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L as reflexiones anteriores nos han permitido iniciar el análisis de lo que significa entrar a un nuevo tiempo. En la reflexión anterior visitábamos siete retos, áreas de cambios y conquistas que forman parte de esa visión del nuevo tiempo. Estos retos son: expectación, esfuerzo, entusiasmo, energía, iluminación (revelación), perseverancia y alcance. Estos retos son los mismos que encontró Nehemías para la reconstrucción de esa ciudad de Jerusalén. Estos retos son los mismos que encontró Josué dirigiendo al pueblo de Israel en la conquista de la tierra prometida. D ecíamos en esa reflexión que estamos convencidos de que este mapa no ha cambiado. Estas son las mismas siete (7) áreas de cambio, los mismos 7 retos que enfrentamos al entrar a una nueva temporada, un nuevo ‘êth (H6256, temporada, tiempo, “season”) de Dios. En esa reflexión también nos detuvimos a analizar cada uno de ellos. Una pregunta muy pertinente es la siguiente: ¿qué destrezas aleatorias al creyente estarán midiendo en esta nueva temporada? La respuesta es un muy singular: las mismas destrezas que se miden en los tiempos de lucha y de grandes tribulaciones. L os creyentes en Cristo debemos comprender que los tiempos de prueba y los de bendición, los de escasez y los de abundancia, los de enfermedad y los de salud, los de cansancio y aquellos que proveen espacio para descansar, etc., son solo escenarios en los que Dios anhela que conozcamos cuál es el estado de nuestro carácter como hijos de Dios. Dios conoce las respuestas a estas preguntas, pero nosotros no. El desarrollo del carácter del creyente gira alrededor de siete (7) áreas o dimensiones que pueden y deben ser examinadas con mucha frecuencia.Estas áreas o dimensiones son examinadas por el Espíritu Santo en los tiempos difíciles así como en los de grandes bendiciones y conquistas. Estas áreas son las siguientes: • El área del amor (a quién amamos y cuánto lo amamos) • El área de la fe (a quién le hemos creído y cuánto confiamos en Él) • El área de la obediencia (cuánto estamos dispuestos a obedecer) • El área del sacrificio (cuánto estamos dispuesto a sacrificar) • El área de la humildad (si en realidad somos humildes y cuán humildes podemos ser) • El área de la perseverancia • El área de la paciencia E stas áreas, dimensiones, y/o escenarios son ensayados en todas las experiencias de la vida. Dios conoce las respuestas que obtendremos en todos los exámenes a los que seremos sometidos en torno a estas materias. Sin embargo nosotros no. Esto entonces hace imprescindible cada prueba. La primera área, la del amor, nos debe hacer pensar que los problemas y las tribulaciones pueden revelar cuánto amamos a Dios. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar que las bendiciones materiales deben revelar lo mismo. Un ejemplo de esto lo obtenemos cuando miramos que en Col 3:5 nos dicen que la avaricia es idolatría. Esto es, que la avaricia es un dios que puede ocupar Dirección: Salida #38, Ave. Trío Vegabageño, Calle Betánces #11 26 de octubre de 2014 • Año 2014 • Volumen IX • No. 452

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Las reflexiones anteriores nos han permitido iniciar el análisis de lo que significa entrar a un nuevo tiempo. En la reflexión

anterior visitábamos siete retos, áreas de cambios y conquistas que forman parte de esa visión del nuevo tiempo. Estos retos son: expectación, esfuerzo, entusiasmo, energía, iluminación (revelación), perseverancia y alcance. Estos retos son los mismos que encontró Nehemías para la reconstrucción de esa ciudad de Jerusalén. Estos retos son los mismos que encontró Josué dirigiendo al pueblo de Israel en la conquista de la tierra prometida.

Decíamos en esa reflexión que estamos convencidos de que este mapa no ha cambiado. Estas son las mismas siete (7) áreas de cambio, los mismos 7 retos que enfrentamos

al entrar a una nueva temporada, un nuevo ‘êth (H6256, temporada, tiempo, “season”) de Dios. En esa reflexión también nos detuvimos a analizar cada uno de ellos. Una pregunta muy pertinente es la siguiente: ¿qué destrezas aleatorias al creyente estarán midiendo en esta nueva temporada? La respuesta es un muy singular: las mismas destrezas que se miden en los tiempos de lucha y de grandes tribulaciones.

Los creyentes en Cristo debemos comprender que los tiempos de prueba y los de bendición, los de escasez y los de abundancia, los de enfermedad y los de salud, los

de cansancio y aquellos que proveen espacio para descansar, etc., son solo escenarios en los que Dios anhela que conozcamos cuál es el estado de nuestro carácter como hijos de Dios. Dios conoce las respuestas a estas preguntas, pero nosotros no. El desarrollo del carácter del creyente gira alrededor de siete (7) áreas o dimensiones que pueden y deben ser examinadas con mucha frecuencia.Estas áreas o dimensiones son examinadas por el Espíritu Santo en los tiempos difíciles así como en los de grandes bendiciones y conquistas. Estas áreas son las siguientes: • El área del amor (a quién amamos y cuánto lo amamos)• El área de la fe (a quién le hemos creído y cuánto confiamos en Él)• El área de la obediencia (cuánto estamos dispuestos a obedecer)• El área del sacrificio (cuánto estamos dispuesto a sacrificar)• El área de la humildad (si en realidad somos humildes y cuán humildes podemos ser)• El área de la perseverancia• El área de la paciencia

Estas áreas, dimensiones, y/o escenarios son ensayados en todas las experiencias de la vida. Dios conoce las respuestas que obtendremos en todos los exámenes a los que

seremos sometidos en torno a estas materias. Sin embargo nosotros no. Esto entonces hace imprescindible cada prueba. La primera área, la del amor, nos debe hacer pensar que los problemas y las tribulaciones pueden revelar cuánto amamos a Dios. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar que las bendiciones materiales deben revelar lo mismo. Un ejemplo de esto lo obtenemos cuando miramos que en Col 3:5 nos dicen que la avaricia es idolatría. Esto es, que la avaricia es un dios que puede ocupar

Dirección: Salida #38,Ave. Trío Vegabageño,

Calle Betánces #11

26 de octubre de 2014 • Año 2014 • Volumen IX • No. 452

se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, 8 a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; 9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas. 1 Pedro 1:6-7

Otro ejemplo singular lo tenemos en unas de las expresiones más poderosas que escuchamos de os

labios de Job 13:15:

15 He aquí, aunque él me matare, en él esperaré; No obstante, defenderé delante de él mis caminos, 16 Y él mismo será mi salvación, Porque no entrará en su presencia el impío.

No hay dudas que la profundidad de nuestra fe puede ser examinada en todas las experiencias que nos trae

la vida. La próxima reflexión nos servirá como herramienta para continuar este análisis.

nuestro corazón particularmente en medio de la abundancia. Es por esto que Cristo Jesús dice que donde esté nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón (Mt 6:21). Alguien que cede a esta tentación puede encontrarse sumido en la vagancia e irresponsabilidad. Esto es, dejando de hacer las tareas y la asignaciones ministeriales para las que fue llamado, o limitándose a cumplir parcialmente con ellas.

Las experiencias que trae la vida, aquellas que consideramos positivas y aquellas que consideramos negativas, pueden revelar a quién amamos y cuánto lo amamos. El

Señor quiere que le amemos sobre todas las cosas (Mc 12:30-31). La profundidad de ese amor fue revelado en los tiempos de tristeza y de dolor; y será revelado en la nueva temporada a la que entramos. Un pasaje que revela la profundidad de esto es el que nos presenta al Señor interpelando a Simón Pedro luego de haber resucitado (Jn 21:15). Cuando Jesús le pregunta tres veces si Simón le ama, acompaña esta pregunta con una invitación: “Apacienta mis corderos.” Hay una dimensión sin precedentes, muy bella en el intercambio de preguntas y respuestas que ellos tienen. Sin embargo, más allá de las diferencias entre los niveles de amor de los que hablan (Jesús le pregunta a Pedro si le ama y Pedro contesta que lo quiere), Simón Pedro sabe que lo que le están ofreciendo es ser pastor de las ovejas del Señor y ante él está el Pastor por excelencia; el que se atrevió a morir por sus ovejas. O sea, que un recodo del alma de Simón debe haber despertado la noticia de que quizás le estaban invitando a morir por las ovejas del Gran Pastor. La gran noticia es que Simón Pedro no tiene problemas en aceptar esto. Su amor por el Señor que le ha perdonado, vis a vis la garantía de la resurrección no le permiten vacilar al dar la respuesta; “Sí Señor; tu sabes que te amo.”

Es sobre esto que elabora el Apóstol Pablo cuando formula estas serie de preguntas retóricas que encontramos en Rom 8:35-39; “¿quién nos separará del amor de Cristo?”

Es este mismo Apóstol el que subraya la importancia que posee esa área del amor en Cristo y quien la inmortaliza con un himno que encontramos en Primera de Corintios capítulo 13. Sin duda alguna que seremos examinados en el área del amor en esta nueva temporada.El área de la fe es otra dimensión de exámenes constantes en la vida del creyente. Es muy cierto que somos retados en nuestra fe cuando los tiempos son difíciles. Es allí en dónde somos retados a creer en Dios en medio del dolor y del sufrimiento. Somos confrontados con nuestros niveles de confianza en las promesas que Dios nos ha hecho. Somos confrontados y retados a creer en Dios aún cuando no entendamos sus caminos y sus decisiones.

Sin embargo, los tiempos de gran exposición son también escenarios en los que nuestra fe es puesta a prueba. Un ejemplo de esto lo encontramos en Daniel 3 cuando tres jóvenes

hebreos, Sadrac, Mesac y Abednego, son retados en su fe cuando ocupaban posiciones de privilegio en el Imperio Babilónico. Estos tres ya habían demostrado sus quilates y sus capacidades para defender su fe junto a Daniel, cuando fueron traídos como esclavos a ese imperio. Pero no es hasta el incidente que se describe en el capítulo 3 del libro de Daniel que vemos otra vez su fe puesta a prueba. Ya no como esclavos, sino como administradores y personas que el rey consultaba por reconocer que eran 10 veces mejores en inteligencia y sabiduría que todos los magos y astrólogos de su reino (Dan 1:21).

El examen de su fe estando en la opulencia fue uno muy intenso. Si decidían adorar la estatua que el rey había levantado, seguirían en sus posiciones y mantendrían su

prestigio. Si no lo hacían, serían echados en un horno de fuego. La respuesta de estos tres jóvenes es extraordinaria:

16 Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. 17 He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. 18 Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. Daniel 3:16-18

No se trata simplemente de creer que Dios los podría librar y del horno (como finalmente lo hizo), sino de que su fe en Dios no admitía transacciones aun si Dios los dejaba morir allí. Una experiencia similar le sucede a Abraham cuando

fue retado en el pináculo de su vida, con todas las promesas y toda la abundancia en su mano. Fue allí que el patriarca fue sometido por Dios al examen más fuerte; el de entregar a su Isaac (Gn 22). Es sobre esto que escribe el Apóstol Pedro en su Primera Carta cuando nos dice lo siguiente:

6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero