discurso colonial

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Reinterpretando el discurso colonial y la historia de la geografía en una perspectiva de genero Abel Albet y Maria Dolors Garcia Ramon En Joan Nogué & José Luis Vilanova (eds.) (1999) España en Marruecos (1912- 1956) Discursos geográficos e intervención territorial, Lleida: editorial Milenio, pp.55-71 La reciente nostalgia colonial y el estudio de los relatos de viales Desde finales de los años setenta se observa un renovado interés en las cuestiones coloniales, que incluso en algunos momentos puede confundirse con una cierta nostalgia colonial. Se observa una fuerte atracción por las culturas y el mundo extraeuropeos en los medios académicos occidentales en el ámbito de muchas disciplinas humanísticas y sociales (antropología, historia, literatura, geografía, filosofía etc.). Esta atracción también se observa en los medios de comunicación y entre un público más amplio como muestra el gran éxito de películas de ambientación exótica como "Lejos de Africa", "Indochina" y otras. Esta nostalgia ignora por completo el contexto histórico y político del imperialismo, base firme de la explotación colonial. Y es que la visión del Otro/a a través de la nostalgia colonial no cuestiona en absoluto la perspectiva hegemónica del mundo que se tiene desde Europa y Norteamérica (Chaudhuri et al. 1992). En el mundo académico este renovado interés por las colonias se ha concretado en una gran cantidad de publicaciones sobre temas generales como el postcolonialismo (Faura et al.1997) y sobre aspectos más concretos del hecho colonial como los libros de viaje, publicaciones en las que generalmente se utiliza el marco conceptual foucaultiano sobre las relaciones entre conocimiento y poder, y es en el ámbito académico de expresión inglesa donde más se ha tratado esta temática. Por ello, nuestro análisis se basa en gran parte en aportaciones de este ámbito lingüístico, a l a espera de que la situación cambie en los próximos años. En la última década se ha puesto un énfasis especial en el estudio crítico de l os relatos de viajeras del siglo XIX y principios del XX, que han mostrado tener una gran potencial para cuestionar algunos aspectos de las teorías más establecidas sobre colonialismo (Birkett 1989; Mills 1991; Kay 1991; Pratt 1992; Blake 1992; Chaudhuri et al.1992; Blunt et al. 1994; Robinson 1994; Behdad 1994; McClintock 1995; Kearns 1997). El estudio de los libros de viaje en un contexto colonial o i mperial es interesante porque estas narraciones no sólo son un elemento básico para construir el Otro/a, sino que también pueden generar conocimientos científicos sobre los territorios colonizados (Pratt 1992). Los relatos de viaje fueron el vehículo a través del cual el conocimiento científico (por citar un ejemplo, las clasificaciones de especies) se transmitió a un público amplio. De este modo, los viajeros y viajeras se constituyen en legitimadores de la autoridad científica y su quehacer no sólo forma parte de la expansión colonial europea sino que simboliza una visión del mundo en el que las actividades europeas se perciben como fundamentalmente civilizadoras. 160

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Reinterpretando el discurso colonial y la historia de la geografía en unaperspectiva de genero

Abel Albet y Maria Dolors Garcia Ramon

En Joan Nogué & José Luis Vilanova (eds.) (1999) España en Marruecos (1912-1956) Discursos geográficos e intervención territorial, Lleida: editorial Milenio,pp.55-71

La reciente nostalgia colonial y el estudio de los relatos de viales

Desde finales de los años setenta se observa un renovado interés en lascuestiones coloniales, que incluso en algunos momentos puede confundirse conuna cierta nostalgia colonial. Se observa una fuerte atracción por las culturas y elmundo extraeuropeos en los medios académicos occidentales en el ámbito demuchas disciplinas humanísticas y sociales (antropología, historia, literatura,geografía, filosofía etc.). Esta atracción también se observa en los medios decomunicación y entre un público más amplio como muestra el gran éxito depelículas de ambientación exótica como "Lejos de Africa", "Indochina" y otras. Estanostalgia ignora por completo el contexto histórico y político del imperialismo, basefirme de la explotación colonial. Y es que la visión del Otro/a a través de lanostalgia colonial no cuestiona en absoluto la perspectiva hegemónica del mundoque se tiene desde Europa y Norteamérica (Chaudhuri et al. 1992). En el mundoacadémico este renovado interés por las colonias se ha concretado en una grancantidad de publicaciones sobre temas generales como el postcolonialismo (Fauraet al.1997) y sobre aspectos más concretos del hecho colonial como los libros deviaje, publicaciones en las que generalmente se utiliza el marco conceptualfoucaultiano sobre las relaciones entre conocimiento y poder, y es en el ámbitoacadémico de expresión inglesa donde más se ha tratado esta temática. Por ello,nuestro análisis se basa en gran parte en aportaciones de este ámbito lingüístico, al a espera de que la situación cambie en los próximos años.

En la última década se ha puesto un énfasis especial en el estudio crítico del os relatos de viajeras del siglo XIX y principios del XX, que han mostrado tener unagran potencial para cuestionar algunos aspectos de las teorías más establecidassobre colonialismo (Birkett 1989; Mills 1991; Kay 1991; Pratt 1992; Blake 1992;Chaudhuri et al.1992; Blunt et al. 1994; Robinson 1994; Behdad 1994; McClintock1995; Kearns 1997). El estudio de los libros de viaje en un contexto colonial oimperial es interesante porque estas narraciones no sólo son un elemento básicopara construir el Otro/a, sino que también pueden generar conocimientos científicossobre los territorios colonizados (Pratt 1992). Los relatos de viaje fueron el vehículoa través del cual el conocimiento científico (por citar un ejemplo, las clasificacionesde especies) se transmitió a un público amplio. De este modo, los viajeros y viajerasse constituyen en legitimadores de la autoridad científica y su quehacer no sóloforma parte de la expansión colonial europea sino que simboliza una visión delmundo en el que las actividades europeas se perciben como fundamentalmentecivilizadoras.

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El discurso orientalista y las reciente contribuciones feministas

El análisis crítico del orientalismo y del colonialismo tiene contraída unadeuda enorme con Edward Said (1978) que ya en una fecha temprana argumentóque el Oriente no existe, que es una construcción europea, una imagen del Otro/aque permite no sólo definir al "Oriental" sino también identificarse como occidental.Pero aportaciones recientes desde el campo feminista y el de los llamadossubaltern studies (es decir,sobre y por los sujetos dominados) han criticado algunospuntos esenciales de su argumento (Spivak 1987,1988; Bhabba 1983,1993;Mohanty 1988; Chaudhuri et al.1992; Blunt et al. 1994; McClintock 1995; Lewis1996). Por una parte, Said analiza el discurso colonial de forma totalizadora, en laque la heterogeneidad del poder colonial queda difuminada por la tajanteconfrontación que plantea entre colonizadores/oras y colonizados/as. Por otra, suanálisis pone el acento en los aspectos masculinos del proceso colonial, es decir eldominio, el control y las estructuras de poder, reforzando de hecho la visióntradicional de que la mujer no había jugado ningún papel destacable en el procesocolonizador. Es cierto que Said, en su último libro (1993), hace referenciapuntualmente a algunas de las aportaciones feministas sobre el tema pero en sumarco general de análisis no se llega a cuestionar nunca la aparente ausencia delas mujeres en la producción del discurso y de la cultura coloniales (McClintock1995).

En cambio, los recientes estudios feministas- y los postcoloniales- intentanevaluar la contribución de la mujer blanca u occidental tanto al proceso como aldiscurso coloniales. Se analiza su complicidad y su resistencia al proyecto colonial(a través del concepto de ambivalencia), y se destaca su papel como agentes"culturales" en la formación de las relaciones imperiales. En este sentido, cabedestacar los interesantes estudios que se han realizado sobre el rol de lasmensahibs (esposas de oficiales y funcionarios) en la introducción de ideas,costumbres, gustos culinarios etc., tanto en las colonias como en las metrópolis,una vez de regreso (Clarke 1988; Chaudhuri 1992). Las mensahibs no se puedenconsiderar viajeras -que es el objeto de nuestro estudio- pero ello no quita suimportante rol como agentes culturales del imperio en un gran número deactividades en la esfera privada cotidiana.

La idea que subyace en una buena parte de esta revisión feminista de losestudios coloniales es la esperanza de que las mujeres, colonizadas ellas mismaspor su género en su propio país, pueden quizás reconocer y oponerse másabiertamente a la colonización basada sobre todo en la diferencia racial. Pero lai ntersección de lo discursos de raza y género hacen que la realidad de las mujeresoccidentales sea mucho más compleja, que las fronteras de su posicionamientocomo sujeto sean muy fluidas en función del contexto, identificándose unas vecescon su condición de mujer y otras con el color de su piel o una combinación deambos (Blunt,1994). Así pues si no se puede generalizar sobre la respuesta y laactitud de la mujer ante el hecho colonial sí que se está de acuerdo en la condiciónde género es un componente importante en la mirada femenina sobre Oriente, unamirada que según algunas autoras "registra las diferencias de forma menospeyorativa y absoluta de lo que se desprende de la formulación original de Said"(Lewis, 1996, p.4).

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La (re)construcción de la historia de la geografía en clave de género

El enfoque postmodernista y postcolonial invita a (re)construir la historia dela geografía desde la pluralidad y a i ncluir en ella diferentes sensibilidades ytradiciones. Hay que reescribir nuestra historia desde una perspectiva inclusiva másque excluyente (Godlewska et al.1994), externalista más que internalista(Livinsgtone,1992), y que tenga en cuenta el contexto en el que las teoríasgeográficas se conciben, se reciben, se trasmiten y se llevan a la práctica. Elpostmodernismo reconsidera las nociones de conocimiento, objetividad y lenguajeheredadas de la Ilustración y subraya que el conocimiento se construye ideológicay socialmente, por lo que no se puede separar de su contexto. Con esteplanteamiento es posible recuperar algunas tradiciones que en su momento seconsideraron poco "científicas", como por ejemplo los libros de viaje y deexploración.

La geografía siempre ha tenido un cierta inclinación e interés por los viajes,ya que constituían una fuente de información sobre otros lugares (GómezMendoza,1988). En los últimos años, sin embargo, se ha abogado por incorporareste interés tradicional a la historia académica de la disciplina (Stoddart, 1986;Livinsgtone 1992); los libros de viajes sobre lugares exóticos (en su gran mayoríapaíses coloniales) son un buen material donde indagar los mecanismos con que seconstruye una geografía del Otro/a (Zinguer,1991) y donde poner al descubierto lascomplejas relaciones entre geografía y colonialismo. No obstante este interés, lacontribución de las viajeras y exploradoras no se ha tenido prácticamente en cuenta( Stoddart,1986), y esta exclusión se debe a que el contenido de su discurso esdiferente y a que su representanción del Otro/a reviste un fuerte componenteetnográfico, menos interesado por la conquista perse pero probablemente másreceptivo a los procesos de transculturación (Pratt,1992). También es cierto queestas viajeras no eran geógrafas, pero "publicando sus relatos en una época enque los libros de viaje eran muy populares y también eran un instrumentoi mportante para difundir 'conocimiento' sobre los territorios de ultramar, las viajerastuvieron un rol significativo en la producción de geografías populares" (McEwan,1996, p.69). Hay que señalar que en los últimos años se observa en nuestradisciplina un fuerte interés por las mujeres viajeras y su contribución a la geografíay se han publicado numerosos artículos y l i bros sobre el tema, aunque en lamayoría de los casos dentro del ámbito de la geografía anglosajona (Domosh 1991;Kay 1991; Blunt and Rose 1994; Blunt 1994; Hall and Kinnaird 1994; Monicat 1994;McEwan 1995,1996; Morin 1995; Squire 1995; Olafsdottir 1996; Mills 1996; Noguéet al. 1996 -, Vanzan 1996; Kearn 1997; Varela 1997; García Ramon et al. 1998).

Muchas mujeres viajeras fueron también intrépidas exploradoras comoseñala Elizabeth Fagg Olds (1985) quien estudia cuatro viajeras post-victorianas(las americanas Annie Smith Peck, Delia J, Akeley, Marguerite Harrison y LouiseArner Boyd) relacionadas con la Society of WomenGeoqraphers, con sede enWashington y un gran número de socias (algunas de ellas muy activas) en 34países diferentes. El trabajo de campo de estas viajeras y exploradoras no sebasaba en un conocimiento libresco sino más bien en experiencias directas, por loque no fue considerado parte de la geografía científica. M. L. Pratt (1992) lasdenomina "exploradoras sociales" ya que al no estar tan ligadas a gobiernos oentidades sus obras tenían un mayor interés etnográfico que técnico o estadístico.Pero cada vez más y en diferentes ciencias sociales se está valorando el trabajo de

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campo y los estudios etnográficos que se conciben tanto como construcciones tantode la esfera subjetiva como de la objetiva, en la línea de las últimos debatesfeministas sobre el concepto de ciencia (Keller, 1985; Haraway, 1991).

La geografía institucionalizada jugó también su papel en este debate sobre lacientificidad de la geografía y la aportación de las viajeras, y no fue nada fácil quese admitiera que las mujeres podían hacer aportaciones científicas de la mismacalidad que los hombres. El ejemplo más conocido es el de la Royal GeographicalSociety de Londres, fundada en 1830 y que contribuyó de forma decisiva a laexploración y a la expansión imperial británica. A finales de siglo se inició un debatesobre la admisión de las mujeres como socias de la Sociedad, ya que los viajes -ylas contribuciones- de las mujeres se hacían cada vez más frecuentes. Las razonesesgrimidas en contra se podrían resumir en que ello ocasionaría un bajón en elestatus y reputación de la Sociedad, en que las conferencias se podrían convertiren actos simplemente sociales y que, en definitiva, ello amenazaría al poderi mperial¡ ( Blunt, 1994; Kearns, 1997). En cambio, las razones que finalmentei nclinaron la balanza a favor fueron más bien de tipo práctico, como la necesidad dei ncrementar el presupuesto, la competencia de la Scottish Geographical Society(que admitía mujeres desde su fundación en 1884), la necesidad de que lasmujeres estuvieran integradas en un momento importante de cambio de contenidosen la enseñanza, y finalmente la negativa de la exploradora Isabella Bird Bishop(1831-1904) a que su conferencia la pronunciara un socio, al no poderlo hacer ellapor no ser socia (unos años antes el discurso de Lady Anne Blunt sobre el libroPilqrimaqetoNeid tuvo que leerlo su marido quien simplemente lo había prologado(Behad, 1994). Finalmente, en 1892 se aprobó la admisión de mujeres y quince deellas fueron elegidas miembros (sobre un total de 3000 socios¡). No obstante, ladecisión fue revocada al año siguiente después de que se presentara una mociónde censura, por lo que no se admitieron más mujeres si bien no se expulsó a lasque ya eran socias¡. Hasta 1913 no se admitió definitivamente a las mujeres, esdecir 26 años después de que se hiciera la primera propuesta (Blunt, 1994). Encuanto a la Real Sociedad Geográfica de Madrid se observa un temprano interéspor el tema de las viajeras, por ejemplo en diciembre de 1880 la italiana CariaSerena pronunció un discurso sobre sus viajes al Norte de Europa, Persia, Líbano yregiones del Cáucaso, lo que motivó que la nombraran "socio honorario" en enerodel siguiente año (recogido en el vol.10 del Boletín de la Real Sociedad Geográfica,pp.78-80). No obstante, este interés no tuvo una continuación como se desprendedel análisis del resto del Boletín que fue su portavoz desde su fundación. Tan sólo,y en época ya reciente, se publicó un artículo sobre el tema de las mujeres viajeras(de las Barras, 1951) en que se hace una recopilación de la vida y obras de variasviajeras españolas y extranjeras a partir del siglo XVI, si bien con un criterio deselección que no queda nada claro (se cita, por ejemplo, a la catalana AuroraBertrana pero sólo su obra sobre Oceanía de 1930 y no la de Marruecos de 1935).No obstante, sobre el tema de viajeros (sin distinción de género) se han hechorecopilaciones interesantes en España, en particular en lo que atañe al Norte deAfrica (López, 1994; Marín, 1996), aunque no desde la geografía.

Driver (1992, 1994) ha señalado que la historia de la geografía ha relegadoel análisis de las conexiones entre geografía e imperialismo, y ello a pesar de quel a geografía era la ciencia del imperialismo, ya que sus objetivos y métodos(exploración, reconocimiento topográfico y social, representación cartográfica ei nventario regional) se adaptaban plenamente al proyecto colonial. Pero

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precisamente porque el imperialismo va incluso más allá que la explotacióneconómica, el mismo autor aboga por "una historia crítica y contextual de lasrelaciones entre la geografía y la 'cultura' del imperialismo" (Driver, 1992, p.25) (elentrecomillado es nuestro). Es probable que la aparente trivialidad de las vidas dealgunas mujeres europeas en las colonias enmascare las funciones importantesque ejercían dentro del sistema colonial masculino (Strobel, 1991) y que en "lugarde considerar la actividad imperial como la imposición de la ley por un ejército o eldescubrimiento de un país por un explorador sería mejor concebir el imperialismocomo la suma de una miríada de actividades que tuvieron lugar en la esfera privaday pública y que jugaron un papel esencial en la producción de conocimientos queafirmaron y naturalizaron las presencia imperial" ( Mills, 1994, p.32). Y esprecisamente en este terreno de la producción de la cultura colonial y del estudioetnográfico que los relatos de las viajeras pueden constituir una aportación dei nnegable utilidad científica.

Las narrativas de viaje escritas por mujeres: ¿.introduce diferencias el género?

Es cierto que para muchas viajeras la misma conceptualización de Orientesignificaba la posibilidad de la aventura, del escapismo, en un intento de superarlos confines de la domesticidad tradicional, y, de hecho, el viaje se hacía posiblegracias a la existencia del imperio. En el fondo, es una de las maneras de participaren este discurso colonial, en esa mirada orientalista basada precisamente en ladominación colonial y en la superioridad de la raza blanca (Lewis, 1996). Peroaunque las mujeres fueran también partícipes de esta empresa colonial, su visiónestá condicionada por el género y ello origina diferencias interesantes en losmotivos para viajar, en las narrativas resultantes, en el proceso de producción y derecepción de la obra etc.(si bien hay que mencionar que las diferenciasi ntroducidas por la condición de género es aún tema de vivo debate entre lasfeministas denominadas esencialistas y postmodernistas ( Mills, 1994; Lewis, 1996).

Conviene recordar que la mayoría de las mujeres que podían viajar eransolteras o viudas o por diversas razones no tenían responsabilidades familiares( Birkett,1989)(el caso de las misioneras y las esposas de oficiales y funcionariosque posteriormente escribieron relatos es una excepción interesante). Pocas vecesl as mujeres viajaban por encargo de alguien o con una misión específica -ya quel as instituciones coloniales las excluían- y ello les confería una gran libertad no sólopara el viaje sino también para sus escritos. Por ejemplo, se ha observado que lasmujeres son más críticas con el hecho colonial y se muestran mucho menospreocupadas que los hombres por la "misión civilizadora" de Europa (Robinson,1994). Debido a la socialización diferencial, las mujeres han desarrollado hábitosde observación minuciosa, están imbuidas de menos ideas preconcebidas y tienen,en general, intereses etnográficos por lo que sus viajes son, muchas veces, unafuente particularmente rica para conocer las poblaciones nativas (Kearns, 1997). Seha escrito que las narrativas de viajeros ponen énfasis en el qué y el dónde, y, encambio, las de mujeres se centran en el cómo y el por qué ( Robinson, 1994, xiii).Pero si es cierto que la mirada orientalista tanto de hombres como de mujeres estácondicionada por el género (Lewis, 1996), la intersección de raza y género da lugara una gran complejidad y ambigüedad en la experiencia de las viajeras.

La mujeres como observadoras y exploradoras en el Provecto colonial: ¿,una

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perspectiva desde fuera?

El proceso de exploración en un contexto colonial puede ser ambiguo. Por unlado, se trata de "dar a conocer" países y gentes hasta entonces "desconocidos"(es decir, la exploración de gentes "foráneas" por parte de la cultura occidental) y,por otro, este "dar a conocer" cambia y, en último término, destruye estas mismassociedades que "descubre" (Domosh, 1991). Además, el posicionamiento de losviajeros y viajeras es ambiguo ya que su perspectiva es a la vez externa (sonextranjeros/as) e interna (porque viven allí). Este doble posicionamiento resulta másfamiliar y cómodo a las viajeras, ya que la ambigüedad la han vivido cotidianamenteen la socialización en su propio país, donde son parte integrante de una cultura ysociedad pero no participan en las estructuras de poder.

Los discursos patriarcales y coloniales de la diferencia tienen una dualidadespacial notoria, es decir acusan un carácter distinto según el contexto espacial enque se producen: la mujer occidental se halla marginada en el contexto patriarcalde su país de origen, donde su rol social se concibe primordialmente en términosde inferioridad de género, pero en el espacio colonial la construcción de lasuperioridad racial puede ser más fuerte que la de la inferioridad de género. Deesta manera, la mujer occidental puede compartir (y lo hace) los discursoscoloniales de poder y autoridad en el espacio colonial ( Blunt and Rose, 1994; Mills1992 (libre; Mabro, 1991). Pero estas "transgresiones" se producían a una prudentedistancia del país de origen por lo que no amenazaban ni la construcción domésticani las relaciones patriarcales (Blunt, 1994).

Esta ambigüedad, a veces rayando en la marginalidad, en algunas ocasionesconfería a las mujeres una gran libertad de acción y de palabra respecto al proyectocolonial y es más frecuente encontrar críticas a este proyecto en los relatos demujeres que en los de varones. Cabe decir que las mujeres utilizaron estaambigüedad de diferentes maneras y, en general, se acomodaron bien al procesode exploración que en sí mismo ya hemos dicho que era ambiguo. Frecuentementeeste doble posicionamiento les permitió el acceso a lugares o a gentes a los quesus colegas varones no habían podido acceder y, en este sentido, el caso deI sabelle Eberhard en Argelia es un buen ejemplo de esta dualidad, de esta complejarelación entre resistencia y complicidad que las mujeres experimentaron en relacióncon el proyecto colonial (Kobak, 1989; Cardone-Arlyck, 1991; Clancy-Smith, 1992;Rice, 1994; Behdad, 1994). I sabelle Enerhardt (nacida en Ginebra pero de familiarusa) fue una gran admiradora y conocedora de las costumbres y las gentes delMagreb (en particular Argelia). Su dominio de la lengua culta y de la popular, suextravagancia, su conversión al Islam y su breve matrimonio con un argelinomusulmán le facilitaron el conocimiento de gentes y tribus hasta entonces muy pococonocidas. Si bien durante la mayor parte de su estancia en Argelia fueconsiderada como una "enemiga de Francia" por sus actitudes y contactos con lagente local -y de hecho en su obra se observa una fuerte crítica al colonialismofrancés-, al final de su vida fue astutamente utilizada por el general Lyautey pararecopilar información sobre las tribus nómadas del Sur argelino. El general le dio elpermiso y la protección requeridos para visitar varias de las "zawiyas"(santuario/escuela coránica) al sur de Orán (lo que era uno de los mayores anhelosde Isabelle). A cambio, ella pasaba sus impresiones escritas sobre las tribus del sury sus contactos con gente de la zona, (zona en litigio entre el sultán de Marruecos yla administración francesa en Argelia). No parece que Isabelle creyera estar

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colaborando con el proyecto colonial que ella misma había criticado (lapacificación). Para ella, Lyautey representaba la negociación y, en definitiva, laposibilidad de un cierto bienestar para estas zonas tan escasas de recursos. Perolo que sí está muy claro es que los franceses valoraban en gran manera susinformaciones: cuando Isabelle murió en Aïn Sefra, víctima de la inundaciónrepentina de un wadi, Lyautey no sólo hizo todo tipo de esfuerzos para recuperar sucuerpo entre el lodo sino también para encontrar sus últimos escritos (Kobak,1989).

Una esperanza latente en muchos de los estudios feministas sobre elcolonialismo es que las mujeres occidentales, colonizadas y explotadas ellasmismas por el hecho de ser mujeres, se hayan identificado más fácilmente con lapoblación indígena, explotada por el hecho de su raza. Pero la combinación de lasexperiencias de raza y de género hace que el panorama sea mucho más complejo yque no se pueda afirmar que las viajeras o exploradoras, por su condición de mujer,tengan una actitud menos racista o más crítica con el proyecto colonial. Porejemplo, la británica Gertrude Bell- gran conocedora de Oriente Medio y colega deLawrence de Arabia) se identificó plenamente con los objetivos imperiales de supaís y fue una pieza clave en la creación del reino de Irak en 1921 (Wallach, 1995).La situación y posición de la mujer es pues más compleja y tal como se ha afirmado"el punto de vista de mujer no garantiza una relación simétrica con el Otro/a". Sinembargo, como la misma autora afirma a continuación el punto de vista de mujer "abre fisuras en el concepto de sí misma con que se examina el concepto del Otro/a"(Blake, 1992, 32). Esta ruptura interior permite explicar mejor la ambivalencia de lafrancesa Olympe Audouard en su visita a Suez poco después de la inauguracióndel canal. Por un lado se siente muy orgullosa del progreso técnico de Occidenteque hizo posible su construcción, pero, por otro, cuestiona seriamente las nocionesestablecidas de "civilización " y "barbarie" y siente y expresa opiniones muycontradictorias sobre los resultados de la colonización (Monicat, 1996).

Y esta ambivalencia sobre el proyecto colonial es casi paradigmática en elcaso de la catalana Aurora Bertrana en su libro de 1935 sobre Marruecos (Nogué etal., 1996; García Ramon et al. 1998). En realidad, Bertrana no puede oponerse a laacción colonizadora ("civilizadora") de una Europa cuya cultura admira, y ésta es,en el fondo, su valoración del Protectorado Francés en Marruecos a pesar de susretóricas condenas de principio. A la vez, su convicción de que España no estásuficientemente "civilizada", esto es europeizada, como para poder colonizar, lalleva a distanciarse de la acción colonial española en Marruecos. En este punto, suvinculación con el ideario catalanista está en la raíz de su postura. Pero también sucondición de mujer, le facilita el distanciamiento de la colonización española, cuyosagentes son hombres, funcionarios o militares con los que no siente afinidadninguna.

Esta ambivalencia que se observa en estos casos de las narrativas demujeres permite que, la mirada orientalista y colonialista sea menos avasalladora ymás compleja. Asimismo, esta ambivalencia está en la base de las críticasfeministas al discurso orientalista de Said, a quien se reprocha una visión pocoheterogénea del fenómeno colonial a través de una confrontación excesivamentesimplista entre colonizadores y colonizados.

Una mirada de mujer sobre el harén, piedra angular en la construcción del discursoorientalista

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Harén, poligamia, velo, up rdah son palabras tremendamente evocativas (yprovocativas) para los ciudadanos y ciudadanas corrientes en Occidente, y casitodas ellas son sinónimas de opresión de la mujer. En efecto, la imagen real o node la mujer oriental subyugada en el harem ha sido el símbolo de la opresión sexualde la mujer musulmana y ha actuado como una de las justificaciones de lasuperioridad de occidente sobre Oriente. Segun Ahmed (1982,523) "se puededefinir al harem como un sistema que permite a los hombres el acceso sexual amás de una mujer. También se puede definir, y de forma igualmente correcta, comoun sistema en el que las mujeres de la familia - esposas, hermanas, madre, tías,hijas- comparten una buena parte del tiempo y de la vivienda y que permite que lasmujeres puedan comunicarse fácilmente con las otras mujeres de la comunidad,tanto verticalmente (a través de la clase social) como horizontalmente". El discursocolonial orientalista ha retenido tan sólo la primera parte de la definición y, encambio, se ha olvidado por completo de la segunda que es mucho más amplia ysociológica, y en definitiva más realista.

Además conviene recordar dos cosas. En primer lugar, que el harén, talcomo se le imagina en Occidente, era muy poco frecuente, e incluso "exótico" parala mayoría de mujeres orientales¡. Sólo existía en la clase social más alta, es decirestaba reservada a varones cuya fortuna les permitía mantener varias mujeres.Pero en la literatura occidental el harén es omnipresente y se describe a imagen ysemejanza del Serrallo (el harén del palacio de Estambul) y inspirándose en lal i teratura y la pintura orientalista. Ello viene a ser algo así como "presentar la vidacotidiana de Buckingham Palace y los perfiles de damas aristocráticas victorianascomo representativos de la vida, formas y costumbres de una familia típica inglesa"( Mabro,1991,6). En segundo lugar, la presunción de que las mujeres con velo estánmás oprimidas y son más pasivas y más ignorantes que las mujeres sin velo hallevado a hacer comparaciones fuera de lugar y de contexto entre, por una parte laexistencia recluida (y oprimida) de las mujeres orientales y, por otra la libertad totalde que disfrutan las mujeres occidentales (que no se somete a discusión). Dehecho, se comparan clases y contextos sociales muy diferentes y en relación a elloel grado de hipocresía del discurso orientalista europeo no deja de sorprender. Asípues, se puede decir que la existencia del harén actúa como una demostracióni rrebatible de la superioridad de Occidente sobre Oriente, y , a la vez, que la visiónorientalista del harén contribuye a justificar el status quo tradicional de la mujer enOccidente.

Si comparamos las descripciones del harén hechas por viajeras y las deviajeros se observan diferencias interesantes. Para empezar, hay una diferenciaesencial, a las mujeres occidentales se les permitía visitar el harén y a los hombresl es estaba totalmente prohibido, por lo que las evocaciones que algunos escritoreso pintores han realizado pueden ser pura especulación (Ahmed, 1982). Además, seha constatado que las representaciones femeninas del harén tienden a ser pocosexualizadas y muy domésticas, es decir tienden a representar el harén como elespacio (eso sí, segregado) donde viven mujeres y niños en un tipo de familia declase media-alta o alta (Melman, 1992). Ahora bien, la evocación de esta imagendel harén puede llevarnos a cuestionar las tan pregonadas diferencias entre elespacio doméstico de Oriente y el de Occidente, y constituye un reto a lapresunción convencional de la absoluta superioridad de Occidente que está en labase del discurso colonial orientalista. Con todo, si las imágenes del harén

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evocadas por las mujeres se acercan más a la experiencia real (entre otras razonesporque lo conocen de primera mano), también es cierto que estas imágenestambién participan de los mecanismos de fantasía asociados con el discursoorientalista, si bien con un fuerte sesgo de género (Lewis, 1996).

Así por ejemplo, la catalana Aurora Bertrana en una visita al harén del bajáde Arcila (Protectorado Español de Marruecos) en 1935, no centra su interés en laposible relación erotizada de la relación del bajá con sus mujeres sino en unaspecto particular de la domesticidad, en cómo captar los pensamientos y losdramas que se imagina que existen entre cuatro mujeres de entre 16 y 50 años quel uchan por los favores de un único hombre (García Ramon et al. 1998). Bertranaparte del supuesto que una europea no podría aceptar nunca esta situación tanhumillante, aunque curiosamente, no se plantea que en Europa no se acepta lapoligamia pero sí la prostitución establecida.

La inferioridad de la muier indígena como componente del discurso colonialista

La inferioridad de las mujeres indígenas respecto a las europeas es tambiénun componente esencial del discurso colonialista en su demostración de lasuperioridad de Occidente, y las mujeres europeas colaboraron indudablemente enesta construcción. Por ejemplo, la visita que acabamos de comentar de Bertrana alharén de Arcila no hace más que reforzar su sentimiento de inmensa superioridadsobre la mujer marroquí. En general, las europeas se sentían muy por encima desus pobres "hermanas", a quienes concebían como seres pasivos, ignorantes y sincapacidad de reacción (Mohanty, 1994; McEwan, 1994), refiriéndose a los viajes deMary Kinsgley a Africa occidental, argumenta que las mujeres viajeras quizáscritican poco la poligamia porque tienen la convicción profunda de que aunque lapoligamia sea inaceptable para las europeas "civilizadas" quizás sea bastanteaceptable o incluso inevitable para las "incivilizadas" africanas, actitud racistabasada en la creencia en la superioridad europea. En la misma línea, Burton (1992)argumenta que las mujeres británicas no concebían a las mujeres indias comoiguales sino como infortunadas que necesitaban que sus "hermanas" británicas lasredimieran. La antropóloga Caridad Roble Mendo (1953) que realizó el trabajo decampo para su tesis doctoral (sobre la antropometría de la mujer) en elProtectorado español en Marruecos hace comentarios muy peyorativos sobre elrecelo de las mujeres a que les midiera la cabeza (como si ello fuera lo más normaldel mundo para alguien que desconoce los objetivos de la antropometría ). Suactitud no deja de ser notoriamente colonialista, a pesar de tratarse de una mujercultivada y preparada para realizar trabajo de campo antropológico.

En el Marruecos español, como en otras colonias, se utilizó la situación de lamujer indígena como barómetro del grado de civilización de la colonia, es decir paramostrar la incivilidad del colonizado (Mateo Dieste, 1997); y con muy pocasexcepciones, las mujeres occidentales (tanto las viajeras como las esposas defuncionarios) colaboraron consciente o inconscientemente en esta empresa alsubvalorar de forma sistemática a la mujer indígena. Hay que señalar que para laautoafirmación de la mujer occidental era importante poder compararfavorablemente su estatus con el de la mujer en las colonias; y, de hecho, alimaginar a las mujeres indígenas como sujetos coloniales desamparados creabanese punto de referencia necesario con el que medir su propia identidad y progreso( Mohanty, 1994).

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