dick, philip k. - muñecos cosmicos

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  • 7/31/2019 Dick, Philip K. - Muecos cosmicos

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    MUECOS CSMICOSMUECOS CSMICOSPhilip K. Dick

    Ttulo original: The cosmic puppets 1957 by Philip K. Dick 1965 Ediciones Vrtice

    I

    Peter Trilling miraba en silencio cmo los dems nios jugaban en la tierra al lado del porche,estaban absortos en su juego. Mary, cuidadosamente, amasaba y moldeaba pedazos pardos de arcilladndoles vagas formas. Noaks sudaba furiosamente para mantener el ritmo de ella. Dave y Walter ya

    haban terminado las suyas y descansaban. Bruscamente, Mary acarici su pelo negro, arque suesbelto cuerpo y coloc en el suelo una cabra de arcilla.Veis? pregunt. Dnde estn los nuestros?

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    Noaks sacudi la cabeza; sus manos eran demasiado lentas y torpes para competir con los dedosvoladores de la muchacha. Mary ya haba recogido su cabra de arcilla y rpidamente la reformaba,convirtindola en un caballo.

    Mira la ma murmur con voz gruesa Noaks. Plant un aeroplano de forma tosca sobre la colae hizo un sonido de acompaamiento con sus hmedos labios. Veis? Muy bueno, verdad?

    Dave rezong.

    Eso es feo. Mira esto coloc su cordero de arcilla cerca del perro de Walter.Peter los miraba en silencio. Distanciado de los otros nios, estaba sentado y acurrucado en elescaln inferior del porche, los brazos cruzados, los enormes ojos pardos humedecidos. Su pelo pajizoy alborotado le caa en torno a su amplia frente. Tena sus dos mejillas profundamente curtidas por elsol clido agosteo. Era una criatura pequea, delgada y de miembros largos; tena el cuello huesudoy una forma extraa en sus orejas. Hablaba poqusimo; prefera sentarse y mirar a los dems.

    Qu es eso? pregunt Noaks.Una vaca Mary dio forma a las patas de su vaca y la coloc en el suelo, junto al avin de

    Noaks. Noaks lo mir con atencin; se hizo hacia atrs infeliz, una mano puesta en su aeroplano.Luego lo levant y lo mir pesaroso.

    El doctor Meade y la seora Trilling bajaron por las escaleras de la pensin juntos. Peter se apart,

    quitndose del paso del doctor; cuidadosamente evit el contacto con la pernera azul rayada delpantaln y los negros zapatos brillantes.

    Est bien dijo con brusquedad el doctor Meade a su hija, mientras consultaba su reloj de orode bolsillo Es hora de ir a ver a Shady House.

    Mary se puso de mala gana en pie.No puede operarme?El doctor Meade rode con el brazo afectuosamente a su hija.

    En marcha, pequea vagabunda. Al coche se volvi a la seora Trilling con expresinprofesional, No hay nada de qu preocuparse, probablemente polen de las plantas. Estn ahorafloreciendo.

    Esas cosas amarillas? la seora Trilling se sec sus chorreantes ojos. Su rostro regordeteestaba hinchado y colorado; tena los ojos semicerrados. El ao pasado no lo hicieron.

    Las alergias son extraas contest con vaguedad el doctor Meade. Mastic la punta de sucigarro. Mary, dije que entraras en el coche abri la portezuela y se desliz tras el volante.Llmeme, seora Trilling, si esos comprimidos antihistamnicos no dan resultado, Probablemente

    pasar esta noche a la hora de cenar, de todas maneras.Asintiendo y secndose los ojos, la seora Trilling desapareci en el interior de la pensin,

    marchando a la clida cocina y a las pilas de platos que quedaron sucios despus del almuerzo. Maryse volvi de mala gana hacia la furgoneta, las manos bien metidas en los bolsillos de sus pantalones.

    Eso estropea el juego murmur. Peter salt de su escaln.Yo jugar dijo en voz baja. Cogi la arcilla que Mary haba abandonado y comenz a darle

    forma.El calcinante sol estival caa a chorro sobre las granjas montaesas, los acres de madejas salvaje y

    los rboles, los macizos de cedros, laureles y lamos. Y pinos, claro. Estaban saliendo de PatrickCountry, acercndose a Carroll y a la proyeccin sobresaliente de Beanaer Knob. El camino estaba enmal estado. El esbelto Packard amarillo remontaba las escarpadas colinas virginianas.

    Ted, volvamos gimi Peggy Barton. Ya tengo ms de lo que puedo soportar se inclin ybusc una lata de cerveza detrs del asiento. La lata estaba caliente. La dej caer en la bolsa y seapoy malhumorada en la portezuela. Corran chorros de sudor por sus mejillas, y mantena los brazoscruzados furiosamente.

    Ms tarde murmur Ted Barton. Haba bajado la ventanilla y se asomaba cuanto poda, con

    una expresin hechizada y excitada en el rostro. La voz de su esposa no le causaba impresin; toda suatencin estaba en la carretera por delante y en lo que quedaba ms all de las siguientes colinas.Aadi al poco: No, mucho ms lejos.

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    Qu xito, maldito pueblo!Me pregunto qu aspecto tendr. Mira, Peg, han pasado dieciocho aos. Yo tena slo nueve

    cuando mi familia se traslad a Richmond, me pregunto si alguien se acordar de mi... Aquella viejamaestra, la seorita Baines. Y el jardinero negro que se cuidaba de nuestra casa... El doctor Dolan.Toda clase de personas.

    Probablemente muertas Peg se incorpor y con picarda se abri todava ms el escote de su

    blusa. Su pelo negro se le pegaba al cuello; gotas de sudor se deslizaban por los senos hacia abajo,recorriendo su piel plida. Se haba quitado los zapatos y las medias y arremangado las mangas. Tenala falda arrugada y sucia de polvo. Las moscas zumbaban en torno al coche; una se pos en su brazo

    brillante y ella la espant de un manotazo frentico. Qu manera mas infernal de pasar unasvacaciones! Igual podamos habernos quedado en New York para sufrir. Por lo menos, all hay algoque beber.

    Delante, las colinas se alzaban bruscas y escarpadas. El Packard empez a disminuir la marcha,luego la reanud ms fuerte al cambiar Barton de velocidad. Picachos inmensos se recortaban contrael horizonte; se estaban acercando a los Apalaches. Los ojos de Barton estaban casi desorbitados conla visin al acercarse mas a los bosques y montaas, de viejos panoramas, picos y valles familiares ycurvas que no haba esperado volver a ver jams.

    Millgate queda en un vallecito murmur. Montaas por todas partes. Slo llega all estecamino, a menos que hayan construido otro desde que me fui. Tesoro, se trata de un pueblecito.Adormilado y corriente, como otros centenares de pueblos. Dos ferreteras, farmacias, herrera...

    Hay bares? Por favor, dime que hay un buen bar!No ms de unos pocos miles de personas. No hay muchos coches que vengan por aqu. Estas

    granjas no son muy buenas. El suelo es demasiado rocoso. Nieva en invierno y hace un calor infernalen verano.

    No lo dices de broma murmur Peg. Sus acaloradas mejillas se le haban puesto blancas; entorno a los labios tena un tinte verduzco. Ted, creo que me voy a marear.

    Llegaremos pronto respondi con vaguedad Barton. Se asom ms por la ventanilla,retorciendo el cuello y tratando de adivinar el paisaje de delante. Valos, ah est la vieja granja!Me acuerdo. Y aqu est el atajo. Dobl por el camino principal a otro ms pequeo lateral.Pasado ese promontorio estaremos ya.

    El Packard aument la velocidad. Corra entre campos secos y cercas en ruinas. La carretera estabaagrietada y cubierta de hierbajos, rota y en malsimo estado. Estrecha y con curvas muy pronunciadas.

    Barton meti la cabeza dentro.Saba que encontrara el camino. Rebusc en el bolsillo de la americana y sac su brjula de

    la suerte. Ella me condujo para volver, Peg. Mi padre me la regal cuando yo tena ocho aos. Lacompr en el Almacn de joyera de Berg, en Central Street. La nica joyera de Millgate. S que

    puedo fiarme de ella. He llevado esta brujulita conmigo y...Lo s gru cansina Peg. Lo he odo centenares de veces.

    Barton, con adoracin, apart la pequea brjula de plata. Apret con fuerza el volante y vir en elsentido de la marcha, creciendo su excitacin mientras el coche se acercaba a Millgate.Conozco este camino centmetro a centmetro. Mira, Peg, recuerdo que una vez...S, te acuerdas. Dios mo, deseara que pudieses olvidar por lo menos algo. Estoy tan cansada de

    or todos los detalles de tu infancia, todos los hechos adorables de Millgate, Virginia... a veces meentran ganas de gritar!

    El camino describa una profunda curva metindose en un espeso banco de niebla. Con el pie enlos frenos, Barton gir el morro del Packard hacia abajo y comenz a descender.

    Ah est dijo con suavidad. Mira.Debajo de ellos se vea un valle pequeo, perdido en la bruma azul del medioda. Un arroyo

    serpenteaba entre el gris verde oscuro; era una especie de cinta de negro. Telaraas de polvorientos

    senderos. Casas; un macizo en el centro. Millgate en s... El cuenco impresionante y sombro de lasmontaas que rodeaban el valle por todas partes. El corazn de Barton lati con dolorosa emocin.Su ciudad..., donde haba nacido, crecido, pasado su infancia. No haba esperado nunca volverla a

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    ver. Mientras l y Peg estaban de vacaciones, marchando en coche hacia Baltimore, se le ocurri derepente la idea. Un viaje rpido a Richmond, para volverla a ver, para ver los cambios que habasufrido...

    Millgate se cerna por delante. Masas de casas polvorientas, pardas y almacenes, bordeaban elcamino. Carteles. Una estacin de gasolina. Cafs. Un par de tabernas de carretera, coches aparcadosen los estacionamientos Golden Glow Beer. El Packard gir ms all de una farmacia, de una

    cochambrosa oficina de correos, y bruscamente sali al centro de la ciudad.Calles laterales. Viejas casas. Coches estacionados. Bares y hoteles baratos. Gente marchandodespacio. Granjeros. Camisas blancas de los comerciantes. Una sala de t. Un comercio de muebles.Dos verduleras. Un gran mercado, frutas y verduras.

    Barton par ante un semforo. Avanz por una calle lateral y pas por delante de un minsculocolegio. Unos cuantos nios jugaban a pelota base en el polvoriento patio. Ms casas, mayores y bienconstruidas. Una gruesa mujer de mediana edad, con un vestido informe, regando su jardn. Un tiro decaballos.

    Bien? pregunt Peg. Di algo!Barton no respondi. Aferr el volante con una mano; estaba asomado por la ventanilla, el rostro

    inexpresivo. En el siguiente cruce dobl el coche hacia la derecha y sali de nuevo a la carretera. Un

    momento ms tarde, el Packard regresaba despacio por entre las farmacias, bares, cafs y gasolineras.Y an Barton segua sin responder.

    Peg sinti un escalofro de intranquilidad. Haba algo en el rostro de su marido que la asustaba.Una expresin que jams haba visto.

    Qu hay de malo? pregunt. Ha cambiado todo? No te parece familiar?Debe ser murmur con voz espesa. Tom la desviacin adecuada... recuerdo el paisaje y las

    colinas.Peg le cogi del brazo.

    Ted, qu hay de malo?El rostro de Barton estaba plido como la cera.

    Jams vi esta ciudad antes murmur con voz ronca, casi inaudiblemente. Es completamentedistinta. Esto no es el Millgate que recuerdo. No es la ciudad en que crec!

    II

    Barton detuvo el coche. Con manos temblorosas abri la portezuela y baj a la calcinada acera.Nada era familiar. Todo extrao. Esta ciudad no era la Millgate que conociera. Poda advertir la

    diferencia. No haba estado aqu jams.La ferretera cerca del bar. Era un antiguo y viejo edificio de madera, inclinado y ruinoso, su

    pintura amarilla, casi pelada por completo. Poda descubrir el interior, con arneses, equipo agrcola,

    herramientas, latas de pintura y descoloridos calendarios en las paredes. Ms all del escaparatepunteado por las moscas haba una exhibicin de fertilizantes y productos qumicos. Insectos muertosyacan a montones en las esquinas. Telas de araa. Carteles de cartn medio doblados. Era una viejatienda... vieja como el infierno.

    Abri la enmohecida puerta y entr. Un hombrecillo reseco y viejo estaba sentado tras elmostrador, como una araa acurrucada, sobre un taburete. Gafas con montura de acero, chalecos,tirantes. Un montn de papeles y de colillas de lapicero en su torno. El interior del almacn era fro,lbrego e increblemente atiborrado. Barton se abri paso por entre filas de polvorienta mercanca,hasta el anciano. El corazn le lata frenticamente.

    Oiga! pregunt nervioso.El anciano alz la vista miope.

    Desea algo?Cunto tiempo llevan ustedes aqu?El viejo alz una ceja.

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    Qu quiere usted decir?Este almacn! Esta casa! Cunto tiempo lleva aqu?El anciano permaneci en silencio durante un momento. Luego alz su mano, huesuda y tortuosa,

    y seal una placa colocada en la antigua registradora de latn. 1927. As, pues, el almacn inici susnegocios veintisis aos atrs.

    Veintisis aos atrs Barton tena un ao de edad. El almacn haba estado all cuando creci. Sus

    primeros aos, de nio, pasados en Millgate. Pero jams haba visto esa tienda, nunca. Ni tampocohaba visto este anciano.Cunto tiempo hace que vive usted en Millgate? pregunt Barton.Cuarenta aos.Me conoce?El anciano gru furioso.

    No lo he visto en mi vida. Se sumi en un malhumorado silencio y nerviosamente ignor aBarton.

    Soy Ted Barton, el hijo de Joe Barton. Se acuerda de Joe Barton? Un tipo corpulento, deamplios hombros, pelo negro. Viva en Pine Street, tenamos all una casa. No se acuerda de mi? Un sbito terror le acuchill. El viejo parque, dnde est? Sola jugar yo all. El antiguo can de

    la Guerra Civil. El Colegio de Douglas Street. Cundo lo derribaron? La carnicera de Stazy; quocurri a la seora de Stazy? Est muerta? Hablaba rpido. Los recuerdos asaltaban su mente.

    El hombrecillo se haba levantado lentamente de su taburete.Usted debe tener insolacin, joven. No hay ninguna Pine Street por aqu.Barton qued abrumado.

    Le han cambiado el nombre?El anciano descans sus manos amarillentas en el mostrador y se enfrent retador a Barton.

    Llev aqu cuarenta aos, ms de lo que usted ha vivido. Nunca hubo ninguna Pine Street.Tampoco una Douglas Street. Hay un parquecito, pero no importa demasiado. Quizs estuvo conexceso bajo el sol. Ser mejor que se vaya a acostar en algn lugar mir a Barton con recelo ymiedo. Vaya a ver al doctor Meade. Est usted bastante confuso.

    Turbado, Barton sali de la tienda. El sol calcinador se derram sobre l cuando lleg a la acera.Camin a lo largo, las manos en los bolsillos. La pequea verdulera a la otra parte de la calle. Tratde recordar. Qu hubo all? Alguna otra cosa. Desde luego, no una verdulera. Qu era...?

    Una zapatera. Botas, sillas, artculos de cuero. Eso era. La Marroquinera de Doyle. Cueroscurtidos. Maletas. All compr un cinturn, un regalo para mi padre, pens.

    Cruz la calle y entr en la verdulera. Las moscas zumbaban en torno a las pilas de frutas yverduras. Latas de conservas. Y un trepidante refrigerador en la parte posterior. Un cesto de alambrecon huevos.

    Una mujer gruesa, de mediana edad, asinti complacida al verle.Buenas tardes. En qu puedo servirle?

    Su sonrisa era simptica. Barton dijo con voz dudosa:Lamento molestarla. Yo viva aqu, en esta ciudad. Estoy buscando algo. Una casa.Una casa? Qu casa?Un almacn... una tienda sus labios casi se negaron a pronunciar palabras. La

    Marroquinera de Doyle. Significa algo ese nombre para usted?La perplejidad apareci en el amplio rostro de la mujer.

    Haba aqu una...? En Jefferson Street?No murmur Barbn. Aqu, en Central, donde yo estoy.El miedo sustituy a la perplejidad.

    No lo entiendo, caballero. Llevo aqu desde que era nia. Mi familia construy esta tienda en1889, estuve aqu toda mi vida.

    Comprendo.Barton retrocedi hacia la puerta.Comprendo.

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    La mujer fue ansiosa tras l.Quizs se equivoc de lugar. Quizs usted busca otra ciudad. Cunto tiempo hace, segn me

    dijo usted que...?La voz de ella se desvaneci mientras Barton sala a la calle. Lleg hasta un poste anunciador y

    ley sin comprender: JeffersonEsta calle no era el Central. Se haba equivocado de calle. Una sbita esperanza naci. Se haba

    equivocado de calle. Doyle estaba en Central... y esta calle se llamaba Jefferson. Mir rpidamente entorno. Hacia dnde quedaba Central? Comenz a correr, despacio al principio, luego ms de prisa.Dobl una esquina y sali a una pequea calle lateral. Bares pobres, hoteles ajados y tiendasoscurecidas por el humo.

    Detuvo a un transente.Dnde est la calle Central? pregunt. Busco Central Street. Debo haberme perdido.El delgado rostro del hombre se contrajo con recelo.

    Siga dijo, y se march presuroso. Un borracho apoyado contra la maltrecha pared lateral deun bar se ri en voz alta. Barton vacil aterrorizado. Detuvo a la siguiente persona, una jovencita queiba de prisa con un paquete bajo el brazo.

    Central? jade. Dnde est Central Street?

    Con una risita, la chica se fue. A pocos metros se detuvo y se volvi para gritar:No hay ninguna Central Street!No hay ninguna Central Street murmur una vieja, sacudiendo la cabeza al pasar Junto a

    Barton. Otros asintieron, sin detenerse siquiera, sino que acelerando el paso. El borracho solt unanueva carcajada. Luego bram:

    No hay un nuevo Central murmur. Todo el da el sol no dura lo mismo, caballero. Cadacual sabe que no hay aqu tal calle.

    Tiene que haberla respondi Barton, desesperado. Tiene que haberla!

    Se plant delante de la casa donde naci.Slo que no era su casa ya en absoluto. Era un hotel enorme y mugriento en lugar de un chalecito

    pequeo, blanco y rojo. Y la calle no se llamaba Pine Street. Su nombre era Fairmount.Se acerc a la oficina del peridico. No era el Millgate Weekly. Ahora se llamaba el Millgate

    Times. Y tampoco se trataba de un edificio cuadrado y gris de cemento. Era una construccincochambrosa, amarillenta, de dos pisos, de madera y cartn piedra, una casa de apartamentostransformada.

    Barton entr.En qu puedo servirle? pregunt el joven detrs del mostrador con placidez. Quiere usted

    poner un anuncio? busc una libreta. O es una suscripcin?Quiero informes respondi Barton. Quiero ver algunos viejos peridicos. Junio de 1926.El joven parpade. Era regordete y blando, con una camisa blanca, de cuello abierto. Pantalones

    bien planchados y uas cuidadosamente recortadas.1926? Me temo que lo de antes de un ao est almacenado abajo.Trigalo gru Barton. Arroj sobre el mostrador un billete de diez dlares. Deprisa!El joven trag saliva, dud, luego se dirigi hacia la puerta como una rata asustada.Barton se sent a una mesa y encendi un cigarrillo. Estaba apagando la primera colilla y

    encendiendo el segundo pitillo cuando el joven reapareci, con el rostro congestionado y jadeando, yllevando un enorme libro encuadernado en cartn.

    Aqu lo tiene. Lo dej caer en la mesa con estrpito y se enderez aliviado. Si quiere ustedalguna otra cosa, no tiene ms...

    Est bien le interrumpi Barton. Con dedos temblorosos, comenz a pasar las antiguas hojasamarillentas, 16 de Junio, 1926. El da en que naci. Lo encontr, busc la columna de nacimientos y

    defunciones y con el dedo la recorri rpidamente.All estaba. Letra negra en papel amarillo. Sus dedos la acariciaron, sus dedos se abrieron ensilencio. All ponan el nombre de su padre como Donald, no Joe. La direccin estaba equivocada.

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    1386 Fairmount en lugar de 1724 Pine. Daban el nombre de su madre como Sarah Barton en lugar deRuth. Pero lo importante se encontraba all. Theodore Barton, peso tres kilos treinta y tres gramos, enel hospital del Condado. Pero eso estaba equivocado, tambin. Estaba retorcido, distorsionado. Todoconfundido.

    Cerr el libro y lo llev al mostrador.Una cosa ms. Deme los peridicos de octubre, 1935.

    Seguro respondi el joven. Cruz presuroso la puerta. A los pocos momentos regres.Octubre, 1935. El mes en que l y su familia vendieron su casa y se fueron. Se trasladaron aRichmond. Barton se sent a la mesa y volvi las pginas despacio. 9 de octubre. Ah estaba sunombre. Recorri la columna rpidamente... Su corazn dej de latir. Todo se qued completamenteinmvil. All no haba tiempo, ni movimiento.

    LA ESCARLATINA VUELVE A AQUEJARNOS

    Muere un segundo nio. House cerrado por las autoridades sanitarias del Estado. Theodore Barton,nueve aos, hijo de Donald y Sarah Barton, domiciliado en el 1386 de Fairmount Street, muri en sucasa a las siete de esta madrugada. Con ste son dos los nios fallecidos y la sexta vctima en esta

    comarca durante un periodo de... Con la mente en blanco, Barton se puso en pie. Ni siquiera se acordde haber abandonado la oficina del peridico; la siguiente cosa que supo fue que se encontr en lacegadora y clida calle. La gente pasaba por su lado. Edificios. Caminaba. Volver una esquina, pas

    por delante de tiendas no familiares. Se tambale, medio tropez contra un hombre, continu sumarcha a ciegas.

    Finalmente se encontr acercndose hacia su Packard amarillo. Peg lo sac de la brumaatorbellinada que lo rodeaba. Dio un grito de salvaje alivio.

    Ted! corri excitada haca l, los senos alzndose y cayendo por debajo de su blusamanchada de sudor. Gran Dios, qu te proponas al echar a correr y dejarme? Por poco measustas hasta volverme loca!

    Barton entr turbado en el coche y se coloc tras el volante. En silencio, coloc la llave delencendido y puso en marcha el motor. Peg se sent a su lado.

    Ted, qu ocurre? Ests plido. Te encuentras bien?l condujo sin rumbo por la calle. No vea ni a la gente ni a los coches. El Packard adquiri

    velocidad rpidamente, demasiado rpidamente. Formas vagas se deslizaban a sus costados porambos lados.

    Dnde vamos? pregunt Peg. Salimos de este pueblo?S asinti Ted. Salimos de este pueblo.Peg se relaj con alivio.

    Gracias a Dios! Me alegrar de volver a la civilizacin acarici su brazo alarmada.Quieres que conduzca yo? Quizs sera mejor que descansaras. Qu decas Ted, como si algo

    terrible hubiese ocurrido? No puedes decrmelo?Barton no respondi. Ni siquiera la haba odo. Los titulares parecan pender a pocos pies delantede su cara; la letra negra, el papel amarillo.

    LA ESCARLATINA VUELVE A AQUEJARNOSUn segundo nio muere...La segunda criatura era Ted Barton. No se haba trasladado de Millgate en octubre de 1935. El da

    9 haba muerto de la escarlatina. Pero no era posible? Estaba vivo. Se encontraba sentado en suPackard, junto a su ceuda y sudorosa esposa.

    Quizs l no era Ted Barton.Falsos recuerdos. Incluso su nombre, su identidad. Todo contenido en su cerebro, todo... todo.

    Clasificado por alguien o algo. Sus manos se aferraron desesperadas al volante. Pero si l no era Ted

    Barton... entonces, quin era?Trat de sacar su brjula de la suerte. Una pesadilla, todo giraba en su torno. Su brjula; dndeestaba? Incluso eso haba desaparecido. No desaparecido. Haba an alguna otra cosa en el bolsillo.

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    Su mano sac un pedacito pequeo de pan seco, duro y florecido. Un mendrugo de pan seco en vezde su brjula de plata.

    III

    Peter Trilling se puso en cuclillas y cogi la arcilla que haba abandonado Mary. Rpidamentetransform a la vaca en una masa informe y empez a reformarla.Noaks, Dave y Walter le miraron con airada incredulidad.Quin te dijo que podas jugar? pregunt Dave airado.Es mi patio respondi tiernamente Peter. Su forma de arcilla estaba prcticamente lista. La

    coloc en el suelo junto al cordero de Dave y al tosco perro que Walter haba formado. Noakscontinu haciendo volar su avin, ignorando la creacin de Peter.

    Qu es? pregunt Walter furioso. No se parece a nada.Es un hombre.Un hombre! Eso es un hombre?Vamos se burl Dave. Eres demasiado pequeo para jugar. Entra y que tu madre te d un

    caramelo.Peter no contest. Haba concentrado en el hombre de arcilla sus ojos pardos, grandes e intensos.

    Su cuerpecito estaba muy rgido; se inclin hacia adelante, la cara hacia abajo, los labios movindosedespacio.

    Rotundamente no pas nada. Luego... Dave grit y se alej de un salto. Walter maldijo en voz alta,el rostro de sbito blanco. Noaks dej de hacer volar su aeroplano. Se qued con la boca abierta y

    petrificado.El hombrecillo de arcilla se haba movido. Al principio de manera dbil, luego, con mayor energa,

    alz un pie torpemente y despus el otro. Flexion los brazos, examin su cuerpo y... entonces, sinprevio aviso, ech a correr, alejndose de los nios.

    Peter ri con un sonido agudo y puro. Extendi ligeramente la mano y atrap a la figura de arcilla.El hombrecillo forceje y luch frenticamente cuando Peter lo acerc a s mismo.

    Cielos murmur Dave.Peter hizo girar briosamente al hombre de arcilla entre las palmas de sus manos. Uni la blanda

    arcilla formando un montn informe. Luego lo parti. Rpida, expertamente, form dos figuritas dearcilla, dos hombrecillos de mitad del tamao del primero. Los puso en el suelo y se arrellantranquilamente a esperar. Primero uno, despus el otro, se movieron. Se levantaron, tantearon brazosy piernas, y comenzaron rpidamente a moverse. Uno corri en una direccin; el otro dud, empez air tras su compaero y luego tom un rumbo opuesto, pasando junto a Noaks, hacia la calle.

    Cogedle! orden Peter vivamente. Atrap al primer hombrecillo, se puso rpidamente en piey corri tras el otro. El hombrecillo volaba desesperado... derecho hacia la furgoneta del doctor

    Meade. Cuando el vehculo iniciaba la marchar la diminuta figura de arcilla dio un salto frentico. Susbracitos manotearon salvajes mientras trataba de encontrar un asidero en el parachoques metlico. Sinpreocuparse, la furgoneta penetr en el trfico y la diminuta figura se qued atrs, an agitando losbrazos, tratando de trepar y agarrarse a la superficie que ya se haba ido.

    Peter le alcanz. Baj su pie y el hombrecillo de arcilla qued transformado en un rodal informe dehmeda tierra. Walter, Dave y Noaks se acercaron despacio, describiendo un circulo precavido.

    Le cogiste? pregunt con aspereza Noaks.Seguro contest Peter. Ya se estaba limpiando de arcilla el zapato. Pues claro que le cog.

    Es mo, no?Los chicos guardaban silencio. Peter poda advertir que estaban asustados. Eso le turbaba. De qu

    iban a tener miedo? Comenz a hablarles, pero en aquel momento el polvoriento Packard amarillo se

    detuvo con estrpito y Peter le dirigi su atencin, olvidando las figuritas de arcilla.El motor rugi hasta guardar silencio y la portezuela se abri. Un hombre baj despacio. Era joveny de buen aspecto. Pelo negro alborotado, cejas gruesas, dientes blancos. Pareca cansado. Su

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    americana gris cruzada, estaba arrugada y manchada; sus zapatos castaos manchados de barro y sucorbata retorcida hacia un lado. Tena el rostro surcado de arrugas, desencajado por la fatiga. Los ojosaparecan hinchados y tristes. Vino despacio hacia los chicos, enfocando su atencin en ellos conesfuerzo y dijo:

    Es sta la pensin?Ninguno de los muchachos respondi. Se daban cuenta de que el hombre era forastero. Todos en la

    ciudad conocan la pensin de la seora Trilling; este hombre proceda de algn otro pueblo. Su cochetena matrcula de Nueva York; l era de Nueva York. Ninguno le haba visto antes. Y hablaba con unextrao acento, una especie de ladrido rpido y recortado, duro y vagamente desagradable. Peter seagit.

    Qu es lo que desea?Una casa. Una habitacin el hombre busc en su bolsillo y sac un paquete de cigarrillos y su

    encendedor, prendi en un cigarrillo tembloroso; el pitillo casi se le escap. Todo esto locontemplaron los chicos con cierto inters y dbil disgusto.

    Se lo dir a mi madre dijo por ltimo Peter. Dio la espalda al hombre y camin tranquilohacia el porche delantero. Sin mirar atrs entr en la fresca y mal alumbrada casa, dirigiendo sus

    pasos hacia los sonidos del lavado de platos que vena de la gran cocina.

    La seora Trilling se volvi y mir inquieta.Qu quieres? No te acerques a la nevera. No te dar nada hasta la hora de comer; ya te lo dije.Hay un hombre fuera. Quiere un cuarto. Es forastero aadi Peter.Mabel Trilling se sec las manos rpidamente, animado de sbito su rostro hinchado.

    No te quedes ah! Ve a decirle que entre. Viene solo?Slo vi a l.Mabel Trilling pas de prisa junto a su hijo, saliendo al porche y bajando los vetustos escalones. l

    hombre segua all, gracias a Dios, murmur una plegaria silenciosa de alivio. Ya no pareca venirmucha gente a Millgate. La pensin estaba a medio llenar: unos cuantos viejos retirados, el

    bibliotecario de la ciudad como nico empleado y su propio apartamento.En qu puedo servirle? pregunt conteniendo el aliento.Quiero un cuarto contest Ted Barton cansino. Slo un cuarto. No me importa qu aspecto

    tenga ni lo que cueste.Quiere usted tambin pensin completa? Si come con nosotros, se ahorrar el cincuenta por

    ciento de lo que tendra que pagar en el restaurante, y mis comidas son tan buenas como lo quepuedan servirle en el pueblo, especialmente para un caballero de la ciudad. Es usted de Nueva York?

    Un retorcimiento de agona cruz el rostro del hombre; rpidamente fue reprimido.S, soy de Nueva York.Espero que le guste Millgate continu la seora Trilling, secndose las manos en el delantal

    . Es una poblacin muy tranquila, no tenemos jaleos de ninguna especie. Est usted en viaje denegocios, seor...?

    Ted Barton.Est usted en viaje de negocios, seor Barton? Supongo que habr venido aqu a descansar.Mucha gente de Nueva York deja sus casas en verano, verdad? Aqu se est terriblemente tranquilo.

    No le importar decirme en qu trabaja, verdad? Viene usted solo? No le acompaa nadie? lecogi de la manga. Entre y le mostrar su cuarto. Cunto tiempo piensa quedarse?

    Barton la sigui, subiendo los escalones y cruzando el porche.No lo s. Quizs una temporada. Puede que no.Viene usted solo, verdad?Se me unir mi esposa ms tarde, si me quedo lo bastante. La dej en Martinsville.Su trabajo? repiti la seora Trilling, mientras suban las alfombradas escaleras hasta el

    segundo piso.

    Seguros.Este es su cuarto. De cara a las montaas. Tiene usted un estupendo panorama. Verdad que sonbonitas las colinas? apart las sencillas cortinas blancas, muchas veces lavadas. Ha visto tan

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    agradables colinas en su vida?S admiti Barton. Son bonitas. Se volvi sin rumbo en torno a la habitacin, tocando la

    antigua cama de hierro labrado, el alto tocador blanco, el cuadro de la pared. Esto est bien.Cunto?

    Los ojos de la seora Trilling se contrajeron de codicia.Usted comer con nosotros, claro. Dos comidas al da, almuerzo y cena se pas la lengua por

    los labios. Cuarenta dlares.Barton rebusc su cartera en el bolsillo. No le pareca importar nada. Sac unos billetes y se losentreg a ella sin decir palabra.

    Gracias jade la seora Trilling. Sali de prisa de la habitacin. Se cena a las siete. Seperdi el almuerzo, pero si quiere...

    No Barton sacudi la cabeza. Eso es todo. No quiero nada de almuerzo le dio la espalday mir tristemente por la ventana.

    Las pisadas de ella se apagaron por el pasillo. Barton encendi un cigarrillo. Se senta vagamentemolesto, como enfermo en su estmago y en la cabeza, que le dola de tanto tiempo conduciendo.Despus de dejar a Peg en el hotel en Martinsville, volvi al pueblo a toda velocidad. Tena que

    volver. Tena que quedarse aqu, incluso cuando eso le tomase aos. Necesitaba descubrir quin era ly en aquel lugar es donde estaba la posibilidad de averiguarlo.

    Barton sonri irnico. Incluso aqu, no pareca haber tampoco mucha posibilidad. Un chico habamuerto de escarlatina dieciocho aos atrs. Nadie lo recordaba. Un incidente de poca monta;centenares de chicos moran, la gente iba y vena. Una muerte, un hombre menos dentro de losmuchos...

    La puerta de la habitacin se abri.Barton se volvi con rapidez. Un chavalito estaba all, pequeo y delgado, con unos ojos pardos

    inmensos. Sobresaltado, Barton le reconoci como el hijo de la patrona.Qu es lo que quieres? pregunt. Por qu has venido aqu?El nio cerr la puerta tras de s. Durante un momento dud, luego pregunt con brusquedad:

    Quin es usted?Barton se puso rgido.

    Barton. Ted Barton.El nio pareci satisfecho. Dio la vuelta a Barton examinndole por todos los lados.

    Cmo logr pasar? pregunt. La mayor parte de la gente no logra pasar. Debe haber unmotivo.

    Pasar? Barton estaba turbado. Pasar por dnde?A travs de la barrera de pronto el chico se retir; sus ojos se hicieron opacos. Barton se dio

    cuenta de que el muchacho haba dejado escapar algo, una cosa que no deba haber dicho.Qu barrera? Dnde?

    El nio se encogi de hombros.Las montaas. Es un camino largo. La carretera es mala. Por qu vino aqu? Qu es lo quehace usted?

    Poda haber sido simplemente curiosidad infantil. O era algo ms? El muchacho tena un aspectoextrao, delgado y huesudo, con enormes ojos, una mata de pelo castao sobre su frenteextraordinariamente amplia. Una cara inteligente. Sensitiva para un muchacho que viva en unaciudad apartada del mundo al sureste de Virginia.

    Quizs dijo Barton despacio, tenga medios de pasar esa barrera.La reaccin se produjo con rapidez. El cuerpo del muchacho se tens; sus ojos perdieron la

    opacidad y comenzaron a brillar nerviosamente. Retrocedi, alejndose de Barton, intranquilo y desbito tembloroso.

    De veras? murmur. Pero a su voz le faltaba conviccin. Qu clase de medios? Usted hadebido deslizarse a travs de un lugar dbil.Conduje por la carretera. La autopista principal.

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    Los enormes ojos pardos destellaron.A veces la barrera no est all. Usted debi pasar cuando no estaba.Ahora, quien comenzaba a sentirse intranquilo era Barton. Se encontraba fanfarroneando y su

    fanfarronada haba sido aceptada. El chico saba que la barrera exista, pero Barton no. Un destello demiedo se apoder de l. Pensndolo bien, no haba visto otros coches ni yendo ni viniendo deMillgate; la carretera estaba en mal estado, casi intransitable. Los hierbajos la cubran; la superficie se

    encontraba seca y rajada. Ningn trfico en absoluto. Colinas y campos, cercas en ruinas. Quizspudiese averiguar algo gracias a aquel muchacho.Hace mucho que sabes lo de la barrera? pregunt cauteloso.El chico se encogi de hombros.

    Qu quiere usted decir? Siempre lo he sabido.Todo el mundo del pueblo lo sabe?El chico se ech a rer.

    Claro que no. Si lo supieran... Se interrumpi, el velo otra vez cayendo sobre sus enormesojos pardos. Barton haba perdido su momentnea ventaja; el chico estaba otra vez pisando terrenofirme, respondiendo a preguntas en lugar de formularlas. Saba ms que Barton y se daba cuenta deesta superioridad de conocimiento.

    Eres un chico listsimo dijo Barton. Qu edad tienes?Diez.Cmo te llamas?Peter.Siempre viviste aqu? En Millgate?Claro su pequeo pecho se hinch. En dnde, si no?Barton dudaba.

    Has estado alguna vez fuera de la ciudad? En el otro lado de la barrera?El chico frunci el ceo. Su rostro forceje; Barton advirti que haba dado en algo. Peter comenz

    a pasear intranquilo en torno al cuarto, las manos en los bolsillos de sus descoloridos pantalonesvaqueros.

    Claro. Muchas veces.Cmo la atravesaste?Tengo medios.Comparemos los medios dijo Barton con apremio. Pero no pic en el anzuelo; su gambito fue

    declinado con presteza.Djeme ver su reloj pidi el muchacho. Cuntos rubes tiene?Barton se quit el reloj de pulsera con recelo y se lo entreg.

    Veintiuno.Es bonito Peter le dio varias vueltas. Pas sus delicados dedos por la superficie, luego lo

    devolvi. Todo el mundo en Nueva York tiene relojes como ste?

    Todo el mundo que es alguien.Al cabo de un momento, Peter dijo:Yo puedo detener el tiempo. No mucho rato; sobre unas cuatro horas. Algn da lo har toda una

    jornada. Qu le parece eso?Barton no saba qu pensar.

    Qu otra cosa puedes hacer? pregunt alerta. Eso no es mucho.Tengo poder sobre sus criaturas.De quin?Peter se encogi de hombros.

    De ello. Ya lo sabe. Lo de este lado. Con las manos unidas, no el del pelo brillante, como elmetal. El otro. Lo ha visto?

    Barton se aventur.No, no lo vi.Peter estaba turbado.

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    Usted debe haberle visto. Usted debe haberlos visto a los dos. Estn siempre. A veces subopor la carretera y me siento en el ribazo que poseo. Desde all les puedo ver bien.

    Al cabo de un momento, Barton logr encontrar palabras.Quizs quieras llevarme all alguna vez.Estupendo las mejillas del nio se encendieron; en su entusiasmo perdi todo recelo. En un

    claro da se les puede ver a ambos fcilmente. Especialmente a l... en el extremo lejano empez a

    soltar risitas. Es divertido. Al principio me daba miedo. Pero me acostumbr.Sabes sus nombres? pregunt Barton tentativo, tratando de encontrar algn otro hilo derazn, alguna cordura en las palabras del muchacho. Quines son?

    No lo s Peter se ruboriz todava ms. Pero algn da lo descubrir. Debe haber un modo.Yo slo he preguntado a unas cuantas de las cosas del primer nivel, pero no lo saben. Incluso hice ungolem especial con un cerebro extra grande, pero no pudo decirme nada. Quizs usted puedaayudarme. Qu tal es usted con la arcilla? Tiene experiencia? se acerc a Barton y baj la voz.

    Nadie de por aqu sabe nada. Hay una oposicin actual. Tengo que trabajar completamente a solas.Si me ayudaran...

    S logr decir Barton. Santo Dios, en qu se haba metido?Me gustara seguir el rastro a uno de los Vagabundos continu Peter con una oleada de

    excitacin. Ver de dnde vienen y cmo lo hacen. Si tuviese ayuda, quizs podra aprender ahacerlo tambin.

    Barton estaba como paralizado. Qu eran los Vagabundos y qu hacan?S, cuando los dos trabajemos juntos... empez dbilmente. Pero Peter le interrumpi.Djeme ver su mano Peter asi la mueca de Barton y examin su palma con cuidado.

    Bruscamente retrocedi. El color desapareci de sus mejillas. Me menta! Usted no sabe nada! el pnico destell en su cara. Usted no sabe nada en absoluto!

    Claro que lo s afirm Barton. Pero le faltaba conviccin. Y en la cara del muchacho lasorpresa y el miedo se haba convertido en hosco disgusto y hostilidad. Peter se volvi y abri la

    puerta del pasillo.Usted no sabe nada repiti, medio encolerizado, medio desdeoso. Hizo una breve pausa.

    Pero yo s algo.Qu clase de cosa? pregunt Barton. Iba a recorrer todo el camino; era ya demasiado tarde

    para retroceder.Algo que usted no sabe una sonrisa velada, secreta, asom en el suave rostro del jovencito.

    Una expresin maligna, evasiva.El qu? pregunt Barton con aspereza. Qu sabes t que yo no sepa?No se esperaba la respuesta que recibi. Y antes de que pudiera reaccionar, la puerta se haba

    cerrado de golpe y el muchacho corra pasillo abajo. Barton se qued plantado inmvil, oyendo eltaconear de sus zapatos contra los desgastados escalones.

    El nio sali corriendo al porche. Baj la ventana de Barton, hizo bocina con sus manos y grit a

    pleno pulmn. Con dificultad, un dbil pero penetrante grito que logr abrirse paso por los odos deBarton, una abrumadora repeticin de las mismas palabras, dichas exactamente de idntica manera.S quin es usted dijeron de nuevo las palabras, abofetendole con dureza. S quin es

    usted realmente!

    IV

    Seguro de que el hombre no le segua y tiernamente satisfecho con el efecto de sus palabras, PeterTrilling camin por entre los escombros y basuras de detrs de la casa. Pas las porquerizas, abri la

    puerta que daba al huerto trasero, la cerr con cuidado tras s, y se encamin hacia el establo.

    El establo-granero ola a heno y a estircol, haca calor; el aire estaba viciado y muerto. Subi porla escalera con precaucin, un ojo puesto en el reluciente umbral; an haba posibilidad de que elhombre le hubiera seguido.

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    En el altillo se agazap expertamente y aguard un rato, reteniendo el aliento y meditando en loque haba pasado.

    Cometi un error. Un gran error. El hombre se enter de mucho y l no haba aprendido nada.Por lo menos, no haba aprendido mucho. El hombre era un enigma en muchos sentidos. Tendraque tener cuidado, vigilar sus pasos e ir despacio. Pero el hombre podra resultar ser valioso.

    Peter se puso en pie y encontr la linterna colgada de un herrumbroso clavo, encima de su cabeza,

    donde se cruzaban dos enormes vigas. Su luz amarillenta acuchill las profundidades del altillo.All estaban todava, exactamente como les dejara. Nadie vena jams aqu; era su cmara detrabajo. Se sent en la blanda paja y coloc la luz a su lado. Luego extendi el brazo y con cuidadolevant la primera jaula.

    Lo ojos de la rata relucan, rojos y pequeos dentro de su espeso cerco de peluda piel hirsuta. Seinquiet y se apart cuando el muchacho corri hacia un lado de la puerta de la jaula y extendi lamano para coger al bicho.

    Vamos susurr. No temas. Sac la rata y sostuvo su cuerpecito tembloroso entre lasmanos mientras acariciaba la piel. Los largos bigotes vibraron; los incesantes movimientos de suhocico crecieron, mientras olisqueaba los dedos del muchacho y la manga. Nada de comer ahora dijo Peter. Slo quera saber lo grande que te ests haciendo. Volvi a colocar la rata en su jaula

    y cerr la puerta de alambre. Luego enfoc su luz a la siguiente jaula, en la que las estremecidasformas grises que se apiaban contra los alambres, ojos rojos, morros movindose constantemente,

    parecan llenas de curiosidad. Estaban todas. Y en buenas condiciones. Gordas y saludables. Al fondolas profundidades, fila tras fila. Amontonadas y apiladas una sobre otra.

    Se levant y examin los tarros de araas colocados en filas precisas e igualadas en los estantesaltos. Los interiores de los tarros estaban espesos de telaraas, en montones confusos como el pelo deuna anciana. Pudo ver cmo las araas se movan furtivas, atontadas por el calor. Globos gruesos quereflejaron el rayo de la linterna. Hurg en el bote de las moscas y sac un puado de cuerpecitosmuertos. Con pericia, proporcion alimento a cada tarro, cuidando de que ningn bicho escapara.

    Todo estaba estupendo. Apag la linterna, la colg en su sitio, se detuvo un momento paraexaminar el luminoso umbral y luego baj por la escalera.

    En el banco de trabajo cogi un par de tenazas y continu trabajando en la caja de serpientes conventanas de cristal. Iba salindole perfectamente bien, teniendo en cuenta de que era la primera quehaca. Ms tarde, cuando tuviese ms experiencia, no tardara tanto.

    Midi el marco y compar el tamao del cristal que necesitara. Dnde hallara una ventana quenadie echase de menos? Quizs en la casa ahumada; estaba abandonada desde que el tejado comenza rajarse a primeros de la ltima primavera. Dej el lpiz, cogi el metro y sali del granero, entrandoen el brillante sol exterior. Cruz el campo corriendo; el corazn le lata de emocin. Las cosas leestaban resultando muy bien. Despacio, con seguridad, superaba un borde. Claro, este hombre pudotrastornarlo todo. Tendra que asegurarse de que su peso no quedaba puesto en el lado equvoco de la

    balanza. Lo que importara aquel peso no haba manera de saberlo todava. Por otra parte dedujo que

    sera poqusimo.Pero qu haca un Millgate? Vagos retazos de duda asomaron al cerebro del muchacho. Habavenido por un motivo. Ted Barton. Tendra que hacer ms preguntas. Si era preciso, el hombre podaser neutralizado. Pero quiz fuera posible conseguir meterle en...

    Algo zumb. Peter grit y se lanz a un lado. Un dolor cegador le apual el cuello, otro leatraves el brazo, rod y rod sobre la caliente hierba, gritando y agitando los brazos. Oleadas deterror le golpearon; trat desesperadamente de enterrarse en el duro suelo.

    El zumbido disminuy. Ces. Slo haba el sonido del viento. Se encontraba a solas.Temblando de terror, Peter alz la cabeza y abri los ojos. Todo su cuerpo temblaba; ondas de

    temblor le suban y le bajaban por su organismo. El brazo y el cuello le ardan horriblemente; lehaban alcanzado en dos sitios. Se puso en pie inseguro. No haba ms.

    Maldijo frentico. Qu estpido fue al salir torpemente al descubierto de aquella manera! Podrahaberle encontrado todo un rebao, no slo dos!Se olvid de la ventana y regres hacia el establo. Haba estado muy a punto. Quizs la prxima

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    vez no se librara con tanta facilidad. Y las dos se haban escapado; no haba logrado aplastarles.Daran el aviso; ella lo sabra. Ella tendra algo sobre lo que fanfarronear. Una fcil victoria. Ellaextraera placer del incidente.

    Y peor... desnivelar las balanzas, un estrpito de fichas de domin cayendo a lo largo de toda lafila. Estaba aquello tan entrecruzado...

    Comenz a buscar algo de barro que ponerse en las picaduras de las abejas.

    Qu ocurre, seor Barton? pregunt una voz cerca de su odo. Sinusitis? La mayor partede la gente que tiene la nariz como la de usted padecen de sinusitis.

    Barton se levant. Casi se haba dormido encima del plato de su cena. El caf se le haba enfriadoy se vea ms pardo que nunca. Las patatas grasientas se endurecan con rapidez.

    Eh? murmur.El hombre sentado a su lado ech atrs la silla y se sec la boca con la servilleta. Era regordete y

    bien vestido; de mediana edad, con un traje azul oscuro y camisa blanca, corbata atractiva, un gruesoanillo en su tambin grueso y blanco dedo.

    Me llamo Meade. Ernest Meade. La manera que tena usted de sujetarse la cabeza sonri, conuna sonrisa reposada y profesional. Soy mdico. Quizs pueda ayudarle.

    Slo me encuentro cansado dijo Barton.Acaba de llegar, verdad? ste es un buen lugar. Yo como aqu de vez en cuando, cada vez que

    me siento demasiado perezoso para preparar mis propias comidas. A la seora Trilling no le importaservirme, verdad, seora Trilling?

    En el extremo opuesto de la mesa, la seora Trilling asinti en un vago gesto. Su rostro estabamenos hinchado; al caer la noche el polen no llegaba tan lejos. La mayor parte de los otros

    pensionistas haban abandonado sus sitios y salido al porche para sentarse al frescor de la noche hastala hora de irse a la cama.

    Qu le trae a Millgate, seor Barton? pregunt educadamente el doctor. Rebusc en elbolsillo de la americana y sac un cigarro oscuro. No viene mucha gente por aqu. Resulta raro.Nos hemos acostumbrado al trfico, pero ahora ste ha muerto para reducirse casi a la nada.Pensndolo bien, es usted el primer rostro nuevo que he visto desde hace muchsimo tiempo.

    Barton digiri esta informacin. Un chispazo de inters pareci acalorarle. Meade era mdico.Quizs supiera algo. Barton acab su caf y pregunt precavido:

    Lleva usted mucho tiempo ejerciendo aqu, doctor?Toda mi vida Meade hizo un gesto desvado con el pulgar. En lo alto de aquella colina,

    tengo una clnica particular. Shady House, se le suele llamar baj la voz. La ciudad noproporciona ninguna clase de atenciones mdicas decentes. Trat y trato de ayudar lo mejor quepuedo; constru mi propio hospital y lo manejo a mis propias expensas.

    Barton escogi sus palabras con cuidado.Vivieron aqu algunos parientes mos. Hace muchsimo tiempo.

    Barton? Meade reflexion. Cunto tiempo hace?Unos dieciocho o veinte aos mirando el rostro florido y competente del doctor, Bartoncontinu. Donald y Sarah Barton. Tuvieron un hijo. Naci en 1926.

    Un hijo? Meade pareci interesado. Creo recordar algo. En el 26? Probablemente yo letraje a este mundo. Entonces ejerca. Claro, era mucho ms joven en aquellos das. Pero todos loramos.

    El nio muri dijo Barton despacio. Falleci en 1935. De escarlatina, creo que fue un pozode agua contaminado.

    Dios Santo, me acuerdo de eso. Oh, lo hice cerrar; fue idea ma. Les obligu a cerrarlo. Eranparientes suyos? Estaba emparentado con el nio? fum de su cigarro, furioso. Me acuerdo.Tres o cuatro criaturas murieron en aquel tiempo. El chaval se llamaba Barton? Me parece recordar.

    Dice usted que era pariente suyo? se estruj el cerebro. Haba un nio. Un chico muy mono.Pelo negro, como el suyo. La misma fisonoma en general. Pensndolo bien, me doy cuenta de queusted en cierto modo me lo recuerda.

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    Barton retuvo el aliento.Se acuerda de l? se apoy en la mesa inclinndose hacia el doctor. Usted le vio morir?Les vi morir a todos. Eso fue antes de construirse Shady House, en el viejo hospital del condado.

    Cristo, qu pozo ms apestoso! No me extraa que murieran. Suciedad; incompetencia; por esa causaconstru mi propia clnica sacudi la cabeza. Hoy en da podramos haberlos salvados a todos.Fcilmente. Pero ya es demasiado tarde toc brevemente a Barton en el brazo. Lo siento. Pero

    usted no poda ser muy viejo por entonces. Qu parentesco tena con el nio?Una buena pregunta, pens Barton para s. Le hubiera gustado tambin saber la respuesta.Meditndolo bien dijo despacio el doctor Meade, medio para s, me parece que recuerdo el

    nombre de pila, no se llama Theodore?Barton asinti.

    Cierto.La florida frente se arrug, perpleja.

    El mismo nombre que el suyo. Cuando la seora Trilling me lo dijo, supe que conoca elnombre.

    Las manos de Barton se crisparon en el borde de la mesa.Doctor, est enterrado aqu en la ciudad? Est su tumba cerca?

    Meade asinti despacio.Claro. En el cementerio regular de la ciudad dirigi a Barton una mirada inquisitiva.

    Quiere visitarlo? No hay dificultad en hacerlo. Para eso vino aqu? Para visitar su tumba?No con exactitud respondi Barton rgidamente.Al extremo de la mesa, junto a su madre, se sentaba Peter Trilling. Tena el cuello hinchado y

    colorado. Su brazo derecho estaba vendado con una tira de tela sucia. Se le vea malhumorado einfeliz. Un accidente? Le haba picado algo? Barton observ cmo los delgados dedos del niocogan un pedazo de pan. S quin es usted, haba gritado el chaval. S quin es usted enrealidad. Lo saba o era simplemente una fanfarronada infantil, una amenaza engreda, vaca y sinsignificado?

    Mire dijo el doctor Meade. No intento entrometerme en sus asuntos; eso no est bien. Perohay algo que me preocupa. Usted no vino aqu a descansar.

    Cierto dijo Barton.Quiere usted decirme lo que es? Soy mucho ms viejo que usted. Y he vivido en esta ciudad

    largusimo tiempo. Nac aqu, aqu crec. Conozco a todo el mundo en los alrededores.Poda hablar con esta persona? Un posible amigo?, se pregunt.

    Doctor dijo Barton despacio, ese nio que muri era pariente mo, pero no s en qu gradose frot la frente, cansino. No lo entiendo. Tengo que descubrir qu es lo que soy de aquel chico.

    Por qu?No puedo decrselo.El doctor sac de una caja pequea y labrada un mondadientes de plata y comenz pensativamente

    a hurgar en sus molares.Fue usted a la oficina del peridico? Nat Tate le ayudar en cierto modo. Viejos archivos,fotografas, peridicos atrasados. Y en el puesto de polica puede usted repasar una gran cantidad dedocumentos de la ciudad. Impuestos y declaraciones e informes. Claro, si intenta usted seguir el rastroa una relacin familiar, lo mejor es el juzgado del condado.

    Lo que yo quiero est aqu en Millgate. No en el juzgado del condado al cabo de un momento,Barton aadi; Tiene que ver con toda la ciudad. No slo es Ted Barton. He de saber acerca detodo esto volvi la mano en un cansado crculo. En cierto modo todo est envuelto. Ligado conTed Barton. Me refiero al otro Ted Barton.

    El doctor Meade pens. Bruscamente apart el mondadientes de plata y se puso en pie.Salgamos al porche. Usted todava no conoce a la seorita James, verdad?

    Algo se agit dentro de Barton. Su cansancio desapareci y alz la vista rpidamente.Conozco el nombre. Lo o antes.El doctor Meade le miraba de manera rara.

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    Con toda probabilidad asinti. Estaba sentada frente a nosotros durante la cena mantuvoabierta la puerta del porche. Es la bibliotecaria de la Biblioteca Popular. Conoce cuanto hay quesaber acerca de Millgate.

    El porche estaba a oscuras. Le cost a Barton un par de minutos acostumbrarse. Varias formas sesentaban en torno sobre viejas mecedoras y sillones y en un largo y vetusto divn. Fumando,dormitando, disfrutando del frescor nocturno. El porche estaba protegido por pantallas de alambre;

    ningn insecto poda entrar para inmolarse a s mismo en la nica bombilla elctrica que luca dbilen un rincn.Seorita James dijo el doctor Meade, ste es Ted Barton. Quizs usted pueda ayudarle.

    Tiene unos cuantos problemas.La seorita James sonri a Barton a travs de sus gruesas gafas sin montura.

    Me alegro de conocerle dijo con una voz blanda. Es usted nuevo aqu, verdad?Barton se sent en el brazo del divn.

    Vengo de Nueva York contest.Es usted la primera persona que viene desde hace aos observ el doctor Meade. Sopl una

    vasta nube de humo del cigarro en torno al oscuro porche. La luz rojiza del veguero alivi un poco latenebrosidad. El camino est prcticamente a punto de desmoronarse. Nadie viene por aqu. Vemos

    las mismas viejas caras mes tras mes. Pero tenemos nuestro trabajo. Yo tengo el hospital. Me gustaaprender ms cosas, experimento, trabajo con mis pacientes. Yo tengo unas diez personas deconfianza all arriba. De vez en cuando nos reunimos unos pocos con las esposas de los ciudadanos

    para que nos ayuden. Ahora todo est con mucha quietud.Sabe usted algo acerca de una... barrera? pregunt Barton bruscamente a la seorita James.Una barrera? pregunt el doctor Meade. Qu clase de barrera?Nunca han odo hablar de ella?El doctor Meade sacudi despacio la cabeza.

    No, no que recuerde.Yo tampoco repiti la seorita James como un eco. Bajo qu respecto?Nadie ms escuchaba. Los otros dorman y murmuraban juntos en el extremo opuesto del porche,

    la seora Trilling, los dems pensionistas, Peter, Mary, la hija del doctor Meade, algunos vecinos.Qu saben ustedes acerca del muchacho Trilling? pregunt Barton.Meade gru.

    Parece que es bastante sano.Le ha examinado alguna vez?Claro respondi Meade, enojado. He reconocido a todo el mundo en esta ciudad. El chico

    posee un alto cociente de inteligencia; parece ser despierto. Juega mucho a solas. Y aadi:Francamente, nunca me gustaron los nios precoces.

    Pero no se interesa en los libros protest la seorita James. Jams viene a la biblioteca.Barton guard silencio durante algn tiempo, Luego pregunt:

    Qu significara si alguien dijese: el que est en el extremo opuesto, el que tiene las manosunidas? Significa eso algo para ustedes?La seorita James y el doctor Meade se quedaron turbados.

    Parece un juego murmur el doctor Meade.No respondi Barton. No es un juego. Y lo crea. Dejmoslo estar. Olvdense de lo

    que he dicho.La seorita James se inclin hacia l.

    Seor Barton, puede que me equivoque, pero he recibido la clara impresin de que usted creeque hay algo aqu. Algo muy importante en Millgate. Me equivoco?

    Los labios de Barton se retorcieron.Algo ocurre. Ms all de la conciencia humana.

    Aqu? En Millgate?Las palabras se abrieron paso entre los labios de Barton.Tengo que descubrirlo. No puedo seguir as, alguien en esta ciudad debe saberlo. No pueden

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    sentarse y fingir que todo es perfectamente corriente. Alguien de esta ciudad conoce la verdaderahistoria.

    La historia de qu? murmur Meade, perplejo.De m.Ambos estaban agitados.

    Qu quiere usted decir? balbuce la seorita James. Hay alguien aqu que le conozca?

    Hay alguien aqu que lo sabe todo. El porqu y el cmo. Algo que yo no entiendo. Algoominoso y extrao. Y todos ustedes se sientan y se divierten se puso en pie de manera brusca. Losiento. Estoy agotado. Les ver ms tarde.

    Dnde va? pregunt Meade.A mi cuarto. A dormir un poco.Mire, Barton. Le dar unos cuantos comprimidos de Cenobarbital. Le ayudarn a tranquilizarse.

    Y si quiere, djese caer maana por el hospital. Le reconocer. Me parece que est usted sufriendouna tensin infernal. En un joven como usted, eso tiene en cierto modo...

    Seor Barton dijo con suavidad la seorita James, pero al mismo tiempo con insistencia, conuna sonrisa fija en su rostro, le aseguro que no hay nada extrao en Millgate. Deseara que lohubiese. Esta es la ciudad ms corriente que se podra encontrar. Si yo creyera que algo sucede aqu,

    de cierto inters, sera la primera en querer enterarme de ms.Barton abri la boca para responder. Pero las palabras nunca vinieron a sus labios. Quedaron

    mordidas, se perdieron para siempre. Lo que vio hizo que el recuerdo de ellas se disolviera en la nada.Dos formas, dbilmente luminosas, salieron de un extremo del porche. Un hombre y una mujer,

    caminando juntos, cogidos de las manos. Parecan estar hablando, pero no se oa el menor sonido. Semovan en silencio, tranquilos, cruzando el porche, hacia la pared opuesta. Pasaron a un palmo deBarton; pudo ver sus caras con claridad. Eran jvenes. La mujer tena un pelo largo y rubio, en doscrenchas pesadamente retorcidas que caan por su cuello y hombros. Una carita delgada y aguda. Piel

    plida, lisa y perfecta. Exquisitos labios y dientes. Y el joven a su lado era igualmente hermoso.Ninguno de ellos se fij en Barton ni en los pensionistas sentados en sus sillas. Tenan los ojos

    apretadamente cerrados. Pasaron a travs de las mecedoras, los sillones, el divn, a travs de lospensionistas reclinados. A travs del doctor Meade y la seorita James y luego a travs de la paredlejana. Bruscamente desaparecieron. Las dos formas semiluminosas se haban desvanecido tanrpidamente como surgieron. Sin el menor sonido.

    Buen Dios logr decir por ltimo Barton. Les vieron?Nadie se haba movido. Algunos de los pensamientos dejaron su conversacin momentneamente,

    pero ahora haban reanudado sus charlas, sus murmullos, como si nada hubiese pasado.Les han visto? pregunt Barton excitadamente.La seorita James pareca turbada.

    Claro murmur. Todos los vimos. Pasaron por aqu como cada noche a estas horas. Estndando un paseo. Bonita pareja, no lo cree?

    Pero... quin... qu...? balbuce Barton.Es la primera vez que ve usted a los Vagabundos? pregunt Meade. Su tranquilidad se vio depronto sorprendida. Quiere usted decir que all de donde viene no tienen ustedes Vagabundos?

    No contest Barton. Todos le miraban confusos. Qu son? Caminaron a travs de lasparedes. A travs de los muebles. A travs de usted!

    Claro dijo sorprendida la seorita James. Por eso se les llama los Vagabundos. Pueden ir acualquier parte. A travs de cualquier cosa. Es que no lo saba?

    Cunto tiempo hace que sucede? pregunt Barton.La respuesta realmente no le sorprendi. Pero la tranquilidad en que fue pronunciada, s.

    Siempre dijo la seorita James. Desde soy capaz de recordar aclar.A m me parece que eternamente han habido Vagabundos asinti el doctor Meade, fumando

    de su cigarro. Todo es perfectamente natural. Qu hay de extrao en eso?

  • 7/31/2019 Dick, Philip K. - Muecos cosmicos

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    V

    La maana era clida y soleada. El roco todava no se haba evaporado de la hierba. El cielo erasuave, de un azul brumoso, an sin el calor de horno que le converta en una destellanteincandescencia. Eso vendra ms tarde, cuando el sol subiera hacia su cenit. Una suave brisa agitabalos cedros que crecan en lnea a lo largo de la ladera, detrs del inmenso edificio de piedra. Los

    cedros arrojaban charcas de sombra; por su causa se haba puesto el nombre de Shady House. ShadyHouse daba vistas a la propia ciudad. Un solo camino se retorca subiendo la elevacin hasta la planasuperficie en donde se alzaba el edificio. Los jardines estaban cuidadosamente atendidos. Flores yrboles y una larga cerca de madera que formaba un cuadrado protector. Se vean a los pacientesyaciendo por los alrededores, sentados en bancos, sillas, incluso tendidos en el caliente suelo,descansando. Haba un aire de paz y quietud en torno al hospital. En algn sitio de su interior, eldoctor Meade estaba trabajando. Probablemente en su atestada oficina, con su microscopio y susdiapositivas y sus rayos X y productos qumicos.

    Mary estaba agazapada en una hondonada oculta, precisamente ms all de la lnea de unosimponentes cedros. El duro suelo haba sido despejado con palas cuando se construy Shady House.En donde ella se sentaba no poda ser vista por nadie de la casa. Los cedros y el muro de roca y tierra

    impedan la visin de manera brusca. Extendido por debajo de ella y en su torno, por tres lados, estabael valle. Y ms all, el eterno anillo de montaas, azules y verdes, culminadas con un blanco brumosoy dbil. Silenciosas e inmviles.

    Sigue dijo Mary. Alz un poco su cuerpecito, coloc las piernas dobladas debajo suyo y sepuso ms cmoda. Estaba escuchando con atencin, tratando de no perderse ni una sola palabra.

    Fue una pura casualidad continu la abeja. Su voz era delgada y fina, casi perdida en elagitarse de la brisa matutina que murmuraba a travs de los cedros. El insecto estaba posado en lahoja de una flor, cerca del odo de la chica, ocurri que estbamos de exploracin en aquella zona.

    Nadie le vio entrar. De pronto sali y nos lanzamos contra l. Hubiera deseado que furamos ms denosotras; a menudo lo somos y l raras veces se aleja tanto en aquella direccin. En realidad, seencontraba ms all de la frontera.

    Mary estaba sumida en sus pensamientos. El sol reluca en su cabello negro, lustroso y cayendocomo una cortina en torno a su cuello. Sus ojos oscuros destellaban cuando pregunt:

    Podis decirme qu es lo que haca all?No muy bien. Prepar alguna especie de Interferencia en torno a todo el lugar. No pudimos

    acercarnos. Tenemos que depender de informacin de segunda mano. De poca confianza, como yasabes.

    Crees que est montando unidades defensivas? O...?O peor. Quizs est acercndose alguna especie de etapa abierta. Ha construido una gran

    cantidad de recipientes. De diversos tamaos. Hay una cierta irona en esto. Los exploradores queenviamos murieron en la zona de interferencia, ha recogido sus cadveres cada da y los utiliza para

    alimento. Eso le divierte.Automticamente, Mary extendi su zapatito y aplast a una negra araa de la hierba que pasabapresurosa.

    Lo s dijo despacio. Despus de que dejase el juego ayer, comenz a modelar la arcilla queyo utilizaba. Eso es mala seal. Debe darse cuenta de que avanza o no lo probara en mi arcilla. Sabeel riesgo. La arcilla reunida por los dems es inestable. Y yo debo haber dejado alguna especie deimpronta.

    Probablemente es verdad que tiene alguna ventaja menor respondi la abeja. Es untrabajador incansable. No obstante, demostr miedo abierto cuando le atacamos. Sigue siendovulnerable. Y lo sabe.

    Mary arranc una hoja de hierba y pensativamente la mordi con sus blancos dientes.

    Sus dos figuras trataron de escapar. Una se acerc muchsimo. Corra directamente hacia m,que estaba en la furgoneta. Pero no me atrev a parar.Quin es este hombre? pregunt la abeja. Esa persona del exterior. Es nico, algo que

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    atraviesa la barrera. Te parece que puede ser imitacin? Algo proyectado hacia fuera luego entradocon la apariencia de un factor externo? Hasta ahora, no parece realmente que se diferencie en nada delo dicho.

    Mary alz sus ojos oscuros.No... hasta ahora. Pero creo que lo har.De veras?

    Estoy completamente segura. Si...Si qu? la abeja mostraba inters.Mary la ignor; estaba ensimismada en sus pensamientos.

    l est en una curiosa situacin murmur. Ya se ha enfrentado con el hecho de que susrecuerdos no estn de acuerdo con la situacin.

    No lo estn?Claro que no. Se ha dado cuenta de discrepancias mayores. En esencia, recuerda una ciudad

    completamente distinta, con gente completamente diferente mat a otra araita que subaprecavida. Durante un momento estudi el cuerpo inerte, aplastado. Y l es de la clase de personaque no se mostrar satisfecha hasta que comprenda la situacin.

    Confunde las cosas se quej la abeja.

    Para quin? Para m? Mary se levant despacio y se limpi la hierba de los pantalones.Quizs para Peter. Tiene hechos planes muy cuidadosos.

    La abeja remont el vuelo desde su hoja y se pos en el cuello de la muchacha.Quizs intente aprender algo de este hombre.Mary solt una carcajada.

    Le gustara hacerlo, claro. Pero el hombre no puede decirle mucho. Est muy confuso einseguro.

    Peter lo probar. Es incansable, en especial el modo en que explora cada posibilidad deconocimiento. Casi como una abeja.

    Mary asinti, mientras regresaba subiendo la ladera hacia los cedros.S, es incansable, pero demasiado confiado. Quizs termine por hacerse ms dao que bien. Al

    tratar de descubrir cosas, puede revelar ms de lo que aprenda, el hombre, creo, es listo. Y debedescubrir lo de su persona. Probablemente saldr adelante; ese ha sido el sistema, hasta ahora.

    Barton se asegur de que no haba nadie en torno. Se plant cerca del anticuado telfono, se volvipara poder mirar arriba y abajo cerca del pasillo; a todas las puertas y a la escalera del extremo lejanoy luego dej caer una moneda en la ranura.

    Nmero, por favor pidi en su odo la diminuta voz.Demand que le pusieran con el Hotel Calhoum en Martinsville, tras echar tres monedas ms y or

    la serie de clicks y de esperas, son un hombre adormilado.Hotel Calhoum dijo la voz distante de un hombre adormilado.

    Quiero hablar con la seora Barton. Habitacin 204.Ms clicks. Luego...Ted! La voz de Peg, frentica de impaciencia y alarma. Eres t?Soy yo. Supongo que...Dnde ests? En el nombre del cielo! Vas a dejarme aqu, en este terrible hotel? su voz se

    alz en un chillido de histeria. Ted, ya tengo bastante. No puedo soportarlo ms. Tienes el coche;no puedo hacer nada, ir a ninguna parte... y te comportas como si estuvieses loco!

    Barton habl cerca del telfono, la voz apagada.Trat de explicrtelo, Esta ciudad no es lo que yo recuerdo. Han manipulado mi cerebro, me

    parece. Descubr algo en la oficina del peridico que incluso me ha convencido de que mi identidadno es...

    Buen Dios le interrumpi Peg. No tenemos tiempo que perder buscando ilusionesinfantiles. Cunto vas a mantener esta situacin?No lo s respondi Barton desvalido. Hay tanto que no entiendo. Si supiera ms te lo dira.

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    Se produjo un momento de silencio.Ted dijo Peg, con dura calma, si no vuelves a por m dentro de veinticuatro horas, me

    marcho. Me queda dinero suficiente para volver a Washington. Sabes que tengo amigos all. Novolvers a verme jams, excepto, quizs, ante el juez.

    Lo dices en serio?S.

    Barton se pas la lengua por los labios.Peg, tengo que quedarme. He aprendido unas cuantas cosas, no muchas, pero algo. Lo bastantepara decirme que estoy en el buen camino. Si me quedo lo bastante me ser posible averiguarlo, Aquoperan fuerzas y poderes que no parecen ligados a...

    Se oy un brusco click. Peg haba colgado.Barton coloc el receptor en su gancho. Tena el cerebro en blanco. Se movi sin rumbo,

    alejndose del telfono, las manos en los bolsillos. Bueno, eso era. Su mujer senta cada palabra de lasque acababa de pronunciar. Viva en Martinsville y no la encontrara ya.

    Una forma pequea se destac desde detrs de una mesa y una maceta con una planta alta.Hola dijo Peter tranquilo. Jugaba con un montoncito de cosas que se agitaban, masas negras

    que le suban por la mueca y por las manos.

    Qu es eso? pregunt Barton, con asco.stas? Peter parpade. Araas las captur y se las meti en el bolsillo. Va usted a

    salir en coche? Pens que quizs podra acompaarle.El muchacho haba estado all todo el tiempo, oculto tras la maceta. Era raro, no le haba visto;

    pas por delante de dicha maceta al acercarse al telfono.Por qu? pregunt con torpeza Barton.El muchacho dud. Su rostro se contrajo esperanzado.

    He decidido ensearle mi ribazo.Oh? Barton trat de aparentar indiferencia, pero dentro, su pulso cambi bruscamente de

    ritmo. Quizs se enterase de algo. Eso puede arreglarse dijo. Est muy lejos?No mucho Peter se apresur a salir por la puerta principal y la mantuvo abierta. Le

    mostrar el camino.Barton le sigui despacio. El porche estaba desierto. Sillas vacas y divanes, viejos y terriblemente

    ajados. Le produjeron un escalofro de intranquilidad; los dos Vagabundos cruzaron por all anoche.Toc a la pared del porche de manera tentativa. Slida. Sin embargo, las dos figuras juveniles pasarontranquilamente a travs y a travs tambin de las sillas y de los pensionistas que descansaban.

    Podran atravesarle a l tambin?Vamos! grit Peter. Estaba plantado junto el polvoriento y amarillento Packard, empuando

    impaciente la manecilla de la puerta.Barton se instal tras el volante y el muchacho se coloc a su lado. Mientras pona en marcha el

    motor, vio como el chaval examinaba con atencin los rincones del vehculo, alzando los cojines del

    asiento, agachndose en el suelo y mirando por debajo del puesto del conductor.Qu buscas? pregunt Barton.Abejas Peter sali jadeando. Podemos mantener las ventanillas alzadas? Por el camino

    tratarn de entrar volando.Barton solt el freno de mano y el coche se desliz saliendo a la calle principal.

    Qu hay de malo con las abejas? Les tienes miedo...? Pues no temes a las araas.Peter, como respuesta, se toc el cuello todava hinchado por las picaduras.

    Gire a la derecha orden. Se arrellan satisfecho, extendidos los pies, las manos en losbolsillos. Rodee por completo Jefferson y vuelva por el otro camino.

    El ribazo proporcionaba una vasta panormica del valle y de las colinas que le circundaban por

    todos lados. Barton se sent en el suelo rocoso y sac su paquete de cigarrillos. Aspirprofundamente, llenndose los pulmones del clido aire del medioda. El ribazo estaba parcialmentesombreado por arbustos y matorrales. Fresco y tranquilo, con el valle extendindose por debajo. El sol

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    brillaba a travs de la densa manta de una bruma azul que relumbraba en torno a los distantespicachos. Nada se agitaba, los campos, granjas, caminos y casas, todo estaba profundamente inmvil.

    Peter se puso en cuclillas a su lado.Bonito, verdad?Eso creo.De qu hablaban usted y el doctor Meade anoche? No pude orlo.

    Quizs de algo que no te importa.El chico se ruboriz y apret los labios malhumorado.No puedo soportarle a l ni a sus malolientes cigarros. Ni tampoco a sus mondadientes de plata

    sac algunas de las araas de su bolsillo y las dej que le corrieran por las manos y por las mangas.Barton se apart un poco y trat de ignorarlo. Al cabo de un momento, Peter pregunt:

    Me puede dar un cigarrillo?No.El rostro del muchacho se ensombreci.

    Est bien para usted pero se alumbr casi de inmediato. Qu piensa de los Vagabundos deanoche? No eran algo?

    Oh, no s respondi con indiferencia Barton. T los ves con mucha ms frecuencia.

    Seguro que le gustara saber cmo lo hacen dijo Peter tentativo. Casi de inmediato lamentexpresar sus emociones. Recogi sus araas y las lanz ladera abajo. Los animalitos corretearonexcitados y l pretendi vigilarlos.

    Un pensamiento se le ocurri a Barton.No tienes miedo a las abejas, aqu arriba? Si una volase tras de ti, no habra ningn lugar en

    donde esconderte.Peter ri con recobrado desdn.

    Las abejas no vienen hasta aqu. Queda demasiado lejos dentro.Dentro?De hecho continu Peter con abrumadora superioridad, ste es precisamente el lugar mas

    seguro del mundo.Barton no pudo sacar nada de las palabras del muchacho. Tras un periodo de silencio, observ

    precavido:La bruma es muy espesa hoy.La qu?La bruma Barton indic las charcas de azul silencioso oscureciendo los lejanos picachos.

    Es del calor.El rostro de Peter logr mostrar todava ms desdn.

    Eso no es calor, no es bruma. Eso es l!Eh? Barton se puso tenso. Quizs finalmente iba a enterarse de algo... si jugaba su mano con

    cuidado. Qu quieres decir?

    Peter seal.Es que no le ve? Seguro que es grande. Casi lo ms grande que hay. Y viejo. Es ms viejo quetodo lo dems reunido. Incluso ms viejo que el mundo.

    Barton no vio nada. Slo bruma, montaas, el cielo azul. Peter busc en su bolsillo y sac lo quepareca ser una lupa barata. Se la entreg a Barton. Barton la dio vueltas azorado; comenz adevolverla al muchacho, pero Peter le contuvo.

    Mire a travs del cristal! A las montaas!Barton mir. Y lo vio. El vidrio era alguna especie de filtro lente. Cortaba la bruma, la haca clara

    y aguda.Se lo haba imaginado de manera equvoca. Haba esperado que formase parte de la escena. l

    era la escena. El era todo el lado lejano del mundo, el borde del valle, las montaas, el firmamento,

    todo. El distante fin del universo se alzaba en una masiva columna, una torre csmica formando unser, que adquira forma y sustancia cuando lo enfocaba con la lupa.Era un hombre, sin duda. Tena los pies plantados en el suelo del valle; el valle se converta en sus

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    pies en el extremo ms lejano. Sus piernas eran las montaas... o las montaas eran sus piernas;Barton no pudo distinguirlo. Dos columnas, extendidas y separadas, amplias y slidas. Firmemente

    plantado y equilibrado. Su cuerpo era la masa de bruma gris azulada, o lo que l haba pensado queera bruma. Desde las montaas se unan con el firmamento, el torso inmenso del hombre, cobraba ser.

    Tena las manos extendidas por encima del valle. Posadas en la parte alta, encima de la distantemitad. Sus manos se mantenan como si sujetasen una cortina opaca, que Barton haba confundido

    con una capa de polvo y bruma. La impresionante figura se inclinaba un poco hacia delante. Como sise apoyase intencionadamente en esta parte, su mitad del valle. Miraba hacia abajo; su rostro estabaoscurecido. No se mova. Estaba profundamente inmvil. Inmvil, pero vivo.

    No era una imagen de piedra, una estatua petrificada. Viva, pero estaba fuera del tiempo, no habacambio, no haba movimiento para l. Era eterno. La cabeza doblada formaba la parte mssorprendente suya. Pareca relucir como una orbe claramente radiante, latiendo con vida y brillantez.Su cabeza era el sol.

    Cmo se llama? pregunt Barton, despus de un rato. Ahora que vea la figura, no podaperderla. Como uno de esos juegos... En cuanto la forma escondida se hace visible, es imposible dejarde verla.

    Ya le dije que no conozco su nombre respondi con malicia Peter. Quizs ella lo sepa. Ella

    probablemente sabe ambos nombres. Si yo lo supiera, tendra poder sobre l. Me gustara saberlo. les el que no me gusta. ste no molesta en absoluto. Por eso tengo mi ribazo a este lado.

    ste? repiti Barton como un eco, turbado. Torci el cuello y mir derecho hacia arriba, atravs del crculo del cristal.

    Le hizo sentirse en cierto modo extrao al comprobar que formaba parte de ste. Como la otrafigura se encontraba en el lado distante del valle, sta se hallaba de igual manera pero en el lado

    prximo. Y Barton estaba sentado en ese lado precisamente.La figura se alzaba en su torno. No poda exactamente verla; la notaba de manera vaga y no ms.

    Flua ascendiendo por todos sus lados. Desde las rocas, los campos, los montones azarosos dematorrales y parras. ste, tambin, se formaba asimismo del valle y de las montaas, del cielo y de la

    bruma. Pero no reluca. No poda verle la cabeza, sus dimensiones finales. Un escalofro le recorri.Tena de pronto una intuicin aguda y clara. ste no culminaba en el globo brillante del sol. steculminaba en alguna otra cosa. En la oscuridad? Se puso en pie inseguro.

    Basta para m. Me voy comenz a bajar por el lado de la colina. Bueno, l se lo hababuscado, segua sujetando como atontado la lupa de Peter; avanz sobre el ribazo y continu hacia elsuelo del valle.

    No importaba dnde estuviera, no importaba dnde se sentara o permaneciese en pie o durmiese ocaminase. Mientras se encontrase en el valle, formaba parte de una o de otra figura. Cada cualconstitua un lado del valle, un hemisferio. El poda ir de uno a otro, pero siempre se encontraradentro de uno de ellos. En el centro del valle haba una lnea, una frontera. En el otro lado de aquellalnea, se fundira con la figura opuesta.

    Dnde va? grit Peter.Fuera.El rostro de Peter se ensombreci ominosamente.

    No se puede salir. No puede marcharse.Por qu no?Ya descubrir usted por qu no.Barton le ignor y sigui bajando por la colina, hacia el camino y a su coche aparcado.

    VI

    Dirigi el Packard hacia el camino, alejndose de Millgate. Los cedros y los pinos crecan enprofusin masiva por encima y por debajo suyo. La carretera era una cinta estrecha cruzando a travsdel bosque. Estaba en mal estado, condujo precavido, fijndose en los detalles. La superficie del

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    pavimento estaba rajada, con lneas entrelazadas y hendiduras. Las semillas se haban roto y crecido.Semillas y hierba seca. Nadie iba por all. Eso resultaba evidente.

    Dobl una aguda curva y bruscamente recurri a los frenos. El coche chirri hasta detenerse, losneumticos resbalando.

    All estaba. Extendido a travs del camino por delante suyo. La vista le dej completamenteabrumado. Haba recorrido aquella carretera tres veces... una para salir y dos para entrar... y no vio

    nada. Ahora, all estaba. Finalmente haba aparecido, al igual que l se haba decidido a marcharse yolvidarse de todo el asunto, reunirse con Peg y tratar de continuar sus vacaciones como si nadahubiese pasado. l hubiera esperado algo fantasmal. Algo enorme y macabro, una pared ominosa dealguna especie, misteriosa y csmica. Una capa extraterrestre ocluyendo el camino.

    Pero se equivocaba, era un camin de madera, cargado de leos, atravesado. Un camin antiguo,con ruedas de hierro y sin cambio de marcha. Los faros redondos, anticuadas lmparas de latn. Sucarga se haba derramado por todo el camino a travs de la carretera. Los cables se haban roto; elcamin haba volcado casi sobre un lado y quedado inmvil, los troncos esparcidos por todasdirecciones.

    Barton baj alerta de su coche. Todo estaba en silencio. En algn lugar, lejos, un cuervo lanz sugrito desalentador. Los cedros murmuraban. No era malo como barrera. Ningn coche podra

    atravesar aquello. Los troncos estaban por todas partes y eran enormes. Algunos se amontonabansobre los otros. Una masa peligrosa, insegura de vigas retorcidas, prestas a desparramarse y a rodar encualquier momento. Y la carretera era empinada.

    No haba nadie en el camin, claro. Dios sabe cunto tiempo llevaba all. Encendi un cigarrillo yse quit la chaqueta; el sol comenzaba a quemar. Cmo conseguira pasar todo aquello?

    Lo haba hecho antes, pero en esta ocasin no iba a encontrar cooperacin.Quizs pudiera rodear el obstculo. El lado alto quedaba fuera de toda cuestin. Jams fue capaz

    de ascender por una ribera casi perpendicular. Si perda su asidero en la roca, lisa, caera sobre laretorcida masa de troncos. Quizs el lado inferior. Entre el camino y la ladera haba una cuneta. Si

    poda cruzar por debajo de esa cuneta, fcilmente trepara por entre los pinos decantados, pasara deuno al siguiente, atravesara el atasco de troncos y volviendo a la cuneta regresara al camino. Unamirada a la cuneta acab con la especulacin. Barton cerr los ojos y los mantuvo apretados en esa

    postura.La cuneta no era muy ancha; l poda ser capaz de cruzarla. Pero careca de fondo. Se

    encontraba sobre una grieta sin fondo. Retrocedi, alejndose, y permaneci inmvil, respirandoapresuradamente y mordiendo su cigarrillo. Aquello era como mirar hacia el firmamento. No habalmite. Un precipicio sin fin, una cada incesante que finalmente se enturbiaba hasta un impreciso yamenazador caos.

    Se olvid de la cuneta y volvi su atencin a los troncos. Ningn coche tendra la menorposibilidad de pasar, pero quizs un hombre a pie pudiera abrirse camino hasta el otro lado. Si lograbamedio pasar podra detenerse en el camin, y sentarse en la cabina y descansar. Dividir la tarea en dos

    etapas diferentes era su nuevo plan.Se acerc animoso a los troncos. El primero no estaba mal, pequeo y bien asentado. Subiencima, se agarr con las manos y salt al siguiente. Por debajo suyo, la masa se estremeci demanera amenazadora. Barton trep con rapidez al otro tronco y se agarr fuerte. Hasta entonces iba

    bien. El que tena delante era grande, viejo y seco, rajado. Formaba un ngulo escarpado, apilado enotros tres troncos que quedaban debajo. Eran como fsforos de madera sujetos unos contra otros enequilibrio no muy estable.

    Dio un salto. El tronco se raj y frenticamente salt otra vez. Desesperado, trat de agarrarse. Susdedos resbalaron; cay atrs. Se movi frentico, intentando alzar su cuerpo en una superficie plana.Lo logr.

    Jadeando, sin aliento, Barton se qued tendido sobre el tronco, oleadas de alivio inundndole. Por

    ltimo, logr sentarse. Si no poda avanzar quizs pudiera agarrarse al propio tronco. Colocarse sobrel. Eso sera medio camino. Tendra ocasin de descansar...Se encontraba tan lejos como antes. No ms cerca. Durante un momento dud de su cordura; luego

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    le lleg la comprensin. Haba dado una vuelta. Los troncos eran una masa. Haba saltado endireccin equvoca, dejando de moverse hacia el camin. Haba descrito un crculo cerrado.

    Al infierno con salir. Todo lo que ahora quera era volver a su coche. Regresar a donde comenzara.Los troncos le rodeaban por todas partes. Pilas y montones y bruscos salientes. Buen Dios, no haba

    penetrado muy adentro, verdad? Era posible que se hubiese internado tan profundamente? Seencontraba a varios metros del borde; seguramente no pudo arrastrarse hasta aquel lugar. Empez a

    reptar, volviendo por donde viniera. Los troncos se tambaleaban y oscilaban peligrosamente debajo del. El miedo le puso nervioso. Perdi su asidero y cay entre dos de los maderos. Durante un cegadory terrorfico instante se encontr debajo, la luz del sol cortada y encerrado en una caverna deoscuridad. Se incorpor con todas sus fuerzas y uno de los troncos cedi. Frentico, sali a la luz delsol y permaneci tendido, jadeando y tembloroso.

    Estuvo as un perodo indefinido. Haba perdido la nocin del tiempo. La siguiente cosa que supoera que una voz le hablaba.

    Seor Barton! Seor Barton! Me oye?Consigui levantar la cabeza. De pie en la carretera, ms all de los troncos, estaba Peter Trilling.

    Sonrea tranquilo a Barton, las manos en jarras, el rostro reluciente y curtido bajo la brillante luzsolar. No pareca en especial preocupado. De hecho, su expresin era complacida.

    Aydame jade Barton.Qu hace usted ah?Trat de cruzar Barton se incorpor hasta sentarse. Cmo diablos voy a volver?Y entonces se dio cuenta de algo. Ya no estaba a mitad del da. Era primera hora de la tarde. El sol.

    El sol se pona sobre las lejanas colinas, la figura gigantesca que se cerna en el lado opuesto del valle.Examin su reloj de pulsera. Eran las seis y media. Haba estado sobre los troncos siete horas.

    No debi intentar cruzar dijo Peter, mientras se acercaba cauteloso. Si ellos no quieren quesalga, no lo intente.

    Yo entr en este maldito valle! Debieron querer que entrase.Pero no desean que se marche, ser mejor que tenga cuidado. Puede verse atascado ah y morir

    de hambre Peter, con toda evidencia, disfrutaba del espectculo. Pero al cabo de un momento saltgilmente sobre el primer tronco y se encamin hacia Barton.

    Barton se puso inseguro en pie. Estaba asustado. Esta era su primera experiencia de los poderesque operaban en el valle. Agradecido, se agarr a la manita de Peter y permiti que el muchacho lecondujera de regreso al borde. Cosa rara, le cost slo unos pocos segundos.

    Gracias a Dios se sec la frente y cogi su chaqueta de donde la haba arrojado. El aire sevolva fresco; haca fro y era tarde. Durante una temporada, no lo volver a intentar.

    Ser mejor que no lo intente jams afirm Peter tranquilo. Algo en la voz del muchachohizo que la cabeza de Barton se alzara bruscamente.

    Qu quieres decir?Lo que dije. Usted estuvo ah siete horas la sonrisa confiada de Peter creci. Yo fui el que

    le mantuvo ah. Yo le retorc hacindole ascender por el tiempo.Barton absorbi despacio la informacin.Fuiste t? Pero finalmente me sacaste.Claro dijo fcilmente Peter, le met y le saqu cuando se me antoj. Quera que viese usted

    quin es el que manda.Hubo un largo silencio. La sonrisa confiada del muchacho creci. Estaba satisfecho de s mismo.

    Realmente haba realizado un buen trabajo.Le vi a usted desde mi montculo explic. Supe hacia dnde iba. Me imagin que tratara

    de marcharse. Soy el nico un velo malicioso pareci caer sobre sus ojos. Tengo medios.Murete exclam Barton. Pas por delante del muchacho y se encamin al Packard. Mientras

    el motor se pona en marcha y soltaba el freno vio cmo la sonrisa confiada del muchacho vacilaba.

    Para cuando hubo dado la vuelta hacia Millgate el gesto del chaval se haba convertido en una muecanerviosa.Es que no va usted a llevarme? pregunt Peter corriendo hasta la ventanilla. Su rostro tena

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    una palidez de cera. Muchsimas de esas mariposas de cabeza de muerte estn al pie de la colina!Es casi de noche!

    Lo siento contest Barton, y dispar el coche camino abajo.Un odio mortal destell en el rostro de Peter. Se qued atrs perdido, una columna disminuyente

    de violenta animosidad.Barton sudaba con profusin. Quizs haba cometido un error. Se encontr muy incmodo all en

    la masa de troncos, dando vueltas y vueltas como una mosca en un vaso de agua. El chico tenamucho poder y estaba lo suficientemente loco como para empezar a utilizarlo. Encima de todo aquelloestaban sus otros problemas; se encontraba atascado aqu, le gustara o no.

    Durante el siguiente da, u otro, aquello iba a ser como estar encerrado en su cuarto.

    Millgate se disolva en la oscuridad cuando Barton entr doblando por Jefferson Street. La mayorparte de las tiendas estaban cerradas. Farmacias, drogueras, ferreteras, verduleras, infinitos cafs ybares baratos.

    Aparc delante del Magnolia club, un lugar venido a menos que pareca a punto de derrumbarseen cualquier momento. Unos pocos tipos rudos de patanes vagaban delante de la fachada. Sin afeitar ycon ojos inquietos le observaron, con miradas rojas y penetrantes mientras cerraba el Packard y

    empujaba las puertas batientes del bar para entrar. En el mostrador slo haba un par de hombres. Lasmesas se encontraban vacas; las sillas an colocadas encima, sus patas alzadas hacia el techo de unamanera triste y solitaria. Se sent en el extremo posterior del mostrador, donde nadie le molestara, y

    pidi tres bourbons, uno tras otro.Estaba en un caos infernal. Haba entrado y no poda salir. Se vio pillado dentro del valle por la

    derramada carga de madera. Cunto tiempo llevaba esa carga all? Santo Dios, quizs estuvieradesde siempre. Sin mencionar a su enemigo csmico, el que haba manipulado en sus recuerdos, y aPeter, su enemigo terrestre entrometido all como una dosis extra de humor.

    Los bourbons le calmaron un poco, Ellos... ello, el poder csmico... le necesitaba por algnmotivo. Quizs se supona descubrir quin era. Quizs todo haba estado planeado, su venida aqu,su regreso a Millgate despus de tantos aos. Quizs cada movimiento suyo, todo lo que hiciera en suvida, su propia y entera existencia...

    Pidi una nueva remesa de bourbons; tena mucho que olvidar. Entraron mas hombres. Tiposcargados de espaldas con chaquetas de cuero. Se pusieron a meditar ante sus vasos de cerveza. Nohablaban ni se movan. Estaban preparados para pasar la tarde. Barton los ignor y se concentr en su

    beber decidido.Acababa de ingerir el sexto bourbon, cuando se dio cuenta de que uno de los hombres le miraba,

    con torpeza, pretendi no darse cuenta. Buen Dios, es que no tena bastantes apuros?El hombre se haba vuelto en su taburete. Un viejo borracho de rostro serio. Alto y erguido. Con un

    mugriento y roto abrigo, pantalones hechos una lstima. Restos de zapatos. Sus manos eran grandes yobscuras, los dedos cubiertos de incesantes arrugas y cortes. Sus ojos lacrimosos estaban fijos

    intensamente en Barton, vigilando cada movimiento que haca. No apart la vista, ni siquiera cuandoBarton le desvolvi una mirada hostil y fija.El hombre se levant y vino inseguro. Barton hizo gesto con las manos. Le iban a conmover por

    una copa. El hombre se sent en el taburete prximo con un suspiro y pleg las manos.Hola gru, lanzando una nube de alcohlico aliento en torno a Barton. Se apart de los ojos

    su hmedo y plido cabello. Pelo fino, tan hmedo y desmadejado como el pelo de una panoja. Susojos eran de un azul nuboso, como los de un nio. Cmo est usted?

    Qu quiere usted? pregunt Barton con descaro, habiendo llegado al borde de ladesesperacin de un alcohlico.

    Escocs y agua bastar.B