diana gabaldon - serie fraser 05 - la cruz ardiente

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LA CRUZ ARDIENTE

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LA CRUZ ARDIENTE

LA CRUZ ARDIENTE

PRIMERA PARTE

In media res

1

Dichosa la novia sobre la que brilla el sol

Monte Helicn

Colina Real de Carolina del Norte

Finales de octubre de 1770

Despert con el repiqueteo de la lluvia contra la lona; an senta en los labios el beso de mi primer marido. Parpade, desorientada, y me toqu la boca instintivamente. Para conservar la sensacin o para ocultarla?, me pregunt.

Jamie, a mi lado, se agit murmurando en sueos; quiz lo haba perturbado el paso del espritu. Hice un gesto ceudo dirigido al aire, frente a nuestra tienda.

, pens con severidad.

Fuera todava estaba oscuro, pero la bruma que se elevaba de la tierra hmeda era de un color gris perlado; el alba se aproximaba. Aunque nada se mova, dentro ni fuera, percib un leve roce sobre mi piel.

Ignoraba si las palabras se haban formado por s solas en mis pensamientos o si eran, ellas y el beso, mero producto de mi subconsciente. Me haba dormido pensando en los preparativos del enlace, as que no era extrao que hubiera soado con bodas. Y con noches de boda.

Alis la muselina arrugada de mi camisa y supuse que no era slo el sueo lo que arrebolaba mi piel. No recordaba nada concreto, slo una confusa maraa de imgenes y sensaciones. Quiz fuera lo mejor.

Gir sobre las ramas y me apret a Jamie. Estaba tibio y ola gratamente a humo de lea y a whisky, con un leve dejo de virilidad. Me despert muy despacio, arqueando la espalda para tocarle la cadera con la pelvis. Si estaba muy dormido o desganado, el gesto sera lo bastante leve para pasar desapercibido. Si no

No. Sonri dbilmente, con los ojos an cerrados, y una de sus manos se desliz lentamente por mi espalda, hasta posarse en mi trasero con un apretn firme.

-Humm?-dijo-. Hummm.

Luego con un suspiro, volvi a relajarse en el sueo, sin soltarme. Me acurruqu contra l, reconfortada. La proximidad fsica de Jamie bastaba para borrar el recuerdote los sueos persistentes. Y Frank (si es que era l) tena razn hasta cierto punto. Estoy segura de que, de haber sido posible Bree habra querido que sus dos padres asistieran a su boda.

Ya estaba completamente despierta, pero demasiado cmoda para moverme. Fuera llova; el aire, fro y hmedo, haca ms atractivo el clido nido de edredones que la distante perspectiva del caf caliente. Sobre todo porque, para obtenerlo, habra que bajar al arroyo en busca de agua, encender la fogata con la lea hmeda, moler los granos en un mortero de piedra y luego prepararlo.

Estremecida slo de pensarlo, me cubr con el edredn y reanud la lista mental de las cosas necesarias con la que me haba quedado dormida.

Comida, bebida Afortunadamente no necesitaba preocuparme de eso. Yocasta, la ta de Jamie, se encargara de todo; mejor dicho, lo hara Ulises, su mayordomo negro.

Al menos Bree estrenara vestido; eso tambin era regalo de Yocasta. Sera de lana de color azul oscuro; la seda era demasiado cara y poco prctica para quienes vivamos en los bosques. No se pareca en nada al satn blanco y el azahar con el que yo me haba imaginado que se casara algn da; claro que a nadie se le habra ocurrido una boda como sta en el ao 1960.

Me pregunt que habra opinado Frank del marido de Brianna. Probablemente le habra gustado; Roger, como l, era historiador (o al menos lo haba sido). Estaba dotado de inteligencia y sentido del humor; era un msico de talento y un hombre dulce, totalmente dedicado a Brianna y al pequeo Jemmy.

Las palabras se formaron en mi interior, como si l las hubiera pronunciado: irnicas, burlndose a la vez de l y de m.

Jamie frunci el entrecejo y crisp los dedos contra mi nalga, emitiendo pequeos bufidos en sueos.

Di la espalda al aire exterior y apoy la cabeza en el hombro de Jamie, buscando refugio en el contacto con la tela de su camisa.

En realidad me daba la impresin de que Jamie no vea tanto mrito como yo (o como Frank, quiz) en el hecho de que Roger hubiera aceptado a Jemmy como hijo propio. Para l era, simplemente, un deber; ningn hombre honorable poda actuar de otra manera. Y pareca dudar de que Roger fuera capaz de mantener y proteger a una familia en los pramos de Carolina. Aunque era alto, hbil y de buena complexin, para l las cosas eran letra de canciones; para Jamie, herramientas de su oficio.

Sbitamente not presin de la mano apoyada en mi trasero, y me sobresalt.

-Sassenach-dijo Jamie, sooliento-, te ests retorciendo como un renacuajo en el puo de un cro. Necesitas ir a la letrina?

-Ah, ests despierto-dije, sintindome algo tonta.

-Ahora s.-Retir la mano y se desperez con un gruido; los pies descalzos asomaron por el otro extremo del edredn.

-Disculpa no he querido despertarte.

-Oh, no te preocupes-me tranquiliz-.Estaba soando algo diablico. Me sucede siempre que paso fro mientras duermo.-Levant la cabeza y se mir los pies, moviendo los dedos con disgusto-. Por qu no me acost con los calcetines puestos?

-Con qu soabas?-pregunt, intranquila. Ojal no hubiera soado lo mismo que yo.

-Con caballos-respondi, para mi alivio.

Me ech a reir.

-Tan diablico puede haber sido un sueo con caballos?

-Dios!, ha sido terrible. Se frot los ojos con los puos. Luego sacudi la cabeza, como si tratara de quitarse el sueo de la mente-.Tena que ver con los reyes irlandeses. Recuerdas lo que contaba Mackenzie anoche, junto a la fogata?

-Los reyes irah, s!-El recuerdo me hizo reir otra vez.

Roger, entusiasmado por su reciente compromiso, haba obsequiado al grupo reunido en torno a la fogata con canciones, poemas y entretenidas ancdotas histricas; entre ellas, los ritos con los que se deca que los antiguos irlandeses coronaban a sus reyes. Uno de stos requera que el candidato triunfador copulara con una yegua blanca ante la multitud congregada, presumiblemente para demostrar su virilidad; en mi opinin, pareca ms bien una prueba de la sangfroid del caballero.

-Yo estaba a cargo del caballo, y todo sala mal-me inform Jamie-.El hombre era demasiado bajo y yo deba buscar algo donde pudiera subirse. Encontr una roca, pero no pude levantarla. Luego, un taburete, pero se le desprendi una pata. Por fin, me dijeron que no importaba, que podan cortarle las patas a la yegua. Yo trataba de impedirlo, mientras el hombre que iba a ser rey tiraba de sus pantalones, quejndose de que no poda desabotonarse la bragueta. En ese momento alguien se fij en que la yegua era negra y dijo que no serva.

Sofoqu una carcajada para no despertar a nadie de los que dorman cerca.

-Fue entonces cuando despertaste?

-No. Por algn motivo eso me ofendi mucho. Dije que s que servira, y que en realidad era mucho mejor la yegua negra, pues todo el mundo sabe que los caballos blancos son dbiles y que la descendencia sera ciega. Y ellos que no, que no, que el negro traera mala suerte. Y yo, insistiendo en que no era cierto y-Se interrumpi con un carraspeo.

-Y entonces?

Se encogi de hombros, mirndome de soslayo; un vago sofoco le suba por el cuello.

-Pues nada, dije que servira y que lo demostrara. Y sujet a la yegua por la grupa, para impedir que siguiera movindose, y ya estaba listo paraehpara convertirme en rey de Irlanda. Y fue entonces cuando despert.

Los dos estallamos en carcajadas.

-Oh!, ahora s que lamento haberte despertado-Me enjugu los ojos con una punta del edredn-.No dudo que fuera una dura prdida para los irlandeses. Pero me pregunto qu pensaran las reinas de Irlanda de esa ceremonia tan especial-agregu.

-No creo que las damas salieran en absoluto perjudicadas en la comparacin-me asegur Jamie-.Aunque he sabido de hombres que prefieren

-No me refera a eso, sino a las consecuencias higinicas, comprendes? Poner el carro antes que el caballo es una cosa, pero eso de anteponer la yegua a la reina

-Laah, s.-Su cara enrojeci visiblemente-.Puedes decir lo que quieras de los irlandeses, Sassenach, pero creo que se lavan de vez en cuando. Y dadas las circunstancias, es posible que el rey encontrar til un poco de jabn en en

-In media res?-suger-. Seguro que no. Al fin y al cabo, el caballo es bastante grande

-No es slo cuestin de espacio, Sassenach, sino tambin de disposicin-observ l, lanzndome una mirada de reproche-.Y en esas circunstancias, comprendera que el hombre necesitara un poco de nimo. De todas maneras, se dice in medias res-aadi-No has ledo a Horacio ni a Aristteles?

-No. No todo el mundo puede ser tan instruido como t. Y nunca me ha interesado mucho Aristteles, sabiendo que, en su clasificacin del mundo natural, situaba a las mujeres por debajo de los gusanos.

-Seguro que no estaba casado.-La mano de Jamie descendi lentamente por mi espalda, palpando los nudos de la columna a travs de la camisa-.De lo contrario, habra detectado los huesos.

Con una sonrisa, alc una mano hasta su pmulo, que destacaba sobre la rojiza barba.

En ese momento vi que, fuera, el cielo se haba aclarado al alba, y record por qu se haba quitado los calcetines la noche anterior. Por desgracia, ambos estbamos tan cansados por las celebraciones que nos quedamos dormidos en medio del abrazo.

Ese recuerdo me result tranquilizador, pues explicaba el estado de mi camisa y el sueo que haba tenido. Al mismo tiempo me estremec: Frank y Jamie eran hombres muy diferentes, y en el fondo yo no tena ninguna duda sobre cul de los dos me haba besado justo antes de despertar.

-Bsame-dije sbitamente. l roz mis labios con los suyos, y se extra al ver que yo lo soltaba. Luego sonri.

-De acuerdo, Sassenach. Pero antes tendr que salir un momento.

-Ser mejor que te des prisa-dije-.Est aclarando, y la gente se levantar pronto.

El asinti con la cabeza y sali. Me ahuequ el pelo con los dedos y rod sobre m misma en busca de la botella de agua. Al sentir el aire fro en la espalda, mir por encima de mi hombro; la aurora ya estaba all y la bruma haba desaparecido.

Toqu el anillo de oro que llevaba en la mano izquierda; lo haba recuperado la noche anterior, y despus de su larga ausencia an me era extrao. Quiz era ese anillo lo que haba convocado a Frank a mis sueos. Quiz esa noche, durante la boda, lo tocara de nuevo con la esperanza de que l pudiera ver la felicidad de su hija a travs de mis ojos. Por ahora, sin embargo, Frank haba desaparecido y eso me alegraba.

Un sonido leve lleg flotando en el aire: el fugaz llanto de un beb al despertar.

En otros tiempos, yo haba pensado que no deba haber ms de dos personas en un lecho conyugal. An lo crea. Sin embargo, un beb era ms difcil de borrar que el espectro de un antigua amor, y el lecho de Brianna y Roger deba forzosamente dar cabida a tres.

La cara de Jamie apareci junto al borde de la lona reflejando nerviosismo y alarma.

-Ser mejor que te vistas, Claire-dijo-. Los soldados se estn formando junto al arroyo. Dnde estn mis calcetines?

Me incorpor de un brinco. Lejos, ladera abajo, los tambores comenzaron a redoblar.

La fra niebla se acumulaba alrededor de las hondonadas; una nube se haba posado sobre el monte Helicn, y el aire estaba denso de humedad. Cruc un tramo de pastos duros, rumbo al lugar donde se haba congregado un destacamento del 67 regimiento de escoceses; formados en la orilla, con los tambores rugientes y el gaitero de la compaa tocando a pleno pulmn, parecan impermeables a la lluvia.

Yo senta mucho fro y no poco fastidio. Al acostarme esperaba despertar con caf caliente y un desayuno nutritivo al que seguiran dos bodas, tres bautizos, dos extracciones de muelas, la extirpacin de una ua infectada y otras entretenidas formas de sano contacto social, de esas que requieren whisky. En lugar de eso, tras despertar de un sueo inquietante, se me haba conducido a un juego amoroso para luego arrastrarme bajo una llovizna fra in media maldita res, al parecer para que escuchara alguna proclama.

Los escoceses del campamento haban tardado en levantarse y bajaban la colina con paso vacilante; cuando el gaitero emiti la ltima rfaga, el teniente Archibald Hayes dio un paso al frente.

Su nasal acento de Fife era bien audible, y adems tena el viento a favor. An as, creo que quienes estaban algo ms arriba podan or muy poco. Nosotros, en cambio, nos encontrbamos al pie de la cuesta, a escasos veinte metros del teniente; pese al castaeo de mis dientes, o todas sus palabras.

--ley Hayes, levantando la voz hasta el aullido para imponerse a los ruidos del viento y el agua, y a los murmullos premonitorios de la muchedumbre-. -Hayes hizo una pausa, trag aire y continu leyendo-:-Una inhalacin final. La cara de Hayes estaba purprea-.-concluy, con un ltimo bufido.

-Te has fijado?-coment a Jamie-, creo que todo eso era una sola frase, menos el cierre. Asombroso, incluso para un poltico.

-Calla, Sassenach-dijo l, con la mirada todava fija en Archie Hayes.

Detrs de m la muchedumbre emiti un rugido apagado, de inters y consternacin, con cierto dejo de diversin ante las frases referidas a los brindis desleales.

sa era una congregacin de escoceses, muchos de ellos exiliados a las colonias tras el levantamiento del Estuardo; si Archie Hayes hubiera querido tomar nota oficial de cuanto se deca la noche anterior, mientras las jarras de cerveza y whisky pasaban alrededor de la fogata Claro que entonces slo tena consigo cuarenta soldados; cualesquiera que fuesen sus propias opiniones sobre el rey Jorge y la posible condena del monarca, se las reserv con toda prudencia.

Convocados por el batir de los tambores, unos cuatrocientos escoceses de las Tierras Altas rodeaban el lugar elegido por Hayes para su asentamiento, en el ribazo del arroyo. Hombres y mujeres se protegan con sus trajes (las plaids y los arisaids) bien ceidos contra el viento que arreciaba. A juzgar por las caras ptreas que se vean, ellos tambin se reservaban su opinin.

-Toda persona que desee hacer declaraciones relativas a estos gravsimos asuntos puede confiarlas a mi atencin-anunci el teniente-.Pasar el resto del da en mi tienda con mi secretario. Dios salve al Rey!

Tras entregar la proclama a su cabo, salud con una inclinacin a la muchedumbre y gir con firmeza haca una gran tienda de lona erigida cerca de unos rboles; en le mstil vecino, flameaban las banderas del regimiento.

Yo temblaba; deslic una mano por la abertura del capote de Jamie y reconfort mis dedos fros en el calor de su cuerpo. Jamie apret el codo contra su costado, reconociendo la presencia de esa mano helada, pero no me mir; estaba estudiando la espalda en retirada de Archie Hayes.

El teniente era un hombre compacto y slido, de poca estatura pero de gran presencia; caminaba con firmeza, como si desdeara a la gente reunida en la ladera. Al desaparecer dentro de su tienda, dej la solapa levantada por si alguien quera entrar.

No era la primera vez que, en contra de mi voluntad, admiraba el instinto poltico del gobernador Tryon. Era obvio que se estaba leyendo esa proclama en toda la colonia; y, aunque podra haber dejado que un alguacil o un magistrado local llevara a nuestra congregacin su mensaje, se haba tomado la molestia de enviar a Hayes.

Archibald Hayes haba tomado el campo de Culloden al lado de su padre, cuando slo tena doce aos. En el combate fue herido, capturado y enviado al sur. Cuando se le ofreci la posibilidad de elegir entre ser trasladado o incorporarse al ejrcito, escogi la mesnada del Rey y sac el mximo partido a la situacin. El hecho de que hubiera llegado a oficial antes de cumplir cuarenta aos era testimonio suficiente de su talento.

Era tan atractivo como competente; el da anterior, invitado a compartir nuestra comida y nuestro fuego, haba pasado la mitad de la noche conversando con Jamiey la otra mitad paseando de fogata en fogata, bajo la tutela de mi esposo, que lo present a los jefes de todas las familias importantes que all se encontraban.

Y de quin fue la idea?, me pregunt, levantando la vista hacia Jamie. Su cara no dejaba entrever lo que pensaba, y eso era seal de que estaba pensando algo bastante peligroso. Acaso saba de antemano lo de esa proclama?

Ningn oficial ingls, al mando de tropas inglesas, habra podido llevar semejante noticia a una reunin como la nuestra y esperar la menor colaboracin. Pero Hayes y sus escoceses, tan leales, con sus faldas de tartnAdems, Hayes haba hecho levantar su tienda de espaldas a un denso pinar; si alguien deseaba hablar en secreto con l, poda aproximarse a travs del bosque sin que nadie lo viera.

-Acaso Hayes espera que alguien se aparte de la multitud, corra a su tienda y se rinda de inmediato?-murmur a Jamie. Entre los presentes, al menos doce hombres haban participado en los disturbios de Hillsborough; tres de ellos estaban all mismo. Al ver la direccin de mi mirada, Jamie me indic con un gesto silencioso que fuera discreta.

Hobson, MacLennan y Fowles, agrupados frente a nosotros, conversaban en voz baja. Los tres provenan de un diminuto asentamiento llamado Drunkards Creek, a unos veinticuatro kilmetros de nuestra casa del Cerro de Fraser. Hugh Fowles, yerno de Joe Hobson, era muy joven; no tena ms de veinte aos, y aunque intentaba mantener la compostura, su cara estaba plida.

Yo ignoraba qu pensaba hacer Tryon con quien hubiera participado en los disturbios, pero percib la inquietud creada por el mensaje del gobernador.

En Hillsborough la gente haba destruido varios edificios; unos cuantos funcionarios pblicos fueron sacados a rastras y atacados en la calle. Segn los rumores, un juez de paz (irnico ttulo) haba perdido un ojo a consecuencia de un cruel golpe de ltigo. El juez Henderson haba escapado por una ventana para huir de la ciudad, lo cual impidi que hubiera sesin en la Corte. Era evidente que el gobernador estaba muy irritado por lo sucedido.

Joe Hobson mir a Jamie; luego apart la vista. La presencia del teniente ante nuestra fogata, la noche anterior, no haba pasado desapercibida.

Si Jamie detect esa mirada, no la devolvi, se encogi de hombros e inclin la cabeza haca m.

-no creo que Hayes espere que alguien se entregue, no. Quiz est obligado a pedir informacin; gracias a Dios, yo no estoy obligado a responder.

No haba hablado en voz alta, pero s lo suficiente para llegar a los odos de Joe Hobson, que gir la cabeza y dedic a Jamie un gesto de irnico reconocimiento. Luego toc a su yerno en el brazo, y ambos se alejaron hacia los campamentos diseminados arriba, donde las mujeres estaban atendiendo las fogatas y ocupndose de los nios.

Era el ltimo da de la congregacin; esa noche habra bodas y bautizos: la bendicin formal del amor y sus frutos, surgidos de esa multitud carente de iglesia durante todo el ao anterior. Despus se entonaran las ltimas canciones y se bailara entre las llamas de muchas hogueras. Al llegar la maana, las familias regresaran a sus hogares, diseminados desde las riberas pobladas del ro Cape Fear hasta las montaas silvestres del oeste, llevando noticias de la proclama y de los hechos de Hillsborough.

Yo estaba intranquila. Durante la semana de la congregacin se haba odo con frecuencia alardear sobre los disturbios de Hillsborough, pero no todos los que lo escucharon estaban dispuestos a considerar hroes a los alborotadores.

Sent el murmullo de conversaciones que estallaban tras la proclama: las familias se agrupaban y algunos hombres iban de grupo en grupo, transmitiendo el discurso de Hayes colina arriba, repitindolo a quienes no lo haban odo por estar lejos.

-Nos vamos? Hay mucho que hacer antes de las bodas.

-S?-Jamie me ech un vistazo- Yo crea que los esclavos de Yocasta se encargaran de todo. Entregu los toneles de whisky a Ulises, que ser el soghan.-Ulises? Ha trado su peluca?- La idea me hizo sonrer. El soghan era el hombre que se encargaba de servir la bebida y el refrigerio en las bodas de las Tierras Altas escocesas; en realidad, la palabra significaba algo as como . Ulises era posiblemente la persona ms digna que yo hubiera visto jams, aun sin su librea y su peluca de crin empolvada.

-Si la ha trado, por la noche la tendr pegada en la cabeza.-Jamie levant la vista hacia el cielo encapotado-.Dichosa la novia sobre la que brilla el sol-cit-.Dichoso el cadver sobre el que cae la lluvia.

-Eso es lo que me gusta de los escoceses-coment secamente-.Tienen un proverbio adecuado para cada ocasin. No te atrevas a decir eso delante de Bree.

-Por quin me tomas, Sassenach?-me acus con una sonrisa-.Es mi hija, no?

-Por supuesto-Reprimiendo el sbito recuerdo del otro padre de Brianna, mir por encima del hombro para comprobar que ella no estuviera al alcance de mi voz.

No haba seales de su flamgera cabeza. Digna hija de su padre, descalza meda un metro ochenta; distinguirla en medio de una multitud era casi tan fcil como detectar a Jamie.

-De cualquier modo, no es el banquete de bodas lo que me preocupa-dije a mi esposo-.Debo ocuparme del desayuno y luego atender el consultorio matutino con Murria Macleod.

-No dijiste que Murria era un charlatn?

-Dije que era ignorante, terco y una amenaza para la salud pblica-correg-. No es lo mismoexactamente.

-Exactamente-corrobor Jamie, sonriendo-. Y qu piensas hacer, educarloo envenenarlo?

-Lo que resulte ms efectivo. Si al menos pudiera pisarle accidentalmente la lanceta y romprsela, al menos no aplicara sangras. Vmonos, que me estoy congelando.

-S, vamos-asinti l, y ech un vistazo a los soldados, todava formados a lo largo del arroyo-.Parece que el pequeo Archie piensa mantener a sus muchachos all hasta que la multitud se haya retirado. Se estn poniendo azules.

Pese a estar armados y con el uniforme completo, la fila de escoceses permaneca tranquila; sin duda eran imponentes, pero ya no parecan amenazadores. Unos nios correteaban entre ellos, tirando con descaro del borde de las faldas o acercndose para tocar los mosquetes, las cantimploras y las empuaduras de puales y espadas.

-Abel, a charaid!-Jamie se haba detenido para saludar al ltimo de los hombres de Drunkards Creek-.Ya has desayunado?

MacLennan haba acudido a la congregacin sin su mujer; por eso coma donde la suerte lo llevara. Aunque la muchedumbre se estaba dispersando, l se mantena impasible en su sitio. , pens con cinismo.

Observ su corpulenta silueta y calcul mentalmente su posible consumo de huevos, parritch y pan tostado, comparndolo con las menguantes provisiones de nuestra cesta. La escasez de alimentos no impedira a ningn escocs ofrecer su hospitalidad, y mucho menos a Jamie, que estaba invitando a MacLennan a desayunar con nosotros, mientras que yo divida mentalmente dieciocho huevos entre nueve personas en vez de ocho. En el trayecto montaa arriba, tendramos que pedir prestado ms caf en el campamento de Yocasta.

Cuando bamos a retirarnos, Jamie desliz la mano por mi trasero. Ante mi exclamacin, Abel MacLennan se volvi a mirarme, boquiabierto, y yo le sonre, resistiendo el impulso de darle un puntapi a mi esposo; entonces nos dio la espalda y subi apresuradamente la cuesta. Jamie me cogi del codo para ayudarme a pasar entre las piedras, mientras se agachaba haca mi odo, murmurando:

-Por qu diablos no te has puesto enaguas, Sassenach? No llevas absolutamente nada debajo de la falda. Vas a morir de fro!

-En eso no te equivocas-respond, temblando a pesar del capote. En realidad llevaba una camisa de lino bajo el vestido, pero era una prenda poco adecuada para el invierno.

-Ayer llevabas una enagua de lana. Qu ha sido de ella?

-No creo que quieras saberlo.

Jamie arque las cejas, pero antes de que pudiera hacer otra pregunta reson un grito detrs de nosotros.

-Germain!

Germain, de dos aos, haba aprovechado que Marsali, su madre, estaba ocupada con su hermana recin nacida para escapar de su custodia y corres hacia los soldados. Eludiendo la captura, se lanz de cabeza cuesta abajo. Iba cobrando velocidad como una piedra rodante.

-Fergus!-aull Marsali.

Al or su nombre, el padre de Germain interrumpi su conversacin justo a tiempo para ver que su hijo tropezaba con una piedra y caa de bruces. El nio era un acrbata nato; no hizo nada por salvarse, sino que se dej caer con gracia y se enrosc formando una pelota, como un puercoespn. Pas por entre las filas de soldados como una bala de can y se hundi en el arroyo con un chapoteo.

Varias personas corrieron colina abajo para ayudar, pero uno de los soldados ya estaba junto al ribazo. All se arrodill para clavar la punta de la bayoneta en la ropa flotante del nio y remolc el bulto empapado hacia la orilla.

Fergus se meti en el agua helada y poco profunda, estirndose para asir a su chorreante hijo.

-Merci, mon ami, mille merci beaucoup-dijo al joven soldado-.Et toi, toto-agreg, sacudiendo a su vstago, que escupa-. Comment a va, pequeo cabeza hueca?

El soldado pareca sorprendido, pero no supe si era por la manera de hablar de Fergus o por el garfio que ocupaba el lugar de la mano izquierda.

-Todo est bien, seor-dijo, con una sonrisa tmida-.Creo que no se ha hecho dao.

Brianna sali de detrs de un castao, con Jemmy, de seis meses, apoyado en su hombro, y cogi a la pequea Joan de brazos de Marsali.

-Dame a Joanie-dijo-.T ocupate de Germain.

Jamie se quit el pesado capote de los hombros para tendrselo a Marsali.

-S, y dile al soldado que lo ha rescatado que venga a compartir nuestra fogata-le dijo-. Podemos alimentar a otro, Sassenach?

-Por supuesto-respond, rehaciendo velozmente mis clculos mentales. Dieciocho huevos, cuatro hogazas de pan duro para tostar (no, deba reservar uno para el viaje de vuelta a casa, al da siguiente), tres docenas de tortillas de avena-si es que Jamie y Roger no se las haban comido ya-, medio frasco de miel

Marsali desapareci, corriendo en auxilio a los hombres de su familia, que estaban empapados y tiritando. Jamie la sigui con la vista y dej escapar un suspiro de resignacin, mientras el viento inflaba las mangas de su camisa. Luego me sonri de soslayo.

-Supongo que nos congelaremos juntos, Sassenach. Pero no importa. De cualquier modo no querra vivir sin ti.

-Vamos, Jamie Fraser!-dije amistosamente-.Pero si t eres capaz de vivir desnudo en un tmpano de hielo y derretirlo! Qu has hecho de tu chaqueta y tu plaid?

-No preguntes-respondi, muy sonriente, mientras me cubra la mano con una palma grande y encallecida-.Vamos. Estoy famlico y quiero desayunar.

-Espera-dije, apartndome.

Jemmy, nada dispuesto a compartir los brazos de su madre con la recin legada, chillaba. Alargu los brazos para cogerlo.

-Gracias, mam.-Brianna sonri-.Pero ests segura de que prefieres a se? La nia es ms tranquilay pesa la mitad.

-No, est bien. Calla, tesoro, ven con tu abuelita.

Jemmy, al reconocerme, abandon su escandalera para agarrarse de mi pelo con los puos regordetes. Desenred sus dedos para mirar por encima de su cabeza, pero all abajo pareca estar todo bajo control.

Fergus, con los pantalones y los calcetines chorreando de agua, se haba envuelto los hombros con el capote de Jamie y estaba estrujando la pechera de la camisa con una sola mano, mientras deca algo al soldado que haba rescatado a Germain. Marsali se haba quitado el arisaid para envolver al pequeo, y sus cabellos rubios volaban por debajo del pauelo.

El teniente Hayes, atrado por el bullicio, espi desde la abertura de su tienda. Al levantar los ojos se encontr con los mos; despus de agitar la mano en un breve saludo, segu a mi familia hacia nuestro campamento.

Jamie le dijo a Brianna algo en galico, mientras la ayudaba a cruzar un tramo pedregoso del sendero, delante de m.

-S, estoy lista-respondi ella, en nuestro idioma-.Dnde est tu chaqueta, pap?

-Se la he prestado a tu marido-dijo l-.No conviene que se presente a su boda con aspecto de mendigo, verdad?

Bree se ech a rer.

-Antes mendigo que suicida fallido.

-Cmo has dicho?-Me puse a la altura de ellos en el momento en que salamos de la proteccin de las rocas. Estir la gorra de punto de Jemmy para cubrirle ms las orejas y luego le tap la cabeza con la manta.

-Uf!-Brianna encorv los hombros hacia el beb que tena en brazos, protegindolo de las rfagas de viento.

-Cuando comenz el redoble de tambores, Roger se estaba afeitando, estuvo a punto de cortarse el cuello-le explic Jamie-.La pechera de su chaqueta se manch de sangre.

Bree mir a su padre, con los ojos lagrimeantes por el viento.

-Conque lo has visto esta maana. Sabes dnde est ahora?

-Sano y salvo-le asegur l-.Le dije que fuera a hablar con el padre Donahue mientras Hayes nos lea lo suyo.-La mir con aspereza-.Podras haberme dicho que el chico no era catlico.

-Podra-dijo ella, sin perturbarse-.Pero no quise. A m no me preocupa.

-Si con esa peculiar expresin quieres decir que no tiene importancia-empez a decir Jamie secamente.

Pero lo interrumpi la llegada de Roger, resplandeciente con la falda de tartn verde y blanco de los Mackenzie, y la manta escocesa de la misma tela sobre la chaqueta y el chaleco de Jamie.

-Te queda muy bien, Roger-coment-.Dnde te has cortado?- Su cara tena en tono rosado tpico de la piel recin afeitada, pero no haba marcas a la vista.

Roger entreg el envoltorio de tartn rojo y negro que traa bajo el brazo: su manta escocesa. Luego inclin la cabeza a un lado para mostrarme en tajo profundo debajo de la mandbula.

-Justo ah. Nao ha sido nada, pero sangr como el demonio.

La herida ya tena una ntida lnea oscura de costra, de siete u ocho centmetros; cruzaba el cuello por un lado, desde el ngulo de la mandbula. Toqu la piel circundante; no estaba mal: el filo haba penetrado limpiamente. No me extra que hubiera sangrado tanto; verdaderamente daba la impresin de que haba tratado de cortarse el cuello.

-Algo nervioso, esta maana?-brome-.Acaso te ests arrepintiendo?

-Es un poco tarde para eso-dijo secamente Brianna, acercndose a m-.Al fin y al cabo, tiene un cro que necesita apellido.

-Tendr tantos apellidos que no sabr que hacer con ellos-le asegur Roger-.Y tambin tseora Mackenzie.

El nombre encendi un pequeo rubor en la cara de Brianna, que le sonri. l se inclin para besarla en la frente y, al mismo tiempo, cogi el beb arropado. Al sentir el peso del bulto, lo mir, estupefacto.

-No es el nuestro-explic Bree, muy sonriente-.Es Joan, la de Marsali. Jemmy est con mam.

-Gracias a Dios-dijo l, sostenindolo con ms cuidado-.Pens que se haba evaporado o algo as.

-De evaporarse nada-gru, mientras acomodaba mejor a Jemmy en su clida manta-. Creo que ha engordado un kilo mientras subamos la cuesta.

Acalorada por el esfuerzo, apart un poco al beb de mi cuerpo. Jamie se hizo cargo de l y se lo coloc bajo un brazo, como si fuera una pelota de ftbol, sostenindole la cabeza con una mano.

-Dime, has hablado con el sacerdote?-pregunt, mirando a Roger con aire escptico.

-S-confirm ste secamente, respondiendo tanto a la mirada como a la pregunta-.Ha podido comprobar que no soy el Anticristo. Mientras est dispuesto a que el nio reciba el bautismo catlico, no hay oposicin a la boda. He dicho que estoy dispuesto.

Jamie gru a manera de respuesta, mientras yo reprima una sonrisa. Aunque l no tena prejuicios religiosos, el descubrimiento de que su yerno era presbiteriano, sin intenciones de convertirse, haba provocado algn comentario.

Bree me busc la mirada para dedicarme una sonrisa de soslayo.

-Has sido muy prudente al no mencionar la religin antes de tiempo-susurr, cuidando de que Jamie no pudiera orme.

-Roger quera decir algo, pero le ped que guardara silencio. Saba que si esperbamos hasta un momento antes de la boda, pap no armara una stramash.

Repar a un tiempo en su astuta evaluacin de la conducta paterna y su desenvuelto uso del escocs. Su parecido con Jamie iba mucho ms all de la apariencia externa; tenan el mismo talento para apreciar a la gente y la misma facilidad para el lenguaje. Aun as, algo me rondaba por la cabeza, algo relacionado con Roger y la religin

Nos habamos aproximado a los hombres lo suficiente para or su conversacin.

-con respecto a Hillsborough-deca Jamie, inclinndose hacia Roger para hacerse or a pesar del viento-.Quera informacin sobre los alborotadores.

-Ah, s?-El joven pareca a un tiempo interesado y cauteloso-.A Duncan Innes le gustar or eso. l estuvo en Hillsborough durante los disturbios, lo sabas?

-No.-Jamie puso mucha atencin-.Esta semana apenas he visto a Duncan. Puede que se lo pregunte despus de la bodasi sale vivo de sta.

Esa noche Duncan se casara con Yocasta Cameron, la ta de Jamie, y la perspectiva lo pona nervioso.

Roger se volvi para hablar con Brianna, protegiendo a Joan del viento con su cuerpo.

-Tu ta ha dicho al padre Donahue que puede celebrar las bodas en su tienda. Eso ser una ayuda.

-Brrrr!- Bree encorv los hombros, estremecida-.Gracias a Dios. No es el mejor da para casarse bajo los rboles.

Roger pareca algo intranquilo.

-No creo que sea la boda que imaginabas cuando eras pequea-dijo.

Brianna levant la vista hacia l; una sonrisa lenta y ancha se extendi por su cara.

-La primera, tampoco-le respondi-.Pero me gust.

Roger abri la boca para replicar, pero al sorprender la mirada de advertencia de Jamie volvi a cerrarla. Pareca azorado, pero innegablemente complacido.

-Seor Fraser!

Uno de los soldados ascenda la colina hacia nosotros, con los ojos fijos en Jamie.

-Cabo MacNair, a vuestro servicio, seor-dijo al llegar, respirando ruidosamente. Salud con una seca inclinacin de cabeza-. Con los cumplidos del teniente, tendra usted la bondad de visitarlo en su tienda?- Al verme volvi a inclinarse, esta vez menos abruptamente-. Mis cumplido, seora Fraser.

-A su servicio, seor.-Jamie respondi a la reverencia del cabo-.Transmita mis disculpas al teniente, pero tengo obligaciones que requieren mi presencia en otro sitio.

Hablaba en tono corts, pero el cabo lo mir con dureza. Aunque joven, no era novato; una rpida expresin de entendimiento cruz su cara. Nadie querra dejarse ver entrando solo en la tienda de Hayes, inmediatamente despus de esa proclama.

-El teniente me ha ordenado requerir tambin la asistencia de los seores Farquard Campbell, Andrew ManNeill, Gerald Forbes, Duncan Innes y Randall Lillywhite, adems de la suya, seor.

-S?-coment secamente.

As que Hayes quera consultar a los hombres poderosos de la zona. Farquard Campbell y Andrew MacNeill eran grandes terratenientes y magistrados locales; Gerald Forbes, juez de paz y eminente procurador de Cross Creek; Lillywhite, magistrado del distrito. Y Duncan Innes estaba a punto de convertirse en propietario de la plantacin ms grande de la mitad occidental de la colonia, en virtud de su inminente boda con la ta de Jamie. Mi marido, por su parte, no era rico funcionario de la Corona, pero posea una gran cocesin de tierras en territorio salvaje, aunque la mayor parte estuviera an desocupada.

-Ah, entonces bien. Diga al teniente que lo visitar tan pronto como sea conveniente.

En absoluto intimidado, MavNair hizo una reverencia y se alej, presumiblemente en busca de los otros caballeros de su lista.

-A qu viene esto?- pregunt a Jamie-.Uy!- levant la mano para enjugar en la barbilla de mi nieto un hilillo de baba, antes de que llegara a la camisa de Jamie-.Conque te est saliendo un diente, eh?

-Tengo dientes de sobre-me asegur mi esposo-.Y t tambin, por lo que veo. En cuanto a qu quiere Hayes de m, no lo s. Y no tengo intencin de averiguarlo antes de lo necesario.

Me mir arqueando una ceja y yo me ech a rer.

-Ah, con que eso de tiene cierta flexibilidad, no?

-No dije -seal Jamie-.Ahora bien, con respecto a tu enagua, Sassenach, y por qu andas correteando por el bosque con el trasero desnudo Duncan, a charaid!

La expresin irnica de su rostro se fundi en autntico placer al ver a Duncan Innes, que vena hacia nosotros atravesando un bosquecillo de cornejos.

Duncan que ya iba vestido para la boda, pas con dificultad sobre un tronco cado debido a la falta del brazo izquierdo, y sali al sendero donde estbamos. Nunca lo haba visto tan elegante, y as se lo dije.

-Oh, bueno-repuso, azorado-.Es lo que deseaba la seorita Yo.

Luego se encogi de hombros, para descartar a un tiempo el cumplido y la lluvia, mientras se sacuda la pinaza y los trocitos de corteza que se le haban adherido a la chaqueta al pasar entre los pinos.

-Brrr! Un da espantoso, Mac Dubh, no te engaes.-Levant la vista al cielo moviendo la cabeza-.Dichosa la novia sobre la que brilla el sol; dichoso el cadver sobre el que cae la lluvia.

-En realidad, no s hasta qu punto se puede esperar que un cadver sea feliz-coment-, cualesquiera sean las condiciones meteorolgicas. Pero estoy segura de que Yocasta ser feliz, a pesar del da.-Al ver su expresin de desconcierto, me apresur a aadir-: Y tambin usted, por supuesto!

-ohs-murmur, algo inseguro-.S, desde luego. Se lo agradezco, seora.

-Cuando te vi venir a travs del bosque, pens que tendras al cabo MacNair pisndote los talones-observ Jamie-.No vas a visitar a Archie Hayes, verdad?

Duncan pareci sobresaltarse.

-A Hayes? No. Para qu me querra el teniente?

-en septiembre estuviste en Hillsborough, no? Oye, Sassenach, llvate a esta pequea ardilla.

Jamie se interrumpi para entregarme a Jemmy, que intentaba trepar por el torso de su abuelo, aunque el motivo principal por el que mi marido se liberaba de la carga lo descubr al recibir al nio.

-Muchsimas gracias-dije, arrugando la nariz. Jamie me sonri de oreja a oreja y ech a andar con Duncan camino arriba. Yo olfate cautelosamente-.Humya has terminado? No, creo que no.

Jemmy cerr los ojos, se puso muy rojo y emiti un ruido restallante, como el de una ametralladora con sordina. Afloj sus envolturas apenas lo suficiente para echarle un vistazo.

-Uf!-exclam, al retirar la manta. Justo a tiempo-. Con qu te alimenta tu madre?

Encantado al verse libre de sus ataduras, Jemmy agit las piernas como aspas de molino, con lo una desagradable sustancia amarillenta man por las perneras abolsadas del paal.

-Puaj!-exclam sucintamente.

Y cargando al nio con los brazos estirados, me alej del sendero hacia un pequeo arroyuelo que serpenteaba por la ladera. Encontr un buen sitio a la orilla, con una gruesa capa de hojas cadas. All me arrodill y, extendiendo un pliegue de mi capa, coloqu encima a Jemmy, a cuatro patas; luego le quit el paal sucio sin molestarme en desabrocharlo.

-Uy!-exclam l, sorprendido por el contacto del aire fro, y apret las nalgas gordezuelas.

-Ja!-le dije-.Si te asusta un poco de aire fro en el trasero, espera y vers.

Con un puado de hojas mojadas lo limpi enrgicamente. El nio fue bastante estoico; se retorci, pero sin chillar. En cambio se quej cuando hurgu por sus repliegues. Lo tend rpidamente de espaldas y, con una mano sobre la zona peligrosa, apliqu un tratamiento similar a sus partes ntimas. Eso provoc una enorme sonrisa.

-Ah, conque eres todo un escocs de las Tierras Altas, eh?-coment, devolvindole la sonrisa.

-Y qu quieres decir con eso?

Al levantar la vista, descubr a Jamie apoyado en un rbol, al otro lado del arroyuelo.

-Al parecer, es insensible al fro y a la humedad-expliqu, arrojando el ltimo puado de hojas sucias-.Por otra partebueno, no he tenido mucho trato con bebs varones, pero esto es bastante precoz?

Jamie sonri ante la visin que se revelaba bajo mi mano. El diminuto apndice asomaba tan erguido como mi pulgar y aproximadamente del mismo tamao.

-Ah, no-explic-.He visto a muchos pequeos en cueros. Todos hacen eso de vez en cuando.-Y se encogi de hombros, ensanchando la sonrisa-.ahora bien, no s si ocurre slo con los pequeos escoceses.

-Habilidad que mejora con los aos, me atrevera a decir-conclu secamente. Arroj el paal sucio al otro lado del arroyuelo, donde cay a sus pies, con un ruido de chapoteo-Qutale los imperdibles y enjuaga eso, quieres?

Arrug un poco la nariz, pero se arrodill al momento. Luego levant cautelosamente con dos dedos aquella cosa repugnante.

-Ah, conque esto era lo que habas hecho con tus enaguas-coment.

Yo haba abierto el bolsillo que me colgaba de la cintura para sacar un rectngulo de tela limpia, ya plegado. No era el tipo de paal que l sostena, sino una franela suave, gruesa, muy lavada y teida de rojo claro con zumo de bayas.

Me encog de hombros. Despus de revisas a Jemmy, por si hubiera nuevas explosiones, lo coloqu encima del paal limpio.

-Con tres bebs de paales y un clima tan hmedo, nada se seca. Estamos escasos de trapos limpios.

Alrededor del claro donde habamos acampado, los arbustos estaban festoneados de colada que flameaba, casi toda an mojada gracias a esa lluvia inoportuna.

-Toma.

Jamie se estir por encima del arroyuelo y me entreg los imperdibles sacados del paal sucio. Los cog con cuidado para que no cayeran en el arroyo. Tena los dedos rgidos y helados, pero los imperdibles eran valiosos; Bree los haba hecho con alambre caliente, mientras Roger tallaba en madera las capuchas del extremo, guindose por los dibujos de mi hija.

Plegu el paal en torno de la ingle de Jemmy y atraves la tela con un alfiler, sonriendo al ver la cabeza de madera. Bree haba tallado en un juego una pequea y cmica rana, con una ancha sonrisa sin dientes.

-Hala, ranita, ya ests listo.-Me sent con el nio en mi regazo y lo envolv de nuevo en su manta-.A donde ha ido Duncan? A ver al teniente?

Jamie sacudi la cabeza, agachado y pendiente de su tarea.

-Le he dicho que todava no fuera. Es cierto que estuvo en Hillsborough durante aquellos disturbios. Es mejor que espere un poco, de ese modo, si Hayes pregunta, l podr jurar que ninguno de los hombres presentes aqu particip del alboroto. Cuando caiga la noche no habr ya ninguno.

Observ sus manos, grandes y hbiles, que escurran el paal enjuagado. Normalmente las cicatrices de su diestra eran casi invisibles, pero en ese momento se destacaban en melladas lneas blancas contra la piel enrojecida por el fro. Todo aquello me inquietaba un poco, aunque pareca no tener ninguna vinculacin directa con nosotros.

En general, no experimentaba ms que un leve nerviosismo cuando pensaba en el gobernador Tryon; al fin y al cabo, l estaba cmodamente refugiado en su nuevo palacio de New Bern, separado de nuestro pequeo asentamiento del Cerro de Fraser por cuatrocientos ochenta kilmetros de ciudades costeras, plantaciones, pinares, montaas sin caminos y un pramo aullante. Con tantos motivos como tena para preocuparse, como los autotitulados -que haban aterrorizado Hillsborough, y a los comisarios y jueces corruptos que provocaran ese terror-, difcilmente tendra tiempo para pensar en nosotros, o al menos eso esperaba.

Pero segua en pie el incmodo hecho de que Jamie fuera titular de una gran concesin de tierras en las montaas de Carolina del Norte, como un presente de Tryony el gobernador, a su vez, tena en el bolsillo del chaleco un dato pequeo, pero importante: que Jamie era catlico. Y los otorgamientos de tierras por cuenta del Rey slo se podan hacer en beneficio de protestantes.

Dado el insignificante nmero de catlicos de la colonia, la religin rara vez era un problema. No haba iglesias ni sacerdotes catlicos residentes; el padre Donahue haba hecho el viaje desde Baltimore, a peticin de Yocasta. La ta de Jamie y su difunto esposo, Hctor Cameron, tenan influencia en la comunidad escocesa local desde haca tanto tiempo que a nadie se le habra ocurrido poner en tela de juicio su religin. Pocos escoceses saban que ramos papistas; sin embargo, era probable que se enteraran muy pronto. Esa noche, el sacerdote casara a Bree y a Roger, que vivan juntos desde haca un ao, as como a otras dos parejas catlicas de Bremertony tambin a Yocasta y Duncan Innes.

-Archie Hayes es catlico?-dije sbitamente.

Jamie colg el paal hmedo de una rama cercana.

-No se lo he preguntado-dijo-, pero creo que no. Es decir, su padre no lo era. Me sorprendera que lo fuera l, ms an siendo oficial.

-Cierto.-No obstante, no era por el teniente Hayes y sus hombres por lo que yo estaba preocupada, sino por Jamie. Exteriormente se le vea tan sereno y seguro de s mismo como de costumbre, pero yo lo conoca muy bien; la noche anterior, mientras intercambiaba chistes y cuentos con Hayes, yo haba notado que los dos dedos rgidos de su mano derecha (mutilados en una prisin inglesa) se contraan contra su pierna. En ese instante, vea la fina arruga que se formaba entre sus cejas cuando estaba atribulado.

-presbiteriano-estaba diciendo. Me mir con una sonrisa irnica-.Como el pequeo Roger.

De pronto ca en la cuanta d qu era lo que me haba estado importunando en la cabeza.

-Lo sabas- seal-.Sabas que Roger no era catlico. Viste como bautizaba a esa criatura de Snaketown, cuandose lo quitamos a los indios.

Demasiado tarde vi cruzar una sombra por su cara y me mord la lengua. Al quitarles a Roger, habamos dejado en su sitio a Ian, el sobrino a quien Jamie tanto quera. La sombra dur un momento, pero sonri, apartando el recuerdo de Ian.

-Lo saba, s-dijo.

-Pero Bree

-Se habra casado con el muchacho aunque fuera hotentote-me interrumpi-. Y si he se ser franco, no pondra muchas objeciones incluso si Roger fuera hotentote-agreg, para sorpresa ma.

-De veras?

Jamie cruz el arroyo hacia la orilla donde yo me encontraba, secndose las manos con el extremo de su manta.

-Es recto y bueno. Ha aceptado al nio como hijo suyo, sin decir una palabra del asunto a la muchacha. Es lo menos que debe hacer un hombre, pero no cualquiera lo hace.

Involuntariamente, mir a Jemmy. Yo misma trataba de no pensar en eso, pero de vez en cuando no poda dejar de analizar sus facciones, buscando alguna pista que identificara a su verdadero padre.

Despus de unirse a Roger y pasar una solo noche con l, Brianna haba sido violada por Stephen Bonnet dos das despus. No haba modo de saber con certeza quin era el padre, y por ahora Jemmy no se pareca en absoluto a ninguno de los dos. En ese momento, se mordisqueaba el puo con cara de concentracin; con su suave pelusa rojo-dorada, no se pareca a nadie tanto como al propio Jamie.

-HumY por qu tanta insistencia en que el sacerdote lo aprobara?

-De todas formas, se casarn-dijo l, con lgica-.Pero quiero que el pequeo reciba el bautismo catlico.-Puso una manaza en la cabeza de Jemmy, alisando con el pulgar las diminutas cejas pelirrojas-.Se me ocurri que, yo alborotaba un poco por Mackenzie, aceptaran con gusto an gille ruadh aqu, no?

Riendo, cubr con un pliegue de la manta los odos de Jemmy.

-Y yo, tan convencida de que Brianna haba descubierto cmo eres!

-Y es cierto-dijo l muy sonriente.

De pronto se inclin para besarme. Su boca era suave y muy clida. Saba a pan con mantequilla; su cuerpo despeda un fuerte olor a hombre y a hojas frescas, con un leve efluvio de paales.

-Humm, qu agradable!-dije con aprobacin-.Hazlo de nuevo.

Alrededor del bosque todo estaba en silencio; no se oan pjaros ni bestias, slo el susurro del follaje y el murmullo del agua bajo nuestros pies. Movimiento constante, sonido constantey en el centro de todo, una paz perfecta. Aunque haba mucha gente en la montaa, en ese lugar, en ese momento, era como estar solos en Jpiter.

Abr los ojos con un suspiro, percibiendo un sabor a miel. Jamie, sonriendo, me quit una hoja amarilla del pelo. El beb era un peso clido en mis brazos, el centro del universo.

Ninguno de los dos habl, por no perturbar la quietud.

Me estir para sacudirle del hombro unas cuantas semillas de arce. l me cogi la mano y se la llev a la boca, con una fiereza sbita que me sobresalt. Sin embargo, sus labios eran tiernos, caliente la punta de su lengua contra el montculo carnoso en la base del pulgar; monte de Venus, lo llaman: la sede del amor.

Cuando levant la cabeza, sent el fro repentino en mi mano, all donde se vea la antigua cicatriz, blanca como un hueso. Una letra J cortada en la piel. Su marca sobre m.

Apoy la mano contra mi cara y yo la cubr con la ma, como si pudiera sentir, contra mi fra mejilla, la descolorida C que l tena en su palma. Aunque no dijimos nada, el voto estaba hecho, tal como lo hicimos en otros tiempos, en un lugar sagrado, con los pies en un trozo de roca viva en medio de las arenas movedizas que eran las amenazas de guerra.

El fro pas; la sangre caliente palpitaba en mi mano como para abrir aquella antigua cicatriz y verterse nuevamente por l. Llegara sin que yo pudiera detenerla.

Pero esta vez no lo abandonara.

Sal de entre los rboles siguiendo a Jamie, quien, en el trayecto hacia nuestro campamento, me comunic que haba invitado a otras dos familias a compartir con nosotros el desayuno. De nuevo, yo haca clculos mentales para que me llegara con lo que tena.

-Robin McGillivray y Geordie Chisholm-dijo, apartando una rama para que yo pasara-. Me pareci que debamos darles la bienvenida; tienen intenciones de instalarse en el Cerro de Fraser.

-De veras? Cundo? Y cuntos son?

Eran preguntas importantes. El invierno estaba demasiado cerca para que fuera posible edificar, ni aun la ms tosca de las cabaas que les sirviera de alojamiento. Si en esos das alguien vena a las montaas, tendra que vivir con nosotros en la casa grande, o apiarse en una de las cabaas para pobladores que sembraban el Cerro. Si era necesario, los escoceses de las Tierras Altas eran capaces de compartir una sola habitacin entre diez. Como inglesa, yo no tena el sentido de la hospitalidad tan desarrollado.

-Los McGillivray, seis; los Chisholm, ocho-respondi Jamie, sonriente-.Pero los McGillivray no llegarn hasta la primavera. Robin es armero y tiene trabajo en Cross Creek durante el invierno. Su familia vivir en Salem con unos familiares hasta que pase el fro; su esposa es alemana.

-Ah, qu bien-contest mientras calculaba: as que catorce ms para desayunarla suma daba veinticuatro.

-Le pedir a mi ta que me preste un poco de caf y arroz, de acuerdo?-Jamie haba estado interpretando la creciente consternacin de mis facciones. Con una sonrisa, alarg los brazos para recibir al beb-.Dame al pequeo; as tendrs las manos libres para cocinar.

Lo segu con la vista, aliviada de estar sola, siquiera por algunos momentos. Aunque me encantan las reuniones sociales, tras pasar una semana entre visitas, cotilleos y consultas mdicas diarias y atravesar pequeas pero continuas crisis, necesitaba estar sola, reunir fuerzas y concentrar la mente. Pero en ese instante era incapaz de centrarme en la logstica del desayuno, en las bodas, ni siquiera en la inminente operacin quirrgica que pensaba realizar. Miraba ms hacia delante, ms all del viaje de regreso; anhelaba estar en casa.

El Cerro de Fraser era un sitio elevado en las montaas de occidente, un lugar remoto y aislado. Apenas tenamos visitantes, ramos pocos, aunque la poblacin iba en aumento; ms de treinta familias haban ido a instalarse en las tierras otorgadas a Jamie, bajo su patrocinio. En su mayora eran hombres que l haba conocido durante su encarcelamiento en Ardsmuir. Se me ocurri que Chisholm y McGillivray deban de ser tambin ex prisioneros; Jamie haba extendido una invitacin permanente a todos esos hombres, y la mantendra en pie, cualesquiera fueses los costos de ayudarlos.

Un cuervo pas en silencioso vuelo, lento y pesado. Deba de ser un presagio especial, pues es raro que un ave vuele con ese climaMe golpe la cabeza con el canto de la mano, tratando de ahuyentar la supersticin. Si vives por un tiempo con escoceses de las Tierras Altas, hasta la ltima piedra, hasta el ltimo rbol pasan a tener algn significado!

Y tal vez as era. Aun rodeada de gente en esa montaa, me senta casi sola, amparada por la lluvia y la bruma. Todava haca fro, pero no lo senta. La sangre palpitaba cerca de la piel; sent crecer el calor en mis palmas. La lluvia caa a mi alrededor, silenciosa, mojndome la ropa hasta hacer que se me adhiera suavemente, como nubes contra la montaa.

Podra haber pasado algn tiempo as hechizada de no haber sido por el repiqueteo de pisadas en el sendero.

-Seora Fraser!

Era Archie Hayes en persona. Si le sorprendi verme sola de pie junto al sendero, no lo demostr. En cambio inclin la cabeza en un saludo corts.

-Teniente.-Yo tambin me inclin, sintiendo que me ruborizaba como si me hubiera sorprendido en medio del bao.

-Est por aqu su esposo, seora?-me pregunt, con aire indiferente.

Pese a mi azoro sent una punzada de desconfianza. Si la montaa vena a Mahoma, no se trataba de algo indiferente.

-Supongo que s. En realidad, no s dnde est-dije, tratando de no mirar colina arriba, hacia el sitio donde se asomaba un pico de lona de la gran tienda de Yocasta.

-Ah, supongo que est muy ocupado-dijo Hayes, sin alterarse-.Un hombre como l, en el ltimo da de la congregacin, ha de tener mucho que hacer.

-S, supongo queehs.

Inquieta, me pregunt cmo diablos me librara de invitar al teniente a desayunar. Ni siquiera una inglesa poda cometer la grosera de no ofrecer comida sin provocar comentarios.

-Ehel cabo McNair dijo que deseaba ver tambin a Farquard Campbell-coment, decidida-.Puede que Jamie haya ido a hablar con l. Con el seor Campbell, quiero decir.

Como si tratara de ayudarlo, le indiqu el campamento de los Campbell, que estaba en el extremo opuesto del de Yocasta.

-S-dijo-.Podra ser.-Se demor un momento antes de levantarse la gorra para saludarme-. Buenos das, seora.

Y se alejhacia la tienda de Yocasta. Lo segu con la vista, perdida toda sensacin de paz.

-Mierda!-dije por lo bajo.

Y me puse en marcha para ocuparme del desayuno.

2

Los panes y los peces

Habamos escogido un sitio apartado del sendero principal, con buena vista al ribazo del arroyo. Mirando hacia abajo, vi cmo Archie Hayes instaba a sus hombres a mezclarse con la gente de la congregacin, y la mayora de ellos obedeca de muy buen grado.

No sabra decir si dictaba esta poltica como una treta, por penuria o por simple humanidad. Muchos de sus soldados eran jvenes que se encontraban separados de sus familias; para ellos era una alegra volver a or voces escocesas, ser bien recibidos junto al fuego del hogar y con el ofrecimiento de brose y parritch.

Ni Roger ni Brianna estaban a la vista, pero me alarm ver a Abel MacLennan sentado al otro lado del claro, mordisqueando un trozo de pan tostado en el extremo de un palo. Jamie haba regresado con las provisiones que haba pedido prestadas y las estaba desenvolviendo en el suelo, junto al fuego. Al verme me dedic una sonrisa.

-Por fin llegas, Sassenach!-dijo, levantndose-. Por qu has tardado tanto?

-Oh!, es que en el sendero me he encontrado con n conocido-dije. Jamie junt las cejas, intrigado.

-El teniente te est buscando-sise, inclinndome hacia l.

-Pero si eso ya lo s, Sassenach-replic l, con voz normal-.l, con voz normal-.Y me hallar bastante pronto.

-S, pero

Carraspe y mir con intencin, alternativamente, a Abel MacLennan y al joven soldado. Jamie, con su concepto de la hospitalidad, no tolerara que arrancaran a sus huspedes de su techo, y yo supona que el mismo principio se aplicaba tambin a la fogata de su campamento. Al joven soldado poda resultarle incmodo arrestar a MacLennan, pero seguro que el teniente no vacilara.

Jamie puso cara de diversin y me llev hacia el joven.

-Querida-dijo formalmente-, permteme presentarte al recluta Andrew Ogilvie, que proviene de la aldea de Kilburnie. Recluta Ogilvie, mi esposa.

-A su servicio, seora!-El joven me hizo una reverencia, enrojecido, y Jamie me apret levemente el brazo.

-El recluta Ogilvie me estaba diciendo que el regimiento se dirige hacia Portsmouth, en Virginiadonde se embarcar rumbo a Escocia. Se alegrar de volver a la patria, verdad, muchacho?

-Oh, s, seor!-asegur el soldado-.El regimiento se dispersar en Aberdeen. Y luego me ir a casa, a toda la velocidad que me permitan las piernas.

-Con que el regimiento va a dispersarse?-pregunt Fergus, acercndose para participar en la conversacin, con Germain en los brazos.

-S, seor. Ahora que los franchutesehcon perdn, seorestn apaciguados y los india salvo, no tenemos nada que hacer aqu. Y la Corona no nos paga por quedarnos cruzados de brazos-respondi el joven, melanclico-.Bien mirado, la paz puede ser algo bueno y no deja de alegrarme. Pero no se puede negar que es difcil para el militar.

-Casi tan difcil como la guerra, no?-replic Jamie, seco.

El muchacho enrojeci intensamente; joven como era, no poda haber visto mucho en materia de combate. La guerra de los Siete Aos haba terminado casi diez aos atrs, cuando el recluta Ogilvie, con toda probabilidad, an correteaba descalzo por Kilburnie. Sin prestar atencin al bochorno del mozo, Jamie se volvi hacia m.

-Me ha dicho que el sesenta y siete es el nico regimiento que queda en las colonias.

-El ltimo regimiento escocs? Pregunt.

-No, seora: el ltimo de las tropas regulares de la Corona. Supongo que hay guarniciones aqu y all, pero todos los regimientos permanentes han sido convocados a Inglaterra o a Escocia. Somos los ltimos y adems vamos con retraso. Debamos habernos embarcado en Charleston, pero all las cosas se pusieron feas, de modo que vamos de camino a Portsmouth lo ms rpido que podemos. El ao ya est avanzado, pero el teniente ha sabido de un barco que podra arriesgarse a hacer la travesa para llevarnos. Si nosi no, pasaremos el invierno en Portsmouth, supongo, arreglndonoslas como podamos.

-As que Inglaterra piensa dejarnos sin proteccin?-Marsali pareca escandalizada por la idea.

-Oh!, no creo que haya ningn peligro serio, seora-la tranquiliz el recluta-.Hemos llegado a una cuerdo definitivo con los franchutes. Y si ellos no arman revuelo, los indios no podrn hacer gran cosa. Hace tiempo que todo est tranquilo; sin duda, las cosas seguirn as.

Hice un pequeo ruido en el fondo de la garganta; Jamie me apret levemente el codo.

-Y no ha pensado usted quedarse, quiz?-Lizzie, que estaba mandando y rallando patatas, dej el cuenco junto al fuego y comenz a engrasar la sartn-.Quedarse en las colonias, quiero decir. An queda mucha tierra hacia poniente.

-Ah!...-El recluta Ogilvie mir a la muchacha y volvi a ruborizarse-.Bueno, reconozco que he odo perspectivas peores, seorita. Pero me temo que debo irme con mi regimiento.

Lizzie cogi dos huevos y los rompi limpiamente contra el costado del cuenco. Su cara, generalmente plida como el suero, tena un leve reflejo rosado del intenso rubor del recluta.

-Oh!, bueno, es una pena que deba irse tan pronto- coment. Sus rubias y largas pestaas rozaban sus mejillas-.De cualquier modo, no lo dejaremos ir con el estmago vaco.

Ogilvie enrojeci an ms.

-Esusted muy amable, seorita. Muy amable.

Lizzie levant tmidamente la vista y su arrebol se acentu. Jamie se disculp con una suave tos y se alej de la fogata, llevndome consigo.

-Jess!-dijo por lo bajo-.Y no hace ni un da que se ha hecho mujer! Le has estado dando lecciones, Sassenach, o todas las mujeres nacen as?

-Supongo que es un talento natural-dije, circunspecta.

En realidad, el inesperado advenimiento de la primera menstruacin de Lizzie tras la cena de la noche anterior haba sido la gota que colmara el vaso respecto a los paos limpios.

-HumSupongo que debo comenzar a buscarle marido-coment Jamie, resignado.

-Marido!Pero si apenas tiene quince aos!

-Ah, s?-Ech un vistazo a Marsali, que frotaba el pelo oscuro de Fergus con una toalla, y los desvi hacia Lizzie y el soldado; luego me mir con una ceja cnicamente arqueada.

-Pues s-repliqu, algo irritada-. Es cierto que Marsali slo tena quince aos cuando se cas con Fergus, pero eso no significa

Jamie prosigui, descartando momentneamente a Lizzie:

-El hecho es que el regimiento parte maana hacia Portsmouth; as que no tiene tiempo ni voluntad de atender ese asunto de Hillsborough. Eso le incumbe a Tryon.

-Pero lo que Hayes dijo

-Oh!, no dudo que, si alguien le dice algo, l le enviar las declaraciones a New Bern. Pero no creo que le interese mucho si los reguladores incendiaron el palacio del gobernador, mientras no le impida embarcarse a tiempo.

Suspir, tranquilizada. Si Jamie estaba en lo cierto, lo ltimo que hara Hayes sera tomar prisioneros, cualesquiera fuesen las evidencias que tuviera. MacLennan estaba a salvo.

-Pero, en ese caso, para qu os quiere Hayes, a ti y a los otros? Te est buscando, s, y personalmente.

-No lo s-dijo, moviendo la cabeza-,pero no tiene nada que ver con este asunto de Tryon. Si as fuera, podra habrmelo dicho anoche. Ms an: si se interesara por el asunto, no habra dejado de decrmelo. No, Sassenach, puedes creerlo: para el pequeo Archie Hayes, los alborotadores no son ms que un deber que cumplir. En cuanto a por qu me busca-Estir un brazo por encima de mi hombro para pasar un dedo por el borde del tarro de miel-.No quiero pensar en eso antes de lo necesario. Me quedan tres toneladas de whisky; antes de que caiga la noche tengo que haberlos convertido en un arado, una hoja de guadaa, tres cabezas de hacha, cinco kilos de azcar, un caballo y un astrolabio. Es un juego de magia que requiere cierta atencin, no crees?

Despus de pasarme dulcemente el dedo pringoso por los labios, me bes.

-Un astrolabio?-dije, paladeando la miel. Le devolv el beso-.Para qu?

-Y luego quiero volver a casa-susurr l, sin prestar atencin a mi pregunta. Tena la frente apretada contra la ma y sus ojos estaban muy azules-. Quiero acostarme contigo en mi lecho. Y voy a pasar el resto del da pensando en lo que te har una vez que te tenga all. As que el pequeo Archie puede irse a jugar a las canicas con sus huevos, de acuerdo?

-Excelente idea-susurr-.Quieres decrselo personalmente?

Haba visto un destello del tartn verde y negro al otro lado del claro, pero cuando Jamie se gir, vi que nuestro visitante no era Hayes, sino John Quincy Myers, que llevaba una manta escocesa envuelta en la cintura.

Esto aada un nuevo toque de color a la vestimenta me Myers, de por s llamativa.

-Amigo James!- Al ver a Jamie se adelant deprisa, con una amplia sonrisa y la mano extendida, haciendo sonar las campanillas que llevaba enroscadas a las calzas-.Supuse que te encontrara desayunando!

Mi esposo parpade un poco ante esta aparicin, pero respondi con cortesa al apretn de manos del gigante.

-S, John. Quieres acompaarnos?

-Ehs-me sum, mirando clandestinamente la cesta de la comida-.Qudese, por favor.

John Quincy me hizo una ceremoniosa reverencia, quitndose el sombrero.

-A su servicio, seora, y muy agradecido. Pero tal vez ms tarde. Ahora he venido para llevarme al seor Fraser. Lo necesita con urgencia.

-Quin?-pregunt Jamie, cauteloso.

-Robbie McGillivray, dice llamarse. Conoces a ese hombre?

-S, claro que s.-Fuera lo que fuese lo que Jamie saba de ese tal McGillivray, hizo que buscara en el pequeo arcn donde guardaba sus pistolas-.Qu sucede?

-BuenoFue su esposa quien me pidi que viniera a por ti. Y como ella no habla lo que se dice un buen ingls, puede que haya confundido un poco el relato. Pero, segn creo, cierto cazador de recompensas apres a su hijo, diciendo que el muchacho era uno de los rufianes que alborotaron en Hillsborough, con intenciones de llevarlo a la crcel de New Bern. Slo que Robbie dice que nadie va a llevarse a un hijo suyo yBueno, a partir de ah la pobre mujer se aturull y ya no pude entenderle una palabra. Pero creo que Robbie estara muy agradecido si pudieras ir a ayudarle.

Jamie se puso la chaqueta verde de Roger, que estaba colgada de una mata a la espera de que le limpiaran las manchas de sangre, y se sujet la pistola recin cargada bajo el cinturn.

-Adnde?-pregunt.

Myers hizo un breve gesto con la mano y se adentr entre los acebos, con Jamie pisndole los talones. Fergus, que haba estado escuchando el dilogo con Germain en brazos, dej al nio junto a los pies de Marsali.

-Debo ir a ayudar a Grand-pre-le dijo. Luego cogi un palo entre la lea y lo puso en manos de su hijo-. T qudate; protege a maman y a la pequea Joan de la gente mala.

-Oui, papa.-Germain asi el palo con firmeza, disponindose a defender el campamento.

Marsali, MacLennan, Lizzie y el recluta Ogilvie haban estado contemplando la escena con expresin vacua. Cuando Fergus se adentr decididamente en los arbustos tras coger otro leo, el soldado volvi a la vida.

-Eh..-dijo-.Quiz debera ir a por mi sargento, no le parece, seora? Si hay algn disturbio

-No, no-repuse enseguida. Lo ltimo que necesitbamos era que Archie Hayes y su regimiento se presentaran en masa-. Estoy segura de que todo saldr bien. Sin duda es slo un malentendido. El seor Fraser lo resolver personalmente. No tema.

Mientras hablaba, iba bordeando sigilosamente la fogata para acercarme al lugar donde haba dejado mis tiles mdicos, protegidos de la llovizna bajo una lona. Metiendo la mano por debajo del borde, cog mi pequeo equipo de emergencia.

-Lizzie, por qu no ofreces al recluta Ogilvie un poco de compota de fresas para su tostada? Y seguramente el seor McLennan le gustar poner un poco de miel en su caf. Me disculpa, verdad, seor MacLennan? Debo ir aeh

Con una sonrisa tonta, me escurr entre las hojas de acebo. Me detuve para orientarme y el viento lluvioso me trajo un leve retintn de campanillas. Girando hacia el sonido, ech a correr.

El camino era difcil. Cuando los alcanc, cerca del campo de competicin, estaba sin aliento. Aquello apenas estaba comenzando; me lleg el zumbido de las conversaciones entre la multitud de hombres que se reunan, pero an no haba gritos de aliento ni aullidos de desencanto.

No pude apreciar el espectculo, pues Jonh Quincy se abra paso entre los corrillos, saludando con la mano a los conocidos mientras pasbamos. En el lado opuesto de la multitud, un hombre menudo se separ se la masa para salir precipitadamente a nuestro encuentro.

-Mac Dubh, has venido! Gracias por molestarte.

-No es molestia, Robbie-le asegur Jamie-.Qu es los que pasa?

MacGillivray ech un vistazo a los participantes y a sus partidarios; luego, seal con la cabeza los rboles cercanos. Lo seguimos, sin llamar la atencin de la muchedumbre que se reuna en torno de dos grandes piedras envueltas en cuerdas; supuse que algunos de los fortachones iban a levantarlas a manera de proeza.

-Es por tu hijo, Rob?-pregunt Jamie.

-S-respondi el hombrecito-.Es decir, ya no.

-Qu ha sucedido?-pregunt-.Est herido?

-l no-fue la crptica respuesta.

Atrs haba un pequeo espacio abierto-tan pequeo que no llegaba a ser un claro-,erizado en pastos secos y pinos tiernos. Mientras Fergus y yo nos agachbamos para pasar bajo una enredadera, una mujer corpulenta vino hacia nosotros; sus hombros se abultaron al levantar la rama de rbol que aferraba, pero al ver a MacGillivray se relaj un poco.

-Wer ist das?-pregunt, mirndonos con suspicacia.

En ese momento John Quincy pas por debajo de la enredadera. Ella baj su garrote; sus facciones, slidas y agradables, se calmaron todava ms.

-Ja, Myers! Me traes a den Jamie, oder?

-S, amor mo. ste es Jamie Roy. Sheumais Mac Dubh.-MacGillivray se apresur a atribuirse la aparicin de Jamie, apoyndole respetuosamente una mano en la manga-. Ute, mi esposa, Mac Dubh. Y su hijo-aadi, sealando a Fergus con un vago ademn.

Ute MacGillivray pareca una valkiria a dieta de harinas: alta, muy rubia y muy fuerte.

-A su servicio, seora-salud Jamie, inclinndose.

-Madame-aadi Fergus, con una reverencia cortesana.

La seora MacGillivray les respondi con una profunda inclinacin, sin apartar la vista de las visibles manchas de sangre que surcaban la chaqueta de Jamiemejor dicho de Roger.

-Mein Herr-murmur, con aire impresionado.

Luego se volvi para llamar por seas a un joven de diecisiete o dieciocho aos, que haba estado acechando algo ms atrs. Era menudo, fibroso y moreno, tan parecido a su padre que difcilmente se habra podido dudar de su identidad.

-Manfred-anunci su madre, orgullosa-.Mein muchacho.

Jamie inclin la cabeza en un grave saludo.

-Encantado seor MacGillivray.

-Eha su servicio, seor.-El jovencito pareca dudar, pero alarg la mano.

-Es un placer conocerlo, seor-le asegur mi esposo, estrechndosela.

Una vez cumplidas las formalidades, recorri brevemente con la vista aquel lugar tranquilo, con una ceja arqueada.

-Me han informado de que un cazador de recompensas lo estaba molestando.Debo entender que el asunto est resuelto?-pregunt a padre e hijo, que intercambiaron miradas. Por fin Robin tosi como pidiendo disculpas.

-Bueno, Mac Dubh, no se puede decir que est resuelto. En realidad-Dej la frase sin terminar, con una expresin atribulada en sus ojos. Su mujer le clav una mirada severa; luego se volvi hacia Jamie.

-Ist kein molestia-le dijo-.Ich haf den pequeo asunto listo. Pero queremos saber cmo esconder den korpus.

-El cuerpo?-repet, bastante sofocada.

Hasta Jamie pareca algo perturbado.

-Lo has matado, Rob?

-Yo?-MacGillivray se mostr espantado-. Mac Dubh, por quin me tomas?

A Jamie no le pareca descabellada la posibilidad de que MacGillivray cometiera un acto violento, y el hombrecillo se avergonz.

-Bueno, supongo que podra haber, que en efecto Pero ese asunto de Ardsmuir, Mac Dubh, ocurri hace mucho tiempo y es agua pasada! Verdad?

-Verdad-dijo Jamie-. Pero qu me dices de ese cazador de recompensas? Dnde est?

Una risita sofocada detrs de m hizo que me diera la vuelta y descubriera que el resto de la familia MacGillivray, silenciosa hasta entonces, estaba all. Se trataba de tres jovencitas, sentadas en hilera encima de un tronco cado. Iban inmaculadamente ataviadas con pulcros delantales y cofias blancas.

-Meine nias-anunci la seora; las tres muchachas parecan versiones reducidas de ella misma-. Hilda, Inga und Senga.

Fergus se inclin elegantemente ante las tres.

-Enchant, mes demoiselles.

Las nias, entre risitas agudas, inclinaron la cabeza a modo de respuesta, pero sin levantarse, lo cual me pareci extrao. Entonces not que algo raro suceda bajo las faldas de la mayor; era una especie de bulto que se agitaba acompaado por un gruido ahogado. Hilda clav enrgicamente su taln en lo que fuera, sin dejar de sonrerme alegremente.

Se oy otro gruido, esta vez mucho ms audible, proveniente de debajo de sus faldas. Jamie dio un respingo y se volvi hacia ella. Siempre con su alegre sonrisa. Hilda se inclin para recoger delicadamente el borde de su falda, bajo la cual se vio una cara frentica, dividida en dos por una tira de pao oscuro atada alrededor de la boca.

-Es l-dijo Robbie, que pareca compartir el talento de su esposa para exponer lo obvio.

-Ya veo.-Jamie contrajo los dedos contra su manta-.Ehpodramos dejarlo salir, no?

Robbie hizo un gesto a las nias, que se levantaron dejando al descubierto a un hombrecito, tendido contra el tronco, atado de pies y manos con algo que pareca medias de mujer, y amordazado con un pauelo. Estaba mojado, cubierto de barro y algo magullado

Myers se inclin para cogerle por el cuello y levantarlo.

-Bueno, no parece gran cosa-dijo crticamente-.Se dira que la caza de ladrones no est tan bien pagada como uno cree.

En realidad, el hombre ere bastante esmirriado y estaba harapiento, adems de desaliado, furiosoy asustado. Ute lanz un bufido de desprecio.

-Saukerl!-exclam, escupiendo a las botas del prisionero. Luego se volvi hacia Jamie, llena de encanto-. Bien, mein Herr. Cmo cree que deberamos matarlo?

El cazador de recompensas abri mucho los ojos, retorcindose entre las manos de Myers y emitiendo gemidos frenticos a travs de la mordaza. Jamie lo observ frotndose la boca con un nudillo. Luego, se dirigi a Robbie, que se encogi levemente de hombros, mirando de soslayo a su esposa, como si pidiera disculpas.

-Hum!-Mi marido carraspe-.Quiz ya tena usted alguna idea, seora?

Ute, radiante, extrajo un largo pual de su cinturn.

-Pensaba que se podra cortar a pedazos, wie ein Schwein, ja? Pero mire.-Pinch cuidadosamente al prisionero entre las costillas. El hombre chill a travs de la mordaza, mientras que en la camisa harapienta floreca una pequea mancha de sangre-.Mucha Blut- explic ella, con un mohn de desencanto.

Seal con un ademn de la mano hacia los rboles. Ms all, el espectculo de levantamiento de piedras pareca estar en plena marcha.

-Die Leute pode oler.

-Podeoler?- Desvi la vista hacia Jamie, pensando que se trataba de alguna desconocida expresin alemana. l carraspe, frotndose la nariz-.Ah!, puede oler-exclam-.S, supongo que s.

-Si no desean llamar la atencin, tampoco convendra matarlo de un disparo-consider Jamie, pensativo.

-Yo voto porque le partamos la crisma-dijo Robbie MacGillivray-.Eso es bastante fcil.

-Te parece?-Fergus entorn los ojos, concentrndose-.Yo creo que es mejor matarlo a cuchillo. Si se lo clavas en el lugar correcto, no sale tanta sangra. En el rin, justo debajo de las costillas, por atrs, eh?

A juzgar por los insistentes sonidos que provenan de la mordaza, el cautivo pareca rechazar las sugerencias. Jamie se frot el mentn, dubitativo.

-Bueno, no es tan difcil-reconoci-.Tambin podramos estrangularlo. Claro que movera los intestinos. Y si queremos evitar el olor, aun aplastndole el crneoPero dime, Robbie, cmo ha llegado este hombre hasta aqu?

-Eh?-MacGillivray pareca no comprender.

-Tu campamento no est cerca?-Mi esposo seal con un breve ademn el diminuto claro, para explicarse. No haba rastros de fogata; en realidad, nadie haba acampado en ese lado del arroyo. Sin embargo, todos los MacGillivray estaban all.

-Oh, no! No, nuestro campamento est ms arriba. Slo vinimos para hacer una pequea prueba con las pesas-explic Robbie, apuntando hacia el campo de competicin-.Y este condenado buitre vio a nuestro Freddie y se apoder de l.

Dirigi una mirada de encono al prisionero. Entonces vi que de su cinturn penda una cuerda, y a poca distancia, en el suelo, haba un par de esposas de hierro.

-Lo vimos apresar a nuestro hermano-intervino Hilda-.Entonces, nosotras lo empujamos hasta aqu, donde nadie pudiera verlo. Como dijo que pensaba entregrselo al comisario, mis hermanas y yo lo derribamos y nos sentamos sobre l. Mam le dio unos cuantos puntapis.

-Son gut Mdchen, fuertes, meine nias.- Ute le dio a su hija unas palmaditas afectuosas en el robusto hombro-. Vinimos hier die Wetkmpfer, tal vez escoger esposo para Inga o Senga. Hilda tiene einen Mann ya prometido-.aadi, satisfecha.

Observ a Jamie sin ningn disimulo, demorando la mirada aprobatoria en su estatura, la amplitud de sus hombros y su buen aspecto general. Luego me dijo:

-Buen Mann, grande, el tuyo. Tienes hijos farones?-No, lo siento-me disculp-.EhFergus est casado con la hija e mi esposo-aad, viendo que su mirada evaluadora pasaba a l.

El cazador de recompensas volvi a concentrar la atencin sobre s, con un chillido de indignacin a travs de la mordaza.

-Ah, s!-exclam Jamie-.Por qu no permitimos que el caballero diga lo que tenga que decir?

Robbie asinti de mala gana; a estas alturas las competiciones estaban bastantes avanzadas y nadie escuchara un grito aislado.

-No permita que me maten, seor!-En cuanto le quitaron la mordaza, el hombre apel a Jamie-.Slo cumplo con mi deber al poner a los delincuentes en manos de la justicia.

-Ja!-exclamaron de inmediato todos los MacGillivray, e Inga y Senga estallaron en palabrotas y puntapis dirigidos a las pantorrillas del caballero.

-Basta!-grit Jamie. Como no obtuviera resultados, cogi al joven MacGillivray por el cuello, bramando a todo pulmn-:Ruhe!

Esto provoc un sorprendido silencio y una serie de miradas culpables en direccin al campo donde se celebraban las competiciones.

-Bien-dijo mi marido con firmeza-.Myers, trae al caballero, quieres? Rob, Fergus, acompenme. Bitte, Madame.

Ella lo mir parpadeando, pero luego hizo un lento gesto de aquiescencia. Jamie, sujetando a Manfred por el cuello, se llev al contingente masculino hacia el arroyo, dejndome a cargo de las damas.

-Tu Mann salfar a mi hijo?- me pregunt Ute, preocupada.

-Lo intentar.-Ech un vistazo a las nias, que se haban apiado detrs de la madre-.Saben si su hermano estuvo realmente en Hillborough?

-Bueno, ja estuvo, en ese momento- dijo Inga, algo desafiante-.Pero no alborotando. Slo fue para hacer remendar una pieza del arns y se encontr envuelto en la muchedumbre.

Al sorprender una rpida mirada entre Hilda y Senga, deduje que sa no deba de ser toda la verdad. Gracias a Dios, no me corresponda juzgar.

La seora MacGillivray mantena la vista fija en el grupo de los hombres que conversaban a cierta distancia. Haban desatado al cazador de recompensas, con excepcin de las manos; de pie, con la espalda apoyada contra un rbol, mostraba los incisivos como una rata acorralada. Jamie y Myers estaban ante l mientras Fergus, en un lado, los miraba con atencin. Rob MacGillivray despuntaba una ramita de pino con un cuchillo, mirando de vez en cuando al prisionero con aire de concentracin.

-No dudo que Jamie podrehhacer algo-dije.

-Gut.-Ute MacGillivray asinti, sin dejar de observarlos-.Si yo no matarlo, mejor. Pero si debo, yo hacerlo.

Le crea.

-Comprendo-dije con cautela-.PeroDisclpeme usted, pero aun si ese hombre se hubiera llevado a su hijo, no poda presentarse ante el comisario y explicar?

Ms miradas entre las nias. Esta vez fue Hilda quien habl.

-Nein, seora. Verlas cosas no habran estado tan mal si el cazador de recompensas hubiera ido a nuestro campamento. Pero aqu abajo-Seal con la cabeza el campo de competicin.

Al parecer, la dificultad radicaba en el prometido de Hilda, cierto Davey Morrison, de Hunters Point. El seor Morrison era un prspero granjero y un hombre de gran vala, adems de atleta hbil en el arte de arrojar piedras. Su familia era gente muy recta: si Manfred hubiera sido apresado por un cazador de recompensas delante de la congregacin el escndalo habra desembocado en la ruptura del compromiso de Hilda, perspectiva que perturbaba a Ute mucho ms que la idea de degollar al prisionero.

-Malo, tambin, que yo lo mata y alguien fe-dijo francamente, sealando la tenue cortina de follaje que nos ocultaba al campo donde se competa-. Die Morrison no contentos.

-Supongo que no.-Me pregunt si Davey tendra idea de dnde iba a meterse-.Pero usted

-Quiero casar bien a meine nias-replic ella con firmeza-.Busco gut hombres fr Sie, hombres guapos, grandes, mit tierra y dinero.-Rode con un brazo los hombros de Senga-.Nicht wahr, Liebchen?

-Ja, mama-murmur la jovencita, apoyando la cofia en el seno de su madre.

En el bando masculino estaba sucediendo algo. Haban desatado las manos al cazador de recompensas, que se frotaba las muecas y escuchaba a Jamie con expresin cauta. Nos ech un vistazo; luego, a Robin MacGillivray, quien le dijo algo y asinti enfticamente. El hombre movi la mandbula como si rumiara alguna idea.

-As que esta maana bajaron todos para ver las competiciones y buscar buenos candidatos para maridos de sus hijas. S, ya comprendo.

Jamie hundi la mano en su sporran y extrajo algo que acerc a la nariz del prisionero, como invitndolo a olfatear. A esa distancia no se vea qu era, pero el hombre mostr asco y alarma.

-Ja, solamente para mirar.-La seora MacGillivray, que no los estaba observando, solt a Senga despus de darle unas palmaditas-. Ahora famos a Salem, donde ist meine Familia. Tal vez all encontramos un buen Mann, tambin.

Myers se acerc a nosotras a travs del bosquecillo.

-No hay por qu preocuparse, seora-asegur a Ute-.Yo saba que Jamie Roy se encargara de todo. Y as ha sido. Su muchacho est a salvo.

-Ja?-dijo ella, mirando con aire dubitativo hacia los arbolillos.

Pero era verdad. Todos los hombres haban asumido una actitud relajada. Jamie estaba devolvindole las esposas al cazador de recompensas. Vi que se las entregaba con brusco desagrado; en Ardsmuir le haban puesto grillos.

-Gott sei dank-dijo Ute, con un suspiro explosivo.

Jamie y Rob MacGillivray conversaban, mientras Fergus, levemente ceudo, segua con la vista la retirada del cazador de recompensas, que se alejaba ya hacia el arroyo.

-Qu fue exactamente lo que Jamie le dijo?-pregunt a Myers.

-Oh, bueno-El gigante me dirigi una ancha sonrisa-.Jamie Roy, muy serio, le dijo al hombre(que, dicho sea de paso, se llama Harley Boble) que haba tenido mucha suerte de que todos llegramos a tiempo. Le dio a entender que, de otro modo, la dama aqu presente-hizo una reverencia a Ute-lo habra llevado a casa en su carreta para trocearlo como un cerdo donde nadie la viera. Entonces Jamie Roy se le acerc como para hacerle una confidencia, y dijo que l habra podido pensar lo mismode no ser por la reputacin de Frau MacGillivray, famosa por sus salchichas, y porque haba tenido el privilegio de probarlas en el desayuno de la maana. Fue entonces cuando Boble comenz a perder el color. Y cuando Jamie Roy extrajo un trozo de embutido para mostrarle

-Oh, Santo Cielo!-dije, recordando vvidamente cmo ola esa salchicha. El da anterior se la compr a un vendedor en la montaa, para luego descubrir que estaba mal curada; cuando la cort, despidi un horrible olor a sangre podrida. Jamie haba guardado los restos en su sporran, con intencin de que le devolviera el dinero o de hacrselos tragar al vendedor-. Ahora lo entiendo.

Myers hizo un gesto afirmativo y se volvi hacia Ute.

-Y su esposo, seoraEste bendito Rob MacGillivray es un mentiroso nato.

-Pap no es capaz de matar una mosca-me dijo Inga, por lo bajo y rindose-.No puede retorcer el cogote a un pollo.

Myers elev los hombros en un gesto de buen humor, mientras Jamie y Rob se acercaban por la hierba hmeda.

-De modo que Jamie le dio a Boble su palabra de caballero de que lo protegera de usted. Y Boble dio su palabra deBueno, dijo que no se acercara al joven Manfred.

-Hum-murmur Ute, ofendida porque se criticara la reputacin de sus salchichas-. Yo, hacer una porquera como sa!-dijo, arrugando la nariz hacia el maloliente trozo de carne que Jamie someta a su inspeccin-. Pfaugh! Ratzfleisch!

Desechando el embutido, se dirigi a su marido murmurando en alemn. Luego aspir hondo y reuni a sus hijos, instndolos a agradecer debidamente la ayuda de Jamie. l le hizo una reverencia, ruborizado por el coro de gratitud.

-Gern geschehen-dijo-. Euer ergebener Diener, Frau Ute.

Ella lo mir, radiante, mientras mi esposo se despeda de Rob.

-Qu Mann guapo y grande-musit mientras lo observaba de arriba abajo.

De inmediato not que yo estaba comparando a Jamie con Rob; el armero era bastante guapo, de facciones cinceladas y pelo negro rizado, muy corto, pero tena los huesos de un gorrin y llegaba aproximadamente al hombro de su fornida esposa. No pude dejar de preguntarme cmo, dada su evidente admiracin por los hombres corpulentos

-Oh!, bueno-Ella se encogi de hombros como pidiendo disculpas-.El amor, ya sabe usted.

Lo deca como si el amor fuera un estado lamentable, pero imposible de evitar. Ech una mirada a Jamie, que estaba envolviendo cuidadosamente su embutido para guardarlo en el sporran.

-Vaya si lo s-dije.

Cuando regresamos a nuestro campamento, los Chisholm se estaban despidiendo. Por suerte Jamie haba trado abundante comida del campamento de Yocasta, as que pude sentarme ante un grato desayuno de buuelos de patata, bannocks con mantequilla, jamn frito y caf, preguntndome qu ms poda suceder ese da.

Ms tarde, con la tercera taza de caf en la mano, apart la lona que cubra mis utensilios de medicina. Era hora de inspeccionar el contenido y preparar todos los remedios que deban estar recin hechos.

Agotadas las hierbas ms comunes que haba llevado conmigo, haba aumentado mi provisin gracias a los buenos oficios de Myers, quien me trajo varias cosas raras y tiles desde las aldeas indias del norte, y a mis juiciosos intercambios con Murray MacLeod, joven y ambicioso boticario que se haba adentrado en el continente para establecer su tienda en Cross Creek.

El joven Murray albergaba todas aquellas horribles ideas que pasaban por conocimientos mdicos en esa pocay afirmaba sin ninguna timidez la superioridad de mtodos cientficos tales como la sangra y las ventosas, por encima de la anticuada tendencia a curar con hierbas que preferan las viejas ignorantes como yo. Aun as, su condicin de escocs lo dotaba de una fuerte vena pragmtica. Despus de echar un vistazo a la poderosa estructura de Jamie, se haba tragado las opiniones ms insultantes. Yo tena cien gramos de ajenjo y un frasco de jengibre silvestre que l deseaba. Adems, haba observado que la mayora de los montaeses acudan a m y no a l cuando les afectaba alguna dolencia,y tambin que mis curas los hacan mejorar. Si yo tena secretos, l quera conocerlos. Y yo, con mucho gusto, dejara que los conociera.

Por suerte, an me quedaba mucha corteza de sauce. Vacil ante la pequea hilera de frascos que contena el cofre. Haba all varios emenagogos fuertes: caulfilo, cornezuelo y poleo-menta, pero escog los ms suaves: tanaceto y ruda. Puse un puado en el cuenco y lo dej remojar en agua hirviendo. Adems de calmar las molestias de la menstruacin, el tanaceto tena fama de calmar los nerviosy resultaba difcil imaginar una persona ms nerviosa que Lizzie Wemyss.

Ech un vistazo a la fogata, donde Lizzie untaba con mermelada de fresas la tostada del recluta Ogilvie, que pareca repartir su atencin entre la muchacha, Jamie y el pan, dedicando la mayor proporcin a su tostada.

La ruda era tambin un buen antiparasitario. Yo no estaba segura de que Lizzie tuviera lombrices, pero era lago comn entre la gente de la montaa. No le vendra mal una dosis.

Observ a Abel MacLennan, preguntndome si convendra echarle un poco del brebaje en el caf; pese a su corpulencia, tena el aspecto demacrado y anmico de quien alberga parsitos intestinales.

La pequea Joan volva a llorar de hambre. Marsali hizo un gesto de dolor cuando el beb se puso a mamar, pero se relaj cuando la leche comenz a fluir. Pezones agrietados. Haba trado ungento de lana de oveja? Pues no, qu pena!

-Un poco de caf, querida?-El seor MacLennan, que haba estado observando a Marsali con preocupada solidaridad, le ofreci su taza de caf intacta-.Mi esposa sola decir que el caf caliente calmaba los dolores de la lactancia. Es mejor con whisky , pero aun as

-Taing.-Marsali acept la taza con una sonrisa agradecida-.He estado helada toda la maana. Piensa volver maana a Drunkards Creek, seor MacLennan?-le pregunt cortsmente al devolverle la taza vaca-.O viajar a New Bern con el seor Hobson?

-Hobson va a New Bern?-pregunt Jamie bruscamente-.Cmo la sabes?

-Lo ha dicho su hija, la seora Fowles-respondi Marsali-. Me lo dijo cuando le ped prestada una camisa seca para Germain. Est preocupada por Hugh, su esposo, porque su padre, el seor Hobson, quiere que l lo acompae, pero Hugh tiene miedo.

-A qu va Joe Hobson a New Bern?-pregunt, a mi vez.

-A presentar una petitoria al gobernador-dijo Abel MacLennan-.De mucho servir!-Y sonri a Marsali con tristeza-. No, muchacha. A decir verdad, no s adnde ir. Pero no ser a New Bern.

-No lo espera su esposa en Drunkards Creek?

-Mi esposa ha muerto, muchacha-fue la suave respuesta-.Muri hace dos meses.

-Oh, seor Abel!-Marsali se inclin hacia delante para estrecharle la mano, llenos de dolor los ojos azules-.Lo siento tanto!

l le dio unas palmaditas en la mano, sin levantar la vista. En su escaso pelo refulgan diminutas gotas de lluvia. Jamie, que se haba puesto de pie para interrogar a la muchacha, tom asiento en el tronco, junto a MacLennan y le puso blandamente una mano en la espalda.

-No lo saba, a charaid-dijo en voz baja.

-No.-El otro mir las llamas transparentes, sin verlas-.Es que bueno, la verdad es que no se lo he dicho a nadie. Hasta ahora.

Jamie y yo intercambiamos una mirada. Drunkards Creek no poda albergar a ms de veinticinco almas en esas pocas cabaas diseminadas por las riberas. Sin embargo, ni los Hobson ni los Fowles haban mencionado la prdida de Abel; deba de ser verdad que no se lo haba dicho a nadie.

-Cmo sucedi, seor Abel?-Marsali segua reteniendo su mano.

-Oh-dijo en tono vago-.Sucedieron tantas cosasY no obstanteal fin y al cabo no fue tanto. AbbyAbigail, mi esposa, muri de unas fiebres. Cogi fro yy muri.

Jamie ech un poco de whisky en una taza vaca y la puso en las manos inermes de MacLennan, curvndole los dedos h