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Intervención Psicosocial, 2004, Vol. 13 N.° 2 Págs. 177-193 INTERVENCION PSICOSOCIAL 177 Dimensiones psicosociales en la Administración de Justicia sobre violencia de género Psychosocial dimensions in Justice Administration on gender violence Concepción FERNÁNDEZ VILLANUEVA* RESUMEN El artículo plantea las dimensiones psicosociales que operan actualmente en la adminis- tración de justicia sobre violencia de género en España, especialmente las que están en relación con las deficiencias que todavía existen a pesar de los cambios que se han produ- cido en los últimos años. Las dificultades se deben fundamentalmente a tres factores :a) inadecuación en la codificación de los delitos ,b) la existencia de personas operadores jurí- dicos que siguen interpretando inadecuadamente los hechos, las circunstancias que modi- fican la responsabilidad y los motivos de los agresores y c) La descoordinación entre las instancias y niveles de la administración de justicia y la falta de recursos de los procedi- mientos judiciales. Junto con estos factores se tienen en cuenta otros en relación con los estereotipos tradi- cionales sexistas que aun existen en el conjunto de la sociedad y, por tanto, en todos los eslabones de la aplicación de la justicia . Finalmente se analizan algunos discursos de las instituciones implicadas en la intervención con violencia, que interpretan de formas diferen- tes y dan diferente importancia a la denuncia, la prevención o los mismos orígenes estruc- turales de la violencia PALABRAS CLAVE Violencia de género, Deficiencias en códigos legales, Coordinación entre instancias judi- ciales. Valores de los administradores de justicia, Discursos de las instituciones. ABSTRACT The article presents psychosocial dimensions operating in justice administration on gen- der violence in Spain, particularly those related to deficiencies still persisting in spite of sustantive changes that have been occurred in lasts years. DOSSIER * Universidad Complutense. Madrid. Fecha de recepción: 30-07-2004 Fecha de Aceptación: 14-09-2004

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Intervención Psicosocial, 2004, Vol. 13 N.° 2 Págs. 177-193

INTERVENCION PSICOSOCIAL 177

Dimensiones psicosociales en la Administración deJusticia sobre violencia de género

Psychosocial dimensions in Justice Administrationon gender violence

Concepción FERNÁNDEZ VILLANUEVA*

RESUMENEl artículo plantea las dimensiones psicosociales que operan actualmente en la adminis-

tración de justicia sobre violencia de género en España, especialmente las que están enrelación con las deficiencias que todavía existen a pesar de los cambios que se han produ-cido en los últimos años. Las dificultades se deben fundamentalmente a tres factores :a)inadecuación en la codificación de los delitos ,b) la existencia de personas operadores jurí-dicos que siguen interpretando inadecuadamente los hechos, las circunstancias que modi-fican la responsabilidad y los motivos de los agresores y c) La descoordinación entre lasinstancias y niveles de la administración de justicia y la falta de recursos de los procedi-mientos judiciales.

Junto con estos factores se tienen en cuenta otros en relación con los estereotipos tradi-cionales sexistas que aun existen en el conjunto de la sociedad y, por tanto, en todos loseslabones de la aplicación de la justicia . Finalmente se analizan algunos discursos de lasinstituciones implicadas en la intervención con violencia, que interpretan de formas diferen-tes y dan diferente importancia a la denuncia, la prevención o los mismos orígenes estruc-turales de la violencia

PALABRAS CLAVEViolencia de género, Deficiencias en códigos legales, Coordinación entre instancias judi-

ciales. Valores de los administradores de justicia, Discursos de las instituciones.

ABSTRACTThe article presents psychosocial dimensions operating in justice administration on gen-

der violence in Spain, particularly those related to deficiencies still persisting in spite ofsustantive changes that have been occurred in lasts years.

DOSSIER

* Universidad Complutense. Madrid.

Fecha de recepción: 30-07-2004 Fecha de Aceptación: 14-09-2004

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Introducción

El problema de la violencia contra lasmujeres, especialmente en el ámbitodoméstico, ha sido una cuestión de inte-rés prioritario en todos los países delmundo y en particular en la Unión Euro-pea durante el pasado decenio. El 20 deDiciembre de 1993, la declaración48/104 de la Asamblea General deNaciones Unidas sobre la Eliminación dela violencia contra la Mujer, efectuó a losEstados Miembros una serie de recomen-daciones en relación con las medidaspara combatir la violencia doméstica.Una de ellas consistía en promover inves-tigaciones para “evaluar la eficacia de lasmedidas aplicadas para impedirla y parareparar sus efectos”.

La Conferencia Mundial de Pekín, en1995 recogió esta demanda formulada anivel mundial y enmarcada en la defensade los derechos humanos de las mujeres.La violencia doméstica vulnera en las vícti-

mas derechos humanos tan fundamenta-les como los derechos a la intimidad, ladignidad, la libertad sexual, la igualdad, laseguridad y la integridad física y moral.

Pero los resultados de todas esasdemandas y buenas intenciones distanmucho de ser satisfactorios en elmomento presente y la cuestión siguesiendo uno de los principales temas pen-dientes, no sólo en las sociedades tradi-cionales y autoritarias sino en las socie-dades de mayor tradición democrática.

Cuando nos preguntamos por la bajaefectividad de los códigos legales y jurídi-cos no podemos menos que considerarlos factores psicosociales que han inter-venido tanto en su formulación, como ensu aplicación. En la formulación dedichos códigos están presentes los valo-res de toda la sociedad y en su aplicaciónintervienen personas y maneras de pro-ceder que nos remiten a actitudes perso-nales e ideologías políticas. Las deficien-

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Author identifies three factors: a) inadecuacies in formulation of legal codes, b) values ofpersons who administrate justice, judges, prosecutors , etc. , c) problems in coordinationbetween diferent levels of justice and insuficiency of resources for legal procedures. In adi-tion to those factors operating in the interior of procedural rules, The author considersother psychosocial questions, i.e. traditional sexism of general society . Finally, differentinstitutions coping to prevent and erradicate gender violence have different discourses onorigins, causes and intervention models in this problem.

KEY WORDSGender violence, Deficiencies in legal codes, Coordination betwen different levels,

Values of people, Discourses of social institutions.

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cias y el sexismo que siguen estando pre-sentes en la administración de justicia enesta área dependen de dos factores fun-damentales: En primer lugar la insufi-ciencia de los códigos jurídicos; y ensegundo lugar, la inadecuación de los pro-cedimientos judiciales para aplicar dichoscódigos. En ambas cuestiones estánimplicados importantes dimensiones psi-cosociales que vamos a explicitar en elpresente texto.

Marco jurídico insatisfactorio:codificación, valores y engranajedel sistema judicial

El discurso jurídico es un texto que vamas allá de su condición lingüística paraconvertirse en portavoz de las represen-taciones ideológicas del poder. SegúnBourdieu (2000), es un lugar en el quelas relaciones de fuerza se convierten enrelaciones de sentido. Como código sim-bólico regulativo de primera magnitudque es, el discruso jurídico opera comoun campo de fuerzas entre grupos ocolectivos en competencia. Lo jurídicoresuelve los conflictos de interpretaciónen una dirección concreta, designando elmayor o menor poder de los colectivos enconflicto. El problema de muchos códigostradicionales que regulan la violenciacontra las mujeres es doble: por unaparte contienen representaciones sexis-tas, que reproducen el diferente poder delos hombres y las mujeres y, por otra,mantienen la inercia de esas mismasposiciones de poder y se inclinan haciainterpretaciones sexistas de fórmulas que“teóricamente” podrían ser interpretados

de una forma igualitaria. La significaciónefectiva de un código jurídico no resideen sí mismo, sino como todo lenguaje otodo discurso, adquiere significación enrelación con un contexto. La codificaciónde los delitos, que no es otra cosa que lacreación de términos específicos paradenominar los delitos, limita el espaciode representacion de los hechos objeto deatención jurídica y también, el repertoriode soluciones jurídicas posibles. La defi-nición de infanticidio antes de la reformadel codigo penal en el año 1978, excluíade la comision de ese delito a los hom-bres y a muchas mujeres ya que solo seaplicaba a las madres que mataban a sushijos en un periodo menor de 36 horasdespués del nacimiento y con el objetivode evitar la deshonra. (Fdz Villanueva, etalt. 1987) De ese modo todos los hom-bres y también las mujeres que no acre-ditaban tener “honra” (p.ej, las prostitu-tas) quedaban excluidos de ser reos/asde ese delito, que era considerado comoun homicidio atenuado. La honra y lahonestidad supuesta a los delincuentespreviamente incidía mucho no solo en laGRAVEDAD de las acusaciones imputa-das a los reos, sino en la misma denomi-nación de los delitos. Y, por otra parte,los conceptos de honra o de honestidadhan tenido significados muy distintospara hombres y para mujeres cuandoeran manejados por la justicia1.

En definitiva, las codificaciones jurídi-cas se sostienen sobre determinadosmodos de representación de las relacio-nes interpersonales. Se asientan sobresuposiciones acerca de lo que es acepta-ble para cada actor, siempre en relación

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1 El concepto de honra que aparece en los antiguos códigos españoles muy frecuentemente como modificador delas sanciones, tiene un significado bien diferente si se aplica hombres o a mujeres. La honra para las mujeres se vin-culaba estrechamente al comportamiento sexual excluyendo de la honra a las prostitutas, las infieles o las simple-mente libres en su sexualidad. Para los hombres, la honra no tenia nada que ver con la sexualidad y sobre todo serelacionaba con su credibilidad o su valoración como trabajador o su papel en relación a la vida pública. La conductade los hombres en la vida privada no se tenía en cuenta a la hora de evaluar los delitos y de atribuir sanciones. Por elcontrario, el comportamiento de la mujer en la esfera de la vida pública se sobredimensionaba, se escudriñaba y esta-ba sometido a sospecha permanente.

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con su posición social (poder) frente a losotros. El poder siempre esconde o mini-miza ciertas formas de violencia cuandose ejercen sobre los derivados de él. En elcaso de la violencia de género el poder haoperado de dos formas complementarias:por un lado se han legalizado muchosactos de violencia de hombres por el sim-ple objetivo de mantener la dominaciónmasculina. Y por otro, se han castigadolegalmente muchos actos de ejercicio dederechos de mujeres por la misma razón.Las acciones de unos y otros se han eva-luado jurídicamente según sus conse-cuencias futuras en las relaciones depoder entre ambos.

1. Marco jurídico insatisfactorio.El problema de la codificación escasao inadecuada

En los niveles que hoy día han alcan-zado las legislaciones española y euro-pea, muchas personas consideran quelos déficit en la consideración y la penali-zación de la violencia familiar no sedeben a la falta de normas o a la inade-cuación de los códigos jurídicos sino másbien a la aplicación de dichas normas.Durante todo el periodo democrático hasido reiterativo el discurso que señalaque ya se han hecho suficientes cambioslegales y que, por consiguiente ya sólofalta que de verdad se apliquen o que seapliquen bien. Paralelamente, ha sidoreterativo el hecho de que poco despuésde cada una de las reformas ha sidonecesario desarrollar y modificar las fór-mulas anteriores.

Una primera fuente de inadecuacióndel derecho es la falta de presencia orepresentación de situaciones realesque se producen entre los agresores y lasvíctimas, por no considerar importantesalgunas diferencias y muy generalmentepor no dar el peso correspondiente a ladesigualdad real que mediatiza sus rela-ciones.

La necesidad de no dejar sin presen-cia jurídica ni un resquicio de las posi-bles situaciones de violencia que se pue-den dar entre actores desiguales es evi-dente. Cualquier ausencia o falta deregulación es interpretado en favor delos agresores y en contra de la partemas débil. Como ejemplo ponemos elcaso siguiente: El nuevo Código Penal,reformado en 1995 entiende por “viola-ción” el acceso carnal por vía vaginal,anal o bucal que implique fuerza o inti-midación, así como la introducción deobjetos”. Esta formulación puede dejarfuera el caso de la penetración con losdedos, basándose en el argumento deque el agresor emplea los dedos, que noson un objeto, sino una parte de su cuer-po. Esta posibilidad de interpretaciónpodría ser muy grave, porque se podríaaplicar no solo a violaciones de mujeressino a bastantes casos de agresiónsexual a niños, con los cuales esta prác-tica es más frecuente. Así pues, es nece-sario hacer continuamente un trabajode explicitación y concreción de lacasuística de los delitos, modificandolos puntos específicos que puedan sermalinterpretados.

Y aún hoy existen muchas otras defi-ciencias en la codificación de los delitosde violencia de género: La violencia psí-quica está jurídicamente muy indefiniday presenta dificultades para ser aprecia-da; las faltas de respeto a los hijos noestán reflejadas de ningún modo en elcódigo penal y deberían estarlo. La totali-dad de los actos de malos tratos a lasmujeres deberían ser considerados a lavez faltas de respeto y abuso de autori-dad ante los hijos y no lo son. La defini-ción del agravante de parentesco no seaplica cuando los agresores son ex mari-dos o ex cónyuges, lo cual implica la noconsideración de especial gravedad enalgunas agresiones realizadas en realidaden el marco de una relación afectiva queno ha desaparecido aunque se haya rotoel vínculo legal.

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2. El desajuste entre los elementosdel sistema judicial

Las leyes y los preceptos legales for-man un engranaje de piezas de significa-ción articuladas entre sí, por lo tanto, sufuncionamiento depende las conexionesinterpretativas entre unos y otros princi-pios y de la coherencia entre aquellosprincipios de tipo más general y los decarácter más específico. No nos referimossólo a la descoordinación entre las ins-tancias judiciales, lo cual es evidente,sino más bien a la distancia, desacuerdoo falta de encaje entre unos principios yotros del propio sistema jurídico tal comoestá formulado.

Nuestra justicia contiene, junto a losprincipios igualitarios de la Constitucióny de algunas leyes generales, formulacio-nes concretas que siguen reflejando ver-siones masculinas de la realidad y que,al aplicarlos, no se adecuan a la letra, nial espíritu de la ley. La apreciación de lagravedad de los delitos por el único indi-cador del número de dias que tardan encurar las lesiones, la definición de la ate-nuante de arrebato o estímulos podero-sos, son piezas del discurso jurídicosumamente importantes a la hora deconcluir en un resultado justo en la apli-cación de la justicia.

Los casos de violencia contra lasmujeres en la familia se enjuiciabanhasta hace poco dentro de los delitoscontra las personas, pero su clara insu-ficiencia en recoger las verdaderasdimensiones de los incidentes, su espe-cial peculiaridad y sus circunstanciascualificadoras de la gravedad hizo nece-sario crear el delito de violencia familiarsostenida o habitual, como delito especí-fico que además queda matizado por laconsideración de sus diversos grados.Eso fue una aspiración de muchos añospor parte de varios colectivos de aboga-das y juezas que se ha conseguido

recientemente. Sin embargo, la “habi-tualidad” en la violencia familiar sesigue en muchos casos entendiendo einterpretando como simple reincidencia,lo cual no representa la gravedad y lacontinuidad del delito de violencia habi-tual como se pretendía y vuelve a perju-dicar a las víctimas minimizando loshechos cometidos por el agresor (Varelay Uribarrena 2002).

Las formulación de los delitos en elCódigo Penal debe ir acompañada deotras definiciones de lo que se puedenconsiderar pruebas y de las pruebas queson suficientes para codificar cada unode los delitos. Por otra parte, para con-seguir y hacer valer las correspondien-tes pruebas es necesario establecerregulaciones o canales judiciales en losdiferentes ámbitos de la vida cotidianadonde se producen frecuentementedichos delitos. Con respecto al acososexual, ha sido reglamentado no sólopor la introducción del delito de acosoen el código penal, sino por la creaciónde instancias especiales, en las empre-sas o en los centros de trabajo o educa-tivos, que puedan hacer real la posibili-dad de conseguir pruebas de dicho deli-to y hacerlas valer en caso de denuncia.En el caso de la violencia doméstica, ydada la especial dificultad derivada deque los delitos se suelen cometer en elámbito doméstico, es notable la defi-ciencia de las instancias o canales a tra-vés de los cuales se pueda recoger prue-bas más completas de la realidad de loshechos.

Esta coordinación de las piezas de lareglamentación jurídica es fundamentalsobre todo para atender a los delitos quese producen amparados por las situacio-nes de desigualdad de poder, en las cua-les, la ocultación de pruebas y la coac-ción y amenaza se ciernen sobre las victi-mas impidiendo que las denuncias seproduzcan y prosperen.

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Las personas implicadas en laadministración de justicia comomediadoras en la interpretación de losdelitos y las atribuciones deresponsabilidad

Desde los primeros eslabones de losprocedimientos judiciales, desde el mismomomento en que se registra el relato delos delitos y de los incidentes que van aser enjuiciados, las personas que inter-pretan y registran los casos son impor-tantes mediadores entre los hechos cons-titutivos de delito y la respuesta final dela justicia. Las personas (policías, médi-cos jueces), atribuyen causas y responsa-bilidades de los hechos y sobre todo, tra-mitan los procedimientos judiciales.

Cada uno de esos agentes personalespueden cambiar de algún modo las tra-yectorias de los juicios y los resultadosde las sanciones. Los procesos de atribu-ción de culpabilidad previos a los juicios,los valores morales que legitiman o ilegi-timan los hechos, o la conciencia de lasconsecuencias que sobrevendrán a losimplicados en los delitos, mediatizan dealgún modo las versiones de los hechosla consideración de los atenuantes y losagravantes y en definitiva, la imposiciónde sanciones.

Los jueces, y los fiscales ejercen elpoder de impedir, distorsionar o canalizaradecuadamente los trámites necesariospara que se produzcan las sancionespenales. Por ello, son las personas másinfluyentes en la administración de losprocesos judiciales. La disparidad de sen-tencias entre diversos jueces es un hechoprobado desde los inicios de la psicologíajurídica. Diamond y Zeisel (1975) mostra-ron importantes discrepancias entrediversos jueces sobre la conveniencia deencarcelar o no a determinados reos osobre el periodo en el que estos deberíanpermanecer en cárcel. Sobral y otros(1994) mostraron en nuestro país unagran disparidad en las sentencias emiti-

das por varios jueces. Una de las másimportantes razones de la disparidad erael sexo de los reos y tambien la severidaddel delito, pero más relevante que la dis-paridad es que “el juez no parece actuartanto como un elemento de mediaciónentre un marco jurídico –normativo y suaplicación a un ciudadano concreto, sinomás bien parece “construir” un marcocognitivo para valorar los hechos a ima-gen y semejanza de su jerarquía de valo-res, es decir de sus opciones político-ideo-lógicas”, (Sobral y Bernal, 1994 p.). Losjueces dan poca importancia a la situa-ción real que viven las mujeres, por ejem-plo, dan permisos de visitas a maltratado-res a sabiendas del peligro que corren loshijos y las mujeres, (Villar Laiz) 2002). Delmismo modo, dan poca importancia a losimpagos de pensiones y sólo procedencontra los impagadores cuando se acredi-ta un resultado “lesivo” para los hijos o laesposa, lo cual es muy raramente ( PardoGonzalez, 2002)

A los jueces les siguen en importanciacomo mediadores judiciales los abogadosacusadores y defensores. No se puededescuidar la influencia de los testigos, losque recogen la información médica, losforenses, o las personas o institucionesque pueden ejercer de acusadoras odenunciantes además de quienes sufrenlos delitos. Para conseguir y hacer valerlas pruebas es necesario la constatacióny evaluación adecuada de las lesionessufridas por las víctimas. que hasta elmomento presente han sido ocultadaspor aquellos agentes personales que tie-nen el reconocimiento y derecho dehacerlo. Los médicos que atienden laslesiones de los delitos de violenciadoméstica tienen el reconocimiento socialy el derecho a señalar los daños físicos ypsíquicos de las víctimas aunque ellas nolo denuncien. Sin embargo, en ocasionesno sólo no denuncian, sino que puedenllegar a ocultar o minimizar los daños yasea por actitudes sexistas o simplementepor una tendencia a evitar entrar en las

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cuestiones que se juegan en el ámbito delo privado, de la familia. A pesar de laobligación legal de informar sobre laslesiones de las víctimas, los médicos noquieren hacer informes donde se certifi-que que una mujer ha sufrido violenciadoméstica. A pesar de los formulariosque existen en los centros de urgenciapara recoger con precisión las lesionessufridas, tampoco los partes se hacencon detalle para que se puedan utilizardespués en los juicios.

Para el mismo objetivo, conseguir yhacer valer las pruebas de los delitos,especialmente en el caso de la violenciacontra las mujeres es necesario la exis-tencia de testigos. En los llamados jui-cios de faltas, que corresponden a losactos de violencia menos graves, la prue-ba de testigos es sumamente importante.La prueba testifical se considera comouna prueba del delito y produce caso conseguridad una sentencia condenatoria.Hay que tener en cuenta que en los deli-tos que se producen entre personas liga-da por parentesco y en lugares y situa-ciones protegidas del público, como elnúcleo familiar, uno de los mas impor-tantes obstáculos para sancionar el deli-tos de violencia es la presunción de ino-cencia del agresor. Sin embargo, en el62% de los juicios de faltas en que sepractica prueba testifical, esta destruyela presunción de inocencia con lo cual elproceso judicial puede seguir <avanzan-do hasta la imposición de sanciones alagresor. Todavía hoy, son muy pocos lostestigos que comparecen y ello contribu-ye en muchos casos a la impunidad

Los abogados defensores tambienafectan (en general mas bien de formapositiva) a las victimas, contribuyendo alenjuiciamiento justo. Según el estudio dela Asociación de Juristas Themis (1999),cuando los abogados defensores asisten,las solicitudes de condena son muchomas altas, incluso superiores a los quese producen cuando hay partes de lesio-

nes y la víctima se ratifica en su acusa-ción. No obstante, sólo están presentesen un 10% de los procedimientos, y suacusación presenta deficiencias. No seinteresan por los cambios en la codifica-ción de los delitos, no recurren uno delos más importantes fallos de los procedi-mientos judiciales por violencia domesti-ca (que se consideren “faltas” a determi-nados “delitos”) ni procuran la acumula-ción de los procedimientos judiciales encasos de habitualidad.

Sin duda los más importantes media-dores jurídicos son los jueces y los fisca-les. Ellos tienen la mayor responsabili-dad en la apreciación de la gravedad delos delitos las atribuciones de responsa-bilidad de los agresores y las víctimas yla aplicación de las circunstancias ate-nuantes y agravantes. En el caso de losjueces, su papel es determinante desde elinicio de los procedimientos judiciales, yaque les corresponde abrir los juicios,pedir información, decretar las medidasprovisionales, etc. La misma denomina-ción de los delitos puede ya estar sesga-da hacia valores sexistas. Por ejemplo,abrir un juicio de faltas o un juicio dedelitos implica ya de por sí una variaciónde las posibles condenas, normalmenteen la línea de reducir la apreciación de lagravedad de los daños en la víctima. Enla violencia doméstica, es muy frecuenteeste sesgo sexista que favorece a losagresores hombres, ya que hay una rela-tiva variabilidad en la cuantía de losdaños que pueden ser codificados de unau otra forma, y además por la falta deapreciación de los daños psicológicos enla víctima, hecho favorecido por la ausen-cia hasta hace poco de tales daños en elcódigo penal.

Este sesgo sexista no siempre es fácilde reducir, precisamente por ese margende variabilidad que el código penal poneen manos de los que interpretan loshechos, pero sobre todo porque el códigopenal no está, parece, preparado para

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evaluar con justicia los delitos de agre-sión y violencia de género hasta que noincluya con toda precisión el daño psico-lógico, la amenaza y la coerción de losagresores sobre las víctimas que se sueleejercer en el marco de una relación sos-tenida durante tiempo. Por ello muyrecientemente se ha incluido el delito demaltrato, que atiende a esa cuestión dela relación coercitiva sostenida y estanueva codificación podría captar algunosprocesos de violencia continuada y darpaso a la evaluación de su gravedad,tanto en lo físico como en lo psicológico.Pero la falta de sanción a los jueces per-mite todavía muchos casos de arbitrarie-dad casi siempre en una dirección sexis-ta. Algunas arbitrariedades van directa-mente contra las propias normas. Cuan-do la víctima mantiene la acusación deviolencia y el agresor confiesa los hechosno se debería, es una aberración jurídicadictar una sentencia absolutoria por”falta de pruebas”. Sin embargo, se hanencontrado sentencias absolutorias deestas características, es decir contra lalegalidad vigente, sin que ello supongacuestionamiento alguno de los jueces quelas han emitido. (Themis ..1999..)

Otras veces no se cometen arbitrarie-dades propiamente dichas sino “descui-dos” o formas de proceder que dañan laconstrucción de las responsabilidades ylas culpabilidades. Es persistente el há-bito de dar el mismo valor a la palabra delos agresores que a la de las víctimas,sabiendo que, en general los agresoressuelen minimizar las consecuencias de

sus acciones y no considerarse culpablesde algunos hechos y conociendo las dife-rencias claras de poder en que agresoresy víctimas se sitúan y las amenazas delas que las víctimas son objeto frecuente-mente. A pesar de la recomendación jurí-dica llamada “inversión de la carga de laprueba” que sitúa el énfasis de la demos-tración de los hechos en el agresor y noen la denunciante, sigue persistiendo lapráctica de la palabra del agresor frente ala palabra de la víctima, que lleva nopocas veces a la inexistencia de una con-clusión explícita, lo cual siempre favoreceal agresor.

Hay mucho de aplicación e interpreta-ción inadecuada de los atenuantes y losagravantes. Son famosos los casos del“ensañamiento”, En dos sentencias delTribunal Superior de Justicia de Catalu-ña, la primera dictada en Enero de 1999y la segunda el 17 de Mayo de 2000. nose aplica el agravante de ensañamiento,en el primer caso a un hombre que dasetenta puñaladas a su pareja y en elsegundo a otro que patea, (17 patadas)estrangula por la espalda y finalmentedescuartiza a su pareja. Se da la casuali-dad de que estos dos sesgos de interpre-tación de los delitos que desfavorecen alos más débiles se han producido en lostribunales de superior nivel, Estos tribu-nales carecen de mujeres en proporciónsuficiente, ya que son los de más altonivel, a los que las mujeres llegan mástarde y en condiciones de menor capaci-dad de ejercer influencia, porque sonmás minoritarias.2 Por otra parte, son los

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2 Las dos sentencias ya habían pasado antes por un tribunal de nivel inferior, que había dictaminado penasmayores porque sí había apreciado los agravantes. Pero fueron recurridas y el TSJC les rebajó la condena, se produjoun efecto en la codificación del delito, que pudo haber sido considerado asesinato, si se hubiese apreciado los agra-vantes de alevosía, ensañamiento y parentesco, pero sólo fue considerado homicidio, porque la victima no era parejalegal, sino compañera sentimental, tampoco pudo apreciarse alevosía ni ensañamiento....Finalmente la primera sen-tencia fue recurrida ante el Tribunal Supremo, que si apreció ensañamiento. (hay que señalar hasta dónde hubo quellegar para conseguir que se produjera un acto de justicia tan primario, que consiste simplemente en apreciar lo quedesde cualquier mirada es evidente.) Por otra parte, no olvidemos que no todas las personas pueden tener el mismotipo de acceso al Tribunal Supremo, porque no todas disponen de los recursos materiales o del poder social necesariopara hacerlas llegar a dicho tribunal.

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que marcan las pautas de interpretaciónde los delitos enjuiciados posteriormente.Estas dos circunstancias actúan en con-junto tendiendo a perpetuar el sesgo tra-dicional y sexista de la justicia

La interpretación sexista de algunosjueces y en consecuencia la existencia desexismo en la administración de justiciaha sido puesta de relieve desde los años80 hasta la actualidad. Ya en 1988 unanálisis de sentencias emitidas en el Tri-bunal supremo español sobre casos deparricidio cometidos por hombres y pormujeres. mostraba la diferente gravedadde las penas impuestas a hombres ymujeres por el delito de parricido, la apli-cación sesgada de atenuantes y agravan-tes según se tratase de agresores hom-bres o mujeres y, como consecuencia ladesigualdad en las condenas impuestas(fernández VillanuevaA et al. 1988). Enotro estudio del mismo tipo se presenta-ba una amplia variedad de argumentossexistas que fundamentaban algunassentencias (Perez Ruiz, 1987).

En el análisis de 100 sentencias poste-riores a al reforma del Codigo Penal delaño 1995, (del 96 al 2001) se vuelve acorroborar la mayor cuantía de las penasimpuestas a mujeres por el mismo delito(parricidio entre cónyuges) “en el seno dela pareja en el caso en que ellas mataronse aplicaron las penas más altas y sóloen una se determinó la concurrencia deuna eximente incompleta debido a la vio-lencia habitual que venía sufriendo en laconvivencia en pareja...” en cambio “enlos que efectúan los hombres, consuma-dos o en tentativa tanto de homicidiocomo de asesinato, aún concurriendocon delito de malos tratos habituales, seaplica los mínimos previstos...” (Mujer yJusticia, 2002 p. 25 )

Según el informe Themis (1999) Lossesgos y distorsiones más relevantes enla interpretación judicial son los siguien-tes:

1. Interpretación de delitos como fal-tas, lo que significa considerar unamenor gravedad de lo que correspondesegún las propias calificaciones legales.En este sentido es un sesgo muy frecuen-te la desconsideración de la gravedad delas amenazas de muerte, que de acuerdoa la calificación legal se deberían consi-derar como delito, pero se consideransistemáticamente como una falta, sinindagar las circunstancias en que se hadesarrollado la amenaza y sin que enningún caso se hayan adoptado medidasde protección de la víctima.

2. Interpretación de cada delito indivi-dualmente y no teniendo en cuenta losmalos tratos anteriores. Los malos tratoscon anterioridad no suelen reflejarse enlos protocolos de denuncia, sin embargoel 50% de las víctimas relatan haber sidoobjeto de malos tratos con anterioridad,aunque sólo el 15 % de ellas han sidodenunciadas antes. Sobre las agresionesanteriores ni se pregunta ni se indaga, nise incluyen las que han sido denuncia-das en los protocolos de las denunciasactuales.

Procedimientos judicialesy enjuiciamiento sexista

La interpretación de los hechos y lasactitudes y la conducta de los encarga-dos de tramitar el procedimiento judicialno son los únicos obstáculos que dificul-tan o retrasan el ejercicio de la justicia.Un factor importante que se añade aéste, es la secuencia del procedimientojudicial que hay que seguir hasta llegaral final de una denuncia. Del mimo modoque hemos señalado la importancia delencaje entre las definiciones del CódigoPenal y la coordinación entre las diversaspiezas del discurso jurídico, debemosseñalar la concordancia y la coordinaciónentre las instancias judiciales y la facili-dad o dificultad para completar los dife-rentes pasos hasta llegar a la resolución

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de los expedientes. Habría que investigara fondo las razones por las que se retiranmuchas denuncias. La ineficacia, lenti-tud o dificultad de los procesos judicialespueden hacer desistir a las denunciantesal estar convencidas de que no van aprosperar y, como consecuencia, se van avolver contra ellas mismas, como unefecto boomerang. Entre todas las dimen-siones del procedimiento judicial pode-mos subrayar por su importancia lassiguientes:

La consecución y la presentación depruebas necesita un procedimiento ade-cuado para que no quede ningún ele-mento importante sin ser incluido en losjuicios. Sin embargo, todavía persistenmuchas dificultades para que esto seauna realidad. Los formularios de lasdenuncias no recogen muchos datosimportantes, sobre todo los que indicandaños psicológicos sufridos por las vícti-mas. Además, no se incorporan los rela-tos de anteriores denuncias con lo quese pierde casi siempre la condición de“delito continuado” o “habitualidad” Aello se añaden dificultades en los meca-nismos para hacer las comparecencias ylas reglas que se aplican en las compare-cencias. La falta de comparecencia, queen muchas ocasiones se debe a los cam-bios de domicilio de las víctimas amena-zadas son con frecuencia, razón sufi-ciente para que se sobresean o archivenlas denuncias. Lo mismo sucede con laretirada de las denuncias o el perdón delas víctimas, actos que producen elarchivo y el sobreseimiento de las cau-sas, a pesar de que ninguna de esas cir-cunstancias están ni recogidas ni justifi-cadas legalmente como razones delarchivo de las denuncias. Finalmente,hay que tener en cuenta la falta dehomologación de las normas de procedi-miento y organización de toda la admi-nistración de justicia. Normas que seña-len, por ejemplo, en qué condiciones sepuede o no se puede archivar unadenuncia

Las interpretaciones inadecuadasentre otros factores conducen a que un30% de los procedimientos judicialesanalizados se sobresean, es decir, no lle-guen ni a la fase del juicio, por decisióndel juez de instrucción (Themis, ops cit).Los efectos psicosociales para los impli-cados son claramente discriminatorios.Mientras las víctimas han tenido quepasar por el difícil trámite de la denunciacon las consecuencias interpersonalesque ello conlleva, los agresores en estoscasos, ni siquiera llegan a comparecerante el juez en calidad de imputados. Enestas condiciones sería muy importanteque el ministerio fiscal no permitiera laexistencia de irregularidades o sesgos deinterpretación similares a los que hemoscomentado. Sin embargo, los fiscales seinhiben, no impugnan los archivos de losprocedimientos. Solicitan la absoluciónen demasiados casos. Cuando existe per-dón de la víctima suelen decir que “lacondena para una de las partes puedeser un mal superior a la absolución”. Sinembargo convendría preguntarse enestos casos para quién sería un malsuperior: ¿ para el agresor?, ¿ para lasvíctimas? ¿para la sociedad en general? ypor otra parte, ¿qué pasa con los proce-sos del mismo tipo que se enjuicien en elfuturo? La absolución de un procesoinjusto es la posibilidad de una impuni-dad para los procesos similares que sedesarrollen en el futuro. Cada delito deviolencia familiar, por ejemplo, no essolamente un asunto privado, es unasunto publico, y su sanción o absolu-ción significa la medida en que es o noimportante para las cuestiones públicas.

Las condiciones de celebración de losjuicios son otro de los más importantesobstáculos para llevar a termino los pro-cesos. La lentitud y escasez de datos delos informes forenses, que muchas vecesse realizan cuando los signos externos dela violencia ya han desaparecido, y condictámenes incompletos, generales y nohomologados, el cumplimento de las

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penas de arresto se realiza en el propiohogar de los agresores que es a la vez elde las víctimas, la lentitud en la celebra-ción de los juicios (entre seis meses y dosaños cuando no se trata de un juiciorápido) y las medidas provisionales o lasdecisiones que los jueces toman en casode sanciones leves a los agresores, pro-ducen en las víctimas una situación dedesprotección y vulnerabilidad que sevuelve contra ellas y les impide atender atodas las exigencias judiciales necesariaspara que los juicios lleguen a su fin.Todas estas cuestiones se agravan encasos de escasez de recursos económicosde las víctimas y cuando tienen hijos quedificultan la movilidad y la protecciónpersonal.

Actitudes sociales y discursos de lasinstituciones y de los analistas sobrela violencia de las mujeres y suinfluencia en los enfoques legislativos

Actitudes sociales: estereotiposde género e incomprensión socialde la realidad de la violencia

Si existen las deficiencias que hemoscomentado en la apreciación, el procedi-miento y la sanción de los delitos de vio-lencia doméstica, se debe en parte a lageneralidad de las actitudes socialessexistas que aún persisten, a la vez quese constata una cada vez mayor preocu-pación por este problema. Las actitudessexistas se resisten al cambio, tanto enlos analistas como en los jueces, en lospolíticos, las instituciones, y la sociedad,incluyendo en ocasiones a las propiasvíctimas. Las actitudes negativas hacialas mujeres no se constatan solamenteen las sentencias criticadas como injus-tas sino de una forma más sutil, comouna resistencia pasiva a tomar medidas,como una trivialización del problema ocomo un simple retraso o posposición delas políticas para atajarlo. Como conclu-sión, a pesar de todos los cambios que se

han producido en los últimos años y enlos sucesivos gobiernos, las mujeressiguen sintiéndose desprotegidas y conuna gran sensación de injusticia e inde-fensión. (Cf. Villanueva, et al... 2003)

La incomprensión del fenómeno y laatribución inadecuada de sus causas semantienen incluso en expertos y trabaja-dores sociales dedicados al tema, atribu-yendo erróneamente las causas y loscondicionantes de la violencia. Se dademasiada importancia a causas exter-nas como el alcohol o a los condicionan-tes psicológicos de los agresores y las víc-timas, minimizando las cuestionesestructurales. El alcohol, junto con otrasdrogadicciones, son circunstancias queconcurren sólo en una de cada cincoagresiones, es decir, el 20%. No obstantela frecuencia con que el alcohol se aplicacomo atenuante es mucho más alta. Lomismo ocurre con los condicionantes detipo psicológico, como los trastornos depersonalidad. A pesar de que sólo el 5%de los agresores ha sido diagnosticado dealgún tipo de trastorno mental, se siguediciendo que la violencia es producto depersonalidades enfermas (Themis, opscit...)

Estereotipos sexistas y mitos ances-trales persisten de forma quizá inadverti-da en algunos retratos-tipo de hombresagresores y de mujeres víctima que mez-clan las dimensiones sociales con las psi-cológicas contribuyendo a crear interpre-taciones irreales del problema de la vio-lencia de género. El retrato-tipo de hom-bre agresor nos presenta un varón inca-paz de tolerar la frustración y de aceptarresponsabilidades por sus actos, celoso,temeroso de que su mujer le abandone,alcohólico, temeroso de la impotencia,doble personalidad (amorosa y violenta)dependiente, baja autoestima, ha apren-dido a agredir o ha sido agredido. Elretrato tipo de mujer víctima nos describeuna persona con baja autoestima, senti-mientos de culpabilidad, temerosa de la

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vida, incapaz de resolver su situación,tradicional en cuanto a la concepción delhogar y los roles masculinos y femeni-nos, basa sus sentimientos de valía e elhecho de conquistar y mantener a unhombre a su lado...siente que no tienenderecho a defenderse, cree que nadie lapuede ayudar a resolver sus problemas,teme el estigma del divorcio, tendencia alaislamiento social, etc.

Lo cierto es que muchos de los rasgosque se atribuyen a la personalidad muybien podrían ser en realidad, estructura-les, consecuencia de la interiorización delas condiciones de la situación. Lasupuesta psicología de los varones agre-sores no se puede separar de las actitu-des sociales machistas y de la permisivi-dad social y jurídica de la violencia mas-culina. La supuesta psicología de lasmujeres víctimas tiene mucho de realdesvalimiento social en que quedansituadas las mujeres que por azar entranen una relación asimétrica de poder. Y enunas condiciones fuera de su control. Noobstante la interpretación que se derivade los patrones tipo de hombres y muje-res implicados en la violencia domésticatiende a reforzar la dimensión psicológicay a minimizar la importancia de los vín-culos interpersonales entre el agresor yla víctima, formados y reforzados social-mente en un contexto de dominaciónsocial de hombres y mujeres sostenidopor la estructura económica, la dinámicasocial, las leyes y los estereotipos socia-les.

A pesar del enorme esfuerzo informati-vo que se ha desplegado en los últimosaños informando puntualmente de loscasos más dramáticos en el momento enque se producen, todavía se desconoceno se minimizan las dificultades de la apli-cación de la justicia en estos casos.Cuando aparecen en los medios decomunicación sentencias injustas queson ampliamente comentadas no faltaquien dice que se trata de excepciones,

de casos particulares, como si no forma-ran parte de un entramando judicial enel que son posibles y más bien señalan lapunta de iceberg de otros muchos casosque no son tan evidentes. La presenciahoy día en el terreno judicial de unamplio porcentaje de juezas se tomacomo argumento para desautorizar lasdificultades de las víctimas cuando acu-den a denunciar la violencia. A pesar deque más del 50% de las juezas son muje-res no se puede concluir que por ello “nohay motivos para que la mujer se sientadesamparada”, En primer lugar, no todaslas mujeres que han llegado a la judica-tura tienen una actitud de defensa clarade la igualdad, ni todas aquellas que tie-nen una actitud de defensa clara de laigualdad pueden hacer efectiva esa igual-dad en los enjuiciamientos, puesto queson dificultadas por los procedimientos,la definición de los atenuantes y los agra-vantes, la actitud de los fiscales y laspropias costumbres sexistas del procedi-miento judicial que están vigentes. Ensegundo lugar, las mujeres todavía nohan llegado por igual a los últimos esca-lones del mundo judicial desde donde sehacen efectivos los cambios en la legisla-ción y se dicta la jurisprudencia.

Tampoco falta quien atribuye todo elproblema de la violencia doméstica asimples cuestiones individuales de rela-ción entre individuos añadiendo comoconsecuencia la apreciación de que setrata de casos aislados, casos naturales oque siempre existirán. Se trata de unaactitud de trivialización del problema,cuando no de culpabilización de las vícti-mas, que ignora la dificultad de romperel ciclo de la violencia una vez que empie-za, precisamente debido a las cuestioneslegales, las resistencia sociales a hacersecargo del problema y las actitudes sexis-tas de los enjuiciadores y la falta de pre-paración de las instituciones. Convieneseñalar que esta actitud está mas exten-dida de lo que parece, aunque no seapolíticamente correcto reconocerla lle-

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gando a ser adoptada por bastantesmujeres (Fdz. Villanueva, 2003). Estasculpabilizan y desprecian a sus congene-res que sufren la violencia doméstica,(particularmente las que viven en socie-dades democráticas como la nuestra)bajo el supuesto de que aguantan dema-siado o son masoquistas o cobardes ointeresadas. A ello contribuye la aprecia-ción inexacta de que la administración dejusticia ha cambiado mucho y, en conse-cuencia, la responsabilidad de evitar elproblema se sitúa en las mujeres que losufren y en su disponibilidad para hacerdenuncias. En este sentido es curiosoconstatar por una parte, un tipo demujeres que creen que la justicia no fun-ciona en absoluto y desprotege a las víc-timas, con otro tipo de mujeres que creenque las cosas han cambiado tanto hoydía que quien aguanta malos tratos esporque tiene algo erróneo en su persona-lidad o simplemente, porque quiere. Estadiscordancia tan extremista y politizadaes una brecha que persiste en el conjun-to de la sociedad acerca de todas lascuestiones referidas al género y que fun-ciona como una resistencia social a lamejora de la igualdad de derechos y dejusticia.

Los discursos de las instituciones

Cualquier posible reforma o modifica-ción legislativa que se haga en el futuroestará basada en un discurso comprensi-vo de la violencia familiar, discurso quesituará el énfasis en determinados facto-res y dará menos importancia a otros.Los discursos de los legisladores asícomo los de los políticos, los de los traba-jadores sociales y de los científicos socia-les se intercalarán para producir estabili-dad o cambio en la legislación siendomuy importante en ello la opinión dequienes pueden modificar los códigospenales, es decir, los juristas, que al fin yal cabo son los que establecen la “letrade la ley”.

Los analistas y las instituciones noson uniformes en las coordenadas bási-cas que tienen en cuenta a la hora deenfrentar el problema. De acuerdo con elInforme sobre violencia familiar realizadopor la comisión nacional de derechoshumanos, (1999), se pueden detectar dis-cursos e interpretaciones variados en lasinstituciones y los expertos, cada uno delos cuales plantea distintas opcionesjudiciales, políticas e individuales paraentender y situarse frente a la cuestión.Las autoras de este informe identificantres discursos en conexión con tres tiposde actitudes hacia la intervención socialen la violencia de género: el discurso fun-cionalista, el discurso reformista y el dis-curso transformador.

El discurso funcionalista es másbien descriptivo y ahistórico, no se pre-gunta por el origen de la violencia degénero, ni por el proceso en que se desa-rrolla ni, por lo tanto, asume de verdadque se podría eliminar. Supone que laviolencia siempre estuvo ahí y siempreestará, ya que está básicamente motiva-da por factores biológicos, naturales opsicopatológicos, o bien por el alcohol. Seposiciona en una perspectiva individua-lista, y pesimista, situando la responsa-bilidad de la emisión de violencia en losindividuos a los que hay que castigar, asícomo reparar los daños a las víctimas.

Desde el punto de vista de los recur-sos jurídicos para abordarla, este discur-so hace hincapié sobre todo en la denun-cia individual y en el ámbito judicial quepueda reparar y castigar Dentro de estediscurso funcionalista se puede situarprecisamente el de la mayoría de los jue-ces los cuales, a pesar de creer en sufunción y ejercerla son pesimistas res-pecto a su éxito o su contribución a erra-dicar la violencia o a reducirla. Los ciu-dadanos creen que los jueces tienen ungran poder y les atribuyen una funciónde “su último recurso o la última palabraa la hora de solucionar las cosas” . Sin

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embargo los jueces manifiestan una acti-tud de inercia y de pesimismo, y de inca-pacidad de llegar a los problemas parti-culares del ámbito privado. Por otra partelos jueces suelen asumir el principio jurí-dico de la igualdad de ciudadanos y ciu-dadanas ante la ley, lo cual desautorizala idea de protección especial a las muje-res, con lo cual nos encontramos con undiscurso conservador que no va a la raízde las cuestiones, porque no se ocupa demodificar las bases del poder y las raícesde la desigualdad.

El discurso reformista se centra en laidea básica de la prevención, con especialreferencia a la educación, en hacer cam-pañas, sensibilización, la informaciónformal e informal de todos los actoressociales y de los agentes institucionales,p.ej. los médicos, los policías, los profe-sores, los niños. Aunque no se plantea deforma muy radical la conexión de la vio-lencia con la desigualdad sí propugnaalgunas medidas para reformar las rela-ciones interpersonales y con ello contri-buye indirectamente a redistribuir lasrelaciones de fuera, resolver los conflictosy reducir la frecuencia y la gravedad delos incidentes. Este discurso no señalamás que indirectamente la mejora delenjuiciamiento, aunque puede introducirimportantes reformas en la intervenciónde los agentes sociales y la reducción deestereotipos y atribuciones erróneas deresponsabilidad.

El discurso transformador entiendela violencia como resultado de un proce-so, en el cual los daños físicos se produ-cen, cada vez más importantes en susetapas finales, pero no son los únicos,sino una parte más de otros daños quedeben ser detectados y evitados. Desdeestos supuestos cuestiona el ordensocial, pone el énfasis en el origen, secentra en la víctima, con especial interésen desculpabilizarla, ya que las institu-ciones o la sociedad en muchos casosterminan por culpabilizar a la víctima...

Se entiende como un tema de Estado, esdecir, que compete a toda la sociedadporque está provocando consecuenciassociales. Este discurso llega a transfor-mar la misma denominación de los tér-minos con que se nombra la cuestión. Deahí ha nacido la denominación de “terro-rismo familiar” para enfatizar ciertasanalogías con el terrorismo político, porej.: es un tema de Estado, es un intentode modificar la posición de poder de ungrupo frente a otro y más allá de losdaños físicos provoca daños en las liber-tades y los derechos de las personas, através de las amenazas y el amedrenta-miento.

Este discurso realiza unas propuestasnuevas en relación a la reforma de loscódigos jurídicos y la mejora de los pro-cedimientos judiciales. Además de propo-ner la revisión de las formulaciones delCódigo Penal en algunas cuestiones,como la definición de los agravantes y losatenuantes, insiste de forma especial enla revisión del procedimiento penal segui-do hasta ahora, para :aplicar mejor elCódigo Penal actual asi como creación deinstituciones nuevas destinadas concre-tamente a este fin, como la fiscalía demujeres, revisión de los atenuantes y losagravantes, formación educativa y trans-formación de los roles tradicionales asig-nados a ambos sexos.

Conclusiones

La violencia contra las mujeres es unindicador de los valores sexistas de unasociedad y puede ser también considera-do como un indicador del cambio produ-cido en esa dirección. Su persistencia esun síntoma de la persistencia de la desi-gualdad e incide en la pérdida fáctica delos derechos teóricamente conseguidos.

La existencia de violencia doméstica, degénero, no sancionada implica ampliasconsecuencias psicosociales para sus víc-

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timas. Supone que la libertad real, ya seaen el ámbito doméstico, el trabajo o el sis-tema educativo, todavía no ha llegadopara muchas mujeres. Detrás de cadamujer agredida, sobre todo si su agresorno es sancionado, no sólo hay daños físi-cos, hay una pérdida de libertad, una res-tricción de sus posibilidades de acción,una incapacidad para ofertar las iniciati-vas de una persona a la vida social. Laviolencia mina la voluntad de las mujeres,restringe sus ámbitos de acción, perjudicasu libertad y debilita su acción social. Lasconsecuencias no son únicamente físicas,sino principalmente psicosociales, interac-cionales, ligadas a la posibilidad de ejerci-cio de los derechos y a la ocupación legíti-ma de espacios de poder y de libertad.Detrás de cada caso de violencia domésti-ca hay una mujer que ha intentado ejercerunos derechos que la sociedad democráti-ca le concede y, sin embargo, alguien den-tro de su hogar se lo impide por la fuerza.

Del análisis de los casos judiciales deviolencia que han acabado en muerte,sabemos que antes de intentar separar-se, la mujer ha sido aislada, cada vezmás limitada para ciertas cuestiones,cada vez mas desvalorizada, arrinconaday más humillada. También sabemos queha recibido amenazas previas, que hancomenzado justo cuando la mujer queríasepararse o cuando lo intentó. Finalmen-te sabemos que la inmensa mayoría delos casos de violencia doméstica se hanproducido después del intento de separa-ción, sea real o simplemente decidido osimplemente pensado. Todos esos datosindican la restricción y la pérdida dederechos y libertades de la víctimadurante un largo periodo de tiempo, loque sin duda es un daño psicológico ysocial, acompañado de daños físicos cadavez más graves. En términos “macroso-ciales” podemos interpretar qué sistemasocial permite que alguien en el seno delas familias ejerza un poder despropor-cionado y además, arbitrario, sobre otraspersonas.

En esas condiciones, los efectos psico-sociales de la violencia trascienden losque se refieren a las víctimas concretas yafectan al sistema político de las socieda-des en que se producen. En la medidaque la violencia familiar permanezcaimpune o mal representada, el funciona-miento de la democracia queda perturba-do porque en unos lugares tan importan-tes cono el seno de las familias existenunos obstáculos “permitidos por el siste-ma” a la libertad de los individuos quetienen menos poder y recursos sociales.Por añadidura, esos obstáculos son im-puestos por personas que causan ade-más daños físicos, incluso la muerte,pero, antes de causar la muerte físicahan causado ya en muchísimas ocasio-nes anteriores, la muerte de los derechosindividuales, la incapacidad de ejercer-los.

De nuevo retomamos las cuestionesestructurales básicas: La desigualdad ysus efectos. La desprotección de lasmujeres, su desigualdad física y psicoló-gica no se tiene en cuenta, ni se recogebien en los códigos. sin embargo, es muypertinente hacer un paralelismo entre ladesprotección de las mujeres y la despro-tección de otras personas cuya vulnera-bilidad está reconocida, por ej, los meno-res. Muchos de los artículos del CódigoPenal que han sido modificados o puedenserlo en el futuro benefician a la vez a lasmujeres y a los menores. Por poner unejemplo, en ambos casos, el perdón de lavíctima o no, puede ser suficiente paraarchivar una causa de agresión o viola-ción. Es muy fácil conseguir el perdón delos que están desprotegidos o en relaciónde dependencia. La protección de lasmujeres contra la violencia necesaria-mente redunda en la protección de otraspersonas de bajo poder social contra laviolencia.

Para desmontar la violencia contra lasmujeres ( y en general contra las perso-nas sometidas a una relación de desi-

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gualdad) hay que desmontar la impuni-dad y la ventaja social de que han disfru-tado los agresores. La violencia familiarha sido una estrategia válida para man-tener un control interpersonal arbitrario,desproporcionado e injusto de unas per-sonas sobre otras, de los hombres sobrelas mujeres como grupos genéricos. Paraque los operadores jurídicos sean efica-ces deben estar apoyados en su funciónpor servicios que faciliten o, al menos, noretrasen el funcionamiento de la justicia,provean a los administradores de justiciade los recursos suficientes para cumplirlos procesos de acuerdo con las exigen-cias de los códigos y sobre todo, establez-can sanciones adecuadas en el caso deque dichos administradores no cumplansu función satisfactoriamente o se desví-en de ella. Como destacó el Defensor delPueblo en la comisión mixta del Congresoy el Senado convocada para informar dela situación de los malos tratos en Espa-ña (3 de Marzo de 1998) “el nuevo CódigoPenal, reformado en 1995, todavía con-

tiene principios discriminatorios y sexis-tas” y por tanto, no puede asegurar eldesarrollo de un funcionamiento justo. Aesos factores presentes en el CódigoPenal se añaden a otras consideraciones,referentes a la lentitud en el funciona-miento de la justicia, la dificultad de acu-mular pruebas fiables para denunciar, ladesprotección en que queda la denun-ciante, el sexismo de los jueces y otrosmediadores judiciales y la insuficiencialegislativa. Para desmontar todo ello senecesita un gran esfuerzo que vaya en lalínea de mejorar el enjuiciamiento deestos delitos y sobre todo, de proteger alas denunciantes de sus posibles agreso-res. A todo ello hay que sumar el esfuer-zo que va a suponer la prevención y larehabilitación de los agresores. Aun sien-do todo ello importante, no debemos olvi-dar lo que es más prioritario y urgente,evitar la comisión de mas crímenes y estose hace fundamentalmente, mejorando lalegislación y protegiendo a las posiblesvíctimas.

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