

casos, como parte del componente cuantitativo de investigación.

Los resultados del Segundo Estudio Nacio-nal fueron presentados en un evento público realizado en febrero de 2005 en la ciudad de La Paz y difundidos a través del Cuaderno de Análisis e Investigación Nº 4 de la CNE, Cul-tura política y democracia en Bolivia. Segundo Estudio Nacional.

Sobre lo avanzado, la Corte Nacional Elec-toral programó la ejecución de una etapa de análisis y discusión de los resultados de los componentes cualitativo y cuantitativo del Se-gundo Estudio Nacional, encargando para ello el análisis por ejes temáticos de la información obtenida a cinco especialistas nacionales, todos ellos de alto reconocimiento y prestigio en su campo. De esa manera, Álvaro García Linera, analizó el tema de los retos de la democracia boliviana; Raúl España Cuellar, investigó sobre la participación política y electoral en Bolivia; Andrés Tórrez Villa Gómez, estudió el comportamiento de los actores políticos y sociales; Erick Torrico Villanueva analizó la relación entre democracia y comunicación; y Amalia Prado Mesa investigó las conexiones existentes entre información política y apoyo a la democracia.

Los resultados de estos trabajos están expu-estos en este primer volumen que inaugura la

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serie especial de los Cuadernos de Análisis e Investigación: La democracia en Bolivia. Cinco análisis temáticos del Segundo Estudio Nacio-nal sobre Democracia y Valores Democráticos. En cada uno de estos análisis, los autores, desde sus propias visiones, conocimientos y experien-cias históricas, contribuyen al esclarecimiento de la problemática política nacional actual, de sus actores y protagonistas y sobre todo de

las limitaciones pero también de los nuevos desafíos de la democracia boliviana.

Con esta nueva publicación, la CNE reaf-irma su convencimiento de que el desempeño de nuestra democracia requiere de insumos orientados a fortalecer el diálogo plural y la reflexión informada en el espacio público, a la vez que del pensamiento crítico.

Dr. Salvador Romero BalliviánVocal de Procesos Electorales

y Educación Ciudadana Corte Nacional Electoral

Dr. José Luis Exeni R.Director Nacional

Educación Ciudadana, Capacitación,Análisis e Información

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Álvaro García Linera

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1. DEMOCRACIA Y CAMPO POLÍTICO

En las últimas décadas, la palabra “democracia” ha adquirido el rango de valor social normativo y prescriptivo en la constitución de los poderes públicos en todos los Estados modernos. Independientemente del punto de vista que se tenga, más conservador o reformador, más académico o administrativo, la enun-ciación discursiva para adquirir el rango de legitimidad y para acceder al circuito de reconocimiento social debe referirse de alguna manera a la “democracia” como bien sustantivo de la interacción colectiva. Esto muestra que esta palabra juega el papel de dispositivo de vigencia y ascendencia del discurso dentro del campo político.1

1.1. El carácter performativo del concepto de democracia

El campo político es el espacio de fuerzas, luchas y competencias por la definición de los acontecimientos, las acciones, las ideas, los conceptos, las jerarquías y las estrategias consideradas válidas para regular la vida en común y los bienes comunes de una sociedad. En el proceso de constitución de este campo, las estructuras simbólicas en todas sus formas (reflexivas y prerre-flexivas, discursivas, representables y prácticamente ejecutables) juegan un papel decisivo. Estas estructuras o, mejor, las luchas por la constitución particular de estas estructuras establecen las múltiples estrategias programáticas discursivas para el monopolio de la

conversión de las ideas en organización-institución, en materia social, en acción colectiva y en fuerza, esto es, para el monopolio de lo que habrá de entenderse, temporalmente, como política.

En este campo, así delimitado, ciertas palabras jue-gan el papel de gatilladores de crédito, de principios de habilitación a la competencia y lucha por la consagra-ción. Y esto es así porque estas palabras y/o conceptos anudan la estructura de orden en el campo o, lo que es lo mismo, su connotación histórica, su trayectoria y la síntesis simbolizada de las lecturas dominantes de en-tendimiento de la acción política. Entonces, el manejo y la presentación de estos signos y palabras de adecuación al orden son los primeros requisitos para el ingreso al campo, constituyéndose así en conceptos o palabras “certificadoras”que delimita una primera frontera entre los “profanos” y los “ungidos”, entre los “entendidos” y los “marginales”.

A partir de ese momento, habiendo accedido ya al campo de las enunciaciones legítimas, la posibilidad de que el discurso y su portavoz (personal o institu-cional) obtengan mayores niveles de reconocimiento, de influencia y afectación en los acontecimientos po-líticos dependerá de varios factores. Dependerá de las características de la narrativa discursiva que acompañe al dispositivo de acceso a la legitimidad (en este caso, a la palabra “democracia”), de la habilidad con que se lo trabaje y articule con otros “dispositivos de verdad” socialmente existentes, de la “resonancia” que guarde con otros saberes colectivos susceptibles de ser movili-

1 Fue Bourdieu quien definió el mundo de las disputas políticas como un campo donde los sujetos políticos ocupan una posición y des-pliegan unas luchas en función del volumen de capital político que poseen. Ahora bien, este capital político es el capital de reputación y de reconocimiento que permite a las personas u organizaciones que lo poseen influir y modificar, parcial o totalmente, la manera cómo la sociedad representa, significa, imagina y “conoce” las jerarquías, las divisiones sociales y las “necesidades” que regulan o deben regular la vida colectiva de un país. Por ello, Bourdieu habló del campo político como del espacio de competencias y luchas simbólicas “por la manipulación legítima de los bienes políticos” que tienen por objetivo común el poder sobre el Estado. Sobre el concepto de campo político, véase, P. Bourdieu, El campo político, Plural, La Paz, 2001.

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zados, de su relación con la estructura de otros campos limítrofes (el campo científico, el campo intelectual) y de la posibilidad de integrar otros bienes políticos reconocidos en el campo, como por ejemplo, el apoyo de instituciones prestigiosas, recursos monetarios, titu-laciones que respalden lo dicho y otras distintas formas de capital político vigentes.

Las palabras y las ideas son, por tanto, dispositivos de poder sólo en contextos de poder pues por sí mismas son sólo apuestas por la representación del mundo. El carácter performativo de los discursos, esto es, el que la palabra devenga en materia social, en fuerza práctica, requiere de la presencia de esa materia, de la existencia de núcleos de fuerza que, gracias a esas palabras que juegan el papel de articulaciones, se fusionan, se suman o se escinden desencadenando procesos sociales de acción colectiva. Las palabras y los discursos políticos tienen, entonces, el poder de hacer cosas sólo en tanto que existe previamente el poder de las cosas.

Los discursos políticos, como por ejemplo el de democracia, tienen, por tanto, la capacidad de producir productos, acontecimientos, sujetos y acciones polí-ticos, pero nunca de manera arbitraria, sino sobre el campo de posibilidades estructurales heredado por el discurso y que existe independientemente de la acción de la palabra.

En términos estrictos, en el ámbito de estudio de los comportamientos políticos no hay palabras ni concep-tos neutros; su significado es un determinado volumen de poder social obtenido por el desplazamiento de otros poderes acumulados anteriormente y, que sirve directamente, además, a la perpetuación, ampliación o transformación de esta circulación de poderes en del campo político. Detrás de cada palabra y de cada discurso sobre la política, y la democracia es uno de ellos, hay un flujo de fuerzas materiales y discursivas que pugna por el monopolio de las formas dominantes de la significación del mundo y de los modos legítimos de interpretar y entender los conceptos sobre el mundo. En este sentido, la política puede ser leída como el juego social que asume de manera explícita la lucha por el monopolio de las enunciaciones legítimas del mundo que son capaces de crear algún tipo de organización social (instituciones, comportamientos, normas, etc.).

Cada concepto es, por lo tanto, la escenificación pro-visional de un campo de fuerzas donde continuamente

se dirimen múltiples potencialidades de su significado habilitadas, gatilladas, por el contexto. De ahí que las luchas por el significado de las palabras y los conceptos, por su montaje y desmontaje, sea tan importante. O, mejor, que sea parte de la propia lucha por los poderes sociales que habrán de tener esas palabras, esos con-ceptos y los discursos, en el montaje o desmontaje de la correlación de fuerzas del campo político.

En el concepto de democracia se anudan, precisa-mente, estas dos determinaciones del campo; él es un dispositivo de acceso a la legitimidad del predominante campo discursivo político, pero a la vez el concepto mismo de democracia, en sus actuales cualidades de contenido histórico, es fruto de una competencia, de unas luchas de significaciones llevadas adelante en las últimas décadas en libros, conferencias, investigaciones y debates. Esto muestra que no existe la “verdadera” y definitiva definición de democracia, transhistórica y objetiva. Lo que se entiende por democracia en un momento dado es siempre una convención histórica, un producto provisional de intersubjetivaciones resultantes de distintos modos de acción comunicativa. Pero, no olvidemos, de acciones comunicativas en las que los po-deres de enunciación no están distribuidos igualmente entre los concurrentes a la producción de la definición. La distribución del peso y la capacidad de nombrar las cosas es siempre desigual y, por eso, tenemos defini-ciones dominantes, consideradas válidas, y definiciones subalternas, consideradas provisionalmente ilegítimas, independientemente de la razón argumentativa que acompañe a cada una de ellas.

Así, la validez de una definición, su rango de verdad es una contingencia histórica que resulta, en primer lugar, de la estructura de fuerzas discursivas y organizativas dentro del campo político y del campo intelectual y, sólo en segunda instancia, de la fuerza argumentativa de las razones expuestas en la definición. Así, lo que hoy se considera una definición aceptable de la democracia es probable que mañana sea tomada como irrelevante y sustituida por la que hasta entonces era tomada como marginal.

En la teoría social, las “verdades”, las evidencias, las legitimidades son arbitrariedades culturales re-sultantes de la trayectoria histórica de la estructura y funcionamiento del campo intelectual, de sus procesos de acumulación, verificación y competencia interna que

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han consagrado cierto modo de entender, investigar y nombrar al mundo. Cuando se trata de conceptos que afectan o que son utilizados dentro del campo político, la construcción del régimen de validez del concepto combina una arbitrariedad cultural con una arbitrarie-dad política.2

1.2. Crítica de la lectura procedimental de la democracia

El concepto de democracia articula, justamente, esas dimensiones. La actual invención dominante del significado de democracia en el ámbito intelectual, en su versión liberal, minimalista y procedimental, cons-truye el concepto en los términos de la formación de un orden regulatorio del proceder político.3 Ya sea como método de selección y renovación de gobernantes y/o como modo de resolución de conflictos según ciertos procedimientos, estas maneras de entender a la demo-cracia suponen unos fines valorados (selección de los más aptos, resolución de conflictos) ante los cuales la democracia se presenta como un medio instrumental mediante el cual se puede alcanzarlos.

La ausencia de fundamentación moralBajo esta mirada procedimental, la democracia se

entiende como un artefacto, como un conjunto de reglas que permite la selección de élites que atienden la agre-gación de intereses privados y cuyo resultado final es la “voluntad general”. De esta manera, la democracia se define como un instrumento que permite la selección de

los “más capaces” para la administración de lo público o como instrumento para atenuar los conflictos entre múl-tiples intereses individuales. Así, la democracia queda reducida a una “herramienta” sobre cuya argumentación moral se puede decir lo mismo que se dice sobre cual-quier técnica empleada para lograr algún propósito. Lo central de esta definición no es, pues, el medio, los pro-cedimientos o la “herramienta”, sino los resultados que ese procedimiento permite obtener: la selección de élites o el apaciguamiento de los conflictos, que se presentan como valores sociales determinantes. Por ello, si hubiese otra “herramienta” política más apta para obtener de manera más eficiente esos mismos resultados, no habría ningún motivo moral para no sustituir a la “democracia” por otro artefacto institucional.

Dejando de lado la suposición de que los intereses individuales agregados existen independientemente de la acción política, esta manera de entender la demo-cracia reduce el hecho democrático a una técnica de agregación de intereses cuya meta es maximizar una uti-lidad (la selección de elites o resolución de conflictos), similar al papel que en la teoría liberal juega el mercado en la optimización de la asignación de recursos. Así, la justificación instrumental de la democracia es una “teoría” de la democracia imposibilitada de fundarla en valores o premisas históricas pues la democracia es sólo un medio para fines que sí pueden tener algún tipo de argumentación histórico-moral, aunque indepen-dientemente de la “democracia” que sólo es el “medio” temporal para alcanzarlos.

2 Al igual que las reglas de los campos, este trabajo de objetivación es también un espacio de tensionamiento de fuerzas, pero con la diferencia de que las armas que se esgrimen, los poderes que se tensan, son los de las razones, los de la lógica argumental. De esta manera, no porque toda construcción conceptual esté regida por un espacio de fuerzas es potencialmente válida, como supuso cierto anarquismo epistemológico. El que un concepto desempeñe la función de dispositivo de verdad política en el campo político no significa necesariamente que tenga un rango de validez en el campo intelectual y viceversa. Sin embargo, es posible que una formación de validez, construida con la lógica argumentativa en el campo científico, pueda influir en la construcción de dispositivos de verdad políticos que modifiquen la disposición del campo político, más aún si éste está construido sobre forzamientos o mutilaciones argumentativas en las construcciones discursivas. Así se constituye una cadena de influencias entre las luchas argumentativas, propias del campo científico, con las luchas por el sentido, propias del campo simbólico, con las luchas políticas, propias del campo político. Este carácter ficticio de determinadas “verdades” sociales no quita, sin embargo, la existencia de lo que Bourdieu ha denominado el “trabajo de objetivación” del campo científico, que consiste en el conjunto de procesos de acumulación, control, verificación, argumentación y contra argumentación internos correspondientes a la lógica específica del proceder de la construcción conceptual y a la cual el investigador está obligado a ceñirse desde el momento en que acepta su papel de investigador. Ver, P. Bourdieu, El oficio del científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad, Anagrama, Barcelona, 2003.

3 J. Schumpeter, Capitalismo, socialismo y democracia, Aguilar, México, 1952; G. Sartori, Teoría de la democracia, 2 tomos, Alianza Universidad, México, 1988; A. Dahl, La democracia y sus críticos, Paidós, España, 1993; A. Przeworski, Democracia y mercado, Cam-bridge University Press, 1995; A. Liphart, Las democracias contemporáneas, Ariel, Barcelona, 1998; S. Huntington, La tercera ola, la democratización a fines del siglo XX, Paidós, España, 1994; N. Bobbio, El futuro de la democracia, FCE, México, 1995; G. Pridham, Transitions to Democracy, Darmouth, Aldershat, 1995.

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Esto imposibilita la lectura de la democracia como un valor en sí mismo, pues se la justifica únicamente por los resultados que produce. Bajo esta mirada, de hecho, cualquier intento de fundamentación de la democracia queda inhabilitado, pues no se puede fundamentar la “teoría” de alguna herramienta particular, por ejemplo un martillo.

El fondo lógico de la teoría procedimental impo-sibilita construir una teoría de su consistencia histó-rico-moral, lo que no quita la existencia de abundante literatura para su legitimación por la vía del expediente de la predominancia histórica de esta manera de enten-der la democracia.

Decimos que se trata de un recurso de legitimación ideológica mas no así de fundamentación teórica, en la medida en que para validar una construcción lógica se recurre a un suceso histórico, cuando lo que las reglas del campo científico exigen es que la fuerza argumentativa radique en el propio armazón lógico y, después, en su capacidad de dar cuenta de los proce-sos históricos. A su vez, esta desarticulación entre lo lógico y lo histórico permite una ideologización del discurso teórico en la medida en que ya no se presenta como un proceso de producción de conocimiento, en base a reglas y procedimientos lógicos, sino como una legitimación de procesos históricos, en base a la manipulación de herramientas lógicas. El resultado de esta justificación procedimental de la democracia es un discurso de la “democracia”, profundamente ideologizado y por tanto de desconocimiento, de encubrimiento de realidades políticas de dominación que son las que, precisamente, han generado la historia de cualquier régimen de gobierno. Lo paradójico de esta interpretación procedimental de la democracia es que al tiempo de colocar la evidencia histórica como argumento de su inevitabilidad, la propia lógica argumentativa que emplea, la democracia es un medio para fines, hace que en el fondo la democracia sea con-siderada prescindible, como lo es cualquier artefacto que puede ser reemplazado por otro más eficaz en la misma función.

Así, mientras en la legitimación del discurso la de-mocracia es presentada con la fuerza de una fatalidad histórico-natural, la razón argumentativa ubica a la democracia como un artefacto reemplazable en función de la eficiencia en la obtención de unos resultados que sí tienen el rango de valores (selección de los más aptos, resolución de conflictos).

Cuando el discurso teórico usa a la historia de las acciones políticas como justificación y demostración del concepto, un particular estado de la correlación de fuerzas y unas específicas relaciones de domina-ción que sostienen esas acciones históricas quedan consagrados teóricamente como sustancia y alcance del concepto y, entonces, cualquier construcción discursiva posterior que se haga a partir de esta formación de significancia conceptual no puede ser más que un discurso legitimador de las relaciones de dominación de las que partió el discurso. Con ello, la retórica ha sustituido a la investigación y la ideología al proceder científico. Gran parte de la producción bibliográfica sobre democracia y cultura democrática en Bolivia puede ser catalogada, precisamente, de esta manera.4

Eludir los límites del discurso legitimista requiere, por lo tanto, varias rupturas; inicialmente, dejar de tratar a la historia como “criterio de verdad” de la teoría para tratarla como un objeto que, precisamente, va a ser desmontado a partir de las cualidades de los conceptos capaces de brindarnos a la “historia”, a los acontecimientos de las instituciones, a las colectivida-des y sus estructuras de poder como resultado, como procesos, justamente aprehensibles, conocibles a partir de contenidos y articulaciones categoriales.

Esto, a la vez, supone una mirada procesual de las categorías y de la propia realidad que intentamos cono-cer a través de esos conceptos, lo que exige concebir las estructuras de comportamiento social, las instituciones, los sistemas de disciplina y de orden como formacio-nes sociales contingentes, cargadas de arbitrariedad y, por lo tanto, de historicidad. El orden social no es la premisa, es el resultado, el producto cosificado de un

4 M. Seligson, La cultura política de la democracia en Bolivia, USAID, La Paz, 1999; R. Mayorga, El desmontaje de la democracia, CEBEM, La Paz, 2001; R. Mayorga, “La democracia o el desafió de la modernización política”, en Bolivia en el siglo XX, Club de Harvard en Bolivia, La Paz, 2000; C. Toranzo, “Lógica corporativa y lógica ciudadana”, en Retos y dilemas de la representación política, PNUD, La Paz, 2000; J. Lazarte, “Entre dos mundos: la cultura democrática en Bolivia”, en Democracia y cultura política en Bolivia, PNUD/Corte Nacional Electoral/BID, La Paz, 2001.

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determinado trabajo social, es la cristalización de es-pecíficas relaciones de poder, de particulares prácticas de dominación y, como tal, es transitorio, susceptible de modificación y revocatoria. Lamentablemente, las lecturas procedimentales e institucionalistas de la demo-cracia se hallan reñidas con estos principios primarios del proceder cognitivo y de ahí una el punto de partida de la larga cadena de inconsistencias lógicas y teóricas que muestran esta escuela ideológica.

En lo que se refiere a los componentes procedimen-tales que diseña esta lectura liberal-instrumental de la democracia, presentan los mismos inconvenientes de argumentación que la propuesta general. Cuatro son los mecanismos mediante los cuales la visión ins-trumental de la democracia propone para llegar a los fines deseados: 1) Que las personas y grupos políticos organizados compitan libremente por el acceso al go-bierno mediante una oferta pública de sus postulados. 2) Que cada individuo, cada ciudadano, manifiesta su preferencia respecto a esas ofertas a través de un voto individual. 3) Que cada voto individual vale lo mismo, independientemente de su posición social, étnica o genérica. 4) Que la suma de votos individuales define el triunfo o la derrota de los ofertantes.

El esquema es simple y en él quedan resumidas todas las ideas sobre la mediación política del pensa-miento liberal; en sentido estricto, es una réplica de la lógica del mercado a la política, lo que trae de entrada un desplazamiento conceptual riesgoso por cuanto los bienes políticos que circulan en el campo político por definición no son mercancías, como en el campo eco-nómico, lo que obliga a un achatamiento de la política a un proceso meramente de consumo y no de producción de política, que es el origen mismo de la definición histórica de la democracia.

La política, entendida como gestión de las libertades de una sociedad, aparece reducida a una competencia entre ofertantes (los “políticos”) y consumidores o usua-rios (los “votantes”), que no sólo vuelve a consagrar la separación entre el proceso de diseño y producción de la política a cargo de las elites y el proceso de consumo o padecimiento de esos productos por parte de los ciu-dadanos sino que, además, lo hace replicando la lógica industrial fundada en la propiedad y apropiación privada de las condiciones de producción. La gran limitación de esta racionalidad privatizante de la emisión de los

productos políticos radica en que, supuestamente, la modernidad se sostiene, al menos ése es el mito, en una creciente socialización de las prerrogativas políticas o, si se prefiere, en una socialización de las capacidades generativas de los bienes políticos bajo el denominativo de ciudadanía. Sin embargo, esta mirada restrictiva de la democracia lo que hace es, precisamente, socavar esta ampliación de capacidades políticas mediante una sistemática apropiación de las condiciones materiales de generación y administración de los bienes políticos, dándose lugar a una contradicción irresoluble bajo el marco de este esquema conceptual.

Por otra parte, las políticas públicas que son ofertadas por las elites en competencia no son panes cuyo alcance de realización práctica se agota mediante la satisfacción de una demanda individualizada del consumidor-com-prador. En el caso de las políticas públicas, el acto de “consumo” individual (la elección) sólo se puede reali-zar mediante el “consumo” inevitable, y muchas veces obligatorio, de los demás miembros de la comunidad política, por lo que la selección de las políticas públicas no puede ser guiada por la lógica del escaparate, a la que irresponsablemente la asimila la lectura liberal-proce-dimental. De la misma forma, la soberanía política que entrega el votante no tiene la misma cualidad social que el dinero; aunque ambos son convenciones sociales, la política tiene que ver con el estado de responsabilidad del individuo con respecto al destino de los que consi-dera sus comunes y a las cualidades de esa comunidad; el dinero, en cambio, es sólo la representación de un tiempo de trabajo abstracto que le permite al individuo medir su esfuerzo con respecto a los de los demás. El acto de elegir políticamente algo no tiene la misma significación ni el mismo grado de repercusión que la compra de un refresco, tanto porque en el mercado político se intercambian bienes sociales de naturaleza social inconmensurables (soberanía política que es un potencial de acción política por políticas estatales que son decisiones burocráticamente decididas) como porque si el refresco no nos agrada se lo puede dejar y comprar otro, en cambio, en la elección política, el elector está obligado a soportar el inconveniente de su opción por los años venideros sin ninguna posibilidad inmediata para enmendar su error y, encima, con riesgo de haber infringido inconvenientes a otras personas por la decisión tomada.

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De la misma forma, así como el “libre mercado” en realidad encubre el despotismo de los productores con la composición orgánica de capital más alta, que son los que regulan con su productividad el precio de las mer-cancías, el modelo de mercado político por definición tiende a concentrar autoritariamente en determinado cuerpo de productores con mayores condiciones téc-nicas de emisión (control de medios de comunicación, sistemas de impresión, transporte, etc.) las posibilida-des de oferta política y de elección. Por ello, la “libre elección” es sólo un eufemismo de un despotismo político afincado en el monopolio de las condiciones técnicas de esta peculiar forma de hacer política. El que los partidos políticos contemporáneos sean antes que formadores de programas políticos empresas de inversión económica no es una anomalía o trasgresión de la norma “democrática”, sino su condición y destino dentro de esta lógica procedimental.

En lo que respecta al que cada ciudadano elige in-dividualmente la oferta política de su preferencia, no cabe duda que estamos ante una exacerbación de la vieja mitología liberal del momento primigenio del individuo como sustancia autoreferida, exento de influencias y determinaciones que no sean las que emanan de su propio self y en las que se deposita la virtud y sabiduría de una “buena elección”.

Nuevamente estamos ante un reciclamiento político de la constitución mercantil de la sociedad moderna que requiere para su funcionamiento que, al momento del intercambio de productos entre sus poseedores, los lazos que se entablen, regidos por el derecho, sólo invo-lucren el trabajo abstracto de sus productos, al margen de cualquier relación de dependencia, servidumbre o de parentesco que tergiverse la equiparación del quan-tum de trabajo abstracto incorporado en los bienes que han de intercambiarse. El mercado moderno requiere imaginar entonces individuos “libres”, exentos de de-terminaciones que distorsionen el intercambio de sus productos por el volumen de trabajo social abstracto contenido en ellos. El desarrollo histórico del capi-talismo en términos formales ha creado este tipo de individuos desprendidos de fidelidades tradicionales por medio de la erosión y destrucción de las estructuras económicas y políticas tradicionales y la creación de

dependencias abstractas basadas en las equivalencias de trabajo general. Lo que hace el liberalismo es tras-pasar esta invención transaccional de individualidades abstractas al ámbito político. De inicio, ésta es nueva-mente una contradicción pues la soberanía política es inseparable de la concreticidad actuante del ciudadano, por lo que no puede ser representada por la abstracción del derecho del mercader.

Por otra parte, este ser angelical, exento de determi-naciones y relaciones de fuerzas, a quien se le atribuye la facultad de optar “libremente” en el secreto del voto, no existe, ni puede existir en política. Cada individuo es una cristalización de relaciones sociales y obra en función del campo de posibles de esa trayectoria; pero, además, ese individuo sólo puede actuar adecuada-mente reconociendo y utilizando abiertamente en su acción política esa cualidad socializada de su ser, de su intimidad y sus preferencias. El voto individual no se realiza al margen de las fuerzas sociales formativas de la trayectoria del individuo sino en medio de ellas, de las arbitrariedades que pesan sobre él, de las fuerzas que lo determinan y que, en muchos casos, no puede, individualmente, ni entender ni explicar.

En política se trata de tomar posición sobre lo pú-blico. En esa medida, la mejor forma de tomar posición y de formar opinión es de manera pública, concertada, por medio de la múltiple circulación de razones que involucran a todos los electores. La elección “libre”, individual y secreta es un eufemismo en la medida en que las opciones, como oferta y como predisposición social, han sido producidas socialmente; con la agravan-te de que al negar el carácter socializado de los resortes íntimos de elección se deja en pie la predominancia de aquellas fuerzas sociales, por lo general de domi-nación, sobre las que no se tiene conciencia en tanto fuerzas de dominación y de conducción pre-reflexiva de los criterios de elección. En cambio, la producción colectiva de la elección, negada por la mitología liberal del individuo, tiene la virtud de formar opiniones y posiciones5 a través de la reflexión y el des-cubrimiento de las fuerzas que determinan los comportamientos sociales. La fuerza de este otro modo de producción de opciones individuales colectivamente generadas restituye el dominio de las elecciones, de las preferen-

5 P. Bourdieu, El campo político, Plural, La Paz, 2000.

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cias y opciones a los propios electores por medio de los intercambios comunicativos públicos. Precisamente esa fuerza constitutiva de lo público es lo que se ha venido a llamar democracia deliberativa.6

Y éste es, precisamente, el límite del modelo liberal procedimental resumido más arriba. Al concebir la vo-luntad colectiva como un mero amontonamiento conta-bilizado de opiniones personales, concibe a la sociedad como simple bolsa de papas en la que cada individuo y cada opinión se amontonan con otros individuos y otras opiniones para dar cuerpo a la “opinión general”. Aquí el todo es simplemente la suma de las partes, cuando es sabido que ni lógica ni realmente existe un todo resultante de la mera agregación amontonada de las partes. Así como un edificio no es el amontonamiento de ladrillos y cemento, eso es una montaña de escombros, ninguna estructura argumental es el amontonamiento de palabras y conceptos. Lo que importa en ambos casos es la forma de articulación, el ordenamiento, la ubicación connotada de las cosas. El todo es, por ello, mucho más que la suma de las partes y de ahí que también sea normal que, en términos lógicos e históricos, la voluntad general sea muchísimo más que la suma aritmética de los votos individuales, como precisamente cree la es-cuela liberal. En los hechos, lo que por lo general puede hacer este amontonamiento de opiniones individuales es la validación de una opinión sectorial previa, que ha tenido la capacidad, los medios, el tiempo y la posibi-lidad de producir colectivamente su opinión y que se sobrepone sobre el curso de las opiniones y elecciones individuales, condenadas de entrada a la impotencia y a la interiorización frente a la primera. Por lo general, esta opinión sectorial, capaz de adelantarse a las opiniones individuales, de guiarlas y de utilizarlas para imponerse como opinión dominante y para legitimarse como la “opinión general”, es aquella que cuenta con el mono-polio de los recursos y las condiciones materiales para producir opinión, esto es, la opinión correspondiente a los segmentos sociales económica y culturalmente dominantes y que ahora reafirman su posición como sectores políticamente dominantes.

Este modo liberal representativo de formación de

la voluntad general como escrutinio numérico, al con-centrarse en la sumatoria de voluntades individuales, instaura una manera de producción de la política que aísla al individuo de sus pares en la constitución de sus opciones y, al hacerlo, lo somete al designio de aquellas opciones enraizadas en la fuerza de reproducción de las estructuras sociales. Por ello, toda elección es, por lo general, un triunfo de las fuerzas de conservación que se sostienen no por la capacidad disuasiva de los argumen-tos y las razones sino por la inercia de una maquinalidad social que ha instituido unos controles, unos poderes y unas ideas dominantes que se sobreponen con la fuerza de la inercia histórica de toda la sociedad a cualquier intento individual, personal, de cambio social.

La suma de intenciones individuales como modo de fabricación de la voluntad colectiva es, en este punto, tanto un modo mutilado y falaz de formación de una voluntad social general como un modo eficiente de sometimiento de la individualidad a la fuerza de con-servación de la estructura social, de sus dominaciones y sus jerarquías.

Y en lo que se refiere a la calidad moral de esta “voluntad general” que debiera caracterizar al soberano democrático, está claro que esta versión instrumental de la democracia anula cualquier posibilidad sobre los escenarios de reflexión moral que caracterizan la construcción de una comunidad de ciudadanos. Si la “democracia” es sólo un medio para agregar voluntades individuales que están definidas de antemano y que sólo responden ante sí, entonces la “mayoría” obtenida por el procedimiento democrático es sólo una cuanti-ficación de los estados de opinión de las personas, lo que no necesariamente es una “voluntad general” que presupone una cualificación moral de las opciones pro-ducidas intersubjetivamente entre ellas mismas. Claro, no tiene el mismo valor moral proceder a obtener la “mayoría” sobre el color de la casa de gobierno, que lograr la opinión mayoritaria sobre cómo la sociedad desea vivir. En el primer caso se trata de una agregación de gustos sin efecto moral y social alguno que puede ser obtenida sin dificultad por la mera suma de prefe-rencias individuales. En el segundo caso, el horizonte

6 J. Habermas, Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso, Trotta, Valladolid, 1998; J. Elster (comp.), La democracia deliberativa, Gedisa, España, 2001; C. Santiago, La constitución de la democracia deliberativa, Gedisa, España, 1997.

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de sociedad deseada requiere la producción dialógica y jerarquizada de valores y criterios morales que pue-den producir una “voluntad general” fundamentada, lo que no se logra mediante la simple contabilización de gustos privados.

Desencuentro práctico con la complejidad social

Si en el terreno de la lógica argumentativa la lectura procedimental de la democracia presenta un cúmulo de inconsistencias y limitaciones, en el terreno de la pertinencia conceptual para sustentar normativamente un conjunto de procedimientos, instituciones y prácticas en el contexto histórico boliviano sus limitaciones son aun mayores.

Las cuatro reglas anteriormente observadas, que forman parte del instrumental organizativo de esta interpretación liberal-procedimental, para su funciona-miento práctico y sostenibilidad institucional necesitan una serie de requisitos imprescindibles o condiciones de posibilidad primarias que garanticen su verificación. En primer lugar, lo que alguna vez Zavaleta denominó el prejuicio de la igualdad como hecho de masas.7 Si de lo que se trata es de que al “mercado político” concurran individuos con facultades para intercambiar bienes políticos al margen de las coerciones “extra políticas”, a fin de que garanticen la libre elegibilidad personal y el principio de igualdad de cada opción en la constitución de la “voluntad general”, en el “mercado” deben confrontarse personas portadoras de los mismos derechos jurídicos de transacción y de las mismas prerrogativas políticas frente al poder público. Éste es el sustento del mercado económico y, con más razón, del “mercado político”. Se trata, ciertamente, de una ilusión jurídica y política en la medida en que frente a la ley y al Estado el impacto de las opiniones persona-les siempre estará mediado por un mayor acceso a los poderes prevalecientes en el campo, comenzando desde el conocimiento de las leyes, el manejo del idioma legítimo, la disposición de tiempo libre, los recursos económicos disponibles para hacerse oír o colaborar, etc. Sin embargo, se trata de una ilusión bien fundada en la medida en que, en el acto electoral, la gente “cree”

que tiene el mismo poder que los demás, independien-temente de su posición económica o cultural, así como “cree” que en el mercado tiene los mismos derechos y opciones que sus competidores, clientes u ofertantes. Es un prejuicio colectivo de igualdad ficticia el que abstrae las determinaciones reales y las coerciones subterráneas que regulan la elección política del votante, en tanto que las técnicas de intercambio y de regulación jurídica del intercambio invisibilizan las presiones y arbitrariedades sociales que regulan las incursiones individuales en el mercado. Pero esto requiere:

a Que la sociedad haya generalizado la lógica mercantil en la mayoría de sus actividades productivas, consun-tivas, culturales, intelectivas y éticas; cosa que sucede mediante la generalización y conducción técnica del régimen de producción capitalista y la extinción de estructuras productivas no capitalistas, como las agrario-campesinas, comunales, artesanales. A esto es a lo que el viejo Marx llamó subsunción real del trabajo bajo el capital.8

Para los requerimientos del buen funcionamiento de la democracia liberal procedimental, la ausencia de subsunción real o, si se prefiere, la existencia gene-ralizada de estructuras productivas no capitalistas, de regímenes de intercambio y producción no mer-cantil son un obstáculo a la constitución de sujetos igualados con capacidad de asumir el mercado como fundamento racional de sus comportamientos socia-les, incluidos el político. No en vano, el debate y la argumentación sobre la eficiencia y conveniencia de la democracia entendida como procedimiento surgen, precisamente, en sociedades modernas de sólida base económica mercantil-capitalista.

Sólo la generalización del régimen capitalista puede promover la interiorización de la lógica mercantil en los hábitos colectivos de la sociedad, sobre los que habrá de erigirse el prejuicio igualitario entre los individuos que habilita a la cantidad social como forma política de selección cualitativa de la sociedad.

En el caso de Bolivia, es por demás evidente que nos encontramos con un dominio de la racionalidad

7 R. Zavaleta, “Las masas en noviembre”, en Bolivia, hoy, México, Siglo XXI, 1982.8 Karl Marx, Manuscript 1861-1863 en Collected Works, Tomos 31-35, Lawrence y Wishart, London, 1995. Para una interpretación del

papel de la subsunción real en la argumentación de Marx, ver A. Negri, Marx más allá de Marx, Akal, Madrid, 2001.

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capitalista pero no así con su generalización; es más, cerca de las dos terceras partes de los circuitos eco-nómicos se mueven bajo los parámetros tradicionales semi mercantiles de la economía artesanal, familiar (el llamado “sector informal)”, la economía cam-pesina y la economía comunal. Es cierto que todas estas estructuras no capitalistas, aparte de tener sus propias tecnologías de circulación e intercambio, también se vinculan por medio del mercado y el intercambio mercantil, pero los esquemas sociales de articulación de las condiciones de producción, consumo y reproducción social tienen una naturaleza social diferenciada de los específicamente capitalis-tas. De ahí que todo intercambio duradero, y hasta el precio, estén siempre marcados por el tamiz de los grados de parentesco ficticios o reales, que el sentido de la producción esté marcada por la satisfacción de necesidades y no exclusivamente por el lucro y la acumulación productiva, que existan espacios cerrados para la realización de los productos y que la productividad combine lo ritual con lo político y no sólo la reducción del tiempo de trabajo abstracto como en la economía capitalista, etc. Es por ello que, en términos de esquemas mentales, es escasa la presencia de un sentido de igualación social en correspondencia a la débil vigencia de una economía capitalista plenamente desplegada sino que, además, los espacios de igualación son fragmentados, terri-torializados por lugar de residencia, por parentesco, paisanaje, etc. Una de las condiciones estructurales de la democracia representativa es, por tanto, inexis-tente en la formación social boliviana; y esto no es un hecho sólo de “cultura política” susceptible de modificación mediante acciones pedagógicas y lla-mados a la conciencia.

b El otro componente de la constitución de la igual-dad política es la disolución de los modos de di-ferenciación en el acceso a los derechos políticos fundados en la cultura, la etnicidad, la religión o el género que impedirían el escrutinio numérico como modo de resolución de la “voluntad general”. Esto significa que la conformación de los capita-les políticos relevantes debe ceñirse a los bienes culturales institucionalizados pública e indiferen-ciadamente emitidos (las titulaciones). Dado que

los colonialismos, entre otras cosas, instituyen la etnicidad y la cultura heredada como bienes socia-les jerarquizantes y como formas de capital político que garantizan o excluyen de derechos políticos, la razón de la democracia representativa requiere la descolonización política y de ciertos grados de homogeneización cultural de la sociedad. A eso se le ha llamado nacionalización de la sociedad y es un requisito de la formación de ciudadanía y aptitud representativa liberal.

No puede haber representación liberal en medio de la vigencia de regímenes coloniales que imponen una cultura, una etnicidad o una religión mino-ritaria como sellos de ingreso a la participación política. En el caso de Bolivia, ésta es, precisamen-te, la realidad. Sobre la presencia de poblaciones mayoritarias portadoras de una cultura, de unos usos lingüísticos y una etnicidad particular se halla un grupo social minoritario, portador de un idioma, una cultura y etnicidad diferentes pero instituidas como legítima y dominante. Se trata de una forma de colonialismo “interno” que ha convertido a la etnicidad en un capital capaz de definir procesos de enclasamiento social y de diferenciación política sustantiva. Resulta así que los hábitos excluyentes y el generalizado racismo que atraviesa la vida cotidiana de la sociedad, especialmente de las élites supuestamente empeñadas en procesos de modernización política, son a la vez unos de los más importantes obstáculos a esas inclinaciones liberalizantes de la política.

c Para que el mercado político liberal funcione, la po-lítica tiene que acontecer como un particular espacio de intercambios simbólicos, a saber, el intercambio simbólico de bienes políticos: soberanía política vía el voto a cambio de ofertas de políticas públicas po-tencialmente realizables a través de la constitución de gobiernos elegidos por la preferencia electoral. Lo que se intercambia en este juego político son, entonces, bienes simbólicos bajo la forma de bienes políticos. A pesar de la asimetría de los bienes, ante-riormente señalada, la consistencia del intercambio radica en la cualidad simbólica de las ofertas. Para que este espacio simbólico se consolide con auto-nomía y reglas del juego propias, históricamente

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han tenido que acontecer varias transformaciones, en particular la instauración de lo que Marshall ha definido como los derechos sociales.9 La importan-cia de estos derechos que completan la ciudadanía moderna radica en que al garantizar un mínimo de condiciones de reproducción social para todos los miembros de la sociedad, éstas pueden habilitar un mínimo de tiempo susceptible de ser invertido en la intervención, en el diálogo, en la información y la comunicación políticas que se supone posee cada ciudadano; pero, sobre todo, garantiza que el elector entre al campo de los intercambios políticos en con-diciones de poner en circulación bienes simbólicos y exigir los bienes simbólicos correspondientes ofertados por las élites políticas.

Cuando el elector no tiene garantizado ni el tiempo mínimo de intervención en la política ni las condi-ciones básicas de reproducción material, su ingreso a la arena electoral está marcado por la coerción de asegurar la reproducción material básica de la existen-cia, llevando a deformar y a aceptar la deformación del intercambio político, aceptando bienes materiales personalizados a cambio de bienes políticos. Con ello, el mercado político, de un espacio de intercambios simbólicos deviene en un espacio de intercambios simbólicos (el voto) a cambio de bienes materiales (la oferta electoral), característico del clientelismo10 tan extendido en la vida política boliviana.

El clientelismo, propio de las relaciones serviles tra-dicionales renace en plena modernidad y de la mano del liberalismo institucionalizando, tanto un circuito entre desiguales sociales (los que tienen garantiza-da la reproducción social y los que no) como una circulación de bienes sociales de naturaleza distinta (bienes simbólicos por bienes materiales), derrum-bado todo el presupuesto liberal-procedimental de agregación electiva de iguales.

Democracias posiblesUna definición sustantiva

Es necesario, no sólo para el debate teórico sino tam-bién para la reforma de las instituciones democráticas y

la ampliación de la acción democrática de la sociedad, construir una definición de democracia que supere las inconsistencias lógicas y las limitaciones históricas de la lectura procedimental y minimalista de la democra-cia.11 Señalaremos algunas líneas argumentales de un esquema interpretativo alternativo.

En términos generales, se puede entender la demo-cracia como una manera de organizar la gestión del bien común de una sociedad, el modo de esa gestión, la amplitud de ese bien común y las propias caracte-rísticas de la comunidad que quiere definirse en torno a ese bien. En este sentido, es una forma política de proceder sobre los recursos e intereses colectivos; es un proceso de renovación de los modos de decidir sobre ese bien común, es una voluntad para redistribuir los recursos comunes; es una deliberación sobre cuáles son esos recursos y necesidades que deben ser objeto de atención y, ante todo, una continua producción del “común” que desea, acepta y pugna por existir como comunidad.

En términos más precisos, es una forma de produc-ción de la política que se caracteriza por:

a Una subjetivación ampliada de la política. Si la polí-tica tiene por objeto la dirección y gestión de lo común, la democracia es la producción y reproducción ampliada tanto del sujeto que forma parte del común, del sentido de lo común, como del sujeto que ha de dirigir esta comunidad así constituida. Hay democracia en tanto hay debate público en torno a qué es lo que une a las personas, a cómo se las puede unir más y a cómo tiene que ser gestionada esta creación de unidad.

La democracia es una forma de politización de la sociedad mediante la cual personas, grupos, y colectivi-dades deliberantes asumen su unidad ampliada, interna y externa, con los otros componentes de la sociedad, no como un dato ni como una institución sino como una responsabilidad ética, como una acción que los involucra en sus medios y fines.

Hay democracia en tanto hay más personas que desean intervenir en la dirección general de la socie-dad porque están dispuestas a producir directamente

9 T. H. Marshall, Ciudadanía y clase social, Alianza Editorial, España, 1998.10 J. Ayuero, La política de los pobres. Las prácticas clientelares del peronismo, Manantial, Argentina, 2001.11 Para el aporte de nuevas lecturas de la democracia ver, Ranciere, El desacuerdo. Política y filosofía, Nueva Visión, Argentina, 1996; T.

Negri, M Hard, Multitud, Editorial Debate, Argentina, 2004.

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el contenido de los vínculos que los unen a los demás. No hay democracia por seguir unos procedimientos establecidos sino, precisamente, porque cualquiera que sean esos procedimientos, incluso frutos de una intervención democrática anterior, hay personas y colectividades que ahora buscan participar en la direc-ción de esos procedimientos, buscan responsabilizarse de la producción de dirección de la sociedad, modi-ficando las normas y procedimientos de la práctica política legítima. Esto vale tanto para los pequeños grupos que pueden competir con los grupos de direc-ción consolidados, como, y con más razón, para las colectividades, los movimientos y las clases sociales que irrumpen en el escenario político.

Democracia es, entonces, ampliación de lo políti-co, creciente ruptura de los monopolios de la política, continua renovación de las instituciones políticas para dar paso a responsabilidades ampliadas de un número mayor de miembros de la sociedad. Democracia es movimiento, flujo, revocatoria, ampliación de la capaci-dad de decidir. Una sociedad es tanto más democrática cuantas más personas no sólo participan en la política sino también en la decisión de las maneras de participar, en las prerrogativas de la participación y en la ejecu-ción de las decisiones que involucran a todos. Por ello, la democracia es una creciente responsabilidad de los ciudadanos por el destino de las demás, es una comu-nitarización de la política que rompe la serialización y el disciplinamiento de cualquier norma rígida de la acción política.

Igualmente, los procesos de democratización so-cial, por lo general no provienen de las estructuras institucionales de participación sino de las estructuras de movilización social que se mueven fuera del campo político dominante, en el “subsuelo político”,12 como los movimientos sociales que, con sus demandas de económicas, políticas o nacionales, amplían las redes de intervención social en la vida pública y, con ello, generan democracia.

En cierta medida, la democracia resulta de una “invasión” en la producción del espacio público y de sus funciones por parte de colectividades sociales an-teriormente mantenidas al margen de esos espacios de decisión y que, al momento de hacerlo, no sólo amplían

los canales de decisión y gestión (lo que equivaldría al reforzamiento de la vieja institucionalidad) sino tam-bién reforman los propios canales de acción política o inventan otros en los que puedan caber todos según las nuevas normas acordadas también por todos. De aquí la segunda característica del hecho democrático.

b Proceso de producción de igualdad política. Para que esta ampliación de la acción política pueda consu-marse, la incursión de los nuevos sujetos, sus modos particulares de hacerlo y las demandas enarboladas deben presentarse ante la sociedad entera con la misma fuerza y poder de interpelación que la de cualquier otro miembro de la comunidad, incluidos los miembros de la anterior estructura política de administración de lo público. Hay democracia en tanto hay producción sustancial de igualad entre quienes constituyen la so-ciedad, y esa igualdad se verifica el momento en que cualquier ciudadano que se siente compelido a actuar en la esfera pública porta un mínimo de poder social que convierte a su opinión y a su modo de hacerlo en una intervención eficiente y con capacidad de influir en el campo político en condiciones similares a las del resto de los participantes.

La democracia puede ser entendida como la con-formación de un campo político capaz de garantizar un mínimo eficiente de capital político a cualquier miembro de la sociedad que desee intervenir, lo que a su vez implica la imposibilidad de cerrarse o elitizarse; pero además, un campo político capaz de reconocer múltiples formas organizativas de aglutinamiento y administración concentrada del capital político. Los derechos políticos modernos basados en la posibilidad de elegir a los gobernantes son apenas una manera abs-tracta y limitada de esta asignación de capital político, ya que así, la persona no adquiere capital político ni capacidad de influencia en las decisiones, sino sólo capacidad para decidir quiénes han de administrar o monopolizar el capital político del campo y, además, bajo una forma de sumatoria contingente y desperso-nalizada de la cuantificación electoral del voto.

La democracia como formación de igualdad requiere que el ciudadano, cualquiera sea su condición, oficio o trayectoria, sea reconocido y tomado en cuenta como

12 L. Tapia., La velocidad del pluralismo. Ensayo sobre tiempo y democracia, Comuna, la Paz, 2002.

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ser competente y actuante en el campo político, que sus reflexiones tengan la posibilidad de un nivel similar de impacto en la estructura del campo y que las formas or-ganizativas bajo las que incursiona en el campo tengan posibilidad de articular nodos de influencia, indepen-dientemente de las cualidades culturales que posea esta forma organizativa. Por tanto, hay democracia, por una parte, cuando hay permanente redistribución y desmo-nopolización del capital político eficiente en el campo político, igualando a los sujetos en sus capacidades reales, materiales y simbólicas de intervención políti-ca; y, por otra, cuando hay reconocimiento de modos plurales de organización para condensar y competir por la regulación del capital político, lo que implica el reconocimiento de derechos individuales y colectivos como principios constitutivos de la acción política y de la formación de poder político.

c La presencia de una comunidad litigante (Ranciere). Más que consenso, la democracia es la presencia de un diferendo, de un litigio manifiesto por la enunciación, la visibilización o denuncia de una carencia, de una desigualdad, de una injusticia económica o política. No se trata simplemente del reconocimiento del disenso, sino de la eficacia y poder público del disenso en cuanto capacidad de transformar las estructuras de orden de la gestión de lo público.

Hay democracia porque las personas se constituyen como comunidad política en torno a la controversia, lo que supone no sólo la tolerancia a la diferencia sino la constitución del hecho político, de las fuerzas y poderes efectivos de la acción política legítima en torno a la admisión y canalización de ese desacuerdo.

El liberalismo ha reducido este hecho fundamental del acto democrático, el desacuerdo, a un reconocimiento testimonial de las diferencias, dejando intacto el sistema de poderes reales ante los cuales, precisamente, se rebela la disidencia. La democracia surge, en cambio, cuando la sociedad se presenta como comunidad polémica y las estructuras de corporalización de esa comunidad (instituciones políticas, regímenes de verdad, cuerpo de poderes) son atravesadas por ese diferendo y son capaces de soportar las transformaciones materiales necesarias para integrar el desacuerdo en un nuevo acuerdo portador de nuevas reglas de gestión de los poderes, renovadas instituciones y nuevos regímenes de verdad.

La democracia no surge como resolución de con-flictos; a su modo, las dictaduras lo hacen, excluyendo, deslegitimando o exterminando a los disidentes. La democracia surge en la acción misma de enunciar un desacuerdo en torno al acceso de ciertos bienes (po-líticos, económicos) y en la capacidad de los sujetos políticos de recomponerse ampliadamente en torno a la superación de estas exclusiones visibilizadas. De esto se desprenden varias consecuencias. La democracia se inicia cuando se plantean desacuerdos; se objetiviza cuando esos litigios reconstituyen a la comunidad política; se realiza cuando, fruto de esa recomposición, se amplía la presencia de sujetos con capacidad de di-rección sobre lo público y cuando la carencia enunciada encuentra una resolución comúnmente aceptada.

d Autoconciencia y ejercicio práctico de facultades y prerrogativas como miembro competente de una comunidad política. La democracia, en la medida en que se verifica al momento de la ampliación de la intervención de la sociedad en la definición de lo público, no sólo extiende la amplitud de quienes han de habilitarse para gestionar los asuntos comunes, sino que además re-inventa el sentido de lo público, esto es, las prerrogativas que unen a los miembros de la comunidad política. En los estados modernos, estas facultades toman la forma de derechos ciudada-nos (civiles, políticos y sociales) garantizados por la normatividad estatal, y es por eso que la democracia es consustancial y el escenario por excelencia de rea-lización de la ciudadanía moderna.

Sin embargo, esta democracia de ciudadanía no es un problema de legalización de los derechos otorgados a la población por el Estado, aunque esta sea la manera de su objetivación institucional; sólo hay democracia en cuanto hay sujetos que producen inter-subjetivamente prerrogativas y facultades como ampliación de su res-ponsabilidad en la definición de lo público.

e Prácticas de objetivación contingente. La democracia no son unos procedimientos e instituciones, aunque requiere de ellos para objetivarse. Estos procedimientos e instituciones son medios transitorios, simples efectos revocables del hecho democrático que, precisamente, se manifiesta en su capacidad de reconfiguración constante de los sujetos ampliados de dirección política de la so-

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ciedad y de las instituciones y prácticas que cristalizan este desborde de intervención.

Dado que hay democracia en tanto hay desmonopoli-zación del poder político, y hay desmonopolización del poder político porque hay constitución de comunidades litigantes que reivindican la “parte de los que no tienen parte”, las normas, reglas, instituciones, saberes y legi-timidades que regulan la vida política de una sociedad democrática son circunstanciales, cristalizaciones pro-visionales de la estructura de resolución del desacuerdo anterior, que habrán de dar paso a una nueva estructura de poderes resultante de los nuevos desacuerdos que dan inicio a la acción democrática de una sociedad.

La democracia no es la ausencia de reglas, sino la contingencia necesaria de esas reglas y el consenso acordado de esa contingencia. La democracia es, por ello, una constante desfetichización de la acción políti-ca, en la medida en que requiere una razón política y una voluntad política comúnmente inventada y reinventada como fuente de consagración y legitimación de las normas, las instituciones y las funciones creadas para la gestión del bien común. La democracia es el desborde de la sociedad, o de una parte de ella, para mejorar o producir nuevos escenarios de igualdad, pero sobre la base de antecedentes previos de igualdad que permiten a los sujetos el reconocimiento de sus facultades de litigar o enunciar, con capacidad de modificarla, una injusticia social, económica o política. Las instituciones son el escenario temporal, fruto de antiguos litigios que consagran los procesos de igualación alcanzados enton-ces, pero a la vez, con el tiempo, deberán ser objetos de continuos cambios y sustituciones para dar paso a nuevas querellas y acuerdos que deberán consagrarse en nuevas instituciones, y así sucesivamente.

f Producción colectiva de opinión política. La demo-cracia como valor moral no resulta, por tanto, de la agregación de opiniones privadas sino de la producción colectiva del diferendo, de la argumentación pública de razones sobre la calidad de las decisiones y las conse-cuencias de esas acciones, del intercambio de razones que modifican puntos de vista previos, de un lado y de otro, y que al final dan cuerpo moral a un tipo de acuer-do intersubjetivamente producido mediante la acción

comunicativa de iguales. El resultado es una “voluntad general” deliberativamente producida en torno al dife-rendo, no individualmente agregada que queda temporal-mente instituida como “mayoría” y norma o institución política. La producción colectiva de opinión política, la producción política de instituciones y normas, la revo-catoria colectiva de instituciones y normas, la invención colectiva de la propia colectividad política, esto es, la comunitarización de la política, son precisamente los mecanismos por medio de los cuales la gestión de los poderes públicos se vuelve democrática.

2. LOS RETOS DE LA DEMOCRACIA

Tomada en conjunto, la democracia, en su acepción dominante y plana de instituciones y procedimientos, no sólo tiene que enfrentar múltiples retos emergentes de una serie de reclamos y demandas sociales sino también, ante todo, tiene que modificarse a sí misma para reintroducir una fundamentación racional y moral capaz de permitirle superar una serie de limitaciones conceptuales e institucionales. Esas limitaciones, hoy en día, fomentan el desencanto general de lo que ella representa.13 Necesita una auto transformación para vi-sibilizar y conducir un creciente cúmulo de potencias y desacuerdos estructurales decisivos para la vida política del país. La democracia, en su definición minimalista y procedimental, está incapacitada para dar cuenta de ellos y mucho menos para conducirlos.

En este sentido, el gran reto histórico de la democra-cia contemporánea es su auto transformación sustancial como forma política capaz de articular el desbordante flujo de participación e igualación social, es decir de democratización, que viene de la sociedad. Frente a este flujo, varias instituciones prevalecientes y prejuicios dominantes en las elites políticas son unos lamentables obstáculos formales y cognitivos.

Y lo mismo sucede con las ideas actualmente pre-valecientes en algunos centros de investigación sobre el comportamiento político nacional. Cuando realizan estudios sobre la democracia, parten, muchas veces sin darse cuenta ni someterla a una previa reflexión, de una idea predefinida de democracia, de la cual se des-prenden parámetros, variables y mediciones resultantes

13 La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanos y ciudadanas, PNUD, Perú, 2004.

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de una matriz unilateral y, muchas veces, pre-reflexiva de la “democracia”. Por ello, esos estudios producen resultados igualmente unilaterales que revalidan y “comprueban” de manera tautológica las ideas-fuerza pre-reflexivas de las cuales partieron, pero que ahora son presentadas como “comportamiento democrático” en general, universal y casi científicamente comprobado.

Buena parte de los estudios sobre cultura política en el país tienen ese lamentable sesgo. No resulta raro, entonces, que los resultados, pese a la extraordinaria capacidad de incursión de la sociedad en los debates públicos, fundamento de cualquier hecho democráti-co, siempre den la “cifra” de una sociedad con “baja cultura democrática” y que la recomendación siempre concluya con una teleología de la historia con la que se supone que seremos “mejores” y llegaremos a lo que se supone es una “alta” cultura democrática. Moraleja final que los organizadores del estudio ya sabían antes del estudio.14

Una forma seria de superar esta filosofía de la historia intuitiva es someter a reflexión el punto de partida de cualquier debate o investigación sobre la democracia, a saber: la concepción misma de democracia, tanto en términos de su fundamentación lógico-moral como de su adecuación histórico-crítica a la realidad política. De otro modo, la simple aplicación de la concepción de una escuela teórica dominante, como la escuela proce-dimental y minimalista cuya argumentación contiene muchas deficiencias, producirá resultados con las mismas deficiencias en la “cuantificación” de parámetros. Y, lo peor, esta concepción funcional a un tipo de sociedades, industrialmente modernas y liberales, consideradas como modelo de medición, en nuestras sociedades, semi modernas y semi liberales dará resultados conocidos de antemano: “baja” cultura democrática, de una manera tan obvia que, para llegar a semejante conclusión, sería preferible ahorrarse el “estudio”. Romper esta tautológica ideológica que sólo lleva a cuantificar lo que el sentido común ideológico ya sabe, para bien de la ciencia, re-quiere una reflexión de lo que se denominará democracia, de la manera de fundamentar la articulación del hecho democrático con la cualidad histórica de la sociedad de la que se está hablando y luego recién, hallar “variables” y modos de medición que puedan brindar cualidades y

deficiencias internas, a partir de las propias cualidades y potencialidades contenidas en la sociedad y no desde las “virtudes” o “limitaciones” propias de otras sociedades, que no somos ni nunca llegaremos a ser.

Precisamente, algunas limitaciones y falencias de Cultura política y democrática en Bolivia. Segundo estudio nacional se deben a esta inclinación proce-dimental y a la ausencia de una problematización teórico-histórica de la democracia. De ahí una serie de debilidades en la formulación de los parámetros escogidos (definición y modo de medición de la cultura política, de los “valores democráticos”, tratamiento de los “grupos minoritarios”, la temática indígena, la generalidad en las preguntas sobre autonomías, la sepa-ración entre lo “político” y lo “social”, etc.). En el caso de la temática “retos de la democracia”, una concepción ampliada de la democracia hubiera permitido ir más allá de la percepción sobre las instituciones democráticas y sus expectativas para indagar, por ejemplo, los fun-damentales desacuerdos estructurales que atraviesan la sociedad, las jerarquías y la complejidad que tienen esos diferendos, las capacidades del sistema político parlamentario y extraparlamentario para procesarlos, las características y potencialidades de las redes de partici-pación y deliberación política que posee la sociedad, los distintos imaginarios de reforma político-institucional y de democratización económica de la población, etc. Con todo, el estudio, sin lugar a dudas, también con-tiene una serie de elementos relevantes que ayudan a comprender varios de los retos que la democracia tiene que afrontar en los siguientes años.

2.1. Primer reto: La democracia de bienestar económico

Hay distintas maneras de interpretar el desarrollo de los procesos de democratización de la sociedad boliviana. Una de estas interpretaciones, que estuvo en boga a fines del anterior siglo, es la “modernización política”. Esta interpretación analiza las características de la democracia a partir del cumplimiento de la cons-trucción de instituciones democrático-representativas sobre la base de la consolidación de los derechos civiles y políticos, la división constitucional del Estado en tres poderes y la limitación del gobierno por esos derechos

14 Para una lectura sociológica y crítica de las encuestas políticas ver: Patrick Champagne, Hacer la opinión. El nuevo juego político, Plural, La Paz, 2002.

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de ciudadanía.15 Se trata, ciertamente, de una vertiente de la interpretación procedimental de la democracia cuya principal preocupación es el seguimiento de la formación local de instituciones políticas de corte li-beral-representativo similares a las que existen en otros Estados modernos, considerados modelos avanzados para medir el “desarrollo” o “consolidación” de la democracia en Bolivia.

Como ya se vio, se trata de una concepción lineal y teleológica que, a tiempo de fundamentar instrumental-mente la democracia (vista como instituciones y proce-dimientos), traza una línea obligatoria de “ascenso” his-tórico a la “verdadera democracia”, independientemente de si, estructuralmente, esta sociedad puede cumplir lo que otras sociedades altamente industrializadas han logrado en términos de organización política. Cualquier desvió de esta especie de línea ineluctable de la historia nos coloca en la consabida ubicación de “transición democrática” o “democracia poco consolidada”. Debido a estos obstáculos cognitivos, no debe extrañarnos que esta corriente interpretativa viva el actual período de turbulencia democrática de la sociedad como un tipo de “agujero negro” donde las “leyes” de lo democráti-camente correcto han colapsado.

Pero no sólo esto. Esta lectura evolucionista elude abordar dos elementos fundamentales para cualquier interpretación sustantiva de la democracia, a saber: la participación de la sociedad en los asuntos públicos y la producción de la igualdad que, desde la Grecia clásica hasta nuestros días, es el núcleo fundante del hecho democrático.16 De ahí que no sea casual, por ejemplo, que en el enfoque de la “modernización política”, en la construcción de instituciones demo-cráticas, se mencione la dimensión de los derechos civiles y políticos ciudadanos de esa construcción, pero que se eluda deliberadamente los derechos so-

ciales que, como lo argumentó Marshall, de donde viene la clasificación por etapas de la formación de los derechos de ciudadanía,17 es el punto nodal donde quedan articuladas la construcción de la ciudadanía y la democracia moderna.18

En el terreno de los derechos sociales (seguridad social, trabajo, distribución de la riqueza) se articula no sólo la condición material básica del ejercicio responsa-ble de todos los otros derechos ya que las personas sólo son miembros plenos y participativos de la sociedad en la medida en que sus necesidades básicas estén satisfe-chas,19 sino también la demanda y lucha por la igualdad en las posibilidades de acceso al bienestar material y a la riqueza socialmente producida.

Como lo ha mostrado Marshall, la condición de ciudadanía moderna, y de la forma política democrática que la engloba, es un proceso que se consolidó recién a principios del siglo XX en el mundo industrial me-diante la atenuación de las desigualdades económicas derivadas del mercado capitalista. Por ello, la lucha por la igualdad de acceso al bienestar material social-mente disponible es una de las fuerzas fundamentales en la construcción de la democracia. El moderno Estado de derecho, irradiado como modelo universal durante el siglo XX, tuvo como supuesto económico y redistributivo al Welfar State. Esto muestra hasta qué punto la democracia está indisolublemente ligada a la conquista del bienestar económico de las sociedades.20 En ese sentido, como lo señaló el olvidado Marx hace más de 150 años, las profundas reformas políticas de la sociedad, como su democratización, siempre han sido profundas reformas económicas que han modificado la estructura de propiedad y gestión de la riqueza de las sociedades.21

Por tanto, un estudio y una clasificación seria de la democratización de las sociedades tienen que incluir

15 René A. Mayorga, “La democracia o el desafió de la modernización política”, en Bolivia en el siglo XX. La formación de la Bolivia con-temporánea, Harvard Club de Bolivia, La Paz, 1999.

16 J. Gallego, La democracia en tiempos de tragedia. Asamblea ateniense y subjetividad política, Universidad de Buenos Aires, Argentina, 2003.

17 Marshall, Op. Cit. También “Ciudadanía, el debate contemporáneo” en revista La Política, Nº 3, España, 1996.18 “La ciudadanía puede ser definida como el conjunto de prácticas (jurídicas, políticas, económicas y culturales) que definen a una persona

como un miembro competente de su sociedad, y que son consecuencia del flujo de recursos de personas y grupos sociales en dicha socie-dad”, B. Turner (ed.), Citizenship and Social Theory, Sage Publications, London, 1883. Sobre la relación entre democracia y ciudadanía se puede revisar C. Thiebaut, Vindicación del ciudadano, Paidós, España, 1998.

19 Michael Ignatieff, “Citizenship and moral narcissism”, en Political Quarterly, Nº 60, 1989.20 Ver, D. Held, “Ciudadanía y autonomía” en revista La Política, Nº 3, España, 1996.21 K. Marx y F. Engels, Sobre las revoluciones de 1848-1849, Progreso, Moscú, 1981.

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como elemento nuclear los procesos de creciente re-distribución de la riqueza colectiva, de igualación de oportunidades y de conquista material del bienestar de las sociedades, esto es, de formación de ciudadanía. No puede haber democracia sin una continua ampliación de la ciudadanía social: la democracia no son sólo ins-tituciones políticas, son prácticas de igualación social, precedidas de disensos y deliberaciones que quedan objetivadas como instituciones contingentes y adecua-das a las luchas por la conquista del bienestar.

Una narrativa de la democracia en Bolivia, a riesgo de una mutilación del hecho democrático, no pasa so-lamente por la descripción de las instituciones liberales consolidadas; pasa, necesariamente, por un estudio de los distintos períodos de construcción y ampliación de la participación de la sociedad en la definición de la res pública (derechos civiles y políticos activos) que muchas veces pueden cristalizarse por medio de institu-ciones complejas e hibridadas con las liberales y por la igualación de las condiciones de bienestar material de la población (ciudadanía social).

Una lectura sustantiva de la democracia, por su parte, centra su mirada en el ámbito de los procesos de construcción de igualdad social a partir de la parti-cipación y deliberación de los ciudadanos, esto es, del autogobierno y la calidad de las razones que sostienen este proceder.22 No es casual, por lo tanto, que uno de los temas recurrentes de demanda a la democracia en Bolivia sea precisamente la ampliación de los derechos sociales de la población. Según el Estudio de 2004, cuyos resultados son similares al Estudio de 1999, la estructura de derechos con la que los bolivianos representan su ciudadanía ubica en primer lugar a los derechos sociales.

En conjunto, la ciudadanía social (salud, educación, trabajo) (Gráfico 1) se mueve en el rango del 60% al 90% de preferencia de los encuestados, en tanto que la ciudadanía política (reunirse, votar, emitir libremente ideas) varía entre el 20% y el 38%, y la ciudadanía civil (propiedad) en el 10%. En promedio, la preferencia por los derechos sociales es tres veces más que la preferen-cia que los derechos políticos y siete veces más que los

22 Hay una vertiente de la tradición republicana en filosofía política que trabaja precisamente estos componentes. Se puede revisar A. Allen y M. Regan (eds.), Debating Democracy Discontent, Oxford University Press, Oxford, 1996; A. Fraser, The Spirit of the Laws, University of Toronto, Toronto, 1990; A. Hernández (comp.), Republicanismo contemporáneo. Igualdad, democracia deliberativa y ciudadanía, Siglo del Hombre Editores/Universidad de los Andes, Colombia, 2002.

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derechos civiles, lo que habla de la centralidad de la demanda de bienestar material de la sociedad. Si toma-mos en cuenta que, exceptuando la referencia al trabajo, porcentajes parecidos están presentes en el Estudio de 1999, en momentos en que no se manifestaba la actual dimensión de la crisis de crecimiento económico,23 está claro que esta jerarquización de derechos ciudadanos no es circunstancial y marca un ordenamiento conceptual de carácter estructural en el imaginario democrático de la sociedad, pues se trata de una fuerza simbólica que visualiza una apetencia colectiva de igualación y garantía de bienestar ampliado que son, precisamente, puntos medulares de los procesos de democratización y ciudadanización modernos. Se puede decir, por tanto, que en Bolivia, posiblemente por las características histórico-estructurales de su economía compleja, donde la modernidad capitalista se asemeja a un enclave en medio de relaciones de trabajo tradicionales agrarias y artesanales predominantes, la ciudadanía social es la base material y legitimadora de cualquier proceso de democratización real de la sociedad.

Pero, paradójicamente, si algo ha sido abiertamente soslayado por las visiones ideológicas de la democracia predominante ha sido, precisamente, la ampliación de los derechos sociales. Así, en los últimos 15 años, mientras a nivel gubernamental se desmontaba la débil ciudadanía social construida desde 1952 mediante la ampliación de la precariedad, la pérdida de derechos laborales, la informalización de la economía24 con la consiguiente ampliación de la brecha entre el quintil más rico y el más pobre del país, una de las brechas más grandes del mundo,25 el discurso sobre la democracia hacía un renovado énfasis en las instituciones políticas liberales y los derechos políticos como sinónimos de democracia, en parte legitimando el desmontamiento de las conquistas sociales de los trabajadores a nombre de la consolidación de la democracia.

Este desencuentro entre los derechos sociales y la democracia reducida a procedimientos de elección de

gobernantes explica la percepción generalizada en todos los estratos de la población de que la democracia no les ha traído ningún beneficio económico.

El 95% de los entrevistados considera que su situación económica general no ha mejorado con la democracia (Gráfico 2). Y cuando se desagrega la misma pregunta en términos de beneficio directo a la familia o a la comunidad, que son los entornos inme-diatos donde las personas comprueban los efectos de un sistema político, el porcentaje de las personas que responden que poco o ninguno llega al 92% en el caso de la familia y al 90,8% en el caso de la comunidad.26 En medio de este panorama general de una población mayoritaria que siente que la democracia no ha mejo-rado sustancialmente su situación material, no deja de ser significativo que el pequeño porcentaje que siente una mejoría importante en sus beneficios económicos sea de ciudadanos ubicados en las poblaciones interme-dias, sobre las que ha tenido mayor impacto la Ley de Participación Popular y la co-participación tributaria. El promedio nacional de personas que sienten que la democracia les ha traído muchos beneficios familiares

23 La tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB) en los últimos años siguió la siguiente curva: 1997, 4,9%; 1998, 5%; 1999, 0,4%, 2000, 2,2%; 2001, 1,5%; 2002, 2,7% y 2003, 2,4%, lo que da un promedio del crecimiento del PIB en siete años del 2,7%. Estadísticas socioeconómicas 2003, Müller & Asociados, La Paz, 2004.

24 Sobre los alarmantes índices de precariedad en el empleo ver C. Arce, “Empleo y relaciones laborales en Bolivia”, en Bolivia hacia el siglo XXI, CIDES, CNR, CEDLA, CEB, PNUD, La Paz, 1999; sobre la perdida de derechos laborales en el mundo obrero revisar A. García Linera, Reproletarizacion. Nueva clase obrera y el desarrollo del capital industrial en Bolivia (1952-1998), Comuna, La Paz, 2000.

25 Ferranti, Perri, Ferreira, Walton; Desigualdades en América Latina y el Caribe ¿Ruptura con la historia?, Banco Mundial, 2004.26 Ver Cultura Política y Democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004.

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es del 4,9%, en las poblaciones denominadas “rural compacto” (poblaciones de 500 a 1900 personas) el porcentaje se eleva al 10,4%, en el caso de poblaciones urbanas intermedias es de 3,8%.27 Igualmente, en lo re-ferente a los beneficios comunitarios de la democracia. El promedio nacional de personas que sienten que esos beneficios fueron muchos es del 5,9%, en tanto que en las poblaciones urbanas de dos a 20 mil habitantes la respuesta afirmativa llega al 8,8% y en las localidades rurales compactas al 8,5%.28

Esta disociación entre la búsqueda de bienestar material de la sociedad y la lectura dominante de carácter instrumental y meramente institucional de la democracia está generando un escenario de creciente frustración por doble partida. Por una parte, debido a que, mientras que el elemento central de la demanda social de ciudadanización son los derechos sociales (bienestar, seguridad social, laboral, redistribución de la riqueza), los sucesivos gobiernos democráticos han debilitado de manera estricta la plataforma de estos derechos (“relocalización”, precariedad laboral, informalidad de la economía, etc.). Por otra parte, en la medida en que las lecturas predominantes e ideológicas de la democracia buscan reducir la “democracia” a procedimientos e instituciones políticas (“conjunto de reglas a través de las cuales la población elige libre-mente a los titulares del poder”),29 y dado que la mayor

parte de esas instituciones representativas tienen los mayores índices de rechazo por parte de los encuestados (los partidos tienen una imagen negativa del 55% y el Parlamento del 26%),30 no es difícil deducir un creciente empañamiento de la imagen de la democracia en general entre la población.

De esta manera, mientras que las personas asumen el despliegue de la ciudadanía en democracia como amplia-ción del bienestar social, el Estado en democracia reduce drásticamente las posibilidades materiales de ese bienes-tar compartido. Al mismo tiempo, cuanto más esfuerzos hace la ideología legitimadora del Estado para asimilar la democracia como sinónimo de instituciones liberal repre-sentativas, más caen éstas en una situación de acelerado desprestigio por su carácter prebendal, patrimonial y poco representativo, con lo que, en conjunto, la actitud hacia la democracia tiende a debilitarse cada vez más.

Lo peligroso de este creciente malestar social con el desempeño de la democracia, entendida como normas y procedimientos de selección de elites, es la tendencia elevada hacia salidas de fuerza. Una encuesta del PNUD (Cuadro 1) para América Latina (con 18.643 encuesta-dos en 18 países) muestra que el 54% de las personas apoyarían a un gobierno autoritario si es que resolviera los problemas económicos, en tanto que el 56% cree que el desarrollo económico es más importante que la democracia. Vemos, entonces, que ante la falsa disyun-

27 Ver Banner Demográfico, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004.28 Ibidem.29 J. Lazarte, “Entre dos mundos. La cultura política y democrática en Bolivia” en Democracia y cultura política en Bolivia, PNUD/CNE/

BID, La Paz, 2001.30 CNE, Op. Cit.

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tiva de desarrollo económico o democracia, (le lectura instrumental de la democracia lleva inevitablemente a ello), la gente opta mayoritariamente por el desarrollo económico ya que así se satisfacen los problemas de bienestar social. Es tanta la importancia de lo econó-mico en la percepción de los encuestados que, incluso dentro del porcentaje de personas que prefieren la demo-cracia a cualquier otra forma de gobierno, el 48% piensa que el desarrollo económico es más importante que la democracia y el 44% apoyaría un gobierno autoritario si éste resuelve los problemas económicos.

Este cuadro muestra que una mayoría coloca el de-sarrollo económico como tema central y que apoyaría a un gobierno autoritario si resolviera este problema. Pero no sólo esto, además, el bloque de adeptos a la forma de gobierno democrática muestra enormes fragilidades internas pues cerca de la mitad muestra predisposición a cambiar de creencias si otra forma de gobierno es capaz de resolver las demandas económicas. Así, el espacio de potencial crecimiento de salidas autoritarias capaces de resolver problemas económicos puede crecer hasta alcanzar poco más de las dos terceras partes de la preferencia de la población.

Ahora, si bien el documento elaborado por el PNUD brinda una serie de pistas valiosísimas de lo que sucede en la construcción democrática del continente y marca un importante giro en la posición de este organismos internacional al reivindicar el paso de una “democracia de electores” a una “democracia de ciudadanía” con capacidad de expandir los derechos (civiles, políticos y sociales), es discutible la estratificación que realiza de las preferencias sobre la democracia a partir de la interpretación de los resultados. El informe del PNUD diferencia tres orientaciones hacia la democracia: demó-cratas, ambivalentes y no demócratas. No compartimos esta lectura pues supone, nuevamente, la “democracia” como algo ya dado, establecido, y frente a la cual hay que tomar posición de principio. Quienes no muestran firmeza en esa posición de principio son “ambivalen-tes” o “no demócratas”. Pero, ¿no sería más razonable pensar que los llamados “ambivalentes”, e incluso una parte de los “no demócratas”, más que alejarse de la democracia lo que hacen es plantearle un reto para el que está perfectamente preparada, la democracia de ciudadanía, y que más que fuerzas de oposición a la democratización son fuerzas de reforma de la demo-

cracia? De hecho, la definición sustantiva o en función de derechos (políticos, civiles, sociales y culturales) de la democracia contiene, precisamente, la querella de la “parte de los que no tienen parte” como elemento central de la constitución del comportamiento democrá-tico. Entonces, más que los “ambivalentes” o los “no demócratas” lo que se está generalizando en América Latina puede ser una fuerza histórica de descontento con una manera restringida, meramente procedimental y “electiva”, como dice el PNUD, de la democracia. El elemento articulador de esta fuerza es el reclamo por la ampliación de los derechos sociales; en esta medida se trata de un movimiento histórico que puede encaminarse a una renovación radical de la democratización en el continente, más allá de la mera democratización insti-tucional que hemos vivido en las últimas dos décadas, que apuntaría a una democratización social en el sentido estricto del término.

En el caso de Bolivia, Cultura política y democra-cia en Bolivia. Segundo estudio nacional, muestra una elevada tasa de insatisfacción de la población con la democracia.

Del total de los encuestados, el 51% manifiesta su insatisfacción con el desempeño de la democracia, en tanto que el 45% declara su satisfacción. Aunque la encuesta no desagrega las características de esta insatis-facción, es razonable pensar que este elevado porcentaje está relacionado con el aún mayor porcentaje (95%) de las personas que respondieron que la democracia le

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había traído una baja satisfacción económica. Si com-paramos estos datos con las respuestas de la población en años anteriores a una pregunta similar, está claro que estamos ante una tendencia decreciente de la tasa de satisfacción ciudadana con la democracia.

En 1996, (Gráfico 4) en momentos de una euforia modernista y de inflación electoral de ofertas labora-les, la satisfacción con la democracia registró el 64%. Más adelante, entre agosto de 1998 y abril de 1999, cuando aún no se había manifestado abiertamente la crisis económica (la tasa de crecimiento del año 1998 fue del 5%),31 el porcentaje cayó en 16 puntos, lo que muestra la abierta frustración social emergente de las abultadas expectativas de mejora económica y los magros resultados reales de las llamadas reformas estructurales de “segunda generación”.32 El índice de satisfacción con la democracia siguió cayendo en los siguientes años hasta llegar, en noviembre de 2001, al mínimo registrado en los últimos ocho años con ape-nas el 26%, después de un año marcado por la abierta crisis económica, la creciente movilización social y la sucesión constitucional del presidente Banzer por su vicepresidente Quiroga.

El momento de la realización de las elecciones gene-rales de 2002, con resultados de evidente polarización social y regional de las preferencias político-electorales, hubo un leve repunte de la satisfacción ciudadana con la

democracia: 36%. Sin embargo, en febrero del 2003, el mismo mes de los trágicos acontecimientos en la ciudad de La Paz que culminaron con la muerte de más de 30 personas y la anulación de la decisión de incrementar los impuestos al salario,33 este índice bajó al 33%. Des-pués de la sublevación de octubre del 2003 que echó del Palacio de Gobierno al ex presidente Sánchez de Lozada,34 en diciembre del 2003 se registró un 47% de satisfacción con la democracia, cifra elevada respecto a los años anteriores, pero que no logró alcanzar los resul-tados por encima del 60% de los años 1996-1998. Esto puede leerse como una tendencia temporal a la alza de la confianza en la democracia, aunque en perspectiva his-tórica desde hace una década se presenta una tendencia decreciente de la tasa de satisfacción de la ciudadanía con la democracia. Un dato interesante (Cuadro 2) es que a diferencia de lo que supondría el sentido común, las clases sociales con niveles socio-económicos ba-jos no son las más propensas a la insatisfacción con la democracia, al contrario, son las que presentan un mayor índice de satisfacción: 23 puntos por encima de las clases altas económicamente mejor ubicadas y 15 puntos por encima de las clases medias.

Este fenómeno se vuelve a presentar en la relación urbano-rural. Mientras que las personas que viven en ciudades de más de 20.000 habitantes tienen el promedio más bajo de satisfacción con la democracia

31 Müller & Asociados, Estadísticas socio-económicas 2003, La Paz, 2004.32 VV. AA., Las reformas estructurales en Bolivia, Fundación Milenio, La Paz, 1998; C. Jemio y E. Antelo (eds.), Quince años de reformas

estructurales en Bolivia, Universidad Católica Boliviana/CEPAL, La Paz, 2000; Delegación Presidencial para la Revisión y Mejora de la Capitalización, 10 años de la capitalización. Luces y sombras, La Paz, 2004.

33 VV. AA, Para que no se olvide. 12-13 de febrero 2003, APDHB/ASOFAM/CBDHDD/DIAKONIA/FUNSOLON/RED-ADA, La Paz, 2004.

34 A. García, R. Prada, L. Tapia, Memorias de octubre, Comuna, La Paz, 2004.

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(36,9%), las personas ubicadas en poblaciones de 500 a 2000 habitantes, pueblos agrarios por lo general, tienen el mayor índice de aceptación (59%), en tanto que las comunidades agrarias, ubicadas entre las poblaciones con menos de 500 habitantes, manifiestan un grado de satisfacción con la democracia del 53%. En el mundo urbano, la ciudad que sobresale por el menor porcentaje de satisfacción es La Paz (36%) en tanto que Santa Cruz tiene un índice del 47%.

Todo esto muestra que si bien las clases bajas son las que más directamente han sido afectadas por los procesos de contracción económica de los últimos años y las que han soportado la mayor frustración respecto a las posibilidades de bienestar y mejora económica, son las que presentan la mayor adherencia a la continuidad democrática y las que garantizan una base social para su continuidad. Pese a ello, no se debe dejar de lado la presencia mayoritaria, en todos los estratos sociales, de gente insatisfecha con la democracia, tal como se desempeña hasta ahora.

El Estudio hizo también una pregunta comparativa entre las preferencias de un gobierno democrático y un gobierno autoritario.

De los encuestados, el 66% respondió que la demo-

cracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, lo que significa que pese al malestar general de la po-blación con los resultados económicos en democracia, esta forma de gobierno tiene un anclaje mayoritario en la experiencia y el imaginario político de la población. El grupo de personas que preferirían un gobierno autoritario llega al 13,9% en tanto los que tienen una posición ambivalente son el 18,4%.

Habría que ver los resultados de unas preguntas, como las realizadas por el PNUD a nivel continental, que combinen la adhesión a gobiernos autoritarios capaces de resolver los problemas económicos. Sin embargo, el índice de preferencia general de gobiernos democráticos muestran un porcentaje mayor al prome-dio latinoamericano, lo que es un resultado alentador, ya que el país más pobre del continente junto a Haití muestra una amplia fidelidad a regímenes políticos democráticos. Lo que no es muy alentador es la ten-dencia de la tasa de preferencia al sistema democrático (Gráfico 6).

Entre 1996, cuando el porcentaje de preferencia llegó al 85%, y diciembre de 2004, cuando fue del 66%, la diferencia es de 19 puntos, lo que diseña una línea de descenso de la preferencia ciudadana por la democracia, con leves excepciones entre 2001 y 2004. Esta tendencia permite avizorar la continuidad de esta gradiente o una leve modificación en los siguientes años, lo que estable-ce una señal de alarma social que obliga a repensar la calidad y el rendimiento de la democracia.

Si tomamos las cifras de insatisfacción con la de-mocracia por el bajo bienestar ciudadano y la tendencia decreciente de la tasa de satisfacción con el régimen democrático, estamos ante clarísimas señales de fatiga y limitaciones de la institucionalidad democrática, al menos tal como la hemos conocido hasta ahora. Sin embargo, creemos que no se trata de un cuestiona-miento a la democracia como forma política sino de un cuestionamiento al tipo o modo particular de la lógica e institucionalidad democráticas que se han venido construyendo.

Si bien hay un porcentaje preocupante de personas inclinadas a un régimen autoritario (Gráfico 5) (13,9%), hay una clara adhesión a la democracia por parte de la ciudadanía entrevistada, incluida la que se mantiene ambivalente (18,4%) y que bajo nuevas acciones que cambien la manera de construir democracia en el

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país pueden articularse de manera más sólida con la democratización de la sociedad. La disyuntiva no es, entonces, “democracia o dictadura”, como lo era en los años 70; la disyuntiva real es entre distintos tipos de democracia, entre un tipo procedimental de alta preocu-pación institucional electoral y baja preocupación por el bienestar y un tipo de democracia de ciudadanía social capaz de priorizar una institucionalidad de bienestar social, político y cultural.

La posibilidad de un replanteamiento del hecho democrático está claramente expresada en los resul-tados de la encuesta que muestran un alto índice de preocupación por los derechos sociales por encima de cualquier otro derecho. Por otro lado, el momento de la comparación entre democracia y dictadura, sobresalen los logros en los rubros de salud, educación, trabajo, igualdad y libertad obtenidos en democracia que los obtenidos en dictadura, dando pie a un horizonte in-telectual general de una resignificación colectiva de la democracia en Bolivia.

Si la democracia que no es capaz de producir bien-estar material para los ciudadanos más que democracia es un procedimiento electoral de renovación de gober-nantes, y esto es justamente lo que muestra abiertos síntomas de agotamiento histórico. Y es la propia ciudadanía la que con sus actitudes, búsquedas y certi-dumbres va brindado las pautas de una transformación sustancial del entendimiento colectivo de la democracia como proceso de igualación social de las condiciones de bienestar de la sociedad.

Por tanto, el gran reto de la democracia, quizás el más importante en las siguientes décadas, es articular de manera eficiente ciudadanía social con democracia a través de la ampliación de una cultura y una institu-

cionalidad de bienestar económico. Pareciera ser que sólo de esta manera la “democracia”, en su limitada acepción dominante de instituciones políticas, podrá superar el lento pero creciente deterioro de su base de apoyo ciudadano. Pero a la vez, esto requiere, antes o simultáneamente, modificar las coordenadas de lectura del hecho, la cultura y los procesos democráticos, a fin de habilitar como núcleo central de la reflexión y el trabajo de democratización social la igualdad y la ciuda-danía social capaces de complementar y sobreponerse a la mera interpretación instrumental de la democracia.

2.2. Segundo reto: Democracia y complejidad institucional. Liberalismo y comunitarismo

Una de las características principales de lo que se denomina régimen democrático es la creación de un tipo de institucionalidad política capaz de habilitar y canalizar los disensos sociales, promover la deliberación pública y materializar sus resultados en normas y nuevas instituciones políticas. En este sentido, no puede haber democracia sin institucionalidad democrática, aunque la institucionalidad democrática no es la democracia, es sólo un medio construi-do por los comportamientos y fines democráticos, y si estos medios deben contener los componentes de los fines para los que fueron creados35 no pueden sustituir a los propios contenidos y fines del hecho democrático.

En Bolivia, la instauración del régimen democrático en 1982 ha permitido la formación de un tipo de institu-cionalidad política para canalizar una serie de expecta-tivas de participación, deliberación y disensos políticos que han modificado radicalmente los mecanismos de toma de decisiones en del aparato estatal.

35 Sobre la relación entre medios y fines y la contención de los fines en los medios revisar K. Marx, Collected Works, Tomo 5, Lawrence y Wishart, London, 1995.

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No cabe duda de que los partidos y el Parlamento constituyen las institucionalidades más activas y emble-máticas de la nueva realidad democrática representativa del país. Si bien la existencia de los partidos como mo-dos de agrupación política se remonta al siglo XIX,36 en los últimos 50 años no tuvieron un papel central en la definición y elaboración de las políticas estatales como lo tienen hoy. Entre 1952 y 1964, el MNR fue el partido más importante, aunque tenía que compartir su protagonismo no con otros partidos, que en los hechos eran poco influyentes en el escenario político (FSB, POR, etc.), sino con organizaciones sociales (COB, Federación de Mineros) que crearon un tipo de sistema político democrático de tipo partidista y corporatista unipolar (MNR/COB).

Desde el golpe de Estado de 1964 hasta 1982, el campo político se escindió en dos polos. Por una parte, el Ejército, que hacía el papel de articulador de fraccio-nes empresariales; por la otra, la COB, que se desempa-ñaba como centro unificador de lo nacional-popular de raigambre obrera y urbana. Sin embargo, esta polaridad era relativa porque si bien entre los sindicatos obreros y las FFAA había una mirada antagónica sobre el sistema político (democracia versus dictadura), en términos económicos ambas posiciones compartían un modelo desarrollista con un Estado productivo y promotor de la modernidad. En este sentido, es factible hablar de la existencia de una polaridad política atenuada con sujetos políticos corporatistas y no partidistas. Fueron momentos en los que la institucionalidad democrática representativa quedó ilegalizada dejando en pie un Estado autoritario.

En esa época, la actividad partidaria estaba subor-dinada a las decisiones de la corporación armada que hacia de intermediaria entre la sociedad y el Estado, o estaba en la ilegalidad y actuaba dentro de los sindi-catos. Durante todo ese período, los partidos políticos, ya sean de izquierda o de derecha, cobraban relevancia sólo a partir de su influencia en los sindicatos, gremios y movimientos sociales del país. Las fuerzas relevantes eran los sindicatos obreros y agrarios, en tanto que los partidos vivían y crecían a su sombra.

A partir de 1982 esto se modificará lentamente. En primer lugar, el campo político inaugurado por la demo-

cracia tiende a unipolarizarse, ya que tanto el Ejército como la COB perdieron sus funciones políticas. El pri-mero, por un repliegue a funciones militares-policiales; la segunda, por el desmantelamiento de su base organi-zacional obrera de gran empresa (COMIBOL, fabriles). Con ello, la política formalmente se descorporatizó temporalmente, dando pie a un renovado protagonismo de los partidos políticos, pero con la particularidad de que los más influyentes compartían un conjunto similar de creencias y propuestas de transformación estatal y política (el llamado “modelo neoliberal”), que volvió a cerrar el espacio de competencias y programas de sociedad dentro del campo político.

Desmantelada la base material de la izquierda sindical (COB) y en medio de la derrota política de la izquierda partidaria (UDP), el pensamiento conservador y de derecha, que se presentaba dis-cursivamente como renovador y progresista, ocupó monopólicamente el escenario de las representacio-nes legítimas del mundo. Así, durante una década y media, los principios de representación y visión del mundo dominantes, aceptados por gobernantes y gobernados, estuvieron signados por la ideología del libre mercado, la creencia en el papel desarrollista de la inversión extrajera y el cuoteo multipartidista como sinónimo de gobernabilidad.

Esto llevó a un sobredimensionamiento del polo de la derecha, cuyo poderío simbólico era de tal mag-nitud que anuló cualquier contraparte de la izquierda sindical o partidaria, creando la ilusión, bien fundada, de la extinción de la oposición “derecha e izquierda”. Las disputas y competencias políticas giraron exclu-sivamente en torno a distintas maneras de interpretar o conducir el paquete de reformas liberalizantes de la economía y la política. El centro político, entendido como la equidistancia entre posiciones confrontadas, no era el centro del espacio político sino el centro del polo político neoliberal, donde la disputa se daba entre las posiciones más ortodoxas (MNR), más “so-ciales” (MIR) o más institucionalistas (ADN) para implementar el neoliberalismo. Por tanto, se puede decir que el campo político se caracterizó por un tipo de unipolaridad multipartidista de derecha.

Paralelamente a la creciente unipolarización del

36 H. Klein, Parties and political change in Bolivia: 1880-1952, Cambridge University Press, Cambridge, 1969.

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campo político, que duró hasta el año 2002, los partidos asumieron de manera formal e institucional el mono-polio de la representación de la sociedad, dando lugar a un sistema político multipartidario. Durante todo ese período, la toma de decisiones políticas se concentró en gobiernos elegidos en base a una competencia abierta entre candidaturas partidarias. La alternancia de los gobiernos resultó de elecciones libres y de coaliciones partidarias y, formalmente, la política tuvo como escena-rio privilegiado de acuerdos, debates, pactos y horizontes de acción a los partidos políticos.

Durante década y media las grandes decisiones po-líticas y la alternabilidad de los gobernantes dependió casi exclusivamente de la intensa vida interna de los partidos que compartían o se acercaban a premisas similares sobre la liberalización de la economía y las reformas estructurales.37 Sin embargo, este sistema mul-tipartidario fue lo suficientemente flexible para permitir la emergencia de posturas relativamente disidentes de la filosofía general de la época. La presencia de UCS y especialmente CONDEPA en el escenario político en los años 90, no sólo amplió el abanico de opciones en el espectro político sino que permitió integrar y reconocer percepciones y demandas de inclusión de sectores sociales urbanos subalternos en el espacio político.38

En lo que se refiere a la formulación de horizontes de país de larga o mediada duración, a su modo, los partidos sustituyeron a los sindicatos como ofertantes legítimos de líneas de acción colectiva, lo que no sig-nifica que sean los partidos los productores de estos proyectos de acción política. Las principales reformas económicas y políticas que el país experimentó en los últimos 18 años, como la descentralización administra-tiva del Estado por vía municipal, la privatización de las empresas públicas, la capitalización y la reforma de pensiones,39 fueron proyectos elaborados, financiados

y supervisados por los llamados organismos de apoyo multilateral (FMI, Banco Mundial, BID, etc.)40 Los resultados de estas reformas, con excepción de la Ley de Participación Popular, fueron altamente rentables para las inversiones externas y de fracaso en cuanto a la obtención de bienestar para los ciudadanos y benefi-cios para el país.41 En su implementación es innegable que los partidos jugaron un papel destacado, sin des-merecer la notable intervención de los organismos de apoyo multilateral42 en la elaboración y sostenimiento de estos programas.

Ahora bien, el lugar de realización y legitimación electoral de esta determinación externa de la actividad política partidaria fue el Parlamento, la institución más emblemática de la democracia. La competencia parti-daria, la formulación de proyectos y el reclutamiento de adhesiones ciudadanas crearon un escenario de simulación de autodeterminación local. De hecho, a través de la consagración de la creencia de que el Par-lamento es la única instancia deliberativa y legislativa legítima de la sociedad, los partidos pudieron “blindar” la determinación externa mediante una escenografía de deliberación parlamentaria “nacional”, inaugurando, entre 1985 y el 2002, uno de los períodos históricos de mayor estabilidad y contención política de los últimos 50 años.

A su vez, la concentración de los tiempos y pro-cedimientos de la política en el Parlamento dio lugar a una compresión del tiempo social de la política en el momento único del acto electoral, lo que garantizó materialmente, por lo menos hasta el año 2000, que las decisiones políticas y las influencias en el campo de poder estatal estén circunscritas prioritariamente al Parlamento bajo el monopolio de los partidos políticos y, extra parlamentariamente, de los organismos de apo-yo multilateral que diseñaron las grandes políticas de reforma en el país.43

37 B. Lozada y A. Saavedra, Democracia, pactos y elites. Genealogía de la gobernabilidad en el neoliberalismo, La Paz, 1998.38 F. Mayorga, Neopopulismo y democracia, CESU/Plural, La Paz, 2002; también S. Alenda, “Condepa y UCS, ¿fin del populismo?”, en

Opiniones y Análisis Nº 57, Fundemos, La Paz, 2002.39 Milenio, Las reformas estructurales en Bolivia, op. cit. 40 R. Fernández, FMI, Banco Mundial y Estado neocolonial. Poder supranacional en Bolivia, Plural/UMSS/Profortes, La Paz, 2003.41 A. García Linera, “Los impactos de la capitalización: evaluación a medio término” en 10 años de la capitalización, op. cit.42 “La oferta de proyectos ya no viene de los partidos políticos. Éstos se han vuelto consumidores de una oferta de planes de regulación y

reforma política del mercado internacional. Para decirlo metafóricamente, los partidos se han convertido en usuarios de proyectos, de los cuales son intermediarios con la población”. L. Tapia, “Condiciones, problemas y capacidad de proyecto de la representación política”, en Cuadernos de Futuro. Retos y dilemas de la representación política Nº 8, PNUD, La Paz, 2000.

43 R. Fernández, FMI, Banco Mundial y Estado neocolonial. Poder supranacional en Bolivia, PLURAL/UMSS, La Paz, 2003.

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A partir de 1985, con el Parlamento como centro de la “representación” ideal de la sociedad y escena-rio real de las distintas fracciones de poder del país, los partidos con representación parlamentaria imple-mentaron una serie de acciones que garantizaron la estabilidad institucional y, en algunos casos, la mejo-raron. La primera de ellas y quizá la más importante en términos de la formación de la gobernabilidad fueron los pactos partidarios en torno a las coaliciones mayoritarias.

Las coaliciones mayoritarias resultaron de las alianzas de las principales fuerzas con representación parlamentaria (MNR-ADN en 1985; MIR-ADN en 1989; MNR-UCS en 1993, ADN-MIR en 1997, MNR-MIR-NFR-UCS en 2002), lo que les permitía elegir al Presidente de la República entre los candidatos más votados, a la vez que garantizaba al Ejecutivo una mayoría parlamentaria para aprobar leyes y elegir a los miembros del Poder Judicial (Corte Suprema, Consejo de la Judicatura, Tribunal Constitucional). La goberna-bilidad formada por estas coaliciones parlamentarias, llamada con poco tino “democracia pactada”, garantizó la estabilidad gubernamental y la eficiencia en la rela-ción entre los poderes Ejecutivo y Legislativo.

Paralelamente, los partidos con representación parlamentaria buscaron mejorar los mecanismos de representación política introduciendo reformas a la Constitución Política del Estado. Desde 1994, a raíz de acuerdos políticos previos entre los principales partidos, se estableció la diferencia entre diputados uninominales y diputados plurinominales. Hasta en-tonces, los partidos entregaban al organismo electoral listas de candidatos a Presidente, Vicepresidente, senadores y diputados departamentales. Sin embargo, en la papeleta de elección sólo figuraba el nombre del candidato presidencial, y según el número de votos que obtenía, “arrastraba” la elección de diputados por departamento. Las reformas de 1994 introdujeron una división: la mitad de los diputados (68) son elegidos directamente y por simple mayoría en “circunscripción

uninominal”. Para ello, el país se divide territorialmente en 68 circunscripciones territoriales, en función del número de habitantes y ciertas afinidades territoriales. Esto ha permitido una mayor cercanía de los diputados uninominales con el electorado, al menos con la parte mayoritaria que lo elige, mejorando las posibilidades técnicas de representación política.44

Sin embargo, esto no fue suficiente para superar dos grandes fallas estructurales del funcionamiento partidario en Bolivia. La primera es que, en las últi-mas décadas, los partidos no se han formado como estructuras políticas de representación y mediación de amplios intereses colectivos con el Estado, sino fun-damentalmente como organizaciones “patrocinadoras de cargos”,45 esto es, asociaciones que se encargan de convertir el apoyo plebiscitario en cuotas de poder que les permiten usufructuar privadamente cargos públicos.46 En el mejor de los casos, si algún trabajo de representación realizan es articular intereses parti-culares de elites empresariales que son las dueñas de los partidos y de los cargos públicos; pero frente a la sociedad sólo han construido mecanismos clientelares de obtención del voto.

Los escasos estudios serios sobre la dinámica orga-nizativa de los partidos contemporáneos muestran, sin excepción, que no tienen ninguna capacidad organiza-tiva para articular la representación de colectividades y bloques sociales, lo que exigiría una amplia capacidad de diálogo continuo de los niveles partidarios con las distintas maneras de organización de la sociedad y una producción autónoma de proyectos políticos naciona-les sobre la base de una jerarquización articulada de expectativas y demandas colectivas. Por el contrario, la elaboración de proyectos políticos ha sido sustituida por la adopción de planes de reforma propuestos por instituciones externas (por ejemplo, el Consenso de Washington), y el vínculo con la ciudadanía se caracte-riza por una abierta y muy bien elaborada campaña de clientelización de votantes.47 Los niveles de conducción y mediación política han sido sustituidos por meca-

44 “Elecciones legislativas: diputados uninominales 2002”, en Opiniones y Análisis Nº 58, Fundemos, La Paz, 2003.45 Max Weber, “Sociología de la dominación”, en Estado y Sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, 1998.46 L. Tapia, “Condiciones, problemas y capacidad de proyecto de la representación política”, en Cuadernos de Futuro. Retos y dilemas de

la representación política Nº 8, PNUD, La Paz, 2000.47 P. Chávez, Los límites estructurales de los partidos de poder como estructuras de mediación democrática: ADN en el departamento de La

Paz, tesis de licenciatura, Carrera de Sociología, UMSA, La Paz, 2000; Máximo Quisbert, Mediación clientelar y la crisis de FEJUVE, tesis de licenciatura, Carrera de Sociología, UMSA, La Paz, 1999.

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nismos de repartición de bienes materiales a cambio de votos, lo que ha hecho de los partidos, más que instituciones ideológicas y de articulación de bloques sociales, empresas de compra de votos. De hecho, hasta el día de hoy, en la mayoría de los partidos políticos la conquista de un puesto en las diputaciones no se define en función de afinidades ideológicas o capacidades representativas sino por el aporte económico que la persona puede hacer a la campaña electoral.

Esto, ha repercutido, inmediatamente en la calidad representativa deliberativa y legislativa del Parlamento. La llamada “democracia pactada” que garantizaba la gobernabilidad del Ejecutivo fue asegurada no sólo mediante una creciente subordinación del Legislativo al Ejecutivo mediante el uso discrecional de los gastos reservados para “comprar” las fidelidades parlamenta-ras, sino también por la distribución de miles de puestos públicos entre los militantes, simpatizantes y parientes de los dirigentes de los partidos que conformaban la coalición dominante en el Parlamento. Esta distribución o cuoteo de cargos públicos a cambio de fidelidad par-lamentaria y gobernabilidad para el Ejecutivo, llego al extremo de distribuir porcentualmente cada ministerio y repartición pública en correspondencia al porcentaje que el partido había obtenido en la votación nacional.

Esta abierta clientelización y prebendalización de la política sostenida sobre una base plebiscitaria de legitimación del sistema partidario se consolidó a costa de la anulación de la capacidad de mediación y representación de intereses sociales en la elaboración de las políticas públicas. Si, como afirma la teoría liberal de la democracia, los partidos políticos son el eje de la democracia representativa, la capacidad de represen-tación es algo que los partidos en Bolivia no buscan ni pueden alcanzar; el elemento central de la función mediadora teóricamente asignada a los partidos ha quedado extraviada en medio de extraordinarias habili-dades de clientelización del voto ciudadano. Entonces, los puentes de comunicación y descompresión de las demandas de la sociedad civil se han roto, elevando las fuerzas de presión en la sociedad, las que, finalmente, han “reventado” por canales extra-partidarios y extra-parlamentarios llamados movimientos sociales, comités

cívicos y hasta corporaciones empresariales que de manera periódica vienen sustituyendo a los partidos políticos en sus deberes de intermediar las pulsiones de la sociedad hacia el Estado.

En este panorama de mediación partidaria de baja intensidad o nula, nuevos partidos (MAS, MIP), sus-tentados precisamente en esas formas de mediación de facto alcanzadas por las organizaciones sociales han comenzado a desplazar a los antiguos partidos que controlaron cerca de los dos tercios de la votación nacional durante 18 años (ADN, MIR, MNR).48 Los “partidos” emergentes de los movimientos sociales (MAS, MIP) son coaliciones temporales de sindica-tos agrario-urbanos y de gremios; en esta medida, el principal capital político-electoral que les ha permitido remontar el empleo de relaciones clientelar-electorales es la estructura organizativa sindical, vecinal y gremial que ha devenido en un eficiente movilizador de fideli-dades de auto-representación social.

Si bien esto ha mejorado parcialmente las capaci-dades de auto-representación clasista y étnica de la so-ciedad, no ha modificado notablemente la capacidad de mediación y canalización de intereses colectivos hacia el Estado. Por una parte, porque aún no son partidos con conducción de gobierno, lo que limita drásticamente la efectivización de las demandas sociales canalizadas hacia el Estado. Por otra parte, por su deficiente habi-lidad organizativa interna, que limita su intención de mantener un vínculo eficiente entre el aparato parla-mentario y las organizaciones sociales que los apoyan, lo que ha llevado a que las acciones de representación y mediación política partidaria mantengan, hasta el día de hoy, un bajo nivel de cumplimiento y eficiencia a través del Parlamento.

La segunda de las fallas estructurales que reduce la capacidad de mediación política de los partidos es la presencia objetiva de varias lógicas de agregación y representación política correspondientes a las varias sociedades o “civilizaciones” que existen en el país, y que la mayoría de los partidos no pueden entender y mucho menos articular con el Estado. Siguiendo a Zavaleta, que trabajó la complejidad estructural del país a partir de la categoría “abigarrado”, podemos

48 Para los datos de las elecciones nacionales y municipales hasta el año 2002, ver S. Romero, Geografía electoral de Bolivia, Fundemos/Fundación Hanss Seidel, La Paz, 2003. Los datos sobre los resultados de las elecciones municipales del 2004 se hallan en Corte Nacional Electoral, Resultados. Elecciones municipales 2004, separata, La Paz, diciembre de 2004.

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decir que las estructuras mentales y materiales de la sociedad se caracterizan por la existencia sobrepuesta de varios modos de producción, de varios tiempos his-tóricos y sistema de autoridad política.49 En términos más operativos, se puede decir que Bolivia es un país donde coexisten jerarquizadamente y en algunos casos sobrepuestos sobre las mismas territorialidades, varios sistemas “societales” o “civilizaciones”, pero donde el armazón estatal sólo recoge la lógica organizativa de una de estas civilizaciones o sociedades: la moderna mercantil-industrial.

Siguiendo a Elias,50 en un nivel de generalidad se puede entender al régimen civilizatorio como el tra-mado social y las pautas del comportamiento en los cuales las personas están acostumbradas a vivir. Esto supone los modos de diferenciación de las funciones sociales, las formas de constitución de los institutos del monopolio de la violencia física e impositiva, las maneras de simbolizar las previsiones prolongadas de secuencias en las relaciones entre las personas (la téc-nica) y los mandatos y prohibiciones que modelan el vínculo entre las personas.51 Se trata, por tanto, de un conjunto coherente de estructuras generativas de orden material, político y simbólico que organizan de manera diferenciada las funciones productivas, los procesos técnicos, los sistemas de autoridad, la organización política, además de los esquemas simbólicos con los que colectividades extensas dan coherencia al mundo. Un régimen civilizatorio o societal es mucho más que un modo de producción, pues integra la matriz cognitiva y los procedimientos de autoridad que regulan la vida

colectiva; asimismo, una civilización puede atravesar varios modos de producción, como la comunidad arcaica y la comunidad rural, que siendo diferentes comparten matrices organizativas de la vida similares. Igualmente, una civilización puede abarcar varios terri-torios discontinuos y varios pueblos o naciones, como la civilización capitalista mundial que abarca a más de un centenar de naciones-Estado, o la civilización comunal que abarca por igual a aymaras y quechua hablantes que radican en comunidades agrarias.

En Bolivia es posible distinguir conceptualmente cuatro grandes estructuras civilizatorias o societales: la moderna mercantil-industrial, la tradicional mercantil-simple, la comunal andina y la comunal amazónica.52 Lo relevante de estas diferenciaciones es que permiten apreciar la presencia de múltiples lógicas políticas y sistemas de autoridad mediante las cuales la sociedad regula su comportamiento, canaliza sus demandas y representa lo público, como los partidos políticos de libre e individual adscripción, las comunidades agra-rias de filiación normativa, los sindicatos, gremios y juntas vecinales que combinan la adhesión electiva y normativa, etc. Si bien cada una de estas sociedades se diferencia de las otras, en la realidad, las personas no las viven como hechos separados, más bien se mueven simultáneamente en varias lógicas societa-les, dependiendo del contexto, el tiempo y la práctica ejecutada.

Ahora bien, para que la forma liberal de representa-ción política a través de los partidos funcione de manera regular y eficiente se necesita un tipo de subjetividad

49 R. Zavaleta, Lo nacional popular en Bolivia, Siglo XXI, México, 1986. 50 N. Elias, El proceso de la civilización, FCE, México, 1993; ver también, F. Braudel, Civilización material, economía y capitalismo, Alianza

Editorial, España, 1984.51 Un uso pionero del concepto de civilización para estudiar a los pueblos indígenas es el de Guillermo Bonfil, aunque de manea directa-

mente asociada a las características sociales del campesino (orientación a la producción autosuficiente, solidaridad familiar, reciprocidad, propiedad comunal de la tierra, la naturaleza como cuerpo vivo dialogante, etc.). Ver, G. Bonfil, México profundo. Una civilización negada, SEP/CIESAS, México, 1987.

52 La propuesta de diferenciar en tres o cuatro bloques la heterogeneidad estructural de Bolivia fue desarrollada por L. Tapia en La condición multisocietal, CIDES/Muela del Diablo, La Paz, 2002, y A. García Linera en “Estado y sociedad: en busca de una modernidad no esquizofrénica”, en La fuerza de las ideas, Banco Mundial/PRISMA/ILDIS/MPD, La Paz, 2002. Pos-teriormente, Laserna en el artículo “Democracia en el ch’enko”, Fundación Milenio/CERES, La Paz, 2004, ha propuesto el “concepto” “distintas economías” para referirse a esta complejidad social boliviana. Dejando de lado este repentino cambio de horizonte teórico de quien hasta pocos meses atrás hacia una evaluación entusiasta de una economía en imparable pro-ceso de globalización (Ver el artículo de Laserna en el libro La fuerza de las ideas y mi crítica a ese tipo de esquizofrenia ideológica), lo único que puede calif icarse de novedoso en el escrito de Laserna radica en atribuir a la existencia de es-tas “distintas economías” el fracaso de la aplicación de las reformas liberales. Si se trata de fracasos quizá sería más ho-nesto pensar en el fracaso social y la ignorancia de aquellos ideólogos del libre mercado que se lanzaron a aplicar recetas

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colectiva basada no ya en “fines y valores comunes”,53 como en el caso de las comunidades tradicionales, sino en el cálculo individual de intereses recíprocos, capaces de promover un sentido común relativamente articulado de lo público que valide como norma aceptada la adhe-sión individual y voluntaria, la competencia de ofertas políticas, las reglas de elección y las equivalencias políticas de las ofertas electorales.

La posibilidad de que el “mercado político”, forma-do por las ofertas partidarias, la adscripción individual y la competencia electoral, sea asumido como el lugar de la constitución de los poderes públicos reposa en un cuerpo de experiencias individualizadas. Tal expe-riencia indica que ésa es la mejor forma de constituir la intervención de la sociedad en la gestión de lo que les une, pero además, de que la práctica de lo común es el simple “compañerismo de los intereses individuales”.54

Se trata de un hecho espiritual y cultural, pero también procedimental, capaz de inaugurar una narrativa de un cuerpo social y, a su vez, es una manera de inventar su cohesión y su deseo de permanencia. La posibilidad de que estas estructuras de percepción y acción social existan, en tiempos modernos, ha requerido cierta homogeneidad cultural estatalmente inducida (de ahí que las naciones sean en parte artificios estatales) pero también, ante todo, los efectos culturales y organiza-tivos de la subsunción real, que no es otra cosa que la destrucción o debilitamiento de otras formas de filiación social, la extinción o subalternización de otras redes de constitución espiritual del cuerpo social como la localidad o la comunidad agraria.

La persistencia de otros mecanismos de identifica-ción social y de obtención de valores colectivos locales de tipo “tradicional”, como sucede en buena parte de Bolivia, tiene la fuerza material de imposibilitar la agre-gación de voluntades políticas (y por tanto de producir la representación moderna) vía partido, pues ésta última

se sostiene sobre filiaciones electivas, voluntarias de individuos desarraigados de otras formas de adscripción colectiva. La persistencia de estructuras tradicionales de producir55 y de pensar, en cambio, genera tanto formas de filiación normativa porque el individuo es lo que es por la pre-existencia y pertenencia al grupo, como formas de participación política y sistemas de autoridad políticas locales ancladas en las características de esas estructuras societales. En este caso, la colectividad (de parentesco, comunal, laboral) es la condición de la individualidad y la práctica política se entiende como la responsabilidad y obligatoriedad del individuo en la reproducción simbólica, económica, ritual y cultural de la trayectoria de la colectividad. Una gran parte de la vida política organizativa de amplios bloques sociales tradicionales agrarios y urbanos en Bolivia se mueve bajo esta lógica no-liberal de la política, lo que no quita, sin embargo, que en determinados momentos se asista a las prácticas liberales de elección como medios de negociación de ofertas materiales con los partidos políticos.

En el modelo liberal procedimental, la individua-lidad es el punto de partida de la constitución de la colectividad. Para que ello ocurra, debe haber desapa-recido previamente la fuerza normativa de estructuras comunitarias tradicionales que interponen otro sentido de pertenencia y de participación; lo que, a su vez, re-quiere la generalización de las relaciones capitalistas de producción. En el caso de Bolivia, es por demás evi-dente que la individualidad electiva sólo existe a modo de un archipiélago disperso en un mar de filiaciones normativas resultantes del predominio de estructuras culturales colectivistas correspondientes a la existen-cia mayoritaria de sistemas productivos campesinos, comunales, artesanales y tradicionales no capitalistas. Por ello, ni con una representación partidaria eficiente en el Parlamento, la totalidad de la sociedad podría ser

modernizantes en un país que ni conocían ni comprendían. Con todo, a diferencia de “las distintas economías” propuesta por Laserna, el concepto multisocietal o multicivilizatorio no sólo incorpora los “modos de producción” o economías diferenciadas, sino también hace referencia a la existencia de múltiples sistemas de autoridad y múltiples estructuras simbólicas para definir el mundo que coexisten jerárquicamente en Bolivia. Para una explicación de estas diferencias ver, A. García Linera, Autogobierno indígena, (en prensa).

53 Max Weber, Op. Cit.54 L. Tapia, La condición multisocietal. Multiculturalidad, pluralismo, modernidad, CIDES-UMSA/Muela del Diablo, La Paz, 2002.55 La agricultura esta compuesta de 550.000 unidades domesticas que abracan al 90% de la población agraria, y en el trabajo urbano pre-

dominan 700.000 unidades semi empresariales. El 65% del empleo urbano lo otorgan estas unidades semi empresariales y familiares. Al respecto ver, H. Grebe, “El crecimiento y la exclusión”, en La fuerza de las ideas, Foro del Desarrollo, La Paz, 2002; C. Arce, “Empleo y relaciones laborales”, en Bolivia hacia el siglo XXI, CIDES-UMSA/CNR/CEDLA/CEB/PNUD, La Paz, 1999.

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mediada a través de la forma partidaria y parlamentaria, pues hay amplios bloques sociales que desenvuelven sus actividades productivas fundamentalmente en relaciones no industrial-modernas, que no son repre-sentables ni su voluntad cuantificable por el voto o, por lo menos, no son representables bajo moldes liberal-representativos.

La insistencia en instaurar a como dé lugar un tipo de institucionalidad “moderna”, liberal-representativa, y la manera ideológica y poco juiciosa con la que algunos intelectuales defienden el apego a la institucionalidad y las normas “modernas” son una exacerbación de lo que podría llamarse una esquizofrenia ideológica que apuesta a una modernidad institucional que corresponde a un país moderno, industrial e individuado, que no es Bolivia y que posiblemente nunca llegue a ser. Esto genera, en el desencuentro entre deseos y realidades, un mayor dislocamiento entre mecanismos formales y mecanismos reales de representación política de la sociedad.

Un ejemplo de esta dualidad de modos de organi-zación del hecho político de la sociedad ha acontecido recientemente en la ciudad de El Alto a raíz de las movilizaciones que culminaron con la expulsión de la empresa extranjera encargada de la distribución de agua. En las elecciones para alcalde la población votó mayoritariamente por el candidato proveniente de un partido conservador que proponía convertir a la ciudad de El Alto en un emporio exportador globalizado; un mes después, esa misma población se movilizó por me-dio de sus juntas vecinales y sindicatos para expulsar a la empresa extranjera concesionaria del agua en medio de discursos de nítido corte nacionalista y estatista. Las mismas personas actúan de distinta manera dependien-do de la ubicación que adoptan en el campo político. Electoralmente, bajo la lógica liberal-representativa, actúan moderadamente en medio de redes de movili-zación electoral clientelizadas; en la canalización de sus demandas colectivas, actúan bajo el mando vecinal enarbolando un discurso de oposición a la inversión externa o, por lo menos, a un tipo de inversión externa. En los momentos de mayor intensidad de la moviliza-ción, el alcalde y la representación municipal quedaron

reducidos a factores políticos sin relevancia. Se puede decir, por tanto, que los partidos como

mecanismos de mediación política están rodeados, y en muchos casos rebasados, por otros mecanismos de medición y representación política: los múltiples mo-vimientos sociales-políticos56 que en los últimos años no sólo han logrado canalizar de manera mucho más exitosa una serie de demandas colectivas ante el Estado sino que también han logrado sustanciales modifica-ciones en la elaboración de políticas estatales. Desde la guerra del agua que modificó mediante un cabildo la Ley 2029 de Agua Potable y Alcantarillado, hasta el retiro del Parlamento del Proyecto de Ley de Aguas en octubre del 2002, pasando por la abrogación del decreto de cierre del mercado de acopio de hoja de coca en ene-ro del 2002, la anulación de la venta de gas a Estados Unidos por puertos chilenos en 2003, el debate de una nueva Ley de Hidrocarburos en el Parlamento, la con-vocatoria al referéndum sobre el gas y la convocatoria a una Asamblea Constituyente y el referéndum sobre las autonomías, todas estas políticas públicas y diseños de reformas estatales han sido planteados por múltiples movimientos sociales que han sobrepuesto sus agendas a las de todos los partidos políticos sin excepción algu-na. Se trata de una ascendente extraparlamentarización de la política, aunque después el Parlamento “legalice” e institucionalice esas demandas. Esto habla de una dualidad objetiva de los mecanismos de deliberación, acción y representación política en el país.

La suma de estas dos grandes fallas estructurales en la organización y el desempeño de los partidos políticos lleva a una tendencia creciente de lo que podríamos llamar la tasa de desacreditación del desempeño de los partidos políticos a los ojos de la sociedad. En las en-cuestas realizadas en la ciudad de La Paz durante 1994 por la Universidad Católica Boliviana, los resultados mostraron que el 34,6% de las personas no confiaba nada en los partidos; el 22,8%, poco; y sólo el 10,3%, mucho. En tanto que la confianza en el Congreso era del 38% nada, 29,6% poco y 5% mucho.57 Cuatro años después, otra encuesta realizada por la Carrera de Ciencias Políticas de la UMSA estableció que el 62,2% de los encuestados no confiaban nada en los partidos

56 A. García, M. Chávez, P. Costas, Sociología de los movimientos sociales. Estructuras de movilización, repertorios culturales y acción política, Diakonia/Oxfam, La Paz, 2004.

57 Encuesta de percepción política VI, Ciudad de La Paz, agosto de 1994, Universidad Católica Boliviana, La Paz, 1994.

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en tanto que el 29% confiaba poco.58 En cuatro años, la desconfianza en los partidos políticos casi se había duplicado y la desconfianza en el Parlamento había crecido notablemente (41,8% nada y 37,5% poco).

En el estudio Democracia y cultura política en Bolivia encargado por la Corte Nacional Electoral el año 1999, los índices de confianza en los partidos y el Parlamento son algo mejores, aunque con niveles bajos. En una escala del 1 al 7, el nivel de confianza en los partidos es 2,5 y en el Parlamento 4,5.59 En el estudio Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, realizado el año 2004, los resultados vuelven a mostrar la tasa decreciente de la confianza en estas dos instituciones.

Las instituciones más devaluadas en el imaginario social son precisamente los partidos políticos y el Par-

lamento (Gráfico 7). Mientras que los partidos tienen una imagen negativa del 55,2%, el Parlamento tiene una imagen negativa del 26,1%. En lo que se refiere a los ín-dices de confianza, los partidos políticos tienen el 3,8%, uno de los más bajos de la escala de confianza (sólo por encima de las empresas transnacionales y las FFAA) en tanto que el Parlamento está un poco mejor ubicado con el 8,1% de confianza, pero por debajo de la confianza hacia las juntas vecinales (12,4%), los comités cívicos (14,5%), las alcaldías (33,8%) y la Iglesia Católica que tiene el mayor índice de confianza (65%).60

Las instituciones más representativas de la democra-cia liberal aparecen así en el bloque de las instituciones más desprestigiadas de la sociedad. Ciertamente, estos datos tienen que ser tomados con mucho cuidado. El elevado índice de aceptación de la Iglesia Católica no

58 Encuesta de percepción política interna y externa en la ciudad de La Paz I, septiembre de 1998, INNCIP-UMSA, La Paz, 1999.56 J.Lazarte, Op. Cit.60 Banner Demográfico, CNE, Op. Cit.

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debe inducir a pensar que sería posible un apoyo igual a un régimen de corte teocrático o religioso. En las res-puestas de las personas se entrecruzan distintos niveles de credibilidad, como el que se puede asignar a quienes toman decisiones de gobierno o a quienes se encargan de administrar la salvación espiritual. Con todo, no deja de ser llamativa la reducida confianza que despiertan los mecanismos de representación política mediante los cuales se forma el sistema de gobierno del país.

Desagregando en preguntas más específicas, la en-cuesta muestra otros datos interesante de la “imagen” negativa de los partidos y el Parlamento. Continúa la línea de descenso del prestigio de los partidos, el 15,4% de los entrevistados considera muy necesaria la presen-cia de los partidos, en tanto que (Gráfico 8) el 56,6% los considera poco necesarios y el 24,3% nada necesarios. Nuevamente, los departamentos de las zonas altas del país son los más propensos a consideran innecesaria la presencia de los partidos. En La Paz, el 12,7% la considera muy necesaria, en tanto que lo mismo piensa sólo el 10% en Potosí y el 8,4% en Oruro. Por su parte,

los departamentos con mayor índice de consideración sobre la necesidad de los partidos son Beni, con el 28%, Pando con el 24,4% y Santa Cruz con el 21,3%. Esto podría explicarse porque, a diferencia de las densas y fuertes estructuras de movilización social con la que cuenta la tupida red de la sociedad civil en las zonas del altiplano y valles, en las zonas de tierras bajas, estas redes organizativas son más laxas, localista y con mo-derada capacidad de movilización, lo que habilita una fuerte presencia no sólo de los partidos como instancias de agregación de intereses, sino también de los comités cívicos que actúan como unificadores colectivos de las distintas fracciones partidarias y empresariales de la región.

En lo referente a los que consideran nada necesaria la presencia de los partidos, las poblaciones que tienen una respuesta más alta son los centros urbanos con más de 20.000 personas, con el 25,8%, y las poblaciones rurales dispersas, con el 24,4%.62 Si bien las diferencias entre regiones no son tan grandes, la encuesta muestra ciertas constantes de diferenciación en las respuestas en los departamentos de las zonas altas del país y de las zonas bajas amazónicas. Estas diferencias llegan a ser más acentuadas que las que se presentan entre ciudad y campo.

Ante la pregunta sobre la importancia de la contri-bución a la democracia de distintas instituciones, los partidos apenas obtienen un 3% de apoyo y el parla-mento un 4,1%. La Iglesia Católica, las alcaldías y el Defensor del Pueblo, en cambio, tienen un porcentaje de aprobación que se mueve entre el 10% y el 16%.63 Los más críticos respecto a los partidos son los habitantes de las poblaciones rurales dispersas y de las ciudades con más de 20.000 habitantes, en tanto que los que más votación dan a favor de las alcaldías son los habitantes de las poblaciones menores. A la pregunta de cuál es la institución que mejor trabaja, nuevamente los partidos tienen una bajísima votación, se hallan en el último lugar con el 0,4% de aceptación, en tanto que el Parla-mento obtiene el 3,1%, cifras bajas frente a la máxima votación obtenida por las alcaldías con el 17,1%.64

Los niveles de desprestigio alcanzados por estas instituciones democráticas se vuelven más intensos

62 Banner Demográfico, CNE, Op. Cit.63 Ibidem.64 Ibidem.

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al momento de preguntar sobre la corrupción de las instituciones sociales.

La percepción de la corrupción en los partidos y el Parlamento es tanto mayor cuanto la población es más pequeña (Cuadro 3). Así, mientras que en las ciudades mayores a 20.000 habitantes el 28,7% de los encuestados considera que la institución más corrupta son los partidos políticos, en las poblaciones denominadas “rural com-pacto” esta cifra se eleva al 34,3% y en las poblaciones rurales dispersas al 31,2%.65 Los departamentos con mayores índices de percepción de corrupción en los par-tidos son La Paz, con el 36% y Potosí con el 35,8%; en tanto que los departamentos donde este índice es menor son nuevamente Santa Cruz, con el 18,8%, y Pando, con el 20,9%.66 Un dato interesante en estas respuestas es la disociación que hacen las personas entre sistema de partidos y democracia.

Sólo el 15,4% de los entrevistados considera que los partidos son muy necesarios para el funcionamiento de la democracia (Gráfico 8), en tanto que el 24,3% consi-dera que no son necesarios y la mayoría, el 56,6%, que son poco importantes. A contramarcha de las lecturas ideológicas que asimilan la democracia como sinónimo de sistema de partidos políticos, la población mantiene un elevado índice de apego a la democracia (66,4%) (Gráfico 5) mientras que, al mismo tiempo, sólo el

15% considera que los partidos son fundamentales para la continuidad del régimen democrático. Esto lleva a pensar no sólo en un malestar radical frente a los parti-dos políticos sino también en una creciente manera de entender la democracia sin la presencia imprescindible de los partidos políticos.

Igualmente, en lo que se refiere a la posible contradic-ción entre encuestas que muestran un fuerte rechazo al desempeño de los partidos y los datos de la participación del electorado en las elecciones nacionales y munici-pales, algo que revela esta encuesta es que la asistencia masiva a la votación no significa necesariamente que los partidos tengan capacidad de representación ni es una muestra de confianza masiva a su desempeño. Los datos sobre la creciente devaluación de los partidos políticos y el apego mayoritario a un conjunto de dere-chos políticos y civiles democráticos muestran que la asistencia a las elecciones es, ante todo, la adhesión a un sistema de libertades constitucionales y no un res-paldo a los partidos. Por todo ello, no resulta raro que ante la pregunta sobre la posibilidad de la eliminación de instituciones, las respuestas se orientan en mayor porcentaje a la eliminación de los partidos políticos y el Parlamento (Cuadro 4).

Si bien se trata de porcentajes bajos, queda claro que se está formando una corriente de opinión que respaldaría la eliminación no sólo de los partidos sino también del Parlamento. Ciertamente, buena parte de las opiniones en ese sentido pueden provenir del bloque so-cial con tendencias autoritarias; sin embargo, estas cifras sumadas a las que se refieren al rechazo al desempeño de los partidos son una señal de alarma suficiente so-bre la necesidad imprescindible de una reforma interna

65 Ibidem.66 Ibidem.

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de carácter estructural en los partidos y el sistema de representación. Este rechazo, más que dañar la imagen de los partidos está afectando de manera preocupante la imagen de la democracia.

Por todas estas deficiencias de carácter estructural del funcionamiento de los partidos políticos y del Parlamento, un reto democrático de primer orden es una reforma igualmente estructural, es decir, una de-mocratización estructural de sus comportamientos y concepciones prácticas. Esta reforma de la actividad partidaria y parlamentaria va más allá de una simple democratización interna de los puestos de mando y conducción de los partidos, como proponen las lecturas instrumentales de la democracia.67 Por supuesto que esta democratización interna sería un gran avance en la ampliación de los espacios de democratización políti-ca, pero no toca los problemas centrales de los límites de la representación social que son, precisamente, los puntos medulares de la actual institucionalidad liberal-representativa. La deficitaria intermediación entre la sociedad y el Estado, es decir, los límites de la media-ción política, es el núcleo esencial de la persistencia del malestar social frente a las instituciones democráticas, y esto no se resuelve eligiendo por voto al presidente de tal o cual partido.

Uno de los grandes retos de la institucionalidad de-mocrática es la modificación de raíz de las maneras de articulación de los partidos con la sociedad civil, a fin de que dejen de ser máquinas clientelares de compra de votos para convertirse en organizadores de identidades colectivas, en productores de proyectos políticos y en canalizadores de expectativas y demandas sociales. Esto exige un cambio en las estructuras organizativas de los partidos, en sus modos de reclutamiento y en la función de la militancia política para encaminarla hacia funciones de mediación, y ya no de soborno, de la ciudadanía.

Pero esto sólo solucionaría el problema de la re-presentación moderna de las partes de la sociedad

representables a partir de lógicas políticas liberal-repre-sentativas. Falta la representación eficiente de las partes mayoritarias de la sociedad cuyas lógicas políticas son de tipo comunitario no liberal y que poseen y requieren de otro tipo de instituciones de mediación política. Al respecto son reveladores los datos de la encuesta sobre cuáles son las instituciones a través de las cuales la ciudadanía se siente más representada. Se trata de una pregunta que aborda de manera directa el problema de los modos de producción de proyectos colectivos.

Lo primero que resalta en estos datos (Gráfico 9) es la elevada confianza en la capacidad de representación que le asignan los ciudadanos a las organizaciones sociales, 10 veces superior a la representatividad que les dan a los partidos políticos. Así, las organizaciones sociales ob-tienen una aceptación como órganos de representación del 74% de los encuestados, en tanto que los partidos políticos sólo obtienen el 6,7% de la preferencia.

Dejando de lado la presencia de la Iglesia Católica como mediador político,68 las organizaciones comu-nitarias son, en la percepción de los encuestados, las instituciones con mayor capacidad de representación

67 C. Toranzo, “Introducción. Bolivia y sus retos de futuro”, en VV. AA., Bolivia. Visiones de futuro, ILDIS/Friedrich Ebert Stiftung, La Paz, 2002.

68 Esto no elude, ciertamente, la realidad histórica de la Iglesia Católica como actor político en determinadas coyunturas. Sin embargo, la experiencia muestra que en los momentos en que la Iglesia se presenta como grupo de presión política no necesariamente mantiene su capital de reputación y en ocasiones ha sufrido ciertos márgenes de desprestigio. Esto sucedió, por ejemplo, a mediados de 2003, cuando de manera poco atinada intentó impulsar un “pacto social” entre el gobierno de Sánchez de Lozada y la oposición socio-política, pero en los marcos de lineamientos políticos y económicos estrictamente formulados por el oficialismo. A las pocas semanas, la iniciativa fracasó y mostró una Iglesia demasiado cercana al gobierno.

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de intereses de la sociedad frente al Estado, con el 12,3%; en tanto que los partidos se hallan en el nivel más bajo de la jerarquía de representación, con el 1%. Esto es preocupante pues, teóricamente, se supone que los partidos son los encargados de crear representación y mediación política de la sociedad con el Estado; sin embargo son las entidades con menor capacidad de representación, según los encuestados. Esto hace pensar que su importancia en el campo político se sostiene sobre todo por la fuerza de la imposición del monopolio de la legitimidad gubernamental del Estado y no por la propia actividad organizativa de los partidos.

En cambio (Cuadro 5), si sumamos el porcentaje de las organizaciones comunitarias (12,3%) con los de las juntas vecinales (8,8) y los sindicatos (4,1%) alcanzan la cifra final del 25% de confianza representativa, lo que ciertamente es un dato sorprendente. Tenemos así que mientras las instituciones estatalmente mantenidas como órganos de representación son irrelevantes en el ima-ginario social de los modos de representación política, las estructuras organizativas de la sociedad, que existen como iniciativas autónomas (comunidades, sindicatos, juntas vecinales), tienen un significativo respaldo como medios de representación. En el caso de las poblaciones dispersas, la inclinación por las organizaciones comu-nitarias llega al 19%, en tanto que las juntas de vecinos

obtienen su mayor respaldo como modos de representa-ción en las ciudades con más de 20.000 habitantes.

Esto tiene que ver, por cierto, con una larga historia de representación política de la sociedad a través de sus organizaciones y movimientos sociales. De hecho, una de las características de las estructuras de movilización social en Bolivia es su persistente contenido político, esto es, su capacidad de articular intereses e identidades colectivas frente al Estado y, en algunos casos como el de la COB en sus años de gloria o de la CSUTCB en los últimos años, con capacidad de postularse como proyectos de poder político,69 ya sea bajo la forma de autogobierno o de cogobierno.70 De aquí se desprende otro reto de la democratización institucional del país: la necesidad de ampliar la base institucional y organizativa de representación y mediación política de la sociedad en el Estado.

La llamada desmonopolización de la representación política mediante el reconocimiento de “agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas” como institutos capa-ces de postular candidatos a elecciones, implementada mediante la reforma a la Constitución Política del Esta-do de febrero de 2004, es un intento de ampliar la base institucional de la representación política demandada por un 64,1% de los encuestados.71 Pero esta “desmo-nopolización de la representación”, si bien ha abierto la posibilidad de que organizaciones sociales postulen candidatos, presenta varias limitaciones estructurales. Al dejar en pie el sistema de competencia electoral para la elección de autoridades obliga a estas organizaciones, formadas para procesos de defensa de intereses colecti-vos, a emplear los mismos mecanismos de competencia generalmente utilizados por el sistema partidario que, en el caso de las ciudades, requiere de grandes inversiones de dinero. Por ello, no es casual que las “agrupaciones ciudadanas” urbanas exitosas (El Alto, Cochabamba, Santa Cruz) hayan sido, en realidad, antiguos aparatos partidarios remozados de nombre, y que un 52,9% de los encuestados considere que estas agrupaciones son “sólo instrumentos de los partidos”.72

En las zonas rurales, la presencia de las agrupacio-nes ciudadanas ha sido más exitosa porque el costo de

69 A. García, M. Chávez, P. Costas, Sociología de los movimientos sociales, op. cit.70 L. Tapia, “Izquierda y movimiento social”, en A. García, R. Prada, L. Tapia, Memorias de octubre, Op. Cit.71 Banner Demográfico, CNE, Op. Cit.72 Ibidem.

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las campañas y de la propaganda es mucho menor. En estos casos, el capital organizativo sindical-comunal ha podido ser reconvertido rápidamente en capital político electoral. Esto explica que estas agrupaciones sean consideradas las mejores formas de representación de los ciudadanos en las poblaciones rurales dispersas, con el 50,8% de apoyo y un 44,9% de apoyo general en todo el país.73 Sin embargo, los candidatos de las organizaciones sociales, con un elevado grado de re-presentación, al pasar por los mecanismos de selección del voto individual y secreto rompen la lógica electiva no-liberal de estas organizaciones sociales y quedan incorporados al sistema de poderes públicos bajo el mandato abstracto del voto secreto que, a la larga, deviene en una responsabilidad y una rendición de cuentas ante un ente igualmente abstracto y secreto llamado “votante”. Precisamente, para conjurar el riesgo de la responsabilidad abstracta, las formas de representación comunitarias o no-liberales han creado distintos mecanismos de “rendición de cuentas” de los representantes ante sus mandantes (responsabilidad ante un elector colectivo, no individual, revocatoria del mandato, asambleas, rotación de cargos, responsabili-dad moral asociada a la responsabilidad pública).

Por tanto, el reto de la ampliación de la base institu-cional de la democracia en Bolivia pasa inevitablemente por la posibilidad de articular distintas lógicas de repre-sentación política, en correspondencia con la realidad material y cultural de la sociedad. Tapia llama a esto instituciones de gobierno compuesto o complejo que resultan de la “composición de instituciones políticas de matrices culturales distintas”.74

Ahora, es cierto que esto requiere la readecuación de las diversas prácticas políticas, incluidas las liberales, a un conjunto de valores generales universalizados a lo largo de los últimos siglos, como la tolerancia, el plu-ralismo y el respeto de los derechos individuales. Esta adecuación, seguramente, se viene dando, tomando en cuenta que las lógicas no-liberales de represtación de la sociedad han dado muestras continuas de una gran capacidad de adaptación a las condiciones políticas de la modernidad. Históricamente, los sindicatos y las comunidades han sido las organizaciones que con mayor interés han defendido y ampliado el conjunto

de las instituciones liberal-representativas en el país, incluyendo el régimen de libertades constitucionales, la institución del referéndum y la Asamblea Constituyente reivindicada inicialmente por estructuras de moviliza-ción sindical, comunal y vecinal.

Pero, a la vez, resulta imprescindible el abandono de las lecturas de carácter liberal fundamentalista que atribuyen a cualquier acción deliberativa y represen-tativa no-liberal la cualidad de antidemocrática. La democracia no tienen como sustancia las instituciones, que son sólo sus medios, sino la capacidad creciente de la sociedad de intervenir, mediante representación y auto-representación, en la definición del contenido y alcance de la res pública, y esto se puede producir mediante la construcción de instituciones compuestas liberales y no-liberales que articulen varias lógicas de participación y representación. En síntesis, la am-pliación de la base organizativa y representativa de la institucionalidad de toma de decisiones del país no sólo amplía la democracia sino que, al parecer, es la única manera de superar el creciente déficit de representación política partidista que, con el tiempo, puede poner en riesgo la propia democracia.

2.3. Tercer reto: La ejecución del referéndum

Como sucede desde hace décadas, parte de los avances en la ampliación de los derechos políticos es resultado de las movilizaciones sociales. El referéndum como institución democrática tiene también este origen. Reivindicado en los primeros días del mes de octubre del 2003 por una parte de los movimientos sociales indígenas y vecinales que se oponían a la venta del gas a Estados Unidos, el referéndum fue propuesto al presidente Sánchez de Lozada para que someta a con-sulta popular la decisión de realizar esta exportación a mercados externos. Inicialmente, el lunes 13 de octubre, Sánchez de Lozada rechazó la propuesta. Pero, dos días después, cuando el Ejército ya había provocado la muerte de medio centenar de civiles en La Paz y El Alto, aceptó la realización del referéndum vinculante sobre la exportación de los hidrocarburos. Sin embargo, su oferta fue rechazada por las organizaciones sociales, pues consideraron que ya era imposible llevar adelante

73 Ibidem.74 L. Tapia, Op. Cit.

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cualquier tipo de negociación con el Presidente debido a las muertes, por lo que pidieron su renuncia.75

En este escenario de creciente intervención de la sociedad en la definición de las políticas hidrocarbu-ríferas del país y retomando la iniciativa social, el nuevo Presidente, Carlos Mesa, propuso como plan de gobierno la elaboración de una nueva Ley de Hidrocar-buros, un referéndum sobre el tema y la convocatoria a la Asamblea Constituyente.

En los meses posteriores, la demanda de nacio-nalización de los hidrocarburos comenzó a adquirir apoyo mayoritario de la población.76 Este espíritu se inscribía en un horizonte de movilizaciones sociales iniciadas el año 2000 con la “guerra del agua” y que apuntaba a la creciente recuperación social-estatal de los recursos públicos privatizados la década anterior.77 De esa manera, mientras que en los primeros meses del año 2004 el referéndum fue interpretado social-mente como un mecanismo de participación para decidir sobre la nacionalización de los hidrocarburos, el Presidente vio en él la oportunidad de “convertirlo en una consulta sobre la política económica que el Ejecutivo había gestado” y sobre el proyecto de ley que había elaborado a fin de desplazar “la demanda de nacionalización hacia la de un aumento de regalías e impuestos y la regulación de las empresas petroleras del país”.78

La institución del referéndum fue incorporada a la Constitución por las reformas aprobadas en febrero del 2004 y fue convocado por iniciativa presidencial para el 18 de julio del mismo año. Las preguntas planteadas por el Presidente de la República fueron cinco:

Pregunta 1. ¿Está usted de acuerdo con la abrogación de la Ley de Hidrocarburos Nº 1689 promulgada por Gonzalo Sánchez de Lozada?

Pregunta 2. ¿Está usted de acuerdo con la recupera-ción de la propiedad de los hidrocarburos en Boca de Pozo para el Estado boliviano?

Pregunta 3. ¿Está usted de acuerdo con refundar Ya-cimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, recuperando la propiedad estatal de las acciones de las bolivianas y

bolivianos en las empresas petroleras capitalizadas, de manera que pueda participar en toda la cadena produc-tiva de los hidrocarburos?

Pregunta 4. ¿Está usted de acuerdo con la política del Presidente Carlos Mesa de utilizar el gas como recurso estratégico para el logro de una salida útil y soberana al océano Pacífico?

Pregunta 5. ¿Está usted de acuerdo con que Bolivia exporte el gas en el marco de una política nacional que:• Cubra el consumo de gas de las bolivianas y boli-

vianos,• fomente la industrialización del gas en territorio

nacional,• cobre impuestos y/o regalías a las empresas petroleras

llegando al 50% del valor de la producción del gas y petróleo a favor del país,

• destine los recursos de las exportaciones e indus-trialización del gas principalmente para educación, salud, caminos y empleos?

Independientemente de la complejidad barroca de las preguntas (23% de los encuestados conside-ran que no hubo transparencia en el referéndum), se trató claramente de utilizar el referéndum como una consulta en torno al horizonte gubernamental sobre el tema hidrocarburífero, caracterizado por una mezcla de respeto a la inversión y propiedad privada extranjera y una mayor intervención, control y acceso del Estado en el usufructo monetario de los excedentes económicos gasíferos. Esta posición, que podría caracterizarse como una política económica de “reformismo neoliberal”, en su contenido más radical, la recuperación de la propiedad estatal en boca de pozo, contó con el apoyo del MAS, para entonces el principal partido político con representa-ción parlamentaria. De hecho, Evo Morales, acordó directamente con el Presidente la incorporación de la segunda pregunta referida a la propiedad en boca de pozo. De esta manera, se introdujo y se ejecutó constitucionalmente un mecanismo de democracia

75 La Prensa, 14 de octubre de 2004.76 La Razón, 26 de junio de 2004.77 A. García, R. Gutiérrez, R. Prada, L. Tapia, El regreso de la Bolivia plebeya, Comuna, La Paz, 2000.78 L. Tapia, Por el sí. Por el no. Análisis de resultados del referéndum 2004. Cuadernos de Análisis e Investigación, Corte Nacional Electoral,

La Paz, 2004.

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semi-directa que modificó ostensiblemente los me-canismos de decisión del sistema político.79

Es sabido que el armazón institucional de represen-tación política se caracteriza por la delegación de los poderes de decisión en manos de los representantes elegidos por voto universal y directo. En este sentido, la democracia ha sido entendida como elección de personas, de manera libre y autónoma, para que ellas tomen decisiones, de manera también libre y autónoma, a nombre de sus electores. Esto ha llevado a una cre-ciente distorsión de la participación del ciudadano en la toma de decisiones, pues al final no son ellos quienes las toman, sólo eligen a quienes toman esas decisiones, quienes, por lo general, no lo hacen de acuerdo a las expectativas e inclinaciones de sus votantes. La intro-ducción de la institución del referéndum en el sistema de decisiones busca, precisamente, incorporar mecanis-mos “correctivos” a esta disociación entre la elección de representantes, amplia y participativa, y la toma de decisiones, cerrada y monopólica de unos cuantos. El referéndum permite a los ciudadanos participar de manera directa en determinadas decisiones que luego serán ejecutadas por el gobierno, lo que amplía nota-blemente su capacidad de intervención en la gestión de lo público. En términos generales, un referéndum es la intervención del cuerpo electoral para tomar deci-siones, mediante el voto, sobre normativas importantes o políticas públicas de gran relevancia.80

El hecho de convertir al cuerpo electoral en definidor de la ejecución de una determinada decisión de gobierno permite hablar de una democracia “directa” pues hace posible que los ciudadanos intervengan en primera persona y sin intermediarios en las deliberaciones que los involucran. Sin embargo, este ejercicio directo de democracia tiene una restricción: quienes elaboran el contenido final de la consulta no son necesariamente los ciudadanos que luego dirimirán mediante el voto el resultado, sino, por lo general, los miembros del Ejecutivo o Legislativo. La ciudadanía sólo asiste como cuerpo electoral para aceptar o rechazar esta elaboración propuesta por los entes centralizados.

Por ello hablamos, con más propiedad, de demo-cracia semi-directa, porque persiste un elemento de mediación entre la toma de decisiones y el cuerpo electoral. La introducción en la reforma constitucional de un tipo de referéndum por iniciativa ciudadana mo-difica parcialmente esta limitación, pues permite que se convoque a referéndum sobre determinado asunto de interés público a pedido de un número de adherentes a la iniciativa, aunque la decisión final de la convocatoria y la elaboración del texto de la consulta queda nueva-mente en manos del cuerpo de representantes.

Con todo, el referéndum amplía los mecanismos de participación de la sociedad en la toma de decisiones y, como en el referéndum de 2004, permite participar sobre un tema central para la viabilidad económica del país que, en las últimas décadas, había sido definido de manera arbitraria y unilateral por reducidos grupos de élite.81

En conjunto (Gráfico 10), sobresale el elevado porcentaje de personas que votaron por el sí en la pri-mera, segunda y tercera pregunta, tanto con relación a los votos válidos (86%, 92% y 87%, respectivamente) como el total de los votos emitidos (66%, 71%, 67%, respectivamente). La cuarta y quinta preguntas obtuvie-ron votaciones menores, especialmente la cuarta (54% y 61% en relación con los votos válidos y 39% y 44% con relación al total de votos emitidos).

Dejando de lado el significado sociológico de estas diferencias de porcentajes (el papel del apoyo del MAS a las tres primeras preguntas, la notable presencia de nulos, blancos y la abstención, la campaña de la iz-quierda radical, etc.), sobresale el apoyo mayoritario a las preguntas formuladas por el Presidente Carlos Mesa. En términos políticos, esto permitió la legiti-mación electoral de un Presidente que había llegado a tal situación por sucesión constitucional. A su vez, esta legitimación le otorgó un capital político que le dio la oportunidad, al menos temporalmente, de ejercer una posición de mayor fuerza política en la negociación con los partidos del Parlamento, en circunstancias en que ninguno de ellos lo respaldaba orgánicamente.

79 M. Bovero, Una gramática de la democracia. Contra el gobierno de los peores, Trotta, Madrid, 2002. 80 N. Bobbio, N. Matteucci, G. Pasquino (comps.), Diccionario de política, Siglo XX, Madrid, 1995.81 Para una descripción e interpretación de los antecedentes del referéndum, posiciones políticas en torno a su convocatoria y significado

de sus resultados ver: L. Tapia, Por el sí, por el no. Análisis de resultados del referéndum, Op. Cit.; también, Opiniones y Análisis Nº 70, Fundemos/Fundación Hanss Seidel, La Paz, 2004.

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Sin embargo, en una mezcla de ingenuidad política y falta de espíritu de Estado, Mesa desaprovechó esa legitimación plebiscitaria de su mandato y sus propues-tas al no convertir ese apoyo masivo (no hay que olvidar que en Bolivia los presidentes se eligen con poco más de 600.000 votos) en acuerdos parlamentarios y con presiones capaces de llevar a una aprobación inmediata de su propuesta. La inversión externa, impresionada por el apoyo popular al proyecto de Mesa, inicialmente aceptó la migración forzosa de los antiguos contratos de explotación de los hidrocarburos a los nuevos con propiedad del Estado en boca de pozo. Al error de no haber sometido a consulta un proyecto de ley y a la redacción ambigua de las preguntas que permitió di-versas interpretaciones de las fuerzas parlamentarias, se sumó la presentación de una “ley corta” y luego una

“ley larga” que puso en duda la intención del Presidente y dio lugar a una rápida reagrupación de los partidos y el Parlamento disminuidos desde octubre del 2003.

Al final, y a ocho meses del referéndum, la nueva Ley de Hidrocarburos se hallaba empantanada en los laberintos de los cálculos políticos de las brigadas parlamentarias, la prepotencia de empresas petroleras extranjeras que se negaban a aceptar las condiciones que sí estaban dispuestas a aceptar inmediatamente después de la consulta y unos bloques cívico-empresa-riales conservadores movilizados en torno a temáticas regionales y la defensa de la “seguridad jurídica” de la inversión externa.

Así, no sólo el Presidente vio reducir rápidamente su base de apoyo y legitimidad social sino, fundamen-talmente, se generó una lectura ambivalente sobre la

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utilidad práctica de la nueva institución democrática lla-mada referéndum. Por una parte, la gente reivindica su utilidad como apertura de participación de la sociedad en los asuntos públicos, pero por otra, muestra signos de frustración porque sus decisiones no se traducen en políticas prácticas.

Del 76% de encuestados (Gráfico 11) que afirman haber votado en el referéndum, el 58,5% considera que éste generó una política hidrocarburífera, en tanto que el 52% considera que nos pusimos de acuerdo y el 51% que hubo más participación. Lo relevante es el convencimiento de que se ha producido colectivamente una política de Estado. Es cierto que la producción colectiva de políticas públicas no es nueva, desde el año 2000, cuando un cabildo en Cochabamba modificó la redacción de la Ley 2029, hasta el cabildo de Santa Cruz en enero de 2005 que convocó a elección de pre-fectos y referéndum sobre autonomías, el país ha vivido diferentes escenarios locales de movilización y asam-bleísmo que han modificado o impuesto determinadas políticas publicas. Sin embargo, nunca antes, de manera institucional y a nivel nacional la consulta al soberano había sido tomada en cuenta para la formulación de decisiones públicas en el terreno hidrocarburífero. Lo novedoso es, entonces, la organización de reglas for-males, institucionalizadas y legalizadas de una larga práctica de participación directa de la sociedad en la política, y la ampliación de estas reglas de participación de una base local a una base nacional. De esta manera, el referéndum no nació como una consulta implementada desde “arriba”, como parte de los procesos de reforma institucional de moda en el continente, sino como un modo de articulación y canalización institucional del

ímpetu social por participar en el sistema de toma de decisiones del Estado.

Es significativo cómo ante la pregunta sobre las ra-zones que llevaron a las personas a votar, el 36% haya respondido porque “es un deber”, en tanto que el 32% lo hizo para “decidir en un tema importante” y el 13,6% para “participar”.82 Sumando las últimas dos respues-tas, el 47% muestra claramente una intencionalidad de intervención en la definición de la cosa pública, lo que habla de un elevado grado de politización social de la ciudadanía. En tanto que el elevado porcentaje de personas que votaron por “cumplir un deber” da pautas de la fuerza del habitus político electoral de la población. Fue quizá la lógica y amplitud de este habitus político electoral de la sociedad lo que no comprendieron las fuerzas políticas que convocaron al boicot del referéndum (CSUTCB, COB, Coordinadora del Agua), y que hace que cualquier acto electoral sea en sí mismo un hecho de legitimación política (aun-que no necesariamente de representación). Por ello, la convocatoria al boicot no halló eco en los sectores convocados.

Con todo, si bien el referéndum generó la sensación de una producción colectiva de políticas, se trata de una institución democrática aún incompleta pues no logra traducirse en una política pública aplicada; de ahí el elevado temor de los encuestados a que nuevamente sus decisiones sean suplantadas por las de unos pocos. Sólo el 37% considera que los gobernantes harán lo decidido por el referéndum.83 El hecho de que después de ocho meses todavía no se haya aprobado una Ley de Hidrocarburos emergente del referéndum incentiva esta creciente susceptibilidad ciudadana.

82 CNE, Op. Cit. 83 Ibidem.

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El que el 52% de los encuestados (Gráfico 12) considere que los gobernantes no cumplirán con lo decidido en el referéndum y que, fruto de ello, el 50,1% tenga una baja valoración de los resultados de la con-sulta cuestiona no sólo la consabida disociación entre la población y el sistema de gobierno (Parlamento y Ejecutivo, principalmente) sino que interpela la propia institución del referéndum en cuanto a su capacidad de materializar prácticamente la decisión tomada por el soberano. La preocupación puede ser aun más grande porque se trata de la primera institución democrática que se esfuerza por canalizar formalmente una parte de las prácticas participativas y deliberativas con las que continuamente la sociedad desborda el sistema de decisiones del Estado. Así, se corre el riesgo de perder una gran oportunidad de articulación estructural reflexi-va entre los mecanismos democráticos formales y las prácticas democráticas cotidianas de la sociedad.

La necesidad de potenciar el encuentro entre la formalidad institucional democrática del Estado (re-presentativa y participativa) y la cultura democrática (representativa y directa) de la sociedad es uno de los

grandes retos de la democracia contemporánea. Con el referéndum se ha dado un paso importante en esa dirección, pero se corre el riesgo de que quede mutilada su ejecución. Se requiere, por tanto, mejorar los meca-nismos de convocatoria y ejecución de la consulta, de tal manera que permitan una rápida y transparente con-versión de la decisión mayoritaria del cuerpo electoral en política publica y, por otro lado, ampliar las instituciones de democratización política que, como el referéndum, articulen la lógica participativa y asambleística de la sociedad con la lógica institucional del nuevo Estado democrático.

2.4. Cuarto reto: Autonomías regionales y unidad estatal

En las últimas décadas, la descentralización política y administrativa de los Estados ha adquirido una rele-vancia particular en el debate y las reformas políticas dirigidas a fortalecer los procesos de democratización de los sistemas de gobierno y la eficacia administrati-va de los Estados. En América Latina, a partir de las reformas liberales de fin de siglo de los años 80 y 90, se viene implementando una serie de modificaciones a la organización estatal que buscan descentralizar un conjunto de competencias políticas, especialmente en el nivel municipal y en particular en Estados de una larga tradición centralista.84

En el caso de Bolivia, con la promulgación de la Ley 1551 de Participación Popular del 20 de abril de 1994 se inició un amplio proceso de descentralización municipal del Estado que transformó de manera signifi-cativa la forma de tomar decisiones sobre competencias municipales (327 municipios con sus respectos concejos deliberativos) y la asignación de recursos presupuesta-les, (30% del total de la inversión pública)85, mejorando la eficiencia y la equidad,86 y ampliando la presencia objetiva del Estado en regiones donde el único referente estatal era la moneda o el voto.87

84 Para un análisis comparado de los recientes procesos de descentralización en América Latina ver, J. Zas Friz Burga, El sueño obcecado. La descentralización política en América Latina, Fondo Editorial del Congreso del Perú, Lima, 2001.

85 Estudio de capacidades prefecturales, Viceministerio de Coordinación Gubernamental/PAP, La Paz, 2002.86 Apre(he)ndiendo la participación popular. Análisis y reflexiones sobre el modelo boliviano de descentralización, Ministerio de Desarrollo

Humano/SEP, La Paz, 1996.87 Un buen resumen de los avances y límites de la participación popular en distintas áreas de la gestión administrativa se halla en: Munici-

palización: diagnóstico de una década. 30 investigaciones sobre participación popular y descentralización, II tomos, PLURAL/ILDIS/USAID/Friredrich Ebert Stiftung, La Paz, 2004.

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En términos históricos, la Ley de Participación Po-pular que descentralizó administrativamente el Estado por la vía municipal fue una iniciativa gubernamental que se adelantó, y de hecho neutralizó, a un conjunto de fuerzas regionales conducidas por comités cívicos departamentales que por más de una década venían proponiendo un tipo de descentralización no sólo administrativa sino también política y sobre la base territorial de los departamentos.88

La Participación Popular modificó notablemente el escenario del debate e hizo emerger un entusiasmo gu-bernamental, intelectual y político de corte municipa-lista que desplazó durante una década la preocupación por el tema de la autonomía política de los gobiernos departamentales. La estabilidad económica del boom neoliberal de los 90, la novedad de la descentralización municipal y, ante todo, el que los bloques sociales más influyentes en el debate “autonomista”, como los sectores empresariales de Santa Cruz, participaran de manera directa en los niveles fundamentales de conducción del aparto estatal “centralista” permitie-ron una neutralización de la demanda de gobierno departamental.

Pero, a principios de la primera década de este nuevo siglo, la estabilidad política y la presencia privilegiada de las elites empresariales en la conducción de los sistemas de toma de decisiones del país comenzó a encontrar problemas y a debilitarse por la emergencia de antiguos y nuevos movimientos sociales que se lanzaron a interpelar de manera efectiva al régimen económico y al sistema político prevalecientes.

Al cuestionamiento de la economía de libre mer-cado y de las privatizaciones (del agua) se sumó el debilitamiento electoral de los partidos que arti-culaban demandas y proyectos en el Estado de las elites empresariales (MNR, MIR, ADN, UCS). En las elecciones nacionales estos partidos perdieron el 36% de su electorado, pasando del 68,6% de los votos válidos en 1997 al 44,1% de los votos válido en el 2002.89 Esta tendencia de rápido deterioro de la ubicación de los partidos de poder en el campo político se reafirmó en las elecciones municipales de diciembre de 2004 cuando sólo obtuvieron el 37% del

anterior porcentaje de su votación municipal. Con ello perdieron, al menos temporalmente, su capacidad para ser factores previsibles de poder político.

Al resquebrajamiento del viejo orden político se sumó la efectiva acción política de los movimientos sociales indígenas y sindicales para modificar, en base a la presión, varias políticas públicas, incluidas las re-feridas a los hidrocarburos y a la propiedad de la tierra, elementos centrales en la formación material de los procesos de acumulación empresarial en las regiones de Santa Cruz, Beni y Tarija.

Los factores de desestabilización del viejo orden económico-político, que pueden ser definidos como crisis de Estado,90 generaron un amplio proceso de incertidumbre en las reglas, los métodos y los fines del ordenamiento estatal. Esto llevó, a su vez, no sólo a la visibilización de las fracturas estructurales de la sociedad sino también a una contracción sectorializada de las posiciones sociales en términos clasitas, étnicos y regionales.

Como sucede desde hace más de 140 años, a cuan-do se remontan las demandas de descentralización y federalismo, estos planteamientos, siempre latentes en distintos bloques de poder regional, emergen intensa-mente en el debate político precisamente en momentos de crisis estatal o de tránsito de una matriz económica a otra. La demanda autonomista o federalista se ha hecho presente en el país de manera cíclica y acompañando los ciclos de crisis económica y estatal. Sin ir muy lejos, la reivindicación federal enarbolada por los liberales paceños en 1899 fue la antesala del traslado de la sede de gobierno de Sucre a La Paz y el inicio del primer ciclo económico liberal que se extendió por dos déca-das. La lucha de los departamentos por mayor poder y la conquista de las regalías departamentales en 1957 estuvieron, igualmente, marcadas por el inicio de un nuevo escenario revolucionario de masas, el despliegue de un modelo de capitalismo de Estado y la declinación final de las viejas oligarquías ligadas a la propiedad de la tierra. La demanda descentralizadora de las elites departamentales cívicas volvió a hacerse presente en el ocaso del ciclo de capitalismo de Estado (1980-1987) y, después de un período de neoliberalismo económico

88 G. Peláez, Descentralización: ¿nueva frustración nacional?, Fundemos, La Paz, 1996.89 S. Romero, Op. Cit.90 A. García Linera, “La crisis de Estado” en T´inkazos, Nº 14, PIEB, La Paz, 2003.

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y sistema liberal-representativo en lo político, resurge en momentos del transito post-neoliberal.

En cada uno de estos momentos, la crisis económica y política provocó reacomodos en la correlación de fuer-zas entre las clases sociales, las identidades colectivas y en la manera de retención del excedente económico. Por ello, los sectores en pugna proyectaron distintos emblemas discursivos para tomar posición en el esce-nario de fuerzas, para legitimarse en él y estructurar alianzas, defensivas y ofensivas, con otros segmentos sociales. En este sentido, el nacionalismo indígena, el regionalismo departamental, el federalismo, el autono-mismo, el clasismo obrero y el nacionalismo, en tanto ideologías fuertes que recorren el eje discursivo de la vida republicana desde el siglo XIX hasta el XXI, son construcciones discursivas de legitimación y articu-lación de clases y bloques sociales en disputa por la defensa o ampliación de sus posiciones materiales.

Hoy, a medida que la coalición de movimientos indígenas, sindicales y populares ha comenzado a adquirir poder político y a plantearse la modificación sustancial de la estructura de posiciones y propieda-des de las riquezas colectivas básicas (agua, tierra, hidrocarburos, biodiversidad minerales...), los anti-guos bloques de poder empresarial han comenzado a reformular sus estrategias de contención y reversión de esas iniciativas que cuestionan el antiguo, y para ellos favorable, orden establecido del régimen econó-mico-político-cultural.

La demanda de autonomía planteada por el movi-miento cívico y empresarial regional de Santa Cruz, apoyado por un relevante bloque social popular de vecinos y sindicatos urbanos, se inscribe, precisamen-te, en este intenso escenario de fuerzas sociales que pugnan por preservar o modificar la posición de cada sector en lo referente a las condiciones materiales de su acumulación económica, movilidad social y jerarquía política, especialmente en un momento en que las reglas previsibles que regulaban esas posibilidades han sido sustituidas por la incertidumbre.

En términos generales, se puede definir la autonomía como un arreglo institucional que “delimita una entidad o una serie de entidades de carácter regional con admi-nistración propia dentro de un Estado, de manera que tengan responsabilidades explícitas en la elaboración de políticas en uno o más ámbitos de tipo político, económi-co o cultural (...) El objetivo de la autonomía territorial es ceder responsabilidades sobre materias específicas y, en algunos casos, permitir un cierto grado de autodeter-minación a un grupo que constituye la mayoría dentro de los límites de una determinada región”.91 Esto significa que la descentralización político-administrativa, bajo la forma de autonomía y/o federalismo, es un proceso estatal que mediante la desconcentración territorial de facultades y competencias políticas puede, depen-diendo cómo se la construya, ampliar la participación democrática de la sociedad en la toma de decisiones en determinadas áreas de las gestión pública, promover aptitudes ciudadanas de responsabilidad civil con la regulación de la vida en común y enriquecer las normas de eficiencia administrativa y equidad distributiva de los recursos. Pero a la vez, es una forma de transformación de la estructura de poderes estatalmente sancionada en torno a la cual las colectividades sociales, los grupos de presión, las organizaciones, las élites, las clases sociales y los gremios de una determinada región pueden desple-gar sus estrategias y competencias para beneficiarse con recursos, reconocimiento, prestigio, e influencia políti-ca.92 De esta manera, el debate sobre las autonomías no es de carácter técnico administrativo, sino, sobre todo, de carácter político en función de la redistribución de los poderes de uso y destino de los medios materiales (impuestos, propiedad, tierra, hidrocarburos, reconoci-miento, poder político etc.).

Toda autonomía o federalismo es una forma de reconfiguración del espacio estatal en sub espacios or-gánicos donde se redistribuye determinados volúmenes del capital estatal y burocrático (volúmenes y tasas de conversión de capitales económicos, políticos, simbó-licos, sociales y jurídicos)93 y se establecen reglas, me-

91 D. Rothchild y C. Hartzell, “La seguridad en sociedades profundamente divididas: el papel de la autonomía territorial”, en Safran- Maiz (coord.), Identidad y autogobierno en sociedades multiculturales, Ariel, España, 2002.

92 E. Argullol (dir.), Federalismo y autonomía, Ariel, España, 2004; M. Caminal, El federalismo pluralista. Del federalismo nacional al fed-eralismo plurinacional, Paidós, España, 2002; E. Seijas, Configuración asimétrica del sistema de comunidades autónomas, Universidad de León, 2004; E. Aja, El estado autonómico, Alianza Editorial, España, 1999.

93 P. Bourdieu, Las estructuras sociales de la economía, Manantial, Buenos Aires, 2001; del mismo autor, Razones prácticas, Anagrama, Barcelona, 1997.

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canismos y acciones legítimas por medio de las cuales los distintos sujetos sociales, individuales y colectivos, pueden disputar la estructura del campo de fuerzas en ese sub espacio, esto es, la adquisición, control, mono-polio y redistribución de esos capitales y los canales mediante los cuales estos poderes y correlaciones de fuerzas pueden influir en el campo de poder “nacional” del Estado. Los distintos tipos de descentralización pueden ser resultado de presiones de elites o grupos de presión local o regional que exigen esta redistribución regulada del capital estatal-burocrático que permite la consagración y la ampliación de poderes políticos o económicos previamente adquiridos a nivel local por esas élites,94 o bien, son reconfiguraciones estatal y verticalmente inducidas desde arriba de la distribución local o regional de poderes y a partir de las cuales las elites locales pueden renovarse, ser sustituidas por otras o recomponerse.95

El planteamiento de las autonomías corresponde al primer modelo de presión de grupos locales frente al Estado central. Sustituyendo la fuerza cohesionadora de los partidos políticos que tenían un amplio respaldo regional y nacional (MNR, ADN, MIR), pero a la vez unificándolos en torno a un proyecto compartido, los comités cívicos y corporaciones empresariales han retomado un significativo protagonismo político y so-cial. Recuperando una larga memoria de reivindicación regional y autonomista de la sociedad cruceña (antes di-rigida a su inclusión en el país y ahora a la defensa local de su patrón de desarrollo frente a los afanes reformistas y post-neoliberales del resto de la sociedad nacional), el bloque cívico-empresarial ha logrado articular una amplio respaldo y liderazgo social popular que ha hecho de este sector de poder un bloque hegemónico regional.96 Planteándose una serie de iniciativas desde octubre del 2003, ha combinado la movilización de masas (junio del 2004, enero del 2005) con el lobby parlamentario, la presión empresarial y un uso intensivo de los medios de comunicación masiva.

Por la certidumbre de sus propuestas en los primeros meses del año 2004, el “comiteísmo” cruceño logró un respaldo significativo de la mayoría de los comités cívi-cos de los otros departamentos y reubicó la autonomía como un tema de la agenda nacional con tal fuerza que incluso el Presidente Carlos Mesa tuvo que asumir su defensa y apoyo.

Sin embargo, el deterioro de la relación entre esta elite empresarial y el gobierno por el desplazamiento de sus representantes de las funciones del aparato del Estado que ocuparon durante más de una década y media, sumado a la inminencia de la convocatoria a la Asamblea Constituyente la llevaron a radicalizar sus posiciones en torno a la realización de un referéndum sobre las autonomías departamentales antes, y para algunos en lugar de, la Asamblea Constituyente. Estos sectores sociales carecen de liderazgos significativos y de estructuras partidarias capaces de conformar un bloque de contención al ascenso de la auto-representa-ción indígena-popular que se viene produciendo desde hace cinco años.

La radicalización de posiciones llevó al fortale-cimiento de la base de apoyo regional cruceña, pero también a un rápido debilitamiento de los apoyos y simpatías de las élites cívicas y sociales de otros depar-tamentos. Estas élites comenzaron a preocuparse por un tipo de autonomía que pudiese contraer los ingresos de los departamentos que internamente carecen de una base impositiva para su auto sustentación.97 Así, a me-dida que departamentalmente crecía la radicalización de posiciones que ampliaban la base de apoyo social, externamente el Comité Cívico cruceño perdía apoyo de otras regiones a tal punto que el Comité Cívico de Tarija, permanente aliado de los cívicos cruceños en la reivindicación de exportar gas a mercados externos, no pudo acompañar a Santa Cruz en el gigantesco cabildo que se organizó en enero del 2005.

Con todo, y ante la abdicación del poder estatal que deliberada o ingenuamente emprendió el Presidente

94 Ésta es la trayectoria de las distintas reivindicaciones regionalistas que han brotado intermitentemente en Bolivia desde el siglo XIX. Sobre esto, revisar, I. Sandóval, Nación y Estado en Bolivia. Etnias, región, clase, La Paz, 1991; J. L. Roca, Fisonomía del regionalismo boliviano, Los Amigos del Libro, Cochabamba, 1980.

95 Esto es lo que en parte ha sucedido en el área rural con la participación popular.96 Sin embargo, es notable el crecimiento de un bloque social que podríamos llamar de “contra-poder” regional, conformado por el Bloque

Oriente, compuesto por movimientos sociales indígenas y campesinos que son los únicos sectores que han roto la unanimidad regional en torno al “comiteísmo” cívico cruceño. Sobre el Bloque Oriente, ver: A. García, P. Costas, M. Chávez, Sociología de los movimientos sociales, La Paz, 2004.

97 La Razón, 14 de febrero del 2005.

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98 El Deber, 16 de febrero del 2005.99 CNE, Op. Cit.100 Banner Demográfico, CNE, 2004. Op. Cit.

Mesa, los primeros días de 2005, las fuerzas cívicas fueron posesionándose de las instituciones administra-tivas del Estado generando una sensación de autonomía de facto que incentivó la multitudinaria concentración cívica de enero en la ciudad de Santa Cruz. El resul-tado inmediato fue el compromiso para llevar adelante elección de prefectos departamentales, el apoyo a un referéndum vinculante y la conformación de un Consejo Pre-Autonómico encargado de conducir el tránsito hacia las autonomías.98

Actualmente, la “agenda de enero” ha tomado el control de la agenda política parlamentaria, aunque la aprobación del referéndum por las autonomías departamentales se halla empantanada. Sin un pacto parlamentario que destrabe la oposición de los partidos de izquierda (MAS, MIP) y la susceptibilidad de las brigadas parlamentarias de los departamentos andinos (La Paz, Oruro, Potosí, Sucre, Cochabamba) tendrá muchas dificultades para su aprobación.

La polarización parlamentaria tiene correlato con el tensionamiento de la polarización social que lleva a los movimientos sociales populares e indígenas, que duran-te los dos últimos años se habían fragmentado, a buscar mecanismos de unificación de esfuerzos para mantener en pie la agenda de la Asamblea Constituyente. En unos casos se enfrenta la realización de la Asamblea Constituyente con la convocatoria al referéndum sobre

las autonomías, en otros casos se busca articular en un solo evento electoral la elección de constituyentes y el referéndum autonómico.

Si bien Cultura política y democrática en Bolivia. Segunto estudio nacional, fue realizado a fines del año 2004, antes de los acontecimientos de enero del 2005, es posible considerar que las tendencias que allí se destacan se mantienen. Veamos algunas respuestas.

Lo primero que llama la atención es la fragmentación de la opinión de las personas en cuatro grandes opciones, lo que manifiesta la dificultad para construir mayorías sobre el tema y, a la vez, la necesidad de hacerlo. Para ello es imprescindible la producción y circulación de información sobre un tema tan complejo como las autonomías regionales. Es probable que se tome una determinada preferencia desconociendo las posiciones y significados de las propuestas de los otros. De hecho, no sería raro que, por la complejidad del tema, segmen-tos significativos de los entrevistados actúen a partir de adhesiones fundamentales básicas (porque un dirigente lo dice o en oposición a otro) y no por la interiorización de los contenidos del debate.

El porcentaje de personas que apoyan las autonomías regionales (Gráfico 13) llega al 27,5%, un porcentaje bastante bajo tomando en cuenta la importancia y pro-fundidad de los cambios políticos que traerá la ejecución estatal de las autonomías. En comparación al 89% de personas que sí consideran una necesidad el cambio de la Constitución Política del Estado (61% parcialmente y 28% totalmente), el apoyo al referéndum tiene un índice de respaldo aún moderado.99

Con excepción de Cochabamba, el apoyo a las auto-nomías se reparte con relativa homogeneidad en todos los departamentos. Si bien en Santa Cruz, Pando, Beni y Tarija tiene mayor aceptación (38,6%, 37,7%, 38,8% y 37,9%, respectivamente), el 23% de los encuestados de La Paz apoya las autonomías, el 30% en Chuquisaca, el 27% en Potosí y el 24% en Oruro. Cochabamba tiene la cifra menor de apoyo (14,9%). Esto señala que la te-mática autonómica ha abandonado su carácter regional inicial y tiene un apoyo de carácter nacional.100

Sin embargo, también es notable la resistencia mayo-ritaria a las autonomías (Gráfico 13). El 36% considera

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que el Estado debería seguir siendo unitario y un sector intermedio (26%) se inclina por mantener el Estado unitario aunque con mayor descentralización. Sumando ambas respuestas afines, el 62% de los encuestados se inclina por un Estado unitario frente a un Estado de autonomías. También es posible pensar que ese 26% “descentralista unitario” podría ampliar la base de apoyo de los autonomistas, pero esto requeriría otro enfoque en el posicionamiento de los grupos de elite cruceños y una modificación de sus alianzas. Paradójicamente, quien podría ampliar la base de apoyo de un régimen de autonomías es el segmento del 9,8% que reivindica la autodeterminación de los pueblos indígenas. Esta posi-ción puede ser leída como el planteamiento de un tipo de autonomía de base cultural-lingüística; sin embargo, se trata posiblemente de los segmentos urbano-rurales más radicalizados del bloque de los movimientos sociales indígena-populares, que se hallan en la antípoda política del bloque cívico-empresarial cruceño.

Hay una serie de datos reveladores en la mayoría que se inclina por mantener un Estado unitario. Los pobladores de La Paz, a quienes se les critica su apego centralista, si bien se inclinan por el Estado unitario lo hacen con relativa moderación: el 37% de los en-cuestados optó por esta posición, frente a un 23% que quiere autonomías, un 28% unitarismo con mayor des-centralización y un 11% autodeterminación indígena. Cochabamba, en cambio, se adhiere mayoritariamente por el Estado unitario (52%), seguido por Chuquisaca (38,9%), Potosí (33%) y Oruro (31,9%).101

Si esto es llamativo, también lo es el porcentaje de personas que en Santa Cruz y Tarija optan por el Estado unitario. En Santa Cruz, el 26,2% prefiere un Estado unitario, 12 puntos menos que los que prefieren las autonomías (38%). Si a este porcentaje se suma el de los que desean un Estado unitario con mayor descen-tralización, el resultado es sorprendente: 54,3% de los cruceños encuestados optan por algún tipo de unita-rismo. Algo similar sucede en Tarija. Los que quieren un Estado unitario son el 34,6%, porcentaje mayor al de los departamentos “andinos” de Oruro y Potosí. Si se a esto se suma el porcentaje de los que se inclinan

por un Estado unitario con descentralización, el 54% de los encuestados en Tarija opta por un tipo de Estado unitario, con mayor o menor descentralización.102

Sobre este tema es igualmente significativa la dua-lidad urbano/rural. Mientras que el mayor porcentaje de personas que optan por las autonomías se halla en las ciudades con más de 20.000 habitantes (30%), el porcentaje más alto de quienes se inclinan por el unitarismo del Estado está en las poblaciones rurales dispersas (41%).103 Esta claro, entonces, que el debate “autonomista/unitarista” no sólo tensa a la sociedad a partir de sus identidades regionales (oriente/occidente) sino también de las condiciones socioeconómicas cla-sistas urbano/rurales.

En conjunto, los posicionamientos en torno a las autonomías están gatillando diferencias regionales y laborales, pero no se trata de espacios claramente deli-mitados. Hay solapamiento de actitudes, dependiendo de las preguntas, lo que habla de un campo de posiciones con un alto grado de potencial movilidad, que puede modificarse en función de las características discursivas de los emisores de ideología y de las estrategias de alian-zas de los sujetos políticos. La correlación de fuerzas sobre las autonomías dependerá en buena medida de cómo se refuerzan o modifican las actitudes valorativas con las que las personas se ubican en el diagrama de posiciones políticas. La encuesta abordó dos de estos componentes valorativos: su relación con la democracia y la unidad del país.

A la pregunta de si la autonomía traerá más democra-cia, el 55%104 respondió que sí, lo que permite hablar de una recepción de la temática autonómica con la memoria colectiva de los procesos de democratización. Sólo en La Paz y Cochabamba la vinculación entre democracia y autonomía no tiene una respuesta positiva. En La Paz el 40% de las personas cree que la autonomía es demo-crática frente al 51% que cree que no lo es. Igualmente, en Cochabamba, el 46% cree que sí y el 47% que no. En cambio, en el resto de los departamentos, incluidos Oruro y Potosí, se le asigna una valoración democrática a la autonomía: en Santa Cruz, el 72%; en Chuquisaca, el 61%; en Oruro, el 62%; en Potosí, el 52%; en Pan-

101 Banner Demográfico, CNE, Op. Cit.102 Ibidem.103 Ibidem.104 Ibidem.

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do, el 82%; en Tarija, el 65%; y en Beni, el 72%.105 Se puede hablar, por tanto, de una resonancia106 estructural de las autonomías con la democracia, lo que habilita la base social histórica de apoyo de la democracia como escenario de potencial legitimación de los procesos autonómicos. Sin embargo, el porcentaje de gente que cree que la autonomía es un hecho democrático no se traduce en un apoyo a quienes desean la autonomía (27,5%).107 Posiblemente el desfase entre la resonancia de la autonomía con la memoria democrática del país (55,1%) y el porcentaje de los que la apoyan (26,1%) se debe a las características de la personalidad de los liderazgos autonómicos y a la polarización social, pero también a cómo el discurso ha planteado las autonomías hasta el momento y a cómo se inscribe el en campo de la reestructuración de las fuerzas socio-políticas dentro del Estado.

Un 56% de los encuestados teme (Gráfico 14) que las autonomías separaren a Bolivia y sólo el 36% cree que la unirá más. Creemos que esta preocupación se explica porque el debate autonómico se realiza en momentos de una gran transformación regional, clasista y étnica de las estructuras de poder de Estado. Esto afecta, o al menos introduce, un alto nivel de incertidumbre en las ya débiles y parciales estructuras de nacionalización de la sociedad (fines y valores compartidos) que caracteri-

zan al país desde su fundación republicana, provocando o reavivando temores separatistas.

Es sabido que el Estado no acontece con la misma intensidad en todas partes: tiene zonas esenciales y complementarias. En el primer caso se trata de los ejes político-geográficos de la articulación soberana del Es-tado, en tanto que en los segundos se trata de las áreas de irradiación de esa soberanía. Estos ejes político-geo-gráficos no son fijos ni perpetuos, se modifican según los desplazamientos espaciales de los núcleos articuladores de la economía y de los centros de emisión de reforma político-cultural de los países. Así, por ejemplo, el des-plazamiento de la sede de gobierno de Sucre a La Paz a fines del siglo XIX significó el desplazamiento del eje político-cultural del Estado de Sucre-Potosí, con su economía de la plata y su intelectualidad jurídica, al eje La Paz-Oruro-Cochabamba, con la nueva minería del Estaño, la producción manufacturera, los indios aymaras como sujetos políticos y los letrados liberales que busca-ban imaginar la patria más allá de los cuerpos legales.

Se puede decir que hoy, nuevamente, estamos asis-tiendo a un cuestionamiento de la centralidad geográ-fica del poder, entendido como un diferendo en torno al dinamismo económico espacial que estructurará el bloque de poder y la concepción del mundo estatalmente irradiada. Santa Cruz con su vitalidad agroindustrial globalizada y Tarija con su reservas gasíferas apuntan hacia su probable conversión en el núcleo movilizador de la economía nacional en las siguientes décadas; en tanto que Oruro con su economía minera en repliegue y La Paz que no logra instaurar un nuevo patrón tecnoló-gico adecuado a los nuevos requerimientos productivos de la economía mundial habilitan un posible traslado de la centralidad económica del Estado de occidente a oriente. El debate autonómico trasluce esta potencial traslación del eje de poder económico del Estado. Si a esto se suma que los “vínculos fuertes” imaginados y reales de la sociedad y sus regiones no son suficientes para asumir ese tránsito de manera desdramatizada, es previsible que alrededor de él se mueva un conjunto de tensiones y temores colectivos sobre la continuidad geográfica de la soberanía estatal.

105 Ibidem.106 D. Show y R. Benford, “Ideology, Frame Resonante and Participant Mobilization”, en Bert Klandermans, Hanspeter Kriesi and Sidney

Tarrow (eds.), From Structure to Action. Social Movement Participation across Cultures, JAI Press, Greenwich, 1988.107 CNE, Op. Cit.

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Y si, además, se considera que a la modificación espacial de los ejes económicos del Estado está adherida a la disputa entre bloques política y económicamente conservadores (las élites empresariales con mayor pre-sencia y liderazgo en oriente) y bloques renovadores del régimen económico y político (los movimientos sociales predominantes en occidente) no es raro que las confrontaciones de clase y de corte étnico-nacional también asuman una abierta y preponderante discursi-vidad de tipo regional que cuestiona los tres grandes pilares de la cohesión estatal: el espacio, la cultura y la clase.

En qué medida los ejes regionales, clasistas y étnicos están presentes en estas tensiones, lo muestran ciertos resultados del Estudio. A la pregunta de si la autono-mía separará o unirá al país, La Paz responde que lo separará (66%) al igual que Potosí (62%), Cochabamba (59%) y Chuquisaca (54%).108 En cambio, de manera contrapuesta y mayoritaria, Santa Cruz responde que la autonomía unirá al país (48%) al igual que Beni (56%) y Pando (54%).109 Separados en términos de “raza” y de idioma materno, la misma pregunta da los siguientes resultados: mientras que los de “raza blanca” respon-den en un 47% que la autonomía separará al país, los de “raza originaria” lo hacen en un 60%. A su vez, el 54% de las personas que tienen como idioma materno el castellano considera que la autonomía separará a Bo-livia y los que tienen como idioma materno al aymara consideran lo mismo en un 64%.110

Vemos entonces que la temática de las autonomías regionales, al poner en cuestión las estructuras de po-der y propiedad en sub espacios territoriales, moviliza una serie de valoraciones colectivas ambivalentes. Por una parte, una memoria de democratización; por otra, el temor a la separación. Dependerá de cómo se fundamenten en adelante estos dos ejes movilizadores por parte de las élites socio-políticas para ver cuál de los clivajes discursivos se convertirá en el ordenador del campo político. En todo caso, el gran reto para los procesos de democratización del sistema político radica,

precisamente, en el potenciamiento de la dimensión democratizadora del debate autonómico, que pasa, necesariamente, por la ampliación de la democratiza-ción de los recursos económicos y políticos que serán gestionados por los gobiernos subnacionales.

2.5. Quinto reto: Ciudadanía multicultural

Como parte del debate sobre la descentralización po-lítico-administrativa, un elemento presente a lo largo de la encuesta son los derechos colectivos de autogobierno de los pueblos indígenas, mayoritarios del país.

Como se dijo anteriormente, la descentralización po-lítico-administrativa es, por encima de todo, un proceso de reconfiguración del espacio estatal en sub espacios orgánicos y verticales en los que se redistribuye deter-minados volúmenes del capital estatal y burocrático. En sociedades que han atravesado amplios procesos de homogeneización cultural, esta desconcentración del capital estatal, por lo general, se la hace a partir del reconocimiento de una base territorial (el municipio, el departamento, la región, etc.) como el espacio de la redistribución de competencias político-administrati-vas descentralizadas. Aquí, los grados de autonomía socioeconómica demandadas o delegadas parten del principio de la existencia de un sujeto territorial (el municipio, la región).

Pero, en sociedades complejas donde se sobrepo-nen distintas culturas o nacionalidades (sociedades multiculturales o multinacionales como la boliviana), la desconcentración del capital burocrático-estatal es mucho más compleja porque exige el reconocimiento de una base comunitaria cultural como principio de la reorganización del Estado.111 En este caso, la identi-dad cultural es el punto de partida de la constitución del sujeto público de la descentralización política (autonomía cultural) y la dimensión territorial de esta desconcentración depende de la ubicación geográfica de este sujeto cultural. La descentralización política con base cultural o compuesta (cultural y territorial) es

108 Banner Demográfico, CNE, Op. Cit.109 Ibidem.110 Ibidem.111 Hill Kymlicka, La política vernácula. Nacionalismo, multiculturalismo y ciudadanía, Paidós, España, 2003; Safran y Máiz (coord.),

Identidad y autogobierno en sociedades multiculturales, Ariel, España, 2002; F. Requejo (coord.), Democracia y pluralismo nacional, Ariel, España, 2002.

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una ruta más compleja y requiere una ingeniería estatal “nacional” y “subnacional” mucho más elaborada, pero a la vez imprescindible.

En Bolivia, es por demás evidente que pese a los profundos procesos de mestizaje cultural aún no se ha podido construir la realidad de una comunidad na-cional. En el país existen por lo menos 30 idiomas y/o dialectos regionales,112 existen dos idiomas que son la lengua materna del 37% de la población (el aymara y el quechua), en tanto que cerca del 62% se identifica con algún pueblo originario.113 Y, en la medida en que cada idioma es una concepción del mundo, esta diver-sidad lingüística es también una diversidad cultural y simbólica. Si a ello se suma que existen identidades culturales y nacionales más antiguas que la República y que hoy reclaman la soberanía política sobre territo-rios usurpados (el caso de la identidad aymara) es por demás claro que en Bolivia, en rigor, coexisten varias de nacionalidades y culturas regionales sobrepuestas o mo-deradamente articuladas.114 Sin embargo y pese a ello, el Estado es monolingüe y monocultural en términos de la identidad cultural boliviana castellano hablante. Esto supone que sólo a través del idioma español la gente obtiene prerrogativas y posibilidades de ascenso en las diferentes estructuras de poder económico, político, judicial, militar y cultural del país. Pese a una presencia mayoritaria de procedencias culturales indígenas rural-urbanas, la “blanquitud” somática y cultural es un bien perseguido por todos los estratos sociales, en la medida que simboliza el ascenso social y se constituye en un plus simbólico que contribuye a ubicar a los sujetos en una mejor posición en los procesos de enclasamiento y desclasamiento social.

En Bolivia, hay cerca de medio centenar de comuni-

dades histórico-culturales con distintas características y posiciones jerárquicas. La mayoría de estas comunidades culturales se halla en la zona oriental del país y demo-gráficamente abarca desde unas decenas de familias hasta cerca de 100.000 personas. En la zona occidental del país, se hallan concentradas las dos más grandes comunidades histórico-culturales indígenas, los quechua y aymara hablantes.

La primera, resultante de las migraciones indígenas y de políticas de colonización española que impuso el idioma quechua en las antiguos ayllus aymaras, cons-tituye, en sentido estricto, únicamente una comunidad lingüística y no tanto una identidad étnica con niveles de politización cohesionantes. Por lo general, esta comuni-dad lingüística, a pesar de tener un número cercano a lo tres millones y medio de componentes, presenta altos grados de porosidad que la lleva, en algunos casos, a fusionarse rápidamente con otras estructuras culturales, especialmente urbano-mestizas, a agruparse en torno a identidades clasistas de tipo campesino o gremial y, en otros casos, a condensarse en micro identidades étnicas en torno a ayllus o federaciones de ayllus (los ayllus ubicados en Potosí y Sucre). En cambio, la otra gran comunidad lingüística, la aymara, que abarca a un poco más de dos millones y medio de personas, presenta todos los componentes de una unidad étnica altamente cohesionada y politizada. A diferencia del resto de las identidades indígenas, la aymara ha crea-do hace décadas élites culturales capaces de dar pie a estructuras discursivas con la fuerza de reinventar una historia autónoma que ancla en el pasado la búsqueda de un porvenir autónomo, un sistema de movilización sindical de masas en torno a estas creencias políticas y, recientemente, un liderazgo con capacidad de dar

112 X. Albó, “Etnias y pueblos originarios”, en Bolivia en el siglo XX, Op. Cit.113 INE, Censo Nacional de Población y Vivienda 2001, La Paz, 2002.114 Toda identidad es siempre fruto de un trabajo deliberado en el terreno discursivo, simbólico y organizativo que produce un estado de

auto-reflexividad de los sujetos para demarcar fronteras imaginadas (reales o creídas) que los diferencian de otros sujetos. Esta voluntad distintiva siempre es fruto de una actividad específicamente dirigida a generar un fin, por tanto siempre es fabricada, producida. En ese sentido, toda identidad es un invento cultural que, de manera externa al grupo (por ejemplo los “indios” de la colonia) o por presencia de elites políticas propias (la identidad aymara contemporánea), visibiliza, resignifica algún elemento común entre las personas (el idi-oma, la historia, los antepasados, la cultura, la religión, etc.) mediante el cual se demarcan fronteras con otras personas y se inculcan fidelidades sustanciales (un tipo de parentesco ampliado) con los “identificados”. Ahora, ciertamente esta producción de identidades no se hace sobre la nada; tiene más probabilidades de éxito allá donde existe cierto tipo de condiciones similares de existencia objeti-vaentre las personas, pero también es posible que estas condiciones objetivas similares no den lugar a una identidad cultural o política diferenciada. Toda identidad es históricamente contingente y relacional, por lo que es deleznable cualquier especulación sobre identidades “originarias” y “fabricadas”. Lo único riguroso es, en todo caso, preguntarse sobre las condiciones de producción de tal o cual identidad y su capacidad de movilización, no sobre su artificialidad, pues toda identidad es, a su tiempo, una invención social. Por otro lado, como en otras partes del mundo, no hay incompatibilidad entre una demanda identitaria, indígena por ejemplo, y la modernidad industriosa o

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cuerpo político visible a la etnicidad. En términos his-tóricos, la identidad aymara no sólo es la más antigua en el territorio boliviano sino que, sobre todo, es la que más sistemáticamente ha creado una arquitectura de creencias, de discursos políticos centrados en el auto-gobierno, de proyectos y de fuerza de movilización en torno a esas demandas.115 A diferencia del resto de las identidades culturales indígenas, es la que cuenta con una amplia élite intelectual constructora de un discurso étnico que, a través de la red sindical, ha sido apropiado por amplios sectores poblacionales, constituyéndose en la única identidad de tipo nacionalitaria indígena en la actualidad. Todo esto no debe hacernos olvidar, sin embargo, que estamos ante identidades flexibles y, en casos extremos, contingentes a las cualidades del contexto, cuyas fronteras avanzan o retroceden según los ciclos históricos de expansión económica y apertura de los espacios de poder gubernamental.

Esta pluralidad de comunidades lingüísticas y de identidades étnicas son portadoras de configuraciones simbólicas diferentes, de visiones del mundo, de formas organizativas, de saberes y prácticas culturales y de apegos territoriales. Sin embargo, la mayoría de estas re-ferencias cognitivas y prácticas nunca ha sido integrada a la conformación del mundo simbólico y organizativo estatal legítimo, debido a que las estructuras de poder social se hallan bajo monopolio predominante de la identidad étnica boliviana. Por ello, se puede decir que el Estado republicano es un Estado de tipo monoétnico o monocultural y, en tal sentido, excluyente.

Bolivia tiene aproximadamente ocho millones de habitantes; de ellos, un poco más de cuatro millones tienen como idioma materno el aymara o quechua o

son bilingües con el castellano. Sin embargo, ninguna repartición pública, instituto de enseñanza superior o puesto de jerarquía económica, política o cultural tiene a los idiomas aymara o quechua como medio de comu-nicación oficial. El monolingüismo estatal, a tiempo de consagrar arbitrariamente un solo idioma como lengua de Estado, devalúa de facto a las otras lenguas como modos de acceso a los cargos públicos o como meca-nismos de ascenso social urbano y, de manera velada, coacciona a los bilingües o monolingües aymara-que-chua hablantes a abandonar sus idiomas pues no están aún incluidos entre los bienes culturales legítimos.

Ahora bien, uno de los grandes retos de la democra-cia en Bolivia es, precisamente, impulsar una descoloni-zación del Estado que aún utiliza la etnicidad, legítima y devaluada, como medio de ascenso y contención social. Se trata de un reto de la ciudadanía política y cultural, por cuanto afecta los derechos colectivos e involucra directamente la calidad y extensión de la democracia o de lo que el PNUD llama “democracia de ciudadanía”.116

En términos generales, la ciudadanía es la integra-ción de una persona como miembro competente de una comunidad política a través de un conjunto de prácticas jurídicas, económicas y políticas definidas como de-rechos.117 Esto supone la existencia de un conjunto de fines y valores comunes capaces de constituir de manera duradera una comunidad política que, por lo general, es fruto de procesos de homogenización económica en torno a economías sólidas de tipo industrial y de mercado y de dilatados procedimientos de integración cultural. En sociedades multiétnicas o multinacionales, la comunidad política sólo se puede construir mediante

técnica; de hecho, en ello se pone a prueba la propia vitalidad y capacidad regenerativa de las identidades culturales. El que los aymaras exijan tractores, pero mediante discursos en su propio idioma y como parte de un proyecto indígena de autonomía política, lejos de debilitar el proceso de construcción identitaria lo insertan en la propia modernidad o, mejor, los aymaras pelean por una modernidad articulada a la tradición a partir de los repertorios de significación cultural indígenas. ¿No es acaso posible ser aymara culturalmente o nacionalitariamente y simultáneamente ser ingeniero, obrero, industrial o agricultor? El reduccionismo campesinista y arcaizante con el que algunos ideólogos conservadores pretenden leer la formación de la identidad cultural indígena no sólo peca de desconocimiento de la historia y la teoría social sino que, además, está fuertemente marcada por un esquema mental etnocentrista que tiende a asociar lo indígena con lo atrasado, lo rural y opuesto al “desarrollo” y la “modernidad” que vendrían de la mano, naturalmente, del mundo mestizo y castellano-hablante.

115 J. Hurtado, El katarismo, Hisbol, La Paz, 1985; A. García Linera, “La formación de la identidad nacional en el movimiento indígena-campesino aymara”, en Fe y Pueblo, La Paz, 2003.

116 La democracia en América latina, PNUD, op. cit.117 Sobre el tema de ciudadanía, se puede revisar, T. H. Marshall, T. Bottomore, Ciudadanía y clase social, Alianza Editorial, España, 1998;

J. Habermas, “Ciudadanía e identidad nacional”, en Facticidad y validez, Trotta, Madrid, 1998; Ch. Tilly, (ed.), Citizenship, identity and social history, International Review of Social History, New York, 1996; D. Held, “Between state and civil society: citizenship”, en G. Andrews, Citizenship, Lawrence y Wishart, London, 1995.

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mecanismos que, sin eliminar la particularidad cultural de las personas, les den las mismas oportunidades y derechos para constituir parte de la institucionalidad política. Para que esto suceda, algunos autores pro-ponen el ejercicio de una ciudadanía diferenciada118 o multicultural que da lugar al ejercicio de derechos políticos plenos en tanto se pertenece a una determi-nada comunidad étnica-cultural o nacional dentro del propio Estado. De esta manera, las identidades étnico-nacionales excluidas cuentan con medios institucionales que garantizan su representación, en tanto identidades culturales, en las instituciones políticas, incluida su capacidad de veto colectivo frente a cualquier decisión que afecte a la comunidad étnica.

La comunidad política como el lugar de la ciuda-danía multicultural es, entonces, un proceso de cons-trucción colectiva en el que las diversas identidades étnico-nacionales excluidas son reconocidas en sus prerrogativas y poderes en tanto colectividades cul-turales. Esta ciudadanía diferenciada puede asumir varias formas, como el Estado autonómico o el Estado multinacional.

Hay quienes consideran que el reconocimiento de los derechos de las identidades culturales y étnicas “minoritarias” es un planteamiento retrógrada,119 en tanto que hay liberales que consideran que el recono-cimiento de esos derechos colectivos fomenta la des-agregación social que puede dar lugar a una espiral de competencias mutuas y enfrentamientos entre distintas “etnicidades”.120 Sin embargo, como lo ha mostrado Kymlicka en un trabajo reciente, existen evidencias de que el reconocimiento de autogobierno a las minorías nacionales ayuda a la estabilidad y cohesión de los Estados.121

Por su parte, algunos autores locales consideran que un Estado multicultural o multinacional se opondría a la “idea” del fundamento democrático del Estado asentado en la ciudadanía universal o demos. En sen-tido estricto, no es posible separar el etnos del demos

pues todo demos es también un etnos, ya que al fin y al cabo el ejercicio de la “ciudadanía universal” supone una lengua de educación pública, de acceso a las fun-ciones estatales superiores y a los servicios públicos; supone una historia, unos héroes, unas festividades y conmemoraciones adecuadas a la narrativa histórica de una cultura particular, lo que promueve de manera inevitable una identidad cultural particular por enci-ma de otras identidades. Esto es precisamente lo que sucede en Bolivia, donde pese a que cerca del 45% de las personas tiene como idioma materno una lengua indígena y el 62% se autoidentifica como indígena, existe un mercado lingüístico jerarquizado en torno al castellano, un mercado laboral estratificado étnica-mente, las funciones públicas son monoculturales y la etnicidad mestiza castellano-hablante tiene la función de un capital que ayuda a producir los enclasamientos sociales. En sociedades multiculturales, ningún Esta-do es neutro ni ningún demos es resultado de reglas procedimentales de la democracia liberal. Siempre es resultado de imposiciones culturales, dominaciones y exclusiones étnicas.

El debate sobre la democracia multinacional busca rebajar un demos no como “nación política” sino como “comunidad política”, por tanto susceptible de ser pro-ducida como articulación multicultural o multinacional de una sociedad culturalmente plural. Cuando se con-funde demos con “nación política” lo que resulta es un tipo de etnocentrismo que atribuye valores universales a los valores, saberes y prácticas particulares de la cultura dominante resultante de la colonización y la guerra.

En este sentido, la multinacionalización o mulicultu-ralización del Estado no etnifica al Estado pues ya está etnificado por mucho que se encubra en el respeto a los “derechos universales”. Lo que la multinacionalidad estatal hace es desmonopolizar la etnicidad del Estado, permitiendo a las etnicidades dominadas y excluidas compartir las estructuras de reconocimiento social y de poder político. Un modo de iniciar la resolución del

118 M. Young, Justice and the Politics of Difference, U. Princeton Press, Princeton, 1990; Ch. Taylor, El multiculturalismo y la política del reconocimiento, FCE, México, 1993; W. Kymlicka, Ciudadanía multicultural, Paidós, Barcelona, 1996; G. Baumann, El enigma multi-cultural, Paidós, España, 2001; L. Villoro, Estado plural, pluralidad de culturas, Paidós, México, 1998. Para una crítica ligera de estas interpretaciones ver G. Sartori, La sociedad multiétnica, Taurus, Madrid, 2001.

119 R. Dahrendorf, “Preserving Prosperity”, en New Statesman and Society, 13/29, 1995.120 C. Ward, “The Limits of Liberal Republicanism”, en Columbia Law Review, 91/3, 1991.121 W. Kymlicka, “El nuevo debate sobre el derecho de las minorías” en Requejo (coord.), Democracia y pluralismo nacional, Ariel, Barce-

lona, 2002.

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desencuentro entre pluralidad cultural de la sociedad y monopolización étnica del Estado reside, precisamente, en emprender procesos de reconocimiento asimétricos y diferenciados de identidades nacionales y étnicas a escala macro y regional. En el caso de Bolivia, no toda comunidad cultural distinta a la boliviana es nacional; existen identidades culturales menores y menos po-litizadas, especialmente en el oriente del país, cuyo reconocimiento político estatal pasa por procedimientos organizativos distintos a los de las comunidades cul-turales nacionales, como la aymara, que requieren una modificación sustancial de la estructura organizativa general del Estado.

De lo que se trata, entonces, es de garantizar, me-diante una concepción pactista del poder, la convivencia mediante la articulación de la pluralidad en la unidad política común de una sociedad diferencial, esto es, que tiene algunas comunidades nacionales y otras que no lo son. Un primer paso para ello es la ampliación del actual debate sobre las autonomías a autonomías regionales por comunidad lingüística y cultural con distintos grados de autogobierno político, dependiendo de la densidad política y extensión de las identidades culturales demandantes.

Sólo mediante diferentes formas de autogobierno las distintas culturas pueden hallar un espacio de reconoci-miento, validación y desarrollo. El autogobierno permite estructurar un sistema de instituciones políticas capaces de premiar y sancionar positivamente las prácticas culturales de la colectividad (el idioma, la vestimenta, los hábitos, etc.) y crear un campo de competencias administrativas, económicas y culturales basadas en una homogeneidad lingüística.

En regiones indígenas campesinas del altiplano, los valles y el trópico existen de facto ciertas estructuras de autogobierno local a nivel de comunidades y sindicatos agrarios o de varias comunidades122 desde mucho antes de que existiera la República de Bolivia. Pero, lo que no existe es una estructura de autogobierno a nivel superior entre varias comunidades o entre todas las cientos o mi-les de comunidades y barrios urbanos que son partícipes de una gran comunidad lingüística y cultural, ni una

presencia colectiva y constitutiva de estas culturas en la estructura superior “nacional” del poder estatal.

El reto de la descolonización del Estado y la temática de las autonomías de base cultural, puestas en el debate político por la presencia de vigorosos movimientos socio-políticos indígenas, han sido abordados de cierta manera por varias preguntas de estudio Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional.

Una gran mayoría de la población encuestada (75%) considera que la multiculturalidad del país tiene ventajas y el 80% apoya la elección de representantes indígenas en los ámbitos públicos. Esto muestra una amplia base de aceptación, tolerancia y reconocimiento entre culturas diversas, con una mayor amplitud de parte de las personas que tienen como idioma materno el aymara o quechua respecto a los que hablan castellano. Así, mientras que el 83% de los aymaras se inclina a reconocer las ventajas de la multiculturalidad, el 73% de los que tienen como idioma materno el castellano tiene la misma opinión. En lo referente a la aprobación de representantes indígenas, el 86% de los que tienen como idioma materno el aymara, el 81% el quechua y el 78% el castellano apoyan esa elección.123

Donde las inclinaciones varían notablemente es en la consideración de los temas de poder y mando político. Ante la pregunta de si sentirían seguridad ante la elec-ción de un presidente indígena, sólo el 17% manifiesta sentirse muy seguro (21% en La Paz y Potosí, 13% en Santa Cruz, y 12% en Tarija). El 29% responde sentirse más o menos seguro (en promedio 37% en todos los departamentos, exceptuando Santa Cruz con el 29%), en tanto que los que se sienten muy inseguros suman el 18,7%, con los mayores índices en los departamentos de Santa Cruz (24,7%) y Beni (25,1%).124

Si se suman los porcentaje de muy seguro y más o menos seguro, por un lado, y más o menos inseguro y muy inseguro, por otro, resulta una clara polarización de posiciones en todos los departamentos. En el bloque de seguridad (alta y mediana) se ubica el 54% de los encuestados, en tanto que en el bloque de inseguridad (alta y mediana) el 41%. La posición de seguridad gana en todos los departamentos, con excepción de Santa

122 W. Carter-Mamani, Irpa chico; individuo y comunidad en la cultura aymara, Juventud, La Paz, 1982; S. Rivera, Ayllus y proyectos de desarrollo en el Norte de Potosí, Aruwiyiri, La Paz, 1993.

123 Banner Demográfico, CNE, Op. Cit.124 Ibidem.

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Cruz donde la inseguridad llega al 52%.125

La pregunta más directa tiene que ver con el régi-men autonómico. Del total de los encuestados, el 9,8% se pronuncia a favor de la “autodeterminación de los pueblos indígenas”, que es un tipo de autonomía de base étnico-cultural. Del total, La Paz (11%), Beni (14%), Potosí (16%) y Oruro (10%) son los departamentos donde mayor apoyo tiene esta propuesta. Es interesante notar que esta demanda tiene un apoyo más o menos parecido tanto en ciudades grandes como en el área rural dispersa, con un mayor índice de respaldo entre las personas que tienen como idiomas maternos el ay-mara y quechua (12% en ambos casos). Sin embargo, el porcentaje de personas que consideran necesaria la autodeterminación de los pueblos indígenas se duplica al 19,8% de los encuestados al momento de jerarquizar los principales temas que deberían ser abordados por la Asamblea Constituyente. El departamento con mayor adhesión a tratar la temática de la autodeterminación de los pueblos indígenas en la Constituyente es La Paz con el 25%, seguido de Potosí con el 23% y Santa Cruz con el 19%.126

Este sorprendente crecimiento del interés por tratar la temática de la autodeterminación indígena en la Cons-tituyente parece indicar que a medida que se dan los espacios de certidumbre y deliberación reflexiva, como en el caso de la Asamblea Constituyente, la temática de las formas del autogobierno indígena asume mayor protagonismo. Si se compara el porcentaje de apoyo que tiene este tema con el de apoyo al tratamiento de las autonomías regionales en la Constituyente la diferencia se acorta notablemente. Mientras que las autonomías obtienen un apoyo del 24%, la autodeterminación de los pueblos indígenas alcanza una preferencia del 19,8%, cuatro punto menos. Es notable, por otra parte, que si se compara el porcentaje de apoyo a las autonomías regionales con el porcentaje de quienes consideran que este tema debe ser tratado prioritariamente en la Asamblea Constituyente, el resultado es una notable disminución (del 27% al 24%); en tanto que el tema de la autodeterminación de los pueblos indígenas duplica su adhesión (del 9,8% al 19,8%).127

En conjunto, hay una amplia conciencia y valoración positiva de la multiculturalidad del país, aunque a me-dida que los temas de orden decisional sobre el poder político son puestos en debate, la población tiende a polarizarse y a disminuir gradualmente la aceptación o el conocimiento sobre transformaciones institucionales que permitan igualar en derechos y reconocimiento político la diversidad cultural y lingüística del país. Esto posiblemente tenga que ver con los límites de las propuestas de formas de autogobierno indígena dentro de un Estado multinacional. Entre los movimientos sociales actuales, sólo el movimiento indígena aymara articulado en torno a la CSUTCB y a la Federación Departamental de La Paz128 controlada por líderes india-nistas, ha puesto en el tapete de discusión esa temática. Con todo, hay una base de disponibilidad social a la multiculturalidad y a la aceptación del mundo indígena en situaciones de poder, sobre la cual tiene un espacio de potencial desarrollo el bloque social (20%) inclinado a formas de autogobierno indígena. Precisamente por este potencial expansivo, y en la medida que en ello se juega el desmontamiento de los seculares procesos de colonización del Estado, no cabe duda que el debate y la construcción pausada de un tipo de Estado multi-nacional capaz de albergar en condiciones de igualdad ciudadana a todas las culturas e idiomas del país es otro de los principales retos de la democracia en la presente década.

2.6. Sexto reto: Un nuevo armisticio social. La Asamblea Constituyente

La Asamblea Constituyente es, con mucho, el esce-nario de los mayores retos de la democracia desde que se instauro como forma de gobierno y comportamiento político. De hecho, puede ser vista como la síntesis condensada de todos los retos anteriormente enumera-dos y el posible espacio de una experiencia general de democracia radical por parte de la sociedad.

Aunque la realización de una Asamblea Constituyen-te fue demandada hace más de una década por funcio-narios judiciales que vieron un conjunto de problemas

125 Ibidem.126 Ibidem.127 Ibidem.128 A. García, M. Chávez, P. Costas, Sociología de los movimientos sociales, Op. Cit.

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en el ordenamiento jurídico del país, fue incorporada en el listado de demandas de los movimientos indígenas de las tierras bajas en la década de los 90.129 Sin embargo, esta propuesta salió de la marginalidad y se convirtió en tema de debate nacional a raíz de la crisis estatal iniciada por los bloqueos y movilizaciones de Cocha-bamba y el altiplano aymara en abril y septiembre del 2000. En octubre del 2000, ante el inminente deterioro de la correlación de fuerzas y la ideología estatalmente emitida, un cabildo de la Coordinadora del Agua pro-puso al país resolver la transición hacia un nuevo tipo de Estado y economía mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

Posteriormente, otras organizaciones del país plan-tearon la Asamblea Constituyente como su principal demanda al Estado, en tanto que la mayoría de los candidatos a las elecciones del año 2002, con excepción del MNR, la incluyeron en sus ofertas de gobierno,130 aunque, una vez que formaron parte de de la coalición de gobierno de Sánchez de Lozada, la abandonaron. En la sublevación de octubre del 2003, la Constituyente fue retomada como una de las consignas movilizadoras de los distintos movimiento sociales que presionaran para la renuncia de Sánchez de Lozada. Carlos Mesa, cuando asumió la presidencia, la incorporó como uno de sus tres objetivos de gobierno, junto al referéndum sobre el gas y la redacción de una nueva Ley de Hidrocarbu-ros. Las reformas constitucionales de febrero de 2004 incorporaron la Asamblea Constituyente como medio para la reforma de la Constitución Política del Estado, lo que abrió el camino legal para su convocatoria por el Congreso.

En términos jurídicos, la Asamblea Constituyente es un órgano representativo, extraordinario y tem-poral investido de la tarea de establecer las reglas fundamentales del ordenamiento jurídico estatal131 mediante la redacción de una Constitución Política

del Estado. En términos políticos, se afirma que las constituyentes expresan el poder constituyente de una sociedad porque expresan la facultad inherente a toda comunidad soberana de darse su ordenamiento polí-tico-jurídico fundamental,132 deduciendo de sí misma y nunca de otra fuente la limitación y la norma de su acción. Esto significa que la Asamblea Constituyente es un órgano de representantes de carácter temporal, extraordinario y supremo de la soberanía social, por lo que no está supeditado a ninguno otro poder y, por tanto, tiene la potestad de elaborar el conjunto de normas y procedimientos de la vida estatal de una comunidad política.

En términos históricos, la Asamblea Constituyente planteada por la sociedad tiene una dimensión más cercana a la definición sociológica weberiana. Los movimientos sociales, que son su fuerza motriz, la conciben como el escenario político efectivo para la re-distribución del poder de la sociedad, de tal forma que queden determinadas las posibilidades de influir en la actividad colectiva.133 Independientemente de su significado exacto y de la especificidad de los temas que teóricamente debe tratar, en el horizonte colectivo de la sociedad movilizada la Asamblea Constituyente es imaginada como un ritual colectivo mediante el cual se procede a una reestructuración de las jerarquías, po-deres y facultades de la sociedad en correspondencia con la nueva correlación de fuerzas alcanzadas por las múltiples movilizaciones de los últimos años.134

En ello hay, ciertamente, una mirada reivindicativa del orden estatal, pero a la vez pactista, pues no se ima-gina a la Constituyente como la imposición unilateral de la hegemonía de los sectores subalternos de la sociedad a los sectores privilegiados, sino como la construcción de un armisticio de largo aliento de los bloques sociales en pugna. Ninguno de estos bloques puede imponerse sobre el otro; sin embargo, los que hasta ahora no fue-

129Op. Cit.130 “Elecciones presidenciales 2002”, Opiniones y Análisis, Nº 57, Fundemos, La Paz, 2002.131 N. Bobbio, N. Matteucci, G.Pasquino (comps.), Diccionario de política, Siglo XX, Madrid, 1995.132 S. de Linares Quintana, Tratado de interpretación constitucional, Abeledo-Perrot, Argentina, 1998. Para Schmitt, por su parte, “el poder

constituyente es la voluntad política cuya fuerza o autoridad es capaz de adoptar la concreta decisión de conjunto sobre modo y forma de la propia existencia política, determinando así la existencia de la unidad política como un todo”. C. Schmitt, Teoría de la constitución, Alianza Editorial, Madrid, 1992. Sobre la relación entre poder constituyente y poder constituido ver, T. Negri, El poder constituyente, Libertarias, Madrid, 1994.

133 Max Weber, Op. Cit. 134 A. García, M. Chávez, P. Costas, Sociología de los movimientos sociales, Op. Cit.

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ron tomados en cuenta (la “parte de los que no tienen parte” de Ranciere) intervienen ahora como sujetos activos y concurrentes en el diseño de los medios, las rutas, los mecanismos y los procedimientos mediante los cuales la sociedad en su conjunto acuerda dirimir y buscar soluciones a los diferendos colectivos. En ese sentido, se puede afirmar que, independientemente de su legalización constitucional, la creciente movilización social no sólo tiene un horizonte de profunda amplia-ción democrática de las estructuras de poder social, sino que su mismo planteamiento, la propuesta pactista de la conformación de una correlación de fuerzas en la estructura de poder estatal, contiene todos los atri-butos de un hecho estrictamente democrático, incluso más fuerte que los que contuvieron todos los procesos constituyentes anteriores.

Durante el año 2004, varias organizaciones sin-dicales elaboraron propuestas de convocatoria a la Asamblea Constituyente; sin embargo, el debate sobre su significado y alcances más precisos de manera orgá-nica y sistemática recién comenzó en los movimientos sociales más activos y en la opinión pública urbana después de las elecciones municipales de diciembre del 2004.135 Por ello, los resultados de la encuesta sobre la Constituyente deben ser tomados como un indicador,

fiable por supuesto, de esta primera etapa preparatoria del debate colectivo.

Según la encuesta (Gráfico 15), 57% de los entre-vistados afirman haber escuchado sobre la Asamblea Constituyente, en tanto que el 42% dice que no. Si bien hay una mayoría absoluta que tiene algún tipo de cono-cimiento sobre este hecho político decisivo, no deja de ser llamativa la presencia de un elevado porcentaje de personas que aún desconoce el tema. El mayor índice de conocimiento lo tienen las ciudades con poblacio-nes mayores a 20.000 personas (65,8%), en tanto el porcentaje mayor de los que no han oído hablar de la Constituyente (49,5%) lo tienen las poblaciones rurales dispersas. Es interesante remarcar que las personas que tienen como idioma materno el aymara son el sector que más ha escuchado sobre la Asamblea Constituyente (61,7%), en tanto que los que tienen al quechua como idioma materno sólo llegan al 51%.136 Este no sólo es un llamado de atención a los organismos estatales de promoción y difusión de la temática sino, ante todo, a las organizaciones sociales, sindicales y comunales con mayor vínculo con los sectores sociales subalternos que han sido los promotores de esta demanda y sin cuya presencia movilizada posiblemente se limite o postergue su realización.

En lo que se refiere al principal tema de controversia sobre la convocatoria a la Constituyente, la forma de elección de los constituyentes, existen diversas propues-tas. La mayoría de las propuestas coincide en que debería ser por voto individual y directo (propuestas del MNR, MAS, Hugo San Martín y otros), las diferencias están en el número de constituyentes y las circunscripciones donde deben ser elegidos (uninominal, departamental y/o nacional). Sin embargo, hay dos propuestas escritas que han llegado al Parlamento, y que cuentan con el apoyo de organizaciones sociales representativas del país,137 que introducen la elección de constituyentes en circunscripciones especiales indígenas según la lógica asambleísta de las organizaciones comunitarias. La Con-federación de Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano (CIDOB) propone la elección de 34 constituyentes de los pueblos indígenas de tierras bajas (uno por cada pueblo)

135 A. García, M. Chávez, P. Costas, Sociología de los movimientos sociales, Op. Cit.136 Banner Demográfico, CNE, Op. Cit.137 A. García, M. Chávez, P. Costas, Sociología de los movimientos sociales,Op. Cit.

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y 34 constituyentes de los pueblos indígenas de tierras altas, todos según “usos y costumbres”. Paralelamente, propone la elección de tres constituyentes por cada una de las circunscripciones uninominales elegidos por voto secreto, libre y obligatorio.138 Por su parte, la Central de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC), en torno a la cual se han articulado el Bloque Oriente y el Pacto de Unidad con la CSUTCB dirigida por Román Loayza, la Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia Bartolina Sisa (FNMCB BS), la Confederación de Co-lonizadores (CSCB), el Consejo Nacional de Markas y Ayllus del Qullasuyu CONAMAQ y el Movimiento Sin Tierra (MST) dirigido por Ángel Torres, propone que junto a la elección de constituyentes por circunscripción

uninominal (tres por cada una de las 68 existentes), departamental (dos por cada departamento) y nacional, elegidos por voto universal y directo, se establezcan 16 circunscripciones especiales, diez en tierras bajas y 16 en tierras altas para que los pueblos indígenas elijan sus constituyentes por usos y costumbres.139

En ambos casos, junto a la elección por voto in-dividual y secreto se introduce una representación elegida según prácticas asambleísticas de carácter comunitario, intentando combinar representaciones de carácter territorial/liberal con representaciones de tipo gremial/comunitario, en el entendido de que el “demos” constituyente no es sólo agregación de individuos sino colectividades de valores y fines compartidos que deben expresarse como tal en la formación del poder constituyente.

A propuestas de elegir constituyentes por sistemas de elección comunitarios (Gráfico 17), se adhiere el 19,8% de los encuestados, mostrando mayor simpatía hacia ello las personas que se hallan en el área rural compacta (21,6%) y rural dispersa (24,4%); en tanto que los sectores que habitan las ciudades intermedias grandes muestran un menor apego a esta posibilidad (13,6% y 17%, respectivamente).140 Esto posiblemente se deba a que la lógica organizativa prevaleciente en las zonas ru-rales y pueblos intermedios es, por lo general, de carácter sindical, comunal y gremial, en tanto que en el mundo urbano, si bien estas prácticas se mantiene especialmente entre los sectores migrantes y subalternos, hay una mayor experiencia de individuación y de adhesión electiva.

138 CIDOB, Primera Asamblea Consultiva Nacional 2004, Santa Cruz, 10 de julio de 2004.139 CSTCB, CONAMAQ, CSCB, CPESC, APG, MST, BOCINAB, CDTAC, Hacia una Asamblea Constituyente soberana y participativa,

septiembre del 2004.140 Banner Demográfico, CNE, Op.Cit.

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En lo que se refiere a los temas que las personas consideran pertinente abordar en la Asamblea Consti-tuyente (Gráfico 18), los resultados de la encuesta son los siguientes.

Es un hecho notorio que la principal preocupación de los encuestados se centra en la temática parlamentaria, ya que, como se resalta a lo largo de la encuesta, los partidos y el sistema parlamentario de toma de deci-siones construido alrededor de ellos son los que más críticas y rechazo tienen por parte de la sociedad. La preocupación mayoritaria por el Parlamento pareciera señalar, entonces, que la Asamblea Constituyente es concebida como un escenario de profundas reformas, sobre todo, del sistema político-representativo del país. Esta intención de modificación del sistema político tiene en La Paz y Chuquisaca los más entusiastas adherentes, con el 65% y 64,5%, respectivamente, en tanto que la región que menos interesada en estos cambios es Santa Cruz con apenas un 37,9%, 28 puntos menos que La Paz.141 Como se ve, en distintas preguntas es posible

apreciar una mayor valoración positiva del papel de los partidos en las zonas del oriente que en las regiones de los valles y el altiplano.

A contramarcha de lo que podría suponer el sentido común, la propiedad de los recursos naturales como temática de la Asamblea Constituyente sólo tiene el apoyo del 36% de los encuestados. Los departamentos más preocupados por esa temática son Cochabamba con el 47% y Chuquisaca con el 45%. El resto, a excepción de Santa Cruz (29%) y Tarija (31%), se mantienen en el orden del 35% de interés.142

Un dato relevante es la reducción del porcentaje de personas que consideran pertinente el abordar las autonomías regionales (24,5%) y la distribución de tierras (25%), en tanto que la temática de la autode-terminación de los pueblos indígenas llega al 19,8% de interés. Los departamentos que muestran mayor interés por las autonomías son Santa Cruz con el 41% de apoyo y el Beni con el 39,5%. Por su parte, los departamentos más sensibles a la temática de

141 Banner Demográfico, CNE, Op. Cit.142 Ibidem.

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distribución de tierras son Santa Cruz con el 34% y Pando con el 43%.143

No se puede dejar de resaltar que, en contraposi-ción a los temores de determinados funcionarios de gobierno y de algunos ideólogos en sentido de que la Asamblea Constituyente despierta ilusiones sobre la rápida solución de las angustias económicas de la población, la temática de acceso al trabajo no figura en las respuestas, en tanto que el desarrollo económico tiene menos del 1% de interés. Esto muestra que la población se encuentra muy lejos de sobredimensio-nar los alcances de la Constituyente y, más bien, da claras señales de una lectura preponderantemente política y serena de los cambios que puede llevar adelante en ella.

Esta misma capacidad de discernimiento (Gráfico 19) se refleja en la consideración de los de los alcances de los cambios que se quisiera hacer a la Constitución Política del Estado. Sólo un 28,1% considera que habría que hacer un cambio total a la Constitución, en tanto que el 61% considera que los cambios deberían ser parcia-les. Esto puede ser interpretado como una muestra de la capacidad de autocontrol que despliega la población a la hora de implementar cambios y de la memoria con la que la gente trabaja sus retos contemporáneos. Pese al profundo malestar por la situación económica, al descrédito de las instituciones políticas del Estado y al

afán de impulsar cambios estructurales, las personas son poco inclinadas a hacer tabla rasa con la historia institucional heredada. Tienen, más bien, un criterio selectivo, y por tanto reflexivo, sobre las modificaciones necesarias al sistema de reglas de convivencia de la co-munidad política para mejorarlo. Curiosamente, mien-tras que La Paz Potosí y Tarija tienen los porcentajes más bajos de personas que desean cambiar totalmente la Constitución (24%, 22% y 20%, respectivamente), Santa Cruz y Chuquisaca tienen los porcentajes más elevados (38% y 34%, respectivamente).144

A esta moderación reformista hay que añadir el elevado porcentaje de escepticismo de la población con relación a que la Constituyente solucione los problemas del país. El 48,9% de los encuestados consideran que todo seguirá igual, en tanto que el 42% piensa que la Constituyente solucionará los problemas. El elevado porcentaje de personas que piensan que todo seguirá igual puede interpretarse de dos maneras. Por una parte, que los cambios reales de la sociedad no se logran sólo mediante la reescritura de los papeles y normas lega-les sino que, como muestra la historia, esos cambios requieren otros esfuerzos organizativos de los propios actores sociales. Por otra parte, que lo que las personas decidan en la Asamblea Constituyente será nuevamente escamoteado por las corporaciones partidarias y de elite que se esforzarán para que el mundo de la vida práctica no cambie. En todo caso, la primera interpretación sería la continuación de los grandes retos de la democracia como sistema inacabado de igualación y creciente par-ticipación social en la toma de decisiones públicas. En cambio, si sucede la segunda interpretación sería una derrota del ímpetu democratizador de la sociedad para erosionar los monopolios privados de las estructuras del poder estatal.

Tenemos, entonces, en conjunto, el diseño de múltiples retos para la extensión, profundización y proyección de la democracia. Pero, si hubiera que resumir todos estos retos en uno, se podría decir que la democracia requiere y demanda de sí misma una radical auto-transformación de sus contenidos a fin de convertirse en una cultura y práctica de igualación y bienestar sustancial de las personas.

143 Ibidem.144 Banner Demográfico, CNE, Op. Cit.

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Raúl España Cuéllar

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1. ANTECEDENTES

El informe que se presenta a continuación es el re-sultado del análisis de los datos contenidos en Culturapolítica y democracia en Bolivia. Segundo estudio na-cional realizado por encargo de la Corte Nacional Elec-toral en octubre de 2004.

Partiendo del entendido que la participación electo-ral es una forma de participación política mediante lacual la ciudadanía toma parte en la vida política a tra-vés del voto, el objetivo del presente estudio es anali-zar las visiones de la ciudadanía respecto a su partici-pación en las elecciones generales de 2002, conside-rando las razones por las cuales los ciudadanos y lasciudadanas participaron o no participaron en dichoevento electoral.

En el marco de ese objetivo, el informe se estructurade la siguiente manera: i) El informe se inicia con unbreve repaso de los enfoques conceptuales sobre la par-ticipación electoral; ii) luego se realiza un análisis delcontexto mayor en el que se desarrolla la participaciónelectoral; iii) se continúa con una sucinta revisión histó-rica sobre la participación electoral y el abstencionismoen el país; y iv) finalmente se cierra el informe con elanálisis de la participación electoral a la luz de Cultu-ra política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional.

2. BREVES CONSIDERACIONESTEÓRICAS SOBRE LAPARTICIPACIÓN ELECTORAL

Es importante destacar que existen diversas aproxi-maciones teóricas para abordar el estudio del compor-

tamiento electoral, en ese sentido, en este acápite pon-dremos de relieve aquellas que nos han servido de basepara el análisis que se desarrolla en el presente trabajo.

2.1. El enfoque sociológico

Desde esta perspectiva, se enfatizan las basesgrupales del voto y la ubicación de los sujetos en elsistema de estratificación social (Abreu; Vitullo). Enese marco, se correlaciona el comportamiento electo-ral con el nivel educativo, los ingresos, la ocupación,el género, la religión, la edad, etc. Sin embargo, esteenfoque pone en claro que no hay una correlación di-recta entre la posición social y el voto, sino que lascondicionantes sociales generan el contexto a partir delcual los sujetos leen e interpretan la información polí-tica, construyen sus representaciones y circunscribensus interacciones.

Los estudios desarrollados a partir de este enfo-que tendencialmente muestran que la gente que po-see mayores conocimientos, que goza de una situa-ción económica bonancible y que tiene más tiempoes la que más participa electoralmente. También seestablece una correlación positiva respecto al votoentre los adultos, los varones y los casados, en lamedida que son las personas que al asumir mayor res-ponsabilidad tienen también mayor motivación paratratar de influir en la política.

Por otra parte, los estudios desarrollados bajo esteenfoque muestran que la participación en organizacio-nes sociales tiene también una correlación positiva conla participación electoral, ya que dichas organizacionesen la medida que adoptan posiciones políticas e intentaninfluir en los resultados electorales se constituyen en unafuente decisiva de información sobre las opiniones y

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preferencias de los ciudadanos. En este sentido, por logeneral los individuos que pertenecen a un mayor nú-mero de grupos tienen una participación electoral másalta que aquellos que no pertenecen a ningún tipo deorganización (Buendía y Somuano).

2.2. El enfoque políticoDesde esta perspectiva, se enfatiza la autonomía

de lo político en tanto se considera “al comportamientopolítico no ya como variable dependiente, sino comovariable explicativa de integración al espaciodemocrático. En este caso, el comportamientoelectoral es visto como un tipo de participación quepermite a los individuos asimilarse socialmente”. Deesta manera, el voto ya no es considerado sólo comoun mecanismo procedimental de constitución delpoder, sino que el voto expresa la reafirmación delindividuo como ciudadano, su propia visión delmundo y su pertenencia a una determinadacolectividad (Vitullo).

Desde el enfoque político, los factores que condicio-nan el voto son la competencia y el carácter de la ofertaelectoral, la orientación política ideológica de los ciuda-danos, el rol de los partidos políticos y los medios decomunicación social como agentes de movilización elec-toral, la eficacia política. Bajo este último aspecto, po-demos incluir, desde una perspectiva micro, la teoría dela elección racional que supone la evaluación del costo-beneficio del acto de votar, así como la probabilidad deafectar los resultados de la elección. Este enfoque tam-bién considera el carácter de la participación no electo-ral y la pérdida de legitimidad del sistema político, as-pecto en el que están comprendidas la credibilidad y laconfianza en las instituciones políticas.

2.3. El enfoque institucionalEste enfoque tiene que ver con la correlación entre

la participación electoral y el entramado institucional,emergente de las normas y la legislación político-par-tidaria y electoral. Desde esa perspectiva, las variablesque considera este enfoque para el análisis del com-portamiento electoral son el tipo de elección, el tipo deescrutinio, la cantidad, tamaño y distribución de lascircunscripciones, los campos y espacios territorialesde la competencia política, la obligatoriedad del voto ylas formas del registro electoral (Vitullo).

3. EL TELÓN DE FONDODE LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL

Para tener una comprensión más cabal del carácterde la participación electoral es menester poner de re-lieve ciertas características del contexto en el que sedespliega.

3.1. El carácter de las tendenciasparticipativas de la sociedad boliviana

La sociedad boliviana se caracteriza por un altocontenido participativo que trasciende las fronteras dela participación institucionalizada (ya sea política y/osocial). Contenido que expresa una suerte decombinación de prácticas participativas ancladas ennuestras culturas ancestrales con las prácticasparticipativas emergentes de la modernidad y que, enese sentido, articula la lógica asambleísta-deliberativacon la lógica de la representación, la pluralidad con laobligatoriedad del respeto a las decisiones de la mayoríaa las cuales las minorías deben someterse. Baste señalarcomo referencia de ello, las formas de constitución de la“agenda” de octubre de 2004 y la “agenda” regionalcruceña que emergen como consecuencia de procesosparticipativos no institucionalizados pero que hallan sudesemboque en los límites del sistema políticodemocrático.

En ese sentido, es pertinente señalar –a modo dehipótesis– que tanto la noción de participación comola praxis participativa de la sociedad boliviana estánteñidas por dos concepciones de lo democrático que sepenetran mutuamente, aunque parecen antagónicas.

Por un lado, está la concepción que proviene de lamodernidad, basada en el supuesto de que la unidadsocial no es el grupo sino el individuo autónomo. Lamisma que se asienta en los principios de: i) la igual-dad esencial de todos los seres humanos, ii) la autono-mía del individuo, iii) la existencia de minorías o elreconocimiento y el respeto al otro (Mannheim, 1963:255); y iv) sobre todo en el principio de la libertad in-dividual, entendida como la libertad frente al Estadoque se manifiesta en las libertades civiles y la libertadpolítica como la opción de definir libremente el dere-cho a participar en los asuntos de la comunidad políti-ca. Concepción que, por otra parte, pone el énfasis en“la exigencia de que [la] participación sea libre, es de-

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cir, que sea una expresión y un resultado de todas lasotras libertades” (Bobbio, 1988: 500).

Por otro lado, está la concepción que se alimentade las visiones holistas del mundo indígena y de loque fueron las prácticas del mundo obrero, sobre tododel movimiento minero, que impregnaron el escena-rio político del país durante las décadas de los 30 alos 80 del siglo pasado. Esta concepción de lo demo-crático se asienta en el principio de la autodetermina-ción en el que subyace la exigencia del “control delpoder” por parte del movimiento social, no tanto comoa la detentación del poder en sentido lato, sino comola capacidad de veto, de control y de la participaciónen la elaboración de las decisiones estatales. Concep-ción que, por otra parte, no está asociada de maneradirecta al concepto genérico de mayoría, sino más bienal concepto de mayoría de efecto estatal que tiene quever con la calidad de la masa, con la fuerza de la masa,con la colocación neurálgica de la masa en la socie-dad o con la eficacia de la determinación que produ-ce, antes que con el número o con la cantidad. En esesentido, la autodeterminación expresa el tipo depugnacidad de la masa no sólo como libertad del co-lectivo frente al Estado, sino como la irradiación dela autodeterminación del colectivo en el Estado(Zavaleta, 1983: 111).

Estas concepciones, a su vez, se expresan en unaparticular visión de la democracia: la democracia esconcebible sólo a partir de la participación y la partici-pación tiene como su núcleo a la capacidad de deci-sión, en el sentido de que la democracia es participa-ción y participar no sólo es formar parte de, sino sobretodo es capacidad de decidir sobre...

3.2. Las valoraciones sobre lademocracia

La participación electoral también se desenvuelvesobre una particular forma de percibir la democraciaen tanto ideal, de evaluar su funcionamiento y de lasvisiones que se tienen sobre las instituciones y los ope-radores del régimen democrático.

Las percepciones sobre los principios del régimenSi bien en los resultados de Cultura política y de-

mocracia en Bolivia. Segundo estudio nacional no en-contramos una expresión contundente sobre el objeti-

vo de la democracia (Cuadro 1), los encuestados se in-clinan por señalar que la democracia tiene como pro-pósito principal garantizar la participación (11,5%) yla libertad de expresión (11,4%).

Por otra parte, las palabras que mejor representan ala democracia (Cuadro 2) son libertad (25,6%), dere-chos humanos (17,9%) e igualdad (13,5%).

Desde la perspectiva del contraste entre democra-cia y dictadura (Cuadro 3) los encuestados señalan queen democracia hay más libertad (84,8%), más opcio-nes de salud (79,9%), más oportunidades de educación(79,1%) y más igualdad (72,9%).

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A partir de estos datos, se constata que en el ima-ginario político de los bolivianos, la democracia es,idealmente, participación y libertad: libertad de ex-presión, de pensamiento, de reunión, de organiza-ción y de decisión. Pero al mismo tiempo, la demo-cracia, como vigencia de los derechos humanos, esderecho al trabajo, al empleo, protección contra lamiseria e igualdad en el sentido no sólo de igualdadante la ley, sino del respeto a la diferencia y a ladiversidad cultural. La democracia es también igual-dad de oportunidades en tanto mayores opciones desalud y educación.

En este marco, el 66,4% de los encuestados se in-clinan por un régimen democrático y el 67,2% creeque con la democracia Bolivia se proyecta a un futuromejor (Cuadro 4; Gráfico 1).

El funcionamiento del régimenSi bien se pude señalar que hay una imagen positi-

va de los principios del régimen democrático, los boli-vianos están insatisfechos con el desempeño de la de-mocracia (Gráfico 2).

El 51,1% de los encuestados no está satisfecho conla democracia en Bolivia, esta insatisfacción la expre-san principalmente los jóvenes, las personas de nivelsocio-económico alto, las que viven en los centros ur-banos más poblados y aquellas que tienen un nivel edu-cativo alto. Por el contrario, son las personas de mayoredad, de nivel socio-económico bajo, que viven en elárea rural y que tienen un nivel educativo relativamen-te bajo las que muestran mayor grado de satisfaccióncon la democracia (Cuadro 5).

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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Con relación al desempeño de la democracia, losencuestados creen que la democracia no ha traído be-neficios económicos, ni a la familia, ni a la comuni-dad, ni al país (Cuadro 6).

Estos datos presentan una doble paradoja. Por unlado, la mayor insatisfacción de la población de nive-les socio-económicos altos con la democracia, respec-to a la población de niveles socio-económicos bajos.Por otro lado, la mayor satisfacción de los bolivianosde nivel socio-económico bajo con la democracia pesea su bajo desempeño en lo que se refiere al mejora-

miento de las condiciones económicas, es decir, res-pecto a la resolución de los problemas de la pobreza.

Esta aparente paradoja parece hallar su explicaciónen el hecho de que si bien la democracia no ha mejoradolas condiciones económicas de los más pobres, ha abier-to las condiciones de posibilidad para que a través de losprocesos participativos institucionalizados y noinstitucionalizados se genere una “democratización delpoder”, en el sentido de que éste se ha desconcentradoen cierta manera del ámbito de la población con mayorcapacidad económica, mayor prestigio social, mayoreducación o de las élites locales tradicionales. Se hanabierto canales de participación en la conformación delos poderes locales, en la definición de las políticas pú-blicas, en el control y el uso de los recursos públicos. Anivel del sistema político, se han potenciado canales de

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Nota: Todos los valores en %Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004.

TAMAÑO POBLACIÓN NIVEL EDUCACIONAL

+20mil36,9

2 a 20mil50,4

500 a 2mil59,1

Menos50053,5

Nin-guno

49

Pri-maria59,2

Secun-daria43,3

Técnico

32,9

Supe-rior29,8

Blanco

47,2

Origi-nario45,8Satisfacción con la

democracia %

RAZA

DEPARTAMENTO

LPZ36,0

BEN54,4

SCZ47,7

CBB53,0

ORU44,6

CHQ43,5

PTS48,6

PAN74,0

TAR48,8

CUADRO 5: Satisfacción con la democraciaNIVEL

SOCIOECONÓMICO EDAD SEXO

Satisfacción con lademocracia %

Alto25,6

Medio33,6

Bajo48,3

18-2538,6

26-3539

36-4553,5

46-5554

56-6547,1

+6549,4

H47,9

M43,6

Satisfacción con lademocracia %

CUADRO 6: Beneficios económicosBeneficios A la A la Aleconómicos familia comunidad paísMuchos 4,9 5,9 8,4Pocos 54,1 59,5 64,6Ninguno 38,3 31,3 22,8NR 2,7 3,3 4,2Total 100 100 100

Nota: Todos los valores en %Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

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expresión política propios como el MIP, el MAS y, enalguna medida, las agrupaciones ciudadanas y pueblosindígenas. Esta democratización del poder ha sido másevidente en los municipios pequeños y rurales.

La confianza institucionalEl punto más débil de la valoración de la democra-

cia es la confianza institucional. Las instituciones queapoyan el régimen político democrático adolecen deun profundo déficit de legitimidad.

Los bolivianos y las bolivianas tienen una imagennegativa de los partidos políticos (55,2%), del Parla-mento (26,1%) y del gobierno (18,4%). Se consideraque los partidos son poco necesarios para la democra-cia (56,6%) y, en general, la imagen del conjunto delos partidos es negativa, todos están por debajo del 29%(Cuadro 7 y Gráficos 3 y 4).

A propósito de las explicaciones posteriores sobre elcarácter de la participación electoral de los ciudadanos,es importante destacar que la Corte Nacional Electoralgoza de una baja imagen negativa (1,8%) (Cuadro 7).

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004.

Page 78: Democracia en Bolivia

La participación política y electoral en Bolivia

79

La concepción sobre la políticaEl desempeño de los políticos en todos los niveles de

la representación política, ya sea en la administración cen-tral de gobierno, el Parlamento, los gobiernos municipa-les o los concejos municipales, ha generado en los boli-vianos y las bolivianas una visión negativa de la política,a la que se la asocia centralmente con la corrupción(47,8%) (Cuadro 8). La población parece sentirse hastia-da con las alianzas políticas que confiscan la decisiónpopular, con la ineficacia del Parlamento, con el “cuoteo”y el manejo discrecional de los recursos públicos.

Por otra parte, persiste en una importante parte dela población la percepción de la política como el espa-cio de la confrontación, el 19,4% de los entrevistadosconcibe a la política como el espacio de la lucha por elpoder, lo que denota la pervivencia de rasgos de unacultura política no democrática. Sólo, aproximadamen-te, un quinto de la población tiene una percepción po-sitiva de la política en tanto forma de servicio del país,de representación de los demás, actividad honrosa oprofesión como cualquier otra (Cuadro 8).

4. BREVES CONSIDERACIONES SOBREEL ABSTENCIONISMO 1 EN LASELECCIONES GENERALES EN BOLIVIA

La participación electoral en las elecciones gene-rales en Bolivia es relativamente alta. En las siete elec-ciones generales realizadas a partir de 1979 la mediade la participación es del 76,51%, lo que implica unpromedio cercano al de las democracias consolidadasde Europa, muy superior al de la democracia norte-americana y muy cercano al promedio de la partici-pación electoral en América Latina.2

La participación electoral en Bolivia, el año 2002(68,25) está por encima con 3,75 puntos (Cuadro 9), loque da cuenta de una relativamente baja abstención elec-toral respecto a las democracias del subcontinente.

1 El abstencionismo expresa la no participación en el derecho de votar, que puede deberse a diversas causas, a factores que no están bajoel control del ciudadano, en este sentido, destacan factores de carácter técnico como los problemas de enfermedad o los problemasreferidos al entramado institucional electoral, y factores de carácter social, como el aislamiento geográfico o la exclusión y marginaciónsocial. Por otra parte, están las causas que dependen del ciudadano como el desinterés por el acto electoral, o los motivos de índolepolítica referidos al rechazo al régimen o al sistema político, a los candidatos, a los partidos, a las ofertas electorales o los políticos engeneral.

2 Según datos del artículo “Participación Electoral en Chile, 1988-2001”, en las elecciones recientes de los Estados Unidos votóaproximadamente el 50% de la población en edad de votar mientras que en Francia alcanzó un poco más del 60%, en España estuvosobre el 70% y en Suecia bordeando el 80%. Por otro lado, la tasa de participación electoral en América Latina está en un promedio del80% (Navia, 2004: 5).

Fuente: Zovatto D. y Burdman J., América Latina: Balance Electoral 2002.

Pais Tipo de Participación electoralelección electoral 2002 (%)

Bolivia Generales 30 junio 72Brasil Generales (I Vuelta) 6 octubre 82

Presidencial (II Vuelta) 27 octubre 80Colombia Legislativas 10 marzo 43

Presidenciales 26 mayo 46Costa Generales (I Vuelta) 3 febrero 69Rica Presidenciales (II Vuelta) 7 abril 61

Municipales 1 diciembre 23Ecuador Generales (I Vuelta) 20 octubre 65

Presidenciales (II Vuelta) noviembre 71Perú Regionales, provinciales 17

y municipales noviembre 83República Legislativas y municipal 16 mayo 51Dominicana

CUADRO 9: Tipo de elección 2004 porparticipación electoral

Page 79: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

80

Entrando a un análisis más puntual del devenir dela abstención electoral entre el año 1979 y el 2002(Cuadro 10), se constata una altísima participaciónelectoral en la elección de 1979, explicable por el ca-rácter de la reconquista del proceso democrático asen-tada en una movilización de masas que aglutinó avastos sectores sociales que habían resistido a losgobiernos autoritarios. Por otra parte, los datos mues-tran que la abstención electoral comienza a crecer apartir de la elección presidencial de 1989, presentan-do una leve disminución en la elección de 2002. Ellopuede hallar su explicación, por un lado, en las con-secuencias de las políticas de liberalización de la eco-nomía que se implementaron en 1985 y que tuvieronun efecto restrictivo en el empleo y los ingresos en elsector de la administración pública y de la produc-ción minera y fabril, resultando en la incertidumbrede la condición salarial y la flexibilización de las re-laciones laborales, lo que generó cierta desconfianzaen el sistema político democrático y repercutió en elcrecimiento de la abstención electoral. Por otro lado,el leve repunte de la participación electoral el año 2002puede encontrar una posible explicación en el carác-ter abierto de la competencia electoral entre los parti-dos tradicionales, representantes del modelo de libremercado, y los partidos emergentes, portadores de unavisión más estatista.

La abstención electoral en Bolivia se relativiza si to-mamos en cuenta que, de acuerdo a las investigaciones

de Salvador Romero Ballivián, hay que considerar una“abstención artificial” producto de las condiciones ac-tuales del Padrón Electoral que presenta problemas dedepuración respecto al ritmo de la dinámica demográfi-ca, lo que conlleva a considerar que la participación elec-toral sería más alta y estaría al nivel del promedio lati-noamericano.3

Desde esa perspectiva, el abstencionismo pareceríano tener una correlación directa con el rechazo al siste-ma democrático, es decir, no se trataría de unabstencionismo político, sino más bien que pareceríaestar ligado a factores de carácter técnico o a problemasde inclusión social.4

Podría argüirse, sin embargo, que la relativa alta par-ticipación electoral está relacionada de manera directacon la obligatoriedad del voto, sin embargo, ése no pa-rece ser el caso de Bolivia en la medida que frente a esecarácter de la normativa está la alternativa de la anula-ción del voto. Los porcentajes de elección son altos, estánpor encima del 85% y a partir de la elección de 1993sobrepasan el 90%, ello muestra que la invalidación delvoto como discrepancia con la normativa electoral no essignificativa y más bien tiende a disminuir.

Ello conlleva a señalar que los bolivianos y las bo-livianas han interiorizado el voto como un derecho ycomo un canal para participar, hasta cierto punto enigualdad de condiciones (bajo el criterio de un ciuda-dano un voto), en la decisión sobre quién y cómo sedebe gobernar.

Fuente: Resultados del Referéndum 2004, Documento de información pública Nº 4, CNE.

CUADRO 10: Participación y abstención electoral en Elecciones Generales (1979-2004)Elección/Indicador 1979 1980 1985 1989 1993 1997 2002

Ciudadanos Inscritos (Padron Electoral) 1'876.920 2'004,284 2'108.458 2'140.345 2'399.197 3'252.501 4'155.055

Ciudadanos votantes 1'693.233 1´489.484 1'728.365 1'573.790 1'731.309 2'321.117 2'994.065

Porcentaje de participación 90,21% 74,32% 81,97% 73,53% 72,16% 71,36% 72,06%

Ciudadnos abstencionistas 183.687 514.800 380.093 566.555 667.888 931.384 1'160.990

Porcentaje de abstención 9,79% 25,68% 18,03% 26,47% 27,84% 28,64% 27,94%

Votos validos 1'469.377 1'309.034 1'504.056 1'451.869 1'647.710 2'177.171 2´778.808

Porcentaje de elección 86,78% 87,89% 87,02% 89,97% 95,17% 93,80% 92,81%

Votos no válidos 223.856 180.450 224.309 157.921 83.599 143.946 215.257

Porcentaje de invalidación 13,22% 12,11% 12,98% 10,03% 4,83% 6,20% 7,19%

3 Ver Romero Ballivián, 2003: 419.4 Estas apreciaciones serán constatadas a lo largo del análisis de los datos de Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio

nacional, 2004.

-

Page 80: Democracia en Bolivia

La participación política y electoral en Bolivia

81

5. ANÁLISIS DE LA PARTICIPACIÓNELECTORAL A PARTIR DECULTURA POLÍTICAY DEMOCRACIA EN BOLIVIA.SEGUNDO ESTUDIO NACIONAL

Es importante destacar que no hay un patrón uni-forme respecto a la participación electoral, el compor-tamiento respecto a votar o no votar varía dentro de lospropios países de una elección a otra o con relación alcarácter y al objeto de la elección. Es decir, no hay unaexplicación monocausal respecto al comportamientoelectoral. En ese sentido, abordaremos el análisis a partirde un conjunto de variables que permiten articular fac-tores sociológicos con los propiamente político einstitucionales.

En términos generales, los resultados del estudiomuestran que, desde la percepción de los encuestados,la participación electoral en las elecciones generalesde 2002 ha sido relativamente alta, llegando al 78,4%,lo que representa 6,3 puntos más que el porcentaje realconsignado en los datos oficiales de la elección de 2002,diferencia que se relativiza si se tiene en cuenta el“abstencionismo artificial” señalado por RomeroBallivián (Cuadro 11).

5.1. La participación electoral desdela perspectiva de la distribuciónespacial de la población

Desde la perspectiva de los encuestados, la dinámi-ca del voto por departamento ha tenido las siguientescaracterísticas (Cuadro 12): los departamentos de Pando(85,7%), Chuquisaca (84,1%) y Beni (83,5%) se per-ciben con una mayor participación electoral mientrasque los departamentos de Potosí (26,3%) y Tarija(24,7%) se muestran con un mayor nivel deabstencionismo.

Fuente: Base de datos,Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

No

171 676

20,2% 79,8%

148 502

22,8% 77,2%

122 411

22,9% 77,1%

33 121

21,4% 78,6%

30 159

15,9% 84,1%

69 193

26,3% 73,7%

3 18

14,3% 85,7%

37 113

24,7% 75,3%

19 96

16,5% 83,5%

632 2.289

21,6% 78,4%

Total

La Paz

Santa Cruz

Cochabamba

Oruro

Chuquisaca

Potosí

Pando

Tarija

Beni

Departamento VotóSí

CUADRO 12: Departamento por voto en las Elecciones Generales 2002

847

100,0%

650

100,0%

533

100,0%

154

100,0%

189

100,0%

262

100,0%

21

100,0%

150

100,0%

115

100,0%

2.921

100,0%

Total

Estos datos se aproximan a la geografía electoraldestacada por Romero Ballivián, según la cual Potosíes el departamento menos participativo. Chuquisaca,por su parte, obtuvo un repunte importante en la parti-cipación electoral.

Con relación a las razones por las cuales la gente vaa votar, destaca el hecho de que un alto porcentaje de losencuestados cree que la razón principal es la obligacióno deber ciudadano (40,8%) y el apoyo a la democracia(27,8%). Sin embargo, llama la atención que enCochabamba (19,7%) y Pando (19,0%) la gente cree queuna de las razones importantes para votar es el apoyo asu partido, lo que puede denotar una mayor identifica-ción partidaria o una mayor adhesión a las agrupacionesciudadanas en estos departamentos, lo que resulta cohe-

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Porcentaje válidoNo 21,6Sí 78,4Total 100,0

CUADRO 11: ¿Votó en las Elecciones Generales 2002?

Page 81: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

82

rente sobre todo con la emergencia del MAS enCochabamba y la crisis de ADN en Pando.

Las razones por las cuales los potosinos perciben quevotaron en menor cantidad que los ciudadanos de losotros departamentos están asociadas al hecho de que notenían la edad suficiente el momento de inscribirse(32,4%) y a que no estaban inscritos (18,4%). Lostarijeños también señalan el problema de la edad (35,1%)y la carencia de documentos (21,6%).5

Con relación al tamaño de la población y la distin-ción entre áreas rural y urbana, el comportamiento res-pecto al voto es bastante homogéneo (Cuadro 13). Des-taca relativamente una mayor participación en el votoen las ciudades grandes (79%) y el área rural dispersa(78,3%). En este último caso, ello puede encontrar unaposible explicación por la dinámica electoral impresapor el MIP y el MAS.

5.2. La participación electoral desde laperspectiva de las variables sociales

Con relación a la edad se constata el supuesto deque los jóvenes (47,8%) tienen una menor participa-ción electoral que los adultos y que conforme la edadde los adultos aumenta la tasa de participación crece(Cuadro 14).

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

No Sí

Urbanomás de 20 mil

Urbanode 2 a 20 mil

Ruralcompacto

Ruraldisperso

Total

Votó

Total

Tamañopoblación

293 1.105 1.398

21,0% 79,0% 100,0%

66 199 265

24,9% 75,1% 100,0%

27 94 121

22,3% 77,7% 100,0%

247 893 1.140

21,7% 78,3% 100,0%

633 2.291 2.924

21,6% 78,4% 100,0%

CUADRO 13: Tamaño de la población por voto en las Elecciones Generales 2002

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNEl, 2004.Elaboración propia.

No Sí

18 a 25

26 a 35

36 a 45

46 a 55

56 a 65

65 adelante

Total

Votó

Total

Edad

361 331 692

52,2% 47,8% 100,0%

107 601 708

15,1% 84,9% 100,0%

64 454 518

12,4% 87,6% 100,0%

56 398 454

12,3% 87,7% 100,0%

31 278 309

10,0% 90,0% 100,0%

12 229 241

5,0% 95,0% 100,0%

631 2.291 2.922

21,6% 78,4% 100,0%

CUADRO 14: Edad por voto en las Elecciones Generales 2002

Por otra parte, es la población de las ciudades pe-queñas y medianas la que tiene una mayor tasa de abs-tención (24,9%). Es importante destacar que si bien lapoblación rural dispersa señala tener una significativaparticipación electoral, los que no votaron no lo hicie-ron porque carecían de documentos. En relación conlos otros casos, el no contar con la edad suficiente cons-tituye la razón recurrente por el que no fueron a votar.

Los jóvenes declararon no haber votado básicamentepor no tener la edad suficiente para ejercer ese dere-cho. Destaca, por otra parte, que el motivo recurrentepor el cual la población que está en el rango de edad de26 a 55 años no votó fue la carencia de documentos.

Respecto al estado civil, son los solteros (40,7%)y los concubinos (30,7%) los que presentan un mayorgrado de abstención. Mientras que los divorciados(95,8%), los viudos (91,5%) y los casados (89,3%)declaran una alta participación electoral (Cuadro 15).

La causa de la baja participación electoral de lossolteros es que no tenían la edad suficiente para ejercerel derecho al voto, mientras que para los concubinos esla carencia de documentos.

5 Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004.

Page 82: Democracia en Bolivia

La participación política y electoral en Bolivia

83

Desde la perspectiva del género también se consta-ta el supuesto de que los hombres (81,6%) votan másque las mujeres (75,7%) (Cuadro 16).

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

No

Soltero

Casado

Concubino

Divorciado

Separado

Viudo

Ns/Nr

Total

Votó

Total

Estado civil

337 827

40,7% 100,0%

155 1.443

10,7% 100,0%

108 352

30,7% 100,0%

2 48

4,2% 100,0%

15 73

20,5% 100,0%

15 176

8,5% 100,0%

0 4

0,0% 100,0%

632 2.923

21,6% 100,0%

490

59,3%

1.288

89,3%

244

69,3%

46

95,8%

58

79,5%

161

91,5%

4

100,0%

2.291

78,4%

CUADRO 15: Estado civil por voto en las Elecciones Generales 2002

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

No Sí

Hombre

Mujer

Total

VotóTotal

Sexo

246 1.089 1.335

18,4% 81,6% 100,0%

386 1.202 1.588

24,3% 75,7% 100,0%

632 2.291 2.923

21,6% 78,4% 100,0%

CUADRO 16: Sexo por voto en las Elecciones Generales 2002

No Sí

Ninguno 95 340 435

21,8% 78,2% 100,0%

Primaria 176 694 870

20,2% 79,8% 100,0%

Secundaria 246 592 838

29,4% 70,6% 100,0%

Técnico 67 188 255

26,3% 73,7% 100,0%

Superior 48 477 525

9,1% 90,9% 100,0%

Total 632 2.291 2.923

21,6% 78,4% 100,0%

Votó

Total

Niveleducacional

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 17: Nivel de educación por voto en las Elecciones Generales 2002

En lo tocante al nivel educacional (Cuadro 17), severifica el supuesto de que las personas con mayor gra-do de formación educativa tienen un nivel más alto departicipación. En este sentido, los que señalaron tenerestudios superiores declararon un porcentaje de parti-cipación del 90,9%. Sin embargo, curiosamente, laspersonas que señalaron no tener ningún nivel educati-vo (78,2%) y las que cursaron hasta el nivel primario(79,8%) manifestaron un nivel de participación impor-tante, sobre todo con respecto a los que declararon unnivel educativo secundario (70,6%) y técnico (73,7%).

La razón principal por la cual las personas de niveleducativo bajo no votaron fue la carencia de documen-tos mientras que para las personas de nivel educativointermedio (secundario y técnico) fue el no contar conla edad suficiente y para las personas con un nivel edu-cativo superior fue el no estar inscritas.

Con relación a la confesión religiosa (Cuadro 18)destaca el hecho que son los “ateos”5 (40%) y los Tes-tigos de Jehová (33,3%) los que manifiestan un mayorgrado de abstención. Los mormones (100%), losadventistas (90,9%) y los cristianos (80,3%) son losque mayormente declaran votar mientras que los cató-licos participantes (79,1%), los católicos no participan-tes (77,5%) y los evangelistas (79,7%) están próximos

La razón principal por la cual no votaron las muje-res fue la carencia de documentos mientras que paralos hombres fue el no contar con la edad suficiente.

Page 83: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

84

al promedio de los que declararon haber votado en laselecciones.

Bahai

Católicoparticipante

Católicono participante

Evangélica

Cristiano

Ninguna

NR

Testigosde Jehová

Mormón

Adventista

Religión

Total

Judío

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

363

20,9%

141

22,5%

57

20,3%

27

19,7%

30

40,0%

7

24,1%

3

33,3%

0

0,0%

1

9,1%

0

.

2

100,0%

631

21,6%

1.373

79,1%

487

77,5%

224

79,7%

110

80,3%

45

60,0%

22

75,9%

6

66,7%

13

100,0%

10

90,9%

0

.

0

0,0%

2.290

78,4%

Total

1.736

100,0%

628

100,0%

281

100,0%

137

100,0%

75

100,0%

29

100,0%

9

100,0%

13

100,0%

11

100,0%

0

.

2

100,0%

2.921

100,0%

VotóNo Sí

CUADRO 18: Religión por voto en las Elecciones Generales 2002Total

Ocupación

Propietario 1 11 12negocio grande

8,3% 91,7% 100,0%

Propietario 91 408 499negocio chico

18,2% 81,8% 100,0%

Agricultor 24 163 187

12,8% 87,2% 100,0%

Ganadero 4 35 39

10,3% 89,7% 100,0%

Profesional 7 50 57independiente

12,3% 87,7% 100,0%

Directivo 0 7 7superior

0,0% 100,0% 100,0%

Director 0 22 22medio

0,0% 100,0% 100,0%

Empleado 45 387 432planta

10,4% 89,6% 100,0%

Obrero 34 146 180

18,9% 81,1% 100,0%

Campesino 11 62 73empleado

15,1% 84,9% 100,0%

Artesano o 37 136 173comercianteempleado 21,4% 78,6% 100,0%

Ama de casa 132 447 579

22,8% 77,2% 100,0%

Estudiante 190 142 332

57,2% 42,8% 100,0%

Jubilado 12 151 163

7,4% 92,6% 100,0%

Trabajador 45 124 169ocasional

26,6% 73,4% 100,0%

Total 633 2.291 2.924

21,6% 78,4% 100,0%

VotóNo Sí

CUADRO 19: Ocupación por voto en las Elecciones Generales 2002

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Es significativo que las razones de la abstenciónde los Testigos de Jehová sean el que no se cumplecon lo que se decide en las elecciones y la carencia dedocumentos, mientras que las razones por las cualesno votaron las personas que no profesan ninguna reli-gión fueron el no contar con la edad, el estar de viajeo enfermo y el hecho que no les interesaba el actoelectoral.

Page 84: Democracia en Bolivia

La participación política y electoral en Bolivia

85

Respecto a la ocupación (Cuadro 19), son los di-rectivos superiores y medios (100%), los jubilados(92,6%) y los propietarios de grandes negocios(91,7%) los que señalaron haber tenido una mayorparticipación electoral. Los estudiantes (57,2%) y lostrabajadores ocasionales (26,6%) son los que decla-ran un mayor grado de abstención. Mientras que losganaderos (89,7%), los empleados de planta (89,6%),los profesionales independientes (87,7%) y los agri-cultores (87,2%) tienen un nivel de participaciónelectoral superior al 85%.

El alto nivel de abstención de los estudiantes se debea que no contaban con la edad para votar y el de lostrabajadores ocasionales a que no tenían documentos.

Desde la perspectiva de los ingresos (Cuadro 20)se presenta un dato curioso: son los extremos los quedeclaran una mayor participación electoral. Los queseñalan tener ingresos mayores a 20.000 Bs. mani-fiestan un 100% de participación y los que tienen in-gresos entre 10.001 y 20 mil declaran una participa-ción del 88% mientras que los que declaran no tenerningún ingreso señalan una participación del 91%.Con esto se relativiza el supuesto de que son los másricos los que tienen una más alta participación electo-ral y los más pobres los que tienen una baja participa-ción electoral.

Los que declaran tener ingresos menores a 250 Bs.señalan un alto nivel de abstención (33%) en relacióncon la carencia de documentos.

Ingresos

Nada 7 69 76

9,2% 90,8% 100,0%

Menos de 250 98 175 273

35,9% 64,1% 100,0%

251 a 500 155 569 724

21,4% 78,6% 100,0%

501 a 1000 140 631 771

18,2% 81,8% 100,0%

1001 a 2000 84 380 464

18,1% 81,9% 100,0%

2001 a 5000 43 214 257

16,7% 83,3% 100,0%

5001 a 10 mil 15 58 73

20,5% 79,5% 100,0%

10001 a 20 mil 2 15 17

11,8% 88,2% 100,0%

Más de 20 mil 0 4 4

0,0% 100,0% 100,0%

NS/NR 87 176 263

33,1% 66,9% 100,0%

Total 631 2.291 2.922

21,6% 78,4% 100,0%

TotalVotó

No Sí

CUADRO 20: Ingresos por voto en las Elecciones Generales 2002

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Blanca

Mestiza

Negra

Originario

Total

TotalRaza

102 402 504

20,2% 79,8% 100,0%

378 1.371 1.749

21,6% 78,4% 100,0%

4 26 30

13,3% 86,7% 100,0%

148 491 639

23,2% 76,8% 100,0%

632 2.290 2.922

21,6% 78,4% 100,0%

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 21: Raza por voto en las Elecciones Generales 2002Votó

No Sí

En lo tocante a la pertenencia étnica (Cuadro 21)si bien no hay grandes variaciones, destaca el hechoque los que declaran pertenecer a la raza negra(86,7%) y los que manifiestan pertenecer a la razablanca (79,8%) tienen ligeramente una mayor parti-cipación electoral que los que señalan ser mestizos(78,4%) y originarios (76,8%).

Respecto al idioma (Cuadro 22) es llamativo quelos que tienen como idioma materno el aymara decla-ran una mayor participación que los de habla quechuay castellano.

Page 85: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

86

Con relación a la pertenencia a grupos (Cuadro 23),destacan los siguientes aspectos:i) En términos generales hay una correlación

positiva entre la pertenencia a organizacionesy el voto.

ii) Los que participan en los sindicatos (89,9%),en los partidos políticos (86%) y en las juntasde vecinos (85,4%) tienden a tener una mayorparticipación electoral.

iii)La relación entre la pertenencia a centros juve-niles y clubes deportivos y el voto es menor.Como se constata a través del análisis particulari-

zado de las variables sociales, (Cuadro 24) las causascentrales de la abstención son la falta de edad en elmomento de la elección (29,6%) y la carencia de docu-mentos (24,4%).

Desde la percepción de los encuestados, las prin-cipales razones para las que la gente acude a votar(Cuadro 25) son, en primer término, que el voto esuna obligación y un deber ciudadano (40,9%) y, ensegundo término, que el voto apoya a la democracia(27,7%).

En un análisis más detallado, destaca el siguientehecho: los adventistas (54,5%) y los Testigos de Jehová(22,5%), los que están en el rango de edad de 56 a 65

Castellano

Quechua

Aimara

Total

Total

Idiomaentrevista

617 2.232 2.849

21,7% 78,3% 100,0%

14 41 55

25,5% 74,5% 100,0%

1 18 19

5,3% 94,7% 100,0%

632 2.291 2.923

21,6% 78,4% 100,0%

CUADRO 22: Idioma por voto en las Elecciones Generales 2002

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

VotóNo Sí

No SíVotó

Total

Organizacionesen las que participa

No 28,8 71,2 100Sí 14,6 85,4 100

No 18,8 81,2 100Sí 32,9 67,1 100

No 22,6 77,4 100Sí 17,5 82,5 100

No 19,9 80,1 100Sí 25,2 74,8 100

No 24,8 75,2 100Sí 10,1 89,9 100

No 22,5 77,5 100Sí 17,6 82,4 100

No 22,5 77,5 100Sí 14 86 100

No 22,2 77,8 100Sí 19,2 80,8 100

No 23,8 76,2 100Sí 18,9 81,1 100

No 22 78 100Sí 18,1 81,9 100

Otras organizaciones

Partidos políticos

Centro cultural

Centros juveniles

Centros de madres

Club deportivo

Sindicatos

Junta de vecinos

Asociaciones devoluntariado

Organizacionesde la Iglesia

Nota: Todos los valores en %Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional,La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 23: Participación en organizaciones por voto en las Elecciones Generales 2002

Page 86: Democracia en Bolivia

La participación política y electoral en Bolivia

87

años, los que cuentan con ingresos menores a 250 Bs.(15,4%), los que tienen un nivel de educación primario(17,5%), los que declaran pertenecer a la raza negra(33,3%) y los que tienen como lengua materna el quechua(25%) señalan que una de las razones principales por lascuales votaron es para apoyar a su partido.

5.3. Participación electoraly evaluación del sistema político

Es importante destacar que aunque la mayoría delos encuestados tiene una evaluación negativa del des-empeño del sistema político esto no tiene una repercu-sión negativa en el ejercicio del derecho al voto. Esdecir, no hay una correlación directa entre la evalua-ción negativa del sistema político y la abstención (Cua-dro 28).

Al respecto destacan los siguientes elementos:i) Del total de los que declaran su insatisfacción con

la democracia, el 77,5% señaló que sí participó enlas elecciones generales 2002 frente a un 22,5% queno lo hizo.

ii) Del total de los que manifiestan que la democraciano trajo ningún beneficio económico al país, el 78,4%manifestó haber participado en las elecciones.

iii)Del total de los que respondieron que da lo mismoun gobierno democrático que uno autoritario, el81,3% participó en las elecciones. Por otra parte,del total de los que señalaron que es preferible ungobierno autoritario, el 73,4% señaló haber partici-pado en las elecciones.

iv) Finalmente, del total de los que creen que la demo-cracia no traerá un futuro mejor al país, el 77,1%señaló haber ido a votar en las elecciones generalesde 2002.

Porcentaje Porcentajeválido acumulado

No tenía documentos 24,4 24,4No estaba inscrito 12,7 37,2Se oponía elecciones 1,3 38,5No le interesaba 7,4 45,9No tenía edad 29,6 75,6Enfermo, viaje, no pudo 14,8 90,4No estaba informado 0,7 91,1No se cumple lo decidido 0,2 91,3NR 8,7 100,0TOTAL 100,0

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia.Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 24: Razones por las cuales la gente no vota

CUADRO 25: Razones por las cuales la gente votaPorcentaje Porcentaje

válido acumuladoApoyo a su partido 12,7 12,7Para que no gane otro 1,6 14,3Cambie partido gobernante 12,4 26,8Apoyo a la democracia 27,7 54,5Obligación del ciudadano 40,9 95,4Ninguno 1,4 96,8NS/NR 3,2 100,0Total 100,0

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 26: Factores que influyen en el votoPorcentaje Porcentaje

válido acumuladoSituación económica 22,8 22,8Medios de comunicación 20,9 43,7Opinión de líderes 14,7 58,4Su familia 12,2 70,6Encuestas 6,4 76,9Ninguno 15,5 92,4NS/NR 7,6 100,0Total 100,0

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Con relación a los factores que más influyen en ladecisión del voto (Cuadro 26), los encuestados señalanque son la situación económica (22,8%) y los mediosde comunicación (20,9%).

Respecto a los elementos importantes que se consi-dera a tiempo de votar (Cuadro 27), los encuestadosseñalan que son, centralmente, el programa (56%) y laideología del partido (24,8%).

Porcentaje Porcentajeválido acumulado

Programa 56,0 56,0Ideología 24,8 80,8Candidato 16,0 96,8NS/NR 3,2 100,0Total 100,0

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 27: Elementos importantes a tiempo de votar

Page 87: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

88

5.4. La participación electoraly la actividad política

Los datos de la encuesta muestran que los bolivia-nos no hacen política militante, sólo el 6% señala quetrabaja para un partido político, el 18% trabaja por susideales políticos y el 18,8% trata de convencer a otrosde sus ideas políticas, ello es explicable por el grado deaversión que existe hacia la política, a la que se la iden-tifica con la corrupción. Las actividades políticas querealizan con mayor frecuencia los bolivianos son se-guir las noticias políticas (56%) y conversar de políti-ca con los amigos (31,6%) (Cuadro 29).

CUADRO 28: Evaluación del sistema político por voto en las Elecciones Generales 2002

Total

Evaluación Sistema político

Sí 80,8 100No 77,5 100NS/NR 59,6

Ninguno 78,4 100Muchos 78 100

Democracia es preferible acualquier otra forma degobierno 78,7 100Da lo mismo democracia oautoritarismo 81,3 100Es preferible un gobiernoautoritario 73,4 100NS/NR 71,1 100

No 77,1 100Sí 79 100

Con la democracia seproyecto un futuro mejor

Beneficios económicosal país

Democraciavs autoritarismo

Satisfacción con lademocracia

19,222,540,4

21,622

21,3

18,7

26,628,9

22,921

VotóNo Sí

Nota: Todos los valores en %Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 29: Frecuencia de la actividad políticaFrecuencia de la actividad

política No Sí Tota lSigue las noticias políticas 43,4 56,5 100Habla de política con amigos 68,4 31,5 100Trata de convencer a otrosde sus ideas políticas 81,2 18,8 100Trabaja por sus idealespolíticos 82 18 100Trabaja por un partido político 93.4 6,6 100

Nota: Todos los valores en %Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 30: Frecuencia de la actividad política por voto en las Elecciones Generales 2002

No SíVotó

Total

Frecuencia de la actividad política

Nunca 25,7 74,3 100Muy frecuente 18,5 81,5 100

Nunca 23,8 76,3 100Muy frecuente 17 83 100

Nunca 22 78 100Muy frecuente 20 80 100

Nunca 21,8 78,2 100Muy frecuente 20,9 79,1 100

Nunca 21,9 78,1 100Muy frecuente 17,7 82,3 100

Habla de política con amigos

Trata de convencer a otrosde sus ideas políticas

Trabaja por sus idealespolíticos

Trabaja por un partidopolítico

Sigue las noticias políticas

Nota: Todos los valores en %Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Page 88: Democracia en Bolivia

La participación política y electoral en Bolivia

89

Si bien la mayoría no realiza actividades políticas,resulta evidente que quienes desarrollan actividadespolíticas tienen una mayor tendencia a participar en laselecciones. Los datos de la encuesta así lo confirman.

Sin embargo, es importante destacar que aquellas per-sonas que nunca tratan de convencer a otros de sus ideaspolíticas (78%), que nunca trabajan por sus ideales políti-cos (78,2%), que nunca han trabajado por un partido políti-co (78,1%), es decir, aquellas personas que mantienen cier-ta independencia de la actividad política, tienen un gradode participación electoral relativamente alto (Cuadro 30).

5.5. La participación electoral, crisisde legitimidad y democraciaparticipativa

La crisis de legitimidad del Parlamento y lospartidos políticos

Como se expuso en el apartado 3, los bolivianostienen una imagen negativa del Parlamento y de lospartidos políticos. Más de la mitad de la gente conside-ra que el Parlamento (53,2%) y los partidos políticos(56,6%) son poco necesarios para la democracia y sóloel 6,7% se siente representado por el Parlamento (Cua-dro 31). Por otra parte, el 78,8% de los que consideran que

el Parlamento es poco necesario para la democracia yel 80% de los que consideran que no es nada necesariovotaron en las elecciones (Cuadro 33).

Con relación a los partidos políticos, el 78,8% de losque consideran que son poco necesarios para la demo-cracia y el 79,2% de los que consideran que no son nadanecesarios votaron en las elecciones (Cuadro 34).

La democracia participativaLa crisis de legitimidad del Parlamento y los par-

tidos políticos ha generado que los bolivianos bus-quen otras formas alternativas de participación y re-presentación. En ese marco se inscriben las iniciati-vas del Referéndum 2004, la demanda de la Asam-blea Constituyente y la Ley de Agrupaciones Ciuda-danas y Pueblos Indígenas.

En este acápite trataremos de establecer lasinterrelaciones entre esas nuevas formas de participa-ción y representación y la participación electoral.

Representación Porcentaje Porcentajeválido acumulado

Iglesia 74,1 74,1Parlamento 6,7 80,8Poder Judicial 5,9 86,7Ninguno 13,3 100,0Total 100,0

CUADRO 31: ¿Por quién se siente representado?

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Del conjunto de la población que no se siente re-presentado por el Parlamento, al 57,3% no le gusta losactuales diputados y senadores y el 30,7% no está deacuerdo en que una persona elegida lo represente.6

Sin embargo, lo paradójico es que pese a esas per-cepciones, el 80,2% de los que no están de acuerdo enque una persona elegida los represente en el Parlamen-to votó en las elecciones 2002 (Cuadro 32).

6 Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004.

CUADRO 32: Por qué no lo representa el Parlamento porvoto en las Elecciones Generales 2002

Tipo derepresentación

Diputadosy senadores

NS/NR

Total

Total

Por qué nolo representa elParlamento

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Votó

No Sí

168

19,8%

27,7%

327

20,7%

54,0%

111

33,5%

18,3%

606

22,0%

100,0%

679

80,2%

31,6%

1251

79,3%

58,2%

220

66,5%

10,2%

2150

78,0%

100,0%

847

100,0%

30,7%

1578

100,0%

57,3%

331

100,0%

12,0%

2756

100,0%

100,0%

Page 89: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

90

i) Con relación a las agrupaciones ciudadanas y pue-blos indígenas (Cuadro 35), el 64,1% señala quees bueno que haya otras opciones y el 33% quesólo traerá caos. Por otra parte, el 44,9% cree queestas organizaciones representan mejor al ciuda-dano y el 52,9% que son instrumentos de los par-tidos.Es interesante observar que las personas que creen

que las agrupaciones ciudadanas sólo traerán caos(79%) y las que creen que son instrumentos de los par-tidos (79,7%) señalan haber tenido mayor participa-

CUADRO 33: Necesidad Parlamento por voto en lasElecciones Generales 2002

Muynecesario

Poco

Nada

NS/NR

TotalNecesidadParlamento

170 670 840

20,2% 79,8% 100,0%

26,9% 29,3% 28,7%

329 1225 1554

21,2% 78,8% 100,0%

52,1% 53,5% 53,2%

81 326 407

19,9% 80,1% 100,0%

12,8% 14,2% 13,9%

52 69 121

43,0% 57,0% 100,0%

8,2% 3,0% 4,1%

632 2290 2922

21,6% 78,4% 100,0%

100,0% 100,0% 100,0%

Total

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

VotóNo Sí

CUADRO 34: Necesidad partidos políticos por votoen las Elecciones Generales 2002

Muynecesarios

Poco

Nada

NS/NR

Total

90

20,0%

14,2%

351

21,2%

55,5%

148

20,8%

23,4%

43

39,8%

6,8%

632

21,6%

100,0%

Total

451

100,0%

15,4%

1653

100,0%

56,6%

710

100,0%

24,3%

108

100,0%

3,7%

2922

100,0%

100,0%

361

80,0%

15,8%

1302

78,8%

56,9%

562

79,2%

24,5%

65

60,2%

2,8%

2290

78,4%

100,0%

Necesidadpartidospolíticos

VotóNo Sí

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Es bueno que hayanotras opciones Solo traerán caos NS/NR

Representan mejor alos ciudadanos

Sólo son instrumentosde los partidos NS NR

64,1 33 2,8 44,9 52,9 2,2

Agrupaciones Representación

Nota: Todos los valores en %Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 35: Percepción sobre las agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas

ción en las elecciones que las que consideran que esbueno que haya otras opciones (77,8%) y las que creenque representan mejor a los ciudadanos (77%) (Cua-dros 36 y 37).ii) Respecto al Referéndum 2004, es interesante desta-

car que son tres las razones centrales por las cualeslas personas votaron: cumplir con un deber ciuda-dano (36,7%), decidir un tema importante (32,7%)y participar (13,6%) (Cuadro 38).Por otra parte, las razones por las cuales no votaron

son de carácter básicamente técnico y no por oposición

Page 90: Democracia en Bolivia

La participación política y electoral en Bolivia

91

a este mecanismo participativo o al contenido de laconsulta. El 28,6% de los encuestados señaló que novotó porque estaba enfermo, de viaje o sencillamenteno pudo; el 25,3% porque no tenía documentos y el20,1% porque no estaba inscrito (Cuadro 39).

Es interesante observar que hay una fuerte correla-

ción entre el voto en el referéndum y el voto en laselecciones generales. Del total de personas que novotó en el referéndum, el 56,2% no votó en las elec-ciones generales y del total de personas que votó enel referéndum, el 89,1% votó en las elecciones gene-rales (Cuadro 40).

CUADRO 36: Partidos o agrupaciones por voto enlas Elecciones Generales 2002

Es bueno quehayan otrasopciones

Sólo traeráncaos

NS/NR

Total

TotalPartidos oagrupaciones

416 1459 1875

22,2% 77,8% 100,0%

65,8% 63,7% 64,2%

203 762 965

21,0% 79,0% 100,0%

32,1% 33,3% 33,0%

13 69 82

15,9% 84,1% 100,0%

2,1% 3,0% 2,8%

632 2290 2922

21,6% 78,4% 100,0%

100,0% 100,0% 100,0%

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

VotóNo Sí

CUADRO 37: Representación de las agrupacionespor voto en las Elecciones Generales 2002

Representanmejor a losciudadanos

Sólo soninstrumentosde los partidos

NS/NR

Total

Total

Representaciónde lasagrupaciones

302 1010 1312

23,0% 77,0% 100,0%

47,8% 44,1% 44,9%

313 1232 1545

20,3% 79,7% 100,0%

49,5% 53,8% 52,9%

17 48 65

26,2% 73,8% 100,0%

2,7% 2,1% 2,2%

632 2290 2922

21,6% 78,4% 100,0%

100,0% 100,0% 100,0%

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

VotóNo Sí

Razones Porcentaje Porcentajeválido acumulado

No tenía documentos 25,3 25,3No estaba inscrito 20,1 45,4Se oponía al referéndum 4,5 49,9No le interesaba 7,8 57,6No tenía edad 8,6 66,2Enfermo / no pudo 28,6 94,8No estaba informado 3,4 98,2No se cumple decidido 0,6 98,8Por su religión 0,2 99,0No había mesas 0,1 99,1NR 0,9 100,0Total 100,0

CUADRO 39: Razones para no votar en el Referéndum 2004

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Page 91: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

92

En sentido inverso, del total de personas que no votóen las elecciones generales, el 61,7% no votó en el re-feréndum y del total de personas que sí votó en las elec-ciones generales, el 86,7% votó en el referéndum (Cua-dro 40).iii)En lo tocante a la Asamblea Constituyente,

circunscribiremos el análisis a la forma cómo debe-ría elegirse a los constituyentes (Cuadros 41, 42,43, 44, 45, 46 y 47).

CUADRO 40: Voto en el Referéndum por voto en lasElecciones Generales 2002

No 390 304 694

56,2% 43,8% 100,0%

61,7% 13,3% 23,8%

Sí 242 1986 2228

10,9% 89,1% 100,0%

38,3% 86,7% 76,2%

Total 632 2290 2922

21,6% 78,4% 100,0%

100,0% 100,0% 100,0%

Votó en elreferéndum

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

TotalVotó

No Sí

CUADRO 41: Forma de elección de ConstituyentesForma de elección Porcentaje Porcentaje

válido acumuladoVoto 73,5 73,5Por organización 19,8 93,3NS/NR 6,7 100,0Total 100,0

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 42: Forma de elección de los constituyentespor departamento, Tabla de contingencia

Total

La Paz

Santa Cruz

Cochabamba

Oruro

Chuquisaca

Potosí

Pando

Tarija

Beni

Elección constituyentesDepartamento

VotoPor

organización NS/NR Total

599 181 67 847

70,7% 21,4% 7,9% 100,0%

509 101 40 650

78,3% 15,5% 6,2% 100,0%

349 136 48 533

65,5% 25,5% 9,0% 100,0%

124 17 13 154

80,5% 11,0% 8,4% 100,0%

148 33 7 188

78,7% 17,6% 3,7% 100,0%

188 68 7 263

71,5% 25,9% 2,7% 100,0%

17 3 1 21

81,0% 14,3% 4,8% 100,0%

111 28 11 150

74,0% 18,7% 7,3% 100,0%

103 10 2 115

89,6% 8,7% 1,7% 100,0%

2148 577 196 2921

73,5% 19,8% 6,7% 100,0%

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 43: Forma de elección de Constituyentes por tamaño de la población

Urbanomás de20 mil

Urbano2 a 20 mil

Ruralcompacto

Ruraldisperso

Total

Elección ConstituyentesTamañopoblacion voto

Pororganización Total

1085 237 1397

77,7% 17,0% 100,0%

207 36 265

78,1% 13,6% 100,0%

87 26 120

72,5% 21,7% 100,0%

770 279 1141

67,5% 24,5% 100,0%

2149 578 2923

73,5% 19,8% 100,0%

NS/NR

75

5,4%

22

8,3%

7

5,8%

92

8,1%

196

6,7%

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Page 92: Democracia en Bolivia

La participación política y electoral en Bolivia

93

CUADRO 44: Forma de elección de Constituyentespor religión

Bahai

Católicoparticipante

Católico noparticipante

Evangelica

Cristiano

Ninguna

NR

Testigosde Jehova

Mormón

Adventista

Religión

Total

Judío

1279 118 1735

73,7% 6,8% 100,0%

464 33 628

73,9% 5,3% 100,0%

215 16 281

76,5% 5,7% 100,0%

89 11 136

65,4% 8,1% 100,0%

56 8 76

73,7% 10,5% 100,0%

20 1 28

71,4% 3,6% 100,0%

6 2 8

75,0% 25,0% 100,0%

9 3 12

75,0% 25,0% 100,0%

9 0 10

90,0% ,0% 100,0%

0 0 0

. . .

0 2 3

,0% 66,7% 100,0%

2147 194 2917

73,6% 6,7% 100,0%

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

338

19,5%

131

20,9%

50

17,8%

36

26,5%

12

15,8%

7

25,0%

0

,0%

0

,0%

1

10,0%

0

.

1

33,3%

576

19,7%

Elección constituyentes

VotoPor

organización NS/NR Total

CUADRO 45: Forma de elección de Constituyentes por ocupación

Campesinoempleado

Propietarionegociogrande

Propietarionegociochico

Agricultor

Ganadero

Profesionalindependiente

Diectivosuperior

Directormedio

Empleadoplanta

Obrero

Elección ConstituyentesOcupacion

VotoPor

organización NS/NR Total

Ama de casa

Artesanoo comercianteempleado

10 2 0 12

Total

Estudiante

Jubilado

Trabajadorocasional

83,3% 16,7% ,0% 100,0%

346 104 49 499

69,3% 20,8% 9,8% 100,0%

122 58 6 186

65,6% 31,2% 3,2% 100,0%

27 10 1 38

71,1% 26,3% 2,6% 100,0%

47 6 3 56

83,9% 10,7% 5,4% 100,0%

7 0 0 7

100,0% ,0% ,0% 100,0%

15 8 0 23

65,2% 34,8% ,0% 100,0%

308 115 9 432

71,3% 26,6% 2,1% 100,0%

146 29 5 180

81,1% 16,1% 2,8% 100,0%

64 5 4 73

87,7% 6,8% 5,5% 100,0%

133 30 11 174

76,4% 17,2% 6,3% 100,0%

426 92 61 579

73,6% 15,9% 10,5% 100,0%

265 55 13 333

79,6% 16,5% 3,9% 100,0%

139 22 2 163

85,3% 13,5% 1,2% 100,0%

94 43 32 169

55,6% 25,4% 18,9% 100,0%

2149 579 196 2924

73,5% 19,8% 6,7% 100,0%

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Page 93: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

94

Al respecto, es interesante observar que el 73,5%de los encuestados señala que los asambleístas debenser elegidos mediante el voto y el 19,8% por organiza-ción, lo que muestra que la tendencia corporativa esminoritaria.

Los habitantes de los departamentos de Potosí(25,9%) y de Oruro (25,5%); la población que habitael área rural dispersa (24,5%); los cristianos (26,5%) ylos judíos (33,3%), los directores de medios (34,8%),los agricultores (31,2%), los empleados de planta(26,6%), los ganaderos (26,3%) y los trabajadores oca-sionales (25,4%); los que perciben un ingreso menor alos 250 Bs. (27,1%) y los que perciben un ingreso ma-yor de más de 20 mil Bs. (33,3%); los que tiene porlengua materna el quechua (38,2%) y el aymara (38,2%)tienen una tendencia mayor a la elección corporativade los constituyentes.

Mientras que los habitantes de los departamentosdel Beni (89,6%), de Pando (81%) y de Oruro (80,5%);los que habitan en las ciudades pequeñas e intermedias(78,1%); los que profesan la religión adventista (90%)y evangélica (76,5%); los campesinos asalariados(87,7%), los jubilados (85,3%), los profesionales inde-pendientes (83,9%), los propietarios de grandes nego-cios (83,3%) y los obreros (81,1%); los que percibenentre 1.001 y 2.000 Bs. de ingreso y los que declaranno percibir ingresos (78,7%); los que tienen como idio-ma materno el castellano (74%) son más proclives a laelección democrática de los constituyentes, entendien-

CUADRO 46: Forma de elección de Constituyentespor ingresos

NS/NR

Nada

Menos250

251a 500

501a 1000

1001a 2000

2001a 5000

5001a 10 mil

10001a 20 mil

Más de20 mil

Elección ConstituyentesIngresos

VotoPor

organización NS/NR Total

Total

59 9 7 75

78,7% 12,0% 9,3% 100,0%

163 74 36 273

59,7% 27,1% 13,2% 100,0%

531 154 40 725

73,2% 21,2% 5,5% 100,0%

572 160 39 771

74,2% 20,8% 5,1% 100,0%

374 70 21 465

80,4% 15,1% 4,5% 100,0%

198 51 8 257

77,0% 19,8% 3,1% 100,0%

51 18 4 73

69,9% 24,7% 5,5% 100,0%

12 4 1 17

70,6% 23,5% 5,9% 100,0%

0 1 2 3

,0% 33,3% 66,7% 100,0%

189 36 39 264

71,6% 13,6% 14,8% 100,0%

2149 577 197 2923

73,5% 19,7% 6,7% 100,0%

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 47: Forma de elección de Constituyentes por idioma

Castellano

Quechua

Aimara

Total

Elección ConstituyentesIdiomaentrevista voto

pororganización NS/NR Total

2108 551 190 2849

74,0% 19,3% 6,7% 100,0%

31 21 3 55

56,4% 38,2% 5,5% 100,0%

9 6 3 18

50,0% 33,3% 16,7% 100,0%

2148 578 196 2922

73,5% 19,8% 6,7% 100,0%

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

Page 94: Democracia en Bolivia

La participación política y electoral en Bolivia

95

do por ello la elección por voto individual, directo ysecreto.iv) Es importante observar que el porcentaje de

personas que se inclinan por formas de participa-ción no electoral y, más concretamente, por formasde acción directa es bastante bajo, sólo el 18,7% delas personas encuestadas declaró aprobar que laspersonas participen en el bloqueo de calles.En lo que respecta a la relación entre participación

electoral y participación no electoral (Cuadros 48 y 49)se observa que no hay correlación entre los que aprue-ban formas de participación no electoral y la participa-ción electoral. En ese sentido, es interesante destacarlos siguientes datos:* Del total de los que aprueban el bloqueo de calles,

el 80,4% votó en las pasadas elecciones generales.* Del total de los que aprueban la invasión de propie-

dades, el 87,6% votó en las elecciones 2002.* Del total de los que aprueban la toma de fábricas, el

82,9% votó en las elecciones.* Del total de los que aprueban la participación en los

grupos violentos, el 80,6% votó en las elecciones.

CUADRO 48: Participación no electoralParticipación no electoral No Sí Tota lAprueba bloqueo de calles 81,3% 18,7% 100%Aprueba invasión depropiedades 96,4% 3,6% 100%Aprueba toma de fábricas 95,8% 4,2% 100%Aprueba participación engrupos violentos 92,2% 7,8% 100%

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

CUADRO 49: Participación no electoral porparticipación electoral

No Sí

Voto elecciones2002

Total

Participaciónno electoral

No 22,1 77,9 100

Sí 19,6 80,4 100

No 22 78 100

Sí 12,4 87,6 100

No 21,8 78,2 100

Sí 17,1 82,9 100No 21,8 78,2 100Sí 19,4 80,6 100

Aprueba invasiónde propiedades

Aprueba tomade fábricas

Aprueba participaciónen grupos violentos

Aprueba bloqueode calles

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundoestudio nacional, La Paz, CNE, 2004.Elaboración propia.

6. CONCLUSIONES

A modo de formular las conclusiones, es pertinenteexplicitar las constataciones más relevantes que emergendel análisis de los resultados de Cultura política y de-mocracia en Bolivia. Segundo estudio nacional.i) Una primera constatación es que los bolivianos, pese

al bajo desempeño de la democracia, al déficit delegitimidad de los partidos y del Parlamento y a lavisión negativa de la política, mantienen una parti-cipación electoral relativamente alta.

ii) En ese marco, pese a la insatisfacción con la demo-cracia, el abstencionismo no se expresa comoabstencionismo político, es decir, como rechazo alrégimen político democrático, sino más bien comoabstención técnica o como abstención producto dela exclusión social. Ello se constata en la medidaque las razones por las que la gente señala que novota es la carencia de documentos, enfermedad uotro tipo de impedimentos similares.

iii)Las razones explícitas por las cuales la gente señalaque va a votar son cumplir con un deber ciudadanoy apoyar a la democracia.

iv) Destaca la significativa participación electoral dela población rural dispersa, de las personas que se-ñalan no tener ningún nivel educativo, de las quedeclaran no percibir ingresos, de las que indicantener como idioma materno el aymara, de las quemantienen independencia respecto a la actividadpolítica, lo que rompe de alguna manera los supues-tos establecidos por los estudios sobre participaciónelectoral.

v) Resalta la preferencia del voto como el mecanismomás idóneo para elegir a los constituyentes.

vi) Se observa que no hay correlación entre las formasde participación no electoral y la participación elec-toral.

Pero ¿qué es lo que subyace tras esa tendenciaparticipativa? o, en otras palabras, ¿cuáles son las ra-zones subyacentes para que los bolivianos y las boli-vianas vean el voto como un mecanismo importante departicipación?

Paradójicamente pese a la aversión manifiesta a lapolítica, las razones subyacentes son profundamentepolíticas.

Page 95: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

96

• Una de esas razones radica en el carácter del proce-so de reconquista de la democracia. La recupera-ción la democracia en Bolivia, a diferencia de lospaíses vecinos, no fue producto de un proceso pac-tado, fue el resultado de la movilización popular quederrotó al autoritarismo militar expresado en Banzer,Natush Busch y García Meza. En ese sentido, el pro-ceso de reconquista de la democracia nació teñidopor los colores de la autodeterminación de las ma-sas, emergió sobre los ecos de la democracia demasas: las asambleas mineras, fabriles y universi-tarias, las movilizaciones callejeras, los comités debases. El signo de la reconquista del proceso demo-crático fue la multitudinaria movilización generadapor la huelga de hambre contra el autoritarismomilitar. En ese marco, en el imaginario colectivo, lademocracia es una conquista popular que hay quepreservar incluso al margen de y a pesar de los par-tidos políticos y los propios políticos profesionales.Por otra parte, la resistencia al autoritarismo militargeneró las condiciones para la internalización de lademocracia como valor social. En la resistencia algobierno autoritario de Banzer, la vigencia de laslibertades democráticas fue la demanda primordial.La consigna articuladora del movimiento de masas,y la que finalmente permitió la derrota del régimen,fue la amnistía general e irrestricta. Con la resisten-cia al golpe de Natusch Busch en 1979 se abrió loque Zavaleta conceptualizó como momento de dis-ponibilidad: en el ánimo del movimiento social seprodujo la disposición para un relevo de creenciasy lealtades (Zavaleta, 1983). Noviembre significóuna suerte de vaciamiento de la sociedad civil quepermitió abrir las posibilidades del trastrocamientode la autodeterminación en conciencia democráti-co-formal. Las masas generaron su propia disponi-bilidad para asumir la democracia formal comocreencia colectiva. El 10 de octubre de 1982, porsu parte, representó la legitimación de la democra-cia representativa como consenso antiautoritario ycomo instrumento para recuperar los derechos con-fiscados.

• Ligada a ese proceso está la imagen que los boli-vianos han construido de la democracia que se arti-cula en el trípode democracia-participación-deci-sión. La democracia es participación y participación

no sólo es formar parte de, sino fundamentalmentedecidir sobre... En ese sentido, a modo de hipótesis,podemos señalar que el voto para los bolivianos nosólo es un mecanismo procedimental para la cons-titución del poder, sino es un medio de participar enla decisión de quién y cómo debe gobernar, de quépaís se quiere construir. Ese parece ser el sentidoúltimo de las nuevas peticiones de referéndum y dela Asamblea Constituyente.

• Finalmente, está el sentido de lo colectivo, que haceque el voto no se asiente en el cálculo de egoístasobre los beneficios personales a lograrse, sino queel voto es percibido como apoyo a la democracia ycomo el beneficio de preservar el sistema democrá-tico en tanto espacio de la libertad, la participacióny los derechos humanos.

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Los actores políticos y sociales en Bolivia

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Los actores políticosy sociales en Bolivia

Andrés Torrez Villa Gómez

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Corte Nacional Electoral

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Los actores políticos y sociales en Bolivia

101

1. INTRODUCCIÓN

Hacer un análisis del contexto en el que sedesenvuelven los actores políticos y sociales en Boliviarepresenta, dentro de las actuales circunstancias,combinar aspectos diversos de una coyuntura que varíay se mueve con rapidez. La dinámica de losacontecimientos ha hecho que, en los últimos años, lavolatilidad política del país alcance niveles que generanaltos grados de incertidumbre e impredictibilidad. Almismo tiempo, este fenómeno aparentementecoyuntural obedece a un problema de estructura queatraviesa un momento de cambio y transición hacia unnuevo estado del Estado en el cual todos somosespectadores y jugadores al mismo tiempo.

Los estudios elaborados por la Corte NacionalElectoral (CNE)1 contribuyen a navegar en este marde incertidumbre con una brújula relativamenteeficiente. Tomando en cuenta que siempre caminamoscon ponderaciones y supuestos falibles, los datos nossirven de instrumentos importantes para establecerciertos parámetros que aclaren la niebla en elambiente.

El presente análisis aborda, desde diferentes ángulos,los datos de Cultura política y democracia en Bolivia.Segundo estudio nacional en lo que se refiere a losactores políticos y sociales. Estos aspectos, tocados deforma transversal a lo largo de la encuesta, los gruposfocales y las entrevistas a profundidad, merecen,primero, un análisis conceptual de sus definiciones y,luego, una interpretación con relación al período detransición que vive el país.

Lo urgente puede distraernos de lo importante. Esuna tentación permanente, al tratarse de una encuestade percepción coyuntural, mantenerse en la lecturasimplista de los datos con relación al presente. Los datosque nos proporciona la CNE nos permiten comenzar adiseñar un barómetro o instrumento de lectura queconstruya indicadores en el tiempo para determinar lacapacidad del Estado, sus instituciones, sus organismosde intermediación y sus actores para generar valorpúblico.2 Entendiendo el valor público como latendencia a construir satisfacción política mediante laevaluación de programas costo-beneficio en ungobierno orientado al cliente que busca aumentar lasatisfacción pública, la manera de medición de estasgestiones no es muy clara dado que no se disponen demétodos para definir rigurosamente qué prácticasgerenciales son mejores que otras.

El presidente Carlos Mesa asumió sus funciones antela dimisión forzada del ex presidente Gonzalo Sánchezde Lozada en octubre de 2003 con índices depopularidad de más del 80%.3 En medio de un climapolítico fragmentado e inestable, la alta popularidaddel Presidente contribuyó a generar un escenariotransitorio de calma que, poco a poco, se fuedeteriorando ante la falta de una estrategia nacional yun plan de gobierno claro, lo que llevó a laadministración a hacer concesiones ante crecientespresiones sectoriales de diversas regiones del país. Losconflictos se solucionaron uno por uno y no como partede una política de gobierno. Este método para bajarpresiones coyunturalmente parece haber desgastado lapopularidad del Presidente en algunos sectores del país,

1 Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, CNE. 2004.2 Valor público es un concepto trabajado por Mark Moore para explicar el objetivo final de la gestión y el servicio públicos. Léase el

Capítulo 3 “Estrategia y creación de valor en el sector público”, en: Gestión estratégica y creación de valor en el sector público, Fondode Cultura Económica, 1994.

3 Léase la encuesta de Apoyo, opinión y mercado, Bolivia, febrero de 2004, elaborada para el PNUD.

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Corte Nacional Electoral

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llegando en ocasiones a niveles tan bajos como del 30%(Santa Cruz).4

Desde el inicio de su gestión, el Presidente Mesa nocontó con ningún respaldo político partidario en elCongreso Nacional que facilite su gestión ni pudoconstruir consensos que favorezcan la gobernabilidaddemocrática en el país. De este modo, se vio obligadoa negociar las prioridades nacionales con las diversasfuerzas políticas y sociales en una situación de crisissocial, política y de gobernabilidad permanente.

En las circunstancias prevalecientes, se han cifradoexpectativas muy altas en la celebración de laAsamblea Constituyente a la que, en términosgenerales, se la considera como el ámbito en el que seconciliarán y resolverán todos los problemasnacionales. Sin embargo, este optimismo respecto dela Asamblea Constituyente parece no tener un asiderosólido, en tanto los diferentes intereses de regionesgeográficas y grupos políticos y sociales no coincidenen una visión compartida de futuro, a pesar de lacelebración de sucesivos ejercicios de DiálogoNacional (1997, 2000 y 2004).

La agenda política del gobierno de Mesa oficializóun proceso de reconfiguración de Estado. A partir deun nuevo enfoque sobre la soberanía y los recursosnaturales, pretendía, mediante el mandato expresoemanado del referéndum de julio de 2004, laaprobación de una nueva Ley de Hidrocarburos queconstituya no sólo un compromiso político sinotambién una carta para garantizar recursos frescos parael Presupuesto General de la Nación que viabilice elresto de la agenda política.

Por lo expuesto, parece evidente que los lentes quesirvieron para observar el horizonte en el pasado noson los que se necesitan para mirar el proceso detransición que vive Bolivia. En un intento paraadaptarnos a las nuevas dioptrías cambiaremos lamedida en los prismáticos y observaremos los datosque nos ayuden a entender la dinámica de los actorespolíticos y sociales.

El primer capítulo de este análisis corresponde aesta breve introducción; el segundo, a los antecedentes(reseña histórica) de la participación de los diferentesactores políticos y sociales en el quehacer político y

público. En el capítulo tercero, sobre la base deconceptos y definiciones de distintos autores, sepropone una aproximación a los actores políticos ysociales en el país. En el cuarto capítulo, partiendo dela definición elaborada de actores políticos y sociales,se los identifica con cada uno de los tres elementospropuestos en Cultura política y democracia en Bolivia.Segundo estudio nacional, (experiencias, percepciones,actitudes y comportamientos) y se explica su accionaren el escenario político y público en la coyuntura dereferencia del estudio. Finalmente, el quinto capítuloestá dedicado a las conclusiones.

2. ANTECEDENTES

La democracia es un proceso permanente deconstrucción, un camino hacia un paradigma imposible,como diría Robert Dahl.5 En este camino deconstrucción republicana, Bolivia vive un momento decambio e inflexión entre un período denominado dedemocracia pactada y un nuevo espacio quedesconocemos y tratamos de predecir. En medio de unapoliarquía de mezclas indígenas, criollas, mestizas yrebeldes, nos encontramos y desencontramos parareconocer los demonios del pasado, hacerlos a un ladoy tratar de madurar como púberes en transición haciauna juventud participativa y desordenada.

En la medida que nos equivocamos vamosaprendiendo a comportarnos pero, sobre todo, aentender las consecuencias de nuestros actos, a vecesirresponsables y arriesgados, a veces certeros. Estemaratón que busca el bien común se desarrolla entreactores que cambian según el período y lascircunstancias. De la democracia pactada a lademocracia participativa y de ésta a la democracia deciudadanos, en una poliarquía amorfa, los actorespolíticos y sociales se redefinen permanentemente.

Después de la Revolución de 1952, Bolivia entróde lleno en un período republicano de característicasdistintas a las conocidas hasta entonces. Laincorporación de sectores históricamente excluidos enun marco de ciudadanía democrática moderna, marcóla primera inflexión hacia un período de transformacióninstitucional. A pesar de los esfuerzos de la Revolución

4 Ibidem.5 Dahl, Robert, La democracia y sus críticos, Paidós, Barcelona, 1992.

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Los actores políticos y sociales en Bolivia

103

para proyectar una visión de país pluralista, la prácticapolítica detuvo la dinámica de las transformacionesinstitucionales, quedándose inconcluso el diseño de unaalianza de clases que fomente una ciudadaníafortalecida por el crecimiento de un segmento mediomayoritario.

A pesar de sus limitaciones, la Revolución de 1952construyó una cultura institucional nueva, marcandoel inicio de una dinámica política con protagonismosnunca antes contemplados. Con clivajes políticosbasados en el campesino, la burguesía y los sindicatos,los nuevos actores comenzaron a distribuir los rolespara participar de la vida política. Con nuevosciudadanos y nuevas ciudadanas, con principiosdemocráticos incluyentes y con la universalización delos derechos, el Estado se constituyó en el eje sobre elcual comenzó a girar el desarrollo del país. Losprincipios de la Revolución se incorporaron a losmovimientos sociales como ejes de choque yarticulación política y diseñaron estructuras sindicalesque servían directamente a los objetivos políticos delgobierno de turno.

Pero el triunfalismo nubló el camino y el horizontede los nuevos paradigmas, dejando a los políticos de turnoconcentrados en la lucha interna por el poder, el controlde los nuevos campos de acción política y los botinesdel nuevo Estado. Rápidamente los sindicatoscomenzaron a tomar vida propia y se dieron cuenta desu capacidad de coerción e influencia en el nuevoesquema político del país. Describir los alcances ydetalles de este período puede llevarnos a varios librosde análisis apasionados sobre los efectos buenos o malosde ese trance histórico. Para fines de nuestra lectura,deseo rescatar la importancia de los nuevosprotagonismos que se implantan con este proceso.Campesinos, mineros, políticos revolucionarios, políticospragmáticos, pasantes de la gestión del Estado y nuevasestructuras institucionales definen la política, másincluyente y pluralista, en la segunda mitad del siglo XX.

El principio de igualdad se desarrolla de manerainstitucional, pero en la vida cotidiana las élites nopermiten que ese principio comience a cundir en lapráctica política. La democracia caminaba por inercia

y no por un sendero de principios que permitiera a susactores consolidarse como agentes de cambio y líderesde un período de inclusión social efectiva.

Schumpeter (1964) define la democracia como “unmétodo para llegar a decisiones políticas, en el que losindividuos adquieren el poder de decidir por medio deuna lucha de competencias por el voto del pueblo”. Eneste contexto, la democracia boliviana comenzó aincorporar actores que se sentían más fuertes eindependientes y, en consecuencia, ávidos de luchar porel control del poder.

“El votante no es un maximizador de beneficios niun votante racional, sino un consumidor irracional,manipulado por la propaganda”, dice Robert Dahl6 alreferirse al ciudadano democrático. Y en el período dela Revolución, el control de la propaganda y lainformación definieron un esquema de poder difícil dequebrantar a pesar de las dinámicas sociales emergentes.Dahl es el autor más representativo de la teoría pluralistade la democracia. En su análisis de los paradigmas yalcances de la democracia, define a ésta como algoirrealizable, un ideal que en la práctica no se puedeconseguir por las limitaciones políticas e institucionales.El autor descarta las democracias “reales” paradefinirlas como “prácticas reales” en el camino al idealdemocrático. Este ideal democrático es definido como“poliarquías”, es decir, combinaciones de liderazgoscon control de los que no son líderes. Los actos de estosregímenes presentan, durante un largo período detiempo, una correspondencia con los deseos de muchosde sus ciudadanos.

A partir de 1952 empezamos a levantar en Boliviael edificio institucional y político que permitió resolverlos problemas estructurales de una sociedad enconstrucción, es decir, una sociedad con constriccioneshistóricas muy profundas, heridas sin cicatrizar y la faltade una visión que incorpore a todos los ciudadanosdefinidos formalmente en los principios de laRevolución. Las expectativas de un cambio estructuraltan profundo se fueron perdiendo en los testimoniosdiarios de la cotidiana lucha por sobrevivir.

Algunas de las características ideales de lademocracia boliviana son: 1) el control de las decisiones

6 Extraído del trabajo “Democracia y ciudadanía: reflexiones sobre la democracia y los procesos de democratización en América Latina”,Institut Internacional de Governabilitat de Catalunya, y de Dahl, Robert, La poliarquía, participación y oposición, Editorial REI, BuenosAires, 1989.

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gubernamentales corresponde a los funcionarioselectos; 2) los funcionarios son elegidos y luegosustituidos por elecciones libres relativamentefrecuentes; 3) en las elecciones tienen derecho a votarprácticamente todos los adultos; 4) también tienenderecho a ocupar cargos presentándose comocandidatos; 5) los ciudadanos gozan del derecho delibertad de expresión; 6) tienen acceso a diversas fuentesde información; 7) tienen derecho a formar asociacionespolíticas que procuran influir en el gobierno rivalizandoen las elecciones. En Bolivia, en términos de Dahl, lascondiciones para una poliarquía estarían dadas.

Bachrach, Macpherson y Pateman7 afirman que lapoca participación y la desigualdad social estáníntimamente unidas: para que haya una sociedad másequitativa es necesario un sistema político másparticipativo. Estos autores rescatan la dimensión de lademocracia que hace referencia a la participación delos ciudadanos en el proceso de toma de decisiones. Lademocracia no sería, entonces, sólo un método porqueposee una dimensión ética, implica una dimensiónamplia de lo político que abarca no sólo a lasinstituciones representativas gubernamentales, sino alos espacios en los que se toman decisiones que afectanlos valores sociales. En este contexto, los actoressociales en Bolivia se convierten en importantesespacios de acción que definen lo público y el interéscolectivo de manera determinante.

Para Macpherson la democracia participativa puedeser calificada como un sistema piramidal, con lademocracia directa en la base y la democracia delegadaen los niveles por encima de ella. Bolivia se encuentraen un momento de transición, en un trance de cambioentre diferentes alternativas. Construidos en una lógicadelegativa y representativa, estamos incorporando a lacultura democrática del siglo XXI la democraciaparticipativa a fin de consolidar espacios de acción en

la pirámide. Este análisis trata, precisamente, sobre estemomento de cambio, a partir del camino recorrido desde1952 hasta la transición de 1982 para llegar a la nuevacoyuntura surgida en octubre de 2003. Es necesariosituarse en el período de inflexión para constatar que lademocracia recién comienza a encontrar losmecanismos que le permitirán desarrollar unapoliarquía, que quizás camina por un utópico senderoa lo imposible.

El gobierno del pueblo, que supone la tradicionaldefinición de la democracia, busca articular en elescenario boliviano el verdadero espíritu del ciudadanoen un marco igualitario que no ha caracterizado alpasado histórico de la construcción republicana. Cuandolos factores formales ostentan paradigmas y promesasque no responden a las realidades políticas existentes,nos encontramos con instituciones incapaces deconstruir valor, de buscar el bien común8 y, enconsecuencia, de construir capital social. En esta lógicase desarrollan los mecanismos informales deconstrucción de la ciudadanía que canalizan lasdemandas y las expectativas del pueblo en un senderoalterno, informal y anti-sistémico que, en el sentidoeconomicista del término, Hernando de Soto9 llama elotro sendero.

En la década de los años 80, Bolivia formó partedel proceso de transición a la democracia. En AméricaLatina se terminó de completar este trance significativode transformación con la transición chilena: el plebiscitoen 1988, las elecciones en 1989 y el régimendemocrático en 1990. En 1985, Bolivia comenzó unatransición democrática que aún no termina deconsolidarse. Guillermo O’Donnell10 divide en dos elproceso de construcción de regímenes democráticos:uno, el de transición que corresponde al período que seextiende desde el inicio de la descomposición delrégimen autoritario hasta la instalación de un gobierno

7 Léase “Reflexiones sobre la democracia y los procesos de democratización en América Latina”, de la segunda parte a la quinta, AliciaIriarte, Mariana Vázquez y Claudia A. Bernazza, Institut Internacional de Governabilitat de Catalunya, http://www.revistafuturos.info/futuros_4/democra_ciuda_1.htm.

8 De acuerdo a Dieter Nollen, el bien común se consigue en la medida que se logra gobernar en función de intereses que pueden sergeneralizados para todos. Esta definición proviene de una conversación con Nollen, quien la incorporará en la próxima edición de suDiccionario de Ciencia Política en el Fondo de Cultura Económica.

9 Léase Hernando de Soto: La arquitectura oculta del Capitalismo, Instituto Libertad y Democracia, 2001; “Por qué el Capitalismo triunfaen occidente y fracasa en el resto del mundo”, capítulo 1; El misterio del capital, 2000; “El electorado del terror”, New York Times,octubre 15, 2001.

10 Léase O’Donnell, Guillermo y Philippe C. Schmitter, Transiciones desde un gobierno autoritario. Vol. 4. Conclusiones tentativas sobrelas democracias inciertas, Buenos Aires, Paidós, 1994.

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democrático –con la celebración de las elecciones libresy la transferencia del mando al gobierno electo–; y dos,el de consolidación que corresponde al momento enque un gobierno elegido democráticamente se convierteen un régimen democrático. La diferencia fundamentalestá en la segunda etapa de consolidación deinstituciones sólidas que se convierten en espacios dedecisión y en el centro del sistema político.

El período de construcción institucional bolivianoestá quebrado o prácticamente no se ha producido. Losacontecimientos de febrero de 2003 representan laquema simbólica de las principales instituciones delpaís. Estas instituciones han quebrado por no contarcon un capital social que justifique su existencia. A estose suma el desconocimiento de la ciudadanía a lamayoría congresal del gobierno de Gonzalo Sánchezde Lozada en octubre de 2003, el desconocimientoexplícito de Santa Cruz al orden territorial yconstitucional, la emergencia de nuevos movimientossociales y la crisis del sistema tradicional de los partidos.Entonces, podemos concluir que el período deconsolidación democrática está en entredicho y no asíen gestación.

Philippe Schmitter11 analiza las transicionesdemocráticas planteando tres causas: el fracaso políticode los regímenes autoritarios o alguna derrota o desastremilitar, el desencanto y desprestigio del régimen frentea los fracasos económicos y la incapacidad paraproducir desarrollo de las fuerzas productivas. Altranspolar estas afirmaciones al contexto boliviano, nosencontramos con una descripción perfecta del procesode transición vigente. “Los pactos son un acuerdo, nosiempre explicitado o justificado, entre un conjunto deactores que procuran definir las reglas que rigen elejercicio del poder sobre la base de garantías mutuasconcernientes a los poderes vitales de quienes loacuerdan” (O’Donnell, Schmitter, Whitehead, 1991).12

A lo largo del período democrático, los pactos formalese informales han sido los mecanismos de un diseñoinstitucional mixto que camina entre lo real y lo

nominal. Los pactos de gobernabilidad quecaracterizaron a la democracia pactada de los años 80y 90 se han transformado en pactos de gobernabilidadentre los regímenes políticos de turno y los movimientossociales que desde las calles y la informalidad tratande mantener una lógica pactista de facto basada en lachequera y la asignación presupuestaria.

La lógica institucional asistémica ha incentivado alos nuevos actores políticos y a los actores sociales entransición. Un régimen democrático en transición seagota y da paso a un período nuevo de la democracialocal (municipal) como si se tratara de un cambiotradicional, es decir, de un período autoritario a unperíodo democrático. M. Garretón13 señala que ladesarticulación de un gobierno militar y la construcciónde un régimen democrático en América Latina esproducto de dos procesos: por un lado, la crisis internao de descomposición del régimen y, por otro lado, lareacción y movilización de la sociedad. En Boliviatenemos un régimen democrático tradicional con unafuerte crisis interna y en descomposición sistemática,y una reacción colectiva de la sociedad que se movilizay articula para gestionar un cambio institucional, social,económico y político.

En este sentido, cabe afirmar que Bolivia vive unperíodo de transición histórica con característicasespeciales, que los datos del estudio de la CNE ayudarána definir. Vivimos un período de cambio en el cualcomenzamos a mirarnos en el espejo para ver cómosomos y no cómo nos soñamos. Vemos desigualdad yasimetrías incuestionables en la institucionalidad queformalmente hemos llamado democracia. Hemosavanzado en el camino a la igualdad utópica que planteaDahl, pero con mucha lentitud e hipocresía.

La democracia mínima es definida por NorbertoBobbio14 como “un conjunto de reglas que, por un lado,expresan quién está a cargo y autorizado para tomardecisiones colectivas y, por otro, bajo quéprocedimientos. Si hay reglas capaces de contestar estascuestiones, existe la democracia”. La democracia

11 Ibid.12 Léase: Transitions from Authoritarian Rule: Tentative Conclusions About Uncertain Democracies. Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter

and Laurence Whitehead (eds.)13 Léase: Garretón, Manuel Antonio, Reconstruir la política. Transición y consolidación democrática en Chile, Ed. Andante, Santiago, 1987.14 Bobbio, Norberto. 1976 (1981). “Democracia”. En Dizionario di politica (Diccionario de política), compilado por Norberto Bobbio,

Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino. Turín: Unione tipográfico-editrice torinese (México: Siglo XXI).

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mínima se identifica con un conjunto de supuestosbásicos: a) la participación política del mayor númerode gente interesada en hacer acto de presencia en lavida política; b) la regla de la mayoría, es decir, tomarcomo criterio central para las decisiones políticas laopinión de las mayorías; c) derechos de comunicaciónusuales, con esto se logra la selección entre lasdiferentes élites y los programas políticos; d) laprotección permanente de la esfera pública. Debemospreguntarnos, entonces: a) ¿en qué medida losbolivianos hemos logrado la participación política delmayor número de personas? ¿Lo hemos hecho mediantelos mecanismos sociales y ciudadanos más que desdelos partidos políticos? b) ¿En qué medida las decisionespolíticas han tomado en cuenta a las mayorías? c) ¿Enqué medida los mecanismos de comunicaciónresponden a los derechos a elegir en igualdadrecondiciones entre las ofertas y los programas políticosde las élites? d) ¿En qué medida la esfera pública hasido protegida por los actores e instituciones formalesy por los actores e instituciones paralelas o alternativas?

Esta imagen de la democracia no coincide con lafoto diaria de los periódicos, ni con la imagen que losbolivianos tienen de sus resultados. La verdad a mediasque se desprende de la percepción colectiva no permiteconstruir instrumentos políticos legítimos. Debemosmirar con más detenimiento las formas y los colores dela visión colectiva del país sobre la democracia. Sóloasí sabremos cómo responder de mejor manera a lasexpectativas y demandas de una sociedad que seconstruye y se desarrolla a pesar de las fracturas de lahistoria.

Los actoresDurante muchos años los actores tradicionales del

quehacer político y público fueron los partidos políticosy el Estado. Los partidos monopolizaron laintermediación entre la ciudadanía y el gobierno(personalización del Estado) y articularon las demandasde los distintos sectores de la sociedad para formularlasal gobierno en busca de respuestas oportunas. Por esemotivo, los problemas no articulados ni formulados porlos partidos difícilmente podían ser conocidos por lasinstancias del gobierno.

Por su parte, el Estado intervenía en el quehacerpolítico a través de sus diferentes órganos. Sus

funciones, tareas y actividades aseguraban la estabilidaddel sistema y el bienestar de los ciudadanos. Teníatambién la función de ser el motor de la economía ydel desarrollo social.

Por otra parte, se había establecido una especie dedivisión del trabajo entre los ciudadanos y la clasepolítica: los primeros elegían a las autoridades para quedecidan y gobiernen, mientras que los partidos políticostenían la exclusividad de la intermediación entre lasociedad y el Estado.

La vigencia de la sociedad civil como un nuevo actorestá asociada a su rol en la transición de los regímenesautoritarios a la democracia. Es ese proceso, los partidospolíticos y el gobierno son, para la sociedad civil, losprotagonistas de los regímenes autoritarios. Este hechoha generado tensión entre los partidos políticos y losactores sociales.

La sociedad civil y las organizaciones que laconforman han defendido los derechos ciudadanos, hanobservando los procesos electorales, han demandandorespeto a la institucionalidad democrática y, también,han participado en el diseño y ejecución de políticaspúblicas o proyectos sociales. A medida que lademocracia se democratiza, haciéndose másparticipativa, la sociedad civil y las organizaciones quela conforman encuentran mayor espacio y justificaciónpara participar en la elaboración y ejecución dedecisiones nacionales y para demandar institucionalidaddemocrática y eficiencia en la gestión pública.

Los partidos políticos son esenciales para lademocracia y la estabilidad del sistema, por eso suslimitaciones tienen tan honda repercusión en lainstitucionalidad democrática, en la estabilidad políticay en la configuración del sistema político. Desde hacealgunos años, en los sistemas políticos de los países dela región, la opinión ciudadana es poco favorable a lospartidos políticos, a la política y a los políticos. Entérminos generales, se aprecia una disminución en sulegitimidad y credibilidad.

Hasta hace cuatro décadas la diferenciaciónideológica entre los partidos políticos era fuerte, porquecada uno representaba un proyecto de nación diferente.Ahora, podemos decir que los partidos padecen deorfandad ideológica, lo que los hace muy parecidosentre sí. Se podría decir que son solamente mecanismoselectorales para llegar al poder y ejercerlo.

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Por otro lado, la función de intermediación entre lasociedad y el Estado que antes ejercían los partidospolíticos es cada vez más limitada. La consolidaciónde la democracia con una mayor participación, lacomplejidad de lo económico, lo social y lo político enla globalización, así como la consolidación de losgrupos sociales y sectoriales emergentes han dificultadola articulación de estos múltiples y a vecescontradictorios intereses para presentarlos comodemandas al Estado y a sus diferentes órganos. Otrasfunciones, como la movilización social, la promociónde la participación social y la demanda y formulaciónde las políticas públicas, atribuidas en el sistema políticoa los partidos, son desempeñadas de forma compartidapor otras instituciones.

Con el Estado, otro actor tradicional, ha ocurridoalgo semejante, porque sus ámbitos de competenciafueron reducidos y sus funciones redefinidas por elneoliberalismo a fin de exigir una mayor eficiencia ensu gestión. En las actividades que el Estado abandonófue sustituido por el mercado, que es eficiente para ladeterminación de los precios y la asignación de losrecursos, pero no para la distribución equitativa y justade la riqueza socialmente producida. El Estado apenaspuede compensar esas limitaciones del mercado. Parasolucionar estos nuevos problemas, las organizacionesde la sociedad civil intervienen en los asuntos de interéspúblico y comunitario.

De esta manera, podemos afirmar que el Estado ylos partidos políticos son los responsables de lapresencia de la sociedad civil como un nuevo actor enlos asuntos públicos y políticos.

La presencia de un nuevo actor, la sociedad civil,despierta recelo en los actores tradicionales, los partidos.El recelo pasa a ser rechazo porque el desempeño de lospartidos es cuestionado sistemáticamente y porque losnuevos actores tienen la intención de sustituirlos.Disminuida la credibilidad y legitimidad de los partidos,la sociedad civil se posiciona como un nuevo actor enlos asuntos de interés público y político, presentándosecomo alternativa o disputando funciones que seconsideraban exclusivas de los partidos.

Para comprender a los actores sociales, se debe, enprimera instancia, precisar el concepto y la naturaleza

de la sociedad civil. Toda persona es un ciudadano conderechos y deberes establecidos en el ordenamientoconstitucional y jurídico de un país. Para que unapersona sea un ente activo en la defensa y realizaciónde esos derechos necesita ejercer y desarrollar su“ciudadanía” participando en organizaciones socialesformadas en torno a asuntos que interesan o afectan alos ciudadanos.

Estamos en presencia de la ciudadanía, entonces,cuando el ciudadano asume plenamente sus derechos ylos ejerce, a través, fundamentalmente, de organizacionessociales. Los ciudadanos, asumiendo plenamente laciudadanía, se organizan en torno a determinadosintereses, dando lugar al surgimiento de los actoressociales. El conjunto de estos actores sociales constituyela sociedad civil. Por eso, podemos afirmar que lasociedad civil es la “ciudadanía organizada”.

La diferencia específica entre partidos políticos ysociedad civil, como actores en una misma realidad, hayque buscarla en su relación con el poder político. Lospartidos políticos son instituciones cuyo objetivofundamental de asumir el poder del Estado para gobernar.La sociedad civil, formada por organizaciones, por suparte, tiene como objetivo fundamental presionar aquienes detentan el poder del Estado para que lo ejerzanconforme a la institucionalidad democrática y a lasexigencias del bien común. En otras palabras, “lospartidos políticos tienen vocación de gobernar y lasociedad civil de ser bien gobernada”.15

3. ANÁLISIS DE LOS ACTORES POLÍTICOS

Para comenzar el análisis de los actores políticos ysociales es necesario, primero, un breve acercamientoa la historia democrática, sus principios y valores y surelación con los protagonistas del conflicto. El conflictopermanente de la sociedad por consensuar patrones queguíen su supervivencia es el eterno escenario en el quenos sumergimos, buscándonos y a veces encontrán-donos, no sólo para entendernos como seres humanossino también para definir nuestros principios humanosmás puros. Deambulamos por la vida para definir elconcepto legalista de política para entenderla como elarte de resolver la litis de la polis.

15 Toribio, Rafael, “Partidos políticos y sociedad civil: actores complementarios en la democracia”, Revista Futuros Nº 9, volumen 3, 2005.

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En este camino, para resolver el conflicto de la vidaestán los actores, el sistema y su relación intrínsecaque pretende definir sus roles en el ajedrez del poder.En aprender a vivir se nos va toda la vida, y la historiase nos va a medida que la escribimos. Bolivia se inventay contradice a cada paso para reinventarse de nuevo opara descubrirse más campesina o más obrera, másminera o más soyera, más indígena o mestiza, másandina o más amazónica. Bolivia se descubre y seconquista, se reconquista y se redescubre, se bloquea ydesbloquea para definirse en movimiento hacia eldestino. El movimiento de actores, roles, sistemas yacciones que tratamos de describir para no marearnoscon los acontecimientos intensos de nuestros tiempos,nos proyecta hacia nuevas circunstancias encaminán-donos en el proceso evolutivo hacia una democraciamás amplia e incluyente.

En este intento por entendernos, dejaremos lasociología a un lado por limitaciones naturales deformación. Desde la ciencia política resolveremos, dealgún modo, el conflicto de la polis para identificaractores en el marco práctico de la coyuntura reflejada enlos resultados de los estudios de la Corte NacionalElectoral sobre cultura política y democracia de 1999 y2004. Para este efecto, definiremos a los actores políticosy sociales, sus diferencias, sus roles y su caminar poresta democracia imperfecta, poliárquica y mestiza quemerece un apoyo más comprometido de sus miembros.

3.1. ¿Quiénes son los actores políticos?Los actores políticos son los sujetos que intervienen

en el proceso social16 vinculados a la lucha por el podero a su ejercicio. Para efectos didácticos, losclasificaremos en dos clases:

a Actores individuales. Se refiere a los liderazgospolíticos personales, son los “tipos puros dedominación legítima” de Weber,17 quien los clasificaen tres categorías de acuerdo al “fundamentoprimario” de legitimidad:18

- Dominación de carácter racional, su legitimidaddescansa en la creencia en la legalidad de lasordenaciones estatuidas y de los derechos demando de los llamados por esas ordenaciones aejercer la autoridad (autoridad legal).

- Dominación de carácter tradicional, sulegitimidad descansa en la creencia cotidiana enla santidad de las tradiciones que rigieron desdelejanos tiempos y en la legitimidad de losseñalados por esa tradición para ejercer laautoridad (autoridad tradicional).

- Dominación de carácter carismático, sulegitimidad descansa en la entrega extracotidianaa la santidad, heroísmo o ejemplaridad de unapersona y a las ordenaciones por ella creadas oreveladas (autoridad carismática).

b Actores colectivos, cualquier forma de asociaciónque se vincula a la política, por ejemplo, los partidospolíticos, grupos de presión y medios decomunicación.19 Dentro de los actores políticoscolectivos nos concentraremos para fines del análisisen aquellos que se agrupan en función de la luchapor el poder. Existen otros actores políticoscolectivos que en asociación formal o informalactúan en el escenario político pero no entran for-mal ni informalmente en la lucha por el poder.

Otros actores importantes pero tangenciales parael análisis son los grupos de interés o de presión(stakeholders). Están conformados en torno a uninterés común no político (social, económico,cultural, intelectual, filantrópico y religioso), por loque carecen de un programa ideológico, pero estánorganizados y tienen permanencia en el tiempo.Pueden transitoriamente activarse e influir desdeafuera en el poder político para fines corporativosespecíficos, pero sin pretender conquistarlo; suacción suele expresarse en el lobby. J. Richardson,20

en una clasificación de los actores políticos enfunción a la rendición de cuentas, dice que son:

16 Entiéndase por proceso social la evolución o conjunto de cambios que ocurren en una sociedad.17 En Weber la teleología significa los fines de los actores individuales en el marco de determinadas condiciones sociales y no el fin de la

historia universal o patria. Weber, Max, Economía y sociedad, Fondo Cultura Económica, México, 1983.18 Los que Weber llama “los que viven para la política”. El político y el científico, Altaya, Barcelona, 1995.19 Aldea Moscoso, Rodolfo, Presentación en corporación ciudadana activa; poder, política y medios de comunicación social, 2003.20 Earnshaw, D. y D. Judge, “From co-operation to co-decision: the EP’s path to legislative power”, en J. Richardson, ed., European Union-

Politics and Policymaking, Rout ledge, London, 1996.

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“cualquier grupo que articula demandas a las que lasautoridades políticas en el sistema o subsistemapolítico deberían dar algún tipo de respuesta”.

Los partidos políticos son también gruposorganizados, aunque su finalidad es la conquista delpoder y su ejercicio en torno a una ideología o programa.Filtran y canalizan las demandas sociales y compitenpara ganar las elecciones y ocupar las institucionespolíticas. A diferencia de los grupos de interés que tratande influir en los gobernantes, los partidos políticosintentan ganar el poder.

3.2. ¿Quiénes son los actores sociales?Otro grupo de actores políticos son los movimientos

colectivos o actores sociales. No tienen unaorganización burocrática, ni permanencia en el tiempo,ni aspiran al poder, sino a influir en las decisionespolíticas y en los valores sociales. Son una forma departicipación política relevante que no se puede dejarde considerar, representan una de las maneras modernasde influir en las políticas y los detentadores del poder yen cómo se eligen y cómo actúan.

Los movimientos sociales no están constituidos enorganizaciones estructuradas y jerarquizadas como losgrupos de interés, más bien se distinguen por su faltade organización o por una organización mínima quehuye de las jerarquías. Buscan objetivos más generalesy con un componente de cambio social, de transfor-mación de la sociedad más que cambios específicossobre un problema concreto.

Para efectos de análisis y clasificación pondremosen la misma categoría de actores sociales a todos losque no sean partidos políticos, es decir, los actorespolíticos que buscan el poder entendido como el controlde la violencia del Estado.

En este sentido, son actores sociales los grupos deinterés y los movimientos sociales descritos. Puedenser de varias tendencias, de derecha, centro o izquierda,empresarios o profesionales, campesinos u obreros,dependiendo del contexto y el lugar donde se ubique elanálisis, el objeto de estudio y los fines del mismo. Eneste caso, el objeto de estudio son los actores socialesy políticos en Bolivia en el actual período democrático.

Uno de los actores más importantes a tomar encuenta son los medios de comunicación que produceny logran la interacción entre ciudadanos y políticos,

entre partidos políticos e instituciones políticas que sedesarrollan en las democracias representativas. Sonactores estratégicos del quehacer político y, en muchoscasos, son los creadores y artífices de nuevosprotagonistas.

Los medios de comunicación social hacen, funda-mentalmente, tres cosas: a) transmitir información:permiten que los ciudadanos, los políticos, los partidosy las instituciones (gobierno, poderes públicos)conozcan lo que piensan y hacen los otros, así como elentorno el que se desenvuelve el sistema político; b)crear y modelar la opinión pública: abren o cierran,selectivamente, los espacios de información ycomunicación a hechos, acontecimientos, ideas, líderes,actores sociales y élites que influyen en la formaciónde la opinión pública; y c) vigilar el poder político:denuncian y hacen públicas las acciones incorrectas depolíticos, partidos e instituciones, haciendo efectivoslos mecanismos de control social.

En la primera función cumplen un rol pasivo yneutral, pero en las demás su rol es activo y parcial, loque los convierte en actores políticos en sí mismos.Esto representa una dificultad cuando no son mediosde comunicación públicos. Al ser empresas privadasestán condicionadas por sus propios intereses ynecesidades económicas y por la posición ideológicade sus dueños. No tienen una representación auténticao legítima de la ciudadanía porque esa representaciónes auto-asignada y está fuera del control de la ciudadaníacuyos intereses dicen defender. Además carecen deaccountability.

3.3. La identificación de los actorespolíticos en el estudio

A lo largo del estudio, la categoría de actorespolíticos y sociales no se identifica claramente, alcontrario, aparece transversalmente. La revisión delinforme cuantitativo y del cuestionario utilizado parala investigación permitió la identificación de los actorespolíticos considerados en el estudio. Los resultados dela encuesta muestran la percepción que tiene lapoblación de estos actores, y las entrevistas enprofundidad ofrecen información más específica de lapercepción de las personas entrevistadas respecto a lasituación de los actores políticos. Finalmente, losresultados del trabajo con grupos focales también

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permiten obtener de manera mucho más amplia laopinión de sectores económico-sociales sobre losactores políticos.

Los actores políticos identificados, sobre la base dela definición establecida y de la revisión y análisis delos documentos mencionados, son: el Parlamento, elPoder Judicial, las Fuerzas Armadas, los partidospolíticos, las Alcaldías, la Corte Nacional Electoral, lasPrefecturas, el Gobierno, la Policía, el Defensor delPueblo, el Presidente y los políticos.

3.4. La legitimidad de los actorespolíticos

De acuerdo a los resultados de la encuesta, el gradode información o conocimiento que tiene la poblaciónsobre diferentes temas comunes de la vida política delpaís es bastante bajo, sólo 10,1% de la población conocelos nombres de los principales actores políticos enfunción de gobierno (nombre del Presidente de laRepública, de su Alcalde, del Prefecto departamental,del diputado uninominal de su circunscripción y delPresidente del Senado).

El Gráfico 1 es ilustrativo sobre el nivel de informa-ción que tiene la población de sus representantes.

Este aspecto es bastante ilustrativo para entender lafractura entre ciudadanos y representantes, en este caso,los actores políticos. Estos últimos son elegidosindirectamente dentro del sistema parlamentario y esto

ha minado el vínculo de la sociedad con susrepresentantes. Estos datos deben hacernos reflexionarsobre tres aspectos fundamentales:a Los sistemas de representación.21 Si la sociedad no

conoce y, en consecuencia, no cree en susrepresentantes es porque de alguna manera lafórmula para su elección no ayuda a construir unsistema legítimo de representación. Uno de losfactores fundamentales para construir unademocracia eficiente y eficaz es la capacidad deconstruir mecanismos de rendición de cuentas (ac-countability) efectivos. No podemos construirmecanismos de rendición de cuentas si losciudadanos ni siquiera saben el nombre de susrepresentantes, menos pedirles cuentas y hacer con-trol social. En Bolivia existen importantesmecanismos de control social vigentes, los comitésde vigilancia son un buen ejemplo de ello. Veremosa lo largo de este análisis que las instituciones yrepresentantes que tienen mayor control social gozande mayor legitimidad, esto implica una relaciónpositiva entre rendición de cuentas y legitimidad,entre representación directa y legitimidad y entrelegitimidad y democracia. En consecuencia, lossistemas de representación deben ser revisados ydebatidos para garantizar una mejor calidad en lainformación de los representantes y los representados.

b Democracia interna de los partidos políticos.Entendida como el mecanismo de legitimación delos instrumentos políticos, la democracia internapermite establecer puentes permanentes entre lospartidos y la sociedad. Estos puentes decomunicación y acción política contribuyen a darlemayor legitimidad a los representantes y, por tanto,mayor base social. El hecho de que la población noconozca a sus representantes es un claro indicadorde que éstos no son asignados por procesos deconsenso y legítima carrera meritocrática en lospartidos. Si esto fuera así, como se recomienda enlos principales documentos elaborados sobresistemas de partidos en Bolivia, las autoridades yrepresentantes contarían con una base socialimportante lo que, a su vez, resultaría en elconocimiento de la población sobre su trayectoria.

21 Léase como sistemas electorales los espacios o circunscripciones políticas y las formas de elección de representantes.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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c Capital social de los partidos. El desconocimientode los representantes políticos por parte de lapoblación demuestra el poco capital socialconstruido por los partidos y el sistema político ac-tual. En la medida que no se construyan espacios departicipación e interacción entre políticos ysociedad, el capital social22 de las institucionesseguirá disminuyendo y, en consecuencia, minandola legitimidad y viabilidad de la democracia.

Para conocer la legitimidad que gozan los partidospolíticos en la población es importante partir del análisisdel conocimiento que poseen las personas sobre elobjetivo de la democracia (Gráfico 2). De acuerdo a loque podemos observar, del total de los bolivianos, 32%no sabe cuál es el objetivo de la democracia, el restante68% se encuentra distribuido entre una variedad designificaciones puntuales que representan este objetivo.Para unos, 12% de la población, el objetivo de lademocracia es participación mientras que para otros,5%, sólo significa el acto de votar. Es preocupante que32% de la población no conozca cuál es el objetivo dela democracia siendo que el país vive más de dosdécadas bajo este sistema. Algunas explicaciones paraesta situación podrían ser:• La democracia fue un paradigma insertado en el

inconsciente colectivo con altísimas expectativassobre sus postulados y resultados. No solamente enBolivia, sino en el mundo, la democracia ha sido unmodelo construido en respuesta a otros paradigmasy alternativas. Considerado por Churchill el menosmalo de todos o, en sentido positivo, el mejor detodos, el modelo democrático se va construyendo amedida que vamos entendiendo que la democraciano es un fin, sino un medio para resolver laintervención del pueblo en el gobierno. Pensar enla democracia significó imaginar un yate o crucerodel Royal Caribean con todas las comodidades, lujosy placeres que trae el desarrollo. Sin embargo, fueencontrarse con una balsa de totora diseñada yelaborada por manos nativas, cultura nacional y

limitaciones naturales de nuestro medio donde elproceso de construcción de nuestra nación aún notermina de nacer. Varios politólogos están de cuerdoen que la clasificación de la democracia endemocracias de transición y democracias deconsolidación ha pasado a segundo plano para re-solver el dilema de la “calidad de la democracia”.23

Me refiero a lo que O’Donnell24 llama la democraciareal y la evaluación de las condiciones mínimas quenecesita para hacerse viable en los hechos.25 Laciudadanía boliviana ha tenido expectativas sobrela democracia que no tienen relación con la realidady sus consecuencias.

• El 72,5 % de los ciudadanos en edad de votar estáentre 18 y 35 años. Se trata de una población que hacrecido en la democracia y, por lo tanto, no tieneexperiencia de la vida sin ella. Quienes han vividoen dictadura entienden mejor las diferencias entreambos regímenes y, por tanto, los objetivos centralesde la democracia.

• El sistema democrático se encuentra en período deexpansión, en el que los ciudadanos recién estáncomenzando a conocer sus consecuencias,implicancias y resultados, a pesar de la Participación

22 Entiéndase por capital social el respaldo y la legitimidad con que cuentan las instituciones públicas o del Estado.23 Léase: Sartori, Giovanni (2004), “Where is Political Science Going?”, PS. Political Science and Politics Nº 4, vol. 37, octubre, pp. 785-789.24 O’Donnell, Guillermo, Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización, Buenos Aires, Paidós, 1997.25 Léase el artículo de César Cansino “Entre la democracia real y la democracia ideal, consideraciones críticas”, revista Metapolítica Nº 39,

enero-febrero 2005, México. http://www.metapolitica.com.mx/39/index.htm

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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Popular y el incremento de los mecanismos departicipación. Este proceso es un camino largo enel que la calidad del sistema depende de la madurezde los actores.

El Gráfico 3, que muestra la palabra más cercanacon la que identifican las personas a la democracia,corrobora el poco conocimiento que tiene la poblaciónsobre ella. Si hacemos un análisis sobre la calidad de lademocracia, este Gráfico puede darnos una idea más omenos clara. Si la democracia está relacionada conconceptos difíciles de calibrar, calcular o determinar,como libertad, igualdad, respeto, participación ylibertad de expresión, debemos entender que la amplitudde los conceptos hace difícil el cumplir con talesexpectativas.

En un esfuerzo más académico, la definición mínimade democracia cuenta cuando menos con treselementos: sufragio universal adulto; eleccionesregulares, libres, competitivas y justas; más de unpartido político y más de una fuente de información.No olvidemos una adición importante (Schmitter y Karl,1993, pp. 45-46): las instituciones democráticas, losderechos existentes y el proceso de toma de decisionesno deben estar restringidos ni por las élites no elegidasni por poderes externos.26

Si comparamos los postulados de los ciudadanos ylos académicos, concluimos que bajo los primerosparámetros es difícil determinar que la democracia gocede buena salud, pero si analizamos la calidad de laselecciones, acceso al voto, a la información y otros,podremos determinar si el proceso democrático en

marcha va mejorando y cuáles son los motivos de esamejora. Entonces, el reto de las autoridades académicasy ciudadanos se encuentra en ponerle el cascabel al gatoy hacer campañas de información para definir lademocracia desde nuestra propia idiosincrasia yconcebir expectativas que podamos cumplir, aunquesea medianamente, aumentando nuestra autoestima tanvapuleada por la realidad y la pobreza. No son lasinstituciones ni el modelo los que hacen aguas en elbarco que se llama democracia, sino son los actoresque conducen este autobús que nos transporta los quedeben comenzar a enterarse de cómo se maneja encaminos de tierra. La mala percepción de la democraciay la poca información sobre sus postulados mínimosson un reflejo del fracaso de los actores en laconstrucción de un modelo democrático pluralista,inclusivo y propio de la cultura y la identidad bolivianas.

Las expectativas mencionadas, las frustracionesacumuladas y la incapacidad de los representantes paraarticular un modelo legítimo y pluralista, entre otrasrazones, han socavado la fe en la democracia. Unindicador que nos muestra la percepción que tiene lapoblación respecto a los actores políticos, protagonistasimportantes de la democracia, es “democracia versusgobierno autoritario” (Gráfico 4). El resultado de laencuesta es que el 66,4% de la población prefiere laforma de gobierno democrática respecto a cualquierotra. En contraposición, tenemos que 32,4% de lapoblación no apoya a la democracia como sistema degobierno o no encuentra diferencia entre uno autoritarioy uno elegido democráticamente, cifra significativa queexplica la frustración con el modelo vigente.

26 Comentario extraído del artículo de Leonardo Morlino: “Calidad de la democracia. Notas para su discusión”, revista Metapolítica Nº 39,enero-febrero 2005, México.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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Es interesante conocer la opinión de la poblaciónde acuerdo al departamento donde vive (Cuadro 1). Losdepartamentos en los que las personas apoyan demanera más decida a la democracia son Chuquisaca,Cochabamba y Pando, mientras que en Beni y Potosíel nivel de preferencia por la democracia como formade gobierno se encuentra por debajo de la medianacional.

Estos datos permiten tener un marco de referenciasobre el cual establecer un criterio de análisis para

entender por qué en estas regiones del país lademocracia tiene mayor o menor respaldo. Se podríabuscar relaciones entre edad de la población, índicesde gobernabilidad, participación electoral, legitimidadde las instituciones locales y respaldo a la democracia.Al analizar relaciones positivas o negativas entre estasvariables podremos saber en qué aspectos centrar laatención de las políticas públicas o de los mecanismosde información que permitan fortalecer los valoresdemocráticos. Hacer un análisis como el sugeridopermitiría identificar qué actores políticos determinanlos factores de apoyo a la democracia.

Observando un período de ocho años, con resultadosde diferentes encuestas, observamos que la preferenciapor el sistema democrático a cualquier otro ha sidodescendente en el tiempo a partir de 1996, cuando 85%de la población prefería un sistema de gobiernodemocrático (Gráfico 5). La disminución de lapreferencia fue continua hasta noviembre del año 2001,a excepción de agosto del mismo año, cuando aumentólevemente. La recuperación de la preferencia por lademocracia como sistema de gobierno en relación concualquier otro se produce, fundamentalmente, endiciembre de 2004. Podemos decir que se explica porlos acontecimientos de octubre de 2003 y susconsecuencias para el proceso democrático: laexpulsión de Sánchez de Lozada y las reformas

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo Estudio Nacional,CNE, La Paz, 2004.

CUADRO 1: Democracia preferible a autoritarismo por departamento

Democracia preferible

DEPARTAMENTO (%)

SCZ64,6

CBB78,4

ORU60,9

CHQ79,0

PTS59,8

PAN70,5

TAR61,0

LPB62,3

BEN59,6

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Por

cent

aje

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introducidas en el texto constitucional como elreferéndum y la Asamblea Constituyente. Podemosañadir las elecciones municipales como un incentivoimportante para que la democracia recupere su valoren la población.

La posibilidad real de una salida autoritaria puedeser uno de los factores que han marcado el cambio enla aprobación de un sistema democrático. Al mismotiempo, el agotamiento de los líderes tradicionales leda un aire de esperanza a la ciudadanía ante larenovación de los actores. En este sentido, unimportante factor fue el Presidente Carlos Mesa, quienaumentó su popularidad en la población hasta 80%.27

El incremento del apoyo a la democracia en diciembrede 2004 tendría una influencia directa de este fenómenode renovación política. Este mensaje debe llegar confuerza a los actores políticos y sociales, sobre todo alos partidos políticos. El fenómeno del Presidente esuna evidencia clara de que la legitimidad y el respaldoa la democracia están directamente ligados alagotamiento de sus líderes máximos.

Otra variable que permite conocer la legitimidad delos actores políticos es la valoración que la poblaciónle otorga a la democracia, considerando que los actorespolíticos son sus principales protagonistas. Analizandolos resultados de la encuesta por edad, observamos unatendencia a subir el nivel de valoración según la edad,aunque se observa un leve comportamiento cíclico(Gráfico 6). Sin embargo, la valoración en general esbastante baja, el máximo valor se encuentra en 39,1%

que corresponde al rango 65 y más años de edad. Sirecordamos que la población boliviana en edad de votarse encuentra concentrada entre los 18 y 35 años de edad(que representa 72,5%) podemos concluir que la mayorparte de la población valora escasamente la democracia.Como podemos observar en el Gráfico 6, en los dosprimeros rangos de edad la población que otorga unalto valor a la democracia no alcanza ni al 30%.

Si analizamos el respeto y percepción de lademocracia de los jóvenes en otros estudios, como elrealizado por el Instituto Republicano Internacional(IRI), observamos un desprecio unánime a la clasepolítica, sus representantes y el sistema de partidos.28

La cultura política juvenil es muy baja y los datos delGráfico 6 corroboran las conclusiones de anterioresestudios.

Se ha perdido la memoria histórica de los costos dela democracia y las consecuencias de la dictadura. Apesar de que existen textos y testimonios concretos, nose enseña en colegios y universidades el valor de lasconquistas democráticas. Tampoco existe un hábito delectura en la población, lo que no permite construir unacultura democrática en la juventud a partir de elementoshistóricos que se fortalezcan con datos y argumentospresentes. Es imposible entender la democracia actualy los avances en pluralismo y multiculturalidad sinmirar hacia el pasado. Aquellos que tienen en lamemoria la realidad de vivir bajo un régimen autoritariomantienen, a pesar de las frustraciones, un respeto porel modelo democrático de gobierno.

27 Encuesta Apoyo, opinión y mercadeo, del 11 al 15 de marzo de 2005.28 Léase los estudios “Democracia y valores democráticos en jóvenes de secundaria” y “Percepciones y actitudes de los jóvenes universitarios

respecto de la democracia”, Boletín Nº 3, Instituto Republicano Internacional, Bolivia, noviembre 2004.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

GRÁFICO 6: Baja valoración de la democracia por edad

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La escasa valoración que la población otorga a lademocracia se puede observar también por género(Gráfico 7): del total de hombres en edad de votar, sólo28,1% valora la democracia; en el caso de las mujeresel porcetaje sube a 33,7%, 5,6 puntos porcentuales másque los hombres. Diferencia pequeña pero significativa,toda vez que las mujeres representan el 50% de lapoblación. Sobre la base de los resultados de lasentrevistas en profundidad y de los grupos focalespodemos asegurar que las mujeres tienen mayorpropensión a apoyar la democracia en la medida en quea través de ésta logran mayor equidad o por lo menospueden aspirar a obtenerla. Esto último no significa quetengamos equidad de género en el país, pero es claroque la democracia representa o permite dar un pasorumbo a la equidad.

La mujer excluida de la actividad política y de laciudadanía hasta el año 1952 es sin duda una militantedefensora de la democracia por sobre el géneromasculino. En un compendio de intervenciones sobrelas relaciones entre mujer, política y democracia, en

septiembre de 2002, diferentes mujeres parlamentariasy en actividad política ya hacían hincapié en losbeneficios que el modelo democrático de gobierno hatraído a las reivindicaciones de género.29 No escasualidad en consecuencia que las mujeres tengan unamejor percepción de la democracia que los hombres.

Si observamos la valoración de la democracia pornivel de educación (Gráfico 8), encontramos uncomportamiento cíclico y descendente a medida queva aumentando el nivel de educación de las personas.El porcentaje más alto de la población que valora lademocracia (45%) está conformado por aquellaspersonas que no alcanzaron ningún nivel de educaciónmientras que el 25,9% de la población que alcanzó unnivel de educación constituye el grupo poblacional quemenor valor otorga a la democracia. Debemos resaltarque de las personas que tienen mayor nivel educacional(superior a 15 y 18 años de estudio) sólo 30% declaravalorar la democracia.

Las personas que tienen menor nivel de educaciónmuestran mayor esperanza en lo que puede otorgarles

GRÁFICO 7: Baja valoración de la democracia por sexo

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

GRÁFICO 8: Baja valoración de la democracia por educación

29 Léase: Brockmann, Erika, “Principales desafíos de la mujer en democracia”, en: Mujer, política y democracia, Noche Parlamentaria,Fundapac-KAS, septiembre 2002.

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la democracia, principalmente el hecho de participar através del voto, mientras que a mayores niveles deeducación las personas tienen menores expectativas enla democracia.

Esta relación de exclusión y apoyo a la democraciaes similar a lo expuesto en el caso de las mujeres.Mientras más excluido del desarrollo humano seencuentra el individuo, más esperanza halla en lademocracia como mecanismo de cambio. Al contrarioque para los jóvenes, para quienes la democracia es elestado natural que por imperfecto debe cambiarse. Losexcluidos, principalmente los de ingreso más bajo, venen la participación universal y la igualdad de derechosla oportunidad de cambio y reivindicación legítima.

Al revisar los resultados de los estudios realizadospor la CNE encontramos otra variable que ayuda acomprender los factores que influyen en la bajapreferencia por la democracia de la población: lasatisfacción que la misma les ha podido dar a laspersonas. Por ejemplo, si se analizan los resultados dela variable “satisfacción con la democracia según la

edad”(Gráfico 9), se descubre que la población que seencuentra entre 36 y 55 años de edad es la que en másde 54% declaró tener satisfacción con la democracia.Mientras que las poblaciones más joven, menos de 36años, y la mayor de 55 son las que menos satisfechasse sienten con la democracia. De todos modos, latendencia muestra que según aumenta la edad de laspersonas éstas se sienten más satisfechas con lademocracia.

Analizando la satisfacción de la población con lademocracia a lo largo del tiempo, entre 1996 y 2004 latendencia es decreciente como se puede observar en elGráfico 10. Se debe destacar que en el último período,de diciembre de 2003 a diciembre de 2004, lasatisfacción con la democracia se ha incrementado.Resulta paradójico que pese a que los acontecimientosde octubre de 2003, la realización del referéndum sobreel gas, las elecciones municipales y el ingreso a laagenda de la Asamblea Constituyente levantan el ánimoy la esperanza de la población en la democracia,principalmente porque participa en los comicios, la

GRÁFICO 9: Satisfacción con la democracia por edad

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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confianza en el modelo desciende durante este período.Es muy posible también que la deslegimación de larepresentatividad del Congreso Nacional tenga unarelación positiva con la caída de la percepción de lademocracia.

Estos resultados muestran que existe una imperiosanecesidad de cambio en la democracia. La poblacióntambién expresa esta necesidad en el indicador“exigencia de cambio a la democracia” (Gráfico 11).

del pasanaku.31 Bolivia es uno de los países con mayorcantidad de reformas institucionales en AméricaLatina,32 éstas reformas fueron formuladas bajoimportantes promesas electorales y construyendoexpectativas enormes en la población sobre susimplicaciones. Debemos recordar que un país conmuchas reformas institucionales y estructurales es unpaís con muchas promesas. Un país con reformasfracasadas es un país con frustraciones gigantescas. Unademocracia construida sobre instituciones celestialesy perfectas es una democracia imperfecta que se golpeacontra la realidad de sus limitaciones, día tras día.

En un marco de constante cambio no es posiblecimentar o perfeccionar las transformaciones hechasen el pasado. En esta coyuntura, no puede aplicarse elprincipio de Trial and error (prueba y error) y no puedeconsolidarse la construcción de una institucionalidadque se adecue a la realidad donde se ejerce. A estosumamos los permanentes diseños de arriba hacia abajode las reformas, sin una base de empoderamiento,participación e inclusión. Tenemos, pues, políticaspúblicas que caminan en un escenario donde los actoresestratégicos no reconocen los esfuerzos realizados ylos ven como ajenos, impuestos e intrascendentes. Lademocracia, a pesar de sus esfuerzos, no ha logradoconstruir un capital social33 sólido que garantice unagobernabilidad34 efectiva, una gobernanza35 eficiente yuna rendición de cuentas legítima que sirva de controlal sistema y que tienda puentes claros entrerepresentantes y representados.

Bolivia es un escenario complejo con muchasconstricciones históricas que hacen muy difícil lademocratización efectiva de la sociedad. Sin embargo,paradójicamente, se han logrado importantísimosavances. Politólogos, autores y analistas perma-nentemente resaltan la participación política, el controlsocial y la valentía de los ciudadanos bolivianos, en unmarco de inclusión social y representatividad que hamarcado un giro revolucionario en la representación

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Algo más de la mitad de la población considera quela democracia debe sufrir muchos cambios mientrasque 41,9% piensa que sólo algunos. En total, cerca de93% de la población quiere cambios en la democracia.Ante una baja satisfacción con la democracia es lógicoque se pidan cambios profundos.

La democracia sufre un momento de crisis que hasido denominado por muchos analistas como el procesode inflexión30 o, como lo ha bautizado el PresidenteMesa, de transición histórica. Este momento de cambiosignifica el agotamiento de un proceso político depactos, denominado por algunos analistas la democracia

30 Fernando Calderón, Informe de Desarrollo Humano 2004, PNUD, Bolivia.31 Léase Informe de Desarrollo Humano 2002, capítulo “Las orientaciones de los liderazgos políticos y sociales”, pp. 158.32 Léase el capítulo “El progreso no es lo que era: fundamentos institucionales para un país en riesgo” del informe Bolivia: el desarrollo

posible, las instituciones necesarias, Institut Internacional de Governabilitat de Catalunya, 2003.33 Según el Banco Mundial el capital social se refiere a las instituciones, relaciones y normas que conforman la calidad y cantidad de las

interacciones sociales de una sociedad.34 Entendida como la capacidad de gobernar políticamente un Estado.35 Entendida como la capacidad de gobernar administrativamente un Estado.

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política de Bolivia. Joan Prats en un reciente artículolo explica claramente:

Las democratizaciones se hacen más difíciles cuando,como en Bolivia y tantos otros países latinoamericanos,los políticos demócratas tienen que atender a la vez alfortalecimiento de la democracia, a la creación de lascapacidades institucionales del Estado, a la creación demercados eficientes, a la superación de la pobreza y lareducción de las desigualdades, al reconocimiento de lamultietnicidad y pluriculturalidad (...) Bolivia vive desde1982 un proceso de democratización tan meritorio comoincompleto y perfectible. Desde 1985 el poder políticodesplazó a los partidos políticos, quedando muy ensegundo plano los otros actores del pasado de granprotagonismo como los sindicatos. La llamadademocracia pactada fue un sistema partidocrático,basado en liderazgos caudillistas muy fuertes, que dioestabilidad económica y política al país hasta 1998.Durante este período mejoraron sensiblemente losniveles educativos y de salud de la población, hubo uncrecimiento económico apreciable y se dieron reformasinstitucionales tan significativas como lascapitalizaciones o la Participación Popular. Pero el PIBper cápita apenas creció, la pobreza apenas se redujo, ladesigualdad hasta se incrementó, las institucionessiguieron patrimonializadas, la política mantuvoesquemas clientelares y prebendarios, los partidospolíticos tradicionales no fueron capaces de renovarse,la corrupción se disparó y, con la crisis económicainiciada en 1998, cayó en descrédito todo el sistemapolítico trabajosamente construido desde 1982.36

No es pues casualidad que más de 93% de losencuestados crea que la democracia es un modeloperfectible que debe cambiarse y adecuarse a unarealidad pluralista, multiétnica y diversa como laboliviana. En este contexto, los actores políticos ysociales como intermediarios entre la sociedad y elEstado deben adaptarse a los cambios y movimientosde un proceso que no contempla vacas sagradas(políticos intocables) y camina con los políticos quesaben mirar a la sociedad para entender sus demandas.

Los políticosOtra variable investigada en el estudio cuantitativo

es el conocimiento que tiene la ciudadanía de los actorespolíticos (Gráfico 12). Esta consulta es, sin duda, muyimportante para conocer la situación de algunos actorespolíticos en la opinión de la población. Entre los actorespolíticos individuales resalta el nombre del Presidentede la República, también los nombres del Prefecto decada departamento, del Alcalde de cada municipio ydel Presidente del Congreso.

Del total de la población, el 90,7% conoce el nombredel Presidente Carlos Mesa, sin embargo, preocupa quealrededor del 10% de la población en edad de votar nosepa cuál es el nombre del Presidente que los gobierna.Esto se puede explicar por el hecho de que cerca del80% de la población tiene un bajo grado de informacióny que el Presidente actual llegó a ese cargo por sucesiónconstitucional y no por una elección.37

El modelo semi-presidencialista vigente ha marcadouna lógica caudillista a pesar de los candados

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

36 Extraído del artículo “Democracias, desigualdad y fragmentación: el caso boliviano”, Joan Prats, 15 de marzo de 2005, Instituto Internacionalde Gobernabilidad.

37 En octubre de 2003, renunció el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y fue sustituido por el vicepresidente Carlos Mesa, de cuerdo alartículo 93º de la Constitución Política del Estado.

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institucionales para limitar su acción. Tenemos unpresidencialismo de facto que tiene fuerza institucionaly vigencia política. La popularidad del PresidenteCarlos Mesa es un claro indicador de estos datos.38 Noes posible hacer un análisis sobre los datos de laencuesta sin mirar los anteriores porcentajes sobre elconocimiento de la gente respecto del Presidente, perola encuesta de 1999 elaborada por la CNE y otrasanteriores similares no contienen esta pregunta.

La percepción de la ciudadanía respecto a susrepresentantes no es solamente responsabilidad de laarquitectura institucional. Este aspecto está tambiéndirectamente ligado a la capacidad de los propiosrepresentantes para entregar beneficios y resultados asus representados. Dieter Nolhen,39 un reconocidoinstitucionalista alemán, en su último ensayo sobre lacoyuntura nacional40 resalta la implicancia de losresultados (output) en la construcción de legitimidad yautoridad por parte de las instituciones. Este aspecto,aparentemente obvio, muchas veces es ignorado porlos analistas.

Paradójicamente, el conocimiento del nombre delAlcalde de la ciudad o sección de provincia es conocidosólo por el 52,9% de la población en edad de votar desus circunscripciones, cifra muy baja considerando queesta autoridad es elegida a través del voto directo conintermediación parlamentaria. Tal vez un aspectoimportante es que dado que no se trata de una eleccióndirecta y típica de un sistema presidencial, no se lapercibe como legítima y por lo tanto de interés de loselectores. Al mismo tiempo, bajo el sistema semi-parlamentario municipal existe en muchos casos unarotación permanente del cargo.

“La Ley de Participación Popular marcó quizás elcambio histórico más importante desde la Revoluciónde 1952, por una simple y sencilla razón, porque incluyóel concepto de participación de las ciudadanas y de losciudadanos a partir del municipio, construyendo una

nueva democracia, la democracia municipal que es lademocracia del vecino, la democracia en la que todosy cada uno tienen una palabra que decir”. Estas palabrasexpresadas por el Presidente Carlos Mesa alconmemorar los 10 años de la Participación Popularresaltan un aspecto importante de la cultura política delos bolivianos respecto de los líderes municipales: antes,el Presupuesto General de la Nación consideraba sóloun 3% para los municipios; hoy, más de una terceraparte de ese presupuesto está destinado a los municipiosdel país. Éste es un dato fundamental para entender elcambio de atención e interés de los ciudadanos en lapolítica local. El que los alcaldes tengan capacidad dedecisión, de planificación y de ejecución es un aspectoestructural de la dinámica política de Bolivia en el sigloXXI. El proceso de Participación Popular ha generadonuevos espacios de conocimiento y manejo de gestiónpública.

A nivel meso o regional, el nombre del Prefectodepartamental es conocido sólo por el 25% de lapoblación. Una de las razones es su desvinculación dela política local dado que es nombrado por el Presidentede la República. El divorcio entre las autoridadesregionales y la región es claro y evidente. FranzBarrios41 en reiteradas oportunidades ha evidenciadoeste vacío institucional, destacando la necesidad dedarle al nivel meso del Estado el protagonismo quemerece y denunciando a la gestión prefectural vigentecomo “la cloaca más fétida de la prebenda y elpatrimonialismo de los partidos desde que uno tengamemoria”.42 Los actores políticos han contribuido adescapitalizar la institución regional de su valor másimportante, el social. Por lo general, las autoridadesregionales fueron siempre delegadas políticamente yla prefectura se convirtió en un botín político muyimportante. Los prefectos en la mayoría de los casosajenos a la realidad de la región no tenían el respaldociudadano, ni la legitimidad necesaria para ejercer la

38 El presidente de la República, Carlos Mesa, tiene la aprobación del 66% de los ciudadanos, según la encuesta Apoyo, opinión y mercadeo,realizada del 11 al 15 de diciembre de 2004.

39 Dieter Nohlen es profesor del Institut für Politische Wissenschaft, Üniversitat Heidelberg, Alemania.40 El lunes 14 de marzo de 2005, tuvo lugar en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra la conferencia Internacional “Diseño institucional para

la reforma política en Bolivia” impartida por Dieter Nohlen, experto internacional de la Universidad de Heidelberg (Alemania). El textoestá disponible en: http://www.democraciapartidos.org.bo/docs/conf_int_dieter.pdf.

41 Varios autores, La descentralización que se viene. Propuestas para la (re)constitución del nivel estatal intermedio, La Paz, FES-ILDIS yPlural, 2003

42 Léase “Llegó la hora del meso: un desembarco en tres actos” por Franz Barrios Suvelza, La Prensa, octubre 29, 2003.

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gestión pública con eficiencia y eficacia, de manera degenerar un valor público (output) importante.

El nombre del Presidente del Senado, cabeza de unode los tres poderes del Estado, tampoco es conocidopor la población: escasamente el 26,5% declararonconocerlo. Al igual que en el caso del jefe de Estado,en la elección del Presidente del Senado participan lossenadores. Si tomamos en cuenta que los senadores sonelegidos en plancha y en la mayoría de los casosdesignados a dedo por la élite partidaria, sin ningunaparticipación de las bases o niveles intermedios delpartido, no debe extrañar que menos del 30% de lapoblación conozca el nombre del Presidente del Senado.Esto pone en evidencia la debilidad del sistema paragarantizar mecanismos de rendición de cuentasefectivos. El Senado es, sin duda, una instancia derepresentación política regional muy importante, peroal mismo tiempo es desconocida para la sociedad.Caracterizada por ser una instancia de representacióncuyos miembros sólo rinden cuentas a la autoridad quelos designó a dedo, no es de extrañar que la Cámara de

Senadores sea una institución, como refleja la encuesta,con una bajísima legitimidad.

Los diputados uninominales, tal vez porque sonproducto de una elección directa, son consideradosrepresentantes más legítimos, con mayor prestigio ylegitimidad que los plurinominales. Irónicamente, losresultados de las encuestas dicen algo diferente: apesar de ser elegidos directamente por la población,en general, ésta no conoce el nombre de su diputadouninominal. Sólo 24% de la población afirmó queconocía su nombre. Este es un cuestionamiento muyfuerte a la sensación de legitimidad que tienen losdiputados uninominales. En todo caso, su legitimidad(entendida en este caso sólo como el conocimientodel nombre del representante) es mayor a la de losplurinominales (8,9%) y a la de los senadores (8,1%).Aun así, todavía no han logrado generar resultadospara sus electores o formar un capital socialimportante. Está claro que la votación directa es unmecanismo más para aumentar la rendición de cuentasde los representantes, pero como se puede ver en el

Arco Político No conoce Conoce TotalNombre del Presidente BoliviaÁrea urbana 5,78 94,22 100,00Área rural 13,93 86,07 100,00Total 9,30 90,70 100,00Nombre del PrefectoÁrea urbana 71,57 28,43 100,00Área rural 79,13 20,87 100,00Total 74,83 25,17 100,00Nombre del Presidente del SenadoÁrea urbana 64,58 35,42 100,00Área rural 85,20 14,80 100,00Total 73,47 26,53 100,00Nombre del AlcaldeÁrea urbana 54,34 45,66 100,00Área rural 37,56 62,44 100,00Total 47,10 52,90 100,00Nombre del Diputado UninominalÁrea urbana 72,27 27,73 100,00Área rural 80,99 19,01 100,00Total 76,04 23,96 100,00

Nota: Todos los valores en (%)Fuente: Esta es una clasificación elaborada en base al banner demográfico, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004. Para efectos de análisis, el área urbana comprende: más de 20 mil habitantes y el área rural comprende:rural compacto y rural disperso.Elaboración propia.

CUADRO 2: Conocimiento de actores políticos individuales según área geográfica

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Cuadro 2, no soluciona por sí misma el problema dela eficiencia a la hora de generar capital social ylegitimidad. Sin la obtención de resultados en funcióna intereses comunes que se puedan generalizar, lagestión política y pública de los diputadosuninominales no puede construir legitimidad. Y nobasta con el voto directo, porque es necesario uncontrol social más efectivo que permita establecerpuentes entre los electores y los elegidos.

El hecho de que el diputado uninominal sea elegidopor mayoría simple no garantiza que sea legítimo, dadoque gran parte de la población ni siquiera conoce elnombre de su representante. Este dato debe alertarnospara entender que la democracia directa, aunque sea encircunscripciones pequeñas, no es garantía delegitimidad. Por ello, deberían establecerse porcentajesmínimos para elegir a los representantes bajo esamodalidad. Además, deberían elaborarse mecanismosobligatorios para que los representantes elegidos seinterrelacionen con su electorado. La democraciadirecta no basta, hacen falta sistemas de control socialcomplementarios que contribuyan a legitimar suinstitucionalidad.

En este contexto es importante resaltar dos casos:a El desconocimiento del nombre del Alcalde en el

área urbana alcanza a más de la mitad de la población(46%). En cambio, más del 62% de la poblaciónrural conoce el nombre de su Alcalde. Estocomprueba que las autoridades locales se encuentranmás próximas a su electorado y la población se hallapendiente de sus actividades. Con relación a la

población urbana, los electores rurales conocenmejor a su representante y, por lo tanto, podríamosdecir que tienen mejores herramientas paraestablecer un control más efectivo de su gestión.

b En el área rural, 81% de la población no conoce asu representante uninominal. Este dato es muyimportante para analizar, entre otros aspectos, loscriterios bajo los cuales se han diseñado lascircunscripciones uninominales. De acuerdo aRolando Costa Arduz, ex vocal de la Corte ElectoralDepartamental de La Paz, el diseño de lascircunscripciones necesita una revisión porque noestá elaborado en función a las características de larealidad geográfica política y social del país. A estecriterio se suman varios otros que, en torno a ladiscusión sobre la convocatoria a la AsambleaConstituyente, se han hecho escuchar con más fuerzaen los últimos meses.Clasificando a la población según el nivel socio-

económico (Gráfico 13), observamos que a menor nivelmenor el conocimiento de los actores sociales. De estaforma, el nivel socio-económico “bajo” es el que conoceen menor medida el nombre del Prefecto y delPresidente del Senado con relación a los otros grupossociales. Sin embargo, se debe destacar también quemás personas de este nivel conocen el nombre de suAlcalde que las personas de nivel medio.

Los líderes políticosLos líderes políticos nacionales son otro grupo de

actores sociales identificados en la investigación. De

GRÁFICO 13: Conocimiento de actores políticos por nivel socioeconómico

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Medio BajoAlto

Por

cent

aje 72,7 68,9

63,1

41,330,2

36,5

96,7

39,750,4 46,7

16,5 18,928

89,4

21 20,9

53,7

5,5 6,4

22,8

98,2

0

20

40

60

80

100

120

Nombre delPresidentede Bolivia

Nombre deprefecto

Nombre depresidentedel Senado

Nombre desu alcalde

Número desenadores

Número dediputados

Nombre desu diputadouninominal

Page 120: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

122

acuerdo a la consulta, 81,2% de la población los conocey sabe de su actividad política (Gráfico 14).43

Sin embargo, si bien 81,2% de la población conocea los líderes políticos nacionales, 96,5% no tieneconfianza en ellos, es decir, incluso los que no losconocen no confían en ellos o, en general, no confíanen los políticos (Gráfico 15). Esto refuerza una denuestras primeras conclusiones: los actores políticos

(en este caso los líderes políticos nacionales) no cuentancon legitimidad. Por lo tanto, podemos afirmar sinequivocarnos que hay ausencia de liderazgo político.

Si bien el sistema democrático moderno permiteconstruir líderes nacionales, éstos no han sabidocapitalizar políticamente su popularidad. Volvemos ala relación entre legitimidad y gestión. A menoreficiencia de gestión, menor capital político, menorcapital social y menor legitimidad. La falta derenovación de liderazgos ha terminado por agotar elsistema de representación, cargado con los pecados,errores y desaciertos de los caudillos tradicionales. Elalto porcentaje de la población que conoce a los líderesnacionales reafirma la tendencia caudillista que existeen el país, dado que los líderes son asociados por símismos y no en torno a su instrumento político, elpartido. La falta de renovación y la desconfianza de unporcentaje elevado de la población en los líderesnacionales explican claramente la crisis de legitimidaddel sistema de representación boliviano.

Con una cultura caudillista en crisis y a pesar de sudesgaste de imagen, ésta es la oportunidad para que lospartidos políticos comiencen a trabajar en laconstrucción de liderazgos nuevos y una visión de lapolítica en torno al instrumento de acción y no sólo asu principal abanderado o caudillo. Con unademocratización interna, la generación de canaleslegítimos, meritocráticos y transparentes departicipación política y programas integrales queabarquen períodos inter-electorales, los partidos podránaprovechar esta ventana de oportunidad que se abre enmedio de una crisis que puede servir de puente a unanueva etapa democrática.

Los partidos políticosJoan Prats explica así la realidad de los partidos

políticos en Bolivia:Los partidos políticos son agregados de interesesparticulares mal disciplinados programáticamente, elEstado tiende a ser patrimonializado desde la políticay algunos corporativismos y los mercados tienden aser ineficientes e informales por lo que la inversiónnacional e internacional suele darse en las condicionesmenos favorables representadas por el capitalismo de

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

43 Los líderes políticos nacionales de acuerdo a la encuesta son: Jorge Quiroga, Manfred Reyes Villa, Felipe Quispe, Jhonny Fernández,Jaime Paz Zamora, Gonzalo Sánchez de Lozada, Evo Morales, Juan del Granado y Samuel Doria Medina.

Page 121: Democracia en Bolivia

Los actores políticos y sociales en Bolivia

123

camarillas. Todas estas dificultades se extremancuando el país, además de pobre y desigual, resultamuy fragmentado étnica y territorialmente. Y aun seextreman mucho más cuando el imperfecto sistemapolítico entra en crisis y los partidos ya no son capacesde disciplinar, ni aún imperfectamente, el desatadotropel de intereses particulares en que tiende aconvertirse la sociedad (des)organizada.44

hoy, gracias a la Participación Popular, en todos losmunicipios y localidades del país, esta casta diferenteresponde a una idiosincrasia pobre, fragmentada y sinmuchas oportunidades que aprovecha cualquieroportunidad de poder para garantizar como fuera susupervivencia. Por lo tanto, mientras siga existiendoimpunidad, reducido control social y limitados recursospara la rendición de cuentas, no habrá poder humanopor parte del Estado que solucione la incapacidad delos representantes para construir capital social y obtenerresultados válidos para los ciudadanos. En tanto no seentienda que la crisis de legitimidad de los actorespolíticos es un conjunto integral de variables que nopueden aislarse no podremos elaborar estrategias quelimiten su desarrollo.

Al sistema de partidos no le ha ido tan mal como alos partidos tradicionales. Parecería una contradicción,pero no es lo mismo aceptar que los partidos sonnecesarios para la democracia que declarar que los queestán vigentes no son legítimos. Todos los partidostienen una baja imagen en la población (Gráfico 17).Por ejemplo, de los ocho partidos políticos en análisis,cinco poseen imagen negativa en más del 50% de lapoblación. El partido político con peor imagen esAcción Democrática Nacionalista (ADN) con 76% yel con menor imagen negativa es el Movimiento alSocialismo (MAS) con 30%. Es destacable que la malaimagen no proviene solamente del accionar de lospartidos sino que basta que sea partido político paraque tenga una mala imagen, como Unidad Nacional(UN) que en el momento de la encuesta nodesempeñaba ninguna función pública.

Ninguno de los partidos nuevos, como el MAS, elMovimiento Sin Miedo (MSM), UN y la Nueva FuerzaRepublicana (NFR), plantea liderazgos nuevos en laarena política. UN y el MSM vienen de partidostradicionales como el MIR y el MBL. Por su parte, elMAS, a pesar de su importante protagonismoantisistémico, no ha podido construir una imagenpositiva. Es importante resaltar que la estructuraorgánica de los partidos mencionados no obedece a unordenamiento institucional de abajo hacia arriba, conprincipios y prácticas que permitan la participación

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

44 Extraído del artículo “Democracias, desigualdad y fragmentación: el caso boliviano”, Joan Prats, 15 de marzo de 2005, Instituto Internacionalde Gobernabilidad.

El indicador “los partidos son necesarios para lademocracia” (Gráfico 16) es uno de los instrumentosde la investigación para comprender la legitimidad delos partidos políticos, porque la mayor parte de lapoblación, cerca de 57%, considera que son poconecesarios mientras que 24% opina que soninnecesarios. Con un enfoque más optimista y sin negarla crisis que atraviesa la legitimidad de los partidospolíticos, podríamos decir que 70% de la poblaciónconsidera que los partidos son algo, poco o muynecesarios para la democracia.

La crisis de los partidos es consecuencia de lasfracturas internas entre el Estado y la sociedad. Poralguna razón megalomaníaca tendemos a pensar queel problema es simplemente de los políticos de turnocomo si fueran de una naturaleza diferente. Repartida

Page 122: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

124

abierta en la política de los ciudadanos. El más cercanoa ese principio es el MAS. No obstante, debido a suestructura autoritaria desde la cúpula, ha ido perdiendolegitimidad y respaldo, adoptando prácticas y actitudescaracterísticas de los partidos tradicionales en crisis.

La imagen negativa de los partidos tiene un costo.Si bien existe la convicción de que son necesarios parala democracia, al mismo tiempo existen condicionesmínimas que cumplir para ganar no solamente el respetosino el respaldo y el apoyo de la ciudadanía. En lapráctica, ninguno de los partidos está dispuesto a actuarconforme a la Ley de Partidos Políticos.

El PresidenteCuando se le preguntó a la población qué nota le

pondría al Presidente por su trabajo en una escla de 1 a7, el promedio alcanzó a 4,3. Este puntaje es importanteporque muestra que la población en general estabamedianamente conforme con el trabajo de Carlos Mesa.

La figura se aclara mejor cuando se compara estepuntaje con los obtenidos por otros mandatarios enperíodos similares (Gráfico 18). El promedio quealcanzó Mesa a un año de su gobierno (4,3) es mayorque los que obtuvo Sánchez de Lozada en su primera ysegunda gestiones, 3,2 y 2,27 respectivamente. Su notase equipara con la de Hugo Banzer Suárez, pero esmenor que la que obtuvo Jorge Quiroga Ramírez (4,6).No obstante, se debe considerar que Mesa partió conun puntaje mayor el primer mes de su mandato para ir

en descenso, mientras que Quiroga inició su mandatocon un puntaje más bajo y su tendencia fue al aumento.

La popularidad y el respaldo al Presidente Mesa, a pesarde no contar con un instrumento político partidario, unabase social orgánica ni un equipo político con legitimidadelectoral, es una prueba más de la cultura presidencialistade la democracia boliviana y de sus ciudadanos. Laconvicción de que una persona puede cambiar la estructuraestatal, sin un proyecto elaborado, sin una agendaconsensuada pero, sobre todo, sin estrategia política, reflejaclaramente los vacíos del sistema democrático quepermiten construir expectativas muy grandes sobrecimientos de arena. Este permanente encandilamientocolectivo con promesas mesiánicas y esperanzasredentoras es parte de una cultura latinoamericana que seresiste a obligar a sus representantes a bajar a las basespara diseñarse, modelarse y renovarse desde unalegitimidad orgánica real y no virtual.

Considerando las notas alcanzadas en cada área detrabajo, la nota promedio obtenida por el PresidenteMesa alcanza a 3,93, inferior a la nota alcanzada por eldesempeño general de su trabajo, que llega a 4,3 puntos.Estos datos expresan que la popularidad del Presidenteno es consistente con la percepción de su eficacia en lagestión. En general, se piensa que el Presidente lo estáhaciendo bien dadas las condiciones existentes, pero almismo tiempo se cree que no lo esté haciendo tan bienen la gestión pública (Gráfico 19).

Comparando los puntajes obtenidos por el

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Por

cent

aje

Page 123: Democracia en Bolivia

Los actores políticos y sociales en Bolivia

125

Presidente según área de trabajo en diciembre de 2004y los de otra encuesta en diciembre de 2003 existe unadisminución en la calificación. Sobresale la disminuciónen los temas: manejo del problema del desempleo,manejo de la lucha contra la corrupción y manejo dela erradicación de la coca. La consistencia en lareprobación en tres tareas estratégicas de gobierno tiene

una relación directa con las expectativas de la poblaciónrespecto a temas que fueron parte de su agenda políticade agosto de 2002.

Es importante analizar los diferentes aspectos queforman parte de la crítica mayoritaria a la gestióngubernamental. A continuación se analizan los puntos queno son parte de la llamada agenda de octubre de 2003,45

3,53,2

3,5 3,5

2,27

4,4

3,3 3,2

4,2

4,3

3,64,3

3,7

4,3

2,9

5,3

3,1

4,4

3,94,14,1 4,1

4,6

3,43,23,3

3,0

4,34,24,3

4,6

2

MESA

4,3

I

II

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

45 Se llama agenda de octubre a las solicitudes y demandas que la población realizó en las movilizaciones de octubre de 2003 que determinaronla caída de Gonzalo Sánchez de Lozada.

Page 124: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

126

pero que implican directamente al Presidente desde suincursión en la arena política en agosto de 2002.

Lucha contra la corrupción. El Presidente Mesadeclaró la guerra a la corrupción desde que eraVicepresidente, con la creación de la Unidad de LuchaContra la Corrupción y el nombramiento como delegadaa Guadalupe Cajías. A la fecha, no ha tenido ningúnresultado visible porque la corrupción en laadministración pública sigue y continúa impune.

Es importante resaltar la reprobación a los esfuerzosde lucha contra la corrupción. Estos pueden seratribuidos a la estrategia de la Delegación PresidencialAnticorrupción (DPA) que no ha adoptado una agendaelaborada de abajo hacia arriba sino, al estilotradicional, sino que ha tratado de imponer una visióndel problema desde la cúpula a una sociedad que notermina de entender los objetivos y planteamientos dela institución estrella del Presidente.

La DPA no ha construido capital social, ni ha logradoestablecer un apoyo ciudadano. Este aspecto quedaclaro en los datos contundentes de la encuesta y lacalificación al trabajo desempeñado. Las intencionespueden ser muy buenas, pero en gestión y resultados,como sostiene el profesor Dieter Nohlen, si no hayoutput, no hay capital social. Como en el cacho, lo quese ve se anota, y lo que anota la encuesta es un aplazopara el trabajo de la DPA.

Desempleo. El desempleo continúa con índicesalarmantes que día a día se agudizan por la quiebra deempresas tanto del sector formal como del informal.Las primeras generadoras de empleo a mayor escala ylas segundas sólo de empleo familiar y muchas vecesde subsistencia. Las políticas públicas implementadaspor el gobierno, como el Hospital de Empresas y laSuperintendencia de Empresas, hasta la fecha no tienenresultado positivo. El Plan Nacional de Empleo (Plane),una estrategia para reactivar la demanda interna a travésde la inyección de recursos en la economía a través dela transferencia a sectores de desocupados, ha servidopoco; por sus características tiene muchas limitacionespara dar solución al problema del desempleo en el país.

El desencanto y la frustración por los resultados dela lucha del gobierno contra el desempleo son evidentesy comprensibles. La gestión pública, sin cuoteo político,

ha tenido un giro sin precedentes. De gestores querespondían a mecanismos clientelares de cuoteo ymonitoreo partidario se ha pasado a gestores sinmonitoreo y sin ninguna rendición de cuentas.

La demanda de trabajo no es novedad en Bolivia ylas urgencias del Estado siempre han sido parecidas.La diferencia en el caso presente es que las expectativassobre un Presidente con tanta popularidad y aparentediscrecionalidad sobre el control del Poder Ejecutivoson muy altas. Se esperan resultados milagrosos yrevolucionarios, pero al no haberse ejecutado políticaseficientes de gestión, la frustración es mayor que encondiciones normales. Si las expectativas son altas,también son altas las responsabilidades. Si lapopularidad es muy alta y el apoyo abrumador, tambiénabrumador es el deseo de resultados.

El empleo debe ser una prioridad del Estado encualquier circunstancia. La dinámica de los actorespolíticos se basa en su capacidad de controlar estavariable estratégica de la gestión gubernamental. Losactores sociales son movilizadores permanentes de estademanda que sirve de comodín en situaciones deconflicto. Mientras se deje sin atención tan importantepunto de la agenda política habrá razones paradescalificar cualquier gestión de gobierno por másefectiva que sea.

Coca. En el manejo de la erradicación de la coca nohubo mayores avances. En el Chapare, a pesar del apoyodel MAS al Presidente desde el momento de suposesión, la erradicación estuvo muy por debajo de loacordado con la Embajada de los Estados Unidos.46 Losresultados no son alentadores: en lugar de avanzar, laerradicación se ha detenido y sigue generado problemassociales y económicos que afectan a la población.

Desde un punto de vista policial, la gestión degobierno ha permitido la expansión de los cultivostradicionales. Desde la visión de los cocaleros y de lossindicatos defensores de la llamada “hoja sagrada”, lagestión del Presidente Mesa ha permitido consensuarcon el gobierno estadounidense el cato de coca, unademanda histórica de los sectores en conflicto.

La coca sigue siendo un asunto de Estado que provocamuchas susceptibilidades en los actores en conflicto:cocaleros y embajada estadounidense. La gestión del

46 Según datos difundidos por la Embajada de Estados Unidos, el año pasado se rebasó el límite permitido legalmente para cocales hastallegar a 23 mil hectáreas, mientras que Naciones Unidas difundió la cifra de 17 mil hectáreas en la misma gestión.

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Los actores políticos y sociales en Bolivia

127

Presidente ha cambiado la lógica de los anterioresgobiernos, abriendo una tregua entre ambos sectores afin de pacificar al país. La coca puede desatar un climade tensión innecesario en estos momentos de inflexión.La legalidad de la hoja de coca quedará pendiente parael proceso post Constituyente debido a los factoresmencionados y porque en medio de tanta volatilidadpolítica tocar este álgido punto de la agenda estatal esmuy peligroso para el proceso de transición histórica.

Además de los temas analizados, es importantecomparar la gestión del Presidente Mesa con gestionespasadas. El Cuadro 3 presenta datos sobre laperformance del Presidente Mesa. Se observa una mejorcalificación con relación a los tres anteriorespresidentes: Hugo Banzer Suárez, Jorge Quiroga yGonzalo Sánchez de Lozada. Haciendo unacomparación entre Banzer y Sánchez de Lozada, ambospresentan mejores puntajes en el promedio deevaluaciones por área que en forma general, mientrasque Quiroga y Mesa tienen mejor estimación en laevaluación directa de su trabajo que en la evaluaciónpromedio por áreas. El Presidente Mesa presenta unavaloración superior respecto a los demás; sin embargo,ésta es descendente en el tiempo, aspecto que debepreocuparnos porque siendo un Presidente sin apoyopolítico su capacidad para gobernar y su legitimidad sebasan principalmente en el apoyo de la población.

A diferencia de sus antecesores, Carlos Mesa cuentacon una aprobación de más del 65% y entre noviembrede 2003 y enero de 2004 llegó a casi al 80%. En algunasregiones del país, como Cochabamba, ha superado el80% y en otras, como Santa Cruz, ha bajado al 50%.Estos datos son generales y promedios de encuestasrealizadas en distintos momentos y presentadas por elPNUD en diferentes análisis de escenarios.

Si bien el Presidente Mesa tiene mejor calificaciónen la aprobación a la gestión de gobierno que susantecesores, esta diferencia no es proporcional encuanto a popularidad. Ningún presidente anterior aCarlos Mesa estuvo por encima del 50%. Estaparadoja, que muestra una mayor diferencia entre lapopularidad de los presidentes y una menor diferenciaen las calificaciones a su gestión, puede llevar aconcluir que si bien la popularidad del Presidente esmuy importante su gestión no lo es tanto. El valorpúblico generado por su gestión no es proporcional ala popularidad de su gobierno. Bajo este análisis,podemos concluir que no se están generandoargumentos para mantener la popularidad yexpectativas en el gobierno; por el contrario, se estángenerando razones para justificar la caída depopularidad del Presidente. La falta de resultadosconcretos que justifiquen la eficiencia de la gestiónpública puede terminar minando rápidamente lapopularidad y, en consecuencia, la estabilidad delgobierno. En tanto no se creen mecanismos paragenerar valor público en el corto plazo, el respaldo alPresidente caerá tan o más rápido de lo que se generó.

El ParlamentoPara entender la percepción de la población del

Parlamento, debemos remontarnos a su trayectoria y ala dinámica en la que se mueve hoy. A lo largo de lademocracia moderna, las alianzas han cruzadoinnumerables puentes de toda índole, superandocualquier principio político. Un ejemplo claro es elAcuerdo Patriótico, establecido en 1989 entre el MIRy la ADN. La cultura de pactos en el Parlamento hadeslegitimado el concepto de alianzas en la opiniónpública.

Nota: Todos los valores en promedios (escala 1 a 7)Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz, CNE, 2004

Dic974,1

Agt984,3

3,6

Dic983,6

3,6

Feb003,4

3,4

Agt003,5

3,1

Sep002,9

2,4

Nov013,9

3,8

May024,9

3,8

Feb033,0

3,3

Oct032,3

2,9

Dic034,6

4,3

Dic 044,3

3,9

Banzer

Evaluación promedio poráreas específicas (economía,desempleo, corrupción, etc.)

Evaluación directa al trabajodel Presidente

Quiroga Sánchez L MesaPresidente

Mes

Año

CUADRO 3: Indicador de performance del Presidente

Page 126: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

128

El Gráfico 20 explica la posición de la poblaciónrespecto a las alianzas partidarias que se originan en elParlamento para viabilizar la gobernabilidad.

La mayor parte de la población (76,4%) consideraque existen otras formas de gobernar, es decir, no estánde acuerdo con las coaliciones que los partidos políticosrealizan para obtener una mayoría en el Parlamento yasegurar sus objetivos. La población percibe a lasalianzas políticas como juegos de pasanaku. Debemosrecordar que las alianzas tienen un precio ygeneralmente éste es la repartición de institucionespúblicas entre fuerzas políticas que conforman lacoalición, lo que no genera un gobierno de consenso.

La democracia boliviana cuenta con varios pactosque no han logrado consolidar resultados concretos. LaIglesia Católica ha mediado en reiteradas oportunidadespara garantizar los acuerdos, pero se ha visto superadapor la realidad y el pragmatismo político que ha obviadoy transgredido una y otra vez todos los acuerdos.

La legitimidad de una cultura de pactos dependedirectamente de sus resultados (output). Si los pactosno generan resultados y cambios cualitativos en lagestión política, se ven desprestigiados, agotados einservibles. En nuestro país se ha producido un desgaste

político de los pactos que afecta directamente a larepresentatividad de los actores políticos, losmediadores y los garantes. Al igual que en el caso deun banco, el sujeto de crédito y sus garantes son puestosen la central de riesgos cuando el primero no paga ladeuda. En lo político se cumple el mismo principio,los representantes que no cumplen con sus promesasterminan junto a sus garantes en la central de riesgos.Este principio del output o solvencia política representael centro del análisis de la calidad de la democracia,muy de moda hoy entre intelectuales de la cienciapolítica.

En este sentido, el análisis de los pactos y susimplicaciones en la calidad de la democracia es muyimportante. En una sociedad fragmentada y sinhegemonías claras, los pactos y alianzas estratégicasson fundamentales. En esta línea, entender larelevancia e implicaciones de una deslegitimación dela cultura de pactos significa entender la principalrazón de la mala imagen y poca legitimidad de losparlamentarios.

3.5. La representatividad de los actoresHemos analizado la legitimidad de los diferentes

actores políticos desde la percepción ciudadana. Paracomplementar este aspecto es importante determinarsu grado de representatividad. Analizaremos a losmismos actores pero esta vez enfocando surepresentatividad.

Las instituciones políticasSobre la conceptualización de Dahl y el enfoque

institucionalista planteado en Bolivia con más fuerzapor Joan Prats,47 Fernando Calderón48 y otros analistas,49

se debe analizar a los actores políticos y socialestomando en cuenta también los conceptos de calidadde la democracia que implican un conjunto de variablesque la encuesta, objeto de estudio, ayuda a comprender.Los resultados del estudio cuantitativo fortalecen lo quemuchos estudios anteriores afirma: el sistema derepresentación se encuentra en un período de profundacrisis, la población no se siente representada por las

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Parlamento

47 Léase: Perfil de gobernabilidad: Bolivia, Instituto Internacional de Gobernabilidad (IIG), BID, CAF, 2005.48 Léase: Informe de Desarrollo Humano, de 2002 y 2004, PNUD.49 Eduardo Gamarra, Michael Selligson (Universidad de Pittsburg) y Lawrence Whitehead, entre otros, sostienen la importancia de las

instituciones en la democratización de un Estado.

Page 127: Democracia en Bolivia

Los actores políticos y sociales en Bolivia

129

instituciones políticas y en su lugar busca a otrosactores, como los sociales (Gráfico 21).

Las instituciones sociales representan al 74,1% dela población y sólo un 6,7% se considera representadopor los partidos políticos. Llama la atención que un13,3% no se siente representado por ninguna institución.En conjunto, estos datos deben servir al sistema políticoy de representación para un análisis reflexivo quepermita cambios fundamentales.

Estos datos son indicadores muy importantes paraevaluar la calidad de la democracia pero, sobre todo, ladinámica de los actores en la que se sostiene. Los actorespolíticos concentrados en el sistema de partidos tienenun claro caso de anemia popular que ha producido uncáncer avanzado en la región social de su estructura.Las instituciones no generan resultados y los culpables,según los datos de la encuesta, son principalmente lospersonajes intermediarios del mandato.

Ante esta crisis, se resuelve de facto otorgarlesmayor confianza a aquellos actores que parecen máscercanos a la población y sin ataduras clientelares conel poder. Los movimientos sociales, por ser institucionesautárquicas del Estado, se han constituido en entidadesde construcción de capital social e incubadoras denuevos líderes y representantes políticos. Los partidos

tradicionales recurren constantemente a estas instanciaspara reclutar candidatos para las elecciones municipalesy nacionales. Gran parte de los candidatos a concejalesy alcaldes de los partidos tradicionales provienen delos movimientos sociales. Las instituciones sociales,sindicatos, federaciones de juntas vecinales, comitéscívicos, asambleas regionales, comités de todo tipo yotras instancias de movilización social se hanconvertido en los nuevos vehículos de participaciónpolítica. Esta emergencia institucional es resultado dela sordera e inoperancia de los partidos tradicionales alas recomendaciones de politólogos, institucionesacadémicas, organismos internacionales y hastainstituciones estatales para que se democraticen, bajena las bases y comiencen a cumplir la Ley de PartidosPolíticos vigente. A la fuerza y por mandato legal se haobligado al sistema de partidos a incorporar a los nuevosactores intermediarios mencionados. La ley deAgrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas50

determina la apertura del sistema de partidos mediantela flexibilización de candados y restricciones para laparticipación política.

Es muy importante definir claramente que lasagrupaciones ciudadanas se han convertido en partidospolíticos nuevos con carácter local y regional que sumanla pluralidad de alternativas oficiales dentro del sistema.Estas nuevas figuras políticas no sólo son parte esencialdel sistema democrático en construcción, sino han dadoun salto cualitativo en su estructura. Antes trabajabancomo intermediarios claros de la sociedad para ponersobre la mesa de discusión las demandas de la polis,trabajando en períodos inter-electorales, demandandopolíticas públicas y forzando mediante una agendaasistémica la agenda sistémica del gobierno. Los datossustentan la legítima incorporación de estos actores alsistema de partidos. La ciudadanía cree que lasinstituciones de representación local y regional sonmejores interlocutores.

El salto descrito representa un cambio estructuralen la democracia en Bolivia pero, sobre todo, en susactores. Las agrupaciones sociales que tenían comoobjetivo poner sobre el tapete de discusión las demandasde la ciudadanía y dejar a la clase política su

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

50 La Ley 2771 de Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas, promulgada el 6 de julio de 2004, tiene como objetivo general normar laparticipación de las agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas en la postulación de candidatos a los procesos electorales, eleccionesgenerales y municipales.

Page 128: Democracia en Bolivia

Corte Nacional Electoral

130

implementación, hoy son jueces y parte, es decir, sonmovimientos sociales que controlan y fiscalizan y,asimismo, partidos políticos en competencia por elpoder.

En los Cuadros 4 y 5 se encuentran las principalesinstituciones que, en diversa medida, representan a lapoblación. La institución reconocida por la mayor partede la población es la Iglesia (sin especificar cuál), lesiguen de lejos las organizaciones comunitarias, elParlamento y al final se encuentran los partidospolíticos. Este resultado confirma que ante la crisis quevive la representación política, las instituciones socialesestán copando el espacio vacío.

En el ámbito departamental, en Pando y Beni lapoblación se siente más representada por la Iglesia(52,5% y 52,3%, respectivamente), mientras que en LaPaz sólo el 30,4% identifica una representación. Estose da porque el Estado no ha sabido territorializar susinstituciones y en las áreas rurales alejadas son la Iglesiay las FFAA las que suplen en muchos aspectos la gestiónpública. En términos de Dahl, son Estados con huecos.Por su parte, en La Paz existe menor cantidad de huecosporque se tiene mayor población que no se identifica

con ninguna Iglesia; el Estado está presente con todassus instituciones y la población tiene mayoresposibilidades de elección.

El sistema político cuenta con dos variables muyimportantes: la acción política con vocación de poder(los partidos políticos) y la acción política convocación de servicio (los movimientos sociales). Lasegunda es la instancia fundamental para determinary calibrar la legitimidad política de un sistema departidos. En la medida que las agrupaciones socialestrabajan eficientemente, la agenda política tiene uncatalizador y un regulador natural que establece lacapacidad del sistema político para incorporar el sentirpopular a la acción del Estado. Si el sistema políticopartidario en permanente lucha por el poder no secomplementa con la gestión política de los organismossociales, habrá quiebres y fracturas que pondrán enriesgo el sistema político en general. Esto esprecisamente lo que le sucede al sistema políticoboliviano y es una de las principales razones queexplica su crisis.

En la medida en que se reacomoden los actores ycomiencen a asumir sus roles en el nuevo contexto,

CUADRO 4: Representación por institución según departamento

Nota: Todos los valores en (%)Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, CNE, La Paz, 2004.

DEPARTAMENTO

SCZ3,81,2

40,6

10,9

CBB4,70,6

33,4

18,2

ORU5,21,2

33,5

14,6

CHQ6,71,9

35,0

12,0

PTS8,11,4

36,0

11,1

PAN7,41,4

52,5

14,6

TAR6,11,0

46,1

7,3

BEN7,71,7

52,3

6,6

Representado porParlamentoPartido políticoIglesiaOrganizacionescomunitarias

LPB6,60,7

30,4

11,3

CUADRO 5: Representación por institución según nivel socioeconómico y edadNIVEL

SOCIOECONÓMICO EDAD

Representado por

Parlamento

Partido político

Iglesia

Organizaciones

comunitarias

Alto

6,5

1,8

28,9

9,7

Medio

5,5

1,0

32,3

5,9

Bajo

5,7

1,0

36,9

13,5

18-25

4,4

1,4

31,9

11,1

26-35

4,3

1,3

34,9

15,0

36-45

6,5

0,9

36,0

13,4

46-55

8,3

1,0

36,7

9,5

56-65

8,0

0,8

48,3

8,8

+65

4,0

0

34,0

15,0

Nota: Todos los valores en (%)Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, CNE, La Paz, 2004.

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Los actores políticos y sociales en Bolivia

131

podremos observar un cambio cualitativo en ladinámica política y un mejoramiento de la calidad dela democracia. Este proceso será especialmente largoy difícil para el proceso democrático de Bolivia. Entretanto, existen instancias con legitimidad, como laIglesia, que servirán de guía en este camino deevolución democrática.

Es interesante analizar estos resultados por nivelsocioeconómico, porque a menor nivel mayorporcentaje de la población considera que la Iglesia lorepresenta. Resalta el hecho de que en el nivel alto máspersonas se sienten representadas por el Parlamento ylos partidos políticos en comparación con los otrosniveles socioeconómicos. Esto podría explicarse porquelos políticos, en su gran mayoría, provienen de las élitesy éstas son su entorno.

En la percepción de las instituciones, el aspectosocioeconómico es muy importante. La población conmenores ingresos no se siente representada por elCongreso, porque el output o la generación del valorpúblico de esa institución no llega a este estrato. Por lotanto, es importante establecer que en la medida en quelos resultados de la gestión política y pública de esasinstancias institucionales no mejoren no aumentará sulegitimidad, su reputación y, en consecuencia, su capitalsocial.

La edad es una variable que no muestra diferen-cias en la elección de las instituciones que represen-tan a la población: a menor edad menor porcentaje dela población se siente representada por la Iglesia,mientras que cobran importancia las organizacionescomunitarias.

El ParlamentoEl 93,3% de la población no se siente representado

por el Parlamento; de este total para el 57,3% estainstitución política no es representativa a causa de losparlamentarios. Se castiga a la institución por lasacciones de sus funcionarios. Cerca de 31% consideraque el Parlamento no lo representa porque el sistemade representación es imperfecto.

Las afirmaciones contundentes y simplistas son muypeligrosas porque pueden llevar a conclusiones erróneasy decisiones equivocadas. Como se ha venido

resaltando, el sistema de representación en Bolivia tienevarios problemas estructurales relacionados con susmecanismos de control, con los sistemas de elección,con aspectos culturales en torno a lo público pero, sobretodo, con la eficacia en la rendición de cuentas de susactores. Estos aspectos hacen que el sistema políticono termine de entender que su fin es generar valorpúblico. El primer problema es la falta de conocimientosobre el concepto de valor público.51 El Gráfico 22explica claramente este complejo abanico de variablesque diagraman la percepción del Parlamento.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Decir que los culpables de la crisis de representaciónson los parlamentarios tiene implicaciones profundas,dado que los éstos son fruto de una sociedad plural ydiversa. Se debe entender que no existe ningúncolegiado extraordinario fuera de la fauna parlamentariaque pueda mejorar el sistema político, dado que ellosson parte de la sociedad que Bolivia agrupa. Al culpara los actores de la conducta de las instituciones se debeentender que la cultura institucional y social sobre laacción pública reproduce comportamientos en susindividuos que son natural consecuencia de susincentivos y desincentivos. La cultura de la impunidadha contribuido enormemente a que los actores políticosenvilezcan a tal punto su comportamiento que cualquierdecisión por más nefasta que sea podría ser justificada.

51 Léase como el producto del trabajo del servidor público con relación a la percepción del ciudadano sobre el mismo y su capacidad deaplicarse en torno a intereses comunes que se pueden generalizar.

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Corte Nacional Electoral

132

La impunidad, la corrupción, el sistema derepresentación sin mecanismos de rendición de cuentaseficientes y la informalidad de la gestión del Estadoestán asociados a la percepción de los actores yrepresentantes. Existe una marcada tendencia a culpara los parlamentarios por el fracaso de la institución ysu capacidad de generar valor público, pero tambiéncasi un 30% siente que las instituciones son parte delproblema. La teoría sobre la lucha contra la corrupciónestablece que: “En la medida que no se construyenmecanismos institucionales que incentiven uncomportamiento ético y de servicio de los actores, nose podrá avanzar en el cambio cualitativo de la visiónde la sociedad sobre sus instituciones.”52

Existe un círculo vicioso de descomposición entreinstituciones, actores políticos y funcionarios delEstado. En la medida en que las conductas clientelarespartidarias consiguen penetrar en la gestión pública,los incentivos institucionales cultivan mecanismosperversos de acción que generan impunidad. Laimpunidad aumenta la tendencia al comportamientoclientelar del Estado, socavando el capital social de lasinstituciones y satanizando a sus funcionarios por losresultados ineficientes de la gestión gubernamental.Este círculo vicioso debe romperse mediante una

estrategia que contemple la relación integral de susmecanismos, o sea, las instituciones, los actorespolíticos y los funcionarios de Estado.

Los partidos políticosComo se adelantó, la población no se siente

representada por los partidos políticos y en su lugarprefiere a las instituciones sociales. Sin embargo,considerando sólo a los partidos, se consultó cuál deellos representa mejor a la población; el resultadomantiene la tendencia: los partidos se encuentran enuna crisis de representatividad. El 43,7% de la poblaciónsiente que ninguno de los partidos políticos lo representa(Gráfico 23). El MAS se destaca porque el 19,1% delos bolivianos declara que lo representa. El restante 31%de las personas se encuentra repartido entre el MNR,el MIR y otros partidos más pequeños.

Respecto a cuál de los partidos responde a lasdemandas (Gráfico 24), la distribución es muy similar:el 49,3% de la población considera que ninguno. Estosignifica que prácticamente la mitad de los habitantesdel país considera que los partidos no generan resultadospositivos (output) para la sociedad.

El MAS es un partido que tiene un grupo poblacionalde adeptos cautivo y militante que lo apoya. De acuerdo

52 Léanse las recomendaciones sobre medidas anticorrupción: “Conferencia sobre transición y consolidación democráticas, octubre 2001”,organizada por la Fundación FRIDE en Madrid, España.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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Los actores políticos y sociales en Bolivia

133

al 16,2% de la población es la primera fuerza políticaque cumple demandas. El resto son pequeños grupospoblacionales que apoyan al MNR y al MIR.

Ante estos datos, es importante resaltar que el 57%de los encuestados se siente representado por algúnpartido político. La categoría “ninguno” engloba a ungrupo ciudadano que por algún motivo se sientefrustrado ante el desempeño del partido de supreferencia o por el sistema de partidos en su conjunto.Sea cual fuere el motivo de la frustración (el dato del57% es importante), establece claramente que el sistemade partidos todavía cuenta con un capital políticorescatable.

Otro dato a resaltar es el hecho de que el MAS es elpartido que más representación tiene. ¿Cuál es la razónpara esta preferencia? La respuesta clásica diría: el MASha capitalizado la frustración con los demás partidos;el MAS no ha estado en el poder y por lo tanto no se hadesgastado en el ejercico del mismo: el MAS es unpartido nuevo que rescata el descontento colectivo; elMAS tiene una base indígena sólida que significa elfuerte de su electorado. Si bien todas las respuestasanteriores tienen algo de razón, es importante analizarlas razones que llevan a la mayoría de los bolivianos aver en el MAS un instrumento de representación máslegítimo que el resto de los partidos.

La principal diferencia entre el MAS y los demáspartidos está en su estructura orgánica, porque es unpartido creado de abajo hacia arriba, con bases fuertesde participación y movilidad interna y con importantesmecanismos de control social. A diferencia de los demáspartidos, el MAS funciona orgánicamente, lo que lepermite convertirse en un aparato permanentementeorganizado, con capacidad de negociación, coersión ymovilización. El MAS se diferencia, además, por suestructura plural y diversa que le permite caminar entrelos diferentes clivajes indígenas, campesinos, mestizosy regionales. Por su parte, los demás partidos handesarrollado una cultura institucional caudillista yautoritaria de arriba hacia abajo, con delegaciones derepresentantes, dirigentes regionales y locales a dedo ycon poca capacidad de control social de losrepresentantes por parte de los militantes.

Sin embargo, el MAS no sólo ha comenzado a copiarlas mañas de los partidos tradicionales, sino a reproducirlas prácticas autoritarias en su estructura. A pesar desalir de las bases conforme a una estructura

participativa, Evo Morales se está convirtiendo en eltípico caudillo boliviano que incorpora en la cúpulapartidaria un sistema de gestión autoritario que puedeterminar por minar las claras diferencias estructuralescon sus competidores. Al igual que con los demáspartidos, su principal desafío es construir uninstrumento político con estructuras reales,participativas y democráticas.

Existe un claro capital político cautivo en ese 44%de los ciudadanos que no se sienten representados porningún partido. Capital político que será copado por elpartido que comience a diseñarse y adaptarse a lasdemandas de la ciudadanía y no a la de sus principalesclientes. Los partidos que comiencen a generar nuevosliderazgos con propuestas en función a los cinco clivajesfundamentales (pluralismo: regional, étnico,campesino, generacional y urbano-rural) podrán saltaral nuevo escenario político del siglo XXI.

A pesar de las limitaciones mencionadas, el 57% delos ciudadanos considera que los partidos lo representany el 73,5% que el voto es la mejor forma de elección deconstituyentes. La representación corporativa comoforma de representación alternativa para la elección deconstituyentes es considerada como apropiada por el19,8% de la población (Gráfico 25).

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Este dato reafirma el desarrollo institucional de lademocracia vigente en Bolivia, a pesar de suslimitaciones y dificultades ya señaladas. El voto es unmecanismo de elección de representantes que ha

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Corte Nacional Electoral

134

construido su propio capital social y que, a pesar de lascríticas y desaciertos, ha logrado un respaldo muyimportante en la mayoría de la población.

Por otra parte, es substancial resaltar que el 19,8%de los bolivianos no cree en el actual sistema derepresentación y apuesta por la designación corporativa.Bajo el concepto de mejorar la calidad de la democracia,una de las principales recomendaciones es no sólogarantizar los derechos y demandas de las minorías paraevitar la dictadura de las mayorías, sino establecermecanismos híbridos de elección que respondan avisiones plurales y diversas de los ciudadanos. Estosignifica identificar las localidades y sectores quedemandan una representación delegada para analizarla viabilidad en ese sector particular del país en base asus tradiciones y costumbres, pero sin socavar losprincipios básicos de la institucionalidad nacional.

Construir una democracia propia y legítima significadiseñar modelos democráticos particulares de acuerdoa la idionsincrasia de cada sector o país para garantizarel empoderamiento de sus ciudadanos sobre loscontratos sociales establecidos y las consecuencias delos mismos. Bajo los nuevos paradigmas de “calidadde la democracia” debemos entender que hacer políticay hacer democracia significa llegar a los principiosuniversales de legitimidad, inclusión, institucionalidady empoderamiento sobre la base de las condicionespropias de cada territorio.

Es evidente que dado el pluralismo cultural, étnicoy regional, entre otros, la preferencia para la elecciónde constituyentes por organizaciones o corporacioneses más alta en el área rural que en el área urbana (Gráfico26). En el área rural, sobre todo en pequeñas localidadescon poca población, los sistemas de representación

alternativos son comunes y con amplia tradicióncultural. En cambio, a nivel regional, municipal onacional es muy difícil tener mecanismos derepresentación corporativa por las complicaciones deeficiencia, eficacia y equidad que estos implican. Elvoto directo como mecanismo de elección tiene granpreferencia en el área urbana del país por su tradicióndemocrática y por la cultura institucional que poco apoco, y gracias a la Participación Popular, ha idocalando hondo.

3.6. Las fortalezas de los actorespolíticos

Después de analizar la legitimidad y represen-tatividad de los actores políticos es importante desta-car sus fortalezas para generar recomendaciones sobresu futuro.

Los partidos políticosNo cabe duda de que los partidos políticos son los

mecanismos de intermediación entre sociedad y Estadopor excelencia. Por definición, cualquier órgano políticoque compite por el poder se denomina partido, sea ésteagrupación ciudadana, indígena, juvenil, de mujeres ocomo se denomine. Una fortaleza de los partidospolíticos es la importancia que tienen para la poblaciónen el momento de votar. El 56% de la poblaciónconsidera que el programa que presenta un partido esdecisivo al momento de votar. Existe cansancio por laspromesas no cumplidas por los políticos, por lo cuallas promesas del candidato tienen que ser sólidas ysustentables.

El partido está fuertemente instaurado en elinconsciente colectivo. Más del 50% de la población

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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se siente representado por los partidos. Desde laRevolución de 1952 hasta el surgimiento de Concienciade Patria (Condepa), pasando por Unión CívicaSolidaridad (UCS) y terminando en el MAS y elMovimiento Indígena Pachakuti (MIP), los partidos hansido una alternativa muy importante en el proceso deconstrucción democrática. Finalmente, el surgimientode agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas comonuevos partidos locales y regionales en las eleccionesmunicipales del 5 de diciembre de 2004 es un hitohistórico que marca el comienzo del fortalecimientodel sistema de partidos.

En las elecciones municipales de 2004 se establecióun récord democrático sin precedentes. Se habilitaron13.449 candidatos para 327 municipios, fue la primeravez que participaron agrupaciones ciudadanas y pueblosindígenas.

Entre los candidatos había ex alcaldes, curas, líderessociales y escritores, indígenas, ex guerrilleros, amasde casa y profesionales. Los partidos tradicionalesdebían comenzar a recomponer su imagen y su vocaciónpolítica en función de las nuevas demandas. 7.661personas trabajaron bajo tuición de la CNE para hacerposible el proceso electoral.

Antes de los comicios de diciembre de 2004, variose importantes hitos históricos contribuyeron a fortalecerla cultura democrática. En Bolivia hubo eleccionesmunicipales hasta 1952, cuando se buscó reforzar elcentro estatal en desmedro de los particularismoslocales. Desde entonces, los presidentes nombraban alos alcaldes, quienes, al no contar con recursos, carecíande importancia. En 1985, a finales de la gestión deHernán Siles Zuazo, volvieron las eleccionesmunicipales, aunque absorbidas en la elecciónpresidencial en una sola plancha que incluía Presidente,Vicepresidente, parlamentarios y munícipes. En 1987las elecciones municipales adquirieron personalidadpropia. Entre 1985 y 1995 las elecciones municipalesse hacían cada dos años. 1995 fue el año más importantepara la democracia municipal, gracias a la Ley deParticipación Popular los municipios contaban conrecursos de la coparticipación tributaria. Desde 1999

la gestión municipal es de cinco años. Los partidosnacionales son los que intervienen en las eleccionesmunicipales, sin embargo las lógicas políticas localesson diferentes de las nacionales, aunque se hayareplicado la política de pactos y se haya puesto enpráctica el voto de censura que llevó a muchas crisis alos municipios. La cultura democrática municipal hacontribuido enormemente al respeto del sistema departidos, a pesar de sus defectos.53

La Participación Popular modificó el escenariosocial e institucional del país. En Bolivia, la inversiónmunicipal representaba el 3% de la inversión pública,con la Participación Popular llegó a más del 35%. Seconformaron 327 comités de vigilancia, se reconocierona más de 15.000 organizaciones de base y seconformaron nueve asociaciones departamentales demunicipios y una nacional. Se administraron 1.234millones de dólares asignados por el gobierno centraly más del 60% de los municipios son administradoseficientemente.54

Se puede abundar en datos y detalles a favor y encontra del proceso, pero es evidente que a medida quese multiplica el ejercicio democrático local se fortalecela cultura nacional de valores y el impacto de lademocracia. Este aspecto es fundamental para resaltaruna fortaleza extraordinaria de los partidos políticos:su capacidad para adaptarse al cambio y generarespacios políticos diferentes. Los partidos comoinstituciones de intermediación son fuertes bajo elconcepto de concursantes por el poder. La exponencialconformación de agrupaciones ciudadanas y pueblosindígenas y la articulación en estas organizaciones delíderes tradicionalmente asistémicos es un claro ejemplode la salud democrática y partidaria.

Así como en el ámbito local la participación políticaha aumentado sin precedentes, en el ámbito nacionaltambién se han favorecido los partidos y, enconsecuencia, la democracia. Una nota del periódicoLa Razón del 30 de junio de 2002 dice:

Si el 10 de octubre de 1982 la asunción del gobiernode Hernán Siles Zuazo (UDP) estuvo marcada por eldesafío de recuperar del sistema democrático de

53 Extraído de un compendio histórico publicado en La Razón el 5 de diciembre de 2004.54 Voces críticas de la descentralización.Una década de participación popular. Colección FES-ILDIS: Descentralización y Participación Nº

7, La Paz, Friedrich Ebert Stiftung-FES, Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales-ILDIS, Plural Editores, junio 2004. 361p.vol. 7 (14 entrevistas a cargo de Diego Ayo).

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manos de las dictaduras militares, y el de 1985, deVíctor Paz Estenssoro (MNR), de parar lahiperinflación, la administración que se elija hoydeberá enfrentar la reforma de la Constitución Políticadel Estado, la crisis económica y la irrupción demovimientos sociales en la vida política del país. Estosdesafíos hacen diferentes a los comicios de hoy, a losque acudirán 4.680.172 bolivianos. Hoy, el gruesode los movimientos sociales, principalmenteindígenas y clase media, ya no sólo pide votar, sinoexige participar del poder a través de una AsambleaConstituyente o del referéndum, planteamientoenarbolado primero por LyJ [Libertad y Justicia] y alque se sumaron -con distinto matiz- partidos como elMAS, el MIR y la NFR.

Los partidos se multiplicaron con nuevos actores,como NFR, LyJ y el MAS. Esta multiplicación, en 2002,representó el cambio de una democracia excluyente apartidos más controlados por el pueblo. A esto se sumael rol de los medios de comunicación y su permanentecontrol social no sólo a través de la radio y la televisiónsino también de editoriales independientes, periodistasfree lance, semanarios, pasquines y distintos instrumentosde comunicación que han hecho posible que la ciudadaníapueda pedirle cuentas a sus representantes con mayoresrecursos. Desde una visión dahliana, la democraciaboliviana y sus mecanismos de intermediación sefortalecen. Aunque para un análisis simple parecería quelos partidos están en proceso de desaparición, lacoyuntura actual es la mejor circunstancia para que sereorganicen y se conviertan en verdaderos partidospolíticos con estructura orgánica y democrática. Estamospasando de un sistema de partidos envilecido por elclientelismo y la captura del Estado a un sistema enproceso de composición democrática. Está claro queaquellos partidos políticos que no entiendan el mensajede la coyuntura terminarán desapareciendo sin remedio.En la medida que nuevos movimientos sociales siganincursionando en el sistema de partidos a través de lasagrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas, habrá unacompetencia sana que permitirá mejorar la calidad de laoferta política a los ciudadanos, y los partidos encontraránnuevas formas de construir capital social y político. Porlo expuesto, los partidos políticos tienen en la actual crisissu mayor fortaleza.

Aún tiene peso en la ciudadanía la ideología delpartido político. Los partidos políticos influyen en el

24,8% de las personas al momento de decir por quiénvotar. En un porcentaje menor (16%), el candidatoinfluye en la decisión (Gráfico 27). A pesar de que existeuna mala imagen de los líderes y actores políticos, existeconciencia sobre los partidos y sus representantes a lahora de emitir el voto.

3.7. Las debilidades de los actorespolíticos

Así como hemos descrito las fortalezas debemosexplicar ahora las debilidades de los actores políticosde acuerdo a la información que brinda el estudio.

Las instituciones políticasEn el indicador de imagen negativa por institución

(Gráfico 28), los actores políticos ocupan el primerlugar. Más de la mitad de la población (55,2%) declaróque son las instituciones que menos han contribuido ala democracia y que son las más corruptas. En segundolugar se encuentra el Parlamento (26,1%), le siguen enimportancia la Policía, el gobierno y las alcaldías.

Es importante rescatar que las instituciones queocupan los primeros lugares en el indicador de imagennegativa son las que tienen permanente contacto con laciudadanía. Salvo una, las diez instituciones con peorimagen son públicas, es decir, que su imagen se desgastaen el permanente ejercicio del servicio público. Si unainstitución no se renueva, generalmente termina porsocavar su capital social porque no se adapta alpermanente cambio de las demandas públicas.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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137

Es importante resaltar que una de las institucionescon peor imagen en la ciudadanía son las empresastransnacionales. Al estar asociadas con el Estadocomparten el costo de entregar al público el resultadode su gestión. Son responsables no sólo de generar valorfinanciero para sus accionistas sino también de generarvalor público para sus accionistas indirectos (laciudadanía boliviana). Una empresa privada espremiada y castigada por el consumidor. Una empresatransnacional, por ser socia del Estado, asume laresponsabilidad de ser premiada o castigada por losconsumidores del Estado. Incorpora a millones deciudadanos como accionistas y se enfrenta a un dilema:cumplir un rol de institución pública o permanecer ensu rol tradicional. Una empresa trnasnacional que asumeroles antiguamente ejercidos por el Estado debe asumirtambién una política de Responsabilidad SocialEmpresaria (RSE). El nuevo paradigma de la gestiónempresarial es la RSE, y Bolivia es un escenario dondese deben ejercer estos principios con mayor énfasis. El

bajo capital social de las empresas transnacionales y elenfoque de la RSE en la construcción de valor públicoson una oportunidad para diseñar esquemas alternativosa los tradicionales en las relaciones Estado-empresas.Como socia o concesionaria del Estado, la empresatransnacional tiene la obligación política de construirun capital social que garantice el respaldo de laciudadanía a su gestión. Ésta es la razón por la cual loscriterios de la RSE están cada vez más de moda en laslegislaciones internacionales. En el siglo XXI, lasempresas más importantes en el mundo de los negociosno sólo serán las de alto capital financiero sino las quecuenten con altos niveles de capital social.

Los actores sociales y políticos tienen en la RSEuna tarea pendiente. Su labor no es solamente la de serintermediarios entre la sociedad y el Estado sinotambién entre la sociedad y el mercado, proponiendomecanismos de vinculación y acercamiento entre todoslos actores. Los tiempos en que lo público era solamenteasunto del Estado han quedado en el pasado y poco a

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Por

cent

aje

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138

La tarea pendiente está en estabilizar al paciente conrecursos limitados de paramédicos. Una vezestabilizado, podremos comenzar un período derehabilitación de largo plazo que garantice una vidamás saludable. Los actores políticos, sean losmovimientos sociales o los partidos, han sido elprincipal factor de envenenamiento del sistema político,pero pueden ser el antídoto que inicie el período derenovación.

Los líderes políticosLa confianza en los líderes políticos actuales es

bastante baja como se puede observar en el Gráfico 29:todos fueron aplazados por la población. En todo caso,el menos reprobado es Jorge Quiroga Ramírez (3,4 enuna escala de 1 a 7), le siguen muy de cerca EvoMorales, Juan del Granado y Samuel Doria Medina con3,1 de calificación cada uno. Los líderes que gozan demenor confianza son Gonzalo Sánchez de Lozada yFelipe Quispe, en ese orden.

La baja confianza en los líderes actuales es un reflejonatural del período de transición que vive el sistemapolítico. No existen liderazgos claros, ningún líderalcanza la mínima calificación de aprobación. Este datoes muy importante porque es un mensaje a las tiendaspolíticas tradicionales, nuevas y emergentes. Es un granmomento para renovar liderazgos y proponer nuevasalternativas al país.

Los líderes políticos y sociales se recomponen, porello será importante el cuadro comparativo de lapróxima encuesta para saber en qué nivel se encuentranlos líderes que figuran en el Gráfico 29:

poco los nuevos paradigmas establecen que lo públicoes tarea de todos con el liderazgo del Estado.

Por otra parte, no es casualidad que el 55% de lapoblación tenga una imagen negativa de los partidosdado que en períodos de crisis son los directores delproceso y, aparentemente, los culpables de la descom-posición institucional. Como en el fútbol, se tiende aculpar al técnico. Solamente cuando se acaban los po-sibles blancos de tiro para la censura se comienzan aestablecer visiones en perspectiva y se determina queel problema del fútbol es integral. Con jugadores flo-jos y borrachos, mal controlados y mal entrenados, esdifícil esperar títulos y laureles. Con dirigentescorruptos e instituciones contradictorias se diluyen lasresponsabilidades y la impunidad se impone.

Como en el fútbol, en la política boliviana se hallegado al punto de un ajuste importante que comienzaa entender que el problema es más sistémico quesectorial, por lo que no basta una curita para sanar alpaciente. Los actores políticos son parte del problemay sus debilidades se han puesto claramente demanifiesto: la falta de estrategia y plan de largo plazo,la falta de mecanismos de comunicación con laciudadanía no sólo en los períodos electorales sinopermanentemente. Por otra parte, la falta de articulaciónorgánica entre lo local, lo regional y lo interregional hadebilitado en gran medida la capacidad de los actorespolíticos para construir una base política de acciónsólida. Las debilidades son bastante claras, pero enmomentos de crisis las autopsias son inútiles y todavíael paciente está con vida y con grandes posibilidadesde mejorar.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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139

El gobierno (Poder Ejecutivo y PoderLegislativo)

Un indicador que ayuda a demostrar la falta deconfianza de la población en el gobierno es “los logrosdel referéndum” (Gráfico 30). La alternativa“gobernantes harán lo decidido” muestra que el 52,8%de la población no cree que los gobernantes cumplancon la decisión del referéndum. La falta de credibilidaden la capacidad del gobierno para cumplir con unmandato del pueblo se hace evidente.

El rol de los líderes políticos en este momento decrisis es fundamental. No han estado a la altura de lascircunstancias y han precipitado, por su falta de visióny compromiso con lo público, la renovación deliderazgos en marcha. El referéndum fue una tabla desalvación para reconfigurar el mapa político nacional,sin embargo, esta oportunidad como tantas otras fueobviada por los líderes políticos, precipitando el procesode descomposición de la legitimidad del actualcolegiado parlamentario.

Los problemas a resolver por la AsambleaConstituyente

Bolivia atraviesa un momento de transición políticay social que representa el agotamiento de una etapa y elnacimiento de otra. Esta coyuntura obedece a un procesode transformación institucional adoptado por la agendade gobierno. En esta agenda, la Asamblea Constituyentees el escenario propicio para diseñar las institucionesque configurarán la arquitectura organizativa del Estado.Así, las instituciones vigentes tienen en el procesoconstituyente una oportunidad para su reorganización yrediseño en función a los retos que la coyuntura política,social y económica del país ha planteado.

La configuración de una nueva arquitecturainstitucional no puede desarrollarse sin un norte claro.Las instituciones deberán necesariamente responder aun plan estratégico que determine el para qué de suexistencia. Por lo tanto, una Constitución Política delEstado que se diseñe sin una “visión de país” tenderá arepetir los errores que contribuyeron a la descapi-talización social de su estructura.

Los factores políticos de liderazgo posible ycapacidad de consenso se encuentran en manos de losactores políticos y sociales que conducirán el proceso.Este espacio de ejercicio del nivel más alto de la políticaes el escenario ideal para la construcción de liderazgosnuevos y legítimos en Bolivia.

El período democrático boliviano tiene en sutransición la oportunidad histórica de construir laestructura política del futuro sobre la cual serecomponga el saludable juego de competencia por elpoder.

El Gráfico 31 refleja la necesidad de la poblaciónde cambiar a través de la Asamblea Constituyente alParlamento y de incorporar la segunda vuelta para laelección del Presidente de la República. Esto reafirmaclaramente la cultura y tendencia presidencialista delos bolivianos.

Los ejes temáticos a tratarse en la AsambleaConstituyente apuntan claramente al Parlamento, laPolicía, las FFAA, el Poder Ejecutivo y sus mecanismosde elección, los derechos indígenas, las autonomías yla distribución de la tierra. Sobre esta base temáticagirarán los nuevos paradigmas políticos bolivianos. Loslíderes políticos y sociales estarán obligados a construirconsensos y establecer organizaciones pluralesconformadas por visiones pluralistas del Estado.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

´

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140

Cualquier iniciativa política que tienda a un solo sectordel país como objetivo político quedará sin opciones.El desafío central de la Asamblea Constituyente paralos nuevos líderes políticos y sociales es construir unaoferta que contenga aspectos comunes de las diferentesvisiones del país.

Los resultados que muestra el Gráfico 32 sonpreocupantes, en el marco de la Asamblea Constitu-yente. La mala imagen de los partidos políticos con-duce a una baja participación de la población en polí-tica, el 80,4% de la población indicó que su participa-ción política es muy baja o nula mientras que un 9%declaró que tiene una participación alta en la política.

En la medida en que no se involucre a la ciudadaníaen la participación política no habrá resultados en laspolíticas públicas que generen el fortalecimiento de losciudadanos. Es fundamental establecer mecanismos quefomenten la participación de la ciudadanía en la políti-ca. La principal razón para el rechazo a la participa-ción política es la falta de canales legítimos, transpa-rentes y accesibles de participación en los partidos. Sino se tiene padrino político o no se es pariente del cau-dillo no se puede pensar en participar. Los mejores

alumnos y los profesionales más capaces encuentranmayor remuneración y reconocimiento a sus méritosen ámbitos fuera de la política. La política, tradicional-mente, ha sido cooptada por los profesionales que nohan sabido integrarse a la vida profesional privada oque quedaron fuera del sistema.55 No es una casualidad

Nota: Todos los valores en (%)Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, La Paz,CNE, 2004.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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Los actores políticos y sociales en Bolivia

141

que los datos obtenidos muestren que las personas conmenor educación y menor nivel económico social bus-quen mejores oportunidades económicas y sociales enla carrera política. En un contexto tan adverso es natu-ral encontrar indicadores que muestren la desconfian-za de la población a la hora de participar en política. Siesto no cambia, y la Asamblea Constituyente es unaoportunidad extraordinaria para comenzar el procesode cambio, difícilmente se podrá la mejorar “la calidadde la democracia”.

3.8. Los desafíos de los actores políticosUno de los resultados más importantes del estudio

(Gráfico 33), que lleva inmerso un mensaje fundamentalpara los actores políticos, es lo que piensa la ciudadaníade la política. Cerca de la mitad de la población ladefinió como corrupción. Si a esto se suma el porcentajede los que opinan que la política es una lucha por elpoder y los que la consideran como otorgamiento decargos, se llega a 77% de la población que no tiene unconcepto claro de la política.

En pocas palabras, puede decirse que política es “elconjunto de prácticas de gobierno de una sociedad”.

La política incluye, por lo tanto, todas las actividadesformales e informales que conforman las institucionesde gobierno de un Estado. Las actividades formalesestán establecidas por la Constitución o por lacostumbre y la tradición de la vida política de un país.Son las instituciones reconocidas por todos las quedeterminan el modo de ejercer autoridad y gobiernosobre un territorio o nación y los mecanismos paragenerar los poderes del Estado y su funcionamiento.Las actividades informales están dadas por el modo deejercer el poder dentro de un gobierno o en la vidapública de una nación, son los modos validados por suuso o legitimados por la opinión pública; por ejemplo,las políticas de consenso o las elecciones de dirigentessindicales.

De este modo, la vida política está estrechamenteligada al gobierno y a la vida pública. Al gobierno,pues considera su gestación y continuidad, lasrelaciones internacionales entre los Estados y la mejorforma de gobernar un país; a la vida pública, pues lavida política es de relevancia para toda la sociedad sipensamos en un estilo de vida o en un régimen socialdemocrático.

La política engloba todo lo que tiene que ver con lalitis de la polis, es decir, con todo lo que se refiere a lopúblico y trata de resolverlo para garantizar lasupervivencia de la sociedad. La política nos involucraa todos y todos hacemos política en todos los ámbitosde nuestra vida. Los bolivianos tenemos un conceptolimitado y negativo de la política. Bernard Cricksostiene que “la persona que desea que la dejen en pazy no tener que preocuparse de la política acaba siendoel aliado inconsciente de quienes consideran que lapolítica es un espinoso obstáculo para sus sacrosantasintenciones de no dejar nada en paz”.56 Por su parte,Fernando Savater agrega:

todos los seres humanos nacemos bajo una serie dedeterminaciones institucionales no elegidas que abar-can leyes, costumbres, interpretaciones históricas,mecanismos económicos, lecturas sociológicas o re-ligiosas de la realidad, etc. No sólo venimos al mun-

GRÁFICO 33: Concepto de política

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Otorgamiento decargos8,1 %

Corrupción47,8 %

Profesión comocualquiera

3,4 %

Actividad honrosa1,5 %

Representar a losdemás7,1 %

NS/NR3,3 %

Servicio al país9,5 %

Lucha por el poder19,4 %

55 Existen reiterados y diferentes comentarios al respecto en estudios del PNUD o de IDEA Global en: International IDEA, El papel de lospartidos políticos en el fortalecimiento de la institucionalidad democrática. Texto preparado en ocasión de la XVII Cumbre de Jefes deEstado y de Gobierno del Grupo de Río, Cusco, Perú, 23 y 24 de mayo, 2003.

56 Crick, Bernard, En defensa de la política, Tusquets, Barcelona, 2001.

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do involuntariamente (por la buena razón de que nues-tra voluntad es precisamente lo que aparece en elmundo con nosotros) sino también involuntariamentesometidos a un orden sociocultural que nos preexiste,fruto de azares, atavismos, conquistas, expolios y re-formas acumuladas durante siglos. Cuando cobramosconciencia de esta situación, podemos someternos aella con relativa pasividad, intentando acomodarnoslo mejor posible a las circunstancias y obtener elmáximo provecho personal de lo establecido (procu-rando en todo caso esquivar sus males más apremian-tes). Pero también podemos aspirar -intelectual y prác-ticamente- a reformarlo, de tal modo que este ordeninvoluntario se convierta en mayoritariamente volun-tario, o sea, estableciendo por medio de transforma-ciones institucionales los requisitos mínimos que de-berían reunir las normas y poderes constituidos paraque la mayoría de los afectados por ellos pudieranaceptarlos y no sólo padecerlos. En ambos casos seestá interviniendo en la configuración política delmundo: en el primero al modo conservador, favore-ciendo la consolidación de lo establecido; en el se-gundo de manera transformadora, reformista o inclu-so revolucionaria.57

El interés por la política es algo que desprecian losautoritarios y los que se niegan a combatir con ideas.La política es una opción natural del ser humano parainfluir en su propio destino. La democracia es elmecanismo social conquistado en un proceso deevolución humana para otorgarle al ciudadano laoportunidad de participar en la construcción de sucircunstancia. La política importa y mucho, sobre todoen Bolivia donde se la ejerce desde su lado más oscuro,clientelar, mezquino y perverso. Satanizar sus principiosy su pertinencia puede llevar a un proceso dedescomposición de la sociedad que termine dondeempezamos: en manos de un tirano uniformado odisfrazado de legitimidad castrense.

Los datos sobre el concepto que tienen los bolivianosde la política son una alerta sobre las consecuencias deesa desorientación colectiva que pone en peligro a lademocracia (Gráfico 33). Es urgente elaborar unaestrategia de comunicación que informe sobre los

principios básicos democráticos y comience atransformar el conocimiento convencional de laciudadanía en orientación a la política con mayúscula.

GRÁFICO 33: Concepto de política

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Otorgamiento decargos8,1 %

Corrupción47,8 %

Profesión comocualquiera

3,4 %

Actividad honrosa1,5 %

Representar a losdemás7,1 %

NS/NR3,3 %

Servicio al país9,5 %

Lucha por el poder19,4 %

57 Fernando Savater, El valor de elegir, Ariel, Argentina, 2004.

4. ANÁLISIS DE LOS ACTORESSOCIALES

Los actores sociales presentes en una determinadaárea geográfica dependen de los procesos estructuralestanto económicos como socio-demográficos o políticos.El papel que juegan en esa área geográfica depende dela forma particular en que se organicen como unidadesde acción (Pirez, 1995: 3).

Los sujetos se convierten en actores sociales en lamedida que logran comprender y alcanzar sus intereses.En este sentido, los representantes de organizacionespopulares son actores sociales cuando logran organizara la población y defender sus intereses; otros actoressociales son, por ejemplo, los representantes deinstituciones como los comités de salud, parroquias,gobierno local, universidades y organizaciones nogubernamentales, entre otros.

Un actor social se define por las metas que se hapropuesto alcanzar y por su capacidad para modificarla realidad. Los actores sociales en el proceso de par-ticipación social requieren condiciones para negociar

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un campo de tensiones y contradicciones único quearticule los diferentes principios y orientaciones deacción que surgen de la democratización política, lademocratización social, la reestructuración económica,la identidad y la modernidad.

Tampoco se puede seguir pensando en un Estadoque sea el unificador exclusivo de la vida social, nipuede prescindirse de una intervención del Estadodirigida precisamente a la constitución de los espaciosy de las instituciones que permitan el surgimiento deactores significativos y autónomos. Si el Estado y, enciertos casos, los partidos y la clase política nocumplen la función de recrear las bases de laconstitución de actores sociales, el vacío social y lacrisis de representación se mantendrán indefini-damente.

Los actores sociales son el motor de la democraciaboliviana. Tradicionalmente sindical y campesina,Bolivia ha aprendido a organizarse cada vez mejor encomunidades en función a las organizaciones llamadasde base. Con una cultura idiosincrásica pluralista, lasociedad boliviana ha desarrollado un conocimientoconvencional sobre sus capacidades de asociación yorganización política de acción más homogéneas delo que se supone. Si estas energías políticas seincorporan al lenguaje institucional del Estado y sisus prácticas se adaptan a la dinámica oficial de susinstituciones aportarían cualitativamente al procesodemocrático.

Los actores sociales están entrando en una dinámicasistémica e institucional. Parece ser que la tendencia aincorporarse a la competencia por el manejo del poderes evidente dada la apertura del Estado por medio delas leyes de partidos políticos y agrupacionesciudadanas y pueblos indígenas. Un desafío del actualperíodo de transición es seguir incentivando estoscomportamientos. En la medida que los movimientossociales elijan los mecanismos institucionales vigentespara participar en el debate, la negociación, la propuestay la contienda política, la democracia se verá fortaleciday enriquecida con nuevas alternativas de representacióny canalización de demandas de la sociedad.

4.1. La identificación de los actoressociales en el estudio

Entre los diferentes actores sociales encontrados alo largo del estudio podemos citar: Iglesia, empresa

sus intereses y para concertar. La construcción y de-sarrollo de los actores sociales consiste en equipararlosrespetando su diversidad para, así, superar la posibi-lidad de que unos ignoren y excluyan a otros.

Los actores sociales son portadores de algún rol omisión histórica frente al cual tienen que adaptarse, esdecir, son “agentes” más que actores a los que alguien,el científico convertido en ideólogo o el partido, debeleerles o decirles su misión. No hay, en sentido estricto,acción o creación de parte de los actores, sino lecturade leyes históricas generales y comportamientosadecuados o inadecuados respecto a esas leyesestructurales.

La acción social de los actores no está dadaunívocamente por la lucha contra “la” dominación opor un tipo de sociedad determinada ideológicamentepor otras orientaciones. La autonomización einterrelación de diversas dimensiones sociales que antesaparecían principalmente en la economía y la políticadan origen a diversos conflictos, luchas y movimientossociales y, por lo tanto, a diversas finalidades de talesluchas.

La organización de la acción colectiva y laconformación de actores sociales se hace cada vezmenos en términos de la posición estructural de losindividuos y grupos y más en términos de ejes de sentidode esa acción. Por otro lado, no existe un proyectosocietal único que ordene las acciones y fije susrelaciones, prioridades y determinaciones en términosestructurales, sino que cada uno de ellos es igualmenteprioritario, tiene su propia dinámica y define actoresque no necesariamente son los mismos.

Los actores clásicos han perdido parte de susignificación social y tienden a corporativizarse. Losemergentes a partir de las nuevas temáticas post-autoritarias no logran constituirse en actores estables ocuerpo de ciudadanos, sino que aparecen más comopúblicos o movilizaciones eventuales. Los actoressociales tienden a ser reemplazados por movilizacionesesporádicas y acciones fragmentarias a veces en formasde redes sociales significativas pero con bajainstitucionalización y representación políticas o porreacciones individuales de tipo consumista.

Ya no se puede pensar en la conformación de actoresal estilo del pasado. Es necesario reconocer que es casiimposible que haya un solo sujeto o movimiento socialcentral o actor social o político en torno al cual se genere

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privada, medios de comunicación, juntas de vecinos,organizaciones comunitarias, indígenas, mujeres, co-mités cívicos, otras iglesias, organismos no guberna-mentales, organizaciones sociales, organizacionescampesinas, empresas transnacionales y movimien-tos sociales.

4.2. La legitimidad de los actoressociales

Los actores sociales en Bolivia representan el grupopolítico con mayor legitimidad. Su imagen y su apoyoestán por encima de los partidos políticos. Esto tienedos explicaciones básicas:a No ejercen el poder y, por lo tanto, no se desgastan

en la gestión del Estado. Se mantienen en un planode control social y de generación de demandaspúblicas.

b Representan a grupos de interés con mecanismosinternos de control social permanente que renuevanliderazgos, trabajan sobre una cultura participativay eligen a sus representantes por mecanismosformales que garantizan la legitimidad de su acción.Los actores sociales en Bolivia, dada su amplia

tradición corporativa, están conformados por diferentesclivajes y grupos de interés que representan distintasvisiones y posiciones respecto a temas particulares deinterés público. Son los agentes de cambio del actualproceso de transición, en el que pasan de sermovimientos sociales a partidos políticos, dejando elespacio para que los liderazgos y organizacionessociales del futuro se renueven y adapten a los nuevosparadigmas de la democracia boliviana en el siglo XXI.

El poder no desaparece, se transforma, dice unprincipio marxista. Los movimientos sociales seencuentran en un período de cambio en el cual losnuevos actores sociales llenarán los espacios de los quemigraron a la lucha por el poder. Estos cambiosevolutivos del proceso democrático significan elcomienzo de la recomposición de los puentes entre lasociedad, los movimientos sociales y los partidospolíticos. Este proceso no será rápido; crecerá de lolocal y municipal a lo regional y, por último, al espaciopolítico nacional donde los actores locales y regionalesharán alianzas estratégicas para conformar los frentespolíticos mayores en función a intereses e ideologíascomunes.

4.3. La representatividad de los actoressociales

Las organizaciones ciudadanas y étnicasconformadas a raíz de la Ley de AgrupacionesCiudadanas y Pueblos Indígenas son el pilarfundamental sobre el cual se comienza a reorganizar elmapa político boliviano. El 53% de los bolivianospiensa que son un brazo más de los partidos políticos yno están lejos de la verdad. Las nuevas instancias deintermediación política creadas por ley son una formamás de llamar a los partidos políticos, los cuales pordefinición no sólo buscan competir por el “poder”, sinohacer ejecutivamente gestión del Estado. El 44% delos bolivianos piensa que estas agrupacionesrepresentan a los ciudadanos mejor que los partidos.Esa percepción tampoco está lejos de la verdad ni esexcluyente de la anterior. Las agrupaciones ciudadanase indígenas fueron concebidas para las eleccionesmunicipales de diciembre de 2004, sus objetivos estánen función de conseguir el poder local municipal. Conlibertades nunca antes contempladas en la gestiónpolítica local, los ciudadanos pudieron establecerorganizaciones que prescinden del clientelismo nacionalde los partidos tradicionales. Es decir, las nuevasagrupaciones ciudadanas representan los intereseslocales de cada región del país. En consecuencia, sugestión política está más vinculada a los ciudadanosque a las anteriores gestiones de gobierno. Estosmecanismos propiciarán la construcción deinstrumentos políticos locales de abajo hacia arriba,

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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dado que es más difícil para los políticos tradicionalesmantener un control clientelar sobre los actores locales.

Para entender los datos del Gráfico 34 debemosrecordar que se trata de percepciones que no sonexcluyentes pero que las agrupaciones ciudadanas sonmás representativas a nivel local que los partidospolíticos tradicionales.58 Por su parte, los nuevosinstrumentos políticos son los futuros brazos o célulasde los partidos políticos regionales y éstos, a su vez,las plataformas de los partidos políticos nacionales. Encualquier caso, los partidos políticos del futuro tendránpoco que ver con la dinámica de los partidostradicionales vigentes. A pesar de que mantengan susigla, la dinámica política y el mapeo multi-espacialde la política obligarán definitivamente a diseñar nuevasestrategias políticas de acción.

Las organizaciones ciudadanas y étnicas antes de laLey de Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenaseran consideradas, en gran medida, representanteslegítimas de la población en aspectos determinados ybien definidos. Después de la Ley cambiaron sunaturaleza pasiva al haber ingresado al ruedo electoralpara la competencia política. De acuerdo con algunaspercepciones del estudio, la política se equipara a lacorrupción. En consecuencia, puede pensarse que alingresar en competencia con los partidos políticos porla toma del poder, las agrupaciones ciudadanas y lospueblos indígenas serían cooptados por éstos yreplicarían el comportamiento clientelar tradicional. Decualquier modo, el proceso de transición es unaoportunidad inmejorable para comenzar a cambiar lacultura política boliviana.

Los resultados de las elecciones municipales(diciembre 2004) muestran que las agrupacionesciudadanas y los pueblos indígenas no han tenido laaceptación que se esperaba porque no han reemplazadoa los partidos políticos. El proceso de cambio yrenovación es siempre gradual. No existen transfor-maciones importantes en períodos cortos, los cambiosestructurales y trascendentales se dan en períodos largoscon fases intermedias y un proceso de adaptación y defortalecimiento imprescindible.

Otros actores sociales que cuentan con el apoyo dela ciudadanía son los indígenas, sin embargo, este apoyo

tiene diferentes rangos (Gráfico 35). De acuerdo a laspreguntas que aglutina este indicador, un porcentajemínimo (18,3%) de la ciudadanía aprueba que estosactores sociales elijan sus representantes y reconocesu derecho a gobernar el país, a ser respetados en suscostumbres y a participar en política; mientras que39,2% los apoya de manera intermedia, es decir, sóloen algunos aspectos de los derechos mencionados. Lasuma de ambos porcentajes no alcanza a 62,5% de lapoblación que, según el Censo de Población y Viviendade 2001, es la que se autoidentifica como indígena uoriginario, es decir que ni los propios autoidentificadosapoyan sus propios derechos.

El 42,5% de la ciudadanía reconoce mínimamentelos derechos de los indígenas. Este porcentaje muestraavances en el reconocimiento de estos actores socialesen nuestro país. Hubiera sido importante contrastar estosresultados con la información del año 1999 paraestablecer si existe un cambio de mentalidad en lapoblación respecto a los derechos indígenas, si está ono aprendiendo a reconocer y aceptar que Bolivia esun país multi y pluricultural. Sin embargo, en el estudiode 1999 este asunto no fue consultado.

El Gráfico 36 presenta el apoyo de la ciudadanía alos derechos de los indígenas según el nivel socio-económico de los encuestados. A mayor niveleconómico menor apoyo a los derechos indígenas

58 Entiéndase por agrupación ciudadana o indígena a un partido político local.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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(60,5%); 56,2% de las personas ubicadas en un nivelsocial económico medio apoyan de manera reducidaestos derechos mientras que un 39,5% de las personasde nivel social económico bajo muestran un apoyo bajoa los derechos indígenas. Considerando nuevamente losresultados del Censo 2001, el nivel de pobreza es másimportante en el área rural (90,8%) donde generalmentehabitan las personas autoidentificadas como indígenasu originarios. Tomando en cuenta estos datos, hay unaparadoja interesante el menor apoyo a los derechosindígenas por parte de la población de nivel socialeconómico bajo, es menor al apoyo de la sociedad dealto nivel económico. Este dato refuerza una conclusiónya explicitada: los indígenas no conocen a profundidado no apoyan sus propios derechos, lo que podríasignificar que no tienen la confianza suficiente en suspropios representantes. Esta es una paradojasignificativa que evidencia una realidad muyimportante, no hace falta ser indígena para estar a favorde derechos universales y proteger los valores culturalesy tradiciones ancestrales de la sociedad boliviana.

Observando los resultados de apoyo a los derechos

indígenas y cruzando esta variable con la clasificaciónracial (Cuadro 6) se evidencia que las personasautoidentificadas como mestizas otorgan sobre todoapoyo medio y bajo a los derechos indígenas (41,26% y41,87%, respectivamente) y sólo 16,87% otorga un altoapoyo. Por su parte, del total de encuestados que seidentificaron como originarios, el 40,56% apoyamedianamente los derechos indígenas mientras que un31,40% otorga un bajo apoyo y sólo el 28,04% declaraun apoyo significativo. Estos resultados muestranclaramente que los propios originarios no apoyan susderechos, no están convencidos de que sus representantespuedan y deban llegar al Parlamento o a la Presidenciani de que todas sus costumbres deben ser respetadas,aun cuando estén en contra de la democracia.

Del total de personas blancas encuestadas, el 56,97%manifestó bajo apoyo a los derechos indígenas, un32,37% apoyo medio y sólo el 10,65% expresó un altoapoyo. Estas cifras reflejan el grado de discriminaciónque existe. Los niveles de apoyo de la poblaciónafroboliviana59 son muy bajos, el 70,38% de losencuestados declara un apoyo bajo, sólo un 7,26%

GRÁFICO 36: Bajo apoyo a derechos indígenas por nivel socioeconómico

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Bajo apoyo Medio apoyo TotalNivel deapoyo / raza

Alto apoyo

N % N % N % N %Blanca 287,3 56,97 163,33 32,37 53,75 10,65 504,51 100,00Negra 732,30 41,87 721,65 41,26 295,16 16,87 1,749,11 100,00Originario 200,67 31,40 259,19 40,56 179,17 28,04 639,03 100,00Total 1,241,52 42,48 1,146,36 39,22 534,78 18,30 2,922,66 100,00

Fuente: Base de datos, Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, CNE, La Paz, 2004.

CUADRO 6: Nivel de apoyo a los derechos indígenas según raza

59 En la encuesta de la CNE se utiliza “raza negra”, por razones de respeto y pertinencia sociológica se cambió el término a afroboliviano.

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proporciona un respaldo medio y el 22,36% expresaun mayor apoyo.

Analizando los datos de alto apoyo a los derechosindígenas según “raza”, los resultados señalan(Gráfico 37) que el 28% del total de personasencuestadas de la raza originaria otorga un alto apoyoy representa el mayor porcentaje entre las demás razas.Le sigue el apoyo de la población afroboliviana quealcanza al 22,4%. Finalmente, sólo el 16,9% y el10,7% de los identificados como pertenecientes a laraza mestiza y blanca, respectivamente, proporcionanun alto apoyo a los derechos indígenas. Estosresultados reflejan el fuerte sentimiento dediscriminación racial que existe en el país,especialmente de los blancos y mestizos, pero tambiénes preocupante que los propios indígenas no apoyende manera más contundente sus propios derechos.

Los datos son muy preocupantes. Reflejanclaramente el nivel de discriminación que sufren losindígenas en Bolivia y la necesidad de hacer algocualitativamente importante al respecto. La eficacia yeficiencia con la que los nuevos representantes políticosindígenas gestionen sus mandatos será determinantepara aportar al capital social de su liderazgo. Esfundamental para Bolivia y su futuro democráticodiseñar programas de apoyo y capacitación política alos representantes indígenas. También se deben hacercampañas de información sobre igualdad, equidad ypluralismo en toda la sociedad boliviana de manera quese vayan sembrando las semillas de la multiculturalidad.La Asamblea Constituyente será el punto de partida deun proceso que tiene mucho camino por recorrer y quenecesita el compromiso de todos los ciudadanos paraconsolidar un período de inclusión que garantice paz yequidad en una sociedad tan diversa.

El enfoque de géneroOtro actor social muy importante en la sociedad

boliviana es, sin duda, la mujer, que representa, deacuerdo al último Censo de Población y Vivienda (INE,2001), la mitad de la población. En las últimas décadas,este sector ha propiciado mayores demandas departicipación y reconocimiento de sus derechos; enalgunos aspectos ha logrado avances significativos yen otros no ha logrado cambiar su situación. Sinembargo, de acuerdo a los resultados de la investigacióncuantitativa (Gráfico 38), del total de las personas queapoyan los derechos de las mujeres, el 69,5% declaraapoyarlos medianamente y un 25,6% expresa sólo unapoyo mínimo.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

A diferencia de los derechos de los indígenas yoriginarios, la población opta por un apoyo medio alos derechos de las mujeres, es decir, respalda algunos

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derechos como la igualdad de oportunidades de trabajo,educación, manejo del país, obligaciones y derechos ycapacidad para ser Presidente.

Se debe resaltar el bajo porcentaje de personas(4,9%) que apoya en alto grado los derechos de lasmujeres. Esto ratifica lo que algunos investigadoressostienen: los grupos poblacionales no otorgan apoyoa sus similares.

El Gráfico 39 expone los resultados del bajo apoyoa los derechos de las mujeres de acuerdo al género.Los hombres (27,7%) declaran apoyar mínimamenteestos derechos, sin embargo existen también mujeres(23,9%) que tienen esta posición. Este porcentajesignificativo puede ser explicado, principalmente, porla propia situación personal, es decir, algunas mujeresperciben que no tienen las mismas oportunidades detrabajo, ni de educación, menos de derechos y, por lotanto, no se sienten preparadas para llegar a lapresidencia del país.

La percepción de la igualdad de género de lapoblación es amplia respecto a los que opinan que noexiste. Sin embargo, este resultado debe ser tratado conmucho cuidado, porque si se consideran otros estudiose indicadores sobre la participación de la mujer en elámbito laboral y educacional la votación que obtienenlas candidatas mujeres expresa una enorme falta deequidad de género. A esta conclusión llega también elestudio (CNE, 2004: 116).

Una de las razones de este resultado puede ser aque la consulta directa sobre equidad60 tiende a inducira que las personas oculten sentimientos o comporta-

mientos, principalmente por vergüenza ante quien rea-liza la encuesta (los hombres por no reflejar machismoy las mujeres por no mostrar que son víctimas del ma-chismo). Entonces, los resultados se disfrazan de unaigualdad que no existe (Gráfico 40).

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

60 Preguntas directas: ¿Usted cree que hoy las mujeres tienen iguales oportunidades de trabajo que los hombres? ¿Está usted de acuerdo conque la educación es más importante para los hombres que para las mujeres?, entre otras.

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

También se analizaron los resultados a nivel detramos de edad y socio-económico y estos no muestranmayor diferencia. Por este motivo, no es posible obtenerconclusiones definitivas sobre la percepción de lapoblación respecto a este grupo social tan importante.

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4.4. Las fortalezas de los actoressociales

Los movimientos sociales son entidades deintermediación entre la ciudadanía y el Estado, perono están en la carrera por el poder y el control de laviolencia del Estado. Los movimientos sociales sonfundamentales para garantizar un control social efectivoporque son protagonistas democráticos imprescindibles.En la medida en que incursionan en la arena política yla competencia por el poder dejan de ser movimientossociales para convertirse en partidos políticos. Y cuandoestos movimientos abandonan su papel clásico deintermediación, surgen nuevos actores en la sociedadcivil que llenan el vacío dejado.

El período de transición vigente constituye unperíodo de cambio para todos los actores políticos. Elmovimiento de unos significa el reacomodo de otros yel surgimiento de nuevos protagonistas con distintascaracterísticas. Puede pasar todo o no pasar nada, pero

lo importante es que en el nuevo esquema político larenovación de los actores es una clara fortaleza de losmovimientos sociales.

La imagen positiva que tienen las institucionessociales (actores sociales) en contraposición con laimagen de los actores políticos, es una fortalezaevidente de su naturaleza (Gráfico 41). Del total de lapoblación, 65,8% considera que la Iglesia Católica esla institución que más ha contribuido a la democracia,que no es corrupta, que trabaja mejor que otras y quepor ello es de su confianza. Por lo tanto, tiene la mejorimagen positiva entre 19 instituciones públicas yprivadas.

Resalta que el segundo lugar lo ocupa “ningunaentidad” con 43%. Esto no sólo refleja que la poblaciónha perdido la confianza en el sistema institucional,evidencia también un vacío que deberá ser llenado porun nuevo actor político. Este aspecto es importante ypreocupante a la vez. El Estado está conformado por

Nota: Todos los valores en (%) base 300Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudio nacional, CNE, La Paz, 2004.

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varias instituciones y si éstas no tienen legitimidad niconfianza de la población debe inaugurarse un procesode cambio del diseño institucional que garantice sufortalecimiento y el compromiso de la sociedad. Laoportunidad para este cambio es la AsambleaConstituyente. La imagen positiva de importantes actoressociales debe ser aprovechada para impulsar un períodode diálogo y concertación en torno a los nuevoslineamientos democráticos. La fortaleza fundamental delos actores sociales es la legitimidad e imagen positivade sus principales instituciones representativas.

Es destacable que las alcaldías sean las primerasinstituciones públicas que tienen una imagen positivaen la población. Un aspecto esencial de estasinstituciones es que sus autoridades son elegidas demanera directa, con mayor control de parte de lapoblación y con mecanismos de control socialinstitucionalizados (accountability).

Otra institución pública que tiene una imagenpositiva es el Defensor del Pueblo, con el 29,1% deapoyo de la población. Esta es una institución que, apesar de haber sido importada, ha sabido construir uncapital social propio, adaptándose a la idiosincrasiaboliviana y generando valor público permanente en lasociedad. El Defensor del Pueblo es un claro ejemplode lo que se debe hacer en Bolivia a fin de construircapital social propio, generar valor público y ofrecerresultados a la sociedad. Sobre estas fortalezas se debenconstruir las bases de las nuevas instituciones socialesemergentes del país.

4.5. Las debilidades de los actoressociales

Aunque la población se siente mejor representadapor las organizaciones sociales, ahora en transición,como las agrupaciones ciudadanas y los pueblosindígenas, éstas no tienen experiencia ni estrategiasclaras para competir con los partidos políticostradicionales. El 86,2% de la población boliviana tieneuna baja participación social. Alrededor del 11,1% tieneuna participación media y sólo un 2,7% participa eneste tipo de organizaciones sociales (Gráfico 42). Eldesafío de estas instancias sociales es ofrecer a losciudadanos mecanismos transparentes de participaciónsocial para incentivar su involucramiento yempoderamiento.

Revisando la información sobre la baja participa-ción social de la población, se observa que el niveleducacional es un elemento muy importante de estecomportamiento: a menor educación menor partici-pación social. Sin embargo, no se puede afirmar queel nivel educativo sea determinante, porque la bajaparticipación social de los diferentes segmentos de lapoblación está sobre el 83,2% y el porcentaje de va-riación entre los extremos (ningún nivel de educacióny educación superior) sólo alcanza a 12,4 puntos por-centuales (Gráfico 43).

Del total de las personas que participan en algunaorganización social (Gráfico 44), destacan las juntasvecinales (50,1%), la Iglesia (44,2%) y los clubesdeportivos (32,5%). Se debe aclarar que en laparticipación en la Iglesia y en los clubes deportivos esvoluntaria mientras que en las juntas vecinales laspersonas generalmente se ven obligadas a participarpara lograr un determinado beneficio.

Las juntas vecinales trabajan en base a la presión.Los líderes obligan a los vecinos a participar bajo laamenaza de no recibir un servicio determinado, es decir,de no atender sus demandas. Las amenazas contraquienes no participan llegan incluso a la expulsión delbarrio donde viven.

Este mecanismo de acción colectiva (la participación“casi obligada”) es parte de la cultura nacional y lasemilla para construir una auténtica cultura participativa

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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en base a la libertad de elección. Si tomamos en cuentaque la participación política y social es muy baja, debeser una prioridad de las iniciativas sociales y políticasfomentar las existentes, incentivando la libre expresiónpero respetando la cultura tradicional y el conocimientoconvencional de la sociedad boliviana.

El diseño institucional es el arte de concebir lapluralidad desde una perspectiva de equilibrio: se debentomar decisiones para garantizar la voluntad de lasmayorías, respetando a las minorías y diseñando losmecanismos institucionales que permitan la vigenciade ambas visiones.

5. CONCLUSIONES

El análisis de los actores políticos y sociales enBolivia, a propósito del estudio de la CNE, pretendeser una provocación al diálogo, a la argumentación yal debate sobre los aspectos planteados a lo largo deeste texto. Bolivia necesita que los instrumentos deanálisis no sean las soluciones mesiánicas al debate sino

que sirvan de provocación al pensamiento y a las ideasa fin de resolver dialécticamente los grandes desafíosque plantea un período de inflexión como el presente.

El estudio de la CNE es un gran instrumento queservirá de referencia permanente y de muleta empíricaa las hipótesis y reflexiones sobre el devenir de lapolítica boliviana. Es fundamental establecer lasencuestas posteriores sobre la base de la actual paraconstruir indicadores en el tiempo que puedan medirno sólo el comportamiento sino las tendencias de losactores políticos y sociales.

La ciencia política es una señora que se basaprincipalmente en las estructuras subjetivas de análisis.En la medida que no existan herramientas cualitativasclaras, como la encuesta en cuestión, la dialéctica y eldebate se pierden en niveles de abstracción sólo útilespara fines académicos y científicos. Es necesario bajarel apoyo técnico y académico a la cancha de la políticareal. Es necesario provocar a los actores políticos ysociales con datos empíricos que motiven suinvolucramiento en el debate de las ideas y las visiones

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

Por

cent

aje

Fuente: Cultura política y democracia en Bolivia. Segundo estudionacional, La Paz, CNE, 2004.

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de futuro. Es fundamental que la sociedad bolivianaconstruya espejos virtuales como este estudio paramirarse sin engaños. Es crucial construir losmecanismos de socialización de la información quepermitan conocer más al país y la importancia de lapolítica y sus consecuencias.

5.1 La democraciaEl peor castigo para quienes no se interesan en la

política es que serán gobernados por personas que sí seinteresan, refiere un autor anónimo. El estudio muestraniveles bajísimos de participación política. Éste debeser un llamado de alerta a los actores y sus institucionespara comenzar a pensar y debatir mecanismos prácticospara resolver el problema. Bolivia enfrenta un períodode inflexión y cambio muy profundo. Ya no está endebate sólo la viabilidad de la democracia sino sucalidad para fomentar el desarrollo humano de lasociedad y también la equidad, el pluralismo y laigualdad ante el Estado y sus leyes. La naturaleza y lacalidad de la democracia en Bolivia dependerán en granmedida de la capacidad de sus líderes para enfrentarcon éxito los siguientes desafíos:

5.2. El orden económico 61

El desafío continental es lograr que el capitalismo demercado tienda a democratizar más sus estructuras. Latensión entre los fines democráticos y los del mercadoes obvia y perversa para la sociedad. El modelo neoliberalha agotado los argumentos para seguir consintiendo unamegalomanía o mentira crónica sobre sus paradigmas.

5.3. La internacionalizaciónEste desafío consiste en asegurar que los costos de

la democracia puedan ser evaluados en relación conlas decisiones que se trasladan a los nivelesinternacionales. Hay que velar que se refuercen losmedios para que las élites burocráticas den cuenta desus decisiones. Hay que construir puentes dearticulación administrativa, política, económica yjurídica entre las naciones de la región, particularmentecon los vecinos. En un mundo globalizado, el desafío

para la subsistencia de la identidad de cada país esestablecer alianzas estratégicas regionales que permitanun intercambio equilibrado a la hora de negociar conlos grandes actores internacionales. En las instanciasmultilaterales está la fortaleza de los pequeños paragarantizar sus intereses.

5.4. La diversidad culturalHay distintos tópicos que marcan este desafío:

indígenas, mujeres, gays, grupos étnicos, inmigración,ilegales, etc. Según Dahl, es evidente que lasdiferencias culturales aumentarán por los factores yamencionados. La pregunta es, ahora, en qué medidaestos factores podrán ser resueltos en el siglo queempieza. El desafío se encuentra en construir losmecanismos de comunicación desde la diversidadsobre la base de criterios amplios de respeto a lainterculturalidad.

En un mundo globalizado, el desafío cultural seencuentra en adaptarse a los paradigmas internacionalessin dejar de lado las particularidades de cada sociedad.Ante una homogeneización colectiva de los paradigmasuniversales, las identidades culturales indígenas,mestizas y criollas se convierten en potenciales factoresde competitividad y desarrollo.

5.5. La educación cívicaLa práctica de la política requiere cada vez más una

responsabilidad real con los ciudadanos. Si la culturade la democracia se expande y fomenta, los verdaderosactores de la democracia podrán exigir responsabilidadcon mayor legitimidad.

El paso lento con el que camina la democracia hademostrado ser más seguro y eficaz que los modelosalternativos. Así, a pesar de las críticas, consigueimponerse y superarse.

La escala de crecimiento y comprensión de lademocracia ha aumentado el estudio de los asuntospúblicos. Cada vez son más los asuntos que afectan ala política y más diversos. Por esto, para que loselectores puedan entenderlos, la educación cívica esimportante.

61 Extraído de La democracia y la poliarquía, un análisis sobre los trabajos de Robert Dahl, capítulo XV “El viaje inacabado”, disponible en:http://www.delfos.org.mx/Proyectos/cultura/democracia/capitulo15.html

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5.6. La identidad propiaLos moldes y paradigmas democráticos del pasado

han generado expectativas utópicas sobre lademocracia. La crítica al modelo ha concluido que cadasociedad debe definirse sobre la base de susparticularidades. Si bien los principios pueden seruniversales, el camino para llegar a ellos es diferenteen cada colectivo humano. El desafío es diseñar la rutao camino para acercarse a los principios democráticosdesde una perspectiva propia de cada país.

La “calidad” de la democracia tiene una tareapendiente: determinar las limitaciones y fortalezas dela sociedad para lograr progresivamente una culturapluralista y participativa. Los actores políticos y socialesson la base fundamental de estos desafíos. En la medidaen que estos actores conozcan y entiendan esaslimitaciones y fortalezas podrán comenzar a determinarel valor público que pretenden alcanzar en la sociedada fin crear un capital social legítimo sobre la base delos resultados concretos de su gestión.

5.7. Los partidos políticosLos datos de la encuesta son contundentes respecto

a los desafíos de la democracia, en particular de susactores políticos y sociales. A pesar de la crisis delsistema de partidos, existe un importante porcentaje deciudadanos (57%) que todavía creen en ellos.

Por otro lado, los partidos son los actores con peorimagen ante la opinión pública. El punto de transiciónen el que se encuentra el sistema de partidos políticosabre una ventana de solución a su funcionamiento yestructura para mejorar los aspectos que son criticados.

A lo largo del análisis se ha determinado que:a La lógica netamente electoralista de los partidos ha

olvidado por completo un trabajo permanente decomunicación con la sociedad.

b La estructura vertical de los partidos ha mermadola motivación para que gente nueva y sin padrinossea parte de la política nacional.

c El divorcio latente entre las cúpulas de los partidosy las bases es un factor de censura por parte de laciudadanía.

d Un punto flaco de la dinámica partidaria es la crisisde ideas y programas estructurados que fortalezcanno sólo las propuestas electorales sino también elpedido de cambio del sistema de partidos.

e La dedocracia es una práctica normal y pre- bendalen el sistema de partidos. Hay una ausencia casi to-tal de elecciones democráticas de líderes yrepresentantes que ostentan puestos de poder einfluencia.

f La representación se ha fragmentado y en muchoscasos no existe.

g Las bases han perdido la comunicación con el podery sólo en lo local existe fiscalización electoral delos representantes.

h El Parlamento no ha logrado establecer unmecanismo para canalizar las propuestas ydemandas de la sociedad. Se limita a la tramitaciónde leyes mediante una lógica prebendal que haminado la credibilidad, legitimidad y eficacia de suestructura.

i La falta de renovación y de canales claros para lamovilidad de los líderes en la práctica política soncaracterísticas del clientelismo y el padrinazgo.

j La falta de comunicación y concertación entre lospartidos ha hecho difícil la verdadera discusiónpolítica e ideológica de su sistema, de las reglasmínimas de juego y de los mecanismos de control ynegociación.

k A pesar de sus falencias y defectos es un sistemaque ha dado respuestas y ha aumentado laparticipación política de nuevos actores.Como se refleja a lo largo del estudio, el actual

sistema de los partidos ha propiciado una mayorpluralidad y participación política en Bolivia. La maneracómo el sistema se ha ido minando a sí mismo y laforma cómo el verticalismo de las estructuras partidariasno ha dado paso a la renovación de los liderazgosplantean la siguiente pregunta: ¿Qué se puede hacerpara que el proceso de transición actual recupere lacredibilidad y la capacidad de representación necesariasen una democracia?

Las coincidencias del estudio se pueden resumir entres puntos:a Fortalecimiento en la participación de las bases.

• Apoyar la participación de las bases en lo localmediante seminarios y talleres de gestiónmunicipal y con información sobre lascompetencias de los diferentes representantespúblicos, sus obligaciones y jurisdicciones.

• Financiamiento directo de los programas

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dirigidos a la promoción de nuevos líderes debase para que no se quede en inversiones en lascúpulas de los partidos.

• Fomentar y presionar para que se realicenelecciones internas que garanticen laparticipación de nuevas figuras políticas en elsistema de los partidos.

• Realizar encuentros y seminarios nacionales delíderes de base que propicien redes deinformación para estimular la comunicaciónpolítica interprovincial, interdepartamental einterregional.

• Se deben crear los instrumentos que permitan yobliguen la constante articulación entre loslíderes regionales o locales y la estructuranacional de los partidos.

b Fortalecimiento de los mandos intermedios yrenovación de los liderazgos.• Propiciar talleres sobre mecanismos de diálogo

entre partidos y posibles soluciones al transfugiopolítico.

• Fortalecer los mecanismos de elección derepresentantes de niveles intermedios.

• Propiciar mesas de diálogo entre partidos parala discusión de temas de coyuntura y para temasde largo plazo en políticas de Estado.

• Trabajar en la estructura parlamentaria,incrementando diputados uninominales, paralograr una responsabilidad (accountability) másefectiva.

• Fortalecer el diálogo entre los intelectuales y laclase política para reactivar la creación de ideasen el sector público.

c Mayores espacios de cobertura a los partidos y suspropuestas.• El primer paso de esta etapa debe ser la creación

de una estrategia clara de fortalecimiento delPoder Legislativo y su capacidad de autonomíae independencia.

• Crear instituciones neutrales que fiscalicen elcumplimiento de los pactos y acuerdosinterpartidarios, intergubernamentales einterinstitucionales.

• Crear instituciones de discusión política y socialque sirvan de escenario y plataforma a lospartidos y ciudadanos independientes quepretendan participar de política.

• Establecer formas de trabajo con los medios decomunicación para fiscalizar la información sinviolar las libertades de prensa. Buscar lacolaboración de los medios en la construcciónde una difusión plural y objetiva de lainformación.

• Establecer organigramas y estructuras claras decompetencias de representantes a fin dediferenciar claramente su responsabilidad antela sociedad civil (accountability).

Las sugerencias planteadas pretenden ser unaprovocación al debate y al análisis de los datospresentados en el estudio para generar algunas políticasde acción plurales que contribuyan al procesodemocrático.

5.8. Los movimientos socialesLos movimientos sociales son actores con amplio

espacio de acción en la esfera pública.En la actualidad, la viabilidad de un pacto social ha

pasado de ser una pregunta a una necesidad. Estanecesidad no tiene sentido si no se establecepreviamente un proceso de discusión y reflexión parapaliar el inmenso vacío de ideas y propuestas en elsistema político. El pacto social, por lo tanto, pasa poruna estrategia global que comience con un proceso deconcertación, imaginación y generación de las ideaspara pasar a una agenda de consensos mínimos yculminar en una Asamblea Constituyente que no sólolegitime los acuerdos suscritos sino que garantice lapuesta en práctica de los mismos.

Los movimientos sociales del pasado son ahora losnuevos actores políticos. Su migración a la competenciapor el poder ha renovado los espacios de acciónpolíticos y sociales. En sus manos se encuentra la llavepara viabilizar un acuerdo nacional que propicie eldebate de una agenda de Estado de largo plazo.

Bolivia es un país de intensa actividad política, coníndices de conflictividad bastante altos en comparacióncon otros países. Paradójicamente, el 86% de lapoblación tiene una participación social muy baja. Losactores sociales han demostrado ser los nuevos canalesde participación política y en sus estructuras seencuentra el desafío para sustentar un sistemaparticipativo que genere las demandas racionales yconstructivas para el sistema democrático.

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El efecto de la información políticasobre medidas alternativas

de apoyo a la democracia

Amalia Prado Meza

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El efecto de la información política

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1. INTRODUCCIÓN

En la región latinoamericana, las recientes revueltaspolíticas han develado una aparente volatilidad en elapoyo popular a la democracia como sistema político.La aparición de presidentes elegidos democráticamenteque, fortalecidos por altos niveles de popularidad,autocráticamente reconfiguraron el sistema político haprovocado un cambio de contexto en el cual las dictadurasmilitares brutalmente represivas de antaño ya no son laúnica alternativa política a la democracia.

Esta realidad cambiante no se ha reflejadocabalmente en estudios profundos de medidasalternativas de compromiso con el sistema político ysus determinantes en la opinión pública de lassociedades pos-transicionales. En Bolivia, laproliferación en los últimos años de encuestasauspiciadas por el Estado, organizaciones nogubernamentales (ONG), medios de comunicación einstituciones académicas resultó en una riqueza deinformación social inusitada. En el ámbito político,especialmente en los períodos pre-electorales, lasencuestas se han constituido en una especie deinstitución social, replicando lo sucedido en otros paísescon la introducción de estas técnicas de recolección yanálisis de datos. El desarrollo de las encuestasnacionales permite apuntar algunos aciertos ydeficiencias que se debe considerar.

En general, la existencia de información estadísticasobre opiniones, actitudes y comportamientos limita elrango de lo que las instituciones sociales pueden hacery decir a nombre de la “opinión pública”. Por otro lado,en los últimos años, esta información es cada vez másde carácter nacional. A este respecto, la Corte Nacional

Electoral fue una de las pioneras en proporcionar parael debate los resultados de una encuesta realizada conuna muestra nacional verdaderamente representativa en1999. Hasta entonces, la mayoría de las encuestaspublicadas cubría únicamente las ciudades principales.Las encuestas han aportado a la reflexión y el debate,proporcionando información concreta que permitióaterrizar la discusión basada en una cabal percepciónde las opiniones mayoritarias y minoritarias que resultanigualmente visibles.

Las deficiencias que se puede señalar son másnumerosas, en gran parte resultantes de una falta derigor metodológico tanto en el diseño como en lainterpretación de los resultados. Entre ellas puedenombrarse las siguientes: a) la elaboración delcuestionario no pasa por una fase piloto exhaustiva enla que se pruebe la construcción de los indicadores ylas asociaciones esperadas entre variables; b) la réplicade preguntas estándar no viene acompañada por lateorización correspondiente; c) el muestreo por cuotases aplicado como regla general, sin mayoresexplicaciones ni variaciones acordes a los objetivos delestudio; d) el análisis de los datos es casi exclusivamenteexploratorio y las discusiones de los resultados seasemejan más bien a ensayos post-hoc; e) las técnicasanalíticas usadas –principalmente el análisis descriptivoy las tabulaciones cruzadas– no explotan la riqueza delos datos; f) no se usa lineamientos consistentes para elanálisis y la comparación de los subgrupos; g) laconstrucción de escalas no cuenta con análisis defiabilidad ni con análisis factorial; h) no se considerael uso y la conceptualización previa de las preguntasestándar; i) no se permite acceso a las bases de datospara realizar análisis secundarios que pueden enriquecer

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la discusión; j) finalmente, se da escaso uso a lainformación como base para el diseño de programasde comunicación.

En suma, al igual que en otros países, la introducciónde encuestas en Bolivia transformó la esencia de la“opinión pública” y su relación con otras fuerzaspolíticas. También, al igual que en otros países, eldesarrollo del uso de las encuestas pasa por una faseinicial plagada de problemas metodológicos y teóricoscuya resolución enriquecerá la investigación y suposterior uso en el diseño de intervenciones.

En las últimas décadas, el uso de las encuestas en elámbito de los valores democráticos se ha limitado alrastreo de variaciones de respuestas puntuales. De talmanera, el referente principal en los estudios de valoresdemocráticos es el ítem referido a la preferencia por laforma de gobierno: “¿Con cuál de las siguientes frasesestá Ud. más de acuerdo?: a) La democracia espreferible a cualquier otra forma de gobierno; b) Da lomismo un régimen democrático que uno autoritario; yc) Es preferible un gobierno autoritario a unodemocrático”. Sin embargo, en ausencia de estudiosde panel que comparen una misma muestra a lo largodel tiempo, las fluctuaciones que se observan de unaño a otro no necesariamente son indicativas deproblemas estructurales.

Por otro lado, un principio básico en la investigaciónde las actitudes –sean políticas, sociales o económicas–es que el entrevistado, si bien puede poseer informaciónrelevante, puede no considerarla cabalmente almomento de responder una encuesta (Zaller, 1991). Serecomienda, por tanto, construir escalas o indicadoresy medidas que agrupen una batería de ítems y que son,por tanto, más fiables que medidas basadas en una solapregunta ya que permiten mitigar el efecto del erroraleatorio.

Es concebible que las medidas de apoyo a lademocracia en abstracto, aunque útiles inmediatamentedespués de la transición, tiendan a perder relevanciacon el pasar del tiempo, y que la respuesta a favor de lademocracia se torne socialmente más deseable. Lacontradicción entre los altos niveles de apoyo afectivoa la democracia y los niveles igualmente altos de apoyoa un Ejecutivo elegido democráticamente que gobiernecon mano dura podría ser resuelta a través del uso deuna medida más concreta y rigurosa de apoyo a lademocracia.

El presente trabajo arguye que las medidas de apoyoafectivo ya no captan las preferencias enraizadas y queel contexto regional cambiante hace que un conjuntode preguntas relativas al apoyo normativo sea la mejormedida. Este tipo de apoyo a la democracia como unsistema con procesos y estructuras va más allá de lasasociaciones cognitivas de primer orden que vinculanla “democracia” con la libertad y el rechazo al mandatoautocrático militar. La medida aquí propuesta mide elapoyo a las instituciones democráticas claves comoexpresión de un nivel de apoyo más profundo a lasformas de mandato democrático.

Pero, ¿qué contribuye al apoyo a la democracia? Laliteratura sobre democratización no proporcionaresultados consistentes en cuanto a variablesindependientes que puedan predecir el apoyo a lademocracia. Esto puede deberse en parte a variacionescomparativas entre regiones y países, pero también aobjetivos de investigación distintos. Se parte delpresupuesto de que las variables socio-estructurales sonimportantes, por lo que son incluidas rutinariamenteen los análisis, pero la lista de factores políticoscorrelativos varía grandemente.

Cansada de instituciones democráticas quefuncionan pobremente, la gente puede no apoyartotalmente a la democracia como un arregloestructural. No obstante, en la medida en que la genteesté consciente de que las instituciones democráticas,por muy deficientes que sean, son necesarias para quela democracia exista como tal, los niveles decompromiso normativo serán más altos. A partir delos estudios sobre el papel que juega la informaciónpolítica en las democracias establecidas, se proponeque ésta será la variable independiente que predigamás fuertemente el apoyo a la democracia, mediandoel efecto de las variables socio-estructuralestradicionalmente consideradas en los estudios de lademocratización.

Es concebible, también, que el tipo de informaciónpolítica que uno maneja tiene importancia con relacióna su efecto en el apoyo a la democracia. Se espera quela información sobre las estructuras y los procesos degobierno, como indicador de información más relevantey más profunda, sea una variable independiente másinfluyente en el apoyo a la democracia que la informaciónsobre los actores políticos.

También se considera el papel de otras variables en

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la predicción del apoyo a la democracia. Estas variablesson: confianza en el gobierno, preocupación por lacorrupción, uso de los medios de comunicación,conversación sobre política y apoyo a la coalicióngobernante.

2. ANTECEDENTES EMPÍRICOSY TEÓRICOS

2.1. El contexto regionalEn América Latina, las democracias jóvenes son

sociedades en transición en más de un aspecto.Políticamente, después de décadas de inestabilidad,muchos países de la región están buscando consolidaruna cultura democrática que acompañe mejor el cambiode régimen (Diamond, Hartlyn y Linz, 1999; Berthin yYáñez, 1999; Gamarra, 1998). En lo económico,enfrentan las consecuencias de los procesos deprivatización y la liberalización de mercadosimplementados al inicio de la democratización conelevados costos sociales (Mainwaring, 1999; Remmer,1991; Lagos, 1997). Aunque la reforma estructural hallevado a la estabilidad económica y, en pocos casos,al crecimiento, no ha alterado la distribuciónextremadamente desigual del ingreso, la “peor delmundo” de acuerdo a Becker (1999; ver también,CEPAL, 2000). La estratificación económica y social,por otra parte, está fuertemente relacionada con laascendencia étnica (Jalali y Lipset, 1992-1993). En locultural, un creciente reconocimiento de la diversidadétnica busca reconfigurar identidades nacionales queno excluyan a los grandes y, en muchos casos,mayoritarios grupos indígenas (Degrégori, 1998).

Las sociedades latinoamericanas también enfrentancambios que tienen impacto en la vida política de lasdemocracias ya establecidas. El papel que juegan losmedios de comunicación y las encuestas en lasdemocracias jóvenes ha merecido últimamente unamayor investigación (Mayobre, 1996; Mayorga, 1999;Basáñez, 1995; Conaghan, 1995; Bennett, 1998;O´Neil, 1998). En su revisión bibliográfica, O´Neil(1998) concluye que los estudios tradicionales sobredemocratización, basados en la teoría de la modernización,asumieron que el incremento en el uso de los medios decomunicación alentaría el apoyo a la democracia y alos valores liberales. O´Neil está en desacuerdo con

este parecer y señala la posibilidad de que el uso de losmedios no solamente alentaría el cinismo sino que, alrepresentar a los medios como protagonistas delaccionar político, relegaría efectivamente a lasorganizaciones de la sociedad civil a un papel de merosespectadores.

Bennett (1998) sugiere que “el ruido y el cinismo”se vislumbran como amenazas que acompañan el flujode volúmenes de información sin precedentes y unadébil presencia de las organizaciones de la sociedadcivil. Arguye, además, que la construcción de unademocracia estable y participativa tiene como obstáculola privatización de los medios de comunicación depropiedad del Estado y las consiguientes restriccionesde la libertad de expresión a raíz de los límitesimpuestos por los derechos de propiedad.

Acompañando la creciente influencia de latelevisión, Mayobre (1996) también señala como factorimportante de cambio la modernización o“americanización” de la esfera política en forma deinnovaciones en los estilos y las técnicas de campaña yen la profesionalización de los consejeros políticos. Lacarencia de mayor investigación empírica sobre estetema, que está estrechamente relacionado con elincremento del uso de las encuestas de opinión, tiendea desviar la atención hacia las consecuenciaspotencialmente negativas. En contraste, Basáñezsostiene que, a pesar de las deficiencias metodológicasde las primeras encuestas efectuadas en México, éstas“sirvieron para desafiar el monopolio del gobierno sobrela verdad política” (1995: 260). Aunque ninguna deestas inquietudes es exclusiva de las democraciasnuevas (Lippman, 1992; Blumer, 1948; Converse, 1962,1964; Bagdikian, 1985; Price, 1992), en un contextode inestabilidad política se vislumbran más grandes.

Todos estos factores se ven agravados por una seriede eventos en la región latinoamericana que revelanuna aparente volatilidad en cuanto al apoyo a lademocracia. Desde el autogolpe de Fujimori en el Perúde 1992, hasta el más reciente derrocamientopresidencial en Ecuador, todas las interrupciones de losprocesos democráticos han pasado por el copamientode las instituciones democráticas. En Venezuela,anteriormente la democracia más estable de la región,un ex militar que encabezó dos tentativas de golpe en1989 fue electo presidente en 1999. Convocó luego auna Asamblea Constituyente que facilitó su reelección

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y ubicó a sus seguidores en los tres poderes del Estado.En el Ecuador, el detonante fue el hastío popular antela intromisión del Presidente Gutiérrez en el PoderJudicial.

En la década pasada, estos eventos fueron, hastacierto punto, imprevistos en la literatura sobre lademocratización. El análisis de Remmer de 1991 sobreel impacto político de las crisis económicas en AméricaLatina concluye que la magnitud del apoyo a lademocracia en la región es persistente a pesar de lasseveras dificultades económicas. Como Conaghan(1995) indica en base a su análisis de datos de laopinión pública peruana antes del autogolpe, este grancambio político no era totalmente inesperado. Antesde 1992, ya había un descenso constante en laconfianza en las instituciones democráticas,particularmente en el Parlamento, y el público peruanono percibía a los partidos políticos comoindispensables para la democracia. Los partidospolíticos, al menos los tradicionales, fueron los grandesperdedores en este panorama regional cambiante(McCoy, 1999; Levitsky, 1999).

Mientras que Mayobre (1996) no exonera a lospartidos políticos y a los políticos, arguye no obstanteque, en el caso venezolano, fueron los chivosexpiatorios de las severas crisis de desempeñooriginadas en parte en la caída constante en los preciosdel petróleo en el mercado internacional. Calderón yLechner (1998) señalan una causa más enraizada: lospartidos políticos en Latinoamérica están pagando lacuenta impuesta por los programas de reformaestructural y la disyuntiva entre las expectativas de losroles tradicionales y las actuales restricciones en supoder para redistribuir los bienes materiales ysimbólicos.

Como Hagopian (1998) señala, la creciente pérdidade identificación partidaria es considerada por muchosobservadores como el heraldo de una representatividadmejorada que abre el camino para nuevas y másincluyentes asociaciones. Esta autora concluye suanálisis refutando la teoría de la reorganización de lasiguiente manera:

En resumen, si la democracia en los años noventa enLatinoamérica es más incluyente que antes, no esnecesariamente más representativa. Los nuevosmovimientos sociales puede que hayan movilizadosegmentos más amplios de la población que los

partidos en el pasado (y al hacerlo han ampliado lasbases para la asociación política), pero nonecesariamente la han representado tan eficazmente...Aunque los movimientos sociales y las organizacionesvoluntarias pueden suplementar redes derepresentación partidaria, no hay evidencia de quetrabajen bien como sustitutos de las mismas y, en estemomento, no hay fundamentos para concluir que laruptura de las redes antiguas es un preludio necesariopara formas más amplías y genuinas de representaciónpolítica (1998: 126).

El desencanto con las instituciones, entonces, puedeexplicar el hecho de que los rompimientos democráticosno son percibidos internamente como tales. Es decir,en Perú, Fujimori construyó su autogolpe ante laaudiencia interna e internacional como un ejercicio endemocracia, un argumento sostenido por los índices depopularidad en las encuestas de más del 70%(Conaghan, 1995). Estos desarrollos regionalescontrastan agudamente con la valoración de Linz(1999): “las personas pueden juzgar el desempeño deinstituciones claves de política democrática muynegativamente, pero concordar ampliamente en lanecesidad de dichas instituciones. Pueden tener unaopinión muy negativa sobre la labor de su Parlamento,pero rechazan la idea de que no haya Parlamento. Entodo el mundo hay una opinión muy baja de los partidospolíticos, pero la gente insiste que los partidos son unelemento esencial para la democracia”.

En resumen, las democracias de América Latina, lamayoría reestablecidas, enfrentan una serie de desafíosque a la luz de los recientes derrumbamientos parecenmás grandes. Los autogolpes y el apoyo popular acambios autoritarios parecen haber cambiado la formade las alternativas al sistema democrático.

2.2. El caso bolivianoComo Mainwaring (1999) y Diamond (1999)

observan, el simple hecho de que las democracias deAmérica Latina hayan sobrevivido en la década pasadaes notable, particularmente en presencia de las crisiseconómicas, el consecuente incremento de la pobreza,un creciente tráfico de drogas y mayores índices decorrupción y violencia. Bolivia agrega a esta lista dedesafíos formidables un legado histórico de inestabilidadpolítica extrema que hizo más sorprendente su exitosatransición a la democracia. Hasta hace poco,

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considerado el país de la región más inestablepolíticamente desde la Segunda Guerra Mundial(Dunkerley, 1984; Lavaud, 1991), Bolivia ha tenido 81gobiernos en 160 años de vida republicana.

Incluso el retorno a la democracia en 1982 estuvoplagado de incertidumbre. Mientras el gobiernodemocrático constituido por una coalición débil departidos de centro-izquierda luchaba por resolver lacrisis económica heredada de una sucesión degobiernos militares, abundaban los rumores deautogolpes y golpes parlamentarios, dejando aldescubierto lo que Malloy y Gamarra caracterizan comoun apoyo superficial a los procedimientos democráticospor parte de las élites.

A fines del siglo pasado, una de las grandespreocupaciones era la emergencia de partidosasistémicos y el temor de que Bolivia replique los girosautocráticos acaecidos en países vecinos. Actualmente,el sistema de partidos se encuentra tan resquebrajadoque los asistémicos ya no son novedad y un giroautocrático es cada vez menos probable dada lacreciente movilización de los sectores sociales. Másbien, la preocupación parece ser que Bolivia ingreseen un ciclo de crisis políticas constantes como ocurreen Ecuador, al cual contribuiría la débil culturainstitucional existente en el país. Por otro lado,Archondo (1999) argumenta que el incremento de lasmovilizaciones sociales y la fragmentación partidariapodrían constituir una mejora al sistema democráticoy un freno a la total desaparición de los partidos. Otrainquietud está relacionada al impacto de los medios decomunicación en la política, principalmente en dosámbitos: el creciente sensacionalismo de la coberturainformativa y el hecho de que las personalidadesmediáticas se conviertan en políticos y los políticos endueños de medios, son transiciones que empañan lasdistinciones (Mayorga, 1999; Berthin y Yáñez, 1999).

Estas inquietudes o preocupaciones toman forma enun contexto académico que no ha mostrado unainclinación hacia la prueba rigurosa de la hipótesis. Losestudios de la cultura política tienen una naturaleza másfilosófica (Berthin y Yáñez, 1999); por ejemplo: aunquela forma en que los medios enmarcan su cobertura dela corrupción se torna más preocupante, no se harealizado un análisis de contenido y menos aún se hanverificado sus efectos. Ésta no es una característicaexclusiva de Bolivia; como Turner (1995) señala, a

medida que la teoría de la dependencia ganó ímpetu,Latinoamérica experimentó un vuelco que le permitióalejarse de los incipientes estudios cuantitativos haciauna perspectiva más crítica y filosófica.

Entonces, dado el contexto regional cambiante y elhecho de que la investigación sistemática de la opiniónpública es reciente en Bolivia y América Latina, unodebe referirse a un marco teórico más amplio conrelación al vínculo entre las actitudes a favor de lademocracia y los procesos de la transición yconsolidación. Esto implica, también, tomar en cuentalas implicaciones de los problemas de mediciónrelativos a ambos fenómenos.

2.3. Cultura política y procesos deconsolidación democrática

Durante décadas, el vínculo causal entre la culturapolítica y la democratización establecido por Almondy Verba (1963) permaneció indiscutible. Por otra parte,las encuestas de opinión pública sobre las actitudes yconductas democráticas fueron usadas generalmente aun nivel descriptivo para medir el desarrollo de unacultura política democrática en sociedades depostransición. No fue hasta épocas más recientes queotros estudios intentaron ocuparse del tema de lacausalidad. El análisis comparativo entre países deMuller y Seligson (1994) propone que el orden causalpodría variar para actitudes diferentes. Pese a que sumodelo incluye sólo dos medidas de cultura política,los hallazgos sustentan su teoría: la confianzainterpersonal parece ser un producto de la experienciademocrática mientras que el apoyo a la reforma gradual–es decir, no revolucionaria– predice cambios en elnivel de la democracia.

Basado en un comparativo longitudinal de datos deseis países occidentales, Weil (1989) concluye que lavariable determinante para el apoyo a la democracia esla estructura de la oposición, en otras palabras “lasreglas del juego y las interacciones entre los jugadores”.Weil distingue entre las condiciones objetivas(desempeño estatal y estructura de oposición) y suimpacto diferencial en un nivel superficial de apoyopolítico (confianza en el gobierno) y un nivelfundamental (legitimación). Un desempeño estatalpobre –económico y/o político– afecta la confianza enlas instituciones mientras que una estructura de

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oposición que funciona deficientemente baja laconfianza y la legitimidad. También es posible, declaraWeil, que “una legitimación baja y una estructura deoposición que no responde podrían reforzarse una a laotra en medio de una crisis de desempeño en la medidaen que los ciudadanos se tornan cada vez másindiferentes a la democracia y procuran más votos deprotesta a favor de partidos asistémicos” (1989: 700).

En la investigación sobre la democratización, el temade la causalidad adquiere mayor complejidad porque,primeramente, en raras ocasiones se realizaron encuestasdurante los gobiernos autoritarios (Geddes y Zaller,1989), eliminando la posibilidad de las comparaciones“antes de” vs. “después de” la transición. Incluso, elapoyo masivo a la democracia en las sociedadesrecientemente democratizadas excedió, en gran parte,las expectativas de los analistas. Los altos niveles deapoyo a la democracia en poblaciones socializadasbajo regímenes autoritarios suscitaron inquietudesacerca de los “cimientos superficiales” (Finkel,Sigelman y Humphries, 1999) y “efectos de luna demiel” que podrían llevar a un rápido desencantamiento(Weil, 1989).

2.4. Problemas de mediciónLa dificultad para medir la relación entre el apoyo a

la democracia y la democratización también deriva enparte de los problemas de medición de ambosconceptos. La democratización se estudiótradicionalmente como la transición de formas nodemocráticas a formas democráticas de gobierno. Noobstante, a medida que estas últimas se extendieron, ladiscusión pasó a distinciones más sutiles. Por tanto, lademocratización también se estudia como los cambiosa lo largo de un continuo que conducen a formas másliberales de democracia (Muller y Seligson, 1994;Diamond, 1999). Estos cambios en el nivel de lademocracia se rastrean a partir de los índices delFreedom Forum que son publicados anualmente, unafuente que no está libre de errores (Bollen, 1993).

Este panorama se ve agravado por los numerososproblemas en la medición de las actitudes a favor de lademocracia entre la población. En su discusión de losproblemas metodológicos vinculados a lasreevaluaciones actuales de la cultura políticalatinoamericana y en vista de la proliferación de losdatos cuantitativos, Turner (1995) resalta la necesidad

de verificar las hipótesis postuladas por “las teoríasinfluyentes”. Cita como un ejemplo el supuesto,sostenido por mucho tiempo, de que la clase mediaargentina apoyó los golpes militares en la década delos años 60. Los estudios más recientes y detallados deestos datos “cuestionan seriamente estas interpreta-ciones, sugiriendo frecuentemente, por el contrario, queel golpe tan sólo tuvo un apoyo superficial del público”(1995: 197).

El problema fundamental de la medición del apoyoa la democracia es la operativización del concepto. Lasmedidas usadas para medir “apoyo a la democracia” o“compromiso democrático” varían considerablementede un estudio a otro. No abundan justificaciones teóricaspara la selección de preguntas y muchos autores seextienden en torno a interpretaciones de los resultados,dejando de lado la discusión de las preguntasespecíficas, sus apuntalamientos teóricos y su usoprevio en otros estudios. Por ejemplo, Muller y Seligson(1994) observan este problema en el trabajo deInglehart, pero luego pasan a examinar la cultura cívicacon respecto a un número muy reducido de actitudes –el apoyo a una reforma gradual y la confianzainterpersonal–. Finkel, Sigelman y Humphries tambiénseñalan el traslape de conceptualizaciones y afirman losiguiente: “Nosotros consideramos una tarea importantepara la investigación futura el desenredar las asociacionesentre ‘apoyos normativos’ a la democracia, la creenciaen principios democráticos, y las evaluaciones dedesempeño del sistema” (1999: 220).

Como consecuencia de este traslape, hay problemasde fiabilidad con las escalas utilizadas, una inquietudque Finkel et al apuntan que es relativamente nueva eneste campo académico. Trabajando con datos delLatinobarómetro, Lagos (1997) construye una escalade tres preguntas para medir el apoyo a la democraciaen 17 países latinoamericanos y no reporta fiabilidad,porque no somete a prueba la consistencia interna deesta agregación de preguntas ya que, por mucho quelos ítems individuales aparenten medir un soloconcepto, esto es algo que debe ser verificadoempíricamente. Diamond (1999) replica la escala deLagos con un mayor número de países alrededor delmundo y tampoco reporta fiabilidad. Un análisispreliminar de los datos bolivianos usados aquí reprodujoesta escala de tres preguntas y encontró que tenía muybaja fiabilidad (alfa de Cronbach=.33).

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Por contraste, los estudios sobre el apoyo a lademocracia en la ex Unión Soviética (Gibson, 1996,1998; Gibson y Duch, 1993) continúan una largatradición de estudios sobre la democratización quedistinguen: a) apoyo a los principios democráticos vs.apoyo a las estructuras y los procedimientosdemocráticos y b) principios mayoritarios vs. principiosminoritarios. Como Finkel et al arguyen, “las preguntasque intentan aclarar las fronteras y límites de apoyodemocrático proponiendo situaciones en las que losvalores democráticos abstractos se contraponen conotras consideraciones, como el orden público, laseguridad nacional o la moralidad tradicional”, permitenmediciones más exactas del compromiso democrático(1999: 218).

Los hallazgos sobre el efecto y la importancia delas variables socio-estructurales sobre el apoyo a lademocracia también varían de un país a otro. Se asumeque la educación, la edad, el nivel socio-económico yel grado de urbanización son determinantes, aunque losresultados no son consistentes. Por ejemplo, Diamond(1999) establece que las generaciones más jóvenes sonmás pro-democráticas mientras que Booth y Richard(1996) encuentran exactamente lo contrario.

Otro aspecto importante de la medición tiene quever con el diseño de la muestra. En muchas democraciasnuevas los niveles altos de heterogeneidad en cuanto aetnicidad, idioma, educación y exposición a mediosde comunicación, más la falta de experiencia en laelaboración de encuestas, hacen que el diseño de unamuestra nacional representativa sea sumamente difícil.El clásico estudio comparativo sobre la cultura políticaen distintos países de Almond y Verba (1963) usó unamuestra estrictamente urbana para su componentemexicano y los estudios subsiguientes obedecieron estemodelo casi invariablemente.

La versión boliviana del Latinobarómetro de 1996y los estudios subsecuentes modelados en base a éstecubrieron sólo las áreas urbanas mayores (Encuestas& Estudios, 1999). Estos resultados, sin embargo, secitan para reflejar actitudes pro-democráticas sostenidaspor la población boliviana en su mayoría (Lagos, 1997;Diamond, 1999). En la región latinoamericana hayrazones importantes para pensar que podrían existirdiferencias entre poblaciones urbanas y rurales.Particularmente en la subregión andina, las áreas ruralestienden a ser pobladas por indígenas inmersos en

culturas tradicionales fuertes. Sin embargo, laaplicación de encuestas estandarizadas podría disimularalgunas de estas diferencias a través de la “norespuesta”, el NS/NR de los cuestionarios. Aunque enel caso de muchos de los encuestados con menoreducación podría asumirse, con cierta seguridad, quela falta de respuesta indica una falta de informaciónsobre el tema al que se refiere la pregunta y lasalternativas proporcionadas, esto no necesariamentesignifica que no tengan opiniones al respecto y que noestarían dispuestos a actuar sobre éstas. En AméricaLatina, la participación de las masas ha sidoinstrumental a fin de llevar a cabo los grandes cambiospolíticos (Collier, 1999; Malloy, 1970; Klein, 1992).

En resumen, la literatura sobre la democratizaciónha abordado la relación entre el apoyo a la democraciay los procesos de transición desde distintasperspectivas, con resultados no muy consistentes yproblemas metodológicos bastante serios.

2.5. El papel de la información políticaen democracia

Definida como “el rango de información fácticasobre política que está almacenada en la memoria alargo plazo” (Delli Carpini y Keeter, 1996: 10), lainformación política ha despertado un creciente interésacadémico en los Estados Unidos durante la últimadécada (Price, 1999). Al defender la importancia de lainformación política, se plantea su asociación con variasotras dimensiones de la vida política y se citainvestigaciones sobre la relación entre información einterés político, participación electoral, eficaciapersonal y del sistema y, finalmente, la adquisición denueva información (Zaller, 1991; Delli Carpini y Keeter,1996; Price y Zaller, 1993).

Delli Carpini y Keeter (1996) basan su análisislongitudinal de la información política en Estados Unidosen las implicaciones normativas de esta variable. Coneste fin, citan a Habermas, que sugiere que:

... la medida de una democracia que funciona es elgrado en que individuos y grupos ingresan al debatepúblico con cantidades de información relativamenteiguales. Si los intereses colectivos de una unidadpolítica se basan, en última instancia, en la agregaciónde las opciones –individuales y grupales– lo másinformadas posible, entonces esta condición de

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igualdad relativa es esencial. El tener cantidadesrelativamente iguales de información no asegura niun consenso ni un resultado particular (aunque nadaprevendría dicho resultado en ciertas circunstancias),pero esto asegura que las decisiones alcanzadas,cualesquiera que sean, proporcionen la aproximaciónmás democrática a la voluntad pública (Delli Carpiniy Keeter, 1996: 6).

Delli Carpini y Keeter encuentran que en los EstadosUnidos los más informados tienden a ser adinerados,blancos, mayores y varones. Las implicaciones de estaestratificación se han vuelto más preocupantes entiempos recientes, dadas las asociaciones mencionadasantes entre información política y otras dimensionesde la vida política.

Una segunda pregunta fundamental trata la inquietudde si el nivel de la información política requerida no esmuy abrumador y consecuentemente imposible delograr. Siguiendo a Lippmann (1922), se asumió durantemucho tiempo que la respuesta era “sí” ya que elcreciente tamaño y la complejidad de las sociedadesmodernas hicieron del nivel ideal de la informaciónpolítica algo totalmente inalcanzable para el ciudadanocomún. Delli Carpini y Keeter (1996) arguyen locontrario. Basándose en hallazgos anteriores (Price yZaller, 1993), proporcionan nueva evidencia empíricade que los mejores informados son “generalistas”, esdecir, la información política que tienen no es altamenteespecializada ni está concentrada en grupos distintos.Dado que aquéllos que están informados sobre unaspecto de la política tienden a estar informados sobreotros aspectos y que las mediciones de informaciónpolítica son relativamente simples y directas, DelliCarpini y Keeter concluyen que “el tipo de informaciónpolítica necesario para funcionar eficazmente comociudadano no es especialmente complejo y está alalcance de individuos que poseen una habilidadcognitiva modesta –dada la motivación– y laoportunidad para informarse” (1996: 272).

La información política, entonces, puede verse comouna habilidad socialmente construida y vinculadafuertemente al nivel socio-económico y, a través de éste,al poder político. En resumen, una democracia queaspira a tener una base amplia requiere una ciudadaníainformada que pueda deliberar y llegar a un consensosobre temas que van desde lo más mundano a lo más

abstracto. Una participación informada y masiva es laque mejor se aproxima al bien común y, al hacerlo,legitima más aun el sistema. El que la informaciónpolítica esté tan claramente estratificada por el nivelsocio-económico, la identidad étnica y el género es untema de preocupación que va más allá de la inclinacióncívica del analista. La información política hace mejoresciudadanos pero, lo que es más importante, asegura queuna gran parte de ellos actúe acorde con intereses ypreferencias.

Para la democracia de los Estados Unidos, laexistencia generalizada de niveles bajos de informaciónpolítica no significa necesariamente que la forma degobierno esté en crisis. Por contraste, el papel de lainformación política en las democracias jóvenes podríaresultar más fundamental.

A la fecha, únicamente existe un trabajo publicadoque hace referencia directa a la información política ysu relación con el apoyo a la democracia. Booth yRichard (1996) analizan los datos de encuestas en seispaíses centroamericanos al inicio de la década de 1990–usando únicamente muestras urbanas– para estudiarel efecto de la represión sobre la participación políticay el apoyo a la democracia. Entre otras variables, losautores controlan estadísticamente la informaciónpolítica y descubren que es la que mejor predice elapoyo a la democracia después de una medida derepresión; probablemente porque se propusieronestudiar la represión gubernamental y no el fuerte efectode la información política. De hecho, los autoresconcluyen que la represión por parte del gobierno“sobrepasa de lejos” a las otras variables, cuando loscoeficientes estandarizados de la regresión para larepresión y la información son de .274 y .222,respectivamente.

Otros estudios hacen referencia al papel de lainformación política en los procesos de consolidación,pero sin mediciones directas de la misma. Gibson yDuch (1993) discuten brevemente el impacto diferencialde la educación en el apoyo a la democracia al compararuna muestra de Moscú con una que representa a laporción europea de la antigua Unión Soviética.Atribuyen este impacto diferencial a un mayor accesoa la información política a través de los medios decomunicación, que suponían que era mayor en Moscú.En un análisis de los datos de las encuestas en 14 paísesde Europa Occidental, Listhaug y Wiberg (1995)

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encuentran que el interés político es de lejos la variableque predice mejor la confianza en las institucionesdemocráticas, en comparación con la edad, laeducación, las creencias religiosas, la ideología y lasatisfacción financiera, entre otras variables. Losautores interpretan esto como una sugerencia de que“los más informados y más involucrados políticamentedesarrollan una lealtad a las instituciones democráticas,refutando de esta manera la tesis que la competenciacognitiva engendra desconfianza en estas instituciones”(Listhaug y Wiberg, 1995: 318). El estudio de Norris(2000) del Barómetro Europeo de la primavera de 1996sigue lineamientos similares, es decir, descubre que elpúblico más atento a los medios de comunicación, sinmediciones directas del conocimiento político, reportaconsistentemente una orientación más positiva haciael sistema político.

En suma, estos hallazgos parecen diametralmenteopuestos a los que se discutió anteriormente sobrelas preocupaciones con relación al papel de losmedios de comunicación en las nuevas democracias(Bennett, 1998; O’Neil, 1998). En el contextolatinoamericano, se ha cuestionado particularmentela manera cómo los medios de comunicaciónenmarcan la escena política. Hablando de Venezuela,Mayobre señala que:

La actitud de que todos los políticos son corruptos,incompetentes o ambos; que los partidos políticos noson representativos, son inútiles y están dominadospor pequeñas camarillas de personajes dudosos yhambrientos de poder, y que las organizaciones einstituciones de la democracia son inoperantes osimplemente ineficientes puede convertirse enpredominante cuando los medios de comunicaciónse presenten como las únicas fuentes legítimas deinformación y defensa del ciudadano (1996: 229).

¿Será que el incremento en el uso de los medios decomunicación y la información política conduce a unmenor apoyo a la democracia y a las institucionesdemocráticas? En esta área, cualquier análisis que sehaya hecho, por más pequeño que fuese, parece apuntaren la dirección opuesta.

3. HIPÓTESIS

El modelo aquí propuesto analiza un conjunto derelaciones previamente no estudiadas en la literatura

sobre la democratización. El apoyo a la democracia,como un medio para profundizar más su consolidación,es la variable dependiente principal. Si bien las medidasde apoyo afectivo pueden ser útiles para rastrear lastendencias que suceden a la transición, luego de másde una década, resulta concebible que el apoyo a lademocracia en lo abstracto no esté captando laspreferencias profundamente arraigadas. Incluso enausencia de recaídas autoritarias, la experienciademocrática no puede sino alterar los referentes en lasmentes de los entrevistados. Así como los estudiososde la democratización con el pasar del tiempo hantrascendido las definiciones mínimas y han desarrolladoparámetros más estrictos de lo que constituye unademocracia liberal, las investigaciones de opiniónpública en las democracias jóvenes puedencomplementar las medidas de apoyo afectivo usadastradicionalmente.

Se propone aquí que dado el resurgimiento de“gobiernos de mano dura” en el contexto regional, unconjunto de preguntas referentes al apoyo normativo alas instituciones democráticas claves proporcionará unamedida más exacta del apoyo a la democracia, yendomás allá de las asociaciones de primer orden con la“libertad” (Thomassen, 1995). Siguiendo lasaclaraciones hechas por Finkel et al (1999), laspreguntas relativas al compromiso normativo hacenreferencia al apoyo a la democracia como un arregloestructural. Aunque el compromiso normativo tambiénha sido operativizado como apoyo a los derechos de laparticipación (Booth y Richard, 1996) o como apoyo alos ideales democráticos (Rose, Shin y Munro, 1999),el referente es, en este caso, el compromiso a las formasy estructuras del gobierno democrático.

Entonces, por estas razones, se espera que entérminos de pregunta la operativización del compromisodemocrático sobre el apoyo normativo resulte en unaescala con mayor coherencia interna y con una másclara asociación con las variables independientespertinentes, que las medidas de apoyo afectivo.

La información política es la variable independienteprincipal. Su relación con la estabilidad de actitudes(Converse, 1962, 1964) fue desarrollada todavía máspor Zaller y Feldman que proponen considerar “que‘la opinión’ sobre un tema es generalmente un rangode reacciones en lugar de una única ‘actitud verdadera’”(1992: 611). En su modelo, la ambivalencia subyace a

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todas las opiniones y la opinión con la que se concluyees, para beneficio del encuestador, el resultado de unprocedimiento por el cual el individuo promedia lasconsideraciones relevantes y accesibles. Una mayorinformación política, entonces, aseguraría que seemplee un mayor número de consideraciones. Tambiénse asume que los niveles altos de información políticason indicadores de una mayor exposición y adhesión alos valores que fundamentan el sistema cultural ypolítico (McClosky y Zaller, 1984). De este modo, seespera que el nivel de la información política serelacione positivamente con el nivel de apoyo a lademocracia.

De manera general, aunque la investigaciónexistente tiende a representar la información políticacomo unidimensional, hay evidencia de la existenciade dominios específicos (Price, 1999). Debido a que esdifícil saber cuándo la información de los dominiosespecíficos tendrá los efectos discernibles de lainformación general, la segunda hipótesis incluye unapregunta de investigación: ¿Tienen los diferentes tiposde información política efectos distintos en el apoyo ala democracia?

La ausencia de una literatura pertinente hace difícilestablecer, con alguna certeza, si la información sobre“actores políticos” y sobre “estructuras y procesos”diferirá en su impacto sobre el apoyo a la democracia.En la medida en que el conocimiento de estructuras yprocesos se interprete como indicativo de unainformación más pertinente y profundizada, podríaesperarse que, si se encontrara cualquier diferenciasignificativa, ésta tendría un efecto más fuerte sobre elapoyo a la democracia que la información sobre“actores políticos”.

También es posible, por supuesto, que lainformación política no contribuya en nada alcompromiso democrático. Los efectos de lainformación política descubiertos por Booth y Richard(1997) y sugeridos por Gibson y Duch (1993) yListhaug y Wiberg (1995) podrían no replicarse. Talhallazgo sólo confirmaría las variaciones ya anotadasen el poder de predicción de las variablesindependientes sobre el apoyo a la democracia de unestudio a otro en las diferentes muestras y regiones.También es concebible que la información política, acausa de su relación con el uso de los medios decomunicación y su amplia cobertura de los hechos de

corrupción, disminuya el apoyo a la democracia. Sinembargo, faltan estudios empíricos sobre esta propuesta.

La ausencia de una literatura relevante hace que laasociación entre la información política y lapreocupación por la corrupción también sea incierta.Un nivel más alto de información política podría elevarla preocupación sobre la corrupción o, alternativamente,mitigarla al introducir un mayor número de otrasconsideraciones. Una segunda pregunta de lainvestigación es, entonces: ¿Cuál es la naturaleza de larelación entre la información política y la preocupaciónpor la corrupción?

Diamond ha documentado una asociación entre lapreocupación por la corrupción y el apoyo a lademocracia en sociedades de transición que estable-ce que “el impacto de la corrupción política ha sidonotablemente claro en la caída o muerte demuchas democracias durante la tercera ola [dedemocratización]” (1999: 92). Aquí, sin embargo,nuevamente se cita frecuencias relativas comoevidencia, sin verificaciones directas de la propuesta.En su análisis de apoyo a los valores democráticos enEuropa Occidental, Thomassen (1995) especula sobrela posibilidad de que un sistema político inoperantepodría dar lugar a un apoyo generalizado a los partidosasistémicos. Con base en estas asociaciones, se proponeque el nivel de preocupación por la corrupción serelacionará negativamente con el nivel de apoyo a lademocracia.

No obstante, el impacto de la preocupación por lacorrupción sobre el apoyo a la democracia variarádependiendo de los niveles de la información política.Aquí, nuevamente se predice que los más informadostraerán consigo un mayor número de consideracionesque mitigarán el efecto negativo de la preocupaciónpor la corrupción. Es decir, el más informado estarámenos dispuesto a retirar su apoyo a la democraciacomo resultado de su preocupación por la corrupción.También se espera que la preocupación por lacorrupción afecte el apoyo a la democraciaindirectamente a través de su efecto en la confianza enel gobierno.

En el modelo de Weil (1989) sobre las democraciasen Europa Occidental durante la Segunda GuerraMundial, la confianza política no afectó la legitimidad.La situación para las nuevas democracias en los paísesen vías de desarrollo, sin embargo, podría ser más frágil,

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particularmente con relación al compromiso normativoen lugar de los principios generalmente más deseablesde la libertad y soberanía popular. De este modo, secree que la confianza en el gobierno se relacionarápositivamente con el apoyo a la democracia.

Además de las tesis principales expuestasanteriormente, se verificará la relación de lainformación política con sus antecedentes. Éstas sonvariables socio-estructurales (educación, género,estándar de vida, edad, urbanización), seguimiento delas noticias políticas y la conversación sobre política.El estudio de la asociación entre las variables socio-estructurales y el apoyo a la democracia en distintasregiones no ha producido hallazgos consistentes.Entonces, en el modelo aquí propuesto se predice quelas variables socio-estructurales afectan el apoyo a lademocracia a través de su asociación con la informaciónpolítica. El estudio de Delli Carpini y Keeter (1996)sobre la distribución de la información política en lapoblación estadounidense informa las hipótesispropuestas a continuación. El nivel de educación serelacionará positivamente con la información política.Las personas con estándares de vida más altos tenderána reportar los niveles más altos de la informaciónpolítica. Las personas de mayor edad estarán másinformadas sobre la política que las personas másjóvenes.

El papel del género en la predicción del apoyo a lademocracia merece un comentario aparte. Apenas selo menciona en la literatura de la democratización y noha sido estudiado en base a los datos de las encuestas.La escasa investigación existente está consagrada aestudiar el papel de las organizaciones de mujeres debase en la transición a la democracia (Waylen, 1994).A pesar de que las mujeres latinoamericanas seinvolucraron activamente en la política, como ocurrióen el inicio de las guerras de independencia, han sidoexcluidas del sistema político por mucho tiempo; enalgunos países lograron el sufragio recién en 1961(Navarro y Bourque, 1998). Se predice que estecontexto histórico informará la asociación entre géneroe información política, y los hombres tenderán a poseerniveles más altos de información política que lasmujeres.

La próxima hipótesis obedece a la sugerencia deGibson y Duch (1993) respecto al posible efecto de unmayor acceso a los medios de comunicación entremuestras urbanas. Se predice que el grado deurbanización se relacionará positivamente con lainformación política.

En cuanto a la conversación sobre política y el usomedios de comunicación, se cree que éstos se asocianpositivamente con la información política, presupuestosque son bastante directos. Adicionalmente, dada laextensa cobertura a la corrupción política, el uso de losmedios de comunicación podría establecer “un atajocognitivo” (Lodge, McGraw y Stroh, 1989), por el cualla preocupación por la corrupción se elevaría sin quenecesariamente se incremente el nivel de la informaciónpolítica.

En resumen, se propone que la información políticaserá la variable independiente más determinante almomento de predecir apoyo a la democracia, medidopor un conjunto de preguntas sobre compromisonormativo. Se cree que la información política tendráun efecto fuerte y directo en el apoyo a la democracia.También se propone que la información políticaamortiguará los efectos negativos de la preocupaciónpor la corrupción. Finalmente, las variables socio-estructurales, determinantes tradicionales del apoyo ala democracia, son propuestas como antecedentes dela información política, así como el uso de los mediosinformativos y la conversación sobre la política.

4. MÉTODOS

4.1. La muestraLos datos para desarrollar el modelo completo

forman parte del Estudio sobre valores ycomportamientos democráticos (EVCD),1 realizado enabril y mayo de 1999. Posteriormente, se replicaparcialmente este modelo para una encuesta similar en2004. En el momento de la primera encuesta, la CorteNacional Electoral plantea el EVCD para que proveala información básica y se constituya en una línea debase para el diseño de una campaña de educación cívicay ciudadana que apunte a fortalecer las prácticasdemocráticas de la población boliviana.

1 Informe final de la empresa Encuestas & Estudios presentado a la CNE en 1999.

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Encuestas & Estudios, afiliada entonces con elLatinobarómetro, dirigió el estudio. La muestrarepresentativa y nacional con entrevistas personales a3.024 encuestados se levantó por estratificaciónpolietápica. Las poblaciones con menos de 250habitantes no fueron incluidas. Dentro de la unidadprimaria de muestreo se seleccionaron los hogaresaleatoriamente y al encuestado por fecha de nacimiento.Si el encuestado no se encontraba disponible, se intentócontactarlo dos veces más antes de seleccionar otrodomicilio. Como es práctica común en América Latina,se establecieron cuotas de género y de edad.

4.2. MedidasApoyo a la democracia. El apoyo a la democracia

está operativizado como un conjunto de preguntas deapoyo normativo a cuatro instituciones importantes:los partidos políticos, el Parlamento, la Corte Supremay la Corte Nacional Electoral. El EVCD incluye lapregunta sobre cuán grave sería el problema para lademocracia si estas instituciones fuesen eliminadas.Las alternativas de respuesta son: “grave”, “no muygrave” y “nada grave”. Estas cuatro preguntasagregadas miden el compromiso normativo en unaescala que va desde 4=apoyo bajo hasta 12=apoyo alto(alfa de Cronbach=.72). Estas preguntas cargan a unsolo componente, lo que explica 55% de la varianza.

En línea con la conceptualización del compromisonormativo como una actitud favorable a la democracia,como un arreglo estructural, no están incluidas otrasinstituciones no gubernamentales como la IglesiaCatólica. El Poder Ejecutivo también se encuentraexcluido debido a la fuerza histórica delpresidencialismo y las tendencias regionales quepermiten conductas autoritarias en los presidenteselectos. La medida alternativa aquí propuesta captael apoyo a las instituciones democráticas claves queen los países vecinos no han resistido los cambiosautoritarios.

Información política. El EVCD incluye grupos depreguntas respecto a dos tipos de información política.Catorce preguntas se refieren a las funciones de lostres poderes del Estado (“estructuras y procesos”);otras seis preguntas piden al encuestado recordarnombres de los personajes políticos importantes. Las20 preguntas están agregadas en una escala combinadade información política (alfa de Cronbach=.66) que

empíricamente oscila de 0 a 19. La media de la escalaes de 7,2 con una desviación estándar de 3,4.

La inspección de los patrones de carga rinde cincocomponentes que explican el 44% de la varianza. Lasseis preguntas de identificación cargan al primercomponente, mientras que las preguntas sobreestructuras y procesos cargan a los otros cuatrocomponentes, divididos principalmente por poder delEstado. La correlación ítem-total para las preguntas dela identificación es de .33 y para las preguntas deestructuras y procesos .21.

Preocupación por la corrupción. El EVCD pide alos encuestados seleccionar los tres “problemas másserios”, incluida la corrupción, entre 13 alternativas derespuesta y ordenarlos por rango de importancia. Lacompañía encuestadora codifica esta pregunta porseparado en tres rangos. Para fines analíticos, estaspreguntas están agregadas en un índice con valores másaltos, respectivamente, si se menciona la corrupcióncomo el primero, segundo y tercer problema másimportante, todas las otras alternativas de respuestaestán excluidas. El 60% de los encuestados expresaalgún nivel de preocupación por la corrupción comoun problema serio.

Confianza en el gobierno. El EVCD incluye ungrupo de preguntas con respecto a la confianza en lasinstituciones gubernamentales y otras instituciones. Sepide a los encuestados que evalúen estas institucionesen una escala de siete puntos. Las respuestas a las cincopreguntas incluidas sobre temas gubernamentales estánagregadas en una escala que mide la confianza en elgobierno (alfa de Cronbach=.84). Las institucionesincluidas son el Parlamento, los partidos políticos, losgobiernos municipales, las prefecturas y las cortes dejusticia. Estas cinco preguntas cargan a un componenteque explica el 61% de la varianza.

Uso de medios informativos. El EVCD incluye unapregunta sobre la frecuencia de exposición a las noticiasen los medios de comunicación que puede usarse debidoa que un filtro precedente (interés por seguir las noticiaspolíticas) automáticamente reduce el tamaño de lamuestra a la mitad. Por ello, se recurre a una medidamás simple: la combinación de la pregunta filtro y unapregunta anterior, que separa a los encuestados deacuerdo a la preferencia por las noticias políticas u otrostipos de noticias. La nueva variable, dispuesta comouna variable “dummy” referente al interés en el

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seguimiento de las noticias políticas, divide la muestrapor la mitad.

Conversación sobre política. Se pregunta a losencuestados si hablan sobre política con otras personas:el 41% habla sobre política con otros, el 59% no. Estapregunta única también se fija como variable “dummy”.

Apoyo a la coalición de gobierno. Podría argüirseque las expresiones de apoyo a la democracia y deconfianza en el gobierno en realidad miden el apoyoa la coalición multipartidaria en el poder. Estaposibilidad se controla usando una sola pregunta enel EVCD, que requiere que los encuestados espe-cifiquen por cuál partido político votaron en laselecciones generales de 1997. Según datos oficialesde la Corte Nacional Electoral de los resultados delas elecciones, la coalición gobernante compuesta porlos cuatro principales partidos da cuenta del 71% delos votos. En contraste, tan sólo el 35% de losencuestados por el EVCD reportan haber votado porla coalición gobernante. Por otro lado, los encuestadostambién informan haber votado por los partidos deoposición en una proporción más baja que la registradapor los datos oficiales. A pesar de estas diferencias,que podrían ser atribuidas a la renuencia delencuestado a informar sobre su voto, sus cambios delealtad o ambos, esta medida queda como un controlpotencialmente útil.

Variables socio-estructurales. Se mide la educacióna nivel ordinal en nueve categorías. El estándar de vidaes una medida sustituta del nivel socio-económicoampliamente usada a lo largo de América Latina (Boothy Richard, 1996). Es un índice de una lista variada deposesiones que el encuestado reporta, desde repro-ductores de video a automóviles. La compañíaencuestadora definió el grado de urbanización, basadoen el tamaño de la población, en tres categorías: áreaurbana grande, área urbana intermedia y área rural.

4.3. AnálisisLa linealidad de las relaciones entre variables de

las hipótesis principales esbozadas anteriormente quedaestablecida usando la comparación de medias. Pese aque algunas desviaciones de linealidad son signi-ficativas, las diferencias entre el coeficiente decorrelación y eta son muy pequeñas. Por consiguiente,se utiliza el análisis de regresión lineal que en todoslos casos. Antes de verificar las asociaciones, cada

variable compuesta por ítems múltiples se agrega enuna escala para verificar la fiabilidad y dimensionalidad.

5. RESULTADOS

La operativización del apoyo a la democracia entérminos de preguntas sobre el compromiso normativorinde resultados sustancialmente diferentes a los deun análisis preliminar de la escala de apoyo afectivo.En relación con la consistencia interna, la escala deapoyo normativo excedió de lejos a la escala de apoyoafectivo que replica “el índice de percepcionesdemocráticas” de Lagos (1997). Este índice mide elapoyo afectivo a la democracia con base en trespreguntas: la preferencia por la democracia(comparada a formas autoritarias de gobierno y a laindiferencia); la satisfacción con el funcionamientode la democracia; y la voluntad de defender lademocracia en caso de que se viese amenazada. Paralos 17 países incluidos en el Latinobarómetro, Lagospromedia los porcentajes que dieron una respuesta prodemocrática a estas tres preguntas e interpreta esteíndice como apoyo a la democracia.

El EVCD incluye estas tres preguntas, pero comose mencionó anteriormente, el análisis de fiabilidad dela medida de escala combinada rinde una estimaciónmuy baja (alfa de Cronbach=.33). Esta escala de tresítems es mejorada al agregársele tres más: la percepciónde una mayor libertad en la democracia y dos ítemsbasados en preguntas abiertas referidas a las concep-tualizaciones de la democracia. Esta medida de escalatiene una fiabilidad más alta (alfa de Cronbach=.49) ycarga a un componente que da cuenta del 29% de lavarianza. Existe una correlación pequeña perosignificativa (r de Pearson=.04, p < .05) entre esta escalade apoyo afectivo compuesta por seis ítems y la escaladel compromiso normativo.

Las dos escalas también difieren bastante en losustancial. En la escala de compromiso normativo, sóloel 22% de los encuestados considera la desapariciónde cualquiera de las cuatro instituciones (el Parlamento,la Corte Suprema, la Corte Electoral y los partidospolíticos) como un problema grave para la democracia.En comparación, la distribución de los tres ítemsoriginales de apoyo afectivo es la siguiente: el 70% delos encuestados prefiere la democracia como la mejorforma de gobierno; el 48% se encuentra satisfecho con

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ella; y el 82% expresa la voluntad de defenderla. Esdecir, el apoyo afectivo a la democracia excede pormucho el compromiso normativo con las institucionesclaves.

Adicionalmente, el desempeño de las escalas en losanálisis de regresión varía considerablemente. Lasvariables independientes aquí propuestas comodeterminantes para el apoyo normativo no funcionancomo tales en el caso de la escala de apoyo afectivo

(compuesta por seis preguntas); solamente el efecto dela confianza, el grado de urbanización e informaciónpolítica son estadísticamente significativos, en ese orden.En resumen, la operativización del apoyo a la democraciaen términos de compromiso normativo a las institucionesclaves rinde resultados con mayor consistencia internaque claramente resaltan las limitaciones de uncompromiso masivo y se asocian más lógicamente conotras variables, como se verá después.

Fuente: Base de datos, Estudio sobre valores y comportamientos democráticos, La Paz, CNE, 1999.Elaboración propia.

Interacción información

preocupación por lacorrupción

*p < .05. * *p < .01. * * *p < .001.

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El Cuadro 1 presenta los resultados bivariados ymultivariados del modelo aquí propuesto. En los análisisbivariados realizados, sólo dos de las once variables noguardan una asociación estadísticamente significativa conel compromiso normativo. La fuerza de las asociacionesbivariadas es casi uniformemente mayor para las variablesque miden las actitudes y conductas políticas, que paralas variables socio-estructurales. Esto constituye unajustificación preliminar para el modelo en el que laeducación, el sexo, el estándar de vida, la edad y el gradode urbanización no aparecen como determinantesparticularmente fuertes del apoyo a la democracia. Es más,la segunda columna muestra claramente también cómolas variables socio-estructurales desaparecen del análisismultivariado. El efecto significativo de la educación, elsexo y el estándar de vida visto en los análisis bivariadosdesaparece una vez que se controla estadísticamente lainformación política.

Se esperaba que la información política fuera unode los determinantes más fuertes del apoyo normativoa la democracia en el modelo multivariado. Estaexpectativa fue justificada, como puede verse en elCuadro 1. La fuerza de la información política, yaevidente en los resultados del análisis bivariado, semantiene en el análisis multivariado. En el modelocondensado, el coeficiente estandarizado de regresiónpara la información política es .246, que incluso excedeel de confianza en el gobierno (.224), una variable usadaa menudo como un indicador del apoyo para el mismosistema político.

Como se postuló, el efecto de la conversaciónsobre política también decae una vez que se controlaestadísticamente la información política. De manerainteresante, el efecto del seguimiento de las noticiaspolíticas no desaparece en el modelo multivariado.Es decir, estar al corriente de las noticias políticastiene un efecto positivo directo sobre el compromisodemocrático que no se media a través de lainformación política, una asociación que no se habíaprevisto. Esto podría interpretarse como un sustentopara la teoría del “atajo cognitivo”: la exposición ala política a través de los medios de comunicaciónaumenta el apoyo normativo a la democracia sinaumentar necesariamente la acumulación de lainformación política.

El signo de la relación entre la preocupación por lacorrupción y el compromiso normativo es contrario a lo

previsto. Se suponía que la preocupación por lacorrupción disminuiría el apoyo a la democracia, perono es el caso. Mientras más preocupada está la personapor la corrupción, mayor será su compromiso normativo.

El coeficiente de interacción entre la informaciónpolítica y la preocupación por la corrupción fuesignificativo. Es decir, el impacto de la preocupaciónpor la corrupción sobre el compromiso normativo varíade acuerdo al nivel de la información política que setiene. El signo del coeficiente de interacción, sinembargo, también es contrario a lo esperado. Parailustrar esta asociación, se resuelve la ecuación deregresión variando solamente el valor de la informaciónpolítica y la preocupación por la corrupción,manteniendo las otras variables constantes en la media.El Gráfico 1 traza las diferentes líneas de regresión paralos niveles alto, medio y bajo de la información política.

GRÁFICO 1: Impacto estimado de la preocupación porla corrupción sobre el apoyo normativo a la democracia

por nivel de la información política (1999)12

11

10

9

8

7

6

Alto

0 1 2 3

Nota: Aunque la escala de apoyo a la democracia tiene un rango empíricode 4 a 12, para los propósitos del Gráfico el rango se estrecha de 6–12, loque captura el 92% de la muestra.Fuente: Base datos, Estudio sobre valores y comportamientos democráticos,La Paz, CNE, 1999Elaboración propia.

Preocupación por la corrupción

Medio

Bajo

Apo

yo d

emoc

rátic

o

Se esperaba que la información política amortiguarael efecto negativo de la preocupación por la corrupciónsobre el apoyo a la democracia. Dada la asociación positivaentre la preocupación por la corrupción y el compromisonormativo, esta expectativa tenía que ser modificada. Portanto, el efecto interactivo negativo traza un cuadrosumamente diferente del impacto diferencial previsto.

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Entre los que están mejor informados sobre la política,la preocupación elevada por la corrupción conlleva unareducción en el compromiso normativo. Una personaaltamente informada sobre la política y que está muypreocupada por la corrupción anotaría .6 puntos menosen la escala de apoyo a la democracia que una personacon el mismo grado de información que no estápreocupada por la corrupción. Entre los que tienen menorinformación, el efecto es el opuesto. Una persona muypreocupada con 0 en la escala de información política,anotaría .7 puntos más que una persona igualmentedesinformada pero indiferente a la corrupción.

Entonces, lejos de amortiguar los efectos corrosivosde la preocupación por la corrupción sobre la legitimidaddemocrática, un nivel alto de la información política enrealidad logra lo contrario. Por muy sorprendente queresulte este efecto interactivo no debe tomar precedenciasobre el modelo general. Incluso considerando el efectodiferencial causado por la preocupación por lacorrupción, los más informados reportan un mayorcompromiso normativo. Entre los entrevistados muypreocupados por la corrupción, los más informados seubican dos puntos más arriba en la escala de apoyonormativo que los desinformados, las líneas de regresiónen el Gráfico 1 no llegan a intersectar.

Debe señalarse también que los modelos de apoyo ala democracia en general no resultan en estimacionesaltas de R2. El estudio de Booth y Richard (1996) sobreel apoyo a las normas democráticas combina seismuestras urbanas de Centroamérica e incluye las medidassistémicas de estabilidad del régimen y de desarrolloeconómico, resultando en un R2 de .202. Usando losdatos del World Values Survey de 1990-1993 efectuadoen 25 democracias, el modelo de confianza en lasinstituciones democráticas de Norris (1999a) resulta enun R2 de .09. Igualmente, el modelo de apoyo a losprincipios democráticos de Norris (2000), basado en elEuropean Election Study de 1998, tiene un R2 estimadode .08. El modelo de Rose, Shin y Munro (1999) incluye

28 variables políticas, sociales y económicas que explicanel 13,8% de la varianza total en el apoyo a los idealesdemocráticos en Corea del Sur.

Entonces, relativamente, el porcentaje de la varianzaconsiderado por el modelo aquí propuesto (.116) esbastante decente, particularmente si se considera queestá basado en una muestra nacional y de tal forma nopuede incluir ninguna medida sistémica. El análisis dela regresión lineal por etapas (stepwise) muestra que lafortaleza del modelo se encuentra en las dos variablesindependientes más importantes: la información políticay la confianza en el gobierno.*

¿Qué hace, entonces, a la información política?Como se esperaba, los determinantes de la informaciónpolítica incluyen variables socio-estructurales, el usode los medios informativos y la conversación sobrepolítica. El Cuadro 2 resume los resultados.

Fuente: Base datos, Estudio sobre valores y comportamientos democráticos,La Paz, CNE, 1999Elaboración propia.

* Adicionalmente, se exploró el papel de otras variables en la predicción del compromiso democrático. Estas son ideología (izquierda-derecha) y eficacia del sistema. El EVCD pide a los encuestados ubicar su posición en una escala de izquierda-derecha de 10 puntos.También incluye un grupo de cuatro preguntas sobre eficacia del sistema político. Sin embargo, los efectos de ambos, ideología y eficaciadel sistema, fueron mínimos y tampoco contribuyen en mucho al porcentaje de varianza explicado. La inclusión de eficacia del sistema enel análisis multivariado reduce la magnitud del efecto de la confianza en el gobierno, pero la diferencia entre conceptos resulta difícil desustentar (Citrin y Muste, 1999; Reefe y Knoke, 1999). La ideología, por otra parte, reduce sustancialmente el tamaño de la muestra al nohaber una alternativa lógica de clasificación de aquellos que optan por no ubicarse en la escala de izquierda-derecha. Por motivos deparsimonia, se mantuvo intacto el modelo original.

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La educación es, de lejos, la variable independientemás importante, seguida a distancia por el sexo y elestándar de vida. El efecto de estas tres variables socio-estructurales sobre el compromiso normativo, se deberecordar, es estadísticamente significativo en el análisisbivariado, pero desaparece una vez que se controlaestadísticamente la información política. De estamanera, la hipótesis relacionada con el papel de lainformación política como una variable intermedia seve sustentada.

El Cuadro 3 muestra una asociación positiva entrela información política y la preocupación por lacorrupción, de modo que el ciudadano más informadotambién es el más preocupado. Adicionalmente, sepropuso que la cobertura informativa de los escándalosde corrupción política podría producir “atajoscognitivos”, lo que aumentaría la preocupación por lacorrupción sin necesariamente incrementar lainformación política. Esta hipótesis no fue apoyada.

Aunque en un análisis bivariado el seguimiento delas noticias políticas tenía un efecto estadísticamentesignificativo sobre la preocupación por la corrupción,esta variable desapareció en el análisis multivariado.Es decir, el efecto del uso de los medios informativossobre la preocupación por la corrupción se da a travésde su asociación con la información política.

La segunda variable independiente más importantepara predecir el apoyo a la democracia es la confianzaen el gobierno. Dado que esa confianza institucionalse ha conceptualizado como una medida de apoyo alsistema político en sí (Norris, 2000), resulta importanteaclarar que éstos son conceptos diferentes. Aunque laconfianza en el gobierno guarda una asociación positivacon la medida alternativa del compromiso normativoaquí propuesto, son, de acuerdo a Klingeman (1999),tipos de apoyo conceptualmente distintos, cuyo objetoes, además, distinto. Su asociación con otras variableses, consecuentemente, también diferente como se puede

Fuente: Base datos, Estudio sobre valores y comportamientos democráticos, La Paz, CNE, 1999Elaboración propia.

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apreciar al comparar los Cuadros 1 y 4. Las dosvariables independientes más importantes para predecirla confianza en el gobierno son socio-estructurales: elgrado de urbanización y la educación. Los encuestadosmás confiados tienden a vivir en áreas menosurbanizadas, ser menos educados, más jóvenes, menosconocedores de política y varones.

Mientras el grado de urbanización y de educaciónguarda una asociación positiva con el compromisonormativo, su efecto sobre la confianza en el gobiernoes contrario. De igual forma, para la variable deinformación política, los mejor informados son menosconfiados. También resulta notable el hecho de que lasvariables socio-estructurales, el seguimiento de noticias

políticas y la conversación sobre política nodesaparecen cuando se controla estadísticamente lainformación política.

Como se esperaba, el apoyo a la coaliciónmultipartidaria en el poder tiene un efecto positivosobre la confianza en el gobierno. Es decir, losencuestados que dicen haber votado por cualquierade los partidos de la coalición gobernante muestranuna tendencia a ser más confiados. Sin embargo, valela pena reiterar que el apoyo a la coalición no es lavariable más importante para predecir la confianza enel gobierno. En en el Cuadro 1 se ve que estaasociación también explica por qué el efecto de apoyo

Fuente: Base datos, Estudio sobre valores y comportamientos democráticos, La Paz, CNE, 1999Elaboración propia.

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a la coalición sobre el compromiso normativodesaparece una vez que se controla estadísticamentela variable de confianza. Este patrón de asociacionesy la debilidad relativa del apoyo a la coalición comovariable predictiva tanto de confianza en el gobiernocomo de compromiso normativo contradicenrotundamente el argumento de que las expresiones de

confianza o apoyo al sistema en realidad midenúnicamente el apoyo a los partidos gobernantes.

Como se esperaba en el análisis bivariado, lapreocupación por la corrupción tiene un efecto negativosobre la confianza en el gobierno. Este efecto, sinembargo, no resulta estadísticamente significativo enel modelo multivariado.

Fuente: Base datos, Estudio sobre valores y comportamientos democráticos, La Paz, CNE, 1999Elaboración propia.

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Hasta acá, se ha establecido que la informaciónpolítica es la variable independiente más importantepara predecir el apoyo normativo a la democracia. ¿Quéimpulsa esta relación? Este problema es abordado porla pregunta de investigación relativa a la posibilidadde que existiesen efectos de dominio específico de lainformación política sobre el compromiso normativo. Sepredijo que si se encontraran efectos de dominioespecíficos, el conocimiento de las estructuras y losprocesos como indicativo de una información políticamás pertinente y profundizada tendría un impacto másfuerte sobre el apoyo a la democracia. Como se ilustraen el Cuadro 5, esta expectativa se encuentraampliamente justificada. La primera columna, delModelo 1, presenta los resultados ya vistos en el Cuadro1 de la escala de información combinada, para sucomparación con el desempeño de la información sobrelas estructuras y los procesos (Modelo 2) y de lainformación sobre los actores políticos (Modelo 3).

Entonces, el Modelo 2 mide la informaciónpolítica únicamente en términos de las estructuras ylos procesos, producto de un grupo de 14 preguntasde selección múltiple. En el análisis multivariado,el coeficiente estandarizado de regresión de lainformación política es .274 y está encima del valorde .241 del coeficiente en el Modelo 1. Por contraste,la información sobre los actores políticos medidapor el Modelo 3 tiene un coeficiente estandarizadode regresión de .006. El Modelo 2 también explicael mayor porcentaje de la varianza, con un R2estimado de .134.

Fuera del incremento en el poder predictivo de lainformación política cuando es medida en términos deinformación sobre las estructuras y los procesos, elpatrón de asociaciones es el mismo en los Modelos 1 y2. Por contraste, en el Modelo 3 la confianza en elgobierno se convierte en la variable más determinantepara el compromiso normativo, ciertas variables socio-estructurales resurgen (educación, sexo y estándar devida) y el coeficiente de interacción “información Xpreocupación por la corrupción” se torna aun más débile insignificante.

Con relación a la consistencia interna, la fiabilidadde las tres escalas de información también varía en unadirección previsible. Mondak (1999), en su revisión demedidas de información política, propone que se debepreferir las preguntas de selección múltiple por encima

de las preguntas abiertas, porque estas últimassistemáticamente desalientan a los entrevistadosparcialmente informados, lo que contamina la medida.Las preguntas de selección múltiple, según arguyeMondak, minimizan esta posibilidad, pero producenescalas con estimaciones de fiabilidad más bajas.Siguiendo el argumento de Mondak, la escala deinformación sobre los actores tuvo una fiabilidad másalta (alfa de Cronbach=.686) que la escala combinada(alfa de Cronbach=.665) y que la escala sobre lasestructuras y los procesos (alfa de Cronbach=.549). Elpoder de proyección más elevado de la informaciónsobre las estructuras y los procesos, comparado al dela información sobre los actores no es, entonces, unafunción de una medida más fiable –lo que tendería aaumentar la correlación–, sino que se da a pesar de lafiabilidad más pobre de la escala sobre las estructurasy los procesos.

6. DISCUSIÓN

En resumen, el análisis anterior encuentra que laoperativización de apoyo a la democracia en términosde las preguntas sobre compromiso normativo traza unaimagen distinta del apoyo popular a un gobiernodemocrático. En relación con la asociación entre elapoyo a la democracia y las variables independientespropuestas, el Gráfico 2 resume los resultadosprincipales. Se ven justificadas las expectativas respectoal papel de la información política en la predicción delcompromiso democrático normativo y como mediadordel efecto de las variables socio-estructurales.Contrariamente a lo que se esperaba, la informaciónpolítica no medió totalmente el efecto de la exposicióna los medios de comunicación sobre el apoyo a lademocracia.

La confianza en el gobierno también guarda unarelación positiva con el apoyo a la democracia. De igualimportancia, los resultados de los análisis multivariadosjustificaron la hipótesis de que el apoyo a la democracia,la confianza en el gobierno y el apoyo a la coalicióngobernante resultarían ser conceptualizaciones quemiden actitudes políticas diferentes.

De particular interés resultan los hallazgos queinvirtieron el conjunto de las relaciones postuladas conrespecto al efecto de preocupación por la corrupción.Ésta, contrariamente a las expectativas, se asocia

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positivamente con el apoyo a la democracia.Igualmente, el signo de la interacción “información Xpreocupación por la corrupción” resultó ser negativo.Todas estas asociaciones se desarrollan ampliamentemás adelante.

6.1. Los límites de la investigaciónSin embargo, antes de continuar desarrollando las

implicaciones de los hallazgos delineadosanteriormente, resulta importante considerar laslimitaciones potenciales. Dos problemas sonparticularmente notables: la dirección de causalidad yla posible confluencia de la variable independienteprincipal y la variable dependiente. Dado que los datospara este estudio son transeccionales, la posibilidad deque el efecto información-apoyo se dirija en la direccióncontraria no puede ser descartada. Resulta concebibleque los individuos más comprometidos con lademocracia como un arreglo estructural busquen másinformación sobre su funcionamiento. El hecho de quela educación sea la variable independiente másimportante para predecir tanto la escala de lainformación combinada como la de estructuras yprocesos podría justificar parcialmente el presupuestode causalidad de este estudio, aunque el tema permanececlaramente debatible.

También podría discutirse que la asociación entrela información política y el apoyo normativo a lademocracia es un poco tautológica ya que únicamentelos entrevistados con mayor información podríancontestar con algo de coherencia las preguntas

relativas al compromiso normativo con lasinstituciones democráticas claves. Este es un tema quepreocupó a la investigadora desde un principio: ¿hastaqué punto las preguntas sobre el apoyo miden unaactitud a diferencia de la información sobre las formasdemocráticas? ¿Tener conocimiento de estasinstituciones lleva necesariamente a apoyarlas?

Hay dos justificaciones principales para elpresupuesto de que la información política y el apoyonormativo a la democracia son estructuras distintas. Alproponer el modelo, antes de efectuar cualquiera delos análisis, se consideraba que la evaluación que losentrevistados efectuarían de los sucesos políticosregionales y del desempeño institucional a nivelnacional produciría una tendencia a enmarcar laspreguntas sobre el compromiso normativo en términosde actitudes de apoyo o rechazo. Por ejemplo, resultabaposible que incluso los encuestados con mayorinformación podrían considerar finalmente que lademocracia no sufriría por la pérdida de los partidospolíticos.

En retrospectiva, esta expectativa resulta justificadaya que la asociación entre las variables, aunqueconsiderable, no es de la magnitud que despiertasospechas; es más, el efecto significativo del términode interacción “información X preocupación por lacorrupción” sugiere un posible factor que podríadisminuir el compromiso normativo de los ciudadanosmejor informados. No obstante, permanece laposibilidad de que exista un poco de redundanciaconceptual.

GRÁFICO 2: Modelo de apoyo a la democracia

Variables socio-estructurales

Conversaciónsobre política

Seguimiento denoticias políticas

Informaciónpolítica

Preocupaciónpor la corrupción

Confianza en el gobierno

Apoyo ala coalición

Compromisodemocráticonormativo

Elaboración propia.

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A pesar de estas limitaciones, esta investigaciónclaramente demuestra la importancia de incluirinformación política en los estudios de apoyo a lademocracia y, quizás, de una manera más general, dela cultura política en las democracias jóvenes.

6.2. Apoyo afectivo vs. apoyo normativoLa medida alternativa de apoyo a la democracia

aquí propuesta proporciona la concreción necesariapara los análisis de opinión pública en democraciasjóvenes, donde las medidas tradicionalmente usadasparecen estar captando únicamente las expresionesafectivas de apoyo a la democracia en abstracto. Amedida que el período inmediato a la transición degobierno retrocede al pasado, el contexto social y lapercepción de las alternativas posibles cambian elentorno en que se aplican las encuestas sobredemocratización.

A nivel regional, la estabilidad institucional delsistema político democrático se ve en peligro. En estecontexto, la sustitución de medidas de apoyo afectivopor preguntas que miden el apoyo normativo a lasinstituciones democráticas claves parece un paso lógicoy necesario. Los análisis confirman esta expectativapuesto que la sustitución demuestra ser justificable tantosustantiva como metodológicamente.

6.3. Información política y apoyo a lademocracia

La variable de información política ha sidolargamente ignorada en la literatura de lademocratización como un componente de la culturapolítica. Este estudio confirma los hallazgos pionerosde Booth y Richard (1996) sobre su importancia comouna variable independiente para predecir el apoyo a lademocracia. Puede inferirse que en una democraciajoven como Bolivia los niveles bajos de informaciónpolítica tienen una importancia mayor para lasupervivencia del sistema político a través de laconsolidación de una cultura política democrática, encontraste con el caso de las democracias establecidas.Entonces, el debate académico actual en los EstadosUnidos acerca del valor de una ciudadanía informadapara la democracia se enriquecería con la incorporaciónde variación con muestras de países en distintas fasesde consolidación democrática.

Desde una perspectiva más amplia, parecería que lainformación política funciona de manera similar ensociedades con diferentes niveles de desarrollo político.Su asociación con la tolerancia política, la participacióny otras dimensiones positivamente valoradas de lacultura política en las democracias establecidas puedeasemejarse a su relación con el apoyo a la democraciaen las sociedades de reciente democratización. Además,con relación a la asociación entre medidas deinformación política y de uso de los mediosinformativos, los hallazgos aquí expuestos confirmanlos de las investigaciones anteriores. Comparando losresultados del presente modelo con uno en el que seprueba la atención a los medios informativos comodeterminante del apoyo a la democracia (Norris, 2000),se confirma lo constatado por Price y Zaller (1993)sobre el mayor poder predictivo de las medidas deinformación política.

Hay una variación, sin embargo, y ésta es el efectoduradero del seguimiento de las noticias políticas. Lahipótesis planteada originalmente postula que elseguimiento de las noticias políticas afectaría el apoyoa la democracia a través de la información política;no obstante, pese a que en el modelo condensado lamagnitud del efecto se ve considerablemente reducida,no desaparece por completo. Esto puede traducirsecomo apoyo a la teoría del “atajo cognitivo” quepostula que la exposición a las noticias políticasproduce una actitud de apoyo al sistema político, sinimportar si la información específica es retenida o no.La medida usada aquí para detectar la atenciónprestada a los medios de comunicación es, sinembargo, sumamente simple. El diseño delcuestionario hizo imposible explorar las posiblesdiferencias por la frecuencia de exposición y por eltipo de medio de comunicación. Estas dimensionesde análisis ameritan una investigación posterior.

En contraste, se confirma la expectativa de que lainformación política mediaría completamente losefectos de las variables socio-estructurales sobre elapoyo a la democracia. Los presupuestos de la teoríade la modernización, que aparentemente subyacen lasexpectativas tradicionales en cuanto al efecto de lasvariables socio-estructurales sobre el apoyo a lademocracia, pueden ser reemplazadas de maneraefectiva por la utilización de la información políticacomo una variable independiente más precisa. No

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obstante, resulta interesante notar que en el estudiode Booth y Richard (1996), la educación y el estándarde vida no desaparecen en el análisis multivariado.Esto podría tener que ver con la operativizacióndistinta que hacen los autores de apoyo a las normasdemocráticas, medida en términos de apoyo a losderechos de participación política. También es posibleque los efectos duraderos de estas variables socio-estructurales se deban a la debilidad de la escala de lainformación política de tres preguntas que Booth yRichard (1996) usaron.

El papel de la información política comodeterminante del apoyo a la democracia y mediadoradel efecto de variables socio-estructurales tambiénpodría desalentar el optimismo respecto unadistribución igualitaria de las actitudes prodemocráticas. El análisis de Rose, Shin y Munro (1999)del New Korea Barometer encuentra que, contrariamentea sus expectativas, la educación y la edad no tienenuna asociación significativa con el apoyo a lademocracia en un análisis multivariado. Ellos sugierenque esto “demuestra que el apoyo a los idealesdemocráticos no está limitado a una élite educada o aestudiantes a la vanguardia de demostraciones pro-democráticas” (Rose, Shin y Munro, 1999: 157). Sólola inclusión futura de información política en los análisisde apoyo a la democracia en las sociedades depostransición revelará consistentes diferencias osimilitudes en distintas regiones y en distintasconceptualizaciones.

Finalmente, se encuentra que el impacto de lainformación política sobre el apoyo a la democraciaestá dirigido principalmente a la información sobre lasestructuras y los procesos. Ésta convierte a lainformación política en la variable independiente másimportante para predecir el apoyo normativo a lademocracia y le permite mediar el efecto de los factoressocio-estructurales. Desde una perspectiva teórica, elhecho de que la información proveniente “de libros detexto” demuestre ser tan determinante reafirma laimportancia de la verificación de la unidimensionalidadde las medidas de información política y la necesidadde someter a prueba la posibilidad de efectos de dominioespecífico.

Estos hallazgos sobre el papel de la informaciónen una democracia joven también tienen implicacionesprácticas importantes. Becker urge a los estudiosos

de la democratización a “no sólo entender los orígenesy naturaleza de las nuevas democracias en la región,sino también determinar maneras en las que éstaspuedan ser fortalecidas y profundizadas” (1999: 138).La fuerte asociación entre la información política y elapoyo a la democracia podría proporcionar las pautaspara el diseño de campaña de los programas deconsolidación en marcha actualmente en muchasnaciones.

Sin embargo, identificar la información políticacomo la clave –una que sea susceptible a lasintervenciones– también podría resultar problemático.Las investigaciones sobre las brechas de informaciónen democracias establecidas han encontrado que éstasson muy resistentes a las intervenciones y a los cambiossociales a largo plazo. En los Estados Unidos, laestratificación de la información por edad, nivel socio-económico, educación, género y etnicidad no hadisminuido en las últimas décadas (Converse, 1962;Delli Carpini y Keeter, 1996) y el diseño de losprogramas tendría que tomar esto en cuenta.

Una perspectiva prometedora concerniente a estoha sido desarrollada últimamente en el área de lasocialización política. McDevitt (1999) y Chaffee,Morduchowicz y Galperin (1997) encontraronimportantes efectos de las intervenciones dirigidas apoblaciones escolares. Las brechas de informaciónpolítica entre estudiantes de distintos niveles socio-económicos se vieron reducidas por una intervenciónque utilizaba periódicos en el aula, particularmente enperíodos preelectorales. Por otra parte, el incrementode los niveles de información política no se limitó a losestudiantes, sino que hubo un impacto inesperado enlos padres que desafiados por el conocimiento de loshijos se vieron empujados a buscar mayor informaciónpara así poder restaurar el equilibrio de poder en elhogar. Es importante señalar que esta fue una de laspocas intervenciones que generó los efectos duraderosde la socialización política entre los adultos.

6.4. Confianza en el gobierno,una conceptualización diferente

Como se esperaba, la confianza en el gobiernoguarda una relación positiva con el apoyo a lademocracia. Éste es otro resultado que contrasta conlos hallazgos en las democracias establecidas, donde

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no se encontró que la confianza en el gobierno afectasela legitimación (Weil, 1989). Los entrevistados másconfiados tienden a vivir en las áreas menosurbanizadas, son varones más jóvenes, menos educadosy menos políticamente informados.

El factor de sexo merece una nota aparte. Como semencionó anteriormente, los analistas de lasdemocracias jóvenes no han pensado en lo que implicaser mujer en relación con las orientaciones prodemocráticas. Las organizaciones de mujeres de basefrecuentemente jugaron un papel protagónico en lastransiciones a la democracia, pero las actitudes de lasmujeres a nivel de la población son menos conocidas.Con relación a esto, el hallazgo de que las mujeresconfían menos en el gobierno que los hombres, a pesarde sus niveles más bajos de la información política –lo que tendería a hacerlas más confiadas– pareceapuntar a la existencia de una sensación de alienacióngeneral respecto al sistema político.

El patrón de asociaciones entre la confianza y susvariables antecedentes es bastante diferente al de lainformación política, un hallazgo que apoya suconceptualización como fenómenos diferentes.Contrariamente a lo que ocurre en el análisis de apoyo ala democracia, en el modelo multivariado el efecto de lamayoría de las variables socio-estructurales sobreconfianza en el gobierno es fuerte y estadísticamentesignificativo. Tanto la confianza en el gobierno como elapoyo a la democracia, además, pueden ser diferenciadosdel apoyo a la coalición multipartidaria en el poder.

Estos hallazgos confirman nuevamente que el apoyonormativo democrático es un tipo distinto de apoyo alsistema. La operativización de apoyo a la democraciagana en importancia teórica, resaltando aún más lanecesidad de desenredar éstos y otros conceptossimilares como sugieren Finkel et al (1999).

De gran interés también es el hallazgo de que lainformación política está negativamente asociada conla confianza, lo que señala otra diferencia más conlos hallazgos de los estudios en las democraciasestablecidas (Listhaug y Wiberg, 1995; Holmberg,1999). El que el conocimiento pueda estarnegativamente relacionado con la confianza, peropositivamente relacionado con el apoyo a lademocracia sugiere que el cinismo que acompaña unamayor información política no compromete ningúnapoyo al sistema.

6.5. Preocupación por la corrupciónHay que aclarar que el cinismo inducido por la

información no compromete ningún apoyo al sistemaa menos que se combinen niveles altos de informaciónpolítica con niveles similares de preocupación por lacorrupción. La interacción negativa de informaciónX preocupación por la corrupción modifica, en ciertogrado, la imagen de que los que tienen mayorinformación son menos confiados pero están más afavor de la democracia. Contrariamente a lasexpectativas, la preocupación por la corrupción reduceel compromiso normativo democrático de los másinformados. Lejos de amortiguar los efectos corrosivosde esta preocupación sobre el apoyo a la democracia,un nivel alto de información política lo hace másvulnerable. El porqué esto es así sólo puedeespecularse; la interacción negativa podría atribuirseal efecto corrosivo de toda la información sobre cuáninoperantes son las instituciones democráticas, lo queconduciría al desencanto con la democracia, pese alconocimiento de que ciertas instituciones sonnecesarias para la existencia de la democracia comotal. No obstante, como se enfatizó anteriormente, demanera general los que tienen mayor informaciónpermanecen más comprometidos aun después deconsiderado el efecto de la interacción negativa.

Considerando las asociaciones entre seguimiento denoticias políticas, información política y el coeficientede interacción, parecería que los temores de los analistascon relación al impacto de la cobertura informativasobre los escándalos de corrupción en la legitimidaddemocrática serían injustificados. Aun cuando el efectodel coeficiente de interacción fuese interpretado comoel resultado de un tratamiento noticioso generalizadode la política como corrupta, sólo es negativo para losencuestados con mayor información.

El signo positivo de la relación entre preocupaciónpor la corrupción y compromiso normativo tambiéncontradice las expectativas iniciales. Sólo después decompletado el análisis precedente, se encontró unestudio que explora la asociación entre las percepcionescon respecto a la corrupción y al apoyo a la democracia.Rose, Shin y Munro (1999) encuentran que,contrariamente a las expectativas racionales, aquellosque evalúan el grado de la corrupción en el gobiernoactual como muy alto tienden a estar más a favor de losideales democráticos. Ellos sugieren que esto indica

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El efecto de la información política

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que “el idealismo democrático está asociado con altasexpectativas de honestidad en el gobierno y unarenuencia a tolerar la corrupción como normal” (Rose,Shin y Munro, 1999:156).

Ésta es ciertamente una explicación admisible,quizás también aplicable cuando el apoyo a lademocracia es, como es el caso que nos interesa, medidoen términos de apoyo a las instituciones democráticasclaves. Sin embargo, esto hace que la dirección decausalidad sea más ambigua que la propuestainicialmente. Enfrentados por la dificultad de encontrarexplicaciones alternativas lógicas y por la ausencia deotros estudios, el signo positivo de la relación entrepreocupación por la corrupción y apoyo a la democraciaquizás hace que sea más aconsejable considerarla entérminos de una asociación no-causal.

En resumen, el reemplazo de una medida de apoyoafectivo por una de compromiso normativo y lainclusión de la información como una variableindependiente principal implican una perspectiva másracionalista. En la medida en que el apoyo a lademocracia trata también de emociones, recuerdos deun pasado autoritario y pensamientos positivos sobrela libertad, entre otras cosas, esta medida alternativa ysus relaciones con la información política podrían nohacer justicia al proceso de democratización en unsentido más integral. No obstante, en la medida quepermite detectar más prontamente los retiros del apoyopopular al sistema político y posiblemente planearmaneras de prevenirlos, podría demostrar ser más útil.En lo teórico, podría resultar ser la única asociaciónque permanece consistentemente fuerte en distintasregiones y con diferentes operativizaciones de apoyoal sistema político democrático.

Como consideración final, al momento de argüir afavor de la medición de la consolidación de lalegitimidad democrática en términos del apoyo a lasformas de gobierno democrático, es de sumaimportancia considerar el contexto en el cual se estáabogando por una lealtad al sistema político, unaconsideración que ha sido largamente ignorada enestudios comparativos entre países (Klingeman, 1999).En Bolivia, históricamente los propios actores políticosno se han comportado de una manera que aliente elapoyo a la democracia, porque llegaron a lademocratización únicamente cuando las rutasalternativas al poder ya no eran una opción (Malloy y

Gamarra, 1988). El desempeño institucional, por otrolado, ha sido descrito por los observadores locales yexternos como sumamente pobre y plagado por lacorrupción (Grindle, 2000).

No obstante, las alternativas como el retorno a ladictadura militar o el cambio a un gobiernodemocrático de mano dura no aparecen comosoluciones. Es más, en América Latina, la pérdida dela identificación partidaria no ha producido unareorganización de los intereses políticos con la cualpodrían asegurarse, por otros medios, movilización,representatividad y responsabilidad (Hagopian, 1998).Bolivia se ha embarcado en años recientes en una seriede reformas estructurales dirigidas a mejorar eldesempeño institucional y la calidad de la democracia.La información política, al asegurar una base establede apoyo normativo a la democracia, podría ser laclave para otorgarle a la democracia boliviana elespacio necesario para lograr las metas de reforma.

7. INFORMACIÓN POLÍTICA Y APOYOA LA DEMOCRACIA EN 2004

El modelo precedente se basa exclusivamente endatos provenientes de la encuesta de 1999. Los sucesospolíticos acaecidos en Bolivia y en la región en entreentonces y 2004 introducen importantes cambios enel contexto que deben ser rastreados en la opiniónpública. A mediados de 2004, The Economist publicóun resumen de los cambios en el apoyo a la democraciaregistrados por el Latinobarómetro en las últimas dosdécadas. Sólo al cabo de un período así de largo puedeverse que las pequeñas variaciones en los niveles deapoyo a la democracia registradas año a añoconstituyen tendencias consistentes en declive. Lacomparación, por tanto, de los datos provenientes deestas dos encuestas resulta muy importante.

La encuesta de 2004 no recoge, lamentablemente,todas las preguntas utilizadas para la construccióndel modelo propuesto en el presente trabajo. Lavariable de información política se encuentrareplicada, con menos preguntas sobre estructuras yprocesos y alguna variación en lo referido a laidentificación de los actores políticos. Se incluyetambién la conversación sobre política, elseguimiento de noticias políticas y la confianza en

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el gobierno. No obstante, la gran ausencia estáreferida a la variable dependiente, es decir, el apoyonormativo a la democracia. Tampoco se recogen lasvariables independientes referidas a preocupaciónpor la corrupción y, obviamente, apoyo a la coaliciónde gobierno. Se hace, por tanto, un análisis generalmás simple con las variables que sí se replican y otrasque podrían dar pistas sobre las ausentes.

7.1. Antecedentes de información políticaPara la encuesta de 2004, la escala de información

política está compuesta por trece preguntas y tiene unrango empírico de 0 a 13, con una fiabilidad aceptable(alfa estandarizada de Cronbach=.65). La media de laescala es de 5,7 y la desviación estándar es de 2,5. Elconcepto de la información política no resulta serunidimensional, sino que carga en dos componentesque dan cuenta del 44% de la varianza. Todas laspreguntas incluidas cargan en el primer componente,mientras que la carga sobre el segundo componente esprincipalmente de las preguntas referidas a laidentificación de los actores políticos.

Dado que la composición de la escala deinformación política para 2004 varía en tipo y númerode preguntas incluidas, los resultados no sonestrictamente comparables; sin embargo, los hallazgossobre los antecedentes de información política sereplican en gran parte como se puede ver en los Cuadros2 y 6. En ambos casos, la variable más fuerte es laeducación y, para 2004, sólo dos variables dejan de tenerun efecto estadísticamente significativo, el nivelsocioeconómico y el grado de urbanización que fueronmedidos en diferentes rangos que en 1999.

La encuesta de 2004 permite ahondar en los orígenesde la información política en relación con su uso de losmedios, gracias a tres nuevos ítems: “¿Acostumbra aenterarse las noticias... por la radio? ¿Por la televisión?¿Por el periódico?” Sin embargo, la inclusión de estasvariables en el modelo multivariado no incrementa supoder predictivo; las tres tienen efectos muy pequeños ydos no son estadísticamente significativas. Lacomplejización del modelo, por ende, resulta innecesaria.

7.2. Efectos de la información políticaNo existiendo una formulación de la variable

dependiente para 2004, fuera de los antecedentes de

información política, no se puede someter a pruebalas demás hipótesis verificadas para 1999. Por tanto,los siguientes análisis se harán utilizando crucesbivariados de la información política con variablesde actitudes y comportamientos políticos relevantes.Para este fin, se recodificó la escala de informaciónpolítica en “alta” y “baja” información, con el 75%de la población clasificada como poseedora de bajainformación (con siete preguntas correctas o menos)y 24% como altamente informada (con más de ochopreguntas correctas).

En ausencia de la variable de apoyo normativo ala democracia, puede explorarse la asociación entreinformación política y lo que se llamó anteriormenteapoyo afectivo. En respuesta a la pregunta sobre lapreferencia por la forma de gobierno, si bien ladiferencia por el nivel de información esestadísticamente significativa, resulta pequeña. Laspersonas más informadas reportan una preferencia porla democracia seis puntos porcentuales mayor que laspersonas menos informadas.

Constante 2.296***(.220)

Educación .149*** .274(0-9) (.011)Sexo .292*** .059(1=F, 2=M) (.088)Nivel socioeconómico .128 .024(0-60) (.102)Edad .0234*** .139(18-92) (.003)Grado de urbanización .000 .000(1-4) (.037)Seguimientode noticias políticas .349*** .070(0-1) (.097)Conversación sobre política .584*** .114(0-1) (.100)R

2.14

(n = 2903)

b (Error est.) ß

*p < .05. * *p < .01. * * *p < .001.

Fuente: Base datos, Cultura política y democracia en Bolivia, La Paz,CNE, 2004Elaboración propia.

CUADRO 6: Variables independientes que predicenla información política 2004

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El efecto de la información política

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Como se mencionó anteriormente, otra pregunta conla que se suele medir el apoyo al sistema político es lasatisfacción con la democracia. Sin embargo, en respuestaa la pregunta “¿Está Ud. satisfecho con la democraciaen Bolivia?” las diferencias entre los más y los menosinformados no son estadísticamente de significación. Sepuede afinar este contraste utilizando tres preguntasnuevas de percepción en la encuesta de 2004. La primeraestá planteada como sigue: “¿Luego de 22 años dedemocracia, Ud. diría que la democracia en Bolivia hacumplido con la mayor parte de sus objetivos, hacumplido un poco o que no ha cumplido nada?” Lasegunda trata de la percepción de una mejor proyeccióna futuro gracias a la democracia; y la tercera, de lanecesidad de cambios en la democracia.

Según investigaciones en democracias establecidas,los más informados también tienden a reportar mayoresniveles de eficacia, tanto personal como del sistemapolítico (Zaller, 1991; Delli Carpini y Keeter, 1996;Price y Zaller, 1993). Esto sugeriría una asociación entreel nivel de la información política y una evaluaciónmás positiva del sistema. Como se puede apreciar enlos Cuadros 8 y 9, esta expectativa se ve justificadacon diferencias significativas, aunque pequeñas.

Los más informados tienden a ser menos negativosen la percepción del cumplimiento de los objetivos dela democracia boliviana, pero la diferencia es muypequeña, sólo de cuatro puntos porcentuales (Cuadro8). A la evaluación actual de la democracia se sumauna tendencia positiva concurrente en la percepción dela proyección a futuro, con una diferencia significativade cinco puntos porcentuales a favor de los másinformados (Cuadro 9).

¿Con cuál de lassiguientes frases estáUd. más de acuerdo?

Nivel de informaciónpolítica

Bajo Alto TotalLa democracia espreferible a cualquier 1423 501 1924otra forma de gobierno. (66%) (73%) (67%)

Da lo mismo un 425 84 509régimen democrático (20%) (12%) (18%)que uno autoritario.

Es preferible un 322 104 426gobierno autoritario (15%) (15%) (15%)a uno democrático.

Total 2170 689 2859

Nota: Las diferencias son estadísticamente significativas (p<..01).Fuente: Base datos, Cultura política y democracia en Bolivia, La Paz,CNE, 2004Elaboración propia.

CUADRO 7: Diferencias en el apoyo afectivopor el nivel de información política 2004

CUADRO 8: Diferencias en la percepción de cumplimientode los objetivos democráticos por el nivel deinformación política 2004

Luego de 22 añosde democracia,¿Ud. diría que lademocracia en Boliviaha cumplido…

Con la mayor parte 156 61 217de sus objetivos (7%) (9%) (8%)Unos pocos 1543 524 2067

(74%) (77%) (74%)Ninguno 399 99 498

(19%) (15%) (18%)Total 2098 684 2782

Nota: Las diferencias son estadísticamente significativas (p<.05). Losporcentajes pueden no sumar a 100 por efecto de redondeo.Fuente: Base datos, Cultura política y democracia en Bolivia, La Paz,CNE, 2004Elaboración propia.

Nivel de informaciónpolítica

TotalAltoBajo

CUADRO 9: Diferencias en la percepción deun mejor futuro gracias a la democracia por el nivel de información política 2004

¿Diría Ud. que con lademocraciaBolivia se proyecta aun futuro mejor?

Nivel de informaciónpolítica

Bajo Alto Total

Sí 1544 526 2070(70%) (75%) (71%)

Total 2206 698 2904

Nota: Las diferencias son estadísticamente significativas (p<..01).Fuente: Base datos, Cultura política y democracia en Bolivia, La Paz,CNE, 2004Elaboración propia.

Si bien el nivel de información política está asociadoa una percepción menos negativa del sistema al presentey a futuro, esto no implica que los más informados

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deseen que el sistema permanezca tal cual. Como seaprecia en el Cuadro 10, este grupo percibe una mayornecesidad de cambios, con una diferencia de seis puntosporcentuales en la percepción de la necesidad demuchos cambios.

Constituyente con mayor frecuencia; esta comparaciónpresenta la diferencia más grande vista hasta ahora, 22puntos porcentuales.

Si bien esta asociación podría resultar hasta obvia, esimportante señalar los mecanismos subyacentes. El queuna gran mayoría reporta enterarse de las noticias poralgún medio de comunicación (73% por radio, 82% portelevisión) y que únicamente el 61% respondaafirmativamente la pregunta sugiere que, aun con unaamplia y sostenida cobertura de un tema específico,resulta necesaria la estructura cognitiva de la informaciónprevia para poder retener lo nuevo. En línea conexpectativas teóricas y empíricas, el nivel de informaciónpolítica guarda una relación positiva con la participaciónen procesos de votación como puede apreciarse en elCuadro 12. Estas diferencias en el comportamientopolítico, además, son mayores en promedio que lasdiferencias antes vistas en las actitudes políticas. A mayornivel de conocimiento corresponde una mayorparticipación en las elecciones generales de 2002 (conuna diferencia de 12 puntos porcentuales) y en elreferéndum del gas de 2004 (con una diferencia de ochopuntos porcentuales).

¿Ud. diría que lademocraciarequiere cambios?

Nivel de informaciónpolítica

Bajo Alto Total

Muchos 1147 408 1555(53%) (59%) (55%)

Algunos 907 260 1167(42%) (38%) (41%)

Ningún cambio 103 23 126(5%) (3%) (4%)

Total 2157 691 2848

Nota: Las diferencias son estadísticamente significativas (p<.05). Losporcentajes pueden no sumar a 100 por efecto de redondeo.Fuente: Base datos, Cultura política y democracia en Bolivia, La Paz,CNE, 2004Elaboración propia.

CUADRO 10: Diferencias en la percepción de la necesidadde cambios en la democracia por el nivelde información política 2004

Otra asociación nueva que se puede explorar conlos datos de 2004 está referida a la adquisición denuevos conocimientos. Entendida la informaciónpolítica como el bagaje de conocimiento de la materiaretenido en la memoria de largo plazo, la expectativade su asociación con la adquisición de nuevoconocimiento (Delli Carpini y Keeter, 1996) se vesustentada por los datos presentados en la siguientetabla. Los más informados tienden a reportar haberoído de la inminente realización de la Asamblea

CUADRO 11: Diferencias en la adquisición de nuevoconocimiento por el nivel de información política 2004

¿Ha oído que en el paísse piensa realizar unaAsamblea Constituyenteel próximo año?

Nivel de informaciónpolítica

Bajo Alto Total

Sí 1230 545 1775(56%) (78%) (61%)

Total 2206 698 2904

Nota: Las diferencias son estadísticamente significativas (p<..001).Fuente: Base datos, Cultura política y democracia en Bolivia, La Paz, CNE,2004Elaboración propia.

CUADRO 12: Diferencias en la participación por elnivel de información política 2004

Nivel de informaciónpolítica

Bajo Alto Total

Votó en las eleccionespresidenciales de 2002 1613 590 2203

(73%) (85%) (76%)

Votó en el referéndumdel gas de 2004 1601 567 2168

(73%) (81%) (75%)

Nota: Las diferencias son estadísticamente significativas (p<..001).Fuente: Base datos, Cultura política y democracia en Bolivia, La Paz,CNE, 2004Elaboración propia.

A manera de conclusión, a partir de los análisis mássimples, los datos de la encuesta de 2004 reiteran loshallazgos previos respecto a las asociaciones deinformación política con sus variables antecedentes ycon algunas variables de actitudes y comportamientospolíticos. Las variables en que el nivel de informaciónpolítica suscita mayores diferencias son las decomportamiento (participación electoral) y la

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El efecto de la información política

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adquisición de nuevo conocimiento. En cuanto a suasociación con las variables de actitudes, las diferenciason pequeñas, pero consistentes. Por tanto, lainformación política puede ser concebida como clavedeterminante para la consolidación de una culturapolítica democrática.

Si bien uno quisiera identificar variables con mayorpeso predictivo, la revisión del modelo presentado apartir de los datos de 1999 más los cruces bivariadosde los datos de 2004 señalan que no hay otros factorespolíticos correlativos de mayor impacto. En lo querespecta al diseño de las intervenciones, tampocoresulta concebible incidir en otros factores como, porejemplo, la confianza en las instituciones o lapercepción de la corrupción. La información políticatiene consecuencias políticas expresadas en laspreferencias por políticas públicas y elcomportamiento electoral. La percepción de estarelación puede alterar considerablemente laconcepción del potencial de la educación cívica.

Los estudios estadounidenses clásicos desocialización política realzan una de dos perspectivas,la adquisición temprana de actitudes políticas o laapertura al aprendizaje y al cambio de toda la vida(persistencia vs. revisionismo). Sin embargo, ambasaproximaciones comparten tres premisas: a) la existenciade una currícula aparentemente inmutable de laeducación cívica que enfatiza el conocimiento de laConstitución y la mecánica de gobierno; b) la creenciaen los flujos verticales y unidireccionales en los patronesde la comunicación y la socialización política al interiorde la familia; y c) un presupuesto implícito respecto a lainvulnerabilidad de las brechas de la informacióndeterminadas por el nivel socio-económico.Intervenciones recientes en la socialización política,citadas anteriormente, alteraron el contenido y el estilode la educación cívica y encontraron efectossignificativos y duraderos sobre el conocimiento y lasactitudes. También encontraron efectos secundarios sobrelos flujos de la comunicación familiar y el interés por lapolítica en los padres de los estudiantes involucrados.

La reproducción de todo sistema político requierede la inducción de las nuevas generaciones a la política.Trátese de una sociedad democrática o no, lapredisposición a sujetarse a la autoridad y a participar(o no) debe ser cultivada. Si sólo la reproducción de lasociedad estuviese en entredicho, inculcar la actitud

correcta sería suficiente. Una democracia que aspira atener una base amplia requiere, adicionalmente, de unaciudadanía informada que pueda deliberar y construirconsensos en temas diversos. La participación políticaamplia garantiza la más cercana aproximación al biencomún y, al hacerlo, legitima aun más al sistema.

La motivación, información y destrezas analíticasescasas con que las nuevas generaciones acompañan suparticipación política desafían la veracidad de estasúltimas aseveraciones. Por otra parte, una estrategia quebusque incrementar el bagaje de la información políticade los ciudadanos de a pie se fundamenta en unpresupuesto compartido por los cientistas políticos: laciudadanía sí hace esfuerzos por entender su entornopolítico. Lane (1973) y Bennet (1975) exploran laspercepciones cotidianas de la política y concluyen que“no toda la gente construye los mismos sentidos en tornoa la política, pero la mayor parte construye algún sentido”.Se presume que existe una tendencia universal a construirvínculos explicatorios o percepciones de causalidad.

Delli Carpini y Keeter reflexionan sobre laimportancia para la construcción de una ciudadaníainformada de un conocimiento político imparcial y defácil disponibilidad. Proponen que la voluntad deconstruir sentidos en torno a la política está condicionadapor la oportunidad, el acceso a la información en elentorno principalmente a través de los medios. Estanoción de oportunidad y los patrones de desinformaciónque se encuentran en su estudio sugieren que “muchosciudadanos se esfuerzan activamente por entender elmundo político y frecuentemente dan respuestas que,aunque equivocadas, son posibilidades concebibles o quereflejan los sesgos en el ambiente” (1996: 17). Luskin yFishkin resumen esta paradoja en términos más duros:“Cierto, aun los menos ideologizados tienen numerosascogniciones, afectos, esquemas y valores tocantes a lapolítica. Cierto, con éstos logran construir algún sentidode la política, pero esto no resulta particularmentenotable” (1998: 6), notable en función a la consecuciónde sus intereses.

La promoción de una ciudadanía informadaproporciona la base para mejorar el ambiente de lainformación y el sistema político, y todo ello asegurade mejor manera que se descubra y sirva el bien común.Aunque puede que muchos de todas maneras opten porno participar activamente en la esfera pública, será unadecisión informada.

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