Jo s é Ja i m e Ru i z : d e s d e l a d u d a o s c u R a h a c i a

l a l u z

Por Óscar Estrada de la Rosa

C U A D E R N O S E P Í G R A F A

de s d e l a d u d a o s c u R a h a c i a l a l u z

La cicatriz del naipe es editado cuando alcanza su mayoría de edad, no necesita bautizo, ya recibió su sacramento en 1989 con el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde, hoy lo que se requiere es la confirmación. Este libro existía aun sin lectores, hoy trascenderá con ellos, con todos aquellos que tienen un particular apetito por la sorpresa fértil y la seducción del último refugio de nuestros tiempos, la poesía.

Jose Jaime Ruiz cumple “un viaje de años por la palabra”, como editor estricto, provocador y crítico intenta hacer de la poesía un bien común. Labor propia de un taumaturgo, hacer de “cada soledad la sonora clarividencia de la comunión”.

Incansable buscador de imágenes, emocionales unas intelectuales otras, condensa y sedimenta su conocimiento a través de las palabras, fundiéndolas, fundándolas, refundiéndolas, refundándolas.

Al principio del libro José Jaime nos advierte con la “Tercera ordalía”, más adelante “Crátera”, “Otros olvidos”, “Stock out” y “Vapores”. Al final “La cicatriz del naipe”.

En la ordalía Jaime somete la palabra a un juicio divino o, por el contrario, mete las manos al fuego y nos invita a que las metamos también nosotros, todo sea por la palabra, todo sea “por despeñar la pluma incandescente al mediodía”. Desde el principio nos damos cuenta que las páginas por seguir difícilmente suscitarán indiferencia.

El libro esencialmente comienza con “Crátera”, en primer momento percibo su invitación a beber agua corriente o vino y en la segunda mirada contemplo el inicio de una desenfrenada cabalgata litúrgica. Destaco “Orante”, “Balada del adepto” y “Todo me desengaña”. Eficacia, ironía, desesperanza, brillo y brío confluyen en estas tres lecturas.

Más adelante encontramos el apartado “Otros olvidos”, aquí José Jaime despliega concisión, alusión y argumentación presentándonos una serie de aforismos. En ellos encuentra el medio ideal para edificar su pensamiento, vislumbro ya la voz robusta, musical y lapidaria de sus escritos actuales. Gabriel Zaid nos dice que parte del encanto del aforismo como texto está en “la contradicción entre su forma mínima y su ambición máxima”. No exigua, no ínfima, eximia. En particular me seduce la brevedad contundente de “Decorados”, “Respuestas” y “Photo”.

Cuando arribamos a los apartados “Stock-out” y “Vapores” percibimos que fuimos intencionalmente guiados. Repentinamente nos damos cuenta que nos sentimos un poco más ligeros, quizá para emprender un vuelo, quizá. La poesía, al igual que una botella de buen vino, embotella la verdad, “Stock-out” y “Vapores” nos enfrascan y nos

llevan a los extremos de sí mismo, en este caso del autor, compartiendo con nosotros vivencia y verdad. A destacar “Osiris vs. Oniris”.

Por fin, “La cicatriz del naipe”. Ahí José Jaime explora en el augurio su Patria, en la experiencia la herida, estética en la mística. A edad temprana sabe que “la mediocridad es un páramo sin heridas ni cicatrices”. Construye e impregna “La cicatriz del naipe” con los Arcanos Mayores. Esther Seligson hoy nos advierte: “El camino de la perfección transita por entre los veintidós Arcanos Mayores, veintidós senderos que van abriendo sus cicatrices como portales iniciáticos desde la duda oscura hacia la luz”.

José Jaime como moderno Thot, a través de la sonoridad, la videncia y el simbolismo, nos abrió cicatrices que no serán cerradas. Gloso a Novalis: “Bebamos de este libro, seamos astros”.

Óscar Estrada de la RosaMonterrey, N.L. México. Febrero 2007.

Texto de presentación para el libro “La cicatriz del Naipe”.