desenterrando el silencio

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8 10 DE MARZO DEL 2013 más Periódico Un libro y una exposición, que puede visitarse en Montjuïc hasta el 22 de marzo, recuperan la memoria de Antoni Benaiges, un joven educador catalán asesinado el 25 de julio de 1936 en el pueblo de Burgos donde introdujo la pedagogía moderna. LA RECONSTRUCCIÓN DE LA VIDA Y MUERTE DE UN PEDAGOGO REPUBLICANO A ntoni Benai- ges, el maestro de la escuela rural de Bañue- los de Bureba, no tenía que es- tar allí el 19 de julio de 1936. El pedagogo catalán destinado voluntariamente a ese pueblecito desde hacía dos años ya había empezado las vacaciones. Pe- ro justo aquellos días había regresa- do a ese lugar de la provincia de Bur- gos. Para intervenir en un mitin y, quizá, porque tenía pendiente cum- plir, una vez las faenas del campo lo permitiesen, una promesa que ha- bía hecho a sus alumnos. Llevarlos a ver, por primera vez, el mar. La familia de Benaiges estaba avi- sada y tenía la casa de Mont-roig del Camp preparada para acogerlos. Ya habían recibido el cuaderno que, meses antes, el maestro y sus alum- nos habían compuesto con la im- prentilla escolar tan característica de las técnicas pedagógicas activas de Freinet, de las que Benaiges, a sus 33 años, era un pionero: El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca. «El mar es muy grande y para pasar a otro pueblo hay que pasar en barco y me figuro que a veces estará más de una hora», había escrito el pequeño José Cuesta. «El mar será muy gran- de, muy ancho, muy hondo. Dice Fer- nando que será como de Vallejopa- blo al cerro de Quebrantalinos de ancho, metros y metros de hondo», opinaba Antonio García. «Yo no he visto nunca el mar. El maestro nos di- ce que iremos a bañarnos», confiaba Lucía Carranza. Pero ni Benaiges ni los niños lle- garon nunca a las playas del Baix Camp. Cofundador de la Casa del Pueblo de la cercana Briviesca, se- ñalado y mal visto por las fuerzas vi- vas de la comarca (¡los niños baila- ban en la escuela al son de un gra- mófono, había retirado el crucifijo de la clase, daba clases a adultos y al- gunos de ellos dejaban de ir a misa!), ese mismo día fue detenido. El 25 de julio, después de que le arrancasen los dientes y lo pasearan como escar- nio público en un coche descapota- ble por Briviesca, envuelto en una bandera de la Falange, fue ejecutado y sepultado en una fosa común en los montes de La Pedraja. El mismo destino siguieron 40 maestros repu- blicanos en la provincia de Burgos. El silencio roto Recomponer esta historia no ha si- do fácil. El miedo impuesto por la salvaje represión hizo que la memo- ria del maestro del pueblo se perdie- se, excepto en los recuerdos de algu- nos ancianos que recordaban cómo les habían matado a su maestro y en los de Rafael Martínez, hijo de un amigo también ejecutado, al que le quedó el remordimiento de no ha- ber podido explicar lo sucedido a la familia del maestro catalán. Esta conservaba en una cajita los 13 cua- dernos que les había ido enviando y mantenía la memoria de su tío An- ton, pero apenas sabía nada de lo su- cedido hasta que su sobrino nieto, Jaume Aragonès –«en el fondo, no se El maestro POR ERNEST ALÓS que no volvió al mar Antoni Benaiges, en el centro, con los alumnos de su escuela. Textos del cuaderno sobre el mar que elaboraron los niños de Bañuelos de Bureba en enero de 1936.

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Reportaje publicado en EL PERIODICO DE CATALUNYA sobre "Desenterrando el Silencio: el maestro que prometió el mar"

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Page 1: desenterrando el silencio

8 10 DE MARZO DEL 2013más Periódico

Un libro y una exposición, que puede visitarse en Montjuïc hasta el 22 de marzo, recuperan la memoria de Antoni Benaiges, un joven educador catalán asesinado el 25 de julio de 1936 en el pueblo de Burgos donde introdujo la pedagogía moderna.

LA RECONSTRUCCIÓN DE LA VIDA Y MUERTE DE UN PEDAGOGO REPUBLICANO

Antoni Benai-ges, el maestro de la escuela rural de Bañue-los de Bureba, no tenía que es-tar allí el 19 de

julio de 1936. El pedagogo catalán destinado voluntariamente a ese pueblecito desde hacía dos años ya había empezado las vacaciones. Pe-ro justo aquellos días había regresa-do a ese lugar de la provincia de Bur-gos. Para intervenir en un mitin y, quizá, porque tenía pendiente cum-plir, una vez las faenas del campo lo permitiesen, una promesa que ha-bía hecho a sus alumnos. Llevarlos a ver, por primera vez, el mar. La familia de Benaiges estaba avi-sada y tenía la casa de Mont-roig del Camp preparada para acogerlos. Ya habían recibido el cuaderno que, meses antes, el maestro y sus alum-nos habían compuesto con la im-prentilla escolar tan característica de las técnicas pedagógicas activas de Freinet, de las que Benaiges, a sus 33 años, era un pionero: El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca. «El mar es muy grande y para pasar a otro pueblo hay que pasar en barco y me figuro que a veces estará más de una hora», había escrito el pequeño José Cuesta. «El mar será muy gran-de, muy ancho, muy hondo. Dice Fer-nando que será como de Vallejopa-blo al cerro de Quebrantalinos de ancho, metros y metros de hondo», opinaba Antonio García. «Yo no he visto nunca el mar. El maestro nos di-ce que iremos a bañarnos», confiaba Lucía Carranza. Pero ni Benaiges ni los niños lle-garon nunca a las playas del Baix Camp. Cofundador de la Casa del Pueblo de la cercana Briviesca, se-ñalado y mal visto por las fuerzas vi-vas de la comarca (¡los niños baila-ban en la escuela al son de un gra-mófono, había retirado el crucifijo de la clase, daba clases a adultos y al-gunos de ellos dejaban de ir a misa!), ese mismo día fue detenido. El 25 de julio, después de que le arrancasen los dientes y lo pasearan como escar-nio público en un coche descapota-ble por Briviesca, envuelto en una bandera de la Falange, fue ejecutado y sepultado en una fosa común en los montes de La Pedraja. El mismo destino siguieron 40 maestros repu-blicanos en la provincia de Burgos.

El silencio roto

Recomponer esta historia no ha si-do fácil. El miedo impuesto por la salvaje represión hizo que la memo-ria del maestro del pueblo se perdie-se, excepto en los recuerdos de algu-nos ancianos que recordaban cómo les habían matado a su maestro y en los de Rafael Martínez, hijo de un amigo también ejecutado, al que le quedó el remordimiento de no ha-ber podido explicar lo sucedido a la familia del maestro catalán. Esta conservaba en una cajita los 13 cua-dernos que les había ido enviando y mantenía la memoria de su tío An-ton, pero apenas sabía nada de lo su-cedido hasta que su sobrino nieto, Jaume Aragonès –«en el fondo, no se

El maestro

POR ERNEST ALÓS

que no volvió al mar

Antoni Benaiges, en el centro, con los alumnos de su escuela.

Textos del cuaderno sobreel mar que elaboraronlos niños de Bañuelosde Bureba en enero de 1936.

Page 2: desenterrando el silencio

910 DE MARZO DEL 2013

más Periódico

SERGI BERNAL

Le arrancaron los dientes y lo pasearon como escarnio público. Su cadáver acabó en una fosa común

Aquel verano de 1936 quería viajar con sus alumnos de Bañuelos de Bureba a la playa de Mont-roig

hablaba mucho, ya se sabe, el pacto del silencio», dice–, empezó a buscar información en archivos y asocia-ciones de víctimas, reconstruyó du-rante años la carrera de su tío abue-lo y llegó a hablar con Martínez y re-cibir de él –«fue como si se quitase un gran peso de encima»– las explica-ciones que estaban pendientes des-de hacía más de 70 años. Al otro lado del océano, sus compañeros freine-tistas exiliados en México mante-nían su memoria como mártir de la escuela moderna, y se habían dirigi-do a sus descendientes para obtener copias de sus cuadernos. Fue la presencia de un fotógrafo, Sergi Bernal, en los trabajos de ex-humación en la fosa de La Pedraja impulsados por la asociación de víc-timas de la comarca y la asociación Aranzadi, la que sirvió para juntar todas las piezas del rompecabezas hasta donde ha sido posible. Porque el silencio se ha empeza-do a romper, pero siguen pesando los años del miedo y de la culpa, sos-pecha el fotógrafo. «Hay muchas co-sas que siguen escondidas en aquel pueblo. En el 2010, el antropólogo Francisco Ferrándiz empezó a gra-bar el testimonio de un abuelo y en cuanto empezó a explicar sus histo-rias, llega un sobrino y le dice: ‘De es-to, no quiero que hables nunca más’. Pero también hay otros testimonios de gente del pueblo que tiene mu-

chas ganas de explicarse»., Una de ellas, Felisa Viadas, una de sus exalumnas. «No tiene estu-dios superiores, ni siquiera elemen-tales, solo los primarios realizados en aquella escuela, pero siempre ha mantenido y aplicado con sus hijos el libre pensamiento que su maestro sembró», le escribió la nieta de Feli-sa a Bernal. El recuerdo es aún más vivo, dice este, «porque después de la guerra llegaron los padres reden-toristas a hacerse cargo de la escuela y lavarles el cerebro a los niños, y las pasaron canutas».

La pasión de un maestro

Este esfuerzo de recuperación de la memoria ha quedado plasmado en la exposición fotográfica de Sergi Bernal Desenterrant el silenci. Antoni Benaiges, un mestre català a una fossa comuna de Burgos, patrocinada por el Memorial Democràtic y que puede visitarse en el castillo de Montjuïc hasta el 22 de marzo, y en el libro An-toni Benaiges, el mestre que va prometre el mar (coedición de Blume, Ventall y Mirmanda), que ha llegado a las li-brerías esta semana, con la coordi-nación de la historiadora Queralt Solé, las fotografías de Bernal, ar-tículos del antropólogo Francisco Ferrándiz y un perfil biográfico a cargo del periodista y escritor Fran-cesc Escribano.

Ha sido un trabajo colectivo que ha conseguido rehacer el rompeca-bezas, en el que Sergi ha sido el cata-lizador», explica Escribano, a quien Queralt Solé le propuso incorporar-se para escribir sobre Benaiges, re-cuperando su faceta de biógrafo, bastantes años después de sus tra-bajos sobre Pere Casaldàliga y Sal-vador Puig-Antich. «La historia me cautivó cuando leí el librito de los niños. Ves –explica Escribano– la pasión de un hombre, las esperan-zas de un momento histórico en que todo estaba por hacer pero que se truncaron de golpe, captura la vio-lencia de aquel tiempo, ves cómo la familia conservó los cuadernos, como sus compañeros freinetistas mantenían la llama de su espíritu, cómo a pesar del silencio todavía había gente en Bañuelos que recor-daba a aquel maestro...». «Lo que más me impresiona –aña-de Escribano– es la historia de una vocación, feliz en una escuela rural perdida, sin luz ni agua corriente, ha-ciendo de maestro con una imprenta y un fonógrafo». El trabajo pedagógi-co de Benaiges es en sí otra historia: cómo la técnica de poner en el cen-tro del aprendizaje las experiencias y el trabajo de los niños, reflejadas en textos libros y en la elaboración de sus propios materiales impresos, le sitúa en una posición de «antro-pológo, de observador etnográfico»:

Además del cuadernillo dedicado al mar hay otros sobre la visita de unos gitanos, el paso de un fotógrafo am-bulante por el pueblo, reflejos de las presiones que recibía el maestro... La empresa se sostenía por las suscripciónes a los boletines de la escuela desde otras escuelas y segui-dores de las técnicas Freinet de todo el mundo. Que los trabajos escola-res y experiencias escolares crucen fronteras puede no ser anormal en los tiempos de internet, pero en un pueblo de 200 habitantes de Burgos en los años 30...

Epílogo en México

La historia, además, no se ha acaba-do. Sergi Bernal parte esta semana para México, para visitar la Escue-la Experimental Freinet de San An-drés de Tuxtla, fundada en 1943 por Patricio Redondo, un amigo de Be-naiges. Allí, «la vida, obra y muerte, de Antonio Benaiges se han converti-do en una leyenda», escribió un exa-lumno del centro, Roberto Ramírez. La leyenda de un maestro al que ase-sinaron, en la memoria que se con-servó de él en el otro lado del Atlán-tico, por querer que los niños fueran a escuela en lugar de trabajar en el campo. Aún hoy, los cuadernos que imprimen los niños de esa escuela siguen llevando el nombre de Benai-ges en su honor. H

Excavación en la fosa donde Benaiges fue enterrado (arriba) y la escuela abandonada.